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¿Cuándo se celebró la Última Cena?

Tomado de la web Somos Vicencianos http://vicencianos.org

¿Cuándo se celebró la Última Cena?


La postura de san Juan

El jueves santo, todos los católicos del mundo celebran la


última vena de Jesús, durante la cual instituyó la eucaristía, lavó los pies a sus discípulos, y nos dejó el
mandamiento del amor al prójimo. Al día siguiente, a las 3 de la tarde, moría clavado en una cruz.

¿Pero esa cena realmente tuvo lugar un jueves? Para poder plantear el problema, conviene tener presente una
característica de la cultura judía. Mientras para nosotros, el día comienza a la medianoche, es decir, a la hora
cero, para los judíos el día comienza la tarde anterior, alrededor de las 5. Es decir, el lunes comienza el domingo
a la tarde, el martes comienza el lunes a la tarde, y así sucesivamente.

Ahora bien, según el Evangelio de Juan, el año en que murió Jesús la Pascua cayó en sábado (Jn 19,31); por lo
tanto, había que comer el cordero pascual la tarde anterior, es decir, el viernes. Pero como Jesús iba a estar
muerto ese viernes a las 3 de la tarde, y no llegaría a cenar con sus discípulos, la adelantó para el jueves. Por
eso san Juan dice que Jesús celebró la última cena “antes de la fiesta de la Pascua” (Jn 13,1), es decir, el
jueves por la noche. De ahí que también los cristianos celebremos el jueves como día de la última cena.

El disenso de los otros tres


Pero el problema se plantea cuando vemos que los otros tres Evangelios, aunque coinciden con Juan en que
Jesús murió un viernes a las 3 de la tarde (Mt 27,62; Mc 15,42; Lc 23,54), afirman que Jesús no adelantó la cena,
sino que cenó el mismo día de Pascua.

Así, Mateo y Marcos dicen que cenaron “el primer día de los ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual”
(Mt 26,17; Mc 14,12). Los “ázimos” era el primero de los siete días que duraba la pascua, y por lo tanto, el
viernes a la noche. Lucas, más explícito, aclara que Jesús se sentó a cenar en “la fiesta de los ázimos, llamada
Pascua” (Lc 22,1.7.14).

O sea que mientras para Juan, la última cena fue antes de la Pascua (el jueves), para los sinópticos fue el mismo
día de Pascua (el viernes). ¿Cuál de las dos versiones sería la verdadera?

La solución: Qumrán
A lo largo de los siglos se han propuesto distintas soluciones, sin que llegara a convencer ninguna. Pero en 1947
fueron descubiertos los manuscritos del Mar Muerto, en Qumrán, y con ellos apareció una nueva solución, que
parece arrojar nuevas luces a este acertijo.

¿Qué son los manuscritos del Mar Muerto? Formaban parte de una vieja biblioteca del s.I a. C, perteneciente a
una secta judía llamada de los esenios. Entre los numerosos libros allí encontrados, se hallaron dos (el Libro de

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los Jubileos, y el Libro de Henoc), que revelaron que en tiempos de Jesús no había uno sino dos calendarios
distintos en uso. El primero, llamado “solar” (porque se basaba en el curso del sol), estaba dividido en 12 meses,
8 de 30 días y 4 de 31, con un total de 364 días. Como este calendario tenía 52 semanas justas, todos los años
eran iguales, es decir, siempre comenzaba el mismo día de la semana (el miércoles), y todas las fiestas
importantes también caían el mismo día (miércoles).

¿Por qué el calendario solar daba tanta importancia al miércoles? Porque según el Génesis cuando Dios creó el
mundo, fue el cuarto día, es decir, el miércoles, cuando hizo al sol, la luna y las estrellas, que son los astros que
rigen el calendario. Por ello, es a partir del miércoles que se debe comenzar a contar el curso del tiempo.

Este calendario parece haber sido utilizado por los judíos en los primeros tiempos. En efecto, algunos libros del
Antiguo Testamento, como el Pentateuco o Ezequiel, muestran que ciertas fechas, ciertos datos cronológicos, la
fiesta de Pascua (que siempre caía en miércoles), y otras celebraciones, se regían según este calendario solar.

El cambio de calendario
En el siglo II a.C., se produjo un cambio en el calendario. Por influencia de la cultura griega, los dirigentes
israelitas adoptaron el llamado calendario “lunar”, basado justamente en las fases de la luna. Éste tenía la
ventaja de que todos los meses comenzaban con la luna nueva, lo cual permitía que las fiestas religiosas
pudieran celebrarse según las fases de la luna. Así, por ejemplo, la Pascua coincidía con la luna llena. Pero tenía
una desventaja: las fiestas ya no caían siempre en miércoles, sino que podían caer en cualquier día de la
semana.

Debido a la practicidad de esta nueva manera de contar el tiempo, y a que era el calendario que estaba en uso
internacionalmente, poco a poco se fue imponiendo en Palestina. Pero no todos lo aceptaron. Los círculos
sacerdotales (que escribieron las tradiciones antiguas de los Patriarcas en el Pentateuco) prefirieron seguir con el
solar, sobre todo en la liturgia. También algunos grupos judíos más conservadores, y los estratos más populares,
mantuvieron el antiguo calendario.

Sabemos por ejemplo que un sector de los judíos (los esenios de Qumrán) se negó a aceptar el nuevo cómputo,
considerándolo una alteración a la Ley de Moisés. Por eso los libros mencionados (el Libro de los Jubileos y el
Libro de Henoc) ordenaban preservar el calendario primitivo. Lo mismo se lee en otra obra, llamada el Manual de
Disciplina, también hallada en Qumrán, que dice: “Que no se salga ni un paso fuera de lo que la Palabra de Dios
dice de sus tiempos. Que no se avancen sus fechas ni se retrase ninguna de sus fiestas”.

Los dos tenían razón


Al parecer, pues, en tiempos de Jesús estaban en vigencia los dos calendarios. El solar (más antiguo) en los
estratos más populares, y en el que la fiesta de Pascua caía siempre en miércoles (es decir, el martes a la
noche). Y el lunar, utilizado por el sacerdocio oficial y las clases más elevadas, en el que la fiesta de Pascua
podía caer cualquier día de la semana. El año de la muerte de Jesús cayó en sábado, no en miércoles.

Ahora bien, si suponemos que Jesús con sus discípulos celebró la última cena según el calendario más antiguo
(es decir, el martes por la noche), día en que lo hacía también el pueblo más simple, entonces desaparecen las
contradicciones de los Evangelios. En efecto, cuando los sinópticos afirman que Jesús celebró la cena “el mismo
día de Pascua”, se refieren al calendario antiguo, mientras que cuando san Juan dice que cenó “antes de la
Pascua”, alude el calendario oficial.

Imposible que entrara todo


Si suponemos, pues, que Jesús celebró la última cena el martes por la noche, y que esa misma noche fue
apresado por las autoridades, se solucionan también otras dificultades, admitidas por los estudiosos. Una de
ellas es la cantidad de episodios vividos por Jesús en tan pocas horas. Porque si, como tradicionalmente
pensamos, la última cena fue el jueves y la crucifixión el viernes, tenemos apenas 15 horas para colocar todos

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los acontecimientos de la pasión de Jesús, que son muchos.

En efecto, después de su arresto en el huerto de Getsemaní, Jesús fue llevado a casa de Anás, el ex sumo
Sacerdote, donde tuvo lugar el primer interrogatorio (Jn 18,12).

Luego lo condujeron a la casa de Caifás, sumo sacerdote de turno (Jn 18,14). Allí esperaron a que reuniera el
Sanedrín, tribunal supremo de justicia de los judíos, integrado por los sumos sacerdotes, los ancianos y los
escribas (Mc 14,53).

Durante la sesión intentaron conseguir testigos falsos para acusar a Jesús, lo cual les resultó trabajoso porque
los que encontraban no se ponían de acuerdo (Mc 14,55-59).

A continuación lo humillaron con golpes, escupitajos y burlas (Mc 14,65). Al amanecer se reunió por segunda vez
el Sanedrín con sus 71 miembros (Mc 15,1) y decidieron condenarlo a muerte.

El largo proceso romano


Pero las cosas no terminaron ahí. Después del proceso religioso llevaron a Jesús ante Pilato, el gobernador civil
(Lc 23,1). La sesión debió de durar bastante. Hubo primero una reunión de los judíos con el Prefecto romano,
donde le presentaron las acusaciones. Siguió un interrogatorio privado a Jesús, con la posterior declaración de
inocencia de Pilato, y nuevas y repetidas acusaciones por parte de los judíos.

Pilato, para desentenderse del acusado, al que juzgaba inocente, decidió remitirlo a Herodes
Antipas, gobernante de la Galilea, ya que Jesús por ser galileo pertenecía a su jurisdicción (Lc 23,7). También
este encuentro debió de llevar tiempo, pues el Evangelio afirma que Herodes le hizo muchas preguntas (Lc 23,9).
Finalmente lo devolvió otra vez a Pilato (Lc 23,11).

El gobernador, entonces, volvió a reunir a los sumos sacerdotes, magistrados y todo el pueblo. Luego de
conversar otra vez con Jesús, decide someter a la opinión popular la liberación de Barrabás o de Jesús. Ante la
insistencia de la gente, Pilato acepta soltar a Barrabás (Mt 27,11-25). Siguió el rito de la flagelación, la
coronación de espinas, los últimos intentos de Pilato de liberar a Jesús, y finalmente la sentencia y la lenta
caminata hasta el calvario (Mt 27,27-31).

Y todo ello, entre la noche del jueves y el mediodía del viernes.

La nueva distribución
Resulta imposible colocar en tan breve tiempo todos estos sucesos. En cambio con la nueva fecha de la última
cena todo se distribuye mucho mejor, de la siguiente manera:

Martes: por la noche Jesús celebra la Pascua. Luego va al monte de los Olivos a orar, donde es apresado y
llevado ante el sumo sacerdote.

Miércoles: por la mañana, tiene lugar la primera sesión del Sanedrín, que escucha a los testigos. Por la noche,
Jesús la pasa en la cárcel de los judíos.

Jueves: por la mañana, delibera por segunda vez el Sanedrín y condena a muerte a Jesús. Inmediatamente es
llevado ante Pilato, quien lo interroga y lo envía a Herodes. Esa noche, Jesús la pasa en la cárcel de los
romanos.

Viernes: por la mañana Pilato recibe por segunda vez a Jesús. Lo hace flagelar, lo corona de espinas, pronuncia
la sentencia, y lo manda a crucificar. A las 3 de la tarde, muere en la cruz.

Un juicio según la Ley

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Hay una tercera ventaja que favorece la nueva hipótesis de la última cena de Jesús en martes. Basándonos en la
Mishná, (el libro sagrado de los judíos, que recoge la legislación complementaria del Antiguo Testamento), se
habría violado una serie de leyes durante el juicio a Jesús, si es que nos atenemos a la fecha tradicional de la
cena.

Efectivamente, la legislación judía ordenaba que todo juicio debía llevarse a cabo durante el día. Si la cena de
Jesús fue el jueves, debemos suponer que el Sanedrín sesionó inmediatamente después, y por lo tanto durante
la noche, lo cual habría sido ilegal. Por otra parte, resulta improbable que los sanedritas y los testigos estuvieran
reunidos a esa hora para deliberar, sin tener la certeza de que Jesús sería apresado. En cambio si la cena fue el
martes por la noche, podemos suponer que las sesiones tuvieron lugar en la mañana del miércoles y jueves.

Sabemos además por la Mishná que estaba prohibido condenar a muerte a un reo en víspera del sábado o de
fiesta. Si seguimos el cómputo tradicional, Jesús habría sido condenado a muerte por el Sanedrín el viernes por
la mañana, víspera de sábado y de fiesta de Pascua. En cambio con la nueva teoría, Jesús sería condenado a
muerte el jueves por la mañana, cuando aún faltaba un día y medio para la Pascua y el sábado.

También ordenaba la Ley judía que no se condenara a muerte a nadie dentro de las 24 horas de su
arresto, para evitar que en la decisión pesaran aún los ánimos caldeados. Según la cronología breve, Jesús fue
condenado a muerte a las pocas horas de ser apresado. En cambio con la cronología larga, sería arrestado el
martes por la noche y condenado el jueves por la mañana, en el plazo estipulado por la ley.

Dado el respeto reverencial que los judíos tenían por sus normas, es improbable que, en el juicio a Jesús, se
transgrediera de un modo tan grosero las leyes, que por otra parte ellos mismos procuraban defender.

El silencio de los días


Otros detalles menores también quedan más claros si sostenemos que la última cena tuvo lugar el martes, y que
Jesús murió el viernes.

Por ejemplo, los Evangelios narran paso a paso los últimos días de Jesús hasta el martes por la noche. Pero del
miércoles y jueves no dicen una palabra. Este misterioso silencio llevó a pensar que Jesús habría pasado esos
días en privado con sus discípulos. Ahora sabemos que estuvo en la cárcel, como parte de su larga pasión.

Lo apoya la tradición
Finalmente, una buena confirmación de esta hipótesis de la última cena la encontramos en el testimonio de la
Iglesia primitiva. Así, una obra antigua del siglo III, llamado Didascalia de los Apóstoles, nos informa: “Después
de haber comido la Pascua el martes por la tarde, nosotros (los apóstoles) fuimos al monte de los Olivos, y por la
noche apresaron al Señor. Al día siguiente, que es el miércoles, permaneció El custodiado en la casa del sumo
sacerdote” (5,14).

También Victorino de Pettau, Obispo de Estiria, fallecido hacia el 304, dejó un escrito donde dice: “Cristo fue
apresado el cuarto día (martes por la tarde, miércoles para los judíos). Por su cautividad ayunamos el miércoles.
Por su Pasión ayunamos el viernes”

Otro Obispo, Epifanio de Salamina, en Chipre, que murió en el 403, escribió: “Cuando comenzaba el miércoles
(martes por la noche) el Señor fue apresado, y el viernes crucificado”.

Ya la Didajé, un libro del siglo I, conocía esta tradición, y recomendaba: “Vosotros ayunad el miércoles y el
viernes” (VIII 1).

Hay, pues una antiquísima costumbre, desde el siglo I, que parece apoyar la hipótesis de la Cena pascual el
martes por la tarde.

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Fiel hasta el final


La Iglesia, siguiendo al Evangelio de san Juan, siempre recordó como día de la última cena el Jueves Santo. Con
la nueva hipótesis del martes, ¿habrá que cambiar la liturgia de la Semana Santa? Claro que no. La liturgia, en la
Iglesia, tiene una finalidad pedagógica, no histórica. Y así como celebramos el nacimiento de Jesús el 25 de
diciembre, aún cuando sabemos que esa fecha no es históricamente cierta, podemos seguir celebrando la última
cena el jueves, pues de lo que se trata es de obtener un provecho espiritual.

Pero lo que si conviene tener en cuenta, es que la pasión de Cristo fue mucho más larga de lo que comúnmente
pensamos. No duró unas pocas horas sino varios días, lo cual confirma que su muerte no fue el desenlace
abrupto de una turba exaltada e irracional que en un breve lapso decidió su fin, sino la resolución premeditada y
consentida de las autoridades judías, romanas y el pueblo todo.

Aparece, así, la pasión de Cristo con contornos mucho más dramáticos y pavorosos de lo que estábamos
habituados a meditar. Pero aparece también con mayor claridad su inexorable voluntad de seguir hasta el fin, no
obstante los penosos cuatro días de tormento en los que buscaron quebrantar su resistencia. Jesús no fue fiel
por unas pocas horas, sino todo el tiempo que duró su pasión. Nosotros, sus discípulos, no debemos
contentarnos con ser fieles un corto tiempo. Debemos serlo todo el tiempo que dure la lucha que la vida nos
impone.

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