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Estar AFECTADO de la enfermedad del alcoholismo y no cuidarse es tan grave como

rechazar los cuidados en caso de cáncer, ya que es una enfermedad que conduce a una
decadencia lenta y progresiva de las fuerzas físicas, afecta a diferentes órganos vitales,
modifica la personalidad y produce debilitamiento intelectual, todo lo cual desemboca en
la muerte.
Ahora bien, existe un medio muy sencillo de hacerse cargo: abstenerse de consumir
bebidas alcohólicas.

El desarrollo de la dependencia del alcohol es insidioso: para muchas personas, el alcohol


forma parte de la vida como si se tratara de un alimento. Los pacientes se dejan atrapar
en la trampa mediante hábitos de consumo que responden a diversos tipos de
disfunciones, como la alcoholización con finalidad compensatoria tras una pesada jornada
de trabajo o para evitar hacer frente a obligaciones, o incluso para buscar sensaciones
fuertes, como puede ser el caso de los jóvenes que consumen ocasionalmente buscando
la ebriedad. Cuando se llega a la dependencia física, la trampa se cierra y es demasiado
tarde para volver al consumo “moderado” o “controlado”; la dependencia psíquica ya
había empezado mucho antes, cuando se buscaba alivio, distensión o estimulación en un
contexto particular de consumo DISTENDIDO con otros. Muchos tipos de funcionamiento
psíquico pueden abrir la vía de la dependencia, la imagen del alcohol “que da fuerza” o la
idea de que “un hombre debe beber”. Sin ningún tipo de cuestionamiento, la sociedad
ofrece múltiples pretextos que INCITAN al consumo. Para tomar las propias riendas, es
esencial ser consciente de los diferentes mecanismos de la dependencia psíquica y
aprender a desarrollar otro tipo de comportamientos reflejos en los que la persona pueda
apoyarse y descubrir sus recursos sin el artificio del alcohol.

En algunas historias personales, podemos encontrar circunstancias traumatizantes, como


situaciones de maltrato, abusos sexuales o falta de reconocimiento de lo que una persona
siente que es interiormente. En estos casos, el alcohol puede suponer el medio de dejar
de sentir el sufrimiento. Algunas veces, las personas que han padecido esas circunstancias,
las utilizan para justificar su alcoholización, se presentan como victimas de su pasado.
Pero, el paciente siempre tiene dos opciones: alcoholizarse o no alcoholizarse; además de
una tercera, la de pedir ayuda competente. Además, cualesquiera que hayan sido las
circunstancias dolorosas de su pasado, en la actualidad ya no son las mismas personas que
que cogían La copa en sus manos y controlaban la situación. ¡INVITO! al paciente a realizar
el aprendizaje de su libertad. El desafío es QUE ser libre requiere renunciar al alcohol; y
eso es posible si esa libertad aporta a su vida beneficios, resultados, comprensión y
nuevas relaciones, lo que llaman los pacientes “los regalos de la abstinencia”.

BEBER

Ese camino de la libertad no es fácil, ya que el paciente debe hacer frente a todas las
frustraciones sin recurrir al ALIVIO inmediato que le aportaba el alcohol. Debe aprender a
vivir día a día para encontrar sentido a lo que está realizando, aumentando su tolerancia a
la frustración y desarrollando su capacidad de razonamiento y de dialogo para sustituir
por palabras y sus antiguos comportamientos. Es normal que no lo consiga a la primera: es
esencial que sepa aceptar sus re-alcoholizaciones y el hecho de que estas resulten
desalentadoras para el paciente y su familia. No obstante, debemos admitir que tomar de
nuevo alcohol quizá́ sea el menor de los males para un paciente que siente un sufrimiento
intolerable en esos momentos. Es pues esencial, no condenarlo a ese comportamiento,
sino intentar ver la parte sana de su personalidad, enmascarada tras las dificultades, y
acoger su sufrimiento sin dejarse seducir por él, porque quizá́ lo que busca es permiso
para seguir con sus alcoholizaciones cuando, de nuevo o todavía, esté bajo la influencia de
la dependencia psíquica. Frente a estos comportamientos, tanto el entorno del paciente
como los cuidadores pueden encontrarse frente a la paradoja de tener que reconocer el
sufrimiento del paciente tal y como se presenta en ese momento, y al mismo tiempo
mantenerse firmes sobre la conducta a adoptar, que es siempre el camino hacia la
abstinencia.

La vergüenza es un ESCOLLO que hay que considerar: es un gran obstáculo que impide que
el enfermo se encargue de si ́ mismo; es difícil para él reconocerse como dependiente del
alcohol; Como media, la enfermedad evoluciona a lo largo de 15 años antes de ser
detectada por un médico. Los pacientes y sus familias tienen mucha esperanza en “la cura
de desintoxicación”, ahora bien, no tiene nada de “mágico”. La vergüenza afecta tanto al
paciente como a su familia; es necesario aprender a vivir con esta enfermedad como con
cualquier otra enfermedad crónica. El antídoto contra la vergüenza es la palabra: es
necesario que el paciente precise su vivencia personal, incluso lo peor que hace, luego
hablarlo en el marco de una relación terapéutica, individual o de grupo. Esto requiere
valor: es una invitación a afrontar el problema movilizando los recursos positivos. Pero se
pretende huir de la vergüenza callando, y ese silencio es mortal ya que incita a la
repetición del repliegue sobre si ́ mismo y reactiva la alcoholización.
La palabra es, por otra parte, un medio terapéutico esencial. Gracias a la palabra, el
paciente toma conciencia de su problema, haciendo que la negación vaya RECULANDO
progresivamente. El paciente debe movilizar su voluntad de cambio: si LO que quiere es
entrar EN una nueva vida, en una nueva vida sin alcohol, no puede continuar repitiendo
sus alcoholizaciones pretendiendo “beneficiarse” de sus efectos sobre su psiquismo. En
ese camino, deberá́ hacer frente a una cierta soledad, viviendo frente a si ́ mismo. En
algunos momentos, encontrar las palabras que describan su vivencia supondrá́ un trabajo
ENCARNIZADO, especialmente cuando se sienta mal. Pero ES un trabajo que comporta
también la alegría de descubrir y encontrar sensaciones positivas y nuevas capacidades
insospechadas, que podrá́ desarrollar en su vida cotidiana concreta.

BEBER

¿Se PUEDE uno curar?


Como en otras enfermedades crónicas, es más bien la estabilización lo que se PRETENDE,
gracias a un trabajo para mantener la abstinencia. Este trabajo ha de ser dinámico, ya que
la abstinencia no es un OBJETIVO en si ́ misma, sino un medio para vivir mejor. Explorar
para ¡QUÉ ha servido el alcohol en diferentes situaciones ES importante, así ́ como la
búsqueda de las motivaciones que permitirán vivir de otra manera, siempre apoyándose
en lo mejor de uno mismo y aprendiendo a EXISTIR convirtiéndose en uno mismo, lo cual
aporta alegría y sentido, mientras que antes, el paciente vivía en el SINSENTIDO. Este
trabajo realizará solo y mediante el dialogo con una persona competente a la vez;
debemos SUBRAYAR, la COMPLEMENTARIEDAD de los cuidadores con formación y de los
voluntarios de las asociaciones de ayuda.

En lo que CONCIERNE a los miembros de la familia, ESTÁN tan afectados por la


enfermedad como el propio paciente. Para ellos, también es importante que
RECONOZCAN su propio problema psicológico para poder aceptar ¡QUE únicamente el
paciente puede actuar sobre su problema con el alcohol. Es conveniente que tengan un
espacio donde poder hablar de lo que sienten en su vida con respecto a la enfermedad
alcohólica, con todas las consecuencias, para poder, ellos también, realizar un trabajo de
crecimiento.
¿Podré volver a beber algún día?

Si ́…….el paciente puede siempre volver a beber, es libre… pero, ¿qué ganará con ello, qué
perderá́? Si se hace esta pregunta, está invitado a dialogar consigo mismo, considerando
los pros y los contras, para elegir a continuación la que LE PAREZCA mejor solución. En
ciertos momentos, este dialogo es un verdadero combate, sobre todo en las etapas de
DECEPCIÓN o FRAGILIDAD. Los pacientes salen REFORZADOS DE ESAS PRUEBAS CUANDO
DECIDEN ELEGIR SU NUEVA VIDA EN LUGAR DE ELEGIR LO FÁCIL, es decir, el alcohol. Es
de ese modo como el descubrimiento de su conciencia profunda supone UN gran apoyo. A
diferencia de la parte SOCIALIZADA de la conciencia, que pretende obligar al paciente a
actuar según la voluntad de los otros, la conciencia profunda lo introduce en el
DISCERNIMIENTO de la que será́ la mejor solución para él, invitándolo a no hacerse daño,
ensenándolo a caminar con paciencia pero intentando siempre dar un paso adelante.
Poco a poco, el paciente aprende a caminar siendo fiel a su conciencia profunda,
CONCEDIÉNDOSE el derecho de no ser “perfecto”, sino FALIBLE a veces, y continuar
avanzando por el largo camino de su propia liberación.

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Cariños

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