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ARPOXIMACIÓN CRITICA A LAS CULTURAS SANTIAGO, JUNIO 2019

PRE-HISPÁNICAS ESTÉTICAS AMERICANAS


Prof. Claudia Lira

INFORME DE LECTURA

Escobar, Ticio. El mito del arte y el mito del pueblo:


Cuestiones sobre arte popular. Asunción, R. Peroni, 1986.

Constanza Chiorino C.

Bajo el contexto de la década de los 80’ en Latinoamérica, donde muchos


países estaban viviendo procesos de pos-dictadura y algunos otros aún
se encontraban en ella, Ticio Escobar de manera bastante vanguardista e
incluso subversiva, se suma a los debates de la época con este texto crítico
reflexionando sobre la cuestión de “lo artístico” y ¨lo popular·¨. Analizando
estos temas desde varias perspectivas, Escobar va deconstruyendo,
identificando y poniendo en duda concepciones que obstaculizaban la
comprensión de ciertas prácticas culturales, y en consecuencia expone los
alcances e implicancias de estos paradigmas heredados de una cultura
hegemónica internacional al ser contextualizados en nuestra realidad.

Desde la perspectiva del arte occidental, “el arte” es el que se enmarca


dentro del modelo universal de arte producido en Europa entre los siglos
XVI y XX; “es el conjunto de prácticas que tengan las notas básicas de
ese arte, como la posibilidad de producir objetos únicos e irrepetibles que
expresen el genio individual y, fundamentalmente, la capacidad de exhibir
la forma estética desligada de las otras formas culturales y purgada de
utilidades y funciones que oscurezcan su nítida percepción.” (Escobar 11).
En ese sentido una obra de arte es la que prescinde de cualquier tipo de
asociación a prácticas que estén fuera del arte mismo y así también el
artista será quien tiene las habilidades necesarias para aislar las formas
y considerarlas en si mismas, con las que desarrolla su creación: la forma
estética pura.

Por otra parte, para Escobar, el mito que en su origen constituye sistemas
de comprensión de lo real resguardando y regulando los simbolismos
colectivos, al ser manipulados por una cultura dominante por sobre obra,
toma solamente la componente aquetipificadora del mito, consolidando
arbitrariamente aspectos a su conveniencia para la dominación. Este es el
caso del mito del arte, donde se enajena del término arte a toda producción
y/o manifestación que contenga estructuras distintas a las impuestas por
este modelo y sin embargo es el término que se emplea para referirnos a
diversas prácticas estéticas que quedan subyugadas al arquetipo. El mito
del pueblo a su vez, también víctima de ambigüedades, se refiere en lo
popular a lo subalterno de la hegemonía cultural o dirección dominante
que consientes de un carácter propio generan formas culturales diferentes
a las de la dirección dominante.

Es difícil tanto exponer como apreciar y/o analizar una producción simbólica
pre-colonial bajo los criterios y estándares contemporáneos, teñidos en
gran medida por los modelos hegemónicos europeos. Principalmente, al
menos en mi caso en relación con la arquitectura, por que los estándares
de refinamiento y calidad son en general, como explica Escobar, arquetipos
absolutos del tipo pertenece-no pertenece, que responden al alma máter
de la disciplina, las bellas artes europeas, quienes al ser “las creadoras”
se entienden equívocamente como únicas poseedoras de la verdad. El
contexto Americano nos entrega una oportunidad única de exploración
y emancipación para con estos arquetipos, sus alcances y sus límites.
Al ser un espacio de sincretismo cultural por excelencia, donde “hay
muchas verdades”, existe una recontextualización obligada y por tanto una
justificación y estimulación que da cabida, incluso en contextos académicos,
al cuestionamiento y desobediencia de esas verdades hegemónicas al
traerlas a otro contexto, un contexto de multiplicidad.

En el caso del Museo de Arte Precolombino y específicamente de su


remodelación, queda en evidencia este forcejeo entre las partes. Por un
lado se hacen esfuerzos notables por dar un lugar de valor a estos vestigios de las
culturas precolombinas, y al mismo tiempo se deja entrever que este “lugar de valor”
está fuertemente determinado por los cánones de la cultura colonizadora, que al ser
absolutos, descalifican a fin de cuentas las producciones simbólicas que pretenden
rescatar.

Una imagen clara de esto es la propuesta curatorial de “Chile antes de Chile”. Si bien se
invirtió en trabajar con un connotado arquitecto Chileno para dotarla de una espacialidad
excepcional y se importó el expertise de un también connotado museógrafo Europeo,
se titula a la muestra con un nombre absolutamente pos-colonial, invisivilizando a las
culturas puestas en valor. Otro punto ejemplificador es el de la falta de contextualización
teórico-histórica de las piezas expuestas. El exponer estas piezas sin esta asociación
a las prácticas culturales que acompañaban, delata una aproximación a las piezas
desde su “forma estética pura”, ergo, desde una apreciación basada en el modelo de
arte universal Europeo, que no podrá “hacer justicia” a su valor “artístico”, si así se le
quiere llamar, ya que su valor va asociado no solo a una función o utilidad, sino también
en la mayoría de los acasos a un contexto ritual, ceremonial, simbólico.

Si bien la intención y la destreza espacial y plástica de la intervención es notable y


te sitúa inmediatamente en una atmósfera especial que hace justicia al valor que se
quiere otorgar, al indagar en los aspectos mencionados pareciera ser evidente una
inconsciencia de la profundidad con que han calado estos arquetipos. Se vuelve
necesario entonces, para una apreciación contemporánea del arte precolombino,
tomar conciencia de que poner en valor estas piezas requiere de una ruptura de
estos arquetipos, un “cambio de lente” que nos permita ver el valor en ellas desde
miradas múltiples además de su mera formalidad, considerando su significado, uso,
simbolismos, historia, orígenes, entre otros aspectos para tener una apreciación
estética más “justa” de estas.

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