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Loncho, el segundo, cuando había que trabajar, él se escabullía rapidito, para no hacer nada. Y
pensaba: -¡Que otros lo hagan por mí!
Pancho, el menor, no tenía mucho tiempo para descansar. ¿Y sabes por qué? Porque llevaba
comida a los paiches ancianos, que ya no podían nadar bien. Y, además, enseñaba a nadar a los
paiches chiquitos.
Un día, llegó un pescador a la laguna donde vivían. Todos los paiches lo miraron con horror.
Vieron cómo el hombre preparaba su arpón y decía: ¡Esta noche llevo buen paiche a casa!
¡Tendremos una buena cena!
Juancho, el soberbio, pensó: -Ese pescador no me podrá alcanzar. ¡Yo soy el más rápido de todos
los peces!, además soy muy listo. Y se quedó tranquilo, nadando por la laguna.
Loncho, el perezoso, pensó: - ¡Qué flojera nadar más allá! Si algo me sucede, otros me ayudarán.
Y se puso a buscar unos pececitos para comer, sin preocuparse del pescador que afilaba su
arpón.
En cambio, Pancho se dio cuenta del peligro. Entonces, ayudó a los paiches chiquitos y a los
ancianos a salir de la laguna.
Mientras todos los paiches nadaban hacia el río y se ponían a salvo, el pescador atrapó a Juancho
y a Loncho. Y en la red del pescador, los dos pensaban, arrepentidos, que otra hubiera sido su
suerte si hubieran actuado como Pancho.
COMPRENSION LECTORA