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1) LA IZQUIERA Y EL KOMINTERN (1919 – 1943)

El comunismo estuvo bajo la tutela ideológica de la internacional comunista (komintern)


desde la formación de esta etapa en 1919 hasta su disolución en 1943. Por supuesto,
factores como la distancia o falta de información, más la preocupación del komintern por
otras regiones del mundo hacia que en la práctica existiese cierto grado de independencia
para los países de América Latina.
En este periodo la izquierda en Latinoamérica se encuentra subordinada al komintern. El
principal problema, va a ser el dogma de la izquierda soviética, dictado desde el marxismo
ortodoxo. El partido comunista tuvo mucha influencia en el área intelectual y varios de estos
militantes seguían el dogma comunista tal y como los fieles religiosos, hay un sentimiento
de continuar casi con obligación las pautas de la URSS. Los intelectuales participaron
activamente en la vida del partido comunista, se creó así una cultura del marxismo que
impregnó la vida intelectual y luego las universidades. Quizás una de las razones que
impulsó a los intelectuales a acercarse al comunismo residía en que éste se presentaba
como un credo opositor a la iglesia católico. Desde sus comienzos los partidos comunistas
de América Latina sufrieron una represión sistemática y prolongada. Además de ésta otro
factor fijaba los límites de la influencia de la izquierda: el catolicismo, principal sistema de
creencia en América Latina como el que presentaba hostilidad ante el marxismo e incluso el
liberalismo.
Otra amenaza para los movimientos marxistas la representaban los movimientos populistas.
Estos expresaban sentimientos nacionalistas, atraían a grupos de todo el espectro social,
no despertaban hostilidad en la iglesia y militares, y no exigían un compromiso doctrinal
incondicional. Además, no repudiaban los valores liberales tan ferozmente.
Además, para el partido comunista se le suma otro problema que es, como concebir desde
el komintern la revolución proletaria y el sistema social del tercer mundo, y tras el análisis de
varios decretos internacionales de parte del partido comunista soviético, hay mucha
ausencia de un análisis o descripción de la realidad latinoamericana. Los líderes komintern
nunca pensaron seriamente que una revolución marxista-leninista pudiera triunfar en
Latinoamérica que en Europa, por tanto estos países se vieron replegados en segundo
plano. Sin embargo, el principal defecto del komintern fue la incapacidad de aceptar a los
campesinos. Los partidos del komintern eran para la clase trabajadora, su concepto de
partido revolucionario no solo excluía al campesino sino que desconfiaba de él. Esto es una
América Latina donde el sector mayoritario de los trabajadores era la población rural.
El komintern debatía sobre distintas cuestiones, pero la principal giraba en torno al carácter
de la revolución: la medida en que la clase principal, el proletariado, podía formar alianzas
con las diferentes clases sociales. Sin embargo, la actuación del komintern como institución
ha sido paradójica ya que se creó para ejercer influencias sobre la práctica, pero se perdía
en debates ideológicos. Se pueden mostrar dos episodios dramáticos en la historia de la
izquierda en los que el komintern fracasa con sus ayudas: el caso salvadoreño con la
“ayuda roja internacional” y el caso de Nicaragua con la “liga antiimperialista”.
Existe un vacío en la lectura de la realidad latinoamericana por parte del komintern, el rol de
la revolución en Latinoamérica no se puede dar de la misma manera que lo dicta el
marxismo, ya que no hay polarización de clases, y sumado a ello, la lectura marxista de las
etapas de la revolución era una lectura lineal. Los partidos comunistas en América Latina
debían consolidar a nivel político el juego democrático de la burguesía para ir hacia un
capitalismo desarrollado a nivel económico, lo cual se va a traducir en alianzas con clases
medias de la burguesía por que tiene la impronta de consolidar el juego democrático de la
burguesía para luego construir la sociedad proletaria.
El único personaje que más aparece en los decretos internacionales del PC, es Sandino en
Nicaragua, pero aun así no coincide con los estereotipos tradicionales del marxismo. Las
excepciones de estas subordinaciones del partido comunista latinoamericano es Costa
Rica, que eran autónomos. Los orígenes del partido comunista en América Latina son muy
diferentes a los partidos comunistas europeos, en argentina y Chile, tienen su origen el
socialismo, en Brasil surgen con los anarquistas, al igual que en México y en las regiones
remotas el partido comunista nace de exiliados políticos.
Para 1935 el komintern cambia sus orientaciones para hacer frente a la propagación del
fascismo. Esta política frente populista recibió fuerte impulso en América Latina al estallar la
guerra civil española, ya que la izquierda y la derecha se identificaron con los bandos de la
contienda. El país en el cual la estrategia frente populista tuvo más efectos fue en Chile
donde se registró un crecimiento extraordinario. La causa de la república española beneficio
al partido comunista chileno quien se valió de la guerra para acusar al partido socialista de
no ser verdaderamente revolucionario.
El sistema mexicano era muy diferente del chileno. El partido comunista declaraba que la
revolución mexicana era incompleta a menos que la dirigiesen los comunistas, esto sin
embargo era improbable a la debilidad de los vínculos con la clase obrera y el campesinado.
De todos modos se ejerció mayor influencia cuando la estrategia frente populista coincidió
con la presidencia de Cárdenas quien creó importantes y los utilizó en la expropiación de
compañías que eran de propiedad extranjera para pasar a pertenecer al estado.
Argentina era un país donde el partido comunista influía poco en la sociedad. Pero más allá
de la fuerza de la izquierda, lo que la elite temía era el potencial de crecimiento del
comunismo. Este temor se debía a la presencia de una nutrida clase de inmigrantes muy
consciente de lo que ocurría en la Italia de Mussolini y la España republicana. Sin embargo
lo característico de este período es la aparición de movimientos nacionalistas. La fuerza de
estos sentimientos anticomunistas llevaría a la elite a optar por Perón en 1945.
Chile de Alessandri a Pinochet: En busca de la Utopía

La tesis principal de este libro radica en la búsqueda de utopías a través de los años, por los
distintos gobiernos que ha tenido Chile, gobiernos civiles y el gobierno militar, gobiernos de
izquierda, centro y derecha, cada uno lo ha intentado de distinta forma y ninguno con mucho
éxito.
Cuando Jorge Alessandri se presenta como candidato, lo hace de forma independiente,
más que nada por táctica, para así captar votos de todos los sectores políticos. En cuanto a
propuestas económicas, favorece el liberalismo económico y propone menor intervención
del estado en esta. Por qué? Porque necesita abrir la economía a intereses extranjeros y
porque quiere que el sector privado desarrolle la economía. Los votos obtenidos de los
electores de derecha fueron justamente por esta razón.
Alessandri hereda una economía poco satisfactoria, lo cual logra revertir sólo en un
principio, pues el alto déficit fiscal se tuvo que financiar con créditos extranjeros y la inflación
se disparó. Él intenta mantener los salarios bajos, lo que le trajo problemas con los
sindicatos, quienes iniciaron una serie de huelgas en 1960.
El sueño de una administración tecnocrática no se pudo imponer a las realidades de la
política partidista, pues en el momento en que entran los radicales al gabinete, los sectores
empresariales –para los cuales se suponía iba a gobernar– bajaron su apoyo al presidente.

La candidatura y gobierno de Frei, a diferencia de Alessandri, estuvo marcada por el Partido


Democratacristiano, partido que en un principio agrupó sólo a estudiantes de la Universidad
Católica y que con el tiempo fue captando adherentes populares, que el Partido Socialista y
Comunista dejaron de lado.
El PDC se dividía internamente en oficialistas, los que querían continuar con la tarea de
Alessandri, en cuanto al modelo económico liberal; terceristas, ponía énfasis en la
redistribución del ingreso y la organización de sectores más pobres; y finalmente el tercer
grupo, los rebeldes, quienes estaban preocupados por transformar a fondo el sistema de
propiedad agraria y la concentración del poder económico. Aun así, el PDC tenía una
unidad que sorprendía, pues todos tenían una ideología común.
Estados Unidos apoyó el gobierno de Frei, éste ejerció una política exterior independiente y
siempre tendió a la unidad latinoamericana. Chile normalizó relaciones con los bloques de
izquierda, incluido Cuba, para desgracia de los Estados Unidos.
La administración de Frei dio prioridad a la estabilización mediante la reforma estructural,
para llevar a Chile al crecimiento económico y la redistribución del ingreso. Algunos de los
hitos del gobierno de Frei fueron la “chilenización del cobre”, que consistía en una
asociación entre el estado chileno y las empresas norteamericanas. Otra acción importante
fue la de la reforma agraria combinada con organización y sindicalización de los sectores
rurales, en tercer lugar estaba
el programa de promoción popular, que pretendía terminar con la marginalización de los
sectores más pobres.
En cuanto a lo económico, Frei y su administración se beneficiaron de los altos precios del
cobre, los ingresos por impuestos de las grandes empresas fueron elevados, el déficit de
más de de 4 millones de dólares en 1964 se convirtió en un excedente de 183 millones en
1969.
Por otro lado, durante el gobierno de Salvador Allende, hubo gran cantidad de
transformaciones, todos los aspectos de la vida se polarizaron, incluso la política: se estaba
a favor o en contra del gobierno.
Dentro de los objetivos del gobierno de la Unidad Popular estaba nacionalizar las áreas
dominantes de la economía, nacionalizar el cobre, desarrollar la participación popular en el
manejo de la economía, ejercer una política exterior verdaderamente independiente, entre
otros. Al programa se le consideraba casi revolucionario, pero a diferencia de un sistema
revolucionario, este se llevaría a la práctica dentro de los límites del sistema constitucional.
La implementación de las políticas de la UP dependían en gran medida de supuestos
relacionados entre sí, acerca del éxito de las medidas económicas, la estabilidad del apoyo
político al gobierno y el comportamiento de la oposición. Los supuestos resultaron muy poco
realistas.
Las dificultades que tuvo Allende comenzaron con la indisciplina y el fraccionalismo de su
propio partido, el Socialista, donde había divisiones acerca de la vía hacia el socialismo
chileno, por un
lado estaban quienes querían la vía pacífica y democrática y por otro estaba la izquierda
más extrema, representada por el MIR. Además del sabotaje a la economía chilena,
comandado por el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, entro otros.
La economía en el periodo de Allende fue muy inestable, la primera acción del gobierno fue
el aumento masivo de sueldos, en julio de 1971 se nacionalizaron las minas de cobre, se
aceleró la reforma agraria, donde se permitió la toma de tierras por campesinos a
terratenientes, etc. Todo esto, sumado a la cancelación de préstamos del Banco Mundial,
llevan la inflación a números muy elevados y el modelo económico impuesto por la UP
fracasa.
La política en Chile se volvió confrontacional, ya no existían sectores de centro, o se era de
derecha, en oposición al gobierno, o de izquierda, en apoyo al gobierno. En este clima
comienzan los cacerolazos, se paralizan los camiones, florece el mercado negro y el
enfrentamiento de los grupos de ultraderecha como Patria y Libertad y de ultraizquierda MIR
y el Frente Patriótico Manuel Rodríguez.
Por todo lo anterior, era muy difícil que las FF.AA se mantuvieran ajenas a la situación en
Chile, la polarización y la violencia dañaron enormemente el último año del gobierno de la
UP, de esta forma los políticos de la oposición, la derecha del país, pedía el golpe
incesantemente. Así el 11 de septiembre de 1973 se inicia el periodo más oscuro desde
Alessandri a la fecha.
El golpe de estado fue planeado en conjunto por la CIA norteamericana
y las FF.AA chilenas, en este es derrocado el presidente Allende y la Unidad Popular, se
inician persecuciones a todos quienes tuvieran que ver con el gobierno.
Con respecto a si el golpe era una consecuencia inevitable del deterioro económico, hay
autores, como Ahumada, que dicen que sería difícil encontrar en América Latina un país
con una brecha tan grande entre pobre y ricos, otros dicen que la crisis en Chile no era sólo
económica, sino un reflejo de una crisis social amplia.
Luego del golpe de estado llega al poder, Augusto Pinochet, quien se mantendría en el
poder por 17 años.
A pesar de la violencia en los periodos presidenciales previos a la dictadura de Pinochet, no
hay nada que se pueda comparar a la represión que hubo luego del golpe a los
simpatizantes del gobierno de la UP, las muertes se estiman entre tres y treinta mil, el
organismo encargado de las torturas y ejecuciones fue la dirección de inteligencia nacional,
DINA.
Dentro de los objetivos de la dictadura de Augusto Pinochet, además de exterminar de la
vida chilena los movimientos políticos y sociales completos, estaba la urgencia de
estabilización económica, mediante un nuevo modelo político y económico. En este periodo
fueron de alta relevancia los Chicago Boys, estos eran un grupo de estudiantes de la
Universidad Católica, que fueron a estudiar a Chicago y llegaron con ideas totalmente
nuevas para la economía chilena, ideas económicas neoliberales.
El proyecto que los Chicago Boys ofrecieron a los militares significaba una
total reestructuración de la economía, sociedad y sistema político, esta transformación
estuvo bajo estricto control autoritario, este, parta eliminar cualquier distorsión producida por
el populismo.
El libre mercado proporcionaría los medios para crecer, sin que hiciera falta apoyo estatal a
sectores no competitivos. Qué se perseguía con esto? Eliminar la intranquilidad social y
principalmente la inflación, presente en los gobiernos previos a la dictadura. Una de las
primeras medidas económicas fue reducir los aranceles y liberar los precios, así comienza
el proceso de privatización del Estado, la intención era reducir lo más posible la
participación del Estado en la economía, este entregó un subsidio importante a los ricos y
poderosos que tomaran posesión de sus activos. Un proceso similar de privatización ocurrió
en el sector agropecuario, un tercio de la tierra fue devuelta a sus dueños. En la agricultura
el desempleo fue significativo y la disminución de sueldos bajó notablemente. Una vez más
la economía chilena fue objeto de experimentos.
El país continuo con los cambios económicos, políticos y sociales a través de los años, así
en 1982 irrumpe la crisis financiera, producto de la recesión internacional. Con la crisis se
demostró que las medidas empleadas en Chile no eran aplicables a una economía de
estructura tan heterogénea, con mercados segmentados y diferencias regionales y
sectoriales. Quienes pagaron el más alto costo de la recesión fueron los más pobres.
Variadas protestas por la falta de trabajo
y en contra de las violaciones a los DD.HH empezaron a relucir en la dictadura, con fuerte
represión claramente.
En 1985 hay por primera vez iniciativa política desde la dictadura hacia la oposición, en
agosto se firma un acuerdo que expresaba un deseo de entendimiento político, compromiso
y cooperación entre los firmantes. Se proponía demostrar la capacidad de la oposición de
lograr consensos y se exigían libertades civiles y elecciones parlamentarias y presidenciales
libres, entre otros. Pero la intransigencia del Pinochet ponía problemas al acuerdo, pues
cómo se podría negociar si el gobierno no quería transar?.
Entre 1986 y 1988 el modelo neoliberal de los Chicago Boys comienza a dar frutos, el
crecimiento durante esos años alcanzo un promedio anual del 5%, pero aunque había
recuperación económica muchos chilenos quedaban al margen de los beneficios.
Gracias al crecimiento y al atentado a Pinochet, el gobierno creyó fortalecer su prestigio, de
esta manera se llama a elecciones a más tardar en enero de 1989, Pinochet y sus asesores
creían contar con el apoyo de la mayoría.
Los resultados del plebiscito dieron por derrotado al gobierno de Augusto Pinochet con un
55,99% de preferencias NO y 44,01% el SI. De esta forma se llamaría a nuevas elecciones,
democráticas, y Pinochet dejaría el poder después de 17 años, no sin antes garantizar su
impunidad y la de todos sus colaboradores.

CONCLUSIONES:
Según el texto la vida política chilena ha estado en contante tensión de partidos políticos y
movimientos
antipartidistas a lo largo de los gobiernos civiles y el gobierno militar. Se muestra al golpe de
estado como una reacción ante el papel dominante de los partidos políticos. Muchos
comentaristas destacan la importancia fundamental de los partidos políticos en Chile. Pero
también hay rechazo a estos. Durante los últimos años Chile ha sido un laboratorio de
experimentos políticos, sociales e ideológicos, que lamentablemente no han dado buenos
resultados, producto muchas veces de la dependencia económica extranjera.
A mi modo de ver y al leer el libro, creo que la economía chilena a lo largo de los años de
gobierno de Alessandri a Pinochet, ha sido sumamente inestable, con una altísima
concentración, con monopolios y oligopolios y alta dependencia de otros países,
especialmente de EE.UU. Sin embargo creo que cada gobierno ha querido una estabilidad
para el país, algunos centrados y preocupados de la estabilidad de los sectores más ricos
de la población y otros centrados en los sectores más vulnerables, como lo fue el gobierno
de Salvador Allende, personalmente me inclino por el segundo sector, creo que si el
gobierno de la Unidad Popular hubiera tenido más apoyo hacia la vía chilena al socialismo,
no habría llegado al termino abrupto y trágico que tuvo, pues proponía un sistema más
igualitario, que en el fondo abría beneficiado a los sectores más desposeídos de la
sociedad. Creo que el miedo de los sectores más ricos de la población a “perder”,
confabularon en contra del gobierno de Allende, a esto se le suma el
sabotaje por parte de Estados Unidos al mismo. La nueva economía impuesta por la
dictadura es la que imperó por 17 años del gobierno militar y sigue imperando hasta
nuestros días, lamentablemente la transición de Chile no comienza al momento de elegir un
nuevo presidente de manera democrática, sino cuando se instaura un sistema neoliberal
totalmente nuevo, que sigue hasta el día de hoy. Después de la dictadura de Pinochet Chile
tuvo la gran oportunidad de cambiar el sistema neoliberal y la constitución, pero
lamentablemente prácticamente se perdieron 20 valiosos años de poder haber hecho algo,
no por esto hay que desconocer que la situación en Chile si cambió, quizás no nos hicimos
todos ricos cuando volvimos a la democracia, pero si el clima social cambio, ya no había
miedo de expresarse y manifestarse, es ese un derecho que ganamos y que no lo debemos
desaprovechar.
Hoy en la situación política y social que vivimos sigue muy adherida al sistema neoliberal,
donde el poder económico sigue siendo “de unos pocos” y la brecha entre ricos y pobres
sigue siento altísima y a mi parecer, cambiar esa situación, bajo un gobierno de derecha se
ve muy lejano. Con respecto a los partidos políticos y los políticos en sí, concuerdo con que
no todos son iguales, no se puede generalizar, pues así como hay malos también hay
buenos y muchos, a veces sólo se les debe dar la oportunidad.
Finalmente creo que Chile seguirá en busca de la utopía, utopía que por nuestras
diferencias ideológicas y políticas no es para todos la misma.
Capítulo 7: Una encrucijada decisiva y su herencia. Latinoamérica desde 1960

1) La década de las decisiones (1960-1970)

La década que se abriría en 1960 se anunciaba como una de decisiones radicales para
América Latina. Una tenía que ver con ese hecho nuevo e imprevisible que era que el giro
socialista de la Revolución cubana vino a incidir en un subcontinente que descubría
agotada esa improvisada línea de avance tomada entre 1930-1945 y mantenida entre 1945-
1960. La Revolución cubana puso en crisis, si no la hegemonía estadounidense sobre
Latinoamérica, sí por lo menos los mecanismos políticos e institucionales que EEUU había
sabido instrumentar en el pasado. Pero sobre todo, la Revolución cubana (que en un primer
momento intentó ser eliminada a la fuerza por EEUU y luego mediante el bloqueo económico
y diplomático) mostraba que lo que todos habían largamente creído imposible era, en
realidad, posible. Esto daba nuevo aliento a las tendencias contestatarias y
revolucionarias.
A la vez, los años ´60 serían los años del fuerte crecimiento económico mundial, tanto
en el primer mundo como en el bloque socialista. En cambio, en América Latina, donde las
empresas multinacionales tenían peso creciente en la economía, las tasas de
crecimiento no se aceleraron como en aquellos bloques: el desarrollismo había
fracasado. A lo largo de los ´60, muchos comenzaron a creer que sólo se podría superar el
estancamiento si se rompía con el sistema político y económico internacional en que hasta
entonces se había desenvuelto Latinoamérica. Así, surgía la teoría de la dependencia.
Para los teóricos de la dependencia, lo que impedía a Latinoamérica superar el
subdesarrollo era su integración subordinada en el orden capitalista mundial. Si bien no todos
veían en la revolución socialista la única solución, todos coincidían en que era necesario
introducir modificaciones estructurales en ese orden, que fueran más allá que las reformistas
que habían predominado. A sus ojos, si los problemas eran económicos, su solución sólo
podía ser política.
En el plano internacional, tanto la URSS como EEUU buscaban intervenir en América
Latina como nunca antes. Ahora, los objetivos de ambos no sólo eran mas ambiciosos que
en el pasado, sino también bastante distintos. Con respecto a la URSS, su influencia sobre
Cuba contrastaba con la cautela que había caracterizado anteriormente a su presencia en
Latinoamérica y, además, ahora era consciente de que ahora eran posibles revoluciones
socialistas. Los EEUU de Kennedy también se dispusieron a gravitar más decisivamente en
el subcontinente, en parte, a partir del caso cubano. Pero, para el presidente demócrata
Kennedy, el mayor activismo político norteamericano no debía reducirse a restaurar la
hegemonía sobre Cuba. Más bien, se trataba de promover y orientar una transformación
de las estructuras sociopolíticas latinoamericanas que las alejase de la tentación
revolucionaria que había triunfado en Cuba.
De este modo, el escenario principal del combate contra la amenaza revolucionaria
se trasladaba al continente, y a éste último estaban orientadas las innovaciones de
Kennedy. Estas innovaciones se inspiraban, por una parte, en una teoría sobre las
precondiciones necesarias de los procesos revolucionarios y, por la otra, en las lecciones
ofrecidas por los procesos de cambio socioeconómico desencadenados, a partir de 1945, en
Asia y África. En estos continentes, se dieron, en algunos casos, vías revolucionarias y en
otros no. Estas reformas en las estructuras socioeconómicas de los países habían sido
exitosas en Japón, Corea del Sur y Taiwán, contribuyendo a atenuar tensiones sociales y a
remover obstáculos al crecimiento económico.
Se trataba entonces, para América Latina, de evitar las revoluciones y de favorecer
transformaciones estructurales que consolidaran el capitalismo. Se creía que si
Latinoamérica alcanzaba el desarrollo autosostenido, característico de los países centrales,
el peligro revolucionario sería disipado; pero durante la transición, el riesgo de revolución era
omnipresente. Se trataba de mantener tranquilas a las masas, para que no se inclinaran a
favor de las fuerzas revolucionarias.
Esta nueva política latinoamericana se expresó en la Alianza para el Progreso, se
llevaría a cabo en un período de 10 años y sería financiada en un 20% por EEUU y en un
80% por Latinoamérica. Los objetivos de la Alianza para el Progreso se resumían en 12
puntos:

1) reforma agraria para superar el estancamiento rural;


2) una industrialización más rápida y profunda;
3) crecimiento económico per cápita del 2,5% anual;
4) distribución más equitativa de la riqueza;
5) equilibrio de la producción entre las distintas regiones;
6) aumento de la producción agrícola;
7) disminución del analfabetismo e instauración de la escolarización obligatoria;
8) mejora de la situación sanitaria;
9) baja los precios de las viviendas;
10) estabilización de las monedas;
11) promoción de acuerdos para un Mercado Común Latinoamericano;
12) cooperación para equilibrar el comercio exterior.

Para muchos de esos objetivos se requería la expansión de las funciones y los


recursos del Estado, para lo cual se preveía una reforma fiscal, que crearía un sistema de
impuestos progresivo. Pero esta base financiera más robusta del Estado no se limitaba a
facilitar el desarrollo económico y la igualdad social; también servía para consolidar
estructuras políticas y sociales que contuvieran sólidamente a las masas. Para ello,
Kennedy confiaba más en una democracia representativa y reformista, frente a las
dictaduras (que, sin embargo, seguían siendo preferibles a la revolución). La democracia,
para Kennedy, permitiría que los partidos de masas controlaran mejor a la población que el
autoritarismo militar.
Pero al mismo tiempo, EEUU no renunciaba a poner a los ejércitos latinoamericanos
al servicio de ese ambicioso programa de transformación con propósitos de
conservación. De hecho, una parte considerable de los fondos dirigidos a Latinoamérica se
orientaron hacia esos ejércitos, que ahora debían complementar las falencias del Estado en
el control de la población.
Más allá de la Alianza para el Progreso, los organismos panamericanos como la OEA
habían fracasado, dado que las reticencias a las propuestas norteamericanas eran cada vez
mayores. Así, ahora se adoptaron soluciones bilaterales.
En suma, ahora EEUU interviene de un modo más complejo y especial, a la vez que
puede gravitar más eficazmente en una Latinoamérica que está entrando en la era de masas.
Esa presencia debe servir para un doble propósito de transformación y conservación o,
también, “seguridad y desarrollo”. Estas dos fórmulas ignoran por igual que en los
momentos críticos, que no han de faltar durante esta década, no iba a ser siempre fácil
hallar un camino que satisficiese por igual ambas aspiraciones. En efecto, cada vez que
una emergencia imponía optar entre ellas, la prioridad era la seguridad (o la
conservación), más que el desarrollo económico y la transformación sociopolítica.
En 1963 es asesinado Kennedy y lo sucede Lyndon Johnson, quien privilegia el
objetivo de conservación y seguridad antes que el de democracia, desarrollo y
transformación. Sin embargo, ya antes de esa reorientación programática de la política
norteamericana, el mismo Kennedy había preferido la solución golpista a la democrática ante
alguna crisis latinoamericana.
A partir de 1963, EEUU adopta una política más decididamente dirigida a la
seguridad, más que al progreso y el desarrollo. En 1964, el golpe de las FFAA en Brasil,
fue organizado conjuntamente con EEUU, marcando el inicio de un proceso que duraría más
de veinte años.
Para comprender la nueva coyuntura hay que tener presente la importancia de la
revolución cubana. Ésta, al devolver al primer plano del debate político latinoamericano
la cuestión del imperialismo, revivía sentimientos que habían venido adormeciéndose
desde 1933. Estos sentimientos no habían logrado ser movilizados ni por la prédica soviética
ni por el retorno de intervencionismo norteamericano.
La revolución cubana también incidió fuertemente en los sectores que, temerosos
del socialismo, ahora harán causa común con Estados Unidos. Gracias a ello, el nuevo
intervencionismo norteamericano fue mucho más aceptado en Latinoamérica que a
principios de siglo. No sólo era recibido con abierto beneplácito por los sectores
conservadores –algunos de los cuales le habían sido tradicionalmente hostiles-, sino que, en
general, no iba a necesitar volcarse en nuevas acciones militares por parte de EEUU. Esto
último se explica porque serán estos aliados locales anticomunistas quienes frenarán todo
avance socialista.
Los ejércitos latinoamericanos tenían un papel cada vez más central desde la
perspectiva norteamericana. La consolidación del aparato estatal, que figuraba entre los
objetivos de la Alianza para el Progreso, iba en paralelo a la creciente presencia de las
fuerzas armadas en la vida de la región. Esto tiene que ver, en parte, con que ahora las
FFAA latinoamericanas recibían cada vez más fondos de EEUU. Pero ese vínculo cada
vez más íntimo entre EEUU y las FFAA latinoamericanas iba más allá de agregar solidez y
eficacia al poderío estrictamente militar de esos ejércitos. Más importante era que esos
nuevos lazos sirviesen de vehículo para la difusión de una propuesta acerca de las
tareas futuras de los ejércitos latinoamericanos. Esta propuesta, que sería efusivamente
aceptada por éstos, se expresaría en la Doctrina de la Seguridad Nacional (DSN). La DSN,
versión militarizada de la seguridad y desarrollo, hacía del ejército el protagonista de la vida
nacional, al ponerlo al frente de una empresa que unificaba la guerra convencional y la
política convencional. Ahora, los ejércitos ya no se limitaban a su función de defensa externa
de la nación, sino que debían velar por la seguridad interna de ésta, es decir, asegurar el
orden contra la amenaza revolucionaria.
La nueva intimidad entre las fuerzas armadas latinoamericanas y las de EEUU fue
decisiva para acelerar la transición entre una concepción de las tareas militares que había
guiado durante décadas a los ejércitos latinoamericanos y otra que no sólo les fijaba
funciones nuevas y más amplias, sino que también les imponía modos de conducta que
en el pasado hubiesen parecido incompatibles con la dignidad del oficial, como por
ejemplo la tortura u otras formas de terror.
Otra consecuencia fundamental que iba a tener esta reestructuración de los ejércitos
latinoamericanos bajo auspicios yanquis era que ahora se profundizaba la transformación de
cada uno de esos ejércitos en un organismo cada vez más consciente de su identidad y
sus intereses corporativos-institucionales, tanto en el plano interno como en el
internacional. En el marco nacional, la consolidación de una conciencia corporativa en el
cuerpo de oficiales se sumaba a la burocratización de la institución. En consecuencia, ahora
se transformaba radicalmente el modo de inserción de las fuerzas armadas en la vida
política. En el pasado, las FFAA habían ingresado en la vida política como séquito y
sostén de un dirigente surgido de sus propias filas, que tenía un notable poder de
iniciativa, gracias al apoyo complementario de corrientes políticas o distintas fuerzas
socioeconómicas. Ahora, en cambio, el ingreso en la vida a política supondría una
empresa corporativa, cuyo titular era tan sólo un agente escasamente autónomo, y
siempre revocable, de la institución que lo colocaba al frente de ella.
Sin embargo, esa transformación del carácter mismo de la intervención militar sólo en
parte se explica por los cambios que sufría la institución misma. Hay que entender, además,
la actitud de los grupos sociales latinoamericanos temerosos del avance
revolucionario (en un contexto donde el desarrollismo se estaba agotando), ahora
potenciados por la coyuntura de la revolución cubana. En suma, es la conciencia de la
gravedad de la coyuntura la que fortifica la decisión de mantener al titular militar de la
gestión política bajo constante vigilancia corporativa.
Por otro lado, los distintos sectores sociales (sean ya antirrevolucionarios como
revolucionarios) compartían su optimismo por las innovaciones técnicas, que durante este
período fueron muchas: progresos en las comunicaciones, el motoscooter, el teléfono de larga
distancia, la píldora anticonceptiva, etc.
Este optimismo, que también aparecía en los sectores más conservadores temerosos del
avance revolucionario, no hubiera existido si la situación latinoamericana hubiese sido
realmente catastrófica. Más allá de que las economías latinoamericanas tuvieran una
tendencia al estancamiento o al desarrollo irregular, en general, durante los ´60
América Latina creció, con problemas y más lentamente que el mundo desarrollado, pero
efectivamente creció. Este crecimiento, limitado, sin embargo había transformado
significativamente las pautas de vida de amplios sectores de la sociedad
latinoamericana. Esto, en parte, contribuye a comprender el por qué de este contradictorio
optimismo en los grupos adictos al statu quo (quienes creían que la revolución era inminente).
Por su parte, también los revolucionarios creían que la revolución estaba al caer y, por ello,
también se mostraban optimistas. Las FFAA, por su parte, se opondrían, en general, a todo
avance de este “ataque de frivolidad”.
La Iglesia, que si bien también podría manifestarse contraria a estos cambios en la vida
cotidiana, sin embargo, se modernizó durante este período, a partir del Concilio Vaticano
II. Las causas de estas reformas en la Iglesia son bastante contradictorias, pero lo cierto es
que se buscaba, entre otras cosas, una renovación litúrgica, la actualización de los contenidos
científicos e ideológicos y de los métodos pedagógicos en las instituciones católicas de
enseñanza, la ampliación del papel de la comunidad de fieles en la vida eclesiástica y la
prioridad para los pobres.[1] En su forma más extrema, esta preocupación por los sectores
menos privilegiados se encarnó en la minoritaria pero condensada Teología de la
Liberación, generalmente adherente a soluciones revolucionarias.
Los años ´60 habían sido, para el mundo en general, una década de expectativas y
optimismo, sustentada por el crecimiento económico a nivel global. Sin embargo, hacia
fines de los ´60, comenzaron a multiplicarse los signos de agotamiento de esa gran ola
ascendente que por décadas había arrastrado por igual a Occidente y al mundo socialista.
1968 es un año que ilustra muy bien este resurgimiento del malestar, ante la sospechosa
demora en el desencadenamiento de las transformaciones radicales anunciadas con fe tan
firme hacia inicios de la década: la primavera de Praga, el mayo francés, las revueltas de
Tlatelolco en México, el avance del hippismo en EEUU o la Revolución Cultural China (en
1969) serán manifestaciones que expresarán esta creciente desconfianza.
Estos movimientos de 1968 vinieron por un momento a revitalizar en toda Latinoamérica
las esperanzas revolucionarias. Retrospectivamente, se ve que en realidad anunciaban el
comienzo de su curva descendente, y ello no sólo porque todos los sistemas cuestionados
lograron sobrevivir al tumultuoso desafío de 1968. Paradójicamente, el hecho de que en la
mayoría de los casos el orden establecido tuviese que, para superar esta crisis, perder
legitimidad, tampoco iba a fortificar a los sectores revolucionarios latinoamericanos, cuya
legitimidad ya desde antes de 1968 había aparecido como muy limitada. Mientras que la
pérdida de legitimidad del orden establecido no bastó para destruirlo, esta pérdida de
legitimidad suponía un golpe fuertísimo a las tendencias revolucionarias
latinoamericanas. Esta mengua de la legitimidad revolucionaria en parte se explica porque,
si bien los movimientos revolucionarios latinoamericanos no necesariamente se identificaban
con el “socialismo real” (el de la URSS y Europa del Este), las alternativas revolucionarias
a ese socialismo real (como hasta 1967/8 había intentado Cuba, que ahora estaba
subsumida a la URSS) se mostraban ficticias. Por su parte, el socialismo real era cada vez
menos percibido como una etapa superadora del capitalismo.
Así, entrados los ´70 ese verano económico que había comenzado en 1945 parecía
extinguirse. Ello se manifestaba en la inconvertibilidad del dólar en oro, por parte del
presidente norteamericano Nixon, en 1971, que destruía el sistema monetario mundial
acordado en 1944 en Bretton Woods. La iniciativa de Nixon buscaba adaptarse a la pérdida
del predominio abrumador que la economía norteamericana tenía en 1945. Otro signo del
derrumbe del orden de postguerra fue la crisis del petróleo de 1973, que puso en entredicho
la relación entablada entre el mundo desarrollado y la periferia a partir de 1945. La crisis del
petróleo tiene que ver con el conflicto árabe-israelí, que no profundizaremos. Lo cierto es que
la venta de este mineral a precios exorbitantes superó por mucho las expectativas de los
países exportadores. La crisis del petróleo era un contraejemplo a la teoría de Prebisch y de
la dependencia, ya que mejoraba sustancialmente los términos del intercambio para los
países productores de materias primas (en este caso, de petróleo).
Estas dos novedades (inconvertibilidad del dólar y crisis del petróleo) que manifiestan
este nuevo clima económico. Así, a principios de los ´70 se cerraba esa anunciada década
de decisiones que había sido 1960. Esta década se cierra no porque estas decisiones
hayan sido resueltas, sino más bien porque se ha desvanecido la coyuntura mundial que
hacía parecer a la vez urgente y posible afrontar esas decisiones. Se inauguraba,
entonces, hacia 1970, un período de incertidumbre.

2) Los tiempos que corren

Hacia 1970, si bien no se han agotado los impulsos reformistas surgidos en 1960, el orden
mundial que tras 25 años de avance espectacular todos tenían ya por definitivamente
consolidado, comenzó a sufrir transformaciones radicales, que pronto incidirían
decisivamente sobre Latinoamérica. En la economía, como se dijo, el fin de los “25 años
dorados” se expresaba en la inconvertibilidad del dólar en oro y en la crisis del petróleo de
1973. Se abría así la transición hacia una etapa marcada por una sucesión de cambios
súbitos en el clima económico, cuyo impacto sería en muchos casos más intenso en
América Latina que en el centro de la economía. Además, debajo de estos cambios
comenzaron a darse transformaciones más lentas y graduales en el subcontinente, que
emergerían más adelante.
La crisis del petróleo tiene que ver con varias cuestiones. Una ya ha sido señalada y tiene
que ver con el conflicto árabe-israelí. La otra tiene que ver con las economías de los países
desarrollados durante 1945-70, que habían crecido más rápidamente que los recursos
necesarios para sostenerlas. Ello se tradujo en un alza gradual de precios de alimentos y
materias primas. El precio del petróleo permaneció relativamente estable durante ese período
y se disparó en 1973, introduciendo a la economía mundial en una etapa de crecimiento
mucho más lento e irregular, incrementando la “estanflación” (estancamiento con inflación)
a nivel mundial. Tanto los países desarrollados como los socialistas y los subdesarrollados
vieron mermada su tasa de crecimiento.
En ese contexto, se da una consecuencia paradójica para el mundo subdesarrollado. El
nacimiento de la OPEP, que parecía iniciar una tendencia de mejora en los términos del
intercambio con los países centrales, no fue tan beneficioso como se podría suponer, ya que
la recesión mundial que terminó por provocar se tradujo en una caída de la demanda de
materias primas, afectando los precios y volúmenes de exportación.
Por otro lado, la crisis de petróleo transfirió de los países consumidores de este
hidrocarburo a los países productores una enorme masa monetaria, que ahora no tenían
dónde ubicarla (invertirla en estos países productores podría haber tenido consecuencias
gravísimas). En consecuencia, existía una gigantesca masa de capitales disponibles a
tasas de interés excepcionalmente bajas. Esto, sumado a la recesión en los países
centrales, llevó a que estos flujos de capitales se orientaran hacia los países socialistas
y hacia los latinoamericanos, en forma de préstamos a corto y mediano plazo.
Más que EEUU, los países más afectados por la crisis del petróleo fueron Japón y, sobre
todo, los de Europa Occidental, que casi no disponían del crudo. EEUU, por su parte, no la
sufrió tanto dado que en su territorio producía una importante cantidad del hidrocarburo. De
esta manera, EEUU recuperó las posiciones perdidas en la tasa de crecimiento durante 1945-
70 respecto a los países europeos. Esto también estuvo influido por la manipulación del dólar
que logró hacer EEUU luego de abandonado la paridad fija con el oro en 1971; así, EEUU
podía devaluar el precio del dólar haciendo a su economía más competitiva.
A la vez que EEUU se esforzaba, hacia fines de los ´70, por controlar la creciente inflación,
subiendo drásticamente las tasas de interés (y afectando consiguientemente al empleo y el
ingreso), en 1978/9 se dio la segunda crisis del petróleo. Ahora, el destino de los capitales
era predominantemente EEUU (en parte, por sus más altas tasas de interés), afectando el
flujo de créditos a los países latinoamericanos.
Por otro lado, algunos países periféricos, como los del sudeste asiático, comenzaban a
perfilarse como nuevos polos industriales, con mano de obra barata, competidores de los
países desarrollados.
En esta coyuntura, también, la URSS dejaría de tener la influencia que por un momento
había llegado a tener, en América Latina, durante los ´60. Ahora, EEUU reafirmaba aún más
su hegemonía sobre el subcontinente. Por otra parte, la Iglesia, sobre todo a partir del papado
de Juan Pablo II a partir de 1981, comenzó a tener una posición cada vez más tradicionalista
y autoritaria, a diferencia de la modernización que había experimentado durante los 60. Juan
Pablo II combatirá (y con éxito) a los Teólogos de la Liberación. De esta manera, las
ideologías que podían presentarse como alternativas al sistema, fueron perdiendo gravitación
en la nueva década.
Nixon, presidente republicano de EEUU entre 1969-74, adoptó una política respecto de
América Latina de bajo perfil; esto, de ninguna manera, suponía dejar de intervenir cuando
fuera necesario (como en el caso de Allende en 1973 en Chile). Esto no deja de estar
asociado a que, como dice Rouquié, el militarismo reformista peruano, boliviano, ecuatoriano
y panameño es el fruto de una coyuntura nacional e internacional específica (1968-72). Esta
coyuntura está caracterizada por un clima de distensión en el continente (ese bajo perfil de
EEUU), que está asociado a que EEUU ahora está focalizado en Vietnam y Medio Oriente
más que en Cuba; además, Cuba ahora entra en la fase de “socialismo en un solo país” y no
pretende extender la revolución a los demás países latinoamericanos. De este modo, Cuba y
EEUU entran en una fase de convivencia tácita. Esta distensión continental durará hasta
1973, cuando se endurecerán las posiciones nuevamente y se darán las dictaduras más
sangrientas de todas (Chile, Argentina, Uruguay).
Tras la renuncia de Nixon por un escándalo político (el Watergate) en 1974, a la vez que
la situación en Vietnam era completamente adversa, lo sucedería Ford, que completaría su
mandato (1974-77), para luego ser seguido por el demócrata Carter (1977-81), quien
levantaría la bandera de la defensa de los derechos humanos. Nuevamente, esto sería
limitado, ya que Carter no se desvivió por (o al menos no logró) eliminar a los gobiernos
dictatoriales latinoamericanos. De hecho, el gobierno de Carter apoyaría al régimen dictatorial
somocista en Nicaragua. En 1981, Carter era derrotado en su tentativa de reelección y
triunfaba el republicano neoconservador Reagan, quien gobernaría hasta 1989. Reagan no
seguiría con el discurso de Carter a favor de los derechos humanos y crítico de las dictaduras
y, al contrario, retomaría a primer plano la lucha anticomunista y antisubversiva. Sobre todo,
el foco se trasladaba ahora hacia América Central, donde en países como Guatemala, El
Salvador o Nicaragua existían importantes movimientos guerrilleros críticos del statu quo. En
general, en estos países no existían gobiernos democráticos sino, más bien, históricamente
habían gobernado dictadores alineados con Washington.
El énfasis que ahora ponía Reagan en Centroamérica suponía también un menor interés
en Sudamérica. Esto se expresa en que EEUU no se preocupó demasiado por la guerrilla
peruana (Sendero Luminoso) ni porque la mayoría de los gobiernos sudamericanos se
opusieran a su actitud en Centroamérica.
Sería erróneo, sin embargo, pensar la política norteamericana hacia América Latina como
un producto exclusivo de la ideología de la derecha republicana. También tuvieron que ver
problemas nacionales propios de EEUU: por ejemplo, un espíritu de derrota que persistía en
la sociedad norteamericana tras la derrota en Vietnam, y que buscaría ser superado. Ello, en
parte, explica la intervención de EEUU en la minúscula isla de Granada en 1983, que volvió
eufóricos a los norteamericanos. Otras preocupaciones que tenía (y tiene) EEUU eran la
inmigración indocumentada (sobre todo por parte de México) o el tráfico de drogas. Durante
los 80 y los 90, EEUU pudo imponer sus puntos de vista sobre estas materias (y sobre otras
también) a los países latinoamericanos, que la aceptaron sin demasiadas reticencias.
Esta “aceptación acrítica” de las órdenes de Washington, por parte de los países
latinoamericanos, no sólo tiene que ver con la hegemonía norteamericana (siempre presente)
o con la necesidad, por parte de estos países, de conquistar el favor de EEUU para los
problemas de la deuda externa. Sobre todo tiene que ver el fin de las ideologías alternativas
al sistema que pregonaba EEUU. La pérdida de estos horizontes ideológicos no tiene sólo
que ver con la decadencia del socialismo real; también está muy influida por la trágica derrota
que estas ideologías sufrieron en el plano local.
En suma, los ´80 serían una década de intensísima crisis económica y financiera en una
Latinoamérica en transición (económica, de un modelo de acumulación a otro, y política, de
dictaduras a democracias). Esta Latinoamérica, que ahora era un continente muy
densamente poblado, se prestaba a navegar por aguas turbias…

LA EXPLICACIÓN DE LOS PROCESOS QUE SE DIERON A PARTIR DE LOS ´70, SEGÚN


HALPERIN, TERMINA ACÁ (recuerden que Halperin escribe en 1988). De todos modos,
antes de ir país por país, les agrego un texto que hice que más o menos sintetiza los cambios
económicos ocurridos entre 1970-2000, completando lo que le faltó a Halperin.

[1] En mi opinión, esta reforma de la Iglesia tiene que ver con el contexto de Estado de
Bienestar o “capitalismo humanizado” de la época, al cual la Iglesia buscaba estar en
consonancia. Quizá esto tenga que ver con la mayor preocupación por los pobres.
CAPITULO V. La experiencia democrática (1945- 1964)
Las elecciones y la nueva constitución.
Elecciones 1945 favorecen a DUTRA. Apoyado por Vargas.
Vargas es el gran vencedor obteniendo un cargo en el Senado.
La nueva Constitución de 1946, mantiene los elementos corporativistas de la legislación
laboral de
1937 (Inspirado en la Carta di Lavoro de Mussolini).
Represión al partido comunista.
Crecimiento eficiente 8% PIB.
Campaña de Vargas: Industrialización y legislación laborista.
El regreso de Getúlio:
En 1950 Vargas es elegido presidente, con el 48,7% de los votos. Ya continuando sus
políticas populistas
urbanas, pero ahora también rurales. En ese período comienza la legislación social para los
trabajadores del
campo y la desintegración del colonato. (Los colonos se irán sustituyendo por "bóias frias";
trabajadores
temporarios que ya no viven en las haciendas). Sin embargo, su principal base de apoyo
seguían siendo los
trabajadores urbanos (más que en el período anterior).
La oposición a Vargas proviene de diferentes sectores de la elite (cafetaleros, militares anti-
populistas) y
de la nueva política (privatista) de Eisenhower. Esto se debía a la serie de medidas
nacionalistas (Estado
interventor y distanciamiento de los EE.UU). El gobierno se fundamentaba sobre la base de
los trabajadores y
sobre la poca confiable burguesía nacional.
La presión de conflictos externos, un acto criminal de Lacerda, entre otros, generan
movimientos a favor
de la renuncia de Vargas. Antes de que fuera destituido Vargas se suicidó.
Del Nacionalismo al Desarrollismo:
En 1955 gana la presidencia Juscelino Kubitschek. Es considerado como un gobierno de
estabilidad
política. Éste, si bien hizo ingresar grandes inversiones de multinacionales a Brasil, no
abandonó por completo
la política económica anterior. Sin embargo, las ideas nacionalistas fueron perdiendo fuerza
y el desarrollismo
cobró mayor fuerza y la inversión extranjera se asumió abiertamente. Finalmente, los altos
costos de laindustrialización para el Estado provocaron una inflación, ya al final del su
periodo.
Caracteristicas del gobierno de JK.:

Mayor Inversión extranjera.


PIB crece a 7%
Instalación de industria automotriz, gobierno de JK.
Construcción de Brasilia. Inauguración 1960.
Problemas, en comercio exterior y finanzas del gobierno. Inflación.
Dicha inflación se intenta arreglar mediante un acuerdo con el FMI, lo cual es considerado
como: una
venta de la soberanía nacional a la banca extranjera y al propio FMI.
Lo anterior, genera una ruptura del gobierno con el FMI, lo que acaba con el plan de
estabilización de
JK.

En 1961 asume la presidencia Janio Quadros. Goulart, a su vez, es elegido vicepresidente.


Quadros,
optó por un plan de estabilización ortodoxo: desvalorización de la moneda y contención del
gasto público.
Estas medidas fueron bien recibidas por el FMI, pero afectaron gravemente a la población,
ya que elementos
básicos como el pan elevaron su precio en un 100%.
Luego de 7 meses en el poder y sin esclarecer bien el por qué, Janio Quadros renuncia a la
presidencia,
asumiendo el poder el vicepresidente JG.
La crisis del régimen y el Golpe del 64.
A fines del ’61 asume la presidencia Joao Goulart. Pero, ante la discusión de quien debía
gobernar, se
decide que el gobierno pasaría a ser Parlamentarista, restándole gran poder al presidente.
Esto se ve
acompañado del claro avance de los movimientos y nuevos actores sociales. Por otra parte,
crece la
2

participación de las fuerzas armadas en la política, quienes se esmeraban en garantizar la


seguridad nacional
y enderrotar al enemigo (comunismo).
Así el gobierno de Jango se desarrolla en un clima hostil por parte de las demandas
sociales y, por otro
lado, los animos de ciertos círculos militares que tenían la convicción de que solo un
movimiento armado
acabaría con la anarquía popular y con el avance comunista.

Avance en los movimientos sociales.


Mundo rural “ligas rurales” en defensa de la expulsión de las tierras de los campesinos,
precio de
arrendamiento, etc.; Movimiento de Estudiantes (Unión nacional estudiantil); movimiento de
la Iglesia
Católica, que se comienza a preocupar por las bases sociales (acción popular, AP)
Goulart significó una vuelta al populismo propio del periodo de Vargas
Se destacó el tema de reforma agraria. Intervención del estado más profunda. No era una
alternativa
socialista sino para reformar el capitalismo.
Las direcciones sindicales fueron fieles al modelo populista
Aumento del número de movimientos huelguistas. 1958: 31 movimientos, 1963: 172
movimientos.
Sindicalismo dependía del régimen populista, con su caída este también cae.
La línea del presidente fue la moderación, fiel a principios democráticos y rechazando el
comunismo
abiertamente.
Se plantea el problema de si optar por presidencialismo o seguir con parlamentarismo: Se
llama a
plebiscito: gana el sistema presidencialista (1963)
Goulart seguía en la presidencia.
Sin embargo, se cae en una situación financiera grave.
Desde 62 se cae en una profunda crisis, el PIB cae creciendo en un 1.5%
En el 63 aumenta la radicalización de las posiciones.
Comienzan numerosashuelgas (huelga de “los 700 mil” que duró días)
El presidente opta por reformas que desfavorecen a clase alta y media.

De esta forma, comienza el fin de su gobierno. Esta tragedia puede comprenderse por el
hecho de que la
resolución de los conflictos por la via democrática había sido desechada por todos los
actores políticos. A
esto, se suma el hecho de que Jango eligió un camino desastroso, que consistía en (con el
apoyo de los
dispositivos sindicales y militares) pasar por encima del congreso y comenzar a realizar
reformas de base, lo
que marco una seguidilla de movimientos opositores que terminaron por anunciar vacante el
cargo de
presidente.
Era el fin de la experiencia democrática del periodo de 1945-1964. Por primera vez en la
historia del país,
los militares asumían el poder con la perspectiva de permanecer allí, instaurando un
régimen autoritario.

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