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Tributo, la danza como un todo

Por Noel Bonilla-Chongo

Ya se sabe, la excelencia de gran danseur que ha sido Carlos Acosta, valida su perenne
empeño por mostrar la Danza como un todo. Para quien fuera uno de los bailarines
cubanos más aplaudido en la élite mundial de la danza de estos últimos tiempos,
reorientar su hacer de intérprete a la dirección de una compañía profesional, no deja de
ser una firmeza superior.
Hoy Acosta Danza, al paso de los primeros tres años de haber debutado para el público
cubano en el escenario de la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia
Alonso, no renuncia -al decir del propio Carlos-, al gusto por la asunción de retos
crecientes. En esta, su oncena temporada, piezas icónicas del llamado repertorio clásico
signan el programa.
Tributo, directo y sugerente título de presentación
de las funciones, rinde homenaje a dos figuras de
la danza mundial que han sido vehiculares en la
formación y trayectos profesionales de Carlos.
Nuestra Ramona de Saá, maestra excepcional de
las conquistas formadoras de la “Escuela Cubana
de Ballet” y al artista inglés Ben Stevenson, quien
colocara a Carlos en la escena internacional
cuando era una “promesa” indiscutida para batallas
futuras. (Con Ramona de Saá)

Y sí, de igual manera, hay en Tributo, un fino trazado selectivo de piezas vertebradoras
del repertorio balletístico universal; también, como “tributo para amantes sin límites de la
danza”. Obvio, pesa en el programa ese garbo elocuente de la teatralidad remansada de
la escuela inglesa, sobre todo en lo referente al hacer coreográfico desde la literalidad de
la fábula. Destacable el “pas de deux del adiós” del ballet Sueños de invierno de Kenneth
MacMillan, por lograr la fluidez del movimiento que, aun demandando exigencias técnicas
evidentes, el conflicto de los personajes se traduce en combinaciones de pasos opuestos,
en idas y venidas, con marcada sujeción al “estilo MacMillan”. Voces de primavera,
elegante divertimento coreográfico de Frederick Ashton; End of Time, fértil diálogo de Ben
Stevenson entre la vida y la muerte, como denuncia de la amenaza de una posible tercera
guerra mundial, completaron esa línea narrativa recurrente e identitaria de la coreografía
inglesa toda.
Celebrante seguirá siendo la incorporación de la obra Belles Lettres, del coreógrafo
estadounidense Justin Peck al repertorio de Acosta Danza. La aun novel pieza (creada y
estrenada por el New York City Ballet en 2014) amplifica esa rara excelencia de la
coreografía que estructura a un mismo nivel de producción simbólica la sonoridad musical
y el entramado de los diseños corporales y espaciales de la danza. Es de esos
verdaderos “ejercicios” creativos donde la mixtura de frases y secuencias, de entradas y
salidas, de saltos, cargadas, giros; de unísonos y cánones; de filas, círculos, solos,
duetos, grupos, etc., se tejen –como lo sustentara Laban- desde el estudio del gesto
significativo, aparentemente sentido y externado por el danzante más allá de los dictados
del movimiento y de la pauta coreográfica. En Belles Lettres, el espectador puede advertir
que quizás no haya un relato argumental que contar, pero los modos que emplea la
coreografía para significar el supuesto “estado del acontecer”, transparenta con ingenio el
poder comunicacional de las escalas armónicas del movimiento espacial en
correspondencia con las leyes gravitatorias que desafían al cuerpo del danzante en sus
evoluciones escénicas. Distinguible, además, en esta ocasión la pieza fue asumida por los
estudiantes del grupo Artístico Docente de Acosta Danza, jóvenes en formación donde ya
se deja ver ese bailarín de “técnica mixta” que demanda el repertorio plural y diverso de la
compañía.
Entiendo este Tributo, como eje de esas zonas de reafirmación, esas apuestas, esos
desafíos y continuidades que van más allá de un homenaje circunstancial. De hecho,
Carlos ha sabido como pocos artistas, hacer evidente la reverencia a sus maestros, a los
guías de sus afortunados pasos; incluso, “sin mirar atrás”, trenza desde el presente
aquellos vasos comunicantes que van del ayer al mañana.
Y como confío tanto en el mañana, más cuando el hoy de nuestra danza toda está
llamada a la junta, a la reunión, al diálogo de todos sus hacedores; sé que el repertorio de
Acosta Danza seguirá, como fino catálogo razonado, revisándose y apostando por la
inclusión de diversos vocabularios. Voces de un pasado siempre presente (como el
Bournonville de La sílfide, el imperecedero Petipa, un Fokin que ahora se mezcla con
Descombey para una otra muerte del cisne), nos regresarán a la memoria muchos de las
huellas que reanudan una y otra vez, cómo no aplaudir a Jorge García por ese Majísimo
nunca olvidado.
Tributo muestra la décimo primera temporada de Acosta Danza tras su debut y trayectoria
actual. Confío que, tras su paso, Carlos insista en sus empeños que lo guían y reclaman
aquí y allá. Mientras, con su fiel equipo de trabajo en Acosta Danza, se apueste por la
“Danza como un todo”.

Don Quijote
(en versión del propio Carlos Acosta)

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