Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Móduló 1
Las diversas concepcioes del poder
La polisemia del poder
Definir qué es el poder es una tarea sumamente compleja. De hecho, hay tantas definiciones de poder como
autores que lo explican. Lukes (1978) generaliza estas nociones y dice que el común denominador a todas las
concepciones de poder es la idea de producción de consecuencias significativas. Claro está que esto implica
alguna idea acerca de qué es significativo, es decir, algún criterio de significatividad. Para algunos autores, lo
más relevante del poder es que es intencional. Por lo tanto, hay actores (colectivos o individuales) que tienen
intención de generar determinadas consecuencias. Para otros autores, lo esencial del poder es que los agentes
promueven a través de su ejercicio sus propios intereses (una vez más, pueden ser individuales o colectivos).
Una vez asumido que el poder produce consecuencias significativas, Lukes (1978) divide las teorías acerca del
poder en dos grandes grupos: las que sostienen que el poder es asimétrico y conflictivo y aquellas que
sostienen que el poder es una virtualidad o un logro de una colectividad. Dentro de las concepciones
conflictivas, se destacan aquellas teorías que ponen el foco en el acatamiento o el control, las que se focalizan
en la relación de dependencia y las que se focalizan en la desigualdad como centro de la relación de poder.
Dentro de la idea de poder conflictivo centrado en el acatamiento, podemos posicionar a Hobbes quien, a
través de su idea del estado de naturaleza, sitúa al Estado como la herramienta central de control social. En la
segunda postura, centrada en la dependencia, podemos poner como ejemplo una lectura latinoamericana de
la desigualdad social y el poder mundial: la teoría de la dependencia. En esta teoría los países centrales y los
periféricos tienen una relación mutua de dependencia, pero los primeros se encuentran en una posición
mucho más ventajosa que los segundos. En el tercer grupo, quienes piensan el poder como desigualdad,
podemos ejemplificar con algunas teorías de la estratificación social, incluido el propio Max Weber.
Por su parte, el segundo gran grupo de concepciones sobre el poder sostiene que este es el logro de una
comunidad y destaca los aspectos positivos del poder. En este grupo se encuentran teorías tan diferentes
como el liberalismo político, el marxismo en su idea utópica del socialismo. Más contemporáneamente,
Parsons y Arendt. En este universo optimista de las relaciones de poder, autores como Arendt y Habermas
destacan el poder transformador del diálogo social. Le quitan al poder el halo de negatividad y opresión de las
teorías conflictivas y lo ponen el eje de la democracia y la emancipación social. Múnera Ruíz (2005), realiza
una conceptualización similar, diferenciando las teorías que se centran en la fuerza por un lado y en el
consenso por otro.
2) Es una relación probabilística, ya que el ejercicio de poder de un agente A sobre B no está determinado y
depende de los atributos de los participantes de la relación y de la situación contextual en la que la relación se
desarrolla.
3) Es una relación asimétrica. Entre los agentes de la relación hay algún tipo de desigualdad.
4) Es una relación condicionada. En consonancia con la idea de que es una relación probabilística (ítem 2), las
relaciones son condicionadas por la situación y el contexto.
5) Son relaciones de tipo causales, esto es que A de algún modo causa o condiciona las acciones de B.
• Poder legítimo: el poder deriva de la posición en una estructura de autoridad donde se produce la relación
de poder.
• Poder referente: se basa en la lealtad, admiración y afecto que siente el sujeto que acata el poder en
relación a quien lo ejerce.
• Poder experto: la posición de conocimientos específicos en un campo autoriza a un agente a ejercer poder
sobre otro.
Por ejemplo, Rousseau valoró como fuente de toda desigualdad a la propiedad. Igualmente Locke, aunque no
consideró a esta desigualdad de manera negativa. Si nos remitimos al marxismo, vemos que en el propio Marx
la fuente de la desigualdad es la propiedad privada de los medios de producción y en autores como Adam
Smith, el emprendedurismo.
Más allá de las concepciones teóricas, no podemos soslayar que distintas sociedades y grupos dentro de una
misma sociedad generan diferenciaciones o clivajes en torno a distintos recursos o condiciones. En el
El sujeto no es lo contrario del poder, no es lo dado o lo natural o lo auténtico sobre lo que el poder se
despliega, aquello que el poder reprime… ese sujeto es el producto de las relaciones de poder, no su
opuesto… el sujeto no es sino el resultado de una relación de poder… De modo que el poder nos atraviesa.
Por lo tanto, en la sociedad existen relaciones de poder en todos lados, no solo en el Estado y el mercado. Las
relaciones de poder son relaciones de fuerzas asimétricas y estabilizadas. Por eso la figura que propone el
autor es la de una red, porque se constituye como relaciones de fuerza locales, múltiples que dan lugar a esa
red. Podríamos decir que el poder circula en la vida social a modo de red de relaciones de fuerza. Esta
concepción del poder está bien explicada en el capítulo IV de Del Águila Tejerina (2006).
En esta concepción de poder, éste no puede asemejarse a la violencia. Podemos decir que una relación de
poder se articula en torno a dos ejes: que el sujeto sobre el que se ejerce el poder sea reconocido como sujeto
de acción y que sobre esta relación de poder se abra un campo de respuestas y reacciones. Es allí donde
aparece el concepto central de resistencias.
Foucault sostiene que una condición previa para el ejercicio del poder es la existencia de un desequilibrio en la
relación, pero no hasta el punto de anularlo, sino que en toda relación de poder siempre el sometido tiene
capacidad de acción. En esta concepción, el poder solo puede ser ejercido sobre sujetos libres. Esta relación
nos lleva de nuevo al tema de las resistencias.
El último punto que tocaremos de Foucault es esencial para reflexionar como profesionales. Es la relación
poder-saber. La construcción de saberes predominantes como las ciencias es una herramienta de ejercicio de
poder central en la sociedad capitalista contemporánea. Foucault llama la atención sobre la existencia de
poderes sometidos o enmascarados por las ciencias dominantes. Plantea entonces la distinción entre los
saberes de las ciencias y los saberes de la gente, siendo estos segundos los sometidos y menospreciados. La
ciencia entonces funciona como un dispositivo descalificador de saberes que tiene un efecto de poder.
Para Foucault, el poder son relaciones que circulan en el mundo social a modo de red. Está presente en todas
las actividades de la vida social y atraviesa y constituye a los sujetos y a los cuerpos. Sin embargo, el ejercicio
Copertari, Franco Página 3
Resumen SOCIOLOGÍA DEL PODER
del poder no se da exento de resistencias. Las resistencias y la libertad del otro son factores constitutivos de
las relaciones de poder.
La noción de campo en Bourdieu viene relacionada con la de habitus. Es decir, la lucha por los capitales que
constituyen un campo y la posición en ese campo devienen en dos dimensiones, una práctica y otra
estructural.
En la teoría de Bourdieu, el poder es constitutivo de la sociedad y, por consiguiente, existe en las cosas y en los
cuerpos, en los campos y en los habitus, en las instituciones y en las mentes. Por lo tanto, el poder tiene una
doble dimensión: existe físicamente, objetivamente, pero también simbólicamente.
Quizás el aporte más interesante de Bourdieu a la sociología del poder es la idea de poder simbólico, que será
revisado más adelante. Sin embargo, no hay que perder de vista que el poder deviene de una lucha por un
capital dentro de un campo específico.
Poder y consenso
El poder como logro de la colectividad
Si analizamos a las concepciones del poder en un continuum que va desde la fuerza al consenso, se torna
indispensable el análisis de Parsons, Arendt y Habermas como autores del extremo del consenso. En esta
lectura veremos cómo estos autores ven al poder como el resultado de la acción concertada, aunque desde
muy diferentes ángulos, sobre todo Parsons por un lado, Arendt y Habermas y el marxismo/anarquismo por
otro.
Siguiendo a Lukes (1978), podemos afirmar que las concepciones que interpretan al poder como virtualidad o
logro colectivo destacan los aspectos benignos y comunitarios del poder, en contraposición con los que lo
consideran como fuerza, que veían en él opresión o dominación.
En estas concepciones, la autoridad basada en la creencia es nuclear, para explicar la cohesión social y el
orden político; el poder se conceptualiza con relación a su poder central de autoridad, en parte como
funcional respecto de ella… y en parte como algo amenazador, en la medida que se abusa de él...
Si analizamos las doctrinas nacionalistas del siglo XIX y XX de las que se inspiran, por ejemplo, el nazismo y el
fascismo, vemos en ellas un fuerte componente de consenso o creencias compartidas. Estas doctrinas
identifican la autoridad como la expresión de la cultura nacional o espíritu del pueblo. Se interpreta así que es
esta cultura la que debe ser transmitida de manera autoritativa para poder ser interpretada por la totalidad
del cuerpo social.
En el socialismo y el propio Marx el poder reviste una doble cualidad: es coerción desde el punto de vista de la
sociedad actual, dominación de una clase sobre otra, pero es una fuerza potencial de cambio social que puede
llevar a la emancipación de la sociedad alienada.
Para Durkheim (tercer padre fundador de la sociología, junto con Marx y Weber), las sociedades estaban
constituidas e integradas por creencias compartidas que funcionaban al condicionar las conductas. Se trata de
las representaciones colectivas. Una de las creencias fundamentales de la sociedad moderna que interpretaba
Durkheim era el individualismo, que era el valor central de este tipo de sociedad. El individualismo era la
nueva religión de una sociedad laicizada. En cuanto al poder, Durkheim consideraba que no se trata de un
problema o un conflicto, sino de una jerarquía funcional dentro de la sociedad.
El poder es definido en forma simple y parcial como un medio para la integración social, el cual supone
existencia de valores compartidos entre los asociados y alguna forma de consenso que supedite la fuerza
contenida en él a la obtención de sus objetivos sociales.
En esta perspectiva, el poder deriva de la autoridad. Es decir, dado que los valores y normas compartidos
especifican cuáles valores y normas son preeminentes en una sociedad:
La autoridad equivale al complejo de derechos institucionalizados al control de las acciones de los miembros
de la sociedad con referencia a lo que estas importan para el logro de metas colectivas; estos derechos
pertenecen a los líderes, que esperan apoyo de los miembros de la colectividad.
Es decir, en la sociedad donde las normas están claras, es necesario un cuerpo de derechos que legitime y
faculte a la autoridad que vela por el cumplimiento de las acciones de acuerdo con ese sistema de valores.
En su esquema teórico, Parsons coloca al poder a la par del dinero como un medio de intercambio, ya que el
poder fluye entre todos los subsistemas sociales y permite el intercambio.
En la visión de Parsons, el poder deriva de la autoridad, que tiene como mención propiciar el cumplimiento de
las funciones sociales necesarias para el mantenimiento del orden y de la cohesión. El poder siempre es
legítimo porque deriva de la autoridad.
Dentro de la discusión sobre el poder interpretada como metas compartidas, se abre una discusión que es
muy actual: la de la racionalidad comunicativa y de la búsqueda del consenso como modo de toma de
decisiones colectivas.
La actividad de deliberar tiene como finalidad la elaboración de una voluntad común que sirve para abordar
los problemas que se tratan. Cabe destacar, (y por allí viene toda una línea que investiga la factibilidad de este
Hannah Arendt
En esta línea de argumentación, Arendt descarta el argumento del poder como medios/fines y lo define como
la capacidad humana no solo de actuar, sino de actuar en común, concertadamente. Es entonces la capacidad
de un grupo que se actualiza cuando el grupo actúa concertadamente.
El poder es consensual y es inherente a la existencia misma de comunidades políticas: surge dondequiera que
el pueblo se reúna y actúe conjuntamente. Así, lo importante ahora es el procedimiento de adopción de las
decisiones, más que las decisiones mismas. El poder lejos de ser un medio para la consecución de un fin, es
realmente un fin en sí mismo ya que es la condición que posibilita que un grupo humano piense y actúe
conjuntamente. El poder, por lo tanto, no es la instrumentalización de la voluntad de otro, sino la formación
de la voluntad común dirigida al logro de un acuerdo.
A partir de allí surge dentro de la teoría de la acción comunicativa la importancia de las leyes, entendidas estas
como las reglas de juego dentro del cual se producen las conversaciones. Habermas retomará ese punto como
eje central para la factibilidad de este tipo de acción.
Arendt claramente distingue el poder, al que ve como capacidad concertada de una comunidad, de otras
nociones que solían acompañarlo como la violencia. La imposición de una voluntad sobre otra, eso es
violencia. Poder y violencia se oponen porque el poder es concertación y la violencia imposición. Esta última
depende de instrumentos (armas y coerción).
Jürgen Habermas
Habermas comparte con Arendt su visión de la acción comunicativa y de la necesidad de generar consensos,
pero su lectura se centra en distinción entre el ejercicio del poder (es decir, el gobierno de unos ciudadanos
por otros) y la generación del poder (que se asemeja a la concepción de Arendt del poder). Y allí entra en
tensión en concepto de acción estratégica weberiana que Arendt había dejado relegada y que es retomada
por Habermas. La acción comunicativa que lleva a la formación de una voluntad política es el fundamento y la
base de toda acción estratégica. De allí que se delimiten dos sistemas de acción, el sistema político-
administrativo por un lado y la sociedad civil por el otro.
En estas condiciones, la violencia puede aparecer como fuerza que bloquea la comunicación, la deliberación y
el consenso necesarios para lograr generar el poder que el sistema requiere. Aquí es donde la comunicación
distorsionada, la manipulación y la formación de convicciones ilusorias e ideológicas hacen surgir una
estructura de poder político que, al institucionalizarse, puede utilizarse en contra de aquéllos que lo generaron
y de sus intereses.
Pero ¿cómo sabemos si es un acuerdo racional entre ciudadanos libres e iguales o un acuerdo logrado a través
de la fuerza, la violencia y la manipulación? Es en este punto cuando Habermas recurre a la noción de
Según Del Águila Tejerina (2006), son tres los elementos centrales en la teoría habermasiana que nos permiten
hacer esta distinción:
1) Libertad de las partes para hablar permitiendo la libre argumentación de todos los participantes
2) Igualdad de las partes. Todos los participantes de la deliberación se suponen con la misma importancia y
legitimidad para participar. Nadie tiene mayor peso en una discusión per se.
3) La fuerza del mejor argumento. Lo que se impone en una discusión es el mejor argumento y no la coacción
o la violencia. El argumento puede ser no solamente técnico, sino también referir a la justicia u otro criterio
moral.
Como vemos, la complejidad del planteo de Habermas sobre el poder radica entre la interacción entre estas
dos racionalidades estratégica/dialógica y no en la anulación de la primera por la segunda. La relación
planteada por el autor puede entenderse como una relación de complementariedad y diálogo entre la
democracia agregativa y la deliberativa, siendo la segunda la fuente de legitimación de la primera.
Hay muchas interpretaciones y análisis sobre el origen histórico del Estado Moderno. Norbert Elías es un autor
central en referencia al estudio del poder en general y del estado en particular. Este autor, parte de una
pregunta bastante sencilla para estudiar el tema del origen del Estado:
“…cómo había sido posible que, de aquella sociedad grandemente descentralizada de la primera Edad Media,
en la que los guerreros grandes y pequeños son los verdaderos señores de los territorios occidentales, surgiera
otra sociedad más o menos pacificada hacia el interior y armada hacia el exterior, a la que llamamos «Estado».
¿Qué entramados sociales son los que presionan aquí para conseguir la integración de territorios cada vez más
extensos bajo un aparato de dominación relativamente estable y centralizado?”
Elías considera al Estado moderno como una entidad política producto de la Modernidad y sus pensadores,
surgida en Europa entre los siglos XIV y XV como consecuencia de la crisis del feudalismo. Históricamente, se
desarrolló en paralelo al concepto de soberanía, al cual está firmemente ligado y que supone la necesidad de
que el Estado sea autónomo, es decir, que por encima de él no debe existir ningún poder que pueda
imponérsele. De manera complementaria surgió otra idea que caracteriza al Estado moderno: la forma de
gobierno en una comunidad política debe ser decidida por sus miembros, es decir, por el pueblo o la nación en
su conjunto. La soberanía es así depositada en el colectivo social, del cual derivan todos los poderes.
En este contexto, las instituciones políticas tienen carácter representativo, pues tienen la función delegada por
el pueblo de velar por los derechos de los individuos que forman ese cuerpo político.
Hoy nos resulta de lo más habitual pensar que un país es gobernado por un Estado y que este es electo por el
pueblo, pero evidentemente no siempre fue así. El Estado es una conformación social históricamente situada y
singular.
Siguiendo el planteo de Elías, es posible situar al momento histórico anterior al surgimiento del Estado
moderno en la Edad Media, que, con sus características particulares, tenía el poder ampliamente
descentralizado en los distintos feudos. Esta descentralización, claro está, tenía como contraparte una fuerte
conflictividad que se expresaba en constantes asesinatos y guerras. Precisamente esa conflictividad es la que
lleva a la guerra de las distintas dinastías y clanes que van tomando más y más territorio, lo que generaba una
zona de influencia cada vez más grande y difícil de administrar y proteger.
De este doble movimiento de expansión territorial y monopolización de recursos surge la necesidad del Estado
con su aparato de administración y ejército correspondiente. Estas casas o dinastías empiezan a necesitar
administrar también la recaudación económica para mantener esta nueva estructura.
La teoría y filosofía política ha venido estudiando desde el comienzo de los tiempos los problemas de
organización social y relaciones de poder. Las reflexiones de los clásicos griegos abundan en ejemplos de estos
temas. Lo central de la visión de los filósofos políticos modernos (Hobbes, Locke, Rousseau, etc.) fue equiparar
al estudio del Estado con el estudio de la política y la tensión sobre situar el poder en el Estado o en la
sociedad. Más aun, autores como Locke y Montesquieu se preocupaban por ver cómo, una vez depositado el
poder en el Estado, la sociedad puede limitarlo y controlarlo e incluso recuperarlo en caso de abuso.
Primero: el Estado es un conjunto de instituciones, manejadas por el propio personal estatal, entre las que
destaca muy particularmente la que se ocupa de los medios de violencia y coerción. Segundo: esas
instituciones se localizan en el centro de un territorio geográficamente delimitado, atribuido generalmente a
una sociedad… Tercero: el Estado monopoliza el establecimiento de reglas al interior de su territorio, lo cual
tiende a la creación de una cultura política común compartida por todos los ciudadanos.
EL Estado absoluto
El poder es un fenómeno multidimensional que está presente en todos los ámbitos de la vida social. Sin
embargo, desde la teórica política, a partir del Siglo XVIII se equiparó poder con Estado, por lo tanto, los
autores clásicos del poder son autores que trabajan el tema del Estado.
Surge así una escisión entre el Estado y la sociedad, donde el poder está depositado solo en el primero. Ya
hemos visto también cómo algunos autores (Arendt, Habermas) devuelven el poder a la ciudadanía.
Autores como Hobbes, Locke y Rousseau son reconocidos como los pensadores de la Modernidad, que ponen
en un lugar central al Estado y a las leyes y se separan así de la era feudal que los precede. El Estado será
ahora el encargado de administrar la violencia social para garantizar el orden social. “El poder y la violencia
que anida en toda la sociedad se traslada así desde ésta a un cuerpo político, cuya función básica consistirá
precisamente en imponer un orden en el que sea factible la convivencia humana”
En su descripción de la naturaleza humana pre-política, Hobbes sostiene que las personas están
constantemente intentando acrecentar su poder para asegurar su existencia y sentirse seguros ante este
estado de constante amenaza. Evidentemente, vivir en una sociedad así es peligroso, estresante e inestable.
Por ello, Hobbes sostiene que los hombres han buscado una forma de encausar estas pasiones sociales hacia
un Estado que los contenga.
Es importante remarcar cómo la justificación de la aparición del Estado se basa en un hipotético estado de
naturaleza y en unas supuestas condiciones naturales de las personas. En Hobbes y en otros autores
contractualistas y liberales hay una concepción del hombre con una esencia ajena a cualquier condicionante
social. En Hobbes, el hombre es lobo por naturaleza, en Locke es un buen salvaje y así. Marx va a decir que el
hombre depende de unas circunstancias históricamente dadas y de las relaciones sociales de producción.
Llamó burlonamente a estas abstracciones robinsonadas porque colocaban al hombre en una situación
hipotética de Robinson Crusoe, enfrentado él solo por naturaleza. Ya retomaremos las robinsonadas cuando
veamos a Locke y Rousseau.
La solución
Es esta situación de amenaza constante la que lleva a los hombres a pensar en la necesidad de la cooperación
social. Esto
Equivale a decir que la necesidad de la auto preservación nos invita a “abandonar el derecho natural que en el
estado de naturaleza tenemos todos a todo, el derecho a usar de nuestro propio poder como nos plazca”
Vemos acá que el argumento pasa porque el hombre es plenamente libre al no estar sujeto a las leyes y en esa
libertad puede matar a su vecino. Ese es el riesgo del estado de naturaleza. De allí surge la idea del contrato
social, que se inaugura con Hobbes y sigue con Rousseau y Locke como los autores más destacados de lo que
se denominó el contractualismo y que son una pieza clave de la ilustración.
El contrato, entonces, es el sometimiento voluntario de estos hombres libres a un control superior. Lo que se
destaca en el plateo de Hobbes son las dimensiones y características de ese poder. Nace así el Leviatán, que es
su obra más reconocida y que toma el nombre de un monstro marino bíblico. El Leviatán es terrible, enorme y
temerario.
El ciudadano autoriza al Estado a gobernarlo y cede su libertad de hacer lo que quiera, porque el resto lo hace
también y en ese ceder todos salen ganando. Esa es la fórmula simplificada de la idea de contrato social.
El problema en Hobbes, que luego abrirá el campo para la discusión de otros autores, es que el poder que se
le concede al soberano (al Estado) es absoluto e irrevocable y debe ser lo suficientemente fuerte para soportar
todos los intentos de los ciudadanos de restitución de su poder cedido. Entonces, el Estado, el Leviatán es un
poder formado, construido, por la multiplicidad de poderes que le ceden los contratantes. El poder del
Leviatán además de absoluto es indivisible, lo cual abrirá otro margen de discusión sobre la división de poder y
se llegarán a establecer luego las repúblicas.
El Estado tiene entonces una enorme responsabilidad, que es crear las reglas de convivencia, que no son otra
cosa que las leyes. En Hobbes está presente la idea de que la ley debe preservar la vida y los bienes de los
ciudadanos. De allí se abrirá toda la tradición liberal de la idea de que el Estado, con la mínima cantidad de
normas posibles, debe velar por el orden y la seguridad interna y externa con el fin de garantizar el comercio.
Capitalismo y Estado son dos formaciones sociales que surgen relacionadas.
Otra cuestión importante en la que hay que prestar atención en el importante aporte de Hobbes es que la
violencia no desaparece con el Estado, sino que este la encauza para cumplir con los fines que los firmantes
del contrato le han encomendado. De allí la consideración posterior de muchos autores que toma central
importancia en Weber de considerar al Estado como el monopolista del uso de la violencia física de manera
legítima.
La violencia de los hombres que da lugar al pacto es traspasada al Estado, que puede hacer uso de ella de
manera legítima.
Bodin y la soberanía
Bodin es un autor poco trabajado en la sociología, pero tiene un valor importante, ya que hace hincapié en la
noción de soberanía. Si bien su concepto dista bastante del que se considera actualmente, introduce la idea de
que la república (o el Estado) solo se debe sujeción a sí misma. No así el príncipe, que debe respecto a la ley
(natural y de Dios). Veamos algunos puntos centrales del autor.
En la visión de Bodin, la república es constituida por el poder del soberano, siendo el eje rector y aglutinador
de la sociedad. Pero no es una república de iguales como la consideramos ahora, sino que el soberano es uno
solo, pero hay distintas categorías de súbditos: hay esclavos, extranjeros amigos, aliados y asociados,
Los principios en los que se basa la unidad política no son ni el territorio ni la ley, ni las costumbres, ni la
religión ni la lengua, ni el origen. Dado que la república no se mantiene unida por la relación horizontal entre
ciudadano y ciudadano, sino por la vertical que vincula a cada súbdito con el soberano. (Scatolla, 2007, p. 52).
Si bien el concepto de soberanía dista de la noción actual y ni hablar de la idea de república que plantea Bodin,
lo interesante es que plantea la unidad y superioridad de los súbditos para adentro del estado y hacia afuera,
con respecto a los otros reinos.
Por su parte, Bodin, que no se basa en la idea del pacto si no que va aún más lejos en su justificación del
Estado al decir que este constituye a la sociedad, sienta las bases para sostener la importancia de la soberanía
en cada Estado nación.
Ambos autores caen en un absolutismo con respecto a los poderes que le confieren al Estado, pero eso debe
entenderse en el contexto de paso de la Edad Media a la Modernidad y el nuevo balance de poder en esa
situación. En otras lecturas profundizaremos el paso de esta concepción absoluta del poder a algunas más
suavizadas que ponen frenos y límites al poder del Estado a favor de la ciudadanía, pero sobre todo del
mercado.
En la concepción de Locke, cada hombre por naturaleza es propietario de lo que pueda consumir y
transformar con su trabajo. Aunque la existencia del dinero permite la acumulación sin consumo, lo que lleva
necesariamente a la aparición de la desigualdad, que es explicada por la diferencia de industriosidad entre los
hombres.
La introducción de la moneda es central porque implica un consenso tácito entre las personas de la
importancia del uso del papel o el metal como medio de intercambio. Pero ese carácter de tácito es lo que
torna insegura a la relación monetaria, ya que Locke no desconoce que la posibilidad de
Copertari, Franco Página 13
Resumen SOCIOLOGÍA DEL PODER
Del Estado absoluto al Estado de derecho
La teorización del Estado ha pasado por muchas instancias. En la lectura anterior profundizamos el Estado
absoluto en Hobbes y la soberanía en Bodin. Hobbes, junto con Locke y Rousseau, es un autor que habla de un
contrato social. Es decir que, partiendo de un estado de naturaleza pre-político, justifica la existencia del
Estado en un acuerdo entre los hombres. Claramente es un Estado y un pacto hipotético, porque
históricamente no puede sostenerse la existencia de dicho acuerdo.
Sin embargo, estos autores contractualistas tuvieron distintas visiones de cómo debía ser el Estado. Hobbes
pensaba en un Estado absoluto, dominante de la sociedad que lo compone, pero Locke y Rousseau van
suavizando esa tendencia y justifican la división de poderes y la democracia.
Lo que no hay que perder de vista es que el contractualismo se basa es esta idea de que la sociedad no es algo
natural y que se forma por la voluntad de individuos aislados. Esto es central porque sienta las bases del
liberalismo y de toda la doctrina sobre la que se apoya a la democracia y el capitalismo.
Acumular más allá de lo que se puede usar universaliza el deseo de poseer más. Y ahí aparece la necesidad del
árbitro que asegure la propiedad de cada persona y certifique las posesiones de cada uno.
En la concepción de Locke entonces también está la idea de pacto o contrato social. Los hombres libres que
forman una comunidad deciden sumarse a la sociedad para preservar sus bienes y para ser protegidos de
amenazas externas a esa sociedad.
Pero el poder que se forma como consecuencia del pacto no es feroz y temerario como en Hobbes, sino que
es mucho más moderado y limitado por el cuerpo social que le da forma. Por ello, Águila Tejerina, Jiménez
Burillo, Luque, Sangrador García y Vallespín Oña (2006) ponen a este autor como en el tránsito entre el Estado
absoluto y el liberal democrático. En este Estado lockeano, sus funciones son más limitadas y tienen que ver
precisamente con preservar los derechos naturales de las personas a la vida, la libertad y la propiedad.
Para limitar el poder del Estado, Locke sostiene que el propio Estado se somete a la ley y que es necesaria la
división de poderes. Estas dos condiciones parecían impensables en la visión de Hobbes. Así, Locke propone
una división de poderes que marca las bases de las democracias republicanas: poder legislativo, ejecutivo y
federativo (relacionado con las relaciones internacionales). Nótese que a pesar del parecido terminológico con
nuestras democracias actuales, Locke aun pensaba en una monarquía parlamentaria, donde el componente
electivo está en esa asamblea.
El Estado entonces tiene poderes limitados y funciones concretas que se relacionan con la protección de los
derechos naturales previos al pacto social: esto es derecho a la vida, la libertad y la salud.
Águila Tejerina, Jiménez Burillo, Luque, Sangrador García y Vallespín Oña (2006) sostienen que es en este
punto donde Locke introduce un principio esencial, que es el de la neutralidad del Estado con respecto a la
Cabe destacar que, para ciertos autores como los marxistas, esta libertad de elección y conciencia no es más
que una ideología que enmascara la dominación de una clase sobre otra.
Ya centrándonos en la anatomía del Estado que plantea Locke, es importante volver a marcar que toda la
estructura de frenos y contrapesos que va a proponer el liberalismo con respecto al Estado tiene que ver con
la idea de preservar los derechos individuales y que el Poder concedido al Estado no avasalle esa
individualidad. Por eso, la estructura institucional del Estado se caracterizará por el sometimiento de los
poderes públicos a la ley y es lo que luego dará paso a lo que llamaremos Estado de derecho. ¿Qué quiere
decir que es un Estado de derecho? Mínimamente, que se ajusta a las leyes que dicta la constitución que ha
sido creada por un cuerpo legislativo legítimamente constituido y que ese cuerpo y esa constitución tienen
más poder (prioridad) que el resto de las instituciones de la sociedad. Otra característica central del Estado
liberal será la ya nombrada división de poderes y por último la representatividad. Como ya se mencionó más
arriba, en este esquema lockeano la representatividad pasaba por la elección de la asamblea legislativa que
conforma las leyes. Cabe destacar que aún esta teoría no avanza sobre una ampliación de la ciudadanía en
términos de los votantes, si no que pueden votar una porción reducida de la población que son los hombres,
contribuyentes, propietarios, etcétera. En ese sentido, se parece bastante a la noción de democracia de los
griegos que era ejercida solo por hombres libres.
La idea de contrato es tan importante que su obra más influyente fue El Contrato Social, de 1762.
El liberalismo
Así, el individualismo surge en este contexto de cambio hacia la modernidad o también puede pensarse que la
modernidad no es otra cosa que este viraje hacia el individualismo. Como sea que lo consideremos, lo
importante es entender el fundamento del liberalismo y esta idea de libertad y liberación de las ataduras de la
sociedad medieval y su sujeción a creencias que dominaban la vida de las personas. En este sentido y en ese
contexto, el liberalismo es un pensamiento claramente revolucionario.
Cuando hablamos de liberalismo, el autor insoslayable es Adam Smith, ya que sienta las bases tanto del
liberalismo político como el económico. Smith considera que el poder es peligroso, ya que puede dar lugar a
“Basta que impere la paz y se establezcan leves impuestos y una tolerable administración de la justicia; el
resto debe dejarse al curso natural de los acontecimientos”
Cabe destacar que los roles del Estado, propuestos por Smith, incluyen medidas antimonopolio que atentaban
contra la competencia perfecta. La idea de Smith es que este curso natural de los acontecimientos sin
interferencias ni grandes monopolios genera un orden natural manejado por la famosa mano invisible del
mercado. Esa mano invisible asegura la paz y el orden al interior de los países, pero también en el orden
internacional. Allí surge la tesis del dulce comercio, que entiende que la necesidad del orden para asegurar las
transacciones comerciales asegura la paz entre las naciones y no el poder de algún centro hegemónico.
El Estado de derecho
El utilitarismo es una doctrina de pensamiento que va a criticar algunos de los supuestos expuestos por el
liberalismo. Por lo pronto, no existen intercambios realmente libres cuando las condiciones de las personas
son de completa asimetría, por ello es necesario intentar adoptar medidas que tiendan a igualar las
condiciones de las personas y eso incluye la intervención para garantizar derechos esenciales.
Entendido de este modo, el Estado de derecho, que es liberal y democrático, con división de poder y sometido
al orden jurídico constitucional, tiene además la función de velar por que se respeten para cada miembro de la
sociedad los derechos fundamentales: humanos y de ciudadanía.
Para considerar que el Estado es de derecho, debe ajustarse a las leyes y administrarse a través de un sistema
legalmente reglado.
Lo que se busca es generar la emancipación de la clase obrera, pero en el marco de las luchas democrático-
liberales como el parlamento y el sistema electoral. Ya dentro del Estado, lo que se pretende es realizar el
mayor número de transformaciones posibles a favor de la clase trabajadora y los menos favorecidos.
En materia económica, se diferencian de los liberales al reconocer que el capitalismo genera grandes
inequidades en la asignación de recursos y es allí donde el Estado debe intervenir a fin de garantizar los
derechos de todos los ciudadanos más allá de la asignación primaria que hace el mercado.
En su formación originaria, la socialdemocracia se basaba en cinco pilares que lo ponían en una opción
intermedia entre las doctrinas marxistas revolucionarias y el Estado liberal:
3) El Estado de bienestar: la ejecución de políticas sociales tendientes a distribuir la riqueza de una forma más
equitativa, mitigando los efectos del mercado, y a promover la justicia social, corrigiendo los desequilibrios
económicos.
4) El keynesianismo: la ejecución de políticas económicas tendientes a lograr pleno empleo, salarios elevados,
estabilidad de precios y aumento del gasto público.
A fines de 1960 y hasta mediados de los ochenta este esquema tuvo un gran impacto en algunos países
europeos, lo que propició la salida de las crisis de las posguerras.
Los principales factores que llevaron a la caída de estos Estados fueron: el enorme gasto público que
produjeron, la caída del pleno empleo, producto de la desindustrialización y el advenimiento del desempleo y
del empleo precario. Un tercer factor es demográfico, que tiene que ver con el creciente envejecimiento de las
poblaciones europeas, que generan aún más presión sobre el sistema de bienestar a la vez que coadyuva a su
desfinanciamiento. Además, su intervención en la economía generó otros problemas que se tradujeron en
descreimiento y en una contraofensiva del estado liberal (ahora neoliberal). Surgieron así los gobiernos de
Reagan en EE. UU., Thatcher en Gran Bretaña y otros conocidos neoliberales.
La tercera vía
La tercera vía es una renovación de la socialdemocracia bastante cuestionada. Tiene como autor intelectual a
uno de los sociólogos contemporáneos más importantes: Anthony Giddens. La tercera vía se plantea como
una alternativa al Estado liberal frente al fracaso de los estados de bienestar keynesianos.
La “tercera vía” se refiere a un marco de pensamiento y política práctica que busca adoptar la
socialdemocracia a un mundo que ha cambiado esencialmente a lo largo de las dos o tres últimas décadas. Es
una tercera vía en cuanto que es un intento por trascender tanto la socialdemocracia a la antigua como el
neoliberalismo. (Giddens, 1999, p. 38).
En este sentido, el Estado propuesto por la tercera vía debe adaptarse al individualismo imperante y a la
globalización como contexto y meta. En esta nueva visión, toma central importancia la relación Estado-
sociedad civil y mercado, donde prevalece la economía mixta al aprovechar la iniciativa individual, pero con la
conducción de un Estado que brega por el interés público. La noción de riesgo toma un rol central, porque,
Los socialdemócratas' han de variar la relación entre riesgo y seguridad existente en el Estado de bienestar,
para construir una sociedad de 'tomadores de riesgo responsables' en las esferas del gobierno, los negocios y
el mercado del trabajo. La gente necesita protección cuando las cosas van mal pero también las facultades
materiales y morales para superar grandes períodos de transición en sus vidas.
En esta tercera vía, que no logra demostrar cómo alcanzar los objetivos de justicia social propuestos, se
destacan ciertos valores progresistas como:
• Derechos humanos.
• Desarrollo sustentable.
• Equidad de género.
• Estado de derecho.
• Estado laico.
• Gobernabilidad.
• Inclusión social.
• Participación ciudadana.
Es casi seguro que nadie podría estar en contra de estos valores. Lo que los críticos de la socialdemocracia y de
esta tercera vía en particular destacan es que esta perspectiva no es capaz de pasar de la mera enunciación y
que desconocen el contexto real de existencia de los países inmersos en el capitalismo y en la globalización.
Apoya esta noción el hecho de que, hasta ahora, todas las teorías y aportes que hemos incorporado a la
cuestión del poder vienen de las tradiciones europeas y estadounidense. Asimismo, las revisiones sobre la
cuestión del Estado se basan en experiencias de esas mismas regiones y no hemos profundizado en cuestiones
particulares de nuestra región.
El aporte de Quijano a las ciencias sociales, pueden ser considerados, según Quintero, como aun perspectiva
epistémica, porque ataca el nucleo directo del conocimiento sobre lo social.
el conjunto de reflexiones que se articulan en torno a la idea de la colonialidad del poder, representan más
bien una profunda perspectiva epistémica y política que no puede ser reducida en su conjunto a la dicción de
"teoría" pues abarca mucho más que esto último
Esta perspectiva esboza una crítica a las corrientes dominantes sobre el poder, el conocimiento y sobre la
concepción misma de modernidad, principalmente a sus discursos totalizadores principales: liberalismo, que
se presenta como hegemónico y el marxismo, que es la contracara crítica, pero igualmente euro-centrista y
con pretensiones de universalidad. En ambos casos, se concibe a la sociedad como una totalidad determinada
desde un principio y para siempre por factores inamovibles: la artificialidad del pacto social en el liberalismo y
las relaciones sociales de producción en el marxismo. En ambas perspectivas, la crítica de Quijano está puesta
en el hecho que consideran a la sociedad como un organismo homogéneo.
En todas estas vertientes subyace la idea de que de algún modo las relaciones entre los componentes de una
estructura social son dadas, a histórica, esto es anterior a la historia de las relaciones entre las gentes
(Quijano, 2014, p. 290).
El actual patrón de poder que es específico de las relaciones sociales actuales, al que Quijano llama
colonialidad del poder, tuvo su inicio con la llegada de los españoles a lo que ellos dieron en llamar América y
el posterior proceso de colonialización. Por lo tanto, colonialización y colonialidad están relacionadas, pero no
son lo mismo. La colonialidad comienza con la colonialización, pero, si bien la segunda ya concluyó, la primera
sigue aún vigente.
La colonialidad del poder es uno de los elementos constitutivos del patrón global de poder capitalista. Se
funda en la imposición de una clasificación racial/étnica de la población del mundo como piedra angular de
dicho patrón de poder, y opera en cada uno de los planos, ámbitos y dimensiones, materiales y subjetivas de
la existencia cotidiana y a escala social. Se origina y mundializa a partir de América. Con la constitución de
América (Latina), en el mismo momento y en el mismo movimiento histórico, el emergente poder capitalista
se hace mundial, sus centros hegemónicos se localizan en las zonas situadas sobre el Atlántico –que después
se identificarán como Europa-, y como ejes centrales de su nuevo patrón de dominación se establecen
también la colonialidad y la modernidad. En otras palabras: con América (Latina) el capitalismo se hace
mundial, euro-centrado y la colonialidad y la modernidad se instalan, hasta hoy, como los ejes constitutivos de
ese específico patrón de poder.
El patrón específico de colonialidad actual se centra en dos ejes que definen las relaciones de dominación,
conflicto y explotación: una es la raza y el otro el trabajo. Veamos a cada uno de ellos en su especificidad.
La noción de raza es una categoría social creada en la modernidad. Es un sistema de dominación asentado en
un entramado de relaciones sociales intersubjetivas que sirve para clasificar y jerarquizar a la población
mundial. Este enclave nace con la conquista de América y es central en toda la modernidad. Esta clasificación
axial se entrecruza después con la de clase y género.
El segundo eje en el que se articula el patrón actual de la colonialidad del poder que se centra en:
Un nuevo sistema de control del trabajo, que consiste en la articulación de todas las formas conocidas de
explotación en una estructura de producción de mercancías para el mercado mundial, alrededor de la
Copertari, Franco Página 21
Resumen SOCIOLOGÍA DEL PODER
hegemonía del capital. La categoría analítica de “capitalismo” se refiere precisamente al conjunto formado por
dicha articulación estructural.
Nótese la interesante apreciación que hace Quijano. Mientras que el marxismo ve como constitutivo del
capitalismo la relación social del salario (trabajo asalariado) y su contribución al capital, la lectura no euro-
centrista de Quijano lo lleva a precisar la convivencia de múltiples relaciones sociales que contribuyen a la
reproducción del capital: trabajo asalariado, esclavo, infantil, intercambio, etcétera, todo dentro del
capitalismo mundializado o globalizado.
Si bien el patrón actual de colonialidad del poder tiene componentes objetivos claramente observables,
contiene además elementos subjetivos que tienen que ver con la visión de los dominantes sobre los
dominados, pero también de los dominados sobre sí. El poder permea la intersubjetividad de las personas.
Muchos autores que siguen la línea de Aníbal Quijano proponen atender específicamente a la colonialidad del
saber y particularmente a la decolonialidad del saber.
Ambos se proponían como las formas exclusivas para interpretar el poder mundial y se disputaban la primacía
de esa exclusividad.
Zulma Palermo (2010), una estudiosa argentina del tema, propone reflexionar desde la violencia epistémica.
Este concepto se relaciona tanto con el de colonialidad del poder visto en la lectura 1, como el de violencia
simbólica que veremos en la lectura 4 de este módulo. Palermo entiende a la violencia epistémica como “una
forma silenciosa de genocidio intelectual operada por el ‘pensamiento único’”
“la ciencia que estudiará a los europeos se llamará ‘Sociología’, mientras la que estudiará a los europeos se
llamará ‘Etnografía’”
Esta es la violencia epistémica de la que habla Palermo. En definitiva, dichas nociones son valoraciones que
tienen bases raciales (y, por qué no, racistas) y que alcanzan valor cultural y ponen a la cultura europea como
la única capaz de producir conocimiento racional:
Uno de los conceptos más criticados desde la visión decolonial es el de desarrollo, ya que, en las visiones más
tradicionales, el desarrollo es visto como un camino que recorren los países desde su punto inicial
(normalmente, el momento de la conquista) hasta llegar a ser como un país desarrollado. El punto de partida
es entonces la ausencia de desarrollo propio de los países no europeos.
Así, el pensamiento decolonial pretende romper con el mito de que los países centrales vienen a salvar a los
no desarrollados y les marcan un norte y les dan ayudas para alanzar el desarrollo. Claramente esta noción va
de lleno en contra de la relación de los países latinoamericanos con los organismos multilaterales de crédito
como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, los que dan créditos para ayudar a los países a
llegar al desarrollo.
En este sentido, la crítica decolonial apunta a pensar prácticas que valoren en mayor medida la vida y la
naturaleza, la diversidad cultural y ambiental.
Pero, más allá de este lado político, la decolonialidad del poder nos invita a cuestionar específicamente al
modelo de conocimiento académico y la forma reconocida de hacer ciencia.
La corriente decoloniazadora propone una ética liberadora del conocimiento. Esto incluye reconocer otros
espacios de saber que no son los académicos, como la historia oral y escrita de todas las culturas y lenguajes.
Esta corriente propone reconocer el conocimiento práctico que existe en la magia, la ciencia ancestral, la
religión, entre otras, que han sido sistemáticamente desprestigiadas. Por lo tanto, es necesario recuperar la
memoria y la tradición con formas de conocimiento. En definitiva, lo que se propone es:
Bourdieu produjo su teoría y articuló dos visiones aparentemente contrapuestas en las ciencias sociales: el
objetivismo y el subjetivismo. El primero ve a la sociedad como una cosa externa a las personas y el segundo
como interiorizada. Sin embargo, Bourdieu propuso la coexistencia de ambas realidades. Lo social existe como
algo externo que constituye a las personas y como algo interno que a la vez modifica la exterioridad. Esta
doble existencia de lo social se explica con sus conceptos de habitus y campus. El habitus como la historia
hecha cuerpo, y el campo como lo exterior, lo objetivado.
La teoría de Bourdieu fue esbozado inicialmente en lectura 3 del Módulo 1 y en el texto de Leopoldo Múnera
Ruiz (2005), éste último, ubicaba a la perspectiva de Bourdieu dentro de los autores de la fuerza, pero
matizando la cuestión del habitus como elemento de potencia.
Siguiendo a Alicia Gutiérrez, podemos entender que, en la teoría de Bourdieu, el poder es constitutivo de la
sociedad:
Existe en las cosas y en los cuerpos, en los campos y en los habitus, en las instituciones y en los cerebros
(como diría Marx). Por lo tanto, el poder tiene una doble dimensión: existe físicamente, objetivamente, pero
también simbólicamente.
Esta visión es central porque rescata el aporte de los tres padres fundadores de la Sociología: de Marx, rescata
la idea de que el poder es el producto de la relaciones sociales entre las personas; toma a Weber,
proponiendo que el poder es interiorizado y que requiere de la aceptación simbólica de las dos partes de la
relación; y extrae de Durkheim, la idea de que la realidad externa es coercitiva y determina las prácticas de las
personas.
Dentro de esas luchas que se dan en los campos hay ganadores y perdedores, y son tanto los unos como los
otros los que legitiman las relaciones de poder dentro de los campos, por la importancia y el valor atribuido al
capital.
El habitus, que es la parte subjetiva de estos dos conceptos, es la interiorización de esas luchas y los resultados
de esas luchas. El habitus es lo social hecho cuerpo, insiste Bourdieu. Y eso es muy fácil de interpretar, ya que
las condiciones externas de nuestra existencia se interiorizan en nuestros cuerpos y reproducen las relaciones
de dominación y dependencia. No es casualidad ni moda que los ejecutivos se vistan todos más o menos de la
misma manera o que los albañiles de otra, como así tampoco que sus pieles y sus cabellos se vean diferentes
uno de otros y similares entre sí.
Retomando la exposición teórica, el habitus internaliza, rutiniza y legitima las condiciones de ser y de
posibilidad de las personas. Como dice Alicia Gutiérrez:
Estas disposiciones duraderas (en términos de lo pensable y lo no pensable, de lo que es para nosotros o no lo
es, lo posible y lo no posible,) son objetivamente compatibles con esas condiciones, y de alguna manera pre-
adaptadas a sus exigencias.
Por el hecho de que somos personas situadas en un mundo estructurado, nuestros habitus están
condicionados por esas estructuras que nos dan una visión del mundo que está naturalizada, que poco nos
permite poner en cuestión las relaciones establecidas. Por ello, en la visión del Bourdieu, el poder está
interiorizado en las prácticas sociales.
El poder simbólico, asegura Bourdieu: “Es en efecto ese poder invisible que solo puede ejercerse con la
complicidad de quienes no quieren saber que lo sufren o que incluso lo ejercen”
Es una violencia «suave», una violencia «eufemizada», es una forma de violencia que se ejerce sobre un
agente social con su complicidad, complicidad fundada en el reconocimiento-desconocimiento de las
relaciones sociales externas e interiorizadas que la fundamentan. Es la manera como se reproducen y se
refuerzan en el plano simbólico las relaciones sociales constitutivas y constituyentes de las relaciones de
fuerzas entre las clases.
En este punto, la visión de Bourdieu se acerca mucho a la marxista. La escuela, como otras instituciones de la
sociedad, tiene como finalidad la reproducción de la dominación, de manera no violenta, lo que genera los
habitus que las personas deben reproducir toda su vida y reproducen, a su vez, la estructura social.
La escuela además participa en otra función importante que es la de distinción. Porque, si bien todos somos
educados por la escuela, no es lo mismo una escuela que otra. Y por ello existen instituciones más prestigiosas
que otras, lo cual refuerza la distinción social.
• Integración de la clase dominante, lo que permite una eficaz comunicación entre ellos y una distinción con
los demás (definiendo escuelas de elite, espacios de elite como museos y prácticas culturales específicas);
• Integración ficticia de la sociedad en su conjunto, lo que crea esta idea de que todos participamos de la
cultura;
Así, la violencia simbólica cumple esta triple función de integración, distinción y legitimación que desmoviliza a
los desfavorecidos y a los perdedores del sistema, lo que genera en el plano simbólico las condiciones de
reproducción de las relaciones de fuerza.
Las normas de género son construcciones constitutivas de las relaciones sociales, que se elaboran en función
de las diferencias biológicas; son aquellos parámetros, regulaciones y valoraciones que son diferenciados y
opuestos para varones y mujeres que marcan comportamientos considerados adecuados de acuerdo con la
categoría sexual de cada persona. Las normas de género pueden entenderse como mandatos y prescripciones
que delimitan comportamientos, formas de pensar, expectativas, espacios de posibles, etcétera.
La teoría feminista ha trabajado sobre esta construcción social que él es género, especialmente a partir de los
años 70. El reconocimiento de las desigualdades de género ha conllevado un extendido trabajo teórico de des-
ocultamiento de la discriminación y del origen de esta, pero también un gran esfuerzo político por revertir esa
situación de desigualdad.
Por ejemplo, María Lugones (2008) advierte sobre la situación de las mujeres negras que, al pertenecer a ese
grupo racial, sufren peores condiciones que los hombres del mismo grupo. Inscripta en la noción teórica de la
colonialidad del poder que vimos en la primera lectura del módulo, la autora sostiene que la colonialidad del
poder debe ser interpretada en el entrecruzamiento de otros factores como raza, clase, sexualidad, género.
La desigualdad de género implica entender qué roles se ha asignado históricamente a cada género y en qué
posición pone a cada uno en la vida social.
Claramente, esta situación es más desventajosa para las mujeres que para los hombres, ya que aquel primer
grupo es el que queda relegado a un rol mucho más pasivo y estático y, por lo tanto, dependiente.
Retomando algunas lecturas feministas, Rosa Cobo (2004) plantea claramente el tema de la
infrarrepresentación de la mujer en la vida política. Esta autora habla de la paridad como una meta a alcanzar
por las feministas.
La paridad es una propuesta política discutida porque ataca el núcleo básico de la democracia patriarcal al
proponer una nueva distribución de poder entre varones y mujeres. El objetivo último de esta propuesta
política es alterar la estructura patriarcal del poder.
Lo que debe quedar claro de este planteo es que, al excluirse a la mitad de la población del pleno goce de la
vida política, el propio concepto de democracia está en juego.
Para Cobo, la búsqueda de la paridad requiere que las mujeres se transformen en un colectivo social, es decir,
que sean un grupo con identidad política, pero que esa identidad sea provisional, ya que el horizonte final es
la igualdad entre hombres y mujeres, es decir, la desaparición de las categorías de género como realidad
social. Este es el objetivo central de los movimientos feministas paritarios, según esta autora.
El objetivo del estudio es analizar si la oleada feminista de los años setenta generó algún cambio en las
representaciones de las normas de género en varones y mujeres. Se plantea un análisis de caso de corte
cualitativo que examina las representaciones de género, pero que supone condiciones objetivas desde las
cuales analizar las representaciones de las personas: el aporte específico de capitales que cada miembro de la
pareja aporta al hogar. Es un análisis similar al de clase social o nivel socio-económico.
Copertari, Franco Página 28
Resumen SOCIOLOGÍA DEL PODER
Del análisis realizado por la autora surge la noción de discomfort de género, el que se relaciona con la
sensación que tienen las personas cuando su rol en la pareja se aleja de lo aprendido en sus habitus, con lo
que se puede decir que no han variado mucho esas representación de género.
Es notorio que los que más se sienten incómodos con los roles desdibujados son los hombres, que son
reticentes a perder su puesto como jefes de la familia. Pero también llaman la atención las mujeres que, a
pesar de cumplir un rol de proveedoras en los hogares, siguen reivindicando el rol masculino tradicional. Sin
embargo, Martínez ve una punta de ovillo para el cambio social en la relevancia que tiene el capital cultural en
la pareja, que es el factor que más permite flexibilizar los roles tradicionales tanto en hombres como en
mujeres.
Comenzaremos por la teoría racionalista clásica, que se llamó teoría científica de las organizaciones. Se
desarrolló a partir de los años veinte 1920 y tiene a Taylor y Fayol como sus principales exponentes. En esos
estudios se realizaba un análisis racional de las reglamentaciones y las personas. Allí se realizaron los famosos
análisis del tiempo y del movimiento para intentar mecanizarlos y racionalizarlos al máximo. La importancia
estaba en reglar los movimientos y en generar incentivos económicos apropiados.
Hasta hoy al sostener que el proceso de administración de una organización consiste en: planear, organizar,
dirigir, coordinar y controlar
Nadie puede negar que, en cierto sentido, todavía se conciba de esa manera al rol del administrador.
Paralelamente a los estudios de Taylor y Fayol y al triunfo del comunismo en Rusia, los marxistas sostenían
que todo en el capitalismo era un problema de relaciones de poder, pero que la socialización de los medios de
producción acabaría de por sí con el problema. Sin embargo, esta tradición no tuvo demasiada cabida en el
mundo académico del estudio de las organizaciones.
A partir de los años 30 y hasta los 50, en gran medida influenciada por la crisis de los años 30, surge toda una
reacción a la concepción clásica de la organización, que es esencialmente anti-utilitarista y anti-mecanicista.
Esta reacción se agrupó en lo que conocemos como la escuela de las relaciones humanas que, si bien tiene
una enorme influencia en la sociología de las organizaciones, no aborda el problema del poder de manera
central. Aquí podemos reconocer dos aportes centrales, el de la corriente interaccionista, con Elton Mayo a la
cabeza, y la lewiniana (cuyo nombre se debe a Kurt Lewin).
La profunda revolución de la sensibilidad, constituida por el descubrimiento del factor humano… reveló… la
existencia de todo un complejo de sentimientos que rigen la aceptación o el rechazo de los individuos con
respecto a las exigencias de la producción.
Tanto la corriente de los recursos humanos como la lewiniana se preocuparon en gran medida por lo que hoy
llamamos la organización informal y los liderazgos informales, y llamaron la atención sobre la influencia del
entorno cultural y técnico de la organización. Esto es sumamente importante porque los estudios clásicos la
concebían como un compartimiento estanco, no influenciado por el entorno.
La corriente lewiniana estuvo un poco más cerca del estudio del poder, dado que se centró en las relaciones
de mando, aunque se preocupó más por el estilo permisivo de liderazgo, su relación con la satisfacción
individual y la productividad.
Parsons, autor que ya hemos trabajado en la materia, también analizó el poder como algo importante en los
sistemas sociales, pero no llevó el análisis al plano organizacional. Su análisis de los sistemas sociales se dio
entre el 30 y mediados de los 50. Se lo incluye en esta lectura porque tuvo gran influencia en los estudios
posteriores llamados sistémicos. Para este autor, el poder tiene el rol de mantener cohesionada a la
organización y de velar por el cumplimiento de las metas colectivas. Para Parsons, el poder es:
Recién a partir de fines de los 50 y a comienzos de los 60, los estudios sobre el poder en la organización
empiezan a tomar relevancia.
March y Simon, en los años 60, comienzan a darle mayor importancia a los temas de poder, control e
incentivos dentro de la organización, pero tienen en cuenta la acción de los individuos, sus decisiones y
sentimientos. Introducen así la idea de racionalidad limitada que considera que las personas toman decisiones
basadas en sus expectativas y sentimientos, pero dentro del marco de los constreñimientos que les impone la
organización.
Crozier (1969), en el texto que estamos tomando como referencia, que fue originalmente publicado en 1964,
se inscribe dentro de los autores que reivindican el estudio del poder dentro de las organizaciones como el
tema central. En el fenómeno burocrático, Crozier analiza esta tensión entre estudios clásicos, centrados en la
racionalidad, y estudios de relaciones humanas, centrados en los sentimientos o el factor humano, y concluye,
junto con March y Simon, que un análisis serio de las organizaciones debe tomar en cuenta ambos
componentes.
Para salir del atolladero se impone renunciar al estudio separado de ambas racionalidades… Existe cálculo
racional en
Es importante destacar que lo que está diciendo Crozier no es del todo novedoso; ya en los 60 muchos autores
de la Sociología estaban pugnando por realizar síntesis conceptuales entre teorías aparentemente
enfrentadas, como el objetivismo y el subjetivismo, que analizamos para el caso de Bourdieu en el Módulo 3.
• Recompensa.
• Coerción.
• Legitimidad.
• Experticia.
• Referente.
La gerencia debe procurar monopolizar esos recursos para direccionar las acciones de la empresa.
3) Identificación de cuáles son las bases de poder de las personas implicadas en el proceso.
5) Definida la situación, detección de cuáles son las mejores tácticas y estrategias con las que contamos.
Como podemos ver, la visión del autor es sumamente estratégica y manipuladora, pero echa luz a algunas
cuestiones importantes a considerar; una de ellas es el tema de la interdependencia. Si bien, al hablar el tema
de las organizaciones, la interdependencia aparece como una cuestión obvia, es necesario estimarla en toda
su dimensión. Veamos su definición:
Interdependencia es la razón por la que nada resulta del todo como uno quisiera… existe interdependencia
siempre que el sujeto activo no controle enteramente todas las condiciones necesarias para el logro de una
acción o para la obtención del resultado deseado que trascienda en esta acción.
Lo interesante de este punto es que Pfeffer propone una receta del uso del poder de acuerdo con la situación
de interdependencia en la que se encuentran las distintas unidades organizativas. Nos dice que el uso del
poder es más adecuado en las situaciones de interdependencia media; en las de alta interdependencia, es
recomendable arribar a un acuerdo y consensos; en cambio, cuando hay poca interdependencia, no es
necesario el uso del poder. Por otro lado, analiza los casos en los que aparece la interdependencia. Una tiene
que ver en la forma en que la tarea se organiza si están involucradas muchas personas o unidades
organizativas. Otro asunto crucial es la escasez o disponibilidad de recursos. Cuando hay escasez, la
interdependencia aumenta porque todos se disputan los recursos y es necesario justificar la apropiación de
estos.
Otro tema que destaca es la necesidad del uso del poder. Es decir, dado que el uso del poder genera
incomodad, sugiere el autor que solo se utilice ante temas realmente importantes.
Pfeffer también se pregunta por las fuentes o bases del poder. Este autor destaca varias, que confluyen todas
en el puesto. Se destacan:
1) Rasgos personales: Parecen importantes, pero en realidad suelen derivarse del puesto.
“El poder nos viene dado… por el control que tengamos sobre los recursos, por los lazos que atemos con gente
poderosa y por la autoridad formal que obtengamos dada nuestra posición en la jerarquía”
En este punto se ve claramente la visión de poder que varios autores critican: la visión del poder como algo
que está dado dentro de la estructura de la organización y que podemos apropiarnos y manipular.
Se puede observar que desde el campo de la gestión se puede haber concebido el poder desde una
perspectiva funcionalista, tomándolo como un elemento tangible que se encuentra ubicado puntualmente en
algún lugar de la estructura organizacional, ligado a lo jerárquico; es decir, el poder es comprendido como una
propiedad inherente a la dirección o a algunas de sus ramificaciones, concibiendo el poder bajo una
perspectiva sustancialista, relacionándolo a mecanismos de control sobre los diferentes recursos que utiliza la
organización, su estructura y, sobre todo, sobre las personas que hacen parte de la organización.
Los autores que critican esta visión lo hacen desde diversas perspectivas. En las dos siguientes lecturas
veremos cómo Crozier y Foucault trabajan el tema del poder desde una perspectiva relacional y no como un
atributo. Ambos autores parten de posturas diferentes sobre el sujeto, pero acuerdan en que el poder es una
relación social que se produce en la interacción de las personas en el seno de la organización.
Desde el punto de vista de Pfeffer, la comunicación juega un papel importante porque el lugar que uno ocupa
en la red de comunicación determina el acceso a los recursos que generan poder. De igual manera, una buena
posición en la jerarquía de la empresa también conlleva estar en un lugar estratégico en la red de
comunicación, lo que permite acaparar otro tipo de recursos. Por lo tanto, en coincidencia con su visión
estratégica, Pfeffer da recomendaciones para analizar el lugar en la red de comunicación que ocupamos (y
ocupan nuestros oponentes). Propone así la noción de centralidad reticular, que puede darse por estar en las
siguientes posiciones:
• Conexión: indica con cuántas personas nos comunicamos dentro de la red. No marca la importancia de la
posición, pero sí el volumen de conexiones.
Por su parte, Mariño-Arévalos, que no toma una posición de la gestión sino relacional del poder, interpreta
que la importancia de la comunicación en la organización radica en que la coordinación de los objetivos
organizacionales se da a través de la red de comunicación. Pero de manera más relevante, toda la red de
relaciones sociales de la organización se asienta en las comunicaciones, entendidas estas en un sentido
amplio.
La comunicación, oral y escrita, permite la coordinación, pero a la vez encuentra en ella su origen: ’las acciones
consensuales, las conversaciones consensuales, me permiten desde el lenguaje interactuar con los otros,
transformando mi ser y el otro’. La conversación permite que las acciones organizacionales puedan trasladarse
al plano material, ya que sin ella, de una u otra manera, las necesidades, promesas, objetivos, así como las
cosas y los objetos que confluyen en la organización, permanecerían sin ningún cambio.
Por eso hay autores como Zea y Mariño-Arévalo que sostienen que las organizaciones son redes de
conversaciones. Tal es la importancia que se le da al tema en estas perspectivas. Es en las comunicaciones que
se expresan la organización formal y la informal a través de la comunicación oral y escrita. La comunicación el
soporte de la cultura de la organización y es en el lenguaje donde se forman las representaciones que las
personas se hacen de la organización y las interiorizan.
En este punto, Mariño-Arévalo introduce la importancia sustancial en las organizaciones actuales de los
sistemas de información. Los define como: “Un proceso de transformación a través del cual los datos se
transforman en información y cuya finalidad es apoyar la toma de decisiones”
La introducción de Foucault en los estudios organizacionales es muy interesante, ya que des-localiza el poder
de la autoridad y lo lleva a múltiples puntos en la organización. Este autor es tan polifacético que diferentes
autores de la organización rescatan aportes distintos para el análisis organizacional. Veamos algunos de ellos.
Este autor rescata también tres elementos centrales que entran en juego en una relación de poder: el otro,
sobre el que se ejerce el poder, sus reacciones y los resultados de esa relación. Recordemos que hay
reacciones porque la noción de poder de Foucault se asienta en que, para que exista en una relación, se debe
ejercer sobre una persona libre. No hay poder si el otro es un esclavo, hay sometimiento puro. El poder es ese
juego que nace de dos personas libres que intentan generar una acción sobre la acción del otro. El tercer
elemento que entra en juego (en el juego) es la resistencia. Dada la libertad del otro, siempre es esperable
alguna resistencia.
• Sistema de diferenciaciones: es lo que permite actuar sobre las acciones de los otros. Tiene que ver con las
condiciones que diferencian a las personas entre sí dentro de la organización. Estas condiciones pueden
originarse tanto dentro del plano formal como en el informal; puede referirse, claro está, a la posición en la
jerarquía funcional, pero también a cuestiones poblacionales como el género o la edad, los niveles de
instrucción, la raza y la posición social en la sociedad en general, competencias y destrezas, entre otras.
• Toda relación de poder pone en marcha diferenciaciones que son al mismo tiempo sus condiciones y sus
efectos (Foucault, 1988):
• Los tipos de objetivos que persiguen los que ejercen el poder: puede ser mantener privilegios, ganar más
dinero, recibir ascensos y otras prerrogativas.
• Las modalidades instrumentales: tienen que ver con los mecanismos de poder o cómo es que el poder es
ejercido. Puede ser por amenazas, incentivos, castigos, otros mecanismos de control, etcétera. Pueden
hacerse a través de mecanismos instituidos o no (formales e informales).
• Las formas de institucionalización: como vimos, las modalidades instrumentales son variadas y su aplicación
puede darse en distintos niveles de institucionalización o formalización, yendo desde las comunicaciones
formales hasta las relaciones informales entre las personas.
• Los grados de racionalización: tienen que ver con los cuatro anteriores y con cómo estos cuatro elementos
se combinan y tienden a darle mayor certeza o certidumbre de los resultados a quienes ejercen el poder.
Lo importante es detectar si el conflicto llega a afectar los intereses de la organización y si los conflictos son
solo relaciones personales o relaciones entre áreas de la organización. Sea de una u otra manera, el conflicto
es intrínseco a la existencia de la organización, es parte de la vida de esta.
1) La disciplina, constituida por una serie de “métodos que permiten el control minucioso de las operaciones
del cuerpo, que garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y les impone una relación de docilidad-
utilidad” y 2) la vigilancia, como instrumento anónimo y coextensivo del poder, que posibilita el control de las
tareas. Estas técnicas en conjunto garantizan la obediencia y la economía de los gestos y el tiempo, y la
presencia del poder en el tejido de las relaciones entre los individuos.
Las autoras interpretan que estas dos técnicas han posibilitado a las organizaciones llevar a cabo sus principios
rectores: productividad y eficacia. Si bien las autoras circunscriben su análisis al ámbito empresarial, es posible
extender esta idea a otras organizaciones como, por ejemplo, las estatales.
Como vimos en la lectura sobre las concepciones del poder en el análisis organizacional, los estudios de Taylor
y Fayol apuntaban precisamente a la disciplina y vigilancia. En el video de Chaplin vimos cómo los movimientos
estaban reglados y las personas eran vigiladas a través de televisores.
La disciplina propia de las fábricas fordistas se ocupa del uso del espacio, de la distribución de los individuos en
él, de tal manera que resulten espacios funcionales y jerárquicos simultáneamente. Algunas técnicas de
distribución del espacio que se utilizan para disciplinar a los trabajadores son:
a) La clausura o encierro
b) la organización de un espacio analítico (emplazamientos funcionales) en el que cada individuo ocupa su
lugar, vigilando la conducta de cada cual, como una táctica de anti-aglomeración
c) el rango o lugar que individualiza los cuerpos sin implantarlos, pero que los distribuye y los hace circular en
un sistema de relaciones.
Por su parte, la vigilancia tiene que ver con la observación de los sujetos del poder. Pero no es solo la
posibilidad de observar uno por uno a los sujetos, sino de que ellos sepan que están siendo observados. De
esa manera, el control se interioriza. De allí todo el estudio de Foucault sobre el modelo del panóptico como
forma de garantizar la obediencia de los individuos por la propia disposición del espacio.
Después del fenómeno burocrático, que tomamos como referencia en la Lectura 1, Crozier, junto con
Friedberg, escribe un libro llamado El actor y el sistema (1990). La importancia que tiene este libro para
nuestro análisis radica en que los autores consideran a la organización como una forma de acción colectiva.
Crozier y Friedberg abordan a la organización desde esta perspectiva porque sostienen que esta es un intento
organizado de estabilizar acciones colaborativas a lo largo del tiempo. El problema central de la acción
colectiva es que requiere de colaboración de las personas más allá de sus intereses particulares y a pesar de
que puedan sacar beneficios de esa acción sin participar. Pondremos un ejemplo. Los empleados de una
fábrica piden un aumento de salario porque la inflación ha dejado su poder adquisitivo muy mal parado.
• ¿Qué incentivo se tiene de participar en la huelga si de haber un aumento este será para todos?
• Ahora bien, si los 100 compañeros de trabajo piensan lo mismo, ¿habrá huelga y, consecuentemente,
aumento?
El problema de la acción colectiva es que requiere de la acción concertada de un número de personas que son
racionales y que calculan si les conviene o no participar de esta. Tienen un objetivo común, pero también
divergente.
• Cooperación: como vimos, la organización se crea para lograr cooperación, para que, en la búsqueda de la
acción conjunta, no se interpongan los objetivos individuales. No suprime los intereses individuales, solo
asegura que los individuos puedan perseguirlos sin perder de vista el objetivo colectivo.
• Poder: la incertidumbre, entonces, genera poder. Dado que las fuentes de incertidumbres se renuevan y hay
negociación constante, las relaciones de poder también lo hacen. Lo interesante de este planteo es que el
poder no está siempre localizado en un lugar, sino que depende de la fuente de incertidumbre y de las
negociaciones de los actores.
• Cambio: el cambio es un proceso de aprendizaje colectivo a través del cual se inventan y determinan nuevas
reglas de juego. Claramente eso tiene una relación con el poder porque un cambio en las reglas de juego
puede claramente significar un cambio de las incertidumbres y, concomitantemente, del poder.
• Es no transitiva: A puede obtener de B una acción X, pero difícilmente una acción Y, y quizás no obtenga
jamás una acción Z, que tal vez sí lo obtenga otra persona Z. Las acciones que se alcancen dependen del
contenido de esa acción y de las personas implicadas en ese intercambio.
• Es una acción recíproca, pero desequilibrada: Es de intercambio porque participan dos o más actores.
Normalmente los términos del intercambio favorecen más a uno que a otro (desequilibrada), pero el otro no
está del todo desvalido, sino que siempre tiene un margen de acción.
Pero ¿cuál es la fuente y los fundamentos del poder desde esta perspectiva? “El poder reside… en el margen
de libertad que disponga cada uno de los participantes comprometidos en una relación de poder, esto es, en
su mayor o menor posibilidad de rehusar lo que el otro pida” (Crozier y Friedberg, 1990, p. 59). Y el margen de
libertad depende de la zona de incertidumbre que maneje, es decir, de lo imprevisible que sea su
comportamiento para el otro. Por ello, la relación de poder es una relación de regateo y de negociación,
porque todo el tiempo los actores se están midiendo, calculando el margen de libertad e incertidumbre que
maneja cada uno. Lo que es importante remarcar es que no toda incertidumbre es una fuente de poder: lo es
en cuanto esa incertidumbre puede afectar la posibilidad de la organización de alcanzar sus metas colectivas.
Entonces, mientras más crucial sea la zona de incertidumbre, más poder generará en esa relación.
1) Pericia: tiene que ver con el control de una competencia en particular. Es el poder del experto. En el
contexto actual de las organizaciones, un eje central es el de la programación informática, por ejemplo.
2) Relación de la organización y su entorno: este tema es interesante porque no ha sido muy trabajado por
los autores de la organización reseñados en la Lectura 1, pero parece imposible pensar que las organizaciones
no se relacionan con el entorno y que ese relacionamiento no genera alguna forma de poder.
4) Control de las reglas de la organización: aquí podemos estar hablando de la creación de las reglas, lo cual
puede llegar a achicar o agrandar las zonas de incertidumbre; pero también hablamos de la aplicación real de
las reglas.
De este modo, Crozier y Friedberg nos presentan una visión en la que el poder es una relación social, donde
los actores constantemente negocian y regatean a partir de las zonas de incertidumbre que tiene la
organización para poder sacar beneficios individuales. Esta visión comparte la idea de que las personas
racionalizan sus acciones y que promueven sus propios intereses. Pero lo realmente interesante de esta
postura es que reconoce márgenes de libertad y, por lo tanto, de poder en todos los miembros de la
organización, no solo en los directivos o puestos jerárquicos.