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El hombre se levanta de su cama sin premura, sin prisa alguna que le impida
realizar su actividad cotidiana. Sus zapatos amarillos estaban a un lado de la
como como es de costumbre; se los coloca, se amarra los cordones y sale de su
habitación.
Al salir de su casa baja las escaleras, escucha el sonido de los pájaros que están
al final del pasillo, saluda al perro del vecindario y saca de sus bolsillos una
moneda para dársela al ciego que está sentado en la puerta del vecindario.
Por otra parte una mujer con vestido rojo y tacones atirantados es echada con su
hijo quien porta unos zapatos rojos con negro, de una habitación.
La fémina camina hacia la calle para tomar un taxi, el hombre de zapatos amarillo
abre la puerta del carro y ella se monta con su hijo. Al bajarse la mujer dispone de
su dinero para pagarle al taxista; sin embargo, este se lo devuelve, tal vez, para
manifestarle que le serviría mas en esos momentos a ella que a él; en la cera se
puede ver el zapato del niño
La mujer intentando cambiar su vida, busca un empleo diferente por lo que llega
a una cafetería en donde estaban necesitando una empleada, sin embargo, es
rechazada nuevamente, por lo que carga a su hijo otra vez y sale del lugar.
El hombre se levanta de su cama sin premura, sin prisa alguna que le impida
realizar su actividad cotidiana. Sus zapatos amarillos estaban a un lado de la
como como es de costumbre; se los coloca, se amarra los cordones y sale de su
habitación.
Texto Narrativo
La impotencia de ser un espectador Gilles Caron, le conflit intérieur (Gilles Caron, el conflicto interior), hasta el 12 de
mayo en el Musée de L'Élysée de Lausanne en Lausana (Suiza), es una emotiva muestra de la obra de uno de los
primeros autores en sufrir el conflicto moral del fotógrafo de guerra, que pronto se siente insatifecho con la visión
heróica de su misión y reflexiona sobre la impotencia de ser espectador de las atrocidades.