Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
dio comienza a considerarse un problema social a partir del siglo XVIII, cuando
el individuo se consolida como centro del entramado cultural y su valor en tér-
minos políticos se torna más relevante para el Estado.
Hasta aquí no se cuestiona el carácter artístico de la música que produce
IAMUS, sino su definición como compositor. El segundo aspecto a tener en cuen-
ta en el proceso de creación (esto es, el complejo devenir de una idea en un objeto
que consideramos con valor estético en términos convencionales) tiene que ver
con la imaginación, que va más allá de la mera repetición, el mero recuerdo foto-
gráfico o nuestra programación genética. David Hume declaraba en 1739 que le
era posible imaginar una nueva Jerusalén de oro y rubíes, pero era incapaz de
idear exactamente una ciudad reproduciendo todas sus calles y casas.
Por el contrario, una computadora puede, con exactitud, reproducir la
ciudad real en toda su complejidad; pero es incapaz de formular una ficción, o
dicho en otros términos, imaginar una ciudad inexistente excepto en el discurso.
Los límites de la experiencia de todo ordenador, sin importar el grado de com-
plejidad de su programación y de los sistemas con que se encuentre equipado
para interactuar con el mundo, son muy similares (aunque mucho más profun-
dos) a los que puede manifestar un ser humano limitado por la falta de uno o
más sentidos. El mismo Hume apunta al daño que puede sufrir un ser humano
en sus facultades sensoriales, y las limitaciones que esto puede representar: “No
podemos formarnos una idea precisa del sabor de un plátano sin haberlo pro-
bado realmente”, afirma.
Pero no sólo por sus limitaciones sensoriales la computadora o cualquier
sistema informático es incapaz de crear arte, sin importar su complejidad o so-
porte físico. La práctica artística es una producción cultural, esto es, se ha cons-
truido en el seno de una sociedad y es desarrollada por sujetos históricamente
determinados que interactúan y habitan una semiosfera, esto es, un espacio de
signos (humanos, se sobrentiende) configurado en términos ideológicos. No
resulta posible la reducción a valores binarios de las variables indeterminadas
que participan en la creación (donde el sujeto transindividual es algo más que él
y su circunstancia) y que inciden en lo que llamamos arte (que implica también
la distribución, la valoración y la recepción de los procesos estéticos).
6