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La iglesia en el nuevo mundo

Influencia de la religión en España y rol de los misioneros en el nuevo


mundo

La religión católica fue un elemento clave en la expansión del Imperio


español y punto fundamental en su desarrollo posterior al ser la Iglesia
Católica un aliado político de los españoles y los conquistadores, quienes
justificaron en todo momento sus acciones expansivas en el derecho divino y
la enseñanza de la fe católica para los infieles.

Millones de indígenas tenían que ser adoctrinados en el catolicismo por el


Imperio español para dos fines fundamentales: la salvación eterna, el Credo
católico y la integración inmediata a los usos occidentales.

Carlos V y Felipe II Fueron los principales impulsores de este proceso que


tuvo como protagonistas principales a los frailes de las llamadas órdenes
mendicantes, las cuales además de atender las carencias espirituales
indígenas con notables soluciones y métodos -que incluyeron esfuerzos
importantes en arquitectura, pintura, música, teatro, traducción de textos y
aprendizaje de lenguas indígenas- intentaron implementar entre las
cantidades ingentes de indígenas mesoamericanos el estilo de vida europeo
con alfabetización, enseñanza de artes y oficios, modos de gobierno y
organización civil, leyes, urbanización occidental y la construcción de edificios
de diversa índole.

Mediante el Breve Inter caetera de 1493 suscrito por el Papa Alejandro VI, se
otorgó a los Reyes Católicos (Isabel de Castilla y Fernándo de Aragón), en
pago a sus servicios y a su fidelidad a la Iglesia Católica Apostólica y Romana
la autorización y facultades necesarias para evangelizar a los habitantes de
las tierras descubiertas por Cristóbal Colón apenas un año antes.

Hernán Cortés -a sabiendas de la situación del clero secular en España-


solicitó en su tercera Carta de Relación a Carlos V “misioneros de las Órdenes
de San Francisco y Santo Domingo, los cuales tengan los más largos poderes
que Su Majestad pudiere”, quienes arribarían a los territorios recién
conquistados a enseñar la religión católica a los conquistados. Los religiosos
de dichas órdenes poseían una trayectoria misional anterior -desde hacía
varias décadas en territorios recuperados a los musulmanes- y fueron
designados por el Imperio español como los encargados de liderar la labor
misional en la Nueva España con atribuciones especiales como la posibilidad
de impartir sacramentos y la administración de fondos económicos propios
basados en el establecimiento del Regio Patronato Indiano.

El 25 de abril de 1521 el Papa León X concedió la bula Alias Felicis que


autorizó a las órdenes mendicantes realizar la tarea misional en los nuevos
territorios. Al año siguiente, el 9 de mayo de 1522, su sucesor Adriano VI,
reiteró con la bula Exponi Nobis Fecisti al emperador Carlos V la autoridad
mendicante de la administración de sacramentos (bautizo, matrimonio,
comunión y confesión) en donde no hubiera obispos a menos de dos
jornadas de distancia del sitio misional.

Tres franciscanos llegaron en la expedición cortesana, pero no sería hasta el


15 de mayo de 1524 cuando arribó al puerto de Veracruz el grupo de los
llamados Doce primeros franciscanos: Martín de Valencia, Francisco de Soto,
Martín de la Coruña, Juan Xuarez, Antonio de Ciudad Rodrigo, Toribio de
Benavente (Motolinía), García de Cisneros, Luis de Fuensalida, Juan de Ribas,
Francisco Jiménez, Andrés de Cordoba y Juan de Palos. Un interesante
testimonio de su arribo y el primer contacto con los tlamatinime indígenas
fue recogido de la tradición oral por Bernardino de Sahagún en sus Colloquios
y doctrina christiana con que los doce frayles de San Francisco enviados por
el Papa Adriano VI y por el Emperador Carlos V convirtieron a los indios de la
Nueva España en lengua Mexicana y Española.
La Conquista de América. El problema del otro.

La Conquista de América, de Tzvetan Todorov, es una interesante


contribución al análisis de la historia del llamado “encuentro de dos
mundos”. No obstante, las líneas de análisis que sigue el autor en esta obra
son más que historiográficas y se ubican en el campo de la filosofía, y más
concretamente en el de la antropología, desde donde retoma las
preocupaciones clásicas sobre el Otro. Estas líneas de análisis son: el
descubrimiento del Yo es posible sólo a través del descubrimiento del Otro,
el cual es solamente una abstracción construida por el Yo; otra establece: el
pasado anuncia al presente, y como parte de la búsqueda del Yo actual, es
importante el estudio del Nosotros en el pasado.

A partir de estas líneas, Todorov se propone demostrar en este trabajo lo


siguiente: 1) que la conquista de América vaticina y establece nuestra
identidad presente y nuestra nueva relación con el Otro, y 2) que el triunfo
de la Conquista se debió, primero, al “arte de la adaptación y la
improvisación” de los conquistadores; segundo, a su superioridad en la
comunicación de los signos, y tercero, al hecho de que en las múltiples
combinaciones de la tríada amor-conquista-conocimiento (sobre el Otro)
subyacía la firme convicción de la superioridad europea y,
consecuentemente, de que había que asimilar a los nativos.

En síntesis, las partes de esta obra son: “El descubrimiento de América”, en


donde el autor nos habla de las motivaciones de la empresa interoceánica de
Colón y de su relación con el Otro; “La Conquista”, en donde discute sobre las
posibles razones de la victoria europea, y también acerca del tipo de relación
que los conquistadores establecieron con los nativos, y finalmente “El
Epílogo”, en donde el lingüista, filósofo e historiador búlgaro discierne sobre
las enseñanzas del proceso descubrimiento-conquista en su conjunto.

Primeras actitudes de los españoles tras la evangelización

Cuáles fueron las reacciones de los españoles, que hace cinco siglos llegaron
a las Indias, ante aquel cuadro nuevo de luces y sombras?

El imperio del Demonio

Los primeros españoles, que muchas veces quedaron fascinados por la


bondad de los indios, al ver en América los horrores que ellos mismos
describen, no veían tanto a los indios como malos, sino como pobres
endemoniados, que había que liberar, exorcizándoles con la cruz de Cristo.

El soldado Cieza de León, viendo aquellos tablados de los indios de Arma, con
aquellos cuerpos muertos, colgados y comidos, comenta: «Muy grande es el
dominio y señorío que el demonio, enemigo de natura humana, por los
pecados de aquesta gente, sobre ellos tuvo, permitiéndolo Dios» (Crónica
19). Esta era la reflexión más común.

Un texto de Motolinía, fray Toribio de Benavente, lo expresa bien: «Era esta


tierra un traslado del infierno; ver los moradores de ella de noche dar voces,
unos llamando al demonio, otros borrachos, otros cantando y bailando;
tañían atabales, bocina, cornetas y caracoles grandes, en especial en las
fiestas de sus demonios. Las beoderas [borracheras] que hacían muy
ordinarias, es increíble el vino que en ellas gastaban, y lo que cada uno en el
cuerpo metía… Era cosa de grandísima lástima ver los hombres criados a la
imagen de Dios vueltos peores que brutos animales; y lo que peor era, que
no quedaban en aquel solo pecado, mas cometían otros muchos, y se herían
y descalabraban unos a otros, y acontecía matarse, aunque fuesen muy
amigos y muy propincuos parientes» (Historia I,2,57). Los aullidos de las
víctimas horrorizadas, los cuerpos descabezados que en los teocalli bajaban
rodando por las gradas cubiertas por una alfombra de sangre pestilente, los
danzantes revestidos con el pellejo de las víctimas, los bailes y evoluciones de
cientos de hombres y mujeres al son de músicas enajenantes… no podían ser
sino la acción desaforada del Demonio.

Excusa

Conquistadores y misioneros vieron desde el primer momento que ni todos


los indios cometían las perversidades que algunos hacían, ni tampoco eran
completamente responsables de aquellos crímenes

Compasión
Cuando los cronistas españoles del XVI describen las atrocidades que a veces
hallaron en las Indias, es cosa notable que lo hacen con toda sencillez, sin
cargar las tintas y como de paso, con una ingenua objetividad, ajena por
completo a los calificativos y a los aspavientos. A ellos no se les pasaba por la
mente la posibilidad de un hombre naturalmente bueno, a la manera
rousseauniana, y recordaban además los males que habían dejado en Europa,
nada despreciables.

En los misioneros, especialmente, llama la atención un profundísimo


sentimiento de piedad, como el que refleja esta página de Bernardino de
Sahagún sobre México:

«¡Oh infelicísima y desventurada nación, que de tantos y de tan grandes


engaños fue por gran número de años engañada y entenebrecida, y de tan
innumerables errores deslumbrada y desvanecida! ¡Oh cruelísimo odio de
aquel capitán enemigo del género humano, Satanás, el cual con grandísimo
estudio procura de abatir y envilecer con innumerables mentiras, crueldades
y traiciones a los hijos de Adán! ¡Oh juicios divinos, profundísimos y
rectísimos de nuestro Señor Dios! ¡Qué es esto, señor Dios, que habéis
permitido, tantos tiempos, que aquel enemigo del género humano tan a su
gusto se enseñorease de esta triste y desamparada nación, sin que nadie le
resistiese, donde con tanta libertad derramó toda su ponzoña y todas sus
tinieblas!». Y continúa con esta oración: «¡Señor Dios, esta injuria no
solamente es vuestra, pero también de todo el género humano, y por la
parte que me toca suplico a V. D. Majestad que después de haber quitado
todo el poder al tirano enemigo, hagáis que donde abundó el delito abunde
la gracia [Rm 5,20], y conforme a la abundancia de las tinieblas venga la
abundancia de la luz, sobre esta gente, que tantos tiempos habéis permitido
estar supeditada y opresa de tan grande tiranía!» (Historia lib.I, confutación).
Esperanza

Como es sabido, las imágenes dadas por Colón, después de su Primer Viaje,
acerca de los indios buenos, tuvieron influjo cierto en el mito del buen salvaje
elaborado posteriormente en tiempos de la ilustración y el romanticismo.
Cristóbal Colón fue el primer descubridor de la bondad de los indios. Cierto
que, en su Primer Viaje, tiende a un entusiasmo extasiado ante todo cuanto
va descubriendo, pero su estima por los indios fue siempre muy grande. Así,
cuando llegan a la Española (24 dic.), escribe:

«Crean Vuestras Altezas que en el mundo no puede haber mejor gente ni


más mansa. Deben tomar Vuestras Altezas grande alegría porque luego
[pronto] los harán cristianos y los habrán enseñado en buenas costumbres de
sus reinos, que más mejor gente ni tierra puede ser».

Al día siguiente encallaron en un arrecife, y el Almirante confirma su juicio


anterior, pues en canoas los indios con su rey fueron a ayudarles cuanto les
fue posible:

«El, con todo el pueblo, lloraba; son gente de amor y sin codicia y
convenibles para toda cosa, que certifico a Vuestras Altezas que en el mundo
creo que no hay mejor gente ni mejor tierra; ellos aman a sus prójimos como
a sí mismos, y tienen una habla la más dulce del mundo, y mansa, y siempre
con risa. Ellos andan desnudos, hombres y mujeres, como sus madres los
parieron, mas crean Vuestras Altezas que entre sí tienen costumbres muy
buenas, y el rey muy maravilloso estado, de una cierta manera tan
continente que es placer de verlo todo, y la memoria que tienen, y todo
quieren ver, y preguntan qué es y para qué».

También los cristianos laicos, descubridores y conquistadores, participaban


de esta misma esperanza.

La fuerza en la evangelización

La evangelización fue la imposición del credo católico a la población


autóctona de américa. Imposición que se hizo primero a través del fuego y el
derramamiento de sangre. Se dice que en los primeros momentos los
indígenas aceptaban de buena gana esta nueva religión pero solo fue
momentáneo ya que ellos estaban acostumbrados a mezclar dioses a su
conveniencia por lo que otro más llegado del mar no era ningún problema. El
problema surgió cuando los españoles les obligaron a dejar sus otros dioses,
allí si que no les gustó.
El método más importante para lograr esta “evangelización”: la fuerza.
Destruyeron sus pirámides, sus códices, sus templos, sus imágenes, etc.

Se enfocaron a los niños, sobre todo hijos de caciques, para que ellos
transmitieran las costumbres nuevas, incluso que fueran espías de sus
propios padres que seguían adorando sus dioses a escondidas.

La sobre posición de santos por sus ídolos fue otra estrategia: Tlaloc, dios de
la lluvia se convirtió en San Isidro Labrador, santo de los campesinos.
Quetzalcoatl en Jesús. Tonantzin por Guadalupe, entre otros.

América: Paraíso espiritual

El descubrimiento de América fue para sus protagonistas españoles el


descubrimiento de un paraíso. Paraíso terrenal para conquistadores que ante
sus ojos veían inmensas tierras y riquezas. Por otra parte un paraíso espiritual
para religiosos que allí veían una nueva oportunidad para la reconstrucción
de la iglesia cristiana, alejada de la vieja iglesia europea y sus jerarquías
eclesiásticas.

Esta empresa misional recayó en la corona española gracias a los privilegios


otorgados por Julio II en 1508 en donde se les concede a los monarcas
hispanos el Patronato de la Iglesia en América.

La evangelización americana entonces tiene su punto de partida en el


Virreinato de Nueva España a partir de 1524 con la llegada de los 12 primeros
franciscanos, a los que seguirían dominicos y agustinos.

A medida que fue siendo introducido el cristianismo, también se fue


produciendo un mestizaje, ya que se debía comprender antes de actuar y
favorecer el cambio religioso en la población autóctona.

Primeramente se utilizaron lenguas vernáculas para llevar a cabo la labor


misionera, materializando sus experiencias en obras escritas que
favorecieran la divulgación de los conceptos religiosos cristianos y los
métodos empleados en la conversión de la población por medio del
catecismo, confesionarios y sermonarios.
Por otro lado los religiosos instrumentalizaron un sistema que permitió
abarcar a todos los grupos sociales y todos los aspectos de la vida indígena,
incluyendo relaciones familiares y sociales, métodos de trabajo y actividades,
vida privada y comunitaria. Por ejemplo se mantuvieron las jerarquías
sociales entre caciques indígenas.

Se sacralizo y ritualizó el calendario indígena con fiestas y acontecimientos


religiosos, donde el teatro, la música y la danza se convirtieron en
instrumentos para la evangelización y compresión de los dogmas cristianos.

Sin embargo este camino hacia el cristianismo en los pueblos prehispánicos


era un camino de ida y vuelta, puesto que en muchas ocasiones se
enmascaraba practicas idolátricas y supersticiosas, escogiendo algún santo
para reemplazar la antigua divinidad, hecho por el cual existía debate entre
los propios frailes, ya que claramente la línea entre la idolatría y el
cristianismo era muy fina.

Cronistas de las Indias

¿Cómo la historia dio a conocer lo que ocurrió en el nuevo mundo?

Quienes se encargaron de crear historia mediante sus escritos fueron


justamente los evangelizadores, hombres que de primera fuente veían
ocurrir frente a sus ojos los hechos narrados.

Uno de los más controvertidos fue Fray Bartolomé de las Casas, con
“Brevisima relación de la destrucción de las indias” en la cual retrataba los
abusos -por decirlo suavemente- que sufrían los nativos por parte de los
conquistadores españoles. En parte esta obra fue una denuncia hecha por
Fray Bartolomé, para dar a conocer al mundo entero en bajo qué condiciones
se estaba realizando esta conquista.

Fortuna tuvo Bartolomé por contar con la amistad de los reyes de ese
entonces, quienes permitieron la circulación del libro, llegando a ser
traducido a diversos idiomas. En sus páginas, escritas en antiguo español, se
puede de alguna forma llegar a entender qué llevó a este religioso a abogar
por los indios.

“Entre estas son las matanzas y estragos de gentes inocentes y


despoblaciones de pueblos, provincias y reinos que en ella se han
perpetrado, y que todas las otras no de menor espanto…” (Brevísima relación
de la destrucción de las indias).

La Evangelización del Nuevo Territorio

No solo barreras físicas debieron enfrentar quienes buscaban evangelizar a


los habitantes del nuevo mundo. Idioma principalmente fue el problema que
dificultaba esta labor.

Los primeros religiosos debieron buscar distintas maneras para llevar a cabo
su evangelización: lenguaje de señas, uso de intérpretes y hasta la creación
de “manuales” escritos y dibujados que buscaban lograr una mejor
comunicación.

La evangelización: Un poco de historia

La evangelización fue la imposición del credo católico a la población


autóctona de américa. Imposición que se hizo primero a través del fuego y el
derramamiento de sangre. Se dice que en los primeros momentos los
indígenas aceptaban de buena gana esta nueva religión pero solo fue
momentáneo ya que ellos estaban acostumbrados a mezclar dioses a su
conveniencia por lo que otro mas llegado del mar no era ningún problema. El
problema surgió cuando los españoles les obligaron a dejar sus otros dioses,
allí si que no les gustó.

Hubo varios métodos para lograr esta “evangelización”

Primero: la fuerza. O crees o te mato, así de simple. Destruyeron sus


pirámides, sus códices, sus templos, sus imágenes, etc.
Se enfocaron a los niños, sobre todo hijos de caciques, para que ellos
transmitieran las costumbres nuevas, incluso que fueran espías de sus
propios padres que seguían adorando sus dioses a escondidas.

La sobre posición de santos por sus ídolos fue otra estrategia: Tlaloc, dios de
la lluvia se convirtió en San Isidro Labrador, santo de los campesinos.
Quetzalcoatl en Jesús. Tonantzin por Guadalupe (nombre español), etc.

Mapa del Nuevo Mundo

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