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INFORME DE LECTURA
Constanza Chiorino C.
Por otra parte, para Escobar, el mito que en su origen constituye sistemas
de comprensión de lo real resguardando y regulando los simbolismos
colectivos, al ser manipulados por una cultura dominante por sobre obra,
toma solamente la componente aquetipificadora del mito, consolidando
arbitrariamente aspectos a su conveniencia para la dominación. Este es el
caso del mito del arte, donde se enajena del término arte a toda producción
y/o manifestación que contenga estructuras distintas a las impuestas por
este modelo y sin embargo es el término que se emplea para referirnos a
diversas prácticas estéticas que quedan subyugadas al arquetipo. El mito
del pueblo a su vez, también víctima de ambigüedades, se refiere en lo
popular a lo subalterno de la hegemonía cultural o dirección dominante
que consientes de un carácter propio generan formas culturales diferentes
a las de la dirección dominante.
Es difícil tanto exponer como apreciar y/o analizar una producción simbólica
pre-colonial bajo los criterios y estándares contemporáneos, teñidos en
gran medida por los modelos hegemónicos europeos. Principalmente, al
menos en mi caso en relación con la arquitectura, por que los estándares
de refinamiento y calidad son en general, como explica Escobar, arquetipos
absolutos del tipo pertenece-no pertenece, que responden al alma máter
de la disciplina, las bellas artes europeas, quienes al ser “las creadoras”
se entienden equívocamente como únicas poseedoras de la verdad. El
contexto Americano nos entrega una oportunidad única de exploración
y emancipación para con estos arquetipos, sus alcances y sus límites.
Al ser un espacio de sincretismo cultural por excelencia, donde “hay
muchas verdades”, existe una recontextualización obligada y por tanto una
justificación y estimulación que da cabida, incluso en contextos académicos,
al cuestionamiento y desobediencia de esas verdades hegemónicas al
traerlas a otro contexto, un contexto de multiplicidad.
Una imagen clara de esto es la propuesta curatorial de “Chile antes de Chile”. Si bien se
invirtió en trabajar con un connotado arquitecto Chileno para dotarla de una espacialidad
excepcional y se importó el expertise de un también connotado museógrafo Europeo,
se titula a la muestra con un nombre absolutamente pos-colonial, invisivilizando a las
culturas puestas en valor. Otro punto ejemplificador es el de la falta de contextualización
teórico-histórica de las piezas expuestas. El exponer estas piezas sin esta asociación
a las prácticas culturales que acompañaban, delata una aproximación a las piezas
desde su “forma estética pura”, ergo, desde una apreciación basada en el modelo de
arte universal Europeo, que no podrá “hacer justicia” a su valor “artístico”, si así se le
quiere llamar, ya que su valor va asociado no solo a una función o utilidad, sino también
en la mayoría de los acasos a un contexto ritual, ceremonial, simbólico.