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El oficio poético, algunas observaciones prácticas

Por Pedro Arturo Estrada

A través de los años, y sin la intención de dogmatizar en torno a la escritura de


poesía, he ido reuniendo algunas observaciones que me gustaría compartir y que
considero útiles aunque sujetas al criterio de cada quien:

1. Todo lo que aparezca en un poema tiene que ser absolutamente necesario y


preciso, de lo contrario, no será más que charlatanería, relleno lírico.

2. La mala poesía es aquella que repite los tópicos más predecibles y desgastados de
supuesta belleza en la forma y el contenido, incluso cumpliendo cabalmente con
todas las normas de la preceptiva o también ignorándolas sin razón.

3. En poesía vale muchísimo decir siempre más con menos. Dejar al lector espacio
para su propia intuición e interpretación. No hay que darle todo explicado, no hay
que contárselo todo exhaustivamente. Y tampoco pensar por él, ni adelantar juicios
de valor en medio del poema. Sólo hay que expresar y poner las cosas al desnudo
ante sus ojos. Nada más. Pocas palabras oportuna y perfectamente dispuestas abren
la mente y el corazón; la verborrea cierra oídos y cerebros.

4. No confundamos, sin embargo, contención con escasez, sencillez con simpleza,


sobriedad con incapacidad expresiva.

5. La restricción, lo que elegimos frente a lo que desechamos es, finalmente, lo que


hace posible una escritura. Todo texto poético es por ello sólo la intensificación
delimitada de algo más grande que el poeta apenas puede entrever, incluso a escala
micro.

6. El conocimiento racional sólo sirve como fondo, como sustento o marco a la


creación poética. Pero no es lo esencial.

7. En poesía no es suficiente, vale insistir, con que un texto esté correctamente


escrito. Hay que hallar ese efecto sutil que se produce de golpe, que logra despertar
en nosotros imágenes y emociones profundas en un instante de alta sensibilidad
interior hasta alcanzar lo que llamamos una "epifanía", la revelación íntima que abre
en la mente y el corazón nuevas posibilidades de entendimiento, de gozo, y sobre
todo, de experiencia de totalidad.

8. Hay que permitirse, más allá de la buena factura, la buena hechura y la sólida
construcción formal, ese entrecruzamiento inesperado, súbito, de los diversos
sentidos que subyacen bajo la primera intención, la primera idea poética como tal.
Permitir la irrupción repentina del azar, la fuerza aleatoria de los elementos puros
del texto que por sí mismos comenzarán a mostrar una segunda naturaleza, un
nuevo y más interesante trasfondo de realidades desconocidas, lo cual finalmente
concederá al poema mayor poder de sugerencia, trascendencia simbólica,
plurisignificación. La poesía es producto de una combinatoria alquímica que
abandona el discurso lineal de la lógica.

9. Como en la pintura, como en toda obra de arte en general, un buen poema es algo
existente y vivo en sí mismo. Y vale más por lo que es como presencia inédita de lo
real hecho palabra e imagen, que por lo que le ponemos a decir como si fuera un
mensajero, un pequeño instrumento de transmisión verbal al servicio de emociones
epidérmicas o ideas interesadas.

10. Hay que darse cuenta, y recordarlo siempre, de que la poesía (poiesis) es una
constante necesidad de expresión y "desocultamiento del ser", al decir de Heidegger,
una búsqueda de lo invisible, de la verdad que yace enterrada bajo la visión rutinaria
de la realidad.

CÓMO ANALIZAR UN POEMA

No debemos olvidar que todo poema es, antes que nada, un texto, una estructura
verbal abierta o cerrada, cargada de intenciones connotativas que superan la simple
función comunicativa. Como estructura, como texto, podemos intentar abordarlo
analíticamente desde las siguientes instancias:

Contenido temático: El tema en sí no garantiza la belleza o la importancia de un


poema. Es tan crucial para un poeta “la caída de una hoja como el vuelo de un
ángel”. En este sentido no hay nada original. Todos somos recurrentes y plagiarios en
cuestión de temas. Tenemos a disposición el mismo material: la muerte, el amor, la
soledad, el miedo, la guerra, la noche, la naturaleza, etc. Temas en sí inagotables.
Lo que en verdad cuenta aquí es verificar el punto de vista desde donde el tema es
tratado. El enfoque personal y la mirada inédita (la verdadera originalidad) que el
autor aporta a dicho tema o idea. Qué perspectiva maneja: conformista, irreverente,
irónica, humorística, revolucionaria, anárquica, vanguardista, experimental, clásica,
religiosa, etc. Cómo se ilumina o se oscurece el tema de acuerdo con este enfoque.
Ahí comienza a establecerse la diferencia entre un mal poema y uno bueno. Porque
una cosa es escribir, por ejemplo, del “amor” con una mirada convencional, típica,
adocenada, sentimentaloide y otra, hacer ver el lado oscuro de este fenómeno con
ojos críticos, irónicos o más frescos que revelen algo diferente sobre el tema y en
general sobre cualquier otro tópico o idea.

Estructura y forma. Calidad expresiva: Es el nivel donde se resuelve realmente el


poema. La forma es consecuencia directa de la disposición, articulación,
ordenamiento o ensamble de los distintos elementos o materiales con los que el
poema se erige, se hace tal: palabras, puntuación, ritmo, pausas, cadencias,
asonancias o consonancias léxicas, figuras, recursos de expresión, etc.

Sin embargo, en el poema, hay un momento en que el juego de la forma abre


posibilidades muy interesantes, sobre todo en la poesía contemporánea después de
que la modernidad echó por tierra algunos cánones de la tradición. Las estructuras
básicas de la poesía no son fijas. Se adaptan continuamente a la medida de las
necesidades. Pueden romperse cuando así lo exija la expresión. Pueden permitir
entrecruzamientos y torsiones del sentido que hacen surgir hallazgos maravillosos y
logran en muchos casos, darle un giro genial al poema, alcanzando incluso a
sorprender al mismo autor.
Saber si esta forma corresponde, es adecuada al tema elegido, si es eficaz al
propósito. Y luego, si es lo suficientemente sólida, armónica, densa o ligera según la
intención, el tono, la atmósfera, el enfoque que el poeta pretende. Si hay precisión,
conveniencia en los vocablos elegidos, si son oportunos y están allí por absoluta
necesidad. Si no sobran repeticiones vacías, si no hay lugares comunes,
incorrecciones gramaticales, anacolutos, cacofonías, expresiones superfluas,
obviedades, explicaciones, desvíos que diluyen el poder de concentración, de
síntesis, de cohesión, de fuerza y capacidad de sugerencia.

La buena forma se impone casi espontáneamente a la vista y al oído. Hay un


equilibrio simple y ágil en las partes de un buen poema. Basta con dejarse llevar. Que
no suene nada forzado, cojo, cortado. Aunque, como lo dije arriba, en el poema
moderno, muchas veces, la intención elige precisamente estos efectos, estos
trastrocamientos, para dar a entender ciertos estados del ánimo: angustia,
incertidumbre, confusión o incluso locura, caos, terror, etc. (Ver por ejemplo,
poemas surrealistas, dadaístas, textos narrativos de Beckett, etc.)

Trascendencia: Alcance e importancia del texto poético. Hasta dónde puede llegar
según el grado de originalidad que aporta al tema, la ejecución que consigue realizar
desde la forma y los recursos de expresión utilizados. Cómo se ve este poema en
medio de los poemas ya reconocidos de otros poetas. Cómo se integra al gran
conjunto hipertextual de la época, cómo se sostiene ahí, cómo lo afecta la crítica, la
percepción del lector inmediato y, finalmente… ¿Cómo será leído en el futuro y aun
en el precario presente de nuestra propia existencia?
Saber que todo lo tragará el olvido es, después de todo, un consuelo. Y que sólo el
instante en que escribimos tuvo o tiene sentido, también.

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