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1

Lo que sí podemos
Suedónimo: Minarquista Optimista

La libertad persevera, incluso cuando se enfrenta a desafíos irremontables. La

libertad permanece, incluso mientras los castillos del gobierno se derrumban a su

alrededor, con el sonoro eco de la incompetencia y la corrupción. La libertad

permanece encendida, incluso aunque la obscuridad de la tiranía se esparza por

el mundo, porque está integrada en los más profundos hilos del alma humana.

Cada individuo lleva dentro de sí el llamado a expresarla, a vivirla y defenderla.

Entonces ¿por qué es una tarea tan difícil el sostenerla como el más importante de

los valores políticos y la base necesaria de la vida justa en sociedad? La

respuesta es que la libertad es elemental para el espíritu humano, e indispensable

para su desarrollo, pero no es fácil.

La libertad implica hacer elecciones, y elegir significa necesariamente el reconocer

la pérdida de todos aquellos caminos que no habremos de tomar. Sería más fácil

si pudiéramos seguir a la vez todas las opciones, vivir todas las experiencias,

creer todas las opiniones, pero no es así. La realidad de nuestra limitación puede

ser tan dolorosa, que naciones enteras se niegan a aceptarla. Más aun, la libertad

sólo puede ser plenamente comprendida en combinación con otros dos conceptos:

responsabilidad y consecuencia.
2

Es decir, que el ser libres cuando actuamos significa asumir la responsabilidad y

los efectos de dichas acciones. La libertad sin responsabilidad es mero instinto, y

sin consecuencia, se convierte en ruido irrelevante.

¿Por qué es tan grande el desafío de asumir en todo lo que implica la libertad

dentro de nosotros mismos y de la sociedad en que coexistimos? Porque requiere

la madurez de aceptar estas verdades y una adicional, incluso más complicada: el

hecho de que las demás personas no se encuentran bajo nuestro control, y no

siempre actuarán de acuerdo a lo que nosotros consideremos la mejor elección;

algunas veces sus acciones incluso parecerán escandalosas ante nuestros ojos.

Habrá quienes se equivoquen, quienes ignoren nuestros consejos a pesar de la

mejor de nuestras intenciones. Habrá quienes nos decepcionen y quienes nos

sorprendan, para bien y para mal.

La libertad implica por lo tanto el dolor de las opciones perdidas y la duda

permanente respecto a cuál será el mejor camino, cuál será la acción de los

demás y cuál el resultado de la suma de todas esas acciones, conscientes de que

no necesariamente será de nuestro agrado. Por el contrario, quien no es libre se

evita la dificultad de la decisión, pues el camino a seguir está definido bajo sus

pies, y puede aspirar (o al menos eso se convence de creer) a una rutina definida.

Sabe, en términos generales, a qué horas comerá, dormirá, trabajará y recibirá los

azotes.
3

En otras palabras: la certeza es el privilegio de los esclavos y la incertidumbre es

la carga que han de llevar las personas libres.

Muchas veces, la respuesta ante esta mezcla de escasez, responsabilidad,

consecuencia e incertidumbre, que acompañan siempre a la libertad, es el miedo y

la seductora tentación de la “seguridad” ofrecida por un caudillo o una institución, a

la que optamos por ceder aquellas libertades que nos atemoriza asumir en

nuestras manos, para volvernos esclavos, o niños.

Mejor -pensamos- regresar a la infancia, cuando nuestros padres sabían lo que

era adecuado y donde no era necesario enfrentar la duda de cómo reaccionar.

“Mejor que ellos decidan” es el comprensible, pero inútil, intento de aferrarnos a la

certeza infantil. Este es el anhelo que se esconde, debajo de cientos de capas de

propaganda, en el núcleo de las creencias autoritarias y en la tramoya del discurso

político, tanto de izquierda como de derecha.

Entonces, aceptar la libertad, con todas sus consecuencias y dificultades, es una

señal de madurez tanto en los individuos como en las sociedades. Actualmente, la

sociedad mexicana se encuentra a medio camino en el desarrollo de ese proceso.

Por muchos siglos los mexicanos fueron tratados, para bien o para mal, como

niños y apenas hace unos 30 años1 alcanzamos una etapa semejante a la

adolescencia en términos políticos y económicos.


1
Con una serie de transformaciones que incluyen el Tratado de Libre Comercio de América del
Norte en 1994 y la reforma electoral de 1996, que garantizó por primera vez una estructura
electoral razonablemente libre y honesta, dentro de lo que es posible esperar en los sistemas
democráticos.
4

Como todo adolescente, tenemos brotes tanto de esperanza como de desaliento;

queremos transformarlo todo, pero nos da pereza incluso el levantarnos para ir a

votar; Juzgamos con crudeza lo que consideramos como la ineptitud y corrupción

de los políticos, pero no estamos dispuestos a asumir nuestra responsabilidad

dentro de la “vida pública”, o a dejar ir la corrupción a pequeña escala, que a lo

largo de los siglos pasó de la tradición “picaresca” de la época colonial2 al “roban,

pero dejan robar” del Siglo XX; Demandamos campañas electorales basadas en

propuestas e ideas, pero no tenemos la disciplina para aprender acerca de dichas

propuestas y de las consecuencias que tendría su aplicación; Queremos que el

gobierno pague por la fiesta del populismo, pero nos enojamos cuando nos cobra

impuestos para pagar la cuenta; Queremos la libertad para nosotros, y las

responsabilidades para los demás.

Hemos alcanzado un punto de quiebre, el triunfo de Andrés Manuel López

Obrador en las elecciones presidenciales de 1 de julio del 2018, respaldado por

decenas de millones de ciudadanos que apoyan sus propuestas de eliminar o al

menos acotar el alcance de las llamadas “reformas estructurales”, de incrementar

la intervención del gobierno en el sector agropecuario y de retomar el control de

las burocracias públicas sobre la industria petrolera, entre otras, representó el

inicio de una nueva etapa y constituyó una aleccionadora respuesta para el resto

del sistema político, especialmente porque los otros dos principales candidatos,


2
Reflejada en obras literarias como “El Periquillo Sarniento”, escrita por José Joaquín Fernández
de Lizardi, y publicada en 1816, durante los últimos años de la Nueva España.
5

Ricardo Anaya y José Antonio Meade, intentaron imitar en mayor o menor medida

el corte populista e intervencionista de López Obrador, incluso mientras lo

criticaban por plantear cosas similares a las que ellos mismos incluían tanto en

sus plataformas políticas como en sus mensajes de campaña. Su fracaso debe

recordarnos a todos que el tratar de disfrazarse de populistas es una estrategia no

solo moralmente cuestionable, sino pragmáticamente disfuncional.

Al mismo tiempo, el triunfo de Obrador y el tono generalizadamente

intervencionista de los mensajes planteados por todas las campañas electorales

nos presenta de frente con una realidad muy incómoda para todos los que

defendemos las libertades individuales y la colaboración voluntaria: El hecho es

que, en términos amplios, a la sociedad mexicana le gusta un gobierno grande e

interventor. Los políticos les ofrecieron eso porque sabían, a través de sus

encuestas, focus groups y su propia experiencia en campo, que eso es lo que

piden los ciudadanos.

Una vez más, la respuesta ante esta mezcla de escasez, responsabilidad,

consecuencia e incertidumbre, que acompañan siempre a la libertad, es el miedo y

la seductora tentación de la “seguridad” ofrecida por un caudillo o una institución.

La sociedad mexicana claramente ha optado por caer y exigir esa tentación.

Esto significa que los libertarios/liberales y demás no podemos ni siquiera aspirar

seriamente a ganar el poder político para impulsar nuestra agenda. En el México

de nuestros tiempos es imposible ganar elecciones sin recurrir al corporativismo y


6

las promesas de un gobierno Santa Clós. Por lo tanto, nuestra labor debe quizá

más humilde en sus alcances y ardorosa en sus esfuerzos: Convencer a las

personas.

Lo que suceda en los siguientes 6 años, ya sea que López Obrador y la gran

alianza política que lo respalda logre establecerse de forma “definitiva” en el poder

para proyectar su agenda hacia las siguientes décadas, o si los votantes les

retiran el apoyo en las siguientes elecciones locales y federales, aunado a la

evolución en el mensaje político y las demandas de los ciudadanos, dejará en

claro si es que damos el siguiente paso hacia la madurez política o regresamos

arrastrándonos hacia los caprichos de nuestra infancia socialista y populista,

cuyos ejemplos abundan en nuestra historia, desde la veneración a la pierna de

Santa Anna, hasta la veneración a la guayabera de Luis Echeverría.3

Debemos tener muy claro que, en la lucha por la libertad, lo perdido será muy

difícil de recuperar, y por el contrario, lo ganado nunca es definitivo. Aún en el

mejor de los escenarios, la libertad nunca está a más de una generación de

distancia de extinguirse.4 Por ello es que, hoy más que nunca, la presencia y el

peso ideológico del mensaje libertario, en sus diversas variantes debe hacerse

sentir en el panorama político.


3
En 1838, Antonio López de Santa Anna perdió una de sus piernas en combate y 4 años después,
ya como Presidente de la República, ordenó que fuera enterrada con honores en la Ciudad de
México. Por su parte, entre 1970 y 1976, Luis Echeverría Álvarez fue Presidente de México y su
predilección por las camisas conocidas como “guayaberas” las convirtió en un artículo de moda a
nivel nacional, especialmente entre los políticos, al grado de que la frase “trae puesta la
guayabera” se volvió una forma de señalar que alguna persona simpatizaba o formaba parte del
grupo político de Echeverría.
4
Conocida frase de Ronald Reagan, ex Presidente de los Estados Unidos.
7

Ya no podemos contentarnos con dejar el diálogo político y económico en manos

de las estructuras tradicionales de los partidos, cuya corrupción y graves carencias

quedaron palmariamente expuestas durante todo el proceso electoral 2017-2018.

Tampoco bastará con la mera angustia existencial, siguiendo las noticias en el

periódico, la televisión o el internet, acumulando bilis y maldiciendo a los

condenados estatistas que se turnan en el trono de la tiranía, gritándose desde la

derecha y la izquierda la misma serie de recetas autoritarias, malas ideas y peores

resultados, mientras nos prometen que, ahora sí, la utopía está a la vuelta de una

nueva ley o de otra repartición de despensas y de televisiones.5

Sí, sabemos que las opciones políticas son decepcionantes e inoperantes, y

sabemos que hay una alternativa real que proponer, basada en la libertad, la

responsabilidad individual y la colaboración voluntaria en la sociedad civil.

Tenemos por lo tanto al mismo tiempo la opción y la responsabilidad de dar un

paso hacia el frente y defender tanto a la idea de la libertad como a sus

consecuencias prácticas: política libertaria y libertad económica.

En otras palabras: Personas libres y mercados libres.


5
En 2012, de acuerdo con cifras de la consultora Integralia, publicadas en El Financiero
(http://www.elfinanciero.com.mx/pages/central-politica-partidos-a-la-compra-del-voto.html) a un 8%
de los electores se les acercaron operadores políticos con el objetivo de “comprar su voto”. A esto
se suma el uso electoral (teóricamente prohibido, pero tolerado en la práctica) del llamado “gasto
social”, cuya inversión presupuestada superó los 907,147 millones de pesos, durante el 2015, tan
sólo en los 235 Programas y Acciones de Desarrollo Social que administra directamente el
gobierno federal. A estos habría que añadir otros 3,788 PADS estatales y 1883 municipales, según
publica El Economista: http://eleconomista.com.mx/columnas/agro-negocios/2015/06/29/gasto-
social-mexico-2008-2015-i
8

Para entender de mejor manera el tamaño del desafío que habremos de asumir,

vayamos en un pequeño viaje por la historia.

México está enraizado, nuevamente para bien y para mal, en la tradición

española. Durante los siglos XVI y XVII dicha tradición incluyó a la magnífica

Escuela de Salamanca, cuyo inmortal legado incluye las bases de los conceptos

modernos en materia de derecho internacional, derechos humanos y libre

mercado. Hombres de fé, ciencia y razón, como Diego de Covarrubias, Martin de

Azpilicueta, Luis de Molina y Juan de Mariana, entre muchos otros, construyeron y

defendieron conceptos como la subjetividad del valor, la importancia de la

propiedad privada y los peligros de la manipulación monetaria a manos del

gobierno.6

Tristemente, conforme pasaron los años, España y sus colonias le dieron la

espalda a las ideas de la era dorada de Salamanca y cayeron bajo la seducción y

el peso de un burocratismo asfixiante, que multiplicó el peso de los impuestos7,

centralizó cada vez más la toma de decisiones y eventualmente anuló la habilidad

política de sus ciudadanos,8 divididos por una parte entre quienes esperaban que


6
Leer, por ejemplo, de la pluma de Juan de Mariana, A Treatise on the Alteration of Money,
publicado en Estados Unidos por Christian’s Library Press. Es muy recomendable también
Liberalismo Y Estatismo En El Siglo De Oro Español: Un Estudio Comparado Del Pensamiento
Económico De Juan De Mariana Y Sancho De Moncada, escrito por Rogelio Fernández Delgado y
publicado en España por Unión Editorial.
7
Al grado de que en los últimos años del periodo colonial en la Nueva España eran (dependiendo
de la fuente consultada) entre 5 y 28 veces mayores a los que cobraba la corona británica sobre
los colonos estadounidenses en los años previos a la “fiesta del té” y la Declaración de
Independencia norteamericana.
8
Y exacerbó las tensiones sociales, al convertir en privilegio de los españoles “peninsulares” los
tan deseados puestos de la alta burocracia, para enojo de criollos y mestizos.
9

todas las decisiones las tomara su patrón, y por la otra en los susodichos

patrones, que a su vez aguardaban a que la decisiones se tomaran en Madrid.

¿Cuáles fueron los resultados de esta involución? Trágicos, tanto para España

como para sus colonias. La “madre patria” se arrastró durante todo el siglo XIX y

buena parte del XX entre guerras civiles y autoritarismos de todos colores. Apenas

tras la muerte de Francisco Franco pudo comenzar en la nación ibérica un proceso

de verdadera transición hacia la normalidad democrática. De este lado del océano

las consecuencias tampoco fueron halagadoras: Para cuando el Imperio Español

colapsó en las tierras de la Nueva España, en septiembre de 1821, la economía

estaba casi en ruinas y los nuevos mexicanos simplemente no tenían idea de

cómo vivir en una sociedad libre.

A diferencia de los Estados Unidos, cuya Declaración de Independencia fue

debatida y proclamada por el Congreso Continental, que incluía representantes de

las 13 colonias, en México la separación de España fue resultado de una

sangrienta mezcla de violencia de masas y acuerdos elitistas, sin que ninguno de

los principales líderes se dedicará a construir siquiera un bosquejo institucional

mínimamente serio de lo que habría de construirse tras la victoria, con la

excepción, por supuesto, de José María Morelos.

Como consecuencia de ello, las personas a quienes les tocó vivir esos primeros

años de vida independiente no sabían cómo ejercer de forma madura esa

“libertad” que tanto se gritaba en las calles, y aprendieron a cederla en las manos
10

de los caudillos,9 esperando que ellos les protegieran de la agresión de otros

grupos. Cuando, una y otra vez, esta ha resultado ser una vana esperanza, la

explicación generalizada, de revolución en revolución y de elección en elección,

fue que el problema estaba en la imperfección de los líderes o en la oposición de

los contrarios, pero que, con una mezcla de buenos caudillos y buenas leyes, la

nación se convertiría en una maravillosa utopía.

Por lo tanto, desde el atardecer de la época colonial, y durante los siguientes dos

siglos, México fue, para efectos prácticos, una nación de súbditos, no de

ciudadanos. Súbditos dependientes primero del rey, luego de los caudillos o de los

partidos políticos.

Esta mentalidad aún permanece presente en muchos individuos, que consideran

que es responsabilidad del gobierno encargarse de temas como los servicios

médicos, la educación, el empleo, el desarrollo nacional o la propiedad de la tierra,

y al ceder esas responsabilidades en manos de los burócratas, ceden también la

correspondiente libertad. Como resultado, la vida política y la práctica partidaria se

han corrompido, quizá más que en otros países.

Tenemos 9 partidos nacionales, algunos son teóricamente de izquierda y otros de

derecha, pero en la práctica todos son socialdemócratas y todos son oportunistas.


9
El previamente mencionado José Antonio López de Santa Anna fue quizá el más emblemático de
ellos, hábil estratega de intrigas, mediocre estratega militar e ídolo y villano en la tumultuosa
política del periodo 1822-1855.
11

Sólo para ilustrar este punto, baste el ejemplo de las alianzas electorales

celebradas hace algunos años en estados como Puebla entre el Partido Acción

Nacional” (PAN) y el “Partido del Trabajo” (PT). Dichos institutos políticos están

aparentemente en extremos opuestos del campo ideológico: el PAN es demócrata

Cristiano y el PT es abiertamente socialista, pero han llegado al absurdo de unir

fuerzas porque lo que verdaderamente persiguen es el poder para administrar el

dinero del presupuesto público y utilizarlo en la alimentación y desarrollo de

nuevas redes de influencia, a través tanto del establecimiento de nuevas

regulaciones, como de mecanismos más directos, incluyendo las cuotas conocidas

popularmente como “moches” entre los panistas y como el “diezmo”, en especial

dentro del sector de la construcción, donde se acostumbra traspasar al menos el

10% del costo total de las obras públicas al grupo político que “operó” para otorgar

el contrato de dicha obra a una empresa en específico.

Por ende, no es de sorprender que los ciudadanos mexicanos estén

profundamente decepcionados con el sistema político y con el proceso

democrático en general. Durante 70 años peleamos por el derecho a elegir a

nuestros líderes en comicios libres y creímos que la democracia, por sí misma,

sería la respuesta a nuestras plegarias y la solución a los problemas de corrupción

e ineptitud gubernamental. Estábamos muy equivocados.


12

El incómodo hecho es que la mera capacidad de elegir entre ladrones no

significaría que hubiéramos derrotado al crimen y el simple acto de votar cada 3 o

6 años no convierte a un súbdito en un ciudadano, especialmente cuando dicho

voto está “motivado” a través de una despensa, una tarjeta o un programa de

apoyo social. Para que esa transformación hacia la ciudadanía se vuelva realidad

necesitamos un cambio más allá de las elecciones y un compromiso permanente

de asumir la defensa de nuestra propia vida, libertad y propiedad. Es un trabajo de

largo plazo.

Esta es la situación actual. Entonces, ya que hemos acordado no hundirnos en la

pereza de la desesperanza ¿cómo cambiar?

Con optimismo realista y perseverante determinación, a través de un mensaje y

una propuesta construida a partir del principio de que la colaboración voluntaria

y la no agresión son el camino correcto para convivir en paz y convertir el

desarrollo individual en la herramienta primaria para resolver los grandes desafíos

que enfrentamos en común como país.

Para lograrlo, particularmente en las condiciones actuales de México, no es

indispensable la creación de un nuevo partido político, y menos aun cuando los

vicios -convertidos en costumbres- de la democracia mexicana han hecho del

clientelismo un requisito casi ineludible del triunfo. Incluso conscientes de esta

realidad, la construcción de una opción dentro del sistema de partidos no ha de


13

descartarse, pero en todo caso debería considerarse como un proyecto a largo

plazo y al que no se pueden apostar todos los esfuerzos.

Lo que sí es necesario es abrir nuevos espacios de diálogo y dar a conocer la

alternativa de la libertad a cada vez más personas. Hay miles de mexicanos que

son libertarios, pero que no lo saben porque nadie les ha dicho que existe esa

palabra, ya que en México prácticamente todo el debate político se realiza en

términos estatistas y la discusión se centra en hacia dónde impulsar al gobierno,

pero la mayoría de las veces ni siquiera se plantea la posibilidad de reducirlo.10

Entonces, el primer paso consiste en decirle a las personas que ya comparten de

manera empírica una filosofía política basada en la defensa de las libertades

individuales y de la colaboración voluntaria, que no están solos, que no están

locos, que hay toda una corriente de pensamiento y toda una serie de principios

construidos a partir de esa convicción que ellos descubrieron por su propia cuenta.

Una buena noticia, para efectos de este esfuerzo, es que en México hay una

profunda desconfianza en el gobierno. El problema es que, al mismo tiempo,

existe un profundo paradigma de que el gobierno es el responsable de resolver los

problemas, lo que se traduce en un círculo vicioso de decepción y de expansión

burocrática;11 la decepción de la gente al ver que los gobernantes no están


10
Según datos de la propia Cámara de Diputados, entre la LVII y la LXII Legislatura, el número de
iniciativas propuestas por los legisladores aumentó cerca de un 700%, incluyendo la creación de
decenas de nuevas leyes y cientos de adiciones a las ya existentes.
11
Fréderic Bastiat planteó el objetivo a consolidar respecto a este tema, dentro de su libro “La Ley”,
donde señala que “No tendríamos que agradecer al Estado por nuestro éxito en la prosperidad o
por nuestro fracaso en medio del infortunio, del mismo modo en que los campesinos no lo
responsabilizan por el arribo de una helada o una lluvia de granizo. Habríamos de reconocerlo solo
14

resolviendo los problemas que prometieron, y la expansión burocrática como

consecuencia de creer que la solución a los problemas del Estado consiste en una

mayor intervención.

¿Qué significa esto? Que en México existe un gran potencial para promover el

libertarismo, considerando que ya no tenemos la necesidad de convencer a las

personas de que el gobierno no funciona. Lo que necesitamos hacer es explicarles

que el problema con el funcionamiento de dicho gobierno no se deriva de la

corrupción de un político específico, o de la mala fe de un partido en particular,

sino de la naturaleza misma de la intervención estatal, de la tendencia corruptora

del poder y de la imposibilidad de la planeación central. Es decir, en México el

camino es muy largo, pero ya llevamos andada la mitad.

Por eso reitero que la primera gran tarea que debemos realizar los libertarios. Lo

que sí podemos, consiste en dar a conocer esta alternativa a las personas

cercanas y a la sociedad en general, especialmente a través de los medios de

comunicación y las redes sociales. Esto es particularmente importante,

considerando que muchos mexicanos son estatistas no por gusto ni por una

masoquista adicción al gobierno, sino porque nunca se han planteado seriamente

la posibilidad de que la expansión del “sector público” no sea la respuesta a los

problemas. Tanto en la familia como en la escuela se ha predicado durante tantos


por la invaluable bendición de la seguridad.” Desgraciadamente en México incluso hemos llegado
al punto de que los campesinos sí responsabilizan al gobierno por el mal clima y sus efectos, lo
que pone aún más en claro la imperiosa necesidad que tenemos los mexicanos de poner manos a
la obra en la construcción de una alternativa verdaderamente liberal, en el buen sentido de la
palabra.
15

años que la salvación tiene que venir de los burócratas, que las personas nunca

han considerado una alternativa diferente.

Entonces, nuestro trabajo es el darles a conocer esa alternativa, explicarles que

hay una luz al final del túnel de la burocracia, que no tenemos por qué estar

eternamente sometidos a los caprichos de las mafias políticas, que no tenemos

por qué dejar en sus manos las decisiones que en realidad nos corresponden a

nosotros. Que las mafias políticas no tienen derecho a decidir por nosotros y que

cuando el gobierno interviene, incluso con la mejor de las intenciones, los

resultados serán generalizadamente peores a comparación de los que surgirían de

la colaboración voluntaria entre los individuos.

Todo esto, que para nosotros pudiera parecer una verdad de Perogrullo12, para

muchas personas resulta una auténtica revelación, que en un primer momento los

incomoda, pero que con el paso del tiempo los va ayudando a dejar de lado el

paradigma estatista y los impulsa a dar, aunque sea un pequeño paso, hacia el

lado de la libertad.13

Irónicamente, la victoria de lo que se percibe como izquierda en las elecciones del

2018 nos abre en este sentido una ventana de oportunidad muy interesante, la de

aprovechar el contraste para explicar nuestra visión a una sociedad que estará

12
Perogrullo, es un personaje que probablemente existió en la España del siglo XIII y está
presente en la literatura al menos desde el siglo XVII, reconocido por expresar pleonasmos.
13
Es sorprendente cómo pueden avanzar hacia la defensa de la libertad aquellos a quienes el
Estado contraria con sus legislaciones, el problema consiste en lograr que estas personas
conviertan lo que originalmente es una reacción emocional y defensiva ante la agresión
burocrática, en una convicción proactiva.
16

hambrienta de alternativas. Millones de personas entenderán, racional o

instintivamente, que las acciones del nuevo gobierno son incorrectas, pero no

quedarán satisfechas con la simple critica partidista y necesariamente electorera

que surja desde las voces y las instituciones de una partidocracia14 opositora en la

que tampoco confían. Buscarán por lo tanto nuevos espacios y nuevos filtros a

través de los cuales entender, interpretar y debatir la realidad. Ahí la relativa

novedad y desconocimiento ciudadano respecto al libertarismo podría, con la

estrategia adecuada, pasar de ser una desventaja a una fortaleza nada

desdeñable.

En ese sentido ya hay algunos avances, que se han construido hasta ahora con la

base principal de generosos esfuerzos individuales, que en ocasiones suman el

apoyo también relevante de algunas fundaciones y centros académicos nacionales

o internacionales.

Estos esfuerzos embrionarios, pero ya en evidente proceso de maduración

incluyen por ejemplo diversas asociaciones, organizaciones e incluso algo tan

aparentemente sencillo como páginas en Facebook, cuyos trabajos de difusión

llegan a cientos de miles de usuarios a través del contenido compartido, sin


14
Más allá de sus méritos académicos empleo aquí este término porque se ha vuelto una
referencia generalizada en el debate político en los medios de comunicación y en las
conversaciones cotidianas. Afirmo además que para que cualquiera de nuestros esfuerzos tenga
éxito es necesario que esté construido pensando en las personas “normales” y en su forma de
hablar, más que en la rigidez y la estructura académica, que son necesarias en los ámbitos de la
enseñanza y de la investigación, pero que resultan constantemente ineficaces en la arena del
diálogo público, que es en la que eventualmente se resuelven las disputas respecto al consenso
dentro del cual operará la sociedad. Necesitamos por supuesto de los académicos, pero también
de divulgadores, y en las circunstancias actuales los segundos serán de fundamental importancia.
17

necesidad de hacer grandes inversiones en publicidad o de contar necesariamente

con acceso a los medios de comunicación tradicionales.

Son literalmente decenas de esfuerzos virtuales y en el mundo real, que se llevan

a cabo a través del talento de hombres y mujeres que actúan movidos por la

vocación y el gusto de compartir el mensaje de la libertad y que poco a poco están

abriendo espacios y están cambiando mentalidades.

Lo que sí podemos, a corto y mediano plazo es consolidar estos esfuerzos,

evitando en la medida de lo posible conflictos entre ellos, de forma que los

rechazos y revires personales no condenen a la irrelevancia o a la mera

atomización el potencial del movimiento de la libertad en México, que será

especialmente necesario durante los próximos años a la luz de la crisis de la

partidocracia y de las antiguas certezas políticas que desde 1940 en adelante

orientaron el debate público en nuestro país.

Y la pregunta es, entonces ¿cómo podemos? ¿Cómo trasladar estas ideas del

beatífico reino de las buenas intenciones a la complicada, difícil y a veces

exasperante república de los hechos concretos? Creando un ecosistema.

Al hablar de un ecosistema me refiero un espacio de interacción de

organizaciones, iniciativas y esfuerzos a nivel personal, maravillosamente diversos

en sus elementos peculiares y en libertad para trabajar desde el ámbito y con las

herramientas que mejor les parezcan y sin necesidad de recurrir al visto bueno de

una organización central para iniciar, modificar o concluir actividades e incluso


18

estrategia enteras, pero que estén conscientes mutuamente de su existencia y que

voluntariamente procuren el que sus procesos vitales se relacionan entre sí y se

desarrollan en función de los factores físicos de un mismo ambiente.15

De esta forma no sería necesario recurrir a una negociación permanente, con las

fricciones y ambiciones propias de trabajar a través de una estructura, para

cosechar los beneficios de la colaboración y de una especialización en la que cada

participante aporta lo que mejor sabe o puede hacer y cada iniciativa, por grande o

pequeña que sea, abona a la diversidad y solidez del esfuerzo voluntariamente

compartido.

Al pretender únicamente un acuerdo básico, la riqueza de perspectivas del

espacio liberal/libertario/minarquista/objetivista, etcétera, se convierte en una

enorme fortaleza, porque permite ampliar una red de ideas, de diagnósticos y de

propuestas que conecte con distintas sensibilidades ideológicas dentro de la

sociedad mexicana.

Idealmente dicho ecosistema debería incluir una plataforma mínimamente

consensada y un mensaje para transmitir a la sociedad, desde todas las trincheras

en que se encuentren aquellos hombres y mujeres que defendemos la primacía de

la libertad entre los valores de la convivencia, incluyendo los partidos políticos

tradicionales.


15
Definición de “Ecosistema”, de acuerdo a la Real Academia Española.
19

No podemos (siendo realistas) alterar radicalmente el rumbo del funcionamiento

estatal, pero sí podemos influir en el tono del debate político, y hacerlo para bien.

Estoy convencido de que esta agenda de libertad, aunque se adaptará

naturalmente a la vocación y circunstancias de cada persona y organización que

asume la vocación de defenderla, debería estar orientada alrededor de los

siguientes cinco conceptos:

• Descentralización;

• Transparencia;

• Organismos intermedios;

• Efectos contraproducentes de las prohibiciones, leáse “lucha contra las

drogas”, y;

• Defensa del libre mercado.

1. La descentralización. Por supuesto, la meta es reducir a su mínima

expresión la intervención estatal, y para muchos el objetivo filosófico final

puede ser incluso la desaparición del Estado como tal. Sin embargo, el

primer paso es más modesto en sus alcances.

México es teóricamente una república federal, pero en la práctica el gobierno

actúa bajo una visión centralista que se ha incrementado peligrosamente en los

últimos años, reflejada, por ejemplo, en la propuesta de concentrar todo el poder

coercitivo directo de la República, es decir, los cuerpos de policía, en las manos


20

del gobierno central. Algo similar ocurre en materia de impuestos, la gran mayoría

de estos son recaudados directamente por la federación, justificada a través del

llamado pacto de Coordinación Fiscal, que para efectos prácticos convierte a los

municipios y a los estados en meros siervos de la autoridad central, la cual puede

usar la entrega de “participaciones” como herramienta de negociación, premiando

o castigando a las administraciones locales16.

Para hablar en concreto, en México el gobierno federal absorbiendo el 80% del


gasto total, mientras que del otro lado de la moneda, apenas un 16% de ese gasto
le corresponde a los estados y un 4% a los siempre menospreciados municipios,17
todo ello mientras la clase política de todos los sabores declama a coro las
virtudes del federalismo, al tiempo en que anhelan y consolidan el centralismo
cada que llegan a hacerse con el poder.

Necesitamos revertir el reloj del centralismo y garantizar que la mayor

cantidad de decisiones se tomen en espacios institucionales que sean lo

más cercanos posible a los individuos, aunque este cambio debe ir aparejado

con una conciencia de la responsabilidad sobre los propios actos y con el respaldo

ciudadano para que las personas puedan desembarazarse de cacicazgos locales

como los de la CNTE en Oaxaca y Guerrero, o atenerse a las consecuencias, sin

que la intervención federal mantenga a esas regiones del país en una especie de


16
Fenómeno que denunció amargamente entre 2017 y 2018 el Gobernador de Chihuahua, Javier
Corral, denunciando el uso faccioso de los recursos por parte del gobierno federal, que negó los
méritos de dicha acusación.
17
Navarro Arredondo, Alejandro y Meixueiro Nájero, Gustavo (coordinadores), Federalismo y
Planeación Regional en México, Ciudad de México, Centro de Estudios Sociales y de Opinión
Pública, 2007, p. 155.
21

estado de animación suspendida, donde ni se toca fondo, ni se resuelven los

problemas.

2. El segundo gran tema es la transparencia. Sabemos que los impuestos

son un robo, pero añaden la burla al insulto cuando los individuos no

pueden saber ni siquiera en que se está gastando el dinero que se les

arrebató por la fuerza.

En México tenemos leyes y organismos de transparencia, pero en la práctica los

gobiernos ocultan discrecionalmente la información de los proyectos en los

que invierten miles de millones, y de las deudas que condenan el futuro de

entidades enteras, sin que nadie sepa siquiera en que se usó realmente ese

dinero. A la opacidad se une la impunidad, con decenas de ejemplos que salpican

la geografía nacional.18


La opacidad sigue siendo en buena medida uso y costumbre de la política

mexicana, incluso en pleno 2018 y prueba de ello es que de las decenas de

miles de candidatos que compitieron el pasado 1ro de julio por alguno de los

18,311 cargos en disputa, apenas 514 aspirantes presentaron públicamente

su 3 de 3. Es decir, su declaración fiscal, patrimonial y de intereses, y si a ellos

quizá podría perdonárseles el descuido a la luz del natural frenesí de las


18
Un ejemplo, en el estado de Coahuila, la anterior administración estatal malversó presuntamente
30 mil millones de pesos. No sólo el Gobernador, responsable del épico desbarajuste, no fue dar a
la cárcel, sino que el gobierno mexicano respaldó su supuesta inocencia y el exfuncionario tuvo la
ocurrencia de impulsar a su hermano como sucesor en el Gobierno de Coahuila. Estas historias se
repiten en mayor o menor medida en todo el país.
22

campañas, los servidores públicos de elección actualmente en funciones no pintan

mejor: apenas 18 de 128 senadores, 42 de 2,457 alcaldes, 92 de 500 diputados

federales, 1 de 32 secretarios de estado y 118 de 1,125 diputados locales han

hecho lo propio, todo ello de acuerdo a los datos oficiales de la plataforma

3de3.mx.19


Y la opacidad engendra corrupción. A pesar de los miles de millones de pesos

invertidos en multitud de reformas a los organismos de contraloría y de

fiscalización de la administración pública federal y de los estados, el hecho es que

los problemas permanecen y los individuos lo saben, por lo que México empeoró

en el Índice de Percepción de la Corrupción publicado en febrero de este

año, ocupando el lugar 135 de 180, al nivel de Laos, Honduras y Kirguistán.20

Por ello necesitamos llevar tanta luz como sea posible a la oscuridad de las

burocracias, presionando a los legisladores y a los gobernadores para que no

oculten la información respecto al uso de los recursos y para que las personas

puedan tener una mayor conciencia acerca del monumental desperdicio de su

dinero y de su tiempo, que realiza el gobierno a través del gasto público.

3. El tercer gran tema debe ser el fortalecimiento de los llamados

organismos intermedios, es decir, aquellos espacios de colaboración

voluntaria dentro de la sociedad, que representan los intereses de los


19
Pueden consultarse en: https://www.3de3.mx/
20
Transparency International, Corruption Perceptions Index 2017. Disponible en:
https://issuu.com/transparenciamexicana/docs/cpi_2017_global_report/2
23

ciudadanos ante las autoridades y ante la opinión pública. Durante muchos

años, en México se consolidó un paradigma de la no participación. Se nos

hizo muy fácil quejarnos, pero muy pocas veces y muy pocas personas

participan activamente en estos espacios, desde donde al menos se puede

ejercer algo de presión para prevenir mayores desaguisados.

¿Por qué? Porque la gente consideraba y sigue creyendo hasta la fecha que la

solución de los problemas debía venir del burócrata y no de la propia

ciudadanía. Este concepto está empezando a cambiar, en los últimos años

hemos visto un incremento importante en la participación de los ciudadanos en

organismos intermedios, enfocados hacia temas como la educación, el empleo

o la seguridad pública.

Como libertarios tenemos que respaldar y participar activamente promover

activamente este cambio de mentalidad. Porque es el primer paso para abrirle

los ojos a las personas y hacer que se den cuenta de que su futuro y el

bienestar de su familia no dependen de la graciosa inteligencia del gobernante,

sino de la creativa y permanente acción de cada uno de nosotros.

4. Por supuesto, también tenemos que hablar acerca del tema de las drogas, y

de los efectos negativos de las prohibiciones gubernamentales en

general. México se ha desangrado desde hace casi 18 años en una guerra

contra el narcotráfico que ha resultado no sólo inmoral, sino inútil. Se han

desperdiciado miles de millones de dólares, han muerto más de cientos de


24

miles de personas, y sin embargo el problema sigue e incluso ha

empeorado.

De acuerdo con el diario El País, el gasto público ejercido en las funciones de

Justicia, Seguridad Nacional, Asuntos de Orden Público y Seguridad Interior (entre

2007 y 2016) se disparó y supone 1.8 billones de pesos.21 A pesar de esa

gigantesca inversión, la violencia en el país, que había iniciado una clara

tendencia a la baja en 1995 y se había reducido casi a la mitad22 para el 2007, se

ha elevado drásticamente en los últimos diez años,23 mientras el número de

muertos se acerca a los doscientos mil y el número de adictos sigue creciendo.

Los cárteles de la droga han aprovechado la tradicional corrupción de los

gobiernos mexicanos para construir auténticos feudos criminales, en donde su ley

es la que se aplica ante la callada complicidad de las autoridades, que sólo actúan

cuando su fracaso resulta demasiado evidente como para ocultar.

La guerra contra las drogas no funciona y eso en México lo sabemos mejor

que nadie. Además, constituye una muestra inequívoca del fracaso de la

intervención gubernamental en la economía y en el ámbito del consumo. Sin

embargo, para millones de mexicanos esta guerra es necesaria, porque es una


21
“Año 11 de la guerra contra el narco”, El País. Disponible en:
https://elpais.com/especiales/2016/guerra-narcotrafico-mexico/
22
Pasando de 16 homicidios por cada cien mil habitantes en 1995 a 9 por cada cien mil habitantes
en 2007.
23
Instituto Belisario Domínguez, Prohibición de drogas y combate frontal al narcotráfico, Senado de
la República, 2016.
25

lucha contra el daño que hace las drogas y contra las terribles personas que las

distribuyen. Nuestro desafío consiste en exponerle a la gente por qué el enfoque

de la coerción gubernamental es contraproducente.

Debemos explicarles que no se trata sólo de una falta de capacitación o recursos

para las policías, sino que es el concepto mismo de la prohibición el que nunca va

a funcionar; Que el camino correcto para combatir el innegable flagelo de la

drogadicción es por medio del diálogo y del respeto a la libertad individual, incluso

cuando nos parezca que las decisiones que está tomando ese individuo son

incorrectas. Por eso, como decía al inicio, la libertad es difícil. Porque implica

aceptar que alguien cometa lo que consideramos como una gran

equivocación.

Por supuesto, es importante reconocer que el gobierno federal ha comenzado a

cambiar el tono de su discurso, virando hacia una posición más sensata, al menos

en lo que corresponde a la marihuana, pero el hecho es que pareciera más una

desesperada estrategia de comunicación social, que un compromiso de fondo con

la libertad. El tiempo dirá si había raíces debajo de los discursos presidenciales.

5. Por supuesto, también debemos hablar de los mercados libres.

Desgraciadamente, en México el propio concepto de libre mercado tiene

una implicación macabra en las mentes de millones de personas, que

durante años oyeron hablar acerca de la mano invisible como si fuera un

tétrico fantasma, por medio del cual los grandes poderes económicos
26

abusaban de los pobres e indefensos proletarios, que a su vez necesitaban

de la protección del Estado, convertido en caballero de brillante armadura,

para derrotar al terrible dragón del capitalismo.

Los mitos respecto al libre mercado permanecen en nuestra sociedad, incluso

después de haber visto cómo se transformó nuestro país a partir de la firma del

Tratado de Libre Comercio para América del Norte que, aunque dista mucho de

ser un acuerdo de verdadera libertad económica, representó en el caso de México

un enorme paso hacia adelante en el camino a la liberalización económica -y de la

sensatez administrativa.

Necesitamos dejar en claro que el libre mercado no significa otra cosa, sino la

suma de la interacción voluntaria de todos los individuos; que no hay una mano

invisible, sino millones de manos muy visibles, las de todos nosotros

trabajando y consumiendo día con día. Nuevamente esto parece una verdad

básica para quienes nos adherimos a la filosofía de la libertad, pero para millones

de mexicanos éste es un concepto revolucionario, que les cuesta mucho trabajo

aceptar.

Nos dicen es que el mercado no es perfecto. Habremos de responder que tienen

razón: por supuesto que no es perfecto, nada humano es perfecto; pero es la

mejor herramienta que tenemos para convivir en justicia y para crecer en

libertad.
27

El mercado se equivocará, por supuesto, porque los seres humanos nos

equivocamos; pero, eso sí, siempre serán mucho mayores las

equivocaciones de una economía planeada centralmente, porque esos

planificadores también son humanos. Los gobernantes no son dioses, los caudillos

no son superhombres y, cuando centralizamos la toma de decisiones en sus

manos, no sólo generamos incentivos para la corrupción, sino que dejamos al

arbitrio de una sola mente las decisiones que deberían corresponderle a más de

cien millones de personas, y eso es profundamente incorrecto.

En pocas palabras, Es cierto. el libre mercado sólo es tan bueno como las

personas que lo integran, pero la planeación del socialismo (bajo todas sus

caretas, desde la socialdemocracia hasta el burdo comunismo) siempre será tan

mala como las personas que lo gobiernan.

Estoy seguro, de que, con sus diversas particularidades, en casi todos los países

del mundo compartimos una lucha similar: la del individuo frente al Estado, la de la

maravillosa incertidumbre de la libertad contra la paralizante certeza de la

servidumbre.

Es fundamental el que recordemos que en esta lucha no estamos solos, que hay

millones de personas en todo el mundo que comparten nuestra convicción y que

están haciendo su propio esfuerzo para promover la libertad. Podemos aprender

de ellos y podemos construir entre nosotros los lazos que nos ayuden tener una

voz cada vez más fuerte a nivel internacional.


28

Estoy convencido de que el respeto irrestricto a la libre acción de la persona es el

camino correcto. No hay causa política más importante que la libertad, entendida

en conjunto con sus inseparables compañeras, la responsabilidad y la

consecuencia, pues de ella se desprenden en toda su riqueza los matices de la

acción humana.

Millones de libertarios, liberales clásicos, anarcocapitalistas y objetivistas tenemos

esta vocación. Ojalá tengamos también la perseverancia, el optimismo y la

valentía para asumir y promover el camino de la libertad, que no es el más

fácil, pero sí el más adecuado.

Ojalá, porque vale la pena, porque es lo correcto, porque es el compromiso que

hemos aceptado y que nos define como ciudadanos y no como súbditos. Porque

queremos la paz y el desarrollo. Porque queremos personas libres y mercados

libres. Porque hoy se abre la oportunidad de hacer al menos una pequeña

diferencia para bien, trabajando en lo que sí podemos.

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