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Lección 10 para el 8

de junio de 2019

TIEMPO DE
DIFICULTADES
Como una guía fiable de conducta para
nuestra vida, la Biblia nos proporciona
valiosos consejos sobre la resolución de
conflictos interpersonales.
Es este tipo de conflictos los que, en
ocasiones, causan dificultades dentro del
hogar. Por ello, analizaremos pasajes
bíblicos que nos ayudarán a prevenir y
resolver los conflictos entre los miembros
de la familia.

Siete consejos para evitar conflictos.


Consejos para resolver conflictos:
Dominar la ira.
El verdadero amor.
La importancia del perdón.
Antes de corregir los defectos de
los demás, debemos entender
que nuestros propios defectos
son mayores, y necesitamos
resolverlos.
Criticar las faltas de los demás no
resuelve problemas, solo los crea.

Cuando te sientas ofendido,


párate a pensar: ¿Vale la pena
iniciar un conflicto por esto?
Reflexiona sobre lo ocurrido,
comparte tus sentimientos de
forma positiva, y propón una
solución que tenga en cuenta lo
mejor para todos.
“Iniciar una pelea es romper una represa; vale más retirarse que
comenzarla” (Proverbios 17:14 NVI)
Antes de iniciar un conflicto,
piensa en las consecuencias que
puede tener dentro de dos o tres
días. ¿Y dentro de un año o dos?
Piensa cuántos matrimonios han
tenido dificultades por
cuestiones que hoy parecen
triviales.
“Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación”
(Romanos 14:19)
Podemos prevenir conflictos
siguiendo estos dos sencillos
consejos:
1. Hacer todo lo que ayude a crear
paz y armonía en el hogar.
2. Buscar la forma de alentar el
crecimiento personal del otro.
Debes aprender a perdonar,
especialmente cuando piensas
que tu cónyuge no lo merece,
del mismo modo que Cristo te
ha perdonado a ti.

Debemos aceptarlo: nuestro


cónyuge es un pecador y, como
tal, tiene defectos. Acéptale
como Cristo le acepta.
Con oración, buscad juntos el
crecimiento en la santidad.

No busques tu propio bien. Busca


primero el bien de tu cónyuge. Lo
que es bueno para él o ella, es
bueno para ti.
¿Cuándo se convierte la ira en pecado?
Una ira injusta, nacida de nuestro propio
egoísmo, es un pecado contra aquel sobre
quien la derramamos.
La ira justa, mantenida en el tiempo, se
convierte en rencor. Esto también es pecado.

El apóstol nos invita a no retener


nuestra ira, sino a resolver el
conflicto antes de acabar el día.

Quizá tengas una buena razón para


estar enojado, pero no la utilices como
excusa para seguir así.
Ora por los que te lastiman y te hieren,
perdónalos y conviértete en una
bendición para ellos.
“Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas”
(Colosenses 3:19)

Hay personas que tienen un


concepto erróneo del amor. Piensan
que aman tanto a su pareja que
tienen que imponer su criterio para
que ella sea feliz, usando la
violencia o cualquier tipo de abuso
para lograrlo.
Pero el verdadero amor, el que
procura imitar al amor de Dios, no
es impositivo ni violento. No se
enoja fácilmente. No guarda rencor.
No se deleita en lo malo. Siempre
protege (1Co. 13; 1Jn. 4:7-8).
Cuando el verdadero amor impera, y
el servicio recíproco es la norma,
ambas partes se sienten protegidas
y seguras.
El apóstol Pablo nos invita a estar en
paz con todos, en lo que dependa
de nosotros (Romanos 12:18). ¿Qué
relación tiene esto con el perdón?

Si somos los causantes del problema, debemos


reconocer nuestra culpabilidad y pedir
sinceramente perdón.
Si otro nos ha ofendido, debemos perdonarle,
aún cuando no nos pida perdón. Si Dios nos ha
perdonado tanto, ¿cómo no debemos nosotros
perdonar a los demás (Mateo 18:21-35)?
Siempre ha de ser nuestro objetivo restaurar la
relación rota, y restablecer así la paz.
“Si se cumple la voluntad de Dios, ambos esposos se
respetarán mutuamente y cultivarán el amor y la
confianza. Cualquier cosa que habría de destruir la paz
y la unidad de la familia debe reprimirse con firmeza, y
debe fomentarse la bondad y el amor. El que manifiesta
un espíritu de ternura, tolerancia y cariño notará que
se le trata con el mismo espíritu. Donde reina el
Espíritu de Dios, no se hablará de incompatibilidad en
la relación matrimonial. Si de veras se forma en
nosotros Cristo, esperanza de gloria, habrá unión y
amor en el hogar. El Cristo que more en el corazón de la
esposa concordará con el Cristo que habite en el del
marido. Se esforzarán juntos por llegar a las mansiones
que Cristo fue a preparar para los que le aman”

E.G.W. (Consejos para la iglesia, pg. 235)

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