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Reconcymisión-resumen

Publicado en El camino de la paz en América Latina. Quito: CLAI, 2001

RECONCILIACIÓN Y MISIÓN. APORTES A LA PAZ CON JUSTICIA


Tres estudios, con guias para la discusión grupal

Irene Foulkes

1. Reconciliación con uno mismo, para asumir la misión


– el nivel personal Marcos 6.30-46

Muchas veces nos encontramos con una gran ambivalencia en nuestro interior frente a nuestra vocación
en la vida, es decir, lo que debemos hacer en relación con el camino que debemos seguir, la acción que
nos toca emprender en determinado momento, en una circunstancia particular. Recordamos en esos
momentos que “la persona que afirma que está unida a Jesucristo, debe vivir como él vivió” (1 Jn. 2.6), y
nos preguntamos: ¿Jesús vivió un conflicto como este que siento yo? ¿No era él el Hijo de Dios? Y al
decir eso suponemos que él no habría tenido ningún conflicto de este tipo. Pero la Escritura nos indica
también que Jesús vivió una vida auténticamente humana. El experimentó también el desgarre interior
cuando se encontró frente a la opción de seguir el camino de la popularidad mesiáncia que le ofrecían las
multitudes, o bien, retirarse del escenario público para buscar con Dios el modelo de misión que debía
construir.

¿Cuál modelo de Mesias? Marcos 1 a 6

Vamos a acompañar a Jesús en un momento crítico para su vida y misión, que se conoce como la “crisis
de Galilea”. Hasta ese momento, según Marcos, Jesús se mantenía en constante actividad: enseñaba a
mucha gente y en muchos lugares, curaba enfermos, echaba fuera demonios … y multitudes de personas
lo seguían. Empezó a formar un grupo de aprendices, 12 discípulos que serían compañeros y
colaboradores en su misión. Con ellos viajó a una región extranjera, Geresa de Decápolis, donde realizó
un exorcismo espectacular.

Jesús fue también un agente provocador, según Mr. 3.1-6. Por eso chocó con líderes religiosos como los
fariseos, y también con grupos políticos como los herodianos. Así sucedió cuando insistió en sanar a un
manco en el día de descanso … y dentro de una sinagoga. Hasta en Nazaret, el pueblo que lo vio crecer,
la gente se encendió contra él (6.1-5).

Nos parece que Jesús sabía lo que hacía, que manejaba bien todas estas situaciones. De hecho, después de
esa dura experiencia en Nazaret, lo vemos campante, recorriendo toda la región, enseñando de pueblo en
pueblo. Jesús tenía suficiente confianza en este tipo de ministerio como para enviar a sus 12
colaboradores a hacer lo mismo, y la gira resultó todo un éxito(6.7-13). Interrumpe esta linda historia, sin
embargo, un relato lleno de premoniciones: la noticia de estas actividades llegó a oídos de Herodes y le
hizo recordar a Juan el Bautista. Un recuerdo peligroso, pues si Herodes encarceló y luego asesinó a
Juan, bien podría hacer lo mismo con Jesús.

Esta es la coyuntura, entonces, en que se encontraba Jesús: por un lado, éxito con las multitudees, con
algunos rechazos explicables (lo del “profeta sin honra en su propia tierra”), y por otro lado, el creciente
resentimiento de los fariseos y la amenaza latente de Herodes. Frente a esta situación, Jesús tenía que
definir su misión. ¿Qué modelo de mesías debía seguir: el de un líder populista con proyecto de llegar al
poder, el de un profeta del juicio divino como Juan el Bautista, el de un caudillo subversivo anhelado por
muchas personas?

Jesús en la encrucijada Marcos 6.30-46

El constante vaivén de la gente que buscaba a Jesús no le dejaba tiempo ni para comer. Así que cuando
los discípulos volvieron de su gira, Jesús les propuso hacer un retiro en un lugar alejado, para procesar la
experiencia. Podemos comprender esta necesidad de descanso y reflexión, pues en el trajín de nuestros
proyectos nosotros/as también nos hemos sentido estresados/as psicológica y físicamente.

En nuestras tareas de iglesia o comunidad, todos nosotros hemos esto es algo que

los/las participantes de Reconciliación y Misión aquí presentes pueden entender bien, pues la presión que
sintieron al tratar de responder a tanta gente nueva, en una cultura nueva, y con limitaciones personales en
cuanto al idioma, fue agotador psicológica y físicamente. En el nivel del proyecto mismo de
Reconciliación y Misión, se ha visto la necesidad de organizar el presente encuentro, en este hermoso
lugar apartado, para evaluar este ministerio y proyectar su visión hacia el futuro.

En el caso de Jesús y los discípulos, sin embargo, el plan no se cumplió. Cuando un gran gentío se le
interpuso en el camino, Jesús tuvo que reevaluar el proyectado retiro. En ese momento había por lo
menos dos voces en su interior: una le impulsaba a continuar con lo del retiro, y otra le movía a atender a
la gente. ¿Cómo resolver la ambivalencia? Su compásión de pastor le movió a atender a esa manada en
desbandada. El resultado: mucha oportunidad para enseñarles, y también la obligación de proveerles una
merienda en ese lugar solitario – escogido para tener un retiro y no para recibir a una multitud. Todo el
evento culminó en lo que Juan 6.14-15 reporta como una exaltación popular que se movía hacia una
proclamación política de Jesús como rey. Antes de clausurar el evento, Jesús despidió a los que
colaboraban con él en servir el pan y el pescado a las más de 5,000 personas ahí reunidas. ¿Los discípulos
no habrían querido participar en la despedida? Hubiera sido una ocasión magnífica para resaltar su
importancia dentro del movimiento de Jesús que ya venía en auge. Ambiciones de este tipo ya estaban
fermentando dentro del grupo.

Ante esta pregunta, encontramos una clave en lo que Jesús mismo hizo después de despedir a la gente: se
retiró a la montaña a solas para orar. ¿Le pasaría a Jesús algo parecido a lo que estaban experimentando
los discípulos? ¿Ser el mesías de su pueblo significaría granjear prestigio y usar su poder sobre la gente
para llegar a ser el rey que ellos deseaban? Recordemos que las tentaciones de Jesús, relatadas en forma
tan dramática al principio de los evangelios, no cesaron después de ese enfrentamiento inicial con las
fuerzas del mal, sino que en toda su vida Jesús fue tentado de la misma manera como nosotros (Heb.
4.15). En tales situaciones, cuentas cortas. Jesús quiere arreglar este asunto que le picaba por dentro; así
que va a la montaña solo, para consultarlo con Dios.

El evangelio de Juan destaca la crisis de este momento. La gente lo busca a Jesús por el pan, y cuando le
piden más señales, Jesús responde con “yo soy el pan de vida”, y agrega, “si no comen la carne del Hijo
del hombre ni beben su sangre, no tienen realmente vida ” (Juan 6.53). Es decir, él va a morir. Su misión
no es asunto de caudillismo sino de entrega y sacrificio. Esta “palabra dura” (Juan. 6.60) provocó una
desilusión tan grande que “muchos de sus discípulos le volvieron la espalda y dejaron de seguirle” (Juan
6.66). Jesús, consternado, preguntó a los compañeros más cercanos; “¿También ustedes quieren
marcharse?”. Esta es la crisis de Galilea. Con razón Jesús se fue a la montaña.

Otro momento de crisis: Getsemaní. El conflicto interior todavía debía trabajarse. Marcos 14.32-34
destaca que Jesús sintió temor … tristeza … angustia … ante la misión que debía cumplir. De nuevo
llevó el conflicto ante él que lo envió y logró reconciliarse con lo que le esperaba.
“En los días de su vida mortal, Jesús ofreció oraciones y súplicas, con fuerte clamor y lágrimas, al que
podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado …” (Heb. 5.7). ¡¿Fue escuchado?! No fue librado de la
muerte, pero sí fue escuchado. Si Dios lo acompañó a Jesús en toda esta lucha interior frente a su misión,
¿no hará lo mismo con nosotros?

2. Reconciliación entre colegas e iglesias en la misión de Cristo


-- el nivel interpersonal e intergrupal Marcos 10.32-45

“Maestro … concédenos que en tu glorioso reino uno de nosotros se siente a tu derecha y el otro a tu
izquierda.” Jacobo, canciller, y Juan, ministro de la presidencia, nada menos. Y, ¿por qué no? Jesús ya
había mostrado su confianza en ellos, cuando los seleccionaba -- junto con Pedro -- de entre los doce para
acompañarlo a él en momentos especiales. El tema de quién era el más importante entre los discípulos no
era nuevo; según Marcos 9.33-34, ya lo venían discutiendo en el camino. Cualquier observador del
comportamiento humano se da cuenta de que aquella comisión de 12 hombres no podía quedar amorfa.
Algunos tenían que sobresalir, mostrar liderazgo, llevar la batuta -- ¿no es cierto?

Los discípulos querían ser agentes del poder que percibían en la persona de Jesús. El deseo de ejercer el
poder puede surgir de un afán de prestigio, de reivindicar el valor propio ante conocidos y extraños.
Antes de apresurarnos a condenar del todo este deseo, sin embargo, reconozcamos que si se trata de
personas menospreciadas y marginadas, que nunca han sido estimadas en la convivencia social – personas
indígenas o de raza negra, los pobres en general, las mujeres dentro de cada grupo de la sociedad -- no se
les puede predicar desde el poder que no busquen la estima y el reconocimiento que necesitan, o su cuota
de poder. A menudo se les dice precisamente esto a las mujeres cuando se esfuerzan por afirmarse a sí
mismas, con el fin de poder cambiar una situación opresiva. Sin embargo, la autoestima y el aprecio de
otras personas tiene que ser una realidad; solo luego puede una persona concebir dignamente la
posibilidad de asumir un servicio humilde … que no resulte humillante. Así fue con Jesús, cuando se
puso a lavarles los pies a los discípulos. “Jesús sabía … que había salido de Dios y que a él volvía, así
que … se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura y comenzó a lavarles los pies …” (Jn. 13.3).

Algunos, sin embargo, sí buscan el poder, junto con los bienes y privilegios que el poder les permite
conseguir. Otros creen que saben lo que el pueblo, o la institución, o la iglesia necesita y que ellos son los
llamados a lograrlo. Así que buscan imponerse, con el fin de imponer aquello. ¿No es así la lógica de
nuestra sociedad: superarse para superar a los demás? Darle vuelta a la tortilla. ¿Tiene que ser así?

¿Qué significó para Jesús contemplar dentro del grupo de discípulos el roce entre ambiciosos y
resentidos? ¿El podía ver ahí alguna relación con su propia lucha interna por definir qué tipo de Mesías
iba a ser él? Puede ser que sí, pues Jesús abordó el asunto desde su propia experiencia. Desafió a los dos
hermanos con el trago amargo y el bautismo de muerte que él tenía que pasar. Su destino estaba decidido
ya: les había reiterado a los 12 que en Jerusalén, a donde se dirigían, le esperaba el rechazo y la condena
por parte de las autoridades del templo y la ley, es decir, de la estructura social, económica y religiosa de
Israel. Los hermanos querían mandar con Jesús; él les preguntó si estaban dispuestos más bien a morir
con él.

Los demás discípulos estaban enojados con sus compañeros. Por varias razones, seguramente. Algunos,
por no haberse adelantado a ellos en su petición ante Jesús. Otros, posiblemente tenían otra óptica;
habrían captado mejor el mensaje de Jesús y sabrían cuán equivocados estaban Jacobo y Juan, y cuánto
esto debía haber dolido a Jesús.
Jesús convocó una sesión de todo el grupo, pues un problema de grupo había que tratarlo en grupo. De
los estudios actuales del comportamiento de grupos aprendemos que siempre hay una diversidad de
expectativas y metas entre las perosnas de un grupo, y que esta diversidad significa que la conflictividad
subyace la vida del grupo. Para manejar esta conflictividad, hay que sacar a la luz las diversas
expectativas.

Jesús destapó el asunto. También lo aclaró, cuando pintó para todo el grupo aquel cuadro común de jefes
opresores, abuso de autoridad, altanería y corrupción (Mr. 10.42), el modelo de líderes ya conocido de
todo el mundo. Esta conducta – tristemente “normal” – caracteriza no solo a los grandes; hay también
dictadores y dictadoras en cada nivel y en cada esfera de la convivencia humana. Nadie se escapa de la
tentación de portarse así.

Pero hay una lógica distinta, que pone patas arriba este esquema. Jesús habló con los suyos en aquel
momento, y sigue hablándonos a nosotros hoy, de otro estilo para los que “quieren ser grandes”. Se trata
de asumir la contracultura ejemplificada por él. Jesús explicó en ese momento que el camino del líder lo
conduce al servicio de los demás, a hacerse servidor de otros, a promocionar a otras personas y no a
promocionarse a sí mismo. Aquí, en Jesús, está el modelo a seguir, pues “ni aun el Hijo del hombre vino
para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Mr. 10.45).

3. Reconciliación de la iglesia con el Dios que exige justicia en el mundo


-- el nivel estructual 1 Corintios 6.1-8

En el primer punto trabajamos con la experiencia de conflicto y necesidad de reconciliación dentro de


nosotros mismos, es decir, en el nivel personal, o aun intrapersonal si se quiere. Luego, en el segundo
estudio enfocamos el nivel interpersonal e intergrupal, con su conflictividad inherente y la tarea de lograr
la reconciliación entre los que queremos asumir la misión. Ahora, vamos a mirar un escenario más
amplio: el nivel estructural de la sociedad, es decir, el marco socioeconómico y político que determina las
condiciones en que vivimos.

La situación de injustica social, económica y política que impera hoy en el mundo, y particularmente en
nuestro rincón centroamericano, clama por cambios radicales a nivel estructural, es decir, en las reglas del
juego socioeconómico y político. ¿Qué posibilidades reales hay de revertir los efectos nocivos de la
globalización que se ven en la creciente brecha entre ricos y pobres dentro de cada país, así como entre
países ricos y países pobres a escala mundial? El “Indice de desarrollo humano” con que el Banco
Mundial ha comenzado a medir los efectos de este desequilibrio, revela que la mayor parte de la
población en todas partes del globo tiene ahora menos acceso a la educación, la vivienda y los servicios
de salud, entre otros. Y nosotros, gente de iglesia sin poder ni influencia, reconocemos que no tenemos
capacidad ni poder suficientes para alterar este cuadro en forma significativa.

Pero sí sentimos que estamos llamados, por un lado, a poner resistencia ante los valores de este sistema
que son ajenos al evangelio y, por otro lado, a crear en nuestros espacios de trabajo, modelos alternativos
que traigan más justicia, más vida para los grupos postergados. Esta conciencia se enraíza en la Biblia,
pues ahí encontramos en la historia vivida por el pueblo de Israel, el esfuerzo por crear y mantener una
cultura de resistencia ante los valores y las prácticas de las naciones vecinas. Cuando uno u otro imperio
llegó a dominar política y económicamente a Israel, se agudizó la lucha por mantener la fe en Yahvé en
forma exclusiva.

En la época de la dominación romana, los núcleos judíos dentro de las ciudades del imperio lograron que
el gobierno aceptara su derecho a la diferencia, hasta el punto de permitirles la celebración de juicios en
cortes creadas dentro de su propia comunidad judía. La iglesia cristiana, que nació de raices judías en esa
misma época, debía definir para sí misma cuál debía ser su relación con la comunidad judía. Por un lado,
ahí estaban no solo las raíces de su fe en Jesucristo como el Mesías, sino también un sitio relativamente
seguro para la sobrevivencia en un mundo pagano hostil. La iglesia llegó a discernir progresivamente, sin
embargo, que el evangelio de la gracia de Dios, a que se accede solo por la fe, no era compatible con la
práctica de la ley como medio de salvación. Llegó el rompimiento entre la sinagoga y la iglesia.

Viviendo solos dentro del gran mundo del imperio romano, ¿cómo iban a enfrentar las comunidades
cristianas los valores y las prácticas de esa cultura? Las estructuras de su mundo no promovían la justicia
del reino de Dios; más bien atentaban contra la vida de la gran mayoría de la población, los pobres e
indefensos.

Las iglesias que conocemos a través de las cartas del Nuevo Testamento eran comunidades de gente pobre
en su gran mayoría. ¿Cómo bregaban estos grupos con un mundo aun más desigual que el nuestro, y con
un sistema económico y político que no les proveía ningún espacio para cuestionar o modificar las
reglas del juego? ¿Efectuaron alguna reconciliación dentro del ámbito de su propia comunidad? ¿Qué
repercusiones tendría esto en la sociedad que las rodeaba?

Vamos a buscar algunas respuestas a estas preguntas, porque nosotros también nos preguntamos cómo
promover la misión del Dios nuestro, quien exige justicia en el mundo. Y sin justicia, no puede haber
reconciliación.

Justicia e injusticia en 1 Corintios 6.1-8

La pequeña iglesia de Corinto, fundada e instruida por Pablo, contaba con unos pocos miembros de buen
nombre y estatus social dentro de la ciudad, pero todos los demás eran, en palabras de Pablo, gente débil,
pobre, despreciada y sin mayores conocimientos. Una brecha social como esta sirvió de base para la
dominación de la pequeña élite sobre los humildes, y la explotación de éstos tanto en el aspecto
económico y político como en el judicial.

Una lectura somera de 1 Corintios 6.1-8 revela que algunos cristianos acusaban a otros cristianos ante los
tribunales de Corinto. Si no se investiga un más acerca de estos casos, uno podría concluir que el consejo
de Pablo a los corintios fue simplemente, “no saquen los trapos sucios de la iglesia en público”. En el
trasfondo del asunto, sin embargo, podemos descubrir que había un sistema judicial sumamente injusto,
totalmente parcializado a favor del pequeño sector dominante, y que los dominantes eran los únicos que
tenían el derecho de llevar un pleito a las cortes. Las personas humildes no podían demandar a una
persona de mayor categoría social que ellas. Un caso de desamparo legalizado. Fue una situación
“normal” para aquella sociedad, como muchos casos de injusticia “normal” en la nuestra.

Pablo asumió la tarea de desafiarles a los cristianos de Corinto a construir una visión alternativa del
mundo, a forjar una contracultura con valores distintos, que les capacitaría para resistir la fuerza de lo
“normal” imperante. Primero, debían reconocer que el sistema de su mundo reñía profundamente con la
justicia de Dios, quien no hace acepción de personas. Más bien, es únicamente dentro de su propia
comunidad del reino de Dios donde debían encontrar a personas con los valores éticos necesarios para
resolver un pleito entre dos hermanos. Es más, Pablo se volvió contra los denunciadores: los denunció a
ellos mismos como ladrones. Los que se creían con tanto derecho a demandar a un siervo o un pobre por
haberles quitado algo de lo mucho que tenían, ahora son ellos que quedan desnudados ante la iglesia.
Pablo lo dice sin tapujos y en carta pública: “son ustedes los que defraudan y cometen injusticias, ¡y
conste que se trata de sus hermanos!” (1 Cor. 6.8). Les exige cambiar sus valores y los impulsa hacia un
proceso de reconciliación. En el momento de enviarles la carta, no estaba resuelto el problema; el proceso
estaba en pleno desenvolvimiento, con todo lo que eso implica de argumentación apasionada, de
acusación e insinuación. Con la cuota de influencia que pudiera tener ante la congregación, Pablo se
ubicó del lado de los “pequeños”, en un esfuerzo por lograr una reconciliación que proporcionara más
justicia que el propio sistema judicial. Se creó una alternativa que podía no solo propiciar una
reconciliación entre 2 ó 3 personas al interior de una comunidad de fe sino también se forjó un modelo
que comunicaba al mundo cómo es el Dios de justicia y compasión que predicaban los cristianos.

Preguntémonos cómo y dónde podemos nosotros hoy día construir una nueva visión de justicia en el
mundo, y nuevos modelos de cómo ésta podrá plasmarse en situaciones concretas y candentes dentro de
nuestra situación específica.
Guía para grupos de discusión

1. Reconciliación con uno mismo, para asumir la misión


– el nivel personal (Mr. 6.30-46)

Los apuntes siguientes tienen el propósito simplemente de estimular la discusión del grupo en torno al
tema. El grupo no debe sentirse limitado a trabajar solo con estas preguntas; bien puede ser que surjan
otras inquietudes que sean más importantes o más relevantes que éstas. Se le pide al grupo que trate de
relacionar la discusión, en varios momentos, con el texto bíblico (Mr. 6.30-46) que hemos visto.

Experiencias

• Tanto en tiempos atrás como al presente, ¿qué cosas hemos sentido o pensado acerca de las distintas
voces que dialogan (o pelean) dentro de nuestra mente? ¿A veces me impulsan en direcciones
contrarias?

• Al participar en algún aspecto de la reconciliación y la misión de Dios en el mundo, ¿cómo


experimentamos este conflicto interior?

• ¿Cómo logramos manejar nuestra lucha interior en esos momentos?

• ¿Qué es lo que estas experiencias han contribuido a nuestra vocación personal?

Reflexiones

• ¿Qué importancia hemos dado al hecho de que Jesús tuvo sus luchas interiores? (Si antes no
habíamos percibido que él las tuvo, ¿por qué no?)

• Para el manejo de mis propios conflictos, ¿qué criterios me ofrece la lucha de Jesús frente a distintas
opciones para realizar el rol de Mesías?

• En medio de un conflicto interior, ¿qué ayuda he encontrado en la compañía íntima de otros discípulos
y discípulas de Jesús? O, ¿fue más importante para mí tener ratos de oración y meditación a solas?

• ¿Cómo podemos asumir nuestra parte en la misión de Dios y al mismo tiempo manejar nuestros
conflictos interiores?
Guía para grupos de discusión

2. Reconciliación entre colegas e iglesias en la misión de Cristo


-- el nivel interpersonal e intergrupal (Mr. 10.32-45)

Un estudio paralelo Romanos 14.1--15.7

Proponemos que el grupo desarrolle su propio estudio del tema con base en un texto que da seguimiento a
la reflexión que ya hemos hecho sobre Marcos 10 con su narración de la rivalidad y la reconciliación entre
los discípulos de Jesús. Veamos cómo Pablo trabajó con problemas similares entre miembros de una de
las primeras iglesias cristianas. El pasaje para el estudio es Romanos 14.1--15.7.

Primero, ubiquemos el asunto dentro del ambiente de Roma:

En la iglesia de Roma había un fuerte núcleo judío, junto con muchos cristianos y cristianas de otras
etnias. A muchas personas del grupo judío les pareció importante seguir observando la ley judía, que
incluía fuertes prohibiciones en cuanto al consumo de ciertas comidas. Por ejemplo, no debían comer la
carne de ciertos animales en particular, y no debían consumir ninguna carne procedente de animales
sacrificados en templos paganos. Puesto que casi toda la carne que se vendía en las carnicerías procedía
de los templos, la población judía de Roma prácticamente estaban obligada a tener una dieta vegetariana.
Este grupo opinaba que todos las personas creyentes en Cristo debían cumplir las leyes judías, sin
distinción de su origen étnico. Lo mismo decían de los días festivos de la religión judía. En cambio la
membresía no judía insistía en que no tenían que hacerse judíos o judías para ser cristianos y cristianas.

Estalló entonces un gran conflicto entre estrictos y liberales, por nombrarlos de alguna manera. Las
etiquetas que Pablo les pone en este texto son otras.

Preguntas para trabajar Ro. 14.1—15.7 en grupo

1. Analizar el conflicto a que Pablo se dirige: (Hasta cierto punto hay que leer entre renglones, pues Pablo
toma por sentado que sus destinatarios lo conocen bien.)
¿Cómo se manifestaba el conflicto?
¿Cuáles eran las actitudes de unas personas hacia otras?
¿Qué fue lo que cada grupo procuraba lograr con su postura particular?
¿Otras observaciones?

2. Analizar la forma en que Pablo trató de manejar esta situación conflictiva:

¿Cuál fue su evaluación de cada una de las dos posturas?


¿Qué pensaba él de las actitudes de cada grupo?
¿Qué cosas sugirió a uno y otro grupo?
¿Otras cosas que ven en el texto?

3. Comparar lo que han observado en el texto bíblico con la hoja sobre el manejo de la conflictividad (a
continuación).

4. Trazar algunas relaciones entre la reconciliación que Pablo promueve, y la misión de Dios en el
mundo.

5. Formular algunas conclusiones que les parecen útiles para su propia situación.
Un acercamiento al manejo de la conflictividad

1. Reconocer que siempre hay conflicto dentro de cada persona, como también entre las personas y entre
distintos grupos de personas. Por tanto se trata de manejar y utilizar sabiamente la conflictividad, en
lugar de tratar de eliminarla o resolverla.

2. Fortalecer la autoestima de las personas y del grupo, pues hace falta tener una base psicológica fuerte
para poder manejar el conflicto.

3. Crear relaciones positivas entre las personas y establecer un ambiente de confianza dentro del grupo.

4. Ayudar a las personas a comunicarse en forma positiva y creativa. Por ejemplo:

a) que expresen sus opiniones en términos de lo que ellas perciben sobre el asunto en conflicto, y no
tanto en términos de lo que es en sí.
Decir: “A mí me pareció que el presidente de la comisión no dijo la verdad sobre …”
en lugar de decir: “El presidente es un mentiroso”.

b) que escuchen a las otras personas con tanta atención y empatía que puedan expresar fielmente una
opinión ajena a la suya.
“Así que ud. cree que el presidente no dijo la verdad.”

5. Aceptar el hecho de que las personas que forman un grupo van a tener ideas distintas sobre lo que el
grupo debe hacer y cómo lo debe hacer. Esta diversidad entre las personas significa que la
conflictividad es parte de la experiencia de todos los grupos. Para manejar esta conflictividad es
necesario sacar a la luz las diversas ideas y expectativas de los miembros del grupo.

6. Adoptar un acercamiento al conflicto basado en metas (es decir, mirar hacia el futuro y lo que el grupo
quiere lograr) en vez de mirar al pasado en busca de las causas del conflicto. Es imprescindible que el
grupo defina qué es lo que quiere lograr en una situación dada. Esto será un elemento clave para el
manejo del conflicto.

Tomar en cuenta que el trabajo de definir metas tiende a hacer más público el conflicto, y a agudizarlo
en algunos casos. Pero esta fase debe conducir a la superación de ese conflicto.

7. Trabajar en el área donde hay traslapo entre metas diversas, es decir, trabajar con las cosas que la gente
tiene en común, en lugar de concentrarse en las diferencias que existen. No se necesita homogenizar
los valores o las metas de las personas para poder manejar creativamente el conflicto.

8. Explorar juntos/as varias alternativas para lograr las metas comunes.

9. Preparar el camino para tratar casos futuros: establecer orientaciones generales y procedimientos
específicos para manejar los conflictos.

Irene Foulkes, UBL


Guía para grupos de discusión

3. Reconciliación de la iglesia con el Dios que exige justicia en el mundo


-- el nivel estructural (1 Cor. 6.1-8)

En el estudio de 1 Corintios 6.1-8 tendremos que discernir de qué manera las estructuras jurídicas del
mundo grecorromano eran contrarias a la reconciliación y justicia. ¿Qué debía hacer la comunidad
cristiana en Corinto ante tal situación?

Después de leer el texto, constaten las reacciones e inquietudes del grupo antes de pasar a las preguntas.
Luego, repasar los datos de 1 Cor. 1.26-28, los cuales trazan un cuadro socio-económico de esta iglesia.

Estas preguntas – y otras que sujan en el grupo – pueden ayudarles a analizar este texto.

1. Según el v. 1 y el v. 6, ¿qué problema había en esta iglesia?

2. En la sociedad de aquel entonces, ¿quiénes tenían el derecho de demandar a otra persona en los
tribunales? (Ver el aporte a continuación: “Los tribunales de Corinto”.)

A la luz del aporte, ¿de qué clase social son los hermanos a quienes Pablo dirige sus críticas?

3. ¿De qué clase social son los hermanos a quienes Pablo dirige las dos preguntas del v. 7?

Con base en el v. 7, procuren reconstruir el conflicto:


¿Qué fue lo que pasó?
¿Quiénes eran los perjudicados? ¿Qué hicieron para desagraviarse?
¿Quiénes llevaban las de ganar?

4. Se complica el cuadro: ¿de qué cosa acusa Pablo a estos mismos hombres poderosos? (v. 8)
Tomando en cuenta la posición social y económica de este grupo, en contraste con los demás, ¿pueden
dibujar un cuadro completo de lo que estaba pasando?

5. ¿Cómo es el argumento que Pablo elabora en los vv. 2 y 3?

6. ¿Cuál es la solución que Pablo propone en los vv. 1 y 5?

Con lo que han visto en el aporte sobre los tribunales de Corinto, ¿pueden indicar cómo sería distinto
un juicio que se llevaría a cabo dentro de la comunidad cristiana? (Tomen en cuenta a todos los
actores: el acusado, el que lo acusa, los jueces, otros miembros de la comunidad como fiscales.)

7. Dentro de esta nueva visión de las cosas, volvamos a la exhortación de Pablo en el v. 7: ¿a qué grupo
social Pablo le pide que no defienda sus intereses ante un perjuicio? ¿Por qué?

8. ¿Qué cosas contribuye este texto a los grupos cristianos en cuanto al manejo de nuestros conflictos?

9. Como parte de la misión de Dios en el mundo, las iglesias se sienten llamadas a denunciar la injusticia
en la sociedad y demandar que las estructuras socio-económicas, políticas y jurídicas sean justas, que
no se presten a favorecer a los estratos poderosos de la población. Dentro de nuestras iglesias, ¿cómo
podríamos construir modelos alternativos que encarnen esta visión?
Los tribunales de Corinto
Aporte al estudio de 1 Corintios 6.1-8.

Presidían la corte municipal de Corinto dos magistrados honorarios, nombrados de entre los ciudadanos
notables, que servían por el período de un a¤o. En los juicios, sin embargo, el fallo lo determinaba un
tribunal de jurados, escogidos también del estrato gobernante de la sociedad. El procedimiento para
admitir o rechazar los casos presentados para ser procesados en los tribunales se regía por consideraciones
sociales y económicas. El derecho de acusación lo tenían solamente los hombres "de igual rango social
entre los poderosos (oi dunatoi) de la ciudad, o ... de rango superior y más poderoso contra un inferior"1.
Aun así, el hombre que presentara su causa ante un tribunal arriesgaba cierta pérdida de su propio honor
al revelarse públicamente como víctima de un agravio. Por lo general los procesos legales eran
aprovechados para atacar el honor personal del contrincante, y el abogado acusador acostumbraba difamar
en forma violenta el carácter del demandado, sus testigos y aun sus familiares. Es lógico que el sistema
social elitista vigente no iba a permitir que un hombre de status inferior tuviera la oportunidad de
desprestigiar de esta forma a alguien que era considerado como su superior.

Los hombres de los estratos dominantes de la sociedad tenían la ventaja de que sólo ellos llenaban el
requisito de tenencia de bienes que se exigía para servir como jurado. En todo caso, existían lazos de
amistad y de intereses comunes que permitían que esta clase social ejerciera una gran influencia sobre los
magistrados. En todo el sistema jurídico-social del mundo helenístico el asunto del estrato social de las
personas jugaba un papel decisivo. Como observa G. Theissen,2

difícilmente pueden efectuar procesos [legales] los que no tienen hacienda. Se debe tener en
cuenta aquí que las gentes de elevada posición social generalmente tienen una gran confianza en
que se van a reconocer sus derechos, o en que van a implantar su comprensión del derecho, ante el
tribunal, dado que pueden pagar a abogados hábiles y dominar así las más complicadas situaciones
jurídicas.

Después de examinar la relación entre el status social de las personas y su uso de las cortes, A. C.
Mitchell concluye: "las personas de status más alto resultan favorecidas por el proceso legal; están más
dispuestas a iniciar un pleito contra una persona de status más bajo, y menos dispuestos a litigar entre sí."3

Estos hechos son clave en la definición de quiénes demandaban a sus hermanos ante los tribunales de
Corinto: serán los hombres que tienen las calificaciones necesarias para hacerlo, es decir, los miembros
más acomodados de la iglesia.

Los grupos discriminados por el sistema judicial quedaban a la merced de los poderosos en las cortes.
Para resolver conflictos generados en su mismo nivel social tenían que buscar otras soluciones. Las
comunidades judías dentro de las ciudades grecorromanas, por ejemplo, funcionaban en algunos sentidos
como un pueblo autónomo, con sus propios mecanismos para arbitrar conflictos entre sus miembros.
Otras asociaciones socio-religiosas de la época también proveían espacios para decidir pleitos entre sus
miembros. En algunos casos el grupo exigía que los miembros acudieran sólo a estos tribunales internos
y no a las cortes civiles.

Irene Foulkes, Problemas Pastorales en Corinto. San José: SEBILA, 2ª 1999. Págs. 157-158.

1
B. J. Winter, "Civil Litigation in Secular Corinth and the Church: the Forensic Background to 1 Cor. 6.1-8", NTS vol. 37
(1991), pág. 561.
2
Estudios de sociología del cristianismo primitivo (Salamanca: Sígueme, 1979), pág. 219.
3
"Rich and poor in the courts of Corinth: Litigiousness and Status in 1 Cor. 6.1-11", NTS vol. 39 (1993), pág. 576.

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