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FILOSOFÍA FOTOS

Autopsia prematura de la filosofía


  Diez problemas La filosofía no ha muerto, pero debe superar una buena
cantidad de enfermedades

MARIO BUNGE | Filósofo@nacion.com

La filosofía de nuestro tiempo sufre de los siguientes males:


(1) reemplazo de la vocación por la profesión, y de la pasión
por la ocupación; (2) confusión entre filosofar e historiar; (3)
confusión entre profundidad y oscuridad; (4) obsesión por el
lenguaje; (5) subjetivismo; (6) refugio en miniproblemas y
jeux d’esprit [juegos de ingenio]; (7) formalismo sin sustancia
y sustancia informe; (8) desdén por los sistemas: preferencia
por el fragmento y el aforismo; (9) divorcio de los dos
motores intelectuales de la cultura moderna: la ciencia y la
técnica, y (10) desinterés por los problemas sociales.
Veámoslos con detalle. Filosofía (1509-1511), fragmento del fresco de Rafael en
la Estancia de la Signatura en el Palacio Apostólico, El
Imprimir Diagnóstico. El primero de los males es
Recomendar Vaticano. Art Renewal Center
Disminuir Aumentar la profesionalización excesiva. Antes, el
filosofar era cosa de aficionados, de
amantes de la sabiduría. Desde hace un ADEMÁS EN ÁNCORA
par de siglos, la filosofía es una profesión como cualquier
otra. Además, hoy hay tantos puestos de profesor de filosofía Tras el tiempo vivido
que, inevitablemente, muchos de ellos son ocupados por
Oficio de recordar
personas sin vocación. Para peor, están obligados a publicar
para poder conseguir empleo o ascenso.
Los fecundos 80 de Carlos Fuentes
Con la comunidad científica ocurre otro tanto: está llena de
funcionarios que, en otros tiempos, hubieran sido Contar la vida
competentes artesanos, escribientes o abogados. El resultado
inevitable de la profesiona-lización de la filosofía y de la En alas de la canción
ciencia es la pérdida de calidad.
El segundo mal es la confusión entre hacer filosofía y contar Áncora
su historia. No hay duda de que el conocimiento del pasado Desde 1972, Áncora es la revista cultural de La Nación.
Los domingos ofrece variada información y análisis
de su disciplina es más importante para el filósofo que para sobre literatura, teatro, danza, cine, artes plásticas,
lingüística, arte culinaria, filosofía, ciencias, libros y
el químico o el biólogo, porque muchos problemas filosóficos otros campos de la cultura.

tienen raíces antiguas y siguen abiertos.


Ámbitos
La historia de la filosofía es una herramienta para filosofar; Este suplemento que se publica todos los sábados
tiene como objetivo informarle sobre temas como
pero ocurre demasiado a menudo que el medio se toma por construcción, arquitectura y urbanismo; pero también
sobre esos detalles que hacen de su espacio un
fin. La consecuencia es que marchamos mirando para atrás. ámbito único y acogedor.
Esta es una aberración. Al fin y al cabo, los historiadores de
la filosofía se ocupan de filósofos originales, no de Proa
historiadores de la filosofía. Reportajes, semblanzas, relatos, crónicas y
entrevistas se mezclan en esta publicación
dominical dedicada a resaltar el ángulo humano de
El tercer mal es la confusión entre profundidad y oscuridad. la noticia y a interpretarla.

Es verdad que es difícil entender un pensamiento profundo;


pero también es verdad que es fácil hacer pasar una Teleguía
perogrullada, o incluso un absurdo, por un pensamiento El mundo de la televisión y el entretenimiento en una
revista semanal. Teleguía le ofrece cada domingo un
profundo. Para esto basta utilizar expresiones confusas o reportaje de un programa o artista de la televisión
nacional o internacional. Además, de todos los
retorcidas. chismes faranduleros con El Topo.

Por ejemplo, al escribir que “el mundo mundea”, que “el


tiempo es originariamente la maduración de la
temporalidad” y disparates similares, Martin Heidegger se
hizo pasar por un pensador profundo. De no ser catedrático
alemán, la gente lo habría tomado por loco, cuando no fue
sino un charlatán.
El cuarto mal es la obsesión por el lenguaje, que aqueja tanto
a los filósofos analíticos como a los existencialistas. Por
supuesto que el filósofo debe cuidar el lenguaje, pero en esto
no se distingue del matemático, el geólogo, el escritor o el
periodista. Además, una cosa es escribir correctamente y con
claridad, y otra tomar el lenguaje como tema central de la
reflexión filosófica y, para peor, sin hacer caso de los trabajos
de los expertos en la materia, o sea, los lingüistas.
Al filósofo no le interesa saber cómo se usa esta o aquella
palabra en tal o cual comunidad lingüística. Sin duda, puede
interesarle la idea general de lenguaje, pero solo como una
de tantas ideas generales. Si se limita al lenguaje, irrita al
lingüista y aburre a todos. El resultado es que no enriquece
la lingüística ni la filosofía.
El quinto mal es el subjetivismo. Este es el conjunto de
doctrinas filosóficas que niegan la realidad objetiva del
mundo y la posibilidad de alcanzar verdades objetivas.
Ejemplos modernos de subjetivismo son la fenomenología o
egología (teoría del yo) de Husserl; la tesis positivista según
la cual no hay hechos físicos, sino solo observaciones, y la
tesis relativista conforme a la cual cada grupo social
construye sus propias verdades, sin que haya modo racional
de zanjar entre ellas.
El subjetivismo es comodísimo. Si el mundo es lo que yo
imagino, no tengo por qué tomarme el trabajo de estudiarlo;
y, si no hay verdades objetivas, no tenemos por qué
esforzarnos por encontrarlas. El resultado neto es la
devaluación de la investigación científica.
El sexto de los males que aqueja a la filosofía es la atención
exagerada que presta a problemas ínfimos y a juegos
académicos, tales como las especulaciones sobre mundos
posibles. Esta preferencia por lo menudo justifica el viejo
dicho cínico: “La filosofía es aquello con lo cual, y sin lo cual,
el mundo queda tal y cual”.
El séptimo de los males anotados es el abuso del formalismo
sin sustancia, y su complemento, el abuso de lo sustancioso
informe. Quienes cometen el primer pecado suelen ser
lógicos que creen que la lógica formal no solo es necesaria
sino que basta para filosofar.
En el segundo pecado caen quienes no advierten que el
tratamiento preciso de problemas profundos exige el uso de
algunas herramientas formales lógicas o incluso
matemáticas. (Ejemplos: la dilucidación y sistematización de
los conceptos de significado y de verdad, de sistema y de
emergencia de la novedad, de mente y de reducción.)
El octavo mal es el desdén por la construcción de sistemas
filosóficos, so pretexto de que todos los sistemas anteriores,
tales como los de Leibniz y Hegel, han fracasado. Esto es
como renegar de la física porque cada una de las teorías
físicas ha resultado defectuosa. Lo malo no es el esfuerzo de
sistematización en sí, sino tal o cual resultado.
Necesitamos sistematizar nuestras ideas porque las ideas
aisladas son apenas inteligibles, y porque el propio mundo es
un sistema antes que un agregado de objetos desconectados.
Una idea cualquiera “arrastra” o “atrae” a otras ideas, así
como todo cuerpo atrae a otros cuerpos. Por ejemplo, la idea
de negación es incomprensible sin las ideas de proposición y
de afirmación.
A partir de Einstein, la idea de tiempo es incomprensible sin
relación con las ideas de acontecimiento, materia y espacio.
Por estos motivos, necesitamos sistemas conceptuales, o sea,
teorías, y debemos construir puentes entre estas. La filosofía
no escapa a la necesidad de sistematizar.
El noveno mal es el desinterés por la ciencia y la técnica. Este
desinterés lleva a formular especulaciones
escandalosamente anacrónicas. Ejemplos: la filosofía de la
mente que ignora los hallazgos de la psicología y la
neurociencia; la filosofía de la historia que no se da por
enterada de las contribuciones de la escuela historiográfica
francesa de los Annales, y la filosofía de la acción que no
toma nota de los hallazgos de la politología ni de la técnica
de la administración de empresas. Este desinterés hace que
la filosofía actual sea rara vez de utilidad para la ciencia o la
técnica.
Por último , la mayoría de los filósofos vive en la torre de
marfil, sin interesarse por los problemas sociales. Por
ejemplo, la mayoría de los éticos se desinteresa de los
problemas morales que a todos nos plantean la tiranía y la
guerra, la pobreza y el deterioro ambiental. Por
consiguiente, sus análisis son de interés puramente
académico.
Esperanza. En resolución, la filosofía de nuestro tiempo está
aquejada de diez males. Cualquiera de ellos hubiera bastado
por sí solo para postrarla; los diez morbos juntos la han
puesto gravemente enferma; pero enfermedad no es lo
mismo que muerte. Más aún, el diagnóstico acertado de una
enfermedad precede al tratamiento eficaz, y por ello puede
ser la primera fase de la recuperación.
La filosofía no morirá mientras queden personas curiosas
por problemas generales cuya solución no tenga otra utilidad
que la de ayudarnos a comprender la realidad, en particular
al ser humano. El que no todos estos individuos sean
catedráticos de filosofía, poco importará a la larga. Tampoco
Descartes fue catedrático y, sin embargo, fue el padre de la
filosofía moderna. Lo que realmente importa para la salud
de la filosofía es mantener viva la curiosidad por las ideas
generales. Como reza el dicho popular, “no está muerto
quien pelea”.
EL AUTOR ES FÍSICO Y FILÓSOFO ARGENTINO. ESTE
ENSAYO APARECIÓ EN SU LIBRO ‘ELOGIO DE LA
CURIOSIDAD’ (2001).

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