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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ


ESTUDIOS GENERALES LETRAS

TRABAJO INDIVIDUAL

Título: « »

Nombre:

Tipo de evaluación: Evaluación continua 4 (capítulo 1)

Curso: Investigación Académica (INT124)

Horario: 678

Comisión:

Profesor:

Jefe de Práctica:
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Capítulo 1

1. La necesidad de una educación ambiental: Recuperando nuestro hogar

Como ya es conocido, hoy en día, el fenómeno de la contaminación mundial ha incurrido en un


llamado hacia todas las naciones a fin de buscar alguna respuesta que pueda enfrentar al
problema de la degradación del planeta por la que las mismas personas son responsables. De
hecho, una de las principales soluciones propuestas que ha estado sujeta al análisis crítico y
discusión del círculo de académicos e investigadores, así como la misma opinión pública, ha
sido la educación ambiental. No obstante, si bien la mayoría de personas conocen esta forma de
educación, desconocen la relevancia y, especialmente, la necesidad de instaurarla en el sistema
educativo con urgencia. Este hecho puede deberse al hecho que se han realizado múltiples
estudios de este tipo de educación, existen diferentes definiciones realizadas desde percepciones
filosóficas, sociales, educacionales y políticas, lo cual ha diversificado la conceptualización del
fenómeno sin que necesariamente se haya llegado a un consenso conceptual profundo. En ese
sentido, resulta fundamental analizar la relevancia general en base a una definición
efectivamente estructurada.
Por ello, a fin de realizar un correcto análisis, se considera vital, en primer lugar,
conceptualizar este tipo de educación en base a diferentes enfoques teóricos a fin de establecer
una definición consensuada que sirva como directriz teórica en la investigación. Asimismo, se
revisará la evolución del fenómeno a través de la historia hasta sus avances más recientes.
Luego, se realizará una descripción detallada de sus principales características y valores que los
distinguen de otras formas de educación llegando así a profundizar en la definición teórica de la
educación ambiental. En segundo lugar, se describirá el proceso evolutivo de la educación
ambiental contextualizada en el Perú para lo cual se tomará en cuenta sus avances y limitaciones
hasta la fecha.
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1.1 Conceptualización de la educación ambiental

Como se ha mencionado anteriormente, la temática sobre educación ambiental ha sido definida


de múltiples formas dentro y en relación de diversas disciplinas. Así, el intento de ofrecer un
concepto útil de la educación ambiental es una meta compleja porque requiere de un análisis
que tome en cuenta los diversos elementos que la componen y distinguir entre los que sean
realmente relevantes. Por tal razón, resulta conveniente empezar el proceso de
conceptualización desde una concepción básica de índole epistemológico que describa el
significado del término de manera descompuesta; es decir, por un lado, el origen del término
“educación” y, por otro lado, el término referido a “ambiente o ambiental”.
En primer lugar, el origen del término de “educación”, según Luisa S. Paz, William R.
Avendaño y Abad E. Parada-Trujillo, está conformado por dos términos latinos: educere y es-
ducere. Como mencionan, en base a los estudios de Pérez (2003), “el primero de ellos [educere]
hace mención a los verbos nutrir o alimentar, y el segundo a una acción de llevar o sacar de
adentro hacia afuera. Por lo tanto, desde esta base se comprende que la educación es un proceso
ejercido, primeramente, desde el exterior o por agentes externos, y luego como una acción
autónoma e individual” (2014: 254-255). En otras palabras, el proceso social conocido como
“educación” debe ser entendido por aquel en el que el exterior (la sociedad en su conjunto)
coordina y/o coopera de manera tal que las personas puedan nutrirse del conocimiento
considerado necesario como los saberes, ciencias, artes, creencias, conductas, rituales y, en
general, la organización social.
En segundo lugar, el término referido al “medio ambiente” o de carácter ambiental es
concebido como “la interrelación de los elementos físicos, biológicos, económicos, sociales,
culturales y estéticos, que pueden afectar de un modo u otro la vida en la tierra de los seres
presentes y las de las futuras generaciones” (Paz et al., 2014: 255). Las bases teóricas para esta
interrelación propuesta se nutre de la Teoría General de Sistemas (Von Bertalanffy, 1976), la
cual específica concepción del ambiente como un suma de factores externos que pueden ser
categorizado, según José Jiménez Tello , África Yebra-Rodríguez y Francisco Guerrero, como
“el ambiente físico (geografía física, geología, clima y contaminación), el ambiente biológico
(hombre, flora y fauna), y el ambiente socioeconómico (trabajo, entorno urbano y desarrollo
económico y desastres)” (2015: 1-2).
Asimismo, autores como Stanley Manahan (2007) realizan cierto énfasis en lo que
denomina la “Antropósfera”, la cual involucra a todos los seres humanos así como las
actividades relacionadas con su desarrollo y supervivencia. A través de esta esta visión
moderna, se destaca la importancia de entender al hombre como parte del medio ambiente, lo
cual facilita entender su posición de responsabilidad de sus acciones para que no sólo
minimicen el daño hacia el resto de las esferas del medio ambiente, sino para que también se
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tome conciencia de la posibilidad de realizar actividades que puedan favorecer a su cuidado. En


ese sentido, a través del análisis de las terminologías que componen el concepto de “educación
ambiental”, es posible concebir de manera general que esta forma de educación busca la
reproducción y transformación de un conocimiento acerca del ambiente, tomando en cuenta
todos sus componentes interrelacionados. Aunque hasta este punto es posible afirmar haber
planteado una definición aparentemente clara y comprensible, todavía es necesario explicar los
múltiples sentidos en los que el concepto es empleado. Por ende, surge la obligación de realizar
una revisión de las diferentes teorías propuestas sobre la educación ambiental.
Para Cugler (2010), la educación ambiental debería ser considerado un proceso
formativo orientado a despertar la conciencia ambiental y desarrolle la capacidad de las
personas para poder identificar los graves problemas ambientales. En ese sentido, esta forma de
educación busca sobre todo en la concientización de los educados.
Según Breiting (1985), durante mucho tiempo, las instituciones han cometido el error de
realizar una serie de actividades centradas en el cuidado de la naturaleza floral y prácticas de
reciclaje, las cuales en combinación denominan “educación ambiental”. Sin embargo, esta
forma de educación no es fundamentalmente enseñanza sobre el medio ambiente. Lo que
debería tratarse en educación ambiental son los problemas ambientales a los que el hombre se
enfrenta en su uso de los recursos naturales y las posibilidades de superarlos y prevenirlos en el
futuro. En otras palabras, la educación ambiental es una educación sobre la resolución de
conflictos de intereses a los que hay buscar una solución eficiente a favor de todos los
involucrados.
Desde la perspectiva de Copello, Nunes, Langoni & Russo, la educación ambiental
“consiste en un modo de ver el mundo, que evidencia las interrelaciones y las interdependencias
de los diversos elementos que constituyen y mantienen la vida” (2008: 44). Por lo tanto, a partir
de esta visión, la educación ambiental vendría a ser más que un proceso formativo que
concientiza y enseña saberes prácticos, sino una forma de interiorizar una filosofía de vida que
guía a las personas en su actuar tomando en cuenta, como mencionan, las interrelaciones e
interdependencias entre los elementos constituyentes de la vida.
Por otro lado, Leonor Sierra, explica la necesidad de recordar los orígenes de la
educación ambiental como una respuesta al modelo económico mundial que no trabaja de
manera eficiente al largo plazo, puesto que en los parámetros en los que se mueve resulta
incongruente con la concepción de medio ambiente y sustentabilidad. Por ello, una educación
ambiental “debe aspirar a ser una propuesta de transformación de la economía que incluya, un
concepto auténtico y óptimo del Desarrollo Sostenible, al margen de la instrumentalización
llevada a cabo por los gobiernos, las multinacionales o los mercados” (2012: 30-31). Por lo
tanto, Sierra ofrece una conceptualización orientada a una educación ambiental enfocada en
soluciones y prácticas que repercutan favorablemente en la economía que es el problema
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principal que necesita ser resuelto. Así, en su lógica aparecen aspectos como la racionalidad,
sostenibilidad económica, la economía ecológica, la teoría del decrecimiento sostenible, el
ambientalismo social, entre otros.
No obstante, Schneider, Kallis y Martínez-Alier (2010), proponen una teorización
distinta que se basa en lo que ellos llaman un decrecimiento sostenible, el cual consiste en una
disminución paulatina y equitativa del ritmo económico al que se mueve la sociedad
actualmente, tanto por parte de la producción de las empresas como por el consumo incremental
de las personas. En otras palabras, es un proceso de desmaterialización; es decir, el intentar
reducir el uso de material de manera que no se exceda en los límites de la naturaleza. De esa
forma, se estaría reduciendo el daño ambiental que se ha ido originando durante muchos años,
incrementaría el bienestar humano y mejorarían las condiciones ecológicas, a corto y largo
plazo, tanto local como globalmente.
Consecuentemente, al tomar en cuenta las dos últimas teorías, desarrollo sostenible y
decrecimiento sostenible, aparentemente resultan ser contradictorias e incompatibles. Sin
embargo, Sierra prevé la posible confusión y aclara que, si bien el concepto de Desarrollo
Sostenible tiene una raíz económica, no implica que se centraliza totalmente en el actuar
económico; por el contrario, debe ser entendido como un proceso humanizador del individuo.
Por otro lado, el proceso de decrecimiento sí implica una reducción del consumismo material
sin dar mucha importancia al proceso humanizador (2012: 31-33). En consecuencia, son dos
teorías que podrían ser empleadas en la realidad sin ningún problema de incoherencia entre
ellas; por el contrario, podrían ser usadas complementariamente.
Por todo lo mencionado anteriormente, es posible sintetizar una definición más clara
sobre la educación ambiental que la define como aquella que busca, en primera instancia,
generar un espacio de reflexión y concientización sobre la amenaza del abuso de la capacidad de
recursos que ofrece el medio ambiente (en su nivel físico, biológico y socioeconómico); en
segundo lugar, desarrollar conocimientos, valores y aptitudes que puedan ser útiles para
enfrentar la problemática; en tercer lugar, ser interiorizado como un estilo de vida que guie el
accionar de la sociedad tomando en cuenta el rol que desempeña el ser humano en el sistema
interdependiente dónde se desarrolla junto a otros elementos bióticos y abióticos. Hasta este
punto, se ha conseguido consensuar una conceptualización más profunda y detallada que toma
en cuenta diversas perspectivas.
Ahora, si bien la conceptualización anteriormente descrita es correcta y suficientemente
específica para comprender qué es la educación ambiental, cabe recordar que en la práctica esta
forma de educación ha sido evaluada y desarrollada globalmente siendo adecuada a las
necesidades específicas de cada ubicación socio-geográfica, lo cual ha generado una diversidad
de corrientes que se basan en la definición anterior porque finalmente buscan lo mismo, pero
presentan peculiaridades que valen la pena revisar para los fines de la presente investigación.
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Uno de los principales trabajos que se han encargado de recopilar y clasificar las
diferentes corrientes entorno a la educación ambiental es el de Sauvé (2004), quien explico su
trabajo en su ponencia en el I Foro Nacional sobre la Incorporación de la Perspectiva Ambiental
en la Formación Técnica y Profesional, así como García y Priotto (2009), autores del libro
“Aportes políticos y pedagógicos en la construcción del campo de la Educación Ambiental”.
Según las investigaciones de ambos trabajos, existen siete corrientes relevantes, al menos para
los fines de esta investigación.
En primer lugar, existe una educación ambiental política, la cual postula que, debido al
carácter del problema ambiental, el cual no es ajeno a intereses económicos ni sociales, no
permite una posición ideológica neutra; por ende, el proceso educativo tampoco puede ser así.
Además, la educación ambiental busca en el fondo sociedad que funcionen de manera más justa
y equilibrada dentro de un ecosistema dado, lo cual insiste en un llamado de las comunidades
por su papel político activo en el desarrollo de estrategias y modelos que puedan generar una
equidad y sustentabilidad o, en términos aún más políticos, una democracia ideal.
En segundo lugar, existe una corriente que está enfocada en una educación ambiental
humanista. A través de ella, se fundamenta la misma búsqueda de equidad y sustentabilidad,
pero cuestionando la práctica contemporánea de supra-racionalidad tecnológica que ha ido en
detrimento de la naturaleza ambiental, incluyendo la propia naturaleza del ser humano dentro de
las comunidades. Así, el eje de la práctica educativa debe ir más allá de la función objetiva e
involucrarse en las percepciones sociales. En tercer lugar, se establece una corriente dialéctica
que busca enfocar el proceso de educación ambiental a través del análisis de las
representaciones sociales y discursos dados. En ese sentido, en base a esta corriente, el
conocimiento impartido por la educación ambiental debe ser construido y reproducido por
medio de la reflexión y la acción.
En cuarto lugar, existe una corriente que enfoca a la educación ambiental en su carácter
problematizador y crítico, el cual entra con fuerza en el plano del debate y el análisis las
contradicciones dentro del mismo movimiento educativo ambiental. En quinto lugar, los autores
hacen referencia a una educación de corriente ética y moral que examina las raíces de la ética
antropocéntrica, la cual ha legitimado el dominio y la explotación de la Naturaleza por parte del
hombre. En sexto lugar, mencionan una educación ambiental desde un enfoque
pedagógicamente social. A partir de esta corriente, se busca plasmar operativamente la
dimensión social de la educación ambiental buscando primordial recrear modelos alternativos
de organización.
En último lugar, se encuentra la corriente comunitaria que considera primordial la
iniciativa de las propias comunidades locales en el proceso de educación ambiental. De esta
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manera, se fortalecería la sociedad civil, pues recibirían protagonismo dentro de estructuras


sociales más participativas tomando en cuenta la acción social y la preservación de la cultura.
En síntesis, aunque teóricamente, la educación ambiental se encuentra basada en
parámetros claros y específicos sobre su carácter como un proceso básicamente generador de
conocimiento que busca concientizar sobre el problema ambiental, desarrollar habilidades
necesarias para enfrentarlo e internalizar un visión sobre la vida que se distancie del
antropocentrismo y, más bien, posicione al ser humano como un elemento más dentro de un
sistema complejo de interrelaciones e interdependencias, en la práctica, esta forma de educación
puede aplicarse desde distintas ópticas que son adecuadas dependiendo de los diferentes
contextos socio-geográficos. Esta multiplicidad de formas de aplicación permite enriquecer la
visión que se tiene sobre los caminos estratégicos a tomar para una formación eficiente en
educación ambiental, sobre todo en aquellos países donde la ejecución de la educación
ambiental todavía se encuentra en una fase inicial; por lo tanto, no es del todo eficiente. Este es
usualmente el caso de muchos países Latinoamericanos, entre ellos, el Perú.

1.2 La ola de educación ambiental hasta hoy en día

Dado que se ha logrado llegar a un conceso sobre una conceptualización sobre la educación
ambiental que tome en cuenta diversas teorías y corrientes, las cuales surgieron desde sus
comienzos, resulta fundamental realizar una revisión sobre la evolución histórica de este
movimiento que ha ido incrementando su importancia y, así mismo, su alcance alrededor del
mundo hasta el día de hoy. La importancia de revisar el proceso evolutivo de esta forma de
educación reside en la información que brinda con respecto a sus avances más importantes, lo
cual permite la comprensión del crecimiento de la ola de la educación ambiental. En ese sentido,
solamente se describirán los principales acontecimientos de su evolución sin ejercer una
profundización detallada de los mismos.
Según Cruces (1997), el primer pronunciamiento acerca del peligro que significaban
para el futuro de la humanidad los alarmantes problemas sociales y ambientales fue hecho en
1968 en el Club de Roma. De manera general, este pronunciamiento consideró seis importantes
aspectos, entre ellos, la explosión demográfica, contaminación global, diferencias económicas
inequitativas entre naciones, abuso de energía, crisis de valores en las sociedades y la crisis
política. El autor aclara que, aunque, los participantes de este pronunciamiento enfocaron sus
esfuerzos en la postulación de soluciones enfocadas desde el plano económico, político,
alimentario y demográfico, significó “un primer asomos de la importancia que posteriormente
se le daría al desarrollo e implementación de la educación ambiental en los foros
internacionales” (García & Zabala, 2008: 204), lo cual guarda cierta lógica consecuente, puesto
que uno de los problemas que se tomaron en cuenta en el Club de Roma fue la inadecuada
educación, considerada como anacrónica para su tiempo y sin una articulación adecuada con la
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realidad de aquellos años. De hecho, como solución a su condición de impropia, se propuso una
concientización seguida de un reordenamiento de valores dentro de una nueva ética que dé un
sentido idóneo al comportamiento de la humanidad.
Luego de este primer pronunciamiento histórico, se hizo un llamado a lo que sería
considerado a partir de entonces como la “Conferencia de Estocolmo”, el primer foro mundial
centrado en el tema del medio ambiente llevado a cabo en 1972. Las dos grandes temáticas
pueden ser catalogadas dentro de dos grupos, por un lado, el peligro ecológico entendido desde
la perspectiva de la finitud de los recursos naturales y, por otro lado, las abismales diferencias
socioeconómicas debido a la desproporción del desarrollo industrial en contraste con el
acelerado crecimiento poblacional.
Entre los logros más destacables conseguidos a partir de esta conferencia, fue la
creación del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA),
organización destinada para promover y desarrollar las políticas mundiales sobre la
problemática ambiental. Además, cabe mencionar que en esta conferencia se usó por primera
vez el término de “educación ambiental” para hacer referencia a la búsqueda de “ensanchar las
bases de una opinión pública bien informada y de una conducta de los individuos, de las
empresas y de las colectividades inspirada en el sentido de su responsabilidad en cuanto a la
protección y mejoramiento del medio en toda su dimensión humana” (Principio 19).
Posteriormente, exactamente tres años más tarde, la Organización de las Naciones
Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y el Plan de las Naciones Unidas
para el Medio Ambiente (PNUMA), convocaron nuevamente a una reunión internacional en
Belgrado entre el 13 y 22 de octubre de 1975. En esta reunión, se planteó reconsiderar la forma
conceptual que no había quedado tan clara en Estocolmo, al menos para lo que significaba la
urgencia de mejorar las condiciones sociales y ambientales. Especialmente, se discutió la
concepción de lo que debía ser considerado como “desarrollo” siendo teóricamente uno de los
componentes más importantes al ser este la directriz de los objetivos de la educación ambiental.
Así, se constituyó el sentido de lo que se consideraría “desarrollo” como la búsqueda de la
generación de una nueva ética entre el hombre y naturaleza.
Asimismo, como especifican Zabala y García, se recomendaron “ocho aspectos básicos
como principios de la educación ambiental, con el predominio de considerar el ambiente como
una totalidad de intereses donde el hombre, lo ecológico, lo económico, tecnológico, social,
legislativo, cultural y estético” (2008:207). También, cabe mencionar que se definió la
especificidad de los destinatarios siendo principalmente el público en general, pero
“especialmente los alumnos de la educación formal desde el preescolar hasta la educación
universitaria, incluyendo a los profesores. Luego va dirigida a todas las demás personas que
conforman la educación no formal” (2008: 208).
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Seguidamente, en el año 1977, la UNESCO y el PNUMA convocaron la I Conferencia


Internacional sobre Educación Ambiental en la ciudad de Tbilisi (Georgia). Lo más importante
de esta conferencia recae la configuración del tema sobre educación ambiental en el plano
político a nivel global con el fin de que prevalezca una pedagogía de acción y para la acción.
Consecuentemente, a partir de las estipulaciones de esta conferencia, la educación ambiental se
empieza enfocar en conocimientos de cualidad más prácticos considerados necesarios para el
desempeño de una función productiva a favor de la calidad de vida y protección del medio
ambiente. Por ello, se optó por un enfoque más global e interdisciplinado por el que se
recomendó buscar la colaboración entre los países así como el incentivo a la investigación.
Diez años más tarde, en 1987, se llevó a cabo el Congreso Internacional sobre
Educación y Formación Ambiental en Moscú. Como fruta de esta convocatoria, se constituye
uno de los principales documentos de trabajo que tuvo como finalidad revisar las políticas de
educación ambiental sugeridas en Tbilisi anteriormente. Por si fuera poco, esta es la primera vez
que se plantea un plan estratégico que aplicaba internacionalmente como guía para la
impartición de la educación ambiental que se quería para la década de los noventa. Como
explica Zabala y García (2008) ,en base a Muñoz Oráa, entre las exigencias más importantes
están “acceso a la información; investigación y experimentación; programas educativos y
materiales didácticos; adiestramiento de personal; educación técnica y vocacional; educación e
información al público; educación universitaria general; formación de especialistas; cooperación
internacional y regional” (1994: 18). A través de este documento, se expresa formalmente los
requisitos en relación a las expectativas de lo educación ambiental para aquellos años y no se
limita al público en general como se había hecho anteriormente, sino que busca dirigirse a
personas más especializadas, especialmente a quienes tienen el poder de tomar decisiones con
repercusión en el ámbito institucional y económico. Para esta década, la ola de la educación
ambiental ya encontraba involucrado a muchos países dentro del continente Europeo así como
los Estados Unidos.
Después, ocurrió uno de los eventos históricos más destacados dentro del proceso
evolutivo de la educación ambiental: la declaración de Talloires (1991). La relevancia de este
hecho se basa en la cooperación de autoridades representativas (rectores y vicerrectores) de
diferentes universidades por intentar realizar un pronunciamiento de su posición sobre lo que
ellos consideraban uno de los problemas más alarmantes del siglo por lo que ellos como
entidades educativas debían tomar acción por medio de un liderazgo distintivo. Si antes se había
realizado énfasis en la conceptualización así como en actores principales dentro de la política,
esta declaración afirmaba la participación vital de las autoridades dentro del plano educativo
alrededor del mundo. Cabe mencionar como un hecho destacable que a partir de entonces,
empezaron a surgir carreras profesionales relacionadas a gestión ambiental, crecimiento
sustentable y responsabilidad ciudadana que son bien conocidos hoy en día.
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Al año siguiente, se celebró la Cumbre para la Tierra La Conferencia de las Naciones


Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD) en Río de Janeiro, mejor
conocida como “Cumbre para la Tierra”. El objetivo de este evento fue la ratificación de todas
las anteriores mencionadas anteriormente, pues esta buscaba adecuar el proceso de la educación
ambiental a las nuevas necesidades para finales del siglo XX. Esencialmente, la cumbre puede
resumirse a los tres acuerdos y la firma de dos instrumentos legales para asegurar el correcto
comportamiento de las sociedades.
Los acuerdos fueron “El Programa 21”, “la Declaración de Río sobre el Medio
Ambiente y el Desarrollo” y “la Declaración de principios relativos a los bosques”, los cuales
conformaron un programa de principios exhaustivos de carácter universal, nacional y local que
sirviera como guía para las sociedades así como la prevalencia de diferentes acuerdos
internacionales que aseguraran la integridad del sistema ambiental y de desarrollo mundial
(Aguado-Moraleja y Echebarría, 2003). Paralelamente, además de esta conferencia se realizó el
“Foro Global Ciudadano”, el cual profundizó en el marco regulatorio de la educación
señalándolo como un derecho para todos enfocada en el tratamiento de problemas globales.
Seguidamente, cabe destacar la declaración de Salónica entre el 8 y el 12 diciembre de
1997 Sajonia, Grecia. El acontecimiento más importante de esta declaración es el
establecimiento de la sostenibilidad como el objetivo conceptual primordial en el largo proceso
que venía desarrollándose en la educación ambiental. Además, se especificó que “…la noción
de sostenibilidad incluye cuestiones no sólo de medio ambiente, sino también de pobreza,
población, salud, seguridad alimentaria, democracia, derechos humanos y paz […] la
sostenibilidad es, en último extremo, un imperativo ético y moral que implica el respeto de la
diversidad cultural y del saber tradicional” (principio 2). En otras palabras, a partir de este
evento el tratamiento del proceso formativo de la educación ambiental estaría sujeto al concepto
de sostenibilidad implicando otros aspectos aparte de la naturaleza como las relaciones,
concepción que se mantiene hasta la actualidad.
Posteriormente, este tipo de congresos y convocatorias empiezan a desarrollarse en
América Latina. En este punto, Zabala y García explican que el Primer Congreso
Iberoamericano de Educación Ambiental se realizó en 1992 en Guadalajara-México con el lema
“Una estrategia para el Futuro”. Este sirvió de inicio para el desarrollo de la Educación
Ambiental en la región. Luego, se desarrolló el Segundo Congreso nuevamente en México en el
año 1997 enfocado en “la cultura ambiental desde los espacios naturales de recreación y
turismo” (2008: 214). Así, siguieron formándose nuevos congresos hasta el reciente VIII
Congreso internacional de educación ambiental para la sustentabilidad enfocado en la
innovación, transdiciplinaridad e interculturalidad.
En síntesis, debido a las características del problema ambiental, la solución de la
educación ambiental se encuentra en constante discusión y análisis en busca de mejoras que se
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adecuen a las necesidades y características propias de cada espacio temporal. No es posible


afirmar que su concepción se mantendrá estática en algún momento, pues esta va
transformándose con la práctica en la que aparecen nuevos avances, pero también nuevas
limitaciones.

1.3 ¿Qué la hace diferente?: características y valores

Puesto que anteriormente se ha realizado un revisión de las diversas teorías y la evolución de la


implementación de la educación ambiental, resulta imprescindible enfatizar en sus principales
características, desde el ámbito pedagógico, que lo diferencian de otras formas de educación, lo
cual incita, al mismo tiempo, a destacar, desde el ámbito de la ética, los principales valores en
los que se basa hoy en día.
En primer lugar, la educación ambiental tiene como característica ser un proceso
permanente y transversal; es decir, no es posible concebir esta forma de educación si
pedagógicamente solamente se limita a un curso dentro de las aulas o como una carrera
profesional aislada. De hecho, el sentido de la evolución en la lucha por instaurar una educación
ambiental ha sido que esta pueda desarrollarse a través de todos los ámbitos concernientes a la
escuela independientemente de las materias que esta importa o el carácter propio de las
instituciones. La educación ambiental debe ser un proceso de formación constante en el que los
educados se mantengan aprendiendo a medida que esta reacciona al problema de
contaminación ambiental así como los problemas sociales.
En segundo lugar, esta forma de educación no se limita a las consideraciones de la
educación formal. Por el contrario, este movimiento tiene la característica de adaptarse a otras
formas de educación como la informal o la comunitaria, pues busca formar a las personas sin
importar el acceso que tengan a la educación. Un gran número de personas en el mundo no son
parte de la educación formal-tradicional que se imparte comúnmente en las escuelas públicas o
privadas en espacios físicos regulados por un ente superior; por lo tanto, la educación ambiental
no se limita parámetros de la educación formal, sino que es adaptativa.
En tercer lugar, esta forma de educación se caracteriza por brindar y desarrollar
conocimientos útiles que implican dotar de capacidad a las personas para hacer. Sin embargo,
también busca influir en el comportamiento como en la actitud de los educados frente a la
problemática mundial. De esta manera, se podría afirmar como transformacional frente a la
visión del hombre con respecto al medio ambiente y su papel dentro del sistema.
En cuarto lugar, la educación ambiental se caracteriza para priorizar la investigación e
innovación en busca de avances en el desarrollo de mejores soluciones que puedan incrementar
el bienestar en el medio ambiente. Por último, esta educación tiene un carácter dinámico y
participativo que fomente la colaboración entre las personas por encima de las barreras
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diferenciadoras. Por esa razón, se podría decir que en esencia es una educación universal y
trascendente.
Por otro lado, la educación ambiental tiene una dimensión distintiva concerniente a la
ética que la sustenta y la de sentido. Sin sus valores sobre lo que es correcto y lo que no lo es,
este movimiento perdería su fin. Como se ha mencionado anteriormente, aunque sin mucho
detalle, durante mucho tiempo perduró una ética antropocéntrica centrada en el supuesto del ser
humano como el personaje más importante digno de recibir los mayores beneficios sin importar
el daño que podría producir en recursos naturales. Esta fue una ética social empleada desde fines
del siglo XIX. De hecho, anterior a esta, se empleaba una ética ambiental que propiciaba
condiciones aún peores, denominada laissez-faire (dejar hacer lo que se quiera). Esta estaba
basada en la concepción de que los recursos naturales eran ilimitados para servir a los seres
humanos, lo cual claramente era una prueba contundente de lo inconciencia que existía sobre la
capacidad del medio ambiente. Sin embargo, resulta lógico comprender que se estableció un
ética de esa índole durante la época de los conquistadores y colonos europeos, quienes, al
descubrir las posibilidades de nuevas tierras, cayeron en una ilusión sobre la infinitud de los
recursos disponibles.
Afortunadamente, con el tiempo, se estableció una ética denominada “biocéntrica”. En
esencia, planteaba que biodiversidad (flora y fauna) tenían un valor intrínseco; es decir,
independiente del uso que podría tener por parte del hombre. A partir de entonces, se reivindica
la valorización sobre a las especies biológicas hasta el punto de ser privilegiadas. La principal
limitación que tenía este supuesto moral era la exclusión del ser humano de muchos espacios
naturales sin la búsqueda de la convivencia. Luego, a mediados del siglo XX, surge una
perspectiva ecocéntrica como evolución de la anterior, la cual supera la limitación mencionada y
considera a los seres humanos como componentes dentro de los ecosistemas. Justamente, esta
coincidía con los primeros pronunciamientos oficiales sobre el peligro de la contaminación
global y la precariedad social.
Después de los congresos y convocatorias vinculadas al medio ambiente, se construye
una nueva ética que se diferencia de las anteriores por un enfoque más completo llamado
“ecosocial o biocultural”. La principal diferencia de esta es su integración del bienestar social
con la conservación de la diversidad biológica así como la cultura. Lo que se busca es intentar
volver a concepciones anteriores de ciertas comunidades como los indios americanos quienes
consiguieron convivir de una manera armoniosa dentro de sus ecosistemas sin perder sus
costumbres (Castro, Cruz y Ruiz-Montoya, 2009).
Así, actualmente la educación ambiental debe regirse por una ética que presenta como
valores básicos el respeto, solidaridad y responsabilidad, necesarios para que las personas en
formación aprendan a respetar al planeta y todos sus componentes (incluye nivel físico,
biológico y socioeconómico), sean solidarias en sus acciones evitando centrar su interés en ellos
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mismo y la utilidad que podrían sacar de la explotación de los recursos dentro del macro
ecosistema y, se consideren responsables de sus propias acciones como la del resto de sus seres
humanos para que ejerzan su rol activo frente al problema de la sobreexplotación y
contaminación.
1.4 Los objetivos de una educación ambiental
Llegado a este punto de la investigación, después de haber realizado una
conceptualización pertinente, revisar la evolución histórica y describir sus elementos
diferenciadores, se procura últimamente explicar sus principales objetivos para lograr un
correcto entendimiento de lo que se busca al intentar implementar esta forma de educación, ya
sea de manera más o menos efectiva en algunos lugares que en otros.
Según Orgaz-Agüero, se le han acuñado muchos objetivos a la educación ambiental; no
obstante, solamente algunos son indispensables en la actualidad. En primer lugar, el objetivo de
esta educación es responsabilizar y concienciar a las personas sobre los conocimientos del
medio ambiente y sus problemáticas. De hecho, este objetivo es uno de los más importantes
porque no sirve de mucho que los educados adquieran conocimientos sobre el ecosistema sin
que sean conscientes ni se consideren responsables de los comportamientos perjudiciales para
este. En segundo lugar, en estrecha complementariedad con el objetivo anterior, busca
involucrar a las personas en las realidades afectadas por la falta de conciencia sobre el ambiente,
las cuales son pocas veces percibibles. De esta manera, se facilita la toma de conciencia y, así
mismo, la toma de responsabilidad. En tercer lugar, pretender generar y, si en tal caso ya existe,
fortalecer el sentido de pertenencia y conservación dentro de las comunidades con respecto a la
naturaleza, pero también a su propia cultura. En cuarto lugar, tiene como objetivo el desarrollo
de saberes y habilidades que puedan servir en la búsqueda de soluciones de los problemas
ambientales actuales así como la prevención de los mismos. En último lugar, la educación
ambiental aspira consolidar las relaciones interpersonales rompiendo con las barreras sociales,
ya sean por las fronteras físicas o por diferencias raciales, generacionales, económicas o de
género, todo ello para unir fuerzas ante un problema que afecta a todos.
1.5 ¿Cómo está la educación ambiental en el Perú?
Anteriormente, se ha realizado una revisión del movimiento de educación ambiental de
manera útil, pero general. En ese sentido, resulta pertinente precisar el proceso de esta forma de
educación en un contexto con características específicas como las del caso del Perú, lugar dónde
la implementación de la educación ambiental recién se ha hecho de manera oficial y total en los
últimos años. Curiosamente, aunque el Perú es uno de los países con mayores recursos naturales
así como de culturas y subculturas, lo cual ha generado mayores riesgos en la trata de tales
recursos como problemas socio-culturales entre sus ciudadanos, la educación ambiental no fue
tomado con la relevancia necesaria hasta inicios del siglo XXI.
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Según la página oficial del Ministerio de Educación, existe una serie de hitos importantes de
la educación ambiental peruana. El primero de ellos se remonta a 2002, año que se puede
considerar como el primer pronunciamiento oficial que dio como resultado un conjunto de
políticas enfocadas en el plan a seguir para un desarrollo sostenible enmarcado en una
gobernabilidad democrática. Al año siguiente, se constituye la Ley General de Educación:
menciona la conciencia ambiental como principio de la educación. A partir de esta legislación,
se especificaron las atribuciones y obligaciones del Estado, así como los derechos y
responsabilidades de los ciudadanos. Durante años posteriores, las autoridades enfocaron sus
esfuerzos en la investigación y recopilación de datos para formalizar la elaboración del Plan
Nacional del Ambiente (2009). A partir del plan estratégico, se establecieron lineamientos
orientadores para el accionar. Posteriormente, fueron generándose otros como el Plan Nacional
de Acción Ambiental y, recientemente, el Plan Nacional de Educación Ambiental.
Actualmente, el Perú se encuentra en el desarrollo de su PLANEA con inicio de 2017 hasta
el 2022. Hasta hoy en día, existe un alto grado de conciencia con respecto a los errores del
pasado y los obstáculos a enfrentar que no han permitido el desarrollo de una educación
ambiental eficiente. Particularmente, se busca conseguir una fuerte institucionalidad a favor de
esta forma de educación de manera que muchas más personas puedan ser educadas para lo cual
se establece como necesario el apoyo de los medios de comunicación, el sector empresarial y la
cooperación internacional.
Teóricamente, la educación ambiental es una búsqueda de la solución de los grandes
conflictos de la sociedad global que nació como un intento de remediar los límites de los
recursos naturales, pero que en el camino, fue evolucionando hasta atender otras problemáticas
relacionadas al bienestar social. Hoy en día, no es posible afirmar que los países no están
realizando grandes esfuerzos por convertir el concepto de educación ambiental en una realidad
que pueda mejorar sus condiciones en una búsqueda de ganar-ganar para todos. Como se
mencionó, el Perú no es la excepción, pero todavía se encuentra atrasada por lo que necesita del
desarrollo de estrategias que puedan ser implementadas de manera que la educación ambiental
se extienda de manera efectiva y eficiente. Así, en el siguiente capítulo se analizará una
herramienta que si bien ha sido utilizada por ciertos sectores muy específicos, no se le ha
prestado la relevancia adecuada a su potencial.
Código:

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Tema: El uso de la hidroponía como estrategia pedagógica efectiva en el desarrollo de una


educación ambiental en los colegios del Perú

Objetivo principal: Analizar el uso de la hidroponía como estrategia pedagógica efectiva en el


desarrollo de una educación ambiental en los colegios del Perú

Esquema de Objetivos:

1. Analizar la relevancia general de la educación ambiental


1.1 Definir el significado de la educación ambiental
1.2 Revisar los antecedentes históricos de su evolución
1.3 Describir sus principales características y valores
1.4 Describir sus principales objetivos
1.5 Describir el proceso evolutivo de la educación ambiental en el Perú
2. Analizar las estrategias pedagógicas empleadas en la educación ambiental
2.1 Analizar las estrategias pedagógicas tradicionales empleadas en la educación
ambiental
2.2 Analizar la estrategia pedagógica de la hidroponía en los colegios Peruanos
2.2.1 Definir el concepto de hidroponía
2.2.2 Revisar el empleo de la hidroponía en dos casos

Esquema de títulos

1. La necesidad de una educación ambiental: Recuperando nuestro hogar

1.2 Conceptualización de la educación ambiental

1.3 La ola de educación ambiental hasta hoy en día


Código:

1.4 Qué la hace diferente?: características y valores

1.5 Los objetivos de una educación ambiental

1.6. ¿Cómo está la educación ambiental en el Perú?

2. Estrategias pedagógicas en la educación ambiental

2.1 Estrategias pedagógicas tradicionales

2.2 Una estrategia pedagógica innovadora: la hidroponía en el Perú

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