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UNIVERSIDAD DE LA SALLE

Angie Julieth Bermeo Calderón

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REFLEXIÓN

La docencia es una de las profesiones más complejas y exigentes que existe, esta
demanda tiempo, reflexión, innovación constante y sobre todo estar inmerso en el mundo
del aprendizaje continuo y constante, todos los días de práctica y ejercicio docente como tal
enseñan algo nuevo que bien puede mostrar nuevos horizontes, cambiar perspectivas e
incluso quebrar los puntos de confort e imaginarios ya impregnados en la sociedad.

Sumergirse en este mundo representa respetar y reconocer a mis estudiantes como seres
diversos, con cualidades específicas, personalidades llamativas, necesidades y contextos
particulares los cuales representan un cambio tanto para su desarrollo personal como social.
Es entender que el aula y la enseñanza no inicia ni termina con el timbre o cambio de clase,
que los procesos de reflexión viven presentes en todo momento y que yo como docente
puedo ayudar a orientar, organizar y dar significado a las diferentes, incógnitas,
innovaciones, frustraciones y propuestas, es ayudar a comprender el mundo por medio del
lenguaje, la realidad individual y colectiva, el arte, la política y diferentes dimensiones que
envuelven al ser humano.

La docencia es la única profesión que puede romper las barreras más grandes y penetrar
en las fibras del pensamiento. Involucrarse con la educación es asegurar el progreso
individual y comunitario, respetar la cultura y tradición, mostrar las raíces y sobre todo
trabajar para generar nuevo potencial humano capaz de brindar diferentes posibilidades a su
entorno, pues como es bien sabido, ningún oficio o profesión es posible sin un maestro al
lado. Por estas y muchas razones veo mi profesión como pilar fundamental e
inquebrantable para el buen desarrollo y creación de seres íntegros, críticos y sobre todo
éticos.
Aunque no ha sido un trabajo fácil, a lo largo de mi carrera he podido desarrollar a
mayor profundidad diversas características y cualidades específicas que me sirven como
herramientas esenciales para cumplir con mi deber, las cuales a lo largo de mis prácticas he
podido ir modificando, puliendo, implementando nuevas estrategias y así mismo
convirtiéndome en un ser más humano, sensato, humilde y solidario; valores y adjetivos
que de una u otra manera he adquirido de mis docentes, estudiantes y compañeros al tiempo
que brindo la misma oportunidad de pensarse y autoevaluarse a los niños, sobre todo de ser
críticos.

No obstante y a modo de conclusión muchos niños, adolescentes y adultos siguen


viendo la escuela como un castigo, una obligación sin sentido y al profesor como un ser
rígido, aburrido con delirios de superioridad, un tormento o alguien a quien puedo molestar
sin ningún problema. Desafortunadamente muchos docentes toman este tipo de posiciones
haciendo que el ejercicio docente se torne monótono, improductivo, artificial y se vea la
escuela hasta como una guardería. Realidad que ha hecho de la profesión un ejercicio más y
en sí que se pierda su horizonte y finalidad, razones suficiente para crear un ambiente de
aprendizaje y enseñanza oportuno, alentador y creativo que no me deje solo en la repetición
de conocimientos sino que brinde tanto al profesor como a los estudiantes las herramientas
pertinentes para tener una responsabilidad social y una conciencia comunitaria.

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