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CAPITALISMO, SOCIALISMO Y LA

REVOLUCIÓN SOCIAL CONTEMPORÁNEA


CÁTEDRA: CORREA

NAZISMO:
ALGUNAS INTERPRETACIONES

Jonathan Echagüe

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j.echague@hotmail.com

INTRODUCCIÓN

Luego de finalizar la Primera Guerra Mundial se divisa a nivel mundial un


desmoronamiento de los valores y de las instituciones que pregonaba la
civilización liberal. Los pilares de la democracia burguesa, fundados en el
respeto al Estado de Derecho y por ende, el rechazo a cualquier tipo de
dictadura anticonstitucional, parecían que ya no eran provechosos. Este
retroceso del liberalismo político se aceleró con la llegada de Adolf Hitler al
poder en 1933 —y con anterioridad, la Gran Depresión sin ninguna duda influyó
en este proceso— estableciéndose en Europa varios regímenes fascistas, con
el apoyo de la derecha tradicional; con Alemania e Italia, ambas potencias del
viejo continente, como faros. Estos gobiernos pertenecientes a la derecha
radical proporcionaron una contención a los movimientos obreros organizados
y una defensa contra la revolución social gobernando a partir de la fuerza y de
la coerción dejando atrás al sistema democrático que había perdido legitimidad
y ya no otorgaba la garantía suficiente — tanto a la burguesía que necesitaba
hacer frente a la clase obrera y aplicar reformas económicas, como a las
demás clases golpeadas por los recortes económicos y sociales— en el marco
de una crisis económica mundial. Numerosos debates historiográficos e
interpretaciones, provenientes de diversos autores tanto del campo de la
derecha como de la izquierda, se han desarrollado a partir de la aparición del
nazismo en Alemania. A continuación explicaré sin extenderme demasiado
parte de estos desarrollos, comparándolos y contraponiéndolos.

NAZISMO, ¿REFLEJO DE LA REVOLUCIÓN RUSA? LA DISCUSIÓN


CON ERNST NOLTE.

En el análisis propuesto en sus libros “El Fascismo en su época”” (1963)


y en “La Guerra Civil Europea, 1917-1945” (1989), el historiador alemán retomó
las ideas típicas de los círculos intelectuales conservadores concibiendo así al
nazismo como un reacción especular al régimen comunista de la URSS y como
oposición a la modernidad. De esta manera, Nolte entiende al siglo XX como
un periodo que se explica por el conflicto entre “la trascendencia y la

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resistencia contra la trascendencia, entre revolución y contrarrevolución,
comunismo y fascismo” (Poggio, 2006; pág.36) (Traverso, 2009; pág.33) De
esta manera, el autor entiende que el advenimiento del fascismo se comprende
como una consecuencia lógica del comunismo. Inscripto en la línea
historiográfica burguesa o de derecha, Nolte sostiene que para realizar una
interpretación correcta del nazismo sólo es posible si no se lo entiende, de
forma reducida, como un instrumento de la gran burguesía y del capital
financiero. (2001) y escribe que “los industriales fueron completamente
eliminados como un importante factor político.” (Kershaw, 2004; pág.79)
Además, en su interpretación, realiza una comparación entre el régimen
nacional—socialista y el régimen soviético equiparándolos. En palabras de
Nolte su libro “parte del supuesto de que la relación de Hitler con el
comunismo, caracterizada por el miedo y el odio, de hecho rigió los criterios y
la ideología de aquél” y también dice: “El bolchevismo fue motivo de temor y
modelo a seguir al mismo tiempo.” (Nolte, 2001; págs. 22-27)
El historiador francés Furet, en la correspondencia que mantuvo con
Nolte, reproducidas en Fascismo y Comunismo (1999), discute con esta visión
“simplista” del historiador germano que, según él, explica a través de una
“causalidad lineal” la aparición del nazismo entendida como una respuesta a la
amenaza que representaba el comunismo. Además señala que este tipo de
interpretaciones puede conllevar a una justificación o disculpa parcial del
régimen nazi. Furet también discute con la idea de “totalitarismo” —
desarrollada por la filósofa Hannah Arendt— que si bien permite realizar una
comparación, equiparando por ejemplo los métodos utilizados por ambos
regímenes, impiden explicarlos de una forma completa ignorando las
singularidades que permitieron por ejemplo el surgimiento de estos sistemas de
gobierno. (Págs.14; 40-41)
En el libro “La Violencia Nazi” (2003) el historiador italiano Enzo
Traverso se refiere a Nolte de la siguiente forma “Mucho se ha escrito sobre las
tesis de Nolte y también sobre sus simplificaciones excesivas del proceso
histórico, que anulan completamente los orígenes alemanes del
nacionalsocialismo, y sobre sus alcances claramente apologéticos.” (Pág.17)
coincidiendo en este punto con Furet, aunque cuestiona al autor francés —
caracterizado por Traverso como un anticomunista liberal— por su concepción

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del nazismo como un episodio antioccidental o antiliberal, como una desviación
en la historia de la civilización occidental. (Pág.19) A pesar de que el régimen
nazista se puede comprender a través de su anticomunismo, como una
reacción contra la revolución rusa, Traverso señala que no se puede sostener
que el antisemitismo surgiera con la contrarrevolución llevada a cabo por Hitler,
y mucho menos que sea presentado como un fenómeno copiado del
bolchevismo. En realidad, el movimiento nazi se nutrió de elementos que ya
estaban presentes en la cultura germánica y europea del siglo XXI —mucho
antes de que tuviera lugar la Revolución Rusa— como por ejemplo la influencia
de las ideas nacionalistas volkisch.

¿UNA REACCIÓN CONTRA LA MODERNIDAD? LOS APORTES DE


TRAVERSO Y HERF.

Cuestionando así ambas versiones historiográficas, el intelectual italiano


rechaza la idea de ver al nazismo como un proceso excepcional y aislado del
devenir de la civilización occidental. La violencia perpetrada por el régimen
nacionalsocialista, expresada de forma brutal en el genocidio, no puede
entenderse integralmente si se lo aísla de la historia de Occidente y
particularmente de la época moderna, en la que el desarrollo del capitalismo
industrial dio lugar al imperialismo, la fase monopolista del capitalismo, en el
cual se llevaron adelante la conquista de territorios; imponiendo Occidente,
representado en las grandes potencias, relaciones de dominación sobre los
demás países; además del impresionante desarrollo de las técnicas y de las
ciencias. La violencia nazi fue realizada en el marco de estas relaciones
coloniales, en el marco de una guerra de conquista y exterminio. Las técnicas
de tortura o de exterminio como por ejemplo las cámaras de gas y los hornos
crematorios se entienden para Traverso como el punto máximo alcanzado
luego de un largo proceso de deshumanización e industrialización de la muerte,
producto del desarrollo de la racionalidad instrumental, productiva y
administrativa del mundo occidental moderno. (2003; Págs.27-28)
En palabras de Traverso (2003) “el imperialismo, describe la política de
dominación colonial del siglo XIX como una primera síntesis entre masacre y
administración, cuya forma más acabada fueron los campos de concentración

4
nazi.” (Pág. 61) La barbarie nazi por consiguiente se comprende como un
producto de la civilización occidental que puso en práctica de una forma colosal
las prácticas colonialistas basadas en la conquista y el exterminio de las razas
inferiores, y en la concepción instrumental de la técnica como medio de
eliminación organizada del enemigo.
La propuesta del historiador estadounidense Jeffrey Herf, que él mismo
reconoce como una “visión más matizada” se diferencia también de las
posturas de los historiadores que niegan que la Alemania Nazi fuese un
fenómeno propio de la modernidad o que rechazase los principios de la
modernidad científica. Para superar este problema, Herf construye el concepto
de “modernismo reaccionario” para explicar la conciliación que realizó el
régimen nazi entre las ideas reaccionarias antimodernistas, románticas e
irracionales, provenientes del nacionalismo alemán, y la tecnología moderna.
Esta conjugación entre el irracionalismo político y el avance tecnológico y la
racionalización industrial se inició en las universidades técnicas alemanas y en
círculos intelectuales pertenecientes a cierto sector de la derecha política
alemana aún antes del nazismo en el poder. (1990; Págs.17-18)
Estos “modernistas reaccionarios” a pesar de que eran irracionalistas, es
decir, despreciaban la razón y rechazaban su papel en los asuntos políticos y
sociales, querían que Alemania llevará adelante un proceso de industrialización
avanzado; por lo tanto en este sentido eran modernizadores tecnológicos que
pretendían desatar en Alemania, los beneficios de la tecnología moderna,
refrenados y mal utilizados por el régimen económico capitalista —ligado a la
democracia parlamentaria— manejado por los “parásitos” judíos.1 (1990;
Pág.39)

1
Para los nazis los judíos destruían la tecnología y abusaban de ella mientras que la raza aria estaba
preparada para utilizarla correctamente. Por ende debían emancipar a la tecnología de las manos de los
judíos. Hitler en su libro “Mein Kampf” describe a los judíos como “parásitos” incrustados en el cuerpo
de las naciones y Estados, sirviéndose de los partidos políticos, de los sindicatos, de la prensa y del
marxismo; y como “gerentes” del capitalismo internacional que destruyen “los fundamentos de una
economía nacional realmente útil al pueblo. “ Mientras que caracteriza a los arios como “fundadores”
de la cultura, mientras que los judíos son caracterizados como los “destructores” de esa cultura. Hitler,
Adolf. (1941) Mi Lucha. Recuperado de https://www.lectulandia.com

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¿GOBIERNO DE LAS CLASES MEDIAS O DEL CAPITAL
MONOPOLISTA? LA INTERPRETACIÓN DE RENZO DE FELICE
FRENTE AL ANÁLISIS MARXISTA.

La interpretación que hace el historiador italiano Renzo de Felice, una


interpretación genérica que le permite analizar tanto al fascismo italiano como
al alemán, acuerda con la afirmación de su coterráneo, Benedetto Croce, que
sostiene que el fascismo no fue una expresión exclusiva de una determinada
clase social; y también coincide con aquellos escritores como Erich Fromm que
afirman que la clase obrera y la burguesía tuvieron una postura negativa frente
al nazismo mientras que los defensores del fascismo se encontraban dentro de
las clases medias. A pesar de que en una primera etapa, el fascismo fue
utilizado por capitalistas individuales o grupos locales para destruir la
resistencia de las organizaciones obreras; y en una segunda etapa, el apoyo se
hizo más consistente, la gran burguesía industrial y financiera no quería cederle
el poder, sino más bien utilizarla para destruir definitivamente al movimiento
obrero. Pero la mayor parte de los burgueses, tanto en Alemania como en
Italia, así también como la clase política liberal democrática querían resolver la
crisis política y pretendían “constitucionalizar al fascismo, es decir,
hegemonizarlo y absorberlo en el sistema.” (De Felice, 1976; pág.356)
En la misma página, De Felice cita al político austríaco Otto Bauer:
¿Acaso la clase capitalista y los Junker se habían convertido en nacionalsocialista? En
absoluto. En el fondo despreciaban a los que aspiraban al poder, al movimiento
absolutamente plebeyo —sostenido por pequeños burgueses, campesinos, desclasados
de todas las clases embebido con un utópico anticapitalismo pequeño burgués— que
ellos apoyaban. Pero del mismo modo que en Italia, donde Giliotti considera que puede
utilizar el fascismo para dominar, someter e intimidar a la clase obrera alemana
rebelde, también en Alemania los capitalistas y los Junker consideraron que podían
utilizar el movimiento nacionalsocialista para derrotar la influencia de la
socialdemocracia y de los sindicatos; para enfrentar la resistencia de la clase obrera
(...) Pero también en este caso el fascismo escapó muy pronto de la mano de las clases
capitalistas: también en Alemania llega el momento en que los Junker y los capitalistas
no tuvieron otra alternativa que la de derribar al fascismo, y de ese modo, modificar las
relaciones de fuerza —con un viraje en favor de la clase obrera— o si no, ceder al
fascismo el poder del Estado (...) Pero, con más rapidez aún que en Italia, una vez que
conquistó el poder el fascismo alemán lo utilizó para expulsar a los partidos burgueses

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del gobierno, para disolver los partidos y las organizaciones de la burguesía para
imponer su propia dictadura totalitaria.2

A diferencia de De Felice, el economista y filósofo francés Charles Bettelheim


se diferencia de estos análisis históricos —como la postura de Nolte también—
que postulan que el gran capital monopolista no tenía relaciones estrechas con
el régimen nacionalsocialista. Bettelheim en su libro “La Economía Alemana
bajo el Nazismo” (anterior a la publicación de De Felice) desde un análisis
claramente marxista —aunque quizás puedan caracterizarlo como
economicista—, sostiene que este régimen se apoyó “creciente y abiertamente
desde el punto de vista económico, en la gran industria y en la banca”.
(Bettelheim, 1972; pág.45)
El autor explica que la coyuntura política que llevó al poder a Hitler es
inseparable de la coyuntura económica. Alemania se encontraba en una
situación adversa, muy golpeada por la derrota sufrida en la Gran Guerra y las
duras exigencias impuestas en el Tratado de Versalles por los países
triunfantes, siendo una de las causas que desencadenaron la crisis económica.
El nazismo comenzó siendo un movimiento de protesta contra las humillantes
condiciones de este tratado, que hasta el mismo Keynes se opuso. Encontró
luego un apoyo de ciertos obreros descontentos no sólo con la situación del
país sino también con sus líderes a los que consideraban incapaces. Pero
especialmente fue apoyado por los nuevos proletarios afectados por la inflación
que surgieron en el transcurso de la primera guerra y postguerra; y que por su
origen pequeño-burgués se sentían identificados a consignas nacionalistas y
defendían la propiedad privada. Como portavoz de reivindicaciones
nacionalistas encontraba el apoyo también de los pequeños burgueses,
funcionarios y comerciantes. Para salir de la parálisis en la que pertenecía el
aparato económico, la gran burguesía optó por la solución propuesta por el
nacional-socialismo: abrir a las industrias salidas provisorias mediante el
rearme masivo y llevar adelante obras públicas, para luego, a través de las
armas forjadas, abrir de forma definitiva los mercados exteriores indispensables
a falta de un mercado interno. De esta manera el régimen nazista obtuvo el
apoyo de los dueños del aparato económico alemán, de la gran industria, de

2
O.Bauer: “Il Fascismo”, en R. De Felice: Il Fascismo, ob.cit, págs.356-357.

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los dirigentes de los Konzern, de los bancos y de las grandes sociedades por
acción.3 (1972; pág. 41)
Bajo el Tercer Reich se produjo un aumento constante y regular del
poder del capital monopolista, con leyes que favorecían el desarrollo de los
Konzern; por lo tanto la economía alemana se encontraba cada vez más en las
manos de los trusts.4 El nazismo favoreció la evolución de la concentración
bancaria siendo desde el siglo XX “siempre los mismos personajes (Siemens,
Krupp) quienes se sientan en los consejos de administración de los grandes
Konzern y de los grandes bancos”. Mientras que el poder financiero de las
compañías de seguro aumentó de gran manera como consecuencia del
reforzamiento del capital industrial y del incremento de los fuertes
ingresos. (1972; págs. 116-120)
Entre las medidas que contribuyeron a la concentración económica se
encuentran:
 Las reprivatizaciones de empresas siderúrgicas, textiles y yacimientos
de carbón entre otras empresas que el Estado había adquirido. El capital
monopolista reforzó así su posición especialmente en lo que respecta a
las industrias de electricidad y gas.
 La arianización de la economía, es decir, medidas adoptadas contra los
judíos y extranjeros que aceleraron la concentración económica en
sectores como la banca, el comercio, y la industria textil.
 Especialización de los Konzern. Además de las medidas legislativas o
administrativas que se tomaron para normalizar los Konzern, obligando a
empresas a formar parte de la asociación, o creando nuevos konzern,
se llevó adelante la especialización de los mismos para reforzarlos y
darles una forma similar a los trusts.

3
El nazismo contó con el apoyo económico de las grandes empresas alemanas para financiar el partido y
campañas electorales. Para financiar la campaña de las elecciones al Reichstag del 5 de marzo de 1933,
Goering reunió a Gustav Krupp (fabricante de armamento y acero), a cuatro directivos de la empresa
petroquímica I.G.Farben, y a otros industriales que aportaron dinero. Otro empresario importante que
financió al NSDAP fue el magnate Fritz Thyssen, dueño de la siderúrgica German Steel Trust. El banco
principal de Alemania: Reichsbank, concentraba parte del dinero confiscado a los judíos. El Dresdner
Bank y el Deutsche Bank admitieron también la colaboración con el régimen nazi. (Agosto,2008)
4
En los trusts y en los Konzern, distintas empresas son agrupadas bajo la dirección de un grupo
financiero o familia; mientras que en los cárteles o consorcios, distintas empresas se agrupan
manteniendo su independencia corporativa concertando una alianza estratégica con el fin de dominar la
rama económica que representan. (Bettelheim,1972)

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El autor también señala el disciplinamiento que experimentó la clase
obrera durante el nazismo: la supresión de los sindicatos y de las
negociaciones colectivas entre los trabajadores y los patrones, prohibición de
las huelgas y la incorporación obligatoria al Frente Alemán del Trabajo, la
organización sindical oficial del gobierno.
La posición del revolucionario ruso Trotsky, es afín al trabajo realizado
por Bettelheim, señalando que pese a que el fascismo alemán aprovechándose
de la crisis social postguerra se apoyó sobre la clase media, —descontenta por
la pauperización que estaban viviendo y decepcionada con los cuadros
políticos incompetentes— mediante consignas demagógicas; y los utilizó como
“ariete” contra el movimiento obrero —que se encontraba en una débil posición
luego del fracaso del movimiento revolucionario, aplastado por el nuevo
gobierno democrático luego de la caída de la monarquía— y contra las
instituciones políticas de la “República de Weimar.” Sin embargo, Trotsky
(1933) señala que “el fascismo en el poder es, menos que nada, el gobierno de
la pequeña burguesía. Por el contrario, es la dictadura más despiadada del
capital monopolista.”5 (Pág.6)
La gran burguesía, ante el callejón sin salida en el que se encontraba,
necesitaba una política distinta, más decisiva; y la encontró en el partido
nacional-socialista que una vez ganada las elecciones, instauró un brutal
sistema de represión, un sistema particular de Estado que llevó adelante tareas
que la socialdemocracia alemana era incapaz de realizar. De esta manera
barrió con todas las organizaciones obreras, todas las bases de apoyo del
proletariado que habían construido dentro de la democracia burguesa
(sindicatos, partidos, clubes de formación, etc.) La burguesía entró en conflicto
no sólo con estas instituciones de la democracia proletaria sino también con los
elementos de la democracia parlamentaria. Ahora bien, el capital financiero era
incapaz de deshacerse, con su propia fuerza, de estas trabas. Por tal razón
necesitaba también de la colaboración de la pequeña burguesía.
El sociólogo greco-francés Nicos Poulantzas, desde una mirada
gramsciana, explica las profundas fisuras que la economía alemana ya

5
Sin lugar a duda el nazismo demostró el desacierto de la concepción kautskiana del
“superimperialismo” que vislumbraba una era pacífica fundamentada en el desarrollo del capitalismo
avanzado, capaz de sobrepasar las contradicciones económicas; contrariamente a la posición de Lenin
que sostenía que el imperialismo lejos de suprimir las contradicciones del sistema, las agravaba.

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presentaba antes de la primera guerra mundial y que desembocaron en la
aguda crisis financiera en 1929. La economía turbulenta de Alemania se
entiende a partir del desarrollo capitalista tardío. El pasaje del feudalismo al
capitalismo no se realizó bajo la dirección de la burguesía, sino desde el
Estado, por medio de una alianza entre los burgueses y los poderosos
terratenientes que seguían manteniendo una preponderancia política. Esto dio
lugar a una formación social irregular: la constitución del nuevo Estado burgués
presentaba un retraso en correlato con la debilidad hegemónica de la
burguesía, mientras que los terratenientes ocupaban un lugar
desproporcionalmente mayor dentro del aparato del Estado, generando así un
desarrollo desigual que dificultaban el desenvolvimiento del capital
monopolista: una situación crítica con respecto a sus salidas comerciales en el
mercado mundial que dificultaba la exportación de capitales por ejemplo. (1976;
Págs.20-21)
Ahora bien, es importante señalar que Poulantzas no sólo va a explicar
la situación económica sino también la situación política alejándose así de los
análisis economicistas criticando específicamente la concepción de la Tercera
Internacional, y también la de Trotsky. Poulantzas, reconoce que el fascismo se
sitúa en el estadio imperialista del capitalismo pero parte de analizar el
imperialismo como un complejo fenómeno que no se debe reducir a lo
puramente económico. Por consiguiente, el proceso de fascistización que vivió
la sociedad alemana también debe explicarse a partir de los elementos
políticos como por ejemplo la crisis de la representación de los partidos.
Partiendo de esta base Poulantzas explica que el fascismo no constituye una
simple forma diferencial del Estado capitalista en un estadio de su desarrollo,
más bien constituye una forma de Estado y una forma de régimen límite del
Estado capitalista que corresponde a una coyuntura específica de la lucha de
clases: una situación de crisis política, de profundización y de exacerbación
aguda de las contradicciones internas entre las clases y las fracciones de clase
dominantes. (1976; Págs.57)
Finalmente con el nacionalsocialismo en el poder, el autor señala que las
contradicciones presentes en la formación social alemana, que se daba entre el
gran capital y el capital medio se neutralizaron, pero dando lugar a una política
económica favorable al predominio hegemónico del capital monopolista

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financiero: cartelización forzosa, estabilización de los precios, vuelta a la
iniciativa privada de las empresas y bancos nacionalizados, etc. (1976;
Págs.102)
Tanto Hobsbawm como Kershaw se contraponen a las lecturas que
conciben —de forma monolítica— al estado nazi, como representante directo
del capital financiero. A pesar de que ambos autores señalan la cooperación
entre el capital y el gobierno nazista debido a criterios de conveniencia frente a
las favorables ventajas —en una situación de crisis económica— que
obtendrían con el aplacamiento de la clase obrera, la supresión de los
sindicatos, y de los derechos laborales. (Hobsbawn, 1998)
Kershaw adhiere a la interpretación, formulada por Franz Neumann y
desarrollada luego por Peter Huttenberger, que comprende al régimen nazi
como una alianza o pacto entre distintos bloques interdependientes
conformado por la dirigencia nazi, las diferentes corporaciones económicas y
las fuerzas armadas. Ahora bien, las posiciones de poder que ocupaban estas
partes integrantes no permanecieron invariables. Mientras que en un primer
momento, el bloque nazi se encontraba en una posición relativamente débil, fue
fortaleciéndose hasta alcanzar una posición dominante y así imponer sus
propios intereses frente a los otros sectores. (2004; Págs.87-88)

CONCLUSIÓN

La visión reproducida por las clases dominantes que sostiene el fin de


las ideologías y el triunfo inexorable del capitalismo explican de cierta manera
el revisionismo histórico de ciertos autores que en sus análisis sobre el
nazismo eluden la vinculación entre el régimen conducido por Adolf Hitler, y el
sistema capitalista. Auschwitz no surgió de la nada; fue producto de la
civilización occidental capitalista. No se puede aislar el fenómeno nazi de las
relaciones de producción existentes en la República de Weimar; y del contexto
mundial en el que inobjetablemente imperaban las leyes del capitalismo.
Aunque quizás las motivaciones de los nazis fueran distintas a la que tenían los
representantes del gran capital, hubo una evidente confluencia de intereses,
incluso los capitalistas colaboraron financieramente al partido nazi. Tampoco
demostraron rechazo a las atrocidades cometidas contra los judíos, llegando a

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utilizarlos como mano de obra esclava durante la segunda guerra Mundial; y
también se beneficiaron con la expropiación de dinero, joyas, etc.

Muchos historiadores en cambio prefirieron ignorar estos hechos y


culpar al comunismo de la barbarie nazi, imputándole una responsabilidad
causal y minimizando así al nazismo como una mera reacción que terminó en
un exceso además de compararlo erróneamente con el proceso revolucionario
ocurrido en Rusia y confundiendo a la burocracia stalinista con el bolchevismo,6
promoviendo la caza de brujas contra los marxistas.

BIBLIOGRAFÍA

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TROTSKY, LEÓN. (1933) LA LUCHA CONTRA EL FASCISMO.

TROTSKY, LEÓN. (1933) ¿QUÉ ES EL NACIONALSOCIALISMO?

6
En Bolchevismo y Stalinismo, escrito por Trotsky en 1937, se explican las diferencias entre ambos
elementos.

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