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SOBRE TRES ENSAYOS DE TEORÍA SEXUAL DE SIGMUND FREUD

Lic. Daniel Iván Leza Cepeda

Antes de la publicación de sus ensayos sobre teoría sexual Freud había ya


formado la base de una etiología sexual para las neurosis de defensa. Aludió a
que la histeria y la neurosis obsesiva tenían como común fuente de patogénesis la
experimentación en edad temprana de una seducción sexual por parte de adultos.
Las diferencias estribarían en la cualidad de actividad o pasividad con que se
habría vivenciado tal experiencia como organizadores de la forma en que se
pondría en acción la defensa.

Strachey señala en la introducción al texto en cuestión que el


descubrimiento de la presencia de impulsos sexuales en la infancia sin la
necesidad de una seducción que los originara y el descubrimiento de Freud del
complejo de Edipo, llevaron a este último a abandonar la teoría de la seducción.
En su prólogo el propio Freud indica la dirección de su esfuerzo en la integración
de una nueva teoría: La insistencia en la importancia de la vida sexual para toda
actividad humana (incluyendo el proceso de enfermedad) y el intento, en base al
estudio de las perversiones y la infancia, de ampliar el concepto de sexualidad, ya
que en las vicisitudes del desarrollo de la misma se juegan los elementos que
permiten comprender la adquisición de la neurosis y de la normalidad.

Freud realiza la presentación de su trabajo de investigación en un orden


progresivo que es totalmente adecuado para una argumentación, como la suya, en
la que se pretende demostrar una o más tesis. Para efectos de este comentario
parece ser más adecuado comenzar por las tesis mismas.

Me parece que la tesis que anuda todo el desarrollo del texto es ofrecida
por Freud a modo de definición del carácter:

“Lo que llamamos el carácter de un hombre está constituido en buena


parte con el material de las excitaciones sexuales y se compone de
pulsiones fijadas desde la infancia, otras adquiridas por sublimación y
de construcciones destinadas a sofrenar unas mociones perversas
reconocidas como inaplicables” (Freud, 1905).

En este esquema el sujeto sano habrá llegado a un equilibrio entre los


componentes mencionados que permite la satisfacción sexual, tanto de forma
directa como sublimada y desplazada de fines perversos; por otra parte, el
neurótico habrá fracasado en esta tarea, siendo detenida la satisfacción de
impulsos hipertróficos por la represión severa que conducirá a formar síntomas
conversivos en la histeria y cognitivos en la obsesión. Finalmente el sujeto que
haya fracasado en la integración de las mociones perversas al servicio de la
sexualidad adulta permanecerá en el terreno de la perversión.

¿Qué ideas se hallan en la base de esta conceptualización?

Freud realiza un recorrido minucioso para mostrar que la sexualidad no es


exclusiva de la genitalidad y menos aún de la vida adulta, sino que se extiende
desde el inicio de la vida y su disposición original y universal es perversa. Es decir,
la sexualidad es temprana y el nexo entre la meta y el objeto de la pulsión es laxo
admitiendo variaciones que son producto del devenir histórico de la pulsión sobre
una base constitutiva. Señala que la vida sexual adulta considerada normal es
resultado de la integración de pulsiones parciales de origen infantil organizadas y
dirigidas hacia la consecución de la satisfacción.

El desarrollo sexual partirá de un estado de inversión libidinal narcisista


hacia un estado de inversión en objetos y de la satisfacción de los órganos a la
satisfacción sexual del conjunto del organismo. Esta dirección del desarrollo se da
con el recorrido de la libido por zonas corporales destinadas a proporcionar
satisfacción debido a su ligazón con otras funciones, tales como las mucosas oral
y anal, al igual que los genitales, sin embargo cualquier región corporal puede
alcanzar la cualidad de zona de satisfacción sexual, zona erógena. La fijación de
la libido a zonas y modos de satisfacción apela a los puntos de vista económico y
genético del psicoanálisis.

Lo que Freud había observado y teorizado con la seducción infantil fue la


adhesividad de la libido a las zonas erógenas, en primer lugar, y el despliegue de
las defensas como el asco y la vergüenza (así como la desaprobación moral), en
segunda instancia, como poderes condicionantes de la patología (punto de vista
dinámico). Lo que corrigió posteriormente fue la idea de una necesaria seducción
en la infancia como factor que desencadenara la neurosis y en cambio encontró
que los recuerdos de estas seducciones fungían como recuerdos encubridores de
experiencias sexuales previas rechazadas. La neurosis constituye la vida sexual
del neurótico ya que los síntomas son representantes de procesos anímicos
investidos de deseos y aspiraciones denegados a una tramitación consciente por
la represión y cumplen con la función de descarga de afecto. La neurosis como
formación de compromiso y reverso de la perversión.

Estos puntos de llegada exigieron a Freud el trabajo de deconstrucción del


impulso sexual y observación de sus variaciones en las llamadas perversiones
sexuales, su comparación con el desarrollo infantil normal y su anudamiento con la
vida sexual adulta tanto “normal” como neurótica. Es importante señalar también
que Freud propositivamente tomó un camino psicológico y no bioquímico para su
abordaje de la sexualidad, a pesar de encontrarse en sus concepciones a este
respecto adelantado al conocimiento de su época (así lo indica Strachey), y que él
mismo señala que podría ser de importancia la integración de la perspectiva
bioquímica para su comprensión más acabada, pero admitió también las
limitaciones que tenía. Sobra decir que el trabajo es muy ilustrativo de la actitud
científica de Freud y de su genio.

Freud, S. (1905). Tres ensayos de teoría sexual. En Obras completas, trad. J.L.
Etcheverry. Buenos Aires: Amorrortu

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