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Revista Internacional de Psicología Vol.12 No.

02
ISSN 1818-1023 Junio 2013
www.revistapsicologia.org
Instituto de la Familia Guatemala

Violencia en el Noviazgo de Universitarios en México: Una Revisión

Dating Violence in Mexico College Students: A Review

Dr. José Luis Rojas-Solís

Universidad de Salamanca, España

Nota sobre el Autor

José Luis Rojas-Solís. Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación.

Facultad de Psicología, Universidad de Salamanca.

Remita cualquier duda sobre este artículo al siguiente domicilio: Departamento de

Psicología Evolutiva y de la Educación. Facultad de Psicología, Universidad de Salamanca.

Avda. de la Merced, 109-131, 37005. Salamanca, España. Correo electrónico:

luisrojas@usal.es, jlrojassolis@gmail.com

Recibido:8/3/2013 Revisado por:


Aceptado:1/6/2013 Humberto Emilio Aguilera Arévalo, Ph.D.
Maestro Sergio Alejandro Blanes Cáceres
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Resumen

La violencia en el noviazgo en México es un problema grave porque el 76% de los jóvenes

mexicanos ha sufrido alguna vez violencia psicológica; 15%, violencia física y 16.5%,

violencia sexual (Instituto Mexicano de la Juventud, 2008). Por ello se ha otorgado cada vez

mayor atención al estudio de este fenómeno en numerosas investigaciones. Sin embargo,

conocer las características de esa producción científica permitirá a consolidar o abrir nuevas

líneas de investigación, por lo que esta revisión narrativa analiza las principales características

metodológicas de investigaciones sobre la violencia en el noviazgo de alumnado universitario

mexicano. Se incluyeron veinte estudios empíricos publicados por investigadores mexicanos

y extranjeros entre 2002 y 2012, en revistas especializadas o presentadas en congresos

científicos, con muestras formadas por alumnado universitario mexicano con edades entre 18

y 25 años. La búsqueda se realizó en bases de datos especializadas como Dialnet, Google

Scholar, Psicodoc, Psycinfo, Redalyc y Scirus. Entre los resultados destaca que el 75% de los

estudios fueron diseños cuantitativos, el 100% fue transversal y el 85% seleccionó

intencionalmente la muestra. El 95% de las muestras fueron formadas por alumnado de

universidades públicas y el 15% utilizó un cuestionario validado internacionalmente y

controló la deseabilidad social de las respuestas. Se concluye la necesidad de la realización de

estudios con diseños mixtos, longitudinales o diádicos con muestras seleccionadas

aleatoriamente de universidades públicas y privadas. Así como la implementación de

instrumentos validados que permitan contrastar los resultados obtenidos así como el control

de la deseabilidad social.

Palabras clave: revisión narrativa, violencia, noviazgo, universitario, mexicano

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Abstract

Dating violence in Mexico is a serious problem because 76% of young Mexicans have

suffered psychological violence, 15% have suffered physical violence and 16.5% have

suffered sexual violence (Mexican Youth Institute, 2008). Therefore it has been given

increasing attention to the study of this phenomenon in numerous researches. Knowing the

characteristics of this production would allow to consolidate or to open up new research lines,

so this narrative review discusses the main methodological characteristics of research on

dating violence in Mexican university students. It was included twenty scientific researches

published by Mexicans and foreigners researchers between 2002 and 2012 in scientific

journals or presented at scientific conferences, with samples consisting of Mexican university

students aged between 18 and 25 years. The search was conducted in specialized databases

such as Dialnet, Google Scholar, Psicodoc, Psycinfo, Redalyc and Scirus. The results show

that 75% of the studies were quantitative designs, 100% was cross-sectional design and 85%

had nonrandom sample. 95% of the samples were formed by students from public universities

and 15% used an internationally validated questionnaire and controlled social desirability of

responses. It concludes the need for more studies with mixed, dyadic or longitudinal designs,

but with samples randomly selected from public and private universities. The need of control

of social desirability of responses and the implementation of validated questionnaires to allow

comparisons between results.

Keywords: narrative review, dating violence, courtship, college student, Mexican

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Violencia en el Noviazgo de Jóvenes Universitarios en México: Una Revisión

La violencia en el noviazgo puede entenderse como“todo acto, omisión, actitud o

expresión que genere, o tenga el potencial de generar daño emocional, físico o sexual a la

pareja afectiva con la que se comparte una relación íntima sin convivencia ni vínculo marital”

(Castro y Casique, 2010, p. 22).

El estudio sobre este fenómeno no es nada nuevo, pues hace más de cincuenta años

que Kanin (1957) llamó la atención sobre el fenómeno ignorado o subestimado de la violencia

en las relaciones de pareja de adolescentes y jóvenes. Algunos lustros después sería

Makepeace (1981) quien con su investigación con 202 alumnos y alumnas de una universidad

estatal en los Estados Unidos volvería a recuperar el interés del ámbito académico

internacional sobre esta temática. A partir de este trabajo, en diversas regiones del planeta se

desarrollaron innumerables estudios con adolescentes y jóvenes adultos que han constatado

que la violencia en relaciones de pareja no son exclusivas de edades adultas ni de vínculos

más estables como el matrimonio o la cohabitación ni teniendo como exclusiva víctima a la

mujer.

Se trata de un grave problema social que trasciende fronteras por lo que México no ha

sido una excepción. Por ello, en la última década la comunidad científica mexicana ha estado

otorgando mayor atención al estudio de la violencia en las parejas jóvenes donde influyen

muchos factores personales, familiares, ambientales o culturales (Escoto, González, Muñoz y

Salomón, 2007).

Los datos más reveladores han procedido de la Encuesta Nacional de Violencia en las

Relaciones de Noviazgo (ENVINOV; Instituto Mexicano de la Juventud, 2008), llevada a

cabo con una muestra nacional representativa rural/urbana de 7 millones 278 mil 236 jóvenes

mexicanos y mexicanas, con edades entre 15 y 24 años. El 76% del total de la muestra de la

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ENVINOV manifestó haber sido víctima de violencia psicológica y el 15% señaló haber

experimentado al menos un incidente de violencia física; mientras que un 16.5% de las

jóvenes señaló haber sufrido un evento de violencia sexual.

De esta forma, algunos estudios con jóvenes universitarios han señalado que la

violencia de tipo psicológica es más frecuente si se compara con otros tipos de violencia

(Olvera, Arias y Amador, 2012; Ramirez y Smithey, 2008; Valencia, García, Lozano y Flores,

2012), una violencia que no es fácilmente identificable, pero cuyos efectos también son

devastadores, por ejemplo, en el rendimiento académico de las víctimas (Casanova y Russi,

2007; Sánchez y Solís, 2009).

Entre otros factores, esto habría conducido al replanteamiento de los enfoques sobre la

violencia de pareja de forma que gradualmente el margen de estudio y análisis se ha

comenzado a ampliar hacia más formas de violencia e incluso a la posible victimización de

los hombres. Así, debido al incremento del uso de nuevas tecnologías por ambos sexos, se han

comenzado a abrir líneas de investigación en la literatura internacional (Perry y Pauletti,

2011) y nacional (Trujano, Dorantes y Tovilla, 2009) debido a que estos medios electrónicos

no requieren la presencia física para poder ejercer violencia, acoso o control por parte no sólo

de hombres, sino también de mujeres; advirtiéndose con ello la formación de nuevos tipos de

violencias y agresores.

Como resultado de las metamorfosis de la violencia de pareja se ha originado una serie

de divergencias entre las investigaciones, de tal manera que, por ejemplo, la definición de la

violencia que implementan muchas de ellas parece estar asociadas a ciertos “indicadores”

remiten a determinadas perspectivas de abordaje.

De esta forma, por un lado se pueden encontrar aquellos trabajos que estudian la

victimización de las mujeres, priorizan aspectos socioculturales y propone principalmente un

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modelo unidireccional de la violencia en la pareja que se concentra en la violencia ejercida de

los hombres contra las mujeres fundamentándose en una dicotomía mujer-víctima y hombre-

agresor (Labrador, Fernández y Rincón, 2010). Entre otras cuestiones, sugiere que la

violencia es socialmente construida y determinada principalmente por factores

macroestructurales (Thompson, 1991), como la desigualdad entre hombres y mujeres

(Anderson, 2005; Castro y Casique, 2010), y por ende trabajan con frecuencia con muestras

femeninas analizando su victimización, pero rara vez su carácter como posibles perpetradoras

de violencia, salvo por autodefensa (Dixon, Archer y Graham-Kevan, 2012).

Por otra parte, se encuentran aquellos estudios que se acercan a la violencia ejercida o

cometida por ambos sexos desde un punto de vista descriptivo, podrían traslucir una

perspectiva inclusiva de género (Dixon y Graham-Kevan, 2011) con un modelo multifactorial

y bidireccional de la violencia. Por lo que utiliza y aplica instrumentos a hombres y mujeres

por igual y atribuye la causa de la violencia a diversos factores personales, interaccionales o

macroestructurales. Entre otras críticas a algunos de estos estudios podría señalarse que a

veces contienen diseños ateóricos y estadísticos (Castro y Riquer, 2003).

Es así como en lo concerniente a la investigación en México actualmente conviven

estudios que parten del supuesto de violencia unidireccional con investigaciones que

contienen implícita o explícitamente un enfoque bidireccional de la violencia. Una situación

que podría interpretarse al menos de dos formas: 1) como un cambio en el enfoque de la

violencia en la pareja que incorpora nueva dimensiones del fenómeno investigado, por lo

menos en la faceta de su posible bidireccionalidad, o 2) como un gradual replanteamiento del

estudio psicológico de la violencia hacia una perspectiva interaccional e interpersonal, donde

este fenómeno no es exclusivo de un sexo como víctima o perpetrador.

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De esta forma, parece que el enfoque bidireccional de la violencia de pareja empieza a

gozar de mayor popularidad frente a los enfoques sociológicos o epidemiológicos que hasta

hace unos años fundamentaban numerosos estudios sobre la violencia unidireccional en las

parejas.

Unido a esta situación, es preciso señalar que en México han ocurrido numerosas

transformaciones socioculturales considerando como marco el proceso de modernización

vivido desde hace algunas décadas que hace posible entender fenómenos como la aparición de

nuevas feminidades o masculinidades (Rojas-Solís, 2011) o modificaciones en el ámbito de

las relaciones interpersonales donde pueden encontrarse las diversificaciones del noviazgo

(Romo, 2008).

Es así como se ha posibilitado la eclosión de relaciones informales con gran carga

afectivo-sexual que ocurren de manera espontánea, no planeada, llamadas “frees” o

“amigovios” (Vizzuetth, García y Guzmán, 2010) o “amiguitos” (Weiss, 2012). Se trata de

contextos relacionales donde incluso se puede evitar el término de “novios” para no implicar

connotaciones de formalidad, estabilidad, compromiso o hasta obsolescencia, por lo que

también se les puede denominar “salir”, “andar”, “novios formales”, “de forajido” (sin

permiso), “de manitas calientes” (sin caricias intimas o relaciones sexuales), “amantes”,

“calientes” (con caricias intimas y/o relaciones sexuales) (Villaseñor-Farías, 2005). De este

modo, tampoco es sorprendente que el matrimonio o la convivencia permanente haya

experimentado una disminución como objetivo final del noviazgo (Castro y Casique, 2010).

Teniendo en cuenta los antecedentes anteriormente descritos y debido a que no existen

revisiones que se hayan centrado en las cuestiones metodológicas de las investigaciones sobre

violencia en parejas de universitarios mexicanos, consideramos que existe la necesidad de

contar con un panorama actualizado sobre esta temática, por lo que en este artículo nos

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proponemos contestar fundamentalmente a la pregunta: ¿cuáles son las principales

características metodológicas que predominan en las investigaciones sobre violencia en

parejas de universitarios mexicanos?

El objetivo central es describir cómo ha variado o, en su caso, cómo ha persistido la

producción empírica nacional en función de las principales características metodológicas de

algunos trabajos revisados.

La ulterior utilidad de la revisión de estos aspectos metodológicos radica

principalmente en la detección de las fortalezas o debilidades de los diseños de los estudios,

además de las posibles coincidencias o divergencias en los resultados como consecuencia de

la metodología implementada. Cuestiones que a su vez pueden redundar en problemas que no

han sido explorados, o al menos no lo suficiente, por lo que esto permitiría posteriormente

entrever la consolidación o, en su caso, la apertura de nuevas líneas de investigación en la

materia.

Algunas consideraciones metodológicas

Antes de continuar es preciso señalar que debido a la heterogeneidad de las fuentes

consultadas, por ejemplo en el tipo de muestra o instrumentos empleados, no se usaron

métodos formales de meta-análisis. Por lo tanto, es muy importante hacer énfasis en que en

este artículo el abordaje del estado de la cuestión de la investigación sobre este fenómeno se

realizará a través de una revisión narrativa con fines interpretativos y propositivos, más que

analíticos o descriptivos.

No obstante, en aras de evitar, en la medida de lo posible, algunos de los sesgos e

imprecisiones atribuidas a las revisiones narrativas (Lozano, 2005), se ha implementado una

búsqueda sistemática que permita una mejor organización, descripción y análisis de los

trabajos revisados.

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En ese sentido, se revisaron estudios empíricos publicados por investigadores

mexicanos o extranjeros sobre la violencia en el noviazgo en universitarios mexicanos entre

2002 y 2012. En la búsqueda de la literatura se utilizaron las bases de datos: Dialnet, Google

Scholar, Psicodoc, Psycinfo, Redalyc y Scirus. Las razones de su elección se fundamentaron

en: 1) la posibilidad de acceso a texto completo de los estudios o a su principal información y

2) porque recogen con mayor facilidad la producción científica según los criterios de

inclusión establecidos en esta revisión narrativa.

Se emplearon los descriptores en castellano: violencia, agresiones, noviazgo,

universitario, mexicano; y los descriptores en inglés: dating violence, aggression, abuse,

college student, Mexican.

Los criterios de inclusión fueron aquellas investigaciones originales publicadas en

castellano o en inglés, en formato impreso o virtual, durante el periodo 2002-2012, que hayan

sido publicadas en revistas especializadas o presentadas en congresos científicos y que

tuvieran como objetivo principal el estudio de la violencia en el noviazgo con muestras

formadas por alumnado universitario mexicano con edades entre 18 y 25 años.

Este rango etario se debe a: 1) la posibilidad de mayor homogeneización de los

estudios, 2) porque el alumnado matriculado en estudios universitarios se ubica entre 19 y 23

años de edad, excluyendo al posgrado (Cruz y Cruz, 2008), y 3) porque puede haber personas

que con 18 años ya hayan accedido a la universidad, mientras que otras pueden continuar con

sus estudios con más de 23 años.

Por otra parte, se excluyeron aquellas investigaciones con muestras que no fueran

exclusivamente constituidas por universitarios, las validaciones de instrumentos, las

revisiones teóricas o ensayos, evaluaciones de programas preventivos, trabajos que

reinterpretaran resultados de encuestas, estudios que no proveyeran suficiente información

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metodológica así como aquellos trabajos que no permitieran el acceso a los textos completos

o por lo menos a los datos más relevantes de la investigación respectiva.

Por último, la organización y descripción de las investigaciones incluidas se realizó

según: 1) un orden cronológico y el autor del estudio, 2) el Estado del país de donde procedía

la muestra, 3) las principales características de los (as) participantes, 4) el tipo de diseño de la

investigación, 5) el enfoque de violencia implementado en el estudio, 6) los instrumentos

implementados y, en su caso, datos sobre su confiablidad y 7) los resultados más relevantes

de la investigación respectiva.

Principales características de las investigaciones sobre violencia en pareja de

universitarios mexicanos realizadas el período 2002-2012

La búsqueda de artículos referentes a la violencia en el noviazgo a través del motor de

búsqueda y las bases de datos señaladas generó un total de setenta y tres resultados, de los

cuales sólo veinte investigaciones cumplieron los criterios de inclusión establecidos en este

artículo.

En las Tablas 1.1, 1.2 y 1.3 se muestra la descripción de algunas características de los

trabajos incluidos en este artículo.

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Tabla 1.1 Principales características de las investigaciones revisadas sobre violencia en el noviazgo de jóvenes universitarios en México
Autor (es) Estado Participantes Diseño Enfoque de Instrumento Principales resultados
violencia empleado
Straus (2004) Chihuahua 207 (M) y 47 (C), (T), (B) CTS-2 El 33.3% de los hombres, frente al 41.2 % de las mujeres manifestaron haber agredido
(V). Edad (SNP), α>.80 alguna vez a su pareja. La misma tendencia se halló en el rubro de daños infligidos: 7.9%
promedio: 21 (MNR). en el caso de hombres y 10.9%, las mujeres.
años.

Casanova y Russi Campeche 46 (M) y 14 (V), (C), (T), (U) * El 47% de los participantes manifestó estar en relaciones con algún tipo de violencia.
(2007) Edad: 18 y 24 (SNP), Parece existir desconocimiento de los universitarios sobre la violencia de pareja quizá por
α=(SI)
años. (MNR). información insuficiente difundida o por un contexto sociocultural que podría mediar en la
identificación de la violencia.
Saldívar, Ramos y México D.F. 120 (V) y 180 (C), (T), (U) * Los hombres en general aceptaron más cualquier tipo de violencia como resolución de
Saltijeral (2007) (M). Edad (SNP), conflictos, así como los mitos de violación, culpando a la mujer de su propia victimización
α>.80 y a no creer que los hombres puedan ser violados.
promedio: 23 (MNR).
años.

Sánchez y Solís México D.F. 1036 (M), (T), (U) * Uno de cada cuatro estudiantes manifestó haber sido violentado/a alguna vez en sus
(2007) universitarios. (SP), relaciones afectivas. La percepción de la violencia apareció como una práctica no
α=(SI)
(MNR). reconocida o negada. La violencia simbólica fue una práctica muy presente, pues se
manifiestan ideas de los celos como una expresión de amor o de que “el amor lo puede y lo
perdona todo”.
Straus y Ramírez Chihuahua 235 (M) y 55 (C), (T), (B) CTS-2 Se halló simetría en las agresiones físicas cometidas por ambos sexos.
(2007) (V). Edad (SNP), α=(SI)
promedio: 19 (MNR).
años.
Fonseca y Hidalgo (M) Edad: 19 a (CL), (T), (U) Cuestionario Estudio cualitativo que detectó la presencia de roles y estereotipos de género en las
Quintero (2008) 24 años. (SNP), abierto participantes, de tal forma que en nombre del amor se toleran infidelidades, celos,
(MNR). chantajes, violencia económica o agresiones sexuales, para cambiar al novio maltratador.
Ramirez y Chihuahua 190 (M) y 30 (C), (T), (B) CTS-2 Se hallaron porcentajes similares en hombres y mujeres en cuanto a agresiones sexuales,
Smithey (2008) (V). Edad (SNP), físicas y psicológicas, siendo ésta última la más común.
α>.79
promedio: 20 (MNR).
años.

Fuente: Elaboración propia.


Nota: (M)=Mujeres. (V)=Hombres. (C)=Cuantitativo. (CL)=Cualitativo. (M)=Mixto. (T)=Transversal. (SP)=Selección probabilística. (SNP)=Selección no probabilística. (MNR)= Muestra no representativa.
(MR)= Muestra representativa. (U)=Unidireccional. (B)=Bidireccional. *= Instrumento elaborado ex profeso para la investigación. (SI)=Sin información. (EsEvAp)=Escala de evaluación de autoestima en la
pareja. CTS-2= The revised Conflict Tactics Scales. (IFRPAA)= Identificación de factores de riesgo y protección para el autocuidado en adolescentes. (IRNU)=Inventario de Relaciones de Noviazgo en
Universitarios. (PVPMH)=Prueba de violencia de pareja en mujeres heterosexuales. (RNU)=Relaciones de Noviazgo en Universitarios.

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Tabla 1.2 Principales características de las investigaciones revisadas sobre violencia en el noviazgo de jóvenes universitarios en México
Autor (es) Estado Participantes Diseño Enfoque de Instrumento Principales resultados
violencia empleado
Saldívar, Ramos y México D.F. 27 (M) y (V). (CL), (T), (U) Grupo focal Hombres y mujeres asocian la coerción sexual con el uso de una fuerza extrema; la gran
Romero (2008) Edad: 18 a 25 (SNP), mayoría no tiene claro su significado. Ambos culpan a las segundas de su victimización y
años. (MNR). están de acuerdo que las mujeres padecen más coerción sexual, aunque mencionan que los
hombres también pueden ser víctimas.

Lumbreras et al. Tlaxcala 1,649 (M) y (CL), (T), (U) Cuestionario 198 mujeres manifestaron haber sufrido algún tipo de violencia; el 38% de ellas reportó
(2009) 1,010 (V). Edad (SP), abierto haber sufrido agresiones verbales, 36 % agresiones físicas, 7% agresiones con arma y 19%,
promedio: 20 (MNR). violencia sexual.
años.
Saldívar y Romero México D.F. 159 (V) y 161 (C), (T), (U) Cuestionario 33.4% de la muestra ha sido víctima de coerción sexual, 9.4% mencionó haber ejercido
(2009) (M). Edad (SNP), abierto coerción sexual hacia su pareja. Los varones ejercieron más coerción sexual. Los y las
promedio: 21 (MNR). participantes señalaron que los hombres usan más tácticas indirectas mientras que las
años. mujeres utilizan más las tácticas directas.

Sánchez y Solís México D.F. 918 (M) y (V) (C), (T), (B) * 26% de los varones y 35% de las mujeres ha experimentado violencia, uno de cada cuatro
(2009) estudiantes de la (SNP), estudiantes señala que las violaciones pueden ser provocadas por la forma de vestir de las
α=(SI)
FES. (MNR). mujeres. La dificultad en reconocer la violencia se debió a su asociación con el maltrato
físico.

González, Coahuila 167 (M) y 79 (C), (T), (B) * Hombres y mujeres siguen manteniendo creencias y actitudes que determinan su
Hernández y (V). Edad: 17 a (SNP), comportamiento, así los prejuicios de género se asociaron a la frecuencia de episodios
(IRNU)
Garza (2010) 24 años. (MNR). violentos del sujeto hacia su pareja y de ésta hacia él.
α=(SI)
Ramírez y Núñez Sonora 188 (V) y 188 (C), (T), (U) * Se describen diversos factores comunes en las relaciones violentas en parejas jóvenes
(2010) (M). Edad (SNP), α=.87 hallándose que la autoestima, los estilos de crianza, factores sociales y económicos, en ese
promedio: 21 (MR). orden, estuvieron relacionados con la aparición de la violencia. Un posible factor protector
años. es un mayor nivel educativo.
Rangel y García San Luis 165 (M) y 85 (C), (T), (B) * No se halló diferencia significativa en la violencia de pareja sufrida tanto por hombres
(2010) Potosí (V). Edad (SP), (IFRPAA) como mujeres. Entre otros factores, las conductas violentas se relacionaron con el hecho de
promedio: (MNR). haber sido receptores de violencia por los padres.
21años. α=.78

Fuente: Elaboración propia.


Nota: (M)=Mujeres. (V)=Hombres. (C)=Cuantitativo. (CL)=Cualitativo. (M)=Mixto. (T)=Transversal. (SP)=Selección probabilística. (SNP)=Selección no probabilística. (MNR)= Muestra no representativa.
(MR)= Muestra representativa. (U)=Unidireccional. (B)=Bidireccional. *= Instrumento elaborado ex profeso para la investigación. (SI)=Sin información. (EsEvAp)=Escala de evaluación de autoestima en la
pareja. CTS-2= The revised Conflict Tactics Scales. (IFRPAA)= Identificación de factores de riesgo y protección para el au tocuidado en adolescentes. (IRNU)=Inventario de Relaciones de Noviazgo en
Universitarios. (PVPMH)=Prueba de violencia de pareja en mujeres heterosexuales. (RNU)=Relaciones de Noviazgo en Universitarios.

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Tabla 1.3 Principales características de las investigaciones revisadas sobre violencia en el noviazgo de jóvenes universitarios en México
Autor (es) Estado Participantes Diseño Enfoque de Instrumento Principales resultados
violencia empleado
García y Romero Hidalgo 200 (V) y 200 (CL), (T), (B) Redes Para hombres y mujeres la coerción sexual implica violencia emocional en términos de
(2011) (M). (SNP), semánticas. chantajes, amenazas y manipulación, pero también implica técnicas como la seducción, los
(MNR). besos y las caricias. En muchos de los casos parece difícil distinguir entre la seducción y el
chantaje para el inicio de las relaciones sexuales.

Torres, Carreón, Guerrero 766 (M). Edad (C), (T), (U) * 26.8% de la muestra refirió haber sufrido violencia psicológica; 23.2%, física; 7.6%,
Sánchez, Bernal y promedio: 21 (SP), económica y 2.6%, sexual. Factores de riesgo asociados a la violencia fueron: consumo de
α=(SI)
Peña (2011) años. (MR). alcohol o drogas, violencia familiar o comunitaria. La autoestima alta se identificó como un
factor protector.

Adams y México D.F. 400 (M). (C), (T), (U) * Se investigó la relación entre la violencia pasiva y la autoestima en dos instituciones
Cervantes (2012) (SNP), pública y privada. Las estudiantes de la universidad privada fueron más propensas a
(EsEvAp)
(MNR). establecer relaciones de violencia pasiva considerando normales conductas de control por
α=.83 parte de la pareja y dependencia hacia la misma.

Oliva, González, Veracruz 899 (V) y 1089 (C), (T), (B) * Se analizaron diversas formas de agresión en el noviazgo, en general no se encontró
Yedra, Rivera y (M). Edad (SP), diferencia significativa en la perpetración por ambos sexos salvo en algunas conductas
(RNU)
León (2012) promedio: 21 (MR). concretas asociadas a cuestiones de género. Un factor asociado a la violencia destacable fue
α=.84 la observación de modelos violentos en la familia de origen.
años.
Olvera et al. Estado de 100 (M). (C), (T), (U) * Se estudiaron la violencia económica, psicológica, física y sexual. El 92% de las
(2012) México (SP), participantes señalaron haber sufrido con más frecuencia violencia psicológica que además
(PVPMH)
(MNR). casi siempre estuvo acompañada de otro tipo de violencia, la combinación más recurrente
α=(SI) fue: violencia psicológica, económica y física.

Valencia et al. Michoacán 256 (M) y 95 (C), (T), (B) * La violencia psicológica fue la más frecuente, seguida de la sexual y, por último la física.
(2012) (V). Edad (SNP), En los tres casos tanto hombres como mujeres señalaron haber sido perpetradores o
α=.80
promedio: 22.5 (MNR). receptores de la violencia.
años.

Fuente: Elaboración propia.


Nota: (M)=Mujeres. (V)=Hombres. (C)=Cuantitativo. (CL)=Cualitativo. (M)=Mixto. (T)=Transversal. (SP)=Selección probabilística. (SNP)=Selección no probabilística. (MNR)= Muestra no representativa.
(MR)= Muestra representativa. (U)=Unidireccional. (B)=Bidireccional. *= Instrumento elaborado ex profeso para la investigación. (SI)=Sin información. (EsEvAp)=Escala de evaluación de autoestima en la
pareja. CTS-2= The revised Conflict Tactics Scales. (IFRPAA)= Identificación de factores de riesgo y protección para el au tocuidado en adolescentes. (IRNU)=Inventario de Relaciones de Noviazgo en
Universitarios. (PVPMH)=Prueba de violencia de pareja en mujeres heterosexuales. (RNU)=Relaciones de Noviazgo en Universitarios.

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A simple vista puede observarse que en los últimos cinco años se ha

experimentado un gran crecimiento en el número de investigaciones. Sin embargo, un

primer aspecto subrayable de las investigaciones es que han partido de diferentes

definiciones de violencia originando así resultados diversos. Empero, se podría decir

que en los trabajos revisados predomina un carácter esencialmente descriptivo de la

violencia en el noviazgo, principalmente en aquellas de naturaleza psicológica, física y

sexual.

El diseño de investigación de la mayoría de los estudios fue cuantitativo (75%),

transversal (100%) y la selección de la muestra fue no probabilística (75%). El número

de investigaciones cualitativas fue menor (25%). Sólo se halló un estudio con diseño

mixto y, al momento de realizar esta revisión, no se encontró ninguna investigación de

carácter longitudinal o diádica.

El 75% del total de las investigaciones incluyó a hombres y mujeres, cuatro

estudios sólo a mujeres (20%), mientras que un estudio proveyó información incompleta

sobre los participantes.

El 30% del número total de las investigaciones se llevó a cabo con población de

México D.F. y el resto se distribuyó en diferentes Estados de la República Mexicana.

El rubro de los instrumentos es muy importante en el caso de las quince

investigaciones cuantitativas, pues en el 80% de ellas se elaboraron instrumentos ex

profeso para el estudio respectivo.

En contraparte, sólo tres estudios realizados en Ciudad Juárez (Straus, 2004;

Straus y Ramírez, 2007; Ramirez y Smithey, 2008), usaron un instrumento como el The

revised Conflict Tactics Scales (CTS-2; Straus, Hamby, Boney-McCoy y Sugarman,

1996) que es ampliamente utilizado en varias partes del mundo. Pese a las bondades y

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popularidad de este instrumento, es preciso señalar que no fue diseñado específicamente

para población joven (Rodríguez-Franco et al., 2010). Además, al realizarse una

búsqueda específica sobre validación del CTS-2 en México sólo se halló el trabajo

realizado por Mora, Natera, Tiburcio y Juárez (2008) con una muestra formada por 230

mujeres residentes en la ciudad de Pachuca, Hidalgo, pero con una edad promedio de 34

años.

Entre los factores causales o de riesgo de la violencia de pareja sobresalieron: la

transmisión intergeneracional de la violencia, el consumo de sustancias o la adscripción

a roles de género tradicionales.

Discusión

En primer lugar se discutirán los aspectos metodológicos de las investigaciones

revisadas, acto seguido se comentarán algunos aspectos de contenido.

En ese orden de ideas, la mayoría de los estudios se concentraron en la

descripción de la violencia física, psicológica o sexual, mientras que sólo un estudio

tuvo fue más allá de la descripción o correlación de variables a través de un modelo

predictivo mediante regresión lineal (González et al., 2010).

Esto es algo de suma importancia ya que, como Dutton (1994) indica, el

problema de atribuir todo el peso predictivo o causal de la violencia a factores

macrosistémicos –en el caso del enfoque unidireccional de la violencia- es que puede

omitir otras variables como las individuales, diádicas, microsistémicas o exosistémicas

para tener una mejor comprensión de un problema complejo. En ese sentido, además de

describir el fenómeno a través de su prevalencia o la correlación de los factores

asociados, sería muy conveniente conocer la capacidad explicativa de distintas variables

asociadas a este fenómeno, además de las macrosistémicas. Esto sin duda requeriría del

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diseño y uso de “análisis tradicionales”, como los ANOVAs o los análisis de regresión

lineales, donde la unidad de análisis es la persona (Kenny y Cook, 1999), pero también

de los análisis multivariados o las ecuaciones estructurales que permitan estimar el

efecto y las relaciones entre múltiples variables (Ruiz, Pardo y San Martín, 2010).

Ahora bien, en el estudio de la violencia de pareja concurre una dimensión

valorativa que implica problemas asociados a la percepción en la perpetración y

victimización por las interpretaciones que tanto hombres como mujeres otorgan a estos

comportamientos (Castro y Riquer, 2004), algo en lo que los autoinformes suelen fallar.

A ese respecto, es conveniente señalar que desde la literatura internacional se ha venido

enfatizando la gran necesidad de realizar estudios con diseños que combinen

metodología cuantitativa y cualitativa para la identificación y valoración de la diferentes

interacciones en la pareja entre las que está, por supuesto, la violencia (Wolfe, Scott y

Crooks, 2005).

Con todo, sólo un estudio revisado, concretamente el de Sánchez y Solís (2007),

combinó metodología cuantitativa y cualitativa. Añadido a esto, es preciso indicar la

pertinencia de diseños longitudinales que suministren conocimientos acerca de aspectos

que, hasta ahora, han sido poco o nada abordados como el significado de la violencia

ejercida y recibida en ambos sexos, las trayectorias de violencia o los emparejamientos

selectivos (Lorber y O’Leary, 2012).

Por otra parte, pese a que hace años se advirtiera de la naturaleza interaccional y

diádica de los comportamientos en la pareja (Huston y Robins, 1982), la totalidad de los

estudios revisados sólo incluyó un miembro de la pareja en sus diseños. Esto, sin

embargo, no es algo privativo de la investigación mexicana ya que algunas

investigaciones internacionales que estudian la bidireccionalidad de la violencia de

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pareja, por ejemplo la realizada por Melander, Noel y Tyler (2010), siguen elaborando

sus apreciaciones basándose en la inclusión de un sólo un integrante de la díada.

Lo cierto es que la información obtenida de un miembro de la relación no

necesariamente es representativa de la otra persona, dificultando así la extrapolación de

los datos (Shorey, Cornelius, y Bell, 2008). Por lo tanto, existe una gran necesidad de

llevar a cabo estudios diádicos en parejas jóvenes, algo hasta ahora inexistente en la

literatura empírica nacional, al menos al momento de realizarse esta revisión.

En cuanto a los instrumentos utilizados es muy pertinente señalar la gran

cantidad y diversidad de cuestionarios construidos ex profeso para los estudios lo que,

entre otras cosas, dificulta la réplica, contrastación o refutación de sus resultados.

Caso contrario a los tres estudios (Ramirez y Smithey, 2008; Straus, 2004;

Straus y Ramírez, 2007) que implementaron el CTS-2 que, por cierto, hallaron similares

resultados. Aunado a ello, es muy llamativo que sólo en estos tres casos se haya

controlado la variable de la deseabilidad social en las respuestas. Se trata de algo

sumamente importante para los estudios cuantitativos, pues entre las críticas que

sobresalen al uso de los autoinformes se encuentra la alta deseabilidad social de las

respuestas, tanto de hombres como mujeres, en un tema tan delicado como la violencia

en pareja (De las Cuevas y González de Rivera, 1992), sin olvidar la culpabilización,

negación o minimización de las conductas violentas (Scott y Straus, 2007) donde

cuestiones como la satisfacción con la relación (Marshall, Panuzio, Makin-Byrd, Taft y

Holtzworth-Munroe, 2011) o aspectos de género pueden influir en la interpretación de

conductas ambiguas como violentas (Ryan y Mohr, 2005) o en la memoria de hombres

y mujeres para recordar actos violentos (Kimmel, 2002).

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No obstante que esto puede ser algo relativamente sencillo de corregir, al menos

en el caso de la deseabilidad social ya que existen numerosos instrumentos con

versiones largas o cortas dirigidas a evaluar esta variable y que pueden ser fácilmente

incluidas en los cuestionarios, sigue siendo un tema pendiente para las futuras

investigaciones.

Ahora bien, el 30% de los estudios revisados se realizó en la capital del país,

pero se puede observar que gradualmente se llevan a cabo estudios en el interior de la

República Mexicana. Y, como es esperable, las facultades donde se llevaron a cabo gran

parte de los estudios revisados fueron Medicina, Psicología o Ciencias Sociales y el

95% de los estudios provinieron de muestras de instituciones públicas.

A este respecto es pertinente llamar la atención sobre la necesidad de ampliar el

radio de observación del fenómeno a otras facultades y, sin duda, sería muy necesario

conocer más sobre el estado del fenómeno en las universidades privadas, como hicieron

Adams y Cervantes (2012), al comprobar que la violencia en pareja no es algo privativo

de un estrato socio-económico determinado.

Añadido a ello, aunque “una muestra no aleatoria es preferible a un vacío de

información” (Argibay, 2009, p. 19) y cada una de ellas contribuye al entendimiento de

la violencia interpersonal (McHugh, Livingston y Ford, 2005), esto no implica omitir

las críticas a este tipo de muestreo. En ese sentido, es muy importante ser muy cautos al

considerar las características de las muestras para la interpretación de los hallazgos

obtenidos, pues variables demográficas como raza, estatus socioeconómico, localización

geográfica o la diferencia entre el estilo o condiciones de vida asociados a un contexto

urbano o rural pueden derivar en diferentes resultados pese a que se trate de estudios

con similares objetivos y características (Miller, 2011).

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Por lo tanto, en aras de alejarse del “centralismo de las instituciones y las

organizaciones no gubernamentales que trabajan temas de violencia de género”

(Fonseca y Quintero, 2008, p. 176) y, agregaríamos, también de violencia de pareja con

un enfoque bidireccional, lo ideal sería una selección probabilística y un tamaño y

características de la muestra que permitan la generalización y réplica de los resultados

obtenidos con datos provenientes de distintos Estados del país en aras de construir y

fortalecer corpus empíricos tanto nacional como estatales.

En cuanto a los aspectos de contenido de los estudios revisados, es muy

necesario hacer hincapié en que los resultados de los trabajos incluidos coinciden en

señalar la presencia de violencia en las parejas jóvenes mexicanas.

Así, entre los hallazgos más relevantes se puede mencionar que la violencia

psicológica parece ser la más frecuente (Ramirez y Smithey, 2008) sin dejar de

mencionar la posible coexistencia de varios tipos de violencias (Olvera et al., 2012) o la

implicación de ambos sexos como perpetradores –lo que no significa equiparar, claro

está, las consecuencias sufridas por la violencia- (Rangel y García, 2010; Straus, 2004;

Straus y Ramírez, 2007).

Además, se ha apuntado una suerte de normalización o minimización del uso de

la violencia (Sánchez y Solís, 2007), lo que no es baladí ya que igualmente ha sido

sugerido por estudios extranjeros al advertir que la presencia de una agresión y su

respuesta, aunque sea en forma de represalia o autodefensa, a largo plazo podría

favorecer una cultura de la violencia en algunas parejas (Olsen, Parra y Bennett, 2010).

De esta forma, las generaciones más jóvenes también podrían estar aprendiendo

interacciones que mantienen o estimulan la violencia, fomentando las agresiones como

medio válido de comunicación o solución de conflictos; algo que podría traducirse, por

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ejemplo, en escaladas de agresiones que inician por lo verbal y terminan en agresiones

físicas (Sears, Byers y Price, 2007).

Por otro lado, sólo el 10% de los trabajos ampliaron su panorama de observación

al incluir algunas manifestaciones violentas “nuevas” que pueden ser ejercidas por

ambos sexos; tal es el caso de Sánchez y Solís (2009) y Olvera et al. (2012) que

estudiaron el control a través de teléfonos celulares. No obstante, esta es una línea de

investigación que necesita ser desarrollada, pues los avances tecnológicos y la

popularidad del uso de los medios asociados a ello precisan de mayor atención por parte

de futuras investigaciones.

Asimismo, es preciso llamar la atención sobre la pervivencia de algunos

aspectos de socialización de género presentes en la violencia de pareja (Sánchez y Solís,

2007) que, concretamente, pudieran estar mediando en la perpetración de agresiones

(Oliva et al., 2012), concretamente en aquellas de naturaleza sexual por parte de los

hombres (Saldívar et al., 2008), además que pueden estar mediando en la identificación

de las agresiones (Rangel y García, 2010) o la tolerancia de las mismas por parte de las

mujeres (Fonseca y Quintero, 2008).

Por lo tanto, las diversificaciones de las relaciones de pareja de los jóvenes

adultos mexicanos, aunque lleven la etiqueta de “noviazgo”, así como las formas de la

violencia, seguirán demandan igualmente modificaciones en el acercamiento del estudio

de los fenómenos que ocurren en su seno. Se trata de cuestiones que, sin duda,

requerirán de subsecuentes investigaciones que pueden apuntar nuevos derroteros en la

forma de concebir el fenómeno y sus manifestaciones. Algo que a la postre podría

incidir en la continuación o modificación de las acciones preventivas llevadas a cabo

hasta ahora.

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Por último, pero no menos importante, es preciso señalar que sólo dos estudios

se interesaron por los posibles factores protectores ante la violencia de pareja: el nivel

educativo, en el trabajo de Ramírez y Núñez (2010), o una alta autoestima, según la

investigación de Torres et al. (2011). Al respecto es preciso señalar que la lectura del

fenómeno desde un reposicionamiento hacia la psicología positiva, es decir aquel

“estudio científico del funcionamiento humano óptimo” (Seligman, 1999, citado por

Salanova y López-Zafra, 2011, p. 340) con un enfoque que busque incrementar la salud

y el bienestar (Lupano y Castro, 2010) a través de la identificación de habilidades,

recursos como la resiliencia, rasgos positivos o factores protectores (Hervás, 2009), es

una línea de investigación que podría proveer de mayor eficacia y eficiencia a los

programas de prevención sobre esta problemática.

Comentarios finales

El estudio de la violencia en el noviazgo de universitarios mexicanos ha

experimentado un gran crecimiento, sobre todo en los últimos años, formando

gradualmente un corpus empírico necesario y útil para la prevención e intervención de

esta problemática que, a la luz de los estudios revisados, no es privativa de un sexo ni

ajena a alumnado universitario en México.

Por ello, entre otras sugerencias derivadas de esta revisión narrativa, se puede

destacar la gran necesidad de diseños mixtos o longitudinales en ulteriores estudios.

Además de la pertinencia de muestras representativas y seleccionadas no

intencionalmente, en ese sentido el mayor tamaño y diversificación en las características

de las muestras podría proveer de mayor profundidad en la descripción y conocimiento

del fenómeno. Asimismo, sería muy conveniente la implementación de instrumentos

validados que permitan la contrastación de los resultados obtenidos.

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Sin embargo, el error teórico y metodológico que comporta seguir interpretando

e investigando un fenómeno diádico, como la violencia, desde una perspectiva

individual es algo que no debe perderse de vista. Por lo que en futuras investigaciones la

inclusión de parejas sería imprescindible para trasladar el tratamiento teórico y

metodológico del objeto de estudio desde lo individual a su subsistema más próximo, la

pareja; lo que sin lugar a dudas supondría un cambio epistemológico muy importante.

Sin detrimento de lo anterior, es muy necesario hacer énfasis en la inclusión del

estudio de “las nuevas violencias” en la pareja, concretamente aquellas asociadas a las

nuevas tecnologías, sin omitir la necesidad de ampliar el margen de estudio de la

violencia de pareja entre los jóvenes adultos mexicanos y mexicanas hacia las nuevas

formas de relaciones interpersonales.

Por último, es indispensable señalar que entre las principales limitaciones de este

trabajo se encuentran los sesgos propios de una revisión narrativa entre los que

destacan, siguiendo a Lozano (2005), que las apreciaciones críticas realizadas en este

artículo han tenido criterios variables que han dependido del autor del presente artículo;

no se evaluó la calidad de los estudios primarios, tampoco se sintetizó cuantitativamente

la información obtenida, ni se discutieron las fuentes de error como los sesgos de

publicación.

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