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Introducción
¿Qué pensamos de Dios? Y en particular, ¿qué pensamos acerca de cómo nos trata?
Hay que reconocer que algunos, no piensan nada de Dios; Dios simplemente no está
en sus pensamientos (Sal 10:4). Otros odian a Dios; no quieren saber nada de Él. Se
molestan tremendamente cuando mencionamos Su nombre (por ejemplo, Richard
Dawkins). Otros se atreven a creer que piensan mejor que Dios; que tienen mejores
criterios que Dios. Critican o cuestionan a Dios cuando ocurren ciertas cosas
(desastres naturales, etc.). ¡Qué blasfemia!
Tenemos que confesar que a veces, como creyentes, caemos en esta trampa. Algo
malo pasa en nuestras vidas, y nos molestamos con Dios. Por ejemplo, Jonás, cuando
Dios perdonó la ciudad de Nínive, y cuando la planta que le daba sombra se marchitó
(Jonás 4). En esos momentos, nos preguntamos, por qué Dios lo permitió; y
comenzamos a cuestionar Su accionar en este mundo, o en nuestras vidas.
Eso es lo que estaba pasando con el pueblo de Dios en el tiempo de Malaquías. Este
siervo de Dios vivió unos 450 años antes de Cristo. Unos 150 años antes (por el año
605 a.C.), el pueblo de Dios fue llevado a Babilonia, donde quedaron exiliados 70 años.
Cuando los exiliados volvieron a Jerusalén, en el año 535 a.C. a Jerusalén, su misión
fue reconstruir el templo. Lograron su cometido, a pesar de muchas luchas y
dificultades (ver Esdras 1-6). Luego, bajo el liderazgo de Nehemías, reconstruyeron
los muros de la ciudad, y la repoblaron.
Habiendo hecho todo eso, en obediencia a la Palabra de Dios, los judíos esperaban que
Dios les iba a bendecir, y que prosperarían tremendamente. Es cierto que Dios les
hizo algunas promesas al respecto (Hag 2:6-9). Lamentablemente, las cosas no se
dieron como ellos esperaban, y al final el pueblo se ‘enfrió’ espiritualmente. Una de las
quejas que tenían era que Dios NO los amaba. Que mientras otras naciones
prosperaban, ellos seguían sufriendo materialmente.
Ante esta situación, Dios decide hablar a Su pueblo, y animarles. Lo primero que les
dice es algo hermoso: “Yo os he amado” (v.2). ¡Quién no se alegraría de escuchar
eso! Lamentablemente, el pueblo reaccionó con cierto cinismo (indiferencia o
incredulidad), diciendo, “¿En qué nos amaste?” (v.2b). Esta respuesta hace ver la baja
condición espiritual del pueblo de Dios en ese tiempo. ¿Cómo reaccionó Dios frente al
cinismo de Su pueblo? Comenzó a explicar, por medio de Malaquías, lo que en
realidad estaba pasando, para que ellos no juzgaran mal a Dios.
En esta manera, Dios estaba queriendo ayudar a Su pueblo a pensar bien de Él, y
entender Su forma de obrar en este mundo.
1. EL AMOR DE DIOS HACIA SU PUEBLO (v.2-3a)
El amor de Dios…
En el libro de Romanos, Pablo cita este verso (Rom 9:13); lo hace en un contexto muy
particular. Está hablando de la doctrina de la elección (Rom 9:11). Según Pablo, el
amor de Dios hacia Israel se manifestó, en primer lugar, en la elección. Cuando Dios
llamó a Abraham, le hizo dos grandes promesas (Gén 12:1-3). Esas promesas
pasaron a su hijo, Isaac, porque él fue su heredero espiritual (siendo el único hijo que
tuvo con Sarah, su legítima esposa). Pero cuando Isaac tuvo DOS hijos (Esaú y
Jacob), la pregunta fue: “¿Para quién sería la promesa ahora?” Dios no dejó eso al
criterio ni de Isaac, ni de Rebeca, ni de Esaú, ni de Jacob. Él mismo tomó la decisión.
Él escogió a Jacob.
Más de mil años después, cuando el pueblo de Dios se estaba quejando, porque las
cosas no eran fáciles para ellos, y estaban enfrentaban luchas económicas, y el
dominio de otras naciones, Dios (por medio de Malaquías) les hizo recordar que
disfrutaban el privilegio de ser el pueblo de Jehová, porque Dios los había escogido. Él
les mostró Su gran amor, escogiéndolos, para que en ellos se cumpliera las promesas
que Dios le hizo a Abraham - promesas de bendecirlos, y hacerlos de bendición para
las naciones.
REFLEXIÓN: ¿Cómo te sientes que Dios te haya escogido para la salvación? ¿No es
esa una gran muestra de Su amor para contigo? Puedes cantar: “Somos
el pueblo de Dios, somos un pueblo especial”.
Para entender esta segunda característica del amor de Dios, tenemos que hacernos la
siguiente pregunta, “¿Quién era Jacob (el padre de la nación de Israel)?”. A manera
de respuesta podemos decir dos o tres cosas:
i. No fue el hijo mayor, sino el segundo hijo. Nació después de Esaú (Gén
25:24-26). Por consiguiente, no le tocaba heredar las promesas de Dios. Le
tocaba a Esaú, por derecho de la primogenitura. Sin embargo, Dios pasó por
alto a Esaú, y escogió a Jacob.
REFLEXIÓN: ¿Por qué será que Dios ha pasado a otros por alto, pero te ha
escogido a ti? ¿Por qué será que TU tienes fe? ¿Serás mejor que
otros? ¡NO! Es porque Dios te amó, a pesar de toda tu indignidad
(1 Cor 1:26-29).
iii. No fue un buen hombre – tuvo varias mujeres, huyó de Labán a escondidas,
no cumplió las promesas que le hizo a Dios, favoreció a uno de sus hijos, etc.
Sin embargo, a pesar de todo eso, y sabiendo todo eso, Dios aún lo escogió, lo
amó, y le siguió amando toda su vida.
Parte del problema del pueblo de Dios, en ese tiempo, era que a las demás naciones
las cosas les iban mejor que a ellos. Los Medo Persas estaban en la ascendencia, en el
poder político. Aun naciones menores, en Canaán, estaban en mejores condiciones
que los judíos. Por eso estaban desanimados, y reaccionado con cierto cinismo contra
Dios.
Tenemos que reconocer que eso muchas veces afecta al pueblo de Dios. Muchas veces
el pueblo de Dios vive en pobreza, experimenta problemas y sufrimientos. Para los
demás, la vida parece ser más fácil. Pareciera que estuvieran disfrutando la vida más
que nosotros. Esa fue la lucha del Salmista, cuando escribió Sal 73.
Pero, ¿cuál es la realidad de la situación? Tenemos que pensar bien; mirar más allá de
lo superficial. Por medio de Malaquías, Dios le ayuda a Su pueblo a pensar mejor,
indicando TRES grandes verdades acerca de Edom, como representante de todos los
enemigos de Dios en este mundo. ¿Cuál es la verdadera actitud de Dios hacia Sus
enemigos?
Los descendientes de Esaú formaron la nación de Edom. Esa nación también fue
conquistada por los babilonios. Pero el propósito de Dios con Edom fue muy diferente.
Dios disciplinó a Su pueblo, por 70 años, pero luego les hizo volver a su tierra. Eso no
pasó con los edomitas. Ellos fueron totalmente destruidos, como nación. ¿Por qué?
Porque fueron enemigos de Dios. Esaú, el ‘padre’ de la nación, no amaba a Dios; no
estaba interesado en las promesas de Dios, o en Su plan de salvación. Quería vivir por
su propia cuenta, tomar sus propias decisiones. Se casó con las mujeres que él
quería. No tenía interés algunos en los propósitos de Dios. ¡Dios no estaba en todos
sus pensamientos! Y lo que fue cierto de él, fue cierto también de sus descendientes.
La nación entera de Edom se volvió enemigo de Dios.
Notemos las cosas que Dios dice acerca de Esaú y sus descendientes (Edom):
iii. “abandoné su heredad para los chacales del desierto” (v.3c). Tal sería la
destrucción de Edom, que no quedaría nadie para habitar el territorio. La zona
quedaría abandonada a los animales salvajes.
En resumen, la nación de Edom quedó devastada, sin habitantes. El juicio de Dios
sobre ellos fue fulminante. Como advierte el autor de Hebreos, “¡Horrenda cosa es
caer en manos del Dios vivo!” (Heb 10:31).
Aunque sea desagradable hacerlo, debemos ver otro detalle acerca de la actitud de
Dios hacia Sus enemigos:
Cuando el pueblo de Dios volvió del exilio para reconstruir el templo, y la ciudad de
Jerusalén, experimentaron la ayuda de Dios. Pero la experiencia de los descendientes
de Esaú sería totalmente diferente. Aunque ellos se propongan reconstruir sus
ciudades destruidas, hallarían que Dios nos les ayudaría. Más bien, Él declara que
destruiría cualquier cosa que ellos intentaran reconstruir.
¿Por qué actúa Dios así? ¿Será que Dios es malo? ¡Por supuesto que NO! Es que Él
es justo, y tiene que enseñarnos que todo lo que nos proponemos hacer, mientras
estamos enemistados con Dios, no contará con Su ayuda; lejos de ello, contará con el
juicio de Dios.
La Biblia enseña claramente, que los que aman a Dios, y andan en Sus caminos,
prosperarán (Sal 1:1-3); pero los que se oponen Dios, y se rehúsan someterse a Él
como Su Señor y Dios, no prosperarán. ¡Qué tremenda advertencia!
Es importante recordar eso cuando pensamos que los incrédulos están prosperando.
Su aparente ‘prosperidad’ no durará para siempre. Tarde que temprano, si no se
arrepienten, experimentarán el juicio de Dios. Y cuando más necesiten la ayuda de
Dios, hallarán que Dios no está dispuesto a ayudarles.
Los edomitas, por ser enemigos de Dios, no querían someterse a las leyes de Dios.
Siempre iban a tener una actitud de rebeldía contra Dios, como leemos en Sal 2:1-3.
Esa actitud provoca en Dios en una actitud de indignación. Dios predice que el
territorio de Edom sería una territorio caracterizado por el pecado (“impiedad”), y por
consiguiente Edom será un “pueblo contra el cual Jehová está indignado para siempre”
(v.4c). ¡Qué triste!
La palabra en hebreo (‘za’am’) es fuerte; significa, ‘airado’ (ver Sal 7:11). Es cierto
que Dios se ‘indignó’ contra Su pueblo por 70 años (ver Zac 1:12); pero luego, Su ira
se apaciguó. No será así con los enemigos de Dios. Contra ellos, la ‘indignación’ de
Dios será “para siempre” (v.4b).
NOTA: Lo que Dios dice de Edom es cierto de toda persona que se opone a Dios, y
resiste Sus propósitos. Vivimos en un mundo caracterizado por esa actitud.
¿Por qué Dios obra de esta manera? ¿Por qué nos conduce por sendas difíciles? ¿Por
qué no nos da todo lo que queremos? Y, ¿por qué a veces prospera a Sus enemigos?
¿Por qué actúa de esta manera? Y, ¿por qué Dios juzga a Sus enemigos, y adopta
una actitud tan fuerte contra ellos?
Dios mismo responde a esas preguntas, por medio de Malaquías. Dios tiene DOS
propósitos principales, en todo lo que Él hace – sea a favor de Su pueblo, o en contra
de Sus enemigos.
También la forma en que Él trata a sus enemigos nos dice mucho acerca de Dios – nos
habla de Su justicia, Su santidad, Su seriedad, Su severidad.
b. Motivarnos a honrarlo como Dios (“Sea Jehová engrandecido más allá de los
límites de Israel”).
Es cuando llegamos a conocer más a Dios, que lo honraremos como tal. A veces
tenemos una idea equivocada, superficial de Dios. Esas ideas nos llevan a caer en la
tentación de pensar que puedo criticar a Dios, o volverme cínico en cuanto a Su
accionar en este mundo, y en particular en cuanto a cómo Él me trata a mí. Sin
embargo, es cuando llegamos a conocer a Dios bien, que quedaremos asombrados
ante Su grandeza, Su majestad, Su poder, Su soberanía. Y todo eso nos llevará a
glorificar Su nombre, y a hablar a otros de Él.
Conclusión
Y si no eres un verdadero creyente…si eres un enemigo de Dios, ¿te das cuenta del
terrible peligro en el cual te encuentras? Estás en peligro de un inminente juicio divino
contra tu persona. Cualquier cosa que estés sufriendo ahora es poco, en comparación
con lo que sufrirás en el futuro, si sigues en esta condición de enemistad con Dios.
¿Por qué no te amistas con Dios? ¿Por qué no le pides perdón por tu mal
comportamiento, y tu falta de respeto hacia Dios? Si te arrepientes de todo corazón,
Dios te perdonará, te hará Su hijo, y podrás comenzar a disfrutar del tremendo amor
de Dios en tu vida.
La pregunta no es tanto, ¿qué piensas TU de Dios?, sino, ¿qué piensa DIOS de ti?