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INTRODUCCION
EL TITULO
Para Israel las primeras palabras del texto formaban el título de sus libros canónicos. Al segundo libro del Pentateuco lo designaron
como Y estos son los nombres (we’eleth shemoth). A veces, lo llamaba simplemente nombres (shemoth). El nombre “Exodo” llegó
por medio de la versión griega de la LXX (cerca de 250 a. de J.C.) que usó el término (exodos) en la traducción de 19:1.
Consecuentemente, se lo pusieron como título o tema principal, porque correspondía adecuadamente al contenido de la primera
parte narrativa del libro. En la traducción al latín, la Vulgata, hecha por Jerónimo, la palabra exodus fue usada para “salida”, y así el
título fue transmitido a las versiones modernas.
EL CONTENIDO
Si se aplicara estrictamente el significado del título, el libro terminaría con la llegada del pueblo al monte Sinaí (Exo. 19). Sin
embargo, en él se incluye el establecimiento del pacto con sus responsabilidades, y se agregan los detalles referentes a la
construcción y mantenimiento del tabernáculo, o el culto.
El libro es una continuación de la narración patriarcal de Génesis. Aunque se ve la declinación del fervor espiritual del pueblo,
todavía rigen las promesas hechas a Abram y el propósito divino de redimir al mundo por medio de él (Gén. 12:1–3). En Exodo se
desarrolla el significado del pacto hecho con Abraham y renovado con Isaac y Jacob (ver Gén. 12:1–3, 7; 15:18; 22:17, 18; 26:3, 4;
35:12); además, se demuestra el crecimiento de la familia patriarcal hasta su constitución nacional en Sinaí.
Al comienzo del libro, unos 400 años después de la época de José, el pueblo se encuentra en Egipto duramente oprimido (Exo.
12:40). Entonces llega el momento decisivo cuando se han de cumplir los designios del Señor. Se ve la providencia divina desde el
nacimiento de Moisés hasta la llegada del pueblo a Horeb, el monte de Dios. El libertador de Israel no es Moisés sino Jehová ; sin
embargo, la sombra del instrumento humano llena las páginas de todo el libro.
Después del llamamiento de Moisés, se presenta el conflicto entre Jehová y el faraón: Se trata de la cuestión, ¿quién de los dos es
Dios? Las plagas son demostraciones irrefutables del señorío de Jehová sobre el universo. En el relato dramático de la muerte de los
primogénitos de los egipcios, se siente la angustia y el terror de ellos y la protección para el pueblo de Israel cuando se establece la
Pascua. Sin duda, ¡Jehová es Dios!
En el viaje a Sinaí se ve la mano providencial de Dios, y en el momento culminante aparece el Señor en una teofanía. Se le ofrece al
pueblo el pacto, y se promulga el decálogo, la ley divina. Además, se agregan aspectos básicos de la legislación civil y finalmente se
dan las instrucciones iniciales referentes al culto de adoración.
EL EXODO Y EL PENTATEUCO
El Pentateuco no es una colección de cinco libros diferentes, sino que es una unidad literaria dividida en cinco tomos. Realmente es
la introducción a una historia hebraica más larga que cubre nueve tomos, desde Génesis a 2 Reyes. Comienza con la creación del
mundo y termina con la destrucción de Jerusalén. La historia es interpretada teológicamente desde la creación y la entrada del
pecado (Gén. 1–3) hasta la caída de Jerusalén y cautividad de Judá (2 Rey 25). En cuanto al pueblo, es juzgado a la luz del código
deuteronómico y así se explica el fracaso nacional de 587 a. de J.C.
El Pentateuco, entonces, pone a Israel dentro del propósito salvífico de Dios, y clarifica su papel como instrumento en el plan
universal de la redención divina (ver Gén. 12:1–3 y Exo. 19:3–8). En él se presenta la historia desde la creación (Gén. 1–2) hasta las
vísperas de la entrada a Canaán (Deut. 34). En los primeros capítulos de Génesis, además de la creación, se presenta la naturaleza
del pecado (Gén. 3), tanto como el juicio y la misericordia redentora del Señor (Gén. 4–9). Después se incluyen los orígenes de la
gente semita, la elección de Abram y la historia patriarcal (Gén. 10–50). El libro de Génesis expone la necesidad de la redención;
explica la elección de Abram y sus descendientes como instrumentos en el plan redentor universal, y demuestra la función del Pacto
que el Señor ofrece a los elegidos.
Los libros de Exodo y Levítico tratan de la formación histórica del pueblo del Pacto (Exo. 1–18), y la estructura teocrática de la nación
con instrucciones religiosas y sociales (Exo. 19—Lev. 27). A éstos se agregan los dos últimos libros del Pentateuco: Números y
Deuteronomio. En el primero se interpreta la historia primitiva de unos treinta y ocho años del pueblo del pacto durante sus
peregrinaciones desde Sinaí hasta Moab. El último es una exhortación a la fidelidad al Pacto. En él se incluyen un repaso histórico
(Deut. 1–4), el significado del Pacto (Deut. 5–11), el código deuteronómico (Deut. 12–26), las sanciones (maldiciones y bendiciones)
del Pacto (Deut. 27–30) y la conclusión: La instalación de Josué, la canción y las bendiciones de Moisés y la muerte y el entierro de
Moisés (Deut. 31–34).
El Pentateuco se divide en tres períodos: desde la creación hasta Sinaí, la estadía en Sinaí y desde Sinaí hasta el río Jordán en tierra
de Moab. Es clara la preocupación bíblica con la realidad histórica.
A la luz de la naturaleza histórica de la revelación bíblica, el entendimiento de la ley en Israel también fue determinado por su
concepto de la historia. Tal como la Biblia presenta el pecado y la salvación como realidades, y no ilusiones, la constitución del
pueblo fue un hecho histórico realizado por la actividad de Jehová , el Señor de la historia. Era Dios personal e histórico, y el pueblo
fue un producto de su misericordia. Unicamente el Dios verdadero pudo haber elegido a un pueblo esclavo y haberlo librado de la
mano de la nación más poderosa del mundo de la época. Además, únicamente una revelación histórica de las leyes divinas podía
explicar la naturaleza de una legislación tan elevada que formó la base de un pueblo recientemente librado de la esclavitud. La
legislación sobrepasó cualquier proceso evolutivo de un pueblo en formación. Es evidente que el Pentateuco forma una parte
integral en la teología bíblica, y el libro de Exodo ocupa una parte vital en el seno de éste. El estudio de Exodo no debe ignorar la
unidad histórica, literaria, estructural, y teológica del Pentateuco. A la vez, su lugar en el contexto bíblico está asegurado.
EL TEXTO
El texto de Exodo está generalmente bien conservado. Ofrece pocas dificultades interpretativas, aunque tiene algunos términos muy
especializados (ver caps. 25–31 y 35–40). Se han hallado más de treinta fragmentos del libro de Exodo en las cuevas de Qumrán (ver
los rollos del Mar Muerto) que datan de una época inmediatamente anterior a la vida del Señor Jesucristo. Un estudio de éstos
indica que el texto empleado por los esenios no seguía siempre el Texto Masorético, sino que refleja la influencia de la Septuaginta.
Para ayudar a un estudio técnico del texto, se cuenta con varias traducciones o versiones del libro: (1) La Septuaginta, (2) el Targum,
una paráfrasis aramea editada en su forma actual en el siglo V d. de J.C., (3) el texto Samaritano, que refleja la influencia de la
Septuaginta, y (4) la Peshita, una versión siríaca que también refleja la tradición de la Septuaginta con la excepción de los caps. 35–
40. Todas las versiones a veces presentan lecturas divergentes; sin embargo, son útiles para la interpretación, especialmente en
casos oscuros, y en algunos casos contribuyen a una reconstrucción hipotética de frases oscuras del texto hebraico.
EL SIGNIFICADO
El estudio del libro de Exodo es fundamental para un entendimiento del mensaje bíblico. Con él se aclara la naturaleza histórica de la
revelación divina; se informa de la constitución de Israel como una nación y se indica su lugar en la economía divina; se presenta la
base ética para el pueblo de Dios, y se une el presente con el pasado y el futuro.
Exodo es un libro de historia y de fe. Dios entró en la arena histórica y por medio de sus grandes hechos salvadores libró a su pueblo
elegido de la esclavitud egipcia. Por lo tanto, los hechos de Dios produjeron en los esclavos oprimidos una verdadera fe en Jehová .
Con razón se ha observado que Israel no produjo su fe, sino que la fe funcionó para producir la nación de Israel.
Dios no únicamente libertó al pueblo por hechos históricos, sino que estableció una manera histórica de preservar la memoria de
tales hazañas. Mediante el culto de adoración el pueblo mantuvo viva la fe al celebrar y recordar los hechos divinos, y se evitó que la
fe jehovista fuera absorbida por sistemas místicos y no históricos. Cada generación, al identificarse personalmente con la obra
salvífica de Jehová , encontraba una fe presente e histórica que concordaba con la fe antigua: Se unía el presente con el pasado, y el
pasado venía a ser una realidad con el presente. Al mismo tiempo, se miraba con fe hacia el futuro, cuando el Señor finalmente
realizaría su voluntad mundial. Por medio de la adoración, se preservaba la historia del pasado para que las generaciones futuras
también pudieran tener su oportunidad de conocer a Jehová por medio de la fe salvífica. Además de ser el eje central del
Pentateuco, Exodo juega un papel central en el estudio de la teología y la ética bíblicas: Trata de la elección, la justicia y la soberanía
divina; se preocupa de la libertad, la misión y la ética de los miembros del pueblo de Dios; y se presentan grandes transformaciones
sociales y espirituales hechas por medio del poder divino.
Para Israel, el rescate de la esclavitud egipcia era un testimonio de la fidelidad de Dios, que no se había olvidado de las promesas
dadas a Abram. Además, el rescate ofreció un vocabulario nuevo para la salvación y proveyó símbolos recordativos correspondientes
(ver la Pascua, las Fiestas, el Tabernáculo, el Arca del Pacto, etc.).
Para los fieles del AT el éxodo y los acontecimientos en Sinaí fueron los eventos más importantes de su historia: Los confesaba el
pueblo (ver Deut. 6:20–25; Jos. 24:5–7, 19–27); se los predicaban los profetas (ver Ose. 2:15; 11:1; Amós 2:10; Miq. 6:3–5, 8); se los
recitaban los poetas (ver Sal. 77:11–20; 105:23–45; 106; 114), y se los recordaban en sus días especiales y festivales (ver también
Kelley, Exodo, p. 9). Después de Jesús, el éxodo de Egipto y el pacto sinaítico eran temas favoritos de los creyentes de la iglesia
primitiva. El estudio del libro de Exodo era básico para el Israel nuevo tanto como para el Israel antiguo.
Además de exponer dramáticamente el amor de Dios para con Israel, el cristianismo primitivo comparaba la experiencia suya, la de
Israel nuevo, con la del Israel antiguo. En ciertos aspectos se empleaba una especie de interpretación tipológica: lo que Moisés era
para el Israel antiguo, Cristo era aun más para el Israel nuevo; el evangelio del AT anuncia el rescate divino del pueblo de la
esclavitud egipcia, y el evangelio del NT anuncia el rescate de la esclavitud del pecado; el evangelio de Exodo presenta a un
mediador e intercesor entre Dios y el pueblo rebelde de Israel, y los Evangelios del NT presentan a Dios mismo encarnado que era
mediador e intercesor por el pecado del mundo; en Exodo se encuentra el relato de la dádiva de la ley de Dios al pueblo en frente
del monte Sinaí por medio del varón, Moisés, mientras que el Evangelio de Mateo presenta a Cristo, Dios mismo, dando la ley de su
Reino directamente a la gente estando él sentado sobre un monte en Galilea (Mat. 5–8); el Pentateuco termina con la muerte y el
entierro del gran varón de Dios, Moisés, y los Evangelios cristianos terminan con la crucifixión, la resurrección y la exaltación del Rey
Eterno. Sin duda, uno más grande que Moisés había llegado; sin embargo, para entender la plenitud de la obra de Cristo, se debe ir
al libro de Exodo para conocer su historia, sus conceptos y su terminología.
El nombre de Dios. Al dar su nombre misterioso, YO SOY EL QUE SOY (3:14; ver el comentario para una discusión del texto), Dios
esconde su persona y a la vez la revela. El verbo hebreo traducido soy indica en un solo vocablo lo que se expresa en castellano por
medio de dos palabras, la esencia (ser) y la presencia (estar).
Dios mismo es inmanente, y la prueba de esto se ve en los hechos históricos: El respondió: Ciertamente yo estaré contigo. Esto te
servirá como señal de que yo te he enviado... (3:12). El nombre representa la persona: Jehová es persona; es Señor; es
Todopoderoso; es Redentor y está presente con su pueblo.
El rostro de Dios. El rostro de Dios indica la presencia de Dios: No podrás ver mi rostro, porque ningún hombre me verá y quedará
vivo (33:20). Mi rostro y me verá son intercambiables; entonces, el rostro representa a Dios mismo. Aunque no se le verá
físicamente, él está presente. Se le ve con los ojos espirituales y únicamente por medio de la revelación que él hace de sí mismo.
Dios toma la iniciativa en la revelación y se revela lo necesario para cumplir con su propósito. Aunque la revelación siempre sea
parcial y misteriosa, es personal, es reconocida, es dinámica, y se efectúa en el contexto de la historia. Dios es inmanente y está
activo en su creación.
La gloria de Dios. Jehová demostró su gloria al librar al pueblo de la esclavitud (ver 14:18), al guiarles en sus peregrinaciones en el
desierto (ver 16:10), en la ratificación del pacto (24:15–18), y en el Tabernáculo (ver 29:43; 40:34–38). La gloria (kabod H3519) es la
manifestación visible y sobrenatural de la majestad incomparable de Jehová . La palabra gloria viene de una raíz que significa “algo
pesado” o “substancial”. La gloria de Jehová es el honor que resulta de la suma de todos sus atributos, o simplemente, de su ser.
Finalmente se la consideraba como la “presencia ardiente” de Dios mismo. El salmista lo expresa: Contad entre las naciones su
gloria, entre todos los pueblos sus maravillas; porque grande es Jehová , y digno de suprema alabanza. . . Gloria y esplendor hay
delante de él; poder y hermosura hay en su santuario (Sal. 96:3–6; ver también Isa. 40:5; 58:8; 59:19; Hab. 2:14).
La santidad de Dios. No hay una diferencia clara entre la gloria de Dios y su santidad. Posiblemente la diferencia está en el hecho de
que la gloria es un poder que a veces abruma a alguien, mientras que la santidad es un poder que inspira o da vida (ver TOT, p. 88).
La palabra santidad viene de una raíz que significa “cortar”, o “separar”. En el AT la santidad implica, además de una calidad de
pureza de vida, un poder de Dios que se emplea en su misión redentora. Dios es Santo, es diferente del hombre; Dios espera que los
suyos se santifiquen (19:10–24), que sean diferentes en cuanto a la conducta y en cuanto a la misión o propósito de la vida.
El concepto de la santidad recibe su orientación principal de la relación del pacto entre Dios e Israel (ver TOT, p. 89). Los hechos
salvíficos a favor de Israel son demostraciones de su santidad. La morada de Jehová en medio del pueblo es también una evidencia
de ella (véase Ose. 11:9). Jehová es el Santo de Israel, no por apartar exclusivamente al pueblo para sí mismo, sino porque ha
apartado a Israel en función de ser un intermediario para las naciones: Si de veras escucháis mi voz y guardáis mi pacto, seréis para
mí un pueblo especial entre todos los pueblos. Porque mía es toda la tierra, y vosotros me seréis un reino de sacerdotes y una nación
santa“ (19:5, 6).
Aunque Dios demostró su santidad por medio del rescate de Israel y del establecimiento del pacto, se reservó el derecho de
manifestar su santidad fuera de esta relación cuando quisiera. La relación de Jehová con Israel no era exclusivista. Además, al
romper el pacto Israel por infidelidad o desobediencia, no violaba la santidad divina. Realmente la santidad de Dios exigía el castigo
de los participantes de la falla o el pecado.
Voluntariamente el Dios Santo escogió entrar en el pacto con el hombre; el hombre inmundo puede conseguir la santidad
únicamente por medio de la gracia divina que provee salvación y entrada al pacto. No obstante, el hombre por su propia voluntad
tiene que decidir si entra o no.
Abreviaturas
ANE J. B. Prichard, ed., The Ancient Near East: An Anthology of Texts and Pictures (Princeton University Press, 1958).
ANET J. B. Prichard, ed., Ancient Near Eastern Texts Relating to the Old Testament (Princeton University Press, 1950).
ATLAS G. E. Wright and F. V. Filson, The Westminster Historical Atlas to the Bible (Philadelphia: The Westminster Press, 1956).
BA G. E. Wright, Biblical Archaeology (Philadelphia: Westminster Press, 1979).
BBC R. L. Honeycutt, Jr., “Exodus,” The Broadman Bible Commentary, Vol. I Revised (Nashville: Broadman Press, 1973).
BC J. M. Bover y F. Cantera Burgos, Sagrada Biblia (Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, La Editorial Católica, 1951).
BJ Biblia de Jerusalen (Bruxelles: Desclee De Brouwer, 1967).
ESTUDIOS G. A. Ross, Estudios en las Escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamentos, Tomo I (Casa de Publicaciones “El Faro”,
1957).
EXODO P. H. Kelley, Exodo: Llamados a Una Misión Redentora (Casa Bautista de Publicaciones, 1978).
FJIJ R. A. Tucker, From Jerusalem to Irian Jaya: A Biographical History of Christian Missions (Grand Rapids: Zondervan Publishing
House, 1983).
HI John Bright, La Historia de Israel (Bilbao: Desclée De Brouwer; Buenos Aires: Editorial Methopress, 1966).
LA George Pendle, A History of Latin America (reprint New York: Penguin Books, 1983).
LSE Sebastián Bartina, “Exodo”, La Sagrada Escritura, Tomo I (Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1967).
LXX Versión griega llamada Septuaginta o de los Setenta.
OTL B. S. Childs, The Book of Exodus in the Old Testament Library (Philadelaphia: The Westminster Press, 1974).
TOT E. Jacob, Theology of the Old Testament (London: Hodder & Stoughton, 1958).
BOSQUEJO DE EXODO
I. EL DIOS DEL PACTO: LA LIBERACION, 1:1-18:27
1. La esclavitud y la preparación para la salida, 1:1-11:10
(1) La esclavitud de Israel, 1:1-22
a. El crecimiento y la oposición, 1:1-7
b. La servidumbre dura, 1:8-14
c. La muerte decretada para los varones, 1:15-22
(2) La preparación y el llamamiento de Moisés, 2:1-4:31
a. El nacimiento y la preparación hebraica, 2:1-9
b. La preparación egipcia secular, 2:10
c. La preparación en el desierto, 2:11-25
d. El llamamiento de Moisés, 3:1-4:17
(a) La aparición divina, 3:1-10
(b) Las objeciones y respuestas, 3:11-4:17
e. El regreso a Egipto, 4:18-26
f. El encuentro con el pueblo, 4:27-31
(3) Jehová contra el faraón, 5:1-11:10
a. La fe probada, 5:1-23
(a) El pedido rechazado, 5:1-5
(b) El trabajo agravado, 5:6-14
(c) La queja contra Moisés, 5:15-21
(d) La oración de Moisés, 5:22, 23
b. El Señor de la historia, 6:1-7:13
(a) El llamamiento reiterado, 6:1-8
(b) La respuesta del pueblo y de Moisés, 6:9-13
(c) La tabla genealógica, 6:14-27
(d) La comisión renovada, 6:28-7:7
(e) La señal ignorada, 7:8-13
c. Las plagas: el señorío de Jehová , 7:14-11:10
(a) El agua hecha sangre, 7:14-24
(b) Las ranas, 7:25-8:15
(c) Los piojos, 8:16-19
(d) Las moscas, 8:20-32
(e) La peste, 9:1-7
(f) Las úlceras, 9:8-12
(g) El granizo, 9:13-35
(h) La langosta, 10:1-20
(i) Las tinieblas y el anuncio de la muerte de los primogénitos, 10:21-29; 11:4-8
(j) El anuncio de la última plaga, 11:1-3, 9, 10
2. El éxodo y el viaje al monte Sinaí, 12:1-18:27
(1) El éxodo, 12:1-15:21
a. La institución de la Pascua, 12:1-13, 21-28
(a) Establecimiento de la Pascua, 12:1, 2
(b) El cordero pascual, 12:3-5
(c) La preparación para la Pascua, 12:6, 7
(d) La comida pascual, 12:8-11
(e) Los actos justicieros de Jehová , 12:12, 13
(f) Detalles nuevos, 12:21-28
b. La fiesta de los panes sin levadura, 12:14-20; 13:3-10
c. La décima plaga: la muerte de los primogénitos, 12:29-32
d. La salida de Egipto, 12:33-42
e. Los participantes en la Pascua, 12:43-51
f. La consagración de los primogénitos, 13:1, 2, 11-16
g. La dirección divina, 13:17-22
(a) La ruta, 13:17, 18
(b) El pasado honrado, 13:19
(c) La columna que guía, 13:20-22
h. El cruce del mar, 14:1-31
(a) La estrategia divina, 14:1-9
(b) El temor de Israel, 14:10-12
(c) La fe de Moisés, 14:13, 14
(d) La respuesta divina, 14:15-18
(e) La protección divina, 14:19, 20
(f) El cruce del mar en seco, 14:21, 22
(g) La destrucción del ejército egipcio, 14:23-29
(h) La fe israelita, 14:30, 31
i. Las alabanzas de Moisés y María, 15:1-21
(a) La alabanza por la victoria en el mar, 15:1-10
(b) La alabanza por la victoria futura en Canaán, 15:11-18
(c) La alabanza de María, 15:19-21
(2) El viaje a Sinaí: la fe probada, 15:22-18:27
a. La fe probada por sed, 15:22-27; 17:1-7
(a) El agua amarga, 15:22-27
(b) La falta de agua, 17:1-7
b. La fe probada por hambre, 16:1-36
(a) La murmuración, 16:1-3
(b) La promesa de pan y carne, 16:4-8
(c) La provisión de codornices y maná, 16:9-22
(d) La introducción del sábado, 16:23-36
c. La fe probada por guerra, 17:8-16
d. La fe probada por una organización deficiente, 18:1-27
(a) La visita de Jetro, 18:1-12
(b) La institución de un sistema judicial, 18:13-27
II. EL PACTO ESTABLECIDO, 19:1-24:18
1. El pacto confirmado en Sinaí, 19:1-25
(1) La llegada a Sinaí, 19:1, 2
(2) El pacto ofrecido, 19:3-9
(3) La purificación del pueblo, 19:10-15
(4) La venida del Señor, 19:16-25
2. El decálogo: la constitución moral del pueblo, 20:1-20
(1) La relación correcta con Dios, 20:1-7
(2) La adoración correcta, 20:8-11
(3) La vida correcta con los semejantes, 20:12-17
(4) El terror del pueblo, 20:18-20
3. El Libro del Pacto: los estatutos iniciales, 20:21-23:33
(1) Leyes del culto, 20:21-26
a. La prohibición de imágenes, 20:22, 23
b. Instrucciones sobre la edificación de altares, 20:24-26
(2) Leyes civiles y criminales, 21:1-22:17
a. La esclavitud hebraica, 21:1-11
b. La violencia que merece la pena capital, 21:12-17
(a) El asesinato premeditado, 21:12-14
(b) Ofensas graves contra los padres y el secuestro, 21:15-17
c. Actos injuriosos sin pena capital, 21:18-32
d. Leyes sobre la restitución, 21:33-22:17
(a) Leyes sobre el descuido, 21:33-36
(b) Leyes sobre el robo, 22:1-4
(c) Leyes sobre la negligencia, 22:5, 6
(d) Leyes sobre bienes en custodia, 22:7-15
(e) Leyes sobre la seducción de una doncella, 22:16, 17
(3) Leyes morales y religiosas, 22:18-23:19
a. Ofensas con pena capital, 22:18-20
(a) La brujería, 22:18
(b) La bestialidad, 22:19
(c) El culto a otros dioses, 22:20
b. Responsabilidades morales, 22:21-28
(a) El trato al extranjero, 22:21
(b) Las viudas y los huérfanos, 22:22, 23
(c) Los préstamos, intereses y usura, 22:25-27
(d) Deberes para con Dios, 22:28
c. Leyes del culto, 22:29-31
d. Relaciones justas entre personas, 23:1-9
(a) Los pleitos, 23:1-3
(b) El trato con el enemigo, 23:4, 5
(c) La justicia para los pobres, 23:6-8
(d) La justicia para el extranjero, 23:9
e. Un calendario agrícola, 23:10-13
(a) El año sabático, 23:10, 11
(b) El día sábado, 23:12
(c) El culto único de Jehová , 23:13
f. Las tres fiestas anuales, 23:14-17
(a) Origen de las fiestas, 23:14, 17
(b) La fiesta de los panes sin levadura, 23:15
(c) La fiesta de la siega del trigo, 23:16
(d) La fiesta de la cosecha a la salida del año, 23:16
g. Ofrendas y sacrificios, 23:18, 19
(4) La exhortación final, 23:20-33
a. La función del ángel del Señor, 23:20-23
b. Advertencias y promesas, 23:24-33
4. El pacto confirmado, 24:1-18
(1) El pacto ratificado, 24:1-12
(2) Moisés sube al monte de Dios, 24:13-18
III. INSTRUCCIONES PARA EL CULTO DE ADORACION, 25:1-40:38
1. Instrucciones para el tabernáculo y el sacerdocio, 25:1-31:18
2. El pacto roto y renovado, 32:1-34:35
(1) La apostasía: el becerro de oro, 32:1-29
a. La rebeldía, 32:1-6
b. La justicia y misericordia divinas, 32:7-14
c. La ira de Moisés, 32:15-29
(2) Jehová se aparta del campamento, 32:30-33:11
(3) La gloria de Jehová revelada, 33:12-23
a. La primera petición, 33:12-14
b. La segunda petición, 33:15-17
c. La tercera petición, 33:18-23
(4) El pacto renovado, 34:1-35
a. Una experiencia nueva, 34:1-9
b. La renovación del pacto y advertencias, 34:10-26
c. Las tablas nuevas y el resplandor de la cara de Moisés, 34:27-35
3. El tabernáculo erigido y recibido, 35:1-40:38
(1) El día de reposo, 35:1-3; 31:12-17
(2) La ofrenda para el tabernáculo, 35:4-19; 25:1-9 y 36:3-7
(3) La ofrenda entregada, 35:20-29
(4) Los artesanos de la obra, 35:30-36:7; 31:1-11
(5) La construcción del tabernáculo, 36:8-38; 26:1-37
(6) El mobiliario del tabernáculo, 37:1-38:31
a. El arca, 37:1-9; 25:10-22
b. La mesa, 37:10-16; 25:23-30
c. El candelabro, 37:17-24; 25:31-40
d. El altar de incienso y el aceite, 37:25-29; 30:1-10, 22-38
e. El altar del holocausto, 38:1-7; 27:1-8
f. La fuente de bronce, 38:8; 30:17-21
g. El atrio, 38:9-20; 27:9-19
h. El informe de los materiales usados, 38:21-31
(7) Las vestiduras de los sacerdotes, 39:1-31
a. Las instrucciones divinas, 39:1
b. El efod, 39:2-7; 28:5-14
c. El pectoral del juicio, 39:8-21; 28:15-30
d. La túnica del efod, 39:22-26; 28:31-35
e. Otras vestiduras, 39:27-31; 28:36-43
(8) La obra de la morada terminada, 39:32-43
(9) El tabernáculo erigido, 40:1-33
(10) La gloria del Señor llena el tabernáculo, 40:34-38