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ENTUSIASMO POR APRENDER; EL ENTUSIASMO POR ENSEÑAR

¿Qué impulsor del aprendizaje imaginas por encima de la metodología, los recursos
didácticos o las innumerables herramientas pedagógicas? ¿Crees que el
entusiasmo es solo un ingrediente más para aprender, o crees que es uno esencial?
¿Has experimentado, alguna vez, un embelesamiento hacia algo que haya
superado, incluso, tu voluntad? Si es así, seguramente, habrás movido más de una
montaña o, al menos, una.

El DRAE recoge cuatro acepciones de la palabra entusiasmo: «1) Exaltación y


fogosidad del ánimo, excitado por algo que lo admire o cautive. 2) Adhesión
fervorosa que mueve a favorecer una causa o empeño. 3) Furor o arrobamiento de
las sibilas al dar sus oráculos. 4) Inspiración divina de los poetas antiguos y de los
profetas».

El concepto de entusiasmo también lo podemos descubrir en el mito de Dionisos,


que simboliza la semilla de Zeus; la fuerza interior arrolladora que emana de
nosotros, nos despoja de lo racional y nos impulsa fuera de nosotros mismos,
¿hacia la luz?

La raíz etimológica de la palabra entusiasmo, según el DRAE, es originalmente


griega, de la palabra «enthousiasmós» que significa inspiración o posesión divina.

No es de extrañar entonces, que el entusiasmo sea la energía que se moviliza para


el logro de los objetivos; una emoción que se transforma en actos en los que todos
los recursos personales se predisponen desde el impulso más profundo. Por ello, la
pasión, la efervescencia o la fogosidad son factores determinantes para transmitir
entusiasmo. Si este símil lo trasladamos a la docencia, el entusiasmo del profesor
en su labor docente se convierte en un propulsor del aprendizaje de los alumnos.

Por tanto, como docente, ¿qué puedes hacer para transmitir entusiasmo por
aprender? Tal vez, tu entusiasmo y tu fuerza interior sea una de las más potentes
herramientas con las que cuentas para generar, conducir y sostener el entusiasmo
de los alumnos.

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