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DICTADURAS Y ORGANIZACIONES GUERRILLERAS EN

ARGENTINA, BRASIL, CHILE Y URUGUAY:


EJERCICIO DE UN ANÁLISIS COMPARATIVO
César Tcach

Tampoco es posible correlacionar el golpe


militar uruguayo de 1973 con la amenaza de
los tupamaros. Su debilidad militar había sido
advertida en 1971 por Byron Engle, funciona­
rio del Departamento de Estado norteameri­
cano, que supervisaba la lucha antiguerrillera
en Uruguay:

(...) los Tupamaros no tienen diez pies de altura.


A pesar de su encenderse con brillo por especta­
culares y sensacionales represalias contra objeti­
vos selectos, relativamente buena seguridad ope­
rativa y prensa favorable. Si uno mira las muchas
operaciones donde hicieron chapuza y de las
Cuando en 1964 los militares brasileños cuales los registros de la policía están repletos,
dieron el puntapié inicial a la nueva oleada aparece inmediatamente evidente que un esfuer­
de golpes militares en el cono sur de Amé­ zo sostenido contra ellos puede tener éxito».2
rica Latina, la guerrilla no existía. Los prime­ Ese esfuerzo requería una acción coordi­
ros grupos guerrilleros brasileños surgieron nada en los planos judicial, policial, político y
a partir de 1967: la Alianza de Liberación militar, pero no un golpe de Estado. Todas las
Nacional, promovida por el ex dirigente del fuentes de la época —tanto uruguayas como
PCB, Carlos Marighela, el guevarista MR 8 de norteamericanas— indican que los tupamaros
Octubre, Vanguardia Popular Revolucionaria y habrían sido aplastados entre abril y septiem­
Vanguardia Armada Revolucionaria (asociadas bre de 1972, fecha en que es encarcelado su
a la figura del ex capitán del ejército brasileño, máximo dirigente Raúl Sendic.
Carlos Lamarca), la guerrilla de Araguaia (im­
En Chile, la fuerza de la teoría del tránsito
pulsada por el maoísta PC Do Brasil al sur del
institucional al socialismo anuló en su matriz
Estado de Pará), la protoguerrilla de la Serra
las posibilidades de desarrollo de grupos gue­
Do Caparaó (orientada por el líder histórico
rrilleros. El propio Andrés Pascal Allende —so­
de varguismo, Leonel Brizola), y el MEP, Mo­
brino de Salvador Allende e integrante de la
vimiento de Emancipación del Proletariado
conducción del MIR (Movimiento de Izquierda
(integrado años después al PT).1 Revolucionaria)—reconocía:

Historia del presente, 10, 2007/2 II época, pp. 89-114 ISSN: 1579-8135 89
EL PASADO DEL PRESENTE

dura en Catamarca y en Villa María; en mayo


César Tcach

Rechazamos la equivocada interpretación de la


guerra revolucionaria cubana que circulaba en y octubre de 1975 sufrió derrotas decisivas
nuestra época y que se conoció como «foquis- en su foco rural instalado en Tucumán (en
mo». Es decir, la creencia de que dadas todas
las localidades de Manchalá y San Gabriel de
las condiciones objetivas para la revolución bas­
Acheral, respectivamente); ante el fracaso de
taba encaramarse en una montaña con un grupo
la guerrilla rural «Santucho decide montar una
guerrillero, o realizar acciones armadas desde la
clandestinidad urbana, para generar las condicio­
gran operación contra una unidad del EA del
nes subjetivas».3 Gran Buenos Aires (cordón que rodea a la
Capital Federal). El objetivo era recuperar el
Es por eso que las tareas militares del MIR prestigio de la organización».6Su resultado fue
se orientaron a la autodefensa de la propia la aplastante derrota guerrillera en el asalto al
organización, a estimular y proteger la acción arsenal de Monte Chingolo en diciembre de
directa de las «masas» (las ocupaciones de tie­ 1975. Al fracaso rural, se sumaba ahora, el
rras fueron un ilustrativo ejemplo), y a formar fracaso urbano: el ERP fue derrotado antes del
parte de la custodia presidencial de Salvador golpe militar del general Videla en 1976. No es
Allende.4 En el momento del golpe militar de extrañar. En la percepción militar siempre
—septiembre de 1973— el MIR no alcanzaba a se lo consideró «el más coherente política­
reunir más de doscientas armas de guerra.5 Es mente» de todos los grupos armados, y por
posible suponer que su debilidad en ese plano consiguiente, su liquidación «fue la primera
se había acentuado por la puesta en práctica, prioridad del EA cuando la lucha antisubversiva
poco tiempo antes, de la Ley de Control de A r­ en Argentina pasó de la simple responsabilidad
mas. Cabe recordar que tras el frustrado gol­ policial, a la de las FF.AA. en su conjunto».7
pe militar de fines de junio —conocido como el
Los Montoneros también habían iniciado
«tanquetazo»—el gobierno de Allende intentó
una curva descendente. Poco después de la
aproximarse a la Democracia Cristiana imple-
muerte de Perón decidieron —en septiembre
mentando la mencionada norma, que facilitaba
de 1974—priorizar la vía militar y retornar a la
el desalojo de fábricas y tierras ocupadas, así
clandestinidad. Acertadamente, Pilar Calveiro
como los «rastrillajes» en busca de armas.
ha señalado al respecto que esta decisión con­
En el caso argentino, las organizaciones denó a muerte a sus organizaciones de base
armadas surgieron con posterioridad al gol­ territoriales, sindicales y estudiantiles, vincula­
pe militar del general Onganía, en 1966, es das orgánicamente a la organización.8 Al hos­
decir, se constituyeron a partir de la lucha tigamiento y persecución de sus militantes y
antidictatorial. Tuvieron un período exitoso simpatizantes, cabría añadir su ineficiencia para
de crecimiento durante alrededor de cuatro realizar acciones militares de una envergadura
años, entre 1970-73/74. En contraste con mayor al de la bomba, el secuestro, o el simple
los tupamaros uruguayos —una guerrilla sin asesinato: en octubre de 1975 fueron clara­
partido—y con el MIR chileno —un partido sin mente derrotados en el ataque al Regimiento
ejército—, el ERP (Ejército Revolucionario del 29 de Infantería ubicado en Formosa. A tenor
Pueblo) argentino fue fruto de la decisión de de lo expuesto, es posible comprender el rap­
un congreso partidario, el quinto realizado por to de sinceridad del general Díaz Bessone en
el Partido Revolucionario de los Trabajadores 1982:
desde su fundación en 1965.
El motivo del derrocamiento del gobierno pero­
La revista militar española Defensa, recons­
nista en marzo de 1976, no fue la lucha contra la
truía en 1979 el itinerario de su declive: en subversión. (...) Nada impedía eliminar a la sub­
1974 fracasó en acciones militares de enverga­ versión bajo un gobierno constitucional. (...) La

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justificación de la toma del poder por las Fuerzas los valores culturales. Estas cuestiones se

Dictaduras y organizaciones guerrilleras


Armadas fue clausurar un ciclo histórico».9 insertaban en una suerte de clima festivo
en el que se ponían en cuestión las jerar­
Paradójicamente, su apreciación habrá de
quías subjetivas del poder.
coincidir —aunque desde una perspectiva an­
titética—con la expresada en 1987 por Pedro 3. Gobiernos reformistas y tibios con los
Cazes Camarero —otrora director de la re­ transgresores (Chile y Brasil), impotentes
vista El Combatiente, órgano del PRT—, quien e ineficaces (Argentina) o insuficiente­
reconocía: mente militarizados (Uruguay). En este
último caso, cabe recordar que a partir
El golpe no se dio para liquidar a la guerrilla, sino de septiembre de 1976 la dictadura co-
para liquidar a ese inmenso movimiento popular,
misarial uruguaya cedió paso —merced a
democrático, revolucionario, nacional, que había
las actas institucionales de Aparicio Ál-
fructificado en las luchas contra la dictadura en
varez— a una dictadura con pretensiones
los años sesenta».10
fundacionales.12
La coincidencia retrospectiva, establecida En relación con los aspectos precedentes,
desde memorias antagónicas, colabora con la O'Donnell utilizó el concepto de «crisis de
reconstrucción e interpretación historiográ- dominación celular». Su virtud principal es la
fica. Es significativo que años después de los de expresar la incapacidad de las clases domi­
acontecimientos, algunos ex dirigentes guerri­ nantes para constituirse en clases dirigentes,
lleros y algunos ex jefes militares coincidan en es decir, para imponer sus valores y pautas de
distinguir las causas del golpe de su pretexto conducta. Empero, radicales y peronistas en
o justificación discursiva. Porque, en efecto, Argentina, blancos y colorados en Uruguay,
los golpes militares no fueron —en Argentina, nacionales y demócratas cristianos en Chile,
Chile, Brasil y Uruguay—producto de un impe­ conservaban en dosis nada desdeñables una
rativo bélico (derrotar a la guerrilla). Fueron, gran capacidad de dominación y manipulación
más bien —en consonancia con el planteamien­ sobre el escenario electoral. Lo que las clases
to de Guillermo O'Donnell—11 la respuesta a la dominantes y las elites políticas no podían ha­
necesidad de extirpar de raíz: cer debe asociarse a lo que sí podían hacer.13
1. Los comportamientos colectivos que
cuestionaban la naturalidad de las relacio­ Subversión empresarial e irreverencia social
nes sociales capitalistas, o al menos, supo­
nían un obstáculo para su «normal funcio­ Un común denominador recorre el hilo
namiento»: huelgas generales, indisciplina conductor de los procesos que desembo­
laboral, desobediencia a la autoridad en caron en los golpes de Estado de Argentina,
los lugares de trabajo. Por cierto, este Brasil, Chile y Uruguay: la apuesta a favor del
aspecto contenía un elemento preven­ derrumbe institucional, promovida por el gran
tivo destinado a eliminar todas aquellas capital, nacional y extranjero. En Chile, se pro­
organizaciones —sindicales y partidarias, dujeron a partir de octubre de 1972 huelgas
armadas o no— que estimulasen ese tipo empresariales con fines desestabilizadores que
de comportamientos. forzaron a la Democracia Cristiana a abando­
nar su posición centrista para pasar a una opo­
2. La transgresión microsocial, expresada en
sición más dura, a la vez que alimentaban la
la cotidianeidad molecular de las relacio­
politización golpista de las Fuerzas Armadas.14
nes sociales en dimensiones como la fami­
En Brasil, los latifundistas bajo la dirección de
lia, la educación, la vestimenta, la música y
la Sociedad Rural iniciaron en 1963 la forma­

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César Teach EL PASADO DEL PRESENTE

ción de milicias armadas para hacer frente a la voto de los suboficiales), de los grandes pro­
amenaza de reforma agraria del gobierno de pietarios (Proyecto de Reforma Agraria y Es­
Goulart, mientras que los industriales de San tatuto del Trabajador Rural), y del movimiento
Pablo y Río de Janeiro fundaban instituciones obrero en un clima de movilización social que
destinadas a coordinar las campañas antigu­ alcanzó su cenit en la llamada «huelga de los
bernamentales (como el Instituto Brasileño de 700.000», realizada en San Pablo en octubre
Acción Democrática y el Instituto de Investi­ de I963.19 El 13 de marzo de 1964, Goulart
gaciones Económicas y Sociales).15En Uruguay, reunió casi medio millón de personas en Río
la génesis del Frente Amplio —quien se estrenó de Janeiro y dio a conocer varios decretos,
en 1971 obteniendo el 30% de los votos en entre ellos los de nacionalización de refinerías
Montevideo— creó un nuevo fantasma: el de petroleras privadas, limitación de los precios
un segundo Chile. Esta posibilidad, preocu­ de los alquileres urbanos, e incautación de tie­
paba más a la embajada norteamericana que rras al borde de las carreteras. Fue derrocado
el peligro militar tupamaro, y permeabilizaba al mes siguiente.20
los círculos empresariales.16No en vano, un día En Chile, el gobierno de Salvador Allende
antes del golpe de Estado, empresarios e inver­ era considerado una amenaza aun antes de su
sores de Business International se reunieron con asunción. Más aún, se elaboraron planes —con
el golpista general Gregorio Álvarez y otros je­ el beneplácito norteamericano—para impedir­
fes militares para pedirles una acción redentora lo. Luego, la predisposición gubernamental a
que terminara con las huelgas y la politización aceptar la rebeldía plebeya, morigerándola en
obrera.17 En Argentina, la Asociación Perma­ algunos casos y legitimándola en otros (recuér­
nente de Entidades Gremiales Empresariales dese la ocupación de fábricas y tierras), ponía
(APEGE) desplegó una acción desestabilizadora contra las cuerdas algo más que la tolerancia al
militante. Sus documentos, no vacilaban en rei­ pluralismo. Al respecto, Tomás Moulian elabo­
vindicar el «memorable paro» patronal del 16 ró un lúcido retrato:
de febrero de 1976 como la antesala del golpe Hombres sin rostro que se sintieron protago­
de Estado. Para la APEGE, era necesario que nistas, que en su fantasía vieron debilitarse los
los militares liberaran al país tanto de «la acción poderes atávicos que los habían sojuzgado y que
disociadora» de un «gobierno que lo llevó al tomaron la palabra, se apoderaron de fundos no
mayor caos que registra su historia», como de incorporados en ninguna planificación racional ni
la subversión «apátrida».18 El entusiasmo por realista, sobrepasaron los límites estrechos del
derecho de propiedad y desafiaron a la autori­
el gobierno de los generales fue compartido
dad porque se sintieron interpelados, llamados
por la Sociedad Rural, la Asociación de Bancos
a ser actores, a producir su propio poder (...)
Argentinos (ADEBA) y la Cámara Argentina Era la revolución lo que se celebraba y lo que en
de Comercio, entre otras instituciones. realidad comenzaba a vivirse, pese a la patética
Ciertamente, el miedo de las clases do­ escasez de recursos de poder.21
minantes se correlacionaba con niveles de
En el contexto que se acaba de describir, la
amenazas reales y potenciales. Éstas eran ali­
oposición unida en torno a la CO DE —Con­
mentadas por la lógica de la radicalización de federación de la Democracia— promovió una
los actores sociales, agravada en algunos casos política de paros empresariales —entre ellos
—como Brasil y Chile—por la permeabilidad de la recordada huelga de los camioneros y el
gobiernos reformistas. transporte—que suponían más de un guiño al
En Brasil, el programa de reformas del go­ desabastecimiento y el mercado negro. Cabe
bierno de Goulart implicaba redefinir la inser­ recordar que la tradición empresarial chilena
ción de los militares (Proyecto de derecho al era reacia a las concesiones sociales. Ya en un

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período pre- En contraste con el caso uruguayo, en A r­

Dictaduras y organización guerrillera


c e d e nt e , gentina la izquierda no suponía un peligro en
durante el go­ términos electorales, pero las raíces de los
bierno demó­ Montoneros en la sociedad era mucho más
crata cristiano amplias y profundas que la de los Tupamaros
del presidente —los primeros habían crecido inicialmente con
Frei, habían el beneplácito del mayor líder carismático que
reaccionado tuvo la Argentina del siglo X X , Juan Perón—y
virulenta­ la fuerza del movimiento obrero era conside­
mente frente rablemente superior.25
a su ensayo
La intervención a grandes sindicatos du­
de apañar
rante la primavera de 1974 —como SMATA
una mesura­
y Luz y Fuerza en Córdoba, o la Federación
da reforma
Gráfica— la persecución de sus dirigentes, la
agraria. Con
represión policial y los asesinatos parapolicia-
mayor razón
les de las «3A», habían golpeado duramente a
fue frontal contra Allende, cuando la retórica
los sectores más combativos del movimiento
de la revolución estaba a la orden del día. No
obrero. Cabe recordar que el artículo 5 de
obstante, la invocación al golpe militar se hacía
la Ley de Seguridad aprobada en septiembre
en nombre de la legitimidad democrática. Tenía
de 1974, castigaba con prisión de I a 3 años
un anclaje legitimista y restaurador —del pasa­
a quienes participasen de huelgas ilegales. La
do institucional— que tras la caída de Salvador
protesta obrera disminuyó de 30 conflictos
Allende fue violentamente negado.22
mensuales en junio de 1974 a menos de 12
La tendencia a la radicalización de los acto­
en marzo de I975.26 Este mismo mes se inició
res sociales también recorría Argentina y Uru­
un gran operativo represivo para descabezar
guay. En este, la fisura del secular monopolio
al sindicalismo clasista de Villa Constitución:
bipartidista —a partir de la exitosa irrupción
sus líderes más importantes fueron a parar a
electoral del Frente Amplio—, la consolidación
la cárcel. Con la ley y sin ella, la derecha pe­
a partir de 1966 de la C N T (Confederación
ronista parecía haber ganado la batalla. Pero
Nacional de Trabajadores) bajo liderazgo
no estaba todo dicho. En junio, el ministro
comunista, y el giro a la izquierda del Partido
Socialista (asumido en su X X X V II Congreso), de Economía Celestino Rodrigo (hombre de
eran indicadores de ese proceso. A tenor de confianza del temido ministro de Bienestar So­
estas circunstancias, los analistas del Departa­ cial, López Rega) resolvió una devaluación de
mento de Estado norteamericano recomen­ 100%, generando aumentos incluso superiores
daban dividir al Frente Amplio estimulando en tarifas y combustibles. La reacción obrera
la formación de una nueva fuerza de centro fue contundente. Por primera vez desde la
izquierda que excluyese al PC y a los sectores derrota de 1971, los trabajadores de Concord
que simpatizaban con los tupamaros.23 Esta y Materfer (FIAT-Córdoba) realizaron asam­
hipótesis de trabajo, empero, distaba de ser bleas generales para movilizarse activamente e
viable, y la balanza se inclinó —anticipándose intentar marchar hacia el centro de la ciudad.
a lo que ocurriría en la otra orilla del Río de Algo similar ocurría entre los otrora derrota­
la Plata—por la solución dura propugnada por dos trabajadores de General Motors de la planta
Bordaberry —propietario ganadero y admi­ de San Martín. Según relataba un activista: «En
rador de la dictadura brasileña— orientada a cinco años se habrán hecho cuatro o cinco
practicar una operación quirúrgica.24 asambleas informativas en las cuales la gente

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EL PASADO DEL PRESENTE

se limitaba a escuchar. Ahora se hace una to­


César Tcach

das las semanas a pedido de la gente y tienen


carácter resolutivo».27 Ni aislados ni casuales,
estos hechos ilustraban paradigmáticamente
la reactivación del ciclo de protesta. En Santa
Fe, los obreros del centro industrial de Sauce
Viejo, a 15 Km. de la capital, marcharon hacia
ésta junto a pobladores de la zona: frente a la
represión, nuevamente las barricadas impreg­
naban el repertorio de confrontación. Como El nivel de amenaza puede explicar el auto­
fruto de la nueva oleada de movilización social, ritarismo y la prepotencia de las clases domi­
surgieron las Coordinadoras de Gremios, Comi­ nantes, pero no explica per se el recurso a un
siones Internas y Cuerpos de Delegados en Lucha, tipo de dictadura: institucional, fundacional y
en los principales centros urbanos: Capital y soberana.31 Ésta fue corolario de un proceso
Gran Buenos Aires, Santa Fe, Rosario, Córdo­ doble de maduración política (creciente au­
ba y Mendoza. El programa del Segundo Plena- tonomía corporativa de los militares) e ideo­
rio General de la Coordinadora de gremios, lógica (hegemonía del principio de la guerra
comisiones internas y cuerpos de delegados interna); fenómenos que se imbricaban con la
en lucha de Capital y Gran Buenos Aires, pro­ búsqueda de una reestructuración no concer­
piciaba la creación de una «Coordinadora Na­ tada ni democrática del capitalismo en el cono
cional» y combinaba las exigencias económicas sur de América Latina.
(aplicación de la Ley del salario mínimo, vital
y móvil, reapertura de las paritarias) con las Guerra contra ciudadanos y actores colectivos:
políticas. Entre ellas, la renuncia del gobierno la influencia francesa y norteamericana
de Isabel Perón, la derogación del Estado de
Sitio y la investigación de la organización pa- Entre 1954-55, tras el fin de las experiencias
rapolicial «Acción Anticomunista Argentina». populistas de Vargas en Brasil y de Perón en la
También exigía el «pleno respeto a la sobera­ Argentina, se afianzó progresivamente la con­
nía popular».28 vicción militar según la cual estos países esta­
Ciertamente, las coordinadoras no eran ban viviendo una guerra interna con proyec­
embriones de soviets. Exigían, sí, libertades ciones internacionales. Basta ceder las palabra
públicas, seguridad física para la militancia y la a los jefes militares argentinos de la década de
renuncia de un gobierno que avalaba el terror los 60, —época en que los dos principales par­
parapolicial. No se convoca a la revolución tidos de izquierda eran el Partido Socialista,
—pese a ser expresión de una tendencia a la de larga tradición reformista y parlamentaria,
radicalización social— sino al respeto a la so­ y el Partido Comunista, empeñado en su pré­
beranía popular.29 Empero, las coordinadoras dica a favor de la vía pacífica al socialismo en
marcaban una incipiente e intensa repolitiza­ consonancia con la política de «coexistencia
ción del movimiento obrero, orientada a en­ pacífica» defendida por la URSS—para ilustrar
frentar al gobierno peronista de María Estela su itinerario doctrinario.
Martínez, cuestionar al sindicalismo burocráti­ En 1959, el coronel Osiris Villegas se des­
co y ampliar la democracia en todos los terre­ empeñaba como Jefe de Estado Mayor de la
nos de la vida social.30 Como en Brasil, Chile cordobesa IV División de Ejército. Pronto as­
y Uruguay, también en Argentina la burguesía cendido a general, había comenzado a escribir
tenía motivos para sentirse amenazada. su libro Guerra Revolucionaria Comunista, cuya

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primera edición fue realizada por la Biblioteca rancia». Pero su advertencia era también una

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del Oficial del Círculo Militar Argentino en premonición: los «tímidos», los que colaboran
1962. En el prólogo escrito por la dirección sin darse cuenta, «inconscientemente», con el
de esa institución se advertía: «La guerra se enemigo definido por las FF.AA. también se­
desarrolla ya dentro de nuestras fronteras», y rían castigados.
compartiendo las conclusiones de Osiris Ville­ Dado que no existían ejércitos de comba­
gas añadía que la democracia no puede ser tientes que enfrentasen a las FF.AA., la argu­
mentación militar ponía énfasis en destacar
coexistencia pacífica inadmisible y suicida con
el enemigo declarado de la nacionalidad. Como
que no se trataba de una guerra clásica, sino
lo expone el autor, esta ideología antinacional, que en esta nueva forma de guerra era crucial
cuando cuenta con la inoperancia y pasividad de la propaganda y la acción psicológica. Así, el
las autoridades, va infiltrándose gradualmente en general Mario Artuso, jefe de la II División de
todas las estructuras del poder nacional. Por vía Ejército, expresaba ese mismo año:
de ese proceso, ejecutado sutilmente en el ám­
Nuestro país está en guerra. Éste es un hecho
bito del Estado y partidos políticos, organizacio­
positivo que el Ejército debe afrontar. El enemi­
nes económicas y financieras, entidades gremia­
go se encuentra activo y trata de imponer doc­
les, institutos de enseñanza, etc. puede ser que
trinas foráneas, y por una acción psicológica y
la mayor parte de ese poder esté en manos del
de falsos espejismos pretende alterar el alma de
enemigo.32
nuestro pueblo.35
Como puede apreciarse, las Fuerzas Armadas
En esta particular visión, el «alma de nues­
eran renuentes a aceptar la «coexistencia pací­
tro pueblo» podría resumirse en el título que
fica» con los presuntos enemigos de la nación.
el provicario de las FF.AA. monseñor Victorio
Y en la lista de enemigos, Osiris Villegas incluía
Bonamin diera a su conferencia en la Escuela
Bibliotecas Populares, teatros independientes,
de Aviación Militar de Córdoba: «La Cruz y la
revistas culturales, asociaciones científicas y to­
Espada».36 Este modo de ver las cosas, ajeno
das aquellas instituciones que sirven al comunis­
a la sensibilidad liberal democrática que con­
mo «en forma directa, velada o encubierta».33
templa el derecho de opinión, era compartido
En 1960, el Comandante de la IV División por algunos sectores civiles vinculados a la
de Ejército, general Edgar Joaquín Landa, jerarquía eclesiástica. En febrero de 1961, con
señalaba: motivo del triunfo de Alfredo Palacios en los
comicios celebrados ese mes en Capital Fede­
Las fuerzas armadas están en guerra. (...) N o
ral, el editorial del diario católico cordobés Los
reconocer el estado de beligerancia es quedar
Principios, expresaba:
detrás del movimiento y no participar en lo que
debe ser una verdadera cruzada nacional. Des­ N o ha triunfado un partido determinado sino una
graciadamente, existen todavía muchos argenti­ amalgama de extremistas. (...) El triunfo izquier­
nos que se niegan a vivir esta realidad, con lo dista es una voz de alerta. N o hay que dejarse
que cooperan, inconcientemente, con la acción arrastrar por los acontecimientos. (...) los zurdos
de infiltración del enemigo. Pero, repito, para las no son mayoría. Sólo de los demás depende que
Fuerzas Armadas, con o sin apoyo, la lucha con­ tampoco lo sean accidentalmente.37
tra el comunismo es a muerte. N o hay transac­
ciones ni treguas.34 Nuevas palabras convertidas en anatema y
estigma, como «zurdos», comenzaban a incor­
De sus palabras es fácil colegir que la ma­ porarse al vocabulario político periodístico. El
yoría de la sociedad se negaba a admitir la uso sistemático del término «infiltrados» fue,
existencia de una guerra o «estado de belige­ asimismo, el correlato de un imaginario que

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EL PASADO DEL PRESENTE

suponía un país en guerra. El tema de la «infil­ Por cierto, no era ésta la opinión del ge­
César Tcach

tración» en los partidos políticos se convirtió neral Alejandro Lanusse, entusiasta defensor
pronto en lugar común del universo simbólico de la escuela norteamericana. Al despedir, ese
de los militares. mismo año, la delegación argentina a Panamá,
Pero la doctrina de la guerra interna no era sostuvo:
un invento argentino. Su irradiación partía de Habréis de cumplir una nueva misión junto a sol­
la Escuela Superior de Guerra, de París, donde dados de un Ejército que es baluarte de la liber­
se habían formado numerosos oficiales argen­ tad y el orden, no sólo de su propio país sino
tinos y uruguayos en la década del cincuenta. también del mundo entero.41
En febrero de 1960, un acuerdo secreto entre
El panegírico del ejército norteamericano,
Francia y Argentina permitió establecer una
«baluarte de la libertad en el mundo entero»,
misión permanente de asesores militares fran­
no podía ser más completo.
ceses, entrenados en las técnicas de la guerra
de contrainsurgencia en Argelia.38 Ese mismo En 1964, también en Brasil la influencia nor­
año, se inauguró en la Escuela de Guerra de teamericana —de más larga tradición que en
Montevideo, un ciclo de conferencias sobre Argentina— se hacía sentir en el plano de la
guerra antisubversiva que fue el prefacio del doctrina y las prácticas militares. El mariscal
primer Curso interamericano de guerra con­ Castelo Branco había liderado un golpe de
trarrevolucionaria realizado en Buenos Aires Estado con el beneplácito de su viejo amigo
en octubre de 1961.39 personal, el general Vernon Walters, agregado
militar de la embajada en Brasilia. Según Moniz
En los años siguientes, tras el fracaso en A r­
Bandeira, poco antes el emisario de la CIA
gelia, la influencia de la escuela francesa cedió
Dan Mitrione (años después asesinado por
paso a la norteamericana. El 18 de marzo de
los tupamaros en Uruguay), había tenido a su
1964, el diputado nacional Juan Carlos Coral
cargo «la organización del contrabando de ar­
presentó un proyecto solicitando:
mas destinadas a la formación de grupos para-
la remisión a esta Cámara de la nómina completa militares golpistas».42 En 1964 se inauguró en
de los militares argentinos que se encuentran en Manaos, pleno corazón de la selva amazónica,
Panamá, cursando estudios de «guerra revolu­ un Centro de Instrucción de Guerra, donde
cionaria» bajo la dirección de los Estados Unidos según diversos testimonios, los instructores
de América.
eran boinas verdes norteamericanos y se en­
Fundamentaba su pedido en una cuestión señaba la tortura con prisioneros vivos.43
de principios: En el caso chileno, la influencia de la doctri­
na de la seguridad nacional parece haber sido
N o queremos erigir nuestro continente en un
menor en términos comparativos. El largo pe­
vasto escenario de la guerra ideológica. Los
ríodo de estabilidad política que se extendió
ejércitos nacionales deben formular sus propias
entre 1932 y 1973, alimentó la ilusión de la
doctrinas de guerra, liberándose de las directivas
hegemónicas y antipacifistas del Pentágono. Jefes excepcionalidad de Chile y dio sustento a la
y oficiales de Indoamérica no pueden seguir es­ percepción según la cual los militares acepta­
tudiando con profesores yanquis las técnicas más rían los cambios impuestos por la fuerza de las
efectivas para la represión de los pueblos coloni­ urnas y la pacífica movilización de las masas.
zados. EL Ejército de San Martín deberá encon­ Esta ilusión capturó no sólo a Salvador Allende
trar la prolongación de sus glorias en pautas más y el Partido Comunista. El propio Miguel Hen-
nobles que éstas de ser, potencialmente, guardia ríquez —secretario general del MIR (Movimien­
pretoriana del capitalismo.40 to de Izquierda Revolucionaria)—destacó dos

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meses antes del golpe de Estado de septiem­ política con el lenguaje de las barricadas, los

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bre de 1973, la envergadura de los «oficiales actos relámpagos y las bombas molotov? ¿En
honestos y altos oficiales antigolpistas» que qué medida los sectores populares legitimaron
junto a suboficiales y soldados habían hecho el ejercicio de la violencia organizada? ¿Cómo
fracasar el «tanquetazo» del 29 de junio.44 era experimentada subjetivamente la relación
Poco después, empero, los militares chilenos entre ética y violencia? ¿Sobre qué claves
abrazarían públicamente la doctrina de la Se­ operó el triunfo del militarismo en el interior
guridad Nacional con una intensidad análoga de las organizaciones? Es posible formular las
a la de los conversos a una fe redentora. Nu­ siguientes directrices de investigación.
merosos altos cargos de la DINA (Dirección
de Inteligencia Nacional) se incorporaron a los Primera hipótesis: la lógica del partisano
cursos de la SOA (School of Américas).
La doctrina de las fronteras ideológicas El hilo conductor del razonamiento prece­
y de la guerra interna —en gran medida un dente remite a la existencia de dictaduras, la
subproducto de la «guerra fría» en el plano clausura de los canales políticos instituciona­
internacional— redefinió la función de los les, la desvirtuación de los mecanismos demo­
ejércitos sudamericanos y tendió a imponer cráticos de mediación, la militarización de la
artificialmente una lógica que legitimaba la pre­ política, y en definitiva, a la inexistencia de un
sencia corporativa de las Fuerzas Armadas en sistema plural de partidos. De este modo, la
la política latinoamericana; permitía a los gran­ resistencia popular a ese proceso habría dado
des grupos económicos justificar la represión lugar a la constitución de las organizaciones
a los reclamos obreros y populares; y estaba armadas: los guerrilleros argentinos, brasile­
en consonancia con la política anticomunista ños, uruguayos y los militantes del MIR chi­
de los EE.UU. y con las políticas de contrain- leno podrían ser concebidos así —al modo de
surgencia ensayadas por un puñado de países legendarios partisanos— como combatientes
centrales que aún conservaban territorios co­ por la libertad y la democracia. No se trataría
loniales. Por cierto, esa influencia fue desigual. de militares sino de civiles armados. Desde
El sistema de partidos en Argentina y Brasil esta óptica, la lógica del partisano enlaza con
era históricamente mucho más débil que en el derecho de resistencia a la opresión (cuyos
países como Chile y Uruguay, con tradiciones orígenes se remontan al Derecho natural y a
cívicas y pluralistas más arraigadas, y por consi­ las redefiniciones introducidas por los libera­
guiente, provistos de mayores defensas contra les ingleses a partir de Locke).
los ataques militares a la democracia. Pero a la En el caso argentino, existen tres versiones
postre, esa lógica —que durante largos años fue de la lógica del partisano. La versión peronista
rechazada por los partidos políticos, los sindi­ toma como punto de partida el bombardeo a
catos, los centros estudiantiles, etc.—terminó Plaza de Mayo y el derrocamiento de Perón
imponiéndose, aniquilando la fe cívica de los en 1955. La masacre efectuada por los avia­
ciudadanos y minando la confianza de «los de dores contra masas indefensas, la caída de un
abajo» —pero también de los «de arriba»— en gobierno electo por la voluntad popular y la
las virtudes de la democracia política. posterior proscripción de su líder, serían los
jalones decisivos en un proceso que condujo
Cinco hipótesis sobre la violencia revolucionaria primero a la resistencia —utilizando múltiples
formas de lucha—y luego a la guerrilla.
¿Por qué millares de jóvenes decidieron
abrazar la lucha armada? ¿Cuáles fueron los Una segunda versión, predilecta en la iz­
motivos que los condujeron a identificar la quierda no peronista, remite al golpe militar

97
EL PASADO DEL PRESENTE

del general Onganía en 1966. Ese golpe marcó Armadas en la represión interna. Esta ley fue
César Tcach

un salto cualitativo en la evolución ideológica aplicada por primera vez en 1951, a raíz de la
de los militares argentinos, quienes transitaron huelga de los obreros ferroviarios. En 1955, fue
del antiperonismo al antipartidismo generaliza­ la propia Iglesia católica quien junto a los par­
do: se ilegalizaron todos los partidos, se prohi­ tidos tradicionales co-organizaron la violencia
bieron los centros de estudiantes, se liquidó la política —a través de los célebres «comandos
libertad de prensa y llegó a censurarse hasta el civiles»— para provocar el derrocamiento del
uso de minifaldas en la administración pública. presidente electo en 1951. Luego, vinieron 18
Dos militares argentinos —de raigambre de­ años de proscripción de la fuerza política ma-
mocrática—adhieren respectivamente a sendos yoritaria —el peronismo—realizada en nombre
de los principios democráticos. Desde finales
puntos de vista. El capitán José Luis D'Andrea
de los años 50, la idea de que el país estaba en
Mohr (egresado del colegio militar en 1961)
guerra contra un enemigo interno se convirtió
sostuvo que la proscripción del peronismo
en doctrina oficial de los militares argentinos.
«es el verdadero punto de partida de toda la
En ese contexto, el Plan CO NIN TES (Conmo­
violencia en Argentina». El coronel Luis César
ción Interna del Estado) —instrumentado por
Perlinger, en cambio, destacó en un diálogo
Frondizi sobre la base de la ley de 1948— les
con el ex dirigente guerrillero Pedro Cazes
permitió a los militares participar en la repre­
Camarero: «Onganía originó la reacción de
sión de la izquierda y el peronismo, a los que
Camarero y su generación».45 En esa reacción,
se identificaba con los enemigos de la patria.
la violenta rebelión popular conocida como el
En esta perspectiva, finalmente, el golpe mi­
«cordobazo» —en consonancia con otros acon­
litar del general Onganía en 1966, coronó el
tecimientos como el Mayo francés y el Tlate-
proceso de exclusión política y expulsión de
lolco mexicano— habrían marcado un punto
los disidentes a los márgenes de la ilegalidad.
de inflexión en el imaginario político. Al res­
La perspectiva enunciada presenta, no obs­
pecto, el agudo periodista Julio César Moreno
tante sus virtudes, dos puntos débiles: uno de
escribió: «En el 66 se defendía la democracia
orden cultural y otro de carácter histórico. El
constitucional y las elecciones libres, después
primero reside en suponer que la cultura polí­
del 69 se proclamaba la revolución».46
tica autoritaria no permeabilizó también a los
Una tercera versión de la lógica del partisa­
sectores populares y a las propias organizacio­
no, —integradora de las precedentes—, concibe
nes armadas. El segundo remite al post-1973.
a las organizaciones armadas de los 70 como La primavera democrática inaugurada aquel
el corolario de un ciclo de larga duración cuyo año significó no sólo la libertad de los presos
itinerario comenzó con el estado de subversión políticos sino también la apertura de amplios
institucional, que inaugurado por el golpe militar
espacios para el ejercicio de los derechos de­
del general Uriburu en 1930 se extendió de la
mocráticos. Empero, las acciones armadas no
mano de los conservadores y sus prácticas de
se interrumpieron. Baste recordar el asesinato
sufragio fraudulento hasta 1943, año en que un del sindicalista más cercano a Perón, José Ig­
nuevo golpe militar disolvió los partidos polí­
nacio Rucci, por los Montoneros o las espec­
ticos. A partir de 1946, el Gobierno peronista taculares acciones del ERP en Azul y Sanidad.
tendió a limitar el ejercicio efectivo de los de­
Por consiguiente, la violencia no puede ser
rechos democráticos y republicanos. En 1948
entendida sólo en términos de mera lucha an­
aprobó la Ley de Organización de la Nación
tidictatorial, o en una mirada de mayor aliento,
para Tiempos de Guerra (Ley 13.234), que
de respuesta al largo ciclo de autoritarismo y
otorgaba facultades judiciales al Poder Ejecuti­
democracia ficticia iniciado en 1930.
vo y autorizaba la participación de las Fuerzas

98
Las dificultades para aplicar la lógica del asunción de Pacheco Areco como Presidente

Dictaduras y organizaciones guerrilleras


partisano al caso uruguayo deriva de dos ca­ de la República en diciembre de 1967 —por fa­
racterísticas centrales que lo diferencian del llecimiento del presidente Gestido—se detuvo
caso argentino: la estabilidad institucional y a centenares de militantes políticos y sociales,
la centralidad partidaria (en contraste con la se clausuraron publicaciones —como El Sol,
historia de golpes militares y primacía de las perteneciente al Partido Socialista—y se prohi­
mediaciones corporativas en la otra orilla bieron diversas organizaciones de izquierda. La
del Río de la Plata).47 La pregunta obligada es hora de las fronteras ideológicas había llegado
entonces, ¿cómo explicar, desde esa lógica, el también a Uruguay. En 1971, Pacheco Areco
surgimiento de los tupamaros en la sedicente ordenó la participación de los militares en la
«Suiza de América del Sur»? Ciertamente, esta represión interna. Al año siguiente, su sucesor
organización se gestó varios años antes del Juan Maria Bordaberry, quien representaba el
golpe militar de 1973. Su primera Convención continuismo pachequista, hizo aprobar en el
Nacional data de I966, y su primer documen­ Parlamento el Estado de Guerra Interno. En
to público de diciembre de 1967. Su génesis febrero de I973, tras haber derrotado a la
fue permeabilizada por un contexto interna­ guerrilla, las fuerzas armadas redoblaban su
cional marcado por el golpe militar en Brasil apuesta a efectos de eliminar la «subversión
(1964), la invasión a Santo Domingo (1965) y política» y la «corrupción».
el golpe militar en Argentina (1966). En rigor, El proceso que se acaba de describir fue
Uruguay no fue ajeno al giro autoritario. En interpretado de modo diverso por los acadé­
1965, el gobierno comenzó a implementar por micos uruguayos. El sociólogo Gerónimo de
decreto, las denominadas «Medidas Prontas Sierra caracterizó al pachequismo en térmi­
de Seguridad» que prohibían las huelgas y, más nos de «dictadura constitucional». Gerardo
aun, «toda propaganda oral o escrita sobre pa­ Caetano, José Rilla y Silvia Dutrenit han pre­
ralización de servicios públicos, paros o huel­ ferido definirlo en términos de «ajuste auto­
gas». Se incluía en la prohibición la difusión ritario». Fuera del ámbito oriental, Guillermo
de noticias sobre las mismas, y se disponía, ODonnell, sostuvo que la especificidad del
además «prohibir las reuniones que, a juicio Estado autoritario uruguayo residió en no ser
de la autoridad puedan presumiblemente, con­ el producto de un golpe militar —como en A r­
ducir a los resultados previstos en la anterior gentina y Brasil— sino que «se fue plasmando
disposición y clausura de los locales en que mediante un avance continuo de las Fuerzas
se efectúen esas reuniones». A juicio del go­ Armadas en el control de la sociedad y el apa­
bierno, se trataba de poner punto final al des­ rato estatal».50 Su punto de vista, coincide con
borde sindical y a la «subversión creciente».48 el de Liliana De Riz:
Al año siguiente, una reforma constitucional
incrementó considerablemente los poderes El Uruguay pachequista puso fin al largo ciclo
político batllista. La sociedad uruguaya ingresó a
presidenciales. Se instauró un Ejecutivo uni­
la dictadura (...) de modo gradual. Los partidos
personal (antes era colegiado) con amplios
políticos, al votar en el parlamento el estado de
poderes de veto y de injerencia sobre los
guerra interna y la suspensión de las garantías (...)
derechos individuales y las libertades públicas. firmaron su acta de defunción.51
Para el editorial de una publicación influyente
en la intelectualidad de izquierda, Marcha, este Ciertamente, la espiral autoritaria otorgó
proceso conducía a «montar en la sombra la un manto de legitimación y robusteció la
máquina de la dictadura».49 La realidad parecía credibilidad de la opción tupamara. Pero esta
ser condescendiente con sus presagios. Tras la fue sólo una de las dimensiones del fenómeno

99
EL PASADO DEL PRESENTE

guerrillero uruguayo. La otra, como veremos en detrimento de la constitución de organiza­


César Tcach

más adelante, tuvo que ver con una decisión ciones armadas. Como contrapartida, el MIR
estratégica que trascendía la lógica del nunca tuvo las características marcadamente
partisano y que se manifestó, inclusive, en militaristas de quienes consideraba sus orga­
la declaración de adhesión al Frente Amplio nizaciones hermanas de Argentina, Brasil y
efectuada por los tupamaros en 1970. En un Uruguay. Ni el foco urbano ni el foco rural,
didáctico esquema de preguntas y respuestas, formaron parte de su estrategia política. Sus
se expresaba: construcciones discursivas amenazantes simu­
laban una fuerza que no se correspondía con
¿Qué ocurrirá cuando el pueblo se proponga to ­
su anclaje organizacional, aunque alimentase a
mar el poder y no influir en el poder? ¿Acaso
esta oligarquía que por defender sus dividendos,
la postre, todos los fantasmas de la derecha.53
encarcela, tortura y mata, cederá sus tierras y Se puede argumentar que durante la década
sus bancos sin dar batalla? No. Los oprimidos de los 60 los gobiernos democristianos estimu­
conquistarán el poder sólo a través de la lucha laron el entrenamiento represivo: el ejército
armada.52 formó las compañías de Boinas Negras, y Ca­
rabineros creó el denominado «Grupo Móvil».
En el caso brasileño, la lógica del partisa­
También se puede aducir que el MIR construyó
no cuenta a su favor con un hecho histórico:
los GPM (Grupos Político Militares), quienes
todos los grupos guerrilleros surgieron y se
realizaron algunas acciones armadas contra
constituyeron en la lucha contra la dictadura
bancos. Pero estas cuestiones no eran suficien­
de Castelo Branco y sus sucesores. A diferen­
tes para redefinir la columna vertebral —para
cia de Uruguay, las elites carecían de una tradi­
ción liberal democrática fuerte y el sistema de utilizar una expresión grata a Manuel Antonio
partidos distaba de haber sido una dimensión Garretón—de la sociedad chilena: el sistema de
central en la vida política. Prueba de ello fue partidos. En rigor, desde 1932 hasta el golpe de
su maleabilidad, reflejada en la capacidad mani- Pinochet, no hubo ni dictadores ni partisanos.
pulatoria de los militares, quienes inventaron
un sistema de dos partidos y promovieron la Segunda hipótesis: la primacía de las
existencia de un parlamento funcional a sus estrategias ideológicas
intereses. Al compás de una fuerte influencia
norteamericana, apuntaron a la constitución Las estrategias suponen un alto grado de in-
de un «Estado de Seguridad Nacional» y en terrelación entre conciencia de la acción, me­
función de ese imperativo desarrollaron la dios de la acción y fines mediatos. El concepto
«Operación Limpieza». Ésta suponía la inves­ de estrategias ideológicas alude a su imbricación
tigación de todos los funcionarios civiles y con teorías de carácter general, y por lo tanto,
militares —incluyendo los integrantes del po­ provistas de un alto potencial universalizador.
der judicial— a efectos de identificar posibles En contraste con el razonamiento planteado
subversivos o infiltrados. A tenor de estas en la primera hipótesis, la explicación no se
circunstancias, la guerrilla encontraba terreno centra en el nivel político-institucional sino en
abonado para su legitimación, aunque su suer­ el plano de las concepciones fundamentales
te en el terreno militar fuese escasa. que inspiraron a las distintas organizaciones.
En Chile, la lógica del partisano carece de Desde este punto de vista se puede sostener
plausibilidad para explicar el surgimiento del que la lucha armada estaba inscrita en el pro­
M IR Estabilidad política, fuerzas armadas de pio modelo originario sobre el que se constru­
tradición institucionalista y papel central de los yeron las organizaciones político militares del
partidos políticos, eran factores que operaban cono sur de América Latina.

100
En esta hipótesis, el carácter ideológico de los planteamientos de versiones muy difundidas

Dictaduras y organizaciones guerrilleras


las estrategias esta determinado por construc­ de la «teoría de la dependencia» —como las de
ciones teóricas derivadas del orden interna­ Ruy Mauro Marini o Theotonio Dos Santos—no
cional. Si los guerrilleros de Mao Tse-Tung habría una separación nítida entre dos etapas
parecían haber demostrado que el imperialis­ —revolución democrática y revolución socia­
mo era «un tigre de papel», si el legendario ge­ lista— sino que la segunda realizaría per se las
neral Von Nguyen Giap lo había corroborado tareas que la primera fue incapaz de realizar. En
en Dien Bien Phu y en la resistencia al napalm, América Latina, decía Mauro Marini, «el avance
y los doce hombres del Granma a pocos kiló­ incontenible de las masas se orienta inevitable­
metros del corazón del imperio, sólo bastaba mente hacia la sustitución del actual sistema de
mirar alrededor, comprar el periódico, para producción por otro (...) el sistema socialista».54
acceder a los ejemplos probados y exitosos. Con la didáctica y estremecedora sencillez de
Esos referentes marcaban el camino e indica­ los grandes líderes, Ernesto Guevara había con-
ban estrategias que eran discutidas por la mili- densado la teoría en una sentencia: «Revolución
tancia. Los partidarios de la vía insurreccional socialista o caricatura del revolución».
soñaban con mutar las puebladas provinciales En el plano de la dinámica política chilena,
en insurrecciones generales. Los entusiastas el principio precedente se expresó en una di­
de la «guerra prolongada» polemizaban acerca vergencia básica de orientaciones en el seno
de sus herramientas: partido, ejército popular de la izquierda. Mientras Salvador Allende y
y frente de liberación. los sectores moderados de la Unidad Popular
A tenor de lo expuesto, se puede argu­ sostenían la necesidad de «consolidar para
mentar que para actores de las características avanzar», las agrupaciones más radicalizadas
mencionadas todo espacio democrático era sostuvieron dogmáticamente la apuesta por
instrumental, aun el obtenido en las urnas, en «avanzar sin transar». En el primer caso, la
1970 en Chile, en 1971 en Uruguay y en 1973 propuesta se orientaba al compromiso y, por
en Argentina. Este punto de vista contiene una lo tanto, a una dinámica interpartidaria centrí­
dosis importante de verdad pero puede deri­ peta; en el segundo, la intención era caminar
var en un enfoque reduccionista. Si se absolu- hacia un enfrentamiento frontal. Esta última no
tiza, impide ver los matices y reduce la sinfonía descansaba sobre la confianza en recursos or­
rebelde de los 70 a la música marcial. ganizativos superiores, sino, más bien, en una
En clave comparativa, el más bajo impacto representación de la temporalidad en virtud
de las estrategias violentas —de origen vietna­ de la cual el reloj de la historia —o la «rue­
mita, cubana o china—tuvo lugar en Chile. En da de la historia» para utilizar una expresión
contraste con el entusiasmo guerrillerista de epocal— sólo se podía acelerar en un sentido
sus vecinos, aun las organizaciones más radi­ favorable a los explotados y a los movimientos
calizadas hicieron primar la política por sobre revolucionarios.
las actividades de orden militar. Es posible que En Uruguay, las tradiciones cívicas eran
este fenómeno se correlacionase con la forta­ fuertes, la propensión al compromiso un signo
leza histórica de las mediaciones partidarias, el de virtud y su linaje institucional se preciaba
prestigio institucionalista de sus militares, y la de ser la democracia más antigua de América
influencia ideológica del Partido Comunista. La del Sur. El propio Ernesto Che Guevara, admi­
principal renovación introducida por la izquier­ tía en 1961 las peculiaridades uruguayas. Con
da revolucionaria no se tradujo en un planteo motivo de su presencia en Montevideo —para
foquista sino que residió en la critica a la teoría asistir a una reunión del CIES (Consejo Inter.-
etapista de la revolución. En consonancia con americano Económico Social)—afirmaba:

101
César Tcach EL PASADO DEL PRESENTE

Ustedes tienen algo que hay que cuidar, que


es, precisamente, la posibilidad de expresar sus
ideas; la posibilidad de avanzar por cauces de­
mocráticos hasta donde se pueda ir (...) sin de­
rramar sangre, sin que se produzca nada de los
que se produjo en Cuba, que es, cuando empieza
el primer disparo, nunca se sabe cuándo será el
último.55

Sin embargo, la lógica de las estrategias


ideológicas tuvo en Uruguay un fuerte im­
pacto, particularmente en el campo cultural y
político. La intelectualidad uruguaya, anclada Por otra, a falta de conciencia y condiciones
en el universo ideológico del «tercerismo» subjetivas —como lo reconocía el documento
—un conjunto de ideas y valores de cuño re­ n.° 1 de la organización en 1967— estimaron
formista, humanista y anti-imperialista cuyos que la propia lucha armada contribuiría a crear­
sones recordaban los ideales de la Reforma las.56 Este núcleo conceptual permite albergar
Universitaria de 1918— exhibió un alto grado la sospecha que su adhesión al Frente Amplio
de permeabilidad a la influencia cubana. Entre en 1970 tuvo un carácter principalmente ins­
la Segunda Declaración de La Habana (1962) trumental. Paradójicamente, el consejo del Che
y las reuniones de la Tricontinental entre a los uruguayos, expresado casi 10 años antes,
1966-68, numerosas y reconocidas figuras de quedaba sepultado en un manto de olvido.
la cultura uruguaya transitaron el camino que
En contraste con Uruguay, los grupos ar­
conducía del intelectual comprometido con la
mados brasileños se constituyeron tras el oca­
realidad al intelectual armado. El semanario
so de la experiencia populista reformista de
Marcha, el escritor Mario Benedetti y el cantor
Goulart, en oposición a un golpe militar ampa­
Daniel Viglietti, fueron ejemplos ilustrativos de
rado por los EE.UU. La sincronía temporal que
los cambios operados en un campo cultural
reúne dictadura con influencias ideológicas ex­
que no sólo había tomado distancia y miraba
ternas —de origen maoísta y guevarista—torna
con desdén la política tradicional de blancos y
difícil discernir la incidencia de la lógica del
colorados, sino que aspiraba a templar su es­
partisano de la de las estrategias ideológicas.
píritu en el de una epopeya revolucionaria de
Por cierto, los indicios de éstas son múltiples:
carácter continental. De acuerdo con Hebert
aparecen con claridad en los postulados de la
Gatto, este soporte cultural intelectual fue un
maoísta guerrilla rural de Araguaia (impulsa­
insumo básico para la construcción tupamara.
da por el PC do Brasil), en los del guevarista
El otro provenía, a mi juicio, del estancamien­
Movimiento Revolucionario 8 de Octubre, y,
to electoral de la izquierda tradicional. Entre
particularmente, en uno de los textos más fa­
1950 y 1966, la suma de los votos del Partido
mosos de la época: el Minimanual del guerrillero
Comunista y el Socialista apenas se había ele­
urbano de Carlos Marighella (1969). Dos años
vado del 4,4% al 6,8% de los sufragios. antes, había viajado a Cuba para participar de
Con ese telón de fondo, los tupamaros en­ la primera conferencia de OLAS (Organiza­
sayaron un doble movimiento. Por una parte, ción Latinoamericana de Solidaridad). Como
recrearon la teoría del foco, adaptándola a las sus pares uruguayos, y a contragusto de los
condiciones geográficas de su país. A falta de planteamientos clásicos de Guevara y Debray,
selvas y montañas, sustituyeron la base territo­ redefinió la teoría del foco para hacer hincapié
rial por un foco urbano de localización difusa. en la lucha armada urbana.

102
Empero, el fracaso militar de los guerrilleros se perfilaba como la tercera fuerza electoral

Dictaduras y organizaciones guerrilleras


brasileños produjo un fenómeno poco frecuen­ del país. En abril de ese año, el Partido Autén­
te, a saber, la reconversión de muchos de los tico se había estrenado electoralmente en la
sobrevivientes —aun en plena dictadura—y su provincia de Misiones, con candidatos propios
apuesta por construcciones políticas que com­ para legisladores y en alianza con el partido
binaban la lucha social con la electoral. Tres provincial «Tercera Posición» en el comicio a
ejemplos son ilustrativos al respecto: 1) Los ex gobernador. 2) El Frente Antimperialista y por
guerrilleros del Movimiento de Emancipación el Socialismo —FAS—que nucleó en 1974-75 al
del Proletariado integrados al PT; 2) La figura PRT y amplios sectores de la izquierda radica­
de José Genoino, sobreviviente de la guerrilla lizada (desde Silvio Frondizi a Agustín Tosco).
rural que llegó a ser presidente del PT; 3) La Cabe recordar que el FAS tuvo un crecimien­
experiencia guerrillera de 1967 en la Serra do to meteórico, movilizó miles de militantes en
Caparaó (entre Mina Gerais y Espirito Santo), todo el país y en su seno se planteó como
vinculada a Leonel Brizola fue abandonada tras posible fórmula presidencial las candidaturas
comprobarse su inviabilidad práctica. Así, en de los dirigentes obreros Agustín Tosco-Ar-
1981 Brizola fundó el PDT (Partido Democrá­ mando Jaime.
tico Trabalhista).57 En contraste con los Mon­ Tanto el FAS como el Partido Peronista
toneros argentinos, obstinados en prácticas Auténtico fueron estimulados por los militan­
militaristas en la plenitud de su hecatombe, los tes más «políticos», menos «fierreros» de las
guerrilleros de Brasil demostraron poseer una distintas organizaciones, así como por secto­
mayor ductilidad para asumir las lecciones de res de la izquierda radicalizada no armada. Su
su derrota. fracaso no fue sino el revés de la primacía de la
En Argentina, las influencias de las estrate­ lógica militarista, en virtud de la cual el trabajo
gias ideológicas fueron relevantes tanto en la político de masas no era sino un complemen­
izquierda revolucionaria como en el peronis­ to o una apoyatura de la actividad armada.
mo radicalizado. Su construcción y viabilidad Empero, el triunfo del militarismo no puede
histórica se legitimó, desde un principio, a par­ derivarse linealmente de sus estrategias. No
tir de una confrontación, bien con la vía pací­ existe correlación lineal ni eran sólo violentos
fica impulsada por el Partido Comunista, bien porque conceptualmente debían serlo. Por­
con las practicas de negociación a la que eran que, ¿en qué medida el comportamiento y las
proclives sectores del peronismo (la «capa estrategias del gobierno y las elites políticas y
blanda» del peronismo que tanto despreciaba militares no alentaban la lógica de la guerra?
John W . Cooke). En ambos casos, el rechazo Y a modo de hipótesis contrafactual, ¿cómo
a la violencia era equiparado con diversas for­ imaginar el desarrollo del FAS y el Partido Au­
mas de «integración» al sistema. téntico en un escenario donde no existiesen
No obstante, cabe señalar la existencia de grupos parapoliciales y paramilitares?
intentos, a la postre frustrados, de construc­
ción de alternativas superadoras de carácter Tercera hipótesis: la lógica militarista de
pacífico aun en los momentos más duros las elites
y represivos del gobierno de María Estela
Martínez. En este sentido, cabe recordar dos Esta hipótesis podría ser bautizada tam­
ensayos: 1) el Partido Peronista Auténtico bién con otros nombres: Operación Ezeiza
(resultado de una alianza entre Montoneros y en Argentina, Operación Schneider en Chile,
peronistas históricos, como Andrés Framini y Operación Cazatupamaros en Uruguay, Es­
Óscar Bidegain) que en la primavera de 1975 cuadrones de la muerte en Brasil. En todos

103
EL PASADO DEL PRESENTE

los casos, se hace referencia a una forma de do que los peronistas son lo que las 20 verda­
César Tcach

hacer política que tuvo también su anclaje en des justicialistas dicen que son. Ni el coronel.
el interior de las clases dominantes, en sus Osinde (flamante secretario de Deportes y
elites políticas, empresariales y/o guberna­ Turismo) ni López Rega fueron cuestionados.
mentales. Me estoy refiriendo a su propensión A partir de Ezeiza estaba claro que la impu­
al militarismo, entendida como tendencia a nidad estaba asegurada para quienes desde la
resolver los problemas políticos por medio cúpula del Estado se propusiesen eliminar al
de la violencia organizada. Se trata de un tipo adversario. La violencia era, pues, un recurso
de violencia que se traduce en la acción ilegal lícito. No en vano José Ignacio Rucci inaugura­
de grupos parapoliciales y paramilitares, cuyo ba, en esa misma época, un polígono de tiro en
itinerario comienza erosionando la dimensión la CGT.58 Como ha señalado agudamente Ma­
republicana del sistema político y termina fi­ ría Matilde Ollier: «Desde que el peronismo
nalmente su trayectoria liquidando el régimen se hace cargo del gobierno, hay una suerte de
democrático. En los años 60 y 70 del siglo X X reconocimiento discursivo de la democracia y
sudamericano, la doctrina de la guerra contra de la necesidad de terminar con los enfren­
el enemigo interno —analizada precedente­ tamientos (sintetizado en el reemplazo de la
mente— operó como un marco legitimatorio vieja consigna “ para un peronista no hay nada
alternativo al de la legitimidad republicana. mejor que otro peronista” , por la consigna
De esta manera, suministró argumentos que «para un argentino no hay nada mejor que
permitieron justificar la implementación de otro argentino»). Pero en la práctica, esto no
prácticas terroristas —atentados contra diri­ se lleva a cabo. El doble discurso de la política
gentes políticos o sindicales, artistas, abogados argentina alcanza su máxima expresión».59
o intelectuales, así como detenciones ilegales, La eliminación del disenso por intermedio
asesinatos y torturas—aún antes de los golpes de la fuerza fue legitimada por Perón a través
militares que institucionalizaron el terrorismo de metáforas organicistas. En febrero de 1974,
de Estado. el presidente Perón calificó a Córdoba -go­
Entre 1973-76 Argentina experimentó una bernada por el peronismo progresista» como
singular combinación de guerra y transición un «foco de infección», y acusó a los infiltrados
democrática. Intentar dar cuenta de ese fenó­ de «brotes enfermos» que venían a perturbar
meno impone una pregunta: en ese período, el el cuerpo sano del verdadero justicialismo.60
militarismo ¿fue patrimonio de las organizacio­ Ese mismo mes, en un hecho sin precedentes
nes armadas o hubo también un «militarismo en la historia constitucional argentina, el jefe
gubernamental», resultado de la tibieza de fe de policía —apoyado por la ultraderecha pe­
de las elites en la virtudes de la democracia? ronista» destituyó al gobernador. En lugar de
Cuando los manifestantes cantaban «Isabel reponer en su cargo al gobernador electo por
habla de paz y nos manda las 3 A», o «Se va los cordobeses en marzo de 1973, Perón con­
acabar, se va acabar esa costumbre de matar», validó la acción policial e intervino la provincia.
ponían el dedo en la llaga: el doble discurso Tras la muerte de Perón, el vicegobernador
que se había impuesto desde la masacre de depuesto Atilio López —dirigente histórico de
Ezeiza en junio de 1973. El arribo de Perón al la Unión Tranviaria Automotor» fue fusilado
país vino acompañado de encendidas apelacio­ por las 3 A.
nes a la paz, la democracia y la unidad nacional. Si bien la «Memoria de Estado» es reacia a
Empero, al día siguiente de la masacre en lugar registrarlo, es imperativo señalar que el terro­
de exigir una investigación para castigar a los rismo financiado y organizado desde las esfe­
responsables, convalidó los hechos sostenien­ ras estatales fue uno de los rasgos singulares

104
que caracterizó al gobierno de María Estela nistas y la Patrulla Auxiliar Brasileña. En algu­

Dictaduras y organizaciones guerrilleras


Martínez. La «doctrina Ezeiza» se convirtió nos casos, estos grupos estaban financiados a
en hegemónica y promovió desde la cima del partir de las gobernaciones estaduales. En este
Estado la lógica de la guerra. De este modo, aspecto, la historia brasileña anticipó a la de
la inconsecuencia democrática de las elites sus vecinos. Instaurada la dictadura, grupos de
autorizó la inconsecuencia democrática de la índole similar, como el Comando de Caza Co­
lógica del partisano y facilitó la primacía de las munistas liderado por Otávio Moreira, conta­
estrategias ideológicas. ron con el beneplácito gubernamental.62
Del otro lado del Río de la Plata, las elites En Chile, la vía pacífica al socialismo comen­
políticas tampoco se mantuvieron impolutas. zó ensangrentada con el asesinato del general
Dos años antes del golpe de Estado, el gobier­ René Schneider, dos días antes de la asunción
no de Pacheco Areco, a través de su ministro presidencial de Salvador Allende. La muerte
del Interior, Danilo Sena, y de los secretarios de este militar de vocación constitucionalista
de Defensa, dio rienda suelta a los grupos pa- —a la sazón, comandante en jefe del Ejército-
rapoliciales y paramilitares. A partir de 1971, tenía por objeto —en combinación con otras
los «cazatupamaros» y «escuadrones de la acciones de sabotaje— provocar un clima de
muerte» multiplicaron sus atentados y asesi­ caos que impidiese el acceso de Allende a la
natos contra personalidades de izquierda y mi­ Casa de la Moneda. La operación Schneider
litantes políticos. El 27 de septiembre de ese instigada por la organización ultraderechista
año, el embajador norteamericano en Uruguay, Patria y Libertad distaba de ser un dato anec­
Charles Adair, se entrevistó con el ministro dótico. Anticipaba la tendencia de círculos
Danilo Sena a efectos de solicitarle una ma­ militares, empresariales y del propio gobierno
yor dosis de mesura, dado que el accionar de norteamericano, orientada a liquidar la expe­
esos grupos podía provocar efectos adversos riencia de la Unidad Popular por medio de la
en el Congreso de los EE.UU. Según relata la violencia. En 1973, la acción del terrorismo
documentación diplomática norteamericana el de derecha fue ostensible. El 26 de julio de
diálogo se planteó en estos términos: ese año fue asesinado el comandante Arturo
Araya, edecán naval y amigo del Presidente. El
El ministro dijo que comprendía mi posición -in­
recurso al crimen se combinaba con la ofensiva
formó Adair- pero señaló que Uruguay, en esos
desestabilizadora en la Cámara de Diputados:
momentos, estaba en guerra contra el terroris­
el 22 de agosto democristianos y derechistas
mo y que en esa lucha era necesario recurrir a
todo tipo de acciones.61
aprobaron una resolución declarando «ilegal»
al gobierno electo por la voluntad popular.63
Como puede apreciarse, el financiamiento A tenor de lo expuesto, es posible afirmar
estatal de actividades terroristas comenzó, que tanto en los países con una fuerte impronta
tanto en Argentina como en Uruguay, antes de populista —como Argentina y Brasil—como en
los golpes militares, poniéndose al descubierto aquéllos en que la matriz partidaria era central
la dudosa fe democrática y republicana de una —Chile y Uruguay—, las elites gubernamentales,
parte importante de sus respectivas dirigen­ empresariales, políticas y militares no estuvie­
cias políticas. ron exentas de la tentación de apelar a méto­
Varios años antes en Brasil, antes del golpe dos terroristas. Armadas de un doble discurso,
militar que derrocó a Goulart, comenzaron a pero provistas de una lógica militarista, exigían
proliferar los escuadrones de la muerte. Entre a sus adversarios y enemigos, la observancia
ellos, el Grupo de Acción Patriótica dirigido de una legalidad que ellas mismas eran incapa­
por el almirante Heck, las Milicias Anticomu­ ces de respetar. Y más aún, echaban por tierra

105
EL PASADO DEL PRESENTE

precozmente la dimensión republicana de la en 1970, habrían sido «católicos de comunión


César Tcach

democracia y el propio Estado de Derecho. y misas regulares».65


En contraste con los Montoneros, gran
Cuarta hipótesis: El espíritu de cruzada parte del elenco inicial del PRT-ERP provenía
de familias vinculadas a la Unión Cívica Radical,
A diferencia de los enfoques anteriores, el entre ellos, Mario Roberto Santucho (cuyo
eje no se sitúa ni en lo político-institucional padre había sido electo diputado de la UCR
ni en lo conceptual-ideológico. Su perspectiva en Santiago del Estero en los años 30), Benito
remite, más bien, al peso de una dimensión Urteaga (hijo de un popular caudillo radical de
religiosa camuflada en los valores y prácticas San Nicolás), Luis Pujals y Enrique Gorriarán
seculares de las organizaciones revoluciona­ Merlo. No se trata de un dato menor: cabe
rias. Desde este ángulo de preocupaciones, recordar que en el universo cultural del
se destaca el impacto de la confluencia entre radicalismo, la lucha armada y la revolución
marxismo, nacionalismo y catolicismo. Este estaban legitimadas en períodos dictatoriales o
habría suministrado —particularmente a través de democracia fraudulenta. Si a este factor se
de sacerdotes (los únicos intelectuales que añade la veta trotskista, es posible afirmar que
tienen audiencia de masas, al decir de Carlos la hipótesis del espíritu de cruzada resulta poco
Altamirano)—64 una mirada integrista tanto de apropiada para explicar su práctica política.
la realidad latinoamericana como de las pro­ En Uruguay —país con una cultura política
pias organizaciones cuya singularidad residía más secularizada y laica que Argentina—no es
en un potencial disruptivo que se extendía posible afirmar que la influencia católica fuese
desde las favelas y villas miserias a las barrios relevante. De acuerdo a Hebert Gatto —autor
acomodados de la clase media. Esta mirada de una enjundiosa reflexión crítica sobre los
suponía no sólo una visión teleológica, sino tupamaros—, «la religión no tuvo ninguna pre­
también formas de hacer política uniformiza- sencia clara en los documentos de la organiza­
doras y disciplinadoras del campo popular. En ción, ni incidió en las definiciones propiamente
esta interpretación —que en el caso argentino políticas o ideológicas».66
se aplica fundamentalmente a Montoneros—la
En el caso brasileño, al contrario de lo que
lucha por un nuevo Edén se asocia a la violen­
sucederá años después al formarse el PT, la
cia redentora. Como en el Apocalipsis de Juan
influencia católica distó de ser relevante en
o en el Libro de Daniel, el combate se orienta
la conformación de los primeros grupos ar­
contra el último poder mundano. De modo
mados, escindidos del pro soviético Partido
analógico, el papel de los santos es asimilado al
Comunista, y/o volcados al maoísmo, el gue-
de los cuadros dirigentes, con capacidad para
varismo y el trotskismo. Si bien es cierto que
imponer sanciones, inclusive en el terreno de
la radicalización de la JU C (Juventud Univer­
la vida privada. Cabe recordar que el artículo sitaria Católica) tuvo como corolario la for­
16 del Código Montonero penaba con degrada­ mación del grupo Acción Popular que engrosó
ción y arresto la infidelidad conyugal. En rela­ luego las filas del maoísmo; también lo es que
ción a este tema, el ex presidente argentino, la confluencia entre «teología de la liberación»
general Lanusse, recordaba en sus Memorias y lucha armada fue más débil que en Argenti­
que «la raíz ideológica de los primeros grupos na.67 El enorme prestigio de la figura de Helder
terroristas (...) fue desconcertante», dado que Cámara —obispo de Olinda y Recife— no fue
muchos de ellos provenían del «nacionalismo capitalizado por la izquierda armada. No fue
tradicional» o habían pasado por los liceos mi­ casual. Su oposición a las opciones violentas
litares. Los autores del asesinato de Aramburu fue manifiesta y tuvo fundamentos tanto teo­

106
lógicos como políticos. En una entrevista con­ rios: después de 1917 «se ha producido una

Dictaduras y organizaciones guerrilleras


cedida a Oriana Fallaci, explicó con lucidez: constante repetición, y escala incluso supe­
rior, de aquel proceso socio-psicológico que
Los jóvenes que en Brasil reaccionan a la vio­
en un determinado momento unió a los sacer­
lencia por la violencia son idealistas que admiro.
dotes taboritas o a Thomas Müntzer con los
Tristemente, su violencia no lleva a nada, y debo
agregar esto: si deciden jugar con las armas, los pobres más desorientados y desesperados en
opresores los aplastan. Q uerer afrontarlos en su las fantasías de una lucha final y exterminadora
propio terreno es pura locura.68 contra los poderosos y de un mundo perfecto
del que desaparecería para siempre el interés
El caso de Chile ofrece singularidades pro­ egoísta».69 Las organizaciones revolucionarias
pias. Allí, la interacción entre cristianismo y del siglo X X compartieron muchas de las
marxismo tuvo como corolario dos rupturas características de las sectas y movimientos
del Partido Demócrata Cristiano. La primera, milenaristas. Fueron totales (buscaron una
en mayo de 1969, dio lugar al MAPU (Movi­ sociedad y un hombre nuevo), inminentes
miento de Acción Popular Unitaria). La segun­ (no en vano su metáfora más querida era la
da, en julio de 1971, tuvo como consecuencia inexorable «rueda de la historia»), terrenales
la constitución de Izquierda Cristiana (IC). (la lucha por la liberación es el tránsito hacia
Ambas tuvieron un carácter radicalizado y fue­ el paraíso terrenal) y escatológicas (tuvieron
ron compañeras de ruta de Salvador Allende una suerte de doctrina de los tiempos finales).
o del propio MIR. En 1973, el MAPU se divi­ Esta dimensión contribuye a explicar la inten­
dió en dos sectores, uno más moderado que sidad política, a saber, la participación política
adoptó el nombre de MAPU Obrero y Cam­ como proyecto de vida. Pero es sólo uno de
pesino y otro radicalizado —dirigido por Oscar los aspectos y su incidencia fue desigual tanto
Garretón— que conservó la denominación en el nivel organizacional como en el social y
original. Tras el golpe de Pinochet, un nuevo geográfico. Ayuda a entender ciertos aspectos
grupo —conocido como MAPU Lautaro—desa­ de la subjetividad militante, pero dista de ser
rrolló actividades militares contra la dictadura. la variable independiente que permite explicar
Como puede apreciarse —en contraste con sus la violencia organizada y el desarrollo de las
pares de Argentina, Brasil y Uruguay— los re­ organizaciones político militares.70 Asimismo,
volucionarios católicos no se diseminaron en su influencia -como hemos visto— fue muy
organizaciones laicas sino que sostuvieron o desigual según países, regiones dentro de cada
intentaron sostener una identidad propia. país, y organizaciones de que se trate.
En rigor, los rasgos que se han menciona­
do —desde la pulsión mesiánica hasta el feti­ Quinta hipótesis. La lógica del Golem
chismo de la violencia— estuvieron presentes
en la militancia de los 70. La cultura política El imperio del Golem es el resultado de la
de la época potenciaba la épica del coraje y coexistencia de dos lógicas en tensión que
el sacrificio en poesías, canciones y películas. habitaron el interior de los mismas organiza­
Porque «nuestra libertad —decían los jóvenes ciones revolucionarias. Una estaba marcada
parafraseando al Che—tiene color de sangre». por el espíritu romántico y enlazaba con un
Sin embargo, conviene relativizar la capacidad clima de revuelta moral que se extendía por
explicativa de esta dimensión cultural. Por­ las principales ciudades y universidades del
que -como ha señalado con acierto Norman mundo. La otra estaba definida por la racio­
Cohn- esas características son comunes a nalidad instrumental de la guerra. La primera
gran parte de los movimientos revoluciona­ conducía a liberar las energías creativas en lo

107
EL PASADO DEL PRESENTE

artístico, en lo cultural y en lo político. La se­


César Tcach

menciona, a pesar de que el agente Bentancor la


gunda subordinaba esa creatividad a un cálculo vio sin lugar a dudas). La verdad es que cuando
costo-beneficio evaluado en términos milita­ dicho agente cayó herido y pidió por su vida, la
res. El imperio del Golem es el producto del misma fue respetada, siendo además, atendido,
revisado y tranquilizado por otro compañero
triunfo de la segunda sobre la primera.
con respecto a la magnitud de la herida. Todo
¿Cómo fue posible la coexistencia —en el esto ustedes lo conocen bien (...) tratamos por
interior de las organizaciones pero también de todos los medios de encontrar una salida antes
cada individuo—de estas lógicas en tensión? En de tirar.72
primer lugar, habría que aclarar que su ecosis­
tema fue, en términos genéricos, la «juventud». En esta virginal y apenas sangrienta —porque
Juan Carlos Torre ha señalado al respecto que no hubo muertos— inauguración de los Tupa­
en esos años 60/70 la juventud dejó de ser una maros, la marca de juventud era ostensible. En
categoría biológica para recibir una identidad la misma carta, señalaban casi con candor:
diferenciada en los medios de comunicación. Para nosotros ha sonado definitivamente la
La emergencia de la juventud como «sujeto hora de la rebeldía y ha terminado la hora de la
colectivo» fue, a su juicio, el síntoma más paciencia.
significativo de la modernización cultural que
Y añadían con un aire que evocaba los so­
atravesaba la época.71 La juventud de los indi­
nes del tercerismo uruguayo, y más atrás, del
viduos que participaban de las organizaciones
reformismo universitario de la primera mitad
—entre 18 y 24 años, aproximadamente— era
del siglo X X :
correlativa de una inmadurez política que per­
mitía albergar la ilusión del Robin Hood: hacer N o seríamos dignos uruguayos ni dignos ameri­
la guerra provocando el mínimo daño posible, canos, ni dignos de nosotros mismos, si no es­
es decir, sólo el estrictamente necesario. En cucháramos el dictado de la conciencia que nos
consonancia con la frase del mítico Sandino, llama día a día a la lucha.73
no se consideraban militares sino civiles ar­
Como puede apreciarse, la revolución era
mados, jóvenes rebeldes que empuñaban las
concebida como un imperativo moral.
armas contra la injusticia.
En consonancia con esta sensibilidad, los
No es casual que la primera carta pública de
tupamaros desarrollaron durante los prime­
los tupamaros —en diciembre de 1967— haya
ros años un estilo marcado por el ingenio, la
sido dirigida a dos modestos agentes de policía
elegancia y el refinamiento. Parecían tener más
con los que se habían enfrentado. El tono de la
empeño en mostrar su ingenio y su destreza
misma ponía al desnudo el dilema moral de los
que su fuerza. Quizá no fuese ajena a estas
militantes armados:
circunstancias la composición social de su pri­
Ustedes saben que la verdad es que nos mera dirección: estudiantes, artistas plásticos
confundieron con los ladrones de joyas. Que e ingenieros.74 Las simpatías generadas en la
a vuestro pedido el compañero (...) mostró el población por ese estilo singular, generó un
documento de identidad y les dio las explicaciones nuevo personaje, bautizado en la época con
solicitadas, desarmado y de buenas maneras. Que
el nombre de «bocamaros». Por cierto, ello
aun así, ustedes lo detuvieron revólver en mano
no alteraba en lo sustancial, el dominio de los
(...) La verdad es que el compañero que entonces
partidos tradicionales en el terreno electoral.
salió de la cabaña, arma en mano, antes de tirar
les pidió que se quedaran quietos, pero ustedes Tras la toma de la localidad de Pando en
intentaron quitarle el arma y dispararon sobre octubre de 1969 y, particularmente, luego del
él hiriéndolo de consideración (herida que nadie asesinato de Dan Mitrione —en un marco de

108
entregara como obsequio a su pequeña hija.75

Dictaduras y organizaciones guerrilleras


El 29 de mayo de ese mismo año, en cambio,
un segundo secuestro político, el del general
Aramburu —organizado por Montoneros—
tuvo un desenlace opuesto: una ejecución cal­
culada, racionalizada y fría. Pese a tratarse de
personajes muy distintos, creo que la actitud
de los secuestradores en ambos casos revela
dos tendencias que estuvieron presentes de
modo difuso pero conflictivo en el conjunto
de las organizaciones que desarrollaron estra­
tegias de lucha armada. La primera enlazaba
con el clima de transgresión y revuelta moral
que había asomado sus filones en los jóvenes
de París, Praga o ciudad de México. Suponía,
paradójicamente, una aceptación ideológica
acoso de la represión legal e ilegal—ese estilo de la violencia como partera de una nueva
de accionar fue arrasado por la lógica de la sociedad y, al mismo tiempo, cierta resistencia
guerra. Tiempo después, los dirigentes «his­ a la práctica de acciones que pudiesen provo­
tóricos» de la organización culparon a los diri­ car muertes: al estilo de Robin Hood, el daño
gentes de la segunda generación de militaristas ocasionado nunca debía ser mayor del estric­
y aparatistas, responsabilizándolos de la de­ tamente necesario, no había que matar salvo
rrota. En rigor, el militarismo y el aparatismo que peligrase la propia vida y la tortura estaba
fue el corolario lógico de la resolución de una absolutamente prohibida (fuera del imaginario
tensión que estaba inscripta en sus orígenes. revolucionario). El hombre nuevo debía ser la
En el caso argentino, el estudio de dos se­ antítesis del hombre mediocre retratado por
cuestros en perspectiva comparada permite José Ingenieros, y por consiguiente, toda injus­
desnudar la subterránea y tensa coexistencia ticia —aun la más pequeña— le estaba vedada.
de dos tendencias distintas en el seno de las Las reglas no escritas de este código rebelde y
organizaciones armadas. El 24 de marzo de contestatario, entraban en colisión con el ejer­
1970 tuvo lugar el primer secuestro político: cicio personal de la violencia en un esquema
las Fuerzas Argentinas de Liberación (FAL) de mando obediencia como el que exigían los
—agrupación autodefinida como un partido aparatos militares de las organizaciones. Peor
político militar de cuadros marxistas leninis­ aún. Una vez creados los aparatos militares,
tas—secuestró al cónsul paraguayo Waldemar estos adquirieron progresivamente una identi­
Sánchez. En canje por su libertad, exigió la dad propia. El secuestro de Aramburu, fue en
liberación de sus compañeros presos, Alejan­ este sentido, toda una promesa que anticipaba
dro Baldú y Carlos Della Nave. Ante la indi­ el predominio de la lógica de aparato.
ferencia del dictador paraguayo Stroessner y Muchos son los motivos que se pueden
la actitud intransigente del gobierno argentino esgrimir para explicar el triunfo del militaris­
—no parecía importarles mucho el destino de mo en el interior de las organizaciones de la
Sánchez—las FAL tenían dos opciones: ejecutar izquierda y el peronismo revolucionario. Em­
al cónsul haciendo honor a sus advertencias o pero, uno de ellos reviste capital importancia.
dejarlo en libertad. La decisión fue devolverle Me estoy refiriendo a la lógica del Golem: como
la libertad y regalarle una muñeca para que la Loew, aquel rabino de Praga que según las le­

109
EL PASADO DEL PRESENTE

yendas de la Cábala creó un hombre artificial Chile, no se puede hablar de un fenómeno de


César Tcach

para que le sirviese, las organizaciones crearon Golem, porque el MIR nunca llegó a constituir
aparatos que adquirieron vida propia. Desde un aparato militar de relevancia y, menos, un
su constitución comenzaron a generar una red «ejército». La fuerza popular de la teoría del
de necesidades, funciones y jerarquías cuya tránsito institucional al socialismo operaba en
continuidad y legitimidad requería alimentar detrimento de un intento de esas característi­
la lógica de la guerra. De otro modo, ¿cómo cas. Más allá de su retórica amenazante, el MIR
sería posible, por ejemplo, que un experto en nunca concretó en los hechos el pasaje de la
asaltos a comisarías mantuviese un estatus más política institucional a la política de la guerra.
alto que la mayoría de los cuadros políticos? Cuando se planteó hacerlo, era demasiado
Por eso, a diferencia del autómata de Praga, tarde: Pinochet estaba en ciernes. En Chile, el
la lógica expansiva de los aparatos no podía derrotado no fue el imperio del Golem sino el
ser anulada por la racionalidad política ni por imperio de las ilusiones.
palabras mágicas como las que Loew situaba
entre los dientes de su creación.76
Epílogo
Desde ángulo de razonamiento, se puede
añadir —recordando las clásicas lecciones de Las cinco lógicas políticas expresadas prece­
Robert Michels— que las fuentes del poder dentemente tuvieron un rasgo común: fueron
organizativo hunden sus raíces en una deter­ lógicas de la radicalización. Todas ellas condu­
minada división del trabajo en el interior de cían, per se, a agudizar las contradicciones po­
cada uno de los partidos. Cuando esa división líticas y sociales. Dicho en otras palabras, ope­
del trabajo supone la delimitación de funcio­ raban a favor de una dinámica de polarización
nes militares, implica también una delegación social. La incertidumbre generada por esas for­
de poder efectivo en quienes están especiali­ mas de hacer política no era un problema que
zados en el desarrollo de esas tareas. Más aún, traumatizase a sus protagonistas. Si la izquierda
cuando la matriz militar constituye una varia­ contabilizaba a su favor una representación de
ble relevante en la construcción del modelo la temporalidad que siempre jugaba a su favor
organizativo originario, la propia legitimidad —la rueda de la historia—, la derecha política
de las organizaciones tenderá a correlacionar­ y militar había unificado criterios y líneas de
se con la reproducción y fortaleza del aparato acción en el plano trasnacional. El general
militar. Onganía lo señaló tempranamente en Brasil
el 31 de agosto de 1964: «Para los ejércitos
Nace, así, el tabú de matar o debilitar al
latinoamericanos no deben existir fronteras
Golem.
políticas sino ideológicas. Debemos crear una
Cabe añadir, finalmente, que en Brasil, la frontera ideológica (...)». En aquella oportu­
rápida derrota de la guerrilla —los militares nidad, los militares brasileños corroborarían
brasileños y sus asesores norteamericanos que las fronteras físicas eran «anticuadas», por
la estaban esperando desde 1964 desde su lo que cabía pensar en un nuevo principio de
centro de adiestramiento en la selva amazó­ soberanía. Si para la izquierda la polarización
nica— mostró igual que en los casos anterio­ llevaba a la revolución, para los adalides de las
res, que el Golem tenía los pies de barro. La nueva doctrina trasnacional, conducía a la ins­
constitución del PT en 1979 y la apuesta por tauración de dictaduras institucionales, provis­
ese partido de las comunidades eclesiales de tas de técnicas represivas probadas y exitosas
base, constituyeron un test que puso a prueba (como las de cuadriculación del territorio en
—exitosamente— la capacidad de aprendizaje zonas, subzonas, sectores y subsectores).77 En
de los sectores radicalizados. En el caso de este marco, el oxigeno para realizar ensayos

110
democráticos radicalizados era exiguo. Los las sedicente «vanguardia» que protagoniza la

Dictaduras y organizaciones guerrilleras


propios militares chilenos —sin tradición gol- acción armada. Ello suponía, asimismo, relegar
pista—terminaron reemplazando la defensa de a un oscuro rincón el espíritu del mayo francés,
las instituciones democráticas y republicanas —proclive al despliegue de la auto-organización
por la defensa de la «chilenidad». y autodeterminación de los ciudadanos—refle­
La lógica que llevó a muchos civiles, sobre jado por Jean Paul Sartre y los editoriales de
todo jóvenes, a armarse y organizarse —la lógica Les Temps Modernes.
del partisano—sufrió efectos de radicalización Un tercer tema alude a la relación entre
por la incidencia de las estrategias ideológicas, democracia, represión y conciencia política.
la influencia del espíritu de cruzada y la legiti­ Frantz Fanon en su libro más famoso —Los con­
mación que a ese giro radical suministraba el denados de la tierra—señalaba las bondades te­
militarismo de «los de arriba». Finalmente, la rapéuticas de la represión. Su principal virtud
lógica del partisano fue devorada en el imperio residiría en desenmascarar a los gobernantes,
del Golem. hacer visible lo oculto, explícito lo solapado, y
En la agenda de los debates pendientes de la en consecuencia —de acuerdo al hilo de este
izquierda radicalizada de los 60 y 70, quedaron razonamiento— tendería a fortalecer la con­
al menos cinco temas. El primero alude a la re­ ciencia de los oprimidos. Esta forma de pen­
lación entre democracia y violencia revolucio­ sar, asumida como un dato dado de la realidad,
naria.78La democracia supone pluralismo y de­ influyó a favor de la lógica de la radicalización
liberación, la violencia revolucionaria conduce y, más específicamente, de prácticas políticas
—la experiencia histórica así lo acredita—a re­ irresponsables, incapaces de hacerse cargo de
gímenes autoritarios y dictaduras que obturan las consecuencias de sus acciones.
el pluralismo y anulan —pese a su retórica— la Un cuarto tema remite a la tensión entre
deliberación. En clave de una lectura socialista, ética y violencia política, y más específicamen­
se podría añadir también que tiende a anular te, entre teoría de la violencia —la convicción
la autonomía de los actores colectivos. Por que no puede haber cambios sino a través de
consiguiente, la centralidad de lo social en el ella—y ejercicio personal de la misma. Cuando
camino de la desestatización soñada por Marx el camino de las armas no es una vocación
y Engels, deja paso al reforzamiento indefinido —como en el caso de los militares profesio­
de los poderes burocráticos del Estado. O nales— sino una obligación determinada por
para decirlo en términos de Sartori: la dimen­ una determinada teoría o interpretación de la
sión horizontal de la política es avasallada. realidad, la resistencia a su ejercicio choca con
Un segundo problema, vinculado con el los límites de quienes supuestamente deberían
anterior, remite a la relación entre organiza­ protagonizarla. La carta abierta de los tupama­
ción partidaria y violencia revolucionaria. Ésta ros a dos agentes de policía —vista en páginas
supone, desde un principio, una tensión entre precedentes—, casi un pedido de disculpas por
el espíritu creativo y crítico de los militantes y ejercer la violencia, muestra bien esa tensión
el esquema vertical de mando obediencia que entre medios violentos y fines acordes con
exige la actividad militar. Cuando ésta adquiere una ética humanista. El revés del fenómeno es
un estatus relevante, el primero tiende a ser el militarismo. En consonancia con la raciona­
desplazado a su mínima expresión en conso­ lidad instrumental presente en la lógica de la
nancia con un proceso por el cual la soberanía guerra, se amplia el espacio para los menos
interna se concentra en la cúpula militarizada. escrupulosos.
La militancia sindical, barrial, y social en gene­ La vía chilena al socialismo —la idea de conju­
ral, es concebida como una mera apoyatura de gar, como dirían años después los eurocomu-
EL PASADO DEL PRESENTE

nistas, socialismo con libertad—dejó pendiente


César Tcach

partidaria y dictaduras: Argentina, Brasil yUruguay, México


D.F. Instituto M ora, 1996, pp. 133-134.
una quinta cuestión irresoluta: la tensión entre
2 Summary Report o f TDY to Uruguay by Byron Engle, Director
medios pacíficos y fines radicales. El ensayo de Office o f Public Safety, M a y 2-6, 1971. NARA. USAID.
cambiar la sociedad a través de una sucesión OPS/RG286, box 112, docum ento citado en A L D R IG H I,
Clara, «La ingerencia de Estados Unidos en el proceso
de reformas efectuadas pacíficamente a través
hacia el golpe de Estado. Informes de la misión de
de sucesivos períodos de gobiernos democrá­ Seguridad Pública y la embajada en M ontevideo (1968­
ticamente electos, tuvo a la postre, un resul­ 1973)», en M A R C H E S I- M A R K A R IA N - R IC O - Y A F F E
tado análogo al de los países vecinos: el golpe (comps.) E l Presente de la Dictadura. Estudios y reflexiones
a 30 años del golpe de Estado en Uruguay, Montevideo,
militar. Quizá, porque —aunque se respeten
Ed. Trilce, 2004, pp. 38,39 y 48. A principios de 1972,
los procedimientos—intentar cambiar los fines un informe enviado por la embajada norteam ericana en
sustantivos de una sociedad y crear un nuevo M ontevideo al departam ento de Estado —presentado
por el embajador Charles A d air— ratificaba el punto de
contrato social no resulta gratis.79Su viabilidad
vista precedente: los Tupamaros no eran una amenaza
requiere actores con capacidad para construir grave. Ibíd., pp. 40, 48, 49.
una nueva hegemonía político cultural a través 3 A L L E N D E , Andrés Pascal, El M IR chileno. Una experien­
de esfuerzos crecientes y pacientes, así como cia revolucionaria, Rosario, Ed. Cucaña, 2003, p. 37.
4 «A llende pidió que el M IR le aportara un grupo de com ­
de compromisos plurales. Por cierto, estas
pañeros con preparación militar para reforzar su segu­
cuestiones son muy difíciles de concretar ridad». Ibíd., p. 49.
cuando lo que prima es la lógica de la radicali- 5 Ibíd., p. 81. Sobre esta tem ática puede consultarse
G O IC O V IC , Igor, «Violencia y poder en la estrategia
zación o un imaginario de revolución.
política del M ovim iento de Izquierda Revolucionaria,
A comienzos del siglo X X I, la violencia 1967-1986», Cuadernos Sociológicos. Tres décadas des­
revolucionaria tal como la concibieron sus pués. Lecturas sobre el derrocamiento de la unidad popular,
3, Santiago de Chile, Universidad A R C IS , pp. 157-170.
protagonistas en los años 60 y 70 del siglo
6 Defensa, revista internacional de ejércitos, armamento y
X X , constituye una pieza de museo. Queda en tecnología, n.° 13, p. 79, Madrid, 1979.
pie, en cambio, algo más que los sueños de un 7 Ibíd. p. 74.

mundo mejor: la voluntad de viejos y nuevos 8 C A L V E IR O , Pilar, Política ylo violencia, Buenos A ires, Ed.
N orm a, 2005, pp.118-119.
impugnadores del orden económico social —en 9 Citado en S ID IC A R O , Ricardo, «El régimen autoritario
América Latina marcado por la destrucción de de 1976: refundación frustrada y contrarrevolución exi­

la ciudadanía social—de avanzar en un camino tosa», Q U IR O G A , Hugo y T C A C H , C ésar (comps.) A


Veinte años del Golpe. Con memoria democrática, Rosario,
que reúna en un mismo haz —como le hubie­ Ed. H om o Sapiens, 1996, pp. 21-22.
ra gustado a Norberto Bobbio— lo mejor de 10 Separata especial de la revista Nueva Presencia, «La
la tradición democrática (la deliberación, las mesa redonda que irritó a la derecha. Los años 70», p.
8, mayo de 1987.
elecciones y el sistema de partidos), los mejo­
11 Véase O 'D O N N E L L , Guillerm o, El Estado Burocrático
res valores del liberalismo político (el Estado Autoritario, Bs. As., Ed. de Belgrano, 1982, pp. 51-52.
de Derecho y el ejercicio de mecanismos de 12 C A E T A N O , G erardo ; R IL L A , José, Historia C o n te m ­
poránea del Uruguay, Colonia, Ed. Fín de Siglo, C o le c ­
control) y lo más visceral de la vocación socia­
ción C L A E H , 1994, pp. 257-273.
lista: la lucha por la igualdad. 13 Esa influencia sobre el escenario electoral era mucho
más difusa en Brasil, debido a la ausencia de identidades
NOTAS partidarias fuertes. N o hubo partidos nacionales hasta
1945. D E R IZ , Liliana, «Política y partidos. Ejercicio de
una análisis com parado: Argentina, Chile, Brasil y U ru ­
1 M E N E G U E L L O , Rachel, PT A formacao de um partido
guay», en Desarrollo Económico, n.° 100, Bs. As. ID ES,
1979-1982, San Pablo, Ed. Paz e Terra, 1989, pp. 62­
1986.
63; Comisión Interamericana de Derechos Humanos, OEA,
Informe 33/01, caso 11.552, Guerrilla del Araguaia, Julia
14 M O U L IA N , Tomás y T O R R E S , Isabel, «La problem áti­
ca de la derecha política en Chile, 1964-1983», en CA-
Gómez Lund y otros, Brasil, 6 de marzo de 2001; A N SA L-
V A R O Z Z I, M arcelo y G A R R E T Ó N , Manuel A ntonio,
DI, Gualdo, «Continuidades y rupturas en un sistema
Muerte y resurrección, Los partidos políticos en el autori­
de partidos políticos en situación de dictadura: Brasil,
tarismo y las transiciones del Cono Sur, Santiago de Chile,
1964-1985», en D U T R E N IT , Silvia (coord .), Diversidad
F L A C S O , 1989, p. 348.

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15 M A R IN I, Ruy Mauro, Subdesarrollo y revolución, México, la soberanía popular se identificaba con formas de de­

Dictaduras y organizaciones guerrilleras


Ed. Siglo X X I , 1978, p. 51; sobre la articulación golpis- mocracia directa.
ta de militares, em presarios y políticos, véase también 30 El frustrado plan económ ico del ministro Rodrigo cul­
A N S A L D I, W ., op. cit., p. 94. minó con su renuncia y la de López Rega.
16 A L D R IG H I, C., op. cit., pp. 40-41. 31 Sobre este tema, véase la introducción y el capítulo 1
17 C A E T A N O G erard o y R IL L A , José, Breve historia de la del libro de Q U IR O G A , Hugo, El Tiempo del Proceso,
dictadura, M ontevideo, Ed. De la Banda O rien tal, 1991, (segunda edición revisada y ampliada), Rosario, Ed.
p. 17. H om o Sapiens, 2004.
18 La Prensa, 23-3-1977; sobre los respaldos em presaria­ 32 V IL L E G A S , Osiris, Guerra Revolucionaria Comunista,
les y eclesiásticos, T C A C H , César, «Partidos políticos pp. 9-11. H e utilizado la edición de Ed. Pleamar, Bs.As.
y dictadura militar en Argentina (1976-1983)» en DU- 1963.
T R E N IT , S. (coord.), op. cit., pp. 39-42. 33 Ibíd., p. 163.
19 Agradezco a Fernando Devoto, el haberme facilitado 34 D iario Meridiano, 9-7-1960. La IV División de Ejército
generosamente el b o rrad o r de sus reflexiones sobre la tenía base en Córdoba.
historia política de Brasil. 35 D iario Córdoba 2-12-1960. La II División de Ejército te ­
20 M A R IN I, op. cit., pp. 53-54. nía base en Paraná.
21 M O U L IA N , Tomás, Conversación interrumpida con Allen­ 36 La Voz del Interior, 1-9-1961.
de, Santiago de Chile, Ed. Universidad A R C IS , 1998, p. 37 Los Principios, 10-2-1961.
19. 38 El coronel Luis C ésar Perlinger recordaba: «Ya en los
22 «El discurso remitía al pasado, repetía conceptos e invo­ tiempos del d o cto r Frondizi arribaron a nuestro país,
caba valores e ideales que se estaban disolviendo, pero a nuestro ejército, unas comisiones asesoras francesas.
sin que em ergiera todavía un discurso que diera cuenta Eran los viejos legionarios de Indochina y de Argelia
de esas transform aciones de la conciencia política. Esa que venían a preparar a nuestras Fuerzas A rm adas para
configuración ideológica donde una parte significativa luchar contra el pueblo». Separata de la revista Nueva
de la experiencia no puede ser formulada, solamente es presencia, doc. cit.
posible en las situaciones de crisis». Véase M O U L IA N ; 39 R O B IN , Marie Monique, op. cit., pp. 231 y 281. En la
T O R R E S , op. cit., p. 352. conferencia inaugural se sostuvo que los indiferentes
23 Véase D R A K E , Paul, «Los movimientos urbanos de cooperan conciente o inconcientem ente con el ene­
trabajadores bajo el capitalismo autoritario en el cono migo. Esta idea tenderá a convertirse en un peligroso
sur y Brasil 1964-1983», y R IA L , Juan, «Continuidad y lugar común en el universo ideológico de los militares.
cambio en las organizaciones partidarias en el Uruguay 40 Diario de Sesiones, Honorable Cámara de Diputados. Con­
1973-1984». Am bos trabajos están incluidos en el libro greso Nacional. Tom o 3, pp. 2196-2197 (1964).
de C A V A R O Z Z I, M. y G A R R E T Ó N , M. A ., Muerte y 41 Ibíd., p. 2237.
Resurrección, op. cit. 42Citado en R A P O P O R T , M ario y L A U F E R , Rubén, «Los
24 A su juicio era necesario afianzar «un concepto radi­ Estados Unidos ante el Brasil y la Argentina. Los golpes
calmente distinto al que descansa la clásica división de militares de la década del 60», en E IA L volumen 11, n.°
poderes de M ontesquieu», véase C A E T A N O — R IL L A , 2, Universidad de
op. cit (1994), p. 262. Tel Aviv, Israel.
25 La mayor parte de los trabajadores industriales uru­ 43 R O B IN , M., op.
guayos estaba diseminado en pequeñas fábricas: el 90% cit., pp. 365-367.
empleaba menos de 20 trabajadores cada una. Véase, 44 Revista América
D R A K E , P., op. cit., p. 91. Latina, n.° 19, p.
26 D E R IZ , Liliana, Retorno y derrumbe, México, Ed. Fo­ 26, octubre de
lios, 1981, pp. 120-121. Véase también, J E L IN , Elisabeth 1973.
«Huelgas en Argentina», Revista Mexicana de Sociología 45 Nueva Presencia,
n.° 2, 1978. doc. cit.
27 Manifiesto, n.° 4, 1975, p. 17. Esta revista era publicada 46 M O REN O , Julio
por O rientación Socialista, Movim iento de Activistas César, La espu­
Socialistas 29 de Mayo, y Espartaco. ma de la cerveza,
28 A la Clase Trabajadora - Defensa del Salario - Plena Ocupa­ Córdoba, Ed. El
ción - Democracia Sindical. Programa del Segundo Plenario Em porio, 2005,
General, 20 de julio de 1975. C oord inad ora de Grem ios, p. 92; sobre el
Com isiones Internas y Cuerpos de Delegados en Lucha clima de época,
de Capital y G ran Buenos Aires. véase FU EN TES,
29 Estimo probable, que la expresión «soberanía popular» Carlos, Los 68 Pa-
incluida en el texto, haya sido resultado de una tra n ­ rís-Praga-México,
sacción entre quieren eran partidarios de una nueva Buenos Aires, Ed.
convocatoria a elecciones y quienes consideraban que Debate, 2005.

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EL PASADO DEL PRESENTE

47
César Tcach

D U T R E N IT , Silvia, Del margen al centro del sistema po­ docum ento «Brasil, el golpe del 64 y la formación de la
lítico: los partidos uruguayos durante la dictadura en D U ­ izquierda revolucionaria»en revista América Latina n.°
T R E N IT , S. (coord.), Diversidad partidaria y dictaduras: 13, Bs.As. septiembre de 1971, pp. 13-22.
Argentina, Brasil y Uruguay, op. cit. 68 Entrevista de O rlana Fallacci con H elder Cám ara, re ­
48 La M PS fueron aplicadas en una curva ascendentemente producida por El Heraldo dominical, Barranquilla, 26 de
represiva en tres mom entos: abril, octubre y diciembre septiembre de 1999. Edición digital 777.
de 1965. El tex to de estas últimas, las más duras, es re ­ 69 C O H N , Norm an, En pos del Milenio, Madrid, Alianza,
producido por F E R N Á N D E Z H U ID O B R O , Eleuterio, 1983, p. 286.
Historia de los Tupamaros, M ontevideo, Ed. de la Banda 70 Sería interesante realizar un estudio sobre la influencia
O riental, 2004, tom o II, pp. 121-122. hebraica en el nacimiento de las FA R y en el desarrollo
49 Ibíd., p. 131. de pequeños grupos trotskistas com o Política O b rera.
50 En relación a estas interpretaciones, véase A C O S T A , Sobre los nexos entre la tradición conspirativa yrigoye-
Yamandú, « ¿P o r qué las dictaduras de los setenta en nista y el universo de la izquierda de los 60, véase T C A ­
el C o n o Sur?, en M A R C H E S I; M A R K A R IA N ; R IC O ; C H , César, Radicalismo y Fuerzas Armadas (1962-1963).
Y A FF E , El presente de la dictadura, cit., pp. 214-220; Observaciones desde Córdoba, en D esarrollo Económ ico
O ’D O N N E L L , Guillerm o, «Las Fuerzas Arm adas y el n.° 157, Bs. As., 2000.
estado autoritario del C o n o Sur de A m érica Latina», en 71 T O R R E , Juan Carlos, « A partir del cordobazo» en re ­
O ’D O N N E L L , Contrapuntos. Ensayos escogidos sobre au­ vista E S T U D IO S n.° 4, pp. 17-21. C E A , U N C , 1994.
toritarismo y democratización, Bs. As., Ed. Paidós, 1997. 72 « C a rta abierta a los señores agentes de policía: Vic-
51 D E R IZ , Liliana, op. cit. to r Tomás Bentancor; Delfino Suárez de Lima»; M L N
52 « M L N Tupamaros, Declaración de adhesión al Frente Tupamaros-diciembre de 1967. Reproducida por F E R ­
Amplio, 23 de diciembre de 1970», reproducida por N Á N D E Z H U ID O B R O , Eleuterio, op. cit., tom o III, pp.
G A T T O , H eb ert, El cielo por asalto. El Movimiento de 216-218. El destacado es mío.
Liberación Nacional (Tupamaros) y la izquierda uruguaya 73 Ibíd.
(1963-1972), M ontevideo, Ed. Taurus, 2004, p. 221. El 74 Este punto de vista ha sido sostenido por C O S T A BO-
destacado es mío. N IN O , Luis, en La crisis del sistema político uruguayo,
53 M O U L IA N , Tom ás.«Conversación...», op. cit., p 100. M ontevideo, Ed. Fundación de C ultura Universitaria,
54 M A R IN Ii, Ruy Mauro, op. cit. p. 21. El destacado es 1995.
mío. 75 Entrevista del autor con uno de los secuestradores
55 Citado por G A T T O , H ebert., op. cit., p. 163. («Bigo te»).
56 El docum ento n.° 1 fue reproducido por C A E T A N O , 76 M E Y R IN K , Gustav, El Golem, Buenos Aires, Editorial
G erard o ; R IL L A , José, op. cit. (1994), pp. 245-246. Futuro, 1945.
57 A los ejemplos señalados se le podría añadir el de Fer­ 77 Esta técnica de control represivo fue aplicada origina­
nando Gabeira, militante del M R 8 (M ovim iento Revo ­ riamente por los franceses en Argelia.
lucionario 8 de octubre) y uno de los secuestradores 78 Sobre la reactivación del debate acerca de la legitima­
del embajador norteam ericano Charles Elbrik en 1969. ción de la violencia política y sus consecuencias, véase
Gabeira se integró al P T y, posteriorm ente, fue uno de M U Ñ O Z S O R O , Javier, Señas de Caín. Los discursos de
los fundadores del Partido Verde. Con la instauración la violencia política entre dictadura y democracia (1962­
de régimen dem ocrático llegó a ser diputado federal 1982), en M A T E O S , Abdón y H E R R E R ÍN , Ángel (eds.),
por Río de Janeiro. La España del presente: de la dictadura a la democracia,
58 V E R B IT S K Y , H oracio, Ezeiza, Buenos A ires, Ed. Plane­ Madrid, H istoria del Presente, 2005.
ta, 1998, p. 64. 79 Tomás Moulian, op. cit., p. 107.
59 O L L IE R , María Matilde, La creencia y la pasión, Buenos
Aires, Ed. A riel, 1998, p. 172.
60 S E R V E T T O , Alicia. De la Córdoba combativa a la Córdoba
militarizada, Córdoba, Ed. Ferreyra, 1998, p. 91.
61 E. USA.M a Secretario de Estado, Washington, Montevi-
deo/2383, 29/9/1971, Discusión with Mininterior Sena Re
Counter Terrorism, NARA,DS,PD/RG59, box 2662, re p ro ­
ducido por A L D R IG H I, Clara, op. cit., p. 48.
62 Revista América Latina n.° 18, p. 19, mayo-junio de
1973.
63 A L L E N D E , Andrés Pascal, p. 79-81.
64 A L T A M IR A N O , Carlos, Peronismo y cultura de izquierda,
Buenos A ires, Ed. Temas, 2001, p. 125.
65 L A N U S S E , A lejandro Agustín, M i testimonio, Bs. As., Ed.
Lasserre, 1977, pp. 134-135.
66 G A T T O , H eb ert, op. cit., p. 200.
67Sobre el papel de los cristianos de izquierda, véase el

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