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La cultura, en el sentido restringido de las actividades que tienen que ver con el disfrute
estético (las tradiciones artísticas populares, las artes plásticas, escénicas y musicales y
la literatura, popular o erudita) es un bien final cuyo consumo da sentido y placer a la
vida. Así como las personas logran satisfacciones en el amor, o conociendo un nuevo
país o usando una joya elegante, pueden obtener también placeres intensos a través de
la música, la literatura o cualquiera de las artes, tanto en el papel de espectador como
en el de practicante de ellas. Como bien final, no necesita justificación diferente al placer
que puede proporcionar y a su contribución al desarrollo de las personas.
I. La utilidad de la cultura
Sin embargo la cultura es, además de un bien final que cada persona decide obtener
según sus gustos, un medio para desarrollar otras capacidades humanas:
Las financiación de la cultura la hacen ante todo de los consumidores: las industrias del
libro, del disco, del cine, que tienen productos destinados al público de masas, obtienen
sus ingresos en el mercado.
Sin embargo, buena parte de los bienes culturales tienen una complejidad y dificultad
que hace que solamente sean consumidos por grupos reducidos de la sociedad, o son
bienes públicos o que serán disfrutados por generaciones futuras, por lo que no es fácil
cobrar sumas que cubran sus costos totales. La música clásica, la gran literatura, la
ópera, el arte de vanguardia, raras veces tienen públicos de masas, y sus costos de
producción hacen que no exista un mercado que pueda pagarlos. Lo mismo ocurre con
la conservación del patrimonio histórico de un país, de sus monumentos
arquitectónicos o sus museos.
Por otra parte, la capacidad de disfrute de los bienes culturales más complejos es el
resultado de un proceso largo de desarrollo: volverse lector de buena literatura,
aficionado al cine de calidad, al arte o a la música clásica, es el resultado de una
formación que toma tiempo. Para tener públicos dispuestos a pagar por estos bienes
culturales, como consumidores o como ciudadanos que pagan impuestos, es preciso
haber formado esos públicos, en la escuela y mediante una oferta cultural que poco a
poco configura su propia demanda.
Para estimular el apoyo de los empresarios a la cultura, el Estado debe crear un marco
legal y tributario favorable, que estimule la formación de fundaciones y organizaciones
civiles con funciones culturales, el desarrollo de colecciones, la conservación y uso del
patrimonio cultural y el apoyo a la creación artística y literaria.
Las empresas pueden obtener beneficios directos importantes del apoyo a actividades
culturales, en el campo de las relaciones públicas, del reconocimiento de su imagen
corporativa, de la percepción pública de su compromiso social. Frente a la inversión en
publicidad directa o en otras áreas como el deporte, el apoyo a la cultura resulta
atractivo si está acompañado de estímulos tributarios adecuados, y si puede hacerse en
las áreas que resulten de interés para la empresa.
Para el Estado un estímulo tributario en el que el gasto final cultural realizado por la
empresa es en todo caso varias veces el valor del impuesto perdido, y en condiciones
de mayor eficiencia y con menores costos de administración y recaudo, es un excelente
negocio, si se aplica a actividades que normalmente realiza al mismo Estado: el
sostenimiento de museos, bibliotecas y orquestas, la formación de colecciones
artísticas, el otorgamiento de premios y estímulos a la creación literaria. [3]
[1] La implicación de esto es que con el presupuesto público nacional se deben financiar
en forma prioritaria: a) la formación artística en la escuela, b) la creación de bibliotecas
públicas y escolares, c) los grandes servicios de conservación patrimonial, como el
Museo, el Archivo y la Biblioteca Nacionales. Se debe reducir al máximo la
programación directa de conciertos, exposiciones y representaciones teatrales, la
edición directa de libros, la contratación de videos promocionales y turísticos, la edición
de revistas y el apoyo a fiestas y celebraciones locales. Debe impulsarse que esto lo
asuman la industria cultural y el mecenazgo privado. La compra masiva de libros para
bibliotecas escolares y públicas y de entradas a las exposiciones y conciertos, para que
vayan a ellos los niños del sistema escolar y otros grupos similares, deben ser la forma
principal de apoyar la financiar la actividad de editoriales, museos, teatros, etc. Hoy el
gasto público cultural es en mucho caso disperso, arbitrario y poco justificable. Sería
útil unir todos los aportes y contratos con entidades privadas en un fondo cuyos gastos
sean aprobados por una Junta de alto nivel cultural, estable y sujeta a políticas de largo
plazo.
[3] Si los particulares regalan 20.000 millones al año a Festivales de Teatro, Museos,
actividades musicales, el gobierno pierde probablemente unos 6.000 millones en
ingreso. Si se elimina la exención, el gobierno recibe 6.000 millones más, pero no
podría compensar el aporte privado a esas actividades (que dejan de recibir 20.000
millones), sin recurrir a otros fondos. (Y de 6.000 millones en el presupuesto llega
solamente una parte a los beneficiarios finales, pues hay que descontar los costos de
recaudación tributaria y los costos administrativos y de funcionamiento del sector
cultural estatal) Por supuesto, el gasto público podría ser decidido con criterios de
prioridad mejores, pues mucha donación cultural para lograr exenciones es realmente
gasto en relaciones públicas, apoyo a fiestas locales de interés para las empresas
licoreras y cerveceras, donaciones en especie sobrevaloradas, etc. Por esto,
probablemente lo más conveniente sería que el gobierno (a través de una junta como
la señalada antes, que podría además otorgar financiación complementaria sabiendo
lo que reciben por mecenazgo) definiera un conjunto muy preciso de actividades y
entidades, con condiciones de continuidad, austeridad administrativa e impacto
exigentes, que puedan recibir donaciones a la cultura aceptables para las exenciones,
y que estás, salvo casos excepcionales, solo se admitieran en dinero. Al permitir la
donación con destino a un proyecto concreto (Festival de Teatro, Museo de Arte
Moderno, Museo de Cartagena), se supera la indiferencia ante los fondos mixtos de
cultura, y se ahorran costos de trámite muy alto.
http://www.jorgeorlandomelo.com/culturafincacia.htm