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Coordinación de Secundaria

Las razones de nuestra esperanzana

 ¿Qué es Apologética, cómo, cuándo y por qué hacerla?


Apologética es la parte de la Teología que busca explicar lo que creemos y
hacemos como católicos y, asimismo, expone los errores que van contra la fe
católica para proteger la integridad de la fe.
Después del Vaticano II fue relegada casi al olvido, pensando en que no había
necesidad de ella, en una época marcada por el diálogo. Sin embargo, los
ataques de las sectas por un lado y del secularismo laicista por otro, han
vuelto a poner de manifiesto su utilidad. No se trata de argumentar
agresivamente contra nadie, ni siquiera contra los que así hacen contra
nosotros, sino de saber dar una respuesta racional y coherente de las verdades
en las que creemos.

 ¿Qué es Apologética?
Como se ha dicho, la Apologética es la defensa de la fe y la moral católica
desde una perspectiva teológica y, por lo tanto, argumentativa. Por extensión,
se podría considerar Apologética a otras iniciativas, como las de defender a la
Iglesia llevando a los tribunales a quienes la injurian o a quienes insultan a
Cristo y a la Virgen es por eso que se considera la defensa intelectual de las
verdades de fe y de las reglas éticas inspiradas en el Evangelio.
La naturaleza de la Apologética hace que sea eminentemente defensiva, lo
cual le da un carácter que a algunos le puedes parecer poco atractivo. No es
una rama de la Teología destinada a proponer las verdades de la fe, como
pueda ser la Dogmática, la Mariología, la Moral o las distintas disciplinas
bíblicas. Sin embargo, como es lógico, se basa en ellas para extraer los
argumentos que va a necesitar para defender y justificar las enseñanzas de
la Iglesia.
La Apologética no es, pues, un buen método para conocer el conjunto de las
verdades de fe o de la moral católica; no es una síntesis de la misma, una
especie de catecismo resumido que poder ofrecer a los que están interesados
por el cristianismo; es un tratado defensivo, destinado a demostrar la
racionalidad y la validez intelectual y moral de nuestros planteamientos y, si
fuera posible, a convencer a otros para que se adhieran a los mismos.
Hay que dejar claro que si bien la Apologética tiene el objetivo de defender,
de ningún modo tiene la misión de atacar los principios de nadie.

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La Iglesia no ataca nunca. Se defiende de los ataques que recibe y expone de


manera propositiva sus propias convicciones, pero sin que esta proposición
revista nunca el carácter de ataque y agresividad de que nosotros somos
objeto, tanto por las sectas como por el laicismo. La Iglesia expone su fe y sus
principios morales y reclama libertad para hacerlo y libertad para que los que
quieran adherirse a ellos e integrarse en la comunidad católica puedan
hacerlo, pero ni obliga a nadie ni tiene como objetivo desprestigiar las
creencias de los demás pensando que así sus decepcionados fieles engrosarán
las propias filas.

 ¿Cómo hacer Apologética?:


La Apologética, debido a su naturaleza defensiva, tiene una dificultad de
origen: el peligro de la agresividad.
Responder a los que atacan sin recurrir a sus métodos no es fácil y, sin
embargo, ahí reside buena parte de la fuerza católica: no hacer el mal a quien
nos hace el mal, no responder con insultos a los que nos insultan, no pagar a
nadie con la misma moneda del odio con que ellos nos pagan.
La Apologética, pues, tiene que estar dominada siempre por la paz, por la
exposición pacífica y razonada de argumentos, de datos, de testimonios, de
experiencias vitales.
Como toda defensa –basta con pensar en lo que es un partido de fútbol-, su
primer objetivo es que los fieles católicos no tengan la impresión de que sus
planteamientos de fe o de moral son ridículos, anticuados e incluso
irracionales -volviendo al símil del partido de fútbol, el primer objetivo es que
no te metan goles-, evitando así la fuga de esos fieles a las sectas o al laicismo
ateo.
Así, pues, la Apologética tiene dos objetivos: uno dirigido a los propios
católicos, para reforzar sus convicciones y ayudarles a que las defiendan con
los necesarios recursos intelectuales, y otro dirigido a los enemigos de la
Iglesia para hacerles ver que no tienen razón y que los planteamientos de la
Iglesia son más correctos, más humanos, más verdaderos que los suyos.
También hay que dejar claro que los comportamientos erróneos de algunos
miembros de la institución no deben ser achacados al conjunto de los que
pertenecen a ella, salvo que procedan directamente de sus enunciados teóricos
–si la Iglesia predica la castidad y un cura comete un pecado de pederastia,
la Iglesia no es responsable-.

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 ¿Cuándo hacer Apologética?

En los primeros siglos del cristianismo, en aquel contexto pagano o judío en


el que se desenvolvía y desarrollaba nuestra fe, la Apologética se ejercitaba
en los foros de debate intelectual –los ateneos, las academias, las sinagogas-
y sólo más tarde –y con menos rigor ideológico- se extendió al resto de los
ambientes –la familia, el trabajo, los amigos...-.
En nuestra época, tan parecida a aquella en muchas cosas, tenemos que
volver a recuperar la presentación de nuestra fe en ambos ámbitos: los nuevos
areópagos –los medios de comunicación, las universidades- y los clásicos –
desde el hogar hasta los puestos de trabajo-.
La fe se puede argumentar, justificar y defender, pero no suele ser ese el
camino por el cual llega al corazón del hombre, por el cual se produce la
conversión. Por eso es imprescindible acompañar la Apologética con la oración
y con el testimonio de una vida coherente con lo que se defiende.
Por otro lado, y siempre con respecto al “cuándo hacer Apologética”, hay que
aprender a distinguir los momentos en que estamos siendo atacados y lo que
hay detrás de los que nos atacan, con el fin de actuar de una manera o de otra.
Por ejemplo, no es lo mismo responder a una crítica contra la existencia del
Dios-Amor basándose en la existencia del sufrimiento humano cuando esa
crítica la hace un compañero de trabajo cargado de anticlericalismo, que
cuando la hace una persona que está profundamente herida por la muerte de
un hijo.

 ¿Por qué hacer Apologética?


Los motivos para hacer frente a los que atacan a la Iglesia, a nuestra fe y a
nuestros principios éticos, son, esencialmente, dos: la justicia y la gratitud.
La justicia, aunque tiene distintos apellidos –justicia distributiva, justicia
conmutativa...- es esencialmente darle a cada uno lo que tiene derecho a
recibir. En este caso, podríamos decir que debemos defender a la Iglesia
porque tiene derecho a ello, porque tiene la verdad y la verdad tiene derecho
a ser defendida de los ataques que sufre. Si no defendemos la verdad
contenida en los enunciados doctrinales y morales de la Iglesia, cometemos
una injusticia, pues dejamos que la verdad sea agredida y humillada por los
que, no teniéndola, sí tienen sin embargo mejores aliados que propagan
argumentos que o son totalmente falsos o, al menos, lo son parcialmente.

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El otro motivo es la gratitud. La Iglesia es nuestra madre y en ella nos hemos


encontrado con el Cristo vivo. Lo menos que podemos hacer por ella es salir
en su defensa cuando es atacada desde tantos frentes, por unos –los laicistas-
y por otros –las sectas-.
La mejor forma de demostrarle a Dios nuestro agradecimiento por el don que
representa la Iglesia, por el hecho de que en ella le podemos encontrar en los
sacramentos y que ella nos transmite fielmente la doctrina revelada por
Cristo, es salir en su defensa cuando nos necesita.
Esos motivos deberían ser suficientes para tomarse en serio la Apologética.
Eso significa que no podemos pretender defender a la Iglesia sin la debida
formación. Es cierto que no todos tienen a su alcance la posibilidad de cursar
varios años de Teología, pero hoy hay muchos libros divulgativos, escritos con
un nivel accesible, que se pueden leer y en los que se pueden encontrar los
argumentos básicos para hacer frente a los ataques más habituales.

Estos, por otro lado, no dejan de ser sólo un puñado, pues la mayoría de los
que atacan a la Iglesia se mueve en un estrecho círculo de tópicos y casi todos
ellos tienen menos argumentos de los que nosotros, con una lectura sencilla,
podamos adquirir. Además, siempre está el recurso a la “autoridad” –como
decir: yo de eso no sé, pero si quieres te presento a un sacerdote con el que
podrás debatir ese tema si te interesa-, que debemos utilizar cuando no
tengamos argumentos suficientes, sin que eso nos sirva de excusa para no
adquirirlos.

No podemos seguir asistiendo impasibles a los ataques a la Iglesia o a las


blasfemias contra Dios, la Virgen o los santos. Tampoco podemos limitarnos
a mover la cabeza en señal de pesar, a criticar a los que lo hacen, a decir que
alguien tendría que intervenir. Ese alguien es Dios y quiere hacerlo, necesita
hacerlo, a través nuestro.

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