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INSTITUTO CRISTO REY

ESCOLASTICADO Sedes Sapientiae


“Sed nos loquimur Dei Sapientiam in Mysterio”

TRABAJO DE INVESTIGACIÓN
LA REFORMA IGNACIANA DE LA EDUCACIÓN
PARA LA PUREZA DE LA FE

MATERIA: INSTITUCIONES EDUCATIVAS

NOMBRE DEL PROFESOR: GRISELDA BOFFA

ALUMNO: HNO. SEBASTIÁN CLAVEL CR

CURSO: 2DO AÑO DE FILOSOFÍA

LUGAR Y FECHA: SAN LUIS, 31 DE AGOSTO DE 2018

Colón 462 - (5700) - San Luis - República Argentina.  +54 - (0) 2664 – 420428
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– INSTITUCIONES EDUCATIVAS – HNO. SEBASTIÁN CR

LA REFORMA IGNACIANA DE LA EDUCACIÓN


PARA LA PUREZA DE LA FE
(FRENTE A LA REFORMA LUTERANA EN ALEMANIA)

“EUNTES DOCETE OMNES GENTES… DOCENTES EOS…”1.


Es así como finaliza la Vida de Nuestro Señor Jesucristo en la tierra, y como comienza la
vida de sus discípulos y sucesores. Un imperativo divino marca y tiñe sus existencias con
una dimensión militante y a la vez doctrinal: Id y enseñad. A través de la Iglesia ese
mismo mandato y estilo de vida llega a nosotros; evidentemente con más dificultades y
problemas que en los primeros momentos del cristianismo, pero también muy enriquecido
por la doctrina de la Iglesia y el ejemplo de tantísimos santos, que hicieron real y
encarnaron en sus vidas y en sus épocas este mandato del Señor.

Particularmente nos proponemos en este estudio tratar sucintamente alguna claves


concretas y prácticas para la formación, tanto personal como comunitaria, dadas por el
Santo Fundador de la Compañía de Jesús, San Ignacio de Loyola.

De su vastísima sabiduría y sus cuantiosos escritos sobre este tema nos detendremos en
los dirigidos a los jesuitas en Alemania, propondremos las claves para la reforma
educativa tomados del mismo santo, siguiendo los estudios realizados en filosofía de la
educación, tanto en la repercusión que ocasionó en su realidad histórica, y como en la
necesidad que tiene la educación actual de asumir estas claves ignacianas para el fiel
cumplimiento de su fin.

Cotidianamente experimentamos los funestos frutos de una mala educación carente de


principios sólidos, de ideales grandes y nobles, de verdadero humanismo; como
especialmente lo hemos palpado cuando se ha tratado al debatir temas en que nos va la
vida tanto espiritual como corporal, como fue el reciente debate o proyecto de
despenalización del aborto. Lamentablemente vimos a multitudes, guiarse por la
sensibilidad, hasta llegar a lo irracional, más doloroso aún es la falta de formación básica

1
Mt 28, 19-20
REFORMA IGNACIANA DE LA EDUCACIÓN

sobre el hombre, ya sea ética o antropológica sobre la dignidad de la persona, sobre la


vida y la libertad, etc.

Basta para confirmar el estado de la educación en nuestra época, citar un par de ideas de
autores que se han constituido en referentes para nuestros sistemas educativos: ya sea
Rousseau que sobre la libertad o libertinaje que el niño debe tener, o así mismo la
importancia de éste sobre sus padres y educadores, y aún sobre la misma educación, dice
“le acostumbráis a que siempre se deje guiar y educar, queréis que sea dócil cuando es
pequeño y eso es querer que sea crédulo y embaucado cuando sea mayor.” “El niño no
debe hacer nada por obediencia… Las palabras de obedecer y mandar serán proscritas de
su diccionario, todavía más que las de deber y obligación… Solamente se controlará el
progreso natural de sus facultades” 2; también otro pensador moderno, llamado Paulo
Freire, más abocado a la pedagogía dice que: “La educación se rehace constantemente en
la praxis. Para ser, tiene que estar siendo”. “Estudiar no es un acto de consumir ideas, sino
de crearlas y recrearlas”. “El educador ya no es solo el que educa sino aquel que, en tanto
que educa, es educado a través del diálogo con el educando, quien, al ser educado,
también educa”3. (Paulo Freire, Pedagogía del Oprimido, págs. 72-75)

Ambos pensadores citados entrañan en su doctrina alguna parte de verdad, ya que de lo


contrario nadie se serviría de ellos, ni serían conocidos como lo son actualmente, pues
resaltan el capacitar a los niños a auto dominarse, a tener iniciativa, propio de la plenitud
“dinámica”; sin embargo, poseen graves errores, procedentes de una mala visión del
hombre en cuanto tal, y por consiguiente un erróneo concepto de educación como también
de sus causas y componentes.

Ahora bien siguiendo la introducción del tema propuesto, es decir, la Reforma Ignaciana
de la Educación, especialmente en Alemania, y más específicamente en la Universidad
de Ingolstadt, encontramos al comienzo de las Constituciones de la Compañía de Jesús,
algo que podría sorprendernos a simple vista; y contrariar el estudio que nos disponemos
a realizar, esto es que “las casas que Dios nos diere se han de enderezar para trabajar en
su viña, ayudando a los prójimos, y no para ejercitar los estudios”4 y más sintéticamente
el mismo Santo repite “No estudios ni lecciones en la Compañía” 5.

2
Rousseau, J.-J. (s.f.). Emilio.
3
Freire, P. (s.f.). Pedagogía del Oprimido.
4
Ignacio, S. (s.f.). Constituciones de la Compañía de Jesús (Vol. I). MHSI.
5
Ignacio, S. (s.f.). Constituciones de la Compañía de Jesús (Vol. I Monumenta Constit. Praevia). MHSI.
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Primeramente debemos clarificar el sentido de estas frases, y verlas en su integridad con


el resto de las Constituciones y documentos de San Ignacio, en que expresamente
recomienda los estudios en la Compañía y especialmente en el ámbito teológico para
conservar la pureza de la fe; se entiende que el principio y fundamento ignaciano es
alabar, servir y hacer reverencia a Dios nuestro Señor… y tanto debe usar el hombre de
las cosas criadas, cuanto le conduzcan a su fin; de aquí que en primera instancia quienes
entren en la Compañía y quieran seguir a Cristo, no deban tener su intención puesta en
ser letrado o erudito, o en “hacer carrera”, pues eso es parte de la añadidura.

Además, que el hecho de estudiar o ser profesor implican una cierta estabilidad local y
otras condiciones, que, por el cuarto voto de obediencia al Papa, difícilmente un profeso
podría permanecer por mucho tiempo en un mismo lugar, obstaculizando la tarea
educativa; sobre esto bástenos lo que dice P. Claudio Jayo SJ, que según García-
Villoslada es quien mejor captó el espíritu ignaciano6: “Por mi parte soy de este parecer,
que si bien nuestra vocación no está ordenada a hacer oficios de profesores y lectores
ordinarios en las universidades, pero en la necesidad tan extrema en que se halla este
pobre país estaría muy bien, que algunos de nuestros compañeros, que han recibido de
Dios talentos, convenientes a tal oficio, cuando fuesen buscados, quisiesen suplir gratis y
sin estipendios tal oficio”7 (Epist. P. Broet, C. Iajo p 290). Por ello es que más adelante y
en especial en la IV Parte de las Constituciones, hablara hondamente de los modos,
colegios, universidades y de los estudiantes no profesos.

Recomendamos la atenta lectura de la dicha parte de las constituciones, puesto que en


este breve trabajo nos limitaremos a referir escogidos textos que clarifiquen nuestro
propósito, es decir, el influjo positivo de San Ignacio y su espiritualidad en la educación
como verdadera reforma contra el luteranismo naciente en Alemania.

ALGUNOS DATOS HISTÓRICOS

Entrando directamente en lo que nos compete, comenzaremos por un breve resumen de


la situación que sufría en Alemania la educación y la fe en ese tiempo: Pues para el año
1540 pocos meses después de la Fundación de la Compañía de Jesús, fue enviado el Beato
Pedro Fabro a este país; ante él se develó un panorama alarmantemente anticatólico,
anticlerical, y fuertemente protestante, por donde se entenderá que costó mucho la obra

6
García-Villoslada, P. R. (1986). San Ignacio de Loyola, Nueva Biografía. Madrid: BAC, pág. 884.
7
Jayo, P. C. (s.f.). Carta al P. Broet SJ. 290.
REFORMA IGNACIANA DE LA EDUCACIÓN

de la Compañía allá, así lo describe el jesuita Claudio Jayo: “Esta pobre patria se ha
alejado tanto de la Cruz de Cristo, de la mortificación, del espíritu de Cristo, de los votos,
de los consejos de Cristo Nuestro Señor, que casi a todos se les hace odioso el nombre de
frailerías, compañías, mendicidad voluntaria, etc. Y esto en aquellas provincias donde
todavía hacen profesión de ser católicos, de modo que las grandes tierras, que son aún
católicas, han determinado no aceptar ni permitir hacer monasterios o iglesias de
Compañías, etc…”8. Pues se encontraban, no solo frente a un pueblo mal formado o
ignorante en materia religiosa y moral, más aún hallaban un clero muy venido abajo, a tal
punto que del mismo arzobispo de Colonia (una de las principales diócesis) y Príncipe
del Sacro Romano Imperio (pues los tres obispos de Colonia, Maguncia y Tréveris, junto
con cuatro gobernantes principales laicos eran constituidos príncipes, y los siete formaban
el Colegio electoral de los Kurfürsten), Herman von Wied se decía que era “hombre
ignorante que no sabía latín, había celebrado a lo más tres misas en toda su vida, y al decir
del emperador, no era ni cristiano ni luterano, sino pagano, y se complacía en recibir
regalos de Catalina de Bora, mujer de Lutero y de ilustres protestantes”9. También el
mismo Jayo parece desesperar cuando dice: “Por el momento no tengo esperanza de que
en esta nación se funden colegios para nuestra Compañía. A pesar de todo, de cualquier
modo que sea, no ceso de solicitar, que por una vía u otra, se restauren los estudios de la
teología en las universidades, estudio que hoy se halla enteramente sepultado… De lo
contrario de aquí a poco tiempo no habrá ni doctores, ni predicadores, ni sacerdotes.”10
Quien más favoreció la obra ignaciana fue Guillermo IV, Duque de Baviera (1493-1550),
que en su empeño por recuperar el prestigio de la Universidad de Ingolstadt, fundada en
1472 por el Duque Luis IX (1417-1479), en ostensible declinación desde la muerte de su
adalid académico, el celebrado teólogo católico Johann Maier von Eck (1486-1543)
opositor a la reforma protestante enfrentado a Martin Lutero (1483-1546) y Andreas von
Karlstadt (1486-1541), solicitó al Papa Paulo III (1534-1549) y a Ignacio de Loyola
(c1491-1556) el envío de algunos profesores para ver de restablecer su esplendor. “Pero
los tiempos iban a cambiar. Ya que del clero viejo y sin formación seria no era posible
esperar gran cosa, fueron bastantes los que comprendieron la absoluta necesidad de
formar un clero nuevo, instruido y casto, con dedicación a la reforma y educación

8
Jayo, P. C. (s.f.). Carta al P. Broet SJ. 286;288.
9
García-Villoslada, P. R. (1986). San Ignacio de Loyola, Nueva Biografía. Madrid: BAC, pág. 821.
10
Ibídem pág. 287.
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cristiana del pueblo”11. La designación recayó en Alfonso Salmerón (1515-1585),


Claudio Jayo (c1504-1552) y Pedro Canisio (1521-1597), los que de camino a Alemania
aprobaron los exámenes requeridos por la Universidad de Bolonia para conferirles sus
títulos de Doctores en Teología, que obtuvieron en 4 de octubre de 1549. Es muy digno
de mención que fue precisamente en Alemania donde San Ignacio tuvo que permitir y dar
comienzo, por primera vez en la Compañía la fundación de un Colegio no sólo para
religiosos, admitiendo la educación laica, y con tan buen fruto que luego lo recomendará
en una de sus cartas: “Si pareciese inclinarse el Duque y otros a que los Colegios fuesen
más libres y que pudiesen admitirse en ellos para vivir algunos que no fuesen religiosos,
indíquesele que se pueden fundar de modo que parte sean religiosos y parte no; con tal
que la administración esté en manos de los que, por su ejemplo y doctrina, puedan
espolear a los otros en el aprovechamiento en letras y virtud”, a esto se dice que:
“Marchaban todos con espíritu de misioneros y de exploradores, porque tenían
conciencia de que iban a enseñar la sabiduría divina y humana a los jóvenes laicos, misión
no usada normalmente hasta entonces en los Colegios de la Compañía; entraban, pues,
como exploradores de un mundo nuevo para ellos, el de las conciencias y de las
inteligencias de una juventud casi abandonada; y tenían la persuasión de que ensanchaban
así los horizontes culturales de la Orden, a través de la educación cristiana de la juventud,
medio eficacísimo para la transformación de la sociedad”.12 Luego de que estos tres
teólogos preparasen el terreno se envió otros más a fundar un colegio, “El 7 de julio de
1556, 6 padres y 12 escolares jesuitas hicieron su entrada en Ingolstadt. Entonces una era
nueva para Baviera”.13

Enviados los primeros teólogos a Alemania, San Ignacio les envió una carta el 24 de
septiembre del año 1549, con instrucciones para la reconstrucción católica de esa patria;
en este trabajo tomaremos los principios ignacianos, agregando más textos de las
constituciones, cartas y magisterio de la Iglesia; que complementen y den fuerza a dichos
principios, como también hechos que demuestren su posible aplicación y eficacia.

LA EDUCACIÓN PARA SAN IGNACIO

11
García-Villoslada, P. Ricardo, San Ignacio de Loyola, Nueva Biografía. Madrid (1986): BAC.
12
García-Villoslada, P. R. (1986). San Ignacio de Loyola, Nueva Biografía. Madrid: BAC, pág. 842
13
Boehmer. (s.f.). The Society Jesus.
REFORMA IGNACIANA DE LA EDUCACIÓN

Según lo visto en Filosofía de la Educación entendemos educación como la “conducción


y promoción de la prole al estado perfecto del hombre en cuanto hombre, que es el estado
de virtud” (Sto. Tomás). Para poder conducir, se necesita saber el camino; más aún si es
a la virtud, se debe ser virtuoso; recordando que más enseña el maestro con el ejemplo de
su vida que con sus palabras, y por esto no sólo se necesita una buena formación doctrinal,
se necesita trasmitirlo a través de buenas costumbres, una vida ordenada y ejemplar;
según lo hace entender S. Ignacio: “Además de las lecciones escolásticas, parece oportuno
que los domingos y fiestas haya sermones o lecciones sacras, que tengan por intento más
bien mover el afecto y formar las costumbres que ilustrar el entendimiento.”14

Lo mismo se entiende para poder promover, si yo quiero ayudar a subir a alguien es


imprescindible estar más arriba para ser capaz de darle la mano, a fin de que ascienda con
seguridad. Dígase lo mismo y con mayor razón en la educación donde el educador, como
el material educativo, los métodos de enseñanza, etc.; deberán estar a la altura de la
educación requerida; ¡cuánto más en la carencia de formación humana, cultural y
doctrinal que sufrimos en nuestros tiempos! Por esto indica San Ignacio como uno de los
medios para la enseñanza: “Lo segundo, es la vida muy buena y, por lo tanto, ejemplar;
de modo que no solamente lo malo, sino aun la especie de mal se evite, y se manifiesten
como dechados de modestia, caridad y de todas las virtudes. Porque Alemania, así como
necesita mucho de estos ejemplos, así se ayudará mucho de ellos, y aun callando ellos,
las cosas de la Compañía se aumentarán, y Dios peleará por ellos.”15

También notamos que la meta de nuestra educación ¡no debe ser mediocre!, es el “estado
perfecto”, es decir la virtud; y aunque es tarea difícil recomienda San Ignacio para esto
en primer lugar: “que, desconfiando de sí mismos, confíen con gran magnanimidad en
Dios, y tengan un ardiente deseo, excitado y fomentado por la obediencia y la caridad, de
conseguir el fin propuesto, lo cual hará que sin cesar se acuerden y tengan ante los ojos
el tal fin y lo encomienden a Dios en sus sacrificios y oraciones, y pongan con diligencia
todos los otros medios que sean oportunos”16. Por lo cual, en el presente estado de vida,
no podemos aspirar alcanzar o conducir a alguien a la perfección o al estado de virtud,
por más métodos y pedagogías que apliquemos, si no es con el auxilio de la gracia.

14
San Ignacio de Loyola. (24 de Septiembre de 1549). Carta a los tres teólogos enviados a Ingolstadt.
XII(239-247, 259-262). Roma, Italia: BAC.
15
Ibídem
16
Ibíd.
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Vale recordar lo definido por el Concilio Vaticano I: “Si alguno dijere que el ser humano
no puede ser divinamente elevado a un conocimiento y perfección que supere lo natural,
sino que puede y debe finalmente alcanzar por sí mismo, en continuo progreso, la
posesión de toda verdad y de todo bien: sea anatema.”17 Y dice Santo Tomás: “En el
estado de corrupción, el hombre ya no está a la altura de lo que comporta su propia
naturaleza, y por eso no puede con sus solas fuerzas naturales realizar todo el bien que le
corresponde. Sin embargo, la naturaleza humana no fue corrompida totalmente por el
pecado hasta el punto de quedar despojada de todo el bien natural; por eso, aun en este
estado de degradación, puede el hombre con sus propias fuerzas naturales realizar algún
bien particular, como edificar casas, plantar viñas y otras cosas así; pero no puede llevar
a cabo todo el bien que le es connatural sin incurrir en alguna deficiencia. Es como un
enfermo, que puede ejecutar por sí mismo algunos movimientos, pero no logra la perfecta
soltura del hombre sano mientras no sea curado con la ayuda de la medicina.

Así, pues, en el estado de naturaleza original el hombre sólo necesita una fuerza
sobreañadida gratuitamente a sus fuerzas naturales para obrar y querer el bien
sobrenatural. En el estado de naturaleza caída, la necesita a doble título: primero, para ser
curado, y luego, para obrar el bien de la virtud sobrenatural, que es el bien meritorio.
Además, en ambos estados necesita el hombre un auxilio divino que le impulse al bien
obrar.”18 Y en conclusión entendemos que es esencial para que haya una eficacísima y
verdadera educación, adquisición y ejercicio de hábitos operativos perfectivos, el auxilio
de la gracia, para un mayor y rápido progreso de la misma, pues no es menor recordar que
una de los modos de formar los hábitos es recibiéndolos de quien en Causa primera de
ellos.

NATURALEZA E IMPORTANCIA DEL EDUCANDO

Cabe ahora destacar, en la visión ignaciana, la importancia que tiene el educando, el


hombre dotado de un cuerpo, de una afectividad, de inteligencia y voluntad, para la obra
de la educación, es decir ver al hombre como un todo; por esto es que no sólo deben
educarse las potencias superiores, más aún, es necesaria la formación integral; valiéndose
de todas las cualidades y sentidos del hombre, y varias veces lo nota San Ignacio: “Para
que haya muchos oyentes, y se ayuden lo más que puedan, con las verdades que dan

17
Concilio Vaticano, I. (s.f.). De Divina Revelatione, canon 3.
18
(S. Th I-II q.109)
REFORMA IGNACIANA DE LA EDUCACIÓN

pábulo al entendimiento mézclense cosas prácticas para entretener el afecto; de modo que
los discípulos vuelvan de las lecciones a sus casas no sólo más doctos, sino mejores”19.
Y agrega, hablando del trato con aquellos de los que más se puede esperar, que se tenga
en consideración hasta el mismo natural de cada hombre, por lo cual: “Hay que tener con
esta clase de hombres mucho trato y familiaridad por la misma causa; y aunque en
ocasiones haya que inclinarse algo a lo humano, condescendiendo con el natural de los
hombres, sin embargo, para que las conversaciones no sean inútiles, hay que traerlos
siempre a algo de edificación.”20 “Acuérdense, por lo que hace al modo, de proveer con
prudencia y conveniencia, acomodándose a los ingenios y afectos de las
personas…”21.“Ayudará tener bien conocida la índole de los hombres, y pensar lo que en
las varias ocasiones puede ocurrir, sobre todo en cosas de importancia.”22.

A colación viene la experiencia de San Pedro Canisio en las clases y trato con los
alumnos: “Aquí se tiene por regla general, que los escolares del estudio Ingolstadiense,
aunque sean pocos, no se fatiguen mucho por las letras y menos por la Sagrada
Escritura… Hablando con claridad, diré que habiendo aquí una concurrencia de escolares
alemanes, principalmente juristas, pertenecientes a diversas regiones germánicas, es
imposible que no tengan varias opiniones y errores en la santa fe… por eso en lo tocante
a nuestras lecciones hay que guardarse de no citar mucho a doctores eclesiásticos, ni usar
alegorías, si es que queremos entretener a los oyentes, pues por muchos halagos que les
hagamos evitando sutilezas o siendo en algún punto negligentes, comienzan a disminuir
en clases”23. Por último, podemos citar a un autor francés, estudioso en la pedagogía
ignaciana y jesuita que dice que “Hay en los jesuitas una firme voluntad de adaptación a
los lugares y a las circunstancias... El jesuita debe necesariamente estudiar y dosificar los
medios que emplea, apropiarlos a mentalidades y necesidades, que varían hasta lo
infinito”24, es decir que la misma plasticidad que observamos en los ejercicios
espirituales, se encuentra en el ámbito de la educación Ignacia, “haciéndose todo a todos,
para ganarlos a todos”.

19
San Ignacio de Loyola. (24 de Septiembre de 1549). Carta a los tres teólogos enviados a Ingolstadt. XII
(239-247, 259-262). Roma, Italia: BAC.
20
Ibíd.
21
Ibíd.
22
Ibíd.
23
Canisio, S. P. (s.f.). Braunsberger, I, 306-314
24
Gaetan Bernoville. (1942). Los Jesuitas. Madrid.
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INFLUENCIA DE LA VIDA VIRTUOSA

Pero, ¿Basta mover los afectos del educando, motivarlo a ser mejor, si no se enraíza en la
buena vida y en el ejercicio de las virtudes? Pues la educación requiere, para ser tal, la
adquisición y práctica constante de los hábitos operativos perfectivos, es decir de la
virtud. Y San Ignacio no lo ignora y más adelante propone la educación progresiva, desde
lo sensible hasta el orden espiritual, de costumbres cristianas, rutinas, disposiciones a la
gracia y a los buenos hábitos: “Ayudará en lo posible disponer a las personas a recibir la
Gracia de Dios, exhortándolas a buenos deseos, oraciones, limosnas y obras piadosas que
aprovechan para conseguir y aumentar la Gracia del Señor”25. Por esto mismo es que S.
Ignacio escribe en carta al rey Don Fernando en abril de 1551: “Entre los demás remedios
que han de emplearse contra el morbo largamente difundido en Alemania, procúrese que
haya en las Universidades quienes con el ejemplo de vida religiosa y la integridad de la
doctrina católica puedan ayudar a los demás y levantarlos a mejor estado”. 26 Y podemos
agregar finalmente lo dicho por el Santo en las Constituciones: “Téngase en las tales
scuelas forma cómo los que vinieren de fuera sean bien instruidos en lo que toca a doctrina
cristiana; y háganse confesar cada mes si puede, y frecuentar los sermones; y finalmente
téngase cuidado que con las letras tomen también las costumbres dignas de cristiano”27

FUNCIÓN DEL EDUCADOR


Pasando ahora al análisis del concepto de educador en la mente de San Ignacio, el material
es vastísimo, y en la carta a los Teólogos en Alemania tenemos una fuente ubérrima de
sabiduría; por ello nos disponemos a desglosarla en la medida de los posible.

Para este fin, tendremos en cuenta al educador en dos aspectos: Primero, en sí mismo, lo
que hace a su persona: Rectitud de vida, tanto interna y externa, idoneidad, fama, etc.; y
en segundo lugar el desarrollo de su función docente, o el método de enseñanza ante sus
educandos; teniendo en cuenta que no es posible marcar tajantemente la distinción
propuesta por la estrecha relación que hay entre el ser y el operar del docente, pues sus
obras externas no harán más que manifestar su vida interna.

25
San Ignacio de Loyola. (24 de Septiembre de 1549). Carta a los tres teólogos enviados a Ingolstadt. XII
(239-247, 259-262). Roma, Italia: BAC.
26
San Ignacio de Loyola (Abril de 1551). Cartas III, 401.
27
San Ignacio de Loyola. (1963). Constituciones de la Compañía de Jesús (Segunda ed.). Madrid: BAC; IV
nº 395
REFORMA IGNACIANA DE LA EDUCACIÓN

1. Ya hemos citado anteriormente la capital importancia de la Confianza en Dios que


debe poseer el educador ignaciano, “encomendando a Dios sus sacrificios y
oraciones”, que lo llevará a “poner con diligencia todos los otros medios que sean
oportunos”; junto con la buena y ejemplar vida, mostrándose “dechados de modestia,
caridad…” y de todas las virtudes que enseñarán, aunque el educador calle. Además
de esto propone S. Ignacio el ser muy amables y caritativos con todos, mostrándolo
en obras y verdad, especialmente “con aquellos que tienen más importancia para el
bien común” y esto de tal manera “que comprendan cómo no buscan sus propios
intereses sino los de Jesucristo, su Gloria y el bien de las almas…” Es decir que el
educador debe hacerse “amable por la humildad y caridad, haciéndose todo a todos”,
pero mostrando cuanto sufre por los errores y malas costumbres del pueblo, y así “no
deje ir a nadie triste, en lo posible, si no es para bien de su alma”; pero si hay
divisiones y “partidos diversos, no se oponga a ninguno, sino que muestre estar en
medio, y que ama a unos y otros”. Además, ayuda mucho que el docente tenga
“autoridad y opinión, fundada en la verdad, de buena doctrina”, y para adquirir dicha
autoridad el educador no solo debe tener, como dijimos, vida interior, piedad y el
recogimiento interior; sino que debe portar “la exterior en el andar, en los gestos, en
el vestido decoroso y, sobre todo, en la circunspección de las palabras y madurez de
los consejos” tanto en lo doctrinal como en lo práctico.
2. En cuanto a la didáctica del docente, con vistas a la defensa y restitución de la fe, San
Ignacio da como primer medio que “en las lecciones públicas… compórtense bien y
propongan doctrina sólida sin muchos términos escolásticos, que suelen hacerla
odiosa, sobre todo si son difíciles de entender; y las lecciones sean doctas, y a la vez
claras; asiduas, pero no prolijas; y acompañadas de alguna elegancia en el decir.”;
como también recomienda para una mejor asimilación, a modo de método de estudio-
aprendizaje que “para que los oyentes reciban mejor, conserven y ejerciten lo que se
les proponga, vean si conviene que se les dé algo por escrito y a quiénes.”; así también
si frente a una numerosa concurrencia de alumnos, o si acaso faltase el tiempo, cosa
tan antigua como actual, debe ocuparse “de jóvenes de buena índole que puedan ellos
ser operarios [en la Viña de Jesucristo] y de otros que tengan mayor importancia para
el bien común si son ayudados en su espíritu. Porque, cuando a todos no se puede
satisfacer, han de preferirse aquellos de quien se espera en el Señor mayor provecho.”,
pues esto no es marginación, denigración o separación de clases, ya que reformadas
las cabezas de mayor influencia, basta esperar dicho influjo en el resto de los
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compañeros o en las mismas familias y en la sociedad, y así también dice que “a los
que son cabezas de los adversarios, si los hay, y aquellos que sobresalen entre los
herejes o entre los sospechosos, y no parecen del todo obstinados, cuiden de
hacérselos amigos y de ir poco a poco y con destreza, y con muestras de mucho amor,
apartándoles de sus errores” y “con tal celo se han de impugnar las herejías, que se
manifieste con las personas de los herejes amor, deseo de su bien y compasión, más
que otra cosa”; pero advierte muy bien San Ignacio que no deben excederse ni
precipitarse en las defensas de la fe, sino que “de tal modo defiendan la Sede
Apostólica y su autoridad, que atraigan a todos a su verdadera obediencia; y por
defensas imprudentes no sean tenidos por papistas, y por eso menos creídos.”

Así también Pedro Fabro, o el ángel de Alemania, como se lo llama comúnmente, nos
ha dejado en una carta a Laínez del 7 de marzo de 1546, con algunas “reglas para
tratar con los herejes cuando se desea salvar sus almas” que vienen a confirmar lo
dicho y dicen: “1) Quien quisiere aprovechar a los herejes deste tiempo, ha de mirar
tener mucha caridad con ellos y de amarlos en la Verdad. 2) Es necesario granjearlos,
para que nos amen y nos tengan en buena posesión dentro de sus espíritus; esto se
hace comunicando con ellos familiarmente en cosas que sean comunes a unos y otros,
guardándose de todas disceptaciones, donde una parte parece que aplasta a la otra;
antes hay que buscar la unión en lo que une, que en lo que separa. 3) Porque primero
se ha perdido el buen sentir, que no el buen creer, en ellos, es menester proceder de
las cosas que sirven para sentir bien y con afecto a las cosas que se han de creer
rectamente.”28

En cuanto al educando, causa principal de la educación, en las Constituciones, San


Ignacio trae algunas reglas que nos serán utilísimas, y citaremos algunas de ellas:

Pues cuando decimos que la educación es la conducción y promoción de la prole,


entrevemos que hay allí una intencionalidad de parte del docente que debe trasmitir al
educando, y es el deseo de aprender, el querer ser virtuoso, de lo contrario todo el tiempo
y todos los métodos utilizados para la tarea de educar serán inútiles, por esto dice el Santo
que “para que los Scolares en estas facultades mucho aprovechen, primeramente procuren
tener el ánima pura, y la intención del studiar recta….”, luego añade que “tengan

28
Fabro, P. (s.f.). Fabri Monumenta, 399-402.
REFORMA IGNACIANA DE LA EDUCACIÓN

deliberación firme de ser muy de veras Studiantes, persuadiéndose de que no pueden


hacer cosa más grata a Dios nuestro Señor en los Colegios…”

Para adicionar a la misma causa podemos tomar testimonio del mismo Pedro Fabro que
vivía las necesidades de verdaderos educadores, de buena doctrina y ésta confirmada por
su propia vida, por lo cual decía: “El mundo es ya venido a tal estado del no creer, que es
menester argumentos de obra y sangre… Ya las palabras no bastan, ni razones. Por tanto,
bien podéis exhortar a aquellos letrados que procuren buscar el espíritu vivífico de las
letras, por vía de vida muy señalada a Cristo, para poder persuadir la fe a los caídos”.29

EL FIN DE LA EDUCACIÓN IGNACIANA

Por último, si nos preguntamos ¿Cuál es el fin de la educación según San Ignacio?
Podemos traer a colación el comienzo de la ya citada carta a los teólogos de Alemania,
“El fin que sobre todo ha de tenerse ante los ojos es aquel que pretende al enviarlos el
Sumo Pontífice, a saber, ayudar a la Universidad de Ingolstadt y, en lo posible a toda
Alemania en lo pertinente a la pureza de la fe, obediencia a la Iglesia y, en fin, a la sólida
y sana doctrina y buenas costumbres.”

Planteados como fines inmediatos la pureza de la fe, la obediencia a la Iglesia (recordando


aquí las reglas para “sentir” con la Iglesia, dadas por San Ignacio en los Ejercicios
Espirituales) y la sana doctrina, junto con las buenas costumbres; podemos observar que
se apunta a la educación integral del hombre: su esfera religiosa, político-social, afectiva,
intelectual y volitiva, ordenada a la prosecución de un único y último fin: “la Mayor
Gloria de Dios y la salvación de la propia alma”. Estos fines, según lo estudiado en
Filosofía de la educación, deben tenerse siempre presente, y volver a ellos constantemente
para que la educación siga su recto curso, corrigiendo posibles desviaciones, y a este
respecto dice San Ignacio que “tengan cuidado los hermanos de pensar cada uno lo que
sea conveniente para los fines dichos, y de conferirlo entre sí; y el Superior, oídos los
pareceres, determine lo que se ha de hacer u omitir.”; y más adelante prosigue “lean
alguna vez esta instrucción… para que se les renueve la memoria de todo cuanto empiece
a olvidárseles.”30

29
Fabro, P. (s.f.). Fabri Monumenta, 105.
30
San Ignacio de Loyola. (24 de Septiembre de 1549). Carta a los tres teólogos enviados a Ingolstadt. XII
(239-247, 259-262). Roma, Italia: BAC.
– INSTITUCIONES EDUCATIVAS – HNO. SEBASTIÁN CR

Dice García- Villoslada acerca del fin: “a todos los operarios apostólicos que Ignacio
manda desde Roma a restaurar el catolicismo alemán, les entrega un programa bien
calculado, que contiene dos puntos y mira a dos objetivos: 1) Promover la educación
cristiana de la juventud en los colegios hasta formar una generación de hombres nuevos;
2) regenerar el clero, muy decadente en unos países, en otros o en casi todos, muy escaso.
Para lo primero, crear escuelas o colegios. Para lo segundo, fundar seminarios
independientes o agregados a alguna Universidad y fomentar en todas las Universidades
la Facultad de Teología con eminentes maestros; de allí saldrá un clero diocesano digno
de su antigua tradición y de las arduas circunstancias actuales”.31 Y también: “el programa
del Fundador de la Compañía es bien claro: para la conquista del individuo, los Ejercicios
espirituales, que bien practicados transforman al hombre; para la conquista intelectual de
los que han de influir en la sociedad, largos años de letras, idiomas, ciencias filosóficas y
teológicas bajo maestros prestigiosos en colegios y universidades”32. Para remarcar el fin
de la educación para San Ignacio, podemos citarlo en la Constituciones donde lo dice
expresamente: “Sea el fin de la Compañía y de los studios ayudar a los próximos al
conoscimiento y amor divino y salvación de sus ánimas”33. En otras palabras la educación
ignaciana por ser auténtica, busca como sabemos, la plenitud dinámica ya que “supone la
superación de ese estado inicial del hombre educando que se caracteriza por su indigencia:
es falible, por la ignorancia y el error propias de si inteligencia por un lado; y tiene una
voluntad débil que lo hace inhábil para elegir entre la multiplicidad de tendencias que se
le presentan.”34

REPERCUSIÓN EN ALEMANIA
Sus eficacísimos efectos y frutos los testimonian los mismos protestantes; quejándose de
la resistencia a la herejía y el avance evangelizador jesuita, dice el calvinista Guillermo
Seibert: “Es indudable que únicamente a los jesuitas se les debe imputar el estancamiento
y en muchos territorios el retroceso a que hemos llegado. Antes que esos pajarracos
diabólicos pusieran el nido y se propagasen entre nosotros, teníamos las más serias
razones para esperar que los últimos vestigios del anticristo y de la idolatría papística

31
García-Villoslada, P. R. (1986). San Ignacio de Loyola, Nueva Biografía. Madrid: BAC. Pág. 833
32
Ibíd. Pág. 834
33
San Ignacio de Loyola. (1963). Constituciones de la Compañía de Jesús (Segunda ed.). Madrid: BAC, p.
IV nº 446
34
Hernández de Lamas, G. (2008). La Ciencia de la Educación. Buenos Aires: Editorial Universidad
Católica Argentina.
REFORMA IGNACIANA DE LA EDUCACIÓN

serían extirpados en nuestro país…”35. También un historiador imparcial, que ha


estudiado seriamente el renacer del espíritu religioso después de la revolución luterana,
descubriendo la influencia de la Compañía, escribe: “Investigadores católicos y
protestantes proclaman en común su convencimiento de que la perduración y renovación
del catolicismo alemán se debe casi exclusivamente a las fuerzas operantes que vinieron
del exterior a desembocar aquí. Los tres grandes movimientos que actuaron en Italia y
España, en Roma y en la Curia, los vemos aquí en primera línea; y son: el Pontificado
reformador, la Orden de los Jesuitas y el Concilio Tridentino; aquí es donde se buscan y
se encuentran las fuerzas propulsoras, y casi las únicas”36. “Precisamente porque los
príncipes católicos alemanes de aquel tiempo se dieron cuenta de que no había modo de
represar el avance de los Novadores, más eficaz que la multiplicación de los colegios
jesuíticos se dieron prisa en suplicar a Ignacio de Loyola les enviase maestros que
educasen a la juventud en letras y costumbres”37. Por ello se dice que si Alemania no
sucumbió completamente ante la herejía luterana, fue gracias a la Compañía de Jesús y a
la educación Ignaciana.

CONCLUSIÓN

En fin, como hemos dicho, es en nuestra época de capital importancia el enderezar y


reencauzar la educación de nuestra sociedad y de nuestros niños y jóvenes, que se
encuentra en un estado deplorable tanto a nivel local como mundial; y que mejor que
hacerlo buscando siempre, a ejemplo de San Ignacio, “lo que más”, el mejor remedio, la
más efectiva solución, aunque esto sugiera y conduzca a un choque con nuestro sistema
actual, pues en materia de educación y más aun tratándose de nuestros niños, vale la pena
resistir la corrupción, y si es necesario, salir del sistema. Ya sea volviendo a la educación
tradicional desde la familia, aunque no se le reconozca luego el “título”, podemos estar
seguros que los chicos que tengan una buena educación, tendrán muchas más capacidades
y virtudes, que quienes permanezcan en el ideologizado sistema; y bien dijo el Papa
Benedicto XVI que “para una auténtica obra educativa… Hace falta algo mucho más
grande y humano: la cercanía vivida diariamente, que es propia del amor y que tiene su

35
Janssen, J. Geschichte des deustschen Volkes seit dem Ausgang des Mittelalters. (Freirburg. 1924), IV,
392-93
36
Greven, Joseph (1935). Die Kartause und die Anfänge der katholischen Reform in Deutschland.
Münster.
37
García-Villoslada, P. R. (1986). San Ignacio de Loyola, Nueva Biografía. Madrid: BAC, pág. 843.
– INSTITUCIONES EDUCATIVAS – HNO. SEBASTIÁN CR

espacio más propicio ante todo en la comunidad familiar”38, pues no basta para la plena
realización del hombre, poder “elegir ser lo que se quiera”, si falta la base natural que
sólo se da en un buen ámbito familiar, que no puede sustituirse con ninguna ideología.
Pero mejor todavía, sería el poder trasladar esa buena educación a la sociedad para un
bien más universal, ya sea a través de instituciones, sostenidas por las mismas familias en
conjunto, que promuevan una verdadera educación cristiana; prescindiendo, si no se
obtiene, de la ayuda del mismo ministerio de educación; recordando que las familias
tienen derechos respecto a la educación de sus hijos que el Estado no puede violar, y
también que la Iglesia, por subsidiariedad, debe suplir las deficiencias ocasionadas por
las sociedades menores a ella, que no cumplen su función.

Finalmente el mismo San Ignacio en sus directivas para la reconstrucción de Alemania,


es claro y preciso al recomendar, o más bien mandar, que el proceso de restauración debe
empezarse desde la virtud, por eso decía Fabro que “ya las palabras no bastan”, desde las
buenas costumbres, desde el buen trato con todos, desde la buena fama y la autoridad, y
por sobre todo desde la educación; porque cuando San Pedro Canisio le escribió
diciéndole que aunque hacían mucho bien, pocos asistían a sus clases, San Ignacio le hizo
notar el valor que tiene ante Dios una sola alma pues fue redimida por Jesucristo, y
también le escribió que deben “admitirse más y aun invitarse, sobre todo a aquellos de
quienes puede esperarse mayor bien y cuya amistad más se debe desear por Dios Nuestro
Señor”.39 Por esto debemos lanzarnos a la reforma de la educación empezando por nuestra
persona, nuestras familias, sin desanimarnos, aunque parezca que es poco lo que hacemos,
ya que puede esperarse mucho de alguien bien educado, y nos basta ver a San Ignacio que
por el mismo Cristo educado, se convirtió en un gran Santo y por eso en un gran Santo
Educador .

38
PP. Benedicto XVI. (6 de Junio de 2005). A los participantes en el Congreso eclesial de la diócesis de
Roma sobre "Familia y comunidad cristiana: formación de la persona y transmisión de la fe".
39
San Ignacio de Loyola. (24 de Septiembre de 1549). Carta a los tres teólogos enviados a Ingolstadt. XII
(239-247, 259-262). Roma, Italia: BAC.
REFORMA IGNACIANA DE LA EDUCACIÓN

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