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Polémicas en torno a la utilización de testimonios de pase como material

clínico para investigaciones universitarias

Resumen

En los últimos años, se han sentado precedentes de investigaciones


universitarias, tanto nacionales como extranjeras, que han tomado como materia
prima los testimonios surgidos del dispositivo del pase de diversas Escuelas de
Psicoanálisis.
Este dispositivo fue propuesto por Lacan en 1967 para estudiar la finalidad y
terminación de los análisis, y tiene un funcionamiento complejo. Intervienen
pasantes, pasadores y jurado, para decidir la nominación, o no, de un AE (Analista
de Escuela), cuestión que se entrama con la política interna de cada Escuela, sus
ejes de interés, la calidad del testimonio y la posibilidad de que haya habido
encuentro y transmisión entre pasante y pasadores, así como entre estos y el
jurado. El costado más bien político del procedimiento y de las designaciones fue
planteado por Lacan en una época posterior a su expulsión de la Internacional
Psicoanalítica y tenía como uno de sus propósitos el de impulsar la formación de
analistas y de estructuras organizativas para su Escuela. Como es sabido, todo
este asunto ha sido y sigue siendo objeto de polémicas.
Sin embargo, hoy en día podríamos decir que las razones por las que este
extraño dispositivo se ha hecho tan conocido no radican tanto en su organización
interna y su peso político, sino en el innovador material clínico a que ha dado
lugar; material, además, curioso por su calidad de testimonio de análisis narrado
en primera persona.
Hay que precisar que estos testimonios son en realidad el fruto de una
segunda práctica -no pensada por Lacan- que fue tomando lugar en los últimos
años: la de testimoniar a posteriori, de forma directa y pública sobre la experiencia
transitada en el dispositivo del pase y en el análisis mismo. De esta manera, lo
que hace unas décadas constituía un material privado de cada Escuela, tiene hoy
una enorme circulación en diversos medios y es pasible de ser utilizado, estudiado
y analizado por quien así lo desee. Actualmente, la utilización de estos testimonios
para investigaciones de maestría y doctorado tampoco está exenta de críticas y es
aún polémica y cuestionada; a pesar de lo cual, parece ser una modalidad que va
en aumento. ¿Qué beneficios puede comportar? ¿Qué críticas se le pueden
hacer? ¿Cuáles son sus limitaciones e inconvenientes?
Intentaremos analizar y dialogar con los presentes sobre algunas de estas
cuestiones, interrogando también cuál es el uso particular que algunos analistas-
investigadores solemos hacer de estos materiales.
Introducción

El dispositivo del pase surge a partir del texto de Lacan llamado "Proposición
del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela". Por los problemas
que suscita, esta propuesta es aprobada recién en el año 1969 en Asamblea
General, y puesta en marcha algunos años después en la Escuela Freudiana de
París.

…el pase permite a alguien que piensa que puede ser analista, a alguien que se autoriza él
mismo a ello, o que está a punto de hacerlo, dar a conocer qué fue lo que lo decidió, e
introducirse en un discurso del cual pienso que por cierto no es fácil ser el soporte.
[…] Siempre me pareció que la manera con que nuestras sociedades juzgaban a los
individuos seleccionados participaba, por qué no decirlo, de esas leyes de la competencia
que permiten funcionar a la mayoría de los grupos humanos. Yo deseé otro modo de
reclutamiento: el pase. A mi entender, era el primer escalón de un reclutamiento de estilo
diferente, de un orden modelado muy precisamente sobre lo que entonces consideré que
daba especificidad al discurso analítico. (Lacan, 1973, p. 33).

Así justificaba Lacan su propuesta de crear un dispositivo nuevo en


psicoanálisis, en un escrito publicado varios años después de haber iniciado esa
propuesta. El dispositivo como tal implica una tercerización del testimonio, pues
implica que el pasante cuente su testimonio a dos pasadores –analizantes que no
han terminado su cura pero se encuentran transitando su última etapa- y que sea
de boca de estos pasadores que llegue el testimonio al jurado.
Pero lo que aquí nos interesa no es tanto el funcionamiento interno del
dispositivo, pues eso no nos concierne como investigadores académicos, sino un
segundo momento, creado unas décadas más tarde, y que implica que quien ha
transitado por el pase pueda elegir narrar su testimonio –más bien alguna parte
del mismo- en forma directa y pública. Estos son los textos que nuestra
investigación utiliza como muestra, textos que han sido donados por sus autores a
la comunidad analítica abierta, textos que circulan por diversos medios y son de
amplio alcance.
Pero antes de adentrarnos en estas cuestiones metodológicas, hagamos
algunas consideraciones más sobre el pase.
Ha sido destacado por Miller que la propuesta del pase surge a partir de la
detección, por parte de Lacan, de un momento clínico que decidió denominar
“momento de pase” (Miller, 1977, p. 47), momento conclusivo y resolutorio, ligado
a la caída del Sujeto Supuesto Saber y a la liquidación de la transferencia. A su
vez, la necesidad de transmitir ese momento, esa experiencia puntual -no para
todos, pero sí para muchos analistas-, da lugar a un redoblamiento de ese
momento de pase, un “pase bis” o “doble pase” (Ibíd., p 47), que consiste en dar
testimonio de esa experiencia. La relación entre ese pase (1) –la experiencia- y el
pase (2) –testimoniar sobre eso en cierto dispositivo- reviste algunas paradojas
intrínsecas, pues para el momento (1) es fundamentalmente válida la sentencia de
Lacan de que “el psicoanalista no se autoriza sino a sí mismo” (Lacan, 1967/2012,
p. 261), mientras que el pase (2), es decir, el testimoniar, implica el pedido de
acceder a “un examen, un título, un grado” (Ibíd., p. 48). Habrá quienes
sostendrán que el autorizarse en sí mismo es suficiente, y de hecho, nada en la
proposición de Lacan indica que pensara al pase como obligatorio, ni que todo
momento de pase debiera ser autenticado. Así, participar del dispositivo del pase
no es más que una propuesta, para quienes consientan a hacerlo. Y esa
participación tendrá que ver con el lazo a una Escuela y con el reconocimiento de
que la caída del Sujeto Supuesto Saber no es más que un momento transitorio, no
puede sostenerse. No apelan menos a un Otro quienes defiendan que el analista
sólo se autoriza en sí mismo, pues para decirlo se autorizan en Lacan.
Dicho esto, vayamos a lo que el pase tiene la potencia de generar, ya no en la
organización de las Escuelas, sus grados o los efectos que los AE apuntarán a
producir en su Escuela, sino en la producción de saber sobre la práctica y los
efectos del psicoanálisis.
Lo que Lacan expuso en su “Proposición…” es que el AE tendría que
testimoniar sobre los problemas cruciales del psicoanálisis, por encontrarse él
mismo en la tarea de resolverlos en lo concerniente a su propio análisis. Por esto
entendía que debía lograrse alguna articulación de saber sobre la terminación, el
objeto y la finalidad de los análisis, que en ese momento –el de la “Proposición…”-
le parecía estar en falta, incluso tras medio siglo de existencia del psicoanálisis.
A diferencia de lo que ocurrió durante las primeras décadas de práctica del
pase, donde los testimonios y el saber que allí se producía solía quedar a
resguardo de la escuela, Lacan había propuesto que los resultados de la
experiencia del pase fueran comunicados, y no sólo a la escuela en cuestión, sino
también a otras instituciones. Es decir que avalaba en su “Proposición…” el
carácter público que los testimonios y las elaboraciones de los distintos
participantes del pase tienen hoy en día.
Tenemos, entonces, el carácter comunicable y socializable de los resultados
del pase, su naturaleza que –al menos en su espíritu original- es opuesta al
secretismo y al elitismo. Y, por otro lado, tenemos también la idea inicial de que el
dispositivo del pase debía producir saber; “una acumulación de la experiencia –
escribió Lacan-, su recolección y su elaboración, una seriación de su variedad”
(1967/2012, p. 274). Por eso sostuvo que “el jurado funcionando no puede
abstenerse pues de un trabajo de doctrina, más allá de su funcionamiento como
selector” (Ibíd.).
Ahora bien, ¿de qué saber se trata? ¿Cuán libre de los efectos sugestivos
propios de la grupalidad estará ese saber producido en el pase? ¿Acaso podemos
ignorar que la experiencia acumulada hasta el momento, todo lo dicho y escrito
sobre el fin de análisis hasta hoy, indefectiblemente influye sobre la experiencia
del análisis personal? Esta última pregunta es a menudo planteada por los
detractores del pase, y creemos que debe concedérsele cierta razón. No es un
cuestionamiento vano.
Tal vez podamos ofrecer una solución remitiéndonos a las reflexiones de
Freud sobre este tópico: ¿“menoscaba la confiabilidad de nuestros resultados el
admitir el efecto de la sugestión, tal como nosotros la entendemos” (Freud,
1923/2000, p. 119)? Freud sostenía que no, que la influencia de la sugestión
puede ser en sí misma analizada y que importantes intelecciones resultarán de
esa práctica. Se lo preguntaba muy especialmente respecto de los sueños, tema
que ha dado origen a nuestra investigación.
A la pregunta por la valoración de los sueños se liga estrechamente el problema de la
posibilidad de que sean influidos por «sugestión» médica. Acaso el analista se atemorice al
principio, al advertírsele de esa posibilidad; pero con una reflexión más atenta, ese temor
cederá ante la intelección de que influir sobre los sueños del paciente no es para el analista
una torpeza o un motivo de vergüenza mayores que guiar sus pensamientos concientes.
(Freud, 1923/2000, pp. 115-116).

Freud se avenía resignado a esta condición sugestionable del analizante, pero


nunca era ingenuo respecto a ella, es decir, le concedía su justo lugar a la
consideración de esa sugestión misma y a sus motivos. Lo mismo puede hacerse
con los efectos de masa que se generan a veces en torno al pase. Algunas
afirmaciones de los testimonios pueden requerir de ese trabajo de
desmenuzamiento que separe la paja del trigo –aunque queden siempre mezclas
que le son intrínsecas-, al menos para no tomar con completa ingenuidad todo lo
que haya sido pronunciado.
La pregunta por la sugestión toca de cerca a la pregunta por el lazo entre
pares que forma la base misma de las escuelas y que por supuesto influye y
moldea, voluntaria o involuntariamente, las producciones. En algunos casos, la
detección de esas “influencias” puede ser muy enriquecedora, y no siempre
implica un tinte negativo, sino todo lo contrario. En nuestra investigación, cierto
momento de la consideración de los sueños narrados en los testimonios nos
obligó a sopesar quién era el Otro a quien esos sueños estaban dirigidos. Una vez
barrado ese Otro, desnudada su inconsistencia, una vez caído el Sujeto Supuesto
Saber y liquidada la transferencia, ¿por qué alguien tendría una seguidilla de
sueños reveladores? ¿Reveladores de qué y para quién? Nos encontramos con
que podía responderse, en primer lugar, para el propio soñante. Teníamos ahí
algo original, sueños soñados para “sí mismo” –conocemos la inconveniencia de
usar esta expresión-, para decir(se) algo, para transmitir, ¿de lo inconsciente al
yo?, cierta información. Pero también nos vimos llevados a colegir que esos
sueños tal vez no ocurran sin la existencia del pase, de las escuelas, de las
comunidades analíticas y del lazo entre pares, que se muestra siempre interesado
por esos sueños. ¿Sueños soñados para la comunidad analítica entonces? ¿Por
qué no?
Volvamos ahora a nuestras consideraciones metodológicas. Seguidamente a
las reservas sobre la naturaleza sugestionable del contenido de los testimonios,
tenemos, por otro lado, el cuestionamiento a la utilización de los mismos como
material para investigaciones académicas. Este tampoco es un cuestionamiento
vano, y merece al menos unas consideraciones.
Por nuestra parte, creemos poder discutir el carácter privado que se aduce
respecto a los testimonios, pues lo cierto es que desde hace ya varios años
numerosos analistas confeccionan escritos donde relatan su experiencia de
análisis y de pase y los publican en medios de difusión que tienen amplio alcance.
Damos por sentado que ese proceso de escritura ya opera una selección de los
detalles que cada cual quiere transmitir y de aquellos que prefiere guardar para la
intimidad. Por eso no osaríamos utilizar como material de investigación
comentarios de pasillo, confesiones privadas o informaciones internas de los
cárteles de pase.
Dicho esto, quizás debamos pronunciarnos también sobre el temor de muchos
de que los testimonios sean usados para un análisis rígido de informaciones que
nadie deseaba ofrecer. Todo lo contrario, como argumentaremos en breve, el rol
del analista-investigador en las búsquedas que realiza es de íntimo compromiso
con el saber que produce, y no lo deja menos en posición de analizante que lo que
puede estarlo quien cuenta su testimonio o quien habla sobre la clínica
psicoanalítica como labor cotidiana. Aquí reposa entonces una condición para la
cual no pueden enunciarse reglas universales, pues lo que consideramos
conveniente para la posición del investigador que estudia testimonios no es
generalizable; antes bien, se desprende de su posición como analizante, como
analista y como colega. Pero muy fundamentalmente como analizante, pues,
como desarrollaremos, no es sin su experiencia de análisis que el investigador
podría decir algo que valga la pena sobre lo que encuentra en los testimonios
acerca de determinado tema; tema que, además, ha recortado por su interés
personal, huelga decir por su deseo, lo cual lo deja claramente comprometido y sin
posibilidad –y mejor que así sea- de pretender situarse por fuera de lo que estudia.
“Una analista ha afirmado hace poco en la Univerisdad que no está de
acuerdo en que se tome como material de trabajo lo que los AE han publicado de
su propio pase”, escribe Gabriel Lombardi, y concluye:

Se combate así el riesgo de obscenidad o de discriminación con el oscurantismo, olvidando


la sugerencia de Lacan según la cual, entre la vida pública y la vida privada, está la vida
analizante, que no es algo para espantarse; sobre todo si en lugar de demorarnos en las
fantasías, fuente inagotable de la obscenidad que estanca el deseo, se toma como
referente esencial de la clínica la división subjetiva patológica, el síntoma en tanto en algún
momento deviene desesperante, imposible de soportar, como la enfermedad mortal
(Sygdommen til Døden) para Kierkegaard. (2018, p. 218).

Valga decir que si quien lee un testimonio está bien posicionado, no habrá
riesgo de tergiversaciones u obscenidades. Todo reside en desde dónde lee, para
qué, con cuanto respeto –digamos, más correctamente, destitución subjetiva-
toma la palabra de quienes han tenido el valor de transmitir su propio recorrido de
análisis. En nuestro caso, que es el del estudio de los sueños narrados en
testimonios de pase, hemos encontrado como central, para sortear
malversaciones, no pretender nunca analizar un sueño relatado en un testimonio,
sino simplemente abocarnos al estudio a la letra de las relaciones entre el sueño y
el testimonio mismo, y muy especialmente centrarnos en aquello que el soñante
dice sobre su sueño, vale decir, cómo se relaciona con él, qué le produjo, para qué
le sirvió. En los casos en que los sueños aparecen así relatados, sin ahorrar
detalles sobre la relación del soñante con su sueño, la información que se obtiene
es muy valiosa y respeta el espíritu del autor del testimonio.
Esto nos lleva a otro punto de interés, el de la cualidad personalista de los
testimonios, el hecho de que los testimonios que llegan al público en general –y
por lo tanto, entre ellos a los investigadores- hayan sido narrados en primera
persona. Entre la intimidad de escuela que requiere la puesta en funcionamiento
del pase y la publicación de un testimonio escrito median muchas instancias, y en
ese proceso suponemos que hay una pulido, una selección de lo que se quiere
transmitir más allá de la escuela. Esto es necesario para resguardar la intimidad y
es una condición sin la cual el analista-investigador que utiliza testimonios de pase
estaría incurriendo en faltas graves. Pero una vez que estas instancias han
intervenido, lo que nos llega como testimonio goza todavía de esa cualidad
personalísima que lo vuelve material clínico, aunque desde otra perspectiva de la
clínica.

La Escuela de psicoanálisis, como concepto, surge en la historia del psicoanálisis entre


otras cosas por la necesidad de extender el alcance de la clínica a una fase del análisis en
la que el analista ya no está en posición de saber, y acaso tampoco de poder saber, no al
menos del síntoma del analizado, que ha devenido ininterpretable ya para él, porque ya no
desea ser interpretado. En el pase se interroga el análisis desde la perspectiva del
analizante, que testimonia sobre su análisis, y sin que el analista tenga participación directa
alguna (Lombardi, 2018, p. 55).

Esta clínica que se elabora a partir de lo que el analizante puede decir sobre
su propio análisis, sobre su síntoma, sobre su deseo, reviste para nosotros
enorme interés y no puede ser interrogada sino a partir de los hallazgos del pase.
Seguimos a Lacan en su propuesta de que la verdad es una ficción, que toca
en uno de sus costados a lo real –de allí sus efectos sobre el sujeto y su faceta
inefable-, y cuyo otro costado, más simbólico, puede transmitirse a través de
construcciones discursivas singulares. Con esta concepción abordamos los
testimonios publicados por pasantes, aquellos que según Lacan “se arriesgan a
testimoniar lo mejor posible sobre la verdad mentirosa” (1977/2012, p. 601). Es
decir que sólo nos interesa la verdad discursiva que en los testimonios se
transmite, y no una verdad subyacente que se pretendiera buscar más allá del
discurso. La palabra del pasante que ha publicado su testimonio, es en nuestra
investigación soberana; no está ahí para ser puesta en cuestión –aun si decidimos
desestimar algunas de sus versiones-, sino para ser escuchada y puesta a
dialogar con la palabra de otros pasantes y con la teoría, a veces para verificarla,
a veces para refutar alguno de sus postulados o someterlo a discusión.
Esta combinación de atravesamientos, obliga a que las investigaciones de
este corte sean a la vez clínicas –pues involucran al inconsciente del analista-
investigador, como desarrollaremos-, empíricas –pues toman como materia prima
un buen número de testimonios cuidadosamente seleccionados y organizados- y
conceptuales –pues persiguen el propósito de revisar algunos postulados teóricos,
o generar otros nuevos, a partir de los hallazgos realizados-.
Hemos mencionado los beneficios que comporta para nosotros la utilización
de testimonios de pase para investigar en psicoanálisis. Hemos revisado también
algunas críticas que se han hecho a esta elección metodológica y ofrecido nuestra
perspectiva. Nos resta señalar cuáles creemos que son sus principales
limitaciones.
Una de ellas, ya mencionada, es lo que puede haber de sugestión en la
comunidad analítica y cómo sus efectos pueden inmiscuirse en la redacción de un
testimonio. Como dijimos, eso no puede evitarse y es de alguna manera intrínseco
al psicoanálisis y a toda práctica con la palabra. No por ello menoscaba los
hallazgos que la transversalidad del estudio de testimonios permite al analista-
investigador, puesto a su vez en función de analizante. Será prudente, no
obstante, sopesar esos efectos sugestivos, intentar rastrearlos y afinarlos en
función del tema de investigación elegido. Allí, no será igualmente problemático el
haber elegido un tema central a lo que el pase se propone evaluar –el deseo del
analista, por ejemplo-, que haber elegido un tema lateral –el de los sueños que allí
son relatados, las intervenciones que más se recuerdan, etcétera-.
Y otra limitación, mucho más evidente e indiscutible, es que la investigación de
ciertos temas a partir de testimonios de pase sólo permite arribar a resultados –por
así llamarlos, forzando un poco la articulación ciencia-psicoanálisis- concernientes
a los análisis de analistas. En tanto el pase es realizado únicamente por analistas
–definidos en este caso como aquellos que hacen del psicoanálisis un medio de
vida-, los hallazgos de cualquier investigación que parta de una muestra
conformada por testimonios sólo son aplicables a y sólo versan sobre la población
de analistas. Debido al rasgo de singularidad en juego en psicoanálisis, tampoco
podría pretenderse que se trata de hallazgos generalizables a todos los analistas –
y sin siquiera entrar aquí en disquisiciones sobre qué relación con las existencias
tendría ese supuesto “todos”-.
No obstante, otras investigaciones, que pongan en correlación los hallazgos
del pase con la clínica cotidiana -el análisis de legos, por así decir-, sí podrían
observar qué convergencias o ausencia de ellas se encuentran en esa
confrontación.
Enunciadas estas limitaciones, que son al menos las que nos resultan
evidentes en este momento, pasemos a considerar qué uso de los testimonios
puede o debe hacer el analista-investigador; cuestión que no puede evadir el
complejo tema del papel del analista –la participación de su inconsciente y el
efecto de su análisis personal- en las investigaciones que realiza.
Este tema ha sido ricamente desarrollado en el artículo “Reexamen de la
metodología freudiana para una investigación en psicoanálisis hoy” (De Battista &
Askofaré, 2015), cuyas conclusiones vale la pena citar:

Concluiremos brevemente planteando que la cuestión de la investigación en psicoanálisis


no puede ser separada de la de la formación de los analistas. Un analista no puede
despojarse de su formación para hacer investigación. Esa formación es entonces una
influencia en la investigación conducida por dicho analista y permite introducir allí una
reflexión sobre la incidencia del inconsciente. Lo que hace una diferencia con la
investigación tradicional en las ciencias llamadas humanas es justamente que el
psicoanálisis no forcluye la dimensión subjetiva de su proceso de investigación y puede
considerar el papel del deseo del investigador en sus descubrimientos.
[…] Para terminar, propondremos la idea –a discutir y poner a prueba- de que el discurso
psicoanalítico inaugura una nueva forma de objetividad en el campo de la investigación, en
tanto promueve una nueva figura del investigador –el analista-investigador- que, a razón de
su recorrido por la experiencia analítica, puede y debe hacer una crítica de su subjetividad
en el saber que produce. (De Battista & Askofaré, 2015, pp. 164-165).

La cuestión de la formación de los analistas, puesta aquí en el centro de la


discusión sobre la investigación en psicoanálisis, es planteada por estos autores
como ligada a “la propia experiencia del inconsciente”, al recorrido de análisis
propio, “más allá de la transmisión teórica a través de la bibliografía”. La expresión
freudiana que utilizan para nombrarlo, la de saber no sabido, tiene fuertes
resonancias en lo que concierne a la tarea del analista-investigador, porque se
entrama desde el inicio con aquello que lo ha motivado a sumergirse en
determinado tema, pero también porque de allí provienen muchas de las ideas con
que ordena el campo de la experiencia.
Sobre estas ideas, Freud realizó interesantes observaciones, que se
encuentran desperdigadas en varios de sus escritos, y que estos dos autores
ordenan e interrogan. El verbo usado por Freud, erraten, admite varias
traducciones, entre ellas colegir, como ha pasado a la edición estándar, y
comprende tanto la intuición como la deducción, el hallazgo de una solución o una
respuesta y la posibilidad de concluir a partir de índices o alusiones. Es lo que,
según Freud, le sucedió a él mismo con su tesis sobre la etiología sexual de las
neurosis: creyó haberla descubierto o inventado a partir de su propio trabajo
clínico, pero cierto día “se agolparon” en él una sumatoria de recuerdos que le
“abrieron una buena perspectiva sobre los procesos de nuestra actividad creadora
y la naturaleza de nuestro saber” (Freud, 1914/2000, p. 12). Comprendió que esa
idea le había sido transmitida por tres de sus maestros a través de frases
pronunciadas como al pasar, incluso más alusivas que explícitas. “Los tres me
habían transmitido una intelección que, en todo rigor, ellos mismos no poseían”
(Ibíd.).
Así es como ubica Freud una de sus experiencias de haber colegido un saber
a través de comentarios alusivos. Se aprecia cómo él había percibido algo que se
dejaba entender, sin que el locutor se lo propusiese concientemente, e incluso
porque ese saber operó a través de una construcción que requirió de tres
comentarios diferentes, provenientes de tres maestros distintos y en distintos
momentos. “En mi- dice Freud- […] esas tres comunicaciones idénticas, que recibí
sin comprender, quedaron dormidas durante años, hasta que un día despertaron
como un conocimiento en apariencia original” (Ibíd., pp. 12-13).
Estas palabras son de sumo interés para nosotros, pues refieren a la
experiencia del colegir, pero emplazada en situaciones que no pertenecen al
dispositivo analítico. Usualmente la metodología de investigación en psicoanálisis
es justificada por los analistas-investigadores desde su costado clínico, dando a la
transferencia el papel que le corresponde, y elucidando el papel del analista en los
casos que conduce y decide transmitir.
En cambio, si nosotros nos proponemos trabajar con material clínico surgido
del dispositivo del pase, y bajo la forma de testimonios personales que nos llegan
de manera escrita, de ningún modo estamos en condiciones de reconducir nuestra
labor a la que realizamos en los tratamientos que conducimos. Y sin embargo,
ambos trabajos se emparentan íntimamente en lo que concierne al papel que
juega el inconsciente del analista-investigador en su lectura de los casos y los
testimonios, en definitiva, en su aptitud para colegir ciertas conexiones. Allí, el
inconsciente del analista-investigador es clave, y lo es muy especialmente a partir
del efecto que el análisis personal ha tenido sobre él, dejando a la vista, pero sin
que puedan ser rápidamente percibidos –tal como La carta robada-, una buena
cantidad de indicios sobre las sutilezas de la experiencia del inconsciente, de la
elucidación del fantasma, de la identificación del y al síntoma, de la extracción de
lo incurable, etcétera. Hablamos de indicios porque nos estamos refiriendo a
aquellos datos de la experiencia que no han sido cabalmente teorizados, aquellos
que motivan y justifican el inicio de una investigación, a lo largo de la cual se
espera llegar a identificar y nominar algo, al menos una pequeña parcela, de lo
generalizable que allí ocurre.
En esto se diferencia el propósito que pueden perseguir los analistas que
deciden hacer el pase, como experiencia personal ligada a algunos otros, de lo
que pretende el analista-investigador en un contexto académico: poder decir algo
que, aunque no tenga valor universal, pueda operar como paradigma. En esto, el
trabajo del investigador que utiliza testimonios se parece bastante a la labor que
realizan los cárteles de pase, que justamente sopesan lo que han podido extraer
de la escucha y lectura de numerosos testimonios.
Tal vez allí también podamos introducir una diferenciación, en el hecho de que
los cárteles de pase están concernidos por la experiencia de escuela, mientras
que el analista-investigador académico apunta a descubrir y transmitir un saber
que puede extraerse de varias fuentes, fuentes cuya comparación promete aportar
algo más –y también algo menos- que la experiencia de escuela, y que se propone
extraer lo enriquecedor de las diferencias, así como dejar por fuera cierto número
de cuestiones. Se sumergirá de este modo en un saber que circula, y prestará su
oído para pescar ese saber no sabido que también se transmite –en los
testimonios, por ejemplo-, aunque no se haya teorizado. Verá que los testimonios
portan una buena cantidad de informaciones que van en la misma línea que las
hipótesis que se han formulado en las escuelas, pero percibirá que también hay
detalles clínicos que no han sido esclarecidos, que se dejan leer lateralmente, que
se insinúan no conscientemente, y que incluso algunos datos objetan la teoría. Allí
habrá encontrado el lecho indicado para comenzar su investigación.
Así como las investigaciones psicoanalíticas que parten de casos clínicos
requieren una elucidación del papel del analista en ellos, creemos que el estudio
de testimonios de pase requiere también que el analista-investigador elucide su
relación con los mismos.
En primer lugar, la importancia de su análisis personal, el hecho de haberlo
llevado lo suficientemente lejos como para poder abordar los testimonios sin
idealización de los supuestos “logros” que allí se relatan. No creemos que sea
posible o conveniente que un analizante novel se aboque a la tarea de estudiar
testimonios con fines investigativos, pues de allí provendrían los mayores
malentendidos. Consideramos que la experiencia de lo finito y lo infinito del
análisis es necesaria para escuchar de cierto modo los testimonios, dejando
intervenir la castración.
Y por otro lado, lo que su análisis personal le ha permitido teorizar, o al menos
comenzar a pensar, y que le abrirá la posibilidad de reencontrar en los testimonios
aquello de lo que podría dar cuenta a partir de su propia experiencia.

El analista es alguien que está advertido del determinismo de su propio inconsciente y por
esto puede responder de otra manera que con el rechazo de las ocurrencias del
inconsciente. Así, el trabajo de investigación hecho por un analista demuestra su
complejidad, habida cuenta de que éste incluye no solamente el trabajo de síntesis de la
consciencia sino también la influencia del inconsciente analizado del analista. (De Battista
& Askofaré, 2015, p. 159).

Tal como lo pensaba Lacan, el momento en que cada cual se encuentra en su


propio análisis –incluyamos en esto también el haberlo terminado-, lo vuelve más
apto para escuchar ciertas sutilezas, ciertas declinaciones. Sobre esta hipótesis
construyó el dispositivo del pase, basándose justamente en la idea de que los
analizantes que estaban cerca de terminar su cura eran los que mejor iban a
poder escuchar el testimonio de quien la finalizó. Y que los miembros del jurado,
habiendo atravesado y terminado una cura analítica, iban a estar en posición de
juzgar correctamente lo transmitido. Aún haciendo todas las salvedades
necesarias, debido a lo imperfecto del ser humano y de todos los dispositivos por
él creados, y sin desconocer que existirán muchas excepciones, consideramos
que esta hipótesis tiene mucho valor para pensar la función del analista-
investigador que utiliza testimonios de pase como materia prima. ¿Deberá
entonces él mismo participar del pase? Creemos que es opcional, como dijo
Lacan. De hacerlo, posiblemente su escucha se verá enriquecida.

Referencias

De Battista, J. & Askofaré, S. (2015) Réexamen de la méthodologie freudienne


pour une recherche en psychanalyse aujourd’hui. Cliniques
Méditerranéennes, 91, 153-166.
Freud, S. (1914/2000) Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico. En
Obras Completas (J. L. Etcheverry, trad., Vol. 12, pp. 1-64). Buenos Aires:
Amorrortu.
Freud, S. (1923/2000). Observaciones sobre la teoría y práctica de la
interpretación de los sueños. En Obras Completas (J. L. Etcheverry, trad.,
Vol. 19, pp. 107-122). Buenos Aires: Amorrortu.
Lacan, J. (1967/2012). Proposición del 9 de octubre de 1967. En Otros Escritos
(pp. 261-277). Buenos Aires: Paidós.
Lacan, J. (1973/1977). Sobre la experiencia del pase. Ornicar? El saber del
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Lacan, J. (1977/2012) Radiofonía. En Otros Escritos (pp. 425-471). Buenos Aires:
Paidós.
Lombardi, G. (2018) El método clínico en la perspectiva analítica. Buenos Aires:
Paidós.
Miller, J.-A. (1977). Introducción a las paradojas del pase. Ornicar? El saber del
psicoanálisis, 12/13, 45-55.

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