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Diaz Barriga. Error y acierto: Una relación compleja en el campo de la enseñanza.

Papel del error en el campo de la didáctica. Históricamente se consideraba que una vez que
se ha identificado una dificultad, una carencia o un desacierto, es posible convertir esa
circunstancia en una posibilidad para el aprendizaje, siempre y cuando medie esa
condición: su reconocimiento. Esto da paso a la reflexión, a la busqued o comprensión de
una información.
Actualmente los alumnos están modelados por la electrónica, el movimiento y las imágenes.
Es lo que se llama “sociedad de la información”. Junto con un proceso económico que ha
determinado nuevas formas de interdependencia global, está sentando las bases para
promover una serie de reformas en la educación que se caracteriza por múltiples signos:
flexibilización, competencias, empleo de nuevas tecnologías. Lleva a impulsar proyectos
educativos que están centrados en la innovación, apresurada, que en ocasiones no alcanza
a situarse con plenitud en el salón de clases. Se privilegian la eficiencia y la eficacia en el
trabajo escolar.
Una pedagogía del error es una pedagogía de la reflexión. Implica adoptar en el acto
educativo una perspectiva en que asume la tarea docente como una actividad pausada,
como un trabajo de largo aliento, es decir, un trabajo detallado, minucioso, en el cual el
profesor puede analizar los pormenores del proceso de aprendizaje de cada estudiante,
para determinar dónde se hallan los obstáculos, y a partir de esto, construir estrategias
puntuales.
Bachelard (mediados del SXX) señalaba que el prejuicio puede constituirse en un obstáculo
epistemológico para el aprendizaje.
No se trata de reivindicar el error, sino de aceptar su existenci como una realidad humana y
educativa a partir de la cual se puede trabajar en el ámbito escolar. Requiere que se lo
analice como un tema complejo, esto es, desde diversas disciplinas.

Múltiples dimensiones que se presentan para su análisis:


● Cultura social, cultura pragmática y formas culturales locales frente al error:
En la cultura oriental, el error es equiparable a un acto de “des-honor”, muchas
veces demanda el castigo más severo que pueda haber: la muerte. Muchos jóvenes
se suicidan a causa de las presiones escolares. La extrema competencia a la que
son expuestos, para obtener buenas calificaciones (ya que esto determina en qué
tipo de instituto podrán continuar sus estudios).
En principio fue el pragmatismo estadounidense que considera que el error debe
desaparecer, y actualmente la fase tecnocráticoeficientista de la mundialización. La
tarea fundamental del acto educativo está signada por la competencia, la eficiencia y
la eficacia (tiempo mínimo para alcanzar las metas). Esta lógica no da cabida al
error. La idea que subyace es la de progreso social, impulsa y reconoce el éxito.
Muestra como modelo social a aquellos sujetos que se iniciaron en condiciones
adversas y lograron sobresalir, muestra que es factible sobresalir sin equivocarse.
Ambas son sociedades de la excelencia, se debe ocultar el error, y se exige cada
vez más a si mismo.
● El error en el marco de las tareas didácticas. El tránsito de un papel pedagógico a la
conformación de mecanismos de negación y ocultamiento.
Dos problemas en la dimensión didáctica del error: El primero es el papel que puede
tener el error en los procesos de aprendizaje en el contexto mundial actual (políticas
de reformas educativas basadas en la eficiencia y en la obtención de resultados). El
segundo problema es producto de la pérdida del sentido educativo del error, en un
momento en que los sistemas de educación desoyen y abandonan las reflexiones
que emanan de la pedagogía comparada, para dar paso a la instauración de las
comparaciones, “rankeos”, a partir de la mundialización de las pruebas en gran
escala.
Debido a la globalización, se han producido reformas educativas que se pueden
considerar epocal, esto es que no responden, en muchos casos, a los problemas
locales que enfrenta un país. Llevan el sello de la eficiencia. Los organismos
internacionales (Banco Mundial, UNESCO) se lanzaron a echar los cimientos de una
propuesta de política educativa, fundamentalmente para los países del tercer
mundo.
Las pruebas a gran escala, en muchos casos, suponen que tanto los alumnos como
los programas (contenidos), las aulas, los materiales educativos y los docentes, son
el insumo para la educación, un insumo que en el caso de los alumnos es maleable,
y que si se ha moldeado de la manera adecuada deberá dar productos (aprendizaje)
acordes al nivel exigido. Sin que importe que la realidad social, económica y cultural
latinoamericana sea profundamente desigual, la falta de logros educativos es
atribuido fundamentalmente al docente.
Hoy, son los redactores de estos exámenes los que indirectamente determinan qué
se debe enseñar en el salón de clases, los que emiten juicios señalando si los
contenidos curriculares “están alineados” con los reactivos de las pruebas.
En estos términos, se pierde la posibilidad didáctica de trabajar con el error. Los
docentes se sienten presionados para conseguir que sus estudiantes resuelvan de
manera acertada los exámenes. En los exámenes del aula se formulan preguntas en
procesos similares a los desarrollados en la prueba a gran escala, para que los
alumnos estén familiarizados con ellas.
La función de la educación es entrenar a los alumnos para que resuelvan con éxito
las pruebas en gran escala. Entrenamiento es la clave en esta fase mundial de la
educación, y no hay lugar para el error. La competencia y la comparación de
resultados como instrumentos para mejorar la educación.
● Los docentes frente a los errores en la enseñanza y la imposibilidad de equivocarse.
El banco Mundial y la UNESCO (1990) recomendaron a los gobiernos de América
Latina que dispusieran un mecanismo para vincular el salario de los docentes a los
resultados que los estudiantes obtuvieran en su aprendizaje. Una teoría económica
que justificaba las restricciones presupuestarias con el lema de elevar la calidad de
la educación impuso los llamados “incentivos al desempeño docente”.
Esto favoreció la inercia que los docentes venían mostrando para esconder el error
didáctico. También los profesores pueden aprender de su fracaso si aprovechan tal
situación para reflexionar sobre ello.

Los viejos profesores de didáctica lo saben: No hay clase perfecta. En toda actividad
docente hay un margen de error, de desacierto. La reflexión como punto de partida para
reconocer los aciertos y las limitaciones de la práctica pedagógica. Para articular las
propuestas teóricas con la realidad del aula.

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