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[ INDICE
Silvia Migdalek . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8
. .. . L a culpa: un nombre
Intimidación y registros posible del goce
de la culpa Horacio G. Martínez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68
Marta Gerez Ambertín . . . . . . . . . . .. .. . . 13
.. . Los imperativos del superyó
La responsabilidad subjetiva y sus destinos
en cuestión (con referencia Sérgio de campos
al pasaje al acto) Roberto Assis Ferreira . . . . . . . . . . . . . 73 . . . .. .
Pablo D. Muñoz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 9
. . . . . Cuando quien sanciona
L a responsabilidad en los niños es el sujeto
Marta E. Beisim . . . . . . . . . . .. .. . . . . . . . . . . . 3 0
. . . . Gabriela Insua . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79
. . . . ..
INDICE
Psicoanálisis y el Hospital
Publicación semestral de practicantes
en Instituciones Hospitalarias
Editorial
RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD
L
a cuestión de la responsabilidad constituye uno de los temas fundamentales
de nuestra época, en cuanto atañe íntimamente al estatuto de su subjetivi
dad, la subjetividad de una época que Lacan caracterizó con rigor como
siendo la de la ciencia. Capturada en la lógica del mercado, fusionada con su pro
pio dinamismo, el desarrollo de esa ciencia ha contribuido efectivamente a entroni
zar a la satisfacción pulsional como ideal de nuestra cultura, catapultando el goce
individual al cenit de la civilización. Y, como la clínica lo corrobora, en el circuito
de la pulsión el fin tiende a imponerse por sobre los medios que lo procuran y sus
eventuales consecuencias.
Por cierto, el esclarecimiento progresivo de un creciente determinismo va res
tringiendo el espacio subjetivo desde el cual cada individuo se encuentra en situa
ción de responder. Lacan nos propone servirnos de la etimología cuando nos sirve:
respondere deriva de spondeo, que significa portarse garante en relación a algo y
frente a alguien. La garantía supone un pacto, y todo pacto, un acto de palabra. Pa
ra el psicoanálisis, responder interpela efectivamente a tomar la palabra en relación
a algo y frente a alguien, para dar cuenta en primer lugar de los propios actos.
Si la responsabilidad ha sido abordada en números recientes de Psicoanálisis y
el Hospital en relación a lo que a través de las neurociencias, el DSM IV, las tera
pias cognitivo-conductuales, la psicopatología de masas o la adolescentización ge
neralizada de la sociedad se expresa como una tendencia 'desubjetivante' , la cues
tión de la imputabilidad nos conduce ahora hacia el núcleo mismo del campo psi
jurídico, en el que los ' derechos' y 'deberes ' del sujeto del inconsciente no sabrían
encontrar su equivalencia ni su traducción en el plano jurídico. Porque, ineludi
blemente, el sujeto del inconsciente es supuesto siempre imputable. Lo que demar
ca una frontera invisible y al mismo tiempo insalvable que el acto analítico instaura
entre el sujeto del derecho y el sujeto que la operación de la transferencia le supone
6 EDITORIAL: RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD
Mario Pujó
CULPA
RESPONSABILIDAD
8 PSICOANÁLISIS y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
Silvia Migdalek *
E
n nuestra realidad cotidiana, distintos contextos discursivos, invocan a la
responsabilidad como atributo deseable de una conducta a la que, en térmi
nos amplios, se califica de "ética". Los distintos discursos que hacen de la
responsabilidad un principio inapelable, abrevan, sin embargo, en referencias dis
cursivas diversas que es necesario reconocer, para evitar extrapolaciones que des
dibujen la pertinencia de su uso en un marco conceptual u otro. La responsabilidad
es promovida -pudiendo tener la forma de una interpelación o de una exigencia
moral- mediante el incuestionable principio del "actuar responsablemente".
En las tres prácticas que Freud nombró como "profesiones imposibles", gober
nar, educar y psicoanalizar, la responsabilidad es una noción que participa de algún
modo de sus respectivas coordenadas conceptuales. Por ello mismo, los usos de es
te término deben ser referidos a los marcos referenciales precisos donde aparecen,
para poder establecer luego sus articulaciones y sus diferencias. Hecha esta primera
petición de principios, digamos de entrada que los que nos interesará desplegar es
la especificad y la pertinencia de su uso en la práctica del psicoanálisis. Para ello
nos serviremos de su posible intersección con el campo del discurso jurídico.
Antes de adentrarnos en ello, me gustaría dar algunas breves pinceladas sobre
una problemática de nuestra "época" que merece este atributo de "lo epocal", por
haber sido denominada así en nuestro tiempo. Me refiero al llamado "flagelo de la
droga". Esto requiere entonces la intervención de políticas de "salud" que comba
tan ese flagelo social. Admitido este carácter, el Estado debe entonces asumir la
"responsabilidad" de administrar políticas sanitarias, lo que, por supuesto, supone
algunas ideas acerca de la enfermedad que se debe combatir.
En el tratamiento de las "adicciones", por ejemplo, conocemos una terapéutica
denominada abstencionista. É sta es solidaria de la idea de que la sustancia misma o
el tóxico, son la "causa" de la adicción, por lo tanto para desintoxicar, se postula la
** Trabajo presentado en el marco del c urso de posgrado «La locura y la Ley». Programa
de capacitación año 2009 del Servicio 3 1 A de Externación Asistida. Hospital J . T. Borda.
Jefa de Servicio: Lic. Cristina Ga11land. Variación de la versión publicada en la Revista
!mago-Agenda Nº 1 29, librería editorial Letra Viva, mayo de 2009.
* Lic. Silvia M igdalck. Psicoanalista. Profesora Adjunta Regular de Psicoanálisis Freucl II
obj etos predilectos de los hombres, sus ideales, provengan de las mismas percep
ciones y vivencias que los más aborrecidos por ellos, y en el origen se distingan
unos de otros sólo por ínfimas modificaciones". 2
La responsabilidad puede ser también ideal de responsabilidad y, como tal, no
supone ninguna elección del suj eto. El sujeto no es responsable sino, más bien, su
j etado y, como sigue diciendo Freud respecto de las representaciones éticas y cul
turales del individuo: "Nunca entendimos esta condición en el sentido de que la
persona tuviera un conocimiento meramente intelectual de la existencia de esas re
presentaciones; supusimos siempre que las acepta como normativas, se somete a
las exigencias que de ellas derivan. La represión, hemos dicho, parte del yo". 3
¿Qué son esta exigencias a las que el yo se somete "sin saber" que lo hace? ¿No
es ésta. acaso, la forma como se presentan muchos analizantes "sin saber" que su
sufrimiento vehiculiza una oscura satisfacción, de la que, por supuesto, lo menos
que puede decirse de ella, es que al inicio de un tratamiento el sujeto no está en po
sición de hacerse responsable de "ello"?
En el texto La responsabilidad moral por el contenido de los sueños, de 192 5,
el inconsciente ya es un descubrimiento que, al modo de Ja revolución copernicana,
ha mostrado que el yo no es amo en su propia casa. El inconsciente, saber no sabi
do por definición, no nos hace por ello menos responsables de Jos sueños, aún
aquellos más inmorales que muestran a esos delincuentes embozados que son,
"como en el mundo de la vida de vigilia, incomparablemente más frecuentes que
los declarados y confesos". ¿Debemos asumir la responsabilidad por el contenido
de nuestros sueños? La respuesta de Freud es: " . . . ¿Qué se querría hacer sino con
ello? Si el contenido del sueño no es el envío de un espíritu extraño, es una parte de
mi ser; si, de acuerdo con criterios sociales, quiero clasificar como buenas o malas
las aspiraciones que encuentro en mí, debo asumir la responsabilidad por ambas
clases, y si para defenderme digo que lo desconocido, inconsciente, reprimido que
hay en mí no es mi «yo», no me sitúo en el terreno del psicoanálisis, no he acepta
do sus conclusiones . Puedo llegar a averiguar que eso desmentido por mí no sólo
. .
l. Intimidación y subjetividad
U
na de las líneas de investigación que sostengo hace años refiere al estudio
de los actos que la ley amenaza con pena -lo que para Fontán Balestra
( 1 974) es el contenido más específico del Derecho Penal 1 -, en la relación
y diferencia de dos categorías: culpa y responsabilidad. Ello permite abordar la re
lación de la "intimidación" -uno de los objetivos básicos de la pena- con la subje
tividad, para indagar cuándo es posible que la intimidación produzca modificacio
nes en la subjetividad y cuándo se vuelve inocua.
De los tres fines de la pena, según las teorías penológicas modernas, dos de
ellos son "corrección" e "inocuización". Obviamente, lo que se contempla es el an
helo de la sociedad, quedando sin mayor atención el deseo o el goce del delincuen
te. No se clarifica suficientemente si es que se parte del supuesto de que él "procu
ra" ser corregido, o bien que no interesa lo que al respecto opine; tampoco si con
sidera que deba enmendarse de algo; y esto, porque quizás se supone también que
la pena en sí misma hará "buscar" la corrección. Esta falta de claridad puede tener
relación con el tercer postulado de las teorías penológicas: la "intimidación". Así,
el sujeto "intimidado" querría "corregirse" y, por tanto, devendría "inocuo" para la
sociedad.
Que esto no sucede muy seguido lo prueba el que no haya "intimidación" que
logre reducir cierto tipo de delitos (los sexuales, por ejemplo), con lo cual, faltando
la primera condición (intimidación) tampoco podrían darse las otras dos.
En cambio, se ha visto que mayores controles y penalidades a los conductores
ebrios, o a los que exceden los límites de velocidad, han hecho reducir drástica
mente la estadística de accidentes devenidos homicidios culposos (véase el caso de
Nueva York, donde desde 1998 se pena el conducir en estado de ebriedad con la
confiscación inmediata y automática del vehículo en el momento del arresto).
Resulta ¿sorprendente? que disminuya la frecuencia de ciertos actos por la pér
dida de un bien (automóvil) o de un derecho (licencia de conducir), y no ocurra lo
mismo aunque la amenaza sea la mismísima pena de muerte. Lo advertía el autor
de nuestro Código Penal cuando lo defendía de los ataques que le dirigían por
haber eliminado Ja pena de muerte: "El funcionamiento frecuente del patíbulo en
diferentes Estados no consigue ni suprimir, ni disminuir la criminalidad..." .2
Que el agravamiento de penas no reduce cierta criminalidad y reincidencia es
una verdad que no precisa más demostración que Ja simple lectura de estadísticas.
Así, no sería por aquí por donde deberíamos buscar la manera de abordar la crimi
nalidad en general, sino "alzando los ojos del Código Penal, para dirigirlos al prin
cipal actor del drama: el hombre delincuente". 3
Ahora bien, pese a que abundan los juristas que sostienen que, en general, la in
timidación se basa en cierto número de hipótesis -la mayoría de las cuales no pue
den ser comprobadas empíricamente-, siendo una de ellas que "el hombre es un ser
hedonista, atraído por el placer, pero que teme el sufrimiento . .." 4, Ja apelación a la
"intimidación" -general o particular- como fundamento de una pena cuyo fin úl
timo sería la resocialización, goza de buena salud.
Estas concepciones no logran explicar categorías como aquélla que Freud llamó
"los que delinquen por culpa" y, por tanto, cerrado el camino del "hedonismo", no
pueden menos que "hallar" que las condiciones que impulsan al sujeto a la delin
cuencia son principalmente factores psíquico-orgánicos, verdaderas anomalías que
hacen del tipo delincuente un tipo patológico. Centran su atención en los móviles
del hecho, pero habiendo declarado patológicos a esos móviles: el delito no puede
sino ser cometido por un "enfermo". Visto así, sólo cabe la aplicación del Artículo
34: 1 1 ª pte. del Código Penal: el sujeto activo del delito no es sino un "inimputa
ble" al que deberán aplicarse "medidas de seguridad".
No se ve que, en algunos de estos casos, la "inimputabilidad" puede implicar
para el sujeto un infernal reproche -como en el caso de Louis Althusser-.
Otra común forma de "mirada" al actor del drama -apoyada en una interpreta
ción amplia del A1i. 34:3º- lo conceptúa como mero producto de condiciones ex
ternas, atribuyendo a éstas la "responsabilidad" del acto delictivo. En estas inter
pretaciones, el victimario es, ante nada, una "víctima" de: las circunstancias, la his
toria, la geografia, Ja educación, la familia, la escuela, etcétera; por tanto, es "la so
ciedad" la responsable, no él.
También este desplazamiento de la responsabilidad del procesado, de lo que al
gunos llaman "agencia penal" -la que actuaría fundamentalmente sobre aquellos a
los que halla vulnerables-, corre el riesgo de devenir una simple y llana "desculpa
bilización y desresponsabilización'', con los riesgos para la subjetividad que esto
entraña.
2 Rodolfo Moreno. ( 1 933) El problema penal. Talleres Gráficos Argentinos, Buenos Aires.
3 E. Nciman - V . Irurzún. ( 1968) La sociedad carcelaria: aspectos penológicos y sociológi
cos. Ediciones Depalma, Buenos Aires.
4 .losé M aría Rico. (1979 [ 1998]) Las sanciones penales y la política crim in ológic a contem
5
Hannah A rcndt. ( 1 999 [ 1 963]) Eichmann, en Jerusalem -un estudio sobre la banalidad
del mal- (2ª ed.). Ediciones Lumen, Barcelona.
6 s·1gmund Freud. ( 1 976 [ 1 9 1 5]) De guerra y de muerte. O. C T. XIV. Amorrortu, Bueno s
.
A ires.
7 M arta .
Gercz Ambertín. (2002) "Vicisitudes de la sanción penal : e ntre el 'acto' o 'el su3eto
del acto'". Revista Investigaciones en Psicología. Aiio 7 - Volumen 2, pp. 63-74.
16 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N • 38: uRESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDADn
8M arta Gerez Ambertín. ( 1 993 / 1998) las voces del supe1yó. Ediciones M anantial, Buenos
Aires.
CULPA Y RESPONSABILIDAD 17
Pablo D. Muñoz *
L
a apelación de los psicoanalistas a l a llamada "responsabilidad subjetiva'',
tanto en sus escritos como en sus comentarios de casos, se ha vuelto un lu
gar común. Es notable que algunos sintagmas logren afirmarse tanto por .el
uso, que "nos suenan" a concepto que "nos dice''. algo significativo de la teoría, de
lá dirección de la cura o del caso, sin que por ello logremos identificar con claridad
su proveniencia. Pero, paradójicamente, e.s"'ese mismo uso el que los convierte en
palabras gastadas. Es lo que ha sucedido, en mi opinión, con el sintagma "respon
sabilidad subjetiva". Lo usamos, es un hecho. Aunque ya no reconocemos bien su
valor.
El objeto de este trabajo no es saldar el problema -por merecer un estudio pro
fundo, falta espacio para ello- sino ponerlo en claro como tal en el siguiente senti
do: su introducción en psicoanálisis -que está por verificarse cómo, cuándo, por
qué y para qué- puede haber tenido un valor destacable en tanto inauguración de
un nuevo escenario discursivo que habilite reflexiones renovadas respecto del esta
tuto del sujeto en nuestra praxis; sin embargo, una vez instituido ha asumido -es
mi opinión- un valor resistencia!.
Aires en Psicoanál isis. Jefe de Trabajos Prácticos regular del Área Psicología Clínica y Psi
copatología de la F acultad de Psicología de la UBA. Director del proyecto de investigación
U BACyT 2 0 1 0 - 1 2 : "Transformaciones del concepto de pasaj e al acto en el período de la
obra de J . Lacan comprendido entre 1 963 y 1 980. Similitudes y diferencias con los concep
tos de acto y acting out".
1 .J. Lacan. ( 1 969 -7 0/ 1 992 ) : El Seminario ele Jacques Lacan. Libro 1 7 . Buenos Aires, Pai
578.
CULPA Y RESPONSABILIDAD 21
En consecuencia, lo que habría que poner en tela de juicio es, primero, si tal or
denamiento viene a proponer una cura tipo, o a señalar críticamente a los analistas
que dejan las cosas en ese primer "estadio"; segundo, si esa "rectificación" (subje
tiva) no es ni más ni menos que pura adaptación, salvo que tengamos presente que
el desarrollo transferencia!, que habilita el dominio de la interpretación, la inscriba
retroactivamente como "analítica" y no como "adaptativa"; y, tercero, si "rectifica- ,
ción de las relaciones del sujeto con lo real" (subrayado mío) es idéntico a rect(fi- :
cación subjetiva - fórmula que porta la ambigüedad suficiente como para ser leía en;,,
el peor sentido: rectificar al sujeto-. Así, rectificación subjetiva alcanza su signifi�
cación más dañina: la de la conección, y afecta a la concepción de sujeto del modo
más pre-analítico: lo ontologiza.
.
Lacan. (1 953-54) : El Seminario. Libro l : Los escritos técnicos de Freud. Barcelona, Pai-
' 1.
dós, 1 98 1 ( 1 995), pág. 1 6 1 .
I O Jbí d .
22 PSICOANÁLISIS y E L HOSPITAL N• 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
1 1 Referencia utilizada antes por Freud en El yo y el ello ( 1 923) y en otros textos. Por ej em
moral eficaz dentro de él , puede volverse duro, cruel, despiadado hacia el yo a quien tutela.
De ese modo, el imperativo categórico de Kant es la herencia directa del complejo de Edi
po . "
bomba que arroja es que el sujeto siempre es responsable de su posición (del in
consciente), ya entonces definido como el discurso del Otro. Genitivo objetivo,
puntualicémoslo. Vale decir: si el inconsciente es el discurso del Otro, el sujeto nos
habla de su Otro, de lo que de su Otro le llega como condición y determinación, lo
cual es esencialmente interpelante. El lugar A para Lacan es, desde siempre, el lu
gar determinante por excelencia. No ha dudado en afirmar, no m ��os taxativamen
te que en La ciencia y la verdad respecto de la responsabilidad: "la c.ondición del
sujeto S (neurosis o psicosis) depende de lo que tiene lugar en el Otro (A)"19. Esto
implica de un modo fuerte que la condición estructural del sujeto depende de lo
que viene del Otro (A), vale decir que no hay elección de estructura, pero también
que la condición subjetiva en cuanto tal, las contingencias vitales, dependen de
aquello que condiciona y determina, del Otro (A).
Ahora bien, ante estas determinaciones el sujeto ha de responder: ésa es su res
p<;msª-bilidad. Pero no imperativa, superyoica, sino que de allí surge su condición
de. sujeto en cuanto tal, pues el sujeto t!S lo que se constituye como respuesta a lo
que del Otro (A) lo interpela. Dicho. de otro modo: �!.si/jeto se efectúa en interpe
l<!E.M.n está interpelado, se lt". reguiere respuesta y ésa es su única consistencia. No _
-
debe confundirse esa interpelación con una demanda, pues de lo que se trata es de
otra cosa: de la emergencia de una pregunta muda del lado del Otro, que produce
angustia (en tanto lo que angustia es para Lacan el deseo del Otro).
Cómo se responda a ello es la responsabilidad subjetiva: lo singular del posi
cionamiento para dar tratamiento a la interpelación (que es lo universal del reque
�imiento de respuesta). Y allí el suj eto se lee (reflexivo) en su respuesta. Lo cual es
muy -distinto de "responsabilizarse" haciendo recaer sobre sí la falla del Otro,. clis
cwpándolo sacrificialmente, pues si la interpelación es un sin sentido absoluto, en
contrarle sentido será la respuesta neurótica, y la culpa su figura preferida.
El atolladero criminológico
En su escrito sobre criminología, Lacan afirma que hay una relación dialéctica
que vincula el crimen con la ley "en tanto que ésta es a la vez normativa (imperati
vo cate górico) y contingente (ley positiva)".20 EI abordaje de Lacan es allí muy crí
tico: considera que la criminología es antinómica en sus efectos, pues "si ella
humanizará el tratamiento del criminal, no lo hará más que al precio de un derro
camiento de su humanidad, en la medida en que el hombre se hace reconocer por
su semejante por los actos cuya responsabilidad asume". Es decir que la paradoja
criminológica es pretender humanizar al criminal deshumanizándolo. La asunción
19
J . Lacan . ( 1 958) : "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis".
En Escritos 2 páa 530
20
' o· ·
de la responsabilidad por el acto cometido es articulada por Lacan con la cura po
sible del criminal: "Aún debe señalarse que, si el reconocimiento de la morbidez de
estos casos permite evitarles felizmente, con la degradación penitenciaria, el estig
ma que a ella se liga en nuestra sociedad [es decir que está refiriéndose a los crimi
nales psicóticos que encerrados en un manicomio evitan el estigma con que carga
el delincuente común encarcelado], sigue siendo cierto que la cura no podría ser
otra cosa que una integración por el sujeto de su verdadera responsabilidad y que
igualmente es esto a lo cual se tendía por vías confusas mediante la búsqueda de
una punición que puede ser quizá más humano dejársela encontrar a él". La puni
ción apunta genéricamente a la responsabilidad subjetiva, pero Lacan no apuesta a
la aplicación imperativa, apuesta a la posibilidad de que esa "humanidad" no le sea
impuesta sino que sea un efecto de una lectura efectuada por el sujeto.
En este contexto se inserta el problema del pasaje al acto, en el que confluyen
derecho y psicoanálisis en lo que atañe al problema de la responsabilidad subjetiva.
Sabemos que cuando se acaban las tentativas de respuestas ante la interpelación del
Otro, el pasaje al acto homicida puede ser el último recurso (vale decir: intentar
suprimir la fuente misma de la interpelación, barrer con el lugar de donde proviene
la interpelación, eliminar al Otro). Ahora bien, ¿qué lugar para la responsabilidad
en ese caso en la psicosis?
puede significar que cuando Aimée comprende que en su pasaj e al acto se agrede a
sí misma eso suscita la caída del delirio? Si consideramos que la tendencia autopu
nitiva es inconsciente, el término "comprensión" no puede querer decir otra cosa
que Aimée toma conciencia de su aspiración inconsciente ya satisfecha. En conse
cuencia, el delirio cede pues ya no hay razón para que se sostenga. Pero, ¿cómo in
terpretar dicha concienciación?
Si el pasaj e al acto homicida no causa inmediatamente la remisión del delirio
sino recién después que Aimée pueda "comprenderlo'', ello nos introduce en una
temporalidad diversa que la de la pura linealidad que parecerían reconocer los psi
quiatras clínicos cuando se refieren al aspecto resolutivo del fenómeno. Ya no se
trata entonces de la inmediatez automática de la resolución del delirio luego del ac
to criminal. Por el contrario, en Aimée el autocastigo en la "cura" se realiza re
troactivamente: sucede el acto, transcurre un lapso de tiempo, Aimée "comprende"
la significación de su acto y sobreviene la cura. En estos últimos dos eslabones de
la serie se encuentra la clave. Llegados a este punto parece seguro que cuando La
can nos habla de la comprensión por parte de la autora de los alcances de su acto,
nos está hablando, con los términos con que cuenta en esa época, de la implicación ':_
del sujeto en su accionar: ha comprendido su acción como respuesta ante algo. /
La hipótesis fundamental de Lacan respecto de la cura de Aimée -que el pasaje
al acto es el medio para la realización del autocastigo- supone una articulación
entre el medio y el fin, que no tiene la inocencia de quien cree que el fin justifica
los medios. Lacan no sugiere entender como un proceso o evolución esperable el
hecho de que el acto agresivo per se devenga natural y directamente el medio de
realización del autocastigo. Mejor, como dice F. Léguil: "la eficacia de un medio
depende de que no permita saber enteramente sobre qué fin desembocará".2 1 En
ello radica la eficacia del acto de Aimée; la retroacción de la "comprensión"
-según la interpretación de Lacan- de su accionar, es la condición para que éste
devenga el medio eficaz para realizar algún fin. Con esto intento demostrar que la
descripción de los medios -por exhaustiva que sea- no logra explicar el fin. La
descripción semiológica del pasaje al acto de Aimée no revela previamente ningu
na finalidad predeterminada porque sólo la naturaleza del fin permite conocer lo
que han sido verdaderamente los medios. Casi una paráfrasis de la fórmula que
firmemente suscribe Lacan en su tesis: "La naturaleza de la curación nos demostra
rá la naturaleza de la enfermedad".22
S i el autocastigo realizado en el encierro cura a Aimée retroactivamente, ello se
debe a lo que podemos nombrar como la subjetivación del acto - entendiendo por
tal la rectificación del delirio a partir del cuestionamiento que la paciente hace, una
2 1 F Legml.
· '
.
( 1 993 ) : "Notas sobre el acto
y la transferencia en M . Klein". En Infortunios del
�Clo analítico. Buenos Aires, Atuel, pág. 82.
2
F . Lacan. ( 1 932): De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad. Méxi
co, Siglo XXI, 1 998, pág. 226.
28 PSICOANÁLISIS y E L HOSPITAL N• 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
vez bajo tratamiento con Lacan, de las razones que Ja empujaron a él (al pasaje al
·acto). Cuando Lacan nos dice que Aimée comprende, podemos interpretar que Ai
mée, en el apres-coup del acto agresivo, se responsabiliza por él, leyéndolo como
respuesta a la interpelación insoportable del Otro.
-
La temporalidad en juego -que no es otra que la lógica temporal freudiana del
trauma escandido en dos tiempos-, indica de qué se trata en la responsabilidad sub
j<:;tiva. Ésta consiste en una operación de lectura de la marca, que ·¡:¡¿ se ha co11Sii
�ido. ya en un tiempo anterior y que debe ser leída en un tiempo segundo, sino que
se constituye por la misma lectura del sujeto que la localiza y Ja produce como tal.
En este sentido, el acto agresivo que la lleva a la cura se produce como lectura. Es
te segundo tiempo, tiempo de lectura, tiempo del sujeto, es el que sitúa al primer
tiempo, tiempo del acto agresivo, pero sólo retroactivamente y como distinto del
suj eto que lee.
23 "No hay crimen ni delito, cuando el acusado estaba en estado de demencia al momento de
la acción o cuando ha sido obligado por una fuerza a la cual no ha podido resistir".
CULPA Y RESPONSABILIDAD 29
24
J. Lacan . ( 1 950) : "Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en crimino logía".
�n Escritos 1 , pág. 1 26.
_, 1 bíd., p ág . 1 2 1 .
30 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
Marta E. Beisim *
e orno primera aproximación al tema, parto de una cita de Freud que se en
cuentra en Lecciones introductorias al psicoanálisis ( 1 9 1 5 - 1 9 1 7) . En la
lección número 2 1 , llamada Desarrollo de la libido y organ izaciones
sexuales, Freud dice: "Es singular que la tragedia de Sófocles no provoque en el
lector la menor indignación y que, en cambio, las inofensivas teorías psicoanalíti
cas sean objeto de tan enérgicas repulsas. El Edipo es, en el fondo, una obra inmo
ral, pues suprime la responsabilidad del hombre, atribuye a las potencias divinas la
iniciativa del crimen y demuestra que las tendencias morales del individuo carecen
de poder para resistir a las tendencias criminales". 1
Corto aquí la cita para comentarla y luego retomarla. Lo que aquí interesa es el
enunciado "el Edipo es inmoral", aunque haya que matizar ese enunciado con res
pecto al complejo, puesto que Freud no dice "el complejo de Edipo", se refiere más
bien a la obra de Sófocles o, eventualmente, al mito que está por detrás de ella. No
obstante, en otros sectores de su obra, Freud efectivamente sostiene que el comple
jo de Edipo es inmoral. Por ejemplo, sin ir muy lejos, en Los tres ensayos, la idea
de que el niño es un perverso polimorfo va en esa dirección. Es incluso una idea
más aguda, ya que no sólo sitúa al niño como previo a la moral, sino que lo ubica
como un pequeño perverso.
Continúo con la cita de Freud: "Entre las manos de un poeta como Eurípides,
enemigo de los dioses, la tragedia de Edipo hubiera sido un arma poderosa contra
Ja divinidad y contra el destino, pero el creyente Sófocles evita esta posible inter
pretación de su obra por medio de una piadosa sutileza, proclamando que la su
prema moral exige la obediencia a la voluntad de Jos dioses, aun cuando estos or
denen el crimen."
Hay aquí, en Freud, una referencia clásica muy conocida por él que hace al de
sarrollo histórico de la tragedia en la antigua Grecia, y en el que se reconocen tres
etapas, a su vez marcadas por tres dramaturgos: Esquilo, Sófocles y Eurípides. La
idea de destino y, consiguientemente, la relación con los dioses, se va modificando
de uno a otro. Esto tiene importancia por el hecho de que con la creciente indepen-
* Lic. M arta E. Beisim. Psicoanalista. Investigadora de la clínica con niños. Actual supervi
sora del área de O a 5 Unidad de Psicopatología Hospital de Niños R. Gutiérrez. CoDirecto
ra del curso "Las huellas de la infancia". Hospital de Niños R. Gutiérrez. Buenos Aires
1 S igmund Freud. Lecciones de Introducción al psicoanálisis. Lección nº 2 1 : "Desarrollo de
dencia de los humanos respecto del destino que le trazan los dioses, se construye
lentamente la idea de individuo, y mucho después, todavía, la de sujeto.
Ahora bien, pensemos en el mito de Edipo y también en la tragedia de Sófocles.
¿Por qué tendría que arrancarse los ojos Edipo? Finalmente, él no tiene la culpa de
sus actos ya que estaban prefigurados por el oráculo divino. Los dioses dispusieron
de él como si hubiese sido un juguete. Como existe una tendencia a interpretar el
mito de Edipo en términos modernos, y a Edipo como si fuera un suj eto como no
sotros, esta referencia de Freud es importante en ese sentido, ya que en ella se de
muestra que mito y complej o no son lo mismo o, como diría posteriormente Lévi
Strauss, se produce una construcción nueva del mito.
¿Por qué se arranca entonces los ojos Edipo? Por un hecho estético. No puede
soportar lo que ve. No es por culpa, es por horror, honor estético. La culpa intro
duce un elemento psicológico que está ausente del universo griego.
Un poco más adelante leemos: "En un estudio sobre los comienzos de la reli
gión y la moral humanas, publicado por mí en 1 9 1 3 , con el título de Tótem y tabú,
formulé la hipótesis de que es el complej o de Edipo el que ha sugerido a la huma
nidad, en los albores de la historia, la conciencia de su culpabilidad, última fuente
de la religión y de la moral".
Si se sigue el recorrido conceptual de Freud para llegar al tema de la responsa
bilidad, lo que se encuentra en la base es la obediencia retroactiva y el sentimiento
de culpa en Tótem y tabú. Desde el sentimiento de culpa, la línea de deducción, el
desarrollo, pasa primero por la angustia social y de allí se derivan la conciencia
moral y el superyó, por un lado, y la responsabilidad, por otro. Por eso no podría
decirse abiertamente que el término "responsabilidad" no forma parte de los con
ceptos del psicoanálisis. Sin duda, no es un concepto fundamental. Tiene una im
portancia muy relativa y tiende a ser subsumido en otros conceptos de impronta
claramente analítica, por ejemplo, el de conciencia moral. También el superyó co
existe con el campo que atañe a la cuestión de la responsabilidad.
Se abre una disyuntiva: o bien el concepto de responsabilidad en general, y en
los niños en particular, no está definido rigurosamente en el interior de la teoría y
habría que importarlo del derecho, por ejemplo, o bien contamos en el psicoanálisis
con una definición adecuada del término.
En Lacan hay una frase bastante conocida sobre la responsabilidad que dice que
no hay responsabilidad más que sexual; sólo se es responsable sexualmente en Ja
medida del savoir-faire que se tiene, es decir, en la medida en que uno se las arre
gla con eso como puede, mediante algún artificio, por ejemplo. En ese sentido la
cu arta clase del seminario Joyce le sinthome se abre así: "No se es responsable más
que en la medida del saber-hacer [savoir-faire, en francés]". 2
Cito también otra referencia que está un poco más adelante, dentro de la misma
le cción: "Esto implica que -dice Lacan-, a pesar del pensamiento [creo que aquí "a
2
.lacques Lacan. Seminario. L ibro X XI I I : Joyce le sinthome. Scuil, Paris, pág. 6 1 .
32 PSICOANÁLISIS y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
pesar del pensamiento" significa "a pesar de lo que se cree", es decir, lo que se
piensa en ese momento del tema], y en el sentido en que responsabilidad quiere de�
cir no-respuesta o respuesta lateral, no hay responsabilidad más que sexual, y es
algo que todo el mundo, al fin de cuentas, intuye". 3
Hecha esta introducción, que sirvió para situarnos brevemente en la obra de
Freud, debemos convenir que históricamente la cuestión de la responsabilidad está
muy ligada con el derecho y la evolución de la cultura judeo-cristiana. Pensemos al
respecto en el "ojo por ojo" bíblico, en el que quien produce un acto condenado por
la ley debe padecer lo mismo que produjo. En lo que respecta al niño, la determi
nación simbólica que es propia del campo de la responsabilidad es impensable si
no se la inscribe en el ámbito parental, en principio, y luego en el ámbito social;
por ejemplo, en las instancias educativas en todos sus órdenes. Ahora bien, inme
diatamente, toda vez que nos referimos a esos campos, sobre todo al del derecho,
surge que el niño es inimputable. Tiene una serie de derechos, pero estos generan
muy pocas obligaciones, y el concepto de responsabilidad queda muy reducido.
Actualmente se está discutiendo en nuestro país y en otros si debe haber cam
bios en el código en relación con las edades de los niños, teniendo en cuenta el
grado de penalidad o las modificaciones que deberían introducirse en el código pe
nal para tratar delitos cometidos por púberes, prepúberes, etc. Se establece así una
zona de discusión, una zona gris para decirlo mejor, que va desde la pubertad hasta
la mayoría de edad y que afectaría particularmente a la salida de la niñez.
Pero, ¿dónde centramos nosotros, psicoanalistas, para circunscribir el tema de
la responsabilidad en los niños?
Si nos atenemos a las acepciones del término que derivan etimológicamente de
responsus, participio pasivo de respondere, palabra latina que tiene el sentido de
"darse como garante", deberíamos establecer el enlace que habría entre el niño y
sus actos. En una primera acepción, "responsable" es quien debe aceptar y sufrir
las consecuencias de sus actos; en una segunda, es quien debe, por ejemplo, reparar
los daños que ha causado, y debe sufrir el castigo previsto por la ley.
Como no hay acto infantil en términos de acto sexual y, siguiendo a Lacan aho
ra sí casi a la letra, si sólo se es responsable sexualmente con el saber que se dispo
ne de ello, el niño no podría situarse responsablemente con respecto a las conse
cuencias de sus actos. De allí se desprende también el que se haga tan dificil esta
blecer qué reparación podrían hacer los niños de los daños cometidos.
Por supuesto, en el terreno del análisis de niños hay que hacer la salvedad de
que puede tomarse como acto el juego, el acto lúdico. Esto es porque puede hablar
se de un deseo de juguete, de las consecuencias de un acto en el terreno del juego
que realizaría el deseo de los niños, con esa limitación y dentro de ese marco. Si se
quiere, se trata de consecuencias "de jugando", pero que tendrían un valor similar a
Una paciente que cursaba la escuela primaria en sexto grado me contó, a lo lar
go de varias sesiones, algunas situaciones que se suscitaron en su escuela y creo
que resulta pertinente incluir su relato dentro de este trabajo porque afecta al tema
de la responsabilidad. No se tratará entonces de un material en el que podamos en
contrar un enfoque acerca de la intervención analítica sino, más bien, de un testi
monio de sucesos por los que transcurre la infancia en nuestros tiempos.
En la primera de las situaciones que había comprometido a un grupo de alum
nos de su grado, las autoridades de la escuela tomaron cartas en el asunto que des
pués pasaré a referir, llamando a los padres de los niños en cuestión y fuertemente
escandalizados. La mayoría de los padres no acompañó a la escuela en tamaño re
vuelo y la tranquilidad volvió rápidamente.
Se trató de lo siguiente: dos varones pidieron a un grupito compuesto por varo
nes y niñas que les escribieran "por encargo" unas cartas de amor para dárselas a
las chicas que les gustaban. El encargo fue pagado, dado que éste había sido el tra
to, con una suma de dinero que se consideró apropiada. Obviamente, los alumnos
que redactaron las cartas fueron elegidos por ser los que redactaban mejor.
Debo decir que, cuando la paciente me relataba lo que había sucedido, a mí me
' pareció encantador, posiblemente por las resonancias shakesperianas del asunto.
Igualmente, me cuidé mucho de decirlo y traté de saber qué le pasaba a ella.
1
La paciente había tomado partido por la voz de los padres, quienes considera
¡ ban que la escuela había exagerado con la trascendencia que le había dado al tema:
reuniones de padres, reuniones de alumnos, etc. La escuela, por medio de la direc
tora y de la psicopedagoga, manifestaba que los alumnos no debían hacer tareas
por dinero que, además, le pagaban otros niños. Finalmente todo quedó en un "no
lo vamos a hacer más".
Mi paciente decía que había muchos niños que vendían cosas por la calle y que
1 la escuela no decía nada de ellos, y preguntaba qué era lo que estaba mal. Lamen
tablemente, no llegó a mis manos ni a las de la paciente ninguna de las cartas que
fueron escritas, y cuya lectura hubiera sido de mucha importancia para saber la opi
. nión de los niños acerca del amor.
Aproximadamente dos meses después de lo sucedido, la paciente me contó otra
complicación escolar, pero esta vez estaba preocupada o casi angustiada. Curiosa
mente su preocupación no estaba referida a los hechos sucedidos que eran bastante
más graves que los anteriores, sino a que esta vez la escuela no les había dado nin
guna importancia, excepto un reto leve a los participantes. Se trataba de lo siguien
te: un grupo de nenas y varones le habían pagado a dos chicos para que les dieran
una paliza a otros dos que eran los más peleadores del grupo. Y esto había o curri
do.
36 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
Adriana Alfana *
I de sus acepciones, se refiere a la "persona que padece daño por culpa ajena o
por causa fortuita". 1 Es decir, alude a alguien no involucrado en la causa de su
padecimiento, en tanto su condición de víctima se define a partir del daño produci
do por otros o por el azar.
El tipo de situación que da origen al padecimiento permite agrupar a las vícti
mas en un conjunto que las nombra, confiriendo un atributo que hace del sujeto la
sustancia misma del daño. La entidad que conforman, en principio, puede resultar
potente para la búsqueda de justicia, pero su eficacia se desvanece ante la posibili
dad de enlazar a cada sujeto ya no con el padecimiento compartido sino con el pro
pio. Abarcando a todos desaloja a cada uno, equipara en el conjunto lo que no es
equiparable en el uno por uno, y pasa por alto aquello que, pudiendo beneficiar al
grupo afectado, no resulta necesariamente favorecedor para cada sujeto. De esta
manera, quien es nombrado por su marca de víctima queda incluido en la unifor
midad, creyendo que los demás sufren de lo mismo que sufre él. Y, como los efec
tos del daño nunca son uniformes, la víctima queda amparada en el conjunto pero
se extravían sus diferencias subjetivas.
Mencionaremos un caso que se ha hecho público, para señalar algunos aspectos
relativos a la lectura del lugar de la víctima que hacen quienes están por fuera del
grupo. En el año 2008, los medios de comunicación anunciaron que dos niños de 7
Y 9 años habían matado a una niña de 2 . Los diarios publicaron que los funciona
rio s judiciales intervinientes se estremecieron al escuchar el relato del crimen por
parte de los pequeños victimarios, ya que eran conscientes del dolor que le inflig
ían a la víctima y aun así no se detuvieron. Los vecinos declararon que ambos ni
ños formaban parte de un grupo familiar de características violentas, donde todos
los hermanos eran castigados y observaban a diario escenas de violencia. Al menos
en esos momentos, los mismos vecinos se oponían a que los niños regresaran a vi
vir en el barrio, y tampoco resultaba posible encontrar una institución que estuviese
'
- La noticia del crimen de Milagros, una nifla del partido bonaerense de Alm irante Brown,
apareció en Jos diarios el 2 1 -05-08.
3 Ala in Badiou. Reflexiones sobre nuestro tiempo. Interrogantes acerca de la ética, la polí
Este es, indudablemente, un pensamiento muy fuerte, que está apoyado en la idea
de que el estado de víctima "asimila al hombre [ . . . ] a su pura y simple identidad de
4
viviente".
"Cabe preguntarse, ¿qué mérito hay en ser víctima? Una respuesta posible sur
ge retomando el sentido original del término: persona o animal destinado al sacri
ficio. La reducción de la humanidad a la materialidad de la carne no puede ser omi
tida. En tal sustitución no hay metáfora alguna: los lugares pueden intercambiarse
porque en ese cuadro no hay distancia genuina entre lo humano y lo animal". 5 Di
cho de otro modo, si de víctima se trata, esta acepción no hace diferencia en lo que
se destina al sacrificio, pues excluye la dimensión simbólica que, más allá de su
condición de viviente, es fundante de lo humano.
Para el psicoanálisis, aquello que funciona como causa material es el significan
te, el que, al introducir al sujeto, lo divide como tal. Las operaciones de alienación
y separación en las que el suj eto se constituye, se efectúan en dependencia signifi
cante respecto del lugar del Otro6; es decir, es desde ese lugar que se otorgan los
significantes que van a dar lugar al advenimiento del suj eto.
Ahora bien, nuestro propósito es situar el atolladero con el que nos encontramos
al abordar la valoración de la víctima o su pertenencia a un grupo de afectados, pe
ro no podemos soslayar, en este tema, las diferencias habidas entre niño y adulto.
Correr al niño del lugar de víctima no impide tener en cuenta los tiempos o cir
cunstancias en los que se requiera que un adulto sancione lo que puede constituir
un daño para él.
Por otra parte, también debemos considerar que los modos en que el niño es
concebido en cada época afectan las formas de respuesta que el niño da. En rela
ción con esto, tomaremos una tesis del historiador argentino Ignacio Lewkowicz
respecto del cambio ocurrido en el estatuto del Estado, y las modificaciones que es
to produce en la subj etividad. Este autor sostiene que el Estado nación ha devenido
Estado técnico administrativo. Así como el primero funda su representación en la
soberanía nacional, el segundo lo hace por la vía técnica y contable. En el Estado
nac ión, los derechos resultan de prohibiciones y obligaciones, es decir, "los dere
chos son todo aquello que no se sustrae a algún deber". "El deber legal es la ins
tancia primera; los derechos son una instancia derivada". Por el contrario, "en los
Estados técnico administrativos, los derechos no son el subproducto de una ley que
prohíbe sino que resultan de la afirmación directa de unas series casi ilimitadas de
derechos". El enunciado que funda al primero es "hay ley, ergo, tengo derechos".
4
Alain Badiou. La ética. Ensayo sobre la conciencia del Mal, Revista Acontecimiento Nº
� , Buenos Aires, 1 994. ,
C arlos Gutiénez - Ignacio Lcwkowicz. "Memoria, víctima y sujeto". En Revista Indice
�º 23 , DAI A, 200 5 .
Jacques Lacan. E l Seminario. Libro 1 1 : Los cuatro conceptos fimdamentales del psicoaná
lisis, Paidós, J 986.
40 PSICOANÁLISIS y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
ateraetiologie
Introducción
raetiologie.
mático es inteligido, entonces, como proveniente siempre del afuera.
Ni aún en el asunto de la incorporación de la ley se deja de implicar esa Vat
La intemalización de los preceptos normativos sociales se comprende,
e
desde este punto de vista, como consecuencia de la simple y llana imposición pa
terna, o de la sumisión y sugestibilidad del niño, ejemplificada vívidamente en las
pasiones que caracterizaban a las histéricas.
A continuación se examinarán estas puntualizaciones mostrando hasta qué pun
to el descubrimiento freudiano de la sexualidad infantil implicó que el niño dejara
de ser percibido como un objeto pasivo, dispuesto a la libre satisfacción de las con
flictivas mociones pulsionales de los adultos.
* M arco
Alexi s Salcedo. Psicólogo. Licenciado en Filosofía. Magi ster en Filosofía. Docente
e n la fac ultad de psicología
. de la Universidad San Buenaventura, Cali, Colombia. Catedrá
ti co en el Instituto de
Psicología de la Universidad del Vaile, Cali, Colombia.
44 PSICOANÁLISIS y EL HOSPITAL Nº 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
1
Jacques Lacan. Los complejos familiares en laformación del individuo . Traducción M aría
C. Tenorio, pág. 1 1 .
CULPA Y RESPONSABILIDAD 45
tos necesarios para llegar a constituirse, Freud preludia los movimientos propios de
un sujeto. "Al comienzo de todo, en la fase primitiva oral del individuo, es por
completo imposible distinguir entre investidura de objeto e identificación. Más
tarde, lo único que puede suponerse es que las investiduras de objeto parten del
ello, que siente las aspiraciones eróticas como necesidades. El yo, todavía endeble
al princ pio,
i recibe noticias de las investiduras de objeto, les presta su aquiescen
cia o busca defenderse de ellas mediante el proceso de la represión ". 2
El niño, preso ahora de las identificaciones y elecciones de objeto que le han
constituido su estructura psíquica, colabora activamente en su satisfacción pulsio
nal creando guiones fantasiosos, que luego son destinados a la represión. Estas
mismas fantasías pueden con el tiempo desarrollar efectos patógenos, hallándose
en la base de los síntomas neuróticos. "(Las fan tasías) tienen gran importancia pa
ra la génesis de diversos síntomas, pues proporcionan directamente los estadios
previos de estos, vale decir, establecen las formas en que los componentes libidi
nales reprimidos hallan su satisfacción ". 3
Las fantasías, estadios psíquicos previos a la emergencia sintomática, delatan en
forma evidente la participación del sujeto en sus padecimientos, por el hecho de
que el individuo busca ávidamente entregarse a la elaboración de "sueños diurnos",
para lograr "cumplimientos de deseo engendrados por la privación y la añoran
za"4; sueños diurnos que van a ''proporcionar la clave para entender los sueños
nocturnos; el núcleo de (estos últimos) . . . no es otro que estas fantasías diurnas
co licadas, desfiguradas y mal entendidas por la instancia psíquica conscien
mp
te". Dentro de esos deseos que pugnan por satisfacerse a través de la fantasía,
Freud subraya en particular uno: la del deseo de saber. Intensamente relacionado
con la investigación sexual de los primeros años de infancia, mostró en el caso del
pequeño Hans que su conformación se daba con total independencia de las suge
rencias de los mayores.
" . . . en el curso del análisis, nuestro pequeño paciente ha mostrado independen
cia sufic iente para poder absolverlo del veredicto de < <sugestión > >. Como todos
los niños, aplica a su material sus teorías sexuales infantiles, sin recibir incitación
algu na para ello. Y considérese que tales teorías son enteramente ajenas al adulto;
además, en este caso yo había omitido preparar al padre anticipándole que el ca
mino al tema del nacimiento tenía que pasar para Hans a través del complejo de
excrec ión. Lo que a raíz de mi negligencia se convirtió en una parte oscura del
aná lisis proporcionó luego, al menos, un buen testimonio sobre el carácter genui
no Y autóno mo del trabajo de pensamiento en Hans ". 6
i s �· gmund Freud.
3
El Yo y el Ello. O. C. Amorrortu, Argentina, 1 984, pág. 3 1 .
4 Sigm und Freud. Tres ensayos de una teoría sexual. Op cit., pág. 206. Nota 28
5 Si gmund
Freud. Las fantasías histéricas y s u relación con l a bisexualidad. Op. Cit , p . 1 4 1
6 L oe . cit.
Sigmund Freud. Análisis de lafobia de un niiio de cinco aiios . Op. Cit, pág. 87
46 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
La teoría cloaca! es, según Freud, una de las teorías sexuales preedípicas comu
nes en los niños que, al ignorar la distinción entre la vagina y el ano, suponen que
el nacimiento de los bebés se produce al modo como se expulsan los excrementos.
Dicha teoría intenta, pues, responder a uno de los interrogantes que gobiernan al
niño: cómo es que los bebés llegan al mundo. É sta y otras teorías son las que el in
fante desarrolla en su intento por comprender las cosas inquietantes de la realidad.
Y, como se echa de ver, prneban que sin importar cuál sea la teoría explicativa que
un adulto enseñe a un niño, para responder, por ejemplo, a su pregunta de cómo es
que nacen los bebés, la teoría de la cigüeña, la teoría científica oficial o demás, el
pequeño siempre dará preferencia a la tesis por él mismo creada.
De tal manera que, para Freud, en el niño, en el adulto, en el histérico, en fin, en
cualquier sujeto, la aprehensión de la realidad está altamente determinada por lo
que constituye su propia verdad, verdad que el dispositivo y la teoría psicoanalítica
intentan revelar.
"Me veo obligado a tramitar dos objeciones que se elevan contra la valoración
de este análisis (el del pequeño Hans) . . . se aseverará que carece de todo valor ob
jetivo este análisis realizado por un padre prisionero de mis opiniones teóricas y
aquejado de mis prejuicios. Se dirá que un niño, desde luego, es sugestionable en
alto grado, y quizá más por su padre que por cualquier otra persona: se lo deja
imponer todo por amor de su padre, en agradecimiento de que se ocupe tanto de
él; así, sus enunciados no tendrán ninguna fuerza probatoria, y sus producciones
en materia de ocurrencias, fantasías y suerios seguirán naturalmente la orienta
ción hacia la cual se lo ha esforzado por todos los medios. En suma, otra vez, se
trataría sólo de «sugestión», con la única diferencia de que sería más fácil desen
mascararla en el niño que en el adulto. . . Yo no comparto el punto de vista, que hoy
goza de predilección, según el cual los enunciados de los niños serían por entero
arbitrarios e inciertos. Arbitrariedad no la hay, absolutamente en lo psicológico . . .
Se haría grave injusticia a nuestro pequeño Hans s i s e desestimaran e n bloque sus
indicaciones; antes bien, es posible distinguir con toda nitidez donde falsea o se
reserva cosas bajo la compulsión de una resistencia, donde indeciso él mismo, ad
hiere al parecer de su padre, y donde, liberado de la presión, comunica a borboto
nes lo que es su verdad interior y lo que hasta entonces sólo él ha sabido ".1
Lo anterior conlleva además recordar que el abandono del uso de la sugestión
es el primer requisito impuesto a aquel que pretende emplear el método psicoanalí
tico. "(El influjo personal del analista) existe y desempeña un gran papel en el
análisis. Pero no el mismo que en el hipnotismo. Con toda seguridad podría pro
barle que las situaciones son enteramente diversas allá y aquí; acaso baste con
señalar que no empleamos ese influjo personal -el factor < <sugestivo> >- para
suprimir los síntomas patológicos, como acontece en la sugestión hipnótica. Ade-
7 lbid. , pág. 85
CULPA Y RESPONSABILIDAD 47
más, que sería erróneo creer que ese factor es exclusivo soporte y promotor del
tratam iento. A l comienzo, vaya y pase; pero luego contraría nuestros propósitos
a n alíticos y nos constriñe a adoptar las más vastas contramedidas "8.
y aún cuando el analista insistiera en el uso de la técnica sugestiva, el paciente
tie , a pesar de lo que eventualmente se pudiera suponer, la alternativa de hacer
ne
oídos sordos a la violencia del facultativo.
"La sugestión. .. es un hecho básico de la vida anímica de los seres humanos.
Por tal la tiene en efecto Bernheim . . . pero bien lo recuerdo, ya en esa época sentía
una sorda hostilidad hacia esa trama de la sugestión. Si un enfermo no se mostra
ba obediente, le espetaban: «¿qué hace usted, pues? Vous vous contre
suggestionnez!» me dije entonces que eso era una manifiesta injusticia y un acto
de violencia. Sin duda alguna, el sujeto tenía derecho a contrasugestionarse cuan
do se intentaba someterlo con sugestiones. Por eso más tarde mi resistencia tomó
el sesgo de una rebelión frente al hecho de que la sugestión, que lo explicaba todo,
se sustrajera ella misma a la explicación ". 9
El psicoanálisis es un procedimiento terapéutico muy distinto de la sugestión.
Esto lo reitera Freud insistentemente: "el análisis es un procedimiento sui generis,
algo nuevo y peculiar, que sólo puede ser conceptualizado con ayuda de nuevas in
1º
telecciones". La novedad radica en que se conduce en torno a lo que en el indivi
duo evoca, más allá de todo determinante, influjo, imposición o accidente que él
reciba o haya recibido.
El hecho decisivo que se indica es que algunos eventos, sin importar la grave
dad o característica de los mismos, no tienen una significación unívoca para todos
los individuos. En otras palabras, no hay eventos traumáticos per se, tal como en
un primer momento Freud señaló. Todo suceso adquiere un sentido determinado,
mediado por la interpretación que el sujeto haga de él. Así, bien podría presentarse
la situación de dos instantes diferentes para la eclosión sintomática de una enfer
medad psíquica: un tiempo en el que aconteció el evento y otro en el cual se da la
comprensión de lo ocurrido; tan sólo después de la llegada de la segunda fase de
este proceso, los síntomas emergen. Esto Freud lo aseveraba desde sus Estudios
sobre la histeria, en 1 883, y en sus subsiguientes casos puntualizaba iguales consi
deraciones :
"(El interés de Hans por el hace pipí) lo estimuló a tocarse el miembro. A la
edad de 3 Yi su madre lo encuentra con la mano en el pene. Ella lo amenaza: «si
haces eso, llamaré al doctor a que te corte el hace pipí. . » . . En aquel momento ..
. .
8
9
s i· gmund Freud. ¿Pueden los legos ejercer el análisis ? Op. Cit., pág. 1 78 .
1 0 1�mund Freud. Psicología de las masas y análisis del yo. Op. Cit. pág. 8 5 .
S
S 1 gmund Freud. ¿Pueden los legos ejercer e l análisis ?, pág. 1 77 .
48 PSICOANÁLISIS Y E L HOSPITAL N • 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
1 1 Sigmund Freud. Análisis de la.fobia de 1111 niíio de cinco mios. Op. Cit., pág. 3 1 .
12
Sigmund Freud. Más allá del principio del placer. Op. Cit., pág. 1 2 .
1 3 Sigmund Freud. Inhibición, síntoma y angustia. Op. C it . , pág. 1 36.
CULPA Y RESPONSABILIDAD 49
rrelativa a una modificación estructural al nivel del yo, es alcanzable una cierta es
tabilidad o salud psíquica que le permite al sujeto vivir.
Los eventos pasados, y algunas situaciones de peligro, no son susceptibles de
cam bio alguno. La teoría psicológica que base sus postulados en ellos está de ese
modo sellando la condena del individuo a aquello que ya ocurrió. Sin embargo, no
es ése el caso de la doctrina desarrollada por Freud. Muy por el contrario, puso el
énfasis sobre el sujeto, al postular que se debe intentar conseguir que el "yo logre
echar las barreras de la represión que él mismo había erigido [para que recupere
asr] su influencia sobre la moción pulsional y [guíe] el n uevo decurso pulsional en
14
el sentido de la situación de peligro ahora alterada"; ésa es la aspiración que
domina a la intervención psicoanalítica. En este orden de ideas, no son los sucesos
traumáticos y/o las alteraciones fisiológicas el factor etiológico que propone el psi
coanálisis para hacer inteligible las afecciones nerviosas. Lo puesto en relieve son
los nudos de significación que los hechos puedan engendrar para el sujeto.
"Las servidumbres del yo" es el quinto capítulo del " Yo y el ello", en el cual
Freud expone la problemática de un superyó que se muestra atormentador e impla
cable en sus reproches al yo consciente. En ciertos hechos de la clínica Freud vio
ejemplificado esa problemática: la reacción terapéutica negativa, la melancolía y la
neurosis obsesiva. En todas estas circunstancias, el superyó se muestra capaz de
formular penosos e intensos reclamos contra el yo, cuando surge la menor insinua
ción de deseos no acordes con sus mandatos. De estos planteamientos, bien podría
desprenderse la idea de que en la naturaleza especial de estos hechos, además de
encontrar ahí los máximos grados de alienación a la conciencia moral, Freud logró
confirmar que la exigencia normativa va en contra de los movimientos realizatorios
del deseo. El argumento que se podría aducir al respecto es que, al concebir al su
peryó como una directa consecuencia de la trama edípica, Freud estaba indicando
que los preceptos morales mediante los cuales el individuo reglaba sus acciones,
eran simple y llanamente un eco de las interdicciones parentales. Otra vez, se habr
ía caído en las redes explicativas propias de la Vateraetiologie, si Freud hubiera
adoptado tal supuesto. Sin embargo, la posición de Freud puede nuevamente ser
contrapuesta a tales versiones, ya que él no se acogió a esa oposición entre norma y
pas ión que induce a tratar de elegir entre el "bueno" y el "malo". Es decir, no dijo
ni que la norma es "buena" porque ayuda a regular a las pasiones disfuncionales, ni
que la norma es "mala" porque va en contra del buen deseo.
Recordemo s su postura, señalando lo siguiente: " Ya dijimos repetidamente que
el yo se .forma en buena parte desde identificaciones que toman el relevo de inves
tiduras del ello, resignadas; que las primeras de estas identificacion es se compor-
1
4 l b 1d.,
.
pág. 1 44 .
50 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
tan regularmente como una instancia particular dentro del yo, se contraponen al
yo como superyó, en tanto que el yo fortalecido_, más tarde, acaso ofrezca mayor
resistencia a tales influjos de identificación". 1) Estas consideraciones subrayan,
primeramente, la particularidad de que la identificación es la clave conceptual que
permite comprender el proceso de formación del yo y del superyó. En consecuen
cia, "el superyó se ha engendrado, sin duda, por una identificación con el arqueti
po paterno" 1 6 , esto es, con los padres grandiosos de la primera infancia; esta identi
ficación inicial, aunque advierte que le está reservada el destino de ser desmantela
da, no obstante fue para Freud un "monumento recordatorio de la endeblez y de-
. 17
pendencza e n que e l y o s e encontro' e n el pasado " .
Así pues, en "el desvalimiento y la dependencia del ser humano durante su pro
longada infancia" 1 8 y en la identificación con los padres ideales, como medio para
anticipar y lograr el dominio corporal y psíquico, se tienen los momentos antece
dentes o primitivos del superyó. Acorde con esto, el supe1yó va a ser "accesible,
sin duda, a todos los influjos que puedan sobrevenir más tarde; no obstante, con
serva a lo largo de la vida su carácter de origen, proveniente del complejo pater
no: la facultad de contraponerse al yo y dominarlo. . . Así como el niño estaba com
pelido a obedecer a sus progenitores, de la misma manera el yo se somete al impe
1
rativo categórico de su superyó" 9 .
En otras palabras, "la incitación para formar el ideal del yo, cuya tutela se con
fía a la conciencia moral, partió en efecto de la influencia crítica de los padres,
ahora agenciada por las voces, y a la que en el curso del tiempo se sumaron los
educadores, los maestros y, como enjambre indeterminado e inabarcable, todas
las otras personas del medio, los prójimos, la opinión pública"2º .
El origen de la formación del superyó y/o ideal del yo, significa entonces, el es
tablecimiento de un vínculo esencial: "descender de las primeras investiduras de
o�jeto del ello, y por tanto del complejo de Edipo, significa para el superyó algo
más todavía. . . El superyó mantiene duradera afin idad con el ello, y puede subro
garlo ji-ente al yo. Se sumerge profimdamente en el ello, en razón de lo cual está
más distanciado de la conciencia que el yo"2 1 . Dicho en otros términos, "en todas
estas constelaciones, el superyó da pruebas de su independencia del yo consciente
y de sus íntimos vínculos con el ello inconsciente. (Sin embargo) . . . el superyó no
puede desmentir que proviene también de lo oído, es sin duda una parte del yo y
permanece accesible a la conciencia desde esas representaciones-palabra (con-
22
lb"Id.
Pág . 53
23 .
Sigmund Freud. "Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis. La descomposi
� ..
l on de la person alidad psíquic a". Op . Cit. Pág. 5 7
S1gmund Freud. "I nhibición, síntoma y angustia". Op. Cit. Pág. 122
52 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
A modo de conclusión
o-
_) Piera Aulagnier. La violencia de la inte1pretación. Del pictograma al enunciado . Amo-
rrortu, Bu enos Aires, 1 993, pág. 1 9 1
26
.Jacques Lacan. "Acerca de la causalidad psíquica". En : Escritos f. Siglo XXI. Argentina.
1 988, pág . 1 66.
27 !bid., pág. 1 65 .
CULPA Y RESPONSABILIDAD 53
Roberto P. Neuburger *
''
D
e nuestra posición de sitjeto, siempre somos responsables ". El céle
bre apotegma de La ciencia y la verdad se encuentra en el centro de
un párrafo -precedido, acompañado y seguido de otras rigurosas ad
vertencias en cuanto no se tenga en cuenta- destinado a precisar el sujeto de la
ciencia sobre el que el psicoanálisis ha de operar. Es así que en éste no puede en
contrarse lugar para el "alma bella ". 1
Pues bien: como si hubiese necesidad de tomar nota de otra divergencia más del
método freudiano �on respecto a la psiquiatría que, en los tiempos que corren, pa
rece imponers� cada vez con más ímpetu, acaso dicha admonición señale lo esen
cial de su perspectiva ética y la clave de la imposibilidad de cualquier fonnación de
compromiso con ella.
En efecto, desde un núcleo que pretende rodear, eludir o esquivar la subjetivi
dad para homologarse con el orden médico, desde la comunicación irreflexiva de
un "diagnóstico" (fuera de toda consideración de transferencia), asegurado como
roca objetiva incontestable, hasta la exclusión de la dispersión significante que la
asociación libre conlleva, el destierro del inconsciente no deja de promoverse. Se
ñalemos que las dos últimas características constituyen momentos esenciales de la
irreflexiva y banal excrecencia "psicoterapéutica" promocionada por dicho esta
blishment, esto es, el "cognitivismo".
Paradoj almente, algunas de las consecuencias inevitables -¿o tal vez busca
das?- son apuntadas en el mismo texto y apenas a continuación: la degradación del
sujeto en "niño primitivo subdesarrollado . . . que enmascara la verdad de lo que
sucede". 2 Sin duda, la des-responsabilización promovida por el engendramiento de
otras tantas almas inocentes, transparentes e inequívocas tiene alcances antes in
sospechados, · así como una propagación ominosa. Ya en 1 986 la revista "L 'Áne"
publicaba una serie de entrevistas azarosas acerca de la supuesta "popularidad" del
"' Dr.
Roberto P. N euburger. Médico psicoanalista. Hospital General de Agudos "Dr. l. Pi
�ovano". Ciudad de Buenos Aires.
J Lacan. La science et la vérité. ( 1 966) É crits I I , Points, Seuil, Paris 1 97 1 , pág. 223 . El
·
epígrafe indica que se trata de una versión «estenográfica» de la lección de apertura del se
minario de 1 965-66 , El objeto del psicoanálisis (aparecida en Cahiers pour l 'analyse Nº 1 ,
ontación con la trascripción existente de dicha clase n o arroja referen
1 96 6) , pero la confr
; 1as acerca de l a cuestión de la responsabilidad del sujeto
!bid., pp. 223-224.
54 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: uRESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD11
3 Anne Walter . Enqlléte, contrepoint au sondage national. Revista L 'Áne, 1 986, N avarin
É diteur, Paris, No. 2 5 , pág. 1 3
4 Verhaeghe, P . , Love in a time of loneliness, Rebus Press, Londres, 1 999, pp. 1 9-20 (Hay
versión castellana: El amor en los tiempos de la soledad, Paidós, Buenos Aires, 200 1 ) ;
"Chronicle of a death foretold ": The Death of Psychotherapy. Dublin City University,
Health Life Conference 2007, http://www.dcu.ie/health41ife/conferences/007/resources/
Health4Life2007_Keynote_Paul_Verhaeghe.pdf, pp. 2-4. El "giro perverso" consistente en
exaltar la hegemonía de la Ciencia (mediante el empleo del adj etivo "científico" como anna
de combate que descarta y aniquila) suele arrojar, en efecto, el descubrimiento freudiano al
cesto de desperdicios a través de su desagradable y admonitorio epíteto contrario, "anti
cientifico". Paradojalmente, el instrumental empleado suele darse de bruces con la mera po
sibilidad de una epistemología rigurosa, en tanto las habituales pseudo-críticas a Freud ca
recen de las más elementales referencias. Un sencillo ejemplo bibliográfico vernáculo : "La
teoría freudiana del suicidio, que es muy plausible, nos lleva a suponer que el riesgo de
suicidio disminuye en los momentos en los que el hombre puede dar rienda sllelta a sus im
pulsos homicidas (por ejemplo, durante la gllerra). Esto llevó a que algunos investigadores
indagaran sobre la tasa de Sllicidio durante los períodos de guerra, a fin de encontrar una
confirmación indirecta de la hipótesis de Freud. . . " (Keegan, E . , Escritos de Psicoterapia
Cognitiva, Eudeba, Buenos Aires, 2007, p . 23). Inútil buscar en las notas bibliográficas del
autor (ibid. , p. 39) el lugar de los textos freudianos en el que se podría localizar semej ante
dislate (suponiendo que el mismo existiese, desde luego): el lector no tiene más remedio
que recorrer los veinticuatro tomos de la edición completa cual Sherlock Holmes , o bien re
signarse a mantener la ciega fe en el autor. Para un examen de decepcionantes ejemplos si
milares desde la época de Freud mismo hasta el presente que nos deparen idénticas sorpre
sas -entre ellos el de Eysenck, según Keegan "probablemente el artículo psicológico más
citado de la historia" (ibid., p. 30) (aunque aquí también falta la indicación o cita del men
tado artículo- ¿acaso por suponerlo moneda tan corriente que ni mención requiere?), véase
Kohler, T . , La literatura anti-freudiana desde sus comienzos hasta hoy, W. Kohlharnrner,
Stuttgart-Berlin-Colonia, 1 996, passim .
CULPA Y RESPONSABILIDAD 55
una creatividad casi perdida una posible transferencia, cuando el estatuto del sujeto
supuesto saber fluctúa, se tambalea o amenaza con su zozobra ante el reemplazo
por una imperial superestrnctura tecnológica materializada en diminutas cápsulas
cuya eficacia -aún contra cualquier evidencia- se pronuncia y asegura incontesta
ble. 5
5 Veamos apenas un frágil intento de revertir la situación descripta. Una mañana se dirige a
mí la Encargada de l as Pre-Admisiones ( ¡ !) del Servicio de Salud Mental, ya que se había
presentado ante sus puertas un individuo que consultaba por su hijo de quince años. "Es pa
ra medicación" - exige, imperativa, la Encargada. "De acuerdo, lo puedo ver maiiana", res
pondo. Al día siguiente y con puntualidad, acude el padre, un sujeto ligeramente impertérri
to, alto, delgado y barbado, junto con su sonriente hijo. Se sientan j untos en las sillas de la
antesala y esperan; no tardo en llamarlos e indicarles dos asientos del consultorio en el que
atiendo. "Tiene TDA " -enuncia el padre. La salita de asistencia que les proveía el meli/feni
dato con el que fu era medicado el adolescente que, silenciosa y tranquilamente, nos escucha
desde su asiento, ha cerrado sus puertas hace días, y en busca de un lugar que les suministre
los comprimidos que hace años ingiere el muchacho, han desembarcado en el hospital. Y,
sin embargo, juntos nos estrellamos contra la primera dificultad: el medicamento en cues
tión requiere de recetarios especiales para estupefacientes (cada ejemplar numerado y por
triplicado, que deben llenarse de modo individual) provistos por el A NMAT, y que no exis
ten en nuestro Servicio. ¿Acaso el Servicio de Pediatria, el de Neurología Jnfantil, tal vez la
misma Farmacia del Hospital, o bien ? No obstante, resta por conocer al menos el motivo
...
de la ingesta de dicha droga. "Es que las maestras dicen que no presta atención en clase" -
continúa el padre. Y esgrime una larguísima serie de certificados, documentos, notas, infor
mes diagnósticos, exámenes médicos que documentarían o habrían de servir de testimonio
que asegurase la sentencia. Además, a un costado, se encuentra la carpeta que contiene las
notas que el incriminado tomara durante las clases día tras día en su grado noveno.
Y bien, comienzo con los certificados. Luego de recorrer algunos, compruebo que el
aludido "déficit de atención" dista de ser el rasgo sobresaliente o hasta presente. Antes bien,
los informes mencionan características de timidez, retraimiento o carácter pronunciadamen
te apacible. Debo pasar, por lo tanto, a la mencionada carpeta. Nueva contradicción: en lu
gar de los esperados vacíos, huecos, ausencia de continuidades en las notas - o mensajes de
atr ibuladas, destempladas o irritadas maestras que profieran su repetitivo "¡debes atender
más las explicaciones!" o "1/alta esa serie de números!" o "¡falta hacer la tarea de histo
ria l ", me sorprendo al no encontrar más que intrigantes líneas en color rojo. Inquiero el sig
nificado de las mismas, para obtener sólo la respuesta que se trata sencillamente de resalta
dos que el adolescente emplea de modo cotidiano, sin otra significación particular.
Resta por desenvolver la historia del presente que tengo ante mí, a la b úsqueda de signi
fic antes que extiendan o aminoren el impacto del ominoso rótulo. El chico pide hablar con
migo a solas, por lo que le pido al padre que nos espere en el mismo lugar en el que antes se
h abía sentado. Hijo de padres separados, vive con su padre luego de que la madre abando
nase el hogar para vivir con su nueva pareja -¿no será, por ventura, este hecho el legí t i mo Y
ef�ctivo "trastorn o por
déficit de atención"?-, de la que ha tenido en lo sucesivo tres hijos
mas (el menor de unos siete años en la actual idad). A causa de la distan cia, la ve con una
frecuencia aproximada de una vez cada
mes o dos.
56 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
Deborah Fleischer *
U
na serie de películas que convocan al tema del totalitarismo, me hicieron
pensar en la responsabilidad de los que, sin matar, de alguna forma fueron
cómplices de dichos regímenes.
Así en Vincere, se puede ver una mujer que da lo que tiene por Mussolini, ubi
cándolo como alguien que es (definición opuesta a la que Lacan da del amor). En
ceguecida en su demanda que la lleva a rebelarse locamente, queda atrapada en el
régimen fascista de la época.
Mefisto, dirigida por István Szabó, película que se sostiene en el Fausto de
Goethe, simboliza la concreción a lo "práctico" de un sistema moral relativista,
propio de las sociedades avanzadas como consecuencia de la revolución científica
e industrial. El personaj e, que no dej a de actuar aún fuera del escenario, aparece
como una figura tragicómica, atrapado en su narcisismo y su deseo de ser el Dios
de las tablas, y su derrota al perder relevancia por el mismo motivo. En el relato, el
protagonista que tiene una amante negra, consigue salvarla por su influencia con la
dictadura, a la que no pone en tela de juicio por el amor que su imagen, en la épo
ca, le confiere.
También está la historia del músico alemán Max Lorenz ( 1 90 1 - 1 97 5), que vivió
en Alemania en el periodo de entreguerras. A pesar de estar casado con una judía y
de ser un homosexual confeso, se convirtió en el tenor favorito, en el Siegfried de
Adolf Hitler. También, gracias a eso, su mujer y su suegra no son asesinadas por el
régimen nazi y él va creciendo en su posición de artista de la época.
Tenemos entonces los responsables que desviaron la mirada 1 y aquellos que ni
siquiera necesitaron desviarla, porque estaban ensimismados. En estos tres perso
najes se puede ver la pregnancia del narcisismo
Recordemos que Narciso era el hijo de un dios- río y una ninfa, Liriope. La
madre estaba tan encantada con su belleza como espantada por su indiferencia.
Preocupada por su destino, le solicitó un consejo al adivino Tiresias y, a través su�
yo, oyó el oráculo: su hijo llegaría a ser muy viejo mientras no se conociera a sí
mismo. Esas enigmáticas palabras se cumplieron cuando un día Narciso, volviendo
de una jornada de caza, se inclinó sediento sobre una fuente de agua y en ella vio
su propio reflejo. El adolescente se enamoró de su imagen y sé consumió en un in-
saciable deseo de su propia figura, hasta que murió. Los dioses lo convirtieron en
una flor de aroma embriagador que aún hoy lleva su nombre, y cuyas corolas se in
clinan con placer sobre las aguas tranquilas.
Fascinado por su propia imagen, Narciso ilustra magistralmente el momento de
captura del sujeto por el reflejo especular, momento que Lacan describe en el esta
dio del espejo; pero con la diferencia de que en esa fase el infans sufre una doble
identificación -con la imagen virtual y con la especie- mientras que el Narciso del
mito ignora toda referencia "exterior". Su pasión borra la diferencia entre el yo y
su modelo.
La lectura post-freudiana plantea que el desarrollo del yo consistiría en alejarse
del narcisismo primario Pero, ¿hay tal narcisismo primario? Para M. Klein no hay
un período anobjetal. Eso ya descarta, a partir de su texto "Los orígenes de la trans
ferencia", el narcisismo primario, mostrando su diferenciación con Abraham.
Todos los hechos recogidos demuestran que el feto mismo es incapaz de narci
sismo primario. Para él ya hay extimidad Habría, sin embargo, una aspiración in
tensa (Sehnsucht) a recobrar ese narcisismo mítico o lógico, como es todo lo pri
mario en Freud.
G. Lipovetsky 2 ubica el pretendido narcisismo a "nivel de masas" como el ale
j amiento de toda pasión por lo social. Esa ausencia de pasión e interés por lo so
cial, ¿podemos relacionarla con la inimputabilidad?
Aquel que no se avergüenza y no se hace responsable, no sólo de haber sido tes
tigo, sino de haber colaborado para que su imagen florezca, es inimputable desde el
punto de vista legal, pero ¿qué de su posición? ¿Hay en algún momento vergüenza
o queda en la postura de inocente frente a si mismo, sin ninguna interrogación?
Estamos en la época donde nos gobierna el vacío -imagen de una desertifica
ción del sentido-, pero un vacío sin "tragedia ni apocalipsis". Hay autores que con
sideran que el narcisismo es la garantía total contra el retorno de todo totalitarismo.
Lipovetsky ve en la promoción de ese hedonismo narcisista una consecuencia
del capitalismo3 , coincidiendo con Lacan, quien toma en cuenta los trastornos del
discurso del amo en nuestra civilización, planteando una modificación del trata
miento del goce. Para Lacan, esa falta de goce generalizado se sustituye con obje
tos, pasando de la ley del padre a la ley del mercado. Para Lacan, esto implica un
pronóstico sobre la ascensión de la criminalidad . . . Para Lipovetsky, empero, hay la
realización de un ideal de libertad. El ensimismamiento como garantía para no ser
engullido por la masa que sigue a un líder y, por lo tanto, garantía contra el retorno
de todo totalitarismo.
Hay la ilusión de la desaparición de la pulsión de muerte que, paradój icamente ,
es un llamado al goce para Lacan. Hay también el ideal de ignorar la extracción
5 Eric Laurent. "La vergüenza y el odio de sí". Revista Freudiana Nº 3 9 , Barcelona, 2004 .
CULPA Y RESPONSABILIDAD 61
EN EL CIRCUITO DE LA RESPONSABILIDAD
Elizabeth B. Ormart *
S mos acordar con la definición de Walgrave 1 , quien señala que lo moral "sig
nifica, ante todo, la norma -o conjunto de normas- a tenor de la cual la
existencia en libertad cree deber conducirse. Pertenece, por lo tanto, a las carac
terísticas peculiares del fenómeno humano ". De esta manera, la moral constituye
una característica propia del nivel humano de organización de la materia. Se la
concibe como un conjunto de normas y principios fundados en las condiciones de
la existencia en libertad y coextensivos con ésta. Es el nivel que abre la Ley simbó
lica como surco organizador de la materia.
El término moralidad, puede ser definido como "la suma y la forma de usos y
costumbres que tienen vigencia en una cultura determinada ". 2 Por lo tanto, la mo
ralidad resultaría una forma de cristalización práctica de la moral en un determina
do marco histórico y cultural. Como tal, el concepto "moralidad" reviste un carác
ter más transitorio y modificable que el de "moral". Desde esta primera perspecti
va, la moralidad anuda al sujeto a una historia familiar, social y cultural en la que
éste queda inscripto. Si buscamos una explicación singular de la producción de lo
moral, podemos remitirnos a la explicación psicoanalítica. Una forma de leer la
inscripción de lo moral en el ser humano gira en torno al concepto de superyó.
El superyó, el tercero de los sistemas de la personalidad, y último en cuanto a
su desarrollo, es el representante intrapsíquico de los valores tradicionales y de las
normas sociales según son transmitidas ele padres a hijos. Valores familiares, socia
les y culturales que también son reforzados por medio de un sistema ele premios y
castigos. Las funciones de esta instancia son: la conciencia moral, la autoobserva
ción y la formación de ideales. En ella se anuda lo universal (moral, en tanto capa
cidad humana) y lo particular (moralidad, en tanto modalidades de manifestación
histórico sociales ele esta capacidad) en la esfera subjetiva (singular). Como árbitro
Freud, en diferentes textos, ubica la génesis individual del superyó como resto
del atravesamiento del Complej o de Edipo. Luego, destina el escrito Tótem y tabú
para referir su génesis colectiva.
La instauración del superyó es el signo de la internalización de la ley. El mito
de tótem y tabú expresa los deseos primordiales del niño sobre su padre, descriptos
en el complej o de Edipo. Encontramos en el origen de lo individual y lo colectivo
una misma operación: la prohibición del incesto y la instauración de la ley.
En Tótem y Tabú Freud sitúa un antes y un después de la muerte del padre. El
padre del goce total (basado en una hipótesis darwiniana) es la ley, la encarna. En
la medida en que él es la ley, no la representa. El protopadre "no debe obedecerla
(la ley), queda por fuera del campo de su eficacia". 4
"El psicoanálisis nos ha revelado que el animal totémico es, en realidad, una
sustitución del padre, hecho con el que se armoniza la contradicción de que estan
do prohibida su muerte en época normal se celebre como una fiesta su sacrificio y
que después de matarlo se lamente y llore su muerte. La actitud afectiva ambiva
lente, que aún hoy en día caracteriza el complejo paterno en nuestros niiios y per
dura muchas veces en la vida adulta, se extendería, pues, también al animal toté
5
mico considerado como sustitución del padre".
El niño desea matar al padre y ocupar su lugar al lado de la madre, al tiempo
que lo ama y se identifica con él. Cuando abandona el complejo de Edipo por te
mor a la castración se funda el superyó como tercera instancia psíquica que inter
naliza los mandatos y prohibiciones paternos. La amenaza de la castración, que el
niño temía como castigo del padre por el desarrollo de su actividad autoerótica es
3 Para una comprensión más acabada del desarrollo del concepto de superyó en la obra de
Freud se sugiere la l ectura del clásico estudio de Marta Gerez Ambcrtín: Las voces del su
peryó, que utilizaremos en este escrito como texto de referencia entre otros.
4 G. Salomone. (2000). "El padre en función". En La encrucijada de !afiliación. Tecrwlog
introyectada. Ahora el padre, escondido dentro del hijo, ejerce vigilancia bajo la
forma de la conciencia de culpabilidad (la instancia crítica aparece como ajena y
propia). El Edipo somete a todo suj eto al orden de la ley, dirá Lacan, de la castra
ción. "A consecuencia de este proceso afectivo surgió el remordimiento y nació la
conciencia de la culpabilidad, confitndida aquí con él, y el padre muerto adquirió
un poder mucho mayor del que había poseído en vida, circunstancias todas que
comprobamos aún hoy en día en los destinos humanos. Lo que el padre había im
pedido anteriormente, por el hecho mismo de su existencia, se lo prohibieron luego
los hijos a sí mismos en virtud de aquella «obediencia retrospectiva» característi
ca de una situación psíquica que el psicoanálisis nos ha hecho familiar. Desauto
rizaron su acto, prohibiendo la muerte del tótem, sustitución del padre, y renun
ciaron a recoger losji-utas de su crimen, rehusando el contacto sexual con las mu
jeres, accesibles ya para ellos. De este modo es como la conciencia de la culpabi
lidad del hijo engendró los dos tabúes fimdamentales del totemismo, los cuales
tenían que coincidir con los deseos reprimidos del complejo de Edipo. A quel que
infringía estos tabúes se hacia culpable de los dos únicos crímenes que preocupa
ban a la sociedad primitiva . 6 "
Pero esta función positiva, como resto de la ingesta del padre muerto, no es la
única consecuencia de la instalación del superyó. Esta tercera instancia psíquica
presenta dos caras, por un lado, deja una marca de prohibición al acceso al goce
fi
7 S. Freud ( 1 9 1 3 ) Op. Cit.
8 G . Salomone. Op. Cit., pág. 8 1.
S . Freud ( 1 9 1 3). Op. Cit.
64 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: uRESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
(fundando el campo del deseo) y, al mismo tiempo, impulsa al goce sin límites
(fundado el campo del más allá del principio del placer).
El supe1yó presenta dos aspectos: lo normativo y lo pulsional. Cuando el supe
ryó se ubica en el lugar del imperativo Kantiano, "ordena gozar" aboliendo al suje
to del inconsciente. Para expandir al sujeto del deseo, que es el sujeto de la ética, el
imperativo categórico kantiano deberá transformarse en: "obra de acuerdo con tu
deseo". El deseo se presenta entonces como lo antinómico al goce. Existe una rela
ción inversamente proporcional entre ellos.
En este sentido, y vinculado al superyó, el Ideal del yo es la instancia más leja
na al deseo. La antinomia ha sido ilustrada con la figura del Jano bifronte, una cara
deseo y la otra, goce. Marta Gerez Ambertín9 sitúa estas dos caras del superyó me
diante la siguiente descripción: algo ajeno que ataca. La cara pulsional de goce. No
se somete a la metáfora paterna. Está basada en la pulsión de muerte. Goce. Más
allá del principio del placer. El padre tenible del goce todo (protopadre). Algo pro
pio admirado: Ideal del yo (identificación). Ordenado por la ley del padre. Dentro
de los límites fálicos. El padre como heredero del complejo de Edipo. El padre co
mo representante de la ley.
Superyó y culpa
En el escrito Los que delinquen por conciencia de culpa , Freud señala que el
sentimiento de culpa brota del Complej o de Edipo: "es una reacción frente a los
dos grandes propósitos delictivos, el de matar al padre y el de tener comercio
sexual con la madre". 1 0
Desde sus orígenes, la culpa se halla anudada al superyó. Es preciso entonces,
diferenciar las diferentes modalidades de presentación de la misma.
Existen tres registros de la culpa: a) culpa consciente o sentimiento de culpa. Al
que nos referimos anteriormente, fundado en la culpa primordial de la muerte del
padre, las formas de Ja culpa consciente y preconsciente reeditan el sentimiento de
culpa. b) culpa inconsciente: que anuda la culpa con la angustia de castración. En
este sentido es universal, ya que como señalamos anteriormente, en el mito de Tó
tem y Tabú la castración es el modo de sostener que el Edipo somete a todo sujeto
al orden de la ley. c) culpa muda: escapa a las formaciones del inconsciente. Es la
búsqueda compulsiva y silenciosa de la satisfacción del castigo de padecer. Com
pulsión a la repetición. Sin embargo, esta disección analítica no es nítidamente ob
servable en la realidad. El mismo Freud señala el caso de ciertos niños "díscolos"
.1 1
que recién cuando son castigados se quedan "calmos y satisfechos"
9 M . Gerez Ambertín. (2007) Las voces del supe1yó. Letra Viva. Buenos Aires, 2007
0
1 S . Freud. ( 1 9 1 6) "Los que delinquen por conciencia de culpa". Obras Completas, Amo
rrortu, B uenos Aires, 1 992, pág. 3 3 8 .
1 1 S . Freud ( 1 9 1 6). Op. Cit., pág. 3 3 9.
CULPA Y RESPONSABILIDAD 65
12
J. Lacan. ( 1 95 1 ) Intervención sobre la transferencia. Escritos l . Siglo X X I . Buenos Aires,
' 1 98 5 , pág. 208.
66 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
la intervención que amplía las fronteras del yo, llevando al sujeto más allá de esta
frontera .
En el caso del hombre de las Ratas como arquetipo del obsesivo, la culpa cons
ciente e inconsciente son notorias. Veamos qué estrategia pone en marcha Freud
para devolver a la esfera del suj eto aquello que él desconoce de sí mismo. El hom
bre de las Ratas se sentía culpable por lo que no era. Él sentía culpa porque le debía
3 ,80 coronas al Teniente A, a quien en realidad no se las debía. La deuda al tenien
te A, se anudaba inconscientemente a una deuda de juego que había contraído su
padre. El hombre de las Ratas se sabía presa de una culpa insoportable y quería
obligar al teniente a recibir su dinero. Es así como diseña su estrategia.
"La decisión de acudir a un médico fue entretejida en el delirio de la habilido
sa manera siguiente: se haría extender un certificado médico según el cual necesi
taba, para restablecerse, de ese acto que meditaba con el teniente primero A., y és
te se dejaría mover por el certificado a aceptarle las 3, 80 coronas. El azar de
haberle caído por entonces en las manos un libro mío (dice Freud) guió hacia mí
su elección. Pero conmigo no se podía ni hablar de aquel certificado; muy razona
ble, sólo pidió ser liberado de sus representaciones obsesivas ". 1 3
Fue el azar el que lo conduj o a Freud. Pero al encontrarse con él se topó con un
muro infranqueable: "conmigo no se podía ni hablar de aquel certificado". Qué be
lla forma tiene Freud de imponer su más profunda negativa. La negativa no recae
sobre el sentimiento de culpa que carga el hombre de las ratas sino sobre su eximi
ción. Función de límite al goce superyoico.
¿Por qué Freud se niega a extender ese certificado? Si el analista rellena con
significantes las culpas menores que el neurótico trae al análisis, si lo dis-culpa,
cierra el camino de la cura. Si Freud disculpa al hombre de las Ratas, le quita la
culpa, se acaba aquello que puede ser el motor de la cura. Que no hable del certifi
cado, que hable de la satisfacción que le proporcionan sus pensamientos obsesivos,
que hable del tormento de las ratas. Que hable de su culpa, pero de la verdadera.
Interrogar la culpa, abre el inconsciente. En la culpa el suj eto queda suspendido,
entre la demanda al Otro y el objeto a, necesita de la interpelación del Otro para
responder. De este modo se constituye lo que llamamos el circuito de la responsa
bilidad. La culpa del hombre de las ratas por la deuda impaga, es genuina en tanto
sentimiento de culpa (culpa señal) que brota del complejo de Edipo. Pero su conte
nido, el motivo de la culpa, se halla desplazado. Un motivo moral ( la deuda con el
teniente A) del que Freud no quiere ni oír hablar, no es el verdadero motivo de la
culpa sino el señuelo que el paciente le pone a Freud para que éste lo absuelva. Le
jos de caer en la trampa, Freud reconduce la culpa a la esfera del suj eto.
Ser responsable es "responder por". Este responder se propicia ante la interpe-
] ación del Otro. Esta interpelación Je resulta al sujeto dilemática en tanto que Jo di
vide entre la demanda al Otro y el objeto a. Sólo puede haber interpelación cuando
el sujeto ha atravesado el complejo de Edipo, porque para que la interpelación del
Otro funcione como tal, el sujeto debe estar sometido a la Ley. 1 4
Según señala Gerez Ambertín existen diferentes respuestas ante la interpelación
del Otro: Inhibición / Síntoma, vía su recuperación por el lado del fantasma / El
goce del síntoma / El acting out / El pasaje al acto
Y nosotros agregamos aquí, el acto. Que es una forma de "saber hacer ahí con".
Allí ubicamos el efecto sujeto en las coordenadas éticas. "Si recurriendo a la culpa
en tanto llamado al Otro, el sujeto logra sostenerse en lo simbólico y hacerse repre
sentar por sus significantes (vía del deseo) consigue distanciarse del goce super
yoico, caso contrario, cae deyectactado como a (vía del goce)". 15
Zizek 1 6 articula los conceptos freudianos de yo ideal, ideal del yo y superyó con
los tres registros de Lacan, del siguiente modo:
Lacan Freud
Imaginario Yo ideal: imagen auto idealizada del sujeto. Narcisismo
Simbólico Ideal del yo: el Otro me mira y me fuerza a dar lo mejor
de mí. Orden socio simbólico.
Real Superyo: aspecto sádico, vengativo, punitivo. Instancia
antiética. Imperativo de goce.
14
Sólo podemos sostener que cabe la responsabilidad subjetiva en un s ujeto que esté en
con diciones de ser interpelado. Un niño puede ser responsable, si la ley ha sido internaliza
�a como resto del Complej o de Edipo.
M . Gerez Arnbertín (2007: 264). Op. C i t .
11 _
' S . Zifok (2008) Cómo leer a Lacan . Paidós, Buenos Aires, 200 8 .
68 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
Horado G. Martínez *
C
uando, al final del Seminario 7, Lacan introduce la sentencia "de la única
cosa de la que se puede ser culpable, desde la perspectiva analítica, es de
haber cedido en su deseo", lo hace "a título experimental'', para ver qué
produce en los oídos de los analistas. Y si bien él sostenía que tenemos oídos para
no oír, que preferimos adormecemos en el ronroneo del discurso corriente, no cesó
de sostener una enseñanza pública que partió del deseo de reinventar el psicoanálisis.
La sentencia provocó sus debates, y ya hace tiempo que pasó a formar parte de
cierto museo, junto con otros lemas de la primera época (del "primer Lacan", como
gustan decir algunos), como el "retorno a Freud" y el "inconsciente estructurado
como un lenguaje".
Me propongo rescatar aquella sentencia del seminario 7, provocado a mi vez
por una de las temáticas que conforman la propuesta de la actual convocatoria: la
culpa. Para ello, voy a situar sus antecedentes que, a mi entender, tienen que ver
con la interrogación que Lacan inicia en el Seminario 5 sobre la clínica de la neu
rosis obsesiva y, en particular, sobre el papel que juega allí la culpa.
Los Seminarios 5 y 6 son, entre otras cosas, el resultado de sostener una interro
gación sobe el estatuto del deseo hasta sus últimas consecuencias. Al modo de una
pobre y muy apretada síntesis de ese recorrido, puntuaré los siguientes elementos
para ordenar nuestro abordaje del tema: Al desarrollar el "grafo del deseo" a lo lar
go de los Seminarios 5 y 6, desarrollo reunido luego en "Subversión del sujeto . . . ",
Lacan sitúa al deseo en el campo del "más allá del Otro". De esta posición del de
seo en el grafo se deducen varias consecuencias:
a) "El deseo no es articulable, pero está articulado": no es articulable porque
no depende de su inserción en el significante. Es más, por definición, lo
que se articula en significantes es la demanda, pero el deseo se define co
mo "más allá de la demanda". Y, sin embargo, no se postula como un ele
mento independiente del lenguaje: insiste en éste bajo la forma de la me
tonimia, un significado que siempre se desplaza de significante en signifi
cante sin poder articularse en ninguno.
b) Deducido de lo anterior, no hay significante que "nombre" al deseo.
c)Que el deseo se sitúe "más allá del Otro" supone una acción del sujeto, de
insistir con su pregunta. Esto abre el despliegue del segundo piso del gra
fo, produciendo el S( 0). La instauración de la falta en el Otro por acción
del sujeto ligada al camino de su deseo es señalada por Lacan como "pun
to de angustia". 1
d) La "culpa" del sujeto emerge cuando éste no ha actuado en conformidad
con el deseo que lo habita (Seminario 7), retrotrayéndose, en el grafo,
hacia el circuito de la demanda (llamado "circuito de los bienes" en el Se
minario 7).
El análisis de la culpa comienza en las últimas clases del Seminario 5, a partir
de la interrogación lacaniana en tomo a una característica del cuadro de neurosis
obsesiva descubierto por Freud. Se trata de ese fenómeno que Freud denominó
" 'sentimiento inconsciente de culpa". Es ése el signo que primero atrae su atención
en el discurso del hombre de las ratas. Éste era capaz, por ejemplo, de pensarse
culpable del crimen que leía en el periódico. Un amigo buscaba calmarlo recu
rriendo a su razonabilidad, pero Freud se cuidará muy bien de hacer algo parecido.
1Por el contrario, guiará el interrogatorio hacia un deseo inconsciente capaz de en
gendrar tal culpa, y así se topará con el deseo de muerte del padre. Freud explica
esto suponiendo en su origen un conflicto entre deseos, conflicto que, a su vez, ex
presa la lógica del Complejo de Edipo, es decir, la coexistencia de un deseo sexual
.:dirigido a un objeto y de un deseo hostil dirigido al rival masculino.
Este "conflicto de deseos" tiene como resultado una inhibición. En la clase 23
{del 2 1 /5/58) del Seminario 5 ,2 Lacan habla de la fenomenología de la neurosis ob
sesiva, y sitúa esa duplicidad que ya había sido reconocida por Freud: de un lado
tene mos a un sujeto inhibido y, del otro lado, una serie de fantasmas que Je impo
nen la realización de un deseo ante el cual el sujeto se defiende con todas sus fuer
zas. A Freud le sorprendía el hecho de que esos fantasmas, a los que califica de
'
"inconscientes'', se imponen sin embargo en la conciencia del sujeto, dando lugar a
1
las defensas secundarias. Ese deseo, que los fantasmas imponen bajo la forma de
obsesiones, suele adquirir un contenido sádico. ¿Pero es éste el deseo del sujeto?
1
En su presentación, el obsesivo nos habla de un deseo prohibido por quien en-
'cama el papel del Otro. En el caso del hombre de las ratas: su "deseo por la dama"
1
aparec e en su discurso como prohibido por el padre, quien desearía que su hijo
desposara a otra joven, de mejor posición económica. A partir de esta oposición
s urge en el sujeto "otro" deseo: el de la muerte del padre, paso previo necesario pa-
ra acceder a su objeto. En palabras de Lacan: "El obsesivo, decimos nosotros, igual
,
que l a histérica , tiene necesidad de un deseo insatisfecho, es decir de un deseo más
,
1 -
, J. la e an : ( 1 96 1 ) Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconscientefi·eudiano. .
, �seri tos, Siglo X X I , B uenos Aires , 2003, pág. 793 .
J . L ae an : E l Semin ari o . Libro 5 : Las . formaciones del inconsciente. P aidó s , B uenos A i res,
2 0 03 , pág. 4 1 3 .
70 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
tenía que los deseos humanos se hallan en armonía con la naturaleza. Una de sus
máximas sostiene: "no tengáis otro freno que el de vuestras inclinaciones, ni otras
l eyes que vuestros deseos ni otra moral que la de la naturaleza".5
Pero la concepción lacaniana es diferente: a partir de postular la primacía del
significante, lo natural queda irremediablemente perdido para el sujeto y, por tan
,to, la pulsión también deberá definirse a pmiir del significante. De esta forma, no
alcanza como argumento con explicar la demanda de muerte del obsesivo a través
del sadismo.
A lo largo de todo el Seminario 5, Lacan sostiene la tensión entre demanda y
deseo. Que el deseo se repliegue sobre la demanda supone una suerte de "regre
.sión" que anula el carácter inarticulable del deseo. Se hace evidente entonces que
la "problemática" del deseo se despliega para el neurótico en el terreno de las rela
ciones con el Otro, requiriendo ese "paso más allá" que, en el caso de la neurosis
obsesiva, adquiere el formato de "demanda de muerte": "Que tú, el Otro, mueras,
para que no haya más demandas y el deseo pueda existir más allá de ti ".
¿Por qué surge en ese punto la culpa? ¿Y cómo debemos concebirla? Lacan re
currirá una vez más a su grafo para delimitar tres niveles en las relaciones del suje
to con la Ley:
1 i
Deseo = CULPA
"Si queremos distinguir las tres etapas en las que el superyó se articula, vere
mos que se corresponden estrictamente a aquellas que son esquematizadas en nues
tro grafo : 1 , 2 , 3 , en las que todo Jo que se relaciona con la experiencia del superyó
debe articularse: la línea superior, la del deseo, la de la demanda". La línea superior
� s la del Padre, Otro del Otro que no debemos entender como "metalenguaje", sino
Justamente como aquella dimensión más allá del Otro del primer piso, que viene a
sancionar su límite. Es el nivel del mandamiento, dirá Lacan, por ejemplo "no ma
tarás". El tercer nivel es llamado por Lacan el del "superyó maternal", al que defi
ne en estos términos: "Ese superyó materno arcaico al cual están atados los efectos
del superyó primordial del que habla
Melanie Klein, está vinculado con el primer
5
, Sa de. La filosofía en el tocador. La manzana erótica, Buenos Aires 1 984, pág . 1 2 7 .
72 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
Otro en cuanto soporte de las primeras demandas del sujeto, en las primeras articu
laciones de sus necesidades y sus fmstraciones".
Pero el nivel que nos interesa es el del medio, aquel donde se relacionan deseo
y culpa: "Hemos hecho distinciones para articular la cuestión de la culpa neurótica
y para indicar en qué consiste. Es un hecho que no se la articula como tal y que no
se ha establecido un criterio acerca de ella. Es esencial hacer acerca de esto un cri
terio. La demanda es sentida como interdicta, o más exactamente como sentúnien
to de culpabilidad [en tanto que esta aproximación de la demanda es lo que le per
mite distinguirse de la angustia difusa], en tanto que la demanda es sentida como
prohibida porque mata al deseo" . 6 La culpa propiamente dicha, distinguida de las
relaciones del sujeto con la Ley, se explica por relación al deseo como aquello que
se le interpone, pero que no resulta ser "otro deseo" (el deseo de muerte del padre,
por ejemplo), sino una demanda que viene a matar al deseo mismo. Es por esta ra
zón que Lacan dirá, en el Seminario 7, que el sujeto es culpable "de haber cedido
en su deseo".7
Lacan hablará allí de una oposición entre el deseo y el "servicio de los bienes",
y en ese contexto ceder en el deseo se entiende como "abandonar su camino", para
"quedar arrojado definitivamente al servicio de los bienes". El neurótico obsesivo,
gracias a la culpa, mantiene vivo su deseo, pero imposibilitándolo, postergándolo
indefinidamente. ¿Y cuál es el movimiento de salida que Lacan ve? Siempre en los
mismos términos experimentales en los que se expresa, su cuarta proposición dice:
"No hay otro bien más que el que pueda servir para pagar el precio del acceso al
deseo", y ese bien, ese "algo" que sirve de medio de pago es el goce.
En las últimas clases del Seminario 6, y nuevamente a partir de la clínica de la
neurosis obsesiva, Lacan contrapone dos deseos que resultan de la interrogación
"Che vuoi?", ya que ésta puede ser leída por el sujeto como una pregunta por su
deseo, "¿qué quieres?", o bien como una pregunta por el deseo del Otro: ¿qué quie
re el Otro de mi, qué cosa soy en su deseo? La neurosis obsesiva, como toda neuro
sis, es una estrategia tendiente a no renunciar cierta porción de goce, que resultaría
del papel del sujeto como objeto del deseo del Otro, a cambio de una inmoviliza
ción del deseo del sujeto. "Si cedo goce, dejo al Otro en falta, y se abre de ese mo
do la perspectiva de mi deseo, más allá de la culpa ".
Si el neurótico en general, y el obsesivo bajo la forma peculiar que le es propia ,
se sienten culpables, es porque han abandonado la vía de su deseo, y ahora podría
mos agregar: por resistirse a pagar con su goce. La culpa se convierte así e n un
nombre posible para ese dificil concepto que Lacan acuñó bajo el término goce.
6 Subrayados nuestros.
7 J. Lacan: ( 1 959/60). El Seminario. Libro 7: La ética del psicoanálisis. Paidós, B uenos Ai
res, 1 98 8 , pág. 379.
CULPA Y RESPONSABILIDAD 73
ste texto toma su nombre de la enunciación freudiana según la cual "el im
"' Dr . Sérg io
de Campos. Psicoanalista. AE de la Escola Brasileira de Psicanálise y de la
A so c iaci ón
Mundial de Psicoanálisis. Coordinador de Residencia de Psiqu iatría del IRS
f HEMIG. Dr. Roberto Assi s Ferreira. Phd Profesor Adjunto Facultad de Medicina. U F M G .
S ig mund Freud.
O problema economico do masoquismo. In : FREUD, Sigmund . Obra s
si
f co lógica s completas . Ed . Standati Brasileira, v. 1 4, Rio de Janeiro: Imago, 1 990, p . 209.
G . Real e . História da F ilosofia Antiga, Sao Pau l o : Loyo l a, 1 99 4 . (Série História da filoso-
1fia). Vol . ! , p . 354.
!'
74 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
.
15 s.Frcud ( 1 90 9). Notas sobre um caso de neurose obsessiva, In: J. Strachey, (ed.) e Ri' b ei-
ro V . (trad.), Obras psicológicas completas de Sigmund Freud, Ed. Standard Brasilci ra, (v.
1 0) . Rio de Janeiro: !mago, 3°. ed., p. 1 59-258 (Vcrsao brasileira de J 990), p. 1 90.
16
ldern, p. 1 9 1 .
78 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 3 8 : 1tRESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDADn
torizarse por sí mismo, y echar mano a la máxima del judo: "se debe usar la fuerza
del adversario a su favor". La máxima del judo debe ser usada como paradigma de
respuesta, pues el hablanteser debe cifrar su goce en un sínthoma, en una respon
sabilidad sin culpa, en la medida en que él hace un buen uso de la pulsión que se
encuentra a su disposición. Así, el hablanteser debe usar la pulsión demoníaca al
servicio de su propio bien. Pues Ja clave del asentimiento es desalienarse del supe
ryó, autorizándose en el "tú eres" de la pulsión que posibilita el evento de la máxi
ma freudiana: Wo es war sol! !ch werden. 1 7
En el transcurso del análisis, el superyó se desplaza del sentido al fuera del sen
tido, de suerte que el producto es el sinthoma, situado más allá del padre. No se tra
ta ya de autorizar el deseo en la instancia paterna modalizada por el supe1yó. En
fin, el hablanteser ante el significante del Otro barrado [S(Á)] tendrá que inventar
nuevas modalidades de satisfacción para el goce que se orienta ahora a partir del
sinthoma. El efecto final de todo el proceso analítico es el humor, pero reír no es el
mej or remedio. Reír es un efecto de desapego para con el superyó, reducido ahora
a una máscara de lo real.
Gabriela Insua *
L
a clínica con adolescentes empezó a interesarme hace tiempo ya, diría que,
esencialmente, por uno de los temas que entiendo invita a pensar la presente
convocatoria, la cuestión de la responsabilidad que le atañe al sujeto, en este
caso, el sujeto en la adolescencia. Siendo el adolescente, alguien que permanente
mente nos interroga en ese sentido . . .
Los que trabajamos con jóvenes escuchamos habitualmente como reclamo del
Otro parental y del Otro social (como la escuela, los juzgados) Ja expresión "No se
hace cargo ". ¿Qué leer desde el psicoanálisis en esa expresión? ¿De qué no se
hace cargo el adolescente? En un texto que escribí en otra oportunidad me sorpren
dió un fallido propio que me resultó muy productivo: escribí "implicanción". Me
pregunto qué canción sostiene el adolescente que al Otro le suena desimplicada, sin
negar que, a veces, tal vez lo sea.
No resulta sencillo, a Jo largo de la vida, encontrarse en Ja canción que uno can
ta. Alguien escribió una letra . . . uno la canta . . . ¿qué hay de uno en esa canción?
Un genial compositor escribió, tiempo más, tiempo menos, de su adolescencia:
"Yo formé parte de un ejército loco, tenía 20 años y el pelo muy corto. Pero oye
amigo hay una confusión, porque para ellos el loco era yo ". 1
Confusión entre el discurso adulto y el del j oven, ¿quién es quién?
En las antípodas, nos encontramos culturalmente con un endiosamiento o ido
latría de la juventud, tal vez como puerto del que algunos adultos no quieren partir,
que muchas veces desresponsabiliza al adolescente en relación a sus actos.
Muy tocados aún por las sentencias escandalosamente reaccionarias de la dicta
dura, ubicar como responsable a un j oven parecería tener que ver con el famoso
"por algo será", lo cual no resulta políticamente correcto. Flaco favor le hacen.
En esa franja entre "no se hace cargo" y "es chico aún, no es responsable ", se
guramente hay un Jugar para el sujeto adolescente que le permita un movimiento
que lo propicie como tal.
Hay en el mundo psi un temor marcado a la palabra "sanción". Se la lee ligada
al castigo, por tanto claramente puede resonarle a algunos como superyoica. Y lo
es, si esa sanción sólo viene del Otro. Pero se trata de "sancionar" dentro de los
confines del sujeto. De hecho, una de las acepciones de la palabra "sanción" tendrá
que ver con el castigo, pero hay una segunda que dice: "Aplicación o legitimación
de un acto, uso o costumbre ". 2 Que un acto se sancione es también que se nomine
y que, en dicho acto, el sujeto pueda implicarse.
La palabra responsable
5 Don ald Winnic ott. "Exploraciones psicodiagnósticas". La tendencia antisocial. Ed. Paidós .
6
J c an P ierre Lebrun. Un inundo s in límites. Ed . del Serbal, Barcelo na, 2003 , pá g . 1 20.
82 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
Sí , como bien dice Norberto Rabinovich, ya las leyes del malentendido vuelven
el "entenderse" sumamente complicado, "¿cómo cumplir con las exigencias que la
ley plantea cuando resulta imposible saber con certeza lo que ella pide? ". 7 La ley
estrncturante del hablanteser, la ley del malentendido, ya viene a plantear la para
doja. Pero sabemos que para poder tener un lugar en la cultura tenemos que tomar
ciertos decires del Oh·o social como garantes de un lazo social (códigos penales,
civiles, comerciales, constitución, reglamentos).
"La suma de las producciones e instituciones que distancian nuestra vida de la
de nuestros antecesores animales y que sirven a dos fines: proteger al hombre
contra la naturaleza y regular las relaciones de los hombres entre sí". 8 ¡ Cuánto
más se enrarece la cuestión entonces, cuando esos garantes del lazo social son re
negados por quienes deben sostenerlos y ejecutarlos, cuando enuncian reglamentos
pero los desmienten con sus actos ! Vulgarmente hablando, "borran con el codo lo
que escriben con la mano".
Las "reacciones locas" adolescentes pasan a ser, como diría Franyoise Davoine,
una respuesta frente a la renegación del otro social. Y, como el adolescente enlo
quece (al decir de Winnicott en lo que constituya tal vez su última esperanza), el
Otro familiar y social, en lugar de cumplir la función de marco y de sostén, se plan
ta frente al adolescente como un gigantesco panóptico. Vigilar y castigar en lugar
de dar lugar y crédito a la palabra y al acto adolescente.
De esta modalidad son la gran cantidad de dispositivos de abordaje del trata
miento de las adicciones que se plantean desde la coerción o la sanción pero pro
veniente del afuera del sujeto: "No debes"; "No puedes"; "Te haces daño, entonces
como no sabes lo que haces nosotros pensamos por ti", son sentencias que llenan
las paredes de comunidades e instituciones que se dedican al tratamiento de las
adicciones. Generan una gran cantidad de medidas coercitivas para frenar su com
pulsión y, a su vez, se trabaja sobre una impresionante culpabilización: "Sí recaés
no sólo te dañás vos sino que defraudás al grnpo". Todo esto en nombre de su bien.
Ese "bien" que él no consigue ver como tal, pero que el Otro hace por él.
¿Es esto responsabilidad? ¿Es esto implicación? En modo alguno. Esto es una
ortopedia que, a veces, les sirve a los chicos para frenar algo lo que la pulsión vie
ne a decirles. Sería tanto mejor para el adolescente que en el espacio terapéutico se
trabaje con él para escuchar y "sancionar" lo que su pulsión le viene a decir de sí.
La pulsión "es el eco en el cuerpo de que hay un decir ". 9
Hay otro posicionamiento clínico, una clínica del sujeto en contraposición a las
terapéuticas reeducativas y readaptativas, aún para una problemática que hace pa
recer al adolescente tan desimplicado frente a lo que el mundo adulto puede sopor
tar.
En una ocasión vienen a consultarme unos padres muy preocupados por haber
encontrado algún tipo de droga en la habitación de su hija y me solicitan tratamien
to para la muchacha. Ante mi pregunta de si ella estaba de acuerdo, refieren que
no, pero que eso no es importante pues dada Ja gravedad del hecho iba a tener que
hacer terapia igual. Les aclaro que no es mi modo de trabajo, que tendré unas en
trevistas con Julia pero que, si ella no quiere iniciar una terapia, yo no voy a tomar
la en entrevistas. Les ofrezco que si esto sucede vengan ellos a pensar qué les pasa
con esto que descubrieron en su hija.
Julia asiste a tres entrevistas. Me muestra de todas las formas posibles que viene
obligada, que yo estoy en serie con sus padres, que soy algo así como una subsede
de ellos que Ja quieren llevar por el buen camino, y que ella entiende lo del buen
camino pero que no quiere ir por ahí. Le digo que encontrar la droga y lo que les
pasa con eso, es un problema para sus padres pero que sería interesante que ella
pudiera ubicar qué le hace problema a ella.
En la tercer entrevista, al decirle que será la última -ya que no escucho que esté
en las mismas sino que viene a "caretearla"-, me mira y me sorprende al decir:
- "Esperá, hay algo que a mí me preocupa".
- "¿Y qué es?"
- "No quiero volver a despertarme tirada en un charco de vómito, en la calle y
al lado de un chabón que ni conozco sin acordarme que hice antes de fisurar".
Julia "sancionó" su pregunta, su X a resolver.
Julia se hacía "responsable" de su malestar . . . más allá de la sanción del Otro.
Julia hoy sigue en análisis . . . ya "tiene a su cargo" otras preguntas.
"No se sabe todo, nunca se sabrá todo, pero hay horas en que somos capaces
de creer que sí, tal vez porque en ese momento nada más nos podría caber en el
alm a y en la conciencia, en la men te, como quiera que se llame eso que nos va
haciendo más o menos humanos ". 1 0
LA RESPONSABILIDAD EN EL ADOLESCENTE
E
1 término de responsabilidad presenta en principio un sentido amplio, refe
rido a la moral y al comportamiento psíquico de un sujeto, como un sentido
anterior al social, cívicó o penal. Por ello, tomo como punto de partida de
esta reflexión los presupuestos del psicoanálisis de orientación lacaniana, para tra
tar de dar cuenta del advenimiento de la responsabilidad en el niño y en el adoles
cente. Parto además de una definición provisional de la responsabilidad para en
marcar dichos presupuestos.
Desde la filosofía se nos señala que el ténnino proviene del latín respondere, es
decir, responder, y que referido a "actos" significa que se asumen como autor. La
responsabilidad está anudada a la capacidad de responder como autor por las con
secuencias de sus actos. Lo cual nos formula las siguientes cuestiones: ¿cuándo o
cómo un niño y un adolescente responde por sus actos? ¿Qué proceso psíquico
media para que se responsabilice por las consecuencias de los mismos?
En la fenomenología de los comportamientos infantiles o adolescentes, nos da
mos cuenta que la responsabilidad como respuesta no es automática. No hay un
instinto de la responsabilidad, como un saber inscripto genéticamente, que nos per
mita responder adecuadamente en las distintas situaciones de la vida. La responsa
bilidad es una respuesta que escapa al esquema "estímulo-respuesta", no es un pro
blema biológico. Razón por la cual, las terapias cognitivo-conductuales fracasan si
su pretensión es generar conductas responsables en un sujeto. Esto debido a que
entre el estímulo y la respuesta supongamos que hay una caja negra, ejemplo to
mado de las mismas TCC, en la cual en psicoanálisis ubicamos el lenguaje. Hay un
estímulo, pero el ente provisto de lenguaje ya no responde de manera instintiva. El
lenguaje ha cortocircuitado el instinto, lo ha modificado, y el producto de esa mo
dificación es un sujeto que habla, delibera, lo cual transforma su acción.
No responsabilizamos al animal por sus actos debido a que en él hay un instinto
que funciona bajo el esquema estímulo respuesta, luego, si se le ataca se defiende,
con independencia de quien sea el agente de su agresión. De igual modo, si durante
el período de celo, un agente de su misma especie y género contrario le estimula
sexualmente, responde activando los órganos y comportamientos que lo disponen a
aparearse con ese agente, en vías a la reproducción de la especie.
En cambio, cuando se trata del humano que responde ante esos mismos estímu
los, hay una demanda social de que ese sujeto se haga responsable de sus actos. Es
to nos dice que la responsabilidad está articulada a un código simbólico, a un con
junto de significantes, es decir, de leyes, normas, creencias, mandamientos sociales
y morales, que reclaman del sujeto un compromiso según ciertos criterios, que lo
obliga'h a una respuesta socialmente aceptada. Todo esto tiene como a priori que se
trata de un humano, de un ser hablante.
La responsabilidad, es por ello, un problema ético; y la ética concierne al hom
bre, no como ser vivo sino como ser racional. Se espera que llegue a un sujeto ten
ga "uso de razón'', viejo término, que llama a una razón práctica, iluminada por
1ma razón pura. El sentido común ubicaba este uso de razón a los siete años, y ex
cluía de ella a los enfermos mentales y a los niños. Porque la responsabilidad está
asociada a la idea de castigo social. La salud mental decide sobre la normalidad de
un individuo, en el sentido de que pueda pedir de él responsabilidad, y, en conse
cuencia, poderlo castigar por sus actos. Esto supone, además, una sociedad donde
se le conceda al sujeto una libertad de su acción.
Algunos filósofos y pedagogos sostienen que Ja libertad es la base de la respon
sabilidad. Sartre pensaba que la libertad era una carga que le producía honw al in
dividuo. No sabía qué hacer con ella. En todo caso, si hay otros que deciden en lu
gar del sujeto, si éste no es libre, es difícil responsabilizarlo por sus actos. Las so
ciedades totalitarias tratan a sus individuos como niños o como enfermos mentales
por quienes las "mentes superiores" deben decidir. Así, los sujetos no pueden
hacerse responsables de sus actos. No pueden ser castigados, ni reparar a sus víc
timas. Y entonces, no cabe ni siquiera este tipo de reflexión.
Esto dice también que, usualmente, la responsabilidad se articula a la capacidad
de raciocinio, de discernimiento racional de un sujeto respecto a sus acciones y sus
consecuencias. Por esto, el sentido común, relaciona la responsabilidad con Ja lla
mada "madurez psicológica" de una persona, que Ja hace apta para realizar adecua
damente una tarea determinada y capaz de tomar las decisiones pertinentes.
En psicoanálisis, ponemos en cuestión el término de madurez psicológica. Pues,
éste proviene de una concepción que toma como paradigma la biología para pensar
la psiqué, y, en consecuencia, plantea que del mismo modo que el desarrollo corpo
ral conduce a un ente biológico desde la generación hasta la corrupción, pasando
por una serie de "edades de la vida", el ente nace, crece, se reproduce y muere, la
vida psíquica pasaría por una niñez, adolescencia, juventud, madurez y vejez. Y,
por lo tanto, determinaría una etapa de madurez psicológica, de racionalidad, de
conciencia de sus actos, donde se situaría la responsabilidad.
Pero el psicoanálisis no establece etapas, ni edades mentales. En algún momen
to Freud habló de fases del desarrollo de la libido. Pero éste no es un desarrollo
progresivo, lineal, como algunos post-freudianos lo entendieron, describiendo la
etapa oral, luego la anal a la que sucedía la genital, donde el individuo hacía sus
elecciones sociales fundamentales como casarse, tener hijos, trabajar y responsabi-
86 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
!izarse socialmente de las normas según un ideal social burgués al que se adaptaba
perfectamente.
Freud describía ese desarrollo libidinal, en términos de progresión, pero tam
bién de fijación y de regresión, es decir, formas de satisfacción, desligadas de un
modelo teleológico, de antemano determinado desde un ideal adulto al que el niño
debe llegar. Podemos decir que, al contrario de cierta pedagogía cuyo a priori es
que el niño es un adulto en potencia, para el psicoanálisis en el adulto habita la di
námica del niño, hay un niño en el adulto. Esto no es poesía, no es para reconocer
en el adulto solamente la sensibilidad, espontaneidad, imaginación del niño, sino
también sus formas sexuales y agresivas de satisfacción, su complej idad pulsional.
Freud decía que en el niño había una disposición sexual perversa polimorfa. Y
bien, si reconocemos un niño en el adulto, diremos que en él hay modalidades per
versas de satisfacción de sus pulsiones agresivas y sexuales, mediante el fantasma
que cada uno ha construido.
Pero, precisamente, es allí donde encontramos el problema de la responsabili
dad. Porque es allí donde la psicología y el sentido común espera a un sujeto con
"madurez psicológica" para que pueda asumir la responsabilidad moral, en tanto
obligación de reconocerse autor de sus actos sexuales y agresivos ante la propia
conciencia y ante la sociedad. Vemos que, desde la perspectiva del desarrollo, la
pregunta por cuándo un niño o un adolescente se hacen responsables es improce
dente para el psicoanálisis.
No obstante, el psicoanálisis ofrece otra perspectiva que podemos llamar no de
sarrollista sino estructural. Esto quiere decir que la formación de un sujeto ocurre
no en un tiempo cronológico, como ocurre con la maduración de un cuerpo, sino en
un momento lógico.
Freud dice que el aparato psíquico se forma en un sujeto a partir del Ello, ins
tancia completamente inconsciente, ficción topológica donde se hallan las pulsio
nes agresivas y sexuales, o las pulsiones de vida y pulsiones de muerte. Pero que
mediante el mecanismo de la identificación, que es un proceso inconsciente que
hace que un sujeto tome un rasgo del semejante y transforme una parte de ese Ello
conforme a ese modelo, hace que una parte del Ello se convie1ia en otra instancia
que llama el Yo. El Yo no se funda a partir de una única identificación, sino de
múltiples identificaciones con rasgos incluso contradictorios y tomados de las figu
ras que rodean la primera infancia del sujeto. El proceso de identificación lo vemos
en movimiento con más nitidez en la infancia y en la adolescencia, pero no depen
de de un tiempo cronológico. Hay quienes conservan una plasticidad libidinal que
permite identificaciones hasta muy avanzada edad, y aquellos para quienes tem
pranamente encuentran un momento de viscosidad libidinal que forman rápida
mente un carácter inamovible. La identificación es entonces un mecanismo psíqui
co fundador del Yo, al modo de las capas de una cebolla. Y es lo que explica las
contradicciones en las que incurre un sujeto, cuando no logra una síntesis coheren-
CULPA Y RESPONSABILIDAD 87
psicoanalítico. Y vemos que aún desde el punto de vista jurídico tampoco es senci
llo. Por ello, se establece la mayoría de edad como una convención que depende de
cada sociedad. En Colombia era a los veintiún años y luego a los dieciocho. Cuan
do las circunstancias sociales de un conflicto armado impusieron el uso de menores
de edad como actores armados o como sicarios al servicio del narcotráfico, luego
de una presión internacional para hacer reconocer a nuestro Estado los derechos de
los menores, se baja a la edad de dieciséis años. En países como los Estados Uni
dos, se castiga carcelariamente a los jóvenes desde los catorce años. Ello representa
el corazón de la responsabilidad jurídica. Es decir, la obligación de reparar el daño
infringido a otros por culpa, en ciertos casos determinados por la ley. Reconocien
do modulaciones de esa responsabilidad como penal, civil, delictiva, contractual.
Y, dentro de las primeras, reconociendo una responsabilidad limitada, plena, ate
nuada o del menor. En todo caso, allí se trata de la responsabilidad corno obliga
ción de soportar el castigo, o la necesidad moral e intelectual de cumplir un deber o
un compromiso social. Ese es el sesgo jurídico de la responsabilidad.
Para el psicoanálisis, un niño, un adolescente o un adulto son igualmente consi
derados sujeto. No solamente en el sentido cartesiano, es decir, consciente y racio
nal, sino, además, un sujeto cuya conciencia se continúa al inconsciente y está do
tado de una intensa actividad pulsional. Allí empiezan las diferencias.
El punto de partida es que siempre tratamos con un sujeto. Eso es lo universal.
Pero luego viene lo singular en dos direcciones. Primero, en el hecho de que si es
un niño, hay que evaluar en lo singular del uno por uno, de cuánta racionalidad es
capaz; es decir, la capacidad de discernimiento sobre sus actos y las consecuencias
de los mismos. Esto varía si se trata de un niño neurótico, psicótico o en posición
perversa. Igualmente, será preciso examinar la capacidad que el niño ha demostra
do para dominar sus pulsiones agresivas, sexuales y autodestructoras, y controlar
sus actos. Dependiendo de que las contingencias de su historia le hayan dado herra
mientas simbólicas para hacerlo. Y, entonces, haya elegido, así sea de modo forza
do, en los avatares de su vida, una estructura psíquica y un objeto de goce.
Lo mismo habrá que hacerse con cada adolescente, contando con un hecho su
plementario. En la adolescencia ocurre, en general, una caída de las identificacio
nes paternas. Es decir, aquellas que afirmaban la ley, la norma, los límites. Los
adolescentes enfrentan esa crisis de las identificaciones de manera agresiva y an
gustiada; no sólo los invade el furor de destruir lo viejo, reconociéndolo caduco,
sino que además están angustiados y desorientados, por lo que, en ese delicado
tránsito, buscan otras identificaciones que los estabilice. Muchas veces en las tribus
urbanas, en gmpos de pares, o en nuevas figuras sociales diferentes a su familia.
Eso hace que la responsabilidad fundada sobre los valores de la infancia también
entre en crisis. Y los encontremos en situaciones dramáticas, porque no previeron
las consecuencias de sus actos.
A pesar de la diversidad y la complejidad que es la clínica del uno por uno, po
demos, para concluir, enunciar al menos algunos principios del psicoanálisis de va-
90 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDADn
CASTIGO
92 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
CRÍMENES Y PECADOS
Mario Pujó
E
n 1 950, Lacan escribe: "El hombre se hace reconocer por su semejante por
los actos cuya responsabilidad asume". La frase es extremadamente breve,
pero sus consecuencias son decisivas para el campo en que ella se propone
operar, el del acto criminal y su eventual punición. En particular, cuando ese cri
men se demuestra insensato, aparentemente inmotivado, un acto loco. 1
En efecto, Lacan sostiene allí que es por la asunción de su responsabilidad res
pecto de sus actos que el hombre logra ser admitido como tal por sus semej antes,
aceptado y reconocido como uno entre ellos. Esa responsabilidad le confiere, ni
más ni menos, el estatuto mismo de su humanidad. Indica enseguida que es a ella
que se apunta en la intervención analítica en estos casos: "La acción concreta del
psicoanálisis es benéfica en un orden duro. Las significaciones que revela en el su
jeto culpable no lo excluyen de la comunidad humana. Hace posible una cura en la
que el sujeto no está alienado de sí mismo y la responsabilidad que restaura en él
responde a la esperanza que palpita en todo ser deshonrado, de integrarse en un
sentido vivido". 2
La reintroducción de la irracionalidad de un pasaje al acto en el campo del "sen
tido vivido" supone, en alguna medida, su irrealización, vale decir, la considera
ción, más allá del hecho mismo, de una dimensión propiamente simbólica. Lo que
lleva a Lacan a afirmar que "irrealizando el crimen, el psicoanálisis no deshumani
za al criminal". 3 En el otro extremo, y como su contrapartida, denuncia en la ten
dencia de la criminología contemporánea cierto efecto cuya antinomia se encarga
de explicitar: " . . . si ella humanizará el tratamiento del criminal, no lo hará más que
al precio de un derrocamiento de su humanidad". 4
La punición juega en ello un papel central, al punto que Lacan llega a equiparar
el castigo a la responsabilidad: "la responsabilidad, es decir, el castigo, es una ca
racterística esencial de la idea del hombre que prevalece en una sociedad dada". 5
Vale decir, en una sociedad como la nuestra. Porque hay una dimensión de lo puni-
1 Jaques Lacan [firmado con Michel Cénac]. Psicoanálisis y criminología ( 1 950). Interven
ciones y Textos. Manantial, Buenos Aires, 1 985, pág. 26. Itálica en el original.
2 Ibíd., pág. 30.
3 Jacques Lacan. !ntroduction théorique aux fonctions de la psychanalyse en criminologie.
(En collaboration avec Michel Cénac). Écrits. Paris, Seuil , 1 966, pág. 1 3 5 .
� J. Lacan. Intervenciones y textos. Op. cit. pág. 26.
0 J . Lacan. Écrits. Op. Cit. pág. 1 37 .
CRIMEN Y CASTIGO 93
Una cierta articulación del crimen y el castigo es considerada por Woody Allen
como tema de su filmografía, dando ocasión a una reflexión de orden moral. Se tra
ta de una coyuntura dramática precisa, que pone en escena una cobardía mayúscula
por la que es cometido un crimen oprobioso y repudiable, cuyo instigador queda
finalmente impune en tanto no es siquiera imputado por él. No un inimputable sino
un 'inimputado' , falta de sanción cuyo resultado se demuestra semejante, al punto
que el crimen mismo parecería entonces quedar desdibuj ado.
El núcleo de la trama, relativamente simple, es retomado en dos oportunidades
por el director -que es también autor del guión-, dando lugar a dos célebres pelí-
6
J. Lacan. Intervenc iones y textos. Op. cit . , pág. 28.
7
Ibíd., pág. 27.
94 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: "RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
Sin sanción, la culpa se disuelve, el crimen mismo parecería no haber sido co
metido. Quizás podamos entonces afirmar que, efectivamente, no hay crimen sin
castigo; pero no porque todo crimen encuentre necesariamente su castigo, sino
porque, en su ausencia, el propio crimen pierde consistencia en las vacilaciones de
la memoria.
¿Pretende Woody Allen alertamos sobre la emergencia de una subjetividad sin
culpa, como una acechanza inminente de nuestra actualidad? Probablemente. Pero
ciertamente no representándola como la proliferación de una ferocidad vandálica a
la que nada detendría en su marcha criminal, sino, más bien, en la línea de esa in
imputabilidad creciente, ese 'niño generalizado' del que nos habla Lacan, resultado
de la exitosa conjunción del mercado y la ciencia. En lugar del héroe estoico, pro
metido a su destino trágico, una subjetividad ligera, liviana, carente de espesor y de
gravedad. Es decir, el retrato de un superyó no interiorizado, ese superyó en ges
tación, no plenamente constituido, que Freud se complace en atribuir a las muje
res; un superyó cuyo imperativo moral se haya signado externamente por el saber
del Otro, por el miedo a ser descubierto, regido entonces por un principio del tipo:
"ojos que no ven, corazón que no siente". Aunque no por ello menos dramática
mente comprometido en las implicaciones de sus actos.
.
sM 1chel Foucault . Yo, Pierre Riviáe, habiendo degollado a mi madre, a mi hermana y a mi
hermano. . . Un caso de parricidio del siglo XIX presentado por Michel Foucault. Fábula
Tusq uets, 200 1 , pág. 1 95 .
96 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD>1
que tampoco les conocía, que nunca había pensado en ellos; yo moriré para liberar
a un hombre que me ama y me aprecia". 1 1
E l amor a l padre guía cada uno de sus actos, demostrando estar por encima de
todo. "De modo que tomé esa espantosa resolución, decidí matarlos a Jos tres; a las
dos primeras porque estaban de acuerdo en hacer sufrir a mi padre; en cuanto al
pequeño tenía dos razones, una que amaba a mi madre y a mi hermana, y la otra
porque temía que matando sólo a las dos, aunque mi padre estuviera horrorizado,
me echara de menos cuando se enterase de que moriría por él. Yo sabía que quería
a este niño que era inteligente, pensé, tendrá un tal horror de mí que se alegrará de
mi mue1ie y de este modo viviría feliz sin remordimiento alguno". 1 2
Una vez detenido, escribe el relato de su crimen para mostrarse en ejercicio de
sus facultades y dispuesto al castigo. Se reconoce culpable y espera ser condenado
a muerte. "Conozco el artículo del código penal sobre el panicidio, lo acepto como
expiación de mis faltas; [ . . . ) así espero la pena que merezco y el día que pondrá fin
a todos mis remordimientos". 1 3
Condenado a muerte por el tribunal que lo juzga, la sentencia no se hará efecti
va. Paradójicamente, su pmmenorizada confesión, una palpable demostración de la
claridad de su raciocinio, se transforma para los especialistas en la prueba irrefuta
ble de su alienación mental. Se eleva entonces una petición de indulto apoyada en
los informes médico-legales, y el Rey conmuta la pena de muerte por la de reclu
sión perpetua. La clemencia real despoj a así, humanitariamente, al joven Riviere de
su acto, literalmente lo enajena. Y "la humanización del tratamiento del criminal"
se salda entonces, efectivamente, por el "derrocamiento de su humanidad".
Pierre Riviere deviene explícitamente un muerto en vida. Amanece ahorcado el
22 de octubre de 1 840 en la penitenciaría de Beaulieu. "De un tiempo a esta parte
se le habían notado signos indiscutibles de locura; Riviere se creía muerto y no
quería saber nada de su cuerpo; añadía que deseaba que le cortasen la cabeza, cosa
que no le causaría el menor daño, dado que ya estaba muerto, y si no accedían a es
te deseo amenazaba con matar a todo el mundo. Esta amenaza hizo que lo aislaran
de los demás prisioneros y aprovechó esta circunstancia para suicidarse". 1 4
El suicidio, Lacan dixit, es un acto logrado. Un acto extremo, es verdad, defini
tivo, el último acto. Pero a través de él Pierre Riviere alcanza finalmente su desti
no, ese destino que sabía él forjaba para sí en el momento de su pasaje al acto.
Un largo porvenir
12 b
l I' d., pág. 1 23 .
13 l b� d., pág.
14 137.
[1 5 lb 1 d : pág.209. Crónica del Pilote du Calvados, 22 de octubre de 1 84.0 .
1 L .
f om s Althusser. El porvenir es largo. Ediciones Destino, Buenos Alfes, 1 993, p ag. 3 6
98 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
inframundo de los cuerpos sin alma, iluminado, apenas, por la luz crepuscular que
alumbra el reino de los muertos. En efecto, según la ley, "no hay crimen ni delito
cuando el acusado está en estado de demencia en el momento de la acción". Desde
que se encuentra así amparado penalmente, Althusser se experimenta a sí mismo
como un «desaparecido», latinoamericanismo cuyo uso universal ha sido incorpo
rado en español.
Desde luego, y con razón, se había pretendido protegerlo. Más aún, si conside
ramos que en 1 980, el año en que estrangula a su mujer, la pena de muerte se en
contraba aún legalmente vigente en Francia. Pero ese "no ha lugar" que humanita
riamente lo preserva, en el mismo acto lo despoja de su calidad de pensador, de su
prestigio de filósofo, lo priva de un merecido reconocimiento intelectual -una de
las inteligencias más destacadas de Europa-, lo enaj ena, en fin, de su propia obra.
«Después del cierre de la instrucción, el Juez Guy Joly pronunció un sobresei
miento que fue seguido de la entrega de una orden de internación tomada por la
prefectura de policía. Louis Althusser perdió entonces todos sus derechos de ciu
dadano. A continuación, fue jubilado de oficio [ . . . ] En junio de 1 980 dejó el hospi
tal Sainte-Anne y fue trasladado a la clínica de l ' Eau Vive en Soisy-sur-Seine, que
conocía bien, y en julio de 1 983 se instaló en París, en un apartamento situado en la
calle Lucien Leuwen». 16
Pero, en 1 985, Althusser se decide a "volver". Una nota en el diario Le Monde
menciona irónicamente su caso, y, al leerla, toma la decisión de volver. Aunque,
como le escribe a un amigo, no podría 'reaparecer en la escena pública' sin haberse
explicado previamente sobre lo que le había pasado, a través de "una especie de au
tobiografía, en la que se incluirían explicaciones sobre el drama y el 'trato ' tanto
policial como judicial y hospitalario y, naturalmente, su origen''. 1 7
Lebendstodt, muerto en vida, Althusser se decide a volver; se decide a volver
desde la muerte. Así, entre fines de marzo y la última semana de abril de 1 985, re
dacta un extenso texto de más de trescientas carillas. Un escrito dificil de situar en
su género, entre el ensayo autobiográfico, el ensueño, el alegato y la alucinación:
«En realidad, a lo largo de estas asociaciones de recuerdos, intento atenerme estric
tamente a los hechos, pero las alucinaciones también son hechos». 1 8
En la página de cubierta, el título manuscrito: E l porvenir es largo [¿La dura
ción de la eternidad? ¿El tiempo de la melancolía? -es inevitable preguntárselo] .
Al lado, un subtítulo tachado: Breve historia de un homicida. Y, enseguida, otro tí
tulo también tachado: De una noche al alba.
Desposeído de su palabra, de su historia y de su acción, Althusser se propone
recuperarlas a través de este escrito. Es algo sobre lo que nos advierte de entrada:
«Es probable que consideren sorprendente que no me resigne al silencio después de
1 6 Élisabcth Rouclinesco. Filósofos en la tormenta. Efe, Buenos Aires, 2007, pág. 1 60.
17 L . Althusser, Op. Cit., pág. 1 1 .
18
Ibíd. , pág . 1 8 .
CRIMEN Y CASTIGO 99
la acción que cometí y, también, del no ha lugar que la sancionó y del que, como se
suele decir, me he beneficiado. Sin embargo, de no haber tenido tal beneficio,
hubiera debido comparecer; y si hubiera comparecido habría tenido que responder.
Este libro es la respuesta a la que, en otras circunstancias, habría estado obligado.
Y cuanto pido, es que se me conceda; que se me conceda ahora lo que entonces
habría sido una obligación>> . 1 9
E n 1 982, había escrito una primera descripción del crimen, la misma que re
petía obsesivamente a sus allegados, idénticas palabras, el mismo enigma, el mis
mo estupor: «En noviembre de 1 980, en el curso de una crisis intensa e imprevisi
ble de confusión mental, estrangulé a mi mujer, que lo era todo en el mundo para
mí, a ella que me quería hasta el punto de querer morir ya que no podía vivir y, sin
duda, yo, en mi perturbación y mi inconsciencia, le "presté el servicio" del que no
se defendió, pero que causó su muerte». Una breve y aterradora síntesis, en la que
resume vívidamente la situación de Hélene y la perturbada relación que mantenían
entre ellos.
Como no podía ser de otra manera, el extenso relato de 1 985 se inicia con una
detallada descripción de la escena fatídica, aquella sobre la que Althusser no tuvo
derecho a testimoniar ante el Tribunal: «Arrodillado muy cerca de ella, inclinado
sobre su cuerpo, estoy dándole un masaj e en el cuello. A menudo le doy masajes
en silencio, en la nuca, la espalda, y los riñones: aprendí la técnica de un camarada
de cautiverio, el amigo Clerc, un futbolista profesional, experto en todo.
«Pero en esta ocasión el masaje es en la parte delantera de su cuello. Apoyo los
dos pulgares en el hueco de la carne que bordea lo alto del esternón y voy llegando
lentamente, un pulgar hacia la derecha, otro un poco sesgado hacia la izquierda,
hasta la zona más dura encima de las orejas. El masaje es en V. Siento una gran fa
tiga muscular en los antebrazos: es verdad, dar masajes siempre me produce dolor
en el antebrazo.
«La cara de Hélene está inmóvil y serena, sus ojos abiertos, miran al techo. Y,
de repente, me sacude el terror: sus ojos están interminablemente fijos y, sobre to
do, la punta de la lengua reposa, insólita y apacible, entre sus dientes y labios.
«Ciertamente, ya había visto muertos, pero en mi vida había visto el rostro de
una estrangulada. Y, no obstante, sé que es una estrangulada. Pero, ¿cómo? Me le
vanto y grito: ¡He estrangulado a Hélene !». 20
La escena sorprende por su simplicidad, por el modo cómo el 'criminal' toma
conciencia de su acto cuando su realidad ya ha sido sellada y no hay vuelta atrás.
Un hecho cotidiano, una muerte consumada sin saberlo, sin que la víctima profirie
ra queja ni reclamo alguno. «El homicidio parecía un crimen perfecto, excepto que,
en lugar de ocultarlo, el homicida lo habría reivindicado denunciándose a sí mismo
19
1 . pag.
lb'd ' 25.
20 '
,
lbid, pág. 2 8 .
1 00 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
Amalia Racciatti *
P
arís, 1 6 de noviembre de 1 980. En su departamento de la Escuela Normal
Superior, a los 62 años, el prestigioso filósofo marxista Louis Althusser es
trangula a su mujer, Hélene, mientras le daba los habituales masajes en el
cuello que solían compartir juntos. Busca en la enfermería de la Escuela al Dr. É
tienne y se reconoce desde el principio corno autor del hecho, pero no sabe cómo
ha llegado a cometerlo. Lo internan en plena excitación en Sainte-Anne.
Élisabeth Roudinesco nos advie1te que Althusser fue sobreseído en base al artí
culo 64 del Código Penal, que en los años 80 todavía estipulaba que "no hay cri
men ni delito cuando el acusado estaba en estado de demencia en el momento de la
acción." 1
Al no ser considerado responsable, de acuerdo a este artículo, cualquier loco
que matara a alguien podía ser no punible sencillamente porque el acto no tenía
existencia jurídica. Esto permitía que se "beneficiara" con un sobreseimiento au
tomático. No había oportunidad de que el acusado haga su descargo o su confesión.
Sólo se conocieron las conclusiones de la autopsia y del peritaje psiquiátrico.
Los peritos se pronunciaron a favor de la aplicación del artículo 64: " . . . el uxori
cidio por estrangulamiento manual había sido cometido sin otra violencia adicio
nal, en ocasión de un episodio onírico iatrógeno complicado con una depresión me
lancólica". 2
El fallo emitido por el juez en 1 98 1 , estableció la inexistencia de un sujeto jurí
dico responsable y Althusser fue sobreseído. El filósofo que sostuvo con tanto ri
gor que la historia es "un proceso sin sujeto ni fin" acabaría sus días marcado por
su acto declarado "sin sujeto" en nombre de la ley. 3
El juez extendió una orden de internación, Althusser perdió todos sus derechos
de ciudadano, fue jubilado y en junio de 1 9 8 1 dejó el hospital de Sainte-Anne y fue
trasladado a una clínica que él conocía bien. En julio de 1 983 se instaló en París, en
un departamento que le annaron sus amigos y a partir de allí "vivió una extraña vi
da, la de un espectro o un muerto vivo". 4
Murió de muerte natural el 22 de octubre de 1 990.
.
8R osa Czemiuk. "Althusser: Un hombre público". En : Supetyó y filiación. Laborde Editor,
rP · 230-23 1 .
Loui s A lthusscr. "Los hechos ". En: El porvenir es largo. Ediciones Destino , Ancora Y
Delfín , Buenos Aires, 1 993, pp. 423-424.
1 04 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
vida, padres sustitutos, autoridades intelectuales a las que primero imitaba y luego
seducía. Poco a poco se transformaba en consejero y crítico, al punto de realizar lo
que él entendía que era la posición de ser "el padre del padre".
A partir de allí surgía lo que él llamaba su impostura, que era tomar la produc
ción del otro, agregarle algún detalle crítico y darla como propia, afirmación que
no condecía con su dedicación a la lectura y al trabajo intelectual.
Esta estrategia mostraba su fragilidad cada vez que tenía que firmar algo como
producto propio: entraba en crisis melancólicas que habitualmente exigían interna
ción. Quería destrnir su obra y destrnirse él.
Hélene Rytmann, llamada también Legotien, era, para muchos, una auténtica
heroína de la Resistencia francesa en la segunda guerra. Cuando Althusser la cono
ció, sintió una necesidad inmediata de "oblación", palabra que usaba respecto de su
madre: quiso salvarla de la miseria y la soledad, ayudarla a vivir.
Con ella tuvo su primera relación sexual. Una semana después, fue internado
con un cuadro severo de melancolía. La cura consistió en una serie de elec
troshocks. Mientras tanto, Hélene abortaba en Londres. Cuando Louis se en-
teró, consideró esta decisión como un supremo acto de amor: ella había compren
dido que él no hubiera soportado la idea de un hijo. A partir de ese momento, nun
ca más se separaron, hasta el instante fatal.
¿Qué lugar ocupó Héléne en la vida de Althusser? Según él, fue todo en su vi
da, padre, madre, hermana, mujer, colega, amigo varón, maestra en los hechos
reales de la vida.
Por otra parte, tuvo varias amantes y siempre pretendía que se hicieran amigas
íntimas de Héléne. Propósito por demás oscuro, provocador y explosivo.
Se sabe que durante años Diatkine atendió en paralelo a Louis y a Héléne y que
ambos sostenían entre sí largas conversaciones en donde cada uno interpretaba con
pretensiones psicoanalíticas al otro. Por otra parte, también solían abusar de los
psicofármacos y el alcohol. 1 2
E n los últimos tiempos d e l a convivencia, ella quería abandonarlo pero n o pod
ía, y permaneció en el departamento con él. Se puede apreciar aquí el retorno de la
viej a posición de Althusser, esta vez jugada por Héléne: nuevamente "el querer sa
lir del círculo quedándose adentro".
A modo de conclusión
1 2 E . R oudmesco.
. Filosofas en la tormenta.
·
Obra citada.
1 06 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDADn
(artificio, impostura, la ficción del "padre del padre", provocación, escritura, traba
jo intelectual).
Pero en la pasión de la crueldad especular en que se habían sumido en los últi
mos instantes Héléne y él, se precipita el desencadenamiento del pasaje al acto.
No parece, al final, dar indicios claros de culpabilidad. Queda siempre el in
terrogante de que su pedido de ser juzgado pueda ser, para él mismo, un artificio
más en el cual sostenerse.
¿Se trata en su testimonio, de una impostura más, donde planean tanto la falta
de pudor de la autoacusación melancólica como la suplencia perversa de la provo
cación triunfante? Pero, ¿sería posible por estructura otra posición?
Que se haya publicado póstumamente, lo deja de todos modos con la última pa
labra.
El castigo ahorrado por la sentencia judicial retornó baj o la forma de haberse
transformado en un espectro en el mundo intelectual de su época.
Esa posición de muerto-vivo se revivifica en la escritura. Entiendo de este mo
do sus últimas líneas, adjudicadas a un tercero, un médico amigo. Este personaje le
dice que su explicación pública es . . . "un actus essendi: un acto del ser". 1 3
13
L . Althusser . El porvenir es largo. Obra citada, pág. 3 79.
CRIMEN Y CASTIGO 1 07
Yesica Embil *
P
ocas cosas no han merecido cuestionamiento desde la invención del psico
análisis. Un sujeto novedoso fue convocado a surgir de ese lugar oculto don
de se hallaba ignorado durante siglos, aunque siempre eficaz en sus efectos.
El grito de una voz áfona que, desde la extraterritorialidad, exigía reconocimiento,
fracturó en su emisión el pesado muro, en apariencia inquebrajable, de la ciencia.
La escucha de esa voz fue la función que dio origen al psicoanálisis.
Las formas completas y sin suturas comenzaron a ser objeto de sospecha, y la
figura que hasta entonces representaba al hombre por antonomasia en los discursos
hegemónicos, el yo metapsicológico, comenzó a ser pensado desde otro lugar, co
mo un holograma, una ilusión. Tal es el destino de nuestra incursión en disciplinas
que nos convocan en lo cotidiano como auxiliares; disciplinas sustentadas en un
corpus conceptual basado en una ética incomparablemente disímil de la ética del
psicoanálisis y de su tratamiento del saber y del sujeto.
El psicoanalista convocado a participar en la determinación del no ha lugar ba
jo el apartado penal de inimputabilidad, no está en posición de exigir al jurista que
haga lugar a la singularidad del suj eto en cuestión, y a las repercusiones subjetivas
que de una nominación de tal envergadura podrían desprenderse. Sin embargo,
como psicoanalistas, estamos convocados a poner una pausa, a citar a la escucha en
el más allá de los efectos obj etivos que la sanción penal produce sobre la responsa
bilidad jurídica. La culpa es materia del psicoanálisis y del discurso jurídico, en
torno de ésta ambas disciplinas "se encuentran" y es el psicoanálisis quien ocupa la
posición responsable, quien es llamado a responder.
* Yesica Embil. Lic. en Psicología UBA. Colaboradora del Equipo del Servicio 3 1 A de Ex
ternación Asistida del Hospital J. T. Borda. Jefa de Servicio : Lic. Cristina Gartland.
1 08 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
derse frente a una audiencia mediante un juicio. Las razones de su actuar quedaron
suspendidas, no ha lugar su palabra. Los peritos encontraron una perturbación psí
quica que le imposibilitaba responder por sus actos, fue declarado irresponsable y
se lo confinó a un asilo psiquiátrico. No ha lugar las explicaciones, los motivos, las
razones -la Razón-. No hay lugar para este ser en la razón occidental. .. no ha lugar
su constitución subj etiva dentro de la cultura.
Althusser desapareció y se sintió desaparecer: " . . . al cabo de dos años de confi
namiento psiquiátrico, soy, para una opinión que conoce mi nombre, un desapare
cido. Ni muerto ni vivo, no sepultado aún pero 'sin obra', esa magnífica expresión
de Foucault para designar la locura: desaparecido". 1
El ser partícipe de un conjunto de significaciones compatiidas, el estar ampara
dos en una zona donde todos nos entendemos, es el obrar dentro de la llamada Ra
zón Occidental; fuera de este lugar toda experiencia o pensamiento es considerado
locura, como desarrolla con claridad Alejandro Bonvecchi. 2
Fue este loco, sustraído del lugar hegemónico de la razón, quien supo desde una
extraña terceridad experimentada en su ser, describir el concepto de hegemonía y
deshilvanar los entramados de los aparatos ideológicos del estado (AIE). Althusser
fue tal vez un verdadero hombre de ciencia, quien produj o un saber sin sujeto.
Desde sus aparatos ideológicos del estado, sobre todo la familia y el sistema judi
cial, el filósofo experimenta el no ha lugar. Es la carne que vivencia que no está,
que tal vez desde siempre no estuvo allí.
Confinado en su reclusión psiquiátrica, en el abismo de aquel pozo perturbado
ramente silencioso, decidió escribir lo que es su autobiografía, "El porvenir es lar
go ", trabajo en el cual intenta constituir su ser desde la ajenidad a la que fue exi
liado. En la obra A lthusser: estrategia del impostor, el sociólogo Alejandro Bon
vecchi realiza una mirada profunda sobre la singular historia de Louis Althusser,
haciendo un recorrido sobre la sensación de ajenidad del nombre propio del filóso
fo y sus efectos en la subjetivación de ese ser -nombre ajeno por duplicado, Louis
como sustituto, viene a ocupar un lugar ajeno, el de un muerto amado por su ma
dre, y Louis como él [lui], pronombre de la tercera persona singular en lengua fran
cesa, ni yo ni tu, sino otro, el que no está allí-. En su citada autobiografía y ensayo
de autoanálisis, Althusser confiesa la necesidad de apelar a los estandartes de la
Razón, para intentar ser acogida por ella. Su escritura comienza llamando a la luci
dez y a la responsabilidad como el medio y el fin para dar su palabra y conseguir
que la audiencia que nunca existió pueda escuchar su respuesta.
Esta voz que libra una batalla en el interior del suj eto, que pugna por ser escu
chada "desde la losa sepulcral del silencio", nos convoca a no comprender dema
siado pronto el valor de la pena.
da por un padre que impone una presencia incontrovertible y que se denu�cia por
la vergüenza y el temor reverencial, en tanto ya se sabe ante quien se está". )
Ahora bien, cuando la ley simbólica no alcanza al suj eto, tenemos a un suj eto
des-suj etado, desprovisto de barreras frente al goce avasallante y locamente morti
ficador, y si aceptamos la hipótesis de que la pena puede tener un valor clínico,
como lo comprobó Lacan en el caso Aimeé, ¿qué tratamiento merece la cuestión
acerca de la inimputabilidad? ¿No podríamos suponer un redoblamiento a nivel
subjetivo de la falta de sanción a través del dictamen del aparato penal? Nos aso
mamos a pensar, con Lacan, si detrás de ese fin presuntamente humanizante, no se
Je quita al hombre Ja poca dignidad que Je queda: Ja de responder por sus actos afir
mándose como sujeto.
En el Código Penal Argentino es el artículo 34 el que contiene los aspectos ne
gativos de la teoría del delito, Ja inimputabilidad queda fundada en el texto de la
siguiente manera:
«No son punibles:
1 ) El que no haya podido en el momento del hecho, ya sea por insuficiencia de
sus facultades mentales, alteración morbosa de la misma, o por su estado de in
consciencia, error o ignorancia, de hecho no imputable, comprender Ja criminali
dad del acto o dirigir sus acciones.
En caso de enajenación, el tribunal podrá ordenar la reclusión del agente en un
manicomio del que no saldrá sino por resolución judicial, con audiencia del Minis
terio Público y previo dictamen de peritos que declaren desaparecido el peligro de
que el enfermo se dañe a sí mismo o a Jos demás . . .
2 ) El que obrare violentado por fuerza fisica irresistible o amenazas de sufrir un
mal grave e inminente». (Entre otros, son citados los puntos concernientes al cam
po psicológico). 6
Siguiendo este desarrollo, podemos precisar que la presencia de un daño no es
suficiente para definir a un acto como delito, sino que resulta indispensable el
compromiso del sujeto en el mismo, su responsabilidad. Un sujeto autónomo es de
lineado en el horizonte de esta práctica. Un sujeto dueño de sí mismo, capaz de au
togobemarse, de obrar bajo una dirección conciente de sus acciones, un sujeto con
límites bien precisos. Esta construcción del sujeto nos recuerda al abordaj e freu
diano acerca del Yo metapsicológico, sujeto cartesiano, racional, exponente del po
sitivismo. La responsabilidad que de su autonomía se desprende, lo sitúa en Ja no
ción que Legendre denominó «sujeto joya». Así, la figura del loco (como también
la del niño, el intoxicado, el afectado por emoción violenta) no encuentra represen
tación subjetiva en lo propio del discurso jurídico.
La capacidad de un sujeto, en este marco, no es considerada innata sino que es
otorgada por la misma entidad que la define. E l campo jurídico se edifica como un
lugar de saber acerca de los cuerpos, las sensaciones y el alma humana, saber que
repercute en las subj etividades . Estas figuras que hemos mencionado no obtienen
el derecho de ser consideradas como "capaces", con lo cual su obligación de res
ponder queda anulada, no se exige que se hagan, mediante la sanción penal, res
ponsables jurídicamente de sus actos.
No es de este sujeto del que se ocupa el psicoanálisis. Freud, en "Algunas notas
adicionales a la interpretación de los sueños en su conjunto'', había advertido que
es al jurista a quien le compele ocuparse de una responsabilidad construida y adju
dicada al yo metapsicológico.7 El suj eto que pensamos en el psicoanálisis no tiene
que ver con la sutura ni con la unidad; el sujeto del psicoanálisis es el sujeto del in
consciente, de la división, el suj eto barrado efecto del lenguaje, el sujeto habitado
por una falta, por el deseo. La responsabilidad que aquí se constituye es la respon
sabilidad subjetiva, más allá de la responsabilidad moral y jurídica. Responsabili
dad que afecta a cada uno en la singularidad, como lo señalara Lacan, responsabi
lidad no sólo del suj eto analizante sino también del analista: "el más responsable
de todos en tanto es a aquél a quien es confiada la operación de una conversión éti
ca radical, aquélla que introduce al suj eto en el orden del deseo".8 Posición respon
sable del analista de introducir al sujeto en el orden del deseo. ¿Por qué otro medio
ordenar el goce si no es por la apelación a la ley?
Una inversión dialéctica comienza a atisbarse cuando Lacan convoca a los ju
ristas a responder, cuando les sugiere auxiliar al sujeto, oficiando de límite por me
dio de la abolición de la inimputabilidad para suj etos psicóticos, ayudando a la ta
rea del psicoanalista de introducir al sujeto en el orden del deseo.
Es posible postular en el caso de la declaración de inimputabilidad, que un re
doblamiento de la falta de la ley repercute en el sujeto. Louis Althusser, luego de
estrangular a su mujer, lo experimenta: el lugar vacío que ocupa desde siempre
queda ratificado por el aparato jurídico que le dice "no ha lugar" a tus explicacio
nes, no tienen lugar en el código de la sociedad. Este sujeto desaparece, hasta que
intenta tomar las armas de la Razón para reclamar un lugar en el cual volverse a su
jetar. Suj eto expulsado de la denominación jurídica -sujeto autónomo, libre de ele
gir y autogobernarse con derechos, obligaciones y capacidades, entre ellas, de res
ponder por sus actos y conocer la ley-. Si el suj eto está desamarrado de la ley sim
bólica, ¿no merece la dignidad de poder sujetarse a una ley jurídica? ¿No se lo deja
as í a la deriva de sujetarse a su propia ley -el delirio-?
La batalla de Althusser desde su "no ha lugar", su largo porvenir en la cons
trucc ión de razones ensayadas para un tribunal invisible, con miras a reinventarse
7 s· .
1gmund Freud. "Algunas notas adicionales a l a interpretación de los sueños en su conJ un-
�o" . Obras Completas Vol . XIX, Editorial Amorro1iu , Buenos Aires, l 998.
J acques Lacan. Seminario XII: Problemas cruciales para el psicoanálisis (inédit o) C l ase
1 4 del 5 de mayo de 1 965 .
112 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
9 Alej andro Bonvecchi . Althusser. Estrategia del impostor. Ediciones Colihue, B uenos Ai
res, 1 996, pág. 1 9
1 0 Louis Althusser . Op. Citada.
CRIMEN Y CASTIGO 113
CONSIDERACIONES SOBRE
LA INIMPUTABILIDAD Y LA MINORIDAD
* Dra. María Dolores Aguirre Guarrochena. J ueza Subrogante de Primera Instancia de Dis
trito en lo Penal de Instrucción, Correccional, Sentencia, Faltas y de Menores - Circunscrip
ción Judicial Nº 5 Tostado. Provincia de Santa Fe.
-
Ps. Néstor Rubén Alian i . Psicoanalista - Docente de la Universidad Autónoma de Entre Rí
os en las cátedras "Psicología del Desarrol l o 1 1" y "Psicopatología Psicoanalítica.
1 14 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N° 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
unidad para los iluministas debía establecerse necesariamente sobre una exclusión,
la forma de un negativo. De este modo, la locura hace su aparición como la prime
ra forma concreta a discriminar de "lo inimputable".
La locura en el siglo XVII se instituía como la forma privilegiada de la exclu
sión, el emblema de lo sin lugar. ¿Pero por qué el loco? ¿Por qué aquél que hasta
ese momento había pertenecido a una de las variadas formas de lo extranjero a la
comunidad junto al bárbaro, el leproso, el monstruo, el hereje, el infiel o el esclavo
es puesto en el centro de la escena iluminista? La respuesta debemos encontrarla en
un fundamento discursivo-ideológico que enlaza conciencia, razón, soberanía, ciu
dadanía y Estado moderno. El iluminismo definía a la razón como la última ga
rantía de la verdad, al menos la última accesible antes de adentrarse en el campo de
lo teológico. El sujeto moderno se debía delinear en el campo de la razón, como
aquél que dispone de una conciencia de sí. A la luz de Ja razón se definían también
las sombras de la simazón.
Por otro lado, el Estado moderno que advendrá como fruto de las nuevas ideas,
hará caer el criterio monárquico de soberanía, es decir, se constituirá cuando el so
berano sea el pueblo desplazando al monarca. La idea de pueblo es una significa
ción básica que la soberanía del Estado moderno adopta para si, y es solidaria a la
idea de ciudadano. ¿Por qué? El pueblo sólo es el conjunto de todos los ciudada
nos, de aquellos capaces de hacerse representar en su soberanía. Ciudadano es
aquel hombre educado, no bárbaro, que dispone ante todo de una conciencia, y de
ella emana la capacidad absolutamente imprescindible de hacerse representar.
La conciencia era la sustancia ineludible para hacer desempeñar la soberanía
del pueblo en el Estado. Se es ciudadano de un pueblo en la medida en que se dis
ponía de conciencia o razón, y esto pasaba a ser una "cuestión de Estado", porque
en ello iba el ejercicio mismo de su soberanía. El ciudadano no debía confundirse
con el loco, siendo el manicomio la institución que procedía a la primera exclusión
normativa. En el disciplinamiento de la locura y su institucionalización se prefigu
rará un dominio de la subjetividad que luego avanzará sobre las demás formas : mu
j eres, niños, extranjeros, etc.
En el proyecto moderno podemos ubicar el origen de los procesos de normali
zación. Procesos en los cuales las ciencias médicas, en general, y la psiquiatría en
particular, ocuparon un lugar preponderante. 1 Sus protocolos disciplinares serán
claves en el dominio de la subjetividad, en la construcción de sus nuevos criterios
de delimitación, control y exclusión de la razón. Desde temprano se planteó la pre
gunta de quién determinaba la inimputabilidad, distribuyéndose esa alternativa en
tre los juristas y los psiquiatras. Para algunos se trataba de establecer una sentenci a,
y, para otros, de constituir un diagnóstico.
2 Emilio García Méndez y Elías Carranza. "El derecho de 'menores' como derecho mayor" .
3 Actualmente, la edad mínima de responsabilidad penal está regulada por la ley 22.278 y
modificada por la ley 22.803, ambas dictadas durante la última dictadura militar. Sorpren
dentemente, ambas continúan vigentes pese a las décadas trascurridas desde el retorno a l a
democraci a en la República Argentina. E n líneas generales, se puede afirmar q u e l a edad
m ínima de responsabilidad juvenil está fijada en 1 6 años y, para algunos casos de delitos
muy leves, en 1 8 años. Por debajo de tales edades, la persona no es punible (aunque la ley
otorga al Juez de Menores amplias facultades para "disponer" -incluso definitivam ente
respecto de este niño no punible).
1 18 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: uRESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
Carla Martínez *
D
elito y castigo aparecen vinculados a lo largo de Ja historia, intentando ser
abordados por distintas disciplinas desde el plano ético y ontológico. No
hay sociedad -señalaba Lacan- 1 que no contenga una ley positiva, y en la
que no aparezcan dentro del grupo todos los grados de trasgresión que definen el
crimen. De este modo sancionaba como cierta la sentencia del apóstol Pablo en la
"Epístola a los romanos": la ley hace el pecado.
La problemática del delito gravita en el centro del orden social. Para Hobbes
"discernir lo que está bien de lo que está mal es algo que corresponde a cada indi
viduo en particular en función del pacto contractual".2 El delito es el ejercicio de
una libertad a la que se había renunciado contractualmente. La teoría del contrato
social de Hobbes encuentra su fundamento en una ética utilitarista: los hombres,
por naturaleza egoístas, llegan a un acuerdo con el propósito de evitar el peligro de
una guerra y mantener la paz y el orden. Es en función de este compromiso que los
hombres resignan porciones de libertad, lo cual forma la soberanía de una nación.
En "Tratado de los delitos y las penas"3, Cesare Beccaria señala que las leyes
son las condiciones por las que los hombres aislados e independientes se unieron
en sociedad. Pero aún establecido este contrato fue necesario establecer contra los
infractores de las leyes, motivos sensibles -las penas- para contener el ánimo des
pótico de cada hombre. Como señala Freud en El malestar en la cultura, al hombre
no le resulta fácil renunciar a la satisfacción de sus pulsiones por lo cual el Dere
cho -entendido como un sistema de normas coercibles que rigen la convivencia
social- es el resultado final del sacrificio pulsional.
La pena está íntimamente unida al castigo. El castigo, como señala Juan Pego
raro4, ha sido pensado como una reacción legitima ante la violación del orden. Fou
cault ha estudiado exhaustivamente cómo se ha construido a lo largo de los siglos
el poder de castigar como poder sobre el cuerpo y el alma. El obj eto "crimen"
* Lic. Carla Martínez. Integrante del Equipo de Adolescentes Tumo Mañana. Centro de Sa
5 Michel Foucault. Vigilar y castigar: suplicio . Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 1 98 5 .
6 Juan Pegoraro. O p . cit.
7 Nils Christie. "Los conflictos como pertenencia". AA.VV. De los delitos y de las victimas .
, listas, y concibe dos finalidades d e l a pena: e l máximo bienestar posible de los que
; no se desvían y el mínimo malestar necesario de los desviados, teniendo como fin
general la limitación de los arbitrios y la minimización de la violencia en Ja socie
dad. Se constituye como aquel conjunto de vínculos y reglas impuesto a todos los
poderes en tutela de los derechos de todos, y se presenta como el único remedio pa
ra los poderes salvajes, ilegales, extralegales, públicos y privados.
Para Luigi Ferrajoli -principal teórico del garantismo- la historia del derecho
penal y de la pena es una historia contra la venganza. La pena debe servir para pre
venir tanto los injustos delitos como los injustos castigos; su fin es la reacción vio
lenta contra el delito y no debe permitir la sustitución por las penas informales. La
denuncia de los costos del derecho penal es rebatida desde el garantismo señalando
la inj erencia de un costo mayor, pues el sistema social quedaría librado a la reac
ción salvaje e incontrolada de las ofensas y a una regulación disciplinaria de la so
ciedad.
Sabemos, desde Lacan, que el suj eto es sujeto de deseo y no puede confundirse con
la ilusión de completud del yo. Pero, en el discurso jurídico, "sujeto" se aplica a lo
que soporta la acción, es en este sentido que el derecho lo considera responsable de
sus actos. Alguien puede responsabilizarse desde su yo a través de la confesión de
un delito pero no responsabilizarse acerca de su goce e, incluso, someterse al casti
go del Amo sin asumir la responsabilidad ante sí mismo. Dadas estas distinciones,
cabe pensar qué consecuencias se derivan de los presupuestos de las políticas cri
minológicas ya que, como señalara Lacan, existe una paradoja en la ciencia crimi
nológica que es "pretender humanizar al criminal deshumanizándolo".
De la culpa a la responsabilidad
"Si las personas sólo fueran responsables de lo que hacen conscientemente, los
idiotas estarían de antemano libres de cualquier culpa. Lo que pasa, querido Flajs
man, es que las personas tienen la obligación de saber. Las personas son responsa
bles de su ignorancia. La ignorancia es culpable . . . " (Milan Kundera. El libro de
los amores ridículos).
En 1 923, Freud en su texto "Los delincuentes por sentimiento de culpabilidad",
señala que existen delincuentes en los que el sentimiento de culpabilidad es ante
rior al delito cometido, y que su ejecución conlleva una especie de alivio psíquico
ante la presión de la culpa. Freud habla inicialmente de un sentimiento inconscien
te de culpabilidad, aunque luego se ve precisado a distinguir entre un sentimiento
normal consciente de culpabilidad -del cual testimonian la neurosis obsesiva y la
melancolía- y tm sentimiento inconsciente de culpabilidad que él designa con la
noción de "necesidad de castigo". 9 Por lo tanto, el sentimiento de culpabilidad
puede experimentarse en forma consciente, o bien no ser percibido por el sujeto.
El pasaje de la culpa a la responsabilidad exige que el sujeto asuma su goce.
Sabemos -siguiendo a Lacan- que aquello de lo cual el suj eto se siente efectiva
mente culpable cuando tiene culpa, es siempre de haber cedido en su deseo. Por lo
tanto, no se trata lisa y llanamente de que confiese su delito.
La confesión, sacramento religioso por el cual el pecador reconoce su culpa por
los pecados cometidos, no exige una responsabilidad subjetiva sino que está más
bien al servicio de la conciencia moral. Acerca de la confesión, Freud aporta un
punto importante cuando, en "¿Pueden los legos ejercer el análisis?", señala aque
llo que distingue a la práctica analítica: "La confesión cumple en el análisis el pa
pel de introducción, por así decir. Pero muy lejos está de constituir la esencia del
análisis o de explicar su eficacia. En la confesión, el pecador dice lo que sabe; en el
análisis, el neurótico debe decir más". 1 º
9 S. Freud. El problema económico del masoquismo ( 1 924), Tomo XIX. Ed. Amorrortu.
Buenos Aires, Argentina, 1 993 .
10
S . Frcud. "¿Pueden los legos ejercer el análisis? Diálogos con un juez imparcial". Tomo
CRIMEN Y CASTIGO 123
Ese algo más es que se haga responsable de su goce. Goce que, por estructura,
nos divide. Responder de su posición de suj eto de deseo más allá de la resolución
que la justicia ha decretado. Este asentimiento subjetivo es necesario para la signi
ficación del castigo dispuesto en la pena, sólo así es posible la responsabilidad sub
jetiva.
Cuando el poder de castigar se naturaliza bajo la concepción de que la punición
conlleva intrínsecamente la responsabilidad, el castigo adopta su aspecto más cruel
y deshumanizante a través de todo tipo de excesos, expresados tanto en la violencia
carcelaria como en Jos procesos interminables, lo cual sostiene un sistema jurídico
penal desresponsabilizante.
En 1 950 Lacan expresaba: "Una civilización cuyos ideales sean cada vez más
utilitarios, comprometida como está en el movimiento acelerado de la producción,
ya no puede conocer nada de la significación expiatoria del castigo. Si retiene su
alcance ejemplar, es porque tiende a absorberlo en su fin correccional. Por lo de
más, éste cambia insensiblemente de objeto". 1 1 De este modo, quizás promueva
una reflexión aquello que señalan Rusche y Kirchheimer en su libro Pena y estruc
tura social: "La pena como tal no existe: existen solamente sistemas punitivos con
cretos y prácticas determinadas para el tratamiento de los criminales". 1 2
SED DEJUSTICIA * *
Héctor López *
1 '
La locución "sed de justicia" es gramaticalmente idéntica a otra, tan po
pular como aquélla: "sed de venganza", aunque semánticamente opuestas.
e En efecto, lo son: la justicia renuncia a la venganza y la venganza atrope-
lla a la Justicia. Opuestas sí, pero sólo parcialmente: venganza es "justicia" por
mano propia. Lo que queda fuera es el dispositivo de la Justicia. Pero también la
Justicia del Derecho, aunque implica todo un dispositivo y un reconido que culmi
na en el juez, encubre muchas veces un secreto deseo de venganza.
Que el suj eto de ambas locuciones sea el mismo, "sed", nos orienta hacia una
comunidad en el plano de la enunciación: la de anhelar con vehemencia una misma
reparación pero procurarla por distintos medios. Se trata de dos modos posibles de
exigir una reparación supuesta siempre justa por quien la reclama, ya sea tomando
el camino de los Tribunales o el de imponer la ley bíblica del "ojo por ojo y diente
por diente". La oposición, entonces, no es tan esencial. En la venganza predomina
el empuje pulsional (Drang), y en el deseo de justicia ese mismo empuje es des
viado por los caminos del dispositivo judicial, donde la pulsión se despliega si
guiendo ciertas reglas que la disimulan.
Tomemos como paradigma el mismo ejemplo que toma Freud de Shakespeare
en "Los que fracasan al triunfar": el personaje Shylock de El mercader de Venecia
que, aún pudiendo recibir de su deudor el doble de lo adeudado, prefiere exigir del
tribunal el cumplimiento del pagaré que le da derecho a una libra de carne del
cuerpo del deudor. Bajo la forma de una demanda a la Justicia, lo que Shylock exi
ge es la ejecución "legal" de una venganza. Es la mostración cruda de la sed de
venganza que anida en el clamor de justicia.
** Este trabajo es la reelaboración abreviada del publicado con el mismo título en la revist a
Contexto en Psicoanálisis Nº 1 O, Editorial Lazos, Buenos Aires, 2006.
* Dr. Héctor López. Psicoanalista.
1 El término "justicia" aparecerá escrito con mayúscula cuando se refiera a la Justicia com o
institución, mientras que aparecerá con minúscula cuando justicia se refiera al bien que el
sujeto demanda a la Justicia.
CRIMEN Y CASTIGO 125
2 Es una feliz coincidencia que Lacan se esté refiriendo así a las pasiones de la transferen
cia, pues mi idea en este trabaj o es que la demanda de justicia es el desplazamiento transfe
rencia] hacia el juez de una sed que, sin este encuentro con el sujeto supuesto al saber que el
discurso del Derecho ofrece, se resolvería necesariamente por el "pasaje al acto". El movi
france y desvía la agresividad constitutiva de l a relación
miento transferencia] pone en souj
entre semejantes.
3 J acques Lacan. El seminario. Libro 1 : Los escritos técnicos de Freud. Paidós, Barcelona,
1 9 8 1 , pág. 394.
4 Jacques Lacan. "Acerca ele la causalidad psíquica". Escritos 1, Siglo XXI, Buenos Aires,
1 988, pág. 1 78 .
5 Jacques Lacan. "La dirección d e la cura y l o s principios de s u poder". Escritos 2 , Siglo
XXI, Buenos Aires, 1 98 1 , pág. 593 .
6 Sigmund Freud. "Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la muerte". Obras Com-
126 PSICOANÁLISIS Y E L HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
7. Quizá, donde más claro aparezca este límite del Derecho es allí donde ad
quiere ribetes de tragedia: en la pena de muerte. Si bien es cierto que esta pena
máxima es la canalización de pasiones que si no fueran desplazadas llevarían,
eventualmente, a acciones directas como el linchamiento o el asesinato, no por eso,
ni por ninguna otra razón, es admisible desde el punto de vista lógico. Es un sin
sentido que se fuerce al Derecho, que siempre es relativo, a incluir en el dispositivo
de sus normas una pena que lo desborda absolutamente por ser absoluta:
Me atrevería a decir que a los tres imposibles radicales planteados por Freud:
los que se refieren al acto de gobernar, educar y psicoanalizar,9 se le podría agre
gar, sin más, una cuarta: la imposibilidad de la justicia.
De todos modos, y aunque la cosa jurídica sea sólo un espejismo en el desierto,
es lo único que las civilizaciones tienen para mantener la demanda de justicia y
evitar el dominio deletéreo de la pulsión.
7
La relación de Kelsen con Freud queda suficientemente atestiguada en un trabajo del pri
mero que apareció originalmente en la revista !mago ( 1 922) dirigida por Freud. Se trata de
"Der B egriff des status un die sozialpsichologie. Mit Besonder B erücksichtigung von
Freud 's Theorie der Masse". El estímulo que el pensamiento jurídico de Kelsen encontrara
en textos como Tótem y Tabú y Psicología de las masas y análisis del yo, es allí expreso.
Otra referencia probatoria es el artículo "El concepto de Estado y el psicoanálisis'', dado a
conocer en 1 927 por la lntemationaler Psychoanalitischer Verlag Wien. Sobre las probables
relaciones personales entre Kelsen y Freud, y acerca de todas las referencias bibliográficas
que involucran a Kelsen en su relación con el psicoanáli sis, véase Enrique Marí: "Una lec
tura freudiana de Hans Kelsen". Revista Conjetural Nº 13, Ed. Sitio, Buenos Aires, 1 987.
8 Hans Kelsen. ¿ Qué es !ajusticia ? Editorial Leviatán, Buenos Aires, 1 987, pág. 1 3 .
1 11
La interpretación y la sentencia que pretenden ser obj etivas en ténninos de las "eviden
cias" de la razón, resultan ser peligrosamente las más subjetivas pues, en la miseria de su
servidum bre renegada, desconocen las imposiciones del goce que las nutre y las habita.
11
Hans Kclscn. Teoría pura del derecho. Eudeba, Buenos Aires, 1 974, pág. 8 8 .
CRIMEN Y CASTIGO 129
12Hans Kelsen. ¿ Qué es la justicia ?. Editorial Leviatán, Buenos Aires, 1 987, pág. 1 4 .
13L a noción d e "nostalgia por e l padre'', aparece explícitamente e n "Una neurosis demonía
ca del siglo XVIII" y en "El malestar en Ja cultura", e, implícitamente, en "Tótem Y Tabú" ,
"Moisé s y la religión monoteísta" y otros artículos. Transcribimos como referencia una cita
de entre ellos: En cuanto a las necesidades religiosas, considero irrefittable su derivac ión
del desamparo infantil y de la nostalgia por el padre que aquél suscita, tanto más cuanto
que este sentimiento no se mantiene simplemente desde la infancia, sino que es reanim ado
sin cesar por la angustia ante la omnipotencia del destino. Me sería imposible indica r nin
guna necesidad infantil tan poderosa como la del amparo paterno. ("El malestar en la cul-
1 30 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: uRESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD11
tura", en Obras completas, B iblioteca Nueva, Madrid, 1 968, tomo I I I , pág. 7).
CRIMEN Y CASTIGO 131
Luis Seguí*
S
igmund Freud no utilizó el concepto de adolescencia. En este sentido, se tra
ta de un concepto extrapsicoanalítico que, a diferencia de niñez o pubertad,
nos viene impuesto desde otras disciplinas y, fundamentalmente, con una
vocación clasificatoria cada vez más acentuada desde el Otro social. Y, como la
familia, no tiene nada que ver con un hecho natural, sino que es una construcción
cultural que, como todas, se configura de modo diferente en las distintas épocas y
lugares, y escapa a la lógica de lo universal. De ahí que intentar abordar este fenó
meno que, provisionalmente, se podría denominar la sociedad adolescente, exige
renunciar a la sinécdoque, y acotar el alcance de las principales características que
se quieren destacar al territorio en la que domina la cultura occidental propia de la
posmodernidad -a la que otros llaman modernidad tardía, o segunda modernidad, o
era de la globalización-, y que el psicoanálisis lacaniano inscribe como parte esen
cial del discurso capitalista. Estas notas, aunque contengan referencias generales al
mundo infantil y juvenil, pretenden centrarse en aquellos que tienen el dudoso pri
vilegio de recibir la atención de los aparatos institucionales que, con las mejores in
tenciones, intervienen para salvarlos de sí mismos.
El 20 de noviembre de 1 989 se firmó en Nueva York la Convención sobre los
derechos del niño, que recoge y actualiza el contenido de otros instrumentos jurídi
cos previos -desde la Declaración de Ginebra de 1 924 hasta la Declaración de los
Derechos del Niño, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en
1 95 9-, y enuncia unos propósitos que están expresamente reconocidos en la Decla
ración Universal de Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Civi
les y Políticos, y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Cultu
rales. En el Preámbulo, se manifiesta que "el niño, para el pleno y armonioso desa
rrollo de su personalidad, debe crecer en el seno de la familia, en un ambiente de
felicidad, amor y compresión" [ . . . ] y "debe estar plenamente preparado para una
vida independiente en sociedad y ser educado en el espíritu de los ideales procla
mados en la Carta de las Naciones Unidas y, en particular, en un espíritu de paz,
dignidad, tolerancia, libertad, igualdad y solidaridad".
La primera Ley establecía que la edad límite de los dieciocho años fijada para
referirse a la responsabilidad penal de los menores, "precisa de otro límite mínimo
a partir del cual comience la posibilidad de exigir esa responsabilidad, y que se ha
concretado en los catorce años, con base en la convicción de que las infracciones
cometidas por los niños menores de esta edad son en general irrelevantes, y que, en
los escasos supuestos en los que aquellas puedan producirse alarma social, son su
ficientes para darles un respuesta igualmente adecuando los ámbitos familiar y
asistencial civil, sin necesidad de la intervención del aparato judicial sancionador
del Estado". Y se señala en la exposición de motivos que . . . en el Derecho penal
"
catálogo de medidas correctivas aplicables, se dice que aquellas deben ser las más
idóneas dadas las características del caso concreto y de la evolución personal, te
niendo en cuenta "la concreta finalidad que las ciencias de la conducta exigen que
se persiga con cada una de las medidas ".
1 34 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : 11RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
Michel Foucault describe muy bien en Vigilar y castigar la evolución de los sis
temas represivos tradicionales al régimen penal de la Modernidad, iniciando, a fi
nales de siglo XVIII, con la obra clásica de Cesare Beccaria, De los delitos y las
penas, que instauró el principio de que nadie puede ser castigado si los hechos de
los que se le acusa no han sido antes tipificados como delitos. También se impuso
el axioma cognitationis poeman nema patitur -"el pensamiento no delinque"- un
paso más en el proceso de secularización, en tanto reconocimiento de la libertad de
conciencia. Sin embargo, hasta bien entrado el siglo XIX, se condenaba a muerte y
se ejecutaba públicamente a niños, y si los Estados Unidos de América no han rati
ficado hasta hoy la Convención de 1 989 se debe a que, en ciertos Estados, las leyes
permiten juzgar, condenar y ejecutar a menores, o a quienes siendo mayores de
edad al tiempo de cumplir el castigo eran menores cuando cometieron el crimen, o
recluirles de por vida. El artículo 37 de la Convención -aunque con el sibilino len
guaje de la diplomacia-, expresa que "los Estados partes velarán porque: a) Nin
gún niño sea sometido a torturas ni a otros tratos o penas crneles, inhumanos o de
gradantes. No se impondrá la pena capital ni la de prisión perpehia sin posibilidad
de excarcelación por delitos cometidos por menores de 1 8 años de edad". Y, en su
artículo 40, el texto anima a los firmantes a adoptar "todas las medidas apropiadas
para promover el establecimiento de leyes, procedimientos autoridades e institu
ciones específicas para los niños de quienes se alegue que han infringido las leyes
penales . " [ . ] "estableciendo una edad mínima antes de la cual se presumirá que
. . . .
que "el castigo indiscriminado y permanente acabará por doblegarlos (a los inter
nos) y volverlos dóciles"; mediaciones caprichosas destinadas a mantener "calma
dos" a los menores; encierros durante más de 72 horas, con prohibición de hablar
en sus idiomas, o cumplir sus preceptos religiosos; prohibir manifestaciones de ca
riño entre ellos; espionaje por los monitores de las comunicaciones telefónicas, etc.
La Fiscalía de Menores archivó la causa por "no hallar ningún indicio de vulnera
ción de derechos", ante la protesta escandalizada del Defensor del Pueblo -el De
fensor del Menor de la Comunidad de Madrid, por su parte, ha sugerido que se tra
ta de denuncias interesadas-. Pocos días después de la publicación de las denun
cias, una niña de 1 5 años, internada en ese centro, se arrojó de la furgoneta que
conducía personal de la institución y se mató.
La inmensa mayoría de los comportamientos transgresores protagonizados por
menores no tienen trascendencia penal, incluidos aquellos que son en realidad deli
tos que, por diversas razones, quedan impunes, sea porque se los interpreta como
meras travesuras propias de la edad, bien porque se aplica por los adultos un crite
rio paternalista que confunde represión -una expresión con muy mala prensa- con
ausencia de límites, bien porque los autores son menores de catorce años y, por
tanto, inimputables.
Sin embargo, todo lo anterior -incluidas las normas jurídicas pretendidamente
regulatorias de la conducta- permanece en la superficie de las cosas. Se ignora
aquello que configura una clave fundamental en el abordaje de la adolescencia, que
"como categoría social es la forma en que se sintomatiza la pubertad. Se refiere al
momento donde el suj eto se enfrenta con la falta de un saber sobre la relación entre
los sexos bajo el imperio de un real que empuj a al encuentro y donde algo debe in
ventar" (Hebe Tizio, "El enigma de la adolescencia"). La serie niño - púber - ado
lescente, describe a esos sujetos que de pronto se vuelven torpones, que tropiezan
con los muebles -y con otros suj etos, w1os extraños llamados adultos-, porque hay
un cuerpo en transformación del que no se sabe, y una economía libidinal que bus
ca un camino que tampoco se sabe.
La crisis de la familia y la caída de las referencias ideales tradicionales -en par
ticular la desvalorización de la autoridad del padre- han alentado la instauración de
valores sustitutivos ante los cuales la desorientación de los adultos provoca autén
ticos estragos. La sociedad adolescente se caracteriza por la inmadurez, la ignoran
cia y una des-responsabilidad generalizada que delega en el amo por excelencia -el
Otro de la ley, encarnado en la policía, los jueces, los reformadores, el mundo psi
el supuesto saber hacer con aquello que se ha renunciado a entender. La imposición
del axioma de que nada es imposible y de que la satisfacción debe ser inmediata, a
cuyo servicio está la invasión de gadgets, juegos virtuales, obj etos en suma con los
que los mismos padres tratan de combatir la angustia, y que les son dados a los
hij os antes aún de que éstos deseen, está en relación proporcional a la frustración
del no tener-no saber.
Muchos consiguen salir, casi siempre por sus propios medios, de ese magma ca-
1 38 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
Silvina Gamsie *
R
elacionar el término de imputabilidad al de responsabilidad en el campo de
la infancia, nos remite a la génesis del sentimiento inconsciente de culpabi
lidad, noción indisoluble de la de responsabilidad, tal como la entiende el
psicoanálisis. Para el discurso jurídico, la responsabilidad se halla ligada al concep
to de culpa, representando, para este discurso, ambos conceptos la misma cosa.
Esto queda expresado en el espíritu mismo del proyecto para una nueva Ley
penal juvenil aprobado en nuestro país en octubre de 2009; proyecto en cuyos fun
damentos, al igual que en sus antecedentes en las legislaciones de otros países lati
noamericanos (como Chile, El Salvador o Brasil), se encuentra el propósito de es
tablecer los márgenes de la responsabilidad de los suj etos menores de 1 8 años. Se
trata de redefinir los dispositivos penales juveniles, para contar con programas y
prácticas que constituyan alternativas a la medida de encieno, al ser considerados
los j óvenes que hubieran infringido la ley penal, como sujetos de derecho y de res
ponsabilidad. No es cuestión de baj ar la edad de la imputabilidad, sino la edad a
partir de la cual una persona puede ser sometida a un proceso con todas las garant
ías previstas en la Constitución Nacional y en la Convención Internacional de los
Derechos del Niño. Este proyecto se nomina, precisamente por ello, Ley de respon
sabilidad penal juvenil (subrayo la idea de responsabilidad) .
No está demás recordar que cuando hablamos de responsabilidad, tratándose de
niños o de adolescentes imputados de haber cometido algún delito, estamos ape
lando a la posibilidad o no, de que se haya constituido en esos jóvenes inculpados,
la conciencia y el sentimiento de culpa. Correspondiendo su establecimiento a la
operación lógica propia de una época de la infancia: la de la institución de la ins
tancia superyoica y la conciencia moral.
Freud aborda esta cuestión en diversos pasajes de su obra, como en El porvenir
de una Ilusión, texto de 1 927. É l mismo añade en el Postfacio de su presentación
autobiográfica del año 1 93 5 -cuando ya se encuentra desencantado por el ascenso
* Lic . Silvina Gamsie. Psicoanalista de niños. Integrante y ex Coordinadora del Área de In
terconsulta de l a Unidad de Psicopatología del Hospital de Niños R. G utiérrez. Supervisora
clínica de niños del Htal. Gutiérrez, CSM N° 1 , Htal. Á lvarez, Htal . Elizalde, Htal. Piiiero,
Htal. C. Tobar García y Cesac Nº 8. Co Directora del Curso «Las huellas de la infancia».
Hospital de Niños R. Gutiérrez. Ciudad de Buenos Aires.
Versión abreviada de la clase dictada el 1 0/2009 en el curso Las huellas de la infancia.
140 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD"
del nazismo en el mundo-: " . . . tras el rodeo que di a lo largo de la vida a través de
las ciencias naturales, la medicina y la psicoterapia, mi interés regresó a aquellos
problemas culturales que una vez cautivaron al joven . . . ". El Porvenir, inaugura así
una serie de estudios que van a constituir su preocupación primordial por el resto
de su vida. Pero es, obviamente, en el Malestar en la cultura ( 1 930), que va a des
arrollar con precisión la cuestión de la génesis del sentimiento de culpabilidad.
Otro texto conexo y predecesor es Tótem y Tabú, en el que, aludiendo al crimen
bajo sus dos formas más aberrantes, el incesto y el parricidio, delimita en 1 9 1 2 , lo
que en las sombras implica toda la patogenia del Edipo.
Tal como lo afirma Lacan en su escrito Funciones del psicoanálisis en crimino
1
logía , Freud quiere demostrar en Tótem y tabú que, en el crimen primordial, se
encuentra el origen de la Ley universal. Lacan establece que ni el crimen ni el cri
minal son obj etos que se puedan concebir fuera de su referencia sociológica, y que
es la ley la que hace al pecado, puesto que no hay sociedad que no contenga en su
conformación misma una ley positiva, sea tradicional o escrita, de costumbre o de
derecho. A su vez, todo grupo social establece los grados de transgresión que defi
nen el crimen como propio de una época. Freud reconoce que con "la ley y el cri
men " comienza el hombre .
E n el seminario XVII, L 'envers de la psychanalyse, Lacan aborda los dos gran
des mitos freudianos, el del asesinato del padre y el de Edipo. A la pregunta que
sucede a la muerte del padre: "Dios ha muerto, ¿ todo está permitido?, responde:
"Porque Dios ha muerto nada está permitido ''. Será entonces el cuerpo social el
que deba velar por la observancia de las leyes, vía el sentimiento incorporado de
culpa. A partir de ese momento mítico inaugural, todo acto que se considere pro
piamente humano entrará en la cultura vía el renunciamiento a la satisfacción in
mediata. Y no será fácil el cumplimiento de esta exigencia de renuncia.
Pero ¿han cambiado los acuciantes dilemas éticos que planteaba el tratamiento
de los niños y los j óvenes a comienzos del siglo XX? En el actual contexto de cri
sis que sufre el capitalismo, soplan mundialmente vientos que promueven bajar la
edad de imputabilidad a los j óvenes acusados de haber cometido algún tipo de acto
delictivo, como derivando la responsabilidad por las penurias de la humanidad a su
eslabón más débil. De no abordar cuidadosamente este tema, que siempre ha so
brevolado a la sociedad, se corre el riesgo de soslayar nuestra propia responsabili
dad como adultos, respecto de esos niños que se encuentran en situación de delin
quir.
Esta tendencia que vuelve a instalarse como tema de debate, da cuenta de las di
ficultades de la instauración del "no" como límite para el sujeto, correlativo de la
conformación del superyó como heredero del complejo paterno. ¿No se pueden le
er acaso esas mismas dificultades como efectos de una época, que también se ma-
1
Jacques Lacan. Funciones del psicoanálisis en criminología ( ! 950). É crits. Du Seuil ,
1 966, pp. 1 2 5- 1 4 9.
CRIMEN Y CASTIGO 141
2 Pierre Legendre. El crimen del cabo Lortie. Tratado sobre el padre. Siglo XXI, M éx i co ,
1 994.
1 42 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
3 Idem. P. 2 8 .
4 ldcm. P .4 1 .
5 Idem. , pág.46.
6 S . Freud. Esquema del psicoanálisis. T XXIII, Arnorrortu. Buenos Aires, púg . 1 85.
1 44 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD"
En otra nota, donde retoma los comentarios que hace Alexander acerca de los
estudios de Aichhorn sobre la juventud desamparada, Freud agrega: ' ' . . . hay dos
tipos principales de métodos patógenos de educación: la severidad excesiva y el
consentimiento . El padre desmedidamente blando e indulgente ocasionará en el ni
ño la formación de un superyó hipersevero, porque ese niño, bajo la impresión del
amor que recibe, no tiene otra salida para su agresión que volverla hacia adentro.
En el niño desamparado, educado sin amor, falta la tensión entre el yo y el supe1yó
y toda su agresión puede dirigirse hacia fuera [ . . . ] por consiguiente, es lícito afir
mar que la conciencia moral severa es engendrada por la cooperación de dos influ
jos vitales: la frustración pulsional, que desencadena la agresión, y la experiencia
11
de amor que vuelve esa agresión hacia adentro y la transfiere al superyó".
Quizás asistimos a una época en la que el niño más que ubicado como producto
del amor de la madre por el padre, viene al lugar de un goce individual que no ce
sa, produciendo esa particular dificultad en la constrncción del no como prohibi
ción y cuidado. La respuesta y la apuesta del psicoanálisis no pueden ser otra que
la de convocar al sujeto y su responsabilidad: parafraseando a Lacan, la de su in
sondable decisión del ser. Sin embargo, de esta elección que se jugó en otro tiem
po, en tiempo de la infancia, el sujeto en sus juegos y, luego postpuberalmente en
términos discursivos, se tendrá que hacer responsable.
11
Idem.
12
Mariana Carbaj al : "Bajar la edad de imputabilidad es una rm:dida demagógica". Diari o
Pagina 1 2, 26104109, pp. 20-2 1 .
CRIMEN Y CASTIGO 147
Ana Lanfra11co11i *
Ficción y escena
B
erlin, 1 958. Michael, de 15 años, enfermo en la calle es atendido, lavado y
abrazado por Hanna, una bella y ruda mujer de 3 6 años. En la novela El
Lector, escrita en primera persona, el narrador evocará con este encuentro
la calidez de los cuidados maternos. La chispa del erotismo se ha encendido, será
una de las marcas de la relación. Iniciación sexual para Michael, el texto enfatiza
su fascinación con la imagen de Hanna, que conjuga sensualidad y un modo de
moverse rígido y rítmico. ¿Cómo leer en ella su atracción hacia Michael? ¿Lo ama,
lo desea, sólo ama dominarlo, humillarlo? Es la pregunta de Michael: ¿qué quiere,
qué siente ella? Hay un punto de inflexión en el relato tanto literario como filmico:
Hanna, la desconocida, la enigmática, la que se resiste a decir su nombre, quiere
saber: pregunta a Michael por sus lech1ras escolares. Ante el libro que Michael le
muestra, ella dirá: "Lee tú" . . . Apres coup, es posible escuchar allí un pedido: Lée
me, lee para mí, lee en mí lo que no sé, lo que quiero y no quiero saber.
Michael accede, él será el lector. En alemán el tíhllo de la novela es: Der Vorle
ser que significa: Lector en voz alta 1 • Michael alza la voz, su voz se yergue y cada
vez, en cada encuentro sexual, lee para ella las tragedias de grandes dramamrgos
del siglo XVIII. La ficción se incrusta entre ellos, los hace girar en torno al texto.
Ella, la máquina despótica y dominante, ríe, llora, teme. É l, fascinado, humillado,
en tanto lector en voz alta se transforma en actor, toma el papel que el texto le
asigna, cambia los tonos de su voz, habla con voz de hombre.
A lo largo de la obra, ambos se ubicarán en relación a un no saber o a un no
querer saber; hay una belleza trágica en el texto. Como en Edipo, la marca de la
ceguera se anuncia a través de indicios. Michael había leído durante su convale
cencia a causa de la hepatitis (luego del primer encuentro con Hanna) acerca del
Tercer Reich. También sabe acerca del ingreso de Hanna al ej ército durante Ja gue
rra, y de su gusto por el uniforme como guardia del tranvía. Ha sentido el sabor de
su propia sangre en la boca cuando ella le ha pegado con un cinhlrón. "Preguntas
La escena j urídica
2 Pierre Lcgcndrc. "El hombre homicida". En : La .fábrica del hombre occidental. E ditorial
t-morrortu, Buenos Aires, 2008, pág. 40.
·' Jean Amery. Citado por .len-Luc Nancy en La Representación Prohibida. Amorrortu,
1 50 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
La voz de la lectura
aquel varón . . . '', insiste Michael. ¿Busca en Hanna, en su propia voz dirigida a ella
aquel varón que él fue en la escena de iniciación sexual, allí donde él como lector
tenía la voz cantante?
Hanna dará un paso más, hay un momento que es como un rayo, en el que algo
pasa: Hanna pidiendo un libro en la biblioteca de la cárcel, diciendo su nombre sin
tapujos, toma el lápiz, el texto, dispone su cuerpo, escucha la grabación, la detiene
y marca cuántas veces aparece la palabra escuchada en la primera hoja, la pronun
cia en voz alta. Como en el cuento de Borges, El A leph, donde el mundo se ve, se
lee, de acuerdo a la posición que toma el cuerpo, Hanna ha tomado una posición
desde la que el mundo ya no será el mismo.
Hay una civilización de la pulsión, del goce del cuerpo en el acto de la lectura y
la escritura. Es desde allí que Hanna le escribirá, se dirigirá a Michael. Cuando ella
le escribe, él está interesado en su letra, él busca leerla, que ella sea algo a leer.
Percibe en sus primeras cartas la violencia, la fuerza de su trazo. Hanna como
enigma para Michael. Ella espera una respuesta, algo más allá de la voz grabada en
las cintas. Michael jamás responderá sus cartas, es uno de los modos de evitar el
encuentro con ella. ¿A quién dirige su voz, sus textos grabados?
En La letra y la voz, Paul Zumthor5 se refiere al peso inicial del oído y la voz
que prevalecía sobre los primeros copistas; el lector vendrá después. La escena
medieval se organiza con el dictador, la fuente corporal del contagio a partir de la
voz, y el trabaj o táctil del copista. La voz del que dicta no es la misma que la del
que lee. Me interesó el significante dictador. Michael, el lector en voz alta para
Hanna en aquellos años de ducha, lectura y amor, ¿está ahora en posición de dicta
dor? Hanna como copista, como reflejo. Sin embargo, a partir del rayo, a partir de
su decisión de aprender a escribir, de hacerle lugar a esa falta, a ese hueco, hay una
torsión. Ella descubre en la voz de Michael una alternativa para sí misma. Hanna
escribiente, Hanna lectora, descubre en él, más allá de él, al lector. Encuentra en la
palabra de Michael una palabra que le está dirigida. Iniciación en las letras para
Hanna.
En la escena final, Hanna hará pie en los libros, esta vez para ahorcarse. ¿Es la
posibilidad de leer sus actos, la condición de su suicidio? Un poco antes ha busca
do leer infructuosamente algo en el rostro de Michael, una señal de amor (el re
pliegue de Michael, ¿está hecho de un anudamiento entre la culpa por amar a una
criminal con la culpa ligada a la sexualidad?) . Esta situación la deja a I-Ianna a la
intemperie. ¿Cómo civilizar lo pulsional, cómo desprenderse de la voz sin lazo
amoroso a un otro? ¿Cómo superar lo insuperable?
5 Paul Zumthor, La letra y la voz. De la "literatura " medieval. Ediciones Cátedra, Madrid,
1 9 8 9 , pp. 1 20- 1 2 4 .
1 52 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
La escena analítica
El analista como lector en voz baj a lee el texto hecho del decir de su paciente,
lee lo que escucha y oye en el decir de quien ha llegado con un pedido singular:
léeme, lee para mí, lee en mí lo que no sé, lo que quiero y no quiero saber. Sabe
mos que el despliegue de esta demanda tendrá como condición el lazo amoroso de
la transferencia y que el analista ocupe su Jugar como lector de esa otra lengua que
es el inconsciente. El analista no está exento del lugar de dictador, de quien dicta
sus prejuicios e ideales a sus pacientes. Abstenerse de ocupar ese lugar orientará
una ética.
Alain Badiou en su trabaj o : Etica y psiquiatría6, nos habla de la apuesta a una
posición siempre abierta a la posibilidad de subjetivación. Ubica como inhumana la
opción por la imposibilidad, por dar por sin alternativa al loco más loco y al viejo
más viejo. El texto nos alerta sobre la crueldad de nuestro tiempo, en el que se pri
vilegian las capacidades animales, de competencia y supervivencia y se exalta la
eficiencia al servicio de los intereses. Es decir, no se toman en cuenta las capacida
des en términos de afirmación subj etiva.
Estamos expuestos al embrutecimiento, a la anestesia, a la indesarraigable
crueldad.
El autor nos alienta al coraje, a la valoración de la más mínima posibilidad de
transformación, a la consideración del pliegue más sutil con el que alguien pueda
abrirse a una opción de afirmación subjetiva. En sus términos, este efecto sujeto
que ponemos a cuenta de la lectura del analista, significa resistirse a la posición del
querer-ser-animal propio de la posición de víctima. Badiou nos invita a subrayar en
relación a nuestro lugar, la apuesta por la alternativa de ser, como analistas, creado
res, inventores de posibilidades, despiertos a una subjetivación siempre posible.
6 '.'-
lain Bad i ou. " Ética y psiquiatría". En : Relexiones sobre nuestro tiempo . Ediciones Del
f
Cifrado, Buen os Aire s, 2000 , pp. 39-4 3 .
CRIMEN Y CASTIGO 1 53
Mario Goldenberg *
E
l film de Gus Van Sant ha recibido el premio 60º aniversario del Festival de
Cannes 2007. El director de Elephant se ha basado para su guión en una
novela de Blake Nelson. La acción sucede en su ciudad natal, Portland,
Oregon, USA.
El argumento relata una historia de un adolescente en un parque de skaters,
donde se desarrolla la trama a partir de una muerte accidental.
El mérito de Van Sant es cernir la subj etividad de los adolescentes de nuestra
época.
Alex, de 1 6 años, skater, vive en un contexto familiar desmembrado, sus padres
se están separando, tiene una bonita novia que no le interesa, y su vida transcurre
sin dirección, como el balanceo del skate.
Concurre con su amigo a un sitio llamado Paranoid Park, un lugar marginal,
construido por los mismos skaters. En una noche, mientras un nuevo amigo Je en
seña a colgarse de un tren, son descubiertos por un guardia de seguridad que inten
ta golpearlos con una linterna y, accidentalmente, Alex se defiende pegándole con
su skate, el guardia cae y es seccionado por otro tren que viene en sentido contra
rio.
A partir de este episodio, todo se desencadena. Intenta a la madrngada llamar a
su padre que está con su tío en una playa, pero desiste. No tiene a quién relatar el
desgraciado episodio. Lo cita la policía para interrogarlo, junto con otros, en el co
legio, pero no tienen la menor sospecha de quién fue el autor accidental del homi
cidio del guardia. El diálogo con el policía oriental que lo intenoga parece propicio
para una confesión; sin embargo Alex, como los adolescentes actuales, sabe ocultar
muy bien sus cosas.
El guión plantea un problema interesante . Hay un secreto que no puede contar
a nadie, pero que lo afecta; él mismo dice : Necesito que esto se detenga.
-
Con su novia, con quien ha tenido un encuentro sexual, no expresa ningún in
terés especial. Es una escena fantástica, después del sexo, ella lo besa, se va del
cuarto y llama a una amiga para contarle lo maravilloso que fue.
No hay ninguna palabra de amor entre ellos. Alex parece el extranjero de Ca
mus en la escena sexual.
La adolescencia esencialmente implica el encuentro con el Otro sexo, el film
muestra que en esta época, ya no victoriana, donde todo está permitido, el acceso al
sexo no está regimentado por la moral. Sus amigos, cuando se enteran que ha dej a
do a su novia, le dicen que se perdió la posibilidad de tener sexo gratis.
El argumento se desarrolla como una tragedia. El héroe tiene un secreto: el de
un crimen, una muerte que causó involuntariamente, pero que no tiene a quién con
tar, no tiene a quién dirigirse y, a su vez, nadie lo descubre.
El mundo adolescente es un mundo de sujetos solos, ligados por el skate, que es
un dirigirse a ningún lado, sólo el goce del balanceo. Hay un profundo abismo con
el mundo adulto, no confían en ellos y saben mentirles muy bien.
Sabemos cómo se visten y peinan los Emos y los jloggers, pero no sabemos na
da de ellos. Ellos a veces confían en sus pares, no en sus padres, menos en sus ma
estros, pero, en el mej or de los casos, se reservan una intimidad.
Gérard Wajcman ha escrito su breve testimonio en un libro de reciente apari
ción La regla del juego. 1 Waj cman dice: "La posibilidad de lo escondido no es
simplemente una conquista, es una condición del sujeto: sólo hay suj eto si éste no
puede ser visto" [ . . . ] "La condición de lo íntimo está inserto en la posibilidad para
el sujeto de sustraerse al poder de otro omnividente" [ . . . ] "El derecho al secreto tra
za la frontera de lo íntimo, a partir de allí hay tres estados posibles de la frontera. O
bien permanece hermética, instituyendo y preservando dos espacios disjuntos, de
jando fuera al sujeto de la influencia del Otro. O bien el Otro quiere poner allí el
oj o. Es un tiempo inquisitorial. Es el tiempo, por ejemplo, de la video vigilancia,
policial, urbana, planetaria".
La película transcurre entre estos dos estados, su secreto y el otro omnividente,
el Big brother de la "seguridad".
Gérard Wajcman plantea una tercer manera de traspasar la frontera: "puede que
el sujeto decida abrir su intimidad, que hable de ello o que la exponga. El psicoaná
lisis responde a ese deseo, el arte y la literatura son también lugares para el ej erci
cio de esta libe1iad".
Alex se encuentra en una encrucij ada, nadie lo ha descubierto pero tiene algo
que no ha podido decir; sólo su amiga intuye que hay algo que no puede decir a
nadie, le sugiere que lo escriba, que envíe una carta a algún periódico o que sim
plemente lo queme .
Alex escribe en su anotador su historia y termina quemándola.
El acto de escribir es una subjetivación del secreto, pero sin dirigirlo a nadie.
No hay Otro, es una buena fórmula lacaniana, para situar esta época del "Otro
que no existe" como lo han formulado Jacques-Alain Miller y Eric Laurent.
La clave del film no es la muerte del guardia sino la escena sexual.
¿Cómo, en un mundo donde todo se ve, todo vale, se puede acceder al goce
Espafia Y Latinoamérica estuvo a cargo de Lidia Lópcz Schavclzon, cd. Gredos, 2008. Pu
blicado en www.revconsecuencias.com.ar.
CRIMEN Y CASTIGO 1 55
Ana Gabbi *
F
ormar parte de un dispositivo de salud pública, al que el Poder Judicial le re
quiere decir algo sobre las determinaciones psicológicas de quien ha delin
quido, nos ha permitido acercarnos a una galería heterogénea de personas.
En su mayor parte se trata de vidas comunes, donde súbitamente Ílrumpió un acon
tecimiento que los tuvo de protagonistas: el dar muerte a alguien, y eso los convir
tió en asesinos. Con cada uno de ellos nos propusimos que aún en su carácter de
"detenidos", por estar privados de su libertad, no quedaran "impedidos" de interro
garse por su acto delictivo, porque para que se humanice al autor del más humano
de los actos, sólo será posible si se parte de la idea de que "el hombre se hace reco
nocer por sus semejantes por los actos cuya responsabilidad asume". 1
Entendemos que uno de los interrogantes centrales que motorizan el proceso
judicial es la lógica del acto, los motivos que movieron a un sujeto a realizarlo.
Que el pedido que se dirige a lo psi apunta a que se le pueda dar algún sentido al
acto criminal, y que nos enlaza a la función atribuida a la psiquiatría en sus oríge
nes, como un intento de hacer comprensible ciertos crímenes inmotivados . Como si
fuera posible, por otra parte, descifrar los enigmáticos móviles de un crimen. No
hay una causa psicológica que explique el acto sino, por el contrario, el acto divide
al suj eto, ya que fue él quien obró, pero sin embargo no fue él, suj eto dividido en
tre la voluntad de actuar y otra voluntad más allá de él, que lo ubica en una trama
cuyas consecuencias deberá padecer y, más todavía, le conferirá cierta identidad a
* Dra. Ana Gabbi . Médica Psiquiatra. Psicoanalista. M iembro de Juntas Especiales, disposi
psicoanalítico. Volumen l. Letra Viva, Buenos Aires, 2006. De la misma autora: Culpa,
responsabilidad y castigo en el discurso jurídico y psicoanalítico. Volumen I I . Letra Viva,
Buenos Aires, 2004. Culpa, responsabilidad y castigo en el discurso jurídico y psicoanalíti
co . Volumen I l l . Letra Viva, Buenos Aires, 2009. Las voces del supoyó en la clínica psi
coanalít ica y en el malestar en la cultura. Letra Viva, Buenos Aires, 2007. Entre deudas Y
culpas: sacrificios. Crítica de la razón sacrificial. Letra Viva, Buenos Aires, 2008.
Además de su obra escrita y publicada agradecemos a la Dra. Gerez Ambertín lo que nos ha
transm itido en cada uno de sus seminarios y reconocemos su impronta marcada en nuestro
propi o trabaj o.
CRIMEN Y CASTIGO 1 57
2 Eduard o Bcrnasconi. "La tragedia del deseo". En: http ://www. andamiaje-lacaniano .com.
ar/textos/la-trage dia-del-deseo. pd f
3 Michel Foucault. La vida de los hombres infames. Editorial Altarnira, La Plata, 1 996 , PP·
1 6 1 - 1 72
4 • .
Ehsabeth Roudinesco. Nuestro lado oscuro. Una historia de los perversos . Anagrama,
Buenos Aires, 2009, pp. 9- 1 O .
1 58 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 3 8 : "RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
nante. J. D. relata los hechos cotidianos de ese día: horario en el que se levantaron,
la salida de su mujer a trabaj ar, el desayuno que él prepara a sus hijos, y lo que
consideramos un punto que podría ser clave : cuando va a hacer arrancar "su ca
mioncito", refiriéndose al vehículo con el que trabaja, no le arranca, y pide ayuda a
su hija. Aparentemente, la niña retacea su ayuda con displicencia, ignorándolo. É l
recuerda haberse dado vuelta, haberla golpeado y, llevándola a una habitación, la
viola mientras la ahorca porque la niña gritaba.
¿Qué fue lo que hizo de este hombre una versión masculina de Medea que, por
amar febrilmente, y al serle retirado el amor, le hace perder su lugar en el mundo?
La niña ha sido tomada como un seudópodo de su yo, englobada como una mera
extensión de sí mismo. ¿Qué punto de identificación con la niña le pudo haber
hecho actuar tamaño acto? Violar y ejercer violencia significan quebrantar una ley,
ejecutar una acción en contra del modo reglado, en contra de lo que las leyes cons
tituyen como elementos vinculantes.
¿Quién puede explicar este acto violento de J. D. contra su hija, a quien amaba
y de quien se sentía amado, como queda manifestado cuando dijo: "las tres perso
nas que más amo en el mundo, mi mujer y mis dos hijos " y que, al decir de la ma
dre de la niña, "ella lo adoraba "? Esa fuerza arrolladora que empuja al acto, ¿pro
viene de una causalidad externa?
Nos recuerda lo que se ha definido como el kakon, los crímenes del kakon, ese
mal interior que en un intento liberador (que resulta insuficiente) realiza el esfuerzo
por desprenderse de un estado doloroso a través de todos los medios de sus fuerzas
psíquicas y es lo que dominaría en el momento de la crisis. A modo de acto sacrifi
cial, matando a esa inocente mata al enemigo interior que representa, golpea en el
Otro lo más íntimo de su ser, la parte prohibida y odiada de su propia vida pulsio
nal. Esta niña, como una joven Ifigenia, lucha, se aferra a la vida y niega desespe
radamente su aquiescencia a una inmolación que no pudo evitar.
Lacan llama a ese acto límite6 "un tributo a los dioses oscuros", acaso apoyado
en lo que la tragedia griega significa en el intento de esclarecer los actos humanos
como lugar donde se juegan los conflictos irreductibles, fatales, insuperables. A
través de un enigma que se arroj a a un campo inescrutable y a todos los hechos que
lo rodean. Un más allá de cada quien que los griegos atribuían a los dioses en una
mezcla de voluntades donde una no puede sino con la otra. El interés de la tragedia
para el psicoanálisis está justamente en la relación, la implicación y, aún más, el
nudo que enlaza al agente con su acto. A partir de su efectuación, ya no podrá dis
tinguirse si es agente o efecto de un acto que lo sobrepasa, que lo posiciona en una
trama de la que querría escapar y, no obstante, en su escapada se encarcela. 7
Dioses oscuros o acaso oscuros demonios que han habitado a J. D. en un in-
6 Jacques Lncan. Seminario 1 1 : los cuatro co11ceptos (lmda111entales del psicoanálisis. Edi
ciones Paidós, Buenos Aires, 2006, pág. 282.
7 Eduardo Bernasconi . Ob . Cit.
1 60 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUfABILIDAD»
fiemo íntimo que, como un secreto, lleva consigo. Secreto que, al final de las en
trevistas, logra compartir, mientras pide que no sea revelado. Del que da pistas
oblicuas con su enigmático decir: "todos me preguntan por qué lo hice, nadie me
pregunta si lo hubiera podido evitar ", mientras quiere reservar para sí la respuesta
que lo alivió.
Seguramente Foucault se apoyó -para hablar de crímenes monstruosos- en la
etimología de la palabra "monstruo" que proviene de monstrare (mostrar) y mone
re (avisar), el monstruo muestra y lo que muestra tiene el valor de presagio, anun
cia algo que se aparta de la naturaleza. Precisamente J. D. utilizó la misma idea y
dij o : "me salió el monstruo de adentro ", y firmó "el monstruo" unos apuntes que
deja en una libreta luego de cometido el hecho.
Constitutivamente, devenir suj eto ha de pasar por tiempos preñados de rivali
dad, de amores y de odios, de celos y de envidias, de deseos incestuosos y crimina
les. Tensiones libidinales cuyo destino es, en el mej or de los casos, su aligeramien
to, su sublimación relativa. Desde este margen de discordancia irremediable con el
mundo, es que se sobreinscribe la posibilidad de una violencia secundaria, como
desborde actuado. ¿Es que acaso cualquiera porta en sí esa fuerza devastadora, que
puede emerger y arrasar la propia subj etividad y la del otro? ¿Qué lleva a alguien a
pararse en ese callejón sin salida desde el que salta al abismo, sin cálculo ni pre
meditación, donde queda aniquilado y el otro excluido?
" Ya está, ya lo hice, pero no puedo explicar el sentimiento". Es que el propio J.
D. lo vive como extraño a su ser: "No era yo ". Eso que activó un punto ciego y la
angustia que irrumpió de una manera que no logró tramitarse, frente a semej ante
estado de turbación, respondió con la ruptura del pasaje al acto violento. No fue
posible demorar la mano que golpeó. No hubo pregunta que detuviera antes de dar
muerte. Faltó esa función de la palabra que puede ser de mediación, sosteniendo la
balanza entre los seres humanos. Hubo ahí un acto que careció de una mediación
significante, que presentificó una ausencia referencial.
Por ese acto de desmesura y exceso J. D. debe responder. La respuesta requeri
da por el poder judicial consistió en afirmar que podía hacerse responsable por el
mismo ya que tenía capacidad de responder por él. Como él mismo reconoció
cuando dijo: "voy a pagar por lo que h ice "; y, tras un largo silencio, agregó : " . . .
aunque esto no tiene precio ". Ese desgarro que muy bien puede llevar el nombre
de lo trágico, de aquello que no tiene resolución, que no se salda ni con el castigo
ni con el perdón. Aún así, al decir de Dostoievski, "debe separarse de su acto de
muerte para que vuelva a unirse a los hombres, así sea en el presidio", señalando
que debe restituirse a la legalidad y a las instituciones que propician su reparación
simbólica, a ese que ha dejado caer la mano.
CRIMEN Y CASTIGO 161
E L ADOLESCENTE Y LA LEY
Rosa E. Sánchez *
'' v engo para que me saquen las ganas de robar'', dice en su primera en
trevista al Programa de Libertad Asistida un adolescente que así de
manda ser tratado por su compulsión.
Cuando un adolescente sale a la calle y, revólver en mano, despoja de sus per
tenencias a un semej ante, el hecho es catalogado, clasificado, interpretado por el
discurso jurídico. Sabemos que cuando comete lo que el discurso jurídico cataloga
como "delito", hubo unos padres y una escuela que desoyeron o no pudieron inter
pretar otros síntomas y actuaciones que demandaban una intervención. Así, esta
manifestación pasa del ámbito privado de la familia a la escuela y, luego, a la esce
na pública, donde se transforma él, no sólo lo que hace, sino él mismo, en un sín
toma social. Este síntoma social es tratado con los instrumentos con los que la cul
tura cuenta. En este caso es el aparato judicial el encargado de administrar, junto a
los medios de que dispone, un diagnostico psicológico y socio-ambiental que fun
damenten una estrategia a seguir. Porque ése es el lugar que la cultura le otorga al
discurso jurídico, el de cuidar el acotamiento del goce. Valiéndose de la norma ju
rídica, normativiza al suj eto de derecho. A ese ser cultural que, para serlo, debe co
nocer y aceptar la ley y el límite que ella impone.
"Mire qué pobre estoy, mire los aguj eros que tengo en las zapatillas", dice un
adolescente en tratamiento, tratando de justificar así, con lo que llama una "necesi
dad," el salir a robar. Porque para él el robo obedece a una necesidad económica,
no a una compulsión.
- ¿Y tus hermanos no tienen un par para prestarte o regalarte . ? . .
en falta. Falta al pedir y falta al no saber nunca qué es lo que pide cuando pide.
Unir estos dos términos: demanda y significado, es empezar a decir que la de
manda prueba que el hombre es un sujeto de deseo y no un animal de necesidad.
Por tanto, todo aquél que pide, demanda, denuncia que un deseo lo habita y reco
noce en esa demanda que su alienación al lenguaje altera su relación con la necesi
dad. Arrancar violentamente las posesiones de otro, es renegar esta falta que no se
"satisface" más que ilusoriamente.
- ¿Qué es la ley? -se les preguntó a un grupo de adolescentes de un Programa
de Libertad Asistida.
- La ley es la policía -contestó la mayoría.
Un ser cultural es aquél que acepta las leyes sociales y jurídicas que rigen esa
cultura, y las transmite reconociendo que son ellas quienes deben cuidar su super
vivencia. Pero la primera de esas leyes es la suj eción al lenguaje. Sujeción porque
hablar es reconocer y aceptar un código arbitrario e independiente del hablante; ya
que la estrnctura del lenguaj e tiene sus propias leyes que, como las leyes jurídicas,
deben aceptarse como se heredan.
Hablar es aceptar un símbolo como lo es la palabra, una marca de representa
ción, la llamó Freud. Pero toda representación implica pérdidas. De la posibilidad
de aceptar esas pérdidas depende la suj eción al lenguaje y, por tanto, un pensa
miento abstracto-simbólico que pennita no sólo pensar sino producir aportes para
la cultura.
Un adolescente con una causa penal cuya carátula es homicidio con premedita
ción y alevosía, dice en una entrevista de tratamiento: "No sé por qué lo hice".
De "la premeditación" al "no saber" la causa de su acto, del sujeto de derecho al
suj eto de lo inconsciente. Sujeto de lo inconsciente, sujeto que, por el sólo hecho
de hablar, no puede decirlo todo, por el sólo hecho de poder transmitir saber, porta
un no saber sobre los enigmas de la vida y de la muerte, sobre la sexualidad, sobre
su propio sentir y el de los otros . . . Es por eso, por ser seres hablantes que somos se
res constituidos, constituidos desde la cultura, a través de los semej antes encarga
dos de transmitirla: padres, maestros, profesores, suj etos que nos toquen en suerte
y de quienes depende nuestra constitución.
Por esto hablamos de un sujeto pulsional y no de un sujeto instintivo. Diferen
cia que explica tanto los límites como los excesos.
Este sujeto pulsional se constituye con pérdidas, cada marca de límite es marca
de pérdida. Perdida es entonces la palabra que más se acerca al concepto de consti
tución del sujeto. Pérdidas son aquellas que disciplinan lo natural para que deje de
serlo. ¿Cuándo comienza ese divorcio entre lo natural y lo cultural? ¿Con el nom
bre propio que, paradójicamente, viene del Otro?
Desde el nacimiento, pérdida del seno materno, control del esfínter, destete, se
paración con la madre, cumplimiento de la escolaridad, cruzar un semáforo cuando
está en verde y no en cualquier momento . . . leyes que disciplinan, limitan el goce,
el goce de hago lo que se me viene en ganas y donde se me ocurre.
CRIMEN Y CASTIGO 1 63
Leyes enunciadas muchas veces . Desde la palabra y los actos, los padres hacen
marca con la repetición cotidiana, marca de ley. Ley fundante de la estructura psí
quica. Ley de castración. Ley que ordena pérdida, perdida y duelo consiguiente,
perder para ser deseante, la marca de la muerte para generar vida.
Porque el concepto de castración en psicoanálisis, se refiere no a una prohibi
ción, tampoco a una interdicción, sino a aquella muerte simbólica que es el límite.
Límite como lo imposible del goce. Porque la prohibición y la interdicción sostie
nen la ilusión de un goce todo como posible. Ilusión mortífera, ya que empuja al
sujeto en una búsqueda donde encuentra su auto-aniquilación.
A la función que inscribe esta ley la llamamos función paterna. Función que,
por ser tal, nunca es perfectamente cumplida. De las fallas de esa función depende
la estructura psíquica, y la relación que el suj eto tenga con el goce, como también
con toda ley que lo regule. ¿Por qué un adolescente cree que la ley es la policía?
¿Si ubica en ellos la ley, cómo se interpretan entonces los desafíos que realizan
constantemente? Preguntas que el psicoanálisis introduce para pensarlas desde otro
discurso, es decir, con un abordaj e otro. Un intento de introducir allí una escucha
que opere j erarquizando la palabra. La palabra no como defensa o confesión, la pa
labra libre, la libre asociación.
Intento concretado en una experiencia clínica con adolescentes con causas pe
nales. Experiencia fundada, en primera instancia, por la necesidad de crear un es
pacio otro, externo y distinto al que siempre frecuentan. Y una respuesta que no
pase por el castigo y la punición, ya que estos abonan el circuito repetitivo de ac
tuaciones delictivas, encierro en institutos penales, egreso o fuga, y nuevamente ac
tuación delictiva.
R va a salir en libertad del instituto donde hace dos años que está internado por
homicidio en ocasión de robo. El director de dicho instituto se lo comunica justi
ficándolo con una frase: "Vos ya podés salir, ya sabés lo que está bien y lo que está
mal".
- "¿Vos no lo sabías?" -dice la analista.
R se ríe, reconociendo así su renegación.
En otra entrevista, R habla de esto y esgrime que su padre también espera que
se porte bien.
- "¿Qué querrá decir "portáte bien"? ¿Para quién portarse bien? -pregunta la
analista; ya que es común escuchar: "portarme bien para .. ", "portarme bien por .. "
la madre, el padre, el director del instituto . . . Personajes que, encarnando al inter
dictor atemorizan, persiguen, alienan en su demanda al adolescente que, ofrecién
dose a ser tomado en esa demanda, enmascara así la angustia que la castración co
mo tal infringe al sujeto.
- "Portáte bien, me dijo mi papá el otro día, y yo voy a hacerlo, voy a portarme
bien . . . cuando salga . . . ".
Propósitos conscientes, volitivos que nada pueden contra su compulsión a la ac-
164 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N º 3 8 : "RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD11
de ese padre que, en el equívoco del "bien", transmite otra cosa que la norma cuyo
significado todos sabemos? El saber, saber consciente, no opera sino en la renega
ción, donde la disociación permite el "lo sé, pero aún así".
Durante la infancia, los padres son los encargados de encarnar la ley, es decir,
sostener en palabra y acto el límite. Pero no sólo debe transmitirla sino que debe
mostrar cómo él se sujeta a ella. Es en la adolescencia, en ese momento de pasaje a
la adultez, cuando el sujeto debe hacerse cargo de una autonomía en sus actos.
En "Tres ensayos para una teoría sexual", Freud dice que el ser humano es el
único en el que la sexualidad acomete en dos tiempos. Esto significa que la sexua
lidad infantil debe dar paso a la genitalidad: turbulencia pulsional, duelo de la ilu
sión de un goce pleno en la adultez, concreción en acto de la exogamia, posibilidad
concreta de consumación del incesto, pérdida de los padres ideales, pérdida de la
omnipotencia infantil, avatares que implican un trabajo de perlaboración, duelos
fuertes . . . Tiempo de duelos, de angustia. Angustia que, cuando no es soportada es
evitada con variantes del acto. Actuaciones que defienden de la angustia, y, ampa
radas por la renegación, intentan esquivar la castración.
Es entonces cuando la búsqueda compulsiva de un goce sin límites encuentra la
muerte, la muerte no en lo simbólico, sino en lo real. Cuando la muerte no se ins
cribe como marca simbólica, es decir función de límite, presencia de lo imposible,
acontece en medio de la calle, en un enfrentamiento armado con Ja policía, en una
riña callejera, o en un accidente que no es azaroso.
La sexuación como definición sexual, como encuentro con Ja castración, sigue
· siendo, desde Freud en adelante, el atravesamiento importante que el adolescente
debe transitar. Pero en estos casos, Ja genitalidad y sus avatares está arrasada por
otro goce, un goce mortífero que lo condena a actuaciones sado-masoquistas.
La oferta de un espacio donde la palabra ocupe el lugar de la actuación, surge
de la hipótesis de que estas actuaciones delictivas cursan una demanda. Demanda
actuada. Demanda a los representantes de Ja ley, la ley jurídica que, desde su lugar
cuidador y ordenador de cumplimiento de la ley, intervengan sancionando un lími
te que proteja de la muerte. Actuación que obedece a la falla del significante del
Nombre del Padre que determina una particular carencia simbólica.
No es aj eno a esta falla, el que el robo a mano armada o el arrebato r-allej ero se
an acciones sin palabras, como tampoco lo es el si lencio que, generalmente, estos
CRIMEN Y CASTIGO 1 65
jóvenes sostienen ante los entrevistadores. Silencio que dice de su posición subjeti
va, ubicándose como obj eto de una imputación y no como suj eto responsable de
sus actos.
Este es uno de los pasajes necesarios a trabaj ar con adolescentes con causas pe
nales. Sólo ubicándose como suj etos activos y responsables de su vida y de su
muerte, soportando la pregunta de "porqué roban" y haciendo de esa actuación un
real que los interroga, podrán dej ar de repetir compulsivamente.
Porque si la ley necesita estar encarnada, porque lo simbólico se encuentra defi
ciente para sostenerla, esta encarnadura produce enfrentamientos violentos con el
semej ante; especialmente con aquél que porta ese lugar de interdictor. A ese inter
dictor están dirigidas muchas de las actuaciones desafiantes.
En los diez y ocho años que llevo supervisando equipos que trabaj an en pro
gramas de recuperación de menores en conflicto con la ley penal, he podido obser
var que, cuando un juez hace en su sentencia una derivación a algunos de estos
programas, el p orcentaj e de recuperación es mayor que cuando los interna en insti
tutos .
Una síntesis. Hay un programa que se realiza e n una villa d e emergencia d e la
provincia de Buenos Aires. Este programa surge de un contrato entre un municipio
y dos ministerios nacionales. También de la concepción de que roban porque no
tienen dinero ni cultura del trabajo.
Está diseñado para trabaj ar en entrevistas individuales y entrevistas grnpales
con aquellos que se acercan o son derivados a él.
Los que están incorporados cobran un subsidio mensual para ser usado en micro
emprendimientos. Este programa se llama Programa de Prevención Comunitaria.
Un día, un adolescente cuenta en una reunión de grnpo que la policía le pidió
documentos, entonces él sacó de su bolsillo el carnet que tiene para cobrar el sub
sidio en el banco y mostrándoselo les dij o : "estoy en el plan vida".
1 66 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
Introducción
L
a práctica del psicólogo en una Institución carcelaria está atravesada por
distintos aspectos jurídicos y legales. Uno de los que más dificultades nos
presentan es el del tratamiento que debe dársele al delincuente condenado.
Desde el marco jurídico legal, la ley nacional 24.660 es la que establece cómo debe
ej ecutarse la pena privativa de la libertad y el tratamiento penitenciario que el in
terno debe cumplimentar. Este tratamiento penitenciario, en concordancia con el
espíritu de la ley, se ubica dentro del paradigma de las ideologías re, es decir: re
socialización, re-educación, re-habilitación, etc.
Desde esta perspectiva, cabría suponer que la especificidad de la práctica psi
cológica se plantearía como un tratamiento psicológico. ¿Estaríamos hablando de
terapizar al delincuente? Los comentadores de la ley de Ejecución penal, en general
acuerdan en afirmar que el tratamiento penitenciario no es una medida de salud
mental o curativa. No obstante, en la actualidad observamos una marcada tenden
cia jurídica que ordena someter a tratamiento psicológico a los condenados por de
litos de instancia privada. Esta realidad, no sólo de impacto social y de amplia opi
nión pública, cuestiona la praxis psicológica en general y, de modo particular, in
terpela al psicoanalista.
la patología, del mismo modo que la religión se había aplicado en el pasado a dis
tinguir vicio de virtud. Policía de los cuerpos y biocracia: tal fue, a todo Jo largo
del siglo XIX, el programa desarrollado por una burguesía triunfante preocupada
por imponer a la sociedad una moral sexual basada en Ja prevalencia de la familia
denominada sentimental o romántica: felicidad de las muj eres en el matrimonio y
la maternidad, apología del padre como paterfamilias, protector de los hijos".
El psicoanálisis, como una nueva discursividad, ilumina otro aspecto del ser del
hombre, y es divergente con el discurso positivista de la ciencia. Sigmund Freud
2
"pensador de las luces sombrías", se inscribe dentro del pensamiento moderno;
como tal, es uno de los herederos de la ciencia positivista de la norma, pero su
praxis aportará algo distinto: poner en tela de juicio los fundamentos mismos de la
ciencia. Desde una perspectiva filosófica y antropológica participó, junto a los
hombres de la Ilustración, en el debate sobre la procedencia del mal, cuestiones
que giraban en torno a ubicar la causa del mal, si procede de Ja naturaleza o de la
cultura. Según la autora, Freud, es partidario de la idea de que la perversión es un
paso necesario para la instauración de la cultura. Esta perversión es el lado oscuro
del ser humano, es también la parte maldita de la sociedad. El fundador del psico
análisis, junto con Hobbes y Sade, se encuentran entre los pensadores que no re
nuncian a la idea de la incorregible malignidad de la naturaleza humana y que pro
3
clama, no sin pesimismo, la necesidad de la autoridad.
En este contexto, Freud nos mostró que la pulsión es tan indomesticable como
la perversión. Creó un dispositivo que diera cuenta de una conceptualización del
mecanismo psíquico de la estructura perversa y le confirió el estatuto de dimensión
humana, dejando de lado las concepciones que hablaban de tara, degeneración, o
anomalía, para convertirla, en el plano clínico, en una sexualidad infantil desenfre
5
nada 4 o en una desmentida de la percepción de la castración de la madre.
Los desarrollos freudianos describen al psiquismo constituido a partir del uni
versal de la perversión, lo que equivale a decir que, en cada uno de nosotros habita
el crimen, el sexo, la transgresión, la locura, el extravío, la inversión, la negativi
dad, etc. Esta disposición perversa polimorfa se concibe como paso obligado a la
normalidad; la perversión es connatural al ser humano y, después, todo depende de
lo que cada sujeto haga con ella: rebelión, superación, sublimación . . . o crimen y
aniquilamiento de uno mismo o del semej ante .
Pulsión de muerte es otro concepto fundamental que nos ha legado Freud y que
nos ha enseñado que se manifiesta como agresividad, crueldad, amor al odio, aspi
ración a la desdicha y al sufrimiento; pulsión que evidencia el más allá del princi-
2 Idem . , pág. 1 1 0.
3 Í dem anterior, pág. 1 1 1 .
4 Sigmund Freud. ( 1 905) Tres ensayos para una teoría sexual. Obras Completas, Amo
rrortu, Buenos Aires, 1 996.
5 Sigmund Frcud. ( 1 927). Fetichismo . Obras Completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1 996.
1 68 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
Conclusión
luz por el fundador del psicoanálisis. No hay la bondad natural sino la perversión
originaria pasible de culturalización, aunque ese destino no sea la regla universal.
La pulsión no se domestica . . . la perversión es originaria . . .
E l discurso jurídico pareciera haber encontrado una solución: l a psicoterapia y , .
de ser posible, una de orientación psico-educativa. Esta posh1ra nos revela una afi
nidad con el modelo positivista de la ciencia, la que mostramos fue útil para la mo
ral puritana burguesa, y que, a su vez, coincide con el mandato social y las ideo
logías "re" [re-adaptación, re-socialización].
El estado de excepción que persiguió aniquilar la perversión, instmmentó a la
ciencia en su programa. El discurso jurídico intenta instmmentar también a la cien
cia para terapizar la perversión, forzando a veces una escena obscena, donde lo pri
vado del dispositivo clínico, destinado a la intimidad, y protegido por la confiden
cialidad, pasa a ser de orden público. Detrás del psicólogo, cual instrumental pa
nóptico, es la mirada del juez la que resulta no vista. A su vez, el juez instmmenta
la ciencia positivista y el programa de un Estado voyeur, tras el cual entrevemos la
idea paradój ica del la sociedad actual como una sociedad perversa que ambicionar
ía abolir nuestro lado oscuro.
CRIMEN Y CASTIGO 171
PSICOSIS Y HOMICIDIO
* Lic. Celia Leonora Grunwerg. Jefa de Residentes de Psicología del Hospital Interzonal
General de Agudos "Dr. Diego Paroissien". Lic. Daniela Maldonado. Residente de Psico
logía de cuaiio año del Hospital Interzonal General de Agudos "Dr. Diego Paroissicn".
1 72 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD11
momento posterior refirió haber escuchado una voz que le decía que lo matara;
aunque la conexión entre ambas cuestiones no estaba lo suficientemente explicita
da. Al momento de los hechos se encontraba sola, pero esperaba la visita de su pa
rej a y su madre quienes ya habían venido en otra oportunidad.
Melisa vivía, hacía dos años, con su parej a, un j oven de 1 9 años de edad, un
hermano de éste y los tíos de ellos. Su embarazo había tenido los controles perti
nentes con una obstetra, y su pareja, según ella refiere, estaba muy contenta por su
futura paternidad. La relación entre ellos era buena, salvo discusiones que solían
tener por celos del hermano que vivía en la casa. Posteriormente al nacimiento del
bebé, se lo colocó en el pecho; pero, según refiere Melisa, no lo tomaba, por lo que
se hizo necesaria su alimentación con mamadera. Tampoco aquí se mencionan sen
saciones de displacer, molestia o dolor.
La entrevista contó con una ausencia casi total de afectividad, un discurso mo
nocorde de contenido coherente y un lenguaje pobre. El único momento que su
discurso dejó expresar un esbozo de afectación, fue cuando se le preguntó si se da
ba cuenta que una de las consecuencias de su acto sería la inminente separación de
su pareja; ella contestó afirmativamente, casi con efusividad.
Constitución subjetiva
2 Jaeques Lacan. Seminario. Libro 1 1 : Los cuatro conceptos júndamentales. Editoria l Pai
dós, Buenos Aires, 2006.
3 Jaequcs Laean Seminario 3: las Psicosis. Editorial Paidós, Buenos Aires, 2004.
1 74 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDADu
psíquica del lado de la neurosis han fracasado en el caso de Melisa, dando lugar a
una estrncturación psíquica del lado de la psicosis.
¿Podría pensarse el acto de arroj ar a su hijo por la ventana, como el rechazo del
vínculo madre-hijo no simbolizado en etapas previas de su vida?
El discurso jurídico
Si el discurso jurídico pone el acento en que la persona debe ser mayor, como
así también tener la capacidad de comprender la criminalidad de sus actos, para de
clararla punible y, por ende, responsable de los mismos, desde una perspectiva psi
coanalítica podemos decir que "de nuestra posición de sujetos, siempre somos res
ponsables ". 5 Es así como Lacan, a lo largo de su obra, presenta ciertas objeciones
al concepto de inimputabilidad, dado que pensar al psicótico como irresponsable y,
por ende, fuera de la ley, implicaría deshumanizado en relación a que no se lo consi-
4 Jorge Degano. El sifjeto y la ley, y otros temas psicológicos.forenses. Horno Sapiens Edi
� iones, Rosar io, 1 993 .
0 Jacques Lacan. La ciencia y la verdad. Escritos I I . Siglo XXI, Buenos Aires, 1 98 5 .
CRIMEN Y CASTIGO 1 75
Conclusiones
7 Sigmund Frcud. Obras Completas "Tótem y tabú. y otras obras ", Tomo XIII, Amorrortu ,
Argentina; 2004.
8 Pierre Legendre. El crimen del cabo Lortie. Tratado sobre el padre, Siglo XXI Editores ,
.
México, 1 994.
9
Pierre Legendre. Op. Cit.
10 . .
H a 1 rn o v1ch E . ; Kre sze s D . ; Bugacoff, A . ; Sneh, P.; Supe1yo Y filiación. Destinos de
,
.
la transm isión, Laborde E d itor, Rosari
,
o, 200 l .
CRIMEN Y CASTIGO 1 77
SUJETO Y LEY
N
uestra práctica nos confronta con supuestas nuevas patologías sintomáticas
del mundo actual. Ningún acto, ninguna praxis está por fuera de la histo
ria. Nuestra responsabilidad, en tanto analistas, consiste en sostener el
"ponerse a la escucha" freudiano, con el corte decisivo que tal acto operó en diver
sos campos, en las condiciones de nuestro tiempo. En este sentido respondemos al
malestar y al apremio de las diversas instituciones de salud, educación y justicia,
del modo singular que propone nuestra praxis.
Un moderno discurso psico-jurídico parece instalarse para dar respuesta en
forma común al lugar del sujeto en la sociedad. ¿Se tratará de articular o no ambos
discursos? A veces nos aferramos a establecer puentes conceptuales que terminan
generando confusión. Estas líneas se proponen enfrentar este obstáculo y subrayar
tropiezos, discontinuidades y articulaciones para reinstalar el debate, centrándose
particularmente en la problemática de los niños y j óvenes en situación de riesgo.
En Tótem y tabú, Freud establece el fundamento del pacto jurídico necesario
para la vida en común, articulando su alcance para la comunidad y su desafío para
cada suj eto. Actualmente, se convoca desde el discurso jurídico al psicoanálisis pa
ra dar cuenta del sentido último de los actos, de lo que no cae en la órbita del senti
do. El derecho apela así a un saber ajeno al derecho. Pero el psicoanálisis, tal como
lo articuló Lacan leyendo a Freud, no avanza por la vía del sentido, sino por la del
fuera-de-sentido; no apunta a dar razones a la sinrazón sino, por el contrario, a tra
vés del tropiezo sitúa lo real en el corazón de la experiencia.
La originalidad de la propuesta de los cuatro discursos de Lacan constituye un
aporte a la cultura de nuestro tiempo, porque señala una heterogeneidad de estruc
tura entre el discurso del derecho y el discurso del psicoanálisis.
Lo que está en juego es desmontar la juntura psico-jurídica, en sus dimensiones
teórica, práctica y ética, para situar los puntos de divergencia y reabrir un debate
que genere nuevas articulaciones. No se trata de un modo común de abordar un su
jeto, aunque en ambos campos un sujeto quede concernido. Distinguir las nociones
de subj etividad y sujeto, como operadores en nuestro campo, nos va a permitir
orientarnos para especificar nuestra experiencia, que es de discurso, y produce,
como efecto, un sujeto. El riesgo en juego, para los analistas, se especifica como
riesgo de desubjetivación.
Consideramos la subjetividad como las determinaciones simbólicas, culturales,
que se ej ercen en tanto ordenamientos de la satisfacción de los cuerpos. En ese sen
tido, la subjetividad es universalizable, propia de una época determinada. Podemos
caracterizar la subjetividad de nuestra época con los conocidos fenómenos de la
globalización: consumo, ilusión de satisfacción inmediata, predominio de la ima
gen, un funcionamiento caracterizado por lo fuera de los límites. Este funciona
miento pulsional, para ubicarlo en nuestro campo, dice Freud, que cuando lo en
cuentra en los seres que hablan, conduce a una ruptura de cualquier mantenimiento
de la vida. Encontramos familias disgregadas, infancia clesprotegicla, j óvenes ex
pulsados del sistema. Las instituciones asistenciales y educativas en crisis, impo
tentes para ofrecer respuestas . C. Corea e l. Lewkowicz plantean el agotamiento ele
la potencia instituyente de las instituciones que forjaron la infancia moderna.
La infancia es una construcción discursiva. En la época medieval, el acento es
taba puesto en la renovación ele la especie. Los niños eran el vínculo entre pasado y
futuro, estando lo público enlazado con lo privado. Se trataba de una familia tron
cal que respondía a la muerte llenando la casa de niños.
El Renacimiento trae nuevas reglas que concilian la voluntad de perpetuarse
con las aspiraciones individuales. El surgimiento del médico y el pedagogo van a
contribuir a delinear un individuo que no se borra tras la familia nuclear. El Estado
y la iglesia intervendrán en la educación. Comenzarán a surgir los esbozos de polí
ticas de protección a la infancia moderna.
En nuestro país, en 1 9 1 0 se sancionó la ley ele patronato, llamada ley Agote,
que instituye al niño como obj eto de tutela por parte ele la familia y/o el estado.
Surgen los grandes institutos y los tribunales de menores. Se asiste y tutela a los
niños, como hombres del mañana. En los años '80, el niño ya no será sólo objeto
de protección sino sujeto de derechos. Con la sanción ele la Declaración de los de
rechos del niño se instala un debate que hoy continúa. El niño ya no es el hombre
del mañana, sino un sujeto actual; a quien se debe proteger ahora es a los derechos.
El Concej o del menor y la familia pasa a ser Concejo de derechos ele niñas, niños y
adolescentes. Ya no habrá protegidos y desvalidos, sino consumidores y excluidos.
Pasemos ahora a la noción de sujeto. Esta noción es objeto de múltiples disci
plinas, cada una ele las cuales la forj a desde sus principios axiomáticos. El sujeto
del conocimiento, tal como lo formula la ciencia, está implicado en una relación
con el saber. Es el sujeto cartesiano: cogito ergo sum . É ste es el sujeto subvertido
por el psicoanálisis, que surge en la experiencia analítica como sujeto de descono
cimiento: allí donde cree saber no sabe, donde no sabe se descubre sabiendo, el su
j eto del inconsciente. Este suj eto no es un ente, es lo que resta tras la operación de
atravesamiento de un cuerpo por el lenguaje. Emerge en las fallas del decir, en la
experiencia analítica, que, por esa misma razón, no es universalizable. Designa el
modo singular en que se organiza su modo de satisfacción y su verdad. Este sujeto
CRIMEN Y CASTIGO 1 79
se localiza en la experiencia, adviene en el campo del Otro, Otro que ofrece un lu
gar en su deseo. El suj eto adviene como aquello que falta en el deseo del Otro.
Debemos pensar en los efectos en el plano de la subjetivación, cuando lo que
ofrece el Otro no es una experiencia de amor, sino de padecimiento, por carencia o
por exceso. Para el analista, se trata no tanto de la posición del Otro, sino de locali
zar la singularidad de la incidencia supuesta del Otro, y el enlace también singular
entre la experiencia del suj eto y la catástrofe del Otro.
Cada suj eto, en cada caso, produce un modo singular de respuesta al Otro, a lo
sincrónico del lenguaje, a la cultura y su malestar. Poner el acento en lo singular,
abre a la pregunta por la responsabilidad del sujeto en cuanto a su padecer. Esta es
la perspectiva del suj eto tal como se desprende de la experiencia del psicoanálisis.
Desde nuestra posición, podemos generar un enigma sobre sus determinaciones
para trabajar con otros que abordan al sujeto desde otras disciplinas, en una misma
dirección: hacer al suj eto responsable por sus actos. Tanto en psicoanálisis como
en derecho, la ley y el sujeto son una construcción discursiva, no una realidad natu
ral. El suj eto del derecho es la ficción normativizante creada por el discurso jurídi
co. La ley sostiene el conjunto social regulándolo, y a la subj etividad, a la que tam
bién regula. En este sentido se manej a con universales.
El procedimiento jurídico objetiva los actos prohibidos. Al formularse la ley
podría decirse que crea el delito. Pero no puede desdeñar la causa singular que vin
cula al suj eto a ese acto. El derecho no puede dej ar de lado la significación subjeti
va del acto cometido y de su causa. La vinculación del actor con el acto es posible
si la culpabilidad se acompaña de responsabilidad. El campo jurídico requiere el
asentimiento subjetivo para que la pena genere responsabilidad. Exiliarse de la ley
desampara, disuelve el anudamiento a la palabra en tanto pacto, lo que daña al otro
social y al sujeto. La ley opera como límite. El asentimiento conduce a un cambio
en la posición subj etiva. Sólo hay suj eto en el mundo de la ley.
La ley instituye un sujeto, es éste el que habla con el analista, y al hablar, en las
grietas del decir, emergerá el suj eto del inconsciente, que podrá ligarse a sus de
terminaciones singulares y responsabilizarse por su modo de satisfacción.
Se trata de una institución abierta que aloj a j óvenes de entre 12 y 2 1 años, deri
vados por el Concejo de derechos de niñas, niños y adolescentes o por el Poder ju
dicial, por causas penales o amparo.
Sandra tiene en ese momento 1 8 años (la mayoría de edad se alcanzaba a los 2 1
años en esa época).Llega derivada de otra institución, cerrada, en la que estaba alo
jada por una causa penal. Allí le pegó a una celadora. Refiere que no aguantaba el
encierro, y sabía que, de ese modo, la iban a trasladar. Había apostado con una
compañera : ¿a que no le pegás? Aguantó un tiempo y al final "estalló". "Tenía esas
palabras en la cabeza, pegaba y pegaba."
1 80 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : 1tRESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
Esta institución la recibe, la aloj a como Otro que la escucha. Leyendo el episo
dio que motivó su traslado, decide una primera intervención: solicitar al juzgado
permiso inmediato de salida. Segunda intervención: se establece un pacto con San
dra, "salís a tal hora, volvés a tal hora".
La institución impone un orden, pautas, ideales con los cuales poder identificar
se, amarrándose al Otro, aceptando la tutela de un orden legal. Habilita así salidas
posibles. Con el pacto, promueve el pasaje de la posición de objeto, traído a la ins
titución, a una posición subj etiva en la que deberá hacerse responsable por su acto.
Si no vuelve a la hora convenida será sancionada. Es por eso que, como decía Win
nicott, la institución es terapéutica, y no mera antesala de un tratamiento individual
que tomaría sobre sí toda la responsabilidad del tratamiento.
Se produce otra situación. Sandra agrede a una compañera con un cuchillo. É sta
se defiende, la operadora las separa, nuevamente se impone el ordenamiento insti
tucional. Pero, al rato, otra compañera desafia a Sandra. "¿Viste cómo te dej ó la ca
ra? ¿Lo vas a dejar así?". Escucha estas frases como imperativos, y arremete nue
vamente. Interviene el director. Le grita desde la puerta: " ¡ Pará, Sandra ! " Ella suel
ta el cuchillo.
La institución solicita una intervención del juzgado. Sandra concurre a la au
diencia con actitud desafiante: "No importa lo que haga, total ya cumplí 1 8 años y
me van a dar el sobreseimiento de la causa." El secretario responde: "Es al revés.
Ahora, y depende de vos, puedo ejecutar la sentencia."
¿Qué efecto tuvo esta intervención? La advertencia proferida por el secretario
del juez fue una sanción del discurso jurídico, que habilitó al suj eto a reconocer su
falta, subjetivanclo el acto, haciéndolo responsable por sus consecuencias. Recuer
den que ella, al describir su acto, decía que no podía pensar, ni parar, sólo pegar y
pegar, fuera de sí. Si no se produce el asentimiento subjetivo, la pena se transforma
en castigo, venganza del otro social, que genera nuevos actos transgresores.
Sandra se deprime, se niega a aceptar la oferta de un tratamiento individual. Se
resuelve sostener una reunión conjunta: la directora, Sandra y la analista.
En un largo encuentro, Sandra relata su historia dirigiéndose a la directora, co
mo si la analista no estuviera allí. Insiste en el recuerdo de las frases que repetían
su madre y su abuela: "no vas a tener nada", "siempre vas a repetir la misma histo
ria", frases que la invadían en ocasión de esos episodios. Allí se detecta un punto
de angustia. La directora le pregunta : ¿querés hablar de esto? Sandra se dirige por
primera vez a Ja analista Y pregunta: ¿podemos?
A partir de esta intervención comienza su tratamiento individual. El discurso
dominante, discurso amo en términos de Lacan, hace lugar al analítico. Aquel, con
sus variantes, el discurso de la institución, y el jurídico en este recorte, aloj aron al
suj eto, le impusieron la ley que produce un orden y también un malestar, promo
viendo un pedido de ayuda. En esta nueva posición subjetiva puede ahora deman
dar un alivio para su sufrimiento.
CRIMEN Y CASTIGO 181
VICISITUDES D E LA RESPONSABILIDAD
Alba E. Bielsa *
E
n este trabaj o nos proponemos establecer algunas consideraciones acerca de
la noción de responsabilidad, en lo particular de nuestra práctica como psi
coanalistas en un dispositivo clínico-jurídico de dependencia pública.
Este dispositivo denominado 'juntas especiales de salud mental ' , es un equipo
interdisciplinario que forma parte de la estrnctura de la Dirección de Salud Mental,
la que, a su vez, depende del Ministerio de Salud de la Provincia de Santa Fe. Su
funcionamiento está reglado por el artículo 22 de la ley Nº 1 0.772 de salud mental
de esta provincia.
A p artir del pedido del juez, esta junta produce informes sobre el estado psíqui
co de suj etos en infracción con la ley por diversos delitos (homicidios, robos, abu
so sexual). La conformación interdisciplinaria (psicólogo, psiquiatra y abogado),
responde al criterio de que no hay una sola disciplina que pueda hegemónicamente
tener el saber sobre este obj eto: el suj eto con su crimen, el del campo donde se ubi
ca, que no es privativo del derecho ni del psicoanálisis. Es el denominado campo
psi-jurídico.
Relativa y sólo dicha a medias, una verdad se produce en el informe, como una
constrncción derivada de los aportes del discurso del sujeto evaluado, de los sabe
res de esas disciplinas y del valioso material aportado por el expediente. El expe
diente judicial es fundamental y condición para la elaboración del informe.
Nos proponemos no hacer "pericias'', entendidas como informes de expertos
que, a su valor racional y demostrativo, suman el dado por el sujeto que los enun
cia. Informes que constituyen enunciados con efectos de verdad y poder a los que
F oucault otorga el grado de "supralegalidad" . 1
Tampoco este dispositivo tiene por obj eto la asistencia psicoterapéutica ni el
asesoramiento jurídico. En un número delimitado no riguroso o preestablecido, rea
lizamos entrevistas con el imputado, familiares, o personas de su entorno en orden
a la elaboración del informe. Con esta modalidad pretendemos poner en acto la
singularidad, el "caso por caso" que evite caer en generalizaciones, clasificaciones
o procedimientos burocráticos, por los efectos devastadores que esos procedimien
tos acarrean en términos de obj etalización, trazado de perfiles o encorsetamientos
diagnósticos. Aunque no hay allí un analizante que demanda, porque el suj eto es
traído por orden del juez, y no están reunidas las categorías operativas de la trans-
* Ps. Alba Bielsa. Psicoanalista. Miembro de las Juntas Especiales de Salud M ental depen
diente de la Dirección Provincial de Salud Mental del Ministerio de Salud de Santa Fe.
1 Michel Foucault. La verdad y las formasjurídicas. Gedisa, Barcelona, España , 1 978.
1 82 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
ferencia, hay un operar desde el "estar analista" como diría Ulloa, que vehiculiza
aplicar el psicoanálisis. El de analista no es un traj e que se pone y se saca, o que se
practica en un lugar sí y en otro no, es de una posición ética de lo que se trata.
En los oficios judiciales la demanda pretende respuestas que podemos agmpar
en las siguientes categorías: Peligrosidad para sí o para terceros / Capacidad del
imputado para declarar en juicio / Diagnóstico psicopatológico y/o perfil de perso
nalidad / El lugar adecuado para el cumplimiento del tratamiento si se hubiera dic
tado ya la inimputabilidad.
Tomando como base dos casos clínicos, focalizaremos en pedidos específicos y
respuestas posibles, para reflexionar sobre nuestra práctica y sus consecuencias en
lo institucional y lo subjetivo. Consideremos en el oficio judicial: ¿qué se pide?
¿Cómo se pide? En el informe : ¿con qué y cómo respondemos?
guntamos azorados: ¿se trata de una burla de una crneldad inconmensurable solici
tar esos "estudios" en una j oven con ese padecimiento, víctima de abuso sexual ya
comprobado? ¿O es el efecto de un montaj e perverso, donde la renegación se
muestra ferozmente en esa "tecnicalizacion" del pedido a la junta especial?
Presentamos, a continuación, el informe que la Junta Especial elaborara, como
otro modo de responder a una demanda. Responder, en lo que vincula este signifi
cante con el de responsabilidad. Responsabilidad por lo que se dice y hace desde
un organismo institucional, de la justicia o de la salud publica, y las consecuencias
de ese acto.
"La entrevista sí pudo realizarse y consideraciones. Probablemente los colegas
cuando expresan 'la entrevista no pudo realizarse por el estado de la paciente. . . '
quieran hacer referencia a que no se pudo 'hablar ' con Vanesa, pero en nuestra
especialidad ello no debería ser motivo para que se considere como imposibilitan
te sino como signo de la situación subjetiva y como elemento para las considera
ciones diagnósticas y sugerencias terapéuticas. Dada la enfermedad que padece,
los escasos lazos sociales que mantiene, las características de la causa, condicio
nan y hasta determinan los síntomas de inhibición y rechazo que presenta.
Dada esta angustia de Vanesa durante la entrevista, hicimos pasar a su madre,
quien comienza a relatar lo ocurrido con el confeso abusador, y entonces se re
crudece el malestar en Vanesa, como si pretendiese silenciar a su madre.
Esto nos permite adentrarnos en lo que consideramos más específico y nada!
del caso. Vanesa logra aprender y aprehender ciertas actitudes y conocimientos,
así como establecer algunos lazos sociales, todos de marcada precariedad simbó
lica, de lo que dan cuenta las referencias de su madre, los informes escolares, etc.
Tampoco se vale por sí misma para sostener hábitos de higiene y mantenimiento
personal mínimos, camina y se desplaza con mucha dificultad.
Pero hacer el traslado de que una aptitud para el aprendizaje sea del mismo
tenor que la que se requiere para la comprensión de las consecuencias de un acto
complejo como es el ejercicio de la sexualidad humana, hay una distancia infran
queable, ya que se trata de cuestiones diametralmente opuestas, tanto para quie
nes sean considerados normales como para quienes padezcan una limitación en
sus facultades intelectuales.
La sexualidad humana es un hecho de cultura y no de naturaleza. 2 El desarro
llo humano no se opera por un simple automatismo biológico ni sólo por estímulos
externos. El cuerpo no se organiza por sus funciones fisiológicas sino por las mar
cas simbólicas que lo afectan. En forma decisiva depende de la insistencia con que
los personajes tutelares del niño sustenten esta estructura en la región de su límite.
En el discurso materno ya está presente el mapa de la significación sexual y social
del cuetpo del pequeño. Lo que se desarrolla es la capacidad del núio de apro-
2M arta Gerez Ambertin. "Crimen del abuso-crimen del incesto". "Actualidad Psicológica" ,
Buenos Aires, 2007.
184 PSICOANÁLISIS Y E L HOSPITAL N • 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
3M arta Gcrez Ambcrtín. "Crimen del abuso, crimen del incesto". En: Culpa, responsabili
dad Y castigo. Vol. Ill, Letra Viva, Buenos Aires, 2009 .
CRIMEN Y CASTIGO 185
4 Marta Gerez Ambertín. "Vicisitudes del acto criminal: acting-out y pasaje al acto". En
Culpa, responsabilidad y castigo. Letra Viva , Buenos Aires, 2009, pág. 49.
1 86 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : uRESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
5p ierrc
· Lcgcndrc. Lecciones VIIJ. El crimen del cabo Lortie. Tratado sobre el adre. Sig
p
XXI, México, 1 994 .
CRIMEN Y CASTIGO 1 87
e omenzamos con una pregunta al estilo de las formuladas por Martín Hei
degger: ¿qué es eso de la justicia? Si la encaramos por la vertiente de Aris
tóteles, partimos señalando que las acciones se califican como justas o in
justas. Desandando esa senda, el estagirita se detiene en una especie de justicia, a
la que llama reparadora y represiva, que regula las relaciones de un ciudadano
con otro, lo mismo que las voluntarias e involuntarias. 1 Por calificar las acciones,
regular las relaciones entre los ciudadanos, sean voluntarias, sean involuntarias, la
justicia para Aristóteles no es una virtud sino la virtud misma, del mismo modo
que la injusticia es el propio vicio. En este sesgo, entonces, la justicia como la vir
tud es una manifestación del dualismo metafísico. No la igualdad retaliativa ("oj o
por ojo") sino la reciprocidad proporcional y no estrictamente igual, es el lazo
mismo de la sociedad. 2 La proporción es una realidad ultrasensible colocada por
encima de los cuerpos. No es lo mismo el ojo de un esclavo que el ojo de un ma
gistrado, afirma Aristóteles.
Con el advenimiento del Estado moderno, surgen los principios que le dan el
monopolio de las normas jurídicas dentro del espacio circunscripto por sus límites
territoriales. El principio fundamental es el de soberanía, que inviste al Estado del
poder para ejercer la violencia legítima, a los fines de restringir el comportamiento
de sus ciudadanos. En este marco, la Criminología no designa una acción, un acto
o un comportamiento particular, sino más bien el acto de juzgar un comportamien
to en el cuadro de un proceso institucional de tipo judicial. 3 De esta manera se
completa el derrotero de la justicia en la historia de la metafísica, con la erección
del Derecho como forma jurídica del Estado. Lo que va perdiéndose con el dualis
mo metafísico hasta llegar al Estado moderno es la presencia del cuerpo, que no
tiene que ver con la anatomía del detalle -como describiera Michel Foucault al
ocuparse del tormento en la Edad Media- sino con el acto de juzgar que abre al
testimonio verídico por la imposibilidad que posee el cuerpo de toda distribución
* María Massa. Psicoanalista. Profesora Adj unta de las Cátedras de Criminología y Profeso
ra a cargo de la Práctica Profesional La Ejecución de la Pena. Facultad. de Psicología. USA.
Directora del Centro Asistencial FUSA XXII . Diego Zerba. Psicoanalista y ensayista. Pro
fesor regular de la USA. Director del Centro Asistencial FUSA XXII.
1 Aristóteles, Moral a Nicómaco. Espasa Calpe, Madrid, 1 984, pág. 1 77 .
2 Í dem, pág. 1 8 1 .
4
En una de l as versiones del mito ele Edipo, se explica la historia trágica ele los Labelácidas
�omo resultado de la violación de Layo (padre de Edipo) a un niño.
' Jacqu es Lacan. La Ética del Psicoanálisis. Paidós, B uenos Aires, 1 98 8 .
CRIMEN Y CASTIGO 1 89
nea, la ofensa que antes recaía sobre el orden de las generaciones, el padre, el espo
so o la Dama, se ha convertido en una ofensa sexual. O sea, una ofensa a la más ca
ra propiedad, el cuerpo, y contra su función más sutil que articula Ja salud física
con la psíquica. Entonces, es porque se le supone al niño mayor vulnerabilidad en
ambas dimensiones sanitarias, que aumenta la gravedad de estos delitos cuando se
ejecutan sobre él. Tomando esta clave puede explicarse una modalidad diferente
del ataque sexual surgida en estos años, entre el ofensor que busca imponerle su
deseo a la mujer, y ella que se ha transformado en Ja metáfora de Ja propiedad pri
vada y la salud (como antes lo era del Grial). Este ataque ubica un conflicto crucial
entre el deseo y el último velo que sostienen ambos principios básicos de la moral
de esta época. El mismo que argumenta Ja legalización del aborto y el suicidio asis
tido, sumando en este último caso a la calidad de vida como una variable dentro de
la concepción de salud (ya sea en el caso ele padecimientos físicos, o psíquicos de
rivados de depresiones graves).
De nuestra primera hipótesis despejamos esta otra: existe una nueva modalidad
de violaciones en la que el ofensor pone a prueba el marco de contención social.
Comenzamos su argumentación, indicando que tomamos la noción de marco
aportada por el pediatra y psicoanalista inglés Donald Winnicott.6 En esa línea, se
trata de una contención ambiental, definida por su capacidad de supervivencia a la
destructividad que le descarga el sujeto para su puesta a prueba. Hagamos un alto
en que el ofensor sexual pone a prueba el marco de contención social, con su ac
cionar delictivo. Hemos indicado que la noción de ofensa a mujeres y niños ha va
riado a lo largo de los tiempos. Partiendo de los puntos de inflexión dejados por
esos cambios, planteamos, a partir del material clínico recabado en más de una dé
cada de labor clínica en el ámbito penal, que esta modalidad de violación busca un
marco social más allá del cuerpo de la mujer. Ni en los anales de la literatura, ni en
la crónica policial anterior a la década del ochenta se la puede advertir. Sus relatos
se sostienen en esta matriz: en algunos casos el ofensor está cometiendo un delito
cualquiera contra Ja propiedad, en otros, por ejemplo el robo, es una excusa. Pero
en todos se encuentra presente una mujer en el lugar de Jos hechos, que no le depo
ne temerosamente su mirada. Entendemos que esa mirada sin temor, cumple para
el ofensor la función de una mirada social que sanciona Ja vigencia de aquel velo
único. En Ja línea winnicottiana de Ja destructividad -como tendencia antisocial
ubicamos que, con Ja violación, el ofensor desafía el marco social más allá del
cuerpo avasallado de Ja mujer.
¿Qué es un vacío sin otro recubrimiento que Ja alerta: no avanzar, propiedad
privada? ¿Qué es cuando un cartel de prohibición ha reemplazado el juego de di�
tintos velos, desocultando en el ocultamiento, abriendo a la diversidad del sentido
más allá de la obviedad capitalista? Sólo Ja dimensión sagrada le da su profundi
dad, como cuando La B iblia Jo elevaba al Jugar de un templo. De esa manera que-
daba por fuera de los bienes del mercado como lo desinteresado, según el decir de
Friedrich Holderlin7 y, en consecuencia, trascendía todo valor mercantil. Si sólo
existe este último, el violador ejecuta su desafio como si se tratara de un carterista
de vaginas. Esta modalidad de violación demanda un marco que resista, impedido
por una moral capitalista que ubica al cuerpo como un bien de mercado. Pero como
en toda demanda, no existe simetría entre ésta y los efectos que provoca. Es decir,
entre la búsqueda de un marco que resista a ella, y el cuerpo de la muj er como re
presentante simbólico de la sociedad. En estos términos leemos que, ante la ofensa,
la muj er queda ubicada en un borde: es ella en su existencia a solas y, simultánea
mente, es la sociedad atacada. Así resulta implicada en un punto devastador que no
le permite asirse de ninguna identificación. No sólo eso, sino que, a posteriori, la
moral de la época también le exige que muestre su dolor inefable (ni siquiera le
queda el sentido del honor ultraj ado), como testimonio del ataque a la sociedad. Y
ello ocurre porque el modelo punitivo expropia tanto a la víctima como al victima
rio. Por el lado del ofensor, se le confirma que la mujer es simplemente un repre
sentante simbólico de la propiedad privada y la salud, más allá de las cuales no hay
absolutamente nada. En los términos de Winnicott, fracasa la tendencia antisocial
como momento de esperanza y, seguramente, continuará con la demanda ofensiva
de amor.
El sistema jurídico en su condición de límite a toda generación de sentido, sólo
aporta dos palabras claves: edad y consentimiento. Pero estos términos no alcanzan
a explicar lo que la ofensa sexual pone en juego para el cuerpo social. Esto es : la
demanda de un elemento que no sea intercambiable y resista al mercado absoluto.
Por otro lado, si el cuidado de la salud es el complemento para la preservación
del bien corporal, la compulsión criminal del violador sólo puede pensarse como
enfermedad. Esta es una aporía que hasta podría llegar a amparar la inimputabili
dad del ofensor, y amerita ser pensada sin prejuicios de ningún género, o sea, de
bería ser puesta fuera del campo de la moral.
Nuestro aporte a esta cuestión no avanza mucho más allá de plantear el proble
ma. En principio, digamos que hasta en los hechos delictivos que tratamos no se
logra separar el sexo del amor. Sólo éste último puede tramar un vínculo, porque la
demanda, por ser amorosa, dej a como resto de todo vínculo un elemento que no es
intercambiable. En términos psicoanalíticos se trata del deseo. Si se concretara la
pretensión de intercambio absoluto, no se mantendría lazo social alguno en pie, no
obstante, su propia condición de principio moral de la época lo coloca como una
acechanza muy cercana. Solamente puede retroceder cuando el amor parasita el
universo capitalista, quedando lo desinteresado como un elemento no intercambia
ble. Este último posiciona en la práctica clínica distintas transferencias, mientras
que en el plano de la ley brinda una instancia desinteresada, igualitaria, no metafí
sica y respetuosa del límite del intercambio: !a justicia salomónica.
Norberto Llaves *
E
n la carta 7 1 de Freud a Fliess, encontré una cita de Hamlet que me pareció
muy interesante para comenzar este escrito: "Trátese a cada h om bre se
gún se merece y, ¿ quién se libraría de ser azotado ? ". 1
Allí, Freud le confiesa a su amigo su desconsuelo por las "ataduras interiores "
que le frenan su autoanálisis, ataduras que también encuentra en sus pacientes.
¿A qué atribuye dicho obstáculo? Al apremio incestuoso y asesino que es pro
pio del destino trágico de la saga de Edipo. Las mismas mociones que interpreta en
Hamlet como causa de la cobardía para vengar la muerte del padre, pues él mismo
habría querido efectuar ese asesinato para quedarse con la madre. En esta lectura,
lo que impide efectuar el acto de venganza de Hamlet es la "conciencia de culpa
inconsciente "2 expresión de deseos ominosos que le procuran un particular casti
'
go: experimentar igual destino que el padre, el morir envenenado.
Lo llamativo de esta carta de 1 897, es que ya encontramos cómo leer el senti
miento de culpa: no se presenta de modo directo en la clínica, es una interpretación
del sentimiento de culpa inconsciente que sale a la luz desfigurado.
Una viñeta
* Dr. Norberto LLoves. Psicoanalista. Psiquiatra. Jefe del Servicio de Salud Mental de la
Obra Social del Personal Gráfico y Docente de los Postgrados en Psicoanálisis de la Aso
ciación Escuela Argentina de Psicoterapias en convenio con Ja Universidad Nacional de la
Matanza.
1 S. Freud. Carta 7 1 (1 897). O. C. Amorrortu, Tomo 1 , pág. 308.
2 lbíd., pág. 308.
1 92 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: uRESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDADu
hij o muerto, y que muchas veces pensó si esa infidelidad no habría tenido que ver
con la pérdida del embarazo.
¿Por qué este ejemplo da cuenta de la culpa y la necesidad de castigo?
El castigo está en juego en el sufrimiento de anticipar una desgracia ante un an
helo que se augura placentero. Perder el embarazo es un riesgo, pero ella lo padece
como un hecho que oficia de fuente de su dolor.
¿Por qué Freud lo llama "necesidad de castigo"? La lectura psicoanalítica apun
ta a la responsabilidad del sujeto ante lo pulsional que lo apremia, de cómo el pro
blema metabólico de su primer embarazo, algo azaroso en su vida, le sirve de ma
terial para transportar un dolor, y es en análisis que es posible investigar la causa
inconsciente. Se podría estar tentado a situar la infidelidad como el motivo del sen
timiento de culpa que conmina a la necesidad de castigo, pero este pensamiento
respondería más a un prejuicio del analista que a la posición que sostiene la teoría
psicoanalítica. Para estos interrogantes, voy a desarrollar algunas ideas sobre la
"culpa" y luego voy a plantear algunas cuestiones sobre la "necesidad de castigo".
Sobre la culpa
Edipo, cualquier delito "real y actual"5 donde se ftje, es trivial por comparación
con lo incestuoso y asesino que lo fundamenta. A su vez, que sea un disfraz trivial
permite mantenerlo vigente y con toda su fuerza.
¿Cómo se origina el sentimiento de culpa? En un primer tiempo, el "inicial
desvalimiento es la jiten te primordial de todos los motivos morales "6. Esta enigmá
tica frase del Proyecto . . . es trabajada con minuciosidad en El malestar en la cultu
ra. En el principio, no hay culpa, para sentirla es necesario un juicio de atribución
acerca de qué es una acción "mala" por la cual sentirse culpable, pues la diferencia
entre lo bueno y lo malo no es innata, es efecto de la omnipotencia del otro sobre el
desvalimiento del sujeto. Aquello que ponga en peligro el amor de quien se depen
de será juzgado como "malo", y toda acción que amenace ese amor vital provocará
un sentimiento de culpa como máscara de la angustia, dándole un sentido a la
misma. Desde el otro omnipotente parte una compulsión que prohíbe mociones
sexuales y agresivas y hace del sometimiento algo vital para el sujeto.
El sentimiento de culpa nace del conflicto entre la necesidad de amor y la insis
tencia pulsional, a la cual debe renunciar para conservar el amor, así proviene la
"conciencia moral" como angustia social, resultado del desvalimiento del sujeto
ante la compulsión externa, y también ante las mociones incestuosas y asesinas que
bregan por expresarse. El otro experimentado es quien, al advertir el estado de ne
cesidad, hace del grito del infans un llamado y responde con demandas; al posibili
tar la comunicación en el intercambio de demandas, es inevitable la cita con el des
encuentro estructural que provoca la palabra, donde lo imposible del completo en
tendimiento, la insistencia de lo ÜTepresentable, lo fallido del encuentro se traduce
para el sujeto como interdicción.
En un segundo tiempo, el niño asimila dicha interdicción y la interioriza en lo
psíquico con la instalación del superyó. Entonces, la conciencia moral adquiere un
nuevo estatuto, ya no depende de la presencia de una compulsión exterior ni tam
poco de un "mala" acción que haga el sujeto; hay una compulsión interior que no
diferencia entre hacer el mal y desearlo: "ante el superyó nada puede ocultarse. ni
siquiera los pensamientos ". 7 Esta acción punitiva del superyó se basa en su cono
cimiento del ello; recordemos que es su 'abogado' , por lo tanto sabe de sus intereses
"edípicos", los que inciden para culpabilizar más que las acciones efectivas que se
hagan en la realidad. Por eso, a mayor virtuosidad del sujeto, mayores serán las
tentaciones y, por ende, los reproches dirigidos al yo por su pecaminosidad.
Estamos en el terreno de las paradojas del superyó que ordena y condena, im
pone un límite y castiga al obedecerlo; su severidad es mayor cuanto más virtuoso
es el sujeto. Desde esta perspectiva la culpa se presenta como "fatal e inevitable "
por la ambivalencia ligada al deseo incestuoso y agresivo más que al comporta-
miento en la realidad obj etiva: "En la base de la conciencia de culpa de los neuró
ticos no hay más que realidades psíquicas, nofácticas". 8
Vuelvo a la cuestión que me interesa señalar en este escrito, que es ubicar de
qué culpa se ocupa la clínica psicoanalítica. Freud es claro, se trata de una culpa
inconsciente que será leída e interpretada por el analista en Ja enfermedad, en los
materiales de fantasías y sueños punitivos, en algunos tipos de carácter y, tema por
demás impo1iante para la dirección de Ja cura, en Jos fracasos inherentes al progre
so del trabajo analítico, la "reacción terapéutica negativa". Estamos así, ante las
formas de presentación clínica ele la llamada "necesidad de castigo ".
Con la segunda tópica, estas conductas punitorias que dan cuenta dP. la culpa in
consciente, obedecen a una tensión entre el yo y el superyó.
¿Cuál es la fuente de satisfacción de la autopunición? Por un lado, responder al
superyó implica displacer por la renuncia pulsional que se exige al yo, pero tam
bién hay una satisfacción sustitutiva: la ganancia de placer narcisista por el sacrifi
cio que se ofrenda con la renuncia. El yo se siente orgulloso por su sometimiento al
superyó, y espera una recompensa amorosa por eso. 1 1
Por otro lado, la fuente de satisfacción que produce la necesidad ele castigo es
necesario que sea pensada bajo la órbita del problema económico del masoquis
mo. 1 2 Cuando hablamos de culpa, estamos en el terreno del masoquismo moral, y
sabemos que su fundamento es el masoquismo erógeno, es decir el placer sexual de
recibir dolor. Éste es consecuencia de la acción de la libido sobre el resto de pul-
1 3 Ibíd, pág. 1 75 .
14 S . Freud. Análisis terminable e interminable. O . C. Tomo XXIII, pág. 2 3 0. Ed. A : ( 1 9 3 7)
1 96 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»
ESCUELA TOMADA
Un ambiente difícil
''
N
ada sucede en el crecimiento emocional que no se produzca en rela
ción a la existencia del ambiente, que tiene que ser lo bastante bueno.
Se advertirá que la palabra perfecto no entra en esta formulación; la
perfección tiene que ver con las máquinas, y las imperfecciones que son caracterís
ticas de la adaptación humana a la necesidad, constituyen una cualidad esencial del
ambiente que facilita". 1 "El crecimiento no es una simple tendencia heredada, sino,
además, un entrelazamiento de suma complejidad con el ambiente facilitador". 2
El tema de la responsabilidad en el transcurso por la adolescencia, despierta
grandes polémicas. En tiempos actuales, donde los jóvenes en Buenos Aires han
decidido tomar escuelas, me resultó interesante pensar al respecto, inspirada por
este maravilloso artículo que Winnicott escribía en los años 70, en el que reflexio
na acerca de la responsabilidad entre adultos y jóvenes.
Que un ambiente sea bastante bueno no implica que sea perfecto, pero sí que
ofrezca las condiciones para hacer posible que algo se estructure. Que el ambiente
facilite, implica que haga algunas cosas más fáciles, más llevaderas, que ofrezca
ciertas condiciones para que se constituya lo que se tiene que constituir. ¿Cómo
pensar esto cuando la escuela no es la que "no tiene techo", en el sentido de no li
mitar el proceso de crecimiento, sino que el techo se cae encima de los alumnos?
¿Qué pasa cuando el espacio que el Otro ofrece se cae a pedazos, cuál es su
agresión ahí, cuando "The Wall" se invierte y no hay que romper, porque el espa
cio está roto de antemano, descuidado? ¿Qué zona de irresponsabilidad denuncian
estos chicos, de desprotección, en las políticas de retiro del Estado del espacio pú
blico? Los alumnos del Normal 5 de Barracas decían: "el principal problema es el
techo de la escuela; a principio de año se cayó parte de la mampostería del labora
torio. Además, hay vidrios rotos y cables pelados''.3
* Lic. María M arta Rodríguez. Psicoanalista. Supervisora Clínica Equipo 6 a 9 años y Resi
dencia Servicio Salud Mental Hospital Gutiérrez. Supervisora Equipo de Becarios Servicio
de Salud Mental Hospital Garrahan
1 D . Winnicott. Conceptos contemporáneos sobre el dcsa1Toll o adolescente, y las interferen
cias que de ellos se desprenden en lo que respecta a la Educación Superior. Realidad y Jue
f�· Editorial Gedisa , Barcelona, 1 992, pág. 1 80 .
ldem, p ág. 1 86.
3 Diari o Clarín. "La
toma de un colegio desde adentro". 2 de septiembre de 20 1 O, pág. 3 5 .
CRIMEN Y CASTIGO 197
Hoy en las escuelas, en las tomas organizadas; hay fratría, hay hennandad, hay
lucha común. Los jóvenes encontraron una manera de convocar al rey o convocar
la ley, en un nuevo orden que los hermana.
Los padres de un muchacho consultan por las calificaciones bajísimas que tiene
en uno de los colegios universitarios de Buenos Aires. El chico no tiene amigos,
los compañeros se burlan de él por ser muy bajito y aniñado para su edad. Defensi
vamente, este chico se presenta como un agrandado, lo que le dificulta aun más el
lazo y lo torna grotesco. Este rasgo bizarro lo toman sus compañeros para armar un
personaje caricaturesco que representa a mi paciente y lo hacen circular vía foto
log. En tiempo de protestas esh1diantiles, es el único que no participa de éstas ya
que los padres no lo dejan ir, lo que redobla su aislamiento en la situación de pares.
A él le gustaría participar. Los padres dicen haber elegido el colegio por la exce
lencia académica, no por la "cuestión política" de la que nada quieren saber; rene
gando parte fundamental de la propuesta de aprendizaje democrático y ciudadano
que implican estas escuelas. Les digo a los papás que mi paciente puede llevarse
todas las materias, pero si quieren que siga en ese colegio no puede estar por fuera
de lo que pasa allí; que esta materia no le tiene que quedar previa porque sino la
elección del colegio es bizarra, grotesca. No sin dificultades, comienza a asistir a
algunas asambleas y a ser visto por sus compañeros con curiosidad y ya no tanto
con extrañeza.
lista una vez que se constituyó, tendrá que comenzar a interrogar. En el tema que
nos referimos, la repetición en eco del discurso del presidente del Centro de Estu
diantes, por ejemplo, puede presentarse allí donde el sujeto no tiene nada propio
para decir. Encontrar alguna palabrita propia desde donde sumarse "a la movida",
es parte del análisis. ¿Por qué adherís a la toma, qué significa para vos, por qué
querés ir a la marcha? Dejando suspendida la propia posición ideológica al respec
to, para dar lugar "al qué" para "cada quien". Se puede querer ir a una marcha por
estar de acuerdo con los reclamos, con una parte de los reclamos, para ver al chico
que me gusta, para zafar de estar en casa, para, para . . . según para cada quien.
"La única salida es la toma"9 , afirmaba el presidente del Centro de Esh1diantes
del Normal 6 . Ya que para salir hay que adentrarse. En el magnífico cuento de J.
Cortázar "Casa tomada", los protagonistas quedan afuera frente a lo que irrnmpe
desde adentro: arrojan la llave, se salen de la escena. Tomar la escuela y no quedar
tomado, tomar posición desde adentro para encontrar la salida, es una respuesta di
ferente. Es lo que nos proponemos hacer cada vez que analizamos al sujeto.
"Resulta estimulante que la adolescencia se haga oír y se haya vuelto activa, pe
ro los esfuerzos de los adolescentes que hoy se hacen sentir en todo el mundo de
ben ser reencauzados, conve1tidos en realidad por medio de un acto de confronta
ción . . . Hace falta adultos si se quiere que los adolescentes tengan vida y vivacidad.
La confrontación se refiere a una contención que no posea características de repre
salia, de venganza. Que los jóvenes modifiquen la sociedad y enseñen a los adultos
a ver el mundo de forma renovada; pero donde existe el desafió de un joven en cre
cimiento, que haya un adulto para encararlo. Y no es obligatorio que ello resulte
agradable".10
Entonces, que el ambiente facilite significa que haga más fácil lo dificil que es
el paso por la adolescencia para el sujeto. Para que sea más fácil, es condición que
el adulto no abandone el juego, que reubique el lugar que le con-esponde en el ta
blero para que el joven pueda encontrar el suyo propio. Que el adulto no abandone
su responsabilidad en la contienda. Ni la consistencia absoluta sin hueco, ni la total
inconsistencia donde nada se puede mantener en pie. Tal vez, entonces, ante la di
ficultad estruch1ral, algo pueda resultar un poco más fácil
"Si se hace todo lo posible para promover el crecimiento personal de los ado
lescentes, habrá que hacer frente a resultados sorprendentes". 1 1 Podemos concluir:
hay esperanza, algunas cosas se hicieron bien, cuando los jóvenes hoy se plantean:
"tomar la escuela".
I dem, pág. 1 8 5 .
PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38 - PUBLICACIONES RECIBIDAS 201
PUBLICACIONES RECIBIDAS
desconocen que la carta y el sello real dio de este texto y un verdadero ejem
que clausura su contenido son la plo de investigación rigurosa y lectura
rúbrica de su condena", sino también creativa.
el codicilo debajo de la cabellera del Desde el comienzo del libro está pro
mensajero y la sentencia hegeliana "la puesto un breve comentario en torno a
palabra es el asesinato de la cosa". cada uno de los tres apartados que
Borges menciona asimismo el libro componen el texto de La can: 1 ) El
sagrado y el libro representativo de un sentido de la letra que, según el autor,
pueblo pero con su tripartición no "implica la puesta a punto de los ele
considera otra forma de libro, el que mentos metodológicos que permitirán
resulta de una lectura creadora, ésa a extraer al inconsciente freudiano de
la que refiere Steiner: "Pero ésta es la las garras del irracionalismo de lo ins
verdad principal: en todo acto de lec tintual"; 2) La letra en el inconsciente
tura completa dormita la idea compul que pone en acto la definición según
siva de escribir un libro como respues la cual la "clínica es interrogar lo que
ta". Es el caso de este libro, una lectu Freud ha dicho" porque "por la vía de
ra exhaustiva de La instancia de la le una interrogación a la Traumdeutung,
tra en el inconsciente freudiano o la Lacan demuestra que ese texto prin
razón desde Freud. Hay un anteceden ceps de la clínica no es sino la verifi
te conocido: El título de la letra, de cación de la operatoria de la letra en el
Nancy y Lacoue Labarthe, ese libro trabajo (Arbeit) de las formaciones del
escrito "con las peores intenciones" y inconsciente"; 3) La letra, el ser y el
que, en su última parte, atribuye a La Otro "que tiene la dimensión de un
can la construcción de un sistema. Pe momento de concluir" y donde "en
ro Héctor López dice acertadamente contramos los giros últimos, pero no
que las obras de Lacan están muy le conclusivos, de la espiral".
jos de un sistema totalizante y, por Un comentario sobre el Logos es uno
eso, propone que el "progreso" de La de los momentos inaugurales del libro
instancia . . traza un recorrido en espi
. y, a la vez, es la oportunidad que le
ral donde lo único consistente es el permite plantear algunos problemas en
trazo, es decir, "la figura que ese trazo torno a Ja relación entre Heidegger y
dibuja deja indeterminados los lugares Lacan, ocasión que le sirve también al
de exterioridad e intencionalidad del autor para expresar que la "razón des
esquema". de Freud" implica un retorno a Ja ver
A continuación encontramos un análi dad del Logos que ya había formulado
sis de los términos más importantes Heráclito en su clásico fragmento 50.
del título del escrito de Lacan, y un De igual modo, Héctor López plantea
análisis minucioso de los párrafos del de entrada su postura en tomo a una
texto así como de las referencias que polémica actual del psicoanálisis al
están ofrecidas al lector, a su vez con preferir una clínica nodal por sobre la
comentarios muy valiosos, todo lo denominada "clínica de lo real".
cual es de enorme valor para el estu- Por último, un análisis de las referen-
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cias a Stalin, Platón, San Agustín, Sa rostro de quienes sabían que por ellos
pir, Jespersen, Ogden y Richards, Leo se torturaba a su madre, a su esposa, a
Strauss, Fra1wois Mauriac, Quintilia sus hijos. Y de los que fueron capaces
no, Jean Tardieu, Paul Valéry, Silbe de esas bajezas, los verdugos. Lo es
rer, entre otras, así como a los textos purio, lo degradante. De pronto, esos
c01Tespondientes, muchos de ellos in "servidores del Estado" eran los due
hallables, constituyen un mérito más ños de la vida y de la muerte, de la
de este libro que estimula la lectura de tortura y la vejación. Además, para la
Lacan en lugar de aplastarla con sim vergüenza argentina, robaban a sus
plificaciones esquemáticas. víctimas. ¿De dónde esos instintos?
Rolando Karothy ¿Quién les enseñó a ser represores?
¿De dónde esos métodos? Represores
- Las ideas no se matan. Testimo de aquellos seres humanos que no se
nios de familiares y amigos de des conformaban con un sistema de ricos
aparecidos de Temperley. Patiicía y pobres, de explotadores y explota
Rodríguez. «El libro que nos presenta dos. Mientras los hijos de los desapa
Patricia Rodríguez tendría que ser un recidos estarán para siempre orgullo
modelo para todos quienes basan el sos de sus padres, los hijos de los ase
futuro aprendiendo de la memoria. Es sinos uniformados los negarán o se
tudiar lo que ocurrió en nuestros ba esconderán. Algunos se sentirán man
rrios, en cada uno de ellos. Con la chados por todos los tiempos. Esa es
desaparición. Estos testimonios reuni la justicia, la verdadera. Del prólogo
dos nos acerca a ese tiempo. Nos po de Osvaldo Bayer. Buenos Aires, Edi
nen en las calles, nos hacen recorrer lo ción del autor, 2006, 1 90 páginas.
que ocurrió al lado nuestro, en frente,
a una cuadra. Nuestos vecinos. Qué - Lacan, la política en cuestión...
pasó con ellos, porqué no están más Conversaciones, notas y textos. Jor
entre nosotros. ge Alemán ¿Qué es ser de izquierda
Lomas de Zamora. Un barrio lleno de si se aceptan razones tales como que
vida, de aspiraciones, de palabras co la división del sujeto es incurable, que
mo solidaridad, que la gente practica el plus de goce no es cancelable histó
ba sin decirla. La gente solidaria que ricamente por ninguna dialéctica de
fue "desaparecida". La horrible mal superación, que la labor de repetición
dad y la mezquindad de los uniforma de la pulsión de muerte horada los es
dos: militares, marinos, aeronáuticos, pejismos de progreso de cualquier ci
gendarmes, policías y sus alcahuetes vilización, que la política y el discurso
de siempre, vestidos de civil. Cuánta del amo mantienen la voluntad de que
podredumbre en esas conciencias, la cosa marche, que la Revolución es
cuánta perversión, cuánta iniquidad, el retorno de lo mismo al mismo lugar
cuánta corrupción del poder. y, a veces, con consecuencias más
Uno camina por nuestras calles. Se mortíferas, que la singularidad del go
imagina el rostro de los to1iurados y el ce y el deseo no es subsumible en el
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ENLACE Y GESTIÓN
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PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL
Publicación semestral de practicantes en Instituciones Hospitalarias
es propiedad de Ediciones del Seminario. RNPI: 282546 ISSN: 0328-0969.
Director: Mario E . Pujó. Correspondencia: Viamonte 1 646 7º«59» ( 1 055) Buenos Aires
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