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TRABAJO DE INVESTIGACIÓN
LA REFORMA IGNACIANA DE LA EDUCACIÓN
PARA LA PUREZA DE LA FE
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– INSTITUCIONES EDUCATIVAS – HNO. SEBASTIÁN CR
De su vastísima sabiduría y sus cuantiosos escritos sobre este tema nos detendremos en
los dirigidos a los jesuitas en Alemania, propondremos las claves para la reforma
educativa tomados del mismo santo, siguiendo los estudios realizados en filosofía de la
educación, tanto en la repercusión que ocasionó en su realidad histórica, y como en la
necesidad que tiene la educación actual de asumir estas claves ignacianas para el fiel
cumplimiento de su fin.
1
Mt 28, 19-20
REFORMA IGNACIANA DE LA EDUCACIÓN
Basta para confirmar el estado de la educación en nuestra época, citar un par de ideas de
autores que se han constituido en referentes para nuestros sistemas educativos: ya sea
Rousseau que sobre la libertad o libertinaje que el niño debe tener, o así mismo la
importancia de éste sobre sus padres y educadores, y aún sobre la misma educación, dice
“le acostumbráis a que siempre se deje guiar y educar, queréis que sea dócil cuando es
pequeño y eso es querer que sea crédulo y embaucado cuando sea mayor.” “El niño no
debe hacer nada por obediencia… Las palabras de obedecer y mandar serán proscritas de
su diccionario, todavía más que las de deber y obligación… Solamente se controlará el
progreso natural de sus facultades” 2; también otro pensador moderno, llamado Paulo
Freire, más abocado a la pedagogía dice que: “La educación se rehace constantemente en
la praxis. Para ser, tiene que estar siendo”. “Estudiar no es un acto de consumir ideas, sino
de crearlas y recrearlas”. “El educador ya no es solo el que educa sino aquel que, en tanto
que educa, es educado a través del diálogo con el educando, quien, al ser educado,
también educa”3. (Paulo Freire, Pedagogía del Oprimido, págs. 72-75)
Ahora bien siguiendo la introducción del tema propuesto, es decir, la Reforma Ignaciana
de la Educación, especialmente en Alemania, y más específicamente en la Universidad
de Ingolstadt, encontramos al comienzo de las Constituciones de la Compañía de Jesús,
algo que podría sorprendernos a simple vista; y contrariar el estudio que nos disponemos
a realizar, esto es que “las casas que Dios nos diere se han de enderezar para trabajar en
su viña, ayudando a los prójimos, y no para ejercitar los estudios”4 y más sintéticamente
el mismo Santo repite “No estudios ni lecciones en la Compañía” 5.
2
Rousseau, J.-J. (s.f.). Emilio.
3
Freire, P. (s.f.). Pedagogía del Oprimido.
4
Ignacio, S. (s.f.). Constituciones de la Compañía de Jesús (Vol. I). MHSI.
5
Ignacio, S. (s.f.). Constituciones de la Compañía de Jesús (Vol. I Monumenta Constit. Praevia). MHSI.
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Además, que el hecho de estudiar o ser profesor implican una cierta estabilidad local y
otras condiciones, que, por el cuarto voto de obediencia al Papa, difícilmente un profeso
podría permanecer por mucho tiempo en un mismo lugar, obstaculizando la tarea
educativa; sobre esto bástenos lo que dice P. Claudio Jayo SJ, que según García-
Villoslada es quien mejor captó el espíritu ignaciano6: “Por mi parte soy de este parecer,
que si bien nuestra vocación no está ordenada a hacer oficios de profesores y lectores
ordinarios en las universidades, pero en la necesidad tan extrema en que se halla este
pobre país estaría muy bien, que algunos de nuestros compañeros, que han recibido de
Dios talentos, convenientes a tal oficio, cuando fuesen buscados, quisiesen suplir gratis y
sin estipendios tal oficio”7 (Epist. P. Broet, C. Iajo p 290). Por ello es que más adelante y
en especial en la IV Parte de las Constituciones, hablara hondamente de los modos,
colegios, universidades y de los estudiantes no profesos.
6
García-Villoslada, P. R. (1986). San Ignacio de Loyola, Nueva Biografía. Madrid: BAC, pág. 884.
7
Jayo, P. C. (s.f.). Carta al P. Broet SJ. 290.
REFORMA IGNACIANA DE LA EDUCACIÓN
de la Compañía allá, así lo describe el jesuita Claudio Jayo: “Esta pobre patria se ha
alejado tanto de la Cruz de Cristo, de la mortificación, del espíritu de Cristo, de los votos,
de los consejos de Cristo Nuestro Señor, que casi a todos se les hace odioso el nombre de
frailerías, compañías, mendicidad voluntaria, etc. Y esto en aquellas provincias donde
todavía hacen profesión de ser católicos, de modo que las grandes tierras, que son aún
católicas, han determinado no aceptar ni permitir hacer monasterios o iglesias de
Compañías, etc…”8. Pues se encontraban, no solo frente a un pueblo mal formado o
ignorante en materia religiosa y moral, más aún hallaban un clero muy venido abajo, a tal
punto que del mismo arzobispo de Colonia (una de las principales diócesis) y Príncipe
del Sacro Romano Imperio (pues los tres obispos de Colonia, Maguncia y Tréveris, junto
con cuatro gobernantes principales laicos eran constituidos príncipes, y los siete formaban
el Colegio electoral de los Kurfürsten), Herman von Wied se decía que era “hombre
ignorante que no sabía latín, había celebrado a lo más tres misas en toda su vida, y al decir
del emperador, no era ni cristiano ni luterano, sino pagano, y se complacía en recibir
regalos de Catalina de Bora, mujer de Lutero y de ilustres protestantes”9. También el
mismo Jayo parece desesperar cuando dice: “Por el momento no tengo esperanza de que
en esta nación se funden colegios para nuestra Compañía. A pesar de todo, de cualquier
modo que sea, no ceso de solicitar, que por una vía u otra, se restauren los estudios de la
teología en las universidades, estudio que hoy se halla enteramente sepultado… De lo
contrario de aquí a poco tiempo no habrá ni doctores, ni predicadores, ni sacerdotes.”10
Quien más favoreció la obra ignaciana fue Guillermo IV, Duque de Baviera (1493-1550),
que en su empeño por recuperar el prestigio de la Universidad de Ingolstadt, fundada en
1472 por el Duque Luis IX (1417-1479), en ostensible declinación desde la muerte de su
adalid académico, el celebrado teólogo católico Johann Maier von Eck (1486-1543)
opositor a la reforma protestante enfrentado a Martin Lutero (1483-1546) y Andreas von
Karlstadt (1486-1541), solicitó al Papa Paulo III (1534-1549) y a Ignacio de Loyola
(c1491-1556) el envío de algunos profesores para ver de restablecer su esplendor. “Pero
los tiempos iban a cambiar. Ya que del clero viejo y sin formación seria no era posible
esperar gran cosa, fueron bastantes los que comprendieron la absoluta necesidad de
formar un clero nuevo, instruido y casto, con dedicación a la reforma y educación
8
Jayo, P. C. (s.f.). Carta al P. Broet SJ. 286;288.
9
García-Villoslada, P. R. (1986). San Ignacio de Loyola, Nueva Biografía. Madrid: BAC, pág. 821.
10
Ibídem pág. 287.
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Enviados los primeros teólogos a Alemania, San Ignacio les envió una carta el 24 de
septiembre del año 1549, con instrucciones para la reconstrucción católica de esa patria;
en este trabajo tomaremos los principios ignacianos, agregando más textos de las
constituciones, cartas y magisterio de la Iglesia; que complementen y den fuerza a dichos
principios, como también hechos que demuestren su posible aplicación y eficacia.
11
García-Villoslada, P. Ricardo, San Ignacio de Loyola, Nueva Biografía. Madrid (1986): BAC.
12
García-Villoslada, P. R. (1986). San Ignacio de Loyola, Nueva Biografía. Madrid: BAC, pág. 842
13
Boehmer. (s.f.). The Society Jesus.
REFORMA IGNACIANA DE LA EDUCACIÓN
También notamos que la meta de nuestra educación ¡no debe ser mediocre!, es el “estado
perfecto”, es decir la virtud; y aunque es tarea difícil recomienda San Ignacio para esto
en primer lugar: “que, desconfiando de sí mismos, confíen con gran magnanimidad en
Dios, y tengan un ardiente deseo, excitado y fomentado por la obediencia y la caridad, de
conseguir el fin propuesto, lo cual hará que sin cesar se acuerden y tengan ante los ojos
el tal fin y lo encomienden a Dios en sus sacrificios y oraciones, y pongan con diligencia
todos los otros medios que sean oportunos”16. Por lo cual, en el presente estado de vida,
no podemos aspirar alcanzar o conducir a alguien a la perfección o al estado de virtud,
por más métodos y pedagogías que apliquemos, si no es con el auxilio de la gracia.
14
San Ignacio de Loyola. (24 de Septiembre de 1549). Carta a los tres teólogos enviados a Ingolstadt.
XII(239-247, 259-262). Roma, Italia: BAC.
15
Ibídem
16
Ibíd.
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Vale recordar lo definido por el Concilio Vaticano I: “Si alguno dijere que el ser humano
no puede ser divinamente elevado a un conocimiento y perfección que supere lo natural,
sino que puede y debe finalmente alcanzar por sí mismo, en continuo progreso, la
posesión de toda verdad y de todo bien: sea anatema.”17 Y dice Santo Tomás: “En el
estado de corrupción, el hombre ya no está a la altura de lo que comporta su propia
naturaleza, y por eso no puede con sus solas fuerzas naturales realizar todo el bien que le
corresponde. Sin embargo, la naturaleza humana no fue corrompida totalmente por el
pecado hasta el punto de quedar despojada de todo el bien natural; por eso, aun en este
estado de degradación, puede el hombre con sus propias fuerzas naturales realizar algún
bien particular, como edificar casas, plantar viñas y otras cosas así; pero no puede llevar
a cabo todo el bien que le es connatural sin incurrir en alguna deficiencia. Es como un
enfermo, que puede ejecutar por sí mismo algunos movimientos, pero no logra la perfecta
soltura del hombre sano mientras no sea curado con la ayuda de la medicina.
Así, pues, en el estado de naturaleza original el hombre sólo necesita una fuerza
sobreañadida gratuitamente a sus fuerzas naturales para obrar y querer el bien
sobrenatural. En el estado de naturaleza caída, la necesita a doble título: primero, para ser
curado, y luego, para obrar el bien de la virtud sobrenatural, que es el bien meritorio.
Además, en ambos estados necesita el hombre un auxilio divino que le impulse al bien
obrar.”18 Y en conclusión entendemos que es esencial para que haya una eficacísima y
verdadera educación, adquisición y ejercicio de hábitos operativos perfectivos, el auxilio
de la gracia, para un mayor y rápido progreso de la misma, pues no es menor recordar que
una de los modos de formar los hábitos es recibiéndolos de quien en Causa primera de
ellos.
17
Concilio Vaticano, I. (s.f.). De Divina Revelatione, canon 3.
18
(S. Th I-II q.109)
REFORMA IGNACIANA DE LA EDUCACIÓN
pábulo al entendimiento mézclense cosas prácticas para entretener el afecto; de modo que
los discípulos vuelvan de las lecciones a sus casas no sólo más doctos, sino mejores”19.
Y agrega, hablando del trato con aquellos de los que más se puede esperar, que se tenga
en consideración hasta el mismo natural de cada hombre, por lo cual: “Hay que tener con
esta clase de hombres mucho trato y familiaridad por la misma causa; y aunque en
ocasiones haya que inclinarse algo a lo humano, condescendiendo con el natural de los
hombres, sin embargo, para que las conversaciones no sean inútiles, hay que traerlos
siempre a algo de edificación.”20 “Acuérdense, por lo que hace al modo, de proveer con
prudencia y conveniencia, acomodándose a los ingenios y afectos de las
personas…”21.“Ayudará tener bien conocida la índole de los hombres, y pensar lo que en
las varias ocasiones puede ocurrir, sobre todo en cosas de importancia.”22.
A colación viene la experiencia de San Pedro Canisio en las clases y trato con los
alumnos: “Aquí se tiene por regla general, que los escolares del estudio Ingolstadiense,
aunque sean pocos, no se fatiguen mucho por las letras y menos por la Sagrada
Escritura… Hablando con claridad, diré que habiendo aquí una concurrencia de escolares
alemanes, principalmente juristas, pertenecientes a diversas regiones germánicas, es
imposible que no tengan varias opiniones y errores en la santa fe… por eso en lo tocante
a nuestras lecciones hay que guardarse de no citar mucho a doctores eclesiásticos, ni usar
alegorías, si es que queremos entretener a los oyentes, pues por muchos halagos que les
hagamos evitando sutilezas o siendo en algún punto negligentes, comienzan a disminuir
en clases”23. Por último, podemos citar a un autor francés, estudioso en la pedagogía
ignaciana y jesuita que dice que “Hay en los jesuitas una firme voluntad de adaptación a
los lugares y a las circunstancias... El jesuita debe necesariamente estudiar y dosificar los
medios que emplea, apropiarlos a mentalidades y necesidades, que varían hasta lo
infinito”24, es decir que la misma plasticidad que observamos en los ejercicios
espirituales, se encuentra en el ámbito de la educación Ignacia, “haciéndose todo a todos,
para ganarlos a todos”.
19
San Ignacio de Loyola. (24 de Septiembre de 1549). Carta a los tres teólogos enviados a Ingolstadt. XII
(239-247, 259-262). Roma, Italia: BAC.
20
Ibíd.
21
Ibíd.
22
Ibíd.
23
Canisio, S. P. (s.f.). Braunsberger, I, 306-314
24
Gaetan Bernoville. (1942). Los Jesuitas. Madrid.
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Pero, ¿Basta mover los afectos del educando, motivarlo a ser mejor, si no se enraíza en la
buena vida y en el ejercicio de las virtudes? Pues la educación requiere, para ser tal, la
adquisición y práctica constante de los hábitos operativos perfectivos, es decir de la
virtud. Y San Ignacio no lo ignora y más adelante propone la educación progresiva, desde
lo sensible hasta el orden espiritual, de costumbres cristianas, rutinas, disposiciones a la
gracia y a los buenos hábitos: “Ayudará en lo posible disponer a las personas a recibir la
Gracia de Dios, exhortándolas a buenos deseos, oraciones, limosnas y obras piadosas que
aprovechan para conseguir y aumentar la Gracia del Señor”25. Por esto mismo es que S.
Ignacio escribe en carta al rey Don Fernando en abril de 1551: “Entre los demás remedios
que han de emplearse contra el morbo largamente difundido en Alemania, procúrese que
haya en las Universidades quienes con el ejemplo de vida religiosa y la integridad de la
doctrina católica puedan ayudar a los demás y levantarlos a mejor estado”. 26 Y podemos
agregar finalmente lo dicho por el Santo en las Constituciones: “Téngase en las tales
scuelas forma cómo los que vinieren de fuera sean bien instruidos en lo que toca a doctrina
cristiana; y háganse confesar cada mes si puede, y frecuentar los sermones; y finalmente
téngase cuidado que con las letras tomen también las costumbres dignas de cristiano”27
Para este fin, tendremos en cuenta al educador en dos aspectos: Primero, en sí mismo, lo
que hace a su persona: Rectitud de vida, tanto interna y externa, idoneidad, fama, etc.; y
en segundo lugar el desarrollo de su función docente, o el método de enseñanza ante sus
educandos; teniendo en cuenta que no es posible marcar tajantemente la distinción
propuesta por la estrecha relación que hay entre el ser y el operar del docente, pues sus
obras externas no harán más que manifestar su vida interna.
25
San Ignacio de Loyola. (24 de Septiembre de 1549). Carta a los tres teólogos enviados a Ingolstadt. XII
(239-247, 259-262). Roma, Italia: BAC.
26
San Ignacio de Loyola (Abril de 1551). Cartas III, 401.
27
San Ignacio de Loyola. (1963). Constituciones de la Compañía de Jesús (Segunda ed.). Madrid: BAC; IV
nº 395
REFORMA IGNACIANA DE LA EDUCACIÓN
compañeros o en las mismas familias y en la sociedad, y así también dice que “a los
que son cabezas de los adversarios, si los hay, y aquellos que sobresalen entre los
herejes o entre los sospechosos, y no parecen del todo obstinados, cuiden de
hacérselos amigos y de ir poco a poco y con destreza, y con muestras de mucho amor,
apartándoles de sus errores” y “con tal celo se han de impugnar las herejías, que se
manifieste con las personas de los herejes amor, deseo de su bien y compasión, más
que otra cosa”; pero advierte muy bien San Ignacio que no deben excederse ni
precipitarse en las defensas de la fe, sino que “de tal modo defiendan la Sede
Apostólica y su autoridad, que atraigan a todos a su verdadera obediencia; y por
defensas imprudentes no sean tenidos por papistas, y por eso menos creídos.”
Así también Pedro Fabro, o el ángel de Alemania, como se lo llama comúnmente, nos
ha dejado en una carta a Laínez del 7 de marzo de 1546, con algunas “reglas para
tratar con los herejes cuando se desea salvar sus almas” que vienen a confirmar lo
dicho y dicen: “1) Quien quisiere aprovechar a los herejes deste tiempo, ha de mirar
tener mucha caridad con ellos y de amarlos en la Verdad. 2) Es necesario granjearlos,
para que nos amen y nos tengan en buena posesión dentro de sus espíritus; esto se
hace comunicando con ellos familiarmente en cosas que sean comunes a unos y otros,
guardándose de todas disceptaciones, donde una parte parece que aplasta a la otra;
antes hay que buscar la unión en lo que une, que en lo que separa. 3) Porque primero
se ha perdido el buen sentir, que no el buen creer, en ellos, es menester proceder de
las cosas que sirven para sentir bien y con afecto a las cosas que se han de creer
rectamente.”28
28
Fabro, P. (s.f.). Fabri Monumenta, 399-402.
REFORMA IGNACIANA DE LA EDUCACIÓN
Para adicionar a la misma causa podemos tomar testimonio del mismo Pedro Fabro que
vivía las necesidades de verdaderos educadores, de buena doctrina y ésta confirmada por
su propia vida, por lo cual decía: “El mundo es ya venido a tal estado del no creer, que es
menester argumentos de obra y sangre… Ya las palabras no bastan, ni razones. Por tanto,
bien podéis exhortar a aquellos letrados que procuren buscar el espíritu vivífico de las
letras, por vía de vida muy señalada a Cristo, para poder persuadir la fe a los caídos”.29
Por último, si nos preguntamos ¿Cuál es el fin de la educación según San Ignacio?
Podemos traer a colación el comienzo de la ya citada carta a los teólogos de Alemania,
“El fin que sobre todo ha de tenerse ante los ojos es aquel que pretende al enviarlos el
Sumo Pontífice, a saber, ayudar a la Universidad de Ingolstadt y, en lo posible a toda
Alemania en lo pertinente a la pureza de la fe, obediencia a la Iglesia y, en fin, a la sólida
y sana doctrina y buenas costumbres.”
29
Fabro, P. (s.f.). Fabri Monumenta, 105.
30
San Ignacio de Loyola. (24 de Septiembre de 1549). Carta a los tres teólogos enviados a Ingolstadt. XII
(239-247, 259-262). Roma, Italia: BAC.
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Dice García- Villoslada acerca del fin: “a todos los operarios apostólicos que Ignacio
manda desde Roma a restaurar el catolicismo alemán, les entrega un programa bien
calculado, que contiene dos puntos y mira a dos objetivos: 1) Promover la educación
cristiana de la juventud en los colegios hasta formar una generación de hombres nuevos;
2) regenerar el clero, muy decadente en unos países, en otros o en casi todos, muy escaso.
Para lo primero, crear escuelas o colegios. Para lo segundo, fundar seminarios
independientes o agregados a alguna Universidad y fomentar en todas las Universidades
la Facultad de Teología con eminentes maestros; de allí saldrá un clero diocesano digno
de su antigua tradición y de las arduas circunstancias actuales”.31 Y también: “el programa
del Fundador de la Compañía es bien claro: para la conquista del individuo, los Ejercicios
espirituales, que bien practicados transforman al hombre; para la conquista intelectual de
los que han de influir en la sociedad, largos años de letras, idiomas, ciencias filosóficas y
teológicas bajo maestros prestigiosos en colegios y universidades”32. Para remarcar el fin
de la educación para San Ignacio, podemos citarlo en la Constituciones donde lo dice
expresamente: “Sea el fin de la Compañía y de los studios ayudar a los próximos al
conoscimiento y amor divino y salvación de sus ánimas”33. En otras palabras la educación
ignaciana por ser auténtica, busca como sabemos, la plenitud dinámica ya que “supone la
superación de ese estado inicial del hombre educando que se caracteriza por su indigencia:
es falible, por la ignorancia y el error propias de si inteligencia por un lado; y tiene una
voluntad débil que lo hace inhábil para elegir entre la multiplicidad de tendencias que se
le presentan.”34
REPERCUSIÓN EN ALEMANIA
Sus eficacísimos efectos y frutos los testimonian los mismos protestantes; quejándose de
la resistencia a la herejía y el avance evangelizador jesuita, dice el calvinista Guillermo
Seibert: “Es indudable que únicamente a los jesuitas se les debe imputar el estancamiento
y en muchos territorios el retroceso a que hemos llegado. Antes que esos pajarracos
diabólicos pusieran el nido y se propagasen entre nosotros, teníamos las más serias
razones para esperar que los últimos vestigios del anticristo y de la idolatría papística
31
García-Villoslada, P. R. (1986). San Ignacio de Loyola, Nueva Biografía. Madrid: BAC. Pág. 833
32
Ibíd. Pág. 834
33
San Ignacio de Loyola. (1963). Constituciones de la Compañía de Jesús (Segunda ed.). Madrid: BAC, p.
IV nº 446
34
Hernández de Lamas, G. (2008). La Ciencia de la Educación. Buenos Aires: Editorial Universidad
Católica Argentina.
REFORMA IGNACIANA DE LA EDUCACIÓN
CONCLUSIÓN
35
Janssen, J. Geschichte des deustschen Volkes seit dem Ausgang des Mittelalters. (Freirburg. 1924), IV,
392-93
36
Greven, Joseph (1935). Die Kartause und die Anfänge der katholischen Reform in Deutschland.
Münster.
37
García-Villoslada, P. R. (1986). San Ignacio de Loyola, Nueva Biografía. Madrid: BAC, pág. 843.
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espacio más propicio ante todo en la comunidad familiar”38, pues no basta para la plena
realización del hombre, poder “elegir ser lo que se quiera”, si falta la base natural que
sólo se da en un buen ámbito familiar, que no puede sustituirse con ninguna ideología.
Pero mejor todavía, sería el poder trasladar esa buena educación a la sociedad para un
bien más universal, ya sea a través de instituciones, sostenidas por las mismas familias en
conjunto, que promuevan una verdadera educación cristiana; prescindiendo, si no se
obtiene, de la ayuda del mismo ministerio de educación; recordando que las familias
tienen derechos respecto a la educación de sus hijos que el Estado no puede violar, y
también que la Iglesia, por subsidiariedad, debe suplir las deficiencias ocasionadas por
las sociedades menores a ella, que no cumplen su función.
38
PP. Benedicto XVI. (6 de Junio de 2005). A los participantes en el Congreso eclesial de la diócesis de
Roma sobre "Familia y comunidad cristiana: formación de la persona y transmisión de la fe".
39
San Ignacio de Loyola. (24 de Septiembre de 1549). Carta a los tres teólogos enviados a Ingolstadt. XII
(239-247, 259-262). Roma, Italia: BAC.
REFORMA IGNACIANA DE LA EDUCACIÓN
BIBLIOGRAFÍA
Boehmer. (s.f.). The Society Jesus.
Greven, J. (1935). Die Kartause und die Anfänge der katholischen Reform in Deutschland.
Münster.
Janssen, J. (1924). Geschichte des deustschen Volkes seit dem Ausgang des Mittelalters. Br.:
Freirburg.
Mt. (s.f.).
San Ignacio de Loyola. (24 de Septiembre de 1549). Carta a los tres teólogos enviados a
Ingolstadt. XII(239-247, 259-262). Roma, Italia: BAC.
San Ignacio de Loyola. (1963). Constituciones de la Compañía de Jesús (Segunda ed.). Madrid:
BAC.
San Ignacio de Loyola. (s.f.). Constituciones de la Compañía de Jesús (Vol. I). Monumenta
Historica Societatis Iesus.