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La tradición judeocristiana y el Fausto de J.W.

von Goethe

Jesús Andrade Contreras

Importancia de la tradición judeocristiana

La tradición judeocristiana ha trazado innegablemente las líneas que han definido


la identidad de la cultura occidental. Incluso antes del establecimiento del
cristianismo como la religión del Imperio romano por Constantino I en el Siglo IV,
su basto contenido, conformado por amplias genealogías, guías de
comportamiento, la promesa de vida, junto con algunas narraciones sobre la
bienaventuranza de vivir en la gracia celeste y el infortunio de la desobediencia,
fueron tomadas como una fuente de inspiración en distintas ramas, de modo que
llegaron a trascender su carácter teológico, para ser inmortalizadas a través de
registros, tales como el arte y la filosofía que, aunque producido de la mano e
ingenio del hombre, llegó a enaltecer los nombres de sus creadores hasta
proporciones “divinas”.

Desde las expresiones de belleza que remontan sus orígenes hasta los
tiempos más arcaicos, como la armonía en la música (que más tarde abrió el
camino para el surgimiento de la literatura, a partir de la escritura de los cantos),
llegando a las reproducciones del entorno más recientes con diversidad de
elementos y que son frutos de la modernidad, a la manera del cine (valiéndose de
la proyección del movimiento y el sonido), las historias, versículos y enseñanzas
encontraron su lugar, con interpretaciones tan distintas como los temas que
alberga el libro más importante dentro de la tradición: la Biblia.

La recepción de su contenido y la manera en que es respondido tiene una


diversidad extensa, pues se han desarrollado con una gran cantidad criterios,
formados en contextos históricos y sociales completamente diferentes: en la
literatura el desprecio de la virtud cristiana y el pudor en las letras del Marqués de
Sade en pleno Siglo de las Luces o la alusión a la perfección de la creación del
dios supremo y único plasmada en el Silmarillion de J. R. R. Tolkien en una
Europa desgastada del Siglo XX; en la pintura el momento sublime de la

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cristiandad en su “Crucifixión” del español Salvador Dalí con tonos difusos de
amarillo surrealista y una cruz tridimensional o la voluptuosidad infernal y
decadencia humana en “El jardín de las delicias” del neerlandés Hyeronimus
Bosch; en la música Isaías devotamente cantado en la lengua del protestantismo
en “Der Messias” por medio del ingenio de Georg F. Händel o la producción
escenificada de Jesus Christ Superstar, sin intención de predica de un mensaje de
fe; en el cine las múltiples adaptaciones hollywoodenses a la pantalla de relatos
del Génesis, Éxodo y los evangelios expuestos actores populares y efectos
ostentosos o las referencias controvertidas en la austeridad del blanco y negro, y
solidez de filmes de Luis Buñuel, como “Nazarín” y “Simón del desierto”, tomando
como base la obra de Pérez Galdós, igual de polémica en la España católica de su
tiempo.

Dentro de la amplia cantidad de ejemplos albergados en la literatura que


tienen sus raíces en los textos canónicos, resalta la Divina Comedia de Dante
Alighieri por tomar la obra como “eje de su relato”. Es por sí misma un límite
divisor entre la poesía compuesta completamente para alabar a las alturas o a la
obra de Dios (como cantó San Francisco de Asís al “Altissimu, onnipotente bon
Signore”1 en su Cantico delle creature) y el Dolce Stil Nuovo, antecedente vivo del
humanismo renacentista, donde el ideal adquiere otras dimensiones, que permiten
a Petrarca, por gracia del amor de Laura, alcanzar el sumo Bien y encontrar el
gozo en ello;2 muchos siglos después llegaron a retomar aquella “divinización” de
la amada otros poetas, como Rainer Maria Rilke en su “Stunden-Buch”.

También hace mención de los hombres, redimidos cuando Cristo, antes de


vencer la muerte, descendió al Infierno, que protagonizaron las historias: “l’ombra
del primo Parente, d’Abel suo figlio, e quella di Noè, di Moisè (…) Abraam

1 San Francisco, “Il cantico delle creature”. En Antología de la Poesía Italiana,


editado por Manuel Durán. (México, D.F.,Universidad Nacional Autónoma de
México, 1961), pág. 2.
2 Petrarca, Francesco, “Soneto X”. Ibíd., pág. 77.
2
patriarca, e David re”.3 Dante lleva su travesía hasta el final para llegar, guiado en
últimas cuentas por Beatriz glorificada, hacia el amor infinito de Dios, la única
perfección que el pensamiento medieval lograba concebir.

También se pueden encontrar dentro del acervo literario algunas obras que,
por medio de alegorías, crearon una historia completamente distinta, sin perder la
originalidad de la esencia de su inspiración: el relato bíblico. En “Abel Sánchez”,
Miguel de Unamuno representó el tópico de la eterna disputa entre los hermanos
que, además de otras tradiciones como la romana, tiene lugar dentro del Génesis
a través de la funesta historia de los primeros hijos de Adán: Caín (Joaquín),
menospreciado al igual que desgraciado a pesar del esfuerzo incansable, y Abel,
siempre bendito y predilecto ante la mirada divina casi de manera involuntaria. Al
igual que en esta novela, la historia tuvo cabida en la obra de otros autores en
distintas épocas, así como el “Caín” del poeta inglés Lord Byron, “Caín y Abel” en
las flores malignas del bohemio Charles Baudelaire, provocadoras ante la
sublevada estirpe, del Siglo XIX y en la amistad entre la contrariedad por medio de
Sinclair y Demian en la narración homónima de Hermann Hesse del temprano
siglo XX.

Fausto y la tradición judeocristiana

En el Siglo XVIII Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) volvió la mirada, llena
de fascinación hacia este legado, llevándolo a una de las tantas obras que lo
posicionaron como uno de los autores más destacados dentro de la literatura
alemana y universal: “Fausto”. Si bien en su época existió dentro del ámbito
literario de la lengua alemana, y en gran parte de los países tocados por la
Ilustración, una gran afinidad hacia los temas de la antigüedad clásica que se
prolongó hasta los años del Romanticismo (por ejemplo: la nostalgia en “Die
Götter Griechenlands” de Friedrich Schiller en 1788 y la mítica muerte y
trascendencia del filósofo en “Der Tod des Empedokles” de Hölderlin ya en 1800),

3 Alighieri, Dante, “Inferno, Canto Quarto”. En Divina Comedia, editado por


Roberto Mares (México, D.F.,Grupo Editorial Tomo, 2013), p. 34.

3
dentro de la erudición del poeta de Frankfurt tuvieron cabida las tersas líneas del
siervo justo aunque inconforme del Antiguo Testamento, los personajes heredados
por la tradición griega de los poemas de Homero (Helena y Menelao) y el peso de
un protagonista erudito balanceándose entre el bien y el mal, que surge dentro del
fantasioso pasado de su tierra para arraigarse en el imaginario popular.

Es sabido que durante los años que marcaban el final de la Edad Media y
abrían el paso al Renacimiento (cerca de 1480 a 1540) vivió un hombre conocido
como Georg Faustus en Kneitlingen, quien tenía fama de ser nigromante, realizar
encantamientos y tener pactos con Satanás a cambio de fortuna y fama. 4 Los
relatos en torno a su nombre dieron mucho para decir, tanto en su tiempo de vida
como después de su muerte, pues se fueron publicando en los años posteriores
varios textos que aludían a este personaje místico, caracterizado por el
conocimiento y su compañía auténticamente malvada; entre los primeros son
destacables la “Historia von D. Johann Fausten”, la primera versión en ser
publicada, y el de la autoría del escritor inglés Christopher Marlowe en el Siglo
XVI, el cual logró la popularidad del relato para que incluso llegara a influir en el
joven Goethe y sus compatriotas literatos, quienes desarrollaron en más de una
ocasión, durante el movimiento artístico que llevo hacia el enaltecimiento al teatro
alemán denominado Sturm und Drang la historia. La fascinación por el personaje
fue tanta, que incluso Goethe demoró décadas en poder completar su “Urfaust”,
otros años para que la primera parte viera la luz y algunos tantos, casi en el ocaso
de su vida, para que se sintiera satisfecho con la segunda.

Las evocaciones del legado plasmado en la Biblia comienzan a tener cabida


desde el inicio de la tragedia. Goethe se remonta, cuando el telón muestra la
señoril grandeza de tal Dios racional en el Prólogo en el Cielo, por una parte al
texto de Génesis; esto visible tanto en la adoración que hacen los tres principales
arcángeles a la perfección de la creación, siempre igual de esplendorosa como en
el primer día, así como en la contestación altiva de Mefistófeles, que refiere a la

4 Introducción a
asdfghjk
4
serpiente que condenó a la humanidad a distinguir entre el bien y el mal; la
referencia aparece de nueva cuenta una vez que este personaje, vestido como
Fausto, firma el álbum de uno de sus estudiantes con la leyenda “Eritis sicut deus,
scientes Bonum et Malum”, palabras que utilizó el animal para convencer a Eva de
la desobediencia.5

De igual manera, el libro de Job tiene presencia importante dentro de este


preámbulo de la narración, así como en el desenlace que adquiere la obra en
última instancia. En el prólogo del texto sapiencial está escrita la prueba del
hombre noble planeada entre Dios, auténtica representación de la benevolencia, y
Satanás, aquel que busca el mal a toda costa y cosecha la duda; ambas
“entidades” son vistas en planos completamente ajenos a la preocupación de la
pequeñez humana, cuyas decisiones se convierten en hecho irremediable y
acontecen como un misterio en el destino del súbdito. A pesar de la obediencia y
servicio incondicional que encarna Job a la perfección, se ve envuelto en una
bruma de inconformidad que termina por reclamar a su creador. 6 Fausto
representa la esencia humana, la misma incertidumbre sujeta al incuestionable
designio divino del sensato cimentador de la tierra. 7

Goethe logró unir de manera ingeniosa elementos de distintas tradiciones


provenientes de la antigüedad al pensamiento de su época, al igual que de
disciplinas como la teología, filosofía, ciencia y la poesía, para llevar al recorrido
del camino áspero del hombre que, en un destino incierto, tropieza y al término del
amor, los tiempos y su aventura es redimido, ya sea por simple simpatía ante “lo
supremo” (al igual que Job ante la gracia de Yahvé) 8, o bien la promesa de vida
que está anunciada en los Evangelios del Nuevo Testamento.

BIBLIOGRAFIA

5 Génesis 3, 1-15.
6 Job 1-2,13.
7 Job 38, 4.
8 Job 42, 10-17.
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