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UNIVERSIDAD YACAMBÚ

VICERRECTORADO DE INVESTIGACIÓN Y POSTGRADO


INSTITUTO DE INVESTIGACIÓN Y POSTGRADO
DOCTORADO EN GERENCIA
SEMINARIO AVANZADO
LA GERENCIA Y EL CAPITAL INTELECTUAL

ENSAYO ARGUMENTATIVO

Destacando las Ventajas del Capital Intelectual


en las Organizaciones

Prof: Dra. María Mercedes Aparicio Yánez


Participante: MSc. Alicia Martínez de Mogollón
C.I: 10 884 345

Barquisimeto 10/03/2019
Inicio el abordaje de la temática del presente ensayo, referido a las
ventajas del Capital Intelectual (CI) en las organizaciones, recordando que es
conocido por todos que el “saber” es importante, pero actualmente, por el
incremento de los niveles de competitividad y la complejidad de las operaciones
empresariales e institucionales, se requiere “conocimiento”, y no en una sola
persona, sino que hoy en día es requisito compartir ese conocimiento para
generar soluciones a las problemáticas detectadas en cualquier organización, por
lo cual debemos tomar en cuenta la velocidad del cambio global, y el avance de
las TIC’s, puesto que el conocimiento con el transcurrir de los años se vuelve
obsoleto.
De allí que, en referencia a lo anteriormente planteado, presento lo
establecido por Sarur (2013), quien alega que de allí se derivan cuatro (4) puntos
centrales: 1) El conocimiento es importante; 2) El conocimiento hay que integrarlo
con el conocimiento que poseen otros, 3) El conocimiento se vuelve rápidamente
obsoleto: hay que alimentarlo y 4) El conocimiento se vuelve más valioso: hay que
competir por él.
En este hilo de ideas, es preciso acotar que el Capital Intelectual ha
existido siempre, pero es ahora, por el contexto que se presenta, esta nueva
realidad en que la cual nos movemos (Sociedad del Conocimiento), que el
hombre se da cuenta de lo que posee (conocimientos) y genera (Capital
Intelectual), conforme lo señala Román (2004); y es por ello que las empresas
modernas pugnan por obtener el mejor personal, la mejor tecnología, la mejor
organización, no obstante, no existen dudas de que las inversiones aplicadas al
Capital Intelectual se han realizado desde siempre.
Pero hoy en día, se está produciendo un profundo cambio en la gestión
empresarial e institucional. Dado que, conforme lo plantea Daza-Escorcia et al
(2010), ya no basta con gestionar con excelencia los elementos tangibles
(maquinaria, edificios, instalaciones, depósitos en bancos, entre otros.); cada vez
más, los elementos intangibles (conocimientos, habilidades, valores, actitudes,
entre otros.) son los que marcan el diferencial de competitividad de una
organización.
Por ello comparto lo comentado por Sanguino (2003), quien señala que a lo
largo de la historia se ha definido el Capital Intelectual de muchas formas, entre
las cuales sobresalen principalmente Stewart (1991), quien conduce el término a
la agenda de la dirección y la gestión, y quien lo define como “todo aquello que
conocen los miembros de una organización y que le proporciona una ventaja
competitiva en el mercado”.
Por su parte, Viedma (1998) define el Capital Intelectual como el saber
individual o colectivo que produce valor, lo cual es apoyado por Kaplan y Norton
(1994) quienes además alegan que es la principal fuente de riqueza de los
profesionales y las organizaciones en la sociedad del conocimiento.
Así mismo, Román (Op. Cit), señala que el Capital Intelectual está
constituido por todos aquellos conocimientos o ideas que poseen los miembros de
una organización y que son puestos en práctica para contribuir a darle ventajas
competitivas dentro del ámbito en el cual se desenvuelve.
De allí que, trato de exponer en este ensayo mi punto de vista sobre las
ventajas del capital humano en las organizaciones, basándome en distintos
autores; por lo cual considero primero aclarar que de todo lo consultado y
referenciado comprendo que, es el capital humano el encargado de ayudar a la
organización a responder eficazmente a los cambios del entorno, desarrollando
tácticas para asumir los cambios e implantar eficazmente las estrategias para
entornos complejos y dinámicos conforme lo plantea Wright et al (1994), en el
entendido de que el capital humano es esencial para las organizaciones, para
facilitar las relaciones con el exterior, y para el desarrollo de actividades propias
en el interior de la organización,
En este contexto, López (2004), después de estudiar las diferentes
definiciones ofrecidas por diversos autores, llega a la interesante y completa
definición del capital intelectual, en la cual considera que, “son todos aquellos
elementos, no tangibles, que en un marco estratégico determinado conducen a la
valorización de los activos físicos e inciden directamente en el valor agregado de
las organizaciones”; señalando además que, “es dinámico y su desarrollo
conduce al incremento de valor”.
En este mismo escenario, la argumentación tanto para Shermann (2003)
como para Lopez (2003), sobre el Capital Intelectual es que son los recursos
intangibles tales como los conocimientos, habilidades, valores y aptitudes de las
personas que forman parte de una organización, tal como lo señalan López, y
Pontet (2011), y hoy aportan mayor valor a las empresas, que los activos
tangibles que se presentan en los informes financieros.
Por su parte, Venezuela (s.f), señala que estos activos intangibles se
fundamentan principalmente en las destrezas y capacidades de los trabajadores,
quienes son personas creativas que utilizan sus experiencias y conocimientos
para innovar en productos, procesos y servicios, que son fuentes de ventajas
competitivas para sus organizaciones.
De manera similar, Stewart (1998), citado por Sarur (Op. Cit), opina que la
propiedad intelectual y la experiencia, puede utilizarse para crear valor; siendo la
fuerza cerebral colectiva; el cual es difícil de identificar y distribuir eficazmente,
pero si se encuentra y explota de manera idónea la empresa triunfa. Todo esto
representado a través del concepto de riqueza en la nueva era de la globalización
y relacionado como producto del conocimiento, es decir, aunado a la información,
el capital intelectual es materia prima fundamental de la economía global.
Asumo entonces la visión de diversos autores, quienes coinciden en que el
Capital Intelectual está formado en principio, por tres componentes: a) el capital
humano, b) el capital estructural o estructura interna y c) el capital relacional o
estructura externa conforme lo plantean Bontis (1996) y Petrash (1996), quienes
aclaran además que, el capital humano está relacionado con colaboradores
cualificados, personas con conocimientos y posibilidad de innovación,
trabajadores, con competencias, actitudes y agilidad intelectual que permita
pensamiento crítico y sistémico para lograr ventajas competitivas sostenibles.
En función de lo antes planteado puedo reflexionar que, en general todas
las definiciones tienden a concluir que la fuente principal de ventajas competitivas
de una organización reside en sus conocimientos esenciales o lo que es lo mismo
en su Capital Intelectual. Por ello, en el mundo súper competitivo actual en que
vivimos, caracterizado por un progreso vertiginoso en las nuevas tecnologías de
la información y las telecomunicaciones, los activos más valiosos de las empresas
ya no son los activos tangibles, sino que más bien son los activos intangibles que
tienen su origen en los conocimientos, habilidades, valores y actitudes de las
personas que forman parte del núcleo estable de toda organización.
Por ello, siendo el Capital Intelectual la principal fuente de riqueza de
nuestras organizaciones es totalmente lógico que la dirección de las mismas deba
prestar una atención especial a la gestión eficaz de dicho capital, dado que, como
bien lo aclara Martin (2004), la capacidad de identificar, auditar, medir, renovar,
incrementar y en definitiva gestionar estos activos intelectuales es un factor
determinante en el éxito de las organizaciones de nuestro tiempo.
Es así como, para que esta ventaja competitiva sea durable es necesario,
en opinión de algunos expertos, que las organizaciones tengan la capacidad de
desarrollar competencias difíciles de imitar y destrezas innovadoras. Al respecto
Chiavenato (2008) sostiene que, precisamente dado que vivimos en plena era de
la información, es por lo cual el recurso organizacional más importante conocido
como el capital financiero está cediendo el lugar a otro recurso imprescindible: el
Capital Intelectual; sabiendo que, el conocimiento y su adecuada aplicación
permiten captar la información disponible para todos y transformarla con rapidez
en oportunidad de nuevos productos o servicios antes que los competidores. Por
ello, las organizaciones están cambiando los conceptos y modificando las
prácticas gerenciales; dado que en vez de invertir directamente en los productos y
servicios, están invirtiendo en las personas que los conocen y saben cómo
crearlos, desarrollarlos, producirlos y mejorarlos.
De allí que, concuerdo con lo planteado por Venezuela (Op. Cit), quien
alega que lo importante es cómo las competencias personales, “las cualidades
latentes y específicas que atesora el Capital Intelectual de la organización, se van
adaptando y creciendo en un medio cambiante, asimismo cuan a menudo las
ideas creativas se ven implementadas y con qué éxito.
Todo ello considerando que, uno de los desafíos que enfrenta la
administración en esta nueva economía es ¿Cómo generar el clima adecuado
para que las competencias personales se potencien y produzcan conocimiento
nuevo y vendible, es decir innovaciones, que constituyan una fuente de ventaja
competitiva?; según algunos autores, esto se logra aceptando la importancia que
tiene el Capital Intelectual para valorizar una organización.
Por ello, debemos aceptar ciertamente que, el Capital Intelectual cambiará
la manera de hacer negocios, puesto que contribuirá no sólo a determinar el valor
real de las organizaciones, tal como lo señala Román (Op. Cit), sino, lo más
importante, a agregarles valor a éstas, lo que traerá como resultado una
transformación importante en la economía moderna, puesto que el mercado se
hará más competitivo, lo que redundará a su vez en mejor calidad de productos y
servicios y, por ende, mayor satisfacción en el consumidor o cliente. Esto debido a
que, es innegable que frente a estos nuevos paradigmas generados en la
sociedad del conocimiento, el mundo actual de los negocios exige, como lo
explica Román (Op. Cit), gente calificada, motivada, comprometida con la
organización, que apoye los planes de crecimiento.
Precisamente por ello lo afirmado por Román (Op.Cit), sobre que la
importancia de generar Capital Intelectual radica en que hoy por hoy el
conocimiento se ha convertido en el insumo primario de lo que se fabrica, se
construye, se compra y se vende. En consecuencia, su administración, lo que
incluye hallarlo y acrecentarlo, almacenarlo, venderlo, compartirlo, se ha
convertido en la tarea económica más importante de individuos, empresas y
naciones.
De allí que, si las empresas u organizaciones de hoy día desean triunfar,
deben hacer énfasis en el desarrollo y potenciación de sus activos intangibles
(Capital Intelectual), pues está comprobado que las empresas que actualmente
gozan de ventajas competitivas en el mercado son las que han llevado adelante
una eficiente gestión de este importante activo.
De todo esto se concluye que, las competencias (conocimientos,
habilidades y actitudes) que desarrollan los empleados, para la solución de
problemas, trabajando con eficiencia, impactan en la productividad y rentabilidad
de la organización, y a esto se le denomina Capital Intelectual, considerado como
un activo intangible, que debe medirse para establecer el valor que representa en
la empresa, sobre todo, debe otorgarse la importancia debida, con el fin de
fundamentar su aplicación en cualquier tipo de organización.
Finalmente quiero compartir lo planteado por Prusak Laurence (1996) quien
dice que,
“Nadie pone en tela de juicio el hecho de que las ventajas
competitivas de una empresa dependen básicamente de sus
conocimientos, o para ser más específicos de lo que sabe, de
cómo usa lo que sabe, y lo rápido que es capaz de saber algo
nuevo”.
REFERENCIAS

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