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En suma, por debajo del texto que hablaba de una suerte de deseo
natural de conocer, en apariencia anterior a todo conocimiento -por
debajo de este texto, había dos operaciones: una que reintroducía el
conocimiento bajo el deseo y a su principio mismo; y por el otro, más
sordamente todavía, que introducía la verdad como tercer elemento
entre el deseo y el conocimiento. Todos los razonamientos y las
pruebas que encontramos en los otros textos de Aristóteles, y por los
cuales podemos justificar este triple desplazamiento, todos estos
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textos suponen que la sensación y su placer tienen relación con la
verdad.
Ahora bien, yo creo que está aquí finalmente el punto más importante:
para efectuar el pasaje del deseo al conocimiento, hay, es necesario
que haya verdad:
- Es porque en el deseo, ya es cuestión de verdad, que el deseo puede
ser deseo de conocimiento;
- es porque, inversamente, la relación con la verdad es fundamental
que el deseo de conocimiento sea en sí mismo, ya en su raíz, del
orden del conocimiento; en fin,
- es porque la relación con la verdad los comanda a uno y otro, que el
conocimiento y el deseo pueden tener uno y el mismo sujeto. El sujeto
del conocimiento y el sujeto del deseo pueden ser considerados como
el mismo; puesto que tienen la misma relación con la verdad.
La verdad juega entonces tres roles: ella asegura el pasaje del deseo al
conocimiento; ella funda por el contrario y como en retorno la
anterioridad del conocimiento sobre el deseo; ella da lugar a la
identidad del sujeto en el deseo y en el conocimiento.
Es por eso que podemos decir que Spinoza, aún allí, ha estado hasta el
límite: en el punto más alto de esta estructura teórica, allí donde se
estaba lo más cerca posible de salirse o de revertirlo.
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deseo de felicidad, de una felicidad eterna que nada podría
comprometer (y del que nada dice todavía que será del orden del
conocimiento). Ahora bien, es en esta búsqueda de la felicidad, o más
bien en el examen de las condiciones en las cuales podríamos
encontrar esta felicidad, en el examen de sus incertidumbres o de su
certeza que se descubre (y por el juego de esta búsqueda misma) la
idea verdadera, la felicidad propia a la idea verdadera. Es a partir de
allí que se despliega la resolución de buscar conocer. La verdad es así
denominada como aquello que funda tanto el conocimiento como el
deseo de conocer. Es a partir de la verdad que se despliegan y se
ordenan todos los otros elementos.
Lo vemos: toda la disposición aparente del texto aristotélico es
revolucionada. Hay aquí adecuación de la felicidad y la idea verdadera;
a partir de la cual se despliegan la voluntad de conocer y el
conocimiento. En Aristóteles, hay un deseo natural de conocer
manifestado discretamente por la pequeña felicidad de las
sensaciones no muy útiles. Pero de hecho, para que el texto de
Aristóteles pudiera sostenerse, era necesario que se dibuje ya la
contemplación (contemplación de lo verdadero, y felicidad
contemplativa), y que ella se inscriba al menos en potencia en la
felicidad sensorial y el deseo de conocer.
Spinoza nombra claro y en el orden, aquello que tornaba posible la
metafísica clásica.
Ahora bien, es eso, la relación voluntad-conocimiento-verdad lo que
está en cuestión en Nietzsche.
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conocimiento, se despliega la lucha de los instintos, yos parciales,
violencias y deseos.
En efecto, ¿cómo es posible conocer ese otro lado, ese exterior del
conocimiento? ¿Cómo conocer el conocimiento fuera del
conocimiento? ¿Hay que suponer una verdad por fuera del
conocimiento, sobre la cual tomaríamos apoyo para definir desde el
exterior los límites del conocimiento? Pero esta verdad, ¿cómo
accederíamos a ella si no es partir de este conocimiento del que
queremos salir?
O bien si aquello que decimos sobre el conocimiento es verdadero,
pero sólo puede ser del interior del conocimiento. O bien hablamos
fuera del conocimiento, pero nada nos permite afirmar que aquello que
decimos es verdadero.
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Es esta desimplicación de la verdad y el conocimiento -condición de
posibilidad e hilo conductor para un análisis del querer conocer- eso lo
que quisiera analizar esta tarde. Pero dos observaciones antes de
comenzar:
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Spinoza es la condición de Kant. No podemos escapar de Kant sino
hasta habernos emancipado de Spinoza. Ingenuidad de los escépticos
y de los neokantianos, de Kant mismo, que creía poder escapar a
Spinoza a partir de la crítica. Ingenuidad de los que creen poder
escapar al idealismo del discurso filosófico por el recurso a Spinoza.