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Ciro II el Grande

(Anshan, actual Irán, 579 a.C. - río Sir Daria, 530 a.C.) Soberano
de Persia que fundó el Imperio persa o aqueménida, destinado a
convertirse en la primera potencia de la época hasta que fue
conquistado, en el 331 a.C., por el monarca macedonio Alejandro
Magno.

Era hijo de Cambises, príncipe de Anshan perteneciente a la casa


de los Aqueménidas, y de la princesa meda Mandane, hija del rey
de los medos Astiages (Ishtuwegu), de quien Cambises era un fiel
vasallo. En el año 559 a.C., Ciro sucedió a su padre en Pasargada;
en 550 a.C. se puso al frente de una rebelión de los persas contra
los medos, en la cual triunfó gracias a la poca fidelidad de las tropas que seguían al rey medo.

Esta victoria no significó la aniquilación de los medos; como el propio Ciro se encargó de
demostrar al perdonar a Astiages, la ascensión al poder de los Aqueménidas serviría para
fortalecer la unión de ambos pueblos. Esta política de integración de Persia y Media se convirtió
en uno de los referentes principales del reinado de Ciro el Grande (550 a.C. - 530 a.C.), junto con
su tolerancia religiosa.

Una vez asegurada su posición en la meseta del Elam, Ciro el Grande se dispuso a continuar con
su expansión territorial, marchando sobre el reino de los lidios en Anatolia, a los que derrotó en
Pteria. Tras perseguir al rey de los lidios, Creso, hasta la Anatolia Occidental, lo volvió a derrotar
en el «Campo de Ciro» y lo capturó al conquistar Sardes, la capital lidia.

El Imperio de Ciro II el Grande

Una vez asegurada Anatolia, Ciro puso sus ojos en Babilonia, regida por el rey Nabónido.
Aprovechando hábilmente la situación de debilidad de los neobabilonios, y la crisis religiosa que
enfrentaba al rey con el influyente culto al dios Marduk, la deidad de la ciudad, logró llevar a
cabo una rápida campaña que acabó con la sumisión de la antaño poderosa ciudad de
Mesopotamia (539 a.C.).

Entre las disposiciones de Ciro hay que destacar la liberación de los judíos y la orden de
reconstrucción del templo de Jerusalén. El gran prestigio que estas conquistas le granjearon hizo
que la mayoría de los reyes de Siria, junto con las ciudades fenicias, le rindiesen vasallaje, con lo
que los persas consiguieron los servicios de las flotas de éstas. En el 530 a.C. emprendió una
campaña contra los masagetas en el norte de su reino, en el curso de la cual encontró la muerte.
Con sus sucesores Cambises II (530-522 a.C), Darío I el Grande (522-486 a.C.) y Jerjes I (486-
465 a.C.), el Imperio persa alcanzó su máxima extensión, si bien nunca sería capaz de imponerse
a la pujanza de las ciudades-estado griegas, que derrotaron a los persas en las guerras médicas
(490-478 a.C.).

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