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Por eso cuando el Señor lo llama y le dice ir a predicar a Nínive, la gran ciudad pagana, Jonás se siente
capaz. “¡Ir allá! ¡Pero si yo tengo toda la verdad aquí! No se siente capaz… Nínive está fuera de sus
esquemas, está en la periferia de su mundo. Y entonces escapa, huye, se va a España, se embarca en
una nave que va por esos lados. ¡Vuelvan a leer el Libro de Jonás! Es breve, pero es una parábola muy
instructiva, especialmente para nosotros que estamos en la Iglesia.
¿Qué cosa nos enseña? Nos enseña a no tener miedo de salir de nuestros esquemas para seguir a
Dios, porque Dios va siempre más allá. Pero ¿saben una cosa? ¡Dios no tiene miedo! ¿Sabían esto
ustedes? ¡No tiene miedo! ¡Esta siempre más allá de nuestros esquemas! Dios no tiene miedo de las
periferias. Por eso, si ustedes van a las periferias lo encontraran allí. Dios es siempre fiel, es creativo.
Pero por favor, no se entiende un catequista que no sea creativo. Y la creatividad es como la columna
del ser catequista. Dios es creativo, no es cerrado, y por esto jamás es rígido, ¡Dios no es rígido! Nos
acoge, nos viene al encuentro, nos comprende. Para ser fieles, para ser creativos, es necesario saber
cambiar. Saber cambiar. ¿Y por qué debo cambiar? Es para adecuarme a las circunstancias en las que
debo anunciar el Evangelio. Para permanecer con Dios en necesario saber salir, no tener miedo de
salir. Si un catequista se deja llevar por el miedo, es un cobarde; si un catequista se está ahí tranquilo
termina por ser una estatua de museo: ¡y tenemos tantas eh! ¡Tenemos tantas!¡Por favor, ninguna
estatua de museo! Si un catequista es rígido se vuelve acartonado y estéril. Les pregunto: ¿alguno de
ustedes quiere ser cobarde, estatua de museo o estéril? ¿Alguno lo quiere? (catequistas ¡No!) ¿No?
¿seguro? ¡Bien! Pero lo que les diré ahora lo he dicho tantas veces. Pero me viene del corazón
decirlo. Cuando nosotros cristianos estamos cerrados en nuestro grupo, en nuestro movimiento, en
nuestra parroquia, en nuestro ambiente, permanecemos cerrados y nos pasa lo que le pasa a todo
aquel que es cerrado: cuando una habitación está cerrada empieza el olor de humedad… y si una
persona está encerrada en ese cuarto , ¡se enferma! Cuando un cristiano está cerrado en su grupo,
en su parroquia, en su movimiento está cerrado, se enferma. Si un cristiano sale por las calles en las
periferias, puede pasarle aquello que sucede a cualquier persona que va por la calle: un accidente…
Tantas veces hemos visto accidentes… pero les digo: ¡prefiero mil veces una iglesia accidentada y no
una iglesia enferma! ¡Una iglesia, un catequista que tenga el valor de arriesgar para salir y no un
catequista que sabe todo, pero cerrado siempre y enfermo. Y a veces enfermo de la cabeza…
Pero ¡atención! Jesús no dice: vayan, arréglenselas. ¡No! ¡No dice eso! Jesús dice: ¡vayan, estoy con
ustedes! Ésta es nuestra belleza y nuestra fuerza: si nosotros vamos, si nosotros salimos a llevar su
Evangelio con amor, con verdadero espíritu apostólico, con parresia, Él camina con nosotros, nos
precede, nos “primerea”. ¡El Señor siempre nos primerea! Ya han aprendido el sentido de esta
palabra. ¡Y esto lo dice la Biblia eh! No lo digo yo. La Biblia dice, el Señor dice en la Biblia: “yo soy
como la flor del almendro”. ¿Por qué? Porque es la primera flor que florece en la primavera. Él es
siempre “primero”. ¡Él es primero! Esto es fundamental para nosotros: ¡Dios siempre nos precede!
Cuando pensamos ir lejos, en una periferia extrema, y quizás tenemos un poco de temor, en realidad
Él ya está allá: Jesús nos espera en el corazón de aquel hermano, en su carne herida, en su vida
oprimida, en su alma sin fe. Pero ustedes saben, una de las periferias que me hace tanto mal, que
siento dolor -lo vi en la diócesis que tenía antes-, es aquella de los niños que no saben hacerse la
señal de la cruz. En Buenos Aires hay tantos niños que no saben hacerse el signo de la cruz. Esta es
una periferia ¡eh! Se necesita ir ahí. Y Jesús está allí, te espera para ayudar a ese niño a hacerse el
signo de la cruz. Él nos precede siempre.
Queridos catequistas, los tres puntos terminaron… ¡siempre volver a partir de Cristo! Les digo gracias
por aquello que hacen, pero sobre todo porque están en la Iglesia, en el Pueblo de Dios en camino.
Permanezcamos con Cristo, permanecer en Cristo, busquemos cada vez más de ser una cosa sola con
Él; sigámoslo, imitémoslo en su movimiento de amor, en su ir al encuentro del hombre; y salgamos,
abramos las puertas, tengamos la audacia de trazar nuevas vías para el anuncio del Evangelio. Que el
Señor los bendiga y la Virgen los acompañe. ¡Gracias!