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Cuando Rendón plantea que es necesaria la reconsideración de los elementos que intervienen
en la investigación etnográfica y sociocultural, no lo hace pensando únicamente en beneficio
de las aptitudes metodológicas o teóricos de la disciplina; pretende también dar visibilidad a
varias cuestiones que han sido relegadas hacia los márgenes de ”lo evidente“, dentro de las
prácticas antropológicas y su manera de conceptualizar. Desde la dimensión práctica, el
trabajo de campo y sus productos teóricos son el resultado de la interacción con otros seres
humanos. Como consecuencia, significaría que los investigadores, al esbozar alguna teoría,
involucrarán y afectarán también a los actores sociales que contribuyeron para concebir tales
ideas; las perspectivas o representaciones que de ellos se generen tendrían que estar
acompañadas entonces de una reflexión ética. Más allá de relativizar o idealizar las cosas, lo
que Rendón propone es repensar los esquemas desde los cuales se ha acostumbrado a
trabajar, producir, o aplicar el conocimiento de la antropología. Muchos aspectos quedan
fuera del campo de visión cuando dejan de someterse a crítica tanto las perspectivas, como las
formas de llegar a ellas.
El segundo punto del que hablará será el papel que juega la “autoidentifiación
etnolingüística”, como una estrategia político-cultural. Como ejemplo vemos que en la
Amazonia, el número entre nacionalidades y lenguas no corresponde. Esto se debe a que en
los grupos donde se condensan ligeras variantes dialectales, y se presentan conflictos de
opinión o intereses fuertes, pueden llegar a usar estas distinciones de forma declarada y
performativa para que se les reconozca una soberanía o presencia política diferente al del
resto. Esto es posible en un contexto donde el Estado reconoce la diversidad cultural a partir
de la lengua y el territorio.
El cuarto punto sigue con esta intención de modificar las relaciones establecidas por el rigor
positivista. Cuando menciona el concepto “comunidad de práctica”, nos dice que un trabajo de
campo más eficaz e incluyente es posible si los actores involucrados (tanto investigador como
los sujetos) ejercen un compromiso mutuo; en el que deben conocerse y contemplarse los
intereses de ambas partes a partir de protocolos acordados, los códigos adecuados de
comunicación, y la constancia.
Por último, Rendón mencionará que en la práctica ética del trabajo antropológico, debe tener
entre sus intereses la retribución de datos recabados hacia las personas estudiadas. Para ello
tendrán que considerarse tanto los intereses individuales como colectivos dentro de cada
etapa a desarrollar para la investigación.