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Las bacterias son la especie dominante del planeta

El número de especies que existe en la Tierra es una de las mayores incógnitas


de la ciencia. Algunos defienden que son dos millones, mientras que otros han
llegado a afirmar que alrededor de 100 millones de especies habitan en el planeta.
Un estudio publicado este mes en el University of Chicago Press Journals hace
una nueva clasificación de la biodiversidad del mundo. Según esta investigación,
se calcula que existen alrededor de dos billones de especies entre animales,
plantas, hongos, protistas y bacterias. Hasta el momento, solo se han descrito 1, 5
millones. John J. Wiens, autor principal del estudio y profesor del departamento de
Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de Arizona, dice que estos
resultados son solo una sugerencia de que existen más seres vivos de los que se
cree y demuestran que aún queda mucho trabajo por hacer en este campo. No
solo el total de seres vivos que se sugiere en el estudio llama la atención, sino
también cómo se explica que estos están distribuidos. El trabajo de Wiens y su
equipo ha generado un gran impacto, ya que revela que las bacterias son las que
ocupan el primer lugar con mayor número de especies y no los insectos, como se
había demostrado en investigaciones pasadas. Uno de los estudios más recientes
sobre este tema fue el de Camilo Mora, que se publicó en la revista Plos Biology
en el 2011. En este artículo se revelaba la existencia de alrededor de 8, 7 millones
de especies. De estas, 7,77 millones pertenecían al reino animal y en segundo
lugar estaban las plantas con 298 000 especies. Wiens atribuye el cambio de
resultados a dos razones. La primera es que en el pasado se enfocaban en
solamente en un grupo de organismos, mientras que, en esta ocasión, utilizaron
esos datos como una línea de base y profundizaron los estudios en diferentes
grupos. La segunda razón, para el experto, es que existen muy pocas bacterias
que han sido descritas hasta ahora. El 80% de especies identificadas son
animales y de este porcentaje, el 80% son insectos. Por eso, dice el autor del
estudio, es lógico que otros científicos hayan asumido que el resto de especies
que aún no han sido descritas también fueran insectos. Carlos Valle, profesor de
la Universidad San Francisco de Quito y PhD en Ecología y Biología Evolutiva,
admite que estos resultados son “una sorpresa”. Hace tres décadas las
estimaciones más optimistas llegaban a 100 millones de especies en el mundo y
una mínima parte de estas correspondía a las bacterias. Ahora, este grupo
representa más del 70% de las especies vivas. Valle explica que en las
investigaciones pasadas se hablaba de la existencia de siete millones de clases
de insectos. Con los avances de los estudios genéticos, ese número llegó a los 40
millones, pero no se tomaba en cuenta todas las bacterias que viven y son propias
de cada una de esas variedades. Gabriel Trueba, director de Posgrado de
Microbiología de la USFQ, explica que hasta ahora se conoce solo entre el 1 y 2%
de la población bacteriana que existe en la tierra y cree que, incluso, la cifra podría
ser menor. Cada especie de animal o planta tiene alrededor de 1 000 especies de
bacterias. A pesar de que, por lo general, se tiene una idea negativa de estos
organismos, su importancia es múltiple para los humanos y los ecosistemas.
Trueba indica que hay dos especies de bacterias marinas, que juntas son
responsables del 25% de la fotosíntesis de la Tierra. No existe otro organismo que
sea capaz de lograr un proceso igual. Además, se ha comprobado que las
personas tienen tres veces más bacterias que células humanas. Para Trueba, los
estudios utilizando ADN han hecho que la estimación de especies bacterianas sea
más precisa. Ahora, lo que se está investigando es la influencia de estas en la
salud de las personas.
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biodiversidad-biologia.html. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este
contenido. ElComercio.com

Hemos evolucionado con y gracias a


las bacterias que viven en nosotros
 por ISAAC TORRES CRUZ

 2019-03-25 - 00:00:00
Reportaje: El cuerpo humano tiene más genes de bacterias que propios, los
cuales conforman el microbioma o microbiota que ayuda a llevar a cabo diferentes
funciones de seres más complejos. Pero ¿qué ventajas evolutivas confieren las
relaciones simbióticas con las bacterias? Científicos del C3 de la UNAM han
arrojado algunas respuestas mediante un modelo computacional.
 cronica.com.mx
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Los seres humanos albergamos en nuestro cuerpo alrededor de 100 millones de


millones de microorganismos, en su gran mayoría bacterias; hay entre cinco y 10
células bacterianas por cada célula humana y hay 100 veces más genes
bacterianos que genes humanos. Estas bacterias viven en nuestros diferentes
órganos y sería imposible vivir sin su asistencia; hemos evolcionado con ellas,
somos su ecosistema, somos “costales de bacterias”, señala con simpatía Max
Aldana, investigador del Instituto de Ciencias Físicas de la UNAM.
¿Por qué podría interesarle a un físico la interacción de las bacterias que hay en
nuestro intestino? El científico es uno de los especialistas que se han reunido en el
Centro de Ciencias de la Complejidad (C3) para estudiar este fenómeno de
manera multidisciplinaria. Aldana ha coordinado un proyecto para generar un
modelo matemático que explica por qué son tan importantes estas bacterias en el
desarrollo y funcionamiento de nuestros órganos. El microbioma ha sido estudiado
de manera más importante en la última década; es relativamente nuevo en nuestro
conocimiento, pero sabemos que su desbalance (disbiosis) —el cual puede ser
generado por el uso incorrecto de antibióticos— está involucrado con
enfermedades e incluso con padecimientos como la obesidad, que en México es
una alerta epidemiológica.
El microbioma ha atraído la especial atención de Alejandro Frank, director del C3,
por lo que ha reunido a investigadores como Aldana para trabajar en el tema, cuya
imbricada red de interacciones lo hacen sin duda un objeto de estudio de las
ciencias de la complejidad. Pero Frank también ha trascendido este interés en la
investigación para divulgar los avances sobre el microbioma, por lo que ha llevado
a cabo diversos encuentros en El Colegio Nacional, del que es miembro, para
exponer el tema de la mano de diversos especialistas.
En el reciente simposio “La complejidad”, Aldana explicó los detalles de su
modelo, que había sido bosquejado anteriormente por Frank en otra
conferencia: El microbioma: no somos un árbol sino un bosque, realizada el año
pasado. Pero antes de exponer su complejidad, vale la pena recordar algunos
detalles del microbioma.
HOLOBIONTE. Retomemos la analogía con la que Frank nombró la conferencia
de 2018 en El Colegio Nacional. En un bosque, el sistema ecológico del
ecosistema se compone por árboles de diferentes especies, mamíferos y plantas
diversas; insectos, hongos y microorganismos. Hay una interconexión entre ellos y
quitar a alguno repercutiría en el resto del sistema. De manera similar ocurre con
la vida y biodiversidad que hay en nuestros cuerpos y el de otros animales, que
está constituido por una compleja “fauna” de microorganismos, el microbioma.
Dentro de las cosas que se conocen sobre el microbioma es su biodiversidad.
Aldana recuerda que en el sistema respiratorio tenemos más de 600 especies
distintas de bacterias, en la piel otras mil, en el sistema urinario alrededor de 60 y
en los intestinos más de mil, entre otros.
Al ser humano y sus bacterias también se les ha descrito con el nombre de
“holobionte”, que la bióloga Lynn Margulis utilizaría tiempo atrás para referirse a
las simbiosis entre un huésped y varios microorganismos. Y es que esas millones
de bacterias en nuestros cuerpos participan en funciones metabólicas muy
importantes, como almacenamiento de grasas, desarrollo de venas, el
funcionamiento del sistema inmune y el sistema digestivo, entre otros. “Las
bacterias no sólo están ahí libremente, están haciendo algo, interactúan con
nuestro metabolismo”, señala Aldana, a tal grado que una disbiosis puede influir
en el desarrollo de sobrepeso y obesidad.
Recordó que uno de los primeros trabajos que demostraron la importancia de
estas bacterias en nuestro fenotipo fue un experimento realizado por Peter
Turnbaugh, de la Universidad de California, en un estudio publicado en 2006.
En el experimento trasplantaron bacterias de humanos gemelos, uno de peso
normal y otro obeso, en ratones gemelos a los cuales se les suprimió su
microbioma. Aunque los donantes y los ratones son genéticamente iguales el
resultado fue distinto, uno de los roedores desarrolló obesidad. Aldana señala que
la diferente composición de nuestro microbioma ayuda a explicar cómo algunas
personas suben de peso con mayor facilidad que otras, pero esta relación
simbiótica también nos ha jugado una mala pasada, dice.
“Esto es porque hay algunas de estas bacterias asociadas con la obesidad.
Cuando se comen harinas las bacterias las degradan y generan serotonina, la
llamada hormona de la felicidad, pero no hacen lo mismo cuando les damos
lechuga; por eso, las harinas y grasas hacen que las bacterias nos pongan bien
contentos. Todavía se necesita determinar cómo llega la hormona al cerebro, pero
es una mala jugada”. Ahora bien, si la industria sabe eso es de notar por qué
vende tantos productos de harinas con sal y azúcar, generando a su vez un
problema social. Eso es otro problema complejo.
EVOLUCIÓN. Entre lo que se conoce y los secretos aún por revelar sobre el
microbioma se encuentra una pregunta fundamental que Aldana, Frank y otros
investigadores se han hecho en el C3. ¿Por qué las bacterias han establecido esta
relación simbiótica con los organismos superiores?, y aún más ¿por qué éstos no
pudieron evolucionar por sí mismos y necesitamos de los microorganismos?
Además, los especialistas recuerdan al científico John Maynard Smith, quien
criticaba que la Teoría de la evolución explicaba la adaptación, pero no el aumento
de la complejidad de los organismos.
Pensemos en uno de esos organismos superiores: la vaca. Por sí misma no puede
digerir la celulosa que ingiere como alimento, ese trabajo —una función tan
esencial— lo hacen las bacterias. La evolución y selección natural han dotado a
las especies de alas, plumas, venenos, garras, colmillos, mimetismo, cerebros
desarrollados… para que puedan sobrevivir, entonces ¿por qué las vacas
necesitaron a las bacterias?
Aldana arroja más preguntas: ¿Qué ventajas evolutivas confieren las relaciones
simbióticas con las bacterias?, ¿por qué es tan grande la diversidad bacteriana en
plantas y animales?, ¿por qué aparecieron organismos complejos en la evolución
si las bacterias ya lo podían hacer todo?
RED GENÉTICA. En el C3, Aldana y sus colegas desarrollaron algo conocido
como Red Booleana o Red Genética, consistente en un sistema entrenado para
aprender a hacer una tarea que posteriormente es medida matemáticamente por
los especialistas. Este tipo de redes pueden emplearse para tocar una canción,
por ejemplo, o para hacer un reconocimiento de imágenes en Facebook o de
sonidos (Siri, Alexa…). Le han llamado red “genética” porque al igual que los
genes llevan a cabo las funciones metabólicas de los organismos, los expertos
entrenan redes para que realicen una tarea específica.
Aldana y su equipo diseñaron una representación digital de una red genética de un
humano bajo un proceso de selección natural, donde la red muta y selecciona los
mejores procesos para hacer o adaptarse a una tarea.
Después lo intercalaron con otra red que representa a una bacteria y establecieron
interacciones entre las dos. El resultado fue que el error en la red de adaptación
humana bajó mucho más rápido que antes y es casi perfecta. “Es decir, si se deja
que un humano actúe con los genes de una bacteria, la adaptación de éste a
cualquier cosa que deba realizar (la tarea) es más eficiente y rápida”.
En biología, explica Aldana, esto se debe a que las bacterias son mucho más
rápidas para generar variabilidad y diversidad que las células humanas: estas
últimas se reproducen cada 24 a 48 horas, mientras que las bacterianas lo hacen
cada 20 minutos. “En un día tenemos miles de millones de bacterias, entre ellas
habrá mutantes y ayudarán a los genes del humano a que se adapten a su tarea”.
Al hacer una comparación en la red genética, los científicos observan cómo la
adaptación del modelo humano decrece sin el de la bacteria y cómo con ésta se
hace cada vez mejor.
Se supondría que al ingresar más bacterias en el modelo el trabajo sería mejor,
después de todo tenemos 100 millones de millones de microorganismos
trabajando en nuestro cuerpo. Sin embargo, los especialistas hallaron que en el
modelo el trabajo se entorpece. “Es como cuando quieres cambiar la llanta de un
auto con diez personas a la vez; mucha ayuda empeora la adaptación porque
todos tratan de hacer la misma tarea”, dice Aldana. Entonces, ¿cómo se explica la
diversidad que existe en el microbioma, donde hay una gran cantidad de
bacterias? “Es porque el cuerpo humano no realiza una, sino muchas tareas”.
Los investigadores utilizaron una red genética donde implementaron un esquema
especializado, metían más bacterias pero en diferentes tareas, como sería en
diferentes órganos o sus partes en el cuerpo humano. Hacer esta diferenciación
mejoró la adaptabilidad y disminuyó el error en las tareas.
“Aquí tenemos el origen de los organismos complejos, separados en nichos
distintos y en funciones distintas donde se tiene complejidad funcional y espacial.
Los organismos complejos surgen porque tienen que desempeñar diferentes
tareas y cuando se deben hacer no puede estar todo mezclado arbitrariamente,
debes separarte en órganos o no funciona. En este sentido, la interacción con
bacterias acelera y mejora la adaptación a nuevas tareas, por eso las
necesitamos”.
RESISTENCIA A ANTIBIÓTICOS. De acuerdo con Alejandro Frank, en los últimos
10 o 15 años se ha descubierto una correlación entre el microbioma y el desarrollo
de patologías como obesidad, asma, colitis, carcinoma colorectal, parkinson,
alzheimer, psoariasis, esofagitis, depresión…
Pero uno de los problemas de salud que más preocupan en la medicina es el
abuso e implementación de antibióticos, no sólo en los medicamentos que
ingerimos, sino en el utilizado en la industria alimentaria, que desde hace medio
siglo incrementó su uso en animales de consumo humano.
Pero el conocimiento cada vez mejor del microbioma abre avances en la ciencia
médica, principalmente contra aquellas bacterias superresistentes a antibióticos.
Una muestra de ello es la investigación que realiza Santiago Sandoval en el
Instituto Nacional de Medicina Genómica (Inmegen), quien en una charla anterior
en El Colegio Nacional expuso el potencial de los microorganismos bacteriófagos,
los cuales tienen un potencial biotecnológico impresionante para contender con la
resistencia a los antibióticos.
El científico advirtió que se estima que en el 2050, la muerte por infecciones
causadas por microorganismos resistentes a los antibióticos va a ser mayor que la
causada por cáncer, diabetes y otras patologías.
Los bacteriófagos reconocen especies específicas de bacterias, se adhieren a su
membrana celular y les inyectan su DNA, cambiando el patrón de expresión de las
células bacteriales para que sólo produzcan más bacteriófagos. Cuando estos
nuevos microorganismos se liberan, generan una cascada de muerte de las
bacterias. Los bacteriófagos ignoran a las células humanas y, a diferencia de los
antibióticos, que son estáticos, evolucionan para lograr atacar mejor a las
bacterias que ofrecen resistencia, explicó.
El uso de bacteriófagos como tratamiento todavía no ha sido aprobado y hay
pocos laboratorios en el mundo que tienen permiso para investigar su posible uso
como alternativa a los antibióticos, aunque en 2016 empezó el primer ensayo
clínico con bacteriófagos para tratar ciertas infecciones.
http://www.cronica.com.mx/notas/2019/1114235.html
EL MARAVILLOSO
MUNDO DE LAS
BACTERIAS
Escrito por Carlos Cervantes Vega

¿Qué son las bacterias?


Son un grupo de organismos unicelulares, esto es, formados de una célula, y sólo visibles al
microscopio (Figura 1). No todos los microorganismos son bacterias, existen otros seres
pequeños como algas, hongos y protozoarios, pero en este artículo sólo se tratará sobre
microbios del tipo de las bacterias.
La estructura de las bacterias es muy sencilla en comparación con las células de los
organismos superiores (animales y plantas), que poseen componentes internos
especializados (como el núcleo y las mitocondrias). Las bacterias se pueden visualizar
como minúsculas “bolsitas”, con una envoltura formada por una Pared rígida y una
Membrana flexible (Figura 2). La pared protege y da forma a la célula bacteriana, mientras
que la membrana es responsable del intercambio de nutrimentos y desechos con el exterior.
En el interior de la bolsita, se encuentra el citoplasma y, flotando en él, un largo e
intrincado ovillo de ADN (Figura 2). En el citoplasma abundan miles de distintos tipos de
enzimas, una clase de proteínas responsables de los cambios químicos que ocurren en todas
las células.
Las bacterias poseen formas muy diversas, tanto en los acúmulos que producen cuando se
las cultiva en el laboratorio (llamados colonias) (Fig. 3) como en su estructura unicelular
(Fig. 4).

Las bacterias típicas tienen un tamaño de entre 0.5 y 5 micrómetros (µM); un micrómetro
es la millonésima parte de un metro. Una forma de entender su tamaño es comparándolas
con situaciones de la vida real. Por ejemplo, en la uña de mi dedo pulgar caben, en fila
india, alrededor de 5,000 bacterias. Si fueran personas tomadas de la mano, la fila iría de la
Catedral de Morelia hasta la Central de autobuses (unos 5 kilómetros). Una fila de bacterias
subiendo hasta la cúspide de dicha Catedral sumaría unos 20 millones de individuos (si
fueran personas, casi le darían una vuelta a la Tierra por su Ecuador!).

¡Son un titipuchal!
Las bacterias son, y por mucho, los organismos más abundantes en nuestro planeta. Se
estima que el número total de estos microorganismos en la Tierra es de un 10 seguido de 30
ceros. Pero, ¿cuánto es esto? Una bacteria pesa alrededor de 1 picogramo, esto es, la
billonésima parte de un gramo. Si tomáramos a todas las bacterias del planeta, su peso
alcanzaría… un billón de toneladas (como que no guardan la línea estos bichitos, ¿eh?).
Esta cantidad representa una masa igual al peso de todo el mundo vegetal de la Tierra! A
una menor escala, el peso total de bacterias en el cuerpo de un ser humano se estima en
unos dos kilos. Esto equivale a diez veces más individuos que la cantidad de células que
tiene esa persona (ver “¡aguas con la limpieza! Los metaorganismos no son de miedo”,
Cano-Camacho, Saber Más No. 1).
Las bacterias tienen una velocidad de reproducción espeluznante. En un cultivo en el
laboratorio, estos microorganismos pueden duplicar su número cada 30 minutos. Como el
crecimiento bacteriano es exponencial (Fig. 5), esto es, se incrementa como una función
logarítmica, los números son impresionantes.

En condiciones ideales, una bacteria daría, en cinco horas, alrededor de mil descendientes
(habrían transcurrido 10 generaciones bacterianas; el equivalente de una familia humana se
alcanzaría en unos 200 años); en 10 horas, ya serían un millón de bacterias hijas (Fig. 5).
Pero en 24 horas, el número se elevaría a un 10 seguido de 22 ceros, con una masa de
10,000 toneladas (¡el peso de todos los asistentes a un lleno en el estadio Azteca… con todo
y el estadio!). Aún más, si las dejáramos solitas otro día, el peso de la descendencia
bacteriana sería de…agárrense… varias veces la masa de la Tierra!
Se preguntarán por qué no hemos aún perecido aplastados por toda esa avalancha
microbiana. La respuesta es que en los lugares que estos microorganismos habitan (agua,
suelo, o cultivos en el laboratorio) el alimento es limitado. Así, las poblaciones bacterianas
alcanzan un tope máximo en su reproducción y luego, cuando los nutrimentos escasean,
detienen su crecimiento; incluso, algunos miembros de la población mueren porque el
ambiente sufre deterioro por los desechos generados. De esta forma, aunque las bacterias
poseen el potencial de reproducirse con rapidez, tienen también la capacidad de modular su
crecimiento en función de las condiciones del entorno. Un ejemplo: las bacterias de nuestro
intestino sólo se reproducen cuando comemos; luego, entran en una etapa latente que
mantiene a la población bacteriana en cantidades moderadas… lista para el siguiente
tentempié.

Más sabe el diablo por


viejo…
Se considera que las bacterias han estado en la Tierra desde hace más de 3,000 millones de
años, esto es, aparecieron unos mil millones de años después de que se formó el planeta,
días más días menos (Figura 6).

Las condiciones de la Tierra en esas épocas remotas eran sumamente extremas (alta
temperatura, elevada radiación y atmósfera plagada de gases tóxicos). Estudios con fósiles
indican, sin embargo, que las bacterias casi no han cambiado su estructura general
comparadas con los microorganismos actuales, aunque sus propiedades si han
evolucionado. Como sabemos, los seres vivos basan sus funciones en un complicado
proceso llamado Metabolismo. Este término se refiere a la suma de las reacciones químicas
que realizan los organismos para funcionar de manera adecuada. Estas reacciones, como se
mencionó antes, son llevadas a cabo por las enzimas.
En la primera parte del siglo XX se encontró que el metabolismo general de las bacterias es
muy similar al de los organismos superiores. Una impactante consecuencia de este hallazgo
es que todos los organismos que poblamos la Tierra procedemos de un ancestro común.
Una de las propiedades más notorias de las bacterias es su tremenda capacidad para
adaptarse a los diversos ambientes presentes en la Tierra. Los sitios más hostiles
imaginables hospedan a una amplia diversidad bacteriana. Esto se ha relacionado con el
hecho de que, habiendo permanecido durante tanto tiempo en el planeta, las bacterias han
evolucionado para habitar muy distintos parajes. Los ejemplos incluyen bacterias viviendo
en el hielo del ártico, en hirvientes aguas termales o en áridas zonas desérticas. También, en
ambientes ácidos o salinos, o en el lecho rocoso de las profundidades marinas, entornos
donde por mucho tiempo se consideró imposible la presencia de seres vivos. Estos
microorganismos han sido llamados Extremófilos (ver “Extremófilos: microorganismos
viviendo al límite”, Santoyo-Pizano, Saber Más No. 2). Aún más, hay indicios de que las
bacterias sobreviven en el espacio exterior y que las hay en los meteoritos que de vez en
cuando impactan la Tierra (pero no hay que ir tan lejos, se ha encontrado recientemente que
ambientes ricos en diversidad bacteriana son… los Smartphones!).

Chiquitas, pero comen de


todo
Aunque las bacterias tienen un metabolismo similar al de los organismos superiores, ellas
poseen una inusitada capacidad de asimilar (degradar) una amplísima gama de sustancias
presentes en la naturaleza (carbohidratos, grasas, aminoácidos, etc.). Podríamos decir que
no hay compuesto orgánico en la tierra que alguna bacteria no pueda aprovechar en su
beneficio. Uno de los problemas que enfrentan estos microorganismos es que a veces se
encuentran en sitios pobres en alimentos o ricos en sustancias tóxicas. Estos ambientes
incluyen las áreas contaminadas por los desechos de las actividades industriales humanas.
Ante esas condiciones adversas, las bacterias han evolucionado variadas formas de hacerse
de comida. Por ejemplo, desarrollan novedosas reacciones químicas, generando “nuevas”
enzimas, para asimilar compuestos que no están dentro del metabolismo de los demás
organismos (como pesticidas, hidrocarburos o detergentes). Estas estrategias de
biodegradación amplían el menú de sustancias que las bacterias pueden utilizar como
fuentes de alimento. Los microbiólogos modernos han aprovechado estas capacidades
microbianas en procesos llamados de Biorremediación, que buscan “limpiar” áreas
contaminadas reclutando para ello a bacterias degradadoras.
Pero, ¿dónde radica el enorme éxito de las bacterias? Las características de todos los
organismos residen en su patrimonio genético, su Genoma. Esto es, el ADN que contiene
sus genes y, en ellos, sus capacidades para generar a las enzimas que llevan a cabo sus
funciones vitales (el ya mencionado Metabolismo). Un genoma bacteriano es cerca de
1,000 veces más pequeño que el de una célula humana, y contiene apenas unos pocos miles
de genes, comparado con las decenas de miles de genes de las células de los organismos
superiores. Pero las bacterias lo aprovechan muy bien, empleando prácticamente cada
unidad informativa de su genoma (los nucleótidos) para determinar alguna función. La
elevada velocidad de reproducción le permite a estos microorganismos mantener una alta
frecuencia de cambios (mutaciones) en su genoma. Esta es la base de la fantástica
capacidad de las bacterias para adaptarse a las diversas, cambiantes, condiciones del
ambiente: un genoma pequeño, pero robusto y versátil.
Las mutaciones que experimentan las bacterias son, por supuesto, heredadas a su
descendencia. Pero ellas tienen una forma adicional, poco egoísta y quizá más divertida, de
transmitir sus características genéticas a las bacterias vecinas: la transferencia sexual.
Algunas bacterias, llamadas “macho”, poseen apéndices filamentosos denominados Pili
(Pilus en singular) mediante los cuales pueden transferir material genético a bacterias
“hembra” (Figura 7).

El proceso de transferencia sexual le permite a las bacterias difundir sus características


genéticas, incluyendo las propiedades “nuevas”, desarrolladas por los individuos en su
evolución. Este fenómeno puede en ocasiones tener, sin embargo, consecuencias
desagradables, y a veces terribles, como el caso de la diseminación de la resistencia
bacteriana a los antibióticos (ver “¡El mal uso de los antibióticos genera resistencia!”,
Ramírez-Díaz y Díaz-Magaña, Saber Más No. 14). Tal vez el ejemplo más sorprendente de
esta respuesta sexual es el de cierto tipo de bacterias que son capaces de transferir su
material genético a… células vegetales!
Sin ellas, seríamos nada
Con todo y su pequeño tamaño, las bacterias juegan un papel fundamental en el desarrollo
de la vida sobre la Tierra. No es exagerado afirmar que sin ellas la vida en el planeta no
sería posible. Las bacterias participan en una serie de eventos de nombre un poco
complicado: los ciclos biogeoquímicos. Tales procesos se refieren al manejo y reciclaje de
elementos químicos relacionados con los seres vivos, como el oxígeno, el carbono y el
nitrógeno. Pero las bacterias también le entran, como se mencionó, a la descomposición de
sustancias nocivas. Estas incluyen a los desechos de las industrias y otros contaminantes
ambientales como los hidrocarburos del petróleo y los derivados de los metales pesados.
Un ejemplo importantísimo de microorganismos benéficos son las bacterias llamadas
Rhizobium. Ellas se asocian en el suelo con las raíces y le permiten a las plantas capturar
(“fijar”) de la atmósfera el esencial elemento Nitrógeno (componente nada menos que de
las enzimas y del ADN). Se ha calculado que si las bacterias dejaran de fijar al nitrógeno,
las plantas de la Tierra se terminarían su provisión del elemento en… una semana (¡con las
repercusiones catastróficas que ya imaginarán!). Otro caso notable de microorganismos
benéficos es el de unas antiquísimas bacterias que quedaron atrapadas dentro de las células
animales y vegetales y que ahora son esenciales para la obtención de energía: las
Mitocondrias y los Cloroplastos modernos (ver “Microorganismos endófitos: origen y vida
dentro de las plantas”, Santoyo-Pizano, Saber Más No. 9).
El hombre ha utilizado muchas de las propiedades de los microorganismos en su beneficio.
Para citar algunos ejemplos: hay bacterias que se emplean como bioinsecticidas, por su
capacidad para eliminar ciertas plagas; otras son responsables de las diferencias entre los
vinos y los quesos. Algunas bacterias se utilizan en la fabricación de enzimas, vitaminas,
vacunas y otros productos químicos; los conocidos Lactobacilos son auxiliares en la
digestión y se emplean como suplemento alimenticio. Ciertas bacterias se han empleado
para recuperar metales valiosos (como cobre y oro) e incluso para producir plásticos
biodegradables.
Como ocurre en cualquier familia, sobre todo si ésta es numerosa, nunca falta algún
miembro del grupo que se sale del redil. Estamos rodeados de una miríada de bacterias en
nuestro cuerpo y en el entorno, pero mantenemos un sano equilibrio con ellas. La excepción
a esta regla de convivencia pacífica es que, en un número reducido de ejemplos, algunas
bacterias han evolucionado para vivir en asociación con plantas o animales causándoles
daño (ver el artículo ya citado de Cano-Camacho, Saber Más No. 1).
En el caso de los humanos, se encuentran desde bacterias que producen enfermedades
simples y moderadas hasta especies temibles que originan padecimientos graves e incluso
mortales. Algunas de estas enfermedades son la tifoidea, la difteria, el cólera, la lepra y la
tuberculosis. Las bacterias “malas” son también responsables de otro tipo de daños, como
el ataque al ganado y a los cultivos vegetales, la descomposición de los alimentos, la
corrosión de las tuberías de agua y el deterioro de materiales de valor cultural o histórico.
¿Hacia dónde va el estudio
de las bacterias?
El interés por conocer y analizar la secuencia de los componentes del ADN que conforman
el Genoma humano, a finales del siglo XX, originó la llamada Revolución Genómica, que
aún persiste en nuestros días. Esto condujo a que en la actualidad se conozcan con detalle
los genomas de cientos de bacterias. La Microbiología es una de las disciplinas científicas
que más se han beneficiado de la nueva tecnología genómica. Estos estudios han abierto
amplias avenidas para el entendimiento del origen, desarrollo y evolución de las bacterias,
así como para extender los beneficios del empleo de estos microbios para el hombre. La
erradicación de las enfermedades causadas por bacterias también podrá lograrse en el futuro
con base en más información sobre estos maravillosos microorganismos.
https://www.sabermas.umich.mx/archivo/articulos/165-numero-219/325-el-maravilloso-mundo-
de-las-bacterias.html

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