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LOS CRISTIANOS CATÓLICOS: UNA GRAN FAMILIA

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<< Mi Señor y mi Dios, yo aprendí, desde mi cuna, en mi familia, que
Tú, Señor, elegiste a Israel entre todos los pueblos, y a nuestros
padres de entre todos los antepasados. (Ester 4,17)

- Hoy nos reunimos para:

1. Enseñar al niño que a Dios se le descubre en la familia natural y en la familia de los hijos de Dios.
Con los padres, en casa; y con ayuda del catequista y el sacerdote, en la parroquia.

1. Ver nuestra realidad 2.Iluminar nuestra realidad

1. ¿Te parece que las Texto: Lucas 2,41-51


familias cristianas enseñan a
1. ¿Qué te dice el texto en lo
sus hijos a descubrir a Dios
referente a la educación de tu hijo en
desde la infancia?
la fe?
2. ¿Dónde está el error?
2. ¿No te parece que cada niño es
3. ¿Qué ventajas reporta a la capaz de vivir la experiencia de Dios
educación cristiana de los si le procuramos un ambiente
niños el que los padres favorable?
eduquen en la fe a sus hijos?
3. ¿Dónde está el error de que
4. ¿Consideras esta muchos niños no se acerquen al
catequesis del Despertar templo?
religioso una carga molesta e
4. Comenta la frase bíblica «Iba
innecesaria para los padres?
creciendo en sabiduría, en estatura y
en gracia ante Dios y ante los
hombres», ahora aplicada al
crecimiento de tu hijo.
III. PROFUNDIZAR EN EL MENSAJE Las familias sufren hoy una gran crisis, que
pone en tela de juicio su capacidad educadora y catequética. Estamos
contemplando el aumento vertiginoso y constante del número de divorcios y
separaciones en nuestra sociedad; el considerable descenso de la tasa de
nupcialidad; el aumento del número de formas atípicas o alternativas de
convivencia sexual. Todo esto, y otros factores más, lleva inevitablemente a la
familia a una profunda crisis de su tarea educativa. Estamos ante lo que se ha
llamado «silencio educativo» de la familia. Los técnicos lo describen en estos
términos: La experiencia nos los confirma cada día: son muchos los padres y
madres que, ante las pretensiones y caprichos de sus hijos pequeños, hasta de
cinco y seis años, «tiran la toalla», incapaces de una acción educativa
tempestiva y necesaria. Se ha podido comprobar que, en muchas familias, son
muy reducidos o del todo inexistentes la comunicación y el diálogo significativo
entre padres e hijos. Y aquí tocamos una cuestión de enorme trascendencia,
pues la capacidad de educar constituye un elemento fundamental de la
identidad familiar. (E. Alberich).
A pesar de estas dificultades que todos constatamos, un gran número de
autores estudiosos del tema nos recuerda constantemente que la familia sigue
siendo un lugar educativo privilegiado e indispensable para la educación
religiosa. En definitiva, nos dicen que la familia no solo puede, sino que debe
ser lugar de educación religiosa. Ahora bien, el problema con que nos
encontramos a la hora de recordarles a los padres esta tarea suya insustituible
es doble: la falta de conciencia del deber de educar religiosamente a los hijos,
con la consiguiente costumbre de «delegar» en otros esta tarea, y la falta de
convicción sobre las propias posibilidades educativas. Ante esta situación, se
impone a la comunidad parroquial una triple tarea necesaria para ayudar bien
a los padres en la catequesis del Despertar religioso: responsabilizar, motivar
y acompañar:

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