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La farándula es entre nosotros tierra de nadie donde se mezclan vaga y confusamente lo artístico
con lo circense, no decidiéndose sus integrantes por ninguna de las dos esferas puesto que se
desconoce a ambas. Es una zona difícil de catalogar dado que sus límites flotan en unos terrenos
anegadizos que hacen ardua su exploración. Las propias especies y subespecies que la habitan
sufren súbitas mutaciones que al reaparecer en las periferias culturales son a veces confundidas
con otras más antiguas. En muchas civilizaciones tradicionales existía cierto lugar que era dejado
a aquellos que, tras cometer algún crimen o falta en la ciudad, podían evitar su castigo
refugiándose allí. Con el tiempo dicho lugar se convertía en asilo de todo tipo de seres errantes
y de parias. Una vez asentados ahí parecía –mediante expediente simbólico clásico– repetirse lo
que había sucedido en el lugar central conocido como "la ciudad". Algunos de ellos pasaban de
ser parias y fugitivos sin derecho a convertirse en detentadores de todos los derechos porque
estos eran otorgados por tal nuevo grupo regente. Más conocido es el caso de las agrupaciones
puestas al margen, como las cortes de los milagros, las cofradías de ladrones y falsificadores que
derivarían en el hampa y asociaciones similares de toda Europa.
Se cruzan aquí lo directamente traído de siglos y de milenios con una variada gama de
contaminaciones urbanas debidas al hacinamiento y troquelado de la ciudad industrial. En ésta,
una buena parte de tales sectores puestos al margen oscilaba de uno a otro lugar pudiendo
pasar un tiempo como operario fabril y otro como perteneciente a alguna organización del
margen. Siguiendo el rastro de este lugar de acarreo y habitación de los expulsados desde el
centro, vemos cómo en la era de los medios poseléctricos –a los que podría llamarse virtuales y
de la simultaneidad– se recreó este lugar de fugitivos y parias como "farándula", como tierra
intermedia entre lo artístico y lo circense. Pero a esta situación se añade lo siguiente: aquí "lo
artístico" está compuesto en su enorme mayoría por productos reciclados como los desechos
de la producción industrial. Un museo no imaginario, como fantaseó un tanto parisinamente
Malraux, sino un museo sin perímetro fijo y transportable a los más diversos lugares. No es ya
el afiche y el diseño industrial vuelto arte –como en Wharhol– y ni siquiera el gesto "pop"
consistente en desplazar lo ya desplazado hasta el centro estético, como lo hecho con los
cuadros de historieta vueltos pinturas por Roy Lichtenstein. En esa situación, donde la televisión,
mediante lo conocido como tira, y vueltos sus actores y actrices material en continuo vaivén
entre formas ya inertes como la teatral, es donde los desechos y actores supérstite forman la así
llamada farándula. Claro que su núcleo central no es el actor oscilante entre medios vetustos
sino los figurantes. Es el reino de la figura lateral y del partiquino. Lo forman amantes más que
ocasionales de las figuras centrales –o que allí sí pueden finalmente ser centrales de algo–
correveidiles, chongos, transportadores de gacetillas y, desde luego, una versátil variedad de la
prostitución más antigua, aunque errática y fluida. Su territorio fugaz es el lugar de encuentro,
restaurante, discoteca, o lugar de negociados, y todo ello tan mezclado que se tuvo que reflotar
el término coloquial "boliche". La farándula de hace medio siglo atrás era todavía en parte la
bohemia, y guardaba algún parentesco con las posturas de vanguardia estética de consumo con
la producción serial de tales obras en los campos efectivos del teatro, la pintura y la literatura y
poco después el cine. Pero, sea como fuere, tales espacios faranduleros mantenían una suerte
de simetría con los modos efectivos de producción, claro está que sin que medie aquí ningún
tipo de juicio asertivo sobre tales producciones. Esa primera farándula era o se consideraba de
elite porque intentaba ejercer alguna concreta y efectiva participación en ese espacio alto en el
que habitaba en forma permanente. Con elite queremos decir la postura de ser un grupo
minoritario que mantiene un estatus superior al resto de la sociedad. Para ello se dota de
sobreentendidos –los hoy vulgarizados como "códigos"–: sitios de reunión, señales
identificatorias que en la por entonces no extendida aldea global podían pasar –o permanecer–
como signos arcanos y hasta iniciáticos. Ahora se mantiene una relación inversa a la primera
etapa. Puesto que tales seres componentes de algo llamado farándula existen en la medida de
la necesidad de lo digital permanente y se disponen al deseo satelital de canales por cable,
imágenes celulares, sitios de Internet en permanente bulimia. Así como hay cuerpos modelados
y caras labradas quirúrgica y químicamente para tal ojo digital en permanente funcionamiento,
existe el fenómeno, el freak, el trasgo nocturno para saciar ese plus –que es un minus– de
apetencia insaciable por lo no logrado, lo medio hacer, lo torcido y lo asimétrico. Muchos de
tales participantes corales de la farándula exhiben sin cortapisa desechos y productos
secundarios u obsoletos empleados poco antes por las primeras figuras. Así estos seres llamados
"mediáticos" dejan ver los desechos de afeites, maquillajes y operaciones quirúrgicas de
segunda o tercera selección, así como las ropas y el resto del atrezzo ya en liquidación. Desde
luego que esa feria de saldos –que para cubrirla se emplea el inglés outlet como en otras
ceremonias globales– no refiere tan sólo a lo exterior de moda sino a lo interno, a la atmósfera
de moda mental que tienen los componentes corales de la farándula digital. El mediático coral
de la farándula digital recicla así todos los tics y las idées reçues proferidas apenas una
temporada antes por las primeras figuras. De más está decir que, en el momento de su estreno,
esa doxa no era más que otros tics y lugares comunes. Pero el espectador de la farándula digital,
que vive en estado de permanencia también mediática, ya que a la práctica del zapping suma la
constante del tecleo celular y la navegación por Internet, reciben esos ripios del mismo modo
pasivo de esclavitud mental con que reciben la informaciónretazo que le ofrecen los incontables
exhibidores de desechos culturales.
Lunes 8 de marzo del 2010 Diario Clarín, Revista Ñ
b) ¿Por qué se habla de personas pluriculturales en una sociedad multicultural? ¿Qué cambios
significativos sociales se generan y cómo se implementa esto desde el rol docente?
Se habla de personas pluriculturales porque se determina como un conjunto de diferentes
culturas en un mismo espacio geográfico en donde habitan, sin tener relación entre ellas. Por lo
cual se reconoce la existencia de otros miembros debido a que los otros miembros se hacen
reconocer mediante sus líderes y las estrategias que estos implementen para luchar y hacerse
escuchar. La pluriculturalidad es un conjunto de diferentes culturas que no tienen relación entre
sí. Están insertas en una sociedad multicultural porque diferentes culturas en un mismo espacio
geográfico donde habitan, con relación entre ellas, por hechos como el vivir en una misma
región, tener el mismo trabajo. Por lo que la tolerancia en la multiculturalidad, es la
característica esencial que la distingue de la pluriculturalidad.
La multiculturalidad es un conjunto de culturas capaces de interrelacionarse. Su característica
principal es la tolerancia, ya que sin ella se caería fácilmente en conflictos, y en lugar de generar
beneficios, generaría conflictos capaces hasta de llevar a la extinción de las mismas culturas.
Antiguamente el papel del maestro era el de un ser "lleno de sabiduría y razón" quien poseía
todo poder no sólo sobre los alumnos sino también sobre padres de familia y a decir verdad
sobre la sociedad y dicho poder era considerado como irrefutable y los conocimientos que el
transmitía eran tomados como la única y más sabía verdad.
El rol que hoy debe jugar el docente ya no debe ser el de un mero transmisor de conocimientos
o mejor dicho de información sino por el contrario debe ser un agente de cambio que propicie
un nuevo tipo de educación donde el alumno construya sus propios conocimientos, propiciando
y mediando en dicho proceso de enseñanza aprendizaje el docente con sus diferentes papeles
como facilitador, asesor, guía, orientador, mediador, tutor etc.
Los excluidos no tienen tampoco quien los represente, no están en los sindicatos ni en ningún
tipo de organización; quedan librados a su capacidad de sobrevivir y a tomar las migajas que
caen del orden social establecido. Por eso, los sociólogos hoy dicen que en lugar de hablar de
los de abajo, habría que hablar de los de afuera.
Los excluidos no sólo están en la periferia de las ciudades, sino también en la periferia de los
derechos y de las posibilidades de insertarse dignamente en la sociedad.
7. Desarrolle una breve crítica sobre el curso. Fundamente cualquiera de las posturas que
presenta.
Toda escuela, nuestras escuelas, han sido y son definidas cotidianamente como instituciones
donde se “imparte cultura” o “se enseña la cultura”. En forma genérica, la educación se define
como transmisión de la cultura o enculturación. Sin embargo, poco se advierte en estas
definiciones de los sentidos que históricamente ha adoptado el concepto cultura y sus
consecuencias en las teorías y prácticas pedagógicas. Pensado como un adjetivo, un atributo, o
desde la falta, lo cultural transcurre en la dimensión de lo inexorable; es decir, usamos el
término, pero vacío de definición clara. Las escuelas deberían transmitir la cultura desde una
visión de construcción de cultura y no meramente ser transmisoras que dicen cuál es la
verdadera cultura, o la verdadera historia.
Formar sujetos autónomos, de libre opinión, críticos y reflexivos de los acontecimientos socio
culturales vividos debe ser el objetivo de todo sistema de educación.