Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Capítulo 21
INSTRUMENTOS Y CRITERIOS DE EVALUACIÓN EN LA
ENSEÑANZA FILOSÓFICA
Martha Frassineti1
¿Por qué evaluar? ¿Qué evaluar? ¿Cómo evaluar? ¿Cuándo evaluar? ¿Cuánto evaluar?
¿Con qué derecho evaluar? Estos son algunos de los interrogantes que se han planteado y
siguen planteándose hoy quienes se proponen reflexionar sobre su práctica docente. La
evaluación, desde su doble función - 1) rectificación de estrategias de enseñanza y de
aprendizaje y 2) acreditación de determinados saberes – está indisolublemente ligada a los
procesos de enseñanza y aprendizaje y por lo tanto sigue ocupando un lugar central en la
didáctica de cualquier disciplina, por ejemplo, en la didáctica de la Filosofía, que es la única a
la que se hace mención en el presente capítulo.
Pero el tema de la evaluación resulta demasiado amplio. Por eso, se propondrá ahora
una introducción general al tema y se hará hincapié especialmente en dos puntos que tienen
que ver con el cómo evaluar y que están relacionados entre sí: los instrumentos de
evaluación a los que se recurre en la enseñanza de la filosofía en el nivel secundario y los
criterios que se utilizan al aplicar distintas escalas de calificación.
1
En: Martha Frassineti y Elena Teresa José, Preguntas clave para la enseñanza filosófica, Buenos Aires, A-Z
editora, 2011 (pp. 259-273)
2
con los aprendizajes, la evaluación de procesos es más compleja y difícil de realizar que la
evaluación de productos.
2
Ver el capítulo “Diagnóstico y planificación de clases”
4
ejemplo, para comprender un texto filosófico es imprescindible poder diferenciar las ideas
principales de las secundarias, los desarrollos teóricos de los ejemplos, los argumentos de los
contraargumentos; es necesario poder utilizar adecuadamente un amplio vocabulario y
ubicarse dentro de distintos contextos históricos. Una evaluación diagnóstica al comienzo del
curso de filosofía puede revelar al (o a la) profesor(a) la existencia o inexistencia de dichas
habilidades (algunas o todas) en sus alumnos y permitirle preparar una planificación más
realista; de modo similar deberá verificar más adelante si la ejercitación realizada permitió
modificar esa situación y de qué modo se la modificó. Así, la evaluación cumplirá su función
más importante, que es la de señalar los ajustes necesarios en los procesos de enseñanza y
aprendizaje.
que oían no les aportaba novedad alguna ya que todos habían estudiado exactamente lo
mismo. Obviamente, como instrumento de evaluación la lección oral adolece de graves
defectos:
el alumno, en general, expone el producto de un aprendizaje poco comprensivo,
memorístico, fragmentario e individualista;
el/la profesor/a difícilmente podrá ser medianamente objetivo/a: la versión escuchada
a menudo se pierde en parte por distracción o por olvido y es una tarea casi ímproba
cotejarla en forma adecuada con otras anteriores o posteriores, muchas de ellas
realizadas en clases diferentes. Pero además, mientras una sucesión de alumnos son
evaluados, los restantes pierden el tiempo en una actividad que no es en lo más
mínimo significativa para ellos.
A veces se intenta defender la lección oral aduciendo que, de este modo, los alumnos
se acostumbran a exponer en voz alta y aprenden a hacerlo con mayor fluidez y
corrección. Al respecto cabe señalar que hay dinámicas grupales, como algunas de las
mencionadas en el apartado 2.1.1., que satisfacen esa función y a la vez cumplen otras,
permitiendo, como el caso de la mesa redonda o el panel de expertos o el Jurado 13,
por ejemplo, un aprendizaje grupal comprensivo y de temas más amplios.
Estructuradas u objetivas
Con ellas se pretende conocer qué información tienen los alumnos respecto de
determinados temas y también medir un primer nivel de comprensión de los mismos.
Presentan la ventaja de su fácil y rápida corrección, que podrá ser hecha por la misma
persona que elaboró la prueba o por otra que disponga de una lista de las respuestas
aceptables. Pero su alcance es limitado: no permiten establecer cómo es la comprensión de los
7
temas en un nivel profundo por parte de cada alumno ni qué organización puede proponer de
contenidos diferentes: ni siquiera, cuán correcta o incorrectamente puede expresar sus ideas.
Cabe objetarles además que, a menudo, interviene el azar en algunas de las respuestas
acertadas.
¿Cuáles son los principales ejercicios que pueden aparecer en una prueba objetiva de
Filosofía y para qué se los puede usar?
a) De verdadero o falso. Al construirlos se debe cuidar que las afirmaciones estén
formuladas de manera clara y unívoca, pero no necesariamente que consten sólo de
proposiciones simples. El uso de nexos lógicos puede dar la pauta, en los alumnos, de un
manejo intuitivo de aquellos, si es que aún no se han desarrollado temas de Lógica, o
servir para comprobar cómo los manejan si ya los han estudiado. Conviene incluir alguna
justificación de las afirmaciones dadas – ya sea de todas, de algunas a elección o de las
falsas- lo cual permitirá descartar aciertos azarosos. A veces, es deseable trabajar las
palabras- clave de las consignas (“siempre”, “todos”, “algunos”, “jamás”) con
anticipación a la prueba misma.
b) De selección múltiple. Se debe cuidar que los distractores sean verosímiles y que guarden
alguna relación, en cuanto a su extensión y/o dificultad, con la respuesta acertada. Se debe
aclarar también si se pide la respuesta verdadera (ya que hay una sola) o bien la mejor
respuesta (en el caso de que haya varias pero alguna sea preferible a las otras por ser más
completa o más profunda). También aquí conviene pedir alguna justificación de la
respuesta; se puede solicitar, por ejemplo, que los alumnos expliquen por qué descartaron
cada una de las respuestas eliminadas.
c) De apareamiento. En este tipo de ejercicio se debe señalar claramente en la consigna si la
correspondencia entre las columnas es biunívoca o si sobran ítems en alguna de ellas.
También es posible pedir la justificación de algunas de las relaciones establecidas (no
necesariamente todas), ya sea a elección del profesor o del alumno mismo.
d) De completamiento. Se trata de completar un concepto que falta en una proposición,
concepto que puede corresponder a una sola palabra o a varias.
¿En qué casos son útiles las pruebas objetivas para la asignatura Filosofía? Pueden
serlo para evaluar nociones introductorias como, por ejemplo, el contexto histórico de las
teorías o datos acerca de la vida y la obra de los autores estudiados. También cabe utilizarlas
en el caso de la Lógica, si se la incluye como una asignatura filosófica.
Semi-estructuradas
8
Son quizá las más habituales en nuestro medio. Con ellas se puede llegar a evaluar un
nivel de comprensión más profundo, se pueden obtener datos acerca del modo de redactar de
los alumnos y se puede advertir alguna forma de organización de contenidos diferentes. Son
más fáciles de elaborar que las pruebas objetivas, pero su corrección lleva más tiempo y es
algo más subjetiva..
Algunos ejercicios comunes en este tipo de prueba son:
a) Responder a preguntas breves
b) Completar afirmaciones
c) Completar cuadros vacíos o semivacíos y esquemas
d) Proponer ejemplos propios
e) Analizar ejemplos dados
f) Ubicar en su contexto un fragmento de un texto dado.
Conviene que las preguntas formuladas o las afirmaciones que se debe completar no
lleven a repetir sino a reelaborar los textos. Asimismo, los ejemplos no deberían ser los
brindados en un texto ni los dados en clase, salvo en el caso excepcional en que el alumno
mismo hubiera dado ese ejemplo.
En Filosofía se podrá pedir la formulación de argumentos y contraargumentos en
relación con uno o más textos, explicitar los supuestos del (o de los) mismo(s), trabajar con
posibilidades (por ejemplo: ¿Qué diría un filósofo de tal corriente en este caso…?), elaborar
diálogos significativos y verosímiles entre filósofos de corrientes diferentes o aun opuestas.
De ensayo o no estructuradas
Este tipo de pruebas pueden resolverse con libro abierto o sin él (y el libro, sustituirse
por textos impresos). Ambas modalidades implican ciertas diferencias. Cuando se pide a un
alumno que haga una prueba con libro abierto, lo que se está enfatizando en la evaluación es
su capacidad de seleccionar y relacionar contenidos; en la prueba sin libro abierto se le exige,
además, el manejo de la información que recuerda. Por eso, la corrección en ambas también
deberá ser diferente.
La prueba de ensayo permite sobre todo advertir en cada alumno cómo organiza la
información, jerarquizando contenidos a partir de un tema planteado, cómo apoya lo que
sostiene, la calidad de sus argumentos, el nivel de corrección de su redacción y ortografía. Su
preparación demanda poco tiempo al docente pero su corrección es mucho más lenta y
subjetiva que en los tipos anteriores. Para disminuir esa subjetividad conviene elaborar
9
previamente una lista de cotejo con los aspectos que se consideran más significativos, y
hacerla conocer al grupo de clase.
No siempre los alumnos saben resolver adecuadamente este tipo de pruebas. Por ello
conviene darles algunas indicaciones previas, haciendo hincapié en los siguientes puntos:
a) Todo ensayo filosófico debe constar de introducción, desarrollo y conclusión.
b) Lo primero que se debería empezar a pensar no es la introducción sino el desarrollo, pues
el punto de partida es una idea - eje que luego se elaborará, para la cual se buscarán
argumentos, citas textuales (si la prueba es de libro abierto), etc.
c) La introducción y la conclusión tienen que estar estrechamente relacionadas entre sí. En la
introducción se anuncia – y a veces se sintetiza- el desarrollo y en la conclusión se vuelve
al punto inicial, mostrando cómo se lo ha enriquecido a partir de las reflexiones realizadas
o sugiriendo extensiones ulteriores de la idea inicial.
d) Conviene pedir que el ensayo sea precedido de un esquema conceptual del desarrollo,
esquema que será indispensable al alumno para construir una organización adecuada de
los contenidos.
Para terminar con la clasificación anterior, cabe recordar que los ejercicios de las
pruebas objetivas pueden combinarse con algunos de pruebas semi - estructuradas, de modo
tal de permitir conservar algunas de las ventajas de los dos tipo de de prueba. También se
puede señalar que es necesario alternarlas si se quiere conocer adecuadamente el perfil de
aprendizaje de los alumnos.
Además de las pruebas escritas, el profesor puede solicitar a los alumnos para
evaluarlos, la preparación de ensayos3 – que en todo caso se realizarán sólo parcialmente en
clase, informes, monografías o guías de estudio o bien, la presentación de la carpeta de la
materia.
Finalmente el (o la) profesor(a) también puede requerir a los alumnos una
autoevaluación, ya sea del proceso mismo de aprendizaje o de su resultado. Estas últimas
formas de evaluación, aunque menos frecuentes, aportan perspectivas diferentes y a menudo
complementarias respecto de la evaluación de productos, proporcionando nuevos elementos
de juicio tanto para la modificación de los procesos de enseñanza y aprendizaje como para la
acreditación y/o promoción de los alumnos.
3
Para una exposición más extensa sobre el tema de los ensayos consultar el capítulo: “La enseñanza filosófica en
el Bachillerato Internacional”
10
Pero el uso de cualquiera de estas escalas supone, como se dijo antes, la aplicación de
ciertos criterios de evaluación, algunos de los cuales se traducirán en números, otros (o los
mismos) se explicitarán en descripciones o bien aparecerán a lo largo de una línea de
evaluación.
caso podría priorizar otros criterios, como d), j) y k), por lo menos en las evaluaciones que
tienen que ver con la acreditación.
De este modo se puede advertir que no es fácil establecer una jerarquización a priori de
los criterios ya que ésta dependerá de muchos factores, entre ellos, las circunstancias
particulares en las que se produzcan los procesos de enseñanza y de aprendizaje. Por otra
parte, si no se quiere multiplicar excesivamente los criterios, algunos de ellos resultarán
complejos y así podrían encontrarse casos en los que sólo se pudieran aplicar en forma
parcial; por ejemplo, dado el criterio i), se podría encontrar un trabajo que fuera profundo
pero no original y viceversa.
4
Cfr. el capítulo citado antes
13
Para mostrar lo difícil que es elegir indicadores adecuados para cada criterio que se
propone, cabría cuestionar los descriptores que han sido subrayados (no lo estaban en la
versión original). ¿Es parte de la organización de las ideas de un ensayo que la información
fáctica contenga errores o, por el contrario, que ésta sea correcta, cuando se supone que el
criterio apunta a la estructura y no estrictamente a los datos que contiene? ¿Qué tiene que ver
la organización de las ideas con que se haya respetado –o no – el límite de palabras
establecido, que es un criterio puramente formal?
Una objeción más general respecto de la aplicación de los criterios de evaluación tiene
que ver con el rol del evaluador externo. Los ensayos son corregidos por el (o la) profesor(a)
del curso quien debe enviar determinados ensayos que corresponden a distintas categorías
descriptivas: excelente, bueno, satisfactorio, mediocre, elemental. El (o la) evaluador(a)
determina si la calificación es justa, demasiado generosa o demasiado exigente. En el primer
caso no la modifica, en el segundo, la baja en forma proporcional en todos los ensayos y en el
tercero la sube de la misma manera. Pero puede ocurrir que encuentre que el (o la) profesor(a)
del curso ha sido demasiado generoso con los mejores ensayos y demasiado exigente con los
más pobres – o viceversa – en cuyo caso podrá hacer una modificación ad hoc de los restantes
puntajes. La pregunta que se plantea es: ¿resulta aceptable esa modificación sin que quien la
realiza haya leído la totalidad de los ensayos? Si bien se sabe que la objetividad de la
evaluación es siempre cuestionable, aquí parece introducirse una cuota extra de arbitrariedad.
Se tratará de sintetizar ahora los inconvenientes que fueron surgiendo a lo largo del
capítulo respecto de la formulación y aplicación de criterios de evaluación en la enseñanza
filosófica:
Imposibilidad de jerarquizar criterios a priori
Dificultades para coincidir con otros en los criterios menos objetivos, en el caso de haber
más de un evaluador.
14
Conclusión
¿Qué sugerencias constructivas se podrían formular respecto de los dos temas
desarrollados: instrumentos y criterios de evaluación?
Parece fundamental:
a) que el (o la) profesor(a) de escuela secundaria reflexione y adopte una posición (por
supuesto pasible de ser revisada) respecto de qué es para él (o ella) enseñar
Filosofía antes de hacer una planificación anual;
b) que exista correspondencia en sus planificaciones entre los contenidos y la
metodología a desarrollar y entre éstos y los instrumentos de evaluación a utilizar;
c) que se expliciten los criterios de evaluación antes de elaborarse el instrumento
correspondiente;
d) que se mantenga la mayor coherencia posible en la aplicación de esos criterios a
distintos trabajos y/o pruebas.
Es importante:
e) tratar de que tanto los instrumentos como los criterios sean variados, de modo de
contemplar aspectos diferentes en el rendimiento de los alumnos;
f) comunicar a éstos el tipo de instrumento de evaluación y los criterios que se
adoptarán antes de que sean evaluados;
g) analizar con los alumnos las correcciones realizadas a sus trabajos en relación con
los criterios formulados
h) revisar los criterios periódicamente.
Para concluir se podría insistir en la complejidad de todo proceso de enseñanza y de
aprendizaje. NERICI, parafraseando el pensamiento poético de Rilke: “Para un solo éxito es
menester una constelación de acontecimientos”, afirmaba: “Para una educación cualitativa
hay una constelación de problemas –entre ellos, la evaluación- que es menester atacar
simultáneamente” (NERICI, 1982: 141)
15
BIBLIOGRAFÍA