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¿Conocéis los 4 elementos clave de la oración

cristiana?
2019-02-175581

de Yang Yang, China


Hermanos y hermanas, todos sabemos que orar a Dios es la
manera más directa para que los cristianos se comuniquen con Dios.
Por eso, además de las oraciones de la mañana y de la tarde, oramos
en muchos otros momentos, como cuando leemos la Biblia, en las
reuniones, cuando observamos el Sabbath o cuando nos encontramos
en dificultades. Pero, ¿son nuestras oraciones acordes a la voluntad del
Señor y va Él a molestarse en escucharlas? Es importante que cada
hermano y hermana entienda esto; de lo contrario, da igual cuántas
veces oremos o durante cuánto tiempo, tales oraciones no obtendrán la
aprobación de Dios. De hecho, el Señor Jesús nos dio estas respuestas
hace mucho tiempo. ¡Busquemos juntos este aspecto de la verdad!

(Source: Megapixl)

1. Conoced nuestro lugar como ser creado en la oración


En Lucas 18:9–14 se registró: “Refirió también esta parábola a unos
que confiaban en sí mismos como justos, y despreciaban a los
demás: Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo y
el otro recaudador de impuestos. El fariseo puesto en pie, oraba
para sí de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como
los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como
este recaudador de impuestos. ‘Yo ayuno dos veces por semana;
doy el diezmo de todo lo que gano.’ Pero el recaudador de
impuestos, de pie y a cierta distancia, no quería ni siquiera alzar
los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘Dios,
ten piedad de mí, pecador.’ Os digo que éste descendió a su casa
justificado pero aquél no; porque todo el que se ensalza será
humillado, pero el que se humilla será ensalzado”. Es fácil ver a
partir de la parábola del Señor Jesús que el Señor aprobó la oración del
publicano y estaba disgustado con la oración del fariseo. Eso se debe
a que esta última consistía en lucirse y exhibirse, en enumerar sus obras
para Dios. Se colocó a sí mismo en una posición muy alta, incluso al
mismo nivel que Dios. Hacía tratos con Dios y quería crédito por su
trabajo; no poseía ni la más mínima piedad ante Dios. Carecía
totalmente de un corazón de reverencia hacia Dios, y esto despertó el
asco y el odio de Dios. Pero el publicano era completamente diferente:
sabía que era un humilde pecador, así que en su oración tenía un
corazón de reverencia hacia Dios y se desnudaba a sí mismo,
reconociendo su propia corrupción y pidiendo sinceramente el perdón
de Dios. Al final, recibió la misericordia de Dios. Dios adoptó distintas
actitudes hacia cada uno de ellos debido a sus diferentes actitudes
hacia Él. Comparad esto con nuestras propias oraciones.
Frecuentemente adoptamos una postura equivocada. A veces, por
ejemplo, cuando nos encontramos con un problema, sabemos que lo
que estamos haciendo no está de acuerdo con las palabras del Señor,
pero aun así nos mostramos decididos a hacerlo y en nuestras
oraciones queremos que Dios haga las cosas de acuerdo a nuestra
propia voluntad. Cuando cumplimos con nuestro deber, o cuando nos
arrestan y no traicionamos al Señor, sentimos que somos muy devotos
del Señor, que realmente lo amamos. Cuando oramos, cantamos
nuestras propias alabanzas y nos damos palmaditas en la espalda y, si
Dios no nos bendice, nos enfadamos con Él. Cuando enfermamos o
algo terrible sucede en casa, en nuestras oraciones culpamos a Dios
por no protegernos, e incluso tratamos de razonar con Dios y ajustar
cuentas con Él. La lista sigue y sigue. Todas estas oraciones tienen
como fin hacerle demandas a Dios y tratar de forzar Su voluntad; eso
es explotarlo y culparlo, incluso oponernos y enfrentarnos a Él. Este tipo
de oraciones carecen por completo de conciencia y razón; todas están
en oposición a Dios. Para que Dios nos escuche, los cristianos debemos
orar como el publicano. Debemos conocer nuestro propio lugar como
seres creados, tener una actitud de piedad ante Él y orarle a Dios con
la precondición de la obediencia. No debemos tratar de reclamarle
nuestros propios deseos a Dios o exigirle que actúe de acuerdo a
nuestra propia voluntad. Sólo debemos pedir que Dios haga las cosas
de acuerdo a su propia voluntad. Sólo de esa manera escuchará Dios
nuestras oraciones y nos iluminará y guiará.

2. Orad a Dios con sinceridad y honestidad


(Source: Fotolia)
El Señor Jesús le dijo una vez a Sus discípulos: “Y cuando oréis,
no seáis como los hipócritas; porque a ellos les gusta ponerse en
pie y orar en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser
vistos por los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su
recompensa. Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando
hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu
Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mateo 6:5–6). Según
lo escrito en la Biblia podemos ver que, cuando los fariseos oraban, a
menudo les gustaba elegir un lugar lleno de gente. Les gustaba situarse
en las sinagogas o en las intersecciones para orar, y allí con frecuencia
recitaban las escrituras y decían largas oraciones para lucirse. Todo
aquello era para que los demás los vieran, para que la gente los
considerara los más devotos, los más piadosos, y ganarse así las loas
de los demás, que los admiraran. Ese tipo de oración no es otra cosa
que querer encumbrarse y alardear; es tratar de engañar a Dios. Por
eso el Señor Jesús dijo que ellos y sus oraciones eran hipócritas, por
eso le resultaban repugnantes. Si reflexionamos, muchas veces cuando
oramos también albergamos motivaciones incorrectas. Por ejemplo,
cuando oramos en las reuniones no le hablamos a Dios sobre nuestras
verdaderas dificultades o nuestra corrupción ni le hablamos de corazón
y le pedimos que nos guíe. En vez de eso, decimos palabras floridas y
soltamos alabanzas vacías, si es que no estamos recitando capítulos
de la Biblia o mencionado las escrituras sin parar. Creemos que alguien
que ha memorizado más escrituras y puede hablar con más elocuencia
ora mejor. También pensamos que mientras más a menudo hacemos
nuestra vigilia matutina y nuestras oraciones vespertinas, además de
orar antes de las comidas y dar las gracias a Dios después de comer, y
cuanto más tiempo dediquemos a estas cosas, más espirituales y
devotos seremos. Pensamos que orar de esta manera se acerca más a
la voluntad del Señor. De hecho, orar de esa manera no es compartir
nuestros corazones con el Señor ni adorarle de verdad. Por el contrario,
se trata de aferrarse a nuestros propios motivos y metas con el fin de
mostrar a los demás lo grande que es nuestra búsqueda, con intención
de presumir. Orar de esa manera es simplemente hacerlo de memoria,
seguir los pasos, orar como un rito religioso. Es simplemente ser
superficial con Dios y tratar de engañarlo; esto a Él le repugna. El Señor
Jesús dijo, “Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en
espíritu y en verdad” (Juan 4:24). Dios es el Señor de la creación, así
que cuando los seres creados oran ante el Creador, debemos tener un
corazón reverente y adorarlo con sinceridad, aceptar Su examen y
decirle a Dios lo que hay en nuestro corazón, lo que es real. Sólo este
tipo de oración le causa alegría a Dios.

3. Orad a Dios para hacer su voluntad


En Mateo 6:9-10, 13 el Señor Jesús dijo: “Vosotros, pues, orad de
esta manera: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado
sea tu nombre.’ Venga tu reino. Hágase tu voluntad, así en la tierra
como en el cielo. […] Y no nos metas en tentación, mas líbranos
del mal”. Desde que la humanidad fue corrompida por Satanás, Dios
ha estado obrando para salvar a la humanidad y que podamos escapar
del mal, de las restricciones y el daño de Satanás, y finalmente ser
ganados por Dios. Así que Dios espera que la gente pueda acudir a Él
y aceptar Su salvación. También espera que la gente pueda vivir de
acuerdo a Sus palabras, venerarlo en Su grandeza, hacer la voluntad
de Dios en la tierra, lograr el reino de Cristo en la tierra. Por eso en
nuestras oraciones no sólo debemos hacer apelaciones para nosotros
mismos, sino que también debemos ser considerados con la voluntad
de Dios, llevar una carga para ayudar a que se haga la voluntad de Dios
en la tierra y el reino de Cristo aparezca en la tierra. Debemos orar para
que el evangelio de Dios se extienda a cada rincón del mundo. Este es
otro sendero de práctica para que las oraciones de los cristianos lleguen
a estar de acuerdo con la voluntad de Dios. Por ejemplo, cuando nos
encontramos con dificultades, burlas y apuros al difundir el Evangelio y
nos sentimos débiles y negativos, debemos orarle sinceramente a Dios
y pedirle que nos dé fe y fuerza, que nos permita abandonar la carne y
superar todas las dificultades y no estar sujetos a las restricciones de
las fuerzas enemigas. Cuando obramos y predicamos, debemos orar a
Dios con una carga, pidiéndole que nos ilumine y nos guíe para que
entendamos Sus palabras de manera que podamos compartir Su
voluntad en la comunicación durante las reuniones. Entonces podremos
guiar a los hermanos y hermanas a practicar y experimentar las
palabras de Dios, llevándolos ante Dios y permitiendo que se haga Su
voluntad. Cuando vemos que se hacen cosas malas y deshonestas en
la iglesia, debemos orar a Dios y pedirle fe y valor, y también debemos
entender la verdad para no dejarnos engañar por los trucos de Satanás
y defender los intereses de la casa de Dios. Si oramos con frecuencia
para que venga el reino de Dios y se haga Su voluntad y somos capaces
de ofrecer nuestra propia fuerza para la difusión de Su evangelio,
entonces Dios aprobará nuestras oraciones y estas cumplirán Su
voluntad. De hecho, hay algunas oraciones en la Biblia que obtuvieron
la aprobación de Dios, como cuando el rey David le construyó un templo
a Jehová Dios para que el pueblo pudiera adorar a Dios en él. David a
menudo le oraba a Dios con ese fin y también lo puso en práctica; sus
súplicas obtuvieron la aprobación de Dios, y al final se convirtió en
alguien en concordancia con la voluntad de Dios. Cuando Salomón se
convirtió en rey, Dios se le apareció en un sueño para preguntarle qué
le pediría; Salomón no pidió riquezas ni una larga vida, lo único que le
pidió a Dios es que le concediera sabiduría para poder gobernar mejor
al pueblo de Dios, de tal modo que su pueblo pudiera adorar mejor a
Dios. Dios aprobó sus oraciones, y no sólo le otorgó esa sabiduría, sino
también las riquezas y la larga vida que ni siquiera había pedido. Queda
claro que orar con el fin de que se haga la voluntad de Dios es una
oración totalmente de acuerdo con Su voluntad.

4. Orad al Señor con energía y determinación - No perdáis la fe

(Source: Fotolia)
En Lucas 18:1–8 dice: “Y les refería Jesús una parábola para
enseñarles que ellos debían orar en todo tiempo, y no desfallecer,
diciendo: Había en cierta ciudad un juez que ni temía a Dios ni
respetaba a hombre alguno. Y había en aquella ciudad una viuda,
la cual venía a él constantemente, diciendo: ‘Hazme justicia de mi
adversario.’ Por algún tiempo él no quiso, pero después dijo para
sí: ‘Aunque ni temo a Dios, ni respeto a hombre alguno, sin
embargo, porque esta viuda me molesta, le haré justicia; no sea
que por venir continuamente me agote la paciencia.’ Y el Señor
dijo: Escuchad lo que dijo el juez injusto. ¿Y no hará Dios justicia
a sus escogidos, que claman a El día y noche? ¿Se tardará mucho
en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. No
obstante, cuando el Hijo del Hombre venga, ¿hallará fe en la
tierra?” Esta parábola muestra que cuando le oramos al Señor para
buscar la voluntad de Dios o pedir algo, no podemos tener prisa por su
resolución. Hay principios respecto a qué oraciones son cumplidas por
Dios y debemos aprender a esperar, buscar y obedecer. Dios es
todopoderoso y práctico. Él no hace cosas sobrenaturales, pero Su obra
de guiar y dar sustento a la humanidad está basada en la estatura real
de la gente y se basa totalmente en lo que de verdad puede lograr la
gente. Mientras nuestras súplicas concuerden con Su voluntad, Él
ciertamente consumará nuestras oraciones. Debemos tener fe en Dios.
Todos hemos pasado por este tipo de cosas; a veces, cuando nos
topamos con una dificultad y no sabemos qué hacer, nos acercamos a
Dios en oración y, a través de la lectura de las palabras de Dios y de la
comunicación con los hermanos y hermanas, Dios nos ilumina y nos
guía muy rápidamente, nos da un camino de práctica. O a veces oramos
mucho tiempo por algo y no recibimos una respuesta de Dios, y en esos
momentos necesitamos callar nuestros corazones y esperar que la
voluntad de Dios se nos revele. Otras veces, Dios prueba nuestra fe
para ver si somos capaces de apoyarnos verdaderamente en Él.
Algunas veces Dios pretende exponer la adulteración dentro de
nosotros y purificar nuestra corrupción. A veces Dios quiere movilizar y
disponer que algunas personas, cosas o eventos sucedan de una
determinada forma para que así cumplan con nuestras oraciones, y esto
requiere tiempo y un cierto proceso. También hay momentos en que
Dios ve que nuestra estatura actual es pequeña y no podemos
encargarnos de algo, no podemos alcanzarlo, así que Él espera hasta
que nuestra estatura haya crecido un poco y luego nos lo hace llegar...
En general, da igual que nuestras oraciones a Dios se hayan
consumado, debemos tener fe en Dios y creer que todo lo que Él hace
en nosotros es bueno, que es beneficioso para nuestro crecimiento en
la vida y que la buena voluntad de Dios existe dentro de todo. Así que,
ya se hallen las dificultades a la que nos enfrentamos en nuestra vida
diaria o en nuestro servicio a Dios, nunca debemos perder la fe o
desanimarnos, sino que debemos ser como las viudas que buscan
reparación y tienen un corazón constante y una fe auténtica en Dios,
que se presentan con frecuencia ante Él en oración y búsqueda a
esperar que Su voluntad nos sea revelada. Debemos creer que cuando
llegue el momento de Dios, obtendremos la iluminación y el
esclarecimiento del Espíritu Santo y veremos la omnipotencia, la
sabiduría y las maravillas de Dios.
Estos cuatro elementos de la oración son un camino de práctica
para la oración cristiana y si podemos tratar de ponerlos en práctica
cada día, seremos capaces de establecer una relación apropiada con
Dios y entender la verdad dentro de las palabras del Señor. Nuestra
condición espiritual será cada vez mejor, tendremos cada vez más
confianza en nuestra fe y en nuestro seguimiento de Dios. ¡Nuestras
oraciones también se ganarán la aprobación de Dios!
Nota del editor: Cómo orar para ganar la aprobación de Dios es
una verdad en la que necesitamos entrar urgentemente. Este ensayo
señala el camino de cómo deben orar los cristianos para que el Señor
nos escuche. Podemos orarle honestamente a Dios desde nuestras
almas, decirle a Dios lo que hay en nuestros corazones, conocer
nuestro lugar como seres creados y ofrecer a menudo oraciones para
que se cumpla la voluntad de Dios. Creo que si ponemos en práctica
estos cuatro principios, nuestras oraciones serán oídas por Dios. Ojalá
entremos juntos en este aspecto de la verdad.

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