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En muchas épocas se buscaron historias inspiradoras que brinden a la sociedad

una idea para motivar a la nación, para mejorar su futuro o para concientizarla de
diversos problemas que son propios de una minoría y ajenos a la mayoría.
Desde los EE.UU (no necesariamente Hollywood), en los últimos años, recibimos
una serie de películas que tienen que ver con la cuestión racial. Películas sobre el
racismo las hubo siempre, desde Mississippi en Llamas (1988), American History X
(1998), Hombres de Honor (2000), etc.
Quizás la diferencia entre los films de esa época y los de esta nueva camada, más
precisamente en 12 años de esclavitud (2013), El mayordomo (2013), Selma
(2014), o algunas más modestas como Birth of a Nation (2016), 42 (2013) o Race
(2016), es que el punto de vista del film está puesto en las víctimas del racismo
y no en personajes que van a “salvar” o “denunciar” lo que está mal. En
síntesis, no ocurre lo que se suele conocer como “white washing” (lavado blanco; la
práctica de dar un trato preferencial a actores caucásicos en castings y
premiaciones).
n la ceremonia del año pasado de los premios Oscar, las nominaciones a los actores
blancos fueron EL tema más candente de esa noche -llegando a hablar
de #OscarsSoWhite– cosa que este año no ocurrió al haber 3 películas dedicadas
al tema racial entre las candidatas a Mejor Film, junto con varias nominaciones a
actores como Denzel Washington, o la victoria de Mahershala Ali (Moonlight), entre
otros detalles.
Si bien la problemática la conocemos, el tema no toca fibras sensibles en nuestra
sociedad. Para explicar bien esta oración, el racismo es un tema que estamos
obligados a denunciar y sobre el cual compartimos la preocupación, pero la
segregación, como se la vivió en Estados Unidos o Sudáfrica, es un tema que
en América Latina no se desarrolló de la misma forma. Eso no excluye a nuestra
región del racismo, simplemente es para marcar la diferencia. Más concretamente
nos es difícil entender el sentimiento de la fuerte carga negativa de la “N-word”.
En Talentos Ocultos (Hidden Figures – 2016), film nominado a mejor película,
vemos la historia de tres talentosas mujeres; focalizándose en la matemática
Katherine Johnson (Taraji P. Henson), cuya labor ayudó en el triunfo de la carrera
espacial de la NASA, cuestión de propaganda importante por aquellos años en
plena guerra fría con la Unión Soviética.
Se trata de un film relajado, con toques de comedia y de drama, que hace
hincapié en el talento de la científica que tuvo que luchar con los prejuicios y
la segregación racial para llegar a ocupar el lugar de élite que merecía. Un film
recomendado y para nada pesado en su narración.
Sin embargo, el problema que tuvo, desde mi percepción, es que hizo
demasiado foco en la segregación, remarcada en exceso. Si se hace un análisis
de las escenas, el tema está mencionado o sugerido en múltiples oportunidades.
Quizás sea un buen machaque para la gente que no entiende la gravedad del
racismo, pero considero que la reflexión pierde un poco de fuerza, al estar marcada
tanto desde el principio.
Pienso en otro film que celebra a un personaje histórico, Código Enigma (2014). Se
trata de dos dramas con diferente punto de vista, este último merece una visión más
trágica sobre el final del matemático Alan Turing. Además, en un caso la diferencia
está a la vista, en el otro se oculta. En ese film se enfatizó en el talento del inglés y
en su valioso aporte para vencer a la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial.
Sobre el final el film muestra como su legado fue ignorado por las autoridades al ser
procesado por homosexual (hace menos de 70 años, aunque parezca increíble).
Por supuesto que la comparación es injusta, la angustia y tristeza del final de Código
Enigma es palpable.
En Talentos Ocultos, mientras la policía escolta a las protagonistas para llegar
rápidamente al trabajo, ellas se ufanan de ser privilegiadas
diciendo: “Estamos en 1950”, como si en el pasado hubiera sido distinto, o
tuvieran la certeza sobre el futuro. Ahí hay algo que hace ruido. Lo mismo ocurre
en algunas situaciones que sufre la protagonista, o en armados dramáticos como
en el momento en que el director del Grupo de Tarea Espacial Al Harrison (Kevin
Costner) destruye con sus propias manos un cartel de baño segreguista.

Ya es tan para las cámaras que pierde verosimilitud. Así es Hollywood en muchas
ocasiones. Pero esa falta de credibilidad le quita potencia y sensibilidad a una buena
película con una gran historia.
Lo mismo siento que ocurrió con algunas de las películas (no todas) que
mencionamos arriba. El sufrimiento en la discriminación es constante, eso está
claro. Muchas veces está naturalizado, en otras los que sufren se resignan.
Los héroes fueron los que supieron levantar la voz en el momento que debían
hacerlo y se cansaron de lo cotidiano del racismo. Pero las situaciones son
más naturales y necesitan esa naturalidad para fijarse en la memoria y
diferenciarlas del momento en el que los protagonistas dicen basta. Ahí es
donde me falló Talentos Ocultos.

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