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Presentado por:
Juan Camilo Vásquez González
Luz Marina Vélez Jiménez
Medellín, noviembre 3 de 2017
Entre este panorama pluriconceptual ─que tiende cada vez más a la búsqueda de
interdiciplinariedad─, la demanda de la innovación socioeconómica y los usos
estructuralistas y funcionalistas en Occidente, perfilan a la creatividad como un fenómeno
inflacionario de naturaleza imprecisa y compleja sobre el cual se fundan axiomas de tan
diversa índole que hacen difícil una definición integral. Un ejemplo de lo dicho lo evidencia
la compilación de axiomas de la creatividad recogidos por Grinberg donde se advierte
indeterminación y ambigüedad:
Ante tal generalidad, para efectos de este rastreo, agruparemos tres categorías de
consideraciones generales: la primera de ellas se ha dedicado a comprender la creatividad
como un asunto práctico y necesario definido desde la resolución de problemas; al respecto
Ostrower en Criatividade e Processos de Criação dice que “la creatividad se va formando
en el ejercicio de sí misma, en el desarrollo dinámico en que el hombre, buscando sobrevivir,
en función de su necesidad, cambia la naturaleza a su favor” (Ostrower 2002, 2). En esta
misma línea Torrance (1966), según Palma, considera la creatividad como una capacidad
mensurable y natural; la defiende como una habilidad específica, que requiere una instrucción
también específica (Palma, 2015). Gardner en Inteligencias múltiples: la teoría en la práctica
(1995) involucra una fuga en este punto identificando una tensión entre la creatividad como
función y la experiencia de la misma como dinamización de un contexto conocido en el que,
por el rendimiento que representa, hay resistencia al cambio.
Como asunto práctico, la creatividad deviene del proceso creativo en el que los
criterios de preparación, incubación e intimación, son tan relevantes como las fases de la
lógica, la intuición y la crítica (Wallas, 1926). En el mismo sentido, Becerra (2013) apunta a
la creatividad como acto que requiere de acciones y de obras creativas concretas y no sólo de
pensamientos creativos. Al respecto, Ruggeri en Criatividade e processos de criação (2004)
afirma que el proceso de creación y su posterior expresión están siempre vinculados a la
acción, la transformación o la configuración de una determinada materia, es decir, la idea
puesta en marcha. Desde la consideración de que crear es un proceso inherente a las
vivencias del hombre, Ostrower (2002) concluye que es en la materialización donde el ser
humano concreta su creatividad.
Una tercera categoría compila las referencias de autores que han dedicado su obra
académica a la consideración de la fenomenología de la creatividad principalmente en
ambientes escolares desde la diferenciación entre creatividad e inteligencia y la concepción
de la nueva escuela.
El sistema educativo actual, según Palma (2015) en Las escuelas matan la creatividad:
Robinson, un innovador de nuestra época, ha sido impulsado por criterios organizativos de
la revolución industrial que privilegian el razonamiento y el análisis, y limitan el concepto
de inteligencia a la estandarización y a la evaluación cuantitativa. Al estudiar este sistema
como una problemática, la autora encuentra en la postura de Robinson, quien dice que el
modelo educativo tradicional no aprovecha el potencial del alumnado, un ángulo crítico para
señalar que la escuela debe ser un escenario que facilite y optimice la búsqueda de las
habilidades ocultas para que las personas se autorealicen. Robinson (2012) en Crear hoy la
escuela del mañana propone un modelo holístico, abierto y flexible, eliminar la prioridad de
materias, diseñar currículos personalizados, dar la importancia que merecen las asignaturas
artísticas, propiciar la interdisciplinariedad, crear ambientes donde la creatividad sea la
protagonista, donde se descubran los talentos y se desarrollen los potenciales de las personas.
Partiendo de la premisa de que la sociedad debe ser creativa para afrontar el cambio,
es preciso construir procesos de enseñanza-aprendizaje también creativos, lo que implica
para Romero (2010) no solo una mirada al interior del sujeto ─y sus capacidades naturales─,
sino al exterior y afrontar aprendizajes, decisiones y proyectos compartidos para el diseño y
materialización de esas posibilidades, poniendo en acción modos de pensar, de ser y de hacer
creativos.
Bajo esta percepción, Gayá (2017) advierte que mientras el individuo reflexiona, se va
formando a sí mismo en su interior, configurando su conciencia de lucha para transformar la
realidad y liberarse del contexto opresor donde está inserto, es decir, donde lo ha sumergido
la pedagogía positivista tradicional de la Modernidad. Al asumir una actitud reflexiva y
crítica frente al mundo y su realidad se amplían las cosmovisiones, se desarrollan las
habilidades cognitivas y los elementos valóricos y de actuación que ayudan a intervenir
gradual o radicalmente los contextos. Tales argumentaciones señalan la importancia cardinal
de la acción del docente para impulsar ese potencial cautivo y creativo de los estudiantes. De
ahí el imperativo de entender la necesidad de intervenir el quehacer educativo para adecuarlo
a los cambios históricos, sociales, tecnocientíficos, económicos y culturales que
permanentemente solicita el entramado social.
Finalmente, el reto de las tres miradas abordadas en esta revisión, por más distintos que
fueran sus puntos de partida, coincide en la consideración de la creatividad (en tanto función,
interacción e inteligencia) en la perspectiva de ésta como fuente para la creación de mundos
o para su mejoramiento en términos de confort, conocimiento e interactividad. Reconociendo
la amplitud del panorama en el que se inscriben estas particularidades insistimos en la
necesidad de profundizar en la revisión y en el planteamiento de estudios transdiciplinarios
que enriquezcan el marco teórico y la intervención real en contextos de acción, como la
perspectiva de la neuroeducación (Mora. F, Punset. Puig. M, E, H. Gardner, Battro.A,
Bruer.J, entre otros.), y la visión cuántica de la vida (Pereiro. G, Zucav. G, Hillman. J.,
Moraes. M, y De la Torre. S, por ejemplo).
Como soporte conceptual y para su futuro uso, se adjunta, a la presente revisión, una
base de referentes de 88 documentos entre libros y artículos frente al tema.
Bibliografía
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