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Es por ello, que la autora relaciona el Capítulo I del libro Las cegueras del
conocimiento: el error y la ilusión, con su trabajo de investigación doctoral,
considerando que debemos derribar las barreras tradicionales entre las disciplinas
y concebir la manera de volver a unir lo que hasta ahora ha estado separado,
formulando nuestra políticas y programas educativos por supuesto al realizar estas
reformas, es necesario mantener la mirada fija hacia el largo plazo, hacia el
mundo de las generaciones futuras frente a las cuales tenemos una enorme
responsabilidad. Esta alternativa demanda cambios transcendentales en nuestro
estilo de vida y comportamiento, y la educación juega un papel vital en todo esto,
porque es un instrumento muy poderoso para fortalecer el cambio. Al mismo
tiempo, como todo cambio es un reto desafiante porque representa modificar
nuestro modo de pensar para enfrentar la complejidad del fenómeno, la rapidez
del de los cambios, lo repentino, lo desconocido, lo nuevo. Lo cual significa alterar
nuestra manera de enseñar organizando el conocimiento.
Por lo cual, es oportuno enseñar los métodos que permitan aprehender las
relaciones mutuas y las relaciones reciprocas entre las partes y el todo en un
mundo complejo. En esta etapa y de manera sencilla la autora, se pasea por el
Capítulo III, en donde enseñar la condición humana, es parte fundamental de la
formación permanente, en donde todo docente en formación debe poner en
práctica, señalando que el ser humano es a la vez físico, biológico, psíquico,
cultural, social e histórico. Así como también la educación del futuro deberá ser
una enseñanza primera y universal centrada en la condición humana. Es esta la
unidad compleja de la naturaleza humana la que está completamente
desintegrada en la educación, a través de las disciplina, lo cual imposibilita
aprender lo que significa ser humano. Para ello, hay que restaurarla de tal manera
que cada uno desde donde este tome conocimiento y conciencia al mismo tiempo
de su identidad compleja y de su identidad común a todos los demás humanos.
Por lo tanto cuando la autora relaciona el Capítulo IV, enseñar la
identidad terrenal, ahí se pone en práctica unos de los propósitos de la
investigación, el cual es: Detallar los elementos epistemológicos, filosóficos,
ontológicos, teleológicos, axiológicos y gnoseológicos que tiene el docente sobre
la formación permanente transdisciplinaria en el contexto de la calidad educativa
en educación primaria. En el sucesivo, el destino planetario del género humano
será otra realidad fundamental ignorada por la educación. El conocimiento de los
desarrollo de la era planetaria que van a incrementarse en el siglo XXI, y el
reconocimiento de la identidad terrenal que será cada vez más indispensable para
cada uno y para todos, debe convertirse en uno de los mayores objetos de la
educación.
Por el cual, toma mucha importancia el Capítulo VII, la ética del género
humano, donde la misma no se podía enseñar como lecciones de moral, sino que
ella debe formarse en las mentes a partir de la conciencia de que el ser humano
es al mismo tiempo individuo, parte de una sociedad, parte de una especie, en
donde llevamos cada uno de nosotros esta triple realidad. De igual manera, todo
desarrollo verdaderamente humano debe comprender el desarrollo conjunto de las
autonomías individuales, de las participaciones comunitarias y la conciencia de
pertenecer a la especie humana. Concluyendo aunque sea provisionalmente la
investigadora señala que gracias a los fragmentos seleccionados de este libro se
puede ubicar a la transdisciplinariedad, como una fuente de ayuda ya que no
podemos seguir trabajando con las propuestas didácticas apoyadas en un
pensamiento determinista y reduccionista, en una planificación positivista así como
tampoco en una metodología que fragmenta la realidad, el conocimiento y la vida.