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Libro: Ambrose, Bierce. Diccionario del diablo. Bogotá: Alfa Centauro, 2001
Vocabulario:
Abdicación. Ceder o renunciar a derechos, ventajas, opiniones, etc.
Aborigen. Originario del suelo en que vive. Tribu, animal, planta ABORIGEN.
Abrupto. Áspero, violento, rudo, destemplado.
Barómetro. Instrumento que sirve para determinar la presión atmosférica.
Basilisco. Animal fabuloso, al cual se atribuía la propiedad de matar con la vista.
Bufón. Truhán que se ocupa en hacer reír.
Cenit. Punto del hemisferio celeste superior al horizonte, que corresponde
verticalmente a un lugar de la Tierra.
Empalar. Espetar a uno en un palo como se espeta una ave en el asador.
Frenología. Doctrina psicológica según la cual las facultades psíquicas están
localizadas en zonas precisas
Gárgola. Parte final, por lo común vistosamente adornada, del caño o canal por
donde se vierte el agua residual
Prevaricador. Empleado públicos que delinque dictando o proponiendo a
sabiendas o por ignorancia inexcusable
Sicofante. Impostor, calumniador.
Ubicuidad. Que está presente a un mismo tiempo en todas partes.
Vituperio. Baldón u oprobio que se dice a uno.
Resumen: Este texto es uno de los más afamados ejercicios literarios de humor
negro. Hecho con el estilo ácido y mordaz del escritor norteamericano Ambrose
Bierce, autor al que su impopularidad no excluye de la lista de los grandes
escritores norteamericanos; a la altura de su contemporáneo Mark Twain o del
más conocido Edgar Allan Poe. El Diccionario del Diablo tiene la secuencia y la
estructura de los diccionarios académicos, y ¿qué hay más convencional y más
ampliamente aceptado que las definiciones de diccionario?, al respecto dice el
mismo Bierce: “El servilismo natural del entendimiento humano, inviste al
diccionario con un poder judicial, y de esta manera se niega la posibilidad de
reflexionar, y se acepta lo que es una crónica como un estatuto omnisciente”
(pág. 112); por eso la estructura formal del libro no es más que un matiz que
resalta el sentido irónico de esta obra de Bierce, pues precisamente lo que sus
términos y definiciones atacan burlonamente es la comodidad regodienta de
todos los convencionalismos sobre los que se erige el modelo de las buenas
gentes y las buenas costumbres en toda sociedad. Asumiendo socarronamente
la postura adusta de un lexicógrafo, Bierce como abogado del diablo, desnuda la
falsedad, el lado feo, caricaturesco e hilarante de todo aquello en lo que solemos
creer tan seria y desprevenidamente.
Pero negar que aquello sobre lo que se sustenta el ser humano y la sociedad,
los valores, costumbres, instituciones, detenta su validez tan sólo del
consentimiento que le prestamos y que, por tanto, el soporte de muchas cosas
que consideramos valiosas suele ser la mentira, constituiría un grave error de
perspectiva que nos impediría el saludable placer de poder, en ocasiones,
apartarnos de lo normalmente aceptado para mirar las cosas de la vida y de lo
humano desde otro ángulo, desde el ángulo en que todo se despoja de su
pesadez y trascendentalismo para ponerse bajo esa luz de levedad que a todo le
confiere su carácter pasajero. Eso es lo que hace Bierce en su Diccionario del
diablo, apartarse de la buena conciencia del rebaño para mostrarnos en su
particular espejo la cara grotesca, vana e irrisoria de quienes que con tanto
orgullo nos autonombramos seres civilizados.