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A imagen
De
JESUCRISTO
SUMO Y ETERNO SACERDOTE
PROYECTO EDUCATIVO
DEL SEMINARIO DIOCESANO
SANTO TOMAS DE AQUINO
OCTUBRE 2004.
1.
INTRODUCCIÓN.
El Seminario es una de las instancias eclesiales más importantes en la vida de una Iglesia
local. De hecho, a través de ella, se consigue la continuidad de un presbiterio en el tiempo,
y así se va consolidando la atención pastoral del pueblo de Dios. Pero no es una institución
cualquiera. El Seminario reviste una gran importancia para una diócesis: en él se forman los
futuros sacerdotes que ejercerán su ministerio en beneficio del pueblo de Dios. Por eso, no
es sólo una institución educativa: es algo mucho más que eso. No es extraño que se le
compare con el cenáculo donde el Señor Jesús instituyó, junto con la Eucaristía, el
sacerdocio cristiano y donde luego recibieron los Apóstoles el Espíritu Santo. Nos recuerda
también el espacio y el tiempo que dedicó el Divino Maestro a la formación de sus
discípulos. Para un Obispo y su presbiterio, el seminario es ese focolar donde se forman los
futuros sacerdotes: ello requiere una profunda y continua preocupación por parte suya.
El mismo Obispo Sanmiguel inició la pastoral vocacional: además de brindar las pautas
necesarias para la misma, él hacía su promoción vocacional en los diversos pueblos y
parroquias que visitaba. Inició la construcción de un nuevo seminario a las afueras de la
ciudad. Mons. Rafael Arias Blanco dio un nuevo paso, al abrir el seminario mayor: con ello
se formarían los sacerdotes del Táchira en su mismo ambiente y sin necesidad de salir lejos.
Otro paso interesante que dio Mons. Arias, antes de la inauguración de la sede nueva, fue el
enviar a especializarse fuera de Venezuela a algunos sacerdotes. Uno de ellos sería un
futuro rector y Obispo de San Cristóbal: Marco Tulio Ramírez Roa.
El tercer Obispo de San Cristóbal, Mons. Alejandro Fernández-Feo, siguió las sendas
trazadas por sus predecesores y le dio un fuerte impulso al seminario. Con espíritu
visionario, adquirió los terrenos de la Colina de Toico en las cercanías de Palmira y en ella
construyó el complejo que engloba al seminario. Con una arquitectura amplia y con
posibilidades de expansión, se arriesgó a pensar en el futuro. Duramente criticado porque
había construido una sede demasiado amplia para el poco número de seminaristas que
entonces disponía la Diócesis. Sin embargo, el riesgo, que supone confianza en la
Providencia divina, le dio los frutos y poco a poco aumentaron los seminaristas, incluyendo
algunos venidos de otras Diócesis del país.
Mons. Marco Tulio Ramírez Roa siguió la senda de sus predecesores, máxime con su
experiencia de haber sido rector del seminario. Dio serio impulso a la pastoral vocacional y
vio aumentar el número de seminaristas y ordenaciones. Envió sacerdotes a estudiar a
Roma y otros lugares de Europa, con la finalidad de preparar profesores para el seminario y
el IUESSTA. Con ayuda gubernamental construyó un nuevo bloque dado el elevado
número de nuevos alumnos que ingresaban al seminario.
Podemos decir que uno de los signos de la Iglesia en el Táchira es el Seminario Diocesano
Santo Tomás de Aquino. Los fieles cristianos lo sienten como algo propio: no es
desconocido. Esto se debe a muchos factores: desde sus inicios, los Obispos y pastores del
pueblo de Dios fueron hablando del seminario como la obra central de la Diócesis. Esto se
sigue manteniendo en el presente: para la gente, el seminario es algo propio. Además la
presencia de seminaristas en tiempos fuertes (Navidad y Semana Santa) en parroquias,
barrios y aldeas, hace que se creen vínculos con el seminario.
Casi toda las familias del Táchira han tenido alguno de sus miembros en el seminario:
algunos han llegado al sacerdocio, otros no. Los que no han llegado al sacerdocio
mantienen vivos recuerdos de su formación y no dejan de vincularse a seminario.
Hay conciencia clara de que el seminario es esencial para nuestra Iglesia Diocesana. Por
eso, además de la ayuda material que se le brinda, se tiene la permanente ayuda espiritual
de la oración por las vocaciones y la perseverancia de los seminaristas y sacerdotes.
Conviene destacar la continua oración por las vocaciones y sacerdotales que se tiene en las
diversas comunidades de la diócesis: existe la tradición de los jueves sacerdotales, con
oración y adoración ante el Santísimo Sacramento en casi todas las parroquias de la
Diócesis.
Se realizaron consultas y el equipo de formadores del seminario realizó una síntesis de las
proposiciones, recomendaciones e indicaciones que sirvieran de ayuda a la elaboración del
PES. Dos estudiantes sacerdotes elaboraron una monografía sobre el tema, que ha servido
de base para este PES. Se consultó también a presbíteros de la Diócesis y otras personas de
la misma o de otras Iglesias locales.
En los momentos actuales y de cara al futuro, el PES constituye una llave importante para
seguir abriendo puertas en el campo de la formación sacerdotal y de la promoción
vocacional. Además de darnos la unidad de criterios en la formación sacerdotal, nos
permitirá sentir que existe un hilo conductor que une todo el proceso formativo de los
futuros sacerdotes que se forman en nuestra alma mater del seminario. Esto le dará
coherencia a la formación y se verá la gradualidad de la misma, teniendo el mismo
objetivo. El objetivo final del seminario se hará sentir a lo largo de las diversas etapas
formativas, que si bien tienen su propio objetivo particular, no pueden estar aisladas entre sí
ni en contradicción con el objetivo general y propio del seminario.
El PES no es algo absoluto. Puede y debe ser profundizado a lo largo del camino futuro de
nuestro seminario: nuevos aportes, nuevas indicaciones podrán ser asumidas. Pero en el
fondo, nunca debería cambiar el objetivo general, propio y fundamental del seminario, cual
es formar y capacitar a los futuros pastores que se configurarán a Cristo Sumo y Eterno
Sacerdote, por el sacramento del Orden.
Las páginas que seguirán contienen el PES: se partirá de la finalidad del seminario, con sus
diversos objetivos específicos. Luego se verá el universo de actores y protagonistas en el
proceso formativo, así como algunos elementos metodológicos, para luego ver las diversas
etapas del proceso formativo. Con ello, se pretende brindar la ayuda necesaria para que
entendamos no sólo la importancia y centralidad del seminario en nuestra Diócesis, sino
también la tremenda responsabilidad que supone la formación de los futuros sacerdotes y,
por tanto la obligación que todos tenemos de asumir el seminario como tarea propia.
2.
El Señor Jesús, cuando eligió a los discípulos que lo iban a acompañar más de cerca y a
quienes, luego de su Ascensión, les confió la misión evangelizadora, los asoció a Sí para
irlos formando: fueron conociendo los misterios y las enseñanzas del Reino, fueron viendo
como hacía el bien y como se iba realizando la salvación prometida por Dios Padre.
Paulatinamente fueron introduciéndose en el mensaje y la obra del Redentor. Jesús los
quería “testigos”. Y así fue como se fueron presentando luego de la Ascensión del Señor.
Ese fue como el primer seminario. Luego en el Cenáculo se produce el prodigio del amor, y
con el mandamiento nuevo, el Señor instituye la Eucaristía y el Sacerdocio también nuevo.
Éste venía a ser diverso del sacerdocio del Antiguo Testamento: mientras éste último era
hereditario y se accedía a él por la pertenencia a la tribu o familia sacerdotal, el nuevo era
único. Sólo Cristo es sacerdote de la nueva alianza. Cuando el Señor, en la Última Cena,
instituye el sacerdocio cristiano de la nueva alianza, lo hace para que se siga haciendo
Memoria de la Pascua redentora en el tiempo de los hombres. Es lo que le pide a los que
son consagrados para ello.
El sacramento del Orden confiere a quien lo recibe una potestad muy particular:
Configurarse a Cristo Sumo y Eterno Sacerdote. Por esa cualidad, con el carácter que
recibe en el sacramento, el ministro sacerdote actúa in Persona Christi capitis. Así, en el
ejercicio de su ministerio, hace memoria del evento que transformó la historia de la
humanidad: para ello, recibe la triple función de Profeta, Pastor y Santificador. Como
Profeta, debe anunciar la Palabra de salvación; como Pastor, debe guiar al pueblo de Dios,
conociendo las ovejas y siendo conocido por ellas y dando su propia vida por ellas; como
Santificador, celebra los misterios de la fe, en especial la Eucaristía.
A lo largo de la historia, la Iglesia fue modelando las diversas formas de preparación de los
futuros sacerdotes. La creación de seminarios se consideró la más oportuna de todas. Por
eso, en los últimos siglos de la Iglesia, por medio de las enseñanzas de los Concilios y del
magisterio eclesial, se fue fortaleciendo la institución “Seminario”. Después del Concilio
Vaticano II, que dedicó un Decreto para el tema de la formación de los futuros Sacerdotes y
de los seminarios (OPTATAM TOTIUS ECCLESIAE), a través de Sínodos y
Documentos de la Sede Apostólica, se ha ido delineando la figura de lo que debe ser un
Seminario. En Venezuela, se ha tenido un documento importante para los seminarios:
NORMAS BÁSICAS PARA LOS SEMINARIOS DE VENEZUELA. Además el
Concilio Plenario de Venezuela ha reflexionado sobre el tema de los seminarios en su
documento sobre la vida y ministerio de los sacerdotes en Venezuela.
Todo ello nos permite delinear la finalidad de un seminario. Es un tiempo (los diversos
cursos y etapas formativas) y un espacio (las instalaciones del seminario y sus anexidades)
en el que los futuros sacerdotes, con la ayuda de un equipo de formadores y bajo la
responsabilidad del Obispo Diocesano, brindan los elementos necesarios para que el
seminarista vaya discerniendo su vocación y afinando su respuesta a la misma, a la vez que
se va preparando para asumir con la ordenación sacerdotal la configuración a Cristo
Sacerdote. En el seminario, tal como lo hizo Jesús con sus discípulos, el futuro sacerdote no
sólo aprende, sino que asume la misión de ser testigo.
Esto nos permite presentar el objetivo general de nuestro Seminario, del cual se desprenden
otros objetivos específicos que apoyarán la formación integral del futuro sacerdote de
nuestra Iglesia local o de otras Diócesis. Presentaremos a continuación el Objetivo general
de nuestro seminario y los objetivos específicos que ayudan a cumplir con ese objetivo o
finalidad propia e irrenunciable de nuestro Seminario Diocesano. Todos los actores en el
proceso formativo lo deberán asumir como propio. Los Obispos de otras Diócesis que
envían sus seminaristas a formarse en nuestro seminario deberán tenerlo muy en cuenta,
así como sus alumnos.
I.
OBJETIVO GENERAL
DEL SEMINARIO DIOCESANO
“SANTO TOMÁS DE AQUINO”,
DIÓCESIS DE SAN CRISTÓBAL
Este objetivo general nos marca la pauta de lo que debe ser el seminario de San Cristóbal.
Sus instalaciones, las de la colina de Toico y las de Peribeca (donde funciona el Curso
Propedéutico), constituyen el espacio dedicado a la formación de los futuros sacerdotes. Es
una gracia de Dios, herencia de los anteriores obispos, el poder disponer de esas
instalaciones, que paulatinamente han ido adaptándose a las exigencias modernas.
Junto a ellas, tenemos el espacio de tiempo destinado a la formación: los diversos niveles o
etapas de la formación se han establecido de acuerdo a lo que nos indican normas de la
Iglesia. Por eso, una de a tareas importantísimas es el aprovechamiento del tiempo de
formación: se ha pensado y organizado ese tiempo de manera progresiva, para que el
candidato al sacerdocio vaya madurando y vaya sintiendo su camino con la ayuda de los
formadores. Las etapas formativas ayudan al candidato a progresar en su discernimiento. A
la vez, le permiten al Obispo y al cuerpo de formadores ver cómo va madurando el
candidato y poder dar un juicio, en cuanto la humana fragilidad lo permite, acerca de la
idoneidad del candidato para el sacerdocio ministerial.
¿Qué se pretende con el PES? El Proyecto educativo tiene como finalidad última el ayudar
al joven seminarista aprender a configurarse a Cristo Sumo y Eterno Sacerdote. Para ello, el
Seminario se propone:
A) Que el Seminarista discierna sobre su vocación. Para ello, deberá contar con el
seguimiento y acompañamiento de los formadores. Pero siempre será un acto personal
propio. No son los demás quienes van a discernir sobre su vocación, sino el propio
candidato. Para ello hay que educarlo para la libertad, la responsabilidad y el
compromiso personal. Los formadores, en las diversas etapas, podrán ver signos
externos acerca de su idoneidad. Por ello, deben ayudar al candidato al sacerdocio a
discernir sobre su vocación. La progresividad de las etapas será un excelente
instrumento que facilitará este discernimiento, así como los otros fines del objetivo
fundamental de nuestro seminario.
C) Que madure su decisión, adquiriendo las destrezas necesarias. Por eso, las etapas
progresivas de la formación: le permitirán al joven seminarista ir madurando en todos
los sentidos (humano-cristiano-pastoral-académico). Las destrezas necesarias son
aquellas que provienen de la formación integral y que le permitirán al futuro sacerdote
tener un estilo de vida eminentemente sacerdotal.
II.
OBJETIVOS ESPECÍFICOS.
FORMACIÓN HUMANA.
No hay que olvidar la definición que de sacerdote nos da el autor sagrado: Es un hombre,
tomado de entre los hombres y puesto en medio de los hombres para las cosas que son de
Dios. (Heb. 5,1). Esta definición pone un gran acento en el aspecto humano. Por eso, el
sacerdote debe ser un hombre lo suficientemente maduro para poder realizar su ministerio
en medio de los suyos. Consciente de sus capacidades y limitaciones, debe mantener un
equilibrio en las diferentes áreas de la personalidad, para que pueda ejercer un ministerio
sacerdotal de mediación entre Cristo y la humanidad.
Para conseguir este objetivo, en conjunción con los otros, a lo largo de las diversas etapas
hay que realizar algunas tareas. En algunos momentos, se insistirá más en alguno que otro,
pero no para discriminar o supervalorarlo con relación a los demás. No se olvide que se
trata de una formación integral. Más adelante, cuando se presente el esquema formativo de
cada etapa se podrá ver los aspectos más relevantes de esta formación humana que hay que
acentuar junto con los otros objetivos específicos.
¿Qué se pretende al cumplir este objetivo específico?
En esta línea se sugieren algunas actividades que pueden y deben realizarse. Otras irán
saliendo a lo largo del proceso y de las diversas etapas, dejando la iniciativa a la sana
imaginación y creatividad.
Esta dimensión humana es necesario desarrollarla junto con las otras dimensiones, teniendo
en cuenta la propia especificidad de cada una. Pero este objetivo que apunta a la formación
humana es clave para la consecución del objetivo general del Seminario.
II.B.
LA FORMACIÓN ESPIRITUAL.
PDV 45 asume lo que aparece en el Decreto Conciliar sobre la Formación de los futuros
sacerdotes, como el objetivo de la formación espiritual, que nosotros hacemos nuestro en el
Seminario Diocesano de San Cristóbal. Se parte de la espiritualidad propia de cada
bautizado pero introduciéndose en la espiritualidad propia del presbítero diocesano. En esta
línea conviene tener los diversos subsidios que en los últimos años se han venido
produciendo en la Iglesia Universal.
Es necesario que los alumnos conozcan muy bien las dimensiones y contenidos de la
espiritualidad del presbítero diocesano, que deberán vivir a lo largo de su futuro ministerio.
Por eso, en nuestro Seminario diocesano se la tendrá no sólo como una asignatura
obligatoria en el pensum de estudios académicos, sino sobre todo a lo largo de las diversas
etapas de la formación sacerdotal. Se trata de ayudar al joven a vivir, desde su opción
bautismal por Cristo, vida según el Espíritu, pero con las características propias de un
presbítero diocesano.
Esto llevará cada día más, con la ayuda de los medios espirituales, a que el candidato se
identifique a Cristo Sumo y Eterno Sacerdote, el Buen Pastor. Centrará su vida en la
Palabra de Dios y en la Eucaristía, y hará de la caridad pastoral la fuente de su
espiritualidad. Para ello, deberá conocer todo lo que implica esta caridad pastoral. Es la
caridad o amor del Buen Pastor que es capaz de dar su vida por las ovejas, conocerlas y
darse a conocer por ellas. Esto requiere que sea un testigo, como lo fueron los discípulos de
Jesús.
Esta espiritualidad del presbítero diocesano es espiritualidad de comunión: con el Obispo,
con los demás presbíteros y el pueblo de Dios. En este sentido debe desarrollar la
obediencia y el sentido de corresponsabilidad, así como el verdadero sentido de la
fraternidad, que vivirá de manera sacramental luego de su ordenación. Por ser un hombre
puesto en medio de las cosas que son de Dios, éstas deben ser asumidas por él como
propias. Más aún, a través del testimonio en el ejercicio de su ministerio, debe contagiar lo
que enseña y celebra. Por eso, debe ser un hombre de Dios: en la oración y en el estudio, en
lo humano y cristiano, en el apostolado y en su ministerio.
Los valores del Reino y los consejos evangélicos deben brillar en la vida personal de cada
candidato que deberá ir conociéndolos, profundizándolos y asumiéndolos paulatinamente a
lo largo de su proceso formativo. La pobreza, la obediencia y la castidad, vivida en el
celibato, deben ser asumidas con decisión, en libertad y espíritu de confianza en Dios.
Para conseguir esto se deben transitar algunas sendas con la realización de algunas
actividades:
Para lograr andar por esas sendas, se propone tener en cuenta lo siguiente:
II.C.
LA FORMACIÓN INTELECTUAL.
Todo lo antes dicho requiere un trabajo continuo y una dedicación especial: La dedicación
al estudio, que ocupa una buena parte de la vida de quien se prepara al sacerdocio, no es
precisamente un elemento extrínseco y secundario de su crecimiento humano, cristiano,
espiritual y vocacional; en realidad, a través del estudio, sobre todo de la teología, el
futuro sacerdote se adhiere ala Palabra de Dios, crece en su vida espiritual y se dispone
a realizar su ministerio pastoral. (PDV 51). Para ello, hay que tener presente lo que recoge
PDV 51: Para que pueda ser pastoralmente eficaz, la formación intelectual debe
integrarse en un camino espiritual marcado por la experiencia personal de Dios, de tal
manera que se pueda superar una pura ciencia nocionística llegar a aquella inteligencia
del corazón que sabe “ver” primero y es capaz de comunicar el misterio de Dios en sus
hermanos.
Para apoyar esta formación intelectual, en nuestro Seminario Diocesano existen algunos
centros dedicados de manera más directa a esta formación intelectual: en el Seminario
Menor, debidamente inscrita en el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte (por tanto,
con reconocimiento oficial de los estudios) tenemos la UNIDAD EDUCATIVA
SEMINARIO MENOR SANTO TOMÁS DE AQUINO (UESSTA). En esta Unidad
Educativa, los alumnos pueden culminar sus estudios de formación básica y obtener el
bachillerato en humanidades (5 cursos).
a) Preparar a los futuros sacerdotes para una experiencia de Dios más consciente en el
ámbito personal, para un discernimiento crítico de la realidad, la lectura de los signos de
los tiempos, la proclamación de la Palabra de Dios y la enseñanza de la fe y la moral
cristiana.
b) Adquirir los conocimientos básicos de la filosofía y de la fe católica, nivelar la
preparación intelectual en diversas áreas (vgr. Lingüísticas, comunicacional, etc...),
introducir en la comprensión de los estudios superiores (filosofía y teología).
c) Introducir al alumno en la búsqueda amorosa de la “verdad sobre Dios, la Iglesia y el
hombre”.
d) Hacer que el alumno descubra la estrecha relación cognoscitiva existente entre los
argumentos filosóficos y los misterios de la salvación.
e) Entrenar a los alumnos con las ciencias humanas para un desarrollo eficaz de propia
preparación humana e intelectual, así como para un eficaz ejercicio de su rol como
pastor en medio de los creyentes y de la comunidad en general.
f) Dotar a los alumnos de los conocimientos filosóficos que sirven de base para el estudio
de la teología.
g) Dar calidad a los procesos de aprendizaje desarrollados en la enseñanza de la filosofía y
de la teología.
h) Alimentar, mediante una reflexión progresiva y consciente, la fe del candidato al
sacerdocio para que sea excelente testigo de la misma y sea también capaz de realizar el
diálogo con la razón y la cultura a lo largo de su ministerio.
i) Formar un espíritu crítico en el candidato al sacerdocio para que sea capaz de discernir
y leer los signos de los tiempos y así dar las respuestas convenientes a las interrogantes
y necesidades del hombre de hoy.
j) Capacitar al futuro sacerdote en métodos de estudio e investigación.
k) Valorar y conocer la cultura en vistas a una mejor transmisión de las verdades de la fe.
l) Proveer al futuro pastor de los contenidos y métodos expositivos de la fe católica que
alcance una visión completa y unitaria de las verdades reveladas por Dios en
Jesucristo y de la experiencia de la fe de la Iglesia (PDV 54).
m) Capacitar al futuro sacerdote para que pueda ejercer su misión pastoral de forma realista
y fructuosa, avizorando los problemas humanos y sus soluciones a la luz de la fe y de la
revelación cristiana. Esto conlleva también el preparar a los candidatos para futuras
investigaciones y especializaciones que ayuden a profundizar el conocimiento de la fe
la realidad del hombre según la visión cristiana.
n) Adecuar el pensum, de acuerdo a las exigencias de la Ley Civil y de la Iglesia, a fin de
asegurar una preparación académica de excelencia.
o) Propiciar y motivar la profundización e investigación por parte del cuerpo de profesores
de los diversos institutos formativos del Seminario.
p) Promover jornadas de estudio para los profesores de los diversos institutos del
Seminario.
II.D.
FORMACIÓN PASTORAL.
Como dice PDV 57, Toda la formación de los candidatos al sacerdocio está orientada a
prepararlos de una manera específica para comunicar la caridad de Cristo, buen Pastor.
Es lo que hace que toda la formación tenga un carácter pastoral. La dimensión humana, la
intelectual y la espiritual apuntan también a la formación del sacerdote que se configurará a
Cristo Buen Pastor. Es lo que nos indica el Decreto Conciliar Optatam Totius (n. 4). Se
busca modelar en la personalidad del futuro sacerdote la imagen del Buen Pastor para que
lo manifieste en el ejercicio de su ministerio. Así, se preparará para el ministerio de la
Palabra: para comprender mejor la palabra revelada por Dios, poseerla con la
meditación y expresarla con la palabra y la conducta.(Ibid).
También deben prepararse para ser los ministros de la santificación y del culto litúrgico: a
fin de que, orando y celebrando las sagradas funciones litúrgicas, ejerzan la obra de la
salvación por medio del sacrificio eucarístico y de los sacramentos (Ibid). En todo esto,
deben conseguir imitar e identificarse a Cristo que no vino a ser servido sino a servir y dar
la vida por la humanidad (cf. Mc 10,45).
En esta dimensión es fácil entender como se interrelacionan las otras dimensiones que
constituyen los objetivos específicos que permiten cumplir el objetivo general de nuestro
Seminario Diocesano: formar pastores a imagen de Jesús. En este sentido, la finalidad
pastoral asegura a la formación humana, espiritual e intelectual algunos contenidos y
características concretas, a la vez que unifica y determina toda la formación de los
futuros sacerdotes. (PDV 57). Para darle fuerza a esta dimensión, se requiere que se
desarrolle y estudie la teología pastoral, que es una reflexión científica sobre la Iglesia en
su vida diaria, con la fuerza del Espíritu, a través de la historia; una reflexión sobre la
Iglesia como “sacramento universal de salvación:, como signo e instrumento vivo de la
salvación de Jesucristo en la Palabra, en los Sacramentos y en el servicio de la caridad.
(Ibid).
Por otra parte, así como es fuente de la espiritualidad del presbítero diocesano, en la
dimensión pastoral se puede asumir en la práctica el dinamismo propio de la caridad
pastoral, que es principio y fuerza del ministerio sacerdotal (cfr. Ibid.). Desde esta
perspectiva, la formación pastoral está destinada no sólo a asegurar una competencia
pastoral científica y una preparación práctica, sino también y sobre todo, a garantizar el
crecimiento de un modo de estar en comunión con los mismos sentimientos y actitudes
de Cristo, Buen Pastor (Ibid.).
a) Madurar la sensibilidad del futuro pastor para que asuma consciente y maduramente sus
responsabilidades como tal, y pueda tener el hábito interior de valorar los problemas y
establecer las prioridades y los medios de solución, de acuerdo a serias motivaciones de
fe. (cfr. PDV 58).
b) Ayudar al alumno a abrir su mente y corazón a la dimensión misionera de la Iglesia
c) Iluminar la aplicación práctica pastoral mediante la entrega y algunos servicios
pastorales (apostolado) que los candidatos puedan ir asumiendo a lo largo de las
diversas etapas formativas del Seminario.
d) Insistir que se trata de un aprendizaje pastoral que debe realizarse en armonía con las
otras dimensiones de la formación.
e) Enseñar al alumno que su trabajo pastoral debe realizarse desde la perspectiva del
servicio, alejándose de todo tipo de superioridad o ejercicio de un poder que no siempre
está justificado y no está de acuerdo con la caridad pastoral (cfr. Ibid).
f) Aprender a trabajar con sentido de la comunión eclesial, con el Obispo, los presbíteros
y demás agentes de pastoral, en servicio del Pueblo de Dios.
g) Incorporar al Obispo Diocesano para que sea el gran animador de esta dimensión de la
formación sacerdotal y pueda brindar su experiencia a los alumnos.
h) Acompañar a los alumnos en sus diversos trabajos apostólicos: cada uno de ellos de
acuerdo a la planificación del seminario y de este PES. El sacerdote formador de cada
grupo de vida tiene la responsabilidad de ese acompañamiento.
i) Definir los campos de trabajo pastoral para cada grupo de vida o curso.
j) Planificar (formadores y alumnos) el trabajo pastoral de cada grupo.
k) Aprovechar la experiencia de los sacerdotes profesores y de otros sacerdotes en especial
párrocos o que tienen algún compromiso pastoral específico.
l) Animar y acompañar las experiencias pastorales particulares: curso de pastoral (entre
filosofía y teología) y alumnos de cuarto año de teología.
m) Organizar sesiones especiales para conocer iniciativas y experiencias pastorales.
n) Preparar a todos los seminaristas en el campo de la informática y de la comunicación,
de la oratoria y de técnicas o dinámicas de grupo para ponerlas al servicio de la
pastoral.
o) Crear y fortalecer el Centro de Pastoral en el IUESSTA que permita la investigación en
esta área de la formación sacerdotal.
p) Fortalecer la Pastoral Vocacional, que es responsabilidad del Seminario (como se verá
más adelante).
FORMACIÓN
ESPIRITUAL
FORMACION
HUMANA
3.
PROTAGONISTAS EN LA FORMACIÓN SACERDOTAL.
El Seminario es una comunidad viva; por tanto, todos sus miembros ejercen un
protagonismo especial. Es importante tener en cuenta los diversos protagonistas, sabiendo
que en el fondo, uno solo es el principal protagonista, el Espíritu Santo, como lo veremos.
El protagonismo conlleva la responsabilidad y la participación de cada uno.
A) El Espíritu Santo.
A lo largo de todo el proceso formativo, cada uno de los protagonistas debe entender que el
auténtico y definitivo protagonista de la formación de los futuros sacerdotes es el Espíritu
Santo: Si la preparación al sacerdocio es esencialmente la formación del futuro pastor a
imagen de Jesucristo buen Pastor ¿quién mejor que el mismo Jesús, mediante la
infusión de su Espíritu, puede donar y llevar hasta la madurez aquella caridad pastoral
que Él ha vivido hasta el don total de sí mismo (cf. Jn 15,13; 10,11) y que quiere que sea
vivida también por todos los presbíteros? (Ibid.). No olvidemos que las palabras de la
oración del rito de ordenación luego de la imposición de las manos del Obispo, tanto para el
diácono como para el presbítero, imploran la fuerza del Espíritu Santo sobre quien está
siendo marcado por el sacramento del orden.
B) La Iglesia.
Gracias al empuje de sus Obispos y del presbiterio, así como de los fieles cristianos de
nuestra Iglesia local, el Seminario ha producido innumerables frutos del Espíritu. La legión
de sacerdotes salidos de nuestro seminario diocesano ha alimentado a nuestra propia
Iglesia, así como a otras Iglesias hermanas y también a Institutos de Vida Consagrada. Una
importante tarea de la Iglesia es la de animar y promover las vocaciones sacerdotales, y
acompañar a tantos jóvenes en el proceso formativo. Esto tiene que ver con su propia
esencia y misión: La Iglesia es por su propia naturaleza la “memoria”, el “sacramento”
de la presencia y de la acción de Jesucristo en medio de nosotros y para nosotros. A su
misión salvadora se debe la llamada al sacerdocio; y no sólo la llamada, sino también el
acompañamiento para que la persona que se siente llamada pueda reconocer la gracia
del Señor y responda a ella con libertad y con amor. (Ibíd.)
La Iglesia, que en su debido momento creó los seminarios para la formación adecuada de
los sacerdotes, apoya esta formación con su magisterio y con sus directrices y considera el
seminario como una de las fundamentales instituciones del pueblo de Dios. Por eso, desde
esta perspectiva, nuestra Iglesia de San Cristóbal acepta ese encargo. Una manera muy
especial es con la realización y ejecución de este Proyecto Educativo (PES). La aprobación
del Proyecto Educativo es competencia del Obispo diocesano, así como el Reglamento y
otras normas y directrices del Seminario (cfr. Apost. Succ., 90). Con él nos adentramos más
en el camino que Dios mismo nos ha puesto ante nosotros, para responderle a la hermosa
gracia de contar con vocaciones, seminaristas y sacerdotes. Dentro de la Iglesia local de
San Cristóbal, hay quienes tienen una responsabilidad mayor en el ejercicio de su
protagonismo (Obispo, Presbiterio, Formadores) y quienes tienen otras responsabilidades
(Comunidades parroquiales, movimientos eclesiales de apostolado, congregaciones
religiosas, etc...)
C) El Obispo Diocesano.
La definición del protagonismo del Obispo en PDV (n. 65) es clara y directa, además de
indicar la importantísima responsabilidad que posee en este sentido: El primer
representante de Cristo en la formación sacerdotal es el Obispo. Del Obispo, de cada
Obispo, se podría afirmar lo que el evangelista Marcos nos dice en el texto
reiteradamente citado: “Llamó a los que él quiso: y vinieron donde él. Instituyó Doce,
para que estuvieran con él, y para enviarlos...”(Mc 3,13-14). Está, pues, claro: el Obispo
de esta Iglesia de San Cristóbal tiene la exigente misión, responsabilidad y tarea de ser el
primer formador de los futuros sacerdotes. Es una tarea que no puede eludir. El ejemplo de
los Obispos anteriores sale a su encuentro para animarlo.
Por eso, una de sus primeras preocupaciones ha sido, es y debe seguir siendo la formación
de quienes van a ser sus próvidos y cercanos cooperadores en el presbiterio para cumplir
con la misión recibida. No preocuparse de la formación de los futuros sacerdotes es una
falta que puede tener sus serias implicaciones en el futuro de la Iglesia diocesana. Para el
Obispo, el seminario es una instancia eclesial que no puede descuidar o abandonar. Esta
formación, con todo lo que conlleva de oración, dedicación y esfuerzo, es una
preocupación capital para el Obispo (Past.Greg. 48).
La presencia frecuente al seminario y sus diversos niveles formativos, el diálogo con los
formadores y con los alumnos, su acompañamiento a la formación en las diversas etapas,
así como el seguimiento a la pastoral vocacional son funciones propias del Obispo. Esta
visita frecuente encuentra en la Visita Pastoral anual del Obispo al Seminario un campo
propicio para estrechar los vínculos de unión y caridad con los formadores y alumnos, así
como con otros colaboradores del Seminario. Así, cada año, en la fecha mejor para todos,
el Obispo realizará la Visita Pastoral al Seminario, de la cual dejará relación y acta con
sugerencias, recomendaciones y enseñanzas para impulsar el crecimiento de la comunidad
del Seminario. En tal visita, el Obispo tratará de tener un encuentro directo e informal
con los alumnos para conocerlos personalmente, alimentando el sentido de la
familiaridad y amistad con ellos para poder ponderar las inclinaciones, actitudes, dotes
humanas e intelectuales de cada uno y también los aspectos de su personalidad que
necesitan de una mayor atención educativa. Esta relación familiar permitirá al Obispo
poder evaluar mejor la idoneidad de los candidatos al sacerdocio y confrontar su juicio
con el de los superiores del seminario, que está a la base de la promoción al sacramento
del orden.(Apost. Succ, n.88)
El Obispo Diocesano invitará a los Obispos de otras diócesis que tienen sus alumnos en
nuestro Seminario Diocesano a que los visiten con frecuencia y entablen ese necesario
diálogo con ellos. Esa será una buena oportunidad para intercambiar acerca de sus
candidatos con el rector del seminario y los demás formadores. No se deberían contentar
sólo con el informe del Seminario que se realiza y envía periódicamente.
El Obispo es quien elige a los formadores del seminario y designa las responsabilidades
más importantes: Rector, Director Espiritual, Ecónomo, Directores de los Institutos
educativos del Seminario, los vicerrectores (del Seminario Menor, del Seminario Mayor,
del Curso Propedéutico) el responsable del grupo que compone el filosofado. Con ellos
mantiene una fluida y continua relación. El Rector debe informar continuamente al Obispo
acerca de la marcha del seminario. El Obispo, a su vez, se acercará con frecuencia a hablar
con él y tendrá periódicas reuniones con el grupo de formadores, así como con los
profesores de los Institutos educativos del seminario. Con el Ecónomo del seminario,
ayudado por otras instancias y grupos de personas, buscará fortalecer el patrimonio del
Seminario, para que éste pueda disfrutar de solvencia económica suficiente.
El Obispo mantendrá diálogo con los empleados del seminario para conocerlos y animarlos
a trabajar con entusiasmo en la delicada tarea de la formación de los seminaristas.
Los seminaristas, sean de la diócesis de San Cristóbal o de otra diócesis, que deseen hablar
con el Obispo, podrán hacerlo: el rector les dará el debido permiso para ir a la Casa
Episcopal si fuera el caso, en el horario que sea más conveniente para el seminarista y el
Obispo. En el caso de que lo desee hacer en el seminario durante alguna de las visitas
periódicas que éste realiza, podrá hacerlo en la forma más conveniente que se considere.
El Obispo deberá dirigir pláticas y charlas formativas a los seminaristas a lo largo de cada
curso académico. Es conveniente que en algunos momentos pueda dirigir retiros
espirituales anuales o mensuales y participar en actividades de carácter espiritual. Presidirá
la Eucaristía con frecuencia en la comunidad general, o por grupos de vida, según se crea
conveniente. Esta celebración debe indicar a la comunidad del seminario la centralidad de
la eucaristía y del sacerdocio para lo que se están preparando.
Sin discriminación de ningún tipo, el Obispo estará muy en contacto con todos los alumnos
del Seminario: El conocimiento personal y profundo de los candidatos al presbiterado en
la propia Iglesia particular es un elemento del cual el Obispo no puede prescindir. (Past.
Greg., n.48). De manera especial, el Obispo estará en continuo contacto con los estudiantes
del último año de teología para conocerlos más de cerca e irlos introduciendo en el
dinamismo de la caridad pastoral y de la fraternidad sacramental en el presbiterio. De igual
manera, atenderá con especial solicitud a los que realizan la experiencia del año de pastoral,
visitándolos en su lugar de trabajo y dialogando con ellos acerca de esta experiencia
formativa. Con los alumnos del Seminario Menor y del Propedéutico mantendrá contactos
directos visitándolos con frecuencia, como a los otros alumnos.
Es importante el contacto del Obispo con los padres y representantes de los seminaristas.
Cuando sea posible, los visitará en sus propias comunidades. En sus visitas a las parroquias,
animará a los párrocos a la atención de los seminaristas de sus comunidades y a que
dediquen serios esfuerzos para la promoción vocacional.
D) El Presbiterio Diocesano.
El Presbiterio constituye una institución esencial en cada Iglesia local. Presidido por el
Obispo, que lo considera el cuerpo de cercanos y próvidos cooperadores, en la guía pastoral
de la grey diocesana, el Presbiterio también asume su responsabilidad en la formación de
los futuros sacerdotes, que luego del proceso de formación en el Seminario Diocesano se
incorporarán, por la ordenación sacerdotal, a él. Algunos miembros del Presbiterio
Diocesano son elegidos por el Obispo para el delicado ministerio de la formación de los
futuros sacerdotes. Ya este hecho marca la preocupación que todos los presbíteros
diocesanos deben tener para con el seminario: guiados por la fraternidad sacramental y la
caridad pastoral, les acompañarán sobre todo con la oración y las ayudas que se les solicite
(Charlas, retiros, docencia, etc...).
Los presbíteros de nuestra Iglesia de San Cristóbal colaborarán de una manera muy eficaz
en la formación de nuestros seminaristas en la medida que se distingan por su ejemplo de
conducta cristiana y sacerdotal, con la que invitan a imitarles por su testimonio de vida y
santidad. Este testimonio es clave y necesario para fortalecer el entusiasmo de los jóvenes
que en el futuro compartirán la fraternidad sacramental con los demás sacerdotes en nuestro
Presbiterio.
Vean con aprecio y gratitud al seminario: allí forjaron su respuesta y consiguieron los
medios para acceder al ministerio sacerdotal. Visítenlo y ténganlo como un necesario punto
de referencia para su ministerio, oración preocupación.
Ya esto último signa dos elementos también fundamentales: es comunidad cristiana, que se
centra en la Palabra y la Eucaristía, que vive el misterio de la Pascua del Señor con
elementos que le son propios a la formación sacerdotal. Como tal, es comunidad eclesial en
sintonía con la Iglesia Universal y Diocesana, en comunión con el Obispo, el Presbiterio y
los fieles cristianos del pueblo de Dios. Es una comunidad que, por sus elementos
característicos, debe sentirse Pueblo de Dios. Es una comunidad sacerdotal y eucarística:
vive el sacerdocio de los formadores, pero en los alumnos se debe notar la vivencia del
aprendizaje para ser pastores-sacerdotes del pueblo de Dios. Y es también comunidad
eucarística, no sólo porque celebra diariamente la Eucaristía, lo que es esencial, sino porque
la tiene a Ella como centro, fuente y culmen de su vida; amén de que sus miembros de una
manera muy especial, sienten y hacen sentir la memoria continua de la Pascua redentora de
Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote.
Dirige las reuniones del equipo de formadores, de acuerdo al plan que establecerá junto con
ellos. Esa reunión semanal, durante el curso académico, deberá pasar revista sobre la vida
integral del seminario y los progresos en el discernimiento de los alumnos. Se entrevistará
periódicamente con cada formador, en especial los formadores guías de los diversos grupos
de vida, para saber directamente acerca de la marcha del seminario y el progreso de cada
alumno. Visitará con frecuencia, de acuerdo a un plan debidamente establecido, la sede del
Curso Propedéutico, el seminario menor y estará vigilante sobre la marcha de la pastoral
vocacional. De igual manera, estará vigilante sobre la marcha de la UESSTA y del
IUESSTA.
Al menos, dos veces al año hablará con cada uno de los alumnos del Seminario Mayor y del
Propedéutico: se tratará de un diálogo con características de caridad pastoral para evaluar la
marcha de cada uno de ellos en el seminario. Cuando las circunstancias lo requieran,
llamará la atención y sugerirá las debidas correcciones a los alumnos, motivándolos al
crecimiento integral de cara a su futuro ministerio. De igual manera, acompañado de algún
otro formador si fuera necesario, a lo largo del curso académico visitará cada uno de los
hogares de los seminaristas mayores y si fuera posible de los alumnos del seminario menor
(sobre todo los cursos superiores).
Presidirá siempre la reunión de los formadores cuando se trate del escrutinio e informes de
los candidatos a los ministerios y órdenes sagradas. Avisará al Obispo Diocesano sobre los
resultados de dichos escrutinios. Para ellos, se seguirán las normas establecidas en la Iglesia
Universal y por la CEV. De igual manera, avisará a los Obispos de otras diócesis acerca del
resultado de los escrutinios de sus seminaristas.
El Rector atenderá a todos los seminaristas por igual, sin discriminación de ningún tipo. En
particular a los que tengan alguna dificultad o problema. Pero en ningún caso, será director
espiritual de ellos y mucho menos confesor de los seminaristas. Si algún seminarista decide
voluntariamente retirarse, evaluará las causas de su retiro. Si hubiera posibilidades de un
regreso, lo manifestará en el propio informe del alumno. Pero si quien se retirara no diera
garantías de idoneidad, déjese constancia de ello en el informe del alumno.
El Rector debe mantener una fluida y constante comunicación con el Obispo, para dialogar
sobre la marcha del seminario. Con él preparará la Visita Pastoral y otras actividades del
Seminario. Por su responsabilidad, debe ser el que anime a todos al cumplimiento de los
objetivos específicos de nuestro seminario, y las diversas dimensiones de la formación
sacerdotal. Para ello, contará con la ayuda de los formadores. Debe motivar a que se
entienda que el proceso formativo debe hacer que los alumnos participen en el mismo: no
son receptores de contenidos, sino actores de su propia formación, bajo la guía de los
formadores. Por eso, debe animarlos a que asuman su propia responsabilidad formativa,
con la ayuda de los formadores y sean capaces de discernir su vocación y dar respuesta
desde una opción por Cristo Sacerdote y Buen Pastor.
Por eso, el Rector debe distinguirse por su sencillez de trato, su afabilidad fraterna,
alimentada por la Palabra de Dios, la Eucaristía y la oración. Tanto para el equipo de
formadores, como para los seminaristas debe ser un testigo decidido del Señor, que con
alegría y sentido de comunión con el Obispo y el Presbiterio, contagia a todos de su
experiencia de fe, amor y esperanza.
Otras funciones del Vicerrector serán establecidas en el reglamento propio del seminario o
indicadas por el Rector.
Es mano derecha también del Rector en la dirección del Curso Propedéutico. Junto con los
otros formadores de este Curso, organizará las actividades, dirigirá el proceso de
discernimiento de los alumnos que están en esta fase inicial del seminario mayor. Es el
administrador del Curso, tarea que realizará en diálogo y comunión con el ecónomo del
seminario. Dialogará permanentemente con cada alumno y elaborará una ficha de vida de
cada uno, junto con los otros formadores. Al final del Curso, dará el informe de cada
alumno, elaborado junto con los otros formadores, indicando si puede acceder a la otra
etapa formativa. No actuará solo, sino en comunión con el Rector y los otros formadores
del Curso Propedéutico y del Seminario.
Una de sus tareas es la de supervisar que cada seminarista tenga su propio director
espiritual y su confesor, y que también acuda a ellos con la frecuencia necesaria. Para ello,
el Director espiritual general del seminario deberá llamar a cada seminarista, al menos dos
veces al año y revisar con él cómo va su camino espiritual. Los que no son sus dirigidos
espirituales acudirán a este coloquio con el ánimo de ser ayudados y para cooperar con el
ministerio propio del Director Espiritual. Podrá informar al Rector de aquellos aspectos que
no tengan que ver con el fuero interno y que indiquen las actitudes externas de los
seminaristas.
Estará pendiente de la presencia de los confesores designados por el Obispo, para que
tengan el tiempo suficiente a fin de ejercer su importante ministerio. Es conveniente que
periódicamente se reúna con los directores espirituales y confesores para animarlos a
cumplir su ministerio y para profundizar en algunos temas de la espiritualidad propia del
sacerdote diocesano. Deberá, entonces, insistirles que recomienden a sus dirigidos la
práctica de las virtudes humanas, cristianas y sacerdotales.
No participará en la reunión donde se traten los escrutinios para los ministerios y las
órdenes. En las reuniones generales de formadores deberá participar, pero deberá guardar la
debida discreción y el secreto cuando su opinión pueda poner en peligro el secreto de
confesión o revelar el fuero interno de algún alumno.
Guardando las distancias con relación a lo que se dijo en el Seminario Mayor, el Director
espiritual del seminario menor es el animador de la vida espiritual y litúrgica de los
alumnos del menor. Para ello, organizará charlas, retiros, convivencias, celebraciones que
permitan al joven seminarista menor ir gustando de las cosas de Dios. Debe irlos
introduciendo en la oración, de acuerdo a la edad. A la vez, estará pendiente de que asistan
a los actos litúrgicos con dignidad y seriedad.
Tiene la gran responsabilidad de administrar el patrimonio y los recursos del seminario, así
como de organizar la manera de conseguirlos. Para ello, sin duda alguna que contará con la
ayuda de los formadores, de la Curia Diocesana, FUNDASSTA y otras instituciones.
Coordina todas las actividades que tengan que ver con el área administrativa. Para ello
cuenta con un equipo ad hoc. Deberá realizar todo su proceso administrativo de acuerdo a
lo establecido por las leyes civiles y eclesiásticas, as como por las normas diocesanas al
respecto. Actúa en comunión con el Rector, a quien periódicamente le presentará el estado
de la administración (cuentas, disponibilidad bancaria, créditos, deudas, ingresos, etc...) así
como los proyectos para la consecución de recursos.
El Ecónomo tiene la responsabilidad del mantenimiento del Seminario, para ello debe
contar con la ayuda y cooperación de los demás formadores, así como de los seminaristas.
Nadie debe hacer gastos por su cuenta sin contar con el ecónomo; lo mismo nadie debe
comprometer los recursos del seminario presuponiendo que son suficientes. Los
formadores, según sus áreas de trabajo, si requieren de material de apoyo especial y
extraordinario, deberán hacer la debida solicitud al Rector y al Ecónomo, quienes, de haber
disponibilidad real, podrán conceder los recursos respectivos para ello. Si se tratara de
ventas o enajenaciones se deberá tener en cuenta lo establecido en la Ley Universal de la
Iglesia.
El Ecónomo del Seminario es el responsable del trato de los empleados y de las Hermanas
de la Congregación Siervas de Jesús. Con ellos tendrá un trato serio y franco. Resolverá
todas las dificultades con los criterios de la ley, pero sobre todo de la caridad. Tendrá a su
cargo la atención pastoral de las Hermanas (capellán), pero contando con la ayuda de los
otros sacerdotes formadores.
Los formadores del equipo del seminario deberán ver en el ecónomo un hermano que tiene
la responsabilidad de custodiar y hacer crecer el patrimonio del seminario.
Conviene que con frecuencia pueda dirigir algunas charlas o conferencias a los seminaristas
sobre el sentido cristiano de los bienes la responsabilidad de cuidarlos puesto que están al
servicio de todos, acerca de la pobreza evangélica y temas afines. Para ello, combinar con
el Rector y el Director Espiritual, para que en algunos de los momentos que ellos disponen
para sus conferencias puedan conceder el tiempo para el ecónomo.
E.1.h. Formadores guías de grupos de vida.
En esta línea estará en contacto dialogante con los alumnos de su grupo, les asesorará en
todos los aspectos y será el guía de su vida de oración comunitaria, de su vivencia
eucarística y de la puesta en práctica de los principios fundamentales de la espiritualidad
del presbítero diocesano. Para ello, contará con la ayuda del Director Espiritual del
Seminario y el coordinador espiritual de cada grupo. Estará vigilante por el progreso
académico de los alumnos de su grupo y será el responsable de que la formación humana se
realice en ellos. Asimismo será el acompañante de las experiencias pastorales de los
alumnos de su grupo.
Debe estar muy cerca de sus alumnos: debe llamarlos y dialogar con ellos continuamente,
para animarles y corregirles, si fuera necesario. Para eso, los acompaña diariamente en la
oración y la eucaristía; asimismo en otras actividades, culturales y deportivas, así como
recreativas. No debe tener límite de tiempo para atenderlos, ni se debe reducir a encuentros
fortuitos. Con ellos, hará el plan de vida los animará para su cumplimiento. Irá llenando
paulatinamente el CUADERNO DE VIDA de cada alumno, con lo cual podrá comprobar si
ha habido progreso en el caminar de alumno. No debe dejar esta tarea para las últimas
semanas del curso. De este Cuaderno de Vida, que al final irá al archivo propio de cada
alumno, se hará el informe final del curso para cada alumno y se le comunicará al mismo,
antes de terminar el curso académico, para luego darlo a conocer al Obispo diocesano o al
Obispo propio si fuera de otra diócesis. El informe final debe ser firmado por el Rector,
luego de haber sido presentado al equipo de formadores para su estudio y aprobación.
Anime, organice con los alumnos y participe en actividades propias del grupo
(celebraciones eucarísticas y de oración por grupos, retiros, paseos, etc...) y al menos una
vez a la semana comparta con los alumnos una de las comidas fuertes del seminario. Sea en
todo modelo de vida cristiana y sacerdotal para los alumnos de su propio grupo. Debe
desarrollar ante ellos las virtudes sacerdotales, y trátelos con caridad pastoral, recordando
que tiene la misión directa del alfarero que ayuda a modelar en ellos la figura de Jesús Buen
Pastor y Sumo Sacerdote.
Debe estar en permanente contacto con el Rector y los otros formadores. El diálogo con
ellos le permitirá aportar ideas para la conducción del seminario y recibir aportes para su
trabajo particular. Nunca, amenos que haya razones serias, falte a las reuniones del equipo
de formadores, ni a las celebraciones eucarísticas ni otros actos importantes del seminario.
Puede avisarle al Director espiritual sobre situaciones especiales que debe atender en su
ministerio en el seminario. Esté cada formador abierto a asumir las responsabilidades que el
Rector y equipo de formadores le indique para la buena marcha general del seminario.
Mantenga cada uno de los formadores un contacto directo con el Obispo Diocesano, para
que así pueda él tener también indicaciones acerca del camino de discernimiento de los
alumnos.
Al terminar los estudios de filosofía, antes de ingresar a la teología los alumnos de nuestro
Seminario deberán realizar el AÑO DE PASTORAL (lo cual será especificado más
adelante). Para animar, asesorar y guiar esa experiencia se tendrá un formador que será
designado por el Obispo, escuchado el parecer del Rector. Este asesorará y coordinará las
diversas actividades del año de Pastoral. Estará en contacto directo y permanente con los
alumnos y organizará adecuadamente los encuentros periódicos de formación que están
pedidos por el proyecto educativo. De igual manera estará en contacto con los párrocos y
otros responsables de los lugares donde los seminaristas estarán realizando su experiencia
pastoral.
Deberá ser para ellos como el pastor que está preocupado por sus ovejas. Y no escatimará
esfuerzos por atenderlos cuando ellos lo requieran.
El Obispo designa a uno de los formadores del seminario para que sea el director de la
Pastoral Vocacional. Para ello, contará con un equipo de seminaristas y el apoyo de
formadores, así como de otros miembros del presbiterio diocesano y fieles cristianos del
pueblo de Dios. Se seguirá el proyecto diocesano que es asumido como una de las etapas
del proceso formativo del Seminario Diocesano de San Cristóbal (Ver más adelante). Para
su trabajo es importante el contacto permanente con el Obispo y el Rector, así como con el
equipo de formadores.
Cada año, con la ayuda de los miembros del equipo de pastoral vocacional, cumplidas las
etapas del plan de pastoral vocacional de la Diócesis (y del seminario) presentará al Rector
los candidatos a ingresar en el Seminario. En el caso de que, por razones de cupo, no
pudieran ingresar todos en el curso académico siguiente, mantendrá contacto y seguimiento
con todos los que quedaron fuera del seminario. Para ello, como se indica en el plan de
pastoral vocacional, debe estar pendiente del funcionamiento de los diversos centros de
pastoral vocacional en las parroquias de la diócesis.
Deberá ser el animador de la oración por las vocaciones en toda la Diócesis. Para ello
deberá valerse del equipo de pastoral vocacional y de otras personas. Esta dimensión deberá
estar siempre presente. De igual manera, deberá mantener una comunicación con todas las
parroquias y escuelas, así como con los grupos juveniles de la Diócesis para hacer la
promoción vocacional correspondiente. En la medida que esto se realice, será un
instrumento de Dios para el aumento de las vocaciones sacerdotales en nuestra Iglesia local.
Los profesores, tanto del seminario menor como del seminario mayor (UESSTA –
IUESSTA) ocupan un puesto muy particular en la formación de los futuros sacerdotes.
Ellos son los responsables de la formación intelectual integral de los futuros pastores. Si
bien cada uno en su área de especialización debe enseñar a los alumnos las asignaturas
correspondientes, ello debe hacerse teniendo en cuenta las otras dimensiones de la
formación sacerdotal para así cumplir con el objetivo general del Seminario.
Se debe tener con los profesores encuentros periódicos para evaluar el camino de cada
alumno y del Instituto Educativo en general. Deben tener muy presentes que el alumno no
es un simple receptor, sino también un protagonista de la formación. Por eso, el método
interactivo debe estar muy presente. Se debe conseguir que el alumno no sólo aprenda
destrezas y conocimientos, sino que tenga la capacidad de interpretar, analizar e investigar,
con sentido crítico evangélico, de tal manera que enriquezca su intelecto y sea capaz de
poner sus conocimientos y formación intelectual al servicio de su futuro ministerio
sacerdotal. Esto es válido también para los alumnos del seminario menor.
Los profesores del seminario menor tienen también que ayudar, con su ejemplo de vida
cristiana si son laicos y su testimonio sacerdotal si son sacerdotes, a que el joven
seminarista vaya madurando el discernimiento y respuesta a la llamada de Dios. Por eso, es
bueno que participen con ellos, de acuerdo a una programación del seminario, en jornadas
de reflexión y oración. Los profesores laicos, sobre todo, deben contagiar del entusiasmo de
bautizados a los alumnos.
Los profesores del seminario mayor están obligados a dirigir sus enseñanzas de acuerdo
con el objetivo del seminario, que formar pastores y sacerdotes configurados a Cristo. Esto
no significa actuar aisladamente del equipo de formadores, sino de común acuerdo con él y
teniendo muy en cuenta lo que propone el PES.
Los profesores del filosofado deben tener muy en cuenta que la filosofía lleva a un
conocimiento y a una interpretación más profunda de la persona, de su libertad, de sus
relaciones con el mundo y con Dios. (PDV. n.52.). En esta línea, sólo una sana filosofía
puede ayudar a los candidatos al sacerdocio desarrollar una conciencia refleja de la
relación constitutiva que existe entre el espíritu humano y la verdad, la cual se nos revela
plenamente en Jesucristo (Ibid.).
Los estudios de filosofía deben apuntar a que el alumno sea capaz de enriquecer
intelectualmente el culto a la verdad (veneración amorosa de la verdad, PDV 52) y el
conocimiento de la verdad sobre el hombre. Los profesores de filosofía deben hacer que el
seminarista llegue a ello y sea capaz de prepararse para el diálogo entre fe y razón, fe y
cultura. Por eso, siguiendo los métodos didácticos propios, promueva el sentido de la
investigación personal y grupal, ayudando a que con espíritu crítico y capacidad de análisis
sobre la realidad humana y social, el joven pueda dar las respuestas convenientes
necesarias, en orden al ministerio al que ha sido llamado.
Los profesores de los Institutos del Seminario, se reunirán frecuentemente con los
directores de los mismos para así intercambiar ideas sobre la formación académica de los
seminaristas y aportarán ideas para la misma. Anualmente realizarán al menos un encuentro
de profundización sobre un tema de estudio debidamente acordado por la dirección de los
Institutos correspondientes. Se pedirá que anualmente cada profesor publique algún estudio
sobre la especialización propia. El Obispo participará en algunas de las reuniones de
profesores, según la planificación del seminario.
Son los principales protagonistas de su formación sacerdotal. Con la ayuda de los otros
protagonistas formadores, son ellos los que tienen que discernir, la llamada y madurar la
respuesta de acuerdo a lo que el Espíritu del Señor les vaya indicando. En este sentido,
deben ser formados en responsabilidad. La educación que se les brinde debe ser
eminentemente concientizadora, para que desde la conciencia que vayan adquiriendo de su
situación y mirando el bien del pueblo de Dios, sean capaces de responder a Dios,
libremente, sin presiones ni condicionamiento alguno. No se puede olvidar que el mismo
aspirante al sacerdocio es también protagonista necesario e insustituible de su
formación: toda formación –incluida la sacerdotal- es en definitiva una auto-formación.
Nadie nos puede sustituir en la libertad responsable que tenemos cada uno como
persona. (PDV 69).
Cada seminarista debe tomar como tarea propia la formación para conseguir el objetivo
final del seminario: estar debidamente preparado para asumir la configuración con Cristo
Sacerdote por la ordenación sacerdotal. No se puede esperar para el último momento a fin
de conseguirlo. Para ello, debe introducirse con amor y libertad en el proceso formativo que
lo va a conducir a la opción por Cristo Sacerdote. Ya desde el seminario debe vivir la vida
según el Espíritu e ir asumiendo como propias las virtudes propias de todo sacerdote. Debe
hacer suyos los consejos evangélicos, siendo pobre, casto y obediente, sabiendo las
exigencias del celibato y de su compromiso de obediencia con la Iglesia por medio del
Obispo. A la vez, debe asumir como propia la espiritualidad del presbítero diocesano, para
lo que va formándose. Con las riquezas de su formación humana y académica se preparará
para ser el “hombre en medio de los hombres para las cosas que son de Dios”. Y en todo
momento, ayudado por la oración, la Palabra de Dios, la Eucaristía y la enseñanza de la
Iglesia, irá plasmando en sí la imagen del Buen Pastor, ya que se dedicará al servicio de la
grey del pueblo de Dios. Por eso, hará suya la caridad pastoral y la fraternidad, nacida del
mandamiento del amor, que son dos elementos constitutivos de la identidad sacerdotal y
fuentes de la espiritualidad del presbítero diocesano.
En esta línea deberá aceptar las normas sobre la formación sacerdotal emanadas de la
Iglesia. Lo hará con la conciencia de su compromiso y responsabilidad.
Mantendrá diálogo abierto y franco con sus formadores y aprovechará todo el tiempo del
seminario para formarse sacerdotalmente. No existen varios modelos de sacerdocio: existe
uno solo, el de Cristo Sacerdote y Buen Pastor, al que se configurará por la imposición de
las manos. Por eso, debe estar atento a no dejarse deslumbrar ni seducir por propuestas que
no tienen fundamento bíblico. Para ello, debe ser sencillo y sintonizar en la oración con el
mismo Dios que lo llama. En este sentido, ciertamente también el futuro sacerdote –él el
primero- debe crecer en la conciencia de que el Protagonista por antonomasia de su
formación es el Espíritu Santo, que, con el don de un corazón nuevo configura y hace
semejante a Jesucristo el buen Pastor; en este sentido, el aspirante fortalecerá de una
manera más radical su libertad acogiendo la acción formativa del Espíritu. Pero acoger
esta acción significa también, por parte del aspirante al sacerdocio, acoger las
“mediaciones” humanas de las que el Espíritu se sirve. Por esto la acción de los varios
educadores resulta verdadera y plenamente eficaz sólo si el futuro sacerdote ofrece su
colaboración personal, convencida y cordial.(PDV 69).
Debe ser capaz de desarrollar un sano y evangélico espíritu crítico que le permita dar
respuestas ministeriales a las interrogantes de los hombres de hoy, a leer los signos de los
tiempos y a analizar con sentido eclesial la realidad donde va a servir. Para ello, con la
preparación académica debe ser un conocedor de la cultura de su pueblo y caminar por las
sendas de la inculturación del evangelio, cuando sea pastor. Por otra parte, debe tener la
capacidad de realizar la permanente síntesis teológica que le permita profundizar en el
misterio de Cristo en todas las circunstancias en las que deberá vivir y trabajar. Para ello, la
lectura espiritual, la lectura de los textos teológicos, el conocimiento de medios técnicos
modernos, le serán de gran utilidad. Pero nadase hará sin la oración y el testimonio de vida.
Debe asumirlos como algo propio. Para ello recibirá la formación adecuada.
Las Religiosas, con su trabajo, pero sobre todo con su testimonio de vida, darán un aporte
muy importante a la formación de los seminaristas. La oración y la presencia y
participación en algunos actos comunitarios del seminario les dará a los seminaristas un
aliento y una esperanza en su proceso formativo.
F. OTROS PROTAGONISTAS.
No hay que dejar a un lado la importancia que tienen otras instancias cercanas o propias de
cada seminarista en el proceso formativo. La primera de ellas es la propia familia. Los
padres, hermanos y otros familiares del seminarista animados ellos mismos por el mismo
propósito de cumplir ”la voluntad de Dios”, sepan acompañar el camino formativo con
la oración, el respeto, el buen ejemplo de las virtudes domésticas y la ayuda espiritual y
material, sobre todo en los momentos difíciles. La experiencia indica que, en muchos
caos, esta ayuda ha sido decisiva para el aspirante al sacerdocio.(PDV n. 68). El
Seminario organizará también jornadas de espiritualidad y de formación para las familias
de los seminaristas, sobre todo para ayudarlos a entender el compromiso que sus hijos
adquirirán con la ordenación sacerdotal.
La parroquia de cada seminarista, con sus instancias y grupos de apostolado, también juega
un papel importante en la formación del futuro sacerdote: la oración y otro tipo de
colaboraciones ayudarán al futuro sacerdote en su camino formativo. La comunidad
parroquial debe continuar sintiendo como parte viva de sí misma al joven en camino
hacia el sacerdocio, lo debe acompañar con la oración, acogerlo entrañablemente en los
tiempos de vacaciones, respetar y favorecer la formación de su identidad presbiteral,
ofreciéndole ocasiones oportunas y estímulos vigorosos para probar su vocación.
(Ibidem).
4.
PRINCIPIOS METODOLÓGICOS.
Ciertamente que el método pedagógico por excelencia que debe regir en el seminario de
San Cristóbal, es el mismo que empleó Jesús con sus discípulos y, particularmente, con el
grupo de los Doce. Se trata de una comunión de vida con Él y de ellos entre sí, de tal
manera que puedan poner en práctica lo que Jesús le pidió a sus discípulos durante la
Última Cena: Yo les he dado un ejemplo para que Ustedes hagan lo mismo que yo he
hecho.... Les doy este mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros así como yo
los he amado. Si se aman los nos a los otros, todo el mundo se dará cuenta de que
ustedes son mis discípulos. (Jn 13,15;34-35)
Por otra parte, los discípulos fueron aprendiendo que su servicio consistiría en participar de
manera activa y consciente en la misión de Cristo. Esto se ve claramente cuando instituyó
el sacerdocio cristiano (Hagan esto en memoria mía. Lc. 22, 20) y les dio el mandato
evangelizador (Vayan, pues a las gentes de las naciones y háganlas mis discípulos.
Mt.28,18).
La participación que no se reduce sólo a formar parte, sino a actuar con responsabilidad en
la dinámica formativa. Participar en la misión de Cristo es consecuencia de la configuración
al Sumo y Eterno Sacerdote; por tanto, en el seminario se aprende a vivir esa participación,
en el cumplimiento de las responsabilidades y asumiendo la identidad propia del sacerdote
a lo largo del proceso formativo.
Desde estos dos ejes que constituyen el hilo conductor de la formación sacerdotal en
nuestro seminario, podemos entonces entender y poner en práctica algunos elementos
pedagógicos necesarios e irrenunciables, que son los principios metodológicos de donde se
inspiran las diversas tareas del proceso formativo de nuestro seminario.
a) Identidad sacerdotal.
Todo lo que se haga dentro del proceso formativo debe tener este elemento muy presente:
si al final, para cuando el candidato reciba la ordenación sacerdotal, éste debe configurarse
a Cristo, es lógico y necesario que durante su proceso formativo, él vaya asumiendo la
identidad sacerdotal como algo propio. No se trata de “clericalismo”, sino de la identidad
sacerdotal, que va mucho más profundamente en el propio ser del candidato. Es asumir las
virtudes sacerdotales, la espiritualidad del presbítero diocesano. Para ello, debe tener muy
presente los siguientes elementos:
• Sentido eclesial. El futuro sacerdote debe saber que su ministerio lo hará también in
persona Ecclesiae. Por eso, debe sentirla y vivirla, amarla y tener un sentido eclesial
en todos sus actos y a lo largo del proceso formativo.
b) Diálogo formativo
Este elemento metodológico se deberá encontrar a lo largo de toda la formación del
sacerdote. Si en un seminario no existe esta dimensión, se pone en peligro la seria
formación de los ministros del Señor. Si un seminarista no se abre al diálogo formativo a lo
largo de su proceso formativo, no debería acceder a la ordenación. Es en el diálogo como
va a ser conocido. Por eso no se limita a un solo formador; por eso, precisamente, las
diversas etapas constituyen una progresión donde el alumno es capaz de dialogar y
compartir en todos los aspectos, con sus formadores, con sus compañeros y consigo mismo,
sin olvidar el continuo diálogo con Dios en la oración.
c) Libertad responsable.
Nadie está obligado en el seminario. Por eso, quien ingresa en él, asume con decisión,
caridad, humildad y libertad todo el proyecto educativo, los reglamentos y normas vigentes
para la formación de los sacerdotes en la Iglesia Universal, en la Diócesis de San Cristóbal
y en nuestro seminario. La libertad cristiana, que no elimina los auténticos criterios de la
libertad humana, se caracteriza porque es comunión con Cristo. El que es libre ha aceptado
la libertad de Cristo (cfr. Gál. 5,1). El que rompe con Cristo puede llegar a ser esclavo del
egoísmo y del pecado. Es desde esta perspectiva como se entiende la libertad que debe
tener y con la que debe actuar el candidato al sacerdocio: libre, no para hacer lo que quiera
o le guste egoístamente; sino para actuar en nombre del mismo Cristo, a quien se
configurará con el sacramento del orden.
d) Espíritu crítico.
No se confunda con malas prácticas que no deben estar presentes nunca en un cristiano y
mucho menos en un sacerdote (chisme, murmuración, maledicencia, crítica malsana,
menosprecio de los demás, envidia, etc...). El espíritu crítico es producto de la agudeza de
mente de la persona. Con él, demostrará su capacidad de pensamiento, su capacidad de
análisis de las situaciones y de la realidad, así como la disposición par saber leer los signos
de los tiempos. Con ese espíritu crítico, sabrá iluminar la propia vida y las situaciones que
se le presentan con la luz de la Palabra de Dios y la enseñanza de la Iglesia. Este espíritu
crítico le permitirá realizar, ejecutar, evaluar con sinceridad su proyecto de vida y
compartirlo con su Obispo, sus formadores y sus compañeros de grupo de vida.
e) Proyecto de vida.
Será elaborado por el candidato con la ayuda de su director espiritual. El formador guía lo
ayudará y asesorará. Cada año lo evaluará con su director espiritual y verá los progresos y
avances. Esto le permitirá ver cómo está siendo su discernimiento vocacional. Un
seminarista que no acepte este elemento metodológico de nuestro seminario, está indicando
que no quiere tomar en serio s proceso formativo. El cuaderno de vida de cada seminarista
debe reflejar claramente si el candidato posee un proyecto de vida y si ha crecido en él.
f) Grupos de vida.
Es una opción propia de nuestro seminario. Todo seminarista debe pertenecer a un grupo de
vida. Este, en la medida de lo posible, coincidirá con los cursos, dentro de las diversas
etapas formativas. El formador guía estará vigilante para que se cumplan las directivas del
seminario en esta línea. Los grupos de vida hacen posible un acompañamiento más
personalizado por parte de los formadores. De igual manera permiten ver el progreso en el
proceso formativo, y, entre otras cosas ayudan a una formación que cumpla con el objetivo
general del seminario. Además crea la mentalidad de equipo y facilita la práctica de la
espiritualidad del presbítero diocesano. Los grupos de vida no deben romper el sentido de
la comunidad del seminario, sino hacer sentir al seminario como una comunidad de
comunidades, en sintonía con el PLAN DIOCESANO DE PASTORAL.
5.
Hemos hablado de un proceso formativo, con etapas, durante el cual, el candidato ayudado
por los formadores, va discerniendo en forma progresiva su vocación y va madurando su
respuesta. Asimismo, la Iglesia, a través del Obispo y del equipo de formadores, madura el
juicio sobre la idoneidad del candidato. Este proceso se articula de manera orgánica, para
que el candidato experimente que va caminando y que los formadores vean el camino
andado y no tengan excusa para el juicio acerca de la idoneidad del candidato.
El proceso formativo comienza antes del ingreso en el seminario e, incluso antes de las
actividades de pastoral vocacional: con la catequesis y con otras experiencias eclesiales, el
candidato siente la experiencia de la llamada de Dios. A partir de entonces, con la ayuda de
su familia, de su comunidad parroquial o grupo de apostolado y los responsables de la
Pastoral Vocacional de nuestra Diócesis, va estudiando la posibilidad de hacer el
discernimiento y luego ingresar al seminario diocesano.
El proceso formativo es uno y continuo, aunque tenga etapas. Sólo por razones serias se
podrá prescindir de alguna de ellas, pero se requerirá el acuerdo de los formadores y del
Obispo Diocesano. Los seminaristas de otras diócesis que ingresen a nuestro seminario
deberán aceptar y asumir este PES, así como cumplir los reglamentos de nuestro seminario.
Los que ingresen desde la Filosofía, lo harán en el Curso Propedéutico. Quienes terminen la
filosofía, antes de ingresar a la teología, deberán realizar el Año de Pastoral. De lo contrario
no podrán cursar teología en este seminario. Quienes ingresen por primera vez al seminario
para cursar teología deberán entender el estilo y el proyecto formativo y asumirlo como
propio. Se debe tener presente lo que el reglamento del seminario y este PES indican sobre
los ministerios y escrutinios. Los Obispos que envían sus seminaristas a nuestro seminario,
así como los candidatos enviados deben tener presente que en nuestro seminario se ha
hecho la opción de conferir el diaconado (y, por tanto el presbiterado) luego de haber
culminado los estudios regulares del IV año de teología (No antes ni mucho menos durante
el curso académico).
A) PASTORAL VOCACIONAL.
La Pastoral Vocacional es esencial para cada Diócesis. Con ella, no sólo se motiva a
jóvenes y adultos acerca de la posible llamada de Dios para ellos, sino que se contribuye de
manera importantísima para continuar la permanencia del Presbiterio: hoy como ayer se
necesitan sacerdotes para el servicio de Dios. La Pastoral Vocacional ayudará a tomar
conciencia de la necesidad de la oración y del trabajo de promoción de las vocaciones en el
Pueblo de Dios, pero de manera especial vocaciones sacerdotales. En nuestra Diócesis,
desde el Primer Obispo, el Siervo de Dios Tomás Antonio Sanmiguel, la Pastoral
Vocacional ha ocupado uno de los primeros lugares de la preocupación tanto de los
Obispos como del Presbiterio, así como también del Pueblo de Dios.
Es bueno tener en cuenta lo que nos enseña Juan Pablo II: El problema de las vocaciones
afecta a la vida misma de la Iglesia en una de sus notas fundamentales, que es la de su
apostolicidad. Por eso, la urgencia y necesidad de una pastoral Vocacional adecuada y que,
teniendo en cuenta los métodos apropiados, ayude a la toma de conciencia de la necesidad
de promover las vocaciones sacerdotales y religiosas.
Se suele hablar de escasez de vocaciones. Pero el mismo Papa Juan Pablo II nos indica que
no es del todo cierto esa expresión: hay muchas vocaciones, pero hay que buscarlas: La
vocación está en germen en la mayoría de los cristianos. Dios siembra a manos llenas
por la gracia los gérmenes de vocación... Dios llama a quien quiere por libre iniciativa de
su amor. Pero quiere llamarlas mediante nuestras personas. No debe existir ningún
temor en proponer directamente a una persona joven, o menos joven, la llamada del
Señor.
Motivados por estas razones y por toda la teología sobre la Vocación, así como por la
doctrina eclesial acerca de la Pastoral Vocacional, la Diócesis de San Cristóbal asume esta
Pastoral como una de sus prioridades. Para darle fuerza, se incluye dentro del proceso
formativo de los futuros sacerdotes, a manera de una primera etapa, motivadora, pero que
quiere producir frutos de niños, jóvenes y adultos que ingresen posteriormente en el
camino formativo del seminario. La Pastoral Vocacional de la Diócesis de San Cristóbal es
un instrumento de primera mano para el Obispo y su Presbiterio, en la búsqueda continua
de los futuros sacerdotes. Para ello, sigue unos lineamientos y planes con el fin de
MOTIVAR, ACOMPAÑAR Y SELECCIONAR aquellos niños, jóvenes y adultos que, a lo
largo del proceso de la pastoral vocacional han demostrado la inquietud por el estilo de vida
presbiteral.
Para el mejor desarrollo de la Pastoral Vocacional, como parte del proceso formativo del
Seminario, quien tiene la responsabilidad de la misma Pastoral, existe el
DEPARTAMENTO DIOCESANO DE PASTORAL VOCACIONAL. Bajo la Guía del
Obispo y del Rector Diocesano, pero con la dirección de un sacerdote, coordina todo lo que
a pastoral vocacional se refiere. Uno de los formadores del Seminario será su DIRECTOR,
quien cuenta con un equipo especial para ello y la colaboración de los estudiantes de
teología (excepto los de IV año) y si fuera necesario por algunos seminaristas del III de
Filosofía.
El Equipo de Pastoral Vocacional cuenta con los siguientes miembros con sus
responsabilidades:
Este equipo tiene, en el Directorio propio de la Pastoral Vocacional de San Cristóbal, sus
normas y directrices, lo que permite la buena marcha del mismo.
Por otra parte, en cada Vicaría y/o parroquias, según programación previa anual, se
establecen los centros vocacionales, donde los que han manifestado interés por su
discernimiento vocacional o su deseo de ingresar al seminario son atendidos por los
responsables de esos cargos, que generalmente serán seminaristas de teología. En algunos
casos podrán ser atendidos por seminaristas pasantes del año de Pastoral.
El proyecto de pastoral vocacional tiene tres momentos, durante los cuales se realiza el
trabajo de promoción, contactos iniciales y acompañamiento:
Es el primer momento dentro del proceso vocacional: comienza cuando los seminaristas y
otros agentes de pastoral, al inicio del curso académico, salen al encuentro de los niños y
jóvenes, en sus ambientes propios. Dentro de la planificación del seminario se tiene
previsto un espacio de tiempo de aproximadamente diez días, para que todos los
seminaristas mayores, excepción hecha de los del Curso Propedéutico, visiten las
parroquias y las escuelas de la Diócesis. Se tratará de llegar a todas las escuelas y liceos, y
tomar contacto con los grupos juveniles de cada parroquia. Es lo que se ha denominado la
“Toma Vocacional”.
Durante dicha toma, los seminaristas, auxiliados por un material elaborado previamente por
el equipo de pastoral vocacional, proponen el ideal de la vocación cristiana, sacerdotal y
religiosa a los niños y jóvenes con quienes está en contacto. Aplica una encuesta donde se
solicita a quienes estén interesados en ingresar al seminario o estudiar su vocación,
coloquen su nombre y dirección, junto con otros datos de interés. Conocidos los nombres
de los interesados, se tomará contacto con ellos para invitarles a participar en los centros
vocacionales parroquiales o vicariales.
Es uno de los pasos más exigentes del proceso de discernimiento vocacional en esta etapa,
el promotor vocacional debe acompañar personalmente al aspirante. Debe ir conociendo su
recta intención de ingresar al seminario, su vida espiritual, física, psíquica e intelectual, y,
sobre todo el ambiente familiar y cultural de donde procede. Se le va enseñando lo que
significa la vocación y el seminario, donde aspira ingresar.
Se inicia en el mes de enero. Cada aspirante tiene una carpeta donde se van archivando los
documentos que se le pidan. Son reunidos semanal o quincenalmente (según los casos) en
los centros vocacionales. En Semana Santa, deberán incorporarse al trabajo litúrgico-
apostólico en su propia parroquia o comunidad.
Es el último momento del proceso vocacional. Es considerado el más exigente dentro del
proceso, debido a que los aspirantes ya terminan de prepararse para participar en el cursillo
de admisión. El Cursillo de admisión (que posee sus propias directrices) es la meta que se
han trazado desde el inicio del proceso.
Un trabajo que no hay que dejar a un lado es el del acompañamiento de los monaguillos,
cantera de vocaciones. Por eso, el Equipo organizará encuentros y convivencias con ellos a
lo largo del curso académico. Si bien el Seminario Menor es considerado una nueva etapa
formativa, el equipo de pastoral vocacional atenderá el área de la animación vocacional de
los niños y jóvenes que en él estudian, auspiciando con la catequesis y formación
vocacional que su respuesta sea la más adecuada y puedan continuar posteriormente en el
seminario mayor.
Nuestro Seminario Menor es rico en frutos del Espíritu. Una inmensa mayoría de nuestros
presbíteros iniciaron su formación en él. Otra legión de creyentes incorporados a la
actividad apostólica de la Iglesia ha salido de sus aulas. El Seminario menor es considerado
de gran importancia por el magisterio de la Iglesia: La Iglesia, con la institución de los
seminarios menores, toma bajo su especial cuidado, discerniendo y acompañado estos
brotes de vocación sembrados en los corazones de los muchachos. En varias partes del
mundo estos seminarios continúan desarrollando una preciosa labor educativa, dirigida
a custodiar y desarrollar los brotes de vocación sacerdotal, para que los alumnos la
puedan reconocer más fácilmente y se hagan más capaces de corresponder a ella. Su
propuesta educativa tiende a favorecer de manera oportuna y gradualmente aquella
formación humana, cultural y espiritual que llevará al joven a iniciar el camino en el
Seminario mayor con una base adecuada y sólida. (PDV, 63)
Dentro del Objetivo general del Seminario, con sus objetivos específicos (dimensiones de
la formación sacerdotal), el Seminario Menor de San Cristóbal asume el objetivo propuesto
por PDV 63: Prepararse “a seguir a Cristo Redentor con espíritu de generosidad y
pureza de intención. Con ello se cumple lo que propone el Decreto Conciliar Optatam
Totius Ecclesiae: los alumnos bajo la dirección paterna de sus superiores, secundada
por la oportuna cooperación de los padres, lleven un género de vida que se avenga bien
con la edad, espíritu y evolución de los adolescentes, y se adapte de lleno a las normas de
la sana psicología, sin dejar a un lado la razonable experiencia de las cosas humanas y
el trato con la propia familia. (n. 3).
Cumpliendo con lo antes dicho, se podrá conseguir el cumplimiento del fin del Seminario
Diocesano de San Cristóbal en esta etapa inicial de la formación sacerdotal. Las
dimensiones de dicha formación, que constituyen un todo pedagógico y formativo, se irán
haciendo sentir a lo largo de los diversos cursos donde están los seminaristas menores.
Para apoyar esta tarea, el Seminario Menor cuenta con un equipo de formadores, dirigidos
por el Rector del Seminario. El Vice-rector, el Director de la UESSTA, el Director
Espiritual del Seminario Menor y otros formadores, en los que se suele incluir, si lo
permiten las circunstancias, un seminarista pasante del Año de Pastoral. Las competencias
de los formadores están indicadas con anterioridad. Cada curso, si es posible, tendrá un
formador guía, que estará preocupado de la marcha de él. Pero, dadas las condiciones
típicas del seminario menor, todos son responsables de todos y cada uno de los alumnos.
Muchas actividades serán comunes, otras serán articulares a los cursos y grupos
especializados.
Para cada curso, se propondrá un conjunto de tareas formativas propias, pero existen
algunas taras que hay que desarrollar a lo largo de todo el seminario menor. Esas tareas
comunes deben planificarse de tal manera que sea un camino progresivo donde el alumno
sienta que va creciendo.
Estas tareas y objetivos comunes se realizarán con la ayuda de los formadores y de los
alumnos de forma global, pero también por cursos, como lo especificaremos a
continuación.
VIIº GRADO
VIIIº GRADO
Iº DE HUMANIDADES
IIº DE HUMANIDADES
Dentro del Objetivo y finalidad última del Seminario, el Curso Propedéutico constituye una
etapa formativa de gran importancia: terminados los estudios del bachillerato, los alumnos
provenientes del seminario menor o de otros institutos, luego de un proceso de
discernimiento vocacional en centros de pastoral de vocacional, irán asumiendo de manera
gradual y progresiva la introducción a los estudios directamente sacerdotales. Si bien, no
tiene una carga académica por parte del IUESSTA, en el Curso Propedéutico, con
metodología propia, el candidato va conociendo las dimensiones de la formación
sacerdotal, el significado y contenido de la identidad sacerdotal y, además de nivelarse
académica y culturalmente, comienza la profundización de su vida espiritual. Comienza,
pues, su discernimiento vocacional en la etapa del seminario mayor: por ello, aprendiendo
los caminos de la oración con la luz de la Palabra de Dios bajo la guía de los formadores se
anima a tratar de escuchar con más detenimiento la llamada del Señor y a darle la respuesta
desde su propia experiencia de vida y de fe.
Para ello, asumirá un eje humano-cristiano (virtudes donde debe madurar) y un eje
sacerdotal (virtudes sacerdotales que debe asumir y poner en práctica). El eje humano
cristiano lo constituyen dos virtudes: la apertura de corazón y la confianza en Dios. Al
asumirlas y ponerlas en práctica (no sólo durante el propedéutico sino desde ese momento
en adelante) podrá tener la madurez para comenzar un claro discernimiento vocacional. Los
formadores le ayudarán a asumir y practicar esas virtudes humano-cristianas. De igual
manera, ya desde el propedéutico, el candidato debe asumir como propias y poner en
práctica desde ese momento y para siempre las siguientes virtudes sacerdotales: Sentido de
comunión, amistad sacerdotal (con los compañeros y sacerdotes). Así va demostrando,
no sólo que quiere conocer todo lo referente a la identidad sacerdotal, sino que acepta el irla
modelando a lo largo de su proceso formativo.
Los formadores los van introduciendo en las diversas facetas de la formación sacerdotal.
Les enseñan, con su ejemplo dedicación, lo que significa ser sacerdote. Los guían para que
maduren su respuesta libre y decidida al Señor. Van creando en ellos el estilo de vida
sacerdotal del presbítero diocesano a través de la experiencia de los grupos de vida, el
conocimiento de la espiritualidad del presbítero diocesano y de otros medios. Para ello, el
contacto personal es clave. Con frecuencia, los formadores deben realizar el diálogo
formativo con cada uno de ellos, para animarlos en el discernimiento y ayudarlos a madurar
en su respuesta. De este diálogo y contacto personal dependerá el éxito futuro de los
candidatos que están en el propedéutico. Con ese contacto personal y continuo se podrá
tener un juicio acerca de la idoneidad y rectitud de intención del candidato antes de ingresar
a la etapa del filosofado
Primer Momento:
No hay clases académicas propiamente dichas, sino talleres de formación en las diversas
dimensiones de la formación sacerdotal. Se les dirige con paciencia y contacto personal,
sobre todo teniendo en cuenta que muchos de ellos pueden venir de experiencias fuera del
seminario y deben integrarse a la vida comunitaria.
Se inicia luego del período de vacaciones, los primeros días del mes de enero. Luego de una
inducción, los candidatos salen, al menos por quince días, a una experiencia de
misericordia: trabajarán como ayudantes de enfermeros en ancianatos y hospitales u otros
centros de salud. La finalidad es que conozcan desde la propia experiencia la necesidad de
asumir el sentido de la misericordia como uno de los componentes obligados de la caridad
pastoral, fuente y eje de la espiritualidad del presbítero diocesano. Finalizada esa
experiencia regresan al Propedéutico y la evalúan en todos los aspectos.
Durante este segundo momento comienza una etapa de afianzamiento en las diversas
dimensiones de la formación sacerdotal. Se incrementan los talleres de formación. Se
introduce a la Liturgia de las Horas como oración propia del sacerdote y de la Iglesia. Se
sigue madurando el conocimiento del misterio de Cristo y de la identidad sacerdotal, así
como de la espiritualidad del presbítero diocesano. Se conoce el plan diocesano de pastoral.
Desde la perspectiva del sacerdocio se le habla de los consejos evangélicos y del celibato,
como partes integrantes de la vida del sacerdote y como ha de practicarlos desde el
seminario donde quienes están son discípulos del Señor Jesús, que deben vivir según el
estilo propio que Él les ha dado. Los formadores deben insistirles a los candidatos que
deben conocer y asumir las exigencias de la identidad sacerdotal, lo que les ayudará en el
discernimiento vocacional.
Se les introducirá en la praxis de los grupos de vida y, con ellos, de la revisión de vida, los
que serán puestos en práctica a lo largo del seminario mayor.
Tercer Momento
Comienza luego del receso de pascua. Es un momento muy importante, ya que el candidato
debe afinar su intención de ingresar al seminario mayor y continuar así su proceso
formativo. Recibe apoyo espiritual para su primera decisión vocacional: al final del curso,
si los informes correspondientes no obstan, deberán hacer una petición por escrito para que
se les admita en el filosofado.
Realizan actividades culturales, formativas y recreativas, ya realizan de manera continua la
Liturgia de las Horas y desde el punto de vista académico, se les da una seria introducción a
la Filosofía, así como se les brinda una metodología para los estudios superiores.
En entrevista final, los formadores le presentan el informe final, donde constarán los
progresos habidos, las deficiencias que debe seguir corrigiendo y el juicio acerca de su
idoneidad para continuar el proceso formativo. El informe, con el respectivo cuaderno de
vida, se entregará al Rector del Seminario para el archivo propio de cada candidato
(incluyendo a quienes no siguieran).
Al igual que en el teologado, cada curso tiene su formador guía que es el compañero de
camino de los candidatos y quien garantiza la permanencia y continuidad del proceso
formativo. Sin menoscabo de las actividades comunitarias, el filosofado organizará una
serie de actividades en los diversos campos de la formación para poder cumplir con el
objetivo propio de esta etapa: celebraciones, conferencias, talleres de formación, jornadas
recreativas (paseos, etc...), etc... Cada formador es responsable de su grupo de vida
(generalmente coincidente con el curso académico) y de llenar el Cuaderno de vida de cada
alumno de su grupo.
El contacto del equipo de formadores con el Rector es necesario. Lo mismo con los otros
formadores. Sin renunciar a las reuniones comunitarias del equipo de formadores, pueden
tener reuniones periódicas para la evaluación de la experiencia del filosofado. En cuanto a
las celebraciones, previa planificación, pueden tenerse eucaristías de todo el filosofado o
por grupos, sin renunciar por ello a las celebraciones generales semanales o por otros
motivos.
Dimensión humano-comunitaria
• Desarrollar su propio plan de vida e integrarlo en el grupo de vida y en la
edificación de la comunidad del seminario.
• Se profundizará más el proceso de maduración humana y cristiana de cada
candidato.
• Se le ayudará a caminar en su formación afectiva, para que logre un mayor
equilibrio emocional y una mayor capacidad de decisión, cultivando las virtudes
humano-cristianas necesarias.
• Se educará en la libertad responsable y en el compartir las responsabilidades propias
de cada uno y del grupo al que pertenece, así como de toda la comunidad.
• Se fortalecerá el espíritu crítico y la capacidad de leer los signos de los tiempos.
• Se conocerá la familia y el ambiente propio de cada uno de los candidatos.
• Se insistirá en la ponderación y rectitud de juicio e intención.
• Se fortalecerá la madurez sexual y afectiva, el sentido de la amistad y de las
relaciones interpersonales.
• Desarrollará la amistad y el sentido de fraternidad cristiana.
• Se promoverá el trabajo en equipo para desarrollar, entre otras cosas, la cooperación
de todos en el bien común del seminario.
Dimensión espiritual
• Se presentará más claramente la espiritualidad del presbítero diocesano, y se le
invitará a asumirla desde la experiencia de la espiritualidad bautismal propia de
cada cristiano.
• Se le ayudará al candidato a madurar su respuesta vocacional desde la opción por
Cristo, asumiendo la propia existencia como la existencia propia de un discípulo del
Señor.
• Se le ayudará al candidato a asumir la abnegación y la cruz de Cristo como camino
de vida espiritual propio del sacerdote.
• Se le seguirá enseñado a asumir los valores del Reino y los consejos evangélicos,
sobre todo en orden al ejercicio del futuro ministerio sacerdotal.
• Se le seguirá invitando a profundizar en la oración, ayudándolo a conocer diversos
métodos de oración y de meditación. La Lectio Divina se hará propia y frecuente.
De igual manera la revisión de vida.
• La dirección espiritual será frecuente.
• La dimensión eucarística de la vida propia y comunitaria se hará sentir en el
filosofado.
• La Palabra, la Liturgia y el conocimiento de la doctrina y el magisterio de la Iglesia
ayudarán al seminarista a profundizar en su vida espiritual.
Dimensión intelectual
• A los candidatos se les proporcionará una sólida formación intelectual en el campo
de la filosofía y de las ciencias humanas, para que tengan un amoroso conocimiento
de la verdad, así como de la verdad sobre el hombre y la creación.
• Se le motivará a que asuma el proceso pedagógico como algo propio: se le ayudará
a tener espíritu y conciencia crítica, así como se le desarrollará la capacidad
investigativa.
• Se valorizará el ambiente familiar y cultural, a la vez, que se le ayudará a
introducirse en el tema de la inculturación del evangelio.
• Se le brindará apoyo con medios técnicos, que podrá conocer y emplear para sus
estudios y en el futuro para el ministerio sacerdotal.
• Se le capacitará para el diálogo entre fe y razón, fe y cultura.
• Se le apoyará para el conocimiento y empleo de la biblioteca y otros medios al
servicio de su formación intelectual.
Dimensión pastoral.
• Asumirá las responsabilidades de apostolado propias de cada curso, con sentido
cristiano y con miras al futuro ministerio sacerdotal.
• Pondrá en práctica la caridad pastoral, fuente de la espiritualidad del presbítero
diocesano.
• Aprenderá a interpretar la realidad con los ojos de la fe y la iluminación de la
Palabra de Dios.
• Se irá introduciendo en algunos campos de apostolado para madurar así su opción
de ser imagen de Jesús Pastor.
• Conocerá los grupos de apostolado laicales, los diversos movimientos eclesiales y
todo lo referente a la vocación y misión de los laicos en la Iglesia, ya que a ellos
dirigirá su servicio en el futuro ministerio sacerdotal.
• Conocerá y asumirá el plan diocesano de pastoral, as’como todo lo referente a la
dinámica pastoral de nuestra Iglesia local.
• Asimilará con decisión y sentido de Iglesia la dimensión misionera de la Iglesia.
• Aprenderá a tener espíritu creativo pastoral, y lo pondrá en práctica en sus trabajos
de apostolado.
Al finalizar la etapa del filosofado, si se han llenado las condiciones y los formadores han
dado el juicio acerca de la idoneidad, el candidato accederá al Año de Pastoral, cuyas
características y exigencias se verán posteriormente.
Para cada curso (grupo de vida) se indican algunas tareas particulares que ayuden a poner
en práctica los lineamientos y a conseguir que se avance en el proceso formativo del
Seminario, así como en la consecución del objetivo final y de los objetivos específicos.
Para Cada curso se señalan algunos elementos que hay que desarrollar, teniendo en cuenta
lo antes indicado. Para cada curso se propone un eje humano-cristiano y uno sacerdotal, así
como indicaciones en las diversas dimensiones de la formación. No significa que
culminado cada curso, se olvida lo madurado y caminado. Lo que se pretende es que
progresivamente el alumno adquiera las destrezas necesarias que le permitan tener un
marco de referencia para su respuesta a la llamada de Dios y para conseguir configurarse a
Cristo sacerdote
I de Filosofía
Dimensión humano-comunitaria
• Maduración humana y mayor conocimiento y aceptación de sí mismo.
Fortalecimiento de la propia autoestima. Considerarse persona humana – Hijo de
Dios.
• Maduración afectiva y sexual. Apoyo de los talleres de afectividad y sexualidad.
• Elaboración, realización y revisión continua del plan de vida, con el formador guía,
el Rector y el director espiritual.
• Maduración en el sentido de la responsabilidad, honestidad y sinceridad.
• Participación en los grupos de vida y desarrollo de la revisión de vida.
Dimensión Espiritual
• Conocimiento y vivencia de la espiritualidad del presbítero diocesano.
• Profundización en la vida según el Espíritu.
• Profundización en la espiritualidad litúrgica de la Iglesia.
• Profundización en la oración meditativa y contemplativa.
• Desarrollo de la Revisión de Vida.
Dimensión Pastoral
• Introducción al Apostolado en general.
• Descubrimiento de los carismas y aptitudes para el trabajo pastoral.
• Desarrollo de la creatividad pastoral y su aplicación en el trabajo apostólico.
• Trabajo apostólico en comunidades urbanas (y rurales) cercanas al seminario):
conocimiento de la realidad de dichos sectores, preparación d las actividades a
cumplir, evaluación.
• Preparación de las actividades pastorales a realizarse durante Diciembre y Semana
Santa. Evaluación de las mismas.
Dimensión Intelectual
• Desarrollar un aprecio por el estudio de la filosofía y la verdad sobre el hombre.
• Desarrollar el amor por la sabiduría.
• Desarrollar la práctica de la lectura de textos filosóficos y otros.
• Conocer métodos de estudio e investigación.
• Conocer la Biblioteca y su uso. Empleo continuo de la misma.
• Conocer la cultura y realidad latinoamericana, venezolana y tachirense.
II de Filosofía
El eje humano de este curso o grupo de vida del II de filosofía lo constituyen las virtudes de
paciencia y de la comprensión, acompañadas de la virtud cristiana de la esperanza. El
alumno debe caminar para el fortalecimiento de estas virtudes, sin menoscabo de las otras
virtudes humanas y cristianas. El eje sacerdotal lo constituye el amor por la Iglesia. En el
caminar de este segundo curso, en el cumplimiento del objetivo del seminario, ayudado por
su formador guía y los otros formadores, el alumno debe cumplir con los siguientes
objetivos:
Dimensión humano-comunitaria:
• Consecución del hábito de la propia autoevaluación – auto-afirmación de su ser
como persona y cristiano.
• Apertura al trato con los demás.
• Expresión de signos de madurez humana
• Maduración en el campo afectivo
• Educación para la lealtad y la corresponsabilidad.
Dimensión espiritual
• Profundización en la dimensión contemplativa de la oración y de la vida.
• Conocimiento de los sacramentos.
• Necesidad de la conversión. Conciencia de la urgencia y necesidad de la
reconciliación.
• Conocimiento de la espiritualidad diocesana.
• Conocimiento de la enseñanza de la Iglesia a través de los documentos del
magisterio eclesial.
Dimensión Pastoral
• Conocimiento de movimientos eclesiales y grupos de apostolado, sobre todo los
presentes en la Diócesis.
• Realización del apostolado social: enfermos, presos, ancianos, etc...
• Conocimiento de los Documentos de la Iglesia sobre ese tipo de trabajo pastoral.
• Diseño de estrategias de acción para llevar el consuelo en nombre de la Iglesia a los
que sufren.
• Asumir la opción preferencial por los pobres y excluidos. Conocer su doctrina.
• Desarrollar la creatividad para comunicar la esperanza al hermano
Dimensión intelectual
• Identificación de las ciencias humanas para el conocimiento del hombre.
• Madurar la capacidad de interpretación y análisis de realidad.
• Conocimiento y síntesis de la cultura nacional.
• Investigación de temas filosóficos.
III de Filosofía.
Con la ayuda del formador guía, el candidato desarrollará el eje humano compuesto por las
virtudes humanas de la solidaridad y sensibilidad por la justicia, madurando el
conocimiento y práctica de la caridad. Desde el punto de vista sacerdotal, el candidato
debe hacer suya la opción preferencial por los pobres y excluidos. Logrará dar unos
pasos concretos en la realización de lo siguiente:
Dimensión Humano-comunitaria
• Conocimiento del ser humano en su integralidad.
• Maduración afectiva
• Sentido pleno de la libertad.
• Control emocional en las relaciones interpersonales (afectividad).
• Coherencia de vida el comportamiento identidad vocacional.
• Educación en la prudencia.
• Clara identificación vocacional.
Dimensión Espiritual
• Conocimiento y puesta en práctica de los valores del Reino, según nos lo enseña el
Señor con las Bienaventuranzas.
• Profundización en la espiritualidad diocesana.
• Profundización en la vida de oración.
• Confrontación de la propia vida con el Evangelio.
• Conocimiento de modelos de santidad sacerdotal
• Profundización en la Espiritualidad eucarística.
• Profundización en la Lectio Divina.
Dimensión Pastoral
• Conocimiento de técnicas en favor del apostolado (incluida la oratoria)
• Conocimiento la doctrina de la Iglesia sobre medios de comunicación social de su
aplicación a la pastoral.
• Desenvolvimiento en la Liturgia (Manejo de las ceremonias).
• Preparación en planificación pastoral.
Dimensión Intelectual
• Capacitación para realizar un tema monográfico.
• Capacidad de realizar síntesis filosófica.
• Interpretación de la cultura.
• Capacitación a la creatividad.
E) AÑO DE PASTORAL.
Culminados los tres cursos de Filosofía, los candidatos ingresan al AÑO DE PASTORAL,
cuyo objetivo ese brindar un tiempo de experiencia pastoral en algunas instancias eclesiales
(parroquia, Curia, Seminario, centro de misiones, etc...) en la que los seminaristas tengan
un contacto directo y experiencial que les permita afinar su discernimiento vocacional y
puedan comprobar de manera directa lo que significa el ejercicio del ministerio sacerdotal
futuro. Cuentan con el acompañamiento de un formador guía, y para su conducción con un
directorio especial, donde se marcan las principales pautas a seguir.
Los seminaristas que van a participar en este Año de Pastoral, en fecha previamente
establecida recibirán la imposición de sotana y la institución como ministros
extraordinarios de la comunión, ministerio que podrán ejercer en sus comunidades de
trabajo.
I. PRINCIPIO
COMO ETAPA NORMAL DE SU FORMACIÓN PARA EL SACERDOCIO
MINISTERIAL, LOS SEMINARISTAS AL TERMINAR SU TERCER AÑO DE
FILOSOFÍA, HARÁN UN AÑO DE SERVICIO PASTORAL EN CONTACTO
DIRECTO E INMEDIATO CON LAS DIVERSAS COMUNIDADES
PARROQUIALES APOYADOS EN EL ACOMPAÑAMIENTO PERSONALIZADO
DE SACERDOTES DEBIDAMENTE EXPERIMENTADOS.
ANTECEDENTES
1. A nivel de la Iglesia universal, ya en tiempos del Vaticano hubo conciencia
de que el espacio formativo tradicional del Seminario no siempre lograba dar
cuenta de todas las exigencias actuales para la formación de un sacerdote. De
ahí, el haber previsto la posibilidad de establecer etapas de formación con
énfasis especiales, según el momento de las mismas dentro del proceso total,
para complementar y consolidar la formación básica. (O. T. 12)
2. Cinco años más tarde, tal conciencia no sólo ha cambiado sino que ha ido en
aumento y por ello en las Normas Básicas de la Formación Sacerdotal de
1970 se ofrece una orientación más completa de tales posibilidades.
2. Las distintas experiencias, en los últimos años, hablan acerca de las nuevas y
deficitarias condiciones en que suelen llegar muchos de los jóvenes que
ingresan al Seminario y de la precariedad del tiempo de formación para
intentar una respuesta adecuada: vacíos afectivos por experiencias familiares
traumáticas, conflictos no resueltos, experiencias tempranas de difícil
asimilación, etc. De aquí la implementación de medidas que hasta hace poco
eran inexistentes o excepcionales, Vg., Sacerdotes verdaderamente
preparados para la Formación Sacerdotal, el mismo año propedéutico, cursos
complementarios de comprensión de lectura, de expresión, métodos de
estudio, experiencias fuera del Seminario, etc.
III. OBJETIVOS
GENERAL:
ESPECÍFICOS:
5. Conocer más de cerca y compartir, en la medida de lo posible, el estilo de vida tanto del
presbítero diocesano como del Presbiterio mismo.
IV. REGLAMENTACIÓN
1. Aunque el responsable último de esta etapa es el Rector del Seminario, dadas las
características de esta experiencia pastoral, se nombra un sacerdote inmediatamente
responsable que, a su vez, hará parte de la Comunidad de Formadores del Seminario.
2. Los sacerdotes en cuyas parroquias o centros de acción pastoral estén los seminaristas
en "año de pastoral", serán presentados por el sacerdote encargado al Señor Obispo y
nombrados por éste para tal fin.
7. Con el fin de evitar que las obligaciones académicas sean tales que se conviertan en la
primera preocupación del seminarista, cualquier otro tipo de compromiso académico sólo
será posible con la autorización de la Comunidad de Formadores y en la medida en que
contribuya con la finalidad fundamental de esta etapa de formación.
8. Se preverá también la seguridad social del seminarista y una asignación mensual
mínima que le permita sufragar los gastos inmediatos, además de entrenarse en el uso
evangélico del dinero.
10. En las decisiones que afecten a los seminaristas en esta etapa de formación tendrán
voz y voto, el sacerdote Director del Año Pastoral, la Comunidad de Formadores del
Seminario y los formadores que se mencionan en el numeral 2 de este capítulo.
11. La realización del Año Pastoral contará no sólo con la debida información a los
padres de los jóvenes seminaristas, sino también con su cooperación y asistencia.
12. El Año de Pastoral se iniciará con un retiro largo que facilite a los jóvenes
seminaristas asumir esta etapa como oportunidad y exigencia de crecimiento profundo en la
fe y en la asimilación a Cristo Cabeza y Pastor, mediante el servicio concreto y continuo al
Pueblo de Dios.
Sin pretender agotar los criterios y condiciones del trabajo pastoral de los
seminaristas, se ofrecen algunos puntos que sirven para discernir sobre el valor y la
posibilidad de asumir el acompañamiento a un equipo pastoral de seminaristas:
En segundo lugar, se debe pensar que la presencia de los seminaristas debe ser
asumida por los párrocos y responsables de instancias eclesiales como una
presencia de compartir la pastoral; es para hacer juntos un camino de formación
pastoral integral y de servicio eficaz a la comunidad. Por ello, el trabajo deberá ser
un trabajo en equipo, en fraternidad pastoral; si no se da en esta perspectiva una
experiencia de planeación, revisión y oración en común, los seminaristas perderán
la posibilidad de enriquecerse con la experiencia de la fe de los párrocos y
sacerdotes responsables de instancias eclesiales y perderán también la oportunidad
de refrescar y revitalizar su propia experiencia sacerdotal y de fe con la vida de los
seminaristas. Es un hecho, por tanto, que la presencia pastoral de los seminaristas no
puede ser entendida sino como una experiencia de enriquecimiento mutuo.
En tercer lugar, la acción pastoral de los seminaristas representa una riqueza eclesial
inmensa; ella apunta en tres direcciones:
Existen actitudes que deberían estar presentes en los seminaristas a la hora de asumir
una actividad pastoral. Evidentemente que dichas actitudes serán conocidas en primer lugar
por la Comunidad de Formadores del Seminario; y en segundo lugar por los párrocos, los
acompañantes más inmediatos en la labor pastoral:
1) Actitud de pobreza evangélica: Lo primero que pide Jesús a los discípulos cuando
los envía a anunciar el Reino es una actitud de sencillez, de simplicidad, de pobreza de
corazón (Mí. 5,3; Le. 9,1-6). Es una actitud de sencillez interior que está respaldada por una
sencillez exterior. Esta vivencia del valor de la pobreza evangélica como condición para el
anuncio del Evangelio, debe llevar al seminarista a renunciar a cualquier pretensión de
poder intelectual o "clericalista". El anuncio del Reino, tal como lo presenta Jesús, chocó
con actitudes de poder, con pretensiones de intelectualismos en el anuncio de la palabra o
de ambiciones en la estructura parroquial. Por ello cualquier actitud de imposición, de
poder "clericalista", de superioridad o invocación de privilegios debería ser cuidadosamente
revisada por el párroco con la Comunidad de Formadores y a partir de una evangélica
corrección fraterna ser un aporte en la formación de los seminaristas.
Esta actitud de sencillez y de pobreza evangélica debe llevar a los seminaristas a situarse en
medio de la gente como discípulos de la sabiduría de las comunidades, de la sabiduría en
especial de los más pobres y sencillos, los cuales, según Jesús, transparentan la sabiduría
del Padre (Mt. 11,25-27). El trabajo pastoral, en esta línea debería llevar a los seminaristas
a situarse no como los "sabihondos" que van solamente a enseñar y que no tienen nada que
aprender, sino como aquellos que están disponibles evangélicamente para descubrir lo que
Puebla llamaba: el "potencial evangelizador de los pobres", para dejarse evangelizar por la
fe y la vida testimonial de las comunidades parroquiales. Solamente desde esta experiencia
de dejarse guiar por el Espíritu, de dejarse evangelizar, podrán todos, seminaristas, párrocos
y formadores, aportar a las comunidades parroquiales o a los grupos con los cuales vivimos,
nuestra experiencia de fe.
.- Capacidad de Autodisciplina.
B) DIMENSIÓN COMUNITARIA
Esta experiencia, como toda la vida del seminarista, exige una disposición en el trato
con los demás, urbanidad y buenas relaciones humanas. El seminarista durante su
formación en el ambiente específico del seminario ha tenido la oportunidad de formarse y
de vivir este tipo de relaciones con sus compañeros. Ahora lo que se plantea es que sea
capaz de vivirlas con otras personas ajenas a esta realidad. Por tanto, durante este periodo
debe esforzarse por mantener un comportamiento adecuado sincero, abierto y fraterno, que
excluya doblez en la personalidad que presenta ante los demás, los abusos de confianza,
mal trato y las palabras que no convienen a la dignidad humana y cristiana.3
El candidato tendrá un profundo sentido de Iglesia y lo que esto implica. Junto con el
sacerdote acompañante y en la realidad parroquial debe esforzarse por promover la
comunión de todos con la Iglesia, con el Obispo, con los presbíteros, con los laicos.
C) DIMENSIÓN ESPIRITUAL
El año de experiencia pastoral busca además del contacto con todos los que
pertenecen al Pueblo de Dios la construcción de esta comunidad de fe y el mutuo
enriquecimiento de quienes la integran en un verdadero intercambio de cualidades,
carismas y ministerios. El candidato no puede olvidar que se forma para el ministerio
aprendiendo de toda la comunidad. Debe estar convencido y educar en esto a la comunidad,
en otras palabras, él no es más que los demás por su condición y mucho menos lo sabe
todo. Conviene que se esfuerce por compartir lo que tiene, por beneficiarse de lo que los
demás le ofrecen y por convertirse en un verdadero animador de cada miembro de la
comunidad.
Durante esta experiencia serán múltiples los retos que se susciten al interior y al
externo de la vida del seminarista. Cada uno de estos verbos indica una capacidad concreta
en la que debe formarse lo mejor que pueda el candidato. Se le exhorta para que desarrolle
la habilidad de enfrentar cada una de las circunstancias que se le presentan con verdadera
fortaleza y serenidad, a saber priorizarlas y a no permanecer como un sujeto desinteresado
en el momento de buscar salidas. Precisamente para poder lograrlo el candidato debe poseer
profundas convicciones humano-espirituales que le permitan poseer una sana escala de
valores.
D) DIMENSIÓN INTELECTUAL
La organización de estos cursos estará a cargo del seminario a través del formador
encargado de acompañar esta experiencia y responderán a una programación y a las
inquietudes que los mismos candidatos vayan teniendo. A su vez el candidato, por su
cuenta, procurará cultivarse en áreas y puntos en los que la formación del seminario no lo
haya hecho, o en los que la experiencia pastoral se lo requiera.
Las exigencias pastorales no pueden ser bajo ningún aspecto excusa para el abandono
de elementos fundamentales como la oración y el estudio. Por tanto, es fundamental que
entre las diversas actividades pastorales que pueda desarrollar en esta experiencia, el
seminarista sepa dar a su crecimiento intelectual un verdadero sentido y valor. Que sepa
distribuir el tiempo y el esfuerzo en cada una de las actividades que se le han encomendado
sin que perjudique a ninguna en particular. Además, debe estar atento de no caer en un
activismo que perjudique su persona o su formación. Al respecto debe también organizar su
tiempo para el descanso y para compartir con la familia.
E) DIMENSIÓN PASTORAL
Para conseguir el objetivo del Seminario, en este Año de Pastoral, también hay que cumplir
con los objetivos específicos del mismo y que se realizan en este tiempo de la siguiente
manera:
Dimensión Humano-Comunitaria
• Maduración de la Libertad responsable.
• Desarrollo de la actitud dialogal con el párroco o responsable del seminarista, con
los miembros de su comunidad y otras personas e instituciones.
• Madurez Afectiva: evaluación del trato a las personas con las que comparte la
experiencia.
• Desarrollo del sentido de compañerismo y amistad con los demás miembros del
grupo de vida que realiza la experiencia.
• Desarrollo del sentido de encarnación en la comunidad donde trabaja.
• Desarrollo de la autodisciplina y equilibrio de juicio y comportamiento
Dimensión espiritual
• Transparencia en su vida espiritual.
• Puesta en práctica personal de lo aprendido en el seminario.
• Revisión de vida durante los encuentros periódicos.
• Contacto frecuente con su director espiritual.
• Oración diaria, en especial la Liturgia de las Horas y la meditación.
• Participación diaria en la Eucaristía.
• Desarrollo de la dimensión pastoral de la caridad.
Dimensión Intelectual
• Estudio de la Realidad donde trabaja: presentación final de un reporte al respecto.
• Estudio de algunas destrezas (informática, lenguas, etc...) si lo permite el contexto
donde trabaja pastoralmente.
• Planificación pastoral.
Dimensión pastoral
• Puesta en práctica de principios de planificación pastoral.
• Conocimiento y puesta en práctica del Plan Diocesano de Pastoral.
F) TEOLOGADO.
Siendo ésta una etapa decisiva, se pide a los formadores están muy pendientes de las
actitudes de los seminaristas. Éstos deben mostrar por todos los medios posibles que han
asumido la responsabilidad de una respuesta madura a la llamada de Dios. Deben
demostrar que están asimilando e identificándose con el ser y el obrar del presbítero
diocesano: a través de sus actos y diálogo deben, en cuanto a la humana fragilidad lo
permita, demostrar que están dispuestos a cumplir con el objetivo final del seminario,
configurarse a Cristo Sacerdote por la ordenación diaconal, primero, y la presbiteral
después. Quien no dé garantías suficientes no debe ser admitido a las órdenes: si fuera
necesario un período de maduración posterior, se le concederá. Si demuestra su idoneidad
entonces accederá a la ordenación.
Durante el curso académico, el Rector del Seminario establecerá, de común acuerdo con el
equipo de formadores, dos fechas para la introducción de petición para los ministerios. Para
los alumnos de último año de teología (incluso de otras diócesis) la petición para el
diaconado y presbiterado se hará en la segunda mitad del segundo semestre de su curso
académico correspondiente. Es praxis en nuestro Seminario de San Cristóbal que ningún
seminarista reciba el diaconado (y menos el presbiterado) antes de finalizar el último curso
académico. Por eso, se le pide, sobre todo a los seminaristas de otras diócesis y a sus
Obispos que tengan muy presente esto. Nadie debe ser instituido ministro ni recibir la
ordenación si antes no se ha realizado el correspondiente escrutinio. Para ello, se deberá
seguir lo establecido por la Ley Universal de la Iglesia, las normas de la CEV y las
directrices diocesanas.
Esta etapa del teologado tiene una especial connotación: el introducirse en el estudio del
Misterio de Dios, hará que el estudiante entienda lo que el autor sagrado indicó en su
definición de sacerdote: ...y puesto en medio de los hombres para las cosas que son de
Dios.(Heb. 5,1). El estudio de la teología tiene que brindarle al seminarista las riquezas de
la Palabra de Dios, de la Liturgia y de la reflexión de la Iglesia. No puede desaprovecharla,
ni esperar para el último momento para asimilar lo que debe tener para ser un pastor bueno
al estilo de Jesús.
Ya desde el inicio del I año de teología, el seminarista debe manifestar su recta intención de
seguir en el camino del discernimiento vocacional, pero dando muestras de que está
asumiendo los compromisos de la Iglesia. Ya ha hecho suya la espiritualidad del presbítero
diocesano, por lo que se alimenta de la eucaristía, de la Palabra de Dios y de la caridad
pastoral; así orienta su oración, que le hace estar en contemplación del misterio de Dios, de
la Iglesia como pueblo de Dios y del sacerdocio que ejercerá en pocos años. Estará claro en
lo que a las responsabilidades sacerdotales se refiere. Demostrará que ha ido haciendo
suyos los valores del Reino de Dios y que los consejos evangélicos los pone en práctica.
Debe ser un discípulo que tiene claro el sentido del celibato, de la pobreza y obediencia, a
la vez que los pone en práctica. Desde el inicio de la teología debe demostrar que es testigo
de Cristo, y que actúa en su nombre y en el de la Iglesia. No rehuye el diálogo con sus
formadores ni con el Obispo y sabe distinguir lo que es del mundo, donde debe trabajar
pero sin ser del mundo. A la vez, ha de mostrar que entiende la fraternidad como una
exigencia propia del ser sacerdote, y que luego de su ordenación se incorpora
sacramentalmente al presbiterio diocesano. Si algo debe caracterizar al seminarista teólogo
es su alegría evangélica, su amor por la Iglesia local a la que prestará su servicio y su
disponibilidad para el servicio.
Dimensión Humano-comunitaria
• Alcanzar la madurez del candidato, de tal manera que la Iglesia le pueda confiar el
ministerio pastoral y éste pueda asumir las responsabilidades y exigencias del
mismo.
• Madurar el ejercicio de la libertad responsable, manifestándola en su conducta
diaria.
• Manifestar el equilibrio frente a las situaciones de la vida, con reciedumbre de
carácter, firmeza, constancia y sinceridad
• Consolidar el ejercicio de las virtudes humanas, cristianas y sacerdotales que todo
ministro sacerdote debe poseer.
• Manifestar la ponderación de su juicio ante los acontecimientos y personas.
• Demostrar que ha asumido libre y conscientemente el celibato, manifestando su
madurez afectiva y emocional.
• Manifestar que ha asumido la fraternidad como estilo de vida propia del sacerdote.
• Participar activamente en la vida y actividades del seminario, en especial en los
servicios y responsabilidades que le otorguen.
• Manifestar su sentido de comunión con la Iglesia, el Obispo, los sacerdotes y
formadores y el pueblo de Dios.
• Fortalecer el trabajo de equipo, sobre todo en los grupos de vida.
Dimensión Espiritual
• Consolidar la configuración a Cristo Sacerdote y Buen Pastor.
• Demostrar que valora y vive su vocación sacerdotal con ardor y entusiasmo, desde
la práctica de los valores evangélicos, siendo testigo y discípulo del Señor.
• Consolidar el conocimiento y puesta en práctica de la espiritualidad del presbítero
diocesano. Durante la institución de los ministerios y su ejercicio, así como del
diaconado, a su debido, tiempo, manifestar que actúa a imagen del Buen Pastor.
• Manifestar que es hombre de oración y de participación frecuente en los
sacramentos, particularmente la eucaristía y la reconciliación, así como un asiduo
lector y proclamador de la Palabra de Dios.
• Demostrar que ha asumido como práctica frecuente la dirección espiritual.
• Manifestar su amor a la Iglesia y a la Madre de Dios.
Dimensión Pastoral
• Lograr vivir progresivamente la consagración al ministerio con el fin de asegurar su
configuración a Jesús Buen Pastor.
• Demostrar que tiene celo apostólico y caridad pastoral.
• Terminar su capacitación para el ejercicio de la pastoral
• Cooperar decididamente con la pastoral vocacional de la Diócesis de San Cristóbal.
Dimensión Intelectual
• Hacer suya la formación teológica, no como algo externo o superficial, sino como
algo propio de su futura identidad sacerdotal.
• Comprender la futura formación permanente como algo necesario.
• Desarrollar un espíritu crítico frente a la realidad y la capacidad de leer los signos
de los tiempos a la luz de la Palabra de Dios, la teología y el magisterio de la
Iglesia.
• Conseguir la capacitación para la síntesis teológica.
Por otra parte, con la ayuda del formador guía, el alumno en su propio grupo de vida
aprovechará para lograr los objetivos antes indicado con actividades y fines propios de cada
curso.
I de Teología.
El alumno viene de la experiencia del Año de Pastoral. Probablemente algún nuevo alumno
venido de otra diócesis y seminario se incorpore a este curso. (A éste o éstos hay que darles
una inducción sobre el esquema formativo de nuestro Seminario para que lo asuman y
asimilen). El primer contacto con la teología debe ser muy motivador para que el joven
encuentre al inicio de esta etapa motivos para entusiasmarse por emprender esta importante
etapa formativa. La acción continua y permanente del formador guía debe ayudar a los
seminaristas a introducirse en esta etapa con alegría y gran decisión vocacional. El Director
espiritual general debe hablarles muy claramente de la urgencia de asumir de ahora en
adelante con más fuerza y dedicación la espiritualidad y a invitación a configurarse a Cristo
Sacerdote y Buen Pastor.
Dimensión Humano-Comunitaria
• Testimoniar la alegría en la respuesta a Dios.
• Disposición para el sacrificio al estilo del evangelio.
• Consolidación en la opción del celibato.
• Profundización en el sentido de l vida comunitaria
• Desarrollo del plan o proyecto de vida.
• Profundización en el sentido cristiano de la vida humana.
Dimensión espiritual
• Asumir como propia la espiritualidad del presbítero diocesano.
• Practicar los consejos evangélicos.
• Acudir a la Palabra de Dios y a los Padres de la Iglesia, como a la Liturgia para
iluminar la propia vida espiritual.
• Manifestar madurez en Cristo.
Dimensión pastoral
• Participar en la Pastoral vocacional de la Diócesis.
• Conocer y estudiar los documentos dela Iglesia sobre la pastoral vocacional.
• Adquiri la conciencia del celo apostólico.
Dimensión Intelectual
• Introducirse en el estudio de la teología. Amor por la teología.
• Conocer el Misterio de la Verdad revelada del Misterio de Cristo.
• Conocer los instrumentos metodológicos para el estudio de la Teología.
II de Teología.
El eje humano-cristiano lo componen la diligencia y el sentido del perdón, que deben ser
asumidos por el candidato, junto con el eje sacerdotal: vivir la experiencia de reconciliado
y reconciliador, a la vez desarrollar y asumir la dimensión profética de su ministerio
futuro. Con ello, también deberá cumplir con los siguientes objetivos:
Dimensión Humano-comunitaria
• Conocer la situación del hombre y del mundo de hoy.
• Aprender a asumir la encarnación en el mundo como necesidad del ministro que
proclamará la Palabra de Dios en él.
• Asumir que deberá enfrentar esas situaciones en un mundo que le puede resultar
adverso: aprender a vencer la soledad ante esas situaciones.
• Testimoniar la sencillez y la humildad.
• Profundizar en el crecimiento del plan de vida.
Dimensión espiritual
• Asimilar más la espiritualidad del presbítero diocesano.
• Sentir la Palabra de Dios como algo propio de su dimensión profética.
• Ser Testigo en el ejercicio del ministerio de la Palabra
Dimensión Pastoral
• Participar en la Pastoral Vocacional de la Diócesis.
• Ejercer en el Seminario (y otras comunidades) el Ministerio de la Palabra.
Dimensión Intelectual
• Profundizar en el misterio de la Iglesia.
• Asumir conciencia recta de acuerdo a la moral cristiana
III de Teología
Dimensión Humano-comunitaria
• Conocer las situaciones de la Iglesia en el momento actual.
• Fortalecer el sentido de libertad sin apegos que dificulten el ministerio.
• Ser Testigos de la verdadera justicia. Demostrar madurez humana y cristiana.
Dimensión espiritual
• Ver y asumir la dimensión eucarística de la espiritualidad del presbítero diocesano.
• Asumir las responsabilidades del ministerio eucarístico que debe realizar en el
futuro
Dimensión Pastoral
• Participar en la Pastoral Vocacional de la Diócesis.
• Desarrollar su ministerio eucarístico (acolitado) en el seminario y otras
comunidades
Dimensión Intelectual
• Profundizar en el Misterio del Hombre a la Luz de la Palabra y la Teología.
• Capacitarse para investigaciones serias en Teología.
• Capacitarse en el Derecho de la Iglesia.
IV de Teología
El alumno que llega al último curso de teología debe mostrar a través de su conducta
testimonio de vida que está convencido de la respuesta que debe dar a Dios. Este curso le
permitirá tomar una decisión importante en su vida cristiana y en orden al ejercicio del
ministerio sacerdotal que ejercerá luego de la ordenación. El Rector, el Director Espiritual y
el formador guía mantendrán un contacto permanente con los jóvenes de este curso. De
igual manera el Obispo, que deberá terminar de conocerlos, no tanto por los informes del
seminario, sino, sobre todo por el contacto personal con cada uno de ellos. Al inicio del
Curso, consultado el Rector, el Obispo designa a cada seminarista a un trabajo pastoral, en
el que participarán los fines de semana y en el cual permanecerán, si no hubiere necesidad
de un cambio posterior, luego de su salida del seminario, durante el tiempo de diaconado y
los primeros tiempos de su ministerio presbiteral. Con esto se pretende darle al candidato la
oportunidad de entender lo que significa la responsabilidad que asume con su respuesta a
Dios y a la Iglesia. Los seminaristas de otras diócesis, si son cercanas, irán a los lugares que
su Obispo correspondiente les indique. Si fueran de diócesis lejanas, el Obispo propio se
pondrá de acuerdo con el Obispo de San Cristóbal para asignarles el trabajo apostólico que
consideren más conveniente. Los alumnos de IV de teología podrán salir a su ministerio el
viernes al mediodía y regresar al seminario el lunes al mediodía. Si hubiera que romper con
la frecuencia de su apostolado deberán comunicar al párroco: puede ser por motivos
propios del seminario (exámenes, jornadas propias, etc...); pero si fuera por motivos
personales se deberá contar con la autorización del Rector. En la segunda parte del último
semestre de estudios, podrán realizar la petición para el diaconado. El equipo de
formadores realizará los escrutinios correspondientes y se los comunicará al Obispo. Ha de
recordarse que por disposición de la Sede Apostólica, el Obispo deberá consultar después
con el Consejo de Órdenes de la Diócesis (pero téngase presente lo que ya se indicó acerca
del momento para la ordenación diaconal).
Dimensión Humano-Comunitaria
• Manifestar madurez integral.
• Juzgar y ser juzgados con criterios equilibrados humanos y de fe.
• Disposición para comprender, consolar y perdonar.
• Equilibrio emocional para asumir los retos que se les presenten.
Dimensión Espiritual
• Plena conciencia de configurarse a Cristo Sacerdote y Buen Pastor.
• Asumir definitivamente la espiritualidad del presbítero diocesano.
• Vivir la fraternidad, con especial referencia a sus compañeros de grupo de vida.
• Revisión de vida.
Dimensión Pastoral
• Cumplimiento del encargo recibido.
• Preparación al ministerio diaconal y presbiteral por el ejercicio de su trabajo
pastoral.
• Conocimiento de la administración eclesiástica parroquial, etc...)
Dimensión Intelectual
• Capacidad para elaborar la síntesis teológica.
• Valorar la formación permanente como actitud propia en el futuro ministerio.
• Realizar la Monografía para la Licencia en Teología.
F) TIEMPO DE DIACONADO.
El objetivo de este período es ofrecer una experiencia que facilite el paso de la vida
propia del seminario, al ejercicio sagrado del ministerio, procediendo gradualmente, y
facilitando una progresiva y armónica maduración humana y específicamente sacerdotal
Normas Básicas para la Formación Sacerdotal en Venezuela, n. 362). En este período,
con la ayuda de los formadores y de los párrocos o responsables de los servicios donde
están trabajando los candidatos se les ayudará a asumir su propia responsabilidad teniendo
como eje el servicio su capacidad de donación a los demás. No se olvide que el diácono
actúa identificándose a Cristo servidor, que es capaz de dar la vida por la salvación de los
demás. También en ellos se debe fomentar el interés por cumplir con el objetivo final de su
formación, consiguiendo los siguientes objetivos, de acuerdo a las dimensiones de la
formación sacerdotal.
Dimensión Humano-comunitaria
• Manifestar la madurez integral para el ejercicio del ministerio.
• Manifestar la madurez en la libertad, en la afectividad y en la donación personal.
• Fortalecer el sentido de comunión fraterna con sus compañeros y con el presbiterio.
• Fortalecer el sentido de comunión con el pueblo de Dios.
• Mantener el grupo de vida y la revisión de vida.
• Asumir como necesidad estable el plan de vida.
Dimensión espiritual
• Desarrollar la caridad pastoral, como fuente de la espiritualidad presbiteral.
• Manifestar que es hombre de fe, oración, eucaristía y de la Palabra.
• Manifestar que discípulo de Jesús y testigo del Señor.
• Asumir de manera definitiva la espiritualidad del presbítero diocesano.
Dimensión intelectual
• Prepararse para el examen de Bachillerato Teológico de la U. Javeriana.
• Interiorizar y profundizar lo que ha ido estudiando.
• Ser capaz de realizar la síntesis teológico-pastoral.
Dimensión pastoral
• Llegar a una mayor madurez en el ejercicio de su ministerio pastoral.
• Capacitarse en diversas áreas de la pastoral.
Cuando se llegue el momento de la ordenación presbiteral, luego de cumplir con todos los
requisitos canónicos, el Director Espiritual del Seminario organizará el retiro espiritual para
los diáconos que accederán al ministerio presbiteral.
G) PRIMEROS AÑOS DE SACERDOCIO.
Desde el momento de su ordenación presbiteral y por el lapso de cinco años, comienza una
etapa especial de seguimiento que, a la vez, es el inicio de la formación permanente de
todos los presbíteros. El Rector del Seminario es el responsable de esta etapa de formación
y como Vicario Episcopal para la formación sacerdotal, ayuda al Obispo en el seguimiento
y acompañamiento de los presbíteros recién ordenados. Ya no están directamente en el
seminario, pero sí están en una etapa que requiere de mucha atención y acompañamiento.
Para ello se elaborará un plan especial y habrá un sacerdote, designado por el Obispo, de
común acuerdo con el Rector del Seminario que les sirva de guía. A la vez, esta etapa se
une a la PASTORAL SACERDOTAL que se organiza en la Diócesis de San Cristóbal.
Los sacerdotes jóvenes que pertenecen a esta eta final de la formación del Seminario
Diocesano se reunirán con frecuencia (al menos cada tres meses) con el sacerdote guía, el
Rector y el Obispo. Con este último mantendrán un contacto continuo y dialogante. Lo
mismo con los demás miembros del presbiterio, a quienes les une el vínculo de la
fraternidad sacramental.
A la vez, cumplirán con los siguientes objetivos específicos, de acuerdo a las dimensiones
de la formación, que les ayudará a afinar la realización en ellos del Objetivo final de la
configuración a Cristo Sacerdote que consiguieron con la ordenación sacerdotal.
Dimensión Humano-comunitaria.
• Integrar la formación humana en el ejercicio del ministerio.
• Comenzar la formación permanente como algo necesario en la vida ministerial.
• Progresar en la maduración humana y enfrentarse a los primeros desafíos del
ejercicio de su propio ministerio.
• Cultivar y desarrollar una serie de cualidades humanas en el ejercicio del ministerio
• Saber compartir con los demás hermanos las experiencias humanas vividas.
• Incentivar y fortalecer el sentido de fraternidad a través de los grupos de vida y
amistad que se pueden desarrollar desde el Seminario y en el ministerio sacerdotal.
• Fortalecer la práctica de las virtudes humanas y cristianas propias de todo
sacerdote.
• Profundizar en la práctica del diálogo con todos, en especial con el Obispo y sus
hermanos sacerdotes.
• Entender progresivamente que el presbiterio es el lugar por excelencia de su
enriquecimiento personal.
• Mantener contacto fraterno con los compañeros sacerdotes y hacer realidad todo lo
que conlleva la fraternidad sacramental.
Dimensión Espiritual
• Vivir la espiritualidad del presbítero diocesano y animar a todos los creyentes a
asumir su propia vida espiritual partiendo del bautismo.
• Dar organicidad a la formación y vivencia espiritual del presbítero.
• Mantener la praxis de la dirección espiritual y de la confesión frecuente.
• Asumir conscientemente la vivencia de la oración personal y la Liturgia de las
horas, incluso compartiéndola con hermanos sacerdotes y otros fieles cristianos.
• Participar en jornadas de convivencia, retiros, etc...
• Demostrar con la propia vida que es testigo del Señor Jesús.
• Demostrar su espiritualidad sacerdotal con las características eucarísticas y de la
Palabra de Dios.
Dimensión Intelectual
• Mantener la formación intelectual de los sacerdotes jóvenes.
•
Propiciar que realicen cursos de especialización en diversas áreas de la ciencia
humana y teológica.
• Encargar a los sacerdotes jóvenes de realizar algunas investigaciones que le
permitan seguir avanzando en su formación humana y sean un aporte para la
Diócesis.
Dimensión Pastoral.
• Hacer sentir que la pastoral da unidad interior a los diversos aspectos de la
formación y del ministerio
• Manifestar que se tiene una conciencia eclesial de la pastoral, no individualista ni
aislada de las otras dimensiones del ministerio.
• Asumir como propio el Plan Diocesano de Pastoral de la Diócesis.
• Desarrollar la sana creatividad e imaginación pastoral.
• Revisar de manera continua la acción pastoral que se va realizando a lo largo de
estos primeros años de ministerio sacerdotal.
• Elaborar síntesis teológico-pastorales que beneficien a todo el presbiterio.
6.
CONCLUSIÓN
El Proyecto Formativo que hemos presentado pretende ser una ayuda para lograr el objetivo
final de la formación sacerdotal: el que el candidato aprenda a configurarse a Cristo Sumo y
Eterno Sacerdote, Buen Pastor, que conseguirá con la ordenación presbiteral. Se trata de un
instrumento al servicio de la formación sacerdotal y encierra una serie de proposiciones,
indicaciones y directrices. La misma marcha de este proyecto y proceso irá produciendo
directorios para cada una de las etapas, con lo que se conseguirá un perfeccionamiento de
este proyecto. Lo importante es que se dé cumplimiento. Se evaluará la puesta en marcha y
cumplimiento de este PES, que busca ser un punto de referencia para la formación de los
futuros sacerdotes.
Agradecemos a todos los que han colaborado en su elaboración y revisión. Pedimos a Dios
Todopoderoso nos dé su luz para que sea un instrumento adecuado a las exigencias de la
Iglesia y al servicio de nuestro presbiterio y sus futuros miembros, los actuales
seminaristas. Que con su gracia, siga aumentando el número de vocaciones y perseveren los
seminaristas en su delicada tarea de aprender a ser imagen del Buen Pastor, Cristo Sumo y
Eterno Sacerdote. Para ello contamos con la intercesión de Santo Tomás de Aquino,
patrono de nuestro Seminario diocesano y del Santo Cura de Ars, patrono de los sacerdotes
Diocesanos en Venezuela. La maternal protección de María del Táchira, Nuestra Señora de
la Consolación, Madre de los sacerdotes, nos acompañe siempre y nos sirva de estrella que
guíe nuestros caminos.
LAUS
DEO
354-004
Con ello queremos responder a las exigencias de la Iglesia Universal y a los desafíos que
se nos presentan en el momento actual. Lo damos a conocer cuando nos disponemos a
celebrar los 80 años de la fundación de nuestro Seminario Diocesano, y con él queremos
también reafirmar que el Seminario es en nuestra Iglesia de San Cristóbal el centro de
atención y de preocupación de todos nosotros.
Imploro la fuerza del Espíritu Santo para todos nosotros y, en particular, para quienes
son los protagonistas más directos en el proceso formativo, los formadores y los
seminaristas. Pongo en manos de María del Táchira, nuestra Señora de la Consolación,
este Proyecto Educativo, para que ella con su maternal intercesión nos consiga de su
Hijo Jesús el entusiasmo y la gracia necesarias para cumplirlo. A la vez, pido a Santo
Tomás de Aquino que interceda ante el Padre Dios para que la sabiduría y la santidad
estén siempre presentes en nuestro Seminario.
En San Cristóbal, a los 12 días del mes de octubre del año 2004, cuando se cumplen 82
años de la creación de la Diócesis.
Por mandato del Sr. Obispo, Pbro. Gabriel Omaña N., Secretario Canciller.
ANEXO I
FOTO
Apellidos:
Nombres:
Lugar de Nacimiento: Fecha:
Nombre del Padre:
Nombre de la Madre:
Nombre de los hermanos:
Dirección de la Casa de familia:
Teléfono:
Fecha y Lugar de Bautismo:
Fecha y Lugar de Confirmación:
Fecha y Lugar de Ministerios recibidos:
a) Madurez Humana:
b) Aspecto físico:
c) Enfermedades crónicas presentes (defectos físicos notables)
d) Tendencias en el campo de la salud:
e) Actitud física ante los trabajos manuales y el deporte:
f) Actitud psicológica en su vida cotidiana. (Posibles traumas, debilidades
psicológicas, etc...)
g) Accidentes que h tenido (fracturas, etc...)
h) Intervenciones quirúrgicas que ha tenido:
i) Tratamientos que ha tenido en el pasado:
j) Tratamientos que tiene en el presente
k) Informaciones sobre posibles antecedentes negativos en la familia:
3. VIRTUDES HUMANAS.
4. VIDA DE COMUNIDAD.
A) Capacidad intelectual.
B) Interés por los estudios y por la lectura
C) Capacidad especulativa-crítica. Tendencias.
D) Capacidad de investigación.
E) Dedicación a los estudios o indolencia y pereza.
F) Puntualidad en las clases y consignación de trabajos.
G) Capacidad de estudio en grupo.
H) Nivel de notas.
I) Recomendaciones
J) Se debe incluir el informe de notas de cada semestre.
6. VIDA ESPIRITUAL.
7. VIDA PASTORAL.
8.4. OBEDIENCIA.
9. CULTURA GENERAL.
Opinión global que indique las actitudes y espíritu seminarístico y sacerdotal del
candidato. Recomendaciones acerca de defectos a corregir y virtudes a profundizar;
recomendaciones. Sugerencias para seguir adelante. Juicio acerca de la idoneidad y
aptitudes al final del curso. Recomendaciones para los cursos siguientes. O
recomendación para su retiro.
Recomendaciones para el futuro acerca de posibles trabajos pastorales, estudios de
especialización etc...
La elaboración del informe final de cada año debe abarcar los puntos anteriores y
deberá ser leído a cada alumno antes de salir a vacaciones de final del año. Ello exige
un contacto directo y personal de cada sacerdote guía y el compartir periódicamente
con el equipo de formadores.
Cada año, el sacerdote guía correspondiente puede tener acceso al informe y hoja de
vida del curso pasado, que siempre reposará en el archivo del seminario. La
información le permitirá ver si hay o no progresos, o descubrir situaciones nuevas en
los diversos campos a evaluar.