Sei sulla pagina 1di 8

1.

Dignidad (ETICA)

Dignidad indica el respeto y la estima que todos los seres humanos merecen y se afirma de quien
posee un nivel de calidad humana irreprochable.
La dignidad es la cualidad de digno que significa valioso, con honor, merecedor. La dignidad
humana, por lo tanto, es innata, positiva y fomenta la sensación de plenitud y satisfacción,
reforzando la personalidad. La esclavitud, por ejemplo, es lo contrario de dignidad ya que no se
tratan las personas como tales ni como dignas, siendo que el esclavo no es considerado una
persona humana, sino un objeto.

La dignidad también es el respeto y la estima que merece una cosa o una acción. Es una
excelencia, un realce de esa cosa o acción.

Autonomía, en términos generales, es la condición, el estado o la capacidad de autogobierno o


de cierto grado de independencia. La autonomía puede ser considerada una facultad o condición
sustantiva de la realidad humana; pero puede también ser vista, de modo más simple, como un
acto, el acto de elección autónoma

El principio de beneficencia se refiere a la obligación moral de actuar en beneficio de otros.


Muchos actos de beneficencia son obligatorios, pero un principio de beneficencia, tal y como
nosotros lo entendemos, impone una obligación de ayudar a otros a promover sus importantes y
legítimos intereses

La privacidad puede ser definida como el ámbito de la vida personal de un individuo, quien se
desarrolla en un espacio reservado, el cual tiene como propósito principal
mantenerse confidencial. La privacidad consiste en un entendimiento colectivo sobre las barreras
y limitaciones de una situación dada y el conocer el modo en el que operar dentro de ellas

2.El secreto medico

Es la obligación jurídica y el deber moral de los profesionales del arte de curar de guardar silencio
sobre todo aquello que vieron, oyeron, descubrieron o realizaron durante el ejercicio de su
profesión.- Lo constituye una promesa de silencio singular integrada en la práctica de la medicina
desde hace miles de años. Los hechos o acciones que llegan al conocimiento de una persona con
motivo de su profesión, en forma directa o indirecta están contenidos dentro de lo que se conoce
como secreto profesional.

EL SECRETO PROFESIONAL EN LA MEDICINA: Las especiales características del ejercicio de la


medicina y demás actividades vinculadas a la atención de la salud tornan necesaria la obligación
de guardar el secreto sobre aquellos aspectos íntimos del paciente que los profesionales conocen
en el desempeño de su labor. Ya en la conocida la fórmula de Hipócrates (Siglo I DC) existía una
clara referencia al deber de secreto: “Juro callar cuanto vea ú oiga dentro y fuera de mi actuación
profesional, que se refiera a la intimidad humana y no deba divulgarse, convencido que tales cosas
deben mantenerse en secreto”. El juramento de iniciación de Caraza Asmita, médico hindú del
Siglo I DC sostenía que “Las costumbres hogareñas del paciente no deberán hacerse públicas”.

1. Todo médico debe tener presente, así como su personal auxiliar, que tienen obligación de
guardar secreto, entendido éste como “lo que cuidadosamente se tiene reservado y oculto” sobre
hechos que conozca en el ejercicio de su profesión séanle o no revelados. El derecho del paciente
a que la información que proporciona al médico se mantenga en forma confidencial es una
premisa fundamental de la atención médica.

2. El secreto profesional es la obligación ética que tiene el médico de no divulgar ni permitir que se
conozca la información que directa o indirectamente obtenga durante el ejercicio profesional
sobre la salud y vida del paciente o su familia, obliga al médico aun después de que el paciente
haya muerto y no se limita sólo a lo que éste comunique al médico, sino lo que él vea y conozca,
directa o indirectamente, sobre el proceso patológico y su vida, extendiéndose a su familia.

3. A los estudiantes de medicina y personas involucradas en la atención médica también los obliga
el secreto profesional, pues es necesario asegurar al enfermo que todo lo relativo a su vida y
enfermedad será guardado en reserva.

CONDUCTA DEL MÉDICO ANTE EL SECRETO PROFESIONAL

1. La obligación de guardar el secreto médico hay que mantenerla preferentemente.

2. En caso de duda sobre revelar o no el secreto médico, hay que guardar el secreto.

3. Cuando haya que manifestar un secreto médico, debe hacerse siempre con prudencia, no
revelando

más que lo necesario.

4. Cuando debe revelarse un secreto médico, será prudente consultar con personas de solvencia
moral dentro de la propia profesión. El prestigio de un médico se debe en gran parte a su seriedad,
a su discreción y actitud honesta y ponderada ante un problema de carácter profesional. El secreto
en el ejercicio de la medicina garantiza la confianza que debe inspirar la profesión y quien la
ejerce, y asegura el honor y la tranquilidad de los enfermos y sus familiares.

3.La santidad y calidad de vida

La santidad de la vida; es una frase que, en décadas recientes, se volvió habitual en los debates
morales y políticos con relación a una amplia gama de temas bioéticos: aborto, investigación con
embriones, clonación, ingeniería genética, eutanasia y otros. Suele ser usada por quienes nos
oponemos a tecnologías o prácticas que consideramos que violan el valor intrínseco de la vida
humana. Algunos empleamos la expresión más ampliamente para denotar un enfoque ético que
se ocupa no sólo de un puñado de temas bioéticos sino de toda la gama de problemas morales
que los seres humanos enfrentan, desde el aborto a la pobreza, desde la guerra a la pena capital,
desde el abuso infantil al medio ambiente.

Todo esfuerzo por señalar las violaciones de la santidad de la vida de parte de otra persona nos
exige examinar nuestra propia fidelidad a esta exaltada y exigente norma moral. Esta podría ser la
razón por la que el idioma de la santidad de la vida ha desaparecido del debate público en cierta
medida. Los militantes contra el aborto que han sostenido la santidad de la vida humana (no
nacida) se encontraron con militantes contra la pobreza que sostenían la santidad de la vida
humana (nacida, pero pobre). Los teóricos morales reflexivos reconocieron que esto era
precisamente correcto, y que una verdadera comprensión de la santidad de la vida exigía un
enfoque de uno y otro más que de uno u otro. Pero esto difícilmente encaje en el paradigma de la
guerra de culturas. Después de todo, la santidad de la vida no es un garrote político tan útil, lo cual
podría significar que su verdadero valor yace en una declaración que da soporte a la obligación
moral humana.

Calidad de vida

La expresión Calidad de Vida ha venido cobrando mayor importancia con el paso del tiempo,
también en el mundo de la Medicina a donde llegó tardíamente. El origen del concepto sin
embargo no se encuentra en las ciencias de la salud: después de la II Guerra Mundial, con la
motivación de propiciar un mayor desarrollo económico y social, fue cobrando fuerza la necesidad
de elevar el bienestar de las poblaciones, principalmente occidentales. Pero la expresión, a partir
de los años setenta, fue adquiriendo popularidad, sobre todo en el ámbito anglosajón, a partir de
su paralelismo con la definición de salud que adoptó la Organización Mundial de la Salud, en la
que el bienestar pasó a ser una exigencia de la misma salud. La incursión del concepto Calidad de
Vida en el terreno de las ciencias de la vida y de salud ha traído, sin embargo, secuelas derivadas
de su mismo origen: sus aplicaciones en las especialidades y subespecialidades médicas, en salud
pública y en el diseño de políticas de salud, han revelado la ambigüedad que el concepto encierra
en sí mismo. Esta característica es más patente cuando los profesionales de la salud tienen que
tomar decisiones terapéuticas: principalmente durante el periodo perinatal y con pacientes
crónicos o en estado de enfermedad terminal, cuando hay necesidad de aplicar cuidados
paliativos. Al ser la calidad, en sentido estricto, un atributo de la vida personal ha de ser evaluada
con instrumentos que tengan en cuenta una reflexión sobre la vida misma y su contexto, y no
primariamente desde la autonomía personal.

Los avances posteriores en las ciencias, las artes y la política trajeron consigo nueva
aproximaciones a la calidad de vida; la reducción de la morbilidad y la mortalidad han permitido
salvar vidas, prolongarlas y mejorar las condiciones de subsistencia. Pero aunado a esto y con la
Revolución Industrial empiezan a surgir problemas con repercusiones en el bienestar: las
condiciones inhumanas del trabajo, el uso de mano de obra infantil, el establecimiento de
jornadas nocturnas, el trabajo en fábricas con condiciones inapropiadas para la salud y la
seguridad; todos estos factores se convirtieron en verdaderas ofensas a la dignidad humana. La
población crecía en forma acelerada y el acceso a los bienes y a las posibilidades de adquirirlos era
cada vez menor (ser obrero equivalía a ser pobre)

4.Justicia distributiva

La justicia distributiva es aquella manifestación de la virtud de la justicia que se ejerce en el


reparto de bienes y cargas o funciones entre los miembros de una comunidad La justicia
distributiva se predica no sólo del gobernante de la comunidad política, sino también de todo
aquél que tenga que administrar y repartir bienes que son comunes. Cualquier persona que tenga
a su cargo una comunidad —desde el presidente de una república, pasando por el administrador
de una sociedad mercantil, hasta una madre de familia o el director de un club deportivo— ha de
vivir la justicia distributiva en la medida en que ha de repartir bienes, cargas, tareas y funciones
que son comunes. La colectividad, por tanto, no es nombre adecuado para calificar al sujeto que
vive la justicia distributiva. Y, por su parte, Santo Tomás añade que, en cierta manera, también los
que reciben los bienes o cargas del reparto justo viven la justicia distributiva en la medida en que
están conformes con el reparto efectuado (cf. S.T., II-II, q.61, a.1, ad.3).

En muchas ocasiones, la justicia de la decisión de repartir o no repartir y el fin que se persiga con
ese reparto, se medirá teniendo en cuenta el bien común alcanzable en una determinada
comunidad, y por lo tanto, será un criterio relativo a las circunstancias concretas: las necesidades
de la población, los bienes disponibles, los proyectos políticos a medio y largo plazo... Pero una vez
tomada la decisión de repartir, para que la distribución sea justa, ha de atenerse a los criterios del
reparto justo. ¿Cuáles son estos criterios? Siguiendo a Javier Hervada, podemos distingue cuatro
criterios: Condición, capacidad, aportación y necesidad.

La condición es la situación especial en que se encuentra una persona frente a la comunidad. En la


mayoría de los casos este criterio funciona como presunción jurídica de capacidad, aportación o
necesidad. Por ejemplo, la condición de menor o mayor de edad, presume una mayor o menor
aportación o necesidad; igual ocurre con la condición de nacional o extranjero, casado o soltero,
jubilado o trabajador, hombre o mujer...

La capacidad se tiene en cuenta, sobre todo, en el reparto de cargas y funciones. El caso más típico
es el de los impuestos: es justo que pague más quien LA JUSTICIA 14 DIEGO POOLE tenga mayor
capacidad económica. Este criterio también se tiene en cuenta a la hora de repartir cargos
públicos, y así, a la hora de habilitar a una persona para desempeñar un puesto de funcionario, es
justo que se tenga en cuenta el mérito y la capacidad, en lugar de la necesidad o la aportación.

La contribución al bien de la comunidad es un criterio que se tiene especialmente en cuenta en las


sociedades mercantiles, donde lo justo es repartir mayores dividendos a quien más ha contribuido
con la puesta en marcha y mantenimiento de la empresa. Aquí se plantea la cuestión del salario
justo, que ha de estar vinculado también a los beneficios de la empresa. Sería contrario a la justicia
mantener completamente al margen de los resultados a los empleados que, con su trabajo, han
contribuido a producirlos. El Estado también tiene en cuenta el criterio de la contribución a la hora
de repartir determinados bienes, como por ejemplo la pensión de jubilación.

Por último, está el criterio de la necesidad, por el cual, en determinados repartos es justo que
reciban más quienes más lo necesitan. Esta satisfacción de las necesidades básicas de los
ciudadanos no es de la exclusiva incumbencia de los poderes públicos, sino también de los
particulares, que han de contribuir, en la medida de sus posibilidades, para que todos puedan
llevar a término una vida digna del hombre. Ciertamente, las políticas sociales permiten canalizar a
través de los entes públicos la solidaridad mínima que la justicia exige, pero esto no exime a los
particulares, que se sienten justificados con el pago de sus impuestos, de colaborar directamente
en la prestación de servicios y en la promoción de empresas al servicio de los más necesitados.

El criterio de la necesidad es determinante de la justicia distributiva también en los casos en los


que una o varias personas se encuentran desamparadas y en situación de peligro inminente y
grave, para su integridad física o para sus bienes más necesarios, y hay otra que está en
condiciones de prestar auxilio. Se trata de una manifestación de la justicia que ha sido un poco
descuidada por la reflexión iusfilosófica, pero que la doctrina penal ha desarrollado bajo la
categoría de la omisión del deber de socorro.

5.La norma y el juicio moral


Las normas son reglas de conductas que nos imponen un determinado modo de obrar o de
abstenernos. Las normas pueden ser establecidas desde el propio individuo que se las auto
impone, y en este caso son llamadas normas autónomas, como sucede con las éticas o morales.
Así, una persona ayuda a un necesitado porque se lo ordena su propia conciencia, y cuyo castigo
también es personal, y está dado por el remordimiento.

Se llama juicio moral a aquel acto mental que afirma o niega el valor moral ante una situación
determinada o un comportamiento del que somos testigos, es decir, el juicio moral que se da
como resultado se pronunciará específicamente sobre la presencia o ausencia de ética en un
hecho o actitud. Los juicios morales son posibles gracias al sentido moral que todo ser humano
posee. Este sentido moral es el resultado de los esquemas, normas y reglas que hemos ido
adquiriendo y aprendiendo a lo largo de nuestra vida. En primera instancia será la familia, los
padres y los abuelos quienes nos transmitirán esa información y preceptos, luego, las instituciones
educativas en las cuales intervengamos y en última instancia el medio ambiente en el cual nos
desenvolveremos, el cual también nos irá diciendo e indicando que está bien, qué está mal, nos
guiará sobre lo bueno, sobre lo malo, entre otras cuestiones.

La conciencia y el juicio moral: Los valores y la ética son de carácter eminentemente práctico ya
que se aplican en la vida cotidiana. El ejercicio de los valores requiere de la reflexión y el juicio
moral que conduce a tomar decisiones y a actuar correctamente.

Elementos constitutivos de la conciencia moral.

La conciencia moral está integrada por los siguientes elementos:

A)Razón. Los juicios racionales acerca de un acto son formulados antes y después de su
realización. Antes de actuar se juzga que tan bueno es el acto. Posteriormente, la conciencia lo
acepta si lo considera correcto y lo rechaza en el La conducta orientada por valores perfecciona a
las personas y requiere ser congruente con el pensamiento, las palabras y las acciones. La
conciencia moral es el conocimiento de las normas o reglas morales. La conciencia moral es el
juicio sobre el carácter moral de la conducta. caso contrario. A través de la conciencia moral se
evalúa también si una conducta es digna de recompensa o castigo.

B)Sentimientos. Además del aspecto racional, el comportamiento tiene un ámbito afectivo. El ser
humano por naturaleza actúa con el sentimiento de hacer el bien ya que el deber cumplido le
produce satisfacción.

Conciencia social. El carácter social de la conciencia se origina en el hecho de que las decisiones y
los actos personales afectan a los demás o a la sociedad. El deber está relacionado con la
conciencia, la razón, la rectitud, la moral y la virtud.

6.El juicio moral en las decisiones medicas

La lógica del juicio clínico es por su esencia probabilística y no apodíctica que es lo propio de las
ciencias exactas. Por eso, en el juicio clínico se debe buscar lo razonable y no la certeza. Esta
“razonabilidad” se logra mediante la ponderación cuidadosa de todos los factores que intervienen
en una situación particular, con el ’ n de disminuir su incertidumbre. Es lo que desde los griegos se
entiende por deliberación. Más aun, a la decisión tomada mediante una deliberación prolongada
se la consideró “prudente”. Los juicios morales, al igual que los juicios clínicos, son primariamente
empíricos y concretos, en los cuales las conclusiones son inciertas y serán más razonables en la
medida en que se ponderen cuidadosa y reƒ exivamente todos los factores implicados. Ya
Aristóteles llamó dialécticos a los juicios morales. Para estos juicios el diálogo con otros es la mejor
forma de mejorar nuestro conocimiento y de llegar a decisiones de mayor sabiduría, proceso al
que llamó “deliberación” (5). La deliberación ética es así una forma difícil y compleja de
razonamiento, que evita los juicios a priori o emocionales e implica ponderar debidamente los
principios, valores y conƒ ictos de valor, así como las circunstancias y consecuencias de las
decisiones. A ello se agrega el análisis de los cursos posibles de acción, la consideración del
contexto de cada caso, los intereses en juego y el marco legal. Los procesos de deliberación
suponen de sus participantes una destreza intelectual que exige condiciones de escucha atenta o
activa de las demás opiniones, en especial de aquellas que di’ eren de las propias. Es relevante
considerar que se delibera básicamente en el nivel de los hechos y en el de los valores, después de
lo cual viene el nivel de los deberes. De esta manera la deliberación se constituye en el método o
procedimiento de elección para emitir un juicio fundamentado para la toma de decisiones.

7.La verdad y la mentira

La Revelación Exacta Versus La Mentira en un Contexto Clínico

Las sutilezas acerca de decir la verdad se encuentran empotradas en contextos clínicos complejos.
Las complejidades de la medicina moderna son tales que la honestidad o la verdad, en el sentido
de decirle simplemente a otra persona lo que uno cree, constituye una sobresimplificación. Existen
ciertos límites en lo que un médico o una enfermera pueden revelar. Los doctores y las
enfermeras tienen responsabilidades hacia los otros además de sus pacientes; su profesión, la ley
de salud pública, la ciencia, sólo por mencionar algunas . También tienen obligaciones creadas por
políticas institucionales, disposiciones contractuales y sus propias obligaciones familiares. La
mayoría de las obligaciones de tipo moral que puede tener una enfermera o un médico hacia las
personas o grupos que no sea el paciente complican la pregunta de cuánto debería revelar un
profesional a sus pacientes .

En algunas culturas, los doctores y las enfermeras creen que resulta incorrecto mentir acerca de
una diagnosis o prognosis mala. Por cierto, resulta dificultoso decir la verdad, pero pensándolo
bien, existen muchos beneficios respecto a decir la verdad y muchas razones para no mentir.
Tolstoy nos entrega un poderoso mensaje acerca de los daños que siguen a la mentira de los
pacientes agónicos en La Muerte de Ivan Illich, y sus contribuciones provienen de una cultura que
asumía que la mentira era lo correcto en tales circunstancias.

Escuchen- "Esta decepción lo atormentaba --- el no desear admitir lo que todos sabían, inclusive
él, pero desear mentirle acerca de su terrible condición y desear forzarlo a participar en esa
mentira. Esas mentiras --- mentiras representadas en él en la víspera de su muerte y destinadas a
degradar su terrible y solemne acto al nivel de sus visitas, cortinas, esturión para la cena --- eran
una terrible agonía para Ivan Illich".

Determinar lo apropiado de la reducción de una revelación total es una cosa, pero tratar de
justificar una mentira descarada es totalmente otra. La mentira y la decepción en el contexto
clínico son tan negativas como continuar con intervenciones agresivas hasta el final. Ambas
técnicas se pueden calificar como una tortura. Sigmund Freud puso más atención a las sutilezas de
la relación médico - paciente que cualquier otro médico. Él vio el daño que la mentira le provoca al
doctor, a la relación terapéutica y a la profesión médica. Puesto que demandamos una veracidad
estricta de nuestros pacientes, ponemos en peligro nuestra propia autoridad si nos dejamos
atrapar por ellos en una desviación de la verdad.

Mentir en un contexto clínico resulta incorrecto por muchas razones, pero reducir la revelación
total puede ser justificable moralmente. Si un paciente se encuentra deprimido, irracional y con
actitudes suicidas, entonces se requiere de cautela para que la revelación total no contribuya a un
severo perjuicio. Si un paciente se encuentra en un estado demasiado pesimista, la revelación de
posibilidades negativas, en realidad, puede contribuir a la actualización acentuada de estas
posibilidades.

En la actualidad que disponemos de tantas intervenciones médicas resulta obviamente erróneo no


revelar la verdad a un paciente cuando el motivo consiste en justificar la intervención continua con
el fin de encubrir nuestras fallas por nuestro propio beneficio y no así en beneficio del paciente.
Sin embargo, las enfermeras y los doctores pueden hacer mucho más daño mediante una
revelación de la verdad fría y cruda al igual que pueden hacerlo por medio de una renuncia cruel y
fría a la verdad. Decir la verdad en un contexto clínico requiere de compasión, inteligencia,
sensibilidad y el compromiso de permanecer con el enfermo después de que se le ha revelado la
verdad.

Si un paciente se encuentra internado en un hospital terciario de alta tecnología, el problema de


decidir lo que se va a revelar está compuesto de la dificultad de elegir a la persona correcta que
llevará a cabo tal misión. Un paciente puede ser atendido por un número indeterminado de
miembros del equipo profesional, cada uno de los cuales cuenta con un código profesional y cierto
sentido de la responsabilidad en el momento de decir la verdad. Tradicionalmente, sólo el doctor
era el responsable de toda la comunicación. Hoy en día, los trabajadores sociales y las enfermeras
también demandan su cuota de responsabilidad por una comunicación veraz con los pacientes y
los familiares. Puesto que todos los empleados de una institución de cuidados sanitarios están
sujetos a políticas institucionales (incluyendo el Proyecto de Ley de Derechos del Paciente), la
coordinación del hecho de decir la verdad constituye un problema aún mayor. Una persona del
equipo médico que no es veraz es posible que sea desenmascarada por otra.

El Hecho de Decir La Verdad y La Autonomía del Paciente

La obligación de un profesional correspondiente a ser veraz no requiere ser justificada por un nexo
con la autonomía del paciente, pero, en los hechos, por lo general resulta ser de esta manera.
Entonces, se tiende a necesitar a lo que los autonomistas se refieren como revelación total. Para
ellos, no es suficiente decir la verdad, se debe revelar la totalidad de ella. Los defensores radicales
de la autonomía del paciente tienden a eliminar la discreción del médico o de la enfermera y
simplemente requieren que " todo sea revelado", ya que "sólo el paciente puede determinar lo
que es apropiado". Otros principios, como el de beneficencia, no-maleficencia y confidencialidad,
pueden ser poco considerados o transformarse en obligaciones secundarias.
Los autonomistas que insisten siempre en la revelación total, por lo general, desestiman las
preguntas acerca de las inseguridades que rodean el contexto clínico. Sin embargo, las diagnosis
médicas y los regímenes terapéuticos de seguimiento son rara vez una cuestión de seguridad
matemática. Por ejemplo, los diagnósticos psiquiátricos, al igual que los realizados en otras
especialidades, desarrollados a partir de hipótesis que se comprueban a través de una evaluación
de síntomas continua y respuestas analizadas cuidadosamente a las intervenciones terapéuticas
¿Cada hipótesis factible requiere de la revelación al paciente? ¿Cada dato acerca de la enfermedad
o la terapia se considera como información que debe ser revelada?

Hablando en términos generales, las seguridades relativas y las inseguridades realistas pertenecen
a las exigencias de una revelación honesta, puesto que se pueden calificar como información que
una persona razonable necesita conocer con el propósito de tomar la decisión de cuidados
sanitarios correcta. No obstante, las personas razonables no desean la revelación total aunque sea
factible. Decir la verdad en un contexto clínico constituye una obligación de tipo ético, pero el
hecho de determinar lo que es cierto sigue formando parte de un juicio clínico. La autonomía no
puede ser el único principio involucrado. Decir la verdad tiene que estar relacionado con la
beneficencia, justicia y la protección de la comunidad.

Potrebbero piacerti anche