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UNIVERSIDAD DIEGO PORTALES

FACULTAD DE PSICOLOGÍA

¿Y qué pasa con los hombres?: La VIF no tiene género

Integrantes
Luciano Bruna
Catalina Magnere
Valentina Ríos

Docente
Francisco Maffioletti

Ayudante
María Rosario Beltrán

Santiago, Chile.
Martes 4 de Junio, 2019.
Existe de forma histórica una noción de violencia intrafamiliar donde la mujer es la
víctima de su pareja hombre, lo cual invisibiliza una porción importante de otro escenario: el
hombre que sufre de violencia intrafamiliar a manos de su pareja. Esa primera mirada se ha
generalizado y ha estigmatizado esta problemática de la justicia en Chile.
Es un tema que tiene poca investigación, habiendo más sobre la violencia doméstica
contra la mujer, pero ello no quita la relevancia a un fenómeno tan controversial como lo es la
violencia intrafamiliar, independiente del género de la víctima.
Para tener una perspectiva, según el Informe anual 2017 de Carabineros de Chile (INE)
en el país ocurrieron un total de 9.034 casos, de los cuales, 4.645 detenidos fueron por lesiones
leves contra el hombre, 584 casos y 448 detenidos para lesiones menos graves o superior, y
7.696 casos y 29 detenidos para lesiones psicológicas, haciendo un total de 17.314 casos y 5.122
detenidos. Ya que no se especifica si el respectivo victimario fue la pareja u otro miembro
familiar o tercero, tomaremos como referencia del mismo informe a los detenidos por violencia
intrafamiliar que son mujeres, con un total pais de 6.446. En este caso el informe especifica el
estado civil del detenido, comprendiendo a 4.269 solteras, 1.462 casadas, 69 viudas y 646
especificado como Otros.
En el ámbito de lo jurídico, en el año 1994 se crea en Chile la ley 19.325, la primera en
materia de violencia intrafamiliar. Esta ley es derogada y en el año 2005 se crea la ley 20.066,
que tiene por objetivo prevenir, sancionar y erradicar la violencia intrafamiliar y otorgar
protección a las víctimas. Esta ley indica que se considerará violencia intrafamiliar a todo
maltrato que afecte la vida o la integridad física o psíquica de quien haya tenido una relación de
pareja o de convivencia con el ofensor (Ley N° 20066, 2005)
Sin embargo, en el año 2010 se modifica para incluir un artículo que explicita que el
Estado debe hacerse responsable de las políticas orientadas a prevenir la violencia intrafamiliar
y prestar atención a las víctimas, en especial hacia mujeres, niños y adultos mayores (Ley N°
20066, 2005, Art. 3°). Esta medida se ha tomado puesto que la mayoría de las denuncias que
existen en los registros son de agresiones hacia mujeres perpetradas por sus parejas. No obstante,
las cifras de hombres que denuncian haber sido víctimas de violencia en sus relaciones de pareja
aumentan cada año, y está en discusión si realmente es un aumento o se debe a un fenómeno
latente que está adquiriendo visibilidad. Como grupo opinamos que esto último va de la mano
con todo el cambio de paradigma que se está dando de manera macro, en cuanto a la concepción
de los roles de género, la posición que tienen o deberían tener los hombres y mujeres en esta
sociedad, donde se busca una equidad e igualdad de condiciones; esto último lograría quitarle
el velo de la vergüenza a la violencia intrafamiliar que sufren muchos hombres.
En vista de lo anterior es que consideramos que en los casos de violencia intrafamiliar
se debe amparar a la víctima sin discriminarla por su género.
Para poder respaldar nuestra tesis es que necesitamos definir lo que se entiende por
equidad de género. Si bien los hombres gozan de privilegios que las mujeres luchan por lograr
alcanzar, como la disminución de la brecha salarial relacionada al género, también sufren las
consecuencias de pertenecer a una sociedad machista y patriarcal. Dentro de este sistema, el
mostrarse vulnerable o presentarse como víctima de violencia por parte de su pareja tendría una
connotación negativa y estaría asociado a la falta del poder y a “fallar” en los roles que debe
cumplir dentro de la misma. Por lo tanto, vamos a entender la equidad de género como:
“La imparcialidad en el trato que reciben mujeres y hombres de acuerdo con sus
necesidades respectivas, ya sea con un trato igualitario o con uno diferenciado pero que
se considera equivalente en lo que se refiere a los derechos, los beneficios, las
obligaciones y las posibilidades.” (UNESCO, 2014, p.86).
No obstante lo anterior, observamos que las políticas que están orientadas a dar
protección y atención a las víctimas no estarían cumpliendo con esto, ya que se da relevancia
especial a aquellos casos en que se ven implicadas las mujeres, niños, adultos mayores y
personas en situación de discapacidad como víctimas más que cuando un hombre se encuentra
en esta posición. Esto conlleva a un mal uso de la “perspectiva de género”, pues los gobiernos
asumen que la mujer es vulnerable y débil, al contrario de lo que se espera del hombre.
Siguiendo en esta línea y considerando lo visto en clases respecto a la cifra oscura, que
refiere a la diferencia entre la criminalidad real y la que es denunciada (Hassemer y Muñoz-
Conde, 1989), creemos que las denuncias de hombres hacia sus parejas y agresoras son menos
que las que éstas realizan en contra de sus victimarios por dos posibles razones: En primer lugar,
se encuentra el temor de ser ridiculizados al no cumplir las expectativas que están asociadas al
género, como por ejemplo, ser quien domina en la relación. La segunda razón correspondería a
una invisibilización que hace el hombre al no tolerar el hecho de sentirse en una situación que
lo vulnera y no saber cómo responder ante ella, pues no concuerda con el concepto que tiene de
sí mismo y que la misma sociedad le ha impuesto, por lo que le resta importancia y termina por
normalizar la violencia que recibe en su relación de pareja, lo que dificulta que estas acciones
sean denunciadas.
Teniendo en cuenta que tanto hombres como mujeres pueden sufrir violencia o ser
perpetradores de ella, se considera que la violencia no debería estar asociada a ningún género,
sino que es que es una dinámica y conducta ejercida en el marco de una relación de dominación
y control, donde las relaciones de poder subordinan a un sujeto que está en situación más
vulnerable, ya que por diversas razones hay una relación de dependencia. Coriac (citado en
Trujano, 2007) define la violencia en función de modalidades de violencia física, sexual,
psicológica o emocional, económica o financiera, social, objetal y la violencia legal (consistente
en el abuso de los apoyos legales para ejercer dominio y control sobre la pareja y los hijos) y
que se dan de maneras heterogéneas en las relaciones violentas, que se expresan en un Ciclo de
Violencia que se agudiza paulatinamente, caracterizado por la fase de acumulación de tensión,
la de descarga y la fase de luna de miel reconciliadora.
Por otra parte, Tamarit (2006) define la victimización secundaria como el conjunto de
costes personales que tiene la víctima que experienciar relacionados a efectos traumatizantes
derivados de los interrogatorios de parte de los entes investigativos. Esto se vería reflejado en
la repercusión personal que tiene la víctima al momento de denunciar y conllevar los procesos
judiciales, donde su relato o su vivencia pueden verse vulnerados ante esta sociedad patriarcal,
tal como es mencionado anteriormente en el presente ensayo.
Luego de todo lo expuesto y a modo de conclusión, consideramos que las leyes que
amparan a las víctimas de violencia intrafamiliar deberían elaborarse sin hacer diferencias o
especificaciones según el género de ésta; pues, como quedó en evidencia, este tipo de violencia
no se limita a ninguno de ellos. Sumado a esto, creemos que los funcionarios que reciben las
denuncias deberían tener algún tipo de preparación para acoger el relato de la persona sin emitir
juicios y proporcionar un lugar seguro, evitando así la revictimización, la que podría traer
consecuencias negativas a nivel psicológico del sujeto, considerando lo difícil que ya es haber
sido víctima de violencia. Es necesario que haya una postura crítica distinta, que esta se apoye
por parte de la sociedad, ya que estamos sesgados aún por la estructura patriarcal existente; con
la idea del hombre como el fuerte, el dominante y quien “manda” en la relación, pero esto
invisibiliza una sensibilidad y vulnerabilidad que eventualmente pueden vivir los hombres
dentro de una relación violenta. Hay además una visión del género femenino en nuestra sociedad
como un ente “intenso”, normalizando así conductas agresivas y violentas que pueden ejercerse
en contra de su pareja. Es necesario cambiar el foco, ser más perspicaces con las conductas
violentas en todas nuestras relaciones significativas, ya que la agresión no está asociada a un
género, clase social, ni etnia; esta ocurre transversalmente en la sociedad. Queda para
cuestionarnos cómo tomamos las dinámicas existentes en nuestras relaciones interpersonales,
cómo abordaríamos una situación de violencia de la cual nos estamos haciendo conscientes y
por último, seguir siendo el motor de cambio para esta sociedad que está en transición a una
nueva perspectiva de género.
Referencias bibliográficas.

Hassemer, W. y Muñoz-Conde, F. (1989). Introducción a la Criminología y al Derecho Penal.


Valencia, España: Tirant Lo Blanch.

Ley N° 20066. Diario Oficial de la República de Chile, Santiago, Chile, 7 de octubre de 2005.

Tamarit, J. (2006). La Victimología: cuestiones conceptuales y metodológicas. En Baca, E;


Echeburúa, E y Tamarit, J. (Coord.). Manual de Victimología. Valencia: Tirant lo Blanch.

Trujano, P. (2007). Nuevos posicionamientos de género: varones víctimas de la violencia de sus


mujeres. Revista Internacional de Estudios de las Masculinidades: La Manzana. 2(3). 1-19

Organización de las Naciones Unidas para la Educación. Indicadores UNESCO de cultura para
el desarrollo: Manual Metodológico. (2014). 1° edición. París, p.86. Disponible en:
http://www.unesco.org/creativity/cdis [Recuperado el 4 de Junio 2019].

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