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PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD» 3

[ INDICE

Editorial Impunidad, narcisismo,


Responsabilidad e imputablidad . . . . 5 sin-vergüenza
Deborah Fleischer . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . 57
. . . .

CULPA Y RESPONSABILIDAD \ El lugar de la culpa y el


superyó en el circuito
Del ideal de responsabilidad de la responsabilidad
a la responsabilidad del sujeto Elizabeth B. Ormart . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6 1
. . . .

Silvia Migdalek . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8
. .. . L a culpa: un nombre
Intimidación y registros posible del goce
de la culpa Horacio G. Martínez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68
Marta Gerez Ambertín . . . . . . . . . . .. .. . . 13
.. . Los imperativos del superyó
La responsabilidad subjetiva y sus destinos
en cuestión (con referencia Sérgio de campos
al pasaje al acto) Roberto Assis Ferreira . . . . . . . . . . . . . 73 . . . .. .

Pablo D. Muñoz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 9
. . . . . Cuando quien sanciona
L a responsabilidad en los niños es el sujeto
Marta E. Beisim . . . . . . . . . . .. .. . . . . . . . . . . . 3 0
. . . . Gabriela Insua . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79
. . . . ..

Victimización, derechos La responsabilidad


y responsabilidad: una en el adolescente
aproximación a su complejidad Mario Elkin Ramírez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 84
en los tiempos de la niñez
Adriana Alfano . . . . . ............... . . . . . . . .. 3 7
, CRIMEN Y CASTIGO
L a influencia d e los otros
y la responsabilidad moral Crímenes y pecados
del sujeto en su síntoma Mario Pujó . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 92
Marco Alexis Salcedo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43 Louis Althusser
Nota sobre la des­ y el fallo
responsabilización del sujeto de inimputabilidad
Roberto P. Neuburger . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53
. . Amalia Racciatti . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . 1 O1
. .
4 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: "RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

INDICE

Cuando la ley no funda Del asesinato considerado como


un lugar uno de los actos más humanos
(la inimputabilidad y sus Ana Gabbi . . .
... . . .. . . 156
. . .. . . . . . . ... .. . . . ..... .

repercusiones subjetivas) El adolescente y la ley


Yesica Embil . ... . . .. . .107
..... .. . . ...... .. .. . .. Rosa E. Sánchez ... . . . . . .. 161
.. .. .. .... .. .... .

Consideraciones sobre El lado oscuro de la ley


la inimputabilidad Alejandro Rostagnotto
y la minoridad Mariela Yesurón
María Dolores Maximiliano Montovani . . . .. ..166 .. ... . .

Aguirre Guarrochena Psicosis y homcidio


Néstor Aliani .. . . . . . .
... . . ..
.. .. ........... . 113
. Celia Leonora Grunwerg
Delito, castigo y Daniela Maldonado . . . . .... . .. . .. 171
. .. .. ...

responsabilidad Sujeto y ley


Carla Martínez . . . . . . . . .. . . . . . ..... . . .. . . . 119
.. Susana Débora Neuhaus . . .. . . .177
... ... .

Sed de justicia Vicisitudes de la


Héctor López ... . .. .. . . .. .......... . . .. ..... 124 responsabilidad
El discurso del amo en Alba E. Bielsa ... .
........ . ........... . . . 181
...

la sociedad adolescente La ofensa sexual


Luis Seguí . . . ..
..... .. .. ... . . . . . . . ..... .. . .131
.. . y el mercado absoluto
Responsabilidad e María Massa
imputabilidad Diego Zerba . ........ . . .. . . . . . . . . . . . . .. ..... .187
en la infancia. Acerca de la culpa
El proyecto de ley y la necesidad de castigo
de responsabilidad Norberto U oves .. . . . ... ... . . .... . . . . .. .. . . 191
penal juvenil Escuela tomada
Silvina Gamsie ... ..
. .. . .. . . . . .. . ... .
... . . 139
.. María Marta Rodríguez ..... . .
. . ..... . 196
.

El paso del sujeto


Ana Lanfranconi . . . ... . . . . . . . . ..... . . . .... 148 PUBLICACIONES RECIBIDAS . . . . ... 201
Paranoid Park ENLACE Y GESTIÓN . . .. . .. . ....... . . . . 207
.

y el secreto ESCRIBEN EN ESTE NÚMERO .. . . . .209


Mario Goldenberg . . . .... . .
. . ..... .. ..... . 153 PRÓXIMOS NÚMEROS .. . . .... .. .. . ..... 211
EDITORIAL: RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD 5

Psicoanálisis y el Hospital
Publicación semestral de practicantes
en Instituciones Hospitalarias

Año 19 - Nº 38 Noviembre de 2010

Editorial

RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD

L
a cuestión de la responsabilidad constituye uno de los temas fundamentales
de nuestra época, en cuanto atañe íntimamente al estatuto de su subjetivi­
dad, la subjetividad de una época que Lacan caracterizó con rigor como
siendo la de la ciencia. Capturada en la lógica del mercado, fusionada con su pro­
pio dinamismo, el desarrollo de esa ciencia ha contribuido efectivamente a entroni­
zar a la satisfacción pulsional como ideal de nuestra cultura, catapultando el goce
individual al cenit de la civilización. Y, como la clínica lo corrobora, en el circuito
de la pulsión el fin tiende a imponerse por sobre los medios que lo procuran y sus
eventuales consecuencias.
Por cierto, el esclarecimiento progresivo de un creciente determinismo va res­
tringiendo el espacio subjetivo desde el cual cada individuo se encuentra en situa­
ción de responder. Lacan nos propone servirnos de la etimología cuando nos sirve:
respondere deriva de spondeo, que significa portarse garante en relación a algo y
frente a alguien. La garantía supone un pacto, y todo pacto, un acto de palabra. Pa­
ra el psicoanálisis, responder interpela efectivamente a tomar la palabra en relación
a algo y frente a alguien, para dar cuenta en primer lugar de los propios actos.
Si la responsabilidad ha sido abordada en números recientes de Psicoanálisis y
el Hospital en relación a lo que a través de las neurociencias, el DSM IV, las tera­
pias cognitivo-conductuales, la psicopatología de masas o la adolescentización ge­
neralizada de la sociedad se expresa como una tendencia 'desubjetivante' , la cues­
tión de la imputabilidad nos conduce ahora hacia el núcleo mismo del campo psi­
jurídico, en el que los ' derechos' y 'deberes ' del sujeto del inconsciente no sabrían
encontrar su equivalencia ni su traducción en el plano jurídico. Porque, ineludi­
blemente, el sujeto del inconsciente es supuesto siempre imputable. Lo que demar­
ca una frontera invisible y al mismo tiempo insalvable que el acto analítico instaura
entre el sujeto del derecho y el sujeto que la operación de la transferencia le supone
6 EDITORIAL: RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD

al saber. Aunque haya entre estas dos disciplinas inevitables consonancias.


Culpa y responsabilidad. Ambos términos se hayan articulados aunque no se
recubran ni se superpongan. Se puede ser culpable sin ser responsable, responsable
sin ser culpable. En el plano del derecho civil, Foucault ubica el surgimiento de la
responsabilidad en la Modernidad, con la tecnificación del proceso productivo. Los
accidentes provocados por las máquinas no son culpa del propietario de los medios
de producción, pero pertenecen al área de su responsabilidad. La que interviene en
el cálculo de las indemnizaciones e introduce la necesidad de seguros específicos.
Por su parte, Lacan recomienda "desangustiar sin desculpabilizar" en la direc­
ción de la cura, porque no hay sujeto responsable sin conciencia moral. Pero el sen­
timiento de culpabilidad puede anular toda responsabilidad subjetiva, tal como a
menudo se hace evidente en las manifestaciones neuróticas de la culpa o en un pa­
saje al acto, sea éste psicótico o no.
Crimen y castigo. La cuestión de la pena divide a los juristas entre quienes bre­
gan por su abolición [abolicionistas], quienes militan a favor de su incremento y
generalización [panpenalistas ], y quienes priorizan las garantías del acusado [ga­
rantistasJ. En cualquier caso, el derecho reconoce a la pena un valor intimidante
que procura corregir al delincuente y volverlo inocuo para la sociedad. Aunque la
realidad se encargue de emostrarnos su poca capacidad efectiva de intimidación.
Pero hay, además, una vertiente expiatoria de la pena que Lacan se encarga de
resaltar en el plano subjetivo, así como un carácter de sanción de la sentencia que,
en ese mismo plano, preserva el valor de acto del acto criminal. Y es ciertamente
esa dimensión la que nos ocupa como psicoanalistas.
Los treinta y dos trabajos reunidos en el presente volumen profundizan algunas
de estas cuestiones, abordando la problemática de la culpa, la responsabilidad, la
vergüenza y la conciencia moral, las condiciones del delito, el acto criminal, la
sanción, la punición, la pena y sus implicaciones subjetivas, en los diversos dispo­
sitivos donde demuestran desenvolverse, muchas veces no sin audacia, los psicoa­
nalistas. Corroborando así que la época de la ciencia es también la época del psi­
coanálisis, de la que constituye su condición de posibilidad.
Próximo número 39: «El lazo social en cuestión». Hasta entonces.

Mario Pujó
CULPA

RESPONSABILIDAD
8 PSICOANÁLISIS y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

DEL IDEAL DE RESPONSABILIDAD


A LA RESPONSABILIDAD DEL SUJETO **

Silvia Migdalek *

E
n nuestra realidad cotidiana, distintos contextos discursivos, invocan a la
responsabilidad como atributo deseable de una conducta a la que, en térmi­
nos amplios, se califica de "ética". Los distintos discursos que hacen de la
responsabilidad un principio inapelable, abrevan, sin embargo, en referencias dis­
cursivas diversas que es necesario reconocer, para evitar extrapolaciones que des­
dibujen la pertinencia de su uso en un marco conceptual u otro. La responsabilidad
es promovida -pudiendo tener la forma de una interpelación o de una exigencia
moral- mediante el incuestionable principio del "actuar responsablemente".
En las tres prácticas que Freud nombró como "profesiones imposibles", gober­
nar, educar y psicoanalizar, la responsabilidad es una noción que participa de algún
modo de sus respectivas coordenadas conceptuales. Por ello mismo, los usos de es­
te término deben ser referidos a los marcos referenciales precisos donde aparecen,
para poder establecer luego sus articulaciones y sus diferencias. Hecha esta primera
petición de principios, digamos de entrada que los que nos interesará desplegar es
la especificad y la pertinencia de su uso en la práctica del psicoanálisis. Para ello
nos serviremos de su posible intersección con el campo del discurso jurídico.
Antes de adentrarnos en ello, me gustaría dar algunas breves pinceladas sobre
una problemática de nuestra "época" que merece este atributo de "lo epocal", por
haber sido denominada así en nuestro tiempo. Me refiero al llamado "flagelo de la
droga". Esto requiere entonces la intervención de políticas de "salud" que comba­
tan ese flagelo social. Admitido este carácter, el Estado debe entonces asumir la
"responsabilidad" de administrar políticas sanitarias, lo que, por supuesto, supone
algunas ideas acerca de la enfermedad que se debe combatir.
En el tratamiento de las "adicciones", por ejemplo, conocemos una terapéutica
denominada abstencionista. É sta es solidaria de la idea de que la sustancia misma o
el tóxico, son la "causa" de la adicción, por lo tanto para desintoxicar, se postula la

** Trabajo presentado en el marco del c urso de posgrado «La locura y la Ley». Programa
de capacitación año 2009 del Servicio 3 1 A de Externación Asistida. Hospital J . T. Borda.
Jefa de Servicio: Lic. Cristina Ga11land. Variación de la versión publicada en la Revista
!mago-Agenda Nº 1 29, librería editorial Letra Viva, mayo de 2009.
* Lic. Silvia M igdalck. Psicoanalista. Profesora Adjunta Regular de Psicoanálisis Freucl II

Facultad ele Psicología de la U B A. Analista Miembro de J a Escuela de Psicoanálisis de los


Foros del Campo Lacaniano.
CULPA Y RESPONSABILIDAD 9

abstinencia total y obligatoria de la sustancia. Como efecto de ella, se producen


otros estados tóxicos "secundarios", que son tratados con "drogas más benignas"
que aquéllas que se supone constituyen la causa de la adicción.
En cie1ia contraposición con esta terapéutica "para todos igual" -que, afortuna­
damente, no pocas veces fracasa-, ha crecido una idea que supone otra manera de
ubicar la "causalidad" y, por ende, la terapéutica. Se trata de una "oferta" de trata­
miento que implica también otra manera de pensar una "política de salud". Se la
conoce como programa de reducción de daños. Éste último, justamente, está aso­
ciado a un llamado al uso de la responsabilidad por la vía de la promoción de Jo
que se ha dado en llamar un "consumo responsable ". En esto hay más que una me­
ra cuestión terminológica, hay una invocación a algún "sujeto" de la adicción y,
como sabemos, la clínica de las adicciones, al menos en sus formas más extremas,
testimonia de su desvanecimiento. Hacer lugar, entonces, a la "emergencia" del su­
jeto, es una apuesta a la contingencia de un encuentro con la oferta del "que se di­
ga'', "oferta" que hará lugar al decir de "un" sujeto que, con suerte y viento a favor,
hará la experiencia de "sujeto responsable". El tratamiento de cada caso posibilita
la introducción y creación de un marco de discurso, lugar en que el sujeto puede
identificarse como sujeto responsable de eso que habla, de algún decir que inscriba
sus marcas en Otro escenario que su cuerpo.
Para avanzar en la cuestión de la pertinencia de término responsabilidad en psi­
coanálisis, debemos iluminar el uso que se le da en el discurso jurídico, discurso
que se encuentra en intersección con el del psicoanálisis. Cuando hablamos de res­
ponsabilidad del sujeto, tenemos que especificar de qué sujeto hablamos, porque el
suj eto responsable del derecho jurídico no es homologable a la responsabilidad del
suj eto del inconsciente. Sus leyes son otras. Volveremos sobre esto al final.

Consideraciones acerca del término responsabilidad en el campo jurídico

Abrevaremos en un texto del que recomendamos fervientemente la lectura. Se


trata de un breve seminario del año 1 977, dictado por Michel Villey ( 1 9 14-1988),
titulado: "Esbozo histórico acerca del término responsable''. 1 Villey se interroga en
él por las diversas formas del pensamiento jurídico moderno, aunque no vacila en
inspirarse en la obra de Aristóteles y de Santo Tomás de Aquino, sin dejar, a la
vez, de dialogar con los filósofos del derecho de su época.
Partiremos de una idea rectora del seminario que nos sirve para nuestro recorri­
do: " . . . revalorizando las cuestiones de fondo, esbozaremos la historia de un tér­
mino: digo historia porque pienso que la polisemia del término 'responsable' es el
resultado de su evolución, y que distinguiendo las variadas capas sucesivas de sen­
tidos acumulados sobre el mismo término y revelando las diversas estructuras se­
mánticas o los diferentes sistemas de pensamiento, lograremos esclarecerlo".

1 V crsión traducida disponible en: www .clpsicoanalistalcct or.com


10 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

El autor hace un atractivo recorrido en el que las referencias etimológicas y sus


transformaciones históricas no dejan de ser un recurso interesante. El término "res­
ponsabilidad", tan exitoso en Ja doctrina jurídica contemporánea, no existe en el
derecho romano. É ste aparece en las lenguas europeas un poco antes del final del
siglo XVIII, y su uso efectivo se inicia recién en el siglo siguiente. Sin embargo es­
tá presente desde el S. XIII en el derecho emdito, y se torna corriente bajo la forma
de responsum, ténnino derivado de respondere.
Etimología: "Respondere nos reenvía a sponsio, institución que poseía un lugar
fundamental en el derecho romano arcaico, y a spondere (de donde surge sponsus,
'novio ' o 'esposo'). El sponsor es un deudor. El responsar era especialmente el ga­
rante; en otras palabras, era quien estaba obligado a responder por la deuda princi­
pal de otro, el que está obligado a responder por otro". Como vemos, en el uso pri­
mero del término ser responsable es ofrecerse como garantía; en consecuencia, el
término 'responder' implica la idea de posicionarse como el garante del desarrollo
de ciertos hechos venideros.
El autor transita por estos orígenes etimológicos e históricos para concluir afir­
mando: "De todos los textos anteriormente citados concluiré que, en su origen,
responder o ser responsable no implicaba de ninguna manera la culpa, ni tampoco
el hecho sometido al sujeto. Un ejemplo, contemporáneo: «el señor decano Car­
bonnier es el 'responsable' del doctorado en sociología jurídica, lo que lo obliga a
trabajar gratis». No sé por culpa de qué le damos a él ese título".
Entonces, responsabilidad y culpa, hasta aquí, no son tampoco nociones equiva­
lentes en la historia del derecho. La vinculación entre estos dos términos es relati­
vamente reciente, surge alrededor del derecho "contractual" y, muy especialmente,
a partir de la ciencia criminológica que se ocupa específicamente de los crímenes,
nunca se trata de una culpa voluntaria. Edipo es así considerado responsable en
Edipo Rey, a pesar de haberse metido en el Jecho de su madre Yocasta y de haber
asesinado a su padre Layo ignorando sus identidades.
Este breve recorrido nos muestra cómo el término 'responsabilidad' tiene un
origen jurídico, que fue luego utilizado haciéndose extensivo a otros campos inte­
resados en él, como por ejemplo la moral, Ja teología, la filosofía, la ética, la políti­
ca y el psicoanálisis, del que nos ocuparemos ahora.

La responsabilidad en el campo del psicoanálisis

En el campo del psicoanálisis, la responsabilidad tiene resonancias propias, in­


herentes al campo de la práctica analítica y a sus coordenadas. Es un término al que
podríamos calificar de prestigioso, 'hacerse responsable' es quizá uno de los man­
datos culturales más utilizados con propósitos educativos. Sellando el fin de la in­
fancia, nunca falta la admonición "realmente proferida" por la instancia parental:
¡ahora ya sos grande, sos responsable !
Me gustaría partir de la siguiente cita de Freud: "se comprende también que los
CULPA Y RESPONSABILIDAD 11

obj etos predilectos de los hombres, sus ideales, provengan de las mismas percep­
ciones y vivencias que los más aborrecidos por ellos, y en el origen se distingan
unos de otros sólo por ínfimas modificaciones". 2
La responsabilidad puede ser también ideal de responsabilidad y, como tal, no
supone ninguna elección del suj eto. El sujeto no es responsable sino, más bien, su­
j etado y, como sigue diciendo Freud respecto de las representaciones éticas y cul­
turales del individuo: "Nunca entendimos esta condición en el sentido de que la
persona tuviera un conocimiento meramente intelectual de la existencia de esas re­
presentaciones; supusimos siempre que las acepta como normativas, se somete a
las exigencias que de ellas derivan. La represión, hemos dicho, parte del yo". 3
¿Qué son esta exigencias a las que el yo se somete "sin saber" que lo hace? ¿No
es ésta. acaso, la forma como se presentan muchos analizantes "sin saber" que su
sufrimiento vehiculiza una oscura satisfacción, de la que, por supuesto, lo menos
que puede decirse de ella, es que al inicio de un tratamiento el sujeto no está en po­
sición de hacerse responsable de "ello"?
En el texto La responsabilidad moral por el contenido de los sueños, de 192 5,
el inconsciente ya es un descubrimiento que, al modo de Ja revolución copernicana,
ha mostrado que el yo no es amo en su propia casa. El inconsciente, saber no sabi­
do por definición, no nos hace por ello menos responsables de Jos sueños, aún
aquellos más inmorales que muestran a esos delincuentes embozados que son,
"como en el mundo de la vida de vigilia, incomparablemente más frecuentes que
los declarados y confesos". ¿Debemos asumir la responsabilidad por el contenido
de nuestros sueños? La respuesta de Freud es: " . . . ¿Qué se querría hacer sino con
ello? Si el contenido del sueño no es el envío de un espíritu extraño, es una parte de
mi ser; si, de acuerdo con criterios sociales, quiero clasificar como buenas o malas
las aspiraciones que encuentro en mí, debo asumir la responsabilidad por ambas
clases, y si para defenderme digo que lo desconocido, inconsciente, reprimido que
hay en mí no es mi «yo», no me sitúo en el terreno del psicoanálisis, no he acepta­
do sus conclusiones . Puedo llegar a averiguar que eso desmentido por mí no sólo
. .

«está» en mí, sino en ocasiones también «produce efectos» desde mí".4


El yo que hunde sus raíces en el ello, el "eso" es más fuerte que yo, eso gobier­
na una acción sin suj eto. Freud sorprende al final del texto con la conclusión: "El
médico dejará al jurista la tarea de instituir una responsabilidad artificialmente li­
mitada al yo metapsicológico. Pero si no debemos restringir la responsabilidad al
yo metapsicológico, entonces la intencionalidad no se restringe a las fronteras del
yo, y no alcanzan las intenciones.
¿Qué quiere decir Lacan cuando afirma que "de nuestra posición como sujeto

2 Sigmund Frcud. La represión ( 1 915). O. C, Arnorrortu T. XIV, Buenos Aires.


3 s·
1gmund Freud. Introducción del narcisismo. ( 1 9 1 4). O. C., Amorrortu, T. XIV.
4 Sigrnund Freud. Algunas notas adicionales a l a interpretación de los sueños en su conjun­
to. 8) La responsabilidad moral por el contenido de los sueños. O. C, Amorrortu, T. XIX.
12 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N • 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

somos siempre responsables"? La responsabilidad que podemos esperar del sujeto


en la práctica analítica es frente a la convicción adquirida de la existencia del in­
consciente, por haber "aprehendido" algo de lo que lo determina como sujeto del
inconsciente. Es responsable de sus marcas, pero también de lo que hace con ellas.
Hay pues determinación inconsciente pero también responsabilidad. Así, el psico­
análisis nos presenta un sujeto que no puede considerarse amo y señor de sí mismo,
de sus discursos y sus actos, pero que tiene que hacerse cargo de aquello que lo de­
termina como algo que también es "suyo'', le concierne íntimamente.
"De nuestra posición de sujeto somos siempre responsables. Llamen a eso terro­
rismo donde quieran . . . el error de buena fe es entre todos el más imperdonable" -
escribe Jacques Lacan. 5 En la confusión entre culpa y responsabilidad quizá anida
el abuso de la atribución de responsabilidad por el goce padeciente de un sujeto. Es
menester que la culpa aparezca en la escena analítica, que adquiera sus formas más
obscenas, como sentimiento inconsciente de culpa, necesidad de castigo y satisfac­
ción en la enfermedad, "cultivo puro de la pulsión de muerte", para que algo de la
responsabilidad del sujeto despunte baj o la forma de una elección.
Me interesa subrayar la precedencia lógica necesaria del trabajo por el que se
verifica el determinismo inconsciente, pero la estructura del inconsciente contiene
también lo indecible que abre el margen de "libertad" que permite escapar a un de­
terminismo si no absoluto. Respecto de cómo cada uno goza de su inconsciente, es
esperable una elección.

5 Jacques Lacan. La ciencia y la verdad. Escritos l. Ed. Siglo XXI, México.


CULPA Y RESPONSABILIDAD 13

INTIMIDACIÓN Y REGISTROS DE LA CULPA

Marta Gerez Ambertín *

l. Intimidación y subjetividad

U
na de las líneas de investigación que sostengo hace años refiere al estudio
de los actos que la ley amenaza con pena -lo que para Fontán Balestra
( 1 974) es el contenido más específico del Derecho Penal 1 -, en la relación
y diferencia de dos categorías: culpa y responsabilidad. Ello permite abordar la re­
lación de la "intimidación" -uno de los objetivos básicos de la pena- con la subje­
tividad, para indagar cuándo es posible que la intimidación produzca modificacio­
nes en la subjetividad y cuándo se vuelve inocua.
De los tres fines de la pena, según las teorías penológicas modernas, dos de
ellos son "corrección" e "inocuización". Obviamente, lo que se contempla es el an­
helo de la sociedad, quedando sin mayor atención el deseo o el goce del delincuen­
te. No se clarifica suficientemente si es que se parte del supuesto de que él "procu­
ra" ser corregido, o bien que no interesa lo que al respecto opine; tampoco si con­
sidera que deba enmendarse de algo; y esto, porque quizás se supone también que
la pena en sí misma hará "buscar" la corrección. Esta falta de claridad puede tener
relación con el tercer postulado de las teorías penológicas: la "intimidación". Así,
el sujeto "intimidado" querría "corregirse" y, por tanto, devendría "inocuo" para la
sociedad.
Que esto no sucede muy seguido lo prueba el que no haya "intimidación" que
logre reducir cierto tipo de delitos (los sexuales, por ejemplo), con lo cual, faltando
la primera condición (intimidación) tampoco podrían darse las otras dos.
En cambio, se ha visto que mayores controles y penalidades a los conductores
ebrios, o a los que exceden los límites de velocidad, han hecho reducir drástica­
mente la estadística de accidentes devenidos homicidios culposos (véase el caso de
Nueva York, donde desde 1998 se pena el conducir en estado de ebriedad con la
confiscación inmediata y automática del vehículo en el momento del arresto).
Resulta ¿sorprendente? que disminuya la frecuencia de ciertos actos por la pér­
dida de un bien (automóvil) o de un derecho (licencia de conducir), y no ocurra lo
mismo aunque la amenaza sea la mismísima pena de muerte. Lo advertía el autor

* Dra. Marta Gerez Ambetiín. Psicoanalista. Profesora Titular de Grado y Posgrado de la


Universidad Nacional de Tucumán. Profesora Titular de Grado de la U niversidad Católica
de Santiago del Estero. Profesora de Posarado de la Universidad de Buenos Aires
"'
1 Carlos Fontán Balestra. ( 1 974) Derecho Penal (8" edición). Buenos Aires, Abelcdo-Perro t.
14 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

de nuestro Código Penal cuando lo defendía de los ataques que le dirigían por
haber eliminado Ja pena de muerte: "El funcionamiento frecuente del patíbulo en
diferentes Estados no consigue ni suprimir, ni disminuir la criminalidad..." .2
Que el agravamiento de penas no reduce cierta criminalidad y reincidencia es
una verdad que no precisa más demostración que Ja simple lectura de estadísticas.
Así, no sería por aquí por donde deberíamos buscar la manera de abordar la crimi­
nalidad en general, sino "alzando los ojos del Código Penal, para dirigirlos al prin­
cipal actor del drama: el hombre delincuente". 3
Ahora bien, pese a que abundan los juristas que sostienen que, en general, la in­
timidación se basa en cierto número de hipótesis -la mayoría de las cuales no pue­
den ser comprobadas empíricamente-, siendo una de ellas que "el hombre es un ser
hedonista, atraído por el placer, pero que teme el sufrimiento . .." 4, Ja apelación a la
"intimidación" -general o particular- como fundamento de una pena cuyo fin úl­
timo sería la resocialización, goza de buena salud.
Estas concepciones no logran explicar categorías como aquélla que Freud llamó
"los que delinquen por culpa" y, por tanto, cerrado el camino del "hedonismo", no
pueden menos que "hallar" que las condiciones que impulsan al sujeto a la delin­
cuencia son principalmente factores psíquico-orgánicos, verdaderas anomalías que
hacen del tipo delincuente un tipo patológico. Centran su atención en los móviles
del hecho, pero habiendo declarado patológicos a esos móviles: el delito no puede
sino ser cometido por un "enfermo". Visto así, sólo cabe la aplicación del Artículo
34: 1 1 ª pte. del Código Penal: el sujeto activo del delito no es sino un "inimputa­
ble" al que deberán aplicarse "medidas de seguridad".
No se ve que, en algunos de estos casos, la "inimputabilidad" puede implicar
para el sujeto un infernal reproche -como en el caso de Louis Althusser-.
Otra común forma de "mirada" al actor del drama -apoyada en una interpreta­
ción amplia del A1i. 34:3º- lo conceptúa como mero producto de condiciones ex­
ternas, atribuyendo a éstas la "responsabilidad" del acto delictivo. En estas inter­
pretaciones, el victimario es, ante nada, una "víctima" de: las circunstancias, la his­
toria, la geografia, Ja educación, la familia, la escuela, etcétera; por tanto, es "la so­
ciedad" la responsable, no él.
También este desplazamiento de la responsabilidad del procesado, de lo que al­
gunos llaman "agencia penal" -la que actuaría fundamentalmente sobre aquellos a
los que halla vulnerables-, corre el riesgo de devenir una simple y llana "desculpa­
bilización y desresponsabilización'', con los riesgos para la subjetividad que esto
entraña.

2 Rodolfo Moreno. ( 1 933) El problema penal. Talleres Gráficos Argentinos, Buenos Aires.
3 E. Nciman - V . Irurzún. ( 1968) La sociedad carcelaria: aspectos penológicos y sociológi­
cos. Ediciones Depalma, Buenos Aires.
4 .losé M aría Rico. (1979 [ 1998]) Las sanciones penales y la política crim in ológic a contem­

poránea (5° ed.). Ediciones Siglo XXI; M éxico.


CULPA Y RESPONSABILIDAD 15

Contra este uso abusivo de "justificaciones" sociológicas o "inimputabilidades"


psicológicas, se manifestaba Hannah Arendt: "la moderna psicología y sociología
[ . . . ] nos han habituado grandemente a no atribuir responsabilidad al ejecutor de de­
terminado acto, en virtud de tal o cual determinismo. La validez de estas aparente­
mente más profundas explicaciones del comportamiento humano es muy discuti­
ble..." 5. Pero Freud, por caso, jamás hubiera aceptado que su teoría tuviera rela­
ción con la aseveración de Arendt: "Toda vez que la comunidad suprime el repro­
che, cesa también la sofocación de los malos apetitos, y los hombres cometen actos
de crueldad, de perfidia, de traición y de rudeza que se habían creído incompatibles
con su nivel cultural" 6. Agreguemos que el psicoanálisis poco y nada tiene que ver
con "determinismo" alguno, y que es falaz atribuirle la intención de liberar de res­
ponsabilidad, pues si hay algo que procura es, precisamente, el encuentro del sujeto
con su "responsabilidad" en lo que cabe al deseo y aún a los goces que lo atravie­
san.
La causalidad psíquica que inaugura el discurso freudiano deja de lado la pura
exterioridad que antaño dominaba a la subjetividad e implica, por fin, al sujeto en
su destino. No será, así, un mero resultado de una causalidad exterior que lo mane­
ja, sino que, desde la causalidad psíquica, estará implicado en sus deseos, sus actos
y sus claudicaciones.
Que el psicoanálisis no pueda acordar con la criminología crítica que considera
que el delito consiste, únicamente, en una definición discursiva del poder de crimi­
nalización, es decir, una invención para facilitar el control social, no implica que
haya de considerárselo pregonero de la "responsabilidad objetiva" en la que no hay
preocupación por las condiciones o motivos que impulsan a alguien a cometer un
delito.

2. Registros de la culpa y responsabilidad

En otro lugar (Gerez Ambertín, 2002) he planteado que se trata de interrogar el


deseo o el goce del sujeto del acto para dirimir las diferencias que podrían locali­
,
zarse en la relación de dos categorías: culpa y responsabilidad. 7 Avanzando un po­
co más, ahora sostengo la siguiente hipótesis: a mayor culpa (muda e imaginaria),
menor responsabilidad y, a la inversa, a mayor responsabilidad, menor culpa (muda
e imaginaria).
En Las voces del superyó (1993) postulé la necesidad de diferenciar, dentro de

5
Hannah A rcndt. ( 1 999 [ 1 963]) Eichmann, en Jerusalem -un estudio sobre la banalidad
del mal- (2ª ed.). Ediciones Lumen, Barcelona.
6 s·1gmund Freud. ( 1 976 [ 1 9 1 5]) De guerra y de muerte. O. C T. XIV. Amorrortu, Bueno s
.
A ires.
7 M arta .
Gercz Ambertín. (2002) "Vicisitudes de la sanción penal : e ntre el 'acto' o 'el su3eto
del acto'". Revista Investigaciones en Psicología. Aiio 7 - Volumen 2, pp. 63-74.
16 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N • 38: uRESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDADn

la categoría de culpa, tres registros: real, imaginario y simbólico. 8 Si bien el su­


peryó, como instancia estructurante de la subjetividad, deja el saldo de la culpa
como posición subjetiva más allá de toda contingencia, es preciso trabaj ar ese sal­
do -la culpa- desde los tres registros lacanianos:
a.- En el registro de lo real, la "culpa de sangre" (o culpa muda según Freud)
sólo procura castigo: el sujeto no se siente culpable pero sí merecedor de un casti­
go. La ausencia de registro de falta en la subjetividad, lleva a que alguien busque el
castigo procurando encontrar el rostro de esa falta incontorneable; al no poder
hacerlo, el goce y el pedido de castigo se acrecientan. La culpa muda promueve el
crimen en aras de obtener, con el castigo, su apaciguamiento. En este caso la inti­
midación no puede smtir efecto alguno.
b.- En el registro imaginario, el sentimiento consciente de culpa, como todo
sentimiento, se vincula con el yo y, por tanto, juega a espaldas del sujeto; es decir,
sanciona como culpa a una falta lateral que oculta la verdadera, aquélla que se re­
fugia en su escondrijo. Por esta razón, el sentimiento de culpa también convoca al
goce y es tramposo, culpabiliza pero no responsabiliza. El yo puede transitada a
golpes de pecho: "por mi culpa, por mi grandísima culpa"; puede hasta tratar de
expiarla bulliciosamente, pero no está dispuesto a hacerse cargo de la falta lateral a
la cual el sentimiento de culpa sirve de coartada. Es decir, el sentimiento de culpa
encubre la culpa lateral, no interroga sobre la misma, no convoca al asentimiento
subjetivo ni a la responsabilidad. Por tanto, si la intimidación toca la culpa sólo en
el registro imaginario como sentimiento, no convoca a la responsabilidad, y será
dificil que la mera culpabilidad imaginaria provoque el asentimiento subjetivo a la
sanción, ya que la falta encubierta no alcanza a ser significada y, desde allí, la in­
timidación, más que provocar el cese del anhelo criminal, lo fortalece. En este sen­
tido es interesante que Freud vincule, también, el sentimiento de culpa con el yo, y
desde éste a su lazo con el superyó, pero no con la conciencia moral.
c.- En el registro simbólico puede situarse la culpa inconsciente o demanda cul­
posa inconsciente que coloca al sujeto bajo la mirada y el juicio del Otro. Desde es­
te registro de la culpa, puede localizarse un "saber no sabido" de la falta, pero in­
terrogado desde lo más íntimo de la subjetividad. En esa indagación el sujeto puede
otorgarle significación a su acto y hacerse, entonces, responsable de él. Este es el
único registro de la culpa que va acompañado de una declaración y de una interro­
gación. El sujeto puede atestiguar una falta y recibir el juicio condenatorio o abso­
lutorio del Otro. Logra contabilizar su falta desde la palabra y desde ella se hace
cargo del acto en el que está íntimamente implicado. La sanción externa y la inter­
na se unen aquí para convocar al reconocimiento subjetivo de la falta. Tal asenti­
miento subjetivo no sólo permite significar la falta, sino también la sanción penal.

8M arta Gerez Ambertín. ( 1 993 / 1998) las voces del supe1yó. Ediciones M anantial, Buenos
Aires.
CULPA Y RESPONSABILIDAD 17

3. Culpa inconsciente, conciencia moral y responsabilidad

La culpa inconsciente es la única a la que Freud vincula con la conciencia moral


-medida ética en la subjetividad-, y no con el superyó. Sólo aquí puede tener lugar
la afirmación psicoanalítica de Lacan: "es preciso desangustiar sin desculpabili­
zar". Esta culpabilización, como demanda inconsciente, puede conducir hacia el
asentimiento subjetivo confrontando al sujeto con su falta, haciendo del sujeto un
responsable: alguien de quien es esperable una respuesta, para sí y para los otros,
sobre su crimen. Si es responsable, puede dar cuenta y responder, desde su intimi­
dad, al tribunal externo sobre los desquicios por él producidos.
La conciencia moral, tal como Freud la trabaja en El malestar en la cultura, es
una función al servicio del supe1yó y resultado de él. Como angustia ligada, cum­
ple con el enjuiciamiento y vigilancia de acciones y propósitos del yo ejerciendo
una acción censora; ello es así, porque Freud diferencia a la acción censora ( ejerci­
da desde la conciencia moral) del censor mismo (superyó), cuyo trabajo es verda­
deramente silencioso, mudo y corrosivamente catabólico. Distingue al supe1yó pro­
piamente dicho -que tiene una incidencia pulsional y, por lo tanto, silenciosa como
toda pulsión de muerte- de la conciencia moral como una de las funciones del su­
peryó, función que no opera silenciosamente en tanto enjuicia, habla, sanciona y
hace discurso, circula por el lado legislante de lo simbólico, proporciona un ins­
trumento fundamental para el pasaje posible de la culpabilización a la responsabi­
lidad: la puesta en marcha del sojuzgamiento de la conciencia moral.
En suma, el superyó no debe confundirse con la conciencia moral ya que ésta es
apenas una manifestación articulada -vía las formaciones del inconsciente- de
aquél.
La divisoria entre superyó y conciencia moral orienta sobre los caminos a se­
guir en la posible responsabilización del sujeto criminal: en el punto donde nos en­
frentamos con la "necesidad de castigo" en la culpa muda -inflación pulsional-, y
en el sentimiento consciente de culpa -inflación yoica-, no hay recursos para la in­
cidencia de la conciencia moral; parece, pues, muy difícil la instauración de la res­
ponsabilidad. Por esta razón, Freud desecha como indicador clínico válido para
elucidar sus hipótesis teóricas, el "caso del sentimiento de culpa por arrepentimien­
to", porque no es posible una clínica del arrepentimiento; sí, en cambio, una clínica
de la culpa inconsciente o simbólica que involucre al asentimiento subjetivo y a la
responsabilidad, sólo en este caso la culpa es resultado de la condena interior de la
conciencia moral que puede ligarse a la sanción externa.
En todo caso, el trabajo analítico posible que permita el pasaje de la culpa muda
y la culpa imaginaria al registro simbólico de la culpa abre una vía -a veces- para
el pasaje de la mera culpabilización hacia la responsabilidad. Desarrollé estas posi­
bilidades en mi tesis doctoral. 9

9 M arta Gerez Ambertín. ( 1999) El supe1yó en la clínica freudo-lacaniana: nuevas contri-


18 PSICOANÁLISIS y EL HOSPITAL N • 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

El sentimiento de culpa consciente por arrepentimiento supone haber infringido


algo, lo cual es castigado desde el superyó. No es una posición subjetiva estructu­
ral, sino apenas una contingencia dentro de la posición subjetiva de la culpa, con­
tingencia que, casualmente, libera de responsabilidad en tanto lo único que se per­
sigue confesando el hecho ("arrepentirse"), es lograr el perdón para poder seguir
disfrutando de las "fechorías".
En suma, una cosa es el arrepentimiento -allí remuerde sólo la conciencia-, y
otra el asentimiento subjetivo -allí remuerde la conciencia moral que enjuicia-; só­
lo en este último caso el sujeto se hace responsable de su acto.
La mera desculpabilización, vía confesión de fechorías, resulta inconducente en
la cura y en lo jurídico, porque nada dice de la responsabilidad en aquellas fecho­
rías. El abordaje clínico de la culpa, por tanto, sólo es posible si se encamina la
'culpabilización-desculpabilización' por la vía de la cesión de goce, por la asun­
ción del sujeto de su responsabilidad en el acto dándole, así, significación y res­
puestas.
En conclusión, recuperar la diferenciación freudiana de estas categorías, mu­
chas veces confundidas, permitirá una real contribución psicoanalítica al análisis
de los posibles efectos de la intimidación como objetivo -válido o no- de la pena.

buciones. Tesis doctoral. Universidad Nacional de Tucumán. Secretaría de Posgrado y Se­


cretaría de Ciencia y Técnica. Tucumán.
CULPA Y RESPONSABILIDAD 19

LA RESPONSABILIDAD SUBJETIVA EN CUESTIÓN

(CON REFERENCIA AL PASAJE AL ACTO)

Pablo D. Muñoz *

L
a apelación de los psicoanalistas a l a llamada "responsabilidad subjetiva'',
tanto en sus escritos como en sus comentarios de casos, se ha vuelto un lu­
gar común. Es notable que algunos sintagmas logren afirmarse tanto por .el
uso, que "nos suenan" a concepto que "nos dice''. algo significativo de la teoría, de
lá dirección de la cura o del caso, sin que por ello logremos identificar con claridad
su proveniencia. Pero, paradójicamente, e.s"'ese mismo uso el que los convierte en
palabras gastadas. Es lo que ha sucedido, en mi opinión, con el sintagma "respon­
sabilidad subjetiva". Lo usamos, es un hecho. Aunque ya no reconocemos bien su
valor.
El objeto de este trabajo no es saldar el problema -por merecer un estudio pro­
fundo, falta espacio para ello- sino ponerlo en claro como tal en el siguiente senti­
do: su introducción en psicoanálisis -que está por verificarse cómo, cuándo, por
qué y para qué- puede haber tenido un valor destacable en tanto inauguración de
un nuevo escenario discursivo que habilite reflexiones renovadas respecto del esta­
tuto del sujeto en nuestra praxis; sin embargo, una vez instituido ha asumido -es
mi opinión- un valor resistencia!.

La responsabilidad ... ¿subjetiva?

Para comenzar, es sorprendente constatar que Lacan nunca ha escrito ni hablado


de responsabilidad subjetiva. Este sintagma está ausente de su obra escrita y oral.
-
No constituye un concepto fmjado por Lacan. Si el debate se resolviera en una me­
ra confrontación de citas -empresa por demás inútil-, encontramos que más bien
Lacan ha llegado a decir lo inverso: "hay un saber articulado del que, hablando con
propiedad, ningún sujeto es responsable" 1 . Por el contrario, cuando se trata de

* Pablo D. Muñoz. Psicoanalista. Lic. en Psicología. M agíster de la Universidad de B uenos

Aires en Psicoanál isis. Jefe de Trabajos Prácticos regular del Área Psicología Clínica y Psi­
copatología de la F acultad de Psicología de la UBA. Director del proyecto de investigación
U BACyT 2 0 1 0 - 1 2 : "Transformaciones del concepto de pasaj e al acto en el período de la
obra de J . Lacan comprendido entre 1 963 y 1 980. Similitudes y diferencias con los concep­
tos de acto y acting out".
1 .J. Lacan. ( 1 969 -7 0/ 1 992 ) : El Seminario ele Jacques Lacan. Libro 1 7 . Buenos Aires, Pai­

dós, 1 996, pág. 82 .


20 PSICOANALISIS y EL HOSPITAL N º 38: 1<RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

afirmar responsabilidades, es sistemático en apuntar al psicoanalista, como por


ejemplo cuando nos lanza: "Ser psicoanalistas es estar en una posición responsable,
la más responsable de todas". 2
Ahora bien, a pesar de ello, la responsabilidad subjetiva se sostiene. Quizás sea
Ja siguiente cita de La ciencia y la verdad, la que ha impactado incrustándose hasta
nuestra médula analítica en tal sentido: "De nuestra posición de sujeto somos J::
siempre responsables".3 Enunciado tajante, cuyo efecto de imperativo categórico es
evidente. ¿No es habitual escuchar analistas que se precian de llevar sus casos has­
ta el punto en el que el analizante ha logrado "asumir su responsabilidad"? Nada
más saludable, se comprende, que "hacerlo cargo de su paiie en aquello de lo que
se queja" . . .
Otras dos referencias lacanianas vienen siempre e n auxilio d e esta máxima uni­
versal. En primer lugar, esa Intervención sobre la transferencia en la que un Lacan
inspirado fenomenológicamente por Hegel encuentra en Freud la posición del "pu­
ro dialéctico",4 que interpreta la posición de "alma bella"5 de la Dora quejosa y rei­
vindicativa, "inversión dialéctica"6 que la confronta con lo no reconocido de su
participación en la situación contra la que despotrica.
Lo más sorprendente es que hacer de ello la dirección de la cura implica aceptar
-también sin reconocerlo- que esa cura será llevada hasta el umbral . . . de la entra­
da. En efecto, la inversión dialéctica que Lacan lee en la intervención de Freud es
apenas el comienzo de una serie que llega hasta una cuarta que éste ni entrevió. Pe­
ro ese no sería el problema mayor sino que se entiende la "escansión de las estruc­
turas"7 allí propuestas, como fases evolutivas de un tratamiento pre-modelado y
universal, prét-a-porter, que rechaza la temporalidad lógica que hace que ese pri­
mer tiempo sea tal, sólo en retroacción.
Resuena, en segundo lugar, La dirección de la cura . . . , ésa que Lacan "ordena
según un proceso que va de la rectificación de las relaciones del sujeto con lo real,
hasta el desarrollo de la transferencia y, luego, a la interpretación".8 Esta tesis es
una respuesta a los autores que toman de manera inversa a la de Freud la secuencia
de los efectos analíticos, haciendo de la interpretación el primer paso para poder,
por fin, acceder a una relación de comprensión superadora. É ste es el contexto de
ese "orden" que Lacan establece.

2 J. Lacan. ( 1 964-65 ) : El Seminario de Jacques Lacan. Libro 1 2, inédito, clase del


05/05/ 1 965.
3 J . Lacan. ( 1 965): "La ciencia y Ja verdad". En Escritos 2, pág. 837.

4 J . Lacan. ( 1 95 1 a): "Intervención sobre la transferencia" . En Escritos J, pág. 2 1 5 .


5 Ibíd., pág. 208.
6 l bíd.
7 lbíd., pág. 2 07.
8 J . Lacan. ( 1 958): "La dirección de la cura y los principios de su poder". En Esc1itos 2, pág.

578.
CULPA Y RESPONSABILIDAD 21

En consecuencia, lo que habría que poner en tela de juicio es, primero, si tal or­
denamiento viene a proponer una cura tipo, o a señalar críticamente a los analistas
que dejan las cosas en ese primer "estadio"; segundo, si esa "rectificación" (subje­
tiva) no es ni más ni menos que pura adaptación, salvo que tengamos presente que
el desarrollo transferencia!, que habilita el dominio de la interpretación, la inscriba
retroactivamente como "analítica" y no como "adaptativa"; y, tercero, si "rectifica- ,
ción de las relaciones del sujeto con lo real" (subrayado mío) es idéntico a rect(fi- :
cación subjetiva - fórmula que porta la ambigüedad suficiente como para ser leía en;,,
el peor sentido: rectificar al sujeto-. Así, rectificación subjetiva alcanza su signifi�
cación más dañina: la de la conección, y afecta a la concepción de sujeto del modo
más pre-analítico: lo ontologiza.

Rectificación del ... superyó

Se advierte la estructura de imperativo categórico que reviste impulsar la asun­


ción de la responsabilidad, lo cual nos invita a explicitar la relación de esa manio­
' bra con el superyó.
Reconocemos en el superyó dos caras: una cara bondadosa, la de las identifica­
: ciones paternas, aquélla que en El yo y el ello se define como heredera del comple­
'jo de Edipo; y la otra, la cara menos amable, que aparece notablemente acentuada
en Lacan, la pulsional, en la medida en que -como afirma Freud- hunde sus raíces
en el ello pulsional: ya no heredero del complejo de Edipo sino heredero del ello.
Lacan se refiere a esta doble cara del superyó en el Seminario 1 : "El supe1yó es
un imperativo. Como lo indica al sentido común el uso que de él se hace, el supe­
ryó es coherente con el registro y la noción de ley, es decir con el conjunto del sis­
tema del lenguaje, en tanto define la situación del hombre como tal, es decir, en
tanto que éste no sólo es individuo biológico. Por otra parte, es preciso acentuar
también, y en sentido contrario su carácter insensato, ciego, de puro imperativo, de
simple tiranía". 9 El superyó funciona como ley y, como tal, impone un orden per·Ó '
sin dialéctica, sin Ofro, lo cual se expresa en su severidad. Como función es de­
pendiente de la estructura del lenguaje Y del goce ineliminable que el uso del len­
guaje comporta. Son los contenidos de sus mandatos los que se llenan con la
herencia de los personajes del Edipo, los Otros del sujeto, pero su poder proviene
del lugar estructural que Lacan matematiza A, independiente de sus encarnaduras.
En principio, podríamos decir de esta duplicidad que cada una de las caras
�centúa registros diferentes de la misma instancia: una cara simbólica, la otra real:
"El superyó tiene relación con la ley, pero es a la vez una ley insensata, que llega a
ser el desconocimiento de la ley". 1º Y esta faceta real es la que enfatiza Lacan

.
Lacan. (1 953-54) : El Seminario. Libro l : Los escritos técnicos de Freud. Barcelona, Pai-
' 1.
dós, 1 98 1 ( 1 995), pág. 1 6 1 .
I O Jbí d .
22 PSICOANÁLISIS y E L HOSPITAL N• 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

cuando trabaja en El Seminario JO el superyó como un imperativo categórico kan­


tiano, 1 1 que empuja a gozar al modo de una imperiosa necesidad de hacer algo,
· como una voz insensata que ordena " ¡ GOZA ! ", y que obstrnye toda formación del
inconsciente, impide la transferencia y el lazo social. En la clase del 1 9- 1 2-62 de su
Seminario 1 O, Lacan afirma: "ya es hora de acordarse de la diferencia que hay en­
tre el Dios motor universal de Aristóteles, el Dios soberano bien, concepción deli­
rante de Platón, y el Dios de los judíos, que es un Dios con el que se habla, un Dios
que te pide algo y que, en el Eclesiastés, te ordena Goza -esto es verdaderamente
',el colmo. Gozar a la orden es algo que, si es que la angustia tiene una fuente, un
origen, debe de estar de algún modo ahí -todos podemos sentirlo. A Goza {Jouis!} ,
sólo l e puedo responder una cosa, Oigo {J'oiiis}". 1 2 Así, hace del superyó e l Otro
en tanto le ordena al sujeto gozar. Esta cara tiránica explica sus efectos corrosivos,
disolutivos del inconsciente estrncturado como un lenguaje: corroe al síntoma en
su envoltura formal simbólico-imaginaria, desarticula sus sentidos inconscientes y
pone de manifiesto el goce en juego: "En este sentido, el superyó acaba por identi­
ficarse sólo a lo más devastador, a lo más fascinante de las primitivas experiencias
del sujeto. Acaba por identificarse a lo que llamo lafigura .feroz". 13
Por supuesto, este modo de conducir la cura y de posicionarse el analista pue­
den producir efectos beneficiosos sobre el malestar del dntoma. También perjui­
cios, los que se siguen de empujar a la responsabilidad subjetiva, que ya -a esta al- ·
tura- cuesta distinguir de culpabilizar (terreno del yo).
Estas reflexiones me llevan a enfatizar un aspecto mucho más fundamentalista
de lo que aquí ponemos en cuestión (la responsabilidad subjetiva). Siguiendo el
método freudiano que hace una rica analogía entre el ceremonial neurótico y el re�
ligioso, puede observarse la poca distancia que separa a "Te harás cargo de tu par­
te" de "Tu amarás a tu prójimo como a ti mismo" -mandamiento que Freud no ha
dudado en calificar de inhumano- y ante el que -según Lacan- "retrocede con un
horror motivado" 1 4, por la paradoja que entraña y que se explicita con claridad en
la clase XV del seminario sobre La ética del psicoanálisis.
Lacan indica que los diez mandamiento deben ser interpretados como algo cer­
cano a lo que opera efectivamente en la represión del inconsciente. 1 5 En ese senti­
do, el mandamiento "analítico" de la responsabilidad subjetiva se revela como un

1 1 Referencia utilizada antes por Freud en El yo y el ello ( 1 923) y en otros textos. Por ej em
­

p l o en El problema económico del masoquismo ( l 924), dice: "el superyó, la conciencia


,

moral eficaz dentro de él , puede volverse duro, cruel, despiadado hacia el yo a quien tutela.
De ese modo, el imperativo categórico de Kant es la herencia directa del complejo de Edi­
po . "

1 2 J . Lacan. ( 1 962-63a): El seminario. Libro 1 0 : La angustia. Op. cit., pág. 9 1 .


13 lbíd., nota 9 .
1 � J . Lacan. ( l 959-60): El Seminario de Jacqucs Lacan. Libro 7 , pág. 234.
b lbíd., pp. 8 6 -87.
CULPA Y RESPONSABILIDAD 23

¡ reforzamiento de la falla imaginaria, la debilidad yoica, en la medida en que empu­


: ja al yo a hacerse cargo de la falla del Otro, vale decir que es un modo de no querer
· saber nada de las fallas de los Otros que encaman el lugar A; en última instancia, y
paradójicamente, un modo propuesto por el psicoanálisis de desconocer aquello a
lo que debería conducir a atravesar: S(.k) {significante de la falta en el Otro } . En
consecuencia, el puro dialéctico de inicios de Jos años '50, que Lacan reconoce en
el Freud de la primera inversión dialéctica, asume un valor clínico muy preciso: el
analista dialectiza localizando la particularidad del sujeto en la relación con el Otro
(A).
Lacan dice que los diez mandamientos son el "catálogo y el cabildo de nuestras
transacciones de todo momento'', y que necesariamente pasamos nuestro tiempo
violándolos, pues ello hace posible la sociedad. Esta paradoja, si proseguimos con
Ja analogía religiosa, se traslada a nuestro campo, pudiendo asumir la siguiente
forma: violar el mandamiento de la responsabilidad subjetiva hace posible un psi­
coanálisis. En el sentido de la crítica a que sometemos esta noción, se entiende que
se trata de resignar la posición neurótica de salvar al Otro (A), lo que hará posible
un psicoanálisis. Pero nada impide que ello m1smo se transforme en un nuevo man­
damiento, tan instituible e institucionalizable como el que pretende corregir, con un
valor igualmente resistencia!.
Nos resta entonces evaluar si no es la resistencia de los psicoanalistas -como
siempre- el principal obstáculo para que el psicoanálisis se libere de los manda­
mientos que lo limitan.
-
Efecto interdiscursivo

Donde la responsabilidad subjetiva constituye un concepto no es en el psicoaná­


1 lisis sino en el derecho. En latín, spondeo, del que deriva nuestra "responsabili­
dad'', significa: "salir de garante de alguno o de sí mismo en relación a algo y fren-
te a alguien". En derecho de daños, significa la sujeción de una persona que vulne­
ra un deber de conducta impuesto en int��6s de otro sujeto, a la obligación de repa­
rar el daño producido. Ahora bien, en términos jurídicos, se concibe que los hechos
_generan obligaciones, por tanto la conducta de una persona le es imputable a ella.
\ Por eso la responsabilidad proveniente de la conducta de una persona se llama
t'subj etiva" e implica el elemento culpa. Existe también una responsabilidad obje­
tiva que se produce con independencia de toda culpa por parte del sujeto responsa-
ble . Vale decir que la _i:esponsabilidad subjetiva se funda exclusivamente en la exis­
tencia de culpa por parte de un sujeto.
· El filósofo G. Agamben sostiene que es habitual confundir categorías éticas con
c ategorías jurídicas y concluye que "Casi todas las categorías que nos servimos en
materia de moral o de religión están contaminadas de una u otra forma por el dere-
24 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

cho: culpa, responsabilidad, inocencia, juicio". 16 Quizás esta contaminación oriente


la concepción de la responsabilidad subjetiva en psicoanálisis en el sentido
l
señala-
.
do. Un ejemplo equivalente, mucho más comentado, es el efecto llamado de "ps1-
quiatrización" del psicoanálisis, por el modo de sobrevalorar el lugar del diagnósti­
co y las categorías y tipos clínicos, a partir de lo que se afirma su contamihacióp
con la inspiración clasificatoria de la psiquiatría. En ese sentido, podríamos hablar
aquí de un efecto de "derechización" del psicoanálisis, no en lo político-ideológico
-no se trata de un debate con la afirmación de una izquierda lacaniana- sino por
apelar a un concepto de responsabilidad subjetiva propio del derecho cuya utiliza­
ción implícita -nivel de la enunciación- mantiene la ligazón responsabilidad-culpa ,
que el psicoanálisis explícitamente -nivel de los enunciados- cuestiona.
Freud planteaba que "si a ciertas insuficiencias de nuestras operaciones psíqui­
cas y a ciertos desempeños que parecen desprovistos de propósitos se les aplica el
procedimiento de la indagación psicoanalítica, demuestran estar bien motivados y
'
determinados por unos motivos no consabidos a la conciencia". La responsabilidad
subjetiva es muchas veces llevada en ese sentido: hacerse cargo de las determina­
ciones inconscientes, pero sin darse cuenta que esa búsqueda mal conducida cul­
. mina en la culpabilización del yo.
En efecto, la posición del sujeto es entendida por Lacan en el campo del deseo
; inconsciente, como su escrito: Posición del inconsciente, no de la persona -lo cual
hace de la responsabilidad subjetiva lo que es para el derecho: culpa.
Si para Lacan el sujeto es el corte, si el sujeto es lo que representa un signifi­
cante para otro significante, es decir una pura hiancia efecto de lenguaje, un pro­
ducto y resto de la operación significante, si su lugar es intervalar, entre significan­
tes, si ex-siste (es decir, está determinado por el significante pero también fuera del
significante), ¿a quien se le exige responsabilidad?
Planteado en otros términos: si el acto (definido por Lacan en sus seminarios 14
y 15) es sin sujeto, si hay sujeto antes del acto y luego del acto, siendo esos efectos
sujetos distintos, otros, discontinuos uno respecto del otro, si el sujeto no es con­
temporáneo al acto pero debe responder por el acto del que no era agente, ¿qué es­
tatuto darle allí a la noción de un sujeto responsable por el acto que no ha sido co­
metido por él ni por el sujeto que "era" antes de aquel? ¿Cómo instar a una respon-
. -.sabilización retrospectiva que no lleve a una posición inmolante o sacrificial?
Aún así, resta el enunciado: "De nuestra posición de sujeto somos siempre res­
ponsables" 1 7. Pero cuya enunciación debe ponerse en cuestión para que su efecto
de imperativo categórico pueda dialectizarse. La cita prosigue, provocativa: "Lla­
men a eso terrorismo donde quieran". 1 8 Efectivamente, Lacan denuncia en ese pri­
mer enunciado una posición fundamentalista respecto de la responsabilidad. La

1 6 G. Agamben. (2000): Lo que queda de A uschwitz. Valencia, Ed. Pre-textos, pág. 1 6.


1 7 J . Lacan. ( 1 965) : "La ciencia y la verdad". En Escritos 2, pág. 8 3 7 .
1 8 Ibíd.
CULPA Y RESPONSABILIDAD 25

bomba que arroja es que el sujeto siempre es responsable de su posición (del in­
consciente), ya entonces definido como el discurso del Otro. Genitivo objetivo,
puntualicémoslo. Vale decir: si el inconsciente es el discurso del Otro, el sujeto nos
habla de su Otro, de lo que de su Otro le llega como condición y determinación, lo
cual es esencialmente interpelante. El lugar A para Lacan es, desde siempre, el lu­
gar determinante por excelencia. No ha dudado en afirmar, no m ��os taxativamen­
te que en La ciencia y la verdad respecto de la responsabilidad: "la c.ondición del
sujeto S (neurosis o psicosis) depende de lo que tiene lugar en el Otro (A)"19. Esto
implica de un modo fuerte que la condición estructural del sujeto depende de lo
que viene del Otro (A), vale decir que no hay elección de estructura, pero también
que la condición subjetiva en cuanto tal, las contingencias vitales, dependen de
aquello que condiciona y determina, del Otro (A).
Ahora bien, ante estas determinaciones el sujeto ha de responder: ésa es su res­
p<;msª-bilidad. Pero no imperativa, superyoica, sino que de allí surge su condición
de. sujeto en cuanto tal, pues el sujeto t!S lo que se constituye como respuesta a lo
que del Otro (A) lo interpela. Dicho. de otro modo: �!.si/jeto se efectúa en interpe­
l<!E.M.n está interpelado, se lt". reguiere respuesta y ésa es su única consistencia. No _
-

debe confundirse esa interpelación con una demanda, pues de lo que se trata es de
otra cosa: de la emergencia de una pregunta muda del lado del Otro, que produce
angustia (en tanto lo que angustia es para Lacan el deseo del Otro).
Cómo se responda a ello es la responsabilidad subjetiva: lo singular del posi­
cionamiento para dar tratamiento a la interpelación (que es lo universal del reque­
�imiento de respuesta). Y allí el suj eto se lee (reflexivo) en su respuesta. Lo cual es
muy -distinto de "responsabilizarse" haciendo recaer sobre sí la falla del Otro,. clis­
cwpándolo sacrificialmente, pues si la interpelación es un sin sentido absoluto, en­
contrarle sentido será la respuesta neurótica, y la culpa su figura preferida.

El atolladero criminológico

En su escrito sobre criminología, Lacan afirma que hay una relación dialéctica
que vincula el crimen con la ley "en tanto que ésta es a la vez normativa (imperati­
vo cate górico) y contingente (ley positiva)".20 EI abordaje de Lacan es allí muy crí­
tico: considera que la criminología es antinómica en sus efectos, pues "si ella
humanizará el tratamiento del criminal, no lo hará más que al precio de un derro­
camiento de su humanidad, en la medida en que el hombre se hace reconocer por
su semejante por los actos cuya responsabilidad asume". Es decir que la paradoja
criminológica es pretender humanizar al criminal deshumanizándolo. La asunción
19
J . Lacan . ( 1 958) : "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis".
En Escritos 2 páa 530
20
' o· ·

J. Lacan. ( 1 933-53): "Intervenciones


de Lacan en la Sociedad Psicoanalítica ele París". En
Intervenciones y textos 1 . Bueno s Aires,
Manan tial, 1 98 5 , pág. 26 .
26 PSICOANÁLISIS y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

de la responsabilidad por el acto cometido es articulada por Lacan con la cura po­
sible del criminal: "Aún debe señalarse que, si el reconocimiento de la morbidez de
estos casos permite evitarles felizmente, con la degradación penitenciaria, el estig­
ma que a ella se liga en nuestra sociedad [es decir que está refiriéndose a los crimi­
nales psicóticos que encerrados en un manicomio evitan el estigma con que carga
el delincuente común encarcelado], sigue siendo cierto que la cura no podría ser
otra cosa que una integración por el sujeto de su verdadera responsabilidad y que
igualmente es esto a lo cual se tendía por vías confusas mediante la búsqueda de
una punición que puede ser quizá más humano dejársela encontrar a él". La puni­
ción apunta genéricamente a la responsabilidad subjetiva, pero Lacan no apuesta a
la aplicación imperativa, apuesta a la posibilidad de que esa "humanidad" no le sea
impuesta sino que sea un efecto de una lectura efectuada por el sujeto.
En este contexto se inserta el problema del pasaje al acto, en el que confluyen
derecho y psicoanálisis en lo que atañe al problema de la responsabilidad subjetiva.
Sabemos que cuando se acaban las tentativas de respuestas ante la interpelación del
Otro, el pasaje al acto homicida puede ser el último recurso (vale decir: intentar
suprimir la fuente misma de la interpelación, barrer con el lugar de donde proviene
la interpelación, eliminar al Otro). Ahora bien, ¿qué lugar para la responsabilidad
en ese caso en la psicosis?

Responsabilidad por el pasaje al acto : el paradigma Aimée

Este problema está en el centro de lo que Lacan trabaja en 1 932, en oportunidad


de su tesis de doctorado sobre la psicosis paranoica en torno al paradigmático caso
Aimée. Allí Lacan se interesa no sólo por el modo en que el pasaje al acto criminal
contra la actriz parisina es llevado a cabo por Aimée, sino por su relación con el es­
tado previo y con su evolución posterior, enfatizando que en la historia clínica el
acto agresivo marca un antes y un después. En efecto, a partir de ello es encarcela­
da y luego internada en un asilo. Pero, sobre todo, porque veinte días después se
produce la reducción brusca del delirio, lo cual para él no deja de tener un estrecho
vínculo con el pasaje al acto.
Para Aimée, esta función general del pasaje al acto agresivo asumiría un carác­
ter muy particular: por su intermedio logra castigarse a sí misma. En ese sentido, la
función que el pasaje al acto cumple para ella es la de realizar indirectamente su
autocastigo, satisfaciendo la exigencia moral que la acorrala. La caída del delirio es
su primera consecuencia; en todo caso, la función resolutiva del delirio se realiza
aquí por añadidura, pues pareciera que la satisfacción del autocastigo es primordial.
Lacan articula la caída del delirio con la "comprensi ón", por parte de Aimée, de
la realización de su autocastigo (satisfacción de la pulsión autopunitiva), en la me­
dida en que por su atentado criminal es encerrada. Dejo sentada mi reserva respec­
to del término "comprensión" empleado allí estratégicamente por Lacan. ¿Qué
CULPA Y RESPONSABILIDAD 27

puede significar que cuando Aimée comprende que en su pasaj e al acto se agrede a
sí misma eso suscita la caída del delirio? Si consideramos que la tendencia autopu­
nitiva es inconsciente, el término "comprensión" no puede querer decir otra cosa
que Aimée toma conciencia de su aspiración inconsciente ya satisfecha. En conse­
cuencia, el delirio cede pues ya no hay razón para que se sostenga. Pero, ¿cómo in­
terpretar dicha concienciación?
Si el pasaj e al acto homicida no causa inmediatamente la remisión del delirio
sino recién después que Aimée pueda "comprenderlo'', ello nos introduce en una
temporalidad diversa que la de la pura linealidad que parecerían reconocer los psi­
quiatras clínicos cuando se refieren al aspecto resolutivo del fenómeno. Ya no se
trata entonces de la inmediatez automática de la resolución del delirio luego del ac­
to criminal. Por el contrario, en Aimée el autocastigo en la "cura" se realiza re­
troactivamente: sucede el acto, transcurre un lapso de tiempo, Aimée "comprende"
la significación de su acto y sobreviene la cura. En estos últimos dos eslabones de
la serie se encuentra la clave. Llegados a este punto parece seguro que cuando La­
can nos habla de la comprensión por parte de la autora de los alcances de su acto,
nos está hablando, con los términos con que cuenta en esa época, de la implicación ':_
del sujeto en su accionar: ha comprendido su acción como respuesta ante algo. /
La hipótesis fundamental de Lacan respecto de la cura de Aimée -que el pasaje
al acto es el medio para la realización del autocastigo- supone una articulación
entre el medio y el fin, que no tiene la inocencia de quien cree que el fin justifica
los medios. Lacan no sugiere entender como un proceso o evolución esperable el
hecho de que el acto agresivo per se devenga natural y directamente el medio de
realización del autocastigo. Mejor, como dice F. Léguil: "la eficacia de un medio
depende de que no permita saber enteramente sobre qué fin desembocará".2 1 En
ello radica la eficacia del acto de Aimée; la retroacción de la "comprensión"
-según la interpretación de Lacan- de su accionar, es la condición para que éste
devenga el medio eficaz para realizar algún fin. Con esto intento demostrar que la
descripción de los medios -por exhaustiva que sea- no logra explicar el fin. La
descripción semiológica del pasaje al acto de Aimée no revela previamente ningu­
na finalidad predeterminada porque sólo la naturaleza del fin permite conocer lo
que han sido verdaderamente los medios. Casi una paráfrasis de la fórmula que
firmemente suscribe Lacan en su tesis: "La naturaleza de la curación nos demostra­
rá la naturaleza de la enfermedad".22
S i el autocastigo realizado en el encierro cura a Aimée retroactivamente, ello se
debe a lo que podemos nombrar como la subjetivación del acto - entendiendo por
tal la rectificación del delirio a partir del cuestionamiento que la paciente hace, una

2 1 F Legml.
· '
.
( 1 993 ) : "Notas sobre el acto
y la transferencia en M . Klein". En Infortunios del
�Clo analítico. Buenos Aires, Atuel, pág. 82.
2
F . Lacan. ( 1 932): De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad. Méxi­
co, Siglo XXI, 1 998, pág. 226.
28 PSICOANÁLISIS y E L HOSPITAL N• 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

vez bajo tratamiento con Lacan, de las razones que Ja empujaron a él (al pasaje al
·acto). Cuando Lacan nos dice que Aimée comprende, podemos interpretar que Ai­
mée, en el apres-coup del acto agresivo, se responsabiliza por él, leyéndolo como
respuesta a la interpelación insoportable del Otro.
-
La temporalidad en juego -que no es otra que la lógica temporal freudiana del
trauma escandido en dos tiempos-, indica de qué se trata en la responsabilidad sub­
j<:;tiva. Ésta consiste en una operación de lectura de la marca, que ·¡:¡¿ se ha co11Sii­
�ido. ya en un tiempo anterior y que debe ser leída en un tiempo segundo, sino que
se constituye por la misma lectura del sujeto que la localiza y Ja produce como tal.
En este sentido, el acto agresivo que la lleva a la cura se produce como lectura. Es­
te segundo tiempo, tiempo de lectura, tiempo del sujeto, es el que sitúa al primer
tiempo, tiempo del acto agresivo, pero sólo retroactivamente y como distinto del
suj eto que lee.

La irrealización del crimen en psicoanálisis: una temprana apuesta al sujeto

No deja de asombrar la conclusión que Lacan extrae al respecto: como la para­


noia de autocastigo busca la satisfacción de la pulsión autopunitiva, Ja indicación
terapéutica es efectivizar un castigo baj o la forma de la sanción penal. Razón por
la que propone aplicar en las cárceles francesas vigilancia y tratamiento psiquiátri­
cos. Si esto llama la atención es porque siguiendo la orientación del artículo 64 del
Código Penal francés23 , se anula el crimen cuando se considera que su autor no es­
taba conciente de lo que hacía al momento de ejecutarlo. Pero entonces, cómo po­
der sostener que el autor va a comprender el paso de una sanción penal a una san­
ción terapéutica. Es lo que pretende justificar Lacan con Aimée, cuando demuestra
que el autocastigo realizado en el encierro conduce a la "curación" en el punto en
el que ella comprende que lo ha realizado. ¿Cómo podría Aimée comprender qué
se castiga en el encierro carcelario si no comprendía la criminalidad de sus actos?
En el discurso jurídico, el término sujeto se aplica a lo que soporta la acción, en
el sentido de que el sujeto es quien puede ser considerado responsable de sus actos . ..
· En Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en criminología, Lacan
dice que la cuestión del castigo del crimen plantea siempre el problema de la res­
ponsabilidad, y que el psicoanálisis es el que puede aclarar esta noción.
Esta aportación del psicoanálisis viene de Ja mano de Ja categoría freudiana de
culpabilidad, ligada a los crímenes primordiales del incesto y el parricidio. Y seña­
la que el Tótem y tabú de Freud demuestra que es el superyó la instancia esencial a
tener en cuenta. Se refiere a las categorías de criminales que Freud ha llamado los
que delinquen por conciencia de culpabilidad, y afirma: "El psicoanálisis tiene,

23 "No hay crimen ni delito, cuando el acusado estaba en estado de demencia al momento de
la acción o cuando ha sido obligado por una fuerza a la cual no ha podido resistir".
CULPA Y RESPONSABILIDAD 29

pues, por efecto, en la captación de los crímenes determinados por el supe1yó,


irrealizarlos, en lo cual congenia con un oscuro reconocimiento que de mucho
tiempo atrás se les imponía a los mejores entre aquellos a los que se ha adjudicado
la tarea de asegurar la aplicación de la ley".24 Entiendo que irrealizar el crimen
significa abortarlo en tanto justificación que deja al suj eto fuera de la posibilidad
de implicarse (que en este trabajo quiere decir: leerse en su respuesta). Es decir que
el psic oanálisis se orienta a que el su]eto responda por sus actos en ese preciso sen­
tido: que se lea en su respuesta a lo que del Otro lo determina de modo interpelan­
te. y enfonces, en estos crímenes que expresan el simbolismo del superyó: "si el
psicoanálisis irrealiza el crimen, no deshumaniza al criminal". 25 Tesis fuerte con la
que Lacan extrema su planteo: la única posibilidad de sostener su humanidad es
darle al sujeto ese margen de responsabilidad, puesto que "el hombre se hace reco­
nocer por su semejante por los actos cuya responsabilidad asume".

De nuestra posición de sujeto somos siempre responsables . . . retorna una vez


más, quizás como la chance que el psicoanálisis le da al sujeto de no hacerse dis­
culpar baj o la coartada de la existencia de acciones que podrían ser consideradas
indeliberadas, inmotivadas e irresponsables. Aún así, cuando el sujeto se.lea en su
res2uesta al. Otro, habrá responsabilidad subjetiva. Chance. de lectura e inscripción
que habilita una dimensión del sujeto que ya no es la del mero efecto condicionado
por el Otro (A), sino la lectura de su respuesta a ese condicionamiento . . . ¿Sujeto
!e sponsable o efecto de responsabilización?
·

24
J. Lacan . ( 1 950) : "Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en crimino logía".
�n Escritos 1 , pág. 1 26.
_, 1 bíd., p ág . 1 2 1 .
30 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

LA RESPONSABILIDAD EN LOS NIÑOS

Marta E. Beisim *

e orno primera aproximación al tema, parto de una cita de Freud que se en­
cuentra en Lecciones introductorias al psicoanálisis ( 1 9 1 5 - 1 9 1 7) . En la
lección número 2 1 , llamada Desarrollo de la libido y organ izaciones
sexuales, Freud dice: "Es singular que la tragedia de Sófocles no provoque en el
lector la menor indignación y que, en cambio, las inofensivas teorías psicoanalíti­
cas sean objeto de tan enérgicas repulsas. El Edipo es, en el fondo, una obra inmo­
ral, pues suprime la responsabilidad del hombre, atribuye a las potencias divinas la
iniciativa del crimen y demuestra que las tendencias morales del individuo carecen
de poder para resistir a las tendencias criminales". 1
Corto aquí la cita para comentarla y luego retomarla. Lo que aquí interesa es el
enunciado "el Edipo es inmoral", aunque haya que matizar ese enunciado con res­
pecto al complejo, puesto que Freud no dice "el complejo de Edipo", se refiere más
bien a la obra de Sófocles o, eventualmente, al mito que está por detrás de ella. No
obstante, en otros sectores de su obra, Freud efectivamente sostiene que el comple­
jo de Edipo es inmoral. Por ejemplo, sin ir muy lejos, en Los tres ensayos, la idea
de que el niño es un perverso polimorfo va en esa dirección. Es incluso una idea
más aguda, ya que no sólo sitúa al niño como previo a la moral, sino que lo ubica
como un pequeño perverso.
Continúo con la cita de Freud: "Entre las manos de un poeta como Eurípides,
enemigo de los dioses, la tragedia de Edipo hubiera sido un arma poderosa contra
Ja divinidad y contra el destino, pero el creyente Sófocles evita esta posible inter­
pretación de su obra por medio de una piadosa sutileza, proclamando que la su­
prema moral exige la obediencia a la voluntad de Jos dioses, aun cuando estos or­
denen el crimen."
Hay aquí, en Freud, una referencia clásica muy conocida por él que hace al de­
sarrollo histórico de la tragedia en la antigua Grecia, y en el que se reconocen tres
etapas, a su vez marcadas por tres dramaturgos: Esquilo, Sófocles y Eurípides. La
idea de destino y, consiguientemente, la relación con los dioses, se va modificando
de uno a otro. Esto tiene importancia por el hecho de que con la creciente indepen-

* Lic. M arta E. Beisim. Psicoanalista. Investigadora de la clínica con niños. Actual supervi­
sora del área de O a 5 Unidad de Psicopatología Hospital de Niños R. Gutiérrez. CoDirecto­
ra del curso "Las huellas de la infancia". Hospital de Niños R. Gutiérrez. Buenos Aires
1 S igmund Freud. Lecciones de Introducción al psicoanálisis. Lección nº 2 1 : "Desarrollo de

la libido y organizaciones sexuales". O. C. Biblioteca Nueva, 1 973 , pág. 2329.


CULPA Y RESPONSABILIDAD 31

dencia de los humanos respecto del destino que le trazan los dioses, se construye
lentamente la idea de individuo, y mucho después, todavía, la de sujeto.
Ahora bien, pensemos en el mito de Edipo y también en la tragedia de Sófocles.
¿Por qué tendría que arrancarse los ojos Edipo? Finalmente, él no tiene la culpa de
sus actos ya que estaban prefigurados por el oráculo divino. Los dioses dispusieron
de él como si hubiese sido un juguete. Como existe una tendencia a interpretar el
mito de Edipo en términos modernos, y a Edipo como si fuera un suj eto como no­
sotros, esta referencia de Freud es importante en ese sentido, ya que en ella se de­
muestra que mito y complej o no son lo mismo o, como diría posteriormente Lévi­
Strauss, se produce una construcción nueva del mito.
¿Por qué se arranca entonces los ojos Edipo? Por un hecho estético. No puede
soportar lo que ve. No es por culpa, es por horror, honor estético. La culpa intro­
duce un elemento psicológico que está ausente del universo griego.
Un poco más adelante leemos: "En un estudio sobre los comienzos de la reli­
gión y la moral humanas, publicado por mí en 1 9 1 3 , con el título de Tótem y tabú,
formulé la hipótesis de que es el complej o de Edipo el que ha sugerido a la huma­
nidad, en los albores de la historia, la conciencia de su culpabilidad, última fuente
de la religión y de la moral".
Si se sigue el recorrido conceptual de Freud para llegar al tema de la responsa­
bilidad, lo que se encuentra en la base es la obediencia retroactiva y el sentimiento
de culpa en Tótem y tabú. Desde el sentimiento de culpa, la línea de deducción, el
desarrollo, pasa primero por la angustia social y de allí se derivan la conciencia
moral y el superyó, por un lado, y la responsabilidad, por otro. Por eso no podría
decirse abiertamente que el término "responsabilidad" no forma parte de los con­
ceptos del psicoanálisis. Sin duda, no es un concepto fundamental. Tiene una im­
portancia muy relativa y tiende a ser subsumido en otros conceptos de impronta
claramente analítica, por ejemplo, el de conciencia moral. También el superyó co­
existe con el campo que atañe a la cuestión de la responsabilidad.
Se abre una disyuntiva: o bien el concepto de responsabilidad en general, y en
los niños en particular, no está definido rigurosamente en el interior de la teoría y
habría que importarlo del derecho, por ejemplo, o bien contamos en el psicoanálisis
con una definición adecuada del término.
En Lacan hay una frase bastante conocida sobre la responsabilidad que dice que
no hay responsabilidad más que sexual; sólo se es responsable sexualmente en Ja
medida del savoir-faire que se tiene, es decir, en la medida en que uno se las arre­
gla con eso como puede, mediante algún artificio, por ejemplo. En ese sentido la
cu arta clase del seminario Joyce le sinthome se abre así: "No se es responsable más
que en la medida del saber-hacer [savoir-faire, en francés]". 2
Cito también otra referencia que está un poco más adelante, dentro de la misma
le cción: "Esto implica que -dice Lacan-, a pesar del pensamiento [creo que aquí "a

2
.lacques Lacan. Seminario. L ibro X XI I I : Joyce le sinthome. Scuil, Paris, pág. 6 1 .
32 PSICOANÁLISIS y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

pesar del pensamiento" significa "a pesar de lo que se cree", es decir, lo que se
piensa en ese momento del tema], y en el sentido en que responsabilidad quiere de�
cir no-respuesta o respuesta lateral, no hay responsabilidad más que sexual, y es
algo que todo el mundo, al fin de cuentas, intuye". 3
Hecha esta introducción, que sirvió para situarnos brevemente en la obra de
Freud, debemos convenir que históricamente la cuestión de la responsabilidad está
muy ligada con el derecho y la evolución de la cultura judeo-cristiana. Pensemos al
respecto en el "ojo por ojo" bíblico, en el que quien produce un acto condenado por
la ley debe padecer lo mismo que produjo. En lo que respecta al niño, la determi­
nación simbólica que es propia del campo de la responsabilidad es impensable si
no se la inscribe en el ámbito parental, en principio, y luego en el ámbito social;
por ejemplo, en las instancias educativas en todos sus órdenes. Ahora bien, inme­
diatamente, toda vez que nos referimos a esos campos, sobre todo al del derecho,
surge que el niño es inimputable. Tiene una serie de derechos, pero estos generan
muy pocas obligaciones, y el concepto de responsabilidad queda muy reducido.
Actualmente se está discutiendo en nuestro país y en otros si debe haber cam­
bios en el código en relación con las edades de los niños, teniendo en cuenta el
grado de penalidad o las modificaciones que deberían introducirse en el código pe­
nal para tratar delitos cometidos por púberes, prepúberes, etc. Se establece así una
zona de discusión, una zona gris para decirlo mejor, que va desde la pubertad hasta
la mayoría de edad y que afectaría particularmente a la salida de la niñez.
Pero, ¿dónde centramos nosotros, psicoanalistas, para circunscribir el tema de
la responsabilidad en los niños?
Si nos atenemos a las acepciones del término que derivan etimológicamente de
responsus, participio pasivo de respondere, palabra latina que tiene el sentido de
"darse como garante", deberíamos establecer el enlace que habría entre el niño y
sus actos. En una primera acepción, "responsable" es quien debe aceptar y sufrir
las consecuencias de sus actos; en una segunda, es quien debe, por ejemplo, reparar
los daños que ha causado, y debe sufrir el castigo previsto por la ley.
Como no hay acto infantil en términos de acto sexual y, siguiendo a Lacan aho­
ra sí casi a la letra, si sólo se es responsable sexualmente con el saber que se dispo­
ne de ello, el niño no podría situarse responsablemente con respecto a las conse­
cuencias de sus actos. De allí se desprende también el que se haga tan dificil esta­
blecer qué reparación podrían hacer los niños de los daños cometidos.
Por supuesto, en el terreno del análisis de niños hay que hacer la salvedad de
que puede tomarse como acto el juego, el acto lúdico. Esto es porque puede hablar­
se de un deseo de juguete, de las consecuencias de un acto en el terreno del juego
que realizaría el deseo de los niños, con esa limitación y dentro de ese marco. Si se
quiere, se trata de consecuencias "de jugando", pero que tendrían un valor similar a

3 J. Lacan. Op. Cit., pág. 64.


CULPA Y RESPONSABILIDAD 33

Ja verdad cuando aparece en el mundo de los adultos.


El situar el acto sexual en la infancia como imposible, como así también su
consecuencia inmediata que es la procreación, nos obliga a mirar más detenida­
mente el tema de los deseos infantiles.
Sabemos que el deseo se sostiene en la fantasía. El deseo se mira en la fantasía
y se sostiene en ella tanto como el yo lo hace en el espejo. De modo que pensar un
deseo independizado de la fantasía es como pensar una imagen sin espejo, o como
pensar un yo sin estadio del espejo. Por lo tanto: ¿hay deseo infantil?
El deseo que atribuimos al niño no está sostenido en ninguna fantasía respecto
del partenaire del acto sexual. Por lo tanto, habría que decir que los deseos edípi­
cos, para ir al punto álgido de la cuestión, son retroactivos, han sido supuestos una
vez que la posición fue abandonada. Entonces, sería mejor hablar de culpa edípica
que de deseos edípicos, porque la culpa introduce precisamente una solución, una
solución contra la angustia. ¿Por qué? En razón de que atribuye subjetividad a algo
que no la tiene o no la tuvo en algún momento. Como no podemos hablar estricta y
rigurosamente de sujeto deseante en la niñez, lo que viene a solucionar el problema
es la culpa. Se puede ubicar retroactivamente que hubo un sujeto y la prueba reside
en que se siente culpable de lo que hizo o de lo que deseó en aquel entonces.
En tanto no hay sujeto deseante en la infancia, el lugar que tiene el niño con
respecto al significante que representa su falta es complejo. Quizá de un modo que
podría parecer extremo pero no por eso menos riguroso, podríamos aseverar que el
niño no tiene un lugar diferente a aquél que le da el significante que lo representa.
No hay significante que represente al sujeto deseante que ha atravesado la in­
fancia y se ha convertido en adulto. Si se acepta esto, hay que deducir que, hasta
cierto punto, el niño está presente o enteramente "puesto" en el significante que lo
representa. Por lo menos, durante un tiempo esto es así, carece de otro lugar al que
referirse, hasta que sale del aferramiento materno, es decir, hasta que se quiebra la
identidad y se plantea y se ubica la problemática de la castración en la madre.
Podemos precisar ahora que si el niño está "puesto" en el significante, si es
idéntico a lo que lo representa, alcanzamos la idea o el concepto de destino (aun­
que esta comparación resulte un tanto metafórica). Volvemos así a la cita de Freud
que hice al comienzo.
Sin embargo, cabe la pregunta de por qué la identidad del niño con el signifi­
cante es correlativa de la idea de destino. Lo es debido a que el niño asume como
propio algo completamente exterior y que le da todo el lugar que tiene. En ese as­
pecto, que es el aspecto más edípico que se quiera imaginar, el niño no es respon­
sable. Está en la misma situación que el héroe antiguo, que el mismo Edipo, para
seguir con el ejemplo que tomamos al inicio. Es un juguete de los dioses, de las pa­
labras que toma prestadas del Otro.
Para salir de esa situación tiene que haber un agujero en algún lado. Y, como
fundamentalmente lo que falta es el significante que en la lengua podría designar al
sexo, el niño se abrirá paso trabaj osamente por el complejo de castración.
34 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

El significante está desde antes, o desde siempre, no somos nosotros quienes lo


producimos, especialmente no es el niño quien lo produce, y, por lo tanto, si Iios
ubicamos ahí, con lo que esto comporta, si llevamos un nombre y un apellido, y
caemos en medio una historia familiar, lo que llamamos la novela familiar del neu­
rótico, siguiendo a Freud, entonces vehiculizamos un destino. (Digo "la novela fa­
miliar" en un sentido amplio, porque en sentido estricto en Freud la novela familiar
remite al extrañamiento de los padres).
Los significantes, como decía Lacan, son hipnóticos. Nos hacen hacer cosas,
nos determinan. Instauran una dimensión de aferramiento y compulsión, de deter­
minación y coacción. En la medida en que este aferramiento es edípico, pegando
un pequeño salto podríamos decir que es un aferramiento a la familia; la salida de
allí es también una salida a la exogamia. La pérdida de aferramiento, de alienación,
la mayor libertad que adquiere un niño al constituirse, lo lleva al campo social. Y
eso vuelve a conectarnos con el tema de la responsabilidad por otra vía.
Diremos, por ejemplo, que la responsabilidad se desarrolla en un campo social,
o bien que no hay responsabilidad sólo familiar.
Para concluir podemos establecer la siguiente diferencia: una cosa es que un
niño se haga cargo, se haga responsable de algo que hizo o dej ó de hacer, y otra
cosa muy distinta es que haga caso. Cuando hace caso, consolida su apego al signi­
ficante, sigue la voz que le ordena. El niño allí está referido al mandato, y sobre to­
do a la prohibición, y por qué no, también al destino. Cuando ya grande se hace
responsable, cuando se hace cargo, no está sometido o inmerso en una relación de
obediencia. Se trata de algo que vuelve sobre él, pero que hasta cierto punto no es
exterior o, al menos, cuya exterioridad ha sido reducida; se trata de algo que lo in­
terroga y de .lo cual podría responder desde un lugar constituido.
Ahora bien, hecha esta distinción, y aceptando la limitación que se perfila so­
bre la cuestión de la responsabilidad en los niños, hay que hacer una diferenciación
secundaria. ¿Cómo pensar la eficacia del tratamiento en el análisis de niños si no
son responsables? La cuestión, en primera instancia, es que el psicoanálisis, al me­
nos como lo concebimos nosotros, no opera mediante el insight. Entonces, no plan­
tea demasiados problemas que alguien se haga responsable o no; sería como decir:
se hizo conciente o no. Se puede pensar todo el análisis de un adulto, jugado trans­
ferencialmente, sin que el fantasma o los fantasmas decisivos del paciente hayan
sido concientes, basta que la transferencia los haya movilizado y que hayan tocado
al síntoma a partir de su movimiento. Esto, por supuesto, ocurre con mayor razón
en el análisis de un niño. En segundo lugar, y a esto nos lleva la cuestión anterior,
el tema de la responsabilidad no es igual al tema de las consecuencias. El análisis
de niños comporta consecuencias independientemente del hecho de que el niño se
haga o no responsable de ellas. Y, como dijimos, hay que pensar las consecuencias
en el interior de ese espacio lúdico tan particular que se produce sólo en las sesio­
nes analíticas con niños.
CULPA Y RESPONSABILIDAD 35

Un ejemplo a modo de conclusión

Una paciente que cursaba la escuela primaria en sexto grado me contó, a lo lar­
go de varias sesiones, algunas situaciones que se suscitaron en su escuela y creo
que resulta pertinente incluir su relato dentro de este trabajo porque afecta al tema
de la responsabilidad. No se tratará entonces de un material en el que podamos en­
contrar un enfoque acerca de la intervención analítica sino, más bien, de un testi­
monio de sucesos por los que transcurre la infancia en nuestros tiempos.
En la primera de las situaciones que había comprometido a un grupo de alum­
nos de su grado, las autoridades de la escuela tomaron cartas en el asunto que des­
pués pasaré a referir, llamando a los padres de los niños en cuestión y fuertemente
escandalizados. La mayoría de los padres no acompañó a la escuela en tamaño re­
vuelo y la tranquilidad volvió rápidamente.
Se trató de lo siguiente: dos varones pidieron a un grupito compuesto por varo­
nes y niñas que les escribieran "por encargo" unas cartas de amor para dárselas a
las chicas que les gustaban. El encargo fue pagado, dado que éste había sido el tra­
to, con una suma de dinero que se consideró apropiada. Obviamente, los alumnos
que redactaron las cartas fueron elegidos por ser los que redactaban mejor.
Debo decir que, cuando la paciente me relataba lo que había sucedido, a mí me
' pareció encantador, posiblemente por las resonancias shakesperianas del asunto.
Igualmente, me cuidé mucho de decirlo y traté de saber qué le pasaba a ella.

1
La paciente había tomado partido por la voz de los padres, quienes considera­
¡ ban que la escuela había exagerado con la trascendencia que le había dado al tema:
reuniones de padres, reuniones de alumnos, etc. La escuela, por medio de la direc­
tora y de la psicopedagoga, manifestaba que los alumnos no debían hacer tareas
por dinero que, además, le pagaban otros niños. Finalmente todo quedó en un "no
lo vamos a hacer más".
Mi paciente decía que había muchos niños que vendían cosas por la calle y que
1 la escuela no decía nada de ellos, y preguntaba qué era lo que estaba mal. Lamen­
tablemente, no llegó a mis manos ni a las de la paciente ninguna de las cartas que
fueron escritas, y cuya lectura hubiera sido de mucha importancia para saber la opi­
. nión de los niños acerca del amor.
Aproximadamente dos meses después de lo sucedido, la paciente me contó otra
complicación escolar, pero esta vez estaba preocupada o casi angustiada. Curiosa­
mente su preocupación no estaba referida a los hechos sucedidos que eran bastante
más graves que los anteriores, sino a que esta vez la escuela no les había dado nin­
guna importancia, excepto un reto leve a los participantes. Se trataba de lo siguien­
te: un grupo de nenas y varones le habían pagado a dos chicos para que les dieran
una paliza a otros dos que eran los más peleadores del grupo. Y esto había o curri­
do.
36 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

La anécdota ya no me pareció encantadora en absoluto, posiblemente por las re­


sonancias mafiosas que tenía. La paciente decía que la escuela tenía que hacer algo
pero que, probablemente, estaban cansados porque no les habían "dado bolilla" la
vez anterior. Me contaba también que no se hablaba del asunto y que ella tampoco
hablaba porque sentía que no les parecía bien que se tocara el tema.
Yo le dije que sus compañeros se habían comportado como un ejército que con­
trata mercenarios y que eso ocurría en la antigüedad. Aclaro que la paciente cono­
cía perfectamente la función de los mercenarios en la historia. Sin dejarme termi­
nar, me dijo que su papá le había dicho lo mismo.
Después de hablar un rato con ella, supe que lo que más le preocupaba era la
opinión de la maestra, y si le había parecido que se habían portado mal en ocasión
de las cartas porque ella había participado, y la maestra en esa oportunidad los
había defendido. Como ahora la maestra permanecía tan silenciosa como el resto
de las autoridades de la escuela, la paciente pensaba que se había arrepentido de
defenderlos antes. Por otra parte, pensaba que los chicos esos se merecían una pali­
za porque peleaban siempre, y que si les habían pagado a los que se la dieron no
importaba tanto.
Aquí termina el relato y lo que se recorta con mucha insistencia es la pregunta
o, tal vez, la incertidumbre acerca de dónde situar lo que verdaderamente importa.
Esta suerte de anécdota, o de viñeta para decirlo más elegantemente, me parece
que redondea un poco el tema de la responsabilidad en el momento actual. Digo
"en el momento actual" porque creo que se ha corrido algo en lo que respecta a la
cuestión de la responsabilidad en los niños, desde el momento en que pasó a ser un
tema de los propios niños. No porque los niños se hagan responsables, sino porque
el tema es un tema del que ellos hablan. Es un tema que de una forma u otra se les
plantea como problema, tengan o no responsabilidad y decisión en él.
¿Qué dicen los chicos? ¿De qué nos habla esta situación en ese colegio?
Yo lo resumiría así, sugiriendo una respuesta con aquella vieja historia: "Dice
mi papá que no está". Es parte de otra anécdota. Un señor lo manda al hijo, cuando
vienen a cobrarle una cuenta, a decirle al cobrador que golpeaba la puerta, que no
estaba. El chico va y dice: "Dice mi papá que no está".
Los responsables, las autoridades del colegio en este caso, en el segundo caso,
no están. Y de esto nos enteramos por los chicos.
CULPA Y RESPONSABILIDAD 37

VICTIMIZACIÓN, DERECH OS Y RESPONSABILIDAD:


UNA APROXIMACIÓN A SU COMPLEJIDAD
EN LOS TIEMPOS DE LA NIÑEZ

Adriana Alfana *

niciaremos el recorrido planteado en el título por el término ' víctima' . En una

I de sus acepciones, se refiere a la "persona que padece daño por culpa ajena o
por causa fortuita". 1 Es decir, alude a alguien no involucrado en la causa de su
padecimiento, en tanto su condición de víctima se define a partir del daño produci­
do por otros o por el azar.
El tipo de situación que da origen al padecimiento permite agrupar a las vícti­
mas en un conjunto que las nombra, confiriendo un atributo que hace del sujeto la
sustancia misma del daño. La entidad que conforman, en principio, puede resultar
potente para la búsqueda de justicia, pero su eficacia se desvanece ante la posibili­
dad de enlazar a cada sujeto ya no con el padecimiento compartido sino con el pro­
pio. Abarcando a todos desaloja a cada uno, equipara en el conjunto lo que no es
equiparable en el uno por uno, y pasa por alto aquello que, pudiendo beneficiar al
grupo afectado, no resulta necesariamente favorecedor para cada sujeto. De esta
manera, quien es nombrado por su marca de víctima queda incluido en la unifor­
midad, creyendo que los demás sufren de lo mismo que sufre él. Y, como los efec­
tos del daño nunca son uniformes, la víctima queda amparada en el conjunto pero
se extravían sus diferencias subjetivas.
Mencionaremos un caso que se ha hecho público, para señalar algunos aspectos
relativos a la lectura del lugar de la víctima que hacen quienes están por fuera del
grupo. En el año 2008, los medios de comunicación anunciaron que dos niños de 7
Y 9 años habían matado a una niña de 2 . Los diarios publicaron que los funciona­
rio s judiciales intervinientes se estremecieron al escuchar el relato del crimen por
parte de los pequeños victimarios, ya que eran conscientes del dolor que le inflig­
ían a la víctima y aun así no se detuvieron. Los vecinos declararon que ambos ni­
ños formaban parte de un grupo familiar de características violentas, donde todos
los hermanos eran castigados y observaban a diario escenas de violencia. Al menos
en esos momentos, los mismos vecinos se oponían a que los niños regresaran a vi­
vir en el barrio, y tampoco resultaba posible encontrar una institución que estuviese

* Lic. Adriana Alfano.


Docente de la cátedra I Psicología, É tica y Derechos Humanos de la
Fac ultad de Psicología (UBA). Investigadora U BACyT. Integrante de la Secretaría Nacio­
�al de Niñez, Adolescencia y Familia.
C f. Diccionario de la Real A cademia Española. Espasa Calpe, 1 98 1 .
38 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD11

en condicione s adecuadas de recibirlos. Hubo quien se aventuró a decir también


que debían ser entregados en adopción. 2
En definitiva, los niños que cometieron el crimen ¿son victimarios o víctimas?
y la pequeña niña asesinada, que deambulaba sin el cuidado de un adulto, ¿es sólo
víctima de la violencia extrema de otros niños o también del desamparo familiar?
Si ser víctima o ser victimario depende del lugar que el otro le asigne en la escena,
¿qué dirección deberían tomar entonces las prácticas de las instituciones que en es­
tos casos intervienen? Cuando se habla de restitución de derechos, cuáles, hacia
quiénes, con quiénes, cómo, dónde, son algunas de las preguntas que se despliegan,
y las respuestas pueden ser muy distintas según sea el recorte que se haga de la si­
tuación.
Cuando se trata de jóvenes institucionalizados por haber cometido infracciones
a la ley penal, sucede algo similar. En el ámbito del encierro, son considerados víc­
timas de la exclusión social, a quienes el Estado debe restituir sus derechos en fal­
ta. Pero, al recuperar la libertad, las mismas víctimas suelen ser convertidas en po­
sibles victimarios. De esta manera, se produce un continuo donde estos jóvenes re­
sultan de pronto vulnerables, de pronto peligrosos.
La inocencia de la víctima y la crueldad del victimario convergen en el mismo
sujeto según el discurso en el que queden abarcados o, dicho de otra manera, según
la lectura mediática, ideológica, socioeconómica, de género, etc., por la que queden
más convenientemente atravesados.
Allí mismo donde la víctima queda por completo ajena a su padecimiento -sea
porque éste haya sido provocado por otros o resultado de un azar trágico- recurre
también el victimario para exculparse, amparándose en sus propios infortunios, en
alguna obediencia, o en algún diagnóstico que lo represente.
Tanto víctima como victimario quedan de esta forma desimplicados subjetiva­
mente y, en consonancia con esto, en tanto no resulta posible abolir las marcas que
los atraviesan, toda intervención que otorgue consistencia y uniformidad a tales
marcas propicia condiciones de revictimización.
El filósofo francés Alain Badiou nos invita a pensar con otras coordenadas, ra­
dicalmente diferentes. Dice que "es necesario romper con la concepción victimista
del hombre y de sus derechos, y dejar de pensar que la figura humana sólo se perfi­
la entre la víctima y la compasión por la víctima". Y agrega, de manera algo pro­
vocativa: "La humanidad es sin duda una especie animal. Es mortal y cruel. Pero ni
la mortalidad ni la crneldad pueden definir la singularidad humana en el mundo de
los vivos. El hombre, como verdugo, es una abyección animal. Pero (y hay que te­
ner coraje para decirlo) como víctima no vale por lo general más que el verdugo".3

'
- La noticia del crimen de Milagros, una nifla del partido bonaerense de Alm irante Brown,
apareció en Jos diarios el 2 1 -05-08.
3 Ala in Badiou. Reflexiones sobre nuestro tiempo. Interrogantes acerca de la ética, la polí­

tica y la experiencia de lo inhumano, Ediciones del Cifrado, 2006, pág. 3 9 .


CULPA Y RESPONSABILIDAD 39

Este es, indudablemente, un pensamiento muy fuerte, que está apoyado en la idea
de que el estado de víctima "asimila al hombre [ . . . ] a su pura y simple identidad de
4
viviente".
"Cabe preguntarse, ¿qué mérito hay en ser víctima? Una respuesta posible sur­
ge retomando el sentido original del término: persona o animal destinado al sacri­
ficio. La reducción de la humanidad a la materialidad de la carne no puede ser omi­
tida. En tal sustitución no hay metáfora alguna: los lugares pueden intercambiarse
porque en ese cuadro no hay distancia genuina entre lo humano y lo animal". 5 Di­
cho de otro modo, si de víctima se trata, esta acepción no hace diferencia en lo que
se destina al sacrificio, pues excluye la dimensión simbólica que, más allá de su
condición de viviente, es fundante de lo humano.
Para el psicoanálisis, aquello que funciona como causa material es el significan­
te, el que, al introducir al sujeto, lo divide como tal. Las operaciones de alienación
y separación en las que el suj eto se constituye, se efectúan en dependencia signifi­
cante respecto del lugar del Otro6; es decir, es desde ese lugar que se otorgan los
significantes que van a dar lugar al advenimiento del suj eto.
Ahora bien, nuestro propósito es situar el atolladero con el que nos encontramos
al abordar la valoración de la víctima o su pertenencia a un grupo de afectados, pe­
ro no podemos soslayar, en este tema, las diferencias habidas entre niño y adulto.
Correr al niño del lugar de víctima no impide tener en cuenta los tiempos o cir­
cunstancias en los que se requiera que un adulto sancione lo que puede constituir
un daño para él.
Por otra parte, también debemos considerar que los modos en que el niño es
concebido en cada época afectan las formas de respuesta que el niño da. En rela­
ción con esto, tomaremos una tesis del historiador argentino Ignacio Lewkowicz
respecto del cambio ocurrido en el estatuto del Estado, y las modificaciones que es­
to produce en la subj etividad. Este autor sostiene que el Estado nación ha devenido
Estado técnico administrativo. Así como el primero funda su representación en la
soberanía nacional, el segundo lo hace por la vía técnica y contable. En el Estado
nac ión, los derechos resultan de prohibiciones y obligaciones, es decir, "los dere­
chos son todo aquello que no se sustrae a algún deber". "El deber legal es la ins­
tancia primera; los derechos son una instancia derivada". Por el contrario, "en los
Estados técnico administrativos, los derechos no son el subproducto de una ley que
prohíbe sino que resultan de la afirmación directa de unas series casi ilimitadas de
derechos". El enunciado que funda al primero es "hay ley, ergo, tengo derechos".

4
Alain Badiou. La ética. Ensayo sobre la conciencia del Mal, Revista Acontecimiento Nº
� , Buenos Aires, 1 994. ,
C arlos Gutiénez - Ignacio Lcwkowicz. "Memoria, víctima y sujeto". En Revista Indice
�º 23 , DAI A, 200 5 .
Jacques Lacan. E l Seminario. Libro 1 1 : Los cuatro conceptos fimdamentales del psicoaná­
lisis, Paidós, J 986.
40 PSICOANÁLISIS y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

En el segundo es "tengo derechos". La diferencia no es poca: los primeros se pro­


ducen simbólicamente, derivados de una prohibición, y ésta constituye su límite;
los segundos son establecidos a partir de una autoproclamación, y el límite no está
dado por la prohibición sino por la imposibilidad de obtenerlos. 7
La transformación que se produce en la subjetividad con la caída del Estado na­
ción, según Lewkowicz, se traduce en el pasaje de la categoría de ciudadano a la de
consumidor, en la que el niño es tomado también como un consumidor más, desti­
tuyendo de esta manera la diferencia con el adulto que era contemplada dentro de
la categoría de ciudadano. Es decir, en este pasaje, el niño dej a de ser un ciudadano
en formación y adquiere los derechos del consumidor, equiparándose al adulto.
Alain Badiou advierte que "la cuestión [ . . . ] consiste siempre en conocer el pre­
cio que, en materia de definición del hombre, se paga por cualquier ampliación de
sus derechos. Pues una igualdad es reversible. Si el niño tiene los derechos del
hombre, esto puede significar que es un hombre, pero también tener por condición
que éste acepte no ser más que un niño''. 8
Si bien la mencionada tesis de Lewkowicz es previa a la instalación de las nue­
vas coordenadas jurídicas que sitúan al niño como ciudadano pleno a partir de su
nacimiento, vale actualizar la pregunta acerca de los alcances de tal equiparación:
si niño y adulto tenían distinto estatuto como ciudadanos y luego pasaron a tener
igual estatuto como consumidores, ¿cuál será el devenir de su equiparación como
ciudadanos plenos al mismo tiempo que consumidores activos? ¿Estarán habilita­
dos sólo para consumir derechos?
Para subrayar la diferencia con el viejo paradigma tutelar, en el marco del nue­
vo tratamiento jurídico del lugar del niño, se suele sostener que la protección de la
ley no recae ya sobre el niño sino sobre los derechos que lo asisten. Esto se repite
hasta el cansancio pero no se interroga acerca de sus alcances, en especial, si to­
mamos por válida la interpretación según la cual la protección de la ley no recae
sobre el niño. Entendemos que se trata de otra cosa. El sistema tutelar que definía a
los niños por sus carencias para volverlos objeto de protección, se basaba en crite­
rios criminológicos que justificaban las prácticas coactivas desde el Estado, bascu­
lando entre los niños indefensos y los peligrosos que, en definitiva, eran los mis­
mos. Si consideramos que el nuevo marco legal constituye una herramienta su­
peradora de las prácticas violatorias de los derechos de los niños, entonces debe­
mos entender que la ley debe ofrecer un plus de protección mientras el niño no
pueda ejercer sus derechos por sí mismo.
Ahora bien, si los niños han devenido titulares activos de los mismos derechos
fundamentales de los adultos más otros derechos específicos, debemos pensar qué
tipo de responsabilidad les concierne -si es que pensamos que les concierne algu-

7 Ignacio Lewkowicz. Pensar sin Estado. La su�jetividad en la era de la fluidez, Paidós,


Buenos Aires, 2004.
8 Alain Badiou. El siglo . Manantial, 2006, pág. 1 02 .
CULPA Y RESPONSABILIDAD 41

na- por el ejercicio de la ciudadanía. Es decir, podemos sostener que, en concor­


dancia con los tiempos de cada niño, el ejercicio de los derechos conlleva la posibi­
lidad de un efecto de subjetivación.
El campo jurídico recurre a la noción de autonomía progresiva como forma de
contemplar una gradación en el nivel de decisión o de autodeterminación del niño.
Es decir, que si bien el niño es titular de sus derechos desde el nacimiento, no po­
drá ejercerlos sino de manera progresiva. En sintonía con la autonomía, la respon­
sabilidad también tiene un carácter de adquisición progresiva, vinculada a la con­
ciencia de las consecuencias de sus propias acciones sobre sí mismo y sobre los
demás.
Nuestro Código Civil establece pautas de edad para considerar adquirido el dis­
cernimiento respecto de actos lícitos e ilícitos. No obstante, que el niño tenga capa­
cidad de distinguir el alcance de determinados actos, no implica que sea jurídica­
mente responsable por ellos. Más allá de que el niño pueda discriminar que lo que
ha hecho resulta ilícito, y más allá incluso de la mayor o menor gravedad del acto
ilícito, no responde por él ante la ley. Tomamos el concepto de responsabilidad a
partir de su definición clásica, del latín respondere, donde responsable es aquél que j
está obligado a responder o de quien es esperable una respuesta.
·

Al acercarse a ubicar la responsabilidad en el niño a través de su capacidad de


discernir y de su autonomía progresiva, la ley se apoya en la noción de sujeto de la
conciencia. Es decir, si bien no tiene responsabilidad jurídica frente a sus actos, la
responsabilidad que le concierne al niño en el terreno de los derechos es sin dudas
la del sujeto de la conciencia.
Entonces, sabemos cuáles son los derechos que le asisten al niño, pero ¿de qué
es responsable el niño cuando todavía no es esperable de él que responda por sus
actos ante la ley? En este punto al que arribamos, vamos a abrir la noción de res­
ponsabilidad en el niño con algunos elementos que nos brinda el psicoanálisis. La
pregunta acerca de qué es responsable el niño, o bien, frente a qué es esperable su
respuesta, no será ahora como ciudadano, como suj eto de derechos ni como sujeto
de la conciencia.
El psicoanálisis no piensa al niño a través de etapas evolutivas del desarrollo,
que ponen de manifiesto diversos aspectos madurativos esperados según su edad.
No lo hace porque se apoya en una noción de sujeto que, si bien admite distincio­
nes temporales, se sostiene en la falta o incompletud estrnctural que lo funda y que
pone en marcha la singularidad de sus respuestas frente a ella. Es allí mismo donde
anida la responsabilidad de la que el sujeto no puede escapar. Recordemos que
Freud adjudicó responsabilidad al sujeto incluso por el contenido de sus sueños. En
el texto "La responsabilidad moral por el contenido de los sueños", Freud hace
una breve pero muy precisa referencia a la responsabilidad en el terreno jurídic o,
deslindando con claridad las diferencias con la responsabilidad frente al deseo in­
consciente, referencia donde también pueden deducirse las distinciones necesarias
para determinar la culpabilidad de un sujeto en ambos campos. Allí indica dejar "al
42 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

jurista la tarea de instituir una responsabilidad artificialmente limitada al yo metap­


sicológico". 9
Para el psicoanálisis, el niño no es un producto pasivo del discurso de los pa­
dres, sino un suj eto que tiene que hacer algo con aquello que se le ofrece, y que
debe hacer una elección a paiiir de las condiciones de posibilidad que encuentra.
Asimismo, en la medida que viene a ocupar un lugar designado en la sucesión de
generaciones, se espera algo de él aunque eso mismo le resulte enigmático o des­
conocido. Por lo tanto, también deberá decidir acerca de qué se trata eso. No tiene :
carácter de decisión voluntaria y consciente, sino que tiene carácter de respuesta. 1
Esa respuesta que le concierne al niño se ubica ya en el campo de la responsabili­
dad.
El acto que constituye al niño como tal es el juego. Podemos decir entonces que
el niño responde en y por su juego, y en tanto permanezca en el marco ficcional
donde la sexualidad y la muerte queden excluidas como acto. Si un niño mata -lo
que equivale a salir de la escena inofensiva del juego- deja devastada su estricta
condición de niño.
Hablar de responsabilidad en tiempos de la niñez da lugar, entonces, a contem­
plar al niño en su singularidad y no en su rango etario. Que el niño tome la palabra
como corresponde a sus derechos se diferencia radicalmente del dejarse subsumir
en la marca que porta (ya sea de orden médico, psicológico, jurídico, social, eco­
nómico, educativo, étnico), lo que implicaría destinarlo a formar parte de un grupo
que es representado por un estigma.
No pretendemos dejar de lado las circunstancias que pueden conformar un
campo de determinación donde esté inmerso, pero es abriéndose paso en ese cam­
po de determinación ajeno a él que el sujeto decide. Lo que está en relación con
sostener que si bien ciertos derechos vulnerados deben serle restituidos, hay una
dimensión del daño que no puede ser reparado o no es posible recuperar todo lo
perdido.
Cabe preguntarse cada vez bajo qué forma tomar la palabra del niño, como mo­
do de apropiación de sus actos sin que esto conduzca a borrar el límite que separa
su responsabilidad (en el sentido jurídico) de la del adulto. En especial, en aquellas
ocasiones extremas en las que el niño se encuentra inerme frente a su propio acto
criminal porque la familia misma ha quedado desamarrada de la ley.

9 Sigmund Frcud. "Algunas notas adicionales a la interpretación de los sueños en su conjun­

to ( 1 925). B) La responsabilidad moral por el contenido de los sueños". O . C . Tomo XIX,


Amorrortu, 1 986, pp. 1 33 - 1 36 .
CULPA Y RESPONSABILIDAD 43

LA INFLUENCIA DE LOS OTROS


y LA RESPONSABILIDAD MORAL DEL SUJETO EN SU SÍNTOMA

Marco Alexis Salcedo *

ateraetiologie
Introducción

es un vocablo alemán utilizado por Sigmund Freud para su­

V gerir la posible participación del padre en el desarrollo de las enfe1meda­


des nerviosas. El padre es una figura emplazada en los inicios de la doctri­
na psicoanalítica dentro del marco de la teoría traumática, asi siempre por el abuso
que pudiera hacer del poder que se le ha atribuido. Padre seductor, incapaz de se­
guir los parámetros que él mismo debe promover con sus actos, vuelve víctimas a
sus hij os. Esa fue la imagen que Freud presentó primero de este ser primordial.
Aún cuando la etiología traumática fue por entero cuestionada por su autor en
1 897, no obstante la hipótesis se convirtió para muchos en la referencia más común
al pensamiento psicoanalítico, haciéndosela extensiva y aplicable a toda formula­
ción producida por Freud. Desde esta perspectiva, por ejemplo, los niños son plan­
teados, aún en el contexto teórico del relato edípico, como seres pasivamente mol­
deados según la serie de abusos, seducciones, errores o imposiciones que los pro­
geñífores hayan efectuado respecto de ellos. De acuerdo con tal consideración, a
los seres humanos, estructurados por las vivencias que otros activamente les infli­
gieron, sólo les queda lamentarse de los agravios recibidos, después de haber al­
canzado la edad para comprender los daños recibidos. Su máxima acción se reduce
a intentar defenderse de la vivencia traumática de la cual fueron víctimas. Lo trau­

raetiologie.
mático es inteligido, entonces, como proveniente siempre del afuera.
Ni aún en el asunto de la incorporación de la ley se deja de implicar esa Vat ­
La intemalización de los preceptos normativos sociales se comprende,
e
desde este punto de vista, como consecuencia de la simple y llana imposición pa­
terna, o de la sumisión y sugestibilidad del niño, ejemplificada vívidamente en las
pasiones que caracterizaban a las histéricas.
A continuación se examinarán estas puntualizaciones mostrando hasta qué pun­
to el descubrimiento freudiano de la sexualidad infantil implicó que el niño dejara
de ser percibido como un objeto pasivo, dispuesto a la libre satisfacción de las con­
flictivas mociones pulsionales de los adultos.

* M arco
Alexi s Salcedo. Psicólogo. Licenciado en Filosofía. Magi ster en Filosofía. Docente
e n la fac ultad de psicología
. de la Universidad San Buenaventura, Cali, Colombia. Catedrá­
ti co en el Instituto de
Psicología de la Universidad del Vaile, Cali, Colombia.
44 PSICOANÁLISIS y EL HOSPITAL Nº 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

El sujeto en el complejo de Edipo

Iniciemos formulando estas inquietudes: ¿qué implica que el complejo de Edipo


se perfile como el núcleo de las neurosis? Al ser para Freud la referencia necesaria
y etiológica de toda producción sintomática psíquica, ¿se está ahí responsabilizan­
do por entero a los padres de las neurosis de sus hijos?
La dinámica mostrada en este modelo etiológico podría, sin duda, dar lugar a
interpretaciones en las que se excluye por entero la responsabilidad del sujeto en su
padecer. Madres esquizofrenizantes; la opresión social; el double bind; la locura o
las neurosis de los otros son argumentos que se esgrimen como el elemento clave
para la comprensión de las afecciones anímicas, argumentos que, de alguna mane­
ra, toman de base al complej o de Edipo. En síntesis, todo y todos son responsables
de la dolencia del individuo, menos él mismo. Es lo social, o lo biológico, o son los
padres y el contexto socio-cultural, o son los genes y cualquier otra anomalía fi­
siológica. Desde luego, lo notable es la ausencia del suj_eto.
Sin embargo, el análisis de los grandes lineamientos que Freud trazó del com­
plej o de Edipo no permite concluir eso, cuestión posible de verificar con la ilustra­
ción de la dinámica establecida por él para este complejo. El sentido de la trama
edípica radica en que muestra los recorridos adoptados por la pulsión y/o el deseo
en su afán por realizarse y adecuarse a las imposiciones externas e internas. De
modo que desarrollada esta estrnctura en función de los intentos de satisfacción de
las aspiraciones pulsionales y desiderativas. ¿A quién le corresponde entonces la
verdad ahí denunciada? ¿A los padres? En alguna medida tal vez sea así. Sin em­
bargo, siempre será la verdad del sujeto, sujeto para quién es inevitable recurrir a
sus padres en sus años de infancia, dado el desvalimiento biológico en el cual nace.
Desde la primera forma de complejo, el complej o del destete, es posible para
Lacan reconocer el suj eto: "Traumático o no, el destete deja en el psiquismo
humano la huella permanente de la relación biológica que interrumpe. Esta crisis
vital se dobla en efecto de una crisis del psiquismo, la primera sin duda cuya solu­
ción tenga una estructura dialéctica. Por primera vez, según parece, una tensión
vital se resuelve en intención mental. Según esta intención, el destete es aceptado o
rechazado; la intención ciertamente es muy elemental puesto que no puede ser
atribuida siquiera a un yo rudimentario; la aceptación o el rechazo no pueden ser
concebidos como una elección, puesto que, en ausencia de un yo que afirme o nie­
gue, no son contradictorios, sino polos coexistentes y contrarios, y determinan una
actitud ambivalente por esencia, aunque uno de ellos prevalezca en el destete ". 1
Así pues, ahí mismo, en el hecho de que solicita a sus progenitores los elemen-

1
Jacques Lacan. Los complejos familiares en laformación del individuo . Traducción M aría
C. Tenorio, pág. 1 1 .
CULPA Y RESPONSABILIDAD 45

tos necesarios para llegar a constituirse, Freud preludia los movimientos propios de
un sujeto. "Al comienzo de todo, en la fase primitiva oral del individuo, es por
completo imposible distinguir entre investidura de objeto e identificación. Más
tarde, lo único que puede suponerse es que las investiduras de objeto parten del
ello, que siente las aspiraciones eróticas como necesidades. El yo, todavía endeble
al princ pio,
i recibe noticias de las investiduras de objeto, les presta su aquiescen­
cia o busca defenderse de ellas mediante el proceso de la represión ". 2
El niño, preso ahora de las identificaciones y elecciones de objeto que le han
constituido su estructura psíquica, colabora activamente en su satisfacción pulsio­
nal creando guiones fantasiosos, que luego son destinados a la represión. Estas
mismas fantasías pueden con el tiempo desarrollar efectos patógenos, hallándose
en la base de los síntomas neuróticos. "(Las fan tasías) tienen gran importancia pa­
ra la génesis de diversos síntomas, pues proporcionan directamente los estadios
previos de estos, vale decir, establecen las formas en que los componentes libidi­
nales reprimidos hallan su satisfacción ". 3
Las fantasías, estadios psíquicos previos a la emergencia sintomática, delatan en
forma evidente la participación del sujeto en sus padecimientos, por el hecho de
que el individuo busca ávidamente entregarse a la elaboración de "sueños diurnos",
para lograr "cumplimientos de deseo engendrados por la privación y la añoran­
za"4; sueños diurnos que van a ''proporcionar la clave para entender los sueños
nocturnos; el núcleo de (estos últimos) . . . no es otro que estas fantasías diurnas
co licadas, desfiguradas y mal entendidas por la instancia psíquica conscien­
mp
te". Dentro de esos deseos que pugnan por satisfacerse a través de la fantasía,
Freud subraya en particular uno: la del deseo de saber. Intensamente relacionado
con la investigación sexual de los primeros años de infancia, mostró en el caso del
pequeño Hans que su conformación se daba con total independencia de las suge­
rencias de los mayores.
" . . . en el curso del análisis, nuestro pequeño paciente ha mostrado independen­
cia sufic iente para poder absolverlo del veredicto de < <sugestión > >. Como todos
los niños, aplica a su material sus teorías sexuales infantiles, sin recibir incitación
algu na para ello. Y considérese que tales teorías son enteramente ajenas al adulto;
además, en este caso yo había omitido preparar al padre anticipándole que el ca­
mino al tema del nacimiento tenía que pasar para Hans a través del complejo de
excrec ión. Lo que a raíz de mi negligencia se convirtió en una parte oscura del
aná lisis proporcionó luego, al menos, un buen testimonio sobre el carácter genui­
no Y autóno mo del trabajo de pensamiento en Hans ". 6

i s �· gmund Freud.
3
El Yo y el Ello. O. C. Amorrortu, Argentina, 1 984, pág. 3 1 .
4 Sigm und Freud. Tres ensayos de una teoría sexual. Op cit., pág. 206. Nota 28
5 Si gmund
Freud. Las fantasías histéricas y s u relación con l a bisexualidad. Op. Cit , p . 1 4 1
6 L oe . cit.

Sigmund Freud. Análisis de lafobia de un niiio de cinco aiios . Op. Cit, pág. 87
46 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

La teoría cloaca! es, según Freud, una de las teorías sexuales preedípicas comu­
nes en los niños que, al ignorar la distinción entre la vagina y el ano, suponen que
el nacimiento de los bebés se produce al modo como se expulsan los excrementos.
Dicha teoría intenta, pues, responder a uno de los interrogantes que gobiernan al
niño: cómo es que los bebés llegan al mundo. É sta y otras teorías son las que el in­
fante desarrolla en su intento por comprender las cosas inquietantes de la realidad.
Y, como se echa de ver, prneban que sin importar cuál sea la teoría explicativa que
un adulto enseñe a un niño, para responder, por ejemplo, a su pregunta de cómo es
que nacen los bebés, la teoría de la cigüeña, la teoría científica oficial o demás, el
pequeño siempre dará preferencia a la tesis por él mismo creada.
De tal manera que, para Freud, en el niño, en el adulto, en el histérico, en fin, en
cualquier sujeto, la aprehensión de la realidad está altamente determinada por lo
que constituye su propia verdad, verdad que el dispositivo y la teoría psicoanalítica
intentan revelar.
"Me veo obligado a tramitar dos objeciones que se elevan contra la valoración
de este análisis (el del pequeño Hans) . . . se aseverará que carece de todo valor ob­
jetivo este análisis realizado por un padre prisionero de mis opiniones teóricas y
aquejado de mis prejuicios. Se dirá que un niño, desde luego, es sugestionable en
alto grado, y quizá más por su padre que por cualquier otra persona: se lo deja
imponer todo por amor de su padre, en agradecimiento de que se ocupe tanto de
él; así, sus enunciados no tendrán ninguna fuerza probatoria, y sus producciones
en materia de ocurrencias, fantasías y suerios seguirán naturalmente la orienta­
ción hacia la cual se lo ha esforzado por todos los medios. En suma, otra vez, se
trataría sólo de «sugestión», con la única diferencia de que sería más fácil desen­
mascararla en el niño que en el adulto. . . Yo no comparto el punto de vista, que hoy
goza de predilección, según el cual los enunciados de los niños serían por entero
arbitrarios e inciertos. Arbitrariedad no la hay, absolutamente en lo psicológico . . .
Se haría grave injusticia a nuestro pequeño Hans s i s e desestimaran e n bloque sus
indicaciones; antes bien, es posible distinguir con toda nitidez donde falsea o se
reserva cosas bajo la compulsión de una resistencia, donde indeciso él mismo, ad­
hiere al parecer de su padre, y donde, liberado de la presión, comunica a borboto­
nes lo que es su verdad interior y lo que hasta entonces sólo él ha sabido ".1
Lo anterior conlleva además recordar que el abandono del uso de la sugestión
es el primer requisito impuesto a aquel que pretende emplear el método psicoanalí­
tico. "(El influjo personal del analista) existe y desempeña un gran papel en el
análisis. Pero no el mismo que en el hipnotismo. Con toda seguridad podría pro­
barle que las situaciones son enteramente diversas allá y aquí; acaso baste con
señalar que no empleamos ese influjo personal -el factor < <sugestivo> >- para
suprimir los síntomas patológicos, como acontece en la sugestión hipnótica. Ade-

7 lbid. , pág. 85
CULPA Y RESPONSABILIDAD 47

más, que sería erróneo creer que ese factor es exclusivo soporte y promotor del
tratam iento. A l comienzo, vaya y pase; pero luego contraría nuestros propósitos
a n alíticos y nos constriñe a adoptar las más vastas contramedidas "8.
y aún cuando el analista insistiera en el uso de la técnica sugestiva, el paciente
tie , a pesar de lo que eventualmente se pudiera suponer, la alternativa de hacer
ne
oídos sordos a la violencia del facultativo.
"La sugestión. .. es un hecho básico de la vida anímica de los seres humanos.
Por tal la tiene en efecto Bernheim . . . pero bien lo recuerdo, ya en esa época sentía
una sorda hostilidad hacia esa trama de la sugestión. Si un enfermo no se mostra­
ba obediente, le espetaban: «¿qué hace usted, pues? Vous vous contre­
suggestionnez!» me dije entonces que eso era una manifiesta injusticia y un acto
de violencia. Sin duda alguna, el sujeto tenía derecho a contrasugestionarse cuan­
do se intentaba someterlo con sugestiones. Por eso más tarde mi resistencia tomó
el sesgo de una rebelión frente al hecho de que la sugestión, que lo explicaba todo,
se sustrajera ella misma a la explicación ". 9
El psicoanálisis es un procedimiento terapéutico muy distinto de la sugestión.
Esto lo reitera Freud insistentemente: "el análisis es un procedimiento sui generis,
algo nuevo y peculiar, que sólo puede ser conceptualizado con ayuda de nuevas in­

telecciones". La novedad radica en que se conduce en torno a lo que en el indivi­
duo evoca, más allá de todo determinante, influjo, imposición o accidente que él
reciba o haya recibido.
El hecho decisivo que se indica es que algunos eventos, sin importar la grave­
dad o característica de los mismos, no tienen una significación unívoca para todos
los individuos. En otras palabras, no hay eventos traumáticos per se, tal como en
un primer momento Freud señaló. Todo suceso adquiere un sentido determinado,
mediado por la interpretación que el sujeto haga de él. Así, bien podría presentarse
la situación de dos instantes diferentes para la eclosión sintomática de una enfer­
medad psíquica: un tiempo en el que aconteció el evento y otro en el cual se da la
comprensión de lo ocurrido; tan sólo después de la llegada de la segunda fase de
este proceso, los síntomas emergen. Esto Freud lo aseveraba desde sus Estudios
sobre la histeria, en 1 883, y en sus subsiguientes casos puntualizaba iguales consi­
deraciones :
"(El interés de Hans por el hace pipí) lo estimuló a tocarse el miembro. A la
edad de 3 Yi su madre lo encuentra con la mano en el pene. Ella lo amenaza: «si
haces eso, llamaré al doctor a que te corte el hace pipí. . » . . En aquel momento ..
. .

la amenaza no produjo efecto alguno. Respondió, impávido, que entonces haría


P ipí con la cola. Y se ajustaría por entero al comportamiento típico que la amena­
za de castración adquiriera vigencia ahora, con efecto retardado {nachtrdglich), y

8
9
s i· gmund Freud. ¿Pueden los legos ejercer el análisis ? Op. Cit., pág. 1 78 .
1 0 1�mund Freud. Psicología de las masas y análisis del yo. Op. Cit. pág. 8 5 .
S
S 1 gmund Freud. ¿Pueden los legos ejercer e l análisis ?, pág. 1 77 .
48 PSICOANÁLISIS Y E L HOSPITAL N • 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

él entonces, 1 � después, estuviera con la angustia de ser despojado de esa querida


pieza de su yo. Tales efectos retardados de mandamientos y amenazas recibidos en
la niñez se pueden observar en otros casos clínicos, donde el intervalo llega a
abarcar un decenio y más todavía. Hasta conozco casos en los cuales la «obedien­
cia de efecto retardado» de la represión {esfuerzo de desalojo} desempeña la parte
1 1
principal en el determinismo de los síntomas patológicos ".
De tal manera, ni aún en las neurosis que resultan tras sufrir situaciones alta­
mente difíciles como accidentes, guerra y demás, ni aún en estas situaciones el in­
dividuo y su biografía no dejan de estar ahí dados, y éste se halla en las reacciones
y efectos subsiguientes al suceso. Lo traumático no es para Freud lo que físicamen­
te el individuo vio comprometido en el incidente. Curiosamente, a su entender, las
heridas fisicas evitan la fonnación de neurosis: "un simultáneo daíio físico o herida
12
contrarresta en la mayoría de los casos la formación de n eurosis". Lo traumático
puede ser lo no sucedido. Lo que el sujeto piensa que muy eventualmente le pudo
haber ocurrido y no le aconteció. O también, lo es aquello que puede llegar a signi­
ficar lo sufrido, más allá de los daños corporales. En un universo de sentido, se ins­
cribe la conformación de los síntomas psíquicos. Y, para Freud, en eso está com­
prometido el yo: "Puede llamarse síntoma también toda inhibición que el yo se
imponga. Puesto que hemos reconducido el desarrollo de angustia a la situación
de peligro, preferiremos decir que los síntomas se crean para sustraer de ella al
" 13
yo .
En sentido estricto, la entera dependencia de las afecciones anímicas y sus sín­
tomas a la inscripción simbólica, es lo que hace comprensible que situaciones ni­
mias, situaciones en donde no existe la más mínima posibilidad de daño corporal,
tengan elevadísimas influencias sobre el individuo. ¿Qué peligro real puede poseer
para la salud fisica de alguien la presencia de un insecto pequeño? ¿Qué hay de
traumático, per se, en el hecho de que un gato negro se atraviese en el camino de
una persona? Y situaciones de ese tenor tienen en innumerables ocasiones efectos
de verdaderos traumas, tanto como lo pudieran ejercer eventos comprensiblemente
traumáticos. Si el modelo predominante en la teoría psicoanalítica hubiera estado
fundamentado en un marco de lo traumático, de ningún modo le hubiese sido inte­
ligible una serie amplia de fenómenos anímicos. Además, con lo efectivamente
ocurrido, ¿qué se puede hacer') Si no mediara el yo en la significación que adquiere
un hecho, si un accidente tuviera sentido penoso de por sí, ¿qué procedimiento mé­
dico podría aliviarlo? Sólo la compasión sería posible ofrecérsele. Sin embargo, no
es ése el caso. Aunque el individuo haya padecido lo indecible, resulta factible que
él logre sojuzgar neurosis eclosionadas tras graves acaecimientos. De esta manera ,
con la reforma del sentido que se le ha otorgado a una vivencia, reforma que es co-

1 1 Sigmund Freud. Análisis de la.fobia de 1111 niíio de cinco mios. Op. Cit., pág. 3 1 .
12
Sigmund Freud. Más allá del principio del placer. Op. Cit., pág. 1 2 .
1 3 Sigmund Freud. Inhibición, síntoma y angustia. Op. C it . , pág. 1 36.
CULPA Y RESPONSABILIDAD 49

rrelativa a una modificación estructural al nivel del yo, es alcanzable una cierta es­
tabilidad o salud psíquica que le permite al sujeto vivir.
Los eventos pasados, y algunas situaciones de peligro, no son susceptibles de
cam bio alguno. La teoría psicológica que base sus postulados en ellos está de ese
modo sellando la condena del individuo a aquello que ya ocurrió. Sin embargo, no
es ése el caso de la doctrina desarrollada por Freud. Muy por el contrario, puso el
énfasis sobre el sujeto, al postular que se debe intentar conseguir que el "yo logre
echar las barreras de la represión que él mismo había erigido [para que recupere
asr] su influencia sobre la moción pulsional y [guíe] el n uevo decurso pulsional en
14
el sentido de la situación de peligro ahora alterada"; ésa es la aspiración que
domina a la intervención psicoanalítica. En este orden de ideas, no son los sucesos
traumáticos y/o las alteraciones fisiológicas el factor etiológico que propone el psi­
coanálisis para hacer inteligible las afecciones nerviosas. Lo puesto en relieve son
los nudos de significación que los hechos puedan engendrar para el sujeto.

Las expectativas del sujeto con la asunción de la norma

"Las servidumbres del yo" es el quinto capítulo del " Yo y el ello", en el cual
Freud expone la problemática de un superyó que se muestra atormentador e impla­
cable en sus reproches al yo consciente. En ciertos hechos de la clínica Freud vio
ejemplificado esa problemática: la reacción terapéutica negativa, la melancolía y la
neurosis obsesiva. En todas estas circunstancias, el superyó se muestra capaz de
formular penosos e intensos reclamos contra el yo, cuando surge la menor insinua­
ción de deseos no acordes con sus mandatos. De estos planteamientos, bien podría
desprenderse la idea de que en la naturaleza especial de estos hechos, además de
encontrar ahí los máximos grados de alienación a la conciencia moral, Freud logró
confirmar que la exigencia normativa va en contra de los movimientos realizatorios
del deseo. El argumento que se podría aducir al respecto es que, al concebir al su­
peryó como una directa consecuencia de la trama edípica, Freud estaba indicando
que los preceptos morales mediante los cuales el individuo reglaba sus acciones,
eran simple y llanamente un eco de las interdicciones parentales. Otra vez, se habr­
ía caído en las redes explicativas propias de la Vateraetiologie, si Freud hubiera
adoptado tal supuesto. Sin embargo, la posición de Freud puede nuevamente ser
contrapuesta a tales versiones, ya que él no se acogió a esa oposición entre norma y
pas ión que induce a tratar de elegir entre el "bueno" y el "malo". Es decir, no dijo
ni que la norma es "buena" porque ayuda a regular a las pasiones disfuncionales, ni
que la norma es "mala" porque va en contra del buen deseo.
Recordemo s su postura, señalando lo siguiente: " Ya dijimos repetidamente que
el yo se .forma en buena parte desde identificaciones que toman el relevo de inves­
tiduras del ello, resignadas; que las primeras de estas identificacion es se compor-

1
4 l b 1d.,
.
pág. 1 44 .
50 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

tan regularmente como una instancia particular dentro del yo, se contraponen al
yo como superyó, en tanto que el yo fortalecido_, más tarde, acaso ofrezca mayor
resistencia a tales influjos de identificación". 1) Estas consideraciones subrayan,
primeramente, la particularidad de que la identificación es la clave conceptual que
permite comprender el proceso de formación del yo y del superyó. En consecuen­
cia, "el superyó se ha engendrado, sin duda, por una identificación con el arqueti­
po paterno" 1 6 , esto es, con los padres grandiosos de la primera infancia; esta identi­
ficación inicial, aunque advierte que le está reservada el destino de ser desmantela­
da, no obstante fue para Freud un "monumento recordatorio de la endeblez y de-
. 17
pendencza e n que e l y o s e encontro' e n el pasado " .
Así pues, en "el desvalimiento y la dependencia del ser humano durante su pro­
longada infancia" 1 8 y en la identificación con los padres ideales, como medio para
anticipar y lograr el dominio corporal y psíquico, se tienen los momentos antece­
dentes o primitivos del superyó. Acorde con esto, el supe1yó va a ser "accesible,
sin duda, a todos los influjos que puedan sobrevenir más tarde; no obstante, con­
serva a lo largo de la vida su carácter de origen, proveniente del complejo pater­
no: la facultad de contraponerse al yo y dominarlo. . . Así como el niño estaba com­
pelido a obedecer a sus progenitores, de la misma manera el yo se somete al impe­
1
rativo categórico de su superyó" 9 .
En otras palabras, "la incitación para formar el ideal del yo, cuya tutela se con­
fía a la conciencia moral, partió en efecto de la influencia crítica de los padres,
ahora agenciada por las voces, y a la que en el curso del tiempo se sumaron los
educadores, los maestros y, como enjambre indeterminado e inabarcable, todas
las otras personas del medio, los prójimos, la opinión pública"2º .
El origen de la formación del superyó y/o ideal del yo, significa entonces, el es­
tablecimiento de un vínculo esencial: "descender de las primeras investiduras de
o�jeto del ello, y por tanto del complejo de Edipo, significa para el superyó algo
más todavía. . . El superyó mantiene duradera afin idad con el ello, y puede subro­
garlo ji-ente al yo. Se sumerge profimdamente en el ello, en razón de lo cual está
más distanciado de la conciencia que el yo"2 1 . Dicho en otros términos, "en todas
estas constelaciones, el superyó da pruebas de su independencia del yo consciente
y de sus íntimos vínculos con el ello inconsciente. (Sin embargo) . . . el superyó no
puede desmentir que proviene también de lo oído, es sin duda una parte del yo y
permanece accesible a la conciencia desde esas representaciones-palabra (con-

15 Sigmund Freud. "El yo y el ello". Op., Cit. pág. 49


lG lbíd., pág. 5 5
1 7 Loe. cit.
18
lbíd., pág. 3 6
19
lbíd., pág. 49
20
S igmund Freud. "Introducción al narcisismo". Op. Cit., pág. 92
21
!bid., pág. 50
CULPA Y RESPONSABILIDAD 51

ceptos-abstracciones), pero la energía de investidura no le es aportada a estos


con tenidos del supC1yó por la percepción auditiva, la instrucción, la lectura, sino
22
que la aportan las fi1entes del ello ".
¿Qué revela, entonces, la íntima relación entre el superyó y el ello? Que norma
y pasió n no son mutuamente excluyentes. Todo lo contrario. La ley, en tanto nor­
ma, lejos de ser antagonista de la pasión, es su guardián. En otras palabras, la nor­
ma vela por la defensa de la pasión, no por su renuncia.
Situemos esta problemática de otro modo: ¿por qué el niño acata las prohibicio­
nes parentales? ¿Por la evidente superioridad de fuerzas a favor de los progenito­
res? ¿Por evitar el dolor fisico que implica el castigo? No. Obedece porque está
cautivo de un deseo que parte de sí mismo: el de querer ser amado por sus padres.
"El influjo de los progenitores rige al niiio otorgándole pruebas de amor y ame­
nazándolo con castigos que atestiguan la pérdida de amor y no pueden menos que
temerse a sí mismos. Esta angustia realista es la precursora de la posterior angus­
tia moral; mientras gobierna no hace falta hablar de supe1yó ni de conciencia mo­
23
raI'' . De tal manera, el castigo que le infligen los padres al infante, tiene para este
último el sentido de una amenaza de la pérdida de amor que le prodigan. Vale de­
cir, de una amenaza de castración.
" . . . si nos preguntamos por qué el yo teme al supe1yó, se impone la concepción
de que el castigo de este es un eco del castigo de castración. Así como el supe1yó
es el padre que devino apersona!, la angustia fi·ente a la castración con que este
amenaza se ha trasmudado en una angustia de la conciencia moral. Pero esa an­
gustia está encubierta; el yo se sustrae de ella ejecutando, obediente, los mcmda­
mientos, preceptos y acciones expiatorias que le son impuestos"24 .
Entonces, Freud no hace de las normas introyectadas una consecuencia de la
simple y llana imposición paterna o del aprovechamiento de la sumisión y suges­
tionabilidad del niño. Según Freud, lo que se halla tras cada norma introyectada
por el individuo es un deseo suyo que clama por realizarse. O mejor aún, donde
hay una regla aceptada por el sujeto hay una aspiración suya por alcanzar. Las re­
glas y las prohibiciones pretenden ser pues un medio conducente a lograr una aspi­
ración personal. Más aún. La adecuación a los requerimientos normativos no resul­
ta ser en Freud un hecho comprensivo o intelectivo. La obediencia a las normas no
se logra con buenas razones. Según el fundador del Psicoanálisis, la asunción de la
ley es un hecho emotivo. Es una problemática fundamentada en el deseo. El deseo
es el factor dinámico, la fuerza invisible que hace posible explicar la aceptación a
las normas.

22
lb"Id.
Pág . 53
23 .
Sigmund Freud. "Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis. La descomposi­
� ..
l on de la person alidad psíquic a". Op . Cit. Pág. 5 7
S1gmund Freud. "I nhibición, síntoma y angustia". Op. Cit. Pág. 122
52 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

A modo de conclusión

Freud hizo patente en la discusión de este asunto de la Vateraetiologie que el


sujeto siempre está presente como principal responsable de su malestar. Así, en
aquello que aparece como lo incomprensible para una teoría, su punto de tropiezo,
en tanto no permite explicar cabalmente el porqué, en un caso específico, se pre­
sentó la eclosión de una determinada forma de psicosis o neurosis y no otra, en ese
punto, tal vez, está expresándose el sujeto. Esto es, la parte activa del ser sufriente.
"Hablar de «condiciones necesarias» no es equivalente a hablar de condicio­
nes suficientes. Podemos definir las primeras y demostrar que se las encuentra con
gran frecuencia, pero no tenemos el poder de declararlas si1ficientes. Si fitese po­
sible pasar de un calificativo a otro, dispondríamos de un modelo que daría aca­
bada cuenta de la causalidad psicótica; y ello no ocurre. En este intervalo que se­
para a lo necesario de lo suficiente se sitúa, no sólo a lo que escapa a nuestro sa­
ber, sino también lo que convierte a la psicosis en un destino en el que el sujeto
tiene un rol propio y que no es un accidente suji-ido en forma pasiva "25.
Tal cuestión la ratificó Freud con el tema del superyó, en el que indicó que la
voz de la conciencia, más que ser el eco de la interdicciones parentales, de las
prohibiciones de los profesores, de la multitud innombrada o de todos aquellos que
han representado autoridad, es la voz de los deseos personales más intensos que
claman por satisfacerse. En conclusión, como lo afirmó Lacan: ¿bastaría "un orga­
nismo débil, una imaginación alterada, conflictos que superen a las fi1erzas . . . [pa­
ra alcanzar] los riesgos que rodean la locura?"26 . No, pues, "puede ocurrir que un
cuerpo de hierro, poderosas identificaciones y las complacencias del destino, ins­
critas en los astros, conduzcan con mayor seguridad a esa seducción del ser"27 .

o-
_) Piera Aulagnier. La violencia de la inte1pretación. Del pictograma al enunciado . Amo-
rrortu, Bu enos Aires, 1 993, pág. 1 9 1
26
.Jacques Lacan. "Acerca de la causalidad psíquica". En : Escritos f. Siglo XXI. Argentina.
1 988, pág . 1 66.
27 !bid., pág. 1 65 .
CULPA Y RESPONSABILIDAD 53

NOTA SOBRE LA DES-RESPONSABILIZACIÓN DEL SUJETO

Roberto P. Neuburger *

''
D
e nuestra posición de sitjeto, siempre somos responsables ". El céle­
bre apotegma de La ciencia y la verdad se encuentra en el centro de
un párrafo -precedido, acompañado y seguido de otras rigurosas ad­
vertencias en cuanto no se tenga en cuenta- destinado a precisar el sujeto de la
ciencia sobre el que el psicoanálisis ha de operar. Es así que en éste no puede en­
contrarse lugar para el "alma bella ". 1
Pues bien: como si hubiese necesidad de tomar nota de otra divergencia más del
método freudiano �on respecto a la psiquiatría que, en los tiempos que corren, pa­
rece imponers� cada vez con más ímpetu, acaso dicha admonición señale lo esen­
cial de su perspectiva ética y la clave de la imposibilidad de cualquier fonnación de
compromiso con ella.
En efecto, desde un núcleo que pretende rodear, eludir o esquivar la subjetivi­
dad para homologarse con el orden médico, desde la comunicación irreflexiva de
un "diagnóstico" (fuera de toda consideración de transferencia), asegurado como
roca objetiva incontestable, hasta la exclusión de la dispersión significante que la
asociación libre conlleva, el destierro del inconsciente no deja de promoverse. Se­
ñalemos que las dos últimas características constituyen momentos esenciales de la
irreflexiva y banal excrecencia "psicoterapéutica" promocionada por dicho esta­
blishment, esto es, el "cognitivismo".
Paradoj almente, algunas de las consecuencias inevitables -¿o tal vez busca­
das?- son apuntadas en el mismo texto y apenas a continuación: la degradación del
sujeto en "niño primitivo subdesarrollado . . . que enmascara la verdad de lo que
sucede". 2 Sin duda, la des-responsabilización promovida por el engendramiento de
otras tantas almas inocentes, transparentes e inequívocas tiene alcances antes in­
sospechados, · así como una propagación ominosa. Ya en 1 986 la revista "L 'Áne"
publicaba una serie de entrevistas azarosas acerca de la supuesta "popularidad" del

"' Dr.
Roberto P. N euburger. Médico psicoanalista. Hospital General de Agudos "Dr. l. Pi­
�ovano". Ciudad de Buenos Aires.
J Lacan. La science et la vérité. ( 1 966) É crits I I , Points, Seuil, Paris 1 97 1 , pág. 223 . El
·

epígrafe indica que se trata de una versión «estenográfica» de la lección de apertura del se­
minario de 1 965-66 , El objeto del psicoanálisis (aparecida en Cahiers pour l 'analyse Nº 1 ,
ontación con la trascripción existente de dicha clase n o arroja referen­
1 96 6) , pero la confr
; 1as acerca de l a cuestión de la responsabilidad del sujeto
!bid., pp. 223-224.
54 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: uRESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD11

procedimiento freudiano en Francia, para obtener la decepcionante respuesta "oh,


no, encuentro que el psicoanálisis es violento, (o) brutal; preferiría emprender una
cura psicofarmacológica"3, y es posible que las monolíticas aseveraciones de la
neurobiología comparada degraden cualquier fenómeno de la experiencia clínica,
reduciéndolo en tanto férrea y antropoide determinación genética.
La vacilación del sujeto, su implicación en el padecimiento del que se lamenta,
lo que los antiguos clínicos valoraban en la aparición de la angustia o la culpa,
pueden volverse obscenidades descartables, anegadas en una pseudo-explicación
universal a la que un supuesto derecho de atención por parte de la Seguridad Social
(o sus equivalentes locales) neutraliza y solidifica con protocolos y estadísticas. 4
En efecto, las mutaciones en el imaginario social aparentan detenninar una
dehiscencia -en ocasiones un hueco infranqueable- entre lo fenomenológica y ex­
teriormente predominante y el discurso analítico. Para los que insistimos en soste�
ner el compromiso de su práctica, el desafio no podría ser mayor: generar desde

3 Anne Walter . Enqlléte, contrepoint au sondage national. Revista L 'Áne, 1 986, N avarin
É diteur, Paris, No. 2 5 , pág. 1 3
4 Verhaeghe, P . , Love in a time of loneliness, Rebus Press, Londres, 1 999, pp. 1 9-20 (Hay
versión castellana: El amor en los tiempos de la soledad, Paidós, Buenos Aires, 200 1 ) ;
"Chronicle of a death foretold ": The Death of Psychotherapy. Dublin City University,
Health Life Conference 2007, http://www.dcu.ie/health41ife/conferences/007/resources/
Health4Life2007_Keynote_Paul_Verhaeghe.pdf, pp. 2-4. El "giro perverso" consistente en
exaltar la hegemonía de la Ciencia (mediante el empleo del adj etivo "científico" como anna
de combate que descarta y aniquila) suele arrojar, en efecto, el descubrimiento freudiano al
cesto de desperdicios a través de su desagradable y admonitorio epíteto contrario, "anti­
cientifico". Paradojalmente, el instrumental empleado suele darse de bruces con la mera po­
sibilidad de una epistemología rigurosa, en tanto las habituales pseudo-críticas a Freud ca­
recen de las más elementales referencias. Un sencillo ejemplo bibliográfico vernáculo : "La
teoría freudiana del suicidio, que es muy plausible, nos lleva a suponer que el riesgo de
suicidio disminuye en los momentos en los que el hombre puede dar rienda sllelta a sus im­
pulsos homicidas (por ejemplo, durante la gllerra). Esto llevó a que algunos investigadores
indagaran sobre la tasa de Sllicidio durante los períodos de guerra, a fin de encontrar una
confirmación indirecta de la hipótesis de Freud. . . " (Keegan, E . , Escritos de Psicoterapia
Cognitiva, Eudeba, Buenos Aires, 2007, p . 23). Inútil buscar en las notas bibliográficas del
autor (ibid. , p. 39) el lugar de los textos freudianos en el que se podría localizar semej ante
dislate (suponiendo que el mismo existiese, desde luego): el lector no tiene más remedio
que recorrer los veinticuatro tomos de la edición completa cual Sherlock Holmes , o bien re­
signarse a mantener la ciega fe en el autor. Para un examen de decepcionantes ejemplos si­
milares desde la época de Freud mismo hasta el presente que nos deparen idénticas sorpre­
sas -entre ellos el de Eysenck, según Keegan "probablemente el artículo psicológico más
citado de la historia" (ibid., p. 30) (aunque aquí también falta la indicación o cita del men­
tado artículo- ¿acaso por suponerlo moneda tan corriente que ni mención requiere?), véase
Kohler, T . , La literatura anti-freudiana desde sus comienzos hasta hoy, W. Kohlharnrner,
Stuttgart-Berlin-Colonia, 1 996, passim .
CULPA Y RESPONSABILIDAD 55

una creatividad casi perdida una posible transferencia, cuando el estatuto del sujeto
supuesto saber fluctúa, se tambalea o amenaza con su zozobra ante el reemplazo
por una imperial superestrnctura tecnológica materializada en diminutas cápsulas
cuya eficacia -aún contra cualquier evidencia- se pronuncia y asegura incontesta­
ble. 5

5 Veamos apenas un frágil intento de revertir la situación descripta. Una mañana se dirige a
mí la Encargada de l as Pre-Admisiones ( ¡ !) del Servicio de Salud Mental, ya que se había
presentado ante sus puertas un individuo que consultaba por su hijo de quince años. "Es pa­
ra medicación" - exige, imperativa, la Encargada. "De acuerdo, lo puedo ver maiiana", res­
pondo. Al día siguiente y con puntualidad, acude el padre, un sujeto ligeramente impertérri­
to, alto, delgado y barbado, junto con su sonriente hijo. Se sientan j untos en las sillas de la
antesala y esperan; no tardo en llamarlos e indicarles dos asientos del consultorio en el que
atiendo. "Tiene TDA " -enuncia el padre. La salita de asistencia que les proveía el meli/feni­
dato con el que fu era medicado el adolescente que, silenciosa y tranquilamente, nos escucha
desde su asiento, ha cerrado sus puertas hace días, y en busca de un lugar que les suministre
los comprimidos que hace años ingiere el muchacho, han desembarcado en el hospital. Y,
sin embargo, juntos nos estrellamos contra la primera dificultad: el medicamento en cues­
tión requiere de recetarios especiales para estupefacientes (cada ejemplar numerado y por
triplicado, que deben llenarse de modo individual) provistos por el A NMAT, y que no exis­
ten en nuestro Servicio. ¿Acaso el Servicio de Pediatria, el de Neurología Jnfantil, tal vez la
misma Farmacia del Hospital, o bien ? No obstante, resta por conocer al menos el motivo
...

de la ingesta de dicha droga. "Es que las maestras dicen que no presta atención en clase" -
continúa el padre. Y esgrime una larguísima serie de certificados, documentos, notas, infor­
mes diagnósticos, exámenes médicos que documentarían o habrían de servir de testimonio
que asegurase la sentencia. Además, a un costado, se encuentra la carpeta que contiene las
notas que el incriminado tomara durante las clases día tras día en su grado noveno.
Y bien, comienzo con los certificados. Luego de recorrer algunos, compruebo que el
aludido "déficit de atención" dista de ser el rasgo sobresaliente o hasta presente. Antes bien,
los informes mencionan características de timidez, retraimiento o carácter pronunciadamen­
te apacible. Debo pasar, por lo tanto, a la mencionada carpeta. Nueva contradicción: en lu­
gar de los esperados vacíos, huecos, ausencia de continuidades en las notas - o mensajes de
atr ibuladas, destempladas o irritadas maestras que profieran su repetitivo "¡debes atender
más las explicaciones!" o "1/alta esa serie de números!" o "¡falta hacer la tarea de histo­
ria l ", me sorprendo al no encontrar más que intrigantes líneas en color rojo. Inquiero el sig­

nificado de las mismas, para obtener sólo la respuesta que se trata sencillamente de resalta­
dos que el adolescente emplea de modo cotidiano, sin otra significación particular.
Resta por desenvolver la historia del presente que tengo ante mí, a la b úsqueda de signi­
fic antes que extiendan o aminoren el impacto del ominoso rótulo. El chico pide hablar con­
migo a solas, por lo que le pido al padre que nos espere en el mismo lugar en el que antes se
h abía sentado. Hijo de padres separados, vive con su padre luego de que la madre abando­
nase el hogar para vivir con su nueva pareja -¿no será, por ventura, este hecho el legí t i mo Y
ef�ctivo "trastorn o por
déficit de atención"?-, de la que ha tenido en lo sucesivo tres hijos
mas (el menor de unos siete años en la actual idad). A causa de la distan cia, la ve con una
frecuencia aproximada de una vez cada
mes o dos.
56 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

¿Deber o responsabilidad? Acaso dos antípodas, si a la primera se le adscribe


este imperativo superyoico que, ya desde la ''.filosofia en el tocador" impulsa la vo­
luntad de goce con exigencia tan irrefrenable como irresistible, hoy prometido co­
mo espej ismo cuando a cambio se demanda sujeción a la píldora que se vende co­
mo todopoderosa. A la segunda, el "progreso sobre lo pulsional" que alentaba
Freud como factor esencial del procedimiento terapéutico que pusiera en marcha
para poner en juego una verdad singular, que Lacan traduce o sitúa en tanto savoir
y faire. 6 Y responsabilidad, sí, nuestra, de sostenerlo frente al riesgo de que la pri­
mera engulla y devore a la segunda o amenace con su extinción.

No da la impresión de una timidez extrema ni sobresaliente; por lo contrario, es bien ca­


paz de relatam1e sus actividades, sus salidas con amigos, l a música que le gusta ("el rock",
"Los Piojos"). ¿Cuál es el punto de afloramiento de l a angustia, o hasta de algún fenómeno
que pudiese esbozarse como síntoma? ¿Cómo se logra la construcción de un "diagnóstico",
un real de incólume e impenetrable consistencia que aloj e -acaso p ara siempre- al sujeto
adolescente y lo confine en l a celda farmacológica? ¿Cómo se puede desconocer una estruc­
tura familiar particular, evidente y, a todas luces, con efectos incontestables en la subjetivi­
dad, para reabsorberla en una hipotética y no demostrable insuficiencia cerebral y forzarla
luego en una pseudo-estadística bendecida por el dogma cientificista?
Regresa el padre y propongo, en lugar de proveer el recetario y/o la medicación deman­
dada, ir reduciéndola gradualmente, con la intrascendente excusa de haber superado la edad
en la que el metilfenidato -en adultos un excitante, como las anfetaminas- cesa en su acción
paradoj a), tranquilizadora en niños. Para comprobar el decurso o el resultado de dicha pro­
puesta, los vuelvo a citar para la semana entrante . . . (y aquí habremos de interrumpir nuestro
ya tan extenso relato).
6 Richard Klein. Responsibility in Psychoanalysis (de Psychoanalytical Notebooks 3, "La­
"
ve , 1 999). Presentado en el Día de Estudio de las Jornadas de la ACF-VLB, Nantes, 1 999;

http://www.londonsociety-nls.org.uk/Klein_responsibility .htrn. En este artículo puede


hall arse una serie de citas de Jos textos (Escritos y Seminarios) en que Lacan examina la
cuestión de la responsabil idad.
CULPA Y RESPONSABILIDAD 57

IMPUNIDAD, NARCISISMO, SIN- VERGÜENZA

Deborah Fleischer *

U
na serie de películas que convocan al tema del totalitarismo, me hicieron
pensar en la responsabilidad de los que, sin matar, de alguna forma fueron
cómplices de dichos regímenes.
Así en Vincere, se puede ver una mujer que da lo que tiene por Mussolini, ubi­
cándolo como alguien que es (definición opuesta a la que Lacan da del amor). En­
ceguecida en su demanda que la lleva a rebelarse locamente, queda atrapada en el
régimen fascista de la época.
Mefisto, dirigida por István Szabó, película que se sostiene en el Fausto de
Goethe, simboliza la concreción a lo "práctico" de un sistema moral relativista,
propio de las sociedades avanzadas como consecuencia de la revolución científica
e industrial. El personaj e, que no dej a de actuar aún fuera del escenario, aparece
como una figura tragicómica, atrapado en su narcisismo y su deseo de ser el Dios
de las tablas, y su derrota al perder relevancia por el mismo motivo. En el relato, el
protagonista que tiene una amante negra, consigue salvarla por su influencia con la
dictadura, a la que no pone en tela de juicio por el amor que su imagen, en la épo­
ca, le confiere.
También está la historia del músico alemán Max Lorenz ( 1 90 1 - 1 97 5), que vivió
en Alemania en el periodo de entreguerras. A pesar de estar casado con una judía y
de ser un homosexual confeso, se convirtió en el tenor favorito, en el Siegfried de
Adolf Hitler. También, gracias a eso, su mujer y su suegra no son asesinadas por el
régimen nazi y él va creciendo en su posición de artista de la época.
Tenemos entonces los responsables que desviaron la mirada 1 y aquellos que ni
siquiera necesitaron desviarla, porque estaban ensimismados. En estos tres perso­
najes se puede ver la pregnancia del narcisismo
Recordemos que Narciso era el hijo de un dios- río y una ninfa, Liriope. La
madre estaba tan encantada con su belleza como espantada por su indiferencia.
Preocupada por su destino, le solicitó un consejo al adivino Tiresias y, a través su�
yo, oyó el oráculo: su hijo llegaría a ser muy viejo mientras no se conociera a sí
mismo. Esas enigmáticas palabras se cumplieron cuando un día Narciso, volviendo
de una jornada de caza, se inclinó sediento sobre una fuente de agua y en ella vio
su propio reflejo. El adolescente se enamoró de su imagen y sé consumió en un in-

* Dra. Deborah Fleischer. Psicoanalista. Profesora regular de Ja Facultad de Psicología.


U B A . Analista Miembro de la AMP y de EOL.
Ja
1
Silvia Tendlarz. "Shoa". Revista Freudiana Nº 39, Barcelona, España, 2004 .
58 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

saciable deseo de su propia figura, hasta que murió. Los dioses lo convirtieron en
una flor de aroma embriagador que aún hoy lleva su nombre, y cuyas corolas se in­
clinan con placer sobre las aguas tranquilas.
Fascinado por su propia imagen, Narciso ilustra magistralmente el momento de
captura del sujeto por el reflejo especular, momento que Lacan describe en el esta­
dio del espejo; pero con la diferencia de que en esa fase el infans sufre una doble
identificación -con la imagen virtual y con la especie- mientras que el Narciso del
mito ignora toda referencia "exterior". Su pasión borra la diferencia entre el yo y
su modelo.
La lectura post-freudiana plantea que el desarrollo del yo consistiría en alejarse
del narcisismo primario Pero, ¿hay tal narcisismo primario? Para M. Klein no hay
un período anobjetal. Eso ya descarta, a partir de su texto "Los orígenes de la trans­
ferencia", el narcisismo primario, mostrando su diferenciación con Abraham.
Todos los hechos recogidos demuestran que el feto mismo es incapaz de narci­
sismo primario. Para él ya hay extimidad Habría, sin embargo, una aspiración in­
tensa (Sehnsucht) a recobrar ese narcisismo mítico o lógico, como es todo lo pri­
mario en Freud.
G. Lipovetsky 2 ubica el pretendido narcisismo a "nivel de masas" como el ale­
j amiento de toda pasión por lo social. Esa ausencia de pasión e interés por lo so­
cial, ¿podemos relacionarla con la inimputabilidad?
Aquel que no se avergüenza y no se hace responsable, no sólo de haber sido tes­
tigo, sino de haber colaborado para que su imagen florezca, es inimputable desde el
punto de vista legal, pero ¿qué de su posición? ¿Hay en algún momento vergüenza
o queda en la postura de inocente frente a si mismo, sin ninguna interrogación?
Estamos en la época donde nos gobierna el vacío -imagen de una desertifica­
ción del sentido-, pero un vacío sin "tragedia ni apocalipsis". Hay autores que con­
sideran que el narcisismo es la garantía total contra el retorno de todo totalitarismo.
Lipovetsky ve en la promoción de ese hedonismo narcisista una consecuencia
del capitalismo3 , coincidiendo con Lacan, quien toma en cuenta los trastornos del
discurso del amo en nuestra civilización, planteando una modificación del trata­
miento del goce. Para Lacan, esa falta de goce generalizado se sustituye con obje­
tos, pasando de la ley del padre a la ley del mercado. Para Lacan, esto implica un
pronóstico sobre la ascensión de la criminalidad . . . Para Lipovetsky, empero, hay la
realización de un ideal de libertad. El ensimismamiento como garantía para no ser
engullido por la masa que sigue a un líder y, por lo tanto, garantía contra el retorno
de todo totalitarismo.
Hay la ilusión de la desaparición de la pulsión de muerte que, paradój icamente ,
es un llamado al goce para Lacan. Hay también el ideal de ignorar la extracción

2 G. Lipovetsky. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Gallimard, Paris, 1 993


3 Recordar el asesinato masivo industrializado, zona de irresponsabilidad más acá del pro­
blema del bien y del mal .
CULPA Y RESPONSABILIDAD 59

necesaria de goce para que una organización humana se mantenga.


El Narciso posmodemo se construye con la idea de ser igual a sí mismo. Pero la
locura del ensimismamiento (como la llama J.-A. Miller), es una forclusión del
Otro que no se confunde con la forclusión del nombre del padre. Se intenta obviar
las referencias a lo simbólico, proliferando las estrategias narcisistas. Hay la utopía
de Ja promoción del narcisismo. Se trata de un rechazo a la castración, recubierta
por una cohesión yoica, y la consecutiva creencia delirante en la identidad. Hay
desmentida de la castración, negación de la pulsión de muerte, anulación de la alte­
ridad del Otro sexo, soñándose con la eliminación de la diferencia de los sexos.
Freud hablará de la Vatersehnsucht que articula el verbo suchen (buscar, aspi­
rar, tener nostalgia de, languidecer), significando algo así como tener ansias por el
padre.
Lacan diferencia el narcisismo del ego del narcisismo del deseo. El narcisismo
como respuesta a la división primaria es el narcisismo del ego, máscara secundaria
común a los dos sexos. Lo diferenciará del narcisismo del deseo, que viene al lugar
del falo, marcando el lugar de la salida femenina. Relación particular a la falta
donde las mujeres pueden amar apasionadamente -dirá E. Laurent- el nada.
Tenemos entonces el egoísmo, la autosatisfacción, el "amor propio" exacerbado
que, al llevar al ensimismamiento, ignora lo que sucede alrededor.
Si consideramos que los inimputables son aquellos a los que no se les puede re­
prochar el acto porque no tienen capacidad psíquica para comprender el mal, se
produce una tensión entre el deseo particular y el universal ofrecido por las legisla­
ciones vigentes. No hay forma jurídica o médica que indique cuándo empieza y
cuándo termina la peligrosidad.
, Eric Laurent hizo una exposición particularmente interesante, al introducir en el
' tema
de la culpabilidad, la vergüenza: "La vergüenza es un afecto eminentemente
psico analítico que forma parte de la serie de la culpabilidad". Esta exposición ofre­
cía así un sesgo, sobre una anticipación de la fase moral, surgida desde la caída del
Muro de Berlín, dando lugar a una "afluencia de excusas, de remordimientos, de
perdones, de arrepentimientos", al punto que tener vergüenza habría devenido de
tal forma un síntoma mundial. Puso un acento sobre esta construcción y abrió otra
vía, subrayando que Lacan había elegido puntualizar la vergüenza antes que la cul­
p abilidad,4 agregando que ese "dar vergüenza no suponía un perdón". Vergüenza y
culpabilidad se llaman pero, a la vez, se separan. Así, Lacan indica que en la época
actual se trata más de acumular en lugar de gozar: "ya no hay vergüenza".
¿Qué sucede con el psicoanálisis cuando no hay más vergüenza, cuando la civi­
lización tiende a disolver, a hacer desaparecer la vergüenza? Se mira lo que sucede
pero no se ve. La desaparición de la vergüenza cambia el sentido de Ja vida. Cam­
bia el sentido de la vida porque cambia el sentido de la muerte.
Estamos en un sistema que produce impunidad y no vergüenza, es decir un sis-
.
4 F aire
honte: en francés, l iteralmente, hacer vergiienza. N. de T .
60 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

tema que anula la función de la vergüenza.


Una nota, multiplicada en los medios, convertida en noticia, dio cuenta de que
Günter Grass, premio Nobel 1 999, publicó hace pocos años (2006) su autobio­
grafía donde confiesa que fue miembro de las S.S. en su juventud, hace más de 60
años. Fue una noticia que produj o gran polémica. Lo primero que llamó la atención
fue el defasaje cronológico implícito en este "acontecimiento". No es sólo que fue
"tarde", sino que el mismo Günter Grass invoca la vergüenza como algo que le im­
pidió esta "confesión". Esto no sería más que un avatar de una conciencia personal.
En segundo lugar, asombra que un escritor hable de los límites del pudor, cuando
su escritura fue siempre osada, irritante, incluso provocando la antipatía de muchos
alemanes.
Podemos entender que, en realidad, el sentimiento de culpa inconsciente es la
falla de la conciencia, y sólo se lee desde esta falla. Esa falta de "la conciencia de
la humanidad'', lo que por otro lado sería una abstracción insostenible, puede rela­
cionarse con la inimputabilidad. Se trata de intentar analizar y diferenciar la inter­
acción entre: a) el sistema jurídico, b) el modo cómo, en algunos casos, la imputa­
bilidad podemos pensarla en relación a considerar el narcisismo de la época y c) el
efecto que sobre cada uno producen la responsabilidad, la vergüenza, la culpa.
A diferencia del inimputable, está el honesto. El honesto es definido por Lacan
como aquél a quien le honra no mencionar la vergüenza. Es aquél que renunció al
honor, su blasón, velando el real del que dicha vergüenza es el efecto. A diferencia
de esto, en la época prima la impudicia. .
La impunidad en Vincere o en Mefisto provienen de que, por encima del héroe,
que cada uno se cree, no hay ley. Lacan termina su exposición en Vincennes di­
ciendo a su auditorio: "el régimen los exhibe". "Mírenlos cómo gozan". "El amo
exhibe a quienes no se hacen responsables de su goce".
Ahí donde el amo muestra con impunidad e impudor ese goce, el psicoanálisis
evoca ese demonio bajo la forma de la vergüenza. 5

5 Eric Laurent. "La vergüenza y el odio de sí". Revista Freudiana Nº 3 9 , Barcelona, 2004 .
CULPA Y RESPONSABILIDAD 61

EL LUGAR DE LA CULPA Y EL SUPERYÓ

EN EL CIRCUITO DE LA RESPONSABILIDAD

Elizabeth B. Ormart *

La moral desde la perspectiva sociológica y psicoanalítica

i consideramos el fenómeno moral desde una perspectiva sociológica, pode­

S mos acordar con la definición de Walgrave 1 , quien señala que lo moral "sig­
nifica, ante todo, la norma -o conjunto de normas- a tenor de la cual la
existencia en libertad cree deber conducirse. Pertenece, por lo tanto, a las carac­
terísticas peculiares del fenómeno humano ". De esta manera, la moral constituye
una característica propia del nivel humano de organización de la materia. Se la
concibe como un conjunto de normas y principios fundados en las condiciones de
la existencia en libertad y coextensivos con ésta. Es el nivel que abre la Ley simbó­
lica como surco organizador de la materia.
El término moralidad, puede ser definido como "la suma y la forma de usos y
costumbres que tienen vigencia en una cultura determinada ". 2 Por lo tanto, la mo­
ralidad resultaría una forma de cristalización práctica de la moral en un determina­
do marco histórico y cultural. Como tal, el concepto "moralidad" reviste un carác­
ter más transitorio y modificable que el de "moral". Desde esta primera perspecti­
va, la moralidad anuda al sujeto a una historia familiar, social y cultural en la que
éste queda inscripto. Si buscamos una explicación singular de la producción de lo
moral, podemos remitirnos a la explicación psicoanalítica. Una forma de leer la
inscripción de lo moral en el ser humano gira en torno al concepto de superyó.
El superyó, el tercero de los sistemas de la personalidad, y último en cuanto a
su desarrollo, es el representante intrapsíquico de los valores tradicionales y de las
normas sociales según son transmitidas ele padres a hijos. Valores familiares, socia­
les y culturales que también son reforzados por medio de un sistema ele premios y
castigos. Las funciones de esta instancia son: la conciencia moral, la autoobserva­
ción y la formación de ideales. En ella se anuda lo universal (moral, en tanto capa­
cidad humana) y lo particular (moralidad, en tanto modalidades de manifestación
histórico sociales ele esta capacidad) en la esfera subjetiva (singular). Como árbitro

* Dra. Elizabeth B . Ormart. Psicoanalista. Dra. en Psicología. Profesora de Filosofia. Profe­


�ora adjunta Cátedra: Psicología, ética y derechos humanos. Facultad de Psicología. UBA
Wa!grave ( 1 965). «De N cwrnan a Ortega y Gassct». En Revista de Occidente (Maclnd) ,
;ño II I , 2" ép., nº 32 (noviembre 1 965), pp. 1 33 - 1 56.
Walgrave. Op. Cit., pág. 1 36 .
62 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

moral internalizado, el superyó se desarrolla en respuesta a los premios y castigos


de los padres. Todo lo que éstos consideran impropio o punible, tiende a ser incor­
porado a Ja "conciencia moral", uno de Jos dos subsistemas del superyó, mientras
que todo lo que merece la aprobación o el premio parental tiende a integrar su
"ideal del Yo", que constituye el otro subsistema. Subsistemas que no reciben una
lectura unívoca en Ja obra de Freud. 3 De todas maneras, podemos establecer un
origen principalmente narcisista, y una naturaleza claramente diferenciada del Yo.
En El Yo y el Ello ( 1 923), el superyó aparece como sinónimo de "ideal del yo'', se
trata de una sola instancia que se forma por identificación con los padres.

De la génesis individual al mito social

Freud, en diferentes textos, ubica la génesis individual del superyó como resto
del atravesamiento del Complej o de Edipo. Luego, destina el escrito Tótem y tabú
para referir su génesis colectiva.
La instauración del superyó es el signo de la internalización de la ley. El mito
de tótem y tabú expresa los deseos primordiales del niño sobre su padre, descriptos
en el complej o de Edipo. Encontramos en el origen de lo individual y lo colectivo
una misma operación: la prohibición del incesto y la instauración de la ley.
En Tótem y Tabú Freud sitúa un antes y un después de la muerte del padre. El
padre del goce total (basado en una hipótesis darwiniana) es la ley, la encarna. En
la medida en que él es la ley, no la representa. El protopadre "no debe obedecerla
(la ley), queda por fuera del campo de su eficacia". 4
"El psicoanálisis nos ha revelado que el animal totémico es, en realidad, una
sustitución del padre, hecho con el que se armoniza la contradicción de que estan­
do prohibida su muerte en época normal se celebre como una fiesta su sacrificio y
que después de matarlo se lamente y llore su muerte. La actitud afectiva ambiva­
lente, que aún hoy en día caracteriza el complejo paterno en nuestros niiios y per­
dura muchas veces en la vida adulta, se extendería, pues, también al animal toté­
5
mico considerado como sustitución del padre".
El niño desea matar al padre y ocupar su lugar al lado de la madre, al tiempo
que lo ama y se identifica con él. Cuando abandona el complejo de Edipo por te­
mor a la castración se funda el superyó como tercera instancia psíquica que inter­
naliza los mandatos y prohibiciones paternos. La amenaza de la castración, que el
niño temía como castigo del padre por el desarrollo de su actividad autoerótica es

3 Para una comprensión más acabada del desarrollo del concepto de superyó en la obra de
Freud se sugiere la l ectura del clásico estudio de Marta Gerez Ambcrtín: Las voces del su­
peryó, que utilizaremos en este escrito como texto de referencia entre otros.
4 G. Salomone. (2000). "El padre en función". En La encrucijada de !afiliación. Tecrwlog­

{as reproductivas y restitución de niiios, Lurnen/Humanitas, Buenos Aires, pág. 80.


" S . Freucl. ( 1 9 1 3 ) Tótem y tabú. En Obras Completas. Amorro1iu, Buenos Aires, 1 992.
CULPA Y RESPONSABILIDAD 63

introyectada. Ahora el padre, escondido dentro del hijo, ejerce vigilancia bajo la
forma de la conciencia de culpabilidad (la instancia crítica aparece como ajena y
propia). El Edipo somete a todo suj eto al orden de la ley, dirá Lacan, de la castra­
ción. "A consecuencia de este proceso afectivo surgió el remordimiento y nació la
conciencia de la culpabilidad, confitndida aquí con él, y el padre muerto adquirió
un poder mucho mayor del que había poseído en vida, circunstancias todas que
comprobamos aún hoy en día en los destinos humanos. Lo que el padre había im­
pedido anteriormente, por el hecho mismo de su existencia, se lo prohibieron luego
los hijos a sí mismos en virtud de aquella «obediencia retrospectiva» característi­
ca de una situación psíquica que el psicoanálisis nos ha hecho familiar. Desauto­
rizaron su acto, prohibiendo la muerte del tótem, sustitución del padre, y renun­
ciaron a recoger losji-utas de su crimen, rehusando el contacto sexual con las mu­
jeres, accesibles ya para ellos. De este modo es como la conciencia de la culpabi­
lidad del hijo engendró los dos tabúes fimdamentales del totemismo, los cuales
tenían que coincidir con los deseos reprimidos del complejo de Edipo. A quel que
infringía estos tabúes se hacia culpable de los dos únicos crímenes que preocupa­
ban a la sociedad primitiva . 6 "

Luego del parricidio (hipótesis freudiana) se da la eficacia del padre muerto.


Los hij os buscaron la identificación al padre vía su devoración; pero surge el arre­
pentimiento (expresión del sentimiento de culpa) como ambivalencia de sentimien­
tos hacia el padre: "el odio, los llevó a ejecutar la agresión y el amor, al arrepenti­
miento". 7 Se instaura la prohibición del incesto y la salida exogámica. Junto con
ella se origina la cultura y el orden social. "La comida totémica, quizá la primera
fiesta de la Humanidad, sería la reproducción conmemorativa de este acto crimi­
nal y memorable que constituyó el punto de partida de las organizaciones sociales,
de las restricciones morales y de la religión". 8
El origen de la cultura conlleva la limitación pulsional en un doble aspecto:
prohibición del incesto. La voluntad del padre se transforma en ley. Se funda el or­
denamiento simbólico y queda como resto algo imposible (lo real). Los hijos quer­
ían ocupar su lugar, lo matan pero, al morir, su lugar se vuelve imposible.
Origen de la cultura contra la agresividad originaria. Surge el derecho como or­
denador social. Expresión de la función paterna en el orden social.

Las dos caras del superyó

Pero esta función positiva, como resto de la ingesta del padre muerto, no es la
única consecuencia de la instalación del superyó. Esta tercera instancia psíquica
presenta dos caras, por un lado, deja una marca de prohibición al acceso al goce

fi
7 S. Freud ( 1 9 1 3 ) Op. Cit.
8 G . Salomone. Op. Cit., pág. 8 1.
S . Freud ( 1 9 1 3). Op. Cit.
64 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: uRESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

(fundando el campo del deseo) y, al mismo tiempo, impulsa al goce sin límites
(fundado el campo del más allá del principio del placer).
El supe1yó presenta dos aspectos: lo normativo y lo pulsional. Cuando el supe­
ryó se ubica en el lugar del imperativo Kantiano, "ordena gozar" aboliendo al suje­
to del inconsciente. Para expandir al sujeto del deseo, que es el sujeto de la ética, el
imperativo categórico kantiano deberá transformarse en: "obra de acuerdo con tu
deseo". El deseo se presenta entonces como lo antinómico al goce. Existe una rela­
ción inversamente proporcional entre ellos.
En este sentido, y vinculado al superyó, el Ideal del yo es la instancia más leja­
na al deseo. La antinomia ha sido ilustrada con la figura del Jano bifronte, una cara
deseo y la otra, goce. Marta Gerez Ambertín9 sitúa estas dos caras del superyó me­
diante la siguiente descripción: algo ajeno que ataca. La cara pulsional de goce. No
se somete a la metáfora paterna. Está basada en la pulsión de muerte. Goce. Más
allá del principio del placer. El padre tenible del goce todo (protopadre). Algo pro­
pio admirado: Ideal del yo (identificación). Ordenado por la ley del padre. Dentro
de los límites fálicos. El padre como heredero del complejo de Edipo. El padre co­
mo representante de la ley.

Superyó y culpa

En el escrito Los que delinquen por conciencia de culpa , Freud señala que el
sentimiento de culpa brota del Complej o de Edipo: "es una reacción frente a los
dos grandes propósitos delictivos, el de matar al padre y el de tener comercio
sexual con la madre". 1 0
Desde sus orígenes, la culpa se halla anudada al superyó. Es preciso entonces,
diferenciar las diferentes modalidades de presentación de la misma.
Existen tres registros de la culpa: a) culpa consciente o sentimiento de culpa. Al
que nos referimos anteriormente, fundado en la culpa primordial de la muerte del
padre, las formas de Ja culpa consciente y preconsciente reeditan el sentimiento de
culpa. b) culpa inconsciente: que anuda la culpa con la angustia de castración. En
este sentido es universal, ya que como señalamos anteriormente, en el mito de Tó­
tem y Tabú la castración es el modo de sostener que el Edipo somete a todo sujeto
al orden de la ley. c) culpa muda: escapa a las formaciones del inconsciente. Es la
búsqueda compulsiva y silenciosa de la satisfacción del castigo de padecer. Com­
pulsión a la repetición. Sin embargo, esta disección analítica no es nítidamente ob­
servable en la realidad. El mismo Freud señala el caso de ciertos niños "díscolos"
.1 1
que recién cuando son castigados se quedan "calmos y satisfechos"

9 M . Gerez Ambertín. (2007) Las voces del supe1yó. Letra Viva. Buenos Aires, 2007
0
1 S . Freud. ( 1 9 1 6) "Los que delinquen por conciencia de culpa". Obras Completas, Amo­
rrortu, B uenos Aires, 1 992, pág. 3 3 8 .
1 1 S . Freud ( 1 9 1 6). Op. Cit., pág. 3 3 9.
CULPA Y RESPONSABILIDAD 65

Se produce entonces un circuito en el que: cronológicamente, se produce prime­


ro mal comportamiento y luego el castigo; mientras que, lógicamente, se produ­
el
ce primero la conciencia de culpa (originada en el complejo de Edipo ), luego la ne­
cesidad de castigo que impulsa el comportamiento sedicioso y, finalmente, el cas­
tigo que remite a la necesidad de castigo por el crimen originario de la muerte del
padre.
En este circuito se mezcla la conciencia de culpa consciente y preconsciente del
primer registro, con la necesidad de castigo sobre la que se monta el superyó bus­
cando obtener goce, que remite al tercero de los registros referidos anteriormente.
El niño díscolo busca la punición; así como el delincuente que busca en su ac­
cionar encontrarse con el castigo que lo remite, por un lado, a la ley (cara normati­
va del superyó) y , por el otro, al padecimiento al que se confina (vertiente de satis­
facción pulsional del superyó).

Respuestas del sujeto a la culpa

La culpa es un llamado al Otro, en tanto que demanda de amor; el niño que se


porta mal necesita al Otro para ser reconocido, lo llama en su función legislativa, lo
'convoca a reforzar los límites de la ley.
Existen dos casos paradigmáticos de Freud, en los que podemos ubicar la ope­
ratoria del analista vinculada a la función legislativa.
1
Los casos freudianos que citaremos son el de Dora y el del hombre de las Ratas.
·,,
En el análisis que realiza Lacan del caso Dora en Intervención sobre la transfe­
rencia, refiriéndose a la primera inversión dialéctica, recorta la siguiente interven­
'yión de Freud: "mira, le dice, cual es tu propia parte en el desorden del que te que­
tias" . 1 2 Esta intervención retoma la queja de la sujeto histérica y la vuelve sobre ella
"�orno interpelación. Parafraseando la intervención freudiana, podríamos preguntar:
qué responsabilidad subjetiva te cabe por tu acción. Dora se quejaba de que su pa­
¡dre mantenía una relación amorosa con la Sra. K, y resultaba que esta relación se
plantenía gracias a su complicidad, era necesario que ella cuidara de los hijos de la
·Sra . K para que ésta pudiera encontrarse con su padre.
(1. Según señala Gerez Ambertín, en la histeria reina la culpa inconsciente, sin em­
' ,bargo no se siente culpable sino víctima. Semblante de inocencia y sacrificio (el
alma bella) son modalidades del sometimiento al goce superyoico. Esta interven­
ción freudiana apunta a responsabilizar a Dora y a devolver sobre las coordenadas
de l sujeto lo que su queja yoica dejaba fuera.
La interpelación freudiana hace un corte sobre la linealidad yoica y provoca una
retroacción que obliga a Dora a incluir en su yo aquello de lo que nada quiere sa­
ber: las coordenadas de su propia modalidad de satisfacción. "Cual es tu parte . . . " es

12
J. Lacan. ( 1 95 1 ) Intervención sobre la transferencia. Escritos l . Siglo X X I . Buenos Aires,
' 1 98 5 , pág. 208.
66 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

la intervención que amplía las fronteras del yo, llevando al sujeto más allá de esta
frontera .
En el caso del hombre de las Ratas como arquetipo del obsesivo, la culpa cons­
ciente e inconsciente son notorias. Veamos qué estrategia pone en marcha Freud
para devolver a la esfera del suj eto aquello que él desconoce de sí mismo. El hom­
bre de las Ratas se sentía culpable por lo que no era. Él sentía culpa porque le debía
3 ,80 coronas al Teniente A, a quien en realidad no se las debía. La deuda al tenien­
te A, se anudaba inconscientemente a una deuda de juego que había contraído su
padre. El hombre de las Ratas se sabía presa de una culpa insoportable y quería
obligar al teniente a recibir su dinero. Es así como diseña su estrategia.
"La decisión de acudir a un médico fue entretejida en el delirio de la habilido­
sa manera siguiente: se haría extender un certificado médico según el cual necesi­
taba, para restablecerse, de ese acto que meditaba con el teniente primero A., y és­
te se dejaría mover por el certificado a aceptarle las 3, 80 coronas. El azar de
haberle caído por entonces en las manos un libro mío (dice Freud) guió hacia mí
su elección. Pero conmigo no se podía ni hablar de aquel certificado; muy razona­
ble, sólo pidió ser liberado de sus representaciones obsesivas ". 1 3
Fue el azar el que lo conduj o a Freud. Pero al encontrarse con él se topó con un
muro infranqueable: "conmigo no se podía ni hablar de aquel certificado". Qué be­
lla forma tiene Freud de imponer su más profunda negativa. La negativa no recae
sobre el sentimiento de culpa que carga el hombre de las ratas sino sobre su eximi­
ción. Función de límite al goce superyoico.
¿Por qué Freud se niega a extender ese certificado? Si el analista rellena con
significantes las culpas menores que el neurótico trae al análisis, si lo dis-culpa,
cierra el camino de la cura. Si Freud disculpa al hombre de las Ratas, le quita la
culpa, se acaba aquello que puede ser el motor de la cura. Que no hable del certifi­
cado, que hable de la satisfacción que le proporcionan sus pensamientos obsesivos,
que hable del tormento de las ratas. Que hable de su culpa, pero de la verdadera.
Interrogar la culpa, abre el inconsciente. En la culpa el suj eto queda suspendido,
entre la demanda al Otro y el objeto a, necesita de la interpelación del Otro para
responder. De este modo se constituye lo que llamamos el circuito de la responsa­
bilidad. La culpa del hombre de las ratas por la deuda impaga, es genuina en tanto
sentimiento de culpa (culpa señal) que brota del complejo de Edipo. Pero su conte­
nido, el motivo de la culpa, se halla desplazado. Un motivo moral ( la deuda con el
teniente A) del que Freud no quiere ni oír hablar, no es el verdadero motivo de la
culpa sino el señuelo que el paciente le pone a Freud para que éste lo absuelva. Le­
jos de caer en la trampa, Freud reconduce la culpa a la esfera del suj eto.
Ser responsable es "responder por". Este responder se propicia ante la interpe-

13 S. Frcud. ( 1 909) A propósito de 1111 caso de neurosis obsesiva. Obras Completas . Am o­

rrortu, Buenos Aires, 1 992, Tomo X, pág. 1 3 8.


CULPA Y RESPONSABILIDAD 67

] ación del Otro. Esta interpelación Je resulta al sujeto dilemática en tanto que Jo di­
vide entre la demanda al Otro y el objeto a. Sólo puede haber interpelación cuando
el sujeto ha atravesado el complejo de Edipo, porque para que la interpelación del
Otro funcione como tal, el sujeto debe estar sometido a la Ley. 1 4
Según señala Gerez Ambertín existen diferentes respuestas ante la interpelación
del Otro: Inhibición / Síntoma, vía su recuperación por el lado del fantasma / El
goce del síntoma / El acting out / El pasaje al acto
Y nosotros agregamos aquí, el acto. Que es una forma de "saber hacer ahí con".
Allí ubicamos el efecto sujeto en las coordenadas éticas. "Si recurriendo a la culpa
en tanto llamado al Otro, el sujeto logra sostenerse en lo simbólico y hacerse repre­
sentar por sus significantes (vía del deseo) consigue distanciarse del goce super­
yoico, caso contrario, cae deyectactado como a (vía del goce)". 15

El superyó y los tres registros lacanianos

Zizek 1 6 articula los conceptos freudianos de yo ideal, ideal del yo y superyó con
los tres registros de Lacan, del siguiente modo:

Lacan Freud
Imaginario Yo ideal: imagen auto idealizada del sujeto. Narcisismo
Simbólico Ideal del yo: el Otro me mira y me fuerza a dar lo mejor
de mí. Orden socio simbólico.
Real Superyo: aspecto sádico, vengativo, punitivo. Instancia
antiética. Imperativo de goce.

Marta Gerez Ambertín, a diferencia de Zifok, ubica el yo ideal y el Ideal del yo


del lado imaginario, mientras que señala al superyó como simbólico.
Asimismo, Zifok establece una cuarta instancia lacaniana que es la ley del de­
seo. Esta es la instancia ética. Para Gerez Ambertín, esta última forma parte del su­
peryó en tanto bifronte.
El problema central radica en que estas instancias se pueden diferenciar teóri­
c amente pero en la clínica se presentan anudadas. De ahí que tanto en la obra de
Lacan como en la de Freud haya diferentes formas de presentar sus nexos. Dificul­
tades que se filtran en los esfuerzos clasificatorios de Zizek y Gerez Ambertín. Es­
collos que encontramos en la clínica para poder interpelar al sujeto convocando la
respuesta del acto ético sin quedar detenidos en los atolladeros del goce.

14
Sólo podemos sostener que cabe la responsabilidad subjetiva en un s ujeto que esté en
con diciones de ser interpelado. Un niño puede ser responsable, si la ley ha sido internaliza­
�a como resto del Complej o de Edipo.
M . Gerez Arnbertín (2007: 264). Op. C i t .
11 _
' S . Zifok (2008) Cómo leer a Lacan . Paidós, Buenos Aires, 200 8 .
68 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

LA CULPA: UN NOMBRE POSIBLE DEL GOCE

Horado G. Martínez *

C
uando, al final del Seminario 7, Lacan introduce la sentencia "de la única
cosa de la que se puede ser culpable, desde la perspectiva analítica, es de
haber cedido en su deseo", lo hace "a título experimental'', para ver qué
produce en los oídos de los analistas. Y si bien él sostenía que tenemos oídos para
no oír, que preferimos adormecemos en el ronroneo del discurso corriente, no cesó
de sostener una enseñanza pública que partió del deseo de reinventar el psicoanálisis.
La sentencia provocó sus debates, y ya hace tiempo que pasó a formar parte de
cierto museo, junto con otros lemas de la primera época (del "primer Lacan", como
gustan decir algunos), como el "retorno a Freud" y el "inconsciente estructurado
como un lenguaje".
Me propongo rescatar aquella sentencia del seminario 7, provocado a mi vez
por una de las temáticas que conforman la propuesta de la actual convocatoria: la
culpa. Para ello, voy a situar sus antecedentes que, a mi entender, tienen que ver
con la interrogación que Lacan inicia en el Seminario 5 sobre la clínica de la neu­
rosis obsesiva y, en particular, sobre el papel que juega allí la culpa.
Los Seminarios 5 y 6 son, entre otras cosas, el resultado de sostener una interro­
gación sobe el estatuto del deseo hasta sus últimas consecuencias. Al modo de una
pobre y muy apretada síntesis de ese recorrido, puntuaré los siguientes elementos
para ordenar nuestro abordaje del tema: Al desarrollar el "grafo del deseo" a lo lar­
go de los Seminarios 5 y 6, desarrollo reunido luego en "Subversión del sujeto . . . ",
Lacan sitúa al deseo en el campo del "más allá del Otro". De esta posición del de­
seo en el grafo se deducen varias consecuencias:
a) "El deseo no es articulable, pero está articulado": no es articulable porque
no depende de su inserción en el significante. Es más, por definición, lo
que se articula en significantes es la demanda, pero el deseo se define co­
mo "más allá de la demanda". Y, sin embargo, no se postula como un ele­
mento independiente del lenguaje: insiste en éste bajo la forma de la me­
tonimia, un significado que siempre se desplaza de significante en signifi­
cante sin poder articularse en ninguno.
b) Deducido de lo anterior, no hay significante que "nombre" al deseo.

* H oracio G. M artíncz. Psicoanalista. Profesor e investigador de l a F acultad de Psicología


de la Universidad de Mar del Plata.
CULPA Y RESPONSABILIDAD 69

c)Que el deseo se sitúe "más allá del Otro" supone una acción del sujeto, de
insistir con su pregunta. Esto abre el despliegue del segundo piso del gra­
fo, produciendo el S( 0). La instauración de la falta en el Otro por acción
del sujeto ligada al camino de su deseo es señalada por Lacan como "pun­
to de angustia". 1
d) La "culpa" del sujeto emerge cuando éste no ha actuado en conformidad
con el deseo que lo habita (Seminario 7), retrotrayéndose, en el grafo,
hacia el circuito de la demanda (llamado "circuito de los bienes" en el Se­
minario 7).
El análisis de la culpa comienza en las últimas clases del Seminario 5, a partir
de la interrogación lacaniana en tomo a una característica del cuadro de neurosis
obsesiva descubierto por Freud. Se trata de ese fenómeno que Freud denominó
" 'sentimiento inconsciente de culpa". Es ése el signo que primero atrae su atención
en el discurso del hombre de las ratas. Éste era capaz, por ejemplo, de pensarse
culpable del crimen que leía en el periódico. Un amigo buscaba calmarlo recu­
rriendo a su razonabilidad, pero Freud se cuidará muy bien de hacer algo parecido.
1Por el contrario, guiará el interrogatorio hacia un deseo inconsciente capaz de en­
gendrar tal culpa, y así se topará con el deseo de muerte del padre. Freud explica
esto suponiendo en su origen un conflicto entre deseos, conflicto que, a su vez, ex­
presa la lógica del Complejo de Edipo, es decir, la coexistencia de un deseo sexual
.:dirigido a un objeto y de un deseo hostil dirigido al rival masculino.
Este "conflicto de deseos" tiene como resultado una inhibición. En la clase 23
{del 2 1 /5/58) del Seminario 5 ,2 Lacan habla de la fenomenología de la neurosis ob­
sesiva, y sitúa esa duplicidad que ya había sido reconocida por Freud: de un lado
tene mos a un sujeto inhibido y, del otro lado, una serie de fantasmas que Je impo­
nen la realización de un deseo ante el cual el sujeto se defiende con todas sus fuer­
zas. A Freud le sorprendía el hecho de que esos fantasmas, a los que califica de
'
"inconscientes'', se imponen sin embargo en la conciencia del sujeto, dando lugar a
1
las defensas secundarias. Ese deseo, que los fantasmas imponen bajo la forma de
obsesiones, suele adquirir un contenido sádico. ¿Pero es éste el deseo del sujeto?
1
En su presentación, el obsesivo nos habla de un deseo prohibido por quien en-
'cama el papel del Otro. En el caso del hombre de las ratas: su "deseo por la dama"
1
aparec e en su discurso como prohibido por el padre, quien desearía que su hijo
desposara a otra joven, de mejor posición económica. A partir de esta oposición
s urge en el sujeto "otro" deseo: el de la muerte del padre, paso previo necesario pa-
ra acceder a su objeto. En palabras de Lacan: "El obsesivo, decimos nosotros, igual
,
que l a histérica , tiene necesidad de un deseo insatisfecho, es decir de un deseo más
,
1 -
, J. la e an : ( 1 96 1 ) Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconscientefi·eudiano. .
, �seri tos, Siglo X X I , B uenos Aires , 2003, pág. 793 .
J . L ae an : E l Semin ari o . Libro 5 : Las . formaciones del inconsciente. P aidó s , B uenos A i res,
2 0 03 , pág. 4 1 3 .
70 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

allá de la demanda. El obsesivo resuelve la cuestión de la evanescencia de su deseo


produciendo un deseo prohibido. Se lo hace sostener al Otro, precisamente median­
te la prohibición del Otro. Sin embargo, esta forma de hacerle sostener el propio
deseo al Otro es ambigua, porque un deseo prohibido no quiere decir un deseo ex­
tinguido. La prohibición está ahí para sostener el deseo [ . . . ] Ahora bien, la ilusión,
el propio fantasma que está al alcance del obsesivo, es que a fin de cuentas el Otro
consienta a su deseo [ . . . ) De lo que se trata es de obtener el permiso del Otro". 3
Entonces, la problemática del deseo en el obsesivo adquiere Ja siguiente forma:
a) Algo que se formula baj o el modo de "lo que el sujeto quiere" (ejemplo: el
deseo del hombre de las ratas por la dama), que se establece como un deseo prohi­
bido en Ja medida en que entra en colisión con . . .
b) El deseo del Otro (ejemplo: el deseo del padre de que se case con una mujer
más rica).
(c) Esta oposición da lugar a un nuevo deseo (deseo de muerte del Otro), que se
manifiesta en el texto de las obsesiones (ejemplo: "si ocurre tal cosa . . . que supone
el cumplimiento de mi deseo, le pasará algo a mi padre en el más allá"), y, a la vez,
da lugar a medidas de defensa que buscan la reconciliación con el Otro, para obte­
ner de éste un "permiso" que consienta el cumplimiento del primer deseo.
En la última clase del Seminario 5 (clase 28, del 2/7/58), Lacan intentará despe­
jar la estructura de este conflicto entre deseos que paraliza la voluntad del sujeto
obsesivo, vinculándola con la emergencia de otro elemento propio de su fenomeno­
logía: la culpa. Para ello situará al segundo deseo (el deseo de muerte del Otro),
bajo la forma de una demanda: "Si esta demanda es demanda de muerte, es que las
primeras relaciones del obsesivo con el Otro, como nos enseñan Freud y la teoría
analítica, han consistido esencialmente en esta contradicción: que la demanda diri­
gida al Otro de quien todo depende tiene como horizonte la demanda de muerte, y
ello por una razón vinculada con la percha de nuestro signo ele interrogación". 4
Lacan pide en este punto que no nos precipitemos a suponer en el sujeto, como
causa de esa demanda de muerte, alguna clase de sadismo primitivo. El psicoanáli­
sis, a partir de Freud, ha tendido a leer el sadismo como el modo de satisfacción
propio de un determinado momento de la evolución de Ja libido, la etapa anal, en la
cual queda fijado el sádico, y a la que regresa el obsesivo. Este punto de vista es
solidario de una concepción del sujeto que relaciona las etapas más primordiales
del desarrollo con el predominio de pulsiones que resultan ser la expresión de una
tendencia natural (en este caso, la tendencia a poseer y someter al objeto), a la que
se opone la cultura, exigiéndole a la pulsión un progreso hacia nuevos fines más
elevados. En ese contexto, Lacan recurre a la obra del marqués de Sade, quien sos-

3 J . Lacan . O p . cit. pp. 423/26.


4 Se refiere al grafo del deseo, y al dibujo del mismo que surge cuando se abre paso a l a pre­
gunta por el deseo: Che vuoi?
CULPA Y RESPONSABILIDAD 71

tenía que los deseos humanos se hallan en armonía con la naturaleza. Una de sus
máximas sostiene: "no tengáis otro freno que el de vuestras inclinaciones, ni otras
l eyes que vuestros deseos ni otra moral que la de la naturaleza".5
Pero la concepción lacaniana es diferente: a partir de postular la primacía del
significante, lo natural queda irremediablemente perdido para el sujeto y, por tan­
,to, la pulsión también deberá definirse a pmiir del significante. De esta forma, no
alcanza como argumento con explicar la demanda de muerte del obsesivo a través
del sadismo.
A lo largo de todo el Seminario 5, Lacan sostiene la tensión entre demanda y
deseo. Que el deseo se repliegue sobre la demanda supone una suerte de "regre­
.sión" que anula el carácter inarticulable del deseo. Se hace evidente entonces que
la "problemática" del deseo se despliega para el neurótico en el terreno de las rela­
ciones con el Otro, requiriendo ese "paso más allá" que, en el caso de la neurosis
obsesiva, adquiere el formato de "demanda de muerte": "Que tú, el Otro, mueras,
para que no haya más demandas y el deseo pueda existir más allá de ti ".
¿Por qué surge en ese punto la culpa? ¿Y cómo debemos concebirla? Lacan re­
currirá una vez más a su grafo para delimitar tres niveles en las relaciones del suje­
to con la Ley:
1 i

Otro del Otro = LEY

Deseo = CULPA

Otro = Superyó materno

"Si queremos distinguir las tres etapas en las que el superyó se articula, vere­
mos que se corresponden estrictamente a aquellas que son esquematizadas en nues­
tro grafo : 1 , 2 , 3 , en las que todo Jo que se relaciona con la experiencia del superyó
debe articularse: la línea superior, la del deseo, la de la demanda". La línea superior
� s la del Padre, Otro del Otro que no debemos entender como "metalenguaje", sino
Justamente como aquella dimensión más allá del Otro del primer piso, que viene a
sancionar su límite. Es el nivel del mandamiento, dirá Lacan, por ejemplo "no ma­
tarás". El tercer nivel es llamado por Lacan el del "superyó maternal", al que defi­
ne en estos términos: "Ese superyó materno arcaico al cual están atados los efectos
del superyó primordial del que habla
Melanie Klein, está vinculado con el primer
5
, Sa de. La filosofía en el tocador. La manzana erótica, Buenos Aires 1 984, pág . 1 2 7 .
72 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

Otro en cuanto soporte de las primeras demandas del sujeto, en las primeras articu­
laciones de sus necesidades y sus fmstraciones".
Pero el nivel que nos interesa es el del medio, aquel donde se relacionan deseo
y culpa: "Hemos hecho distinciones para articular la cuestión de la culpa neurótica
y para indicar en qué consiste. Es un hecho que no se la articula como tal y que no
se ha establecido un criterio acerca de ella. Es esencial hacer acerca de esto un cri­
terio. La demanda es sentida como interdicta, o más exactamente como sentúnien­
to de culpabilidad [en tanto que esta aproximación de la demanda es lo que le per­
mite distinguirse de la angustia difusa], en tanto que la demanda es sentida como
prohibida porque mata al deseo" . 6 La culpa propiamente dicha, distinguida de las
relaciones del sujeto con la Ley, se explica por relación al deseo como aquello que
se le interpone, pero que no resulta ser "otro deseo" (el deseo de muerte del padre,
por ejemplo), sino una demanda que viene a matar al deseo mismo. Es por esta ra­
zón que Lacan dirá, en el Seminario 7, que el sujeto es culpable "de haber cedido
en su deseo".7
Lacan hablará allí de una oposición entre el deseo y el "servicio de los bienes",
y en ese contexto ceder en el deseo se entiende como "abandonar su camino", para
"quedar arrojado definitivamente al servicio de los bienes". El neurótico obsesivo,
gracias a la culpa, mantiene vivo su deseo, pero imposibilitándolo, postergándolo
indefinidamente. ¿Y cuál es el movimiento de salida que Lacan ve? Siempre en los
mismos términos experimentales en los que se expresa, su cuarta proposición dice:
"No hay otro bien más que el que pueda servir para pagar el precio del acceso al
deseo", y ese bien, ese "algo" que sirve de medio de pago es el goce.
En las últimas clases del Seminario 6, y nuevamente a partir de la clínica de la
neurosis obsesiva, Lacan contrapone dos deseos que resultan de la interrogación
"Che vuoi?", ya que ésta puede ser leída por el sujeto como una pregunta por su
deseo, "¿qué quieres?", o bien como una pregunta por el deseo del Otro: ¿qué quie­
re el Otro de mi, qué cosa soy en su deseo? La neurosis obsesiva, como toda neuro­
sis, es una estrategia tendiente a no renunciar cierta porción de goce, que resultaría
del papel del sujeto como objeto del deseo del Otro, a cambio de una inmoviliza­
ción del deseo del sujeto. "Si cedo goce, dejo al Otro en falta, y se abre de ese mo­
do la perspectiva de mi deseo, más allá de la culpa ".
Si el neurótico en general, y el obsesivo bajo la forma peculiar que le es propia ,
se sienten culpables, es porque han abandonado la vía de su deseo, y ahora podría­
mos agregar: por resistirse a pagar con su goce. La culpa se convierte así e n un
nombre posible para ese dificil concepto que Lacan acuñó bajo el término goce.

6 Subrayados nuestros.
7 J. Lacan: ( 1 959/60). El Seminario. Libro 7: La ética del psicoanálisis. Paidós, B uenos Ai­
res, 1 98 8 , pág. 379.
CULPA Y RESPONSABILIDAD 73

Los IMPERATIVOS DEL SUPERYÓ y sus DESTINOS

Sérgio de Campos - Roberto Assis Ferreira *

ste texto toma su nombre de la enunciación freudiana según la cual "el im­

E perativo categórico es el heredero de la declinación del Complejo de Edi­


po" . 1 Se puede decir que Freud elaboró la teoría del superyó en 1 923 ; sin
embargo, todo un te1Teno estaba siendo cultivado desde hacía siglos para que ese
descubrimiento se efectuara. Consideramos que Freud se apoyó en Kant y sus im­
.perativos para elaborar el concepto de superyó y, que a su vez, Kant se basó en la
escuela griega del estoicismo, en virtud del término categórico, originario del es­
toico Kathékon, que significa "deber".
El estoicismo fue influenciado por los principios de la escuela griega Cínica que
'pregonaba la apatía frente a los afectos, y aseguraba que la felicidad está en noso­
tros mismos, en nuestra autarquía y en nuestra autonomía. Además, el estoicismo
señalaba que el hombre debe buscar la sabiduría, la templanza, la justicia, estando
de acuerdo con el lagos, puesto que el hombre dispone del libre albedrío y de la li­
bertad de asentimiento. La verdadera sabiduría consiste en asentir al logos y con­
formar su deseo en sintonía con la ley y el destino del lagos.
Según los estoicos, la conciencia moral es innata e imposible de eliminar, ya
que existe en él y ek-siste en el lagos, y nadie puede ocultarse de ella, pues el
hombre no se oculta de sí mismo. Para el filósofo latino Séneca, el hombre puede
huir de la punición de la ley humana, pero no de la punición del tribunal de su pro­
'p ia conciencia. Pues, el tribunal moral acusa y remuerde haciendo del hombre, al
mismo tiempo, reo confeso y juez implacable. El hombre se coloca así en una posi­
c íón autoreflexiva de observación severa, de autojuzgamiento y de autopunición. 2
En el período del iluminismo, Emmanuel Kant propone dos tipos de razón: la
teóric a, del mundo nouménico, y la práctica, del mundo fenoménico. Kant señala
t¡ue recibió influencias directas del estoicismo, sobre todo para elaborar la teoría de
la moral contemplada en la "Crítica de la razón práctica". Kant propone una para­
doja articulando el determinismo con la libertad. De acuerdo con ella, el hombre
está condenado a la libertad de manera incondicional y, al conocer sus determinis-

"' Dr . Sérg io
de Campos. Psicoanalista. AE de la Escola Brasileira de Psicanálise y de la
A so c iaci ón
Mundial de Psicoanálisis. Coordinador de Residencia de Psiqu iatría del IRS­
f HEMIG. Dr. Roberto Assi s Ferreira. Phd Profesor Adjunto Facultad de Medicina. U F M G .
S ig mund Freud.
O problema economico do masoquismo. In : FREUD, Sigmund . Obra s
si
f co lógica s completas . Ed . Standati Brasileira, v. 1 4, Rio de Janeiro: Imago, 1 990, p . 209.
G . Real e . História da F ilosofia Antiga, Sao Pau l o : Loyo l a, 1 99 4 . (Série História da filoso-
1fia). Vol . ! , p . 354.
!'
74 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

mos, el sujeto se toma autárquico y autónomo.


Kant propone, en la "Crítica de la razón práctica" el imperativo categórico co­
mo un mandamiento necesario, universal y verdadero. Así, enuncia que la sabidur­
ía consiste en adaptar la razón pura a la razón práctica a través de su máxima: "act­
úa de tal suerte que la máxima de tu acción sea elevada a una ley universal". 3 Kant
considera que cuando el hombre traspasa los límites de la ley para buscar la felici­
dad, es penalizado por el castigo, haciendo que se sienta indigno y reprobado. La
felicidad, para Kant, es la satisfacción del cumplimiento del mandato categórico,
pues ese imperativo tiene la función de restringir las inclinaciones sensibles. 4
En efecto, el imperativo provoca una violencia inevitable y rigurosa sobre esas
inclinaciones sensibles. La constricción de las inclinaciones no provoca pesar, por­
que encierra una elevación de la dignidad y la aprobación de sí mismo, de suerte
que se adquiere interés por el deber libre y el respeto. El imperativo pide sumisión,
sin que, por tanto, despierte aversión o desánimo. Cuando el imperativo conquista
al hombre contra su voluntad, 'dejando mudas sus inclinaciones, éstas continúan ac­
tuando secretamente contra él.
Si, por un lado, Kant considera edificante que "el hombre practique el bien y
sea subalterno a la autoridad de la santa ley divina, por otro, no desconoce la fuerza
de las inclinaciones, imposiblitando el cumplimiento del santo imperativo". 5 Kant
sugiere una salida a esta paradoja. Se trata de una fusión del amor vulgar con la
ley, una coacción de parte de las inclinaciones mediante el respeto y la observancia
de los dictámenes de la razón. Se puede concluir que Kant, bajo la influencia de los
estoicos, no introduce la dimensión de la autoridad paterna, ni tampoco la del supe­
ryó, pero dej a las pistas para que Freud lo descubra. Kant propone la ley moral
como una especie de supraconciencia que somete a las inclinaciones que afligen al
yo, sean ellas propiciadoras de placer o de dolor. La ley moral de Kant puede ser
tomada como el núcleo fundador del superyó, dado que casi todas los términos
empleados en el texto freudiano como atributos del superyó, resultado de sus rela­
ciones para con el yo, también son encontradas en la "Crítica de la razón práctica".
Freud señala inicialmente, en Introducción del narcisismo, la existencia de algo
distinto del yo y que, al mismo tiempo, actúa con rigor sobre él. Freud advierte que
ese descubrimiento constituye una elaboración extraída de la clínica y no una pura
construcción teórica. En este texto, señala de manera inédita la elaboración todavía
precoz del superyó: "un agente psíquico especial". 6 En "Duelo y melancolía" 7 ex-

3 Emmanuel Kant. Crítica da razao prática, Rio de janeiro: Ediouro 2000, p. 40 .


4 Idem, p. 4 8 .
5 Jdem, p. 5 0 .
6 Sigmund Freud. Sobre o narcisismo: urna introdu\:i'ío, In : FREUD, Sigmund. Obras psi­
cológicas completas. Ed. Standart Brasilcira, v. 1 4 , Rio de Janeiro: Imago, 1 990, p. l 1 2 .
7 Sigmund Freud. Luto e melancolia. In: FREUD, Sigmund. Obras psicológicas completas .

Ed. Standart Brasileira, v. 1 6, Rio de Janeiro: Imago, 1 990 .


CULPA Y RESPONSABILIDAD 75

pone las tumultuosas relaciones de hostilidad, recriminación y culpa de una parte


del yo identificado con el objeto perdido, que recae como una sombra sobre el yo.
Más adelante, en "Psicología de las masas y análisis del yo'', establece las relacio­
nes del yo para con el ideal del yo, derivadas del padre primitivo y proyectadas en
la figura del líder. Así, estos textos servirán de base y preámbulo para que Freud
escriba su clásico "El yo y el ello'', en el cual va a disertar sobre el concepto de su­
peryó, considerado ya aquí como una instancia diferenciada.
Freud detecta que el superyó es derivado de las elecciones objetales del Ello,
abrigando su carácter pulsional, así como una formación reactiva contra esas elec­
ciones. Sobre esa paradoja se constituye el superyó, dado que es la instancia más
elemental, más primitiva y de más baj o valor moral, y, al mismo tiempo, la cuna de
oro de lo más elevado, más acabado e idealizado de la mente humana. Así, el supe­
ryó originario de las profundidades del ello, asciende sobre el yo. 8
Las pulsiones advenidas del ello, se asocian a los residuos verbales amalgama­
dos, de manera que contribuyen a la formulación de los contenidos del superyó.
Las modulaciones vocales constituyen el material del cual se forma la instancia del
superyó. Para que se produzca el sedimento superyoico, se hace necesario la reten­
ción de significantes enigmáticos para el yo, en una época en la que el lenguaje to­
davía no se ha instaurado de hecho. La incrustación de la voz sucede en un tiempo
inmemorial en el que la palabra escuchada de los padres se constituye como resto
de reminiscencias gramaticales de la pulsión, de modo que ésta se engancha como
un ideal del "harás". 9 Por otro lado, el superyó de la declinación del Complej o de
Edipo adquiere el carácter del padre muerto, tornándose poderoso y exigente, y,
con el auxilio de la autoridad paterna, la enseñanza escolar, la lectura y la religión,
reprime el deseo edípico.
Finalmente, Freud concluye que la culpa es un tributo cobrado por el padre
muerto, promotor de la cultura aunque provocador de malestar. 1 0 El superyó articu­
lado a la pulsión de muerte incentiva la renuncia pulsional, propiciando el surgi­
miento de la conciencia moral y, en su fase de declinación del complej o de Edipo,
es capaz de proveer el fundamento para el desarrollo de un modelo épico-cultural.
Finalmente, en "La división de la personalidad psíquica" Freud propone de manera
refinada y conclusiva, un yo dividido entre un territorio extranjero externo, la rea­
lidad, y un territorio extranjero interno denominado superyó.
A lo largo de treinta años de enseñanza, Lacan debatió, criticó y conceptualizó
al superyó. Desde el primer momento, Lacan elabora al superyó con una concep-

8 Sigmund Freud. O eu e o isso, I n : FREUD, Sigmund. Obras psicológicas completas . Ed.


Standart Brasileira, v. 1 9, Rio de Janeiro: !mago, 1 990, p. 49.
9 Sigmund Freud.
O eu e o isso, In: FREUD, Sigmund. Obras psicológicas completas. Ed.
S tandart Brasilcira, v. 1 9, Rio de Janciro: !mago, 1 990, p . 69.
10 Sigmund Freud. Mal estar na civilizac;:ao. In: FREUD, Sigmund. Obras psicológicas com­
pletas. Ed. Standart Brasileira, v. 2 1 , Rio de Janeiro: !mago, 1 990, p. 8 l .
76 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

ción distinta a la de Freud, en lo que se refiere a la dimensión moral de las influen­


cias externas de la figura paterna. Si, por un lado, Lacan afirma que el superyó se
asimila a la noción de ley, por otro también lo correlaciona con el fuera-de-la-ley,
sobre todo en su carácter insensato, ciego, tiránico, de puro imperativo, pues no se
halla enteramente recubierto por ella.
El superyó se implanta por la incrustación del objeto voz a través de la pulsión
invocante de una imagen sonorizada y asociada al carácter enigmático del signifi­
cante fuera de sentido, que se impone como un discurso afásico. Lacan señala que
es en la fase oral que surge como una expresión de la voz más profunda caída del
Otro, como objeto a. La voz del Otro debe ser considerada como un objeto esen­
cial, puesto que es la voz, el objeto a, que se extrajo del Otro . 1 1 Por tanto, se trata
de una palabra reducida a su hueso, una palabra nodal. Ese elemento puro del sig­
nificante que opera la ley del lenguaj e, se reduce en su todo, a la cosa que no puede
ser expresada más que bajo la forma del "tu debes". Así, el superyó se instala en
las fronteras del registro simbólico, acarreando una parte reconocida y accesible en
consonancia con la ley, y otra desconocida, discordante de la ley.
Lacan señala que Kant en su imperativo: "actúa de tal suerte que la máxima de
tu acción pueda valer siempre como principio de una legislación universal" 1 2, para
alcanzar el ideal de una ley moral pura y a priori, prescinde de toda sensibilidad al
ocultar el objeto empírico. Al sustraer el objeto empírico, Kant convierte su impe­
rativo categórico no sólo en imposible, sino en inhumano. Por lo tanto, de modo
paradojal, Lacan propone al superyó como punto pivote que miicula el imperativo
categórico de Kant con otro imperativo también inhumano, denominado imperativo
de goce, extraído de la literatura del Marqués de Sade. 1 3 Lacan formula el impera­
tivo de Sade como: "tengo derecho a gozar de tu cuerpo, puede decirme cualquiera,
y ejerceré ese derecho sin que ningún límite me detenga en el capricho de las exac­
ciones que me venga en ganas saciar en él". 1 4 Siendo así, el superyó divide al suje­
to al imponerle la ley absurda del "tú debes", tanto por la vertiente del imperativo
categórico, como por la del imperativo de goce, cuya estructura es siempre imposi­
ble de obedecer.
Hay que indagar cómo Freud en 1 909, todavía desprovisto de tal concepto, fue
capaz de conducir un caso tan lleno de manifestaciones superyoicas. Es posible
constatar que en las "Notas sobre un caso de neurosis obsesiva'', las manifestacio­
nes del superyó surgen siempre bajo las dos vertientes, como en una banda de
Moebius, casi siempre primero el imperativo categórico, y, enseguida, el imperati­
vo de goce. Esa dualidad del superyo resulta evidente en el fragmento clínico del

11 J.Lacan. O Seminário inexistente, Os nomes do pai, aula de 2 0 de novembro de 1 963 .


12 Emmanuel Kant. Crítica da raziio prática, Rio de janeiro: Ediouro, 2000, p. 48.
1 3 J. Lacan. ( 1 963), Kant com Sade. Escritos. In: M I LLER, J . -A . (trad.) RIBE! RO, V., Río
de Janeiro: Jorge Zahar Editor, I 0. ed., p. 776-806 (Versao brasileira de 1 998), p. 7 8 5 .
1 4 Idem.
CULPA Y RESPONSABILIDAD 77

hombre de las ratas.


Fragmento: Relata que, en cierta época, en virtud de la ausencia de su enamora­
da, el sujeto procura concentrarse en un dificil estudio, cuando le surge a la mente:
"Si recibes la orden de cumplir el trabajo, debes obedecer, pero si recibes la orden
de cortar la garganta, ¿lo harías?". El sujeto rápidamente tomó una cuchilla, pero
súbitamente pensó: "No es tan simple, tienes que salir a cortar la garganta de la
vieja". Enseguida el sujeto fue tomado por el horror, llegando a caerse al piso". 1 5
Siguiendo a Freud, la clave de la cuestión reside en la frase inicial: "En virh1d
de la ausencia de la enamorada . . . ". El sujeto fue acometido por un deseo de ver a
su enamorada y pensó en el motivo por el cual ella se encontraba ausente, en com­
pañía de su abuela enferma. Según Freud, si el sujeto fuese un hombre normal,
habría pensado: "¿Por qué esa vieja tiene que enfermarse justo ahora, cuando deseo
ver a mi amor con tanto anhelo?". No obstante, lo que le surgió en el inconsciente,
fue una rabia que se enuncia de la siguiente forma s: " ¡Cómo me gustaría salir de
aquí y matar a esa viej a por haberme robado a mi amor!". A lo que se sucede:
"¡Mátese a sí mismo, como castigo, por sus pulsiones salvajes y asesinas! ". Todo
el proceso, acompañado de un fuerte afecto, adviniendo del inconsciente, entra en
la conciencia en orden inverso: en primer lugar vino el castigo del superyó por el
imperativo categórico, y después el supuesto crimen que el sujeto se siente impeli­
do a realizar por el superyó del imperativo de goce. 1 6
Al procurar lidiar con la lógica d e los dos imperativos, s e verifica que e l impe­
rativo kantiano no desmiente ni anula al imperativo sadiano, toda vez que el impe­
rativo de Kant es a priori y el imperativo de Sade es a posteriori. Consideramos
que Kant, en su moral "actúa de tal suerte que la máxima de tu voluntad . . . ", no de­
limita si la acción es buena o mala. Porque su acción implica una acción más allá
del principio del placer. Entonces, se puede deducir que, en realidad, esta acción es
un conjunto mayor donde se incluye la acción sadiana: "tengo derecho a gozar de
tu cuerpo, sin límite de mi capricho . . . ", que es una acción específica de gozar del
cuerpo ajeno, golpear, cortar, fragmentar, y hasta matar.
Ambos imperativos exigen algo extremo, más allá del principio del placer. Si,
por un lado, el superyó determina un sacrificio en el imperativo categórico, por
otro, ordena un masoquismo en el imperativo de goce. Si algo falta del lado del su­
jeto, por el bies de la castración, por otro lado, algo sobra del lado del objeto, como
imposible de reducirse o depurarse. Además, el superyó hace que el sujeto confun­
da lo imposible con la prohibición o con el empuje al goce.
Como efecto, en el fin de análisis, lo que se consigue es un hablanteser que ab­
dica autorizarse en el superyó, responsabilizándose en la medida de su pulsión. Au-

.
15 s.Frcud ( 1 90 9). Notas sobre um caso de neurose obsessiva, In: J. Strachey, (ed.) e Ri' b ei-
ro V . (trad.), Obras psicológicas completas de Sigmund Freud, Ed. Standard Brasilci ra, (v.
1 0) . Rio de Janeiro: !mago, 3°. ed., p. 1 59-258 (Vcrsao brasileira de J 990), p. 1 90.
16
ldern, p. 1 9 1 .
78 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 3 8 : 1tRESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDADn

torizarse por sí mismo, y echar mano a la máxima del judo: "se debe usar la fuerza
del adversario a su favor". La máxima del judo debe ser usada como paradigma de
respuesta, pues el hablanteser debe cifrar su goce en un sínthoma, en una respon­
sabilidad sin culpa, en la medida en que él hace un buen uso de la pulsión que se
encuentra a su disposición. Así, el hablanteser debe usar la pulsión demoníaca al
servicio de su propio bien. Pues Ja clave del asentimiento es desalienarse del supe­
ryó, autorizándose en el "tú eres" de la pulsión que posibilita el evento de la máxi­
ma freudiana: Wo es war sol! !ch werden. 1 7
En el transcurso del análisis, el superyó se desplaza del sentido al fuera del sen­
tido, de suerte que el producto es el sinthoma, situado más allá del padre. No se tra­
ta ya de autorizar el deseo en la instancia paterna modalizada por el supe1yó. En
fin, el hablanteser ante el significante del Otro barrado [S(Á)] tendrá que inventar
nuevas modalidades de satisfacción para el goce que se orienta ahora a partir del
sinthoma. El efecto final de todo el proceso analítico es el humor, pero reír no es el
mej or remedio. Reír es un efecto de desapego para con el superyó, reducido ahora
a una máscara de lo real.

17 «Allí dónde eso era, debo advenir».


CULPA Y RESPONSABILIDAD 79

CUANDO QUIEN SANCIONA ES EL SUJETO

Gabriela Insua *

L
a clínica con adolescentes empezó a interesarme hace tiempo ya, diría que,
esencialmente, por uno de los temas que entiendo invita a pensar la presente
convocatoria, la cuestión de la responsabilidad que le atañe al sujeto, en este
caso, el sujeto en la adolescencia. Siendo el adolescente, alguien que permanente­
mente nos interroga en ese sentido . . .
Los que trabajamos con jóvenes escuchamos habitualmente como reclamo del
Otro parental y del Otro social (como la escuela, los juzgados) Ja expresión "No se
hace cargo ". ¿Qué leer desde el psicoanálisis en esa expresión? ¿De qué no se
hace cargo el adolescente? En un texto que escribí en otra oportunidad me sorpren­
dió un fallido propio que me resultó muy productivo: escribí "implicanción". Me
pregunto qué canción sostiene el adolescente que al Otro le suena desimplicada, sin
negar que, a veces, tal vez lo sea.
No resulta sencillo, a Jo largo de la vida, encontrarse en Ja canción que uno can­
ta. Alguien escribió una letra . . . uno la canta . . . ¿qué hay de uno en esa canción?
Un genial compositor escribió, tiempo más, tiempo menos, de su adolescencia:
"Yo formé parte de un ejército loco, tenía 20 años y el pelo muy corto. Pero oye
amigo hay una confusión, porque para ellos el loco era yo ". 1
Confusión entre el discurso adulto y el del j oven, ¿quién es quién?
En las antípodas, nos encontramos culturalmente con un endiosamiento o ido­
latría de la juventud, tal vez como puerto del que algunos adultos no quieren partir,
que muchas veces desresponsabiliza al adolescente en relación a sus actos.
Muy tocados aún por las sentencias escandalosamente reaccionarias de la dicta­
dura, ubicar como responsable a un j oven parecería tener que ver con el famoso
"por algo será", lo cual no resulta políticamente correcto. Flaco favor le hacen.
En esa franja entre "no se hace cargo" y "es chico aún, no es responsable ", se­
guramente hay un Jugar para el sujeto adolescente que le permita un movimiento
que lo propicie como tal.
Hay en el mundo psi un temor marcado a la palabra "sanción". Se la lee ligada
al castigo, por tanto claramente puede resonarle a algunos como superyoica. Y lo
es, si esa sanción sólo viene del Otro. Pero se trata de "sancionar" dentro de los

* Gabriela Insua. Psicoanalista. Supervisora y docente del Equipo de Psicopatología Nifios


Y Adolescentes Htal . Santojann i . Supervisora y docente de la Dirección de Salud Mental de
la Munic ipalidad de Moreno, Peía. Buenos Aires. Supervisora y docente de Centro Dos.
f oordinadora docente del seminario " Política y psicoanálisis" . Miembro de Centro Tram a.
Ch arly García. "Botas locas". En Pequeiias Anécdotas sobre las Instituciones.
80 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

confines del sujeto. De hecho, una de las acepciones de la palabra "sanción" tendrá
que ver con el castigo, pero hay una segunda que dice: "Aplicación o legitimación
de un acto, uso o costumbre ". 2 Que un acto se sancione es también que se nomine
y que, en dicho acto, el sujeto pueda implicarse.

La palabra responsable

En un texto de muy reciente aparición, Giorgio Agamben realiza un estudio ex­


haustivo del estatuto del juramento. El libro se titula: "El sacramento del lenguaje.
Arqueología del juramento " El autor realiza un recorrido por el juramento en la
.

religión y en otras escenas de la cultura y su malestar, pero, finalmente, recala en


algo de lo que intento señalar en la necesidad de que la posibilidad del lenguaje
que está en el viviente, se convierta en atributo del hablante cuando éste se ubica
en el juramento del lenguaje. "La reflexión occidental sobre el lenguaje ha tarda­
do casi dos milenios para aislar, en el aparato formal de la lengua, la función
enunciativa, el conjunto de aquellos indicadores o shiflers ('yo ", "tú ",
"aquí ", "ahora ", etc.) por los cuales el que habla asume la lengua en un acto con­
creto de discurso. Lo que la lingüística, en cambio, no es por cierto capaz de des­
cribir es el ethos que se produce en este gesto y que define la implicación especial
del sujeto en su palabra. En esa relación ética, cuyo significado antropogénetico
hemos tratado de definir, tiene lugar el "sacramento del lenguaje ". Precisamente,
por hablar, a diferencia de los otros vivientes, el hombre debe ponerse en juego en
su palabra, puede, por ello, bendecir y maldecir, jurar y perjurar ". 3
La transferencia en la clínica con adolescentes se juega principalmente en esa
relación ética. En la puesta en juego de su palabra: "te lo digo posta ", suelen de­
cirnos los pacientes adolescentes buscando nuestra confianza en relación a la vero­
similitud de sus dichos.
Los padres, en contraposición, suelen tener la fantasía de que el adolescente ha
conseguido engañarnos: "Claro, a usted le muestra su mejor cara ". "Acá es diver­
tido y amoroso pero en casa y en la escuela no es así ". "No le crea todo lo que di­
ce ", son frases que se escuchan a menudo en las entrevistas con los padres.
El analista engañado, cuestión en la que Lacan ha ahondado tanto en su relectu­
ra de Freud. El Freud supuestamente engañado por la joven homosexual. Mientras
que, en verdad, no se trata de lo verídico.
Lacan decía: "Yo, la verdad miento". En un texto compilatorio, Jean Allouch
cuenta que alguna vez Lacan contestó al llamado de una paciente diciendo:
"- Hola ¿Lacan?. - Ciertamente, no ". 4
El error estriba en creer que hay "la" verdad cuando de lo que se trata es de lo

2 Diccionario de la lengua española . Ed. Espasa Calpe, Madrid, 1 992.


3 G . Agamben. El sacramento del lenguaje. Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 20 1 0, pág. 1 1 O .
4 Jean Allouch. "Hola . . . ¿Lacan?", Edelp, 200 1 .
CULPA Y RESPONSABILIDAD 81

que en el enunciado a través de la enunciación se mediodice. Nuestra escucha en­


tonces apunta a la enunciación: quien dice en lo que se dice, a la sazón, el sujeto.
Es decir, el lugar de la verdad. Creerle, entonces, al adolescente, no en tanto lo que
nos cuenta sea empíricamente comprobable o no, sino creer en el sujeto que lo di­
ce, o sea el adolescente.

El espacio "no suficientemente bueno"

"Hay factores favorables. El que infunde más esperanza es la capacidad de la


inmensa mayoría de los adolescentes para tolerar su posición de 'no saber adonde
ir. . . ' ". 5 Ahora bien, ese "no saber adonde ir" necesita de un marco, de un espacio
al que Winnicott le daba estatuto de sostén, de referente, de marco simbólico, casi
en parangón con el espacio transicional de los primeros tiempos de la estructura.
Marco que el mundo adulto debería poder darle para que el adolescente viva su "no
saber adonde ir", "su deriva". Es notable cómo los adultos, la cultura en general,
descree de la posible implicación del adolescente en sus actos, y lo señala como a
castigar sin recalar en el doble discurso permanente de la cultura misma. La rene­
gación del Otro social y, por tanto, la caída de la responsabilidad adulta, de su fun­
ción de garante simbólico es realmente flagrante. Algunos ejemplos:
- Está penado por la ley vender alcohol a menores en los boliches y en los kios­
cos, ahora bien hay "delivery" de bebidas alcohólicas a las casas donde los adoles­
centes pasan las previas.
- Cantidad de programas que muestran (ésta es una época de mostrar en desme­
dro de reflexionar, discutir, decir) cómo se "cocina la merca ", "cuánto cuesta un
caño ", "cual es el lugar más propicio para afanar ", pero, por supuesto, lo que se
muestra que se hace no se debe hacer.
- Un país en nuestro caso, donde se calcula que ya son más de 200.000 los adic­
tos al paco, y se ve en algún programa cómo un chiquito de 12 años, convertido en
un zombie, consume a plena luz del día y con cantidad de gente pasando en derre­
dor, delante de una pared donde una propaganda oficial dice "El paco te mata".
- Merchandaising sumamente variado para fabricarle a una nena de 6 o 7 años
una personalidad de Lolita posmoderna, pero después que no vaya a creer la niña
que es más grande que la edad que dice el documento, y pretenda empezar con
as istir a bailes siendo prepúber.
"Ahora nos será posible reconocer cómo opera la complicidad entre un sujeto
tentado a ahorrarse el trabajo psíquico a realizar para asumir la insatisfacción
fundamental que caracteriza nuestra condición y un discurso social que le hace
creer que el orden simbólico ya no lleva en sí mismo como estructural esta decep­
ción ineluctable ". 6

5 Don ald Winnic ott. "Exploraciones psicodiagnósticas". La tendencia antisocial. Ed. Paidós .
6
J c an P ierre Lebrun. Un inundo s in límites. Ed . del Serbal, Barcelo na, 2003 , pá g . 1 20.
82 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

Discurso contradictorio, paradojal, enloquecedor

Sí , como bien dice Norberto Rabinovich, ya las leyes del malentendido vuelven
el "entenderse" sumamente complicado, "¿cómo cumplir con las exigencias que la
ley plantea cuando resulta imposible saber con certeza lo que ella pide? ". 7 La ley
estrncturante del hablanteser, la ley del malentendido, ya viene a plantear la para­
doja. Pero sabemos que para poder tener un lugar en la cultura tenemos que tomar
ciertos decires del Oh·o social como garantes de un lazo social (códigos penales,
civiles, comerciales, constitución, reglamentos).
"La suma de las producciones e instituciones que distancian nuestra vida de la
de nuestros antecesores animales y que sirven a dos fines: proteger al hombre
contra la naturaleza y regular las relaciones de los hombres entre sí". 8 ¡ Cuánto
más se enrarece la cuestión entonces, cuando esos garantes del lazo social son re­
negados por quienes deben sostenerlos y ejecutarlos, cuando enuncian reglamentos
pero los desmienten con sus actos ! Vulgarmente hablando, "borran con el codo lo
que escriben con la mano".
Las "reacciones locas" adolescentes pasan a ser, como diría Franyoise Davoine,
una respuesta frente a la renegación del otro social. Y, como el adolescente enlo­
quece (al decir de Winnicott en lo que constituya tal vez su última esperanza), el
Otro familiar y social, en lugar de cumplir la función de marco y de sostén, se plan­
ta frente al adolescente como un gigantesco panóptico. Vigilar y castigar en lugar
de dar lugar y crédito a la palabra y al acto adolescente.
De esta modalidad son la gran cantidad de dispositivos de abordaje del trata­
miento de las adicciones que se plantean desde la coerción o la sanción pero pro­
veniente del afuera del sujeto: "No debes"; "No puedes"; "Te haces daño, entonces
como no sabes lo que haces nosotros pensamos por ti", son sentencias que llenan
las paredes de comunidades e instituciones que se dedican al tratamiento de las
adicciones. Generan una gran cantidad de medidas coercitivas para frenar su com­
pulsión y, a su vez, se trabaja sobre una impresionante culpabilización: "Sí recaés
no sólo te dañás vos sino que defraudás al grnpo". Todo esto en nombre de su bien.
Ese "bien" que él no consigue ver como tal, pero que el Otro hace por él.
¿Es esto responsabilidad? ¿Es esto implicación? En modo alguno. Esto es una
ortopedia que, a veces, les sirve a los chicos para frenar algo lo que la pulsión vie­
ne a decirles. Sería tanto mejor para el adolescente que en el espacio terapéutico se
trabaje con él para escuchar y "sancionar" lo que su pulsión le viene a decir de sí.
La pulsión "es el eco en el cuerpo de que hay un decir ". 9

7 Norberto Rabinovich. "La instancia de la letra en el fundamento de la ley". Primer Colo­


quio Internacional Deseo de Ley. Ed. Biblos, Buenos Aires, 2003, pág. 1 1 .
8 Leandro Pinkler. "La cuestión de la Paideia". Primer Coloquio Internacional Deseo de
Ley. Op. cit, pág. 1 5 1 .
9 Jacques Lacan. El seminario. Libro X I : Los cuatro conceptos fundamenta/es del psicoaná-
CULPA Y RESPONSABILIDAD 83

Y a vos, ¿qué te preocupa?

Hay otro posicionamiento clínico, una clínica del sujeto en contraposición a las
terapéuticas reeducativas y readaptativas, aún para una problemática que hace pa­
recer al adolescente tan desimplicado frente a lo que el mundo adulto puede sopor­
tar.
En una ocasión vienen a consultarme unos padres muy preocupados por haber
encontrado algún tipo de droga en la habitación de su hija y me solicitan tratamien­
to para la muchacha. Ante mi pregunta de si ella estaba de acuerdo, refieren que
no, pero que eso no es importante pues dada Ja gravedad del hecho iba a tener que
hacer terapia igual. Les aclaro que no es mi modo de trabajo, que tendré unas en­
trevistas con Julia pero que, si ella no quiere iniciar una terapia, yo no voy a tomar­
la en entrevistas. Les ofrezco que si esto sucede vengan ellos a pensar qué les pasa
con esto que descubrieron en su hija.
Julia asiste a tres entrevistas. Me muestra de todas las formas posibles que viene
obligada, que yo estoy en serie con sus padres, que soy algo así como una subsede
de ellos que Ja quieren llevar por el buen camino, y que ella entiende lo del buen
camino pero que no quiere ir por ahí. Le digo que encontrar la droga y lo que les
pasa con eso, es un problema para sus padres pero que sería interesante que ella
pudiera ubicar qué le hace problema a ella.
En la tercer entrevista, al decirle que será la última -ya que no escucho que esté
en las mismas sino que viene a "caretearla"-, me mira y me sorprende al decir:
- "Esperá, hay algo que a mí me preocupa".
- "¿Y qué es?"
- "No quiero volver a despertarme tirada en un charco de vómito, en la calle y
al lado de un chabón que ni conozco sin acordarme que hice antes de fisurar".
Julia "sancionó" su pregunta, su X a resolver.
Julia se hacía "responsable" de su malestar . . . más allá de la sanción del Otro.
Julia hoy sigue en análisis . . . ya "tiene a su cargo" otras preguntas.
"No se sabe todo, nunca se sabrá todo, pero hay horas en que somos capaces
de creer que sí, tal vez porque en ese momento nada más nos podría caber en el
alm a y en la conciencia, en la men te, como quiera que se llame eso que nos va
haciendo más o menos humanos ". 1 0

fisis. Ed. Paidós, Buenos Airees, 1 987, pág. 191.


0 José Sara
mago. Las pequeiias memorias. Alfaguara, Buenos Aires, 2000, pág. l 9.
84 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD>Í

LA RESPONSABILIDAD EN EL ADOLESCENTE

Mario Elkin Ramírez *

E
1 término de responsabilidad presenta en principio un sentido amplio, refe­
rido a la moral y al comportamiento psíquico de un sujeto, como un sentido
anterior al social, cívicó o penal. Por ello, tomo como punto de partida de
esta reflexión los presupuestos del psicoanálisis de orientación lacaniana, para tra­
tar de dar cuenta del advenimiento de la responsabilidad en el niño y en el adoles­
cente. Parto además de una definición provisional de la responsabilidad para en­
marcar dichos presupuestos.
Desde la filosofía se nos señala que el ténnino proviene del latín respondere, es
decir, responder, y que referido a "actos" significa que se asumen como autor. La
responsabilidad está anudada a la capacidad de responder como autor por las con­
secuencias de sus actos. Lo cual nos formula las siguientes cuestiones: ¿cuándo o
cómo un niño y un adolescente responde por sus actos? ¿Qué proceso psíquico
media para que se responsabilice por las consecuencias de los mismos?
En la fenomenología de los comportamientos infantiles o adolescentes, nos da­
mos cuenta que la responsabilidad como respuesta no es automática. No hay un
instinto de la responsabilidad, como un saber inscripto genéticamente, que nos per­
mita responder adecuadamente en las distintas situaciones de la vida. La responsa­
bilidad es una respuesta que escapa al esquema "estímulo-respuesta", no es un pro­
blema biológico. Razón por la cual, las terapias cognitivo-conductuales fracasan si
su pretensión es generar conductas responsables en un sujeto. Esto debido a que
entre el estímulo y la respuesta supongamos que hay una caja negra, ejemplo to­
mado de las mismas TCC, en la cual en psicoanálisis ubicamos el lenguaje. Hay un
estímulo, pero el ente provisto de lenguaje ya no responde de manera instintiva. El
lenguaje ha cortocircuitado el instinto, lo ha modificado, y el producto de esa mo­
dificación es un sujeto que habla, delibera, lo cual transforma su acción.
No responsabilizamos al animal por sus actos debido a que en él hay un instinto
que funciona bajo el esquema estímulo respuesta, luego, si se le ataca se defiende,
con independencia de quien sea el agente de su agresión. De igual modo, si durante
el período de celo, un agente de su misma especie y género contrario le estimula
sexualmente, responde activando los órganos y comportamientos que lo disponen a
aparearse con ese agente, en vías a la reproducción de la especie.

* Mario Elkin Ramírez. Psicoanalista Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y


ele la Nueva Escuela Lacaniana de Meclellín. Profesor en el Departamento ele Psicoanálisis
ele la Universidad de Antioquia. Profesor invitado de varias universidades latinoamericanas.
CULPA Y RESPONSABILIDAD 85

En cambio, cuando se trata del humano que responde ante esos mismos estímu­
los, hay una demanda social de que ese sujeto se haga responsable de sus actos. Es­
to nos dice que la responsabilidad está articulada a un código simbólico, a un con­
junto de significantes, es decir, de leyes, normas, creencias, mandamientos sociales
y morales, que reclaman del sujeto un compromiso según ciertos criterios, que lo
obliga'h a una respuesta socialmente aceptada. Todo esto tiene como a priori que se
trata de un humano, de un ser hablante.
La responsabilidad, es por ello, un problema ético; y la ética concierne al hom­
bre, no como ser vivo sino como ser racional. Se espera que llegue a un sujeto ten­
ga "uso de razón'', viejo término, que llama a una razón práctica, iluminada por
1ma razón pura. El sentido común ubicaba este uso de razón a los siete años, y ex­
cluía de ella a los enfermos mentales y a los niños. Porque la responsabilidad está
asociada a la idea de castigo social. La salud mental decide sobre la normalidad de
un individuo, en el sentido de que pueda pedir de él responsabilidad, y, en conse­
cuencia, poderlo castigar por sus actos. Esto supone, además, una sociedad donde
se le conceda al sujeto una libertad de su acción.
Algunos filósofos y pedagogos sostienen que Ja libertad es la base de la respon­
sabilidad. Sartre pensaba que la libertad era una carga que le producía honw al in­
dividuo. No sabía qué hacer con ella. En todo caso, si hay otros que deciden en lu­
gar del sujeto, si éste no es libre, es difícil responsabilizarlo por sus actos. Las so­
ciedades totalitarias tratan a sus individuos como niños o como enfermos mentales
por quienes las "mentes superiores" deben decidir. Así, los sujetos no pueden
hacerse responsables de sus actos. No pueden ser castigados, ni reparar a sus víc­
timas. Y entonces, no cabe ni siquiera este tipo de reflexión.
Esto dice también que, usualmente, la responsabilidad se articula a la capacidad
de raciocinio, de discernimiento racional de un sujeto respecto a sus acciones y sus
consecuencias. Por esto, el sentido común, relaciona la responsabilidad con Ja lla­
mada "madurez psicológica" de una persona, que Ja hace apta para realizar adecua­
damente una tarea determinada y capaz de tomar las decisiones pertinentes.
En psicoanálisis, ponemos en cuestión el término de madurez psicológica. Pues,
éste proviene de una concepción que toma como paradigma la biología para pensar
la psiqué, y, en consecuencia, plantea que del mismo modo que el desarrollo corpo­
ral conduce a un ente biológico desde la generación hasta la corrupción, pasando
por una serie de "edades de la vida", el ente nace, crece, se reproduce y muere, la
vida psíquica pasaría por una niñez, adolescencia, juventud, madurez y vejez. Y,
por lo tanto, determinaría una etapa de madurez psicológica, de racionalidad, de
conciencia de sus actos, donde se situaría la responsabilidad.
Pero el psicoanálisis no establece etapas, ni edades mentales. En algún momen­
to Freud habló de fases del desarrollo de la libido. Pero éste no es un desarrollo
progresivo, lineal, como algunos post-freudianos lo entendieron, describiendo la
etapa oral, luego la anal a la que sucedía la genital, donde el individuo hacía sus
elecciones sociales fundamentales como casarse, tener hijos, trabajar y responsabi-
86 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

!izarse socialmente de las normas según un ideal social burgués al que se adaptaba
perfectamente.
Freud describía ese desarrollo libidinal, en términos de progresión, pero tam­
bién de fijación y de regresión, es decir, formas de satisfacción, desligadas de un
modelo teleológico, de antemano determinado desde un ideal adulto al que el niño
debe llegar. Podemos decir que, al contrario de cierta pedagogía cuyo a priori es
que el niño es un adulto en potencia, para el psicoanálisis en el adulto habita la di­
námica del niño, hay un niño en el adulto. Esto no es poesía, no es para reconocer
en el adulto solamente la sensibilidad, espontaneidad, imaginación del niño, sino
también sus formas sexuales y agresivas de satisfacción, su complej idad pulsional.
Freud decía que en el niño había una disposición sexual perversa polimorfa. Y
bien, si reconocemos un niño en el adulto, diremos que en él hay modalidades per­
versas de satisfacción de sus pulsiones agresivas y sexuales, mediante el fantasma
que cada uno ha construido.
Pero, precisamente, es allí donde encontramos el problema de la responsabili­
dad. Porque es allí donde la psicología y el sentido común espera a un sujeto con
"madurez psicológica" para que pueda asumir la responsabilidad moral, en tanto
obligación de reconocerse autor de sus actos sexuales y agresivos ante la propia
conciencia y ante la sociedad. Vemos que, desde la perspectiva del desarrollo, la
pregunta por cuándo un niño o un adolescente se hacen responsables es improce­
dente para el psicoanálisis.
No obstante, el psicoanálisis ofrece otra perspectiva que podemos llamar no de­
sarrollista sino estructural. Esto quiere decir que la formación de un sujeto ocurre
no en un tiempo cronológico, como ocurre con la maduración de un cuerpo, sino en
un momento lógico.
Freud dice que el aparato psíquico se forma en un sujeto a partir del Ello, ins­
tancia completamente inconsciente, ficción topológica donde se hallan las pulsio­
nes agresivas y sexuales, o las pulsiones de vida y pulsiones de muerte. Pero que
mediante el mecanismo de la identificación, que es un proceso inconsciente que
hace que un sujeto tome un rasgo del semejante y transforme una parte de ese Ello
conforme a ese modelo, hace que una parte del Ello se convie1ia en otra instancia
que llama el Yo. El Yo no se funda a partir de una única identificación, sino de
múltiples identificaciones con rasgos incluso contradictorios y tomados de las figu­
ras que rodean la primera infancia del sujeto. El proceso de identificación lo vemos
en movimiento con más nitidez en la infancia y en la adolescencia, pero no depen­
de de un tiempo cronológico. Hay quienes conservan una plasticidad libidinal que
permite identificaciones hasta muy avanzada edad, y aquellos para quienes tem­
pranamente encuentran un momento de viscosidad libidinal que forman rápida­
mente un carácter inamovible. La identificación es entonces un mecanismo psíqui­
co fundador del Yo, al modo de las capas de una cebolla. Y es lo que explica las
contradicciones en las que incurre un sujeto, cuando no logra una síntesis coheren-
CULPA Y RESPONSABILIDAD 87

te de sus identificaciones o predominante en ciertos rasgos.


Este mecanismo nos explica la concepción del sujeto del psicoanálisis como un
suj eto social, no aislado, no una mónada cerrada al estilo de Leibniz. Para el psico­
análisis el sujeto se constituye en interacción con su medio social, y es allí donde
adviene la responsabilidad. Una de las identificaciones crnciales es la que se hace
con la instancia paterna, es decir, con las figuras del Complej o de Edipo que fun­
dan en el sujeto otra instancia, esta vez diferenciada del Yo, llamada superyó. Sede
de las normas, leyes y prohibiciones esenciales para que un sujeto viva en socie­
dad, como lo son la prohibición del incesto, la del parricidio, la del canibalismo,
además de todas las que cada sociedad y cultura imponen en determinada época a
un sujeto. Es la instancia del sentimiento de culpa, luego entonces la de la respon­
sabilidad, aquella a la que apela un sujeto al sentirse responsable de determinada
consecuencia de sus actos. Es un sentimiento ético que, paradójicamente, Freud se­
ñala como un sentimiento inconsciente. El lazo social en el cual el sujeto se forma
supone que funda un sujeto capaz de responder por sus actos.
Esta dimensión estrnctural del sujeto anuda la responsabilidad a la norma social
que, no desde el exterior sino desde su interior, desde el Superyó, pide al sujeto la
obligación de asumir la responsabilidad de las consecuencias de sus actos. Desde
esta perspectiva, en el sujeto están las pulsiones que son las que lo llevan a una sa­
tisfacción inmediata, desmesurada, primaria, obedeciendo a una voluntad incons­
ciente. Pero es al Yo a quien le corresponde, en su dimensión consciente, dominar
esas pulsiones, soportado en la normatividad del superyó. En ese sentido, la con­
signa del psicoanálisis es "allí donde Ello era debe el Yo advenir". El Yo sería la
sede racional, consciente, ética que se haría responsable de los actos del sujeto, ya
que ha cogitado, ha deliberado, ha previsto y, conforme a criterios secundarios, ha
calculado el alcance de las acciones para hacerse responsable de sus actos.
No obstante, esta constrncción tiene algunas complicaciones suplementarias.
Un Yo tal estaría permanentemente en conflicto, y más que amo de la psiqué, es un
esclavo de las otras instancias, pues está presionado por el Ello, desde donde le
provienen las exigencias de satisfacción pulsional agresivas, sexuales y autodes­
tructivas; está además obligado por el Superyó a respetar las normas y restricciones
a esa satisfacción del Ello, y constreñido por la realidad social, que no siempre le

procura la posibilidad de una satisfacción así fuera moderada, limitada, conforme a


criterios estéticos y éticos.
El Yo no es el amo de su casa, es un síntoma, es el siervo de esos tres señores.
Y el margen de libertad del que goza es muy estrecho para poder hacerse responsa­
ble de sus actos. Por lo demás, el psicoanálisis ha encontrado que el superyó tiene
dos caras. Una apaciguadora, guardiana de la ley, de la norma, por lo cual, clási­
camente, se le ha adjudicado al superyó la sede del sentimiento de culpabilidad.
Pero la otra cara del superyó es aquella que, influida por el Ello, se vuelve impera­
tiva, destructora en su exigencia también desmedida, fuente de inhibiciones, impo­
tencias y empequeñecimiento del sujeto; es la cara obscena y feroz del superyó.
88 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

De otro lado, en la medida en que la sociedad ha cambiado, el modelo patriarcal


se ha desvanecido y esto tiene consecuencias en las nuevas formas de configura­
ción del inconsciente. El psicoanálisis constata que hay una fuerte tendencia a la
declinación del padre, no sólo a nivel social, donde se le ha degradado incluso al
punto de hacerlo prescindible. Y esto nos interroga sobre nuestro modelo: ¿cómo
se constituye el actual superyó de los sujetos, tal vez menos en la vertiente norma­
tiva y apaciguadora y más en la pendiente de la obscenidad y ferocidad, contra el
propio sujeto y contra los demás? El padre no se presenta ya como el ideal social
del patriarca proveedor que encarna la autoridad, el padre librepensador, permisivo
y tolerante se desdibuj a, y su ausencia deja lugar a dioses oscuros, encarnados en
los patrones de la droga, y de los líderes de los grupos armados sin ley.
Otra perspectiva estructural, complementaria, muestra que somos seres consti­
tuidos por tres dimensiones. La imaginaria, donde constituimos el yo como ima­
gen, a partir del espejo que es el semejante. La simbólica, que nos dota de palabra,
de entendimiento. Y una real, sede del goce que atraviesa el cuerpo, la vida y la
muerte. Esas tres dimensiones pueden anudarse de una manera llamada "borro­
mea", es decir, conforme a un modo en que cada una se enlaza con las otras de
modo tal que desanudar una significa desatar las otras, y esto le da una consistencia
que se sostiene por sus dobles enlaces a las otras. Pero ello no es posible sino en el
caso en el que un cuarto nudo llamado el Nombre-del-Padre -traducción lacaniana
del Complejo de Edipo- venga a producir ese anudamiento borromeano, al que lla­
mamos neurosis. Así podríamos ubicar la responsabilidad en el Nombre-del-Padre,
como cuarto aro de este anudamiento que sería la sede de una ética subjetiva.
Pero puede acontecer que en un sujeto no haya Nombre-del-Padre, el caso de la
psicosis, donde no hay, en consecuencia, anudamiento borromeo entre sus instan­
cias. El sujeto puede haberse desencadenado, o sostenerse a partir de una suplen­
cia, es decir un aro inventado que anude las dimensiones desatadas. Allí, la respon­
sabilidad se haya en cuestión, por lo que muchas veces la jurídica lo vuelve inim­
putable, es decir, carente de responsabilidad penal por sus actos.
Está además la perversión, una clínica por pensar, ya que de la perversión clíni­
ca propiamente dicha poco sabemos, pues un perverso logrado no acude habitual­
mente al psicoanálisis. Y están aquellos que van al análisis, cuyos rasgos de per­
versión reconocemos en las neurosis y las psicosis.
Esta argumentación constituye el marco desde donde podemos plantearnos la
pregunta inicial por la responsabilidad en el niño y en el adolescente. Primeramen­
te, diferenciando qué sería la responsabilidad en un niño o adolescente neurótico,
psicótico o perverso. Porque si bien ni la niñez ni la adolescencia son conceptos
psicoanalíticos sino construcciones sociales, reconocemos diferencias y especifici­
dades clínicas tanto en uno como en otro. Por ejemplo, no podemos fechar en un
niño neurótico o en un adolescente neurótico en qué momento se vuelve responsa­
ble. No hay una edad para que alguien tenga uso de razón, desde el punto de vista
CULPA Y RESPONSABILIDAD 89

psicoanalítico. Y vemos que aún desde el punto de vista jurídico tampoco es senci­
llo. Por ello, se establece la mayoría de edad como una convención que depende de
cada sociedad. En Colombia era a los veintiún años y luego a los dieciocho. Cuan­
do las circunstancias sociales de un conflicto armado impusieron el uso de menores
de edad como actores armados o como sicarios al servicio del narcotráfico, luego
de una presión internacional para hacer reconocer a nuestro Estado los derechos de
los menores, se baja a la edad de dieciséis años. En países como los Estados Uni­
dos, se castiga carcelariamente a los jóvenes desde los catorce años. Ello representa
el corazón de la responsabilidad jurídica. Es decir, la obligación de reparar el daño
infringido a otros por culpa, en ciertos casos determinados por la ley. Reconocien­
do modulaciones de esa responsabilidad como penal, civil, delictiva, contractual.
Y, dentro de las primeras, reconociendo una responsabilidad limitada, plena, ate­
nuada o del menor. En todo caso, allí se trata de la responsabilidad corno obliga­
ción de soportar el castigo, o la necesidad moral e intelectual de cumplir un deber o
un compromiso social. Ese es el sesgo jurídico de la responsabilidad.
Para el psicoanálisis, un niño, un adolescente o un adulto son igualmente consi­
derados sujeto. No solamente en el sentido cartesiano, es decir, consciente y racio­
nal, sino, además, un sujeto cuya conciencia se continúa al inconsciente y está do­
tado de una intensa actividad pulsional. Allí empiezan las diferencias.
El punto de partida es que siempre tratamos con un sujeto. Eso es lo universal.
Pero luego viene lo singular en dos direcciones. Primero, en el hecho de que si es
un niño, hay que evaluar en lo singular del uno por uno, de cuánta racionalidad es
capaz; es decir, la capacidad de discernimiento sobre sus actos y las consecuencias
de los mismos. Esto varía si se trata de un niño neurótico, psicótico o en posición
perversa. Igualmente, será preciso examinar la capacidad que el niño ha demostra­
do para dominar sus pulsiones agresivas, sexuales y autodestructoras, y controlar
sus actos. Dependiendo de que las contingencias de su historia le hayan dado herra­
mientas simbólicas para hacerlo. Y, entonces, haya elegido, así sea de modo forza­
do, en los avatares de su vida, una estructura psíquica y un objeto de goce.
Lo mismo habrá que hacerse con cada adolescente, contando con un hecho su­
plementario. En la adolescencia ocurre, en general, una caída de las identificacio­
nes paternas. Es decir, aquellas que afirmaban la ley, la norma, los límites. Los
adolescentes enfrentan esa crisis de las identificaciones de manera agresiva y an­
gustiada; no sólo los invade el furor de destruir lo viejo, reconociéndolo caduco,
sino que además están angustiados y desorientados, por lo que, en ese delicado
tránsito, buscan otras identificaciones que los estabilice. Muchas veces en las tribus
urbanas, en gmpos de pares, o en nuevas figuras sociales diferentes a su familia.
Eso hace que la responsabilidad fundada sobre los valores de la infancia también
entre en crisis. Y los encontremos en situaciones dramáticas, porque no previeron
las consecuencias de sus actos.
A pesar de la diversidad y la complejidad que es la clínica del uno por uno, po­
demos, para concluir, enunciar al menos algunos principios del psicoanálisis de va-
90 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDADn

lidez universal, emergentes de cien años de experiencia.


Primeramente, podemos decir que en psicoanálisis el sujeto es siempre respon­
sable de su posición. Esto quiere decir que no diferenciamos los actos concientes y
voluntarios del sujeto, sino que para el psicoanálisis el sujeto es también_ responsa­
ble de sus actos inconscientes e "involuntarios'', en el sentido de la conciencia, pe­
ro que obedecen a un propósito inconsciente. Luego, el sujeto siempre será respon­
sable por las consecuencias de sus actos. Freud hablaba incluso de la responsabili­
dad moral por el contenido de nuestros sueños. Y si esto es así en los sueños, se ex­
tiende la responsabilidad a los actos, no sólo fallidos sino también logrados, los pa­
sajes al acto, como el suicidio, el asesinato, las conductas delictivas, los acting out,
tanto como las tentativas de suicidio, además de los actos cotidianos, casarse, tener
hijos, fracasar en el amor, en la profesión, en la vida, etc. No solamente es respon­
sable de la intencionalidad conciente, sino también de la voluntad inconsciente que
albergan sus actos.
Siempre en la dirección de la cura psicoanalítica está la pregunta al sujeto por
su responsabilidad en el caos del cual se queja. En qué es responsable de lo que le
ocurre. Es paradój ico, cuando el niño, el adolescente y muchos adultos están dis­
puestos a culpar a los otros, al sistema educativo, a los padres, al mundo, de lo que
les ocurre. En ese sentido, la práctica del psicoanálisis está lejos de promover la au­
toridad tradicional del padre, sino que se dirige a preservar la responsabilidad del
sujeto para permitirle elucidar las respuestas sintomáticas que inventó para tratar
las patologías contemporáneas de la paternidad. La responsabilidad subjetiva es la
condición para la experiencia psicoanalítica y la reconciliación del neurótico con
su deseo.
En segundo lugar, no hay clínica sin ética, lo cual no solamente tiene que ver
con un código de deontología para el analista, o los principios concernientes al acto
analítico. Esto también dice que el psicoanálisis es una praxis, en la que "lo ético
es una dimensión mucho más clínica, mucho más segura que lo mental, lo psíquico
1
y lo patológico". Es pues una disciplina donde lo que está en cuestión de manera
esencial es la patología de la ética del sujeto.
En tercer lugar, el psicoanálisis es una clínica de las consecuencias, lo cual ubi­
ca la responsabilidad como una de las orientaciones mayores de la dirección de la
cura. Que haya una implicación subjetiva en un sujeto que le permita el examen de
su historia, de sus elecciones, de su responsabilidad por la elección de los objetos
de su goce. Una responsabilidad más allá de toda culpabilidad.
El psicoanálisis produce una subversión del sujeto; se trata, en la cura, de hacer
pasar al sujeto ele la culpabilidad a la responsabilidad. Producir una desculpabiliza­
ción da al sujeto una mayor libertad. Pero, sabemos que, a mayor grado de libertad,
se pide un mayor grado de responsabilidad subjetiva.

1 J . - A . Miller. Elucidación de Lacan. Eol-Paidós, Buenos Aires, 1 99 8 , pág . 3 40 .


CRIMEN

CASTIGO
92 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

CRÍMENES Y PECADOS

Mario Pujó

E
n 1 950, Lacan escribe: "El hombre se hace reconocer por su semejante por
los actos cuya responsabilidad asume". La frase es extremadamente breve,
pero sus consecuencias son decisivas para el campo en que ella se propone
operar, el del acto criminal y su eventual punición. En particular, cuando ese cri­
men se demuestra insensato, aparentemente inmotivado, un acto loco. 1
En efecto, Lacan sostiene allí que es por la asunción de su responsabilidad res­
pecto de sus actos que el hombre logra ser admitido como tal por sus semej antes,
aceptado y reconocido como uno entre ellos. Esa responsabilidad le confiere, ni
más ni menos, el estatuto mismo de su humanidad. Indica enseguida que es a ella
que se apunta en la intervención analítica en estos casos: "La acción concreta del
psicoanálisis es benéfica en un orden duro. Las significaciones que revela en el su­
jeto culpable no lo excluyen de la comunidad humana. Hace posible una cura en la
que el sujeto no está alienado de sí mismo y la responsabilidad que restaura en él
responde a la esperanza que palpita en todo ser deshonrado, de integrarse en un
sentido vivido". 2
La reintroducción de la irracionalidad de un pasaje al acto en el campo del "sen­
tido vivido" supone, en alguna medida, su irrealización, vale decir, la considera­
ción, más allá del hecho mismo, de una dimensión propiamente simbólica. Lo que
lleva a Lacan a afirmar que "irrealizando el crimen, el psicoanálisis no deshumani­
za al criminal". 3 En el otro extremo, y como su contrapartida, denuncia en la ten­
dencia de la criminología contemporánea cierto efecto cuya antinomia se encarga
de explicitar: " . . . si ella humanizará el tratamiento del criminal, no lo hará más que
al precio de un derrocamiento de su humanidad". 4
La punición juega en ello un papel central, al punto que Lacan llega a equiparar
el castigo a la responsabilidad: "la responsabilidad, es decir, el castigo, es una ca­
racterística esencial de la idea del hombre que prevalece en una sociedad dada". 5
Vale decir, en una sociedad como la nuestra. Porque hay una dimensión de lo puni-

1 Jaques Lacan [firmado con Michel Cénac]. Psicoanálisis y criminología ( 1 950). Interven­

ciones y Textos. Manantial, Buenos Aires, 1 985, pág. 26. Itálica en el original.
2 Ibíd., pág. 30.
3 Jacques Lacan. !ntroduction théorique aux fonctions de la psychanalyse en criminologie.
(En collaboration avec Michel Cénac). Écrits. Paris, Seuil , 1 966, pág. 1 3 5 .
� J. Lacan. Intervenciones y textos. Op. cit. pág. 26.
0 J . Lacan. Écrits. Op. Cit. pág. 1 37 .
CRIMEN Y CASTIGO 93

tivo que no es puramente correctiva, correccional o utilitariamente intimidante, una


dimensión que pone en evidencia un cariz francamente expiatorio. "Sólo el psico­
análisis [ . . . ] es capaz en estos casos de desprender la verdad del acto, comprome­
tiendo en él la responsabilidad del criminal por una asunción lógica que debe con­
ducirlo a la aceptación de un justo castigo". 6 Lo que nos lleva a considerar la con­
veniencia de aplicar penas moderadas en aquellos casos que quedarían de otro mo­
do sin sanción alguna.
Desde esta perspectiva, el texto merece ser leído como una suerte de alegato
c ontra la noción de inimputabilidad, figura legal con la que se pretende proteger
, humanitariamente, entre otros implicados posibles, al autor de un crimen injustifi­
cado: "si el reconocimiento de la morbidez de estos casos permite evitarles feliz­
mente, con la degradación penitenciaria, el estigma que a ella se liga en nuestra so­
ciedad, sigue siendo cierto que la cura no podría ser otra cosa que una integración
por el sujeto de su verdadera responsabilidad y que, igualmente, es esto a lo cual se
tendía por vías confusas mediante la búsqueda de una punición que puede ser qui­
zás más humano dejársela encontrar a él". 7
En continuidad con su tesis de doctorado, en la que describe la incidencia esta-
, bilizadora del castigo en una entidad clínica nombrada, precisamente por ello, "pa­
ranoia de autopunición", la subjetivación del crimen sigue siendo reivindicada por
Lacan, diecisiete años después, como la vía apropiada a la cura del criminal. Y esa
subjetivación encuentra en el castigo, retroactivamente, su oportunidad.
Quizás estas mínimas referencias sean suficientes para sostener asertivamente
lo que se impone a nuestra apreciación bajo la forma de una evidencia clínica: para
el psicoanálisis no existe la inimputabilidad. El psicoanálisis contraría su sanción
por 'desubjetivante' , la refuta, la contradice, la torna inconcebible. Porque, paradó­
jica ciencia del sujeto, la implicación subjetiva es constitutiva de su campo de ope­
ratividad.

No hay crimen sin castigo

Una cierta articulación del crimen y el castigo es considerada por Woody Allen
como tema de su filmografía, dando ocasión a una reflexión de orden moral. Se tra­
ta de una coyuntura dramática precisa, que pone en escena una cobardía mayúscula
por la que es cometido un crimen oprobioso y repudiable, cuyo instigador queda
finalmente impune en tanto no es siquiera imputado por él. No un inimputable sino
un 'inimputado' , falta de sanción cuyo resultado se demuestra semejante, al punto
que el crimen mismo parecería entonces quedar desdibuj ado.
El núcleo de la trama, relativamente simple, es retomado en dos oportunidades
por el director -que es también autor del guión-, dando lugar a dos célebres pelí-

6
J. Lacan. Intervenc iones y textos. Op. cit . , pág. 28.
7
Ibíd., pág. 27.
94 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: "RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

culas. La primera, "Crimes and misdemeanors", la más conmovedora, está filmada


en Nueva York en el año 1 989; la segunda, "Match point'', mucho más taquillera,
fue rodada en Londres dieciséis años después. En ambas se aborda la misma encru­
cijada ética, por lo que, en buena medida, el segundo film merecería ser considera­
do como una suerte de remake del primero.
Resumamos al mínimo su trama argumental. Al cabo de cierto tiempo de apa­
sionada relación, una amante demuestra amenazar el matrimonio del protagonista,
y, con él, su estabilidad familiar, haciendo peligrar su posición económica y social.
Luego de intentar infructuosamente hacerla desistir de sus pretensiones, y en esta­
do de inocultable desesperación, el personaje se decide finalmente a eliminar a su
amante. Cosa que se concreta en ambos films exitosamente, en la primera versión a
través de un crimen por encargo, en la segunda, llevando a cabo el protagonista el
asesinato por mano propia. Inmediatamente después, el remordimiento amenaza
torturar tenebrosamente a los personajes. Pero la policía incrimina erróneamente a
terceros, sospechosos por ser asesinos reincidentes, e, inopinadamente, el senti­
miento de culpabilidad se esfuma, el desasosiego se desvanece, la angustia se disi­
pa. Con el correr de las horas vuelve a brillar la luz.
Así, en "Match point", en una penumbra shakesperiana, Cris le habla al espec­
tro de Nola, la joven embarazada a quien acaba de ultimar: «No fue fácil. Pero lle­
gado el momento pude j alar el gatillo. Nunca sabes quiénes son tus amigos hasta
que hay una crisis. Pero puedes aprender a meter la culpa debajo de la alfombra y
seguir adelante. Tienes que hacerlo, de otra manera te abruma». Nola reclama por
la vida del niño en gestación. Y Cris responde: «Sófocles dijo: 'No haber nacido . . .
es el mejor premio ' . . . ».
De una manera menos descarada pero igualmente cínica, hacia el final de "Crí­
menes y pecados", en un clima intimista, Judah le sugiere a Cliff [Woody Allen] el
guión de un asesinato perfecto, basado en su propia experiencia: «Hay un hombre
que es exitoso. Lo tiene todo. Escucha la voz de su padre. Imagina que Dios está
mirando todos sus movimientos. De repente, no es un universo vacío, sino uno jus­
to y moral, y él lo ha violado. Entra en pánico. Está al borde del colapso mental, a
pocos pasos de confesar todo a la policía. Una mañana soleada se despierta. Su fa­
milia está alrededor. Misteriosamente, la crisis desaparece. Viaja a Europa de va­
caciones . . . Con el paso del tiempo, constata que no es castigado. Al contrario,
prospera. Culpan a otro de su crimen, alguien con otros asesinatos en su historial . . .
uno más no importa. Se siente liberado, su vida vuelve a la normalidad, de regreso
a su mundo de confort y privilegios».
Cliff sugiere otra salida al guión: «Yo haría que se entregase porque así la histo­
ria asume proporciones trágicas. Porque en ausencia de Dios o algo así, él mismo
debe asumir esa responsabilidad. Entonces tienes tragedia». Pero Judah replica que
«eso es ficción, son películas. Miras demasiadas películas. Hablo de la realidad. Si
quieres un final feliz, mira una película de Hollywood». Y luego se aleja abrazando
felizmente a su mujer.
CRIMEN Y CASTIGO 95

Sin sanción, la culpa se disuelve, el crimen mismo parecería no haber sido co­
metido. Quizás podamos entonces afirmar que, efectivamente, no hay crimen sin
castigo; pero no porque todo crimen encuentre necesariamente su castigo, sino
porque, en su ausencia, el propio crimen pierde consistencia en las vacilaciones de
la memoria.
¿Pretende Woody Allen alertamos sobre la emergencia de una subjetividad sin
culpa, como una acechanza inminente de nuestra actualidad? Probablemente. Pero
ciertamente no representándola como la proliferación de una ferocidad vandálica a
la que nada detendría en su marcha criminal, sino, más bien, en la línea de esa in­
imputabilidad creciente, ese 'niño generalizado' del que nos habla Lacan, resultado
de la exitosa conjunción del mercado y la ciencia. En lugar del héroe estoico, pro­
metido a su destino trágico, una subjetividad ligera, liviana, carente de espesor y de
gravedad. Es decir, el retrato de un superyó no interiorizado, ese superyó en ges­
tación, no plenamente constituido, que Freud se complace en atribuir a las muje­
res; un superyó cuyo imperativo moral se haya signado externamente por el saber
del Otro, por el miedo a ser descubierto, regido entonces por un principio del tipo:
"ojos que no ven, corazón que no siente". Aunque no por ello menos dramática­
mente comprometido en las implicaciones de sus actos.

«Yo, Pierre Riviere . . . »

El 3 de junio de 1 83 5 , en una pequeña aldea normanda, Pierre Riviere, de 20


años de edad, mata a golpes de hoz a su madre encinta de 40 años, a su hermana
Victoire de 1 8 años y a su hermano Jules de 7 años. Al alejarse, proclama en voz
alta ante un vecino: «Acabo de liberar a mi padre de todas sus desgracias; sé que
me matarán pero no me importa». Llevaba en la mano una hoz ensangrentada.8
El dossier del caso, publicado en los Anales de higiene pública y medicina legal
de 1 836, retuvo la atención de Michel Foucault y un grnpo de colaboradores de su
cátedra en el College de France, que le dedican un año de trabajo colectivo. El re­
sultado, la publicación en 1 973 chez Gallimard de una recopilación de documentos
relativos al proceso, ordenados según la secuencia cronológica del crimen, la ins­
trucción, el juicio y la conmutación de la pena de muerte por la de cadena perpetua,
'
'sin exposición a la vindicta pública'.
Abocada al estudio de las relaciones entre psiquiatría y justicia penal, no es la
m agnitud del crimen lo que resulta atractivo a la investigación, dado que el parrici­
dio es relativamente frecuente en los juzgados de la época. Pero el expediente de
este caso comporta no sólo el relato de los hechos y la descripción de los recono­
cimientos médico-legales, sino un conjunto de elementos remarcables. En primer

.
sM 1chel Foucault . Yo, Pierre Riviáe, habiendo degollado a mi madre, a mi hermana y a mi
hermano. . . Un caso de parricidio del siglo XIX presentado por Michel Foucault. Fábula
Tusq uets, 200 1 , pág. 1 95 .
96 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD>1

lugar, tres informes médico-periciales con opiniones divergentes: el de un médico


rural, el de un médico responsable de un reconocido manicomio, y un informe ava­
lado por los nombres más prestigiosos de la psiquiatría y la medicina legal de la
época (Esquirol, Marc, Orfila). En segundo lugar, la declaración de los testigos, in­
terrogados sobre el tipo de vida, el carácter, Ja posible locura o imbecilidad del au­
tor del crimen. En tercer lugar, y fundamentalmente, un largo relato redactado por
el propio acusado, un campesino de veinte años que, sabiendo apenas leer y escri­
bir, durante su detención preventiva describe minuciosamente los detalles y las ra­
zones que lo llevaron a la realización del crimen. Es precisamente la frescura y la
conmoción que produce la "voz del acusado", lo que justifica la publicación de la
recopilación. «Seamos sinceros -escribe Foucault. Quizá no ha sido todo lo ante­
rior lo que nos ha demorado más de un año sobre estos documentos, sino simple­
mente la belleza de la Memoria de Riviere. Todo surgió de nuestro estupor». 9
En efecto, en un lenguaje sencillo y convincente, Riviere narra cómo, a lo largo
de los años, su madre denigra y difama a su padre, con quien él mismo decide con­
vivir desde los 1 O años. El acoso, la humillación, las calumnias de la madre hacia
el padre son constantes, la mentira, la difamación y la burla un recurso permanente.
Por su parte, el padre parece dispuesto a todo para satisfacer los inauditos reclamos
de su mujer, una mujer con la que no convive y que se muestra siempre insatisfe­
cha, al borde de la desesperación. Sus exigencias desmedidas llevan reiteradamente
a la familia a la bancarrota. A su vez, su hermana Victoire mantiene una decidida
complicidad con la madre, como si ambas disfrutaran de modo semejante de las
desdichas del padre. Lo que va circunscribiendo un opresivo clima de injusticia,
que suscita una ineludible indignación. 'Todo el mundo estaba afectado al ver el
espectáculo de cómo una persona tan buena como mi padre era maltratado de aque­
lla manera, y perseguido, por una mujer". 1 0
Poco a poco Pierre se va convenciendo de adoptar una decisión definitiva. "Las
leyes de los romanos daban al marido derecho de vida y muerte sobre su mujer y
sus hijos. Quise afrontar estas leyes, me pareció que sería una gloria para mí, que
me inmortalizaría muriendo por mi padre, como los guerreros mueren por su patria
y por su rey [ . . ] esta gente moría por la causa de un hombre que no conocían y
.

que tampoco les conocía, que nunca había pensado en ellos; yo moriré para liberar
a un hombre que me ama y me aprecia". 1 1
E l amor a l padre guía cada uno de sus actos, demostrando estar por encima de
todo. "De modo que tomé esa espantosa resolución, decidí matarlos a Jos tres; a las
dos primeras porque estaban de acuerdo en hacer sufrir a mi padre; en cuanto al
pequeño tenía dos razones, una que amaba a mi madre y a mi hermana, y la otra
porque temía que matando sólo a las dos, aunque mi padre estuviera horrorizado,

9 M . Foucault. Op . Cit., pág. 1 7 .


IO
lbíd., pág. 1 1 3 .
11
Ibíd. pág., 1 2 1 .
CRIMEN Y CASTIGO 97

me echara de menos cuando se enterase de que moriría por él. Yo sabía que quería
a este niño que era inteligente, pensé, tendrá un tal horror de mí que se alegrará de
mi mue1ie y de este modo viviría feliz sin remordimiento alguno". 1 2
Una vez detenido, escribe el relato de su crimen para mostrarse en ejercicio de
sus facultades y dispuesto al castigo. Se reconoce culpable y espera ser condenado
a muerte. "Conozco el artículo del código penal sobre el panicidio, lo acepto como
expiación de mis faltas; [ . . . ) así espero la pena que merezco y el día que pondrá fin
a todos mis remordimientos". 1 3
Condenado a muerte por el tribunal que lo juzga, la sentencia no se hará efecti­
va. Paradójicamente, su pmmenorizada confesión, una palpable demostración de la
claridad de su raciocinio, se transforma para los especialistas en la prueba irrefuta­
ble de su alienación mental. Se eleva entonces una petición de indulto apoyada en
los informes médico-legales, y el Rey conmuta la pena de muerte por la de reclu­
sión perpetua. La clemencia real despoj a así, humanitariamente, al joven Riviere de
su acto, literalmente lo enajena. Y "la humanización del tratamiento del criminal"
se salda entonces, efectivamente, por el "derrocamiento de su humanidad".
Pierre Riviere deviene explícitamente un muerto en vida. Amanece ahorcado el
22 de octubre de 1 840 en la penitenciaría de Beaulieu. "De un tiempo a esta parte
se le habían notado signos indiscutibles de locura; Riviere se creía muerto y no
quería saber nada de su cuerpo; añadía que deseaba que le cortasen la cabeza, cosa
que no le causaría el menor daño, dado que ya estaba muerto, y si no accedían a es­
te deseo amenazaba con matar a todo el mundo. Esta amenaza hizo que lo aislaran
de los demás prisioneros y aprovechó esta circunstancia para suicidarse". 1 4
El suicidio, Lacan dixit, es un acto logrado. Un acto extremo, es verdad, defini­
tivo, el último acto. Pero a través de él Pierre Riviere alcanza finalmente su desti­
no, ese destino que sabía él forjaba para sí en el momento de su pasaje al acto.

Un largo porvenir

Lebenstodt, "muerto en vida", escribe Althusser en alemán, intentando apre­


'hender con este término su propia suerte. Y precisa: «Para la opinión de la calle,
que una cierta prensa cultiva sin distinguir jamás la 'locura' con sus estados agudos
pero pasajeros, de la 'enfermedad mental', y quien dice enfermo mental entiende
evidentemente enfermo perpetuo y, como consecuencia, internable e internado de
p or vida: 'Lebenstodt', como bien dice la prensa alemana». 1 5
De sde que h a sido puesto a resguardo, 'protegido ' , 'beneficiado ' por e l aiiículo
64 del código penal francés, Althusser habita el limbo de las almas sin cuerpo, el

12 b
l I' d., pág. 1 23 .
13 l b� d., pág.
14 137.
[1 5 lb 1 d : pág.209. Crónica del Pilote du Calvados, 22 de octubre de 1 84.0 .
1 L .
f om s Althusser. El porvenir es largo. Ediciones Destino, Buenos Alfes, 1 993, p ag. 3 6
98 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

inframundo de los cuerpos sin alma, iluminado, apenas, por la luz crepuscular que
alumbra el reino de los muertos. En efecto, según la ley, "no hay crimen ni delito
cuando el acusado está en estado de demencia en el momento de la acción". Desde
que se encuentra así amparado penalmente, Althusser se experimenta a sí mismo
como un «desaparecido», latinoamericanismo cuyo uso universal ha sido incorpo­
rado en español.
Desde luego, y con razón, se había pretendido protegerlo. Más aún, si conside­
ramos que en 1 980, el año en que estrangula a su mujer, la pena de muerte se en­
contraba aún legalmente vigente en Francia. Pero ese "no ha lugar" que humanita­
riamente lo preserva, en el mismo acto lo despoja de su calidad de pensador, de su
prestigio de filósofo, lo priva de un merecido reconocimiento intelectual -una de
las inteligencias más destacadas de Europa-, lo enaj ena, en fin, de su propia obra.
«Después del cierre de la instrucción, el Juez Guy Joly pronunció un sobresei­
miento que fue seguido de la entrega de una orden de internación tomada por la
prefectura de policía. Louis Althusser perdió entonces todos sus derechos de ciu­
dadano. A continuación, fue jubilado de oficio [ . . . ] En junio de 1 980 dejó el hospi­
tal Sainte-Anne y fue trasladado a la clínica de l ' Eau Vive en Soisy-sur-Seine, que
conocía bien, y en julio de 1 983 se instaló en París, en un apartamento situado en la
calle Lucien Leuwen». 16
Pero, en 1 985, Althusser se decide a "volver". Una nota en el diario Le Monde
menciona irónicamente su caso, y, al leerla, toma la decisión de volver. Aunque,
como le escribe a un amigo, no podría 'reaparecer en la escena pública' sin haberse
explicado previamente sobre lo que le había pasado, a través de "una especie de au­
tobiografía, en la que se incluirían explicaciones sobre el drama y el 'trato ' tanto
policial como judicial y hospitalario y, naturalmente, su origen''. 1 7
Lebendstodt, muerto en vida, Althusser se decide a volver; se decide a volver
desde la muerte. Así, entre fines de marzo y la última semana de abril de 1 985, re­
dacta un extenso texto de más de trescientas carillas. Un escrito dificil de situar en
su género, entre el ensayo autobiográfico, el ensueño, el alegato y la alucinación:
«En realidad, a lo largo de estas asociaciones de recuerdos, intento atenerme estric­
tamente a los hechos, pero las alucinaciones también son hechos». 1 8
En la página de cubierta, el título manuscrito: E l porvenir es largo [¿La dura­
ción de la eternidad? ¿El tiempo de la melancolía? -es inevitable preguntárselo] .
Al lado, un subtítulo tachado: Breve historia de un homicida. Y, enseguida, otro tí­
tulo también tachado: De una noche al alba.
Desposeído de su palabra, de su historia y de su acción, Althusser se propone
recuperarlas a través de este escrito. Es algo sobre lo que nos advierte de entrada:
«Es probable que consideren sorprendente que no me resigne al silencio después de

1 6 Élisabcth Rouclinesco. Filósofos en la tormenta. Efe, Buenos Aires, 2007, pág. 1 60.
17 L . Althusser, Op. Cit., pág. 1 1 .
18
Ibíd. , pág . 1 8 .
CRIMEN Y CASTIGO 99

la acción que cometí y, también, del no ha lugar que la sancionó y del que, como se
suele decir, me he beneficiado. Sin embargo, de no haber tenido tal beneficio,
hubiera debido comparecer; y si hubiera comparecido habría tenido que responder.
Este libro es la respuesta a la que, en otras circunstancias, habría estado obligado.
Y cuanto pido, es que se me conceda; que se me conceda ahora lo que entonces
habría sido una obligación>> . 1 9
E n 1 982, había escrito una primera descripción del crimen, la misma que re­
petía obsesivamente a sus allegados, idénticas palabras, el mismo enigma, el mis­
mo estupor: «En noviembre de 1 980, en el curso de una crisis intensa e imprevisi­
ble de confusión mental, estrangulé a mi mujer, que lo era todo en el mundo para
mí, a ella que me quería hasta el punto de querer morir ya que no podía vivir y, sin
duda, yo, en mi perturbación y mi inconsciencia, le "presté el servicio" del que no
se defendió, pero que causó su muerte». Una breve y aterradora síntesis, en la que
resume vívidamente la situación de Hélene y la perturbada relación que mantenían
entre ellos.
Como no podía ser de otra manera, el extenso relato de 1 985 se inicia con una
detallada descripción de la escena fatídica, aquella sobre la que Althusser no tuvo
derecho a testimoniar ante el Tribunal: «Arrodillado muy cerca de ella, inclinado
sobre su cuerpo, estoy dándole un masaj e en el cuello. A menudo le doy masajes
en silencio, en la nuca, la espalda, y los riñones: aprendí la técnica de un camarada
de cautiverio, el amigo Clerc, un futbolista profesional, experto en todo.
«Pero en esta ocasión el masaje es en la parte delantera de su cuello. Apoyo los
dos pulgares en el hueco de la carne que bordea lo alto del esternón y voy llegando
lentamente, un pulgar hacia la derecha, otro un poco sesgado hacia la izquierda,
hasta la zona más dura encima de las orejas. El masaje es en V. Siento una gran fa­
tiga muscular en los antebrazos: es verdad, dar masajes siempre me produce dolor
en el antebrazo.
«La cara de Hélene está inmóvil y serena, sus ojos abiertos, miran al techo. Y,
de repente, me sacude el terror: sus ojos están interminablemente fijos y, sobre to­
do, la punta de la lengua reposa, insólita y apacible, entre sus dientes y labios.
«Ciertamente, ya había visto muertos, pero en mi vida había visto el rostro de
una estrangulada. Y, no obstante, sé que es una estrangulada. Pero, ¿cómo? Me le­
vanto y grito: ¡He estrangulado a Hélene !». 20
La escena sorprende por su simplicidad, por el modo cómo el 'criminal' toma
conciencia de su acto cuando su realidad ya ha sido sellada y no hay vuelta atrás.
Un hecho cotidiano, una muerte consumada sin saberlo, sin que la víctima profirie­
ra queja ni reclamo alguno. «El homicidio parecía un crimen perfecto, excepto que,
en lugar de ocultarlo, el homicida lo habría reivindicado denunciándose a sí mismo

19
1 . pag.
lb'd ' 25.
20 '
,

lbid, pág. 2 8 .
1 00 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

ante su médico, que no podía creerlo». 21


Llegados a este punto, me parece importante dejar asentado que, desde luego,
mucho podría escribirse sobre este crimen patético, desconcertante, descabellado,
mucho podría argumentarse sobre este singularísimo alegato redactado por Althus­
ser en defensa de su propia subjetividad, la subjetividad de uno de los teóricos más
lúcidos del marxismo en la segunda mitad del Siglo XX. Y, por cierto, muchísimo
se ha dicho, muchísimo se ha conjeturado, interpretado, inventado. Francamente
demasiado, cuando lo escrito roza claramente el despropósito, cuando no decidi­
damente el delirio. 22 Razón por la cual sólo me propongo remarcar aquí que Alt­
husser hizo todo lo que estuvo a su alcance para que su texto fuera publicado, pero
para que no lo fuese mientras él estuviera en vida. Lo hizo circular apenas, con
cautela, sin fotocopiarlo ni prestar nunca el original. Y, efectivamente, recién fue
editado en forma de libro en 1 992, dos años después de su muerte. Lo que indica
también que, desde el inicio, el testimonio fue concebido por su autor como un
mensaje póstumo, un mensaje desde la muerte. Y ese largo porvenir que nos anun­
cia nos llega finalmente desde el más allá de su vida.
Todo está allí para hacernos pensar que Althusser hubiera preferido la pena de
muerte al 'no ha lugar', hubiera seguramente preferido la sanción efectiva de la
muerte a la insoportable eternidad de la muerte en suspenso, su muerte en vida.
* * *

Para concluir, sólo recordaré que en su escrito La ciencia y la verdad, Jacques


Lacan forja uno de sus apotegmas más célebres y contundentes, un principio que
tiene para el psicoanálisis un alcance ético de referencia: "De nuestra posición de
sujetos somos siempre responsables".23 En particular, porque ese 'siempre' hace de
la responsabilidad un término prácticamente homólogo al de sujeto. ¿De qué otra
cosa respondería el sujeto si no es siempre de su posición? Lo que, como acto, co­
mo destino, como libertad, hace de él el heredero sartreano de una decisión irreba­
sable, aunque fuera una insondable decisión del ser.
Por esa razón, debemos pensar que si el sujeto del inconsciente es el mismo de
la ciencia, el que la ciencia forcluye, el sujeto inimputable es, para el psicoanálisis,
el retorno en lo real de esa forclusión.

2 1 E. Roudinesco. Op. Cit., pág. 1 67 .


22 Mencionaré sólo algunos d e los nombres d e quienes han elucubrado fantasiosos dispara­
tes sobre la situación de Althusser, sin pretender, desde luego, ser exhaustivo: Claude Sa­
rraute, Robert Maggiore, Dominique Jamet , Pierre Taguieff, Yann Moulier-Boutang, Phi­
lippe Solers, Jean Guitton, Régis Debray, É rica Marty, Daniel Sibony, Michel Bénézech,
P atrick Lacoste, André Green, Jean Allouch, Gérard Pommier, . . . En fin, como se ve, casi
nadie se ha privado de aportar su opinión.
23
Jacques Lacan. La ciencia y la verdad. In: Lectura estructuralista de Freud. Siglo XXI,
México, 1 97 1 .
CRIMEN Y CASTIGO 1 01

LOUIS ALTHUS SER Y EL FALLO DE INIMPUTABILIDAD

Amalia Racciatti *

P
arís, 1 6 de noviembre de 1 980. En su departamento de la Escuela Normal
Superior, a los 62 años, el prestigioso filósofo marxista Louis Althusser es­
trangula a su mujer, Hélene, mientras le daba los habituales masajes en el
cuello que solían compartir juntos. Busca en la enfermería de la Escuela al Dr. É­
tienne y se reconoce desde el principio corno autor del hecho, pero no sabe cómo
ha llegado a cometerlo. Lo internan en plena excitación en Sainte-Anne.
Élisabeth Roudinesco nos advie1te que Althusser fue sobreseído en base al artí­
culo 64 del Código Penal, que en los años 80 todavía estipulaba que "no hay cri­
men ni delito cuando el acusado estaba en estado de demencia en el momento de la
acción." 1
Al no ser considerado responsable, de acuerdo a este artículo, cualquier loco
que matara a alguien podía ser no punible sencillamente porque el acto no tenía
existencia jurídica. Esto permitía que se "beneficiara" con un sobreseimiento au­
tomático. No había oportunidad de que el acusado haga su descargo o su confesión.
Sólo se conocieron las conclusiones de la autopsia y del peritaje psiquiátrico.
Los peritos se pronunciaron a favor de la aplicación del artículo 64: " . . . el uxori­
cidio por estrangulamiento manual había sido cometido sin otra violencia adicio­
nal, en ocasión de un episodio onírico iatrógeno complicado con una depresión me­
lancólica". 2
El fallo emitido por el juez en 1 98 1 , estableció la inexistencia de un sujeto jurí­
dico responsable y Althusser fue sobreseído. El filósofo que sostuvo con tanto ri­
gor que la historia es "un proceso sin sujeto ni fin" acabaría sus días marcado por
su acto declarado "sin sujeto" en nombre de la ley. 3
El juez extendió una orden de internación, Althusser perdió todos sus derechos
de ciudadano, fue jubilado y en junio de 1 9 8 1 dejó el hospital de Sainte-Anne y fue
trasladado a una clínica que él conocía bien. En julio de 1 983 se instaló en París, en

* Dra. Amalia Racciatti . Psicoanalista. M édica Psiquiatra. Presidente de la Comisión Direc­

tiv a de la Sociedad de Psicoanálisis y M edicina Psicosornática de la AMA. Miembro del


C apítulo Interfase Neurociencias-Psicoanálisis de APSA. Docente de los Cursos del Servi­
c io de Salud Mental del Hospital General de Niños Dr. Pedro de Elizalde. Miembro del Ca­
pítul o Psiquiatría y Psicoanálisis de APSA.
1 É lisabeth Roudinesco. Filósofos en la tormenta. Fondo de Cultura Económica, Buenos Ai­
res, 2007, pág. 1 46 .
2 E . Roudinesco. Filósofos e n la tormenta. Obra citada, pág. 1 50.
3 Gérard Pommier. Louis de la Nada . Amorrortu editores, Buenos Aires, pág. 1 1 .
1 02 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

un departamento que le annaron sus amigos y a partir de allí "vivió una extraña vi­
da, la de un espectro o un muerto vivo". 4
Murió de muerte natural el 22 de octubre de 1 990.

Un testimonio autobiográfico: "El porvenir es largo"

Pronto, en un artículo periodístico, se homologó el crimen de Althusser con el


asesinato antropofágico de una joven holandesa cometido por el japonés lssei Sa­
gawa, a quien la justicia francesa sobreseyó. El homicida sostenía que la joven no
sufrió al ser asesinada y que, además, la antropofagia era un acto de amor. 5
Furioso al verse comparado con el criminal japonés, y aconsejado por algunos
amigos en el sentido de subrayar el punto esencial del artículo periodístico: la au­
sencia de "proceso" debido al no ha lugar del que se habría beneficiado, decide
contar en marzo de 1 985, su testimonio en su segunda autobiografia: "El porvenir
es largo". 6
Comienza planteando que el "no ha lugar", esto es, la inimputabilidad, produjo
como "beneficio . . . la losa sepulcral del silencio". Es así que comienza reclamando
ser juzgado y menciona los efectos nefastos de no haberlo sido. Restituye con una
ficción que él solo maneja y desarrolla, lo que no tuvo existencia en lo jurídico: su
testimonio.
En el primer capítulo narra con lujo de detalles la escena del crimen y en el se­
gundo capítulo se refiere ya decididamente a sus reclamos acerca de cómo fue tra­
tado por el orden jurídico. 7
Citaré brevemente sus argumentos: «En el destino del "no ha lugar", el homici­
da pierde el derecho a ser castigado con una pena de prisión concreta, con la que se
supone que paga su deuda con la sociedad y en consecuencia se lava de su crimen.
Si el homicida es absuelto después de su proceso público, puede volver a casa con
la cabeza alta. La pena extingue, pues, el crimen y con la ayuda del tiempo, el ais­
lamiento y el silencio, el antiguo criminal puede rehacer su vida. El estado de no
responsabilidad jurídico-legal destina al "loco" homicida a un hospital psiquiátrico
por un tiempo indeterminado, no paga su deuda con la sociedad y queda relegado a
ser como un muerto viviente, o mejor, ni muerto ni vivo. Un juicio por lo menos
permite explicarse públicamente». Por eso «he decidido en este libro explicarme
públicamente, para liberarme solo, por mis propios medios . . . de la muerte pública . . .
para dar a todo e l mundo las informaciones de que dispongo».
Apela también a las garantías de los informes médicos, psiquiátricos, farma-

4 E. Roudinesco. Filósofos en la tormenta. Obra citada, pág. 1 6 1 .


5 E . Roudinesco. Filósofos en la tormenta. Obra citada, pp. 1 46- 1 4 7
6 Louis Althusser. El porvenir es largo (incluye bajo el mismo título general Ja otra auto­
biografia: "Los hechos") Ediciones Destino, Buenos Aires. 1 99 3 .
7
lbíd., pp. 3 0 -4 3 .
CRIMEN Y CASTIGO 1 03

cológicos, hasta concluir, en su esfuerzo por mantener la "objetividad", lo que no


dejará de sonar en oídos más o menos atentos: «Voy a tomar la palabra, y lo hago
como tercero . . . » .
Un detalle fue convenientemente subrayado por Rosa Czerniuk. 8 Refiriéndose a
los objetivos, plantea que escribirá acerca "de lo que yo ya no soy totalmente el
dueño, sino en lo que me he convertido". Pero inmediatamente afirma: "Sólo he
querido expresar el impacto de los efectos emotivos que han marcado mi existencia
y le han dado su forma . . . ". Hay un salto, entonces, entre la intención de adueñarse
de su acto y de los efectos que su acto produjo en él, y la consideración de las de­
terminaciones que hicieron que él fuera quien es.

Algunos datos de su posición subjetiva

Nacido en Argel en 1 9 1 8, su primera internación fue por un acceso melancólico


posterior a su primera relación sexual, a los treinta años de edad, con quien sería
luego su esposa, Hélene.
A partir de allí, tuvo no menos de un acceso melancólico importante por año. A
las frecuentes internaciones, que él a menudo solicitaba, seguían períodos hipo­
maníacos, donde recuperaba con creces el tiempo perdido, escribiendo vertigino­
samente. Inteligente y sagaz, pudo, a pesar de sus padecimientos, sostenerse en la
Escuela Normal Superior. Althusser se interesó vivamente a lo largo de su vida por
la teoría psicoanalítica y admiraba a J. Lacan.
Estuvo en tratamiento psiquiátrico desde 1 94 7, y a partir de 1 965 hasta por lo
menos la época de la redacción de su segunda autobiografía, sostuvo un trabajo de
análisis con el René Diatkine, que no comulgaba con el modo de pensar de Lacan.
Su posición de sujeto se podría resumir así: pretende "saber cómo salir de un
círculo permaneciendo en él".9 Fue la posición de toda su vida. En un campo de
prisioneros en la segunda guerra, una vez que imaginó y planificó la huida, a todas
luces probablemente exitosa, se quedó tranquilo y permaneció en el encierro.
El mismo esquema se repite en la Escuela Normal Superior, en las clínicas psi­
quiátricas, en el Partido Comunista: marginal, pero adentro.
La estrategia que el filósofo dice encontrar para soportar la vida fue el armado
de un ser de artificio e impostura, que le permitiría, en un "como sí", sostener el la­
zo con los otros, haciéndole olvidar su propia inexistencia, ya que se declaraba
muerto-vivo. Cuando fracasaba en su manipulación seductora, entraba en repro­
ches compulsivos, autorreproches melancólicos y amenazas de suicidio.
Al parecer, el trabajo intelectual lo estabilizaba. Buscó siempre, a lo largo de su

.
8R osa Czemiuk. "Althusser: Un hombre público". En : Supetyó y filiación. Laborde Editor,
rP · 230-23 1 .
Loui s A lthusscr. "Los hechos ". En: El porvenir es largo. Ediciones Destino , Ancora Y
Delfín , Buenos Aires, 1 993, pp. 423-424.
1 04 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

vida, padres sustitutos, autoridades intelectuales a las que primero imitaba y luego
seducía. Poco a poco se transformaba en consejero y crítico, al punto de realizar lo
que él entendía que era la posición de ser "el padre del padre".
A partir de allí surgía lo que él llamaba su impostura, que era tomar la produc­
ción del otro, agregarle algún detalle crítico y darla como propia, afirmación que
no condecía con su dedicación a la lectura y al trabajo intelectual.
Esta estrategia mostraba su fragilidad cada vez que tenía que firmar algo como
producto propio: entraba en crisis melancólicas que habitualmente exigían interna­
ción. Quería destrnir su obra y destrnirse él.

El mito familiar que construye como explicación de su vida

La madre estaba de novia con Louis Althusser, joven de carácter intelectual y


soñador, que muere en la primera guerra mundial. Según una antigua costumbre al­
saciana, cuando el marido muere y si no hay hijos, el hermano de éste toma su lu­
gar y pide casamiento a la viuda. Omitiendo que no había habido matrimonio,
apresuradamente, la madre se casa en medio de la guerra con Charles Althusser,
hombre algo mujeriego y con facilidad para arreglárselas en el mundo de los nego­
cios. 10
El primogénito lleva el nombre del amado muerto, Louis.
Louis pronto se esforzó por agradar a su madre. Esta madre era una mujer llena
de temores, amante de la poesía. El niño la suponía mártir de la brntalidad sexual
de Charles.
Althusser interpretó que él ocupaba el lugar de un muerto, el otro Louis, expli­
cando así la sensación profunda de vacío interior que lo atormenta.
El lugar de la función paterna la adjudicaba al abuelo materno, Pierre Berger.
Muchas veces él mismo se presentó llevando el nombre de este abuelo, cada vez
que estaba a punto de desmoronarse. Eliminaba así el nombre de su padre, alteran­
do la cadena generacional, presentándose como el hijo de los abuelos matemos. 1 1

Hélene y las significaciones que e l filósofo l e adjudicó e n su vida

Hélene Rytmann, llamada también Legotien, era, para muchos, una auténtica
heroína de la Resistencia francesa en la segunda guerra. Cuando Althusser la cono­
ció, sintió una necesidad inmediata de "oblación", palabra que usaba respecto de su
madre: quiso salvarla de la miseria y la soledad, ayudarla a vivir.
Con ella tuvo su primera relación sexual. Una semana después, fue internado
con un cuadro severo de melancolía. La cura consistió en una serie de elec­
troshocks. Mientras tanto, Hélene abortaba en Londres. Cuando Louis se en-

10 E . Roudincsco. Filósofos en la tormenta . Obra citada, pág. 1 7 1 .


11 p .
G . omm1er. Louis de la Nada. Obra citada, pp. 7 1 -72.
CRIMEN Y CASTIGO 1 05

teró, consideró esta decisión como un supremo acto de amor: ella había compren­
dido que él no hubiera soportado la idea de un hijo. A partir de ese momento, nun­
ca más se separaron, hasta el instante fatal.
¿Qué lugar ocupó Héléne en la vida de Althusser? Según él, fue todo en su vi­
da, padre, madre, hermana, mujer, colega, amigo varón, maestra en los hechos
reales de la vida.
Por otra parte, tuvo varias amantes y siempre pretendía que se hicieran amigas
íntimas de Héléne. Propósito por demás oscuro, provocador y explosivo.
Se sabe que durante años Diatkine atendió en paralelo a Louis y a Héléne y que
ambos sostenían entre sí largas conversaciones en donde cada uno interpretaba con
pretensiones psicoanalíticas al otro. Por otra parte, también solían abusar de los
psicofármacos y el alcohol. 1 2
E n los últimos tiempos d e l a convivencia, ella quería abandonarlo pero n o pod­
ía, y permaneció en el departamento con él. Se puede apreciar aquí el retorno de la
viej a posición de Althusser, esta vez jugada por Héléne: nuevamente "el querer sa­
lir del círculo quedándose adentro".

Datos alrededor del desencadenamiento del crimen

Luego de una cirugía, el filósofo entra en un delirio profundo, donde supone


que lo persiguen las Brigadas Rojas, y la solución está en su suicidio. Se lo medicó
por el episodio y Diatkine, en una entrevista con Héléne, le indica que lo interne
inmediatamente. Ella pospone la internación para el lunes siguiente.
Estuvieron, parece, encerrados sin hablarse ni responder ningún llamado de
afuera durante una semana, semana que concluye el domingo con el acto homicida
cuya responsabilidad Althusser restringe, al final de su largo testimonio, a la signi­
ficación de un crimen altruista, a pedido, al mejor estilo melancólico. É l le hizo a
ella, la amada, un último servicio dándole muerte, ya que Héléne, él lo sabía, año­
raba morir de una vez por todas.

A modo de conclusión

La lectura de El porvenir es largo, escrito por el que Althusser pretendió dar


cuenta de su crimen, nos alerta ante todo de los límites de la psiquiatría y el psico­
análisis para tratar este caso, a la vez que nos presentifica el límite de la estructura
misma.
Es notorio el uso y abuso de la narrativa psicoanalítica y la fijeza del mito fami­
liar que da absoluta consistencia a las explicaciones del filósofo.
El pasaje al acto suicida pudo mantenerse a raya en esta historia gracias a todos
los recursos a los que apeló Althusser para sostener precariamente su subjetividad

1 2 E . R oudmesco.
. Filosofas en la tormenta.
·

Obra citada.
1 06 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDADn

(artificio, impostura, la ficción del "padre del padre", provocación, escritura, traba­
jo intelectual).
Pero en la pasión de la crueldad especular en que se habían sumido en los últi­
mos instantes Héléne y él, se precipita el desencadenamiento del pasaje al acto.
No parece, al final, dar indicios claros de culpabilidad. Queda siempre el in­
terrogante de que su pedido de ser juzgado pueda ser, para él mismo, un artificio
más en el cual sostenerse.
¿Se trata en su testimonio, de una impostura más, donde planean tanto la falta
de pudor de la autoacusación melancólica como la suplencia perversa de la provo­
cación triunfante? Pero, ¿sería posible por estructura otra posición?
Que se haya publicado póstumamente, lo deja de todos modos con la última pa­
labra.
El castigo ahorrado por la sentencia judicial retornó baj o la forma de haberse
transformado en un espectro en el mundo intelectual de su época.
Esa posición de muerto-vivo se revivifica en la escritura. Entiendo de este mo­
do sus últimas líneas, adjudicadas a un tercero, un médico amigo. Este personaje le
dice que su explicación pública es . . . "un actus essendi: un acto del ser". 1 3

13
L . Althusser . El porvenir es largo. Obra citada, pág. 3 79.
CRIMEN Y CASTIGO 1 07

CUANDO LA LEY NO FUNDA UN LUGAR


(LA INIMPUTABILIDAD Y SUS REPERCUSIONES SUBJETIVAS)

Yesica Embil *

P
ocas cosas no han merecido cuestionamiento desde la invención del psico­
análisis. Un sujeto novedoso fue convocado a surgir de ese lugar oculto don­
de se hallaba ignorado durante siglos, aunque siempre eficaz en sus efectos.
El grito de una voz áfona que, desde la extraterritorialidad, exigía reconocimiento,
fracturó en su emisión el pesado muro, en apariencia inquebrajable, de la ciencia.
La escucha de esa voz fue la función que dio origen al psicoanálisis.
Las formas completas y sin suturas comenzaron a ser objeto de sospecha, y la
figura que hasta entonces representaba al hombre por antonomasia en los discursos
hegemónicos, el yo metapsicológico, comenzó a ser pensado desde otro lugar, co­
mo un holograma, una ilusión. Tal es el destino de nuestra incursión en disciplinas
que nos convocan en lo cotidiano como auxiliares; disciplinas sustentadas en un
corpus conceptual basado en una ética incomparablemente disímil de la ética del
psicoanálisis y de su tratamiento del saber y del sujeto.
El psicoanalista convocado a participar en la determinación del no ha lugar ba­
jo el apartado penal de inimputabilidad, no está en posición de exigir al jurista que
haga lugar a la singularidad del suj eto en cuestión, y a las repercusiones subjetivas
que de una nominación de tal envergadura podrían desprenderse. Sin embargo,
como psicoanalistas, estamos convocados a poner una pausa, a citar a la escucha en
el más allá de los efectos obj etivos que la sanción penal produce sobre la responsa­
bilidad jurídica. La culpa es materia del psicoanálisis y del discurso jurídico, en
torno de ésta ambas disciplinas "se encuentran" y es el psicoanálisis quien ocupa la
posición responsable, quien es llamado a responder.

En el otoño parisino de 1 980 Louis Althusser, filósofo comunista y respetado


profesor de la É cole Normale Supérieure de París estranguló a su pareja, Hélene
Legotiene, compañera de vida y de lucha política durante más de 32 años. Los pe­
riodistas lo encontraron en "estado de confusión". Se dice que Althusser pedía a
gritos que llamaran a la policía. El filósofo no fue juzgado, la justicia, asistida por
peritos psiquiátricos, determinó que no fue responsable de sus actos, y bajo el artí­
culo 64 del Código Penal francés, conocido como no ha lugar, se dictaminó que no
se proseguiría con un procedimiento penal. Althusser no tendría derecho a defen-

* Yesica Embil. Lic. en Psicología UBA. Colaboradora del Equipo del Servicio 3 1 A de Ex­
ternación Asistida del Hospital J. T. Borda. Jefa de Servicio : Lic. Cristina Gartland.
1 08 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

derse frente a una audiencia mediante un juicio. Las razones de su actuar quedaron
suspendidas, no ha lugar su palabra. Los peritos encontraron una perturbación psí­
quica que le imposibilitaba responder por sus actos, fue declarado irresponsable y
se lo confinó a un asilo psiquiátrico. No ha lugar las explicaciones, los motivos, las
razones -la Razón-. No hay lugar para este ser en la razón occidental. .. no ha lugar
su constitución subj etiva dentro de la cultura.
Althusser desapareció y se sintió desaparecer: " . . . al cabo de dos años de confi­
namiento psiquiátrico, soy, para una opinión que conoce mi nombre, un desapare­
cido. Ni muerto ni vivo, no sepultado aún pero 'sin obra', esa magnífica expresión
de Foucault para designar la locura: desaparecido". 1
El ser partícipe de un conjunto de significaciones compatiidas, el estar ampara­
dos en una zona donde todos nos entendemos, es el obrar dentro de la llamada Ra­
zón Occidental; fuera de este lugar toda experiencia o pensamiento es considerado
locura, como desarrolla con claridad Alejandro Bonvecchi. 2
Fue este loco, sustraído del lugar hegemónico de la razón, quien supo desde una
extraña terceridad experimentada en su ser, describir el concepto de hegemonía y
deshilvanar los entramados de los aparatos ideológicos del estado (AIE). Althusser
fue tal vez un verdadero hombre de ciencia, quien produj o un saber sin sujeto.
Desde sus aparatos ideológicos del estado, sobre todo la familia y el sistema judi­
cial, el filósofo experimenta el no ha lugar. Es la carne que vivencia que no está,
que tal vez desde siempre no estuvo allí.
Confinado en su reclusión psiquiátrica, en el abismo de aquel pozo perturbado­
ramente silencioso, decidió escribir lo que es su autobiografía, "El porvenir es lar­
go ", trabajo en el cual intenta constituir su ser desde la ajenidad a la que fue exi­
liado. En la obra A lthusser: estrategia del impostor, el sociólogo Alejandro Bon­
vecchi realiza una mirada profunda sobre la singular historia de Louis Althusser,
haciendo un recorrido sobre la sensación de ajenidad del nombre propio del filóso­
fo y sus efectos en la subjetivación de ese ser -nombre ajeno por duplicado, Louis
como sustituto, viene a ocupar un lugar ajeno, el de un muerto amado por su ma­
dre, y Louis como él [lui], pronombre de la tercera persona singular en lengua fran­
cesa, ni yo ni tu, sino otro, el que no está allí-. En su citada autobiografía y ensayo
de autoanálisis, Althusser confiesa la necesidad de apelar a los estandartes de la
Razón, para intentar ser acogida por ella. Su escritura comienza llamando a la luci­
dez y a la responsabilidad como el medio y el fin para dar su palabra y conseguir
que la audiencia que nunca existió pueda escuchar su respuesta.
Esta voz que libra una batalla en el interior del suj eto, que pugna por ser escu­
chada "desde la losa sepulcral del silencio", nos convoca a no comprender dema­
siado pronto el valor de la pena.

1 Louis Althusser. El porvenir es largo. Ediciones Destino, 1 992, pág. 1 3 6.


2 Alej andro Bonvecchi. A lthusser. Estrategia del impostor. Ediciones Colihue, Buenos Ai ­
res, 1 996.
CRIMEN Y CASTIGO 1 09

¿Cómo pensar, entonces, desde el psicoanálisis, en el encuentro con el aparato


jurídico penal, la función de la pena? Una premisa que encuentra adherencia reza
que la pena es un castigo. Castigo ejercido sobre el cuerpo de quien pudiendo ac­
tuar conforme a las leyes consensuadas para la convivencia de la sociedad, optó
por actuar sin miramiento por los demás, dañando un bien tutelado por la justicia.
En el campo del psicoanálisis, Freud ya había advertido que están los que de­
linquen por sentimiento de culpa. Es la necesidad de castigo, de un límite que acote
el exceso de culpabilidad inconsciente, el móvil que impulsa al suj eto a actuar de­
lictivamente. El valor de la pena encuentra una expresión perversa en estos casos.
Consiste en un goce masoquista, autopunitivo, como respuesta a la exigente y sádi­
ca voz superyoica que exige la satisfacción pulsional de manera anárquica. Esta
misma cara de la pena encuentra su contrapartida sádica: el que ordena la pena y el
que toma la responsabilidad de hacerla cumplir, puede obtener un goce sádico me­
diante la ejecución de la pena. Si la finalidad de la pena es la resociabilización de
un sujeto, y no la humillación y degradación del cuerpo y la mente del reo, como lo
señala José Milmaniene, ese lugar debe estar vaciado de goce. Si existe un valor
clínico en la sanción de la pena, será a condición de que quien la imponga no goce
a través de dicha acción: "No se trata de desanollar ningún sadismo que sumerja al
hombre en el anonimato objetivado del número [ . . . ] sino, por el contrario, se trata
de crear un sistema simbólico donde la sanción punitiva devenga en el límite justo
que le permita al hombre redimirse, a través de pagar, con su ser y su tiempo, los
costos de sus infracciones". 3 Precisamente, la impartición de la Ley provoca efec­
tos de límite y acotamiento pulsional, acota el goce, y no lo ejerce.
Este lugar vacío de goce es ya otra manera de concebir la pena, no relacionada a
la función de castigar, sino a la de sancionar. La pena como sanción, otro rostro de
la pena, una cara normalizadora, pasivizante, que en el mismo movimiento que in­
terdicta constituye al sujeto. La interdicción del incesto y la prohibición del parri­
cidio es la doble ley que el psicoanálisis ha postulado como fundadora tripartita de
la sociedad, la cultura y el sujeto en un mismo movimiento. Como lo menciona
Gabriela Salomone: "Es de importancia destacar el sistema jurídico en el marco de
un orden social dado, como un modo legítimo de expresión de la legalidad simbó­
lica fundante de la cultura; es decir, expresión de la función paterna en el orden so­
cial, tal como lo muestra el mito". 4
La inscripción en un orden simbólico, posibilitado por la imposición de la ley,
normativiza, pasiviza, pone un freno a la exigencia pulsional, introduce al hombre
en el campo del deseo. Es la herramienta que oficia de límite frente al goce descon­
trolado de lo pulsional en determinada encrucijada de la vida: " . . . la subjetividad se
constituye en el momento mismo en que el infans comparece ante la Ley, encama-

3 José Milmaniene. El goce y la ley . Paidós, Buenos Aires, 1 995, pág. 5 8 .


4 Gabriela Salomone. "El padre e n función". E n : La encrucijada de !afiliación. Tecnologías
reproductivas y restitución de n iiios. Lumen/Humanitas, Buenos Aires, 2000, pág. 84.
1 10 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

da por un padre que impone una presencia incontrovertible y que se denu�cia por
la vergüenza y el temor reverencial, en tanto ya se sabe ante quien se está". )
Ahora bien, cuando la ley simbólica no alcanza al suj eto, tenemos a un suj eto
des-suj etado, desprovisto de barreras frente al goce avasallante y locamente morti­
ficador, y si aceptamos la hipótesis de que la pena puede tener un valor clínico,
como lo comprobó Lacan en el caso Aimeé, ¿qué tratamiento merece la cuestión
acerca de la inimputabilidad? ¿No podríamos suponer un redoblamiento a nivel
subjetivo de la falta de sanción a través del dictamen del aparato penal? Nos aso­
mamos a pensar, con Lacan, si detrás de ese fin presuntamente humanizante, no se
Je quita al hombre Ja poca dignidad que Je queda: Ja de responder por sus actos afir­
mándose como sujeto.
En el Código Penal Argentino es el artículo 34 el que contiene los aspectos ne­
gativos de la teoría del delito, Ja inimputabilidad queda fundada en el texto de la
siguiente manera:
«No son punibles:
1 ) El que no haya podido en el momento del hecho, ya sea por insuficiencia de
sus facultades mentales, alteración morbosa de la misma, o por su estado de in­
consciencia, error o ignorancia, de hecho no imputable, comprender Ja criminali­
dad del acto o dirigir sus acciones.
En caso de enajenación, el tribunal podrá ordenar la reclusión del agente en un
manicomio del que no saldrá sino por resolución judicial, con audiencia del Minis­
terio Público y previo dictamen de peritos que declaren desaparecido el peligro de
que el enfermo se dañe a sí mismo o a Jos demás . . .
2 ) El que obrare violentado por fuerza fisica irresistible o amenazas de sufrir un
mal grave e inminente». (Entre otros, son citados los puntos concernientes al cam­
po psicológico). 6
Siguiendo este desarrollo, podemos precisar que la presencia de un daño no es
suficiente para definir a un acto como delito, sino que resulta indispensable el
compromiso del sujeto en el mismo, su responsabilidad. Un sujeto autónomo es de­
lineado en el horizonte de esta práctica. Un sujeto dueño de sí mismo, capaz de au­
togobemarse, de obrar bajo una dirección conciente de sus acciones, un sujeto con
límites bien precisos. Esta construcción del sujeto nos recuerda al abordaj e freu­
diano acerca del Yo metapsicológico, sujeto cartesiano, racional, exponente del po­
sitivismo. La responsabilidad que de su autonomía se desprende, lo sitúa en Ja no­
ción que Legendre denominó «sujeto joya». Así, la figura del loco (como también
la del niño, el intoxicado, el afectado por emoción violenta) no encuentra represen­
tación subjetiva en lo propio del discurso jurídico.
La capacidad de un sujeto, en este marco, no es considerada innata sino que es

5 J. Milmanic nc. Op. Citada., pág. 54.


6 C,o' d .1go Penal Argentino. Libro Primero. Artículo 34.
CRIMEN Y CASTIGO 111

otorgada por la misma entidad que la define. E l campo jurídico se edifica como un
lugar de saber acerca de los cuerpos, las sensaciones y el alma humana, saber que
repercute en las subj etividades . Estas figuras que hemos mencionado no obtienen
el derecho de ser consideradas como "capaces", con lo cual su obligación de res­
ponder queda anulada, no se exige que se hagan, mediante la sanción penal, res­
ponsables jurídicamente de sus actos.
No es de este sujeto del que se ocupa el psicoanálisis. Freud, en "Algunas notas
adicionales a la interpretación de los sueños en su conjunto'', había advertido que
es al jurista a quien le compele ocuparse de una responsabilidad construida y adju­
dicada al yo metapsicológico.7 El suj eto que pensamos en el psicoanálisis no tiene
que ver con la sutura ni con la unidad; el sujeto del psicoanálisis es el sujeto del in­
consciente, de la división, el suj eto barrado efecto del lenguaje, el sujeto habitado
por una falta, por el deseo. La responsabilidad que aquí se constituye es la respon­
sabilidad subjetiva, más allá de la responsabilidad moral y jurídica. Responsabili­
dad que afecta a cada uno en la singularidad, como lo señalara Lacan, responsabi­
lidad no sólo del suj eto analizante sino también del analista: "el más responsable
de todos en tanto es a aquél a quien es confiada la operación de una conversión éti­
ca radical, aquélla que introduce al suj eto en el orden del deseo".8 Posición respon­
sable del analista de introducir al sujeto en el orden del deseo. ¿Por qué otro medio
ordenar el goce si no es por la apelación a la ley?
Una inversión dialéctica comienza a atisbarse cuando Lacan convoca a los ju­
ristas a responder, cuando les sugiere auxiliar al sujeto, oficiando de límite por me­
dio de la abolición de la inimputabilidad para suj etos psicóticos, ayudando a la ta­
rea del psicoanalista de introducir al sujeto en el orden del deseo.
Es posible postular en el caso de la declaración de inimputabilidad, que un re­
doblamiento de la falta de la ley repercute en el sujeto. Louis Althusser, luego de
estrangular a su mujer, lo experimenta: el lugar vacío que ocupa desde siempre
queda ratificado por el aparato jurídico que le dice "no ha lugar" a tus explicacio­
nes, no tienen lugar en el código de la sociedad. Este sujeto desaparece, hasta que
intenta tomar las armas de la Razón para reclamar un lugar en el cual volverse a su­
jetar. Suj eto expulsado de la denominación jurídica -sujeto autónomo, libre de ele­
gir y autogobernarse con derechos, obligaciones y capacidades, entre ellas, de res­
ponder por sus actos y conocer la ley-. Si el suj eto está desamarrado de la ley sim­
bólica, ¿no merece la dignidad de poder sujetarse a una ley jurídica? ¿No se lo deja
as í a la deriva de sujetarse a su propia ley -el delirio-?
La batalla de Althusser desde su "no ha lugar", su largo porvenir en la cons­
trucc ión de razones ensayadas para un tribunal invisible, con miras a reinventarse

7 s· .
1gmund Freud. "Algunas notas adicionales a l a interpretación de los sueños en su conJ un-
�o" . Obras Completas Vol . XIX, Editorial Amorro1iu , Buenos Aires, l 998.
J acques Lacan. Seminario XII: Problemas cruciales para el psicoanálisis (inédit o) C l ase
1 4 del 5 de mayo de 1 965 .
112 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

un lugar en la Razón, la lucha de un sujeto por hacerse un sitio desde la extraterri­


torialidad, nos ha convocado, en la suspensión de su palabra, a responder. Ese ter­
cero no afectado por la ley, ese lugar vacío a través del cual Ja madre mira a otro, el
destino invisible de este Louis sustituto merece una acogida humanizante.
Este sujeto "alienado", ¿no posee la dignidad de recibir una sanción? ¿No se le
niega en el acto de la inimputabilidad el acto mismo de su constitución como sujeto
que, en el mismo movimiento de interdicción, sanciona un lugar? Una sanción
nombra al sujeto, lo responsabiliza de sus actos. La ley ordena el mundo caótico de
las pulsiones irrefrenables; lo evidenciamos una y otra vez en el caso por caso de
sujetos psicóticos: en el borde del abismo de la desintegración, frente al peligro de
la total desorganización, ellos deben hacerse su propia ley. Ley del universo schre­
beriana, la rectificación de Aimeé bajo tratamiento con Lacan, acerca de las cues­
tiones que la llevaron a cometer ese acto, la apelación a la lucidez de Althusser en
su autobiografía . . .
¡Qué destino nefasto el d e Althusser de morir sin sanción, sin acogida e n nin­
gún tipo de ordenamiento, aquél que se dedicó a ajustar las tuercas de los aparatos
ideológicos del estado y quien luchó durante toda su vida por encontrar una palabra
mística que lo inscribiera, al menos, como hijo de la ley de Dios! Sin embargo, y
porque la extraterritorialidad no es un lugar definitivo, el psicoanalista tiene que
estar atento a las voces que son acalladas por el discurso jurídico.
Bonvecchi subraya la idea de Althusser, el no ha lugar no es una clausura eter­
na ni definitiva: de allí puede retomarse no a la Razón occidental sino a un "espa­
cio de una pausa, el intersticio donde se discontinúan los efectos de estrncturación
del propio ser". 9 Marca de la lucha encarnizada que Althusser libró para sostener
un lugar, desde ese vacío, sin dejar de reintentar, sin embargo, una reanudación con
los criterios de la Razón, denunciado en su texto en el cual dice "retomar Ja palabra
con toda lucidez y responsabilidad". 1 0 Batalla de un hombre expulsado del lugar
convencional de Ja sociedad, y de la justicia distributiva que otorga "a cada uno lo
justo".
En sus actos él y el uno por uno de los casos necesitan implicarse como sujetos
de manera singular, y a través de la sanción reintroducirse dentro de los límites li­
beradores de la ley. Devolvamos a estos sujetos la posibilidad de hablar, de dar su
palabra por la que se hacen responsables de sus actos, a la vez que se aseguran un
lugar dentro de Ja humanidad.

9 Alej andro Bonvecchi . Althusser. Estrategia del impostor. Ediciones Colihue, B uenos Ai­
res, 1 996, pág. 1 9
1 0 Louis Althusser . Op. Citada.
CRIMEN Y CASTIGO 113

CONSIDERACIONES SOBRE

LA INIMPUTABILIDAD Y LA MINORIDAD

María Dolores Aguirre Guarrochena - Néstor Aliani *

La imputabilidad y el sujeto moderno

a imputabilidad penal fue un concepto vago e impreciso, utilizado con di­

L versas intenciones sociales, políticas e ideológícas. Por ello, el contenido de


los imputables y de los "inimputables" ha ido variando a lo largo de la his­
toria de la ciencia penal. Así, la imprecisión y vaguedad del término ha favorecido
que se incluyeran dentro del conjunto de los "inimputables", una amplia gama de
personas marginales del sistema establecido y aceptado: dementes, vagos, ancia­
nos, mujeres y niños. Todos ellos tenían en común la suerte que correrían frente a
una intervención estatal: el encierro o "institucionalización", normalmente por
tiempo indefinido y sin control judicial.
Como una derivación inmediata del Estado de derecho y del Estado democráti­
co, en el transcurso del siglo XX se establece un reconocimiento de los derechos de
estos actores y su inclusión diferencial en la vida social. Del mismo modo, el dere­
cho penal debió determinar la reprochabilidad penal que debían guardar sobre sus
actos, su directa proporción con la culpabilidad, es decir, con el grado de libertad
con la que pudiesen obrar.
La pregunta por la imputabilidad ubicó dos tradiciones argumentativas sobre
sus fundamentos: la "escuela clásica", para la cual, si no existe libertad no existe
responsabilidad; y la "escuela positivista'', en la que el sujeto es responsable de to­
do acto que realice por el mero hecho de vivir en sociedad. En sentido estricto, sólo
en los primeros tiene lugar el problema de la responsabilidad de los sujetos, cues­
tión que se desplazaba también al fundamento filosófico de quien disponía de "ra­
zón suficiente" para actuar con libertad.
El pensamiento iluminista instaura al sujeto de la "razón" como el centro de to­
das las líneas de la modernidad. Un acto que dotaba al yo de una potencia inaudita,
de una plena identidad de su razón, una unidad consciente e indivisible. Pero tal

* Dra. María Dolores Aguirre Guarrochena. J ueza Subrogante de Primera Instancia de Dis­
trito en lo Penal de Instrucción, Correccional, Sentencia, Faltas y de Menores - Circunscrip­
ción Judicial Nº 5 Tostado. Provincia de Santa Fe.
-

Ps. Néstor Rubén Alian i . Psicoanalista - Docente de la Universidad Autónoma de Entre Rí­
os en las cátedras "Psicología del Desarrol l o 1 1" y "Psicopatología Psicoanalítica.
1 14 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N° 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

unidad para los iluministas debía establecerse necesariamente sobre una exclusión,
la forma de un negativo. De este modo, la locura hace su aparición como la prime­
ra forma concreta a discriminar de "lo inimputable".
La locura en el siglo XVII se instituía como la forma privilegiada de la exclu­
sión, el emblema de lo sin lugar. ¿Pero por qué el loco? ¿Por qué aquél que hasta
ese momento había pertenecido a una de las variadas formas de lo extranjero a la
comunidad junto al bárbaro, el leproso, el monstruo, el hereje, el infiel o el esclavo
es puesto en el centro de la escena iluminista? La respuesta debemos encontrarla en
un fundamento discursivo-ideológico que enlaza conciencia, razón, soberanía, ciu­
dadanía y Estado moderno. El iluminismo definía a la razón como la última ga­
rantía de la verdad, al menos la última accesible antes de adentrarse en el campo de
lo teológico. El sujeto moderno se debía delinear en el campo de la razón, como
aquél que dispone de una conciencia de sí. A la luz de Ja razón se definían también
las sombras de la simazón.
Por otro lado, el Estado moderno que advendrá como fruto de las nuevas ideas,
hará caer el criterio monárquico de soberanía, es decir, se constituirá cuando el so­
berano sea el pueblo desplazando al monarca. La idea de pueblo es una significa­
ción básica que la soberanía del Estado moderno adopta para si, y es solidaria a la
idea de ciudadano. ¿Por qué? El pueblo sólo es el conjunto de todos los ciudada­
nos, de aquellos capaces de hacerse representar en su soberanía. Ciudadano es
aquel hombre educado, no bárbaro, que dispone ante todo de una conciencia, y de
ella emana la capacidad absolutamente imprescindible de hacerse representar.
La conciencia era la sustancia ineludible para hacer desempeñar la soberanía
del pueblo en el Estado. Se es ciudadano de un pueblo en la medida en que se dis­
ponía de conciencia o razón, y esto pasaba a ser una "cuestión de Estado", porque
en ello iba el ejercicio mismo de su soberanía. El ciudadano no debía confundirse
con el loco, siendo el manicomio la institución que procedía a la primera exclusión
normativa. En el disciplinamiento de la locura y su institucionalización se prefigu­
rará un dominio de la subjetividad que luego avanzará sobre las demás formas : mu­
j eres, niños, extranjeros, etc.
En el proyecto moderno podemos ubicar el origen de los procesos de normali­
zación. Procesos en los cuales las ciencias médicas, en general, y la psiquiatría en
particular, ocuparon un lugar preponderante. 1 Sus protocolos disciplinares serán
claves en el dominio de la subjetividad, en la construcción de sus nuevos criterios
de delimitación, control y exclusión de la razón. Desde temprano se planteó la pre­
gunta de quién determinaba la inimputabilidad, distribuyéndose esa alternativa en­
tre los juristas y los psiquiatras. Para algunos se trataba de establecer una sentenci a,
y, para otros, de constituir un diagnóstico.

1 P roceso que M ichel Foucault caracteriza como de "medicalización" de la sociedad.


CRIMEN Y CASTIGO 1 15

Menores: carencias e infracciones

Para ubicar la interrogación sobre la cuestión infanto-juvenil y su imputabili­


dad, es obligada la referencia a los dos grandes paradigmas científicos que han
alumbrado diversas intervenciones y soluciones: la "doctrina de la situación irregu­
lar" y la "doctrina de la protección integral de derechos".
Bajo el antiguo paradigma de la "doctrina de la situación ÍlTegular", los meno­
res infractores de leyes penales y los expuestos a carencias sociales eran objeto de
la protección-represión discrecional del Estado. Bajo este supuesto beneficio para
el menor, se desconocían sus derechos humanos fundamentales, tales como el prin­
cipio de conducta, de legalidad, de culpabilidad, de proporcionalidad y de tutela
judicial efectiva. La doctrina de la situación irregular confundía activa e intencio­
nalmente la protección de los suj etos en condición de vulnerabilidad, con la legiti­
mación de formas irrestrictas de intervención coactiva, otorgándoles un tratamiento
indiferenciado ante la ley.
La falta de criterio aparecía como una condición propia del positivismo crimi­
nológico, que asoció las carencias sociales, económicas y afectivas a una tendencia
causal de la delincuencia. La realidad de esta doctrina nos enfrentaría a un violento
desconocimiento de los derechos humanos de niños y adolescentes, con una pátina
que intenta ser "proteccionista".
En este sentido, García Méndez afirma que "el tratamiento represivo indiferen­
ciado de niños y adolescentes supuestamente abandonados y supuestamente delin­
cuentes, la miseria evidente de una buena parte de pseudo programas de resociali­
zación y los millares de jóvenes detenidos en instituciones penitenciarias para adul­
tos, constituyen pequeños detalles accidentales de un discurso que proclama hipó­
critamente la imprescindible necesidad de mantener a la infancia fuera de los cir­
cuitos del terrible derecho penal de adultos".2
Frente a este paradigma de la situación irregular, la Convención Internacional
de los Derechos del Niño pone fin definitivamente a la figura del menor como ob­
jeto de la "compasión-represión" discrecional del Estado. Se instaura un nuevo en­
foque que constituye al niño y al adolescente como sujetos plenos de derecho y con
una progresiva capacidad para ejercerlo. Su protección deja de ser una facultad dis­
crecional del Estado, para pasar a ser considerada como el disfrnte amplio de todos
los derechos y garantías.
En otras palabras, la protección de un niño o adolescente no puede servir de ex­
cusa para vulnerar derechos o garantías que coarten su libertad. Se entiende la ne­
cesidad de un tratamiento claramente diferenciado entre quienes padecen carencias
sociales (víctimas de vulneración de derechos), de quienes son infractores de leyes
penales. Uno de los objetivos fundamentales es la desjudicialización de las pro-

2 Emilio García Méndez y Elías Carranza. "El derecho de 'menores' como derecho mayor" .

Publi cado en: www.ii n.org.uy.


116 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDADn

blemática sociales, facultando a órganos administrativos para la aplicación de me­


didas de protección que fortalezcan los vínculos familiares y comunitarios.
De este modo, se evitaría que este grupo de niños con carencias sociales entre
en el circuito de los juzgados de menores, con sus lamentables consecuencias (es­
tigmatización, violencia institucional, contacto con jóvenes infractores, aislamiento
de sus lazos afectivos). En lo atinente a jóvenes infractores, este nuevo paradigma
propondría la plena vigencia de los principios del derecho penal liberal: principio
de conducta, de legalidad, de defensa en juicio, de debido proceso, de inocencia, de
lesividad, etc. Siempre reconociendo que la intervención institucional se establece
sobre suj etos que se encuentran en una etapa especial de la vida. Se procura que la
respuesta estatal frente al delito tienda a la orientación y apoyo del joven y de su
familia, a la internalización de valores sociales y comunitarios, antes que limitarse
a ser una mera respuesta represiva.

La responsabilidad gradual del menor

Ségún la teoría normativa de la culpabilidad, ésta supone dos planos de análisis:


la posibilidad de comprensión de la antij uridicidad de la conducta, y la necesidad
de adecuar la conducta conforme a aquella comprensión. Correlativamente, los dos
supuestos de inimputabilidad son: a) por incapacidad psíquica de comprensión de
la antijuridicidad (elimina la culpabilidad porque cancela la posibilidad exigible de
comprensión de la antijuridicidad) y b) por incapacidad psíquica para autodetenni­
narse conforme a la comprensión de la antijuridicidad (elimina la culpabilidad por­
que estrecha el ámbito de autodeterminación del sujeto). Como consecuencia de lo
dicho, y en sentido estricto, el concepto de inimputabilidad no debería estar asocia­
do necesariamente al de personas menores de edad, dado que no es correcto cientí­
ficamente hablar de que estos sujetos padezcan de "incapacidades psíquicas".
La inimputabilidad es una circunstancia que se puede predicar de un sujeto con­
creto y particular (sea menor o mayor de edad) pero no de un grupo etario en gene­
ral. Sostener lo contrario supondría caer en el pensamiento mágico de considerar
que las personas "adquiriríamos" tales capacidades psíquicas el día que alcanzamos
la mayoría de edad, lo cual contradice abiertamente todas los avances de la psico­
logía evolutiva.
Despejado el uso indeterminado del concepto de inimputabilidad aplicado a
personas menores de edad, en este trabajo proponemos postular conceptos más
ajustados científicamente a lo que se pretende nombrar. A nuestro criterio, estos
conceptos son dos, a saber: a) la determinación de una edad mínima por debajo de
la cual se entenderá que el niño no tiene responsabilidad penal y b) las pautas espe­
ciales de valoración de la culpabilidad en el caso de delitos cometidos por personas
menores de edad.
En relación a la edad mínima de responsabilidad penal, no existe una norma in­
ternacional que disponga expresamente una edad a partir de la cual las personas
CRIMEN Y CASTIGO 117

son responsables penalmente, siendo interpretada de muy diversos modos en el


plano del derecho comparado. No obstante, de la Convención de los Derechos del
Niño surge como obligación muy clara para todos los Estados, la de instituir "una
edad mínima antes de la cual se presumirá que los niños no tienen capacidad para
infringir las leyes penales" (Art. 40. 3 . a) . Esto Jos obliga a adoptar medidas concre­
tas en materia de política criminal, fijando una edad establecida por debajo de la
cual el Estado renuncia a perseguir penalmente a una persona.
Por su parte, las "reglas de Beijing" añaden a este principio que "su comienzo
no deberá fijarse a una edad demasiado temprana habida cuenta de las circunstan­
cias que acompañan a la madurez emocional, mental e intelectual" (Regla 4. 1 ). En
este sentido, el Estado argentino, al momento de decidir la ratificación de Ja Con­
vención de los Derechos del Niño, asumió una serie de obligaciones internaciona­
les, cuyo incumplimiento acarrea una serie de responsabilidades internacionales in­
exorables. 3
En relación a las pautas especiales en el caso de infracciones de menores, el es­
tudio de la culpabilidad es valorado en dos momentos distintos : a) al momento de
dictar la sentencia de responsabilidad penal y b) al momento de dictar la sentencia
que impone una pena. La consideración de la culpabilidad en la primera de ellas se
deriva del análisis de los distintos elementos integrantes de la teoría del delito. Di­
cho pronunciamiento debe analizar adecuadamente si ese suj eto desplegó una con­
ducta típica (si está prevista por la ley penal como delito con anterioridad al hecho
de la causa), si la misma es antijurídica (si no se encuentra amparada por alguna
causa de justificación) y si el sujeto es culpable (en el sentido ya reseñado ante­
riormente).
Por su parte, al momento de dictar sentencia es necesario adecuar la eventual
sanción con el reproche penal por la estricta necesidad de proporcionalidad que de­
be existir entre la infracción y la reacción penal. Desde el punto de vista jurídico, la
culpabilidad sería eminentemente graduable admitiendo "grados de reprochabili­
dad". En el caso puntual de delitos cometidos por menores de edad, existe un sinfín
de circunstancias que pudieron haber impactado en su subjetividad (actuar a ins­
tancias de sus compañeros, actuar impulsivamente, actuar sin medir adecuadamen­
te las consecuencias de su acción, actuar con el deseo de pertenecer al grupo, ac­
tuar irreflexivamente, actuar sin tener el dominio pleno de los hechos, etc.), de mo-

3 Actualmente, la edad mínima de responsabilidad penal está regulada por la ley 22.278 y
modificada por la ley 22.803, ambas dictadas durante la última dictadura militar. Sorpren ­
dentemente, ambas continúan vigentes pese a las décadas trascurridas desde el retorno a l a
democraci a en la República Argentina. E n líneas generales, se puede afirmar q u e l a edad
m ínima de responsabilidad juvenil está fijada en 1 6 años y, para algunos casos de delitos
muy leves, en 1 8 años. Por debajo de tales edades, la persona no es punible (aunque la ley
otorga al Juez de Menores amplias facultades para "disponer" -incluso definitivam ente­
respecto de este niño no punible).
1 18 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: uRESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

do que no puede pretenderse que el estudio de esta culpabilidad sea exactamente


igual a la que se realiza respecto de una persona adulta.
Reubicar la problemática del menor según estos dos aspectos evitará referirse a
los niños y adolescentes como "inimputables", dado que de hecho no lo son. Como
bien lo advertirá el lector, no es lo mismo afirmar que el niño es "inimputable", a
decir, que el Estado argentino se compromete a tomar decisiones concretas de polí­
tica criminal, fijando una edad mínima de responsabilidad penal y exigiendo el es­
tudio de Ja culpabilidad penal atendiendo a las especiales condiciones subjetivas de
un menor.
Hacemos votos por que estas líneas puedan significar un aporte de calidad en
este tema, que puedan ser refutadas, comentadas, criticadas y superadas. Porque de
eso se trata.
CRIMEN Y CASTIGO 1 19

DELITO, CASTIGO Y RESPONSABILIDAD

Carla Martínez *

D
elito y castigo aparecen vinculados a lo largo de Ja historia, intentando ser
abordados por distintas disciplinas desde el plano ético y ontológico. No
hay sociedad -señalaba Lacan- 1 que no contenga una ley positiva, y en la
que no aparezcan dentro del grupo todos los grados de trasgresión que definen el
crimen. De este modo sancionaba como cierta la sentencia del apóstol Pablo en la
"Epístola a los romanos": la ley hace el pecado.
La problemática del delito gravita en el centro del orden social. Para Hobbes
"discernir lo que está bien de lo que está mal es algo que corresponde a cada indi­
viduo en particular en función del pacto contractual".2 El delito es el ejercicio de
una libertad a la que se había renunciado contractualmente. La teoría del contrato
social de Hobbes encuentra su fundamento en una ética utilitarista: los hombres,
por naturaleza egoístas, llegan a un acuerdo con el propósito de evitar el peligro de
una guerra y mantener la paz y el orden. Es en función de este compromiso que los
hombres resignan porciones de libertad, lo cual forma la soberanía de una nación.
En "Tratado de los delitos y las penas"3, Cesare Beccaria señala que las leyes
son las condiciones por las que los hombres aislados e independientes se unieron
en sociedad. Pero aún establecido este contrato fue necesario establecer contra los
infractores de las leyes, motivos sensibles -las penas- para contener el ánimo des­
pótico de cada hombre. Como señala Freud en El malestar en la cultura, al hombre
no le resulta fácil renunciar a la satisfacción de sus pulsiones por lo cual el Dere­
cho -entendido como un sistema de normas coercibles que rigen la convivencia
social- es el resultado final del sacrificio pulsional.
La pena está íntimamente unida al castigo. El castigo, como señala Juan Pego­
raro4, ha sido pensado como una reacción legitima ante la violación del orden. Fou­
cault ha estudiado exhaustivamente cómo se ha construido a lo largo de los siglos
el poder de castigar como poder sobre el cuerpo y el alma. El obj eto "crimen"

* Lic. Carla Martínez. Integrante del Equipo de Adolescentes Tumo Mañana. Centro de Sa­

lud Mental Nº 1 . Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


1
Jacqucs Lacan. "Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en criminología".
Escri tos 1, Editorial Siglo XXI , 1 992
?
: Thomas Hobbes. De cive. Alianza editorial, Madrid,2000
: Cesare Beccaria. Del Tratado de los delitos y las penas. Ed. Alianza, Buenos Aires, 1 996
Ju an Pegoraro . "Derecha criminologica, neoliberalisrno y polític a penal". Revista Delito Y
Sociedad, año 1 O, Nro 1 5/ 1 6, Buenos Aires, 2 00 1
1 2 0 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

-señala Foucault- sobre el que se ejerce la práctica penal, ha sido modificado a lo


largo de la historia. Crímenes y delitos son objetos jurídicos definidos por el códi­
go, pero, a la vez, se juzgan pasiones, instintos y anomalías. 5
Diversas doctrinas, teorías e ideologías se han desplegado en tomo a la pena y
el castigo. En la actualidad podemos situar tres tendencias: el panpenalismo, el
abolicionismo y el garantismo.
El panpenalismo promueve la disminución de las garantías penales y procesa­
les, la disminución de la imputabilidad juvenil, el avance de las facultades discre­
cionales de las fuerzas policiales y la inflación de la legislación penal, a través del
aumento de las penas, las cuales deben ser retributivas e intimidatorias. Esta co­
rriente de la "mano dura" tiene su asiento en la ideología de la defensa social. 6 La
ideología de la defensa social cumple una función legitimadora y racionalizadora
de la institución penal. Esta coniente defiende la "pedagogía" del sistema penal,
concibiendo al delito como una problemática exclusivamente penal. Como señala
Pegoraro, la traducción de estas ideas a la política de Estado está sujeta a contin­
gencias temporales y al estado de la opinión publica afectada por los medios de
comunicación. En las últimas décadas han proliferado, en los medios masivos, las
noticias sobre todo tipo de delitos; la transmisión de un riesgo globalizado se co­
munica incansablemente contribuyendo a las nociones de seguridad/inseguridad de
la población. Además, en muchos medios de comunicación, el delito es refractado
a través de la subcultura de un grupo
Desde el abolicionismo se proclama una reducción del sistema carcelario me­
diante condenas más cortas y cambios en el sistema penal. El sociólogo y criminó­
logo Nils Christie -defensor de esta posición- señala que los conflictos han sido
sustraídos a las personas involucradas y se han transformado en pertenencia de
otros sectores: Estado, abogados, compañías de seguros. Un elemento clave en el
proceso penal es, para este autor, la representación de las partes involucradas en el
conflicto, lo cual provoca que la víctima sea empuj ada fuera del escenario y quede
reducida a ser la mera desencadenante del asunto. Su propuesta consiste en devol­
ver la propiedad del conflicto a la víctima y al delincuente.
Christie argumenta que, de esta manera, se "prestaría gran atención a las pérdi­
das de la victima, lo que conduce a una natural consideración dirigida a saber cómo
pueden ser atenuadas. Esto lleva a la discusión sobre la reparación. El delincuente
tendría la posibilidad de modificar su posición, de ser un oyente en la discusión
respecto a cuanto dolor debe recibir".7
El derecho penal mínimo o garantismo pretende excluir la confusión del dere­
cho penal con la moral que distingue a las doctrinas retribucionistas y correcciona-

5 Michel Foucault. Vigilar y castigar: suplicio . Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 1 98 5 .
6 Juan Pegoraro. O p . cit.
7 Nils Christie. "Los conflictos como pertenencia". AA.VV. De los delitos y de las victimas .

A d .-Hoc, Buenos Aires, 200 1 .


CRIMEN Y CASTIGO 121

, listas, y concibe dos finalidades d e l a pena: e l máximo bienestar posible de los que
; no se desvían y el mínimo malestar necesario de los desviados, teniendo como fin
general la limitación de los arbitrios y la minimización de la violencia en Ja socie­
dad. Se constituye como aquel conjunto de vínculos y reglas impuesto a todos los
poderes en tutela de los derechos de todos, y se presenta como el único remedio pa­
ra los poderes salvajes, ilegales, extralegales, públicos y privados.
Para Luigi Ferrajoli -principal teórico del garantismo- la historia del derecho
penal y de la pena es una historia contra la venganza. La pena debe servir para pre­
venir tanto los injustos delitos como los injustos castigos; su fin es la reacción vio­
lenta contra el delito y no debe permitir la sustitución por las penas informales. La
denuncia de los costos del derecho penal es rebatida desde el garantismo señalando
la inj erencia de un costo mayor, pues el sistema social quedaría librado a la reac­
ción salvaje e incontrolada de las ofensas y a una regulación disciplinaria de la so­
ciedad.

Sanción, pena, castigo

La sanción es parte de la norma jurídica y no debe confundirse con la coacción,


que es la aplicación forzada de la primera. La sanción es una operación de escritura
que señala una consecuencia relacionada con el incumplimiento de un deber desig­
nado en un conjunto ele códigos y leyes. La pena deriva de la sanción, y siempre
remite al castigo, constituyendo así un tríptico conformado por la sanción, la pena
y el castigo.
La teoría del delito es una parte de la ciencia del derecho penal que define al
delito como "una conducta típica, antijurídica y culpable". 8 La culpabilidad es una
característica que tiene que tener una conducta típica y antijurídica para constituir
delito. Es un reproche que se le hace al autor del hecho el que, pudiendo actuar
conforme al derecho, no lo hizo. La culpabilidad es en Derecho un concepto de
carácter normativo que se funda en que el sujeto podría hacer algo distinto a lo que
hizo.
Relacionado con el concepto de culpabilidad aparece el de imputabilidad. La
imputabilidad es la capacidad psíquica de culpabilidad. Para que un sujeto sea im­
putable, debió haber podido comprender la criminalidad de su conducta y haber
podido dirigir sus acciones.
¿Qué significa entonces que el sujeto comprenda la criminalidad de su actos?
Des de el Derecho, esta comprensión significa el entendimiento de que sus actos
son antijurídicos, y está basada en la ausencia o presencia de conciencia en el mo­
mento de producirse el hecho. Estas cuestiones bastarían para definir la responsabi­
lidad en el derecho pero no pueden ser trasladadas a la perspectiva psicoanalítica.
8
O. V arela, A. Sarmiento, S. Puhl, M . Izcurdia. Psicología Jurídica. JCE Ediciones , Bue-
nos Aires, 200 5 .
1 22 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

Sabemos, desde Lacan, que el suj eto es sujeto de deseo y no puede confundirse con
la ilusión de completud del yo. Pero, en el discurso jurídico, "sujeto" se aplica a lo
que soporta la acción, es en este sentido que el derecho lo considera responsable de
sus actos. Alguien puede responsabilizarse desde su yo a través de la confesión de
un delito pero no responsabilizarse acerca de su goce e, incluso, someterse al casti­
go del Amo sin asumir la responsabilidad ante sí mismo. Dadas estas distinciones,
cabe pensar qué consecuencias se derivan de los presupuestos de las políticas cri­
minológicas ya que, como señalara Lacan, existe una paradoja en la ciencia crimi­
nológica que es "pretender humanizar al criminal deshumanizándolo".

De la culpa a la responsabilidad

"Si las personas sólo fueran responsables de lo que hacen conscientemente, los
idiotas estarían de antemano libres de cualquier culpa. Lo que pasa, querido Flajs­
man, es que las personas tienen la obligación de saber. Las personas son responsa­
bles de su ignorancia. La ignorancia es culpable . . . " (Milan Kundera. El libro de
los amores ridículos).
En 1 923, Freud en su texto "Los delincuentes por sentimiento de culpabilidad",
señala que existen delincuentes en los que el sentimiento de culpabilidad es ante­
rior al delito cometido, y que su ejecución conlleva una especie de alivio psíquico
ante la presión de la culpa. Freud habla inicialmente de un sentimiento inconscien­
te de culpabilidad, aunque luego se ve precisado a distinguir entre un sentimiento
normal consciente de culpabilidad -del cual testimonian la neurosis obsesiva y la
melancolía- y tm sentimiento inconsciente de culpabilidad que él designa con la
noción de "necesidad de castigo". 9 Por lo tanto, el sentimiento de culpabilidad
puede experimentarse en forma consciente, o bien no ser percibido por el sujeto.
El pasaje de la culpa a la responsabilidad exige que el sujeto asuma su goce.
Sabemos -siguiendo a Lacan- que aquello de lo cual el suj eto se siente efectiva­
mente culpable cuando tiene culpa, es siempre de haber cedido en su deseo. Por lo
tanto, no se trata lisa y llanamente de que confiese su delito.
La confesión, sacramento religioso por el cual el pecador reconoce su culpa por
los pecados cometidos, no exige una responsabilidad subjetiva sino que está más
bien al servicio de la conciencia moral. Acerca de la confesión, Freud aporta un
punto importante cuando, en "¿Pueden los legos ejercer el análisis?", señala aque­
llo que distingue a la práctica analítica: "La confesión cumple en el análisis el pa­
pel de introducción, por así decir. Pero muy lejos está de constituir la esencia del
análisis o de explicar su eficacia. En la confesión, el pecador dice lo que sabe; en el
análisis, el neurótico debe decir más". 1 º

9 S. Freud. El problema económico del masoquismo ( 1 924), Tomo XIX. Ed. Amorrortu.
Buenos Aires, Argentina, 1 993 .
10
S . Frcud. "¿Pueden los legos ejercer el análisis? Diálogos con un juez imparcial". Tomo
CRIMEN Y CASTIGO 123

Ese algo más es que se haga responsable de su goce. Goce que, por estructura,
nos divide. Responder de su posición de suj eto de deseo más allá de la resolución
que la justicia ha decretado. Este asentimiento subjetivo es necesario para la signi­
ficación del castigo dispuesto en la pena, sólo así es posible la responsabilidad sub­
jetiva.
Cuando el poder de castigar se naturaliza bajo la concepción de que la punición
conlleva intrínsecamente la responsabilidad, el castigo adopta su aspecto más cruel
y deshumanizante a través de todo tipo de excesos, expresados tanto en la violencia
carcelaria como en Jos procesos interminables, lo cual sostiene un sistema jurídico
penal desresponsabilizante.
En 1 950 Lacan expresaba: "Una civilización cuyos ideales sean cada vez más
utilitarios, comprometida como está en el movimiento acelerado de la producción,
ya no puede conocer nada de la significación expiatoria del castigo. Si retiene su
alcance ejemplar, es porque tiende a absorberlo en su fin correccional. Por lo de­
más, éste cambia insensiblemente de objeto". 1 1 De este modo, quizás promueva
una reflexión aquello que señalan Rusche y Kirchheimer en su libro Pena y estruc­
tura social: "La pena como tal no existe: existen solamente sistemas punitivos con­
cretos y prácticas determinadas para el tratamiento de los criminales". 1 2

X X . Amorrortu, Buenos Aires, 1 979


.
1 1 Jacques L acan. Op. cit.
12
Georg Rusche - Otto Kirchheimer ( 1 93 9). Pena y estructura social. Ed. Temis, Colom­
bia, 1 984.
1 24 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: "RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

SED DEJUSTICIA * *

Héctor López *

1 '
La locución "sed de justicia" es gramaticalmente idéntica a otra, tan po­
pular como aquélla: "sed de venganza", aunque semánticamente opuestas.
e En efecto, lo son: la justicia renuncia a la venganza y la venganza atrope-
lla a la Justicia. Opuestas sí, pero sólo parcialmente: venganza es "justicia" por
mano propia. Lo que queda fuera es el dispositivo de la Justicia. Pero también la
Justicia del Derecho, aunque implica todo un dispositivo y un reconido que culmi­
na en el juez, encubre muchas veces un secreto deseo de venganza.
Que el suj eto de ambas locuciones sea el mismo, "sed", nos orienta hacia una
comunidad en el plano de la enunciación: la de anhelar con vehemencia una misma
reparación pero procurarla por distintos medios. Se trata de dos modos posibles de
exigir una reparación supuesta siempre justa por quien la reclama, ya sea tomando
el camino de los Tribunales o el de imponer la ley bíblica del "ojo por ojo y diente
por diente". La oposición, entonces, no es tan esencial. En la venganza predomina
el empuje pulsional (Drang), y en el deseo de justicia ese mismo empuje es des­
viado por los caminos del dispositivo judicial, donde la pulsión se despliega si­
guiendo ciertas reglas que la disimulan.
Tomemos como paradigma el mismo ejemplo que toma Freud de Shakespeare
en "Los que fracasan al triunfar": el personaje Shylock de El mercader de Venecia
que, aún pudiendo recibir de su deudor el doble de lo adeudado, prefiere exigir del
tribunal el cumplimiento del pagaré que le da derecho a una libra de carne del
cuerpo del deudor. Bajo la forma de una demanda a la Justicia, lo que Shylock exi­
ge es la ejecución "legal" de una venganza. Es la mostración cruda de la sed de
venganza que anida en el clamor de justicia.

2. Con respecto al tema de la pasión en psicoanálisis, Freud se inclina a consi­


derarla como homóloga a la fuerza de lo pulsional. Lacan, en cambio, siguiendo
ciertas enseñanzas del budismo nihilista, ubicó decididamente a las pasiones en el
campo del yo; incluso construyó con ellas la serie de lo que denominó "las pasio­
nes del yo": la pasión del amor, la pasión del odio y, siguiendo la doctrina de Na -

** Este trabajo es la reelaboración abreviada del publicado con el mismo título en la revist a
Contexto en Psicoanálisis Nº 1 O, Editorial Lazos, Buenos Aires, 2006.
* Dr. Héctor López. Psicoanalista.
1 El término "justicia" aparecerá escrito con mayúscula cuando se refiera a la Justicia com o

institución, mientras que aparecerá con minúscula cuando justicia se refiera al bien que el
sujeto demanda a la Justicia.
CRIMEN Y CASTIGO 125

garjuna, la pasión de la ignorancia.


Este esquema se hace presente de la manera más clara en la clase 2 1 del Semi­
nario 12: "Sólo en la dimensión del ser, y no en la de lo real, pueden inscribirse las
tres pasiones fundamentales: en la unión entre lo simbólico y lo imaginario, esa
ruptura, esa arista que se llama el amor; en la unión entre lo imaginario y lo real,
el odio; en la unión entre lo real y lo simbólico, la ignorancia''. 3
Todas las pasiones son montajes de una sola: la pasión de ser, es decir la pasión
por el rechazo de la castración. Y, refiriéndose al narcisismo que alimenta las pa­
siones, dice algo que pareciera destinado a orientamos en cuanto al sentido oculto
de ese tan elevado deseo de justicia: "En ella [en las pasiones] se hace presente la
ilusión fundamental de la que el hombre es siervo, mucho más que todas las «pa­
siones del cuerpo» en sentido cartesiano; esa pasión de ser un hombre, diré, que
es la pasión del alma por excelencia, el narcisismo, que impone su estructura a to­
4
dos sus deseos, aun a los más elevado".
Lacan insiste en reducir todas las formas clínicas de la pasión a una misma con­
dición de estmctura: la pasión de ser, de ser en la completud imaginaria, por fuera
de la ley del Otro: "¿Es preciso pagar a este precio de comicidad el h echo de que
vea simplemente reconocida la carencia de ser del sujeto como el corazón de la
experiencia analítica, como el campo mismo donde se despliega la pasión del neu­
5
rótico?".
Pero la pasión difícilmente es reconocida como tal. Freud enseña que los "in­
tereses" del sujeto son la condición subjetiva por Ja cual el hombre supone estar in­
teresado en Ja búsqueda de su propio bien; pero siempre se trata de otra cosa, de sa­
tisfacer sus pasiones.
En un texto que es todo un tratado sobre las pasiones humanas, nos dice: "Pa­
rece ser que los pueblos [y los individuos] obedecen mucho más a sus pasiones
que a sus intereses. Cuanto más, se sirven de sus intereses para racionalizar sus
pasiones, anteponen sus intereses a fin de poder dar razones para la satisfacción
de sus pasiones: anteponen pues la satisfacción de sus pasiones ". 6

2 Es una feliz coincidencia que Lacan se esté refiriendo así a las pasiones de la transferen­

cia, pues mi idea en este trabaj o es que la demanda de justicia es el desplazamiento transfe­
rencia] hacia el juez de una sed que, sin este encuentro con el sujeto supuesto al saber que el
discurso del Derecho ofrece, se resolvería necesariamente por el "pasaje al acto". El movi­
france y desvía la agresividad constitutiva de l a relación
miento transferencia] pone en souj
entre semejantes.
3 J acques Lacan. El seminario. Libro 1 : Los escritos técnicos de Freud. Paidós, Barcelona,

1 9 8 1 , pág. 394.
4 Jacques Lacan. "Acerca ele la causalidad psíquica". Escritos 1, Siglo XXI, Buenos Aires,
1 988, pág. 1 78 .
5 Jacques Lacan. "La dirección d e la cura y l o s principios de s u poder". Escritos 2 , Siglo
XXI, Buenos Aires, 1 98 1 , pág. 593 .
6 Sigmund Freud. "Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la muerte". Obras Com-
126 PSICOANÁLISIS Y E L HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

4. Si la pasión es de ser, presupone necesariamente la anulación del otro espe­


cular, el triunfo sobre él, su muerte, porque el otro es quien disputa e, incluso, ocu­
pa mi lugar. La pasión se desata habitualmente ante un otro a quien el sujeto hace
responsable de la privación de ese objeto que lo completaría en su ser.
¿Cuál es la vía para recuperar ese objeto? Lo simbólico propone el camino.
Cuando el sujeto llega al "templo de la Justicia", lo que demanda en verdad es la
anulación del deseo del otro; por eso, el deseo de justicia es también deseo de
muerte.

5. La dialéctica sin salida de la "sed de venganza" encuentra en el dispositivo


de la Justicia un teatro de operaciones, amplio y propicio, para su encausamiento y
su despliegue atenuado.
No tienen el mismo curso ni las mismas consecuencias las pasiones del odio, el
amor o la ignorancia que transcurren en el campo de las relaciones duales yo-otro,
que la pasión de la justicia. Esta última implica necesariamente una puesta en acto
de la mediación de un tercero. Por eso, la justicia pertenece y no pertenece a la vez
a la serie de las pasiones.
En este movimiento, el odio es coartado en su fin, y la pasión se aplica a la de­
manda de justicia. Es la salida que acepta una pérdida, una renuncia narcisística.
Ahora, en lugar del pasaj e al acto donde se trataría de hacer justicia "por mano
propia", el sujeto pasa a la posición de demandar justicia. En ambas posiciones está
en juego la realización de una misma meta imaginaria, la satisfacción de la pulsión;
pero, en la primera, el camino es directamente el de lo real y, en la segunda, hay un
aplazamiento por la vía simbólica. Si este movimiento es posible, si la demanda al
otro semejante es desplazada al gran Otro, es porque a este Otro se le supone ser el
que tiene el objeto para dar: justicia; lo cual favorece la renuncia a la satisfacción
directa y la transferencia a la Justicia.
Pero, de todos modos, así como la fórmula de la pulsión incluye a la demanda
($<>D), así en la demanda de justicia interviene la pulsión alimentando la pasión
de la justicia. Eso es lo que el sujeto ignora, o mejor aún, rechaza.
Por eso no resulta extraño que el ser, esa "pasión inútil" que Lacan toma de Sar­
tre, encuentre su desvío en "el clamor de justicia", donde el sujeto se reasegura, si
no del ser, al menos de las identificaciones imaginarias que le permiten ignorar su
falta (manque a étre).
En este sentido, Ja pasión en la demanda de justicia no sólo es un observable
clínico sino que es su fundamento mismo. Más aún, es "necesario" que la relación
transferencia! con la Justicia se realice pasionalmente, para que el sujeto sea arran­
cado de los efectos letales de las pasiones que intentan resolverse en la agresividad.
Más claro: si no hay pasión por la justicia, volverá la pasión narcisística de ven­
ganza. Pero, ¿hay justicia o sólo será, según Hans Kelsen -jurista vienés allegado a

pletas, tomo Il, Biblioteca Nueva, Madrid, 1 968, pág. 1 1 0 l .


CRIMEN Y CASTIGO 127

Freud7 -, u n "bello sueño de l a humanidad"?

6. De la lectura de Kelsen deducimos amargamente: tan cierta es la necesidad


de que el suj eto recurra a la Justicia para resolver sus pleitos, como cierto es que en
la Justicia no encontrará la solución "justa" que se espera de ella.
Si quisiéramos preguntamos por la verdad de la Justicia, pregunta que ni la Jus­
ticia misma se atreve a formular, sufriríamos una inmensa decepción: no existe "la
verdad de la Justicia", o mejor dicho, la falta es su verdad. No en el sentido de lo
que le faltaría para ser enteramente justa, sino de su falta estructural, de un límite
esencial por el cual la noción de "lo justo'', se convierte en un imposible lógico.
También fue Kelsen quien dijo: "no existe orden social posible que pueda dar solu­
ción a semejante problema de manera justa". 8

7. Quizá, donde más claro aparezca este límite del Derecho es allí donde ad­
quiere ribetes de tragedia: en la pena de muerte. Si bien es cierto que esta pena
máxima es la canalización de pasiones que si no fueran desplazadas llevarían,
eventualmente, a acciones directas como el linchamiento o el asesinato, no por eso,
ni por ninguna otra razón, es admisible desde el punto de vista lógico. Es un sin
sentido que se fuerce al Derecho, que siempre es relativo, a incluir en el dispositivo
de sus normas una pena que lo desborda absolutamente por ser absoluta:
Me atrevería a decir que a los tres imposibles radicales planteados por Freud:
los que se refieren al acto de gobernar, educar y psicoanalizar,9 se le podría agre­
gar, sin más, una cuarta: la imposibilidad de la justicia.
De todos modos, y aunque la cosa jurídica sea sólo un espejismo en el desierto,
es lo único que las civilizaciones tienen para mantener la demanda de justicia y
evitar el dominio deletéreo de la pulsión.

7
La relación de Kelsen con Freud queda suficientemente atestiguada en un trabajo del pri­
mero que apareció originalmente en la revista !mago ( 1 922) dirigida por Freud. Se trata de
"Der B egriff des status un die sozialpsichologie. Mit Besonder B erücksichtigung von
Freud 's Theorie der Masse". El estímulo que el pensamiento jurídico de Kelsen encontrara
en textos como Tótem y Tabú y Psicología de las masas y análisis del yo, es allí expreso.
Otra referencia probatoria es el artículo "El concepto de Estado y el psicoanálisis'', dado a
conocer en 1 927 por la lntemationaler Psychoanalitischer Verlag Wien. Sobre las probables
relaciones personales entre Kelsen y Freud, y acerca de todas las referencias bibliográficas
que involucran a Kelsen en su relación con el psicoanáli sis, véase Enrique Marí: "Una lec­
tura freudiana de Hans Kelsen". Revista Conjetural Nº 13, Ed. Sitio, Buenos Aires, 1 987.
8 Hans Kelsen. ¿ Qué es !ajusticia ? Editorial Leviatán, Buenos Aires, 1 987, pág. 1 3 .

9 Parece como si la de psicoanalista fuera la tercera de esas profesiones "imposibles " en


las cuales se está de antemano seguro de que los resultados serán insatisfactorios. Las
otras dos, conocidas desde hace mucho más tiempo, son la de la educación y del gobierno.
(Sigmund Freud, "Análisis tenninable e interminable". Obras completas, Tomo I I I , Biblio­
teca Nueva, Madrid, 1 968, pág. 568).
1 28 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

9. El derecho es, en verdad, una máquina simbólica hecha de entidades ( códi­


gos, leyes, artículos, disposiciones, decretos, etc.) puramente significantes. Puesta a
funcionar, esta maquinaria "hace justicia", literalmente la fabrica, con la única ma­
teria prima con que es alimentada: el significante.
Ahora bien, la manipulación de esta sutil materia resulta peligrosa, pues se trata
de elementos de ambigüedad y de sinsentido, que anticipan y hacen necesaria una
función, que esta vez no es de la máquina misma sino del hombre: la interpretación
de la ley, por donde pueden filtrarse en tropel las más diversas pasiones, ya no de
quien demanda, sino de quienes aplican la ley. 10
¿Existe algún procedimiento hermenéutico que garantice la verdad de la inter­
pretación? No existe. El psicoanálisis ha debido aprender duramente que la inter­
pretación no es verdadera ni falsa por sí misma, y que, en ella, es el que escucha el
que determina al que habla.
En el campo del derecho, el juez debe interpretar tanto "lo que dicen" los
hechos, como lo que dice la ley, y el resultado es su "fallo'', o mejor aún, su "acto
fallido" en relación con la verdad de los hechos. La interpretación "apunta a lo
real", pero, como ilustró Lacan en el Seminario 20 Aún , "le falla el colimador".
El Derecho, por lo tanto, no trata con los hechos reales sino que los transpone
en "figuras" jurídicas: delito, ilícito, homicidio, estafa, etc. Estos términos no tie­
nen ya como referente a lo real, sino a la forma en que el derecho los desplaza y
condensa en metáforas que le son propias. Resulta así entendible el aserto de Kel­
sen cuando dice que la pregunta por lo justo en términos de verdad no tiene sentido
para la filosofia del derecho.
En ese campo, la Justicia no tiene otro referente que la materialidad significante
de su cuerpo de normas. Es con esa nada que debe cumplir su función imposible:
dar lo que no tiene, justicia.
"El acto ilícito sólo puede convertirse en objeto de la ciencia jurídica si se lo ve
como un elemento del derecho, un hecho determinado por el derecho, o sea la con­
dición de una consecuencia determinada ella misma por el derecho". 1 1
Todas las formas del proceso judicial son el despliegue escénico de la ficción
donde el derecho realiza el "como si" del acto de justicia.
Por otra parte, resulta increíble la ingenuidad de la Justicia cuando confía cie­
gamente en las llamadas "pericias", donde cree encontrar un acceso "científico" a
la verdad de los hechos.

1 1 . Todo el dispositivo del Derecho pareciera estar construido para responder


por ese bien por el que el sujeto clama: la justicia. Pero como de tal bien no se

1 11
La interpretación y la sentencia que pretenden ser obj etivas en ténninos de las "eviden­
cias" de la razón, resultan ser peligrosamente las más subjetivas pues, en la miseria de su
servidum bre renegada, desconocen las imposiciones del goce que las nutre y las habita.
11
Hans Kclscn. Teoría pura del derecho. Eudeba, Buenos Aires, 1 974, pág. 8 8 .
CRIMEN Y CASTIGO 129

puede determinar su ser (¿qué es . . . ?), la justicia entonces se constituye en el objeto


a ausente, que causa el ordenamiento jurídico todo en torno a lo inaprensible de su
ser.
Los procedimientos legales para la administración de la justicia son, en verdad,
complejas operaciones donde se unen lo simbólico y lo imaginario, para que el de­
recho como institución social pueda "velar'', ocultar, el horror de la imposibilidad
de una justicia justa.
Si el Derecho no existiera, aún con sus límites, las ofensas entre los hombres
quedarían libradas a la ley del más fuerte. La agresividad humana no puede ser
anulada, sólo puede ser desplazada, por ser un efecto necesario de la constitución
narcisística de todo sujeto.
Son estos dos rasgos esenciales los que explican porqué la relación con la Justi­
cia asume modos pasionales de reclamo.
El sujeto no participa de la ley, cada uno está, como el personaje de Kafka,
"Ante la ley", pero, ante ella, no puede hacer otra cosa que desplegar su demanda.
En estos tiempos en que resulta difícil mantener el velo sobre la perversión de
la Justicia, es cuando más crndamente vemos no sólo el descreimiento en los jue­
ces, sino también actos individuales de "justicia por mano propia" que tienden a
hacerse indiscernibles de los actos de venganza.
Si la demanda de justicia puede ser una de las pasiones más movilizadoras es
porque, en palabras de Kelsen, "el deseo de justicia es primordial y está hondamen­
te enraizado en el corazón del hombre", y porque, además, al reclamar "satisfac­
ción" a la Justicia le pedimos lo imposible: que se haga cargo ele nuestra satisfac­
ción pulsional. "Nuestra felicidad depende, con demasiada frecuencia de Ja satis­
facción de necesidades que ningún orden social puede atender". 12

13. Finalmente, ¿qué encuentra realmente el sujeto en la Justicia? Encuentra al


Otro en la figura del juez, aquél a quien le supone saber y de quien espera el amor
y el reconocimiento en retribución por su renuncia a la satisfacción directa de la
venganza.
Freucl dice que el motivo de la renuncia pulsional del sujeto es el amor del pa­
13
dre. El lugar del juez en la transferencia se sostiene en la "nostalgia" por el Padre.

12Hans Kelsen. ¿ Qué es la justicia ?. Editorial Leviatán, Buenos Aires, 1 987, pág. 1 4 .
13L a noción d e "nostalgia por e l padre'', aparece explícitamente e n "Una neurosis demonía­
ca del siglo XVIII" y en "El malestar en Ja cultura", e, implícitamente, en "Tótem Y Tabú" ,
"Moisé s y la religión monoteísta" y otros artículos. Transcribimos como referencia una cita
de entre ellos: En cuanto a las necesidades religiosas, considero irrefittable su derivac ión
del desamparo infantil y de la nostalgia por el padre que aquél suscita, tanto más cuanto
que este sentimiento no se mantiene simplemente desde la infancia, sino que es reanim ado
sin cesar por la angustia ante la omnipotencia del destino. Me sería imposible indica r nin­
guna necesidad infantil tan poderosa como la del amparo paterno. ("El malestar en la cul-
1 30 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: uRESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD11

Lo invocado en la demanda de justicia no es otra cosa que la necesidad del


amor del padre, encubierto en nombre de un falso amor al padre: " ¡ yo creo en la
Justicia!".
Esta función del padre posibilita la "eficacia simbólica" del dispositivo y su
consecuente efecto de pacificación, pero no logra reducir del todo el resto pulsional
mortífero que clama por venganza.
Por eso, ningún padre ni su metonimia como juez será nunca capaz de justicia
verdadera.

tura", en Obras completas, B iblioteca Nueva, Madrid, 1 968, tomo I I I , pág. 7).
CRIMEN Y CASTIGO 131

E L DISCURSO DEL AMO E N LA SOCIEDAD ADOLESCENTE * *

Luis Seguí*

S
igmund Freud no utilizó el concepto de adolescencia. En este sentido, se tra­
ta de un concepto extrapsicoanalítico que, a diferencia de niñez o pubertad,
nos viene impuesto desde otras disciplinas y, fundamentalmente, con una
vocación clasificatoria cada vez más acentuada desde el Otro social. Y, como la
familia, no tiene nada que ver con un hecho natural, sino que es una construcción
cultural que, como todas, se configura de modo diferente en las distintas épocas y
lugares, y escapa a la lógica de lo universal. De ahí que intentar abordar este fenó­
meno que, provisionalmente, se podría denominar la sociedad adolescente, exige
renunciar a la sinécdoque, y acotar el alcance de las principales características que
se quieren destacar al territorio en la que domina la cultura occidental propia de la
posmodernidad -a la que otros llaman modernidad tardía, o segunda modernidad, o
era de la globalización-, y que el psicoanálisis lacaniano inscribe como parte esen­
cial del discurso capitalista. Estas notas, aunque contengan referencias generales al
mundo infantil y juvenil, pretenden centrarse en aquellos que tienen el dudoso pri­
vilegio de recibir la atención de los aparatos institucionales que, con las mejores in­
tenciones, intervienen para salvarlos de sí mismos.
El 20 de noviembre de 1 989 se firmó en Nueva York la Convención sobre los
derechos del niño, que recoge y actualiza el contenido de otros instrumentos jurídi­
cos previos -desde la Declaración de Ginebra de 1 924 hasta la Declaración de los
Derechos del Niño, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en
1 95 9-, y enuncia unos propósitos que están expresamente reconocidos en la Decla­
ración Universal de Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Civi­
les y Políticos, y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Cultu­
rales. En el Preámbulo, se manifiesta que "el niño, para el pleno y armonioso desa­
rrollo de su personalidad, debe crecer en el seno de la familia, en un ambiente de
felicidad, amor y compresión" [ . . . ] y "debe estar plenamente preparado para una
vida independiente en sociedad y ser educado en el espíritu de los ideales procla­
mados en la Carta de las Naciones Unidas y, en particular, en un espíritu de paz,
dignidad, tolerancia, libertad, igualdad y solidaridad".

** El presente artículo se publicó en el nº 23 de Mental - Revue lnternationale de Psycha­

nalyse, diciembre de 2009.


* Dr. Luis Seguí. Abogado. Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis Y de la Aso­

ciación Mundial de Psicoanálisis. Director de la Biblioteca de Orientaci ón Lacaniana de


Madrid.
132 PSICOANÁLISIS Y E L HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDADn

En el artículo 1 º se explica qué es un niño desde el punto de vista de las citadas


normas del derecho internacional: "Para los efectos de la presente Convención se
entiende por niño a todo ser humano menor de dieciocho años de edad, salvo que,
en virtud de la ley que le sea aplicable, haya alcanzado antes la mayoría de edad".
A pesar de que las angélicas intenciones de los redactores del Preámbulo podrían
inducir al más radical escepticismo si se confrontan con lo que se observa en la vi­
da real, sería un error subestimar la importancia de la Convención. Al margen de la
idealización de la vida en familia -acerca de cuyas diversas formas no se pronun­
cia-, nadie podría estar en contra del "espíritu de paz, dignidad, tolerancia, liber­
tad, igualdad, y solidaridad". También parecieron inalcanzables expresiones de de­
seos en su tiempo las contenidas en la Declaración de Derechos Constitucionales
de los Estados Unidos de América, o en la Declaración de Derechos del Hombre y
del Ciudadano de la Revolución Francesa, lo que otorgaría plena vigencia a la
afirmación de Max Weber de que "en este mundo no se consigue nunca lo posible,
si no se intenta lo imposible una y otra vez".
La consideración de que "se entiende por niño a todo ser humano menor de die­
ciocho años" enunciada en el texto citado, bastaría para ilustrar la evidencia de que
la ley -en su sentido más amplio, como dirigida a regular los comportamientos de
los sujetos- va siempre por detrás de la realidad social: ¿niños hasta los dieciocho
años? Hace no más de ciento cincuenta años los niños -en particular en las zonas
rurales- nacían y se criaban en el seno de un grupo familiar ampliado, abarcador
de varias generaciones y parientes colaterales que vivían baj o en mismo techo, y el
destino de Jos hijos era el de incorporarse cuanto antes al trabajo para, a su tiempo,
formar otra familia, procrear y continuar así un ciclo tan monótono y previsible
como el de las cosechas.
Sean cuales fueren las consecuencias derivadas del comportamiento de esos ni­
ños, púberes e incluso j óvenes, se resolvían en el seno de la familia, y Ja interven­
ción de las autoridades, donde las había, era subsidiaria. Para expresarlo sin rodeos,
Jos hijos eran en muchos aspectos propiedad de sus mayores, y Ja ausencia de nor­
mas escritas no suponía ningún obstáculo para que imperase Ja ley de la costumbre
y los usos tradicionales transmitidos de una generación a otra.
El gran salto transformador se operó a partir de los movimientos migratorios y
el desplazamiento de la población hacia las ciudades, para satisfacer la demanda de
mano de obra generada por las aplicaciones de Ja segunda revolución industrial,
que, mediado el siglo XIX, supuso una forzosa adecuación a nuevos hábitos de vi­
da con gran repercusión en la estructura familiar: cadenas de producción, horarios
inflexibles, disciplinas impuestas, nuevas relaciones de vecindad, debilitamiento de
los lazos familiares, desagregación del grupo de referencia.
El traslado masivo del campo a los núcleos urbanos, Ja incorporación de mu­
chos niños y jóvenes al trabajo extradoméstico, la exclusión de otros muchos lan­
zados a las calles -un cuadro magníficamente novelado por Charles Dickens-, im­
pulsaron un aumento de la criminalidad infantil y juvenil, y este hecho determinó,
CRIMEN Y CASTIGO 1 33

a su vez. la intervención del Estado.


Los primeros tribunales de menores se crearon en el estado norteamericano de
Illinois en 1 899, cuya génesis y posterior desarrollo fue abordado por el profesor
Anthony Platt en Los salvadores del niíio o la invención de la delincuencia, un li­
bro en el que devela la relación entre la acción coordinada del Estado - la voz del
amo desnuda- con movimientos cívicos que, bajo un discurso redentorista, com­
plementaban la acción de las autoridades, en un esfuerzo punitivo y de control so­
cial tendente a fiscalizar la vida de los niños y adolescentes urbanos de clase baja.
Fue un anticipo de lo que en criminología se denominó la "política del labelling
approach", el etiquetamiento que actualmente ha devenido manía clasificatoria ge­
neralizada.
En la estela de la Convención de 1 989, en enero de 1 996 se aprobó en España la
Ley Orgánica de Protección Jurídica del Menor, en cuya exposición de motivos
(además de citar los antecedentes normativos internacionales), se declara la inten­
ción de contribuir a "la construcción del edificio de los derechos humanos de la in­
fancia", haciendo explícito el reconocimiento de que los menores de edad son suje­
tos de derecho. También en esta norma se considera menores a los que aún no han
cumplido los dieciocho años, haciendo coincidir el concepto jurídico con la pre­
sunción de la autonomía de la voluntad, asociada a la madurez personal, y ésta, a
su vez, identificada con la responsabilidad del sujeto. Esta Ley Orgánica, cuyo al­
cance se limitaba a los derechos regulados en el Código Civil y a las garantías pro­
cesales inherentes, excluía todo lo relativo a la responsabilidad penal por los deli­
tos cometidos por menores de dieciocho años, que son de competencia de los Juz­
gados de Menores creados por la Ley Orgánica 5 del año 2000, denominada preci­
samente "reguladora de la responsabilidad penal de los menores", modificada en el
año 2006 . . para endurecer los castigos.
.

La primera Ley establecía que la edad límite de los dieciocho años fijada para
referirse a la responsabilidad penal de los menores, "precisa de otro límite mínimo
a partir del cual comience la posibilidad de exigir esa responsabilidad, y que se ha
concretado en los catorce años, con base en la convicción de que las infracciones
cometidas por los niños menores de esta edad son en general irrelevantes, y que, en
los escasos supuestos en los que aquellas puedan producirse alarma social, son su­
ficientes para darles un respuesta igualmente adecuando los ámbitos familiar y
asistencial civil, sin necesidad de la intervención del aparato judicial sancionador
del Estado". Y se señala en la exposición de motivos que . . . en el Derecho penal
"

de menores ha de primar [ . . . ] el superior interés del menor. Interés que ha de ser


valorado con criterios técnicos y no formalistas por equipos de profesionales es­
pecializados en el ámbito de las ciencias no jurídicas. ". Y, haciendo referencia al
. .

catálogo de medidas correctivas aplicables, se dice que aquellas deben ser las más
idóneas dadas las características del caso concreto y de la evolución personal, te­
niendo en cuenta "la concreta finalidad que las ciencias de la conducta exigen que
se persiga con cada una de las medidas ".
1 34 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : 11RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

Michel Foucault describe muy bien en Vigilar y castigar la evolución de los sis­
temas represivos tradicionales al régimen penal de la Modernidad, iniciando, a fi­
nales de siglo XVIII, con la obra clásica de Cesare Beccaria, De los delitos y las
penas, que instauró el principio de que nadie puede ser castigado si los hechos de
los que se le acusa no han sido antes tipificados como delitos. También se impuso
el axioma cognitationis poeman nema patitur -"el pensamiento no delinque"- un
paso más en el proceso de secularización, en tanto reconocimiento de la libertad de
conciencia. Sin embargo, hasta bien entrado el siglo XIX, se condenaba a muerte y
se ejecutaba públicamente a niños, y si los Estados Unidos de América no han rati­
ficado hasta hoy la Convención de 1 989 se debe a que, en ciertos Estados, las leyes
permiten juzgar, condenar y ejecutar a menores, o a quienes siendo mayores de
edad al tiempo de cumplir el castigo eran menores cuando cometieron el crimen, o
recluirles de por vida. El artículo 37 de la Convención -aunque con el sibilino len­
guaje de la diplomacia-, expresa que "los Estados partes velarán porque: a) Nin­
gún niño sea sometido a torturas ni a otros tratos o penas crneles, inhumanos o de­
gradantes. No se impondrá la pena capital ni la de prisión perpehia sin posibilidad
de excarcelación por delitos cometidos por menores de 1 8 años de edad". Y, en su
artículo 40, el texto anima a los firmantes a adoptar "todas las medidas apropiadas
para promover el establecimiento de leyes, procedimientos autoridades e institu­
ciones específicas para los niños de quienes se alegue que han infringido las leyes
penales . " [ . ] "estableciendo una edad mínima antes de la cual se presumirá que
. . . .

los niños no tienen capacidad para infringir las leyes penales".


En Irlanda, Suiza, Escocia e Inglaterra, esa edad mínima oscilaba -al tiempo de
la redacción de la Convención- entre los 7, 8 y 1 0 años y hasta los 1 5 o 1 6, depen­
diendo de la gravedad de la trasgresión. En Turquía, el límite inferior es de 1 1
años, en Holanda es de 1 2 y de 1 3 en Francia, Grecia y Polonia. España rebajó ese
límite de los 1 6 años a los 14 a partir de 2006, igualándose con Austria, Bélgica,
Bulgaria, Alemania, Hungría, Italia y Rusia, mientras que otros países mantienen
criterios de imputabilidad en un arco que va de los 1 6 a los 1 8 años.
Al menos en teoría, desde finales del siglo XIX se considera que las leyes pena­
les no pueden ni deben ser aplicadas indistintamente a los adultos y a Jos menores,
y que es imprescindible una legislación específica destinada a regular las infrac­
ciones legales cometidas por sujetos menores de edad. La obra citada ele Anthony
Platt narra el origen de los sistemas correccionales, cuya invención y puesta en
práctica se remonta a los talleres fabriles en los que los niños trabajaban sometidos
a un régimen disciplinario militarizado, cuyas características describe muy bien
Michael Foucault. Se crea la ficción ele que los llamados reformatorios -rara vez
un significante ha expresado mejor lo que persigue el amo- son diferentes y menos
rigurosos que las prisiones, en cuanto se orientan a modificar Jo que la crimino­
logía norteamericana llamaba conducta desviada o, en todo caso, potencialmente
peligrosa para el orden social.
La Ley Orgánica "reguladora de la responsabilidad penal de los menores" apro-
CRIMEN Y CASTIGO 135

bada en España en el año 2000 y modificada en 2006, no contiene diferencias sus­


tanciales con las vigentes en el resto de Europa, dirigidas al mismo colectivo infan­
til y juvenil. La ley tiene "una naturaleza formalmente penal pero materialmente
sancionadora-educativa del procedimiento y de las medidas aplicables a los in­
ji-actores menores de edad " (apartado II de la exposición de motivos): no se trata,
pues, de penas, sino de "medidas sancionadoras" con fines educativos. Tampoco se
califica de delincuentes sino de "infractores" a los menores, y como se ha señalado
más arriba " . . . el superior interés del menor [ . . . ] ha de ser valorado con criterios
técnicos y no formalistas por equipos de profesionales especializados en el ámbito
de las ciencias no jurídicas". Las "ciencias no jurídicas" cuyos representantes han
de integrar los equipos técnicos que aconsejen las medidas correctoras y educativas
a aplicar - "dadas las características de cada caso concreto"-, no son otras que las
"ciencias de la conducta". Un profesor de Criminología y Derecho Penal de la
Universidad Complutense de Madrid ha declarado en un entrevista -en junio de
2009- que "es hora de que las togas negras dejen paso a las batas blancas", o sea
que quien se debe ocupar del crimen es la ciencia, no la jurisprudencia.
La legislación española -siguiendo las pautas iniciadas por leyes similares de
otros países europeos- distingue dos tramos de cara a la responsabilidad por las in­
fracciones cometidas por menores: entre los catorce y los dieciséis años, y de dieci­
siete a dieciocho, según la gravedad de los delitos y la edad de los autores. El ré­
gimen sancionador-educativo comprende medidas de internamiento, sea en régi­
men cerrado, semiabierto, abierto o "terapéutico en régimen cerrado, semiabierto o
abierto [ . . . ] dirigido a personas que padezcan anomalías o alteraciones psíquicas, o
un estado de dependencia de bebidas alcohólicas, drogas tóxicas o sustancias psi­
cotrópicas, o alteraciones en la percepción que determinan una alteración grave de
la conciencia de la realidad'', y medidas aplicables en régimen de libe1tad relativa,
o condicionada al cumplimiento por los menores de ciertas reglas de comporta­
miento bajo el control y la vigilancia institucional. Desde el tratamiento ambulato­
rio terapéutico -quienes rechazan someterse a él pueden ser castigados por el Juez
con medidas más graves-, hasta la simple amonestación, el catálogo es una exce­
lente demostración de que estas las leyes están redactadas por neuróticos obsesivos
graves, que pretenden encerrar en la letra todas las hipotéticas acciones de los suje­
tos cuya conducta se quiere regular, ignorantes de que escribir es mostrar la falta.
Los Jueces de Menores pueden aplicar independientemente o en una combina­
toria, las siguientes: Tratamiento ambulatorio / Asistencia a un centro de día 1
Permanencia de fin de semana (en el domicilio o en un centro, durante el fin de
semana) / Libertad vigilada (seguimiento del comportamiento con obligación de
acudir <\ un centro educativo, someterse a "programas de tipo formativo, cultural,
educativo, profesional, laboral, de educación sexual, vial u otros similares"; prohi­
bición de acudir a determinados lugares o de ausentarse del lugar de residencia sin
autorización; obligación de residir en un lugar determinado, etc.) / Prohibición de
aproximarse o comunicarse con la víctima / Convivencia con otra persona, familia
1 36 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: ccRESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

0 grupo educativo (en funciones de tutela) / Prestaciones en beneficio de la comu­


nidad / Realización de tareas socio-educativas / A monestación / Privación del
permiso de conducir (o licencias de armas) / Inhabilitación absoluta.
Resultaría extremadamente farragoso detallar la minuciosidad con la que se ti­
pifica cada medida, y la casuística de sus variadas aplicaciones. Para los delitos
más graves cometidos por menores de catorce y quince años -homicidios y asesi­
natos, violaciones, terrorismo y bandas armadas-, la sanción será de internamiento
en régimen cerrado de uno a cinco años; si los hechos son cometidos por un menor
de dieciséis o diecisiete años, la sanción será de internamiento en régimen cerrado
de uno a ocho años. El internamiento en régimen cerrado podrá ser de hasta diez
años para los mayores de dieciséis, y de seis para los menores de esa edad, si existe
una infracción y alguna de ellas fuera de las más graves. El Juez está obligado a oír
en cada caso el informe del equipo técnico --o de los representantes de la entidad
pública de protección o reforma que esté a cargo de los menores-, tanto para im­
poner la sanción como para reducirla o modificarla, e incluso suspender su ej ecu­
ción, lo que evidencia el inmenso poder atribuido a "las ciencias no jurídicas", re­
presentadas por los profesionales que integran esos equipos. Y aunque sus infor­
mes no son vinculantes, en la casi totalidad de los casos enjuiciados se han revela­
do como determinantes en las decisiones judiciales.
La Ley expresa que es el "principio de resocialización" el que debe guiar la ac­
tividad de los centros en los que encierre a los menores infractores, teniendo en
cuenta que éstos son sujetos de derecho, "y que continúan formando para de la so­
ciedad [ . . . ] la vida en el centro debe tomar como referencia la vida en libertad, re­
duciendo al máximo los efectos negativos que el internamiento pueda representar''.
Los artículos finales de la norma se dedican enumerar los derechos y deberes de los
menores internados y - ¡ cómo no ! - las modalidades de vigilancia y control, y el ré­
gimen disciplinario destinado a garantizar la obediencia: "los menores internado s
podrán ser corregidos" con castigos que van desde la amonestnción a la "separa­
ción del grupo", la privación de salidas o la participación en las actividades recrea ­
tivas.
La separación del grupo es un eufemismo detrás del que se legaliza la utiliza­
ción de lo que en las prisiones se denomina "celda de aislamiento": "la sanción de
separación supondrá que el menor permanecerá en su habitación o en otra de aná­
logas características a las suyas, durante el horario de actividades del centro . . . " .
Esta separación del grupo puede serlo por un período de tres a siete días, "en cas os
de evidente agresividad, violencia y alteración grave de la convivencia".
De su funcionamiento en la práctica, así como del régimen general de estos cen­
tro privados concertados con las autoridades, da cuenta una noticia recogida en l a
prensa española a finales del mes de mayo 2009. Varios ex trabaj adores de un c en­
tro denuncian ante las autoridades de la Comunidad de Madrid sus experiencias en
la residencia, donde han sido testigos de malos tratos aplicados con el criterio de
CRIMEN Y CASTIGO 137

que "el castigo indiscriminado y permanente acabará por doblegarlos (a los inter­
nos) y volverlos dóciles"; mediaciones caprichosas destinadas a mantener "calma­
dos" a los menores; encierros durante más de 72 horas, con prohibición de hablar
en sus idiomas, o cumplir sus preceptos religiosos; prohibir manifestaciones de ca­
riño entre ellos; espionaje por los monitores de las comunicaciones telefónicas, etc.
La Fiscalía de Menores archivó la causa por "no hallar ningún indicio de vulnera­
ción de derechos", ante la protesta escandalizada del Defensor del Pueblo -el De­
fensor del Menor de la Comunidad de Madrid, por su parte, ha sugerido que se tra­
ta de denuncias interesadas-. Pocos días después de la publicación de las denun­
cias, una niña de 1 5 años, internada en ese centro, se arrojó de la furgoneta que
conducía personal de la institución y se mató.
La inmensa mayoría de los comportamientos transgresores protagonizados por
menores no tienen trascendencia penal, incluidos aquellos que son en realidad deli­
tos que, por diversas razones, quedan impunes, sea porque se los interpreta como
meras travesuras propias de la edad, bien porque se aplica por los adultos un crite­
rio paternalista que confunde represión -una expresión con muy mala prensa- con
ausencia de límites, bien porque los autores son menores de catorce años y, por
tanto, inimputables.
Sin embargo, todo lo anterior -incluidas las normas jurídicas pretendidamente
regulatorias de la conducta- permanece en la superficie de las cosas. Se ignora
aquello que configura una clave fundamental en el abordaje de la adolescencia, que
"como categoría social es la forma en que se sintomatiza la pubertad. Se refiere al
momento donde el suj eto se enfrenta con la falta de un saber sobre la relación entre
los sexos bajo el imperio de un real que empuj a al encuentro y donde algo debe in­
ventar" (Hebe Tizio, "El enigma de la adolescencia"). La serie niño - púber - ado­
lescente, describe a esos sujetos que de pronto se vuelven torpones, que tropiezan
con los muebles -y con otros suj etos, w1os extraños llamados adultos-, porque hay
un cuerpo en transformación del que no se sabe, y una economía libidinal que bus­
ca un camino que tampoco se sabe.
La crisis de la familia y la caída de las referencias ideales tradicionales -en par­
ticular la desvalorización de la autoridad del padre- han alentado la instauración de
valores sustitutivos ante los cuales la desorientación de los adultos provoca autén­
ticos estragos. La sociedad adolescente se caracteriza por la inmadurez, la ignoran­
cia y una des-responsabilidad generalizada que delega en el amo por excelencia -el
Otro de la ley, encarnado en la policía, los jueces, los reformadores, el mundo psi­
el supuesto saber hacer con aquello que se ha renunciado a entender. La imposición
del axioma de que nada es imposible y de que la satisfacción debe ser inmediata, a
cuyo servicio está la invasión de gadgets, juegos virtuales, obj etos en suma con los
que los mismos padres tratan de combatir la angustia, y que les son dados a los
hij os antes aún de que éstos deseen, está en relación proporcional a la frustración
del no tener-no saber.
Muchos consiguen salir, casi siempre por sus propios medios, de ese magma ca-
1 38 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

racterizado por la pérdida de referencias identificatorias. Y otros fracasan, empuja­


dos bien a pasajes al acto compulsivos, o a un goce en ocasiones mortal. La agresi­
vidad deja de ser una etapa necesaria en la afirmación del yo frente al otro y el ob­
j eto, y se convierte en un modo de rechazo del lazo social con quienes son más
próximos; el incremento de la violencia no afecta tan sólo a la relación con los
iguales, sino que se dirige cada vez más hacia los padres -en España se han abierto
4.200 expedientes por esas agresiones de hijos a padres durante 2008, frente a
2.683 del año anterior-. Y en no pocas ocasiones la tentación de "quitarse de en
medio" deja de ser una metáfora, haciendo un pasaj e al acto sin mediación o asu­
miendo "conductas de riesgo" que la denegación asume como accidentes . Ocasio­
nes todas para que, en sus diversos grados, se imponga la concepción sanitaria de
la penología que denunciara Lacan en 1 950.
CRIMEN Y CASTIGO 139

RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD EN LA INFANCIA.

EL PROYECTO DE LEYDE RESPONSABILIDAD PENAL JUVENIL

Silvina Gamsie *

R
elacionar el término de imputabilidad al de responsabilidad en el campo de
la infancia, nos remite a la génesis del sentimiento inconsciente de culpabi­
lidad, noción indisoluble de la de responsabilidad, tal como la entiende el
psicoanálisis. Para el discurso jurídico, la responsabilidad se halla ligada al concep­
to de culpa, representando, para este discurso, ambos conceptos la misma cosa.
Esto queda expresado en el espíritu mismo del proyecto para una nueva Ley
penal juvenil aprobado en nuestro país en octubre de 2009; proyecto en cuyos fun­
damentos, al igual que en sus antecedentes en las legislaciones de otros países lati­
noamericanos (como Chile, El Salvador o Brasil), se encuentra el propósito de es­
tablecer los márgenes de la responsabilidad de los suj etos menores de 1 8 años. Se
trata de redefinir los dispositivos penales juveniles, para contar con programas y
prácticas que constituyan alternativas a la medida de encieno, al ser considerados
los j óvenes que hubieran infringido la ley penal, como sujetos de derecho y de res­
ponsabilidad. No es cuestión de baj ar la edad de la imputabilidad, sino la edad a
partir de la cual una persona puede ser sometida a un proceso con todas las garant­
ías previstas en la Constitución Nacional y en la Convención Internacional de los
Derechos del Niño. Este proyecto se nomina, precisamente por ello, Ley de respon­
sabilidad penal juvenil (subrayo la idea de responsabilidad) .
No está demás recordar que cuando hablamos de responsabilidad, tratándose de
niños o de adolescentes imputados de haber cometido algún delito, estamos ape­
lando a la posibilidad o no, de que se haya constituido en esos jóvenes inculpados,
la conciencia y el sentimiento de culpa. Correspondiendo su establecimiento a la
operación lógica propia de una época de la infancia: la de la institución de la ins­
tancia superyoica y la conciencia moral.
Freud aborda esta cuestión en diversos pasajes de su obra, como en El porvenir
de una Ilusión, texto de 1 927. É l mismo añade en el Postfacio de su presentación
autobiográfica del año 1 93 5 -cuando ya se encuentra desencantado por el ascenso

* Lic . Silvina Gamsie. Psicoanalista de niños. Integrante y ex Coordinadora del Área de In­
terconsulta de l a Unidad de Psicopatología del Hospital de Niños R. G utiérrez. Supervisora
clínica de niños del Htal. Gutiérrez, CSM N° 1 , Htal. Á lvarez, Htal . Elizalde, Htal. Piiiero,
Htal. C. Tobar García y Cesac Nº 8. Co Directora del Curso «Las huellas de la infancia».
Hospital de Niños R. Gutiérrez. Ciudad de Buenos Aires.
Versión abreviada de la clase dictada el 1 0/2009 en el curso Las huellas de la infancia.
140 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD"

del nazismo en el mundo-: " . . . tras el rodeo que di a lo largo de la vida a través de
las ciencias naturales, la medicina y la psicoterapia, mi interés regresó a aquellos
problemas culturales que una vez cautivaron al joven . . . ". El Porvenir, inaugura así
una serie de estudios que van a constituir su preocupación primordial por el resto
de su vida. Pero es, obviamente, en el Malestar en la cultura ( 1 930), que va a des­
arrollar con precisión la cuestión de la génesis del sentimiento de culpabilidad.
Otro texto conexo y predecesor es Tótem y Tabú, en el que, aludiendo al crimen
bajo sus dos formas más aberrantes, el incesto y el parricidio, delimita en 1 9 1 2 , lo
que en las sombras implica toda la patogenia del Edipo.
Tal como lo afirma Lacan en su escrito Funciones del psicoanálisis en crimino­
1
logía , Freud quiere demostrar en Tótem y tabú que, en el crimen primordial, se
encuentra el origen de la Ley universal. Lacan establece que ni el crimen ni el cri­
minal son obj etos que se puedan concebir fuera de su referencia sociológica, y que
es la ley la que hace al pecado, puesto que no hay sociedad que no contenga en su
conformación misma una ley positiva, sea tradicional o escrita, de costumbre o de
derecho. A su vez, todo grupo social establece los grados de transgresión que defi­
nen el crimen como propio de una época. Freud reconoce que con "la ley y el cri­
men " comienza el hombre .
E n el seminario XVII, L 'envers de la psychanalyse, Lacan aborda los dos gran­
des mitos freudianos, el del asesinato del padre y el de Edipo. A la pregunta que
sucede a la muerte del padre: "Dios ha muerto, ¿ todo está permitido?, responde:
"Porque Dios ha muerto nada está permitido ''. Será entonces el cuerpo social el
que deba velar por la observancia de las leyes, vía el sentimiento incorporado de
culpa. A partir de ese momento mítico inaugural, todo acto que se considere pro­
piamente humano entrará en la cultura vía el renunciamiento a la satisfacción in­
mediata. Y no será fácil el cumplimiento de esta exigencia de renuncia.
Pero ¿han cambiado los acuciantes dilemas éticos que planteaba el tratamiento
de los niños y los j óvenes a comienzos del siglo XX? En el actual contexto de cri­
sis que sufre el capitalismo, soplan mundialmente vientos que promueven bajar la
edad de imputabilidad a los j óvenes acusados de haber cometido algún tipo de acto
delictivo, como derivando la responsabilidad por las penurias de la humanidad a su
eslabón más débil. De no abordar cuidadosamente este tema, que siempre ha so­
brevolado a la sociedad, se corre el riesgo de soslayar nuestra propia responsabili­
dad como adultos, respecto de esos niños que se encuentran en situación de delin­
quir.
Esta tendencia que vuelve a instalarse como tema de debate, da cuenta de las di­
ficultades de la instauración del "no" como límite para el sujeto, correlativo de la
conformación del superyó como heredero del complejo paterno. ¿No se pueden le­
er acaso esas mismas dificultades como efectos de una época, que también se ma-

1
Jacques Lacan. Funciones del psicoanálisis en criminología ( ! 950). É crits. Du Seuil ,
1 966, pp. 1 2 5- 1 4 9.
CRIMEN Y CASTIGO 141

nifiestan en ciertas defecciones ubicables en e l campo parental? No está demás re­


cordar que cuando hablamos de superyó, hacemos obviamente referencia a su do­
ble condición de instancia moral y de imperativo de goce.
Una de las consecuencias que trajo aparej ada la caída de la familia patriarcal se
revela en Ja incidencia del superyó, en detrimento de su eficacia moralizante sobre
el goce de la prohibición y la renuncia a la satisfacción que exige la cultura. Se tra­
ta ahora, más bien, de la supremacía de un superyó epocal que, por el contrario,
promueve la satisfacción y no la renuncia. Lo que se expresa bajo la forma de un
nivel de consumo compulsivo difícilmente satisfacible, reivindicado como un dere­
cho adquirido por el suj eto en tanto consumidor y ciudadano. Muchas de nuestras
consultas atestiguan del desvalimiento de los padres respecto de la eficacia de su
propia palabra para decir "no". La falta de límite habla de que nadie sabría hoy
dónde y porqué ubicar un punto de renunciamiento, en una sociedad que ha vuelto
glamoroso el derroche. ¿Cómo pretender, entonces, que devengan responsables
aquéllos a los que se entrega irresponsablemente al exceso?
De alguna manera, el intento de institucionalizar a través de una nueva legisla­
ción la culpabilidad de los j óvenes, procuraría poner coto a ese exceso, pero ocu­
pándose sólo de sus efectos sin apuntar claramente a las causas. En los fundamen­
tos del proyecto de ley, los juristas se encargan muy .bien de aclarar que no se trata
únicamente de penalizar las faltas cometidas por los más j óvenes, sino de lograr
que, a edades cada vez más tempranas, ellos tengan acceso a una mejor procedibi­
lidad. Es decir, modificar la tendencia tutelar de la legislación actualmente vigente,
establecida por la última dictadura militar, que no sólo aplica a los j óvenes de entre
14 y 1 7 años la misma penalidad que a los adultos, sino que ubica a esos adoles­
centes en una suerte de limbo legal hasta que, al cumplir los dieciocho años, son
juzgados por las mismas leyes que los mayores.
Retomemos la cuestión de la génesis del sentimiento inconsciente de culpa,
condición de posibilidad para ubicar un sujeto que pueda hacerse responsable de
sus actos y decires, aún cuando estos se hayan presentado como la expresión de un
hecho abominable. Que el sujeto pueda responder, es lo que condicionará la posibi­
lidad de una intervención analítica, además de la jurídicamente correspondiente.
Desde esta perspectiva, me gustaría remitirme al abordaje que, desde lo jurídi­
co, se hace del concepto de responsabilidad y la definición consecuente de crimen.
En su texto El crimen del Cabo Lortie. Tratado sobre el padre, 1 Pierre Legendre
afirma que las construcciones jurídicas han nacido ligadas a la elaboración del
principio de Razón -imperativo propio de Ja institución del sujeto-. Legendre co­
menta el caso de un joven cabo del ejército canadiense que, en 1 984, hace irrup­
ción en la Asamblea General de Quebec, con la intención de matar a los miembros
del gobierno. Al no poder cometer su crimen, ya que la cámara no estaba sesionan-

2 Pierre Legendre. El crimen del cabo Lortie. Tratado sobre el padre. Siglo XXI, M éx i co ,
1 994.
1 42 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

do, se entrega y afirma : "el gobierno de Quebec tenía el rostro de mi padre".


Es por estas afirmaciones que Legendre reconoce en este caso, un ej emplo de
parricidio, crimen que considera como paradigmático de nuestro tiempo. No sólo
por estar relacionado con la interrogación universal sobre el homicidio y el padre,
sino por estar fundamentalmente marcado por la catástrofe que, en nuestro siglo,
sobreviene con la declinación del concepto de paternidad y filiación. La considera­
ción del caso Lortie, y sus vicisitudes, llevan a Legendre a pensar una cuestión que
está presente en todo juicio: la posición penal, jurídica y ética respecto de los actos
delictivos y del homicidio en particular: la de matar sin ser llamado 'homicida ' . Es
a esto, dice Legendre a lo que estamos confrontados como humanidad cuando se
trata de situar el acto de matar. ¿Sobre qué base está distribuida la inocencia? Esta
consideración es por demás importante, ya que un dilema ético para aquéllos que
se han propuesto legislar sobre la inculpación de los menores, lo constituye la pre­
gunta sobre ¿cómo considerar esos actos en términos de responsabilidad? Y, lo que
es más serio aún, ¿cómo sancionarlos o penalizarlos?
Haciendo referencia al derecho romano, el derecho canónico, la teología de la
penitencia y la investigación criminológica, Legendre establece que la tradición re­
parte los · homicidios fundamentalmente en dos clases: de un lado los homicidios
legítimos, como los del soldado o el verdugo, y del otro, los homicidios ilegítimos,
acumulados en la casuística penal. Sobre el terreno de la represión de los delitos,
Legendre observa que las doctrinas jurídicas gravitan alrededor de un principio ge­
neral: Actus non facit reum nisi mens sit rea ["el acto no hace al acusado sí la men­
te no es acusada"] . En lengua jurídica, hay una definición sumaria del crimen que
supone no solamente el cumplimiento de un acto material (actus) sino la intención
de hacer el mal (mens rea).
Estas consideraciones están en consonancia con la génesis de la conciencia mo­
ral, puesto que para el superyó instituido, no habría diferenciación entre el acto
cometido y la intención de cometerlo. Para la instancia moral, ambos posiciona­
mientos llaman a la necesidad de castigo, al estar sostenidos en el sentimiento y en
la conciencia de culpabilidad. Sin embargo, para el discurso jurídico, si se conside­
ran estos atenuantes, las consecuencias en términos de penalización no serán las
mismas para el suj eto. Legendre refiere que, en la actualidad, una psiquiatría clasi­
ficatoria que se dice cientista, sumada al recurso de un psicoanálisis banalizado y
mal asimilado, empleados ambos en las pericias requeridas en la mayoría de los ca­
sos penales, tiende abusivamente a emplear el rótulo de inimputabilidad.
El suj eto es considerado así no como un criminal sino como un enfermo, di­
luyéndose el interrogante freudiano sobre el homicidio en tanto crimen fundamen­
tal, despenalizando al suj eto y, consecuentemente, desresponsabilizándolo de su
acto. Legendre es taxativo: " . . . Al igual que el incesto, el homicidio consumado es
una demostración a contrario de algo inasible por las vías ordinarias del discurso,
pero irrefutable y conocido de siempre por la humanidad: lo inexorable de la es­
tructura. Entiendo por esto último, literalmente, aquello que resiste a las súplicas,
CRIMEN Y CASTIGO 1 43

la prohibición que no se puede doblegar y cuya transgresión produce efectos devas­


tadores e irrevocables . . . " 3 . Y agrega: "¿ . . . cómo situar el abismo ante el cual el Pa­
dre servía de protección?" Siendo fundamental reflexionar sobre la devaluada no­
ción de padre en nuestra época, noción que, sobre todo para el jurista que él es,
constituye una referencia esencial para pensar no sólo lo institucional, sino también
el resquebrajamiento de las instituciones. Agrega que es preciso que Ja cultura oc­
cidental se disponga sin dilaciones a semejante tarea, imprescindible a toda crítica
elemental del desconcierto de nuestro tiempo. La posición de Legendre concuerda
con Ja idea de un quiebre respecto de la noción de hijo y de infancia para los pa­
dres, en Ja medida en que ella no constituye ya para muchos adultos la ilusión de
un proyecto a futuro. S i el hijo no representa el soporte de un ideal para sus padres,
puede convertirse en el puro objeto de sus más crudos designios.
En un intento de paliar los efectos de tal quiebre, Legendre afirma que el cri­
men debe ser representable en tanto transgresión, poniendo en escena mediante una
prueba tangible los desastres de esa transgresión, lo que se hace evidente en el caso
Lortie. Ante la situación de demostrar en el juicio su culpabilidad según su anhelo,
el acusado alega reiteradamente por ésta en su declaración, pidiendo ser reconocido
como responsable de su acto. Lortie suplica ser reconocido como suj eto, en­
frentándose a los planteas higienistas del tribunal que, considerando que el crimen
se cometió en estado de enajenación, intenta invocar la fórmula de insanía y decla­
4
rarlo inimputable. El texto de Legendre no versa sobre los mecanismos de aplica­
ción de las penas -condiciones de encierro o años de condena-, sino que, por el
contrario, resalta que lo más importante de un proceso jurídico es lo que éste opera
en tanto sanción simbólica que permite ubicar al sujeto y su responsabilidad y, por
ende, el consecuente reconocimiento de la falta. Dice Legendre : " . . . Sobre la base
de esta dificil proposición, puede hacerse concebible que las riendas de la culpabi­
lidad formen lógicamente parte de montajes jurídicos de la cultura, y que la con­
ducción hasta un buen fin de un proceso criminal esté relacionada con el problema
general de la subjetivación en las sociedades . . . ".5
Como decíamos, uno de los efectos del impacto de la época ha sido que la fun­
ción paterna ha quedado reducida a hacer del padre un proveedor de obj etos de
consumo, y no un transmisor de tradiciones e ideales. Freud afirmaba en su escrito
del 1 938, Esquema del psicoanálisis, que " . . . las exigencias de la cultura están sub­
rogadas por la educación dentro de la familia, nos vemos por eso precisados a in­
cluir también en la etiología de las neurosis este carácter biológico de la especie
6
humana: el largo período de dependencia infantil. . . ". Pero cada vez más los padres
hacen caso omiso de esta atribución, renunciando sin saberlo, y quizás sin quererlo,

3 Idem. P. 2 8 .
4 ldcm. P .4 1 .
5 Idem. , pág.46.
6 S . Freud. Esquema del psicoanálisis. T XXIII, Arnorrortu. Buenos Aires, púg . 1 85.
1 44 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD"

a su posición socrática de educadores, de alguien que pudiera transmitir su pasión


por el conocimiento. La cualidad del superyó epocal, debilitada su dimensión críti­
ca y vigilante que debía ejercer la conciencia moral, es un reflejo de lo que Jacques
Lacan vislumbraba y enunciaba en su Seminario XX, Encare, a comienzos de la
década del 70, como el reflej o de una cultura que pide "más, más . . . no más restric­
ción . . . ".
En el seminario VII, La ética del psicoanálisis, Lacan establece que el superyó
surge clínicamente de manera siempre contingente, revelando para el sujeto la fir­
ma de su goce, es decir, lo propio de la condición humana: el malestar en y por el
lenguaje, que Freud nombra como malestar en la cultura. Y agrega: " . . . Freud
aportó a la cuestión de la fuente de la moral, esta inapreciable connotación que él
ha llamado malestar en la cultura, dicho de otra forma, una desregulación -ese ma­
lestar o infelicidad que fue el primer término que acuñó Freud para su artículo- por
la cual una cierta función psíquica, el superyó, parece encontrar en ella misma su
propia agravación, por una suerte de ruptura de los límites que aseguraban su justa
incidencia. Lo que queda en el interior de esa misma desregulación -de ese desen­
freno- es saber cómo en el fondo de la vida psíquica, las tendencias pueden encon­
trar su justa sublimación". 7 Philippe Lacadée, psiquiatra y psicoanalista de niños,
dice que Lacan, en este pasaje, retomando a Freud, aloja en el interior mismo del
superyó aquello que provoca la ruptura de los límites que aseguraban su justa inci­
dencia. Denotando así esta doble cualidad del superyó de ser a la vez freno y ruptu­
ra: el freno de la vigilancia imperativa de la conciencia moral no le es ajena, sino
que se nutre de este punto de ruptura que la desregula. 8
En el Malestar. . . Freud afirmaba precisamente que " . . . lo que nutre las apeten­
cias insaciables del superyó, deriva justamente del renunciamiento pulsional que se
convierte en una fuente de energía para la conciencia moral, pues cada nuevo re­
mmciamiento intensifica, a su vez, la severidad y la intolerancia de la conciencia
moral". Freud afirmaba en este texto que el superyó se alimenta paradój icamente
del renunciamiento que él mismo impone, lo que implica que la conciencia moral
-el costado vigilante y crítico del superyó-, toma su dinamismo del sacrificio que
el sujeto hace de su goce; vale decir, de esa porción de goce que, vía el renuncia­
miento a la satisfacción pulsional, se debe sacrificar a favor y en pos de un ideal.
De esta renuncia con fines morales, deriva el sentimiento inconsciente de culpa
que, en los niños, se expresa por el temor a la pérdida del amor de los padres, de
sus objetos de amor más preciados y, a su vez, este sentimiento de culpa nutre al
superyó convirtiéndolo en más exigente e imperativo. Lacan denominó a esta vora­
cidad del superyó "voluntad moral'', con la que cohabita, sin oponerse, la "volun­
tad de goce". Esa es la paradoj a descubierta por Freud.

7 Jacques Lacan. Le Séminaire. Livre VII: L 'Ethique de la psychanalyse. Du Seuil, Paris,


pág. 1 72 . [La traducción es mía].
8 Philippe Lacadée. Le malentendu de l 'enfant. Payot, Lausanne, 2003 .
CRIMEN Y CASTIGO 145

Retomando la cuestión de la conciencia moral, su propia exigencia de orden se


origina en esta desregulación, y es por eso que Lacan afirma que "toda cre<1ción
humana, por esencia y no por accidente, implica refremr, acotm el goce, supone
desde ya una cesión de goce".
La exigencia contemporánea de goce irrefrenable, acompañada de una generali­
zada indulgencia respecto del renunciamiento a la satisfacción, es concomitante de
un incremento de la voracidad que el mismo superyó le ha ganado <1 la conciencia
moral. ¿Estaremos asistiendo con ligereza a la aparición de una subjetividad sin
culpa? Teniendo en cuenta que ese sentimiento de culpa que nos identifica como
humanos, cuya constitución sostiene la eficacia de las protoprohibiciones fundantes
-el asesinato y el incesto-, es, como decíamos, el que puede evitar que el pequeño
humano ceda a sus mociones agresivas, sostenido en el temor a la pérdida de amor.
En 1 929, en el apartado VII del Malestar en la cultura, al referirse a la consti­
tución de la conciencia moral y el sentimiento de culpa, Freud escribe: " . . . La con­
ciencia de culpa se exterioriza como necesidad de castigo. Por consiguiente, la cul­
tura yugula el peligroso gusto agresivo del individuo debilitándolo, desarmándolo,
y vigilándolo mediante una instancia situada en su interior [ . . . ] Malo no es lo dañi­
no o pe1judicial para el yo; al contrario, puede serlo también lo que anhela y le de­
para contento. Entonces, aquí se manifiesta una influencia aj ena; ella determina lo
que debe llamarse malo y bueno [ . . . ] el hombre ha de tener un motivo para some­
terse a ese influjo aj eno [ . . . ] se lo descubre en su desvalimiento, la angustia frente
a la pérdida de amor. Si pierde el amor del otro, de quien depende, queda también
desprotegido frente a diversas clases de peligros y, sobre todo, frente <11 peligro de
que este ser hiperpotente le muestre su superioridad en la forma del castigo. Por
consiguiente, lo malo es en un comienzo aquello por lo cual uno es amenazado con
la pérdida de amor; y es preciso evitarlo por la angustia frente a esa pérdida . . . " . 9
Obviamente esta situación es paradigmática de la infancia. En todo caso, de la
infancia que queremos siga siendo considerada como tal. ¿Podríamos afirmar que,
tal vez, no se tema perder lo que no se ha experimentado? Me refiero a la experien­
cia del amor de los padres o de los adultos que se ocupan del niño.
En una nota a pie de página, en ese mismo texto, Freud añade que: " . . . la seve­
ridad del superyó desarrollado por un niño en modo alguno espej a la severidad del
trato que ha experimentado. Parece independiente de ella, pues un niño que ha re­
cibido una educación blanda puede adquirir una conciencia moral muy severa.
Empero sería incorrecto pretender exagerar esa independencia; no es difícil con­
vencerse de que la severidad de la educación ejerce fuerte influjo t<1mbién sobre la
formación del superyó del niño . . . ". 1 ° Con lo cual, indudablemente ubica la respon­
sabilidad de los padres en la constitución de la conciencia moral.

9 Sigmund Freud. El malestar en la cultura. O. C. TXXI. Amorrortu, Buenos Aires, pp.


1 1 9- 1 26.
10
I dem.
1 46 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

En otra nota, donde retoma los comentarios que hace Alexander acerca de los
estudios de Aichhorn sobre la juventud desamparada, Freud agrega: ' ' . . . hay dos
tipos principales de métodos patógenos de educación: la severidad excesiva y el
consentimiento . El padre desmedidamente blando e indulgente ocasionará en el ni­
ño la formación de un superyó hipersevero, porque ese niño, bajo la impresión del
amor que recibe, no tiene otra salida para su agresión que volverla hacia adentro.
En el niño desamparado, educado sin amor, falta la tensión entre el yo y el supe1yó
y toda su agresión puede dirigirse hacia fuera [ . . . ] por consiguiente, es lícito afir­
mar que la conciencia moral severa es engendrada por la cooperación de dos influ­
jos vitales: la frustración pulsional, que desencadena la agresión, y la experiencia
11
de amor que vuelve esa agresión hacia adentro y la transfiere al superyó".
Quizás asistimos a una época en la que el niño más que ubicado como producto
del amor de la madre por el padre, viene al lugar de un goce individual que no ce­
sa, produciendo esa particular dificultad en la constrncción del no como prohibi­
ción y cuidado. La respuesta y la apuesta del psicoanálisis no pueden ser otra que
la de convocar al sujeto y su responsabilidad: parafraseando a Lacan, la de su in­
sondable decisión del ser. Sin embargo, de esta elección que se jugó en otro tiem­
po, en tiempo de la infancia, el sujeto en sus juegos y, luego postpuberalmente en
términos discursivos, se tendrá que hacer responsable.

Para concluir, me gustaría volver a la cuestión del proyecto de Ley de respon­


sabilidad penal juvenil que comentaba al inicio. En abril de 2009, en momentos, en
que se debatían en el Congreso los p ormenores de dicho proyecto, llegó a nuestro
país, para entrevistarse con el Jefe de Gabinete del Gobierno Nacional, Nils Kast­
berg, experto en infancia y exclusión social y Director Regional de Unicef para
América latina y el Caribe. Este funcionario estaba visiblemente preocupado por el
tenor que tomaban las discusiones sobre una disminución de la edad de imputabili­
dad de 1 6 a 1 4 años, y un simultáneo aumento de las penas. En una charla que
mantuvo posteriormente con el diario Página 1 2, 12 Kastberg manifestó que baj ar la
edad de imputabilidad le parecía una medida demagógica, que respondía a las pre­
siones generadas por la sensación de inseguridad instalada por los medios de in­
formación. Esta concepción de inseguridad intenta criminalizar a los j óvenes, ya
que hace responsables a los menores de 1 8 años del estado de zozobra en el que vi­
ve la sociedad. Kastberg se mostraba alarmado por el cariz y el mmbo de los deba­
tes, ya que afirmaba que apenas 1 5 homicidios dolosos, de los 2000 cometidos
anualmente en todo el país, tenían como partícipes, a niños menores de 1 5 años. Se
preguntaba si eran esos 1 5 homicidios los que tenían que asustar a los argentinos, y
si no era indecente pensar que se fuera a resolver el tema de la violencia en la Ar-

11
Idem.
12
Mariana Carbaj al : "Bajar la edad de imputabilidad es una rm:dida demagógica". Diari o
Pagina 1 2, 26104109, pp. 20-2 1 .
CRIMEN Y CASTIGO 147

gentina enfocándose solamente en esos 15 casos. Además, y contradiciendo las es­


tadísticas sobre índices de criminalidad, señaló que la Argentina tiene uno de los
niveles de homicidio doloso más bajo de América latina y el Caribe: 5,5 cada
1 00.000 habitantes, mientras que El Salvador, Jamaica u Honduras tienen entre 20
y 57 respectivamente, siendo estas cifras las más altas del mundo. Agregó que la
Argentina está en una posición desde la que puede evitar, justamente, las recetas de
"mano dura" con los menores, ya que esa política no hizo sino aumentar la crimi­
nalidad en los países centroamericanos que la aplicaron. Destacó, por el contrario,
experiencias exitosas en Cuba y en Colombia, gracias a cierto tratamiento aplicado
a los j óvenes en conflicto con la ley penal.
Su posición es la de que hay que ofrecerles a los chicos en esa situación, un
proceso reeducativo integral, para que cuando "salgan de esos programas sientan
que tienen algo que no quieren perder". Ya que, justamente, muchos de los chicos
que están metidos en la violencia -se refería particularmente a los maras centroa­
mericanos-, han padecido una historia de abuso, sometimiento, y carencia extrema.
En efecto, es fácil que la vida no valga nada si no hay nada que perder.
Kastberg es contundente al afirmar que si un chico de 14 años mata, tiene que
haber habido, por un lado, un sistema de adultos que no funcionó y, por otro lado,
otro sistema de adultos que se aprovechó de él. Estos adultos, en lugar de recono­
cer que han fallado -lo que los confrontaría con su responsabilidad- prefieren caer
sobre los adolescentes castigándolos.
La respuesta de la Unicef no es, de ninguna manera la impunidad, sino, por el
contrario, lo que Kastberg propone como una política integral de rehabilitación.
Trae como ej emplo la experiencia cubana, en la que se imparten a los niños proce­
sados jornadas de entre 1 O y 1 2 horas diarias de preparación en conocimientos ge­
nerales, forn1ación en arte, cultura, deporte, enseñanza de un oficio que les interese.
Educación que se imparte aún a los chicos que cometieron delitos graves como un
homicidio.
En nuestro país, en cambio, un chico que es internado en un instituto en espera
de proceso para cuando cumpla los 1 8 años de edad, recibe un promedio de nada
más que ¡ dos horas de educación diarias ! Kastberg insiste en que más que pensar
en el tiempo de duración de las penas, lo que se tiene que planificar cuidadosamen­
te, es lo que se haga con el chico durante el tiempo de la pena que se establezca. Es
esto lo que le va a ciar la seguridad para que, como decíamos, cuando salga sienta
que tiene algo que no quiere perder: la posibilidad de una vida digna.
Y esta aspiración es correlativa de aquéllo que ubicábamos en el origen de la
constitución de la conciencia moral y la entrada del niño en la cultura : el recono­
cimiento de que habría algo por lo que vale la pena renunciar a las satisfacciones
del momento, algo que no se quiere perder, el amor. Lo que nos devolvería a la re­
valorización de lo que Freud en el Porvenir de una ilusión consideraba como una
de las piezas, quizás la más importante, del inventario psíquico de una cultura : sus
ilusiones.
1 48 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

EL PASO DEL SUJETO

Ana Lanfra11co11i *

Una lectura de la novela El Lector, de Bernhard Schlink y de su adaptación


cinematográfica con guión de David Hare y dirección de Stephen Dald1y.

Ficción y escena

B
erlin, 1 958. Michael, de 15 años, enfermo en la calle es atendido, lavado y
abrazado por Hanna, una bella y ruda mujer de 3 6 años. En la novela El
Lector, escrita en primera persona, el narrador evocará con este encuentro
la calidez de los cuidados maternos. La chispa del erotismo se ha encendido, será
una de las marcas de la relación. Iniciación sexual para Michael, el texto enfatiza
su fascinación con la imagen de Hanna, que conjuga sensualidad y un modo de
moverse rígido y rítmico. ¿Cómo leer en ella su atracción hacia Michael? ¿Lo ama,
lo desea, sólo ama dominarlo, humillarlo? Es la pregunta de Michael: ¿qué quiere,
qué siente ella? Hay un punto de inflexión en el relato tanto literario como filmico:
Hanna, la desconocida, la enigmática, la que se resiste a decir su nombre, quiere
saber: pregunta a Michael por sus lech1ras escolares. Ante el libro que Michael le
muestra, ella dirá: "Lee tú" . . . Apres coup, es posible escuchar allí un pedido: Lée­
me, lee para mí, lee en mí lo que no sé, lo que quiero y no quiero saber.
Michael accede, él será el lector. En alemán el tíhllo de la novela es: Der Vorle­
ser que significa: Lector en voz alta 1 • Michael alza la voz, su voz se yergue y cada
vez, en cada encuentro sexual, lee para ella las tragedias de grandes dramamrgos
del siglo XVIII. La ficción se incrusta entre ellos, los hace girar en torno al texto.
Ella, la máquina despótica y dominante, ríe, llora, teme. É l, fascinado, humillado,
en tanto lector en voz alta se transforma en actor, toma el papel que el texto le
asigna, cambia los tonos de su voz, habla con voz de hombre.
A lo largo de la obra, ambos se ubicarán en relación a un no saber o a un no
querer saber; hay una belleza trágica en el texto. Como en Edipo, la marca de la
ceguera se anuncia a través de indicios. Michael había leído durante su convale­
cencia a causa de la hepatitis (luego del primer encuentro con Hanna) acerca del
Tercer Reich. También sabe acerca del ingreso de Hanna al ej ército durante Ja gue­
rra, y de su gusto por el uniforme como guardia del tranvía. Ha sentido el sabor de
su propia sangre en la boca cuando ella le ha pegado con un cinhlrón. "Preguntas

* Ana Lanfranconi. Docente y Coordinadora de Ateneos de la Escuela de Clínica Psicoa­


nalítica del Centro Oro.
1 Langenscheidts, Diccionario español-alemán, alemán-español.
CRIMEN Y CASTIGO 1 49

demasiado, chiquillo", le dice Hanna. Ambos se detienen en ese umbral, un umbral


hecho de la verdad y el velo de la mentira y la ficción.

La escena j urídica

El relato ubica una interrnpción abrnpta de la relación entre los protagonistas.


Hanna se va de la ciudad sin dejar rastros. "Mi cuerpo la extrañaba", dirá Michael,
quien se hace conjeturas; se culpa por haberla traicionado: no ha hablado con nadie
de su relación con Hanna. Este silencio ha sido, le parece a él, un modo de omitirla,
de no incluirla en su vida. ¿Cómo pensar esa omisión, ese silencio, esa culpabilidad
que el personaje carga casi hasta el final de la obra?
Siete años más tarde se produce el reencuentro entre los protagonistas. El esce­
nario es jurídico: Michael, estudiante de derecho, asiste al juicio que se ha iniciado
contra un grupo de guardianas de campos de concentración, entre las que se en­
cuentra Hanna. Descolocado, impactado por el velo que se corre ante sus oj os, Mi­
chael no puede dej ar de mirarla: "Leía su cabeza, su nuca, sus hombros'', nos dice
el texto literario.
Esta vez "la escena de teatro que es la justicia", al decir de Legendre2 , va a re­
ubicar los lugares de ambos. Hanna, aferrada a su secreto, se condena por su anal­
fabetismo. Pero, ¿de qué analfabetismo se trata? Ella no condena los hechos por los
que se la acusa: declara que no abrieron las puertas de la Iglesia porque no sabían
qué hacer, los que daban órdenes se habían ido. Basta la pérdida del jefe para que
surj a el pánico, un miedo inmenso e insensato, nos dice Freud en Psicología de las
masas. Hanna se habría aferrado a la orden anteriormente recibida: evitar que se
escapen las prisioneras, aunque se tratara de una orden criminal. Es decir, su anal­
fabetismo, el peor, era como sujeto, no había en ella lectura de sus actos, vivía en
un fuera de la ley, en un rechazo de lo simbólico.
Hanna vestida con uniforme entra al recinto para escuchar la sentencia. Es abu­
cheada; le gritan: ¡Nazi ! Hanna no entiende, cautivada con el lugar que le da el uni­
forme, un lugar en el mundo, algo o alguien a quien obedecer. Hacia allí ha dirigi­
do su mirada y su escucha. Pero su ídolo está fuera del orden del mundo. Jean
Amery, sobreviviente de los campos, cuyo testimonio Hanna leerá en la cárcel di­
ce: "Lo que sucedía de entrada era el hundimiento total de la representación estéti­
ca ele la muerte . En Auschwitz no había lugar para la muerte concebida en su forma
literaria, filosófica y musical. No había puente alguno que uniese la muerte ele
Auschwitz con la "Muerte en Venecia". La muerte perdía finalmente su tenor es­
pecífico en el plano individual. Los hombres morían por todas partes pero la figura
ele la Muerte había desaparecido". 3

2 Pierre Lcgcndrc. "El hombre homicida". En : La .fábrica del hombre occidental. E ditorial
t-morrortu, Buenos Aires, 2008, pág. 40.
·' Jean Amery. Citado por .len-Luc Nancy en La Representación Prohibida. Amorrortu,
1 50 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

La representación lo es de una ausencia. Es la relación con una ausencia en la


que toda presencia se sostiene, es decir se ahueca, se vacía, respira.
Hanna ha quedado del lado de los campos, del lado de la no-metáfora . Ausch­
witz, como la muerte del símbolo, del padre como símbolo.
Durante el juicio Hanna se pregunta: " . . . ¿Debería . . . no debería haberme alista­
do cuando estaba en Siemmens?" Desde el aplastamiento subj etivo, desde esa en­
trega sin resistencia al Otro que nos evoca el querer-ser-animal propio del lugar de
la víctima, del que habla Badiou, desde esa máquina pulsional por la que ella tam­
bién somete y animaliza al otro, es desde allí, o mejor dicho es desde el giro que
parece propiciar la escena del juicio, que Hanna empieza a esbozar esa pregunta di­
rigida -nos aclara el texto- hacia ella misma. ¿Se trata de una posibilidad trans­
formadora, en el sentido de la subjetivación, que el juicio abre a la protagonista?
Michael, al descubrir el analfabetismo de Hanna, se debatirá entre hablar y no
hablar con el juez o con ella; se irá replegando en su pensamiento, en sus dudas,
sus reproches . Empieza a considerar que no está tan lejos de la posición de ella. Se
pregunta: ¿en qué lo convertía haber amado a una criminal?
Durante el juicio compara a los que están en el campo por propia voluntad con
los que entran por la fuerza. Compara la actitud de los jueces y fiscales que, al
principio del juicio, están impactados y horrorizados por los testimonios y, luego,
acostumbrados, murmuran y se sonríen entre ellos. Más tarde, ya están hartos,
aprovechan que uno de los testigos está en Israel para viajar y hacer algo de turis­
mo. Él mismo reconoce su hartazgo, lo dice así en el texto literario: "Como el in­
terno de un campo de exterminio que, tras sobrevivir mes a mes, se acostumbra a la
situación y observa con indiferencia el espanto de los que acaban de llegar. Que lo
observa con el mismo estado de embrutecimiento con que percibe el asesinato y la
inuerte". 4
El estado de embrutecimiento, de anestesia, retornará en Michael cuando se
tome imprescindible para él no pensar ni sentir los reproches y las culpas con res­
pecto a Hanna.

La voz de la lectura

"Háblame musa de aquel varón de multiforme ingenio que después de destruir


la sacra ciudad de Troya, anduvo peregrinando larguísimo tiempo . . . ". La voz de
Michael entra nuevamente en escena con el primer canto de La Odisea de Homero.
Durante diez años le enviará cintas grabadas a Hanna, quien cumple su condena en
prisión. Novelas, cuentos, poemas, incluso sus escritos antes de editarlos, se los
envía a Hanna, su musa. Nuevamente los protagonistas se acercan, como si baila­
ran al son de la música de la voz de Michael y sus relatos. "Háblame Musa de

Buenos Aires, 2006, página 5 7 .


4B crnhard Schlink. E l Lector. Anagrama, Barcelona, 2000, pág. 9 8 .
CRIMEN Y CASTIGO 1 51

aquel varón . . . '', insiste Michael. ¿Busca en Hanna, en su propia voz dirigida a ella
aquel varón que él fue en la escena de iniciación sexual, allí donde él como lector
tenía la voz cantante?
Hanna dará un paso más, hay un momento que es como un rayo, en el que algo
pasa: Hanna pidiendo un libro en la biblioteca de la cárcel, diciendo su nombre sin
tapujos, toma el lápiz, el texto, dispone su cuerpo, escucha la grabación, la detiene
y marca cuántas veces aparece la palabra escuchada en la primera hoja, la pronun­
cia en voz alta. Como en el cuento de Borges, El A leph, donde el mundo se ve, se
lee, de acuerdo a la posición que toma el cuerpo, Hanna ha tomado una posición
desde la que el mundo ya no será el mismo.
Hay una civilización de la pulsión, del goce del cuerpo en el acto de la lectura y
la escritura. Es desde allí que Hanna le escribirá, se dirigirá a Michael. Cuando ella
le escribe, él está interesado en su letra, él busca leerla, que ella sea algo a leer.
Percibe en sus primeras cartas la violencia, la fuerza de su trazo. Hanna como
enigma para Michael. Ella espera una respuesta, algo más allá de la voz grabada en
las cintas. Michael jamás responderá sus cartas, es uno de los modos de evitar el
encuentro con ella. ¿A quién dirige su voz, sus textos grabados?
En La letra y la voz, Paul Zumthor5 se refiere al peso inicial del oído y la voz
que prevalecía sobre los primeros copistas; el lector vendrá después. La escena
medieval se organiza con el dictador, la fuente corporal del contagio a partir de la
voz, y el trabaj o táctil del copista. La voz del que dicta no es la misma que la del
que lee. Me interesó el significante dictador. Michael, el lector en voz alta para
Hanna en aquellos años de ducha, lectura y amor, ¿está ahora en posición de dicta­
dor? Hanna como copista, como reflejo. Sin embargo, a partir del rayo, a partir de
su decisión de aprender a escribir, de hacerle lugar a esa falta, a ese hueco, hay una
torsión. Ella descubre en la voz de Michael una alternativa para sí misma. Hanna
escribiente, Hanna lectora, descubre en él, más allá de él, al lector. Encuentra en la
palabra de Michael una palabra que le está dirigida. Iniciación en las letras para
Hanna.
En la escena final, Hanna hará pie en los libros, esta vez para ahorcarse. ¿Es la
posibilidad de leer sus actos, la condición de su suicidio? Un poco antes ha busca­
do leer infructuosamente algo en el rostro de Michael, una señal de amor (el re­
pliegue de Michael, ¿está hecho de un anudamiento entre la culpa por amar a una
criminal con la culpa ligada a la sexualidad?) . Esta situación la deja a I-Ianna a la
intemperie. ¿Cómo civilizar lo pulsional, cómo desprenderse de la voz sin lazo
amoroso a un otro? ¿Cómo superar lo insuperable?

5 Paul Zumthor, La letra y la voz. De la "literatura " medieval. Ediciones Cátedra, Madrid,
1 9 8 9 , pp. 1 20- 1 2 4 .
1 52 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

La escena analítica

El analista como lector en voz baj a lee el texto hecho del decir de su paciente,
lee lo que escucha y oye en el decir de quien ha llegado con un pedido singular:
léeme, lee para mí, lee en mí lo que no sé, lo que quiero y no quiero saber. Sabe­
mos que el despliegue de esta demanda tendrá como condición el lazo amoroso de
la transferencia y que el analista ocupe su Jugar como lector de esa otra lengua que
es el inconsciente. El analista no está exento del lugar de dictador, de quien dicta
sus prejuicios e ideales a sus pacientes. Abstenerse de ocupar ese lugar orientará
una ética.
Alain Badiou en su trabaj o : Etica y psiquiatría6, nos habla de la apuesta a una
posición siempre abierta a la posibilidad de subjetivación. Ubica como inhumana la
opción por la imposibilidad, por dar por sin alternativa al loco más loco y al viejo
más viejo. El texto nos alerta sobre la crueldad de nuestro tiempo, en el que se pri­
vilegian las capacidades animales, de competencia y supervivencia y se exalta la
eficiencia al servicio de los intereses. Es decir, no se toman en cuenta las capacida­
des en términos de afirmación subj etiva.
Estamos expuestos al embrutecimiento, a la anestesia, a la indesarraigable
crueldad.
El autor nos alienta al coraje, a la valoración de la más mínima posibilidad de
transformación, a la consideración del pliegue más sutil con el que alguien pueda
abrirse a una opción de afirmación subjetiva. En sus términos, este efecto sujeto
que ponemos a cuenta de la lectura del analista, significa resistirse a la posición del
querer-ser-animal propio de la posición de víctima. Badiou nos invita a subrayar en
relación a nuestro lugar, la apuesta por la alternativa de ser, como analistas, creado­
res, inventores de posibilidades, despiertos a una subjetivación siempre posible.

6 '.'-
lain Bad i ou. " Ética y psiquiatría". En : Relexiones sobre nuestro tiempo . Ediciones Del
f
Cifrado, Buen os Aire s, 2000 , pp. 39-4 3 .
CRIMEN Y CASTIGO 1 53

PARANOID PARKY EL SECRETO

Mario Goldenberg *

E
l film de Gus Van Sant ha recibido el premio 60º aniversario del Festival de
Cannes 2007. El director de Elephant se ha basado para su guión en una
novela de Blake Nelson. La acción sucede en su ciudad natal, Portland,
Oregon, USA.
El argumento relata una historia de un adolescente en un parque de skaters,
donde se desarrolla la trama a partir de una muerte accidental.
El mérito de Van Sant es cernir la subj etividad de los adolescentes de nuestra
época.
Alex, de 1 6 años, skater, vive en un contexto familiar desmembrado, sus padres
se están separando, tiene una bonita novia que no le interesa, y su vida transcurre
sin dirección, como el balanceo del skate.
Concurre con su amigo a un sitio llamado Paranoid Park, un lugar marginal,
construido por los mismos skaters. En una noche, mientras un nuevo amigo Je en­
seña a colgarse de un tren, son descubiertos por un guardia de seguridad que inten­
ta golpearlos con una linterna y, accidentalmente, Alex se defiende pegándole con
su skate, el guardia cae y es seccionado por otro tren que viene en sentido contra­
rio.
A partir de este episodio, todo se desencadena. Intenta a la madrngada llamar a
su padre que está con su tío en una playa, pero desiste. No tiene a quién relatar el
desgraciado episodio. Lo cita la policía para interrogarlo, junto con otros, en el co­
legio, pero no tienen la menor sospecha de quién fue el autor accidental del homi­
cidio del guardia. El diálogo con el policía oriental que lo intenoga parece propicio
para una confesión; sin embargo Alex, como los adolescentes actuales, sabe ocultar
muy bien sus cosas.
El guión plantea un problema interesante . Hay un secreto que no puede contar
a nadie, pero que lo afecta; él mismo dice : Necesito que esto se detenga.
-

Con su novia, con quien ha tenido un encuentro sexual, no expresa ningún in­
terés especial. Es una escena fantástica, después del sexo, ella lo besa, se va del
cuarto y llama a una amiga para contarle lo maravilloso que fue.
No hay ninguna palabra de amor entre ellos. Alex parece el extranjero de Ca­
mus en la escena sexual.
La adolescencia esencialmente implica el encuentro con el Otro sexo, el film

* Mario Goldenberg. Psicoanalista. AME de la EOL y de la AMP. Profesor de la UBA. Di­


rector de la revista digital Consecuencias (www.revconsecuencias.com.ar ).
1 54 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

muestra que en esta época, ya no victoriana, donde todo está permitido, el acceso al
sexo no está regimentado por la moral. Sus amigos, cuando se enteran que ha dej a­
do a su novia, le dicen que se perdió la posibilidad de tener sexo gratis.
El argumento se desarrolla como una tragedia. El héroe tiene un secreto: el de
un crimen, una muerte que causó involuntariamente, pero que no tiene a quién con­
tar, no tiene a quién dirigirse y, a su vez, nadie lo descubre.
El mundo adolescente es un mundo de sujetos solos, ligados por el skate, que es
un dirigirse a ningún lado, sólo el goce del balanceo. Hay un profundo abismo con
el mundo adulto, no confían en ellos y saben mentirles muy bien.
Sabemos cómo se visten y peinan los Emos y los jloggers, pero no sabemos na­
da de ellos. Ellos a veces confían en sus pares, no en sus padres, menos en sus ma­
estros, pero, en el mej or de los casos, se reservan una intimidad.
Gérard Wajcman ha escrito su breve testimonio en un libro de reciente apari­
ción La regla del juego. 1 Waj cman dice: "La posibilidad de lo escondido no es
simplemente una conquista, es una condición del sujeto: sólo hay suj eto si éste no
puede ser visto" [ . . . ] "La condición de lo íntimo está inserto en la posibilidad para
el sujeto de sustraerse al poder de otro omnividente" [ . . . ] "El derecho al secreto tra­
za la frontera de lo íntimo, a partir de allí hay tres estados posibles de la frontera. O
bien permanece hermética, instituyendo y preservando dos espacios disjuntos, de­
jando fuera al sujeto de la influencia del Otro. O bien el Otro quiere poner allí el
oj o. Es un tiempo inquisitorial. Es el tiempo, por ejemplo, de la video vigilancia,
policial, urbana, planetaria".
La película transcurre entre estos dos estados, su secreto y el otro omnividente,
el Big brother de la "seguridad".
Gérard Wajcman plantea una tercer manera de traspasar la frontera: "puede que
el sujeto decida abrir su intimidad, que hable de ello o que la exponga. El psicoaná­
lisis responde a ese deseo, el arte y la literatura son también lugares para el ej erci­
cio de esta libe1iad".
Alex se encuentra en una encrucij ada, nadie lo ha descubierto pero tiene algo
que no ha podido decir; sólo su amiga intuye que hay algo que no puede decir a
nadie, le sugiere que lo escriba, que envíe una carta a algún periódico o que sim­
plemente lo queme .
Alex escribe en su anotador su historia y termina quemándola.
El acto de escribir es una subjetivación del secreto, pero sin dirigirlo a nadie.
No hay Otro, es una buena fórmula lacaniana, para situar esta época del "Otro
que no existe" como lo han formulado Jacques-Alain Miller y Eric Laurent.
La clave del film no es la muerte del guardia sino la escena sexual.
¿Cómo, en un mundo donde todo se ve, todo vale, se puede acceder al goce

1 Compilación realizada por Bcrnard H cnri-Lévy M i l lcr cuya e dición para


Jac q ucs-A l a i n
y ,

Espafia Y Latinoamérica estuvo a cargo de Lidia Lópcz Schavclzon, cd. Gredos, 2008. Pu­
blicado en www.revconsecuencias.com.ar.
CRIMEN Y CASTIGO 1 55

sexual, teniendo en cuenta que no hay saber del sexo?


La intimidad del sexo es un crimen, Ja moral victoriana y religiosa daban un
sentido culpable al goce. Esta época signada por el superyo Iacaniano, como man­
dato al goce, obtura el encuentro con el no hay relación sexual.
En su hogar fragmentado por la separación de sus padres, Alex no encuentra
ninguna versión para abordar una muj er. Encuentra en un reciente amigo mayor al­
guien a quien seguir, éste lo lleva colgarse de un tren, un goce trasgresor.
Una lectura de Ja trama puede ser que el crimen es el sexo; Alex no tiene a
quién seguir, es llamativo que al único al que intenta recurrir inicialmente para re­
latar Jo sucedido es a su padre, pero inmediatamente desiste.
En la película, hay cuatro padres. Primero, el guardia muerto, seccionado por el
tren; en segundo Jugar el policía, que parece saberlo todo, un otro perseguidor; en
tercer lugar, su amigo mayor, a quien sigue; y, en cuarto Jugar, su padre, tatuado,
en quien no termina de creer.
Los cuatro no hacen uno. Alex tiene que encontrar su solución en el acto de es­
critura que le permite responsabilizarse a su modo, y quemar sus apuntes.
El psicoanálisis es un refügio de lo íntimo, y es en ese sentido que el analista lo
encarna y resguarda, produciendo la operación del análisis como una solución y
una asunción de la singularidad del goce de cada quien.
Las modalidades actuales de la adolescencia están muy bien trazadas en este
film. ¿Cuáles son los ideales que la sostienen? Por ejemplo, matar a alguien es gra­
ve? ¿Es divertido como en Elephant? ¿Cuál es la ética de estos nuevos tiempos?
¿Cómo abordar un encuentro amoroso en tiempos donde el discurso del capitalis­
mo tardío rechaza el lazo y el amor?
1 56 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

DEL ASESINATO CONSIDERADO


COMO UNO DE LOS ACTOS MÁS HUMANOS

Ana Gabbi *

F
ormar parte de un dispositivo de salud pública, al que el Poder Judicial le re­
quiere decir algo sobre las determinaciones psicológicas de quien ha delin­
quido, nos ha permitido acercarnos a una galería heterogénea de personas.
En su mayor parte se trata de vidas comunes, donde súbitamente Ílrumpió un acon­
tecimiento que los tuvo de protagonistas: el dar muerte a alguien, y eso los convir­
tió en asesinos. Con cada uno de ellos nos propusimos que aún en su carácter de
"detenidos", por estar privados de su libertad, no quedaran "impedidos" de interro­
garse por su acto delictivo, porque para que se humanice al autor del más humano
de los actos, sólo será posible si se parte de la idea de que "el hombre se hace reco­
nocer por sus semejantes por los actos cuya responsabilidad asume". 1
Entendemos que uno de los interrogantes centrales que motorizan el proceso
judicial es la lógica del acto, los motivos que movieron a un sujeto a realizarlo.
Que el pedido que se dirige a lo psi apunta a que se le pueda dar algún sentido al
acto criminal, y que nos enlaza a la función atribuida a la psiquiatría en sus oríge­
nes, como un intento de hacer comprensible ciertos crímenes inmotivados . Como si
fuera posible, por otra parte, descifrar los enigmáticos móviles de un crimen. No
hay una causa psicológica que explique el acto sino, por el contrario, el acto divide
al suj eto, ya que fue él quien obró, pero sin embargo no fue él, suj eto dividido en­
tre la voluntad de actuar y otra voluntad más allá de él, que lo ubica en una trama
cuyas consecuencias deberá padecer y, más todavía, le conferirá cierta identidad a

* Dra. Ana Gabbi . Médica Psiquiatra. Psicoanalista. M iembro de Juntas Especiales, disposi­

tivo interdisciplinario dependiente de la Dirección Provincial ele Salud Mental de la Provin­


cia ele Santa Fe.
1 Marta Gerez Ambertín. (comp.) Culpa, responsabilidad y castigo en el discurso jurídico y

psicoanalítico. Volumen l. Letra Viva, Buenos Aires, 2006. De la misma autora: Culpa,
responsabilidad y castigo en el discurso jurídico y psicoanalítico. Volumen I I . Letra Viva,
Buenos Aires, 2004. Culpa, responsabilidad y castigo en el discurso jurídico y psicoanalíti­
co . Volumen I l l . Letra Viva, Buenos Aires, 2009. Las voces del supoyó en la clínica psi­
coanalít ica y en el malestar en la cultura. Letra Viva, Buenos Aires, 2007. Entre deudas Y
culpas: sacrificios. Crítica de la razón sacrificial. Letra Viva, Buenos Aires, 2008.
Además de su obra escrita y publicada agradecemos a la Dra. Gerez Ambertín lo que nos ha
transm itido en cada uno de sus seminarios y reconocemos su impronta marcada en nuestro
propi o trabaj o.
CRIMEN Y CASTIGO 1 57

partir de ese acto. 2


Como esos crímenes que recoge Foucault3 , ocurridos a comienzos del siglo
XIX; crímenes graves, casi siempre acompañados de cmeldades extrañas, que no
habían estado precedidos, acompañados o seguidos de ningún signo reconocible de
locura, surgiendo de lo que denomina un "grado cero de locura", que se desarrolla­
ron en la esfera doméstica, donde estaban implicadas personas de generaciones di­
ferentes y que, por cuestiones de edad, de lugar, de parentesco, constituían relacio­
nes a la vez más sagradas y más naturales, las más inocentes y también aquéllas
que debían estar menos cargadas de interés y de pasión. En los que asimismo seña­
la que no eran tanto crímenes contra la sociedad y sus reglas, cuanto crímenes con­
tra la naturaleza, contra las leyes que rigen los lazos familiares y generacionales.
Crimen contra natura, y la pálida figura que se agita en los confines de la norma: el
gran monstruo, dice.
Psiquiatría del crimen que se inauguró, pues, con una patología de lo monstruo­
so, de esa serie de casos como de grandes asesinatos monstruosos, sin razón ni pre­
liminares, con la im1pción repentina de la contranaturaleza en la naturaleza.
¿Qué es lo que hace que alguien cruce la línea de las prohibiciones fundamenta­
les? ¿Que desobedezca el no matarás? ¿Cómo es que son imbuidos de esa fuerza
que obliga, que presiona desde adentro, de manera violenta y aparentemente intru­
siva, que toma por asalto a la subjetividad? Esos sujetos que se sienten aj enos a eso
atroz que se instala en el núcleo más íntimo de su vida psíquica, para acicatearlos y
gobernarlos más allá de sí.
Se trata de un obrar aparentemente ajeno al suj eto, que tiene la impresión de
que el destino lo persigue, y es porque no se implica como actor de ese obrar que le
compele, que lo obliga a precipitarse a actos que parecen brotar a sus espaldas.
El psicoanálisis ha mostrado que nuestro ser incluye esa pai1e desconocida que
está dentro de uno. Intenta desengañarnos acerca de qué y quiénes somos. Y nada
es más humano que el crimen. Desenmascara algo propio de la naturaleza humana.
¿O no es acaso la parte más humana del hombre su parte inhumana, maldita y cul­
pable, rechazada por el imperio de la razón, y cargada con el peso de tener que ne­
gar la naturaleza de donde proviene? La condición humana se define por su digni­
dad simbólica, pero también por los reveses de lo indigno. Honor y horror son sus
dos caras.
Cuando E. Roudinesco4 advierte -para el caso de los perversos- que se vuel­
ven aquellos a quienes las sociedades humanas, preocupadas por desenmascararse

2 Eduard o Bcrnasconi. "La tragedia del deseo". En: http ://www. andamiaje-lacaniano .com.
ar/textos/la-trage dia-del-deseo. pd f
3 Michel Foucault. La vida de los hombres infames. Editorial Altarnira, La Plata, 1 996 , PP·
1 6 1 - 1 72
4 • .
Ehsabeth Roudinesco. Nuestro lado oscuro. Una historia de los perversos . Anagrama,
Buenos Aires, 2009, pp. 9- 1 O .
1 58 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 3 8 : "RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

de una parte maldita de sí mismas, nombran como monstruos, bestias, miserables,


y son contemplados como portadores de una fuerza inhumana, como exterior a la
humanidad misma, acaso olvidan que ni la bestialidad es de las bestias ni la feroci­
dad de las fieras. La crueldad, en el decir de Lacan, implica la humanidad, pues es
a un semejante a quien ella apunta. Y sólo el hombre se encuentra ante la posibili­
dad cierta del asesinato, lo que hace de él el único ser capaz de cometer asesinato. 5
Dirigir la atención hacia el crimen del que vamos a ocuparnos no es sin dificul­
tad, mientras estamos advertidos de cómo nos conmovió. Concitó un horror por
traspasar una frontera, dislocar un orden y desbordar toda explicación posible. Aún
así se intentará presentar el caso, y las circunstancias que rodearon a un hombre
que se presentó diciendo: "violé y maté a mi luja".
J. D. es un hombre de 3 1 años, de ocupación ladrillero, que vivía junto a su mu­
jer de su misma edad y sus hijos, una niña de 1 2 y un niño ele 4. La niña no es su
hija biológica, lo cual no constituye obstáculo para que él la considere su hija, ya
que ha vivido con él desde sus dos años. J. D. describe tocio lo que ha significado
su mujer para él y la buena relación que mantuvieron hasta hace poco tiempo. Em­
pezó a deteriorarse el vínculo, su esposa se mostraba esquiva e indiferente, a la vez
que se ocupaba ele mejorar su aneglo y su aspecto personal. Comienza a vigilarla y
controlar sus mails y mensajes ele texto, llegando incluso a hacerse pasar por ella
para chatear con el hombre con quien sospechaba que ella estaba saliendo.
No hay antecedentes ele relevancia que señalaran que J. D. pudiera desembocar
en los hechos ocurridos. Por el contrario, fue descrito por diferentes personas como
alguien muy trabajador, serio, volcado a su familia. Esos hechos se desarrollaron
en la intimidad del hogar, abruptamente, entre el padre y su hija, con quien había
establecido una relación fluida y afectuosa.
El único elemento discordante era la relación ele pareja que atravesaba una cri­
sis y la situación personal ele J. D. que se venía sintiendo menoscabado, humillado
e ignorado. Como él mismo elijo, se encontraba "enfermo de celos ". Esa mujer que
fue para él la que ilusamente lo colmaba mientras lo hacía hombre, con quien esta­
bleció una relación pasional con ribetes absolutos y posesivos, y que, al retirar su
mirada para dirigirla hacia otros, lo convertía en nada, mientras envuelto en la
bronca y la rabia iba siendo desplazado de la escena en un desquiciante "fuera de
sí''. Absorto en vigilarla, buscando pistas, confirmando su pobre lugar ele "cornu­
do", fue hundiéndose en un sufrimiento atroz.
Encontramos en una declaración suya, en el expediente judicial, una descrip­
ción de los momentos previos al hecho precipitado que, seguramente, a medida que
ha ido transcurriendo el tiempo ha ido perdiendo resonancia, pero que nos resulta
sumamente interesante para relacionar, como conjetura, una situación desencade-

5 Exposición de la decana de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad del Salva­


dor en la apertura de las V Jornadas Internacionales de Ética: «No M atarás». Buenos Aires,
2 5/08/08 .
CRIMEN Y CASTIGO 1 59

nante. J. D. relata los hechos cotidianos de ese día: horario en el que se levantaron,
la salida de su mujer a trabaj ar, el desayuno que él prepara a sus hijos, y lo que
consideramos un punto que podría ser clave : cuando va a hacer arrancar "su ca­
mioncito", refiriéndose al vehículo con el que trabaja, no le arranca, y pide ayuda a
su hija. Aparentemente, la niña retacea su ayuda con displicencia, ignorándolo. É l
recuerda haberse dado vuelta, haberla golpeado y, llevándola a una habitación, la
viola mientras la ahorca porque la niña gritaba.
¿Qué fue lo que hizo de este hombre una versión masculina de Medea que, por
amar febrilmente, y al serle retirado el amor, le hace perder su lugar en el mundo?
La niña ha sido tomada como un seudópodo de su yo, englobada como una mera
extensión de sí mismo. ¿Qué punto de identificación con la niña le pudo haber
hecho actuar tamaño acto? Violar y ejercer violencia significan quebrantar una ley,
ejecutar una acción en contra del modo reglado, en contra de lo que las leyes cons­
tituyen como elementos vinculantes.
¿Quién puede explicar este acto violento de J. D. contra su hija, a quien amaba
y de quien se sentía amado, como queda manifestado cuando dijo: "las tres perso­
nas que más amo en el mundo, mi mujer y mis dos hijos " y que, al decir de la ma­
dre de la niña, "ella lo adoraba "? Esa fuerza arrolladora que empuja al acto, ¿pro­
viene de una causalidad externa?
Nos recuerda lo que se ha definido como el kakon, los crímenes del kakon, ese
mal interior que en un intento liberador (que resulta insuficiente) realiza el esfuerzo
por desprenderse de un estado doloroso a través de todos los medios de sus fuerzas
psíquicas y es lo que dominaría en el momento de la crisis. A modo de acto sacrifi­
cial, matando a esa inocente mata al enemigo interior que representa, golpea en el
Otro lo más íntimo de su ser, la parte prohibida y odiada de su propia vida pulsio­
nal. Esta niña, como una joven Ifigenia, lucha, se aferra a la vida y niega desespe­
radamente su aquiescencia a una inmolación que no pudo evitar.
Lacan llama a ese acto límite6 "un tributo a los dioses oscuros", acaso apoyado
en lo que la tragedia griega significa en el intento de esclarecer los actos humanos
como lugar donde se juegan los conflictos irreductibles, fatales, insuperables. A
través de un enigma que se arroj a a un campo inescrutable y a todos los hechos que
lo rodean. Un más allá de cada quien que los griegos atribuían a los dioses en una
mezcla de voluntades donde una no puede sino con la otra. El interés de la tragedia
para el psicoanálisis está justamente en la relación, la implicación y, aún más, el
nudo que enlaza al agente con su acto. A partir de su efectuación, ya no podrá dis­
tinguirse si es agente o efecto de un acto que lo sobrepasa, que lo posiciona en una
trama de la que querría escapar y, no obstante, en su escapada se encarcela. 7
Dioses oscuros o acaso oscuros demonios que han habitado a J. D. en un in-

6 Jacques Lncan. Seminario 1 1 : los cuatro co11ceptos (lmda111entales del psicoanálisis. Edi­
ciones Paidós, Buenos Aires, 2006, pág. 282.
7 Eduardo Bernasconi . Ob . Cit.
1 60 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUfABILIDAD»

fiemo íntimo que, como un secreto, lleva consigo. Secreto que, al final de las en­
trevistas, logra compartir, mientras pide que no sea revelado. Del que da pistas
oblicuas con su enigmático decir: "todos me preguntan por qué lo hice, nadie me
pregunta si lo hubiera podido evitar ", mientras quiere reservar para sí la respuesta
que lo alivió.
Seguramente Foucault se apoyó -para hablar de crímenes monstruosos- en la
etimología de la palabra "monstruo" que proviene de monstrare (mostrar) y mone­
re (avisar), el monstruo muestra y lo que muestra tiene el valor de presagio, anun­
cia algo que se aparta de la naturaleza. Precisamente J. D. utilizó la misma idea y
dij o : "me salió el monstruo de adentro ", y firmó "el monstruo" unos apuntes que
deja en una libreta luego de cometido el hecho.
Constitutivamente, devenir suj eto ha de pasar por tiempos preñados de rivali­
dad, de amores y de odios, de celos y de envidias, de deseos incestuosos y crimina­
les. Tensiones libidinales cuyo destino es, en el mej or de los casos, su aligeramien­
to, su sublimación relativa. Desde este margen de discordancia irremediable con el
mundo, es que se sobreinscribe la posibilidad de una violencia secundaria, como
desborde actuado. ¿Es que acaso cualquiera porta en sí esa fuerza devastadora, que
puede emerger y arrasar la propia subj etividad y la del otro? ¿Qué lleva a alguien a
pararse en ese callejón sin salida desde el que salta al abismo, sin cálculo ni pre­
meditación, donde queda aniquilado y el otro excluido?
" Ya está, ya lo hice, pero no puedo explicar el sentimiento". Es que el propio J.
D. lo vive como extraño a su ser: "No era yo ". Eso que activó un punto ciego y la
angustia que irrumpió de una manera que no logró tramitarse, frente a semej ante
estado de turbación, respondió con la ruptura del pasaje al acto violento. No fue
posible demorar la mano que golpeó. No hubo pregunta que detuviera antes de dar
muerte. Faltó esa función de la palabra que puede ser de mediación, sosteniendo la
balanza entre los seres humanos. Hubo ahí un acto que careció de una mediación
significante, que presentificó una ausencia referencial.
Por ese acto de desmesura y exceso J. D. debe responder. La respuesta requeri­
da por el poder judicial consistió en afirmar que podía hacerse responsable por el
mismo ya que tenía capacidad de responder por él. Como él mismo reconoció
cuando dijo: "voy a pagar por lo que h ice "; y, tras un largo silencio, agregó : " . . .
aunque esto no tiene precio ". Ese desgarro que muy bien puede llevar el nombre
de lo trágico, de aquello que no tiene resolución, que no se salda ni con el castigo
ni con el perdón. Aún así, al decir de Dostoievski, "debe separarse de su acto de
muerte para que vuelva a unirse a los hombres, así sea en el presidio", señalando
que debe restituirse a la legalidad y a las instituciones que propician su reparación
simbólica, a ese que ha dejado caer la mano.
CRIMEN Y CASTIGO 161

E L ADOLESCENTE Y LA LEY

Rosa E. Sánchez *

'' v engo para que me saquen las ganas de robar'', dice en su primera en­
trevista al Programa de Libertad Asistida un adolescente que así de­
manda ser tratado por su compulsión.
Cuando un adolescente sale a la calle y, revólver en mano, despoja de sus per­
tenencias a un semej ante, el hecho es catalogado, clasificado, interpretado por el
discurso jurídico. Sabemos que cuando comete lo que el discurso jurídico cataloga
como "delito", hubo unos padres y una escuela que desoyeron o no pudieron inter­
pretar otros síntomas y actuaciones que demandaban una intervención. Así, esta
manifestación pasa del ámbito privado de la familia a la escuela y, luego, a la esce­
na pública, donde se transforma él, no sólo lo que hace, sino él mismo, en un sín­
toma social. Este síntoma social es tratado con los instrumentos con los que la cul­
tura cuenta. En este caso es el aparato judicial el encargado de administrar, junto a
los medios de que dispone, un diagnostico psicológico y socio-ambiental que fun­
damenten una estrategia a seguir. Porque ése es el lugar que la cultura le otorga al
discurso jurídico, el de cuidar el acotamiento del goce. Valiéndose de la norma ju­
rídica, normativiza al suj eto de derecho. A ese ser cultural que, para serlo, debe co­
nocer y aceptar la ley y el límite que ella impone.
"Mire qué pobre estoy, mire los aguj eros que tengo en las zapatillas", dice un
adolescente en tratamiento, tratando de justificar así, con lo que llama una "necesi­
dad," el salir a robar. Porque para él el robo obedece a una necesidad económica,
no a una compulsión.
- ¿Y tus hermanos no tienen un par para prestarte o regalarte . ? . .

- ¿Cómo voy a pedirles?


- Entonces, ¿vos podes sacarle a alguien las zapatillas pero no podes pedirlas?
Son contadas las veces en que Lacan habla de demanda significada, pero, cuan­
do lo hace en la clase del 1 2 de marzo de 1 95 8, uniendo esos dos términos (dice
que esos dos términos no hacen más que uno), lo hace para fundamentar el valor
significante de la demanda.
Ubicar la demanda articulada al significante y al Otro, lugar donde el signifi­
cante encuentra su significación, fundamenta que toda demanda denuncia un sujeto

* Rosa E. Sánchez. Psicoanalista Supervisora del Programa de Prevención Comunitaria de


Morón, Provincia de Buenos Aires. Asesora ele proyecto: "Psicopatología y actos delicti vos
bajo efectos de la droga" del Departamento de investigación de la Facultad de Psicología.
Universidad Nacional de Tucurnán. Atención clínica de adolescentes con causas penales de­
rivados por j uzgados y/o Programas de recuperación.
162 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N º 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

en falta. Falta al pedir y falta al no saber nunca qué es lo que pide cuando pide.
Unir estos dos términos: demanda y significado, es empezar a decir que la de­
manda prueba que el hombre es un sujeto de deseo y no un animal de necesidad.
Por tanto, todo aquél que pide, demanda, denuncia que un deseo lo habita y reco­
noce en esa demanda que su alienación al lenguaje altera su relación con la necesi­
dad. Arrancar violentamente las posesiones de otro, es renegar esta falta que no se
"satisface" más que ilusoriamente.
- ¿Qué es la ley? -se les preguntó a un grupo de adolescentes de un Programa
de Libertad Asistida.
- La ley es la policía -contestó la mayoría.
Un ser cultural es aquél que acepta las leyes sociales y jurídicas que rigen esa
cultura, y las transmite reconociendo que son ellas quienes deben cuidar su super­
vivencia. Pero la primera de esas leyes es la suj eción al lenguaje. Sujeción porque
hablar es reconocer y aceptar un código arbitrario e independiente del hablante; ya
que la estrnctura del lenguaj e tiene sus propias leyes que, como las leyes jurídicas,
deben aceptarse como se heredan.
Hablar es aceptar un símbolo como lo es la palabra, una marca de representa­
ción, la llamó Freud. Pero toda representación implica pérdidas. De la posibilidad
de aceptar esas pérdidas depende la suj eción al lenguaje y, por tanto, un pensa­
miento abstracto-simbólico que pennita no sólo pensar sino producir aportes para
la cultura.
Un adolescente con una causa penal cuya carátula es homicidio con premedita­
ción y alevosía, dice en una entrevista de tratamiento: "No sé por qué lo hice".
De "la premeditación" al "no saber" la causa de su acto, del sujeto de derecho al
suj eto de lo inconsciente. Sujeto de lo inconsciente, sujeto que, por el sólo hecho
de hablar, no puede decirlo todo, por el sólo hecho de poder transmitir saber, porta
un no saber sobre los enigmas de la vida y de la muerte, sobre la sexualidad, sobre
su propio sentir y el de los otros . . . Es por eso, por ser seres hablantes que somos se­
res constituidos, constituidos desde la cultura, a través de los semej antes encarga­
dos de transmitirla: padres, maestros, profesores, suj etos que nos toquen en suerte
y de quienes depende nuestra constitución.
Por esto hablamos de un sujeto pulsional y no de un sujeto instintivo. Diferen­
cia que explica tanto los límites como los excesos.
Este sujeto pulsional se constituye con pérdidas, cada marca de límite es marca
de pérdida. Perdida es entonces la palabra que más se acerca al concepto de consti­
tución del sujeto. Pérdidas son aquellas que disciplinan lo natural para que deje de
serlo. ¿Cuándo comienza ese divorcio entre lo natural y lo cultural? ¿Con el nom­
bre propio que, paradójicamente, viene del Otro?
Desde el nacimiento, pérdida del seno materno, control del esfínter, destete, se­
paración con la madre, cumplimiento de la escolaridad, cruzar un semáforo cuando
está en verde y no en cualquier momento . . . leyes que disciplinan, limitan el goce,
el goce de hago lo que se me viene en ganas y donde se me ocurre.
CRIMEN Y CASTIGO 1 63

Leyes enunciadas muchas veces . Desde la palabra y los actos, los padres hacen
marca con la repetición cotidiana, marca de ley. Ley fundante de la estructura psí­
quica. Ley de castración. Ley que ordena pérdida, perdida y duelo consiguiente,
perder para ser deseante, la marca de la muerte para generar vida.
Porque el concepto de castración en psicoanálisis, se refiere no a una prohibi­
ción, tampoco a una interdicción, sino a aquella muerte simbólica que es el límite.
Límite como lo imposible del goce. Porque la prohibición y la interdicción sostie­
nen la ilusión de un goce todo como posible. Ilusión mortífera, ya que empuja al
sujeto en una búsqueda donde encuentra su auto-aniquilación.
A la función que inscribe esta ley la llamamos función paterna. Función que,
por ser tal, nunca es perfectamente cumplida. De las fallas de esa función depende
la estructura psíquica, y la relación que el suj eto tenga con el goce, como también
con toda ley que lo regule. ¿Por qué un adolescente cree que la ley es la policía?
¿Si ubica en ellos la ley, cómo se interpretan entonces los desafíos que realizan
constantemente? Preguntas que el psicoanálisis introduce para pensarlas desde otro
discurso, es decir, con un abordaj e otro. Un intento de introducir allí una escucha
que opere j erarquizando la palabra. La palabra no como defensa o confesión, la pa­
labra libre, la libre asociación.
Intento concretado en una experiencia clínica con adolescentes con causas pe­
nales. Experiencia fundada, en primera instancia, por la necesidad de crear un es­
pacio otro, externo y distinto al que siempre frecuentan. Y una respuesta que no
pase por el castigo y la punición, ya que estos abonan el circuito repetitivo de ac­
tuaciones delictivas, encierro en institutos penales, egreso o fuga, y nuevamente ac­
tuación delictiva.

R va a salir en libertad del instituto donde hace dos años que está internado por
homicidio en ocasión de robo. El director de dicho instituto se lo comunica justi­
ficándolo con una frase: "Vos ya podés salir, ya sabés lo que está bien y lo que está
mal".
- "¿Vos no lo sabías?" -dice la analista.
R se ríe, reconociendo así su renegación.
En otra entrevista, R habla de esto y esgrime que su padre también espera que
se porte bien.
- "¿Qué querrá decir "portáte bien"? ¿Para quién portarse bien? -pregunta la
analista; ya que es común escuchar: "portarme bien para .. ", "portarme bien por .. "
la madre, el padre, el director del instituto . . . Personajes que, encarnando al inter­
dictor atemorizan, persiguen, alienan en su demanda al adolescente que, ofrecién­
dose a ser tomado en esa demanda, enmascara así la angustia que la castración co­
mo tal infringe al sujeto.
- "Portáte bien, me dijo mi papá el otro día, y yo voy a hacerlo, voy a portarme
bien . . . cuando salga . . . ".
Propósitos conscientes, volitivos que nada pueden contra su compulsión a la ac-
164 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N º 3 8 : "RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD11

tuación delictiva y, menos aún, contra la oferta de identificación de este padre.


"Portáte bien", mandato que encierra un significado inconsciente tanto para el
padre como para el hijo que lo escucha. Y este adolescente sigue a pie juntillas este
mandato, porque todo enunciado carece de sentido hasta que se lo relaciona con el
lugar de enunciación en el que fue proferido.
Dicho así ese "bien" es vacío, es una norma que depende de cómo sostiene ese
enunciado ese padre. Entonces, ¿qué quiere decir "portáte bien" en un padre que
hace diecisiete años que cumple condena por homicidio? ¿Qué retoma en este hijo
.._

de ese padre que, en el equívoco del "bien", transmite otra cosa que la norma cuyo
significado todos sabemos? El saber, saber consciente, no opera sino en la renega­
ción, donde la disociación permite el "lo sé, pero aún así".

Durante la infancia, los padres son los encargados de encarnar la ley, es decir,
sostener en palabra y acto el límite. Pero no sólo debe transmitirla sino que debe
mostrar cómo él se sujeta a ella. Es en la adolescencia, en ese momento de pasaje a
la adultez, cuando el sujeto debe hacerse cargo de una autonomía en sus actos.
En "Tres ensayos para una teoría sexual", Freud dice que el ser humano es el
único en el que la sexualidad acomete en dos tiempos. Esto significa que la sexua­
lidad infantil debe dar paso a la genitalidad: turbulencia pulsional, duelo de la ilu­
sión de un goce pleno en la adultez, concreción en acto de la exogamia, posibilidad
concreta de consumación del incesto, pérdida de los padres ideales, pérdida de la
omnipotencia infantil, avatares que implican un trabajo de perlaboración, duelos
fuertes . . . Tiempo de duelos, de angustia. Angustia que, cuando no es soportada es
evitada con variantes del acto. Actuaciones que defienden de la angustia, y, ampa­
radas por la renegación, intentan esquivar la castración.
Es entonces cuando la búsqueda compulsiva de un goce sin límites encuentra la
muerte, la muerte no en lo simbólico, sino en lo real. Cuando la muerte no se ins­
cribe como marca simbólica, es decir función de límite, presencia de lo imposible,
acontece en medio de la calle, en un enfrentamiento armado con Ja policía, en una
riña callejera, o en un accidente que no es azaroso.
La sexuación como definición sexual, como encuentro con Ja castración, sigue
· siendo, desde Freud en adelante, el atravesamiento importante que el adolescente
debe transitar. Pero en estos casos, Ja genitalidad y sus avatares está arrasada por
otro goce, un goce mortífero que lo condena a actuaciones sado-masoquistas.
La oferta de un espacio donde la palabra ocupe el lugar de la actuación, surge
de la hipótesis de que estas actuaciones delictivas cursan una demanda. Demanda
actuada. Demanda a los representantes de Ja ley, la ley jurídica que, desde su lugar
cuidador y ordenador de cumplimiento de la ley, intervengan sancionando un lími­
te que proteja de la muerte. Actuación que obedece a la falla del significante del
Nombre del Padre que determina una particular carencia simbólica.
No es aj eno a esta falla, el que el robo a mano armada o el arrebato r-allej ero se­
an acciones sin palabras, como tampoco lo es el si lencio que, generalmente, estos
CRIMEN Y CASTIGO 1 65

jóvenes sostienen ante los entrevistadores. Silencio que dice de su posición subjeti­
va, ubicándose como obj eto de una imputación y no como suj eto responsable de
sus actos.
Este es uno de los pasajes necesarios a trabaj ar con adolescentes con causas pe­
nales. Sólo ubicándose como suj etos activos y responsables de su vida y de su
muerte, soportando la pregunta de "porqué roban" y haciendo de esa actuación un
real que los interroga, podrán dej ar de repetir compulsivamente.
Porque si la ley necesita estar encarnada, porque lo simbólico se encuentra defi­
ciente para sostenerla, esta encarnadura produce enfrentamientos violentos con el
semej ante; especialmente con aquél que porta ese lugar de interdictor. A ese inter­
dictor están dirigidas muchas de las actuaciones desafiantes.
En los diez y ocho años que llevo supervisando equipos que trabaj an en pro­
gramas de recuperación de menores en conflicto con la ley penal, he podido obser­
var que, cuando un juez hace en su sentencia una derivación a algunos de estos
programas, el p orcentaj e de recuperación es mayor que cuando los interna en insti­
tutos .
Una síntesis. Hay un programa que se realiza e n una villa d e emergencia d e la
provincia de Buenos Aires. Este programa surge de un contrato entre un municipio
y dos ministerios nacionales. También de la concepción de que roban porque no
tienen dinero ni cultura del trabajo.
Está diseñado para trabaj ar en entrevistas individuales y entrevistas grnpales
con aquellos que se acercan o son derivados a él.
Los que están incorporados cobran un subsidio mensual para ser usado en micro
emprendimientos. Este programa se llama Programa de Prevención Comunitaria.
Un día, un adolescente cuenta en una reunión de grnpo que la policía le pidió
documentos, entonces él sacó de su bolsillo el carnet que tiene para cobrar el sub­
sidio en el banco y mostrándoselo les dij o : "estoy en el plan vida".
1 66 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

EL LADO OSCURO DE LA LEY

Alejandro Rostagnotto - Mariela Yesurón


Maximiliano Montovani *

Introducción

L
a práctica del psicólogo en una Institución carcelaria está atravesada por
distintos aspectos jurídicos y legales. Uno de los que más dificultades nos
presentan es el del tratamiento que debe dársele al delincuente condenado.
Desde el marco jurídico legal, la ley nacional 24.660 es la que establece cómo debe
ej ecutarse la pena privativa de la libertad y el tratamiento penitenciario que el in­
terno debe cumplimentar. Este tratamiento penitenciario, en concordancia con el
espíritu de la ley, se ubica dentro del paradigma de las ideologías re, es decir: re­
socialización, re-educación, re-habilitación, etc.
Desde esta perspectiva, cabría suponer que la especificidad de la práctica psi­
cológica se plantearía como un tratamiento psicológico. ¿Estaríamos hablando de
terapizar al delincuente? Los comentadores de la ley de Ejecución penal, en general
acuerdan en afirmar que el tratamiento penitenciario no es una medida de salud
mental o curativa. No obstante, en la actualidad observamos una marcada tenden­
cia jurídica que ordena someter a tratamiento psicológico a los condenados por de­
litos de instancia privada. Esta realidad, no sólo de impacto social y de amplia opi­
nión pública, cuestiona la praxis psicológica en general y, de modo particular, in­
terpela al psicoanalista.

El psicoanálisis, nueva discursividad

Durante el siglo XIX la medicina mental, alienista, propuso a la burguesía triun­


fante una moral relativa a la seguridad pública, sustituyendo la ciencia a la religión
y ocupando así su lugar. De esta manera, la sexología y la criminología, en tanto
que disciplinas derivadas de la psiquiatría, fueron las que se dedicaron a explorar y
clasificar los aspectos más sombríos del alma humana. En este mismo sentido, y
siguiendo los desarrollos de E. Roudinesco 1 , citamos: " . . . los Estados modernos te­
nían el deber de gobernar el conjunto de prácticas sexuales separando la norma de

* Alejandro Rostagnotto. Lic. en Psicología. Profesor Adjunto de la Cátedra Psicoanálisis.


Facultad de Psicología. Universidad Nacional de Córdoba. Maricla Y esurón. Lic. en Psico­
logía. Maximiliano Montovani. Lic. en Psicología. Integrantes del Servicio Penitenciario de
l a Ciudad de Córdoba.
1 E. Roudinesco. Lado oscuro. Anagrama, Barcelona, 2009, pp. 1 04- 1 0 5 .
CRIMEN Y CASTIGO 1 67

la patología, del mismo modo que la religión se había aplicado en el pasado a dis­
tinguir vicio de virtud. Policía de los cuerpos y biocracia: tal fue, a todo Jo largo
del siglo XIX, el programa desarrollado por una burguesía triunfante preocupada
por imponer a la sociedad una moral sexual basada en Ja prevalencia de la familia
denominada sentimental o romántica: felicidad de las muj eres en el matrimonio y
la maternidad, apología del padre como paterfamilias, protector de los hijos".
El psicoanálisis, como una nueva discursividad, ilumina otro aspecto del ser del
hombre, y es divergente con el discurso positivista de la ciencia. Sigmund Freud
2
"pensador de las luces sombrías", se inscribe dentro del pensamiento moderno;
como tal, es uno de los herederos de la ciencia positivista de la norma, pero su
praxis aportará algo distinto: poner en tela de juicio los fundamentos mismos de la
ciencia. Desde una perspectiva filosófica y antropológica participó, junto a los
hombres de la Ilustración, en el debate sobre la procedencia del mal, cuestiones
que giraban en torno a ubicar la causa del mal, si procede de Ja naturaleza o de la
cultura. Según la autora, Freud, es partidario de la idea de que la perversión es un
paso necesario para la instauración de la cultura. Esta perversión es el lado oscuro
del ser humano, es también la parte maldita de la sociedad. El fundador del psico­
análisis, junto con Hobbes y Sade, se encuentran entre los pensadores que no re­
nuncian a la idea de la incorregible malignidad de la naturaleza humana y que pro­
3
clama, no sin pesimismo, la necesidad de la autoridad.
En este contexto, Freud nos mostró que la pulsión es tan indomesticable como
la perversión. Creó un dispositivo que diera cuenta de una conceptualización del
mecanismo psíquico de la estructura perversa y le confirió el estatuto de dimensión
humana, dejando de lado las concepciones que hablaban de tara, degeneración, o
anomalía, para convertirla, en el plano clínico, en una sexualidad infantil desenfre­
5
nada 4 o en una desmentida de la percepción de la castración de la madre.
Los desarrollos freudianos describen al psiquismo constituido a partir del uni­
versal de la perversión, lo que equivale a decir que, en cada uno de nosotros habita
el crimen, el sexo, la transgresión, la locura, el extravío, la inversión, la negativi­
dad, etc. Esta disposición perversa polimorfa se concibe como paso obligado a la
normalidad; la perversión es connatural al ser humano y, después, todo depende de
lo que cada sujeto haga con ella: rebelión, superación, sublimación . . . o crimen y
aniquilamiento de uno mismo o del semej ante .
Pulsión de muerte es otro concepto fundamental que nos ha legado Freud y que
nos ha enseñado que se manifiesta como agresividad, crueldad, amor al odio, aspi­
ración a la desdicha y al sufrimiento; pulsión que evidencia el más allá del princi-

2 Idem . , pág. 1 1 0.
3 Í dem anterior, pág. 1 1 1 .
4 Sigmund Freud. ( 1 905) Tres ensayos para una teoría sexual. Obras Completas, Amo­
rrortu, Buenos Aires, 1 996.
5 Sigmund Frcud. ( 1 927). Fetichismo . Obras Completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1 996.
1 68 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

pio del placer, el malestar en la cultura, y también malestar en la estructura. En este


mismo sentido, las investigaciones literarias del Marqués de Sade nos muestran al
hombre no en la búsqueda del bien, sino en la búsqueda del mal, la procura de un
permanente goce del mal . El criminal, en el sentido sadeano, se subsume a una na­
turaleza salvaj e que lo determina pero j amás aceptaría someterse a un poder estatal
que lo supeditara a una ley del crimen, como sí lo hace el criminal nazi.
Estos argumentos, que se inscriben en una visión histórico-crítica que entiende
a la perversión como un concepto históricamente realizado, nos permite pensar, a
partir de los acontecimientos de Auschwitz, una nueva modalidad o tipo de perver­
sión. Esta consiste en la subordinación, en la suj eción cómplice a un Estado de ex­
cepción, que instrnmentaliza la ciencia como aparato del genocidio, y que, en su
programa, autoriza a unos hombres aparentemente corrientes a cometer, en nombre
de la norma, el crimen más monstruoso de la historia de la humanidad, es decir, in­
tentar borrar de la faz de la tierra a los perversos judíos, gitanos, invertidos, disca­
pacitados, deformes o vagos.
Ejemplar de este nuevo tipo de perversión es Eichmann, tanto como Luciano
Benjamín Menéndez, quienes en su alegato, no sólo reivindican su accionar desde
los valores del Estado que sostenían, sino también desde la adjudicación de una su­
puesta voluntad de sus víctimas de querer ser eliminadas. El j erarca nazi, en tanto
que agente de un sistema, al igual que la ciencia, pueden convertirse en instrumen­
tos del goce del mal, y responder a un programa perverso cuyo fin es la destrncción
de las genealogías.
De esta manera, podemos asociar al criminal nazi ¿y su heredero, el terroris­
-

ta?-, con el pedófilo -incestuoso o no-, quienes encaman en la actualidad la figura


del mal, lo que designaríamos como la perversión en lo que ella porta de más odio­
so y rechazado. Ambas tipologías atacan la genealogía; la primera a través del ex­
termino de millones de personas y, desde el terrorismo, proyectando la amenaza de
un posible genocidio del cuerpo social; la segunda, atacando a la infancia, es decir,
a la cría humana en su devenir. Ambas dan cuenta de una inversión de la ley, pa­
sando del mandamiento "no matarás" al mandato legal de matar.
Freud nos enseñó que la represión y la sublimación son efectos de la ley y des­
tinos de la pulsión; a través de estas figuras actuales y repudiables del mal, vemos
cómo lo que antes estaba reprimido, aparece montado, puesto en acto en la escena.
Un ej emplo de esto son los torturadores que, en la guerra contra Irak, aparecen con
una obscenidad exhibicionista montando una escena transparente y publicitada
perversamente por Internet.

La utopia de acabar con el mal

Según E. Roudinesco, las sociedades democráticas globalizadas, posmodemas,


tienen la utopia de acabar con la perversión, esto quiere decir que se pretende bo­
rrar el mal, el conflicto, el destino, el lado oscuro, su parte maldita, y la autora se
CRIMEN Y CASTIGO 1 69

pregunta si con este proyecto no se estaría corriendo el riesgo de que aparezcan


nuevas f01mas de perversión, o nuevas discursividades perversas. Paradójicamente,
una sociedad que profesa la abolición de su parte maldita, la vigilancia y la trans­
parencia erigida en imperativo categórico, resulta una sociedad perversa, en tanto
que poco puede ocultar ciertas prácticas vergonzosas que resultan expuestas en los
medios audiovisuales e Internet, panóptico postmoderno que posibilita observar,
mirar, espiar, sin ser visto.
El discurso psiquiátrico es el que brindó los elementos para constituir la moral
que dicha sociedad contemporánea buscaba, la sexología en el siglo XIX sirvió pa­
ra clasificar la sexualidad y nombrar las variantes anormales. La psiquiatría de los
años setenta, cediendo frente a la presión de las minorías, excluyó la homosexuali­
dad de la lista de las enfermedades mentales del DSM, para luego hacer desapare­
cer, junto con el de histeria, el término perversión. Este último resulta sustituido
por el de parafilia, y esto da cuenta, además, del abandono de la terminología fe­
nomenológica, psicodinámica, psicoanalítica que, en cierto modo, había humaniza­
do a la psiquiatría con una concepción filosófica del sujeto para sustituirla por cri­
terios comp01iamentales, quedando la subjetividad totalmente excluida.
Al no poder establecer seriamente una correlación entre perversión y una ano­
malía genética o biológica, la ciencia positivista pretende abolir la perversión, su­
primiendo el término que la nombra, creyendo abolir así la referencia que contiene
al bien, al mal, a la ley, a la transgresión, al deseo, e incluso, al goce. Y siguiendo
el sintagma lacaniano lo que no se simboliza retoma en lo real, dicha perversión
retoma como perversidad cargada de aquella significación aterradora, peligrosa,
que parecía haber perdido gracias al discurso científico mismo. Es decir, esta pre­
tendida abolición del lado oscuro de la subjetividad, de la civilización, engendra lo
contrario que se pretende lograr; en la práctica, genocidas y pedófilos comenzaron
a hablar con total normalidad acerca de las aberraciones que cometieron y en nom­
bre de la razón por la que lo hicieron. El eco de estas voces resuena hoy en los tra­
tamientos impuestos a los delincuentes.
Por último, el discurso jurídico torna el relevo del programa positivista de la
moral burguesa; sustituye a la psiquiatría compo1iamentalista tanto como a sus
agentes, quienes quedaron desposeídos de su autoridad y reducidos al papel de me­
ros ejecutores del sistema perverso. El derecho brinda así un nuevo rostro institu­
cional a dete1minadas perversiones o, mejor dicho, a las ahora denominadas parafi­
lias que la ley persigue por alterar el orden público y la moral burguesa: entre ellos,
violadores, asesinos maníacos, criminales sexuales, exhibicionistas, acosadores.

Conclusión

El psicoanálisis mostró que el deseo es esencialmente perverso polimorfo, que


el amor es tan masoquista como caníbal, y que la pulsión es indomesticable, pu­
diendo estar su aspecto mortal erotizado; ése, nuestro lado oscuro, fue puesto a la
1 70 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

luz por el fundador del psicoanálisis. No hay la bondad natural sino la perversión
originaria pasible de culturalización, aunque ese destino no sea la regla universal.
La pulsión no se domestica . . . la perversión es originaria . . .
E l discurso jurídico pareciera haber encontrado una solución: l a psicoterapia y , .
de ser posible, una de orientación psico-educativa. Esta posh1ra nos revela una afi­
nidad con el modelo positivista de la ciencia, la que mostramos fue útil para la mo­
ral puritana burguesa, y que, a su vez, coincide con el mandato social y las ideo­
logías "re" [re-adaptación, re-socialización].
El estado de excepción que persiguió aniquilar la perversión, instmmentó a la
ciencia en su programa. El discurso jurídico intenta instmmentar también a la cien­
cia para terapizar la perversión, forzando a veces una escena obscena, donde lo pri­
vado del dispositivo clínico, destinado a la intimidad, y protegido por la confiden­
cialidad, pasa a ser de orden público. Detrás del psicólogo, cual instrumental pa­
nóptico, es la mirada del juez la que resulta no vista. A su vez, el juez instmmenta
la ciencia positivista y el programa de un Estado voyeur, tras el cual entrevemos la
idea paradój ica del la sociedad actual como una sociedad perversa que ambicionar­
ía abolir nuestro lado oscuro.
CRIMEN Y CASTIGO 171

PSICOSIS Y HOMICIDIO

Celia Leonora Grun werg - Daniela Maldonado *

• p or qué tienen tanta repercusión los casos de homicidio, generando un fuer-


) te impacto emocional en los oyentes? Y cuando, en un hecho así, partici-
l.J pan familiares directos; ¿por qué se pone en j aque el orden social? ¿Por
qué, en tanto sujetos pertenecientes a una sociedad; nos sentimos convocados a
otorgar a ese acto una causa, que permita hacerlo comprensible?
La siguiente viñeta sucedió en la guardia de un hospital general del partido de
La Matanza, Provincia de Buenos Aires. En noviembre del año 2007 llega a la
guardia de Salud Mental, una adolescente de 1 5 años traída por personal policial,
proveniente del Servicio Zonal de Promoción y Protección de los Derechos del Ni­
ño de la zona oeste, requiriendo internación hasta la mañana del día siguiente.
Luego sería llevada a un "dispositivo adecuado para su contención y tratamiento "
que sería designado por el juez que entendía en la causa.
La adolescente, a la que llamaremos Melisa, hacía cinco días había dado a luz a
su primer hij o, al que posteriormente dio muerte, arroj ándolo desde la ventana del
sexto piso de internación de neonatología de un Hospital General. Sobre ella recaía
una causa caratulada como Homicidio calificado, habiendo sido evaluada por peri­
tos psiquiátrico y psicológico. En el informe de éste último, se hace referencia a un
insuficiente recurso simbólico y una estructuración psíquica con rasgos de desafec­
tivización, apatía y esquizia en su relato.
De su historia familiar surge un maltrato materno de un nivel importante de
agresividad, un padre ausente y un escaso sostén afectivo por parte de algún fami­
liar. La pareja actual de su madre, según refiere Melisa, es un sobrino de la misma;
infiriéndose una estructura familiar de tipo incestuosa. Respecto de su vínculo de
parej a tampoco surge un nivel de significación importante, apareciendo como un
lugar de resguardo de los golpes maternos. Respecto de su acto, la única explica­
ción que da es que "pensó que estaba muerto y por eso lo tiró ". Si hubo o no de­
seo de matar, tampoco está claro; ya que por la falta de pasión de su discurso (ni
amor ni odio) pareciera poco probable que haya habido dicho intento, más bien pa­
reciera un "pasaje al acto donde lo que arrojó al vacío es un cuerpo o un resto" .
De la entrevista realizada por guardia (en un segundo momento), se extraían al­
gunas diferencias. Al ser interrogada por los motivos de su llegada, respondió que

* Lic. Celia Leonora Grunwerg. Jefa de Residentes de Psicología del Hospital Interzonal
General de Agudos "Dr. Diego Paroissien". Lic. Daniela Maldonado. Residente de Psico­
logía de cuaiio año del Hospital Interzonal General de Agudos "Dr. Diego Paroissicn".
1 72 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD11

"había matado a su hijo . Los motivos de su acción no podía darlos, pero en un


"

momento posterior refirió haber escuchado una voz que le decía que lo matara;
aunque la conexión entre ambas cuestiones no estaba lo suficientemente explicita­
da. Al momento de los hechos se encontraba sola, pero esperaba la visita de su pa­
rej a y su madre quienes ya habían venido en otra oportunidad.
Melisa vivía, hacía dos años, con su parej a, un j oven de 1 9 años de edad, un
hermano de éste y los tíos de ellos. Su embarazo había tenido los controles perti­
nentes con una obstetra, y su pareja, según ella refiere, estaba muy contenta por su
futura paternidad. La relación entre ellos era buena, salvo discusiones que solían
tener por celos del hermano que vivía en la casa. Posteriormente al nacimiento del
bebé, se lo colocó en el pecho; pero, según refiere Melisa, no lo tomaba, por lo que
se hizo necesaria su alimentación con mamadera. Tampoco aquí se mencionan sen­
saciones de displacer, molestia o dolor.
La entrevista contó con una ausencia casi total de afectividad, un discurso mo­
nocorde de contenido coherente y un lenguaje pobre. El único momento que su
discurso dejó expresar un esbozo de afectación, fue cuando se le preguntó si se da­
ba cuenta que una de las consecuencias de su acto sería la inminente separación de
su pareja; ella contestó afirmativamente, casi con efusividad.

Acerca del pasaje al acto

Una de las hipótesis acerca de lo sucedido, nombraba al episodio como un pasa­


je al acto. Sin duda, ello es un modo de hacer comprensible ciertos actos que, a
simple vista, se manifiestan como inmotivados o sin sentido. Ahora bien, ¿qué se
quiere decir cuando se habla de un pasaje al acto? "Podemos decir que se trata de
un acto que se produce en un momento determinado de la vida del sujeto y en una
escena determinada, caracterizado por una emoción extrema, para la cual toda
simbolización se ha vuelto imposible. Paradójicamente, ése es el único modo que
encuentra el sujeto de hacer cesar una escena que se le ha tornado francamente
insoportable. A través de ese acto, el sujeto produce un corte -a veces definitivo­
del goce del Otro, que se ha vuelto absoluto y totalizador ". 1
Entonces, si es posible pensar que Melisa se encontraba ante una emoción ex­
trema, para la cual no disponía de súnbolización que apaciguara ese encuentro con
lo real, nos sentimos convocadas a reflexionar sobre las circunstancias que emnar­
can este pasaje al acto dentro de las singularidades del caso.

Constitución subjetiva

Es aprcs-coup, en un tiempo posterior, donde podemos pensar retroactivamente


acerca de la constitución subjetiva de Melisa.

1 Paula In és Aramburu. Homicidio, locura y subjetividad. !rojo, Buenos Aires, 2009.


CRIMEN Y CASTIGO 1 73

La subj etividad, entendida desde el psicoanálisis, se constituye a partir de la re­


lación del suj eto con el Otro, cuya función está encarnada en primera instancia por
la familia y, más específicamente, por la madre. Es decir, acontece un primer mo­
mento donde el sujeto sólo podrá advenir a partir de su relación con un campo que
no le es propio, desde el cual es determinado por el deseo del Otro. A esta primera
operación se la conoce con el nombre de "alienación". Pero una segunda operación
debe instaurarse en la relación Sujeto-Otro, la separación. Ésta última se produce
cuando se descubre la inconsistencia del Otro, debiendo dar alguna respuesta a la
falta que descubre. 2
El p adre encarna, simbólicamente, al Otro como Ley, transmitiéndola. Su fun­
ción posibilita el ingreso del sujeto a la cultura, limitando el accionar de cada indi­
viduo, produciendo un ordenamiento de los lugares y funciones que cada miembro
de la familia debe ocupar. 3
La distancia temporal entre el nacimiento y el hecho posterior que le provocó la
muerte, hacen pensar en una ausencia de premeditación. Y según se pudo rastrear
en las entrevistas, no había indicios de ideas referidas a deshacerse de su hijo; se
había elegido un nombre, se había comprado ropa, se prepararía un lugar en la ca­
sa, recibía visitas de su pareja y su madre durante su estadía en el hospital. Es de­
cir, podría pensarse en alguna circunstancia contingente que tuvo lugar en ese mo­
mento y en ese lugar en particular.
De la entrevista psicológica realizada en el juzgado, se extrae la información
acerca de su historia familiar. La profesional refiere: un padre ausente, infiere una
estructura familiar de tipo incestuosa y un nivel importante de maltrato materno,
con escaso sostén afectivo familiar. En esta primera oportunidad, Melisa enuncia lo
sucedido, de la siguiente manera: "pensó que estaba muerto y por eso lo tiró ".
Mientras que en la segunda entrevista que tuvo lugar en la guardia dijo que: "había
matado a su hijo ", ya que habría escuchado una voz que se lo indicaba.
¿Qué le pudo haber sucedido a Melisa en ese encuentro con un nuevo ser, que
la colocaría a ella en una nueva posición, para que impulsiva y hasta casi defensi­
vamente decidiera alejar aquello de sí? Lo que parece evidente es que ese encuen­
tro no fue sin la participación de la alucinación mediando. Ya sea que lo haya creí­
do muerto, o haya escuchado una voz que le dijera que lo matara; ella se encuentra
totalmente concernida en ese acto, incapaz de sustraerse. Algo del orden de una ri­
validad imaginaria, donde la imposibilidad de diferenciar el propio cuerpo, del
cuerpo del "otro"; el propio yo del yo del otro, tuvo que jugar un papel fundamen­
tal. Es decir, la condición de ser sólo puede adquirir sustento a costa de la desapa­
rición o destrucción del otro. Y es allí donde la escena de la fatalidad se inserta.
Con esto, se deduce que aquellas operaciones que habilitarían una estructuración

2 Jaeques Lacan. Seminario. Libro 1 1 : Los cuatro conceptos júndamentales. Editoria l Pai­
dós, Buenos Aires, 2006.
3 Jaequcs Laean Seminario 3: las Psicosis. Editorial Paidós, Buenos Aires, 2004.
1 74 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDADu

psíquica del lado de la neurosis han fracasado en el caso de Melisa, dando lugar a
una estrncturación psíquica del lado de la psicosis.
¿Podría pensarse el acto de arroj ar a su hijo por la ventana, como el rechazo del
vínculo madre-hijo no simbolizado en etapas previas de su vida?

El discurso jurídico

El Juez del Tribunal de Menores que interviene en la causa resuelve declarar NO


PUNIBLE a Melisa, en razón de su edad al momento de la comisión del delito que se
le imputa y, en consecuencia, no se la somete a proceso penal.
Según la Convención sobre los Derechos del Niño (Ley 2 3 . 849), se entiende
por niño todo ser humano menor de 1 8 años de edad. La noción de "menor" se
aplicará a j óvenes de edades muy diferentes, edades que van desde los 7 hasta los
1 8 años. Al tratarse de una menor, se presume que no tiene capacidad para infringir
las leyes penales.
El Código Penal, en su artículo 34 inciso 1 º menciona lo siguiente en lo con­
cerniente a la inimputabilidad de menores : "No son punibles el que no haya podido
en el momento del hecho, ya sea por insuficiencia en sus facultades por alteración
morbosa en las mismas, o por estado de inconciencia, error o ignorancia de hecho
no inimputable, comprender la criminalidad del acto o dirigir sus acciones ".
Jorge De gano, en su texto "El sujeto y la ley, y otros temas psicológicos foren­
ses ", menciona que la concepción de sujeto para el Derecho, estaría dada por un
suj eto que es capaz de dirigir sus acciones y de responsabilizarse por las mismas.
Se trataría de un sujeto de la conciencia; si al momento del hecho que se le imputa
la perdió, entonces no podrá responder, se lo excusa de la pena, declarándoselo in­
imputable. En este orden de cosas, lo que le interesará a esta disciplina es saber si
la persona puede comprender la criminalidad de su acto, y si pudo en el momento
4
del hecho adecuar su conducta a esa comprensión.

Acerca de la responsabilidad subjetiva

Si el discurso jurídico pone el acento en que la persona debe ser mayor, como
así también tener la capacidad de comprender la criminalidad de sus actos, para de­
clararla punible y, por ende, responsable de los mismos, desde una perspectiva psi­
coanalítica podemos decir que "de nuestra posición de sujetos, siempre somos res­
ponsables ". 5 Es así como Lacan, a lo largo de su obra, presenta ciertas objeciones
al concepto de inimputabilidad, dado que pensar al psicótico como irresponsable y,
por ende, fuera de la ley, implicaría deshumanizado en relación a que no se lo consi-

4 Jorge Degano. El sifjeto y la ley, y otros temas psicológicos.forenses. Horno Sapiens Edi­
� iones, Rosar io, 1 993 .
0 Jacques Lacan. La ciencia y la verdad. Escritos I I . Siglo XXI, Buenos Aires, 1 98 5 .
CRIMEN Y CASTIGO 1 75

deraría sujeto de derecho. En este punto, el psicoanálisis es partidario de la noción de


culpabilidad en la psicosis; de lo contrario, y como pretende el campo jurídico, se lo
estaría exculpando, lo que equivaldría a una "sentencia de muerte subjetiva".
6
Entre la entrevista realizada por el perito y la que tuvo lugar en la guardia, hay
una diferencia importante en la enunciación que la protagonista hace de lo sucedi­
do. En la primera, al referirse al hecho, manifestó que "pensó que estaba m uerto y,
por eso, fo tiró ", frase que denota su desconexión y falta de implicación en el acto,
al mismo tiempo que no se ubica como autora del mismo. En oposición a ello, la
escuchamos en la guardia adjudicarse la autoría de sus actos: "había matado a su
hijo . . . una voz le decía que lo m atara ; y decimos bien de sus actos, si pensamos
"

no sólo en el homicidio, sino en una de las consecuencias de éste: la separación de


su pareja. Si bien estamos lej os de pensar que se está responsabilizando por su ac­
ción, ¿podríamos plantear que en la formulación de sus dichos se deja entrever que
hay dos posiciones subjetivas diferentes respecto del homicidio que realizó, de los
cuales en una parecería implicarse y en la otra no? En este punto, creemos que el
agenciamiento de la acción, en el segundo momento, habilita la vía del camino po­
sible del delirio con su consecuente función restitutiva. De otro modo, Melisa que­
daría reducida a la posición de objeto del goce del Otro.
Melisa fue considerada inimputable por su edad, sin entrar en mayores discu­
siones acerca de sus capacidades para comprender sus actos y actuar en consecuen­
cia. Sin embargo, nos hemos enterado por una colega que la misma asiste a un
Centro de Día para rehabilitarse y reinsertarse socialmente. Y si bien el castigo no
llegó por la vía legal, sí llegó una fuerte sanción desde lo social, a través de sus ve­
cinos y conocidos, que la enmarcaba en un claro lugar de transgresión del cual Me­
lisa solía quejarse.
Es por ello que se plantea la importancia de un tratamiento que le posibilite a
Melisa una implicación subj etiva acerca de lo sucedido, con la consecuente respon­
sabilidad que la restituya en tanto sujeto. Y aquí el término responsabilidad está
tomado de su derivación etimológica (responso), que quiere decir dar respuesta.
Responsable es aquél de quien es esperable una respuesta.

Conclusiones

En tanto profesionales del área de la salud mental y, más específicamente, en


tanto psicoanalistas; nos sentimos concernidos a pensar cada caso desde su singula­
ridad; y si bien algunos conceptos pueden servirnos como orientadores, la clínica
se ocupa en demostrarnos la necesariedad de conservar la mirada hacia el caso por
caso. Para retomar las preguntas que nos hiciéramos al principio de este trabajo,
consideramos que:

6 Haimovich, E . ; Krcszes, D. ; Bugacoff, A. ; Snch, P . ; Superyo y . filiación . Destinos de


la transmisión. Laborde Editor, Rosario, 200 1 .
176 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N º 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

- El mito freudiano en donde se produce el asesinato del padre posibilita la rela­


ción con la Ley, situando lo prohibido en una dimensión discursiva, simbólica. 7
- Las coordenadas que permiten ubicar la Razón y, desde allí, desprender una
verdad, son sacudidas cuando un episodio de estas características acontece en el
seno de la sociedad, suscitando cuestionamientos morales, sociales y legales. Es
decir, produciendo una alteración del principio de legalidad que rige a una socie­
dad y que permite hacer de ese alguien un sujeto en el sentido psíquico del término.
Lo que Pierre Legendre denomina 'referencia ' . Según este autor, "todo acto homi­
cida es un atentado a la cadena filiatoria ". 8
Entonces, el acto criminal implicaría un parricidio p ara este autor, debido a que
se trata de una alteración de la relación del sujeto con la alteridad fundante, con lo
paterno. Esto conlleva una modalidad de tratamiento de las marcas filiatorias, en
donde se vislumbra un intento de desasirse de las mismas por la vía del aniquila­
miento. Quizás una posible lectura del pasaje al acto homicida encuentre sus fun­
damentos en el hecho de que mediante el mismo, se estaría suprimiendo o cance­
lando las marcas provenientes del Otro primordial, en un intento de "auto­
fimdarse ". 9 Por lo tanto, creemos que en todo homicidio se pone en j aque el orden
social, dado que en los asesinatos no se mata a uno solo, ". . . sino a toda su descen­
dencia y [se] atenta contra la cadena filiatoria que queda interrumpida, malogra-
. . IO
da, por este acto cnmzna l ".

7 Sigmund Frcud. Obras Completas "Tótem y tabú. y otras obras ", Tomo XIII, Amorrortu ,

Argentina; 2004.
8 Pierre Legendre. El crimen del cabo Lortie. Tratado sobre el padre, Siglo XXI Editores ,

.
México, 1 994.
9
Pierre Legendre. Op. Cit.
10 . .
H a 1 rn o v1ch E . ; Kre sze s D . ; Bugacoff, A . ; Sneh, P.; Supe1yo Y filiación. Destinos de
,
.
la transm isión, Laborde E d itor, Rosari
,

o, 200 l .
CRIMEN Y CASTIGO 1 77

SUJETO Y LEY

Susana Débora Neuhaus *

N
uestra práctica nos confronta con supuestas nuevas patologías sintomáticas
del mundo actual. Ningún acto, ninguna praxis está por fuera de la histo­
ria. Nuestra responsabilidad, en tanto analistas, consiste en sostener el
"ponerse a la escucha" freudiano, con el corte decisivo que tal acto operó en diver­
sos campos, en las condiciones de nuestro tiempo. En este sentido respondemos al
malestar y al apremio de las diversas instituciones de salud, educación y justicia,
del modo singular que propone nuestra praxis.
Un moderno discurso psico-jurídico parece instalarse para dar respuesta en
forma común al lugar del sujeto en la sociedad. ¿Se tratará de articular o no ambos
discursos? A veces nos aferramos a establecer puentes conceptuales que terminan
generando confusión. Estas líneas se proponen enfrentar este obstáculo y subrayar
tropiezos, discontinuidades y articulaciones para reinstalar el debate, centrándose
particularmente en la problemática de los niños y j óvenes en situación de riesgo.
En Tótem y tabú, Freud establece el fundamento del pacto jurídico necesario
para la vida en común, articulando su alcance para la comunidad y su desafío para
cada suj eto. Actualmente, se convoca desde el discurso jurídico al psicoanálisis pa­
ra dar cuenta del sentido último de los actos, de lo que no cae en la órbita del senti­
do. El derecho apela así a un saber ajeno al derecho. Pero el psicoanálisis, tal como
lo articuló Lacan leyendo a Freud, no avanza por la vía del sentido, sino por la del
fuera-de-sentido; no apunta a dar razones a la sinrazón sino, por el contrario, a tra­
vés del tropiezo sitúa lo real en el corazón de la experiencia.
La originalidad de la propuesta de los cuatro discursos de Lacan constituye un
aporte a la cultura de nuestro tiempo, porque señala una heterogeneidad de estruc­
tura entre el discurso del derecho y el discurso del psicoanálisis.
Lo que está en juego es desmontar la juntura psico-jurídica, en sus dimensiones
teórica, práctica y ética, para situar los puntos de divergencia y reabrir un debate
que genere nuevas articulaciones. No se trata de un modo común de abordar un su­
jeto, aunque en ambos campos un sujeto quede concernido. Distinguir las nociones
de subj etividad y sujeto, como operadores en nuestro campo, nos va a permitir
orientarnos para especificar nuestra experiencia, que es de discurso, y produce,

* Susana Débora Neuhaus. Psicoanalista. Docente de la pasantía de grado: "Niños y jóvenes


en situación de riesgo. Inserción institucional del psicólogo". Facultad de Psicología. UBA.
Ex terapeuta de la Fundación Programa Imagen, Casa Terapéutica para jóvenes en situación
de riesgo. Miembro de Letra, institución psicoanalítica.
1 78 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

como efecto, un sujeto. El riesgo en juego, para los analistas, se especifica como
riesgo de desubjetivación.
Consideramos la subjetividad como las determinaciones simbólicas, culturales,
que se ej ercen en tanto ordenamientos de la satisfacción de los cuerpos. En ese sen­
tido, la subjetividad es universalizable, propia de una época determinada. Podemos
caracterizar la subjetividad de nuestra época con los conocidos fenómenos de la
globalización: consumo, ilusión de satisfacción inmediata, predominio de la ima­
gen, un funcionamiento caracterizado por lo fuera de los límites. Este funciona­
miento pulsional, para ubicarlo en nuestro campo, dice Freud, que cuando lo en­
cuentra en los seres que hablan, conduce a una ruptura de cualquier mantenimiento
de la vida. Encontramos familias disgregadas, infancia clesprotegicla, j óvenes ex­
pulsados del sistema. Las instituciones asistenciales y educativas en crisis, impo­
tentes para ofrecer respuestas . C. Corea e l. Lewkowicz plantean el agotamiento ele
la potencia instituyente de las instituciones que forjaron la infancia moderna.
La infancia es una construcción discursiva. En la época medieval, el acento es­
taba puesto en la renovación ele la especie. Los niños eran el vínculo entre pasado y
futuro, estando lo público enlazado con lo privado. Se trataba de una familia tron­
cal que respondía a la muerte llenando la casa de niños.
El Renacimiento trae nuevas reglas que concilian la voluntad de perpetuarse
con las aspiraciones individuales. El surgimiento del médico y el pedagogo van a
contribuir a delinear un individuo que no se borra tras la familia nuclear. El Estado
y la iglesia intervendrán en la educación. Comenzarán a surgir los esbozos de polí­
ticas de protección a la infancia moderna.
En nuestro país, en 1 9 1 0 se sancionó la ley ele patronato, llamada ley Agote,
que instituye al niño como obj eto de tutela por parte ele la familia y/o el estado.
Surgen los grandes institutos y los tribunales de menores. Se asiste y tutela a los
niños, como hombres del mañana. En los años '80, el niño ya no será sólo objeto
de protección sino sujeto de derechos. Con la sanción ele la Declaración de los de­
rechos del niño se instala un debate que hoy continúa. El niño ya no es el hombre
del mañana, sino un sujeto actual; a quien se debe proteger ahora es a los derechos.
El Concej o del menor y la familia pasa a ser Concejo de derechos ele niñas, niños y
adolescentes. Ya no habrá protegidos y desvalidos, sino consumidores y excluidos.
Pasemos ahora a la noción de sujeto. Esta noción es objeto de múltiples disci­
plinas, cada una ele las cuales la forj a desde sus principios axiomáticos. El sujeto
del conocimiento, tal como lo formula la ciencia, está implicado en una relación
con el saber. Es el sujeto cartesiano: cogito ergo sum . É ste es el sujeto subvertido
por el psicoanálisis, que surge en la experiencia analítica como sujeto de descono­
cimiento: allí donde cree saber no sabe, donde no sabe se descubre sabiendo, el su­
j eto del inconsciente. Este suj eto no es un ente, es lo que resta tras la operación de
atravesamiento de un cuerpo por el lenguaje. Emerge en las fallas del decir, en la
experiencia analítica, que, por esa misma razón, no es universalizable. Designa el
modo singular en que se organiza su modo de satisfacción y su verdad. Este sujeto
CRIMEN Y CASTIGO 1 79

se localiza en la experiencia, adviene en el campo del Otro, Otro que ofrece un lu­
gar en su deseo. El suj eto adviene como aquello que falta en el deseo del Otro.
Debemos pensar en los efectos en el plano de la subjetivación, cuando lo que
ofrece el Otro no es una experiencia de amor, sino de padecimiento, por carencia o
por exceso. Para el analista, se trata no tanto de la posición del Otro, sino de locali­
zar la singularidad de la incidencia supuesta del Otro, y el enlace también singular
entre la experiencia del suj eto y la catástrofe del Otro.
Cada suj eto, en cada caso, produce un modo singular de respuesta al Otro, a lo
sincrónico del lenguaje, a la cultura y su malestar. Poner el acento en lo singular,
abre a la pregunta por la responsabilidad del sujeto en cuanto a su padecer. Esta es
la perspectiva del suj eto tal como se desprende de la experiencia del psicoanálisis.
Desde nuestra posición, podemos generar un enigma sobre sus determinaciones
para trabajar con otros que abordan al sujeto desde otras disciplinas, en una misma
dirección: hacer al suj eto responsable por sus actos. Tanto en psicoanálisis como
en derecho, la ley y el sujeto son una construcción discursiva, no una realidad natu­
ral. El suj eto del derecho es la ficción normativizante creada por el discurso jurídi­
co. La ley sostiene el conjunto social regulándolo, y a la subj etividad, a la que tam­
bién regula. En este sentido se manej a con universales.
El procedimiento jurídico objetiva los actos prohibidos. Al formularse la ley
podría decirse que crea el delito. Pero no puede desdeñar la causa singular que vin­
cula al suj eto a ese acto. El derecho no puede dej ar de lado la significación subjeti­
va del acto cometido y de su causa. La vinculación del actor con el acto es posible
si la culpabilidad se acompaña de responsabilidad. El campo jurídico requiere el
asentimiento subjetivo para que la pena genere responsabilidad. Exiliarse de la ley
desampara, disuelve el anudamiento a la palabra en tanto pacto, lo que daña al otro
social y al sujeto. La ley opera como límite. El asentimiento conduce a un cambio
en la posición subj etiva. Sólo hay suj eto en el mundo de la ley.
La ley instituye un sujeto, es éste el que habla con el analista, y al hablar, en las
grietas del decir, emergerá el suj eto del inconsciente, que podrá ligarse a sus de­
terminaciones singulares y responsabilizarse por su modo de satisfacción.

Fragmentos de un caso clínico en una institución

Se trata de una institución abierta que aloj a j óvenes de entre 12 y 2 1 años, deri­
vados por el Concejo de derechos de niñas, niños y adolescentes o por el Poder ju­
dicial, por causas penales o amparo.
Sandra tiene en ese momento 1 8 años (la mayoría de edad se alcanzaba a los 2 1
años en esa época).Llega derivada de otra institución, cerrada, en la que estaba alo­
jada por una causa penal. Allí le pegó a una celadora. Refiere que no aguantaba el
encierro, y sabía que, de ese modo, la iban a trasladar. Había apostado con una
compañera : ¿a que no le pegás? Aguantó un tiempo y al final "estalló". "Tenía esas
palabras en la cabeza, pegaba y pegaba."
1 80 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : 1tRESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

Esta institución la recibe, la aloj a como Otro que la escucha. Leyendo el episo­
dio que motivó su traslado, decide una primera intervención: solicitar al juzgado
permiso inmediato de salida. Segunda intervención: se establece un pacto con San­
dra, "salís a tal hora, volvés a tal hora".
La institución impone un orden, pautas, ideales con los cuales poder identificar­
se, amarrándose al Otro, aceptando la tutela de un orden legal. Habilita así salidas
posibles. Con el pacto, promueve el pasaje de la posición de objeto, traído a la ins­
titución, a una posición subj etiva en la que deberá hacerse responsable por su acto.
Si no vuelve a la hora convenida será sancionada. Es por eso que, como decía Win­
nicott, la institución es terapéutica, y no mera antesala de un tratamiento individual
que tomaría sobre sí toda la responsabilidad del tratamiento.
Se produce otra situación. Sandra agrede a una compañera con un cuchillo. É sta
se defiende, la operadora las separa, nuevamente se impone el ordenamiento insti­
tucional. Pero, al rato, otra compañera desafia a Sandra. "¿Viste cómo te dej ó la ca­
ra? ¿Lo vas a dejar así?". Escucha estas frases como imperativos, y arremete nue­
vamente. Interviene el director. Le grita desde la puerta: " ¡ Pará, Sandra ! " Ella suel­
ta el cuchillo.
La institución solicita una intervención del juzgado. Sandra concurre a la au­
diencia con actitud desafiante: "No importa lo que haga, total ya cumplí 1 8 años y
me van a dar el sobreseimiento de la causa." El secretario responde: "Es al revés.
Ahora, y depende de vos, puedo ejecutar la sentencia."
¿Qué efecto tuvo esta intervención? La advertencia proferida por el secretario
del juez fue una sanción del discurso jurídico, que habilitó al suj eto a reconocer su
falta, subjetivanclo el acto, haciéndolo responsable por sus consecuencias. Recuer­
den que ella, al describir su acto, decía que no podía pensar, ni parar, sólo pegar y
pegar, fuera de sí. Si no se produce el asentimiento subjetivo, la pena se transforma
en castigo, venganza del otro social, que genera nuevos actos transgresores.
Sandra se deprime, se niega a aceptar la oferta de un tratamiento individual. Se
resuelve sostener una reunión conjunta: la directora, Sandra y la analista.
En un largo encuentro, Sandra relata su historia dirigiéndose a la directora, co­
mo si la analista no estuviera allí. Insiste en el recuerdo de las frases que repetían
su madre y su abuela: "no vas a tener nada", "siempre vas a repetir la misma histo­
ria", frases que la invadían en ocasión de esos episodios. Allí se detecta un punto
de angustia. La directora le pregunta : ¿querés hablar de esto? Sandra se dirige por
primera vez a Ja analista Y pregunta: ¿podemos?
A partir de esta intervención comienza su tratamiento individual. El discurso
dominante, discurso amo en términos de Lacan, hace lugar al analítico. Aquel, con
sus variantes, el discurso de la institución, y el jurídico en este recorte, aloj aron al
suj eto, le impusieron la ley que produce un orden y también un malestar, promo­
viendo un pedido de ayuda. En esta nueva posición subjetiva puede ahora deman­
dar un alivio para su sufrimiento.
CRIMEN Y CASTIGO 181

VICISITUDES D E LA RESPONSABILIDAD

Alba E. Bielsa *

E
n este trabaj o nos proponemos establecer algunas consideraciones acerca de
la noción de responsabilidad, en lo particular de nuestra práctica como psi­
coanalistas en un dispositivo clínico-jurídico de dependencia pública.
Este dispositivo denominado 'juntas especiales de salud mental ' , es un equipo
interdisciplinario que forma parte de la estrnctura de la Dirección de Salud Mental,
la que, a su vez, depende del Ministerio de Salud de la Provincia de Santa Fe. Su
funcionamiento está reglado por el artículo 22 de la ley Nº 1 0.772 de salud mental
de esta provincia.
A p artir del pedido del juez, esta junta produce informes sobre el estado psíqui­
co de suj etos en infracción con la ley por diversos delitos (homicidios, robos, abu­
so sexual). La conformación interdisciplinaria (psicólogo, psiquiatra y abogado),
responde al criterio de que no hay una sola disciplina que pueda hegemónicamente
tener el saber sobre este obj eto: el suj eto con su crimen, el del campo donde se ubi­
ca, que no es privativo del derecho ni del psicoanálisis. Es el denominado campo
psi-jurídico.
Relativa y sólo dicha a medias, una verdad se produce en el informe, como una
constrncción derivada de los aportes del discurso del sujeto evaluado, de los sabe­
res de esas disciplinas y del valioso material aportado por el expediente. El expe­
diente judicial es fundamental y condición para la elaboración del informe.
Nos proponemos no hacer "pericias'', entendidas como informes de expertos
que, a su valor racional y demostrativo, suman el dado por el sujeto que los enun­
cia. Informes que constituyen enunciados con efectos de verdad y poder a los que
F oucault otorga el grado de "supralegalidad" . 1
Tampoco este dispositivo tiene por obj eto la asistencia psicoterapéutica ni el
asesoramiento jurídico. En un número delimitado no riguroso o preestablecido, rea­
lizamos entrevistas con el imputado, familiares, o personas de su entorno en orden
a la elaboración del informe. Con esta modalidad pretendemos poner en acto la
singularidad, el "caso por caso" que evite caer en generalizaciones, clasificaciones
o procedimientos burocráticos, por los efectos devastadores que esos procedimien­
tos acarrean en términos de obj etalización, trazado de perfiles o encorsetamientos
diagnósticos. Aunque no hay allí un analizante que demanda, porque el suj eto es
traído por orden del juez, y no están reunidas las categorías operativas de la trans-

* Ps. Alba Bielsa. Psicoanalista. Miembro de las Juntas Especiales de Salud M ental depen ­
diente de la Dirección Provincial de Salud Mental del Ministerio de Salud de Santa Fe.
1 Michel Foucault. La verdad y las formasjurídicas. Gedisa, Barcelona, España , 1 978.
1 82 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

ferencia, hay un operar desde el "estar analista" como diría Ulloa, que vehiculiza
aplicar el psicoanálisis. El de analista no es un traj e que se pone y se saca, o que se
practica en un lugar sí y en otro no, es de una posición ética de lo que se trata.
En los oficios judiciales la demanda pretende respuestas que podemos agmpar
en las siguientes categorías: Peligrosidad para sí o para terceros / Capacidad del
imputado para declarar en juicio / Diagnóstico psicopatológico y/o perfil de perso­
nalidad / El lugar adecuado para el cumplimiento del tratamiento si se hubiera dic­
tado ya la inimputabilidad.
Tomando como base dos casos clínicos, focalizaremos en pedidos específicos y
respuestas posibles, para reflexionar sobre nuestra práctica y sus consecuencias en
lo institucional y lo subjetivo. Consideremos en el oficio judicial: ¿qué se pide?
¿Cómo se pide? En el informe : ¿con qué y cómo respondemos?

Frente a una demanda, otra respuesta

Vanesa de 1 6 años, con diagnostico de parálisis cerebral (paraplej ía espástica)


con leve retraso madurativo, ha sido victima de abuso sexual reiterado con acceso
camal, por parte de Manuel, adulto confeso del delito por el que esta siendo proce­
sado. La j oven victima fue vista por la junta forense (organismo dependiente del
poder j udicial, conformado por médicos forenses, uno de los cuales es psiquiatra)
emitiendo como conclusión lo siguiente: "la joven mantiene actitud negativa y
opocisionista, 110 responde a las preguntas, grita, llora y vocifera . . . Por lo cual se
estima necesario que una junta especial de salud mental con especialistas en la
materia, realice estudios psicométricos y psicodiagnóstico tendientes a valorar:
Reconocimiento de la situación problema / Análisis del problema (incluidas las
condiciones cómo ejecuta la resolución / Reflexión (pensamiento, memoria, imagi­
nación) sobre las estrategias de resolución del problema / Fase de táctica o de
emisión de conductas verbales, manipulativas, etc. que se desarrollan algorítmi­
camente hasta lograr resolver el problema / Fase de verificación de los resultados,
donde se realiza un análisis de la respuesta emitida, comparándola con las condi­
ciones previas para decidir si el problema ha sido o no superado. Si las posibili­
dades técnicas lo posibilitan, orientar el estudio psicológico a fin de obtener una
valoración global de la personalidad, es decir, estudiar la misnza como un todo
configurado, donde los rasgos tienen relación entre sí, y establecer conexiones de
sentido con la biografía del sujeto y la dinámica de su inconsciente. Se pondrá én­
fasis en el estudio de la motivación y vida afectiva de la examinada".
Hasta aquí citamos textualmente el informe que la junta forense le da al juez,
quién, sin aparente detenimiento ni cuestionamiento, solicita a la junta especial
efectivice dicho pedido.
Nos preguntamos : ¿de quién hablan Ja junta forense y el juez? ¿Qué quieren sa­
ber? ¿Qué relacionaría el saber aportado con el delito de abuso sexual? Nos pre-
CRIMEN Y CASTIGO 1 83

guntamos azorados: ¿se trata de una burla de una crneldad inconmensurable solici­
tar esos "estudios" en una j oven con ese padecimiento, víctima de abuso sexual ya
comprobado? ¿O es el efecto de un montaj e perverso, donde la renegación se
muestra ferozmente en esa "tecnicalizacion" del pedido a la junta especial?
Presentamos, a continuación, el informe que la Junta Especial elaborara, como
otro modo de responder a una demanda. Responder, en lo que vincula este signifi­
cante con el de responsabilidad. Responsabilidad por lo que se dice y hace desde
un organismo institucional, de la justicia o de la salud publica, y las consecuencias
de ese acto.
"La entrevista sí pudo realizarse y consideraciones. Probablemente los colegas
cuando expresan 'la entrevista no pudo realizarse por el estado de la paciente. . . '
quieran hacer referencia a que no se pudo 'hablar ' con Vanesa, pero en nuestra
especialidad ello no debería ser motivo para que se considere como imposibilitan­
te sino como signo de la situación subjetiva y como elemento para las considera­
ciones diagnósticas y sugerencias terapéuticas. Dada la enfermedad que padece,
los escasos lazos sociales que mantiene, las características de la causa, condicio­
nan y hasta determinan los síntomas de inhibición y rechazo que presenta.
Dada esta angustia de Vanesa durante la entrevista, hicimos pasar a su madre,
quien comienza a relatar lo ocurrido con el confeso abusador, y entonces se re­
crudece el malestar en Vanesa, como si pretendiese silenciar a su madre.
Esto nos permite adentrarnos en lo que consideramos más específico y nada!
del caso. Vanesa logra aprender y aprehender ciertas actitudes y conocimientos,
así como establecer algunos lazos sociales, todos de marcada precariedad simbó­
lica, de lo que dan cuenta las referencias de su madre, los informes escolares, etc.
Tampoco se vale por sí misma para sostener hábitos de higiene y mantenimiento
personal mínimos, camina y se desplaza con mucha dificultad.
Pero hacer el traslado de que una aptitud para el aprendizaje sea del mismo
tenor que la que se requiere para la comprensión de las consecuencias de un acto
complejo como es el ejercicio de la sexualidad humana, hay una distancia infran­
queable, ya que se trata de cuestiones diametralmente opuestas, tanto para quie­
nes sean considerados normales como para quienes padezcan una limitación en
sus facultades intelectuales.
La sexualidad humana es un hecho de cultura y no de naturaleza. 2 El desarro­
llo humano no se opera por un simple automatismo biológico ni sólo por estímulos
externos. El cuerpo no se organiza por sus funciones fisiológicas sino por las mar­
cas simbólicas que lo afectan. En forma decisiva depende de la insistencia con que
los personajes tutelares del niño sustenten esta estructura en la región de su límite.
En el discurso materno ya está presente el mapa de la significación sexual y social
del cuetpo del pequeño. Lo que se desarrolla es la capacidad del núio de apro-

2M arta Gerez Ambertin. "Crimen del abuso-crimen del incesto". "Actualidad Psicológica" ,
Buenos Aires, 2007.
184 PSICOANÁLISIS Y E L HOSPITAL N • 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

piarse de estas instancias y, consecuentemente, del uso de los sistemas simbólicos


que organizan sus relaciones de objeto. Es verdad que los acciden tes de desarrollo
plantean una serie de obstáculos a la estructuración psíquica y en sus efectos
traumáticos pueden ponerla en cuestión. Pero también es cierto que no es del
cue1po sino de la simbolización que en él opere que depende esta estructuración
psíquica. En lo que respecta a la emergencia de la sexualidad, hay que vérselas
con un proceso orgánico, pero deducir de ésto que la estructuración psíquica de la
sexualidad depende de este proceso madurativo constituye un contrasentido.
La manifestación de los impulsos sexuales no depende de la inteligencia, sino
de los procesos de identificación y simbolización.
Hasta aquí las consideraciones relativas a la capacidad de la menor Vanesa
para comprender la naturaleza del acto sexual y sus consecuencias, y a su aptitud
para el aprendizaje. No debemos olvidar ni omitir que estamos aquí analizando lo
ocurrido, en una situación que compromete al menos a dos protagonistas. Nos pre­
guntamos con asombro:¿no merece ninguna consideración la posición del adulto ?
¿Está eximido de tales consideraciones por haber admitido su participación en los
hechos que se le imputan? Si así fuera, discrepamos con tales argumentos ya que
es conocido y ampliamente difimdida la tendencia social y judicial a "investigar a
las víctimas " y/o desculpabilizar al abusador con varios argumentos, el más usado
de los cuales es el de la posición seductora de la víctima, más aun si es menor.
Hacemos nuestras las consideraciones que citamos a continuación de Marta
Gerez A mbertin, especialista y estudiosa del campo psi-jurídico. De su experiencia
clínica y de investigación sostiene que "cuerpo y sexualidad están estructuradas
como un lenguaje ". Cuerpo y sexualidad suponen la referencia a leyes que regu­
lan el cuerpo que, siendo humano, responde, por tanto, a leyes que rigen a los
seres humanos -leyes de la cultura y del lazo social-, y que más allá de su (su­
puesta) naturaleza: le dan una historia, una ubicación sexual y una referencia
genealógica. Esas leyes lo humanizan y lo subjetivizan. Es decir, no se trata de
m eros objetos al servicio de otro, se trata de cuerpos sexuados (legislados) y de
psiquis sexualizadas (también legisladas).
¿ Qué queda roto y cuáles son las consecuencias cuando ese orden legal es vul­
nerado precisamente por quien debe velar por su inscripción y cumplimiento?
Porque queda claro para el psicoanálisis y el derecho, que es el adulto el encarga­
do de inscribir estas leyes. 3 El concepto de "ley " hace referencia a una instancia
tercera y fimdada sobre una falta que regulariza un cierto fimcionamiento, que
hace de límite demarcando lo que se puede y lo que no. Esto requiere de un apren­
dizaje que, en principio, encaran quienes ocupen las posiciones parentales o sus
subrogados. Concretamente, si una niiia como Vanesa hubiera seducido a J\1anuel,
como se dice en las declaraciones, es el propio Manuel quien debería haber puesto

3M arta Gcrez Ambcrtín. "Crimen del abuso, crimen del incesto". En: Culpa, responsabili­
dad Y castigo. Vol. Ill, Letra Viva, Buenos Aires, 2009 .
CRIMEN Y CASTIGO 185

un freno a estas demandas, haciendo lugar a la diferencia entre ambos que no es


sólo etaria o de género.
La transmisión en acto de una prohibición es jimdamentalmente habilitante en
el orden de la cultura y la legitimidad de un orden. Con estas consideraciones, se
concluye que la menor se encontraba incapacitada para comprender y consentir
libremente un acto sexual y sus consecuencias, independientemente de su grado de
madurez y/o de su nivel intelectual ".

Propiciando una demanda subjetiva

Pablo está acusado de homicidio y hurto. Existen abundantes y contundentes


pruebas en su contra, entre las fundamentales está su confesión del crimen.
Victima y victimario habrían sido las dos partes de un contrato: Pablo pondría
sexo y el otro debía pagar por eso con dinero. Planteamos, como hipótesis, que el
incumplimiento del otro lo hizo victima fatal del desenmarcamiento fantasmático
de Pablo en el acto homicida. Esta sería la "posición del sujeto del acto". 4
El informe de la Junta Especial: "Un acto criminal, los motivos y circunstan­
cias en que ocurre, generan muchos interrogantes en torno a establecer un sentido
posible. En este caso nos ocuparemos de aquellos que orienten a definir la posi­
ción de Pablo como "sujeto del acto ", precisamente del acto criminal que se le
imputa. Comentaremos algunas cuestiones de su historia personal, pensándolas
como marcas ineludibles y singulares, en la vía de conclusiones también particula­
res. En las entrevistas, como en las declaraciones testimoniales, Pablo reconoce la
autoría del crimen al tiempo que repite: "yo lo maté pero ese no era yo". Precisa­
mente, en la paradoja de esa confesión nos encontramos con lo propio de la com­
plejidad subjetiva, la que es inherente a la complejidad del crimen, ya que el sujeto
humano no es amo total y completo de sí mismo, ni sus acciones pueden ser com­
pletamente predecibles. La posibilidad de reconocerse (sólo a posteriori) como
responsable de esos actos, es también propio y exclusivo de lo humano, única
chance de integrar esos actos o acciones disparadas, incomprensibles, del ''.fi1era
de si ".
Pablo es el mayor de 3 hermanos. De su nacimiento dice que fue producto de la
casualidad y que ya encontró a la pareja en muy malas condiciones de convivencia
con severos malos tratos del padre hacia la madre, así como en extremas condi­
ciones de carencias en lo real (económicas) y en lo simbólico: de afecto y acom­
pañamiento en su desarrollo personal. Siempre menospreciado y desplazado, con
d(ficultades de aprendizaje, no fue atendido ni considerado. Su padre, amparado
en lo propio de su oficio de marinero, se ausentaba por largos períodos, dejando a
la familia en condiciones de desprotección absoluta. No registra cuidados o afecto

4 Marta Gerez Ambertín. "Vicisitudes del acto criminal: acting-out y pasaje al acto". En
Culpa, responsabilidad y castigo. Letra Viva , Buenos Aires, 2009, pág. 49.
1 86 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : uRESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

en miembros de la familia. . . Desde niño trabajó para "cubrir las necesidades b


sicas, traer el sustento para la familia ". Intentó sin éxito aprender el oficio del p
dre, marca histórica en que se sintió hijo de su padre. Por .fúera de lo familic
tampoco encuentra posibilidades para hacer algún desplazamiento del surco filo.
y sufhente en el que se mueve, hasta que empieza la relación con su esposa, C<
quien tiene 2 hijos a los que puede cuidar y proteger con grandes esjiterzos.
Hasta aquí tenemos una historia jalonada por ji'L1straciones reconocibles en
desvalorización familiar y social, siendo la consecuencia su posición de víctim
de perdedor crónico, con planteas reivindicativos masivos (a sus padres, a sem
jantes, a la sociedad toda), reclamos de una dispersión interminable. Siempre en
borde y a punto de caerse de algún pretendido y frágil lugar de pertenencia: fan
lia, escuela, mercado laboral, etc.
En ese marco, y ya en la escena del crimen, el mandato: "el hombre de la ca.
tiene que llevar el sustento a la familia, tiene que hacerse cargo de cubrir las n
cesidades ", mandato que siempre repitiera y que le habría servido hasta entone
como ordenador discursivo, se hace oír de otro modo.
De un contrato aparentemente claro, a una situación en la que pierde el co
trol. El ha matado a un hombre, en un fuera de si, para cumplir con el mandato.
El contrato era sexo por dinero. Pero el otro habría pretendido jugar, dar vut
tas, no le aseguraba cuánto pagaría, agravando la situación al adelantarse con 1
"manoseo " que pone fuera de sí a Pablo precipitado en un estado (de violenci
ya sin retorno.
"Manoseo " que evoca traumas que creía dominados, que se actualizan, irrw
piendo en una angustia y turbación sin tramitación posible, siendo el pasaje al a
to violento, al crimen, la respuesta. El sujeto allí queda des-sujetado, suelto, "e,
yo pero no era yo ", admite su acto y al mismo tiempo se desvincula.
Podríamos afirmar que acá no es el agente quien define el acto sino que es
acto el que a posteriori ubica al agente y le muestra, le revela lo que ha hecho s
saberlo. Y, por ello, como establece Legendre5, responder de su acto quiere dec.
para el asesino, separarse de su acto de muerte para volver a unirse a los ho1
bres, a la legalidad y a las instituciones que la regulan.
Concluimos que se trata de un "acto loco " el de Pablo en su crimen. Acto a
que él se declara culpable y por el que tiene su�jetivamente necesidad y capacid1
para responder. es decir puede comprender la criminalidad de su acto. En cuan
a la capacidad de dirigir sus acciones, Pablo como todo sujeto es "sujeto del i
consciente que no es amo de sí mismo sino vasallo y producto de una estructu.
que lo sobredetermina . . . No es amo de sí, pero sí responsable de interrogar su d1
cursividad y sus actos ".

5p ierrc
· Lcgcndrc. Lecciones VIIJ. El crimen del cabo Lortie. Tratado sobre el adre. Sig
p
XXI, México, 1 994 .
CRIMEN Y CASTIGO 1 87

LA OFENSA SEXUAL Y EL MERCADO ABSOLUTO

María Massa - Diego Zerba *

e omenzamos con una pregunta al estilo de las formuladas por Martín Hei­
degger: ¿qué es eso de la justicia? Si la encaramos por la vertiente de Aris­
tóteles, partimos señalando que las acciones se califican como justas o in­
justas. Desandando esa senda, el estagirita se detiene en una especie de justicia, a
la que llama reparadora y represiva, que regula las relaciones de un ciudadano
con otro, lo mismo que las voluntarias e involuntarias. 1 Por calificar las acciones,
regular las relaciones entre los ciudadanos, sean voluntarias, sean involuntarias, la
justicia para Aristóteles no es una virtud sino la virtud misma, del mismo modo
que la injusticia es el propio vicio. En este sesgo, entonces, la justicia como la vir­
tud es una manifestación del dualismo metafísico. No la igualdad retaliativa ("oj o
por ojo") sino la reciprocidad proporcional y no estrictamente igual, es el lazo
mismo de la sociedad. 2 La proporción es una realidad ultrasensible colocada por
encima de los cuerpos. No es lo mismo el ojo de un esclavo que el ojo de un ma­
gistrado, afirma Aristóteles.
Con el advenimiento del Estado moderno, surgen los principios que le dan el
monopolio de las normas jurídicas dentro del espacio circunscripto por sus límites
territoriales. El principio fundamental es el de soberanía, que inviste al Estado del
poder para ejercer la violencia legítima, a los fines de restringir el comportamiento
de sus ciudadanos. En este marco, la Criminología no designa una acción, un acto
o un comportamiento particular, sino más bien el acto de juzgar un comportamien­
to en el cuadro de un proceso institucional de tipo judicial. 3 De esta manera se
completa el derrotero de la justicia en la historia de la metafísica, con la erección
del Derecho como forma jurídica del Estado. Lo que va perdiéndose con el dualis­
mo metafísico hasta llegar al Estado moderno es la presencia del cuerpo, que no
tiene que ver con la anatomía del detalle -como describiera Michel Foucault al
ocuparse del tormento en la Edad Media- sino con el acto de juzgar que abre al
testimonio verídico por la imposibilidad que posee el cuerpo de toda distribución

* María Massa. Psicoanalista. Profesora Adj unta de las Cátedras de Criminología y Profeso­
ra a cargo de la Práctica Profesional La Ejecución de la Pena. Facultad. de Psicología. USA.
Directora del Centro Asistencial FUSA XXII . Diego Zerba. Psicoanalista y ensayista. Pro­
fesor regular de la USA. Director del Centro Asistencial FUSA XXII.
1 Aristóteles, Moral a Nicómaco. Espasa Calpe, Madrid, 1 984, pág. 1 77 .
2 Í dem, pág. 1 8 1 .

3 A. Pires. La Criminología de ayer y de hoy. Cuadernos de doctrina y j urisprudenci a penal,

Buenos Aires, 1 998, pp. 1 9 1 -2 3 5 .


1 88 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

igualitaria. Es el caso de la justicia salomónica, y también el de la Ley del Talión,


como señala Aristóteles, cuando marca con sesgo metafísico que ante la imposibi­
lidad de la igualdad hay que conformarse con la reciprocidad. De tal modo se des­
plaza la presencia del cuerpo por la abstracción del cuerpo.
Esta senda conduce a estipular la pena en proporción a la ofensa cometida con­
tra el cuerpo del soberano. En la modernidad, el soberano es el pueblo y el cuerpo
social su metáfora positivista y moral. Mientras que el Estado, como señalamos,
por un lado encarna la soberanía en la configuración del andamiaj e del derecho, y
por otro lado se anoga el monopolio de la violencia legítima.
A lo largo de estas líneas no dej aremos la clave de pensar el camino metafísico
de la abstracción, desde la encarnación de la justicia en el cuerpo del soberano,
hasta la soberanía del pueblo expresada por el Estado de derecho. En uno y en otro
la función del mito ha brindado la sustancia para su consistencia. Cuando la mo­
dernidad terminal que atravesamos, reduce el alcance de los mitos al cuidado de la
propiedad privada y la salud, la ofensa sexual adquiere el valor de delito para­
digmático. Esta es la hipótesis que argumentaremos.
Tampoco la idea de salud se ha mantenido inmutable desde el principio de los
tiempos. Para decirlo de manera sintética, en nuestra modernidad terminal se con­
figura bajo la premisa de la preservación del cuerpo, atendiendo a su asepsia y el
derecho de cada ciudadano a decidir sobre él, mientras no afecte la propiedad de
otro cuerpo. En este marco, el cuerpo debe ser objeto del máximo cuidado, sólo li­
mitado por el derecho del vecino a cuidar del suyo. Así, el disfrute queda indiso­
ciablemente asociado a mediatizar el contacto fisico (el condón es un símbolo), y el
sexo es entendido como una práctica corporal al servicio de la disciplina sanitaria,
como el ejercicio fisico, disociado del amor. De esta forma, los delitos de ofensa
sexual equivalen a un daño practicado contra esta propiedad privada por antono­
masia, afectando su salud física o psíquica. Incluso, la figura del acoso da cuenta
de la jurisdicción territorial de la que un cuerpo tiene derecho .
Nos detendremos en la diferencia que tiene esta concepción con respecto a las
que regían en la antigüedad o en la cercana modernidad temprana. Antiguamente
se entendía la violación de niüos como un ataque al orden de las generaciones4,
mientras que a la perpetrada contra mujeres se la consideraba una ofensa, cuyo des­
tinatario era el esposo o el padre. Con la modernidad temprana el honor se desplaza
a la muj er elevada a la condición de la Dama, por quedar su cuerpo exaltado como
metáfora del Grial. De tal forma el amor cortés no cesó de cantarle a su sublime
vacío que, como plantea J. Lacan, es la figura por excelencia de la sublimación5 .
Entre la modernidad temprana y la terminal se ha producido el giro más radical,
con la caída de toda concepción de honor y su reemplazo por la de salud. En esa lí-

4
En una de l as versiones del mito ele Edipo, se explica la historia trágica ele los Labelácidas
�omo resultado de la violación de Layo (padre de Edipo) a un niño.
' Jacqu es Lacan. La Ética del Psicoanálisis. Paidós, B uenos Aires, 1 98 8 .
CRIMEN Y CASTIGO 1 89

nea, la ofensa que antes recaía sobre el orden de las generaciones, el padre, el espo­
so o la Dama, se ha convertido en una ofensa sexual. O sea, una ofensa a la más ca­
ra propiedad, el cuerpo, y contra su función más sutil que articula Ja salud física
con la psíquica. Entonces, es porque se le supone al niño mayor vulnerabilidad en
ambas dimensiones sanitarias, que aumenta la gravedad de estos delitos cuando se
ejecutan sobre él. Tomando esta clave puede explicarse una modalidad diferente
del ataque sexual surgida en estos años, entre el ofensor que busca imponerle su
deseo a la mujer, y ella que se ha transformado en Ja metáfora de Ja propiedad pri­
vada y la salud (como antes lo era del Grial). Este ataque ubica un conflicto crucial
entre el deseo y el último velo que sostienen ambos principios básicos de la moral
de esta época. El mismo que argumenta Ja legalización del aborto y el suicidio asis­
tido, sumando en este último caso a la calidad de vida como una variable dentro de
la concepción de salud (ya sea en el caso ele padecimientos físicos, o psíquicos de­
rivados de depresiones graves).
De nuestra primera hipótesis despejamos esta otra: existe una nueva modalidad
de violaciones en la que el ofensor pone a prueba el marco de contención social.
Comenzamos su argumentación, indicando que tomamos la noción de marco
aportada por el pediatra y psicoanalista inglés Donald Winnicott.6 En esa línea, se
trata de una contención ambiental, definida por su capacidad de supervivencia a la
destructividad que le descarga el sujeto para su puesta a prueba. Hagamos un alto
en que el ofensor sexual pone a prueba el marco de contención social, con su ac­
cionar delictivo. Hemos indicado que la noción de ofensa a mujeres y niños ha va­
riado a lo largo de los tiempos. Partiendo de los puntos de inflexión dejados por
esos cambios, planteamos, a partir del material clínico recabado en más de una dé­
cada de labor clínica en el ámbito penal, que esta modalidad de violación busca un
marco social más allá del cuerpo de la mujer. Ni en los anales de la literatura, ni en
la crónica policial anterior a la década del ochenta se la puede advertir. Sus relatos
se sostienen en esta matriz: en algunos casos el ofensor está cometiendo un delito
cualquiera contra Ja propiedad, en otros, por ejemplo el robo, es una excusa. Pero
en todos se encuentra presente una mujer en el lugar de Jos hechos, que no le depo­
ne temerosamente su mirada. Entendemos que esa mirada sin temor, cumple para
el ofensor la función de una mirada social que sanciona Ja vigencia de aquel velo
único. En Ja línea winnicottiana de Ja destructividad -como tendencia antisocial­
ubicamos que, con Ja violación, el ofensor desafía el marco social más allá del
cuerpo avasallado de Ja mujer.
¿Qué es un vacío sin otro recubrimiento que Ja alerta: no avanzar, propiedad
privada? ¿Qué es cuando un cartel de prohibición ha reemplazado el juego de di�
tintos velos, desocultando en el ocultamiento, abriendo a la diversidad del sentido
más allá de la obviedad capitalista? Sólo Ja dimensión sagrada le da su profundi­
dad, como cuando La B iblia Jo elevaba al Jugar de un templo. De esa manera que-

6 Donald Winnicott. Deprivación y delincuencia. Paidós, Barcelona, 1 998.


1 90 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

daba por fuera de los bienes del mercado como lo desinteresado, según el decir de
Friedrich Holderlin7 y, en consecuencia, trascendía todo valor mercantil. Si sólo
existe este último, el violador ejecuta su desafio como si se tratara de un carterista
de vaginas. Esta modalidad de violación demanda un marco que resista, impedido
por una moral capitalista que ubica al cuerpo como un bien de mercado. Pero como
en toda demanda, no existe simetría entre ésta y los efectos que provoca. Es decir,
entre la búsqueda de un marco que resista a ella, y el cuerpo de la muj er como re­
presentante simbólico de la sociedad. En estos términos leemos que, ante la ofensa,
la muj er queda ubicada en un borde: es ella en su existencia a solas y, simultánea­
mente, es la sociedad atacada. Así resulta implicada en un punto devastador que no
le permite asirse de ninguna identificación. No sólo eso, sino que, a posteriori, la
moral de la época también le exige que muestre su dolor inefable (ni siquiera le
queda el sentido del honor ultraj ado), como testimonio del ataque a la sociedad. Y
ello ocurre porque el modelo punitivo expropia tanto a la víctima como al victima­
rio. Por el lado del ofensor, se le confirma que la mujer es simplemente un repre­
sentante simbólico de la propiedad privada y la salud, más allá de las cuales no hay
absolutamente nada. En los términos de Winnicott, fracasa la tendencia antisocial
como momento de esperanza y, seguramente, continuará con la demanda ofensiva
de amor.
El sistema jurídico en su condición de límite a toda generación de sentido, sólo
aporta dos palabras claves: edad y consentimiento. Pero estos términos no alcanzan
a explicar lo que la ofensa sexual pone en juego para el cuerpo social. Esto es : la
demanda de un elemento que no sea intercambiable y resista al mercado absoluto.
Por otro lado, si el cuidado de la salud es el complemento para la preservación
del bien corporal, la compulsión criminal del violador sólo puede pensarse como
enfermedad. Esta es una aporía que hasta podría llegar a amparar la inimputabili­
dad del ofensor, y amerita ser pensada sin prejuicios de ningún género, o sea, de­
bería ser puesta fuera del campo de la moral.
Nuestro aporte a esta cuestión no avanza mucho más allá de plantear el proble­
ma. En principio, digamos que hasta en los hechos delictivos que tratamos no se
logra separar el sexo del amor. Sólo éste último puede tramar un vínculo, porque la
demanda, por ser amorosa, dej a como resto de todo vínculo un elemento que no es
intercambiable. En términos psicoanalíticos se trata del deseo. Si se concretara la
pretensión de intercambio absoluto, no se mantendría lazo social alguno en pie, no
obstante, su propia condición de principio moral de la época lo coloca como una
acechanza muy cercana. Solamente puede retroceder cuando el amor parasita el
universo capitalista, quedando lo desinteresado como un elemento no intercambia­
ble. Este último posiciona en la práctica clínica distintas transferencias, mientras
que en el plano de la ley brinda una instancia desinteresada, igualitaria, no metafí­
sica y respetuosa del límite del intercambio: !a justicia salomónica.

7 M. Heidegger. Los himnos de Holder/in. Germania y E! Rin. Biblos, Buenos Aires, 2 0 1 O .


CRIMEN Y CASTIGO 1 91

ACERCA DE LA CULPA Y LA NECESIDAD DE CASTIGO

Norberto Llaves *

E
n la carta 7 1 de Freud a Fliess, encontré una cita de Hamlet que me pareció
muy interesante para comenzar este escrito: "Trátese a cada h om bre se­
gún se merece y, ¿ quién se libraría de ser azotado ? ". 1
Allí, Freud le confiesa a su amigo su desconsuelo por las "ataduras interiores "
que le frenan su autoanálisis, ataduras que también encuentra en sus pacientes.
¿A qué atribuye dicho obstáculo? Al apremio incestuoso y asesino que es pro­
pio del destino trágico de la saga de Edipo. Las mismas mociones que interpreta en
Hamlet como causa de la cobardía para vengar la muerte del padre, pues él mismo
habría querido efectuar ese asesinato para quedarse con la madre. En esta lectura,
lo que impide efectuar el acto de venganza de Hamlet es la "conciencia de culpa
inconsciente "2 expresión de deseos ominosos que le procuran un particular casti­
'
go: experimentar igual destino que el padre, el morir envenenado.
Lo llamativo de esta carta de 1 897, es que ya encontramos cómo leer el senti­
miento de culpa: no se presenta de modo directo en la clínica, es una interpretación
del sentimiento de culpa inconsciente que sale a la luz desfigurado.

Una viñeta

Claudia, al poco tiempo de iniciar su análisis, cumple su anhelo de quedar em­


barazada. Al enterarse, la invade una insoportable angustia: pues teme que una
complicación provoque la pérdida del embarazo. Ella tiene una hij a de cuatro años
y un primer embarazo interrumpido por la muerte del bebé, por causas metabólicas.
Aunque hace controles estrictos sin resultados adversos, la amenaza de pérdida se
le impone. Asocia sus temores con dificultades en el vínculo con su pareja. Luego,
sorpresivamente, lo relaciona con la muerte de su propio padre, que aconteció poco
antes de nacer su hijo. Llora y, titubeando, dice que hay algo que le cuesta hablar,
que no sabe cómo decirlo, que tampoco entiende por qué le aparece ahora, y así, no
sin vacilaciones, relata que cuando perdió su embarazo tenía una relación extrama­
trimonial y que, en realidad, no le quedaba claro quién había sido el padre de su

* Dr. Norberto LLoves. Psicoanalista. Psiquiatra. Jefe del Servicio de Salud Mental de la

Obra Social del Personal Gráfico y Docente de los Postgrados en Psicoanálisis de la Aso­
ciación Escuela Argentina de Psicoterapias en convenio con Ja Universidad Nacional de la
Matanza.
1 S. Freud. Carta 7 1 (1 897). O. C. Amorrortu, Tomo 1 , pág. 308.
2 lbíd., pág. 308.
1 92 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: uRESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDADu

hij o muerto, y que muchas veces pensó si esa infidelidad no habría tenido que ver
con la pérdida del embarazo.
¿Por qué este ejemplo da cuenta de la culpa y la necesidad de castigo?
El castigo está en juego en el sufrimiento de anticipar una desgracia ante un an­
helo que se augura placentero. Perder el embarazo es un riesgo, pero ella lo padece
como un hecho que oficia de fuente de su dolor.
¿Por qué Freud lo llama "necesidad de castigo"? La lectura psicoanalítica apun­
ta a la responsabilidad del sujeto ante lo pulsional que lo apremia, de cómo el pro­
blema metabólico de su primer embarazo, algo azaroso en su vida, le sirve de ma­
terial para transportar un dolor, y es en análisis que es posible investigar la causa
inconsciente. Se podría estar tentado a situar la infidelidad como el motivo del sen­
timiento de culpa que conmina a la necesidad de castigo, pero este pensamiento
respondería más a un prejuicio del analista que a la posición que sostiene la teoría
psicoanalítica. Para estos interrogantes, voy a desarrollar algunas ideas sobre la
"culpa" y luego voy a plantear algunas cuestiones sobre la "necesidad de castigo".

Sobre la culpa

Freud, al explicar la reacción terapéutica negativa, fonnaliza la presentación


clínica de la culpa de la siguiente manera: "El sentimiento de culpabilidad perma­
nece mudo para el enfermo, no le dice que es culpable; él no se siente culpable, si­
no enfermo ". 3 Por lo tanto, el sentimiento de culpa, es una interpretación que hace
el analista desde la lógica del pensamiento psicoanalítico.
¿Cómo consideramos en el material cuando la culpa se presenta en forma con­
ciente? Como cualquier enunciado que el análisis tratará de develar su enunciación
inconsciente. Por ejemplo, en el hombre de las ratas cmmdo se siente un criminal
por su au�encia en el momento de la muerte del padre, Freud dice: "el afecto está
justificado, la conciencia de culpa no es susceptible de ulterior crítica, pero aquél
pertenece a otro contenido que no es consabido . . . el con tenido de representación
concebido sólo ha caído en este lugar por enlace falso ". Por lo tanto, el sentimien­
to de culpa conciente es un "subrogado " de otra representación ignorada por re­
primida. Este novedoso pensamiento se lleva al extremo en "Los que delinquen
por conciencia de culjJa " , donde el delito que los hace sentir culpables significa un
grado ele alivio psíquico ante lo acuciante de una conciencia de culpa inconsciente
que preexiste en el sujeto y es la causa del delito, no su efecto.
¿Por qué significa alivio este sufrimiento? Porque la fuente del sentimiento ele
culpa "es una reacción .frente a los dos grandes propósitos delictivos: matar al pa­
dre y tener comercio sexual con la madre "4 ante estas mociones que brotan del

� S. Freud.Elyo y el ello. ( 1 923) O. C. Amorrortu, Tomo XIX., pág. 5 0.


S. Frcud. A lgunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico. ( 1 9 1 6) O. C.
Amorrortu. Torno XIV, pág. 338.
CRIMEN Y CASTIGO 193

Edipo, cualquier delito "real y actual"5 donde se ftje, es trivial por comparación
con lo incestuoso y asesino que lo fundamenta. A su vez, que sea un disfraz trivial
permite mantenerlo vigente y con toda su fuerza.
¿Cómo se origina el sentimiento de culpa? En un primer tiempo, el "inicial
desvalimiento es la jiten te primordial de todos los motivos morales "6. Esta enigmá­
tica frase del Proyecto . . . es trabajada con minuciosidad en El malestar en la cultu­
ra. En el principio, no hay culpa, para sentirla es necesario un juicio de atribución
acerca de qué es una acción "mala" por la cual sentirse culpable, pues la diferencia
entre lo bueno y lo malo no es innata, es efecto de la omnipotencia del otro sobre el
desvalimiento del sujeto. Aquello que ponga en peligro el amor de quien se depen­
de será juzgado como "malo", y toda acción que amenace ese amor vital provocará
un sentimiento de culpa como máscara de la angustia, dándole un sentido a la
misma. Desde el otro omnipotente parte una compulsión que prohíbe mociones
sexuales y agresivas y hace del sometimiento algo vital para el sujeto.
El sentimiento de culpa nace del conflicto entre la necesidad de amor y la insis­
tencia pulsional, a la cual debe renunciar para conservar el amor, así proviene la
"conciencia moral" como angustia social, resultado del desvalimiento del sujeto
ante la compulsión externa, y también ante las mociones incestuosas y asesinas que
bregan por expresarse. El otro experimentado es quien, al advertir el estado de ne­
cesidad, hace del grito del infans un llamado y responde con demandas; al posibili­
tar la comunicación en el intercambio de demandas, es inevitable la cita con el des­
encuentro estructural que provoca la palabra, donde lo imposible del completo en­
tendimiento, la insistencia de lo ÜTepresentable, lo fallido del encuentro se traduce
para el sujeto como interdicción.
En un segundo tiempo, el niño asimila dicha interdicción y la interioriza en lo
psíquico con la instalación del superyó. Entonces, la conciencia moral adquiere un
nuevo estatuto, ya no depende de la presencia de una compulsión exterior ni tam­
poco de un "mala" acción que haga el sujeto; hay una compulsión interior que no
diferencia entre hacer el mal y desearlo: "ante el superyó nada puede ocultarse. ni
siquiera los pensamientos ". 7 Esta acción punitiva del superyó se basa en su cono­
cimiento del ello; recordemos que es su 'abogado' , por lo tanto sabe de sus intereses
"edípicos", los que inciden para culpabilizar más que las acciones efectivas que se
hagan en la realidad. Por eso, a mayor virtuosidad del sujeto, mayores serán las
tentaciones y, por ende, los reproches dirigidos al yo por su pecaminosidad.
Estamos en el terreno de las paradojas del superyó que ordena y condena, im­
pone un límite y castiga al obedecerlo; su severidad es mayor cuanto más virtuoso
es el sujeto. Desde esta perspectiva la culpa se presenta como "fatal e inevitable "
por la ambivalencia ligada al deseo incestuoso y agresivo más que al comporta-

5 S. Freud. El yo y el ello ( 1 923). Amon-ortu, O. C. Tomo XIX, pág. 5 3 .


6 S . Freud. Proyecto de psicología ( 1 895). Amorrortu, O . C. Tomo I , pág. 363
7 S . Freud. El malestar en la cultura ( 1 930) . Amonortu, O. C. Tomo XXI, pág. 1 2 1 .
194 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: ccRESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

miento en la realidad obj etiva: "En la base de la conciencia de culpa de los neuró­
ticos no hay más que realidades psíquicas, nofácticas". 8
Vuelvo a la cuestión que me interesa señalar en este escrito, que es ubicar de
qué culpa se ocupa la clínica psicoanalítica. Freud es claro, se trata de una culpa
inconsciente que será leída e interpretada por el analista en Ja enfermedad, en los
materiales de fantasías y sueños punitivos, en algunos tipos de carácter y, tema por
demás impo1iante para la dirección de Ja cura, en Jos fracasos inherentes al progre­
so del trabajo analítico, la "reacción terapéutica negativa". Estamos así, ante las
formas de presentación clínica ele la llamada "necesidad de castigo ".

Sobre la necesidad de castigo

Se trata de algo complejo, que parece una contradicción: satisfacción en el su­


frimiento; satisfacción en el estar enfermo, en el fracaso, en el autorreproche, en
los sueños punitorios, pero también podemos encontrar la otra cma de su presenta­
ción clínica: el padecer de una satisfacción, ignorada por reprimida.
Por ejemplo, la culpa, "anudada a los deseos incestuosos, y justificada por su
perduración en lo inconsciente "9, sabe hallar castigo en la fantasía de paliza de la
segunda fase de "Pegan a un niño", la de ser azotado por el padre; conjunción de
culpa y erotismo que determina una fantasía inconsciente de satisfacción "maso­
quista". El texto es construido en análisis a partir de la "susceptibilidad e irritabi­
lidad hacia personas insertas en la serie paterna, donde se hacen aji-entar por ella,
realizando la situación .fantaseada, la de ser azotados por el padre en su propio
0
pe1juicio y para su sufdmiento . 1 "

Con la segunda tópica, estas conductas punitorias que dan cuenta dP. la culpa in­
consciente, obedecen a una tensión entre el yo y el superyó.
¿Cuál es la fuente de satisfacción de la autopunición? Por un lado, responder al
superyó implica displacer por la renuncia pulsional que se exige al yo, pero tam­
bién hay una satisfacción sustitutiva: la ganancia de placer narcisista por el sacrifi­
cio que se ofrenda con la renuncia. El yo se siente orgulloso por su sometimiento al
superyó, y espera una recompensa amorosa por eso. 1 1
Por otro lado, la fuente de satisfacción que produce la necesidad ele castigo es
necesario que sea pensada bajo la órbita del problema económico del masoquis­
mo. 1 2 Cuando hablamos de culpa, estamos en el terreno del masoquismo moral, y
sabemos que su fundamento es el masoquismo erógeno, es decir el placer sexual de
recibir dolor. Éste es consecuencia de la acción de la libido sobre el resto de pul-

: S. Freud. Tótem y tabú ( 1 9 1 3). O. C. Amorrortu, O. C. Tomo XIII, pág. 1 60.


0S .
Freud . Pegan a un niiio ( 1 9 1 9). O. C. Amorrortu, Tomo X IX, pág. 1 86.
1
lbíd., pág. 1 92 .
1 1 S . Frcud. Moisés y la religión monoteísta ( ! 939) . Amorrortu, O. C. Tomo XXI I I , p. 1 1 3 .
12
S . Freud. El prohlema económico del 111asoqui.1mo ( 1 924). O . C . Tomo XIX, pág. 1 75 .
CRIMEN Y CASTIGO 195

sión de muerte que no se ha logrado neutralizar, desviándola al exterior como pul­


sión de dominio.
La asociación de libido y pulsión de muerte que toma como objeto al propio
ser, se expresa a través de la gramática pulsional en las distintas fases del desarro­
llo libidinal: ser devorado en la organización oral, ser golpeado en la fase sádico -
anal, ser castrado en el estadío fálico y ser poseído sexualmente en la organización
sexual definitiva. Cuando esta satisfacción se extiende a las conductas de la vida, y
a la cura misma, estamos en el terreno del masoquismo moral, el cual lleva al suje­
to "a hacer cosas inapropiadas, trabajar en contra de su propio beneficio, destruir
las perspectivas que se le abren en su mundo real y, eventualmente, aniquilar su
propia existencia real ". 1 3
Si la interiorización de la autoridad por la instalación del superyó, nace de la
desexualización del Complejo de Edipo, el masoquismo moral lo re-sexualiza, es
decir, promueve las satisfacciones interdictas del Edipo con los objetos que repre­
senten a los poderes parentales y, de ese modo, con la realización fantasmática de
lo prohibido recibe el castigo que se hace merecer y la satisfacción masoquista co­
rrespondiente al mismo. Es en este sentido que entiendo por qué se plantea al supe­
ryó como la instancia que también ordena gozar, al servicio de una satisfacción
tanto sádica (superyó) como masoquista (yo).
Esta re-sexualización del Edipo produce sufrimiento en las satisfacciones neu­
róticas en tanto algo de lo "familiar'', de lo edípico, está fijado en esa satisfacción,
reeditando la sexualidad infantil y dando cuenta, de la insistencia del apremio in­
cestuoso y agresivo, reprimido, que se manifiesta en la clínica.
Para finalizar, algunas palabras sobre nuestra paciente.
Claudia, nos presenta un sufrimiento en el que anticipa una desgracia, perder el
anhelado embarazo por una razón poco probable para la clínica obstétrica, pero real
y efectiva para su neurosis, que encuentra en la pérdida del primer embarazo un
material propicio para la necesidad de castigo. Es en el análisis, con su dispositivo
de asociación libre y atención flotante que nos guía a la muerte del padre (un due­
lo), y a la infidelidad, a la que tomaremos no como la falta misma que motiva la
culpa sino como una figura, un falso enlace, así como también una guía para conti­
nuar el análisis. Falso enlace que da cuenta de las maniobras de la resistencia y de
la desfiguración por el trabajo del inconsciente, ante una satisfacción sexual infan­
til de mociones edípicas.
Será un objetivo del trabajo de análisis la posibilidad de tramitar lo pulsional
que la habita, a través de la recolocación y rectificación 1 4 de los diques represivos,
habilitando un destino pulsional que le permita transformar su miseria neurótica en
infortunios y riesgos a resolver, propios del vivir cotidiano.

1 3 Ibíd, pág. 1 75 .
14 S . Freud. Análisis terminable e interminable. O . C. Tomo XXIII, pág. 2 3 0. Ed. A : ( 1 9 3 7)
1 96 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

ESCUELA TOMADA

María Marta Rodríguez *

Un ambiente difícil

''
N
ada sucede en el crecimiento emocional que no se produzca en rela­
ción a la existencia del ambiente, que tiene que ser lo bastante bueno.
Se advertirá que la palabra perfecto no entra en esta formulación; la
perfección tiene que ver con las máquinas, y las imperfecciones que son caracterís­
ticas de la adaptación humana a la necesidad, constituyen una cualidad esencial del
ambiente que facilita". 1 "El crecimiento no es una simple tendencia heredada, sino,
además, un entrelazamiento de suma complejidad con el ambiente facilitador". 2
El tema de la responsabilidad en el transcurso por la adolescencia, despierta
grandes polémicas. En tiempos actuales, donde los jóvenes en Buenos Aires han
decidido tomar escuelas, me resultó interesante pensar al respecto, inspirada por
este maravilloso artículo que Winnicott escribía en los años 70, en el que reflexio­
na acerca de la responsabilidad entre adultos y jóvenes.
Que un ambiente sea bastante bueno no implica que sea perfecto, pero sí que
ofrezca las condiciones para hacer posible que algo se estructure. Que el ambiente
facilite, implica que haga algunas cosas más fáciles, más llevaderas, que ofrezca
ciertas condiciones para que se constituya lo que se tiene que constituir. ¿Cómo
pensar esto cuando la escuela no es la que "no tiene techo", en el sentido de no li­
mitar el proceso de crecimiento, sino que el techo se cae encima de los alumnos?
¿Qué pasa cuando el espacio que el Otro ofrece se cae a pedazos, cuál es su
agresión ahí, cuando "The Wall" se invierte y no hay que romper, porque el espa­
cio está roto de antemano, descuidado? ¿Qué zona de irresponsabilidad denuncian
estos chicos, de desprotección, en las políticas de retiro del Estado del espacio pú­
blico? Los alumnos del Normal 5 de Barracas decían: "el principal problema es el
techo de la escuela; a principio de año se cayó parte de la mampostería del labora­
torio. Además, hay vidrios rotos y cables pelados''.3

* Lic. María M arta Rodríguez. Psicoanalista. Supervisora Clínica Equipo 6 a 9 años y Resi­
dencia Servicio Salud Mental Hospital Gutiérrez. Supervisora Equipo de Becarios Servicio
de Salud Mental Hospital Garrahan
1 D . Winnicott. Conceptos contemporáneos sobre el dcsa1Toll o adolescente, y las interferen­
cias que de ellos se desprenden en lo que respecta a la Educación Superior. Realidad y Jue­
f�· Editorial Gedisa , Barcelona, 1 992, pág. 1 80 .
ldem, p ág. 1 86.
3 Diari o Clarín. "La
toma de un colegio desde adentro". 2 de septiembre de 20 1 O, pág. 3 5 .
CRIMEN Y CASTIGO 197

En los '70, Winnicott se refería a los estudiantes británicos de artes: "perciben


que estudian en condiciones de apiñamiento fisico y protestan. Los otros son los
que tienen que buscar el dinero necesario para solucionar la situación".4 Otros, har­
ía referencia a un Estado que responda. Un paciente comentaba en los días de las
tomas: "Tomamos el colegio, planteamos el problema, pero ¿cómo lo resolve­
mos?", haciéndose cargo de tener que enmendar los platos que hace tiempo otros
rompieron, como suele sucederle en la relación con sus padres.
Concluye Winnicott: "dicen los j óvenes: abandonen el programa de defensa y
dediquen el dinero a la construcción de nuevos edificios" . . . en 1 970 y en el 20 1 O
también. ¿Políticas de defensa y seguridad para quién, cuando a los jóvenes que
representan el futuro, el techo se les cae a pedazos? Otro paciente refería: "Noso­
tros también rompimos el colegio, tenemos que empezar a arreglar nuestra parte",
como sucede en algunos colegios porteños donde los chicos pusieron manos a la
obra.
F. Doltó plantea en "Palabras para adolescentes" que entre j óvenes y padres se
trata de una corresponsabilidad, aunque no tenemos que olvidar que las posiciones
y responsabilidades no son simétricas, son bien diferentes.
Una paciente que atendí en el hospital, internada a causa de una anorexia, había
decidido cerrar la boca llegando a una delgadez extrema. Comienza a hablar en su
tratamiento y habla de aquello a lo que no quiso dar cabida: cierta posición inces­
tuosa de su padre hacia con ella. Cuando se va de alta de la internación, la joven se
plantea un cambio de escuela por una que tenga "cuerpo de delegados, donde la
voz de los adolescentes sea escuchada por los grandes". Intento de armar un "nue­
vo cuerpo" con los pares, allí donde su cuerpo había quedado "tomado" en una es­
cena en la que no podía ubicarse como par.
En]a adolescencia se necesita que haya "qué" para poder romper, que haya lu­
gar para dejar la propia marca. Si no se puede romper en lo simbólico, será en lo
real: arrojar pupitres por la ventana, como en más de una ocasión pasa.
Recuerdo una muchachita por la que sus padres consultan y una de las preocu­
paciones de su jovial y bella madre se centraba en el aspecto fisico, descuidado, de
su hija. Al conocer a la joven, lo primero que me cuenta es que le encanta retocar
fotos con photoshop. Le propongo que traiga algunas. Sus trabajos eran muy bellos
y estéticos: fotos de la familia, amigos, paisajes, tomadas por ella. Había una serie
de fotos que tenían a mi paciente por protagonista, bellamente modificadas. Mi pa­
ciente traía la foto original y su nueva composición para que yo observe las dife­
rencias. En una oportunidad se me ocurrió preguntarle sobre quién le sacaba esas
fotos que tanto transformaba, a lo que respondió: "mamá". Poder hacer un cambio
en la imagen que recortaba el ojo materno era una ardua tarea para esta muchachi­
ta. Trazar su marca en el registro del Otro era para ella un desafió fundamental en
aquel tiempo.

4 Winnicott. Op. Cit. , pág. 192.


1 98 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 : «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILJDADu

Cuando en la escuela se mata

"Crecer significa ocupar el lugar del padre, en la fantasía se trata de un asesina­


to, y lo significa de veras". 5 Agregaría a esta formulación la enseñanza lacaniana
de que antes de matar al padre es preciso, primero, haberse servido de él.
En este mismo texto, Winnicott hace referencia, a un juego que lo enuncia con
esta frase: "soy el rey del castillo"; diciendo que este enunciado es una formulación
de existencia personal. "Es una consecución de crecimiento emocional, una situa­
ción que implica la muerte de todos los rivales o el establecimiento del dominio".6
Podríamos agregar: el dominio de un "establecimiento", allí donde lo establecido
es el descuido, prosiguiendo el tema que intentamos plantear. Continúa Winnicott
haciendo referencia a que en algunos casos, los j óvenes deben hacerse cargo tem­
pranamente de situaciones como trabajar por fallecimiento de familiares u otros
apremios. Solemos escuchar en la clínica frases de los padres, que le dicen a sus
hijos tomándolos por irresponsables: "yo a tu edad ya trabajaba y vos te la pasas
frente a la PC". Winnicott aclara que es muy distinto que el sujeto deba tomar res­
ponsabilidades tempranamente que lo exceden, cuando no es a causa de un apre­
mio real: "Las cosas son muy distintas cuando por política deliberada, los adultos
delegan la responsabilidad; por cierto que hacer tal cosa puede ser una forma de
traicionar a los hijos en un momento critico"; subrayaría política deliberada. "En
términos del juego, o del juego de la vida, se abdica en el preciso momento en que
ellos vienen a matarlo a uno. ¿Alguien se siente feliz con eso? Sin duda que no el
adolescente, quien entonces se convierte en el establecimiento". Del juego "soy el
rey del establecimiento" a que deje de ser un juego, el joven se convierte "en el es­
tablecimiento", no quien viene a cuestionar el orden establecido. Ya no se tiene a
quién hacer jaque, porque el rey se borró del partido.
"Se pierde toda actividad imaginativa y los esfuerzos de inmadurez. Ya no tie­
nen sentido la rebelión, y el adolescente que triunfa demasiado temprano resulta
presa de su propia trampa, tiene que convertirse en dictador y espera a ser muerto,
no por una nueva generación de sus propios hijos, sino por sus hermanos".
Esto me llevó a pensar en las matanzas que se han producido, lamentablemente,
en las escuelas. Un joven entrando al colegio con arma en mano, apuntando a sus
compañeros, donde no hay rey a quien "jaquear" sino política deliberada. Al joven
convertido en dictador no le queda otra que matar a sus pares, terminando en el
banquillo de acusados. En "Tótem y Tabú"7 luego ele la matanza del padre gozador,
es el armado ele la fratría en base a una prohibición Jo que reubica el lazo entre pa­
res Y la posibilidad ele salida. Si este armado no funciona, es la muerte entre her­
manos, como en los casos que recordaba.

: :Vinnicott. Op. Cit .. , pág. 1 86 .


ldem., pp. 1 86- 1 87 .
7 S.Freud. Tótem y Tabú. Amorrortu, Buenos A ires, 1 989.
CRIMEN Y CASTIGO 1 99

Hoy en las escuelas, en las tomas organizadas; hay fratría, hay hennandad, hay
lucha común. Los jóvenes encontraron una manera de convocar al rey o convocar
la ley, en un nuevo orden que los hermana.
Los padres de un muchacho consultan por las calificaciones bajísimas que tiene
en uno de los colegios universitarios de Buenos Aires. El chico no tiene amigos,
los compañeros se burlan de él por ser muy bajito y aniñado para su edad. Defensi­
vamente, este chico se presenta como un agrandado, lo que le dificulta aun más el
lazo y lo torna grotesco. Este rasgo bizarro lo toman sus compañeros para armar un
personaje caricaturesco que representa a mi paciente y lo hacen circular vía foto­
log. En tiempo de protestas esh1diantiles, es el único que no participa de éstas ya
que los padres no lo dejan ir, lo que redobla su aislamiento en la situación de pares.
A él le gustaría participar. Los padres dicen haber elegido el colegio por la exce­
lencia académica, no por la "cuestión política" de la que nada quieren saber; rene­
gando parte fundamental de la propuesta de aprendizaje democrático y ciudadano
que implican estas escuelas. Les digo a los papás que mi paciente puede llevarse
todas las materias, pero si quieren que siga en ese colegio no puede estar por fuera
de lo que pasa allí; que esta materia no le tiene que quedar previa porque sino la
elección del colegio es bizarra, grotesca. No sin dificultades, comienza a asistir a
algunas asambleas y a ser visto por sus compañeros con curiosidad y ya no tanto
con extrañeza.

Escuela tomada o toma de escuelas

"En el Normal 5 y en el Liceo 3 los mandamientos son 1 O, y muy claros, anota­


dos en una pizarra del hall de entrada: no alcohol ni drogas, avisar quién entra y sa­
le del colegio, el que ensucia tiene que limpiar, responsabilidad para rotar en cuatro
comisiones: seguridad, cocina, difusión, limpieza. Los de seguridad cuidan que na­
die suba al primer piso, clausurado por ellos mismos. Así cuidan que los alumnos
se concentren sólo en el hall y en el salón de actos, donde duermen chicas y chicos,
hacen asambleas, miran películas como Tiempos modernos, La Ola y juegan a la
Play Station. La comisión de seguridad es clave. Evitan líos que luego sean el ar­
gumento para que se desestime la lucha". 8 Bastante diferente a la imagen que los
medios nos venden de chicos tomados a la salida de boliches es esta toma, donde
una de las reglas es ¡no tomar! Por lo cual "toma de escuelas" implica una posición
activa del suj eto, que es lo que me resulta interesante destacar.
Sabemos que el sujeto comienza a hablar como es hablado, en ese punto de ali­
neación a la palabra del Otro. En el segundo tiempo de la constitución donde es ne­
cesario separarse del Otro, concomitante al descrédito de la palabra de los padres
por parte del adolescente; es que se produce una nueva alineación al código de pa­
res, reconocida en la jerga adolescente. Necesaria, constitutiva pero donde un ana-

8 Clarín. "La toma de un colegio desde adentro". 2 de septiembre de 20 1 0, p ág. 3 5 .


200 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38: «RESPONSABILIDAD E IMPUTABILIDAD»

lista una vez que se constituyó, tendrá que comenzar a interrogar. En el tema que
nos referimos, la repetición en eco del discurso del presidente del Centro de Estu­
diantes, por ejemplo, puede presentarse allí donde el sujeto no tiene nada propio
para decir. Encontrar alguna palabrita propia desde donde sumarse "a la movida",
es parte del análisis. ¿Por qué adherís a la toma, qué significa para vos, por qué
querés ir a la marcha? Dejando suspendida la propia posición ideológica al respec­
to, para dar lugar "al qué" para "cada quien". Se puede querer ir a una marcha por
estar de acuerdo con los reclamos, con una parte de los reclamos, para ver al chico
que me gusta, para zafar de estar en casa, para, para . . . según para cada quien.
"La única salida es la toma"9 , afirmaba el presidente del Centro de Esh1diantes
del Normal 6 . Ya que para salir hay que adentrarse. En el magnífico cuento de J.
Cortázar "Casa tomada", los protagonistas quedan afuera frente a lo que irrnmpe
desde adentro: arrojan la llave, se salen de la escena. Tomar la escuela y no quedar
tomado, tomar posición desde adentro para encontrar la salida, es una respuesta di­
ferente. Es lo que nos proponemos hacer cada vez que analizamos al sujeto.

Tal vez pueda ser más fácil

"Resulta estimulante que la adolescencia se haga oír y se haya vuelto activa, pe­
ro los esfuerzos de los adolescentes que hoy se hacen sentir en todo el mundo de­
ben ser reencauzados, conve1tidos en realidad por medio de un acto de confronta­
ción . . . Hace falta adultos si se quiere que los adolescentes tengan vida y vivacidad.
La confrontación se refiere a una contención que no posea características de repre­
salia, de venganza. Que los jóvenes modifiquen la sociedad y enseñen a los adultos
a ver el mundo de forma renovada; pero donde existe el desafió de un joven en cre­
cimiento, que haya un adulto para encararlo. Y no es obligatorio que ello resulte
agradable".10
Entonces, que el ambiente facilite significa que haga más fácil lo dificil que es
el paso por la adolescencia para el sujeto. Para que sea más fácil, es condición que
el adulto no abandone el juego, que reubique el lugar que le con-esponde en el ta­
blero para que el joven pueda encontrar el suyo propio. Que el adulto no abandone
su responsabilidad en la contienda. Ni la consistencia absoluta sin hueco, ni la total
inconsistencia donde nada se puede mantener en pie. Tal vez, entonces, ante la di­
ficultad estruch1ral, algo pueda resultar un poco más fácil
"Si se hace todo lo posible para promover el crecimiento personal de los ado­
lescentes, habrá que hacer frente a resultados sorprendentes". 1 1 Podemos concluir:
hay esperanza, algunas cosas se hicieron bien, cuando los jóvenes hoy se plantean:
"tomar la escuela".

9 Diario Página 1 2 . "Marcha y plan de lucha". 5 de septiembre de 20 1 O, pág. 2 .


io .
w mmcott.
· o p. eJt . , pag.
. 1 93 .
JJ
,

I dem, pág. 1 8 5 .
PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38 - PUBLICACIONES RECIBIDAS 201

PUBLICACIONES RECIBIDAS

- Desde Lacan : Heidegger. Textos cias a un trabajo hermenéutico que


reun� dos. J�rge Alemán & Sergio hace veinte años no era ni mucho me­
La1TJera. Miguel Gómez Ediciones ' nos tan explícito como nos parece in­
Málaga, 2009, 320 páginas. genuamente hoy. Trazar el recorrido
de ese "rayo transversal" surgido entre
Digámoslo sin ambages: si en la ac­
ambas figuras requería de un esfuerzo
tualidad el mundo intelectual asume
"antifilosófico" que reventaba las cos­
con toda naturalidad la identificación
turas de las corrientes filosóficas habi­
Lacan: Heidegger es básicamente gra­
tuales (deconstrucción, pragmatismo,
cias al trabajo que desde hace más de
hermenéutica) y no podía ya limitarse
dos décadas vienen realizando Jorge
al marco académico, universitario o
Alemán y Sergio Larriera. Un afortu­
simplemente filológico; exigía un
nado proyecto de traducción concep­
compromiso de alto voltaje con un
tual y metafilosófica que en 1 987 dis­
"resto heterogéneo" que no podía ser
taba mucho de ser tan obvio. Este
reabsorbido en ninguna disciplina o
vínculo quedaba oscurecido entre
institución. Como no podía ser de otro
otras razones por la reedición del de­
modo en un momento histórico mar­
bate sobre el compromiso nazi del
cado, como subrayan los autores, por
pensador alemán, avivado a la sazón
el predominio de la imagen técnica.
por la polémica publicación ese mis­
¿Qué tipo de equivalencia expresa es­
mo año del libro de Víctor Farías Hei­
te vínculo? En verdad, lo que está aquí
degger et le nazisme.
en liza no tiene que ver con el juego
Se trataba de una mániobra insolente
de las influencias. Como muestra esta
cabría señalar, habida cuenta de qu �
antología de textos reunidos que acaba
los enigmáticos dos puntos sobre los
de aparecer en Miguel Gómez Edicio­
que Alemán y Larriera comenzaban a
nes, la simetría entre ambos autores se
reflexionar levantaban un intempesti­
rompe a favor de Lacan. Fue el psi­
vo puente entre dos autores, incluso
coanalista francés "[ . . ] quien cons­
dos tradiciones, aparentemente muy
.

truyó las condiciones con su Decir pa­


diferentes. Y que en ese momento pa­
ra que entre los pensadores se pudiera
ra muchos tenían que permanecer in­
dar una 'ofrenda mutua ' de pensa­
conmensurables entre sí.
mientos y escrituras". Desde esta
Ahora bien, si la relación Lacan­
apuesta Alemán y Larriera se enfras­
Heidegger marca sin discusión en el
can en una sutil reconstrucción donde
año 20 1 O uno de los epicentros filosó­
el rigor no está exento de finura. Mu­
ficamente más fructíferos para pensar
chos son los hallazgos topológicos,
nuestro presente posmetafisico es gra-
202 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 3 8 - PUBLICACIONES RECIBIDAS

poéticos y filosóficos que esperan al Héctor López escribió este excelente y


lector paciente en esta recopilación de valioso libro, un ensayo (de setecien­
textos seleccionados que vieron la luz tas páginas) en el que analiza un escri­
desde el año 1 989 al 1 998. También to de Lacan (de treinta y cuatro pági­
muchas pistas a desarrollar en el futu­ nas).
ro y que aguardan desarrollo. En ver­ Borges dij o que entre los diversos ins­
dad, a medida que la operación on­ trumentos del hombre, el más asom­
tológica Lacan: Heidegger se ha ido broso es el libro y también agregó:
convirtiendo en el suelo quebradizo, la "Los demás son extensiones de su
matriz, desde el que debe partir todo cuerpo. El microscopio, el telescopio,
pensar comprometido con la pérdida son extensiones de su vista; el teléfo­
de certezas, muchos estudios han se­ no es extensión de la voz; luego tene­
guido y cultivado posteriormente las mos el arado y la espada, extensiones
sendas secretas descubiertas por de su brazo. Pero el libro es otra cosa:
Alemán y Larriera. Los primeros pa­ el libro es una extensión de la memo­
sos de éstos en la oscuridad de los tex­ ria y de la imaginación".
tos han sido convenientemente holla­ Se acostumbra citar la frase de Caio
dos, señalizados, incluso profusamen­ Titus en el Senado romano Verba vo­
te cultivados. Por eso si algo pone de lant scripta manent, la cual no signifi­
manifiesto esta antología es el mérito ca que la palabra oral sea efímera, si­
de abrazar por vez primera un tipo de no que la palabra escrita es duradera
interdisciplinariedad que no sólo des­ pero muerta si no se la lee. Borges
bordaba las habituales fronteras y re­ agrega que, en cambio, la palabra oral
celos entre el psicoanálisis y la filo­ tiene algo de liviano, alado y sagrado,
sofia, sino que descodificaba en un es­ como dijo Platón. Los grandes maes­
fuerzo de traducción encomiable dos tros de la antigüedad han sido maes­
lenguajes que en su diamantina altivez tros orales, por ejemplo Pitágoras o
escondían una misma experiencia: la Sócrates. Sabemos que Pitágoras no
de un fin que, en lugar de cerrarse so­ escribió porque no quiso someterse a
bre sí mismo, apuntaba a una nueva una palabra escrita de modo que el li­
aurora del pensar. bro quedaba sólo como un sucedáneo
Germán Cano. Profesor Titular de Fi­ de la enseñanza oral. Sintió, sin duda,
losofia Contemporánea en la Univer­ aquello de la letra mata y el espíritu
sidad de Alcalá de Henares (Madrid). vivifica.
Esta última frase es considerada por
- La "instancia" de Lacan. Actuali­ Héctor López en su libro cuando men­
dad de "La instancia de la letra en el ciona una referencia de Lacan: "Sin
inconsciente o la razón desde duda la letra mata, como dicen, cuan­
Freud". Héctor López. Editorial de la do el espíritu vivifica", en relación
Universidad de Mar del Plata. 2 To­ con la cual el autor recuerda no sólo a
mos. 2 009 , 700 páginas. Rosencrantz y Guildenstern, quienes
"marchan mansos a la muerte porque
PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38 - PuBLICACIONES RECIBIDAS 203

desconocen que la carta y el sello real dio de este texto y un verdadero ejem­
que clausura su contenido son la plo de investigación rigurosa y lectura
rúbrica de su condena", sino también creativa.
el codicilo debajo de la cabellera del Desde el comienzo del libro está pro­
mensajero y la sentencia hegeliana "la puesto un breve comentario en torno a
palabra es el asesinato de la cosa". cada uno de los tres apartados que
Borges menciona asimismo el libro componen el texto de La can: 1 ) El
sagrado y el libro representativo de un sentido de la letra que, según el autor,
pueblo pero con su tripartición no "implica la puesta a punto de los ele­
considera otra forma de libro, el que mentos metodológicos que permitirán
resulta de una lectura creadora, ésa a extraer al inconsciente freudiano de
la que refiere Steiner: "Pero ésta es la las garras del irracionalismo de lo ins­
verdad principal: en todo acto de lec­ tintual"; 2) La letra en el inconsciente
tura completa dormita la idea compul­ que pone en acto la definición según
siva de escribir un libro como respues­ la cual la "clínica es interrogar lo que
ta". Es el caso de este libro, una lectu­ Freud ha dicho" porque "por la vía de
ra exhaustiva de La instancia de la le­ una interrogación a la Traumdeutung,
tra en el inconsciente freudiano o la Lacan demuestra que ese texto prin­
razón desde Freud. Hay un anteceden­ ceps de la clínica no es sino la verifi­
te conocido: El título de la letra, de cación de la operatoria de la letra en el
Nancy y Lacoue Labarthe, ese libro trabajo (Arbeit) de las formaciones del
escrito "con las peores intenciones" y inconsciente"; 3) La letra, el ser y el
que, en su última parte, atribuye a La­ Otro "que tiene la dimensión de un
can la construcción de un sistema. Pe­ momento de concluir" y donde "en­
ro Héctor López dice acertadamente contramos los giros últimos, pero no
que las obras de Lacan están muy le­ conclusivos, de la espiral".
jos de un sistema totalizante y, por Un comentario sobre el Logos es uno
eso, propone que el "progreso" de La de los momentos inaugurales del libro
instancia . . traza un recorrido en espi­
. y, a la vez, es la oportunidad que le
ral donde lo único consistente es el permite plantear algunos problemas en
trazo, es decir, "la figura que ese trazo torno a Ja relación entre Heidegger y
dibuja deja indeterminados los lugares Lacan, ocasión que le sirve también al
de exterioridad e intencionalidad del autor para expresar que la "razón des­
esquema". de Freud" implica un retorno a Ja ver­
A continuación encontramos un análi­ dad del Logos que ya había formulado
sis de los términos más importantes Heráclito en su clásico fragmento 50.
del título del escrito de Lacan, y un De igual modo, Héctor López plantea
análisis minucioso de los párrafos del de entrada su postura en tomo a una
texto así como de las referencias que polémica actual del psicoanálisis al
están ofrecidas al lector, a su vez con preferir una clínica nodal por sobre la
comentarios muy valiosos, todo lo denominada "clínica de lo real".
cual es de enorme valor para el estu- Por último, un análisis de las referen-
204 PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL N• 38 - PUBLICACIONES RECIBIDAS

cias a Stalin, Platón, San Agustín, Sa­ rostro de quienes sabían que por ellos
pir, Jespersen, Ogden y Richards, Leo se torturaba a su madre, a su esposa, a
Strauss, Fra1wois Mauriac, Quintilia­ sus hijos. Y de los que fueron capaces
no, Jean Tardieu, Paul Valéry, Silbe­ de esas bajezas, los verdugos. Lo es­
rer, entre otras, así como a los textos purio, lo degradante. De pronto, esos
c01Tespondientes, muchos de ellos in­ "servidores del Estado" eran los due­
hallables, constituyen un mérito más ños de la vida y de la muerte, de la
de este libro que estimula la lectura de tortura y la vejación. Además, para la
Lacan en lugar de aplastarla con sim­ vergüenza argentina, robaban a sus
plificaciones esquemáticas. víctimas. ¿De dónde esos instintos?
Rolando Karothy ¿Quién les enseñó a ser represores?
¿De dónde esos métodos? Represores
- Las ideas no se matan. Testimo­ de aquellos seres humanos que no se
nios de familiares y amigos de des­ conformaban con un sistema de ricos
aparecidos de Temperley. Patiicía y pobres, de explotadores y explota­
Rodríguez. «El libro que nos presenta dos. Mientras los hijos de los desapa­
Patricia Rodríguez tendría que ser un recidos estarán para siempre orgullo­
modelo para todos quienes basan el sos de sus padres, los hijos de los ase­
futuro aprendiendo de la memoria. Es­ sinos uniformados los negarán o se
tudiar lo que ocurrió en nuestros ba­ esconderán. Algunos se sentirán man­
rrios, en cada uno de ellos. Con la chados por todos los tiempos. Esa es
desaparición. Estos testimonios reuni­ la justicia, la verdadera. Del prólogo
dos nos acerca a ese tiempo. Nos po­ de Osvaldo Bayer. Buenos Aires, Edi­
nen en las calles, nos hacen recorrer lo ción del autor, 2006, 1 90 páginas.
que ocurrió al lado nuestro, en frente,
a una cuadra. Nuestos vecinos. Qué - Lacan, la política en cuestión...
pasó con ellos, porqué no están más Conversaciones, notas y textos. Jor­
entre nosotros. ge Alemán ¿Qué es ser de izquierda
Lomas de Zamora. Un barrio lleno de si se aceptan razones tales como que
vida, de aspiraciones, de palabras co­ la división del sujeto es incurable, que
mo solidaridad, que la gente practica­ el plus de goce no es cancelable histó­
ba sin decirla. La gente solidaria que ricamente por ninguna dialéctica de
fue "desaparecida". La horrible mal­ superación, que la labor de repetición
dad y la mezquindad de los uniforma­ de la pulsión de muerte horada los es­
dos: militares, marinos, aeronáuticos, pejismos de progreso de cualquier ci­
gendarmes, policías y sus alcahuetes vilización, que la política y el discurso
de siempre, vestidos de civil. Cuánta del amo mantienen la voluntad de que
podredumbre en esas conciencias, la cosa marche, que la Revolución es
cuánta perversión, cuánta iniquidad, el retorno de lo mismo al mismo lugar
cuánta corrupción del poder. y, a veces, con consecuencias más
Uno camina por nuestras calles. Se mortíferas, que la singularidad del go­
imagina el rostro de los to1iurados y el ce y el deseo no es subsumible en el
PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 38 - PUBLICACIONES RECIBIDAS 205

"para todos lo mismo" de la cosa polí­ - Psicopatología, psicoanálisis y or­


tica? den médico. Néstor Aliani. Una lec­
«Las escuelas críticas de pensamiento ción de anatomía. Dos lógicas de lec­
van a tener que mirar atentamente lo tura. El psicoanálisis más allá de la
que ocurre con el psicoanálisis. El comprensión. Del sistema biológico a
hecho de que ya no sea el totalitaris­ las estructuras clínicas. La noción de
mo sino las democracias actuales síntoma en la obra freudiana. Un
quienes lo asedian y lo persiguen en cuerpo sexual. Genealogía de una len­
su esencia, no es algo que sólo con­ gua en el orden médico. Edición del
cierna a los psicoanalistas. Los inte­ autor, Rosario, junio de 20 1 O, 2 5 0
lectuales, por su habitual y estructural págmas.
rechazo a la transferencia, lo quieren
ver como un mero problema corpora­ - Recuerdos parásitos (quién ali­
tivo, pero es Europa eligiendo su pro­ menta a quién ... ). Cal'los Marcos -
pio destino, la que mutila una expe­ José Maiia Marcos. Blandford y Bla­
riencia con la subjetividad que se re­ vatsky matan empujados por una
siste a ser regulada al modo de una energía irracional y fascinante que pa­
tecnociencia. El progresismo mismo rece irradiar el extraño pueblo de Si­
está atravesado en este punto por una lling. Sus primeros asesinatos les pro­
confusión estrnctural, la de creer que a ducen temor y angustia, pero después
mayor transparencia y control, mayor van acostumbrándose . . . y necesitan
democracia, cuando esto en muchos más y más en una rueda que parece no
casos no es más que la estrategia para tener fin . . . Las mujeres -Maqueli,
proveer la mercancía favorita del Betty y otras- son sus principales
momento: la seguridad. La seguridad víctimas . . . y también su principal mo­
que, en el caso de la subjetividad, em­ tivación para vivir. . . El odio y el
plaza a las existencias al cálculo, la amor se mezclan a tal punto que pare­
planificación, el control, el rendimien­ cen estar forjados de la misma esencia
to. Hay un modo de ir hacia la lengua en «la gran noche de Silling», que nos
y querer determinarla que revela la proponen los hermanos Marcos en su
pretensión de expulsar al inconsciente. primera novela conjunta. De Los Cua­
Jorge Alemán propone hacer de la ex­ tro Vientos Editorial, Buenos Aires,
periencia del inconsciente, una expe­ 2007.
riencia política: «mostrar que lo impo­ - Jacques Lacan. Urna biografia In­
sible no dispersa, que se puede volver telectual. Osear Cesarotto - Márcio
una experiencia común, común como Peter de Souza Leite. Una nueva vez
lo que no se opone a singular, común comparece en el escenario editorial
como radicalmente distinto de homo­ este texto ya consagrado de Márcio
geneización, común como aquello que Peter de Souza Leite y Osear Cesarot­
reúne a muchos sin que se rechace la to. Autores ambos de varios libros, re­
singularidad». Grama ediciones, Bue­ crean ideas largamente elaboradas Y
nos Aires, 20 1 0, 1 68 páginas.
206
PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL Nº 38 - PuBLICACIONES RECIBIDAS

maduradas en esta segunda edición, del Otro. (Samira Chalhub ) La psico­


.

revisada y ampliada. Una biografia terapia conduce a lo peor (Fani His­


poco convencional pero completa e gail). El inconsciente está estructura­
informada, que no comete el exceso do como un lenguaje (Márcio Peter de
de ser apologética. Por el contrario, Souza Leite). El yo es el síntoma
Jacques Lacan emerge de las páginas humano por excelencia (Osear Cesa­
de este libro en sus múltiples facetas rotto}. Amar es dar lo que no se tiene
de psiquiatra, criminalista, surrealista, (Geraldino Alves Ferreira Neto. No
psicoanalista, mártir, filósofo, maestro cederás en lo que ataíie a tu deseo
e, incluso, superhéroe. A pesar del tan (Ricardo Goldenberg). Hay Uno
conocido hermetismo de las elucubra­ (Eduardo A Vida!). No retroceder
ciones lacanianas, al perfilar de mane­ ji·ente a la psicosis (Carlos Faig). No
ra tan amena y atractiva a su persona­ hay relación sexual (Jorge Alemán).
je, esta "biografia intelectual" seduce El deseo es el deseo del Otro (Mario
a sus lectores a través del contacto con Puj ó). Iluminuras, Sao Paulo, 20 1 O,
las construcciones del propio Lacan. 1 90 páginas.
Con la colaboración de Mario Pujó.
Iluminuras. Sao Paulo, 20 1 O, 2 1 6 - Espace Analytique. Association de
páginas. Formation Psychanalytique et de
Recherches Freudiennes. Enseígne­
- ldeias de Lacan. Osear Cesarotto ments et Sémínaíres 20 1 0-20 1 1 . Centre
(Comp.). A lo largo de tres décadas, la Octave et Maud Mannoni. 12 rue de
enseñanza de Jacques Lacan exigió de Bourgogne. 75007 París.
su público el ejercicio ininterrumpido
de un esfuerzo de lucidez. Sus "axio­ - Imago Agenda Nº 144 Octubre -

mas" alcanzaron el dominio público, 2010: «Escribir el psicoanálisis».


circulando muchas veces de boca en Escriben: Jorge Baños Orellana, Isido­
boca. Pero la popularidad tiene algun ro Vegh, Laura Lueiro, Sergio Rodrí­
costo, y algunos de sus dichos se vol­ guez, Marcelo Percia, Masu Sebas­
vieron clichés, trivializados por una tián, Gloria Gitaroff, Carlos Brück.
repetición indiscriminada. Este libro Enrique Carpintero : "20 años de Ja
avanza en la dirección contraria: las revista Topía". Mario Pujó: "Diversi­
frases asertivas de Lacan son aquí dad". Sergio Zabalza : "Servicio cínico
comentadas detenidamente, situadas voluntario (o sobre Ja moral del
en el contexto de los seminarios y es­ bufón). Director: Raímu11do Salgado.
critos de origen, explicitadas en el in­ Director ejecutivo: Leandro Salgado.
tento de restituirles su poder argumen­ Asesor: Nicolás Gelonní11í. Coordi­
tativo. 22 máximas lacanianas son así nación: Alberto Sa11tiere. Corrección:
retomadas, analizadas y comentadas Patricia Yohaí. Letra Viva libros. Av.
críticamente. Como ejemplo, algunos Coronel Díaz 1 83 7. TE: 4825-9034 .
botones : El inconsciente es el discurso
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PRÓXIMOS NÚMEROS 39 Y 40 211

PSICOANÁLISIS Y EL HOSPITAL
Publicación semestral de practicantes en Instituciones Hospitalarias
es propiedad de Ediciones del Seminario. RNPI: 282546 ISSN: 0328-0969.
Director: Mario E . Pujó. Correspondencia: Viamonte 1 646 7º«59» ( 1 055) Buenos Aires
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La presente edición de Psicoanálisis y el Hospital Nº 38 consta de 1 000 ejemplares .


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merados y ordenados del siguiente modo: nombre y apel l ido del autor ci tado, artícu l o ,
l ibro, editorial, c i udad, año y página. No se publicarán epígrafes, dedicatorias n i bi­
bliografías generales. Extensión sugerida : 2 . 200 palabras . Debe figurar el nombre y el
ape l lido del autor, dirección postal, teléfono, correo electrónico, especifi c ando si man­
tiene relación con algún hospital u otra i n stituc i ó n . La aceptaci ón o no del texto será
confirmada un mes después de la fecha de cierre de recepción de trabaj o s .

NÚMERO 3 9 : « EL LAZO SOCIAL EN CUESTIÓN »


La era de la ciencia y el discurso capitalista - Individualismo, narcisismo, goce
Hacia un autismo generalizado - El otro desechable: el Facebook del millón de amigos
La familia en mutación: familias ensambladas, matrimonio igualitario, ovodonación
Ideales modernos, conformismo posmo - Educandos aburridos - Violencia y vandalismo
El paco de los pueblos - Las plazas, la calle: el espacio público como lugar de nadie
Libertad, igualdad, fraternidad : movimientos solidarios y construcción social
RECEPCI ÓN DE TRABAJOS HASTA EL 30 DE ABRIL DE 201 1

NúMERO 40: « LA INSTITUCIÓN REVISITADA »


¿Psicoanálisis en el hospital? - Presencia de la institución y transferencia institucional
Demanda externa e interna: consulta, tratamiento e interconsulta
Dispositivos institucionales: consultorios externos, guardia, internación, li9spital de día
La obra social, la medicina prepaga, la clínica privada, la institución pública
Comunidades terapéuticas, granjas, casas de medio camino
La institución de los analistas: grupo, escuela, asociación, colegio. El gremio y la academia.
RECEPCIÓN DE TRABAJOS HASTA EL 30 D E SEPTIEMBRE DE 2 0 1 1
Adriono Alfono Donielo Moldonodo
Néstor A l i on i Corlo Mortínez
Roberto Assis Ferrei ro Horocio G. Mortínez
to.:...-- Marta E. Be isim Moría Mosso
Albo E. Bielso Si lvia Migdolek
Sérgio De Campos -.'911.íil..:l
Mox i m i l iono Montovan ...
Germán Cono Pablo D. Muñoz
Yesico Embi l Roberto P. Neuburger
Déboroh Fle i scher Susano Déboro Neuho
Ano Gobbi El izobeth B. Ormort
S i lvino Gomsie Mario Pujó
Marta Gerez Ambertín Amo l i o Rocciotti
Mario Goldenberg Mario Elkin Rom írez
Cel ia Leonoro Grunwerg Moría Marta Rodríguez
Moría Dolores Alejandro Rostognotto
Agu i rre Guorrocheno Morco Alexis Salcedo
Gobrielo lnsuo Roso E. Sánchez
Rolando Korothy Luis Seguí
Ano Lonfronconi Moriela Yesurón
Norberto Llaves Diego Zerbo
Héctor López

ISSN 0328-0969

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