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RESUMENES DE SENTENCIA CLASIFICADOS POR DESCRIPTOR,

PUBLICADOS EN LA REVISTA DE LA ASOCIACION DE CIENCIAS PENALES DE COSTA RICA

ABANDONO DE LA DEFENSA - Inconstitucionalidad de la sanción por abandono de defensa. (Revista N° 4)


ABANDONO DEL LUGAR DEL ACCIDENTE - El abandono del lugar del accidente constituye una contravención. (Revista
N° 4)
ABUSO DE AUTORIDAD - Detención de vehículo y posterior traslado a los planteles del MOPT sin permitirle al conductor
su remoción. (Revista N° 7)

ABUSOS DESHONESTOS - Agravación por cooperación mutua de los tres sujetos activos. (Revista N° 10)

ABUSOS DESHONESTOS - Alcances de la descripción típica. (Revista N° 9)

ABUSOS DESHONESTOS - Consideraciones sobre condición de guardador y custodia de la agraviada. (Revista N° 16)

ABUSOS DESHONESTOS - Consideraciones sobre la intención impúdica del acto. (Revista N° 10)

ABUSOS DESHONESTOS - Diferencias con la corrupción de menores. (Revista N° 9)

ABUSOS DESHONESTOS - El beso como constitutivo de abuso sexual - Inexistencia de agravación por tratarse de
entrenador deportivo de equipo donde militaba la ofendida. (Revista N° 6)
ABUSOS DESHONESTOS - La naturaleza del destrozo de vestimenta en contexto de agresión sexual permite establecer
consumación de ilícito. (Revista N° 11)

ABUSOS DESHONESTOS - Naturaleza de la intimidación. (Revista N° 10)

ABUSOS DESHONESTOS - Vencimiento de la capacidad de resistencia de víctima de abusos deshonestos. (Revista N°


3)
ABUSOS DESHONESTOS - Violación y Corrupción de Menores - Diferencias y naturaleza del concurso que se produce
entre ellos - Caso de violencia doméstica y sexual. (Revista N° 12)
ABUSOS DESHONESTOS AGRAVADOS - Consideraciones sobre el parentesco por afinidad derivado de una. relación de
hecho. (Revista N° 15)
ABUSOS DESHONESTOS AGRAVADOS - La agravante no se circunscribe a los conceptos de patria potestad acuñados
por el derecho de familia. (Revista N° 13)
ABUSOS DESHONESTOS AGRAVADOS - Paternidad reconocida ante Registro pese a no ser padre biológico es
suficiente para agravar ilícito. (Revista N° 12)

ACCIÓN CIVIL - Absolutoria no exime del deber de fundamentar este aspecto. (Revista N° 12)

ACCIÓN CIVIL - Consideraciones sobre su naturaleza - Titularidad partes y contenido. (Revista N° 9)


ACCIÓN CIVIL - Cónyuge no necesita condición de heredera. (Revista N° 13)

ACCIÓN CIVIL - Desistimiento tácito al no concretarse las pretensiones en el momento procesal correspondiente.
(Revista N° 17)

ACCIÓN CIVIL - El contrato de cuota litis no es un "perjuicio" indemnizable. (Revista N° 5)

ACCIÓN CIVIL - El escrito inicial del actor civil y la concreción de las prestaciones civiles en juicio. (Revista N° 4)

ACCIÓN CIVIL - Excepción de falta de personería es de resolución previa - Innecesario aportar prueba que ya consta.
(Revista N° 11)
ACCIÓN CIVIL - Existencia del hecho delictivo no releva de la necesaria demostración de los daños que se reclaman.
(Revista N° 9)

ACCIÓN CIVIL - Improcedencia de pretensión de nulidad de contrato con ente asegurador. (Revista N° 15)

ACCIÓN CIVIL - Intervención de depositaria provisional como representante del menor, válida para reclamar solo renta
alimenticia, según la Ley de Pensiones. (Revista N° 9)

ACCIÓN CIVIL - La facultad de dejar las conclusiones por escrito no autoriza la inasistencia al debate. (Revista N° 6)

ACCIÓN CIVIL - La responsabilidad civil por conducta culposa no puede relevarse argumentando un pago futuro por el
INS. (Revista N° 6)

ACCIÓN CIVIL - No es inválido el sobreseimiento que omite pronunciarse sobre las pretensiones civiles. (Revista N° 17)

ACCIÓN CIVIL - Notificación a personas jurídicas. (Revista N° 7)

ACCIÓN CIVIL - Omitir la pretensión concreta en el recurso de casación impide a la Sala pronunciarse en ese aspecto.
(Revista N° 13)

ACCIÓN CIVIL - Oportunidad para concretar pretensiones. (Revista N° 5)

ACCIÓN CIVIL - Oportunidad procesal para oponer excepciones. (Revista N° 7)

ACCIÓN CIVIL - Pago de intereses - Análisis de su procedencia. (Revista N° 7)

ACCIÓN CIVIL - Posibilidad de incorporar de oficio prueba para mejor resolver referida a aspectos civiles del delito.
(Revista N° 6)

ACCIÓN CIVIL - Pretensiones pueden concretarse por escrito, desde el inicio y reiterarse en el debate. (Revista N° 6)

ACCIÓN CIVIL - Reclamo por daño moral no exige previa declaratoria de herederos. (Revista N° 5)

ACCIÓN CIVIL - Requisitos para la condena en abstracto. (Revista N° 5)

ACCIÓN CIVIL - Si la condena en abstracto perjudica al actor civil, el demandado civil carece de legitimación para
reclamar el vicio. (Revista N° 6)

ACCIÓN CIVIL - Validez de la representación de menores delegada en Ministerio Público. (Revista N° 9)

ACCIÓN DE INCONSTITUCIONALIDAD - Asunto previo como medio legítimo para amparar un derecho. (Revista N° 15)

ACCIÓN PENAL - Desistimiento de la acción penal. La solicitud que formula el Ministerio Público es una garantía de
independencia e imparcialidad procesal. (Revista N° 17)
ACCIÓN PENAL - Facultad del Ministerio Público para solicitar el sobreseimiento. (Revista N° 17)

ACTA DE DEBATE - Causales de nulidad. (Revista N° 6)

ACTA DE DEBATE - Omisión de firma no produce nulidad. (Revista N° 5)

ACTA DE DEBATE - Requisitos - Innecesaria consignación de manifestaciones de testigos. (Revista N° 7)

ACTA DE DECOMISO - Posibilidad de acreditar el hecho histórico por otros medios probatorios. (Revista N° 9)

ACTA DE SECUESTRO - No existe prohibición que impida a la policía auxiliar ser asistida por testigos que pertenecen al
mismo cuerpo policial. (Revista N° 6)

ACTIO LIBERA IN CAUSA -Análisis normativo. (Revista N° 15)

ACTOR CIVIL - Dudas sobre el alcance de su intervención en casación. (Revista N° 9)

ACTOS DEFINITIVOS E “IRREPRODUCTIBLES” - Deben ser notificados previamente a las partes, salvo los casos de
urgencia dispuestos por la ley. (Revista N° 17)

ACTUACIONES - El legajo paralelo también puede ser examinado por las partes. (Revista N° 16)

ADHESIÓN - Consideraciones en torno a la adhesión al recurso de casación. (Revista N° 4)

ADHESIÓN - Imposibilidad para el defensor de adherirse a la "apelación" de su defendido. (Revista N° 8)

ADICIÓN Y ACLARACIÓN - Carácter de recurso permite aplicar el artículo 458 del Código de Procedimientos Penales.
(Revista N° 10)
ADICIÓN Y ACLARACIÓN - Posibilidad de que la resuelva el Tribunal con distinta integración, sino se refiere a un acto
propio del debate. (Revista N° 10)
ADMISIBILIDAD - Del Recurso de Casación - Alcances del control de admisibilidad que corresponde al tribunal a quo.
(Revista N° 7)
ADMISIBILIDAD - Recurso de Casación. Criterios de admisibilidad no deben ser excesivamente formalistas. (Revista N°
5)
ADICIÓN Y ACLARACIÓN - Errores materiales graves que impiden subsananar por esta vía - Nulidad de la propia
sentencia. (Revista N° 15)
AGENTE ENCUBIERTO - Carácter de su intervención - Varias ventas de droga no configuran concurso real. (Revista N°
13)
AGENTE ENCUBIERTO - Naturaleza de la técnica de investigación y condiciones de validez de su consideración
probatoria. (Revista N° 16)

AGENTE ENCUBIERTO - Requisitos para valorar su intervención en venta de drogas. (Revista N° 13)

AGENTE ENCUBIERTO Y AGENTE PROVOCADOR - Consideraciones sobre sus diferencias. (Revista N° 11)

AGENTE PROVOCADOR - Consideraciones y diferencias con el agente encubierto y el delito experimental. (Revista N°
10)

AGRESIÓN CON ARMA - Alcance del concepto "objeto contundente". (Revista N° 11)

AGRESIÓN CON ARMA - Alcance del concepto "objeto contundente" - Uso de sombrilla. (Revista N° 7)
AGRESIÓN CON ARMA - Diferencia con las amenazas. (Revista N° 6)

AGRESIÓN CON ARMA - El daño o lesión puede o no producirse. (Revista N° 5)

AGRESIÓN CON ARMA - Necesario acometimiento o embestida actual - Diferencia con las amenazas. (Revista N° 10)

ALEVOSÍA - Características esenciales de la conducta alevosa. (Revista N° 9)

ALEVOSÍA - El acecho no es requisito indispensable para su configuración. (Revista N° 11)

ALEVOSÍA - Requisitos del examen de tipicidad subjetiva y objetiva para establecer su existencia. (Revista N° 11)

ALEVOSÍA - Y Ensañamiento - Análisis sobre sus alcances. (Revista N° 12)

ALLANAMIENTO - Función del Defensor Público asignado para presenciar la diligencia. (Revista N° 17)

ALLANAMIENTO - La ausencia de un defensor público no vulnera el derecho de defensa. (Revista N° 17)

ALLANAMIENTO - Necesario cumplimiento de garantías procesales - Naturaleza espuria de prueba obtenida a través de
diligencia ilegítima. (Revista N° 11)
ALLANAMIENTO - Obligación de respetar garantía constitucional - Nulidad de actos dependientes de diligencia
irregularmente practicada. (Revista N° 11)

ALLANAMIENTO - Orden innecesaria por tratarse de cabaña abandonada usada como guarida temporal. (Revista N° 16)

ALLANAMIENTO - Validez de práctica en varias habitaciones de un hotel pese a una sola orden. (Revista N° 13)

AMENAZAS CON ARMA DE FUEGO - Derogatoria del artículo 140 del Código Penal en lo referente a ese tipo de
amenaza. (Revista N° 6)

AMENAZA GRAVE - Una inminente detención arbitraria constituye una forma de amenaza grave. (Revista N° 4)

AMPARO - No procede el recurso de amparo contra sentencias jurisdiccionales. (Revista N° 3)

ANTICIPO JURISDICCIONAL DE PRUEBA - Distinción con las medidas de cautelares. (Revista N° 15)

APELACIÓN - No violenta el debido proceso la inexistencia de una segunda instancia para todas las resoluciones y
actuaciones del proceso.. . (Revista N° 17)
APLICACIÓN DE LA LEY PENAL COSTARRICENSE - Estafa mediante cheque - Recibo de bienes en territorio nacional
pese a pago con cheque sin fondos en el extranjero. (Revista N° 11)
APLICACIÓN RETROACTIVA DE NORMA PENAL - Posesión de marihuana para el uso de consumidores terminales.
(Revista N° 14)

APODERAMIENTO DE ENERGÍA ELÉCTRICA - Naturaleza del delito. (Revista N° 6)

APROPIACIÓN IRREGULAR - Devolución de cosas genéricas. (Revista N° 8)

ASOCIACIÓN ILÍCITA - No cualquier planificación y distribución de funciones permite la configuración de este ilícito.
(Revista N° 17)

AUDIENCIA PRELIMINAR - Resoluciones recurribles. (Revista N° 16)


AUTO DE APERTURA A JUICIO - No es recurrible. Requisitos. (Revista N° 16)

AUTO DE ELEVACIÓN A JUICIO - Apelación contra auto de elevación a juicio - Omisión de audiencia al Ministerio
Público genera nulidad absoluta. (Revista N° 11)

AUTOCALUMNIA - Análisis del tipo penal. (Revista N° 15)

AUTOCALUMNIA - Consideraciones sobre el bien jurídico tutelado. (Revista N° 15)

AUTOCALUMNIA - Constitucionalidad. (Revista N° 15)

AUTOCALUMNIA - Declaración sobre hecho propio rechazando responsabilidad penal excluye configuración del ilícito.
(Revista N° 16)
RESUMENES DE SENTENCIA CLASIFICADOS POR DESCRIPTOR,
PUBLICADOS EN LA REVISTA DE LA ASOCIACION DE CIENCIAS PENALES DE COSTA RICA

CALIFICACIÓN JURÍDICA - Facultades de la Sala de Casación para modificar calificación jurídica. (Revista N° 5)

CALIFICACIÓN JURÍDICA - Fundamento de la posibilidad de variación en sentencia. (Revista N° 9)

CALIFICACIÓN JURÍDICA - Variación de la calificación jurídica - Inexistencia de violación al debido proceso. (Revista N°
15)
CANCELACIÓN DE LICENCIA - Diferencia entre la medida precautoria de la Ley de Tránsito y la sanción que establece
el Código Penal. (Revista N° 6)

CASACIÓN - Apertura del recurso de casación penal. (Revista N° 3)

CASACIÓN - Autenticación de recurso de casación por abogado de centro carcelario. (Revista N° 3)

CASACIÓN - Consideraciones sobre su verdadera función - Consulta sobre carácter inconstitucional de limitaciones para
interponerlo. (Revista N° 10)
CASACIÓN - Constitucionalidad de las condiciones de interposición - Imposibilidad de adicionar nuevos motivos. (Revista
N° 11)

CASACIÓN - Contra Sobreseimiento - Necesario cumplimiento previo del trámite de la apelación. (Revista N° 13)

CASACIÓN - Efectos de interposición subsidiaria respecto de incidente de nulidad de notificación. (Revista N° 11)

CASACIÓN - El hecho de que el defensor no lo formule no significa necesariamente negligencia en el ejercicio del cargo.
(Revista N° 13)

CASACIÓN - El recurso de casación debe presentarse ante el tribunal que dictó el fallo. (Revista N° 4)

CASACIÓN - El recurso de casación no debe interpretarse con rigor formalista. (Revista N° 3)

CASACIÓN - Falta de legitimidad de actor civil para recurrir por monto de la pena. (Revista N° 16)

CASACIÓN - Improcedencia contra resolución que unifica penas. (Revista N° 15)

CASACIÓN - Interesado que no figuró como parte tiene derecho de recurrir en casación. (Revista N° 4)

CASACIÓN - Interpuesto por funcionaria del Ministerio Público que gozaba de licencia - Validez por prevalencia de
fundamentales intereses jurídicos. (Revista N° 12)
CASACIÓN - Limitaciones cuando el reenvío solo se refiere a la pena. (Revista N° 15)

CASACIÓN - Necesaria indicación separada en el recurso de cada motivo con sus fundamentos. (Revista N° 6)

CASACIÓN - Necesaria separación en el recurso de cada motivo con sus fundamentos. (Revista N° 7)

CASACIÓN - No constituye una doble instancia. (Revista N° 17)

CASACIÓN - No recibido por cierre de atención al público -Modificación de horario por remodelación no puede afectar
derechos de quienes desconocen esa circunstancia. (Revista N° 12)

CASACIÓN - Obligación del recurrente de dar trato individual a cada reproche. (Revista N° 14)

CASACIÓN - Obligaciones del recurrente. (Revista N° 13)

CASACIÓN - Omisión de cita de norma que prevé la nulidad por falta de aplicación de las reglas de la sana crítica.
(Revista N° 6)

CASACIÓN - Para interponerlo debe agotarse el recurso de apelación, en los casos en que éste proceda. (Revista N° 10)

CASACIÓN - Por la forma - Casos en que resulta innecesario el reenvío y la Sala entra a resolver el fondo. (Revista N°
11)

CASACIÓN - Por la forma - Resolución por el fondo atendiendo al principio de justicia pronta y cumplida. (Revista N° 14)

CASACIÓN - Posibilidad del actor civil de recurrir en casación si estimó las pretensiones de la demanda. (Revista N° 4)

CASACIÓN - Recurso de casación por el fondo. Errónea remisión al inciso 4) del artículo 395 del Código de
Procedimientos Penales. (Revista N° 5)

CASACIÓN - Recurso de Casación. Presentado después de la hora de cierre del despacho. (Revista N° 5)

CASACIÓN - Remisión del proceso a Alcaldía de Faltas y Contravenciones no le pone fin a la acción. (Revista N° 8)

CASACIÓN - Resoluciones contra las que procede. Requisitos mínimos para su interposición. (Revista N° 17)

CASACIÓN - Validez de su presentación directa ante la Sala. (Revista N° 10)

CASO FORTUITO - Imposibilidad de prever obstáculo en autopista. (Revista N° 16)

CASO FORTUITO Y FUERZA MAYOR - Incompatibilidad con la noción de tipicidad - Causas de exclusión de la acción.
(Revista N° 10)

CHEQUE - Datos esenciales que debe reunir un cheque. (Revista N° 3)

CITACIÓN - Requisitos de la citación mediante telegrama. (Revista N° 5)

CITACIÓN A JUICIO - La omisión de notificación provoca nulidad declarable de oficio al vulnerarse el derecho de defensa.
(Revista N° 10)

CITACIÓN A JUICIO - Presentación tardía del requerimiento de citación a juicio. (Revista N° 4)

CITACIÓN DIRECTA - Aplicación a los casos de flagrancia resalta los principios del sistema acusatorio. (Revista N° 11)
CITACIÓN DIRECTA - Casos de flagrancia en que resulta aplicable. (Revista N° 11)

CITACIÓN DIRECTA - Obligación ineludible de notificar requerimiento fiscal. (Revista N° 11)

COACCIÓN - Necesaria contrariedad con la voluntad de la víctima. (Revista N° 5)

COACCIÓN - Necesidad de que el sujeto pasivo haya sido compelido a hacer, omitir o tolerar algo a lo que no está
obligado. (Revista N° 6)
CÓDIGO DE LA NIÑEZ Y LA ADOLESCENCIA - El desistimiento, la deserción y la revocatoria de la instancia están
prohibidos en materia de menores. . (Revista N° 17)

COHECHO - Distinción entre cohecho y concusión (Revista N° 3)

COHECHO PROPIO - Consideraciones sobre el significado y alcances del término "permitiere" contenido en el tipo -
Posibilidad de que la Sala dicte un procesamiento. (Revista N° 11)

COHECHO PROPIO - Consumación no requiere aceptación de la dádiva o ventaja indebida. (Revista N° 11)

COHECHO PROPIO - Ofrecimiento de dádiva de bajo monto - Consideraciones sobre su relevancia en ciertos contextos.
(Revista N° 15)

COMISO - Bienes provenientes del Narcotráfico - Alcances. (Revista N° 11)

COMISO - Bienes provenientes del narcotráfico. Obligación de oír a eventuales perjudicados. (Revista N° 15)

COMISO - Bienes provenientes del Narcotráfico - Posibilidad de anular sentenda por falta de fundamentación y resolver
sobre devolución de bienes. (Revista N° 11)

COMISO - Imposibilidad de ordenarlo si el propietario no ha sido llamado al proceso. (Revista N° 13)

COMISO - Presupuestos para que pueda practicarse sobre dinero efectivo. (Revista N° 13)

COMISO - Procedencia. Devolución de bienes o reintegrar su valor económico. (Revista N° 17)

COMPETENCIA - Autoridad judicial competente para recibir prueba testimonial. (Revista N° 5)

COMPETENCIA - Competencia del juez en reenvío. (Revista N° 4)

COMPETENCIA - Criterios de determinación en casos de acumulación de conformidad con la gravedad del delito.
(Revista N° 6)
COMPETENCIA - El agente fiscal no es juez competente en los términos del artículo 37 de la Constitución Política.
(Revista N° 5)

COMPETENCIA - Fijación de la competencia en las injurias por medio de cartas. (Revista N° 4)

COMPETENCIA - Impedimento de salida del país dictado por autoridad que había perdido competencia. (Revista N° 3)

COMPETENCIA - Modificación de la competencia en los delitos de injurias, calumnias y difamación. (Revista N° 4)

COMPETENCIA - Tentativa de Suicidio - Competencia de los juzgados penales. (Revista N° 7)

COMPLICIDAD - La existencia de un plan común y una distribución de funciones excluye la complicidad. (Revista N° 10)
COMUNICABILIDAD DE LAS CIRCUNSTANCIAS - El término "partícipe" que utiliza el Código Penal tiene un sentido
amplio que contempla también a los coautores. (Revista N° 10)

CONCILIACIÓN - Interpretación del artículo 36 del Código Procesal Penal. (Revista N° 17)

CONCILIACIÓN - Naturaleza jurídica y razones que la justifican. (Revista N° 16)

CONCILIACIÓN - Necesaria intervención del Ministerio Público. (Revista N° 16)

CONCILIACIÓN - No procede cuando las víctimas del delito son menores. (Revista N° 16)

CONCILIACIÓN - No procede en delitos cometidos en perjuicio de niños y adolescentes. (Revista N° 17)

CONCILIACIÓN - No se admite en delitos en donde no es posible la ejecución condicional de la pena, ni en los


cometidos contra menores de edad. (Revista N° 17)

CONCILIACIÓN - No se admite en el delito de violación. (Revista N° 17)

CONCILIACIÓN - Nulidad por obviar análisis sobre parentesco entre imputado y ofendido que impedía conciliar. (Revista
N° 16)
CONCILIACIÓN - Obligatoria participación de todos los interesados - Necesaria claridad de los acuerdos conciliatorios.
(Revista N° 16)
CONCURSO APARENTE DE DELITOS - La vinculación de varios delitos entre sí, en relación de medio a fin, no es
suficiente para afirmar una unidad de acción. (Revista N° 14)

CONCURSO IDEAL - Diferencia con el concurso aparente. (Revista N° 17)

CONCURSO IDEAL - Entre Resistencia Agravada y Desacato - Ofensas proferidas para oponerse a detención. (Revista N
° 12)
CONCURSO IDEAL - Entre Robo Agravado y Homicidio Calificado - Muerte del ofendido para consumar apoderamiento
ilegítimo. (Revista N° 16)

CONCURSO IDEAL - Estafa y uso de documento falso. (Revista N° 13)

CONCURSO REAL RETROSPECTIVO - Adecuación de penas en sentencias pendientes. (Revista N° 14)

CONCURSO REAL RETROSPECTIVO - Reglas generales para la unificación de penas. (Revista N° 14)

CONCURSOS - Análisis sobre la penalidad en los distintos tipos. (Revista N° 13)

CONCUSIÓN - Diferencia con la exacción ilegal. (Revista N° 6)

CONDENATORIA CIVIL - Nulidad de la condenatoria civil de oficio. (Revista N° 4)

CORRELACIÓN ENTRE ACUSACIÓN Y SENTENCIA - Alcances. (Revista N° 7)

CORRELACIÓN ENTRE ACUSACIÓN Y SENTENCIA - Alcances. (Revista N° 12)

CORRELACIÓN ENTRE ACUSACIÓN Y SENTENCIA - Dificultades para obtener identidad absoluta. (Revista N° 9)

CORRELACIÓN ENTRE ACUSACION Y SENTENCIA - Introducción al proceso de circunstancia agravante - Formulación


de recurso por el fondo permite resolver sin ordenar el reenvío. (Revista N° 11)
CORRELACIÓN ENTRE ACUSACIÓN Y SENTENCIA - Nulidad por inclusión de hechos adicionales no intimados.
(Revista N° 15)
CORRELACIÓN ENTRE ACUSACIÓN Y SENTENCIA - Omisión de señalar contenido de acusación o remisión a citas de
folios donde se localiza el requerimiento no siempre provoca nulidad. (Revista N° 11)

CORRUPCIÓN - Innecesario resultado material para configurar el delito. (Revista N° 11)

CORRUPCIÓN - No es necesario una pluralidad de actos ni que la alteración en el instuito sexual sea apreciable.
(Revista N° 6)
CORRUPCIÓN AGRAVADA - Consideraciones sobre el elemento subjetivo del tipo y su diferencia con abusos
deshonestos. (Revista N° 16)

CORRUPCIÓN AGRAVADA - Delito de peligro. (Revista N° 8)

CORRUPCIÓN AGRAVADA - Presencia voluntaria de madre de menor ofendida mientras se realizaban los actos
corruptos la convierte en coautora. (Revista N° 11)

CORRUPCIÓN DE MENORES - Contacto físico homosexual con menor de edad. (Revista N° 8)

COSTAS - Condenatoria en costas al Estado - Imposibilidad de separar la obligación de reparar daños y perjuicios del
pago de costas. (Revista N° 7)

COSTAS - Condenatoria improcedente al actor civil por existir justificación legal para intervenir. (Revista N° 12)

COSTAS - No existe motivo alguno para privilegiar al Estado con la exoneración del pago de costas. (Revista N° 7)

COSTAS - Obligación de pronunciamiento de oficio. (Revista N° 8)

COSTAS PERSONALES - Exoneración procede solo en casos excepcionales. (Revista N° 16)

COSTAS PERSONALES - Normativa aplicable a la fijación de costas personales. (Revista N° 4)

COSTAS PROCESALES - Validez de fijación basada en prueba no incorporada al debate. (Revista N° 11)

CUANTÍA - Modificación anual de cuantías - Inexistencia de variación al tipo penal - Posibilidad legal de disponer sobre
aplicación de ley más favorable. (Revista N° 8)

CULPA - Análisis del concepto. (Revista N° 6)

CULPABILIDAD - Concepto normativo que implica una necesaria correlación entre culpabilidad y pena. (Revista N° 9)

CURADOR - Innecesario nombramiento de curador para los menores que declaran. (Revista N° 4)
RESUMENES DE SENTENCIA CLASIFICADOS POR DESCRIPTOR,
PUBLICADOS EN LA REVISTA DE LA ASOCIACION DE CIENCIAS PENALES DE COSTA RICA

DAMNIFICADO - Alcances del concepto para efectos indemnizatorios. (Revista N° 12)

DAÑO MORAL - Carácter facultativo del pronunciamiento. (Revista N° 7)

DAÑO MORAL - Contenido de daño moral. (Revista N° 4)

DAÑO MORAL - El derecho a la reputación de las personas jurídicas es tutelable. (Revista N° 12)

DAÑO MORAL - Indemnización posible en delitos pluriofensivos como el desacato. (Revista N° 6)

DAÑO MORAL - Indemnización prudencial. (Revista N° 7)

DAÑO MORAL - Legitimación y aspectos que comprende. (Revista N° 15)

DAÑO MORAL - Muerte de pariente cercano (Revista N° 5)

DAÑO MORAL - Necesaria demostración de su naturaleza y consecuencias habidas o posibles. (Revista N° 7)

DAÑO MORAL - Necesaria fundamentación de los montos acogidos. (Revista N° 9)

DAÑO MORAL - Procedencia en toda infracción punible que cause daños a intereses de orden moral. (Revista N° 7)

DEBATE - Suspensión del debate - Forma de computar plazos cuando median asuetos concedidos por Corte Plena.
(Revista N° 6)
DEBATE - Suspensión del debate - No viola el debido proceso la suspensión del debate por un plazo mayor al
establecido en la ley si hubo acuerdo entre las partes. (Revista N° 17)

DEBATE - Suspensión injustificada afecta el principio de continuidad. (Revista N° 15)

DEBIDO PROCESO - Violación por declaratoria de incompetencia después de abierto el debate y recibida la prueba.
(Revista N° 8)
DEFENSA PÚBLICA - Sustitución de defensor no debe necesariamente documentarse con certificado del acuerdo de
Corte Plena. (Revista N° 8)

DEFENSA PUTATIVA - Error de prohibición con efecto exculpante - Deber de indemnizar civilmente. (Revista N° 7)
DEFENSOR - Obligación del defensor de procurar la comparecencia de su cliente al debate. (Revista N° 5)

DELIBERACIÓN - Término de la deliberación - Suspensiones por fuerza mayor. (Revista N° 15)

DELITO CONTINUADO - Criterios para distinguirlo del concurso material de delitos. (Revista N° 13)

DELITO CONTINUADO - Forma homogénea de realización de actos es reveladora de una misma finalidad. (Revista N°
5)
DELITO CONTINUADO - Innecesaria homogeneidad absoluta en las acciones, basta la unidad de motivación. (Revista N°
10)

DELITO CONTINUADO - La finalidad es el elemento que permite distinguirlo del concurso real. (Revista N° 16)

DELITO CONTINUADO - Penalidad del delito continuado. (Revista N° 5)

DELITO CONTINUADO - Procede solo en delitos que afectan bienes jurídicos patrimoniales. (Revista N° 17)

DELITO CONTINUADO RETROSPECTIVO - Posibilidad de adecuar penas impuestas en el primero y segundo fallos.
(Revista N° 12)
DELITO CULPOSO - Sustitución de los conceptos negligencia, imprudencia e impericia - Elementos de la tipicidad en el
delito culposo. (Revista N° 7)

DELITOS CONTRA EL HONOR - Ofensas a la memoria de un difunto como delito de acción privada. (Revista N° 6)

DELITOS DE ACCIÓN PÚBLICA PERSEGUIBLE A INSTANCIA PRIVADA - Limitaciones a la posibilidad de ratificar la


denuncia. (Revista N° 15)
DELITOS DE PELIGRO ABSTRACTO - Relación entre tenencia de armas prohibidas y secuestro extorsivo. (Revista N°
15)
DELITOS DE PELIGRO CONCRETO - Basta un perjuicio potencial para que se configure la tipicidad objetiva. (Revista N
° 17)
DELITOS PERSEGUIBLES A INSTANCIA PRIVADA - Consideraciones sobre la edad para efectos de validez de la
denuncia. (Revista N° 9)

DELITOS PERSEGUIBLES A INSTANCIA PRIVADA - Fundamento del requisito de la instancia privada. (Revista N° 9)

DEMANDADO CIVIL - Posibilidad de asignarle un defensor público. (Revista N° 7)

DEMANDADO CIVIL - Posibilidad de continuar trámite aunque no se haya declarado su rebeldía. (Revista N° 6)

DEMANDADO CIVIL - Validez de las notificaciones realizadas al imputado que tiene la condición de demandado civil.
(Revista N° 7)

DENUNCIA - Validez como acto procesal a pesar de la abstención posterior del denunciante como testigo. (Revista N° 7)

DENUNCIA - Valoración como acto procesal - Abstención del ofendido para declarar no implica desaparición de la
instancia. (Revista N° 11)

DENUNCIA CALUMNIOSA - Requisitos del tipo. (Revista N° 11)

DETENCIÓN - Detención improcedente por no estar firme la sentencia. (Revista N° 3)

DERECHO DE ABSTENCIÓN - Alcances - Posibilidad de incorporar declaración por muerte del testigo. (Revista N° 7)
DERECHO DE ABSTENCIÓN - Alcances en cuanto a personas protegidas por ese derecho. (Revista N° 6)

DERECHO DE ABSTENCIÓN - Consulta constitucional sobre posibilidad de abstención de parientes colaterales en unión
de hecho. (Revista N° 10)

DERECHO DE ABSTENCIÓN - Imposibilidad de ser utilizado en perjuicio del encartado. (Revista N° 13)

DERECHO DE ABSTENCIÓN - Improcedencia en el caso de familia de hecho. (Revista N° 8)

DERECHO DE ABSTENCIÓN - Imputados absueltos, condenados o prófugos como testigos. (Revista N° 15)

DERECHO DE ABSTENCIÓN - Incorporación como prueba de manifestaciones voluntarias ante médico forense -
Inexistencia de violación al secreto profesional. (Revista N° 15)

DERECHO DE ABSTENCIÓN - Inexistencia para la concubina. (Revista N° 7)

DERECHO DE ABSTENCIÓN - La facultad de abstenerse de declarar es irrenunciable. (Revista N° 4)

DERECHO DE ABSTENCIÓN - Omisión de advertencia que no provoca nulidad por declaración favorable al pariente.
(Revista N° 9)

DERECHO DE ABSTENCIÓN - Parentesco entre primos hermanos está fuera del privilegio. (Revista N° 11)

DERECHO DE ABSTENCIÓN - Presunción de culpabilidad ante silencio del imputado vulnera groseramente al artículo 36
de la Constitución Política. (Revista N° 10)
DERECHO DE ABSTENCIÓN - Requisitos de la unión de hecho para ser amparada - Necesidad de valorar cada caso.
(Revista N° 12)
DERECHO DE ABSTENCIÓN - Validez de declaración sobre lo contado por ofendida que luego se abstuvo. (Revista N°
10)
DERECHO DE ABSTENCIÓN - Violación por incorporación de entrevista a ofendida realizada por sicólogo y trabajadoras
sociales. (Revista N° 15)
DERECHO DE ABSTENCIÓN Y ARREPENTIMIENTO - La falta de arrepentimiento no puede hacerse derivar del derecho
de abstención. (Revista N° 13)
DERECHO DE DEFENSA - Afectación por comiso de inmueble sin oportunidad de defensa al representante de la
propietaria. (Revista N° 9)

DERECHO DE DEFENSA - Derecho a la intimación en el proceso contravencional. (Revista N° 17)

DERECHO DE DEFENSA - El imputado no está obligado a presentar sus testigos. (Revista N° 5)

DERECHO DE DEFENSA - Participación de las partes en las actos de investigación del Ministerio Público. (Revista N°
17)

DERECHO DE DEFENSA - Posibilidad de valorar las manifestaciones emitidas al final de la audiencia. (Revista N° 12)

DERECHO DE DEFENSA - La ausencia de juramentación de defensor no vulnera el principio de defensa. (Revista N° 4)

DERECHO DE DEFENSA - Limitación arbitraria al ejercicio de codefensa - Incompatibilidad entre la condición de testigo y
defensor. (Revista N° 6)

DERECHO DE DEFENSA - Potestades del juzgador no implican selección arbitraria de la prueba. (Revista N° 9)

DESACATO - Irrespeto a funcionario judicial. (Revista N° 6)


DESACATO - Ofensas a Juez de la República - Irrelevancia del hecho de que al momento de ocurrir la supuesta
sustracción el ofendido fuera actuario. (Revista N° 6)
DESACATO - Referencia genérica a cualquiera de las formas de afectación al honor - Diferencia con la concepción de
honor de la injuria. (Revista N° 6)

DESACATO Y RESISTENCIA - Diferencia en cuanto al bien jurídico tutelado en ambas figuras. (Revista N° 11)

DESOBEDIENCIA A LA AUTORIDAD - Desacato a orden de derribo - Imposibilidad de impedir la ejecución de una


sentencia interdictal. (Revista N° 7)
DESOBEDIENCIA A LA AUTORIDAD - Incumplimiento de resolución de la Sala Constitucional que no contiene mandato
preciso y concreto no configura este delito. (Revista N° 7)

DETENCIÓN - Definición de "indicio comprobado". (Revista N° 14)

DETENCIÓN - Indicio comprobado de haber cometido delito. (Revista N° 17)

DETENCIÓN - No procede la detención por contravenciones. (Revista N° 5)

DETENCIÓN PROVISIONAL - Requisitos para ordenar la detención provisional. (Revista N° 5)

DIFAMACIÓN - Dolo. Prueba de la verdad. (Revista N° 17)

DIFAMACIÓN - Presupuestos de la difamación. (Revista N° 4)

DIVULGACIÓN DE SECRETOS - Derecho del imputado a conocer el contenido de acusaciones en su contra. (Revista N
° 5)
DOCUMENTO PÚBLICO - Adulteración de Documento Público - Necesaria posibilidad real de perjuicio que no se
produce en una burda alteración. (Revista N° 9)

DOLO - Análisis de su contenido en la legislación costarricense. (Revista N° 7)

DOLO - Diferencia entre dolo y la intención. (Revista N° 4)

DOLO - Exigencia en nuestro Código Penal del dolo de tipo o dolo natural - Aplicación del error invencible de prohibición
en denuncia calumniosa. (Revista N° 10)
DOLO EVENTUAL - Innecesaria realización de actos materiales de ejecución en los delitos puente - Suficiente
demostración del "dominio del hecho". (Revista N° 8)
DROGAS - Estimulación o promoción al consumo no autorizado de drogas - Imposibilidad de relacionar conducta con
operaciones de trasiego de drogas. (Revista N° 7)

DROGAS - La descripción del artículo 15 de la Ley de Sicotrópicos N ° 7093 no constituye una forma de complicidad.
(Revista N° 5)

DROGAS - La descripción típica del artículo 15 de la Ley de Sicotrópicos no es un tipo penal abierto. (Revista N° 5)

DROGAS - La participación criminal en la Ley de Sicotrópicos. (Revista N° 3)

DROGAS - Legalidad de la participación del agente encubierto en delitos con drogas. (Revista N° 4)

DROGAS - Ley de Psicotrópicos - Contenido de las conductas estipuladas en el artículo 18. (Revista N° 7)

DROGAS - Suministro - Ofrecimiento ocasional de droga para consumo excluye riesgo para el bien jurídico tutelado.
(Revista N° 11)
DROGAS - Tenencia de drogas para el tráfico - Delito experimental no puede dar base por sí solo a una condenatoria.
(Revista N° 10)

DROGAS - Tenencia de drogas para el tráfico - Validez de intervención del agente encubierto. (Revista N° 10)

DROGAS - Tenencia de drogas para el tráfico a consumidores - Posible desconocimiento de ventas posteriores. (Revista
N° 14)

DROGAS - Tráfico de drogas - Al ser un delito consumado no admite la tentativa. (Revista N° 17)

DROGAS - Tráfico de drogas - Como delito de peligro abstracto no requiere la efectiva lesión al bien jurídico tutelado.
(Revista N° 17)

DROGAS - Tráfico de drogas - Consideraciones sobre la actividad desarrollada por la organización. (Revista N° 15)

DROGAS - Tráfico de drogas - No admite la tentativa al ser un delito de peligro abstracto. Algunas consideraciones
sobre el tema. (Revista N° 17)
DROGAS - Tráfico de drogas - Pacto de compra que no se llevó a cabo por intervención policial constituye acto
preparatorio impune. (Revista N° 16)
DROGAS - Tráfico de drogas y estimulación al consumo - La promoción indiscriminada del consumo no constituye un
requisito de tipicidad. (Revista N° 6)
DROGAS - Tráfico de Marihuana - El concepto "dependencia" debe extraerse de otras normas que regulan la materia, sin
que su ausencia incida en la tipicidad. (Revista N° 6)
DROGAS - Tráfico Internacional de Drogas - Innecesario cumplimiento de totalidad de plan propuesto para tenerlo por
configurado. (Revista N° 11)

DROGAS - Transporte de drogas - Contenido del concepto "transporte" criminalizado en nuestra ley. (Revista N° 9)

DROGAS - Venta de drogas - Cierre de negocio donde se vendía la droga, sin darle intervención al propietario atenta
contra el debido proceso. (Revista N° 12)

DROGAS - Venta de drogas - Requisitos de las ventas controladas. (Revista N° 15)

DROGAS - Venta de drogas - Varias ventas a agente encubierto no configuran concurso real. (Revista N° 12)

DROGAS - Venta de drogas a consumidores - Aspecto subjetivo que debe valorarse. (Revista N° 10)

DROGAS - Venta de drogas a consumidores - Tenencia es conducta anterior a la venta y por ello procede disminuir la
pena. (Revista N° 12)
RESUMENES DE SENTENCIA CLASIFICADOS POR DESCRIPTOR,
PUBLICADOS EN LA REVISTA DE LA ASOCIACION DE CIENCIAS PENALES DE COSTA RICA

EJECUCIÓN CONDICIONAL - Competencia para otorgar el beneficio. (Revista N° 16)

EJECUCIÓN CONDICIONAL - Cómputo del plazo para cancelar inscripción de juzgamiento. (Revista N° 15)

EJECUCIÓN CONDICIONAL - Determinación de los casos en que procede. (Revista N° 16)

EJECUCIÓN CONDICIONAL - Discrepancia entre ambas Salas en relación con la revocatoria de la ejecución condicional.
(Revista N° 3)
EJECUCIÓN CONDICIONAL - Importancia de la pena impuesta para efectos de revocatoria de la ejecución condicional.
(Revista N° 3)

EJECUCIÓN CONDICIONAL - Incidencia de 1a pena del nuevo delito para revocar ejecución condicional. (Revista N° 3)

EJECUCIÓN CONDICIONAL - Incorrecta apreciación sobre la falta de arrepentimielito como motivo para denegar el
beneficio. (Revista N° 6)

EJECUCIÓN CONDICIONAL - Modificación incorrecta por vía de aclaración y adición. (Revista N° 6)

EJECUCIÓN CONDICIONAL - Posibilidad de valorar personalidad del condenado y su arrepentimiento. (Revista N° 14)

EJECUCIÓN CONDICIONAL - Supuestos para otorgarlo - La pena tiene también finalidad retributiva. (Revista N° 10)

EJECUCIÓN DE LA PENA - Organos competentes para conocer. (Revista N° 16)

EJECUCIÓN DE SENTENCIA - Improcedencia de solicitud de suspensión mientras se tramita recurso de revisión.


(Revista N° 12)

EJERCICIO ILEGAL DE LA MEDICINA - Requisitos del tipo. (Revista N° 5)

EMOCIÓN VIOLENTA - Elementos. (Revista N° 9)

EMOCIÓN VIOLENTA - Elementos básicos. (Revista N° 7)

EMOCIÓN VIOLENTA - Existencia por conmoción impulsiva en el ánimo de la actora, causada por ofensas proferidas por
la víctima. (Revista N° 12)

ENRIQUECIMIENTO ILÍCITO - Guarda de colegio que vende examenes a los estudiantes. (Revista N° 11)
ENSAÑAMIENTO - Elementos que lo definen. (Revista N° 11)

ENSAÑAMIENTO - Elementos que lo definen. (Revista N° 11)

ERROR DE DERECHO - Análisis de su contenido - El concepto culpabilidad es altamente graduable. (Revista N° 7)

ERROR DE HECHO - Análisis de la estructura sistemática seguida por el legislador. (Revista N° 7)

ERROR DE PROHIBICIÓN - Venta de patente para hacerse pago de deuda no cancelada, por consejo de profesional en
derecho. (Revista N° 12)
ERROR DE TIPO - Inexistencia por no haberse demostrado falso conocimiento o ignorancia de los elementos típicos.
(Revista N° 11)

ERRORES MATERIALES - Concepto. Límites de la facultad del juzgador. (Revista N° 15)

ESPECULACIÓN - El delito de especulación en la prestación del servicio de parqueo. (Revista N° 4)

ESPECULACIÓN - Inexistencia de responsabilidad penal objetiva. (Revista N° 6)

ESTADO CIVIL - Alcances del concepto. (Revista N° 6)

ESTADO CIVIL - Puede demostrarse por cualquier medio de prueba legítimo. (Revista N° 17)

ESTADO DE NECESIDAD - Necesaria congruencia entre el tipo objetivo y el tipo subjetivo de la permisión. (Revista N° 7)

ESTAFA - Acuerdo con la policía para detener al imputado impide lesión y puesta en peligro del bien jurídico tutelado.
(Revista N° 13)

ESTAFA - Análisis en cuanto a la figura del agente provocador, delito experimental y delito imposible. (Revista N° 8)

ESTAFA - Cómputo de la prescripción tratándose de un ilícito permanente vinculado a un ejercicio ilegal de la profesión.
(Revista N° 11)

ESTAFA - Concurso ideal con falsificación de documento y uso de documento falso. (Revista N° 12)

ESTAFA - El uso de documento falso para engañar no puede subsumirse dentro del tipo de estafa. (Revista N° 10)

ESTAFA - Hipotético conocimiento de víctima sobre ilicitud de negocio propuesto no excluye ni justifica responsabilidad
penal. (Revista N° 13)
ESTAFA - Inexistencia de peligro para el bien jurídico por tratarse de simulación de hechos controlados para capturar al
imputado. (Revista N° 8)

ESTAFA - Naturaleza del engaño en el delito de estafa. (Revista N° 4)

ESTAFA - Pago de seguro obtenido mediante datos falsos. (Revista N° 15)

ESTAFA - Responsabilidad civil de Mutual derivada de "culpa in vigilando". (Revista N° 9)

ESTAFA MEDIANTE CHEQUE - Necesidad de que el pago se frustre por acción deliberada o prevista por el autor al
momento de entregar el cheque. (Revista N° 6)

ESTAFA PROCESAL - Consideraciones. (Revista N° 15)


ESTAFA PROCESAL O TRIANGULAR - Falsificación de recibos en juicio de desahucio, induciendo en error al juez.
(Revista N° 12)
ESTAFA Y APROPIACIÓN INDEBIDA - Diferencia en el abuso de confianza que comprenden ambos delitos. (Revista N°
6)

ESTELIONATO - Derecho de retención como ejercicio legítimo de un derecho. (Revista N° 9)

ESTELIONATO - El ilícito no ha de plasmarse necesariamente en un documento. (Revista N° 8)

ESTUPRO - Consideraciones sobre el concepto honestidad. (Revista N° 12)

ESTUPRO AGRAVADO - Requisitos para que se configure la relación de "guardador". (Revista N° 9)

EVASIÓN - Necesidad de una efectiva y real detención. (Revista N° 7)

EXAMEN PSIQUIÁTRICO DEL IMPUTADO - Algunas consideraciones sobre su evolución histórica. (Revista N° 17)

EXAMEN PSIQUIÁTRICO DEL IMPUTADO - Aspectos de interés sobre su valor probatorio. No viola el principio de
inocencia. . (Revista N° 17)

EXCARCELACIÓN - Certificación de antecedentes penales para resolver excarcelación. (Revista N° 5)

EXCARCELACIÓN - Denegatoria de excarcelación - Antecedentes penales. Estado de Inocencia. (Revista N° 15)

EXCARCELACIÓN - Facultades de oficio del juzgador, no es admisible la audiencia previa a las partes. (Revista N° 14)

EXCARCELACIÓN - Posibilidad de revocatoria ante una sentencia condenatoria. (Revista N° 14)

EXCARCELACIÓN - Revisión de oficio o a solicitud de parte antes de los tres meses. (Revista N° 14)

EXCARCELACIÓN - Trámite inaplicable cuando existe sentencia firme. (Revista N° 9)

EXPEDIENTES JUDICIALES - Derecho de los abogados de revisar los expedientes judiciales. (Revista N° 5)

EXPEDIENTES JUDICIALES - Reposición de Expedientes - Necesario respeto a las garantías constitucionales. (Revista
N° 5)

EXPEDIENTES JUDICIALES - Reposición de Expedientes - Requisitos de las fotocopias. (Revista N° 6)

EXTENSIÓN DE REQUERIMIENTO POR JUEZ INSTRUCTOR - El principio de indivisibilidad de la acción penal lo faculta
para traer a proceso a otra persona, si se infiere su participación después de efectuado el requerimiento. (Revista N° 13)

EXTORSIÓN - Diferencia con la estafa. (Revista N° 10)

EXTORSIÓN - Distinción entre consumación formal y material. (Revista N° 13)

EXTORSIÓN - Momento de consumación - Acción que pone en peligro libertad de disposición patrimonial. (Revista N° 12)

EXTORSIÓN - Tentativa - Elementos para su consumación. (Revista N° 8)

EXTRADICIÓN - Competencia de la Sala Constitucional. (Revista N° 16)


EXTRADICIÓN - Naturaleza jurídica. (Revista N° 14)

EXTRADICIÓN - Plazo para la recepción de prueba y para la detención. (Revista N° 14)

EXTRADICIÓN - Requisitos de la promesa del estado requirente. (Revista N° 16)


RESUMENES DE SENTENCIA CLASIFICADOS POR DESCRIPTOR,
PUBLICADOS EN LA REVISTA DE LA ASOCIACION DE CIENCIAS PENALES DE COSTA RICA

FALSEDAD IDEOLÓGICA - Acuerdo con oficial de tránsito para insertar datos falsos en el parte - Autoría e instigación.
(Revista N° 15)

FALSEDAD IDEOLÓGICA - Datos falsos en parte de tránsito. (Revista N° 15)

FALSEDAD IDEOLÓGICA - Inserción de datos falsos en parte de tránsito. (Revista N° 16)

FALSEDAD IDEOLÓGICA - La declaración testimonial rendida ante notario público no constituye falso testimonio.
(Revista N° 17)

FALSEDAD IDEOLÓGICA - Objetos alternativos del delito son: el documento público y el auténtico. (Revista N° 10)

FALSIFICACIÓN DE DOCUMENTO EQUIPARADO - Modificación del monto en un certificado de prenda que se pretendió
hacer valer judicialmente. (Revista N° 13)

FALSIFICACIÓN DE DOCUMENTO PÚBLICO - La mera posibilidad del perjuicio completa la conducta reprimida.
(Revista N° 6)

FALSO TESTIMONIO - Declaración en una misma causa como testigo e imputado - Inexistencia de derecho del imputado
a mentir. (Revista N° 15)

FALSO TESTIMONIO - Inexistencia en declaración sobre hechos propios - Prevalencia de la condición de testigo cuando
también se ha declarado como imputado. (Revista N° 16)

FALSO TESTIMONIO - Juramento no es requisito sine qua non del tipo. (Revista N° 9)

FALSO TESTIMONIO - Unidad de acción pese a dos declaraciones. (Revista N° 14)

FALSO TESTIMONIO - Varias declaraciones falsas sobre los mismos hechos configuran un solo delito. (Revista N° 15)

FAMILIA DE HECHO - La tutela efectiva que existe en la propia Constitución Política permite que quienes así conviven
puedan ser acreedores alimentarios legales entre sí. (Revista N° 13)

FRAUDE DE SIMULACIÓN - Traspasos aparentes de bienes para evitar liquidación de gananciales. (Revista N° 11)

FUNCIONARIO DE HECHO - Juramentación del funcionario - Doctrina del funcionario de hecho. (Revista N° 7)

FUNCIONARIO DE HECHO - Teoría del funcionario de hecho aplicado a Juez que no ha prestado juramento. (Revista N°
3)

FUNCIONARIO PÚBLICO - Amplitud del concepto en Derecho Penal. (Revista N° 9)

FUNDAMENTACIÓN - Necesaria fundamentación del rechazo de prueba. (Revista N° 5)

FUNDAMENTACIÓN - No siempre es posible una precisión absoluta de los hechos. (Revista N° 17)

FUNDAMENTACIÓN - Obligación de fundamentar la denegatoria de condena de ejecución condicional. (Revista N° 4)


RESUMENES DE SENTENCIA CLASIFICADOS POR DESCRIPTOR,
PUBLICADOS EN LA REVISTA DE LA ASOCIACION DE CIENCIAS PENALES DE COSTA RICA

GARANTÍAS PROCESALES - Deber de observarlas rigurosamente en cualquier instancia. (Revista N° 11)

HABEAS CORPUS - El Hábeas Corpus no procede para atacar sentencia de casación por supuesta violación al debido
proceso y al derecho de defensa. (Revista N° 3)
HECHOS PROBADOS - No se requiere una ubicación temporal absoluta, salvo que se demuestre su esencialidad o
utilidad. (Revista N° 17)

HONORARIOS - De abogado - Interpretación de contrato de cuota litis. (Revista N° 14)

HOMICIDIO - Análisis del dolo eventual. (Revista N° 7)

HOMICIDIO - Análisis sobre la alevosía y el ensañamiento. (Revista N° 15)

HOMICIDIO CALIFICADO - Muerte ocasionada para consumar robo. (Revista N° 11)

HOMICIDIO CALIFICADO - Necesario conocimiento de la indefensión para configurar agravante de alevosía. (Revista N°
13)

HOMICIDIO CALIFICADO - Requisitos de agravación en la relación concubinaria. (Revista N° 10)

HOMICIDIO CULPOSO - Alegato sobre costumbre de navegación fluvial nocturna sin señales luminosas que está en
contradicción con el ordenamiento jurídico. (Revista N° 11)
HOMICIDIO CULPOSO - Caso fortuito por desperfecto en frenos excluye responsabilidad pese a infracción de tránsito por
viajar personas fuera de la cabina. (Revista N° 11)

HOMICIDIO CULPOSO - Examen de los elementos objetivos y subjetivos del delito culposo. (Revista N° 7)

HOMICIDIO CULPOSO - Responsabilidad de conductores partícipes en competencias de velocidad o piques. (Revista N°


7)

HURTO - Apoderamiento de reloj de persona fallecida. (Revista N° 11)

HURTO - Apoderamiento de trozos de madera. (Revista N° 6)

HURTO - De Título Valor - Independencia de la falsificación y uso posterior del documento. (Revista N° 11)
HURTO - Desprendimiento de celosías no constituye fuerza en las cosas. (Revista N° 9)

HURTO - La cuantía y la penalidad se determinan de conformidad con la fecha en que hayan sucedido los hechos y no
debe actualizarse cada año. (Revista N° 13)
HURTO - Momentos en que el delito alcanza su consumación - Participación puede darse mientras no se haya agotado el
injusto. (Revista N° 15)

HURTO - Valores de un giro de gobierno para efectos de hurto. (Revista N° 4)

HURTO AGRAVADO - Agravación por uso de llave verdadera requiere una conducta conexa con el hurto encaminada a
obtener la llave venciendo su protección. (Revista N° 7)

HURTO AGRAVADO - La concurrencia de tres o más personas se refiere a los "autores". (Revista N° 15)

HURTO AGRAVADO - Necesidad de cumplimiento de presupuesto del hurto simple. (Revista N° 8)

HURTO AGRAVADO - Necesidad de que concurran las características señaladas para el tipo general de hurto. (Revista
N° 5)
HURTO SIMPLE - Las sumas que corresponden al impuesto de ventas no pueden integrarse al valor de los bienes
sustraídos antes de su venta para establecer el requisito del artículo 208 del Código Penal. (Revista N° 7)
RESUMENES DE SENTENCIA CLASIFICADOS POR DESCRIPTOR,
PUBLICADOS EN LA REVISTA DE LA ASOCIACION DE CIENCIAS PENALES DE COSTA RICA

IMPUTACIÓN - No constituye violación constitucional. (Revista N° 16)

IMPUTADO - La negativa a que el imputado se aleje de la audiencia no permite anular la sentencia en esta vía. (Revista
N° 5)

IMPUTADO - Obligación de comunicarse e informarse del proceso con su defensor. (Revista N° 17)

IMPUTADO - Prófugo. Posibilidad de incorporar su declaración en juicio. (Revista N° 17)

IN DUBIO PRO REO - Aplicación en caso de decomiso de droga dentro del colchón de la cama utilizada por el imputado.
(Revista N° 13)
IN DUBIO PRO REO - Aplicación por parte de la Sala frente a duda sobre connotación sexual de tocamiento. (Revista N°
11)

IN DUBIO PRO REO - Corrección del criterio formal en cuanto a su control en casación. (Revista N° 9)

IN DUBIO PRO REO - Evolución jurisprudencial de su control en casación - Forma de reclamar la errónea aplicación de la
duda razonada. (Revista N° 10)

IN DUBIO PRO REO - Naturaleza de la duda. (Revista N° 6)

IN DUBIO PRO REO - Posibilidad de análisis en casación. (Revista N° 11)

INCIDENTE DE EJECUCIÓN - La posibilidad de utilizarlo para declarar inexistencia de sentencia penal requiere el
examen previo de algunos aspectos. (Revista N° 6)
INCIDENTE DE EJECUCIÓN - Presentado como solicitud de libertad condicional - Procedencia del recurso de casación.
(Revista N° 14)

INCOMUNICACIÓN - Finalidades de la incomunicación. (Revista N° 5)

INCONSTITUCIONALIDAD DEL ARTÍCULO 230 DEL CÓDIGO PENAL - Necesidad e importancia del Bien Jurídico
Tutelado. (Revista N° 14)

INDAGATORIA - Posibilidad legal de incorporarla por lectura. (Revista N° 6)

INDEPENDENCIA JUDICIAL - Forma parte del sistema democrático de derecho. (Revista N° 17)

INHABILITACIÓN - Alcance de la inhabilitación como pena accesoria. (Revista N° 4)


INHIBICIÓN - Causales de inhibición - Las causales del artículo 29 no son taxativas ni exclusivas. (Revista N° 15)

INHIBICIÓN - Inhibición de jueces que actuaron como funcionarios del Ministerio Público. (Revista N° 4)

INHIBICIÓN - Inhibitoria. Es una garantía de objetividad e imparcialidad procesal. . (Revista N° 17)

INHIBICIÓN - Integración del tribunal con un anterior representante del Ministerio Público - La formulación de
requerimiento de instrucción contiene valoración de fondo que amerita inhibitoria como juez. (Revista N° 11)
INHIBICIÓN - Juicio de certeza emitido en procesamiento impide a juez instructor integrar tribunal de juicio. (Revista N°
11)

INHIBICIÓN - Trámite cuando se inhiben todos los miembros de un Tribunal. (Revista N° 6)

INJURIAS POR LA PRENSA - Diferencia con la injuria prevista en el Código Penal. (Revista N° 8)

INJURIAS Y DIFAMACIÓN - Bien jurídico tutelado en los delitos de injurias y difamación. (Revista N° 4)

INJURIAS Y DIFAMACIÓN POR LA PRENSA - Competencia - Violación del principio de juez natural. (Revista N° 16)

INMUNIDAD - La inmunidad no constituye una cuestión prejudicial sino condición de procedibilidad. (Revista N° 3)

INTERESADOS - Alcance del concepto "interesados" dentro del proceso penal. (Revista N° 3)

INTERESADOS - Alcances del concepto "Interesado" en el proceso penal. (Revista N° 5)

INTERESES LEGALES - Obligación de fundamentar la condenatoria a su pago. (Revista N° 7)

INTERNAMIENTO EN CENTRO ESPECIALIZADO - Conversión en caso de incumplimiento de la medida sustituta. (Revista N°


17)
INTERPRETACIÓN RESTRICTIVA DE NORMAS - El artículo 3 del Código de Procedimientos Penales no se aplica en
relación con normas sustantivas. (Revista N° 6)

INTERVENCIONES TELEFÓNICAS - Inconstitucionalidad de las intervenciones telefónicas. (Revista N° 4)

INTERVENCIONES TELEFÓNICAS - La prueba obtenida por este medio puede válidamente involucrar a otras personas.
(Revista N° 13)

INTERVENCIONES TELEFÓNICAS - Subsistencia de pruebas independientes justifica detención. (Revista N° 5)

ITER CRIMINIS - Análisis de sus fases - Aplicación a complicidad en hurto agravado. (Revista N° 9)
RESUMENES DE SENTENCIA CLASIFICADOS POR DESCRIPTOR,
PUBLICADOS EN LA REVISTA DE LA ASOCIACION DE CIENCIAS PENALES DE COSTA RICA

JUEZ - Alcance del término "Juez Competente" que utiliza la Constitución Política. (Revista N° 4)

JUEZ - De ejecución de la pena - Competencia después de la unificación de penas. (Revista N° 16)

JUEZ - De ejecución de la pena - Funciones en el nuevo proceso. (Revista N° 16)

JUEZ - De ejecución de la pena - Funciones en el nuevo proceso. (Revista N° 17)

JUEZ - Interpretación del principio constitucional "un mismo juez no puede serlo en diversas instancias para la decisión de
un mismo punto". (Revista N° 5)

JUEZ - Principio de identidad física del juez - Integración distinta del tribunal para la lectura integral de la sentencia no
afecta garantías procesales. (Revista N° 11)

JUEZ - Principio de juez natural - Validez de intervención de juez de instrucción previa declaración de incompetencia.
(Revista N° 13)

JURISDICCIÓN CONSTITUCIONAL - Control de la supremacía constitucional. (Revista N° 15)

JURISDICCIÓN CONSTITUCIONAL - Posibilidad excepcional de valorar prueba. (Revista N° 14)

JUSTICIA PENAL JUVENIL - Aplicación de todas las garantías que goza el imputado en un proceso penal de adultos.
(Revista N° 14)

JUSTICIA PENAL JUVENIL - La suspensión del proceso a prueba no procede de oficio. Necesario consentimiento del
menor. (Revista N° 16)
JUSTICIA PENAL JUVENIL - No constituye pena la medida de orientación o supervisión en la suspensión del proceso a
prueba. (Revista N° 16)

JUSTICIA PENAL JUVENIL - Procedencia, condiciones y efectos de la suspensión del proceso a prueba. (Revista N° 16)

.JUSTICIA PENAL JUVENIL - Sistema de sanciones no resulta inconstitucional. (Revista N° 16)


RESUMENES DE SENTENCIA CLASIFICADOS POR DESCRIPTOR,
PUBLICADOS EN LA REVISTA DE LA ASOCIACION DE CIENCIAS PENALES DE COSTA RICA

LEGAJO DE INVESTIGACIÓN - El Ministerio Público no está obligado a entregar fotocopias de las actuaciones al tercero
que alegue un interés legítimo. (Revista N° 17)

LEGÍTIMA DEFENSA - Alcances del concepto "racionalidad" del medio empleado. (Revista N° 9)

LEGÍTIMA DEFENSA - Análisis de los requisitos. (Revista N° 7)

LEGÍTIMA DEFENSA - Consideraciones sobre sus presupuestos. (Revista N° 13)

LEGÍTIMA DEFENSA - Consideraciones sobre sus requisitos. (Revista N° 11)

LEGÍTIMA DEFENSA - Exceso en la defensa - Modificación de la condena en el aspecto civil resarcitorio. (Revista N° 14)

LEGÍTIMA DEFENSA - Exceso provocado por agresiones continuas anteriores. (Revista N° 13)

LEGÍTIMA DEFENSA - Inexistencia de presupuestos. (Revista N° 15)

LEGÍTIMA DEFENSA - La "racionalidad" no puede determinarse en forma abstracta, objetiva y general. (Revista N° 9)

LEGÍTIMA DEFENSA - Legítima defensa y bien jurídico tutelado. (Revista N° 3)

LESIONES GRAVES - Definición del término "incapacidad" según mes calendario. (Revista N° 13)

LESIONES GRAVES - Lanzamiento de piedras junto con varias personas para lesionar a otro implica aceptación del
resultado lesivo. (Revista N° 11)

LEY DE ARMAS Y EXPLOSIVOS - Análisis de los artículos 25 y 89. (Revista N° 17)

LEY DE IMPRENTA - Consulta sobre constitucionalidad de la Ley de Imprenta. (Revista N° 3)

LEY DE PROTECCIÓN DE FAUNA SILVESTRE - Infracción a la Ley de Protección de Fauna Silvestre - Inexistencia de
actos ejecutivos propios de la caza - Sanción de multa como pena principal impide aplicar prisión. (Revista N° 11)

LEY PENAL JUVENIL - El internamiento en un centro especializado no es inconstitucional. (Revista N° 17)

LEY PENAL MÁS FAVORABLE - Aplicación de ley penal más favorable - La reforma que introduzca la nueva ley no
implica una modificación automática de la pena. (Revista N° 16)
LEY PENAL MÁS FAVORABLE - Aplicación de ley penal más favorable - Procedimiento de revisión es vía idónea para
RESUMENES DE SENTENCIA CLASIFICADOS POR DESCRIPTOR,
PUBLICADOS EN LA REVISTA DE LA ASOCIACION DE CIENCIAS PENALES DE COSTA RICA

MEDIDAS ALTERNATIVAS - Principios y plazo para su interposición. (Revista N° 17)

MEDIDAS CAUTELARES - Prueba. Carácter facultativo de la Audiencia. (Revista N° 15)

MEDIDAS DE SEGURIDAD - Cuando se comprueba la existencia de imputabilidad disminuida, se debe absolver y aplicar
la respectiva medida de seguridad. (Revista N° 7)

MENORES - Vacío jurisdiccional tratándose de menores que hayan delinquido antes de alcanzar su mayoridad. (Revista
N° 10)

MINISTERIO PÚBLICO - Convenios con el Ministerio Público. Naturaleza y alcances. Inobservancia por el Tribunal de
Juicio. (Revista N° 17)

MINISTERIO PÚBLICO - Facultades de investigación. (Revista N° 16)

MINISTERIO PÚBLICO - Funciones. (Revista N° 15)

MINISTERIO PÚBLICO - Naturaleza Jurídica y funciones. (Revista N° 14)


MINISTERIO PÚBLICO - Trascendencia procesal de la labor realizada durante la fase de investigación. (Revista N° 17)

MONUMENTO ARQUEOLÓGICO - Análisis del concepto "monumento arqueológico" utilizado en la Ley de Patrimonio
Nacional. (Revista N° 3)
RESUMENES DE SENTENCIA CLASIFICADOS POR DESCRIPTOR,
PUBLICADOS EN LA REVISTA DE LA ASOCIACION DE CIENCIAS PENALES DE COSTA RICA

NEGLIGENCIA - La negligencia estatal no puede afectar derechos fundamentales del ciudadano. (Revista N° 5)

NEGOCIACIONES INCOMPATIBLES - Alcances de la acción punible. (Revista N° 9)

NEGOCIACIONES INCOMPATIBLES - Contenido de la acción punible prevista en el tipo. (Revista N° 7)

NO EXIGIBILIDAD DE OTRA CONDUCTA - Agresión y amenazas a concubina para obligarla a introducir droga en el
penal. (Revista N° 11)

NON REFORMATIO IN PEIUS - Prohibición de reforma en perjuicio - Vinculación del tribunal de reenvío. (Revista N° 13)

NOTARIO PÚBLICO - La aplicación del régimen disciplinario del Notario es independiente de la investigación judicial.
(Revista N° 5)

NULIDAD - Incidente de Nulidad. Exclusión del Estado como actor civil sin notificaciones correspondientes. (Revista N° 5)
NULIDAD - La omisión de mencionar concretamente el articulo de ley aplicado no causa nulidad. (Revista N° 5)

NULIDAD DE SENTENCIA - La nulidad de sentencia por recurso de coimputado no puede afectar la sentencia del
absuelto, aunque no se indique expresamente. (Revista N° 6)
RESUMENES DE SENTENCIA CLASIFICADOS POR DESCRIPTOR,
PUBLICADOS EN LA REVISTA DE LA ASOCIACION DE CIENCIAS PENALES DE COSTA RICA

PARENTESCO POR AFINIDAD - Circunstancia de agravación. (Revista N° 14)

PARRICIDIO - Incomunicabilidad de la circunstancia del parentesco. (Revista N° 16)

PARTÍCIPE - Aplicación de la tesis del doble dolo del cómplice y la teoría del conocimiento - Extensión del dolo del
cómplice a las acciones principales y su resultado. (Revista N° 10)
PECULADO - Admisión de la tentativa - Consumación por haber sacado los bienes de la esfera de custodia. (Revista N°
12)

PECULADO - Comunicabilidad de las calidades personales constitutivas de la infracción. (Revista N° 16)

PECULADO - Delito continuado de Peculado - Elementos a considerar para valorar la finalidad de los hechos realizados
(Revista N° 10)

PECULADO - Diferencia entre peculado y malversación. (Revista N° 3)

PECULADO - Irrelevancia de la naturaleza pública o privada de bienes entregados en custodia al funcionario. (Revista N°
11)

PECULADO - La probidad en el ejercicio de la función pública es el bien. jurídico tutelado. (Revista N° 15)

PECULADO - Los artículos 49 y 352 del Código Penal no violan el principio de igualdad. (Revista N° 16)

PECULADO - Para su configuración no resulta imprescindible en todos los casos que el dinero entregado en custodia sea
de carácter público. (Revista N° 13)

PENA - Adecuación de pena - Reincidencia y concurso real retrospectivo. (Revista N° 9)

PENA - Adecuación de penas independientemente de si fueron o no descontadas. (Revista N° 5)

PENA - Derecho del condenado ante las discrepancias en el cálculo de la pena. (Revista N° 14)

PENA - Fijación de la pena - Alcances y naturaleza de las circunstancias que debe considerar el juzgador. (Revista N°
10)
PENA - Fijación de la pena - La existencia de antecedentes penales por sí sola no justifica aplicación de pena más grave.
(Revista N° 11)

PENA - Nulidad parcial de fallo por falta de fundamentación en ese extremo. (Revista N° 5)
PENA - Obligación de respetar el principio de proporcionalidad y necesaria motivación. (Revista N° 12)

PENA - Omitir las razones para fijar la suma a pagar por concepto de multa, ocasiona una falta de fundamentación del
fallo. (Revista N° 7)

PENA - Posibilidad de recurrir en casación por violación al principio de proporcionalidad. (Revista N° 12)

PENA - Su fijación debe respetar el principio de proporcionalidad. (Revista N° 17)

PENA - Unificación y adecuación. Plazo máximo de cincuenta años. (Revista N° 16)

PENA DE INHABILITACIÓN - La cancelación de licencia para conducir vehículos solo se puede ordenar ante los
supuestos establecidos legalmente. (Revista N° 7)
PENALIDAD DEL CORRUPTOR - Impunidad de la acción "permitir una dádiva", descrita en el art. 343 del Código Penal.
(Revista N° 5)
PERDÓN DE LA OFENDIDA - Posibilidad de dictar sobreseimiento en el delito de estupro interpretando adecuadamente
la reforma al Código Penal de 1975. (Revista N° 12)

PERDÓN DEL OFENDIDO - No procede en el delito de Abusos Deshonestos. (Revista N° 15)

PIRATERÍA - Omisión de portar cartas de navegación provocadora de explotación ilegítima de riquezas ictiológicas.
(Revista N° 11)

PLAZO - Corre a partir del día siguiente a su notificación. (Revista N° 17)

PLAZO - Diferencia entre suspensión e interrupción de plazos. (Revista N° 4)

PLAZO - Forma de computarlo cuando median asuetos parciales. (Revista N° 6)

PLAZO - Para resolver situación jurídica. (Revista N° 5)

PLAZO - Revocatoria contra rechazo del recurso de casación, no interrumpe plazo de interposición de éste. (Revista N°
4)
POLICÍA MUNICIPAL - Carácter de policía administrativa - Validez de su intervención frente a un hecho flagrante.
(Revista N° 11)

PREJUDICIALIDAD - El trámite de levantamiento de inmunidad no constituye cuestión prejudicial. (Revista N° 5)

PRESCRIPCIÓN - Acción Penal. Actos procesales que interrumpen la prescripción. (Revista N° 5)

PRESCRIPCIÓN - Carácter procesal de las normas que lo regulan. No constituyen ley más favorable. (Revista N° 17)

PRESCRIPCIÓN - Fundamento Jurídico. (Revista N° 15)

PRESCRIPCIÓN - Instituto de carácter procesal. (Revista N° 17)

PRESCRIPCIÓN - Modificación de la calificación jurídica para resolver sobre prescripción de la acción penal. (Revista N°
4)

PRESCRIPCIÓN - Naturaleza jurídica. (Revista N° 17)

PRESCRIPCIÓN - Naturaleza procesal del instituto. Reglas para su aplicación en la nueva normativa procesal. (Revista
N° 17)
PRESCRIPCIÓN - Rechazo de recurso de casación con base en normas declaradas posteriormente inconstitucionales -
Cómputo del plazo. (Revista N° 8)

PRESCRIPCIÓN - Reglas previstas en la nueva normativa procesal no constituyen ley más favorable. (Revista N° 17)

PRESCRIPCIÓN - Suspensión - La interposición de acción de inconstitucionalidad es cuestión prejudicial. (Revista N° 8)

PRETERINTENCIONALIDAD - Homogeneidad de las lesiones jurídicas. (Revista N° 7)

PREVARICATO - Bien jurídico tutelado (Revista N° 17)

PREVARICATO - Resolución, concepto. (Revista N° 17)

PRINCIPIO DE CULPABILIDAD - Inconstitucionalidad del artículo 384 inciso 10 del Código Penal. (Revista N° 14)

PRINCIPIO DE DEFENSA - Inexistencia de violación por distinta calificación jurídica. (Revista N° 8)

PRINCIPIO DE IGUALDAD - Perdón del ofendido. El párrafo segundo del artículo 162 del Código Penal no es
inconstitucional. (Revista N° 15)
PRINCIPIO DE INMEDIACIÓN - Posibilidad de valorar en casación el análisis de prueba no vulnera este principio.
(Revista N° 16)

PRINCIPIO DE LESIVIDAD - Función limitadora del bien jurídico. (Revista N° 16)

PRINCIPIO DE OPORTUNIDAD - Objetivos y naturaleza de la normativa que lo regula. (Revista N° 17)

PRINCIPIO DE PERSONALIDAD - El principio de personalidad en las infracciones a la ley de protección al consumidor.


(Revista N° 4)

PRINCIPIO DE PERSONALIDAD DEL AGRAVIO - Supuestos de la impugnabilidad subjetiva. (Revista N° 14)

PRINCIPIO NON BIS IN IDEM - Falso testimonio cometido en dos fases distintas de un mismo proceso. (Revista N° 15)

PRISIÓN PREVENTIVA - Carácter excepcional de la medida. (Revista N° 14)

PRISIÓN PREVENTIVA - El Ministerio Público debe concretar las razones procesales para privar la libertad. (Revista N°
16)

PRISIÓN PREVENTIVA - Fines procesales y presunción de inocencia. (Revista N° 16)

PRISIÓN PREVENTIVA - La solicitud de modificación de medida no interrumpe el plazo previsto para su revisión. (Revista N° 17)

PRISIÓN PREVENTIVA - Plazo máximo de la nueva normativa. Organo facultado para prorrogarla. (Revista N° 16)

PRISIÓN PREVENTIVA - Plazo máximo de quince meses. Normativa anterior. (Revista N° 16)

PRISIÓN PREVENTIVA - Prisión preventiva como medida excepcional y necesaria fundamentación de la denegatoria de
excarcelación. (Revista N° 5)

PRISIÓN PREVENTIVA - Razones procesales objetivas para su prolongación en materia de narcotráfico. (Revista N° 14)

PRIVACIÓN DE LIBERTAD - Condiciones materiales mínimas para el tratamiento de los reclusos. (Revista N° 14)
PRIVACIÓN DE LIBERTAD - Es legítimo el arresto provisional para evitar perturbación de tranquilidad y traslado a la
autoridad correspondiente. (Revista N° 13)

PRIVACIÓN DE LIBERTAD - La afectación al bien jurídico debe ser efectiva y proporcional. (Revista N° 17)

PRIVACIÓN DE LIBERTAD - La Sala Constitucional no es una instancia procesal más. (Revista N° 16)

PRIVACIÓN DE LIBERTAD AGRAVADA - Acuerdo de voluntades que se manifiesta en diversos actos independientes
pero con una misma finalidad exduye concurso material. (Revista N° 11)
PRIVACIÓN DE LIBERTAD AGRAVADA - Existencia de vínculo matrimonial no excluye antijuridicidad del acto ni la
culpabilidad. (Revista N° 10)
PRIVACIÓN ILEGÍTIMA DE LIBERTAD - No concurre en forma independiente con el robo agravado cuando está
motivada por el ánimo de la sustracción. (Revista N° 13)

PRIVADOS DE LIBERTAD - Organo competente para su ubicación. (Revista N° 16)

PROCEDIMIENTO ABREVIADO - Consideraciones. (Revista N° 16)

PROCEDIMIENTO ABREVIADO - Consideraciones respecto de la fijación de la pena y levantamiento del acta de la


audiencia. (Revista N° 16)

PROCEDIMIENTO ABREVIADO - Consideraciones sobre fijación de pena. (Revista N° 16)

PROCEDIMIENTO ABREVIADO - El convenio debe respetar los hechos y la calificación correspondiente. (Revista N° 17)

PROCEDIMIENTO ABREVIADO - El órgano jurisdiccional es quien define la norma sustantiva aplicable - Forma de
resolver convenio ilegal sobre prueba. (Revista N° 16)
PROCEDIMIENTO ABREVIADO - El rechazo del rebajo de la pena y del beneficio de ejecución condicional de la misma
se deben fundamentar. (Revista N° 17)
PROCEDIMIENTO ABREVIADO - El tribunal puede rechazarlo si se sustenta en un acuerdo espurio entre las partes.
(Revista N° 17)
PROCEDIMIENTO ABREVIADO - Imprecisión del acuerdo y falta de concreción de pena a imponer provoca nulidad.
(Revista N° 16)
PROCEDIMIENTO ABREVIADO - La aceptación del hecho debe ser expresa, libre, clara, inequívoca e indubitable.
(Revista N° 17)
PROCEDIMIENTO ABREVIADO - La ampliación de la acusación durante el debate debe cumplir con lo dispuesto en el
procedimiento ordinario. (Revista N° 17)
PROCEDIMIENTO ABREVIADO - Posibilidad del tribunal de rebajar en un tercio la pena aun cuando la pena acordada
supera el mínimo fijado por ley. . (Revista N° 17)
PROCEDIMIENTO ABREVIADO - Negativa del M.P. en aceptarlo no resulta controlable por el órgano jurisdiccional, salvo
casos excepcionales. (Revista N° 16)
PROCEDIMIENTO ABREVIADO - No existe razón para entender que la calificación de la conducta dada en la acusación
sea definitiva y obligatoria para los jueces. (Revista N° 16)
PROCEDIMIENTO ABREVIADO - Se requiere tanto la aceptación de someterse a este procedimiento, como la aceptación
de los hechos. (Revista N° 17)
PROCEDIMIENTO CONTRA MIEMBROS DE LOS SUPREMOS PODERES - Compete al Fiscal General asumir
personalmente la investigación. (Revista N° 17)
PROCEDIMIENTO INTERMEDIO - Mecanismos a través de los cuales se puede exigir el debido proceso. (Revista N° 17)

PROCEDIMIENTO PREPARATORIO - No es inconstitucional la delegación de actuaciones al juez contravencional.


(Revista N° 17)
PROCESO PENAL - Nuevo proceso penal. La función del juez en sus diferentes etapas. (Revista N° 17)

PROCESO PENAL - Nuevo proceso penal. Transformación de un sistema inquisitivo a uno acusatorio. (Revista N° 17)

PRÓRROGA EXTRAORDINARIA - El término de la prórroga extraordinaria es de naturaleza perentoria. (Revista N° 3)

PRÓRROGA EXTRAORDINARIA - El término de la prórroga extraordinaria es perentorio. (Revista N° 4)

PRÓRROGA EXTRAORDINARIA - Improcedencia de su revocatoria para dictar un procesamiento. (Revista N° 11)

PROXENETISMO - Sala de masajes no es lugar de alojamiento ocasional. (Revista N° 10)

PRUEBA - Actos probatorios que pueden realizarse sin el consentimiento del imputado. (Revista N° 5)

PRUEBA - Cuando el imputado es fuente de prueba no existe obligación de formularle ninguna advertencia. (Revista N°
9)

PRUEBA - Declaración ante notario sin advertencia de ley por parentesco. (Revista N° 5)

PRUEBA - Declaración del Imputado. Incorporación ilegal provoca nulidad del fallo. (Revista N° 5)

PRUEBA - Declaración del imputado ante la policía - Consideraciones sobre sus efectos. (Revista N° 15)

PRUEBA - Declaraciones ante la policía - Sentencia basada en versión de la policía sobre supuesta declaración de
personas no traídas al proceso es absolutamente nula. (Revista N° 11)
PRUEBA - Declaraciones rendidas ante la policía - Introducción ilegal de versión policial distinta a la declaración rendida
ante los juzgadores. (Revista N° 6)

PRUEBA - Delitos sexuales - Necesario cuidado en la apreciación de la declaración de la víctima. (Revista N° 10)

PRUEBA - Diligencia policial de reconocimiento - Necesario cumplimiento de formalidades para poder otorgarle valor.
(Revista N° 10)

PRUEBA - Efectos de la anulación de prueba ilegítima. (Revista N° 5)

PRUEBA - El rechazo ilegítimo de prueba puede conocerse por vía de hábeas corpus. (Revista N° 5)

PRUEBA - En Casación - Posibilidad de ordenarla para acreditar hechos del proceso. (Revista N° 6)

PRUEBA - Facultades del Tribunal de Juicio para ordenar prueba pertinente. (Revista N° 6)

PRUEBA - Huellas dactilares como única prueba. (Revista N° 4)

PRUEBA - Incorporación al debate de documentos sin previa lectura. (Revista N° 4)

PRUEBA - Incorporación de indagatoria - Validez por obedecer a un acto propio de libertad del imputado. (Revista N° 11)

PRUEBA - Incorporación de prueba obtenida con violación a los derechos de defensa - Aplicación del método de
supresión hipotética. (Revista N° 9)

PRUEBA - Interceptación de mensajes en radiolocalizador. (Revista N° 15)


PRUEBA - La valoración de la prueba incorporada a un proceso penal no es función de la jurisdicción constitucional.
(Revista N° 5)

PRUEBA - La valoración de la prueba le corresponde al juez de la causa. (Revista N° 5)

PRUEBA - Manifestaciones extraprocesales - Casos en los que resulta admisible su valoración probatoria. (Revista N° 11)

PRUEBA - Manifestaciones extraprocesales - Inexistencia de relación con derecho de abstención - Posibilidad de declarar
sobre lo dicho por pariente que se abstuvo. (Revista N° 11)
PRUEBA - Necesaria evacuación de toda la ofrecida salvo manifiesta impertinencia - Presencia de testigo en sala de
debate no excluye su declaración. (Revista N° 11)

PRUEBA - Niveles de motivación probatoria. (Revista N° 9)

PRUEBA - Obligación de cumplir requisitos mínimos de seguridad en la cadena de custodia de la prueba. (Revista N° 6)

PRUEBA - Omisión ilegítima por estar al alcance los medios técnicos para obtenerla. (Revista N° 6)

PRUEBA - Para mejor resolver - Su rechazo solo procede cuando sea evidente o impertinente. (Revista N° 10)

PRUEBA - Posibilidad de que la Sala de Casación la ordene en algunos casos. (Revista N° 10)

PRUEBA - Prevalencia de la prueba recabada en el debate - Carácter excepcional del mayor valor probatorio asignado a
la del sumario. (Revista N° 9)
PRUEBA - Prueba documental - Posibilidad de ordenar prueba en casación para constatar documento que no reúne
formalidades legales. (Revista N° 11)
PRUEBA - Prueba documental - Posibilidad de que la Sala solicite cualquier certificado que pretenda aclarar los términos
de un documento público. (Revista N° 11)

PRUEBA - Sobre estado civil - Posibilidad de que la Sala la ordene. (Revista N° 9)

PRUEBA - Sobre estado civil de extranjero no inscrito - Aplicación del principio de libertad probatoria. (Revista N° 11)

PRUEBA - Sobre propiedad de vehículos - Validez de carta-venta con fecha cierta. (Revista N° 7)

PRUEBA - Testigos - Declaración sobre hechos propios en causa relacionada con otra anterior en que fueron imputados.
(Revista N° 16)

PRUEBA - Validez de testimonio recibido sin señalamiento ni notificación de partes. (Revista N° 5)

PRUEBA - Valoración del dicho de un posible coimputado para fundamentar un procesamiento. (Revista N° 5)

PRUEBA - Valoración de la prueba ilegítima. (Revista N° 5)

PRUEBA - Valoración de las declaraciones rendidas ante la policía administrativa. (Revista N° 5)

PRUEBA - Venta de drogas - Valoración de testimonio de policías que acompañaron a agente encubierto. (Revista N° 14)

PRUEBA DE LA VERDAD - La prueba de la verdad en el desacato. (Revista N° 4)

PRUEBA ESENCIAL - Omisión de las partes no releva al tribunal de obligación de incorporarla como prueba para mejor
resolver. (Revista N° 14)
PRUEBA ESPURIA - Derivada de allanamiento declarado ilegal por la Sala en sentencia anterior. (Revista N° 12)

PRUEBA INDICIARIA - Requisitos para su valoración. (Revista N° 7)

PRUEBA PERICIAL - Dictamen siquiátrico recibido por fax - Necesidad de razones científicas o técnicas para separarse
de dictamen pericial. (Revista N° 10)
PRUEBA PERICIAL - Violación al derecho de defensa por negativa de autoridades administrativas del Poder Judicial a
aprobar honorarios de perito. (Revista N° 10)
PRUEBA TESTIMONIAL - Declaración de coimputado ya condenado - Obligación de advertirle sus derechos. (Revista N°
15)
PRUEBA TESTIMONIAL - Manifestación de ofendida ante perito oficial no puede considerarse espontánea. (Revista N°
15)
PRUEBA TESTIMONIAL - Posibilidad de valorar las declaraciones recibidas en fase instructiva frente a las otorgadas en
audiencia oral. (Revista N° 6)

PRUEBA TESTIMONIAL - Posibilidad de valorar testimonio policial sobre lo escuchado de manera casual. (Revista N° 7)

PUBLICACIÓN DE OFENSAS - Prisión por deudas. No viola el artículo 38 de la Constitución Política. (Revista N° 15)
RESUMENES DE SENTENCIA CLASIFICADOS POR DESCRIPTOR,
PUBLICADOS EN LA REVISTA DE LA ASOCIACION DE CIENCIAS PENALES DE COSTA RICA

QUERELLA - Actuación de querellante que no requiere poder especial. (Revista N° 8)

QUERELLA - Imposibilidad de impugnar el sobreseimiento dictado en favor del querellado. (Revista N° 7)

QUERELLA - La falta de precisión del monto de la pena solicitada no está sancionada con nulidad. (Revista N° 8)

QUERELLA - La omisión de notificar a la querellada el cambio de hora para la conciliación no preduce nulidad. (Revista
N° 6)

QUERELLA - La omisión de solicitar pena impide recurrir en casación. (Revista N° 7)

QUERELLA - La omisión del querellante de solicitar imposición de pena le impide recurrir en casación. (Revista N° 6)
QUERELLA - Requisitos para recurrir en casación - Formas de actuación previstas en el proceso de querella. (Revista N°
7)

QUERELLA - Validez de la querella presentada por gerente de cooperativa. (Revista N° 3)


RESUMENES DE SENTENCIA CLASIFICADOS POR DESCRIPTOR,
PUBLICADOS EN LA REVISTA DE LA ASOCIACION DE CIENCIAS PENALES DE COSTA RICA

RAPTO PROPIO - El abuso deshonesto puede concurrir idealmente con el rapto, no queda absorbido por éste. (Revista
N° 17)

REBELDÍA - Obligaciones del imputado. (Revista N° 14)

REBELDÍA - Procedencia por desobediencia a citación. (Revista N° 16)

RECALIFICACIÓN DE LOS HECHOS - La recalificación de los hechos acusados no causa ninguna violación
constitucional. (Revista N° 5)
RECEPTACIÓN DE COSAS DE PROCEDENCIA SOSPECHOSA - Inexistencia de lesión a presunción de inocencia.
(Revista N° 14)
RECEPTACIÓN DE COSAS DE PROCEDENCIA SOSPECHOSA - Necesaria certeza de condiciones dudosas de
adquisición. (Revista N° 8)

RECONOCIMIENTO DE OBJETOS - Facultades de la Policía Judicial. (Revista N° 9)

RECONOCIMIENTO JUDICIAL - El que se señale en el debate a una persona para especificar a quién se refiere el
deponente no constituye reconocimiento judicial, pero puede ser valorado por el juez. (Revista N° 6)
RECONOCIMIENTO JUDICIAL - Representación del imputado a cargo de asistente de la defensa pública no invalida el
acto. (Revista N° 15)

RECURSOS - Organo competente para conocer de la admisibilidad. (Revista N° 17)

RECURSO DE REVOCATORIA - Interposición no suspende los términos para los demás recursos que procedan. (Revista
N° 7)

RECUSACIÓN - Las causales no son taxativas. Parcialidad del juez. (Revista N° 16)

RECUSACIÓN - Rechazo arbitrario de prueba tendiente a demostrar causal. (Revista N° 7)

RÉGIMEN PENITENCIARIO - Absoluto respeto a la dignidad de las personas. (Revista N° 14)

RÉGIMEN PENITENCIARIO - Competencia Administrativa. Derechos fundamentales. (Revista N° 15)

RÉGIMEN PENITENCIARIO - Condiciones mínimas como derecho fundamental. (Revista N° 15)

REGISTRO DE VEHÍCULOS - Facultades de la policía. (Revista N° 17)

REINCIDENCIA - La cancelación de asientos de inscripción de sentencia por el transcurso de diez años, lo es para todos
los efectos. (Revista N° 6)

REINCIDENCIA - Posibilidad de considerarla como una condición personal del sujeto activo. (Revista N° 9)

REQUERIMIENTO DE ELEVACIÓN A JUICIO - Nulidad por variación sustantiva. (Revista N° 15)

REQUERIMIENTO DE ELEVACIÓN A JUICIO - Posibilidad de subsanar defectos u omisiones sin recurrir a la nulidad.
(Revista N° 6)
REQUISA - Naturaleza y formalidades. Omisión de orden judicial previa no acarrea necesariamente su invalidez. (Revista
N° 17)
REPARACIÓN INTEGRAL DEL DAÑO - Consideraciones sobre el término "grave violencia sobre las personas". (Revista
N° 16)
REPARACIÓN INTEGRAL DEL DAÑO - Improcedencia por uso de arma de fuego como amenaza para el despojo.
(Revista N° 16)
RESISTENCIA AGRAVADA - Necesaria legitimidad de la actuación del funcionario público debe ser acreditada y no darse
por supuesta. (Revista N° 10)
RESPONSABILIDAD CIVIL - Absolutoria no basta para omitir pronunciamiento sobre responsabilidad civil. (Revista N°
10)

RESPONSABILIDAD CIVIL - Alcances cuando se deriva de un accidente de tránsito. (Revista N° 13)

RESPONSABILIDAD CIVIL - Efectos de la absolutoria en vía penal por falta de autoría - Responsabilidad de la CCSS.
(Revista N° 15)
RESPONSABILIDAD CIVIL - Los camiones cisterna destinados al transporte de combustible entran en las previsiones del
artículo 38 de la Ley de Tránsito. (Revista N° 6)
RESPONSABILIDAD CIVIL - Naturaleza de la responsabilidad civil del propietario de vehículo causante de accidente.
(Revista N° 3)
RESPONSABILIDAD CIVIL - Necesaria relación de causalidad entre la conducta del agente y el daño causado. (Revista
N° 7)
RESPONSABILIDAD CIVIL - Obligación de devolver un vehículo declarado "pérdida total" a consecuencia de accidente
de tránsito. (Revista N° 4)
RESPONSABILIDAD CIVIL - Por administración fraudulenta - Forma de pago y momento a partir del cual se conceden
intereses, tratándose de facturas falsas y compras inexistentes. (Revista N° 14)

RESPONSABILIDAD CIVIL - Prescripción aplicable para el reclamo. (Revista N° 10)

RESPONSABILIDAD CIVIL - Pronunciamiento sobre responsabilidad civil pese a absolución del acusado. (Revista N° 3)

RESPONSABILIDAD CIVIL - Propietario de vehículo con carta de venta protocolizada sin inscribir. (Revista N° 6)

RESPONSABILIDAD CIVIL - Responsabilidad civil del inimputable. Condena en abstracto. (Revista N° 5)

RESPONSABILIDAD CIVIL - Responsabilidad civil del propietario de vehículo causante de accidente de tránsito. (Revista
N° 4)

RESPONSABILIDAD CIVIL - Responsabilidad solidaria del propietario del vehículo. (Revista N° 7)

RESPONSABILIDAD CIVIL - Subsistencia a pesar de sentencia absolutoria. (Revista N° 7)

RESPONSABILIDAD CIVIL - Tutela del tercero de buena fe no puede prevalecer sobre derechos de víctima despojada
fraudulentamente de sus bienes. (Revista N° 16)
RESPONSABILIDAD CIVIL - Vehículo que pertenece a asociación comunitaria que no realiza actividades lucrativas.
(Revista N° 15)
RESPONSABILIDAD CIVIL DEL ESTADO - Carácter objetivo de la responsabilidad independiente de la responsabilidad
del servidor. (Revista N° 9)
RESPONSABILIDAD CIVIL DEL ESTADO - Homicidio cometido por guardia rural en funciones propias de su cargo.
(Revista N° 7)

RESPONSABILIDAD CIVIL DEL ESTADO - Naturaleza. (Revista N° 6)

RESPONSABILIDAD CIVIL OBJETIVA - Aplicación errónea en caso de vehículo particular involucrado en accidente.
(Revista N° 15)
RESPONSABILIDAD CIVIL OBJEVA - Existencia pese a absolutoria penal del personero del periódico - Posición de
garante. (Revista N° 8)

RESPONSABILIDAD CIVIL SOLIDARIA - Vehículo que transporta tucas de madera el día de los hechos. (Revista N° 16)

RESPONSABILIDAD CIVIL SOLIDARIA DEL ESTADO - Inexistencia cuando la actividad dañosa se realiza al margen de
las funciones del cargo. (Revista N° 13)
RESTITUCIÓN DEL OBJETO MATERIAL DEL DELITO - No es necesario ejercer la acción civil para disponer la
restitucion. (Revista N° 6)

RETENCIÓN DE CUOTAS DE LA C.C.S.S. - No es inconstitucional la construcción del tipo penal. (Revista N° 15)

RETENCIÓN INDEBIDA - Facultad del Agente Fiscal para hacer la prevención. (Revista N° 5)

RETROACTIVIDAD DE LA LEY PENAL - Consecuencia de los principios de libertad, intervención mínima y necesidad de
la pena. (Revista N° 15)
REVISIÓN - Absolutoria pese alegación de orden formal por imposibilidad material de efectuar juicio de reenvío -
Improcedencia del pago de daños y perjuicios. (Revista N° 10)

REVISIÓN - Aplicación de norma penal más favorable está referida a la ley sustantiva y no a la procesal. (Revista N° 15)

REVISIÓN - Consideraciones sobre admisibilidad. (Revista N° 16)

REVISIÓN - Consideraciones sobre sus requisitos. (Revista N° 15)

REVISIÓN - Cumplimiento de condiciones mínimas para su interposición. (Revista N° 13)

REVISIÓN - El actor civil carece de facultades para interponerlo. (Revista N° 13)

REVISIÓN - Existencia de dos sentencias inconciliables desde el punto de vista jurídico. (Revista N° 16)

REVISIÓN - Fallos condenatorios que consideraron una circunstancia agravante desvirtuada luego por una absolutoria en
favor de supuesto partícipe. (Revista N° 13)
REVISIÓN - Falta de legitimación para interponerlo por parte de representante de persona jurídica afectada únicamente en
sus intereses patrimoniales. (Revista N° 10)

REVISIÓN - Imposibilidad de plantear nuevos motivos al contestar la audiencia que da trámite al recurso. (Revista N° 13)

REVISIÓN - Improcedencia contra denegatoria de libertad condicional. (Revista N° 16)

REVISIÓN - Improcedencia contra resoluciones de juzgados contravencionales. (Revista N° 16)


REVISIÓN - Improcedencia en materia de faltas y contravenciones. (Revista N° 6)

REVISIÓN - Inadmisibilidad cuando existan otras vías para obtener la reparación que se reclama. (Revista N° 13)

REVISIÓN - La retractación de la ofendida puede obedecer a presiones del grupo familiar ante las dificultades económicas
sobrevinientes. (Revista N° 17)

REVISIÓN - Legitimación del Ministerio Público para interponerlo. Alcances. (Revista N° 17)

REVISIÓN - Posibilidad de subsanar defectos en la forma de presentarlo. (Revista N° 10)

REVISIÓN - Procedencia. Sentencia inconcialiable. (Revista N° 17)

REVISIÓN - Procedimiento interpuesto contra sentencia de casación. (Revista N° 15)

REVISIÓN - Resoluciones contra las que procede. El actor civil no está legitimado para formularlo. (Revista N° 17)

REVISIÓN - Retractación de ofendidas que no logra desnaturalizar cuadro fáctico acreditado en el fallo. (Revista N° 16)

REVISIÓN - Sentencias condenatorias contra diferentes sujetos - Inexistencia de contradicción de culpabilidad. (Revista N
° 10)

ROBO - Disponibilidad como elemento determinante para la consumación. (Revista N° 12)

ROBO - Inaplicabilidad de la "cuantificación" del daño como elemento para diferenciarlo del hurto. (Revista N° 9)

ROBO - La agravante del uso de arma implica que el objeto utilizado alcance poder intimidatorio contra la persona
ofendida. (Revista N° 13)

ROBO - Relación de consunción con la violación de domicilio. (Revista N° 5)

ROBO - Violencia en las personas cuando el despojo vence la resistencia natural y espontánea que opone el cuerpo de la
víctima. (Revista N° 6)

ROBO AGRAVADO - Alcances del concepto "fractura de puerta". (Revista N° 11)

ROBO AGRAVADO - Aplicación de teoría de la disponibilidad para definir consumación. (Revista N° 11)

ROBO AGRAVADO - Apoderamiento en el mismo acto de bienes pertenecientes a dos personas - Unidad de acción y
resultado excluye el concurso. (Revista N° 10)

ROBO AGRAVADO - Cortar candado de puerta implica fractura. (Revista N° 14)

ROBO AGRAVADO - Desapoderamiento de una parte de lo sustraído por huida de coautores consuma el ilícito. (Revista
N° 16)
ROBO AGRAVADO - Desprendimiento de lámina de zinc que implica "perforación" y no fractura de la pared. (Revista N°
9)

ROBO AGRAVADO - Diversos actos de violencia para realizar la sustracción. (Revista N° 7)

ROBO AGRAVADO - Fuerza anormal requerida para su configuración. (Revista N° 17)

ROBO AGRAVADO - Intervención de tres o más personas debe ser a título de autores. (Revista N° 15)
ROBO AGRAVADO - La anormalidad de la fuerza empleada se determina por la irregularidad en su uso y no en el
porcentaje de ésta. (Revista N° 17)
ROBO AGRAVADO - La perforación del cedazo que cubre una puerta constituye una circunstancia de agravación.
(Revista N° 4)

ROBO AGRAVADO - La violencia sobre las personas no necesariamente debe ser efectiva y actual. (Revista N° 11)

ROBO AGRAVADO - Posibilidad de disposición de los bienes excluye tentativa. (Revista N° 11)

ROBO AGRAVADO - Uso de arma - Análisis sobre distintos tipos de armas. (Revista N° 12)

ROBO AGRAVADO Y VIOLACIÓN DE DOMICILIO - Inexistencia de concurso ideal. (Revista N° 12)

ROBO SIMPLE - La fuerza utilizado debe estar vinculada con el apoderamiento. (Revista N° 6)

ROBO Y EXTORSIÓN - Diferencia entre ambas figuras. (Revista N° 13)

ROBO Y LESIONES - El robo simple no excluye la posibilidad de configurar un delito adicional de lesiones. (Revista N°
13)
RESUMENES DE SENTENCIA CLASIFICADOS POR DESCRIPTOR,
PUBLICADOS EN LA REVISTA DE LA ASOCIACION DE CIENCIAS PENALES DE COSTA RICA

SECRETO DE ACTUACIONES - Oportunidad para decretarse. (Revista N° 16)

SECUESTRO DE DOCUMENTOS - No constituye documento privado el reporte de los mensajes trasmitidos por el
sistema de radio mensajes. (Revista N° 15)
SECUESTRO EXTORSIVO - Análisis sobre la naturaleza del concurso en relación con la privación de libertad. (Revista N
° 14)

SECUESTRO EXTORSIVO - Concurso real con privación de libertad. (Revista N° 15)

SECUESTRO EXTORSIVO - Inexistencia de concurso ideal con daños. (Revista N° 15)

SENTENCIA - Criterios sobre la redacción y lectura. (Revista N° 8)

SENTENCIA - Documento incompleto solo provoca nulidad del acto de. notificación. (Revista N° 15)

SENTENCIA - Falta absoluta de determinación de la fecha de ocurrencia de los hechos es causal de nulidad. (Revista N°
9)
SENTENCIA - Falta de fundamentación - Existencia del vicio por incluirse razonamientos de resolución anterior declarada
nula. (Revista N° 13)
SENTENCIA - Fundamentación de la sentencia - Omisión de dar cuenta del contenido de las indagatorias viola el derecho
de defensa y el debido proceso. (Revista N° 11)
SENTENCIA - Fundamentación de la sentencia - Requisitos para que la fundamentación jurídica sea completa. (Revista N
° 11)

SENTENCIA - Fundamentación contradictoria. (Revista N° 6)

SENTENCIA - Habilitación de hora para su dictado por simple prolongación del debate. (Revista N° 9)

SENTENCIA - Lectura de fallo que consta en borrador no causa afectación a los intereses del imputado. (Revista N° 7)

SENTENCIA - Lectura de sentencia. Ausencia de firma no subsanada posteriormente provoca nulidad. (Revista N° 7)

SENTENCIA - Lectura de sentencia. Constancias contradictorias. Necesaria investigación disciplinaria y judicial. (Revista
N° 5)
SENTENCIA - Lectura de sentencia - Convocatoria verbal con hora estimada para la lectura es una cortesía para las
partes. (Revista N° 7)
SENTENCIA - Lectura de Sentencia. Falta de fimra en ese momento es causal de nulidad. (Revista N° 5)

SENTENCIA - Lectura de sentencia - Improcedencia de la nulidad por inasistencia de parte del Tribunal a la lectura
integral. (Revista N° 7)
SENTENCIA - Lectura de sentencia - La omisión de lectura integral por inasistencia de las partes no genera nulidad
alguna. (Revista N° 7)
SENTENCIA - Lectura de sentencia - La omisión de lectura por inasistencia de las partes no ocasiona nulidad. (Revista N
° 7)
SENTENCIA - Lectura de sentencia - Posibilidad de que la Sala analice en cada caso las deficiencias relativas a la
lectura de sentencia. (Revista N° 7)
SENTENCIA - Lectura de sentencia - Se debe realizar en la forma y dentro del tiempo fijado en la normativa procesal. .
(Revista N° 17)

SENTENCIA - Lectura de Sentencia en hora no habilitada. Improcedencia de nulidad. (Revista N° 5)

SENTENCIA - Motivación - Requisitos necesarios. (Revista N° 7)

SENTENCIA - Nulidad - El agravio es la medida del recurso. (Revista N° 14)

SENTENCIA - Nulidad - Notificación integral del fallo tres semanas después de lo debido. (Revista N° 16)

SENTENCIA - Nulidad - Omisión de firma del fallo integral y ausencia a lectura. (Revista N° 11)

SENTENCIA - Nulidad - Omisión sobre dictamen pericial referido a la droga decomisada al imputado es violatorio de
derechos fundamentales. (Revista N° 13)
SENTENCIA - Nulidad - Sentencia integral firmada por jueza no presente en el debate e inhibida para conocer la causa.
(Revista N° 14)

SENTENCIA - Nulidad por dictado a pesar de acción de inconstitucionalidad pendiente. (Revista N° 7)

SENTENCIA - Omisión de lectura por inasistencia de las partes no provoca nulidad. (Revista N° 6)

SENTENCIA - Omisión de lectura por inasistencia de partes no provoca nulidad. (Revista N° 9)

SENTENCIA - Plazo y reglas básicas para su redacción y lectura. (Revista N° 17)

SENTENCIA - Posibilidad de aplicarse una sola de las calificaciones dadas por el querellante. (Revista N° 8)

SENTENCIA - Prohibición de ser modificada por el propio juez. (Revista N° 14)

SOBRESEIMIENTO - No violenta el debido proceso la inexistencia de apelación contra el auto que deniega su solicitud.
(Revista N° 17)

SOBRESEIMIENTO OBLIGATORIO - Requisitos. (Revista N° 13)

SUSPENSIÓN DEL PROCESO A PRUEBA - El plazo para su procedencia no viola el derecho de defensa. (Revista N°
16)

SUSPENSIÓN DEL PROCESO A PRUEBA - No viola el Derecho de Abstención. (Revista N° 16)

SUSPENSIÓN DEL PROCESO A PRUEBA - No viola el principio de igualdad el Transitorio IV de la Ley No. 7728.
(Revista N° 16)
SUSPENSIÓN DEL PROCESO A PRUEBA - Principio de proporcionalidad y ejecución condicional de la pena. (Revista N
° 16)
RESUMENES DE SENTENCIA CLASIFICADOS POR DESCRIPTOR,
PUBLICADOS EN LA REVISTA DE LA ASOCIACION DE CIENCIAS PENALES DE COSTA RICA

TENENCIA DE ARMAS PROHIBIDAS - Inexistencia de concurso aparente con secuestro extorsivo. (Revista N° 14)

TENENCIA DE ARMAS PROHIBIDAS - Naturaleza del delito - Alcances de la descripción típica. (Revista N° 6)

TENTATIVA DE ESTAFA - Declaración falsa ante juez civil utilizada como medio para engañar - Inexistencia de concurso
ideal con el delito de perjurio. (Revista N° 13)

TENTATIVA DE EXTORSIÓN - Necesario nexo causal entre la intimación y la entrega del bien. (Revista N° 13)

TENTATIVA DE EXTORSIÓN - Necesidad de arrepentimiento activo en los casos de tentativa acabada. (Revista N° 11)

TENTATIVA DE EXTORSIÓN - Operativo policial que impidió consumación - Diferencia con el delito de amenazas
agravadas. (Revista N° 16)
TENTATIVA DE HOMICIDIO - No es indispensable que el dictamen médico señale que las lesiones producidas pusieron
en peligro la vida. (Revista N° 6)

TENTATIVA DE HOMICIDIO CALIFICADO - Concurso ideal con lesiones graves. (Revista N° 13)

TENTATIVA DE HOMICIDIO EN CONCURSO IDEAL CON TENTATIVA DE ABORTO - Inexistencia de desistimiento.


(Revista N° 16)
TENTATIVA DE HURTO AGRAVADO - Uso de llave falsa - Hechos anteriores que reflejan propósito de apoderamiento
de bienes. (Revista N° 16)

TENTATIVA INIDÓNEA - Diferencia con la tentativa idónea. (Revista N° 16)

TENTATIVA INIDÓNEA O DELITO IMPOSIBLE - Inconstitucionalidad de medidas de seguridad. (Revista N° 16)

TENTATIVA INIDÓNEA O DELITO IMPOSIBLE - Principio de legalidad y de ofensividad. (Revista N° 16)

TENTATIVA DE VIOLACIÓN - Algunas consideraciones sobre la tentativa. (Revista N° 6)

TENTATIVA DE VIOLACIÓN - Causas que pueden interrumpir los actos de ejecución dirigidos a la consumación del
delito. (Revista N° 17)

TENTATIVA EN DELITOS DE PELIGRO - Posibilidad de que exista en algunos supuestos. (Revista N° 13)

TEORÍA DE LA EQUIVALENCIA DE LAS CONDICIONES - Improcedencia de su aplicación, por ser contraria al derecho
penal de acto - Necesidad de constatar elemento subjetivo. (Revista N° 15)
TEORÍA DEL DOMINIO DEL HECHO - Valoración en relación con el tipo penal que se interpreta. (Revista N° 7)

TESTIGO SOSPECHOSO - Debe respetarse el derecho de defensa desde que se adquiere la condición de indiciado o
sospechoso. (Revista N° 17)

TESTIGO SOSPECHOSO - Procedimiento para su recepción. Diferencia con el co-imputado. (Revista N° 17)

TIPICIDAD CULPOSA - Análisis de resultado - La licitud de la conducta no puede ser el punto de partida del tipo culposo.
(Revista N° 7)

TIPO PENAL EN BLANCO - Vulneración del Principio de Tipicidad. (Revista N° 15)

TRANSPORTE DE MADERA SIN LA DOCUMENTACIÓN RESPECTIVA - Posibilidad de complementar el tipo penal vía
reglamento. (Revista N° 8)
RESUMENES DE SENTENCIA CLASIFICADOS POR DESCRIPTOR,
PUBLICADOS EN LA REVISTA DE LA ASOCIACION DE CIENCIAS PENALES DE COSTA RICA

USO DE DOCUMENTO FALSO - Alteración de factura por importación de motor de vehículo - Imposibilidad de causar
perjuicio excluye elemento del tipo. (Revista N° 9)

USO DE DOCUMENTO FALSO - Alteración de pasaporte estadounidense no excluye responsabilidad ni elimina dolo.
(Revista N° 13)

USO DE FALSO DOCUMENTO - Falsificación de endoso - Tutela penal del cheque. (Revista N° 15)

USO DE DOCUMENTO FALSO CON OCASIÓN DE ESTAFA - Contenido volitivo de la acción generalmente no tiene
prueba directa. (Revista N° 11)

USO DE DOCUMENTO FALSO CON OCASIÓN DE ESTAFA - Solicitud de tarjeta de crédito a nombre de otro. (Revista
N° 13)

USO DE DOCUMENTO FALSO Y ESTAFA - Resultado pluriofensivo que configura un concurso ideal de ilícitos. (Revista
N° 13)

USO INDEBIDO - Prevención para devolver bienes como requisito del tipo del uso indebido. (Revista N° 4)

USURPACIÓN - Competencia cuando no existe juzgado agrario en el lugar del inmueble. (Revista N° 14)

USURPACIÓN - Concurso en la modalidad de delito continuado entre usurpación por despojo violento y turbación de la
posesión. (Revista N° 7)

USURPACIÓN - El despojo en el delito de usurpación. (Revista N° 4)

USURPACIÓN - Las amenazas pueden producirse para mantenerse en el hecho de la usurpación. (Revista N° 7)

USURPACIÓN - Naturaleza de la usurpación. (Revista N° 4)


USURPACIÓN - Requisitos para que la usurpación corresponda a la jurisdicción agraria. (Revista N° 4)

USURPACIÓN - Restitución del bien a la poseedora. (Revista N° 6)

USURPACIÓN - Restitución de la posesión en vía de ejecución aunque no se ordenara expresamente en la sentencia.


(Revista N° 6)
RESUMENES DE SENTENCIA CLASIFICADOS POR DESCRIPTOR,
PUBLICADOS EN LA REVISTA DE LA ASOCIACION DE CIENCIAS PENALES DE COSTA RICA

VÍCTIMA - Participación de la víctima. Función de control procesal. (Revista N° 17)

VIOLACIÓN - Acceso carnal forzado con la cónyuge. (Revista N° 10)

VIOLACIÓN - Aceptación de cerveza no implica consentimiento de actos posteriores. (Revista N° 12)

VIOLACIÓN - Agravación por concurrencia de varios sujetos que faciliten el acto, sin que sea necesario que todos los
partícipes tengan acceso carnal. (Revista N° 10)

VIOLACIÓN - Agravación por concurso de varias personas no requiere acceso carnal de todos. (Revista N° 6)

VIOLACIÓN - Alcance de la circunstancia de agravación en el delito de violación. (Revista N° 4)

VIOLACIÓN - Consideraciones sobre la tentativa. (Revista N° 9)

VIOLACIÓN - Determinación de las circunstancias de tiempo no puede convertirse en impunidad. (Revista N° 16)

VIOLACIÓN - Lo determinante de la intimidación es su idoneidad para reducir la oposición de la víctima y por ello debe
analizarse en cada caso. (Revista N° 11)

VIOLACIÓN - Naturaleza de la intimidación - Necesaria eficacia para la afectación psíquica de la víctima. (Revista N° 10)

VIOLACIÓN - No es parte del tipo penal la satisfacción de los deseos sexuales. . (Revista N° 17)

VIOLACIÓN - Presupuesto de la tentativa en el delito de violación. (Revista N° 4)

VIOLACIÓN - Relación con el delito de lesiones. (Revista N° 8)

VIOLACIÓN AGRAVADA - Colaboración necesaria constituye complicidad y no coautoría. (Revista N° 13)

VIOLACIÓN AGRAVADA - Intervención de varios sujetos - Aplicación de no reforma en perjuicio. (Revista N° 15)

VIOLACIÓN DE DOMICILIO - Alcances del concepto "domicilio". (Revista N° 8)

VIOLACIÓN DE DOMICILIO - Como acto de ejecución de violacion sexual. (Revista N° 5)


VIOLACIÓN DE DOMICILIO - Ingreso a local comercial - Tutela del ámbito de intimidad. (Revista N° 13)

VIOLACIÓN DE DOMICILIO - Ingreso en centro educativo cerrado al público por razones de horario. (Revista N° 9)

VIOLACIÓN DE DOMICILIO - Requisitos para su configuración. (Revista N° 6)

VIOLACIÓN DE DOMICILIO Y LESIONES GRAVES - Concurso aparente de normas. (Revista N° 16)

VIOLACIÓN DE DOMICILIO Y VIOLACIÓN - Existencia de concurso ideal - Cambio jurisprudencial. (Revista N° 16)

VISTA - Consulta sobre posibilidad de actuaciones, bajo ciertos supuestos, de Magistrados que no estuvieron presentes
en la audiencia oral. (Revista N° 10)

VISTA - Legalidad de intervención de magistrados en la sentencia, pese a no haber estado en la vista. (Revista N° 15)
JURISPRUDENCIA PENAL RECIENTE

Cecilia Sánchez Romero


Directora del Digesto de Jurisprudencia

CONTENIDO

I.- RESOLUCIONES DE LA SALA CONSTITUCIONAL.-

1) El principio de personalidad en las infracciones a la ley de protección al consurnidor.

2) Alcance del término "Juez Competente" que utiliza la Constitución Política.

3) La prueba de la verdad en el desacato.

4) La facultad de abstenerse de declarar es irrenunciable.

5) Inconstitucionalidad de las intervenciones telefónicas.

6) El término de la prórroga extraordinaria es perentorio.

7) Efectos del informe criminológico en la concesión de la libertad condicional.

8) Inconstitucionalidad de la sanción por abandono de defensa.

II.- RESOLUCIONES DE LA SALA TERCERA. A). DERECHO PENAL.

9) La perforación del cedazo que cubre una puerta constituye una circunstancia de agravación.

10) Alcance de la inhabilitación como pena accesoria.

11) Naturaleza del engaño en el delito de estafa.

12) Obligación de devolver un vehículo declarado "pérdida total" a consecuencia de accidente de


tránsito.

13) Bien jurídico tutelado en los delitos de injurias y difamación.

14) Una inminente detención arbitraria constituye una forma de amenaza grave.

15) Responsabilidad civil del propietario de vehículo causante de accidente de tránsito.

16) Alcance de la circunstancia de agravación en el delito de violación.


17) Diferencia entre dolo y la intención.

18) Naturaleza de la usurpación.

19) El despojo en el delito de usurpación.

20) El abandono del lugar del accidente constituye una contravención.

21) Cobro de intereses en causa por libramiento de cheque sin fondos.

22) Contenido de daño moral.

23) Prevención para devolver bienes como requisito del tipo del uso indebido.

24) Presupuestos de la difamación.

25) Presupuesto de la tentativa en el delito de violación.

26) El delito de especulación en la prestación del servicio de parqueo.

27) Valores de un giro de gobierno para efectos de hurto.

II). DERECHO PROCESAL PENAL.

28) Interesado que no figuró como parte tiene derecho de recurrir en casación.

29) La ausencia de juramentación de defensor no vulnera el principio de defensa.

30) La presentación tardía del requerimiento de citación a juicio.

31) Innecesario nombramiento de curador para los menores que declaran.

32) Legalidad de la participación del agente encubierto en delitos con drogas.

33) Inhibición de jueces que actuaron como funcionarios del Ministerio Público.

34) Modificación de la calificación jurídica para resolver sobre prescripción de la acción penal.

35) El escrito inicial del actor civil y la concreción de las prestaciones civiles en juicio.

36) Huellas dactilares como única prueba.

37) Competencia del juez en reenvío.

38) Posibilidad del actor civil de recurrir en casación si estimó las pretensiones de la demanda.
39) Consideraciones en torno a la adhesión al recurso de casación.

40) Nulidad de la condenatoria civil de oficio.

41) Obligación de fundamentar la denegatoria de condena de ejecución condicional.

42) Incorporación al debate de documentos sin previa lectura.

43) Normativa aplicable a la fijación de costas personales.

44) Modificación de la competencia en los delitos de injurias, calumnias y difamación.

45) Revocatoria contra rechazo del recurso de casación, no interrumpe plazo de interposición de
éste.

46) Diferencia entre suspensión e interrupción de plazos.

47) Requisitos para que la suspensión corresponda a la jurisdicción agraria.

48) El recurso de casación debe presentarse ante el tribunal que dictó el fallo.

49) Fijación de la competencia en las injurias por medio de cartas.

1. RESOLUCIONES DE LA SALA CONSTITUCIONAL.

1) EL PRINCIPIO DE PERSONALIDAD EN LAS INFRACCIONES A LA LEY DE PROTECCIÓN AL


CONSUMIDOR.

II. "El constituyente en el artículo 39 de la Carta Magna estableció el principio de culpabilidad como
necesario para que una acción sea capaz de producir rcsponsabilidad penal, el Código de esta
materia en los artículos 30 y siguientes desarrolla este principio, disponiendo en el 30 que "nadie
puede ser sancionado por un hecho expresamente tipificado en la ley sino lo ha realizado por dolo,
culpa o preterintención", de donde no resulta posible constitucional y legalmente hablando, aceptar la
teoría de la responsabilidad objetiva, o culpa invigilando que sí resulta de aplicación en otras
materias, pero que por el carácter propio de la pena se encuentran excluidas de aplicación en lo
penal, pues en ésta -como ya se dijo- debe demostrarse necesariamente una relación de culpabilidad
entre el hecho cometido y el resultado de la acción, para que aquél le sea atribuido al sujeto activo: la
realización del hecho injusto debe serle personalmente reprochable al sujeto para que pueda
imponérsele una pena, a contrario sensu, si al sujeto no se le puede reprochar su actuación, no podrá
sancionársele penalmente. Con base en la responsabilidad objetiva, al autor de un hecho se le puede
imponer una pena no obstante que su comportamiento no le pueda serreprochado personalmente; en
este caso lo decisivo es la causación objetiva del resultado dañoso, sin exigir que entre éste y la
acción del sujeto exista relación de culpabilidad. La senora Alcaldesa condena al recurrente sin
acreditar si es o no el responsable del marcaje de los artículos que fueron encontrados en un
almacén de su representada, sin ser marcados individualmente, pues a su entender la
responsabilidad le deviene por ser el representante legal de la compañía, aunque no sea el
encargado directo de la marcación de precios, ni tenga nada que ver con ello, este razonamiento
contraviene claramente lo dispuesto en el artículo 39 ya citado de la Constitución Política y por
producirse con ello una amenaza a la libertad deambulatoria, pues en caso de no pago ... deberá
cumplir veinte días de prisión, el recurso debe ser declarado con lugar." Sala Constitucional. V. -500-
90 de las 17 Hrs del 15 de mayo de 1990.

2) ALCANCE DEL TÉRMINO "JUEZ COMPETENTE" QUE UTILIZA LA CONSTITUCIÓN


POLÍTICA.

A.- Es claro que a esta fecha el imputado tiene resuelta su situación jurídico procesal pues se ha
dictado auto de procesamiento y prisión preventiva en su contra. Sin embargo como la Sala está
obligada a examinar si la detención del recurrente ha sido legítima en todo momento, encuentra que
existió una irregularidad bastante notoria en la etapa inicial de su detención según se pasa a analizar.
Por una parte, aún cuando no haya quedado constancia del momento en que el señor... fue detenido
se sabe al menos que ingresó a la Delegación del O.I.J. en ... a las once horas diez minutos del día
ocho de febrero último. Por otra, que estuvo sin ser puesto a la orden de juez competente desde
aquél momento, hasta las catorce horas y diez minutos del día doce siguiente lo que da como
resultado una detención no judicial que ascendió a la cantidad de noventa y nueve horas. La
Constitución Politica establece el deber para la autoridad de poner a la orden de "juez competente" a
los detenidos en un término no mayor a veinticuatro horas. Sin que sea del caso examinar otros
aspectos igualmente importantes el texto del artículo 37 de la Constitución Política es claro en cuanto
a que los detenidos deben ser puestos ala orden de juez competente en un término perentorio de
veinticuatro horas y para nuestro caso ese juez lo es el Segundo de Instrucción de ... a quien se le
pone en conocimiento de la detención del recurrente ya trascurridas noventa y nueve horas de la
detención. Así pues el Organismo de Investigación Judicial de.. no podía entender que contaba con
veinticuatro horas para poner al detenido a la orden de la Agente Segunda Fiscal, pues esta no es
Juez competente sino una funcionaria competente para ejercer si lo considera jurídicamente
apropiado la acción penal". Sala Constitucional C.- 254 de las 14, 15 Hrs del 9 de marzo de 1990.

3) LA PRUEBA DE LA VERDAD EN EL DESACATO.

1. "No hay duda de que el numeral 307 del Código Penal, nos fue heredado casi literalmente por la
normativa Argentina en esta misma materia, la que desde 1863 incorpora la figura del desacato, con
una marcada influencia española, superada en las reformas aprobadas en el año 1887, esta vez con
una influencia italiana básicamente (art. 198 del Código Italiano). Ahora bien, esta reforma sobrevivió
al Proyecto de 1906, que penalizaba en su numeral 244, el desacato como acción cometida por "el
que provocare a duelo, amenazare, injuriare o de cualquier modo ofendiere en su dignidad o decoro a
un funcionario público, a causa del ejercicio de sus funciones", y establecía en el artículo 245, la no
admisión de la prueba de la verdad, al decir: "al culpable de desacato no se le admitirá la prueba de la
verdad o notoriedad de los hechos o cualidades atribuidas al ofendido", esto, se dijo, para proteger
las desempeñadas por el sujeto pasivo. Posteriormente, en el año 1949, la ley número 13.569
reformó sustancialmente el citado artículo 244, manteniendo intacta la no admisión de la prueba de la
verdad o notoriedad de los hechos o cualidades atribuidas al ofendido. Esa reforma significó
básicamente: la fusión de los artículos 244 y 245, y la agravación de la conducta del sujeto activo,
transformándola así en un instrumento eficaz de la Dictadura de ese entonces, para evitar las críticas
hechas fuera de la presencia del funcionario de tal forma que imposibilitaba la censura a la prensa,
otros medios de comunicación colectiva, los discursos políticos y la simple crítica ciudadana. No en
vano, una de las primeras medidas del gobierno revolucionario, fue el derogar -mediante decreto
número 487 del 7 de octubre de 1955-, estas limitantes, para permitir el sano ejercicio de la exceptio
veritatis. Citando los fundamentos utilizados en esa Reforma claramente se entiende su motivación:
"que mantiene la Ley 13.569 el gobierno depuesto extendió los alcances del delito de desacato hasta
extremos que significaron prácticamente la supresión de la libertad de crítica y de opinión y que, por
otra parte, esa ley impedía probar cualquier imputación dirigida (exceptio veritatis), contra funcionarios
públicos, lo que importaba también la supresión de una esencial garantía de la moralidad
administrativa". Se menciona también como fundamento a esta importante reforma, la necesidad de
restituir al país, sus habitantes y autoridades, un real y efectivo sistema republicano de gobierno. Esa
reforma permitió -que hasta la fecha-, la exceptio veritatis sea posible en ese país.

II. Estima esta Sala, que el legislador costarricense, al incorporar a nuestro ordenamiento penal de
fondo el texto Argentino que establecía la prohibición de la prueba de la verdad, no analizó con
detenimiento las razones que motivaron a la dictadura de ese entonces, o a los Italianos mediante la
inclusión en el código facista que influenció a esta última- a crear la prohibición, limitándose a copiar
el texto casi literalmente, sin detenerse a meditar sobre sus consecuencias directas en el proceso, ni
en cuanto a su vigencia constitucional. Mucho se ha discutido en doctrina sobre el origen de la figura
del desacato, y su relación histórica con los delitos contra el honor, y muy poco se ha cuestionado si
se justifica la prohibición de la prueba de la verdad, en razón del bien jurídico que se tutela: la
autoridad pública; asícomo tampoco se ha analizado su conveniencia o no, y mucho menos su
asidero constitucional. Quienes adversan la tesis de la necesaria inclusión de la prueba de la verdad
en el desacato, se fundan principalmente en que al no ser el bien jurídico protegido el honor del
funcionario, sino la autoridad que éste representa, no procede la misma, pues se parte de una
presunción de legitimidad en la acción de aquél, y en la necesaria protección del prestigio de la
administración, que se entorpecería de permitírseles a los ciudadanos su cuestionamiento público. A
la luz de nuestro ordenamiento constitucional y de nuestro sistema democrático, no es legítimo, ni
lógico, prohibir a persona alguna el ejercicio del derecho al debido proceso, en razón del bien jurídico
que se protege, ni por ninguna otra razón, ya que la regla constitucional contenida en el artículo 39, al
exigir "la necesaria demostración de culpabilidad", está imponiendo a cargo del Estado, la obligación
de comprobar que el imputado es culpable, es decir, que actuó mediante dolo o culpa, y ello sólo es
posible si se le otorga la oportunidad de ser oído ampliamente, pues bien pudiera ser que alguno o
ambos supuestos quedaran excluidos, o bien que mediara alguna causa de justificación u otra que
amerite la no imposición de la pena. "Es bien sabido que la doctrina sobre la materia tiene
establecido en forma general, que toda persona tiene absoluto derecho a defenderse con amplitud en
cualquier proceso..., que pueda afectarlo en sus derechos e intereses. El derecho que se comenta
comprende como primer elemento insustituible el conocimiento de las actuaciones en forma amplia y
sin restricciones de ninguna especie", y está inspirado indudablemente en razones elementales de
justicia y equidad. (Sala de Casación No. 110 de las 10 Hrs del 17-11-78). El principio de defensa,
como garantía constitucional fundamental, tiende a resguardar la libertad del individuo ante la
posibilidad de que se le imponga indebidamente una pena, por ello, no puede ni debe ser restringido
en forma alguna, sino más bien resguardado celosamente por el legislador, el juez y el gobernante. El
ordenamiento procesal penal en vigencia, en su artículo 198 recepta el principio ahora imperante de
que todo se puede demostrar y por cualquier medio lícito, si ello es así, nuestro legislador ya ha
optado, para que conforme al principio constitucional de necesaria demostración de culpabilidad
irrestricta para ejecutar la defensa, se puede acreditar cualquier hecho de importancia para la fijación
de la responsabilidad o no del encartado en el hecho delictivo que se le atribuye. Por otra parte, no es
conveniente que en un estado democrático como el nuestro se castigue a quien denuncia actos de
corrupción, sin dársele la oportunidad de probar su dicho, pues ningún ciudadano asumiría la función
social de denuncia, que ejercida con ética es básica para el sano ejercicio de la función pública.
Como dice un autor alemán, "no permitir la "exceptio veritatis" en ningún caso, sería incurrir en una
enorme injusticia, al condenar igualmente a quien dice de otro cosas ciertas que lo molestan o
perjudican que quien dice falsedades con el ánimo de peijudicar el honor ajeno". Por el contrario, el
ejercicio de la prueba de la verdad, sirve al ofendido en el caso de que se demuestre la falsedad de
las imputaciones para limpiar su nombre, caso en el cual recaería condena, y se controlaría el
ejercicio irresponsable de la libertad de opinar o expresarse, conciliándose dos intereses: la verdad
como interés público, y por otro el honor del ofendido como interés público.

III. Así las cosas, con base en lo expuesto lo procedente es declarar inconstitucional, el artículo 307
del Código Penal, en su párrafo segundo, por ser contrario al numeral 39 Constitucional que protege
el principio de defensa enjuicio, o debido proceso." Sala Constitucional. V. -412 de las 14, 30 Hrs del
24 abril de 1990

4) LA FACULTAD DE ABSTENERSE DE DECLARAR ES IRRENUNCIABLE.

1.- La garantía constitucional del artículo 36 de la Constitución Política, es absoluta en el tanto que no
admite ninguna limitación aún cuando provengan de la ley. Dispone ese articulo: "En materia penal
nadie está obligado a declarar contra sí mismo, ni contra su cónyugue, ascendientes, descendientes
o parientes colaterales hasta el tercer grado inclusive de consanguinidad o afinidad". Esta norma en
forma clara, con el fin de proteger la cohesión del núcleo familiar, fundada en razones de orden moral
y familiar, deja a entera voluntad del testigo decidir si declara o no dentro del proceso penal. En
consecuencia, es el testigo el que ostenta el privilegio devalorar su relación familiar y libremente
decidir si declara o no lo hace. Desde la perspectiva del Artículo 36 constitucional, no existe ningún
supuesto bajo el que esté obligado a hacerlo

II.- El artículo 227 del Código de Procedimientos Penales, recoge parcialmente el privilegio y señala
la forma -expresa que no están obligados a declarar en contra del imputado, su cónyugue,
ascendiente, descendiente o hermano. Es importante advertir que al usar el artículo el número en
singular, podría entenderse que estaría limitando la cobertura constitucional. Esta interpretación es
inadmisible, porque la única forma de entender el texto del artículo 227 es en total conformidad con el
36 de la Constitución Política que no necesita de una ley ordinaria que autorice su aplicación. Debe el
juzgador, en consecuencia, al aplicar el artículo 227, entenderlo en el sentido amplio del texto
constitucional correlativo y no en el supuesto sentido restrictivo que puede inferirse del texto
gramatical.-

III.- A criterio de la Sala, el enfoque de la fiscal de juicio en el expediente judicial, en el sentido que el
artículo 227 debe entenderse en relación con el artículo 228, a efecto de obligar a todos los parientes
comprendidos en ambas normas a declarar cuando son querellantes, denunciantes, actores civiles, o
cuando el lícito se ha ejecutado en su perjuicio, o de un pariente de grado igual o más próximo,
produce una clara inconstitucionalidad, porque ello implicaría introducirle limitaciones al texto del
artículo 36 de la Constitución Política, que ésta no establece, en cuyo caso estaríamos frente al
absurdo jurídico de una limitación constitucional por texto legal.-
IV.- El artículo 228 por su lado, regula las relaciones con los parientes en línea colateral,
estableciendo la obligación de declarar en los presupuestos antes referidos, es decir, cuando se es
querellante, denunciante, actor civil o cuando el hecho se ejecutó en perjuicio suyo, o de pariente de
grado igual o más próximo, lo que es una clara contradicción con lo dispuesto en el artículo 36 de
repetida cita, que no admite nunguna limitación. En consecuencia, es inconstitucional el artículo 228,
al limitar el privilegio de abstención a declarar a los parientes colaterales.-

V.- En lo que atañe al tutor o pupilo, el privilegio de abstención es de creación legal y nada obsta
para que con base en la ley procesal, se adquiera ese beneficio, equiparándolo a los alcances
constitucionales, lo que además, parece conveniente en razón de los vínculos estrechos que surgen
de esa relación jurídica. Por ello no es contrario a la Constitución Política la equiparación que hace el
artículo.-

VI.- Es de singular importancia también, advertir que el texto del artículo 36 constitucional, lo que
consagra es un derecho a la abstención de un pacto procesal, en aras de proteger los vínculos
familiares, como ha quedado dicho, y como tal, es ejercitable en cualquier etapa del proceso y desde
luego, no es renunciable en forma absoluta. Es decir, que el hecho de denunciar un supuesto ilícito,
no implica para el sujeto, el deber de declarar como lo señala el artículo 228 referido. Siempre y cada
vez que sea necesario declarar, el pariente en los grados indicados en el artículo 36 de la
Constitución Política, puede abstenerse de hacerlo, sin que ello le implique responsabilidad de
ninguna índole y sin que el tribunal pueda incorporar a la etapa del debate su declaración previa,
puesto que no se está en los casos de excepción del artículo 384 del Código de Procedimientos
Penales y porque incorporar por lectura la declaración, equivale a la violación del privilegio de
abstención, por una vía indirecta no contemplada en la Constitución Política." Sala Constitucional.
Voto 264 de las 14,30 Hrs del 6 de febrero de 1991.

5) INCONSTITUCIONALIDAD DE LAS INTERVENCIONES TELEFÓNICAS.

"1.- El artículo 221 del Código de Procedimientos Penales es inconstitucional pues quebranta lo
dispuesto en el artículo 24 de la Constitución Política y así debe declararse con base en las razones
que de seguido se expondrán.

II.- Costa Rica, en el artículo lo. de su Constitución Polftica, al constituirse en Estado según los
principios básicos de una democracia, optó por una formulación política en la que el ser humano, por
el simple hecho de serlo, por haber nacido tal, es depositario de una serie de derechos que le son
dados en protección de su dignidad, derechos que no pueden serle desconocidos sino en razón de
intereses sociales superiores, debidamente reconocidos en la propia Constitución o las leyes. En una
democracia, el delincuente no deja, por el solo hecho de haber sido condenado, de ser sujeto de
derechos, algunos se le restringen como consecuencia de la condenatoria, pero debe permitírsele
ejercer todos los demás. Al imputado -contra quien se sigue una causa penal y en consecuencia no
ha sido condenado- y aún al delincuente no se les puede constituir en una mera categoría legal,
calificado según los tipos penales, debe reconocérsele como sujeto de derechos, como ya se dijo, de
todos los que el marco constitucional o legal no le restrijan. Durante el proceso el encausado goza de
un estado de inocencia, que no permite tenerlo como culpable, antes de que la autoridad
jurisdiccional correspondiente, no lo considere tal en sentencia debidamente fundamentada.

III. En una democracia todo ciudadano tiene derecho a mantener reserva sobre ciertas actividades u
opiniones suyas y obtener amparo legal para impedir que sean conocidas por otros, en especial
cuando para conocerlas deban emplearse procedimientos clandestinos; resulta imposible o muy dificil
convivir y desarrollar a plenitud los fines que una persona se propone, sin gozar de un marco de
intimidad, protegido de injerencias del Estado u otros ciudadanos. Así la Convención Americana
sobre Derechos Humanos -Pacto de San José-, reconociendo esos principios, en su artículo 11.2-3
dispone:

"Nadie puede ser objeto de injerencias arbitrarias o abusivas en su vida privada, en la de su familia,
en su domicilio o en su correspondencia, ni de ataques ilegales a su honra o reputación."

"Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra esas injerencias o esos ataques."

El legislador al dictar el Código Penal, en los artículos 196, 198 y 201, en protección de ese círculo de
privacidad, penalizó la violación de correspondencia (será reprimido con seis meses a un año de
prisión o con sesenta a cien días de multa el que indebidamente abriere o se impusiere del contenido
de una carta o de cualquiera otra comunicación telegráfica, cablegráfica o telefónica destinada a otra
persona o hiciere uso indebido de una cinta magnetofónica), la captación indebida de manifestaciones
verbales (Será reprimido con prisión de uno a seis meses o de treinta a sesenta días multa, al que
grabare las palabras de otro no destinadas al público sin su consentimiento, o al que mediante
procedimientos técnicos escuchare manifestaciones privadas que no le estén dirigidas.), y el uso
indebido de correspondencia (Será reprimido con prisión de seis meses a un año, el que usare
indebidamente en cualquier forma, cartas, papeles, grabaciones, despachos telegráficos, telefónicos,
cablegráficos o de otra naturaleza que hubieren sido sustraídos o reproducidos.).

IV.- Para resolver el asunto planteado, en la presente acción, es necesario establecer, si al amparo
de nuestra Constitución Política y los principios que la nutren, existe legitimación para incursionar en
el ámbito de intimidad de una persona, en razón de que se sospeche que podría estar involucrada en
la comisión de un hecho delictivo, o por encontrarse relacionada con una persona sobre la que
recaiga una sospecha de esa índole. Los artículos 36, 37, 39, 40, 44 y 48 de la Constitución Política
crean una serie de derechos y garantías en favor de las personas para protegerlos, a ellos y a sus
familias de injerencias ilegítimas, en la investigación de hechos delictivos, exigiendo que al menos
exista un indicio comprobado de que han cometido delito, para autorizar la intromisión de la autoridad
pública en algunas áreas de su círculo de intimidad. El artículo 23 permite el allanamiento de morada,
sin hacer esa exigencia, vacio que el legislador ha cubierto en el artículo 209 del Código de
Procedimientos Penales, al exigir que para que un juez ordene un allanamiento de morada debe
tener motivos suficientes para presumir que en ese lugar existen cosas relacionadas con el hecho
punible, que allí puede efectuarse la detención del imputado o de alguna persona evadida o
sospechosa, lo que podría ser una permisión del constituyente para que se incursione en el domicilio
de los habitantes de la República, aún por simple sospechas. Vemos, si ello es así, que, coexisten
entonces en la Constitución dos tendencias, una, la de los artículos 36,37,39, 40 y 44 protegidos por
los mecanismo que crea el 48 - en los que se sustrae esa esfera de vida privada de injerencias
externas y en el 23 que se permite, de ello se concluye, que dentro del marco constitucional, la
exclusión del derecho debe hacerse expresamente y, si el artículo 24 constitucional establece como
principio la inviolabilidad de los documentos privados y las comunicaciones escritas u orales de los
habitantes de la República, señalando a su vez las materias en que el legislador está legitimado para
imponer excepciones a esa regla, excepciones que no se refieren a la intervención telefónica, debe
concluirse necesariamente en que el artículo 221 en análisis es inconstitucional. Contra esta
aseveración se ha argumentado -como lo hace la Procuraduría General de la República en su
contestación a la audencia que se le confirió que la intercepción telefónica no fue materia de
preocupación del constituyente por la poca evolución y utilización de los teléfonos en la Costa Rica de
la segunda mitad del decenio de los cuarenta, época en que se redactó el texto original; tesis que no
resulta, a criteriode la Sala, enteramente ajustada a la realidad, pues no solamente debe tomarse en
cuenta la evolución del teléfono en nuestro medio a la época, sino el conocimiento que se tuviera
sobre la posibilidad de intervenir las conversaciones que se hicieran al utilizarlo, dado que
conocimiento de ello era posible, si se tenía interés en autorizarlo, así se hubiera acordado. Si se
toma en cuenta que Alexander Graham Bell inventó el teléfono casi tres cuartos de siglo antes, en
1871, y que ya antes de la Segunda Guerra Mundial se utilizaron medios de captación de
conversaciones telefónicas mediante bobinas de induccion, que hasta se adherían a las líneas
correspondientes, y que además el sistema telefónico utilizado en Costa Rica era tan poco
complicado que hasta las telefonistas se imponían del contenido de las conversaciones telefónicas,
sin necesidad de mayores aparatos para hacer la intervención, debe concluirse en que la práctica,
entonces, no era desconocida en nuestro medio al momento, sino la autorizó el constituyente, no fue
por desconocimiento de que la intervención fuera posible.

V. Es cierto que la mayoría de las Constituciones, aún aquellas redactadas bien avanzado el
presente siglo, cuando ya las comunicaciones telefónicas han alcanzado un gran desarrollo en la
mayoría de los países, siguen preocupándose únicamente por la inviolabilidad de la correspondencia
sin hacer referencia a la comunicación telefónica, excepción a ello son las Constituciones de España,
1978 (Artículo 18.3), Paraguay, 1967 (artículo 69), República Dominicana, 1966 (artículo 9), Ecuador,
1984 (artículo 19.8) y Brasil, 1988 (articulo 5.XII), que sí se preocupan por establecer expresamente
la inviolabilidad de las comunicaciones telefónicas y su excepción por mandato judicial. Al respecto es
interesante transcribir la norma últimamente citada:

"é inviolável o sigilo da correspondencia e das comunicacoes telefónicas, salvo, no último caso, por
ordem judicial, nas hipóteses, e na forma que a lei establecer para fins de investigacao criminal ou
instrucao processual penal;"

Y las Constituciones de Perú, 1979 (artículo 2.8), Bolivia, 1967 (artículo 20), El Salvador, 1983
(artículo 24) y la de la Provincia de Córdova-Argentina, 1987 (artículo 19-12) que también regulan
sobre esas comunicaciones, prohibiendo del todo su intercepción.

VI. Algunos han estimado que el constituyente se despreocupó por resolver el punto y en razón de
ello han estimado -como ya lo hizo la mayoría de la Corte Plena en la resolución de las diez horas del
veintisiete de enero de mil novecientos ochenta y siete- en aplicación de la interpretación progresiva o
evolutiva, que a la intervención telefónica debe aplicársele los mismos principios de excepción que el
constituyente le impuso a la inviolabilidad de documentos. El criterio de la Sala es que no, pues como
ya se dijo, todo habitante dc la República debe gozar de un ámbito de privacidad, sólo susceptible de
ser incursionado cuando así se haya expresamente establecido al formular las excepciones al
principio; el constituyente de 1949 lo hizo en relación con documentos privados y libros de
contabilidad, sea de documentos directamente relacionados con el investigado judicialmente o en
asuntos fiscales, a las comunicaciones escritas u orales les dió un trato diferente, y dentro de ellas
dispuso que la correspondencia no podrá ser sustraída y ello es así por el derecho de las personas de
tener comunicaciones privadas entre sí, sin que de ellas se puedan imponer terceros no deseados,
surge así un derecho especial al secreto de las comunicaciones interpersonales. Dice así el artículo
24:

"Son inviolables los documentos privados y las comunicaciones escritas u orales de los habitantes de
la República. Sin embargo, la ley fijará los casos en que los tribunales de justicia podrán ordenar el
secuestro, registro o examen de documentos privados, cuando ello sea absolutamente indispensable
para esclarecer asuntos sometidos a su conocimiento.

Igualmente la ley fijará los casos en que los funcionarios competentes podrán revisar los libros de
Contabilidad y sus anexos, como medida indispensable para fines fiscales.

La correspondencia que fuere sustraída, de cualquier clase que sea, no producirá efecto legal."

El conocimiento diferenció entre documentos privados y comunicaciones escritas u orales -dentro de


ésta deben incluirse las telefónicas- y permitió el secuestro, registro o examen de los documentos
privados, excluyendo expresamente las comunicaciones, para señalar además que la
correspondencia sustraída no producirá efecto legal alguno, y ello es así porque las comunicaciones -
todas las comunicaciones- entre los ciudadanos, según nuestra Constitución, merecen una
protección diferente a la que se le otorga a aquellos otros documentos propios y directamente
relacionados con el sujeto investigado a que se hizo referencia supra, pues en las comunicaciones
interpersonales se deben proteger intereses de terceras personas que pueden no estar involucradas
con el hecho ilícito en investigación. El secuestro, registro o examen de documentos, en los casos en
que la Constitución los permite, deben darse, con dos protecciones: a, intervención de juez
competente y b. calificación por éste de absolutamente indispensable la actuación para el
esclarecimiento del hecho; si esto último puede lograrse sin la incursión en el círculo privado, debe
necesariamente evitarse esa injerencia. Si en el caso que lo permite expresamente el constituyente,
la intromisión debe darse con base a un procedimiento de protección, no parece lógico que una
simple sospecha pueda facultar esa intromisión en materia de comunicaciones telefónicas, pero
resulta realmente inconcebible que se justifique en relación con personas que nada tienen que ver
con el posible ilícito que se investiga, situación ésta que se daría con respecto a todas las que por
una u otra circunstancia deban utilizar el teléfono intervenido, permitiéndose así a la policía
imponerse de sus conversaciones, quebrantándose el derecho a la intimidad de esas personas sin
razón alguna, esto por no existir medio posible de garantizar que el teléfono intervenido sólo será
utilizado por el presunto delincuente y para conversar con personas que participan con él en el ilícito
investigado. Es lo cierto que para el constituyente no mereció un trato especial los problemas
relacionados con el teléfono, por la poca importancia que este medio de comunicación tenía a la
fecha, en un país como el nuestro que aún utilizaba un sistema manual y de servicio restringido a
muy pocos abonados, ubicados principalmente en San José y en las capitales de provincia, pero el
radio que si era un medio idóneo para comunicarse, sí fue materia de discusión (ver en acta 197 de la
Asamblea Nacional Constituyente de 1949, tomo II). El diputado Ortiz planteó su duda en relación
inadmisible que se las protegiera en la forma en que aparecía en el proyecto en discusión, señaló que
si a la fecha existían una serie de medios de comunicación, como la radio que se usa en la prensa
internacional y la radio particular -en la comunicación de varias fincas, puso por ejemplo-, sin hacerse
diferencia en el trato que se le debía dar a cada una, en relación a su carácter público o privado, el
proyecto resultaba omisivo, por lo que abogó por que se diera un trato diferenciado según fuere el
carácter y aceptó expresamente que se hiciera excepción únicamente en relación con los papeles
privados de los ciudadanos; al ser puesta a votación la moción que se discutía cuando se dió su
intervención, fue desechada. Luego se propondría, por parte de la Mesa, el texto que en definitiva se
aprobó. De lo expuesto debemos concluir, que la forma en que se reguló el problema, dando un trato
diferente a los documentos privados -los cuales pueden ser afectados en su inviolabilidad cuando así
lo estimen los Tribunales de Justicia-, en relación con las comunicaciones escritas u orales de los
habitantes de la República -que no pueden ser sometidas a esa afectación-, lo fue por haberlo así
querido expresamente el constituyente, no se puede ahora variar ese criterio sin violentar gravemente
el contenido de la garantía establecida en el artículo 24 constitucional. Las comunicaciones escritas
uoralesde los habitantes de laRepública, no pueden ser válidamente interferidas, y cuando se da una
intervención de esa naturaleza, se comete un hecho delictivo, al haber el legislador tipificado en el
Título VI del Código Penal, la violación de correspondencia, la captación indebida de manifestaciones
verbales y el uso indebido de correspondencia, según la transcripción que se hiciera supra. Todo lo
anterior da base para establecer que el artículo 221 del Código de Procedimientos Penales es
inconsticucional y así deba declararse.

VII. Ha sido preocupación de algunos -el Jefe del Ministerio Público lo señala expresamente al
contestar la audiencia que se le confirió- la dificultad que para la investigación de algunos delitos, en
especial los relacionados con drogas estupefacientes, puede causar una declaratoria de
inconstitucionalidad del artículo 221 del Código de Procedimientos Penales. El tema fue expuesto en
la constituyente según se establece de la lectura del acta 107, en intervención del Diputado Volio
Jiménez quien al analizar una moción de los Representantes Pinto y Montealegre tendiente a no
permitir en ningún caso la ocupación o examen de los papeles privados de los habitantes de la
República, dijo que:

"no podía aceptar la moción anterior, por un deber profesional. Indicó que la ley señalaba una serie
de casos de excepción al principio de inviolabilidad de los papeles privados, los que en determinadas
circunstancias, en virtud de resolución judicial, pueden ser revisados, como en caso de quiebra o
insolvencia, introducción de drogas estupefacientes, etc..." La propuesta de los Diputados Pinto y
Montealegre fue luego retirada; de seguido la Mesa sometió a discusión de moción del Diputado
Castro Sibaja quien propuso la redacción que en definitiva quedaría en el artículo 244 con muy leves
modificaciones. El tema si fue materia de análisis en la constituyente y no mereció preocupación
especial de los señores Diputados, a efecto de señalar una excepción al principio, para facilitar la
investigación de delitos, mal podría ahora la Sala por interpretación crear esa excepción o legitimar al
Legislador para hacerlo, cuando de lo dicho en este pronunciamiento se establece con toda claridad
que nuestro marco constitucional no permite excepciones a las garantías ciudadanas, si no fueron
establecidas expresamente". Sala Constitucional. VTO. 1261, de las 15,30 Hrs del 9 de octubre de
1991.

6) EL TÉRMINO DE LA PRÓRROGA EXTRAORDINARIA ES PERENTORIO.

"Ya sobre el fondo, parece necesario que la Sala precise que en una causa por delito evacuadas las
pruebas propuestas, deben serlo dentro de los dos meses de instrucción que dispone el artículo 199
del Código de Procedimientos Penales o dentro de sus prórrogas ordinarias, en su caso, que deban
estar solicitadas antes o en el propio vencimiento del plazo anterior, plazo total que -en ningún caso-
podrá exceder de seis meses contados a partir de la fecha en que se recibe la declaración indagatoria
y cuya procedencia en todo caso deberá calificar por resolución fundamentada el Superior que la
concede; si hay duda fundada del juzgador en cuanto a la comisión del hecho a su tipicidad o a su
imputabilidad al procesado, procede dictar, por resolución fundamentada, prórroga extraordinaria -
exclusivamente para allegar a la causa nuevas pruebas o la que se recibiere no fuera conducente
para modificar la situación de duda que la motivó, el juez que conoce de la causa sólo tendrá
competencia para dictar el sobreseimiento obligatorio (artículos 8, 325 y 327 del Código de
Procedimientos Penales y 10 del Código Procesal Civil). En el caso sub examine evidentemente el
juzgador recurrido ha actuado con prescindencia de lo anterior, motivo por el cual la Sala encuentra
que es procedente el reclamo que se formula, pues si a las ocho horas del veintinueve de enero de
mil novecientos ochenta y ocho se dictó auto de prórroga extraordinaria de la instrucción (folio 285,
tomo II del expediente principal) sin que se recibiera que modificara la situación de duda que la
motivó no podía como lo hizo, dictar auto de procesamiento mediante resolución de las ocho horas
del diez de marzo de mil novecientos ochenta y nueve, aquélla prórroga, con violación de la
normativa supra indicada, pues carecía de competencia para hacerlo desde que se trata en la
especie de un término perentorio y no ordenatorio como se le ha pretendido calificar (art. 325 en
relación con el 327 del Código de Procedimientos Penales)." Sala Constitucional. Vto 605 de las
16,30 Hrs del 30 de mayo de 1990.

7) EFECTOS DEL INFORME CRIMINOLÓGICO EN LA CONCESIÓN DE LA LIBERTAD


CONDICIONAL.

"El artículo 64 del Código Penal dispone que todo condenado podrá solicitar al Juez competente y
éste facultativamente conceder la libertad condicional cuando haya cumplido la mitad de la pena
impuesta en sentencia ejecutoria, en este caso el Juez pedirá al Instituto Nacional de Criminología
para su mejor información y resolución, el diagnóstico criminológico del penado y un informe en que
conste si el solicitante ha cumplido o no el tratamiento básico prescrito. Por su parte el artículo 65
ibidem, establece que la libertad condicional podrá concederse cuando el Instituto de Criminología
informe sobre la buena conducta, servicios prestados, ocupación y oficios adquiridos por el
condenado que le permitan una vida regular para el trabajo lícito; y acompañe un estudio de su
personalidad en su medio social, así como un dictamen favorable sobre la conveniencia de la medida.
Es criterio de esta Sala que el dictamen favorable del Instituto de Criminología es orientador para el
Juez, consecuentemente el Juez podrá conceder el beneficio aún cuando no haya recomendación
favorable, por el Instituto de Criminología y viceversa, negarlo cuando éste lo recomiende si hay base
para disfrutar de la libertad condicional que prevé el artículo 65 y 66 del Código Penal constituyó un
beneficio y no un derecho, consecuentemente la autoridad judicial podrá resolver conforme a los
dictámenes orientadores que se le envíen -(uno de los cuales debe ser necesariamente el del
Instituto Nacional de Criminología- si le otorga o no dicho beneficio." Sala Constitucional. VTO. 541
de las 15.50 Hrs. del 13 de marzo de 1991.

8) INCONSTITUCIONALIDAD DE LA SANCIÓN POR ABANDONO DE DEFENSA.

1- La defensa técnica es una de las garantías procesales del imputado, de modo que si un abogado
asume la función de defensor, no sólo acepta brindar un servicio a su patrocinado si no que,
paralelamente, se convierte en un auxiliar de la justicia penal. De ello dimana el que el incumplimiento
de sus deberes pueda ser sancionado por la autoridad judicial a cargo del proceso afectado por él.
Esta consulta trata de dilucidar si la fórmula del artículo 90 del Código Procesal Penal, cumple
adecuada y legítimamente con su propósito, ya que se da la situación de que un juez sanciona al
defensor con multa y, mediante un procedimiento de "comunicación" (no de consulta o algún
mecanismo procesal desarrollado doctrinariamente), la Sala de Casación Penal, asume competencia
para, por el mismo hecho, imponer al abogado incumpliente suspensión en el ejercicio de su
profesión hasta por un año. Como lo señala la Sala Tercera Penal, esto "ocurre con frecuencia".
Además la norma es ayuna sobre la forma en que se procede en estos casos, pues no hay un
procedimiento de audiencia y defensa previa por parte de la Casación al abogado denunciado. Un
primer problema, o tal vez el principal problema para entender la disposición cuestionada, lo sea la
circunstancia de que se trate de un trasplante de la legislación de Córdoba, Argentina, y por ahí con
raigambre diferente o contradictoria con la nuestra. Esto debe decirse a propósito de las
explicaciones que se encuentran en la doctrina de ese país, que como ha sucedido entre nosotros, se
limita a describir la forma en que ha funcionado en su medio sin reparar en su posible choque con
principios capitales en cualquier ordenamiento jurídico, como son el debido proceso o el non bis in
idem. Cuanto más loable, entonces, que sea el propio órgano jurisdiccional, una Sala de esta Corte,
encargada de aplicar la norma, la que cuestione su correspondencia con parámetros constitucionales.

2- La Procuraduría General de la República, en la contestación a la audiencia que se le confirió,


acepta que se da una violación al artículo 39 de la Constitución Política, pues se impone una sanción
sin oportunidad de audiencia (defensa) al abogado, o lo que es igual con prescindencia del debido
proceso. Comparte esta Sala esa opinión expresada por el Organo Asesor, pues, como ya ha tenido
oportunidad de señalarlo también en su propia jurisprudencia, ese principio recogido en la regla
constitucional de cita, es no solo aplicable en procesos judiciales, sino en procedimientos
administrativos. Dijo esta Sala, además, que ese principio no está solamente contenido en el artículo
39 de la Carta Fundamental, sino también en el 41, pues cuando este garantiza a las personas que
acudiendo a las leyes se les hará "justicia", entre otras consideraciones, en estricta conformidad con
aquéllas, va en dos direcciones: una, según la cual se hace justicia no solamente en sede
jurisdiccional, sino también en la administrativa, con lo cual el concepto de justicia adquiere una
connotación más amplia que la que usualmente se acostumbra a darle. Y una segunda, ya que esa
norma exige que la justicia deba hacerse en "estricta conformidad con las leyes", y desde esta
perspectiva no puede menos que conducimos a "debido proceso". En suma, ha dicho la Sala, tanto el
artículo 39 como el artículo 41 constitucionales, implican un mandato de debido proceso y tienen un
ámbito de aplicación que desborda el jurisdiccional propiamente dicho, para comprender también el
administrativo (sentencia N° 15-90 de 16,45 horas del 5 de enero de 1990). En el sub exámine, se
consulta sobre la función ejercida por un juez en relación a una de las partes del proceso, por lo que
aun aceptando se trata de una materia distinta a la jurisdiccional estricto sensu, queda cubierta por
los principios de aquellas dos normas superiores.

De lo expuesto concluimos que, en tanto el artículo 90, bajo análisis obliga a los juzgadores a
imponer las sanciones "inmediatamente", esto es, sin posiblidad para los abogados defensores (u
otros mandatarios) de probar que no se trata de un incumplimiento "injustificado", único sancionable
en los términos de la propia Ley, hay una violación al debido proceso y la norma resulta
inconstitucional.

3.- No obstante que la Procuraduría General de la República, no considera inconstitucional la norma


procesal de comentario por violación del "non bis in idem" que consagra el numeral 42 de la Carta
Fundamental, lo cierto es que la forma lingúística "hecho punible" que este utiliza, debe entenderse
en forma expansiva, para cobijar a cualquier infracción por la que resulte responsabilidad al infractor y
no limitada al ilícito penal, como a simple vista pareciera. La Sala entiende que para este caso, así
debe interpretarse la norma, pues no se trata de que con un mismo acto se infringen distintos
ordenamientos jurídicos (en lo que quepa distinguirlos de tal manera), sino que, aun cuando referidas
a incumplimiento de deberes profesionales (y estrictamente profesionales), el dicho artículo 90 ofrece
una gama amplia de posibilidades sancionatorias. En efecto, en un primer momento el juez o tribunal
ante quien pende la causa penal, puede corregir el incumplimiento con multa hasta de quinientos
colones; casi simultáneamente, según la práctica establecida, la Sala Tercera de la Corte Suprema
de Justicia, puede imponer una suspensión hasta por un año, "según la gravedad de la infracción". Y
finalmente la norma agrega que lo anterior será "sin perjuicio de las otras sanciones", que lleva hasta
la intervención del Colegio de Abogados, porque, como acepta alguna doctrina, también el
incumplimiento es pasible de sanción disciplinaria de aquel cuerpo profesional. Como se ve (y esto es
frecuente), por el incumplimiento, se autorizan tres sanciones, independientes entre sí, originadas en
actos de órganos distintos, además de la propia responsabilidad de tipo civil que se demuestre. Esto
enfrenta palmariamente la prohibición del "non bis in idem" y en ese tanto, también la norma bajo
examen deviene en inconstitucional y así debe declararse.

4.- En razón de la naturaleza de la consulta jurídica que obliga al examen de todos los posibles
ángulos de la norma cuestionada, y además por virtud del principio "iura novit curia", aunque no ha
sido mencionada, la sala analiza la desigualdad en que se coloca a abogados defensores y otros
mandatarios penales en relación a profesionales de papel similar en otras ramas jurisdiccionales
como la civil para citar una de ellas. No existe razón para considerar como agraviante a la jurisdicción
penal, o a la administración de justicia penal, el incumplimiento injustificado del profesional, mientras
que el que se produzca en sede civil simplemente sea irrelevante para la legislación procesal
aplicable a ella. Es notorio, entonces, que la ley le da un trato más riguroso, esto es, desigual, al
abogado penal en relación con el civil (para seguir con el ejemplo). A esto se une una interpretación,
también muy asentada en la jurisdicción penal, según la cual el artículo 90 solamente es aplicable a
los defensores particulares (privados), porque tratándose del defensor público el régimen
sancionatorio se le reserva el Departamento correspondiente, quedando excluido, sin un motivo
justificado de la normativa cuestionada, haciendo más ostensible la desigualdad que comentamos.
Claro que este último aspecto no deriva directamente del texto mismo de la norma, pero la Sala
considera que a ello contribuye el carácter marcadamente exógeno que tiene y sus diversos y nocivos
matices. No existe, pues, más explicación que el origen de la norma procesal penal, copiada
textualmente (con la adecuación obligada de moneda) de un sistema extranjero, y que, sin quererlo,
introdujo esa desigualdad entre profesionales y mandatarios en una y otra sede, o de una y otra
condición. De esta circunstancia, la Sala también encuentra una infracción al artículo 33 de la
Constitución Política y así lo debe declarar.

5.- En el marco de lo que podría denominarse jurisdicción constitucional positiva, la sala ha


examinado la posiblidad de que el régimen sancionatorio de la norma cuestionada se cumpliera con
apertura de un legajo, otorgando audiencia, recabando la prueba ofrecida por el defensor o
mandatario, hasta, finalmente, con derecho a recurrir de la resolución que impusiere una (y única)
sanción, en los términos de nuestra Constitnción Política y de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos. Sin embargo, tal posibilidad no se aviene con la intervención adicional que de
ordinario ejerce el Colegio de Abogados, que sanciona el mismo hecho por virtud esa misma norma o
de otras normas que regulan su existencia y funcionamiento, las que no se cuestionan aquí como
tampoco salva la desigualdad anotada para abogados y mandatarios en sede penal. Si a lo anterior
agregamos que un tribunal penal puede separar de su cargo al abogado que abandona la defensa,
protegiendo de esa manera los intereses del imputado (articulo 89 del Código de Procedimientos
Penales), con lo que existe una solución procesal al incumplimiento extremo, no encontramos salida
para que subsista dentro del ordenamiento jurídico el artículo 90 del Código de Procedimientos
Penales. No sería necesario extender el análisis a otros extremos, para el objetivo de la presente
consulta." Sala Constitucional. Vto. 1059 de las 16 Hrs. del 4 de setiembre de 1990. En el marco de
lo que podría denominarse jurisdicción constitucional positiva, la sala ha examinado la posiblidad de
que el régimen sancionatorio de la norma cuestionada se cumpliera con apertura de un legajo,
otorgando audiencia, recabando la prueba ofrecida por el defensor o mandatario, hasta, finalmente,
con derecho a recurrir de la resolución que impusiere una (y única) sanción, en los términos de
nuestra Constitnción Política y de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Sin embargo,
tal posibilidad no se aviene con la intervención adicional que de ordinario ejerce el Colegio de
Abogados, que sanciona el mismo hecho por virtud esa misma norma o de otras normas que regulan
su existencia y funcionamiento, las que no se cuestionan aquí como tampoco salva la desigualdad
anotada para abogados y mandatarios en sede penal. Si a lo anterior agregamos que un tribunal
penal puede separar de su cargo al abogado que abandona la defensa, protegiendo de esa manera
los intereses del imputado (articulo 89 del Código de Procedimientos Penales), con lo que existe una
solución procesal al incumplimiento extremo, no encontramos salida para que subsista dentro del
ordenamiento jurídico el artículo 90 del Código de Procedimientos Penales. No sería necesario
extender el análisis a otros extremos, para el objetivo de la presente consulta." Sala Constitucional.
Vto. 1059 de las 16 Hrs. del 4 de setiembre de 1990.

DERECHO PENAL

9) LA PERFORACIÓN DEL CEDAZO QUE CUBRE UNA PUERTA CONSTITUYE


CIRCUNSTANCIA DE AGRAVACIÓN.

"Nótese que para lograr el apoderamiento de los bienes del ofendido, el imputado en compañía de
dos sujetos más, perforaron el cedazo que protegía la puerta trasera de la casa del ofendido, al
respecto, son reiteradas las resoluciones de casación en cuanto a que la perforación o fractura de
una pared, cerco, techo, piso, puerta o ventana de un lugar habitado o sus dependencias, implica un
medio violento donde se pone de manifiesto que los obstáculos materiales, o que sirven precisamente
a la finalidad de asegurar o cerrar el espacio en que se encuentran las cosas u objetos sustraídos, no
detienen la acción criminal de los sujetos activos, evidenciando el peligro que ello conlleva. Si bien es
cierto que el cedazo, como lo alega la impugnante, se usa en estas zonas, en las casas de habitación
por razones climáticas, también lo es que éste constituye un medio de defensa del inmueble.
Tenemos entonces que en el presente caso, los sujetos activos ejercieron fuerza sobre las cosas y
mediante la perforación de un cedazo que protegía la puerta trasera de la casa de habitación del
ofendido, lograron sustraer bienes de éste. Obsérvese además que en este caso, el elemento
vencido, sea el cedazo, mediante su perforación, viene a constituir parte integral de la protección a la
puerta, demostrando el imputado y sus acompañantes mayor peligrosidad ya que no se detuvieron
ante obstáculos materiales". Sala Tercera V-276-F de las 14,40 del 14 de setiembre de 1990. Hay
voto salvado de laMagistrada Dora María Guzmán Zanetti.

10) ALCANCE DE LA INHABILITACIÓN COMO PENA ACCESORIA.

"Con relación a la inhabilitación para conducir vehículo por un período de seis meses que se le
impuso como pena accesoria, sí le asiste razón el reproche, pues el juzgador se limitó a señalar que
lo hacía "por mandato de ley" (ver f.48 fto. líneas 4 y 5), refiriéndose con ello "presuntamente" por que
así lo dispone el artículo 128, párrafo segundo, del Código Penal. Sin embargo debe entenderse que
esta inhabilitación se impone automáticamente cuando la profesión u oficio, arte o actividad en que se
produjo el hecho tiene relación directa con la conducción de vehículos automotores. Esto es que
laboralmente el desempeño del puesto se ajusta a esa actividad (por ejemplo el chofer de un taxi o de
un autobús, etc.), pero no cuando el sentenciado nada tiene que ver con ello y el hecho se produjo
fuera de esa circunstancia (por ejemplo el médico o agente de Seguros que se dirige a su casa y
ocasiona un accidente con su carro). Lo anterior por cuanto al espíritu de la norma, a pesar de su
defectuosa redacción, es que se inhabilite a las personas en las profesiones, actividades y oficios
donde se acreditó su falta de pericia o falta de deber de cuidado en la labor realizada que dio origen
al ilícito culposo (por ejemplo se debe inhabilitar al médico que por mal praxis lesiona a un paciente),
ya que el delito de Lesiones Culposas no se refiere exclusivamente a los hechos de tránsito. En el
subjudice consta en forma fehaciente que el señor... no se desempeña en un puesto o cargo que
tenga como finalidad la conducción de vehículos automotores, sino que se trata del propietario de una
finca de café que el día de los hechos, llevaba de regreso a los cogedores que habían participado en
la recolecta ver f.46 vto. líneas 26 y ss.), razón por la que no existe fundamento legal para imponerle
la inhabilitación reclamada. Como el motivo es por falta de fundamentación y ello daría lugar a una
anulación parcial del fallo, que trae consigo el recnvio de la causa el juzgado de origen para nuevo
pronunciamento en el único punto acogido, esta Sala considera que por economía procesal y estando
demostrado que no cabía la citada pena accesoria, resulta innecesario devolver la causa para que se
defina un aspecto que no admita discusión, por lo que dicha pena debe dejarse sin efecto resolviendo
de este modo el fondo del asunto." Sala Tercera. V.285.F de las 9,10 Hrs. del 28 de setiembre de
1990.

11) NATURALEZA DEL ENGAÑO EN EL DELITO DE ESTAFA.

"El criterio seguido altamente por la jurisprudencia patria ha sido el de considerar existente el artificio
o engaño cuando éste ha sido idóneo en el caso concreto para inducir en error al ofendido, y producir
de ese modo un perjuicio patrimonial. Por ello no es atendible la tesis del recurrente al afirmar que la
conducta del imputado puede calificarse de simples mentiras, y no de un medio engañoso o
artificioso, pues tales engaños fueron suficientes para que los ofendidos incurrieran en evidente error,
con perjuicio patrimonial. Dentro de los ejemplos típicos de ardid idóneo para configurar la estafa, se
citan precisamente las diferentes conductas desplegadas por el imputado en este caso. En efecto,
Goldstein refiere que constituyen casos típicos de ardid la "calidad simulada", es decir la "falsa
atribución de una condición o rango dentro de una sociedad que el sujeto activo no ocupa realmente";
así como el falso título, al afirmar que "la apariencia engañosa de un título es el delito. Para que
además,sea estafa, es necesario que con ella se logre percibir honorarios u obtener cualquier clase
de ventaja patrimonial indebida." (Goldstein, Raúl, Diccionario de Derecho Penal y Criminología.
Astrea, Buenos Aires, Segunda Edición, 1978, p. 313). También Antoliset confirma la posición de la
jurisprudencia nacional, al señalar que para la existencia del ardid "basta que en concreto el medio
utilizado haya ocasionado engaño. Es, por ello, irrelevante que la ignorancia o la ligereza del engaño
haya facilitado el error", (Antolisei, F. Manuale di Diritto Penale, Parte Speciale, Giuffré, Milano, 1977,
7a., ed., tomo 1. p. 282). En igual sentido Finzi afirma que "La naturaleza del artificio que se ha
empleado para producir el error no tiene trascendencia jurídica alguna, de manera que mal han hecho
y hacen las legislaciones y la doctrina cuando han tratado y tratan de determinar esa manifestación
externa de la maniobra fraudulenta, enunciando varios medios engañosos.... Conforme a estos
criterios, es típica y perfecta la formulación.. que resume el medio fraudulento, simple, en el hecho de
provocar o fortalecer un error, prescindiendo, como se ve, de cualquier referencia a la naturaleza del
medio engañoso que se ha empleado", y posteriormente concluye, en lo que a este asunto interesa,
que "en cuanto a la simple mentira predomina en los últimos tiempos la opinión de que ésta pueda
bastar para constituir el artificio o del embuste del art. 43, en vista de que el legislador ha querido
señalar con estas palabras cualquier artimaña apta para engañar". (Finzi, Conrado. La estafa y otros
fraudes. Depalma. Buenos Aires, 1961, págs. 36, 37 y 45). Lo mismo sucede con los términos
utilizados por nuestro legislador en el artículo 216 del Código Penal, donde se hace referencia a la
provocación de un "error por medio de artificios o engaños", genéricamente, de lo cual es posible
concluir que no se trata de todo un despliegue malicioso, sino tan sólo de aquél que en el caso
concreto y de acuerdo con sus especiales circunstanciales indujo en error al sujeto pasivo con
perjuicio patrimonial. Si para ello bastó una mentira, el medio empleado fue idóneo para inducir a
error y obtener así un provecho patrimonial.", (Sala Tercera, V-333 F. de 10:00 Hrs, del 27 de
noviembre de 1987). En similar sentido se ha pronunciado la jurisprudencia argentina, señalando que
"la doctrina moderna se inclina a admitir la simple mentira como constitutiva del artificio engañoso a
que el precepto se refiere, incluso por interpretación gramatical, porque el vocablo "engaño" significa,
lo mismo que la palabra "estafa", mentira, fábula, cuento, patraña (Sup. Corte Mendoza, 27 de
setiembre 1976, Jurisp. de Mendoza, abril-junio 1977, p. 361t. (Véase, obra de Ossorio y Florit,
Manuel, Código Penal de la República Argentina, Comentarios, Jurisprudencia, Doctrina, Legislación
Complementaria.. Tercera edición. Legislación actualizada por Jorge López Bolado. Editorial
Universad. Buenos Aires, 1982, página 273). "Un criterio similar sostuvo la Cam. Nac. Crim. y Correc.
en un fallo de julio 8 de 1976; "Si junto a la mentira median actos positivos que la refuerzan, ella
deviene en elemento ardidoso para la configuración de la estafa". (Tomado de la obra de Romero,
Gladys. Los Elementos del tipo de estafa. Lerner Editories Asociados, Buenos Aires, Argentina, 1985,
página 163). Y en esta última obra, refiriéndose a la entidad del engaño en la jurisprudencia
española, se puntualiza -en sentencia del Tribunal Supremo del 3 de junio de 1982-que: "sí el engaño
que origina la culpabilidad en el delito de estafa consiste en cualquier falta de verdad debida a
simulación entre lo que se piensa o se dice o se hace creer, instigado o induciendo al sujeto pasivo,
no ofrece duda que hacerse pasar por abogado precisamente para gestionar la documentación
adecuada para acreditar la propiedad de los pisos, es medio idóneo, relevante y adecuado para
producir el error base del fraude". (Ob, cit. pág. 157). Sala Tercera, V-282-F, de las 8,50 Hrs del 28
de setiembre de 1990.

12) OBLIGACIÓN DE DEVOLVER UN VEHÍCULO DECLARADO "PÉRDIDA TOTAL A


CONSECUENCIA DE ACCIDENTE DE TRÁNSITO".

"En el recurso por el fondo se acusan violados los artículos 223 en relación con el 1, 30 y 45 del
Código Penal, por aplicación indebida. El señor defensor argumenta que al tenerse por demostrado
que el vehículo ya no existía a la fecha en que se le previno al imputado su devolución, conforme a
los artículos 930 y 834 del Código Civil, debe concluirse que no podía retenerse algo que no existía,
puesto que las cosas perecen para su dueño. Es cierto, conforme ya se indicó al resolver el recurso
por la forma, que en la sentencia se estableció que el vehículo sufrió un accidente por el cual el
Instituto Nacional de Seguros reconoció como "pérdida total", pero ello no significa que el bien se
hubiere extinguido o hubiere desaparecido. Por esta razón el Tribunal estimó que el imputado debió
devolver lo que quedó del automóvil más el dinero que pagó la institución aseguradora, pero al no
hacerlo así tipificó la acción descrita en el artículo 223 del Código Penal. En efecto, en la sentencia
no se tiene por demostrado que el vehículo desapareciera, sino que sufrió un percance por el cual el
Instituto Nacional de Seguros pagó todo su precio. Esta circunstancia no eximía al imputado de su
obligación de devolver el bien, aún cuando estuviere totalmente dañado, de modo que al no devolver
el bien configuró el ilícito por el que resultó condenado." Sala Tercera. V-294 de las 10,15 Hrs. del 28
de setiembre de 1990.

13) BIEN JURÍDICO TUTELADO EN LOS DELITOS DE INJURIAS Y DIFAMACIÓN.

"Como lo reconoce la doctrina mayoritaria al respecto, en los delitos de Injurias y Difamación se tutela
la dignidad, decoro o reputación, no el sentimiento de autoestima de los sujetos, por lo que tales
bienes pueden ser menoscabados con independencia de que se cause o no, de manera paralela, un
sufrimiento moral al ofendido, además de reconocerse, desde un punto de vista subjetivo, solamente
el dolo común (el conocimiento del autor del delito que las expresiones o comportamientos tienen
carácter lesivo para el honor y la voluntad de exteriorizarlos), cuestionándose la existencia de una
especial finalidad que se ha denominado "animus injuriandi" (entendido como el deliberado propósito
de ofender) (Cfr. al respecto de otra de Llobet y Rivero, Cometarios al Código Penal; edit. Juriscentro,
1989, PS. 145 a 147 en relación con PS. 164 a 167)" Sala Tercera. V-331-f de las 9,05 Hrs. del 9 de
noviembre de 1990.

14) UNA INMINENTE DETENCIÓN ARBITRARIA CONSTITUYE UNA FORMA DE AMENAZA


GRAVE.

"Al igual que lo refiere el Jefe del Ministerio Público en su escrito de folio 122, resulta evidente que
una inminente detención arbitraria e improcedente como la que se acreditó en esta casua constituye
una de las formas de "amenaza graves" alude el artículo 193 mencionado, en especial si se considera
que quien manifestó que podía realizar la detención es un oficial del Ministerio de Gobernación y
Policía (de la Dirección de Estupefacientes e Inteligencia). No es pues admisible que dichas
amenazas -para constituir el ilícito de Coacción únicamente tengan que ejecutarse con armas." Sala
Tercera. V-339-F de las 10,40 Hrs, del 16 de noviembre de 1990.

15) RESPONSABILIDAD CIVIL DEL PROPIETARIO DEL VEHÍCULO CAUSANTE DE ACCIDENTE


DE TRÁNSITO.

"...se alega la errónea aplicación del artículo 38 de la Ley de Tránsito por cuanto, señala la
recurrente, su conducta no se encuentra enmarcada dentro de las que taxativamente señala el
numeral citado y que dan lugar a responsabilidad por daños y perjuicios en forma solidaria, siendo
aplicable, más bien el artículo 39 del mismo cuerpo legal, como propietaria del vehículo que conducía
la encartada, y a quien se le condenó al pago de una suma superior al millón y medio de colones. En
el reproche lleva razón la quejosa. Es cierto como lo afirma, que le ha sido erróneamente aplicado el
artículo 38 de la Ley de Tránsito pues no se desprende de los hechos probados que la imputada
careciera de licencia a la fecha de los acontecimientos; que el vehículo estuviera dedicado a la
explotación en empresa industrial, comercial o al transporte remunerado de personas o carga, por lo
que (la recurrente) no está obligada a responder solidariamente de los daños reclamados en la acción
civil. Resulta aplicable en el presente caso, el artículo 39 de la Ley de Tránsito, en virtud del cual la
responsabilidad de… queda limitada al valor de su vehículo, debiendo entenderse que lo que queda
gravado es el vehículo mismo, con gravamen legal preferente a cualquier otra ganancia, inscrita o no
por la cual aquel responda. Ya esta Sala se ha pronunciado en igual sentido, ver entre otras: F. No.
116 de las 10:45 Hrs. del 22 de octubre de 1982 y F. 250 de las 9:30 Hrs. del 18 de setiembre de
1987". Sala Tercera. V.-350-F. de las 9,30 Hrs. del 23 de noviembre de 1990.

16) ALCANCE DE LA CIRCUNSTANCIA DE AGRAVACIÓN EN EL DELITO DE VIOLACIÓN.

En efecto, el hecho de agravar el delito de Violación cuando se comete "con el concurso de una o
más personas" según lo dispone el artículo 158 ibid, ha sido bastante discutido, no solo en nuestro
país (cfr. al respecto obra de Llobet y Rivero; Comentario al Código Penal; edit. Juricentro, 1989, PS.
244 y 245), sino en todos aquellos cuyas legislaciones contemplan la misma circunstancia de
agravación, pues resulta indudable que la "concurrencia" debe producirse a nivel de autoría (además
del autor, deben concurrir una o más personas en calidad de coautores) y no de "participación"
(cómplice o instigador); inclusive alguna doctrina excluye de esa pluralidad de agentes al autor
mediato y al garante (Llobet y Rivero, ob. cit. p. 244 al final). La posición que ha prevalecido, según la
doctrina y la jurisprudencia, es que -identificándose la palabra "concurso" con concurrencia-
ciertamente el fundamenteo de la agravante reside en que cuando se comete el hecho con el
concurso de una o más personas, se facilita notablemente la ejecución de este tipo de delitos,
aminorando la resistencia de la víctima, porque aunque el acceso carnal de dos o más personas se
realice en perjuicio de aquélla en momentos sucesivos (ya que de lo contrario habría que admitir el
absurdo de que debe ser concomitante para que se agrave el delito de violación), la gravedad del
hecho estriba en que la intervención de tales sujetos sirve para disminuir o anular prácticamente toda
capacidad de resistencia, intensificando el ataque a la libertad sexual (cfr. al respecto obra de Breglia
Arias y Gauna; Código Penal Comentado, anotado y concordado; Edit. Astrea, Buenos Aires, 1987,
Ps. 390 y 391). En el presente caso, de acuerdo con los hechos que se tuvieron por acreditados,
resulta claro que conforme se reclama,... no se limitó a poseer violentamente a la víctima, sino que su
intervención fue decisiva para procurarle al coimputado la relación sexual forzada con la ofendida, ya
que la obligó rudamente a bajarse del taxi, la introdujo a golpes al predio, la amordazó y la entregó al
otro por su propia iniciativa, antes de violarla él mismo. En resumen ... prestó su concurso
("concurrió") para que... consumara la violación, por lo que este delito cometido por el segundo es
agravado según lo dispone el articulo 158 de comentario, al igual que el realizado por el citado....

Apreciándose la relación de hechos probados de la sentencia, que uno y otro imputado tuvieron
relaciones sexuales violentas con la víctima en una oportunidad, uno después del otro (ver hechos
próbados señalados con los números 7, 8 y 9, en el folio 137 fte.) debe tenérseles como autores
responsables del delito de violación agravada en perjuicio de..., sin que pueda estimarse que para el
caso de... también deba condenársele por el delito de violación simple en concurso material como lo
solicita el Ministerio Público, pues la circunstancia de agravación cubre a los dos sentenciados por
igual y subsume el acceso carnal que aquél luego ejecutó, aunque el coimputado se hubiere retirado
momentáneamente del lugar del suceso para buscar unos anteojos que se le habían perdido. Es
decir, no puede condenarse a ... por violación agravada y violación simple en concurso material
conforme se pide, con base en las razones dichas. En la forma expuesta y con la salvedad anterior,
se acoge el recurso por violación de leyes sustantivas que presentó el respectivo fiscal de Juicio.
Resolviendo el fondo del asunto se declara a... y... autores responsables del delito de Violación
agravada." Sala Tercera. V.- 351-F de las 9,35 Hrs. del 23 de noviembre de 1990.

17) DIFERENCIA ENTRE DOLO Y LA INTENCIÓN.

"En el primer motivo del recurso por el fondo se acusa violado el inciso 1 del artículo 225 del Código
Penal, al estimar el recurrente que en los hechos no se relató un despojo, sino simplemente un
cambio de cerradura, y porque tampoco se describe un dolo de usurpación, entendido como ánimo de
despojar, en virtud de que la acción iba encaminada a proteger los bienes de la empresa de posibles
sustracciones. Tal reproche debe rechazarse, en primer término porque la sentencia contiene una
descripción de hechos típicos del delito de usurpación, en la medida en que se indica que el
sentenciado cambió la cerradura de la puerta del local de la empresa, con el fin de que no ingresara
el denunciante, no obstante que este último es representante legal de la misma. Se trata de una
acción dirigida a excluir a otro de la posesión de un inmueble, conforme se establece en la norma que
se acusa violada. En segundo lugar, la falta en la sentencia de la descripción del dolo, en los términos
en que se señala en el recurso, no es de recibo porque el impuguante confunde el dolo con la
intención específica. El dolo de acuerdo con el artículo 31 del Código Penal consiste simplemente en
querer realizar el hecho típico, independientemente de las motivaciones en que sustente su voluntad.
Es cierto que en la mayoría de los casos el dolo y la intención se identifican, pero ello no significa que
técnicamente deban confundirse. De acuerdo con los hechos probados de la sentencia, en el
presente caso el imputado procedió a cambiar la cerradura de la puerta del local con el evidente
propósito de impedirle el ingreso al denunciante, no obstante que éste también era poseedor del
inmueble. Las circunstancias en las que el recurrente hace descansar su acción no excluyen su
voluntad dirigida a obstaculizarle el ingreso al ofendido, de tal manera que aun cuando hubiere sido
cierto que pretendía impedir que sustrajeran bienes de la empresa, ello no elimina que dirigió su
actuar con pleno conocimiento y voluntad hacia el despojo de la posesión del local. En consecuencia
el reproche no es de recibo." Sala Tercera. V.-373-F de las 14,55 Hrs. del 30 de noviembre de 1990.

18) NATURALEZA DE LA USURPACIÓN.

"La usurpación constituye un delito instantáneo que se consuma con el acto del despojo, aunque de
efectos permanentes cuando el usurpador se mantiene en el inmueble sin permitir el ingreso a los
demás." Sala Tercera. V-373-F de las 14,55 Hrs del 30 de noviembre de 1990.

19) EL DESPOJO EN EL DELITO DE USURPACIÓN.

En el último motivo de fondo se acusan violados los artículos 31 y 225 inciso 1 del Código Penal,
porque no existió despojo, ni ánimo de despojar. Tales reproches también deben rechazarse, porque
en la sentencia se describió que ... cambió la cerradura de la puerta del local con el eviente propósito
de impedirle el ingreso al denunciante, no obstante que este último era representante legal de la
empresa que operaba en ese local. El despojo se produce de muy diversas maneras. En este caso
consistió en impedirle el ingreso a uno de los poseedores del inmueble." Sala Tercera. V-373-F de las
14,55 Hrs. del 30 de noviembre de 1990.

20) EL ABANDONO DEL LUGAR DEL ACCIDENTE CONSTITUYE UNA CONTRAVENCION.

"En materia de lesiones culposas por accidente de tránsito, el alejamiento del lugar del hecho para
sustraerse a la identificación o para eludir las comprobaciones necesarias y evitar responsabilidad,
fue contemplado por el legislador en una norma penal específica denominada Abandono del lugar del
accidente (art. 328 del Código Penal) como una modalidad de encubrimiento o de evadir la
Administración de Justicia (de ahí que se encuentre en el Título XIV, entre los Delitos contra la
Administración de Justicia, incluida en la Sección IV -Evasión y Quebrantamiento de Pena). Sin
embargo la jurisprudencia de esta Sala y de los diversos tribunales del país, mayoritariamente
acogieron desde hace bastante tiempo el criterio de que el citado artículo 328 fue derogado
implícitamente por la anterior ley de tránsito que había trasladado esa conducta de abandono a una
falta o contravención (ver Ley No. 5322 de 27 de agosto de 1973-hoy derogada- y, entre otras,
sentencia de esta Sala de las 14;35 Hrs. del 9 de octubre de 1984) sin que posteriormente se hubiera
solucionado por el legislador y las respectivas vías, dicha circunstancia, pues se mantiene en la actual
Ley de Tránsito (No. 5930 de 13 de setiembre de 1976) el alejamiento o huida del lugar del accidente
como contravención en el artículo 111 inciso c) en su primera parte, ya que el último párrafo que le
fue agregado a dicha norma respecto de que "si se hubiera producido lesiones o muerte se estará a
lo dispuesto en el Código Penal" no tiene virtud de darle vigencia al referido artículo 328 del Código
Penal, porque no fueron cumplidas las reglas constitucionales para poner en vigencia una ley que
había sido derogada (Cfr. al respecto el comentario de la Licda. Sánchez Romero, Cecilia;
"Abandono del lugar del accidente: de Delito a Contravención", Revista Judicial No. 32 de marzo de
1985, Ps. 145 y 55. donde se hace un exhaustivo análisis de las normas cuestionadas y la
jurisprudencia de nuestros tribunales. Resulta de interés apuntar que la doctrina y jurisprudencia
argentina señalan como un caso típico de Abandono de Incapaces, el atropello con un vehículo y
posterior fuga de su conductor (ver obra de Breglia Arias y Gauna; Código Penal Anotado, edit.
Astrea, Argentina, seg. edic.; 1987, ps. 339 y 340), pero ese criterio no puede ser acogido por esta
Sala en razón de existir -según se explicó- una norma específica en nuestra legislación de tránsito
(alejamiento o huida del lugar del accidente en el artículo 111 inciso c) referido) que excluye tal
conducta (el abandono del lugar del accidente) como delito y lo contempla como contravención (sea
que se hayan producido o no, lesiones e inclusive muerte). La anterior relación de especialidad o
especifidad del hecho examinado, impide sustentar una condenatoria por el caso que señala el
artículo 142 del Código sustantivo de comentario..., el anterior criterio modifica el expresado por esta
Sala en resolución No. 187 A de 8:28 Hrs, del 28 de abril de 1989, en que -al resolver un conflicto de
competencia- se sostuvo la posibilidad de atribuir al conductor que huye del lugar del accidente, el
delito de Abandono de Incapaz "... siempre y cuando como consecuencia del abandono haya corrido
peligro la vida o la salud de la víctima...", siguiendo con ello la jurisprudencia y doctrina argentina, que
conforme se señaló en el Considerando IV de la presente resolución, se fundamentan en legislación
diferente a la nuestra en el aspecto aquí estudiado." Sala Tercera. V-1-F de las 9,45 Hrs. del 4 de
enero de 1991.

21) COBRO DE INTERESES EN CAUSA POR LIBRAMIENTO DE CHEQUE SIN FONDOS.

1.- En el segundo motivo del recurso por el fondo se alega la violación del artículo 817 del Código de
Comercio. Señala el recurrente que el ofendido ... no cobró la indemnización fija equivalente al
veinticinco por ciento del monto del cheque, a título de daños y perjuicios. Agrega el propio recurrente
que el actor civil cobró intereses, pero que éstos son improcedentes conforme a la norma citada,
porque la ley establece un monto fijado del 25%. En realidad cuando el actor civil solicita la condena
del obligado en concepto de intereses, en un caso como el presente en que la obligación se origina
por el cobro del monto de un cheque, lo que corresponde es conceder la indemnización hasta por el
25% si esta suma fuere inferior a la solicitada por intereses, o bien la suma demandada si el 25%
fuere superior, porque el artículo 817 del Código de Comercio autoriza esa fijación a título de daños y
perjuicios, es decir con un sustento igual al de los intereses. Ello debe ser así porque el cobro de los
intereses no resulta improcedente por la sola circunstancia de que la ley fije un monto exacto y fijo, y
no proporcional al tiempo en que debió cumplirse la obligación principal. Sin embargo esta tesis no
resulta aplicable en el caso de autos, por las razones que se dirán. En efecto, en el presente caso el
actor civil ... cobró intereses y el Tribunal se los concedió, condenando al imputado a cubrir su monto
a partir de la firmeza del fallo y hasta su efectivo pago, calculados al ocho por ciento anual. Pero lo
que cobró el actor civil fueron intereses futuros, que debían correr a partir de la firmeza del fallo,
razón por la cual no demandó ninguna suma concreta. En consecuencia, ante tal circunstancia debe
acogerse el reclamo, procede anular la sentencia en cuanto concede intereses, y rechazar la partida
de intereses futuros ,porque en efecto tratándose del cobro de un cheque, lo único que se autoriza es
la indemnización fija del 25% del monto del cheque, a título de daños y perjuicios, dentro de los
cuales deben entenderse incluidos los intereses, pero como en el caso no se demandaron más que
los futuros y hasta la fecha no ha corrido ninguno, no puede estimarse que se concretó alguna suma
en cobro de ese 25% a que se refiere la ley." Sala Tercera. V-32-F de las 10,20 Hrs. del 18 de enero
de 1991.

22) CONTENIDO DE DAÑO MORAL.

"El recurso se formula solamente por motivos de fondo. Señala el actor civil que la sentencia de
mérito violó, por falta de aplicación, los artículos 122, incisos 2) y 3), 124 y 127, incisos 1) y 3) del
Código Penal de 1941; así como el 125, ibidem, por errónea aplicación. Sus fundamentos al respecto
consisten en que no hubo pronunciamento "en lo referente a la indemnización del daño corporal, que
es parte del daño material, y en relación a los perjuicios", los cuales incluyó como daño moral. El
reclamo debe acogerse, pues efectivamente se han producido en la sentencia impugnada las
apuntadas violaciones. Expresa ese documento"...; por concepto de Daño Moral, que lo constituyen
las lesiones, el sufrimiento y el padecimiento del actor civil así como las respectivas incapacidades -
temporal (2 años) y la pérdida del setenta por ciento de la capacidad general, según lo hace ver el
dictamen médico de folio 46 de la Acción Civil,..." Tal razonamiento jurídico no es el acertado, puesto
que no podían incluirse dentro del daño moral las incapacidades sufridas por el ofendido y actor civil
(dos años, como está probado en sentencia con los dictámenes médicos incorporados al debate... el
daño moral (que lo constituye la aflicción y el sufrimiento de la víctima, o como bien lo dice el
juzgador: el sufrimiento y el padecimiento del actor civil, más no los conceptos que se reclaman con
razón y que cita el juzgador) está ubicado en el Código Penal de 1941 (artículos 122, inciso 2) y 125)
y el daño material y los perjuicios (que están representados por las consecuencias del delito: lucro
cesante originado tanto por la incapacidad temporal como la pérdida del setenta por ciento de la
capacidad general, según dictámenes médicos indicados; y otros gastos, curaciones, pago de peritos,
por ejemplo) igualmente están ubicados en distintas disposiciones (artículo 103, inciso 2) del Código
Penal vigente, y 122 inciso 3) del Código Penal de 1941)". Sala Tercera. V-33-F de las 10,25 Hrs. del
18 de enero de 1991.

23) PREVENCIÓN PARA DEVOLVER BIENES COMO REQUISITO DEL TIPO DEL USO
INDEBIDO.

"El licenciado... en su calidad de defensor público del encartado acusa como violados los artículos 1,
45 y 211 del Código Penal y el 39 de la Constitución Política, al estimar que la conducta de su
patrocinado no es típica del delito de hurto en uso, en virtud de haber entrado en posesión del
vehículo en forma legítima. Estima que se trata de un caso de uso indebido de la cosa previsto en el
artículo 223 del Código Penal, pero que por haberse entregado el vehículo al ofendido ya no existe
delito que perseguir en virtud de que dicha devolución elimina la existencia del ilícito, resultando
innecesaria la prevención. En efecto el Tribunal tuvo por acreditado que el ofendido dejó aparcado su
vehículo en un lote vacío situado al costado surde la Plaza de la Democracia, y el encartado le
solicitó cuidarlo, requiriéndole al ofendido las llaves de la ignición. Agregó el Tribunal que esa
situación la aprovechó el imputado para tomar el vehículo, y cuando circulaba por "Lotes Tournon" de
esta ciudad, se fue hacia un caño, produciéndole daños al automotor, el cual procedió a dejar en ese
lugar, y para luego devolverlo a su propietario, a quien condujo aese lugar con unidades de
radiopatrullas. El Tribunal concluyó que 'esos hechos son típicos del delito de hurto de uso que prevé
y sanciona el artículo 211 del Código Penal; sin embargo, como bien lo precisa la defensa y lo acepta
el jefe del Ministerio Público, en la especie no hubo un apoderamiento ilegítimo del bien, en virtud de
que el encartado entró en forma legítima en posesión del automotor, al recibirlo del propio ofendido
para que lo custodiara. Sin ese elemento desaparece cualesquiera de las formas del hurto. También
llevan razón el señor defensor y el Fiscal General al indicar que en la especie nos encontramos ante
un uso indebido de cosa ajena previsto en el párrafo segundo del artículo 223 ibidem, pues el
encartado abusó de la confianza que el ofendido descargó en él, al utilizar el vehículo que se le
entregó en custodia, con evidente perjuicio para el dueño. Ahora bien, el Jefe del Ministerio Público
discrepa del recurrente en cuanto este último solicitase absuelva al imputado por haber devuelto la
cosa. Afirma el Fiscal General que el sentido común nos señala que no puede ser devuelto o
entregado lo que no se posee, aquello sobre lo que ya no se tiene poder, de tal forma que si la
conducta del agente en la figura del uso indebido de cosa ajena consistiera en algo distinto del uso
momentáneo del bien, es decir, en una apropiación, habría desaparecido el elemento diferenciador
entre ambas figuras, pues quien se apropia del bien ajeno, o lo retiene, no se limita a usar ese bien,
existiendo un plus en la conducta que la saca de la previsión legal del simple uso para pasarla a la
apropiación o retención. Agrega que quien nunca se ha apropiado de la cosa no puede ser compelido
a entregar o devolver, razón por la cual concluye que no debe formulársele ninguna prevención, lo
cual confirma, según su criterio, el hecho de que la prevención se dirija a resolver un conflicto de
intereses entre quien se ve privado de un bien siendo su legítimo poseedor o propietario y quien lo
tiene por haber entrado en posesión o propietario y quien lo tiene por haber entrado en posesión de
buena fe. Este razonamiento del Ministerio Público no es de recibo. Es cierto que en la apropiación
indebida común existe un plus en la conducta del sujeto que la distingue del uso indebido, ya que en
esta última el sujeto activo sólo pretende usar la cosa con perjuicio ajeno, evidentemente, y por lo
general restituye el bien mucho antes de formularse la prevención, sin que para ello el ofendido deba
utilizar los procedimientos coactivos de los órganos de justicia penal. En todo caso conviene agregar
que fue el legislador quien no hizo la distinción entre las dos figuras punibles previstas en el artículo
223 citado, a los efectos de la prevención, motivo por el cual la devolución de la cosa constituye en
ambos casos una causal que excluye la existencia del delito. Por lo expuesto la Sala concluye en que
también en los casos de uso indebido previstos en el párrafo segundo del artículo 223 citado opera la
causal que excluye el delito, cuando el imputado devuelve el bien antes o dentro de los cinco días
siguientes a que la autoridad que conozca del asunto le prevenga la devolución. En el presente caso
el imputado entregó el bien al ofendido y hasta la fecha no se le ha formulado prevención alguna,
razón por la que no se ha configurado uno de los requisitos del tipo previsto en esa norma, sea el
incumplimiento de la prevención, y ya no existe posibilidad de que tal circunstancia ocurra por estar la
cosa en custodia del ofendido. En consecuencia, conforme lo solicita la defensa, debe declararse con
lugar el recurso, casar el fallo en todos sus extremos y en su lugar absolver al imputado de toda pena
y responsabilidad por el hecho atribuido. Son las costas acargo del Estado." Sala Tercera. V-44-F de
las 10,05 Hrs. del 25 de enero de 1991.

24) PRESUPUESTOS DE LA DIFAMACIÓN.

"En efecto, la sentencia indica que el delito de difamación requiere de la propalación, a un número
indeterminado de personas, de especies idóneas, para afectar la reputación del ofendido, lo cual no
ocurre porque se dirigió una carta a una sóla persona. Tal criterio de fondo no lo comparte esta Sala.
Algunos autores (entre ellos Soler, 5. Derecho Penal Argentino, Tipográfica Editora Argentina, Buenos
Aires, 1976, tomo V. PP. 203 ss.) sostienen que la conducta del que envía una carta privada a otro,
conteniendo ofensa para un tercero, es atípica, por estar protegida por el secreto epistolar, ya que si
el destinatario divulga el contenido de la carta podría ser considerado autor del delito de publicación
de ofensas a que se refiere el artículo 152 del Código Penal, o bien del delito de propalación a que se
refiere el artículo 202 ibídem. Tal criterio es seguido por otras legislaciones que en la descripción
típica de la difamación exigen que la ofensa se dirija a un mínimo de dos personas, excluidos el
ofensor y sus posibles cómplices, como por ejemplo la italiana (véase art. 595 del Código Penal
Italiano y los comentarios jurisprudenciales de Lattanzi, Giuseppe, 1 Codici Penali annotati, Giuffré,
Milano, 1978, 10 ed., po. 763 Ss.; y Rainien, Silvio. Manual de Derecho Penal, Temis, Bogotá, 1975,
tomo V. p. 426). Nuestro Código Penal no exige en la descripción típica del artículo 146 que la
especie se propale a más dedos personas, para que se configure la difamación, de tal manera que
basta la difusión de la ofensa a otra, dirigida a una persona en una carta, para que se den los
supuestos de la tipicidad inicial. (Esta opinión es seguida también por otros autores, como Fontán
Balestra, Carlos. Tratado de Derecho Penal, Abeledo Perrot, Buenos Aires, tomo IV, p. 434; y Nuñez,
Ricardo. Tratado de Derecho Penal, Lerner, Buenos Aires, 1977, tomo III, volumen II, p. 74). La tesis
ya fue acogida por esta Sala en Sentencia 89-F de 10:30 Hrs. del 8 de abril de 1988, Sala Tercera".
Sala Tercera. V- 45-F de las 14,25 de enero de 1991.

25) PRESUPUESTO DE LA TENTATIVA EN EL DELITO DE VIOLACIÓN.

"Es cierto que para la existencia de la tentativa se requiere el comienzo de la ejecución, es decir de
actos idóneos y eficaces para lesionar el bien jurídico, de los cuales pueda también deducirse la
voluntad del agente y que revelen al comienzo de la ejecución según el plan que se ha propuesto el
autor. La doctrina ha discutido mucho acerca de la distinción entre los actos preparatorios y los actos
de ejecución. Una de las primeras concepciones, hoy muy superadas, fue la teoría de la Univosidad
de Carrara, según la cual existen actos de ejecución cuando en forma unívoca y segura podemos
concluir que tales actos fueron idóneos para producir el resultado delictivo y se dirigían a ese
propósito sin ninguna duda. Aplicando esa teoría al caso concreto debemos concluir que los actos
desplegados por el imputado siempre serían de ejecución del delito de violación, según las
circunstancias fácticas expuestas en la sentencia, porque de ellos podemos deducir en forma
inequívoca que su propósito era el de tener acceso carnal con la ofendida en contra de la voluntad de
ésta. Posteriores teorías han perfeccionado esa elaboración carrariana. En la actualidad la doctrina
moderna acepta, casi unánimente, la teoría individual objetiva para explicar el deslinde entre actos
preparatorios y actos de ejecución (Roxin, Jercheck, Zaffaroni, Bacigalupo, etc). De acuerdo con esta
tesis lo que debe tomarse en consideración, es, en primer término, el plan del autor, así como
también la proximidad del peligro corrido por el bien jurídico según la acción desplegada, y que tales
actos sean típicos, aunque no necesariamente se inicie el desarrollo del núcleo o verbo del tipo penal.
En otros términos, habrá tentativa (el inicio de los actos de ejecución) cuando el autor esté
desarrollando su plan para afectar el bien jurídico, de manera muy próxima y eficaz para lesionar ese
bien, al extremo de producir una afectación de la disponibilidad que el tutelar debe disfrutar de ese
bien jurídico. (Jescheck, Hans Heinrich. Tratado de Derecho Penal. Parte General. Bosch. Barcelona,
1981, volumen 2°, PP. 697 ss.; Zaffaroni, Eugenio Raúl, Manual de Derecho Penal, Parte General,
Buenos Aires, 1988, 6a. edición, PP. 601 Ss.; y Bacigalupo, Enrique, Manual de Derecho Penal,
Temis-Ilanud, 1984 PP. 165 ss.). En el caso de autos el encartado ofreció a la ofendida transportarla
en motocicleta hasta su casa de habitación, pero de camino se desvió con el evidente propósito de
tener relaciones sexuales con ella, lo cual le propuso en forma directa, siendo rechazado por la
perjudicada. Ante tales circunstancias el imputado la toma a la fuerza, y lucha con ella, para cumplir
su propósito, siendo mordido en el labio y rasguñado en el pecho. De acuerdo con el plan trazado por
el imputado, cuando luchaba con la víctima en el suelo, es claro que estaba ejecutando su propósito
libidinoso, el cual no pudo concluir porque ella huyó aprovechando un descuido de su agresor. Esa
conducta afectó de manera clara la disponibilidad que la ofendida debe disfrutar de su integridad y
libertad sexuales, es decir perturbó el bien jurídico tutelado en el delito de violación, evidenciando
asíel inicio de la ejecución del hecho delictivo. La conducta reúne todos y cada uno de los requisitos
establecidos en el artículo 24 del Código Penal, porque plasma en primer término el elemento
subjetivo (dolo de consumación), al evidenciar la decisión de realizar el tipo penal de violación; en
segundo lugar, dio principio inmediatamente a la realización del tipo penal (elemento objetivo), de
acuerdo con lo expuesto que el imputado le propuso a la ofendida que mantuvieran relaciones
sexuales, y como ésta se negó, la tomó a la fuerza, tirándola al suelo y realizando entre otros los
actos a los cuales se refiere la defensa. De lo anterior es evidente el propósito del encartado, en
cuanto realizaba una típica agresión sexual, aunque no pudiera concluirla por causas ajenas a su
voluntad. Para que exista tentativa se requiere el comienzo de la ejecución, es decir actos idóneos y
eficaces para lesionar el bien jurídico protegido, de los cuales pueda también deducirse la voluntad
del agente, y que revelen el comienzo de la ejecución según el plan que se ha propuesto el autor. En
el caso de autos es evidente que el encartado se propuso mantener relaciones con la ofendida,
incluso en contra de su consentimiento, así como también se desprende de los hechos probados que
inició la consumación de su plan, tomando a la fuerza a la ofendida, intentanto besarla en la boca y
tirándola al suelo. Tal proceder constituyen actos típicamente dirigidos a consumar un propósito
delictivo (véanse Bacigalupo, Enrique. Manual de Derecho Penal, Temis, Ilanud, 1984, PP. 165 es.; y
Zaffaroni, Eugenio Raúl. Manual de Derecho Penal, Parte General, 1988. Buenos Aires, 6° Edición,
PP. 601 ss.)". Sala Tercera. V. 48-F de las 14:40 Hrs del 31 de enero de 1991.

26) EL DELITO DE ESPECULACIÓN EN LA PRESTACIÓN DEL SERVICIO DE PARQUEO.

"Se alega, finalmente, en el recurso sub-exámine que la sentencia impugnada aplica erróneamente
los artículos 18, inciso c), 19 de la Ley de Protección al Consumidor, y 1, 2 y 5 del Derecho Ejecutivo
número 19322-MBIC-MOPT, de 26 de octubre de 1989. Estima el recurrente que, conforme a la letra
de la ley, no le es aplicable la pena del artículo 19 citado, a la prestación de un servicio de parqueo,
porque ese mismo artículo limita la aplicación de las penas a los casos de especulación cometidos en
las etapas de producción, importación y distribución, que no son propias de la naturaleza de un
servicio. No lleva razón el recurrente. En efecto, desde un punto de vista jurídico-penal, es evidente
que el término "producción" lo utiliza la ley en su sentido económico, es decir, para referirse a
cualquier actividad que sirva para satisfacer necesidades y ocupaciones profesionales; cfr. con Arthur
Seldon y F. G. Pennance, Diccionario de Economía, Barcelona, Ockus-tau, s.a., primera edición,
1968, p. 445). Por otra parte, el propio artículo 18 de la Ley de Protección al Consumidor hace
referencia expresa a la posibilidad de especular con la "venta de servicios y nada impide que se hable
en el lenguaje común y aún en el técnico de la "producción de servicios". Sala Tercera. V-104-F de
las 11,33 Hrs. del 27 de marzo de 1991.

27) VALORES DE UN GIRO DE GOBIERNO PARA EFECTOS DEL DELITO DE HURTO.


"Un giro de gobierno que carece de la firma del beneficiario no implica que no tenga ningún valor
económico ya que vale por la suma que indica el propio documento (Valor facial, mayor en este caso
de ¢ 10.000.00), pues como bien lo afirma el representante del Ministerio Público en su respuesta a la
correspondiente audiencia (ver fs. 103 a 105), la firma referida sólo cumple una condición para que
sea cambiado o hecho efectivo, tan es así que precisamente el sentenciado obtuvo el dinero con que
perjudicó al ofendido, luego de suplantarle la firma en dicho giro y cambiarlo irregularmente" Sala
Tercera. V-109-F de las 14,30 Hrs del 27 de marzo de 1991.

DERECHO PROCESAL PENAL.

28) INTERESADO QUE NO FIGURÓ COMO PARTE TIENE DERECHO DE RECURRIR A


CASACIÓN.

"Estima la Sala que el recurso de queja interpuesto por la quejosa, debe acogerse. Ciertamente se
trata la recurrente de una persona que no figuró como parte (actora civil) en el respectivo juicio. No
obstante, de la sentencia dictada se observa que le asiste el debido interés impugnaticio, resultando
por lo demás, el recurso de casación, suficiente a los efectos de demostrar ese extremo fundamental.
El expresado requisito del interés (tanto objetivo como subjetivo), se extrae también del numeral 536
ibidem, en cuanto se refiere, propiamente, al agravio que se reclama, y a la persona a quien le
secuestraron las cosas, la que no necesariamente tiene que ser un sujeto de la relación procesal. Es
claro que no estamos frente al caso enunciado en el artículo 537 del Código supra, sino que lo
objetado es la no restitución y no "sobre restitución o la forma de ella". De los autores C. Vázquez
Iruzubieta y R. A. Castro, en su obra Procedimiento Penal Mixto, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires,
Argentina, 1969, leemos en la página 320, III tomo, lo siguiente: Manzini (Der. Proc. Pen. t. V. PS.
311 y ss) define al accidente de ejecución como "la particular relación procesal contenciosa,
promovida por el Ministerio Público o por el particular interesado, que surge con ocasión de la
ejecución de una sentencia penal hecha irrevocable o de otra providencia del juez por la que esté
prescripto expresamente este procedimiento; incidente que tiene por contenido una de las cuestiones
específicamente previstas por la ley u otra controversia relativa a interpretación o aplicación del fallo o
a providencias no discrecionales emitidas para la ejecución de ese mismo fallo". (El destacado es de
la Sala). Y, en la página Procesal Penal de la provincia de la Pampa, Argentina, (que es similar en
substancia al 502 de nuestro Código de Procedimientos Penales), anotan: "Fija el artículo el principio
de que es el interés la pauta reguladora de instamiento de la actividad jurisdiccional de modo que,
aunque mencione expresamente a determinados sujetos procesales, debe entenderse que podrán
incidentar la ejecución quienes tengan interés legítimo respecto de su contenido o forma dispuesta
judicialmente." Cabe agregar, que el artículo 472 del Código ritual penal, de pautas también para la
entrada de la impugnación que se conoce. En razón de lo expuesto -como se dijo- debe acogerse el
recurso de queja, y admitirse el de casación (por estar formulado acorde con las exigencias
requeridas). Artículo 489 del Código en referencia. Este pronunciamento se hace en el entendido de
que, como la admisión del recurso de casación no tiene carácter definitivo, está sujeta a cualquier
otro tipo de decisión, aún en sentencia, tanto en cuanto a la naturaleza del incidente de ejecución
como respecto del fondo, en su caso." Sala Tercera. V-378-A de las 8,20 Hrs del 14 de setiembre de
1990.
29) LA AUSENCIA DE JURAMENTACIÓN DE DEFENSOR NO VULNERA EL PRINCIPIO DE
DEFENSA.

"Reclama el licenciado ..., defensor del imputado ..., el quebranto de los artículos 145 inciso 3) del
Código de Procedimientos Penales, en relación con el articulo 133 de la Ley Orgánica del Poder
Judicial. Considera dicho profesional que existe en el presente caso, nulidad del debate porque, la
codefensora en esta causa, licenciada ..., no estaba juramentada, no lleva razón el recurrente, ya que
si bien es cierto que es una irregularidad, la no juramentación de la citada profesional, lo anterior no
tiene la virtud de anular el pronunciamiento al no estar provisto en las normas citadas. El inciso 3 del
artículo 145 del Código de Procedimientos Penales prevé la vulneración del principio de defensa
cuando el imputado carece de asistencia legal o cualquier otra forma que le causare indefensión.
Acertadamente el señor Fiscal General de la República, señala "que la ausencia de juramentación de
la defensora no la despoja de su condición de tal que es lo que exige la ley para que haya defensa
técnica (conocimientos jurídicos suficientes)". En el presente caso, tanto el proceso general como el
debate en particular, se desarrollaron cumpliendo con todos los requisitos legales de intervención,
asistencia y representación del imputado, lo que cumple a cabalidad la licenciada ... al asumir en su
oportunidad la defensa del imputado ..., que no se vió afectada en lo más mínimo, por no haber sido
juramentada en su oportunidad. Por todo lo expuesto, se declara sin lugar el recurso por la forma."
Sala Tercera. V-275- F de las 14,35 Hrs del 14 de setiembre de 1990.

30) LA PRESENTACIÓN TARDÍA DEL REQUERIMIENTO DE CITACIÓN A JUICIO.

"Aunque efectivamente se observa que el requerimiento de Citación a Juicio se presentó


sobrepasando en algunos días el plazo de la información sumaria (incluida la prórroga ordinaria de
diez días que autorizó el correspondiente juez de instrucción -ver folio 26 frente y requerimiento de
citación ajuicio de folios. 29 y 30), lo cierto es que la prueba pericial que motivó la demora se solicitó y
se evacuó dentro del plazo referido, de acuerdo con el artículo 408 del Código de Procedimientos
Penales." Sala Tercera. V-280- F de las 8,45 Hrs del 21 de setiembre de 1990.

31) INNECESARIO NOMBRAMIENTO DE CURADOR PARA LOS MENORES QUE DECLARAN.

"En cuanto al requisito que se dice fue omitido al recibírsele declaración a la menor citada por parte
de la Agencia Fiscal (no habérsele nombrado curador), debe indicarse que el Código Procesal Penal
actual es posterior a la Ley Orgánica del Patronato Nacional de la Infancia y no señala el
cumplimiento de ese formalismo que ciertamente carecía -y carece- de trascendencia para otorgarle
validez al testimonio de los menores." Sala Tercera. V-280- F de las 8,45 Hrs del 21 de setiembre de
1990.

32) LEGALIDAD DE LA PARTICIPACIÓN DEL AGENTE INCUBIERTO EN DELITOS


RELACIONADOS CON DROGAS.

"...el que se hubiese actuado con agente incubierto, tampoco descarta la realización del delito (tráfico
de drogas) pues como lo sostiene la doctrina mayoritaria al respecto y en otras oportunidades lo ha
señalado esta Sala, la provocación policial para descubrir un acto que ya de por si es ilícito (como
ocurre normalmente con los hechos relacionados con drogas y el peligro que suponen para la salud
pública) no es ilegal sino más bien un medio de investigación idónea para la averiguación y
constatación de tales delitos que de otro modo no podrían ser descubiertos. (Cfr. entre otros, el
Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales. Tomo XXXVII, fascículo II, mayo-agosto de 1984.
España Ps. 610 al final y 661). Sala Tercera. V-286- F de las 9,20 Hrs del 28 de setiembre de 1990.

33) INHIBICIÓN DE JUECES QUE ACTUARON COMO FUNCIONARIOS DEL MINISTERIO


PUBLICO.

"El artículo 29, en su inciso 1° del Código de Procedimientos Penales, impone al juez el deber de
inhibirse de conocer en la causa cuando, hubiera intervenido corno funcionario del Ministerio Público".
Es conveniente precisar, aunque no de manera absoluta, los alcances de la voz "intervenir" que
representa para los funcionarios del Ministerio Público su desempeño en el respectivo proceso. Es
evidente que no es respecto de cualquier intervención de esos personeros en que la causal entra en
función, sino que su intervención debió serlo de una forma efectiva, capaz de considerarse como un
real despliegue de procederes que incidan sobre el fondo del asunto. Del autor Ricardo Levene (h)
,acerca del punto en estudio, se lee en su obra "Códigos Procesales Argentinos. Concordardos y
Anotados", Editora Platense, Argentina, 1974, lo siguiente: "Su intervención como funcionario del
Ministerio Público, defensor, mandatario, denunciante o querellante, puede haber sido accidental,
pero debe haber sido efectiva. No bastará entonces, la simple notificación de una providencia de
mero trámite." (Página 102). "El pedido de cierre del sumario es causal suficiente que posibilita la
excusación del agente fiscal posteriormente ascendido a juez en la misma causa. Cám. nac. crim. y
correc., sala IV, 16-2~8, Rev. Der. Pen., 1968, V. 1 p. 127.". "Si el fiscal de Cámara se expidió sobre
el fondo de la cuestión aconsejando la absolución del procesado, declarada la nulidad de actuaciones
por el tribunal a partir de a requisitoria fiscal, y vueltos los autos a su dictamen a los efectos del
artículo 461 del código procesal criminal, corresponde hacer lugar a su excusación. Cam. la.
Tucumán, 10-8-67. La Ley, v. 129, p. 1039." (Página 199). Por su parte los doctores C. Vazquez
Iruzubieta y R.A. Castro, acerca de la causal en cuestión, comentan: "Si el juez hubiere intervenido
anteriormente y en el mismo proceso como funcionario del Ministerio Público. Pero esta norma debe
bien interpretarse. No se trata de la mera "aparicion en el proceso como representante del Ministerio
Público. Es necesario que haya "intervenido" en el proceso tomando conocimiento de él. Puede darse
el caso de que sin participar en ningún acto, haya tomado intervención directa; e inversamente, puede
ocurrir que "aparezca" en el proceso sin haber tomado efectiva intervención, como cuando sólo se ha
notificado de una providencia de mero trámite o ha dictaminado acerca de la competencia."
(Procedimiento Penal Mixto. Tomo I. Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, Argentina, 1968, pág. 173).
Corresponde determinar ahora, el grado o trascendencia de la intervención de la licenciada ... en su
único escrito. Tal como lo reclama el impugnante, efectivamente la expresada Juez Superior, en
funciones de Fiscal del Ministerio Público, pidió la confirmatoria del procesamiento, externando su
opinión concreta en cuanto a que "esta acreditado que el carro era propiedad del imputado y que al
sacarlo después del accidente lo hacen del lado del chofer, lo que evidencia que era él su
conductor.(sic) (Ver folio 97) Resultando ser este último extremo una cuestión que incide,
evidentemente, sobre el fondo del asunto, que fue objeto de defensa y sobre el cual se refiere
expresamente la sentencia, no puede menos que concluirse en que efectivamente la opinión vertida
inhibía a la Juez para desempeñarse como tal en este caso concreto. En el recurso de casación en
estudio, incluso en los motivos tercero, cuarto y consiguiente, al no inhibirse la Juez del conocimiento
de la causa, se incurrió en una nulidad de carácter absoluto, pues afectó la integración y competencia
del Tribunal de mérito, en cuanto a ella se contrae, así como el principio incuestionable de la
imparcialidad del juez inherente a su no participación en forma alguna del proceso, capaz de incluirse
dentro de la causal (que no su capacidad o idoneidad personal), con violación -se reitera- de las
normas invocadas en el recurso. Cabe observar que, no era el caso de interponer oportunamente la
recusación, pues la causal que obligaba a la Juez Superior a inhibirse impedía que fuera habilitada
(artículo 30 del Código de Procedimientos Penales). Ello aparte de que no podía en este caso
forzarse u obligarse a la parte interesada a tener conocimiento de que la persona que tuvo
intervención como Fiscal también estaba figurando como integrante del Tribunal de mérito." Sala
Tercera. V-3 11- F de las 10 Hrs del 19 de octubre de 1990.

34) MODIFICACIÓN DE LA CALIFICACIÓN JURÍDICA PARA RESOLVER SOBRE LA


PRESCRIPCIÓN DE LA ACCIÓN PENAL.

"La casación penal no necesariamente debe mantener la calificación legal de la sentencia del
Tribunal de instancia, aefecto de examinar el problema de la prescripción, no obstante la cita de
doctrina que se hace. En efecto, la Sala de casación no puede alterar los hechos descritos en la
sentencia al momento de examinar si la acción penal prescribió, porque el aspecto fáctico lo delimita
y lo fija el Tribunal de mérito de la causa, en virtud de los principios de inmediación, contradicción y
oralidad, salvo cuando estuviere conociendo de una sentencia de sobreseimiento dictada durante la
instrucción o en las fases preliminares de la etapa de juicio. Sin embargo, lo anterior no significa que
la casación no pueda incursionar lo relativo a la calificación legal de los hechos, con el fin de
establecer si la acción penal está prescrita, indenendientemente de que ello favorezca o no al
imputado. En el evento de que el Tribunal de juicio tuviere por cierta una calificación legal de
gravedad, cuando debió ser una calificación atenuada, la Sala puede examinar ese aspecto para
pronunciarse sobre la precripción. A la inversa, como ocurre en el presente caso, aún cuando el
Tribunal dejuicio estimó que los hechos tipificaron sólo en el delito previsto en el artículo 241 del
Código Penal, pese haberse acusado otros más graves, la Sala estima su deber indicar que en
realidad estamos en presencia de una típica administración fraudulenta, realizada por medio de
diferentes actuaciones indebidas, porque el imputado tenía a su cargo la administración y el cuidado
de los bienes de la Cooperativa, y perjudicó a sus titulares (los socios) en virtud de haber alterado las
condiciones de los contratos de crédito, al emplear los dineros indebidamente y en forma abusiva. Tal
proceder lo sanciona el artículo 222 del Código Penal en relación con el 216 ibídem, con pena de seis
meses a diez años. Lo anterior debe resolverse así porque la Sala debe tomar en cuenta si los
hechos se encuentran prescritos, independientemente de su posible calificación legal, porque se trata
de una prescripción de la acción penal entendida como la potestad punitiva de juzgamiento de los
mismos, pero no con base en un calificativo jurídico vinculante. Ahora bien, la recalificación no la
puede disponer la Sala en virtud del principio que prohibe la reformatio in peius, recogido en el
artículo 459 del Código de Procedimientos Penales. Se trata de un error de derecho que influye en
favor del imputado en la parte dispositiva de la sentencia y que por no ser un aspecto impugnado no
lo puede enmendar la Sala, según lo establecido en el artículo 484 del Código de Procedimientos
Penales, a contrario sensu. Lo anterior no significa que deban desconocerse esas circunstancias a
efecto de apreciar el problema de la prescripción penal, pues aún cuando se le condenó por ese
ilícito, cuya calificación jurídica le resulta más favorable, lo cierto es que los hechos tipifican en otras
conductas más graves cuya acción no estaría prescrita, razón por la cual procede declarar sin lugar el
reclamo." Sala Tercera. V-330- F de las 9 Hrs del 19 de noviembre de 1990. Voto salvado del
Magistrado Jesús Ramírez Quirós.
35) EL ESCRITO INICIAL DEL ACTOR CIVIL Y LA CONCRECIÓN DE LAS PRETENSIONES
CIVILES EN JUICIO.

"En el sétimo motivo del recurso se acusa, por la forma, la violación a los artículos 106 y 400 inciso 4°
del Código de Procedimientos Penales, en relación con el 39 de la Constitución Política, al estimar el
señor defensor errónea y ausente la fundamentación del fallo en lo relativo a la condena civil.
Sustenta el reproche, en primer término, en que el apoderado de la parte actora civil, al emitir sus
conclusiones al final del debate, no concretó sus pretensiones, porque se limitó a pedir que se
condenara al imputado al pago de nueve millones quinientos ochenta y siete mil novecientos
cincuenta y un colones, además de ambas costas, sin desglozar cada una de las partidas. Ese vicio
lo califica como una "falsa arbitraria o errónea fundamentación" y pide se declare así. Tal reproche no
es admisible, pues aún admitiendo como cierto que el representante de la parte actora civil hubiere
formulado su solicitud en la forma que indica el recurrente, y aún admitiendo como probable que ello
se traduce en un vicio de fundamentación de la sentencia, lo cierto es que en el escrito de
constitución de la parte actora civil se desglosaron las partidas que se reclamaban en la presente
causa, de tal manera que su gestión no fue sorpresiva y no puede afectar la defensa, pues conocía
las pretensiones civiles de la ofendida desde la etapa de instrucción." Sala Tercera. V-330- F de las 9
Hrs del 9 de noviembre de 1990.

36) HUELLAS DACTILARES COMO UNICA PRUEBA.

"Como bien lo indica el Ministerio Público, no existe obstáculo legal para que el tribunal de juicio
puede fundamentar o hacer valer su convicción de culpabilidad con base solamente en huellas
dactilares. La huella dactilar, aunque sea indicio único, puede servir de fundamento a una sentencia
condenatoria." Sala Tercera. V-336- F de las 9,30 Hrs del 9 de noviembre de 1990.

37) COMPETENCIA DEL JUEZ DE REENVÍO.

"Que en virtud de los principios que informan sobre la cosa juzgada y la reformatio in peius, el caso
relativo al delito de violación agravada, por el cual fue absuelto en la sentencia de instancia al
imputado, al no ser recurrida por el Ministerio Público, quedó firme y en consecuencia es asunto
precluido. El Doctor Fernando de la Rúa, sobre dichos principios, en cuanto a las limitaciones del juez
de reenvio, dentro de sus amplias consideraciones expresa: "La segunda limitación -sobre la que no
hay mayores dudas- está dada por la sentencia del Tribunal de casación. El juez de reenvío adquiere
competencia sólo respecto a las cuestiones a que se refieren las partes de la sentencia primigenia
anuladas por aquél. Los capítulos que no fueron objeto de recurso, o respecto a los cuales el recurso
fue rechazado, pasaron en autoridad de cosa juzgada (preclusión) y son por lo tanto irreversibles. Un
problema ha sido visto en la pobilidad de que algunas de las partes sobre las cuales no incidió el
recurso, sean conexas y estén en una relación decisiva de dependencia con la anulada. Es claro que
en tal supuesto el juez de reenvío no puede sobrepasar la fuerza vinculante de la cosa juzgada, y
debe aplicar sus efectos a los puntos que decide ex novo, que tengan vinculación de dependencia
con lo ya resuelto definitivamente." (Ver su obra, El Recurso de Casación en el Derecho Positivo
Argentino. Victor P. de Zavalia, editor, Buenos Aires, 1969, páginas 259 y 260). Tan autorizados
criterios no resisten objeción. De manera, que debe otorgarse razón al Tribunal Superior Penal, en
cuanto a que la absolutoria por el expresado delito de violación, al no ser recurrido por el titular de la
acción penal, quedó subsistente. Pero no hay razón de ese Despacho en punto a decretar la
incompetencia por el delito de abuso de autoridad y consiguiente remisión al juez penal: primero,
porque, como se ha dicho, el no producirse recurso del Ministerio Público por la violación agravada,
el caso pasó en autoridad de cosa juzgada; segundo, porque de acuerdo a lo anterior y en la medida
que el recurso provino la defensa, jurídicamente no podría producirse lesión a sus propios intereses
impugnaticios, mediante los cuales lógicamente se persigue finalidades favorables y no adversas
(esto en cuanto a la violación); y, tercero, porque si bien la anulación del fallo primigenio lo fue de
oficio (en aplicación del artículo 482, en relación con el inciso 3) del 395, ambos del Código de
Procedimientos Penales), ello no elimina la competencia del Tribunal de reenvío, indiferentemente de
que el delito respectivo en virtud de la pena tipo no le correspondiera en otras circunstancias, pues de
admitirse esa tesis se estaría autorizando un nuevo reenvío, esta vez del Tribunal que dictó la
sentencia anulada (en el caso concreto del Tribunal reemplazante por motivo de las inhibitorias
dadas) a otro de inferior jerarquía, situación que modificaría virtualmente la sentencia de Casación.
Con respecto a los argumentos del Juez Penal disidente, debe advertirse que esta Sala procedió a la
anulación de la sentencia respectiva únicamente en relación al delito de abuso de autoridad, por lo
que en atención a lo dicho en cuanto a la no existencia de recurso por el Ministerio Público y sus
consecuencias (cosa juzgada y reformatio in peius) ningún otro pronunciamiento tocaba hacer
respecto de la violación, de ahí que la anulación del debate y la sentencia quedara limitada al ilícito
que fue objeto de impugnación y a ninguno otro. Tomó en cuenta el Tribunal Superior citado de que la
segunda resolución adoptada en el proceso (precisamente la declaratoria de incompetencia), tiene
siete meses y diecisiete días de diferencia en relación con la que le precede, ambas tomadas por ese
mismo tribunal. (Véase folios 247 y 248).

Por tanto

Se declara competente para conocer del delito de abuso de autoridad al Tribunal Superior... Sala
Tercera. V-500- F de las 8,35 Hrs del 30 de noviembre de 1990.

38) POSIBILIDAD DEL ACTOR CIVIL DE RECURRIR EN CASACIÓN SI ESTIMÓ LAS


PRETENSIONES DE LA DEMANDA.

"Que, el tribunal de mérito, sin ninguna otra argumentación, rechazó el recurso de la actora civil con
fundamento en el artículo 450 del Código de Procedimientos Penales. (Ver folio 274 frente del
expediente principal). Al rendir los Jueces Superiores el informe pedido en relación al recurso de
queja interpuesto por aquella parte, expresan -en resumen- que al no hacer la interesada la
respectiva liquidación de partidas en sus conclusiones en el debate no se tenía base suficiente para
determinar el agravio sufrido de acuerdo con el artículo 475 ibidem, no siendo posible para efectos de
admisibilidad del recurso saber si era superior a los diez mil colones, y que no era suficiente haberse
hecho una estimación en el escrito inicial, estimando el a-quo que las peticiones valederas eran las
del debate. (ver folio 5 del recurso de queja). El rechazo del recurso de casación con fundamento en
la citada disposición (450), carece de fundamento, pues lo impugnado es una sentencia condenatoria
en cuanto declaró sin lugar su acción civil, resultando precisamente este artículo el que (aparte del
que se comentará) da entrada al recurso de casación, pues se circunscribe el alegato a combatir el
rechazo de la acción civil y, como se expuso, se trata de una condenatoria. En punto a las
argumentaciones dadas por el tribunal de mérito al contestar el informe solicitado sobre el recurso de
queja, legalmente no pueden convalidar aquel rechazo, primero, por extenderse en oportunidad
procesal diferente, y segundo, porque el artículo 475, en su párrafo final, indica que para determinar
el agravio se tendrá en cuenta "el monto de la demanda y la sentencia; pero cuando la primera
aparezca manifiestamente exagerada con el propósito de hacer admisible el recurso, éste podrá ser
desestimado por la Sala de Casación Penal sin pronunciarse sobre el fondo." De manera, que esta
Sala en aplicación de dicho artículo, con base en la demanda (folios 169 y 55. del principal) estima
que las pretensiones económicas permiten la entrada del recurso de casación, pues no resultan
exageradas, sin que esto pueda interpretarse como motivo de aceptacion de los pretendidos rubros,
ni adelanto de criterio en ese aspecto en forma alguna, sino que la estimación se hace
exclusivamente para efectos de la entrada del recurso. Ahora bien, el recurso de casación, en
realidad, contiene la expresión de agravios y las leyes que se estiman violadas. Y no sc excede la
recurrente de lo que le está permitido impugnar en casación, sea lo relativo a sus intereses
pecuniarios exclusivamente. De manera entonces, que el recurso de queja debe acogerse y admitirse
el de casación interpuesto al tenor del artículo 489 del Código ritual penal. Sala Tercera. V-509- F de
las 14 Hrs del 30noviembre de 1990.

39) CONSIDERACIONES EN TORNO A LA ADHESIÓN AL RECURSO DE CASACIÓN.

"Que la articulación formulada por el licenciado.... en memorial presentado el día dos del mes en
curso, debe acogerse. En efecto, conforme con la doctrina y con la jurisprudencia de esta Sala,
cuando el recurso de casación (principal) es rechazado ad portas, ya por no cumplir con los requisitos
de tiempo, legitimidad y otros requisitos de interposición formal a que se contraen el artículo 453, en
relación con el 477, ambos del Código de Procedimientos Penales, la adhesión que se sume a tal
recurso rechazado no puede subsistir. Ello es así, dada la naturaleza y la mecánica que informan al
instituto de la adhesión, puesto que se ha dicho en doctrina que "la adhesión, por otra parte, no
puede nunca ser considerada como un recurso en sentido propio, puesto que carece de la autonomía
que, desde el punto de vista subjetivo singulariza a éste. Para demostrar tal aserto, basta señalar
que, si en el Tribunal de alzada el recurso es declarado errónemente concedido o rechazado por ser
manifiestamente improcedente, con arreglo a lo preceptuado por el art. 477 in fine Código de
Procedimientos Penales la adhesión no subsiste y, por tanto se extingue la pretensión impugnativa
que con ella se procura hacer valer. " (Así, Ayan, Manuel N., "Recursos en Materia Penal. Principios
Generales. Marcos Lerner, Editora Córdoba. Argentina, páginas 155 y 156). Esta ha sido la posición
reiterada de la Sala, e incluso si en sentencia se observan defectos de presentación formal (que no
argumentaciones desestimadas) del recurrente original, quien sumó sus agravios mediante la
adhesión, decayendo ésta al faltar su necesario presupuesto: el recurso de casación principal. Sobre
las cuestiones anotadas pueden consultarse las resoluciones de esta Sala: V-36 a de 9,35 horas del
31 de enero de 1985; V-159 F-Bis de 9,10 horas del 3 dejulio de 1987; v-22 a de 14,00 horas del 19
de enero, V-99 a de 8,50 hras del 25 de marzo, ambas de 1988, V-15-A de 8:55 horas del 22 de
enero; v-71 A de 9,05 horas del 9 de marzo, ambas de 1990. Es claro pues, que la adhesión está
revestida de específicos requisitos como el recurso de casación, siendo el término de presentación la
excepción que hace la ley y que lo es ante la propia Sala. Es conveniente esta oportunidad para
unificar algunos criterios de esta misma Sala en relación al instituto que se comenta. Se ha aceptado
que si el rechazo del recurso de casación "se debió a su manifiesta improcedencia (artículo 458
último párrafo del Código de Procedimientos Penales) y no al incumplimiento de los requisitos de
admisibilidad. Por ello el rechazo del recurso principal no afecta a la adhesión (artículo 453 del Código
de Procedimientos Penales."..., (así, V-200-A de 9,30 horas del 28 de abril de 1989). Son pues los
requisitos de admisibilidad formal (artículo 477 ibidem) los que determinan la procedencia (entrada)
de la adhesión. Ha sido punto controvertido el aspecto relativo a si el adherente debe sujetarse a los
mismos motivos del recurrente original. La extinta Sala Segunda de esta Corte fue de ese criterio
(Así, V-38 F de 14,30 horas del 4 de agosto de 1978). Este mismo temperamento lo adoptó esta Sala
según resolución V-170-F de 10,25 horas del 1 de setiembre de 1989, apoyándose en el citado voto
de la Sala Segunda, expresándose: "VI. -Casación por el fondo. La adhesión sobre este motivo
resulta inadmisible. Y esta Sala ha dicho que el adherente, debe hacerlo fundado en los mismos
motivos del recurrente. En la especie el recurrente no planteó casación por el fondo de modo que
S.C.T. demandado civil, no puede por medio de la adhesión, plantear recursos por el fondo. Admitir
esta pretensión equivaldría a abrir la Casación, más allá de los motivos que reclama el recurrente,
situación que tornaría inécua la sanción de caducidad que afecta a quien siendo titular del derecho de
recurrir no lo hace oportunamente. En el fallo V-38 F de las 14,30 horas del 4 de agosto de 1978, la
Sala se pronunció así: "...Respecto al adherente, licenciado F.A.M. en su condición de defensor del
imputado F.G.S. o S.G., no puede en su adhesión hacer, lo que legalmente no pueden los
recurrentes, cual es el de aducir otro motivo de casación, conforme el párrafo final del artículo 477 del
Código de Procedimientos Penales, que establece que fuera de esta oportunidad (la presentación del
recurso de casación) no podrá aducirse ningún otro motivo. En consecuencia no puede establecer
recurso de casación por el fondo, puesto que los recurrentes sólo lo habían establecido por la forma,
y admitirse que el adherente motive su recurso en cuestiones distintas a las aducidas por los
recurrentes originales sería otorgarse un privilegio que la ley no le concede. En otras palabras si los
recurrentes establecieron recurso de casación únicamente por la forma, no podrían ampliarlo en
cuanto al fondo, y resulta legalmente inaceptable que el adherente sí pueda hacerlo, con un evidente
privilegio con respecto a quien sí estableció el recurso de casación en tiempo (artículo 477 párrafo
final del Código de Procedimientos Penales. Por tanto se declara sin lugar los recursos de casación
puestos y la adhesión a los mismos". Por su parte, el licenciado Javier Llobet Rodríguez, en su obra
Código de Procedimientos Penales, anotado (con comentarios, concordancias y jurisprudencia),
anota al respecto: "Se discute sobre si el adherente debe impugnar los mismos puntos de la
resolución que el recurrente, o bien puede introducir otras censuras, con lo que se ampliaría el ámbito
de competencia del tribunal en cuanto a los puntos a los que se refieren los agravios (art. 459).
Nuestra ley no establece una limitación del recurso del adherente en tal sentido, por lo que el
adherente puede impugnar puntos de la resolución no recurridos por el recurrente (art. 3°) (así: Ayán,
p. 158; De la Rúa, El Recurso..., p.239; Núñez. Código ...,p. 455. En contra Vázquez y Castro, T. IV,
p. 444; Issa, Henry, p. 48; Fenech, T II, p. 1151; Jiménez Asenjo, T. II, PP. 368-369). ...". Sobre el
tema que nos ocupa, dice De la Rúa, Fernando, en su obra El Recurso de Casación en el Derecho
Positivo Argentino, Victor P. de Zavalia editor, Buenos Aires, 1968, PP. 230 y 239: "De acuerdo al art.
485, C.P.P.. Mza., quien se adhiere al recurso de otro debe expresar los motivos en que se funda,
bajo pena de inadmisibilidad. La ley exige que se fundamente la adhesión concretando los propios
agravios. Esta expresión de fundamentos debe revestir los mismos caracteres que el escrito de
interposición. En el Código de Córdoba esa exigencia no está prevista, por lo que es suficiente
manifestar la voluntad de adherirse para beneficiarse con el efecto extensivo de la decisión sobre el
recurso al cual se adhiere, pero si se invocan motivos distintos la fundamentación específica es
imprescindible." (Páginas 328 y 239). El actual Código Procesal Penal de la Provincia de Córdoba,
Argentina, de 31 de enero de 1970, en su artículo 472, si contiene la exigencia de la fundamentación
de la adhesión. Esta norma dice: "472, Adhesión. El que tenga derecho a recurrir podrá adherir,
dentro del término de emplazamiento, al recurso concedido a otro, siempre que exprese, bajo pena
de inadmisibilidad, los motivos en que se funda.". Para dejar zanjada la cuestión, en el sentido de que
el adherente, sí puede invocar motivos diferentes a los otorgados por el recurrente principal, la Sala
participa de las opiniones del Doctor Manuel N. Ayán, (y del propio De la Rúa como se transcribió)
cuando en la obra citada, sobre el punto expresa: "D) Regulación legal. Bajo el epígrafe "adhesión",
el art. 472 C.P.P., dispone que "el que tenga derecho a recurrir podrá adherir, dentro del término de
emplazamiento, el recurso concedido a otro, siempre que exprese, bajo pena de inadmisibilidad los
motivos en que se funda" (...). (Nota de la Sala: la disposición substancialmente es semejante a la
contenida en el artículo 453 de nuestro Código de Procedimientos Penales). Para que la adhesión
sea procedente es necesario, con arreglo a la sistemática del propio texto legal, que se satisfagan los
siguientes requisitos: a) ... ...... c), ...d), ...e). Que el adherente exprese "bajo pena de inadmisibilidad,
los motivos en que se funda". Con esta fórmula, la ley exige que en la adhesión se concreten los
propios agravios y, una vez concedida, tendrá como efecto la ampliación del thema decidendum en la
medida que los nuevos puntos a los cuales se refiere la instancia del adherente. Sostenemos, en
definitiva que el adherente no se encuentra constreñido, necesariamente, a impugnar los mismos
puntos de la resolución atacados por el recurrente, sino que puede introducir otras censuras que le
convengan. Desde otra perspectiva, se ha resuelto que "en la instancia impugnativa por vía de
adhesión no pueden invocarse sino los mismos motivos en que se basa el recurso, porque éste
delimita el marco de la competencia del Tribunal de alzada, que puede conocer del proceso" solo en
cuanto a los puntos de la resolución a que se refieren los agravios (art. 478 Código de procedimientos
penales) y porque la adhesión no tiene una función complementaria del recurso en cuanto a sus
motivos, ni podría tenerla porque ha caducado el derecho de proponerlos antes de que ella se
produzca" (259). Esta tesis no alcanza a convencernos puesto que contradice el principio de la
personalidad del agravio, con arreglo al cual el agravio productor del recurso debe afectar
directamente al impugnante, el que no podrá alegar o invocar el ocasionado a otro sujeto procesal; y
porque, además, como se ha sostenido con indudable acierto, silos motivos del adherente debieran
atenerse abs del recurrente, sobraría imponerla la obligación de expresar motivos (260). Lo real es
que la adhesión está limitada de esa manera por el art. 472 y el error de aquella jurisprudencia resulta
aún más manifiesto frente al precepto del art. 3 Código de Procedimientos Penales que obliga a
interpretar restrictivamente toda disposición legal que limite el ejercicio de un poder conferido a los
sujetos del proceso. Resulta claro que la exigencia consagrada por el art. 472, en cuanto impone al
adherente expresar los motivos en que se funda, responde, al igual que la contenida en el art. 471
Código de Procedimientos Penales respecto al recurrente, a la necesidad de que el Tribunal ad-quem
conozca con precisión de los puntos de la decisión que lo agravian. Además, otra finalidad que es, a
la vez, una ventaja de la condición que examinemos, es que con ella se circunscribe la competencia
funcional del Tribunal de alzada, en cuanto asume el ejercicio de la jurisdicción dentro de los límites
del agravio mostrado por el impugnante (Código de Procedimientos Penales 478) (v. supra Cap. IV 6
"B"). Sólo resta una última puntualización. Los motivos de la adhesión por aplicación de la exigencia
genérica impuesta por el art. 471 Código de Procedimientos Penales al recurrente deben expresarse
específicamente (261). ". Ob. cit., págs. 156 y 157 7 158). Cabe advertir que las notas 260 y 261 que
contiene el trozo transcrito, se refieren a opiniones en el doctor Ricardo C. Núñez, respectivamente,
en sus obras "Adhesión al recurso ajeno, pub. en "Semanario Jurídico" del diario "Comercio y
Justicia" de Córdoba, nro. 12-IX-77, y, Código Procesal Penal de la Provincia de Córdoba, Anotado,
de Córdoba, nro. 25, 21/2/78. (Ver Bibliografía General del Libro a folio 192). La actual, que es la
posición de esta Sala, respecto del instituto de la adhesión, varía el criterio sustentado en la invocada
resolución (V-179 F de 10,25 horas del 1~ de setiembre de 1989 y la de la extinta Sala Segunda
Penal de esta Corte (V-38 F de 14,30 horas del 4 de agosto de 1978) contenida en aquella. Tanto el
principio de la personalidad del agravio, del cual hace alusión el Doctor Ayán, como los diversos
intereses de impugnabilidad que se derivan de los diferentes sujetos del proceso, hacen que la tesis
correcta sea la expuesta, esto es, que el adherente puede mediante esta vía impugnar la sentencia
que le sea adversa en cuanto a sus intereses, no teniendo obligación de circunscribirse a los agravios
del recurrente, primero, porque no es posible que en todos los casos un pronunciamiento afecte a los
distintos sujetos procesales, y, segundo, porque no podría aceptarse, en principio, que se pueda
sumar la adhesión a un agravio que no lol afecta." Sala Tercera. V-514-A de las 14,35 Hrs. del 30 de
noviembre de 1990.
40) NULIDAD DE LA CONDENATORIA CIVIL DE OFICIO.

"En el motivo décimo quinto se alega la violación de los artículos 393 y 400 inciso 4 ambos del
Código de Procedimientos Penales, porque se condenó al imputado al pago de los daños y peijuicios
sin que se ejerciera la acción civil resarcitoria y sin señalar las normas que obligan a emitir criterio en
forma oficiosa. Aunque el reclamo es defectuoso, procede acogerlo porque efectivamente el vicio
existe e implica violaciones incluso inconstitucionales, porque se condenó al sentenciado al pago de
los daños y perjuicios sin que se ejerciera la acción civil resarcitoria, es decir sin que el damnificado
se constituyera como parte, y demandara civilmente al imputado. En consecuencia, procede anular la
sentencia únicamente en cuanto condenó al pago de los daños y perjuicios. No se dispone el reenvío
en sede penal por no estar previsto ese procedimiento al menos para el aspecto civil en sede penal."
Sala Tercera. V373-F de las 14,55 Hrs. del 30 de noviembre de 1990.

41) OBLIGACIÓN DE FUNDAMENTAR LA DENEGATORIA DE CONDENA DE EJECUCIÓN


CONDICIONAL.

"Ahora bien, es cierto que esta Sala ha manifestado en otras resoluciones que aunque el
otorgamiento o no de la condena de ejecución condicional es una potestad del tribunal de mérito, que
responde a un poder discrecional no sujeto a criterios de valoración taxativamente determinados en
todos sus extremos, ello no lo exime del deber dejustificar su decisión en uno u otro sentido, para que
dicha facultad no se convierta en un acto abusivo o arbitrario. En este aspecto la jurisprudencia
nacional de Casación se ha separado de la doctrina procesal penal que no considera preciso fundar
especialmente la decisión sobre el otorgamiento o negativa del referido beneficio (ver al respecto
obra De la Rúa; F.; El Recurso de Casación en el Derecho Positivo Argentino; Víctor F. de Zavalia,
editor, Buenos Aires, 1968, p. 164, segundo párrafo del punto señalado con el No. 62)." Sala Tercera.
V-381-F de las 15,45 Hrs. del 30 de noviembre de 1990.

42) INCORPORACIÓN AL DEBATE DE DOCUMENTOS SIN PREVIA LECTURA.

"En el sexto motivo se acusa la violación de los artículos 41 de la Constitución Política, y 359 del
Código de Procedimientos Penales, en relación con el 146 ibidem. Alega el recurrente que se violentó
el principio de la oralidad, al incorporarse al debate sin previa lectura una gran cantidad de
documentos, por el sólo hecho de haberlo consentido las partes. Agrega que los acuerdos de los
interesados no pueden modificar la ley, y esta exige la lectura como medio de incorporación, para que
el público se imponga del contenido de los documentos. También este reclamo debe rechazarse, en
primer término porque el imputado no puede prevalerse ahora de su propio vicio para pretender que
se declare una nulidad como la pedida. Es cierto que en la práctica de algunos tribunales los
documentos que deban incorporarse por lectura no son leídos, siempre que en ello estén de acuerdo
todas las partes. Esa irregularidad constituiría un vicio que acarrearía la nulidad de la sentencia en los
casos en que los documentos no hubieren sido conocidos por la defensa, no obstante su
consentimiento; pero, tratándose de piezas que han estado en el expediente, y existiendo bases para
concluir que todas las partes -en especial la defensa- las conocen y están informados de su
contenido, no puede estimarse de interés decretar la nulidad del fallo, sólo porque el público no pudo
enterarse durante el debate del contenido de los documentos. Por esas razones, en las
circunstancias del caso de autos procede rechazar el motivo." Sala Tercera. V-32-F de las 10,20 Hrs.
del 18 de enero de 1991.

43) NORMATIVA APLICABLE A LA FIJACIÓN DE COSTAS PERSONALES.

"En el tercer motivo del recurso por el fondo se acusan violados los artículos 1046 del Código de
Procedimientos Civiles, 7 y 11 y 31 del Decreto Ejecutivo Número 17016-J de 23 de mayo de 1986,
por aplicación indebida. Señala el recurrente que dicho decreto señala los honorarios que deben
pactarse entre abogado y su cliente, pero no los que debe cubrir él como parte contraria. Tal
reproche debe rechazarse. Ya se ha indicado que el monto de los honorarios de abogado que debe
cubrir el demandado consiste en cubrir los gastos en que hubiere incurrido el actor en concepto de
honorarios de abogado y éstos se calculan con base en el decreto."Sala Tercera. V-32-F de las 10,20
Hrs. del 18 de enero de 1990.

44) MODIFICACIÓN DE LA COMPETENCIA EN LOS DELITOS DE INJURIAS, CALUMNIAS Y


DIFAMACIÓN.

"1.- Con relación a la competencia de esta Sala: Aunque la presente acusación fue interpuesta ante
el Juez Primero Penal de San José, éste se declaró incompetente por cuanto los hechos querellados
se refieren a una publicación en un medio de prensa escrita -en la revista Triunfo del 16 de noviembre
de 1990, Ps. 36 y 55.- que debe juzgarse de acuerdo con la Ley de Imprenta, la que atribuye la
competencia a esta Sala para su correspondiente juzgamiento. Al respecto, debe decirse que la
anterior opinión mayoritaria de la Sala Tercera establecía (con el voto disidente de los Magistrados
González y Houed) que cuando se acusaban los delitos de Injurias, Calumnias y Difamación
tipificadas en el Código Penal, no podía modificarse la voluntad del querellante quien de ese modo
fijaba la competencia del juzgador imponiéndole a esta Sala asumir el conocimiento de ese asunto
(ver entre otras, Res. N°-134-A de las 8,35 Hrs. del 7 de abril de 1989). Sin embargo, al haberse
producido otra integración de este Tribunal -por la reciente jubilación de dos de sus integrantes- los
nuevos magistrados se pronunciaron en favor de la tesis anteriormente minoritaria, esto es que la
Sala Tercera sí debe asumir la competencia en las condiciones dichas, con fundamento en los
siguientes argumentos que ahora consituyen el voto de mayoría y se resumen así: Entre los
requisitos de la querella que señala el artículo 431 no está el de indicar la calificación jurídica del
hecho, de modo que el acusador pudo omitir esa circunstancia, pues es a los juzgadores a quienes
en definitiva compete hacer esa calificación, aún en tratándose de delitos de acción privada. El hecho
de que se acuse únicamente por un delito de esa naturaleza (por ejemplo sólo calumnias) no es
obstáculo para que eventualmente se pueda condenar por otro ilícito de carácter privado (por ejemplo
injurias) pues se insiste en que la calificación jurídica la determina el correspondiente Tribunal.
Inclusive si se acusara por el delito de Difamación, ello no excluye la aplicación de la Ley de
Imprenta, pues aunque expresamente dicha Ley no se refiere al delito de "Difamación por medio de la
prensa" el delito de Injurias y Calumnias por la prensa escrita comprende en su descripción típica a la
citada Difamación en virtud del instrumento utilizado para realizar las mismas. Es decir, la prensa
escrita sería el medio para causar deshonra y a la vez propalar especies idóneas para afectar la
reputación de las personas, de tal manera que habría que concluir que la Injuria y la Calumnia por la
prensa siempre llevan consigo la Difamación, por lo que no es necesaria la existencia de un delito
aislado de ese carácter en la Ley de Imprenta. Por las anteriores razones, que han sido expuestas in
extenso en otras resoluciones (ver voto de minoría en la citada Res. N° 134-A-89, entre otras), la
mayoría de esta Sala -con el voto salvado del Magistrado Ranifrez opta por arrogarse el
conocimiento del presente asunto." Sala Tercera. V-52-A de las 8,45 Hrs. del 25 de enero de 1991.
Hay voto salvado del magistrado Jesús Ramírez Quirós.

45) REVOCATORIA CONTRA RECHAZO DEL RECURSO DE CASACIÓN, NO INTERRUMPE


PLAZO DE INTERPOSICIÓN DE ÉSTE.

"Que la resolución que rechazó el recurso de casación fue notificada a las partes interesadas el 12 de
setiembre del año en curso (ver folio 153). El artículo 487 del Código de Procedimientos Penales (que
se contrae al trámite del recurso de queja), dispone que: "La queja se interpondrá por escrito en el
término de dos a cuatro días -según dice la resolución denegatoria fue notificada...".
Consecuentemente, el plazo máximo para la presentación del recurso vencía el 14 de setiembre, sin
embargo se presentó en la Secretaria de esta Sala el 18 del indicado mes de setiembre, (véase razón
de recibido de folio 4 del legajo respectivo), esto es, en forma extemporánea. "La primera actividad
que debe cumplir la parte interesada ha de ser la de presentarse diligentemente dentro del término
fijado para quejarse, el que se computará a partir de la notificación de la providencia denegatoria del
recurso. Esta presentación, como se sabe, debe ser hecha ante el tribunal de alzada, que como
primera medida deberá -en oportunidad de resolver- determinar si el quejoso formuló su queja en
término, pues, de no ser así, deberá rechazar el recurso de hecho sin más trámite sin pronunciarse
sobre el fondo (la admisibilidad o inadmisibilidad del recurso denegado)." (C. Vázquez Iruzubieta y R.
A. Castro. Procedimiento Penal Mixto. Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, Argentina. Tomo III. Pág.
289) Si bien contra la resolución que rechazó el recurso de casación el interesado interpuso
revocatoria, es lo cierto que éste recurso de queja, resultando que la única disposición con eficacia -
en cuanto a suspensión del término para interponer los recursos que procedan- lo es el numeral 110
del Codigo Ritual penal. Ello es así por cuanto la revocatoria y el recurso de queja conservan
naturaleza y funcionalidad formales distintas. El primero se ejecuta ante el tribunal de la causa y
dentro del plazo fijado en el artículo 460 del Código de Procedimientos Penales. El segundo ante el
tribunal de alzada (o superior jerárquico) y goza de plazos diferentes. De manera que la diversa
concepción jurídica de ambos, los excluye en relación a los téminos de interposición. La
jurisprudencia argentina, sobre la cuestión, informa: "No puede atribuirse el efecto de haber
interrumpido el plazo para deducir recurso de casación, la interposición de un recurso de reposición
que resulte improcedente ola deducción de queja por denegatoria del recurso de apelación, que
también resultó infundada. (...)". "La interposición de un recurso de reposición que resultó
improcedente o la deducción de queja por denegatoria del de apelación, que también resultó
infundada, no interrumpen el plazo para deducir el recurso de casación. (...).". "El término para
deducir el recurso de queja no se interrumpe por la interposición ante el tribunal de la causa de otros
recursos formalmente improcedentes. (...).". (Ob. cit. páginas 265, 287 y 288). En términos
semejantes o equivalentes se ha pronunciado también esta Sala (ver antecedentes: V-220 A de 8:35
horas de 12 de junio de 1987, consecuentemente, con fundamento en los argumentos expuestos y sin
necesidad de pronunciamiento sobre el fondo, se impone desestimar el recurso de queja. Artículo 489
del Código de Procedimientos Penales."Sala Tercera V-53-A de las 8,50 hrs del 25 de enero de
1991.
46) DIFERENCIA ENTRE SUSPENSIÓN E INTERRUPCIÓN DE PLAZOS.

"Argumenta la interesada que de acuerdo a varios Diccionarios, incluyendo el de la Real Academia


Española, edición 1981, los términos "suspender" e "interrumpir" son sinónimos, por lo que la Sala
está interpretando ampliativamente el primer término, lo que gramaticalmente no existe, debiendo -
agrega- darse entonces aplicación al artículo 3 del Código de Procedimientos Penales respecto de la
interpretación restrictiva de toda disposición que limite el ejercicio de los sujetos del proceso. Sin
embargo, los argumentos expuestos no pueden acogerse. El término "suspensión" de acuerdo al
vocabulario aplicado en derecho, tiene el significado de "condición suspensiva", de "efecto
suspensivo" (ver Diccionario de la Real Academia Española, vigésima edición, tomo II, 1984, página
1274). De manera pues, que la interpretación de la Sala sobre los términos en cuestión, es correcta
sin que pueda darse aplicación al artículo 3 mencionado. Además, la interpretación no es sólo del
diccionario y de la Sala, sino fundamentalmente de la ley. En efecto, es el Código de Procedimientos
Penales el que en algunas ocasiones uitiliza el vocablo suspensión de plazos y en otras de
interrupción de plazos, sin llegar a definir los alcances de esos conceptos y el Código Penal lo hace
parcialmente en el artículo 87. En consecuencia, corresponde aplicar supletoriamente otras
disposiciones legales que si lo definen. Tal es, por ejemplo, el caso de los artículos 201 y 202 del
Código Procesal Civil; pero de manera más directa, el concepto legal es posible deducirlo de los
artículos 878 y 880 del Código Civil, los cuales plasman el concepto doctrinario de esos términos.
Tales regulaciones son aplicables supletoriamente, con fundamento en los artículos 5 de la Ley
Orgánica del Poder Judicial (reformado en 1986), y 6, 10, 13 y 14 del Código Civil (el último artículo
estatuye: "Las disposiciones de este Código se aplicarán como supletorias de las materias regidas
por otras leyes"). En razón de lo expuesto debe rechazarse ad-portas la revocatoria pedida." Sala
Tercera. V-56-A de las 9,05 Hrs. del 25 de enero de 1991.

47) REQUISITOS PARA QUE LA USURPACIÓN CORRESPONDA A LA JURISDICCIÓN


AGRARIA.

"Para que un delito de usurpación adquiera esa naturaleza agraria que justifica trasladar la
competencia del juzgado de esa jurisdicción, no basta que exista un terreno invadido dentro del cual
se encuentren algunas plantas sembradas, sino que se requiere que el terreno constituya un
verdadero fundo agrario, y que se invada para desarrollar en él una actividad empresarial agrícola,
aunque sea para la subsistencia de una familia, pero que constituya una actividad agrícola
mínimamente organizada y sistematizada. De acuerdo con lo acreditado en la sentencia, el terreno
invadido por el encartado era propiedad del Instituto de Desarrollo de Agrario y destinado a área
administrativa, pero no consta que el encartado hubiere desarrollado en el terreno una actividad
empresarial agrícola, razón por la cual no puede concluirse jurisdicción agraria, resultando
competentes los tribunales penales comunes para el juzgamiento." Sala Tercera. V-49-F de las 10,20
Hrs. del 30 de enero de 1991.

48) EL RECURSO DE CASACIÓN DEBE PRESENTARSE ANTE EL TRIBUNAL QUE DICTO EL


FALLO.
"Que el término de 15 días establecido en el artículo 477 del Código de Procedimientos Penales para
recurrir ante casación venció el día 18 de octubre siguiente. Este día, a las 17,25 horas, se presentó
el recurso de casación en la Secretaría de esta Sala, (a la que venía dirigido), remitiéndose el escrito
al día siguiente por correo al Tribunal de la causa (ver folio 376), recibiéndose el 23 de octubre (folio
387 vuelto). Este despacho admite la impugnación con apoyo en los numerales 40 y 41 de la Ley
Especial sobre Jurisdicción de los Tribunales (N° 5711 de 27 de junio de 1975). No obstante, la Sala
estima que el recurso fue recibido (entiéndase presentado) extemporáneamente en el Tribunal
Superior de Puntarenas, por lo que así debe declararse y, en consecuencia fue erróneamente
concedido (artículos 447, 452, 458 y 479 del Código de Procedimientos Penales). El numeral 477
precitado es terminante en cuanto a que la presentación del recurso lo es ante el tribunal que dictó la
resolución impugnada. Ahora bien, de los artículos invocados por el órgano a-quo, el primero no tiene
ninguna aplicación en este caso concreto; y, en cuanto al segundo, por no ser posible en la actualidad
(más de 15 años después de la vigencia del actual Código de Procedimientos Penales) darle
aplicación en esta oportunidad. Ello es así por cuanto obviamente el término fijado para recurrir sería
fácilmente alterado cuando, como ocurre aquí, el propio día de vencimiento se presenta el recurso de
casación ante la Sala, lo cual roza con el principio de improrrogabilidad de los términos (artículo 142
ibidem). La salvedad que hace la norma (artículo 41 en relación) estaba orientada a la confusión -en
cuanto a la presentación del recurso de casación- que podría operarse a raíz de la entrada en
vigencia del actual Código de Procedimientos Penales y la vigencia también -en los casos dados- de
la legislación ritual penal de 1910, pero que en modo alguno se justifica ahora. Esta tesis se advierte
claramente de la exposición de motivos sobre la Ley N° 5711 hecha por la Comisión de Asuntos
Jurídicos de esta Corte a la fecha, cuando expuso: "Del recurso de casación (Capítulo VIII). En el
artículo 39 se enumeran los casos en que tiene cabida este recurso; y el artículo 40 se refiere a la
oficina en que debe presentarse. En vista de que el nuevo Código y el anterior contienen reglas
diferentes en tal sentido, el artículo 41 otorga eficacia al recurso aunque se presente en una oficina
en vez de otra, todo con la finalidad de evitar perjuicio a los litigantes a causa de la confusión que
podría resultar de la vigencia de los dos sistemas.", (subrayó la sala). (Véase Alcance N° 186 a la
Gaceta N° 196 del 16 de octubre de 1974). Finalmente, cabe argumentar que, por otra parte, de
admitirse la presentación ante la Sala (sin perjuicio, desde luego, de que el a-quo devuelto el escrito
lo reciba dentro del plazo legal) del recurso de casación, el juzgador -desconociendo ello- al
considerar -con justa razón- firme la sentencia podría realizar actuaciones de oficio o a petición de
parte interesada relativas a su ejecución, que luego habría que revocar al tenerse conocimiento de la
existencia del recurso, pudiendo incluso producirse situaciones problemáticas, resultando, ergo,
dubitativa y sorpresiva la seguridad jurídica de las partes en punto a la firmeza del fallo, amén de que
el plazo legalmente previsto podría quedar al libre arbitrio de aquéllas en relación a la oficina de
presentación de la demanda extraordinaria, situaciones que naturalmente no se pretendieron con el
establecimiento de la norma, cuya finalidad fue otra, como se expuso." Sala Tercera. V- 104- de las
10,39 Hrs. del 27 de marzo de 1991.

49) FIJACIÓN DE LA COMPETENCIA EN LAS INJURIAS POR MEDIO DE CARTAS.

"En la clase de delitos a que se refiere este asunto, cuando lo es por medio de carta (como se acusa
ocurrió en el caso concreto), se considera preparatorio el acto de redactarla; comienzo de ejecución,
el de entregarla al correo con destino a la víctima; y la consumación se establece, cuando la misma
es recibida y conocidas sus frases ultrajantes, por el ofendido, un tercero o más personas (así, esta
Sala V-63 A de 15,30 horas del 22 de octubre de 1980). "...en la especie estamos ante delitos de
resultado o daño afectivo, en los cuales la acción humana de injuriar o difamar logra su consumación
en el lugar donde la carta es conocida, sea que es en el lugar donde la carta se recibe donde el delito
formaliza su resultado o daño al honor o reputación de la persona o personas agraviadas..." (Sala
Tercera. V-155-A de las 8,45 Hrs. del 8 de mayo de 1987). "La competencia en esta clase de ilícitos
la determina el lugar en que, en este caso específico, se conoció del contenido del escrito; lugar que
evidentemente no pudo ser otro que donde se presentó. Se trata de delitos de daño o de resultado
efectivo, de ahí, que resulte irrelevante a los efectos de determinar la competencia territorial del
asunto, la circunstancia de que el memorial en cuestión haya sido suscrito en esta ciudad, (V-5l0 de
8,55 horas del 18 de diciembre de 1987, de esta Sala). También como antecedente, respecto de que
es el lugar en que se recibe la carta el que fija la competencia, consúltese sentencia V-89 F de 10,30
horas del 8 de abril de 1988, de esta misma Sala. Por lo demás, cabe agregar que la Sala participa
de los argumentos del Juzgado Penal disidente (folio 37 frente y vuelto). En razón de lo expuesto,
dirigida la carta (respecto de la cual se querella contiene expresiones injuriosas, con sede en esta
capital, corresponde conocer de este asunto al Juzgado Primero Penal. Artículos 17 y 24 del Código
de Procedimientos Penales." Sala Tercera. V-122-A de las 19,25 Hrs. del 5 de abril de 1991.
JURISPRUDENCIA PENAL RECIENTE

Cecilia Sánchez Romero


Directora del Digesto de Jurisprudencia

CONTENIDO

RESOLUCIONES DE LA SALA TERCERA

A- DERECHO PENAL

1. ABUSO DE AUTORIDAD - Detención de vehículo y posterior traslado a los planteles del MOPT sin permitirle al
conductor su remoción.

2. AGRESION CON ARMA - Alcance del concepto "objeto contundente" - Uso de sombrilla.

3. DAÑO MORAL - Carácter facultativo del pronunciamiento.

4. DAÑO MORAL - Indemnización prudencial.

5. DAÑO MORAL - Necesaria demostración de su naturaleza y consecuencias habidas o posibles.

6. DAÑO MORAL - Procedencia en toda infracción punible que cause daños a intereses de orden moral.

7. DEFENSA PUTATIVA - Error de prohibición con efecto exculpante - Deber de indemnizar civilmente.

8. DELITO CULPOSO - Sustitución de los conceptos negligencia, imprudencia e impericia - Elementos de la tipicidad en
el delito culposo.

9. DESOBEDIENCIA A LA AUTORIDAD - Desacato a orden de derribo - Imposibilidad de impedir la ejecución de una


sentencia interdictal.

10. DESOBEDIENCIA A LA AUTORIDAD - Incumplimiento de resolución de la Sala Constitucional que no contiene


mandato preciso y concreto no configura este delito.

11. DOLO - Análisis de su contenido en la legislación costarricense.

12. EMOCION VIOLENTA - Elementos básicos.

13. ERROR DE DERECHO - Análisis de su contenido - El concepto culpabilidad es altamente graduable.

14. ERROR DE HECHO - Análisis de la estructura sistemática seguida por el legislador.

15. ESTADO DE NECESIDAD - Necesaria congruencia entre el tipo objetivo y el tipo subjetivo de la permisión.

16. ESTIMULACION O PROMOCION AL CONSUMO NO AUTORIZADO DE DROGAS - Imposibilidad de relacionar


conducta con operaciones de trasiego de drogas.

17. EVASION - Necesidad de una efectiva y real detención.

18. HOMICIDIO - Análisis del dolo eventual.

19. HOMICIDIO CULPOSO - Examen de los elementos objetivos y subjetivos del delito culposo.
20. HOMICIDIO CULPOSO - Responsabilidad de conductores partícipes en competencias de velocidad o piques.

21. HURTO AGRAVADO - Agravación por uso de llave verdadera requiere una conducta conexa con el hurto encaminada
a obtener la llave venciendo su protección.

22. HURTO SIMPLE - Las sumas que corresponden al impuesto de ventas no pueden integrarse al valor de los bienes
sustraídos antes de su venta para establecer el requisito del artículo 208 del Código Penal.

23. LEGITIMA DEFENSA - Análisis de los requisitos.

24. LEY DE PSICOTROPICOS - Contenido de las conductas estipuladas en el artículo 18.

25. MEDIDA DE SEGURIDAD - Cuando se comprueba la existencia de imputabilidad disminuida, se debe absolver y
aplicar la respectiva medida de seguridad.

26. NEGOCIACIONES INCOMPATIBLES -Contenido de la acción punible prevista en el tipo.

27. PENA DE INHABILITACION - La cancelación de licencia para conducir vehículos solo se puede ordenar ante los
supuestos establecidos legalmente.

28. PRETERINTENCIONALIDAD - Homogeneidad de las lesiones jurídicas.

29. RESPONSABILIDAD CIVIL - Necesaria relación de causalidad entre la conducta del agente y el daño causado.

30. RESPONSABILIDAD CIVIL- Responsabilidad solidaria del propietario del vehículo.

31. RESPONSABILIDAD CIVIL - Subsistencia a pesar de sentencia absolutoria.

32. RESPONSABILIDAD CIVIL DEL ESTADO - Homicidio cometido por guardia rural en funciones propias de su cargo.

33. ROBO AGRAVADO - Diversos actos de violencia para realizar la sustracción.

34. TEORIA DEL DOMINIO DEL HECHO - Valoración en relación con el tipo penal que se interpreta.

35. TIPICIDAD CULPOSA - Análisis de resultado - La licitud de la conducta no puede ser el punto de partida del tipo
culposo.

36. USURPACION - Concurso en la modalidad de delito continuado entre usurpación por despojo violento y turbación de
la posesión.

37. USURPACION - La amenazas pueden producirse para mantenerse en el hecho de la usurpación.

B- DERECHO PROCESAL PENAL

38. ACCION CIVIL RESARCITORIA - Notificación a personas jurídicas.

39. ACCION CIVIL RESARCITORIA - Oportunidad procesal para oponer excepciones.

40. ACCION CIVIL RESARCITORIA - Pago de intereses - Análisis de su procedencia.

41. ACTA DEL DEBATE - Requisitos - Innecesaria consignación de manifestaciones de testigos

42. ADMISIBILIDAD DEL RECURSO DE CASACION - Alcances del control de admisibilidad que corresponde al tribunal
a quo.

43. CONDENATORIA EN COSTAS AL ESTADO - Imposibilidad de separar la obligación de reparar daños y perjuicios del
pago de costas.

44. CORRELACION ENTRE ACUSACION Y SENTENCIA - Alcances.

45. COSTAS - No existe motivo alguno para privilegiar al Estado con la exoneración del pago de costas.

46. DEMANDADO CIVIL - Posibilidad de asignarle un defensor público.

47. DEMANDADO CIVIL - Validez de las notificaciones realizadas al imputado que tiene la condición de demandado civil.

48. DENUNCIA - Validez como acto procesal a pesar de la abstención posterior del denunciante como testigo.

49. DERECHO DE ABSTENCION - Alcances - Posibilidad de incorporar declaración por muerte del testigo.

50. DERECHO DE ABSTENCION - Inexistencia para la concubina.

51. INTERESES LEGALES - Obligación de fundamentar la condenatoria a su pago.

52. JURAMENTACION DEL FUNCIONARIO - Doctrina del funcionario de hecho.

53. LECTURA DE LA SENTENCIA - Ausencia de firma no subsanada posteriormente provoca nulidad

54. LECTURA DE LA SENTENCIA - Convocatoria verbal con hora estimada para la lectura es una cortesía para las
partes.

55. LECTURA DE LA SENTENCIA - Improcedencia de la nulidad por inasistencia de parte del Tribunal a la lectura
integral.

56. LECTURA DE LA SENTENCIA - La ausencia de algunos jueces al momento de la lectura no afecta derechos básicos
de las partes.

57. LECTURA DE LA SENTENCIA - La firma tardía de uno de los jueces, no provoca desintegración del tribunal.

58. LECTURA DE LA SENTENCIA - La omisión de lectura integral por inasistencia de las partes no genera nulidad
alguna.

59. LECTURA DE LA SENTENCIA - La omisión de lectura por inasistencia de las partes no ocasiona nulidad.

60. LECTURA DE LA SENTENCIA - Lectura de fallo que consta en borrador no causa afectación a los intereses del
imputado.

61. LECTURA DE LA SENTENCIA - Posibilidad de que la Sala analice en cada caso las deficiencias relativas a la lectura
de sentencia.

62. MOTIVACION DE LA SENTENCIA - Requisitos nc-cesarios.

63. PENA - Omitir las razones para fijar la suma a pagar por concepto de multa, ocasiona una falta de fundamentación
del fallo.

64. PRUEBA INDICIARIA - Requisitos para su valoración.

65. PRUEBA SOBRE PROPIEDAD DE VEHICULOS - Validez de carta-venta con fecha cierta.
66. PRUEBA TESTIMONIAL - Posibilidad de valorar testimonio policial sobre lo escuchado de manera casual.

67. QUERELLA - Imposibilidad de impugnar el sobreseimiento dictado en favor del querellado.

68. QUERELLA - La omisión de solicitar pena impide recurrir en casación.

69. QUERELLA - Requisitos para recurrir en casación -Formas de actuación previstas en el proceso de querella.

70. RECURSO DE CASACION - Necesaria separación de cada motivo con sus fundamentos

71. RECURSO DE REVOCATORIA- Interposición no suspende los términos para los demás recursos que procedan.

72. RECUSACION - Rechazo arbitrario de prueba tendiente a demostrar causal.

73. SENTENCIA - Nulidad por dictado a pesar de acción de inconstitucionalidad pendiente.

74. TENTATIVA DE SUICIDIO - Competencia de los juzgados penales.

A- DERECHO PENAL

1. ABUSO DE AUTORIDAD - Detención de vehículo y posterior traslado a los planteles del MOPT sin permitirle al
conductor su remoción.

"La juzgadora calificó la actuación del oficial de tránsito como constitutiva del delito de abuso de autoridad, y el recurrente
reprocha -por la forma pero conviene examinarlo- que nunca podría calificarse de abusiva aquella conducta, porque la
ofendida se aparcó mal en esa carretera, y el artículo 85 de la Ley de Tránsito prohíbe detener vehículos en las calzadas
de la carretera, lo cual se encuentra sancionado en el articulo 112 inciso d) ibídem. Por esa razón, concluye el recurrente,
la sentencia irrespeta las reglas de la sana crítica porque la conducta del oficial fue legal. Sin entrar a examinar si la
ofendida aparcó o no el vehículo contraviniendo las leyes de tránsito, pero partiendo del supuesto de que ello fuere cierto,
aún así no existe ninguna razón viable para tener por justificada la conducta del imputado, porque su actuación arbitraria
no se centra en haber confeccionado un "parte de tránsito" cuando no debía hacerlo, hecho del que la acusada puede
defenderse ante la respectiva autoridad jurisdiccional que conozca de la infracción, sino fundamentalmente porque
procedió a detener el vehículo en que viajaba la ofendida sin justificación alguna y lo trasladó a los planteles de la
Dirección General de Tránsito utilizando un vehículo grúa, sin darle ninguna oportunidad a su víctima de retomar el
automotor. En realidad en ello se evidencia un absoluto menosprecio a los derechos constitucionales de los ciudadanos,
cuando los oficiales de tránsito y los conductores de las grúas que los acompañan, se llevan un vehículo aún cuando su
conductor esté dispuesto a quitarlo -suponiendo que está mal aparcado-. En ello consiste la actuación arbitraria del
acusado, según los términos del artículo 329 del Código Penal, y peor aún cuando trasladan el vehículo sin importarles
que lleva personas dentro, pues en este último caso no sólo se configura (concurso ideal) el delito de abuso de autoridad,
sino también el de privación de libertad agravada (artículo 19,2 inciso 4° del Código Penal), que tiene una sanción de dos
a diez años de prisión, y además exponen a los ciudadanos a un peligro inminente para su integridad física, al llevárselos
dentro del vehículo remolcado como si se tratara de simples objetos. Definitivamente constituye una grave y arbitraria
actuación la del funcionario público que prevaliéndose de su posición de autoridad decomisa un vehiculo a un ciudadano,
sin que exista alguna causa legal que así lo autorice, supuestamente para mantener despejadas las vías, en aquellos
casos en que el propio conductor está dispuesto a quitarlo del lugar y llevárselo. Esa autorización legal no existe, siquiera,
cuando el oficial de tránsito constata alguna infracción a las disposiciones relativas al estacionamiento de vehículos en
vías públicas. En este sentido es conveniente reafirmar que la ley de tránsito vigente no autoriza decomisar y trasladar
vehículos en esas circunstancias. Y aún debe agregarse que tampoco lo permite el texto aprobado recientemente y por
segunda vez en la Asamblea Legislativa, pues la nueva ley condiciona el traslado de vehículos a que el conductor no esté
presente, o que estándolo, las condiciones mecánicas del automotor le impiden circular, o que el conductor no quiera
trasladarlo o no pueda hacerlo por alguna circunstancia determinada (ebriedad, herido en el accidente, etc.). En efecto, el
artículo 140 de ese texto legal que pronto se publicará en el Diario Oficial La Gaceta dispone que "...EI retiro de circulación
de un vehículo procederá exclusivamente en los siguientes casos: a) Cuando obstruya vías y aceras, se estacionen frente
a paradas de servicio público, rampas de minusválidos, hidrantes, salidas de emergencia, entradas a garajes y
estacionamientos, siempre y cuando no esté presente su conductor. b) Cuando las condiciones mecánicas le impidan
circular y en cualquiera de las situaciones del inciso anterior, cuando el conductor se niegue a trasladarlo o si se
encuentra físicamente incapacitado para conducir... o, cuando concurra alguna otra circunstancia razonable que le impida
al conductor llevarlo hasta el lugar de detención...". Como puede apreciarse, también en estos supuestos se exige la
imposibilidad del conductor para trasladar el vehículo (por estar ausente o por alguna otra razón), para disponer el
acarreo por parte de las grúas al servicio de la Dirección de Tránsito, en los casos en que supuestamente se encuentre
mal estacionado el vehículo. Este tema también ha sido objeto de examen reiterado en la Sala Constitucional, la cual ha
señalado con carácter vinculante y erga omnes, que "...la libertad ambulatoria y el respeto a la propiedad privada resultan
ser bienes jurídicos preponderantes en relación con el respeto a las órdenes emanadas de las autoridades, de manera tal
que si el cumplimiento de una orden de ésta índole puede lograrse sin menoscabar el respeto de aquéllos.. es obligación
de la Administración, actuar de esa forma. En el presente caso el recurrente se encontraba dentro de su vehículo, pero a
causa de una maniobra que pretendía realizar para ingresar a un parqueo, causó seria perturbación al tránsito de los
automotores, ello ameritaba la actuación de la autoridad para que se hiciera el parte correspondiente por infracción a la
legislación que regula la circulación vial en las ciudades, pero nunca el traslado del vehículo a la Dirección General de
Tránsito. pues con el simple retiro del automotor del lugar, a lo que estaba anuente el recurrente se lograba quitar el
obstáculo que impedía la normalización de la circulación vial. El traslado del vehículo, sólo está legalmente autorizado en
los casos en que no existe otra forma menos drastica para lograr quitar el obstáculo a la circulación o el peligro para la
seguridad de conductores, viajantes o transeúntes (artículos 4, 70, 85, 86 y 90 de la Ley de Tránsito). El retiro del
vehículo sólo lo autoriza la Ley de Tránsito en aquellos casos en que ha sido dejado abandonado en la vía pública o
cuando se encuentre mal estacionado, sin que el responsable del automotor acepte quitarlo, o no se encuentre en el
lugar...Al haber actuado el recurrido sin autorización legal, ello hace que su actuar resulte contrario a lo reglado en el
artículo 11 de la Constitución Política y en tal razón la afectación que realizó, al libre desplazamiento por el territorio
nacional a que tiene derecho F. Q. es ilegítima.." (Sentencia de la Sala Constitucional N~ 456-92 de 9 hrs. del 21 de
febrero de 1992)." 1993. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 129-F de las 9,20 hrs. del 2 de abril.

2. AGRESION CON ARMA - Alcance del concepto "objeto contundente" - Uso de sombrilla.

"En el único motivo del recurso por el fondo, la impugnante reclama la errónea aplicación del artículo 140, y la
inobservancia del número 374.1, ambos del Código Penal. Razona el reproche, en punto al "objeto contundente" que debe
concurrir para la configuración del delito de agresión con arma, previsto por el mencionado 140. Dice que cuando en este
artículo se habla de "...objeto contundente, se está pensando en objetos que aumenten considerablemente el poder
ofensivo del agresor, se aplica a instrumentos más poderosos que los miembros del cuerpo humano, nunca una pequeña
sombrilla de aluminio cerrada...". Basado en lo anterior solicita se revoque la sentencia de mérito y se la absuelva de toda
pena y responsabilidad. El reproche debe rechazarse. Cuando la norma 140 del Código Penal utiliza la terminología
"objeto contundente", introduce en el tipo un elemento normativo que requiere de una valoración jurídica dependiente del
intérprete. Objeto contundente es el que, utilizado para un acometimiento, podría producir un daño en el cuerpo de la
persona y dejar o no evidencia externa. Entonces, jurídicamente entendida, la contundencia de una cosa se debe en
primer lugar a la finalidad de quien la emplea, esto es para golpear a la víctima; y en segundo término, a la posibilidad de
que tal uso pueda causar un daño en los términos antes dichos. La contundencia no puede depender de un aumento del
poder ofensivo, que naturalmente tiene quien utiliza el objeto, pues tal razonamiento conduciría a absurdo. En el caso que
nos ocupa, una sombrilla sí es un objeto contundente cuando es utilizada para golpear a una persona, porque -además de
la finalidad con que es empleada- es un instrumento idóneo para causar un daño en el cuerpo de la víctima." 1992. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N° 543F de las 8,50 hrs. del 13 de noviembre.

3. DAÑO MORAL - Carácter facultativo del pronunciamiento.

"Como único motivo de su recurso por el fondo, el licenciado [...], apoderado judicial de la ofendida (...), acusa violación
de los artículos 1045 del Código Civil y 125 del Código Penal de 1941, vigente según ley N 0 4891 de 8 de noviembre de
1981, aduciendo disconformidad con la suma fijada por el a quo en concepto de daño moral, por considerar que la suma
acordada es insignificante y no guarda relación con el severo daño moral sufrido por la ofendida. El reclamo no es de
recibo. Al respecto debe señalarse que tal indemnización pecuniaria, la puede acordar prudencialmente el juzgador, de tal
suerte que por ser un pronunciamiento facultativo, no se incurre en ninguna infracción, siempre que se esté en ese campo
dentro de lo razonable, según las circunstancias de infracción, las condiciones de la persona ofendida y la naturaleza y
consecuencias habidas o posibles del agravio sufrido, y no otra cosa tomó en cuenta la señora Juez para fijarla en la
suma de cien mil colones, en reconocimiento del sufrimiento moral de la víctima ante un hecho que a su juicio lesiona no
solo materialmente de su cuerpo sino también su psique." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 478-F de las 8,45
hrs. del 16 de octubre.

4. DAÑO MORAL - Indemnización prudencial.

"Indica el señor representante del Demandado Civil que el Tribunal no podía haber fijado el daño moral si no hubo prueba
para acreditar esta partida, violándose por falta de aplicación el artículo 67 y 398 del Código de Procedimientos Penales.
El reclamo debe declararse sin lugar, subrayando, como ya lo ha hecho el Voto Número 474-F de las 8:50 hrs. del 13 de
setiembre de 1991, que la indemnización por daño moral la puede acordar prudencialmente el juzgador si no hubiese
base suficiente para fijarla por medio de peritos, de tal suerte que por ser un pronunciamiento facultativo, no se incurre en
ninguna infracción, siempre que se esté en ese campo dentro de lo razonable, según las circunstancias de infracción, las
condiciones de la persona ofendida y la naturaleza y consecuencias habidas o posibles del agravio sufrido. El cálculo
prudencial se define como "el que se hace a bulto, con aproximación y sin buscar la exactitud" (Diccionario de la Lengua
Española, Real Academia Española, Madrid, decimoctava edición, Editorial Espasa Calpe 5. A., pág. 229), exactitud que de
por sí, dada la naturaleza de la cuestión, es imposible de lograr en tratándose de la estimación del daño moral que
pueden sufrir los sujetos a causa de un hecho ilícito. En el caso sub-examine, el tribunal tomó en cuenta la forma en que
falleció el ofendido, muerte violenta e injustificada que indudablemente hizo nacer la necesidad de una reparación por
daño moral. Ahora bien la estimación se hace en una suma indemnizatoria que es razonable ya que el dinero no puede
desempeñar la función de equivalencia (propia de la indemnización de los daños patrimoniales), sino tan solo la función
de satisfacción, por ser la única que conviene a la reparación de los daños morales (al respecto, véase Orgaz, Alfredo: "El
Daño Resarcible", Buenos Aires, Ediciones Depalma, 1967, páginas 188-189). En consecuencia, debe declararse que la
suma fijada por el a quo resulta suficiente para tal finalidad y que por lo tanto debe mantenerse tal fijación, declarando sin
lugar el reclamo del señor Representante del Estado." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 596-F de las 9,10 hrs.
del 11 de diciembre.

5. DAÑO MORAL - Necesaria demostración de su naturaleza consecuencias habidas o posibles.

"En el motivo admitido del recurso planteado por el Apoderado Judicial de los actores civiles, se alega la violación del
artículo 125 del Código Penal de 1941. Argumenta el recurrente que el a quo debió haber concedido la indemnización
solicitada por concepto de daño moral, pues se acreditó en sentencia la incapacidad sufrida por los ofendidos. No lleva
razón el impugnante. Ya esta Sala ha señalado que "El daño moral es la lesión que sufre una persona en su honor,
reputación, afectos, sentimientos, o intereses de orden moral por la acción de un delito. Desde esta perspectiva debe de
entenderse que esta clase de daño no se traduce en una pérdida económica, pues en realidad lo que hiere es un derecho
extrapatrimonial, ya que ofende el orden interno de la víctima al dejarle secuelas que la hacen sentirse en un plano
inferior a los demás en lo relativo a la valoración que de ella se puede hacer. Esta situación significa un sufrimiento
psíquico, una posible limitación para el trabajo, alguna molestia en la sociedad y un dolor moral al encontrar que no
recobra del todo la condición, que puede ser aún física, con que contaba con anterioridad al delito. Por ello esta pena
debe ser reconocida económicamente. En el campo moral puede ser que el ofendido se sienta más agraviado que con la
pérdida material que la acción ilícita le haya aparejado. Por este motivo, la reparación del daño moral en nuestra
legislación no está limitada únicamente a los casos en que se afecta la honra, dignidad u honestidad de las personas, sino
que su reconocimiento también está abierto para los hechos en que se produce un daño a los intereses de orden moral;
artículo 125 del Código Penal de 1941..." (N° 28 de las 9:10 horas del 28 de enero de 1987). Si bien es cierto la norma
indicada en la cita autoriza al juzgador a cuantificar o determinar prudencialmente la indemnización pecuniaria del daño
moral -si no hay medio para determinarlo a través de un peritaje-, la misma norma exige que se tenga en cuenta a esos
efectos las naturalezas y consecuencias habidas o posibles del agravio sufrido, lo cual deja ver lógicamente que esta
disposición supone como antecedente necesario e indispensable la efectiva constatación del daño moral en sí. Esto
significa que no basta la comisión de un delito, incluso de lesiones como en el presente caso, para que haya un daño
moral reparable. Para que tal daño sea indemnizable (ya sea estimado por medio de peritos o prudencialmente) primero
debe ser demostrada su naturaleza y consecuencias habidas o posibles, lo cual no hizo la parte actora ante el a quo, lo
que impide acoger el motivo en cuestión. Sin lugar el reclamo." (Hay voto salvado). 1992. SALA TERCERA DE LA
CORTE, N° 394-F de las 9,15 hrs. del 7 de setiembre.

VOTO SALVADO DE LOS MAGISTRADOS GONZALEZ ALVAREZ Y CASTRO MONGE:


"Los suscritos Magistrados se permiten disentir con respeto de las razones expuestas en el voto de mayoría de esta Sala,
que declara sin lugar el recurso interpuesto por el fondo, por las siguientes razones: Sin que los suscritos compartamos
ese criterio, es conveniente señalar que existe un sector de la doctrina y la jurisprudencia que, con una tesis radical,
estiman que el daño moral no es susceptible de ser apreciado por medio de pruebas, y que ello debe determinarlo el
juzgador en cada caso concreto. En tal sentido se afirma que"... es indemnizable el daño moral en el delito; aquél no
necesita probarse, existe por el propio acto jurídico y debe apreciarse teniendo en cuenta el desprestigio de la víctima en
su reputación y molestias causadas. En el caso, delito contra el patrimonio, si bien no hay agravio a la reputación
personal, lo mismo debe indemnizarse sin que pueda llegar a un enriquecimiento ilícito (CC Tucumán, 27/5/65, JA, 1966-I-
496)."(Rubianes, Carlos J. Código Peiuil y su interpretación jurisprudencial, Buenos Aires, Ediciones Depalma, tomo III;
1977, página 28). Para conceder indemnización por daño moral no es necesario la prueba de su efectiva existencia o
extensión, pues siempre es indemnizable en dinero (arts. 1078 y 1086, C.Civ) (CC Cap., 13/9/46, Fallos, 7-363)"
(Rubianes, op.cit. tomo I; página 100). En igual sentido, para Brebbia queda al mismo tiempo demostrada la existencia de
un daño moral sin necesidad de entrar a considerar qué especial repercusión física o psíquica tuvo el hecho y admite que
debe ser materia de apreciación especial por el Juez, en cada caso, la magnitud o importancia del agravio moral
ocasionado, rechazando la prueba en cuanto a la existencia pero no en cuanto a la extensión. Cfr.La prueba del daño
moral, en Juris 3, p. 297 y 55. Para Minozzi, A. Il danno non patrimoniale, Milano 1917- la prueba de los daños morales
existe in re ipsa." (Brebbia y Minozzi citados por Mossete Iturraspe, Jorge. Responsabilidad por daños. Buenos Aires,
Editora EDIAR, Tomo II B; 1981, página 184).

Para la situación costarricense es necesario afirmar, en primer término, que compartimos el criterio de la mayoría al
afirmar que el daño moral constituye una lesión que sufre una persona en su honor, reputación, sentimientos, afectos o
intereses de orden moral de carácter general a consecuencia de un delito. En otros términos, y como lo dice la mayoría
con cita del voto de esta Sala (N° 28 del 28 de enero de 1987), se trata de un sufrimiento psíquico más amplio que la
afectación al honor, no limitado sólo a esos delitos, sino ampliado a cualquier daño a intereses de orden moral. Lo anterior
significa que ese daño psíquico también comprende el sufrimiento de una persona por las lesiones que ha recibido a
consecuencia de un hecho delictivo, por el dolor padecido por la sola producción de heridas, y por el sufrimiento aflictivo
durante todo el período de convalescencia de las heridas físicas recibidas. Por esa razón, bien afirmó la Sala en el voto
que cita la mayoría, que "...esta situación significa un sufrimiento psíquico, una posible limitación para el trabajo, alguna
molestia en la sociedad y un dolor moral al encontrar que (el ofendido) no recobra del todo la condición, que puede ser
aún física, con que contaba con anterioridad al delito..., aun cuando sea sólo transitoriamente y por un período concreto
(véase el voto antes citado).

En segundo lugar también compartimos con la mayoría que para la situación costarricense se hace indispensable
demostrar la existencia del daño moral en cada caso concreto, y que aquella tesis amplia que exime de prueba (citada en
el Considerando Primero de este voto salvado) puede admitirse sólo en cuanto al monto del daño, según fijación
prudencial hecha por el juzgador, aún en ausencia de pruebas en ese sentido, de conformidad con el artículo 125 del
Código Penal de 1941, que señala en lo conducente que: "La reparación del daño moral... consistirá en una
indemnización pecuniaria que, si no hubiese base suficiente para fijarla por medio de peritos, la determinará el Juez
prudencialmente, según las circunstancias de infracción, las condiciones de la persona ofendida y la naturaleza y
consecuencias habidas o posibles del agravio sufrido". De tal manera que en principio, independientemente del delito de
que se trate, bastará a los efectos de indemnizar el daño moral, con estar en preselicia de los aspectos citados, sin que
sea necesaria la constatación del monto del daño moral mediante prueba, por lo cual resulta suficiente sin más, que
acreditada la existencia de ese tipo de daño, el juzgador pueda valorarlo prudencialmente fijando su monto respectivo para
efectos de indemnización. Lo que se tutela, aquí, a juicio de los suscritos, es que la parte ofendida vea reparada la lesión
moral de que fue objeto, como consecuencia de la angustia sufrida en ese plano ya sea por el dolor físico, las limitaciones
resultantes, el periodo de convalecencia, la divulgación que se dio al suceso. etc, que no estaban presentes antes de
ocurrir el ilícito. Este tipo de dolor por su propia naturaleza, no es siempre factible de ser apreciado a través de prueba
directa, ya que en la mayoría de los casos, queda en el fuero interno del perjudicado, por lo que el tribunal está en la
obligación de analizar las circunstancias contenidas en los hechos, con el objeto de determinar la magnitud del daño.
Como bien se afirma en doctrina "...debemos añadir en cuanto se refiere al daño no patrimonial, que la falta de prueba
deriva siempre de su imposibilidad objetiva...Esta imposibilidad es inherente a la naturaleza de este daño, por lo que tan
sólo puede ser liquidado por el juez a través de su valoración equitativa...La prueba de la entidad cuantitativa del daño
impone la prueba de la medida pecuniaria del objeto del daño, o sea, del interés afectado, lo cual es inconciliable con la
naturaleza del interés no patrimonial; por loque mediante la prueba no puede proyectarse en el mundo del conocimiento
material una relación (medida pecuniaria) que en su realidad objetiva, repugna a la naturaleza del interés no
patrimonial...Aunque limitadamente admite el legislador el resarcimiento del daño no patrimonial, exige que su medida se
obtenga por medio de criterios equitativos de valoración efectuados por el juez. Es facultad propia de valoración equitativa
el extender el resarcimiento más allá de la esfera patrimonial, confiriendo relevancia jurídica también al daño no
patrimonial." (De Cupis, Adriano. El daño. Barcelona, Editorial Bosch, 2° edición italiana traducida por Martínez Sarríon,
Angel; 1975, páginas 557y 558).

En el caso de autos el señor Juez tuvo por cierto que a consecuencia de un accidente de tránsito, del que declaró autor
responsable al imputado (...), el ofendido (...) sufrió las lesiones descritas en los dictámenes médicos incorporados
(…),que dice que sufrió heridas contusocortantes en antebrazo izquierdo, otra en la pierna izquierda, y en el codo
derecho, así como también sufrió trauma toráxico, que duele a los movimientos respiratorios, lesiones que lo incapacitaron
para sus ocupaciones habituales por treinta días. De acuerdo con la sentencia de mérito dicho ofendido, en su carácter de
actor civil, solicitó la suma de ciento cincuenta mil colones por daño moral. El señor Juez rechazó esa partida porque "...se
evidenció de los dictámenes médicos legales (…) que las lesiones producidas no dejan secuelas, como también evidente
durante la audiencia, la inexistencia de una aflicción moral..." (...). Este razonamiento es absolutamente ilegal, y desconoce
en forma total el artículo 125 del Código Penal de 1941 que define el daño moral y establece las bases para fijar su
monto, en primer término porque las secuelas permanentes producidas por unas lesiones recibidas con ocasión de un
hecho delictivo, no constituyen un presupuesto para que pueda acordarse una indemnización por daño moral, así como
tampoco es admisible la tesis de que no procede el daño moral cuando no haya una afectación permanente. Conforme se
indicó el daño moral cubre también aquel sufrimiento que, aunque pasajero, experimentó la víctima al convalecer de las
lesiones recibidas con ocasión del hecho delictivo. En segundo lugar, tampoco es admisible la tesis del juzgador, al afirmar
que no concedía la indemnización del daño moral porque no apreció durante el debate que la víctima estuviere
padeciendo algún sufrimiento moral, pues ese rubro es indemnizable aún cuando a la fecha del debate la víctima se
hubiere recuperado. Lo que se indemniza es el sufrimiento efectivo que se ocasionó a la victima durante algún tiempo o
permanentemente. Los hechos probados del juzgador permiten apreciar que el actor civil sufrió lesiones que lo
incapacitaron por treinta días, y como todo ser humano también sufre dolor y aflicción cuando le causan lesiones, debe
concluirse que si se demostró el daño moral con base en esos hechos y correspondía al juzgador fijar su monto, conforme
a la norma que se reclama violada en el recurso. Por lo anterior los suscritos votamos por declarar con lugar el recurso,
casar la sentencia en cuanto denegó esa partida y en su lugar acogerla en su totalidad, con costas a cargo de los
demandados." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 394-F de las 9,15 hrs. del 7 de setiembre.

6. DAÑO MORAL - Procedencia en toda infracción punible que cause daños a intereses de orden moral.

"Como quinto motivo del recurso por cl fondo se acusa la violación del artículo 125 del Código Penal de 1941 y 632, 719 y
1045del Código Civil, por cuanto la sentencia impugnada condena al imputado a pagar al ofendido la suma de cien mil
colones, "sin decir por qué razón". Agrega el recurrente que el referido artículo 125 establece un "numerus clausus" en
materia de reparación de daño moral, puesto que enumera las infracciones contra la honra, la dignidad ola honestidad,
delitos que lesionan intereses de orden moral, y que en el caso que nos ocupa se trata de un delito de usurpación, en
donde el interés protegido es la propiedad o el patrimonio, pero no intereses de orden moral y no se afecta con este delito
la honra, el honor o la dignidad de la persona. Este reclamo no es atendible. En primer lugar, el recurrente cuestiona con
su argumentación la fundamentación de la condena por daño moral, cuestión cuyo examen resulta impertinente por esta
modalidad del recurso de casación; debió el impugnante encausar su disconformidad con la motivación mediante el
respectivo reclamo por vicios in procedendo. Por otra parte, la reparación del daño moral, según la ley y la jurisprudencia
nacionales (Sala Tercera, V-176 F de las 17 hrs del 25 de setiembre de 1984 y V-28 F de las 9:10 hrs. del 28 de enero
de 1987, entre otras) procede no sólo en los delitos contra la honra, la dignidad o la honestidad sino en toda infracción
punible que cause daños a intereses de orden moral. Así, se ha dicho que "Todo delito produce en la víctima un mayor o
menor sufrimiento originado en el dolor, en la disminución de la capacidad intelectual, en las alteraciones o deformaciones
físicas, en la variación de las condiciones económicas, sociales, familiares" (Sala Tercera, V-153 Fde las 9:40 hrs. del 27
de mayo de 1988). Como en el presente caso el actor civil y ofendido, quien era a la fecha de los hechos profesor
universitario, fue compelido a hacer abandono del inmueble por el acusado (...) mediante actos arbitrarios que no le
permitian al ofendido gozar libremente de la posesión del inmueble y sus áreas comunes, es comprensible que eso
significara un sufrimiento de naturaleza psíquica para el actor civil, a causa del "stress, angustia, incomodidad, temor e
inseguridad" que generó la conducta del imputado al ofendido, por lo que resolvió bien el a quo al fijar una partida
independiente por ese daño." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 474-F de las 11,05 hrs. del 9 de octubre.

7. DEFENSA PUTATIVA - Error de prohibición con efecto exculpante - Deber de indemnizar civilmente.

"(...)el acusado (...) actuó bajo la falsa creencia de que sería objeto de una inminente agresión por parte del ofendido. Las
amenazas que el ofendido había hecho contra el imputado y su madre, incluso mostrando una arma y señalando que lo
iba a matar, sin lugar a dudas contribuyó a que el imputado lo calificara como su enemigo y se sintiera amenazado de
muerte al momento en que se encontraron, en un bar, cuando el ofendido hizo un ademán como si intentara sacar algún
objeto de sus ropas. En contraste con la forma de actuar de (el ofendido) antes de los hechos de examen, (el imputado)
nunca hizo nada en su contra, ya verbal ya físicamente como para pensar que atentaría contra la vida de (el ofendido),
pese a que éste era imputado en un proceso penal por robo en perjuicio de la madre de aquél (...). No era de esperar por
ello una actuación fuera de la ley, por parte de (el acusado) en contra de (el ofendido), antes por el contrario, se sometió
a derecho al esperar el resultado del proceso en que la señora (madre del imputado) se decía víctima de un robo por
parte del ahora ofendido. Por estos antecedentes -que no son ajenos al caso- al encontrarse en la Soda y Restaurante
[...] a muy corta distancia, y hacer el ofendido un ademán como si fuera a sacar algo de entre sus ropas, provocó que (el
imputado), razonable e invencible pero falsamente, creyera ser objeto de una agresión con arma cortante por parte de [el
ofendido]. Razonablemente porque, como se dijo, el ofendido amenazó de muerte a1 imputado y otras personas
exhibiendo un arma blanca; invenciblemente, ya que no era aceptable esperar una primera acción de [el ofendido] que
pusiera en peligro su vida (según creía) con el, esperado acometimiento; y falsamente, porque el hoy occiso no portaba
arma alguna al momento en que el imputado le disparó. Empero, creyendo que se defendía, [el imputado] disparó contra
[el perjudicado] y le dio muerte. Lleva razón el recurrente, cuando alega que se trata de una «defensa putativa», prevista
en el artículo 34 del Código Penal; pues esta tiene lugar cuando objetivamente no existe agresión ilegítima, pero, en la
psiquis del agente hay una falsa representación de la realidad y cree que es objeto de tal acometimiento, en
circunstancias en que no podía pensar otra cosa.

Con relación a lo expuesto, esta Sala en resolución V446-F, de las 15:40 hrs. del 25 de setiembre de 1992, dijo -entre
otras cosas- que el problema de «justificación putativa», regulado por el párrafo segundo del artículo 34 del Código Penal,
no es un error de tipo excluyente del dolo sino un error de prohibición con efecto exculpante, porque suprime el
conocimiento de la ilicitud. Como parte de un prolijo análisis, en aquella oportunidad se indicó: El problema de la falsa
suposición de permisos o justificantes no es un problema que queda sin solución ya que al estar redactado el artículo 35
del Código Penal de manera tan amplia (ubicando el problema sobre el desconocimiento de la punibilidad de lo que se
realiza), hace que los problemas de error sobre justificantes se resuelvan amparados a un problema de error de
prohibición... quiere significar directamente que el sujeto debe creer falsamente que el hecho no está sujeto a pena, lo que
puede suceder cuando: a) El sujeto actúa sin saber que lo que realiza se encuentra dentro del ámbito prohibitivo de la
Norma; b) el (sic) sujeto que actúa considera que el Ordenamiento Jurídico le concede un" permiso para su actuación; c)
El sujeto que actúa piensa que está déntro del ámbito de una causa de justificación cuando en realidad no lo está...". En
el presente asunto el imputado (...) actúo bajo un error de prohibición porque creyó que concurría en el hecho una
agresión contra la que ejercía la legítima defensa; pero en realidad no hubo acometimiento en su contra. Es precisamente
el tercer caso de los enumerados por el fragmento transcrito. Al excluir la conciencia de la ilicitud y con ella la
culpabilidad, se excluye la pena y así debe declararse, absolviendo al imputado de toda responsabilidad de tipo penal. Sin
embargo, resultando la acción típica y antijurídica (aunque no culpable), se ha configurado un injusto penal que trae como
consecuencia el deber de indemnizar civilmente a la víctima o sus herederos. Por lo anterior el "recurso debe declararse
con lugar en lo que al pronunciamiento de naturaleza penal se refiere, pero no en cuanto a las consecuencias civiles."
1993. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 52-F de las 9,45, hrs. del 29 de enero.

8. DELITO CULPOSO - Sustitución de los conceptos negligencia, imprudencia e impericia - Elementos de la


tipicidad en el delito culposo.

"La Sala ha venido sustituyendo los antiguos conceptos civiles de negligencia, imprudencia e impericia, para la definición
legal de la conducta culposa. La principal razón de esta escogencia se sustentó en el hecho de que estos conceptos, lejos
de ayudar a la aplicación de la Ley, suelen llevar al analista a serios problemas lógicos de definición. De estos problemas,
quizá el más importante es la imposibilidad de diferenciar entre imprudencia y negligencia, ya que no es posible encontrar
una conducta "imprudente" que no sea "negligente". Así, el análisis judicial se hace ex-post facto con las mismas
circunstancias de modo, tiempo y lugar en que sucedió el hecho investigado, pero, en este nuevo suceso, se pone al
sujeto a actuar conforme a todo el deber de cuidado que le corresponde acorde con sus condiciones personales, oficio,
profesión o arte que hayan concurrido a caracterizar su comportamiento dirigido al fin intrascendente para el Derecho. Si
después de semejante examen el resultado siempre se produce (el resultado contrario a Derecho) la conducta analizada
resulta atípica del delito culposo. En el caso contrario, si la conducta verificada de acuerdo a este marco hipotético, hace
que el resultado no se produzca, la conclusión que se deduce es que la conducta que infringió el deber de cuidado fue
idónea para producir el resultado y, por ende, resulta típica del delito culposo que se esté investigando. En el Código
Penal de Costa Rica, el delito de lesiones culposas y de homicidio culposo obligan al analista a "valorar la magnitud del
daño" y "el grado de culpa", es decir, que debe establecerse, también, una relación de determinación entre el Resultado
(componente de azar) y el grado de culpa, el cual sólo puede medirse en cada caso, ya que ni el mismo Código hace una
definición, ni tampoco establece ningún límite, salvo la derivación natural del principio de legalidad: principio de
culpabilidad. Otro límite fundamental para el examen de la culpa en Costa Rica es la detección del Resultado y del deber
de cuidado que ha de haberse tomado para evitarlo.

Los elementos de la tipicidad en el delito culposo: En el caso que nos ocupa el problema del conocimiento y de la
voluntad de la acción realizada tienen una importancia trascendental, al punto que estos aspectos son los que distancian
la solución de un mero problema de infracción al deber de cuidado. El tipo culposo también tiene aspectos de voluntad y
conocimiento; no obstante, no son similares a aquellos indispensables para la tipicidad dolosa. En primer lugar, en el
aspecto volitivo, que sí existe en el tipo culposo, se analiza la voluntad del sujeto para realizar el fin programado, con los
medios predispuestos al efecto. En cuanto al conocimiento, el tipo culposo parte de un aspecto cognoscitivo que se
concreta en una mera posibilidad, nunca es un conocimiento efectivo ya que si lo fuera la conducta no es culposa sino
dolosa, adicionalmente, en este mismo aspecto, el juez debe analizar la posibilidad de conocer la peligrosidad de la
conducta y de prever el resultado conforme a ese conocimiento. De esta manera, al igual que en la tipicidad dolosa, el tipo
culposo requiere una congruencia entre los elementos subjetivos y objetivos que si no se verifica en la especie producirá
el efecto de convertir la conducta analizada en atípica. Esto último puede suceder tanto porque el resultado es
absolutamente imprevisible o está más allá de la capacidad de previsibilidad del sujeto (ignorancia invencible). En el
problema jurídico que nos ocupa resulta más que evidente que el sujeto no puede alegar una posibilidad de conocimiento
sobre la posibilidad de que el suceso se verifique, ya que dado el medio empleado para detener el vehículo éste permite
hacer un cálculo de efectos concomitantes que permiten preveer el resultado lesiones o muerte, resultado que el sujeto
acepta como posible, sabe que no podrá evitarlo y percute dos veces su arma impactando igual número de veces el
vehículo." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, n° 596-F de las 9.10 hrs. del 11 de diciembre.

9. DESOBEDIENCIA A LA AUTORIDAD - Desacato a orden de derribo - Imposibilidad de impedir la ejecución de


una sentencia interdictal.

"El carácter de la orden emanada del Tribunal Superior Civi1, y las posibilidades del error de tipo: En lo que se refiere al
valor de la sentencia del Tribunal Superior Civil, y el valor de eficacia preclusiva que la misma tiene, en lo que interesa
para establecer los aspectos del error de tipo que se producen en la especie, vale la pena detenerse en una valoración
del alegato del recurrente en el sentido de considerar que la Ley le permitía suspender los efectosde la orden judicial de
derribo. De un análisis de la orden contenida en la resolución judicial del Tribunal Supe rior de (...), resulta que es
indudable el valor de la misma como cosa juzgada formal, ya que sólo tiene efectos para el proceso en que fue emitida,
esto es, en un proceso interdictal cuya razón de existencia es para proteger de manera sumaria e inmediata la posesión.
La protección que realizan los interdictos está planteada para que, con carácter de urgencia, se proteja al poseedor de
cualquier ataque a su derecho de propiedad o posesión. El Tribunal de (...) tuvo en cuenta la aplicación de las
disposiciones concernientes a los interdictos incluidas en el Código de Procedimientos Civiles (ya derogado), el cual
estaba vigente durante la tramitación del juicio. Conforme a las disposiciones de este Código, concretamente los artículos
682, 683 y 686, resulta evidente el interés del legislador de que las medidas tendientes a cortar el riesgo que pueda
ofrecer el mal estado de un edificio o cosa ruinosa se ejecuten de inmediato; en el caso del artículo 684 ibídem el derribo
debe hacerse a cuenta del dueño de la cosa que dé motivo al interdicto o del arrendatario de la misma. El artículo 686 es
todavía más claro en el sentido de que, en caso de apelación de la resolución, el a quo, antes de enviar el expediente en
apelación, deberá decretar de oficio y hacer que se ejecuten las medidas de precaución que estime necesarias, incluso la
demolición total o parcial de la cosa, si no pudiere demorarse sin grave ni inminente riesgo (cosa que no ocurría en la litis
civil interpuesta por el Lic. (...)). Esto quiere decir que incluso el Tribunal a quem podía conocer más bien de un interdicto
que ya ha surtido efectos por razón de la urgencia o del peligro que la edificación o la cosa ruinosa representan, por lo
que el interés del demandado triunfante en la segunda instancia debe ser que se le cancelen los daños y perjuicios
ocasionados por un derribo o demolición ilegal. De la lectura de este articulado del Código de Procedimientos Civiles
queda muy claro que la orden de derribo no puede ser suspendida, si la misma luego se dictamina como ilegal; sea en la
apelación, sea un ordinario aparte, la pretensión del actor (demandado perdidoso con la declaratoria del interdicto) es la
de que se le cancelen los daños y perjuicios, pero en modo alguno puede pensarse que el ordinario suspende los efectos
de la resolución pues el legislador fue claro en que la razón de este tipo de interdictos es tutelar, con carácter de urgente,
la posesión y la seguridad de transeúntes y vecinos. Esta misma tendencia se sigue en el actual Código Procesal Civil.
Como el mismo artículo 457 del Código Procesal Civil lo dice, las cuestiones definitivas sobre el derecho de propiedad o
posesión no pueden discutirse en la vía interdictal la cual está concebida como una fase procesal sumaria de protección
de esos derechos; cualquier discusión sobre la existencia del derecho, por ejemplo, sería materia de un juicio ordinario.
Por esta razón la resolución que declare con lugar un interdicto, y la que resuelva en apelación sobre la legalidad de la
decisión del a quo, tienen valor de cosa juzgada formal para el proceso interdictal que fue interpuesto. Esta sistemática de
protección a la posesión y a la propiedad manifiesta una intención del legislador de acudir en inmediata protección de
aquél que se sienta perturbado en el ejercicio de su derecho de propiedad o posesión, por lo que la ejecución inmediata
de lo que la resolución ordena es una forma de darle garantía de efectividad a la protección que esta vía sumaria
contempla. No hay manera de impedir la ejecución de un interdicto una vez firme porque su razón de ser es proteger de
manera urgente e inmediata la posesión. Esto resulta claro de la definición legislativa establecida para los procesos
sumarios. Debe observarse, en primer lugar, que el proceso interdictal es un proceso sumario de los que establece el
artículo 432 del Código Procesal Civil (inciso 3), no obstante, de una lectura del procedimiento general de dichos
procesos, así como de las disposiciones especiales previstas para ellos, se nota que el legislador, expresamente, solo
consignó la posibilidad de suspensión del proceso sumario en demandas cuya pretensión es la ejecución de un título con
tal carácter (artículos 438 a 447 del C.P.C.). En efecto, el artículo 445 ibídem establece, en el proceso ejecutivo, la
posibilidad de suspensión de la sentencia cuando la misma sea revisada en un proceso ordinario o abreviado, siempre y
cuando se rinda garantía suficiente, a satisfacción del juez, que cubra el principal, ambas costas y los daños y perjuicios.
Este proceso ordinario o sumario, con los efectos suspensivos que establece el artículo 445 C.P.C., debe establecerse
antes de que se entreguen los bienes adjudicados en remate. Así las cosas, y de una revisión del total de disposiciones
de este Capítulo II sobre el proceso sumario no es posible entresacar una voluntad legislativa de conceder esta
suspensión a los otros procesos, especialmente al interdictal. Nótese además que el artículo 463 C.P.C., para el caso del
interdicto de amparo de posesión en esencia manifiesta la actitud legislativa de que la orden judicial a este respecto debe
ser ejecutada. Es así como en la sentencia estimatoria se deberá ordenar mantener en posesión al actor y se le ordenará
al demandado que se abstenga de perturbar la posesión bajo el apercibimiento de que una conducta contraria a la orden
será perseguida por el delito de desobediencia a la autoridad y se le condenará al pago de daños y perjuicios. Luego, en
la sentencia del Tribunal Superior de (...), aplicando las disposiciones del Código de Procedimientos Civiles (ya derogado)
entre otras cosas, se observa que se le dio cabida a criterios propios de un amparo del derecho de vista, el cual
permanecía subyacente a las reclamaciones del actor, y el cual fue indebidamente canalizado por el demandante, y que,
siendo procedente, según el Tribunal, debía reconocerse. Abundando en otros razonamientos para la declaratoria del
interdicto de obra nueva, el Tribunal estima que también puede existir en la especie una acción de tutela del bien del
dominio público constituido por la playa del estero de Mata de Limón, ya que la afectación producida por la obra "…
compromete intereses comunes defendibles por cualquier particular, máxime el interés legítimo del actor habida cuenta su
inmediata vecindad con la edificación espúrea, razón que de suyo es suficiente para el acogimiento del interdicto de obra
nueva instada...ordenándose la demolición inmediata de lo edificado" (...). De lo dicho se desprende que el Tribunal, por la
vía de declarar con lugar el interdicto de obra nueva, realizó una doble protección, por un lado del derecho de posesión
del actor y, por el otro, el eventual interés de los ciudadanos de tener una playa pública, con libre acceso en la parte que
así lo conceden las leyes de orden público que regulan las zonas marítimo terrestres. De aquí que la orden judicial no sea
puramente estética como lo indica el recurrente, sino que también iba en tutela del derecho en peligro del actor.

El error de tipo que se produjo en la especie: Sin embargo, resulta evidente que en el Voto N° 300-C-91 (...) del Tribunal
Superior de (...) se giró una orden de derribo que debía obedecerse por las razones indicadas en el mismo fallo, no siendo
atendible ninguna suspensión de esa orden, ya que el Ordenamiento Jurídico (el vigente en esa época y el posterior
Código Procesal Civil) no contempla, expresamente, esa posibilidad. Los acusados actuaron creyendo en un plazo de
cumplimiento que su propio abogado (conocedor de la Legislación' Civil y Procesal Civil) creyó que existía. De ahí que lo
que se produce en la especie sea claramente que los acusados supusieron, falsamente por supuesto, que contaban con
un plazo para cumplir la orden, plazo dentro del cual se tramitaría el juicio ordinario donde se discutiría el fondo del
asunto, y dentro del cual no se les podría obligar a ejecutar la orden del Tribunal. Por esta misma razón, el error recae
sobre las circunstancias que hacen que el delito exista según su descripción, en efecto, obsérvese que el tipo penal del
305 exige un dolo de "desobediencia de una orden impartida por un funcionario". Este dolo requiere una voluntad de
desobedecer conociendo que la orden es de inmediato cumplimiento (como ya lo ha dicho la jurisprudencia de esta Sala y
quedó consignado en el análisis correspondiente de este fallo) y, además, conociendo que la orden emana de "funcionario
público" competente ("en el ejercicio de sus funciones"). Como se puede ver, el error de tipo en el que incurrieron los
acusados lo fue sobre el "inmediato" cumplimiento de la orden, creyendo falsamente que tenían un plazo para cumplir,
cuando éste en realidad no existía. Por existir este error sobre una de las circunstancias que debían conocerse a nivel del
dolo (tipo subjetivo) resulta que se cumplen los requisitos que se han analizado para que se dé un error de tipo. Ahora
bien, cabe destacar que esta Sala considera que el error es de carácter invencible, ya que los acusados cumplieron con
todo el deber de cuidado que les era exigible, esto es que tomaran consejo de un profesional en derecho que les indicara
sobre los pasos a seguir en relación con las consecuencias jurídicas de la orden emanada del Tribunal Superior de (…).
Siendo así no se les puede exigir que superaran un falso conocimiento o ignorancia que el mismo profesional en derecho
estaba propiciando al creer, de modo erróneo, que el ordenamiento jurídico establece una posibilidad de suspensión de la
orden que en realidad no existe. En consecuencia, se dan los presupuestos necesarios para la existencia de un error de
tipo invencible (artículo 34 del Código Penal), y el juzgador a quo dejó de aplicar, en este caso lo dispuesto por el artículo
34 del Código Penal, por lo que procede declarar con lugar el recurso de casación interpuesto por el fondo. Se casa la
sentencia impugnada y en aplicación del derecho sustantivo, se declara atípica la conducta de (…) y de (…); siendo así se
absuelve de toda pena y responsabilidad a los acusados por el delito de desobediencia que se les venía atribuyendo en
perjuicio de la Autoridad Pública. No obstante lo expuesto, y como corolario de las valoraciones hechas sobre la orden
emanada por la autoridad judicial, se mantiene la obligación de cumplir con el derribo de la obra dispuesto por el Tribunal
Superior de (…), en el Voto No. 300-C-91, que declara con lugar el interdicto, advirtiéndole a aquéllos que de no hacerlo
por su cuenta, otros podrán efectuarlo con el costo a su cargo y demás exigencias que en la vía correspondiente podrían
imponérseles." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 446-F de las 15,40 hrs. del 25 de setiembre.

10. DESOBEDIENCIA A LA AUTORIDAD - Incumplimiento de resolución de la Sala Constitucional que no contiene


mandato preciso y concreto no configura este delito.

Afirma el recurrente que para que se configure el incumplimiento o desobediencia a que se refiere el mencionado artículo
71, es necesario que la orden emanada por la Sala Constitucional sea clara y específica "y que le prevenga al obligado,
las consecuencias jurídicas que le acarrearían su incumplimiento" (...), lo cual no se observa -en su criterio- en la
resolución que dio origen a la presente causa, como lo reconoce el propio juez al decir que en ningún momento se le dijo
al encartado, en forma expresa, que en caso de no acatar la orden dispuesta podía ser acusado del delito de
Desobediencia, por lo que debe aplicarse el principio del "indubio pro reo". Efectivamente le asiste razón. El hecho básico
que se tuvo por demostrado es que a consecuencia de un paro de labores efectuado por empleados de la Municipalidad
del Cantón de (…), el Ejecutivo Municipal despidió a algunos de los que habían participado en ese movimiento. Que en
razón de ello, los afectados interpusieron ante la Sala Constitucional un recurso de amparo al estimar que se estaba
violando su derecho al trabajo, por lo que esta Sala dio trámite a la referida demanda, en resolución de las diez horas del
veintidós de agosto de 1990, firmada por el Magistrado Instructor Dr. Rodolfo Piza Escalante, que le fue debidamente
notificada al funcionario de cita. Que en esa resolución se indicaba que conforme al artículo 43 de la Ley de Jurisdicción
Constitucional el recurso interpuesto suspendía los efectos del acto administrativo impugnado, pese a lo cual el imputado
se abstuvo de reintegrar a los ofendidos en sus puestos, a la espera de lo que en definitiva se resolviera. Que producto
de esa acción, aquéllos estuvieron por espacio de casi seis meses sin empleo, por lo que debieron desempeñarse en
otras labores, hasta que por voto 129-91 del 16 de enero de 1991 la Sala Constitucional declaró con lugar el amparo y
ordenó mantenerlos en sus cargos, lo que sí fue cumplido por el Ejecutivo dicho. (...). Según puede observarse, la
resolución de la Sala Constitucional que acordó tramitar el recurso de amparo que dio origen a la presente causa -y que
puede ser estimada como de "mero trámite"- ciertamente no contiene una "orden" en el sentido que usa ese término el
artículo 305 del Código Penal (relativo al delito de Desobediencia), pues lo que hace es referir a lo dispuesto por una
norma (art. 41 de la Ley de Jurisdicción Constitucional), agregando inclusive que la suspensión de pleno derecho del acto
impugnado se produce "...salvo que esta Sala, en casos de excepcional gravedad disponga su ejecución o la continuidad
de su ejecución, a solicitud de la Administración o aún de oficio cuando la suspensión causa o amenace causar perjuicios
ciertos o inminentes a los intereses públicos, mayores que los que la ejecución causaría al agraviado y mediante las
cautelas que considere necesarias para proteger los derechos y libertades de este último y no hacer ilusorio el efecto de
una eventual resolución del recurso a su favor..." (...), todo lo cual hace más difuso e indirecto el carácter de la
advertencia derivada de la ley de cita. En efecto, para conceder tutela penal a una "orden" impartida por un funcionario
público (en este caso de la más alta autoridad jurisdiccional de nuestra Nación) es indispensable que sea clara la
conminación de ella y la existencia de un deber positivo de acatamiento, pues debe tratarse de un mandato preciso y
concreto que provenga de la propia autoridad citada hacia el correspondiente destinatario ( y no v.g. genéricamente por
remisión de la ley, como ocurre en el presente asunto) (Respecto del cáracter directo, expreso y claro de la orden o
mandato, ver, entre otros, las obras de: Núñez, R., Manual de Derecho Penal, Parte Especial, Ed. Lerner, Arg. 1977, ps.
397-398; Soler, S., Derecho Penal Argentino, Ed. T.E.A., Arg. 1976, ps. 108-109; Breglia Arias y Gauna, Código Penal
Anotado; Ed. Astrea, Arg. 1987, ps. 855-856). Debe tenerse presente que muchas normas jurídicas imponen la obligación
de hacer o de no hacer, y no por ello su incumplimiento se traduce en el delito de Desobediencia que señala el
mencionado artículo 305 ibid, pues la orden a que esta norma se refiere, debe provenir de un funcionario público y no
exclusivamente de la ley (que desde luego así lo faculta), ya que en dicha figura no se tutela la función legislativa sino la
autoridad pública como sujeto. Lo anterior no significa en modo alguno que esta Sala avale la conducta del imputado, sino
tan solo que -de acuerdo con el cuadro fáctico acreditado en la sentencia de mérito- no constituye el delito de comentario,
conforme se examinó, independientemente de otras consecuencias (por ejemplo de orden civil) que pueden derivarse. Por
todo lo expuesto se declara con lugar el recurso por violación de ley sustantiva y resolviendo el fondo del asunto, se
absuelve de toda pena y responsabilidad (penal) (al imputado) por el delito de Desobediencia que se le atribuyó cometido
en perjuicio de la Autoridad Pública. 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 496-F de las 11,30 hrs. del 23 de octubre.

11. DOLO - Análisis de su contenido en la legislación costarricense.


"El problema del dolo en el Código Penal Costarricense: En la Sección V del Código Penal costarricense, bajo el
epígrafe "Culpabilidad", en nueve artículos, se ordenan una serie de circunstancias de la más variada índole, las cuales no
todas se refieren a cuestiones de culpabilidad (o de "reprochabilidad") sino que también trata otros fenómenos e
instituciones jurídico-penales que tiene funciones y resultados propios de estratos de análisis distintos a los de la
culpabilidad. En primer lugar, la existencia del artículo 30 define una relación que resulta lógica en la sistemática del
Código entre el hecho tipificado en la Ley y el dolo, culpa o preterintención que forman parte del aspecto de intención
(subjetivo) que es necesario para la realización de lo descrito en el tipo penal. Resulta fundamental para el análisis judicial
de cualquier conducta encuadrable en un tipo penal que se estudie el aspecto volitivo y cognitivo de la intención del sujeto
activo, esto por cuanto el artículo 30 del Código Penal establece una relación inescindible entre el hecho tipificado
(denominado en doctrina tipo objetivo) y el aspecto intencional del mismo (dolo, culpa o preterintención). Tal aspecto
queda también reafirmado con la existencia del artículo 31 del Código Penal, el cual, al definir el significado legal del dolo,
indica que el mismo es una voluntad realizadora del hecho tipificado, esto es, que el dolo no se entiende aparte del hecho
tipificado, sino que está dentro de ese hecho, tanto para efectos de descripción (labor legislativa) como para los efectos
del análisis típico (labor judicial). De esta manera, es que se comprende cuál fue la actitud que tuvo el legislador penal
costarricense al diseñar la estructura de la intención en el Código. Es evidente que quiso definir el dolo como una
voluntad pero una voluntad que supone conocimiento, pues no se puede tener voluntad de lo que no se conoce. En este
sentido, y siempre dentro de la estructura legal de la conducta dolosa, tenemos que si el dolo es el querer la realización
del hecho típico (tipo objetivo), el conocimiento del dolo es un conocimiento de los elementos del tipo objetivo (elementos
del hecho tipificado en la nomenclatura utilizada por el legislador). Este conocimiento no puede ser potencial, es decir, una
posibilidad de conocimiento; el conocimiento que requiere el dolo es un conocimiento efectivo, aún de la probabilidad de
que el resultado se produzca y no se evite el mismo (artículo 31 en relación al artículo 18 del Código Penal, sobre el
mismo criterio pueden ser consultados, entre otros, los siguientes autores: BACIGALUPO (Enrique), Manual de Derecho
Penal. Parte General, Bogotá, TEMIS-ILANUD, 1984, pp. 102-114 ZAFFARONI (Eugenio Raúl), Manual de Derecho Penal,
Parte General, Buenos Aires, EDIAR, 1985, pp. 403-426), SHÖENE (Wolfgang), El Orden Jurídico Penal, San José, Costa
Rica, JURICENTRO, 1992, especialmente el primero y segundo capítulos, sobre el problema de la intención en los delitos
de omisión). Esta toma de posición del legislador costarricense tiene una implicación importante en la solución de
problemas relacionados con el conocimiento que requiere el dolo. En este sentido, y de acuerdo con una lectura exacta y
apegada al texto legislativo, no se podría observar en el dolo el conocimiento de la antijuridicidad, aspecto que se trataría
en el juicio de reproche (estrato de análisis posterior al análisis del injusto). Esa fue la verdadera voluntad legislativa, tal y
como se desprende de una lectura atenta de los artículos 30, 31, 34 y 35 del Código Penal (en este sentido se ha
pronunciado la doctrina nacional, ver: ISSA EL-KHOURY JACOB (Henry) y otro, Metodología de Resolución de Conflictos
Jurídicos en Materia Penal, San José, Costa Rica, 1991, pp. 84-87, en especial resulta de interés el planteamiento sobre
el dolo como manifestación de una voluntad realizadora del tipo, pp. 107-110; DALL'ANESE RUIZ (Francisco), El Dolo,
San José, Costa Rica, Editorial Investigaciones Jurídicas, pp. 17-21)." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 446-F
de las 15,40 hrs. del 25 de setiembre.

12. EMOCION VIOLENTA - Elementos básicos.

"(…) es conveniente anotar que el Código Penal hace referencia a la emoción violenta en varias disposiciones, como por
ejemplo en los artículos 29, 127, 140 y el 113 inciso 1º invocado en el recurso, pero no contiene una definición de lo que
debe entenderse por tal. Ya esta Sala con anterioridad ha afirmado, con cita de doctrina, que existe emoción violenta
cuando se presenta una conmoción impulsiva en el ánimo del autor, causada por una ofensa a sus sentimientos que
proviene muchas veces de la propia víctima, que relajando el pleno gobierno de sus frenos inhibitorios, lo conduce a la
acción homicida. Para tales efectos no es suficiente el estado de emoción, sino que es imprescindible que tenga un grado
tal que, por su violencia, arrastre al autor. Ello no significa que tal estado prive al autor de la conciencia de la criminalidad
de su conducta o de la dirección de ella, pues no se trata de un caso de inimputabilidad, sino de una situación de menor
responsabilidad criminal. En consecuencia, para que sea aplicable la norma de comentario se necesita no sólo que el
encausado al momento del suceso se encuentre emocionado, alterado síquicamente, sino además que esa alteración sea
violenta, grave, que se trate de un verdadero impulso desordenadamente afectivo, capaz de hacerlo perder el control de sí
mismo y hacerlo realizar un acto que en circunstancias normales no hubiere hecho. (Votos Nº 172-f de 16:50 hrs. del 20
de diciembre de 1983; y Nº 194-F de 10 hrs. del 24 de julio de 1987, Sala Tercera). Es conveniente agregar que el
estado de emoción violenta requiere de dos elementos básicos. Un elemento interno o subjetivo que consiste en la
alteración psíquica violenta e irreflexiva antes descrita, pero también es indispensable la presencia de un elemento
externo u objetivo que podemos ubicar como la causa eficiente e idónea que provoque ese estado de alteración
psíquica. "Las circunstancias de modo, tiempo y lugar en que sucedieron los hechos -ha precisado esta Sala- no hacen
excusable el pretendido estado de emoción violenta que alega el recurrente como atenuante, toda vez que no se constata
una causa eficiente que pudiera generar en el imputado una emoción de carácter violento, sino una causa fútil (a saber,
el acoso y las recriminaciones justas o injustas que hizo el ofendido al encartado, en un evidente y alto grado de
intoxicación alcohólica) que no es suficiente para motivar y hacer comprensible una emoción de esa índole..." (Voto Nº
681-F de 8:55 hrs. del 13 de diciembre de 1991, Sala Tercera. En igual sentido véase voto 154-f de 9:05 hrs. del 8 de
mayo de 1992). En otros términos, la emoción violenta es un concepto jurídico que requiere de un estado de alteración
psíquica, pero también de una causa idónea generalmente provocada por la propia víctima o por circunstancias atribuibles
a ella, de tal magnitud que hacen perder el control normal al agresor, quien llega a comportarse de una manera distinta y
agresiva. También la doctrina ha señalado la necesidad de que exista ese factor externo (causa eficiente) para que pueda
configurarse esa causa de atenuación de la responsabilidad penal (Entre otros véase LEVENE, RICARDO (h). El delito de
homicidio, 3ª edición, Depalma, Buenos Aires, 1977, pp. 328 y 330; LOZANO DELGADO, JORGE AUGUSTO. Aspectos
sustanciales y procesales del delito de homicidio emocional. En "Derecho Penal y Criminología", Revista del Instituto
de Ciencias Penales y Criminológicas, Universidad Externado de Colombia, Vol. VIII, Nº 25, Ediciones Librería Profesional,
1985, pp. 70 y ss.; entre otros). 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 500-F de las8,50 hrs. del 30 de octubre.

13. ERROR DE DERECHO - Análisis de su contenido - El concepto culpabilidad es altamente graduable.

"El error de derecho del artículo 35 del Código Penal: El artículo 35 del Código Penal costarricense, en su redacción
establece que: "No es culpable, el que por error invencible cree que el hecho que realiza no está sujeto a pena". Hay dos
elementos de esta definición legal que interesan. En primer lugar, el epígrafe del artículo : "Error de derecho", y en
segundo lugar el factor de la "creencia" de que el "hecho" no está sujeto a pena. El epígrafe del artículo responde a una
vieja distinción doctrinaria, como ya se ha explicado, ya hoy en desuso, que planteaba que la teoría del error se podía
dividir en dos partes, por un lado el "error de hecho" y, por el otro, el "error de derecho". Esta distinción en la definición
que plantea el Código es evidentemente inútil ya que hoy es posible demostrar con claridad que el error de tipo (aquél que
recae sobre los elementos del tipo objetivo) puede ser de hecho o de derecho, lo mismo, un error de prohibición puede
provenir de un falso conocimiento o ignorancia del hecho que genera una situación que creemos justificada o sobre la
norma que prohíbe la conducta. Por ello, la doctrina prefiere referirse al error de tipo (ubicado su análisis en la tipicidad) y
el error de prohibición (ubicado su análisis en la culpabilidad). La distinción moderna, aparte que ubica los problemas en
su correcta fase de análisis, logra traer coherencia sobre la ubicación del análisis del dolo en el tipo, eliminando la
necesidad de buscar una "ceguera del derecho" dentro de la culpabilidad. Cuando el Código Penal dice en el artículo 35
que el error invencible debe recaer sobre la situación o "hecho" que se realiza no está sujeta a pena, quiere significar
directamente que el sujeto debe creer falsamente que el hecho no está sujeto a pena, lo que puede suceder cuando: a) El
sujeto actúa sin saber que lo que realiza se encuentra dentro del ámbito prohibitivo de la Norma; b) el sujeto que actúa
considera que el Ordenamiento Jurídico le concede un permiso para su actuación; c) El sujeto que actúa piensa que está
dentro del ámbito de una causa de justificación cuando en realidad no lo está. Estos tres supuestos están incluidos en la
fórmula legal concebida por el Código, por lo que no parece haber problema alguno para incluir aquí los elementos del
error de prohibición directo e indirecto. En esta nomenclatura, plenamente compatible con nuestro Código, el error directo
recae sobre el conocimiento de la Norma prohibitiva (el "No quitarás el terreno a otro ciudadano", norma penal antepuesta
al tipo penal de usurpación, por ejemplo), mientras que el error indirecto, viene a significar la falsa suposición de la
existencia de un permiso que la ley no otorga, y los problemas de justificación putativa. Finalmente, estarían contenidos
los aspectos del error de comprensión, tipo cualificado de error que afecta la comprensión de la antijuridicidad. Cuando es
invencible siempre impide la comprensión de la antijuridicidad, pero también impide esta comprensión ya sea porque
afecta el conocimiento; o, en otros casos, dicho conocimiento existe pero no puede exigirse la comprensión de la
antijuridicidad. El error de comprensión funciona en aquellos casos donde el sujeto que actúa le es posible conocer que su
conducta está prohibida y que carece de permisos, pero, a pesar de eso, no le es exigible la internalización de ese
conocimiento. Desde este punto de vista, el error de comprensión es una forma de error invencible de prohibición. El error
de comprensión puede ser "culturalmente condicionado" cuando el sujeto que actúa pertenece a una cultura diferente a la
del grupo que genera la norma, ha interiorizado valores y pautas diferentes a las de aquél grupo, y a pesar de que le es
exigible conocerlos no podemos exigirle que las interiorice, que las haga suyas. Por supuesto que éste es, en primer lugar,
un problema de prueba, y también de valoración judicial de una serie de factores como lo son la educación formal del
sujeto, el tipo de legislación que ha de ser conocida (en cuanto a la oscuridad de su descripción), el grupo cultural al que
pertenece, el grado de conocimiento (antropológico y sociológico) acumulado en relación a las pautas de conducta y a los
valores de ese grupo, etc., todos estos aspectos vuelven a subrayar la necesidad de establecer el "concepto" de
culpabilidad como un concepto altamente graduable, referido a las condiciones personales del sujeto que realizó el injusto.
Asimismo esta graduación se refiere a la medición judicial del reproche para los efectos de la fijación de la pena, lugar
donde corresponde examinar esta problemática del error de prohibición, que como ya lo dice el artículo 35 del Código
Penal se refiere a un problema de la punibilidad. En efecto, el párrafo segundo del artículo 35 da la pauta cuando se
refiere al error de derecho vencible e indica que en una hipótesis de este tipo de error "...la pena prevista para el hecho
podrá ser atenuada, de acuerdo a lo que establece el artículo 79." Así resulta evidente que aunque la nomenclatura
utilizada en el artículo 34 es la de que el error de hecho produce que el sujeto "No es culpable", es claro que el legislador,
porque lo dice en el mismo artículo, quiso decir que desaparecía el dolo, de otro modo no tendría sentido, para el caso de
error vencible "de hecho", dejar vigente la tipicidad culposa cuando exista esta tipicidad paralela a la descripción dolosa.
De ahí que la expresión "no es culpable" del artículo 34 es un lapsus legislativo que bien puede soslayarse para darle
coherencia al sistema del Código. Iguales argumentos pueden utilizarse para conceder que en el caso del artículo 35 C.P.
el legislador quiso ubicarlo como un problema del estrato de análisis de reprochabilidad, pues, casualmente, al referirse al
problema del error de derecho vencible, la consecuencia sistemática es que la pena debe atenuarse de acuerdo al artículo
79. Tal redacción no deja duda sobre la intención del legislador de que los problemas del mal llamado "error de derecho"
tuvieran como efecto reducciones del reproche, reducciones que resultan plenamente compatibles con la fundamentación
de la culpabilidad en aspectos de comprensión del carácter ilícito del hecho y de la capacidad de determinación conforme
a tal comprensión que contiene el artículo 42 del Código Penal. Este último artículo a pesar de referirse al problema de la
imputabilidad (que de todos modos es aceptado por la doctrina que informa el Código como un problema de culpabilidad)
indica que el sujeto debe, a contrario sensu, tener capacidad de comprender el carácter ilícito del hecho (área de acción
del "error de derecho" y la capacidad de determinarse de acuerdo con esa comprensión (área de acción de todos los
supuestos que limitan el umbral mínimo de autodeterminación del sujeto, como por ejemplo el estado de necesidad
inculpante)." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 446-F de las 15,40 hrs. del 25 de setiembre.

14. ERROR DE HECHO - Análisis de la estructura sistemática seguida por el legislador.

"El error de hecho del artículo 34 del Código Penal: Para los efectos de plantear claramente la estructura de la teoría
del error en el Código Penal, tema medular de esta Casación por el fondo, y problema que ha representado numerosas
dificultades a los efectos de la resolución de problemas de tipicidad, es que resulta necesario encuadrar la estructura de la
sistemática seguida por el legislador en los artículos 34 y 35 del Código Penal, a fin de armonizarla con lo establecido por
el legislador en los artículos 30 y 31 del Código Penal, en la forma que se indicó en el aparte inmediatamente anterior. La
tendencia seguida por el Código en esta materia, es decir, en lo que se refiere al conocimiento requerido en la voluntad
realizadora del hecho tipificado (artículo 31 del Código Penal), es que si el dolo requiere el conocimiento de los elementos
que integran el tipo objetivo (las exigencias para que el delito exista según su descripción), presupone que el autor haya
previsto el curso causal y la producción del resultado típico. Sin esta previsión no se puede hablar de dolo. Esta previsión
legislativa es congruente con los postulados sobre el dolo que esta Sección del Código establece. Quizá la vieja
nomenclatura utilizada en los artículos 34 y 35 del Código Penal llaman a confusión y a no pocos mal entendidos, sin
embargo, resulta claro que estos artículos se refieren a problemas y a estratos de análisis judicial totalmente distintos. El
Código recogió la distinción entre error de hecho (error facti) y error de derecho (error juris) que tenía enorme vigencia en
América Latina y España a inicios de los años setenta. Esta diferencia fue recogida por el Código Penal Tipo para
América Latina y con su adopción en el Código Penal de Costa Rica, se heredaron algunos de los profundos problemas
de distinción que tal clasificación propone. Y es que ese planteamiento trae una principal confusión que es la de deslindar
qué es el "hecho" y qué es el "derecho" sobre los que debe recaer el error, pues la razón de ser de este deslinde era
tratar de separar el error de derecho con el error de derecho penal, este último, según la vieja discusión, no excusaba al
agente de su conducta. Sin embargo, con la construcción legislativa que tiene nuestro Código (distinta a la del Código
Argentino que involucra en una misma fórmula a los estados de inconsciencia, error y de ignorancia del hecho no
imputable) estos problemas de distinción no son tan arduos. Afortunadamente el legislador penal costarricense tuvo el
buen tino de consignar una tesis de distinción que supera los problemas iniciales y ésta es la de definir el error de derecho
(artículo 35 del Código Penal) como el "...error invencible de lo que se realiza no está sujeto a pena...", es decir, que es el
falso conocimiento o ignorancia de que lo que se realiza no está prohibido, sea esto provocado por error sobre el hecho
(por ejemplo que la relación sexual extramarital con mujer casada no es delito - en un país donde se castiga penalmente
el adulterio- o que se tiene una causa de justificación que en realidad no existe). Quizá el único problema, no tan serio
para efectos de los análisis que se proponen en esta resolución, es la ubicación del error sobre las causas de justificación
o de los permisos en la segunda parte del artículo 34 del Código Penal. Este problema tiene interés, ya que la doctrina
moderna prefiere hablar del problema de las justificantes como de un error sobre la prohibición (error de prohibición
indirecto). La génesis de esta discusión, tal y como la receptamos en América, se dió con el advenimiento de la teoría
conocida como "rígida de la culpabilidad", de cuño exclusivo de las tesis sobre la acción sostenidas por WELZEL (Neues
Bild, p. 70 y Lehrbuch, parágrafo 22, III, 1, f, citado por BAUMANN (Jürgen), Derecho Penal, Conceptos Fundamentales y
Sistema, Buenos Aires, Depalma, 1981, pp. 246-247), las cuales llevan a sostener que los errores sobre las justificantes
significan una exclusión del reproche y no del dolo. Esta tesis parece ser producto de los efectos de la doctrina de la
teoría rígida de la culpabilidad (para algunos finalista), tal y como era explicada por alguna parte de la doctrina alemana
(ver BAUMANN, op. cit., pp. 247-248), sin embargo, la jurisprudencia del Tribunal Federal Alemán de los años sesenta
(fallos número 3, 107 y 195, citados por BAUMANN, op. cit., pp 247 y 248), adoptando una teoría limitada de la
culpabilidad (debemos entender no finalista), aceptaba que pudiese haber un error de prohibición (sobre el derecho) en el
caso de quien cree erróneamente que le asiste un permiso que en realidad el ordenamiento jurídico no le concede. La
importancia de esta discusión se inicia cuando se comprueba que el error sobre las justificantes no elimina el dolo de la
conducta del autor, ni siquiera elimina la antijuridicidad (porque la relación de contradicción con el ordenamiento jurídico
permanece vigente), sino que hace que el reproche, es decir, el análisis de la culpabilidad deba hacerse sobre la
capacidad de comprensión de la antijuridicidad, problema que es distinto y con consecuencias de no punibilidad del injusto
en el caso de error invencible. No obstante el aparente problema de ubicación del segundo párrafo del artículo 34 del
Código Penal, debemos ser conscientes que la falsa suposición de atenuantes no elimina el aspecto volitivo y de
conocimiento de la acción del autor, ya que éste desea y conoce que realiza el hecho típico, su falso conocimiento e
ignorancia consiste en suponer que tiene una causa de justificación que en realidad no existe. No se puede hablar aquí de
un error de hecho con las consecuencias que tiene en el Código Penal, porque sería desaplicar para el caso concreto lo
dicho sobre la definición del dolo que establece con claridad el artículo 31 C.P. El problema de la falsa suposición de
permisos o justificantes no es un problema que queda sin solución ya que al estar redactado el artículo 35 del Código
Penal de manera tan amplia (ubicando el problema sobre el desconocimiento de la punibilidad de lo que se realiza), hace
que los problemas de error sobre justificantes se resuelvan amparados a un problema de error de prohibición. En todo lo
demás, el artículo 34 del Código Penal consigna, solamente, problemas de tipicidad, de manera que quien se encuentre
en un supuesto de error de tipo, en realidad actúa sin dolo, por lo que si su error es vencible se le castigaría por la
conducta culposa si ésta se encuentra descrita paralelamente a la tipicidad dolosa (artículo 34 C.P.). De todo lo dicho
anteriormente, se puede fácilmente colegir que el error sobre las circunstancias previstas en el tipo objetivo (y que tienen
que conocerse a nivel de tipo subjetivo) es un fenómeno que determina la ausencia de dolo cuando, habiendo una
tipicidad objetiva no existe o es falso el conocimiento de los elementos requeridos por el tipo objetivo. Como lo dice el
artículo 34: el error (falso conocimiento o ignorancia) de hecho debe recaer sobre "...algunas de las exigencias necesarias
para que el delito exista según su descripción..." En los casos de error de tipo desaparece la finalidad típica, es decir, la
voluntad de realizar el tipo objetivo y al no haber ese querer no hay dolo y por ende la conducta es atípica. Lo anterior,
porque si el dolo es querer la realización del tipo objetivo, si el sujeto no sabe que lo está realizando no puede existir ese
querer. Los efectos del error de tipo dependen de si éste es evitable (o vencible) o inevitable (o invencible). El error
invencible además de la tipicidad dolosa elimina también la posibilidad de la tipicidad culposa. El error vencible, si bien no
da lugar a una tipicidad dolosa sí puede dar lugar a una tipicidad culposa (artículo 34 del Código Penal)." 1992. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N° 446-F de las 15,40 hrs. del 25 de setiembre.

15. ESTADO DE NECESIDAD - Necesaria congruencia entre el tipo objetivo y el tipo subjetivo de la permisión.

"(…) el estado de necesidad previsto en el artículo 27 del Código Penal funciona como una causa de justificación que
implica ponderar bienes jurídicos en una situación de peligro. Por supuesto que la mencionada ponderación puede recaer
sobre bienes jurídicos y también sobre deberes. El sujeto debe lesionar el bien jurídico menor para salvar el bien jurídico
de mayor entidad, por ello, y esto debe decirse claramente, es posible que el sujeto se equivoque en el aquilatamiento y
escogencia de los bienes jurídicos en juego, sobre todo, tomando en cuenta la situación de conflicto extremo dentro de la
cual suele presentarse la necesidad a actuar. Como es posible que suceda esta "equivocación" o "error" sobre los bienes
jurídicos es que la doctrina ha aceptado, casi de manera unánime, que pueda producirse un error de prohibición indirecto
en estos casos y sea de aplicación lo establecido en el artículo 35 del Código Penal por ser éste un problema de
reprochabilidad del injusto al autor. Cuando el sujeto actuante se ha equivocado y ha lesionado un bien jurídico de mayor
jerarquía que el que deseaba proteger (jurídicamente de menor entidad), el injusto queda completo, es decir, la conducta
es típica y antijurídica, lo que sucede es que el reproche de ese injusto o se reduce (en el caso de error vencible) o
desaparece (en el caso de error invencible de prohibición). De esta manera, también el error de prohibición, desde que es
un problema de culpabilidad, comparte la naturaleza jurídica de todas las otras causas de exclusión del reproche: la de
ser una inexigibilidad de otra conducta, solo que funciona en el primer nivel de análisis de la reprochabilidad: la capacidad
de comprender el carácter ilícito del hecho (artículo 42 del Código Penal, ver Voto 409-F-92 de esta Sala). Mediante el
estado de necesidad puede justificarse la defensa de cualquier bien jurídico (la legislación no establece límites), el
mencionado bien jurídico puede consistir en una relación de disponibilidad propia o ajena (pueden defenderse bienes
jurídicos propios o de terceros). No obstante, para que la mencionada causa de justificación nazca a la vida jurídica es
necesario que exista una congruencia entre el tipo objetivo de la permisión y el tipo subjetivo de ella. En otras palabras,
deben concurrir los requisitos objetivos señalados en el artículo 27 del Código Penal: una situación de peligro para un
bien jurídico propio o ajeno, que el peligro sea actual o inminente, que no haya sido provocado voluntariamente por el
justificado, que no sea evitable de otra manera, y que exista la necesidad de una ponderación de bienes para escoger la
defensa de aquél más importante, y, además, aspectos de conocimiento del sujeto actuante que coincidan con esos
elementos objetivos de la justificante. La valoración jerárquica de bienes es propia -exclusivamente- del tipo permisivo
contemplado en el artículo 27 del Código Penal, la legítima defensa (artículo 28 del Código Penal), por ejemplo, no
requiere el examen de los bienes jurídicos en concurrencia o peligro sino que son otros sus requisitos objetivos y
subjetivos los que la ley le ha previsto. Estos requisitos objetivos deben concurrir necesariamente junto con requisitos de
carácter subjetivo. A este suceso de concurrencia es a lo que se refiere la doctrina como tipo permisivo congruente. En el
análisis judicial del tipo subjetivo de la permisión se debe constatar que el sujeto sabía que existía la situación de peligro,
que la lesión al bien jurídico era inevitable puesto que era la única forma para defender el bien jurídico dadas las
circunstancias, que era consciente que se actuaba para defender el bien jurídico de mayor jerarquía y, por supuesto, que
su acción no fue la que provocó el peligro que hace necesaria la actuación lesionadora del bien jurídico de menor
jerarquía. A estas circunstancias de carácter personal se les denomina tipo subjetivo de la permisión y deben coexistir
junto con las objetivas (tipo objetivo). Si solo se dan los requisitos objetivos pero no hubo una actuación con previsión y
conocimiento de los elementos subjetivos ya indicados, no se da la causal en estudio y por ende la conducta no resulta
justificada. La finalidad que interesa al derecho penal es la de evitar el mal mayor, sin tener mayor interés, por ejemplo,
que quien ejerce la causa de justificación, tenga otra clase de motivaciones. Tampoco es relevante si el necesitado
efectivamente logró la evitación del mal mayor, basta con que la acción iniciada (ex ante) hubiera sido adecuada para
evitar la afectación del bien jurídico mayor. El juez hace este análisis del tipo objetivo y subjetivo de la permisión ex post
facto y, por ello, debe tomar en cuenta las circunstancias que rodearon el hecho (ex ante) a fin de observar no sólo la
objetividad de la situación de peligro y la necesidad de la conducta desplegada, sino también la inexistencia de otra salida
jurídicamente válida dentro de la circunstancialidad propia del evento en examen. En el caso planteado a esta Sala no
existe comprobación en el cuadro fáctico demostrado por el a-quo que hayan concurrido los elementos objetivos y
subjetivos de la justificante que ya se han expuesto, antes bien se denota, y como bien lo explica el juez de mérito (…),
que el supuesto "peligro" que la imputada "ponderó" fue el haber sido desalojada por su madre, desconociéndose si ese
desalojo no fue provocado voluntariamente y, además, resulta claro que delinquir no era la única vía posible para
salvaguardar los bienes jurídicos en peligro ya que perfectamente pudo haber solicitado en alquiler alguna casa o pedido
alojamiento en los lugares que para ese propósito se habían instalado temporalmente en la provincia que había sido
recientemente asolada por el evento sísmico de aquellos días. De lo expuesto resulta que no se verificó un estado de
necesidad en la especie ni hay ningún hecho probado que permita determinar que pudo haber existido un error de
prohibición indirecto en el comportamiento de la imputada, lo que hubiera recaído en una posible disminución del
reproche, siendo, por las circunstancias, perfectamente vencible la representación errónea y equivocada de los aspectos
de justificación que se pretendían hacer evidentes en la declaración indagatoria de la imputada en el debate." 1993. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N° 13-F de las 9,30 hrs. del 8 de enero.

16. ESTIMULACION O PROMOCION AL CONSUMO NO AUTORIZADO DE DROGAS - Imposibilidad de relacionar


conducta con operaciones de trasiego de drogas.

"El Defensor Público del imputado (...) argumenta que la sentencia del tribunal de mérito aplicó incorrectamente el artículo
.18 de la Ley sobre Estupefacientes, Sustancias Psicotrópicas, Drogas de Uso no autorizado y Actividades conexas, al
condenar a su defendido por el delito de Transporte de Marihuana para el Tráfico imponiéndole la pena de ocho años de
prisión, en lugar de contemplar su caso dentro del artículo 20 de la misma ley, el cual fue, en consecuencia, inobservado.
Este último precepto establece que "siempre que la acción no esté más severamente penada, se impondrá prisión de
cuatro a ocho años a quien, por cualquier medio, estimule o promueva el consumo no autorizado de las drogas y
productos a los que se refiere esta ley". El hecho básico que el a quo tuvo por acreditado es que al presentarse el
encartado en horas de la noche a la caseta de entrada de la Unidad de Admisión de (...) y hacérsele el registró de rútina
(pues disfrutaba del beneficio del artículo 55 del Código Penal que le permitía trabajar de día y regresar por la noche a
ese centro de reclusión) se le decomisó en la pretina de su pantalón, una cajetilla de cigarros que llevaba oculta
conteniendo 10.50 gramos de picadura de marihuana con la que se pueden elaborar aproximadamente 52 cigarrillos
tamaño promedio (...). Agrega el tribunal sentenciador que "...esa droga el acusado pretendía ingresaría a la Unidad de
Admisión precitada con el consiguiente peligro de transmisión a otros reclusos con los que el imputado iba a tener
contacto en el módulo a él asignado para que pasara la noche..." (...). Efectivamente le asiste razón al impugnante en
cuanto alega que el artículo 18 de la Ley mencionada establece el ilícito de transporte de drogas (entre otros verbos que
caracterizan conductas punibles incluidas por el legislador en dicha norma) cuando se determine que esa acción va
dirigida al trasiego o tráfico, siendo que en el presente asunto tal circunstancia no se demostró ni el tribunal analiza que
ese haya sido el propósito [del imputado], pues limitó su razonamiento a examinar el peligro que para los demás reclusos
adictos a la droga suponía el pretendido ingreso de ésta por parte suya (...). Ante esa configuración del cuadro fáctico,
considera esta Sala que debe estarse a la situación más favorable al imputado, esto es como se alega- que su conducta
se encuadra dentro del contexto referido por el artículo 20 ibid, relativo al estímulo o promoción al consumo de drogas, ya
que, según se explicó, no se estableció que el fallido acceso al centro de reclusión de la picadura de marihuana que aquél
portaba subrepticiamente fuere para su venta o comercio. Es cierto, como lo afirman los juzgadores, que si el, imputado
manifestó no ser adicto a droga alguna, debe suponerse que no era para su propio consumo sino para ser entregada a
otras personas (inclusive a sus propios compañeros de módulo); pero derivar de ahí que lo hacía con el fin de
comerciarlos para establecer que en la especie se trata de un transporte para el tráfico resulta una interpretación un tanto
extrema si se tiene en cuenta que la cantidad de picadura decomisada no es significativa (más si se observa que el propio
tribunal habla de su eventual entrega entre los compañeros adictos del centro penitenciario). Así entonces, desde la
perspectiva de que el comportamiento [del imputado] configura un hecho aislado que el cuadro fáctico no relacionada con
operaciones de trasiego de drogas de los cuales se tuvieren noticia o de comercialización de éstas dentro de la Unidad de
Admisión referida, debe estimarse que su acción se dirigía a la promoción o facilitación del consumo (estímulo) de quienes
son adictos a la marihuana, pues no existen otros elementos dejuicio que permitan la interpretación en el sentido que lo
hace el a quo. Con fundamento en lo expuesto y dadas las particulares características que se han examinado, se declara
con lugar el recurso por violación de ley sustantiva y se casa la sentencia impugnada. Resolviendo el fondo del asunto se
recalifican los hechos y se declara a [...] autor responsable del delito de Estimulación o Promoción al consumo no
autorizado de Drogas en perjuicio de la Salud Pública (...)." 1993. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 41-F de las 9,15
hrs. del 22 de enero.

17. EVASION - Necesidad de una efectiva y real detención.

"E1 licenciado [...], defensor público del imputado, en el recurso por el fondo estima que se violó el artículo 324 del Código
Penal, porque en su criterio es ilegítima la condena por evasión en virtud de que su defendido estaba ubicado en el
Régimen de Confianza, donde disfrutaba de una serie de permisos de salida del centro penitenciario. En apoyo de su
tesis hace referencia a una resolución de esta Sala y a doctrina argentina. Al respecto es conveniente señalar que esta
Sala, en la resolución número 146-F de las nueve horas con veinte minutos del veintisiete de mayo de mil novecientos
ochenta y ocho, indicó que para configurar el tipo penal de evasión es indispensable que la persona se sustraiga a la
acción de la justicia pero estando detenida, es decir que se evada estando sometida efectivamente a una custodia real,
directa e inmediata, de los funcionarios públicos, y que tal situación no se presenta cuando el interno aprovecha un
permiso de salida otorgado por los propios funcionarios que lo custodian, para no regresar al penal, ya que en tales
supuestos aún cuando se evada no lo hace bajo la condición necesaria de un estado de detención real. Conviene agregar
ahora, para la resolución del presente caso, que lo anterior no significa que todos los internos sometidos al "Régimen de
Confianza" del sistema penitenciario estén exentos del delito de evasión sólo por el hecho de disfrutar de permisos de
salida. En efecto, para determinar ese delito se configura es indispensable examinar las condiciones en las cuales se
realiza la fuga. Si se trata de un interno que aprovechó un permiso de salida para no regresar al penal, tendríamos que
concluir que la evasión se produjo cuando el sujeto no estaba sometido a una efectiva y real detención (como condición
física necesaria) y que, por tanto, falta uno de los elementos del tipo penal para configurar el ilícito de comentario; pero si
el interno se encuentra ubicado en un Centro de Confianza, y elude la vigilancia y la seguridad interna a la que está
sometido, que por lo general es mínima en esos lugares, con el fin de evadirse, tenemos que concluir que en este último
caso si se tipifica el delito de evasión porque la acción se despliega en momentos en que se encontraba bajo una efectiva
y real custodia, es decir en una situación física de detención, independientemente de que en otros momentos hubiere
disfrutado de permisos de salida. En el presente caso, de acuerdo con los hechos probados, el imputado se fugó del
Centro de Confianza precisamente porque se le había negado por razones disciplinarias el permiso de salida, para lo cual
aprovechó que el vigilante (...) se introdujo un momento en "Sala de Televisión" del Centro. En esas circunstancias el
imputado se evadió estando detenido, lo cual configura el ilícito por el que fue condenado. En relación con la doctrina
argentina que se cita en el recurso debe indicarse que el Código Penal de ese país no contiene la figura de evasión
simple que si describe nuestro Código Penal, por ello los argentinos señalan que para configurar ese ilícito es
indispensable el uso de fuerza o violencia, requisitos que nuestro Código exige para la evasión calificada, pero no para la
evasión simple descrita en el tipo penal que se aplicó. Por todo lo expuesto el recurso debe declararse sin lugar." 1992.
SALA TERCERA DE LA CORTE, N 2 504-F de las 9,10 hrs. del 30 de octubre.

18. HOMICIDIO - Análisis del dolo eventual.

"El tipo penal de homicidio simple (artículo 111 del Código Penal) es una conducta dolosa que puede ser cometida, como
lo establece el articulo 31 ibídem, tanto por dolo directo como por dolo eventual cuando el sujeto al menos prevé como
posible el resultado y lo acepta. Se trata de una hipótesis doride un sujeto programa la causalidad para obtener la
finalidad y se representa posibles resultados concomitantes de su conducta; ante esa representación si el sujeto actúa
admitiendo las posibilidades que sobrevengan esos resultados, ya se dan los requisitos necesarios para que se verifique
un dolo eventual. Por supuesto, que para el análisis del dolo directo o eventual el juez debe ubicar los aspectos de
conocimiento y de voluntad que se manifestaron en la acción para poder cuadrar el tipo subjetivo de la conducta. Esto
mismo es lo que hace el Tribunal, cuando luego de desechar la falta al deber de cuidado, plantea lo siguiente en relación
a los elementos del dolo: "...nos encontramos en presencia de una conducta dolosa, enmarcable dentro del llamado dolo
eventual, donde la posibilidad del resultado se acepta y la acción es compatible o reflejo de la intención de querer causar
un daño..., quien dispara un arma de tanto alcance y poder ofensivo, a la parte trasera de un vehículo ocupado por varias
personas en su cabina, no podría nunca justificar que su intención fuera la de simplemente lesionar y, como consecuencia
no buscada, se lograra el lamentable resultado que nos mantiene ocupados..." (...). Los juzgadores establecieron que el
sujeto debió haberse representado que accionar un arma de tanto poder como la que tenía en ese momento y utilizarla
para disparar contra un vehículo en movimiento en un lugar habitado debía prever, a lo menos como posible, que pudiera
producirse un homicidio como de hecho ocurrió, el agente demostró un amplio desprecio por el resultado que podría
producirse, como el mismo Tribunal lo indicó, cuando hizo dos disparos sobre el vehículo para aparentemente lograr que
se detuviera. Indudablemente que el medio empleado para lograr el fin querido implicaba un conocimiento de
circunstancias concomitantes que derivaban inexorablemente a la posible realización de un hecho típico tan lamentable
como el sucedido. El Tribunal, si bien es cierto lo hace sin guardar el orden establecido aquí, pero comprendiendo la
necesidad de su estudio, también cumple con el análisis de la antijuridicidad cuando indica que "...ninguna circunstancia
llegó a motivar tal hecho, porque sería ilógico pensar, que ante una frase grosera para la integridad moral de un individuo
-muchas veces acostumbrado a percibirla en virtud de sus funciones de guardia civil- constituya un acto permitido por el
ordenamiento jurídico,..." (...). Los juzgadores, en completa concordancia con los hechos tenidos por probados demuestran
que, desde el punto de vista del elemento conativo (volitivo) del dolo, el acusado actúo con una representación de la
realización del hecho punible como posible. Es cierto que el dolo eventual no se mantiene simplemente con esta
representación de la posibilidad sino que ésta se determine como probable (siguiendo la tesis definitoria seguida por el a
quo que es plenamente compatible con el artículo 31 del Código Penal). En otras palabras, el autor debe representarse
que el resultado tiene un alto grado de posibilidades de verificarse y aún así actúa con plena indiferencia acerca de si el
resultado se produce o no. El Tribunal tiene por probado que el autor montó en cierta cólera, que tomó la calle cayéndose
en el camino, "...lo que lo hizo cargar el arma con que realizaba su trabajo, un arma de fuego tipo fusil ametralladora,
marca Colt, modelo M-16, calibre 5:56 milímetros...y cuando el vehículo se alejaba como a una distancia de unos cien
metros aproximadamente, le disparó dos veces..." (...). La intención del autor es clara en el sentido de disparar sobre el
vehículo; por el medio utilizado y su alto poder ofensivo debió representarse a nivel del conocimiento del dolo la alta
probabilidad de que se produjera el resultado lesivo para el bien jurídico, cosa que ocurre. En la doctrina se ha postulado
una excepción para esta regla, cuando el sujeto, aunque sea temerariamente, actúa y a pesar de la representación de la
probabilidad piensa que "de todos modos el resultado no se producirá", sin embargo, éste no es el caso porque cuando el
acusado levantó el arma y percutió dos veces, dada la distancia y el tipo de arma utilizada lo probable era que impactara
el vehículo y que el tipo de bala utilizada, con alto poder de penetración, pudiera causar lesión al bien jurídico en este
caso la vida o la integridad corporal de los ocupantes. Con esto se quiere sostener que no solo se tomó en cuenta para
tener configurado el dolo eventual la probabilidad de la realización del tipo, sino que también el acusado tomó en cuenta
la posibilidad de lesión del bien jurídico, contó con ella y se conformó con ella." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N
° 596-F de las 9,10 hrs. del 11 de diciembre.

19. HOMICIDIO CULPOSO - Examen de los elementos objetivos y subjetivos del delito culposo.

"La Licda. (...) en sustento de la tesis que formula, menciona el Voto No. 81 de las 9:30 hrs. del 30 de julio de 1982,
donde la Sala, según estima la recurrente falló un caso parecido descartando la hipótesis del dolo eventual. En punto a
esta cita jurisprudencial, y solo para efectos de clarificar el criterio de la nueva conformación de la Sala, es que resulta
necesario explorar los diversos criterios que se han tenido en cuenta para desechar, en este caso sub-judice, la tesis del
homicidio culposo, de manera que integrando ambos fallos puedan entresacarse los elementos necesarios para explicar
los elementos del tipo culposo, verificar su existencia o inexistencia y ubicar el ámbito de la acción dolosa con respecto al
peligro previsible como conocimiento efectivo actual o actualizable. En primer lugar debe tenerse en cuenta que este voto
de 1982 consideraba el análisis del tipo culposo tal y como lo planteaba el autor Sebastián Soler en cuanto a la valoración
de la ilicitud inicial. Como ya se ha dicho, esta postura ya no puede justificarse por las contradicciones que la misma
ofrece en punto al tipo subjetivo y objetivo del delito culposo, las cuales no pueden partir de una licitud inidal del
comportamiento del agente ya que la infracción al deber de cuidado no es amparada por el Ordenamiento Jurídico.
Resulta más correcto, desde el punto de vista dela estructura del homicidio culposo y de las lesiones culposas, figuras que
establecen los requisitos interpretativos para la graduación de la pena en estos ilícitos, que se examine los elementos
objetivos y subjetivos del delito culposo, no partiendo de la licitud inicial de la acción sino de la anticipación de un fin
intrascendente para el Derecho, la realización de una causalidad necesaria para obtener ese fin y la infracción al deber de
cuidado que genera un segundo resultado que interesa al Ordenamiento Jurídico (este segundo resultado es el que
determina el alcance de la tipicidad culposa). En este análisis resulta fundamental la observación del tipo objetivo del tipo
culposo, esto es, que la acción cause el resultado típico y que la causalidad haya sido defectuosamente programada, es
decir, que la selección de medios para producir el resultado haya sido defectuosa y que constituya una violación al deber
de cuidado, y que en el resultado medie una relación de determinación en donde la infracción al deber de cuidado haya
sido determinante para la producción del resultado (análisis judicial ex-post con la conducta adecuada al deber de
cuidado). Haciendo este análisis ex-post, resulta claro que en el caso que actualmente interesa el autor no ha hecho una
programación defectuosa de la causalidad propia de un delito culposo, sino que ha escogido un medio altamente lesivo
para obtener una finalidad (detener el vehículo) que obliga a prever el otro resultado posible (lesiones o muerte) como otra
conducta que puede producirse con el desencadenamiento de la causalidad que implica su acción (disparar sobre un
vehículo en movimiento). El autor evidentemente podía actualizar este conocimiento que resulta efectivo y acepta la
posible causación de ese otro resultado. En segundo lugar, el analista debe poner especial cuidado al tipo subjetivo, en
donde basta que el sujeto no haya deseado producir el resultado (componente de azar) que lesiona el Bien Jurídico
penalmente tutelado), y que si el resultado típico es aceptado como posible por el sujeto activo, éste haya sobrevenido
con una causalidad diferente a la programada, y, por supuesto, diferente a la voluntad final realizadora de la conducta
intrascendente al Derecho. La voluntad y conocimiento del acusado en esta causa no permiten establecer que éste no
haya deseado producir el resultado, ya que a nivel del tipo subjetivo doloso que se le reprocha el debió haber aceptado
como posible que podía producirse el resultado con la causalidad que había desatado con su acción, de manera que el
resultado no se produce por una causalidad diferente a la programada, por lo que por esta razón también desaparece la
culpa. El juez debe valorar también que el resultado típico y la causalidad sean previsibles para el sujeto activo. Debe
ponerse especial interés en dilucidar si el sujeto activo pudo conocer la peligrosidad de la conducta desplegada con
relación al bien jurídico en cuestión. Resulta más que evidente que en el caso que nos ocupa el acusado tenía una
previsibilidad a título de efectos concomitantes de la causalidad desatada, de manera que la conducta no demuestra una
infracción al deber de cuidado sino una programación propia del dolo eventual." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N
° 596-F de las 9,10 hrs. del 11 de diciembre.

20. HOMICIDIO CULPOSO - Responsabilidad de conductores partícipes en competencias de velocidad o piques.

"En el recurso por el fondo el señor defensor alega violados los artículos 1, 2, 45 y 177 del Código Penal, así como el 39
de la Constitución Política. Afirma el recurrente que la conducta de su defendido [...] es impune, pues no fue autor del
delito de homicidio culposo, pues nunca atropelló a los ofendidos. En este motivo el sefior defensor realiza una extensa
exposición de lo que constituye la autoría y la coautoría en delitos culposos, para concluir por la impunidad [de su
defendido...]. En primer término el Tribunal tuvo por cierto que ambos vehículos venían uno junto al otro realizando una
competencia de velocidad; en segundo lugat que se trataba de una carretera angosta y muy transitada por peatones; en
tercer lugar que ambos imputados solían realizar esas competencias en otras ocasiones, pese a la queja de los vecinos
por el alto grado de probabilidad de que se produjera un atropello; que el día de los hechos circulaban a excesiva
velocidad; que el imputado [...] intervenía en esa competencia de velocidad llevando dentro del vehículo a cinco personas
más, es decir sobrecargado; entre otras circunstancias fácticas. Pero además de lo anterior, y constituye quizá lo más
relevante para atribuirle responsabilidad penal a [el co-imputado], el Tribunal tuvo por cierto que el percance se produjo
por una conducta atribuible a ambos, puesto que "...cuando el vehículo conducido por el aquí encartado [...], trató de
rebasar al vehículo conducido por el [otro] encartado, [el co-imputado] maniobró para tratar de esquivar un hoyo
pronunciado que por el carril izquierdo por el que conducía existía, que provoca que el encartado [...] maniobre para tratar
de evitar la colisión entre ambos vehículos, orillándose hacia su derecha, pero pierde el control debido al exceso de
velocidad y su impericia, y su vehículo se va dentro del caño y se mete en parte de la acera derecha del mismo lado
donde se encuentran sentados los aquí ofendidos, a unos ocho metros de éstos, a quienes golpea y arrastró con su
vehículo...". De los hechos anteriores claramente se desprende que el atropello se produce por causa directa e inmediata
atribuible a la conducta de ambos conductores, quienes con absoluto menosprecio al deber de cuidado, por un lado,
optaron por realizar esa competencia de velocidad, en las condiciones dichas, en una calle angosta y transitada; y por
otro, ambos evidentemente intervienen en la pérdida del control del vehículo color celeste, que fue el que atropelló a los
ofendidos, pues uno lo conducía [el imputado], y el otro que participaba en la competencia intentó rebasarlo y a la vez
pretendió esquivar un hoyo, lo que hizo que [el imputado] maniobrara el vehículo celeste para no colisionar con quien
pretendía adelantarlo, lo cual unido a su impericia en la conducción de vehículos, por el exceso de velocidad y las
condiciones de la carretera en que hacían esa competencia, provocó definitivamente el atropello del que resultaron tres
personas muertas. Se trata de una conducta realizada por ambos, pues sus faltas se sumaron una a otra, y en conjunto
constituyeron la causa directa del atropello, al extremo de que no podemos desligar la conducta de uno y la del otro para
obtener el resultado lesivo. Por lo expuesto es que las argumentaciones de la defensa no son de recibo, porque parten de
que [el co-imputado] en ningún momento desvió el vehículo de [el imputado], cuando el fallo señala otra cosa, y al
desconocer otros hechos fundamentales en los que se hizo descansar su responsabilidad penal. De acuerdo con esa
descripción se trata de una conducta dolosa atribuible a ambos en calidad de coautores, de conformidad con el artículo 45
del Código Penal, pues la falta al deber de cuidado evidenciada en la conducta de ambos configura la acción culposa a
que se refiere el articulo 117 ibídem. Lo anterior no significa que la Sala estime correcta la solución del caso con base en
la teoría sobre el dominio del hecho a que hizo referencia el Tribunal, sino que se trata del concurso de dos actuaciones
que sumada una a la otra constituyeron la falta al deber de cuidado que provocó el resultado lesivo conforme ya se dijo."
1993. SALA TERCERA DE LA CORTE, N ° 58-F de las 9,05 hrs. del 5 de marzo.

21. HURTO AGRAVADO - Agravación por uso de llave verdadera requiere una conducta conexa con el hurto
encaminada a obtener la llave venciendo su protección.

"El acusado [...] interpone Recurso de Casación, por un único motivo de fondo, en virtud de considerar inobservados los
artículos 30, 31 y 208 del Código Penal. Fundamenta su reclamo en que la aplicación hecha por el Tribunal de Mérito del
artículo 209 del Código Penal resulta incorrecta toda vez que no concurren en la especie los elementos del tipo objetivo
correspondientes a la agravación del hurto, concretamente el "uso de llave verdadera que hubiere sido sustraída, hallada o
retenida". Estima el recurrente que el Tribunal de Mérito no puede agravar el hurto que fue realizado ya que la tutela del
tipo penal, en su circunstancia de calificación contenida en el inciso tercero del artículo 209, implica que hay una tutela
adicional para el propietario que es víctima de un desapoderamiento de sus bienes junto con una privación de la llave que
da acceso a dichos bienes, contra su voluntad, sin negligencia alguna de su parte y "sin exponerlos voluntariamente a
riesgo alguno" [...]. De allí que si la llave que permitió el hurto, estaba oculta en una piedra, detrás de la casa de la
ofendida, lugar que él conocía bien ya que había cohabitado con la señora [...], hay una renuncia voluntaria a la protección
de dicha llave por parte del propietario de los bienes. Cita en sustento ,de su tesis la explicación hecha por el tratadista
Sebastián Soler sobre esta agravación donde este último considera que el ladrón que actúa de la manera dicha, no se
lleva la llave ni la toma con ánimo rem sibi habendi, aspecto que parece estar involucrado en la voluntad legislativa
consignada en la redacción del artículo 209 del Código Penal. Solicita que se case la sentencia y aplicando el artículo 208
de este último Cuerpo de Leyes proceda la Sala a realizar el juicio de tipicidad como corresponde. El Señor Fiscal General
de la República, contestando la audiencia conferida [...], considera que le asiste razón al acusado en su alegación pues
estima que si bien la tesis sostenida por Soler no es compartida por otros sectores de la Doctrina, "…es de mucho peso
la consideración de que el objeto protegido por la agravante es la voluntad de protección, a la que, en este caso, la
ofendida renunció al dejar la llave al fácil alcance del imputado, que había sido puesto al tanto del sitio donde solía
ocultarse, evidentemente no para él" [...]. El recurso de casación debe ser declarado con lugar; para llegar a esta decisión
la Sala ha tomado como punto de partida el análisis del tipo objetivo del artículo 208 y del artículo 209 inciso 3, así como
la necesidad político-criminal de la tutela del bien jurídico en el tipo calificado, a continuación las razones que sustentan el
criterio expuesto:

La circunstancia agravatoria contenida en el artículo 209, inciso 3 del Código Penal: El artículo 209 del Código
Penal contiene, en siete incisos, diversas circunstancias de agravación del hurto, siendo algunas de ellas objetos
materiales de la acción delictiva que agravan la conducta, o elementos accesorios de circunstancia, de medio o de modo
que tienen el mismo efecto calificante. En el caso del inciso tercero la redacción legislativa atiende a un medio utilizado
para obtener acceso al lugar donde se encuentran los bienes que serán desapoderados por el autor, así se agrava la
conducta si se utiliza "ganzúa, llave falsa… o... la llave verdadera que hubiera sido sustraída, hallada o retenida". La
calificante aquí prevista atiende a un criterio político-criminal evidente cual es la tutela mayor de la propiedad cuando se
pretende un desapoderamiento utilizando, entre otras cosas, una llave verdadera que poseía el dueño y que ya no posee
por una conducta adicional que realiza el autor para obtener una especial ventaja que le garantice el éxito de su
programación criminal. Indudablemente, este último aspecto, requiere una configuración especial del aspecto de voluntad y
de conocimiento del dolo de hurtar que incluye la previsión de esta conducta adicional para obtener la llave, venciendo la
cautela y diligencia de la víctima en la custodia de este instrumento. Esta segunda conducta no configura un nuevo delito,
aunque materialmente si lo sea, en virtud de que se produce un concurso aparente de tipos penales que el Código
resuelve con una subsidiaridad en el artículo 209, misma que tiene como resultado la agravación de la pena del hurto. En
otras palabras, la agravación se produce al requerir el hurto otra acción conducente para obtener la llave verdadera,
segunda actividad que se calcula a nivel de los medios necesarios para la realización de lo descrito en el tipo y que
acarrea un nuevo cálculo de efectos concomitantes en la conducta del autor y, por ende, en su plan criminal (artículo 31
del Código Penal). No se resuelve el problema con un concurso real o material ya que concurren dos tipos que sí se
excluyen uno al otro y obliga a aplicar las reglas de la subsidiaridad a fin de reprochar un injusto que acarrea una pena
que la Ley ha subordinado para responder a la mayor protección del Bien Jurídico en cuestión, en este caso, la
propiedad. Esta mayor tutela se explica ya que el hurto es una figura donde destaca una acción de desapoderamiento
realizada sin daño en las cosas o en las personas, es decir, una acción realizada de tal manera que logra su objetivo o
meta sin menoscabo o daño de otros bienes jurídicos, tal y como sí ocurre en el robo simple (212, inciso 3) donde el
legislador previó una mayor pena para el apoderamiento que lesione otro bien jurídico como lo es la integridad corporal
("violencia sobre las personas"). En consecuencia, para que se produzca la agravación que prevé y sanciona el artículo
209, inciso 3, requiere que el autor haya realizado una conducta conexa con el hurto encaminada a lograr la obtención de
la llave, en este caso verdadera, venciendo al efecto las protecciones que haya impuesto la víctima para la custodia de la
llave. Este criterio gana cada vez más fuerza én el Derecho Comparado y en las perspectivas de Reforma Penal donde es
posible notar una tendencia legislativa hacia el castigo de un mayor injusto constituido por el afán de "penetrar" al lugar
donde se encuentran los objetos a ser apoderados, que revela, a su vez, una mayor "peligrosidad" y "capacidad de
conducta delictiva" en el autor. En otras palabras, y citando el ejemplo de la Reforma Argentina de 1984, el legislador ha
puesto un elemento subjetivo especial en la agravante que nos ocupa obligando a valorar la intención del autor de
"penetrar al lugar donde se halla la cosa objeto de la sustracción", quizá percibiendo los hondos problemas interpretativos
que obligarían a estimar frecuentes los errores de subsunción judicial. También el Proyecto de Código Penal Español de
1992, en su artículo 238, donde se ha definido como llave falsa también aquella que es legítima y que es "obtenida por un
medio que constituya una infracción penal", la consecuencia de la utilización de este medio acarrea una mayor pena, lo
que implica un mayor injusto y por ende un mayor reproche.

El abuso de confianza y la circunstancia agravatoria del hurto: Una vieja tendencia doctrinal, de marcada connotación
peligrosista, perfila el abuso de confianza como un elemento exterior que permite deducir "un plus de actuación" que
obliga a aplicar el elemento calificante del hurto, obligando, en casos como el presente, a pesar de existir una relación de
convivencia (interrumpida) entre el autor y la víctima, que dicha relación no justifica o legitima el acceso a la llave siendo,
por ello, cualquier apoderamiento de esa índole, una sustracción. Sin embargo, ya esta tesitura se encuentra en franca
decadencia, principalmente por la crítica que ha recibido de sus detractores quienes encuentran en ella raíces de un
derecho de autor. De todos modos el cuadro fáctico que se encuentra demostrado en la especie orienta más bien hacia
una interpretación típica más favorable al acusado. Esta interpretación tiene tres elementos indispensables para fundarse:
a) en primer lugar, es cierto que la llave no se encuentra a disposición de cualquier persona, pero ha de notarse que el
imputado no es cualquier persona, se trata de un individuo que tuvo cercanía afectiva con la ofendida, cercanía que
incluso llevó a un conocimiento legítimo del lugar de custodia de la llave, dela combinación de la caja de seguridad que se
encontraba en la casa y de la existencia de valores en dicho hogar; b) que la llave, en las condiciones en que era
mantenida, seguía demostrando una voluntad de custodia en relación con otras personas ajenas a la familia, pero no en
concreto con el acusado, ya que el conocimiento que él tenía de este lugar era legítimo en un principio, no
desapareciendo esta legitimidad por las desavenencias entre la pareja; c) que anteponer un "abuso de confianza" como
circunstancia agravatoria seria acoger, para el caso concreto, una interpretación in malam partem en contra del acusado,
es cierto que su entrada en la casa de habitación fue clandestina, y demostró un alto grado de desprecio por la relación
que se había iniciado con la víctima, así como por la confianza que se la había depositado, pero esos malos propósitos y
actitudes no pueden concurrir para crear un "dolo malo" que integre el tipo penal, a fin de encontrar una sustracción
adicional que en realidad no se ha dado. El cuadro fáctico corresponde a una situación sentimental de un hombre que
demuestra grandes carencias afectivas, y que ha realizado una conducta moralmente reprochable, pero que no configura
el dolo especializante que requiere el hurto agravado en su circunstancia tercera.

"La imposibilidad de aplicar la agravante del inciso 3 del 209 en el caso sub-judice: Tal y como lo expone el señor
Fiscal General al contestar la audiencia referida, y de las consideraciones que anteceden, es notoria una apetencia
legislativa dirigida a tomar en cuenta la "voluntad de protección" que demuestra el dueño de la llave al poner una serie de
obstáculos que tienen como fin la custodia de esa llave, mismos que deben ser vencidos por la acción dolosa del sujeto.
En el caso que nos ocupa, y partiendo del cuadro fáctico demostrado por el a quo, se nota claramente que el autor se
aprovechó de la confianza que le había sido otorgada por la víctima, quien, entre otras cosas, le indicó dónde custodiaba
la llave, logrando de manera sencilla el ingreso al inmueble pero no realizando una conducta adicional para vencer la
"protección" ideada por el propietario para dificultar ese acceso toda vez que habla renunciado a una tutela semejante
desde el momento en que la puso en un lugar de fácil acceso, sin violencia y sin dificultades junto con un "extraño" (que
no lo era en realidad) que conocía del lugar de custodia desde el momento que cohabitó con la (ofendida) ganando su
cariño y confianza. No encuentra la Sala, como ya se expuso en el considerando anterior, esa segunda infracción penal
que requiere la utilización de la agravante y, de allí, el reproche de un injusto más grave al acusado, y por ello se debe
proceder a realizar un juicio de tipicidad de la conducta en la figura simple siendo ésta la configurada por el autor tanto a
nivel de tipo objetivo como también de tipo subjetivo (dolo de hurto del artículo 208 del Código Penal). En consecuencia
procede declarar que el delito de hurto concurrió en su forma simple, imponiéndole por ese hecho la pena de tres años de
prisión, con base en las razones expresadas en la sentencia recurrida, así como también tomando en consideración la
naturaleza de los hechos, las condiciones de modo, tiempo y lugar en que se desarrollaron, en especial la magnitud de los
mismos, y algunas de las características personales del imputado que se infieren de la sentencia. De oficio y con
fundamento en los artículos 59, 60, 61 y 62 del Código Penal, se le concede al acusado el beneficio de condena de
ejecución condicional de la pena por un período de cuatro años, haciéndole saber que si durante ese período comete un
nuevo delito doloso sancionado con prisión mayor de seis meses, se le revocará el beneficio. Asimismo, la gracia se
condiciona a que durante el período de prueba no visite ni frecuente la casa de la ofendida, bajo el mismo
apercibimiento." (Hay voto salvado). 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 606-F de las 9,10 hrs. del 18 de
diciembre.

VOTO SALVADO DE LOS MAGISTRADOS GONZALEZ ALVAREZ Y CASTRO MONGE:

Los suscritos Magistrados se permiten disentir con respeto de las razones expuestas en el voto de mayoría de esta Sala,
en cuanto declara con lugar el recurso por el fondo, con base en las siguientes razones: En el presente caso se tuvo por
cierto que el imputado [...], convivió por un período aproximado de dos meses con la ofendida haciendo abandono de la
casa de esta última el catorce de agosto de mil novecientos noventa, "...b) Que el día quince de agosto, sea un día
después de haberse ido de la casa el encartado..., se presentó a la casa de la ofendida, quien no se encontraba en ese
momento,... c) Que aprovechando dicha circunstancia, el encartado ingresó primero al predio exterior de la vivienda, ya
que conocía la combinación del candado que se encontraba en el portón de ingreso a la misma, y con posterioridad al
interior de ella, utilizando una llave que tanto la ofendida como sus hijas, dejaban debajo de una piedra, ubicada en la
parte trasera de la vivienda, situación que el imputado conocía perfectamente por haber cohabitado con la ofendida y sus
hijas. d) Que una vez dentro de la vivienda, abrió la caja de seguridad, propiedad de [la ofendida], y quien le había
enseñado la combinación para la apertura de la misma procediendo a sustraerle doscientos veinticinco mil colones, que
en ella se encontraban y que esta había sacado del Banco días atrás para reparar un vehículo de su propiedad y cubrir
algunos otros gastos, así como cinco camisas y ropa interior nueva en cantidad indeterminada, propiedad del esposo de la
ofendida, que había fallecido meses antes [...]. Con base en esos hechos el Tribunal Superior condenó al imputado por el
delito de Hurto Agravado y sin embargo, la mayoría de la Sala casa la sentencia, al estimar que ese hecho constituye un
hurto simple, por cuanto si bien "el autor se aprovechó de la confianza que le había sido otorgada por la víctima, quien,
entre otras cosas, le indicó dónde custodiaba la llave, logrando de manera sencilla el ingreso al inmueble pero no
realizando una conducta adicional para vencer la "protección" ideada por el propietario para dificultar ese acceso toda vez
que había renunciado a una tutela semejante desde el momento en que la puso en un lugar de fácil acceso, sin violencia
y sin dificultades junto con un "extraño" (que no lo era en realidad) que conocía del lugar de custodia desde el momento
que cohabitó con la [perjudicada] ganando su cariño y confianza". Los suscritos estimamos que en el presente caso existe
el delito de hurto agravado, por cuanto la acción desplegada por el sentenciado se tipifica adecuadamente en el artículo
209 inciso 3) del Código Penal, que regula "Si se hiciera uso. ..de la llave verdadera que hubiere sido sustraída, hallada o
retenida;". En efecto, el encartado penetró clandestinamente a la vivienda de la ofendida aprovechándose de la confianza
que le había sido otorgada, en razón de lo cual tenía conocimiento del lugar en donde se localizaba la llave de acceso y
una vez adentro, procedió a sustraer diversos bienes, aprovechando la circunstancia de que la ofendida y sus hijas se
encontraban fuera de la casa. Cierto que el encartado no necesitó vencer ninguna otra protección ideada por la víctima
(en resguardo de sus bienes), pero tal circunstancia obedecía a la relación que había entre ambos y en consecuencia esto
no justifica modificar la calificación jurídica como lo señala la mayoría, por cuanto la relación entre el imputado y la
ofendida era de confianza y en tal sentido, estamos en presencia de un abuso de confianza por parte del primero en
relación con la segunda, debiéndose destacar que incluso cuando se hurta la llave que se ha dejado dentro de una
maceta, (supuesto que se puede equiparar al caso en estudio donde la llave fue dejada debajo de una piedra), el sujeto
que sustrae esa llave "...sabe perfectamente que está violando la reserva patrimonial y la esfera de custodia de la víctima;
y, por lo demás, al cometer el hurto...denota la peligrosidad, el plus de actuación, que caracteriza la agravante" (ver
NUÑEZ,(Ricardo C.) citado por Chiappini, (Julio O.). Hurto y hurtos agravados. Rosario, Editora Zeus; 1982, página 86).
No se puede estimar que no hubo protección especial de la cosa, en primer lugar porque la llave en si misma constituía
una protección o aseguramiento y en segundo lugar, por cuanto la llave no se encontraba a disposición de quien quisiera
usarla o sea, no estaba a disposición de cualquier persona. De manera que estamos, a juicio de los suscritos, en
presencia del delito de hurto agravado en aquellos supuestos en que la llave "se encuentra en un lugar escondido que
revela la voluntad del tenedor de permitir su uso sólo a aquellas personas que conocen legítimamente aquel escondite"
(Creus,(Carlos). Derecho Penal, Parte especial. Buenos Aires, Editorial Astrea, Tomo 1, 2da.edición; 1988, página 433), o
sea "...que la agravante concurre si la llave no ha sido dejada negligentemente al alcance de cualquiera,.. ."(Damianovich
de Cerredo, (Laura T. A.). Delitos contra la propiedad. Buenos Aires, Editorial Universidad; 1983, página 101). Por último,
en cuanto a la falta de necesidad de violencia para tener acceso a la llave como bien se afirma, ""No es necesario que la
llave se guarde de manera que para su obtención deba ejercerse violencia, lo que excede la noción de hurto; basta con su
ilegítimo apoderamiento" (CNCrimCorr, Sala 1, 13/6/85, c. 29.101, "García Marín, Alcides W.", s/p)" (Breglia Arias,(Omar).
Código Penal y leyes complementarras. Buenos Aires, Editorial Astrea, 2da.edición actualizada; 1987, página 537). Por
todo lo expuesto, con respeto nos apartamos del criterio de mayoría y votamos por declarar sin lugar el recurso por el
fondo." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 606-F de las 9,10 hrs. del 18 de diciembre.

22. HURTO SIMPLE - Las sumas que corresponden al impuesto de ventas no pueden integrarse al valor de los
bienes sustraídos antes de su venta para establecer el requisito del artículo 208 del Código Penal.
"En su único motivo de casación por la forma, el abogado defensor licenciado (...), denuncia el agravio de falta de
fundamentación por quebranto de los artículos 106, 395.2 y 400.4 del Código de Procedimientos Penales. Argumenta el
recurrente que no fue tomada en cuenta una certificación del Ministerio de Economía, Industria y Comercio, relativa al
porcentaje de utilidades e impuesto de ventas del whisky, lo que -según dice- resulta determinante en el presente caso,
pues restando los montos de esos rubros a la suma total estimada por el perito, el valor real de costo de la botella de licor
que se trató de sustraer resulta inferior a ¢1.000.oo (mil colones 00/100). Señala que al tratar de sustraer, su patrocinado
[...], un bien cuyo valor está por debajo de esta cantidad, la acción deviene atípica porque -deja sobreentendido- no existe
tentativa de hurto menor (arts. 73 y 384.1 del Código Penal); y de aquí lo decisivo de valorar en sentencia la mencionada
certificación del Ministerio de Economía, Industria y Comercio.

"Lleva razón el recurrente solo en parte de sus razonamientos, porque, con independencia de la bondad con que utilice el
concepto de "valor agregado" para calificar los porcentajes de utilidad e impuesto de ventas, lo cierto es que el valor de
los bienes objeto de la acción a que se refiere el artículo 208 del Código Penal, ya como Hurto Simple consumado, ya
como Tentativa de Hurto Simple de acuerdo al artículo 24 ibídem, se trata de un resultado consistente en un daño
emergente al patrimonio de la víctima. En el caso de comerciantes que venden directamente al consumidor, es claro que
el costo del producto no solo está referido al precio de adquisición, sino que deben sumarse otros conceptos dispersos en
los salarios de empleados, costos de locales, energía eléctrica, depreciación de equipos, transportes, etcétera; y a eso
debe adicionársela ganancia neta, de manera que el precio de venta, con exclusión del porcentaje de impuesto de ventas
según se dirá, es la cuantificación última de todo un proceso en virtud del cual el comerciante pone al alcance del público
un artículo. De modo que desde su compra hasta su policitación, aumenta el valor económico de los bienes que se refleja
en un crecimiento cuantitativo de activos en la contabilidad de la empresa, y desde luego su sustracción produce un daño
emergente al patrimonio. Así, el precio al consumidor es el valor final de los bienes para el comerciante, y es a ese al que
se refiere el artículo 208 del Código Penal; esto es, al costo de adquisición más el porcentaje o margen de utilidad
autorizado. En consecuencia, no comparte la Sala el criteño del recurrente, en punto a que se debe restar el margen de
utilidad al precio de venta para obtener el valor que refiere el artículo 208 del Código Penal. Sin embargo estima, que
lleva razón el impugnante cuando afirma que las sumas recaudadas por impuesto de ventas, no pueden quedar integradas
al valor de los bienes a que se refiere esta norma. El criterio es correcto, porque el impuesto de ventas es un tributo que
surge del hecho generador de la compraventa mercantil; de tal forma que, silos artículos de consumo son sustraídos antes
de su venta no nace el impuesto. De cualquier manera, los dineros recaudados como consecuencia de dicho tributo, no
serían parte del patrimonio del comerciante sino del Estado. Por esto la sustracción de artículos de consumo cuando son
puestos a la venta por el comerciante y antes del perfeccionamiento de este negocio jurídico, produce un daño emergente
al patrimonio de la víctima cuantificable por la suma del costo más el porcentaje de utilidad, con exclusión del monto
correspondiente a impuesto de ventas." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 434-F de las 14,45 hrs. del 25 de
setiembre.

23. LEGITIMA DEFENSA - Análisis de los requisitos.

"La licenciada (...), en su carácter de defensora pública del sentenciado [...], reclama en el único motivo de su recurso por
el fondo, que se violaron los artículos 28 y 111 del Código Penal, porque se condenó al imputado en circunstancias en
que -según su criterio- concurrió una causal de legítima defensa, solicitando se case el fallo y se decrete una absolutoria.
Para tales efectos la recurrente hace un amplio análisis fáctico y jurídico de la legítima defensa y de las especiales
circunstancias de este caso, señalando que si bien su defendido le ocasionó la muerte al ofendido, lo hizo para
defenderse del ataque que éste le hacía con un machete, con el cual incluso le ocasionó varias heridas. La recurrente
tiene razón. En el presente asunto el tribunal tuvo por cierto que el veinticinco de diciembre de mil novecientos noventa
estaba el imputado frente a un negocio comercial en (...), junto con varias personas de la localidad; que al lugar se acercó
el ofendido, quien tenía problemas personales con aquel, razón por la cual discutieron acaloradamente. Que el ofendido se
retiró del sitio y regresó armado con un machete, por lo que el imputado sacó un puñal, produciéndose una pelea en la
que el ofendido hirió al imputado, causándole lesiones que lo incapacitaron por espacio de ocho días, pero este último
también le produjo heridas al ofendido, las cuales le ocasionaron la muerte. Al practicarse la autopsia se comprobó que el
ofendido tenía ciento noventa y cinco miligramos de alcohol por cada cien mililitros de sangre. El Tribunal amplía las
circunstancias en que se produjeron los hechos al realizar el análisis de fondo, y excluye la legítima defensa por tres
razones básicas. En primer término, afirma el Tribunal, la legítima defensa no se produce porque el imputado pudo evitar
de otra manera que se produjera el resultado, pues al alejarse el ofendido a buscar el machete pudo aprovechar para
retirarse, con lo cual se hubiere evitado la pelea, máxime que el ofendido le advirtió que pronto regresaría. En segundo
lugar los juzgadores excluyen la legítima defensa porque el ofendido estaba sumamente ebrio, en unas condiciones
personales que le dificultaban reaccionar ante un peligro inminente, situación que facilitó la conducta del imputado. Y, en
tercer lugar, agregan los jueces, el imputado utilizó el puñal luego de haber sido herido con un machete por el ofendido,
"...por lo que la legítima defensa no existió toda vez que sólo se puede impedir lo que no se ha producido, siendo más
bien la conducta del encartado no un acto de legítima defensa sino un acto de venganza...". Ninguno de los tres
argumentos expuesto por el Tribunal se ajusta a los presupuestos del artículo 28 del Código Penal y a la doctrina que lo
informa. En primer término, y como ya ha sido expuesto en otros fallos de esta Sala, con base en la doctrina que
desarrolla la legítima defensa (Sentencia N° 218-F de 9 horas del 18 de agosto de 1990, Sala Tercera), si bien es cierto
que uno de los requisitos básicos de esta causal de justificación consiste en que el hecho no pueda evitarse de una
manera distinta a la empleada para repeler la agresión, también lo es que no puede pedírsele a los ciudadanos que frente
a la adversidad asuman conductas heroicas o cobardes, obligándolos a eludir cualquier enfrentamiento posible huyendo
del lugar como único modo de hacer "razonable" la evitabilidad de la agresión ilegítima, pues ello equivaldría a
desconocer la naturaleza humana y los objetivos mismos de la justificación según las circunstancias. En consecuencia, no
pueden los juzgadores excluir en el presente caso la justificación alegada sólo porque el imputado no huyó del lugar luego
de discutir con el ofendido, cuando éste se retiró a traer un machete advirtiendo que pronto regresaría, tomando en
consideración que el imputado no fue quien buscó al ofendido, sino que estaba con algunos conocidos frente a un negocio
comercial del lugar. En segundo término, tampoco es atendible la apreciación de la alcoholemia que se hace en el fallo
para excluir la justificante. Es cierto que el imputado declaró que el ofendido estaba ebrio, y que la autopsia reveló el
grado de alcohol en la sangre, sin embargo no podría afirmarse en el presente caso, en forma categórica, que el ofendido
se encontraba en un estado de impotencia para pelear, primero porque no toda persona reacciona de la misma manera
ante la ingestión de la misma cantidad de licor, y segundo porque en este caso el ofendido pudo mantener una pelea
verbal con el imputado, se retiró del lugar para traer un machete con el cual pretendía agredir al imputado, peleó con él, y
finalmente estuvo en capacidad de herir al imputado con dicho machete causándole algunas heridas, hasta que el
imputado optó por defenderse con un puñal. De acuerdo con los hechos que el propio Tribunal expone, el ofendido estaba
ebrio pero no actuó como una persona que no pudiera valerse por sí misma no obstante la excesiva ingestión de alcohol.
En esas circunstancias no podía exigirse en el imputado que eludiera la agresión de otra manera. En tercer término
tampoco es atendible el razonamiento del Tribunal al tener por cierto que la defensa del imputado se produjo por
venganza y no para defenderse porque éste ya había recibido el ataque del ofendido, quien a ese momento le había
causado las heridas que dictaminó el médico forense cuando lo examinó. De admitirse ese razonamiento, para que exista
la legítima defensa habría que esperar un nuevo ataque, luego de haber sido agredido con un machete, lo cual nos
llevaría a un absurdo. En efecto, lo importante para determinar si existe esa causal es que, por un lado, la defensa sea
necesaria, es decir que sea indispensable para no ser objeto de una nueva agresión, o para suspender la que en ese
momento se padece; y por otro lado, que la agresión sea inminente, actual, real, existente, lo que significa que debe
verificarse la existencia y la naturaleza del peligro corrido para apreciar la necesidad de la defensa. En el caso de autos
es claro que el imputado optó por utilizar el cuchillo para defenderse del ataque con un machete de parte del ofendido, al
extremo de que de no haberlo hecho la víctima hubiere sido él. Por todo lo expuesto y partiendo de la exposición fáctica
de la sentencia, tanto de los hechos probados como de las consideraciones y conclusiones que sobre el hecho desarrolló
el Tribunal al analizar el fondo, esta Sala concluye que en la especie concurren todos y cada uno de los presupuestos
exigidos por el artículo 28 del Código Penal para que se configure la legítima defensa y así debe declararse." 1992. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N° 562-F de las 9,20 hrs. del 20 de noviembre.

24. LEY DE PSICOTROPICOS - Contenido de las conductas estipuladas en el artículo 18.

"Recuérdese que todas las conductas estipuladas en el artículo 18 dela Ley de Psicotrópicos (distribución, cultivo,
suministro, fabricación, elabpración, refinamiento, transformación, extracción, preparación, comercio, producción,
transporte, almacenamiento o venta de drogas), están preordenadas a una actividad común: el tráfico de drogas y que lo
típico y lo lesivo para el bien jurídico tutelado lo constituye las consecuencias que producen para la salud de los
ciudadanos, así como en la vida social y política de un país. (En este sentido ver resolución de esta Sala V-683-F de 9:05
horas del 13 de diciembre de 1991)." 1993. SALA TERCERA DEIA CORTE, N° 66-F de las 9,45 hrs. del 5 de marzo.

25. MEDIDA DE SEGURIDAD - Cuando se comprueba la existencia de imputabilidad disminuida, se debe absolver
y aplicar la respectiva medida de seguridad.

"En su único motivo del recurso por la forma, el defensor público (…) denuncia el quebranto del artículo 106, en relación a
la nulidad establecida en el número 400.4, ambos del Código de Procedimientos Penales. Argumenta que hay falta de
fundamentación del fallo de mérito, porque no fue analizado un dictamen médico [...]. Dice en concreto que "... El dictamen
médico que indico omite valorar la Señorita Jueza, introduce un elemento que no se tiene por probado en el considerando
1 de la resolución cual es la posible imputabilidad disminuida y que de haberse estimado hubiera cambiado en cuadro
fáctico plasmado en sentencia, porque la incapacidad mental para conocer la ilicitud del acontecimiento acusado debió
exonerar de responsabilidad al endilgado, aunque se le impusiera una medida de seguridad curativa y no como se hizo,
donde al endilgado se le tiene como autor responsable del delito acusado y también se le impone la medida de seguridad,
sin acreditar como hecho cierto la imputabilidad disminuida" (sic).

Un examen de la sentencia impugnada, permite establecer que no lleva razón el recurrente, y el reproche debe
rechazarse. La jueza analizó el dictamen médico aludido en el reclamo, y acreditó el problema de imputabilidad del
acusado [...] que se echa de menos en el recurso. Pero (en el considerando IV «Sanción»), lo declara autor responsable
del delito de amenazas agravadas conforme al artículo 195 del Código Penal; no obstante lo cual no impone la pena
correspondiente, sino una medida de seguridad curativa de internamiento en un hospital psiquiátrico. No es de recibo el
reproche en cuanto la juzgadora sí valoró el resultado de la pericia médica, y tuvo por acreditada la imputabilidad
disminuida prevista por el artículo 43 del Código Penal, por lo que en tal situación la acción es típica y antijurídica pero no
culpable, esto es no se configura el delito. Ahora bien, cuando concurre la causal de comentario, debe absolverse al
acusado y aplicarse la respectiva medida de seguridad, a tenor de lo dispuesto por el artículo 102.a) del Código Penal.
Resulta así de una interpretación sistemática del Código de Procedimientos Penales, concretamente de los artículos
320.2, 357 y 474.3. Los dos primeros imponen al tribunal el dictado de sobreseimiento y aplicación de una medida de
seguridad, cuando sobreviene una causa de inimputabilidad; y el último abre el recurso de casación, contra la sentencia
de sobreseimiento o absolutoria que imponga una medida de seguridad. Se colige que, cuando se prueba que en el hecho
histórico está presente la inimputabilidad o imputabilidad disminuida del autor, se configura la conducta típica y antijurídica
(injusto o ilícito penal) pero no el hecho punible; y por ello, en vez de la aplicación de una pena, corresponde la
imposición de una medida de seguridad. No debe declararse al imputado autor responsable del delito pues falta la
culpabilidad, pero si autor del injusto o ilícito penal (acción típica y antijurídica); y desde que no es autor responsable del
hecho delictivo, no corresponde la aplicación de la pena. En el sub-judice se acreditó la imputabilidad disminuida, se
condenó a [el imputado] como autor responsable de la figura de amenazas agravadas del artículo 195 del Código Penal y
se le impuso una medida de seguridad, lo que en criterio de esta Sala- es un simple error en la fundamentación jurídica
que no tiene la relevancia suficiente para la anulación del fallo, y puede ser corregido de conformidad a lo preceptuado
por el artículo 484 del Código de Procedimientos Penales. Así, en vez de tener a [el imputado] como autor responsable
del delito de amenazas agravadas, se le tiene como autor del injusto (acción típica y antijurídica) simplemente." 1992.
SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 524-F de las 9,40 hrs. del 6 de noviembre.

26. NEGOCIACIONES INCOMPATIBLES - Contenido de la acción punible prevista en el tipo.

"En el primer motivodel recurso por el fondo, el defensor público (...) denuncia la errónea aplicación del artículo 345 del
Código Penal. Al deducir el reproche, señala que la consumación del delito de negociaciones incompatibles se da cuando
el funcionario público se interesa en un «contrato y operación», en que debe intervenir en razón de su cargo; lo que no
sucede en el presente caso, según los hechos probados por el a quo, pues la acción del imputado -siendo auditor de la
Tributación Directa- fue la de violar la prohibición para el ejercicio privado de la profesión, al emplearse como contador
privado de una empresa que estaba siendo objeto de una auditoría por parte de la misma Tributación. Agrega que es
distinto interesarse en un contrato u operación, que no existe en el presente caso, al hecho de ejercer privadamente una
profesión, cuando la ley así lo prohíbe. Lleva razón el impugnante. Al examinar la sentencia de mérito, da cuenta esta
Sala del hecho histórico acreditado por el tribunal de instancia, según el cual al imputado [...] en condición de auditor 3 de
la Tributación Directa, le fue asignada la realización de un auditoraje a la Distribuidora [...], situación que aprovechó para
asumir en dicha empresa las funciones de contador privado y con ello atender la contabilidad personalmente.
Independientemente de la calificación ética que pueda merecer la acción del encartado, su conducta no se adecúa a la
figura del 345 del Código Penal. La acción punible ahí prevista consiste en interesarse en «cualquier contrato u operación
en que intervenga en razón de su cargo»; esto es, en un negocio en que el Estado es parte, de donde se desprende que
el agente representa el interés público.

La condición de parte, que debe tener el Estado, en los contratos u operaciones a los que se refiere el tipo penal, es un
elemento reconocido por la doctrina española, al comentar un texto de ley casi idéntico al artículo 345 de nuestro Código
Penal: «la ley se refiere exclusivamente a los funcionarios administrativos y a los de tipo político, únicos que razón de su
cargo pueden estar llamados intervenir en las operaciones o contratos, en los que, claro está, si interviene por razón del
cargo un funcionario, una de las partes ha de ser la Administración, aunque el contrato no sea administrativo»
(RODRIGUEZ DEVESA: «Derecho Penal Español. Parte Especial.» Madrid, 1983, PP. 1038-1039. Se suple la negrita.).
Por ello la doctrina refiere ejemplos relativos a la contratación de servicios, de obra o de proveeduría: «el funcionario
forma parte de una sociedad que contrata un suministro con el Estado, del cual se propone obtener un beneficio del
treinta por ciento sobre el precio de coste del artículo» (RODRIGUEZ DEVESA: op. cit., loc. cit.); «el caso del ingeniero
Estatal de Obras Públicas el cual hace que una parte del trabajo se adjudique a una empresa en la que está interesado, o
del funcionario ministerial que se asegura un porcentaje sobre las utilidades de una concesión pública» ANTOLISEI:
«Manuale di diritto penale. Parte speciale.», Tomo II, Milán, 1977, p. 746.); o el funcionario público que «obtiene un
contrato de suministro» (FONTAN BALESTRA: «Derecho penal. Parte especial.», Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1978, p.
581.). Al no existir en el presente caso una contratación u operación de la que el Estado sea parte, e intervenga el
imputado en razón de su cargo como representante de la Administración- falta un elemento del tipo objetivo, de donde se
colige que la acción no se tipifica en el artículo 345 del Código Penal. No cabe duda que el encartado violó la prohibición
para ejercer la contaduría fuera de la Tributación Directa, pero eso solo da lugar a la sanción administrativa disciplinaria
que corresponda. Tampoco entra la conducta en el supuesto de hecho del número 313 del mismo ordenamiento, como
ejercicio ilegal de una profesión, porque la práctica de la contaduría privada no requiere de habilitación especial. Por otra
parte, los hechos probados de la sentencia impugnada, no describen la realización de actos arbitrarios en perjuicio de los
derechos de alguna persona; por lo que tampoco constituyen un abuso de autoridad, en los términos del artículo 329
ibídem. Así las cosas, la acción no solo no entra en el número 345 del Código Penal, sino que no es típica." 1993. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N° 92-F de las 9,20 hrs. del 12 de marzo.

27. PENA DE INHABILITACION - La cancelación de licencia para conducir vehículos solo se puede ordenar ante
los supuestos establecidos legalmente.

"En el tercer motivo del recurso por el fondo se reclaman violados los artículos 1 y 117 del Código Penal, porque se
condenó a [el imputado] a la pena de inhabilitación para conducir vehículos por espacio de cinco años, sin embargo
señala el recurrente que su defendido no es reincidente, no cometió los hechos bajo los efectos de bebidas alcohólicas, ni
se produjo en el ejercicio de su profesión. El reclamo es procedente y debe ser extendido al co-imputado [...] de
conformidad con el artículo 455 del Código de Procedimientos Penales, porque tanto el artículo 117 como el 128 del
Código Penal permiten cancelar la licencia de conducir sólo ante tres supuestos que no concurren en ninguno de los
imputados: primero cuando se trata de reincidentes de estos delitos culposos, según lo refiere el párrafo tercero de esos
artículos; en segundo lugar cuando se comete el delito bajo los efectos de bebidas alcohólicas o drogas enervantes, según
refiere el párrafo final; y finalmente se permite decretar la pena de inhabilitación para el ejercicio de la profesión, oficio,
arte o actividad en que se produjo el hecho, pero esta última se refiere a una actividad laboral, conforme lo ha
interpretado esta Sala (Véase en tal sentido Sentencia N° 285-F de 9:10 hrs. del 28 de setiembre de 1990, Sala Tercera).
En el caso de autos se demostró que los sentenciados son primarios, no se acreditó que realizaran el hecho bajo la
influencia de bebidas alcohólicas y tampoco consta que se dediquen laboralmente a la conducción de vehículos, en cuyo
caso la ley no autoriza decretar la inhabilitación para esa actividad." 1993. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 58-F de
las 9,05 hrs. del 5 de marzo.

28. PRETERINTENCIONALIDAD - Homogeneidad de las lesiones jurídicas.

"Según la Exposición de Motivos del actual Código Penal (Asamblea Legislativa, Expediente Número 4573, Tomo 1), el
actual artículo 37 revela el propósito del legislador de desterrar los delitos calificados por el resultado y otras formas
delictivas que lesionaban el principio de legalidad criminal. No obstante, la actual construcción permite la supervivencia de
las figuras castigadas en el artículo 37 (figuras con lesiones a bienes jurídicos de carácter heterogéneo) y aquellas que
tienen su razón de ser en la definición legal de la preteríntención, escogiendo, al efecto, una definición amplia, pero
limitando la existencia de estas hipótesis a la verificación de un resultado más grave pero a un Bien Jurídico de la misma
especie (lesiones jurídicas a bienes homogéneos). Así, el tema de la preterintención fue adoptado siguiendo corrientes del
Derecho Penal italiano cuya fuente era CARRARA. La tendencia legislativa actual va en el sentido de adversar los delitos
calificados por el resultado que como se explicó rozan con el principio de culpabilidad derivado del principio de legalidad
criminal. Dicha tendencia es tan fuerte que doctrinalmente solo se admiten aquellos delitos calificados por el resultado
donde el autor dolosamente. ejecuta un hecho pero por imprudencia produce un resultado mavor, es decir, la hipótesis
legal del artículo 32 del Código Penal costarricense. La preterintencionalidad tal y como está establecida en nuestra
legislación pone el interés en la "intención" del agente ya que la culpa que vincula al resultado más grave de la misma
especie lleva implícito que la acción querida también implique el peligro del resultado mayor. En el caso de Argentina, solo
para introducir un aspecto ejemplificativo, luego de la promulgación de la Ley 23.077, el homicidio preterintencional
(artículo 81, inciso primero, aparte b) se define así: "Al que, con el propósito de causar un daño en el cuerpo o en la
salud, produjera la muerte de alguna persona, cuando el medio empleado no debía razonablemente ocasionar la muerte".
Esta formulación ya no deja a la interpretación judicial la "homogeneidad" de las lesiones del Bien Jurídico, sino que opta
por circunscribir la problemática preterintencional a los bienes jurídicos de la integridad corporal, la salud y la vida, y
claramente resulta ser una lesión calificada por el resultado (muerte). Aquí se requiere dolo específico (lesionar) y por otro
un medio lesivo que "razonablemente" no podía producir la muerte (resultado más grave de la misma especie), esto quizá
con la esperanza de desterrar el aspecto de previsibilidad relacionado con el empleo de medios altamente lesivos. En el
esquema vigente en Costa Rica, a diferencia del argentino, la definición legal es de numerus apertus, pero obliga al juez a
un examen del resultado más grave en cuanto a que sea de la misma especie que aquél que se deseaba a título de dolo
inicial. Es así como en un caso de preterintención debe estudiarse la homogeneidad de las lesiones jurídicas, y en el caso
que nos ocupa debe tenerse en cuenta que el cuadro fáctico probado establece que el acusado disparó al vehículo, él
mismo declaró que lo hizo para detenerlo (aspecto que subraya ahora el recurrente), lo que obliga a pensar que no hay
identidad en las lesiones jurídicas porque por un lado se deseaba afectar la propiedad (dañar el vehículo para que se
detuviera), causando en el proceso (por el medio tan poderoso empleado para ocasionar el daño) un resultado más grave
(y de distinta especie) como lo es la lesión al Bien Jurídico Vida. Esto quiere decir que, aún aceptando la tesis del señor
representante del demandado civil de que la intención única y exclusiva del autor era detener el vehículo, resulta que la
preterintención se anula en la especie porque el resultado más grave, primero, no concurre a nivel de tipo culposo (por el
alto grado de previsibilidad que ostenta el resultado efectivamente producido que descarta la culpa con representación-) y,
por el otro, la distinta especie de bienes jurídicos lesionados. Como se expuso anteriormente, con ocasión del análisis del
recurso planteado por la Licenciada [...], Procuradora Adjunta de Defensas Penales, la culpa en el caso sub-exámine
plantea el serio problema de que el medio empleado para lograr el daño en la propiedad supone que puede producirse un
resultado más grave que el autor no puede confiar en evitar ya que, entre otras cosas, no tiene la pericia suficiente para
hacerlo como tampoco, dadas las circunstancias, puede eliminar el altísimo grado de previsibilidad que hace que los
resultados concomitantes de su acción no puedan ser valorados como configurativos de una falta al deber de cuidado sino
más bien de un dolo eventual, como de hecho se estableció." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 596-F de las
9,10 hrs. del 11 de diciembre.

29. RESPONSABILIDAD CIVIL - Necesaria relación de causalidad entre la conducta del agente y el daño causado.

"El Lic. (...), defensor del imputado y representante apoderado de la codemandada civil (...), acusa como único motivo de
su recurso la violación de los artículos 1045 y 1046 del Código Civil, 1022 incisos 2 y 3, 124, 127 incisos 3 y 5 del Código
Penal de 1941, y del numeral 44 del Arancel de Profesionales en Derecho, Decreto N° 20307-J de marzo de 1991. El
reclamo es de recibo. En sentencia el a quo absolvió al imputado del delito de Lesiones Culposas que se le endilgaba en
aplicación del principio in dubio pro reo, sin embargo, le condenó civilmente a resarcir al ofendido las diferentes partidas
que en la sentencia de detallan. Estima esta Sala que dicha solución no era posible, toda vez que el Juez de mérito no
logró determinar si las lesiones sufridas por el ofendido fueron producto de una conducta negligente o imprudente del
imputado, o si ocurrieron por la propia conducta imprudente del ofendido [...],o si hubo culpa concurrente [...]. Explica el a
quo que aunque tiene una duda razonable de si el encartado actuó imprudente o negligentemente, dicha duda "no
descarta que existiera dicha imprudencia o negligencia o por el contrario que esa imprudencia o negligencia del actuar del
ofendido", razonamiento que evidencia que el juzgador, a pesar de que no supo por qué causa se cayó y lesionó el
ofendido, presume, a efectos civiles, que fue una conducta negligente o imprudente del encartado la que provocó la caída
del ofendido, presunción que, aparte de no tener ningún asidero lógico, contraviene el estado de inocencia que ampara al
aquí imputado y demandado civil, tanto en materia civil como penal. Así, pues, no habiéndose demostrado una conducta
imprudente o negligente del sentenciado, no se constatan en la especie los elementos esenciales de la culpa aquiliana
(artículo 1045 del Código Civil), pues no se demostró que el imputado causara un daño al ofendido, ni -mucho menos-
que este daño obedeciera a dolo, falta, negligencia o imprudencia del encartado, sino, solamente, que el ofendido se cayó
y sufrió algunas lesiones (daño), hecho que por sí sólo no justifica la condenatoria civil que impusiera el a quo a los
codemandados civiles en esta causa, pues debe demostrarse no sólo el daño sino también su causación por el agente,
toda vez que la responsabilidad civil subjetiva supone esa necesaria relación de causalidad entre la conducta del agente y
el daño. Consecuentemente procede casar la sentencia solamente para declarar sin lugar la acción civil resarcitoria
interpuesta y absolver de toda responsabilidad civil a los demandados civiles." 1993. SALA TERCERA DE LA CORTE, N°
36-F de las 8,50 hrs. del 22 de enero.

30. RESPONSABILIDAD CIVIL - Responsabilidad solidaria del propietario del vehículo.


"En este motivo se reclama la violación de los artículos 39 y 41 de la Constitución Política; 38 y 39 de la Ley de Tránsito;
79 y 145.3 del Código de Procedimientos Penales, al estimar el recurrente como un error la condena civil de su
representada, sin tener por demostrados los presupuestos que exige el artículo 38 de la Ley de Tránsito. Agrega que lo
procedente en este caso era decretar el gravamen legal previsto por el artículo 39 ibídem, según el cual la responsabilidad
está limitada al monto del vehículo, y que en su opinión no era procedente la condena genérica de la empresa a pagar
solidariamente con el imputado la totalidad de la indemnización civil. Estima la mayoría de la Sala que su reclamo no es
de recibo. El vehículo conducido por el imputado al momento de ocasionarel accidente se encontraba inscrito a nombre
de la demandada civil (...), y ésta es una empresa mercantil con cédula jurídica (…). Dicha empresa debe responder
solidariamente con el autor del delito a pagar la totalidad de la indemnización civil, con fundamento en el artículo 38 de la
Ley de Tránsito que establece que son responsables civilmente "...todos aquellos que por cualquier título explotaren
vehículos en una empresa industrial o comercial..."; como la demandada en este caso. Se trata de un caso típico de
responsabilidad civil objetiva, en el cual la empresa propietaria del vehículo responde aún cuando se tuviere por
acreditado que el conductor pretendió "hacer un favor" a los ofendidos, al ofrecer llevarlos al Hotel donde trabajaban
porque no encontraron un taxi. Por lo expuesto este motivo debe declararse sin lugar. El Magistrado Ramfrez salva su
voto en cuanto a este extremo." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 485-F de las 8,40 hrs. del 23 de octubre.

31. RESPONSABILIDAD CIVIL - Subsistencia a pesar de sentencia absolutoria.

"Pese a la sentencia absolutoria que se decreta en esta vía al acoger el recurso por el fondo, conforme al artículo 11 del
Código Procesal Penal y de acuerdo con las razones que de seguido se exponen, debe mantenerse la condenatoria en el
aspecto civil en todos sus extremos. En efecto, según consta en el fallo los afectados con la decisión del Ejecutivo
Municipal no tuvieron empleo por espacio de casi seis meses, en los que tuvieron que dedicarse a diversas actividades
que les proporcionaran algunos medios de subsistencia (vender rifas, coger café, vender ropa, etc.) (...), además
ocasionarles otros perjuicios morales y materiales que fueron examinados por el a quo (...). Todo ello, producto de la
conducta del encartado, que aunque esta Sala no la estimó configurativa del delito por el que había sido sancionado, sí
resulta obvio que fue la determinante de los daños que generaron la responsabilidad civil que se le impuso, conforme a lo
dispuesto por los artículos 1045y siguientes del Código Civil, de donde se extrae la responsabilidad civil extracontractual.
Ante esas circunstancias y conforme lo ha venido puntualizando esta Sala desde hace mucho tiempo (ver entre otras, la
Res. N° 29-F de 16:50 hrs. del 14 de mayo de 1981; N° 10-F de 21 de enero de 1982: N° 100-F de 10:55 hrs. del 8 de
octubre de 1982; y N° 87-F de 10:40 hrs. del 6 de agosto de 1982), es de rigor mantener incólume en todos sus extremos
lo relativo al resarcimiento acordado en favor de los ofendidos por el perjuicio ocasionado con el acto administrativo objeto
de comentario señalado en la sentencia." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 496-F de las 11,30 hrs. del 23 de
octubre.

32. RESPONSABILIDAD CIVIL DEL ESTADO - Homicidio cometido por guardia rural en funciones propias de su
cargo.

"La Procuradora Adjunta y representante del Estado que figuró en la presente causa como demandado civil, reclama la
violación de los artículos 106, 393 y 395 inciso 2) en relación con el 400 inciso 4), todos del CódigoProcesal Penal, por
estimar que la sentencia de mérito no está debidamente fundamentada. Afirma que el primer vicio de esa natúraleza
radica en que los juzgadores parten "de que si el imputado utilizó un arma de fuego suministrada por el Estado, éste es
responsable" (...) siendo que tal extremo no quedó realmente demostrado por las razones que apunta (...). Pero los
argumentos del fallo que señala como contradictorios para apoyar su reparo, no contienen ese defecto ni inciden sobre el
aspecto de fondo que intenta rebatir. En efecto, el encartado (...) era Guardia Rural y al momento de cometer el ilícito se
encontraba en funciones propias de su cargo, por lo que independientemente de que por su ingesta alcohólica se le
hubiese quitado su arma de fuego y que después la hubiese obtenido -sin saberse cómo-. para utilizarla en el hecho que
cometió. subsiste la responsabilidad civil del Estado conforme lo determina la Ley General de la Administración Pública,
especialmente en las normas que cita el tribunal a quo (arts. 107, 111 y 190). Siendo entonces que no se observa, según
el criterio de esta Sala, contradictoriedad alguna que invalide la motivación de la sentencia, se desestima el reproche.

Tampoco lleva razón la impugnante cuando afirma que "no fue expresado el iter lógico que llevó a determinar que por los
hechos demostrados y el derecho analizado, el Estado está obligado a reparar los daños" (...), pues la obligación de
resarcimiento está claramente examinada en el Considerando VI de la sentencia (...). La circunstancia de no puntualizarse
si se está en presencia de un culpa in eligendo o in vigilando no anula el fundamento jurídico en que se apoyó el tribunal
sentenciador, desde que el imputado, como Guardia Rural en el ejercicio de su cargo, sin el necesario deber de cuidado
que la situación requería y bajo los efectos del licor, hizo uso de su arma de fuego ocasionando la muerte del guarda
nocturno del Colegio de (...) al disparar en dirección al aposento en que este último se encontraba. Ante esa situación, no
puede estimarse que el razonamiento de fondo impugnado presente el vicio que se le atribuye. Por lo expuesto se
deniega el reclamo." 1993. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 93-F de las 9,25 hrs. del 12 de marzo.

33. ROBO AGRAVADO - Diversos actos de violencia para realizar la sustracción.

"El apoderamiento configurativo de la sustracción, no es un acto instantáneo, sino que podría -según el caso- requerir
para la ejecución, de una serie de actos, de toda una actividad conformada por una sucesión de actos, de tal manera que
si durante su desarrollo se utilizan armas, debemos concluir entonces que concurre la causal de agravación del robo
prevista en el inciso 2° del artículo 213 del Código Penal. En el caso concurre el apoderamiento, de acuerdo a lo que
tiene por probado el a quo, a través de una secuencia de actos: (a) [el imputado] y otro sujeto no determinado, sujetan la
bicicleta del ofendido y le dicen que les haga entrega de la misma; (b) cuando el ofendido (...) no accede, el aquí
imputado lo empuja haciéndolo caer; (c) después toma el vehículo y lo pone en manos del sujeto desconocido quien
emprende la huida; (ch) pero cuando [el ofendido] trata de perseguirlo, el acusado saca un cuchilló de la faja y lo blande
con dirección al cuerpo del ofendido cortándole una manga; y (d) finalmente forcejean pero (el acusado) logra huir.
Obsérvese que durante el apoderamiento se dan actos de violencia que -desde un empujón- van en crecimiento. hasta
que se produce el uso del arma con la que fue cortada una prenda que vestía [el ofendido]; y no hay duda de que tal
ejercicio sobre el cuerpo de la víctima permitió a los autores realizar el apoderamiento de la bicicleta, y después sacarla
de la esfera de custodia del ofendido. Es criterio de esta Sala que desde el empujón hasta el uso del cuchillo, hay una
sola acción violenta que se desplegó durante el apoderamiento y viene a configurar la agravante prevista en el inciso 2°
del artículo 213 del Código Penal. Es discutible que concurra la calificante de ese inciso cuando el uso de armas se
produce después del apoderamiento pero antes de que el autor de la sustracción haya logrado sacar el bien de la esfera
de custodia del ofendido. En estos casos la violencia se ejerce para lograr la impunidad o para obtener el provecho de la
actividad ilícita, pero no busca el apoderamiento del objeto pues este ya ha sido tomado La agravante prevista en el inciso
2° del artículo de comentario concurre cuando se utiliza el arma durante el apoderamiento para lo cual debe tenerse
presente que el apoderamiento no es un acto único y aislado, sino que implica una verdadera actividad, realizable en uno
o varios actos. Por lo dicho el motivo debe rechazarse." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 540-F de las 11 hrs.
del 6 de noviembre.

34. TEORIA DEL DOMINIO DEL HECHO - Valoración en relación con el tipo penal que se interpreta.

"[...] debe indicarse que el dominio del hecho lo tiene quien dirige la totalidad del suceso hacia un fin determinado; no solo
basta la conducción de los actos hacia el fin propuesto (que todo participe tiene en relación con el hecho) sino que
además debe haber una posición relativa del sujeto que actúa con este dominio de los hechos con relación a otros
participes. Esto es que si el sujeto puede "sobredirigir" el suceso total tendrá dominio del hecho. Este último concepto
(dominio del hecho) es un concepto abierto que requiere una valoración del juez en relación con el tipo penal que se está
interpretando, y, en algunos casos, un dominio del hecho no podría establecer una autoría para el caso concreto, como
ocurriría en los delitos especiales en que sujeto activo del hecho solo puede ser quien tenga las características exigidas
por el tipo penal (por ejemplo, el prevaricato)." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 491-F de las 9,10 hrs. del 23
de octubre.

35. TIPICIDAD CULPOSA - Análisis de resultado - La licitud de la conducta no puede ser el punto de partida del
tipo culposo.

"En cuanto a la culpa y su crítica en el caso en cuestión, se dice en la sentencia que: "...Partiendo de esa realidad no
pasa desapercibido que esta fase del comportamiento, previa a la detonación, no tiene ningún respaldo legal. Si no lo
tiene, y más bien, desde todo punto de vista resulta reprochable, no se puede entender que al momento del disparo en sí
-que a decir del encartado fue repetido- proyecte esa actitud falta al deber de cuidado que exige el comportamiento
culposo..." [...]. La Sala encuentra que en este razonamiento el Tribunal está siguiendo cierta tendencia difundida por
SOLER en América Latina, la cual influyó en algunas legislaciones (como la Guatemalteca) y que preconizaba que había
conducta culposa cuando con ocasión de acciones lícitas se causa un mal por imprudencia, negligencia o impericia. Sin
embargo, esta tesis diferenciadora del tipo culposo no puede sostenerse ni desde un punto dogmático ni desde un punto
de vista legislativo. Debe tenerse en cuenta que una acción u omisión que pueda ser calificada de culposa no puede ser
nunca "lícita" ya que la forma de realización de la conducta (con falta al deber de cuidado) demuestra por si misma una
indiferencia del autor frente a la posible lesión al Bien Jurídico penalmente tutelado. La definición legislativa que
encontramos en el homicidio culposo (articulo 117 del Código Penal), plantea el examen del "grado de culpa", de la
"magnitud de los daños causados" y del "número de victimas", como elementos del análisis judicial del tipo culposo, esta
definición, así de abierta, tiene una gran ventaja ya que permite enfocar la labor de análisis judicial hacia la forma de
conducir la causalidad hacia el fin intrascendente para el derecho, es decir, hacia el resultado que no tiene interés para el
Derecho. Debe recordarse que la conducción de la causalidad hacia el fin intrascendente para el derecho es lo que
establece la relación entre la infracción al deber de cuidado (manifestada en esa conducción) y el resultado que sí es
trascendente para el derecho, es decir, el resultado antijurídico. El tipo culposo tiene entonces un examen de dos
resultados, el primero de ellos intrascendente para el Derecho hacia el cual se conduce el sujeto por medio de su
finalidad y el escogimiento de medios requeridos, el otro resultado, el que sí interesa al Derecho, se produce cuando por
la forma de conducción de la causalidad se produce una lesión a un bien jurídico manifestado en un resultado no querido
por el sujeto, por lo que el punto de partida del tipo culposo no tiene que fundarse en esta perspectiva de la licitud." 1992.
SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 496-F de las 11,30 hrs. del 23 de octubre.

36. USURPACION - Concurso en la modalidad de delito continuado entre usurpación por despojo violento y
turbación de la posesión.

"El bien jurídico protegido por el artículo 225 en sus tres incisos es el uso y goce pacífico de un bien inmueble por hecho
de posesión, tenencia o ejercicio de un derecho real sobre él (cfr. BREGLIA ARIAS, Omar y GAUNA, Omar: Código Penal,
Buenos Aires, Editorial Astrea, 1987, pág. 658; y CUELLO CALON, Derecho Penal, Barcelona, Parte Especial T. II,
Editorial Bosch, 1961, pág. 784), siendo que en el tercero de ellos se sanciona concretamente la turbación de la posesión
o tenencia de un inmueble. Para la doctrina la turbación de que aquí se trata es "una restricción en el uso y goce de la
cosa. Esta turbación tiene que cometerse mediante violencias o amenazas, que deben traducirse en violencia física o
violencia moral (fuerza o intimidación). No interesa la intención del sujeto activo de constituirse poseedor. Esta puede no
existir y, sin embargo, haber turbación" (BREGLIA, Op. cit., pág. 665). En el presente caso, la calificación dada por el a
quo a los hechos como constitutivos del delito de Usurpación no se reduce -como pretende el impugnante- al mero hecho
de que el encartado haya violentado una cadena (abriéndola en uno de sus eslabones; nótese que en la sentencia no se
establece si destrozó el candado que sujetaba aquella, como lo afirma insistentemente el recurrente, [...]), que el ofendido
colocó para mantener abierto el portón de entrada al inmueble para visitantes, sino a la consideración de ésta y otras
conductas acreditadas de aquél, como lo fueron el haber cambiado el candado del portón del garage que compartía con el
ofendido, sin autorización de éste ni del propietario del inmueble, negándose a dar copia de la llave a estos dos, y por
otra parte, que el imputado [...] procedió a desconectar un dispositivo electrónico que operaba desde su apartamento y
permitía el ingreso peatonal por un portón pequeño, compartido en forma común por el acusado y el ofendido,
impidiéndole así al [ofendido] hacer uso del mecanismo referido desde su apartamento cuando era llamado desde el
exterior del mismo, lo que obligaba por una parte a sus visitantes a gritar desde afuera anunciando su visita -puesto que
el timbre eléctrico también dejó de funcionar- y, a la vez, obligaba al ofendido a utilizar las llaves de dicho portón,
sacando sus manos por medio de los barrotes en una maniobra incómoda (...). El recurrente alega que, para la mejor
doctrina, "la violencia, en cualquiera de sus dos formas (vis absoluta-vis compulsiva), requiere siempre un efecto físico
sobre el cuerpo de la víctima, no bastando para que se configure la violencia, la fuerza en las cosas (vis in rebus)..." ((…)
nótese que el impugnante no indica concretamente a cuál doctrina o autores se refiere).

Sin embargo, esta Sala, consultando el tema del delito de Usurpación en obras de reconocido valor doctrinal, obtiene que
"turba la posesión de un inmueble el que, sin despojo total o parcial, mediante actos materiales, obstaculiza el ejercicio de
aquella por su titular o representante. los actos turbatorios pueden ser actos de posesión o no, con tal que sean actos que
inteifieran el uso y goce del inmueble, como son, por ej., los que limiten o dificulten al poseedor su acceso" (el subrayado
no es del original, NUÑEZ, Ricardo: Manual de Derecho Penal. Parte Especial., Buenos Aires, Ediciones Lerner S.R.L.,
1978, pág. 277), de lo cual se colige que la violencia que turbare la posesión puede recaer sobre las personas o sobre las
cosas que se poseen, pues "la ley no distingue forma alguna de violencia, de manera que está comprendida la que se
ejerce sobre las personas o sobre las cosas, la violencia física efectiva o tácita" (SOLER, Sebastián: Derecho Penal
Argentino, Buenos Aires, T. IV, Tipográfica Editora Argentina, 1970, pág. 454. En igual sentido FONTAN BALESTRA,
Carlos: Derecho Penal, Buenos Aires, Parte Especial, Abeledo-Perrot, 1978, pág. 397, quien indica que es "opinión
común" que la violencia puede recaer sobre las personas o sobre las cosas; y, CREUS, Carlos: Derecho Penal, Buenos
Aires, Parte especial, Editorial Astrea, 1988, pág. 587). Para los autores BREGLIA ARIAS y GAUNA, el desconectar un
cable de energía eléctrica (hecho por un propietario a un inquilino configura el delito de Usurpación, concretamente, por
turbación de la tenencia, y citan una decisión jurisprudencial en la cual se resolvió que: "la actividad cumplida por el
procesado al privar de corriente eléctrica y gas a sus inquilinos configura el delito de "turbación de la tenencia"... dado que
la violencia que requiere esta figura está dada por la colocación de una llave interruptora del suministro del fluido eléctrico
en una habitación cerrada con candado, a la que sólo tenían acceso el incurso y la encargada del inmueble" (Op. cit.,
págs. 664 a 665), de tal forma que, si el imputado [...] desconectó el dispositivo electrónico que operaba desde su
apartamento y permitía el ingreso peatonal del portón que compartía en forma común con el ofendido, así como el uso del
timbre, resulta claro que tal conducta perturbó la posesión o tenencia de (el perjudicado) sobre el inmueble, por lo que, en
cuanto a este aspecto, la calificación jurídica rendida por el a quo es correcta. No obstante lo anterior, respecto al hecho
de haber cambiado el candado del portón del garage, en los términos acreditados y supraindicados, cabe advertir que
resulta equívoca la calificación de la misma como turbadora de la posesión ejercida por el ofendido, puesto que, a través
de aquella acción, (el ofendido) fue despojado parcialmente de la posesión que -a título de inquilino- tenía del inmueble,
toda vez que se vio imposibilitado de usar dicho estacionamiento para guardar su vehículo, a tal punto que se le obligó a
tener que dejarlo por fuera del edificio, en la rampa de entrada al garage.

Y es que la previsión del inciso tercero del artículo 225 del Código Penal no trata ni del despojo ni del apoderamiento,
sino de la turbación (Así, GOLDSTEIN, Raúl: Diccionario de Derecho Penal y Criminología, Buenos Aires, Editorial Astrea,
1978, pág. 653y NUÑEZ, Op. cit., pág. 277). De ahí que se afirme que las acciones turbatorias son "aquellas que importan
una limitación a los derechos inherentes a la posesión, sin que se traduzcan en la total privación constituida por el
despojo" (el subrayado es suplido, SOLER, Op. cit., pág. 458. En igual sentido FONTAN BALESTRA, Op. cit., pág. 400).
El despojo puede ser total o parcial, "es total cuando se priva al sujeto pasivo de todo el inmueble; es parcial cuando se lo
priva de la tenencia de la parte del inmueble que aquel ocupa (p.ej., en una tenencia común, impedirle el ejercicio de los
derechos que como tenedor común le corresponden), o cuando el autor excluye al sujeto pasivo de la ocupación de una
parte del inmueble que ocupaba en su totalidad, o cuando trata de ejercer juntamente con él la ocupación" (CREUS,
Carlos: Derecho Penal, Buenos Aires, Parte especial, Editorial Astrea, 1988, pág. 586). Respecto al portón del garage, la
conducta del encartado no significó simplemente un obstáculo o restricción al goce normal del inmueble, sino que se
tradujo en un verdadero despojo, toda vez que excluyó el uso y goce pacífico que del mismo podía hacer el ofendido en
su condición de inquilino y que, ante la negativa del encartado de dar llave del candado al ofendido, importa un obstáculo
material que sólo puede ser vencido por la fuerza y que configura el delito de usurpación por despojo violento. En efecto,
tal despojo, en razón del medio utilizado por (el imputado) para consumarlo, es punible conforme al inciso primero del
tantas veces citado artículo 225, que, en lo que interesa, sanciona al que por violencia "...despojare a otro, total o
parcialmente de la posesión o tenencia de un inmueble o del ejercicio de un derecho real constituido sobre él, sea que el
despojo se produzca invadiendo el inmueble, manteniéndose en él o expulsando a los ocupantes" (en este caso, la acción
ejecutiva del despojo consiste en no dejar entrar al garage común de ambos apartamentos), y ese despojo como se
adelantó- asumió una forma violenta, según los criterios que informan la doctrina. Así, BREGLIA ARIAS y GAUNA admiten
que la colocación de un candado es una de las formas que puede asumir la violencia (Op. cit., pág. 661), del mismo
criterio es FONTAN BALESTRA (Op. cit., pág. 398) y RUBIANES cita varios casos de la jurisprudencia argentina que se
pronuncia en este sentido (El Codigo Penal y su Interpretación Jurisprudencial, Buenos Aires, Ediciones Depalma, 1977,
págs. 1121 y siguientes). Por las razones expuestas cabe acoger el recurso por el fondo y casar parcialmente la sentencia
(aunque no por las razones aducidas por el recurrente), pues del mismo modo en que están expuestos por separado en la
sentencia, cabe distinguir que la conducta desplegada por el encartado [...] se fracciona en dos acciones, aunque afecten
el mismo bien jurídico tutelado por el artículo 225 del Código Penal. La primera de ellas se da cuando el acusado "con su
propia mano y sin contar con la autorización del propietario del inmueble (...), ni con la del ofendido, procedió a cambiar el
candado del portón grande, común, que permitía el acceso del (sic) vehículos al área de garage, sustituyéndolo por otro
candado, sin que le suministrara al ofendido o al dueño del inmueble copia alguna de las llaves que abrían el mismo,
impidiendo de ese modo, que el (ofendido) pudiera aparcar su automotor en dicha zona, lo que coartaba su derecho como
arrendante del inmueble de marras" (...). Este hecho, como se indicó con anterioridad, por sí solo constituye el delito de
Usurpación, en la modalidad prevista y sancionada por el inciso 1) del artículo 225 del Código Penal (Usurpación por
despojo violento del derecho de posesión). La segunda de las acciones desplegadas por el imputado está referida al
portón peatonal y timbre que compartía con el ofendido, a los cuales cortó el fluido eléctrico y que en criterio de esta Sala
están correctamente calificados como constitutivos del delito previsto y sancionado por el inciso 3) del artículo 225
(Usurpación por turbación de la posesión), por lo que, en cuanto a ella debe mantenerse incólume el fallo.

Ahora bien, estos dos hechos -considerados autónomamente- son discontinuos (están temporalmente separados y
asumieron consumaciones independientes) y tienen cada uno idoneidad típica, pero son dependientes entre sí, por lo que
la punibilidad de esta pluralidad de hechos ha de establecerse, dentro de los principios que rigen el concurso de delitos,
conforme a las reglas del delito continuado (artículo 77 del Código Penal). Son dependientes, porque guardan entre sí un
alto grado de homogeneidad, referida concretamente al bien jurídico afectado y a la "forma" de ataque al mismo. En
cuanto a lo primero, el bien jurídico afectado es de la misma especie (éste es, como se dijo atrás, el uso y goce pacífico
de un bien inmueble por hecho de posesión, tenencia o ejercicio de un derecho real sobre él); en cuanto a lo segundo, la
doctrina admite que no se requiere que todas las acciones se adecuen estrictamente al mismo tipo penal, sino que lo que
se requiere es que, por lo menos, "se trate de acciones con formas comunes de varios tipos" (el subrayado es suplido,
CREUS, Carlos: Derecho Peiial, Buenos Aires, Parte General, Editorial Astrea, pág. 240. Cfr. CASTILLO GONZALEZ,
Francisco: El Concurso de Delitos en el Derecho Penal Costarricense, Publicaciones de la Facultad de Derecho,
Universidad de Costa Rica, pág. 95), tal como sucede en el presente caso, en que el imputado incurrió en dos de las tres
modalidades de Usurpación que prevé y sanciona el artículo 225 del Código Penal, acciones que comparten "formas
comunes", toda vez que ambas fueron cometidas con violencia, tal como se explicó atrás. Luego, la adopción de esas
formas comunes, realizadas en el mismo día -según se acreditó-, indica claramente que el imputado perseguía una misma
finalidad con sus actos, cual era usurpar violentamente la posesión del ofendido, afectando notoriamente el uso y goce
pacífico del ofendido sobre las áreas comunes del inmueble que compartía con el encartado. Sobre este punto ha
seftalado con anterioridad esta Sala que "...ante la dificultad que implica la averiguación de la finalidad del sujeto activo,
pues muchas veces permanece en reserva, la forma homogénea de realización de los actos es revelatoria de una misma
finalidad" (V-31 9-A, de las 11:40 hrs. del 9 de agosto de 1991). Finalmente, todos los actos del delito continuado no sólo
deben dirigirse contra el mismo bien jurídico, sino que, además, éste debe ser "patrimonial" (artículo 77 del Código Penal),
por lo que debe constatarse si en este caso el bien jurídico afectado es de carácter patrimonial. Para CASTILLO
GONZALEZ "...afectan bienes jurídicos patrimoniales los delitos previstos en los títulos VII ("Delitos contra la propiedad") y
VIII ("Delitos contra la buena fe de los negocios") del Libro II del Código penal" (Op. cit., pág. 98), y siendo que el artículo
225 del Código Penal se ubica en la Sección VI del referido Título VII del Código Penal, cabe estimar como patrimonial el
bien jurídico tutelado por el delito de Usurpación, en cualquiera de las tres modalidades que prevé y sanciona dicho
numeral. Así, pues, en este caso se reúnen todas las condiciones del Delito Continuado definidas por el artículo 77 del
Código Penal, y a efectos de establecer la pena del mismo -dice este mismo artículo- "...se aplicará la pena prevista para
el más grave, aumentada hasta otro tanto"." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 474-F de las 11,05 hrs. del 9 de
octubre.

37. USURPACION - La amenazas pueden producirse para mantenerse en el hecho de la usurpación.

"Tal y como se encuentra redactado el articulo 225 del Código Penal resulta más que evidente que la violencia, las
amenazas,el engaño y el abuso de confianza y la clandestinidad no son mas que medios que deben ser utilizados por el
autor para realizar el núcleo del tipo que consiste, casualmente, en el despojo, total o parcial, de la posesión o de la mera
tenencia de un inmueble o de un derecho real constituido sobre él. De manera que no es posible sostener, de lege data,
la tesis del recurrente en el sentido de que la violencia a que hace referencia el tipo penal no debe ser tomada en cuenta
si se ejerce después que la imputada se instaló en la casa abandonada por su legítima tenedora (en virtud de las
situaciones anormales provocadas por el evento telúrico queafectó la provincia en aquellas fechas). Un hecho que la
sentencia tiene por demostrado, y que el impugnante no oculta ni rechaza, es que la imputada Se rehusó a salir del lugar
y que incluso amenazó a la ofendida, a una hermana y a su hija, con un cuchillo a fin de evitar que la sacaran de la casa.
Las amenazas así configuradas, aunque no existiesen en forma separada en la descripción típica, forman un ejemplo de
violencia moral o de intimidación que hace que el legítimo tenedor no proceda a cuestionar el hecho de la usurpación.

Por supuesto que esta violencia o amenaza no necesariamente tiene que ser ejercida antes del despojo, bien puede ser
ejercida después para mantenerse en el lugar como el mismo artículo lo prevé, es decir, que el despojo se produzca
manteniéndose en el inmueble tal y como lo hizo la imputada. Existe una relación directa entre estas amenazas o
violencias morales y el despojo que ya se había realizado anteriormente de la posesión de una persona que ella conocía
bien vivía allí y que luego fue notificada por personeros del Instituto Mixto de Ayuda Social de que la ofendida era
adjudicataria del citado inmueble, lo que hace que no existan los requisitos fácticos para tener por demostrado un
pretendido error de tipo como bien lo explica el a quo en el fallo (...). Por lo expuesto no puede aceptarse la tesis del
recurrente de que existe una atipicidad en la conducta de su defendida porque las amenazas fueron "a posteriori", porque,
como ya se ha demostrado, el tipo penal se conforma con que para mantenerse en el hecho de la usurpación y el
consiguiente despojo se utilicen las amenazas y lograr, con ello, evitar la legítima acción del tenedor o poseedor." 1993.
SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 13-F de las 9,30 hrs. del 8 de enero.

B- DERECHO PROCESAL PENAL


38. ACCION CIVIL RESARCITORIA - Notificación a personas jurídicas.

"En su recurso de casación por la forma, el abogado (...) denuncia la violación de los artículos 39 y 41 de la Constitución
Política, 60 y 73 del Código de Procedimientos Penales. Argumenta el impugnante que nunca recibió personalmente
notificación de la acción civil resarcitoria, en su condición de representante de la demandada civil en este proceso penal
[...]; lo que constituye una violación al «debido proceso», pues su representada quedó en estado de indefensión. "Si se
pretende notificar al demandado civil y entratándose de una persona jurídica, lógicamente que la notificación debe hacerse
con el apoderado o representante judicial de esa persona, pues de lo contrario la persona como tal no ha sido notificada y
se le deja en un estado de indefensión" [...].

No es de recibo el reclamo. El ordenamiento jurídico es un complejo armónico de normas que, han de integrarse orgánica
y sistemáticamente, y, aunque la acción civil resarcitoria está regulada por el Código de Procedimientos Penales, las
«lagunas» deben llenarse por aplicación analógica de otros cuerpos normativos. Así, en él presente asuntó la Sala de
Casación acude al artículo 184 del Código Procesal Civil, que dice ad litteram: "Artículo 184. Notificación a personas
jurídicas. Las personas jurídicas serán notificadas por medio de notificación personal a su representante. De no ser
posible, seran notificados por medio de cédula en el lugar donde esté situada su dirección o administración; también
donde se encuentre su sucursal o agencia, pero en este caso solo respecto a obligaciones ejecutadas o celebradas por
medio de la sucursal o agencia". (Se suple el subrayado.) Ahora bien, (...) corre un informe del notificador del Juzgado
Tercero Penal de San José, donde indica que la notificación referida en el acta (...), fue practicada en el domicilio legal de
(...) con la recepcionista y no personalmente con el señor [representante de la demandada civil]; y fue así porque, expresó
el notificador "... en diferentes oportunidades me hice presente a esas oficinas sin poder dar con el señor [representante
de la demandada civil], y al consultar con la recepcionista me indicó que dicho señor no tenía hora ni días fijos para
llegar...". La información suministrada por el señor notificador del Juzgado Tercero Penal de (...), es el su puesto de hecho
para la aplicación de la norma transcrita, sobre la notificación en las oficinas de una persona jurídica ante la imposibilidad
de localizar a su representante. Así, la diligencia en criterio de la Sala fue realizada correctamente y no causa
indefensión. No podría considerarse nunca, dentro de lo jurídicamente posible y de lo humanamente exigible a un
notificador, el hacer llegar directamente la cédula correspondiente a una persona que no tiene un horario definido de
atención. Esta aplicación supletoria se encuentra expresamente autorizada en los artículos 5 de la Ley Orgánica del Poder
Judicial y 4, 6, y 12 del Código Civil. Por ello, como ya se adelantó, se declara sin lugar el recurso." 1993. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N° 49-F de las 9,30 hrs. del 29 de enero.

39. ACCION CIVIL RESARCITORIA - Oportunidad procesal para oponer excepciones.

(...), el alegato presentado establece una falta de aplicación de los numerales 67, en relación con el 389 párrafo 2, ambos
del Código de Procedimientos Penales. En sustento de su reparo apunta el recurrente que la oposición hecha a las
partidas fue efectuada en tiempo toda vez que dicho acto se verificó durante el debate, oportunidad procesal indicada por
la Ley y la Doctrina donde se sustancian la pretensión civil y la actividad del demandado civil a demostrar la necesariedad
de la no satisfacción de las partidas. La Sala encuentra, de una revisión del acta de debate, que una vez abierto el mismo,
la Licda.(...) hizo un comentario sobre el peritaje matemático y el artículo 372 del Código de Procedimientos Penales,
luego de lo cual se procedió al interrogatorio de identificación del acusado, y a tomar las declaraciones de los testigos.
Luego, una vez que se recibieron todas las declaraciones, y que se tuvo por incorporada la prueba documental, el señor
representante del Estado, pidió que se resolviera el "incidente" planteado por la defensa, pero se le aclaró en la audiencia
que no era un incidente sino más bien un comentario. En otras palabras, que una vez abierto el debate, estando
constituido previamente el actor civil y el demandado civil, este último no hizo oportunamente las oposiciones a la acción
civil resarcitoria, ni tampoco opuso excepciones al planteamiento de la acción mencionada. En este sentido se establece
que: "Al respecto ha de decirse desde ahora que las excepciones de falta de derecho y falta de legitimación activa
opuestas por la defensora y el apoderado del Estado, que ha venido figurando como demandado, no obstante que el
Tribunal puso atención a los argumentos..., se rechazan por extemporáneas, pues no era en la discusión final cuando
procedía su interposición." (...). Lleva razón el Tribunal de Mérito en cuanto a su criterio sobre el punto, toda vez que en
la discusión final no deben establecerse las excepciones a la acción civil sino que las mismas deben ser planteadas luego
de la apertura del debate a fin de que los juzgadores puedan tenerlas en cuenta para su sustanciación." 1992. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N° 596-F de las 9,10 hrs. del 11 de diciembre

40. ACCION CIVIL RESARCITORIA - Pago de intereses - Análisis de su procedencia.


En el sexto motivo se citan como violadas las normas 125 y 127 inciso 4 y párrafo final del Código Penal de 1941; 103
inciso 2 del Código Penal; 38 de la Ley de Tránsito; 10, 11, 59, 1045, 1046 y 1163 del Código Civil, por cuanto el a quo
rechazó el pago de intereses que solicitó el actor civil, por el tiempo transcurrido sin percibir las sumas que se solicitan en
la acción civil resarcitoria, a partir del día de los hechos que dieron origen a esta causa. Sobre esto valga decir que se
han producido tres tesis para resolver el problema. La primera de ellas considera que los intereses son debidos por el
responsable civil sólo a partir de la sentencia, pues es en ese momento cuando existe deuda líquida. Una segunda
posición establece que existiendo deuda cierta (y ello ocurre pues la persona responsable de un hecho que causa un daño
a otro no ignora su culpa), procede el pago de intereses desde el día de la demanda, aunque no hubiese habido
determinación del monto. La tercera tesis establece que los intereses corresponde pagarlos desde el día del hecho, pues
la obligación de resarcimiento no emana de la sentencia, dado que la misma es declarativa y no constitutiva y además los
intereses son consecuencia de una deuda insoluta por un tiempo determinado, alegato que se esgrime en el recurso
(sobre el tema puede verse ORGAZ, Alfredo: El Daño Resarcible, Buenos Aires, Ediciones Depalma, 3º edición
actualizada, 1967, pág. 150 y ss.). Al respecto se considera importante, para el presente caso y los futuros que puedan
estudiarse en esta sede, fijar la posición de la Sala, no sin antes advertir que ninguna de las normas señaladas por el
recurrente, se refieren al pago de intereses generados por sumas concedidas por pago de daños y perjuicios producto de
un ilícito penal. Las cuatro primeras disposiciones se refieren a saldar sumas relativas a daños y perjuicios; los artículos
10 y 11 del Código Civil, a la forma de interpretación de las normas; el numeral 59 ibidem a indemnización por daño
moral; 1045 y 1046 al pago de daños y perjuicios y la solidaridad de esa cancelación y 1663 ejusdem, a la fijación del seis
por ciento de interés anual, cuando la tasa de interés no esté fijada contractualmente, es lo que corrientemente se ha
denominado "interés legal". Según el artículo 103 del Código Penal "Todo hecho punible tiene como consecuencia la
reparación civil, que será determinada en sentencia condenatoria; esta ordenará: 1) La restitución de las cosas o en su
defecto el pago del respectivo valor; 2) la reparación de todo daño; y la indemnización de los perjuicios causados tanto al
ofendido como a terceros; y 3) El comiso". La mayoría de estos conceptos son reiterados en el artículo 122 del Código
Penal de 1941, aún vigente, cuando se especifica: "La reparación civil comprende: 1) la restitución de la cosa. 2) La
reparación del daño material y moral. 3) La indemnización de los perjuicios". En los numerales posteriores, se desarrolla el
sistema correspondiente al pago de esos rubros. Podemos afirmar que "El daño material o patrimonial es, por tanto, aquel
que recae sobre el patrimonio, sea directamente en las cosas o bienes que lo componen... el que sufren los bienes
económicos destruidos o deteriorados" (ORGAZ, Op. cit., pág. 20). El artículo 124 del Código Penal de 1941, así lo
establece: "La reparación del daño material se hará mediante una indemnización pecuniaria, que se fijará valorando la
entidad de todos los daños patrimoniales causados con la acción u omisión punibles..." Respecto a la reparación de los
perjuicios, estos están constituidos por los menoscabos de orden patrimonial que el individuo sufre como consecuencia
indirecta de la acción humana, traducido en pérdidas de utilidad o de lucro. Entonces sería daño patrimonial o indirecto o
perjuicios, por ejemplo, "los gastos realizados (dañó emergente) para la curación de lesiones corporales; o las ganancias
que se frustran (lucro cesante) por efecto de la incapacidad para el trabajo sobrevenida a la víctima, temporaria o
permanentemente, como consecuencia a un daño en su salud o a su integridad temporal (ORGAZ, Op. cit., págs. 20 y
21). La anterior exposición tiene como fin concluir que, cuando se produzca un delito, el damnificado puede, mediante la
acción civil resarcitoria, pedir la restitución del bien; si ello no procediera, puede cobrar la indemnización correspondiente
a ese bien, para que no se deteriore su patrimonio y además cobrar perjuicios, sea el daño emergente y el lucro cesante
que tal acción produjo, para que no se menoscabe el patrimonio de la víctima. Reclamadas esas sumas, el juez deberá
fijarlas, previa demostración, en los montos correspondientes y exactos, de manera que no cause lesión alguna al
patrimonio del reclamante, eso es lo que se denomina reparación integral o plena. Si ello ocurre así, ningún detrimento
sufre el patrimonio del damnificado, pues se le está reintegrando en las sumas cabales y por ser esa indemnización plena,
ninguna suma por concepto de intereses debe concedérsele. Por lo dicho, aunque con distintas razones de las expuestas
por el a quo, en el caso en estudio ha sido bien rechazada su pretensión en cuanto a este aspecto. En términos
generales, sí deben cancelarse intereses del tipo moratorio, precisamente cuando en sentencia se han fijado las sumas
respectivas y hasta su efectivo pago, pues ahí sí se está en presencia de una deuda líquida y exigible. Ya establecida en
sumas líquidas y exigibles, la indemnización integral y plena, de modo que no se menoscabó el patrimonio del
damnificado, la no cancelación de esas sumas o mejor dicho, hasta el momento de su pago, deben cobrarse y así
establecerse los intereses legales correspondiente sobre esos montos. En el presente asunto, el representante de los
actores civiles únicamente reclamó intereses desde la fecha de los hechos hasta el día de la sentencia (ver acta de
debate, folio 231, líneas 10 a 12) y otros intereses, producto del pago de un pasaje de avión para la compra de un
repuesto, según las sumas fijadas por el perito (acta de debate, mismo folio, líneas 3 a 7). En el informe pericial de folios
85 y 86, se estipula que tales intereses están calculados desde las fechas de pago hasta la fecha del informe. Por eso, en
ambos casos no se cobraron intereses desde la sentencia hasta su efectivo pago (sea los moratorios) y aunque así se
reclama en el presente asunto, la Sala no podría concederlos, pues no fue un punto discutido ni controvertido en juicio y
tampoco fue solicitado al emitirse las conclusiones, por lo que su concesión deviene en el vicio de ultra o extra petita. Por
lo expuesto, se declara sin lugar este aparte. 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 566-F de las 8,30 hrs. del 27 de
noviembre.
41. ACTA DEL DEBATE - Requisitos - Innecesaria consignación de manifestaciones de testigos.

"Debe indicarse que el acta de debate sólo debe reseñar los datos que exige el artículo 390 del Código de Procedimientos
Penales, y sólo en forma excepcional debe procederse de conformidad con el artículo 391 ibídem (Ver voto de esta Sala
177 de 17:05 horas del 25 de setiembre de 1984). El acta de debate es un documento que sirve "para acreditar los actos
cumplidos en la audiencia, la prueba introducida al debate mediante lectura, las incidencias planteadas y las peticiones de
las partes externadas en las conclusiones, así como los resúmenes de las declaraciones testificales cuando sean caso de
prueba compleja y el Juez lo estime pertinente. Sobre esos extremos sí tiene eficacia probatoria, pero no respecto del
resumen oficioso sobre la declaración de los testigos que el Secretario toma sin la supervisión y autorización expresa del
Juez, pues ello conllevaría al traslado al Secretario de la capacidad legal para establecer el contenido probatorio de un
testimonio..." (Voto 179-F de 14:50 horas del 2 de octubre de 1984; ver además votos 203-F-84, 204-F-84 y 222-F-84,
107-F-1991 todos de esta Sala). El artículo 390 precitado no contiene como requisito de un acta válida el que se
consignen las manifestaciones de los testigos, o los aspectos peculiares o distintivos de esas manifestaciones, que, como
ya se ha dicho, pertenecen a la tarea del juez quien es el que debe, presenciando el contradictorio y con la inmediación
de la prueba, denotar estos aspectos para formarse el criterio que lo llevará al dictado de una sentencia." SALA
TERCERA DE LA CORTE, N° 547-F de las 9,10 hrs. del 13 de noviembre.

42. ADMISIBILIDAD DEL RECURSO DE CASACION - Alcances del control de admisibilidad que corresponde al
tribunal a quo.

"A efectos de resolver la cuestión aquí planteada, resulta conveniente que la Sala defina algunas cuestiones relativas al
examen o control de admisibilidad del recurso de casación, concretamente al que hace el Tribunal o Juez a quo que
puede justificar el rechazo o inadmisión del recurso de casación. Este consiste en el somero análisis de los siguientes
aspectos: a) si el recurrente está habilitado para recurrir (legitimación); b) si la impugnación ha sido interpuesta en el plazo
de quince días de notificada la resolución recurrida; c) si se indican los puntos de la decisión impugnados; ch) si se
expresan e indican separadamente los motivos de impugnación; d) si el escrito contiene las especificaciones del artículo
477 del Código de Procedimientos Penales y, finalmente; e) si la resolución es recurrible en casación. El a quo proveerá
la admisión o el rechazo total o parcial en el término de tres días (art. 478 ibidem). Si falta alguna de esas exigencias, el
a quo no deberá conceder el recurso por ser formalmente improcedente (cfr. la resolución de esta Sala V-457-A de las
9:50 horas del 27 de diciembre de 1983). Pero debe destacarse la importancia que importa la necesidad de lograr una
simplificación de este primer control de procedencia, reservándolo para los aspectos más elementales o sencillos de las
cuestiones supraindicadas, pues la comprobación de los problemas más complejos y discutibles quedarán para la
resolución del ad quem, porque el análisis de estos últimos es de exclusiva competencia de la Sala de Casación.
De otro modo -resulta evidente- habría una duplicación innecesaria de un mismo control. Así, por ejemplo, respecto al
requisito relativo a la expresión de los motivos (o agravios) y fundamentos aducidos por el impugnante, el examen del a
quo deberá limitarse a verificar si formalmente el interesado aduce y explica una inobservancia o errónea aplicación de la
ley sustantiva o de una norma procesal establecida bajo pena de inadmisibilidad, caducidad o nulidad en nuestro
ordenamiento procesal, pero NO le corresponde a él examinar el fondo del motivo, esto es, si el motivo formalmente bien
expresado, sustancialmente existe o no. Un criterio para deslindar las esferas de competencia respectivas sobre
inadmisibilidad y rechazo está dada porque en la instancia a quo sobre la admisibilidad será por improcedencia
meramente formal y nunca por improcedencia sustancial (respecto al fondo, declarable por el ad quem), aunque esta
última sea notoria y evidente para el Juez o Tribunal sentenciador que hace el primer examen de admisibilidad." 1992.
SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 575-A de las 10,25 hrs. del 13 de noviembre.

43. CONDENATORIA EN COSTAS AL ESTADO - Imposibilidad de separar la obligación de reparar daños y


perjuicios del pago de costas.

"El recurrente alega que las costas son personales y debe pagarlas d condenado y no el responsable solidario, ya que la
responsabilidad penal es personal, además de que la conducta del sujeto es una extralimitación del ejercicio de sus
funciones que no es amparada por el Estado, estando este último obligado solamente a pagar los daños y perjuicios y no
las costas. La obligación a reparar los daños y perjuicios, así como también al pago de las costas personales y
procesales, forma una unidad inescindible que no puede separarse para mayor beneficio del Estado, en este caso deudor
solidario. Esta tesis no puede sostenerse ni desde el punto de vista de la responsabilidad de la Administración por
conducta ilícita (artículo 191 de la Ley General de la Administración Pública) como tampoco de las condiciones de ejercicio
funcional del cargo en que fue realizado el hecho que aquí se analiza. En cuanto al primer aspecto, el artículo 191 citado
establece que la Administración debe reparar todo daño causado a los derechos subjetivos ajenos por faltas de sus
servidores durante el desempeño de sus funciones y también de aquellas cometidas con ocasión del mismo, utilizando las
oportunidades o medios que el cargo ofrece, ...aun cuando sea para fines o actividades o actos extraños a dicha misión."
Así tenemos que la responsabilidad de la Administración Pública en Costa Rica es amplia, tanto para conducta normal y
por acto lícito (art. 194 Ley General de la Administración Pública) como también por conducta anormal y por acto ilícito.
Esta idea viene a ser subrayada por el numeral 190 del mismo cuerpo de leyes. La Ley General de la Administración
Pública habla de "daño" donde debemos entender incluidos tanto la reparación civil de los daños y perjuicios ocasionados
como también los costos para lograr la declaratoria judicial del pago de dichos rubros. Otra interpretación iría en el sentido
de limitar una responsabilidad amplia como la que la misma Ley fija para el Estado por la conducta de sus representantes
y servidores. En cuanto al segundo aspecto, resulta más que evidente que el señor representante del Estado y la Licda.
(...) Procuradora Adjunta de Defensas Penales, se apersonaron en el proceso para defender al acusado reconociendo al
efecto que la actividad criminal había sido realizada con ocasión del ejercicio de las funciones que le habían sido
encomendadas y aprovechándose de los medios que le habían sido suplidos para dicho desempeño, por lo que el Estado
ahora no puede desconocer el surgimiento de este deber a satisfacer la deuda que se ha determinado. De ahí que debe
declararse sin lugar el recurso por el fondo." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 596-F de las 9,10 hrs. del 11 de
diciembre.

44. CORRELACION ENTRE ACUSACION Y SENTENCIA - Alcances.

"Ya esta Sala en resolución N° 137-F de las 9:10 hrs. del 24 de abril de 1992, señaló que no puede -en virtud del
principio de correlación entre acusación y sentencia- esperarse una identidad absoluta entre hecho imputado y hecho
probado. Dicho principio procura evitar la lesión de los derechos del encartado, por lo cual no debe encontrar en el debate
variaciones al marco fáctico, que constituyan «sorpresas» y le impidan el ejercicio de la defensa. La identidad absoluta
entre acusación y sentencia, es prácticamente inalcanzable. El proceso penal inicia con un sencillo aviso acerca de la
posible comisión de un hecho delictivo, que provoca una investigación judicial para allegar elementos probatorios al
expediente, a fin de comprobar o desvirtuar la noticia. Obviamente, en esta actividad procesal, según sean reunidos los
elementos de juicio se va modificando el criterio del tribunal con relación a los hechos, y no se viola la defensa en tanto
las variaciones no incidan en el núcleo esencial de la acusación. Si al requerir una investigación de los tribunales, el
Ministerio Público estuviera obligado a formular con todo detalle el hecho, sería innecesario el procedimiento de
instrucción, porque para cumplir esa exigencia rigurosa debería -de previo- reunir las pruebas que le permitirían
pormenorizar la acusación. Pero, como la actividad investigativa está a cargo del Juez de Instrucción, es suficiente que en
términos generales el requerimiento describa la especie, y su circunstanciación corresponde a los tribunales. El derecho
de defensa se respeta, en la medida en que el encartado y su defensor intervengan en la recolección de pruebas, de
modo que al llegar a juicio no se vean sorprendidos por cambios esenciales en los hechos. Todo lo recabado durante la
instrucción constituye el presupuesto de la acusación, la cual se resume en el requerimiento o en el auto de elevación a
juicio. Pero además debe agregarse que los hechos que sirven de base a la intimación, son reformables inclusive en el
debate, pese a que con ello se pudiera aplicar una sanción más severa por agravarse el delito, o que se descubran
nuevos hechos que constituyan delito continuado (artículo 376 del Código de Procedimientos Penales). De manera que la
correlación fáctica entre acusación y sentencia, no se traduce en una enunciación hermética, sino que podría ser
modificada según avanza el proceso. 1993. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 95-F de las 9,35 hrs. del 12 de marzo.

45. COSTAS - No existe motivo alguno para privilegiar al Estado con la exoneración del pago de costas.

"Alega la representante del Estado que la sentencia condenó a éste en forma errónea a pagar ambas costas del juicio,
por lo que se quebrantó por interpretación errónea el artículo 544 del Código de Procedimientos Penales. Sustenta su
reparo en que se le dio a dicha norma un alcance que no tiene, pues según su criterio "el artículo en comentario está
destinado a ser aplicado, no en forma indiscriminada como lo hace la sentencia recurrida, sino a las partes del proceso en
sentido estricto. Lo expresado se encuentra apuntalado por lo dispuesto en el artículo 124 de la Ley 4891 de 8-IX-71, en
el sentido de que en un caso como el presente la condena debe circunscribirse a la reparación del daño material, con
exclusión de cualquier otro tipo de responsabilidad, como el pago de ambas costas del proceso..." (...). El reparo carece
de toda razón. Si el Estado figuró como parte demandada civil en el proceso penal, no existe motivo alguno que le
otorgue un privilegio como el alegado, en detrimento de los demás sujetos que en aquél intervinieron. Tampoco la ley a
que alude la impugnante (la N° 4891 de 8-11-71 que dejó vigente el Título IV del Libro 1 del Código Penal de 1941
relativo a la reparación civil) hace el distingo que reclama, puesto que se trata de una norma genérica que se refiere al
modo en que debe hacerse la reparación del daño material y no al aspecto procesal de las costas." 1993. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N° 93-F de las 9,25 hrs. del 12 de marzo.

46. DEMANDADO CIVIL - Posibilidad de asignarle un defensor público.

"Igualmente, se accede a la petición que formula el demandado civil (...) para que se le nombre un defensor público que lo
represente en este proceso, por lo que, además, deberá solicitarse al Departamento de Defensores Públicos la
designación de un profesional en derecho para esos efectos. Lo anterior, de conformidad con el artículo 79 del Código de
Procedimientos Penales, en relación con el 74 ibídem. El primero de esos numerales establece que: "El demandado civil
gozará, desde su intervención en el proceso y en cuanto concierna a sus intereses civiles de las facultades y garantías
concedidas al imputado para su defensa." El segundo señala, en su parte final, los casos en que obligatoriamente debe
nombrarse un defensor público para que represente al demandado civil, sin perjuicio de que, en casos como el presente,
esa designación se haga atendiendo una petición voluntaria de la parte interesada." 1992. SALA TERCERA DE LA
CORTE, N ° 530-A de las 10,20 hrs. del 23 de octubre.

47. DEMANDADO CIVIL - Validez de las notificaciones realizadas al imputado que tiene la condición de
demandado civil.

"Se acusa la violación de los artículos 39 y 41 de la Constitución Política, 73, 79, 123, 145, inciso 3), 146, 344, 349, 355 y
400, inciso 4) del Código de Procedimientos Penales. Como fundamento se aduce que no se le notificó, en su carácter de
demandado civil, los autos de: elevación a juicio, de citación a juicio y el que señaló para el debate. Indica que si bien la
acción civil fue delegada al Ministerio Público, el hecho de que su trámite sea el previsto en el artículo 341 del Código de
Procedimientos Penales, no es motivo para que no se le tuviera como demandado civil, para que no se le citara como tal.
Expresa que la acción civil es independiente de la penal, que fue notificado de las resoluciones dichas únicamente en
calidad de acusado, pero no en calidad de demandado civil. Y -agrega- que el artículo 39 Constitucional, impide condenar,
incluyendo la materia civil, si previamente no ha sido concedida la oportunidad de defensa. Sin embargo, los reproches por
inconsistentes deben desestimarse por las siguientes razones. Las resoluciones señaladas por el recurrente, que dice no
le fueron notificadas en calidad de demandado civil, si le fueron notificadas en calidad de imputado, como él mismo lo
reconoce. Ello sería bastante para desestimar los reparos, porque al tener la doble condición de imputado y demandado
civil, era suficiente con la notificación en la primer condición. Pero aún hay más: de la constitución del Ministerio Público
en actor civil por delegación (...), se dio traslado al imputado y a su defensor -en ese momento el licenciado (...)-
entregándose copias del escrito de constitución [...], lo que permitió al defensor oportunamente oponerse a dicha acción
(...). En igual forma se notificó al imputado, como en el caso anterior, en la oficina de su defensor, al efecto señalada: a)
el requerimiento de elevación a juicio que contenía los motivos en que se fundamentaba la acción civil [...]; b) la resolución
que admitió la prueba ofrecida por las partes, en la cual se acepta el nombramiento del perito matemático, propuesto por
el Ministerio Público, para valorar los daños y perjuicios sufridos por el ofendido [...]; y, c) la providencia que puso en
conocimiento de las partes, por tres días, el dictamen pericial rendido [...], e incluso se entregaron copias del peritaje [...]
lo cual permitió al defensor formular reparos u oposición. Por último, el defensor en el debate rechazó la pretensión civil.
Consecuentemente, no es dable legalmente aducir en este caso, indefensión por el motivo indicado, "impidiéndome ejercer
la defensa de mis intereses de índole civil" (sic). Cabe citar, como antecedentes, las resoluciones de esta Sala: V400 F de
10:00 hrs. del 8/5/87 (en la cual considerándose el doble carácter del imputado y a la vez demandado civil, tuvo por
válidas las notificaciones de la citación a juicio y del traslado acerca de la constitución del actor civil, en la oficina de la
defensora); V-256 F de 9:40 hrs. del 30/9/88 (en la que, pese a que no se dio curso a la acción civil delegada en el
Ministerio Público, se resolvió que no había nulidad, por indefensión para el imputado y a la vez demandado civil, porque
se notificaron al defensor la resolución que puso en conocimiento del Ministerio Público la delegación de la acción civil
hecha por el ofendido, y la resolución que difirió el trámite resarcitorio para la etapa preliminar del juicio, y porque en los
actos preliminares del debate se leyó el requerimiento de elevación a juicio, el cual contenía la constitución de la acción
civil por delegación en los términos del artículo 341 del Código de Procedimientos Penales), lo que permitió al interesado
formular la oposición que tuvo a bien hacer); y, V-619 A de 8:00 hrs. del 22/11/88 (en la cual, por ostentar los querellados
el doble carácter de demandados civiles, se estimó suficiente la notificación del auto que dio curso a la acción civil, hecha
en la oficina, previamente señalada, del defensor de los querellados). Consecuentemente, la pretensión de anular la
sentencia en cuanto acoge la acción civil resarcitoria, debe declararse sin lugar al no existir los yerros reclamados." 1992.
SALA TERCERA DE LA CORTE, N ° 526-F de las 9,50 hrs. del 6 de noviembre.

48. DENUNCIA - Validez como acto procesal a pesar de la abstención posterior del denunciante como testigo

"Debe destacarse que la denuncia siempre vale como acto procesal, pues es la manifestación de voluntad para que se de
inició al proceso o sea que como presupuesto procesal, acredita la circunstancia de la comunicación de la notitia criminis
por parte del ofendido, no obstante que, con el objeto de salvaguardar el derecho de abstención tutelado en la
Constitución Política, no se deberá sustentar la sentencia en el contenido de la declaración brindada, en aquellos
supuestos en que el denunciante bajo su condición posterior de testigo, esté facultado en razón del parentesco para
abstenerse de declarar y haga uso de ese derecho, que es irrenunciable en forma absoluta, de acuerdo con lo dispuesto
por la Sala Constitucional de esta Corte (ver V-264-91 de las 14 horas 30 minutos del 6 de febrero de 1991). Sin
embargo, la abstención del ofendido a declarar no significa que desaparezca la instancia, pues darle los alcances que
pretende el impugnante, desestimaría la existencia de la denuncia y equivaldría a eliminar el acto que dio inicio al
procedimiento penal. La denuncia de un ilícito de acuerdo con lo expuesto, mantiene su validez en todo momento, para
acreditar el acto que pone en conocimiento la posible comisión de un delito, no obstante que en cualquier etapa del
proceso -al que dio origen-, el denunciante decida no declarar, lo que no podrá hacer el juzgador es considerar el
contenido de la denuncia para fundamentar el fallo." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 438-F de las 15 hrs. del
25 de setiembre.

49. DERECHO DE ABSTENCION - Alcances - Posibilidad de incorporar declaración por muerte del testigo.

"Como único motivo por la forma, alega el defensor público del imputado [...], violación de los artículos 227, 228, 145.3 y
400.3 del Código de Procedimientos Penales y 36 y 39 de la Constitución Política, así como falta de observancia de la
resolución 264-91 de 14:30 horas del 6 de febrero de 1992, dictada por la Sala Constitucional, al haberse incorporado al
debate la declaración del ofendido -sobrino del imputado-, por haber fallecido. Argumenta, con base en el fallo dicho, que
el fin primordial de la abstención de parientes es la protección de la familia, que ese derecho es absoluto e inviolable, que
no tiene límite pues es ejercitable en cualquier etapa del proceso y desde luego, no es renunciable en forma absoluta.
Para resolver el punto en cuestión, no está de más hacer una breve reseña de lo ocurrido en este asunto. Según consta
[...], el supuesto ofendido [...], se apersonó a la Alcaldía de [...], denunciando a su tío, el imputado [...], haciéndosele las
"advertencias Legales y Constitucionales que no está obligado a rendir esta declaración, así como las disposiciones del
artículo 81 bis del Código Penal y dice que mantiene su deseo de denunciarlo" [...]. Se siguió con el trámite pertinente de
citación directa, se señaló para debate [...], se realizó el mismo [...], dictándose sentencia [...]. Contra ésta, se interpuso
recurso de casación [...], el cual fue declarado con lugar, con fundamento, principalmente, en que se omitió "advertirle al
ofendido [...], que no estaba obligado a declarar en contra del imputado, por tratarse de su tío" [...]. Señalado nuevo
debate [...] se tuvo noticia [...], que el ofendido había fallecido, y por esa circunstancia el Juez incorporó su declaración y
conjuntamente con otras probanzas condenó al imputado [...].

La sentencia 264-92 de la Sala Constitucional, tuvo su origen en consulta judicial formulada por el Tribunal Superior Penal
de […], Sección Primera y en lo que interesa dispone: "La garantía constitucional del artículo 36 de la Constitución
Política, es absoluta en el tanto que no admite ninguna limitación aún cuando provengan de la ley [...]. Esta norma en
forma clara, con el fin de proteger la cohesión del núcleo familiar, fundada en razones de orden moral y familiar, deja a
entera voluntad del testigo decidir si declara o no dentro del proceso penal (...) El artículo 227 del Código de
Procedimientos Penales, recoge parcialmente el privilegio y señala en forma expresa que no están obligados a declarar en
contra del imputado, su cónyuge, ascendiente, descendiente o hermano [...] El artículo 228 por su lado, regula las
relaciones con los parientes en línea colateral, estableciendo la obligación de declarar en los presupuestos antes referidos,
es decir, cuando se es querellante, denunciante, actor civil o cuando el hecho se ejecutó en perjuicio suyo, o de pariente
cn grado igual o más próximo, lo que es una clara contradicción con lo dispuesto en el artículo 36 de repetida cita, que no
admite ninguna limitación.

En consecuencia, es inconstitucional el artículo 228, al limitar el privilegio de abstención a declarar a los parientes
colaterales". De lo que se lleva expuesto, surge una primera conclusión que parece definitiva: sin ninguna excepción, ni
limitación, los alcances del artículo 227 del Código de Procedimientos Penales son los mismos del artículo 36
constitucional, y que tal situación ocurre respecto al artículo 228 ibídem. Pero en el Considerando VI de la resolución en
comentario, se precisa con mayor detalle esos alcances de la siguiente forma: "Es de singular importancia también,
advertir que el texto del artículo 36 constitucional, lo que consagra es un derecho a la abstención de un acto procesal, en
aras de proteger los vínculos familiares, como ha quedado dicho, y como tal, es ejercitable en cualquier etapa del proceso
y desde luego no es renunciable en forma absoluta. Es decir, que el hecho de denunciar un supuesto ilícito, no implica
para el sujeto, el deber de declarar como lo señala el artículo 228 referido. Siempre y cada vez que sea necesario
declarar, el pariente en los grados indicados en el artículo 36 de la Constitución Política, puede abstenerse de hacerlo, sin
que ello le implique responsabilidad de ninguna índole, y sin que el tribunal pueda incorporar a la etapa del debate su
declaración previa, puesto que no se está en los casos de excepción del artículo 384 del Codigo de Procedimientos
Penales y porque incorporar por lectura la declaración, equivale a la violación del privilegio de abstención, por una vía
indirecta no contemplada en la Constitución Política" (el subrayado es suplido).

Amén de la resolución parcialmente transcrita, en voto 1739-92 de las 11:45 horas del 1 de julio de este año, relacionada
con los alcances del Debido Proceso, se indica que entre los aspectos primordiales en los que se manifiesta ese principio,
está el derecho de defensa en sí y dentro de él, "el acceso irrestricto a las pruebas de cargo y la posibilidad de
combatirlas, particularmente, repreguntando y tachando o recusando a testigos o peritos, lo cual comporta, además que
los testimonios y dictámes deban presentarse en presencia del imputado y su defensor, por lo menos salvo una absoluta
imposibilidad material -como muerte del testigo-." (el subrayado no es del original).

Analizando tales resoluciones de la Sala Constitucional en conjunto, puesto que son complementarias, puede asegurarse
que si bien el derecho de abstención es ilimitado, irrenunciable y debe ejercitarse en cualquier etapa del proceso y que
como integrante del derecho de defensa, las pruebas deben recibirse en presencia y con participación del imputado y su
defensor, se admite la salvedad de incorporar la declaración cuando se esté en presencia de los casos de excepción del
artículo 384 del Código de Procedimientos Penales, como sería la muerte del testigo (inciso 3 del mencionado numeral).
Ello es precisamente lo que ocurre en el presente asunto, pues habiéndosele hecho la advertencia al ofendido, sobrino del
imputado, falleció antes de la realización del segundo debate, por lo que al incorporar su declaración no se violan las
normas constitucionales ni procesales alegadas. 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 558-F de las 9 hrs. del 20 de
noviembre.

50. DERECHO DE ABSTENCION - Inexistencia para la concubina

En este alegato, la Licda. (…) plantea la falta de fundamentación al apoyarse el fallo en prueba ilegítima indebidamente
incorporada al debate (…). Agrega que si se suprime la prueba ilegítima, ya no existen indicios efectivos que permitan
incriminar a su defendido (…). Tampoco lleva razón la recurrente en este motivo de su recurso, en primer lugar, y
acudiendo a lo expuesto en el anterior Considerando, los policías quienes, como testigos, declararon sobre lo que (la
concubina del imputado) había manifestado libremente y sin requerimiento o formalidades procesales, no han producido
ninguna prueba ilegítima entendiendo por esta última una prueba que haya sido obtenida en lesión directa al debido
proceso o al derecho de defensa contemplados en la Constitución Política. Debe observarse que la jurisprudencia de la
Sala Constitucional (Voto 264 de las 14:30 hrs. del 6 de febrero de 1991) no ha asimilado el caso de la familia de hecho o
de las relaciones concubinarias a los del matrimonio regularmente constituido según las disposiciones legales, por ello
quien se encuentre bajo los lazos de hecho producto de una relación concubinaria no está en situación de abstenerse de
declarar en un proceso penal. Así, el artículo 227 del Código de Procedimientos Penales, no infringe la garantía genérica
contenida en el artículo 36 de la Constitución Política cuando contempla el privilegio de la abstención únicamente para el
cónyuge legal. La Sala Constitucional, en este mismo voto, señala que el texto del artículo 36 contempla el derecho a la
abstención como un "pacto procesal" para proteger los vínculos familiares, de donde se concluye que una excepción para
la concubina no lesiona ese objetivo constitucional de tutela de la cohesión del núcleo familiar. Es por esta razón que no
hay que aplicar en el caso concreto el mecanismo de la supresión hipotética que ha sido introducido por la jurisprudencia
constitucional para eliminar los efectos anuladores de una prueba ilegítima, como lo solicita la recurrente. 1993. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N° 16-F de las 9,45 hrs. del 8 de enero.

51. INTERESES LEGALES - Obligación de fundamentar la condenatoria a su pago.

En el aparte marcado "a.5.-" [...], el impugnante reclama violación de los artículos 106, 393, párrafo segundo, 395, incisos
2) y 3), 400, incisos 4) y 5), del Código de Procedimientos Penales. Considera que la sentencia, en cuanto condena al
pago de intereses legales, resulta inmotivada en derecho, toda vez que no consigna con base en cuáles disposiciones
legales se otorga dicho extremo; además, porque no se indica a partir de cuándo corren esos intereses, ni a qué tipo
porcentual fueron calculados. El reclamo es de recibo. El juzgador tiene la obligación de fundamentar todos los extremos
relevantes del pronunciamiento, señalando los motivos que permiten arribar a cada conclusión. Sin embargo, en el
presente asunto, la sentencia no indica cuáles son las razones que justifican la condenatoria al pago de una suma líquida
por concepto de intéreses legales. El juzgador se limitó a consignar una cantidad específica a favor de cada ofendido, sin
fundamentar esos extremos, pues no señaló ni las circunstancias de hecho, ni las normas jurídicas que le sirvieron de
base al cálculo efectuado. Por ello, la suma líquida que se ordenó pagar por concepto de intereses a cada uno de los
ofendidos aparece como un resultado arbitrario, carente de justificación legal. En consecuencia, procede acoger este
extremo del recurso por la forma, debiéndose anular el fallo recurrido únicamente en cuanto condena -en concreto- al
imputado [...] a pagar a favor del ofendido [...] la suma líquida de quinientos veintidós mil ciento trece colones con veinte
céntimos por concepto de intereses y a favor del [otro] ofendido [...] la suma líquida de ciento dieciséis mil ochocientos
ochenta y seis colones con cuarenta céntimos por ese mismo concepto. Sin embargo, como la sentencia es una unidad
lógico-jurídica, que debe ser interpretada en su conjunto, se mantiene la condenatoria al pago de intereses futuros del seis
por ciento anual (ya decretada [...], de conformidad con el artículo 1163 del Código Civil), en el entendido de que estos
correrán a partir de la firmeza del fallo y se liquidarán mediante el procedimiento para la ejecución de sentencias. Lo
anterior, tomando en cuenta que el pago de intereses futuros es una consecuencia jurídica de las deudas de esta
naturaleza (artículo 706 del Código Civil)." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 485-F de las 8,40 hrs. del 23 de
octubre.

52. JURAMENTACION DEL FUNCIONARIO - Doctrina del funcionario de hecho.

"Afirma el [defensor del imputado] que en la presente causa se ha violado el artículo 160 de la Ley Orgánica del Poder
Judicial, lo que produce la nulidad señalada en los artículos 146 y 150 del Código de Procedimientos Penales, porque la
denuncia inicial fue presentada ante el Licenciado [...], y él practicó la inspección ocular, sin embargo nunca se juramentó
como Agente Fiscal de [...]. Señala el recurrente que en esas circunstancias dicha persona no tenía competencia para
actuar, que por ello presentó un incidente de nulidad ante el juzgado, el cual lo rechazó con base en una resolución de la
Sala Tercera referida al funcionario de hecho. Agrega el defensor que "...deja estupefacto semejante resolución. ..el
juramento constitucional es un requisito pára poder tomar posesión del cargo y desde luego, para ejercerlo. Y solamente
una lógica torcida puede considerar como actos válidos de un 'funcionario' los mismos actos que el legislador define como
delito..." [...]. Esta Sala se ha fundamentado en la legislación, la doctrina y la jurisprudencia para reconocer como actos
válidos los de un funcionario público que actuó sin juramentarse. En un asunto similar se observó que:"...el impugnante
sustenta su reproche en que el juramento es un requisito de carácter constitucional indispensable para el desempeño del
cargo, por lo que su omisión conlleva que la persona designada carezca de competencia por razón de la materia y que los
actos que realizó sean absolutamente nulos, así como sus resoluciones. Concluye en que se afectó el debido proceso
desde el auto inicial, restándose validez a todas las actuaciones posteriores, incluida la sentencia impugnada, y para
acreditar su afirmación solicita a esta Sala que admita la prueba documental que ofrece para mejor proveer (dos
certificados emanados de la Secretaría de la Corte y del Juzgado Mixto de [...] respectivamente) pues manifiesta que esa
prueba no fue conocida antes del debate. Lo anterior con fundamento "si fuere del caso" en los artículos 371 y 387 del
Código Procesal Penal. En efecto, consta de los documentos aportados que la Sala admite por ser de relevancia para
resolver el punto en cuestión, que el juez interino no se juramentó, como era su deber, antes de asumir el cargo. Es
igualmente cierto que la Sala Tercera ha manifestado en resoluciones anteriores que el juramento atañe a la investidura,
capacidad y constitución del juez, por lo que ha procedido a anular las actuaciones y sentencias de juzgadores que ha
participado en debates sin haber sido juramentados previamente (ver Res. N°145-F de las 10,10 hrs. del 27 de junio de
1986, y Res. N°37-F de las 10 horas. del 29 de enero de 1988). Sin embargo, aunque podría pensarse que el presente
caso es similar a los pronunciamientos anteriormente referidos, hay que considerar que falta en él -entre otros aspectos de
importancia- un elemento relevante que debe ser tomado en cuenta para denegar la nulidad gestionada, cual es el interés
actual -traducido en un perjuicio real y concreto para los intereses de la defensa-, pues declarar aquélla en las
condiciones en que viene expuesta, equivaldría a avalár la nulidad por la nulidad misma, tesis que la doctrina procesal
moderna rechaza por caer en el exceso y abuso del formalismo (Cfr. entre otras obra de Quirós B. y Rodríguez W.; Las
Nulidades en el Proceso Penal, ediciones Jurídicas Cuyo S.R.L., Mendoza, Argentina, 1982, p. 17 y Claná Olmedo, J.
Tratado de Derecho Procesal Penal, Tomo IV, Ed. Ediar, Buenos Aires, Argentina, 1964, págs. 192 y ss.). Asimismo la
jurisprudencia de esta Sala, se ha pronunciado en igual forma (ver Res. N°167-F de 16,10 hrs. del 25 de setiembre de
1984; y V-208-F de las 9,45 hrs. del 7 de agosto de 1987, entre otras).

Pero resulta indudable que el punto medular para resolver la cuestión planteada sí equivale a modificar los criterios que
han servido anteriormente a la Sala Tercera para considerar el "juramento" como un requisito ineludible en el desempeño
del cargo del juez, cuya omisión hace derivar la nulidad de los actos en que intervino. En efecto debe observarse que la
interpretación en sentido estricto de las normas que exigen la prestación del juramento como autorización para el ejercicio
del cargo (en especial el artículo 12 de la Ley Orgánica del Poder Judicial en relación con el artículo 11 de la Constitución
Política) podría ser llevada a tal extremo que la tardía juramentación derivaría en la ineficacia absoluta de todas las
actuaciones del juzgador omiso, no solo en una causa particular sino en todas y cada una de ellas, así como en todas las
disposiciones de carácter administrativo que en el ejercicio del cargo hubiese tomado. Prácticamente habría que admitir
que toda la actividad que realizó en este caso el funcionario interino (entre el 1° y el 31 de mayo de 1988) es inválida, por
lo que cualquier persona que se encuentre en circunstancias similares a las que reclaman los impugnantes quedaría
igualmente autorizada para impugnar las decisiones de aquél. Es decir, tendríamos a que aceptar que todo lo hecho es
nulo porque el juez que se designó realmente no lo fue por la falta de juramento previo, a pesar del caos que ello
suponga. La sanción no será propiamente para el juez que voluntaria o involuntariamente incurrió en la omisión (que
desde luego también podria plantearse) sino para la actividad jurisdiccional y administrativa- que involucra derechos
adquiridos y situaciones jurídicas resueltas de muchas personas. Por tales razones debe acogerse la doctrina del
"funcionario de hecho" que recoge en sus artículos 115 y 116 la Ley General de la Administración Pública, como con
acierto lo argumenta el representante del Ministerio Público, pues es incuestionable que la Corte Suprema de Justicia hizo
el nombramiento del.. como órgano competente para hacerlo y por el período que se señaló, sin que en ningún momento
se haya discutido o declarado la ausencia o la irregularidad de su investidura, ni administrativa ni jurisdiccionalmente,
como tampoco se ha discutido que la conducta desplegada por él no lo fuese en forma pública, pacífica, continua y
normalmente acomodada a derecho (art. 116 ibid). Distinto sería el caso en que no se hubiese producido el nombramiento
del funcionario por el órgano competente o que aquél hubiese asumido el cargo en forma espontánea a la espera de una
ratificación que no se dio, lo que haría nulas sus actuaciones." (así, Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia,
sentencia #90 de las 9,35 hrs. del 20 de abril de 1990).

Estas ideas son aplicables también al caso de autos y la misma posición ha asumido la doctrina, la legislación y la
jurisprudencia contencioso-administrativa, así como la jurisprudencia constitucional, esta última incluso vinculante. En
efecto, la Sala Constitucional precisó que "...si bien es cierto que la Constitución Política, contiene la garantía de juez
natural en el artículo 39 y ella incide en el debido proceso, la alegación planteada por la defensa... no produce el
quebranto procesal que se alega, pues la falta no incide en la señalada garantía, si se toman en consideración -como en
forma reiterada esta Sala lo ha aceptado- que en relación con los jueces también funciona la teoría del funcionario de
hecho, aceptada normativamenteen la Ley General dela Administración Pública (artículos 115 ss.), mediante la cual se
estima que actúa válidamente, el funcionario al que falta uno o varios de los requisitos exigidos por la ley para tenerlo
como plenamente investido para el ejercicio del cargo, pero que lo desempeña en forma pública, pacífica, continua y
normalmente ajustada a derecho. De ello se ha concluido que la falta de juramentación, por sí sola, no conlleva la nulidad
de las actuaciones en que ha participado el juez, si con anterioridad fue debidamente nombrado o designado por quien
tiene facultad legal para hacerlo..." (Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, sentencia N° 2765-92 de las
15:30 hrs. del 1° de setiembre de 1992). Por lo expuesto no existe el vicio de nulidad expuesto en el segundo motivo del
recurso, lo cual justifica su rechazo." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 593-F de las 8,55 hrs. del 11 de
diciembre.

53. LECTURA DE LA SENTENCIA - Ausencia de firma no subsanada posteriormente provoca nulidad.

"[...], cabe anotar que la sentencia en examen registra otro grave vicio in procedendo, sancionado con nulidad por nuestro
Código de Procedimientos Penales. En efecto, la sentencia en este caso concreto no está firmada -incluso hoy- por uno
de los juzgadores, la Licda. [...] y en la constancia de la Secretaría del Tribunal involucrado en esa irregularidad, se
informa expresamente que se procedió a la lectura integral de la sentencia con la ausencia de la citada juzgadora, quien
se encontraba a la hora y fecha fijada para tal acto en "un curso en la Escuela Judicial... de asistencia obligatoria para los
empleados y funcionarios judiciales" [...]. Resulta, pues, evidente que se incumplió con las formalidades mínimas que exige
la ley para las actuaciones referidas, siendo inválida e inadmisible la "excusa" con que pretende justificar la falta de firma
de la sentencia, ya que, ante cualquier otra actividad ajena a las obligadas funciones jurisdiccionales, éstas deben
prevalecer por encima de tal circunstancia. Con la presente, es la segunda vez que -por idénticas razones- se impone
declarar la nulidad de una sentencia dictada por este Tribunal a quo (cfr V-476-F de las 9:25 horas del 9 de octubre de
este año), por lo que cabe llamar la atención rigurosamente al Tribunal de mérito, específicamente a la Lic. [...]. A la vez,
es importante reiterar la advertencia de que el presente caso es distinto a otros que ha resuelto de modo reciente -con
voto de mayoría- esta Sala (Ver entre otros, V-455-F de las 8:45 hrs. y V-450-F de las 8:20 hrs., ambos del 2 de octubre
de 1992) para denegar solicitudes de nulidad de sentencias en que se han producido algunas irregularidades, tanto con
relación al propio documento (por ejemplo la firma tardía de alguno de los jueces integrantes) como en lo que concierne al
acto de su notificación por lectura (por ejemplo cuando la lectura de la sentencia integral no se realiza ante la ausencia de
partes o interesados), en los que se ha tomado como sustento la resolución N° 1502 del 10 de junio de este año de la
Sala Constitucional, donde se señaló que en materia penal es posible subsanar algunas deficiencias similares a las
referidas, en casos muy calificados y de excepción, los que deben ser analizados por la Sala Penal en el ejercicio de sus
propias potestades, ya que se estaría ante un problema dc legalidad y no de constitucionalidad. Sin embargo, la situación
en el presente asunto es distinta porque hasta ahora la falta y la irregularidad no ha sido subsanada, el fallo se encuentra
-aún hoy- sólo con la firma de dos de los tres jueces que juzgaron el asunto, pretendiendo justificarse dicha falta con la
asistencia de la juez omisa a un curso celebrado meses atrás en la Escuela Judicial. Por todo lo expuesto se declara con
lugar el recurso por la forma; se anula la sentencia y el respectivo debate y se ordena el reenvío de la causa al tribunal de
origen para su nueva sustanciación. Nuevamente se llama la atención a la funcionaria que ocasionó el grave defecto aquí
examinado, para que en el futuro tome las previsiones del caso en procura de evitar situaciones similares que afectan
innecesariamente la administración de justicia.

NOTA DEL MAGISTRADO CHAVES RAMIREZ

El suscrito Magistrado deja constancia de que comparte las consideraciones que expresan lo resuelto en este asunto,
salvo la diferencia que establece la mayoría entre este caso y lo resuelto en otras resoluciones -con voto de mayoría-,
como la V-455-F de las 8:45 horas y la V-450-F de las 8:20 horas, ambas del 2 de octubre de 1992 (cfr. V-476-F de las
9:25 horas del 9 de octubre 1992)". 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE. N ° 570 de las 8,50 hrs. del 27 de noviembre

54. LECTURA DE LA SENTENCIA - Convocatoria verbal con hora estimada para la lectura es una cortesía para las
partes.

"El art. 396 del Código de Procedimientos Penales es muy claro cuando reza ab initio: <La sentencia deberá ser
redactada y firmada inmediatamente después de la deliberación. En seguida el tribunal se constituirá nuevamente en la
Sala de Audiencias, después de ser convocados verbalmente el fiscal, las partes y sus defensores, y el documento
será leído, bajo pena de nulidad, ante los que comparezcan)> (se suple la negrita). Como queda claro, no se trata de un
señalamiento o cita para la lectura de la sentencia, sino de una simple convocatoria verbal -informal- que desde luego se
hace a los interesados que se encuentren cerca del recinto donde tendrá lugar el acto. Es claro que por la naturaleza de
la deliberación, y la obligada redacción y notificación de la sentencia una vez concluida aquella, implica que -aun sin
declaratoria expresa- se entiende hábil cualquier tiempo para la lectura, porque es imposible prever que vaya a terminar
en el horario normal de trabajo. La fijación hecha en el sub-judice por la jueza de mérito, en punto a que la lectura del
fallo sería a las 16:30 hrs. del 28 de abril de 1992, es un estimado que -al igual que proceden otros tribunales- se hace
por cortesía para las partes a fin de que no pierdan su tiempo esperando en la Sala de Audiencias, y en este caso fue
bastante acertado pues solo hubo una diferencia de veinte minutos. Casos similares han sido ya resueltos por esta Sala, y
de igual forma ha sido rechazada la petición de nulidad (ver V-362-F, de las nueve horas treinta minutos del treinta de
noviembre de mil novecientos noventa, V. 83-F, de las ocho horas con cincuenta y cinco minutos del veinte de marzo de
mil novecientos noventa y dos; y V-96-F, de las ocho horas cuarenta y cinco minutos del veintisiete de marzo de mil
novecientos noventa y dos; entre otros).

El alegato de que al momento de la notificación de la sentencia, fue leído solo el "resultando de fondo" y el "por tanto"
(entiende esta Sala que se refiere el recurrente al "Considerando" y a la parte dispositiva), tampoco es de recibo. Se
observa [...], una constancia del Secretario del Juzgado Penal de [...], que en lo conducente dice: "...a la hora de la
Lectura de la Sentencia únicamente se procedió con el Resultando de fondo y el Por tanto. Pero esto fue a solicitud de las
partes presentes..."; y [...] se hizo constar quiénes estuvieron durante la lectura, y no solo no aparece entre los presentes
el nombre del recurrente licenciado [...] ni de su patrocinado [...], sino que consta que se retiraron sin escuchar la
notificación del fallo. Lleva razón el recurrente en cuanto realmente no fue leída integralmente la resolución de mérito. No
obstante, para alegar cualquier nulidad -incluida la que se invoca- está legitimado únicamente quien tenga interés procesal
en que se aplique dicha sanción, y, el que no concurriera a causarla; según dispone la norma 147 del ordenamiento
instrumental. Los presentes consintieron en una lectura incompleta del documento, por lo que concurrieron a causar la
nulidad y no tendrían interés procesal en alegarla; y el recurrente y su patrocinado, al ausentarse perdieron también el
interés, por lo que no hay legitimación en lo que se alega." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 544F de las 8,55
hrs. del 13 de noviembre.

55. LECTURA DE LA SENTENCIA - Improcedencia de la nulidad por inasistencia de parte del Tribunal a la lectura
integral.

"En el recurso por la forma el sentenciado reclama violados los artículos 396 y 471.2 del Código de Procedimientos
Penales, al afirmar que en el presente asunto sólo uno de los Jueces que integraban el Tribunal de juicio estuvo presente
al momento en que el Prosecretario del Despacho leyó la sentencia en forma integral, para lo cual ofrece de prueba el
testimonio del abogado autenticante, y dos testigos de iguales apellidos a los del recurrente, de nombre [...]. La constancia
del Prosecretario del Despacho es incompleta y no reúne los requisitos mínimos exigidos en la Circular de la Corte Plena,
número 34-91, publicada en el Boletín Judicial número 195 del 14 de octubre de 1991, razón por la que se le llama la
atención a dicho funcionario, así como al Presidente de ese Tribunal, para que en lo sucesivo cumplan con las alizarse la
lectura no afecta la seguridad jurídica y la certeza que las partes deben tener sobre lo que resolvió el Tribunal, con la
condición -como se dijo- de que el Juez firme el fallo con posterioridad y dentro de un plazo razonable. En estos casos, en
lugar de la sanción procesal y de ordenar repetir el juicio, lo que corresponde es investigar a los omisos desde el punto de
vista disciplinario para determinar si incurrieron en la tardanza por falta que amerite ser sancionada, o bien se trató de una
situación excusable desde el punto de vista laboral. Obsérvese que el artículo 396 citado obliga a los juzgadores a
suscribir la sentencia inmediatamente después de que hubiere sido redactada, antes de la lectura integral, pero no señala
ninguna causal de nulidad por haberlo hecho después; y que el 400 inciso 6° citado lo que sanciona con nulidad es la
sentencia a la cual le falte la firma de alguno de los jueces, no la sentencia que hubiere sido firmada después de la fecha
en que debió practicarse la lectura integral a las partes, pero a la cual no le falta ninguna firma. Desde luego la mayoría
de la Sala reiterá que lo propio y correcto es que los jueces superiores firmen inmediatamente después de redactadas
todas las sentencias, y que éstas estén debidamente firmadas al momento en que debe procederse a la lectura integral a
las partes, y por esa razón estimamos como una irregularidad el hecho de que uno de los jueces no hubiere firmado a ese
momento. Sin embargo, creemos que esa irregularidad no debe sancionarse con nulidad como lo pretende el recurrente,
sino que amerita una investigación disciplinaria sin consecuencias procesales para este asunto. Esa falta de lectura no
produce tampoco ninguna nulidad, como lo ha interpretado por unanimidad esta misma Sala, al estimar que la lectura
debe realizarse sólo ante los que comparezcan, sin que pueda estimarse afectada la publicidad cuando no se lee porque
nadie asistió, ni las partes ni público (ver en este sentido Resolución N° 324-f del 24 de julio de 1992, Sala Tercera). En
consecuencia, la mayoría estima que debe rechazarse este motivo del recurso." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N
° 449-F de las 8,15 hrs. del 2 de octubre.

58. LECTURA DE LA SENTENCIA - La omisión de lectura integral por inasistencia de las partes no genera nulidad
alguna.

"En el quinto motivo del recurso [interpuesto por el defensor del co-imputado] se alega la violación al artículo 396 del
Código de Procedimientos Penales, porque el Tribunal no leyó la sentencia a la hora y fecha señalada por inasistencia de
partes, omisión que se encuentra sancionada con nulidad. Este reclamo tampoco es atendible, pues los artículos 396 y
421 ibídem exigen la lectura integral de la sentencia ante las personas que comparezcan, pero si no existen personas a
las cuales deba efectuarse la lectura, no puede estimarse afectado ningún derecho, ni la publicidad, ni tampoco la
obligación de notificar el fallo a los interesados pues éstos optaron por no asistir a la convocatoria que se les hizo para
notificárseles, y al acto no puede obligárseles a participar. (Véase en igual sentido sentencia N° 324F de 8:30hrs. del 24
de julio de 1992, Sala Tercera)." 1993. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 58-F de las 9,05 hrs. del 5 de marzo.

59. LECTURA DE LA SENTENCIA - La omisión de lectura por inasistencia de las partes no ocasiona nulidad.

"Reclama el defensor licenciado [...] que se violaron los artículos 1, 123, 124, 125, 127 y 396 del Código de
Procedimientos Penales, porque en la presente causa el Tribunal no realizó la lectura integral de la sentencia, según lo
hizo constar el Prosecretario del Despacho. El reclamo no es atendible. El Prosecretario hizo constar al pie de la
sentencia [...] que el Tribunal se constituyó a la Sala de Audiencias para la lectura integral, a la hora y fecha señalada,
lectura que no se realizó por inasistencia de partes. En tales supuestos no puede estimarse afectado ningún interés
procesal de las partes, puesto que no comparecieron al acto en que debía leerse el fallo, lo que además no les impidió
conocer el contenido integral de la decisión. El artículo 396 ibídem es claro al precisar que la lectura debe realizarse, bajo
pena de nulidad, "…ante los que comparezcan...", de tal manera que si no se presenta ninguna persona en la Sala de
Audiencias cesa la obligación de realizar la lectura, y el fallo se tiene por notificado. De lo contrario tendríamos que exigir
un absurdo: que los Tribunales deban leer una sentencia para notificárselas a las partes y enterar a los ciudadanos, aún
cuando no haya ninguna persona interesada en escuchar lo que se está haciendo. Las fórmalidades tienen un sentido
garantístico, y una finalidad práctica para el objeto del procedimiento, pero ninguna garantía se defiende con exigir ese
tipo de lectura, ni tampoco ninguna finalidad práctica se obtiene." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 539-F de las
10,55 hrs. del 6 de noviembre.

60. LECTURA DE LA SENTENCIA - Lectura de fallo que consta en borrador no causa afectación a los intereses del
imputado.

"Reclama el Defensor Público del imputado [...] el quebranto de las normas procesales antes referidas, [artículos 396 en
relación con el 395 inciso 5), 107 y 400 inciso 6), todos del Código Procesal Penal] por cuanto -de acuerdo con la
constancia del Secretario del Juzgado, que adjunta a su recurso [...] la lectura de la sentencia condenatoria que se hizo
en esta causa lo fue de un borrador "sin pasar en limpio y sin la firma del señor juez", lo que es motivo de nulidad
conforme a la doctrina y las resoluciones de esta Sala que señala en apoyo a su reproche [...]. En efecto, se aprecia de la
constancia a que alude el impungante, que la lectura del fallo que se hizo a la hora y fecha señaladas para ese acto lo
fue de un "borrador". Igualmente es cierto que hasta hace poco tiempo la jurisprudencia de la Sala Tercera fue reiterada
en anular toda sentencia cuando se presentaban irregularidades en el acto de su notificación (lectura). Sin embargo
recientemente y por voto de mayoría (con la disidencia del señor Magistrado Chaves Ramírez) se modificó ese criterio con
fundamento en la resolución de la Sala Constitucional N° 1502 de 10 de junio del año en curso, que señaló que en esta
materia es posible subsanar algunas deficiencias relativas al aspecto de comentario, inclusive permitiendo su posterior
notificación por escrito, en casos muy calificados, de excepción, valorados por la Sala Penal con sustento en sus propias
facultades, ya que no se estaría ante un problema de constitucionalidad sino de legalidad. Tal razonamiento permite
establecer en este caso, que pese al defecto en que se incurrió en la notificación por lectura, no hay afectación alguna -
por ese exclusivo motivo- a los intereses del imputado y de su defensa, toda vez que los argumentos del fallo que le fue
leído son los mismos que constan del documento sentencial que obra en autos [...] y que les garantiza en esta vía el
derecho de recurrir e impugnar la decisión correspondiente. Cabe, entonces, manifestar -de acuerdo, como se dijo, con el
criterio mayoritario externado en varias resoluciones de esta Sala (Ver entre otras Votos Nos. 450-F de las 8:20 hrs. del 2-
10-92; y 455-F de las 8:45 hrs. de la misma fecha)- que en situaciones como la que se examina, el verdadero interés
procesal (conocer los razonamientos de la sentencia y poder impugnarla si así se desea) ya está cumplido, pues en última
instancia ese sería el sustrato real de la disconformidad del recurrente (lo contrario llevaría, a lo sumo, a ordenar que se
practique de nuevo la notificación conforme a derecho, aspecto que sólo resolvería una cuestión meramente instrumental).
Así pues, de admitirse el reclamo en las condiciones que se alega, estaríamos en presencia de una nulidad
exclusivamente por razones formales (reconocida inclusive como de carácter relativo -ver de Núñez, R. su Código Procesal
Penal Anotado y Concordado de la Provincia de Córdoba; 2da. edic. Ed. Lerner, 1986, p. 383), esto es, una nulidad sin
contenido ("la nulidad por la nulidad misma") que hoy día la doctrina rechaza por unanimidad. Por los motivos anteriores
concluimos en derivar que no se observa perjuicio ni verdadero interés procesal en decretar la anulación solicitada, por lo
que cabe desestimar el reproche. No obstante lo dicho, apreciándose que el mismo Despacho ha incurrido en el pasado
en similar defecto al ahora examinado, desconociendo circulares y llamadas de atención a sus funcionarios, se ordena
remitir copia de esta sentencia al Tribunal de la Inspección Judicial para los fines pertinentes. El Magistrado Chaves salva
el voto y anula el fallo objeto de impugnación." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 546-F de las 9,05 hrs. del 13
de noviembre.

61. LECTURA DE LA SENTENCIA - Posibilidad de que la Sala analice en cada caso las deficiencias relativas a la
lectura de sentencia.

"El señor defensor del imputado [...] reclama que la sentencia del juez de mérito adolece de nulidad absoluta por haber
violado el artículo 421 del Código de la materia al no haberse dictado inmediatamente después de cerrado el debate, ya
que a pesar de haberse señalado las dieciséis horas del 27 de enero de este año para la lectura del fallo, éste no fue
leído en esa oportunidad sino que fue notificado al día siguiente cuando su defendido se presentó al Juzgado Penal para
enterarse del resultado de la causa, lo cual puede apreciarse en la correspondiente constancia del Secretario del
despacho. Agrega que tratándose de juicios de conocimiento de juez penal, no resulta aplicable lo dispuesto por el artículo
396 del mismo Código referido (en cuanto faculta a los tribunales colegiados a diferir la lectura integral de la sentencia), y
cita varias resoluciones de esta Sala en que por la razón dicha procedió a decretar la nulidad correspondiente. En efecto,
se aprecia de la constancia del Secretario del Juzgado Penal de la ciudad de (...) que aunque la sentencia se encontraba
"lista en borrador" a la hora fijada para su lectura, tal acto no fue posible realizarlo ya que "por lo extensa de la misma no
fue posible transcribirla en limpio", por lo que hasta al día siguiente "se informa a las partes sobre el resultado del fallo".
La posterior aclaración que el Secretario realiza a solicitud de la Presidencia de esta Sala, corrobora lo afirmado
inicialmente [...]. Asimismo es cierto que esta Sala, en anteriores resoluciones, anuló sentencias de juez penal decretadas
en similares circunstancias. Ahora bien, recientemente la Sala Constitucional dispuso (ver Voto N° 1502-92 de las catorce
horas del diez de junio de este año) ante una aclaración que gestionó la Sala Tercera, que es posible subsanar algunas
deficiencias relativas a la lectura de la sentencia (que implica su notificación oral para los que hubieren intervenido en el
debate). Lo anterior para que, por vía de excepción, se permita, mediante la notificación posterior, corregir el defecto que
se comenta, lo cual debe ser apreciado en cada caso por la Sala Penal con fundamento en sus propias potestades" ya
que no se estaría ante un problema de constitucionalidad sino de legalidad, en la medida en que establecidas
genéricamente por esta Sala (la Constitucional) las reglas que interesan, se garantice el cumplimiento de los derechos
fundamentales de cada individuo" (lo que está entre paréntesis no es del texto original). Como puede observarse, la Sala
Constitucional determinó, como tesis de principio, que siendo el problema aquí comentado -bajo las circunstancias que se
expusieron- una cuestión de legalidad y no de constitucionalidad, es posible que la Sala Tercera examine cada caso
concreto, para que, de conformidad con su propio criterio, determine si es posible que se pueda subsanar el defecto, en la
medida en que no se afecten los derechos fundamentales de los interesados. Tal planteamiento supone que solo por vía
de excepción y bajo reglas de estricta rigurosidad puede admitirse -aunque "tolerarse" debería ser el término- el
incumplimiento del acto procesal que aquí se discute. La regla genérica que con toda sapiencia contiene lo dispuesto por
la Sala Constitucional, no puede extenderse más allá de lo racionalmente aceptable ni debe convertirse en una
autorización "lato senso" para que los jueces unipersonales evadan lo señalado por el artículo 421 de cita. Después de
esa breve explicación, esta Sala estima que el presente es uno de esos casos excepcionales que se encuentra dentro de
los parámetros analizados, por su especial complejidad, no solo por la extensión del fallo sino por la materia tan sensible
de que trata (desobediencia precisamente a una resolución de la Sala Constitucional); que no se observa violación alguna
al derecho de defensa en lo que se refiere a la notificación del fallo desde que, como se dice en la constancia antes
indicada, aquél se encontraba "listo en borrador" a la hora dispuesta para su lectura (lo que implica que el juez dictó
sentencia inmediatamente después del debate) y el imputado fue puesto en conocimiento de lo resuelto, así como los
demás interesados, teniendo oportunidad de ejercer su derecho de recurrir como ciertamente hizo. Dentro de tal panorama
resulta incuestionable que se alcanzaron los efectos del acto que se discute y que de la situación aquí examinada -dadas
sus especiales características- no derivaría más que una nulidad por la forma (nulidad por la nulidad misma, esto es, sin
perjuicio o interés real) que no debe prevalecer en este particular asunto. Por todo lo anterior, los suscritos Magistrados
concluimos en que debe denegarse el reclamo, no sin antes llamar la atención a los funcionarios involucrados para que
cumplan las reglas de juicio anteriormente comentadas." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 496-F de las 11,30
hrs. del 23 de octubre.

62. MOTIVACION DE LA SENTENCIA - Requisitos necesarios.

"Es necesario subrayar, una vez más, que una sentencia se encuentra adecuadamente motivada cuando cuenta con un
examen de la prueba que el a quo considere decisiva para demostrar los hechos que tiene por probados. En esta tarea se
encuentra habilitado para escoger los elementos probatorios que considere pertinentes y útiles, desechando, de manera
motivada, aquellos que no le merezcan crédito o que no sean conducentes para los juicios de tipicidad y antijuridicidad
que constituyen los dos aspectos de análisis judicial exigidos por el principio de legalidad criminal (artículo 39 de la
Constitución Política y artículo primero del Código Penal). Este examen es esencial para poder determinar o caracterizar
el relieve de la tutela de bienes jurídicos que pretende el derecho penal del acto que informa nuestra legislación penal. La
tipicidad sólo es suficiente para determinar qué es lo relevante para la tutela de los bienes jurídicos y qué no lo es,
logrando en el proceso designar la competencia del Derecho Penal para intervenir en la resolución de un determinado
conflicto social. Sin embargo, el juicio de tipicidad no es suficiente para la verificación. En el caso concreto, para que un
hecho sea injusto en sentido jurídico penal, aún es necesario el análisis de contradicción con el Ordenamiento Jurídico
(antijuridicidad), a efectos de detectar si concurre alguna causa de exclusión de la antijuridicidad que determina que el
Derecho Penal no convierta en definitivo el juicio provisional que hace sobre la tipicidad de la conducta y de lesión a la
norma antepuesta al tipo penal. Este estudio en fases o estratos encuentra correcta aceptación en los artículos 1, 18, 30,
31 del Código Penal, que observados en perspectiva constitucional, no hacen más que retomar los requisitos para la tarea
judicial del reproche de injustos. En efecto, la averiguación de la existencia de un injusto no hace más que habilitar el
camino para el juicio de culpabilidad (última etapa) donde, junto con la justificación de la pena a imponer, el juez establece
la necesariedad del reproche de ese injusto (conducta típica y antijurídica). Estos tres juicios deben estar contenidos en el
fallo, primero para poder ejercer un contralor posterior de legalidad, así como para cumplir con los requisitos
constitucionales de motivación y de convencimiento "en juicio" de la culpabilidad del autor. Así, el principio de legalidad
constitucional obliga al juzgador a explicar las razones jurídicas que lo llevaron a realizar una determinada adecuación
típica, esto por cuanto, entre otras cosas, y así lo ha venido sosteniendo la jurisprudencia reiteradamente, no basta para la
motivación empezar con un análisis de la prueba y luego concluir con la comprobación fáctica de la tipicidad de cierta
conducta. El juzgador debe ser consciente de que debe demostrar, según el caso, la existencia del tipo doloso o culposo,
y dentro de ese examen judicial, el nexo causal característico del tipo doloso, así como también, en el caso del tipo
culposo, el examen de la idoneidad de la falta al deber de cuidado para la causación del resultado que determina la
tipicidad culposa." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 596-F de las 9,10 hrs. del 11 de diciembre.

63. PENA - Omitir las razones para fijar la suma a pagar por concepto de multa, ocasiona una falta de
fundamentación del fallo.

El juzgador de mérito en el fallo [...], en cuanto se refiere a la fijación de la pena, estimó que: "...no obstante y tomando en
consideración que el imputado nunca ha sido Juzgado por algún delito, que las lesiones sufridas por la ofendida
requirieron una incapacidad temporal larga y que igualmente el co-imputado [...] recibía(sic) lesiones de consideración(sic)
que le produjeron incapacidad temporal y una incapacidad general orgánica, su trabajo como dependiente, lo mismo que
la ineficacia y gravedad que acarrearía una pena privativa de libertad se le imponen noventa días-multa a razón de mil
doscientos cincuenta colones el día multa para un total de CIENTO DOCE MIL QUINIENTOS COLONES NETOS,..." De
manera que si bien el fundamento resulta suficiente en cuanto se refiere al total de dias-multa dispuestos, no resulta
adecuado en cuanto se refiere a la suma a pagar por cada día-multa, al no constar ningún parámetro dentro de los
aspectos citados por el juzgador que permitan apreciar en qué se sustenta, pues no basta con señalar que es
dependiente, sino que resulta necesario indicar todos los factores pertinentes, entre estos el posible ingreso del encartado
o en su defecto fijar el imponible de acuerdo con el decreto de salarios mínimos vigente. Así las cosas, si bien el tribunal
tiene la facultad de imponer la pena dentro de los límites señalados por el legislador, esa facultad debe ser motivada en
sentencia. Por eso, no obstante haber indicado el tribunal, la cuantía de la pena dejó de emitir las razones que tomó en
consideración para establecer la suma a pagar, en relación con ésta, con lo que no se dio al fallo, la debida
fundamentación. De acuerdo con lo expuesto, debe acogerse el recurso por la forma, al estar en presencia del quebranto
de las normas jurídicas señaladas, por lo que procede la nulidad parcial del fallo, sólo en cuanto se refiere a la suma a
pagar por cada día-multa fijado en sentencia. Consecuentemente, se ordena la devolución de los autos para que el
tribunal de origen mediante nueva audiencia oral, proceda a adicionar en forma adecuada el aspecto pecuniario de la
sanción impuesta, señalando las razones en que se sustenta para fijar la suma correspondiente." 1993. SALA TERCERA
DE LA CORTE, N° 130-F de las 9,25 hrs. del 2 de abril.

64. PRUEBA INDICIARIA - Requisitos para su valoración.

"En la sentencia en examen se nota que los indicios utilizados para fundar la certeza necesaria para el dictado del fallo
condenatorio son de carácter anfibológico o equívoco, tal y como lo apunta el recurrente. Entre otras cosas, resulta
evidente que el Tribunal a quo deseaba dejar constancia de hechos, aparentemente objetivos, que daban fundamento a
una relación de indicios graves, precisos y concordantes, que permitían establecer la participación del imputado [...] en la
acción típica y antijurídica que se le atribuye. Haciendo una evaluación conjunta de estos indicios, es decir, no
considerándolos aisladamente, se produce que de éstos brotan varias conclusiones contradictorias o de duda que no
permiten sustentar un cuadro fáctico idóneo para la sentencia condenatoria que efectivamente se dictó en contra del
acusado. El a quo tampoco expone con claridad el resultado de la valoración conjunta que hizo de estos indicios, situación
que genera una grave omisión a las reglas de la sana crítica aplicables a los indicios, ya que, generalmente, al realizarse
esta suma se produce el efecto contrario, es decir, que un indicio afecta a otro en su sentido lógico, produce más de una
explicación posible, o deja incertidumbre sobre el acomodo del resto de conjeturas para la explicación necesaria, que
según la sana crítica, debe producirse en la conclusión judicial. El juzgador debe ser consciente de dos importantes
compromisos que tiene en relación con la sentencia cuando utiliza este tipo de prueba para llegar a un convencimiento
definitivo: en primer lugar, debe exponer claramente por qué determinado conjunto de indicios le producen una certidumbre
sobre un hecho; en segundo lugar, el de indicar por qué tienen valor probatorio en relación con el hecho investigado. El
Tribunal de mérito incumplió estos requisitos, no solo porque tomó los indicios casi como hechos objetivos, válidos para
cualquier analista, sino también porque al exponer la valoración de la prueba indiciaria se concretó a hacer un estudio
individual de cada uno de ellos sin observar la consistencia e idoneidad de éstos dentro de un cuadro global, es decir, en
una consideración comprensiva de todos ellos, única forma de evitar los graves peligros que ofrece entender cada indicio
en su carácter individual. Sobre el tema la doctrina se ha pronunciado unánimemente, pues aún cuando los estudios que
definen los indicios, y que los separan conceptualmente de las presunciones y las circunstancias, son realmente escasos,
sí existe una tendencia a construir una serie de reglas para la valoración judicial de estos elementos probatorios (ver,
entre otros, a: CAFFERATA NORES (José), La prueba en el proceso penal, Buenos Aires, Reimpresión Inalterada, 1988,
p. 206; GORPHE (Francois), La apreciación judicial de las pruebas, Buenos Aires, La Ley, 2967, p. 263, DELLEPAINE
(Antonio), Nueva Teoría de la Prueba, Bogotá, Temis, Septima Edición, 1972, p. 60.).

Indudablemente que la prueba indiciaria sólo es completa cuando comprende también indicios psicológicos o morales, ya
que junto con los indicios materiales (que muestran la cara externa de los hechos), los indicios morales o psicológicos
indicdn la cara interna de los mismos, a fin de no sobreestimar los primeros (los materiales) y hacerlos inexplicables. Sin
embargo, la interpretación de los indicios psicológicos descansa en una doble inferencia, lo que les quita fuerza. Del hecho
de que una persona haya demostrado poseer disposiciones para el tipo de acto imputado, o que hubiese ya cometido
otros similares, o también que haya manifestado el deseo de llegar a los mismos propósitos, o finalmente. la indiferencia
cuando no la satisfacción frente al resultado, no se puede deducir directamente que sea autor del acto incriminado." 1992.
SALA TERCERA DE LA CORTE, N°.525-F de las 9,45 hrs. del 6 de noviembre.

65. PRUEBA SOBRE PROPIEDAD DE VEHICULOS - Validez de carta-venta con fecha cierta.

"El Código de Procedimientos Penales, dispone en los numerales 198 y 378, que en materia de prueba no regirán las
limitaciones establecidas por las leyes civiles, excepto en lo que se refiere al estado civil de las personas, lo que significa
que en este último caso, necesariamente deberá acreditarse tal situación únicamente mediante certificación expedida por
el Registro Civil, no ocurriendo ese en los demás casos, excepto en tratándose de la propiedad de los vehículos, respecto
a los que el artículo 11 de la Ley de Tránsito N° 5930 establece que: "La propiedad de vehículos se comprobará mediante
la inscripción en el Registro Público de la Propiedad de vehículos motorizados..." en cuyo caso tal certificación hace plena
prueba, por lo que al referirse a una carta-venta con fecha cierta (como en este caso, [...]) anterior a los hechos que
originaron la causa, debidamente autorizada por un Notario Público, también tiene completa credibilidad, (aunque no
desde el punto de vista registral), para determinar la propiedad del vehículo. Sin embargo, en vista de lo señalado en el
fallo, cabe resaltar que tal criterio no va en detrimento de lo dispuesto en el numeral 12 de la Ley de Tránsito antes citada
como lo estimó la juzgadora de mérito, sino que más bien, viene a reforzar la tesis esgrimida, que da prevalencia a la
carta-venta con fecha cierta en relación con la certificación del Registro Público en caso de accidentes, a efectos de
determinar la responsabilidad civil correspondiente. Así las cosas, no cabe duda que la exigencia dispuesta por el Tribunal
para considerar que el actor civil no estaba legítimado, obedece a la incorrecta interpretación de la legislación sustantiva.
Por otra parte, respecto a la condición de demandada civil de" [...], al no haberse aportado a los autos la certificación que
acredite que tal empresa es la propietaria del autobús placas [...], tam poco resulta pertinente lo dispuesto de oficio en el
fallo. En primer lugar, se trata de materia civil en donde rige el interés de las partes, por lo que ante la no oposición de la
demandada civil […], en los términos expuestos en sentencia en relación con las pretensiones del actor civil, admitió así la
legitimidad de este último para interponer la demanda correspondiente. En segundo lugar, de la prueba admitida por el
Tribunal se desprende la condición de la cooperativa como propietaria del autobús conducido por el encartado [...] al
momento del percance, ya que [...], el señor [...], en su condición de Gerente [...] se constituyó en depositario judicial del
citado autobús placas [...], estando este último en los talleres de la Cooperativa ubicados en la [...] (ver acta de inspección
ocular [...]). Además, en ningún momento la parte demandada puso en duda la condición de propietario del autobús, sino
que esto obedeció exclusivameate a la decisión errada de la juzgadora, quien de oficio y sin tomar en consideración el
interés de las partes, cuestionó su propiedad. De acuerdo con lo expuesto, lleva razón el recurrente, puesto que el
rechazo de la acción civil no se encuentra ajustado a derecho, al no ser necesaria la presentación de las certificaciones
del Registro Público que se extrañó." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 435-F de las 14,48 hrs. del 25 de
setiembre.

66. PRUEBA TESTIMONIAL - Posibilidad de valorar testimonio policial sobre lo escuchado de manera casual.

"En primer lugar, debe apuntarse que las manifestaciones hechas por la testigo concubina del co-imputado fueron hechas
libremente y de manera espontánea, sin que hubiera sobre ella o sobre su marido ningún acto persecutorio, salvo, y debe
verse así como se desprende de los autos, el requerimiento de las autoridades de que no continuaran discutiendo en la
vía pública y que pasaran a la delegación donde, casualmente, y dentro de la discusión que mantenían ambos, la mujer
mencionara hechos que llamaron la atención de los policías debido a su relación con el hurto del cilindro de gas. Como lo
manifiesta el señor Fiscal General de la República, al contestar la audiencia conferida (...), estas manifestaciones
espontáneas de la concubina del co-imputado no se encuentran contenidas dentro de la prohibición constitucional de la
declaración incriminatoria entre familiares, por las razones que se expondrán en el segundo considerando de esta
sentencia, y que pueden ser declaradas por quienes las hayan escuchado como información obtenida de la misma manera
en que fueron emitidas y respecto de las cuales no podría esperarse que los testigos, razonablemente, no declararan. De
esta manera, las declaraciones de los policías no estaban implicando la introducción clandestina de una prueba al
proceso, y pudieron ser utilizadas válidamente para fundar algún criterio indiciario sobre el otro imputado. La Sala ha
mantenido esta tesis de manera reiterada y, en esencia, se ha considerado ilegítimo introducir al debate una versión
policial distinta a la que el testigo rinde ante los juzgadores, utilizando el testimonio de los propios investigadores y un
informe policial, por cuanto quebranta los principios de oralidad e inmediación de la prueba y afecta en forma evidente el
derecho de defensa de los demás acusados, ante la imposibilidad de formular preguntas para ampliar o aclarar su dicho, y
al no poderse apreciar de viva voz su testimonio para aplicar las reglas de la sana crítica, con el fin de examinar el grado
de credibilidad que puede merecer y otros aspectos básicos en la función de juzgar (Ver Voto 653-F-1991 de las nueve
horas con veinte minutos del veintinueve de noviembre). En el presente caso, como ya se ha expuesto, el testimonio
policial versa sobre lo que los funcionarios escucharon de manera casual, lo que constituye información que puede ser
valorada dentro de los criterios de la sana crítica, incluso para fundar los indicios que conforman el básico elemento
argumentativo utilizado por el a quo." 1993. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 16-F de las 9,45 hrs. del 8 de enero.

67. QUERELLA - Imposibilidad de impugnar el sobreseimiento dictado en favor del querellado.

"Que el recurso de casación en examen fue interpuesto por la querellante [...] contra la sentencia de sobreseimiento que -
por el delito de Difamación- fue dictada en favor de la querellada [...]. Estima esta Sala que el recurso es inadmisible por
las siguientes razones. En el artículo 447 se consagra el principio de taxatividad, según el cual las resoluciones judiciales
serán recurribles sólo por los medios y en los casos expresamente establecidos, y el derecho de recurrir corresponderá tan
sólo a quien le sea expresamente acordado. Luego, el querellante es el particular ofendido que, como actor penal privado,
promueve y ejerce el poder persecutorio en los delitos de acción privada (artículo 81 del Código Penal y 428 del Código
de Procedimientos Penales), siendo que su recurso se rige por las mismas limitaciones objetivas establecidas para el
Ministerio Público (artículos 443, 446 y 448 del Código de Procedimientos Penales), salvo la posibilidad de recurrir a favor
del imputado, que compete exclusivamente al Ministerio Público. Así tenemos que, respecto al recurso de casación,
nuestro Código procesal establece que "El Ministerio Público podrá interponer el recurso contra: 1) La sentencia de
sobreseimiento confirmada por el Tribunal de Apelación, o dictada en única instancia por el Tribunal de Juicio, si el delito
imputado estuviere reprimido con pena mayor a tres años de prisión o de inhabilitación o de ciento ochenta días multa".
Consecuentemente el querellante puede -en principio- impugnar la sentencia de sobreseimiento dictada en favor del
querellado (impugnabilidad subjetiva), sin embargo, el último numeral citado impone una restricción importante al derecho
impugnaticio del querellante (concretamente en su perfil de impugnabilidad objetiva) al establecer un límite mínimo de la
sanción penal a imponer como condición de admisibilidad (según esta consista en prisión, inhabilitación o multa), de tal
suerte que, desde esta perspectiva, nunca podrá el querellante impugnar la sentencia de sobreseimiento, puesto que
ninguno de los delitos de acción privada conocidos en nuestra legislación penal está reprimido con pena mayor a tres
años de prisión o inhabilitación o de ciento ochenta días multa, incongruencia acaso atribuible a una deficiente adaptación
a nuestra legislación del Código Procesal Penal de la Provincia de Córdoba (Argentina), fuente inmediata de nuestro
código procesal, en tiempos en que aquel texto legal suramericano contemplaba al sobreseimiento como un auto que pone
fin a la acción y no como una sentencia (cfr. NUÑEZ, Ricardo: Código Procesal Penal, Córdoba, Marcos Lerner Editora
Córdoba, Segunda Edición Actualizada, 1986, página 469, nota 4). Por ejemplo, el autor argentino Fernando De la Rúa
indica que "El recurso de casación procede contra... el auto de sobreseimiento" (DE LA RUA, Fernando: El Recurso de
Casación en el Derecho Positivo Argentino, Buenos Aires, Víctor P. De Zavalía-Editor, 1968, pág. 194), pero en nuestro
Código de Procedimientos Penales se establece clara y expresamente que la resolución judicial en que se plasma un
sobreseimiento es, sin lugar a dudas, una sentencia (cfr. artículos 321, 322, 323, 473 inciso 1° del Código de
Procedimientos Penales). Por lo tanto, se declara inadmisible el recurso interpuesto." 1992. SALA TERCERA DE LA
CORTE, N° 546-A de las 10 hrs. del 23 de octubre.

68. QUERELLA - La omisión de solicitar pena impide recumr en casación.

"[...] de conformidad con los artículos 443 y 446 del Código de rito y en cuanto a la acción penal se refiere, el querellante
puede formular recurso de casación en los mismos casos en que está autorizado para hacerlo el Ministerio Público. El
artículo 473, inciso 2), ibídem faculta a este último órgano (y al querellante, en su caso) para impugnar la sentencia
absolutoria dictada por el Juez Penal "cuando la pena pedida sea superior a seis meses de prisión o un año de
inhabilitación, o de sesenta días multa". Sin embargo, al examinar el acta del debate se nota que el querellante no cumplió
con este último requisito, pues se limitó a pedir una sentencia condenatoria, sin indicar concretamente ni la naturaleza ni el
monto de la pena a imponer [...]. Lo anterior es suficiente para ordenar el rechazo de los dos motivos interpuestos a
nombre de la querellante." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 503-F de las 9,05 hrs. del 30 de octubre.

69. QUERELLA - Requisitos para recurrir en casación - Formas de actuación previstas en el proceso de querella.

"Como primer motivo de su impugnación por vicios in procedendo, el querellante [...] acusa la violación de los artículos 87,
430, 428, 431, 434 del Código de Procedimientos Penales, y de ordinal 41 de la Constitución Política, por violación al
debido proceso, toda vez que la resolución impugnada resolvió el desistimiento de la acción penal con base en las
siguientes razones: "De oficio y notándose que no consta en el expediente que el querellante haya adjuntado poder
especial judicial como en efecto lo exige el artículo 87 del Código de Procedimientos Penales, se declara desistida
tácitamente de conformidad con el artículo 434 inciso 1° de ese mismo Código, la presente querella" [...]. El anterior
reclamo, así como los demás motivos del recurso en examen, deben declararse erróneamente admitidos por parte de esta
Sala, puesto que, de conformidad con el artículo 435 del Código de Procedimientos Penales, el desistimiento del
querellante importa el dictado de un sobreseimiento en la causa, y el querellante, conforme a los artículos 443 y 466 de
ese mismo Código, tiene derecho a recurrir en los mismos casos en que lo tendría el Ministerio Público, por lo que debe
aplicarse el artículo 473 ibídem para determinar los casos en que puede recurrir el querellante en casación. De acuerdo al
inciso 1) del último numeral citado, el querellante podrá plantear recurso de casación contra la sentencia de
sobreseimiento "si el delito imputado estuviere reprimido con pena mayor de tres años de prisión o de inhabilitación o de
ciento ochenta días multa" y, en este caso la pena prevista para los delitos acusados no supera dicho límite objetivo,
razón por la cual el recurso es improcedente. En este mismo sentido ha indicado la jurisprudencia de esta Sala que "En el
artículo 447 se consagra el principio de taxatividad, según el cual las resoluciones judiciales serán recurribles sólo por los
medios y en los casos expresamente establecidos, y el derecho de recurrir corresponderá tan sólo a quien le sea
expresamente acordado. Luego, el querellante es el particular ofendido que, como actor penal privado, promueve y ejerce
el poder persecutorio en los delitos de acción privada (artículo 81 del Código Penal y 428 del Código de Procedimientos
Penales), siendo que su recurso se rige por las mismas limitaciones objetivas establecidas para el Ministerio Público
(artículos 443, 446 y 448 del Código de Procedimientos Penales), salvo la posibilidad de recurrir a favor del imputado, que
compete exclusivamente al Ministerio Público. Así tenemos que, respecto al recurso de casación, nuestro Código procesal
establece que "El Ministerio Público podrá interponer el recurso contra: 1) La sentencia de sobreseimiento confirmada por
el Tribunal de Apelación, o dictada en única instancia por el Tribunal de Juicio, si el delito imputado estuviere reprimido
con pena mayor a tres años de prisión o de inhabilitación o de ciento ochenta días multa". Consecuentemente el
querellante puede -en principio- impugnar la sentencia de sobreseimiento dictada en favor del querellado (impugnabilidad
subjetiva), sin embargo, el último numeral citado impone una restricción importante al derecho impugnaticio del querellante
(concretamente en su perfil de impugnabilidad objetiva) al establecer un límite mínimo de la sanción penal a imponer como
condición de admisibilidad (según esta consista en prisión, inhabilitación o multa), de tal suerte que, desde esta
perspectiva, nunca podrá el querellante impugnar la sentencia de sobreseimiento, puesto que ninguno de los delitos de
acción privada conocidos en nuestra legislación penal está reprimido con pena mayor a tres años de prisión o
inhabilitación o de ciento ochenta días multa, incongruencia acaso atribuible a una deficiente adaptación a nuestra
legislación del Código Procesal Penal de la Provincia de Córdoba (Argentina), fuente inmediata de nuestro código
procesal, en tiempos en que aquel texto legal suramericano contemplaba al sobreseimiento conio un auto que pone fin a
la acción y no como una sentencia (cfr. NUÑEZ, Ricardo: Código Procesal Penal, Córdoba, Marcos Lerner Editora
Córdoba, Segunda Edición Actualizada, 1986, página 469, nota 4). Por ejemplo, el autor argentino Fernando De la Rúa
indica que "El recurso de casación procede contra... el auto de sobreseimiento" (DE LA RUA, Fernando: El Recurso de
Casación en el Derecho Positivo Argentino, Buenos Aires, Víctor P. de Zavalía-Editor, 1968, pág.1 94), pero en nuestro
Código de Procedimientos Penales se establece clara y expresamente que la resolución judicial en que se plasma un
sobreseimiento es, sin lugar a dudas, una sentencia (cfr. artículos 321, 322, 323, 473 inciso 1° del Código de
Procedimientos Penales). Por lo tanto, se declara inadmisible el recurso interpuesto." (Sala Tercera, V-546-A de las 10:00
horas del 23 de octubre de 1992). Por otra parte, es necesario señalar -en vista del error cometido- que, en este caso
concreto, tanto la concesión del recurso por el a quo como la que concedió esta Sala -ambas erróneas-, no constituyen
una resolución definitiva, por lo cual la Sala puede desechar el recurso formalmente improcedente o mal concedido, aun
de oficio y en cualquier momento, ya sea antes o después de la audiencia para informar o -como en este caso- en el
mismo momento de dictar sentencia, toda vez que durante la deliberación del mismo se han advertido los impedimentos
formales apuntados, que hacen imposible la sustanciación del fallo (en este sentido, véase a DE LA RUA, Fernando: El
Recurso de Casación en el Derecho Positivo Argentino, Buenos Aires, Víctor P. de Zavalía-Editor, 1968, pág. 232). Por
estas razones, la Sala declara erróneamente concedido el recurso en examen.

No obstante, sin perjuicio de lo anterior, estiman los suscritos Magistrados que el agravio del impugnante está
sobradamente justificado, y que debe llamarse la atención al a quo por las siguientes razones. El artículo 87 referido
establece que "El querellante y las partes civiles sólo podrán actuar con patrocinio letrado, o hacerse representar por un
abogado; el primero, con mandato especial". Como se ve, aquí se plantean dos formas de actuación en el proceso para
ambos sujetos procesales (el querellante por una parte, y las partes civiles por otra), a saber: A) actuación personal con
patrocinio letrado, o; B) actuación por representación de un abogado. También se establece una condición en ese mismo
numeral respecto al "primero" (entiéndase al querellante) en el sentido de que su abogado debe actuar con "mandato
especial", pero esta condición debe exigirse únicamente cuando el querellante se hace representar por un abogado (caso
B), no así cuando el querellante actúa personalmente con asistencia o patrocinio de un letrado (caso A). Por lo expuesto,
resulta claro el a quo cometió un error in procedendo al declarar desistida la acción penal del querellante, quien se
presentó al debate, en compañía de su abogado, ha suscrito personalmente todos sus escritos visibles en el expediente a
partir de la misma interposición de la querella, los cuales fueron autenticados por abogado, vicio que está sancionado con
nulidad, toda vez que implica la inobservancia de las disposiciones concernientes a la intervención del querellante en el
proceso (artículo 145, inciso 2° del Código de Procedimientos Penales), puesto que el querellante es el particular ofendido
que, como actor penal privado, promueve y ejerce la acción en los delitos de acción privada (artículo 81 del Código Penal
y 428 del Código de Procedimientos Penales), siendo que su recurso se rige por las mismas limitaciones objetivas
establecidas para el Ministerio Público (artículos 443, 446 y 448 del Código de Procedimientos Penales), salvo la
posibilidad de recurrir a favor del imputado, que compete exclusivamente al Ministerio Público. Por las razones expuestas
lleva razón el reclamo del recurrente, por lo que debe llamársele la atención al a quo para que en el futuro no vuelva a
incurrir en el error que se observa en este asunto." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 605-F de las 9,05 hrs. del
18 de diciembre.

70. RECURSO DE CASACION - Necesaria separación de cada motivo con sus fundamentos.

"En este aparte del recurso, el imputado [...] plantea seis motivos de impugnación por vicios in procedendo. De ellos, los
motivos Primero a Cuarto no son atendibles, toda vez que se observa que el impugnante acusa en forma indiscriminada
falta de fundamentación de la sentencia y violación a las reglas de la sana crítica racional en la apreciación de la prueba,
vicios que importan la inobservancia de dos formas procesales diversas, según lo ha establecido reiterada jurisprudencia
de esta Sala (en este sentido véanse las resoluciones V415-F de las 14:40 horas del 19 de mayo de 1987 y V-353-A de
las 10:40 horas del 23 de agosto de 1991). Tal forma de extender el recurso incumple con los presupuestos que exige la
normativa procedimental y la doctrina que informan la casación, pues no se indica separadamente cada motivo con sus
fundamentos, conforme lo dispone el artículo 477 del Código de Procedimientos Penales. Al respecto señala la doctrina
que el escrito que contiene el recurso "debe expresar separadamente, en capítulos, números o párrafos o en otra forma,
cada uno de los motivos por los que se impugna la resolución... El incumplimiento de esta condición respecto de los
motivos expuestos, basta para que el recurso sea inadmisible" (NUÑEZ, Ricardo: Código Procesal Penal, Córdoba, Marcos
Lerner Editora Córdoba, Segunda Edición Actualizada, 1986, pág. 479), y dentro de esta misma tesis ya ha indicado esta
Sala que el artículo 477 del Código de Procedimientos Penales dispone que al estructurar el recurso de casación se debe
indicar en forma separada cada motivo con sus fundamentos. La Sala ha señalado que esa obligación no se refiere
únicamente a la división de motivos que establece el artículo 471 idem en sus dos incisos (casación por el fondo y
casación por la forma), sino que para cumplir con el requisito de discriminación de motivos, cuando se discuten varios de
índole procesal, como en el presente caso, a cada uno debe dársele trato individual, tanto al especificar el reproche como
el fundamento legal y doctrinal (N° 192 de las 15 horas del 24 de setiembre de 1985. En igual sentido las resoluciones N
°124-A de las 15:15 horas del 17 de abril de 1985, N° 155-F de las 15:45 horas del 5 de setiembre de 1984, y V-291-A
de las 10:45 horas del 11 de junio de 1992)." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N ° 588-F de las 9,20 hrs. del 4 de
diciembre.

71. RECURSO DE REVOCATORIA - Interposición no suspende los términos para los demás recursos que
procedan.

"[...], al contrario de lo que ocurre con la solicitud dc aclaración y adición, el recurso de revocatoria no suspende los
términos para interponer los demás recursos que procedan. Por eso, como lo dispone el artículo 462 del Código de
Procedimientos Penales, la resolución será ejecutada, a menos que el recurso de revocatoria hubiera sido interpuesto
junto con el de apelación subsidiaria y éste fuera procedente, o cuando al decidir la revocatoria se dicte una nueva
resolución, situaciones estas últimas que no se dan en e1 presente caso. De lo anterior se desprende, con claridad, que
el recurso de casación fue interpuesto extemporáneamente, cuando ya el pronunciamiento impugnado había adquirido
firmeza, lo que obliga a declarar que dicho recurso fue concedido por error." 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N°
545-A de las 9,55 hrs. del 23 de octubre.

72. RECUSACION - Rechazo arbitrario de prueba tendiente a demostrar causal.

"En realidad el acta confirma que se formuló la recusación, y que el juzgador aceptó haber realizado el viaje, pero se
desconoce las condiciones y circunstancias en las que hizo el viaje, si fue una regalía o no, así como también si el viaje
se hizo antes o después de iniciado el proceso, aspecto este último de suma trascendencia porque el inciso 10 del artículo
29 del Código de Procedimientos Penales establece como causal de inhibitoria y de recusación el que el juzgador o sus
parientes "recibieren beneficios de importancia de alguno de los interesados, o si después de iniciado el proceso,
él hubiera recibido presentes o dádivas aunque fueren de poco valor...". El viaje realizado por los rápidos no
constituye un "beneficio de importancia" pero podría constituir una dádiva idónea para afectar la imparcialidad del
funcionario que debe juzgar el caso, razón por la cual el legislador la ubicó como un motivo de recusación, cuando la
dádiva se recibe después de iniciarse el trámite del asunto que debe resolverse. En el presente caso el juzgador no
admitió la prueba ofrecida por la defensa para acreditar la causal, tales como la certificación notarial y el testimonio del
señor […], quien según el recurrente fue la persona que recogió en su casa al señor Juez Penal para llevarlo a los
rápidos, y luego lo dejó en el mismo lugar. El rechazo de esa prueba impide ahora examinar si la causal de recusación
existió o no, pues de las constancias del proceso no es posible deducir si el viaje se hizo antes o después de iniciado
este proceso, ni las circunstancias que lo rodearon. De lo que el acta permite saber, el juzgador rechazó la recusación por
estimarla extemporánea, ya que el párrafo primero del artículo 34 del Código de Procedimientos Penales establece un
plazo de caducidad. Sin embargo, no obstante que la Sala no tiene bases para estimar que la causal existiera o para
descartarla, el recurso debe declararse con lugar porque evidentemente se violan las reglas del debido proceso y el
derecho de defensa al excluir, en la forma arbitraria que se hizo, la prueba ofrecida por la defensa para acreditar que el
juzgador tenía una causa para ser recusado. En otros términos, la violación al derecho de defensa y al debido proceso se
produce no porque tengamos bases ciertas para dudar de la imparcialidad del juez, sino porque el juez rechazó en forma
arbitraria la prueba ofrecida por la defensa dirigida a acreditar la duda que tenían sobre su imparcialidad, máxime en un
caso como el presente en que el propio Juez afirmó al resolver que era cierto que había realizado el viaje, y solo resta por
establecer las circunstancias del mismo y la fecha, lo que pudo investigarse de haberse recibido la prueba. Además,
también existe de parte del juzgador un desconocimiento de lo previsto en el párrafo segundo del artículo 34 del Código
de Procedimientos Penales, que establece que el plazo para oponer una recusación no caduca en los momentos fijados
en el párrafo primero, cuando la parte que alega la causal no tenía conocimiento de la misma sino desde 24 horas antes,
situación que alegó el defensor en el curso mismo del Debate, según permite saber el acta del prosecretario. En esas
circunstancias el juzgador le impidió a la defensa ejercer uno de sus derechos básicos, como lo es la posibilidad que tiene
de demostrar una causal de recusación cuando se le ha pedido al juez que se separe por dudar de su imparcialidad
conforme lo autoriza el Código de Procedimientos Penales en el artículo 29 citado. Desde luego la nulidad se produce
cuando se rechaza la prueba en forma arbitraria, es decir cuando la misma era pertinente y estaba al alcance del juzgador
recibirla en ese mismo momento, lo cual impidió sin justificación alguna. Por lo expuesto, procede declarar la nulidad de la
sentencia y del debate que la precedió, y disponer el reenvío para una nueva sustanciación." 1992. SALA TERCERA DE
LA CORTE, N° 593-F de las 8,55 hrs. del 11 de diciembre.

73. SENTENCIA - Nulidad por dictado a pesar de acción de inconstitucionalidad pendiente.

"Como primer motivo de su recurso por la forma, la representación del imputado [...] y del demandado civil, acusa la
infracción de los artículos 81 y siguientes de la Ley de la Jurisdicción Constitucional, por violación a los principios de
defensa y del debido proceso contenidos en los artículos 39 y 41 de la Constitución Política y de los ordinales 1, 45, 80,
87, 123 a 130, 134 a 136, 138, 106, 267, 286, 287, 288 a 290, 325, 326 a 328, 338 a 348, 359 a 400, 415 a 422, 144,
145, 146, 147, 148, 149, 150 y 151 del Código de Procedimientos Penales. Aduce que los hechos por los cuales fue
juzgado el imputado ocurrieron el día 3 de enero de 1990, y que la sentencia fue dictada después de dos años y seis
meses de aquellos, siendo que la prescripción de la acción penal no podía estimarse interrumpida durante este tiempo por
haberse interpuesto acción de inconstitucionalidad contra el artículo 3 de la Ley N° 5712 (reformada por Ley N° 6726) sin
que a la fecha se haya pronunciado la Sala Constitucional sobre dicha acción de inconstitucionalidad, por lo que la regla
contenida en este artículo 3 no debió aplicarse al caso en examen y la acción debió declararse prescrita. Estima esta Sala
que el reclamo es de recibo, por las siguientes razones. La causa seguida contra el imputado lo es por el delito de
Lesiones Culposas cuya pena imponible es prisión hasta un año, o hasta cien días multa" (artículo 128 del Código Penal),
de tal suerte que la acción penal por este delito prescribe después de transcurrido un período de dos años, según lo
dispuesto por el artículo 82 inciso 2) del Código Penal. Dicho período de dos años ya ha transcurrido sobradamente, de
modo que la subsistencia de la acción penal en el presente caso depende de la conformidad de los actos interruptores de
la prescripción con la Constitución Política, cuestión que a la fecha no ha sido dilucidada por la Sala Constitucional, de
modo que el a quo debió abstenerse de dictar la resolución final en la presente causa. Por las razones expuestas procede
declarar con lugar este motivo del recurso, declarando la nulidad de la sentencia impugnada y del debate que la precedió
y remitiendo el proceso al competente para la nueva sustanciación que determina la ley." 1992. SALA TERCERA DE LA
CORTE, N° 551-F de las 9,30 hrs. del 13 de noviembre.

74. TENTATIVA DE SUICIDIO - Competencia de los juzgados penales.

"Mediante resolución 110-A, de las 10:35 del 20 de marzo de los corrientes, el voto mayoritario de esta Sala estableció
que los asuntos de tentativa de suicidio son de conocimiento de un Juzgado Penal, por medio del trámite de Citación
Directa, autoridad que podría incluso sobreseer si correspondiere aplicar una medida de seguridad y no fuere necesario
celebrar el debate. En efecto, en ese sentido el voto de la Sala Tercera citado en la resolución del Tribunal Superior de
[...], Sección Segunda, esto es el 302-A de las 9:26 del 24 de junio de 1988, así como los votos 202-A de las 8:10 del 10
de julio y 287-A de las 8:35 del 4 de setiembre, ambos de 1986, aclaran que los procesos de esta índole serán juzgados
por el procedimiento de Citación Directa." (Hay voto salvado). 1992. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 531-A de las
9,41 hrs. del 16 de octubre

VOTO SALVADO DE LOS MAGISTRADOS RAMIREZ QUIROS Y CHAVES RAMIREZ:

"Los suscritos difieren del criterio externado por la mayoría y consideran que en el presente caso el competente para
conocer de la causa es el Juez de Instrucción. En efecto, de conformidad con el artículo 114 del Código Penal, a la
persona que intente suicidarse se le debe imponer una medida de seguridad, consistente en un adecuado tratamiento
psiquiátrico. Se parte de que si alguien actúa de esa manera, debe hallarse -sin duda- bajo los efectos de un "grave
desequilibrio psíquico". Ahora bien, una vez demostrada la existencia de la tentativa de suicidio, la imposición de la
correlativa medida de seguridad debe efectuarse, no mediante la celebración de un juicio, como se pretende en este caso,
sino mediante el dictado de un sobreseimiento, a tenor de lo previsto por el artículo 320, inciso 3), del Código de
Procedimientos Penales; y para tales efectos resulta competente el Juez de Instrucción, no el Juez Penal." 1992. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N° 531-A de las 9,41 hrs. del 16 de octubre
JURISPRUDENCIA PENAL RECIENTE

Cecilia Sánchez Romero


Directora del Digesto de Jurisprudencia Profesora de la Universidad de Costa Rica

CONTENIDO

RESOLUCIONES DE LA SALA TERCERA

1- ABUSOS DESHONESTOS - Agravación por cooperación mutua de los tres sujetos activos.

2- ABUSOS DESHONESTOS- Consideraciones sobre la intención impúdica del acto.

3- ABUSOS DESHONESTOS- Naturaleza de la intimidación.

4- AGENTE PROVOCADOR- Consideraciones y diferencias con el agente encubierto y el delito experimental.

5- AGRESION CON ARMA- Necesario acometimiento o embestida actual - Diferencia con las amenazas.

6- BENEFICIO DE EJECUCION CONDICIONAL- Supuestos para otorgarlo La pena tiene también finalidad
retributiva.

7- CASO FORTUITO Y FUERZA MAYOR-.Incompatibilidad con la noción de tipicidad - Causas de exclusión de la


acción.

8- COMPLICIDAD- La existencia de un plan común y una distribución de funciones excluye la complicidad.

9- COMUNICABILIDAD DE LAS CIRCUNSTANCIAS El término "partícipe" que utiliza el Código Penal tiene un
sentido amplio que contempla también a los coautores

10- DELITO CONTINUADO- Innecesaria homogeneidad absoluta en las acciones, basta la unidad de motivación.

11- DELITO CONTINUADO DE PECULADO- Elementos a considerar para valorar la finalidad de los hechos
realizados

12- DELITOS SEXUALES- Necesario cuidado en la apreciación de la declaración de la víctima.

13- DOLO - Exigencia en nuestro Código Penal del dolo de tipo o dolo natural - Aplicación del error invencible de
prohibición en denuncia calumniosa.

14- ESTAFA - El uso de documento falso para engañar no puede subsumirse dentro del tipo de estafa.

15- EXTORSION - Diferencia con la estafa.

16- FALSEDAD IDEOLOGICA - Objetos alternativos del delito son: el documento público y el auténtico.

17- FIJACION DE LA PENA - Alcances y naturaleza de las circunstancias que debe considerar el juzgador.

18- HOMICIDIO CALIFICADO - Requisitos de agravación en la relación concubinaria.

19- MENORES - Vacío jurisdiccional tratándose de menores que hayan delinquido antes de alcanzar su
mayoridad.

20- PARTICIPE - Aplicación de la tesis del doble dolo del cómplice y la teoría del conocimiento - Extensión del dolo
del cómplice a las acciones principales y su resultado.
21- PRIVACION DE LIBERTAD AGRAVADA- Existencia de vínculo matrimonial no excluye antijuridicidad del acto
ni la culpabilidad.

22- PROXENETISMO- Sala de masajes no es lugar de alojamiento ocasional.

23- RESISTENCIA AGRAVADA- Necesaria legitimidad de la actuación del funcionario público debe ser acreditada
y no darse por supuesta.

24- RESPONSABILIDAD CIVIL- Absolutoria no basta para omitir pronunciamiento sobre responsabilidad civil.

25- RESPONSABILIDAD CIVIL - Prescripción aplicable para el reclamo.

26- ROBO AGRAVADO - Apoderamiento en el mismo acto de bienes pertenecientes a dos personas -Unidad de
acción y resultado excluye el concurso.

27- TENENCIA DE DROGA PARA EL TRAFICO -Delito experimental no puede dar base por sí solo a una
condenatoria

28- TENENCIA DE DROGA PARA EL TRAFICO - Validez de intervención del agente encubierto.

29- VENTA DE DROGAS A LOS CONSUMIDORES.-Aspecto subjetivo que debe valorarse.

30- VIOLACION - Acceso carnal forzado con la cónyuge.

31- VIOLACION - Agravación por concurrencia de varios sujetos que faciliten el acto, sin que sea necesario que
todos los partícipes tengan acceso carnal.

32- VIOLACION - Naturaleza de la intimidación -Necesaria eficacia para la afectación psíquica de la víctima.

33- ADICION Y ACLARACION - Carácter de recurso permite aplicar el artículo 458 del Código de Procedimientos
Penales.

34- ADICION Y ACLARACION - Posibilidad de que la resuelva el Tribunal con distinta integración, sino se refiere
a un acto propio del debate.

35- CITACION A JUICIO - La omisión de notificación provoca nulidad declarable de oficio al vulnerarse el derecho
de defensa.

36- DERECHO DE ABSTENCION- Consulta constitucional sobre posibilidad de abstención de parientes colaterales
en unión de hecho.

37- DERECHO DE ABSTENCION - Presunción de culpabilidad ante silencio del imputado vulnera groseramente
al artículo 36 de la Constitución Politica.

38- DERECHO DE ABSTENCION - Validez de declaración sobre lo contado por ofendida que luego se abstuvo.

39- DILIGENCIA POLICIAL DE RECONOCIMIENTO - Necesario cumplimiento de formalidades para poder


otorgarle valor.

40- IN DUBIO PRO REO - Evolución jurisprudencial de su control en casación - Forma de reclamar la errónea
aplicación de la duda razonada.

41- PRUEBA - Posibilidad de que la Sala de Casación la ordene en algunos casos.

42- PRUEBA PARA MEJOR RESOLVER - Su rechazo solo procede cuando sea evidente o impertinente.

43- PRUEBA PERICIAL - Dictamen siquiátrico recibido por fax - Necesidad de razones científicas o técnicas para
separarse de dictamen pericial.
44- PRUEBA PERICIAL - Violación al derecho de defensa por negativa de autoridades administrativas del Poder
Judicial a aprobar honorarios de perito.

45- RECURSO DE CASACION - Consideraciones sobre su verdadera función - Consulta sobre carácter
inconstitucional de limitaciones para interponerlo.

46- RECURSO DE CASACION - Para interponerlo debe agotarse el recurso de apelación, en los casos en que
éste proceda.

47- RECURSO DE CASACION - Validez de su presentación directa ante la Sala.

48- RECURSO DE REVISION - Absolutoria pese alegación de orden formal por imposibilidad material de efectuar
juicio de reenvío - Improcedencia del pago de daños y perjuicios.

49- RECURSO DE REVISION - Falta de legitimación para interponerlo por parte de representante de persona
jurídica afectada únicamente en sus intereses patrimoniales.

50- RECURSO DE REVISION - Posibilidad de subsanar defectos en la forma de presentarlo.

51- RECURSO DE REVISION - Sentencias condenatorias contra diferentes sujetos - Inexistencia de contradicción
de culpabilidad.

52- VISTA - Consulta sobre posibilidad de actuaciones, bajo ciertos supuestos, de Magistrados que no estuvieron
presentes en la audiencia oral.

A- DERECHO PENAL

1- ABUSOS DESHONESTOS - Agravación por cooperación mutua de los tres sujetos activos.

"En cuanto al reproche referente a los abusos deshonestos que se le atribuyen al encartado [...]en daño de [...]y sin que
esto implique sacar los hechos del contexto en que ocurrieron, cabe indicar que el cuadro fáctico que contiene el fallo
recurrido detalla al respecto lo siguiente: "Mientras el tercer sujeto hasta ahora desconocido, amarraba a (...J, [el
imputado] le quitó la mordaza a 1...], la tomó del pelo y la obligó a lamerle el pene que andaba afuera, desde que salió
del dormitorio con [la otra ofendida], después le volvió a poner la mordaza." Basta analizar esta parte del cuadro fáctico
para determinar que la conducta antes descrita la cometió el imputado [...] con el concurso específico del sujeto de
identidad desconocida, quien se encargó precisamente de inmovilizar a la víctima, amarrándola a una silla, mientras dicho
encartado cometía el abuso sexual. Esa sola circunstancia bastaría para rechazar el redamo, pues, como ya se dijo, en
nuestra legislación basta con "el concurso de una persona" para que se produzca la agravante (artículo 158 del Código
Penal). No obstante, cabe añadir que, analizando los hechos en su contexto global y según lo expuesto en el
considerando anterior, en la especie existe una cooperación mutua de los tres sujetos activos, pues las ofendidas fueron
víctimas de una intimidación conjunta por parte de aquéllos, lo cual resultó ser un requisito esencial para la comisión de
los hechos, razón suficiente para reiterar que [...] no actuó solo, sino con el concurso de dos personas más, lo que obliga
a declarar este extremo sin lugar. 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N o 465-F de las 8,50 hrs. del 11 de noviembre.

2- ABUSOS DESHONESTOS - Consideraciones sobre la intención impúdica del acto.

"El representante del Ministerio Público formula un único motivo en su recurso por el fondo alegando la inobservancia del
artículo 161 párrafo primero en relación con el 156 inciso 3) del Código Penal. Se sustenta éste en que el Tribunal de
mérito no aplicó la ley sustantiva, concretamente el artículo 161, toda vez que de los hechos tenidos por probados se
desprende que el encartado [...] sí cometió el delito de Abusos Deshonestos, configurándose tanto el elemento objetivo
como subjetivo. El impugnante no comparte la tesis del Tribunal de que la "acción desplegada por el imputado le falta la
intención impúdica, pues por la naturaleza del acto, o bien por el elemento subjetivo es evidente que se trata de un
tocamiento con significado sexual, independientemente de si el imputado satisfizo o no sus impulsos sexuales como
pareciera entenderlo el fallo recurrido". La Sala no comparte las argumentaciones del recurrente y considera que lleva
razón el a quo al afirmar que ha faltado la "intención impúdica". En el delito de Abusos Deshonestos no basta el simple
tocamiento sino que se requiere de un elemento subjetivo, a menos que éste en sí revista un carácter con aquella
naturaleza. Para apreciar la intencionalidad del sujeto activo hay que tomar en cuenta todas las circunstancias del tiempo,
del modo y del lugar dentro de las cuales se realizan los actos.

Igualmente es necesario considerar otros aspectos relacionados con la personalidad del agente y de la víctima. Es el juez
quien en definitiva apreciará cada caso de conformidad con las pruebas evacuadas en el debate. En la presente causa lo
único que se demostró fue que el encartado penetró sin autorización a la morada de la [ofendida], miró de manera
extraña a la ofendida y a su hermana menor, y en determinado momento, haló bruscamente de los pechos a [la menor]
sin poderse establecer cuál fue su finalidad. Lo único que objetivamente está probado es que la agarró de los pechos,
produciéndole incluso equimosis en la parte superior de éstos. ¿Configuran estos hechos el tipo previsto en el párrafo
primero del artículo 161 del Código Penal. ¿Qué significa "abusar deshonestamente"?. La Sala entiende por esta frase la
realización de ciertos actos materiales (tocamientos, besos, roces, etc.) con connotación sexual, objetivamente impúdicos
o libidinosos, a los que la subjetividad del sujeto les concede tal significación. Esta última, como toda acción humana es
histórico-social, lo que implica que ésta puede variar en el tiempo y en el espacio. Por ello, no es posible la simple
apreciación de los actos objetivos, sino que es necesario atender a la intencionalidad del agente, cuestión que se aprecia
en cada contexto fáctico, salvo en aquellos casos en que el "hecho tiene en sí un carácter indecente y aptitud ofensora
del pudor", en cuyo caso es indiferente el animus del autor (OMAR BREGLIA Y OMAR R. GAUNA, Código Penal y Leyes
Complementarias, Editorial Astrea, 1987, p. 401).

Ya esta Sala en otros casos como el beso se ha interrogado sobre cuáles deben ser los criterios orientadores que
conduzcan a una calificación adecuada. Una de las tesis que han intentado dilucidar este problema y que es dominante,
afirma que todo dependerá de la intención que motivó al autor (véanse, entre otros, a NUÑEZ, Ricardo. Derecho Penal
Argentino, Omeba, Buenos Aires, 1964, tomo IV, p. 313, 314; ARCILLA GONZALEZ, Antonio. El delito sexual en la
legislación colombiana. E. Caravana, Bogotá, 1959, 20 edición, pp. 121, 122; CARMONA SALGADO, Concha. Los
delitos de abusos deshonestos. Bosch, Barcelona, 1981, pp. 103 y 104; y BREGLIA ARIAS, idem, p. 402). Esta tesis
puede ser aplicada en casos como el presente en donde el tocamiento no es indecente por sí a fin de desentrañar con
certeza cuál pudo ser el significado de éste y la finalidad del autor. Para aplicar este tipo penal a una persona que tocó a
otra, debe en primer término verificarse si ha concurrido alguno de los supuestos de la violación (que la víctima es menor
de 12 años, o que estaba privada de razón o incapacitada para resistir; o que se utilizó violencia o intimidación);
seguidamente el Tribunal debe necesariamente concluir, con absoluta certeza, que el acto fue libidinoso, tomando en
consideración el momento y la ocasión en que se produjo el acto, las condiciones del lugar, la oportunidad, y todas las
demás circunstancias fácticas y anímicas que rodearon el hecho (en este sentido ver de la Sala 3a. sentencia No 104-F
de 1992). En el presente caso no existe prueba alguna que demuestre que el encartado ingresó con tal finalidad, sino que
al momento de encontrarse dentro de la vivienda el encartado de manera intempestiva y brusca haló a la ofendida de los
pechos llevándosela hacia afuera para ser detenido minutos después. Obviamente, al carecer del carácter impúdico
referido y no haberse podido acreditar cual era su intencionalidad, tales hechos carecen de relevancia sexual o de
contenido lúbrico, razón por la cual el recurso debe dedararse sin lugar. Cabe advertir igualmente que tampoco se estaría
en el presente asunto ante la contravención establecida en el artículo 378 inciso 6 del Código Penal (tocamientos
inmorales) toda vez que además de no haberse demostrado el contenido impúdico del acto, tal falta se refiere a los
tocamientos efectuados aprovechando las aglomeraciones de personas." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, No 615-
F de las 10,35 hrs. del 22 de diciembre.

3- ABUSOS DESHONESTOS - Naturaleza de la intimidación.

"Para la configuración del tipo básico de abuso deshonesto, previsto por el párrafo primero del artículo 161 del Código
Penal, debe darse alguna de las circunstancias establecidas en los tres incisos del artículo 156: que la víctima fuere
menor de doce años; que la persona ofendida se hallare privada de razón o estuviere incapacitada para resistir; o que se
usare la violencia corporal o la intimidación. Si tenemos las tres condiciones transcritas como premisa mayor, debemos
remitirnos a los hechos para determinar si en el caso concreto concurren los elementos de alguna de ellas: «...2) Que el
día trece de octubre de mil novecientos noventa y tres, a eso de las tres de la madrugada, en su vivienda sita en la Isla
de [...], la [madre de la ofendida] , escuchó un ruido en la cama de su hija [... de quince años de edad, por lo que al
encender la luz, sorprendió a su marido [...], padre de la aquí ofendida, que estaba sobre ésta e inmediatamente se apartó
levantándose la cobija, pudiendo observar que el ahora acusado, tenía los pantalones, así como el calzoncillo bajados
hasta la rodilla y que su hija [...], tenía la enagua arrollada hasta la cintura y se encontraba sin bloomer, por lo que
recriminándole dicha conducta, su concubino admitió haber cometido un error y haber tenido un compromiso con [la
ofendida], por lo que se la llevó a [...] 3)...» [...]. Tal como lo indica el defensor, no se trata de un caso en que la víctima
sea menor de doce años al momento de los hechos, que estuviera privada de razón o incapacitada para ejercer
resistencia, y no se acreditó violencia corporal o intimidación en el momento del hecho. En consecuencia la acción queda
fuera del tipo de abusos deshonestos, independientemente del reproche moral que pueda formulársele a la conducta del
imputado. Si bien los juzgadores afirman que al momento de los hechos la menor se encontraba «domesticada», como
consecuencia del miedo acumulado durante tiempo anterior, no es éste el miedo requerido por el tipo penal para la
configuración del hecho criminal [...]. La intimidación que debe existir para llenar el tipo penal en caso de violación (y que
se exige por remisión en los abusos deshonestos), debe ser grave, real y posible, de modo que esté causalmente
relacionada con el resultado del delito (sobre esto v. Bustos Ramírez, Juan: Manual de Derecho Penal. Parte Especial.
Editorial Ariel, SA. Barcelona, 1991, pp. 116 y 117.). En el presente caso no se hace alusión a una intimidación grave, real
y posible, sino a amenazas sin concreción de contenido, por lo que no se ha probado una relación causal entre amenaza y
daño. Así las cosas se excluye el tipo del artículo 161 del Código Penal. Para estimar configurada la intimidación tampoco
basta la simple relación de parentesco, como pareciera deducirlo el Tribunal. "...Se ha discutido si el temor reverencial,
cuando median relaciones de parentesco o dependencia, es suficiente por sí mismo, para que el hecho deba tenerse por
cometido mediante intimidación. Con evidente error se ha creído ver algunas de las agravantes previstas en el artículo
122 el reconocimiento legal de que en tales casos existe una situación de violencia moral; pero esas relaciones o
condiciones personales no son elementos de la violación, sino circunstancias que la califican..." (FONTAN BALESTRA,
Carlos. Derecho Penal. Parte Especial. Abeledo Perrot, 8o edición, Buenos Aires, 1978, p. 173). En igual sentido, se
señala que "...la jurisprudencia ha entendido que no constituye intimidación el respeto y la obediencia que el descendiente
debe al ascendiente que aprovecha éste para violarlo; necesitándose la amenaza grave e inminente para que el hecho
configure el delito, pues, por ser la violación cometida por los ascendientes una agravante de la figura simple, no puede
ser considerado aquel elemento como constitutivo de la misma..." (LOPEZ BOLADO, Jorge Daniel. Violación, estupro,
abuso deshonesto. Lerner, Buenos Aires, 1971, p. 54). Por otra parte, la sentencia dice: «... aunque se hayan dado
actos que importen un comienzo de ejecución del delito y que obviamente la ejecución se interrumpió por causas ajenas
al encartado, lo cierto es que no hay forma de que pueda determinarse la intención de consumar el ilicito mediante acceso
carnal, sea de cometer la violación al menos en grado de tentativa...» [...]. Con ello se ha excluido de lo probado,
cualquier intención de penetración carnal, de modo que no es factible la recalificación a tentativa de violación calificada
(artículos 24, 73, 156 y 157 del Código Penal) o tentativa de incesto (artículos 24, 73 y 174 ibídem).

Y por la edad de la menor al momento de los hechos quince años cumplidos- tampoco concurren los supuestos típicos de
tentativa de estupro agravado (artículos 24, 73, 159 y 160 ibídem). De acuerdo a lo expuesto, excluida la intimidación o
violencia sobre la víctima, la acción desplegada por el imputado es atípica, aunque se haya acreditado que la noche de
los hechos estaba acostado junto a su hija, siendo sorprendido por su compañera cuando tenía los pantalones y el
calzoncillo bajos hasta la rodilla y la muchacha tenía la enagua arrollada hasta la rodilla. Independientemente del reproche
moral que pueda hacérsele al encartado, su conducta es atípica y en consecuencia no es delictiva, por lo que corresponde
acoger el recurso por el fondo, casar la sentencia impugnada y absolver de toda pena y responsabilidad a [...], por el
delito de abuso deshonesto que se le ha venido atribuyendo [...]." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N o 356-F de
las 10,40 hrs. del 9 de setiembre.

4- AGENTE PROVOCADOR - Consideraciones y diferencias con el agente encubierto y el delito


experimentaL

"Como primer agravio del recurso por vicios in procedendo interpuesto por la defensora del imputado [...], se acusa la
inobservancia de los artículos 471 inciso 2), 472, 474 inciso 1), 477, 483, 1, 106, 145 inciso 3), 393,395 inciso 2), 400
incisos 3) y 4) del Código de Procedimientos Penales, 39 y 41 de la Constitución Política, por falta de fundamentación de
la sentencia, toda vez que ésta se apoya únicamente sobre un indicio que consiste en un "delito experimental", que si bien
puede servir como indicio de una actividad delictiva, no es en sí mismo sancionable. Para apoyar su tesis invoca una
resolución de la Sala Constitucional, según la cual el delito no podrá ser acreditado con la sola prueba referida al
experimento. A afecto de resolver este agravio es necesario hacer las siguientes consideraciones. Esta Sala ya se ha
pronunciado sobre este problema al examinar la actuación de 105 policías en delitos relacionados con drogas, cuando
éstos se infiltran dentro de las organizaciones delictivas con el fin de descubrir a quienes intervienen en esa actividad
ilicita. Pero conviene reiterar y resaltar algunas distinciones importantes para no incurrir en esquemáticos formalismos que
nos pueden conducir a resultados inciertos.

En primer término es indispensable distinguir y nunca equiparar lo que constituye en sentido estricto un "agente
provocador" de lo que configura un "agente encubierto", pues no en todos los casos en que interviene un policía o alguna
persona infiltrada por ella para detectar una organización y una actividad ilícita, hay provocación. En sentido estricto se da
el "agente provocador" cuando una persona, sea policía o actuando en nombre de ella, determina la consumación del
ilícito, haciendo que otra u otras personas incurran en un delito que probablemente no se habían propuesto realizar con
anterioridad, para lo cual puede infiltrarse en una organización manteniendo contacto permanente con las personas que va
a inducir o bien tener simple contacto con ellas de manera ocasional. Existe provocación en todos aquellos supuestos en
los cuales el agente provoca la consumación de un ilícito que el inducido no se había planteado consumar con
anterioridad, y por ello se afirma que se trata de una situación del todo experimental. En nuestro ordenamiento no podría
ser admisible esta posición de parte de la policía, pues su deber debe dirigirse a descubrir a los autores de hechos
delictivos, pero no a realizar mecanismos para tentar a las personas a realizarlos, y menos provocar su consumación en
circunstancias en que la persona inducida no se había planteado con anterioridad. Las autoridades públicas no pueden
válidamente inducir a otra persona a cometer un primer delito, pero la situación es distinta cuando intervienen para
acreditar que una persona ya se dedicaba a esa misma actividad ilícita en otras ocasiones o cuando el delito es
permanente y la intervención se produce en una fase sucesiva. En realidad en sentido amplio el "agente encubierto" se
presenta en todos aquellos casos en que se infiltra una organización, o se tiene contacto incluso ocasional con otra
persona dedicada a realizar hechos delictivos, con el fin de poner al descubierto a esas personas y someterlas a proceso
penal, procurándose dos cosas básicas: por un lado obtener la prueba necesaria para acreditar el comportamiento ilicito
de esas personas, y por otro tomar las precauciones necesarias para evitar que dichos sujetos alcancen el resultado que
se proponían en el caso concreto. Los delitos que mejor se prestan para esta forma de actividad pohcial son los de
encuentro o aquellos que requieren de transacciones sucesivas como el tráfico de drogas. Pero en este caso no podemos
hablar de provocador en sentido estricto, pues ya la persona contactada por la policía había optado por dirigir su
comportamiento hacia el hecho delictivo, y en la mayoría de los casos ya había consumado una o varias veces ese mismo
delito, y los funcionarios o los agentes encubiertos (puede ser un particular incluso) intervienen con el fin de ponerlo en
descubierto y para procurar elementos de prueba indispensables para demostrar que ese sujeto se dedica a esa actividad
ilícita.

En materia de drogas por lo general la distinción es mucho más clara, pues en la mayoría de los casos el investigado ya
había consumado el delito antes de que interviniera el agente encubierto, al no requerirse de la venta o el transporte de la
droga para que se consume el delito, sino que la simple posesión de la droga con fines de tráfico constituye un delito
consumado, mucho antes de que el encubierto comprara. Como bien se afirma en doctrina "...no ocurre lo mismo cuando
el agente actúa como simulado comprador de las sustancias prohibidas, pues en este caso, su intervención aparece como
un factor extrínseco e independiente de la acción delictiva y no elude la adecuación típica y la peligrosidad de la misma.
Nos hallamos ante una de esas hipótesis en las que el instigado incurre en responsabilidad penal al haber ya consumado
el delito...con la venta de la mercancía, o, en todo caso, con la posesión con destino al tráfico de la misma, destino que
ha surgido al exterior a través del ofrecimiento del producto.

La intervención del agente dimana en tales supuestos de situaciones criminales ya existentes que presentan una
indudable relevancia penal..." (REY HUIDOBRO, Luis Fernando: El Delito de Tráfico de Estupefacientes, Barcelona, Casa
Editorial Bosch, 1987, pág. 223).- Estas formas de actuación policial son muy utilizables, también, para descubrir y
sancionar a los funcionarios públicos corruptos, que suelen buscar retribuciones indebidas y dádivas con ocasión del cargo
que desempeñan. Como bien lo ha señalado la Sala Constitucional, "...con lo anteriormente expuesto, no se le está
restando -a dichas autoridades- la posibilidad de actuación como partícipes en lo que la doctrina conoce como delito
experimental, sea el planteado como medio para corroborar, como un elemento probatorio más, una fundada
sospecha sobre la conducta ilícita de un sujeto, verbigracia, el recibir una dádiva como retribución para realizar un acto
contrario a sus deberes o para no hacer o retardar un acto propio de sus funciones, casos en los que la participación de
los agentes o colaboradores designados por éstos, resulta de suma importancia para darle mayor solidez a la prueba ya
existente y la corroboración de determinadas conductas, para la eventual demostración del hecho, que en todo caso no
podrá ser acreditado con la sola prueba referida al "experimento". De tal modo que, si el cuerpo policial planeó el
operativo que se cuestiona, con la finalidad, según se desprende del libelo, de determinar que el amparado se dedicaba
en forma habitual a recibir dádivas como retribución para no observar los deberes inherentes a su función -de conformidad
con las fundadas sospechas que de esas actuaciones tenía el Ministerio Público, como se desprende del libelo-, lo así
actuado no resulta arbitrario..." (Sala Constitucional, sentencia N o 1169-94 de 10:57 hrs. del 2 de marzo de 1994; y en
materia de drogas véase en el mismo sentido la N o 477-94 de 15:36 hrs. del 25 de enero de 1994).- Como bien lo apunta
la Sala Constitucional, la actividad encubierta de la policía es lícita en la medida en que se dirija a acreditar que una
persona ya se dedicaba a una actividad delictiva, y aún cuando dicha Sala denomine ello como "delito experimental" lo
cierto es que se trataría sólo de una nomenclatura que no puede conducirnos a desconocer ese procedimiento, en los
términos señalados con anterioridad, como válidos y constitucionales en nuestro sistema de derecho.-

Para tales efectos debe tomarse en cuenta que al señalar la Sala Constitucional que la actividad del agente encubierto no
puede constituir la prueba única, se está refiriendo lógicamente a que éste medio de prueba debe ser realmente
confrontado con otros, de los cuales podamos concluir con certeza, según las reglas de la sana crítica, que la persona se
dedica a esa actividad ilícita que le fue descubierta. En otras palabras, no es suficiente con que un policía afirme que pudo
llegar a comprarle droga a una persona para que deba concluirse con certeza que aquella persona se dedica al tráfico de
drogas. Es necesario, además, corroborar que varios policías realizaron en efecto un operativo, mediante el cual vigilaron
por algún tiempo la casa del investigado, para apreciar si a ella se acercaban posibles compradores de droga, y luego con
billetes previamente marcados por la autoridad se envía a una persona encubierta para adquirir droga, para
posteriormente realizar una diligencia de allanamiento, previa orden de autoridad jurisdiccional, donde confirmen aquella
indicación del agente encubierto, ya sea por el decomiso de droga, del dinero marcado y de otras evidencias que señalen
que aquel sujeto se dedicaba desde antes a la venta de drogas. En igual sentido, en otros casos deberá comprobarse el
dicho del agente encubierto con otro tipo de constataciones, como por ejemplo la existencia de gran cantidad de droga en
manos de los investigados, que denote que se trata de intermediarios. Pero en esos supuestos no es suficiente la sola y
simple versión del agente encubierto, sino que ésta debe relacionarse con otros medios de prueba como los citados, para
llegar a conclusiones certeras en este campo. Pero la Sala Constitucional no señala que la actividad del agente encubierto
no tenga ninguna validez probatoria, y no podría hacerse esa indicación en un sistema de libre apreciación de la prueba,
pues ello debe analizarse conforme a las reglas de la sana crítica sólo caso por caso." 1995. SALA TERCERA DE LA
CORTE, No 22-F de las 9,20 hrs. del 20 de enero.

5- AGRESION CON ARMA - Necesario acometimiento o embestida actual - Diferencia con las amenazas.

"Sobre los tipos de Agresión con Arma y Amenazas, esta Sala ha dicho lo siguiente: "Ciertamente el delito de Agresión
supone acometimiento o ataque (con cualquier arma u objeto contundente, aunque no cause herida), lo que lo diferencia
de las Amenazas, pues aunque cabe admitir que toda agresión lleva una amenaza insita, en aquellas se trata de
manifestaciones de voluntad del agente activo de ocasionar o de concurrir a ocasionar un daño futuro al sujeto activo. La
agresión supone, pues, un acometimiento o embestida actual, esto es, ya, ahora, en el momento, mientras que la
Amenaza se dirige hacia el futuro. Por eso se dice que en el delito primeramente citado no basta la sola exhibición del
arma. Así lo reconoce la doctrina mayoritaria (cfr. al respecto, ob. de Breglia Arias y Gauma, Código Penal comentado,
anotado y concordado: 2da. edic., edit. Astrea, Buenos Aires, Argentina, 1987, pgs. 330 y 333)" (cfr. V-267-f de las nueve
horas veinte minutos del veintiséis de junio de 1992). Por otra parte, esta Sala también se ha manifestado acerca de la
posible antinomia entre los artículos 140 y 195, respecto a las amenazas con arma de fuego y ha dicho lo siguiente: "Su
error en la calificación de este segundo hecho radica en no haber tomado en cuenta la reforma legislativa de 1982 al
artículo 195 ibídem (Ley No 6726 de 10 de marzo), que al contemplar la amenaza con arma de fuego y por ser ley
especial y posterior en tiempo, deroga al artículo 140 del Código Penal en lo referente a la amenaza con un arma de tal
naturaleza." (cfr. V-191-F de las catorce horas treinta y cinco minutos del cuatro de junio de mil novecientos noventa y
dos). Ahora bien, de los hechos tenidos por demostrados en la sentencia hay que destacar lo subsecuente: "...de un
momento a otro se presentó el imputado [...] que en forma indebida tomó del mostrador una de esas frutas y, ante la
oposición del primero, el encartado sujetó de la mandíbula [al ofendido], lo empujó hacia una pared y colocó frente
a su cabeza, exactamente en la frente, un revólver que portaba, calibre treinta y ocho, marca Taurus, todo en
forma amenazante hasta retirarse del lugar." (el subrayado es suplido) [...]. De todo lo anteriormente transcrito
podemos deducir que el hecho realizado por el encartado de sujetar por la mandíbula al ofendido para luego empujarlo
contra la pared y colocarle un revólver en la frente, no puede ser constitutivo del delito de Agresión con Arma, pues como
se dijo, para que este delito se perfeccione es necesario que se de un acometimiento o ataque actual con cualquier tipo de
arma u objeto contundente, y como puede observarse, tal ataque con arma no se presenta en el caso de marras. La
conducta anteriormente descrita es constitutiva del delito de Amenazas, tipificado en el artículo 195 idem, esto así ya que
el colocar un arma de fuego en la frente de cualquier persona de la manera como se sucedieron los hechos,
indudablemente constituye una amenaza contra la misma; además cabe agregar que el hecho fue cometido con arma de
fuego, y toda amenaza cometida con arma de fuego es por si misma "injusta y grave", concurriendo de esa forma los
elementos previstos por el citado artículo 195 ejúsdem." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, No 380-F de las 9 hrs.
del 30 de setiembre.

6- BENEFICIO DE EJECUCION CONDICIONAL - Supuestos para otorgarlo - La pena tiene también finalidad
retributiva.

"Argumenta el impugnante que el artículo 59 citado, establece la condena de ejecución condicional como un beneficio
para el imputado, y el número 60 ibídem impone al juzgador la «obligación» de otorgarlo, cuando suponga que el
condenado guardará un comportamiento socialmente adecuado sin necesidad de pasar a la ejecución de la pena. Estas
normas fueron violentadas -dice- porque es acreedor al mencionado beneficio y sin embargo le fue denegado. Debe
rechazarse el motivo. De conformidad a lo dispuesto por el articulo 60 del Código Penal "la concesión de la condena de
ejecución condicional se fundará en el análisis de la personalidad del condenado y su vida anterior al delito en el sentido
de que su conducta se haya conformado con las normas sociales y en el comportamiento posterior al mismo,
especialmente en su arrepentimiento y deseo demostrado de reparar en lo posible las consecuencias del acto, en los
móviles, caracteres del hecho y circunstancias que lo han rodeado...". En otras palabras, nuestro ordenamiento no
establece que el Tribunal esté obligado a aplicar el beneficio de condena de ejecución condicional cuando se estime que
el sentenciado se comportará correctamente en libertad, además de que este hecho tampoco aparece acreditado en autos
como lo alega el recurrente

La pena también cumple una finalidad retributiva incluso en nuestro ordenamiento, al establecer el legislador determinadas
cantidades de pena según sea el reproche sobre el delito a reprimir. Por ello debe rechazarse el reclamo." 1994. SALA
TERCERA DE LA CORTE, No 353-F de las 10,20 hrs. del 9 de setiembre.

7- CASO FORTUITO Y FUERZA MAYOR - Incompatibilidad con la noción de tipicidad Causas de exclusión de
la acción.

"La culpa penal es la falta a un deber objetivo de cuidado que causa directamente un resultado dañoso previsible y
evitable. El artículo 33 citado dispone que "No es culpable quien realiza el hecho típico por caso fortuito o fuerza mayor".
La fuerza mayor se refiere a un hecho o evento que por su naturaleza, aún cuando fuera previsible y se prevea, es
inevitable. El caso fortuito [latín casus, literalmente "caída", y fortuitos, "debido al azar"] se refiere a un hecho que por
ser imprevisible (aún utilizando una conducta diligente) deviene inevitable (si pudiera haberse previsto sería evitable: la
culpa en la previsión excluye el caso fortuito) [sobre los conceptos de caso fortuito y fuerza mayor véase la Exposición de
Motivos del Código Penal en cuanto al artículo 33; BRENES CORDOBA, Alberto: Tratado de las Obligaciones, San José,
Ed. Juricentro, 1977, epígrafes 198 a 201; PEREZ VARGAS, Víctor: Principios de Responsabilidad Civil Extracontractual,
San José, 1984, págs. 88 a 90 y 106 a 107; VON THUR, Andreas: Parte General del Derecho Civil, San José, Juricentro,
1977, págs. 115 a 116]. Y si se admite que la culpa es la forma elemental de imputación en los tipos de injusto previstos
en los artículos 117 (Homicidio culposo) y 118 (Lesiones culposas) del Código Penal, debe considerarse que el caso
fortuito y la fuerza mayor -en tanto coinciden en ser sucesos inevitables- resultan incompatibles con la noción de tipicidad,
porque el elemento normativo del tipo objetivo de estos delitos supone que el resultado (causado directamente por la falta
al deber objetivo de cuidado) sea previsible y evitable, y este último carácter no se da en las dos hipótesis del artículo 33
comentado; incluso puede afirmarse que ambas hipótesis asumen la forma de una causa de exclusión de la acción (y no
de la culpabilidad, como aparentemente lo sugiere el texto legal) denominada "fuerza física irresistible" que se refiere a
aquellos supuestos en que opera sobre el hombre una fuerza de tal entidad que le hace intervenir como una mera masa
mecánica (cfr. BACIGALUPO, Principios de Derecho Penal, Parte General, Madrid, Ediciones Akal, 1990, p. 113, y;
ZAFFARONI, Eugenio: Manual de Derecho Penal, Parte General, Buenos Aires, 1979, pág. 294, 207). Pero, según los
hechos acreditados en la sentencia, no se verificó en la especie ni un caso fortuito ni uno de fuerza mayor. En el presente
asunto no cabe duda de que el resultado lesivo (homicidio y lesiones) se podía haber evitado si el agente hubiera actuado
correctamente, conforme a las normas de seguridad que regulan el tránsito de vehículos automotores en caminos
públicos. Se demostró que el encartado, al participar en un "pique" en una céntrica calle de la ciudad de Heredia,
efectuando maniobras peligrosas e imprudentes y conduciendo a gran velocidad, incrementó de forma ilegítima el riesgo
de que un resultado lesivo y previsible se produjera, como efectivamente sucedió, al atropellar a los ofendidos cuando
intentaban subir a un vehículo estacionado a la orilla de la calle, provocando la muerte de uno y las lesiones del otro, por
lo que su conducta se subsume en los tipos penales indicados. Aún cuando pudiera estimarse -hipotéticamente- que la
conducta de los ofendidos hubiera contribuido a aumentar el riesgo de un accidente (por tratar de subir al automóvil por el
lado que daba a la calle), ello no excluye la tipicidad de la conducta del acusado, pues, de haber actuado prudente y
razonablemente, habría podido evitar el atropello, lo que demuestra que su acción es causa directa del resultado."

8- COMPLICIDAD - La existencia de un plan común y una distribución de funciones excluye la complicidad.

"Al formular los reclamos por el fondo, los defensores de [...] alegan que indebidamente se aplicó a dicho justiciable la
calificación de coautor, siendo que lo correcto era calificar la conducta acreditada como la de cómplice, dado que se limitó
a prestar una colaboración prescindible, y no realizó la conducta típica de peculado. No concuerda esta Sala con el criterio
de los defensores de [...]. El parámetro para medir la complicidad o coautoría en un hecho, no radica en si la actuación
pudo ser cumplida por otro sujeto, pues lo que se valora no es la posible intervención de otra persona, sino la
responsabilidad que le cabe por la propia; esto es, al hacer el juicio de responsabilidad, la prescindibilidad de la acción no
se analiza en términos abstractos, sino en el caso concreto. Es en ese sentido que, de conformidad con el cuadro fáctico
que el a-quo tiene por acreditado, no cabe duda que el señor cumplió actuaciones, no a nivel de cómplice, sino de
coautor. En efecto, de acuerdo con el fallo [...] concurrió eficazmente a la elaboración de facturas falsas que justificaran la
emisión indebida de cheques de la Comisión Nacional de Emergencia, procediendo luego al endoso en veintiún cheques y
con posterioridad cambió diecisiete de ellos, según se constata en los hechos probados 7, 8 y 9 del fallo respectivo, así
como el análisis de pruebas [...]. En consecuencia, no cabe decir que se trate únicamente de una complicidad, cuando
está acreditada la existencia de un plan común y una distribución de funciones (BUSTOS RAMIREZ, Juan. "Manual de
Derecho Penal", Parte General. Editorial Ariel. 3a. ed. Barcelona. 1989. p. 288.), lo que lleva a la coautoría por dominio
funcional del hecho, en tanto en ciertas etapas del proceso delictivo, podía decidir acerca de su prosecución o no,
optando por lo primero y proporcionando una contribución necesaria. De ese modo, conforme lo señala la doctrina, "cada
uno de los coautores tiene en sus manos el dominio del hecho a través de la parte que le corresponde en la división del
trabajo" (BACIGALUPO, Enrique. "Principios de Derecho Penal", Parte General. Madrid. Akal. 1990, p. 228), lo que
impone declarar sin lugar el reclamo." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, No 565-F de las 16,15 hrs. del 12 de
diciembre.

9- COMUNICABILIDAD DE LAS CIRCUNSTANCIAS - El término "partícipe" que utiliza el Código Penal tiene
un sentido amplio que contempla también a los coautores

'Si bien es cierto la doctrina en sentido estricto excluye de la categoría de "partícipes" a los coautores, quedando
reservada para los cómplices e instigadores, no es esa la terminología que sigue nuestro Código Penal. Al aludir a los
"partícipes", el artículo 49 no se refiere únicamente a los cómplices e instigadores, sino que incluye en él también a los
coautores. Partir de lo contrario, implicaría llegar al absurdo jurídico que un coautor comete un ilícito especial (peculado,
por ejemplo), mientras que el otro coautor, por ausencia de calidades personales, comete otro (estafa o robo, por ejemplo);
en consecuencia, a actuaciones y voluntades simétricas, se estaría dando diversa solución, solamente por la ausencia de
una condición personal, como pretenden los recurrentes. La otra solución es menos congruente con la sistemática de la
aplicación de la norma penal, porque consistiría en sancionar, ya no como coautor (vista la ausencia de las mencionadas
condiciones especiales), sino como cómplice a quien en realidad tuvo dominio del hecho, incurriéndose así en una ficción
para intentar resolver un problema de calificación, cual si se tratara de una cuestión de intervención en la acción ilícita; es
decir, para suplir una falencia en la aplicabilidad de una calificación jurídica, se recurre a obviar o torcer la efectiva
participación tenida por el agente. Antes bien, la figura del coautor está expresamente prevista en el artículo 45 de ese
Código y su régimen de recriminabilidad por condiciones ajenas, al igual que para los instigadores y cómplices, está
prefijado por los numerales 48 y 49 siguientes, que no hacen distingo en cuanto a los sujetos a que se refieren, por lo que
habrá de entenderse que es a los aducidos en los artículos 45 (coautores), 46 (instigadores) y 47 (cómplices).

Aparte de eso, el panorama es aún más claro si se confronta el artículo 71 de dicho Código, que se refiere
indiferenciadamente a la personalidad del "partícipe" al fijar la pena, aludiendo a este como figura siempre presente en
una condenatoria (extendiéndolo incluso al autor único), lo que no sucedería si sólo aludiera a los cómplices o
instigadores, de presencia eventual. En realidad, como se dijo, nuestro Código Penal utiliza la terminología "partícipes" en
un sentido amplio, referida a todos los que hubieren intervenido en la realización del hecho punible, ya sea como autores,
cómplices o instigadores, sin hacer la distinción que hace la doctrina al referirse al concepto jurídico de "partícipes". Por
ende, el Código Penal si contempla a los coautores en el artículo 49 (comunicabilidad de las circunstancias a los
partícipes) [...]." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, No 565-F de las 16,15 hrs. del 12 de diciembre.

10- DELITO CONTINUADO - Innecesaria homogeneidad absoluta en las acciones, basta la unidad de
motivación

"[...], estima la Sala que la apropiación del dinero correspondiente a algunos de los cupones de los certificados
pertenecientes a la Comisión Nacional de Emergencia, entra en el plan desarrollado por los justiciables, tendiente a la
sustracción de sus fondos. Tal apropiación no es sino otra forma de manifestarse su actuación delictiva, la cual en los
hechos juzgados por estafa y uso de documento falso contra [los encartados ...], se manifestó mediante la emisión y
cambió fraudulentos de cheques. No cabe duda que las apropiaciones del dinero proveniente de cupones, se trata de
acciones correspondientes a un plan general de sustracción, coincidentes cronológicamente con las acciones referentes a
los cheques ya citados. El reclamo del Ministerio Público, en el sentido de que las acciones no son homogéneas en su
despliegue, por lo que se excluye un delito continuado, carece de razón. Para la comisión de un delito continuado no es
necesario que esa homogeneidad sea absoluta, basta que la coincidencia sea en términos generales; o bien, como sucede
en este caso, aprovechándose de equivalente ocasión, es decir bastando la unidad de motivación (ver jurisprudencia
arriba aludida y BUSTOS RAMIREZ, op. cit., p. 303). Es notorio que los encartados [...], se valieron de su condición de
funcionarios públicos con acceso a los fondos que dan lugar a este proceso, para sustraer parte de ellos, valiéndose de
diversas métodos; pero siempre dentro de un plan general, y con un objetivo constante ya apuntado: la sustracción de
fondos de la Comisión Nacional de Emergencia, a los cuales tenían acceso a causa de su cargo.

Las diferencias que puedan darse en la ejecución entre dos o más acciones, no responde al cambio de finalidad, sino al
método necesario para poder alcanzar los fondos ubicados en ciertos rubros. Así, los fondos depositados en cuenta
corriente, requerían para su sustracción la emisión de un cheque; mientras que el dinero de los cupones, exigía
sencillamente su cambio. Resulta un error pretender que para ambos se desarrollase mecánicas análogas, si sus
condiciones exigían que fueran diversas. Amén de lo anterior, cabe señalar que la homogeneidad en la ejecución, factor
aportado por la doctrina y no exigido por la ley (que únicamente demanda la lesión al mismo tipo de bien tutelado, que
este sea de índole patrimonial y una misma finalidad), no es sino un factor instrumental tomado en cuenta para reconocer
en la sucesión una misma finalidad; de tal suerte que, si a pesar de las diferencias en la forma de ejecución, se reconoce
esa finalidad, debe aplicarse la sanción por delito continuado, favoreciendo al reo con la aplicación del artículo 77 del
Código Penal." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, No 565-F de las 16,15 hrs. del 12 de diciembre.

11- DELITO CONTINUADO DE PECULADO - Elementos a considerar para valorar la finalidad de los hechos
realizados

"Al plantear su recurso, los representantes del Ministerio Público lo hace por razones de fondo. En sus argumentos
señalan que el a-quo equivocadamente juzgó las acciones perseguidas por estafa y uso de documento falso contra [los
encartados], como constitutivos de un delito simple de peculado, cuando debió sancionarse a los encartados por ese delito
en su modalidad continuada, solicitando se les imponga por esos hechos la pena de doce años de prisión, aumentada
hasta otro tanto, es decir veinticuatro años, con excepción de [...], para quien se solicita diez años de prisión, aumentados
a veinte. Estima esta Sala que llevan razón los recurrentes. Efectivamente, el cuadro fáctico que acredita la sentencia en
lo atinente a los hechos mencionados, evidencia la concurrencia de todos los requisitos configurativos de un delito
continuado. Se trata de hechos que, individualmente apreciados, constituyen por si mismos delitos de peculado, reiterados,
homogéneos y con una misma finalidad: la sustracción de los fondos asignados a la Comisión Nacional de Emergencia,
lesionando de ese modo el patrimonio de la Administración Pública. Ya en l991 esta Sala señaló que se está "...en
presencia de un delito continuado, en tanto se trata de acciones de idéntica especie, violatorios del mismo bien jurídico,
ejecutados homogéneamente y, como derivación de ello, presumiblemente con igual finalidad.

Sobre este punto, la doctrina es conteste en aseverar que, ante la dificultad que implica la averiguación de la finalidad del
sujeto activo, pues ésta muchas veces permanece en reserva, la forma homogénea de realización de las acciones es
revelatoria de una misma finalidad. Ahondando aún más en la aplicación de este principio y haciendo una interpretación
extensiva de la noción de delito continuado, recurso viable en el Derecho Penal, según la doctrina, en tanto favorable al
reo procesalmente y reductora del grado de la pena que en caso contrario le correspondería en virtud de la configuración
de un concurso real (visto que la pena impuesta por un delito continuado no puede ser mayor que la que correspondería
por concurso real, lo que iría contra la voluntad del legislador), la doctrina alemana ha planteado que también se configura
el delito continuado cuando se utiliza o aprovecha idéntica oportunidad, puesto que, como se apunta arriba, ello constituye
un indicador no despreciable de una posible "misma finalidad" en la comisión de los actos del sujeto" (resolución de la
Sala Tercera N 0 319-A de las 11:40 del 9 de agosto de 1991). Considerando que los razonamientos expuestos en la
resolución transcrita resultan aplicables al presente asunto, puesto que se tuvo por probado que los encartados efectuaron
sustracciones reiteradas de los citados fondos, valiéndose de la misma mecánica y ocasión, se reiteran esos argumentos.
Efectivamente, si se repara que las acciones tenidas por probadas son ilícitas aún individualmente apreciadas (cada una
de las sustracciones constituía un peculado), que fueron independientes (tuvieron cierta separación temporal), se
realizaron en detrimento de bienes jurídicos patrimoniales (los fondos de la Comisión) y se aprovechó una ocasión
equivalente (el acceso a los recursos tenido por los encartados en razón de su trabajo), se concluye que se está frente a
un delito continuado de peculado." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N o 565-F de las 16,15 hrs. del 12 de
diciembre.

12- DELITOS SEXUALES - Necesario cuidado en la apreciación de la declaración de la víctima.

"En el recurso por la forma se alega la violación de las reglas de la sana crítica, con fundamento en los artículos 393 y
400.4 del Código de Procedimientos Penales. Opina el recurrente que fueron violentadas las reglas de la sana crítica, al
valorar la declaración de la ofendida [...], quien -según dice el impugnante- padece de «un retraso mental evidente» y
tenía solo nueve años al momento de la declaración, aparte de no estar reforzada su versión con alguna «prueba
técnica». Agrega que la condenatoria se ha basado exclusivamente en la declaración de la menor, dado que sus padres
no aportan ningún elemento nuevo. Debe rechazarse el reclamo. Examinado el fallo de mérito no encuentra esta Sala
violación alguna a las reglas del correcto entendimiento humano, concretamente en la valoración de lo declarado por la
menor ofendida. Se trata de una niña con retardo mental, pero esa característica especial no significa que
automáticamente debamos restarle credibilidad, máxime cuando ella relata hechos que le han ocurrido y para cuya
comprensión no se requiere un conocimiento especializado, ni académico. Por esa razón es indispensable un
pormenorizado análisis de la versión de la víctima de agresión sexual, en estricto cumplimiento del deber de fundamentar
conforme a las reglas de la sana crítica, pues por lo general esa es la fuente más importante de prueba, sin que por esa
circunstancia pueda alegarse un vicio. Los agresores sexuales buscan momentos de intimidad para realizar su ataque, de
manera que es bastante frecuente que en muchos casos sólo exista la versión de la víctima contrapuesta a la del
acusado. Ello exige mayor cuidado a los Tribunales al momento de apreciar esa prueba, pero no significa -como alega el
recurrente- que por tratarse sólo de la versión de la víctima no existan bases para sustentar una condenatoria." 1994.
SALA TERCERA DE LA CORTE, No 353-F de las 10,20 hrs. del 9 de setiembre.

13- DOLO - Exigencia en nuestro Código Penal del dolo de tipo o dolo natural - Aplicación del error invencible
de prohibición en denuncia calumniosa.

"En su único motivo del fondo el recurrente, Fiscal [...], alega la violación de los artículos 31, 45, 49 párrafo tercero, 71, 74
y 317 del Código Penal. Razona el impugnante que el tribunal absolvió al imputado [...], argumentando que no había dolo
en la acción debido a un error esencial, no obstante afirmar en la misma sentencia «... que tanto el ofendido como el
imputado tenían pleno conocimiento al otorgarse la prenda, que el vehículo dado en garantía se encontraba registralmente
inscrito a nombre del dueño originario, [...]...»[...]. Si había conocimiento había dolo -dice el representante del Ministerio
Público- de modo que si denunció [el imputado] al ofendido como autor de estelionato, cometió dolosamente el delito de
denuncia calumniosa. Con base en tales razonamientos solicita se case la sentencia de mérito, se declare al [imputado]
autor del delito de denuncia calumniosa y se le imponga la pena que se pidió en el debate. Debe rechazarse el motivo.
Del contexto del fallo recurrido se colige que el tribunal de instancia todavía concibe la estructura del delito de acuerdo a
la teoría del tipo simple, es decir utilizando un dolo de culpabilidad o dolo malo (dolus malus), subestructurado por dos
elementos: (a) cognitivo y (b) volitivo.

La cognición integrante del dolo de culpabilidad supone (a.1) el conocimiento de los elementos de hecho y (a.2) el
conocimiento de la ilicitud. Si concurre un error de hecho (artículo 34 del Código Penal), se excluye el conocimiento del
hecho, de manera que queda incompleto el elemento cognitivo del dolo por lo que también se excluye, y, por faltar la
cognición que es un elemento esencial de la subestructura del dolo se excluye también el dolo. En su caso si concurre en
el agente un error de derecho (artículo 35 del Código Penal), se excluye el conocimiento de la ilicitud, de modo que -al
igual que en el caso anterior-queda incompleto el elemento cognitivo del dolo por lo que también se excluye, y al faltar
este elemento esencial de la subestructura del dolo se suprime totalmente el dolo. Esta es la mecánica de la teoría del
error según la concepción clásica. Del examen del fallo de instancia, es evidente que la mayoría del tribunal de juicio ha
creído en la concurrencia de un error invencible de derecho según el artículo 35 del Código Penal, debido a la asesoría
legal que -según dice la sentencia- recibió el imputado y que lo condujo a denunciar al ofendido por el delito de
estelionato. La asesoría legal habría inducido a error acerca del conocimiento de la ilicitud, suprimiendo el elemento
cognitivo del dolo y el dolo mismo. Así se desprende del siguiente párrafo: «... el acusado [...] es asesorado para que
establezca una demanda por estafa, en su conducta ha privado un error que es esencial, decisivo e inculpante de donde
no es posible el dolo...» [...]

Bajo esta concepción el dolo se excluye por el error de derecho que funciona como exculpante, de modo que la acción es
típica y antijurídica pero no culpable. Aunque el imputado tuviera conocimiento de lo que hacía -según afirma el Fiscal
[...]- faltaba el conocimiento de la ilicitud lo que es suficiente para provocar una reacción en cadena, que excluye por su
orden el elemento cognitivo del dolo, el dolo y la culpabilidad. Así aplicado, no se verifica el error in iudicando que
denuncia el recurrente. Es oportuno agregar que esta Sala a partir del voto No 446-F, de las 15:40 hrs. del 25 de
setiembre de 1992, por los razonamientos expuestos y la doctrina allí citada, siguiendo nuevas concepciones sobre la
culpabilidad ha interpretado que el Código Penal exige un dolo de tipo o dolo natural (dolus naturalis), de modo que el tipo
se compone de un aspecto subjetivo (tipo subjetivo) integrado alternativamente por el dolo natural o la culpa y, un aspecto
objetivo (tipo objetivo) compuesto de los elementos descriptivos, elementos normativos y las condiciones personales
constitutivas de la infracción (criterio reiterado por las sentencias de la Sala Tercera N 0 596-F, de las 9:10 hrs. del 11 de
diciembre de 1992; y N 0 713-F, de las 10:55 hrs. del 17 de diciembre de 1993; entre otras).
El elemento cognitivo del dolo natural solamente supone el conocimiento de los elementos objetivos del tipo (conocimiento
del hecho), no así el conocimiento de la ilicitud que se queda como elemento integrante de la culpabilidad. Cuando este
último es afectado por un error de prohibición invencible, se excluye totalmente dicho conocimiento y con él la culpabilidad.
Valorada la situación de acuerdo con este criterio, a los hechos probados en la sentencia debe aplicarse el error
invencible de prohibición (exculpante), previsto por el artículo 35 del Código Penal, de modo que se excluye la
culpabilidad. Al igual que con la aplicación de la teoría del tipo simple utilizada por el a quo, el hecho sigue siendo típico y
antijurídico pero no culpable." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, No 344-F de las 9,20 hrs. del 9 de setiembre.

14- ESTAFA - El uso de documento falso para engañar no puede subsumirse dentro del tipo de estafa.

"Reclama el impugnante que los ilícitos de uso de documento falso, por los cuales se condenó a su defendido, debe
entenderse subsumidos en la figura de estafa, en tanto fue el medio empleado para cometer estas últimas, y que, en
consideración al monto del perjuicio, debe declararse prescrita la acción penal respectiva. No lleva razón el recurrente. Al
tratar de una situación similar, en el voto 108-F de las 8:45 del 27 de marzo de l991, esta Sala indicó que no
necesariamente la existencia de un vínculo de medio a fin entre los delitos concurrentes lleva a estimar que hay un
concurso aparente de ilícitos, es decir que éste deba resolverse considerando subsumido el denominado comúnmente de
"pasaje". Los argumentos que surgen en favor de esta interpretación son fácilmente comprensibles si se parte de la noción
del disvalor contenido en cada norma penal. En efecto, la norma penal está prevista como un factor que reprocha
conductas que el legislador estima superlativamente lesivas a terceros. De manera tal que si en un caso concreto el
disvalor viene a menos, la aplicación de la norma habrá perdido todo objetivo y, en consecuencia, será inútil, cual sucede
en los casos en que la conducta prevista por el tipo penal de pasaje está también disvalorada en el tipo penal final. Mas si
en el tipo penal final no está insito el disvalor de aquella norma, entonces conservará su plena utilidad y aplicabilidad. En
el presente asunto, es evidente que el delito de estafa sanciona la afectación al patrimonio ajeno, ofensa que puede ser
llevada a cabo a través de medios diversos al uso de un documento falso. Por ello, mal podría estimarse que nuestro
sistema jurídico penal sanciona de idéntico modo a quien valiéndose de un engaño sencillo induce en error y procura un
beneficio patrimonial injusto, por una parte, y a quien, por otra parte, logra ese engaño aprovechándose de un documento
que sabe falso, lo cual facilita su tarea embelecadora y pone en mayor vulnerabilidad al sujeto pasivo, al lesionar la fe
pública; es decir, otro bien jurídico tutelado, lo que excluye la subsunción.

Amén de ello, sería absurdo que quien simplemente usa un documento falso esté conminado a una pena de uno a seis
años de prisión; mientras que quien lo usa para una estafa menor, lo que revela mayor daño a los bienes protegidos,
reciba una sanción, según la posición del recurrente, de dos meses a tres años. Aunque no es la tesis expuesta, tampoco
es admisible que resulte igual el uso de un documento falso por el que se busca cualquier ventaja sencilla, al uso
efectuado para lograr un perjuicio patrimonial injusto, lo cual no es efecto necesario de aquello. Por lo consignado, esta
Sala no comparte el reclamo planteado por el defensor de [...], declarando sin lugar el recurso.

15- EXTORSION - Diferencia con la estafa.

"En la sentencia impugnada, la mayoría del Tribunal tuvo por cierto que el procesado y otro sujeto se presentaron al
negocio del ofendido, donde arrogantemente se identificaron e hicieron pasar como "Inspectores de Control Fiscal del
Ministerio de Gobernación", mostrando una placa y revisando la mercadería, las etiquetas, el libro de ventas o facturero
de Tributación Directa y el servicio sanitario, tras lo cual dijeron al dueño del local que estaba cometiendo tres delitos que
consistían en no tener las marcas de las prendas registradas, no tener licencia de maquilador y tener el baño en mal
estado, amenazándolo con cerrar el negocio de uno a tres meses y con ponerle una multa de treinta a ciento veinticinco
mil colones, si no les daba quince mil colones y una camisa a cada uno -que en el acto se les entregó- así como otros
quince mil colones que pasarían a cobrar después. Para la mayoría del Tribunal sentenciador -criterio que comparte esta
Sala- tal conducta constituye un delito de Extorsión simple (mientras que el Juez disidente salvó su voto por considerar
que se está en presencia de un delito de Estafa), pues la diferencia fundamental entre los delitos de Extorsión y Estafa
radica en los medios previstos en cada tipo para el logro de una disposición patrimonial lesiva o perjudicial por parte del
sujeto pasivo. En la Extorsión estos medios son la intimidación o las amenazas graves, mientras que en la Estafa es la
inducción a error (proveniente de la simulación de hechos falsos o de la deformación u ocultación de hechos verdaderos).
Ahora bien, cuando la intimidación o la amenaza grave reposa o se erige sobre el error a que se induce a la víctima,
proveniente de la simulación de hechos falsos -como sucede en este caso concreto-o de la deformación u ocultación de
hechos verdaderos, la diferencia entre Extorsión y Estafa persiste incólume, pues resulta daro que mientras en la ultima el
sujeto pasivo cede al engaño, en la Extorsión se sucumbe al engaño y al miedo, esto es, a la fusión que resulta de
ambos factores en el ánimo de la víctima. Las razones expuestas son suficientes para declarar sin lugar el recurso
interpuesto.

Como comentario adicional, cabe hacer la observación de que en la legislación penal argentina, la simulación de autoridad
pública -como la que aparentó o fingió el acusado en este caso- es uno de los medios expresamente previstos en el tipo
penal de Extorsión (cfr. FONTAN BALESTRA, Carlos: Derecho Penal, Parte Especial, Buenos Aires, Abeledo Perrot,
1978, págs. 324 a 325; BREGLIA ARIAS, Omar y GAUNA, Omar: Código Penal, Buenos Aires, Editorial Astrea, 1987,
págs. 580 a 583; y CREUS, Carlos: Derecho Penal, Buenos Aires, Editorial Astrea, Parte Especial, t. I, segunda edición,
1988, págs. 470 a 471, para quien se trata de un caso de "intimidación enganosa"), mientras que en nuestro Código Penal
esa hipótesis fáctica está implícita en la abstracción del tipo penal." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, No 508-F de
las 15,25 hrs. del 28 de noviembre.

16- FALSEDAD IDEOLOGICA - Objetos alternativos del delitos son: el documento público y el auténtico.

"El artículo 358 del Código Penal dice «Las penas previstas en el artículo anterior son aplicables al que insertare o hiciere
insertar en un documento público o auténtico declaraciones falsas, concernientes a un hecho que el documento deba
probar, de modo que pueda resultar perjuicio». El delito tiene dos objetos alternativos, el documento público que es el
realizado por un funcionario público, no necesariamente vinculado a la administración por un nombramiento, juramentación
o representación, sino por otros parámetros que extienden -en el derecho penal- el concepto (sobre ello v. sentencias de
la Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia No 208-F, de 09:30 hrs. de 10-06-1994, y N o 375-F, de 10:20 hrs. de
23-09-1994); y el documento auténtico realizado por quien, en razón de su profesión, oficio u ocupación, consigna en él
declaraciones que se presumen ciertas, aceptadas como verdaderas ante los demás salvo prueba en contrario. Ejemplos
de lo anterior son las certificaciones extendidas por contadores públicos autorizados, por notarios o por médicos, los
planos de fincas levantados y firmados por topógrafos, la firma autenticada por abogado, etc. En el presente caso el
reporte de avance de obra es un documento auténtico extendido por [uno de los imputados, en su condición de Ingeniero
Civil], para probar ante la MUCAP y provocar con ello el giro de dinero, tomando en consideración que se trata de un
ingeniero civil contratado por una institución pública de crédito para vivienda, aunque pagado por los particulares, con el
fin de que él verifique in situ el avance de la construcción de edificaciones, con el fin de autorizar o negar los
desembolsos sucesivos de los préstamos de dinero que esa institución hace. Desde ese punto de vista dicha persona
levanta un documento auténtico, como fedatario público, en el cual hace constar -como se dijo- una situación propia de la
profesión de ingeniero civil

El hecho de haberlo firmado en blanco solamente acredita el dolo eventual con el que actuó, pues no obstante que no
había iniciado siquiera la construcción procedió a firmar en blanco el documento que se utiliza para acreditar el estado de
la obra, a sabiendas de que podía consignársele información falsa, como en efecto ocurrió, con posibilidad de perjuicio
para la institución ofendida. En consecuencia, dicho imputado aceptó como posible el perjuicio para la institución que lo
contrató como tasador. De acuerdo a lo dicho procede acoger el primer motivo del recurso por el fondo, revocar la
sentencia impugnada, exclusivamente en lo que [al Ingeniero] se refiere, y declararlo autor responsable del delito de
falsedad ideológica cometido en perjuicio de La Fe Pública."

17- FIJACION DE LA PENA - Alcances y naturaleza de las circunstancias que debe considerar el juzgador.

"En su reclamo, el defensor echa de menos el dictamen del Instituto Nacional de Criminología, para que el a-quo lo
tuviera en cuenta a la hora de fijar la pena. Debe aclararse que este defecto, de existir, influiría solamente en la fijación
de la pena y no en la totalidad de la resolución, como lo pretende. Sin embargo, no demuestra el recurrente que la
ausencia del citado dictamen le haya ocasionado gravamen alguno; es decir, que el tribunal le haya impuesto una sanción
arbitraria. Con vista en la sentencia recurrida, no se aprecia arbitrariedad por parte del a-quo, que en los folios 247 a 251
extendió las razones que tuvo para imponer la pena de cuatro y ocho años de prisión a los sentenciados; razones, por
cierto, plenamente atendibles. Esto hace que se deba declarar sin lugar el motivo. Amén de lo anterior, a mayor
abundamiento, conviene acotar que acerca de la imprescindibilidad o no del dictamen en cuestión, esta Sala se pronunció
diciendo: "...si bien es cierto ese numeral señala que para la fijación de la pena debe considerarse la "personalidad del
partícipe", tomando en cuenta "las características psicológicas, psiquiátricas y sociales, lo mismo que las referentes a
educación y antecedentes" del imputado, mediante el Informe que sobre esos extremos debe solicitarse al Instituto de
Criminología "el cual podrá -dice ese mismo artículo- incluir en su informe cualquier otro aspecto que pueda ser de interés
para mejor información del Juez", deben hacerse al respecto las siguientes aclaraciones. De este modo la fijación del
monto de la pena debe atender al grado de magnitud del injusto y de la culpabilidad, entendida esta última como el
reproche que se puede formular al autor por lo que hizo, cuando podía exigírsele otra conducta conforme al derecho,
según las circunstancias del caso (culpabilidad de acto).

Esta Sala toma en cuenta que la jurisprudencia constitucional ha señalado que "el derecho penal de culpabilidad no
excluye que se tome en consideración circunstancias personales del sujeto activo, al momento de fijar la pena a
descontar" y que "el artículo 71 del Código Penal contiene aspectos relacionados con la personalidad del autor, los que no
son contrarios al concepto de culpabilidad... razón por la que deben mantenerse vigentes y en consecuencia ser tomados
en consideración por los jueces al momento de fijar las penas..." (Sala Constitucional, N 0 - 88-92 de las 11 horas del 17
de enero de 1992). Con base en ello es conveniente hacer las siguientes precisiones. Los artículos 106, 393 párrafo
segundo, 395 inciso 2) y 400 inciso 4) del Código de Procedimientos Penales imponen al juzgador la obligación de
fundamentar sus sentencias, forma procesal cuya inobservancia está sancionada con pena de nulidad y que, en repetidas
ocasiones lo ha dicho esta Sala, obedece a las garantías constitucionales establecidas en favor del reo, constituyendo
acaso este deber de fundamentar o motivar -con todas sus implicaciones y corolarios- el principal aspecto del debido
proceso penal. Dentro de este contexto, puede afirmarse que aunque suprimiéramos hipotéticamente el artículo 71 del
Código Penal, subsistiría para el juzgador la ineludible obligación de fundamentar la fijación de la pena en sentencia. A la
luz de estos razonamientos es que debe analizarse la norma contenida en el articulo 71 del Código Penal, que señala
algunas cuestiones que el juez debe considerar en ese aspecto. Cabe preguntarse cuál es la naturaleza de este listado de
circunstancias a "tomar en cuenta". "¿Está el Juez obligado a agotar la lista, es decir, a considerar cada una de tales
cuestiones? La práctica judicial enseña que no en todos los casos se dan los elementos señalados, o algunos de ellos en
ciertos casos son irrelevantes, o no se cuenta con elementos de juicio adecuados para darles contenido (esto sucede
precisamente con el informe del Instituto Criminológico, que rara vez llega a manos del Juez a tiempo). Entonces sería
absurdo exigir al Juzgador que agote ese listado. Por lo tanto, debe concluirse que la enumeración del artículo 71 del
Código Penal es puramente enunciativa, ejemplificativa o explicativa, tanto así que no excluye la posibilidad de que el
Juez agregue o introduzca otras circunstancias dignas de ser consideradas a la hora de fijar la pena (en este sentido,
véase a NUÑEZ, Ricardo: Manual de Derecho Penal. Parte General., Buenos Aires, Editora Córdoba, 1987 pág. 339).
Tampoco debe perderse de vista que el Informe del Instituto Criminológico no es vinculante para el Juez y que tampoco
es el único medio probatorio válido para acreditar los extremos a que éste debe referirse" (V-16l-F, de las 14:05 del 16 de
abril de 1993). Siendo válidos también para el presente asunto los argumentos desarrollados en el fallo parcialmente
transcrito, se reiteran los mismos y se declara sin lugar el reproche." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, No 51-F de
las 9,50 hrs. del 14 de febrero.

18- HOMICIDIO CALIFICADO - Requisitos de agravación en la relación concubinaria.

"En el recurso por el fondo la defensora pública del imputado alega errónea aplicación del inciso 1 del artículo 212 (sic),
del Código Penal y falta de aplicación del 111 ibídem. Estima la recurrente que los hechos configuran el delito de
homicidio simple y que no concurren los supuestos del homicidio calificado porque a la fecha de los hechos el imputado y
la ofendida no eran concubinos, faltando uno de los elementos del tipo penal. Lleva razón la recurrente. Es evidente que
el legislador pretendió cubrir las relaciones concubinarias como una de las situaciones que agravan la figura del homicidio,
y que sólo pretendió poner un límite en favor del autor del hecho al exigir que esa relación tuviera al menos dos años y se
hubieren procreado uno o más hijos para que se agravara la pena. En efecto, señaló el legislador en el inciso 1 del
artículo 112 del Código Penal que comete homicidio calificado quien mate "...a su manceba o concubinario si han
procreado uno o más hijos en común y han llevado vida marital por lo menos durante los dos años anteriores a la
perpetración del hecho...". Desde el punto de vista teleológico es clara aquella finalidad de cubrir, junto a la familia
consanguínea, también al cónyuge y las relaciones concubinarias, como causal de calificación del homicidio. Pero como la
relación concubinaria constituye una situación de hecho que puede llegar a ser muy transitoria, el legislador se vio en la
necesidad de exigir un cierto grado de estabilidad en la relación, para no comprender también como causa de calificación
del delito una convivencia pasajera y ocasional. Así, exigió que los involucrados hubieren llevado vida marital por lo
menos durante los dos años anteriores a la perpetración del hecho y que hubieren procreado uno o más hijos en
común. Pero al delimitar su exigencia el legislador impuso requisitos que muy probablemente no tuvo en mente, pues de
la lectura del inciso 1 de esa norma se infiere, desde un punto de vista meramente objetivo, que resulta indispensable que
agresor y agredida hubiesen vivido como marido y mujer (vida marital) al menos (es decir como mínimo) durante los dos
años anteriores al hecho, de manera que si falta ese, o alguno de los otros requisitos, no se da la causal de calificación.

Para tales efectos debe tomarse en cuenta que en materia penal, tratándose de la aplicación de una causa de calificación
del delito que agrava la pena, no son admisibles las interpretaciones ampliativas o extensivas del tipo, sino sólo la
interpretación restrictiva o al menos la explicativa.
Además, en esta materia entre el dilema de lo que pretendió regular el legislador (intención o finalidad legislativa) y el
sentido propio de la norma (lo que finalmente indicó el legislador en la ley) debe escogerse esto último en virtud del
principio de legalidad, en especial sus derivados de tipicidad previa y reserva. En esa óptica, desde un punto de vista
objetivo el inciso l del artículo 112 del Código Penal exige varios requisitos para que la relación concubinaria constituya
una causal de calificación del homicidio: a) En primer lugar que exista esa relación concubinaria; b) en segundo lugar que
a consecuencia de ella se hayan procreado uno o más hijos; c) en tercer lugar que la relación se haya mantenido al
menos por dos años; d) en cuarto lugar que esos dos años en que se mantuvo la relación lo sean desde el momento de
los hechos hacia atrás, porque se indica en la norma "...durante los dos años anteriores a la perpetración del
hecho...", lo cual a su vez exige que al ocurrir el homicidio la pareja estuviere llevando vida marital, es decir cohabitaran
como marido y mujer en forma más o menos regular y permanente. Desde luego, esto no significa que breves
interrupciones circunstanciales en la cohabitación constituyan razón suficiente para negar la existencia de la vida marital
que exige la norma, sin embargo los juzgadores deben apreciar en forma precisa la prueba para establecer si la relación
se mantuvo incluso durante los últimos meses anteriores al hecho, porque de haberse interrumpido se excluye uno de los
supuestos del tipo objetivo. En el presente caso, conforme ya se dijo, el Tribunal tuvo por demostrado lo siguiente: "...Si
bien es cierto que la relación marital no ha podido ser demostrada en el proceso por cuanto el matrimonio de imputado y
ofendida no aparece inscrito en el Registro Civil..., la agravante se da por cuanto si tiene por demostrado el Tribunal que
hubo una unión estable entre víctima y victimario por más de diez años, de la cual nacieron dos niñas (...) y que esa
relación lo fue por lo menos durante los últimos dos años, ya que de acuerdo con la testigo [...] si acaso tenían seis
meses de separados..." [...].

En realidad la testigo [...], como bien probado lo tuvo el tribunal, declaró tanto en la instrucción como en el debate que el
agresor y la ofendida vivieron juntos por muchos años, pero que desde junio de mil novecientos noventa y tres ellos
estaban separados, y los hechos ocurren en enero de mil novecientos noventa y cuatro [...]. En otras palabras, el Tribunal
reconoce como cierto que se dan casi todos los elementos de hecho que exige el inciso l del artículo 112 del Código
Penal para calificar el homicidio: ellos eran concubinos, llevaron vida marital como por diez años y procrearon dos niñas;
sin embargo falta uno de los requisitos: que hubieren llevado vida marital por lo menos durante los dos años anteriores a
la perpetración del hecho, cosa que en el presente asunto no ocurrió, porque desde meses antes del homicidio ya no
llevaban vida marital, y son precisamente esas diferencias que antes provocaron la separación lo que a la postre también
influyeron en el homicidio. Por lo expuesto debe declararse con lugar el recurso por el fondo. Debe casarse la sentencia
en cuanto se estimó que los hechos configuran el delito de homicidio calificado y en su lugar recalificarlo al de homicidio
simple, conforme al artículo 111 del Código Penal [...]. 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, No 95-F de las 15,15 hrs.
del 23 de febrero.

19- MENORES - Vacío jurisdiccional tratándose de menores que hayan delinquido antes de alcanzar su
mayoridad.

"Ante una situación que pareciera similar a la presente [aplicación retroactiva de ley más favorable por razones de edad]
el artículo 38 de la Ley de la Jurisdicción de Menores dispone que"... cuando, una vez impuesta la medida de internación,
el menor llegue a la mayoría de edad, terminará de cumplir la medida en un centro especial que se establecerá para ese
fin. Mientras este centro especial no se haya establecido, terminará de cumplir la medida de internación en una sección
especializada para estos casos". Un artículo transitorio único complementa la norma anterior, al establecer que "el centro
de internación especial, al que se refiere esta ley, debe empezar a funcionar en un plazo máximo de un año, contado a
partir de su vigencia; dependerá del Juzgado Tutelar de Menores y su funcionamiento se programará de acuerdo con las
necesidades del servicio".-

De estas disposiciones pareciera deducirse el deber de remitir a un "Centro de Internación Especial" a la persona que
cometió el hecho siendo menor de edad pero que alcanzó la mayoridad sin haber completado la pena o la medida tutelar,
como ocurre en el presente caso. Sin embargo, esa posibilidad viene a ser frustrada por la misma Ley de la Jurisdicción
Tutelar de Menores, la que señala la extinción de la acción tutelar y la extinción de la medida tutelar en caso de que
el menor adquiera la mayoridad. En efecto el artículo 75 de esa ley dispone que "en caso de que el menor cumpla
dieciocho años durante la instrucción del proceso, no podrá continuar en la jurisdicción tutelar de menores", es decir
establece la mayoridad como una causa de extinción de la acción tutelar, antes de que recaiga sentencia en esa sede.
Por su parte, el artículo 48 de esa misma ley dispone que "una vez iniciada, la acción de los juzgados tutelares de
menores continuará hasta que el menor adquiera la mayoría de edad y termine, por tanto, la aplicación de la medida
tutelar o el caso sea remitido, en forma definitiva, a otra autoridad judicial...". Con ello esta última norma refuerza el hecho
de que la mayoría de edad constituye una causa extintiva de la acción tutelar, y a la vez establece que esa misma causa
también extingue la medida tutelar, en aquellos supuestos en los cuales el menor había sido sometido a una medida
tutelar de las definidas en el artículo 29 de esa misma ley, como ocurre con la internación en establecimientos educativos,
pero llega a cumplir los dieciocho años de edad, caso en el cual termina la aplicación de la medida tutelar como dice la
norma. Por lo anterior ningún sentido tendría el enviar esta causa a la Jurisdicción Tutelar de Menores, ya que en ningún
caso podrían esos Tribunales mantener una medida tutelar a una persona que cometió un hecho delictivo siendo menor de
edad, mientras no se modifique la ley. Además de lo anterior, la Ley 7383 del 16 de marzo de 1994 ha creado un vacío
jurisdiccional.

Por un lado esa ley vino a disponer que los Tribunales Tutelares sólo son competentes "...para conocer de la situación
de los menores con edades comprendidas entre los doce años y menos de dieciocho años, a quienes se les
atribuya la comisión de una contravención o delito..." (artículo 1 de la Ley de la Jurisdicción Tutelar de Menores), con
lo cual les impide conocer de la situación de las personas que cometieron el hecho punible siendo menores de edad pero
alcanzaron la mayoridad; y por otro lado, esa misma ley reformó el artículo 17 del Código Penal señalando ahora que
"este Código se aplicará a las personas de dieciocho años cumplidos", impidiendo que la jurisdicción penal ordinaria
juzgue personas mayores que cometieron un hecho punible siendo menores. Por esta otra razón tampoco es posible
remitir esta causa al Juzgado Tutelar de Menores y en su lugar debe disponerse el archivo. Debe ponerse en inmediata
libertad al imputado si otra causa no lo impide, así como también deberá cancelarse la inscripción en el Registro Judicial
de Delincuentes. Por último, los suscritos Magistrados estimamos que el transitorio único de la ley 7383 pareciera rozar
con la Constitución, además de lo dicho en el considerando segundo, si se interpreta que los Centros de Internamiento
Especial dependerán incluso administrativamente del Juzgado Tutelar de Menores, y más aún si se piensa que
corresponde al Poder Judicial poner a funcionar esos Centros. En realidad el funcionamiento del Sistema Penitenciario,
incluso los centros de menores, constituye una tarea típicamente administrativa, de resorte exclusivo del Poder Ejecutivo;
además, esa norma nunca fue consultada con la Corte Suprema de Justicia, pues si bien el proyecto original fue conocido
en el Poder Judicial, el transitorio se agregó en discusiones finales en el seno de una Comisión Legislativa, lo que
contrasta con el artículo 167 de la Constitución Política. En realidad ese transitorio debe interpretarse en el sentido de que
los Centros de Internamiento Especial funcionarán bajo la vigilancia permanente de los Tribunales Tutelares de Menores,
como ocurre con los Centros Penales para adultos en relación con la Jurisdicción Penal y el Juzgado de Ejecución de la
Pena, pero su creación y funcionamiento es competencia del Poder Ejecutivo. Por otra parte, debiera permitirse, cosa que
la ley no admite, que la jurisdicción tutelar pueda continuar el trámite de una causa contra una persona a quien se le
atribuye un hecho punible realizado cuando ésta era menor de edad, aún si adquiere la mayoridad, pues también en esos
casos se hace necesario brindar ayuda u orientación por medio de alguna de las "medidas tutelares" previstas en la ley,
cuando se logra acreditar que esa persona realizó el hecho que se le atribuía en perjuicio de los derechos fundamentales
de la víctima." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 9-F de las 10,35 hrs. del 6 de enero.

20- PARTICIPE - Aplicación de la tesis del doble dolo del cómplice y la teoría del conocimiento - Extensión
del dolo del cómplice a las acciones principales y su resultado

"Acusa el defensor errónea aplicación del artículo 47 en relación con el 111, e inobservancia del artículo 30, todos del
Código Penal. En síntesis, aduce que si bien, de acuerdo con los hechos acreditados, la conducta de su defendido tipifica
como cómplice de robo "no tipifica como el delito de cómplice de homicidio.". Señala que para "condenar al imputado por
cómplice del homicidio, era necesario acreditarle que participó aceptando las consecuencias de lo que los autores podían
llegan a realizar.", sea que era necesario que tuviera el dolo de colaborar en el hecho cometido por un tercero (dolo de su
propia acción), además de tener el dolo de la acción que iba a cometer el autor principal. Que dentro del plan [del
coimputado], no estaba matar a la ofendida y ello no se acreditó, ni que el imputado aceptara que los autores fueran a
ultimar a la víctima. Por ello -dice- no se puede partir de que el acusado tuviere ese doble dolo, pues faltó acreditar el
elemento subjetivo del tipo en cuanto a la complicidad de homicidio. Sin embargo, los argumentos del defensor no son
admisibles.

Tanto de los hechos probados como de su fundamentación de derecho (adecuación de aquéllos con los tipos penales y su
punición, excepción que resulta y se tratará al conocer el segundo motivo de este recurso por el fondo formulado respecto
de la violación de las reglas del concurso con relación al partícipe), con claridad se desprende que el aquí imputado
aceptó y prestó decididamente su aporte o colaboración (consistente en labor de vigilancia y protección a los autores,
incluso recibiendo para tal cometido un arma de fuego, así como del traslado del autor o autores principales de los hechos
dolosos en el vehículo en que se encontraba); además, conoció de antemano a los hechos punibles ocurridos la utilización
de armas por los autores del asalto, aunque no figurara en el plan criminal original causar la muerte de la ofendida, así
como que fue llevado a conocer, el día anterior, el sitio donde se realizaría el hecho punible: en principio el robo.
Igualmente quedó bien acreditado que, el día de los hechos, el acusado [.....] fue trasladado de su domicilio (alrededores
de Plaza González Viquez), al hotel Terminal, enrumbándose luego los acusados, primero hasta un lugar cercano al de la
escena de los hechos donde quedó a la espera [.el coimputado] en su automotor, y luego en otro vehículo (tipo sedán)
hacia el lugar de destino para la realización del hecho programado y aceptado (querido) por [el imputado], concretamente
el robo con uso de armas de fuego por parte de los autores principales, habiendo recibido igualmente una arma de ese
tipo, ubicándose el chofer del vehículo sedán (en que viajaba [el acusado] a unos cincuenta metros del lugar en que se
cometería el delito, sea en "una posición estratégica para abandonar el lugar" y en labor el aquí imputado de vigilancia y
protección para el traslado de los autores, lo que efectivamente se hizo en dicho vehículo sedán una vez realizados los
hechos punibles por el autor o autores, haciendo luego trasbordo al vehículo [del coimputadol, en el cual se trasladaron
hasta Tres Ríos, recibiendo luego parte del botín de manos del director del plan criminal: [...], a quien previamente (al
momento del último trasbordo) [el imputado], "hombre de confianza" [del coimputado], le había hecho entrega del maletín
ejecutivo sustraído por el autor o los autores a la víctima, e incluso recibió parte del botín.

De la relación de esos hechos, evidentemente se desprende la participación dolosa del aquí imputado en su sentido
estricto, es decir, que su dolo propio estuvo tanto dirigido a cooperar como cómplice en la realización de los hechos
dolosos por el autor o los autores, como a la naturaleza dolosa de los hechos punibles principales (lo que alguna
doctrina ha llamado el "doble dolo" del cómplice). Esto se desprende como consustancial de los hechos acreditados.
Desde estas perspectivas es posible sintetizar que, sin el dolo del autor o autores principales no existe la participación,
pues así lo exige el principio de accesoriedad derivado del artículo 47 del Código Penal, al sancionar o castigar como
cómplice a quien presta "al autor o autores, cualquier auxilio o cooperación para la realización del hecho punible.". Es
indudable pues, que los elementos que como no probados se echan de menos, sí están presentes- y se valoraron
jurídicamente- dentro de los hechos acreditados. Hubo pues, en el caso en estudio, una contribución causal clara en la
realización de los hechos dolosos principales, de modo que en relación al aspecto subjetivo de la complicidad, el dolo del
cómplice [...] no solo estaba presente en su propia acción, sino que también se extendió (abarcaba) a la acción o
acciones principales y también a su resultado. Ahora, en relación al punto concreto del alegato de que para poder
condenar el imputado por complicidad en el homicidio, "era necesario acreditarle que participó aceptando las
consecuencias de lo que los autores podían llegar a realizar", tampoco puede otorgarse razón al recurrente, pues aparte
de lo antes señalado, son aplicables al caso las prescripciones de los artículos 48 y 49 del Código Penal (teoría del
conocimiento).

Del contexto del fallo, especialmente de los hechos probados, se acreditó el conocimiento y la aceptación (querer) [del
acusado] en su participación en los hechos dolosos de otros, hechos en los cuales se usarían armas, y de ahí que
procede la aplicación de dicha teoría (del conocimiento), sea por aceptar como una consecuencia probable de la acción
emprendida por el autor o los autores el que se ocasionara una lesión física y hasta la muerte de una persona, como en
efecto ocurrió, por el hecho de portar armas aquéllos (incluso el propio [imputado]); lo anterior, en unión o aplicación de lo
dispuesto en el párrafo final del referido artículo 49, en cuanto dispone: "Las circunstancias materiales que agraven o
atenúen el hecho solo se tendrán en cuenta respecto de quien, conociéndolas, prestó su concurso.". De manera que,
jurídicamente, no es posible, por el principio de accesoriedad de la conducta del partícipe, eludir, reducir o de otra forma
eximir, de la participación criminal al cómplice en los hechos principales ocurridos y sus resultados, esto es -como se
pretende-circunscribiendo la conducta del partícipe solo al delito de robo agravado, porque si la responsabilidad del autor
o los autores participa del delito o delitos cualificados por el resultado, la conducta del partícipe no puede romper ni el
título de aquélla imputación, ni puede quebrar el principio de accesoriedad del partícipe (en este caso del cómplice)
respecto de los injustos penales del autor o los autores. Y ha de tenerse presente, de otro lado, que la complicidad
(materialmente desarrollada), en este caso concreto, aumentó el riesgo o las probabilidades de que el delito se realizara,
pues creó más confianza de realización en el autor o autores a fin de producir el resultado. Las razones expuestas, son
suficientes para declarar inadmisible la tesis de la defensa y por ende este motivo.- Segundo motivo. Se acusa errónea
aplicación de los artículos 22 y 76 e inobservancia del artículo 21, en relación con el 75, todos del Código Penal. Apunta
el defensor -en resumen- que de acuerdo con las reglas del concurso de delitos, según los razonamientos que expone, a
su defendido solo se le puede condenar por las acciones de cooperación que realizó y no por las acciones realizadas por
los autores del robo y homicidio. Que su patrocinado solo realizó una única acción de cooperación que violó dos
disposiciones legales no excluyentes entre sí, pero con una única acción de colaboración, incurriendo en un concurso
ideal. Sin embargo, en criterio de la Sala, no es posible otorgar razón al recurrente. Los argumentos expuestos en el
Considerando anterior referida a la extensión del dolo del partícipe a la acción o acciones principales y por ende a los
resultados de éstas, valen para el rechazo de este motivo. En efecto, son aplicables al caso del cómplice o partícipe las
disposiciones contenidas en los artículos 48 y 49 del Código Penal, toda vez que de parte [del imputado] hubo aceptación
(querer) de participar en los hechos dolosos de otros, en los que se usarían armas de fuego. Así según la teoría del
conocimiento, esto es, que se acepta como una consecuencia probable de la acción emprendida por el autor o los autores
el que se ocasionara una lesión e incluso la muerte de una persona, como efectivamente ocurrió, todo a consecuencia -en
cuanto al cómplice de la portación y uso de armas de fuego (al igual que el mismo [acusado]), para la perpetración del
ilícito en principio planeado. Y como también se dijo en el precedente Considerando, en virtud del principio de
accesoriedad de la conducta del partícipe y en estricta aplicación de los citados artículos 48 y 49, no es dable
jurídicamente sustraer la acción del partícipe, en este caso concreto, de las conductas del autor o autores de los hechos
principales y sus resultados, dando así cabida a la aplicación de las reglas del concurso delictual por que se aboga, pues
de admitirse tal tesis, implicaría dejar inoperantes los referidos artículos del Código Penal, además de que, si la
responsabilidad del autor o autores participa del delito o delitos por el resultado, la conducta del aquí partícipe, dada la
trascendencia y eficacia que tuvo la desplegada, tampoco puede quebrar ni el título de aquélla imputación principal, ni por
ende el principio de accesoriedad del partícipe con respecto de los injustos penales de aquéllos y sus resultados, pues -se
repite- al aceptarse como una consecuencia probable por la portación y uso de armas de fuego que se produjera lesión o
incluso la muerte de la persona, y en atención a lo determinante de la conducta del imputado que como partícipe se le
encomendó y que efectivamente cumplió antes y después de los hechos, no hay entonces bases razonables, además de
lo imperativo de las referidas normas penales, para estimar como desligadas e independientes sus acciones de las del
autor o autores y que en esa condición debe juzgárselas de acuerdo al concurso ideal. Unido a ello, juega un papel
importante -en este caso-el factor del aumento del riesgo o probabilidades de que el delito o delitos se realizaran, creando
así más confianza en el autor o autores a fin de producir el resultado -aún más grave de los previstos como ciertamente
sucedió- la referida y especial circunstancia de la portación de armas de fuego para la realización del injusto al que se
prestó colaboración, incluyendo desde luego la oportuna espera para la eficaz huida de los participantes luego de
cometidos los injustos, como efectivamente ocurrió, dando lugar esos motivos serios para incluso pensar en otro tipo de
calificación legal aún más grave respecto de la participación del aquí juzgado como cómplice

No obstante, por provenir la impugnación de la defensa, aparte de la declaración abstracta que ello conllevaría, no se
podría agravar su situación jurídica establecida en la sentencia de mérito (artículo 459 del Código de Procedimientos
Penales), pero sí son circunstancias concurrentes y razonables para también desestimar la aplicación concursal
pretendida." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N o 347-F de las 9,45 hrs. del 9 de setiembre.

21- PRIVACION DE LIBERTAD AGRAVADA -Existencia de vínculo matrimonial no excluye antijuridicidad del
acto ni la culpabilidad.

"Se alega en el primer motivo del recurso por el fondo la errónea aplicación del artículo 30 en relación con los numerales
31, 32, 34 y 35 del Código Penal. Se fundamenta éste en la ausencia del dolo en la ejecución de los actos por los cuales
fue condenado el encartado como autor responsable del delito de privación de libertad que define y sanciona el artículo
192 inciso 1) del citado código. En este caso -manifiesta el impugnante- "no ha quedado debidamente establecido el
objeto material de la culpabilidad, como parte del juicio del reproche. Está ausente la comprensión de lo que se hace y de
la posibilidad de dirigir su acción de acuerdo con dicha comprensión, en la concreta situación fáctica en que aquélla fue
llevada a cabo". Además, "El tribunal juzgador debió establecer claramente la presencia del dolo en los hechos, tomados
en cuenta dentro de la relación del matrimonio...". Aparte del anterior razonamiento, el impugnante señala que no se tomó
en cuenta "el elemento cognoscitivo que es el conocimiento de la antijuridicidad típica; y el elemento volitivo, que es la
libre aceptación de una acción antijurídicamente típica".

En síntesis, la tesis del impugnante se resume en la "ausencia del dolo directo, como presupuesto indispensable del delito"
de privación de libertad. La Sala al analizar los diversos argumentos del impugnante, estima que no lleva razón. De los
hechos que han sido acreditados como probados en la sentencia se desprende que en tres ocasiones el encartado realizó
actos tendientes a impedir que su esposa saliera de su casa, procediendo a cerrar los portones con candados.

Se desprende además, que tales actos fueron la culminación de una serie de agresiones físicas (hecho 2) como parte del
deterioro de la relación matrimonial. Todos los hechos probados contaron con el respaldo de pruebas idóneas
debidamente apreciadas y evaluadas por los juzgadores. El primer reproche en cuanto a la falta de comprensión del
carácter antijurídico resulta inaceptable, por cuanto el imputado es ciudadano jamaiquino, lo que significa que ha vivido en
un contexto cultural que no es lejano a los principios, reglas y valores de nuestra cultura occidental. Alegar la ignorancia
del carácter delictivo en este tipo de situaciones o pretender justificar la supuesta antijuridicidad en la existencia de un
vínculo matrimonial carece de fundamento. En este tipo de delitos la víctima puede ser detenida en su propia casa y basta
con que se le prive de la posibilidad de salir. Tampoco importa nada que el local del encerramiento tenga o no puerta y,
teniéndola, que ésta se encuentre abierta o cerrada, siempre que por alguna acción se haya impedido efectivamente la
libertad de salir cuando la víctima haya querido (Sebastián Soler, Derecho Penal Argentino, TEA, 1976, t. 4, p. 35). La
existencia del vínculo matrimonial, sobre el cual ha insistido con vehemencia el impugnante no excluye la antijuridicidad
del acto ni la culpabilidad. El matrimonio como institución fundamental de la sociedad debidamente garantizado en la
Constitución Política, implica la existencia de un acuerdo de voluntades en virtud del cual los contrayentes se
comprometen a cumplir una serie de deberes recíprocos; entre éstos, el respeto mutuo, de tal manera que cuando la
acción de uno de los cónyuges sobrepasa los límites normativos y de la convivencia social, se pueden lesionar bienes
jurídicos diversos: en unos casos, configurándose causales legales para la disolución del vínculo matrimonial; en otros,
coincidiendo éstas con alguna de las acciones descritas en alguno de los tipos penales; sin que uno excluya la aplicación
del otro.

Por el contrario, la reincidencia con que el actor agredía físicamente a la ofendida, así como en cuanto a la privación de
la libertad, demuestra que el encartado tenía pleno conocimiento de sus actuaciones y, no duda esta Sala que su voluntad
estaba dirigida a impedir la salida de su esposa, es decir, privarla de su libertad personal. De esta manera, el dolo se ha
configurado, por cuanto éste implica la voluntad de realizar el tipo objetivo, como ha ocurrido en el presente caso. No se
ha configurado en consecuencia ningún error de tipo ni de prohibición, como lo ha alegado el recurrente. En
consecuencia, este motivo debe declararse sin lugar." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N 0 533-F de las 10,40 hrs.
del 12 de diciembre.

22- PROXENETISMO - Sala de masajes no es lugar de alojamiento ocasional.

"Argumenta el impugnante que la acción de la imputada no es típica [administradora de sala de masajes que funcionara
como prostíbulo], por cuanto está al día en el pago de impuestos y patentes, de conformidad con la ley No 5554 del 20 de
agosto de 1974. Debe rechazarse el motivo. El artículo l de esta ley, dispone lo siguiente: «Artículo 1 Créase un impuesto,
a favor del Instituto Mixto de Ayuda Social, que pagarán los negocios calificados y autorizados por el Ministerio de
Gobernación, Policía, Justicia y Gracia, como moteles y hoteles sin registro, casas de alojamiento ocasional y similares.
Formarán parte de esta clasificación los establecimientos, que aun cuando tengan registros de hospedaje, lleven a cabo
actividades que a juicio de las autoridades estén comprendidas en la estipulación antes mencionada. La calificación y
autorización requeridas para la operación de estos negocios las dictará el Ministerio indicado, de común acuerdo con el
IMAS, tomando en consideración que no podrán estar ubicados en un radio de quinientos metros de un centro educativo,
oficialmente reconocido por el Estado». (Se suple la negrita.) Ahora bien, examinado el fallo de mérito no consta que se
diera el supuesto de hecho para la aplicación del articulo transcrito, como es el que la Sala de Masajes involucrada en la
causa fuera debidamente calificada por el Ministerio de Gobernación como un lugar de alojamiento ocasional. En otros
términos, para entrar a considerar si el pago de los impuestos pudiera constituir una especie de autorización administrativa
para que operara el negocio de comentario, y que esto haya podido tener alguna incidencia en la culpabilidad, resultaba
indispensable previamente que tanto el Ministerio de Gobernación como el Instituto Mixto de Ayuda Social hubieren
catalogado el negocio como un lugar de alojamiento ocasional, sin embargo tal cosa ni siquiera se alega y no está
acreditada que hubiere ocurrido en la especie. De acuerdo a ello no resulta de aplicación la ley especial invocada por el
recurrente, y en consecuencia debe rechazarse el reclamo." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N 0 53-F de las 10
hrs. del 14 de febrero.

23- RESISTENCIA AGRAVADA - Necesaria legitimidad de la actuación del funcionario público debe ser
acreditada y no darse por supuesta.

"Como único agravio del recurso por vicios in iudicando interpuesto por la defensa del sentenciado [...], se acusa la
inobservancia de los artículos 303 y 304 inciso 42 del Código Penal, para lo cual alega que la conducta de su patrocinado
no constituye ningún delito. Considera esta Sala que el reclamo es de recibo por las siguientes razones. Según lo tuvo por
acreditado el a quo en su sentencia: "El 18 de octubre de 1992, en horas de la noche, la Guardia de Asistencia Rural de
[...] fue alertada de que en las afueras del Bar [...] se estaba suscitando una pelea. Al acudir al indicado sitio se
encontraron con que la riña ya había terminado y que caminando cerca del lugar iba el encartado [...], a quien
decidieron detener como posible participante en los hechos arriba descritos (...) Al momento de ser detenido, el
encartado mencionado se resistió a la misma (sic) utilizando para ello la fuerza física contra los oficiales que intentaban el
cumplimiento, a quienes les lanzó golpes con sus manos y pies..." (el subrayado no es del original, [...]). Para el Tribunal
de mérito tales hechos constituyen el delito de Resistencia agravada, pues estima que el autor se resistió agrediendo a la
autoridad. Sin embargo, para los suscritos Magistrados tales hechos no satisfacen todos y cada uno de los elementos
objetivos del tipo agravado en cuestión, pues no se demostró que la fuerza desplegada por el imputado tuviera por objeto
impedir u obstaculizar la ejecución de un acto propio del legítimo ejercicio de las funciones de los guardias involucrados en
el hecho. Por el contrario, el mismo a quo admite que el imputado "cuando fue detenido no estaba haciendo nada ilegal y
bien pudo haberse evitado el problema si se hubiera actuado con mayor discreción por parte de las Autoridades, los
hechos ilícitos y que legitiman su actuación ya habían pasado" (el subrayado es suplido, [...].

Si el imputado no estaba haciendo nada ilegal (independientemente de que admitiera su participación en la pelea con
posterioridad), ¿por qué se le detuvo?; porque -contesta el Tribunal- las autoridades no actuaron con mayor "discreción .
Si discreción es la sensatez para formar juicio o el tacto para hablar o actuar, según el significado común de esta palabra,
y si la actuación de la policía no estuvo dotada de tal característica, ¿cómo puede estimarse que aquella entraba en el
ejercicio legítimo de sus funciones? ¿Por qué el encartado -como asevera el a quo- debió "obedecer y someterse a la
detención"? En cuanto a este extremo el razonamiento del Tribunal no es convincente.

Debe hacerse notar, como lo subraya la defensa, que los guardias decidieron detener al acusado "como posible participe"
de una supuesta pelea o riña, lo cual evidencia que ellos no tenían un indicio comprobado de que aquel hubiera
participado en la pelea, no tenían certeza sino sospecha sobre su participación, a lo cual cabe agregar que no se trata de
un caso de flagrancia, todo lo cual excluye la legitimidad de la detención, conforme a lo dispuesto en los artículos 37 de la
Constitución Política y 7 incisos 1, 2, 3 y 4 de la Convención Americana Sobre Derechos Humanos, pues ni siquiera
consta como hecho probado que al procesado se le hubiera informado de las razones de su detención por parte de la
Guardia Rural: siendo un requisito del tipo penal la legitimidad de la actuación del funcionario público debe acreditarse, no
darse por supuesta, pues priva aquí la presunción de inocencia del acusado, y tal comprobación se extiende -como en
este caso concreto- a todas las formalidades que debe reunir una detención para ser "legítima", de las cuales -según los
"hechos probados" de la sentencia- se obvió el indicio comprobado de la participación en un delito, lo que exige la
Constitución Política, así como se prescindió informar al imputado de las razones de su detención, requisito que dimana
de la Convención supra indicada como garantía del ciudadano frente a la autoridad pública. Por todo lo dicho,
corresponde acoger el reproche de la defensa para casar la sentencia y juzgar el caso de conformidad con la ley
sustantiva, absolviendo de toda pena y responsabilidad al imputado por el delito de Resistencia Agravada que se le
atribuye." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N o 463-F de las 8,40 hrs. del 11 de noviembre.

24- RESPONSABILIDAD CIVIL - Absolutoria no basta para omitir pronunciamiento sobre responsabilidad
civil.

"Si bien en sede penal normalmente la responsabilidad civil es impuesta por la constatación al menos de una conducta
injusta (es decir, típica y antijurídica), en los términos del artículo 103 del Código Penal (así, las resoluciones 496-F de las
11:30 del 23 de octubre de 1992 y 52-F de las 9:45 del 29 de enero de 1993), nada se opone a que esa condena civil sea
impuesta también cuando la responsabilidad pueda surgir de otra fuente normativa, de la cual derive la obligación de
indemnizar, posibilidad que expresamente prevé nuestra legislación en los artículos 11 y 398 del Código de
Procedimientos Penales. Al respecto ya esta Sala indicó que "...el Código de Procedimientos Penales establece, por
economía procesal, en caso de darse en el proceso una sentencia absolutoria, la facultad del Tribunal sentenciador de
resolver lo que proceda en lo atinente a la acción civil resarcitoria que ha sido planteada en la misma causa penal" (Sala
Tercera, sentencia 101-F, de las 11:00 del 8 de octubre de 1982). De modo tal que no basta la absolutoria para que el
tribunal omita el análisis y pronunciamiento referente a la responsabilidad civil, sobre todo -como se dijo- cuando
subsistan otros supuestos normativos distintos al delito en los cuales pueda sustentarse ese deber de indemnizar. En ese
sentido, señaló en otro caso la Sala, "..cuando recae sentencia absolutoria en lo penal... el juzgador puede condenar en lo
civil y desde luego debe exponer en forma pormenorizada los razonamientos en cuanto a los hechos y al derecho en que
se sustente esa condenatoria civil, y esto es así porque los motivos que tuvieron para condenar o absolver en lo civil,
pueden ser diversos de los que se tomaron en cuenta para absolver o condenar en lo penal" (Sala Tercera, No. 241-F de
las 10:45 del 2 de octubre de 1986). Es por ello que la absolutoria emitida, por no ser motivo suficiente, no exonera al
tribunal del deber de fundamentar su pronunciamiento civil en esas circunstancias, es decir cuando otra fuente normativa
establece la posibilidad de la condena civil. En consecuencia, dicha omisión produce que ese fallo carezca de fundamento
y deba ser declarado nulo en aplicación del artículo 106 del Código de Procedimientos Penales, al menos en lo que al
aspecto civil se refiere. En el caso de comentario, es notorio que el tribunal de juicio omitió extender las razones por las
que declaraba sin lugar las pretensiones civiles formuladas, apoyándose únicamente en el resultado de la cuestión penal,
en general absolutorias, pero eludiendo la relación de esa responsabilidad indemnizatoria con otros hechos donde el a-
quo reconoce abusos o ilícitos administrativos, y además por lo dispuesto en los artículos 210 de la Ley General de
Administración Pública y 1045 del Código Civil.

Es por lo anterior que la Sala estima que efectivamente carece de fundamentación la sentencia en los aspectos
reclamados por la Procuraduría General de la República en su recurso, en tanto debió el tribunal cuestionarse si la
conducta de los incriminados, aunque no delictiva en la mayoría de los casos, pudiera configurar una eventual
responsabilidad patrimonial en virtud del citado artículo 210 de la Ley General de Administración Pública que señala que
"el servidor público será responsable ante la Administración por todos los daños que cause a ésta por dolo o
culpa grave, aunque no se haya producido daño a tercero..." y el artículo 1045 del Código Civil. En otros términos,
tomando en cuenta las particularidades del presente caso, el Tribunal debió razonar en forma expresa su conclusión al
eximir de responsabilidad civil a los imputados, para lo cual no bastaba la absolutoria. Consecuentemente debe anularse
el fallo en cuanto a los aspectos civiles impugnados y remitir a las partes a la vía ordinaria que corresponda. En esa vía
deberá detenninarse el grado de participación y responsabilidad civil, administrativa y disciplinaria de cada uno de los
accionados, si la hubiere, así como su exigibilidad, incluso en los términos del artículo 207 de la Ley General de
Administración Pública. Por consiguiente, ha de declararse la nulidad de la sentencia en los aspectos civiles impugnados,
según se dirá, y remitir a las partes si a bien lo tienen a la vía correspondiente en demanda de esos intereses
pecuniarios." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 565-F de las 16,15 hrs. del 12 de diciembre.

25- RESPONSABILIDAD CIVIL -Prescripción aplicable para el reclamo.

"[...], a tenor del artículo 871 del Código Civil (que por especialidad se sobrepone al 207 de la Ley General de
Administración Pública, en tanto aquel versa sobre la responsabilidad derivada de un hecho delictivo) establece que "las
acciones civiles procedentes de delito o cuasidelito se prescriben junto con el delito o cuasidelito de que proceden". Esta
Sala ya expresó sus dudas sobre la constitucionalidad del artículo 871 del Código Civil y formuló una consulta a la Sala
Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, en la que acotó: "El problema se presenta con el principio de igualdad
constitucional (artículo 33 de la Constitución Política), cuando se hace una distinción injustificada para que un damnificado
pueda reclamar una indemnización por una conducta antijurídica de otra persona, pues si el hecho queda en el ámbito
civil como una infracción a las leyes civiles, el damnificado cuenta hasta con diez años para reclamar daños y perjuicios,
pero si la conducta es mucha más grave al extremo de constituir delito, el plazo se le reduce en todos aquellos casos en
que la prescripción de la acción penal es menor a 10 años, como ocurre en una gran mayoría de los hechos delictivos.
Esa diferencia que se hace para reclamar daños y perjuicios por una conducta lesiva no encuentra ninguna justificación.

Por el contrario, del principio de igualdad también deriva la necesidad del tratamiento diferenciado ante situaciones
distintas, en consecuencia la solución debiera ser inversa a la señalada en el artículo 871 del Código Civil, porque el
plazo para reclamar los daños y perjuicios debiera ser mayor cuando el hecho es constitutivo de delito, por tratarse de
una conducta más grave, y por lesionarse bienes jurídicamente tutelados por el derecho penal, que por lo general son los
más importantes en la comunidad, de acuerdo con una escala de valores reflejada en una concreta política criminal.

Mientras que si se trata de una acción por la cual sólo se debe responder civilmente al pago de daños y perjuicios, y que
no es transgresora del Derecho Penal, el plazo para accionar podría ser justificadamente menor" (297-A, de las 14:55 del
9 de julio de 1993 de la Sala Tercera). Sin embargo, la Sala Constitucional, con el voto salvado de los magistrados Mora,
Piza y Arguedas, declaró en resolución N 0 - 5029 de las 14:36 del 13 de octubre de ese año, que el artículo 871 del
Código Civil no es contrario a la Constitución Política y, por ende, declaró su plena aplicabilidad, lo cual resulta vinculante
en virtud del artículo 13 de la Ley de Jurisdicción Constitucional." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N 0 565-F de las
16,15 hrs. del 12 de diciembre.

26- ROBO AGRAVADO -Apoderamiento en el mismo acto de bienes pertenecientes a dos personas -Unidad de
acción y resultado excluye el concurso.

"[...], en lo que se refiere a la sustracción de los bienes propiedad de las dos ofendidas, debe quedar claro obviamente
que existen las agravantes que señalan los incisos 2) y 3) del artículo 213 del Código Penal, pues el robo fue cometido
por tres sujetos, que utilizaron armas para intimidar a las víctimas. En efecto, respecto a este extremo se narra en la
sentencia que, después de dejar amarradas y amordazadas a las víctimas, los imputados [...], así como el tercer sujeto de
identidad desconocida, quienes andaban armados cada uno de un cuchillo, se retiraron de la casa, llevándose en unos
maletines gran cantidad de bienes que pertenecían a las dos ofendidas y que nunca fueron recuperados [...]. Sin embargo,
tiene razón la defensa cuando alega que en este caso no se trata de dos Robos Agravados, uno en perjuicio de cada
ofendida, como lo consideró el Tribunal de mérito, sino que más bien estamos en presencia de un solo delito de Robo
Agravado cometido en perjuicio de las dos, pues evidentemente en la especie existe unidad de acción y unidad de
resultado, de modo que -en cuanto a la sustracción propiamente dicha- no se puede hablar de un concurso ideal ni
material. Estamos en presencia de una sola conducta activa, que consiste en el apoderamiento ilegítimo de bienes ajenos
que realizaron los imputados y el sujeto que los acompañaba. Además, como resultado de esa acción única se produce
también una sola violación del bien jurídico tutelado, a saber, la propiedad, independientemente de que los objetos
sustraídos pertenecieran a las dos ofendidas

En consecuencia, el imputado [...] adecuó su conducta una sola vez al tipo penal que sanciona el Robo Agravado, por lo
que debió imponérseles una sola pena y no dos como se hizo por un evidente yerro en la aplicación de la ley sustantiva."
1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N 0 465-F de las 8,50 hrs. del 11 de noviembre.

27- TENENCIA DE DROGA PARA EL TRAFICO -Delito experimental no puede dar base por sí solo a una
condenatoria.

"En el primer motivo la defensa alega violación de los artículos 471.2, 472, 474.1, 477, 483 del Código de Procedimientos
Penales en relación con los artículos 1, 106, 145.3, 393, 395.2, 400 incisos 3 y 4 ibídem, así como los artículos 39 y 41
de la Constitución Política, porque la sentencia se fundamentó en un delito experimental de la policía antidrogas. Señala
la recurrente que se montó un operativo, con marcación de billetes y se envió a un "informante" a comprarle droga a la
imputada, acto que estaba bajo el total control de la policía, sin que pueda sustentarse en ello una sentencia conforme lo
expuso la Sala Constitucional en el voto 1169-94.- El reproche no es atendible. Es cierto que el "delito experimental" no
puede dar base para una condenatoria por si solo, sin embargo la situación es distinta en el presente caso porque no
estamos en presencia de una situación experimental. En efecto, no puede concluirse que los oficiales de policía antidrogas
hubieren provocado o generado la consumación del hecho delictivo al enviar a una persona a comprarle droga a la
imputada, porque en este supuesto la conducta anterior de la encartada ya era delictiva en si misma, al poseer droga con
el fin de venderla." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N o 578-F de las 10,05 hrs. del 21 de diciembre.

28- TENENCIA DE DROGA PARA EL TRAFICO - Validez de intervención del agente encubierto.

"En el primer y segundo motivo del recurso por el fondo reclama la defensa errónea aplicación del artículo 16 de la Ley
7233, al estimar que los hechos conforman un "delito experimental", resultando por ello ser atípicos, al no lesionar ningún
bien jurídico, los que no pueden ser sancionados conforme a los artículos 471, 472, 474, 477 y 482 del Código de
Procedimientos Penales; 1, 6 y 7 del Código Penal; y 36 y 39 de la Constitución Política. El reclamo también debe
rechazarse por cuanto, como ya se dijo, la actividad desplegada por el encartado no fue provocada por la policía, ni por el
agente encubierto. Conforme se señaló en los hechos probados el imputado por decisión propia había acordado trasladar
veinte kilos de cocaína desde Panamá a Costa Rica y para ello necesitaba una persona que le hiciera dicho traslado,
momento en el cual apareció el agente encubierto con un colaborador, quienes trasladaron la droga hasta Limón, donde
se la entregaron de nuevo al imputado.

En la terminología utilizada por la Sala Constitucional, por haber intervenido un agente encubierto, se podría decir que se
trata de un "delito experimental" aunque en sentido impropio, pero no habiendo sido inducido el hecho por la policía no
podríamos afirmar que se trata de un experimento de laboratorio, sin peligro para el bien jurídico tutelado. Recordemos
que ya la tenencia de la droga con fines de tráfico constituye un delito consumado, y traficar no significa sólo vender sino
también trasegar la droga, manipularía o hacerla transportar de un país a otro, como lo hizo el encartado. Por lo expuesto
el recurso por el fondo tampoco es atendible."

29- VENTA DE DROGAS A LOS CONSUMIDORES -Aspecto subjetivo que debe valorarse.

"En sus razonamientos el Tribunal es concluyente de que se trataba de ventas a drogadictos, al afirmar que "...se pudo
apreciar, que reconocidos adictos a la droga visitaban la vivienda, estaban pocos minutos y luego se retiraban..." [...]; y
luego al indicar que "...los oficiales de la policía antidrogas, que ven mtroducirse a sujetos de dudosa reputación
(drogadictos) observan la venta, el intercambio de manos, con [la imputada], comprueban ese sucio negocio, con una
compra de verificación previa, y por último, la venta de seis tacos, en seiscientos colones..." [...].-Como puede apreciarse,
el Tribunal tuvo por acreditado que la imputada se dedica a la venta de drogas a consumidores, razón por la cual si
resulta aplicable el párrafo 42 del artículo 18 de la Ley Sobre Estupefacientes, Sustancias Psicotrópicas, Drogas de uso no
autorizado y actividades conexas, N o 7233, al señalar que el extremo menor de la pena puede reducirse hasta la mitad,
cuando se demuestre que la venta o el suministro de esas drogas se hace para el uso propio de los consumidores. Es
cierto que el párrafo quinto de ese artículo señala que un elemento de prueba para llegar a esa conclusión puede serlo el
dictamen sobre el nivel de farmacodependencia que rinda el Organismo de Investigación Judicial al examinar a los
consumidores, pero desde luego ese no es el único medio probatorio para establecer tal cosa, pues en materia penal rige
el principio de libertad probatoria según el cual cualquier hecho puede acreditarse por cualquier medio de prueba siempre
que éste medio sea legítimo y no viole los derechos de los sujetos del proceso.

Incluso la venta a consumidores constituye un aspecto que debe valorarse subjetivamente, de manera que basta que
quien venda lo haga con la firme convicción de que se trata de consumidores, aunque quien compre la droga no lo sea,
para que se pueda aplicar la disminución de la pena antes referida, desde luego siempre que se trate de cantidades
razonablemente dirigidas a un consumidor y que se presenten elementos objetivos que permitan hacer esa deducción,
como podría ser la apariencia de la persona que compra la droga y sus manifestaciones, entre otros aspectos. Como lo
cita la recurrente, ya esta Sala ha señalado en casos anteriores esa misma conclusión: "...la venta de marihuana, dadas
las particulares circunstancias en que se produjo -en este caso- el contacto del agente encubierto, a quien primero se le
ofreció una onza de marihuana solicitando éste para su utilización un poco más, "como mínimo una libra" (...) por lo que
el imputado ofreció conseguírsela para el día siguiente, así como la escasa cantidad que en efecto comerció (...) da
fundamento para estimar que la venta o suministro de droga se hizo creyendo que era para el uso propio de un
consumidor, independientemente de que quien la adquiría no lo fuese, por tratarse de un oficial que procuraba descubrir
ese comercio ilícito.

Esta última situación hace que no sea necesario el dictamen médico legal que señala el penúltimo párrafo del citado
artículo 18, en cuanto requiere determinar por ese medio el grado de farmacodependencia del consumidor..." (Sentencia
N o. 270-F de 9:35 hrs. del 26 de junio de 1992, Sala Tercera).- Desde luego la situación puede ser diferente cuando se le
decomisa a una persona una gran cantidad de droga, que haga presumir que la vende no sólo a consumidores en
pequeñas cantidades, sino también a intermediarios o distribuidores, en cuyo caso no puede aplicarse la reducción de la
pena antes comentada. Pero, como ya se dijo, las circunstancias de este caso son diferentes, y sí justifican aquella
conclusión." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 578F de las 10,05 hrs. del 21 de diciembre.

30- VIOLACION -Acceso carnal forzado con la cónyuge.

"En el motivo de fondo, señala el encartado que tratándose de su mujer, el acceso carnal por la fuerza no es constitutivo
de un delito, sino parte de la mutua entrega sexual a que se obligan los cónyuges, y que el varón está en facultades de
hacer valer, por lo que la acción sólo resulta sancionable por el Derecho de Familia, si es que llega a alcanzar el grado de
sevicia. La Sala no puede, ni siquiera por asomo, compartir el criterio esgrimido por el recurrente. El matrimonio no es un
acto que dé a ninguno de los contrayentes facultades de dominio sobre el otro. Nunca puede estimarse que el vínculo
matrimonial implique la enajenación de las libertades inherentes a la condición de ser humano. Concebir que por haber
contraído matrimonio uno de los cónyuges, habitualmente la mujer, pierde su individualidad e identidad (es decir su propia
forma de ser, pensar, sentir, vivir y de tener expectativas) y se ve sometida a la voluntad y talante del otro, es una visión
atávica de la relación interpersonal, propia de una actitud cosificante, en la cual el cónyuge en desventaja pasa de ser
sujeto (esto es con su propia individualidad) a ser objeto (de servicio, satisfacción, compañía o simple presencia). Si bien
es cierto a través del matrimonio se adquieren derechos y obligaciones hacia el otro contrayente, esencialmente respeto,
ninguno tiene la potestad de imponer su voluntad al otro ni autotutelar su interés a la viva fuerza, intimidación o lesión al
honor. Si es que alguno de los contrayentes irrespeta o desatiende derechos de los que el otro es titular, deberá éste
recurrir a las vías que al efecto prevé el ordenamiento de familia a fin de poner término a la desavenencia o bien la
relación, si es que así cabe y lo desea; pero no por aquello una acción suya tipificada por el Derecho Penal se verá
justificada. En consecuencia, sin lugar el motivo." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N o 600-F de las 9,20 hrs. del
22 de diciembre.

31- VIOLACION -Agravación por concurrencia de varios sujetos que faciliten el acto, sin que sea necesario
que todos los partícipes tengan acceso carnal.

"El Lic. [...], Defensor Público del encartado [...], presenta recurso por el fondo, alegando tres puntos específicos, que se
exponen seguidamente. En primer término, aduce aplicación errónea del artículo 158 del Código Penal, pues considera
que el hecho que se le atribuye a su defendido en perjuicio de la ofendida [...] no debió calificarse como Violación
Agravada, sino como Violación en su forma simple, de modo que correspondía aplicar más bien el artículo 156, inciso 3),
del mismo cuerpo legal, ya que dicho imputado cometió ese hecho actuando solo, sin auxilio ni cooperación de los otros
dos sujetos, de modo que intermediarios o distribuidores, en cuyo caso no puede aplicarse la reducción de la pena antes
comentada. Pero, como ya se dijo, las circunstancias de este caso son diferentes, y sí justifican aquella conclusión." no se
puede afirmar que la comisión se haya dado "con el concurso de dos o más personas.
En segundo lugar se alega que, al haber sido sentenciado [...] por el delito de Abusos Deshonestos Agravados en
perjuicio de [...],se incurrió igualmente en errónea aplicación del último párrafo del artículo 161 del Código Penal, en
relación con el artículo 158 ibídem, por no haberse dado en este caso tampoco "el concurso de dos o más personas", ya
que la mera presencia en el lugar de otros sujetos que participaron en otros delitos no justifica, a su juicio, la aplicación de
dicha circunstancia agravante. Por ello, sostiene que en este caso debió aplicarse únicamente el párrafo primero del
citado artículo 161 del Código Penal y calificarse la conducta como constitutiva del delito de Abuso Deshonesto en su
forma simple.

En tercer lugar, el recurrente aduce que se violaron los artículos 39 de la Constitución Política, 1, 22, 76 y 213 del Código
Penal, por cuanto, mediante una errónea interpretación de lo que debe considerarse por concurso material de delitos, el
tribunal de mérito condenó a [...] por dos Robos Agravados y le impuso diez años de prisión por cada uno de ellos, como
si se tratara de dos hechos independientes, cuando en realidad se trata de un solo hecho y por ende de un solo delito, de
modo que solamente una de esas penas era aplicable.- Examinando por separado cada uno de los problemas que se
plantean en el recurso, cabe señalar primeramente que, en cuanto al delito sexual que se le atribuye al imputado [...] en
perjuicio de la ofendida [...],el cuadro fáctico que se tuvo por acreditado en el fallo de mérito dice, en lo que interesa, lo
siguiente: "Que el veintinueve de marzo de mil novecientos noventa y tres, aproximadamente a las veintitrés horas, los
imputados [...] y otro sujeto no identificado, llegaron a la casa de las ofendidas, [...] (...) Uno de los tres se brincó un muro,
de un metro y medio de alto, por lo que [...] abrió la puerta principal de la casa y salió a asomarse al corredor, sintiendo
de pronto que [el imputado] salió del costado de la casa, se le puso al lado y le colocó un cuchillo de puño de metal, hoja
delgada en la garganta de frente (sic), por lo que debió retroceder hasta el muro. De inmediato los otros dos sujetos se
brincaron el muro (...),recibieron la orden de [...] que fueran sobre [...] que salia de la cocina, mientras [...] era empujada
por [...] hacia dentro de la casa, las ofendidas fueron amenazadas con un puñal que portaba cada uno de los imputados y
el tercer sujeto hasta ahora ignorado. Las arrecostaron contra el trastero del comedor.

De un momento a otro [el imputado] le ordenó [al coimputado] y al otro sujeto que fueran a las habitaciones de la casa a
buscar los bienes para sustraerlos, quedándose solo con las dos ofendidas en el comedor, a quienes les ordenó que no
hablaran ni gritaran porque si lo hacían les clavaba el puñal (...) De seguido el coimputado [...], le desabotonó la blusa a
[...], quien carecía de sostén, tocándole lascivamente los senos con la mano, mientras con la otra le tenía puesto el puñal
a la altura de la espalda, obligándola a ingresar al dormitorio donde estaban [el coimputado] y el otro sujeto registrando.
Les ordenó que salieran, quedándose sólo con ella dentro de éste. Le ordenó a [...]que se quitara la ropa, quedó desnuda,
procediendo después el imputado a ordenarle amenazándola con el puñal, que le lamiera el pene, después la obligó a
acostarse sobre la cama y en ésta tuvo acceso carnal con ella por la vagina (...)".

Se observa, en estas circunstancias, que el alegato de la defensa respecto a que [...] cometió el hecho sin el concurso de
ninguno de los otros dos sujetos es inexacto. En la casa había dos mujeres y para amedrentarlas, reduciéndolas a la
impotencia, se requirió la intervención de los tres sujetos. Existe en este caso una cooperación mutua, no sólo en cuanto a
la intimidación conjunta de que fueron objeto ambas ofendidas, lo cual era requisito necesario para la comisión de los
hechos, sino que además existió un acuerdo tácito entre los encartados [...] pues para facilitar la agresión sexual que este
último cometió en perjuicio de [...], aquél continuó ejerciendo violencia moral sobre la ofendida [...], al grado que, conforme
a la concordancia de voluntades existente, [...] procedió además a abusar sexualmente de ella. Nótese que, ante la
presencia de tres sujetos armados cada uno de un cuchillo, se facilitó notablemente la intimidación de ambas ofendidas,
quedando estas a total disposición de los imputados, ya que en esas condiciones no podían ofrecer resistencia. Incluso no
se puede negar que el hecho mismo de que [...] haya introducido a [...] en el dormitorio sirvió para amedrentar más a [...],
como también la circunstancia de que los otros dos sujetos se quedaran en la cocina con esta última, resultó notablemente
intimidatorio para [...], pues, como el mismo fallo relata, escuchaba a [...] gritando en la cocina [...].

En la comisión del hecho hay una evidente concordancia de voluntades para agredir sexualmente a las víctimas, por lo
que no puede afirmarse que el propósito principal fuera el robo y que la intención de cometer abusos sexuales haya
surgido en forma independiente en cada uno de los imputados. En efecto, en este caso se da cuando menos un acuerdo
tácito entre [...] para cometer los hechos de carácter sexual; acuerdo que externamente se manifiesta en un concierto o
concurso de acciones de parte de ambos para agredir sexualmente a las víctimas. No se puede negar, en esas
condiciones, que la violación cometida por el encartado [...] en perjuicio de [...] se produjo con el concurso de [...], como
también del otro sujeto, quienes prestaron las condiciones de intimidación necesarias y la colaboración requerida para que
aquél pudiera realizar dicho acto. Es decir, actuando en forma conjunta procuraron y facilitaron la comisión de los hechos.

Por ende, lejos de tratarse de la simple presencia de sujetos, como afirma equivocadamente la defensa, se trata de
personas que intervinieron en la fase de ejecución del delito, prestando, con sus acciones, el concurso necesario para que
[...] lo llevara a cabo. Como ya había indicado anteriormente esta misma Sala, "...la agravación por concurso de varias
personas puede darse sin que sea necesario que todos los partícipes tengan acceso carnal, pues basta que
concurran para que otro (que podría ser solo uno) lo tenga" (voto 121-F, de las 9:50 horas del 15 de abril de 1992);
ya que, precisamente, el fundamento de la agravación consiste en que la concurrencia de varios facilita en gran medida la
ejecución de este tipo de hechos ilícitos. Cabe precisar, además, que en nuestra legislación basta "el concurso de una o
más personas" para que se produzca la agravante (artículo 158 del Código Penal). Es decir, no se requiere que
concurran "dos o más" personas como se señala por error en el recurso. En esa tesitura, respecto al primer punto
sometido a examen, no se observa ningún quebranto de la ley penal sustantiva, razón por la que el reclamo debe ser
declarado sin lugar." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N o 465-F de las 8,50 hrs. del 11 de noviembre.

32- VIOLACION -Naturaleza de la intimidación -Necesaria eficacia para la afectación psíquica de la víctima.

"Como primer motivo del recurso se acusa falta de fundamentación del fallo de mérito, con cita de los artículos 106, 393 y
395.2 del Código de Procedimientos Penales. Al deducirse el reclamo se indica que de acuerdo a la sentencia, la acción
del encartado de penetrar carnalmente a la ofendida se realizó bajo la conminación -en contra de ésta-de que le pasaría
«algo peor»; no obstante -señala la recurrente- no indican los juzgadores en qué consistió concretamente la amenaza, que
en todo caso debió referir un mal actual grave. De acuerdo a lo expuesto, la defensora estima que el fallo adolece de
motivación por lo que solicita se declare su nulidad y se ordene el juicio de reenvío. Debe rechazarse el reproche. El
artículo 156.3 del Código Penal tipifica como violación el acceso carnal cuando es producto de violencia corporal o
intimidación, de modo que el primero de esos medios es utilizado para vencer la resistencia material de la ofendida, en
tanto el segundo se dirige a evitar la oposición física a la cópula.

La intimidación supone una relación causal entre la amenaza hecha por el agente (causa) y el temor surgido en la víctima
(efecto). Es claro que dadas las circunstancias de cada caso concreto, la conminación que haga el ofensor debe ser
creíble y seria, sin necesidad de llegar a la descripción concreta del daño futuro en todos los supuestos, lo que dependerá
de las circunstancias particulares de la escena y de las cualidades individuales de la víctima. Lo que interesa en todo caso
es su eficacia para la afectación psíquica de la víctima. El temor ante la amenaza es lo que realmente configura la
intimidación, por lo que la discusión no debe gravitar en el contenido de la conminación sino en el efecto que produjo en
el sujeto pasivo según las circunstancias del caso.

Acerca de esto la doctrina ha dicho: «... Es la vis compulsiva, en la que la voluntad del individuo está presente, pero no
es libre en su elección... Lo que la ley tiene en cuenta no es la amenaza en sí, sino su efecto psicológico o sea la
intimidación... La amenaza puede consistir en causar un mal a la propia víctima o a un tercero; pero el mal no puede
dejar de ser futuro.

Se ha dicho que la amenaza debe reunir, entre otras, las características de grave o seria, inminente y posible, pero no
deben darse reglas rígidas para determinar objetivamente la eficacia de las amenazas, sino que es necesario valorar en
cada caso la posible eficiencia de la amenaza en relación con todas las circunstancias y especialmente, con la
personalidad de la víctima...» (FONTAN BALESTRA: «Derecho Penal Parte Especial.», 8a edición, Abeledo-Perrot,
Buenos Aires, 1978, p. 173). Examinado el fallo de mérito, se concluye que sí se fundamentó lo relativo a la intimación de
la ofendida [...], tomando en consideración el efecto de la amenaza genérica hecha en este caso por el imputado cuando
le advirtió a aquella que le podría pasar «algo peor». Concretamente dijeron los juzgadores de instancia: «... En cuanto a
la intimidación y a la violencia corporal, que ha pretendido cuestionar la señora defensora, el Tribunal estima
unánimemente que es lógico y aceptable que la actuación del imputado de taparle la boca y decirle que si gritaba le podía
ir peor, fuera suficiente para que éste lograse satisfacer su propósito, pues por tratarse de una menor de escasos trece
años, sin ningún tipo de experiencia sexual, 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N o 509-F de las 15,30 hrs. del 28 de
noviembre.

B-DERECHO PROCESAL PENAL

33- ADICION Y ACLARACION -Carácter de recurso permite aplicar el artículo 458 del Código de
Procedimientos Penales.

"El imputado [...] acude ante esta Sala a interponer recurso de queja contra la resolución dictada por el Tribunal Superior
Penal de Alajuela, Sección Tercera, a las 10:00horas del 15 de diciembre de 1994, que dispone no admitir el recurso de
casación que el quejoso presentó contra la sentencia condenatoria recaída en contra, por haberse presentado fuera del
término legal. Alega que el recurso de casación si fue presentado en tiempo, toda vez que el plazo para interponerlo se
vio suspendido por la interposición de una solicitud de aclaración y adición que el quejoso presentó ante el Tribunal a quo.
Considera esta Sala que no lleva razón el recurrente. Debe hacerse notar -tal como lo indica en su informe el Tribunal de
mérito- que la gestión formulada por el encartado en realidad está dirigida a cuestionar el sustento probatorio de las
conclusiones de hecho plasmadas en la sentencia, cuestión que no es objeto de la aclaración o adición permitida en el
artículo 110 del Código de Procedimientos Penales, sino que debió plantearse ante esta Sala mediante la oportuna
interposición de un recurso de casación por vicios in procedendo, si es que el quejoso no se encontraba satisfecho o
convencido con la fundamentación de esa resolución. El recurrente no acusó en esa solicitud la existencia de términos
oscuros, ambiguos o contradictorios en la redacción de la sentencia, o que se hubiese omitido en ella la resolución de
algún punto controvertido en el juicio.

Por el contrario, valga la reiteración, limitó sus alegatos a cuestionar el apoyo probatorio de las aseveraciones hechas por
el Tribunal, como, por ejemplo, cuando dice: «Señores Jueces, con base a que prueba se tiene por cierto desde esa parte
del fallo, que soy autor de una estafa?»; o cuando dice «Señores Jueces, en que prueba se basa su despacho para
sostener que yo conocía la problemática Regístral?», o; «Por qué su Tribunal tiene por cierto que la soda [...] es propiedad
de:[...] si Registralmente no aparece a su nombre?» (sic) Por tal razón debe convenirse con el Tribunal en que la
manifiesta impertinencia de la solicitud formulada no permite que se produzca la suspensión del término para recurrir (al
respecto véase LLOBET, Javier: Código de Procedimientos Penales Anotado, San José, Litografía e Imprenta Lil S.A.,
1987, pág. 132). En efecto, la naturaleza jurídica del derecho que el artículo 110 del Código de Procedimientos Penales
otorga a las partes para solicitar la aclaración o adición de las resoluciones, no es otra que la de un recurso, pues se trata
de una verdadera revisión de la decisión judicial, siempre que no importe una modificación de lo resuelto (así, VESCOVI,
Enrique: Los Recursos Judiciales y Demás Medios Impugnativos en Iberoamérica, Buenos Aires, Ediciones Depalma,
1988, págs. 73 a 74, y DOBLES OVARES, Víctor: Código de Procedimientos Penales, San José, Juritexto, 1994, pág.
123, nota No. 5), y en vista de esa naturaleza le son aplicables las disposiciones generales en materia de recursos, entre
ellas el párrafo tercero del artículo 458 del Código de Procedimientos Penales, según el cual se puede rechazar el recurso
que fuere manifiestamente improcedente, como en el presente caso sucede con la solicitud de aclaración o adición que
formulara el imputado, que por no ajustarse a los motivos previstos por la ley como objeto de la misma, no puede venir a
suspender el término para interponer el recurso de casación." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 20-A de las
9,30 hrs. del 17 de febrero.

34- ADICION Y ACLARACION -Posibilidad de que la resuelva el Tribunal con distinta integración, sino se
refiere a un acto propio del debate.

"Se alega quebranto de los artículos 35 y 41 de la Constitución Política. Señala el recurrente que en nuestro sistema
procesal penal rige el denominado principio de inmediación de la prueba, según el cual el Tribunal de Juicio debe apreciar
la prueba directamente en el debate, lo que impide a un Juez que no participó en ese acto establecer hechos o
interpretarlos, "porque no tuvo esa vivencia procesal que requiere nuestro orden jurídico en el campo que nos ocupa" (sic).
Agrega, que la sentencia recurrida fue adicionada y aclarada por un tribunal que estaba integrado por dos funcionarios
distintos a los que emitieron el fallo, de modo que, a su entender, se quebrantó el principio enunciado, así como el debido
proceso, razón por la que pide la nulidad de la sentencia dictada en su contra. El reclamo no es atendible. Sobre este
punto, al resolver la consulta preceptiva formulada en la especie, la Sala Constitucional indicó que efectivamente el
principio de "inmediatez de la prueba" es parte del debido proceso y recalcó que, con base en el principio de identidad
física del juzgador, la sentencia debe ser dictada por los mismos jueces que intervinieron en el debate, porque fueron ellos
los que recibieron la prueba en que deben fundamentar el fallo

Asimismo, señaló dicha Sala que, por regla general, en los procesos orales la solicitud de adición o aclaración debe ser
resuelta "por el mismo órgano jurisdiccional que dictó la sentencia", pues es la única forma de respetar los principios
citados, (sobre todo porque en nuestro sistema no existe una transcripción literal del debate, que refleje con amplitud lo
sucedido en esa etapa). Sin embargo, acotó que ello es cierto únicamente en aquellos casos donde el punto sobre el cual
se solicita aclaración o adición haya sido un acto propio del debate, porque si no es así, el juez con sólo estudiar el
expediente puede tener contacto directo con los demás elementos necesarios para resolver, (Sala Constitucional, voto
651-94, de las 14:57 horas del 2 de febrero de 1994; folios 335 vuelto y 336 frente). Ahora bien, en este caso concreto es
evidente que los aspectos que motivaron la solicitud de aclaración y adición formulada por la defensa del señor [...] no se
referían a ningún acto propio del debate, sino que se limitaban a una cuestión estrictamente jurídica, referente a los
alcances de la figura del artículo 100 de la Ley Orgánica del Banco Central, en relación con el delito de Estafa.

Por ello, aunque a la hora de resolver dicha gestión el tribunal estuvo integrado por dos funcionarios que no habían
concurrido al dictado de la sentencia, lo cierto es que no existe ningún quebranto a los principios de inmediatez de la
prueba e identidad física del juzgador, ya que no estaba en juego ninguna cuestión atinente al debate propiamente dicho y
bastaba con revisar el expediente para tomar una determinación sobre ese extremo, como lo hicieron los juzgadores al
pronunciarse sobre dicha solicitud [...]. Por ende, en esas circunstancias lo que se está reclamando es una nulidad por la
nulidad misma, o sea, sin ningún contenido, pues el recurrente no demuestra en realidad que haya sufrido algún perjuicio
a causa de la distinta integración del órgano jurisdiccional que resolvió sus peticiones. En esa tesitura, el presente motivo
debe ser declarado sin lugar."

35- CITACION A JUICIO -La omisión de notificación provoca nulidad declarable de oficio al vulnerarse el
derecho de defensa.

"Como único agravio del recurso por vicios in procedendo interpuesto por el defensor del imputado se acusa la
inobservancia de los artículos 349, 350, 351, 354, 355, 107, 140, 142 del Código de Procedimientos Penales y de los
ordinales 39 y 41 de la Constitución Política, porque la resolución de la citación a juicio de folio 87 nunca le fue notificada
ni al defensor ni al acusado, con lo cual se violó la defensa técnica del procesado y su garantía al debido proceso.
Agrega el recurrente que inmediatamente después de abierto el debate formuló incidente de nulidad al respecto, pero que
éste le fue declarado sin lugar por el Tribunal a quo, razón por la cual formuló la respectiva reserva de casación. El
reclamo es de recibo, pues -según lo testimonian las constancias del proceso- la resolución indicada por el quejoso no le
fue notificada ni a él ni a su patrocinado, siendo que el artículo 349 citado no solo impone al Presidente del Tribunal la
obligación de citar al fiscal, a las partes y defensores a fin de que en un término común de 10 o 15 días «...comparezcan
a juicio, examinen las actuaciones, los documentos u cosas secuestradas, ofrezcan pruebas e interpongan las
recusaciones pertinentes», sino que además sanciona expresamente la inobservancia de esta formalidad bajo pena de
nulidad en su párrafo primero. Cabe agregar que con la resolución de citación a juicio se interrumpe la prescripción de la
acción penal, al tenor del artículo 3 de la Ley No. 5712 de 11 de julio de 1975 y sus reformas). Además la forma procesal
prevista en el artículo 349 citada debe entenderse en relación a lo dispuesto en los artículos 146 párrafo segundo y 145
inciso 3º. de ese mismo texto legal, pues éste último dispone que «se entenderá siempre prescrita bajo pena de nulidad la
inobservancia de las disposiciones concernientes... a la intervención, asistencia y representación del imputado, en los
casos y formas que la ley lo establece», como sucede en la especie, pues los múltiples fines que persigue la citación a
juicio y los efectos que esta resolución produce -ya enunciados someramente- evidencian la trascendencia que tiene su
correcta notificación en cuanto a la intervención y asistencia del imputado y de su defensor.

Respecto a la sanción procesal prevista en el artículo 349, nuestra doctrina ha dicho que, en lo concerniente al imputado
y su defensor, se trata de una nulidad declarable de oficio y sobre la forma procesal en sí, que: «El examen de las
actuaciones y demás elementos de prueba tiene por objetivo que los interesados puedan ofrecer prueba, interponer
recusaciones, excepciones, incidentes de nulidad, y en definitiva puedan planear la estrategia a seguir durante el debate»
(cfr. LLOBET, Javier: Código de Procedimientos Penales Anotado, San José, Litografía e Imprenta Lil S.A., 1987, p.
363 y 349). Por su parte, dice NUÑEZ, comentando la norma procesal cordobesa análoga a nuestro artículo 349, que: «La
omisión o el defecto de cualquiera de las finalidades de la citación mencionadas en el artículo 366, 1ª. parte, implica una
nulidad declarable de oficio y, por consiguiente, insubsanable... si afecta... al imputado y lesiona sus posibilidades de
defensa... la falta de ejercicio de sus facultades por parte de los citados implica, por ser el término perentorio, la
caducidad de la facultad no ejercida...» (NUÑEZ, Ricardo: Código Procesal Penal de la Provincia de Córdoba,
Argentina, Editora Córdoba S.R.L., 2ª. edición, 1986, p. 319, nota 5). Por su parte, TORRES BAS, citando a NUÑEZ,
asevera que: «...la omisión de la citación al fiscal o a las partes o sus defensores produce la nulidad del debate respecto
del afectado por ella, porque viola su derecho de defensa en juicio. La nulidad es declarable de oficio si afecta al
Ministerio Fiscal o al imputado, ya que implica la inobservancia de una disposición concerniente a su intervención (cuando
la citación omitida es la del Ministerio Fiscal o del imputado), o asistencia (si es la del defensor) en el proceso, que atenta
contra la norma constitucional relativa a la defensa en juicio...» TORRES BAS, Raúl E.: El Procedimiento Penal
Argentino, T. II, Argentina, Editora Córdoba, 1987, p. 290). De todo lo expuesto, se colige que la finalidad de la citación a
juicio es de carácter preparatoria, la cual se advierte claramente al ver cuáles son los actos que integran ese momento
procesal, como por ejemplo el examen de actuaciones, lo que permite tener pleno conocimiento de la causa, presupuesto
necesario para poder ejercer los derechos que el Código concede para este momento eminentemente contradictorio y de
igualdad entre las partes. Como se dijo, el artículo 349 establece claramente cuales son las facultades de las partes: A)
examinar actuaciones; B) examinar documentación y objetos secuestrados vinculados con la causa; C) ofrecer prueba (ver
artículo 351 ibídem); D) interponer las recusaciones que estimen pertinentes (ver artículo 34 ejúsdem: las recusaciones
presentadas luego del término de citación son inadmisibles).

A esta lista se puede agregar que durante la citación a juicio: E) también se pueden plantear las nulidades previstas en el
artículo 148 incisos 1º. y 2º.; F) además de estos actos, es posible y antes de fijada la audiencia de debate que las partes
planteen excepciones que anteriormente no hayan sido aducidas, conforme consagra el artículo 354; las excepciones
posibles son las del artículo 329, las que deben sustanciarse y resolverse por incidente separado (artículo 332), siendo
que el Tribunal está facultado para rechazar sin más trámite las que fueren manifiestamente improcedentes. A las siete
posibilidades enumeradas debe sumarse otra de suma importancia práctica: G) la posibilidad que la citación a juicio da al
imputado y su defensor de planear la estrategia a seguir durante el debate. Ahora bien, en el caso concreto que nos
ocupa, según lo acredita el acta respectiva, durante el debate el defensor formuló incidente de nulidad contra el auto de
citación a juicio porque no le fue notificado, lo cual le causó indefensión a su defendido. Sin embargo, el Tribunal resolvió
declarar sin lugar la incidencia, porque en su criterio «...no existe indefensión para su defendido, como lo quiere ver el
señor defensor y ofreció como prueba para mejor proveer en esta audiencia dos testigos. El defensor hace recurso de
casación en cuanto a este punto» (sic, [...]). Por su parte, la representación del Ministerio Público avala el razonamiento
del a quo, según su memorial de 124 y lo que de viva voz manifestó durante la vista celebrada a las 10:30horas del 20
de setiembre pasado [...]. Sin embargo la tesis del Tribunal de mérito no es de recibo, pues -en este caso- aunque se
hubiera admitido a la defensa la prueba que ofreció para mejor proveer, ello no quiere decir que -de hecho- esa
representación hubiera tenido el mismo término que las otras partes para ejercer eficientemente las siete facultades
supraindicadas como A, B, D, E, F y G (que en realidad no ejerció, sin que se pueda presumir que por falta de interés), e
incluso, no se puede afirmar que la prueba ofrecida corresponde a la que habría podido ofrecer si hubiere sido
formalmente advertido (notificado) del término de citación a juicio. Presumir lo contrario, como el a quo, es decir, que esa
era toda la prueba que podían ofrecer el imputado y la defensa; que ellos examinaron las actuaciones, la documentación y
objetos secuestrados vinculados con la causa; que no estimaron pertinente interponer recusaciones, plantear nulidades o
excepciones, y; que al debate el imputado y su defensor llegaron luego de planear la estrategia a seguir, con el mismo
tiempo que sus contrapartes disfrutaron para ello; presumir todo esto violenta las garantías constitucionales del imputado
en lo que a debido proceso y derecho de defensa se refiere, pues le coloca -en este caso concreto- en una inadmisible
situación de desventaja procesal respecto al Ministerio Público y al Actor Civil, por lo cual es necesario acoger este motivo
del recurso, declarando la nulidad de la sentencia impugnada y del debate que la precedió y remitiendo el proceso al
competente para la nueva sustanciación que determina la ley." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 538-F de las
11,05 hrs. del 12 de diciembre.

36- DERECHO DE ABSTENCION -Consulta constitucional sobre posibilidad de abstención de parientes colaterales
en unión de hecho.

"Para analizar el tema planteado, deben tenerse en cuenta las distintas resoluciones de Sala Constitucional, cuya
jurisprudencia, como es sabido, es vinculante erga omnes. Así, en el voto 264-91 de las 14:30 horas del 6 de febrero de
1991, al evacuar consulta facultativa del Tribunal Superior Penal de Alajuela, Sección Primera, sobre la constitucionalidad
de los artículos 227 y 228 del Código de Procedimientos Penales, en el por tanto, se declaró: "a) que el artículo 227 del
Código de Procedimientos Penales no es contrario a la Constitución Política y sus alcances son los mismos del artículo 36
constitucional, sin limitaciones de ninguna índole; b) Que es inconstitucional y en consecuencia se anula por ser contrario
el artículo 36 de la Constitución Política, el texto del artículo 228 del Código de Procedimientos Penales que dice"... a
menos que el testigo sea denunciante, querellante o actor civil, o que el hecho punible aparezca ejecutado en su perjuicio
o contra un pariente suyo de grado igual o más próximo". Sea se reconoce que el derecho de abstención, consagrado en
el artículo 36 de la Constitución Política y en el 227 del Código Procesal Penal, no contiene limitaciones de ningún tipo.
También que el artículo 228 del Código últimamente mencionado, confiere la facultad de abstención a los parientes
colaterales hasta el tercer grado de consanguinidad o afinidad, tutores y pupilos, sin la restricción que originalmente
contenía y que el artículo 36 constitucional, "en forma clara, con el fin de proteger la cohesión del núcleo familiar,
fundada en razones de orden moral y familiar, deja a entera voluntad del testigo decidir si declara o no dentro del
proceso penal" (Considerando 1).

Posteriormente, al resolver el punto de la nulidad de la declaración tomada a la concubina del imputado, pues no se le
advirtió que tenía derecho a abstenerse de declarar en contra de su compañero, estimó: que "debe tomarse en cuenta que
el artículo 36 de la Constitución... tiene como objeto primordial proteger el vínculo familiar de los efectos que podría tener
una "declaración" del cónyuge o de los parientes en los grados allí descritos, en contra de otro familiar". Agrega que,
"debido a la protección dada a la familia por el constituyente (art. 51); a la igualdad de derechos de los cónyuges (art. 52)
y a la prohibición de calificar la naturaleza de la filiación de los hijos nacidos fuera del matrimonio (art. 54), se concluye
que la unión familiar de hecho está plenamente reconocida y protegida por la Constitución. En consecuencia, las
garantías procesales otorgadas a los familiares por el artículo 36 de la Constitución, para un caso penal, se
extienden a la concubina o compañera del acusado, precisamente por el vínculo familiar establecido, vínculo que el
juez deberá valorar en cada caso según criterios de razonabilidad que permitan definir la existencia de un vínculo
efectivo". (Voto N o. 2984-93 de 9:15 horas del 25 de junio de 1993). Asimismo, al evacuar sendas consultas formuladas
por el Juez de la Sección Segunda del Juzgado Penal de Limón, sobre los artículos 155 y 127 del Código de
Procedimientos Penales en resoluciones 1151-94 y 1153-94 de las 15:30 horas y 15:36 horas del primero de marzo de
este año, determina: "A juicio de esta Sala, la interpretación armónica de los artículos 36, 51 y 52 citados, no permite
concluir que la garantía a que se refiere el artículo 36 sea únicamente para la familia basada en el matrimonio: por el
contrario, tal interpretación resultaría contraria al espíritu de la Constitucion..."

Según lo expuesto, para el legislador constituyente, las llamadas "familias de hecho" y el matrimonio son simultáneamente
dos fuentes morales y legales de familia (hay que tomar en cuenta que no existe impedimento legal para constituir una
familia de hecho); ambos garantizan la estabilidad necesaria para una permanente vida familiar, porque se originan en una
fuente común: el amor que vincula al hombre y la mujer, el deseo de compartir, de auxiliarse y apoyarse mutuamente y de
tener descendencia... La familia de hecho es una fuente de "familia", entendida esta como el conjunto de personas que
vinculadas por la unión estable de un hombre y una mujer, viven bajo el mismo techo e integran una unidad social
primaria". Adiciona que "las uniones de hecho, cumplen funciones familiares iguales a las del matrimonio, y se
caracterizan al igual que éste, por estar dotados al menos de estabilidad (en la misma medida que lo está el matrimonio),
publicidad (no es oculta es pública y notoria), cohabitación (convivencia bajo el mismo techo, deseo de compartir una
vida en común, de auxiliarse y socorrerse mutuamente) y singularidad (no es una relación plural en varios centros
convivenciales)". Agrega que "en consecuencia, la familia, compuesta por individuos libres e iguales en dignidad y
sociedad y del Estado independientemente de la causa que le haya dado origen: su naturaleza e importancia justifican
su protección". De la síntesis efectuada de los fallos de la Sala Constitucional, referidos con el tema, queda claro que son
complementarias y que si bien abarcan varias aristas del problema, no abordan el tema de la posibilidad de abstención de
los parientes colaterales hasta el tercer grado de consanguinidad o afinidad, tratándose de esas familias de hecho, que es
el meollo del reclamo formulado.

El principio de la igualdad constitucional (artículo 33 de la Constitución Política) y el de abstención del imputado y sus
parientes (artículo 36), obligan a plantear si tal derecho (consagrado por el artículo 228 del Código de Procedimientos
Penales), sólo comprende a los familiares en tercer grado inclusive de consanguinidad o afinidad, cuyas relaciones de
parentesco surgen del matrimonio o si cobija también a los familiares, en igual grado, de una relación de hecho, que
reúna las características de estabilidad, publicidad, cohabitación y singularidad. En el caso concreto se alega que el
imputado y su concubina tienen una relación pública, por más de cinco años, cohabitan junto al resto de la familia,
incluyendo la ofendida, quien es su cuñada y hermana y han procreado varios hijos. Tomando en consideración que "la
unión familiar de hecho está plenamente reconocida y protegida por la Constitución" y que "en consecuencia, las garantías
procesales otorgadas a los familiares por el artículo 36 de la Constitución, para el caso penal se extienden a la concubina
o compañera del acusado, precisamente por el vínculo familiar establecido", y que ese artículo 36 "tiene como objeto
primordial proteger el vínculo familiar de los efectos que podría tener una "declaración del cónyuge o de los parientes en
los grados allí descritos, en contra de otro familiar", le asiste a esta Sala duda fundada sobre la constitucionalidad de la
actuación del Tribunal Superior de San Carlos, en aplicación del mencionado artículo 228 del Código Procesal Penal,
cuando negó la posibilidad de abstención a la ofendida, que como se dijo es cuñada del imputado, y no hizo la
advertencia a sus suegros y dos cuñadas más, pese a que reconoce "que el sujeto pasivo (del delito) resultó ser una
hermana, de la concubina del encartado, misma que habitaba la misma casa, e incluso dormía en el mismo cuarto" [...].No
existe motivo alguno que apoye la actuación del a-quo, pues la familia de hecho al igual que la fundada en el matrimonio,
están reconocidas por la Constitución y de no resolverse los problemas atinentes a ambas "fuentes morales y legales de
familia" en igual forma, se daría una desigualdad reprochable y una discrimación contraria a la dignidad humana,
violándose así los artículos constitucionales mencionados y los que establecen el Debido Proceso (principaimente los
numerales 39 y 41 de la Constitución Política). Ante la consulta debe suspenderse la tramitación de esta causa y emplazar
a las partes para que si lo estiman conveniente, dentro de tercero día comparezcan ante la Sala Constitucional a hacer
valer sus derechos." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N o 152-A de las 11 hrs. del 23 de setiembre.

37- DERECHO DE ABSTENCION -Presunción de culpabilidad ante silencio del imputado vulnera
groseramente al artículo 36 de la Constitución

"El primer motivo de casación acusa el vicio de violación de reglas de la sana crítica, con base en los artículos 106, 226,
393, 395.2, 395.3, 400.4 y 471.2 del Código de Procedimientos Penales. Entre otros argumentos, señala la recurrente que
el tribunal de instancia tomó en consideración -en perjuicio del imputado- su abstención de declarar durante la instrucción
con lo que se quebrantó e] principio del debido proceso. Examinada la sentencia de mérito da cuenta esta Sala de una
extensa valoración por parte del tribunal, del acto concreto del imputado de haberse abstenido de rendir declaración
durante la fase instructiva del proceso. Se pueden extraer los siguientes razonamientos: «... Pero nada de ello realiza el
indilgado (sic) y más bien no es hasta esta etapa del proceso que pronuncia como defensa material la coartada que se ha
indicado lineas atrás, ya que durante la instrucción se abstuvo de declarar, lo que no era lógico si los hechos es como
ahora los refiere, y más bien podríamos decir que si pensaba en tal versión, su defensor a la época, le recomendó
abstenerse de declarar, por lo increíble que resultaba, en virtud de que hoy en dia ante la descomposición social, nadie
está dispuesto a realizar un gesto como el que dice el imputado le hizo a un campesino, especialmente por las
características que se dieron en este caso... La defensora cuestionó en el debate la incorporación de la declaración del
acusado rendida en la instrucción mediante la cual se abstuvo de declarar, sin embargo, a juicio del Tribunal tal
incorporación sí se puede dar, no para menoscabar su derecho al silencio, el cual en su momento ejerció debida e
incuestionamente (sic) el imputado, sino para tratar de entender el por qué en aquel momento calló su verdad; con la cual,
incluso se le hubiese podido ayudar buscando pruebas a su favor... Cuando la defensa, entendida en forma unitaria,
cometa un yerro de guardar silencio de su verdad, debe realizar un esfuerzo que las simples palabras para reforzar su
versión de los hechos, pues sin duda alguna, iría contra el equilibrio de las partes sustentar una defensa en un simple
dicho, cuando desde el principio del proceso una de las partes "abrió las cartas" en forma transparente...» [...] De lo
anterior se concluye con claridad que el tribunal hizo más de lo que la ley le permite, al intentar establecer por qué el
imputado se abstuvo de declarar en determinado momento del proceso, aun invadiendo la esfera de trabajo del abogado
defensor.

Con ello violentó groseramente el articulo 36 de la Constitución Política, y permitirlo sería establecer una presunción de
culpabilidad ante el silencio del acusado, con lo que se estaría conculcando el derecho irrenunciable de cualquier
ciudadano a no declarar. La abstención no debe ser utilizada nunca en forma alguna, porque de lo contrario se pone al
ciudadano ante la disyuntiva de declarar lo que -tal vez- no desea, o de guardar silencio haciendo presumir su
culpabilidad. Esta irregularidad del tribunal, no puede superarse con la explicación posterior referida a que no se vulnera
el derecho al silencio, porque solo se analiza el comportamiento del acusado en las distintas etapas del proceso, pues a
ese momento ya la irregularidad ha sido cometida. Además, conforme al artículo 373 del Código Procesal Penal, nuestro
ordenamiento no autoriza incorporar al debate (sic). El acta donde el imputado manifestó en la instrucción que se abstenía
de declarar, y menos valorar esa abstención como una presunción de culpabilidad. Debe anularse la sentencia referida,
por haber violentado el debido proceso y el principio lógico de derivación. De igual forma debe anularse el debate que
produjo la resolución de instancia y ordenarse el juicio de reenvío. Debe agregarse que el tribunal de juicio, con la
inmediación, concentración y sana crítica, puede creer o no creer al acusado, pero por razones distintas al ejercicio
legítimo e ilimitado de un derecho constitucional y un poder procesal, como es el de abstenerse de declarar. 1994. SALA
TERCERA DE LA CORTE, No 416-F de las 9,45 hrs. del 14 de octubre.

38- DERECHO DE ABSTENCION -Validez de declaración sobre lo contado por ofendida que luego se
abstuvo.

"El defensor público del imputado, con apoyo en lo dispuesto por los artículos 33 y 36 de la Constitución Política, 106,
227, 395.2, en relación con los numerales 145, 146 y 400.4. del Código de Procedimientos Penales y de las resoluciones
264-91 y 2984-93 de la Sala Constitucional, como primer agravio, señala que es ilegítima la motivación del
pronunciamiento de mérito por estar basada en prueba ilegal, porque no es posible, ni directa ni indirectamente, vulnerar
la garantía del citado artículo 36, introduciéndose al debate no solo lo manifestado por el acusado ante la policía "sino
también lo que manifieste cualquier persona o testigo, sea éste policía, civil o pariente del encartado, de lo que oyó decir
al testigo que luego se abstiene a declarar por los alcances del artículo 36 referido, y que es el caso que nos ocupa,
debido a que la denunciante y esposa del imputado [...] y la ofendida [...] se ampararon a tal derecho que resulta
irrenunciable", estimando, por ello, que no fue legal, por vía indirecta, incorporar los testimonios de [...], tía de la ofendida y
cuñada del acusado, y, [...], abuela de [...] y suegra del acusado, quienes declararon sobre lo que la ofendida les contó,
habiéndose abstenido a declarar dichas personas, como el imputado ("en cuanto a la supuesta confesión de mi
patrocinado" que, según consigna el fallo, declararon las mencionadas [testigos]) y su cuñado (...). Sin embargo, la Sala
no participa de la tesis expuesta por el defensor público.

En primer lugar, debe señalarse que las indicadas resoluciones de la Sala Constitucional de esta Corte, contemplan
aspectos enteramente diferentes, esto es, sin ninguna relación con la cuestión única sometida a decisión, y por ende, sin
que de tales resoluciones pueda inferirse criterio alguno ampliativo, por vía de extensión, de las garantías de la persona o
personas que se acogen al derecho de abstención a declarar, tal como se reprocha. En segundo lugar, debe señalarse
que, en realidad, el recurrente no desarrolla o refiere específicamente el por qué de su interpretación, solo la expresa. En
tercer lugar, ni del sentido de las normas invocadas en el recurso es dable interpretar, por la circunstancia de haberse
abstenido a declarar la ofendida (como su madre, el imputado y un cuñado de éste) en ejercicio de un derecho
prioritariamente constitucional en virtud de la protección de los vínculos familiares -cohesión familiar - que esa protección
legal sea extensiva a otros declarantes, consanguíneos o afines de la víctima que, aún advertidos de su derecho de
abstención (como se observa del acta del debate), espontáneamente declararon sobre los hechos que les narró la persona
ofendida, pues como se dijo, ni el artículo 36 Constitucional ni las otras normas rituales citadas, permiten la posibilidad de
extender la cobertura pretendida, cerrando así de modo absoluto toda otra posibilidad de comprobación de un delito
penalmente reprochable, y con ello la inidoneidad o ilicitud de la prueba testimonial que, como en este caso concreto, se
trató de las declaraciones, legalmente receptados, de una tía y abuela de la ofendida, únicamente según se protesta."
1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, No 77-F de las 9,45 hrs. del 17 de febrero.

39- DILIGENCIA POLICIAL DE RECONOCIMIENTO - Necesario cumplimiento de formalidades para poder


otorgarle valor.

"En su único motivo de casación por la forma, el defensor público [...] acusa la «Violación al Derecho de Defensa», con
fundamento en los artículos 39 de la Constitución Politica, 145.3, 191 y 192 del Código de Procedimientos Penales. Al
deducir el reclamo señala que el imputado fue sometido a un «reconocimiento» sin las garantías procesales de contar con
un abogado y ubicarse en rueda de presos, pues fue reconocido mientras se encontraba sentado en una banca de una
oficina policial. En razón de ello solicita la nulidad del reconocimiento, por la informalidad como fue realizado, y se anule la
sentencia. Examinado el fallo de mérito, es claro que la prueba decisiva en la formación del juicio de culpabilidad de [...],
fue el reconocimiento informal de que fuera objeto por parte de la testigo [...]. Así se desprende de la valoración de la
prueba recibida en juicio, concretamente cuando el tribunal de instancia afirma: «...si bien determina el Tribunal que dicho
reconocimiento no es un acto judicial, sí debe quedar claro que se dio como un acto policial y considerarse como prueba
preprocesal, puesto que la policía lo que efectuó fue determinar, si el sospechoso detenido por los informes de la
ofendida, se trataba de uno de los autores o no, siendo esta última diligencia policial, que no requiere los requisitos de la
investigación judicial, sino que se trata de un indicio, que en el presente caso tiene una gran fuerza probatoria, puesto que
entra en concordancia con lo indicado por las testigos... viniendo tal indicio a tomar fuerza incriminatoria fundamental...»
[...].

Sin embargo el tribunal de instancia comete un grave error in procedendo al otorgar valor a la denominada «diligencia
policial de reconocimiento», dado que no constituye un verdadero "reconocimiento judicial" al haberse inobservado las
garantías establecidas por ley1 por lo que su incorporación al debate y su posterior apreciación en sentencia es una clara
violación al derecho de defensa y el debido proceso. Distinta es la situación que suele ocurrir en debate, cuando se le
pregunta a un testigo que si la persona a la que se refiere está en la Sala y en tal caso que la señale, pero es evidente
que tampoco en este supuesto se puede concluir que estemos en presencia de un "reconocimiento judicial" con todas sus
implicaciones probatorias, pues a esta altura procesal ya la imputación se fonnuló y se ha individualizado al acusado luego
de ejercer su derecho de defensa en las distintas fases del procedimiento. Ya la Sala Constitucional se ha pronunciado
diciendo que la identificación sin las formalidades del reconocimiento, debidamente establecidas por el Código de
Procedimientos Penales (asistencia letrada, caracterización previa por el testigo, separación física del testigo y del
imputado y libertad de ubicación de éste en la rueda de personas; artículos 191 y 255 a 258), no es medio de prueba
válido por lo que la introducción al juicio de un acto policial en las condiciones del presente caso -en que se incumplieron
todas las formalidades- constituye incorporación ilegal de prueba. Concretamente la Sala Constitucional resolvió que: «...al
momento de dictarse el auto de detención provisional, no se había practicado un reconocimiento judicial como lo manda el
Capítulo VII del Código de Procedimientos Penales, sino solamente un reconocimiento informal del ofendido al momento
de su captura, hecho en plena vía pública y ante las autoridades de policía, lo que no constituye un medio de prueba, y
por ello no tiene ningún valor legal...» (Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, No. 478-91, 14:14 hrs., 01-
03-1991). Amén de lo anterior, el tribunal de mérito ha cometido un error en su apreciación, al indicar que se trata de un
acto preprocesal que no requiere de formalidades. Estas se han establecido para proteger y garantizar la defensa del
imputado, por lo que le asisten desde que es señalado como sospechoso ab initio, esto es desde que se inicia cualquier
acto de la investigación (policial, del Ministerio Público en citación directa o jurisdiccional) conforme lo ordena el artículo
45 del Código de Procedimientos Penales. Además, la falta de nombramiento del defensor por parte de la policía,
sanciona con nulidad, expresamente, el reconocimiento realizado en sede policial según lo mandan los artículos 164.8,
189 y 191 de este ordenamiento. En consecuencia no es cierto que el reconocimiento practicado por la policía, por tener
carácter preprocesal, esté exento de las formalidades que garantizan al imputado el respeto de la defensa y el debido
proceso; y esto es válido para el reconocimiento y las otras pruebas enumeradas por el articulo 191 del Código de
Procedimientos Penales. Cabe agregar que la policía puede realizar diligencias de reconocimiento (sea por medio de
fotografías, o en rueda de presos), pero para que puedan tener alguna validez procesal es necesario que se cumplan
todas las formalidades previstas en la ley, respetándose los derechos de la defensa. Corresponde en consecuencia acoger
la impugnación, anular la sentencia recurilda así como el debate que la produjo y ordenar el juicio de reenvío." 1994.
SALA TERCERA DE LA CORTE, N o 575-F de las 9,40 hrs. del 21 de diciembre.
40- IN DUBIO PRO REO -Evolución jurisprudencial de su control en casación -Forma de reclamar la errónea
aplicación de la duda razonada.

"El problema de controlar la aplicación del principio in dubio pro reo por vía de casación, ha tenido una evolución en la
jurisprudencia de la Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia, tal como se expone en la sentencia No. 158-F, de las
08:55 del 20-05-1994. Sin embargo cabe anotar que de una resistencia al ejercicio de tal control, antes del Estado
Constitucional de Derecho (noviembre de 1989), se pasó a admitir la posibilidad de examinar la duda jurisdiccional en
casación por ser una violación constitucional y, de consiguiente, un quebranto del debido proceso. Sin embargo, las pocas
sentencias que en algunos casos estudiaron la aplicación del principio de la duda, antes de dicho momento, siempre
exigieron la fundamentación del razonamiento de los juzgadores, de modo que quedara claro por qué no se alcanza el
grado de certeza. No basta, por consiguiente, con la simple afirmación de que un medio probatorio o la totalidad del
elenco de pruebas ofrece dudas, porque es imprescindible para la debida motivación del fallo de mérito indicar en qué
consiste la dubitación. Uno de los fallos que refirió el problema dijo: «...la absolutoria que en base al in dubio pro reo se
dicte debe tener como fundamento, no la simple duda, sino la duda razonada, basada en una exposición que deje
absolutamente claro, por qué motivos el juez no ha adquirido el convencimiento suficiente para condenar o absolver...»
[(Se suple el subrayado.) (Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia, sentencia No. 63-F de 9:50 hrs. del 03-04-1987.
V. en igual sentido sentencias de esta Sala N 0 347-F de 15:50 hrs. del 11-12-1984, y No. 102-F de 8:10 hrs. del 15-05-
1987)]. En época más reciente, esta Sala dijo que: «...no todo razonamiento hipotético debe conducir necesariamente a
crear un juicio de duda en el ánimo de los juzgadores, cuando se busca la aplicación del principio in dubio pro reo. La
duda debe ser cierta, esencial, fundada, es decir sustentada en el análisis de los elementos probatorios, y de tal
magnitud que no permita realizar una conclusión certera en uno u otro sentido.

Es por ello que el Tribunal está en el deber de explicar en forma adecuada las razones por las que duda cuando aplica el
principio in dubio pro reo...» [(Se suple el subrayado.) (Sala Tercera, Sentencia No. 75-F de 8:55 hrs. del 13 de marzo de
1992. V. en igual sentido sentencias de esta Sala N o. 143-F de 14:55 hrs. del 30-04-1992; y N 0 205-F de 14:20 hrs. del
05-06-1992)]. Hasta aquí la doctrina jurisprudencial de la Sala de Casación Penal viene delineando el control del principio
de la duda, bajo los siguientes conceptos: (i) la duda debe ser razonada (duda razonada), consecuencia de la apreciación
probatoria, y estar motivada en la imposibilidad de probar un hecho con certeza; y (u) no es motivo suficiente para la
aplicación del principio in dubio pro reo la duda simple, esto es no es posible la duda que no deriva de la apreciación de
la prueba. Una conclusión parcial de la evolución jurisprudencial hasta hora expuesta, es que el ser humano siempre
tendrá una duda por encima de la certeza que produce el reposado análisis del material probatorio (v. WALTER,
GERHARD: «Libre apreciación de la prueba», Temis, Bogotá, 1985, pp. 100 ss.); pero esa incertidumbre o aprensión que
supera la razón misma -y por consiguiente la sana crítica- no es el supuesto de aplicación del in dubio pro reo; es lo que
se ha denominado la duda simple, incapaz de valer por sí misma para aplicar el principio en discurso. Con posterioridad
la Sala de Casación abrió el recurso definitivamente, estableciendo la posibilidad de controlar la aplicación del principio de
la duda, como una violación directa de la Constitución Política. En concreto dijo: «... nada impide entonces que ahora el
reclamo se plantee como una violación del principio de inocencia constitucional en relación con las normas del in dubio pro
reo, pues la verdad es que todo ello afecta el debido proceso, y por consiguiente existe un sustrato de carácter
constitucional ineludible para la casación. En efecto, el principio in dubio pro reo tiene un claro sustento normativo del
más alto rango, como derivación del estado de inocencia, en los artículos 37 y 39 de 'a Constitución Política; así como en
el apartado 2º. del artículo 8 de la Convención Americana Sobre Derechos Humanos, en cuanto establece que "toda
persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se establezca legalmente su
culpabilidad"; y, finalmente, en los artículos 1º. y 393 párrafo tercero del Código de Procedimientos Penales, normas cuya
violación se sanciona en forma expresa con nulidad según lo dispuesto en los artículos 145 y 146 del Código de
Procedimientos Penales...» [(Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia, N o. 158-F, a las 08:55 del 20-05-1994.) Esta
posición en alguna forma sigue los lineamientos de la jurisprudencia y doctrina españolas. V. sobre esto último LUZON
CUESTA: «La presunción de inocencia ante la casación», Editorial Colex, Madrid, 1991.)]. Como consecuencia lógica de lo
anterior, surge la incógnita acerca de cómo reclamar por vía de casación la errónea aplicación de la duda razonada. Al
resolver una reclamación al respecto la Sala dijo: «...se limita el tribunal a indicar que dejan una duda, pero no indica
tampoco cuales elementos derivan del elenco de prueba para conducir a conclusiones alternativas, fundamento de
la duda jurídico-penal que permite la aplicación del principio in dubio pro reo...» [(Se suple el subrayado.) (Sala Tercera de
la Corte Suprema de Justicia, No. 468-F, de las 09:20 hrs., del 11-11-1994)]. Esta resolución que termina de acuñar el
concepto de duda razonada mencionado con anterioridad- establece que la resolución fundamentada en la duda debe
exponer la apreciación probatoria de los juzgadores, que los lleva a dos o más posibilidades alternativas de conclusión, de
las cuales no es posible escoger una descartando las demás con certeza razonable. Ahora bien, cuando la sentencia se
funda en una sola conclusión de los juzgadores, el impugnante debe someter el material probatorio a valoración para
demostrar que lo resuelto no es unívoco y que podrían surgir alternativas de conclusión capaces de fundamentar una
duda. Solamente así se podría demostrar al tribunal de casación cuál es la duda razonada que impondría la aplicación del
in dubio pro reo." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 512-F de las 15,50 hrs. del 28 de noviembre.
41- PRUEBA - Posibilidad de que la Sala de Casación la ordene en algunos casos.

"Con examen del presente expediente se nota que no existe certificación alguna emanada del Registro Civil, que
compruebe que el sentenciado estaba casado con la ofendida al suceder el hecho que es objeto de este proceso. Lo
anterior obliga a la Sala a examinar si, por el incumplimiento mencionado, debe anularse la sentencia, conociendo del
recurso por la forma o si la Sala puede -a efectos de controlar la legalidad de la actividad procesal-ordenar prueba,
cuando conozca de un recurso de casación para, luego de evacuada esta, entrar a resolver el o los reclamos formulados.
Al respecto, si bien el Código Procesal Penal no tiene ninguna disposición sobre este punto, la doctrina más reconocida sí
admite la recepción de pruebas en Casación, posibilidad que fue acogida jurisprudencialmente por esta Sala con
anterioridad (cfr. V-35-F de las 11:15 horas del 17 de enero de 1992 y V-650-F de las 15:55 hrs. del 23 de noviembre de
1993). Así, se ha dicho que: "Se advierte que no se prevé oportunidad alguna para el ofrecimiento de prueba. Ello es una
consecuencia evidente de la naturaleza de los motivos que pueden ser invocados: solamente de derecho.

Los hechos de la causa no pueden ser revisados por el tribunal de casación o de inconstitucionalidad.

Sin embargo, pueden darse dos situaciones, en las cuales se hace necesario diligenciar algunas medidas
probatorias como paso previo a la discusión final de la vista, a saber: 1) Cuando el recurso se motive en un vicio
in procedendo (casación) que exija analizar hechos del proceso (no de la causa) cuya existencia o inexistencia no
surja en forma evidente de los elementos acumulados en el expediente. Específicamente se tratará de demostrar
casos de omisión o de falsedad en el trámite procesal, oportunamente invocados para motivar el recurso" (la
negrita es suplida, Clariá Olmedo, Jorge A.: Tratado de Derecho Procesal Penal, Ediar, 1967, página 198). "Desde este
punto de vista el Tribunal de casación cumple un verdadero examen fáctico, en tanto debe examinar la conducta
concretamente observada en el proceso por los sujetos procesales a fin de decidir su conformidad o no con las normas de
derecho procesal. Actúa en esto como juez del hecho para comprobar la materialidad de las circunstancias relativas a los
actos del procedimiento. Los actos del proceso constituyen aquí para la Corte el thema decidendum, respecto del cual
tiene que comprobar si es verdad (quaestio facti) que no se ha realizado, o que no se ha realizado en las formas debidas,
la actividad procesal; y hasta puede, excediendo la simple comprobación de las constancias de la causa, producir una
investigación para indagar el efectivo cumplimiento de las formas, cuando la demostración de los motivos alegados
dependa de un procedimiento probatorio. Aunque la recepción de pruebas no está prevista expresamente en el juicio de
casación, negar su posibilidad implicaría la arbitraria exclusión de motivos fundados en infracciones reales que por la
falsedad u omisión no consten en el proceso. Esto es consecuencia de la regla por la que cualquier Tribunal tiene facultad
de resolver todas las cuestiones que se susciten en el proceso, salvo las prejudiciales. Pero esa prueba no procede
cuando se quiera demostrar que la prueba del debate fue diversa a la fijada por la sentencia, o que ésta ha omitido
alguna" (DE LA RUA, Fernando: El Recurso de casación en el Derecho Positivo Argentino, Víctor P. de Zavalía, Editor,
1968, páginas 126 a 127 y 499 a 501).- En otras palabras, aunque por principio toda la actividad probatoria o de
investigación está excluida del juicio de casación, la Sala de Casación, en su función de control procesal, tiene poder para
examinar los actos procesales, que son hechos jurídicos cumplidos por el juez y las partes. La Sala de Casación debe
apreciar, incluso de oficio, cómo ha ocurrido en la realidad la actividad procesal para decidir si la ley formal sancionada
procesalmente ha sido o no inobservada, ya sea valorando las constancias del proceso o incluso admitiendo una
investigación para establecer la verdad de esas constancias

Así, pues, tratándose en la especie de un caso de omisión de prueba legal en el trámite procesal, necesaria no solamente
para establecer una eventual calificación jurídica del hecho objeto de la acusación, sino también para determinar si la
ofendida estaba realmente facultada para abstenerse de declarar contra el imputado (como lo estableció el a quo), esta
Sala -con fundamento en la doctrina y jurisprudencia anteriormente citada, y al amparo del artículo ~ de la Constitución
Política, que establece el deber de lograr una justicia pronta, cumplida y sin denegación-ordenó enviar mandamiento al
Registro Civil para que certificara el correspondiente vinculo matrimonial, si lo hubiera, entre ambos sujetos, a efecto de
corroborar la veracidad de la suposición del a quo en el sentido de que el imputado era el esposo de la ofendida,
presupuesto que sirvió de antecedente a la calificación jurídica del hecho acusado contra el encartado y que desembocó
en la sentencia condenatoria aquí impugnada. Y es que aparte de las razones anteriormente esbozadas, debe tomarse en
cuenta que de no practicarse esta constatación, podría llegarse a la situación absurda -y contraria a los principios de
economía y celeridad procesal- de que no obstante ser el sentenciado realmente el esposo de la ofendida, tendrían que
anularse las actuaciones respectivas, con todos los atrasos e inconvenientes que esta solución conlleva, en aras de
cumplir "formalmente" la letra de una ley de orden público, aun cuando se contraviniera clara y abiertamente el espíritu e
inteligencia de la misma (fraude a la ley)." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 609-F de las 10,05 hrs. del 22 de
diciembre.
42- PRUEBA PARA MEJOR RESOLVER -Su rechazo solo procede cuando sea evidente o impertinente

"En el segundo motivo del recurso de casación interpuesto por la defensa del imputado [...] se reclama la inobservancia
de los artículos 106, 144, 395 inciso 2º. y 400 inciso 4º. del Código de Procedimientos Penales, 71 del Código Penal y 39
de la Constitución Política, por no haber acogido el Tribunal de mérito la solicitud que la defensa hizo durante el debate
en el sentido de que se admitiera el testimonio del señor [...] como prueba para mejor resolver. Dicho deponente, según
se indica en el recurso, podría corroborar la versión del imputado según la cual él había recibido el dinero marcado a
cambio de un billete que él fue a cambiar al Bar [...], así como podría indicar que el encartado no era el administrador de
ese establecimiento. Según lo indican las constancias, el a quo no admitió la prueba ofrecida alegando que «no encuentra
justificación para traer al testigo, el imputado en la instrucción no indicó esa situación y tampoco lo propuso como testigo,
por lo que se rechaza la petición de la defensa por extemporánea. Además ese testimonio no es determinante para
desvirtuar el hecho acusado» (acta de debate, folios 51 frente y vuelto). Según lo observa esta Sala el Tribunal
sentenciador incurrió en una falta sancionada procesalmente con nulidad por los motivos que de seguido se dirán. De las
razones apuntadas por el Tribunal para rechazar la prueba ofrecida por la defensa se infiere, a contrario sensu, que la
probanza habría sido admisible si hubiera reunido todas o algunas de las siguientes características: A) haber sido
expuesta la versión del imputado en la instrucción; B) que ese testigo se hubiera ofrecido también en la instrucción, y; C)
que su testimonio fuera determinante para desvirtuar el hecho acusado.

Tales justificaciones son erradas. La primera (A) porque durante la instrucción el imputado no estaba en obligación de
decir su versión sobre los hechos, incluso estaba en libertad para abstenerse de declarar, como en verdad lo hizo [...], al
tenor de lo dispuesto en los artículos 276 del Código de Procedimientos Penales, 8.2.g. de la Convención Americana de
Derechos Humanos (Pacto de San José) y 36 de la Constitución Política. Si en el presente caso el imputado [...] se
abstuvo de declarar en la instrucción, solamente la declaración que éste dio en el debate podía servir para fundar la
sentencia: hizo mal el a quo al interpretar aquel silencio del acusado en su contra, pues jurídicamente es imposible extraer
cualquier conclusión adversa para el imputado del ejercicio de su derecho al silencio total (cuando el imputado se niega
simplemente a contestar al conjunto de cuestiones que se le plantean, o bien en el caso de que por toda respuesta se
limite a manifestar constantemente y sin más aclaración su inocencia) o parcial (la negativa a responder a determinadas
preguntas relacionadas con cualquier aspecto de la acusación): el silencio no quiere decir nada, no supone ni
reconocimiento de los hechos ni negativa de los mismos (véase La Defensa Pública en América Latina desde la
perspectiva del Derecho Procesal Penal Moderno, San José, Instituto Latinoamericano de Naciones Unidas para la
Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente -ILANUD-, 1991, págs. 82 a 83 yASENCIO MELLADO, José Ma.:
Prueba Prohibida y Prueba Preconstituida, Madrid, Editorial Trivium S.A., 1989, págs. 123 a 125). Respecto al segundo
argumento (B) del Tribunal, tampoco este es admisible pues la facultad para el imputado de ofrecer prueba en su defensa
no se agota en la instrucción sino que podía ejercitarla incluso durante el debate, ofreciendo prueba para mejor proveer
(artículo 387 del Código de Procedimientos Penales), de modo que no podía rechazarla el Tribunal por ser
"extemporánea". Finalmente, en cuanto al tercer argumento del a quo (C), es totalmente infundado entender que la prueba
ofrecida para mejor proveer deba ser necesariamente "determinante para desvirtuar el hecho acusado", por el contrario, el
rechazo solamente procede cuando la prueba ofrecida es evidente o manifiestamente impertinente; al respecto es
importante tener presente las consideraciones sobre el debido proceso, vinculantes erga omnes, de la Sala Constitucional,
para la cual -atendiendo que la finalidad del procedimiento es ante todo la averiguación real de los hechos- es claro que
«...tanto el Ministerio Público como el juez tienen el deber de investigar esa verdad objetiva y diligentemente, sin
desdeñar ningún medio legítimo de prueba, sobre todo si ofrecida por la defensa no resulta manifiestamente
impertinente, e inclusive ordenando para mejor proveer la que sea necesaria, aun si ofrecida irregular o
extemporáneamente» (el subrayado es suplido, Sala Constitucional, N 0 1739-92 de las 11:45 hrs. del 1 de julio de 1992).
Por las razones expuestas procede dedarar con lugar este motivo del recurso, decretando la nulidad de la sentencia
impugnada y del debate que la precedió y remitiendo el proceso al competente para la nueva sustanciación que determina
la ley." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, No 41 8-F de las 9,50 hrs. del 14 de octubre.

43- PRUEBA PERICIAL - Dictamen siquiátrico recibido por fax - Necesidad de razones científicas o técnicas
para separarse de dictamen pericial.

"Si bien en materia penal rige el principio de libertad probatoria, en el sentido de que cualquier hecho puede probarse y
por cualquier medio, lo que implica que no debemos sujetarnos a rigurosos formalismos, ello no significa que dejemos de
exigir algún signo de autenticidad a un dictamen psiquiátrico supuestamente practicado al imputado por la Sección de
Psiquiatría Forense del Organismo de Investigación Judicial, y que aceptemos como tal un documento recibido por facsímil
sin ningún signo de autenticidad. También es cierto que la Corte Plena, en Sesión del 26 de julio de 1993, acuerdo LX,
dispuso "...acoger la propuesta del Jefe de la Sección de Clínica Médico Forense del Organismo de Investigación Judicial
y por consiguiente se autoriza en la forma que se ha indicado, la emisión -vía telefax- de los dictámenes médico legales,
en el entendido de que también deberá enviarse por correo ordinario esos dictámenes a la oficina respectiva...". Lo
anterior se dispuso así para acelerar la toma de decisiones interlocutorias en un proceso que apenas está en trámite,
como por ejemplo definir la competencia, la situación jurídica, y otros aspectos jurisdiccionales que no tienen el carácter
de definitivos, con el propósito de ganar tiempo mientras llega al Tribunal el respectivo dictamen original debidamente
firmado.

Pero esa autorización no significa que se pueda prescindir del original, y menos que se utilice una copia de fax extraída
de un "original" que no contenía ninguna firma ni sello de autenticidad. En consecuencia, el Tribunal Superior de [...] violó
las reglas de la sana crítica al estimar que aquel documento (copia extraída de otro documento sin firmar y sellar)
constituía un dictamen psiquiátrico oficial, y valorarlo como tal separándose de él, lo que invalida los razonamientos de la
sentencia, al extremo de anularla. Además, suponiendo que se obtuviera una copia con signos de autenticidad del
dictamen psiquiátrico, con el mismo contenido del facsímil agregado a los autos, debe señalarse, en primer término, que la
inimputabilidad total o disminuida para ser exculpante, debe estar presente en el momento de los hechos de conformidad
a los artículos 42 y 43 del Código Penal, pero no es tan relevante que dicho estado psicológico se mantenga o se
prolongue hasta el momento del juicio, como pareciera concluirlo el Tribunal, al descartar esa situación con base en la
observación directa del imputado en el debate. Si bien los dictámenes periciales -de la disciplina o técnica que sean-no
vinculan a los jueces, para separarse de ellos deben exponerse razones de naturaleza científica o técnica según
corresponda, con apoyo en otros informes, en todos aquellos casos en que el juzgador no tenga conocimientos
especializados y requiera del auxilio de peritos, como ocurre con la psiquiatría y la psicología.

En otras palabras, para separarse y contradecir un dictamen de la Sección de Psiquiatría Forense del Departamento de
Medicina Legal que concluye que un sujeto "...presenta un estado en el cual sus capacidades mentales superiores están
disminuidas (imputabilidad disminuida)...", no basta la simple percepción de los juzgadores y la opinión personal que se
hayan formado del imputado por el sólo hecho de haberlo visto durante el juicio. El Tribunal de Juicio concluye con
certeza que el sujeto sí tiene capacidad para comprender el carácter ilícito de sus actos sin ninguna disminución, porque
durante el debate contestó las preguntas el sobre los hechos de determinada manera. Para separarse de un dictamen de
esa naturaleza se requiere una explicación científica y no una simple intuición, sustentada en otros informes o pericias,
salvo que los juzgadores posean además los conocimientos científicos idóneos para evaluar psiquiátrica y
psicológicamente al encartado, condición que los jueces no dicen tener. Mas grave se torna la situación de este caso al
apreciar que el tribunal toma elementos derivados de la declaración de los policías intervinientes en la aprehensión,
también para separarse de lo que podría ser un criterio científico emitido por los psiquiatras forenses, criterio que de
cualquier manera deberá obtenerse con signos de autenticidad. En un caso como el presente, si el Tribunal tiene dudas
sobre la conclusión pericial, puede ordenar la ampliación de los dictámenes, o pedir se hagan otros con nuevos peritos, o
solicitar que éstos concurran al debate para evacuar todas las dudas que al respecto pueda surgirle." 1994. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N o 368-F de las 9,40 hrs. del 23 de setiembre.

44- PRUEBA PERICIAL- Violación al derecho de defensa por negativa de autoridades administrativas del
Poder Judicial a aprobar honorarios de perito.

"Como primer motivo de forma se acusa falta de fundamentación del fallo de mérito y violación al derecho de defensa, con
cita de los artículos 39 de la Constitución Política, 106, 395.2, 395.3 y 400.4 del Código de Procedimientos Penales. Entre
otras cosas el reproche se sustenta en que el peritaje rendido por el doctor [...] refiere la coincidencia de características
entre las huellas encontradas en el cuerpo de la víctima y la dentadura del imputado, pero no se concretan dichas
características lo que -en opinión del recurrente- causa indefensión.- La Sala evidencia que en la fundamentación del fallo
se tomó en consideración el dictamen del odontólogo forense, que aparece al folio 116 y que se incorporó al debate
mediante lectura. Dicho dictamen dice en su totalidad que "existen muchas características que indican que (el
imputado) es el presumible mordedor de la señora [...]" [...]. Esta prueba fue concluyente para atribuirle al imputado la
autoría de la violación y del homicidio de la señora [...].-

En su oportunidad el defensor público del imputado, licenciado [...], impugnó ese peritaje, formulando una gestión para que
el contenido de ese brevísimo dictamen incriminante fuera adicionado y ampliado, con el propósito de que -como lo exige
la ley- se señalara cuáles fueron los procedimientos utilizados y las razones para concluir que el imputado era "el
presumible" mordedor de la ofendida, solicitud que se presentó el 18 de junio de 1993 [...]. Esa gestión fue acogida por el
órgano instructor, el que solicitó una ampliación del peritaje mediante nota recibida en el Departamento de Medicina Legal
el 28 de junio siguiente [...]. Sin embargo no aparece en los autos que esa solicitud se hubiere evacuado. Una vez elevada
la causa a juicio, el Tribunal acepta como prueba, para incorporar al debate mediante lectura, aquel dictamen odontológico
impugnado. Por ese motivo de nuevo el defensor público del imputado, licenciado [...], presenta incidente de nulidad el 24
de enero de 1994 [...]. Esa incidencia la reitera el defensor privado del imputado, licenciado [...], el día que inició el
debate, el 26 de enero de 1994. Ante ello ese mismo día el Tribunal Superior acoge la solicitud para que se amplie el
dictamen odontológico y pospone la celebración del debate para otra fecha que establecerá en el futuro, cuando logre
realizar la ampliación del dictamen (véase resolución [...] y solicitud de ampliación [...]). A partir de entonces comienza una
situación que concluyó en un serio vicio de procedimiento, ante la negativa de las autoridades administrativas del Poder
Judicial en aprobar los honorarios que resultaban indispensables para que la pericia se ampliara, impidiéndose así el
descubrimiento de la verdad y además afectándose los derechos de defensa y debido proceso. En efecto, el doctor [...],
en su condición de Jefe de la Sección de Clínica Médico Forense le comunica al Tribunal que el perito odontólogo Dr. [...]
fijó sus honorarios para ampliar esa pericia en la suma de cincuenta mil colones, pero que la Dirección Administrativa (sic)
había aprobado únicamente un gasto de cuatro mil colones, y que por ello no se podía atender la solicitud del Tribunal
(véase los oficios de la Sección de Clinica Forense [...].- Ante la imposibilidad de conseguir esos 46.000 colones
restantes, el Tribunal mediante resolución del 28 de abril de 1994 no tuvo otra alternativa que prescindir de la ampliación
del dictamen médico, aduciendo que no se había autorizado el gasto (resolución del Tribunal [...]).

Es evidente que la solicitud para que se ampliara y adicionara el dictamen odontológico resultaba pertinente, pues la
pericia se limitó a realizar una afirmación en una nota muy breve suscrita por el Dr. [...]. Tanto el artículo 249 del Código
de Procedimientos Penales, como el artículo 57 de la Ley Orgánica del Organismo de Investigación Judicial establecen
que el dictamen pericial debe incluir, necesariamente, una amplia explicación del procedimiento utilizado para practicar la
pericia y los fundamentos de sus conclusiones. Concretamente disponen que el peritaje debe contener: "1) La descripción
de la persona, cosa o hecho examinado, tal como hubieran sido hallados; 2) Una relación detallada de las operaciones, de
su resultado y la fecha en que se practicaron; y 3) Las conclusiones que formulen los peritos"; y el artículo 252 del Código
de Procedimientos Penales reitera el derecho de los peritos a cobrar sus honorarios, normas que evidentemente se
incumplen en la pericia que se solicitaba ampliar y aclarar.

Es evidente que la Dirección Ejecutiva obstaculizó el cumplimiento de esas disposiciones legales, e impidió respetar los
derechos de defensa y del debido proceso, así como el principio de justicia y de averiguación de la verdad establecidos
en la Constitución y la ley (artículos 35, 37, 39 y 41 de la Constitución Politica; 1, 170.3, 185, 198, 265 y 369 del Código
de Procedimientos Penales; y 5 de la Ley Orgánica del Poder Judicial), al fijar un monto muy bajo de honorarios al
extremo de no permitir que el peritaje se ampliara en los términos que lo solicitaron la defensa, el Juez Instructor y
finalmente el Tribunal Superior que debió fallar el caso. Es cierto que el inciso 30 del articulo 88 de la nueva Ley Orgánica
del Poder Judicial señala que corresponde a la Dirección Ejecutiva "...autorizar los gastos que deban realizarse en las
oficinas judiciales, con motivo de peritajes... cuando ese gasto corresponda al Poder Judicial...", pero es obvio que
ese deber de la Dirección Ejecutiva no está por encima de los otros principios constitucionales aludidos, pues la fijación de
los honorarios debe hacerla la Dirección Ejecutiva siguiendo "...la ley, el reglamento y las directrices que la Corte, el
Presidente del Consejo o éste le indiquen...", como lo señala el propio artículo 88 en su encabezado. Tratándose de
fondos públicos la Dirección Ejecutiva debe impedir los abusos y los excesos en este campo, de ahí que exista la
necesidad de una autorización previa del gasto para que un Tribunal pueda nombrar un perito bajo este sistema. Desde
ese punto de vista la Dirección fiscaliza la contratación del perito y vigila que no se cometan abusos en la fijación de los
honorarios. Pero ello no significa que pueda impedir la realización de una pericia al fijar un honorario que imposibilite del
todo -como ocurrió en este caso- contratar un perito para que realice la prueba. Si surgen problemas para la contratación
de un perito en virtud de la fijación de un bajo honorario realizado por la Dirección Ejecutiva del Poder Judicial, es
responsabilidad de ésta coadyuvar con el Tribunal hasta que se consiga a una persona idónea que pueda practicar la
prueba que se desea, y si es del caso rectificar hasta donde las circunstancias y la complejidad del caso, así como los
conocimientos técnicos y la preparación que deba tener el perito lo requieran. Por lo expuesto debe concluirse que se han
violado los derechos de defensa y debido proceso, así como los principios de la averiguación de la verdad y de justicia, al
no poderse ampliar una prueba de carácter esencial para la solución del presente asunto. En consecuencia debe
declararse con lugar el primer motivo del recurso, anular la sentencia y el debate que la precedió, y ordenar el juicio de
reenvío, luego de que se practique la prueba solicitada por la defensa, para lo cual la Dirección Ejecutiva debe aprobar los
honorarios indispensables y justos con ese propósito. Con lo anterior la Sala no prejuzga sobre la inocencia o la
culpabilidad del sentenciado." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N o 586-F de las 10,45 hrs. del 21 de diciembre.

45- RECURSO DE CASACION - Consideraciones sobre su verdadera función - Consulta sobre carácter
inconstitucional de limitaciones para interponerlo
"Tradicionalmente y en aplicación irrestricta del principio de taxatividad de los recursos (artículos 447, 458 y 479 [del
Código de Procedimientos Penales]), en esos supuestos no se ha admitido al Ministerio Público recurrir en casación, sin
embargo con base en otros principios de mayor relevancia, que de seguido se expondrán, considera esta Sala que esas
limitaciones objetivas impuestas al órgano requirente para formular recurso de casación, podrían ser inconstitucionales, lo
que justifica formular una consulta a la Sala Constitucional. Inconveniencias prácticas para los sujetos del proceso
derivadas de las limitaciones del Ministerio Público para recurrir en casación. En efecto, varios son los
inconvenientes prácticos que deben apuntársele a las limitaciones contenidas en el artículo 473 del Código de
Procedimientos Penales, en cuanto señalan determinados montos y tipos de penas, para que pueda admitirse el recurso
de casación del Ministerio Público, que afectan a distintos sujetos del proceso, tanto el acusado como la víctima. a) Por un
lado, se afecta al imputado, porque tales limitaciones han obligado a los fiscales a solicitar, al final del debate, la
imposición de penas más altas de las que podrían estimar como aplicables para el caso, según los parámetros del artículo
71 del Código Penal, con el único fin de mantener abierta eventualmente la puerta de la casación.

En otras palabras esas limitaciones se han revertido incluso contra el propio acusado, puesto que el representante del
Ministerio Público se ve "obligado" por imperativo legal a solicitar penas más allá de la que podrían estimar como
razonable para el caso, con el único propósito de mantener abierta la potestad de recurrir en casación. b) Pero también,
por otro lado, desde luego que las limitaciones legales referidas afectan a la víctima en la medida en que el encargado de
llevar adelante el ejercicio de la acción penal (exclusivamente), no puede recurrir en casación a reclamar reparo frente a
posibles arbitrariedades del Tribunal o de los otros sujetos del proceso, sólo porque en el caso concreto no solicitó cierto
tipo y cierta cantidad de pena. La afectación se traslada a la víctima en un doble sentido. b1) Primero porque también de
la declaratoria del hecho delictivo depende su posible indemnización civil, de modo que obstaculizándose el ejercicio
de la acción penal también se obstaculiza el ejercicio de la acción civil; y, b2) en segundo lugar, porque el interés de la
víctima en el proceso penal no debe centrarse exclusivamente en el problema resarcitorio.

Son muchas las ocasiones en que los intereses de los afectados con el hecho delictivo no se circunscribe a lo pecuniario,
sino a la necesidad de que el Estado, como encargado también de la potestad punitiva, reaccione frente a una persona
que agredió a aquella víctima, aplicando la sanción correspondiente, o sometiendo al agresor a algún tipo de medida que
de alguna manera constituya una garantía de que no continuará realizando ese tipo de conducta lesiva para los derechos
básicos de esa víctima. Piénsese, por ejemplo, en los menores agredidos por sus padres o encargados de su custodia, o
en los agredidos sexualmente (por lo general menores y mujeres), cuyo interés en el proceso no podría centrarse en el
aspecto pecuniario. Pero también, piénsese en los delitos que afectan bienes jurídicos colectivos o difusos, donde no se
visualiza en concreto una sola víctima, sino que se afecta a la colectividad, como ocurre con los delitos ecológicos, o los
delitos de corrupción administrativa, sólo para citar algunos, pues en estos casos es evidente que la colectividad tiene
interés en el proceso, pero dicho interés no podría centrarse exclusivamente en el aspecto pecuniario. (Véanse los
interesantes trabajos de ESER, ALBIN. Acerca del renacimiento de la víctima en el procedimiento penal; de HIRSCH,
HANS JOACHIM. Acerca de la posición de la víctima en el Derecho Penal y en el Derecho Procesal Penal; y de
MAIER, JULIO. La víctima y el sistema penal; todos publicados en "De los delitos y de las víctimas", editorial Ad-
Hoc, Buenos Aires, 1992, pp. 13 ss; 9l ss; y 183 ss.). En este sentido manifestó con acierto la Sala Constitucional que
"...las nuevas tendencias mundiales en materia penal buscan rescatar el papel de la víctima y el damnificado a
través de mecanismos que les permitan defender sus intereses en forma adecuada, dentro y fuera del proceso
penal, aún sustituyendo al Ministerio Público en los casos en que éste -por razones de oportunidad o legalidad-
estime que no debe continuarse con la investigación de la acción atribuida..." (Sala Constitucional, sentencia No
5751-93, 14:39 hrs., 9 noviembre de 1993). En consecuencia, es importante tener presente que los obstáculos
innecesarios al derecho de recurrir del Ministerio Público afectan también esos intereses, máxime cuando no existe
justificación alguna para mantenerlos. En la "Declaración sobre los Principios Fundamentales de Justicia para las
Víctimas de Delitos y del Abuso de Poder" (Recomendada, para adopción, por el Séptimo Congreso de las Naciones
Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente, celebrado en Milán del 26 de agosto al 6 de
septiembre de 1985, y adoptada por la Asamblea General en su resolución 40/34, del 29 de noviembre de 1985) se
señala "...4. Las víctimas serán tratadas con compasión y respeto por su dignidad.

Tendrán derecho al acceso a los mecanismos de la justicia y a una pronta reparación del daño que hayan sufrido, según
lo dispuesto en la legislación nacional.- 5. Se establecerán y reforzarán, cuando sea necesario, mecanismos judiciales y
administrativos que permitan a las víctimas obtener reparación mediante procedimientos oficiales u oficiosos que sean
expeditos, justos, poco costosos y accesibles. Se informará a las víctimas de sus derechos para obtener reparación
mediante esos mecanismos.- 6. Se facilitará la adecuación de los procedimientos judiciales y administrativos a las
necesidades de las víctimas:... c) Prestando asistencia apropiada a las víctimas durante todo el proceso judicial...". Estos
principios -como se expondrá de seguido- se transforman en problemas jurídicos que afectan derechos fundamentales,
yjustifican formularla presente consulta de constitucionalidad. La justicia del caso concreto, el derecho a la jurisdicción,
el acceso a la justicia penal y la apertura de la casación. El recurso de casación en Costa Rica ha sufrido grandes
transformaciones en los últimos años, luego de todo un proceso que nos obligó a ajustarlo tanto a la Constitución Política,
como a las convenciones internacionales de Derechos Humanos. Tradicionalmente se afirma que la casación es un
contralor de la mera legalidad, que busca uniformar la aplicación del derecho y la jurisprudencia en un determinado
sistema jurídico, de ahí su carácter esencialmente formal. Sin embargo, como ya ha expuesto esta misma Sala (en
Sentencia N 0 158-F de 8:55 hrs. 20 mayo 1994) para la casación hoy se reconoce también como indispensable la
búsqueda de la justicia en el caso concreto, según el cual los criterios meramente formales deben ceder a la necesidad
de controlar por razones de justicia la función jurisdiccional de los tribunales de instancia, sobre todo en un sistema como
el costarricense de única instancia, donde no se admite el recurso de apelación contra la sentencia condenatoria, y por
consiguiente, donde el sistema debe permitir ejercer algún tipo de control sobre la forma en que los juzgadores emitieron
su criterio con base en los elementos de prueba reproducidos oralmente en el debate. La justicia del caso concreto
constituye una necesidad básica que se sustenta en los artículos 27 y 41 de la Constitución Política; en el artículo 10
de la Declaración Universal de Derechos Humanos; en el artículo 14.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles
y Políticos; en los artículos XVIII y XXIV de la Declaración Americana sobre Derechos y Deberes del Hombre; en
los artículos 8.1 y25.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José); en el aparte 6
de los Principios Básicos Relativos a la Independencia de la Judicatura (Adoptados por el Séptimo Congreso de la
Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente, celebrado en Milán del 26 de agosto al 6 de
septiembre de 1985 y conformados por la Asamblea General en sus resoluciones 40/32 del 29 de noviembre de 1985 y
40/146 del 13 de diciembre de 1985); y finalmente, en el artículo 5 de la nueva Ley Orgánica del Poder Judicial, que
exigen justicia, pero bien cumplida, pronta y obligatoria. Desde luego el quebranto de estas disposiciones por una ley
resultaría inconstitucional, como bien lo expone la jurisprudencia al señalar que "...los artículos 42 y 73 inc. d) de la Ley
de la Jurisdicción Constitucional y 48 de la propia Constitución reconocen, como parámetros de constitucionalidad, tanto
las normas como los principios, y tanto de la Constitución misma como del Derecho Internacional vigente en Costa Rica,
de manera que si de alguna de dichas fuentes cupiera deducir la existencia del derecho fundamental que se invoca, la
disposición cuestionada, o su interpretación, serían efectivamente, inconstitucionales en la medida en que lo nieguen o
excluyan..." (Sala Constitucional, sentencia No. 300-90). Específicamente, en lo que al recurso de casación se refiere,
este principio es descrito muy bien por la doctrina moderna, al afirmarse que "...la unidad de la aplicación del Derecho no
puede ser el único fin de la casación, pues la igualdad y la seguridad jurídica no son los únicos valores que se deben
tomar en consideración.

La justicia y la interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos tienen igual rango...La casación, como todo recurso,
también, y con no menos intensidad, debe perseguir un fin de protección contra la arbitrariedad. Ello significa que, allí
donde los medios de que dispone el Tribunal de Casación se lo permitan, éste tiene el deber de sancionar la
arbitrariedad..." (BACIGALUPO, ENRIQUE. La impugnación de los hechos probados en la casación penal y otros
estudios, editorial Had-Hoc, Buenos Aires, 1994, pp. 47 y 48). Podríamos senalar que ese principio jurisdicción y el
constituye un verdadero complemento del derecho a la acceso a la justicia, también garantizados en nuestra Constitución
Política (arts. 27 y 41) y en las normas de Derecho Internacional antes citadas. Sin embargo la exclusión del ciudadano en
el ejercicio de la acción penal por un delito de acción público, no elimina su derecho a la jurisdicción (al respecto véase
CAPPELLETTI, MAURO. Appunti sulla tutela giurisdizionale di interessi colletivi o diffusi, en "Le azioni a tutela di
interessi colletivi", Cedam, Padova, 1976, pp. 199 ss; y GIARDA, A. La persona offesa dal reato nel processo
penale, Giuffré, Milano, 1971, pp 249.ss.) Si bien cada delito lesiona directamente a la colectividad, ésta como parte
social lesionada tiene interés en que el delito no quede oculto o sin sancionar, y que el Estado no permanezca inerte para
el mantenimiento del orden jurídico. Lo anterior significa que en el proceso penal también deben respetarse y garantizarse
los derechos de la víctima, impidiendo obstáculos innecesarios o injustificados para que el órgano requirente pueda
continuar el ejercicio normal de la acción penal, como sería en parte el derecho a formular los recursos legales contra las
resoluciones arbitrarias. Paralelamente a los principios de la justicia del caso concreto, el derecho a la jurisdicción y el
acceso a la justicia penal, también se reconoce como presupuesto de esos principios la necesidad de establecer un
claro criterio de total apertura de la casación, como medio para lograr los primeros. Con base en estos postulados ha
sido posible desformalizar la admisibilidad del recurso, por un lado, y ha obligado a la casación a pronunciarse sobre el
fondo de los alegatos, por el otro, sin posibilidad de rechazarlos ad-portas, con el fin de que constituya un adecuado
control de la arbitrariedad. Este criterio de apertura de la casación ha sido delineado por la Sala Constitucional, en
diferentes fallos y en relación con los distintos sujetos del proceso (imputado, actor civil, querellante), a quienes poco a
poco ha venido ampliándoles la posibilidad de recurrir en casación. Ya en las resoluciones N o 282 de 17 hrs. de 13 de
marzo de 1990 y N o 719 de 16:30 hrs. de 26 de junio de 1990, dicha Sala señaló entre otras cosas, que "el recurso de
casación satisface los requerimientos de la Convención, en tanto no se regule, interprete o aplique con rigor
formalista, sino que permita con relativa sencillez, al Tribunal de Casación examinar la validez de la sentencia
recurrida...". De acuerdo con estos principios, vinculantes erga omnes, deben removerse todos los obstáculos formales
innecesarios que impidan a la Sala de Casación conocer de un determinado asunto fallado. Paralelamente, también esa
apertura debe mantenerse para respetar el principio constitucional del debido proceso, como bien lo expone la Sala
Constitucional al afirmar que "... un importante derivado del debido proceso es el derecho a que un tribunal superior
examine, por vía de recurso, la legalidad y razonabilidad de toda sentencia o resolución jurisdiccional que
imponga a la persona un gravamen irreparable o de difícil reparación..." (Sala Constitucional, Sentencia No 300-90)
Todos esos principios podrían verse limitados al exigirse determinados montos y clases de penas para que el Ministerio
Público pueda recurrir en casación, razón por la cual nos permitimos formular la consulta conforme se expone al final.
Los principios de igualdad y proporcionalidad entre los distintos sujetos procesales. Entendemos que no es posible
lograr una equiparación absoluta entre las funciones que desempeñan en el proceso los distintos sujetos.

Por ejemplo observamos que se justifican, desde el punto de vista sustantivo y constitucional, las distintas funciones
atribuidas al Ministerio Público en las primeras fases del procedimiento, tales como las tareas de investigación para
preparar su requerimiento, que lógicamente no podrían otorgársele a la defensa. Las funciones procesales de cada sujeto
no pueden ser idénticas en virtud de que no siempre defienden los mismos intereses, y la dinámica del proceso gira
precisamente alrededor de esa diversidad de obligaciones. Sin embargo, ello no significa que puedan realizarse
válidamente distinciones innecesarias o sin sustento alguno, máxime cuando se trata de la posibilidad de reclamar y
obtener reparo ante el superior frente a las arbitrariedades realizadas por el propio Tribunal o alguno de los demás sujetos
del proceso, como sucede en el tema de los recursos. En efecto, claros principios constitucionales prohíben realizar
distinciones arbitrarias e innecesarias en circunstancias en que no existen bases razonables para hacerlo. Lo anterior,
como se dijo, no significa que los sujetos del proceso deban estar total y matemáticamente equiparados. Por el contrario,
del mismo principio de igualdad y proporcionalidad constitucionales deriva la necesidad del tratamiento diferenciado en
circunstancias justificadas y desiguales. El problema que aquí se plantea, y que podría constituir un quebranto de la
Constitución, es hacer un distingo entre los poderes procesales atribuidos a la defensa, al imputado, al actor civil, al
demandado civil, y al querellante por un lado, en relación con los del Ministerio Público, en lo que se refiere a la
posibilidad de recurrir en casación. En efecto, las limitaciones legales que existían para que los distintos sujetos
procesales pudieran recurrir en casación se han venido eliminando, al extremo de que hoy prácticamente sólo se
mantienen para el Ministerio Público, creándose así una situación de desigualdad y desproporcionalidad totalmente
injustificada y en consecuencia lesiva de los principios y normas constitucionales e internacionales antes citadas. (En
argumento véase GONZALEZ-CUELLAR SERRANO, Nicolás. Proporcionalidad y Derechos Fundamentales en el
Proceso Penal. Editorial Colex, Madrid, 1990, en especial pp. 223 ss y 311 ss). Estos principios también son
reconocidos por nuestra Constitución Política (art. 33), así como por normas de Derecho Internacional aplicables en Costa
Rica (artículo 10 de la Declaración Universal de Derechos Humanos; artículo 14.1 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos y 8.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos), normas que podrían verse disminuidas o
afectadas ante las limitaciones del Ministerio Público para recurrir en casación. Para apreciar esta desigualdad obsérvese
que en relación con el imputado y la defensa la Sala Constitucional declaró inconstitucionales las disposidones legales
que limitaban el derecho a recurrir en casación, cuando se establecían determinados tipos y cantidades de pena para que
pudiera interponerse el recurso (resoluciones N 0 282 de 17 hrs. de 13 de marzo de 1990 y N o 719 de 16:30 hrs. de 26 de
junio de 1990). Estas posibilidades se le amplian, por imperativo legal también al demandado civil (según lo ordenan los
arts. 79 y 476 del Código de Procedimientos Penales) y al querellado (arts. 428 ss. ibídem).- Por otra parte, en relación
con el actor civil la Sala Constitucional ha estimado inconstitucionales algunas limitaciones que impedían a este sujeto
procesal recurrir en ciertos supuestos, ampliándole la posibilidad de combatir en casación las resoluciones y actuaciones
judiciales adversas a sus intereses (sentencias No. 5752-93, de 14:42 hrs. del 9 noviembre 1993 y No 5751-93 , de 14:39
hrs. 9 de noviembre de 1993). Finalmente, en relación con el querellante, el Tribunal Superior de Casación Penal (órgano
jurisdiccional que conoce en casación prácticamente de todos los delitos de acción privada en los que figura el querellante)
estimó que algunas limitaciones legales de dicho sujeto procesal para recurrir en casación (limitaciones iguales a las que
ahora se consultan a la Sala Constitucional en relación con el Ministerio Público), son inconstitucionales y por ello las
desaplicó (Véanse las resoluciones de ese Tribunal N o 083-A-94 de 11:45 hrs. del 28 de abril de 1994; y 136-A-94 de
11:48 hrs. de 8 de junio de 1994). Como puede apreciarse, a todos los sujetos del proceso, con justificada razón, se le
han eliminado las limitaciones absurdas para recurrir en casación, excepto al Ministerio Público, lo que afecta los principios
de igualdad y proporcionalidad, además de los otros principios constitucionales antes citados, que recogen tanto la
Constitución como el Derecho Internacional aplicable en Costa Rica. En la resolución 83-A-94 el Tribunal Superior de
Casación expresa, con acertado criterio, que"... el control de constitucionalidad de las leyes, de acuerdo a la Ley de la
Jurisdicción Constitucional, no sólo comprende la descalificación de normas o actos violatorios de la Carta Magna, sino la
interpretación de normas constitucionales o infraconstitucionales (Artículo 1º. y 2º. de la Ley de la Jurisdicción
Constitucional.) La actividad impugnativa en nuestro derecho tiene como objetivo básico la corrección de errores o
defectos del proceso.

Si los actos son irregulares o injustos, se habrá distorsionado la finalidad común, poniendo en evidencia un vicio que se
traduce en injusticia o ilegalidad, y por ello mismo incorrección o defectuosidad del actuar procesal. Por esa razón los
medios de impugnación se erigen como lógicos correctivos para subsanar los vicios e irregularidades. Una mayor justicia
es connatural a nuestro sistema de procedimientos. Puede entonces afirmarse sin ambages que el doble grado de
jurisdicción constituye un principio constitucional, haciéndole integrar directamente en el principio del debido proceso legal,
además del acceso a la justicia y al principio de igualdad (Artículos 33, 39 y 41 de la Constitución Política; Artículos 8 y
10 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, 25 de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre, 2.3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos 8.1 y 25.1 de la Convención Americana de Derechos
Humanos (Pacto de San José de Costa Rica). El establecimiento de limitaciones excesivas y desiguales no son propias
de un estado de Derecho, dentro de la necesidad de que existan controles para los actos de los órganos detentadores del
poder. Todos los que ingresen en juicio deben tener, en igualdad de condiciones, la posibilidad de promover las
impugnaciones que estimen necesarias y pertinentes, de acuerdo a las regulaciones de carácter ritual que merezcan ser
instauradas. En ese sentido apunta certeramente Vescovi que "si tal posibilidad estuviere reservada solamente a algunos,
ese privilegio, en cuanto a otros estaría vedando ese derecho, no pudiendo recurrir o recurriendo solamente al propio
órgano del cual emanó la sentencia, se estará, de alguna manera, no respetando el principio constitucional de isonomía".
(LOS RECURSOS JUDICIALES Y DEMAS MEDIOS IMPUGNATIVOS EN IBEROAMERICA. Vescovi, Enrique. Edición
Depalma. Buenos Aires, 1988, p. 27). Y es que no hay duda que el sistema procesal está en clara simbiosis con la
organización política del Estado. El enjuiciamiento penal debe ajustarse en definitiva al régimen político dominante "o, si
se quiere, con la ideología que funda la organización política" (Cfr. DERECHO PROCESAL PENAL ARGENTINO. Julio
BJ. Maier. Ed. Hammurabi S.R.L. Buenos Aires. 1989 T. 1. vol. a). p. 195), porque, como apunta este connotado jurista "el
derecho procesal penal de hoy en día es, desde uno de los puntos de vista principales, Derecho Constitucional
reformulado o Derecho Constitucional reglamentado". (Idem. Vid. EL CONTROL CONSTITUCIONAL EN EL PROCESO
PENAL. Armijo Sancho, Gilberth, Editec Editores S.A. San José, 1992 pp. 31). Nuestra Sala Constitucional en sentencias
números 1739-92 de 11:45 horas del 1º. de julio de 1992 y 3495-92 de 14:30 horas de 19 de noviembre de 1992, acuerda
que aquellas normas, actos o decisiones que se consideren absurdas, dañinas o injustas, no pueden estar en consonancia
con la ley...". Todos esos argumentos constitucionales, jurisprudenciales y doctrinarios hechos por el Tribunal Superior de
Casación respecto del querellante, son también aplicables en relación con el Ministerio Público, incluso con mayor
trascendencia porque este sujeto representa no sólo a la víctima sino a la entera colectividad que de alguna manera es
lesionada también con el hecho delictivo, y en cuyo caso esos intereses no deben ser discriminados sin justificación
alguna al confrontarlos con los derechos y posibilidades de los demás sujetos del proceso en un tema tan sensible como
el derecho a los recursos. Ya la Sala Constitucional estimó lesionados los principios aludidos en relación con el actor civil,
al afirmar entre otras cosas que '...si la función primordial de la justicia constitucional es la de buscar la solución más justa
interpretando y aplicando las normas dentro del contexto de un sistema democrático de derecho, inspirado en el respeto a
la dignidad de la persona e igualdad de trato y oportunidad, no puede más que fallarse este caso, a favor de los intereses
de la víctima u ofendido, para concederle la oportunidad de ejercer, en un plano de igualdad, los recursos tendentes a
lograr la defensa de sus intereses. Además el artículo 41 de nuestra Constitución, según lo ha expuesto ya la
jurisprudencia constitucional, establece un conjunto de principios básicos a los cuales los individuos y el Estado deben
ajustar su actuación en el ámbito de la justicia y como señala que las personas han de encontrar reparación para las
injurias o daños, claramente se está disponiendo que las leyes deben orientar la tutela de los derechos quebrantados
mediante normas que, por una parte regulen o amparen el derecho de cada uno, y por otra, establezcan los instrumentos
procesales adecuados para que las personas tengan acceso a la justicia y la obtengan de comprobarse el agravio.. ."
(Sala Constitucional, sentencia N o 5751-93). Falta únicamente aplicar esos mismos principios constitucionales también al
Ministerio Público y por ello se formula la consulta. La independencia del Juez Penal y el contradictorio. En la
experiencia costarricense, con la aparición del Ministerio Público, al menos como un órgano potenciado de poderes y
deberes y como portador del interés público en la aplicación de la ley penal, la función del juez viene a separarse más de
aquella asumida por el acusador. En el anterior e inquisitivo proceso, el juez terminaba asumiendo el rol de acusador
porque en la práctica se encontraba solo frente al imputado.

En el sistema procesal vigente, un órgano público asume el ejercicio de la acción con base en la posibilidad de que un
sujeto pudo haber violado el ordenamiento penal, y a tal actividad se contrapone la defensa, ante la posibilidad de que
pueda lesionarse el derecho de libertad del imputado, con todas sus garantías, por medio de una errónea aplicación de las
normas penales y procesales. La actividad requirente del Ministerio Público, que resulta imprescindible para poner en
movimiento la maquinaria jurisdiccional, garantiza la independencia y la imparcialidad del juez, porque este último no debe
asumir más la función de parte. "La separación de las funciones de acusar y de juzgar -observa Vélez Mariconde-
asegura la máxima objetividad e imparcialidad del órgano que ejerce la jurisdicción...A esto se agrega, ciertamente, un
principio racional que emana de la propia idea de justicia: para que ésta triunfe es preciso que sea administrada por una
persona distinta de la que hace valer la pretensión jurídica sobre cuyo fundamento debe ella pronunciarse"(VELEZ
MARICONDE, Alfredo. Derecho Procesal Penal. Lerner, Buenos Aires, 2ª. edición, tomo II, pág. 295. Véanse
también CAVALLARI, Vincenzo. Principio del contraddittorio. Diritto Processuale Penale, Eciclopedia del Diritto,
Milano, 1961, vol. IX pp. 728 ss. y CONSO, Giovanni. Considerazioni in tema de contradittorio nel processo penale
italiano, en Rivista italiana di diritto e procedura penale, Milano, 1966, pp.405 ss). Se instaura así, en su lugar, el
contradictorio como requisito esencial para una recta administración de la justicia penal. Tan importante es esta exigencia,
que donde falte la posibilidad de contradecir, sea para el imputado como para el Ministerio Público, el juez normalmente
no puede examinar el mérito de la causa. La ventaja del monopolio estatal en el ejercicio de la acción -observa Gómez
Orbaneja- es la de prevenirse ante la pasividad, la impotencia o la corrupción del privado, pero al mismo tiempo se
renuncia a la contribución de su iniciativa y de su actividad; por esto, agrega ese autor, el complemento imprescindible de
este sistema es el principio de la obligatoriedad de la acción; de lo contrario, implicaría dejar en cada caso concreto la
acusación (y por tanto, la actuación de la ley penal) el arbitrio de aquel que monopoliza la función (GOMEZ ORBANEJA,
E. y HERCE QUEMADA, V. Derecho Procesal Penal. Agesa, Madrid, 1975, 8º. ed., p. 79). En efecto, para diferenciar la
función del acusador de la del juez, no basta crear un órgano público al cual conferir el ejercicio de la acción; es
necesario, además, atribuirle un preciso deber de actuar ante los presupuestos legales, porque los particulares no pueden
sustituirlo y porque los intereses tutelados por las normas penales tienen siempre un carácter público y social, aún cuando
la lesión afecte a un determinado individuo. El contradictorio (y con él la independencia y la imparcialidad del juez) puede
considerarse eficaz en aquellos casos en que el Ministerio Público no tenga la posibilidad de sustraerse al cumplimiento
de su función requirente, por la sola razón de que ella le parezca inoportuna, o bien cuando esta función es obstaculizada
por normas legales que no tienen ningún sustento, como ocurre con las limitaciones para recurrir en casación. La
obligatoriedad del ejercicio de la acción en general y el ejercicio de los recursos en particular, encuentran, entonces, uno
de sus fundamentos en el contradictorio y en la independencia del juez penal. La exigencia señalada como base de la
obligatoriedad de la acción, es que el Estado cuando acuse no juzgue y cuando juzgue no acuse. También el Ministerio
Público, observa Sabatini, "tiene la obligación de someterse a la jurisdicción, para poner el interés del cual él es el
portador, al mismo nivel en que se encuentra el interés del cual es portador el sujeto contra quien se ejercita la potestad
punitiva. Para tal fin el orden jurídico impone al Ministerio Público el deber de ejercitar la acción penal para investir al
órgano jurisdiccional de la potestad punitiva" SABATINI, Giussepe. Il pubblico ministero nel Diritto Processuale
Penale. Ed. Quartara, Torino, 1948, vol. II, p. 135). Esta situación de contraste tiene una precisa finalidad de justicia:
coloca al juez en posición imparcial e independiente respecto de los sujetos que asumen el rol de partes.

Pero el aspecto decisivo continúa siendo que el Ministerio Público no pide la actuación de la ley en nombre propio, ni
ejercita un derecho potestativo de acción; no tiene, por así decirlo, un poder decisorio discrecional. "La independencia del
juez -se afirma acertadamente- es cuestionada muy a menudo, pero a pesar de esas criticas, muy importantes por cierto,
debe reconocerse que un Poder Judicial que carezca de una independencia jurídicamente garantizada tiene una
incapacidad absoluta para impartir justicia y realizar el principio de seguridad jurídica" (CRUZ CASTRO, Fernando.
Observaciones y críticas sobre la incipiente política criminal del subsistema judicial, en Revista Judicial No 26,
San José, 1983, p 38).

Pues precisamente en tal sentido también es posible ubicar el principio de la obligatoriedad, en la medida en que éste
garantiza no sólo que la acción penal se ejercite, sino además que sea ejercida en tal forma que el órgano jurisdiccional
pueda tomar una decisión, con absoluta independencia de criterios políticos y discrecionales, y del criterio, incluso, de las
partes (véase el trabajo La obligatoriedad de la acción en el proceso penal costarricense. Ijsa, San José, 2ª.
edición. 1992, en especial Cap. III pp. 75 ss).- Esos principios tienen un claro sustento constitucional, pues además de
las normas ya citadas en los Considerandos anteriores, se encuentran recogidos en los artículos 9, 11, 152, y 154 de la
Constitución Política; y en los artículos 1, 2 y 6 de los "Principios Básicos Relativos a la Independencia de la
Judicatura" (Adoptados por el Séptimo Congreso de la Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del
Delincuente, celebrado en Milán del 26 de agosto al 6 de septiembre de 1985 y conformados por la Asamblea General en
sus resoluciones 40/32 del 29 de noviembre de 1985 y 40/146 del 13 de diciembre de 1985). En consecuencia, todos esos
principios de claro sustento constitucional también vienen a ser disminuidos cuando normas legales imposibilitan al
Ministerio Público, en forma injustificada, continuar ejerciendo la acción penal, en uno de los momentos procesales más
importante como resulta ser la fase final, es decir cuando el representante de la comunidad estima que deben removerse
actuaciones y actos procesales arbitrarios, interponiendo el recurso de casación. Existen tres momentos cruciales por los
que recorre el ejercicio de la acción penal atribuido al Ministerio Público, que no deben obstaculizarse en forma
innecesaria: a) la fase inicial, es decir cuando comienzan las primeras investigaciones; b) el momento en que se prepara y
se notifica (intima) la acusación; y c) la fase final, cuando se formulan los recursos contra la sentencia y los autos que
pongan fin al proceso, constituyendo este último uno de los vitales momentos procesales en que debe permitírsele al
órgano requirente poder actuar sin obstáculos innecesarios, como resultan ser las limitaciones objetivas que consultamos
ante la Sala Constitucional (Respecto de los intereses que hace valer el Ministerio Público en casación véase la reciente
tesis de VILLAVICENCIO CEDEÑO, Leonardo. El interés para impugnar en el recurso de casación del Ministerio
Público. Facultad de Derecho, UCR, San José, 1984, en especial PP. 44 ss.)

Alcances de la consulta. El artículo 473 del Código de Procedimientos Penales dispone literalmente:

"Artículo 473.- El Ministerio Público podrá interponer el recurso contra:

1) La sentencia de sobreseimiento, confirmada por el Tribunal de Apelación, o dictada en única instancia por el Tribunal de
Juicio, si el delito imputado estuviere reprimido con pena mayor a tres años de prisión o de inhabilitación o de
ciento ochenta días multa;

2) La sentencia absolutoria del Tribunal de Juicio, cuando hubiera requerido la imposición de una pena que exceda
los límites señalados en el inciso anterior, o si aquélla fuera del Juez Penal, cuando la pena pedida sea superior a
seis meses de prisión o un año de inhabilitación, o sesenta días multa;

3) La sentencia condenatoria dictada por el Tribunal de Juicio, cuando la diferencia entre la pena impuesta y la pedida
sea mayor a tres años de prisión o de inhabilitación, o sesenta días multa, o la sentencia condenatoria dictada por
el Juez Penal, cuando esa diferencia exceda de seis meses de prisión o inhabilitación, o de veinte días multa;

4) Los autos mencionados en el artículo anterior; y

5) La sentencia que resuelva la acción resarcitoria, si el actor civil hubiera podido recurrir."

Los suscritos nos permitimos consultar concretamente, si los condicionamientos a cierta clase y cantidad de penas que
aparecen en los incisos 1, 2 y 3 del artículo 473 del Código de Procedimientos Penales (párrafos que aparecen
subrayados en la anterior transcripción), son contrarios a los principios constitucionales y de Derecho Internacional
(contenidos en la legislación, doctrina y jurisprudencia citada en los considerandos anteriores), en virtud de que ese tipo de
limitaciones no existe para ninguno de los otros sujetos del proceso, y además por no encontrarse ninguna justificación
válida para realizar esa distinción. Con ello entendemos que la norma consultada contiene también otras limitaciones de
carácter objetivo para formular del recurso de casación, como resulta ser el que sólo pueda interponerse contra sentencias
o resoluciones finales dentro del proceso, limitación que sí existe también para los demás sujetos del proceso, incluido el
imputado y la defensa. Como bien lo ha expresado la Sala Constitucional, "...no contraviene el derecho fundamental al
recurso contra la sentencia (condenatoria) a favor del imputado por delito, el hecho de que el derecho a recurrir en
materia penal, en general, se limite a los casos expresamente previstos, conforme al artículo 447 siempre que, como
ahora se resuelve no se restrinja respecto de la sentencia; tampoco contraviene ese derecho fundamental el que se
restrinja o condicione respecto de otros actos procesales diversos de la sentencia (artículo 454); o el que se prevea su
rechazo cuando sea inadmisible o manifiestamente improcedente (artículo 458); o, finalmente el que, se limite el recurso
de casación a las sentencias definitivas o a los autos con carácter de tales (artículo 472)..." (Sala Constitucional, sentencia
N o 719-90).- Por esa razón, la duda sobre la constitucionalidad del artículo 473 del Código de Procedimientos Penales la
tenemos los suscritos Magistrados sólo respecto de las limitaciones referidas a ciertos montos y tipos de pena (párrafos
subrayados en la transcripción), pero no respecto de las demás limitaciones objetivas contenidas en esa norma. 1994.
SALA TERCERA DE LA CORTE, No 182-A de las 9 hrs. del 11 de noviembre.

46- RECURSO DE CASACION - Para interponerlo debe agotarse el recurso de apelación, en los casos en
que éste proceda.

"En el único motivo del recurso, denominado fundamentación arbitraria, se acusa la inobservancia de los artículos 106,
226, 393, 395 y 400 inciso 4 del Código de Procedimientos Penales; 11, 33, 39 y 41 de la Constitución Política; 8 y 9 de
la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Se alega que en el presente asunto, en el que el recurrente actúa
como Apoderado del Actor Civil, [...], el Juez de Instrucción dictó una prórroga extraordinaria, contra la cual formuló
recurso de apelación, el que fue declarado inadmisible por no haber recurrido el Ministerio Público y porque conforme al
artículo 328 del Código Procesal Penal, el actor civil carece de legitimación para recurrir ese auto. Interpuesto el
correspondiente recurso de queja, el Tribunal Superior Penal de Alajuela, con argumentaciones semejantes, declaró sin
lugar esa impugnación. Posteriormente el Juzgado de Instrucción, como consecuencia del vencimiento de la prórroga
extraordinaria, "sin que se modificara el estado del proceso", emitió un Sobreseimiento Obligatorio. En apoyo de su
pretensión de que se anule el sobreseimiento obligatorio y la anulación de todo lo actuado hasta el dictado de la prórroga
extraordinaria de la instrucción inclusive, alude a los votos 5751-93 y 5752-93 de la Sala Constitucional. En el voto
número 5751-93, dictado por la Sala Constitucional, a las 14:39 horas del 9 de noviembre de 1993, en Acción de
Inconstitucionalidad promovida por [...], "se declara con lugar la acción. Se declara nula la limitación del derecho de
recurrir que impone el artículo 450 del Código de Procedimientos Penales al actor civil para hacerlo en relación con
sentencias de sobreseimiento o absolutorias condicionando su actuación a la del Ministerio Público", por lo que deberá
leerse así: "El actor civil podrá recurrir de las resoluciones sólo en lo concerniente a la acción por él interpuesta". Esa
sentencia tiene efecto declarativo y retroactivo al primero de julio de mil novecientos setenta y cinco, [fecha en que entró
en vigencia el Código de Procedimientos Penales] por lo que "todo actor civil al que se le haya desconocido su derecho de
recurrir de sentencias de sobreseimiento o absolutorias, en aplicación de la norma ahora declarada inconstitucional, podrá
interponer nuevamente el recurso que corresponda, dentro del plazo otorgado al efecto en el señalado Código de
Procedimientos, el que corre a partir de la pubhcación de la reseña de este fallo en el Diario Oficial "La Gaceta".
No sobra recordar, que en cuanto a sobreseimiento, ya sea el total o parcial (previstos en los artículos 318 a 324 del
Código de Procedimientos Penales) o el obligatorio (numeral 327 ibídem) el primer recurso que se puede interponer contra
esa sentencia, (artículo 322 ejusdem), es el de apelación y están legitimados para ello, el Ministerio Público, el imputado y
ahora el actor civil, según la resolución constitucional señalada. Si ese sobreseimiento obligatorio fuera confirmado en
alzada, procedería el recurso de Casación contra él. Además que el plazo para apelarlo es de tres días, según lo
determina el artículo 464 del citado Código Procesal, pues no existe disposición en contrario. En el caso en estudio, luego
de dictado el sobreseimiento obligatorio [...], el actor civil no apeló de lo resuelto, sino que directamente formuló el recurso
de casación. El voto número 5752-93 emitido por la Sala Constitucional, a las 14:42 horas del 9 de noviembre de 1993,
declaró con lugar la Acción de Inconstitucionalidad promovida por [...], "anula la limitación contenida en el artículo 328 del
Código de Procedimientos Penales en cuanto no permite al actor civil recurrir del auto que decreta la prórroga
extraordinaria de la instrucción, por lo que su texto actual reza: "El auto que ordene la prórroga extraordinaria será
apelable sin efecto suspensivo para ante el Tribunal de Apelaciones". Esa sentencia "tiene efecto declarativo y retroactivo
al primero de julio de mil novecientos setenta y cinco, fecha en que entró en vigencia el Código de Procedimientos
Penales; en consecuencia todo actor civil al que se haya desconocido su derecho de recurrir autos de prórroga
extraordinaria en aplicación de la norma ahora declarada inconstitucional, podrá interponer nuevamente el recurso que
corresponda, dentro del plazo de tres días que corre a partir de la publicación de la reseña de este fallo en el Diario
Oficial "La Gaceta".

En el caso presente, se aprecia que con anterioridad a la resolución constitucional [...], se interpuso recurso de apelación
del auto de Prórroga Extraordinaria; que esa impugnación fue declarada inadmisible [...]; que por ello se formuló recurso
de queja [...], la cual fue declarada sin lugar por el Tribunal Superior de Alajuela, Sección Tercera [...]. El impugnante
justifica la formulación directa del recurso de Casación, porque la Sala Constitucional, al resolver la inconstitucionalidad
interpuesta contra el artículo 328 del Código Procesal Penal, no dictó una sentencia que vincule ese voto con el que
resolvió la inconstitucionalidad del numeral 450 ibídem, y entonces, "el per saltum juega a la inversa, de modo que, se
deben reversar los errores cometidos, razón por la que, si recurro solo contra la prórroga extraordinaria de la instrucción,
no ataco el sobreseimiento obligatorio, mientras que, al atacar el sobreseimiento su Sala debe anular, inevitablemente la
prórroga, para quedar facultado para recurriría, salvo que, la nulidad se haga extensiva a la prórroga, y se resuelva como
pretendo en esta ocasión, remitiendo el expediente al instructor competente para que dicte el auto de procesamiento y
prisión preventiva de ley, contra la imputada". No comparte la Sala ese razonamiento. Como es conocido, la
impugnabilidad objetiva opera, en el Recurso de Casación, como un conjunto de requisitos genéricos, que la ley establece
como condiciones de admisibilidad, señalando las resoluciones que pueden ser objeto de la mencionada impugnación. Así
el artículo 472 del Código de Procedimientos Penales, determina que "además de los casos especialmente previstos por la
ley y con las limitaciones establecidas en los artículos siguientes, sólo podrá deducirse este recurso contra las sentencias
definitivas o los autos que pongan fin a la acción o a la pena, o hagan imposible que continúen, o que denieguen la
extinción de la pena". Como es sabido y se repite, el sobreseimiento, de la clase que sea (total, parcial, obligatorio, o el
dictado en los actos preliminares del debate, cuando no sea necesaria la realización de la audiencia oral y pública (artículo
357 del Código Procesal Penal), se dieta mediante sentencia, lo que se deduce de la relación de los artículos 322 y 323
ibídem. Por ello, para efectos de este análisis, nos interesa destacar únicamente lo referente a las sentencias. Estas
deben ser definitivas, entendiendo por tal la resolución que pone término al proceso.

Ello implica, a su vez, "dejar impedida o agotada a su respecto la vía de la apelación" (De la Rúa, Fernando, "El Recurso
de Casación", Victor P. de Zavalia, Editor, Buenos Aires, 1968, páginas 194 y 195). (En igual sentido, Claná Olmedo,
Jorge, "Tratado de Derecho Procesal Penal", Tomo V, Ediar, 1964, página 512). Es decir, para poder interponer el
Recurso de Casación, debe agotarse el recurso de apelación, en los casos en que proceda este otro remedio. Como
quedó anticipado, (ver Considerando II), ni con anterioridad, ni una vez que la Sala Constitucional, declaró parcialmente la
inconstitucionalidad del artículo 450 ejusdem, eliminando las restricciones al actor civil, éste interpuso el recurso de
apelación, contra el sobreseimiento obligatorio, por lo que le estaba vedado formular directamente el de Casación. Plantea
el recurrente la cuestión de si sólo hubiera reclamado contra la prórroga extraordinaria (mediante el recurso de apelación,
pues el de casación no procede por no ser un auto que ponga fina a la acción) no pudiera atacarse el sobreseimiento.
Pero evidentemente no existiría conflicto alguno, pues si la prórroga extraordinaria, en virtud de la apelación, fuera
revocada, y en su lugar se dictara un procesamiento, evidentemente el Tribunal de Apelaciones tendría que anular el
sobreseimiento. Si se confirmara esa prórroga, quedaría vigente el sobreseimiento y entonces lo que habría que "atacar",
en alzada, sería esa resolución. Como se expuso, al formularse directamente el recurso de casación, contra la sentencia
de sobreseimiento obligatorio, sin agotar el recurso de apelación, como era lo procedente, pese a que inicialmente esta
Sala admitió el recurso, debe ahora, declararlo erróneamente admitido. (Relación de los artículos 458 y 479 del Código de
Procedimientos Penales)." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, No 354-F de las 10, 30 hrs. del 9 de setiembre.
47- RECURSO DE CASACION - Validez de su presentación directa ante la Sala.

"Acerca del conflicto de normas que se da entre los artículos 41 de la Ley Especial Sobre Jurisdicción de los Tribunales y
el artículo 477 del Código de Procedimientos Penales, esta Sala sostuvo en voto No. 104-A, de 10:39 hrs. del 27-03-
1991, lo siguiente: ...... El numeral 477 precitado es terminante en cuanto a que la presentación del recurso lo es ante el
tribunal que dictó la resolución impugnada. Ahora bien, de los artículos invocados por el órgano a-quo... en cuanto al
segundo, por no ser posible en la actualidad (más de 15 años después de la vigencia del actual Código de
Procedimientos Penales) darle aplicación en esta oportunidad. Ello es así por cuanto obviamente el término fijado para
recurrir sería fácilinente alterado cuando, como ocurre aquí, el propio día de vencimiento se presenta el recurso de
casación ante la Sala, lo cual roza con el principio de improrrogabilidad de los términos (artículo 142 ibídem). La salvedad
que hace la norma (artículo 41) estaba orientada a la confusión -en cuanto a la presentación del recurso- que podría
operarse a raíz de la entrada en vigencia del actual Código de Procedimientos Penales y la vigencia también -en los
casos dados-de la legislación ritual penal de 1910, pero que en modo alguno se justifica ahora. Esta tesis se advierte
claramente de la exposición de motivos sobre la Ley No 5711 hecha por la Comisión de Asuntos Jurídicos de esta Corte a
la fecha, cuando expuso: "DEL RECURSO DE CASACION (Capítulo VIII).

En el artículo 39 se enumeran los casos en que tiene cabida este recurso; y el artículo 40 se refiere a la oficina en que
debe presentarse. En vista de que el nuevo Código y el anterior contienen reglas diferentes en tal sentido, el artículo 41
otorga eficacia al recurso aunque se presente en una oficina en vez de otra, todo con la finalidad de evitar perjuicio a los
litigantes a causa de la confusión que podría resultar de la vigencia de los dos sistemas.", (subrayó la Sala). (Véase
Alcance No 186 a La Gaceta No 196 del 16 de octubre de 1974). Finalmente, cabe argumentar que, por otra parte, de
admitirse la presentación ante la Sala (sin perjuicio, desde luego, de que el a-quo devuelto el escrito lo reciba dentro del
plazo legal) del recurso de casación, el juzgador -desconociendo ello- al considerar -con justa razón- firme la sentencia
podría realizar actuaciones de oficio o a petición de parte interesada relativas a su ejecución, que luego habría que
revocar al tenerse conocimiento de la existencia del recurso, pudiendo incluso producirse situaciones problemáticas,
resultando, ergo, dubitativa y sorpresiva la seguridad jurídica de las partes en punto a la firmeza del fallo, amén de que el
plazo legalmente previsto podría quedar al libre arbitrio de aquéllas en relación a la oficina de presentación de la demanda
extraordinaria...». Es conveniente replantear los razonamientos de la Sala Tercera para emitir el fallo de cita, de acuerdo a
los alcances que la Sala Constitucional ha dado al recurso de casación como medio protector de los derechos humanos y
contralor del debido proceso, dentro de un amplio criterio de acceso a la justicia. Se analizó la voluntas legislatoris para
determinar la finalidad de la norma 41 de la Ley Especial Sobre Jurisdicción de los Tribunales, esto es la intención del
legislador al momento de creación de la ley. Se olvidó que una vez promulgada, la norma nace a la vida jurídica, rompe el
cordón umbilical con su creador y adquiere vida propia; de aquí que la interpretación deba determinar la voluntas legis,
dentro del contexto histórico actual, convirtiéndose así los precedentes y la jurisprudencia en un medio de progresión del
sistema acorde a las nuevas necesidades jurídicas y sociales. La hermenéutica del artículo 41 de la Ley Especial Sobre
Jurisdicción de los Tribunales, debe realizarse en el contexto del Estado Constitucional de Derecho que nos rige (1989),
buscando la voluntad de la ley en la actualidad y no la voluntad que hubiera tenido el legislador al momento de la
promulgación. De este modo la norma armoniza con la nueva visión del ordenamiento, donde la constitución y los
derechos humanos tienen eficacia inmediata, de modo que la Sala Constitucional -en procura de facilitar el acceso a la
justicia- ha abierto el recurso de casación, superando las formas y postulando lo sustantivo. En este sentido la Sala
Constitucional ha dicho: «...la Sala considera que el recurso de casación satisface los requerimientos de la Convención,
en tanto no se regule, intérprete o aplique con rigor formalista...» [Se refiere a la Convención Americana Sobre Derechos
Humanos (Pacto de San José). Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, N o. 719-90, 16:30 hrs., 26-06-1990.
Se suplen la negrita y el subrayado.). Esta afirmación vino a ampliarse con la sentencia de la Sala Constitucional No
1739-92, de 11:45 hrs., de 01-07-1992, que en lo conducente dijo: «... La Sala, por su parte, ha tenido abundante ocasión
de desarrollar jurisprudencialmente esa norma, de la que puede decirse en síntesis: a)... b) Que, si bien el punto no es
enteramente pacifico en la doctrina y jurisprudencia comparadas, la Sala ha estimado que ese derecho a recurrir del fallo,
cuya esencia consiste precisamente en la posibilidad de que un tribunal superior enmiende graves errores del de juicio, se
satisface con el recurso extraordinario de casación, siempre y cuando éste no se regule, intérprete o aplique con
criterios formalistas -los que hacen de los ritos procesales fines en sí mismos y no instrumentos para la mejor
realización de la justicia-...» (Se suplen el subrayado y la negrita.).

De modo que interpretado en el contexto jurídico actual, el artículo 41 de la Ley Especial Sobre Jurisdicción de los
Tribunales actual, en cuanto dispone que «... la presentación del recurso ante una Sala Penal, cuando debió serlo ante el
tribunal que dictó la resolución recurrida, o ante una Sala y no en otra, no será motivo de inadmisibilidad y en tales
casos será enviado el recurso a la oficina que corresponda por simple providencia» (se suplen el subrayado y la negrita),
debe comprenderse de la forma más amplia para facilitar el acceso a la justicia. Ello según lo ha venido delineando la
Sala Constitucional. Así, la presentación de un recurso -dentro de los quince días que establece el artículo 477 del Código
de Procedimientos Penales- directamente ante la Sala, cuando debió serlo ante el tribunal de mérito excluye la
extemporaneidad, esto es se debe tener por presentado en tiempo. No significa esto una violación al artículo 142 de este
ordenamiento, en cuanto establece la improrrogabilidad de los términos perentorios, porque el criterio es el de tener por
presentado en tiempo el recurso. Ahora bien, en las sesiones de Corte Plena de 01-07-1991 y 15-07-1991, artículos L y
LIV respectivamente, se dispuso que los escritos dirigidos a las Salas Primera, Segunda y Tercera serian recibidos por un
funcionario en la Secretaría de la Corte Suprema de Justicia; de modo que entregado allí un recurso de casación dentro
del tiempo de ley, se debe tener por presentado en término. Debe agregarse a los razonamientos anteriores, que el
ordenamiento jurídico no solo es un sistema de jerarquía positiva en atención al origen del derecho (constitucional,
legislativo, ejecutivo, administrativo, judicial, etc.), sino que además responde a una jerarquía de valores sociales. Bajo
esta comprensión, debemos remitimos al artículo 260.1 de la Ley General de Administración Pública, que dispone ad
litteram: «Artículo 260.- 1... 2. No importará que el recurso haya sido interpuesto ante autoridad incompetente, en los
casos previstos por el artículo 68 de esta ley; ni tampoco que carezca de las autenticaciones, formalidades o especies
fiscales necesarias; ni, en general, que padezca cualquier vicio que no produzca su nulidad absoluta, a condición de que
se subsanen de conformidad con esta ley». La justicia no tendría ningún lugar preponderante en la escala de valores del
ordenamiento costarricense, cuando se valora el error en la presentación de un recurso con mayor benignidad en el
procedimiento administrativo que en el proceso penal, siendo éste donde se decidirá la suspensión individualizada de una
de las más importantes garantías constitucionales como es la libertad. Sería absurdo pensar en mayor tolerancia y
desformalización para los recursos administrativos, contrastante con la estricta severidad de las formas del proceso penal
por encima de la libertad individual. Por ello interpretado sistemáticamente el ordenamiento jurídico, resulta claro que de
presentarse el caso regulado por el artículo 41 de la Ley Especial Sobre Jurisdicción de los Tribunales, siempre que el
recurso se presente dentro del plazo establecido por el artículo 477 del Código de Procedimientos Penales, se excluye la
extemporaneidad. Desde luego esta es una situación de carácter excepcional, pues lo propio es que las partes presenten
el recurso de casación ante el Tribunal de instancia, con el fin de evitar que la resolución impugnada se ejecute como si
estuviere firme por desconocer el a quo que se ha presentado un recurso. En el caso de autos la sentencia de mérito
estuvo firmada y a disposición de las partes el 12-08-1994 [...],de modo que el plazo de quince días para recurrir en
casación venció el 05-09-1994, fecha en que el abogado defensor [...] presentó el recurso de casación a la encargada de
recepción de documentos de las Salas Primera, Segunda y Tercera de la Corte Suprema de Justicia, según consta en los
folios [...]. Por lo anterior se concluye que el recurso fue presentado en tiempo, por lo que procede acoger la anterior
queja, conceder el recurso de casación interpuesto y remitir los autos al Tribunal Superior de [...] para que proceda a
emplazar a las partes." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, No 7-A de las 10,45 hrs. del 20 de enero.

48- RECURSO DE REVISION - Absolutoria pese alegación de orden formal por imposibilidad material de
efectuar juicio de reenvío - Improcedencia del pago de daños y perjuicios.

"El presente recurso de revisión se refiere a un hecho ocurrido el 23 de diciembre de 1951 conocido como el Crimen de
Colima, cuya sentencia fue decretada por el Juzgado Tercero Penal de entonces, a las 10 horas del 13 de enero de 1953.
Quien acude a esta vía lo es el sentenciado [...] de conformidad con el artículo 490 párrafo primero del Código de la
materia vigente, que faculta para que este recurso sea interpuesto "en todo tiempo y a favor del condenado", a la vez que
se sustenta en su inciso 6º. ibid, por alegarse quebrantamiento del derecho de defensa y del debido proceso. El
argumento básico contenido en el reproche, con la puntualización de una serie de normas jurídicas de alto rango (ver
folios iniciales del recurso), es que la Constitución Política debe hacerse prevalecer de modo ineludible dentro de un
ordenamiento, y aunque el impugnante fue condenado cuando regía el Código Procesal Penal de 1910 (que ya fue
derogado), interesa -según su criterio- "revisar el fallo recurrido desde la perspectiva del Código Procesal Penal actual, y
con base en esa plataforma jurídica, atacar la Sentencia que ultrajó mis Derechos Fundamentales citados desde el inicio,
por una resolución pronunciada en mi perjuicio, sin el respeto que merecen las garantías que todo procesado en nuestros
días, en un Estado que se conoce como Constitucional de Derecho, debe disfrutar" [...]. En el reclamo se plantean, de
forma un tanto confusa e indiscriminada, los siguientes reparos por eventuales violaciones cometidas dentro del proceso:
a.- Haberse realizado actuaciones procesales sin señalamiento previo y sin ponerse en conocimiento posterior su resultado
final con el término de ley para recurrir, entre ellas dictámenes médicos, peritajes y alianamientos, etc. "por lo que debe
tenerse por cierto que nunca se nos concedió oportunidad alguna para ejercer nuestra defensa tal como hoy se debe y
puede practicar" [...]. b.- El no haberse puesto en conocimiento de los imputados una acusación "que en forma clara,
precisa y circunstanciada nos ofreciera la posibilidad de conocer de qué se nos incriminaba; eso lo vine a saber muy
tarde" (ibid), además de haber sido torturados desde el día de la detención, sometidos a interrogatorios e impuestos a
reconocimiento sin ninguna garantía procesal. c. Habérseles recibido a los imputados declaración indagatoria 'bajo
promesa de decir verdad", y no como se establece actualmente en que se faculta al procesado a abstenerse de declarar
[...]. d.- Irregularidades en la denuncia, pues "quienes nos denunciaron fueron personas utilizadas para esos efectos por
las autoridades de turno, las que, obligadas a encontrar un autor de los hechos acusados y justificarse a sí mismos y el
orden que imperaba, pusieron en sus bocas, mi dicho, del que se originó cada uno de los fallos recurridos" [...]. e.-
Inexistencia de una verdadera acusación del Ministerio Público, pues el proceso se inició de oficio por el Alcalde de Tibás
y la Uruca, impidiéndose al procesado declarar "sin el conocimiento previo de cuanto se le incrimina" [...]. f.- Vicios en el
acta de inspección judicial, pues el Alcalde no se hizo acompañar al lugar de los hechos por el Secretario como lo exige
el artículo 97 del actual Código Procesal Penal, sino por dos testigos cuyos nombres no fueron siquiera anotados para
poder establecer la capacidad que tenían para tal acto .[...]..g. Se ordenó el secreto del sumario por un período que duró
más de un año, si se observa la resolución que la decretó al inicio y la que lo levantó [...]. h.- El secuestro, decomiso,
allanamiento "y demás elementos de prueba" (sic), se realizaron sin respetar las formalidades mínimas del debido proceso
[...]. i.- No hubo una verdadera defensa técnica, pues "jamás conocí a la persona que se me nombró como defensor" [...]
además de haberse hecho su nombramiento "un año después de estar detenidos, incomunicados e incluso interrogados"
[...]; j.- La prueba utilizada para la condenatoria fue ilícita, pues se utilizaron ilegalmente nuestras supuestas "confesiones"
y otros elementos probatorios (inclusive testimoniales) que obedecían a un "montaje" de la policía [...]. Con apoyo en lo
anterior, el recurrente solicita se decrete sentencia absolutoria en su favor, condenando al Estado por los daños y
perjuicios que le fueron ocasionados. Realizada ante la Sala Constitucional la consulta preceptiva que señala el artículo
102 de la respectiva ley, aquélla dispuso -en lo pertinente- que debe la Sala Tercera analizar las circunstancias discutidas
(relativas al debido proceso y al derecho de defensa que se mencionan en la impugnación) a la luz del ordenamiento
jurídico vigente a la época del suceso , esto es "con base en las normas constitucionales de la Carta Política de 1949"
en relación con las normas del Código de Procedimientos Penales de 1910, siendo que estas últimas "son operativas del
derecho sustancial o normas primarias, por lo que los principios que rigen la materia de fondo son aplicables plenamente a
cualquier análisis y valoración sobre el desarrollo del proceso".

Con relación a los aspectos que primordialmente cuestiona el impugnante, se dispuso lo que sigue: A.- La orden de
abandono del país luego del indulto decretado por el Poder Ejecutivo, "no puede ser considerada como una violación al
debido proceso o al derecho de defensa "[....] B.- Sobre la "confesión" debe observarse si se produjo con coacción o
tortura o de alguna otra forma que la hiciese ilegítima. [...] C.- En lo que respecta a la imputación e intimación, cabe
determinar si el recurrente nunca fue puesto en conocimiento de la acusación que se le atribuía y si ésta se incorporó al
proceso después de haber rendido su declaración, lo que vulneraría el derecho de defensa. Asimismo debe examinarse
que la imputación haya cumplido con sus requisitos generales (expresa, clara, concreta, etc.) [...] Ch. (sic) El hecho de
que el Ministerio Público dependiera del Poder Ejecutivo carece de relevancia para los efectos del recurso. [...] D.- En lo
que atañe a la incomunicación debe indagarse si se hizo de conformidad con los plazos que señalaba la Constitución y el
mismo Código de la materia, así como en las condiciones y circunstancias que lo ha dispuesto la Sala Constitucional. [...]
E.- Respecto de los requisitos de las actas de inspección judicial, de secuestro, de decomiso y allanamiento, se indica que
"la falta de un requisito menor dentro de los procedimientos penales no puede tener como consecuenaa la anulación de
los actos posteriores, pues ello inclusive iría en contra del derecho del imputado a una justicia pronta y cumplida, por
supuesto, siempre y cuando la ausencia del requisito no implique la indefensión del imputado". [...] E-En cuanto al secreto
del sumario "constituye una flagrante violación al derecho de defensa...si el imputado o su defensor no pueden conocer lo
que sucede en cuanto a su causa, principalmente en lo que se refiere a la prueba de cargo, es evidente la imposibilidad
material de realizar una defensa adecuada". [...] G.- Igualmente debe examinarse si la defensa técnica fue adecuada a los
intereses del imputado y a la debida tutela de sus derechos, pues el recurrente afirma que nunca conoció a su defensor,
quien además fue nombrado un año después de su detención. [...] H.- Por último, sobre los elementos probatorios debe
indagarse si se cumplieron las audiencias y demás requisitos que se derivan del principio del debido proceso y de la
inviolabilidad de la defensa señalados al resolver la Consulta [...]. Varios años después, en sesión del Consejo de
Gobierno de entonces (artículo 3 de la sesión N o 103 celebrada el 13 de marzo de 1968) (ver piezas certificadas
aportadas como prueba a fs. 90 y siguientes del expediente de revisión), se acordó conceder el indulto de la pena de
prisión que les quedaba por descontar a los sentenciados [...], por estimarse, entre otros aspectos, que los tres imputados
(aunque por otras razones se le denegó el indulto a [...], según se explicará) habían sido condenados con elementos
probatorios defectuosos y con graves vicios atentatorios del derecho de defensa, además de la presión de la opinión
pública y de la deficiente actuación policial [...], destacándose la coacción física y moral ejercida contra aquéllos para que
rindieran una "confesión" dudosa e incorrecta (hecho que el Consejo de Gobierno tuvo por cierto [...], además de otras
circunstancias irregulares que motivaron la concesión de la gracia o beneficio (indulto). Resulta de interés anotar -
conforme se señaló anteriormente- que pese a que las violaciones del derecho de defensa y del debido proceso fueron
consideradas para los tres sentenciados (incluyendo al aquí recurrente [...], cuya nacionalidad es nicaragüense), es
decir, aún reconociendo la duda sobre la culpabilidad de este último y los defectos de las pruebas en su contra [...], el
Consejo de Gobierno fue al único que le denegó el indulto por no ser legalmente posible al tratarse de "un reo que ha
incurrido en más de una reincidencia y quebrantó una condena" (ver f. 116 fte. al final del primer párrafo, en relación con
el artículo 159 inc. 2º. del Código Penal de 1941, vigente a la fecha del ilícito) por lo que en un afán de "tratar de
equiparar en lo dable la situación de los tres condenados" [...] se recomendó su expulsión del país [...]. Como puede
observarse, la historia del mencionado proceso judicial revela una serie de anomalías e irregularidades que llevó en años
posteriores a diversas investigaciones y publicaciones (una de ellas plasmada en la obra del Lic. E. Benavides "El Crimen
de Colima"; y más recientemente -setiembre de 1993 en la obra del escritor nacional José León Sánchez "Tortura: el
crimen de Colima"), que a no dudarlo vienen a poner de manifiesto las deficiencias de la administración de justicia cuando
las autoridades (especialmente las encargadas de la averiguación de los delitos) van más allá de los límites impuestos por
los instrumentos jurídicos y creen que el "fin justifica los medios", con lo cual lo único que logran es vulnerar el Estado de
Derecho y restar credibilidad a sus instituciones. Desde luego, por motivos obvios, no es factible ahora, cuando han
transcurrido mas de cuarenta años desde que ocurrió el lamentable suceso que originó esta causa, realizar una
evaluación minuciosa y completa de todas las actuaciones (policiales y judiciales) que llevaron a la decisión condenatoria
de [...] y sus otros dos compañeros. Tampoco es posible, como lo puntualizó con acierto la Sala Constitucional, revisar los
hechos a la luz de la legislación procesal que ahora nos regula (más garantista y protectora de los derechos humanos que
la anterior), pues no se trata de enjuiciar el ordenamiento jurídico de entonces (con clara orientación inquisitoria) ni de
quienes la aplicaron, ya que esa era la ley vigente cuando se investigaron los actos criminales (y lo estuvo por espacio
mayor a los sesenta años: desde 1910 hasta julio de 1975 en que entró a regir el actual Código de la materia), sino que
lo que cabe es determinar -en la medida de lo razonable- el cumplimiento de dicha normativa procesal penal en relación
con los principios constitucionales que aún para aquella época debían respetarse y adecuarse a la realidad (Constitución
Política de 1949). De acuerdo con el criterio de esta Sala, los mismos defectos advertidos y señalados por el Consejo de
Gobierno en sus resoluciones de marzo de 1968 cuando concedieron el indulto a [...] y a [...] justificarían la declaratoria
con lugar del recurso de revisión de [...], pues su situación particular (en relación con el desarrollo del proceso y de los
elementos probatorios) no difiere en modo alguno de aquellos otros. Sin embargo es conveniente -en aras de que en el
futuro se procure evitar o impedir que se incurra en errores semejantes- reiterar los grandes vicios formales que se
observan en este asunto, los cuales fueron debidamente puntualizados por el Fiscal General, Lic. José M. Tijerino, en la
audiencia oral que se celebró en su oportunidad [...].

En primer término se vulneró el derecho de defensa de modo evidente cuando ni siquiera hubo intimación a los imputados
por los hechos que les eran atribuidos, lo cual se corrobora con solo observar sus "declaraciones" en el expediente
principal (ver indagatoria de [...]) siendo ello contrario a lo dispuesto, especialmente, por el artículo 251 y siguientes del
Código Procesal Penal de 1910 y al principio de inocencia contenido en el artículo 39 de la Constitución Política.
Asimismo se mantuvo a los detenidos incomunicados y bajo secreto de las diligencias judiciales por un plazo
excesivamente mayor al permitido por las normas procesales de entonces (arts. 278 y 170 respectivamente del Código
Procesal Penal de 1910. Ver [...] del expediente principal en que consta que el secreto se levantó más de un año
después; y [...] que la incomunicación se dejó sin efecto también un año después). Puede apreciarse igualmente en la
causa principal, que los imputados estuvieron sometidos a la orden de las autoridades de policía sin ningún control, y que
las supuestas "confesiones" por ellos rendidas se hacen sospechosas de la coacción física y moral a que se alude en las
resoluciones del Consejo de Gobierno de marzo de 1968. En resumen, se advierte una actuación arbitraria de los oficiales
encargados de la investigación y un deficitario control jurisdiccional que afectaron el derecho de defensa y del debido
proceso (ajustado a las normas constitucionales y procesales de la época), pues se quebrantaron no nuevos derechos o
garantías sino los mismos que el ordenamiento jurídico anterior obligaba a respetar y tutelar dentro del Estado
costarricense. Por tales razones es de rigor acoger el recurso de revisión y absolver a [...] en aplicación del principio in
dubio pro reo de acuerdo con el artículo 495 del Código Procesal Penal actual, anulando todo lo actuado en su perjuicio.
Al respecto cabe aclarar que pese a referirse el presente asunto a vicios de orden formal (cuestiones procesales) y no
propiamente de fondo, la imposibilidad material de efectuar un juicio de reenvío ajustado a derecho, con indagaciones
probatorias prácticamente imposibles de cumplir dado el largo tiempo que ha transcurrido desde que ocurrieron los
hechos, la desaparición física de rastros, testigos e incluso imputados (además de los cuestionamientos que podrían surgir
sobre la procedencia o no del instituto de la prescripción) hacen que esta Sala se incline por resolver el asunto de la
manera anteriormente indicada. En relación con el reclamo de daños y perjuicios que se hace en el recurso, esta Sala
concuerda en sus aspectos esenciales con el criterio externado por el Fiscal General en la audiencia oral correspondiente
en el sentido de que su pago no es procedente (art. 498 Código citado), al menos en esta vía. En efecto, en la presente
impugnación no se entró a juzgar el fondo del asunto (pues como ya se explicó, hacerlo así prácticamente es imposible
dado el tiempo transcurrido) ni existen elementos de prueba (nuevos o antiguos) que permitan confirmar o descartar con
certeza la responsabilidad penal de [...]. Lo único que se acreditó fue la existencia de graves errores y vicios en los
procedimientos seguidos contra los imputados (incluido [...]), lo que de no haber pasado tantos años hubiese motivado la
anulación de la sentencia procediendo la remisión a nuevo juicio (juicio de reenvío según los artículos 495 y 496 del
Código actual de la materia). Pero estándose ante una situación donde el transcurso del tiempo impide, material y
procesalmente reabrir la presente causa, y no siendo mas que aplicable el principio de la duda en favor de [...] (de quien,
se repite, no pudo establecerse ni descartarse su responsabilidad), no le es posible a esta Sala pronunciarse sobre la
procedencia o no del pago de indemnización alguna. Lo anterior sin perjuicio del derecho que podría tener cualquier
persona que se sienta legitimada para ello de procurar el resarcimiento del Estado (daños y perjuicios) en otras vías
distintas de la penal de conformidad con la normativa civil y contencioso-administrativa o de cualquier otra que resultase
aplicable." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, No 462-F de las 10,20 hrs. del 4 de noviembre.

49- RECURSO DE REVISION - Falta de legitimación para interponerlo por parte de representante de
persona jurídica afectada únicamente en sus intereses patrimoniales.
"El presente recurso de revisión es formulado por [...] en su condición de Presidente con facultades de Apoderado
Generalísimo de la Compañía [...], por violación al debido proceso y al derecho de defensa, con base en que, en la
sentencia recurrida (No. 178-88, dictada por el Tribunal Superior Penal de Alajuela, Sección Tercera, el 24 de noviembre
de 1988), no obstante que la empresa que representa no figuró como demandada, esto es, nunca fue parte en la causa
seguida contra [...] y [...], se ordena la cancelación del asiento mediante el cual, por escritura del 5 de agosto de 1985, [...]
vende a Agropecuaria [...], la finca inscrita bajo el folio real número [...] en el Registro Público. Agrega que no se puede
condenar a nadie que no haya sido demandado. Por tratarse de los casos del inciso 6 del artículo 490 del Código de
Procedimientos Penales, al alegarse violación al debido proceso y al derecho de defensa, se consultó preceptivamente a
la Sala Constitucional, la que, en el por tanto de la resolución 6414-93 de las 10:06 horas del 3 de diciembre de 1993,
determinó: "No ha lugar a evacuar la consulta".

Entre sus consideraciones determina que "el recurso de revisión constituye un medio extraordinario de impugnación, no
devolutivo y no suspensivo, encaminado a remover una sentencia perjudicial mediante otra, tanto para la vía civil (artículo
619 del Código Procesal Civil) como la penal (artículo 490 del Código de Procedimientos Penales). En materia penal se
legitima sólo contra sentencias de condena y no de absolución, con carácter de irrevocables en virtud de la cosa juzgada.
Este recurso lo puede promover únicamente el penado, salvo las excepciones establecidas en la ley (artículo 491 del
Código de Procedimientos Penales), que permite al representante legal cuando el imputado fuere incapaz, el cónyuge,
ascendientes, descendientes o hermanos, si el penado hubiere fallecido, o el Ministerio Público interpone este recurso
extraordinario". Agrega dicho fallo: "Así, en cuanto a la legitimación para interponer este recurso únicamente lo está el
condenado, es decir el sujeto sobre el que pesa una sentencia condenatoria, sus representantes o el Ministerio Público y
no contra sentencias absolutorias o de sobreseimiento, al respecto dispone el artículo 490 del Código Procesal Penal: "La
revisión procederá en todo tiempo y a favor del condenado, contra las sentencias firmes..." Las razones anteriores
conllevan a que esta consulta no pueda evacuarse por cuanto el recurso de revisión que es su base no fue presentado
por quien legítimamente pudo interponerlo (artículo 491 citado), en razón de no estar previsto a favor de persona física
o jurídica que haya sido afectada únicamente en sus intereses patrimoniales por la sentencia dictada en el
proceso cuya letimidad (sic) se cuestiona. Persona que al no reunir la condición de imputado no se le podrá tener
como condenado, único sujeto en favor del que se puede plantear la revisión, según los términos establecidos al efecto en
el Código de Procedimientos antes citado". Coincide esta Sala con la opinión vertida por la Constitucional, pues no es más
que interpretación principalmente de los artículos 490 y 491 del indicado Código Procesal Penal, y no estando el
recurrente legitimado, por no tener relación jurídica con la pretensión procesal, debe declararse erróneamente admitido
este recurso de revisión." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N 0 597-F de las 9,05 hrs. del 22 de diciembre.

50- RECURSO DE REVISION - Posibilidad de subsanar defectos en la forma de presentarlo.

"No es condición de admisibilidad, que el libelo inicial del recurso de revisión sea autenticado cuando se presenta
personalmente ante la Sala; a contrario sensu, si el recurrente lo hace llegar por medio de otra persona debe ser
autenticado. Sin embargo la ausencia de este requisito es subsanable mediante una prevención, para que en un término
prudencial se autentique el escrito, según voto No 3321-93 de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, de
las 15:33 hrs. del 13 de julio de 1993. Ahora bien, cuando el imputado -como en el presente caso- está preso y de
consiguiente no puede presentar sus gestiones personalmente a los tribunales, puede hacerlas ante el funcionario
encargado de su custodia quien las comunicará a la sede judicial correspondiente, y de este modo se verifica la
autenticidad del escrito. Examinado el manuscrito anterior, se trata de un recurso de revisión promovido supuestamente
por [...] quien está preso en el Complejo Penitenciario La Reforma, no fue presentado personalmente a la Sala, no está
autenticado y no tiene referencia alguna del Director de dicho centro carcelario. A fin de subsanar el defecto -con
fundamento en el citado fallo de la Sala Constitucional- remítase copia certificada del escrito a este funcionario, para que
en el término de tres días proceda de acuerdo al párrafo segundo del artículo 45 del Código de Procedimientos Penales."
1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N 0 145-A de las 9, 35 hrs. del 9 de setiembre.

51- RECURSO DE REVISION - Sentencias condenatorias contra diferentes sujetos - Inexistencia de


contradicción de culpabilidad

"En forma separada debe analizarse la violación y muerte de la ofendida [...]. Respecto a la segunda cuestión (muerte de
la perjudicada), es cierto que los hechos contenidos en ambos fallos son disimiles, pero no inconciliables. Así, el del
Tribunal de Cartago senala que [...], aprovechándose la violación que ejecutaba [...], pretendió que la ofendida le lamiera
su pene y ante su rechazo, le disparó en el pecho segándole la vida, mientras que el Tribunal de Heredia indica que ese
disparo aconteció cuando los tres imputados pretendían violar a la perjudicada y ante la negativa de ella a ese
requerimiento. Se afirma que no hay inconciabilidad de los hechos, puesto que las dos sentencias se refieren a un ataque
sexual, injusto, del tipo que sea, rechazado por la víctima y que provocó los disparos con la consecuencia de su muerte.
Debe tenerse claro que las diferentes personalidades de los integrantes de los Tribunales, sus distintas experiencias, sus
diversas formas de pensar y redactar, hacen que los mismos hechos que juzgan, sean conceptuados de distinta forma, en
los aspectos tangenciales, pero coincidentes y consecuentes en los esenciales y medulares, como ocurre en el presente
caso. Tampoco está de más agregar, que esos hechos trascendentes son los que forman el meollo de la comparación
entre las sentencias, a efectos de determinar si son conciliables o no y en el caso concreto debe concluirse, que en el
núcleo del problema (ataque sexual rechazado por la víctima, que provoca los disparos que le dan muerte), no existe la
inconciabilidad que prescribe la ley. En cuanto al citado delito sexual, la resolución del Tribunal de Cartago lo tiene como
consumado por parte de los imputados [...], por lo que los condenó, al primero como autor responsable de Violación
Calificada y al segundo, como autor responsable de Violación agravada a una pena, para cada uno, de quince años de
prisión mientras que la sentencia del Tribunal de Heredia establece que los tres imputados intentaron violar a la
perjudicada, pero sin conseguirlo por su negativa y por ello, condena a [...] por el delito de Violación Simple en grado de
Tentativa, a descontar cinco años de prisión. Al respecto, no está de más indicar, que no es cierto, como se afirma en el
recurso, que a [...] se le tuviera como autor exclusivo" de los mencionados delitos: la transcripción efectuada contradice
esa aseveracion. Aunque pueda afirmarse que el hecho difiere en ambos fallos, esa circunstancia no permite concluir,
indefectiblemente, la inconciabilidad prevista en el artículo 490 del Código de Procedimientos Penales, entendida como
"imposibilidad absoluta de coexistencia de las dos reconstrucciones de hecho": la una no puede estar en presencia de la
otra". (Leone, Giovanni. Tratado de Derecho Procesal Penal, Tomo III, Ediciones Jurídicas Europa-América, Buenos Aires,
Argentina, 1963, página 264), pues deben examinarse otros aspectos adicionales, como se hará seguidamente. Cuando el
asunto fue conocido por el Tribunal Superior de Cartago, únicamente estaba establecida la identidad de los imputados [...]
y no así la de [...]. De ahí que en partes de ese fallo, se aluda a un sujeto "aún no debidamente identificado" o al "tercer
sujeto". La identificación se da posteriormente y por ello [...] es la única persona que juzga el Tribunal Superior de
Heredia. Ello explica por qué, al fundamentar la existencia del delito sexual aludido, el Tribunal de Cartago, sólo tiene
como autores a [...] y a [...], que eran las únicas personas a las que, por cuestiones procedimentales y no de fondo (como
autoría o participación), juzgaba. Acorde con lo anterior, debe tomarse en cuenta, en tratándose de la hipótesis dedos
sentencias condenatorias contra diferentes individuos, si "la culpabilidad de uno o de unos excluye la culpabilidad del otro
o de los otros. De donde se sigue, que si, de conformidad con el contenido de las sentencias condenatorias no se
presenta esta necesaria contradicción de culpabilidades, no existe un caso de revisión" (Castillo Conzález, Francisco. El
recurso de revisión en materia penal, Colegio de Abogados de Costa Rica, 1980, páginas 190 y 191). Como ejemplo de la
inexistencia de esa contradicción, indica el autor, el siguiente ejemplo: "si la primera sentencia constató que el hecho fue
cometido por un número determinado de participantes (por ejemplo, tres) pero condenó solamente a los dos presentes y
más tarde un tercer individuo es condenado por otra sentencia como participante en el mismo hecho", caso coincidente
con el que estamos examinando, en el que, por problemas de identificación, de los tres sujetos que se tienen como
coautores del hecho, el Tribunal de Cartago originalmente condenó dos y al tercero [...], lo juzgó el Tribunal de Heredia,
también condenándolo. Otro aspecto a analizar consiste en la diferente calificación dada a los hechos (Violación
Agravada, Violación Calificada y Violación Simple). Al respecto debe acotarse que la previsión legal es de inconciabilidad
de los hechos tenidos como fundamento de la sentencia condenatoria cuya revisión se pide, con los hechos establecidos
por otra sentencia penal firme, de donde se deduce que no importan las calificaciones dadas a esos hechos, (lo que es
acorde con la totalidad del sistema procesal penal vigente), sino ellos en sí mismos y como fundamento de la condenatoria
revisable, al extremo que algunos autores afirman que no es necesaria la inconciabilidad entre las partes resolutivas,
aunque si puede existir. (Leone, obra citada, página 264 y Núñez, Ricardo C. Código Procesal Penal de la Provincia de
Córdoba, Editora Córdoba, segunda edición, 1986, página 496). Por último, no debe dejarse de lado, en lo que es
conteste la doctrina, que la revisión, como recurso que es, goza de las mismas condiciones de esos medios de
impugnación, entre la que destaca el interés para impugnar, entendido como la ventaja jurídicamente reconocida que se
concreta en la posibilidad de eliminar o modificar la resolución objetivamente perjudicial para quien interpone el recurso.
En el presente caso, aún concluyendo que existe inconciabilidad de los hechos de ambas sentencias, ningún beneficio
obtendría el recurrente [...], pues la sentencia del Tribunal de Cartago, tuvo por demostrados hechos idénticos en lo
medular, pero calificados como constitutivos de un delito consumado (Violación Agravada y Violación Calificada), mientras
que la sentencia que lo condenó a él, (del Tribunal de Heredia), los tiene como no consumados y en su forma simple
(Tentativa de Violación Simple); es decir, los hechos de la primera sentencia son más graves e implicaron mayor pena que
los hechos por los que se condenó al recurrente, por lo que ni en el caso de anulación del fallo y ordenarse el reenvío o si
esta Sala pronuncia directamente la sentencia (artículo 495 del Código de Procedimientos Penales), tales hechos podrían
tomarse en cuenta para afectar al impugnante, es decir, ninguna ventaja jurídica obtendría con alguna de esas dos
declaratorias." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N 0 461-F de las 10, 15 hrs. del 4 de noviembre.
52- VISTA - Consulta sobre posibilidad de actuaciones, bajo ciertos supuestos, de Magistrados que no
estuvieron presentes en la audiencia oral.

"La Sala Constitucional, en lo que se refiere a su propio funcionamiento, admite la posibilidad de que sus integrantes
concurran a votar un asunto, aunque algunos de ellos no hubieren estado en una audiencia oral (vista) previamente
convocada al efecto dentro de la misma causa. Sin embargo, ese criterio no lo acepta tratándose de los Tribunales
penales, pues incluso en materia de apelaciones ha estimado que los jueces del Tribunal de alzada debieron estar
presentes en la audiencia oral previa (si la hubo), para estar en capacidad de concurrir a votar el asunto. Afirma dicha
Sala que si el órgano que celebró la vista no tiene la misma integración del que se pronunció más tarde sobre el
procesamiento de que se alza el accionante, lo cual es motivo de nulidad en los términos del inciso primero del artículo
145 del Código de Procedimientos Penales, en relación con los numerales 146, párrafo segundo y 150 de ese mismo
Código... y hace que lo actuado a ese respecto padezca de nulidad (artículo 160 de la Ley Orgánica del Poder Judicial)..."
(Voto No 22-90 de 14:20 hrs. del 9 de enero de 1990, Sala Constitucional). Ese criterio también lo ha sustentado esta
misma Sala en ocasiones anteriores, al afirmar que los jueces penales que intervienen en una audiencia oral que precede
la decisión de un asunto, necesariamente deben ser los mismos que luego intervienen en la decisión, salvo fuerza mayor
o absoluto impedimento. Así, por ejemplo, tratándose del debate oral que antecede el dictado de la sentencia y de las
audiencias orales (vistas) que preceden la decisión de un recurso (apelación, revisión o casación) formulado por alguna de
las partes.- Un fallo de esta misma Sala recoge las opiniones coincidentes en este sentido, en el cual se afirmó lo que
sigue: "...Alega la recurrente que el Tribunal que participó en la vista, no fue el mismo que dictó la sentencia de
sobreseimiento que se impugna, lo cual constituye una nulidad absoluta por resultar concerniente a la constitución del
Tribunal. En este asunto el Juzgado de Instrucción de Cartago dictó procesamiento y prisión preventiva contra el imputado
en diciembre de 1990 [...]. Por deficiencias en la tramitación no fue sino hasta un ano después (el nueve de diciembre de
1991) que dicho Juzgado admitió ante el superior el recurso de apelación que se interpuso contra el auto de
procesamiento [...]. El Tribunal Superior convocó a las partes a una audiencia oral para el trece de enero de 1992, pero
después, sin pronunciarse sobre esa apelación, se devuelve la causa al Juzgado Instructor para que se pronuncie sobre
una incidencia de nulidad. El instructor se pronuncia y de nuevo admite el recurso de apelación contra el auto de
procesamiento y prisión preventiva ante el Tribunal el 30 de enero de 1992 [...]. Al recibir el expediente de nuevo el
Tribunal opta por dejar sin efecto la vista celebrada con anterioridad porque los jueces que habían estado en esa
actuación oral ya no integraban el Tribunal en ese momento, y convocan para otra vista, para el 9 de marzo de1992[...].

De acuerdo con la constancia de la Secretaria del Tribunal, en esta última audiencia oral estuvieron presentes los Jueces
Marco Ney Duarte Gamboa, Daniel Obando Venegas y Mario Gómez Somarribas [...], sin embargo luego de celebrada esa
diligencia se procede a dictar sentencia de sobreseimiento el 7 de mayo de 1992 los jueces Duarte Gamboa, Obando
Venegas y Carlos Manuel García Cabezas [...]. Actuando como órgano administrativo este tema fue discutido por la
Corte Plena, al evacuar una consulta formulada luego de la jubilación de dos magistrados que habían participado en una
serie de audiencias orales en casación y al momento del retiro algunos recursos no estaban resueltos. Por mayoría se
dispuso, para el caso de los Magistrados, que por estar jubilados éstos no podían volver a la Sala a votar los asuntos en
los cuales habían intervenido. En minoría "... los Magistrados Cervantes, Fernández, Ramírez, Houed, González, Chaves,
Castro Monge, Baudrit, Castro Bolaños y Mora votaron afirmativamente, en el sentido de que los Magistrados de la Sala
Tercera -hoy jubilados-, salvo impedimento o fuerza mayor, deben votar los recursos a cuya vista hubieren asistido,
tomando en consideración que la regla, al efecto, del artículo 65 del Código de Procedimientos Civiles, hoy inexistente en
el nuevo Código de esa materia, tenía su apoyo, también, en la interpretación correcta de los numerales 28 y 154 de la
Ley Orgánica del Poder Judicial; pues fue de aplicación general y no únicamente para lo procesal civil, en consideración
al principio de Juez Natural que forma parte del debido proceso, que el artículo 154-hoy derogado no sustituido sino
únicamente para lo procesal civil- establecía la pérdida de la facultad para administrar justicia para todos los negocios
generales, pero conservándola -conforme al artículo 28- a manera de obligación, sino se hubiere terminado
(entendiéndose por haber sido dictada por él en sentencia) para el negocio (particular) que le hubiere tocado conocer. Esa
facultad, necesaria, encuentra ahora, también, contenido en lo dispuesto en el artículo 481 del Código de Procedimientos
Penales, lo que no es tampoco novedoso -sino que ha sido la regla- pues ha estado vigente desde la promulgación del
Código General que ya lo disponía así en su artículo 1118..." (Sesión de Corte Plena del 20 de diciembre de 1990,
artículo XXXVI).

En virtud del acuerdo tomado por la mayoría en la Corte, esta Sala debió repetir las vistas celebradas con los jubilados,
pero incluyendo esta vez a los nuevos Magistrados titulares que habrían de resolver el recurso, salvo aquellas en que las
partes manifestaron no tener interés en repetir el acto. En sede jurisdiccional y con carácter vinculante por tratarse de un
pronunciamiento de la Sala Constitucional, ese órgano había precisado meses antes, en un caso concreto, que "...en la
vista convocada al efecto, que tuvo lugar a las catorce horas treinta minutos del cinco de octubre del año último (...), el
Tribunal estuvo integrado por los señores Jueces Superiores licenciados Carlos Luis Redondo Gutiérrez quien presidió,
Gilberth Bonilla Meléndez e Ifigenia Bustamante Guerrero, al paso que cuando se confirmó en alzada el procesamiento del
señor...(quince horas del 16 de noviembre subsiguiente...), el Tribunal fue integrado con los licenciados Redondo
Gutiérrez, Bustamante Guerrero y María Emilia Solera Flores. O sea, el órgano que celebró la vista no tiene la misma
integración del que se pronunció más tarde sobre el procesamiento de que se alza el accionante, lo cual es motivo de
nulidad en los términos del inciso primero del artículo 145 del Código de Procedimientos Penales, en relación con los
numerales 146, párrafo segundo y 150 de ese mismo Código... y hace que lo actuado a ese respecto padezca de nulidad
(artículo 160 de la Ley Orgánica del Poder Judicial)..." (Voto No. 22-90 de 14:20 hrs. del 9 de enero de 1990, Sala
Constitucional. La resolución aparece publicada íntegramente en la Revista Jurisprudencia Constitucional No 2, San José,
abril de 1992, pp. 28 y 29). Tanto el criterio tomado por la minoría de la Corte (en sede administrativa), como el de la
Sala Constitucional en pleno (en sede jurisdiccional), lo ha venido reiterando esta Sala al decretar la nulidad parcial de la
sentencia cuando conoce de un recurso de casación y anula por ejemplo solo la imposición de la pena por falta de
fundamentación, caso en el cual la Sala exige -con base en los principios jurídicos antes citados-que para la nueva
fijación de la pena y su fundamentación el Tribunal debe estar integrado por los mismos jueces que estuvieron en el
Debate, aún cuando ya no estén integrando ese mismo Despacho, salvo desde luego los casos de impedimento absoluto,
como por ejemplo cuando alguno de los jueces fue destituido como funcionario judicial o falleció. No es un obstáculo el
que el servidor estuviere en otro puesto judicial, o que se tratara transitoriamente de un suplente o interino, pues ante
estas situaciones lo que procede es solicitarle a la Corte Plena que reinstale al servidor para tomar la decisión en el
respectivo caso con el fin de evitar una nulidad total del procedimiento. Esa nulidad se produciría al afectarse reglas
básicas del debido proceso, como lo es la propia constitución del Tribunal, en relación con los fundamentos mismos de un
proceso oral, como la inmediación y la identidad física del juzgador, que no tiene vigencia en los procedimientos
escritos..." (Sentencia No 260-F-93, de 16:07 del 7 de junio de 1993, Sala Tercera). Para ser consecuente con esa
posición esta Sala siempre se ha preocupado de que los Magistrados que intervienen en la audiencia oral (vista), sean los
mismos que participan en la decisión. Sin embargo al cambiar el sistema de vacaciones de la Salas de la Corte ello a
obligado a recurrir con mayor frecuencia a distintas integraciones con magistrados titulares y suplentes, situación que se
mantendrá durante casi todo el año, lo que también dificultará la prontitud con la cual deben estudiarse y resolverse los
asuntos, pues debe esperarse a que los que estuvieron en la audiencia oral (vista) regresen de sus vacaciones para que
voten, y cuando éstos regresan a su vez otros que también deben intervenir en el mismo asunto salen de vacaciones,
obstaculizándose la administración de justicia. Se trata de un problema que si bien tiene un carácter pragmático, también
tiene un contenido de naturaleza sustantiva, al estar involucrado uno de los derechos constitucionales más sensibles como
lo es la celeridad y la prontitud con que la administración de justicia debe resolver los juicios en la materia penal, según lo
exige el artículo 41 de la Constitución Política, pero que algunos podrían entender que se afecta la exigencia de
"cumplida". Por lo anterior esta Sala se permite consultar a la Sala Constitucional si será factible, con base en la norma
constitucional antes citada y para hacerla cumplir en el caso concreto, hacer una distinción y eventualmente excepcionar
algunos casos del criterio sustentado ya en su resolución número 22-90, en el sentido de que por regla y para todos los
casos debe mantenerse el criterio de que los jueces que intervienen en una audiencia oral que precede una resolución
deben ser los mismos que conformen el Tribunal al adoptar esta última; sin embargo que para ciertos supuestos, que se
indicarán de seguido, es admisible que intervengan en la decisión algunos jueces que no hubieren estado presentes en la
audiencia oral, siempre que concurran los siguientes supuestos: a) En primer término, que con ello se persiga acelerar los
procedimientos, en virtud de existir razones justificadas que impiden que quienes estuvieron en la audiencia oral se reúnan
en fecha próxima a estudiar y resolver el asunto; b) en segundo lugar que todos los que van a resolver estén en
capacidad de hacerlo, sin afectar los derecho de ninguno de los sujetos del proceso; c) en tercer lugar que se trate de
audiencias en las que no se reciban elementos de prueba oral que deban apreciarse para tomar la decisión, lo cual
excluye los debates de la material penal; d) en cuarto lugar que las argumentaciones de las partes consten ya por escrito,
como ocurre en la mayoría de los recursos (al menos los de casación), donde las partes van a la audiencia oral (vista) a
sintetizar los fundamentos de cada uno de los motivos que ya ha expuesto por escrito al formular la impugnación.
Consecuentemente, la excepción excluiría los casos en que la audiencia oral alguno de los sujetos del proceso amplíe
sólo verbalmente los fundamentos del recurso, sin dejarlos por escrito." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N 0 21-A
de las 10,15 hrs. del 17 de febrero.
JURISPRUDENCIA PENAL RECIENTE

Cecilia Sánchez Romero


Directora del Digesto de Jurisprudencia
Profesora de la Universidad de Costa Rica

CONTENIDO

RESOLUCIONES DE LA SALA TERCERA

A- DERECHO PENAL

1. ABUSOS DESHONESTOS - Alcances de la descripción típica.

2. ABUSOS DESHONESTOS - Diferencias con la corrupción de menores.

3. ADECUACION DE LA PENA - Reincidencia y concurso real retrospectivo.

4. ADULTERACION DE DOCUMENTO PUBLICO - Necesaria posibilidad real de perjuicio que no se produce en una burda
alteración.

5. ALEVOSIA - Características esenciales de la conducta alevosa.

6. CULPABILIDAD - Concepto normativo que implica una necesaria correlación entre culpabilidad y pena.

7. DAÑO MORAL - Necesaria fundamentación de los montos acogidos.

8. EMOCION VIOLENTA - Elementos.

9. ESTAFA - Responsabilidad civil de Mutual derivada de "culpa in vigilando".

10. ESTELIONATO - Derecho de retención como ejercicio legítimo de un derecho.

11. ESTUPRO AGRAVADO - Requisitos para que se configure la relación de "guardador".

12. FALSO TESTIMONIO - Juramento no es requisito sine qua non del tipo.

13. FUNCIONARIO PUBLICO - Amplitud del concepto en Derecho Penal

14. HURTO - Desprendimiento de celosías no constituye fuerza en las cosas.

15. ITER CRIMINIS - Análisis de sus fases - Aplicación a complicidad en hurto agravado.

16. LEGITIMA DEFENSA - Alcances del concepto "racionalidad" del medio empleado.

17. LEGITIMA DEFENSA - La "racionalidad" no puede determinarse en forma abstracta, objetiva y general.

18. LIBERTAD CONDICIONAL - Existencia de dictamen desfavorable no implica necesario rechazo de su otorgamiento como
único motivo.

19. LIBERTAD CONDICIONAL - Necesaria referencia a cada uno de los presupuestos para otorgarla - Cómputo de los
descuentos por aplicación del articulo 55 del Código Penal.

20. NEGOCIACIONES INCOMPATIBLES - Alcances de la acción punible.


21. REINCIDENCIA - Posibilidad de considerarla como una condición personal del sujeto activo.

22. RESPONSABILIDAD CIVIL DEL ESTADO - Carácter objetivo de la responsabilidad independiente de la responsabilidad del
servidor.

23. ROBO - Inaplicabilidad de la "cuantificación" del daño como elemento para diferenciarlo del hurto

24. ROBO AGRAVADO - Desprendimiento de lámina de zinc que implica "perforación" y no fractura de la pared.

25. TRANSPORTE DE DROGAS - Contenido del concepto "transporte" criminalizado en nuestra ley.

26. VIOLACION - Consideraciones sobre la tentativa.

27. VIOLACION DE DOMICILIO - Ingreso en centro educativo cerrado al público por razones de horario.

28. USO DE DOCUMENTO FALSO - Alteración de factura por importación de motor de vehículo - Imposibilidad de causar perjuicio
excluye elemento del tipo.

B- DERECHO PROCESAL PENAL

29. ACCION CIVIL RESARCITORIA - Consideraciones sobre su naturaleza - Titularidad partes y contenido.

30. ACCION CIVIL RESARCITORIA - Existencia del hecho delictivo no releva de la necesaria demostración de los daños que se
reclaman.

31. ACCION CIVIL RESARCITORIA - Intervención de depositaria provisional como representante del menor, valida para
reclamar solo renta alimenticia, según la Ley de Pensiones.

32. ACCION CIVIL RESARCITORIA - Validez de la representación de menores delegada en Ministerio Público.

33. ACTA DE DECOMISO - Posibilidad de acreditar el hecho histórico por otros medios probatorios.

34. ACTOR CIVIL - Dudas sobre el alcance de su intervención en casación.

35. CALIFICACION JURíDICA DEL HECHO - Fundamento de la posibilidad de variación en sentencia.

36. CORRELACION ENTRE ACUSACION Y SENTENCIA - Dificultades para obtener identidad absoluta.

37. DELITOS PERSEGUIBLES A INSTANCIA PRIVADA - Consideraciones sobre la edad para efectos de validez de la
denuncia.

38. DELITOS PERSEGUIBLES A INSTANCIA PRIVADA - Fundamento del requisito de la instancia privada.

39. DERECHO DE ABSTENCION - Omisión de advertencia que no provoca nulidad por declaración favorable al pariente.

40. DERECHO DE DEFENSA - Afectación por comiso de inmueble sin oportunidad de defensa al representante de la
propietaria.

41. DERECHO DE DEFENSA - Potestades del juzgador no implican selección arbitraria de la prueba.

42. EXCARCELACION - Trámite inaplicable cuando existe sentencia firme.

43. IN DUBIO PRO REO - Corrección del criterio formal en cuanto a su control en casación.

44. PRUEBA - Cuando el imputado es fuente de prueba no existe obligación de formularle ninguna advertencia.

45. PRUEBA - Incorporación de prueba obtenida con violación a los derechos de defensa - Aplicación del método de supresión
hipotética.
46. PRUEBA - Niveles de motivación probatoria.

47. PRUEBA - Prevalencia de la prueba recabada en el debate - Carácter excepcional del mayor valor probatorio asignado a la
del sumario.

48. PRUEBA SOBRE ESTADO CIVIL - Posibilidad de que la Sala la ordene.

49. RECONOCIMIENTO DE OBJETOS - Facultades de la Policía Judicial.

50. SENTENCIA - Falta absoluta de determinación de la fecha de ocurrencia de los hechos es causal de nulidad.

51. SENTENCIA - Habilitación de hora para su dictado por simple prolongación del debate.

52. SENTENCIA - Omisión de lectura por inasistencia de partes no provoca nulidad.

A- DERECHO PENAL

1. ABUSOS DESHONESTOS - Alcances de la descripción típica.

"[...], la descripción típica del artículo 161 del mismo cuerpo legal no supone, solamente, la realización material de actos sobre el
cuerpo de la víctima, pues a la letra dice «...el que sin tener acceso carnal abusare deshonestamente de una persona de uno u otro
sexo, concurriendo algunas de las circunstancias del artículo 156...». De acuerdo a esto, son configurativos de abuso deshonesto
tanto los actos realizados por el autor sobre el cuerpo del sujeto pasivo, como aquellos realizados por la víctima cuando es compelida
a hacerlos sobre el cuerpo de otra persona. Se señala al respecto que «...quedan comprendidos tanto los actos que el autor realiza en
el cuerpo de la víctima, como los que hace que ésta ejecute sobre el cuerpo o sobre su cuerpo o sobre el de un tercero» (Fontán
Balestra, Carlos: "Derecho Penal. Parte Especial.", Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1978, p. 196.)." 1994. SALA TERCERA DE LA
CORTE, N° 76-F de las 10,35 hrs. del 13 de abril.

2. ABUSOS DESHONESTOS - Diferencias con la corrupción de menores.

"Cuando la conducta del agente se dirige contra menores de dieciséis años de edad y consiste en una actividad de significado sexual
diverso del acceso carnal, pareciera que concurren los delitos de Abusos Deshonestos y Corrupción de Menores; sin embargo, esta
concurrencia es aparente y se desvanece al considerar las diferencias típicas que presenta cada una de estas figuras es decir, la
distinción precisa entre esos delitos puede establecerse a partir del conocimiento y voluntad que manifieste el autor al realizar la
conducta, en atención a los elementos objetivos de cada uno de estos tipos penales. EL OBJETO DEL DELITO. En términos
generales, a nivel de tipicidad se puede afirmar que la primera diferencia fundamental entre ambas ilicitudes, estriba en el objeto sobre
el cual recae la conducta delictiva. En efecto, en el Abuso Deshonesto la acción recae directa y necesariamente sobre la humanidad o
corporeidad física de la víctima [así, LOPEZ BOLADO, Jorge Daniel: Violación. Estupro. Abuso Deshonesto. Buenos Aires, Ediciones
Lerner, 1971, págs. 145, 148,162 y 168 a 169] y en todos los casos de contacto físico, deberá constatarse que éste objetivamente
importe un sentido sexual evidente que conoce y quiere el sujeto activo, quien con su obrar logra instrumentalizar el cuerpo de la
víctima para abusar de él, accionando deshonestamente sobre el ofendido (tocándolo, besándolo, lamiéndolo, etc.) o recibiendo sobre
su propio cuerpo -o el de un tercero- la acción de aquel, o induciendo a la víctima a actuar deshonestamente sobre sí misma. El abuso
deshonesto también puede tratarse de acciones que no importen un contacto corporal directo, pero que tengan un contenido sexual
objetivo respecto de otros sentidos diferentes al tacto como el de la vista, caso en el cual la conducta del agente provoca que el
cuerpo de la víctima devenga en mero objeto de contemplación (p. ej. obligando a la víctima a tocarse impúdicamente, desnudarla,
levantarle la falda, etc.) [Cfr. BREGLIA ARIAS, Omar y GAUNA, Omar: Código Penal, Buenos Aires, Editorial Astrea, 1987, pág. 401;
CUELLO CALON, Eugenio: Derecho Penal, Parte Especial, T. II, Barcelona, Editorial Bosch, 1961, págs. 521-522; FONTAN
BALESTRA, Carlos: Derecho Penal, Parte Especial, Buenos Aires, Editorial Abeledo Perrot, 1978, pág. 196]. La comisión de este
delito no descarta por supuesto, la posibilidad de eventuales alteraciones o modificaciones psíquicas que incidan en los sentimien tos
e instintos sexuales de la víctima a raíz del hecho, pero que no son consecuencias queridas ni previstas y aceptadas como posibles
por el autor. Por el contrario, en la Corrupción la acción recae directamente sobre la psique del sujeto pasivo, pues lo que dirige la
voluntad del autor es el propósito de "promover la corrupción" de la víctima (lo que no descarta la posibilidad de daños físicos, aparte
de los psicológicos, a raíz del hecho corruptor). Aquí el contacto físico entre sujeto activo y pasivo no es indispensable para constituir
el tipo, sino que es un suceso contingente, en tanto es una de las posibles formas que pueden asumir los actos de naturaleza
perversa, prematura y excesiva de que se vale el agente para promover la corrupción, sin que tampoco sea necesario verificar la
efectiva corrupción del ofendido -como resultado material- para configurar el ilícito, pues es un delito de peligro abstracto. LA ACCION
DEL DELITO. Así, retomando la coincidencia fáctica de una actividad de carácter sexual -diverso al acceso carnal- entre el agente y
un menor de dieciséis años, además de examinarse el objeto sobre el cual recae directamente la acción, deben verificarse las
características que, según cada descripción típica, deberá reunir ese contacto sexual. En el Abuso Deshonesto la acción, disculpando
la redundancia, deberá ser simultáneamente "abusiva y deshonesta", mientras que en la Corrupción el comportamiento deberá ser
"perverso, prematuro o excesivo", correspondiendo al juzgador interpretar y designar con precisión, el significado de cada uno de los
elementos normativos del tipo y los hechos o circunstancias particulares que en cada caso concreto, le dan contenido a esas
expresiones. El significado de tales elementos normativos, atendiendo a cada descripción legal y al bien jurídico tutelado en ellas, es
el siguiente: 1) abusar deshonestamente es aprovecharse mal, excesiva, injusta, impropia o indebidamente del cuerpo de una persona,
haciéndolo objeto de trato sensual, impúdico, obsceno, concupiscente o lascivo desde un punto de vista objetivo (basta con que el acto
sea objetivamente impúdico, conforme al pudor o reserva sexual aceptada como norma social por la generalidad de las personas en
una cultura dada, siendo irrelevante que haya o no excitación o satisfacción sexual por parte del autor o que la víctima tenga o no
conciencia de lo que el hecho significa)- contra su voluntad expresa o presunta, valiéndose para ello de violencia corporal sobre la
víctima (cuando ésta es capaz de oponer resistencia seria, persistente, real o efectiva, sin que se requiera la resistencia heroica) o de
intimidación (todo acto de violencia moral idóneo para producir temor en el ánimo del sujeto pasivo, en forma tal que se encuentre
obligado a soportar o ejecutar la acción que el agente propone), o de relaciones de autoridad, confianza o superioridad derivadas de
cualquier situación, o de la poca edad, inexperiencia, ignorancia o inadvertencia de la víctima o de su incapacidad física o mental para
resistir.

El autor, como se dijo anteriormente, usa el cuerpo de la víctima cuando ésta recibe sobre si el acto del mismo autor, o cuando ella
actúa, por obra del agente, sobre su propio cuerpo, o sobre el del autor o el de un tercero. La consumación o tentativa del delito de
Violación excluyen el de Abuso Deshonesto, atendiendo al plan del autor y por otra parte, la repetición de actos deshonestos en
ocasiones o con personas diferentes, da lugar a un concurso de delitos [sobre la figura básica del Abuso Deshonesto véase BRECLIA:
Op. cit., pág. 402 a 403; CUELLO CALON: Op. cit., págs. 521-526; FONTAN BALESTRA: Op. cit., págs. 196-199; RODRIGUEZ
DEVESA,J.M.: Derecho Penal Español, Parte Especial, Madrid, Artes Gráficas Carasa, 1983, págs. 181-183, y; SOLER, Sebastián:
Derecho Penal Argentino, t. III, Buenos Aires, Tipográfica Editora Argentina, 1976, pág. 297-303]. 2) Por la otra parte, corrupción es la
acción y efecto de corromper, denota la deformación, alteración o vicio que se introduce al estado o desarrollo sexual natural y sano
del menor, ya sea por lo prematuro de su evolución (con respecto a la edad y condiciones de la víctima) o porque el sujeto pasivo llega
a aceptar o asimilar como normal -para su propia conducta- la depravación o excesividad de la actividad sexual [sobre la voz
corrupción cfr. CREUS, Carlos: Derecho Penal, Buenos Aires, Editorial Astrea, Parte Especial, t. 1, segunda edición, 1988, pág. 215;
NUNEZ, Ricardo: Manual de Derecho Penal. Parte Especial. Buenos Aires, Ediciones Lerner S.R.L., 1978, pág. 135, y; SOLER: Op.
cit., págs. 304-307]; promover sería iniciar, incitar, persuadir, convencer o procurar que quien no está corrompido llegue a ese estado
de corrupción, distorsionando el sentido natural y sano de la sexualidad de la víctima al adoptar éste o inclinarse hacia una conducta
sexual prematura, depravada o excesiva (la promoción mediante engaño, violencia, abuso de autoridad o cualquier otro medio de
intimidación o coerción agravan el delito) [sobre la promoción véase BREGLIA: Op. cit., pág. 397; CREUS: Op. cit., pág. 215; NUÑEZ:
Op. cit., pág. 136; SOLER: Op. cit., págs. 307-310]; la promoción típica se logra a través de. actos sexuales, los cuales son hechos,
comportamientos o acciones materiales (p. ej. actos de bestialidad, sadismo, sodomía, coito, sexo oral, etc.) o intelectuales
(enseñanza, consejos, exposiciones de imágenes, etc.) de significación sexual que el autor realiza con la víctima o que ejecuta solo o
con un tercero ante ella, objetivamente eficaces o aptos para promover la corrupción y que según la descripción típica, deben ser
perversos o prematuros o excesivos (la promoción puede producirse por un acto único o por una reiteración de actos, pues hay unidad
de acción y única lesión si en un corto intervalo de tiempo se realizan varios actos de estas características sobre el mismo sujeto
pasivo) [sobre los actos corruptores en general cfr. CREUS: Op. cit., pág. 215 y FONTAN BALESTRA: Op. cit., pág. 191]; así, acto
sexual perverso es aquel que en sí mismo o cualitativamente es depravado o corrupto, porque implica un ejercicio anormal de la
sexualidad (homosexualismo, coitos anormales, con manifestaciones de sadismo o masoquismo, etc.); acto sexual prematuro es aquel
que ocurre antes de su debido tiempo, porque no está de acuerdo con el desarrollo sexual que es dable esperar según la edad,
condiciones y entorno social y cultural de la víctima; no se sanciona aquí la naturaleza propia del comportamiento, sino el tiempo en
que se produce (p.ej. la enseñanza de actos de onanismo a un niño de cinco años) y acto sexual excesivo es el que cuantitativamente
implica una actividad sexual de desmesurada o extraordinaria lujuria, que va más allá de los limites ordinarios de la vida sexual (p. ej.
intervenir en orgías) [sobre los actos perversos, prematuros o excesivos véase CREUS: Op. cit., pág. 216; FONTAN BALESTRA: Op.
cit., pág. 192, y; SOLER: Op. cit., pág. 307]. EL BIEN JURIDICO TUTELADO. En cuanto al bien jurídico tutelado en ambos tipos
penales, se nota otra diferencia fundamental. En los Abusos Deshonestos se tutela la esfera de reserva, decoro, pudor u honestidad
sexual de las personas contra las acciones que puedan lesionarlo [cfr. BREGLIA: Op. cit., pág. 400; FONTAN BALESTRA: Op. cit.,
págs. 185-186; LOPEZ: Op. cit., pág. 149; LLOBET, Javier y otro: Comentarios al Código Penal, San José, Editorial Juricentro, 1989,
pág. 253; NUNEZ: Op. cit., pág. 142; RODRIGUEZ DEVESA: Op. cit., pág. 156; SOLER: Op. cit., pág. 297], mientras que en la
Corrupción se tutela el estado de desarrollo sexual espontáneo, natural y sano de las personas menores (por eso se dispone que el
hecho no es punible si la persona menor ya es corrupta) [cfr. BREGLIA: Op. cit., pág. 396; LOPEZ: Op. cit., pág. 152, y; LLOBET: Op.
cit., pág. 265]. EL DOLO. Por otra parte, siempre a nivel de tipicidad, el tipo subjetivo que supone cada uno de estos delitos, también
arroja criterios diferenciadores notables, pues en cada caso el autor debe tener conocimiento y voluntad de realizar los elementos
subjetivos, normativos y descriptivos del tipo objetivo, los cuales presentan todas las diferencias supraindicadas, tal como lo ha
indicado la jurisprudencia al decir que: "...la diferencia entre los delitos de corrupción y de abusos deshonestos no se reduce [...] a la
efectiva causación de una alteración en la personalidad de la víctima en el primer delito citado, a causa del contacto sexual con el
agresor, pues lo cierto es que en muchos casos puede consumarse la corrupción de la víctima sin que el corruptor le ponga un dedo
encima (como por ejemplo sucede al proyectarse películas pornográficas a niños o al inducirse a dos infantes a tener relaciones
sexuales entre sí).

La diferencia entre ambos delitos se infiere con claridad de los elementos objetivos que integra cada tipo penal, particularmente los
elementos normativos culturales de cada descripción típica, así como del dolo específico que supone cada uno de esos ilícitos; la
diversa forma de afectación del bien jurídico tutelado; las características particulares de la víctima, como la edad, entendimiento,
capacidad para resistir, etc." (Sala Tercera, V-378-F de las 9:45 hrs. del 9 de julio de 1993). EL ERROR DE TIPO. El error sobre el
conocimiento del hecho también puede ofrecer claros criterios diferenciadores. Por ejemplo, una distinción adicional se puede obtener
tras la consideración de un error sobre el consentimiento de la víctima en cada uno de estos delitos, pues se excluye la tipicidad del
Abuso Deshonesto si el agente -cuando no emplea fuerza o intimidación- cree que la víctima de doce o más años admite su acto
deshonesto o si cree que no lo consiente, pero aquella -en realidad- así lo ha hecho [en este sentido LOPEZ: Op. cit., pág. 173],
mientras que ese mismo error respecto al consentimiento, no excluye el delito de Corrupción, pues este delito se configura aunque la
víctima menor de dieciséis años, consienta en participar o en ver ejecutar los actos sexuales perversos, prematuros o excesivos con
que se promueve su corrupción. LOS SUJETOS. Finalmente, debe señalarse que la diferencia entre los delitos de Abuso Deshonesto
y Corrupción de menores no solo debe establecerse a partir de los hechos, es decir, de la consideración de las circunstancias de
modo, tiempo y lugar en que se realice la conducta, sino además de las particulares características físicas, mentales, sociales y
culturales de los sujetos activo y pasivo, quienes pueden ser personas de cualquier sexo. A diferencia de lo que sucede en el delito de
Abusos Deshonestos, en la Corrupción la persona ofendida siempre será menor de dieciséis años y deberá ser necesariamente
incorrupta (artículo 167, párrafo segundo, del Código Penal). Además, en el Abuso deshonesto la capacidad para comprender la
naturaleza del acto no es una condición exigible sine qua non para que una persona sea sujeto pasivo del delito, pues la acción es
ilícita "aún cuando el sujeto pasivo no tenga conciencia del significado del acto (a diferencia de la corrupción); siendo suficiente que
éste tenga un significado sexual para el autor..." [así LOPEZ BOLADO: Op. cit., pág. l77], mientras que en el delito de Corrupción de
menores, para la configuración del delito se requiere la comprensión primaria del sujeto pasivo de los actos que se sufren (es decir, la
capacidad intelectual que le pudiera llevar a aceptar o asimilar como normal -para su propia conducta- la prematuridad, depravación o
excesividad de la actividad sexual que se le propone), aun cuando esos actos no dejen huellas en él: "Al valorar la idoneidad de éstos
[actos sexuales], cometidos en perjuicio del sujeto pasivo y su capacidad para producir un efecto corruptor, esto es para corromper, es
preciso merituar si el menor o incapaz [...] puede ser receptor de la alteración moral que ocasiona el acto corruptor y ser desviada
mediante ese acto su salud sexual. La doctrina y la jurisprudencia coinciden en que la víctima debe ser capaz de comprender
la naturaleza del acto de corrupción y que debe existir la posibilidad de su alteración moral, aún cuando dicha no se
produzca en la realidad, es decir, aunque no deje huella en su psiquis" [la negrilla no es del original, LDPEZ BOLADO: Op. cít.,
pág. 211]. Como se ve, la determinación de las condiciones personales del sujeto pasivo -principalmente su grado de madurez
psíquica- son de una trascendencia típica cuya magnitud, -lastimosamente- no ha valorado a cabalidad en la práctica el operador
jurídico (sea Juez, Defensor o Fiscal), pues comprobándose que el ofendido es un menor de muy corta edad, incapaz de comprender
la naturaleza de los actos, o de un enfermo mental que tampoco pueda discernirlos, los actos sexuales no podrán tipificar la
Corrupción, por la imposibilidad de incidir en la psique o salud mental o moral del sujeto pasivo, distorsionando el sentido natural y
sano de la sexualidad. COROLARIOS.

Así, las anteriores diferencias explican contradicciones meramente aparentes o permiten dilucidar casos extremos tales como: 1) La
posibilidad de que una víctima de Abusos Deshonestos -menor de dieciséis años de edad- se corrompa a raíz de esa experiencia, o
de que el sano desarrollo sexual de una víctima de Corrupción, se mantenga incólume -a pesar del hecho delictivo-, sin que estas
consecuencias ulteriores incidan per se en la tipificación del hecho; 2) La posibilidad de que la Corrupción de menores se configure
mediante actos sexuales lascivos y que implican una ofensa al pudor -característica del Abuso Deshonesto- pero que dadas las
circunstancias, son además actos perversos, prematuros o excesivos y que el autor conoce y quiere realizar para promover la
Corrupción; 3) La posibilidad de que el Abuso Deshonesto se configure mediante actos sexuales objetivamente prematuros, perversos
o excesivos y que ofenden el pudor de la víctima, pero que no son realizados por el autor para promover la corrupción de la víctima, o
que -por las condiciones particulares de la víctima- no son aptos para torcer el sentido natural y sano de su sexualidad; 4) La
persistencia de ciertos actos sexuales semejantes puede ser el índice que distinga un delito de otro: si son fugaces, aislados o
pasajeros, constituyen Abusos Deshonestos, pero si son habituales o frecuentes, constituirán Corrupción si esa habitualidad puede
producir una modificación corrupta del comportamiento sexual. Así, la repetición de actos deshonestos en ocasiones o con personas
diferentes, da lugar a un concurso de delitos de Abuso Deshonesto, mientras que la promoción mediante reiteración de actos sexuales
perversos, prematuros o excesivos sobre el mismo sujeto pasivo, implican unidad de acción y única lesión si se realizan en un corto
intervalo; 5) La falta de madurez psíquica de la víctima, que le impida comprender el significado de los actos sexuales practicados en
su contra, cuando excluye la posibilidad de que el hecho repercuta en daño de su desarrollo sexual natural y sano, puede dar lugar al
Abuso Deshonesto, pero no a la Corrupción; 6) En todo caso y salvo prueba en contrario, se presume que las personas menores no
son corruptas y no es obligatorio para ellos, demostrar su estado de incorrupción; presumir lo contrario presupone una condición en los
ofendidos contraria al respeto de su honra y al reconocimiento de su dignidad, conforme a los artículos 33 de la Constitución Política y
11 de la Convención Americana de Derechos Humanos (así, Sala Tercera V-378-F de las 9:45 horas del 9 de julio de 1993); 7) Los
actos sexuales mediante los cuales se promueve la corrupción no deben ser en forma necesaria, simultáneamente perversos,
prematuros y excesivos, sino que basta con que el acto reúna una cualquiera de esas calidades, o dos o todas; 8) La correcta
distinción entre estos delitos es de vital importancia en lo que se refiere al ejercicio de la acción penal, pues la Corrupción de menores
es delito de acción pública, mientras que el delito de Abusos Deshonestos simple (cuando no concurren las circunstancias previstas
en los artículos 157 y 158 del Código Penal) es delito de acción pública perseguible solo a instancia privada, conforme lo dispone el
artículo 81 bis del Código Penal. Por eso, a la hora de formular la acusación (lo mismo al momento de juzgar el hecho acusado) es
imprescindible que se tomen en consideración todos los aspectos objetivos y subjetivos del hecho, las circunstancias de modo, tiempo
y lugar del mismo, la calidad de los motivos determinantes y las demás condiciones personales del sujeto activo o de la víctima, en la
medida en que hayan influido en la comisión del delito, acudiendo -para ese efecto- a todos los medios probatorios pertinentes e
idóneos para ello. ANALISIS JURIDICO DEL CASO CONCRETO SOMETIDO A EXAMEN.

Luego de estas consideraciones de carácter general, corresponde examinar la validez jurídica de la calificación dada por el
Tribunal de mérito a los hechos que acreditó en la sentencia impugnada. En dicha pieza se indica que la ofendida [...] vive
con su mamá en una casa de habitación sita en Tibás y que a poca distancia de esa vivienda, residía el imputado [...].
También se comprobó que en horas de la tarde de un día del mes de abril del año 1992, la ofendida -quien a la fecha
tenía cinco años de edad- salió de su casa para ir a comprarse un helado a una casa de esa misma urbanización y que al
pasar por la vivienda del imputado, éste la llamó con el pretexto de regalarle un banano y cuando se acercó el acusado,
este la agarró de la mano y a la fuerza la introdujo en su casa, llevándola hasta una cama ubicada en un dormitorio y
después de amenazarla con matar a sus hermanos si contaba algo, le bajó los shorts y el calzoncito que vestía y de
seguido le lamio sus genitales, pero como la niña empezó a llorar, el acusado le regaló el banano y la dejó irse. También
se acreditó que según dictamen psicológico practicado a la ofendida, ésta presentó mutismo efectivo asociado a un
trastorno de estrés post-traumático lo cual implica un severo disturbio emocional altamente consistente en secuelas de
abuso sexual y que tal cuadro clínico constituye una alteración en el curso y evolución normal de su sexualidad en tanto
no se asuma un tratamiento psicoterapéutico (cfr. Considerando I de la sentencia impugnada a folio 73 frente y vuelto).
Para el Tribunal de mérito tal conducta configura el delito de Corrupción Agravada (y no el de Abusos Deshonestos, como
se había acusado), pues considera que el solo acto de lamer los genitales a la menor, es idóneo para promover su
corrupción, por ser una conducta prematura, perversa y excesiva ante la poca edad de la víctima y porque dejó una huella
profunda en su psiquismo que alteró el curso y evolución normal de su sexualidad en tanto no se asuma un tratamiento
psicológico.

Para esta Sala, dadas las características de la víctima, la experiencia a que ésta fue sometida tiene una clara significación sexual y
también fue prematura (aunque dudosamente perversa o excesiva) y por ello, lamentablemente, vino a alterar la evolución normal de
su sexualidad. Sin embargo, esa sola calidad de prematura de la acción (aún cuando admitiéramos que también fue perversa o
excesiva) y el efecto que provocó en la posible evolución sexual de la menor, (si no se le da tratamiento psicológico), no son
suficientes elementos para constituir el delito de Corrupción, pues de la consideración global de las circunstancias de modo, tiempo y
lugar descritas, no se puede inferir que el conocimiento y voluntad del agente al cometer el hecho (dolo) fuera la "promoción" de la
corrupción de su víctima, elemento indispensable para constituir el delito pero que, -como se dijo-, no fue acreditado, ni mereció mayor
consideración en lo expuesto por el Tribunal sentenciador. Por el contrario, considera esta Sala que el imputado, al haberse valido de
engaños para atraer a su ingenua víctima (menor de doce años), así como de fuerza física e intimidación para introducirla a un
aposento de su casa y obligarla a soportar sobre su cuerpo los actos impúdicos que él realizó con el propósito de satisfacer
torpemente sus apetencias sexuales, en realidad incurrió en la figura del Abuso Deshonesto. Esto es así, pues la conducta del
encartado en realidad se dirigió contra la humanidad de la ofendida, en desprecio de su pudor o reserva sexual, pero no para inducirla
o convencerla a aceptar o adoptar en su conducta habitual una actividad sexual prematura (si se quiere depravada o excesiva) como la
que sufrió, sino solamente para hacerla instrumento de sus lascivas apetencias, que fueron el móvil que le llevaron a abusar
deshonesta y dolosamente de ella. Como se dijo anteriormente, las deplorables secuelas que dejaron los hechos en la psique de la
víctima no pueden venir a posteriori a recalificar el hecho como Corrupción, no solo porque no se verificó en la sentencia el propósito
doloso de "promover la corrupción", sino además porque el cuadro fáctico no permite afirmar que tales secuelas psíquicas fueran
consecuencias queridas, previstas y aceptadas como posibles por el autor." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 50-F de las
14,35 hrs. del 16 de marzo.

3. ADECUACION DE LA PENA - Reincidencia y concurso real retrospectivo.

"El sentenciado [...] interpone recurso de casación contra el auto de las ocho horas treinta minutos del ocho de noviembre de mil
novecientos noventa y tres, del Tribunal Superior Penal de Alajuela, Sección Segunda, mediante el cual se rechazó un incidente de
adecuación de penas. Estima el recurrente violados los artículos 40 de la Constitución Politica, 51 y 76 del Código Penal, así como
también agrega que se incumplieron las resoluciones número 581-91 de 15:00 hrs. del 20 de marzo de 1991 y numero 2865-92 de
15:00 hrs. del 9 de setiembre de 1992, ambas de la Sala Constitucional; porque en su criterio debe reducírsele las penas que en
diferentes fallos se le han impuesto, fijándolas en veinticinco años de prisión, lo que significa una reducción de casi cuatro años por
descontar. El reclamo es improcedente conforme se dirá. En primer término debe observarse que la reciente reforma al artículo 51 dcl
Código Penal (hecha mediante ley N° 7389 del 22 de abril de 1994, publicada en La Gaceta N° 83 del 2 de mayo de 1994) no es
aplicable al caso por tratarse de ley posterior no favorable (artículos 34 y 39 de la Constitución Politica, 11 y 12 del Código Penal). En
segundo lugar, con base en la certificación del Registro Judicial (de fl. 31), de la constancia del Instituto Nacional de Criminología (de
fl. 223) y de otras actuaciones del proceso, es conveniente señalar que el recurrente [...] ha sido condenado en varias ocasiones por
distintos tribunales del país, pero las que interesan para esta resolución son las últimas cuatro condenas, ya que las anteriores las
cumplió el 25 de noviembre de 1985, antes de ser condenado la cuarta vez, e incluso sólo las últimas cuatro se invocan en el recurso.
En efecto, de acuerdo con esas constancias [el imputado] fue condenado, en las últimas cuatro ocasiones, a las siguientes penas: a)
10 años y seis meses de prisión por homicidio simple y lesiones leves, impuesta por el Tribunal Superior Segundo Penal de San José,
Sección Segunda el 17 de abril de 1986, hecho ocurrido el 9 de diciembre de 1983; b) dos meses de prisión por el delito de evasión,
impuesta por el Juzgado Penal de Puntarenas el 4 de enero de 1989; c) un mes de prisión por el delito de evasión, impuesta por el
Juzgado Penal de Puntarenas el 16 de marzo de 1989, hecho ocurrido el 4 de diciembre de 1988; y d) dieciocho años de prisión, por
los delitos de homicidio y suministro de marihuana, impuestas por el Tribunal Superior de Alajuela, Sección Segunda el 28 de
noviembre de 1990, hechos ocurridos el 16 de diciembre de 1989 y el 13 de marzo de 1990.-

Como puede apreciarse, lleva razón el Tribunal Superior de Alajuela al afirmar que no estamos en presencia de un concurso real
retrospectivo, como pretende hacerlo valer el gestionante, pues salvo en lo que se refiere a los dos delitos de evasión, los procesos no
debieron tramitarse en forma acumulada uno de otro, ni correspondía darle el tratamiento de un concurso de delitos acumulados en un
mismo proceso, sino que se trata de procesos independientes, razón por la cual los casos debieron tomarse -como en efecto ocurrió-
como situaciones de reincidencia. Obsérvese que al ocurrir las evasiones y al dictarse sentencia por esos hechos (1988 y 1989), [el
imputado] ya había sido juzgado por el primer homicidio y las lesiones (ocurridos en 1983 y juzgados en 1986); y en igual sentido
cuando ocurren y se juzgan el segundo homicidio y el suministro de marihuana (diciembre de 1989 y 1990), para entonces ya había
sido juzgado por los hechos anteriores. La reincidencia se produce cuando un sujeto comete un nuevo delito después de haber sido
condenado por sentencia firme (artículo 39 del Código Penal), mientras que el concurso real retrospectivo, que se invoca en el
recurso como aplicable al caso, se presenta cuando el sujeto comete un nuevo delito antes de ser condenado por un delito anterior, de
modo que al juzgársele por ese segundo hecho no puede ser calificado de reincidente, ni se podrá recurrir a las reglas de la
reincidencia para aplicar la pena, sino que deberán tomarse las reglas del concurso real, pese a que los hechos hayan sido objeto de
diferentes procesos y, consecuentemente, de diferentes sentencias (artículos 22 y 76 del Código Penal).- En todo caso, aún cuando no
le asista razón al recurrente al alegar la aplicación de las reglas del concurso real retrospectivo, lo cierto es que al pretender que se le
aplique un máximo de 25 años de prisión al momento de dictarse la última sentencia, tomando en cuenta las penas por descontar
para entonces, resulta irrelevante si el caso se califica de concurso real o de reincidencia, pues cualquiera que sea la situación jurídica
(reincidencia o concurso) en ninguna de ellas las penas podrán superar el límite de 25 años de prisión que estaba fijado en los
artículos 51 y 76 del Código Penal antes de la reforma ya citada.

Por esa razón el argumento del Tribunal no es suficiente para rechazar la solicitud de adecuación de penas, y resulte necesario
examinar en detalle la situación del sentenciado [...]. En tercer lugar, para determinar si la reducción de penas procede conforme al
texto anterior del artículo 51 del Código Penal aplicable al caso, debe resaltarse que la Sala Constitucional, en la sentencia N°581-91
de 15:00 hrs. del 20 de marzo de 1991, señaló con efecto vinculante, que el límite máximo del artículo 76 y en consecuencia también
el 51, ambos del Código Penal antes de la reciente reforma, establecen "...un máximo relacionado con las penas que en un
determinado momento deba cumplir, sea que al momento de dictarse la última sentencia al recurrente no se le pudo imponer más de
los años, meses y días que sumados a los que le faltaban por descontar de las anteriormente impuestas, dieran como resultado
veinticinco años de prisión...". Igual criterio reiteró dicha Sala en la sentencia N° 920-92 de 15:10 hrs. del 8 de abril de 1992.
Finalmente, en la sentencia N°2865-92 de las 15:03 hrs. del 9 de setiembre de 1992, la Sala Constitucional afirma que "…ninguna
sentencia puede válidamente ser dictada, si en ella se fija pena que, sumada a las que ya le han sido impuestas al condenado y que
estén en proceso de cumplimiento, sobrepase los veinticinco años señalados en el citado artículo 51, pues ello no sólo contraviene lo
dispuesto en dicha norma sino también el principio que inspira la garantía constitucional del numeral 40 de la Carta Magna en el que
se proscriben los tratamientos crueles y las penas perpetuas...".- En consecuencia, con base en todo lo expuesto, para establecer si
deben reducirse las penas impuestas al sentenciado [...], debe examinarse cual era el monto de las penas pendientes de descontar al
momento de dictarse el último de los fallos. En tal sentido debe señalarse que al día 28 de noviembre de 1990 (fecha en la que se le
impuso la última condena por 18 años de prisión), el sentenciado [...] descontaba 10 años y seis meses de prisión por homicidio y
lesiones (según fallo del 17 de abril de 1986), así como 3 meses de prisión por dos delitos de evasión (fallos de 1989); sin embargo,
suponiendo que por el primer homicidio y las lesiones no se le hubiere aplicado ningún descuento, y que al momento de esa condena
no hubiere descontado tampoco nada con prisión preventiva, al momento de la segunda condena por homicidio (al 28 de noviembre
de 1990) habría descontado por el primer homicidio al menos la cantidad de 4 años, 7 meses y 11 días, sin tomar para nada en
consideración la constancia del Instituto de Criminología ya citada (de fl. 2239) que indica que si se le aplica el descuento por trabajo
(art. 55 C.P.) esa pena la habría descontado el 18 de octubre de 1992, en cuyo caso el descuento al 28 de noviembre de 1990 habría
sido mayor.

Esos 4 años, 7 meses y 11 días ya descontados en prisión deben restársele al total de la condena por el primer homicidio, quedando
por cumplir 5 años, 10 meses y 19 días al día en que se impuso la pena por el segundo homicidio, sea al 28 de noviembre de 1990.
Por consiguiente, en ese día últimamente citado, cuando se le impuso una pena de 18 años de prisión por homicidio y suministro de
marihuana, debía sumársele la pena sin descontar de tres meses más de prisión por los dos delitos de evasión, así como 5 años, 10
meses y 11 días de prisión sin descontar a esa fecha por el primer homicidio, lo que en total suma 24 años, 1 mes y 19 días. Ello
significa que al día en que se le impuso la última pena, el total de las penas de prisión por descontar, sin incluir ningún descuento ni
beneficio tendiente a acortar la detención, pero incluyendo la nueva pena, no llegó a sumar el límite máximo de 25 años de prisión. En
consecuencia, la reducción pretendida no es procedente porque las penas por descontar que se le llegaron a imponer al sentenciado
[...] en ningún caso superó el límite máximo de 25 años de prisión antes aludido." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 175-F de
las 9,20 hrs. del 27 de mayo.

4. ADULTERACION DE DOCUMENTO PUBLICO - Necesaria posibilidad real de perjuicio que no se produce en una burda
alteración.

"[…] se alega que no se cometió el delito acusado, pues como el Tribunal lo establece, la adulteración es burda y notoria, por lo que la
potencialidad dañosa del documento es inexistente, además de que la alteración se realizó sobre un documento cuya fecha de
vigencia era anterior a la data en que fue encontrado al imputado, de manera que cuando esto último ocurrió, ya no era idóneo para
poner en peligro la fe pública. Para efectuar el correspondiente análisis del reclamo, debe indicarse que se tienen como hechos
probados que "sin precisarse fecha exacta, pero al inicio del año mil novecientos noventa y tres"; el imputado [...] se apoderó del carné
emitido por la Dirección Nacional de la Guardia de Asistencia Rural, N° [...] que identifica a […] como Delegado Cantonal de [...], el
cual se encontraba en la gaveta de un escritorio, en esa Delegación. Con dicho documento en su poder, el imputado procedió a
adulterarlo sustituyendo la fotografía original por la suya, portando dicho carné entre sus documentos personales. Con fecha
veinticinco de marzo del año pasado, el encartado fue detenido, decomisándosele el documento adulterado. A la fecha de los hechos,
[...] se desempeñaba como Guardia Rural de [...]. Agrega la sentencia que "el documento por sí mismo y que esta cámara tiene a la
vista, establece sin lugar a duda que fue alterado, pues se aprecia a simple vista la inserción de una fotografía que no corresponde por
su tamaño y por la ausencia de una parte del sello". Dos problemas, entonces, plantea el recurso: la burda y notoria adulteración del
carné y el decomiso de ese documento adulterado, cuando ya había expirado su vigencia. En cuanto al primer aspecto, la mera
observación del documento (visible a folio 1), acredita lo burdo de la alteración, pues la fotografía que se insertó en lugar de la original,
aparece con irregularidades en sus bordes, es de mayor tamaño y no tiene parte del sello correspondiente, y así lo tuvo el Tribunal,
conforme a la transcripción efectuada lineas atrás. "Una falsedad no puede causar perjuicio sino en tanto presente alguna vestidura
que le dé apariencia de verdad. Cuando fuere absolutamente imposible, por el grado remoto de imitación que alguien pudiera
tomar por verdadero el documento falsificado, parece que la posibilidad de dañar desaparecería...un criterio queda absorbido
por el otro". (Rivarola, Exposición y crítica del Código Penal, Tomo III, p. 211, citado por Carlos Creus, Falsificación de documentos
en general, Editorial Astrea, Buenos Aires, 1986, página 77). (La negrilla no es original).

El último autor citado expone: "La apariencia de lo verdadero, configuradora del documento falso por el procedimiento de imitación, no
necesita ser perfecta. El grado de idoneidad de la imitación no se mide con un criterio propiamente material (p. ej., requerir la imitación
copiativa de la letra de aquel a quien se atribuye el tenor), sino en los términos de la apariencia de genuinidad, es suficiente que los
rasgos objetivos del documento falso y la coherencia de su contenido lo hagan aparecer como genuino, "según los cánones de la
experiencia". Estaremos al margen del tipo cuando lo burdo de su exterioridad o la incoherencia de su contenido, resten a la
pretendida imitación toda posibilidad engañosa para cualquier sujeto; si sólo la tiene para uno determinado en razón de sus
circunstancias o calidades, estaremos en presencia de otros delitos de fraude, pero no de los de este capítulo". (Carlos Creus,
Derecho Penal, Parte Especial, Tomo 2, Editorial Astrea, Buenos Aires, 1988, página 425). Debe recordarse que en casos como el
presente, la alteración debe efectuarse "de modo que pueda resultar perjuicio", como indica el artículo 357 del Código Penal), sea no
se exige que el perjuicio se concrete en daño, pero tampoco que la posibilidad de perjuicio sea abstracta. "Su sola falsificación no
alcanza jerarquía penal si no logró, por lo menos, poner en peligro la relación de disponibilidad, representada por el documento, pero
que reside en la relación jurídica que opera en distintas esferas de lo jurídico. No es admisible que la posibilidad de perjuicio se
determine como entidad abstracta que venga a surgir de la simple pérdida de autenticidad y veracidad del documento".
(negrilla no original). (Creus, Carlos. Derecho Penal, página 429). "Pero es necesario que la falsedad sea capaz de producir perjuicio.
Si no existe la posibilidad de perjuicio la falsedad no es punible. En este sentido es particularmente ilustrativa la Exposición de Motivos
del Proyecto de 1891, en la que se dice: "La posibilidad del perjuicio y no sólo el perjuicio realmente producido, da lugar en este delito
a su consumación; pero es indispensable y esencial que esa posibilidad exista; porque en el caso contrario se trataría de una
acción que siendo totalmente inocua, no habría que reprimir".(Fontán Balestra, Carlos. Derecho Penal, Parte Especial, 8° Edición,
Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1978, páginas 662-663). Si la alteración es burda la posibilidad engañosa para cualquier sujeto
desaparece y por ende la posibilidad de perjuicio no sería concreta sino abstracta. Y ello es lo que ocurre en el presente asunto.
Respecto a la segunda cuestión que plantea el recurso (decomiso del documento cuando ya había expirado su vigencia), es un punto
trascendente, pues lo único que se tiene por demostrado es que cuando se efectúa el decomiso, ya había caducado el carné, sin que
se haga constar fecha en que tal alteración ocurrió. "El documento, para serlo típicamente en estos delitos, debe tener una
significación jurídica actual, o sea, tiene que producir o ser capaz de producir efectos jurídicos, ya por constituir la prueba de
un acto ocurrido y por medio del cual se hayan extinguido obligaciones, facultades, etc., ya por expresar la voluntad del sujeto
otorgante de obligarse en el futuro, o crear derechos u otorgar facultades a otro sujeto. Todos tienen que ser efectos jurídicos
actuales, de los que alguien puede prevalerse para reclamar algo o ejercer la defensa de un interés. No son, pues documentos
en el sentido de los tipos, los que sólo tienen valor histórico (negrilla suplida). (Creus, Carlos. Falsificación de Documentos en general,
Editorial Astrea, Buenos Aires, 1986, página 23; Derecho Penal, Parte Especial, Tomo 2, Editorial Astrea, Buenos Aires, 20 edición
actualizada, 1988, página 411; Soler, Sebastián. Derecho Penal Argentino, Tomo V, Tipográfica Editora Argentina, Buenos Aires,
1973, página 323; Breglia Arias, Omar y otro. Código Penal, Comentado, Anotado y Concordado, Tomo III, 20 edición actualizada,
Editorial Astrea, Buenos Aires, 1987, página 989).

En la causa que se examina no existe ninguna determinación sobre la fecha en que el imputado insertó su fotografía en lugar de la
original y como se repite, cuando se efectuó el decomiso del documento ya había caducado, no pudiendo entonces establecerse la
actualidad de la significación jurídica del carné. Y ello incide, como es lógico, en la posibilidad de perjuicio, pues ésta es abstracta y no
concreta, al finalizar el período de vigencia del carné, dado que no acredita ninguna situación o status, como sí lo hacía antes del
arribo de la respectiva fecha. Por todo lo expuesto, se declara con lugar el recurso por el fondo, absolviéndose de toda pena y
responsabilidad [al imputado] por el delito de Adulteración de Documento Público, sancionado por el artículo 357 del Código Penal,
que se le ha venido atribuyendo en perjuicio de la Fe Pública." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 331-F de las 14,50 hrs. del
29 de agosto.

5. ALEVOSIA - Características esenciales de la conducta alevosa.

"A diferencia del Código Penal de 1941, el Código actual no define qué es la alevosía. El artículo 29 inciso 6° del Código Penal
anterior señalaba la alevosía como una circunstancia agravante que vendría a configurarse "...cuando el culpable cometiere cualquiera
de los delitos contra la vida o la integridad corporal, empleando medios, modos o formas que tiendan directa y especialmente a
asegurar la ejecución, sin riesgo para su persona, que proceda de la defensa que pudiera hacer el ofendido, o cuando éste, por sus
condiciones personales o por las circunstancias en que se encuentre, no pueda prevenir el ataque o defenderse de la agresión". Como
se ve, se trataba de un concepto aplicable a una gran cantidad de hipótesis delictivas, como el Homicidio, las Lesiones (artículos 184
inciso 2° y 205 del Código Penal de 1941) o "cualquiera" de los otros delitos contra la vida o integridad corporal. Ahora bien, la falta de
tal definición en el Código Penal vigente no implica ninguna deficiencia por parte del legislador de 1971, pues, como lo ha expresado
esta Sala en casos análogos (cfr. las resoluciones V-133-F de las 8:50 hrs. del 24 de abril de 1992 y V-511-F de las 9:00 hrs. del 10
de setiembre de 1993) el principio de legalidad plasmado en el artículo 39 de la Constitución Política no requiere para su desarrollo
que el Código Penal contenga un glosario de vocabulario técnico jurídico para su entendimiento y aplicación. Es imposible crear un
sistema legislativo de carácter pleno o hermético, de tal forma que todos los términos estén definidos en la ley sin duda alguna; de
aceptarse la tesis contraria valdría la objeción para los términos «persona» del artículo 111, «culpa» del 117, «fines libidinosos» del
163, «deshonra» del 120, por ejemplo, todos del Código Penal; y valdría también para cualquier tipo penal que contenga elementos
normativos de carácter cultural. La voz «alevosía» (a la que alude directamente -o por relación- nuestro Código Penal en sus artículos
112, 126, 137, 140 párrafo segundo y 141 párrafo segundo) se entiende, comúnmente, como la "cautela para asegurar la comisión de
un delito contra las personas, sin riesgo del delincuente..." y en modo adverbial («con alevosía») como "A traición y sobre seguro (así,
Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española y el Diccionario Enciclopédico de la Editorial Océano).

También se acepta la alevosía como sinónimo de traición y perfidia (Diccionario de la Real Academia Española), o, en acepciones aún
más generales, de deslealtad, felonía, infidelidad, ingratitud, vileza, infamia, perrería, engaño e intriga (Diccionario de Sinónimos y
Antónimos del Grupo Editorial Océano). En un sentido jurídico, en términos generales, la doctrina penal identifica la alevosía como una
circunstancia agravante por los medios y modos de ejecución. Así, ANTON ONECA dice que: "Hay alevosía cuando el culpable
comete cualquiera de los delitos contra las personas empleando medios, modos o formas en la ejecución que tiendan directa y
especialmente a asegurarla, sin riesgo para su persona que proceda de la defensa que pudiera hacer el ofendido" (Derecho Penal,
Madrid, Ediciones Akal S.A., 1986, pág. 385). BREGLIA ARIAS y GAUNA dicen que la alevosía concurre: "Cuando se ejecuta el hecho
a traición, sobre seguro, empleando astucia, engaño, ocultación, celada, perfidia, acecho; sorprendiendo descuidada, dormida,
indefensa o inadvertida a la víctima, privando de posibilidades defensivas al asesinado; cuando se mata arteramente, con ventaja, sin
peligro para el agresor..." (Código Pena1. Buenos Aires, Editorial Astrea, 1987, pág. 265). Por su parte -refiriéndo al delito de
homicidio- NUNEZ indica que: "El autor mata con alevosía si preordena su conducta para matar sin peligro para su persona,
proveniente de la reacción de la víctima o de un tercero" (Manual de Derecho Penal, Parte Especial, Ediciones Lerner, 1978, pág. 50).
Como se ve, de todo lo expuesto, la idea fundamental de la alevosía es el empleo procurado o aprovechado de circunstancias de
hecho conforme a las cuales el agente asegura la realización del hecho sin peligro o riesgo para su persona ante la reacción que
pueda provocar su ataque, es decir, su fundamento radica en "la mayor facilidad para realizar el delito y la menor posibilidad de
defensa contra el mismo" (ANTON ONECA: Op. cit., pág. 387), circunstancia que califica el delito en tanto acentúa lo injusto de la
acción prohibida, por la forma intencional e inevitable en que se produce. A partir de este fundamento es posible entonces delinear las
características esenciales de la conducta alevosa que prevé y sanciona nuestro ordenamiento jurídico, mediante la enunciación de un
concepto claro, preciso y delimitado de la alevosía, que guarde concordancia con los lineamientos fundamentales del Código Penal y
las garantías constitucionales previstas en favor del imputado. De esta manera los suscritos Magistrados consideramos que la
calificación de alevosía es de naturaleza objetiva, en tanto es un elemento gramatical que señala el modo o manera específica en que
se debe realizar la acción (tipo básico) y consiste en el empleo consciente y voluntario, procurado o aprovechado, de circunstancias de
modo, tiempo y lugar para la ejecución de la acción típica tales que permitan lograr el doble propósito de asegurar la realización de los
elementos del tipo objetivo básico (aseguramiento del hecho) y de eludir o minimizar a un grado inocuo todo riesgo para sí que pudiera
derivarse de la reacción defensiva del ofendido o de terceros que puedan o deban oponerse a su acción (y no que simplemente
puedan reaccionar posteriormente, esto es, después de su ocurrencia). De esta manera, cuando la admite la ley, la concurrencia de la
alevosía da lugar a un tipo colateral, en relación con el tipo básico. Así, pues, tratándose del delito de homicidio calificado por alevosía,
el examen de tipicidad subjetiva y objetiva de la conducta deberá verificar en cada caso si el autor tuvo conocimiento y voluntad de
causar la muerte a una persona procurando o aprovechando circunstancias de modo, tiempo y lugar para la ejecución de la acción
tales que le permitían lograr el doble propósito de asegurar la muerte de la víctima y de eludir o minimizar todo riesgo para sí que
pudiera derivarse de la reacción defensiva de aquella o de un tercero para oponerse a su acción.

Es decir, no basta con que la víctima se encuentre en situación de indefensión que le impida oponer una resistencia que se
transforme en un riesgo para el agente, sino que el autor debe haber conocido y querido realizar la acción en tales circunstancias.
Conforme a tales principios, no se puede calificar el homicidio por la sola circunstancia objetiva de que la víctima está en situación de
indefensión, circunstancia que puede ser ajena por completo y aun contraria a la voluntad del autor e invencible, sino que además se
requiere el haber buscado dolosamente esa situación o haberse aprovechado de ella en determinado momento, para evitar totalmente
o minimizar a un grado inocuo la defensa de la víctima que es capaz y está en condiciones de oponerla o la defensa de un tercero que
puede o debe hacerlo. Como consecuencia de esa tipicidad subjetiva, no siempre será alevoso el homicidio de un niño de corta edad,
del ciego, del anciano inerme, del paralítico y de todos aquellos que se encuentran incapacitados para defenderse por sus condiciones
personales. A su vez, como consecuencia de la tipicidad objetiva, no se configura la alevosía cuando el sujeto cree erróneamente que
actúa sobre seguro y objetivamente sobreviene una defensa efectiva contra su ataque, o cuando la indefensión no sea inicial sino
sobreviniente, por lo que, v.gr., si se inició la lucha cuando la víctima podía defenderse y luego, caída y desarmada, continúa el reo la
agresión; en ambos casos no se califica el hecho ya que la alevosía debe referirse a la totalidad del acontecimiento (unidad de
acción). En el presente caso, si el imputado se presentó de noche a un local desocupado, en las inmediaciones de la denominada
"zona roja" de esta Capital, donde llegaban a dormir los dos ofendidos, quienes eran alcohólicos habituales que deambulaban por ese
sector y aprovechando que éstos dormían en total estado de ebriedad, procedió a descargarles con un palo o regla de madera fuertes
golpes en la cabeza -a cada uno en fechas diferentes- hasta producirles la muerte, su conducta se subsume bajo el tipo calificado de
homicidio, pues les mató con alevosía, toda vez que se aprovechó del estado de sus víctimas para asegurar la realización del hecho
sin riesgo para su persona, dada la inadvertencia del ataque y la imposibilidad de aquellos para repelerlo. Una consideración adicional
merece el primero de esos homicidios, pues al suceder el hecho el imputado no tenía ni tuvo conocimiento de que en ese lugar había
otro alcohólico durmiendo, quien, al escuchar los golpes que daba el imputado al ofendido y los quejidos de éste, se despertó y
presenció la escena paralizado por el miedo y escondido en la oscuridad.

La presencia de este sujeto, en este caso, no excluye la calificación del hecho, ya que en nada alteró el desarrollo de la conducta
prevista y querida por el autor y porque objetivamente no constituyó un riesgo o peligro para aquel, quien dio inicio a la golpiza ante su
inadvertencia y la concluyó ante su inercia." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 27-F de las 8,45 hrs. del 21 de enero.

6. CULPABILIDAD - Concepto normativo que implica una necesaria correlación entre culpabilidad y pena.

"Para la resolución del presente asunto se hacen necesarias las siguientes consideraciones sobre la culpabilidad, como juicio de
reproche y como parámetro de fijación de la pena. En contraposición a un criterio psicológico de culpabilidad, que hacía depender el
quantum de la pena del dolo o culpa con que hubiera actuado el agente, modernamente se sigue un concepto normativo, sustentable
incluso en nuestro ordenamiento penal, según el cual el reproche depende de la mayor o menor exigibilidad para que el agente -en la
situación concreta- actuara conforme el derecho esperaba. Esta ha sido la tesis reiterada últimamente en la jurisprudencia de esta
Sala de Casación, que al interpretar el Código Penal ha concluido que el dolo y la culpa son parte del tipo penal y no de la
culpabilidad. (En este sentido v. sentencias de la Sala Tercera N° 446-F, de las 15:40 hrs. del 25 de setiembre de 1992; N° 511-F, de
las 9:00 hrs. del 10 de setiembre de 1993; N° 561-F, de las 9:45 hrs. del 15 de octubre de 1993; y N° 713-F, de las 10:55 hrs. del 17
de diciembre de 1993.) Por las mismas razones, la formulación normativa que en un principio dejaba los elementos alternativos de
dolo y culpa dentro de la culpabilidad, tampoco es conciliable con la tesis jurisprudencial de referencia (v. JIMENEZ DE ASUA, LUIS:
Tratado de derecho penal, Tomo V, Buenos Aires, 1963, pp. 123 ss.) Actualmente la culpabilidad está compuesta por (a) la
imputabilidad del agente, (b) el conocimiento de la ilicitud y (c) el poder actuar conforme a derecho (exigibilidad). De acuerdo a ello la
culpabilidad se define «... como el juicio de reproche personal que se dirige al sujeto por la razón de que, no obstante poder cumplir
las normas jurídicas, llevó a cabo una acción constitutiva de un tipo penal; es decir, en atención a que realizó una conducta prevista
como delito pese a que estaba en situación de actuar de modo distinto...» (CORDOBA RODA, JUAN: Culpabilidad y pena. BOSCH,
Casa Editorial, S.A., Barcelona, 1977, p. 16.). La culpabilidad normativa obliga al juzgador a apreciar las circunstancias que rodean al
agente al momento del hecho, para establecer si el ordenamiento jurídico podía -bajo las circunstancias concretas- requerir con mayor
o menor severidad una acción ajustada a derecho, y así cuanto más exigible más reprochable y por el contrario cuanto menos exigible
menos reprochable.
La culpabilidad no es sino el reproche por actuar con conciencia clara de la ilicitud del hecho que se realiza, junto al incumplimiento
con el derecho y con la sociedad -sin riesgo físico y sin presión psíquica insuperables- en circunstancias idóneas para actuar
correctamente. Se trata de una opción realizada consciente, donde el sujeto se inclina por la violación de la norma no obstante haber
podido actuar conforme a derecho. Ahora bien, así como se dijo que a más exigibilidad mayor severidad del reproche, así cuanta
mayor reprochabilidad mayor pena. En el caso de autos lleva razón la recurrente al afirmar que al imponer la pena no puede el tribunal
de mérito considerar válidamente y como argumento único el «total desprecio al derecho ajeno», dado que todo ilícito penal es una
lesión a los valores tutelados por el ordenamiento jurídico cuyo titular no es normalmente el agente (una excepción en el artículo 114
del Código Penal). Establecido el reproche, debe concretarse en la imposición de la pena necesaria para el sujeto, para lo cual han de
ponderarse proporcionalmente los parámetros establecidos en el artículo 71 del Código Penal, como son los aspectos subjetivos y
objetivos del hecho punible, la importancia de la lesión o del peligro, las circunstancias de modo tiempo y lugar y la calidad de los
motivos determinantes. La condenatoria por tentativa de robo simple de menor cuantía se fundamenta en el fallo en «...la falta de
arrepentimiento y su total desprecio al derecho ajeno, así como el relativo daño causado...» (fl. 117 vt.); sin embargo, como se dijo, el
desprecio al derecho ajeno es una de las notas definitorias de los delitos dolosos, por lo que no cabe el argumento para la fijación de
la pena; y, finalmente, se menciona el daño causado en abstracto, pero no se da explicación alguna que corresponda a la importancia
-social o individual- de la lesión. No queda clara la correlación entre culpabilidad y pena, de manera que la imposición de dos años de
prisión carece de fundamento y corresponde anular el fallo únicamente en este aspecto." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N°
131-F de las 9 hrs. del 13 de mayo.

7. DAÑO MORAL - Necesaria fundamentación de los montos acogidos.

"Es cierto que de acuerdo con el artículo 125 del Código Penal de 1941 (aún vigente según Ley No. 4891 de 8 de noviembre de 1971)
los jueces pueden determinar prudencialmente la reparación del daño moral (señalando esa norma - inclusive - "si no hubiese base
suficiente para fijarla por medio de peritos"), pero ello no implica que pueden hacerlo de modo arbitrario, sin indicar las circunstancias
que les permitieron cuantificarlo de esa manera. Ante el vicio referido (ausencia de motivación), debe dedararse con lugar este
extremo del recurso así como en lo relativo a la omisión que se aprecia en el fallo sobre las costas procesales demandadas. Ahora
bien, se pretende en el reproche que esta Sala fije de una vez los montos solicitados por daño moral ante el tribunal de mérito (ver f.
216 fte. al inicio) lo que es impropio en un recurso por la forma, pues lo que procede, conforme a la reiterada jurisprudencia sobre este
aspecto, es remitir a las partes a la vía civil ordinaria para que, si a bien lo tienen, puedan dirimir sus alegados derechos.

Con el propósito de no hacer más gravosa la situación de los actores civiles afectados (puesto que son ellos los que recurren de la
decisión judicial que no les favorece en sus gestiones sobre el monto del resarcimiento por daño moral), se deja incólume la fijación
que hizo al respecto el a quo en la sentencia recurrida, siendo sobre lo que excedan las sumas allí determinadas que pueden acudir a
la vía civil para obtener otros montos complementarios si así procediera en derecho." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 54-F
de las 14,55 hrs. del 16 de marzo.

8. EMOCION VIOLENTA - Elementos.

"El estado de emoción violenta se estructura en dos elementos: uno objetivo, consistente en la causa eficiente o provocadora de la
reacción del agente; y otro subjetivo, como es la alteración psíquica violenta e irreflexiva en sí misma (Voto N° 500-F, a las 8:50 hrs.
del 30 de octubre de 1992. V. también los votos N° 172-f de 16:50 hrs. del 20 de diciembre de 1983; y N° 194-F de 10 hrs. del 24 de
julio de 1987, Sala Tercera). El tiempo corrido entre la causa provocadora y la reacción violenta del agente para la configuración de la
emoción violenta, debe ser determinado en cada caso, con una valoración plenaria del material probatorio. En el presente asunto, con
base en los elementos de prueba que se citan en el fallo, los juzgadores de instancia concluyen que el imputado realizó una pequeña
investigación para ubicar el domicilio del ofendido, una vez allí conversó con él y después disparó a la cabeza, todo lo cual duró
cuarenta minutos. Esta sucesión de hechos permitió al Tribunal explicar las razones para excluir la emoción violenta, al señalar que la
acción de Cáceres no fue irreflexiva sino racionalmente realizada, al tener la paciencia de averiguar el nombre del hoy occiso, de
encontrar a una persona que lo llevara al domicilio de éste y aún de conversar con él. En ese razonamiento no se aprecia que el
Tribunal hubiere violado las reglas de la sana crítica al momento de apreciar la prueba, razón por la cual el reclamo de forma no es
admisible." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 18-F de las 8,55 hrs. del 13 de enero.

9. ESTAFA - Responsabilidad civil de Mutual derivada de "culpa in vigilando".


"[...], de conformidad con los fundamentos del fallo, la responsabilidad de la demandada civil, o sea, de la Mutual Heredia de Ahorro y
Préstamo, deriva del artículo 106, inciso 3), del Código Penal, en el cual se establece que están obligados solidariamente con los
autores al pago de los daños y perjuicios: "Las personas naturales y jurídicas dueñas de establecimientos de cualquier
naturaleza, en que se cometiere un hecho punible por parte de sus administradores, dependientes y demás trabajadores a su
servicio". Ahora bien, esta norma hace referencia no a los delitos cometidos dentro del respectivo local o planta física, sino más bien
a los realizados en la actividad propia de la empresa. Además, se hace referencia no sólo a los administradores o dependientes del
negocio, sino también a los "demás trabajadores a su servicio", lo cual introduce un concepto amplio que cubre a la generalidad de los
servidores contratados por la persona física o jurídica, independientemente de la naturaleza de la relación laboral.

Por ello, la Sala estima que en este caso concreto no existe ningún error del tribunal de mérito, al fundar la responsabilidad civil de la
Mutual en esa disposición legal. Sin embargo, aunque se admitieran como valederas las argumentaciones del recurrente, cabe indicar
a mayor abundamiento que en este caso el a quo fijó la responsabilidad de la empresa demandada civil también con base en la
llamada "culpa in vigilando", que se establece en el párrafo tercero del artículo 1048 del Código Civil. Según esta norma: "El que
encarga a una persona del cumplimiento de uno o muchos actos, está obligado a escoger una persona apta para ejecutarlos y a vigilar
la ejecución en los límites de la diligencia de un buen padre de fanulia; y si descuidare esos deberes, será responsable
solidariamente de los perjuicios que su encargado causare a un tercero con una acción violatoria del derecho ajeno,
cometida con mala intención o por negligencia en el desempeño de sus funciones, a no ser que esa acción no se hubiere
podido evitar con todo y la debida diligencia en vigilar."

Nótese que en la sentencia recurrida se indica en forma expresa que existe responsabilidad de la entidad demandada precisamente
porque debió haber ejercido una supervisión directa y controles adecuados sobre las actuaciones que realizaba [...] como corredor de
bienes raíces contratado por la empresa y no simplemente avalar sus actuaciones sin ningún cuidado, como se hizo en el presente
caso. Por ello, según concluyen los juzgadores: "Dicha entidad es culpable por no haber ejercido tal y como se indicó los
controles adecuados y la supervisión de la actuación del codemandado civil [...]." Como sétimo punto, se acusa inobservancia y
errónea aplicación del artículo 106, inciso 3), del Código Penal, porque esa norma al hablar del "establecimiento" se refiere a hechos
ocurridos dentro de un local comercial, lo cual, según afirma el recurrente, no es aplicable al caso concreto, puesto que el imputado
realizó las negociaciones con el ofendido en otro lugar (folios 213 a 215). Ahora bien, como ya se dijo en el considerando segundo de
este fallo, la cita del artículo 106, inciso 3), del Código Penal que se hace en el fallo recurrido no es errónea, pues el hecho punible se
cometió como parte del giro comercial de la Mutual Heredia de Ahorro y Préstamo, sin que se note en ese aspecto vicio alguno.

No obstante, en la sentencia recurrida se indica además que existe responsabilidad de la entidad demandada precisamente porque
debió haber ejercido una supervisión directa y controles adecuados sobre las actuaciones que realizaba [...] como corredor externo de
bienes raíces contratado por la empresa y no simplemente avalar sus actuaciones sin ningún cuidado, como ocurrió en este caso
concreto (folio 205 vuelto, líneas 13 a 26). En consecuencia, como ya se dijo, la responsabilidad de la demandada civil deriva también
de la llamada "culpa in vigilando", que se establece en el párrafo tercero del artículo 1048 del Código Civil. Según esa norma: "El que
encarga a una persona del cumplimiento de uno o muchos actos, está obligado a escoger una persona apta para ejecutarlos y a vigilar
la ejecución en los límites de la diligencia de un buen padre de familia; y si descuidare esos deberes, será responsable
solidariamente de los perjuicios que su encargado causare a un tercero con una acción violatoria del derecho ajeno,
cometida con mala intención o por negligencia en el desempeño de sus funciones, a no ser que esa acción no se hubiere
podido evitar con todo y la debida diligencia en vigilar." Desde esta óptica es irrelevante que no se haya acreditado la existencia de
dolo civil por parte de la empresa demandada, pues queda claro que en este caso no se condenó a la Mutual por haber incurrido en
dolo, sino por "culpa in vigilando", al expresar el tribunal de mérito entre otras cosas que: "Dicha entidad es culpable por no haber
ejercido tal y como se indicó los controles adecuados y la supervisión de la actuación del codemandado civil [...]."(Folio 205
vuelto, líneas 13 a 26). Tampoco tiene importancia que la demandada haya elegido al encartado [...] únicamente para realizar actos
dentro del marco legal, pues el citado artículo 1048 del Código Civil contempla precisamente los casos en que, por falta de vigilancia,
el encargado provoca los daños "con una acción violatoria del derecho ajeno, cometida con mala intención o por negligencia en el
desempeño de sus funciones". En otras palabras, queda cubierta también la responsabilidad por los hechos ilícitos de carácter doloso
que cometa la persona encargada, como ocurre en la especie con la conducta [del imputado]." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE,
N° 235-F de las 9,30 hrs. del 24 de junio.

10. ESTELIONATO - Derecho de retención como ejercicio legítimo de un derecho.

"Se reclama aplicación indebida de los artículos 45, 71 a 74, 216 inciso 2) y 217 inciso 4), todos del Código Penal y falta de aplicación
de los artículos 1, 2, 25, 30 de ese mismo Código y 39 de la Constitución Politica, ya que, según el recurrente, en este caso se
sancionó como delito "un hecho que está amparado por una causa de justificación". Para la mayoría de esta Sala el reclamo es de
recibo. El tribunal de mérito tuvo por cierto que el imputado acudió ante el Juzgado Cuarto Civil de San José para solicitar el pago de
los honorarios generados por el cargo de depositario judicial y que la gestión fue rechazada, porque -según indicó dicho Despacho-
esa no era la vía para su cobro (ver folio 186 vuelto, líneas 24 a 27). Ante esa decisión y para anticiparse a las posibles
consecuencias, el encartado acudió ante la Alcaldía Segunda Civil de San José para realizar las diligencias de embargo preventivo,
garantizando los posibles daños y perjuicios que podía ocasionar con su gestión, para lo cual efectuó el depósito que exige la ley.
Posteriormente, según se tuvo por probado, formuló un incidente de cobro de honorarios ante el Juzgado Cuarto Civil, el cual fue
declarado con lugar, fijándose dicho rubro en cuatro mil colones, suma que fue depositada por [el ofendido] (ver folio 186 frente, líneas
21 a 28).

Como bien se observa, el imputado simplemente se limitó al uso de los medios que le concedía el derecho para conseguir que se le
cubrieran los gastos que, según reclamaba, le había ocasionado el depósito judicial. El error del a quo consiste en afirmar que esa
gestión constituye un "artificio legal", una "artimaña" del acusado para impedir que se pusiera al ofendido en posesión del vehículo
(ver folio 193 vuelto). En realidad es una vía legítima, que le permitió al encartado obtener de modo lícito el fin que perseguía; o sea, el
pago de los gastos ya indicados, con base en lo dispuesto por los artículos 1357 y 1360 del Código Civil. Aquí evidentemente se
presenta una aparente contradicción entre el derecho de propiedad de quien reclama el bien (en este caso el ofendido) y el derecho
del depositario de que se le cubran los gastos en que incurrió con el depósito.

Esa contradicción aparente es resuelta de manera expresa por la ley civil al señalar en forma clara que en esos supuestos el
depositario goza del derecho de retener el bien hasta que se le cancelen los gastos del depósito. En efecto, el artículo 1357 del
Código Civil, antes citado, dispone que "el depositante es obligado a indemnizar al depositario todos los gastos que haya hecho
en la conservación de la cosa, y las pérdidas que la guarda haya podido ocasionarle. El depositario, para ser pagado, goza del
derecho de retención." Como puede apreciarse, pareciera existir una contradicción entre esa norma y el artículo 223 del Código Penal
porque este último sanciona a quien retenga una cosa mueble por título que produce obligación de devolver, supuestos típicos en los
cuales estaba el imputado, pero esa aparente contradicción jurídica es lo que pretende resolverse precisamente exigiendo que la
conducta típica deba ser además antijurídica, entre otros requisitos, para que pueda ser calificada de delictiva, y resulta que en este
caso no puede ser antijurídica por estar amparada a una norma legal que en forma expresa autorizaba realizar la conducta típica
cuando se dieran los supuestos del artículo 1357 del Código Civil. Obsérvese que el cobro de los gastos del depósito no puede
estimarse como un invento del imputado, tanto que fue una autoridad jurisdiccional la que estableció dos cosas: primero que sí debían
cubrírsele gastos al imputado en calidad de depositario y, segundo, que esos gastos ascendían a la suma de cuatro mil colones.

No reconocer el derecho del imputado a recibir ese pago, implica desconocer por un lado el ordenamiento civil que le otorga ese
derecho en abstracto, así como la resolución jurisdiccional que estableció que en el caso concreto debían pagársele gastos al
depositario por la suma de cuatro mil colones. Para evitar esas aparentes contradicciones jurídicas el artículo 25 del Código Penal
establece que no delinque quien obrare en ejercicio legítimo de un derecho, como resulta ser el que deriva del artículo 1357 del
Código Civil, legitimado en el caso concreto por una resolución jurisdiccional que así lo estableció en forma expresa. El problema
relativo al deterioro que pudo haber sufrido la cosa durante el depósito es un aspecto que no permite desconocer el derecho de
retención, máxime en un caso como el presente, en el cual una autoridad jurisdiccional señaló que al depositario debían cubrírsele los
gastos y los fijó en la suma de cuatro mil colones. A lo sumo lo que correspondía era que el juez retuviera el dinero de gastos y
honorarios del depositario para someterlo a una liquidación final ante posibles daños sufridos por la cosa, pero ello no autoriza a
desconocer el derecho de retención frente a quien no ha pagado dichos rubros. También incurre el tribunal de juicio en un error
cuando estima que la resolución del Juzgado Civil tiene mayor rango que la dictada por la Alcaldía de esa misma materia. Esto último
no es acertado, porque en este caso concreto estamos ante dos resoluciones judiciales que son independientes entre sí, puesto que
fueron emitidas en asuntos totalmente diferentes, de manera que la cuestión no debe ser planteada en términos de jerarquía, porque
cada una tiene su propio ámbito de validez y eficacia. Por ende, como bien se alega en el recurso, existía a favor del imputado [...] un
derecho de retención hasta tanto no se le pagaran los gastos en que había incurrido a raíz del depósito judicial (último párrafo del
artículo 1357 del Código Civil).

Ese derecho fue ejercido legítimamente por el acusado, pues lo hizo valer una vez que la Alcaldía Civil lo nombró depositario del
vehículo que interesa, el veinte de setiembre de mil novecientos noventa (ver relación de hechos probados, folios 185 y 186). Nótese,
a mayor abundamiento, que el encartado no tenía ningún afán indebido de mantener el bien en su poder, ya que, tan pronto (el
ofendido) depositó los respectivos honorarios, aquél entregó el vehículo, según se desprende del propio cuadro fáctico (folio 186
frente, líneas 24 a 28). Conforme a lo expuesto, corresponde declarar con lugar el quinto reclamo interpuesto por el fondo y casar la
sentencia recurrida únicamente en cuanto condenó al imputado [...] por el delito de Estelionato en perjuicio de [...].

En su lugar, de conformidad con el derecho aplicable, lo que procede es absolverlo de toda pena y responsabilidad por ese ilícito
(artículo 25 del Código Penal). El anterior pronunciamiento no incide, sin embargo, sobre la condena de carácter civil, respecto a la
cual no se formula ningún alegato concreto en el presente reclamo ni en los restantes que contiene el recurso. En la sentencia
impugnada se tuvo por cierto que el vehículo placas [...] sufrió daños en su carrocería durante el período que estuvo bajo la custodia
del encartado [...] (ver folio 186 frente y vuelto), quien, según agregan los juzgadores, no le dio buen cuido a dicho automotor,
incumpliendo las obligaciones de un buen padre de familia (ver folio 196 frente, líneas 22 a 29). En consecuencia, de conformidad con
el artículo 11 del Código de Procedimientos Penales, corresponde mantener invariable ese extremo del fallo recurrido. El Magistrado
Houed salva su voto en relación con la absolutoria que se decreta en favor [del imputado]." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N°
199-F de las 9,20 hrs. del 3 de junio.
11. ESTUPRO AGRAVADO - Requisitos para que se configure la relación de "guardador".

"[...] la relación adulto-menor, en que el primero ejerce sobre el segundo alguna forma de autoridad y correlativamente existe
subordinación, respeto o reverencia, ya sea temporal o permanente, a que se refiere la agravante prevista en el artículo 158 del
Código Penal, es suficiente para constituir la figura del guardador o encargado de la custodia del menor, sin que sea necesario que el
adulto ejerza la patria potestad o represente legalmente al menor. Sobre ello ha dicho esta Sala: «... la situación de un adulto con
respecto a un menor que -como en el caso de autos- viven aunque sea temporalmente bajo el mismo techo donde aquel ejerce
autoridad, es la de guardador en el sentido de las normas aplicadas por el a quo...». (Sentencia N° 544-F, a las 10:30 hrs. del 30 de
setiembre de 1993.) Se trata de una relación de hecho, de carácter meramente circunstancial, que puede ser incluso espontánea y
pasajera, en la cual un menor se encuentra bajo la protección, cuidado o supervisión de un adulto, por muy diversas razones, tales
como la relación que surge entre quienes llevan de paseo a algunos menores, los que reciben en sus casas a los hijos de los vecinos,
el conductor del autobús escolar, etc. La norma penal en este caso, no se circunscribe a los conceptos de patria potestad acuñados
por el derecho de familia, sino que extiende la protección de los niños a sencillas y temporales relaciones de hecho. En esos
supuestos la agravante existe porque el adulto se prevalece de su condición y de la autoridad que en ese momento ejerce sobre la
menor para obtener de ella el consentimiento para realizar el acto sexual (estupro), o para agredirla sexualmente (violación); y
además, porque en cierta medida rebasa con mayor grado de culpabilidad los deberes que las circunstancias le imponían, por tratarse
de la persona encargada de la guarda o custodia de una menor de edad y prevalerse de esa situación para mantener relaciones
sexuales con su víctima, violando la confianza que se había depositado en el adulto.

En el presente caso es muy clara la concurrencia de la agravante, porque además de que el imputado convivía con la madre de la
menor y vivía con ellas en la misma casa, realizó la acción delictiva mientras tenía a su cuidado a la ofendida en tanto la madre de
ésta asistía a su trabajo.

Con mayor razón debe aplicarse la agravante si se observa que existía una convivencia marital estable entre la madre de la ofendida y
el encartado." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 41-F de las 9,20 hrs. del 28 de enero.

12. FALSO TESTIMONIO - Juramento no es requisito sine qua non del tipo.

"En primer término debe advertirse que no es necesariamente cierto que el delito de Falso Testimonio resulte siempre "de la
confrontación de dos deposiciones contradictorias" (f. 339 fte.), pues inclusive con sólo una de ellas que se demuestre no haber sido
verdadera el testigo puede afrontar las consecuencias de ley. Asimismo, el hecho de haber sido un Agente Fiscal (en ejercido de
funciones requirentes y de investigación sin ser de modo propio un funcionario jurisdiccional) quien recibió la manifestación del
testigo, no significa que no se esté ante una autoridad competente en el sentido que se emplea por el tipo penal del artículo 314 del
Código de la materia, pues se refiere a quienes están facultados por la ley para realizar esa clase de actuaciones, y evidentemente el
Código Procesal Penal así lo autoriza. De la misma manera se observa que diferenciar la declaración del denunciante de la del testigo
no pasa de ser un simple formalismo que carece de contenido: uno y otro están obligados a decir la verdad en cualquier circunstancia
en que se encuentren, sin que por ello se le impida al primero ser testigo en un proceso, aunque también le cabe la posibilidad de
incurrir en el delito de Denuncia Calumniosa (317 ibid).

Tampoco llevan razón los recurrentes cuando argumentan que el juramento es requisito sine qua non para que se constituya el delito
de Falso Testimonio, pues el respectivo tipo (art. 314 ibid) lo que determina es que se "afirmare una falsedad, o negare o callare la
verdad, en todo o en parte" en la deposición efectuada ante autoridad competente. Según puede apreciarse, entonces, de acuerdo
con el bien jurídico tutelado, el interés radica en que la persona que declara, estando obligada a decir la verdad, cumpla con ese
deber, pues la Administración de Justicia se lesiona igualmente con la falsedad vertida por el testigo juramentado como por el que no
lo fue: "Si hay o no juramento, ello no tiene que ver nada con el carácter falso o verdadero de una declaración; quien declara, aún sin
juramento, tiene la obligación de decir verdad" (Castillo, F; "El Delito de Falso Testimonio", Edit. Juricentro, 1982, p. 71; relacionada
con el párrafo segundo de la p. 64)." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 225-F de las 9,30 hrs. del 17 de junio.

13. FUNCIONARIO PUBLICO - Amplitud del concepto en Derecho Penal.

"En efecto, la jurisprudencia de esta Sala reiteradamente ha señalado que el concepto de funcionario público es mucho más amplio
en Derecho Penal que en otras áreas del ordenamiento jurídico, utilizando un criterio que la doctrina moderna señala como objetivo,
según el cual lo que interesa es que se desempeñe una función que en su esencia es pública. Es entonces la naturaleza de la
actividad y no su ligamen con la Administración lo que, entre otros aspectos, caracteriza al funcionario público (ver en especial las
resoluciones de esta Sala Ns. 103-F de las 10:30 hrs. del 2 de junio de 1989, y 104-F de las 9:15 hrs. del 27 de abril de1990 donde
se analizó exhaustivamente dicho concepto). En todo caso el mismo artículo 111 de la Ley General de la Administración Pública
señala en el inciso 2) que se consideran equivalentes los términos "funcionario público", "servidor público", "empleado público",
"encargado de servicio público" y demás similares, así como que el régimen de sus relaciones será el mismo para todos, salvo que la
naturaleza de la situación indique lo contrario, no siendo esta última relativa al asunto que aquí se examinó." 1994. SALA TERCERA
DE LA CORTE, N° 208-F de las 9,30 hrs. del 10 de junio.

14. HURTO - Desprendimiento de celosías no constituye fuerza en las cosas.

"En el presente caso el Tribunal tuvo por cierto que en agosto de mil novecientos noventa y dos el encartado penetró en la vivienda
del ofendido, para lo cual desprendió cuatro celosías, y sustrajo varios bienes valorados en la suma global de once mil ochocientos
colones, lo que calificó como constitutivo del delito de robo simple con fuerza en las cosas, imponiéndole al imputado la pena de dos
años de prisión. Ya esta Sala en reiterada jurisprudencia ha afirmado que el simple desprendimiento de celosías no constituye fuerza
en las cosas, porque en estos casos se logra el desprendimiento y la separación sin producir daños, sin romper, sin cortar, sin retorcer
o deformar los objetos, es decir se utiliza el modo natural de separar y desprender un objeto de otro sin emplear fuerza en sentido
jurídico (Véanse las resoluciones N° 104-A de 8:22 hrs. del 3 de abril de 1987 y N° 682-f de las 8:45 hrs. del 16 de diciembre de 1988,
ambas de la Sala Tercera). Por lo expuesto, tratándose de una sustracción de bienes ajenos, sin utilizar fuerza en las cosas o
violencia sobre las personas, el hecho debe calificarse como constitutivo de hurto. Ahora bien, resulta del caso aplicar
retroactivamente la ley N° 7337 del 5 de mayo de 1993 que modificó el inciso 1° del artículo 384 del Código Penal, por cuanto el
presente asunto estaba pendiente de resolución al entrar en vigencia esa ley.

Consecuentemente constituye la contravención de hurto menor el apoderamiento ilegítimo de una cosa mueble cuyo valor no exceda
de la mitad del salario base, según la descripción de salario base contenida en el artículo 2 de aquella ley. Los hechos probados se
adecuan a esa descripción típica, razón por la cual la mayoría de la Sala estima que debe declararse con lugar el recurso formulado
por la defensa, casar la sentencia en cuanto condenó al imputado como autor del delito de robo y en su lugar disponer que los hechos
son configurativos de la contravención de hurto menor, pero por encontrarse prescritos por economía procesal se omite la declaratoria
de incompetencia ante la respectiva Alcaldía de Faltas y Contravenciones." (Hay voto salvado). 1994. SALA TERCERA DE LA
CORTE, N° 215-F de las 10,05 hrs. del 10 de junio

VOTO SALVADO DEL MAGISTRADO GONZALEZ

"El suscrito respeta el criterio de la mayoría, pero se permite disentir en los siguientes términos: Comparto ampliamente el criterio
según el cual el simple desprendimiento de celosías no constituye una forma de ejercer fuerza en las cosas por las mismas razones
que se exponen en el fallo de la mayoría y consecuentemente concluyo en igual sentido que mis compañeros que los hechos no son
configurativos del delito de robo sino de hurto. También estimo que la sustracción de los bienes configura la contravención de hurto
menor aplicando retroactivamente la reforma al inciso 1° del artículo 384 del Código Penal. Sin embargo discrepo con la mayoría en la
solución final, porque en mi opinión los hechos probados que fueron originalmente intimados, que fueron acusados y luego se tuvieron
por demostrados en sentencia dan cuenta de otro ilícito que concurrió en forma ideal con el hurto, que tiene una pena mayor, y que
por esa razón debe aplicarse al caso por no estar prescrito. Me refiero al delito de violación de domicilio, según me explico de seguido.
Modificando en algún sentido otras apreciaciones que hice en el voto salvado a la sentencia de esta Sala N° 240-F de 8:55 hrs. del 7
de junio de 1991, me permito reiterar las razones que expuse por separado en la resolución 460-F de 8:55 hrs. del 30 de agosto de
1991, las cuales se ajustan al presente caso: "…el delito de violación de domicilio previsto en el artículo 204 del Código Penal no
requiere de un dolo específico dirigido a perturbar el ámbito de intimidad de los moradores o poseedores de la habitación o casa de
negocios invadida, de manera que quien penetra a una vivienda o casa de negocios ajena puede perturbar el ámbito de intimidad de
los moradores o poseedores del inmueble, aunque ese no haya sido su objetivo directo y específico.

El dolo específico se exige únicamente cuando el tipo penal en forma expresa lo requiere, es decir cuando el legislador señala en el
tipo penal que para la realización de esa concreta figura delictiva es necesario que el sujeto activo se motive en específicas razones,
como ocurre por ejemplo en los delitos de aborto honoris causa donde la norma exige en forma expresa que la acción hubiere sido
realizada "para ocultar la deshonra de la mujer" (art. 120 del Código Penal), o en el rapto propio, cuando se exige que la sustracción
de la mujer se realice "con fines libidinosos" (art. 163 del Código Penal), o en el hurto de uso cuando se señala que el delito se
configura al tomarse la cosa ajena "con el único fin de hacer uso momentáneo de ella", etcétera. La doctrina denomina a éstos como
elementos subjetivos del tipo distintos al dolo, presentes en los llamados tipos asimétricos (ZAFFARONI, E.R. Manual de Derecho
Penal, Parte General, Buenos Aires, 1988, sexta edición, pp. 421 ss.). El delito de violación de domicilio contenido en nuestro Código
Penal no es un tipo asimétrico porque no exige para su configuración elementos subjetivos distintos al dolo, y el dolo consiste
simplemente en querer el resultado o preverlo al menos como posible.
En consecuenda, aquel que penetre a una casa de habitación o casa de negocios ajena, en contra de la voluntad de quien tendría
derecho a excluirlo, podría cometer el delito de violación de domicilio aunque su motivación concreta para penetrar no hubiere sido el
perturbar o lesionar el ámbito de intimidad de los moradores o poseedores del inmueble, porque el tipo penal no exige en forma
particular esa finalidad como un elemento subjetivo distinto del dolo. Para tales efectos deben distinguirse en forma clara el dolo y las
concretas motivaciones del sujeto para realizar el hecho punible.

En muchos casos esas motivaciones coinciden con el dolo, pero en otros no. En consecuencia, un sujeto puede cometer el delito de
violación de domicilio motivado en muy diferentes situaciones. Puede penetrar a la vivienda para cometer un delito sexual contra
alguno de los moradores, para agredir físicamente a uno de ellos, para intimidarlos, o para causar daños, sustraer bienes, etcétera,
pero esas otras motivaciones no hacen desaparecer el dolo constitutivo de la infracción, pues en cualesquiera de esos supuestos se
habría perturbado el ámbito de intimidad y se habría lesionado el bien jurídico tutelado en el tipo penal...". La penetración a la vivienda,
entonces, puede estar motivada en la realización de un delito distinto a la perturbación del ámbito de intimidad, pero eso no significa
en principio que la violación de domicilio esté subsumida o excluida por el primer delito, salvo los casos en que el tipo penal en forma
expresa lo señala. En efecto, cuando un sujeto penetra a una vivienda y además realiza un hurto, ambos ilícitos concurren en la
especie sin que se pueda hablar de una relación de subsidiariedad o subsunción (supuestos del concurso aparente). El delito de
violación de domicilio (204 del C.P.) no está definido ni comprendido en ninguno de los supuestos de hurto (208, 209 y 384 inciso 12
del C.P.), de manera que no podemos hablar que uno es la especie y el otro género o viceversa, o que alguno está contenido de
alguna manera en otro. Cuando el sujeto penetra en la vivienda o casa de negocios ajenas con la finalidad de realizar otro delito,
como el hurto, es evidente que nos encontramos en presencia de un delito criminis causa, donde uno de ellos fue necesario para
llegar a cometer el otro. Como lo habíamos señalado se trata de un concurso ideal de delitos (art. 21 del C.P.), porque hay unidad de
acción, conforme reconoce un sector de la doctrina, al afirmar que "...debe admitirse el concurso ideal cuando el delito instantáneo es
un medio para cometer el delito permanente (...) o cuando el delito permanente ha de crear el presupuesto para la comisión de un
delito instantáneo (como en este caso, la violación de domicilio, para la violación y el hurto proyectado)..." (Así, Wessels, Johannes.
Derecho Penal. Parte General. Depalma, Buenos Aires, 1980, p. 234.).- Por el contrario, otro sector de la doctrina, pese a reconocer
también que en esos casos existe un concurso de delitos entre el hurto y la violación de domicilio, es más radical aún y afirma que al
realizarse un hurto penetrando a una vivienda en contra de la voluntad de quien tendría derecho a excluirlo, lo que existe es un
concurso real de delitos y no un concurso ideal (así lo consideran, por ejemplo, Soler, Sebastian. Derecho Penal Argentino. Tea,
Buenos Aires, 1970, tomo IV, pp.88 y ss.).

Somos del criterio de la unidad de acción, partiendo de una interpretación del contenido del tipo penal de la violación de domicilio
conforme se expuso en la transcripción del voto salvado anterior, pues la acción es un concepto normativo con un contenido fáctico
que sólo puede interpretarse sistemáticamente junto con la descripción del tipo en relación con el bien jurídico tutelado.

"Hay unidad de acción típica en el sentido amplio -se afirma- en aquellas hipótesis en las que, a pesar de haber acciones distintas,
subsiste la misma situación espacial y temporal y la misma motivación entre ellas..." (Castillo González, Francisco. El concurso de
delitos en el Derecho Penal costarricenise. Universidad de Costa Rica, San José, 1981, p.23). Desde luego, además de concurrir una
misma motivación, hay una relación de medio a fin, cuando se penetra a la vivienda con el fin de hurtar, pero esa relación no justifica
eximir de responsabilidad penal cuando los delitos son sucesivos y lesionan diferentes bienes jurídicos, salvo el caso del concurso
aparente. Es cierto que en muchas ocasiones se conoce de delitos contra la propiedad en los que también concurre un ingreso a una
vivienda y no se afirma que exista conjuntamente el delito de violación de domicilio en concurso (real o ideal), pero ello ocurre en los
supuestos en que la descripción típica de esos delitos contra la propiedad comprende también el ingreso a la vivienda (subsunción),
cuando se indica que el uso de la fuerza debe recaer sobre cosas que implican una penetración en la vivienda (perforación o fractura
de una pared, cerco, techo, piso, puerta, o ventana de un lugar habituado).

En estos supuestos no habrá un concurso de delitos, ni siquiera ideal, sino sólo aparente, porque la descripción típica del robo
comprende el ingreso a la vivienda, de manera que los tipos penales se excluirían entre sí descartando el concurso, conforme lo
señala el artículo 21 del Código Penal (Esa fue la tesis ya expuesta por esta Sala en la sentencia N° 326-F de 10:50 hrs. del 28 de
junio de 1991). Esa situación no ocurre respecto del hurto, cuya descripción típica no supone a la vez el ingreso a una vivienda, de
manera que en este último caso la descripción contenida en los tipos penales (hurto y violación de domicilio) hace que éstos no se
excluyan, ni se subsuman, ni se descarten entre sí. En el caso de autos se acusó, y así se tuvo por demostrado en sentencia, que el
imputado ingresó a la vivienda del ofendido para lo cual desprendió varias celosías. De esa manera logró sustraer los bienes ajenos
valorados en la suma de once mil ochocientos colones. Por todo lo anterior voto por declarar con lugar el recurso por el fondo en
cuanto declaró al imputado como autor del delito de robo simple con fuerza en las cosas, recalificando los hechos a la contravención
de hurto menor en concurso ideal con el delito de violación de domicilio (artículos 204 y 384.1 en relación con el 21, todos del Código
Penal)." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 215-F de las 10,05 hrs. del 10 de junio

15. ITER CRIMINIS - Análisis de sus fases -Aplicación a complicidad en hurto agravado.
"La doctrina reconoce tres fases del camino o proceso ejecutivo del delito, que denomina "iter criminis": a) En primer término la fase
interna, cuando el sujeto se plantea la posibilidad de realizar el hecho, la cual suele subdividirse a su vez en tres momentos: la
ideación, en que por primera vez se plantea el sujeto la posibilidad de cometer el delito; la deliberación, que supone el cálculo,
balance o estimación de probabilidad de éxito, o -eventualmente- el conflicto entre principios morales y necesidades materiales; y la
resolución, cuyo contenido es la decisión de cometer el delito. Hasta este momento del desarrollo el hecho es impune. b) En segundo
lugar la fase intermedia o resolución manifestada, cuya existencia no es esencial sino accidental al proceso ejecutivo del delito, y
consiste en la comunicación de la decisión de realizar el hecho, que hace normalmente el agente a quien propone participación como
cómplice o coautor. Por no concretar actos materiales como tesis de principio es impune. c) En tercer lugar la fase externa, la cual
supone la realización de actos materiales, y se subdivide a su vez en cuatro etapas: En primer término los actos preparatorios, que son
los aprestos necesarios para la ejecución del hecho punible, y que en principio no son punibles. En segundo término los actos de
ejecución, que son aquellos dirigidos a la consumación del delito, y la relevancia de su distinción radica en que son punibles como
tentativa cuando no se logra el resultado. En tercer lugar se ubica la etapa de la consumación, determinada por la concurrencia de
todos los elementos configurativos del delito: tipicidad, antijuricidad y culpabilidad de la conducta. Finalmente la doctrina señala la
etapa de agotamiento del delito, en la cual el sujeto realiza la finalidad última que ha perseguido, como sería por ejemplo la venta de
los bienes sustraídos (Por todos véase Ezaine Chavez, Amado. El iter criminis, quinta edición, 1987). Nos interesa destacar aquí esta
última fase, pues en ella es que se produce la intervención del co-imputado [...].

Esta parte del camino del delito tiene gran importancia, con relación a personas que -sin ser autores materiales del hecho- con
anterioridad a su ejecución se han comprometido a participar posteriormente en la adquisición u ocultación de bienes, en la
destrucción o alteración de rastros o pruebas, en el ocultamiento o fuga del autor o autores y cómplices. Así, podrían entrar como
cómplices del hecho, quienes no han realizado acto alguno de cooperación o ayuda durante la ejecución o consumación, pero que
han prometido con anterioridad a estos momentos su participación para asegurar el provecho del delito. Ejemplo de lo anterior es el
caso de los ladrones de ganado, que durante la noche cargan varios animales en un camión rojo y los trasladan a un sitio previamente
convenido a veinticinco kilómetros, allí cambian la carga a un camión azul con una tripulación diferente que llevará el ganado a una
finca a doscientos kilómetros del lugar. No cabe duda que al llevar los animales a veinticinco kilómetros de distancia para el trasbordo,
ya se había consumado jurídicamente el apoderamiento pues los autores materiales del hurto tenían libre disposición sobre los
semovientes. La tripulación que lleva los animales más lejos en el camión azul, es cómplice del hecho punible, porque su cooperación
estaba comprometida desde antes de la ejecución y consumación.

La doctrina reconoce la posibilidad de participación criminal a título de cómplice aún después de la consumación jurídica del hecho:
«...El que promete asegurar y guardar el botín a quienes han decidido un robo es cómplice silos autores han contado con esa ayuda
para la comisión del hecho, aún cuando el hecho quede en tentativa y no haya luego botín a asegurar y por tanto falte la posibilidad de
cumplir la promesa...» (BACIGALUPO: Manual de derecho penal. Parte general. Temis-ILANUD, 1984, p. 211.); «... Además, la
complicidad no es sólo posible hasta la consumación formal, sino que, al igual que la coautoría, cabe también hasta la terminación
material del hecho principal...» JESCHECK: Tratado de derecho penal. Parte general. BOSCH, Casa Editorial, S.A., Barcelona, 1981,
Tomo II, p. 963.); «... La complicidad también es posible entre "consumación" y "terminación"…» (WELZEL: Dereclio penal. Parte
general. Ediciones Depalma, Buenos Aires, 1980, p. 170.); «... Sólo con el logro de la intención delictiva están materialmente
consumados, de modo que hasta entonces es posible la participación...» (WELZEL: Derecho penal alemán, Editorial Jurídica de Chile,
Santiago, 1976, p. 160.); «... En síntesis: la participación puede tener lugar mientras no se ha agotado la ejecución del injusto, aun
cuando ya se halle consumado...» (ZAFFARONI: Manual de derecho penal. Parte general. EDIAR, Buenos Aires, 1985, p. 590.); «... si
ya aún antes de iniciada la realización, ha ofrecido su ayuda posterior...» (BUSTOS: Manual de derecho penal. Parte general. Editorial
Ariel, S.A., Barcelona, 1989, p. 297.); «...La ayuda posterior, esto es, el apoyo después de la consumación del hecho principal, aún
puede ser complicidad...» (SAUER; Derecho penal. Parte general. BOSCH, Casa Editorial, Barcelona, 1956, p. 332.). De acuerdo a lo
expuesto acerca de la etapa de agotamiento del iter criminis, quien intervenga en ella prestando ayuda o cooperación al autor o
coautores, en cumplimiento de una promesa o compromiso previo a la consumación del delito es cómplice. De no haber promesa
anterior, el sujeto entra como autor de cualquiera de las formas de encubrimiento como son el favorecimiento personal (artículo 320
del Código Penal), receptación (artículo 321 ibid), receptación de cosas de procedencia sospechosa (artículo 322 ibid) y
favorecimiento real (artículo 323 ibid). Obsérvese como la descripción típica de estos delitos, utiliza fórmulas que excluyen cualquier
compromiso ex ante: «... sin promesa anterior al delito...» y «... provenientes de un delito en que no participó...».

Esto es, si hay promesa anterior a la consumacion para una ayuda posterior existe complicidad, pero si no hay tal compromiso la
acción es configurativa de encubrimiento en cualquiera de sus formas.

Esta interpretación armoniza con el artículo 47 del Código Penal, que define a los cómplices como aquellos «... que presten al autor o
autores, cualquier auxilio o cooperación para la realización del hecho punible...». En el caso que nos ocupa, el tribunal de mérito
atribuye a los tres imputados el haber actuado «en contubernio», para el apoderamiento de las cabezas de ganado pertenecientes a la
ofendida [...]. Del contexto de los hechos se desprende con toda claridad una división de funciones, en la cual los coimputados [...]
materialmente se apoderarían de los semovientes, para luego llevarlos a una finca propiedad del coimputado [...]; todo ello
previamente acordado por los tres, según lo evidencia la actuación de este último al asistir -según el fallo- a la Delegación de la
Guardia de Asistencia Rural e indicar que el ganado era suyo, coincidir con los otros dos en la excusa por la cual no tenía las guías de
transporte, y en dibujar el fierro que llevaban los animales. Para todo esto debió existir acuerdo previo entre los tres. El impugnante
señala que por no describir la sentencia de mérito, acto material alguno por el cual [el imputado] se hubiera apoderado materialmente
de los animales, no se le pudo haber condenado por hurto agravado, por lo que pide se case y se le absuelva de toda pena y
responsabilidad. Lleva razón el impugnante en cuanto señala que por no haberse acreditado actos materiales de apoderamiento por
parte de [el imputado], no se le debió condenar como autor del hecho. No obstante no corresponde la absolución porque dada la
división de funciones antes indicada, es claro que los autores materiales fueron los coimputados [...] promesa anterior al delito-
llevaron el ganado a una de sus fincas donde luego fue decomisado. De acuerdo al plan de los tres implicados en los hechos -según
se desprende del fallo de instancia- [...] participaría en la etapa de agotamiento del hurto agravado, recibiendo y ocultando los
animales. De consiguiente es cómplice por haber prometido -antes de la consumación- una cooperación ex post, conforme se señaló
en los anteriores razonamientos.

En consecuencia procede acoger en forma parcial el recurso por el fondo, debiéndose recalificar la acción desplegada por [el
imputado], y de conformidad con los artículos 47, 74 y 209.1 del Código Penal, declararlo cómplice del delito de hurto agravado
cometido en daño de [la ofendida]." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 165-F de las 9,30 hrs. del 20 de mayo.

16. LEGITIMA DEFENSA - Alcances del concepto "racionalidad" del medio empleado.

"Pareciera necesario aclarar que la "necesidad razonable de la defensa empleada para repeler o impedir la agresión" a que alude el
inciso b) del artículo 28 del Código Penal, esto es, la racionalidad de la defensa que surge junto con la agresión ilegítima y subsiste
mientras esta dure, significa que debe existir racionalidad respecto del medio empleado para impedir o repeler la agresión, pero ello no
implica necesariamente que tales medios deban ser "proporcionales" al daño que hubiere causado el agresor o a los medios que éste
dispone para agredir (por ejemplo una víctima de violación puede repeler el ataque del violador causándole la muerte a éste, si
racionalmente no tiene otra forma de evitar la agresión de que es objeto). En las circunstancias descritas, [ofendido e imputado
viajaban en un vehículo, conducido por éste último, cuando el primero -quien se encontraba en el asiento trasero del auto-, en forma
súbita y en estado agudo de ebriedad, extrajo de sus ropas una cuchilla con una hoja metálica de 13.6 centímetros de longitud, la cual
colocó abierta y amenazantemente al imputado rozándole su cuello y diciéndole "pará hijo de puta, te voy a degollar, te vas a morir" y a
un tercero que los acompañaba que "si se metía, igual lo mataba", circunstancia que obligó al encartado a detener su vehículo para
luego ser violentamente halado y bajado del mismo por el ofendido, si en ese momento -tal como se acreditó- el imputado rápidamente
desenfundó un revólver que llevaba en su cintura, pese a lo cual el ofendido se le acercó con la cuchilla para acometer al imputado,
quien con dicha arma de fuego hizo un disparo al aire, pero a pesar de eso el ofendido intentó agredirlo con la cuchilia], el imputado
racionalmente no disponía de otro medio menos lesivo o drástico para impedir o repeler la agresión que el utilizado por el ofendido; no
es posible exigirle que, en vez de usar su revólver, luchara heroicamente cuerpo a cuerpo contra su atacante o que rehuyera cobarde
o vergonzosamente la agresión, como único modo de hacer "razonable" la evitabilidad de la agresión, pues ello equivaldría a
desconocer la naturaleza humana y los objetivos mismos de la justificación en comentario. Así, pues, desde el punto de vista penal la
legítima defensa ejercida por el encartado excluye la antijuridicidad de su conducta (y por ende el injusto penal) y, desde el punto de
vista civil, esa misma ausencia de antijuridicidad excluye la responsabilidad civil, por tratarse de un elemento constitutivo necesario del
ilícito civil extracontractual en los casos de responsabilidad subjetiva, como el presente (al respecto véase PEREZ VARGAS, Víctor:
Principios de Responsabilidad Civil Extracontractual, San José, la ed., I.N.S., 1984, págs. 61 a 66)." 1994. SALA TERCERA DE LA
CORTE, N° 201-F de las 10 hrs. del 3 de junio.

17. LEGITIMA DEFENSA - La "racionalidad" no puede determinarse en forma abstracta, objetiva y general.

"El artículo 28 del Código Penal dispone que: "No comete delito el que obra en defensa de la persona o derechos, propios o ajenos,
siempre que concurran las siguientes circunstancias: ...a) Agresión ilegítima; y... b) Necesidad razonable de la defensa empleada para
repeler o impedir la agresión... Se entenderá que concurre esta causal de justificación para aquél que ejecutare actos violentos contra
el individuo extraño que, sin derecho alguno y con peligro para los habitantes u ocupantes de la edificación y sus dependencias, se
hallare dentro de ellas, cualquiera que sea el daño causado al intruso" (la negrita es suplida). Así las cosas, la legítima defensa
requiere un efectivo acometimiento contrario a derecho -que puede o no constituir delito- y que la agresión sea actual -defensa
necesaria-. Acto seguido, el mismo artículo 28 establece que esta causal tendrá vigencia dentro de una edificación o sus
dependencias, en el supuesto en que se cause daño a un sujeto extraño, que sin derecho alguno y con peligro para sus habitantes,
ingrese a ellas. En el presente caso, el Tribunal tuvo por acreditado en lo pertinente, que el ofendido [...] se presentó a casa del
encartado [...] en evidente estado de ebriedad, ingresando cuando alguien abrió la puerta principal, -que entre ambos existía
enemistad, pues [el ofendido] agredía frecuentemente a la hija del imputado y ofendía a este último a quien incluso obligaba a
abandonar su vivienda-, que al percatarse [el imputado] que [el ofendido] estaba dentro de su casa sin su autorización, tomó un
cuchillo de veinticuatro pulgadas y le ocasionó diversas lesiones que lo incapacitaron temporalmente por dos meses, dejándole una de
ellas incapacidad parcial permanente que consistió en la pérdida de un diez por ciento de su capacidad general orgánica (ver folio 86).
Además, el a-quo también concluyó "que los hechos ocurrieron dentro de la vivienda del justiciable y que el ofendido ingresó cuando
una de las personas que estaban dentro le abrió la puerta, fue en estas circunstancias que el imputado, de setenta y un años de edad,
con problemas de salud y siendo de baja estatura, al percatarse que [el ofendido] ingresó a su casa, procedió a armarse de un cuchillo
con el que arremetió contra su humanidad, obviamente a criterio del Tribunal en ese momento el acusado, actuó de tal forma víctima
del temor y de la ofuscación que pudo invadir su mente como consecuencia de lo ocurrido en ese momento y de las actitudes pasadas
del ofendido en su contra, lo que le alteró si (sic) situación emocional a tal punto que lo (sic) procedió a agredirlo con el cuchillo" (ver
folio 90, lin. 26 a folio 91, linea 7).

Es importante resaltar, que el a-quo estimó que si bien el ofendido ingresó a la vivienda sin el permiso del encartado, se descarta la
legítima defensa por el estado de ebriedad [del ofendido], quien no portaba armas y al no acreditarse que ejerciera acciones que
pudieran poner en acreditarse que ejerciera acciones que pudieran poner en peligro la integridad física de las personas que estaban
en casa; además, dijo que no existía razonabilidad de los medios empleados por el encartado; sin embargo, consideró que hubo
emoción violenta generada por "el mal trato que con anterioridad venía soportando y al constatar que el ofensor estaba dentro de su
casa, sin su permiso, en estado de ebriedad y siendo las tres horas de ese día" (folio 92, líneas 1 a 4).

Esta Sala no comparte el criterio del Tribunal en cuanto excluye la causal de legítima defensa. En efecto, de la transcripción parcial de
los hechos contenidos en el fallo, se aprecia que el ánimus del imputado al momento de ejecutar el suceso, consistió en repeler una
agresión ante la actividad desplegada por el ofendido, que ingresaba a su vivienda sin autorización previa y como ya había sido
agredido antes quiso evitar una nueva, acometiendo (al ofendido) con el cuchillo, o sea que su intención fue repeler la acción del
ofendido ante el peligro actual e inminente en que se encontraba, por lo que su defensa resultó necesaria. Es importante resaltar
también, que el Tribunal presume que ante el estado de ebriedad del ofendido y por no portar armas, no iba a agredir [al imputado] e
incluso considera, que este último debía esperar hasta que efectivamente fuera agredido para repeler la acción [del ofendido]; sin
embargo, la legítima defensa no supone ésto, sino que autoriza para que antes o una vez iniciada la agresión el sujeto pueda
defenderse y más bien, se excluye la justificación en aquellos casos en donde los actos defensivos se efectuén, una vez finalizada la
agresión. En cuanto a la necesidad razonable de la defensa empleada, el Tribunal la descarta al confundir incorrectamente
"racionalidad" con "proporcionalidad" que son términos disímiles, señalando -entre otras cosas- que el ofendido no estaba armado; al
respecto, debe indicarse que "la "racionalidad" no se puede determinar en forma abstracta, objetiva y general, sino que dependerá de
la situación concreta y de las circunstancias de ella (de la persona y sus derechos). Luego, tendrá que ser apreciada ex-ante,
conforme a la situación (personal y circunstancial) en que se encontraba el defensor al momento de llevar a cabo su defensa,
conforme a un criterio medio general de racionalidad de actuación (en que necesariamente ha de incluirse el nerviosismo o alteración
del defensor)." (Bustos Ramírez, Juan. Manual de Derecho Penal, Parte General, Barcelona, Editorial Ariel, 3era. edición, 1989; pág.
208).

De acuerdo con lo expuesto y acorde con los hechos contenidos en el fallo, la racionalidad se aprecia en las circunstancias anteriores
que rodearon los hechos, unidas a las características personales de los intervinientes, en donde se observa la clara desventaja
cronológica y física del imputado frente al ofendido de lo que incluso ya se había aprovechado (...) en otras ocasiones, además de la
situación anímica del encartado para quien no resultaba posible una solución diferente, ante la agresión del ofendido.

Cabe destacar, que sí resultaba razonable la defensa efectuada por el imputado en la medida en que ejecutó la acción defensiva del
derecho respecto a su morada, contra un individuo que ingresó a ella sin autorización, pues sólo se le abrió la puerta para verificar
quien tocaba, en horas de la madrugada (3 a.m.) por lo que se está en presencia del ingreso a una residencia en forma indebida y con
peligro para sus habitantes, por lo que en otras ocasiones ya había ocurrido. Para considerar la agresión, basta que se ponga en
peligro a la persona o sus derechos, "Por eso hay que rechazar la identificación con acometimiento, como empleo de fuerza material,
física, sobre la persona o derechos" (Bustos Ramírez, op. cit.; pág. 204). De manera, que no se puede descartar en este caso la
justificación de legítima defensa, pues los hechos acreditados unidos a las demás circunstancias que los rodearon, hacían pertinente
la defensa empleada, por lo que resulta adecuado aplicar en este caso lo dispuesto en el artículo 28 del Código Penal, al que se
ajusta la conducta desplegada por [el imputado], debiendo en consecuencia declararse con lugar el recurso por el fondo y acoger la
causal de justificación de legítima defensa reclamada, al haberse comprobado que existió una agresión ilegítima a la que se pretendía
poner fin mediante el ejercicio de una defensa racional y por las demás circunstancias que rodearon el suceso." 1994. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N° 140-F de las 9,45 hrs. del 13 de mayo.

18. LIBERTAD CONDICIONAL - Existencia de dictamen desfavorable no implica necesario rechazo de su otorgamiento
como único motivo.

"Según se observa en este caso concreto, la defensora del sentenciado [...] -mediante el recurso de apelación correspondiente-
cuestionó diversos aspectos del pronunciamiento emitido por el Juzgado de Ejecución de la Pena (ver escrito de folio 427). Sin
embargo, al resolver dicho recurso, los jueces de segunda instancia no sólo omitieron pronunciarse sobre los aspectos concretos
contenidos en la impugnación, sino que confirmaron el fallo recurrido alegando que, ante la existencia de un dictamen desfavorable
rendido por el Instituto Nacional de Criminología, el beneficio solicitado no se podía conceder. Tal afirmación es incorrecta, pues en
estos casos, tal y como lo ha indicado la Sala Constitucional (voto número 541-91, de las 15:52 horas del 13 de marzo de 1991), el
dictamen que rinde el Instituto Nacional de Criminología no es vinculante para el Juez. En consecuencia, éste podrá conceder el
beneficio de libertad condicional aun cuando no haya recomendación favorable, o negarlo, pese a que dicho órgano lo haya
recomendado, cuando exista base para ello. En esa tesitura, el fallo de segunda instancia efectivamente carece de fundamentos, pues
si se suprime hipotéticamente el criterio errado que se acaba de señalar, no subsiste ningún otro motivo válido para sustentar lo
resuelto. Por ende, lo que procede es acoger el recurso por la forma y, conforme lo solicita la defensa, anular el auto de las catorce
horas del cuatro de marzo del año en curso, emitido por la Sección Primera del Tribunal Superior Segundo Penal de San José." 1994.
SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 288-F de las 14,15 hrs. del 29 de julio.

19. LIBERTAD CONDICIONAL - Necesaria referencia a cada uno de los presupuestos para otorgaría - Cómputo de los
descuentos por aplicación del artículo 55 del Código Penal.

"En el único motivo del recurso la defensora pública [...] reclama violados, por errónea aplicación, los artículos 55 y 64 del Código
Penal, 3 del Código de Procedimientos Penales y 33 de la Constitución Política. Estima la recurrente que el Tribunal Superior violó
esas disposiciones al improbar la resolución del Juzgado de Ejecución de la Pena condicional, pues en criterio de los jueces
superiores los descuentos en la ejecución de la pena no deben tomarse en consideración para establecer si el sentenciado ya purgó la
mitad de la pena, lo que la defensora impugna en esta sede. Ese reclamo es atendible, pero conforme se dirá. En efecto, para
determinar si una persona ha descontado la mitad de la pena, con el fin de examinar si se hace acreedor del beneficio de libertad
condicional a que se refiere el artículo 64 del Código Penal, es indispensable incluir y tomar en cuenta las reducciones que pudieren
corresponder por aplicación directa del artículo 55 ibídem tanto en su texto anterior como el actual recientemente reformado. Ello es
así porque el artículo 55 citado faculta al Instituto Nacional de Criminología para que, luego de un examen del sentenciado, lo autorice
a descontar la pena de prisión con trabajo externo, o con las labores internas, para lo cual cada dos días de trabajo o de labores
internas equivalen a un día de prisión descontado. En consecuencia, esos descuentos ya obtenidos por el sentenciado no pueden ser
desconocidos por el Tribunal al momento de estudiar la posible aplicación del beneficio de libertad condicional. No obstante lo anterior
estima la Sala que no hay suficientes bases para pronunciarse definitivamente por el fondo.

En el recurso se alega que el sentenciado ha venido gozando del beneficio regulado en el artículo 55 del Código Penal, pero lo cierto
es que no existe una efectiva constatación de este extremo. Para demostrarlo no basta que el sentenciado se encuentre descontando
una pena de prisión, pues dicho beneficio no es automático conforme lo señala el propio Código Penal, al exigir un estudio previo de
cada caso por parte del Instituto de Criminología para que se pueda otorgar tal beneficio. Además, aún suponiendo que debamos
presumir que goza de ese beneficio, no consta durante cuánto tiempo ha disfrutado de esa posibilidad y cuántos días de prisión ha
descontado con ello. En consecuencia debe declararse con lugar el recurso, pero ante la insuficiencia de datos, conforme lo autoriza
el artículo 482 en relación con el inciso 3 del artículo 395 ambos del Código de Procedimientos Penales, lo que procede es anular la
resolución impugnada del Tribunal Superior, y disponer el reenvío para que se proceda a conocer de la consulta formulada en la
resolución del Juzgado de Ejecución de la Pena, para lo cual deberá tomarse en consideración los días de descuento de pena y
solicitar, si fuere del caso, la prueba correspondiente al Instituto Nacional de Criminología sobre ese aspecto.

Conviene observar que en este asunto el Instituto Nacional de Criminología, en la Sesión número 2150 del 16 de marzo de 1993, se
pronunció en contra de otorgarle al aquí sentenciado el beneficio de libertad condicional.

El artículo 65 del Código Penal, en su inciso 2° establece, entre otras cosas, que para otorgar ese beneficio debe obtenerse un
informe del Instituto de Criminología "...sobre la buena conducta, servicios prestados, ocupación y oficios adquiridos por el condenado
que le permitan una vida regular de trabajo lícito; y acompañe un estudio de su personalidad, de su medio social, así como un
dictamen favorable sobre la conveniencia de la medida". Lo anterior no significa que el criterio del Instituto de Criminología sea
vinculante para los Tribunales, sin embargo para apartarse de sus informes negativos se requiere que los juzgadores se apoyen en
otros estudios técuicos sobre la personalidad del sentenciado, que permitan diagnosticar y pronosticar que se comportará
correctamente sin necesidad de cumplir en prisión la pena impuesta, y además cuando los elementos de constatación le permitan a los
jueces concluir que el sentenciado vivirá en libertad de un trabajo lícito, y que las probabilidades de reincidencia son muy bajas o no
existen del todo, conforme lo exigen los artículos 64, 65, 66 y 67 del Código Penal. El beneficio de libertad condicional es una gracia
pero se acuerda no sólo por razones de oportunidad. Los criterios para su otorgamiento se encuentran ampliamente descritos en las
normas antes citadas, y la resolución que la acuerde debe hacer específica referencia al cumplimiento de cada uno de los
presupuestos que la ley establece para que un sentenciado se haga acreedor al beneficio. En consecuencia no basta verificar que se
cumplió la mitad de la pena, pues eso constituye sólo uno de los requisitos. Al respecto ya ha señalado la Sala Constitucional que
"...el dictamen favorable del Instituto de Criminología es orientador para el Juez, consecuentemente el Juez podrá conceder el
beneficio aún cuando no haya recomendación favorable, por el Instituto de Criminología y viceversa, negarlo cuando ésto lo
recomiende si hay base para ello. Es importante recalcar que la posibilidad del interno de disfrutar de la libertad condicional que prevé
el artículo 65 y 66 del Código Penal constituye un beneficio y no un derecho, consecuentemente la autoridad judicial podrá resolver
conforme a los dictámenes orientadores que se le envíen (uno de los cuales debe ser necesariamente el del Instituto Nacional de
Criminología) si le otorga o no dicho beneficio. " (Sala Constitucional, Sentencia N° 541-91 de las 15:52 hrs. del 13 de marzo de
1991). Por esas razones resulta de vital importancia que el Tribunal señale en forma justificada las bases de su decisión, en especial
que ubique los fundamentos técnicos en que se apoya.

Los anteriores aspectos se consideran sin que la Sala prejuzgue sobre el caso concreto, pues corresponde al Tribunal de sentencia
examinar si la resolución del Juzgado de Ejecución de la Pena, que se consulta, cumple esos requisitos." 1994. SALA TERCERA DE
LA CORTE, N° 149-F de las 10,30 del 13 de mayo.

20. NEGOCIACIONES INCOMPATIBLES - Alcances de la acción punible.

"En el primer motivo del recurso por el fondo, el defensor público [...] denuncia la errónea aplicación del artículo 345 del Código Penal.
Al deducir el reproche, señala que la consumación del delito de negociaciones incompatibles se da cuando el funcionario público se
interesa en un «contrato y operación», en que debe intervenir en razón de su cargo; lo que no sucede en el presente caso, según los
hechos probados por el a quo, pues la acción del imputado -siendo auditor de la Tributación Directa- fue la de violar la prohibición para
el ejercicio privado de la profesión, al emplearse como contador privado de una empresa que estaba siendo objeto de una auditoría
por parte de la misma Tributación. Agrega que es distinto interesarse en un contrato u operación, que no existe en el presente caso, al
hecho de ejercer privadamente una profesión, cuando la ley así lo prohíbe. Lleva razón el impugnante. Al examinar la sentencia de
mérito, da cuenta esta Sala del hecho histórico acreditado por el tribunal de instancia, según el cual al imputado [...] en condición de
auditor 3 de la Tributación Directa, le fue asignada la realización de un auditoraje a la [...], situación que aprovechó para asumir en
dicha empresa las funciones de contador privado y con ello atender la contabilidad personalmente. Independientemente de la
calificación ética que pueda merecer la acción del encartado, su conducta no se adecua a la figura del 345 del Código Penal.

La acción punible ahí prevista consiste en interesarse en «cualquier contrato u operación en que intervenga en razón de su cargo»;
esto es, en un negocio en que el Estado es parte, de donde se desprende que el agente representa el interés público. La condición de
parte, que debe tener el Estado, en los contratos u operaciones a los que se refiere el tipo penal, es un elemento reconocido por la
doctrina española, al comentar un texto de ley casi idéntico al artículo 345 de nuestro Código Penal: «la ley se refiere exclusivamente
a los funcionarios administrativos y a los de tipo político, únicos que razón de su cargo pueden estar llamados a intervenir en las
operaciones o contratos, en los que, claro está, si interviene por razón del cargo un funcionario, una de las partes ha de ser la
Administración, aunque el contrato no sea administrativo» (RODRIGUEZ DEVESA: «Derecho Penal Español. Parte Especial.» Madrid,
1983, pp. 1038-1039. Se suple la negrita.). Por ello la doctrina refiere ejemplos relativos a la contratación de servicios, de obra o de
proveeduría: «el funcionario forma parte de una sociedad que contrata un suministro con el Estado, del cual se propone obtener un
beneficio del treinta por ciento sobre el precio de coste del artículo» (RODRIGUEZ DEVESA: op. cit., loc. cit.); «el caso del ingeniero
Estatal de Obras Públicas el cual hace que una parte del trabajo se adjudique a una empresa en la que está interesado, o del
funcionario ministerial que se asegura un porcentaje sobre las utilidades de una concesión pública» ANTOLISEL «Manuale di diritto
penale. Parte speciale.», Tomo II, Milan, 1977, p. 746.); o el funcionario público que «obtiene un contrato de suministro» (FONTAN
BALESTRA: «Derecho penal. Parte especial.», Abeledo-Perrot, Buenos Alres, 1978, p. 581.).

Al no existir en el presente caso una contratación u operación de la que el Estado sea parte, e intervenga el imputado en razón de su
cargo -como representante de la Administración- falta un elemento del tipo objetivo, de donde se colige que la acción no se tipifica en
el artículo 345 del Código Penal. No cabe duda que el encartado violó la prohibición para ejercer la contaduría fuera de la Tributación
Directa, pero eso solo da lugar a la sanción administrativa disciplinaria que corresponda. Tampoco entra la conducta en el supuesto de
hecho del número 313 del mismo ordenamiento, como ejercicio ilegal de una profesión, porque la práctica de la contaduría privada no
requiere de habilitación especial. Por otra parte, los hechos probados de la sentencia impugnada, no describen la realización de actos
arbitrarios en perjuicio de los derechos de alguna persona; por lo que tampoco constituyen un abuso de autoridad, en los términos del
artículo 329 ibídem. Así las cosas, la acción no solo no entra en el número 345 del Código Penal, sino que no es típica." 1993. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N° 92-F de las 9,20 hrs. del 12 de marzo.

21. REINCIDENCIA - Posibilidad de considerarla como una condición personal del sujeto activo.

"Finalmente, como único motivo del recurso por vicios in iudicando, el sentenciado [...] reclama la errónea aplicación del artículo 71 y la
falta de aplicación del numeral 78, ambos del Código Penal, por cuanto se tomó en cuenta la reincidencia como único criterio para
aumentarle la pena (a ocho años de prisión), en comparación al coimputado [...] (seis años de prisión). Considera esta Sala que el
reclamo debe rechazarse, pues la reincidencia, dentro de este contexto, figura como una condición personal del sujeto activo, y
desempeña un importante papel correctivo, en la necesaria adecuación de la pena al caso efectivamente ocurrido. Es cierto, que los
hechos que ya han sido juzgados no pueden ser legalmente valorados de nuevo; pero el criterio que expone la Sala Constitucional va
en el sentido de indicar que los antecedentes sí pueden ser tomados como una circunstancia más, conforme a lo reglado en el
artículo 71 inciso e) del Código Penal, como condición personal del encausado, que eventualmente permita un aumento en la pena.
Ya en el pronunciamiento número 88-92, citado por el recurrente, la Sala Constitucional había destacado la marcada importancia que
la culpabilidad tiene en relación con la responsabilidad penal, e indicó que por la exigencia de la demostración de culpabilidad
contenida en el artículo 39 constitucional, sólo en los casos en que se demuestre dicha relación, puede acordarse la existencia de un
delito y su consiguiente sanción, pero también reconoció que no se excluye -en un derecho penal de culpabilidad- que las
circunstancias personales del sujeto activo se tomen en consideración... al momento de fijar la pena a descontar.

En esta tesis, la relación de culpabilidad y el grado de culpa con que se actuó en el caso concreto, se constituyen en el principal
parámetro a considerar para fijar la pena, pero no en el único, reconociendo con ello que al legislador le resulta imposible señalar -
dada la casuística en que se desarrolla el problema delictivo- toda la gama de circunstancias que deben ser analizadas, para
individualizar la sanción. La pena tiene asignado un fin rehabilitador (artículo 51 del Código Penal), por ello, su cuantificación no debe
excluir la posibilidad de tomar en consideración, además del grado de culpa con que actuó el responsable del hecho y de la gravedad
del hecho cometido -importancia del bien jurídico afectado-, las condiciones personales del sujeto directamente relacionadas con su
acción, pues ello puede facilitar se encuentre un equilibrio entre el valor concedido al bien jurídico afectado por el delito, en relación
con el afectado por el tanto de pena que le corresponde a quien lo realizó. Resulta así indudable que las condiciones personales del
sujeto activo, "en la medida en que hayan influido en la comisión del delito", merecen ser tomadas en consideración al fijarse la pena y
ello no atenta contra el principio de culpabilidad aceptado constitucionalmente en el artículo 39." Por lo anterior, resulta evidente que el
Tribunal no ha incurrido en un actuar equivocado al tomar en cuenta el juzgamiento anterior como una condición personal del
imputado para efectos de la fijación de la pena, especialmente porque su individualización queda dentro de los límites mínimo y
máximo de la sanción prevista en el tipo penal del artículo 213, por lo que corresponde considerar que la mencionada sentencia
cumple con los requisitos exigidos para brindar legitimidad constitucional a la imposición de aquélla. Por lo expuesto, debe dedararse
sin lugar el motivo alegado (en este mismo sentido véase la resolución V-405-F de las 14:35 horas del 22 de julio de 1993)." 1993.
SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 727-F de las 9,57 hrs. del 23 de diciembre.

22. RESPONSABILIDAD CIVIL DEL ESTADO - Carácter objetivo de la responsabilidad independiente de la responsabilidad del
servidor.

"Como único aspecto, objeta la incorrecta aplicación delos artículos 38 de la Ley de Tránsito, l22 y 123 del Código Penal de 1941 e
inobservancia del 125 ibídem, ya que dice que la responsabilidad impuesta al Estado no guarda relación con el contenido de las
normas citadas, que más bien se refieren a la obligación del condenado de resarcir penalmente y no a la del tercero demandado civil,
por lo que para obligar a este último se debió estar a uno de los supuestos determinados en el artículo 137 del Código de cita y que
no tiene fundamento la aplicación del artículo 1045 del Código Civil, por lo que estima la recurrente no resultaba posible la
condenatoria civil del Estado, establecida en sentencia. El reclamo no es atendible. En el presente asunto se determinó, -en lo
esencial- que el ofendido [...], quien viajaba en el vehículo Toyota pick-up doble cabina, placas [...] propiedad del Ministerio de Salud-,
falleció al precipitarse el citado automotor a un abismo. En cuanto se alude a la aplicación de los artículos 122, 123 y 125 del Código
Penal de 1941, debe aclararse únicamente que cuando se habla de condenado, tratándose de aspectos referentes a la reparación
civil, no tiene ningún fundamento la interpretación de la impugnante de que la norma se refiere al condenado en el ámbito penal, sino
que más bien se hace referencia directa a la condenatoria en la vía civil. Ahora, no obstante indicarse en el fallo la aplicación del
artículo 38 de la Ley de Tránsito N° 5930 (derogada a la fecha), como apropiadamente lo señala la recurrente esa norma no es
aplicable al caso, ya que no se determinó que en el supuesto de que el ofendido no tuviera la licencia de conducir correspondiente,
éste; fuera el conductor del vehículo siniestrado; tampoco resulta pertinente rechazar la acción civil interpuesta, ya que la conclusión a
que arriba el juzgador, encuentra sustento en la normativa contenida en el Código Penal de 1941 y en la Ley General de la
Administración Pública; en efecto, esta última dispone en el Título Sétimo relativo a la Responsabilidad de la Administración y del
Servidor Público, artículo 90, que "La Administración responderá por todos los daños que cause su funcionamiento legítimo e
ilegítimo, normal o anormal, salvo fuerza mayor, culpa de la víctima o hecho de un tercero" y por otra parte, el artículo 191 fija
la responsabilidad del Estado por conducta ilícita, obligándolo a reparar los daños ocasionados por faltas de sus servidores cometidas
durante el desempeño de los deberes del cargo o con ocasión del mismo, utilizando las oportunidades o los medios que ofrece.

Por otra parte, en la Sección Cuarta del Título citado, dispone el artículo 196 que: "En todo caso el daño alegado habrá de ser efectivo,
evaluable e individualizable en relación con una persona o grupo" y además, que: "Cabrá responsabilidad por el daño de bienes
puramente morales, lo mismo que por el padecimiento moral y el dolor físico causados por la muerte o por la lesión inferida,
respectivamente" (artículo 197 ibídem).

Así las cosas, la Administración responde de manera objetiva, independientemente de la responsabilidad que corresponda a sus
servidores, la que de determinarse permitiría al Estado tomar las medidas pertinentes para recuperar lo pagado. Por eso, habiéndose
acreditado la existencia de un hecho delictivo en el que participaron -indudablemente- servidores del Ministerio de Salud en el ejercicio
de sus cargos y siendo el vehículo (medio) propiedad de esa dependencia gubernamental, así como determinado el daño efectivo
causado a la familia del occiso, el reclamo que presenta la Procuraduría General de la República, no resulta atendible." 1994. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N° 309-F de las 9,40 hrs. del 12 de agosto.

23. ROBO - Inaplicabilidad de la "cuantificación" del daño como elemento para diferenciarlo del hurto.

"El hurto previsto en el Código Penal, en cualquiera de sus formas (hurto simple, hurto agravado, hurto de uso y hurto famélico)
supone un apoderamiento con exclusión de fuerza en las cosas o de violencia en las personas. Cuando cualquiera de estos dos
medios concurre junto con el apoderamiento, se produce el delito de robo que contiene el hecho básico del apoderamiento, pero
además otras acciones que, por lesionar con mayor amplitud los bienes jurídicos del ofendido, se constituye en una figura
independiente de tal modo que no se trata de un delito agravado o calificado de hurto. Así, aunque el delito de robo simple contenga el
apoderamiento del hurto, la utilización de medios como fuerza en las cosas o violencia en las personas lo convierten en una figura
distinta e independiente. De este modo, la cuantificación del daño como elemento distintivo entre una forma contravencional y otra
delictiva, que caracteriza al hurto (al distinguirse entre hurto menor y hurto simple), no resulta aplicable al robo porque los tipos
penales que describen a este último no hacen aquella distinción. En consecuencia, cuando en el apoderamiento concurren los
elementos típicos del robo (violencia sobre las personas o fuerza en las cosas), el hecho no puede ser contravencional
independientemente de su cuantía, aún tratándose de la sustracción de un objeto de escaso valor, porque en ese evento se ponderan
otros aspectos pues se afectan los derechos fundamentales de la víctima, en mayor medida que en los casos en los que se produce
sólo un apoderamiento (hurto). En realidad se trata de figuras delictivas diferentes, que ocupan incluso distintas secciones del Título
VII de los "Delitos contra la Propiedad" del Código Penal. Por esa razón la doctrina califica como delictum sui generis los casos en que
la ley describe un tipo penal que reúne las características de otro tipo de delito, más aquella o aquellas que lo cualifican o privilegian,
pero en realidad no constituye una especie, sino una clase de delito distinta, como se da al relacionar el robo y el hurto (Véase
Jescheck, Hans-Heinrich. Tratado de Derecho Penal. Parte General. Bosch, Barcelona, 1981, volumen I, pp. 362 ss.; Rodríguez
Devesa, José María. Derecho Penal Español. Parte General, Madrid, 1976, p. 161 ss.; y Wessels, Johannes. Derecho Penal. Parte
General. Depalma, Buenos Aires, 1980, pp. 32 ss.)." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 35-F de las 9,25 hrs. del 21 de enero.

24. ROBO AGRAVADO - Desprendimiento de lámina de zinc que implica "perforación" y no fractura de la pared.

"Como único reclamo no obstante estar subdividido en dos apartes, alega la recurrente errónea aplicación del artículo 213 inciso 1), taita de
aplicación del 208 y subsidiariamente del 212 inciso 1) en relación con el 24, todos del Código Penal, por cuanto en los hechos en
perjuicio de [...] se da la causa de agravación, pues dice que la acción ejercida por el imputado al desclavar una lámina de zinc (la que
no se quebró o fracturó) como una parte y no en un todo, no implica fractura, sino que más bien es la misma acción que desplegaría el
propietario en el caso de extraviar la llave del candado para entrar a la vivienda. El reclamo esgrimido carece de razón. Esta Sala está
de acuerdo con la impugnante en que no hubo fractura, aspecto que no comparte del criterio externado por el Tribunal, sino que más
bien se estima que con su acción el encartado perforó la pared de un lugar habitado, es decir, hizo una abertura en la pared mediante
el empleo de fuerza sobre las cosas (sobre la lámina de zinc) vulnerando la defensa creada por la ofendida en resguardo de sus
bienes y a través de ella, ingresó a la vivienda y sustrajo el televisor (del que no pudo disponer por la imprevista y súbita acción de
terceros). Respecto al contenido del inciso 1) del artículo 213 del Código Penal, que establece la agravación del robo -cuando la
sustracción se comete mediante perforación o fractura de una pared, de un cerco, de un techo, de un piso, de una puerta o de una
ventana, de un lugar habitado o de sus dependencias-, esta Sala ha señalado entre otras cosas que de acuerdo con "el Diccionario de
la Lengua Española, "perforar" es agujerear una cosa atravesándola. O bien, agujerear una cosa atravesando alguna capa. Se trata
pues de un sinónimo del verbo "horadar", que significa agujerear una cosa atravesándola de parte a parte. Y "atravesar" significa (en
su cuarta acepción, que es la que interesa) pasar un cuerpo penetrándolo de parte a parte".

Como se puede ver, conforme a todas esas definiciones la perforación implica hacer un hueco que atraviese o traspase un
determinado objeto. En consecuencia, la perforación es un concepto que importa la idea de horadar o atravesar la defensa mediante
la fuerza humana o mecánica, aunque no tenga un resultado destructivo (como sí parece necesario para la existencia de "fractura").
De ese modo, por ejemplo, quien desprende las láminas de zinc de un techo, abriendo espacio para atravesarlo, incurre ya en
perforación aunque no haya destruido aquellas láminas mediante cortes o roturas. (Cfr. Creus, Carlos, Derecho Penal, Parte Especial,
Buenos Aires, Ed. Astrea, Tomo 1, 1983, pág. 446)." (ver Sala Tercera, V-326-F de las 10horas, 50 minutos del 28 de junio de 1991).

Ahora bien, el Tribunal tuvo por acreditado que el encartado desprendió la lámina de zinc que servía de pared, abriendo un boquete
por el cual se introdujo a la vivienda sustrayendo un televisor y se concluye señalando que esa actitud constituye una perforación de la
pared de un lugar habitado, por lo que la calificación jurídica de Robo Agravado dispuesta en sentencia, resulta apropiada. De acuerdo
con lo expuesto, no resulta indispensable la destrucción de la lámina de zinc -como lo señala la impugnante-, aspecto que sí parece
necesario en tratándose del supuesto de fractura a la que alude el numeral 213 inciso 1) ejúsdem y basta para estar en presencia del
delito de Robo agravado, con desprender la lámina de zinc con el objeto de ingresar a la vivienda. En consecuencia, teniéndose por
acreditado que [el imputado] penetró a la citada habitación perforando la pared con el objeto de cometer el robo, es que se configuró el
delito de Robo Agravado y no Hurto simple ni Robo simple con fuerza sobre las cosas como se ha pretendido, resulta así correcto el
encuadramiento jurídico de los hechos tenidos por ciertos en la sentencia, con la salvedad indicada." 1994. SALA TERCERA DE LA
CORTE, N° 77-F de las 10,40 hrs. 13 de abril.

25. TRANSPORTE DE DROGAS - Contenido del concepto "transporte" criminalizado en nuestra ley.

"Dentro de las conductas relacionadas con el manejo de sustancias estupefacientes y psicotrópicas, el "transporte" significa llevar tales
sustancias de un lugar a otro, generalmente del lugar de producción al de consumo, siendo indiferente que el transporte sea directo o
por vías indirectas (utilizando el tránsito por otros sitios). El transporte criminalizado por nuestra ley comprende todas las formas, pues
puede ser realizado a nombre propio (es decir, el dueño que transporta su propia sustancia estupefaciente o psicotrópica) o de
terceras personas (como sucede, por ejemplo, en el cumplimiento de un "contrato" de transporte por medio del cual una persona se
compromete a llevar a su destino una determinada comisión de sustancias estupefacientes o psicotrópicas), haciendo uso, en ambos
casos, de cualquier vehículo o medio de locomoción, incluida la propia humanidad del autor. Conforme a todo lo expuesto, en el
presente caso, si el imputado [...] tenía conocimiento de que se habían solicitado sus servicios de taxista pirata para transportar en su
vehículo dos paquetes de cocaína hacia San José, su participación fue a título de coautor, pues conjuntamente con el reo ausente
ejecutó la conducta descrita en el tipo penal desde que iniciaron el viaje en el taxi con la droga, consumándose así el delito y
manteniéndose -como delito permanente que es- su consumación en el tiempo sin solución de continuidad hasta que fueron detenidos
por la autoridad, impidiéndoles llegar a su destino, todo lo cual excluye toda posibilidad de tentativa." 1994. SALA TERCERA DE LA
CORTE, N° 39-F de las 9,10 hrs. del 28 de enero.

26. VIOLACION - Consideraciones sobre la tentativa.

"Consideran los suscritos que el poder distinguir en la Violación el momento en que se inicia la ejecución del delito por actos
directamente encaminados a su consumación (artículo 24 del Código Penal) es el criterio que posibilita la admisibilidad jurídica de la
tentativa de ese tipo penal. Pero, debido a que los actos tendientes a lograr la cópula son, en muchos casos, actos objetivamente
consumativos de otros delitos (como sucede frecuentemente con el Abuso deshonesto), debe admitirse que existe la dificultad de
poder delimitar claramente entre ambos delitos, como sucede en este caso, en el que el imputado, valiéndose de su fuerza, besó y
tocó indecorosamente el cuerpo de la menor, hechos que objetivamente -en principio- pueden considerarse como constitutivos de
abusos deshonestos. Sin embargo, esa dificultad se desvanece cuando se toma en cuenta que el tipo penal no se reduce a meros
aspectos exteriores u objetivos (tipo objetivo) como los indicados, sino que además contempla un aspecto que tiene lugar en la
conciencia del autor (tipo subjetivo) que debe concurrir con aquellos para que la conducta sea típica. De esta manera, podemos
considerar que siempre que las acciones del agente sean idóneas y estén unívoca y directamente encaminadas a lograr el acceso
carnal estaremos en presencia de una tentativa de Violación, mientras que las acciones exteriormente semejantes a las anteriores
pero que no tengan esa finalidad, constituyen Abusos deshonestos (u otro delito, o ningún delito), siempre y cuando se verifique y
considere cual fue la intención o finalidad que tuvo el agente al realizar tales actos (dolo), de modo que no basta para el tipo penal de
Violación, por ejemplo, que el autor, con el miembro erecto extraído de entre sus ropas, efectúe sobre la humanidad de su víctima
movimientos similares a los del coito, si de las probanzas surge como improbable la intención de realizar el acceso carnal,
produciéndose en realidad un Abuso deshonesto mediante el coito interfemora.

Tampoco los besos o los tocamientos impúdicos o indecorosos, si no son realizados con intención de llegar al acceso carnal, podrán
constituir el delito de Violación en grado de tentativa.

En síntesis, para que exista tentativa de violación se requiere el concurso de los siguientes elementos: a) actos idóneos que
signifiquen inequívocamente el inicio de ejecución del delito descrito en el artículo 156 del Código Penal; b) el conocimiento y voluntad
de realizar los elementos objetivos del tipo al momento de desarrollar la acción, extensivo -según el caso- a las circunstancias que
califican o agravan la responsabilidad penal; y c) que el acceso carnal no se produzca por causas independientes al autor, es decir,
ajenas a su voluntad.

Hechas estas consideraciones, podemos constatar que la calificación jurídica dada por el a quo a los hechos es correcta, toda vez que
si el imputado, valiéndose de su fuerza, lanzó la menor ofendida al suelo, donde la besó y tocó su busto y vagina, mientras él se
encontraba parcialmente desnudo, con el pene al descubierto e intentando quitarle los calzones, tales actos son objetivamente idóneos
para lograr el acceso carnal contra la voluntad de aquella, finalidad que no logró alcanzar por la llegada imprevista de dos hermanos
de la ofendida, quienes se presentaron al lugar al escuchar sus gritos. Esa finalidad, en este caso concreto, no solo se deduce tácita y
unívocamente de las significativas circunstancias de modo, tiempo y lugar en que se desarrollaron los actos materiales, sino además
explícitamente de la infructuosa proposición que le hizo antes del acto el encartado a la menor de tener relaciones sexuales." 1994.
SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 182-F de las 9,55 hrs. del 27 de mayo.

27. VIOLACION DE DOMICILIO - Ingreso en centro educativo cerrado al público por razones de horario.

"Como ya lo dijo esta Sala en su resolución N° 177-F-93 de las 9:45 hrs. del 23 de abril del año próximo pasado con apoyo en la
doctrina que cita, el concepto de casa de negocios desde el punto de vista penal comprende no solo lugares destinados a utilidad
comercial sino también aquéllos que se dedican a actividades profesionales, académicas o científicas, en donde el acceso al público
puede ser libre o relativamente libre, y que en su mayoría, en razón de su destino, no están permanentemente ocupados, como ocurre
en la presente causa con el Colegio [...]. En efecto, si encontrándose cerradas las instalaciones del Colegio [...] en razón de haberse
cumplido el normal horario de su funcionamiento, el encartado se introdujo -empleando fuerza para ello- y realizó diversos daños en
bienes muebles en el interior de sus dependencias, se cumple el tipo penal del artículo 204 (en su forma agravada) del Código
sustantivo, pues la perturbación al ámbito de intimidad se produce aunque ese no hubiese sido el objetivo específico y directo de
aquél. Al respecto también es importante advertir, como lo hizo esta Sala en la resolución anteriormente mencionada, que " carece de
razón lo que se ha interpretado en cuanto a la necesidad de que la casa de negocios esté habitada para que haya delito, ya que de
ser así, no tendría sentido la distinción que dispone la ley entre morada y casa de negocios, pues habitada la última, se la tutelaría
como morada" (ibid), siendo distinto el caso en que el tipo penal así lo exige. De lo anterior puede derivarse que si una institución,
como la referida en autos, se encuentra cerrada al público en razón del horario correspondiente, quien penetre a ella contra la voluntad
-presunta o directa- de quienes tendrían derecho a excluirlo, comete el delito de Violación de Domicilio aunque su motivación o
propósito específico no fuese perturbar o lesionar el ámbito de intimidad "porque el tipo penal no exige -en forma particular- esa
finalidad como un elemento subjetivo distinto del dolo" (ver Res. citada supra).

Lo anterior por cuanto esas motivaciones pueden coincidir, en muchos casos, con el dolo (entendido éste como querer el resultado o
al menos preveerlo como posible), pero no en todos, lo que hace factible que un sujeto viole un domicilio motivado en muy diferentes
circunstancias (por ejemplo para dañar una pizarra, o destruir libros, etc.) pero no por ello desaparece su conducta dolosa constitutiva
de la infracción al haberse perturbado el ámbito de intimidad en los términos anteriormente expuestos." 1994. SALA TERCERA DE LA
CORTE, N° 95-F de las 17,05 hrs. del 24 de abril.

28. USO DE DOCUMENTO FALSO - Alteración de factura por importación de motor de vehículo -Imposibilidad de causar
perjuicio excluye elemento del tipo.

"Ahora bien, de conformidad a los criterios de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, el ordenamiento jurídico no
impide la importación de vehículos en partes, para su posterior ensamblaje en Costa Rica, de modo que si hay defraudación fiscal
debe determinarlo la administración tributaria por los procedimientos normales (V. sentencias N° 2715, de las 10:36 hrs. del 28 de
agosto de 1992; y en igual sentido la N° 1528, de las 15:18 hrs. del 10 de junio de 1992, ambas de la Sala Constitucional); esto es, la
introducción al país de vehículos desarmados no riñe con el ordenamiento jurídico. La introducción al país del motor número [...] -de
acuerdo al criterio del Tribunal Constitucional- no es antijurídica per se, por lo que no hay delito con relación a esta acción. Por otra
parte, la factura N° [...] no es el «documento falso» a que se refiere el artículo 363 del Código Penal, porque tal denominación es un
elemento normativo del tipo penal y por ello debe dársele un contenido jurídico. En tal sentido debemos remitirnos al artículo 359
ibídem, para derivar que un documento privado es falso -en términos penales- únicamente cuando el modo utilizado para la
falsificación implique la posibilidad de causación de un perjuicio; en el presente asunto podría ser la introducción al país de un motor
ajeno, hurtado o robado. En la especie, según se desprende de los fallos estudiados, la procedencia del vehículo es clara y si bien la
factura no consigna hechos ciertos, la verdad es que con ella o con documentos que declararan la realidad la importación resultaba
procedente desde el punto de vista jurídico.

Por lo anterior debe concluirse que la alteración del documento privado no podría causar perjuicio, o en otras palabras no era
necesaria la factura para que se realizara la importación de las piezas. Para que un documento privado se califique de falso, desde el
punto de vista penal y conforme lo exige el artículo 359 del Código Penal, es necesario que el documento contenga una falsedad pero
además que esa falsedad pueda ocasionar algún perjuicio, según las exigencias del tipo penal antes aludido. Ahora bien, cuando el
artículo 363 ibídem sanciona el uso de un "documento falso" debe entenderse por tal el que lo sea en los términos de los artículos 357
(si es público) o 359 (si es privado) y ambos exigen la posibilidad de perjuicio. Como se dijo el documento que se acusa de falso no
podía ocasionar ningún perjuicio a nadie, ni al fisco ni al Estado, porque la importación del motor siempre resultaba procedente según
se desprende de las resoluciones de la Sala Constitucional. Por lo anterior debe concluirse que en el presente caso no concurre uno
de los presupuestos normativos del tipo penal para que se configure el delito de uso de documento falso. En tal sentido debe
entenderse corregida la fundamentación de las sentencias de sobreseimiento recurridas. Con referencia a la alegada inobservancia
del artículo 216 del Código Penal, es claro que en tanto la importación de vehículos en partes para ensamblarlos en Costa Rica no es
antijurídica, se excluye en el presente caso cualquier tipificación de estafa como lo pretende el Ministerio Público, porque si la acción
es lícita no puede ser tenida como ardid, según lo refirió la Sala Constitucional." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 314-F de
las 10,05 hrs. del 12 de agosto.

B- DERECHO PROCESAL PENAL

29. ACCION CIVIL RESARCITORIA - Consideraciones sobre su naturaleza - Titularidad partes y contenido.

"El Libro V del Código Civil distingue como causas productoras de obligaciones civiles los "contratos y cuasicontratos", los "delitos y
cuasidelitos". En realidad el segundo grupo corresponde más exactamente a los llamados "hechos ilícitos", cuya fuente normativa sería
el artículo 1045 de ese Código. Estos hechos ilícitos son fuente productora de responsabilidad civil, y nada tienen que ver con los
hechos ilícitos del campo penal, aunque a veces y en ciertos hechos, resulte difícil la delimitación de sus fronteras. El ejercicio de la
acción civil resarcitoria, regulada en el Código de Procedimientos Penales (artículos 9, 10, 56 y siguientes) se refiere lógicamente a los
hechos penales (delitos dolosos y delitos culposos mal llamados "cuasidelitos"), aún cuando el ejercicio de ésta no excluye la
posibilidad de plantear pretensiones estrictamente civiles en ciertos casos muy complejos donde una pretensión no excluye la otra,
dándose una acumulación. La fuente de las obligaciones civiles derivadas de los hechos penales la encontramos fundamentalmente
en los artículos 103 a 110 del Código Penal vigente y en los artículos 123 y 138 del Código Penal de 1941, vigente por disposición de
la Ley 4891 del 8 de setiembre de 1971. Estas obligaciones, en cuanto a los límites, extinción, concurrencia y otras manifestaciones
jurídicas, se rigen, salvo disposición penal expresa, por las normas civiles, que en este caso vendrían a ser una fuente supletoria. En
consecuencia, cualquier obligación derivada directa o indirectamente de un hecho punible (delito doloso o culposo), podría ser
pretendida a través de la acción civil resarcitoria (artículo 9 CPP).

El otro aspecto importante que debemos considerar es sobre la naturaleza de la acción civil resarcitoria a fin de distinguir, siguiendo
los lineamientos de la Doctrina Procesal Civil, entre la titularidad material (legitimatio ad causam activa y pasiva) y la titularidad
procesal (legitimatio ad procesum activa y pasiva). Esta, al igual que todas las acciones jurídicas que ponen en movimiento los
órganos jurisdiccionales a fin de obtener la satisfacción de una pretensión determinada, tiene ciertas características propias, como por
ejemplo su accesoriedad respecto del proceso penal; la posibilidad del titular de escoger esta vía o bien la vía civil, etc. Sin embargo lo
que interesa es aclarar que tratándose de este tipo de acciones; la titularidad material o procesal, está bien definida en el Código
Procesal Penal en relación con las normas del Código Penal, a tal punto que el juez puede hasta excluir a quien carezca de interés y
de la titularidad necesaria (artículo 65 CPP), quedando de esta manera debilitada cualquier versión de la autonomía de la acción. Ello
significa que esta acción "solo podrá ser ejercida por el damnificado o los herederos en los límites de su cuota hereditaria" o por sus
"representantes legales" y contra los "partícipes del hecho punible" (autores, instigadores o cómplices) o contra quienes resulten
civilmente responsables (artículo 106 del Código Penal). Se trata pues de una acción sujeta a los contenidos normativos del Código
Procesal Penal, y únicamente se aplicarían normas del Código de Procedimientos Civiles por vía supletoria.

El contenido de esta acción permite formular pretensiones restitutorias (artículo 103 inciso 1 del CP y 123 inciso 1) del C.P. de 1941);
reparatorias, tanto del daño material como del moral (idem, inciso 2), y la indemnización de los perjuicios (art. 123 inciso 3) del C.P:
1941). Eventualmente son posibles algunas pretensiones de orden civil cuando éstas son conexas con aquéllas. Es importante en
este tercer aspecto de nuestro análisis, aclarar ciertos conceptos de quienes están legalmente autorizados a ejercitar la acción civil
resarcitoria. De conformidad con el artículo 9 del Código de Procedimientos Penales, solamente pueden hacerlo el "damnificado" o sus
"herederos en los límites de su cuota hereditaria"; o bien los mandatarios o representantes quienes lo hacen en representación de
aquellos. Interesan únicamente los dos primeros conceptos. En cuanto al concepto de damnificado, se debe entender a "quien por
causa directa del hecho, sufre un daño o agravio consistente en una pérdida total o parcial, de un bien económicamente valorable y
jurídicamente tutelado o en un ataque a sus sentimientos o afectaciones íntimas" trascendiéndose de esta manera el concepto de
ofendido (CLARIA OLMEDO, J.; Tratado de Derecho Procesal Penal, t. II, 4961, p. 456). Con arreglo a este concepto, dice el Profesor
Vélez Maricon de, el "accionante debe haber sufrido a causa del delito, presumiblemente, aunque no sea sujeto pasivo del mismo
(ofendido), un daño resarcible, ésto es, la privación o el detrimento o menoscabo cierto (efectivo) de un bien susceptible de reparación
económica que es objeto de un interés jurídicamente tutelado" (Acción Resarcitoria, Córdoba, 1965, ps. 105-106). (Una distinción
entre este concepto y el de ofendido puede ser consultada también en la obra "La Responsabilidad Civil derivada del hecho punible",
de Abdelnour, Rosa M.; editorial Juricentro, Ps. 79 y siguientes).

El otro concepto importante a precisar es el de "heredero en los límites de su cuota hereditaria" utilizado por el artículo 9 recién citado.
En primer lugar, este concepto es propio del Derecho Civil, para lo cual deben distinguirse los herederos legítimos (artículo 572
Código Civil) de los herederos instituidos testamentariamente (artículos 577 y siguientes idem). El concepto a que se refiere el artículo
9 del Código de Procedimientos Penales es el primero, sea el de heredero legítimo, que es el criterio conceptual que se incorpora a fin
de determinar quiénes están legitimados para reclamar los resultados de un delito (doloso o culposo).

Sin embargo debemos tener presente que, dependiendo del tipo de delito, la persona titular de algún derecho puede ser considerada
heredera o simplemente damnificado. Así por ejemplo cuando el daño (material o moral) es sufrido por el ofendido (sujeto pasivo del
delito) y éste se constituye en actor civil, y, muere durante la tramitación del proceso, sus herederos legítimos" están autorizados para
proseguir la correspondiente acción en los límites de su cuota hereditaria. En cambio en un delito como el homicidio, si no existen
daños en bienes materiales, los herederos legítimos serán damnificados directos o "herederos forzosos", y reclamarían un derecho
propio. En ese sentido se pronunció esta Sala en los votos 148-F de 16:10 horas del 17 de junio de 4987, 120-F de 8:45 horas del 5
de abril de 1994 y 399-F de 15:20 hrs. del 31 de julio de 1991. Si a consecuencia del mismo delito resultaren afectados bienes del
occiso, que por su condición legal deben ser heredados, en este caso los presuntos herederos sí deben ejercer la acción en tal
condición o en los límites de la cuota hereditaria, tal y como lo dispone el artículo 9 del C.P.P.; aunque la respectiva declaratoria no es
necesaria presentarla al momento de formular la demanda, sí debe estar definida al dictarse la sentencia en vía penal, tal y como lo
ha resuelto en otros casos esta Sala (ver jurisprudencia anterior). Siguiendo este orden de ideas, resultaría que el artículo 9 dicho
prevé tres situaciones: 1) Cuando el damnificado o víctima del delito ejerce la acción para reclamar los daños y perjuicios sufridos en
su persona o en sus bienes propios; 2) Cuando la acción la ejercen los herederos en los límites de su cuota hereditaria y con respecto
al reclamo de derechos susceptibles de ser heredados, 3) Cuando la acción la ejerce un mandatario o un representante en nombre de
cualquiera de los dos anteriores.

En otras palabras, cuando un individuo fallece a consecuencia del delito, las personas susceptibles de ser herederos conforme al
artículo 572 del Código Civil pueden ejercer la acción civil resarcitoria para redamar el daño moral, sin necesidad de tal declaratoria.
En este caso se reclamarían derechos propios, directos. Debemos ahora señalar la condición que tienen los titulares, cuando se trate
de bienes materiales o de daños morales. En lo que se refiere a los daños materiales pueden presentarse dos situaciones: A: Cuando
el ofendido, víctima directa del delito, estando en vida promueve la acción civil resarcitoria, pero fallece antes de dictarse sentencia. En
esta hipótesis, cualquiera de los herederos legítimos puede continuar con la acción. El tribunal al dictar sentencia debe pronunciarse
en cuanto a la totalidad de las pretensiones que originalmente formuló el fallecido. Para poder hacerla efectiva y reclamar su cuota
hereditaria el actor debe acudir a la vía civil correspondiente; bien sea la ejecución civil, bien sea el proceso sucesorio. El Tribunal no
puede hacer la repartición de cuotas, pues legalmente no estaría autorizado. B. La segunda situación es cuando el heredero legítimo
ejerce la acción civil para reclamar el resarcimiento de los daños sufridos en bienes materiales del de cujus, hubiere o no ejercido la
acción este último. En este caso, si el actor civil (heredero) demuestra antes de sentencia que la sucesión ha sido abierta y que están
declarados todos los herederos, deberá el Juez pronunciarse concretamente en cuanto el monto de su cuota. Si éste hubiere
proseguido la acción civil instaurada por el ofendido, y además ejercido la suya propia para reclamar su cuota; en esta situación el
tribunal debe hacer un pronunciamiento sobre todas las pretensiones, fijar el monto global y, al mismo tiempo determinar la cuota del
actor. El resto deberá ser puesto a la orden de la sucesión.

En cambio, si al momento de dictarse sentencia, no existiere esa declaratoria de herederos, el tribunal deberá condenar en abstracto y
remitir al o a los actores a la vía civil respectiva (ejecución civil o sucesión). En relación con la declaratoria en abstracto tal y como
ocurre en el presente caso, esta Sala la ha aceptado como viable siempre que se den las siguientes condiciones: 1) se acredite la
existencia del daño, 2) se acredite el deber de indemnizar de parte del demandado, 3) se acredite el derecho de recibir la
indemnización de parte del accionante, 4) no existan pruebas para acreditar el monto de la indemnización y no pueda hacerse
prudencialmente (V. 165-F de 9 horas del 26 abril de 4991). Queda por aclarar quienes son los titulares que pueden ejercer la acción
civil resarcitoria en tratándose del daño moral. Si el ofendido ha sido directamente afectado en su honra o dignidad y muere antes de
constituirse como actor civil, su derecho se extingue, pues es personalísimo. Sin embargo se admite doctrinalmente, lo cual comparte
esta Sala, que si el ofendido presenta dicha acción y muere durante el trámite del proceso, sus herederos podrán, proseguir con la
acción ya promovida (véase Vélez Mariconde, op. cit. ps. 411 ss; Ricardo Núñez, op. cit. ps. 455 ss.). Sin embargo al momento de
dictarse sentencia hay que considerar dos hipótesis: la primera es que si en ese momento el actor civil demuestra que la sucesión está
abierta y todos los herederos declarados, el tribunal se pronunciará sobre toda la pretensión, y, a la vez determinará el monto que
corresponde de acuerdo a su cuota hereditaria. Lo demás deberá ser puesto a la orden de la Sucesión respectiva. La otra posibilidad
es si no ocurre tal demostración, en cuyo caso el tribunal se pronunciará en abstracto, debiendo el actor civil determinar el monto de su
cuota, en la vía civil correspondiente (ejecución civil, juicio sucesorio). Una última hipótesis -aunque discutible- es posible.

Se trata de aquellos casos en que a consecuencia del delito, el ofendido no pierde la vida, pero queda con incapacidad absoluta
aunque sin posibilidad de sufrir el daño moral por la pérdida de la conciencia. En este caso es posible que los herederos sean
dañados moralmente, pudiendo cada uno demandar en forma individual y específica el monto del daño sufrido. Finalmente, es posible
que los herederos demanden el pago de alimentos conforme al artículo 128 del Código Penal. Dos situaciones hipotéticas son
posibles: la primera se refiere el caso en que los acreedores alimentarios se quedan sin la manutención o asistencia que estaba a
cargo del ofendido. Estos acreedores pueden ser bien los herederos legítimos previstos en el Código Civil, o, eventualmente terceros.
En este caso, ellos podrán demandar el resarcimiento respectivo, cuyo monto se fijaría en forma específica. En este caso, no es
necesaria la demostración de la condición de heredero tal y como lo ha resuelto esta Sala (V 120-F de 8:45 horas del 5 de abril de
1991 y 80-F de 8:40 horas del 20 de marzo de 1992).

La segunda hipótesis es la prevista en el artículo 129 del Código Penal de 1941. Esta queda limitada exdusivamente a los
"acreedores alimentarios legales", es decir el "consorte, descendiente, ascendiente, hermanos, tíos o sobrinos" que hayan sido
declarados herederos legítimos, cuando, por cualquier motivo al momento de producirse el hecho punible, no recibía o no podían
recibir del difunto la correspondiente cuota alimentaria. En esta última situación, también es obvio que cada acreedor reclamará en
concreto su respectiva cuota y no es necesario para presentar la acción civil la declaratoria de herederos, pero, ésta sí deberá estar
hecha al momento de dictarse la sentencia (ver de esta Sala el voto 80-F de las 8:40 hrs. del 20 de marzo de 1992)." 1994. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N° 69-F de las 9 hrs. del 8 de abril.

30. ACCION CIVIL RESARCITORIA - Existencia del hecho delictivo no releva de la necesaria demostración de los daños
que se reclaman.

"El Tribunal tuvo por demostrado que (el imputado), aprovechándose que había sido gerente de la actora civil (...), después de ser
despedido, llamó por teléfono al tesorero de la compañía indicándole que tenía en su poder documentos que comprometían a la
empresa, y además procedió a enviar algunos documentos por facsímil, provocando "...honda preocupación sobre el particular, sobre
todo porque procedía de quien había sido su Gerente General, a la vez que éste anunciaba tener otros documentos, igualmente
comprometedores..." (fl. 864). También se tuvo por demostrado que el presidente de la empresa y un oficial del Organismo de
Investigación Judicial, haciéndose pasar por contador de la ofendida, se reunieron con (el imputado) para que a cambio de sesenta mil
dólares entregara los documentos, pero a esa reunión el sentenciado llevó otros documentos distintos a los que dijo tener, por lo que
no se realizó el intercambio; y finalmente se acreditó que (el imputado) le pidió a otra persona que llamara a (la empresa ofendida)
para cobrar un dinero a cambio de unos documentos, lo que esa persona no aceptó. De esos hechos acreditados no se desprende
que la empresa hubiere sufrido daño económico alguno susceptible de ser indemnizado, razón por la cual no se aprecia la
contradictoriedad que se alega en el recurso.

El Tribunal tuvo por cierta la existencia del hecho delictivo, pero no que dicha conducta delictiva hubiere ocasionado los daños
materiales y morales que cobra el representante legal de la empresa como ocurridos en perjuicio de ésta. Según señalan los
juzgadores en la sentencia, el abogado de la parte actora civil cobró una partida de ocho millones de colones por daño material y las
costas, "...sin acreditar con prueba técnica idónea que la empresa en virtud de la acción dolosa desplegada por los acusados, se creó
un ambiente de sozobra (sic) en la firma (...), causando un daño moral a la misma en virtud de la pérdida de confianza que medió en
los inversionistas..." (fl. 873 de la sentencia). De lo anterior se desprende que varios personeros de la empresa fueron afectados con la
conducta ilícita del sentenciado, pero no que la empresa sufriera algún daño cuantificable en dinero. En otros términos, el Tribunal tuvo
por demostrada la existencia del hecho ilícito y con ello el deber del sentenciado de indemnizar a los damnificados si los hubiere, pero
eso no es suficiente para declarar con lugar la acción civil resarcitoria en relación con la empresa actora civil, pues en relación con ella
según los juzgadores no se ha establecido la disminución y la afectación patrimonial que se reclama. Ya esta Sala ha expuesto que se
requieren varias condiciones, "...en primer término es imprescindible que se haya establecido la obligación del demandado de
indemnizar los daños y perjuicios; segundo, se requiere también que se haya establecido el derecho del accionante, o su
representante legal, de recibir la indemnización; tercero, es necesario que en el proceso penal se haya demostrado la existencia de
esos daños y perjuicios sufridos por parte del damnificado..." (Sala Tercera, sentencia N° 165-F de 9 hrs. del 26 de abril de 1991). En
el presente caso el Tribunal señala que no tiene elementos probatorios que indiquen que la empresa hubiere sido afectada en su
patrimonio a consecuencia de los hechos ilícitos demostrados, lo que no es contradictorio ni violenta el principio de fundamentación
racional, pues falta uno de los presupuestos para que pueda ser acogida la acción civil en el caso concreto, razón por la que procede
rechazar el reclamo." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 299-F del las 9,15 hrs. del 5 de agosto.

31. ACCION CIVIL RESARCITORIA - Intervención de depositaria provisional como representante de menor, válida para
reclamar solo renta alimenticia, según la Ley de Pensiones.

"La señora (...), invocando su condición de "representante de la acción civil resarcitoria y representante de la menor [...]", interpone
recurso de casación por la forma y por el fondo, impugnando la sentencia penalmente condenatoria recaída contra [el imputado], por la
comisión del delito de Homicidio culposo cometido en perjuicio de [...], toda vez que en esa resolución se dispuso declarar sin lugar la
acción civil resarcitoria por considerar que la menor [...], quien carecía de capacidad procesal, en razón de su edad, no estuvo
debidamente representada, pues la señora es únicamente depositaria administrativa provisional suya. Según lo observan los suscritos
Magistrados, la disconformidad de la impugnante se contrae a un vicio cuya corrección corresponde dilucidar al tenor de normas
sustantivas, razón por la cual se omite pronunciamiento respecto al recurso por la forma y se acoge el reclamo por vicios in iudicando,
por las razones que de seguido se exponen. En efecto, al haber fallecido a consecuencia del delito culposo que se le atribuye al
imputado [...], la señora [...], madre de la menor [...] y en vista de que por conflictos familiares, de hecho no estaba sujeta a la
autoridad de su padre [...], la señora [depositaria de la menor] inició, en fecha veinticuatro de noviembre de mil novecientos ochenta y
ocho, diligencias administrativas de estado de abandono de la menor mencionada. Por resolución de las trece horas del veintiocho
siguiente, el Patronato Nacional de la Infancia (PANI) resuelve depositar provisionalmente a [la menor] en la gestionante y ordenó la
investigación preliminar del caso (folio 174). A folio 176, [la gestionante] manifiesta su aceptación del cargo de depositaria "para todos
los efectos legales".
Por resolución de las 15:00 horas del diecinueve de enero de 1989, el PANI dispone confirmar como medida provisional el depósito de
la menor en cuestión en la señora [...]. Para arribar a dicha determinación, entre otras cosas se toma en cuenta que la madre de la
menor [...], señora [...], falleció; "que el señor [padre de la menor] expone en el memorial de fecha trece de diciembre del pasado año
que no es intención tener la custodia de la menor, pues en razón de su trabajo y por no tener recursos familiares, él no podría asumir
esta responsabilidad, pero sí desea que se le permita visitarla y llevarla de paseo".

Por razones ignoradas, el PANI, pese a tener conocimiento de la situación de la menor -por haber tramitado las diligencias aludidas-
omitió solicitar la declaración judicial del estado de abandono, como era su obligación legal conforme a los artículos 20 del Código de
la Infancia y 147 del Código de Familia. Comentando este último numeral la Sala Constitucional indicó: "...este artículo señala quiénes
ostentan legitimación activa para pedir la declaratoria judicial de abandono y no prevé la ley que sea carga de los padres o parientes
impugnar la declaratoria provisional; por lo demás, ha de privar el interés superior del niño y es el propio Patronato el interesado en
que se declare judicialmente el abandono" (resolución 2014-93 de las 13:57 horas del 12 de mayo de 1993). Al incurrir en esa
omisión, el PANI tornó nugatoria la posibilidad de que la menor obtuviera en sede judicial la designación de un tutor que la
representara, incumpliendo así los artículos 171 y 172 del Código de Familia. En efecto, la menor [...] -titular de la acción civil-, al no
tener capacidad procesal para estar en juicio solamente podía actuar mediante la representación prescrita por la ley (articulo 56 del
Código de Procedimientos Penales), lo cual, en principio, nos conduce a la figura del tutor. No está de más aclarar, siguiendo al
Código de Procedimientos Civiles, que "tienen capacidad para ser parte quienes tengan el libre ejercicio de sus derechos. De no ser
así, actuarán en proceso mediante representación" (artículo 102) y que parte legítima "es aquella que alega tener una determinada
relación jurídica con la pretensión procesal" (artículo 104). Como se dijo anteriormente, según lo evidencian las constancias del
expediente, al haber sido depositada la menor por el Patronato Nacional de la Infancia en manos de doña [...], dicho ente asumió
jurídicamente la representación de la menor y la obligación de gestionar judicial y extrajudicialmente en favor de aquella, conforme al
artículo 6, incisos f) y r), de la Ley Orgánica del Patronato Nacional de la Infancia, porque la misma Constitución Política reconoce a
los niños como [...] el derecho a la protección especial del Estado, a cargo del Patronato Nacional de la Infancia, con la colaboración
de las otras instituciones del Estado (artículos 51 y 55 de la Constitución Politica), como, por ejemplo, el Ministerio Público (inciso 2 del
artículo 10 del Código de Procedimientos Penales) o la Procuraduría General de la República.

Esta obligación del Estado también se deriva de los artículos 19 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y 20.1 de la
Convención sobre los Derechos del Niño, 5 del Código de Familia y l° del Código de la Infancia. Sin embargo, a pesar del claro
conocimiento que tenía de la evidente y precaria situación de desamparo que vive la menor a raíz de la muerte de su madre y el
desinterés de su padre en ejercer su autoridad parental, el PANI no solo dejó de hacer valer los derechos de la menor [...] mediante el
ejercicio de la acción civil en la vía penal, sino que además omitió cualquier tipo de intervención dentro de este proceso; ni siquiera
delegó el ejercicio de la acción civil en el Ministerio Público (artículo 10 inciso 2° citado), contraviniendo ese referido derecho
fundamental a protección especial del Estado, así como el derecho a recibir -como cualquier persona- justicia pronta y cumplida, en
reparación por los daños materiales y morales derivados del hecho punible. Esta Sala indicó recientemente que "tanto el Patronato
Nacional de la Infancia como el Ministerio Público deben verificar que en los asuntos judiciales en que tenga interés un menor de
edad se observen las garantías y derechos que en favor de éste prevé el ordenamiento jurídico" (V-111-F de las 9:25 hrs. del 29 de
abril de 1994), máxime cuando el menor sufre las consecuencias de un delito como víctima o damnificado, en cuyo caso el Ministerio
Público debe ejercer, además de la acción penal, la acción civil, cuando el menor no tiene padres, tutor o curador. Para efectos de la
acción civil resarcitoria, debe determinarse en qué consiste la representación de una persona que no tenga capacidad para estar en
juicio.

Al respecto el artículo 9 del Código de Procedimientos Penales dispone, en lo que interesa, que dicha acción "sólo podrá ser ejercida
por el damnificado o sus herederos en los límites de su cuota hereditaria o por los representantes legales o mandatarios de ellos..." y
el numeral 56 ibídem agrega que "Las personas que no tengan capacidad para estar en juicio, no podrán actuar si no son
representadas o asistidas del modo prescrito por la ley civil".

Los tratadistas, al referirse a este aspecto, limitan la representación a los "padres, tutores, curadores y representantes de una persona
jurídica" (LLOBET RODRIGUEZ, Javier: "Código de Procedimientos Penales Anotado y Concordado", 2° Edición, Editorial Juricentro,
San José, Costa Rica, 1991, página 49, nota 7; NUÑEZ, RICARDO C., "Código Procesal Penal de la Provincia de Córdoba", Ediciones
Lerner, Córdoba-Buenos Aires, Argentina, 1978, pág 25 nota 7 y págs 76 y 77 nota 2). Agrega Vélez Mariconde -cita que aparece en
la sentencia recurrida- que "...debe advertirse que la ley procesal, mediante la enumeración taxativa de las personas que pueden
ejercer la acción, pone limitaciones tendientes a evitar que ingresen en el proceso algunas que sólo podrán hacer valer su pretensión
resarcitoria ante la jurisdicción civil" (VELEZ MARICONDE, ALFREDO, "Acción Resarcitoria, Edición del autor, Córdoba, 1965, página
105). La taxatividad de que habla el autor últimamente citado, tanto en el Código Procesal Penal de Córdoba como en el
costarricense, se refiere a las personas que pueden ejercer la acción resarcitoria, esto es el damnificado o sus herederos o los
representantes legales o mandatarios de ellos y también alude a las personas contra quien puede interponerse esa acción como son
los partícipes del hecho punible y el civilmente responsable, pero no se aclara quiénes pueden ser los representantes legales de esos
accionantes. Debe tenerse presente el citado artículo 56, cuando dispone que "Las personas que no tengan capacidad para estar en
juicio, no podrán actuar si no son representadas o asistidas del modo prescrito por la ley civil". Por ley civil, debe entenderse la
totalidad del ordenamiento de derecho privado, principalmente el relacionado con el punto en discusión, máxime que en nuestro país,
la mayoría de los casos de representación de menores, no se encuentran en lo que restringidamente se conoce por legislación civil.
Pareciera que en el sistema argentino, las restricciones que operan en cuanto a la representación, se explican porque,
primordialmente en el Código Civil de ese país, expresamente se indica los casos de incapacidad para estar en juicio y la
representación que debe ejercerse. Al respecto es esclarecedora la lista que proporciona Núñez en la indicada nota 2) al artículo 81
del Código Procesal Penal correspondiente a nuestro artículo 56 y ello explica la limitación a que se aludió. No ocurre lo mismo con
nuestra legislación, pues sólo algunos casos de representación se encuentran en el Código Civil, mientras que la mayoría se hallan en
otras disposiciones legales. Así, se deberá nombrar curador para determinado negocio o para la administración de todos a la persona
ausente (artículo 67); respecto a sucesiones, el albacea (artículo 541 y siguientes); en lo concerniente a insolvencia, curador (artículo
899 y 921 a 939); y también deben tomarse en cuenta los casos de mandato (artículos 1251 a 1294).

Todo lo relativo a tutela, para los menores que no están en patria potestad, está previsto en el Código de Familia (artículos 162 y
siguientes) y para los casos de curatela de "mayores de edad que padezcan una incapacidad mental o física, que les impida atender
sus propios intereses", existen las disposiciones de los numerales 247 y siguientes ibídem, normas que deben relacionarse con los
artículos 831 a 847 del Código de Procedimientos Civiles. El mencionado Código de Familia, en el artículo 148, respecto a los
menores declarados judicialmente en estado de abandono, determina que la custodia otorgada al Patronato involucra la
representación legal del menor.

Otro caso de representación se da para demandar alimentos en favor de los menores, que se le confiere a sus representantes legales
así como a los simples guardadores, y también al Patronato Nacional de la Infancia, Las Juntas Provinciales de Protección a la
Infancia y los Jefes de establecimientos a cuyo cargo estuvieren los menores (artículo 40 de la Ley de Pensiones Alimenticias). La Ley
Orgánica del mencionado Patronato en el artículo 6 inciso b) señala entre sus atribuciones, "Representar judicialmente al menor de
edad que no se encuentre bajo patria potestad o tutela...". También, se consideran abandonados los niños que siendo menores de 16
años no tengan medios de subsistencia, ya sea por muerte o ausencia intencional de sus padres, o porque el menor no tenga tutor ni
guardador. Por este último se entiende "a la persona que no siendo ni su padre, ni su madre, ni su tutor, tenga por cualquier título la
responsabilidad de su vigilancia, dirección o educación o que tenga voluntariamente al menor en su poder o compañía" (artículos 15 y
46 del Código de la Infancia). Como puede apreciarse, la más importante representación de menores, no se encuentran en el Código
Civil y por eso, las citas doctrinarias parecen fuera del contexto costarricense.

Esbozado el problema y algunas de las disposiciones legales atinentes, debe resaltarse que en Costa Rica tanto normas
constitucionales, como de convenciones, códigos, leyes orgánicas y leyes comunes, dan especial énfasis a la protección especial que
sobre los menores debe recaer. Así, aparte de los ya mencionados artículos 51 y 55 de la Constitución Politica, esa obligación estatal
también se deriva del artículo 19 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos: "Todo niño tiene derecho a las medidas de
protección que su condición de menor requieren por parte de su familia, de la sociedad y del Estado"; del numeral 20.1 de la
Convención sobre los Derechos del Niño: "Los niños temporal o permanentemente privados de su medio familiar, o cuyo superior
interés exija que no permanezcan en ese medio, tendrán derecho a la protección y asistencia especiales del Estado"; del ordinal 5 del
Código de Familia: "La protección especial de las madres y de los menores de edad estará a cargo del Patronato Nacional de la
Infancia, con la colaboración de otras instituciones del Estado" y del 1 del Código de la Infancia: "Es función social del Estado la
defensa y protección de las madres y los niños desvalidos". Y para cumplir con esa especial protección, en la Convención Sobre
Derechos del Niño se establece: "Los Estados Partes respetarán las responsabilidades, los derechos y los deberes de los padres, o en
su caso, de los miembros de la familia ampliada o de la comunidad, según establezca la costumbre local, de los tutores u otras
personas encargadas legalmente del niño, de impartirle en consonancia con la evolución de sus facultades, dirección y orientación
apropiadas para que el niño ejerza los derechos reconocidos en la presente Convención (artículo 5).

Asimismo "A los padres u otras personas encargadas del niño les incumbe la responsabilidad primordial de proporcionar, dentro de
sus posibilidades y medios económicos, las condiciones de vida que sean necesarias para el desarrollo del niño" (artículo 27 inciso 2)
y "Los Estados Partes tomarán las medidas apropiadas para asegurar el pago de la pensión alimenticia de parte de los padres u otras
personas que tengan la responsabilidad financiera por el niño, tanto si viven en el Estado Parte como si viven en el extranjero" (mismo
artículo, inciso 4).

Como puede apreciarse, el panorama de la legislación costarricense y de las convenciones ratificadas por nuestro país, es de
absoluta protección al menor y cuando por algún motivo carezca de representación, debe procurársele ésta, de manera que pueda
ejercer sus derechos. Ello explica que en el artículo 20 del Código de Familia se disponga: "La unidad de la familia, el interés de los
hijos, el de los menores y la igualdad de derechos y deberes de los cónyuges, han de ser los principios fundamentales para la
aplicación e interpretación de este Código". Y que disposición similar, pero aún más obligante, por ser de carácter general y emanada
de una convención, se encuentre en el artículo 3 de la Convención sobre los Derechos del Niño: "En todas las medidas concernientes
a los niños, que tomen las instituciones póblicas o privadas de bienestar social, los tribunales, las autoridades administrativas o los
órganos legislativos, una consideración primordial a que se atenderá será el interés superior del niño". Así, entonces, es obligatorio
para todos los tribunales en cuyas sedes se conozcan asuntos en los que directa o indirectamente participen menores, que en sus
resoluciones se atienda al interés superior del niño. Y ello adquiere mayor relevancia, cuando esos menores, por problemas de
cualquier índole, incluidos de corte administrativo, tengan dificultades para que sus derechos les sean reparados y se haga justicia
pronta y cumplida. Los Tribunales deben velar porque sean observadas las garantías y formalidades procesales establecidas en
protección del menor, aunque este contralor competa en principio al PANI, a la Procuraduría o al Ministerio Público, y además, dentro
del rango de sus funciones exclusivas, debe interpretar las normas en favor de los menores, por estar estos sujetos en clara situación
de desventaja respecto a las partes adultas y capaces del proceso. Acorde con lo hasta ahora expuesto, debe analizarse si en la
especie, la menor (...), quien es titular de la acción civil resarcitoria, en su condición de hija de la ofendida [...] y al no tener capacidad
para actuar en juicio, en razón de su minoridad, podía actuar mediante la representación de la señora [...], quien fungía como
depositaria provisional, según determinación del Patronato Nacional de la Infancia.

Inicialmente debe señalarse que las normas respectivas, indican como componentes de la acción civil, "la restitución del objeto
materia del hecho punible, así como la indemnización de los daños y perjuicios causados por el mismo" (artículo 9 del Código de
Procedimientos Penales); "la restitución, indemnización o reparación demandada" (artículo 398 ibídem); "la restitución del objeto
materia del delito, la indemnización de daños y perjuicios causados y la forma en que deberán ser atendidas las respectivas
obligaciones" (artículo 399 ejúsdem); "a la restitución, indemnización o reparación de daños o al pago de costas" (artículo 524 también
del Código Procesal Penal); y a "la restitución de las cosas o en su defecto el pago del respectivo valor, la reparación de todo daño; y
la indemnización de los perjuicios causados tanto al ofendido como a terceros" (Artículo 103 del Código Penal vigente). Por su parte,
del Código Penal de 1941 (vigente según ley 4891 del 8 de noviembre de 1971) el artículo 122, que es la norma genérica, dispone
que "la reparación civil comprende: i) La restitución de la cosa. 2) La reparación del daño material y moral. 3) La indemnización de los
perjuicios".

Ninguna de las disposiciones transcritas nos indica en qué consiste cada uno de los rubros aludidos. Esa función sí la cumplen las
normas siguientes del Código de 1941. Así determina el artículo 123 que la restitución de la cosa objeto del hecho punible, debe
hacerse con abono de todo deterioro o menoscabo, y en caso de imposibilidad, el valor fijado pericial o prudencialmente; el numeral
124 como daño material obliga a indemnización pecuniaria que se fijará valorando la entidad de todos los daños patrimoniales
causados por el delito; el ordinal 125 se refiere a la indemnización pecuniaria por daño moral; el 126 a la indemnización de perjuicios
no sólo causados al ofendido sino también a un tercero. Esos rubros son los que tradicionalmente se consideran componentes de la
acción civil. Pero para determinados casos, esa lista se amplía, según el mencionado Código Penal de 1941. Así, en cuanto a hechos
punibles contra la salud o la integridad corporal, deberán pagarse los gastos de curación del ofendido y lo que hubiere dejado de
ganar durante su incapacidad; si la incapacidad fuera absoluta, deberá pagarse una pensión alimentaria vitalicia; si sólo queda con
evidente pérdida de su habilidad o resistencia, la pensión se determinará en proporción al decrecimiento efectivo del poder de trabajar;
si el ofendido quedare con una desfiguración del rostro o deformidad física incorregible, se le pagará una indemnización (Artículo 127).
Si a consecuencia del hecho punible se produce la muerte del ofendido, se deberá cancelar los gastos hechos en obtener la curación o
alivio de la víctima y una renta para los acreedores alimentarios legales que recibían del occiso alimentos o asistencia familiar en la
fecha de consumación del hecho. Esa pensión será proporcional a la suma que, en esa fecha, obtenía o podría obtener la persona
fallecida con su trabajo o en que deba apreciarse su asistencia familiar, tomando en cuenta las condiciones y capacidades del
interfecto.

Los alimentarios gozarán de la renta a partir de esa fecha, por todo el tiempo que normalmente y según la ley civil, habrían podido
exigir alimentos del occiso durante el resto de vida probable de éste. Si el monto resulta exiguo, podrán los jueces obligar al
responsable a pagar una indemnización equitativa adicional. (Artículo 128). Si a la fecha de comisión del hecho, los acreedores
alimentarios legales del occiso no recibían o no podían recibir de él alimentos o asistencia familiar, el condenado pagará como
indemnización a los parientes que hayan sido declarados herederos legítimos del difunto, una suma equitativa que se distribuirá entre
ellos con sujeción a las reglas civiles sobre el reparto de herencia legítima (artículo 129). El pago de las pensiones alimenticias
periódicas a que se refieren los artículos 127 y 128, se garantizarán debidamente, estableciéndose reglas para su cancelación,
primordialmente para el caso de fallecimiento del ofendido. (artículo 130). Esas rentas alimentarias no son embargables ni
susceptibles de compensación, el derecho de pedirlas es irrenunciable e intransmisible y se puede transigir sólo con autorización
judicial, siempre que queden asegurados o cubiertos suficientemente los alimentos debidos (artículo 131). Como puede apreciarse, el
Código Penal de 1941, inserta una especial pensión alimenticia, para determinados casos, primordialmente en delitos contra la vida y
la integridad corporal y evidentemente entre los primeros estaría el Homicidio Culposo que aquí se juzga. No está de más agregar que
varias de las normas transcritas aluden a la ley civil, en relación al tiempo en que se pueden percibir alimentos y a las reglas civiles
para efectos del reparto de la renta entre los herederos legítimos del ofendido. Anteriormente se había manifestado que cuando se
habla de ley civil, debe entenderse la totalidad del ordenamiento, máxime que en nuestro país, los aspectos sucesorios sí están
regulados en el Código Civil pero lo concerniente a alimentos, está contemplado en el Código de Familia (Título IV, Capítulo Unico,
artículos 151 a 161) y en la Ley de Pensiones Alimenticias, número 1620 de 5 de agosto de 1953 y sus reformas. Es cierto que estas
dos legislaciones se refieren primordialmente a los alimentos que se deben entre parientes cercanos (cónyuges entre sí, padres e hijos
entre sí, hermanos, etc.), pero también debe entenderse como pensión alimenticia la regulación realizada por el Código Penal de
1941, aunque no se trate de relaciones de parentesco directas sino indirectas, sea que el menor o incapaz se hace acreedor a la
pensión, por la muerte de quien le proporcionaba o le debía proporcionar alimentos, aunque quien deba satisfacerla sea una persona,
ente o empresa extraña a esa relación familiar.

Esa conclusión no sólo emerge de que el citado Código Penal la llame pensión alimenticia, sino también de una interpretación
armónica del ordenamiento jurídico. Si esa pensión es proporcional a la suma que, en la fecha de comisión del hecho, obtenía o
habría podido obtener la persona fallecida con su trabajo o en que deba apreciarse su asistencia familiar tomando en cuenta la
condición y capacidades del interfecto y si se extiende de esa fecha mencionada hasta el tiempo en que por la ley civil los alimentarios
habrían podido exigir alimentos del occiso, (artículo 128); si además tales rentas no son embargables ni susceptibles de
compensación, el derecho de pedirlas es irrenunciable e intransmisible y sólo se puede transigir, con autorización judicial y si durante
la ejecución de la sentencia, se puede ordenar una pensión provisional (artículo 131), no se notan grandes diferencias con los
postulados del Código de Familia, que también regula el tiempo en que se pueden recibir alimentos (inciso 2 del artículo 156 y párrafo
final del artículo 160); que determina la fijación de pensión provisional (artículo 155); que da carácter prioritario a la deuda alimentaria
sobre cualquier otra (artículo 158); y que reafirma que el derecho de pedir alimentos no puede renunciarse, ni transmitirse de modo
alguno, ni es compensable la deuda de alimentos presentes (artículo 154).

Esa misma interpretación armónica de la totalidad del ordenamiento jurídico, a que se ha aludido, permite deducir que, cuando la Ley
de Pensiones Alimenticias señala que quiénes pueden demandar alimentos en favor de los menores de edad o de mayores
incapacitados, son los representantes legales o los simples guardadores o el Patronato Nacional de la Infancia (artículo 10), no sólo se
está refiriendo a la deuda alimentaria entre parientes sino también a la que surge de un hecho punible en que fallezca el obligado a
alimentos respecto al menor, pues a igual situación (protección especial del menor), igual solución. Si además, según el Código de la
Infancia, son guardadores del menor las personas que no siendo ni su padre, ni su madre, ni su tutor, tengan por cualquier título la
responsabilidad de su vigilancia, dirección o educación o que tenga voluntariamente al menor en su poder o en su compañía (artículo
16), debe concluirse que al estar designada [...] por el Patronato Nacional de la Infancia, como depositaria provisional de la menor [...],
titular de la acción civil y quien no tiene capacidad para estar en juicio, en razón de su minoridad, podía representarla en la acción civil
resarcitoria de que conocemos. No otra interpretación cabe, pues además de estar demostrada la muerte de la madre de la menor y el
desinterés de su padre, con lo que su situación de desamparo es total, siempre "En todas las medidas concernientes a los niños
que tomen ...los tribunales... una consideración primordial a que se atenderá será el interés superior del niño" (Artículo 3 de
la Convención Sobre los Derechos del Niño). Por estas razones consideran los suscritos que es necesario llamar la atención del
Patronato Nacional de la Infancia para que procure en el futuro no se repitan situaciones como la aquí examinada, a la vez que se le
previene tomar nota de lo resuelto, para que disponga todas las medidas pertinentes y necesarias. Debe declararse con lugar el
recurso de casación interpuesto y resolver el caso de acuerdo con la ley aplicable, conforme se dirá. Considerando que en el recurso
se solicita que se indemnice a [la menor] de todos los daños sufridos, físicos, morales y económicos, así como de las costas de esta
acción, en razón del hecho acreditado de haber causado culposamente el imputado la muerte violenta de su madre [...], en un
accidente de tránsito, ante la presencia de su hija [...], procede casar la sentencia únicamente en cuanto denegó a la niña [...] -quien
recibía de la occisa alimentos o asistencia familiar en la fecha de comisión del hecho punible- una renta alimentaria.

En efecto, (la madre de la menor), como lo indican las constancias del expediente, era el principal sostén afectivo, emocional y
económico de la menor, por existir conflictos en la relación con su padre, lo cual evidencia el estado de desamparo de esta niña,
quien está en proceso administrativo de declaratoria de abandono. Por todo eso, el condenado [...] debe satisfacer por vía de
reparación una renta para la menor [...] correspondiente a los alimentos o asistencia familiar que este recibía de la occisa a partir de la
fecha de la comisión del hecho punible. Esta pensión será proporcionada a la suma que en esa fecha obtenía o habría podido obtener
la persona fallecida con su trabajo y la menor [...], como se dijo, gozará de la renta a partir de la fecha de la comisión del hecho y por
todo el tiempo en que, normalmente y según la ley civil, habría podido exigir alimentos de la occisa durante el resto de vida probable
de esta. Sin embargo, si por cualquier motivo resultare exiguo el monto total de lo adeudado según la regla del artículo 128 del Código
Penal de 1941, se podrá obligar al responsable a pagar una indemnización equitativa adicional que se fijará y cancelará de acuerdo
con el artículo 129 ibídem. La presente condena civil se hace en abstracto, por no existir pruebas idóneas y suficientes para acreditar
la suma de la indemnización, de modo que corresponde establecer los montos en la vía civil correspondiente. El resto de la sentencia
se mantiene incólume, de manera tal que respecto al género de daños materiales y morales que fueron objeto de la demanda civil, tal
como lo dispuso el a quo, podrá acudirse a la vía civil que corresponda, agregando esta Sala que el cumplimiento efectivo de esta
suposición deberá ser fiscalizado por el Patronato Nacional de la Infancia y el Ministerio Público, quienes verificarán, tomando las
medidas administrativas y judiciales pertinentes, el cumplimiento efectivo de los derechos de la menor […]". 1994. SALA TERCERA
DE LA CORTE, N° 327-F de las 14,30 hrs. del 29 de agosto.

32. ACCION CIVIL RESARCITORIA - Validez de la representación de menores delegada en Ministerio Público.

"[…] se alega, como aspecto central, vicios en la representación de la acción civil de las menores [...] la cual fue delegada en el
Ministerio Público de conformidad con el artículo 10 del Código Procesal Penal. Es conveniente, para seguir el orden lógico del
reclamo, resolver el punto relativo a la vigencia o no de la citada norma conforme se señala en el sétimo motivo. No existe duda
alguna de que el referido artículo 10 se encuentra vigente, pues la ley 7335 (Ley Orgánica del Ministerio Público) que el impugnante
invoca, fue vetada por el Poder Ejecutivo, según consta en La Gaceta N° 94 del martes 18 de mayo de 1993 (que fue reproducida por
error de imprenta aparecido en la publicación inicial en La gaceta N° 88 del 10 de mayo del mismo año), lo que descarta de plano
cualquier roce o conflicto de normas entre esta ley (en su artículo 2°) y el referido artículo 10 del Código de la materia. Sin embargo,
tampoco puede afirmarse que la mencionada Ley Orgánica del Ministerio Público contenga una disposición en su artículo 2° que le
impida a aquél el ejercicio de la acción civil cuando el titular de la acción sea incapaz de hacer valer sus derechos y no tenga quien lo
represente", puesto que en la misma norma en que se sustenta la supuesta "derogación o abrogación", además de la promoción y
ejercicio de la acción penal, se dejan a salvo "las excepciones establecidas en el Código de Procedimientos Penales" (ver último
párrafo del mencionado art. 20 de la vetada Ley N° 7335). Asimismo tampoco esta Sala considera que se haya producido el
quebranto del artículo 227 del Código de Familia, por cuanto éste se refiere a la situación en que una persona se encuentra
imposibilitada accidentalmente para atender algún negocio dentro de su órbita de libre disposición, lo que llevaría a que se asigne un
curador "ad litem" o específico, para atender uno y determinados negocios. En este caso al hablarse de Ministerio Público, es obvio
que se refiere a la Procuraduría General de la República y no al Ministerio Público a que hace referencia el artículo 10 del Código de
Procedimientos Penales, que es un órgano diferente y con la función específica de ejercitar la acción penal pública, y,
excepcionalmente, las funciones de representación del actor civil, como ocurre en el presente asunto. Por estas razones, no existe
inobservancia del artículo 227 del Código de Familia ni mucho menos de los artículos 806 del Código de Procedimientos Civiles ni 36
del Código Civil.

La Sala estima que tal representación no ha quebrantado el principio de defensa de los menores (lo que inclusive sería un aspecto
ajeno al interés del recurrente), pues su acción fue ejercitada por un órgano público conforme a la ley, el cual actuó a lo largo de todo
el proceso. En todo caso, esta Sala considera pertinente que al momento de ejecutarse la presente sentencia, se ponga en
conocimiento del Patronato Nacional de la Infancia para que gestione conforme a derecho. Por todo lo expuesto los anteriores motivos
deben declararse sin lugar." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 69-F de las 9 hrs. del 8 de abril.

33. ACTA DE DECOMISO - Posibi1idad de acreditar el hecho histórico por otros medios probatorios.

"Como primer motivo de forma el sentenciado [...] denuncia la inobservancia de los artículos 39 de la Constitución Política, 97, 98, 100,
145.3, 146, 147 y 400.3 del Código de Procedimientos Penales. Deduce el recurrente que no se levantó acta de decomiso de la droga,
lo que acarrea la nulidad absoluta de ese acto y por consiguiente deja la sentencia sin fundamento probatorio. El reproche no es
atendible, pues aún cuando fuere cierto que los oficiales de policía no hubieren levantado el acta al momento de practicar el
decomiso, ello no necesariamente implica la nulidad del acto material de decomiso de la droga, pues conforme ya lo ha resuelto esta
misma Sala, el hecho histórico del decomiso puede ser establecido por otros medios probatorios, como las declaraciones de los
policías que realizaron la diligencia, y la de los testigos que presenciaron el acto (En ese sentido véase Sentencia de la Sala Tercera,
N° 40-F, 10:00 hrs. del 5 de junio de 1981). Cabe agregar que el artículo 100 del Código de Procedimientos Penales establece que si
faltan algunos requisitos de un acta, "...el acto será nulo…" (concretamente la fecha o la firma del funcionario, la del secretario o la de
los testigos de actuación), de lo cual podría en apariencia concluirse que con mayor razón el acto es nulo si falta el acta en su
totalidad. Sin embargo este último razonamiento no es atendible, pues indiscutiblemente el artículo 100 está utilizando el vocablo
"acto" para referirse a la actuación que implica el levantamiento del acta, pero no a lo que el acta debe demostrar en un caso
concreto, como sería el acto del decomiso. El artículo 125 del Código de Procedimientos Penales de Córdoba de una manera más
clara hace referencia concreta al acta y no al acto como el nuestro (Véanse los comentarios de NUÑEZ, RICARDO. Código Procesal
Penal. 2° ed. actualizada, Lerner, 1986, pp.119 y 120). Sin embargo, como indicamos, debe hacerse una distinción clara entre el acta
y sus requisitos, con la actuación en sí misma que el acta debe probar. Rigiendo en sede penal el principio de libertad probatoria,
según el cual cualquier hecho puede probarse por cualquier medio lícito, no podríamos afirmar que se sigue un criterio tasado al
exigirse un acta para el decomiso y que ese acto sólo por medio del acta puede acreditarse. La verdad es que si el acta es nula por
falta de requisitos, o no existe acta del todo como ocurre en el presente asunto, es válido recurrir a otros medios de prueba lícitos para
establecer si se realizó o no un decomiso, la fecha del mismo, a quién se le decomisó el bien, qué se decomisó, y todas las demás
circunstancias de ese acto. Desde luego, esta separación entre el acta y el acto que debe probar no es absoluta, ya que coincidimos
plenamente con Clariá cuando afirma que "...en el plano procesal penal no es posible esa separación en cuanto el acta signifique una
exigencia ad solemmitatem.

Desde este punto de vista, en el proceso penal sólo habrá testimonio si las expresiones del testigo de la instrucción ...se contienen en
el acta de la declaración testimonial; y esta declaración no será válida si el acta carece formalmente de validez." (CLARIA OLMEDO,
JORGE. Tratado de Derecho Procesal Penal. Tomo IV, Ediar, 1964, p.33). Consecuentemente, deberá examinarse el tipo y la
naturaleza del acto, así como su relación con el acta, para establecer caso por caso si la ley exige como una fórmula intrínseca el
documento en que se hace constar el acto, para que éste último mantenga validez, como ocurre con la donación de inmuebles y otras
actuaciones civiles. Pero tratándose de una diligencia de decomiso el acta no es mas que uno de los medios probatorios del acto, sin
que sea el único a utilizar para establecer lo ocurrido, debiendo valorarse todo elemento de prueba que se reciban en ese sentido
conforme a las reglas de la sana crítica racional. En el caso de autos el Tribunal tomó en consideración otros elementos de prueba
para tener por establecido el acto del decomiso, y no hay bases para estimar que violó las reglas de la sana crítica, lo que hace
injustificado el reproche." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 158-F de las 8,55 hrs. del 20 de mayo.
34. ACTOR CIVIL - Dudas sobre el alcance de su intervención en casación.

"Que en el recurso de casación tramitado en el expediente N° [...], el ofendido [...] en su condición de actor civil, recurrió ante esta Sala
alegando -entre otras cosas- que los razonamientos contenidos en la sentencia absolutoria dictada por el Tribunal Superior Primero
Penal, Sección Primera, resultan contrarios a las reglas de la sana crítica lo cual incide sobre el rechazo de la acción resarcitoria
formulada por él. Consecuentemente, solicita que esta Sala declare con lugar el recurso anulando la sentencia y el debate y ordene el
reenvío para una nueva sustanciación con arreglo a derecho. Además, el Jefe del Ministerio Público en la vista efectuada, -no
obstante no haber recurrido-, estimó que el actor civil lleva razón en su solicitud, por lo que pidió anular la sentencia impugnada. Ahora
bien, para proceder a la resolución del recurso citado, esta Sala necesariamente debe aplicar la normativa contenida en el artículo 450
del Código de Procedimientos Penales, que dispone ahora solamente que: "El actor civil podrá recurrir de las resoluciones sólo en lo
concerniente a la acción por él interpuesta", en consonancia con lo regulado en los artículos 1045 y 1046 del Código Civil que
disponen que todo aquel que por dolo, falta, negligencia o imprudencia, ocasione a otro un daño, está obligado a repararlo junto con
los perjuicios causados, ya sea que la conducta constituya un delito penal (doloso o culposo) o bien una acción lesiva no constitutiva
de delito y el 67 del Código de Procedimientos Penales, que establece que: "El actor civil podrá actuar en el proceso para acreditar el
hecho delictuoso, la existencia y extensión del daño pretendido y la responsabilidad civil del demandado". Así las cosas, estiman los
suscritos que como cuestión previa a la resolución de los asuntos citados, lo pertinente es consultar a la Sala Constitucional los
alcances de la resolución número 5751-93 de las 14:39 horas del 9 de noviembre de 1993 ante las dudas que al respecto surgen a la
Sala Tercera. La resolución citada establece -entre otras cosas-, en su considerando VI in-fine en lo que interesa, que la frase
subsistente del artículo 450 ibídem "deberá ser interpretada en forma amplia, permitiendo el recurso aún en los casos en que
para reconocer el derecho de la víctima o damnificado que se ha constituido en actor civil, deba alegarse sobre los extremos
penales del hecho.". Además, señala en el considerando III, ab-initio, que si la posibilidad de recurrir del actor civil en defensa de sus
intereses, se encuentra tutelada en nuestro orden procesal "es lógico que el sistema deba poner a su alcance los instrumentos,
necesarios para hacer valer el derecho que estima le asiste y así obtener justicia pronta, cumplida y sin denegación, pues lo contrario
equivaldría a reconocer a medias su derecho", a lo que agrega que "el actor civil interviene y recurre para defender su propia acción en
la medida en que resulte afectada por el sobreseimiento o la absolución y no en la acción penal en sí, aunque resulte posible, por la
íntima relación que existe entre ambas, que al reconocérsele el derecho al actor civil ello repercuta indirectamente en lo dispuesto
respecto de la acción penal".

Sin embargo, pese a los anteriores razonamientos en los que se sustentó -entre otros- la inconstitucionalidad dictada parcialmente en
relación con el artículo 450 ibídem, lo cierto es que esa norma de acuerdo con su redacción actual circunscribe exclusivamente la
facultad de impugnación del actor civil "a la acción por él interpuesta", por lo que subsiste la duda sobre su constitucionalidad respecto
a los razonamientos o fundamentos que permitieron eliminar las limitaciones al derecho de recurrir del actor civil. De acuerdo con lo
anterior, resulta necesario que se aclare si al indicar la Sala Constitucional en el considerando IV la posibilidad de que el actor civil
asuma las funciones propias del Ministerio Público en el área penal, así como la necesidad de tutelar los derechos quebrantados
mediante normas que protejan y amparen el derecho de las partes y la implementación de instrumentos procesales adecuados para el
acceso a la justicia ante la comprobación del agravio, implica necesariamente la posibilidad de que esta Sala -ante la sola instancia
impugnaticia del actor civil-, apreciando violaciones a principios de orden constitucional en la resolución de la causa, pueda ordenar la
nulidad de la sentencia y el debate reenviando el asunto a nuevo juicio en sede penal -no obstante que en el proceso no se cuente
con recurso presentado por el Ministerio Público-, en tratándose de sentencias absolutorias o de sobreseimiento en las cuales no
resulte posible acoger la acción civil, considerando que la procedencia de esa acción está subordinada en muchos de los casos, a que
se declare la responsabilidad penal del imputado.

Es importante destacar, que incluso permitir al actor civil recurrir en sede de casación para declarar con lugar su recurso remitiéndole
a la vía civil, implica casi una burla para éste así como denegación de justicia, en la medida en que al sustentarse su reclamo
resarcitorio en una sentencia penal absolutoria, implica de por sí rechazar su acción en sede civil, donde para poder determinar esa
responsabilidad derivada de la conducta atribuida al sobreseído o absuelto, deberá acreditarse que el hecho existió, que lo realizó el
imputado y que produjo consecuencias lesivas a quien reclama la indemnización, según los elementos de prueba constantes en la
causa. Por eso, de mantenerse el criterio de que sólo a instancia del Ministerio Público se podrá anular la sentencia en el aspecto
penal, se deberá concluir que al desaparecer la responsabilidad correspondiente al derecho de fondo, también necesariamente en vía
civil se excluirá la obligación de cubrir la indemnización respectiva y la posibilidad de recibirla de parte del damnificado, lo cual puede
llevar a una denegación de justicia, pues aun si se considera en casación que sí existe un derecho al reclamante, pero la resolución
del Tribunal es incorrecta, no se podría otorgarle la indemnización, lo que será contrario a lo que establece al efecto la Constitución
Política. Los anteriores razonamientos hacen cuestionar a la Sala Tercera los alcances de la resolución de la Sala Constitucional y
ante las dudas señaladas, se efectúa la consulta correspondiente, para lo que en derecho corresponde." 1994. SALA TERCERA DE
LA CORTE, N° 117-A de las 10,40 hrs. del 24 de junio.

35. CALIFICACION JURIDICA DEL HECHO - Fundamento de la posibilidad de variación en sentencia.


"[...], conforme al artículo 397 del Código de Procedimientos Penales "En la sentencia, el tribunal podrá dar al hecho una calificación
jurídica distinta a la del requerimiento fiscal o auto de elevación a juicio...", pues el objeto del proceso es el acontecimiento histórico
investigado y no la figura jurídica con que se le ha calificado. Esta última es siempre provisional, susceptible de ser modificada en
cualquier momento, sin necesidad de realizar una nueva intimación al imputado. Apunta la doctrina que «No cabe confundir, pues, el
aspecto fáctico con el jurídico-penal, es decir, la situación de hecho que el actor penal pone en tela de juicio cuando se la atribuye al
acusado, incluso, en la ampliación oral, con la valoración de derecho sustantivo de esa situación.

Una cosa es afirmar la existencia de un hecho, de una conducta humana, de un acontecimiento histórico determinado que se
presupone que tuvo realidad, y otra distinta es evaluarlo, calificarlo, ponerlo en relación lógica con la ley penal, verificar si la situación
fáctica admitida encuadra en una hipótesis abstracta de esa ley, para darle un nomen iuris, o lo que es igual, para reconocer los
elementos constitutivos de un tipo o figura penal. Aunque la acusación... debe contener tanto la enunciación del hecho imputado como
la pretendida calificación legal, para individualizar la imputación y facilitar la defensa (lo que no puede negarse), basta que la
correlación aludida verse sobre el hecho, de modo que el Tribunal de sentencia tiene libertad para "elegir la norma" que considera
aplicable al caso. Si ese Tribunal estuviera vinculado a la calificación legal que propugna el actor, si debiera limitarse a aceptar o
rechazar en la sentencia la pretensión represiva tal como fue formulada por el acusador, la función jurisdiccional sufriría un menoscabo
que en realidad no impone el derecho de defensa. Como bien se ha dicho, el Tribunal no juzga sobre la corrección del juicio jurídico-
penal del acusador, sino sobre el hecho que él mismo atribuye al imputado» (VELEZ MARICONDE, Alfredo: Deredio Procesal Penal,
Córdoba, Marcos Lerner Editora Córdoba S. R. L., tomo II, la. reimpresión, 3a. edición, 1982, pág. 236)." 1994. SALA TERCERA DE
LA CORTE, N° 201-F de las 10 hrs. del 3 de junio.

36. CORRELACION ENTRE ACUSACION Y SENTENCIA - Dificultades para obtener identidad absoluta.

"En su primer motivo del recurso por la forma, el abogado [...], denuncia la inobservancia de los artículos 39 y 41 de la Constitución
Política. Argumenta la violación al derecho de defensa y el debido proceso, porque se llevó a juicio a su patrocinado [...], por un hecho
que no había sido intimado durante la fase inquisitiva del proceso. En su criterio, se modificó la especie imputada con el requerimiento
de instrucción formal de fl. 18, pues en este documento se acusó [al imputado] del cambio, en el Banco de Costa Rica, de cheques de
su cuenta corriente del Banco Nacional de Costa Rica «con la ayuda de personas no determinadas»; y después, en el auto de
procesamiento, no se describió algún ardid desplegado para inducir a error al Banco ofendido; pero en sentencia, el tribunal de mérito
acredita el engaño del imputado al Banco de Costa Rica, y condena por estafa. No lleva razón el impugnante. Ya esta Sala en
resolución N° 137-F de las 9:10 hrs. del 24 de abril de 1992, señaló que no puede -en virtud del principio de correlación entre
acusación y sentencia- esperarse una identidad absoluta entre hecho imputado y hecho probado. Dicho principio procura evitar la
lesión de los derechos del encartado, por lo cual no debe encontrar en el debate variaciones al marco fáctico, que constituyan
«sorpresas» y le impidan el ejercicio de la defensa. La identidad absoluta entre acusación y sentencia, es prácticamente inalcanzable.

El proceso penal inicia con un sencillo aviso acerca de la posible comisión de un hecho delictivo, que provoca una investigación
judicial para allegar elementos probatorios al expediente, a fin de comprobar o desvirtuar la noticia. Obviamente, en esta actividad
procesal, según sean reunidos los elementos de juicio se va modificando el criterio del tribunal con relación a los hechos, y no se viola
la defensa en tanto las variaciones no incidan en el núcleo esencial de la acusación. Si al requerir una investigación de los tribunales,
el Ministerio Público estuviera obligado a formular con todo detalle el hecho, sería innecesario el procedimiento de instrucción, porque
para cumplir esa exigencia rigurosa debería -de previo- reunir las pruebas que le permitirían pormenorizar la acusación. Pero, como la
actividad investigativa está a cargo del Juez de Instrucción, es suficiente que en términos generales el requerimiento describa la
especie, y su circunstanciación corresponde a los tribunales. El derecho de defensa se respeta, en la medida en que el encartado y su
defensor intervengan en la recolección de pruebas, de modo que al llegar a juicio no se vean sorprendidos por cambios esenciales en
los hechos. Todo lo recabado durante la instrucción constituye el presupuesto de la acusación, la cual se resume en el requerimiento
o en el auto de elevación a juicio. Pero además debe agregarse que los hechos que sirven de base a la intimación, son reformables
inclusive en el debate, pese a que con ello se pudiera aplicar una sanción más severa por agravarse el delito, o que se descubran
nuevos hechos que constituyan delito continuado (artículo 376 del Código de Procedimientos Penales).

De manera que la correlación fáctica entre acusación y sentencia, no se traduce en una enunciación hermética, sino que podría ser
modificada según avanza el proceso. En el sub júdice, a fls. 18 ft. y vt. y 19 ft., existe el requerimiento de instrucción formal donde se
describe la acción del imputado [...], realizada con «la ayuda de personas aún no establecidas»; y en el auto de procesamiento y
prisión preventiva […] se indica que el encartado «logró obtener autorización de funcionarios» del Banco de Costa Rica, para cambiar
por efectivo en esa institución, cheques del Banco Nacional de Costa Rica. Continuó el proceso y esta descripción se repite en el
requerimiento de elevación a juicio de [...], que se presentó al Juzgado Primero de Instrucción de San José, el 6 de febrero de 1991-
casi dos años y cuatro meses después del auto de procesamiento- y en el auto de elevación a juicio [...]. Después, el 16 de setiembre
de 1991 [...], el abogado [...] ofreció prueba dentro del término de citación a juicio, sin apuntar perjuicio alguno por la pretendida
modificación del hecho acusado. Es claro que en el presente caso el proceso se inició con una formulación general del hecho, y según
se desarrolló la instrucción se fue pormenorizando, hasta llegar al auto de procesamiento en que se describió de tal manera que se
mantuvo la situación hasta el juicio oral. No hubo «sorpresas» para el imputado en el debate y no encuentra la Sala lesión alguna al
derecho de defensa, por lo que se rechaza el motivo. 1993. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 95-F de las 9,35 hrs. del 12 de
marzo.

37. DELITOS PERSEGUIBLES A INSTANCIA PRIVADA - Consideraciones sobre la edad para efectos de validez de la
denuncia.

"En el segundo de los motivos formales el impugnante señala que se han quebrantado los artículos 81 bis del Código Penal , 39 y 41
de la Constitución Política y 6, 145 inciso 2), 146 párrafo 2) 152 in fine, 158 párrafo 2) y 269 párrafo 2), todos del Código de
Procedimientos Penales.

Se sustenta el reproche en que la acción penal no fue iniciada legalmente por cuanto la denuncia fue interpuesta por el propio menor
ofendido sin la intervención de alguno de sus representantes legales o del Patronato Nacional de la Infancia. En consecuencia -afirma
el recurrente- hay una ausencia de la denuncia particular según lo ordena el artículo 81 bis del Código Penal y 6 del Código de
Procedimientos Penales, razón por la cual se ha producido in vicio causante de nulidad absoluta, ya que el Ministerio Público no puede
actuar si dicha instancia falta. La víctima al momento de presentar la denuncia contaba únicamente con 17 años motivo por el que -
según se dice en el recurso- la "denuncia es totalmente ilegal y se deviene en una nulidad absoluta de todo este proceso desde su
inicio" (sic). La Sala no comparte los argumentos del impugnante por las siguientes razones. Efectivamente la ley señala en el caso de
la Violación junto con los otros ilícitos que enumera el artículo 81 bis ibid que son delitos de acción penal pública perseguibles sólo a
instancia privada. Esta última es una condición que la normativa establece para el ejercicio válido le la acción penal pública, y por ello
es calificada por algunos como un obstáculo procesal o como una condición de procedibilidad.

Pero independientemente de su naturaleza procesal, lo cual no está en discusión en este recurso, lo cierto es que nuestra ley hace un
listado de delitos que quedan sujetos al cumplimiento de tal requisito (denuncia condicionante) para que el Ministerio Público pueda
válidamente ejercer su acción, tal y como resulta del artículo 6 del C.P.P. En este caso lo que se discute es la validez de la denuncia
visible al folio 1 y 2 por cuanto fue hecha por el ofendido quien al momento de presentarla tenía cumplidos 17 años de edad. En
criterio del recurrente era necesario que este acto fuese ejercido o estuviera autorizado por sus representantes legales o bien por el
Patronato Nacional de la Infancia. Sin embargo se puede leer en el citado artículo que la acción sólo podrá iniciarse si el ofendido por
el delito, o en orden excluyente, sus representantes legales, tutor o curador, formularen denuncia ante autoridad competente". Luego
en el párrafo 2) del citado numeral 81 bis se lee que para proceder en estos delitos se necesita la denuncia hecha por el ofendido o,
en caso de muerte de éste , por sus herederos legítimos; o bien cuando estuviere imposibilitado física o legalmente para formularla,
por sus representantes o el guardador en orden excluyente".

Vemos que en ambos casos se autoriza directamente al ofendido para formular la denuncia, que como bien se sabe es un acto que
puede ser realizado por "toda persona que tenga noticia de un delito" (art. 152 del CPP), sin que se establezca expresamente un límite
mínimo de edad, aunque la misma norma luego agrega que cuando se trate de una acción dependiente de instancia privada, "sólo
podrá denunciar quien tenga facultad de instar, según el artículo 6°". Pero esta Sala considera que de existir algún parámetro biológico
desde el punto de vista punitivo (es decir, dispuesto por el derecho sustantivo), el más razonable es que la persona sea mayor de 15
años que es precisamente el límite utilizado por la norma penal para crear este obstáculo cuando se trata de la edad de la víctima a
partir de la cual el hecho es perseguible sólo a instancia privada (ver artículo 81 bis inciso a). Lo anterior por cuanto se estima -y así lo
estableció el legislador- que después de los 15 años el menor adquiere cierto grado de desarrollo y de madurez que la propia ley le
reconoce en determinados asuntos donde su interés debe prevalecer, especialmente tratándose de su libertad sexual.

En efecto, de no ser así, resultaría contradictorio y quizá absurdo que por una parte se señale que el delito de Violación es de acción
penal pública dependiente de instancia privada cuando la persona ofendida es mayor de quince años, y que por otro lado la misma ley
le impida en tal evento denunciar por sí misma el hecho ocurrido en su perjuicio. Similar razonamiento puede señalarse con relación al
Estupro: el legislador estableció este delito cuando se da el acceso carnal aún con el consentimiento de la mujer mayor de doce y
menor de quince años (art. 159 ibid), lo que supone que después de esta última edad el consentimiento para la relación íntima
adquiere validez. Otro aspecto que debe considerarse es que si bien el requisito de la edad en casos como el presente reviste interés
para el imputado desde el punto de vista de que se formule correctamente la acción en el hecho que ha de seguirse en su contra,
ciertamente la instancia privada en esta clase de delitos se regula prioritariamente como "un derecho en favor del ofendido a efecto de
salvaguardar sus intereses respecto del honor o de las relaciones familiares" (Mora Mora, Luis Paulino; Prólogo a la primera edición de
la obra del Dr. Daniel González" La obligatoriedad de la acción en el proceso penal costarricense", Ed. de Investigaciones Jurídicas
S.A., 1992, p.12), y no en favor del imputado, lo que hace cuestionable su legitimidad para pretender una anulación por el supuesto
agravio cuando existe algún defecto en la iniciación de los procedimientos en ilícitos como el presente. En todo caso, la legislación
correspondiente no dispone que la capacidad para denunciar surja a los dieciocho años, sino que, como anteriormente se dijo,
cualquier persona puede hacerlo, con la salvedad de que si existiere imposibilidad física o legal para formularla, entonces deben
actuar los representantes o guardador en orden excluyente (art. 81 bis párrafo final).

Desde ese punto de vista tal edad es importante para otros efectos (civiles o aún penales, como lo es para ser sujeto de imputación )
pero no necesariamente para realizar el acto inicial de la denuncia de una manera válida y eficaz. Tampoco podría admitirse en
beneficio del imputado la ausencia de participación del Patronato Nacional de la Infancia cuando así se requiere, pues ello se
establece para la propia tutela de los intereses de los menores, y siendo que no se observa afectación alguna en ese sentido en la
presente causa, no puede acogerse la nulidad que se solicita." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 269-F de las 9,10 hrs. del
15 de julio.

38. DELITOS PERSEGUIBLES A INSTANCIA PRIVADA - Fundamento del requisito de la instancia privada.

"En materia penal, el requisito de la instancia privada (artículos 81 bis del Código Penal y 6 del Código de Procedimientos Penales),
como excepción al ejercicio oficioso de la acción pública (artículo 5 del Código de Procedimientos Penales) se explica, tratándose de
delitos sexuales (cfr. hipótesis previstas en los incisos a y b del artículo 81 bis citado), por un particular interés del legislador en tutelar
la privacidad e intereses de la víctima contra la publicidad y estigma social que por lo general acompaña el desarrollo del proceso
penal, «de ahí que en ciertos casos convenga más solicitarle al ofendido su consentimiento para que surja el proceso, máxime que
éste se encuentra ligado directamente al hecho y, como ningún otro, puede suministrar elementos útiles para el descubrimiento de la
verdad, de modo que si no se cuenta con su colaboración difícilmente esa verdad podrá establecerse» (GONZALEZ A., D.: La
Ob1igatoriedad de la Acción en el Proceso Penal Costarricense, San José, IJSA Investigaciones Jurídicas S.A., 2° ed., 1992, pág.
149). Sin embargo el examen sobre la observancia de esta formalidad resulta ocioso, pues en el presente caso no se está en
presencia de un delito de acción pública perseguible a instancia privada, ya que en la especie concurre una de las circunstancias
previstas en el artículo 157 del Código Penal. En efecto, al ser el imputado ascendiente (abuelo) de la menor ofendida, el delito de
Abuso deshonesto se califica (artículo 161 párrafo segundo del Código Penal), de modo que el ilícito deviene en delito de acción
pública iniciable de oficio por el Ministerio Público [...]." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 273-F de las 9 hrs. del 22 de julio.

39. DERECHO DE ABSTENCION - Omisión de advertencia que no provoca nulidad por declaración favorable al pariente.

"Deduce el impugnante la violación al debido proceso, en cuanto no se advirtió durante la instrucción y el debate al testigo [...], en su
condición de cuñado del acusado [...], del derecho de abstenerse de declarar por ser uno de los parientes que goza de ese derecho
de acuerdo a la normativa de cita. Debe rechazarse el motivo por dos razones básicas. En primer término tratándose de una sentencia
que absolvió al imputado de toda pena y responsabilidad, el actor civil -ni su representante legal- no son sujetos procesales
legitimados para impugnar el fallo aduciendo un vicio cometido en perjuicio del acusado absuelto, pues carecen en ese caso de
interés en tanto a ellos no les afectó el supuesto vicio, pues la garantía de la advertencia de que puede abstenerse a declarar sólo
busca tutelar la armonía en las relaciones familiares, en las que no ingresa el actor civil en relación con el imputado y su cuñado. En
segundo lugar, tampoco es de recibo el reclamo porque, conforme ya se dijo, la garantía de la prevención al silencio del familiar del
acusado, busca proteger las relaciones familiares de cualquier deterioro; de este modo resulta clara la violación al debido proceso,
cuando se omite advertir al testigo del derecho de abstención en la causa seguida contra su pariente, y declara contra el imputado. En
tal caso existe un agravio que por violación de normas procesales se causa al encartado, y el remedio viene a ser la nulidad. Pero
cuando el tribunal incurre en la omisión dicha y el testigo brinda una versión favorable a su familiar, en este caso el imputado, no hay
agravio y por consiguiente tampoco interés. Por esas razones no corresponde declarar la nulidad de acuerdo al artículo 147 del
Código de Procedimientos Penales. En el caso de examen nos encontramos en presencia de la segunda hipótesis, dado que al testigo
[...] -pese a ser cuñado del acusado- no se le advirtió del derecho de abstención, pero aun así declaró a favor del acusado. De
consiguiente, no cabe la nulidad y debe rechazarse el reclamo." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 82-F de las 11,10 hrs. del
13 de abril.

40. DERECHO DE DEFENSA - Afectación por comiso de inmueble sin oportunidad de defensa al representante de la
propietaria.

"El licenciado [...], actuando con poder especial y a nombre de su representada: [...], formula recurso de casación (cuyo recurso de
queja contra la denegatoria de aquél por el a-quo lo declaró procedente esta Sala, fs. 1588 a 1589), alegando; primero: violación del
artículo 106 del Código de Procedimientos Penales, porque sin ninguna fundamentación, se privó de un inmueble a su representada
[...] y sin existir prueba de participación, ni poder defenderse; y, segundo: por errónea aplicación del artículo 31 de la Ley N° 7233 de 8
de mayo de 1991 (Ley de Psicotrópicos), en cuanto permite el embargo de bienes ajenos al juicio, sin darse ninguna representación al
afectado; y por violación de los artículos 39, 41 y 45 de la Constitución Política, por afectarse en el juicio propiedades ajenas sin darse
oportunidad de defensa a los afectados. En el motivo por la forma se pretende la anulación del fallo en cuanto a la incautación de la
propiedad; y por el fondo, se revoque respecto de ese mismo extremo. Ahora bien, luego de la confrontación de rigor, la Sala concluye
en la existencia de un manifiesto caso de indefensión respecto de la sociedad representada por el recurrente, nulidad incluso
declarable de oficio por violentar el debido proceso legal en su aspecto de la debida oportunidad de defensa. Efectivamente, sin bien
es cierto en el hecho probado 20) se acredita que la finca inscrita registralmente bajo la matrícula [...], cuyas demás características y
ubicación ahí se indican, es propiedad de [...]; así como que, según datos del Registro Mercantil, el Presidente de dicha sociedad lo es
[...] (ver hecho probado 21), es también cierto que tal finca fue embargada por el Instructor (ver f. 1206), decretándose su comiso en la
sentencia recurrida, sin que nunca se diera la oportunidad de defensa al representante de la sociedad en cuestión, y por el contrario,
cuando el aquí recurrente intentó salvaguardar los intereses al respecto de [...] para que se tuviera a la sociedad como parte, siempre
le fueron negados por el Tribunal a-quo, incluso por estimarse que no era parte dentro del proceso [...].

No obstante, en sentencia se dispuso el comiso de la expresada finca, dejándola a la orden del Consejo Nacional de Drogas de
manera definitiva. La indefensión fue pues, absoluta y, como se dijo, violatoria del debido proceso legal al vulnerarse los artículos 39 y
41 de la Constitución Política. Por otra parte, a efecto de la incautación de la propiedad, la sentencia aparte de referir la única acción
en sentido de que a la finca en relación fue llevado un cabezal, en cuyo tanque de combustible se transportó cocaína en forma
camuflada desde Panamá, no establece vínculo alguno entre los imputados o alguno de ellos y la sociedad propietaria del inmueble o
su representante legal, con objeto de establecer el grado necesario de utilidad de la finca en la comisión del ilícito investigado.
Consecuentemente, lo procedente es anular la sentencia impugnada pero únicamente en cuanto decretó el comiso de la propiedad
número [...] y, por estimarse que en esta situación concreta concurren intereses patrimoniales, opta la Sala por remitir a los
interesados a la vía civil correspondiente, en reclamo de los intereses que estimen procedentes." 1994. SALA TERCERA DE LA
CORTE, N° 318-F de las 10,25 hrs. del 12 de agosto.

41. DERECHO DE DEFENSA - Potestades del juzgador no implican selección arbitraria de la prueba.

"Debe agregarse, en resguardo del debido proceso, que la oportunidad de defensa prevista en el proceso penal incluye el derecho de
ofrecer prueba por parte del imputado o su defensor y el deber correlativo para el Tribunal de disponer su recepción cuando fuere
pertinente y útil para el descubrimiento de la verdad real, conforme a los artículos 39 de la Constitución Política y 8 de la Convención
Americana Sobre Derechos Humanos, derechos que luego desarrollan y complementan una serie de disposiciones procesales, tales
como los artículos 196, 284, 351, 352, 387 y 394 del Código de Procedimientos Penales entre otras normas. Es cierto que el Juez es
la autoridad pública que debe examinar la admisibilidad de la prueba y determinar cuál se recibirá durante las diversas fases del
procedimiento, tomando en cuenta su pertinencia en relación con el objeto del juicio, para lo cual debe valorar su incidencia en cuanto
con ella se pretende demostrar un hecho de importancia para la decisión (averiguación de la verdad sobre el hecho atribuido, sobre
todas sus circunstancias y consecuencias), así como también determinando su utilidad según el estado del juicio, para lo cual debe
valorar la abundancia o escasez de la prueba, y su importancia para la toma de la decisión ajustada a la verdad. sin embargo estos
poderes no significan que el juzgador pueda arbitrariamente seleccionar la prueba en cada caso concreto, sin ningún tipo de
parámetro ni control. Corresponde al Juez la potestad de decidir cuál prueba se recibe en el curso del procedimiento, pero ese poder
está totalmente sujeto al interés del caso específico que se debe juzgar. Si la prueba tiene trascendencia para demostrar algún hecho
de importancia para la decisión, el Juez está en el deber de recibirla, pues ello es lo que justifica la existencia de un proceso reglado,
con derecho de defensa para todas las partes. De lo contrario el riesgo de adoptar un fallo alejado de la realidad sería más alto y
resultaría muy simple vulnerar los derechos de las partes, impidiéndoles introducir prueba legítima y válida para que determinados
hechos o circunstancias no se acrediten, o se establezcan sólo parcialmente." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 38-F de las
9,05 hrs. del 28 de enero.

42. EXCARCELACION - Trámite inaplicable cuando existe sentencia firme.

"El trámite de la excarcelación no es aplicable en esta vía por cuanto existe una condena firme de por medio. En efecto, la
excarcelación es un proveído disponible por el Tibunal en tanto no haya recaído en el proceso sentencia firme. Una vez adquirida la
firmeza, y a fin de gestionar la libertad del condenado, lo conducente es solicitar la suspensión en la ejecución de la sentencia dictada,
y no la excarcelación." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 7-A de las 10,50 hrs. del 13 de enero.

43. IN DUBIO PRO REO - Corrección del criterio formal en cuanto a su control en casación.

"En el cuarto motivo el impugnante reclama violados los artículos 393, párrafo tercero y 400.4 del Código de Procedimientos Penales,
en cuanto se establece que en caso de duda sobre las cuestiones de hecho debe estarse a lo más favorable al imputado. Argumenta
el recurrente que de la lectura de la sentencia se infiere que existe una evidente duda sobre las circunstancias de tiempo, modo y
lugar en que se desarrollaron los hechos, por lo que forzosamente debió aplicarse el principio de in dubio pro reo. Para resolver ese
reclamo se hacen necesarias algunas consideraciones, pues hasta ahora la Sala no ha sido amplia al admitir este tipo de reclamos y
conviene un reexamen de la situación. 1° En primer término debe indicarse que esta Sala ha venido sosteniendo un criterio, que
podríamos calificar de restrictivo, según el cual el principio in dubio pro reo no es controlable en casación, salvo que el Juez condene
(para lo cual se requiere certeza) pero exprese dudas al hacerlo, lo cual es poco frecuente que ocurra. Este criterio ha sido sostenido
desde la vigencia del actual Código Procesal Penal hasta la fecha, no obstante las distintas integraciones de la Sala Penal. En efecto,
ya la Sala Primera Penal de la Corte Suprema de Justicia afirmaba que "...lo único susceptible de abrir la vía del recurso cuando se
viola el principio de in dubio pro reo es el grado de certeza que manifiesta el juzgador de mérito en cuanto a la existencia del delito y
participación del imputado. Si en autos obran o no elementos de juicio suficientes para determinar esas circunstancias, ello
corresponde a la apreciación crítica del juzgador sobre los hechos no controlable en casación..." (Sala Primera Penal de la CSJ, 15:20
hrs. del 12 de julio de 1979).- Estos criterios se fueron manteniendo a lo largo de los años, reiterándose que el principio in dubio pro
reo es de ejercicio exclusivo de los tribunales de juicio, excluyendo el control de casación (así, por ejemplo sentencias de la Sala
Tercera, número 46-F de 10:25 hrs. del 4 de junio de 1982; N° 140-F de 9:20 hrs. del 12 de junio de 1987; y N° 246-F de 9:25 hrs. del
23 de setiembre de 1988, entre otras).

En ese sentido la jurisprudencia señaló que el aspecto de la duda "... también está excluido del control de casación, pues el principio
in dubio pro reo constituye una regla procesal que se refiere al grado de convencimiento de los jueces con relación a la valoración de
las pruebas (ver artículo 393 penúltimo párrafo del Código de Procedimientos Penales) y no a los demás sujetos del proceso..." (Así,
sentencia de la Sala Tercera N° 288-F de 14:45 hrs. del siete de diciembre de 1989).- El criterio se mantiene todavía últimamente, no
obstante la apertura del recurso de casación realizada gracias a un profundo cambio constitucional en ese sentido, permaneciendo
incólume el criterio restrictivo según el cual no es controlable en casación el uso del principio in dubio pro reo.

Recientemente se afirmó que dicho principio constituye "...una facultad que se ha concedido al tribunal de juicio para que, al examinar
la prueba rendida del debate, y si tiene una duda razonable sobre la participación criminal del acusado, dicte en su favor una
sentencia absolutoria. Desde luego, la Sala podría conocer de un motivo por la forma en que se alegue que se ha inaplicado el
principio referido, cuando el tribunal, pese a expresar duda sobre la participación criminal del imputado, lo condena en sentencia. Pero
esto no es lo que sucede en la especie, ya que el Tribunal tiene una certeza más allá de toda duda razonable de la participación de
(...) en los hechos que se investigan. Lo pretendido por el recurrente obligaría a una revaloración de la prueba y a trastocar, por ende,
el cuadro fáctico de la sentencia, actividad que también le está vedada a esta Sala..." (Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia, N
° 215-F, de las 9:35 hrs. del 21 de mayo de 1993.). Este criterio ha generado preocupación en cierto sector del foro nacional,
preocupación que culmina con una excelente investigación, muy reciente, en la que se analiza de manera crítica las dificultades
jurídicas y las inconsecuencias constitucionales de la posición de esta Sala, que motivan a reexaminar el criterio (nos referimos a la
tesis de grado de ALFARO ALFARO, LUSA MARIA. El principio in dubio pro reo en el recurso de casación penal, Facultad de
Derecho de la Universidad de Costa Rica, San José, 1994). 2°.- En segundo lugar debe señalarse que este criterio restrictivo se
enfrenta, al menos inicialmente, con otros dos criterios jurídicos de suma trascendencia en casación: (a) Por un lado roza con el
criterio de la amplitud del recurso, es decir con las razones constitucionales que otorgan al imputado el derecho de recurrir contra toda
sentencia condenatoria, que se sustenta directamente en el artículo 8.1.h de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y en
la reforma al artículo 474 del Código de Procedimientos Penales, así como en las resoluciones de la Sala Constitucional N° 282 de 17
hrs. de 13 de marzo de 1990 y N° 719 de 16:30 hrs. de 26 de junio de 1990, en cuanto señalaron, entre otras cosas, que "el recurso
de casación satisface los requerimientos de la Convención, en tanto no se regule, interprete o aplique con rigor formalista, sino que
permita con relativa sencillez, al Tribunal de Casación examinar la validez de la sentencia recurrida, en general, así como el respeto
debido a los derechos fundamentales del imputado en especial los de defensa y al debido proceso...".

De acuerdo con estos principios, vinculantes erga omnes, deben removerse todos los obstáculos formales innecesarios que impidan a
la Sala de Casación conocer de un determinado asunto fallado. (b) En segundo término podemos afirmar que el criterio restrictivo se
enfrenta también al principio teleológico de la justicia del caso concreto, que informa modernamente al recurso de casación.
Tradicionalmente se afirma que la casación, tratándose de un contralor de la mera legalidad, busca uniformar la aplicación del derecho
y la jurisprudencia en un determinado sistema jurídico, de ahí su carácter esencialmente formal. Sin embargo hoy se reconoce también
como indispensable la búsqueda de la justicia en el caso concreto, según el cual los criterios meramente formales deben ceder a la
necesidad de controlar por razones de justicia la función jurisdiccional de los tribunales de instancia en cada caso concreto, sobre todo
en un sistema como el costarricense de única instancia, donde no se admite el recurso de apelación contra la sentencia condenatoria,
y por consiguiente, donde el sistema debe permitir ejercer algún tipo de control sobre la forma en que los juzgadores emitieron su
criterio con base en los elementos de prueba reproducidos oralmente en el debate. La justicia del caso concreto constituye una
necesidad básica que se sustenta en los artículos 27 y 41 de la Constitución Política y 5 de la nueva Ley Orgánica del Poder Judicial,
que exigen justicia, pero bien cumplida, pronta y obligatoria.

En tal sentido se ha afirmado con muy buen tino que "...la unidad de la aplicación del Derecho no puede ser el único fin de la casación,
pues la igualdad y la seguridad jurídica no son los únicos valores que se deben tomar en consideración. La justicia y la interdicción de
la arbitrariedad de los poderes públicos tienen igual rango...La casación, como todo recurso, también, y con no menos intensidad,
debe perseguir un fin de protección contra la arbitrariedad. Ello significa que, allí donde los medios de que dispone el Tribunal de
Casación se lo permitan, éste tiene el deber de sancionar la arbitrariedad..." (BACIGALUPO, ENRIQUE. La impugnación de los
hechos probados en la casación penal y otros estudios, editorial Had-Hoc, Buenos Aires, 1994, pp.47 y 48). 3°.- La confrontación
del criterio restrictivo con los dos principios anteriores no es total, porque la posición de la Sala pareciera ser de pura forma, ya que en
el fondo, como veremos, no ha negado conocer en ciertos supuestos sobre el estado de duda, aunque para ello ha recurrido a otros
fundamentos jurídicos distintos al principio contenido en el párrafo tercero del artículo 393 del Código de Procedimientos Penales: (a)
En primer término, lo ha admitido cuando se alegan vicios relacionados con la fundamentación de la duda supuestamente expresada
en sentencia (falta de fundamentación o fundamentación contradictoria).

Se trata principalmente de casos en que el Tribunal absolvió al imputado manifestando duda sobre su participación en los hechos,
pero manteniendo como probado (o al menos existiendo prueba que permitía concluirlo con certeza) que el imputado realizó el hecho
típico, antijurídico y culpable. En tal sentido afirmó la Sala que "...la absolutoria que en base al in dubio pro reo se dicte debe tener
como fundamento, no la simple duda, sino la duda razonada, basada en una exposición que deje absolutamente claro, por qué
motivos el juez no ha adquirido el convencimiento suficiente para condenar o absolver..." y por esa razón casó la absolutoria en favor
del imputado (Sala Tercera, sentencia N° 63-F de 9:50 hrs. del 3 de abril de 1987. En igual sentido, de esa misma época véanse las
sentencias de esta Sala N° 347-F de 15:50 hrs. del 11 de diciembre de 1984, y la N° 102-F de 8:10 hrs. del 15 de mayo de 1987).
Mas recientemente se afirmó que "...no todo razonamiento hipotético debe conducir necesariamente a crear un juicio de duda en el
ánimo de los juzgadores, cuando se busca la aplicación del principio in dubio pro reo. La duda debe ser cierta, esencial, fundada, es
decir sustentada en el análisis de los elementos probatorios, y de tal magnitud que no permita realizar una conclusión certera en uno u
otro sentido. Es por ello que el Tribunal está en el deber de explicar en forma adecuada las razones por las que duda cuando aplica el
principio in dubio pro reo..." (Sala Tercera, Sentencia N° 75-F de 8:55 hrs. del 13 de marzo de 1992. En igual sentido, de esta época
véanse las sentencias N°143-F de 14:55 hrs. del 30 de abril de 1992; y la N° 205-F de 14:20 hrs. del 5 de junio de 1992, también de
la Sala Tercera).- Evidentemente se trata de situaciones en las cuales la Sala ha reconocido que el principio in dubio pro reo es
controlable en esta sede y puede reclamarse como violado en un recurso de casación. (b) En segundo lugar, apreciamos que la Sala
sí ha conocido de la duda y ha controlado la formación del criterio de los juzgadores, pero por otra vía distinta a la violación al principio
in dubio pro reo. En efecto, la Sala si ha entrado a conocer y ha examinado la duda, o mejor el sistema de los juzgadores expresado
en la sentencia y utilizado para valorar los elementos de prueba, en todos aquellos casos en que se ha alegado una violación a las
reglas de la derivación racional.

En otras palabras, el tema relativo a la credibilidad que los juzgadores deben darle a la prueba, y en consecuencia los yerros en que
incurran al apreciarla derivando certeza sobre la culpabilidad del imputado de elementos de prueba que según la experiencia o la
lógica no podía ser derivada, sí es posible examinarla en casación en aquellos supuestos en que se alegue la violación a las reglas de
la sana crítica, y así se ha admitido en muchísimos casos concretos, por violación a los artículos 226 y 393, párrafo segundo, en
relación con el 400.4 todos del Código de Procedimientos Penales. 4°.- Lo anterior significa que si el tema ha sido posible examinarlo
como violación a las reglas de la sana crítica, o directamente como un problema relativo a la fundamentación de la duda (insuficiencia
o contradictoriedad), y así lo hemos venido admitiendo, nada impide entonces que ahora el reclamo se plantee como una violación del
principio de inocencia constitucional en relación con las normas del indubio pro reo, pues la verdad es que todo ello afecta el debido
proceso, y por consiguiente existe un sustrato de carácter constitucional ineludible para la casación.

En efecto, el principio in dubio pro reo tiene un claro sustento normativo del más alto rango, como derivación del estado de inocencia,
en los artículos 37 y 39 de la Constitución Política; así como en el apartado 2° del artículo 8 de la Convención Americana Sobre
Derechos Humanos, en cuanto establece que "toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras
no se establezca legalmente su culpabilidad"; y, finalmente, en los artículos l° y 393 párrafo tercero del Código de Procedimientos
Penales, normas cuya violación se sanciona en forma expresa con nulidad según lo dispuesto en los artículos 145 y 146 del Código de
Procedimientos Penales. Para tales efectos debe recordarse que ya la Sala Constitucional señaló que todas las violaciones a la mera
legalidad referidas al debido proceso (entre el cual se incluye el principio de inocencia, del que deriva el indubio pro reo) se convierten
automáticamente en violaciones constitucionales (En tal sentido, el aparte B del Considerando X de la Sentencia N° 1739-92 de 11:45
hrs. del 1 de julio de 1992 de la Sala Constitucional). El cambio no consistiría, entonces, en una verdadera apertura del recurso de
casación, sino en una corrección de un criterio meramente formal que expresaba que el principio in dubio pro reo no es controlable en
casación, situación que se hace insostenible frente a los criterios de justicia y de apertura del recurso. Desde luego, ello no significa
que bastaría con una simple discrepancia con las apreciaciones y las valoraciones de los juzgadores de instancia para creerse
legitimado a que prospere la nulidad en casación por violación al principio citado. Para tales efectos el recurrente debe expresar en
forma clara y bien precisa la fundamentación de su reclamo, del cual se desprenda que el Tribunal en realidad no podía derivar
certeza de culpabilidad o de inocencia con base en la prueba utilizada, sino que ésta racionalmente (de acuerdo con los conocimientos
cientificos, las leyes de la lógica, la experiencia, y principalmente el sentido común) refleja al menos un estado de duda que deja sin
sustento probatorio las conclusiones del Tribunal, para lo cual bastaría alegar como violadas las normas últimamente citadas, en
relación con los artículos 145 y 146 del Código de Procedimientos Penales. Obsérvese que no es una simple disconformidad lo que
podría legitimar la acogida del recurso de casación.
En tal sentido no debe cunfundirse la duda con la falta de elementos probatorios, pues ésta última podría constituir en realidad un
problema de falta de fundamentación (véase SENTIS MELENDO, SANTIAGO. In dubio pro reo, EJEA, Buenos Aires, 1971, en
especial PP 79 ss.). El Tribunal se encuentra en duda cuando existen determinados elementos probatorios que señalan la culpabilidad
del imputado, pero a los cuales no se les da la credibilidad necesaria para derivar con certeza lo que se pretende probar, sea porque
existen otras pruebas que lo descartan o porque aquella prueba en sí misma no merece confianza. Si no hay elementos de prueba
que incriminen al imputado, no puede existir duda, y la absolutoria tendría que decretarse por no existir elementos probatorios que lo
incriminen. Cualquier yerro del Tribunal en este último sentido tendría que ser impugnado como un problema relativo a la
fundamentación. La duda, en cambio, se presenta cuando hay incertidumbre entre distintas opciones sin poderse inclinar con certeza
por alguna de ellas. Para tales efectos debemos tener presente que, luego del juicio oral, la convicción de los juzgadores plasmada en
la sentencia pasa por dos distintos niveles: (a) el primer nivel consiste en la formación del criterio que se forman los juzgadores con
base en todo lo percibido en el juicio oral. Se trata del examen sobre la credibilidad de la prueba, es decir el valor asignado a cada
uno de los elementos de constatación incorporados a la audiencia oral. Este nivel está conformado por dos momentos: la percepción
de la prueba que se realiza durante el juicio; y la motivación de la interpretación de la percepción que tuvo lugar en ese juicio. (b) El
segundo nivel se refiere a la estructura racional de la formación de la convicción, es decir a la observancia de las leyes de la lógica, la
psicología, la experiencia, los conocimientos científicos, el sentido común, en las deducciones que el Tribunal realice a partir de la
prueba (Véanse por todos, IBAÑEZ, PERFECTO ANDRES. Acerca de la motivación de los hechos en la sentencia penal, Doxa, N° 12,
1992, pp. 257 ss.; y BACIGALUPO, ENRIQUE. Presunción de inocencia, in dubio pro reo y recurso de casación, en op. cit., pp.13 55,
en especial 29 y 30). Se trata de la estructura lógica por medio de la cual los juzgadores de instancia justifican sus conclusiones a
partir de los elementos de prueba percibidos. La casación no puede incursionar en el primer nivel, porque ni puede percibir la prueba
recibida en el debate en forma oral (con inmediación), ni puede suplantar la motivación de los juzgadores sobre cómo percibieron la
prueba y cuáles conclusiones extraen.

Lo impugnable en casación en lo que al principio del in dubio pro reo se refiere, sería el segundo nivel. En efecto, la impugnación
tendría que dirigirse a atacar la estructura racional al formarse la convicción, demostrando con bases firmes que conforme a las leyes
de la lógica, la experiencia, el sentido común y los conocimientos cientificos, no podía derivarse una conclusión certera sobre la
culpabilidad, sino un estado admisible y real de duda en cuanto racionalmente no era posible concluir otra cosa entre al menos dos
posibilidades. No se trata de una simple disconformidad con las conclusiones del Tribunal. Por otra parte debe señalarse que la
posibilidad de examinar el principio in dubio pro reo en casación en los términos señalados, no significa que la Sala pueda sustituir la
valoración probatoria hecha en el caso concreto por los juzgadores de instancia. Si bien debemos rechazar la afirmación tradicional de
que la Sala de Casación no puede valorar la prueba oral, lo cierto es que ello no significa que pueda sustituir la valoración de la
prueba oral realizada por el Tribunal de Juicio. La casación sí valora la prueba, incluso la oral, en todos aquellos casos en que se
cuestiona la aplicación de las reglas de la sana crítica; cuando examina la incidencia en el proceso de la preterición de prueba (por
falta de valoración, o porque no se introdujo al proceso); cuando se acusa el vicio de fundamentación ilegítima basada en prueba
ilegal; entre otros casos, pues en todos esos supuestos debe apreciar la incidencia de esa prueba en la conclusión, así como también
la incidencia de la restante prueba para determinar si la conclusión se mantiene o no excluyendo aquella viciada, o incluyendo la
prueba que se echa de menos (inclusión o exclusión hipotética). Pero en esos supuestos sólo verifica si la valoración hecha por el
Tribunal sobre la prueba es correcta o no, pues de encontrar algún yerro esencial dispone la nulidad y ordena el respectivo juicio de
reenvío, con el fin de que otro Tribunal examine la prueba válida y legítima luego de un juicio oral. Lo anterior es así en virtud del
principio de inmediación que informa la oralidad, pero en ningún caso suplanta y sustituye la valoración de la prueba oral realizada por
el a quo por una propia.

Ahora podríamos agregar también que alguna valoración de prueba oral debe realizar la casación cuando examina el cumplimiento del
principio del in dubio pro reo, pero no puede pretenderse que la Sala sustituya la valoración del Tribunal con el fin de llegar a
conclusiones fácticas y jurídicas distintas, sino sólo con el fin de que se señale que la valoración del Tribunal sentenciador es errónea,
lo que tiene como consecuencia la nulidad del fallo y la disposición del juicio de reenvio. 5°.- Por todo lo expuesto, debemos concluir
que la aplicación indebida o la falta de aplicación del principio in dubio pro reo sí puede ser conocida por la Sala de Casación en los
términos antes señalados. En el caso concreto, sin embargo, el reclamo debe declararse sin lugar pues el impugnante no realiza una
adecuada fundamentación de su reproche. En realidad sólo dice que de la lectura de la sentencia se evidencia un estado de duda en
cuanto a las circunstancias de modo, tiempo y lugar en que se desarrollaron los hechos. No señala cuáles son las distintas
posibilidades que podían derivarse de los elementos de prueba, ni precisa cuál es esa duda que justificaba la aplicación del artículo
393 del Código de Procedimientos Penales, razón por la cual debe rechazarse también este cuarto motivo.' 1994. SALA TERCERA DE
LA CORTE, N° 158-F de las 8,55 hrs. del 20 de mayo.

44. PRUEBA - Cuando el imputado es fuente de prueba no existe obligación de formularle ninguna advertencia.

"En el único motivo del recurso por la forma presentado por el Defensor Público de la sentenciada [...] se alega la violación de los
artículos 39 y 42 de la Constitución Política; 393, 395 y 400 inciso 3° del Código Procesal Penal; y 8 párrafo segundo, inciso h) de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos. Sustenta su reparo en que el tribunal de mérito incorporó al debate prueba ilegal en
que luego apoyó la condena de su defendida, como lo son los dictámenes criminalísticos de fs. 19 y l21 que fueron elaborados a partir
de los cuerpos de escritura de fs. 9 y 18 que se le tomaron sin hacerle la advertencia de que no estaba en la obligación de someterse
a ello (f. 195 fte.). Agrega que tal circunstancia viola los derechos mínimos de la imputada al obligársele a hacer prueba en su contra
(ibid), siendo que si dicha prueba no se hubiera utilizado, la conclusión de los juzgadores tendría que ser otra (f. 195 vto.). Sin
embargo no lleva razón. Pareciera que el impugnante pretende justificar su reproche en el derecho de abstención de declarar que
tiene todo encartado de acuerdo con la Constitución Política y la ley (arts. 36 de la Carta Magna; 276 y 373, entre otros del Código de
la materia). Pero evidentemente se trata de situaciones distintas: la advertencia que obligatoriamente hay que realizar -y del que debe
dejarse constancia- por las respectivas autoridades, se dirige a esa facultad de declarar o guardar silencio que asiste a los imputados;
lo otro se refiere a la materialización de una prueba (el imputado como fuente de ella) en donde la ley no exige advertencia alguna,
independientemente de que el encartado -bajo su exclusiva responsabilidad- se pueda negar a su realización.

En efecto, interpretar la actuación cuestionada del modo que aquí se pretende, llevaría a extremos absurdos donde se confundiría la
potestad de abstenerse de declarar con las vinculaciones procesales a que está sometido cualquier imputado; es decir, en cada caso
en que se requiriese su presencia con fines probatorios, habría que dejar constancia -so pena de nulidad- que se le advirtió que podía
negarse a ello, por ejemplo un reconocimiento, una corta de cabello, una inspección o registro personal, etc., lo cual obviamente no es
el propósito que se busca con la garantía anteriormente examinada. Desde luego, cabe señalar que los cuerpos de escritura
efectuados por [la imputada] en esta causa (a partir de los cuales se emitieron las correspondientes pericias caligráficas) no fueron
obtenidos bajo coacción o amenaza, ni se obligó a aquélla a hacerlos de alguna otra forma (aspecto éste que tampoco se alega), lo
que sí hubiese vulnerado los derechos de defensa y del debido proceso discutidos por el recurrente. En tal sentido resulta importante
destacar que la Sala Constitucional reconoció, inclusive, que en determinadas circunstancias es posible obligar al imputado a
someterse corporalmente a la realización de una serie de actos de investigación o de obtención de prueba (es decir, utilizarlo como
fuente u objeto de ella), como ocurre con la extracción de sangre, reconocimiento, corte de cabellos, entre otros que "pueden ser
realizados aún sin su consentimiento", siempre que no se produzca daño físico o psíquico para el sujeto (Ver Res. No. 941-92 de las
8:45 hrs. del 10 de abril de 1992). De igual manera la misma Sala Constitucional puntualizó recientemente que "Si la autoridad
recurrida ordenó realizar una prueba grafoscópica teniendo como base la firma estampada por el imputado al tiempo de la
indagatoria, no obstante que en ese momento procesal se abstuvo de declarar y manifestó su deseo de no rendir el cuerpo
de escritura, ello no constituye quebranto alguno a la norma constitucional que protege la negativa del encausado de
declarar en su contra (artículo 36 de la Constitución Política), pues tal acuerdo en nada afecta su derecho de abstención"
(Res. No. 6261-93 de las 15:03 hrs. del 26 de noviembre de 1993).

De todo lo analizado podemos concluir lo siguiente: el reclamo de la defensa parte del supuesto de que para poder realizar un cuerpo
de escritura es obligación advertir al imputado que no está obligado a hacerlo, supuesto éste que no tiene apoyo constitucional ni
legal, pues la advertencia se debe hacer en lo que atañe a su facultad de declarar o no, lo que es diferente de lo que aquí se discute.
En consecuencia, no tenía por qué dejarse constancia alguna en el sentido apuntado cuando se tomaron los mencionados cuerpos de
escritura ni se deriva ninguna nulidad por parte del tribunal de mérito al considerar las pruebas caligráficas que en ellos se basaron,
elementos esenciales de su decisión." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 274-F de las 9,05 hrs. del 22 de julio.

45. PRUEBA - Incorporación de prueba obtenida con violación a los derechos de defensa - Aplicación del método de
supresión hipotética.

"Cuando se incorpora al proceso un elemento de prueba obtenido con violación de los derechos de defensa, debe ser aplicado el
método de la supresión hipotética para determinar las consecuencias del vicio sobre el procedimiento, de manera que si excluida
mentalmente la prueba ilícita el resto del material probatorio lícito da soporte al hecho probado, la sentencia mantiene su validez. Ello
es así en virtud de que la nulidad sólo podría producirse frente a elementos de prueba de valor decisivo y que puedan provocar una
variante en la decisión final. (V. votos de la Sala Constitucional N° 701-91, de las 13:40 hrs. del 10 de abril de 1991; N° 540-91, de las
15:50 hrs, del 13 de marzo de 1991; N° 1739-92, de las 11:45 hrs. del 1° de julio de 1992; N° 802-90, de las 9:15 hrs. del 17 de julio
de 1990; y N° 1345-90 de las 14:39 hrs. del 24 de octubre de 1990; y de la Sala Tercera los votos N° 452-F, de las 11:00 hrs. del 12
de agosto de 1993; N° 35-F, de las 8;45 hrs. del 22 de enero de 1993; y N° 347-F, de las 10:45 hrs. del 25 de junio de 1993; entre
otros)." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 29-F de las 8,55 hrs. del 21 de enero.

46. PRUEBA - Niveles de motivación probatoria.

"La motivación probatoria de la sentencia debe hacerse a dos niveles: fundamentación descriptiva, que supone la transcripción de la
prueba recibida de viva voz y con inmediación; y la fundamentación intelectiva, que es la valoración de la prueba que se ha inserido en
el fallo. Si se incluye en la resolución únicamente el sumario de prueba (sin valorar), habrá falta de fundamentación intelectiva; y a la
inversa, si solo se incluye la apreciación del material probatorio sin transcribirlo previamente, habrá falta de fundamentación
descriptiva. (Sobre estos conceptos v. CAFFERATA NORES: «Algunos aspectos de la motivación de la sentencia», Temas de derecho
procesal penal, pp. 284-291.) La Sala Constitucional ha definido la actividad probatoria como suma del contenido de la prueba y la
respectiva valoración, es decir una operación descriptiva-intelectiva: «... el juzgador tiene la obligación de valorar las pruebas recibidas
conforme con las reglas de la sana crítica racional, debiendo consignar el contenido de la misma y las razones de su
convicción, pues esta actividad integra el debido proceso...» (Sala Constitucional, N° 6694-93, de las 14:45 hrs. del 21 de diciembre
de 1993.). 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 237-F de las 9,40 hrs. del 24 de junio.

47. PRUEBA - Prevalencia de la prueba recabada en el debate - Carácter excepcional del mayor valor probatorio
asignado a la del sumario.

"El tema sobre el valor de las pruebas recibidas en la instrucción que se incorporan al debate en contraposición con las producidas en
éste, no es pacífico en doctrina y ha sido tangencialmente tocado por nuestra jurisprudencia. Por eso consideramos conveniente
referirnos al problema. A efecto de dictar sentencia, el Tribunal debe valorar las pruebas que formaron parte del debate, intentando
evidenciar, motivada y racionalmente, su eficacia para provocar la certeza necesaria para condenar, o bien, que carecen de tal
idoneidad, conforme al sistema de valoración de la prueba adoptado por nuestra legislación (reglas de la sana crítica racional,
artículos 226, 393 y 400 inciso 4° del Código de Procedimientos Penales). El principio de inmediación de la prueba (y en general todos
los principios que informan el sistema procesal vigente, como oralidad, contradictorio y publicidad), supone que es imprescindible que
todos los sujetos procesales reciban la prueba de una manera directa, inmediata y simultánea. «Es necesario que las pruebas lleguen
al ánimo del juez sin alteración alguna. A la hora de recibir la prueba el juez debe estar en comunicación directa con los demás
sujetos del proceso. Se aplica la regla de la oralidad en la fase de juicio para hacer efectiva esa inmediación". (Sala Constitucional N°
1739 de 11:45 hrs. del 1 de julio de 1992). La misma resolución agrega que la discrecionalidad del juzgador al valorar la prueba está
limitada por criterios objetivos que procuran que la valoración no sea arbitraria o errónea. Ello está acorde con la normativa, pues
concretamente respecto a la prueba testimonial, la recepción de testimonios en el debate, debe darse, bajo pena de nulidad, en forma
oral y pública, no sólo para las partes, sino también para cualquiera, salvo que esa publicidad afecte la moral o la seguridad pública
(artículo 359 del Código de Procedimientos Penales). En dicha oportunidad, los miembros del tribunal, el fiscal, las partes y los
defensores, con la anuencia del Presidente y en el momento correspondiente, pueden formular preguntas a los testigos (artículo 383
del Código de Procedimientos Penales).

En lo que importa, para efectos de este análisis, cabe destacar la excepción a la regla de la comparecencia personal de los testigos y
de la oralidad de sus deposiciones, prevista en el inciso 2 del artículo 384 del Código de Procedimientos Penales, que a la letra dice:
"2) Si hubiere contradicciones entre ellas y las prestadas en el debate, o fuere necesario ayudar la memoria del testigo". En estas
circunstancias, lo que corresponde es que el Tribunal, luego que el declarante haya manifestado todo cuanto conoce sobre el asunto,
(relación de los artículos 380, 383, 234 y 95 ibídem), le haga notar las contradicciones en que incurrió, leyéndole las partes atinentes
de su declaración del sumario. No parece conveniente, para el desarrollo normal de la declaración y del debate, interrumpir esa
exposición para hacer notar la incongruencia, sino esperar hasta que la concluya. En términos generales, puede tratarse de
contradicciones de poca monta, respecto a cuestiones jurídicamente irrelevantes del hecho, acaso explicables por el mismo
transcurso del tiempo, que distorsiona parcialmente los recuerdos del testigo, por lo que la lectura de la anterior declaración da lugar a
que se rectifiquen o aclaren racional y satisfactoriamente los contrasentidos en que se incurrió.

También puede relacionarse con contradicciones respecto a los datos mas importantes, esenciales o relevantes del hecho y ellas
subsisten luego de haber refrescado la memoria del deponente con la lectura parcial o total de su anterior declaración y no se da una
explicación razonable o atendible. En todo caso, deberá el Tribunal esforzarse al máximo para que se aclaren dichas contrariedades.
Pero si no se logra esa clarificación, se pone en evidencia el conflicto que subyace en la especie y en este caso las reglas de la sana
crítica racional imponen al juzgador la obligación de resolver las siguientes cuestiones: ¿por qué se contradice el testigo? ¿Cuál de
sus versiones es la correcta o cuál de ellas debe merecer credibilidad?. Los tratadistas no han llegado a acuerdo sobre el punto. Para
Cafferata Nores "En caso de contradicción, el Tribunal deberá resolver a qué le asigna mayor eficacia probatoria: si al dicho original o
a su rectificación (La Prueba en el Proceso Penal, Buenos Aires, Ediciones Depalma, 1988, p. 118). Según Francois Gorphe, "Es
verdad que los documentos de la instrucción sólo valen como informes, y que la convicción de los jueces debe formarse
principalmente por los debates orales y la de los jurados exclusivamente por éstos. Pero unos y otros, jueces y jurados, están libres en
cuanto a la formación íntima de su convicción y nada les impide preferir una declaración escrita si la consideran más segura que la
oral. En definitiva, tendrán que pesar las diferentes deposiciones de acuerdo con valor interno respectivo, cualquiera sea su forma.

No se podrá desconocer que, en principio, las deposiciones orales presentan más garantía que las escritas. Pero la comparación debe
realizarse in specie: en unos casos, la deposición oral, hecha en último lugar, con tranquilidad y después de haber reflexionado,
parecerá más exacta; en otros, por el contrario, la deposición escrita, hecha en el primer momento, bajo la impresión reciente de los
hechos, parecerá más espontánea y sincera". (De la Apreciación de las Pruebas, Editorial La Ley; Buenos Aires, Argentina, 1967, p
392.). José María Asencio Mellado asegura que "De esta manera parece haberse expresado el TC (Tribunal Constitucional) en su
sentencia 55/1982, de 26 de julio, para quien "la contradicción entre testimonios obrantes en el sumario y las declaraciones en el juicio
oral... pertenece al ámbito del poder y responsabilidad del juzgador penal de valorar en conciencia el resultado de las pruebas",
agregando luego: "Como se dijo en un apartado anterior de nuestro trabajo, el artículo 714 ha sido interpretado por el TC (Tribunal
Constitucional) y el TS (Tribunal Supremo) en el sentido de estimar que la concesión de un valor determinado a las declaraciones del
juicio oral o las precedentes es materia que entra dentro de la libre apreciación de las pruebas, por lo que es posible atender a
cualquiera de ambas según lo estimen la Sala o el Juez sentenciador".(Prueba Prohibida y Prueba Preconstituida, Editorial Trivium, S.
A., Madrid, 1989, páginas 179 y 193-194). Varios expertos que participaron en el Programa de Fortalecimiento del Estado de Derecho
y la Justicia Penal en Centroamérica y Panamá, sostienen que ""Ciertamente existen supuestos excepcionales en los que los actos de
investigación han de gozar necesariamente de valor probatorio, pero en un proceso penal moderno dichos supuestos deben ser
admitidos con carácter excepcional, cuando las diligencias practicadas por el juez en la instrucción sean de imposible o muy difícil
reproducción -prueba anticipada (testigo en peligro de muerte, turistas, la llamada "prueba preconstituida", como la inspección ocular
del juez...)- o cuando la lectura de las mismas sea necesaria para confrontar declaraciones prestadas con las emitidas en la fase
decisora si se duda de la veracidad de las mismas". (Tomo III, El Proceso Penal: Entre el Garantismo Normativo y la Aplicación
Inquisitorial. ILANUD, 1992, página 88). En común podemos citar de todos los autores transcritos, que excepcionalmente dan valor
probatorio a las declaraciones o constancias del sumario, que hayan sido incorporadas debidamente al debate oral. Pero también
existen tratadistas que niegan esa posibilidad. Julio Maier afirma: "Esta es la principal razón de ser del debate oral y público, regulado
por las leyes procesales penales modernas que reformaron el modelo inquisitivo, instituyéndolo como culminación del procedimiento y
para que proporcione la base de la sentencia. Ese debate se cumple con la presencia ininterrumpida de todos los sujetos procesales
(inmediación), incluso del imputado y de su defensor, y en él se incorporan los únicos elementos de prueba idóneos para fundar la
sentencia, forma de proceder que asegura el control probatorio por parte de todas las personas interesadas en la decisión; a él
concurren el acusador y el acusado -también su defensor- con las mismas facultades, factor principal de la equiparación de
posibilidades respecto del fallo.

De ello resulta, también, que la investigación anterior (instrucción o procedimiento preliminar) y los medios de prueba que allí se llevan
a cabo tienen sólo valor preparatorio, esto es, sirven para decidir acerca de si se enjuicia al imputado (acusación), mas no para fundar
la sentencia". (Derecho Procesal Penal Argentino. Tomo 1, Volumen b, Editorial Hammurabi S.R.L., Buenos Alres, 1989, páginas 355 y
356.). Jorge Clariá Olmedo asevera: "El testimonio originario puede ser ampliado posteriormente, dentro de la misma instrucción
donde se presta o en el mismo debate del juicio plenario en que fue recibido... Son testimonios formalmente independientes, sin
embargo, las declaraciones del mismo testigo prestadas primero en la instrucción y después en el debate, pues debe tenerse en
cuenta que la primera no puede fundamentar la sentencia, y si se introduce por lectura en el debate, funciona como documento el acta
que la contiene". (Tratado de Derecho Procesal Penal. Tomo V, La Actividad Procesal, Ediar, Argentina, 1964, p. 81). La jurisprudencia
de esta Sala, con diversas integraciones de Magistrados, ha admitido que incorporada la declaración rendida en el sumario, a la fase
de debate, pueden extraerse conclusiones de la relación de ese testimonio original con el recibido en la audiencia (N° 32-F de 17:20
horas de 14 de mayo de 1981); también que en esos casos, el tribunal respectivo para emitir su sentencia, se pueda inclinar por una u
otra versión.(N° 260-F de 10:00 horas de 25 de setiembre de 1987). Más recientemente, se admitió: " A mayor abundamiento debe
decirse, con relación a la veracidad que el tribunal de mérito otorgó a las declaraciones de los menores rendidas durante la etapa de
instrucción, descartando la versión dada por ellos oralmente durante el debate, que la misma ley faculta esa apreciación cuando en el
artículo 384 inciso 2) del Código de la materia autoriza la incorporación de los testimonios recibidos en aquella fase si hubiere
contradicciones con los vertidos en la audiencia oral, siendo su lógica consecuencia que así se haga con el fin de averiguar -en la
medida de lo posible- la verdad real de lo acontecido. En caso contrario (o sea impedir que los jueces valoren y otorguen credibilidad a
las declaraciones de la fase instructiva) no tendría lógica ni fundamento alguno el permitir su incorporación por lectura, lo que
supondría modificar la potestad soberana de los jueces en la valoración de las pruebas y contradecir el sistema de sana crítica que lo
rige. Inclusive la doctrina más autorizada se ha pronunciado al respecto, cuestionando que deba otorgarse preferencia solamente a las
declaraciones orales, pues si existe discrepancia entre éstas y las escritas, debe ser el juez el que en cada caso concreto forme su
convicción libremente, sin fijarle una regla o pauta general que le obstaculice su función".(N° 656-F de 9:35 horas del 29 de noviembre
de 1991). Como puede apreciarse, si bien la jurisprudencia admite la valoración tanto de las declaraciones rendidas en la instrucción
como en el debate, omite aclarar bajo qué circunstancias puede otorgársele más credibilidad a la deposición del sumario que a la de la
audiencia oral.

Ello es importante, porque de acuerdo con nuestro sistema, la etapa instructiva no es más que preparatoria para el debate, que es
donde se realiza el verdadero juicio, pues con toda intensidad se desarrollan los principios que informan nuestro régimen procesal. Por
estas razones debe decirse, en principio, que prevalece la prueba de cualquier tipo, principalmente la testimonial, recabada en el
debate por sobre la recibida en la instrucción. Pero excepcionalmente puede dársele mayor valor a la del sumario, cuando entre en
contradicción con la del plenario o audiencia oral. Ello puede ocurrir en casos muy calificados, verbigracia, cuando el testigo sea objeto
de amenazas del imputado o personas relacionadas con él; o cuando se da una fuerte presión contra el declarante (como ocurre con
los menores); o cuando existan lazos afectivos o sentimentales que motiven esa modificación o si las restantes pruebas que deben ser
analizadas por los juzgadores, acrediten fehacientemente, que al dicho primigenio es al que debe otorgársele credibilidad, por sobre la
rectificación efectuada en el debate. Evidentemente la lista no se agota en esos ejemplos, pues muchas otras circunstancias pueden
concurrir, pero debe resaltarse que se trata de una cuestión excepcional y que, en todo caso, la veracidad que conceda el juzgador a
la primera declaración, debe ser racional y suficientemente fundamentada, justificando el por qué de su escogencia." 1994. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N° 300-F de las 9,20 hrs. del 5 de agosto.

48. PRUEBA SOBRE ESTADO CIVIL - Posibilidad de que la Sala la ordene.

"En el único motivo del recurso por vicios in procedendo interpuesto por el defensor del encartado [...], se acusa la violación de los
artículos 406, 393, 395, 144 y 145 del Código de Procedimientos Penales, así como de los artículos 39 y 41 de la Constitución
Política, alegando que el Tribunal irrespetó las limitaciones legales establecidas respecto a la prueba del estado civil de las personas,
al demostrar la edad de la ofendida mediante una fotocopia, de la declaración de nacimiento de la menor. En el expediente puede
observarse efectivamente que el Tribunal a quo determinó la edad de [la ofendida] mediante una fotocopia del certificado de la
dedaración de nacimiento (folio 17 fte.), omitiendo obtener tal prueba por medio del correspondiente certificado emanado del Registro
Civil. Evidentemente, el vicio acusado en el reclamo está aparentemente presente, toda vez que el nacimiento (por ende la edad)
constituye uno de los aspectos que comprende el estado civil, pero la Sala, en casos semejantes al presente (véase, por ejemplo la
resolución V-35-Fde las 11:15 horas del 17 de enero de 1992), ha admitido la posibilidad de controlar la actividad procesal del tribunal
sentenciador ordenando prueba que acredite la observancia real de los fines que inspiran las formas procesales omitidas o
defectuosamente realizadas por el juez (o las partes) en el trámite procesal (no así -por supuesto- respecto a los hechos que son
objeto del proceso). Tal tesis se fundamenta en que sería absurdo decretar la nulidad motivada por la inobservancia de una forma
procesal así sancionada cuando el trámite cuestionado de omiso o defectuoso en realidad no ha violentado el sentido, inteligencia o
garantía que inspira la norma procesal.

Así, pues, tratándose en la especie de un caso de omisión de prueba legal en el trámite procesal, necesaria para establecer una
eventual calificación jurídica del hecho objeto de la acusación, esta Sala -con fundamento en la jurisprudencia anteriormente citada, y
al amparo del artículo 41 de la Constitución Política, que establece el deber de procurar una justicia pronta, cumplida y sin
denegación- ordenó enviar mandamiento al Registro Civil para que certificara el acta de nacimiento de la menor ofendida, a efecto de
corroborar la veracidad de la condusión del a quo en el sentido de que ella era menor de doce años a la fecha en que sucedieron los
hechos, presupuesto que sirvió de antecedente a la calificación jurídica del hecho acusado contra el encartado y que desembocó en la
sentencia condenatoria aquí impugnada. Como se dijo anteriormente, debe tomarse en cuenta que de no practicarse esta verificación,
podría llegarse a la situación absurda -y contraria a los principios de economía y celeridad procesal- de que no obstante ser la víctima
realmente menor de doce años para la fecha de los hechos, tendrían que anularse las actuaciones respectivas, con todos los atrasos
e inconvenientes que esta solución conlleva, en aras de cumplir "formalmente" la letra de una ley de orden público, aun cuando se
contraviniera clara y abiertamente el espiritu e inteligencia de la misma." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 67-F de las 8,50
hrs. del 8 de abril.

49. RECONOCIMIENTO DE OBJETOS - Facultades de la Policía Judicial.

"Ahora bien, es cierto que el inciso 9° del artículo 4 de la Ley Orgánica del Organismo de Investigación Judicial, faculta a la Policía
Judicial para practicar reconocimientos e inspecciones, pero tal facultad debe relacionarse con el resto de las disposiciones
procesales, en especial con aquellas que señalan ciertos requisitos mínimos para la práctica de diligencias probatorias, con posibilidad
de intervención para los demás sujetos procesales, incluidos el Ministerio Público y la defensa. En realidad esa disposición legal
faculta a la policía para realizar esos actos, como el reconocimiento, en la medida en que se utilicen únicamente con fines policiales,
con el claro propósito de orientar las investigaciones sobre el hecho, para profundizarlas, reconducirlas o concluirlas; sin embargo, en
principio esas diligencias policiales no pueden tener efectos ante el proceso jurisdiccional, ni servir de prueba, salvo que se hubieren
cumplido las reglas que el Código Procesal Penal establece para ello. Tratándose de un reconocimiento de objetos resultaba in
dispensable seguir el procedimiento establecido en el artículo 260 en relación con los artículos 255 a 257, todos del Código de
Procedimientos Penales, y si se trataba de actos definitivos debió citarse previamente a las partes; pero en especial debió intervenir un
juez en la realización del acto, lo que se echa de menos en el caso de autos. Pese a lo anterior, suprimida hipotéticamente la prueba
que se menciona, se mantiene inalterada la sentencia de mérito, pues se basa en una serie de indicios que no dependen directamente
del reconocimiento del arma." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 29-F de las 8,55 hrs. del 21 de enero.

50. SENTENCIA - Falta absoluta de determinación de la fecha de ocurrencia de los hechos es causal de nulidad.

"Esta Sala ha requerido que la fecha debe expresarse siempre y cuando sea posible, y que de no poderse debe señalarse la
aproximada (conf.: V-55 F de las 16:30 hrs. del 2-7-81;V-154 F de las 10:40 hrs. del 27-5-88). Pero tratándose de falta de absoluta
determinación de la fecha de la ocurrencia de los hechos, ni siguiera la fecha aproximada, ello tanto conlleva a la falta de la
"determinación precisa y circunstanciada" (sic., artículo 400.2 del Código de Procedimientos Penales), modalidad de falta de
fundamentación, que sí es causal de nulidad del pronunciamiento, además de que se deja en total incertidumbre eventualidades
referidas a la prescripción, sea en cuanto a las posibilidades de su punto de partida." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 20-F
de las 9,05 hrs. del 13 de enero.

51. SENTENCIA - Habilitación de hora para su dictado por simple prolongación del debate.

"En el tercer aparte del recurso por la forma se acusa la violación del artículo 93 del Código de Procedimientos Penales porque la
sentencia se dictó a una hora no habilitada para ello, sea a las diecisiete horas con quince minutos del veinticuatro de febrero del año
en curso. Los suscritos Magistrados consideran que el reclamo no es atendible, pues a los efectos de continuidad del debate pueden
habilitarse incluso horas de la noche, si el tribunal lo estima necesario (así, NUÑEZ, Ricardo: Código Procesal Penal, Córdoba, Marcos
Lerner Editora Córdoba, Segunda Edición Actualizada, 1986, p. 114, nota 1). Por otra parte, la inobservancia de esta norma no está
sancionada con nulidad (en este sentido véase LLOBET Javier): Código de Procedimientos Penales Anotado, San José, Litografía e
Imprenta Lil, SA., 1987, p. 118, nota n° 4 del artículo 93), razón por la cual la jurisprudencia de esta Sala anteriormente se había
pronunciado en el sentido de que «además de que el numeral 93 no tiene ninguna sanción procesal, basta que el juzgador prolongue
el debate más allá de las horas señaladas en que deba cerrarse el despacho para que se tenga por habilitada la hora (Sala Tercera, N
° 56 F de las 9:30 hrs. del 6 de junio de 1986)." 1994. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 315-F de las 10,10 hrs. del 12 de agosto.

52. SENTENCIA - Omisión de lectura por inasistencia de partes no provoca nulidad.

"La jurisprudencia de esta Sala ha sostenido en forma reiterada que, cuando no asisten los interesados ni otras personas o público a
escuchar la notificación integral de la sentencia, el tribunal no está en obligación de hacerla, porque de todas maneras no hay interés
procesal debido a la ausencia de personas y tampoco se causa indefensión. (V. sentencias de la Sala Tercera de la Corte Suprema de
Justicia, N° 539-F de 10:55 hrs. de 6 de noviembre de 1992; y N° 58-F de 9:05 hrs. de 5 de marzo de 1993)." 1994. SALA TERCERA
DE LA CORTE, N° 76-F de las 10,35 hrs. del 13 de abril.
JURISPRUDENCIA PENAL RECIENTE

Cecilia Sánchez Romero


Directora del Centro Electrónico
de Información Jurisprudencial

CONTENIDO

RESOLUCIONES DE LA SALA TERCERA

A. DERECHO PENAL

1. ABUSOS DESHONESTOS - Consideraciones sobre condición de guardador y custodia de la agraviada.

2. AGENTE ENCUBIERTO - Naturaleza de la técnica de investigación y condiciones de validez de su consideración


probatoria.

3. APLICACION DE LEY PENAL MAS FAVORABLE - La reforma que introduzca la nueva ley no implica una
modificación automática de la pena.

4. AUTOCALUMNIA - Declaración sobre hecho propio rechazando responsabilidad penal excluye configuración del ilícito.

5. CANCELACION DE LICENCIA - Aplicación de normas del Código Penal por ser especiales en relación con normas
genéricas de Ley de Tránsito.

6. CASO FORTUITO - Imposibilidad de prever obstáculo en autopista.

7. CONCURSO IDEAL ENTRE ROBO AGRAVADO Y HOMICIDIO CALIFICADO - Muerte del ofendido para consumar
apoderamiento ilegítimo.

8. CORRUPCION AGRAVADA - Consideraciones sobre el elemento subjetivo del tipo y su diferencia con abusos
deshonestos.

9. DELITO CONTINUADO - La finalidad es el elemento que permite distinguirlo del concurso real.

10. FALSEDAD IDEOLOGICA - Inserción de datos falsos en parte de tránsito.

11. FALSO TESTIMONIO - Inexistencia en declaración sobre hechos propios - Prevalencia de la condición de testigo
cuando también se ha declarado como imputado.

12. PARRICIDIO - Incomunicabilidad de la circunstancia del parentesco.

13. RESPONSABILIDAD CIVIL - Tutela del tercero de buena fe no puede prevalecer sobre derechos de víctima
despojada fraudulentamente de sus bienes.

14. RESPONSABILIDAD CIVIL SOLIDARIA - Vehículo que transporta tucas de madera el día de los hechos.

15. ROBO AGRAVADO - Desapoderamiento de una parte de lo sustraído por huida de coautores consuma el ilícito.
16. TENTATIVA DE EXTORSION - Operativo policial que impidió consumación - Diferencia con el delito de amenazas
agravadas.

17. TENTATIVA DE HOMICIDIO EN CONCURSO IDEAL CON TENTATIVA DE ABORTO - Inexistencia de desistimiento.

18. TENTATIVA DE HURTO AGRAVADO - Uso de llave falsa - Hechos anteriores que reflejan propósito de
apoderamiento de bienes.

19. TRAFICO DE DROGAS - Pacto de compra que no se llevó a cabo por intervención policial constituye acto
preparatorio impune.

20. VIOLACION - Determinación de las circunstancias de tiempo no puede convertirse en impunidad.

21. VIOLACION DE DOMICILIO Y LESIONES GRAVES - Concurso aparente de normas.

22. VIOLACION DE DOMICILIO Y VIOLACION - Existencia de concurso ideal - Cambio jurisprudencial.

B. DERECHO PROCESAL PENAL

23. ALLANAMIENTO - Orden innecesaria por tratarse de cabaña abandonada usada como guarida temporal.

24. APLICACION DE LEY PENAL MAS FAVORABLE - Procedimiento de revisión es vía idónea para reclamarla.

25. CONCILIACION - Necesaria intervención del Ministerio Público.

26. CONCILIACION - Nulidad por obviar análisis sobre parentesco entre imputado y ofendido que impedía conciliar.

27. CONCILIACION - Obligatoria participación de todos los interesados - Necesaria claridad de los acuerdos conciliatorios.

28. COSTAS PERSONALES - Exoneración procede solo en casos excepcionales.

29. EJECUCION CONDICIONAL DE LA PENA - Determinación de los casos en que procede.

30. INJURIAS Y DIFAMACION POR LA PRENSA - Competencia - Violación del principio de juez natural.

31. NULIDAD DE SENTENCIA - Notificación integral del fallo tres semanas después de lo debido.

32. PRINCIPIO DE INMEDIACION - Posibilidad de valorar en casación el análisis de prueba no vulnera este principio.

33. PROCEDIMIENTO ABREVIADO - Consideraciones.

34. PROCEDIMIENTO ABREVIADO - Consideraciones respecto de la fijación de la pena y levantamiento del acta de la
audiencia.

35. PROCEDIMIENTO ABREVIADO - Consideraciones sobre fijación de pena.

36. PROCEDIMIENTO ABREVIADO - El órgano jurisdiccional es quien define la norma sustantiva aplicable - Forma de
resolver convenio ilegal sobre prueba.

37. PROCEDIMIENTO ABREVIADO - Imprecisión del acuerdo y falta de concreción de pena a imponer provoca nulidad.

38. PROCEDIMIENTO ABREVIADO - Negativa del M.P. en aceptarlo no resulta controlable por el órgano jurisdiccional,
salvo casos excepcionales.

39. PROCEDIMIENTO ABREVIADO - No existe razón para entender que la calificación de la conducta dada en la
acusación sea definitiva y obligatoria para los jueces.

40. PROCEDIMIENTO DE REVISION - Consideraciones sobre admisibilidad.

41. PROCEDIMIENTO DE REVISION - Existencia de dos sentencias inconciliables desde el punto de vista jurídico.

42. PROCEDIMIENTO DE REVISION - Improcedencia contra denegatoria de libertad condicional.

43. PROCEDIMIENTO DE REVISION - Improcedencia contra resoluciones de juzgados contravencionales.

44. PROCEDIMIENTO DE REVISION - Retractación de ofendidas que no logra desnaturalizar cuadro fáctico acreditado en
el fallo.

45. RECURSO DE CASACION - Falta de legitimidad de actor civil para recurrir por monto de la pena.

46. REPARACION INTEGRAL DEL DAÑO - Consideraciones sobre el término "grave violencia sobre las personas".

47. REPARACION INTEGRAL DEL DAÑO - Improcedencia por uso de arma de fuego como amenaza para el despojo.

48. TESTIGOS - Declaración sobre hechos propios en causa relacionada con otra anterior en que fueron imputados.

A. DERECHO PENAL

1. ABUSOS DESHONESTOS - Consideraciones sobre condición de guardador y custodia de la agraviada.

"Como único reproche por vicios in iudicando se reclama la inobservancia de las normas de fondo antes citadas, por
cuanto "... en el presente caso, la guardia y custodia de la ofendida correspondía a su madre, no al imputado, pues la
ofendida es hija extramatrimonial y el acriminado únicamente es su padrastro ..." (folio 114 vuelto, líneas 3 a 6). El motivo
debe rechazarse. No obstante los alegatos de la defensa, esta Sala no advierte la concurrencia de ninguno de los
defectos de fondo que, tanto en este apartado como en el anterior, se reclaman. El recurrente alega que el tipo penal
previsto por el artículo 161, en relación al numeral 158, ambos del Código Penal, cuando hace referencia a "guarda o
custodia", exige una declaratoria judicial que establezca o constituya formalmente dicha relación, cuando en realidad esto
no es acertado. Al respecto esta Sala ha señalado de manera reiterada lo siguiente: "... Al deducir el reclamo (la
defensora) señala que el imputado no es el encargado de la educación, guarda o custodia de la menor ofendida, en los
términos previstos por el número 158 del citado cuerpo legal, por lo que hay una errónea aplicación de la ley sustantiva.
Indica que el encartado ... era el compañero de convivencia de la madre de la menor ofendida, de manera que no tenía
los atributos de la patria potestad establecidos por el artículo 142 del Código de Familia ... De los hechos anteriores deben
destacarse algunos aspectos importantes, como que el imputado convivía con la madre de la ofendida y habitaban todos
bajo el mismo techo. Al respecto cabe señalar que la relación adulto-menor, en que el primero ejerce sobre el segundo
alguna forma de autoridad y correlativamente existe subordinación, respeto o reverencia, ya sea temporal o permanente, a
que se refiere la agravante prevista en el artículo 158 del Código Penal, es suficiente para constituir la figura del
guardador o encargado de la custodia del menor, sin que sea necesario que el adulto ejerza la patria potestad o
represente legalmente al menor. Sobre ello ha dicho esta Sala: «... la situación de un adulto con respecto a un menor que
-como en el caso de autos- viven aunque sea temporalmente bajo el mismo techo donde aquel ejerce autoridad, es la de
guardador en el sentido de las normas aplicadas por el a quo...». (Sentencia Nº 544-F, a las 10:30 hrs. del 30 de
setiembre de 1993.) Se trata de una relación de hecho, de carácter meramente circunstancial, que puede ser incluso
espontánea y pasajera, en la cual un menor se encuentra bajo la protección, cuidado o supervisión de un adulto, por muy
diversas razones, tales como la relación que surge entre quienes llevan de paseo a algunos menores, los que reciben en
sus casas a los hijos de los vecinos, el conductor del autobús escolar, etc. La norma penal en este caso, no se
circunscribe a los conceptos de patria potestad acuñados por el derecho de familia, sino que extiende la protección de los
niños a sencillas y temporales relaciones de hecho. En esos supuestos la agravante existe porque el adulto se prevalece
de su condición y de la autoridad que en ese momento ejerce sobre la menor para obtener de ella el consentimiento para
realizar el acto sexual (estupro), o para agredirla sexualmente (violación); y además, porque en cierta medida rebasa con
mayor grado de culpabilidad los deberes que las circunstancias le imponían, por tratarse de la persona encargada de la
guarda o custodia de una menor de edad y prevalerse de esa situación para mantener relaciones sexuales con su víctima,
violando la confianza que se había depositado en el adulto. En el presente caso es muy clara la concurrencia de la
agravante, porque además de que el imputado convivía con la madre de la menor y vivía con ellas en la misma casa,
realizó la acción delictiva mientras tenía a su cuidado a la ofendida en tanto la madre de ésta asistía a su trabajo. Con
mayor razón debe aplicarse la agravante si se observa que existía una convivencia marital estable entre la madre de la
ofendida y el encartado ...", sentencia Nº 41-F-94, de las 9:20 hrs. del 28 de enero de 1994. En el caso que nos ocupa es
claro que el encartado sí ostentaba -al momento del hecho- la condición de guardador y custodio de la agraviada, quien si
bien no se trata de una menor de edad, es una persona de veinte años con retardo mental, ciega y con serias limitaciones
de movimiento en las extremidades, lo que hacía necesario que una persona adulta (en este caso su padrastro) la cuidara
en ausencia de su madre. En todo caso la agravante se produce por haberse prevalido el encartado de una condición
especial sobre víctima, independientemente de que ésta sea mayor de edad y con algunas discapacidades. De acuerdo a
los hechos que describe la sentencia, en el mes de marzo de 1995 el imputado, quien tenía diecinueve años de convivir
con I.J.B. (madre de la ofendida), "... aprovechando que se quedó solo en la casa pues su compañera salió para ir al
templo, abusó deshonestamente de su hijastra ... procedió a desnudarla, besarla en la boca y chuparle con fuerza sus
pechos ..." (folio 99, línea 26 en adelante). Como se deriva del anterior extracto, al ejecutar su acción libidinosa, el
acusado sí ostentaba la calidad personal requerida por el tipo penal aplicado, por cuanto se prevalió de una condición
especial sobre la víctima para ejecutar sus actos. Tal conducta así descrita constituye el delito de abusos deshonestos
que tipifica el artículo 161 párrafo 2º del Código Penal, por el cual se le condenó, de tal modo que -al no advertirse la
concurrencia de ningún defecto sustantivo- debe declararse sin lugar el motivo." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE,
Nº 847 de las 9,11 hrs. del 4 de setiembre.

2. AGENTE ENCUBIERTO - Naturaleza de la técnica de investigación y condiciones de validez de su consideración


probatoria.

"Fundamento y utilidad de la intervención del agente encubierto. La actuación del agente de investigación o del particular
que colabora con la policía en la compra de verificación de droga, constituye la forma más inacabada de investigación
policial encubierta, porque en este caso el sujeto se limita a comprar la droga, bajo las mismas condiciones en que
cualquier otra persona puede hacerlo; no hay pues, una verdadera y eficaz alteración y ocultamiento de la identidad del
oficial por un tiempo determinado; el agente oculta su identidad de policía o de colaborador de la misma a fin de obtener
la prueba necesaria para acreditar el delito que se está realizando. Esto tiene particular importancia y utilidad en los
denominados delitos de encuentro o de tracto sucesivo, como lo es el tráfico de drogas (Rey Huidobro, Luis Fernando: El
delito de tráfico de estupefacientes, Bosch, Barcelona, 1987, p.p. 221 y 224). El hecho de que, en estos casos, la
intervención policial sólo viene a aportar elementos de comprobación de la actividad delictiva en curso, es un criterio
reiterado en la jurisprudencia de esta Sala: "...en los ejemplos de investigación de delitos relacionados con el tráfico de
drogas, se ha considerado que la intervención de la policía es solamente para verificar los hechos que fueron puestos en
su conocimiento, hechos que por sí mismos ya constituyen el núcleo del tipo objetivo que se examina en tales casos
(venta de droga, almacenamiento, transporte, etc.), y que de por sí significan un atentado o lesión al bien jurídico en
tutela..." SALA TERCERA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. V-559-F-93. San José, de las nueve horas treinta y
cinco minutos del quince de octubre de mil novecientos noventa y tres. En el mismo sentido V-22-F-95, de las nueve
horas veinte minutos del veinte de enero de mil novecientos noventa y cinco V-627-F-96, de las nueve horas con cuarenta
minutos del veinticuatro de octubre de mil novecientos noventa y seis. V-812-F-96, de las once horas del veintitrés de
diciembre de mil novecientos noventa y seis; V-121-F-97, de las diez horas diez minutos del catorce de febrero de mil
novecientos noventa y siete). En realidad, el agente encubierto se presenta en todos aquellos casos en que se infiltra en
una organización, o se tiene contacto incluso ocasional con otra persona dedicada a realizar hechos delictivos, con el fin
de poder acumular prueba sobre la existencia del delito y para identificar a sus responsables, sometiéndolos así al
proceso penal (véase el voto de esta Sala: V-22-F-95, de las nueve horas con veinte minutos del veinte de enero de mil
novecientos noventa y cinco). En consecuencia, su actividad constituye una técnica de investigación necesaria para
enfrentar cierto tipo de delincuencia (no convencional o especialmente grave), que se desarrolla en forma altamente
organizada, empleando tecnología especializada y sofisticada. Atendiendo a la gravedad de los delitos en los que se
puede realizar, la investigación encubierta se presenta como una herramienta útil y adaptada a la naturaleza y dinámica
esencialmente clandestina en la que se desenvuelve la actividad delictiva que interesa desentrañar. En otras palabras, es
un mecanismo no convencional de investigación, útil y necesario para combatir delitos no convencionales.- III.-
Jurisprudencia reciente de esta Sala ha señalado que: "...para tener por cierto que una persona vendió drogas a un agente
encubierto enviado por la policía, es necesario que ésta última suministre a la autoridad jurisdiccional la identidad del
comprador, con el fin de ser sometido al interrogatorio correspondiente en las distintas etapas del proceso, en especial
durante el juicio. Para tales (sic) como regla general, no es suficiente la simple versión policial, cuando los policías sólo
saben lo que les dijo el agente encubierto. En el presente caso los policías no revelaron el nombre del comprador de la
droga, y aun cuando lo conveniente hubiere sido que suministraran la identidad con el fin de interrogarlo, lo cierto es que
ellos acompañaron a dicha persona durante el operativo y pudieron precisar el momento preciso (sic) en que se realizó la
negociación, por lo que son testigos del hecho y no testigos de referencia..." SALA TERCERA DE LA CORTE SUPREMA
DE JUSTICIA. V-398-F-97. San José, de las dieciséis horas con treinta minutos del veintinueve de abril de mil
novecientos noventa y siete). En lo que interesa, la Sala Constitucional, ante la Consulta Judicial preceptiva que realizara
esta Sala, al respecto señaló: "...El Tribunal no se encuentra obligado a hacer comparecer a la audiencia al informante o
agente encubierto, por la misma naturaleza de su función, y en virtud del principio de libertad probatoria puede arribar a
una decisión con base en otros elementos probatorios; no obstante su versión -la del agente encubierto o informante-, no
puede ser introducida al debate por otros medios -a no ser que proceda incorporarla legítimamente por lectura-. Las
versiones de la policía respecto del dicho de un agente encubierto no pueden ser utilizadas por el tribunal para emitir un
juicio de valor, puesto que en ese caso sí se estaría violando el derecho de defensa, del contradictorio y de inmediación
de la prueba, elementos integrantes del debido proceso; desde luego que lo anterior no conlleva a negarle validez al dicho
del policía en relación con hechos que le consten personalmente aunque tengan relación con la actividad del agente o
informante. Un ejemplo puede aclarar mejor la cuestión: al policía le estará vedado declarar sobre lo que le dijo el
informante que ocurrió, por si el vio al informante comprar, dirigirse a determinado lugar, comunicarse con determinadas
personas, por ser hechos propios, es válido que informe sobre ello al tribunal y que este valore su dicho junto con las
restantes pruebas recibidas válidamente..." (Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia. Voto 7079-M-97. San
José, de las dieciocho horas con treinta minutos del veintiocho de octubre de mil novecientos noventa y siete. La cursiva y
el resaltado no son del original). IV.- En el caso que se presenta a revisión, se sabe que intervino un colaborador, quien
era el encargado de hacer las compras de verificación de la tenencia y venta de la droga. Con la ayuda de esta persona,
los oficiales de la policía antidrogas pudieron individualizar la acción de cada uno de los sujetos que expendía droga en la
casa de habitación del encartado E.Q.C. Debe hacerse notar que en este caso los oficiales declararon sobre hechos
propios, es decir, sobre acontecimientos que les constan por conocimiento propio, y que fueron debidamente valorados en
la sentencia de mérito. Así, en el fallo se da cuenta de que se realizaron varios operativos -vigilancias estacionarias y
compras de drogas- en los que intervino un único sujeto como colaborador. Los oficiales precisan las fechas, horas y lugar
de cada operativo, y hacen constar todas estas circunstancias en las actas respectivas, cuya legitimidad y contenido
nunca fue cuestionada, y, por el contrario, fueron incorporadas legítimamente a la audiencia oral sin que ninguna de las
partes protestara. A su vez, de previo a realizar cada compra, procedieron a revisar al colaborador a fin de constatar que
no portara ninguna droga, y acto seguido le entregan uno de los billetes "marcados". Si bien los oficiales no apreciaron el
momento preciso de cada transacción, sí observaron de manera ininterrumpida al colaborador cuando se dirigía al sitio
indicado y cuando regresaba, siendo que cuando aquel retorna, portaba una "piedra de crack", y les informa y describe al
sujeto que se la vendió. A mayor abundamiento, se tiene que en el operativo que culmina con la detención de los
encartados -y en el que interviene la Juez de Instrucción respectiva- se localiza cierta cantidad de "piedras de crack" y
una fuerte suma de dinero en la casa del acusado Q.C., hallándose además el que se le había entregado al colaborador
para que efectuara la compra. Todos estos hechos, como se ha dicho, fueron observados de manera ininterrumpida por
los policías que dirigían la investigación, sin que en el análisis de cada deposición se noten divergencias, contradicciones
u omisiones que invaliden la fundamentación del fallo de mérito. Por el contrario, la sentencia se encuentra debidamente
motivada pues la prueba recibida e incorporada al debate fue analizada de conformidad con las reglas de la sana crítica.
En consecuencia, lo procedente es declarar sin lugar la revisión interpuesta.- V.- Por último, no obsta decir que
recientemente la Asamblea Legislativa promulgó una nueva ley Sobre Estupefacientes, Sustancias Psicotrópicas, Drogas
de Uso no autorizado y Actividades Conexas (Ley No. 7786 de mayo de 1998, publicada en el Alcance No. 15 del Diario
Oficial La Gaceta No. 93, del 15 de mayo de 1998), la que, en sus artículos 10, 11, 12 y 13, se refiere a la intervención
de agentes encubiertos y colaboradores o informantes en el curso de las investigaciones relacionadas con los delitos en
ella tipificados. Aunque esta ley no es aplicable en la especie, lo que ahí se dispone no es incompatible con lo aquí
resuelto, pues, regula la comparecencia del colaborador al llamamiento judicial, cuando se estimare indispensable, sin que
ocurra así en todos los casos.-" 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 583 de las 8,52 hrs. del 19 de junio.
3. APLICACION DE LEY PENAL MAS FAVORABLE - La reforma que introduzca la nueva ley no implica una
modificación automática de la pena.

"Ahora bien, en cuanto en el caso de autos la solicitud de revisión no resulta atendible. Las conductas que sanciona el
numeral 18 de la derogada ley Nº 7233 con pena de 8 a 20 años de prisión -entre las cuales se encuentra la que se le
atribuye y por la que fue condenada la gestionante M.C.- son exactamente las mismas que contempla el artículo 61 de la
vigente ley Nº 7786, con la diferencia de que en esta nueva regulación la sanción privativa de libertad prevista va de cinco
a quince años, es decir, se disminuyen los extremos mayor y menor; en el caso de marras tal modificación no podría
considerarse para la encartada como "más favorable". En cuanto a este punto debe hacerse notar que no obstante del
estudio de los hechos probados del fallo de instancia también se determina que la acción delictiva desarrollada por la
agente no se ajusta a ninguna de las hipótesis que prevé el numeral 71 ibídem, por las razones que se dirán ello tampoco
resulta más beneficioso a la situación particular de la condenada. IV.- De acuerdo a los términos en los que aparece
redactado el fallo objeto de impugnación, la señora M.C. incurrió en una típica conducta de tenencia de cocaína para la
venta directa a los consumidores. En principio, tal comportamiento, de acuerdo con la nueva legislación, en efecto tiene
prevista una pena mínima de cinco años de prisión. No obstante ello, la referida reforma legislativa no podría estimarse
como más favorable para la imputada, por cuanto el delito cometido, de acuerdo al numeral 18 párrafo 4º de la derogada
ley Nº 7233, tenía prevista una sanción mínima de 8 años, la que podría ser disminuida incluso a la mitad, es decir, el
extremo menor incluso era más bajo que el previsto por la nueva normativa. No obstante ello, mediante una decisión
razonada, en la que se tomó en consideración -entre otras circunstancias- que la imputada amenazó un testigo para que
no se presentara al debate y además registra una condenatoria anterior por un delito similar (folio 131 vuelto, línea 29 en
adelante), de forma legítima el tribunal de juicio optó por no aplicar este rebajo de pena. Según lo anterior, al no ajustarse
el reclamo a la hipótesis que contempla el citado artículo 408 inciso e), así como por no ser procedente en este caso la
disminución de la pena ya fijada por el órgano de mérito, debe rechazarse la queja. V.- Por último, conviene aclarar que el
criterio de la impugnante, en el sentido de que en vista de la modificación que introduce la nueva ley en los parámetros de
la pena a imponer debe aplicarse una disminución automática de la pena al mínimo previsto, no resulta acertada. En
realidad y como principio general, la fijación de la sanción penal, de conformidad con los parámetros que estipula el
numeral 71 del Código Penal, se hará atendiendo a las circunstancias objetivas y subjetivas concretas que mediaron en el
hecho, la importancia de la lesión o el peligro creado para el bien jurídico tutelado, las condiciones personales del sujeto
activo y del pasivo que hayan influido en la comisión del delito, así como la conducta del agente posterior al hecho. Al
ponderar los anteriores extremos, el órgano jurisdiccional estará en condiciones de fijar una sanción proporcional y
adecuada al caso en estudio, de donde debe entenderse que no se trata de imponer la pena mínima o la máxima que
prevea el tipo penal correspondiente, sino la que más se ajuste al juicio de culpabilidad ya establecido. Dentro de este
orden de ideas, entonces, no deberá modificarse de manera mecánica la sanción ya establecida en la sentencia de mérito,
por el simple hecho de que el extremo menor que ahora señala la ley sustantiva resulta más beneficioso al condenado,
sino más bien debe valorarse, dentro de los parámetros que la misma prevé, cuál será la pena más idónea a efectos de
cumplir de la mejor manera posible con los fines perseguidos por la prevención especial y la general. VI.- A pesar de las
anteriores consideraciones, y debido a que -según se explicó- en el presente caso el órgano de instancia impuso a la
sentenciada el tanto de 8 años de prisión, razonando adecuadamente el porqué no le aplicaba la disminución de esa
sanción a la mitad, según lo posibilitaba el artículo 18 párrafo 4º citado, al no estar en presencia de un supuesto en el
cual pueda afirmarse que el hecho encuadra en una norma penal más favorable, se rechaza la queja." 1998. SALA
TERCERA DE LA CORTE, Nº 874 de las 9,15 hrs. del 18 de setiembre.

4. AUTOCALUMNIA - Declaración sobre hecho propio rechazando responsabilidad penal excluye configuración del ilícito.

"En su único motivo por el fondo, el Lic. M.Q.S., Defensor Público de los imputados, estima como indebidamente
aplicados los artículos 1, 30, 45, 314, 319 y 358 del Código Penal. Considera el impugnante que debe absolverse a sus
representados ya que los mismos desistieron y se arrepintieron activamente de su actuar delictivo, pues rectificaron a
tiempo sus versiones ante el Juzgado de Instrucción. Considera que no se lesionó el bien jurídico tutelado, ya que no
hubo antijuridicidad. Arguye además que no debió aplicarse la figura de la autocalumnia, ya que cuando C.M.M. rindió
declaración indagatoria por el delito de homicidio culposo, formalmente era imputada y, en consecuencia, no estaba en la
obligación de decir verdad. Por último, sostiene que por haber sido sobreseídos del delito de homicidio culposo, no se está
ante un delito de acción pública, en los términos que exige el Art. 319 del Código Penal para configurar el delito de
autocalumnia. En relación con el coencartado G.M.M., su actuación, según el recurrente, no es punible, porque, de
acuerdo a los artículos 45, 145 inciso 3), y 278 del Código de Procedimientos Penales y 36 de la Constitución Política,
aunque formalmente declaró como testigo, de hecho era un imputado que podía abstenerse de declarar e incluso mentir.
II.- Sobre el delito de autocalumnia. El delito de autocalumnia se encuentra regulado en el Título XIV, Delitos contra la
Administración de Justicia, Sección III, Falsas Acusaciones, artículo 319 que establece: "Se impondrá prisión de un mes a
un año, al que mediante declaración o confesión hecha ante autoridad judicial o de investigación, se acusare falsamente
de haber cometido un delito de acción pública". A fin de resolver el recurso de casación interpuesto resulta indispensable
señalar el origen, elementos y alcances de esta figura. La autocalumnia proviene del Derecho Italiano (Código Penal de
1930, Art. 369, que en lo que interesa dispone: "Quienquiera que, mediante declaración a alguna de las Autoridades
indicadas en el artículo precedente, aún hecha por escrito anónimo o bajo falso nombre, o mediante confesión ante la
Autoridad judicial, se inculpa a sí mismo de un delito que sabe no ocurrido o de un delito cometido por otro, es castigado
con la reclusión de uno a tres años". ). La acción típica consiste en acusarse falsamente de haber cometido un delito de
acción pública, ante una autoridad judicial o de investigación, mediante una confesión o una declaración. Sujeto activo de
este delito puede ser cualquiera, ya que el tipo penal no exige ninguna cualidad personal constitutiva de la infracción.
"Delito" significa toda acción u omisión subsumible en un tipo penal cuya averiguación y castigo corresponde a la
autoridad judicial (MUÑOZ CONDE, Francisco. Derecho Penal. Parte Especial, novena edición, TIRANT LO BLANCH,
Valencia, 1933, p. 749.). Es indiferente que el delito acusado falsamente sea uno de acción u omisión, consumado o
tentado, doloso o culposo; lo importante es que sea un delito de acción pública, porque es en estos en los que, por el
interés público en la persecución penal, de oficio, las autoridades judiciales y de investigación, despliegan su actividad. Es
claro que, por referirse la norma en comentario al término "delito", ha de entenderse el mismo en sentido técnico, y
excluirse, por atípico, la "autocalumnia" de contravenciones. Sobre esto se ha dicho que: "Por lo que respecta al término
delito, ha de ser entendido a tenor de la "ratio" del precepto, desde el punto de vista de la posible virtualidad en orden a
provocar una actuación procesal. Desde tal perspectiva, basta con que se simule la ocurrencia de un hecho típico sin
necesidad de que la falsa apariencia se extienda también a la antijuridicidad o a la culpabilidad. Sin embargo, y por las
mismas razones, en el hecho que se simule han de concurrir las condiciones de procedibilidad." (VIVES ANTON, T.S.
"Delitos contra la Administración de Justicia", en AAVV. Compendio de Derecho Penal. Parte Especial (Enrique Orts
Berenguer, coordinador), TIRANT LO BLANCH, Valencia, 1994, p. 123.). Los medios de comisión del delito son taxativos:
la confesión o la declaración. Esta última consiste en cualquier manifestación de voluntad, oral o escrita, presentada o
hecha llegar a la autoridad judicial o de investigación. La falsedad consiste en suministrar una errónea representación de
la realidad, inculpándose a sí mismo de un delito que se sabe que no ha ocurrido y, que, por tanto, es inexistente, o bien,
cuando el delito sí se realizó, lo fue por una persona diferente de la que falsamente se lo atribuye (MAGGIORE,
Giuseppe. Derecho Penal. Parte Especial, Volumen III, Traducción de José J. Ortega Torres, TEMIS, Bogotá, 1972, p.
340). Es criterio compartido por la doctrina que el fin y los motivos del autocalumniador son indiferentes para la
consumación del delito. El Código Penal Italiano contempla una eximente, cuando se ha realizado la autoinculpación por la
necesidad de salvarse a sí mismo o de salvar a un pariente próximo de un grave e inevitable menoscabo en la libertad o
en el honor (Art. 384) (MANZINI, Vincenzo. Tratado de Derecho Penal, Tomo 10, Segunda Parte, De los Delitos en
especial, Volumen V, de Santiago Sentís Melendo y Marino Ayerra Redin, EDIAR S.A., Buenos Aires, p. 163). En
concreto, y en nuestro medio, el motivo de salvar a determinados parientes o allegados es importante tan solo para
conceder al autocalumniador el perdón judicial (Art. 93, inciso 2) (CASTILLO GONZALEZ, Francisco. Denuncia
calumniosa, simulación de delito y autocalumnia, San José, PASDIANA, 1982 p. 61.).- III.- El bien jurídico tutelado, según
la ubicación de la figura en la sistemática del Código, es la Administración de Justicia, de forma que, aunque
eventualmente el agente se perjudique a sí mismo con la atribución falsa de un hecho, lo que el tipo penal protege es el
recto funcionamiento de la Administración de Justicia, que se ve entorpecido al desplegar normalmente su actividad
investigativa, persecutoria y jurisdiccional, ante un hecho falso. Por otra parte, no es necesario que exista una sentencia
que declare la existencia del delito y la responsabilidad de los verdaderos autores, basta con que, in limine, el hecho que
el autocalumniador pone en conocimiento de la autoridad revista las características para sostener que con probabilidad se
ha cometido un delito, y justifique, por lo tanto, el inicio de la investigación. Por eso, no comete el delito de autocalumnia
quien declara sobre un hecho propio, pero excluye inmediatamente su responsabilidad, alegando que, como en el
presente caso, el resultado se produjo por la acción imprudente de la víctima. Atendiendo a estas consideraciones, no
podría hablarse de un delito culposo (acción típica, antijurídica y culpable), pues el resultado se presenta por la propia
acción de la víctima, y no por ninguna falta al deber de cuidado del conductor. Sobre el particular, MANZINI sostiene que
"..la autoinculpación debe tener por objeto un delito, y no un hecho que por sí mismo no constituya delito, aunque pueda
considerarse como causa hipotética de un hecho que la ley prevé como delito, pero que no se sabe todavía si depende de
la causalidad o de una causa imputable. Por ejemplo, si un automóvil en el que iban el dueño y el chofer, habilitados
ambos para conducirlo, embiste a una persona y el chofer declara o confiesa falsamente que estaba en el volante en el
momento de embestirla, a fin de excluir toda responsabilidad del dueño, no existe el delito de auto calumnia, una vez que
el chofer haya atribuido la embestida a una causalidad o a la exclusiva culpa de la víctima. En esta hipótesis el chofer no
ha declarado o confesado que cometió un "delito", sino que realizó un hecho en sí mismo lícito, precisamente porque ha
excluido haber sido causa del delito culposo..." (MANZINI, Vincenzo. Op. Cit., p. 160. En el mismo sentido: Colacci y
Antonioni, citados por CASTILLO GONZALEZ, Francisco. Op. Cit., p. 59, cita 216). Estima la Sala que, de conformidad
con el principio de ofensividad o lesividad ("nullum crimen sine injuria"), en el presente caso, no hubo afectación del bien
jurídico tutelado, ya que en primer lugar el hecho puesto en conocimiento por la imputada C.M.M. no revestía las
características señaladas para sostener que se estaba con probabilidad ante un delito culposo, pues en su declaración
excluía su propia responsabilidad alegando que el resultado no se produjo por una infracción a su deber de cuidado sino
por la acción imprudente de la víctima, que presentaba una alto grado de intoxicación alcohólica (folio 39); es decir, la
imputada reconoció un hecho, pero no se atribuyó falsamente ningún delito. En segundo término, no fue la acción de la
imputada la que desencadenó la tramitación de un proceso de investigación, sino que, una vez constituidas las
autoridades en el sitio de los hechos, de oficio, iniciaron las pesquisas. De conformidad con lo expuesto procede declarar
con lugar el recurso, y en consecuencia, absolver a la imputada C.M.M. por el delito de autocalumnia."1998. SALA
TERCERA DE LA CORTE, Nº 492 de las 10,15 hrs. del 22 de mayo.

5. CANCELACION DE LICENCIA - Aplicación de normas del Código Penal por ser especiales en relación con normas
genéricas de Ley de Tránsito.

"El Lic. J.F.V.C., defensor de E.E.R., demanda la revisión de la sentencia Nº 175-96 de las 20:00 hrs. del 11 de setiembre
de 1996, dictada por el Tribunal Superior de Pérez Zeledón, la cual declaró a su patrocinado autor de los delitos de
Homicidio culposo y Lesiones culposas en concurso ideal, en perjuicio de R.L.H. y de H.G.D.M., imponiéndole la pena de
tres años de prisión (concediéndole el beneficio de ejecución condicional por un período de prueba de 5 años) y
ordenando la cancelación de su licencia de conducir por el término de diez años. La causal de revisión invocada por el
solicitante es la prevista en el inciso e) del artículo 408 del Código Procesal Penal de 1996, la cual dirige específicamente
contra la indicada cancelación de licencia, dispuesta por el Tribunal a quo. Alega que el hecho atribuido al condenado
ocurrió en agosto de 1994 y que la referida cancelación se dispuso por aplicación del artículo 117 del Código Penal
(reformado por Ley Nº 7626 del 10 de marzo de 1982), pero ignorando u omitiendo aplicar las reglas de otra ley vigente
desde el día 22 de abril de 1993, a saber, la Ley de Tránsito por vías públicas terrestres, Nº 7331 del 13 de abril de 1993.
La defensa hace cita de los artículos 106 a), 107 c), 129 e) y 133 a) de la Ley de Tránsito, porque considera que
expresamente derogó "...la Ley de Tránsito Nº 5930 del 13 de setiembre de 1976 y toda otra disposición legal, en materia
de tránsito y administración vial, que se le oponga" (artículo 252 ibídem), para concluir lo siguiente: que la Ley de Tránsito
es posterior, especial y contiene íntegramente el último párrafo del artículo 117 del Código Penal, el cual abroga expresa y
tácitamente, pues la Ley de Tránsito es una norma posterior que regula en forma diferente y más favorable al reo, las
consecuencias de la conducción bajo el estado de ebriedad, de manera tal que se debió aplicar a su defendido el artículo
133 a) de la Ley de Tránsito y no el último párrafo del artículo 117 del Código Penal, razón por la cual solicita que sea
modificada la sentencia, adecuando la cancelación de la licencia por seis meses. Estos son, básicamente, los
fundamentos que la defensa da a su demanda, y ofrece como "prueba" el expediente principal y las "normas
hermenéuticas" aludidas.- Considera esta Sala que se debe declarar sin lugar la demanda interpuesta, porque en realidad
no se indica ningún elemento de prueba nuevos, que solos o unidos a los ya examinados en el proceso, evidencien que el
hecho cometido encuadra en una norma más favorable. En realidad, la motivación de la solicitud se contrae a una
disconformidad por la forma en que se aplicó la ley sustantiva, pues lo que ha planteado la defensa no es otra cosa que
un problema de aplicación en el tiempo de la ley penal, que procura apoyar en los artículos 11, 12, 13 y 23 del Código
Penal, cuestionamiento que parte de premisas equivocadas, por cuanto ninguna de las normas de la Ley de Tránsito
vigente ha abrogado o derogado el párrafo último del artículo 117 del Código Primitivo, que no contiene una disposición
legal, en materia de tránsito y administración vial, que se oponga a la citada Ley, ni tampoco da lugar a un concurso
aparente de normas según el cual como sugiere el demandante- lo dispuesto en la Ley de Tránsito deba prevalecer sobre
lo indicado en el artículo 117 del Código Penal. Por el contrario, resulta que los principios que rigen el concurso aparente
de normas conducen a una solución diversa a la pretendida por la defensa, pues no es posible que, en un caso como el
presente, la norma general prevalezca sobre la norma especial, o que prevalezca la norma que sólo contiene una parte
del hecho sobre la que lo contiene íntegramente, o que la norma accesoria se aplique en vez de aquella a la que ha sido
subordinada expresa o tácitamente. En la norma jurídica, a un supuesto de hecho dado se asigna un efecto jurídico. En el
presente asunto, el supuesto fáctico al que se condiciona el efecto jurídico "cancelación de la licencia" no es simplemente
el hecho de conducir temerariamente en estado de ebriedad (cfr. arts. 133 a), 106 a), 107 c), 129 e) de la Ley de
Tránsito, donde en realidad la sanción asignada consiste en la "suspensión" de la licencia). En el artículo 117 del Código
Penal el hecho al cual se condiciona la "cancelación" de la licencia (uno de los efectos de la norma) consiste en matar por
culpa a otro, bajo los efectos de bebidas alcohólicas o de drogas enervantes. Como se puede apreciar, el supuesto de
hecho de esta última norma contiene íntegramente -entre otros supuestos- al de la Ley de Tránsito (conducir en estado de
ebriedad), pero le agrega otros elementos especializantes (causar culposamente la muerte de otro por conducir en estado
de ebriedad), de manera tal que lo que la Ley de Tránsito prevé es una norma general (que prohibe conducir en estado
de ebriedad) respecto a la cual los artículos 117 y 128 del Código Penal son normas especiales (que prohiben matar o
lesionar culposamente bajo los efectos de bebidas alcohólicas, ya sea conduciendo vehículos o en otras situaciones
diferentes). De esta manera, las disposiciones del Código Penal (artículos 117 y 128, párrafos finales) sobre la
"cancelación" de la licencia -por ser especiales- prevalecen sobre las normas genéricas de la Ley de Tránsito, ya que las
contienen íntegramente, pero añadiéndoles -como se dijo- un factor de especialidad: la aplicación de los supracitados
artículos de la Ley de Tránsito se encuentra tácitamente subordinada a la de los párrafos finales de los artículos 117 y 128
del Código Penal, pues son aplicables en todos aquellos casos en que se conduce en estado de ebriedad, excepto
cuando de dicha conducción temeraria se causan culposamente las lesiones o muerte de otro, pues las indicadas normas
penales suponen una lesión o peligro superior para los bienes jurídicos vida e integridad física, no contenida en las
supracitadas normas de la Ley de Tránsito, cuyas sanciones no abarcan el desvalor o contenido injusto de las penales, ya
que siempre son de aplicación, aunque ninguna persona resulte lesionada o muerta por la acción temeraria del
infractor."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 790 de las 10 hrs. del 21 de agosto.

6. CASO FORTUITO - Imposibilidad de prever obstáculo en autopista.

"No obstante que la licenciada M.E.F.M., defensora pública del acusado K.G., formula recurso de casación cuestionando
la sentencia en aspectos formales y en un único motivo por vicios en la aplicación de la ley sustantiva, esta Sala estima
procedente entrar a conocer el alegato de fondo, habida cuenta de que los reparos que por la forma se esbozan
pretenden lograr el reenvío para que, en el nuevo juicio, mediante la correcta valoración del material probatorio, se exima
al acusado de responsabilidad por la concurrencia de un caso fortuito, posibilidad que plantea el alegato por el fondo y
que esta Sala estima procedente, por lo que en atención al principio constitucional de justicia pronta y cumplida se opta
por resolver de esa forma la impugnación planteada. En su alegato por el fondo, la recurrente cuestiona la condenatoria
impuesta a su defendido, pues estima que en el caso concreto no ha mediado culpa alguna de su representado. Si la
culpa es la omisión a un deber de cuidado que causa un resultado dañoso previsible y evitable, en el caso concreto la
previsibilidad no existe y en consecuencia, está excluida toda culpa, pues su defendido actuó dentro de los límites de
diligencia exigidas a todo conductor. Agrega que K.G. viajaba dentro del límite de velocidad permitido -90 kilómetros por
hora- sin que fuera previsible la aparición de un obstáculo en la carretera -como resultó ser el "mataburros" que sujetos
desconocidos atravesaron en la vía-, de modo que no puede exigírsele al imputado que prevea tal situación, con el objeto
de atribuirle una culpa inexistente. El nexo causal -jurídicamente relevante- entre la conducta de K.G. y la muerte de los
ofendidos no existe, desde que la causa eficiente del percance lo fue la presencia del citado obstáculo, sin el cual el
percance jamás se hubiera dado. El reclamo es procedente. Para el análisis del tema en estudio resulta conveniente
rescatar los hechos que el Tribunal estima acreditados, los cuales se reducen no sólo a aquellos que consigna como tales,
sino a los que además expresa a lo largo de las consideraciones de fondo: "I- RELACION DE LOS HECHOS
PROBADOS:(...) 1) Que el día 5 de mayo de 1996, al ser aproximadamente las dos horas de la madrugada, el encartado
C.K.G. conducía el vehículo automóvil, marca Honda, placas [...], a una velocidad aproximada a los noventa kilómetros por
hora, por la autopista Florencio del Castillo, de este a oeste, por el carril interno, velocidad que era excesiva, debido a que
el lugar es totalmente oscuro y las luces de su vehículo tenían poco alcance. 2) Que al aproximarse por donde se ubica el
negocio City Culb (sic) Hotel en Curridabat al centro de los dos carriles, por la ruta donde viaja el acusado se encontraba
un bumper de vehículo o "mataburros", el cual, debido a la excesiva velocidad a la que viajaba el imputado dadas las
condiciones de la vía, no pudo esquivar el obstáculo y viró hacia la izquierda, cayendo en la zona verde divisoria de los
dos sentidos de las vía, donde pierde el control, ocasionando que su vehículo continúe y se introduzca a la vía contraria
donde circulaba el vehículo placas [...] marca Datsun 100-A, al cual colisiona fuertemente, ocasionando con el impacto la
muerte de los señores Z.V.V. Y A.R.E., que en forma correcta viajaban de oeste a este en dicho automotor (...) III-
VALORACION DE LA PRUEBA: (...) En primera instancia hay un hecho incuestionable del cual dan cuenta tanto el
imputado como los testigos y la documental, y es que el 5 de mayo de 1996 ocurre un accidente, sobre la carretera o
autopista que comunica a Cartago con San José. El imputado y C.O., así como F. son coincidentes en que la dinámica
ocurrida es la siguiente: C. conduce el vehículo Honda de Cartago a San José, viaja por el carril interno en esa dirección,
se encuentra hacia el centro de la vía con un mataburros, que es una especie de bumper metálico que se le coloca a los
carros en la parte delantera, y con el fin de esquivar hacia la izquierda el encartado se sale de la vía, ingresa a la zona
verde que sirve de divisoria de las rutas de la autopista, ingresa con el carro hasta el carril contrario donde los occisos
viajan de San José a Cartago, y son colisionados fuertemente por K. y del impacto mueren trágicamente los dos
ocupantes del otro automotor, el imputado sufre también múltiples lesiones y el acompañante O. pierde el conocimiento.
Estos extremos prácticamente no han sido objeto de discusión (...) El informe policial de folios 6 y 7 describe lo notado por
la policía judicial al llegar al sitio, describe el lugar donde ocurre el accidente como carreteras de asfalto, secas (sic), en
vía recta, en buen estado, iluminación natural y artificial completamente nulas (...) Si bien es cierto se ha argumentado en
el debate oral y público que en realidad el elemento desencadenante del accidente lo constituye el objeto "mataburros",
colocado en el centro de la vía, estima el Tribunal que ello es cierto solo parcialmente. Ya tenemos el cuadro anterior bien
claro y la prueba que se orienta en todo en forma coincidente, por lo que corresponde determinar, si aún existiendo el
objeto atravesado en la vía, ello por si mismo es la causa directa y única del accidente ocurrido, lo cual no resulta así.
Considera el tribunal que el imputado la madrugada en que ocurre el hecho viajaba a exceso de velocidad, de
conformidad con las condiciones que imperaban al momento del hecho, y que en consecuencia, la mezcla de elementos -
obstáculos, condiciones y velocidad- permitió el desenlace fatal, y que el imputado debe responder por lo que él como
conductor aportó al resultado dañoso. Si eran como la una y resto de la mañana, la carretera era plana, seca, recta, de
pavimento como es una autopista, de lo cual hay plena coincidencia en la testimonial e informes policiales, con la luz de
halógenos que iluminaban de diez a veinte metros y viajaba a una velocidad que rondaba los noventa kilómetros por hora,
evidencia que era temeraria, pues si tanto el acusado como los testigos y el informe policial señalan que la iluminación en
el lugar es nula, o sea, totalmente oscuro, resultaba evidente, que viajando en una zona oscura, a esa hora de la
madrugada que hay poca circulación vehicular, es consecuencia, pocas posibilidades de que otros vehículos permitieran
más iluminación con sus luces, cualquier obstáculo que en la carretera surgiera no podría ser esquivado por el acusado.
Es cierto que en la zona se autoriza una velocidad de noventa kilómetros por hora como muy bien se demuestra en la
certificación de folio 172 vuelto, pero el reproche de la falta de cuidado no procede de haber infringido esa disposición de
tránsito; sino que esa velocidad aplicada en las condiciones dichas, implica falta de cuidado. Una carretera puede autorizar
una velocidad determinada, pero se entiende que en condiciones normales, pero si está cayendo una fuerte lluvia y
existen derrumbes, el conducir en esa carretera a la velocidad autorizada, como si estuviese en condiciones normales,
resulta falto al deber de cuidado, porque resulta claro que las condiciones originales varían, y el conductor precavido y
cauteloso debe conducir a una velocidad tal que, ante cualquier evento le permita maniobrar en forma correcta y sortear
cualquier situación inesperada en la carretera. El conductor de un vehículo debe prever que la velocidad a la que viaja,
permita maniobrar en forma correcta ante cualquier imprevisto, y el viajar en una calle muy oscura, con una corta
visibilidad de las luces, a una alta velocidad, es confiar demasiado en la destreza para evitar cualquier resultado(...)". IIo.-
Como queda evidenciado de la lectura de los párrafos transcritos, la sentencia parte del supuesto de que K.G. no viajaba
a una velocidad superior a la permitida en el tramo de la autopista Florencio del Castillo en que ocurrió el lamentable
suceso, en el que, como resultado, fallecieron los ofendidos V.V. y R.E. Los juzgadores califican la falta al deber de
cuidado, en este caso, en que esa velocidad, aplicada a las condiciones que imperaban en ese momento, resultaba
excesiva. Esas condiciones son dos: oscuridad de la noche y ausencia de luz artificial en la autopista. A partir de esas
premisas se construye el armazón que da sustento a la consideración de que K.G. conducía a exceso de velocidad la
madrugada del cinco de mayo y que, por esa razón, no pudo esquivar el obstáculo colocado en media carretera, pues por
la velocidad no lo pudo apreciar a tiempo, debiendo prever, como conductor prudente, que era factible encontrarse un
obstáculo en la vía y, por tal razón, la velocidad a la que conducía debía ser aquella que le permitiera con seguridad una
maniobra de evasión. En primer lugar debemos considerar que esta Sala ha esbozado el criterio, según el cual, conducir
dentro de los límites de velocidad permitida no es un factor que por sí mismo tenga la virtud de calificar como debida o
adecuada a la forma de manejo, excluyendo toda culpa. Deben considerarse las especiales condiciones imperantes en la
carretera, en el clima, en el vehículo e incluso en la propia condición física, mental o psicológica del conductor, a fin de
medir la prudencia y el juicio del buen conductor en la ponderación de factores que deben orientarlo a conducir
defensivamente, es decir, evitando incrementar los riesgos que, para las personas y los bienes, de por sí acompañan la
conducción y, a partir de ello, excluir el caso fortuito como causa de atipicidad. Así, se ha señalado: "(...) la causa que
tuvo el juez como generadora del accidente lo fue la excesiva velocidad a que conducía el encartado en condiciones
climatológicas adversas para los conductores (...) conforme al mérito de la sentencia, si al momento del suceso llovía y
había neblina, las circunstancias de previsibilidad y evitabilidad (conducir a la defensiva como comúnmente se le
denomina), máxime saliendo de una semicurva, no las observó el imputado, lo cual hizo que incurriera en culpa y no en
caso fortuito (...) debe en esta sede descartarse la existencia del caso fortuito, pues el imputado frente a las condiciones
del tiempo imperantes al momento del accidente y en atención a que salía de una semicurva, debió tomar todas las
precauciones de previsibilidad y evitabilidad a que estaba obligado(...) "(sentencia 304-F-91 de las 10:06 hrs. del 28 de
junio; en el mismo sentido 433-F-91 de las 10:45 hrs. del 9 de agosto, ambas de 1991 de la Sala Tercera); "(...) La
permisión de transitar por las vías públicas a velocidades que hacen posible la causación de resultados lesivos a bienes
jurídicos no es ilimitada, y llega no sólo a las autorizaciones que la ley o los dispositivos fijos de tránsito establecen, sino
que se reduce (el permiso) de acuerdo con las circunstancias de tiempo y lugar, como por ejemplo un accidente en la
carretera, la presencia de operarios en la vía o de niños atravesando la calzada, lluvia, neblina, derrumbes, etc.(...)
"(sentencia 511-F-93, de las 9:00 hrs. del 10 de setiembre de 1993, Sala Tercera); "(...)se alega que en la especie no se
verificó la tipicidad del artículo 117 citado, porque no se comprobó un comportamiento descuidado, negligente o contrario
al deber de cuidado por parte del justiciable, sino que el hecho se trata de un caso fortuito. Los suscritos Magistrados
consideran que este capítulo del recurso debe rechazarse, pues si se acreditó que el ofendido se acostó a dormir, en
estado etílico en la entrada de la quinta de recreo del imputado, por la que éste entró posteriormente con su vehículo
automotor, pasando sobre la humanidad de aquel y arrastrando su cuerpo por poco más de dos metros, para finalmente
detenerse, salir del vehículo y entrar a su casa a dormir, sin siquiera haberse dado cuenta del atropello y con un promedio
aproximado de 165 mg. de alcohol en la sangre, debe convenirse con el a quo en que la muerte accidental de R.S.J. le es
imputable al encartado R.A., pues ella no se habría producido si este último hubiera manejado poniendo la atención
debida al camino que transitaba y, sobre todo, si hubiera estado sobrio al momento de los hechos, lo cual habría
contribuido a reaccionar eficientemente para maniobrar evitando el atropello. Aunque le fuera difícil al imputado imaginarse
concretamente que un vecino se iba a acostar a dormir en el camino de la entrada a su propiedad, para él -como para
cualquier conductor de vehículos diligente- era previsible la aparición en su trayecto de un sujeto, animal u objeto que
obstaculizara el libre tránsito de su vehículo, y tal previsión era la que le habría permitido evitar colisionar con aquel. No es
aplicable a este caso la figura del caso fortuito precisamente por la previsibilidad y evitabilidad del hecho: de haberse
conducido con cuidado, observando atentamente el camino, habría visto al ofendido tendido delante suyo y entonces
habría podido -en condiciones normales- reaccionar oportunamente, deteniendo su vehículo o esquivando el cuerpo del
ofendido, pero no se condujo así, ni siquiera se dio cuenta de que lo atropelló, causándole lesiones que produjeron su
muerte, razón por la cual debe declararse sin lugar este recurso por errores in iudicando (...)" (sentencia 469-F-94 de las
9:25 hrs. Del 11 de noviembre de 1994, de la Sala Tercera). "(...)Los juzgadores no afirman que el imputado haya
excedido el límite máximo de velocidad, pues reconocen que viajaba aproximadamente entre sesenta y cinco y setenta y
cinco kilómetros por hora. Lo que se indica en el fallo es que debió reducir esa velocidad debido a que: "para las
condiciones de la carretera en ese lugar era peligrosa y excesiva" (folio 360 frente, líneas 5 y 6). Por ende, el análisis está
relacionado no con el problema de la velocidad máxima autorizada, sino con el estado de la vía, cuyos hundimientos o
deformaciones eran visibles con antelación y obligaban a disminuir el paso, para transitar con seguridad, cosa que no hizo
el imputado, perdiendo el control del vehículo e introduciéndose al carril contrario, donde se produjo la colisión. Si un
conductor debe aminorar la marcha y no lo hace, la velocidad con que circula -aunque no sea superior a la permitida-
puede llegar a considerarse como "peligrosa y excesiva", en la medida en que atente contra la seguridad de las personas
o sus bienes (...)" (608-F-95 de las 9:25 hrs. Del 13 de octubre de 1995, Sala Tercera). IIIo.- Ahora bien, en el caso
concreto, se tiene por establecido que el acusado guiaba su vehículo dentro de los límites máximos de velocidad
permitidos: 90 kilómetros por hora. No obstante, el Tribunal estima que esa velocidad resulta excesiva, pues era de noche,
la autopista carece de iluminación artificial, las luces del vehículo resultan insuficientes para tener un rango de visibilidad
tan amplio que permita vislumbrar cualquier obstáculo en la carretera y, en consecuencia, maniobrar prudentemente para
evitarlo. Por ello, al acreditarse la existencia de un aparato metálico popularmente conocido como "mataburros", puesto al
centro de la vía por la que viajaba el imputado, obstáculo que no pudo ver a tiempo, se establece en ello su falta al deber
de cuidado, pues, al tratar de esquivarlo perdió el control del vehículo, invadió la isla divisoria de los carriles de la
autopista, para luego caer en la carretera que conduce de San José a Cartago y colisionar en forma violenta al vehículo
de los ofendidos, quienes fallecieron a consecuencia de las lesiones sufridas en el impacto. Compete analizar, en
consecuencia, si esas especiales circunstancias que el Tribunal menciona, tienen la trascendencia tal para imponerle al
imputado el deber de aminorar la velocidad, para ajustarse a los límites del manejo prudente y defensivo y, en
consecuencia, ajustarse a los parámetros del riesgo permitido en la conducción de automotores. En primer lugar, debe
señalarse que la carretera en que ocurre el percance es una autopista. Por sus especiales características, se considera
una vía apta para la circulación a altas velocidades. Así se desprende del espíritu del artículo 82 de la Ley de Tránsito, al
establecer que los límites de velocidad se determinan "de acuerdo con el tipo y condiciones de la vía, previo estudio
técnico". A su vez, en su inciso e) se señala, como regla general, que en las autopistas, la velocidad mínima es de
cuarenta kilómetros por hora y la máxima, de cien kilómetros por hora, debiendo en todo caso darse prioridad a las
señalizaciones y demarcaciones que existan en la zona, como este mismo numeral contempla. Los límites de velocidad
antes dichos y aquellos específicamente señalados en la zona, delimitan el ámbito del riesgo permitido en la conducción
de vehículos. Sin embargo, debe considerarse que esos límites no son rígidos, en el sentido de que permanezcan
invariables frente a condiciones excepcionales y, por lo tanto, distintas a las consideradas al momento de su
establecimiento. Así, si hay una lluvia intensa, que limita notablemente las condiciones de visibilidad y además, de agarre
de las llantas a la calzada, es obvio que aquellos límites no rigen, sino que habrán de adecuarse a esas especiales
circunstancias, todo lo cual queda a la apreciación del juzgador, de acuerdo con las reglas de la experiencia común. Lo
mismo puede señalarse en caso de derrumbes, irregularidades en la vía, neblina intensa, realización de trabajos en la
carretera, en fin, condiciones excepcionales que obligan a ajustarse a los límites que la prudencia y el cuidado debido
indican. La nocturnidad, por sí misma a juicio de la Sala, no puede ser considerada una condición excepcional que obligue
a aminorar la velocidad. Nótese que el fallo no habla de alguna otra condición extraña más que la noche misma y la
ausencia de alumbrado en la autopista, de por sí característico de este tipo de vías en nuestro país. Tampoco se
establece que el vehículo del acusado careciera de las luces reglamentarias. Por el contrario, es el Tribunal el que
concluye que esas luces, incluso los halógenos que el imputado dijo haber llevado encendidos, resultaban insuficientes
para visualizar a distancia, algún obstáculo. El punto medular en este caso radica en establecer si era previsible -y por lo
tanto, evitable- que en esa vía, con sus especiales condiciones -autopista, con una velocidad máxima de 90 kilómetros por
hora, con cuatro carriles y de acceso restringido- apareciese un obstáculo en medio de la carretera. Y la respuesta, a
juicio de la Sala, es que no. No resulta previsible, al conductor medio, suponer, que en una autopista y sin que medien
condiciones especiales del clima, aparezcan obstáculos en la vía. En primer lugar porque la autopista, por definición, es
una vía de acceso restringido y de tránsito fluido. En ella, es prohibida la circulación de bicicletas (artículo 104 inciso c) de
la Ley de Tránsito), el tránsito de peatones (artículo 105 inciso a) in fine, de la Ley de Tránsito) y los accesos son
limitados, de modo que, salvo las cercanías a las intersecciones -en las que se reduce la velocidad máxima permitida-, no
es previsible ni el flujo de personas ni de animales u otros objetos. Las condiciones especiales de la autopista Florencio
del Castillo no permiten prever derrumbes o inundaciones, lo que en todo caso iría acompañado de especiales
condiciones climatológicas, que no se dan en la especie. El obstáculo le impidió el paso al acusado y en un intento por
evitar la colisión, el vehículo se sale de la calzada e ingresa a la isla divisoria, momento en el cual el imputado pierde el
control del vehículo e invade la vía de los vehículos que se dirigen hacia Cartago, con el lamentable resultado conocido.
No era previsible en forma alguna para K.G. que ese o cualquier otro obstáculo aparecería en la vía y por ello, no puede
considerarse excesiva la velocidad a la que viajaba, atribuyéndole a ésta una cuota de causalidad en el resultado lesivo,
pues no existía ninguna condición especial que le obligara a rebajar los límites permitidos. No puede calificarse de
excesiva la velocidad por el resultado del accidente, sino que debe analizarse si el accidente se produjo por el exceso de
velocidad -analizando, no sólo los límites permitidos, sino además, las especiales condiciones imperantes en la vía, el
clima, el vehículo y en la propia condición del acusado-; si es esa la falta al deber de cuidado que resulta imputable al
acusado y, lo más importante, si es causa determinante del percance. En el caso concreto, el Tribunal califica de excesiva
la velocidad por el resultado -lamentable, sin duda alguna- que produjo y si bien le atribuye alguna cuota de causalidad al
obstáculo, también lo hace a la forma de conducir de K.G., estimándola excesiva, criterio que esta Sala estima errado,
por lo ya expuesto. Ningún conductor promedio puede prever la aparición de ese obstáculo en la autopista -menos aún en
las condiciones que imperaban al momento del percance- y, la nocturnidad no es, por sí misma, una condición que obligue
a aminorar la velocidad -de otra forma, así lo indicarían las propias señales colocadas en la zona-, si no hay otras
circunstancias especiales como la lluvia, neblina o incluso, los defectos existentes en las luces reglamentarias o en
cualquier otro componente esencial del automotor. Nótese cómo el propio Tribunal establece las condiciones imperantes la
noche del percance: despejado, vía seca, en perfectas condiciones, el tramo en que ocurrió el percance es en recta y
además, con escasa circulación de vehículos, en virtud de la hora. Todos esos factores contribuyen a descartar la
previsibilidad de que un obstáculo aparecería en la carretera y por ello, podemos afirmar que su aparición constituye un
evento fortuito para el acusado. Debe acotarse, por lo expuesto, que se descarta, tanto la culpa con representación como
sin ella. No hay culpa con representación, porque la aparición del obstáculo en la carretera no era previsible en forma
alguna, por tratarse, el sitio del percance, de una autopista, con poco flujo vehicular por ser de madrugada, además de
encontrarse el clima despejado, la vía seca, el tramo es una recta y en perfectas condiciones, de modo que no es posible
pensar en la hipótesis de que el acusado, previó que ello podía suceder, pero confió en su pericia o en la buena suerte
para que, de darse el evento, no se produjera ningún resultado lesivo. Tampoco estamos en presencia de un supuesto de
culpa sin representación, porque para ello, el imputado debió haber faltado al deber de cuidado en su juicio de
previsibilidad, es decir, fallar a la hora de tener, como conductor, un nivel de previsibilidad potencial de riesgos, entre los
que pudiera caber la aparición de un obstáculo en medio del carril de tránsito rápido por el que circulaba esa noche en la
autopista, con rumbo de Cartago hacia San José. Y, considerando las condiciones de la carretera que se analizaron
supra, así como las condiciones climatológicas imperantes al momento del accidente, no se observa falta alguna al deber
de cuidado en la forma en que el acusado conducía su vehículo, pues tales condiciones se lo permitían, sin margen
alguno para prever, diligentemente, la aparición de un obstáculo en media vía. Estamos en presencia de un caso fortuito,
que excluye la tipicidad de la conducta, pues la presencia del obstáculo en la vía es un evento imprevisible y, por esa
razón, inevitables las consecuencias que de él se deriven. Como lo ha señalado esta Sala: " (...) La culpa penal es la falta
a un deber objetivo de cuidado que causa directamente un resultado dañoso previsible y evitable. El artículo 33 citado
dispone que «No es culpable quien realiza el hecho típico por caso fortuito o fuerza mayor". La fuerza mayor se refiere a
un hecho o evento que por su naturaleza, aún cuando fuera previsible y se prevea, es inevitable. El caso fortuito [latín
casus, literalmente "caída", y fortuitos, "debido al azar"] se refiere a un hecho que por ser imprevisible (aún utilizando una
conducta diligente) deviene inevitable (si pudiera haberse previsto sería evitable: la culpa en la previsión excluye el caso
fortuito) [sobre los conceptos de caso fortuito y fuerza mayor véase la Exposición de Motivos del Código Penal en cuanto
al artículo 33; BRENES CORDOBA, Alberto: Tratado de las Obligaciones, San José, Ed. Juricentro, 1977, epígrafes 198 a
201; PEREZ VARGAS, Víctor: Principios de Responsabilidad Civil Extracontractual, San José, 1984, págs. 88 a 90 y 106
a 107; VON THUR, Andreas: Parte General del Derecho Civil, San José, Juricentro, 1977, págs. 115 a 116]. Y si se
admite que la culpa es la forma elemental de imputación en los tipos de injusto previstos en los artículos 117 (Homicidio
culposo) y 118 (Lesiones culposas) del Código Penal, debe considerarse que el caso fortuito y la fuerza mayor -en tanto
coinciden en ser sucesos inevitables- resultan incompatibles con la noción de tipicidad, porque el elemento normativo del
tipo objetivo de estos delitos supone que el resultado (causado directamente por la falta al deber objetivo de cuidado) sea
previsible y evitable, y este último carácter no se da en las dos hipótesis del artículo 33 comentado; incluso puede
afirmarse que ambas hipótesis asumen la forma de una causa de exclusión de la acción (y no de la culpabilidad, como
aparentemente lo sugiere el texto legal) denominada "fuerza física irresistible" que se refiere a aquellos supuestos en que
opera sobre el hombre una fuerza de tal entidad que le hace intervenir como una mera masa mecánica (cfr.
BACIGALUPO, Principios de Derecho Penal, Parte General, Madrid, Ediciones Akal, 1990, p. 113, y; ZAFFARONI,
Eugenio: Manual de Derecho Penal, Parte General, Buenos Aires, 1979, pág. 294, 207). Debe agregarse, además, que la
forma en que reaccionó el acusado para evitar el obstáculo, también resulta acorde con la imprevisibilidad en su aparición:
según lo manifestara el acusado en la audiencia y lo establece el Tribunal, por el carril derecho, en el mismo sentido que
llevaba el acusado, transitaba otro vehículo, precisamente el del testigo F.C. y, por esa razón, no podía virar hacia ese
lado; el viraje hacia la izquierda era la única opción y, el ingreso a la isla divisoria se da por carecer, el carril por el que
circula el acusado, de espaldón, lo que da muy poco margen de maniobra. Todo ello da como resultado la inevitabilidad
del viraje a la izquierda, la invasión a la isla divisoria y la pérdida del control del vehículo, al punto de invadir el carril de
los vehículos que viajan de San José a Cartago. Por todo lo que se ha expuesto, procede acoger el reclamo por el fondo
y absolver de toda pena y responsabilidad a C.K.G. por los dos delitos de homicidio culposo que se le han venido
atribuyendo. IVo.- Según se indicó en los anteriores considerandos, en la especie ha concurrido un caso fortuito, que
excluye la tipicidad de la acción imputada a K.G. y por ello procede absolverlo de toda pena y responsabilidad. En virtud
de ello, no existe causa jurídica que ampare el reclamo que formularan los actores civiles, pues, tratándose de
responsabilidad civil extracontractual derivada de una conducta delictiva, para que sea procedente el resarcimiento,
deberíamos estar al menos, frente a un injusto penal, es decir, frente a un hecho típico y antijurídico. Al encontrarnos en
presencia de un caso fortuito, no estamos frente a una acción típica, es un supuesto de no acción, desde el punto de vista
penal y, en consecuencia, tampoco puede hablarse de un hecho antijurídico que de base al derecho al resarcimiento.
Procede en consecuencia, casar la sentencia por el fondo también en cuanto a la condena civil. Resolviendo el fondo, se
declaran sin lugar las acciones civiles planteadas por E.V.C. y J.F.V.C. Por innecesario se omite pronunciamiento sobre el
resto del recurso. Sin especial condenatoria en costas."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 676 de las 9,40 hrs. del
17 de julio.

7. CONCURSO IDEAL ENTRE ROBO AGRAVADO Y HOMICIDIO CALIFICADO - Muerte del ofendido para consumar
apoderamiento ilegítimo.

"Naturaleza del concurso de delitos en el presente caso (variación del criterio jurisprudencial sostenido por la Sala de
Casación).- Es necesario casar la sentencia parcialmente, respecto a la naturaleza del concurso y la penalidad
correspondiente, aunque no por las razones alegadas por la defensa sino por los motivos que seguidamente se dirán. En
cuanto a la naturaleza del concurso, en este caso no es aparente -como lo pretende la defensa-, porque las conductas
descritas en el Homicidio criminis causa (artículo 112 inc. 6º) y el Robo agravado (213 incisos 2º y 3º, en relación al 209
inc. 7º) no se excluyen entre sí, pues no existe relación de especialidad o de subordinación entre ellas, lo cual se
explicará con detalle más adelante. Pero -como se verá- tampoco se está en presencia de un concurso material, como
tácitamente lo consideró el Tribunal de mérito. Respecto a la naturaleza del concurso que se presenta en estos casos, la
jurisprudencia de casación ha sostenido diferentes tesis desde la entrada en vigencia del Código Penal de 1970, que vale
la pena repasar. El primer criterio sostenido proviene de la Sala Segunda Penal de la Corte Suprema de Justicia, que
consideró que entre los delitos de Homicidio criminis causa y Robo agravado no hay concurso material (porque se violaría
el principio non bis in ídem), sino un "verdadero clásico delito complejo o compuesto", donde sólo existe un delito de
Homicidio calificado "por una circunstancia que fue delito y que perdió individualidad en virtud de su inserción en otro
delito de mayor preminencia, frente a la ley, como circunstancia de agravación..." (Sala Segunda Penal, V-3-F de las
10:30 hrs. del 17 de enero de 1978, citado por AGUILAR MORA, Carmen: Homicidio calificado y robo, Naturaleza del
concurso, en "Jurisprudencia Crítica", San José, ILANUD, impreso por Industrias Herra S.A., 1988, págs. 24 a 25). Esta
tesis del "delito compuesto" no tiene asidero alguno en nuestro Código Penal de 1970. Los llamados "delitos compuestos",
que se clasifican en "complejos" y "mixtos", son ubicados en la legislación española como casos que alteran las reglas del
concurso de delitos, donde casualmente se cita como ejemplo característico la reunión de los delitos de robo y homicidio
en un tipo penal específico (cuando con motivo u ocasión del robo se causa la muerte), como una forma técnicamente
defectuosa de regular un concurso de delitos, que sería -según varios comentaristas- aconsejable suprimir (cfr., en alusión
al artículo 501.1 del Código Penal español, a MUÑOZ CONDE, Francisco y GARCIA ARAN, Mercedes: Derecho Penal
Parte General, Valencia, Tirant lo blanch, 1993, págs. 240 y 415; BACIGALUPO, Enrique: Principios..., págs. 251, 286 y
287; MUÑOZ CONDE, Francisco: Derecho Penal Parte Especial, Valencia, Tirant lo blanch, 1993, págs. 244 a 252;
BACIGALUPO, Enrique: Estudios sobre la Parte Especial del Derecho Penal, Madrid, Ediciones Akal S.A., 1991, págs.
151 a 154; BUSTOS RAMIREZ, Juan: Manual de Derecho Penal Parte Especial, Barcelona, Editorial Ariel S.A., 1991, pág.
178). Un problema semejante al español es el que se deriva del artículo 165 del Código Penal argentino, denominado
"Robo con resultado de muerte" (al respecto véase, por ejemplo, BREGLIA ARIAS, Omar y GAUNA, Omar: Código Penal,
Buenos Aires, Editorial Astrea, 1987, págs. 549 a 558 y CREUS, Op. cit., § 1046 a 1049, págs. 450 a 452). Nuestra
doctrina ha señalado que esta teoría de los "delitos complejos" no es adecuada para nuestro sistema (así CASTILLO
GONZALEZ, Francisco: El concurso de delitos en el Derecho Penal Costarricense, San José, Publicaciones de la
Universidad de Costa Rica, 1981, págs. 15 a 16; y AGUILAR, Op. cit., pág. 26 a 27), lo cual es acertado, básicamente,
por dos razones: en primer lugar, porque la teoría para definir la unidad de acción por la conexión de medio a fin, en
realidad no da respuesta válida o precisa al problema de saber cuando existe solamente una acción o una pluralidad de
acciones y, en segundo lugar, porque la unidad de acción por conexión de medio a fin no existe en el Código Penal de
1970, a diferencia del Código Penal de 1941, cuyo artículo 49 disponía que: «Habrá un solo hecho punible, cuando una
sola acción u omisión produzca la infracción de dos o más leyes penales, o cuando diversas acciones u omisiones se
hallen enlazadas en la relación de medio a fin. En este caso se aplicará como pena ordinaria y en el máximum, la del
hecho que tenga sanción mayor», a lo que debe agregarse que en su artículo 270, aquel texto indicaba que: «El que
robare con violencia o intimidación en la personas será penado: 1.- Con prisión de veintiuno a treinta años, si con motivo
u ocasión del robo, resultare la muerte de alguna persona» (Código Penal, San José, Imprenta Nacional, 1950, págs. 15 y
63). Conforme a lo que se lleva expuesto puede sugerirse como hipótesis provisional, a efecto de explicar el por qué del
criterio sostenido por la Sala Segunda, que nuestra jurisprudencia de casación, en este punto, siguió aplicando la
jurisprudencia y doctrina que informaban la legislación de 1941, sin percatarse de que resulta incongruente con la
normativa y doctrina propia del Código Penal de 1970, cuando menos en materia de concursos. Nótese que el resultado
obtenido a partir del criterio de la Sala Segunda (en tanto sostiene que en realidad no hay concurso de delitos) es
semejante al que se obtendría con la legislación vigente, al aplicar las reglas del concurso aparente de normas, en cuyo
caso -estando en presencia de una sola acción- un delito puede desplazar la aplicación de otro u otros tipos penales, por
razón de especialidad o subsidiaridad (pero que no es posible, como se dijo antes, entre los delitos de Homicidio criminis
causa y Robo agravado, pues las disposiciones legales respectivas no se excluyen entre sí). Pues bien, ese criterio de la
Sala Segunda fue variado posteriormente por la Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia, que luego de descartar
expresamente el concurso aparente de normas, consideró -por ejemplo- que si la intención de los autores era la de robar
en un almacén, pero al ejecutar el hecho, mataron a su guarda, se cometieron entonces dos hechos delictuosos
independientes que constituyen un concurso material (Sala Tercera, V-86-F de las 10:30 hrs. del 6 de agosto de 1982).
En lo sucesivo y hasta el presente, esta misma solución fue adoptada por la Sala Tercera, por ejemplo, en sus
resoluciones V-139-F de las 15:40 hrs. del 22 de agosto de 1984 (citada por AGUILAR, Op. cit., pág. 25); V-185-F de las
9:15 hrs. del 24 de julio de 1987 (que declara un concurso material entre los delitos de Homicidio criminis causa, Lesiones
criminis causa y tentativa de Robo agravado); V-108-F de las 11:45 hrs. del 27 de marzo de 1991 (Homicidio calificado y
Robo agravado en concurso material); V-552-F de las 9:10 hrs. del 8 de octubre de 1993 (donde se estableció que el
robo con violencia sobre las personas no subsume los delitos de Lesiones que se ejecuten para realizar el apoderamiento,
sino que ambos delitos concurren materialmente); V-592-F de las 11:15 hrs. del 21 de diciembre de 1994 (donde se
declara un concurso material entre el Robo agravado cometido con armas y Agresión con armas); V-707-F de las 11:00
hrs. del 24 de noviembre de 1995 (que descarta el concurso ideal entre los delitos de Homicidio criminis causa y Robo
agravado, declarando que en realidad hay un concurso material); y V-240-F de las 9:25 hrs. del 17 de mayo de 1996 (que
califica como material el concurso entre los delitos de Robo agravado y de Lesiones leves, causadas para facilitar el robo).
Sin embargo, con ocasión del estudio del presente asunto, los suscritos Magistrados se han cuestionado la validez del
criterio sostenido por tantos años, pues lo cierto es que en casos como el presente resulta forzado descartar la unidad de
acción por una pluralidad de ellas (que es una de las condiciones del concurso material). Aunque es patente la
imposibilidad de un concurso aparente, ello no implica que no sea posible la unidad de acción en algunos de estos casos,
los cuales deberían regirse entonces por las reglas del concurso ideal (cfr. artículos 21 y 75 del Código Penal de 1970).
¿Por qué se ha descartado el concurso ideal? Si bien en la precitada sentencia V-707-F de las 11:00 hrs. del 24 de
noviembre de 1995 se rechazó la existencia de un concurso ideal entre los delitos de Homicidio criminis causa y Robo
agravado, no se explicaron las razones para ello, sino que solamente se indicó por qué sí es un concurso material,
partiendo del supuesto de que existe pluralidad de acciones. Algunas razones expresas en contra de la posibilidad de un
concurso ideal entre estos delitos sí se encuentran, por ejemplo, en la mencionada obra de AGUILAR MORA -que
considera que el concurso es material- cuando dice: «No podríamos tampoco aceptar que se está ante un concurso ideal,
por cuanto las acciones son independientes e infringen tipos penales que se excluyen entre sí, la conexión entre ambos
no es tan íntima como para pensar que si falta uno, el otro no se hubiere cometido, ya que el homicidio se puede
consumar, desistiéndose posteriormente de perpetrar el robo» (Op. cit., pág. 27). Para esta autora son dos las acciones
imputables al sujeto, pero no explica por qué es así (o por qué considera que no existe unidad de acción). Tampoco
resulta claro a qué alude con la "conexión intima" (¿temporal, condicional?) de los tipos penales -que parece suponer
como un requisito- y pasa por alto que la descripción del Homicidio criminis causa plantea tantas hipótesis que resulta un
tanto arriesgado afirmar -como regla- que el concurso ha de ser material o ideal, por ejemplo, en todos esos casos, pues
podrían suponerse algunas excepciones. Nótese que, a primera vista, pueden distinguirse ocho hipótesis diferentes, ya
que, según el artículo 112 inc. 6º, el homicidio puede ser cometido para: 1.- preparar otro delito: 2.- facilitar otro delito; 3.-
consumar otro delito; 4.- ocultar otro delito; 5.- asegurar los resultados de otro delito; 6.- procurar para sí la impunidad; 7.-
procurar para otro la impunidad; 8.- por no haber logrado el fin propuesto al intentar otro delito. Para todas estas hipótesis,
difícilmente, podría darse siempre la misma solución, la cual debe definirse caso por caso. CASTILLO considera que
cuando el autor produce, a través de la acción, el resultado previsto en otro tipo penal -lo que ejemplifica concretamente
con los delitos de Robo y los de Lesiones, cuando el apoderamiento de la cosa es realizado mediante violencia sobre las
personas que produce lesiones-, se está en presencia de un concurso ideal heterogéneo, pues una sola acción lesiona
varias disposiciones legales que no se excluyen entre sí (El concurso..., págs. 65 a 66). En igual sentido, señala LLOBET
que "...cuando el homicidio es llevado a cabo para preparar, facilitar, o consumar el otro delito, el concurso es ideal, por
formar parte el homicidio del iter criminis del otro delito. En los demás casos el concurso es material" (Op. cit., pág. 29).
De los artículos 21, 22, 23, 75, 76, y 77 del Código Penal se colige que el criterio fundamental para resolver el problema
de este "concurso de delitos" radica en la definición de qué es "una sola acción u omisión" o "una misma conducta" (cfr.
artículos 21 y 23, de ahí que el número de "resultados" no tiene nada que ver con el número de conductas y de delitos).
En este sentido se ha afirmado que: «El problema común a todos los supuestos citados es determinar cuándo hay una o
varias acciones. De entrada, hay que excluir la identificación entre acción y movimiento corporal y la identificación entre
acción y resultado. Una sola acción, en sentido jurídico, puede contener varios movimientos corporales (por ejemplo,
violación intimidatoria, robo con fractura) o dar ocasión a que se produzcan varios resultados (hacer explosionar una
bomba causando la muerte de varias personas). Son, pues, otros los factores que contribuyen a fijar el concepto de
unidad de acción. El primero de ellos es el factor final, es decir, la voluntad que rige y da sentido a una pluralidad de
actos físicos aislados (en el asesinato, la voluntad de matar unifica y da sentido a una serie de actos, como comprar y
cargar la pistola, acechar a la víctima, apuntar o disparar; o, en el hurto, la voluntad de apropiarse de la cosa unifica y da
sentido a los distintos actos de registrar los bolsillos de un abrigo). El segundo factor es el normativo, es decir, la
estructura del tipo delictivo en cada caso en particular. Así, aunque el factor final que rige un proceso causal sea el mismo
(matar a alguien), alguno de los actos particulares realizados puede tener, aisladamente, relevancia para distintos tipos
delictivos (así, por ejemplo, la tenencia ilícita de armas de fuego para el delito de tenencia ilícita de armas). Y, a la
inversa, actos aislados, cada uno regido por un factor final distinto, pueden tener relevancia típica solo cuando se dan
conjuntamente (la falsificación de documentos privados solo es típica si se realiza con ánimo de perjudicar o perjudicando
a un tercero) o tener una relevancia típica distinta (por ejemplo, robo con homicidio). Cuando una sola acción,
determinada con los criterios señalados aquí, realiza un solo tipo delictivo, tenemos el caso normal. Cuando una sola
acción o varias acciones realizan varios tipos delictivos, surgen los problemas concursales» (MUÑOZ CONDE, Francisco:
Teoría general del delito, Valencia, Tirant lo blanch, 1991, pág. 194). Nuestra doctrina señala que la unidad de acción es
un concepto jurídico, que así como es erróneo tratar de definir la unidad de acción con prescindencia de la norma, así
también sería equivocado tratar de definir la unidad de acción con prescindencia del hecho, sin darle el lugar subordinado
que le corresponde como contenido de la norma: "...no es la unidad natural de acción la que dice cuando hay una acción
en sentido legal; puede ocurrir, más bien, que una acción en sentido natural constituya legalmente una pluralidad de
acciones o que una pluralidad de acciones en sentido natural constituya legalmente una sola acción. La separación entre
unidad de acción y pluralidad de acciones solamente es posible mediante una interpretación del sentido del tipo penal
realizado" (CASTILLO: El Concurso..., págs. 19 a 20). La adopción del factor final (plan unitario que de sentido a una
pluralidad de movimientos voluntarios como una sola conducta) y del factor normativo (que convierta la conducta en una
unidad de desvalor a los efectos de la prohibición) como criterios para dilucidar cuándo hay una y cuándo varias
conductas (ya se trate de acciones u omisiones) es ampliamente aceptada por la doctrina actual (así, ZAFFARONI, Op.
cit., págs. 619 a 620; VELASQUEZ, Op. cit., págs. 584 a 588; MIR PUIG, Santiago: Derecho Penal Parte General,
Barcelona, Promociones y Publicaciones Universitarias S.A., 1990, págs. 720 a 724; BACIGALUPO, Enrique: Principios...,
pág. 280) y, en la medida que racionaliza fundadamente la aplicación de la ley sustantiva a partir del axioma de que la
esencia del delito es la lesión a un bien jurídico tutelado, es adoptada por los suscritos. En el presente caso sí hay unidad
de acción porque se verificó la existencia de un plan común en la realización de los hechos: la resolución determinada por
los coautores -factor final- de apoderarse ilegítimamente de los bienes del ofendido, mediante violencia y con el uso de
arma, da sentido a que los menores entraran a la casa de la víctima para causarle las lesiones y muerte descritas en el
fallo, lo que permite aseverar también la concurrencia de un factor normativo al valorar en conjunto estos hechos, porque
el Homicido se dio con motivo de los actos de ejecución de un Robo agravado, en que los tres menores -conforme al plan
común- utilizaron efectivamente un arma de fuego contra el ofendido, para neutralizar la legítima defensa o resistencia
que este opuso al ataque y lograr así consumar el apoderamiento ilegítimo sobre sus bienes: matar devino en acto de
ejecución -previsto y aceptado por el autor- para lograr la consumación del Robo agravado, alcanzando así el propósito
que, como resultado final, querían los agentes. Una vez establecida la unidad de acción en este caso se excluye la
posibilidad de un concurso real o material (artículo 22, ya que requiere pluralidad de acciones), reduciéndose entonces el
problema a establecer si se está en presencia de un concurso aparente (artículo 23) o de un concurso ideal (artículo 21).
Ya se ha adelantado en esta exposición que en el caso concreto sometido a examen no se está en presencia de un
concurso aparente, porque la conducta descrita en el artículo 213 incisos 2º y 3º (Robo agravado, en relación al 209 inciso
7º) no está descrita en el 112 inciso 6º (Homicidio calificado), ni viceversa; es más, ni siquiera tutelan los mismos bienes
jurídicos (la propiedad y la vida, respectivamente). Si no se cumple esta condición legal (véase el artículo 23), es ocioso
preguntarse si estas disposiciones legales se excluyen entre sí, ya que no puede haber relación de especialidad o
subsidiaridad tácita entre ellas. La relación de especialidad existe cuando la disposición penal que se aplica contiene en sí
todos los elementos de la disposición penal general, más uno o más elementos especializantes, como sucede entre los
artículos 305 (Desobediencia) y 394 inciso 3º (No comparecencia como testigo), en que el segundo desplaza por
especialidad al primero. Tampoco nuestro legislador asignó al artículo 112 inciso 6º (Homicidio criminis causa) una
cláusula de subsidiaridad expresa, como si lo hizo, por ejemplo, con el artículo 257 (Abandono de servicio de transporte),
haciendo prevalecer la norma que prevé respecto a otra un tratamiento punitivo más severo, lo que también dispuso, por
ejemplo, para el artículo 174 (Incesto) en relación a los artículos 157 (Violación calificada) y 160 (Estupro agravado), que
en realidad no es una hipótesis de concurso aparente -aunque así se entendiera del artículo 23 in fine-, porque el
legislador eliminó toda duda (y toda "apariencia"), al establecer que el artículo 174 vale únicamente cuando no se den los
supuestos de aplicación del 157 o del 160 (así, CASTILLO: El concurso..., págs. 30, 31 y 35, quien señala que los casos
en los que hay subsidiaridad expresa reposan siempre en una valoración del legislador, que decide que dos tipos penales
no concurran idealmente). Como se dijo, tampoco se está en presencia de una subsidiaridad tácita, pues del sentido y fin
de las normas indicadas no se puede derivar racionalmente que el legislador incluyera en el tipo del artículo 112 inciso 6º
la totalidad del contenido injusto y culpable de la conducta tipificada en el Robo agravado. En esta materia se entiende por
"delito de pasaje" aquel que es etapa previa a la realización de un delito sucesivo que lo desplaza (dejando "impune" el
hecho previo, con relación al hecho posterior) porque el segundo causa una lesión mayor al bien jurídico tutelado y
comprende todo el contenido injusto del primero (cfr. CASTILLO, El concurso..., págs. 49 a 53, VELASQUEZ, Op. cit.,
pág. 597; ARCE AGEO, Miguel: Concurso de delitos en materia penal, Buenos Aires, Editorial Universidad, 1996, págs.
173 a 174, MUÑOZ CONDE, Teoría..., pág. 415; MIR PUIG, Op. cit., pág. 739 y CREUS, Carlos: Derecho Penal Parte
General, Buenos Aires, Editorial Astrea, 1988, págs. 236 a 237) como, por ej., las "Proposiciones irrespetuosas" del
artículo 380 inc. 5º pueden ser un hecho impune respecto al "Abuso deshonesto" del artículo 161, así como las "Lesiones"
pueden ser un delito de pasaje impune en relación al "Homicidio". Pero en el presente caso las acciones emprendidas,
aunque se encuentran en relación de medio a fin no representan diferentes grados o estadios de ofensa a un mismo bien
jurídico: la ausencia de esta lesividad coincidente excluye las otras posibilidades de subsidiaridad tácita del concurso
aparente, como la del "hecho simultáneo impune" (por ej., los "Daños" del artículo 228 son impunes respecto al "Robo con
fuerza en las cosas" del 212 inc. 1º) o la del "hecho posterior impune" (por ej., si luego de cometer el "Hurto" el autor
exige una suma indebida al propietario para devolverle la cosa, la "Extorsión" concursa materialmente con el Hurto). Tras
todo lo expuesto se llega a la conclusión de que la conducta atribuida al imputado F.Ch.B. sí constituye un concurso ideal
heterogéneo -no uno material, como lo estimó el a quo- ya que con una misma acción lesionó dos disposiciones jurídicas
que no se excluyen entre sí, a saber, Homicidio criminis causa (artículo 112 inciso 6º en su modalidad de realización para
"consumar" otro delito) y Robo agravado (con violencia sobre las personas, uso de arma y cometido por más de tres
personas, artículos 213 incisos 2º y 3º, en relación al 209 inciso 7º y 212 inciso 3º). En el presente caso hay concurso
ideal porque matar al ofendido sirvió para consumar el apoderamiento ilegítimo sobre sus cosas, lesionando dos bienes
jurídicos independientemente tutelados en favor de la víctima, por una parte su vida, por otra, su propiedad.- Enmienda del
error cometido."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 943 de las 16,16 hrs. del 29 de setiembre.

8. CORRUPCION AGRAVADA - Consideraciones sobre el elemento subjetivo del tipo y su diferencia con abusos
deshonestos.

"Como alegato por el fondo se reclama la errónea aplicación del artículo 168, y falta de aplicación del 161, ambos del
Código Penal. En criterio de quien recurre, la conducta que según los hechos probados desplegó el encartado sólo puede
tipificarse como un delito de abusos deshonestos simples, y no una corrupción agravada, por tratarse de una acción única,
sin reiteración. Por las razones que se dirán, el reclamo es de recibo. No obstante que en la decisión impugnada sí se
advierte la existencia de un yerro de fondo, es necesario aclarar que el abogado defensor interpreta mal la jurisprudencia
que cita en apoyo de su reproche, pues esta Sala nunca ha exigido que, para que una agresión sexual pueda encasillarse
como un delito de corrupción, la misma deba darse de forma persistente o reiterada. Todo lo contrario. Tal ilicitud podría
configurarse incluso con una sola acción. En este sentido es necesario aclarar que, cuando en el voto que se cita se indica
que "... la persistencia de ciertos actos sexuales semejantes puede ser el índice que distinga un delito de otro ...", debe
entenderse que tal elemento (la persistencia en la conducta) podrá ser un elemento importante a considerar para
establecer la distinción, lo que de ningún modo significa que sea el único. En esta misma sentencia se aclaró que "... La
promoción típica se logra a través de actos sexuales, los cuales son hechos, comportamientos o acciones materiales (por
ejemplo actos de bestialidad, sadismo, sodomía, coito, sexo oral, etc.) o intelectuales (enseñanzas, consejos, exposiciones
de imágenes, etc.) de significación sexual que el autor realiza con la víctima o que ejecuta solo o con un tercero ante ella,
objetivamente eficaces o aptos para promover la corrupción y que, según la descripción típica, deben ser perversos,
prematuros o excesivos (la promoción puede producirse por un acto único o por una reiteración de actos, pues hay unidad
de acción y única lesión si en un corto tiempo se realizan varios actos de estas características sobre el sujeto pasivo) ...".
En realidad, lo que de forma esencial determina la calificación jurídica del hecho será el dolo del agente, que podría
deducirse de la misma relación fáctica que se logre establecer. En este sentido debe entenderse que, desde la perspectiva
del autor, la acción típica del delito de abusos deshonestos va dirigida al cuerpo de la víctima, a través de la ejecución de
actos de aproximación física o corporal de otra persona, provistos de significación sexual, y con los cuales aquel satisface
sus deseos impúdicos, aunque existe un sector de la doctrina que sostiene que este fin de satisfacción de los apetitos
libidinosos -al no constituir un elemento objetivo del tipo- no es necesario que esté presente, sino únicamente el
conocimiento de que se realiza un acto impúdico y la voluntad de llevarlo a cabo. Por otra parte, el dolo requerido para
que se configure la corrupción va dirigido, no tanto al cuerpo de la víctima (aunque el mismo normalmente se verá
afectado, pues podría incurrirse en esta delincuencia sin siquiera existir contacto físico), sino más bien -y de forma
esencial- a su psique, de tal modo que la conducta del agente se centra en promover la corrupción de ésta a través de
actos de naturaleza sexual excesivos, prematuros o perversos. De estas consideraciones resulta claro que la reiteración
del acto idóneo para producir la corrupción, si bien constituye un parámetro importante a fin de determinar la intención del
victimario, no es el único ni tampoco el esencial a dichos efectos. En el caso que nos ocupa tenemos como hecho
plenamente demostrado que el acusado, quien para esa fecha contaba con 44 años, en el año 1995 -en una sola ocasión-
introdujo a la menor ofendida, de siete años de edad, a su taller de ebanistería, donde la acostó sobre una mesa de
trabajo, se bajó el pantalón y los calzoncillos, le chupó la vagina y las nalgas, se subió sobre su cuerpo, le frotó el pene
sobre la vagina, la besó en la boca y luego eyaculó (folio 87, líneas 7 a 16). Una vez analizada de manera global esta
conducta, se debe concluir que, no obstante que la misma objetivamente puede calificarse como un acto prematuro, al
considerar que la víctima es una niña de apenas siete años de edad, no existe ningún dato claro y preciso a partir del cual
se pueda extraer de forma certera que la intención de A.A. fuera el promover en D. una deformación del sentido
naturalmente sano de la sexualidad o que se hubiere intentado o producido esta deformación, por lo que no podría
calificarse el hecho como un delito de corrupción. Esto significa que para optar por la figura del numeral 168 del Código
Penal no es suficiente la constatación de un acto lascivo prematuro, pues a ello debe sumarse siempre la concurrencia del
tipo subjetivo que prevé dicha norma: "... el dolo de la Corrupción de menores no es incompatible con el de los Abusos
deshonestos, sino que si en este caso se estimara que su intención era la de promover la corrupción de la ofendida, cada
uno de los tocamientos que hizo sobre su cuerpo podrían calificarse como actos sexuales prematuros (en atención a la
edad y grado de discernimiento de aquella), dando lugar a un concurso ideal heterogéneo entre los delitos de Corrupción
de menores y Abusos deshonestos, según la interpretación y aplicación que ha hecho esta Sala de estas figuras penales
...", voto Nº 197-97, de las 9:50 hrs. del 28 de febrero de 1997. En el presente caso la falta de configuración del delito de
corrupción agravada se debe, no tanto a que la conducta desplegada por el ofensor -según se indica en los hechos
probados de la sentencia- se haya limitado a una sola acción, es decir, que la misma no se reiteró, sino debido a que,
como quedó explicado, no existen elementos fácticos suficientes de los que se pueda derivar el elemento subjetivo que
requiere el tipo. Con base en esto resulta claro que la relación fáctica que sirvió de base al juicio de culpabilidad fue
incorrectamente calificada por los juzgadores como constitutiva del delito de Corrupción Agravada (artículo 168 inciso 1º,
en relación al 167, ambos del Código Penal), pues a partir de la misma no se podría deducir con absoluta certeza que la
intención del sujeto activo era la de corromper a la víctima. De la lectura del fallo se deduce con más propiedad que la
acción ejecutada por el acusado más bien iba dirigida a la simple satisfacción de sus deseos sexuales desviados, lo que
daría pie para tipificarla como un delito de abusos deshonestos, siendo esta la calificación jurídica acertada. Así las cosas,
por las razones expuestas se acoge el motivo de fondo que plantea la defensa pública del encartado, en virtud de lo cual
se recalifican los hechos probados de la decisión de mérito al delito de abusos deshonestos simples previsto por el
artículo 161 del Código Penal. Asimismo, y por las mismas razones aducidas en el fallo impugnado, se fija el monto de la
pena en el tanto de cuatro años de prisión, para lo cual se toma en cuenta -además- que la conducta que realizó el
imputado es grave, la que no se justifica desde ningún punto de vista por tratarse de un hombre adulto y con madurez
emocional suficiente para conocer su carácter ilícito y reprochable, que se vale de la corta edad de la agraviada para
llevar a cabo su comportamiento, procurándose un lugar y un ambiente donde pudiera llevarlo a término de manera
segura, y que con todo ello se le produjo a la menor ofendida enorme dolor, sufrimiento y pesar, consecuencias propias
del stress post-traumático en este tipo de casos."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 699 de las 9,25 hrs. del 24
de julio.

9. DELITO CONTINUADO - La finalidad es el elemento que permite distinguirlo del concurso real.

"El presente recurso resulta parcialmente atendible. Según se colige de la resolución de mérito, así como de los
expedientes originales que se han tenido a la vista, los alegatos del recurrente son de recibo en cuanto se rechazó
erróneamente la liquidación de pena solicitada. A efecto de resolver la inconformidad del sentenciado, se tiene que contra
el mismo aparecen varias sentencias condenatorias firmes: a) Nº 57-96, del Tribunal Superior Primero Penal, sección
Tercera, de las 16 horas del 22 de julio de 1996, donde se le condenó a cuatro años de prisión por el delito de Estafa en
perjuicio de F.I.G.G., hechos ocurridos a mediados de diciembre de 1992. b) Nº 117-96, del Tribunal Superior Primero
Penal, sección Primera, de las 14 horas del 28 de noviembre de 1996, en virtud de la cual se le impuso el tanto de un año
y seis meses de prisión como autor del delito de falsedad ideológica, uso de documento falso con ocasión de estafa
menor en grado de tentativa, en perjuicio de M.A.M.M. y otros, hechos ocurridos el 23 de setiembre de 1993. c) Nº 211-B-
96, del Tribunal Superior Segundo Penal, Sección Segunda, de las 16:15 horas del dos de enero de 1997, donde se le
impusieron cinco años de prisión por los delitos de asociación ilícita en concurso ideal con falsificación y uso de
documento falso con ocasión de estafa en grado de tentativa, en daño de J.M.J. y otro, por hechos ocurridos el 3 de mayo
de 1996. d) Nº 59-B-97, del Tribunal Superior Segundo Penal, sección segunda, de las 16:10 horas del 9 de junio de
1997, en la que se le impuso el tanto de cinco años de prisión por los delitos de falsificación, falsedad ideológica, uso de
documento falso y estafa, todos en concurso ideal, por hechos ocurridos el 7 de mayo de 1993. Según se desprende de lo
anterior, las cuatro condenatorias que registra el señor Ch.C. suman un total de 15 años y seis meses de prisión, y no 13
años como erróneamente lo consignó el tribunal de instancia, al partir de la base falsa de que en la sentencia Nº 211-B-
96 citada se le impuso al reo una pena de cárcel de dos años y seis meses, cuando en realidad -tal y como se explicó- la
misma fue de cinco años. Así las cosas, al aplicar las reglas que define el artículo 76 del código sustantivo ya citado, la
pena deberá re-adecuarse a quince años de prisión, pues esto es lo que más le beneficia al recurrente. Se aclara que con
esta decisión no se está lesionando de ningún modo el principio de la no reformatio in peius, toda vez que los juzgadores
de instancia en realidad no liquidaron la pena tal y como se solicitó, pues, al incluir un dato erróneo, se rechazó tal
gestión. Por otra parte, también resulta necesario aclarar el por qué no resultan aplicables al caso de marras las reglas
del delito continuado. En cuanto a este punto, la doctrina ha insistido en que la diferencia básica entre el delito continuado
y el concurso material consiste en que, en aquella hipótesis, la conducta que despliega el agente obedece a un plan
común o, dicho de otro modo, se requiere que cada uno de los delitos sean de algún modo dependientes entre sí, es
decir, que se esté frente a una pluralidad de hechos que apunten hacia la realización de una única figura: "... Con
respecto a este tema, si bien existe, o por lo menos es exigible por la doctrina mayoritaria, la unidad de resolución final
para que pueda corporizarse el delito continuado, creemos que la identidad y autosuficiencia propias de cada uno de los
actos realizados por sí mismos autoriza, en función de los tipos llamados a concurrir, a afirmar que hay más de un hecho,
por cuanto cada uno de los que integran el delito continuado son individualmente delitos autónomos ... en tal sentido la
esencia del delito continuado no radica en la comisión de un único hecho y su encuadre típico correspondiente, sino en la
concreción de varios hechos y encuadres que son, a tenor de circunstancias especiales, dependientes entre sí ... la otra
condición exigible -correspondiente al dolo único- estaría haciendo referencia a la unidad de resolución final receptada por
el mismo dolo, el que, como elemento central del tipo subjetivo, explicaría claramente la imposibilidad de multiplicar los
tipos llamados a concurrir ante la evidencia de una única voluntad realizadora del tipo objetivo ...", Arce Aggeo (Miguel
Angel), "CONCURSO DE DELITOS EN MATERIA PENAL", Editorial Universidad, Buenos Aires. 1ª edición, 1996, pág.
193. Según lo anterior, tendríamos que los elementos que convertirían un concurso material en un delito continuado, son
de dos tipos: a) Objetivamente se tratará de varios delitos homogéneos en concurso material, es decir, que no son
independientes o autónomos entre sí por tener cierta conexión espacial y temporal; y b) subjetivamente se debe dar una
unidad de resolución final en el agente activo, es decir, que el dolo debe consistir en una única voluntad dirigida a la
lesión del mismo bien jurídico. Debemos entender, entonces, que en el delito continuado, según una valoración global o
integral de lo acaecido, sólo existe una única conducta delictiva, aunque cometida en distintos momentos o etapas a
través de la realización de distintas acciones perfectamente separables y distinguibles unas de otras: "... el delito
continuado se caracteriza porque cada una de las acciones que lo constituyen representa ya de por sí un delito
consumado o tentado, pero todas ellas se valoran juntas como un solo delito ...". Muñoz Conde (Francisco), "TEORIA
GENERAL DEL DELITO", editorial Tirant lo Blanch, Valencia. 2ª edición, 1989. Página 198. La jurisprudencia de esta Sala
ha entendido que los elementos antes citados necesariamente deben estar presentes para que se puedan aplicar las
reglas sustanciales del delito continuado: "... esta figura supone una pluralidad de acciones temporalmente discontinuas
pero dependientes entre sí (en tanto persiguen una misma finalidad), pero que impide en la práctica la aplicación de las
consecuencias previstas para el concurso real o material (ya sea heterogéneo u homogéneo), sin perjuicio de que una
pluralidad de delitos continuados concursen materialmente. ¿Cuál es el criterio que permite diferenciar entre un delito
continuado y un concurso material de delitos? Considera esta Sala que debe consistir en que la finalidad que persigue el
autor, en relación a los bienes jurídicos que está afectando con sus acciones, sea incompatible con la naturaleza del
concurso material ... la figura del delito continuado es una excepción sui géneris a las reglas del concurso material. De ahí
que la doctrina señale que la aplicación del delito continuado está sujeta a criterios subjetivos y objetivos ... A lo anterior
debe agregarse que, objetivamente, la persecución "de una misma finalidad" debe distinguirse de la mera resolución de
cometer una cadena de hechos homogéneos, pues «tal resolución no basta para fundamentar el elemento subjetivo del
delito continuado, si falta en ellos un mismo "para qué" y un total programa, del cual los actos sean la ejecución» (Ibídem,
pág. 104). Lo anterior resulta claro si se considera que el delito continuado debe ser necesariamente doloso, ya que el
autor debe tener conocimiento y voluntad de realizar una pluralidad de delitos de la misma especie, que persigan una
misma finalidad, «de tal manera que los actos individuales se expliquen sólo como una realización sucesiva del todo
querido unitariamente» (BACIGALUPO, Enrique: Principios de Derecho Penal, 2ª edición, Ediciones Akal, Madrid, 1990,
págs. 282 a 283. En este sentido véase la resolución de esta Sala V-796-F de las 10:30 horas del 6 de diciembre de
1996) ..." Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia, voto Nº 787-F-96, de las 9:50 hrs. del trece de diciembre de
1996. Una vez expuestas estas consideraciones, al analizar el caso que nos ocupa tenemos que los dos elementos
básicos que se han desarrollado no se encuentran presentes en las conductas individuales por las cuales fue sentenciado
el acusado. Si bien es cierto existe un mismo modus operandi en las delincuencias (la adulteración de una cédula de
identidad y la suplantación de su verdadero titular, ello con el fin de recibir un préstamo de dinero al hipotecar un bien
ajeno), ello no resulta suficiente para estimar que se esté en presencia de un conjunto de acciones homógeneas
dependientes entre sí, pues lo cierto es que las conductas que desplegó el agente activo no tienen la mínima conexión
espacial, temporal o subjetiva entre sí, de donde deba concluirse que se trata más bien de la comisión separada de varios
delitos, resultando aplicables -según se explicó- las reglas del concurso material. Así las cosas, se acoge parcialmente la
impugnación que se plantea, liquidando la pena global del acusado, conforme las exigencias del concurso material
retrospectivo, en el tanto de quince años de prisión. En lo demás, se rechaza el recurso."1998. SALA TERCERA DE LA
CORTE, Nº 551 de las 9,35 hrs. del 12 de junio.
10. FALSEDAD IDEOLOGICA - Inserción de datos falsos en parte de tránsito.

"En cuanto al delito de Falsedad Ideológica debe mantenerse la condenatoria que resulta del fallo de mérito. Aún y
cuando el Tribunal de mérito consideró que la Falsedad Ideológica y la Autocalumnia fueron cometidas en concurso ideal,
no estima la Sala que exista contradicción alguna con la forma en que aquí se está resolviendo. En efecto, en la especie
constan como debidamente acreditados todos los elementos objetivos y subjetivos para la configuración de la Falsedad
Ideológica (Art. 360 del Código Penal). Así, se tiene que la encartada hizo insertar -mediante el Inspector de tránsito-
datos falsos en el parte oficial correspondiente de folio 6, pues indicó en aquella oportunidad que era ella quien conducía
el automotor, cuando se acreditó que no fue así. En consecuencia, su acción fue idónea para poner en peligro el bien
jurídico que protege la norma citada. Ante tal circunstancia debe mantenerse la condenatoria fijada por el a-quo, siendo
procedente adecuar la pena a un año de prisión, en el entendido que deberá descontarla en la forma y lugar que indica el
fallo recurrido. Para imponer la sanción se toman en cuenta la puesta en peligro del bien jurídico, los aspectos objetivos y
subjetivos del hecho punible -considerados ya por el a-quo-, así como los demás factores a los que alude el artículo 71
del Código de la materia. Se mantiene incólume el beneficio de ejecución condicional de la pena, durante el término y
bajo las condiciones fijadas en el fallo recurrido.-"1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 492 de las 10,15 hrs. del 22
de mayo.

11. FALSO TESTIMONIO - Inexistencia en declaración sobre hechos propios - Prevalencia de la condición de testigo
cuando también se ha declarado como imputado.

"Con relación al coimputado G.M.M. el recurso debe declararse con lugar. Como bien lo afirma el recurrente, su defendido,
G.M.M., ostentó, en la causa que dio origen a la averiguación del Falso Testimonio, la calidad de imputado, y en ésta
condición no podía cometer ese delito, que, como delito especial propio requiere expresamente una calidad determinada
del sujeto activo, que en este caso es una calidad jurídica otorgada por la ley a quien esté en la posición de testigo, perito,
intérprete o traductor. Cualesquiera otra persona que no ostente tales calidades no podrá realizar el delito de Falso
Testimonio. Así, en el caso del imputado, la doctrina ha negado la calidad de autores de este delito a quienes declaran en
una causa propia o sobre hechos propios, como sucede en el presente caso (CREUS, Carlos: Derecho Penal. Parte
Especial, Tomo 2, 3ra. edición, 2da. reimpresión, EDITORIAL ASTREA, Buenos Aires, 1992, p. 348. SOLER, Sebastián.
Derecho Penal Argentino, Tomo 5, 9na. reimpresión, TIPOGRAFICA EDITORIAL ARGENTINA (TEA), Buenos Aires, 1983,
p. 228. MUÑOZ CONDE, Francisco: Op. Cit., p. 735. VIVES ANTON, T.S., Op. Cit., p. 116. In extenso, vid: CASTILLO
GONZALEZ, Francisco. El delito de Falso Testimonio, JURICENTRO, San José, 1982, p.p. 57 ss.). En el caso sub
examine, observa la Sala que el imputado G.M.M. figuró, material y formalmente, como acusado por el delito de Homicidio
Culposo en la misma causa seguida en contra de su madre por el citado delito. En ese expediente (1079-E-95 del
Juzgado de Instrucción de San Ramón) G.M. declaró como testigo a las catorce horas cuarenta y cinco minutos del trece
de diciembre de mil novecientos noventa y cinco (folio 14 y 15 de los autos) y, posteriormente, fue requerido por el
Ministerio Público por el delito de Falso Testimonio (folios 53 a 54), e indagado en el mismo Juzgado de Instrucción a las
quince horas cuarenta y cinco minutos del cinco de junio de mil novecientos noventa y seis (folio 58); el ocho de agosto
de mil novecientos noventa y seis a las trece horas con cinco minutos se dictó a su favor Auto de Falta de Mérito (folio
75), y, según consta a folio 80, a las trece horas cinco minutos del veintidós de agosto se le dictó un auto de Prórroga
Extraordinaria por el término de un año. Ciertamente, si el imputado declaró en una misma causa como testigo y como
imputado, debe prevalecer ésta última posición por sobre aquélla, debiéndosele reconocer todos los derechos y garantías
que el ordenamiento jurídico le otorga a los justiciables. Por último es importante señalar que no es cierto que el imputado,
por esa condición, tiene derecho a mentir en el proceso. Es abundante la jurisprudencia de la Sala Constitucional en la
que expresamente se declara "...no es posible deducir, de la disposición 36, ni siquiera en materia penal, un derecho
fundamental del acusado a mentir en el proceso. Por el contrario, tal y como se ha venido indicando, el alcance de la
garantía en cuestión se circunscribe al derecho de no declarar, de no ser obligado a ello, y al de no declararse culpable..."
(SALA CONSTITUCIONAL DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. Voto 6359-93. San José, a las catorce horas
cincuenta y siete minutos del primero de diciembre de mil novecientos noventa y tres). En todo caso, se aclara que en el
presente recurso no se trata de valorar si el imputado mintió o no, porque cuando el Juzgado lo llamó a rendir declaración
indagatoria, el mismo se abstuvo. Así, aún y cuando el señor G.M.M. declarara como testigo, materialmente, era un
imputado que tendría que deponer sobre hechos propios. Por lo anterior, siendo que el imputado no figuró como testigo,
perito, intérprete o traductor, su posición de parte en el proceso, excluye su autoría; razón por la cual debe absolvérsele
por el delito de Falso Testimonio, declarando con lugar el recurso por el fondo que se interpuso a su favor." 1998. SALA
TERCERA DE LA CORTE, Nº 492 de las 10,15 hrs. del 22 de mayo.
12. PARRICIDIO - Incomunicabilidad de la circunstancia del parentesco.

"En este capítulo del recurso, como vicio in iudicando, se acusa la violación del artículo 39 de la Constitución Política y la
errónea aplicación de los artículos 22, 23, 30, 45, 71, 112 incisos 2º y 3º [sic] y 213 del Código Penal, solicitando que se
case la sentencia, absolviendo de toda pena y responsabilidad a F.Ch.B., por las siguientes razones: A) Porque en este
caso, entre los delitos de Homicidio calificado y Robo agravado, no se da un concurso material -como tácitamente lo
estimó el a quo- sino un concurso aparente de normas: «...siendo el Robo -dice el recurrente- uno de los elementos de
tipicidad del Homicidio el Tribunal mismo así lo analisa [sic] en su sentencia, pero se equivoca al calificar separadamente,
puesto que si bien es cierto uno de los protagonistas era entenado del occiso, este es otro elemento de tipicidad del
homicidio, pero no un elemento de separación, debiendo ser lo correcto aplicar el artículo 23 Ibídem; además que el
Tribunal debió estarse a lo que más beneficia al reo; en tal virtud fue aplicado erróneamente el artículo 22 del Código
Penal y se dejó de aplicar el 23 Ibídem, violándose así la Ley Sustantiva y es que en esta índole de situaciones, el
Tribunal no tiene potestades omnímodas, sino que debe de ajustarse a las reglas legalmente preestablecidas» (Recurso,
folio 291); B) Porque quedó demostrado que quien tuvo la idea de golpear y robar a su padrastro fue G.S.Q. (no quedó
demostrado que el imputado Ch.B. planeara el Homicidio y el Robo, ni que entregara o facilitara su arma con tal propósito,
ni que ejerciera influencia tal sobre los menores que los indujera a asaltar, robar y matar al ofendido). Ch.B., agrega la
defensa: «...no realizó la acción ni física ni intelectualmente y no tuvo culpa, ni ejerció DOLO, en la comisión de dichos
ilícitos...» (Recurso, folio 292). Señala la defensa que el fallo es "extremadamente subjetivo", "sumamente traído del pelo",
que fue resuelto por íntima convicción, no por sana crítica y que hace retroceder la justicia penal en nuestro sistema
democrático de Derecho; C) Porque se le atribuye a su patrocinado ser autor mediato de los delitos de Homicidio
calificado y Robo agravado a partir de suposiciones, sin ninguna prueba que permita tener certeza al respecto; D) Porque
no se analizan los aspectos objetivos y subjetivos del hecho punible, sino que se le atribuye a su defendido la autoría
mediata de dos delitos a partir de prueba ilegítima, por el dicho de dos oficiales del Organismo de Investigación Judicial
que refirieron que dos de los menores partícipes les habían dicho que el responsable de tales delitos era el acusado
F.Ch.B.; E) Porque -respecto a los artículos 112 incisos 2 y 3 [sic] y 213 del Código Penal- hubo errónea aplicación de la
ley sustantiva al creer que su patrocinado cometió esos delitos "por telepatía", ya que no se estableció en sentencia que él
planeó el Robo y el Homicidio, ni que hubiera instruido a los tres muchachos para ello, ni que tuviera influencia
determinante sobre la voluntad de estos tres, ni que tuviera un motivo o razón suficiente para cometer tales delitos,
circunstancias sin la cuales no se puede establecer la autoría.- IV.- Sobre el recurso por el fondo. La mayor parte del
reclamo resulta infundado (particularmente los puntos B, C, D y E), ya que -en términos generales- la motivación del
agravio no se refiere específicamente a la inobservancia o errónea aplicación de la ley sustantiva con que debe juzgarse
el hecho acreditado en sentencia -motivo de casación invocado por el recurrente-, sino que, en realidad, alude a la validez
y fundamento probatorio de los hechos que se tuvieron por probados, lo cual rechaza con los argumentos indicados. Tal
planteamiento infringe el orden dispuesto por los artículos 471 inc. 1º, 477, 452 y 458 del Código de Procedimientos
Penales de 1973, cuya inobservancia se sanciona expresamente con inadmisibilidad. El recurso por el fondo debe
formularse a partir del supuesto de hecho establecido en la sentencia, a efecto de examinar si el caso se resolvió de
acuerdo a la ley sustantiva aplicable, no para revisar la solución del problema probatorio que antecedió la determinación
precisa y circunstanciada del hecho que el tribunal estimó acreditado, lo cual es objeto del recurso por la forma, pues esta
cuestión atañe a lo que es la valoración de la prueba conforme a las reglas de la sana crítica y a la fundamentación de la
sentencia, que son algunas de las formas procesales a las que debe ajustarse el juzgador. En este asunto resulta del todo
imposible haber aplicado erróneamente los incisos 2º y 3º del artículo 112 del Código Penal, ya que estos no fueron
designados por el Tribunal de mérito para declarar el hecho como constitutivo de Homicidio calificado, sino que en
realidad aplicó el inciso 1º de tal numeral.- La cuestión a examinar.- Así, pues, la única parte del reclamo que resulta
formalmente admisible es la enunciada en el punto "A" del Considerando anterior, donde se indica que el asunto debió
juzgarse con las reglas del concurso aparente de normas y no con las del concurso material.- El hecho acreditado.- Para
examinar esta cuestión debe estarse a los hechos probados de la sentencia, donde se indica que el encartado F.Ch.B. se
reunió con los tres menores de edad A.T.G. (conocido como "N."), J.G.A. y G.S.Q. y planearon efectuar un robo en la
casa del ofendido A.S.Z. Para tal efecto, Ch.B. les entregó a los tres menores un revólver con la intención de que
"intimidaran y cometieran el robo" en la casa del ofendido. Así, los tres menores se trasladaron hasta la casa de
habitación del ofendido, en San Rafael de Heredia, tocaron las puerta y les abrió el menor J.A.S.V. S.Q. (hijo del ofendido
S.Z.) le manifestó a S.V. que necesitaba sacar unas pertenencias, razón por la cual este le permitió el ingreso y una vez
adentro, amarraron e intimidaron a S.V. Posteriormente se presentó a su casa el ofendido y al ingresar se dio un forcejeo
entre este y los menores, siendo que uno de estos le disparó en la cabeza a S.Z., que le causó la muerte. Acto seguido
le sustrajeron diversos bienes, incluida una gran cantidad de dinero. Posteriormente los tres menores se reunieron con el
imputado Ch.B., a quien entregaron los bienes sustraídos y todos juntos se trasladaron en el vehículo del acusado hasta
las cabinas "Costa Alegre" en Guanacaste, lugar donde durmieron, pagando Ch.B. los gastos de alojamiento y
alimentación de los menores. Luego, según se narra en la sentencia, estos sujetos fueron detenidos (cfr. Sentencia, folios
274 a 275). A los anteriores hechos, que han sido resumidos en sus aspectos de relevancia penal, es necesario agregar
las siguientes consideraciones del Tribunal de mérito, respecto al dolo del acusado: «Para asegurar el resultado del ilícito,
el imputado Ch.B. les facilitó un arma de fuego. Es probable, y así lo estima este Tribunal, que la intención final no fuera
precisamente provocar la muerte del ofendido, pero al llevar un arma de fuego resulta obvio que en el caso se produce
una situación de dolo eventual, pues ese resultado debió al menos aceptarse como posible, de suerte entonces que
definitivamente existen suficientes elementos para afirmar con certeza que el imputado sí es autor responsable de los
hechos que se le acusan...» (Sentencia, folio 286).- La calificación del tribunal a quo.- Hechas estas consideraciones, el
Tribunal de mérito tuvo al imputado F.Ch.B. como autor mediato de los delitos de Robo agravado y de Homicidio
calificado, conforme a la relación que resulta de los artículos 31, 45, 49, 112 inciso 1º, 209 inciso 7º y 213 incisos 2º y 3º
del Código Penal.- Coautoría, incomunicabilidad de la agravante en el parricidio y homicidio criminis causa.- Considera
esta Sala que en realidad se está en presencia de una coautoría y que fue un error calificar el Homicidio -respecto al
imputado Ch.B.- a través de los artículos 49 y 112 inc. 1º ("parricidio") del Código Penal, por lo que es necesario corregir
parcialmente el fundamento legal de la sentencia, conforme al artículo 484 del Código de Procedimientos Penales de
1973. Esto así, porque la relación de parentesco existente entre S.Q. (coautor) y S.Z. (ofendido) no es una "circunstancia
material" de agravación que se pueda comunicar conforme al párrafo tercero del artículo 49 del Código Penal, sino que en
realidad es una "calidad personal", pero que no es "constitutiva" (sino agravante) de la infracción, razón por la cual
tampoco existe comunicabilidad mediante la teoría del conocimiento, conforme al párrafo 1º de ese mismo artículo. Es que
el artículo 49 no regula el tratamiento de calidades personales no constitutivas de la infracción, cuyo efecto sea agravar la
pena a imponer, omisión que ha sido detalladamente analizada en una de las monografías del Dr. Francisco Castillo
González, quien respecto a los delitos especiales impropios (como los es el parricidio, en que la calidad personal tiene la
única función de agravar la pena del autor, pero existe correspondencia fáctica con un delito común -artículo 111- que
puede ser cometido por cualquiera que no posea esa calidad personal) señala que: «La segunda situación se refiere a las
cualidades (o relaciones o circunstancias) personales no constitutivas de la infracción, cuyo efecto sea agravar la
penalidad; a ellas no se refiere el artículo 49 Cp. Tales son las simples circunstancias agravantes personales, llamadas
subjetivas. Por ejemplo, es una circunstancia subjetiva (o personal) agravante, perpetrar la privación de libertad sin ánimo
de lucro, con abuso de autoridad (Arts. 191 y 192, inciso 4 Cp) o bien la reincidencia, la profesionalidad, etc. Estas
circunstancias agravantes especiales, no cambian la calificación del hecho (delito-tipo) ni elevan su contenido injusto del
tipo, sino que sólo elevan la culpabilidad de quien las ostente (Schuldmerkmale). De conformidad con el principio de
culpabilidad esas circunstancias son imputables individualmente; por tanto ellas no se comunican, porque nadie debe
responder, aunque sepa que existen en otros partícipes, por elementos especiales de la culpabilidad, que no tiene en su
propia persona». Luego dice este autor que: «El artículo 49 de nuestro Código Penal, tal y como está redactado, es
incompleto, pues no regula las circunstancias personales cuyo efecto sea agravar la responsabilidad o hacer que el tipo
penal se transforme, de un tipo simple en un tipo agravado, produciendo un cambio de título (por ejemplo, la relación de
parentezco [sic] en el homicidio calificado del artículo 112 inciso 1 del Código Penal)» (el subrayado es suplido, CASTILLO
GONZALEZ, Francisco: La Participación Criminal en el Derecho Penal Costarricense, San José, Editorial Juritexto, 1993,
págs. 67 y 140). Además, no debe perderse de vista que en la comunicabilidad de las circunstancias del artículo 49, el
adjetivo plural "partícipes" debe interpretarse en sentido estricto, es decir, debe entenderse que alude únicamente a los
instigadores (artículo 46) y a los cómplices (artículo 47), porque la autoría no es accesoria de la participación, sino que la
participación es accesoria a la autoría, de manera tal que sólo se comunican al partícipe las "calidades personales" del
autor conocidas por aquel (instigador o cómplice), y no al revés (así, CASTILLO GONZALEZ, Francisco: La Autoría
Mediata, San José, Litografía e Imprenta Lil S.A., 1987, pág. 195; CASTILLO GONZALEZ, Francisco: La participación...,
pág. 61; ZAFFARONI, Eugenio: Manual de Derecho Penal Parte General, Buenos Aires, Ediar S.A., 1996, § 410, pág.
594; VELASQUEZ, Fernando: Derecho Penal Parte General, Bogotá, Editorial Temis S.A., 1995, pág. 574 y 578;
BACIGALUPO, Enrique: Principios de Derecho Penal Parte General, Madrid, Ediciones Akal S.A., 1990, págs. 234 a 235).
Las circunstancias personales constitutivas de la infracción sí se comunican a los partícipes en el delito especial propio,
como lo son el Peculado (artículo 352) o el Prevaricato (artículo 348), pues estos sólo pueden ser cometidos por un
funcionario público (intraneus) y no por quien carezca de esa calidad (extraneus). Señala CASTILLO que «Cuando se trata
de un delito especial propio, por ejemplo, el peculado [...] el Legislador establece que el cómplice o instigador, son
punibles como partícipes de peculado, si conocían la calidad especial que tenía el autor del delito. A contrario sensu, se
deduce del mismo artículo 49 Cp que si el cómplice o instigador desconocían la calidad de funcionario del autor principal,
no responden como partícipes en el delito de peculado y son, por tanto impunes» (CASTILLO, La participación..., pág. 64).
Por ello, en el presente caso, no se puede comunicar a Ch.B. la calidad personal del menor S.Q. para calificar el
Homicidio. Pero lo anterior no quiere decir que se esté entonces en presencia de un Homicidio simple (artículo 111 del
Código Penal), pues lo cierto es que si entre los tres menores dieron muerte a S.Z. para consumar el Robo, en vista de la
resistencia que el ofendido opuso a la ejecución de ese delito, tal circunstancia califica el Homicidio, conforme al artículo
112 inciso 6) del Código Penal (así LLOBET, Javier y RIVERO, Juan: Comentarios al Código Penal, San José, Editorial
Juricentro, 1989, pág. 28; CREUS, Carlos: Derecho Penal Parte Especial, T. I, Buenos Aires, Editorial Astrea S.A., 1988,
§ 88, pág. 40). Conforme al artículo 45 del Código Penal, Ch.B. es coautor de los delitos de Robo agravado y Homicidio
calificado porque los realizó compartiendo el dominio del hecho con los tres menores de edad, dividiéndose
funcionalmente las tareas de acuerdo con un plan común, actuando con dolo directo respecto al Robo agravado y con
dolo eventual respecto al Homicidio calificado, ya que al determinar a los tres menores para robar con violencia sobre las
personas y con un arma de fuego (que él mismo les suministró) puede estimarse con certeza que aceptó, previendo al
menos como posible, la muerte del ofendido -tal como estimó el a quo-, pues dadas la naturaleza de la acción a
emprender, las circunstancias (en la casa de habitación del ofendido), el modo (entre varios sujetos) y los medios
seleccionados para ejecutarla (con violencia sobre las personas y utilizando arma de fuego), para Ch.B. era racionalmente
conjeturable una posible reacción defensiva por parte del ofendido, contingencia frente a la cual sus tres coautores -por la
inexperiencia, nerviosismo o temeridad que dimana de su juventud- podían responder con la utilización efectiva del arma
que él les suministró al efecto, contingencia -valga la reiteración- anticipable y no obstante la cual se realizó la conducta
acreditada en sentencia. Es aquí dónde radica el fundamento legal de su culpabilidad, no en la "telepatía", como alega el
recurrente. La conducta de Ch.B. no constituye autoría mediata porque los tres menores que actuaron con él son
imputables y cometieron dolosamente los injustos penales referidos; tampoco constituye una instigación porque lo cierto es
que él tuvo codominio del hecho, aportó el arma empleada durante la ejecución y compartió con los menores el
botín."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 943 de las 16,16 hrs. del 29 de setiembre.

13. RESPONSABILIDAD CIVIL - Tutela del tercero de buena fe no puede prevalecer sobre derechos de víctima
despojada fraudulentamente de sus bienes.

"En los tres motivos de su impugnación por vicios de fondo, el recurrente cuestiona la sentencia, en cuanto ordena la
cancelación de los asientos de inscripción, al amparo de los cuales, su representada adquirió el inmueble, objeto de la
estafa por la que se condenó al imputado. A juicio del impugnante, la sentencia aplica erróneamente el párrafo final del
artículo 123 de las disposiciones vigentes sobre responsabilidad civil derivada del delito, del Código Penal de 1941, pues
en ella claramente se establece que, como parte de la reparación del daño causado por el delito, se ordenará la
restitución "aún cuando la cosa se hallare en poder de un tercero, dejando a salvo los derechos que la ley civil confiere a
éste" y, en el caso concreto, su representada, es una sociedad mercantil que adquirió el bien inmueble objeto de la estafa
juzgada, al amparo de la publicidad registral, ignorando por completo la falsedad del título inscrito y por ello, actuando
como tercero de buena fe, que debe, en consecuencia, ser amparado en todo caso, como lo establece el numeral 440 del
Código de Comercio, numeral que alega inobservado, pues en él se establece que la compra venta de cosa ajena es
válida, siempre que el comprador ignore tal circunstancia. Por ello, bien entendido el párrafo final del artículo 123
señalado, su representada debe tenerse como un tercero de buena fe y, en razón de ello, los "derechos que la ley civil
confiere a éste", en este caso concreto, significan el derecho a conservar el inmueble en su poder, así como la inscripción
que ampara su derecho, adquirido bajo el manto de la publicidad registral. El reclamo no es procedente. Resulta innegable
que las disposiciones que, en el derecho privado, regulan el tráfico de los bienes, contienen normas directamente
encaminadas a salvaguardar la seguridad en ese tráfico y la tutela de quienes han contratado, actuando de buena fe, que
es el principio rector -artículo 21 del Código Civil-. Cuando las actividades privadas son objeto de regulación por el
derecho, es porque se estima involucrado, innegablemente, un interés público que justifica tal regulación, en aras de
conservar la paz y la armonía social, clima en el que se desea se desenvuelvan las actividades sociales de toda índole. El
Derecho Privado es, regulador y ordenador de ciertas esferas de la vida de los particulares que revisten interés social y
que, convertidas en leyes, son de acatamiento obligatorio. La materia contractual es una de ellas y, en específico, el
tráfico de bienes muebles e inmuebles sujetos a inscripción registral es, quizás, de los más cotidianos. Es entendido que
la regulación de los contratos -valga la insistencia- se encamina a garantizar la buena fe, los principios básicos de
expresión de la voluntad y de aseguramiento de los derechos de las partes. Son los lineamientos generales dentro de los
cuales las partes han de moverse, en el marco de libertad constitucionalmente consagrado -artículos 28, 45 y 46 de la
Constitución Política-. No es ajeno a la realidad, que el tráfico y comercio de bienes, sean el terreno fértil para que se
generen situaciones que, además de rebasar los límites de la buena fe, resultan ser delictivas. Y ya entrados al campo
penal, al sector represivo del Estado, estamos en un área de eminentísimo orden público, desde que el Derecho Penal,
en un Estado de Derecho, al ser concebido como la ultima ratio, se dirige a tutelar, con todo el peso del poder represivo
estatal, los bienes jurídicos esenciales para la colectividad. Y, dentro de esta tesitura, nadie ignora que, para la tutela de
esos bienes jurídicos, se estructuran sanciones que, cumpliendo con el principio de racionalidad y proporcionalidad,
también afectan derechos fundamentales del condenado, entre ellos, su propia libertad. De lo dicho resalta que, ambas
esferas del ordenamiento jurídico -el derecho privado y el derecho penal- si bien conforman una unidad normativa, ello no
significa que los principios que en uno, se dirigen a asegurar el tráfico de bienes y la buena fe, prevalezcan o se
contradigan con aquél que tutela en forma represiva, la lesión a los bienes jurídicos esenciales y que, con motivo del
hecho delictivo, han lesionado, además, en forma intensa los derechos del directamente ofendido, una víctima que,
constitucionalmente, tiene el derecho a "encontrar reparación para las injurias o daños que hayan recibido en su persona,
propiedad o intereses morales" -artículo 41 de la Constitución Política-, tutela que existe en todas las esferas del
ordenamiento jurídico, pero que se refleja en forma más intensa cuando se trata de la víctima de un hecho delictivo, por la
lesión a bienes e intereses fundamentales que eso implica. Por eso, es criterio de esta Sala que, como sucede en el caso
concreto, la víctima de un despojo de sus bienes, hecho al amparo de documentos falsos que logran ser inscritos en el
Registro Público, tiene derecho a recuperar el bien que le ha sido, de esta manera, sustraído en forma fraudulenta, aún
cuando haya terceros adquirentes de buena fe, que a su vez confiaron en la publicidad registral. Lo dicho no implica, en
forma alguna, desconocer a los terceros de buena fe, la tutela y defensa de sus intereses, porque ellos conservan los
mecanismos previstos en la legislación civil para reclamar, contra el vendedor, la garantía y, en todo caso, el pago de los
daños y perjuicios, así como las restantes indemnizaciones que correspondan -pago de mejoras, por ejemplo-, según los
principios que allí se establecen. A juicio de esta Sala, la tutela del tercero de buena fe, no puede implicar que su
situación prevalezca sobre la de quien ha sido, en forma fraudulenta, subrepticia e indefensa, sorprendido con el despojo
de la titularidad jurídica de los bienes que le pertenecen y que, por imposición del Estado, está obligado a inscribir y
registrar. En el caso de los inmuebles y de los vehículos, es por una obligación, instaurada por el Estado, con el fin de
dotar de seguridad al tráfico de esos bienes, que los mismos deben inscribirse en el Registro. Si el funcionamiento de esa
entidad es defectuoso o insuficiente para garantizarle a ese propietario, que debe inscribir sus bienes, el respeto de sus
derechos legítimamente adquiridos, eso no puede ser utilizado como excusa para legitimar los fraudes que por medio de
documentos públicos falsos y que, utilizando la propia estructura registral, logran el despojo jurídico de los bienes o
incluso, legitimar la adquisición espuria de los mismos -por ejemplo, el caso de vehículos robados a sus propietarios,
cuyas características son alteradas para luego, mediante falsos documentos, lograr su inscripción registral, despojando, no
sólo de hecho, sino de derecho, a su propietario, del disfrute del bien-. En el caso de los bienes inmuebles, son muchas
las ocasiones en que, el legítimo propietario registral, aún conservando la posesión del bien, es jurídicamente despojado
de la misma, al amparo de documentos falsificados que, tergiversan la información que el Registro da a los terceros, que
luego, amparados en esos datos, adquieren derechos sobre ellos. Aún cuando es muy dudosa la transparencia de un
negocio, en el que se adquiere un inmueble que ni siquiera se ha visto, lo cierto es que puede ser que de buena fe eso
suceda, amparado únicamente en la publicidad de los datos registrales. ¿Qué consecuencias tiene esto en la realidad? La
tutela de los terceros adquirentes de buena fe, en los términos que se pretenden por el recurrente, en casos como el
narrado, implican despojar al legítimo propietario y al actual poseedor, del bien que le pertenece, para darlo a un tercero,
en aras de los principios de seguridad registral. Tal solución resulta, sin duda alguna, desmedida, desproporcionada y,
finalmente, injusta. A juicio de esta Sala, la importancia de la publicidad registral y sus principios, no pueden prevalecer
sobre el derecho de la primer víctima -el legítimo propietario, originariamente despojado en forma fraudulenta- de
mantener la titularidad plena sobre sus bienes o en todo caso, el derecho a ser restituido en el goce de los mismos. Los
incumplimientos, vicios, errores o defectos en los bienes adquiridos, dentro del tráfico comercial, encuentran terreno de
regulación en el Código Civil y, en lo que a su materia toca, en el Código de Comercio. Allí tienen los contratantes -y, por
ende, los terceros adquirentes de buena fe-, las normas y las vías procesales para solventar los problemas surgidos a raíz
de un contrato. Pero cuando una negociación surge, se modifica o se estructura sobre la base de falsedades
documentales, es al Derecho Penal al que compete declarar la existencia del hecho, su responsable y determinar las
consecuencias jurídicas que conlleva, no sólo penales propiamente -como sería la sanción-, sino las civiles y las de otra
índole que se encuentren indisolublemente ligadas a la penal y a su objeto de tutela, pues es la sentencia penal la que
tratará de restablecer la paz social, en lo posible restaurando las cosas al estado en que se encontraban antes del hecho.
Dejar a salvo, en el caso de la restitución "los derechos de terceros", como reza el numeral 123 del Código Penal de
1941, significa que éstos conservarán los derechos para accionar contra quien les trasmitió, en reclamo de los daños y
perjuicios ocasionados y de las restantes indemnizaciones que pudieran corresponder, lo que bien pueden hacer,
ejerciendo la acción civil resarcitoria en sede penal, cuando su vendedor y el imputado de la causa, sean la misma
persona, o en la jurisdicción civil, mediante los procedimientos que corrrespondan. IV.- El impugnante estima, al propio
tiempo, que se ha inobservado el numeral 456 del Código Civil, del que se ha hecho una errónea relación con el artículo
472 del mismo Código. El artículo 456 citado es claro cuando establece que "La inscripción no convalida los actos o
contratos inscritos que sean nulos o anulables conforme a la ley. Sin embargo, los actos o contratos que se ejecuten u
otorguen por persona que en el Registro aparezca con derecho para ello, una vez inscritos, no se invalidarán en cuanto a
terceros aunque después se anule o resuelva el derecho del otorgante en virtud de título no inscrito o de causas implícitas
o de causas que, aunque explícitas no consten en el Registro". Si bien el inciso 2 del artículo 472 señalado, establece
que podrá y deberá ordenarse cancelación total de los asientos registrales, cuando se declare nulo el título en virtud del
cual se ha hecho la inscripción, esto debe relacionarse con el artículo 456 y entender, que quien adquirió al amparo de la
publicidad registral, estará siempre protegido, pues se considerará tercero de buena fe. En realidad, la Sala entiende que,
según se analizó, la publicidad registral, es un instrumento establecido y erigido por el Estado, para asegurar el tráfico de
bienes, dándole seguridad y respaldo a la información allí consignada. Pero es eso, un instrumento más, de innegable
valor e importancia para amparar los derechos de quienes se ven perjudicados por errores, omisiones en la información
consignada o bien para quienes han sido víctimas de aquellos que, valiéndose de ese instrumento, lo utilizan para
asegurar, a su vez, el resultado de un proyecto delictivo, mediante la utilización de documentos falsos, en perjuicio de los
propietarios registrales verdaderos y, realizar a su amparo, entre otros, falsos traspasos que luego, so pretexto de la
seguridad que la propia publicidad representa, extender los efectos del delito, a terceras personas que actúan, la mayoría
de ocasiones, de buena fe, si bien no faltan casos en los que, quien adquirirá "al amparo del registro", también conoce la
maniobra fraudulenta y de ello precisamente, espera obtener provecho, para "legalizar" su situación y, de allí en adelante,
iniciar la cadena de perjuicios, a los verdaderos adquirentes de buena fe, confiados en la información de la publicidad
registral. En suma: la publicidad registral protege el derecho de los terceros de buena fe que han sido sorprendidos con
maniobras fraudulentas, para poder reclamar la indemnización de los daños y perjuicios ocasionados, según se establece
en el campo civil. Pero no puede, en forma alguna, constituirse como mampara de legitimación de los hechos delictivos, al
punto de ser un obstáculo para que la víctima de un delito -el propietario original, despojado de su bien por un documento
falso que ha logrado inscribirse- pueda recuperarlo -de hecho y de derecho-. Por ello, en estos casos encuentra plena
aplicación lo dispuesto por los numerales 539 del Código de Procedimientos Penales de 1973 (468 del Código Procesal
Penal de 1996), cuando dispone que en la sentencia declarativa de una falsedad documental "el Tribunal que la dictó
ordenará que el acto sea reconstruido, suprimido o reformado" y el 541, al establecer que "Si se tratare de un documento
protocolizado, la declaración hecha en la sentencia se anotará, mediante razón, al margen de la matriz, en los testimonios
que se hubieren presentado y en el registro respectivo". Suprimir el documento significa eliminar el acto que por su medio
se realizó, así como sus efectos. Como lógica consecuencia, los actos posteriores que de él dependan, deben anularse
también, quedando salvos los derechos de los terceros de buena fe para el reclamo de las indemnizaciones que procedan.
La protección que concede el numeral 456 del Código Civil, se entiende que rige frente a aquellos casos en que la nulidad
o rescisión del título sobrevengan por situaciones jurídicas cuya ilicitud sea de índole civil estrictamente, mas no para
oponerse a quien ha sido la víctima original de un despojo fraudulento, hecho al amparo de documentos públicos falsos y
de inscripciones y asientos registrales logrados bajo su manto, aún si con posterioridad a ese acto, se hayan realizado
otras transacciones en que se vean comprometidos terceros de buena fe, quizás también víctimas de alguna empresa
delictiva. "Los actos realizados al amparo del texto de una norma, que persigan un resultado prohibido por el
ordenamiento jurídico, o contrario a él, se considerarán ejecutados en fraude de la ley y no impedirán la debida aplicación
de la norma que se hubiera tratado de eludir"; "La ley no ampara el abuso del derecho o el ejercicio antisocial de éste.
Todo acto u omisión en un contrato, que por la intención de su autor, por su objeto o por las circunstancias en que se
realice, sobrepase manifiestamente los límites normales del ejercicio de un derecho, con daño para tercero o para la
contraparte, dará lugar a la correspondiente indemnización y a la adopción de las medidas judiciales o administrativas que
impidan la persistencia del abuso", rezan, por su orden, los numerales 20 y 22 del Código Civil, normas que con claridad
diáfana reflejan la plena armonía de lo aquí resuelto, con los principios que inspiran la aplicación e interpretación jurídica.
Permitir que la publicidad registral ampare un ejercicio antisocial de los derechos por su medio consagrados, es consentir
la persistencia del abuso y por ello, la sentencia penal debe, al ordenar la supresión del acto generado en un documento
falso, restablecer a la víctima en el pleno goce de sus derechos, quedando, para los terceros de buena fe, salvos sus
derechos de reclamar las indemnizaciones correspondientes ante la jurisdicción civil, o bien, dentro del proceso penal, en
los casos en que ello sea procedente. V.- La jurisprudencia de la Sala Primera Civil ha reconocido la importancia y los
alcances de la publicidad registral en el tráfico de bienes, al tiempo que ha puntualizado que la inscripción no convalida
actos que sean anulables o nulos, de conformidad con la ley. Así, ha señalado que: "(...) III.- El Registro Público de la
Propiedad tiene como fin fundamental la inscripción, seguridad y publicidad de los derechos reales. En este sentido todo
lo relativo al nacimiento, vicisitudes y extinción de éstos además de ser trascendente para su titular, adquiere gran
relevancia en cuanto a los terceros, quienes sólo por la publicidad registral tienen acceso al conocimiento de la situación
exacta de esos derechos, tanto en cuanto puedan confluir con otros derechos reales como respecto de las incidencias de
los derechos personales sobre ellos. Los problemas surgidos entre diferentes derechos reales, o de derechos personales
sobre éstos encuentran su regulación en el Código Civil en los numerales 455, 456 y 457, señalando la jurisprudencia
lineamientos muy claros respecto de estas normas, sobre todo luego de la reforma al artículo 455 operada en virtud de la
Ley Nº 2928 del 5 de diciembre de 1961 (Sentencia de Casación Nº 95 de las 15 horas 45 minutos del 7 de agosto de
1968). (...). Por su parte en la confluencia de derechos reales y derechos personales naturalmente ha de imperar el
principio de primero en tiempo primero en derecho, de donde aún cuando una escritura pública hubiere sido otorgada
mucho antes de una posterior, pero no presentada al Registro, tendrá prioridad aquella presentada primero, esto se
desprende de la misma norma inalterada del primer párrafo del artículo 455 del Código Civil, sobre el cual no hubo
reforma legislativa, y es la regla admitida en forma reiterada por la jurisprudencia. No obstante lo anterior, el ordenamiento
jurídico no pretende darle mayor validez al Registro respecto de cualquier acto nulo o anulable presentado con
anterioridad para su inscripción en el Registro, y mucho menos convalidarlo, de donde la parte tiene abierto el camino
para que se declare uno u otro de los vicios señalados, sólo que cuando los actos o contratos fueren ejecutados por
persona que en el Registro aparezca con derecho para ello, una vez inscritos, no se invalidarán respecto a tercero,
aunque después se anule o resuelva el derecho del otorgante en virtud de título no inscrito o de causas implícitas o de
causas que aunque explícitas no consten en el Registro (Artículo 456 del Código Civil). Y se indica que el ordenamiento
jurídico no pretende darle mayor validez al Registro respecto de cualquier acto pues si bien impera la regla de que las
acciones de rescisión o resolución no se aplicarán al tercero que haya inscrito su derecho, esta regla tiene dos
excepciones: la primera tiene un origen consensual, pues si las partes lo han estipulado y consta en el Registro la acción
de rescisión o resolución perjudica al tercero, y, la otra, cuando las partes han impulsado la creación de actos so (sic)
contratos en fraude de acreedores, en este caso opera la rescisión o resolución cuando la segunda enajenación ha sido
hecha por título lucrativo, o cuando el tercero haya tenido conocimiento del fraude (Artículo 457 del mismo Código)".
(sentencia 060-F-91, de las 15:00 hrs. del 24 de abril de 1991, Sala Primera Civil) Es evidente el esfuerzo de
puntualización que, a partir de los textos legales, hace la jurisprudencia para remediar las situaciones de colisión de
derechos, dando prioridad a la tutela del tercero adquirente de buena fe. Esta Sala comparte esa interpretación, si bien no
la considera aplicable para el caso en que, la nulidad del título inscrito se deba a la falsedad del documento que lo
ampara, pues en ese supuesto, cuando no sólo la identidad, sino, como lógica consecuencia, la voluntad y el
consentimiento del titular registral del bien, han sido usurpadas fraudulentamente, para realizar negocios y movimientos
registrales del bien, que implican un despojo de la titularidad jurídica y, en ocasiones, de la posesión real. En ese caso no
puede hablarse de negocio, de venta y, al amparo de tal acto fraudulento, no pueden generarse efectos jurídicos válidos,
aún cuando hayan intervenido, en la cadena de transmisiones y movimientos, terceros de buena fe. Tampoco podrían
extenderse esos efectos, para legitimar las desposesiones -en el caso de vehículos- originadas en un delito -hurto o robo,
por ejemplo-, que permiten, una vez con la posesión ilegítima del bien, variar sus características o simplemente usurpar la
identidad del legítimo propietario registral y realizar una inscripción o un traspaso fraudulento, aún si con ello se perjudica
luego, a un tercero adquirente de buena fe. Sin embargo, otra es la interpretación que, al tema, ha dado la Sala Primera y
que, esta Sala respeta, pero que, por las razones dichas, no comparte. Así, aquélla ha señalado: "(...) VII.- El
representante de la señora M.P., achaca violación directa de los artículos 325, 1045, 627 inciso 3 del Código Civil y 9 de
la Ley Número 3883 de 30 de mayo de 1967. Lo anterior por cuanto, según indica, no existe justa causa para condenar al
pago de daños y perjuicios. Tal reproche no es de recibo. La codemandada dicha dispuso de dos bienes que no le
pertenecían. Sobre ellos, posteriormente, otros demandados adquirieron derechos reales, de buena fe. Eso impide a la
actora ejercer los atributos dominicales sobre los lotes adquiridos números 81473 y 81479. Tal disposición de la señora
M., finalmente, desemboca en la supresión total del vínculo de carácter real observado por ella con respecto a esos
bienes. Se produce pues un daño patrimonial, como efecto, cuya causa está representada por la conducta ilícita de la
susodicha coaccionada. Configúrase, por ende, en la especie, la responsabilidad civil extracontractual contemplada por el
artículo 1045 del Código Civil. Según establece este precepto, quien "... por dolo, falta, negligencia o imprudencia, causa a
otro un daño, está obligado a repararlo junto con los perjuicios". Ahora, como se ve, la condena depende de la producción
de un daño originado en una conducta ilícita. Sobre ello, milita prueba abundante en el proceso. No precisa, en
consecuencia, como lo pretende la recurrente, la anulación de los asientos de inscripción relativos a escrituras y planos
catastrados. La coexistencia numérico-registral de las fincas litigiosas no liberan de responsabilidad a la recurrente. La
situación fáctica del caso le permitió conocer que las superficies de los inmuebles 81473 y 81479, no correspondían con
su derecho dominical. Al respecto, cabe recordar, la finca madre pertenecía a su esposo. Entonces, son segregados dos
lotes, los cuales posteriormente compra el señor M.G. Incluso, uno de esos terrenos, tiempo después ella misma lo
adquiere, aceptando la hipoteca; y aún así, la superposición sobreviene con motivo de sus gestiones, inclusive sobre este
último bien. VIII.- Es así como la entidad actora, ante el daño sufrido, pretende no sólo el resarcimiento sino también la
recuperación de ambos inmuebles. Lo último sin embargo, por razones obvias basadas en la fe pública registral, en favor
de terceros, no es posible. Estas adquirieron, de buena fe, al amparo del Registro. Es por ello que el Tribunal Superior,
con tino, fundamenta el pago relativo al valor de las fincas, en el artículo 325 del Código Civil. La imposibilidad de
recuperación impone el resarcimiento del menoscabo irrogado. De no ser así, acaecería en la especie el enriquecimiento
ilícito de la señora M. (...) XII.- Con respecto a la violación directa argüida, la prueba de autos denuncia una incorrecta
división de las propiedades. El error se origina en el proceso de segregación de lotes de una finca madre, en el cual
intervino la señora M.P. Esta vendió lotes de su inmueble número 46161. Al momento de ubicarlos materialmente, según
los planos, aparece una disconformidad consistente en sobreposiciones con terrenos de la actora, los cuales no fueron
excluidos de las operaciones sucesivas de división y disposición efectuadas. En consecuencia, al sobrevenir éstas, acaece
la superposición. Amén de ello, queda evidenciado en la sustanciación, lo pretendido por la codemandada M.P. de ampliar
la cabida de la finca. Así lo verifica el plano de rectificación de medida visible al folio 69 del expediente. Según ahí se
indica, la finca 46161 mide 59410 metros con 94 decímetros cuadrados, es decir, 7751 metros con 60 decímetros
cuadrados más en relación con el área inicialmente ostentada por la propiedad, y 12215 metros con 60 decímetros
cuadrados más que el resto del fundo adquirido de la empresa M.C.S.A. En fin, los autos determinan -bajo el supuesto
que el inmueble original midiera en la realidad 51659 metros con 34 decímetros cuadrados- que actualmente el resto de la
finca madre sobrepasa materialmente lo indicado por los planos. Ello, por haberse incorporado para la venta lotes que no
pertenecían a la número 46161, lo cual materialmente permitió la no disminución de la porción segregada. XIII.- En la
actualidad, sin darse la copropiedad sobre los terrenos en discusión, más de una persona figura como propietaria de un
mismo bien. Ello por cuanto aparecen inscritos en el Registro Público, con diferentes números de identificación. Tal
anomalía se originó en la aprobación -por parte de personeros del Catastro Nacional- de un desfase en la medida de las
dimensiones de los terrenos, motivando que a una misma fracción, le asignaran varias numeraciones cual si fueran
propiedades separadas. Ahí, el Catastro Nacional, de conformidad con su ámbito de acción (artículos 16 a 20 de la Ley
No. 6545, del Catastro Nacional, de 25 de marzo de 1981 y 42 del Decreto Ejecutivo No. 13607-J, Reglamento a la Ley
de Catastro Nacional, de 24 de abril de 1982) no debió refrendar los planos de los terrenos que serían identificados bajo
los números 91779, 91787, -98254-, 91775 -90708 y 90710-. Dichos planos no reflejan la realidad de la propiedad; ni
tampoco -como corresponde-, los parámetros físicos de los inmuebles respectivos. No obstante lo anterior, la señora M.P.
dispuso de los bienes conformados según esos planos. Con ello, afectó el derecho de otro sujeto que ostentaba con
anterioridad la propiedad de esa finca, tanto en el ámbito material cuanto en el registral y el catastral. De otro lado, por las
razones aludidas, quienes transaron con la señora M., adquirieron de conformidad con la información del Registro de la
Propiedad y del Catastro Nacional, existente en ese momento. Por ende, no tenían motivo para dudar en torno a la
compraventa realizada. Así, por medio de dicho contrato, apoyados en los planos catastrados levantados (C-364507-79,
C-364510-79, C-434227-81, C-358402-79 y C-358403-79), y la segregación de la finca 46161, accedieron legalmente,
como terceros de buena fe, a la condición de propietarios de inmuebles, que en su materialidad, y con diferente número
de inscripción, pertenecían a otros sujetos. De tal forma, resulta jurídicamente irrelevante, para resolver el conflicto, que la
actora adquiriera, vía subasta, las dos propiedades reclamadas. Ello por cuanto el conflicto supone el enfrentamiento de
derechos de carácter real; no de uno personal con otro de naturaleza real, para que encontraran aplicación en la especie,
los párrafos 3, 4 y 5 del artículo 455 del Código Civil. XIV.- Ahora bien, ante el choque de derechos referido, precisa
determinar, con arreglo a la ley, quiénes han de figurar como propietarios de los inmuebles; asimismo, sobre quiénes ha
de recaer la correspondiente exclusión en cuanto a la titularidad de esos bienes. Sobre el particular, no registra nuestra
normativa civil disposición expresa que contemple y resuelva el problema de superposición de propiedades bajo las
circunstancias mencionadas. Ha de acudirse entonces a la integración del derecho para dar adecuada respuesta a la
cuestión suscitada. Al respecto surge la figura de la adquisición a non domino, la cual encuentra sustento en la aplicación
relacionada de los artículos 456, 457, 477, 481 y 1065 del Código Civil, tanto para bienes muebles cuanto para
inmuebles. Los señores G.S., A.P., K.A.R.T., C.R.S., O.S.C., así como la Caja Costarricense del Seguro Social,
adquirieron sus derechos reales sobre los inmuebles objeto de este juicio, a la luz de los datos del Registro Público
(artículos 267, 268, 455 párrafo primero, 459, 464, 471 y 480 del Código Civil). Dicha información repútase fidedigna por
no existir motivo alguno para dudar de su veracidad. Quienes adquirieron lo hicieron de una persona no apta para
disponer del bien, pues en realidad no le pertenecía. Sin embargo, esa persona figuraba como propietaria en el Registro.
Tan es así, que las respectivas escrituras de compraventa no fueron objetadas al momento de su inscripción (artículos 450
a 452 del Código Civil). Ello brinda protección a esos adquirentes de buena fe, quienes a su vez efectuaron las
respectivas demarcaciones conforme al ordenamiento jurídico (artículo 297 del Código Civil). De esta forma, obtuvieron el
título que los acredita como propietarios, con todos los atributos derivados del dominio. (...) XV.- La asignación numérica
diferente por parte del Registro Público, no excluye la aplicación de la figura en cuestión. El principio que sirve de base a
ésta, se halla presente en el sub-júdice. A saber, la disposición de un bien ajeno, como si fuera propio, con fundamento
en la información emanada del Registro Público, con arreglo a la cual actúa el adquirente, de buena fe. En consecuencia,
el interés general amparado por la fe pública registral, prevalece sobre el particular, de las partes afectadas con una
adquisición tal. Según lo expuesto, a los codemandados -con excepción de la señora A.M.M.P.- les son tutelados sus
respectivos derechos reales así adquiridos. Lo anterior no implica transgresión del precepto constitucional sobre propiedad
privada, pues constituye el medio de resolver el conflicto sobre derechos reales de la misma jerarquía. Sólo que la
solución se decanta en favor de aquél cuya actuación, en aras de la adquisición, se basa en un procedimiento de interés
general. A la parte perjudicada con la pérdida de su derecho real, le asiste el derecho personal al resarcimiento por los
daños y perjuicios sufridos(...)" (sentencia 53-97, de las 14:30 hrs. del 2 de julio de 1997, Sala Primera de la Corte
Suprema de Justicia). Si bien en este caso, no existe declaratoria alguna que, en sede penal, determine que la persona
que, mediante escrituras, reunió en forma ilegal fundos que sabía no le pertenecían, aumentando de esa forma la cabida
de su propiedad, para luego, elaborar los planos de esa reunión y, una vez logrado su registro en el Catastro Nacional,
segregar los inmuebles y venderlos, con la información así conformada en el Registro, ha cometido un delito, lo cierto es
que esta claro que perjudicó con su actuación a los verdaderos propietarios de esos fundos. Sin embargo, el antecedente
citado expone con claridad la preeminencia de la protección de los terceros adquirentes de buena fe, sobre el propietario
original, criterio que, para los casos en los que esté zanjada la existencia de la falsedad documental y su autoría, en
perjuicio del propietario original despojado, esta Sala no comparte, por las razones expuestas. La posición de esta Sala ha
sido compartida, de alguna manera, por los Tribunales civiles y de ello hace ejemplo la sentencia del Tribunal Superior
Segundo Civil, Sección Primera, de las 9:25 hrs. del 7 de abril de 1993, transcrita en la sentencia 14-F-94, de las 11:35
hrs. del 25 de marzo de 1994 de la Sala Primera. En las consideraciones del fallo del Tribunal al que se ha hecho
mención, se señaló: "(...) III.- De acuerdo con los hechos que se han tenido por demostrados en este proceso, la aquí
actora se ha visto obligada a plantear la presente demanda ordinaria, no obstante que obtuvo un pronunciamiento firme
del Tribunal Superior Primero Penal, Sección Segunda, mediante resolución dictada dentro de la acción civil resarcitoria en
la cual se ordenó la cancelación de los respectivos asientos de traspaso que dieron origen al proceso penal, pero la
ejecutoria no pudo inscribirse en el Registro por existir una serie de documentos anotados con posterioridad al asiento
mediante el cual el bien objeto de este litigio, era traspaso a favor de la co-demandada G.G. Como se ve de la
certificación de folio 250 a 252, después de dicho asiento fueron inscritas dos hipotecas a favor de los co-demandados
A.B. e Inversiones C.S.A. y entre las anotaciones se encuentra la protocolización de piezas mediante la cual dichos
acreedores se adjudicaron el bien subastado, en remate aprobado por el Juzgado dicho (...) VI.- Analicemos
seguidamente cada una de las pretensiones a efecto de establecer su procedencia. El primer extremo tiende a que se
declare absolutamente nula la escritura de compra-venta otorgada el trece de febrero de mil novecientos ochenta y cinco,
ante el Notario J.V.R.M. Esa pretensión es de recibo toda vez que en sede penal se estableció que la firma de la
vendedora en dicho documento, señora R.M., fue falsificada y con ello se colige la ausencia del consentimiento que es
uno de los elementos esenciales que debe regir en toda contratación, de conformidad con lo establecido en el artículo
1049 del Código Civil, en el que se expresa que la venta es perfecta entre las partes desde que convienen en cosa y
precio. Por tal motivo deberá acogerse en la forma pedida, ya que ese contrato se encuentra viciado de nulidad absoluta
de conformidad con lo dicho en el artículo 835 inciso 1º del mismo Código. En virtud de ello, las excepciones que fueron
opuestas por los co-demandados de falta de interés actual, falta de derecho, falta de legitimación ad causam activa y
pasiva, falta de causa y sine actione agit, deberán rechazarse ya que sin duda alguna la demandante tiene un interés
jurídico que proteger a través del órgano jurisdiccional, así como un derecho tanto real como personal, que la legitima a
exigir la prestación que reclama en la forma que lo hizo. VII.- El segundo extremo petitorio con la letra b) busca que se
declare que la finca del Partido de San José, inscrita al Folio Real ciento setenta y seis mil seiscientos treinta- cero cero
cero, es propiedad única y exclusiva de la actora. Para poder concluir si esa pretensión es procedente o no, deben
analizarse prioritariamente los extremos tres y cuatro identificados con las letras c) y d) mediante los cuales se persigue la
declaratoria de nulidad de las escrituras por medio de las que la co-demandada G.G. impuso dos hipotecas a favor de los
co-demandados B.T. e Inversiones C.S.A. Es por ello que seguidamente analizaremos, primero, si cabe o no anular esas
escrituras de hipoteca. VIII.- En torno al extremo petitorio c) cabe señalar que de acuerdo con la prueba documental que
consta en este expediente la demandada G.G. obtuvo la falsificación de la firma de la vendedora mediante la cual fue
traspasada la finca objeto de este proceso a su favor el día trece de febrero de mil novecientos ochenta y cinco; sin
embargo, dicho documento fue presentado al Registro Público hasta el día dieciocho de febrero de ese año y la escritura
pública mediante la cual D.G. hipotecó la finca a favor de A.B.T. fue otorgada el catorce de febrero de ese año, o sea, al
día siguiente de la fecha en que G.G. fraudulentamente obtuvo el traspaso a su favor. De ello se infiere que no es posible
afirmar, como lo hace la Juzgadora de primera instancia, que su crédito está amparado por la norma contenida en el
artículo 456 del Código Civil, ya que la demandada D.G. al catorce de febrero no aparecía ante el Registro Público de la
Propiedad con derecho alguno sobre el inmueble que hipotecó diciéndose dueña. Por lo tanto, si la demandada G.G.,
valiéndose de un título que era absolutamente nulo hipotecó un bien que no le pertenecía, se concluye que el documento
de hipoteca es nulo y por lo tanto así deberá declararse, desestimándose por ende las excepciones que los co-
demandados B. e Inversiones C.S.A. opusieron conjuntamente al contestar la demanda. Como antecedente jurisprudencial
de esta misma Sección, cabe citar la Sentencia Nº 417 del 19 de julio de 1985, mantenida por la Sala de Casación, en
sentencia de la Sala Primera de la Corte Suprema de Justicia Nº 44-91 de las 14:50 horas del 5 de abril de 1991, en la
que en lo conducente se expresó: "... IV- Si la venta de cosa ajena es absolutamente nula, y si sólo puede hipotecar quien
por ser dueño de la finca puede enajenarla, también será absolutamente nula la hipoteca constituida por quien no tenga la
propiedad absoluta sobre el inmueble...". Lo anterior con apoyo en la doctrina que informan los artículos 264, 409, 410,
835, inciso 1, 1061, todos del Código Civil. IX.- Mediante el extremo petitorio d), se solicita la declaratoria de nulidad de la
escritura mediante la cual se constituyó el crédito hipotecario a favor de Inversiones C.S.A. La Juzgadora de primera
instancia estimó que tal pretensión no era procedente por cuanto dicha acreedora estaba amparada por lo que dispone el
artículo 456 del Código Civil. Sin embargo, es preciso señalar dos aspectos importantes en torno a la aplicabilidad de esa
norma. En primer lugar, es criterio de la mayoría de este Tribunal que esa disposición legal debe interpretarse en el
sentido de que la protección a terceros de buena fe cobra vigencia cuando el negocio de ese tercero es cristalino, pero no
cuando se nota que el mismo fue realizado con cierta colusión como en este caso. Existen múltiples indicios que hacen
presumir la existencia de un acuerdo o entendimiento entre la señora G.G. y los acreedores hipotecarios B.T. e
Inversiones C.S.A. tales como el cortísimo plazo de escasos meses para cancelar sumas de dinero cuantiosas; el hecho
de que el Notario Público del señor B. sea el mismo de la sociedad Inversiones C.S.A.; que curiosamente y lo cual es
muy poco usual, ambos acreedores se hubiesen adjudicado por partes iguales el inmueble rematado a efecto de quedar
como co-propietarios del mismo; que ambos contestaron en forma conjunta la presente demanda, y finalmente el hecho
tan importante de que en realidad no han procurado en una forma enérgica asumir la efectiva toma de posesión del
inmueble, pues se limitaron a plantear una tímida demanda de desahucio, la que les fue declarada sin lugar y tampoco
aprovecharon el establecimiento de esta demanda para haber contrademandado a la actora, exigiendo la devolución de
todas las rentas que ella ha percibido por concepto de alquiler de la edificación existente en la finca objeto de ese
proceso, y/o la entrega forzosa de la finca. X.- El otro aspecto de relevancia que se considera importante analizar en
cuanto a esa normativa, es que en realidad en el presente caso, lo que nos encontramos es con un enfrentamiento de
derechos: por un lado el derecho de propiedad que legítimamente había adquirido doña A.M.R. y que se encontraba
debidamente inscrito en el Registro correspondiente, enfrentado ante el derecho de los acreedores, derecho que
inicialmente fue de crédito y ahora es de propiedad sobre el mismo inmueble, el cual se deriva de un acto fraudulento. De
lo anterior se desprende que nos encontramos ante una cuestión de prioridad de derechos, y ante esa situación nos
preguntamos ¿Cuál derecho prevalece sobre el otro? Evidentemente la respuesta para que se dé una solución justa a la
controversia que se ha suscitado debe ser la que proteja y tutele el derecho de la actora, por ser éste en todo momento
legítimo y auténtico y es precisamente con esa interpretación de la norma que se estima que sí son procedentes los
extremos petitorios el c) y ahora el d) que se están analizando, pues los derechos de estos acreedores provienen de un
derecho de propiedad adquirido por G.G. en una forma ilegal y por lo tanto el mismo vicio de nulidad ataca las escrituras
de hipoteca que posteriormente otorgó diciéndose propietaria de un inmueble que en realidad no le pertenecía. En la
sentencia de Casación dictada por la Sala Primera de la Corte Suprema de Justicia Nº 44 de las 14:50 horas del 5 de
abril de 1991, se expresaron varios conceptos de sumo interés para el punto que ahora se discute, ya que allí lo que se
dio fue el otorgamiento de una garantía hipotecaria de un bien sobre el cual el deudor no tenía el pleno dominio, pues tan
solo tenía derecho a una doceava parte del inmueble que era propiedad común de él y varios hermanos, sin que aquellos
hubiesen consentido. Dicho bien fue rematado y adjudicado por un tercero, quien lo inscribió a su nombre en el Registro
Público de la Propiedad. En lo conducente se expresa: "...X- Como ha quedado establecido, la nulidad de la hipoteca
hace también nulos los actos y contratos que sean consecuencia suya. En tal efecto, el remate, la adjudicación, la cesión
de derechos, las diligencias de información posesoria y la inscripción del inmueble en el Registro Público, devienen nulas,
pues en virtud de aquella nulidad, la situación jurídica se retrotrae al estado de cosas anterior al acto inválido, sea, a la
situación imperante antes de la constitución hipotecaria... porque la nulidad absoluta acarrea insubsistencia jurídica del
acto, de manera tal, que se elimina cualquier posibilidad de nacimiento o consolidación de derechos o efectos jurídicos en
favor o en contra de alguna persona, aun cuando se hayan ejecutado en alguna forma esos actos o contratos, pues en
virtud de la nulidad pierden también toda validez y eficacia dichos actos de ejecución, al restituirse la situación jurídica al
momento anterior a la producción del acto viciado de nulidad..." Por tal motivo las excepciones de falta de interés actual,
falta de derecho, falta de legitimación ad causam pasiva, falta de causa y sine actione agit, opuestas conjuntamente por
los co-demandados B. e Inversiones C.S.A. deberán rechazarse por improcedentes, e igual suerte corren las excepciones
que opuso la co-demandada G.G., por ser idénticas a las anteriores. XI.- Si como se ha establecido en líneas anteriores,
es pertinente la declaratoria de nulidad de las escrituras de hipoteca que la demandada G.G. otorgó diciéndose
propietaria, cuando en realidad no lo era, pues se dio la causal establecida en el inciso 1º del artículo 835 del Código
Civil, al faltar un elemento esencial cual es ser la titular del derecho de propiedad del cual dispuso G.G. mediante el
otorgamiento de las escrituras de hipoteca (...)" (el destacado es suplido). Sentencia del Tribunal Superior Segundo Civil,
Sección Primera, de las 9:25 hrs. del 7 de abril de 1993. Por todo lo expuesto, es claro que la sentencia impugnada no
adolece del vicio sustantivo que le achaca el recurrente. Su representada conserva el derecho de reclamar, contra quien
corresponda, las responsabilidades del caso ante la pérdida del inmueble, así como las indemnizaciones que resulten
procedentes, pero la propiedad debe restituirse al original y legítimo propietario, despojado por la acción fraudulenta del
acusado. Por lo expuesto, el reclamo debe rechazarse."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 346 de las 9,30 hrs.
del 3 de abril.

14. RESPONSABILIDAD CIVIL SOLIDARIA - Vehículo que transporta tucas de madera el día de los hechos.

"En todos los aspectos de su recurso por la forma (ver fs. 195 y siguientes), el apoderado de los actores civiles se dirige a
cuestionar la conclusión del tribunal de mérito en cuanto estimó que no se acreditó que el camión placas [...], conducido
por C.B.S., causante del doble homicidio culposo investigado en la presente causa, estuviera dedicado al transporte
remunerado de carga o fuera explotado con fines comerciales o industriales, con lo que limitó la responsabilidad de la
propietaria del mismo, la co-demandada civil M.R.L. Señala en un primer motivo que existe falta de fundamentación
porque el a quo no enlistó (sic) dicho aspecto en el cuadro fáctico del fallo o mencionándolo como "no demostrado" (f. 195
fte.); luego afirma que no se registró ni fundamentó "nuestro argumento o justificación dada (sic) para reprochar una
responsabilidad civil solidaria de la propietaria del camión causante del percance, cual fue el de que ese vehículo estaba
siendo explotado con fines comerciales" (f. 196); también indica que existe falta de fundamentación porque la sentencia es
contradictoria en sus razonamientos (ver fs. 197 y 198), así como que vulnera las reglas de la sana crítica al considerar
los jueces que no se ofreció prueba que demostrara que el citado camión se dedicaba al transporte remunerado de carga
o se explotaba con fines comerciales cuando sí se evacuó prueba en tal sentido (f. 198). II.- En el recurso por el fondo,
presenta el impugnante cuatro motivos donde alega el quebranto de normas sustantivas por errónea o falta de aplicación,
especialmente referidas a la norma de tránsito (arts. 187 y 188) pues estima que ninguna de ellas limita la responsabilidad
civil del propietario de un vehículo al valor de este último (f. 200 y 201), además de haberse dejado de aplicar el artículo
1048 del Código Civil (aunque no menciona este cuerpo de leyes) en su párrafo quinto, relativo a la responsabilidad civil
objetiva o sin culpa con base en la teoría del riesgo creado (sic. F. 201). III.- En efecto, le asiste razón en sus reparos,
entrándose a resolver directamente el fondo del asunto por economía procesal. Cabe advertir de previo que no se entra a
analizar el problema de las posteriores escrituras de traspasado del vehículo causante del percance y la eventual
responsabilidad del nuevo (s) propietario (s) -aspecto que examina el tribunal de mérito sin que su criterio sea
necesariamente compartido por esta Sala -por cuanto la parte codemandada civil no formuló recurso en esta vía. Aunque
no resulta indispensable señalar en el fallo una secuencia de "hechos no probados" como pretende el recurrente, es lo
cierto que del cuadro fáctico acreditado y de su relación con el análisis que se hace respecto de la acción civil (en el
Considerando Cuarto visible a folios 185 vto. y ss.) se observa sin ninguna duda que el automotor placas 10181 con que
se causó la muerte de las víctimas, transportaba "tucas" de madera el día de los hechos. Tal circunstancia significa, de
modo obvio y notorio, que se dedicaba a los fines dispuestos por el artículo 187 inciso b) de la Ley de Tránsito
(explotación y transporte comercial), sin que interese en lo absoluto cuál pueda ser la profesión y oficio de quien aparece
inscrito como dueño, por lo que exigir una prueba mayor sobre tal extremo carece de logicidad y vulnera las reglas de la
experiencia. Inclusive es de notar que un camión como el referido normalmente solo puede tener como propósito tales
actividades. Ante dicha situación, resultan inadmisibles los argumentos contrarios de los respectivos juzgadores y debe
declararse con lugar el recurso por violación de leyes sustantivas -en especial el citado artículo 187 ibid-, por lo que se
casa la sentencia en el aspecto reclamado y resolviendo el fondo del asunto se declara que la responsabilidad civil de la
señora M.R.L. no se limita al valor del vehículo causante del accidente (en el cual desde luego debe mantenerse gravado
conforme lo ordena el 188 ibid), sino que es solidaria con el sentenciado C.B.S. en el pago de todos los montos
acordados como indemnización a los actores civiles (daño material, daño moral y otros rubros)."1998. SALA TERCERA DE
LA CORTE, Nº 883 de las 9,57 hrs. del 18 de setiembre.

15. ROBO AGRAVADO - Desapoderamiento de una parte de lo sustraído por huida de coautores consuma el ilícito.

"Se acusa la errónea aplicación de los artículos 71 y 74, y la falta de aplicación de los artículo 24 y 73, todos del Código
Penal, al haberse considerado que en el presente caso se está en presencia de un delito consumado y no de una
tentativa.- Este reclamo, que tiene relación con el anterior, debe declararse sin lugar, porque se acreditó que el asalto fue
cometido entre varios sujetos y que no todos pudieron ser detenidos o identificados. Estos actuaron como coautores del
hecho, compartiendo el dominio del suceso, y si al intervenir la policía en defensa del menor asaltado, algunos de ellos
lograron escapar (sólo a cuatro de los agentes se pudo detener, y en posesión de algunos de los bienes del ofendido),
dando lugar a que una parte de las cosas del ofendido R.V.M. no pudieran recuperarse, cabe estimar como consumado el
delito de Robo agravado, pues el sujeto pasivo se vio efectivamente desapoderado de una parte de sus cosas, sobre las
cuales lograron disponer sus asaltantes. No es atendible el argumento del defensor en el sentido de que: «En el caso que
nos toca, el ofendido M.V. conserva una posibilidad de disponer de los bienes no recuperados -el reloj, la billetera y los
audífonos del walkman-, por cuanto los cuatro sujetos que lo atraparon se encuentran detenidos y son requisados sin
encontrarles dichas pertenencias, pero ni el propio ofendido ni los policías hacen por donde buscar en los alrededores del
lugar del hecho -en el caño, en la acera, en algún lote o patio cercano-, sino que proceden a trasladarse a la Comisaría
dándolos por perdidos» (recurso, folio 210). Tal razonamiento es falaz, pues en realidad el sujeto pasivo no conserva
ninguna posibilidad de disponer efectivamente de esas cosas, ya fuera como propietario, poseedor o tenedor de aquellas.
Aún admitiendo hipotéticamente que después de apoderarse de esas cosas del ofendido, los asaltantes las hubieran tirado
o abandonado al advertir la inminencia de su detención, tal sería un caso de desapoderamiento para el ofendido, de
apoderamiento y disposición por parte de aquellos, contra el titular del bien jurídico tutelado, que sólo por casualidad
podría recuperar nuevamente la cosa. La propiedad, posesión o tenencia de los muebles se entiende que debe ser
material y efectiva, no puede ser aleatoria: resulta un verdadero exceso pretender supeditar la comprobación de la
consumación de esta clase de delitos, exigiendo a la víctima (o a las autoridades que la asistieron) demostrar que han
revisado exhaustiva y diligentemente los caños, aceras, lotes, patios, techos, vehículos, garajes o demás sitios
imaginables que se encuentren alrededor del lugar del hecho, sin poder recuperar los bienes. En el presente caso, la
circunstancia de que algunos de los asaltantes hubieran sido detenidos al momento del hecho, no excluye que se
consumara el suceso, ya que el ofendido V.M. perdió la posibilidad de ejercer actos materiales y efectivos de disposición
sobre una parte de sus bienes, a causa de la acción emprendida por sus agresores."1998. SALA TERCERA DE LA
CORTE, Nº 974 de las 9,55 hrs. del 9 de octubre.

16. TENTATIVA DE EXTORSION - Operativo policial que impidió consumación - Diferencia con el delito de amenazas
agravadas.

"Como único agravio del recurso por vicios in iudicando interpuesto por el Lic. J.A.G.C. en favor de su defendido R.S.M.,
se acusa la inobservancia por errónea aplicación de los artículos 24 y 214 del Código Penal, pues en su criterio los
hechos acreditados en la sentencia no permiten tener al imputado como autor del delito de tentativa de Extorsión. Esto
así, señala el recurrente, porque tal ilícito es uno de los denominados delitos complejos, para lo cual cita, entre otras, una
de las obras del Dr. Francisco Castillo González ("El delito de Extorsión", Seletex Editores, San José, 1991, págs. 30 y
31), para señalar que el fundamento de la punibilidad en la Extorsión es la suma de la lesión a dos bienes jurídicos (a
saber, la libertad y el patrimonio), adición que no se verificó en el presente caso -pese a que sí se vulneró la libertad-,
pues la ofendida R.B.M. no sufrió ningún perjuicio patrimonial y en realidad ni siquiera estuvo en peligro, en vista de que
ella acudió al auxilio del Organismo de Investigación de Judicial, cuyos agentes prepararon un operativo mediante el cual
se detuvo a su patrocinado, que la defensa califica como un "delito experimental", en que el control policial de la situación
impide el peligro para el bien jurídico tutelado, tanto así que la ofendida nunca realizó una disposición patrimonial
perjudicial para sí o para un tercero. En vista de lo anterior, considera la defensa que la actuación de la ofendida tornó
atípica la conducta del acusado y que por la falta de afectación al bien jurídico patrimonio no se puede configurar siquiera
la tentativa de Extorsión sino, a lo sumo, el delito de Amenazas agravadas tipificado en el artículo 195 del Código Penal.
A partir de estas razones, solicita el impugnante que se absuelva de toda pena y responsabilidad a R.S.M. por el delito
que se le ha atribuido.- Considera la Sala que este reclamo se debe declarar sin lugar. Los hechos acreditados en
sentencia son los siguientes: 1.- Que el día 20 de enero de 1997 [no "1977", evidente error material de la sentencia (cfr.
folios 83 y 86 y requerimiento a folio 42), que se corrige al tenor del artículo 484 del Código de Procedimientos Penales]
«en horas de la mañana, el imputado R.R.S.M. procedió a comunicarse telefónicamente con la ofendida R.B.M., quien le
indicó que debido a una acción de su hermano K.B., él había perdido una suma de dinero cercana a los cien mil colones,
por lo que ella debía pagárselos bajo la amenaza reiterada de que en caso de negarse a hacerlo, él y otras dos personas
que actuaban en su asocio se encargarían de hacerle daño a su familia; acto seguido le señaló a la ofendida que la
volvería a llamar al mediodía, lo cual efectivamente realizó dejándole el mensaje que se trataba del asunto de la deuda de
cien mil colones que había tenido por culpa de K. y que la llamaría al día siguiente; ante la situación de amenaza para
ella y su familia la señora B.M. opta por interponer la denuncia ante el Organismo de Investigación Judicial. 2.- Al día
siguiente 21 de enero aproximadamente a las diez horas el encartado vuelve a telefonear a la agraviada, reiterándole la
obligación de entregarle los cien mil colones bajo la amenaza de dañarla a ella y su familia, indicándole incluso que la
vivienda estaba vigilada y que ya sabía que el día anterior ella había ido a poner la denuncia, intimidándola bajo la
advertencia "si a él le pasaba algo, los otros dos se encargarían de la familia y que tranquila no dormiría mas. 3.- El día
22 de enero de 1997, a eso de las nueve de la mañana el acusado se comunica telefónicamente con la ofendida para
insistir en sus demandas y amenazas, reiterando con dos llamadas mas, al mediodía y en horas de la noche para acordar
como se entregaría el dinero, siendo que ella por indicación de los investigadores del O.I.J. que se apersonaron a su
vivienda, le dijo que como ella no tenía dinero suficiente una prima se lo iba a prestar y que era ella quien lo iba a
entregar, brindándole a su vez una descripción física de una de las investigadoras del O.I.J. quien era la que en realidad
se apersonaría a dejar el dinero,. 4.- Finalmente en horas de la mañana del 23 de enero de 1997, el imputado por
teléfono se pone de acuerdo con la ofendida para la entrega del dinero, advirtiéndole que debía depositarlo entre las dos y
dos y quince de la tarde de ese día, en una caja de cartón de color celeste que tenía pintado un chupón, la cual se
encontraba por el teléfono público de la Plaza de Mozotal de Guadalupe. 5.- Mientras se suscitaban las conversaciones
entre la ofendida y el imputado, los investigadores del O.I.J. prepararon un operativo que incluyó marcación de billetes y
una orden de requisa personal, ambas emitidas por la Actuaria del juzgado de Instrucción de Goicoechea, siendo entonces
que una investigadora a la cual se le había identificado como la prima que iba a dejar el dinero, procedió a la hora y en el
lugar convenido con S.M. a depositar el dinero marcado en la precitada caja de cartón que tenía un chupón impreso en su
exterior, la cual estaba ubicada frente al teléfono público de la plaza de deportes de Mozotal tal y como lo había dicho el
justiciable a la ofendida; casi de inmediato se presentó el acusado R.S. a bordo de una bicicleta, de seguido recogió la
caja en mención y se la introdujo dentro de su vestimenta, siendo detenido a unos doscientos metros del lugar por los
investigadores del Organismo de Investigaciones Criminales encargados de la operación, decomisándole en el acto la caja
de marras que contenía en su interior una bolsa plástica con el dinero previamente marcado» [sic, folios 86 a 88].
Conforme al artículo 214 del Código Penal "Será reprimido con prisión de dos a seis años, el que para procurar un lucro
injusto obligare a otro con intimidación o con amenazas graves a tomar una disposición patrimonial perjudicial para sí
mismo o para un tercero". La jurisprudencia de la Sala ha señalado que este delito de Extorsión requiere de varios
elementos para su consumación: «En primer término es necesario antes que todo la existencia de una amenaza grave o
intimidación sobre la víctima; en segundo lugar, esa intimidación o amenaza debe ir dirigida a obligar a la víctima a que
tome una disposición patrimonial o perjudicial para sí, con el fin de que el agente activo obtenga un lucro injusto; y en
tercer lugar, debe existir esa disposición patrimonial perjudicial para la víctima o para un tercero, es decir la amenaza o
intimidación debe producir su efecto» (Sala Tercera, V-140 F de las 8:55 hrs. del 16 de abril de 1993). En el presente
asunto no cabe duda alguna -el propio recurrente lo admite- de que el acusado S.M. intimidó con amenazas graves a la
ofendida B.M. para que tomara una disposición patrimonial perjudicial para sí misma, al exigirle ilegítimamente una suma
de varios miles de colones, que al final no pudo obtener por causas ajenas a su voluntad -debido a la mencionada
intervención policial-, conducta que efectivamente -debe convenirse con el Tribunal a quo- constituye una tentativa de
Extorsión, por aplicación del artículo 24 del Código Penal, dispositivo amplificador que retrotrae la punibilidad de la
conducta tipificada al inicio de los denominados actos de ejecución, según la teoría del iter criminis, esto es, a los "actos
directamente encaminados a su consumación", cuando esta no se produce por causas independientes al agente. Ninguno
de los alegatos expresado en la impugnación es atendible, pues el propio Dr. Francisco Castillo González, en la
monografía citada por el recurrente, señala con suma claridad que: «De acuerdo a la definición general de tentativa, ésta
existe cuando se inicia la ejecución de un delito por actos directamente encaminados a su consumación y ésta no se
produce por causas ajenas al agente [...] En la extorsión, la tentativa se inicia cuando el agente empieza los actos de
amenaza grave o de intimidación, directamente dirigidos a la obtención del lucro injusto. Por ejemplo, el delito se inicia
cuando el agente envía la carta extorsiva o cuando manifiesta verbalmente su amenaza y su pretensión económica o
cuando inicia los actos de violencia dirigidos a obtener el acto dispositivo. Esto aunque el ofendido no realice acto
dispositivo alguno, porque la amenaza o la intimidación no fue suficiente para obligarlo por su fortaleza de carácter o
porque el medio empleado no era apto para atemorizar» (el subrayado no es del original, Op. cit., págs. 96 a 97).
Tampoco se verificó en la especie un "delito experimental" pues, como se desprende de lo que se lleva dicho, la
intervención policial en realidad se produce una vez iniciados los actos de ejecución, con el propósito de evitar la
consumación, individualizar y detener a los posibles partícipes del delito emprendido contra B.M. Respecto a casos
análogos, señala la doctrina que «...tenemos extorsión tentada y no consumada, cuando el agente, en el acto de
apoderarse de la suma depositada, es arrestado por la fuerza pública puesta en acecho, o cuando en vez de dinero se
deposita un objeto sin ningún valor, con el único fin de hacer posible la intervención de la policía» (MAGGIORE,
Giuseppe: Derecho Penal, Parte Especial, Vol. V, Editorial Temis, Colombia, 1989, pág. 102). Por otra parte, ciertamente
existe unanimidad doctrinal respecto a que la Extorsión se trata de un delito pluriofensivo donde se ataca el patrimonio por
medio de una agresión a la libertad (cfr. BREGLIA ARIAS, Omar y otro: Código Penal, 2ª edición, Editorial Astrea, Buenos
Aires, 1987, pág. 575), pero resulta claro que en este caso, los actos de ejecución realizados por S.M. no solo lesionaron
la libertad de R.B.M. -lo que incluso admite la defensa-, sino que se presentaron como idóneos para poner en peligro el
patrimonio de la ofendida, que solo por haber logrado vencer el temor de las amenazas y acudir al auxilio de la policía
judicial, logró superar el injusto trance a que la sometió el encartado, por lo que concurren en la especie todos los
elementos típicos de una tentativa de Extorsión. Tampoco se está en presencia del delito de Amenazas agravadas
previsto en el artículo 195 del Código Penal. La diferencia entre este delito y la Extorsión radica en que en el primero se
pena la amenaza en sí misma, prescindiendo de todo resultado (es un delito formal, cfr. FONTAN BALESTRA, Carlos:
Derecho Penal, Parte Especial, 10ª edición, Abeledo Perrot, Buenos Aires, pág. 466), mientras que la Extorsión la
amenaza se sanciona en cuanto medio para procurar un lucro injusto (es un delito de resultado, cfr. CASTILLO, Op. cit.,
pág. 99 y MAGGIORE, Op. cit., pág. 100). Al respecto se dice que: «La característica del delito de extorsión [...] no
consiste tanto en la injusticia intrínseca de la amenaza, cuanto en la injusticia del provecho que se trata de realizar por
medio de la amenaza» (FONTAN, Op. cit., pág. 468). Por todo lo expuesto se declara sin lugar el recurso
interpuesto."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 558 de las 10,10 hrs. del 12 de junio.

17. TENTATIVA DE HOMICIDIO EN CONCURSO IDEAL CON TENTATIVA DE ABORTO - Inexistencia de desistimiento.

"En este capítulo del recurso se acusa la errónea aplicación de los artículos 21, 22, 24, 75, 76, 111 y 124 del Código
Penal, en relación con el delito de homicidio en estado de tentativa, así como la errónea aplicación de la teoría de los
concursos. Esto así porque si se acepta que en realidad el imputado M.A.F. llamó a su hermano G. para que este
encontrara a la ofendida, "lo propio -dicen las recurrentes- era entrar a calificar la acción como desistimiento y no como
tentativa porque se trató de una causa ajena al autor del hecho", y el autor debía responder únicamente por los hechos
que independientemente podían constituir delito. Así las cosas -alega la defensa-, no habría tentativa de Homicidio sino
Lesiones graves, y habría que absolver en cuanto a la tentativa de Aborto. Por otra parte se reprocha que la penalidad
dispuesta para el concurso ideal de delitos declarado por el Tribunal a quo no se dispuso de conformidad con el artículo
75, sino conforme al 76, razón por la cual solicita que esta Sala imponga una pena máxima de tres años de prisión,
otorgando el beneficio de ejecución condicional de la pena a su defendido.- IV.- A efecto de resolver este reclamo debe
estarse al hecho acreditado en sentencia, a saber: «Que aproximadamente durante el año 1993, el aquí imputado M.A.F.
y la ofendida B.M.V., vecinos de Mercedes Norte de Puriscal, mantuvieron una relación de noviazgo de la cual resultó la
última embarazada. Al enterarse el imputado de ese estado de su novia, dio por terminada la relación y se negó a volver a
ver y hablar con B. Que la ofendida decide trasladarse a vivir a Quepos, siendo que en fecha 2 de enero de 1994,
regresa a su pueblo natal en busca de unos documentos, arribando a Mercedes Norte al ser las 6:00 p.m [sic] de ese día,
dirigiéndose a la casa de su prima S. quien es casada con G.A., hermano del imputado. En ese lugar se encontraba la
madre de S., M.R. quien además es su madrina, acordando irse a dormir a la casa de esta última, no obstante de camino
decide hacer una llamada telefónica del público que se encuentra ubicado cerca del salón de baile del lugar. Es por ese
sitio que se encuentra con el aquí acusado, el cual inicialmente se rehusa a hablar con ella, no obstante de repente
cambia de opinión y le indica que si quiere hablar con él que lo acompañe donde un compañero a quien tiene que dejar
un recado. De esta forma logra engañarla y la lleva por fincas y predios alejándola del centro de población y de la mirada
de curiosos, llevándola hasta la finca cafetalera de R.G. en donde se ubica un profundo y estrecho pozo. Prácticamente al
borde de ese pozo le indica que allí hablaran y cuando B. le reclama lo que hará con respecto a su estado de embarazo
de cuatro meses, éste le exige que aborte a lo que B. se opone enfáticamente. Como respuesta M. le arrebata el bolso y
lo arroja al pozo a lo que B. le reclama que allí porta documentos y dinero que necesita. Ante la actitud de M., la ofendida
siente dolor de estomago y se sienta lo cual aprovecha el imputado para arrollarse un pañuelo en la mano y toma a B. por
el cuello, apretándolo con fuerza mientras le dice que ella no merece ser madre. B. pierde el conocimiento y creyendo el
acusado que su víctima había muerto, la arroja de cabeza al pozo y luego le tira encima ramas de café con el objeto de
esconder el cuerpo. Varias horas después, al ser las 11 de la noche, B. despierta y al verse de cabeza en un lugar
estrecho, hace acopio de fuerzas al sentir a su hija moverse en su vientre y logra colocarse en posición normal
procediendo a gritar pidiendo ayuda. En esa posición estuvo desde la noche del domingo 2 de enero, hasta el medio día
del miércoles 5 de enero ambos de 1994, cuando es descubierta por G.A.F., quien había preguntado a A.G. la ubicación
de los pozos y se encontraba avocado a buscarla. Que para poder sobrevivir la ofendida tuvo que beber su propia orina
en un zapato. Que cuando fue rescatada del pozo, lo primero que B. indicó fue que no le hicieran nada a M. De inmediato
es trasladada a la clínica de Puriscal y luego al Hospital San Juan de Dios, donde se le dictaminaron una serie de
lesiones y un desprendimiento de la placenta que puso en peligro la vida de su hija. Que en definitiva la ofendida resultó
con una incapacidad temporal de seis meses y una pérdida de la capacidad general orgánica del 5%. Además requiere
tratamiento psicoterapéutico y se concluye que todas las lesiones que presentó, tienen relación directa con los hechos.
Que en un principio B. no quiso revelar a las autoridades el nombre de su agresor, ello con el objeto de no tener que
enfrentarlo en un proceso judicial dado el temor que le tomó, no obstante decidió hacerlo señalando a quien intentó
asesinarla a ella y a su hija» ([...], Sentencia, folios 187 a 190). En el recurso por la forma las impugnantes tacharon de
ilegítima la apreciación del tribunal en el sentido de que el acusado M.A.F. le dijo a su hermano G. lo que había hecho
con B. y que por eso G. se dio a la tarea de buscarla específicamente en los pozos del lugar, con la ayuda de A.G., quien
lo ubica respecto a la posición exacta de los mismos (cfr. sentencia, folios 210 y 211). Ahora pretenden, a partir de ese
mismo razonamiento del a quo, sustentar la existencia de un desistimiento por parte del imputado. Nuestra legislación no
contiene una disposición expresa sobre la impunibilidad de la tentativa desistida voluntariamente, pero está implícito en el
texto del artículo 24 del Código Penal, ya que el desistimiento es una forma de que el delito no se consume por causas
dependientes del agente. Al transcribir el hecho probado, se subrayó la parte que refiere que cuando el imputado lanzó a
la ofendida al pozo y la cubrió con ramas de café, lo hizo con el objeto de esconder el cuerpo, pues creyó que su víctima
había muerto, detalle que se reitera en otras partes de la sentencia, al decir el a quo, por ejemplo: «Luego de creerla ya
muerta, M. tira a B. al pozo abandonado y en un claro afán de ocultar su atroz doble delito, arroja sobre el cuerpo de la
ofendida ramas de café que toma del lugar aprovechando que recién había sido podado el cafetal» (sentencia, folio 206).
«Si algo salvó a B., aparte de su gran fe en Dios y su amor a su hija, fue que M. creyera que había muerto ahorcada...»
(Sentencia, folio 218). De ahí que el a quo haya indicado que G.A., al enterarse de lo sucedido: «...decide ir a buscar su
cuerpo, sea para denunciar su aparición o bien para terminar de ocultarlo» (Sentencia, folio 211). Pues bien, si se acreditó
que el imputado creyó muerta a la ofendida (sabiendo que ella estaba embarazada) y que la lanzó al pozo para ocultar su
cuerpo, resulta absurdo considerar que con posterioridad pudiera haber desistido de su plan delictivo, esto es, que
creyéndolas muertas pudiera haber abandonado la idea de causarles la muerte. En el presente caso, el imputado no
interrumpió la realización de la conducta típica, sino que realizó todos los actos necesarios -según su plan- para lograr la
consumación, pero esta no tuvo lugar por causas totalmente ajenas a su voluntad (delito frustrado), porque ella no estaba
muerta y porque quienes se dieron a la búsqueda del "cuerpo" más bien la encontraron con vida y la rescataron. Si la
ofendida M.V. estaba embarazada, resulta correcta la calificación jurídica dada en sentencia, pues ciertamente se está en
presencia de una tentativa de homicidio simple en concurso ideal con una tentativa de aborto sin consentimiento.
Conforme al artículo 75 del Código Penal: "Para el concurso ideal, el Juez aplicará la pena correspondiente al delito más
grave y aún podrá aumentarla". En el presente caso el delito más grave es el de homicidio, y en vista de que el hecho
ocurrió el 2 de enero de 1994, antes de la reforma introducida al artículo 111 del Código Penal por la Ley Nº 7398 de 3
de mayo de 1994, la pena prevista para el Homicidio simple va de 8 a 15 años de prisión. Aunque en la parte dispositiva
de la sentencia se desglosa el total de la pena impuesta (a saber, 15 años) diciendo que de esa suma 10 años son por la
tentativa de homicidio simple y los otros 5 años corresponden a la tentativa de aborto sin consentimiento (cfr. folio 221), lo
cierto es que expresamente se citan tanto "las reglas del concurso ideal" como el artículo 75, y el total de la pena coincide
exactamente con el extremo mayor de la pena correspondiente al delito más grave, por lo que en realidad la penalidad
dispuesta no se apartó de la que procede asignar al concurso ideal, ni se le causó agravio alguno al condenado que
justifique la enmienda de lo resuelto. La penalidad dispuesta por el a quo se asentó sobre una adecuada motivación,
respetuosa de los principios consignados en los artículos 71, 73 y 75 del Código Penal (cfr. folios 220 a 221), de manera
tal que la importancia de la lesión y peligro a que fueron expuestas las vidas de la ofendida y de su hija por nacer, y los
motivos que lo determinaron a actuar así contra ellas, excluyen la posibilidad de disminuir la pena a tres años de prisión,
como lo pretenden las impugnantes. Por lo tanto se declara sin lugar este reclamo."1998. SALA TERCERA DE LA
CORTE, Nº 846 de las 9,08 hrs. del 4 de setiembre.

18. TENTATIVA DE HURTO AGRAVADO - Uso de llave falsa - Hechos anteriores que reflejan propósito de
apoderamiento de bienes.

"En el único motivo de casación por el fondo alega el recurrente que la conducta desplegada por su defendido (a partir del
hecho probado quinto) cuando intentó ingresar a la vivienda de la ofendida, cuando creía que no había nadie en ella, no
es típica de una tentativa de robo agravado. Indica que la determinación del dolo de desapoderamiento no está
debidamente acreditado en la especie, y que no puede partirse de que el acusado en esta ocasión había planificado un
robo de objetos en el hogar de la ofendida. El recurrente lleva razón parcial en su reclamo por cuanto la agravación
analizada por el a quo y el análisis típico son incorrectos, pero no así en cuanto a que en la especie, a partir del hecho
probado quinto, no se pueda estimar que no se ha producido delito alguno. Esta Sala ha examinado los argumentos
dados por el a quo a partir del folio 119 frente, y encuentra que el razonamiento judicial intenta agravar la figura del robo,
presuntamente cometida por el acusado, utilizando al efecto lo previsto en el último párrafo del artículo 213 del Código
Penal. Los juzgadores reconocen, abiertamente, que si bien el uso de llave falsa no ha sido incluido en el conglomerado
de circunstancias de agravación incluido en el inciso 3 del 213 en relación con el artículo 209 del Código Penal, esto no
obsta para que esta circunstancia sí puede ser utilizada para agravar el robo, toda vez que al tenor del último párrafo del
213 se consideraría ésta una agravación, para efectos del cálculo de la pena a imponer. En todo caso, este análisis
judicial resulta innecesario, no sólo porque ese supuesto de agravación no corresponde, como porque lo que realmente se
tentó fue un hurto, en su forma agravada, mediante el uso de llave falsa (artículo 209, inciso 3 del Código Penal), toda
vez que no se sabe el monto de lo que iba a ser sustraído, como también porque lo exteriorizado por el sujeto, hasta ese
momento, eran elementos propios del hurto, el cual no se pudo llevar a cabo por circunstancias ajenas al autor del hecho.
Estima esta Sala, que si bien es cierto el Derecho Penal tiene un límite básico y este es que no se puede intentar
condenar a un sujeto por aspectos que sólo se hallan en su mente y que no se han exteriorizado, y que la
fundamentación antropológica del derecho penal obliga a castigar por actos y no por tendencias o formas de escogencia
de realización de un plan de vida, también es cierto que un fallo condenatorio puede basarse en derivaciones de un plan
general del autor, ya debidamente exteriorizado y comprobado. En la especie tenemos que ese 30 de agosto de 1996
intentó el acusado ingresar a la vivienda de la ofendida, el dolo que exteriorizó con su conducta no era meramente de
violación de domicilio, esto no sólo porque no tiene sentido que únicamente deseara gozar de la permanencia sin permiso
en el hogar de otros, sino porque ya sabía que no había nadie en la casa, lo que le facilitaría sustraer cosas quizá más
importantes que el botín que para la fecha ya había logrado recolectar. En efecto, con anterioridad había sustraído
diversos bienes de la señora C.A., que lo había contratado para que hiciera algunos trabajos en su casa (ver hechos
probados numerados del uno al cuatro, a folios 112 vto. y 113 fte.), y ese mismo día treinta de agosto, en que se frustró
su intento de ingresar a la morada de la ofendida, regresó como se le dijo en la tarde y se apoderó de tres mil colones
que habían sido marcados con anterioridad y que se le decomisaron después. Estos hechos manifiestan que el propósito
del encartado ese concreto día 30 de agosto era apoderarse también de bienes de la ofendida, aprovechando la ocasión
que no había nadie en la casa, lo que no era cierto pero que él no tenía manera de comprobar. Nótese que el acusado
incluso accionó el timbre de la casa para cerciorarse que no había nadie presente, y pensando que tal cosa era cierta
pateó la puerta, intentó utilizar su llave maestra para ingresar por la puerta principal, intentó sin éxito abrir el candado de
la puerta posterior y no lo logró porque casualmente el día anterior había sido cambiado. De lo exteriorizado hasta ese
momento no puede derivarse con lógica que casualmente ese día quisiera gozar de la permanencia sin permiso en el
hogar de quien tenía derecho a excluirlo, configurándose entonces la circunstancia prevista en el inciso 3 del artículo 209
del Código Penal, y no los elementos típicos del artículo 213 como incorrectamente lo indica el tribunal de mérito. Por lo
anterior debe admitirse parcialmente el recurso por vicios in iudicando; debe recalificarse la figura reprochada a tentativa
de hurto agravado, en aplicación de los artículos 24 y 209, inciso 3, del Código Penal, sin embargo, el monto de pena
impuesto en sentencia se mantiene incólume, toda vez que los extremos previstos para el hurto agravado van de tres
meses a tres años, siendo así que el quantum de pena justificado por el a quo se corresponde con los extremos indicados
por el legislador para el hurto agravado. La sentencia se mantiene incólume en todos los demás aspectos."1998. SALA
TERCERA DE LA CORTE, Nº 912 de las 14,43 hrs. del 29 de setiembre.

19. TRAFICO DE DROGAS - Pacto de compra que no se llevó a cabo por intervención policial constituye acto
preparatorio impune.

"Por economía procesal, esta Sala entra directamente a resolver el motivo de fondo interpuesto por el acusado W.R.R.,
quien alega la atipicidad de su conducta, la cual consistió en haber pactado una compra de droga, cosa que no se realizó
ni pudo siquiera desarrollarse en virtud de la intervención policial. Los suscritos coinciden con el alegato planteado.
Efectivamente, si se observa la actuación acreditada del coencartado R.R. (folios 1017 y 1157 y siguientes), esta se limitó,
por la inoportuna interferencia policial, a pactar la compra de medio kilo de cocaína, pues M.C., el vendedor, fue detenido
con anterioridad al encuentro; de tal suerte que a R.R., lo que se le sanciona es una intención manifiesta, un acuerdo y
una espera infructuosa, sin que haya siquiera desarrollado actos de ejecución de algún verbo típico (traficar, comerciar,
poseer, etc.). En consecuencia, la actuación de R.R. se restringió a actos preparatorios, los cuales por tesis de principio
de un ordenamiento penal liberal (o "democrático", como suele convencionalmente llamársele), son impunes; ello no sólo
por un asunto de tipificación específica, o de política criminal normada, sino esencialmente en respeto al principio de
lesividad que debe entenderse contenido en los preceptos fundamentales, es decir que el Estado no puede intervenir o
sancionar acciones que no dañen a otra (s) persona (s) (recogida tímidamente en el artículo 28 de la Constitución
Política). A pesar de ello, frecuentemente los ordenamientos, y el nuestro tristemente no es excepción, echan mano al
socorrido expediente de convertir de suyo en figuras típicas propias actos preparatorios de otras. En consecuencia, tener
como típico el simple acuerdo para traficar drogas, amén de un riesgoso precedente para otros casos, tanto a efectos
probatorios como de política punitiva, es un error y va contra los principios básicos de las garantías liberales del derecho
penal, dado que no se ha causado lesión a ningún bien jurídico ni esta se encuentra en marcha; lo cual haría ilegítima la
intervención estatal. Por otra parte, esas meras actuaciones, no están dispuestas para la realización inmediata del tipo
delictivo, conforme al plan del autor, que sólo se daría en el acto mismo de la posesión del tráfico o comercio (que
plausiblemente habría tenido lugar de no haber sido por la ingenua actuación policial), y no antes. En razón de lo anterior,
debe procederse a absolver a W.R.R. por el delito de tráfico de drogas, que en perjuicio de la salud pública le ha sido
achacado. Se ordena su libertad definitiva, en caso de estar privado de libertad por esta causa."1998. SALA TERCERA DE
LA CORTE, Nº 908 de las 14,31 hrs. del 29 de setiembre.

20. VIOLACION - Determinación de las circunstancias de tiempo no puede convertirse en impunidad.

"Finalmente se denuncia la infracción de los artículos 39 de la Constitución Política, 226, 395 párrafo tercero y 400 incisos
2º y 4º del Código de Procedimientos Penales de 1973, por inobservancia de las reglas de la sana crítica racional, porque
el Tribunal de juicio "da por un hecho -dice la defensa- que los ilícitos ocurrieron durante 1993 y 1994", resultando ilegal
no indicar, por lo menos aproximadamente, el momento en que acontecieron. En su criterio tal defecto provoca la nulidad
de la sentencia, lo cual apoya con la siguiente cita jurisprudencial: "...Tratándose de falta de fecha de la ocurrencia de
hechos, ni siquiera la fecha aproximada, conlleva a la falta de fundamentación..." (Sala Tercera, Nº 20-F del 13 de enero
de 1994, así citada por el recurrente).- Este último reproche tampoco es de recibo. Nótese que lo que la sentencia dice -
tres veces- es que los hechos sucedieron "entre finales del año mil novecientos noventa y tres y principios del año mil
novecientos noventa y cuatro" (cfr. folios 598 vuelto a 599 frente). Ciertamente la jurisprudencia de casación ha exigido
que las circunstancias de tiempo del hecho objeto del proceso deben determinarse, siempre y cuando sea posible, con la
indicación precisa de su fecha, pero advirtiendo que en caso de no poderse delimitar con exactitud, debe señalarse la
fecha aproximada (véanse, por ejemplo, las resoluciones de esta Sala V-55-F de las 16:30 hrs. del 2 de julio de 1981; V-
162-F de las 9:40 hrs. del 11 de agosto de 1989; V-282-F de las 9:30 hrs. del 14 de junio de 1991; V-453-F de las 8:35
hrs. del 2 de octubre de 1992; V-20-F de las 9:05 hrs. del 13 de enero de 1994; V-48-F de las 14:25 hrs. del 16 de marzo
de 1994). La "cita" de jurisprudencia formulada por la defensa se refiere a un caso muy distinto al presente y lo que en
realidad dice es que: «Esta Sala ha requerido que la fecha debe expresarse siempre y cuando sea posible, y que de no
poderse debe señalarse la aproximada [] Pero tratándose de falta absoluta de determinación de la fecha de la ocurrencia
de los hechos, ni siquiera la fecha aproximada, ello tanto conlleva a la falta de la "determinación precisa y circunstanciada"
[...] modalidad de falta de fundamentación, que sí es causal de nulidad del pronunciamiento, además de que se deja en
total incertidumbre eventualidades referidas a la prescripción, sea en cuanto a las posibilidades de su punto de partida» (el
subrayado es suplido). En el presente caso no hay una falta absoluta de determinación en cuanto al tiempo del hecho, ya
que el Tribunal determinó que las agresiones sexuales sufridas por los ofendidos ocurrieron durante un período
aproximado que va de finales de 1993 a principios de 1994 (lo que descarta la prescripción de las acciones penales). Esta
imprecisión no vulnera el derecho de defensa de los tres imputados, sino que es racionalmente aceptable si se le suman
las demás circunstancias de modo y lugar acreditadas, esto es, que todas las agresiones sexuales fueron cometidas en el
mismo lugar ("H.D.M." u H.M. de P. de C.), con ocasión de las funciones que ejercían ahí los tres imputados, como
"Hermanos" encargados de asistir, guardar y custodiar directa y personalmente a los tres jóvenes ofendidos, que vivían
internados en ese lugar, por sufrir abandono y por tener incapacidades físicas y mentales. Ante este conjunto de
circunstancias la acreditación de la hora y fecha exacta de cada agresión sexual excede en este caso concreto (debe
reiterarse, dadas la naturaleza de los delitos cometidos y las condiciones personales de los ofendidos, únicos testigos
directos de aquellas) la correcta inteligencia del requisito cuya inobservancia se acusa, pues tales circunstancias de modo,
tiempo y lugar -en conjunto- resultan ser claras y suficientes para que los acusados y sus patrocinadores letrados
pudieran ejercer oportuna y eficazmente el derecho de defensa. La determinación del tiempo en que ocurre el hecho
punible es una garantía que no puede trocarse en causal de impunidad en casos como el presente (en que abundante
prueba indirecta, testimonial y pericial, permite tener certeza sobre la existencia del hecho acusado y la participación en
ellos de los imputados), sólo porque las víctima -dada su discapacidad mental- no puede determinar la hora y fecha
exacta en que fue violada o abusada deshonestamente. Finalmente, la imprecisión del tiempo del hecho en este caso
tampoco ha afectado a los imputados desde el punto de vista de la aplicación en el tiempo de la legislación penal, ya que
el tribunal de mérito advierte claramente que aplica los textos legales de los artículos 158 (Violación agravada) y 161
(Abuso deshonesto) anteriores a la reforma introducida mediante Ley Nº 7398 de 3 de mayo de 1994, publicada en la
Gaceta Nº 89 de 10 de mayo de 1994, en la que se aumentan las penas de estos delitos."1998. SALA TERCERA DE LA
CORTE, Nº 702 de las 9,40 hrs. del 24 de julio.

21. VIOLACION DE DOMICILIO Y LESIONES GRAVES - Concurso aparente de normas.


"En el motivo que constituye su recurso, el defensor señala que la violación de domicilio que se tuvo por demostrada se
encuentra subsumida en el ilícito de lesiones graves que se sanciona, dado que los acusados penetraron en la vivienda
con el propósito de golpear al ofendido, lo cual hace que el disvalor de las lesiones contenga el de la violación de
domicilio y, en consecuencia, sea incorrecta la aplicación de un concurso real, al no tratarse de acciones diversas, sino de
una sola. Al respecto, conviene traer a colación lo señalado por esta Sala en su voto 101-F, de las 9:00 del 3 de marzo
de 1995 (reiterada mediante voto 719, de las 9:45 del 22 de noviembre de 1996), en el que se comentó: "De acuerdo con
el postulado de que toda acción requiere para ser tal expresar una finalidad y no ser sólo un mero movimiento fenoménico
(lo cual reduciría al ser humano en un factor más del mecanismo de causalidad que lleva al resultado, retirándole toda
calidad subjetiva en la determinación volitiva y cognitiva de su quehacer), el concepto de acción debe contemplar si la
lesión infligida a ciertos bienes jurídicos forma parte de una sola intencionalidad inmediata y específica. Es decir, para
determinar la unidad de acción ha de estarse a: a) la existencia de la vinculación fenoménica (temporal y espacial) que
describe la norma; y, b) la existencia de una misma intencionalidad específica subyacente a ese movimiento exterior
lesivo". Si la proximidad funcional y fenoménica (temporal y espacial) del hecho evidencian una sola finalidad, se tratará
de una sola acción. En el presente caso, surge como evidente del cuadro de hechos acreditados que se cumple con el
primer supuesto. En cuanto al segundo, la antes aludida existencia de una misma intencionalidad específica subyacente a
ese movimiento exterior lesivo, también se constata, pues se comprueba que el ingreso cometido por los justiciables en la
morada, tenían por finalidad ocasionar las lesiones sufridas por el agraviado. Aquel ingreso formaba parte de la misma
actitud de agresión, tanto cuanto su realización física ulterior, que alcanzó el carácter de lesiones graves. Por ende, se
constata así que se trata de una misma acción. II. Queda por aclarar, sin embargo, si esa acción puede ser calificada
como un concurso aparente de normas, o sea si las disposiciones aplicadas (artículos 124 y 204, ambos del Código
Penal) se excluyen entre sí. La Sala comparte el razonamiento esbozado por los recurrentes, en el sentido de que,
habiéndose cometido la violación de domicilio para la comisión de las lesiones, estas absorberían aquella delincuencia.
Dos podrían ser las formas en que ello suceda. La primera, cuando la propia letra de la norma así lo indique, sea
subordinando su aplicación a la inobservancia de otra o conteniéndola en su hipótesis fáctica (como podrían ser los daños
cometidos en un robo mediante la ruptura de paredes). La segunda y más frecuente, es cuando una norma contenga entre
su disvalor el disvalor de otra, por ser una reformulación modal suya (como lo es el robo respecto al hurto), o bien porque
lo lógico es que al cometerse la figura continente, se ejecute también la contenida (cual sucede en los abusos
deshonestos previos a una violación, o las lesiones preordenadas a la consumación de un homicidio, o la privación de
libertad en un robo o un delito sexual). Como puede verse, la hipótesis sometida a examen en este asunto entra en al
menos una de esas categorías, ya que si bien la violación de domicilio no está cubierta por la descripción de las lesiones
graves, en este caso existe unidad de acción y propósito; esto es, puede entenderse como incluida en estas. No es
incompatible el que se propinen las lesiones causando de previo, un ingreso al domicilio para lograrlo, aún cuando aquella
figura protege la integridad física, mientras esta un bien disímil como es la intimidad. Lo cierto es que el delito más grave
sea el de lesiones graves en este caso, subsume el de menor peligrosidad, sea la violación de domicilio."

VOTO SALVADO DEL MAGISTRADO GONZALEZ

"I.- Recurso por el fondo. Como único agravio del recurso por vicios in iudicando interpuesto por el Lic. R.O.A., en favor
de los imputados C.R.H.B. y A.H.F., se acusa la inobservancia de los artículos 75 (por falta de aplicación), 76 y 204 (por
errónea aplicación) del Código Penal. Esto así -señala el recurrente- porque de una manera concluyente el Tribunal de
mérito estableció que los encartados penetraron al domicilio del ofendido A.S.Ch.B. con el deliberado propósito de atacarlo
o pelear con él, por lo que incuestionablemente existe un concurso ideal (no real o material) entre los delitos de lesiones
graves y la violación de domicilio, en virtud de que los procesados desplegaron una sola acción. Agrega el impugnante
que la totalidad de la jurisprudencia sistematizada y la doctrina, son contestes en que cuando la violación de domicilio es
el medio necesario para cometer un delito más grave, queda absorbida por este último, como sucede en este caso, en
que fue el medio empleado para cometer el delito de lesiones graves, que es más grave y severamente penado, razón por
la cual solicita que sus patrocinados sean absueltos por el delito de Violación de domicilio agravada. II.- Los hechos
probados de la sentencia. A efecto de resolver este reclamo, debe estarse al objeto fáctico acreditado en sentencia, donde
se enuncian como hechos probados los siguientes: «A).- Que el día ocho de julio de mil novecientos noventa y cinco, al
ser aproximadamente las dieciocho horas con treinta minutos, los imputados C.R.H.B. y A.H.F., (padre e hijo) actuando en
contubernio, se presentaron a la vivienda del ofendido A.S.Ch.B. [...] B).- A sabiendas de que la señora L.G.J. se
encontraba en esa vivienda en compañía del ofendido A.S.Ch.B., y siendo que la misma es esposa del imputado A.H.F. y
madre del co imputado C.R.H.B., ambos justiciables aprovecharon que la puerta se encontraba entre abierta,
aprovecharon con revólver en mano el co-imputado C. para ingresar en la casa del ofendido y llegar hasta la cama en
donde el mismo se encontraba acostado, mientras la señora L. se encontraba planchando.- Una vez en el interior de la
vivienda, el imputado R.H.B. apuntó con un revólver al ofendido mientras que la madre era sujetada por su padre el co-
imputado A. C).- Seguidamente, se enfrascaron en un pleito el ofendido y C., con el fin de que el ofendido le quitara el
arma que este portaba, así mismo, el acusado H.B. tomó un cuchillo de la vivienda del ofendido y con el mismo acometió
en perjuicio el ofendido a quien hirió en el estomago, la espalda, el brazo derecho y el izquierdo.- D).- Una vez que el
imputado H.B. le propinó las mencionadas heridas al ofendido, intervino el señor A., quien le quebró una botella de Coca
Cola en la frente dejándole marca indeleble. E).- Así mismo con un machete el propio ofendido tenía dentro de su cuarto,
el co-imputado A. lo tomó y con el mismo arremetió en perjuicio e Ch.B. dándole un golpe con la parte plana del mismo
en el costado derecho el estómago.- F).- Como producto de la agresión, el ofendido Ch.B. presento al momento del
examen médico legal.- Una cicatriz de 4 x 0.2cm. en el lado izquierdo de la frente, hipercrómica, abultada, con un
producto retráctil en su tercio medio, visible a distancia de conversación y dura a la palpación.- Una cicatriz de 2 x 0.1cm
de forma lineal visible a distancia de conversación hormocrómica en la región ciliar derecha. Una cicatriz x 0.1 cm.
normocrómica en la región ciliar derecha.- Una cicatriz nipercrómica de 1.5 x 0.5 cm. en la región anterior del tórax. Una
cicatriz circular en el cuadrante superior izquierdo del abdomen de 1 x 0.5cm. de forma circular e hipercrómica. Una
cicatriz de forma lineal en la región posterior del hombro izquierdo, hipercómica, de 10 x 0.3 cm. Una cicatriz de forma
lineal el la región posterior del hombro izquierdo, hipercrómica, hipertrófica en su extremo distal de 7 x 0.6cm. Dos
cicatrices hipercómicas de 2 x 0.5 cm. y 3 x 2 cm. a nivel e la región torácica izquierda. Una cicatriz de 1.5 x 0.1 cm.
normocrómica en el antebrazo derecho en su tercio medio. Dichas lesiones le ha dejado marca indeleble en el rostro.-
G).- Que el co-imputado C.R.H.B. acusa un juzgamiento anterior certificado en autos y el co-imputado A.H.F. no acusa
juzgamientos anteriores.-» (Sic, Sentencia, folios 102 vuelto a 103 vuelto). Como se dijo esta es la relación de hechos
probados de la sentencia, la cual, pese a los errores materiales, de puntuación y sintaxis que presenta (particularmente
respecto a la transcripción del dictamen de folio 42) permite revisar la valoración efectuada por el Tribunal de mérito en
punto a la calificación jurídica del hecho. III.- La jurisprudencia de esta Sala relativa al tema. Señala el recurrente que "la
totalidad de la jurisprudencia sistematizada y la doctrina, son contestes en cuanto a que cuando la violación de domicilio
es medio necesario para cometer un delito más grave, queda absorbido por este último" (Recurso, folio 112 vuelto),
aseveración que hace sin precisar concretamente a cuál jurisprudencia o doctrina se refiere. Para el suscrito es claro, por
lo menos, que tal afirmación de la defensa no es válida respecto a la jurisprudencia de esta Sala de Casación, que -
cuando menos en la presente década- no ha tenido un criterio uniforme respecto a esta cuestión, lo cual cabe ilustrar con
la siguiente síntesis, ejemplificativa del más inmediato devenir jurisprudencial en relación al problema concursal de la
violación de domicilio con otras figuras delictivas: A) En la resolución V-240-F de las 8:55 hrs. del 7 de junio de 1991, la
mayoría de esta Sala señaló que si la Violación de domicilio fue un acto de ejecución para acceder carnalmente a la
ofendida, no hay concurso material, sino una unidad de acción, resolviendo -tácitamente- el asunto como un concurso
aparente de normas, manteniendo únicamente la condena impuesta por Violación agravada (Magistrados Castro, Chaves,
Houed y Ramírez). En esa oportunidad salvé el voto afirmando que no hubo una sola acción, ni un concurso aparente de
normas, sino dos figuras delictivas llevadas a cabo sucesivamente, tratándose de un concurso real de delitos en que la
Violación de domicilio fue un delito criminis causa. B) En la sentencia V-460-F de las 8:55 hrs. del 30 de agosto de 1991
la mayoría de la Sala, aplicando tácitamente las reglas del concurso aparente de normas, decidió que la Tentativa de
Hurto simple desplazó la Violación de domicilio (Mgs. Castro, Chaves, Houed y Ramírez), mientras que el suscrito salvó el
voto, pero ya en esta oportunidad modifiqué en forma expresa mi posición anterior en el sentido de que hubo un concurso
ideal entre los delitos de Violación de domicilio y la Tentativa de Hurto simple, señalando que el primero no requiere de un
dolo específico y que en el caso se produjo una acción única, descrita en dos tipos penales que no se excluyen entre sí,
pero advirtiendo que es distinta la solución del concurso entre Violación de domicilio y el robo agravado del artículo 213
inc. 1º del Código Penal, en que el concurso sí es aparente. C) En la resolución V-460-F de las 8:50 hrs. del 9 de octubre
de 1992, por unanimidad, se consideró que la conducta agresiva del agente, que excede la violencia que supone la
Violación de domicilio agravada, puede dar lugar al delito de Lesiones, como una acción independiente que concursaría
materialmente con la anterior (Mgs. Castro, Chaves, González, Houed y Ramírez). D) La sentencia V-552-F de las 10:00
hrs. del 8 de octubre de 1993 también resulta de interés, pues en ella se trató el tema de los delitos de pasaje,
indicándose que estos "...constituyen etapas previas a la realización de un hecho más grave, que por lo general pierden
significación independiente en la medida en que ocurra una lesión mayor al bien jurídico tutelado, en una etapa posterior
de la conducta criminosa; pero lo anterior no significa que en todos los casos en que se realiza una conducta contra un
mismo bien jurídico, como medio para llegar a otra conducta lesiva más grave contra ese mismo bien jurídico, debamos
concluir que se trata de un delito de pasaje y por ello impune [...] El hecho de que un delito constituya a su vez un medio
para realizar otro (criminis causa) no necesariamente significa que el delito medio quede subsumido en el delito fin. Ello
es posible sólo cuando haya una relación de género a especie, de accesoriedad o subsunción, según los términos del
artículo 23 del Código Penal" (concurso aparente de normas). Esta sentencia es de los Magistrados Castro, González,
Houed, Issa El Khoury y Ramírez). E) En la sentencia V-215-F de las 10:05 hrs. del 10 de junio de 1994, la mayoría de la
Sala juzgó -tácitamente- que una Violación de domicilio fue desplazada por una contravención de Hurto menor, a la postre
prescrita (Mgs. Castro, Chaves, Houed y Ramírez), mientras que de nuevo salvé el voto indicando que se trata de un
concurso ideal, pues "...cuando el sujeto penetra en la vivienda o casa de negocios ajena con la finalidad de realizar otro
delito, como el hurto, es evidente que nos encontramos en presencia de un delito criminis causa, donde uno de ellos fue
necesario para llegar a cometer otro [...] se trata de un concurso ideal de delitos [...] porque hay unidad de acción". F) En
la resolución V-719-F de las 9:50 hrs. del 1º de diciembre de 1995, unánimemente, respecto a un caso en que el
imputado violó un domicilio mientras se fugaba de la policía judicial, se consideró que "la figura del artículo 204 [Violación
de domicilio], no contempla un dolo específico orientado a perturbar el ámbito de la intimidad de los moradores o
poseedores del inmueble. En consecuencia, basta que se ingrese a la casa de habitación en contra de la voluntad
expresa o presunta de quien tiene derecho a excluirlo, para que el delito nazca a la vida jurídica, independientemente de
los motivos concretos que tuviese el imputado para realizar tal conducta [...] Las motivaciones internas, en este caso, no
tienen ninguna trascendencia para la adecuación típica de la conducta, basta que los encartados hayan perturbado con su
proceder a los moradores de la vivienda para que su conducta sea penalmente relevante" (Mgs. Arroyo, Castro, Chaves,
Houed y Ramírez). En esta misma sentencia, además se hace cita de la resolución V-177-F de las 9:45 del 23 de abril de
1993, donde se dijo: "...aquel que penetre a una casa de habitación o casa de negocios ajena, contra la voluntad de quien
tendría derecho a excluirlo, cometería el delito de violación de domicilio aunque su motivación concreta para penetrar en
ella, no hubiere sido el perturbar o lesionar el ámbito de la intimidad de los moradores o poseedores del inmueble, porque
el tipo penal no exige -en forma particular- esa finalidad como un elemento subjetivo distinto del dolo. Para esos efectos,
deben distinguirse en forma clara el dolo y las concretas motivaciones del sujeto para realizar el hecho punible. En
muchos casos esas motivaciones coinciden con el dolo, pero no en todos. En conclusión, un sujeto puede violar un
domicilio motivado en muy diferentes situaciones, pero no por ellas se hace desaparecer el dolo constitutivo de la
infracción al haberse perturbado el ámbito de intimidad y lesionado así el bien jurídico tutelado en el tipo penal, de manera
que "No es necesario, para la consumación de este delito, la concurrencia de ningún ánimus especial, ninguna intención
determinada" (Mgs. Castro, Chaves, González, Houed y Ramírez). G) En la sentencia V-535-F de las 9:10 hrs. del 20 de
setiembre de 1996 se discutió la relación entre los delitos de Violación de domicilio y de Robo agravado cometido con
armas (artículo 213 inciso 2º del Código Penal). Para la mayoría de la Sala el ingreso clandestino a la vivienda de la
ofendida constituyó solamente un acto de ejecución dirigido a consumar un Robo agravado cometido con armas,
señalando que no se trató de un concurso ideal. En tanto recalificó el hecho como únicamente constitutivo de Robo
agravado cometido con armas, tácitamente estimó que se estaba en presencia de un concurso aparente (Mgs. Castro,
Chaves, Houed y Ramírez). Por su parte, de nuevo salvé el voto conforme a mis posiciones anteriores, indicando que el
caso examinado no hubo un concurso aparente de normas (como sí lo puede haber entre la Violación de domicilio y el
Robo agravado del artículo 213 inciso 1º), sino más bien un concurso ideal, porque las disposiciones contenidas en los
artículos 204 y 213 inciso 2º no se excluyen entre sí y porque se trató de una sola acción, donde no interesa si la
violación de domicilio es un delito criminis causa. H) Finalmente, en la resolución V-352-F de las 11:40 hrs. del 18 de abril
de 1997, discutiéndose la relación entre los delitos de Violación de domicilio y Tentativa de Homicidio simple, por
unanimidad se consideró que si el invasor del domicilio, al verse descubierto por la ofendida, intentó matarla, se está en
presencia de un concurso material, reiterando que "...para la comisión del delito de violación de domicilio no es necesaria
ninguna clase de motivación especial. Así se ha razonado que "...un sujeto puede violar un domicilio motivado en muy
diferentes situaciones, pero no por ellas se hace desaparecer el dolo constitutivo de la infracción al haberse perturbado el
ámbito de la intimidad y lesionado así el bien jurídico tutelado en el tipo penal..." (Mgs. Castro, Chaves, González, Houed
y Ramírez). De lo que se lleva expuesto, puede notarse que la jurisprudencia de esta Sala no ha sido conteste o uniforme
en punto a la naturaleza concursal de la Violación de domicilio con otros delitos. Todas estas premisas deben revisarse,
pues conducen a soluciones paradójicas. Por ejemplo, si durante la madrugada Pepe se introduce clandestinamente por
una de las ventanas de la casa de Paco -su enemigo- y se queda sentado en la sala hasta ser descubierto y detenido,
sería autor del delito de Violación de Domicilio. En cambio, si Paco se introduce clandestinamente en la casa de su
enemigo Pepe, en la cocina se apodera ilegítimamente de una cebolla y al salir de la casa con semejante botín es
descubierto y detenido en flagrancia por un policía, conforme al criterio de la mayoría, se estaría en presencia de una
Tentativa de Hurto menor, contravención que no sería punible conforme al párrafo tercero del artículo 73 del Código Penal,
pero que sí implicaría la desaplicación del artículo 204, de modo que la conducta de Paco sería totalmente impune, a
pesar de que hizo lo mismo que Pepe más un plus desvalioso, al intentar un apoderamiento ilegítimo. IV.- Algunas
consideraciones sobre el delito de Violación de domicilio. En vista de las contradicciones apuntadas es que resulta
conveniente revisar cuidadosamente las premisas de la jurisprudencia de esta Sala, tarea que resulta adecuado iniciar con
un análisis de lo dispuesto en el artículo 204 del Código Penal, bajo el nombre de "Violación de domicilio": «Será
reprimido con prisión de seis meses a dos años el que entrare a morada o casa de negocio ajenos, en sus dependencias,
o en un recinto habitado por otro, sea contra la voluntad expresa o presunta de quien tenga derecho a excluirlo, sea
clandestinamente o con engaño. La pena será de uno a tres años, si el hecho fuere cometido con fuerza en las cosas, con
escalamiento de muros, con violencia en las personas, con ostentación de armas, o por dos o más personas» (Así
reformado por Ley Nº 6726 de 10 de marzo de 1982). Bien jurídico tutelado. Del texto legal y de la ubicación de este
artículo en el Código Penal (Libro Segundo: De los delitos; Título VI: Delitos contra el ámbito de la intimidad; Sección II:
Violación de domicilio), se colige con claridad que este tipo penal tutela la intimidad en determinados ámbitos de reserva
de una persona o grupo de ellas (morada o casa de negocio), necesaria para el pleno goce de su familiaridad, confianza,
confidencialidad, privacidad, etc., «...es decir -señala la Exposición de motivos del Código Penal- el derecho que todos
tenemos a que se respete nuestra vida privada y a desenvolvernos dentro de ella en la forma que nos parezca y siempre
que sus límites sean los justos y necesarios para el desarrollo armónico de la vida social», razones del legislador que se
ajustan a lo dispuesto en los instrumentos internacionales en materia de Derecho Humanos en cuanto a que «Nadie será
objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra
o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques» (Artículo 12 de
la Declaración Universal de Derechos Humanos, en relación a la inviolabilidad del domicilio véanse además los arts. 9 de
la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre, 17 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos,
y 11 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Consumación. También del texto se entiende con claridad
que el delito se consuma al "entrar" en el recinto del domicilio, esto es, al ir o pasar de fuera adentro, al penetrar o
introducirse efectivamente el autor en los lugares indicados por el tipo penal, contra la voluntad expresa o presunta de
quien tenga derecho a excluirlo (cfr. la voz "entrar" REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Diccionario de la Lengua Española,
Madrid, 21ª edición, 1992, pág. 600). En vista de ello resulta evidente que este delito admite tentativa. Tratamiento de la
confluencia de figuras en la doctrina. En punto al concurso de delitos no se desconoce la existencia de abundante doctrina
que se refiere a la "subsidiaridad" de la Violación de domicilio respecto a otros delitos, particularmente la argentina (cfr.
FONTAN BALESTRA, Carlos: Derecho Penal Parte Especial, Buenos Aires, Abeledo Perrot, 10ª edición, págs. 356-367;
CREUS, Carlos: Derecho Penal Parte Especial, Tomo I, Buenos Aires, Editorial Astrea, 2ª edición actualizada, 1988, págs.
362-367; BREGLIA, Omar y GAUNA, Omar: Código Penal, Buenos Aires, Editorial Astrea, 2ª edición actualizada, 1987,
págs.; NUÑEZ, Ricardo: Manual de Derecho Penal Parte Especial, Buenos Aires, Ediciones Lerner, 1978, págs. 191-194;
SOLER, Sebastián: Derecho Penal Argentino, Tomo IV, Tipográfica Editora Argentina, 1976, págs. 75-91). Sin embargo,
debe tenerse presente a que ello obedece a una diferente formulación del tipo penal, lo cual no puede pasar
desapercibido. El texto argentino dice así: «Violación de domicilio.- Será reprimido con prisión de seis meses a dos años,
si no resultare otro delito más severamente penado, el que entrare en morada o casa de negocio ajena, en sus
dependencias o en el recinto habitado por otro, contra la voluntad expresa o presunta de quien tenga derecho de
excluirlo» (el subrayado es suplido, artículo 150 del Código Penal argentino). Como se puede apreciar, en Argentina es la
misma ley la que consagra la Violación de domicilio como delito expresamente subsidiario, aunque se advierte que si bien
tal atributo es consecuencia directa de la relación ontológica existente entre los delitos más severamente penados de los
cuales la invasión del domicilio es parte integrante o elemento constitutivo, no debe perderse de vista que otros delitos
mayores, que no resultan de la Violación de domicilio, no producen la autoexclusión de esta figura (pues con estos delitos
la Violación de domicilio concurre de manera ideal o material), de manera que, por ejemplo -haciendo la correlación a
nuestros tipos penales-, el Robo agravado de su artículo 167 inc. 3º (equivalente al art. 213 inc. 1º de nuestro código) sí
excluye la Violación de domicilio, pero no lo suprime el Homicidio simple cuando el inculpado no violó el domicilio para
matar, sino que el hecho se produjo a raíz de su reacción al encontrar al occiso en el interior del inmueble (así, BREGLIA
Y GAUNA, Op. cit., pág. 491, quien agrega que el concurso de la Violación de domicilio con el Hurto es material, lo que
comparten SOLER, Op. cit., pág. 90 y ARCE AGGEO, Miguel Angel: Concurso de Delitos en materia Penal, Buenos Aires,
Editorial Universidad, 1996, pág. 205). Una consideración especial para entender el sistema argentino merecen las
siguientes explicaciones de Creus: «Para explicar esta subsidiaridad no basta con afirmar que, en la especie, no rigen los
principios generales del concurso de figuras (Fontán Balestra), lo cual sólo parcialmente es exacto; tampoco es aceptable
sostener que la violación de domicilio queda descartada cuando ha sido el medio seleccionado por el autor para cometer
otro delito (p.ej., penetrar en el domicilio para violar sexualmente), porque la ley claramente determina que el
desplazamiento se produce cuando el hecho mismo de la violación de domicilio pasa a ser otro delito más severamente
penado, lo cual sucede cuando esa violación es un elemento que ha integrado la tipicidad de la acción del otro delito
(p.ej., penetración con escalamiento para hurtar), o cuando en sí mismo el hecho constituye el corpus del delito más grave
(p.ej., cuando la penetración y permanencia en el domicilio ajeno sea el hecho que el agente hace tolerar a la víctima por
medio de coacciones); en estos casos la norma de mayor punibilidad descarta la aplicación de la del art. 150 [Violación de
domicilio]. El desplazamiento no se produce, por supuesto, se de la violación de domicilio resulta un delito de pena menor
(p.ej., si para penetrar en el domicilio, se dañó la puerta): entonces es el art. 150 el que desplaza los tipos de pena
menor; pero, si la violación de domicilio puede catalogarse como hecho distinto del otro delito de pena menor o mayor
(p.eje., el que viola el domicilio para acceder carnalmente a una persona), ambos hechos operan en concurso real»
(CREUS, Op. cit., pág. 367). De lo expuesto queda claro que, por lo menos para la doctrina argentina, la subsidiaridad del
delito de Violación de domicilio no es absoluta -como lo afirmó el recurrente- sino relativa. Por otra parte, la confluencia
de otras figuras con el delito de Violación de domicilio también ha sido objeto de análisis por parte de la doctrina
española, al estudiar el llamado delito de "Allanamiento de morada": «El particular que entrare en morada ajena o sin
habitar en ella se mantuviese en la misma contra la voluntad de su morador, será castigado con arresto mayor y multa. Si
el hecho se ejecutare con violencia o intimidación, la pena será de prisión menor y multa» (artículo 490 del Código Penal
español). Sobre la conducta así tipificada se ha señalado que: «El delito de allanamiento puede formar un delito complejo
con otros delitos, especialmente con el robo con fuerza en las cosas, perdiendo en este caso su sustantividad, que vuelve
a recobrar si se desiste voluntariamente del delito fin o si por la aplicación del concurso de leyes resulta más gravemente
penado que el delito que se pretendía (en contra de esta última interpretación: STS 29 mayo 1974 que castigó por un
delito de robo en casa habitada en grado de tentativa y no por el delito de allanamiento de morada que se había ya
consumado y que tenía asignado en el caso concreto una pena mayor). Fuera de estos casos cabe apreciar el concurso
(real) entre el allanamiento y otros delitos como las lesiones, el rapto, los abusos deshonestos, etc.» (MUÑOZ CONDE,
Francisco: Derecho Penal Parte Especial, Valencia, Tirant lo blanch, 9ª edición revisada y puesta al día, 1993, pág. 168).
Para finalizar este recuento de la doctrina relativa al delito de violación de domicilio, debe hacerse cita de la costarricense.
Así, se ha dicho que: «Cuando la violación de domicilio es parte del proceso ejecutivo de otro delito, en principio habría un
concurso ideal. Excepción a esto sería cuando se estuviera ante el delito previsto en el art. 213 inciso 1) del CP, en que el
concurso sería aparente» (LLOBET RODRIGUEZ, Javier y RIVERO SANCHEZ, Juan Marcos: Comentarios al Código
Penal, San José, Editorial Juricentro, 1989, pág. 375). Después de este repaso jurisprudencial y doctrinal en torno al delito
de Violación de domicilio, procede examinar el problema sometido a examen, a la luz de nuestra legislación. V.- Solución
del caso concreto. Como se dijo al inicio, la Defensa sostiene que en el presente caso se está en presencia de un
concurso ideal entre los delitos de Violación de domicilio y Lesiones graves, sin embargo, solicita que sus patrocinados
sean "absueltos" por el primero, petitoria que resulta incongruente con los fundamentos de su reclamo, pues si
efectivamente se tratara de un concurso ideal, no se excluiría el delito de Violación de domicilio, ya que en este tipo de
concurso todos los preceptos penales infringidos por la acción son aplicables, aunque con alguna limitación respecto a la
pena total aplicable, conforme al artículo 75 del Código Penal. La petitoria formulada más bien se aviene a lo que
resultaría de un concurso aparente de delitos, en que "aparentemente", a primera vista, son aplicables diversos preceptos
legales, pero luego de una correcta interpretación se deduce que solamente uno de ellos es el aplicable. ¿Unidad de
acción? De los artículos 21, 22, 23, 75, 76, y 77 del Código Penal se colige que el criterio fundamental para resolver el
problema de este "concurso de delitos" radica en la definición de qué es "una sola acción u omisión" o "una misma
conducta" (cfr. arts. 21 y 23, de ahí que el número de "resultados" no tiene nada que ver con el número de conductas y
de delitos). En este sentido se ha afirmado que: «El problema común a todos los supuestos citados es determinar cuándo
hay una o varias acciones. De entrada, hay que excluir la identificación entre acción y movimiento corporal y la
identificación entre acción y resultado. Una sola acción, en sentido jurídico, puede contener varios movimientos corporales
(por ejemplo, violación intimidatoria, robo con fractura) o dar ocasión a que se produzcan varios resultados (hacer
explosionar una bomba causando la muerte de varias personas). Son, pues, otros los factores que contribuyen a fijar el
concepto de unidad de acción. El primero de ellos es el factor final, es decir, la voluntad que rige y da sentido a una
pluralidad de actos físicos aislados (en el asesinato, la voluntad de matar unifica y da sentido a una serie de actos, como
comprar y cargar la pistola, acechar a la víctima, apuntar o disparar; o, en el hurto, la voluntad de apropiarse de la cosa
unifica y da sentido a los distintos actos de registrar los bolsillos de un abrigo). El segundo factor es el normativo, es decir,
la estructura del tipo delictivo en cada caso en particular. Así, aunque el factor final que rige un proceso causal sea el
mismo (matar a alguien), alguno de los actos particulares realizados puede tener, aisladamente, relevancia para distintos
tipos delictivos (así, por ejemplo, la tenencia ilícita de armas de fuego para el delito de tenencia ilícita de armas). Y, a la
inversa, actos aislados, cada uno regido por un factor final distinto, pueden tener relevancia típica solo cuando se dan
conjuntamente (la falsificación de documentos privados solo es típica si se realiza con ánimo de perjudicar o perjudicando
a un tercero) o tener una relevancia típica distinta (por ejemplo, robo con homicidio). Cuando una sola acción,
determinada con los criterios señalados aquí, realiza un solo tipo delictivo, tenemos el caso normal. Cuando una sola
acción o varias acciones realizan varios tipos delictivos, surgen los problemas concursales» (MUÑOZ CONDE, Francisco:
Teoría general del delito, Valencia, Tirant lo blanch, 1991, pág. 194). Nuestra doctrina señala que la unidad de acción es
un concepto jurídico, que así como es erróneo tratar de definir la unidad de acción con prescindencia de la norma, así
también sería equivocado tratar de definir la unidad de acción con prescindencia del hecho, sin darle el lugar subordinado
que le corresponde como contenido de la norma: "...no es la unidad natural de acción la que dice cuando hay una acción
en sentido legal; puede ocurrir, más bien, que una acción en sentido natural constituya legalmente una pluralidad de
acciones o que una pluralidad de acciones en sentido natural constituya legalmente una sola acción. La separación entre
unidad de acción y pluralidad de acciones solamente es posible mediante una interpretación del sentido del tipo penal
realizado" (CASTILLO GONZALEZ, Francisco: El Concurso de Delitos en el Derecho Penal Costarricense, Publicaciones
de la Facultad de Derecho de la Universidad de Costa Rica, Litografía e imprenta Lil S.A., 1981, págs. 19 a 20). La
adopción de los factores final (plan unitario que de sentido a una pluralidad de movimientos voluntarios como una sola
conducta) y normativo (que convierta la conducta en una unidad de desvalor a los efectos de la prohibición) como criterios
para dilucidar cuándo hay una y cuándo varias conductas (ya se trate de acciones u omisiones) es ampliamente aceptada
por la doctrina actual (así, ZAFFARONI, Eugenio: Manual de Derecho Penal Parte General, Buenos Aires, Ediar, 6ª
edición, 1996, págs. 619 a 620; VELASQUEZ, Fernando: Derecho Penal Parte General, Bogotá, Editorial Temis S.A., 2ª
edición ampliada y corregida, 1995, págs. 584 a 588; MIR PUIG, Santiago: Derecho Penal Parte General, Barcelona,
Promociones y Publicaciones Universitarias S.A., 1990, págs. 720 a 724; BACIGALUPO, Enrique: Principios de Derecho
Penal Parte General, Madrid, Ediciones Akal S.A., 2ª edición, 1990, pág. 280) y, en la medida que racionaliza
fundadamente la aplicación de la ley sustantiva a partir del axioma de que la esencia del delito es la lesión a un bien
jurídico tutelado, es adoptada por esta Sala. En el presente caso sí hay unidad de acción porque se verificó la existencia
de un plan común en la realización de los hechos: la resolución -factor final- de dar una "tunda" al ofendido (cfr. Sentencia
a folio 107) da sentido a que ambos acusados entraran inopinadamente a la vivienda de la víctima para causarle las
lesiones descritas en el fallo, lo que permite aseverar la concurrencia de un factor normativo al valorar en conjunto los
hechos, porque una vez consumado el delito de Violación de domicilio -que es delito permanente- para cometer las
Lesiones graves, estas contribuyeron a mantener aquel estado consumativo y agotar el propósito que, como resultado
final, querían los agentes. Una vez establecida la unidad de acción en este caso se excluye la posibilidad de un concurso
real o material (art. 22), reduciéndose entonces el problema a establecer si se está en presencia de un concurso aparente
(art. 23) o de un concurso ideal (art. 21). ¿Concurso aparente de delitos? Respecto a los argumentos de la Defensa, salta
a la vista que nuestro legislador no asignó al artículo 204 (Violación de domicilio) una cláusula de subsidiaridad expresa,
como si lo hizo, por ejemplo, con el artículo 257 (Abandono de servicio de transporte), haciendo prevalecer la norma que
prevé respecto a otra un tratamiento punitivo más severo, lo que también dispuso, por ejemplo, para el artículo 174
(Incesto) en relación a los artículos 157 (Violación calificada) y 160 (Estupro agravado), que en realidad no es una
hipótesis de concurso aparente -aunque así se entendiera del art. 23 in fine-, porque el legislador eliminó toda duda (y
toda "apariencia"), al establecer que el art. 174 vale únicamente cuando no se den los supuestos de aplicación del 157 o
del 160 (así, CASTILLO Op. cit., págs. 30, 31 y 35, quien señala que los casos en los que hay subsidiaridad expresa
reposan siempre en una valoración del legislador, que decide que dos tipos penales no concurran idealmente). Por otra
parte, el caso concreto sometido a examen no constituye un concurso aparente, porque la conducta descrita en el artículo
204 (Violación de domicilio) no está descrita en el 124 (Lesiones graves), ni viceversa; es más, ni siquiera tutelan los
mismos bienes jurídicos (la "intimidad" y la "integridad y salud, física y mental", respectivamente). Si no se cumple esta
condición legal (véase el art. 23), es ocioso preguntarse si estas disposiciones legales se excluyen entre sí, ya que no
puede haber relación de especialidad o subsidiaridad tácita entre ellas (la subordinación expresa fue descartada por las
razones supra indicadas). La relación de especialidad existe cuando la disposición penal que se aplica contiene en sí
todos los elementos de la disposición penal general, más uno o más elementos especializantes, como sucede entre los
artículos 305 (Desobediencia) y 394 inciso 3º (No comparecencia como testigo), en que el segundo desplaza por
especialidad al primero. Es necesario precisar que -siempre en relación al caso en examen- aunque el párrafo segundo
del art. 204 alude a "violencia en las personas" lo hace a efecto de agravar el tipo básico (contenido en el párrafo
primero), cuando esta es el medio necesario para cometer la violación de domicilio, es decir, cuando la violencia en las
personas es la manera o vía adoptada por el agente para "entrar" en el domicilio (momento en que -como se dijo antes-
se consuma el delito, en este sentido véanse, además, CREUS, Op. cit., pág. 366 y FONTAN, Op. cit., pág. 363) y esto
no es lo que sucedió en la especie, ya que los imputados no requirieron emplear violencia contra el ofendido para poder
entrar al domicilio, sino que entraron o ingresaron a este contra su voluntad presunta, y una vez que ambos estaban
adentro, fue que lo agredieron y lesionaron, de modo que las lesiones causadas no pueden subsumirse en la violencia a
que se refiere el párrafo segundo del art. 204, ya que en realidad acontecieron una vez consumado el delito de violación
de domicilio. Desde esta óptica, la Violación de domicilio atribuida a los encartados no puede ser agravada, como
erróneamente lo estimó el Tribunal de mérito (la incidencia y efectos de este error in iudicando se analizarán más
adelante). Como se dijo, tampoco se está en presencia de una subsidiaridad tácita, pues del sentido y fin de las normas
indicadas no se pude derivar racionalmente que el legislador incluyera en el tipo del art. 124 la totalidad del contenido
injusto y culpable de la conducta tipificada en el art. 204. Se entiende por "delito de pasaje" aquel que es etapa previa a la
realización de un delito sucesivo que lo desplaza (dejando "impune" el hecho previo, con relación al hecho posterior)
porque el segundo causa una lesión mayor al bien jurídico tutelado y comprende todo el contenido injusto del primero (por
ej., las "Proposiciones irrespetuosas" del art. 380 inc. 5º pueden ser un hecho impune respecto al "Abuso deshonesto" del
art. 161, así como las "Lesiones" pueden ser un delito de pasaje impune en relación al "Homicidio"), pero en el presente
caso las acciones emprendidas por los imputados, aunque se encuentran en relación de medio (art. 204) a fin (art. 124)
no representan diferentes grados o estadios de ofensa a un mismo bien jurídico: la ausencia de esta coincidencia excluye
las otras posibilidades de subsidiaridad tácita del concurso aparente, como la del "hecho simultáneo impune" (por ej., los
"Daños" del art. 228 son impunes respecto al "Robo con fuerza en las cosas" del 212 inc. 1º) o la del "hecho posterior
impune" (por ej., si luego de cometer el "Hurto" el autor exige una suma indebida al propietario para devolverle la cosa, la
"Extorsión" concursa materialmente con el Hurto). Concurso ideal. Tras todo lo expuesto se llega a la conclusión de que la
conducta atribuida a los imputados C.R.H.B. y A.H.F. sí constituye un concurso ideal heterogéneo -no uno material, como
lo estimó el a quo- ya que lesionó dos disposiciones jurídicas que no se excluyen entre sí, a saber, la Violación de
domicilio (art. 204 párrafo primero) y las Lesiones graves (art. 124), pues con una sola acción realizaron estos dos tipos
penales, que no se encuentran entre sí en relación de concurso aparente. En el presente caso hay concurso ideal porque
una parte de la acción (entrar a la vivienda del ofendido contra su voluntad presunta) sirvió tanto para consumar la
Violación de domicilio como para poder ejecutar las Lesiones graves contra él, lesionando dos bienes jurídicos
independientemente tutelados en favor de la víctima, por una parte su intimidad y, por otra, su integridad y salud física.
Penalidad del concurso ideal en examen. Aun cuando se ha constatado la existencia de un vicio in iudicando en la
sentencia impugnada, no es posible atender la petitoria formulada por la defensa en el sentido de "absolver" a sus
patrocinados por el delito de Violación de domicilio, ya que este delito sí se configuró y debe aplicarse. En mi opinión la
enmienda correcta para los defectos apuntados se reducen a casar la sentencia para declarar a ambos imputados
coautores de los delitos de Violación de domicilio y de Lesiones graves, conforme a los artículos 21, 124 y 204, párrafo
primero, del Código Penal. Conforme al artículo 75: "Para el concurso ideal, el Juez aplicará la pena correspondiente al
delito más grave y aún podrá aumentarla". De acuerdo a esta norma debe aplicarse la pena de la violación jurídica más
grave, con un aumento facultativo que en ningún caso puede ser mayor a la que hubiera correspondido en caso de que
se hubieran realizado acciones independientes en concurso material, pues la penalidad del concurso ideal toma en cuenta
que la criminosidad del agente es menor que la de quien realiza tales violaciones con distintas acciones u omisiones. En
el presente caso el delito más grave es el de Lesiones graves, sancionado con prisión de uno a seis años, respecto a la
Violación de domicilio simple, reprimida con prisión de seis meses a dos años. En la sentencia impugnada se fijó y motivó,
para cada uno de los imputados, la pena de las Lesiones graves en dos años de prisión, a la cual se sumó un año de
prisión por la Violación de domicilio, arrojando un total de tres años de prisión para cada coautor. Tomando en cuenta que
el artículo 75 del Código Penal señala que en el concurso ideal el Juez aplicará la pena correspondiente al delito más
grave y aún podrá aumentarla, opto por fijarla en el tanto de dos años y seis meses de prisión, conforme a las razones
objetivas y subjetivas indicadas en el fallo."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 756 de las 10,05 hrs. del 6 de
agosto.

22. VIOLACION DE DOMICILIO Y VIOLACION - Existencia de concurso ideal - Cambio jurisprudencial.

"Acusa aplicación indebida del Art. 204 en relación con el 156 inciso 3), 22, 76 del Código Penal, y falta de aplicación de
los artículos 1, 2, 23, 26 y 30 del mismo Código, y 39 de la Constitución Política. El recurrente indica que el fin último del
imputado era tener relaciones sexuales con la ofendida, siendo que, en su criterio, la única forma de lograr su cometido
era penetrar a la vivienda de la víctima, sin su autorización. Sostiene que la violación de domicilio constituye uno de los
pasos del iter criminis, un acto de ejecución para realizar el crimen, y no una acción independiente y aislada. Por último,
señala que lo que existe es una sola acción, y no como lo declaró el Tribunal, un concurso material. Lleva parcial razón en
su reclamo. No se trata en la especie de un concurso material, sino de un concurso ideal, es decir, de una sola acción en
el sentido jurídico del término que viola diversas disposiciones legales que no se excluyen entre sí (artículo 21 del Código
Penal). Esta única acción no se produce en el sentido de las ciencias naturales, sino en cuanto que ha sido determinada
en un contexto social de sentido. Esto último lo da precisamente la lesión de la relación de disponibilidad expresada por el
bien jurídico, que es a su vez, un instrumento de valoración de la legitimidad sustancial de la norma y de la reacción penal
que de ella se espera (ver al respecto: Reyes Alvarado, Yesid, El Concurso de Delitos, Bogotá, Colombia, Ediciones
Reyes Echandía Abogados, 1990, p. 61; Castillo González, Francisco, "El concurso de delitos en el derecho penal
costarricense", San José, Costa Rica, Publicaciones de la Facultad de Derecho de la Universidad de Costa Rica, 1981, p.
27). El Voto 2030-98 de la Sala Constitucional, que reitera a su vez lo expresado en el Voto 5373-96, señala que junto al
análisis de tipicidad, es necesario incluir un análisis del bien jurídico tutelado, como parámetro de interpretación de la ley
penal. La Sala Constitucional ha reiterado en otros fallos, iniciando esta línea jurisprudencial en el fallo 525-93 de las
catorce horas con veinticuatro minutos del tres de febrero de mil novecientos noventa y tres, que el artículo 28, párrafo
segundo, de la Constitución Política, exige el análisis de la lesión o puesta en peligro de un bien jurídico, como medio
para examinar la legitimación sustancial de la norma penal. En tal sentido, debe entenderse que a cada descripción legal
le es inherente un bien jurídico tutelado, a fin de que de tal figura pueda predicarse que es un tipo penal acorde con las
prescripciones constitucionales. Esto implica que en el juicio de tipicidad penal es siempre necesaria la verificación de si la
conducta del autor ha puesto en peligro o ha lesionado significativamente un determinado bien jurídico (ver Voto No. 525-
93). El bien jurídico, dice nuestro Tribunal Constitucional, en otro importante fallo, es una relación social concreta y
fundamental para la vida en sociedad. En tanto que es una relación de disponibilidad, significa para el individuo una
garantía para su autodeterminación, pero al mismo tiempo la oportunidad de conocimiento de qué es lo que se protege
mediante el uso de la ultima ratio del derecho penal. Es por ello un límite claro para el ejercicio del poder, prohibiendo la
creación de tipos penales sin bien jurídico, como también, una interpretación judicial que observe la mera configuración
formal de la conducta, sin tomar en cuenta el objeto de protección de la norma, cuya lesión constituye el elemento
sustancial del delito (cfr. Voto 6410-96 de las quince horas doce minutos del veintiséis de noviembre de mil novecientos
noventa y seis). Así las cosas, tanto el análisis de la lesión del bien jurídico, así como la determinación de si existe una
unidad de acción o una pluralidad de éstas, resultan ser dos actividades de interpretación judicial de primordial
importancia antes de establecer la existencia de un concurso de delitos, muy especialmente del concurso material, el cual,
según la descripción del artículo 22 de nuestro Código Penal, se refiere a la hipótesis de un mismo autor que comete
separada o conjuntamente varios delitos, y que implica un supuesto sancionatorio grave (artículo 76 del Código Penal).
Según los hechos probados de la sentencia, visibles a partir del folio 130 de la sentencia de mérito, se tiene que el autor
ingresó, a eso de las once y media de la noche, a la casa de habitación de la víctima, con el fin de accederla
carnalmente, con lo que ya desde ese momento cumplió los requisitos típicos del artículo 204 del Código Penal, no sólo
porque hizo entrada a la casa de manera clandestina, sino que también lo hizo a altas horas de la noche, con los
ocupantes del inmueble dormidos, y evidentemente sin su acuerdo o consentimiento. Esta indicación de los hechos
probados demuestra que desde este momento existe en el plan diseñado por el autor la aceptación de la realización de
una lesión a un bien jurídico, precisamente de aquél tutelado por el artículo 204 del Código Penal, cual es la intimidad en
el ámbito de reserva del domicilio. Este delito resulta ser de carácter permanente y necesario para el cumplimiento del
objetivo final que se había representado el autor. Esta Sala estima que en la especie existe una unidad de acción, la cual
no se rompe, a pesar de la lesión a la intimidad del ámbito de reserva del domicilio, tanto por la existencia del
mencionado plan unitario del autor, y el factor normativo (cfr. al respecto Muñoz Conde, Francisco, Teoría General del
Delito, Valencia, Tirant Lo Blanch, 1991, p. 194) que lleva a considerar las dos conductas desplegadas por el justiciable
como una unidad de desvalor a los efectos de analizar las consecuencias sancionatorias de este concurso ideal de
acciones. En efecto, en la descripción de hechos probados indica el tribunal sentenciador que el acusado procedió a
amenazar a su víctima con un cuchillo y luego ejerciendo fuerza sobre ella, y amenazándola con posibles actos de
violencia sobre su hijo que dormía en el mismo domicilio, procedió a someterla a su voluntad, obligándola a ceder a sus
caprichos sexuales y accederla carnalmente contra su voluntad. Este cuadro fáctico, debidamente probado en la
sentencia, permite aseverar la concurrencia del factor normativo al valorar en conjunto los hechos, porque una vez
consumado el delito de violación de domicilio, procede el imputado a cometer la conducta descrita en el artículo 156 del
Código Penal. Siendo que ambas figuras concurren idealmente, porque la lesión de la autodeterminación sexual de la
ofendida no excluye la lesión al ámbito de reserva del domicilio, y porque la acción de violar el domicilio sirvió tanto para
consumar la tipicidad penal prevista en el 204 del Código Penal como también el acceso carnal contra la voluntad de la
víctima, previsto y sancionado por el artículo 156 del Código penal, procede descartar el concurso material que el a quo
tuvo por efectivamente acreditado. V. - En cuanto a la pena a imponer: En virtud de lo anteriormente expuesto, no debe
sobrevalorarse la conducta del imputado S.G., cosa que sucede precisamente cuando el a quo entiende que en la especie
se ha producido una concurrencia material entre los art. 204 y el 156 del Código Penal, lo que llevaría al absurdo de tener
por una parte por probada una unidad de acción en el sentido jurídico y, por el otro, una doble punición por el sólo hecho
de que se han cumplido dos verbos de dos descripciones que no se excluyen entre sí. Es decir, que si se mantiene el fallo
de mérito obligaría a imponer un monto de pena contrario al principio de prohibición de exceso (o principio de
proporcionalidad), ya que el quantum de pena iría aún más allá del límite máximo escogido por el legislador para castigar
un concurso ideal, donde según el punto de vista del legislador el grado de criminosidad del agente es menor que el del
autor que ha realizado violaciones a bienes jurídicos penalmente tutelados mediante distintas acciones u omisiones. En la
sentencia impugnada se fijó y motivó el tanto de seis meses de prisión por la violación de domicilio y el tanto de diez años
de prisión por el delito de violación, lo que arrojó un total de diez años seis meses de prisión para el encartado. Tomando
en cuenta que el recurso fue interpuesto por la defensa y que el a quo optó por imponer el extremo de diez años de
prisión por la Violación, y no aumentó ese monto, esta Sala no ve impedimento alguno para que, en aplicación de lo
dispuesto en el artículo 75 en relación con el artículo 21 del Código Penal se imponga al autor la pena al delito más grave
que es la conducta descrita en el artículo 156 del Código Represivo, que tiene un tanto de diez años de prisión. VI.-
Acerca del cambio de jurisprudencia que se produce con este fallo. Por la forma en que se resuelve este asunto, se
manifiesta un cambio importante en la jurisprudencia de esta Sala referida al punto de derecho de fondo implícito en el
sub-júdice. La Sala ha desarrollado soluciones diversas para casos similares al presente, donde concurre la violación de
domicilio con otros delitos más graves, que atendían a diversos puntos de análisis, en algunos casos referidos a las reglas
del concurso aparente, o al concurso material o a la calificación del art. 204 del Código Penal como delito de pasaje, o de
figura subsidiaria subsumida de alguna manera en el desvalor de acción de otra figura de mayor jerarquía; o, incluso,
valorando de manera diversa la relevancia de las motivaciones del autor para considerar o no dentro del plan de éste, la
posible realización de la Violación de Domicilio. Por ejemplo, en la resolución V-240-F de las 8:55 hrs. del 7 de junio de
1991, la mayoría de esta Sala señaló que si la Violación de Domicilio fue un acto de ejecución para acceder carnalmente
a la ofendida, no hay concurso material, sino una unidad de acción resolviendo -tácitamente- el asunto como un concurso
aparente de normas, manteniendo únicamente la condena impuesta por Violación Agravada. En la resolución V-460-F de
las 8:55 hrs. del 30 de agosto de 1991, la mayoría de esta Sala, aplicando de nuevo las reglas del concurso aparente de
normas, decidió que la Tentativa de Hurto Simple desplazaba la Violación de Domicilio. En otro fallo, el V-552-F, de las
10:00 hrs del 8 de octubre de 1993, la Sala vuelve al criterio de la existencia de un concurso material con la figura
prevista en el artículo 204 del Código Penal, estimando que la conducta agresiva del agente, que excede la violencia que
supone la Violación de Domicilio Agravada, puede dar lugar al delito de Lesiones, como una acción independiente que
concursaría materialmente con la primera. En forma aislada también se ha sostenido la tesis de que la Violación de
Domicilio tiene el carácter de delito de pasaje, que en el tanto que es una acción que se da en una etapa previa a la
realización de un hecho más grave, por lo general pierde significación por la ocurrencia de una lesión mayor al bien
jurídico tutelado. Esta última tesis se sostuvo en la resolución V-552-F de las 10:00 hrs. del 8 de octubre de 1993. Los
fallos donde se tuvo en cuenta la relevancia de las motivaciones del autor a efectos de analizar la concurrencia de la
Violación de Domicilio son el V-719-F de las 9:50 hrs. del 1º. de diciembre de 1995; el V-177-F de las 9:45 del 23 de abril
de 1993 y el V-352-F de las 11:40 hrs. del 18 de abril de 1997. La línea común de estos fallos es la de analizar el plan
del autor, a fin de identificar un dolo específico de Violación de Domicilio, e integrarlo dentro del marco general de su
programación criminosa, en algunos casos para considerarlo meramente un acto de ejecución (cfr. V-535-F) o para aplicar
las reglas del concurso material, dando relevancia a la lesión del derecho a la intimidad como una figura aparte que debía
sancionarse junto a la otra voluntad exteriorizada del autor (cfr. V-352-F del 18 de abril de 1997), pero sin unidad de
acción. Como se puede notar de la anterior exposición de los diversos caminos propuestos por la jurisprudencia de esta
Sala, resulta que las soluciones no son uniformes en punto a la naturaleza concursal de la Violación de Domicilio con
otros delitos, y en algunos casos llevan a soluciones paradójicas si se analizan desde la perspectiva del principio de
tipicidad. Es por ello que se ha considerado necesario cambiar los criterios expresados en esta jurisprudencia y proceder a
indicar a partir de ahora que en estos supuestos de concurrencia deben ser utilizadas las reglas del concurso ideal,
conforme a las razones que se expresaron en los considerandos anteriores."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº
933 de las 15,46 hrs. del 29 de setiembre.
B. DERECHO PROCESAL PENAL

23. ALLANAMIENTO - Orden innecesaria por tratarse de cabaña abandonada usada como guarida temporal.

"Incorporación de prueba ilícita. Como único motivo de su recurso, el defensor público del co-imputado P.C.E. acusa como
vicio in procedendo el yerro formal en el cual incurre el fallo de instancia, al establecer el juicio de culpabilidad a partir de
una prueba ilícita, con quebranto de los artículos 9, 181, 193, 195, 196, 197, 171, 178 inciso a), 276, 334 y 354 del
Código Procesal Penal de 1996, y los numerales 37 y 39 de la Constitución Política. El reproche se centra en que "... se
utilizó como cimiento exclusivo para establecer la responsabilidad penal de mi defendido, prueba obtenida ilícitamente,
incorporada a debate y considerada en sentencia ..." (folio 147, líneas 8 a 11), por cuanto C.E. fue detenido cuando se
encontraba en una especie de cabaña abandonada, cercada por la policía, sin que existiera una orden de allanamiento
suscrita por un juez competente, de tal modo que los decomisos así obtenidos son ilegítimos. II.- El reclamo no resulta
procedente. El punto objeto de impugnación carece de todo interés, pues con independencia de que los decomisos
realizados por la policía estuviesen viciados, es claro que los mismos -contrario al criterio de quien recurre- no resultaron
esenciales a efectos de establecer la culpabilidad de los imputados, a tal punto que aún suprimiéndolos hipotéticamente la
decisión impugnada no perdería su legitimidad. Nótese que la responsabilidad de los encartados en el robo perpetrado en
perjuicio del señor R.F. se estableció, de manera esencial y determinante, a partir de la declaración rendida en juicio por
éste, de tal modo que las evidencias incautadas en el decomiso que se cuestiona fueron utilizadas por los juzgadores a
título de mayor abundamiento. En cuanto a este punto el fallo refiere lo siguiente: "... La versión del ofendido en el debate
es clara, en el sentido de que fue obligado a bajarse de su carro porque el encartado P. le colocó una pistola en el lado
izquierdo de su nuca. El otro encartado P.C. le decía que lo matara ..." (folio 130 frente, líneas 8 a 11). III.- En todo caso,
y según se describe en el fallo de mérito, esta Sala no advierte en la actuación policial un comportamiento arbitrario o
irrespetuoso del bien jurídico "intimidad" que pretende tutelar el artículo 23 de la Constitución Política, pues la cabaña o
"galera" que ocupaba el encartado P.C. al momento de su detención no revestía las características de un domicilio ni
tampoco de un recinto privado, por lo cual no se justifica de ningún modo su protección en los términos que exige el
recurrente. Nótese que según quedó claramente determinado en debate, el referido inmueble estaba abandonado por
completo (nadie vivía allí) y fue ocupado en ese preciso momento por los imputados "...como su guarida temporal ..." (folio
130 vuelto, líneas 8 y 9), es decir, para ocultarse y sustraerse de la persecución a la que se vieron sometidos con motivo
de la acción delictiva perpetrada. Las condiciones en las que los imputados "ocupaban" de manera temporal e ilícita ese
recinto abandonado hace necesario concluir que al mismo no podría asignársele la misma cobertura jurídica requerida por
un domicilio o un recinto privado en los términos descritos por el artículo 23 de la Constitución Política, pues al no tratarse
de estas hipótesis ninguno de los asaltantes podía impedir válida o legítimamente el ingreso a ese lugar de terceros, de tal
modo que no se les lesionó ningún derecho subjetivo. Por último, y según los hechos que contiene el fallo (los que no han
sido objetados por la defensa), es claro que la acción policial -al irrumpir en el inmueble sin previa orden de juez
competente- coincide de manera plena con la excepción al principio de inviolabilidad que recoge el citado numeral 23, el
cual señala que "... El domicilio y todo otro recinto privado de los habitantes de la República son inviolables. No obstante,
pueden ser allanados por orden escrita de juez competente, o para impedir la comisión o impunidad de delitos, o evitar
daños graves a las personas o a la propiedad, con sujeción a lo que prescribe la ley ...". En el caso bajo examen, resulta
claro que la entrada en la cabaña abandonada tuvo como único propósito el evitar la impunidad del acusado. Asimismo, la
actuación de las autoridades se ajusta a los lineamientos del artículo 197 del Código Procesal Penal, el cual autoriza el
allanamiento sin orden cuando "... c) se introduzca en un local algún imputado de delito grave a quien se persiga para su
aprehensión ...", lo que coincide con las circunstancias que cuestiona la defensa. Según todo lo antes expuesto, al no
existir ninguno de los vicios que se aducen en el recurso, el mismo se declara sin lugar."1998. SALA TERCERA DE LA
CORTE, Nº 734 de las 9,55 hrs. del 31 de julio.

24. APLICACION DE LEY PENAL MAS FAVORABLE - Procedimiento de revisión es vía idónea para reclamarla.

"El hecho cometido encuadra en una ley penal más favorable. De conformidad con el artículo 408 inciso e) del Código
Procesal Penal de 1996, el sentenciado E.E.N.R. reprocha como único motivo de revisión que el hecho tenido por
demostrado en la sentencia Nº 171-93, dictada por el Tribunal Superior de Cartago a las 16:05 horas del 6 de setiembre
de 1993, encuadra en una norma penal más favorable. El reproche consiste en que en el presente caso se dictó una
sentencia condenatoria por el delito de tenencia y almacenamiento de marihuana con fines de tráfico, imponiéndose, con
base en el numeral 18 de la derogada Ley sobre estupefacientes, sustancias psicotrópicas, drogas de uso no autorizado y
actividades conexas, Nº 7233, la pena mínima prevista por el tipo penal, esto es, el tanto de ocho años de prisión. En
criterio del gestionante, y en vista de que el artículo 61 de la ley que actualmente rige esta materia, Nº 7786 del 23 de
abril de 1998, publicada en el Alcance a la Gaceta Nº 93, del viernes 15 de mayo de 1998, disminuye el extremo menor
de la pena para aquella conducta ilícita al tanto de cinco años de prisión, en su caso la sanción debe readecuarse a dicho
quantum. II.- En primer término debe examinarse si la gestión del sentenciado N.R. es posible conocerla por medio del
procedimiento de revisión, pues demanda la aplicación de una ley dictada con posterioridad a la condena y que en su
criterio le resulta más favorable. El representante del Ministerio Público, al contestar la audiencia de ley, señala que
conforme al artículo 408 del Código Procesal Penal de 1996 no basta con alegar la subsunción típica diversa y favorable a
las circunstancias del imputado para que proceda la revisión, sino que además se requiere acreditar la existencia de
nuevos hechos o la presentación de nuevos elementos de prueba que justifiquen aplicar una norma más benéfica (fls. 232
y 233). Sobre ese extremo debe señalarse que los artículos 12 y 13 del Código Penal autorizan la aplicación retroactiva de
una ley penal dictada con posterioridad a una condena, siempre que ello le resulte más favorable al reo y además que
todavía no haya cumplido la pena, como parece ser el caso de autos, sin embargo la ley no determina con claridad cuál
debe ser el procedimiento a seguir para aplicar la legislación más benigna. Dos son los caminos que podrían invocarse:
por un lado el que ha seguido el gestionante ante esta Sala al formular la revisión; pero también podría argumentarse que
corresponde al Juez de Ejecución de la Pena y al Tribunal de Sentencia modificar el fallo que se hubiere dictado, con el
fin de adecuar el caso aplicando retroactivamente la legislación más favorable. El Código de Procedimientos Penales de
1973 era más directo al señalar una causal específica para resolver el problema (artículo 409 inciso 5°), pero en el Código
Procesal Penal vigente podríamos afirmar también que no se excluyó esa posibilidad al estimarse que la revisión puede
invocarse, entre otros supuestos, para aplicar retroactivamente una ley más favorable, según se puede concluir de lo
dispuesto en los incisos e) y f) del artículo 408. En efecto, el inciso e) citado refiere que la revisión procede cuando
sobrevengan nuevos hechos, como sería la circunstancia de haberse aprobado una nueva legislación, que permita
encuadrar la conducta atribuida en una norma más favorable, supuesto en el que nos encontramos en el caso de autos;
mientras que en el inciso f) citado se autoriza este procedimiento para cuando la nueva legislación haya señalado que el
hecho no es punible, o bien cuando la norma que sirvió de base para la condenatoria ha sido declarada inconstitucional.
Obsérvese que en ambos supuestos se autoriza recurrir a la revisión para aplicar en forma retroactiva una ley más
favorable, estableciéndose un mismo procedimiento y ante una misma autoridad jurisdiccional. Si concluyéramos que la
Sala no es competente para conocer sobre la aplicación de la ley más favorable, porque no se establece ese caso como
un supuesto de revisión, obligaríamos a las partes a recurrir ante el Juez de Ejecución de la Pena y al Tribunal de
Sentencia para ese supuesto, pero tendríamos que admitir que si debe recurrirse a la Sala cuando la norma más
favorable haya declarado que no es punible el hecho que antes se consideraba como tal, dividiéndose así la competencia,
las instancias y el procedimiento para tratar asuntos similares, con todo lo que ello implica. Por lo expuesto, y con
sustento en los incisos e) y f) del artículo 408 del nuevo Código Procesal Penal, el procedimiento de revisión resulta
aplicable para examinar las consecuencias de una legislación promulgada con posterioridad a la condena que el reo
invoca como más favorable. III.- Ahora bien, por las razones y en la forma que se dirá, la solicitud de revisión es
atendible. En efecto, las conductas que sanciona el numeral 18 de la derogada ley Nº 7233 con pena de 8 a 20 años de
prisión -entre las cuales se encuentra la que se le atribuye y por la que fue condenado el convicto N.R.- son exactamente
las mismas que contempla el artículo 61 de la vigente ley Nº 7786, con la diferencia de que en esta última se prevé una
pena de cinco a quince años de prisión, es decir, se disminuyen los extremos mayor y menor. Del estudio de los hechos
probados del fallo de instancia también se determina que la acción delictiva desarrollada por el agente no se ajusta a
ninguna de las hipótesis que prevé el numeral 71 ibídem. De acuerdo a los términos en los que aparece redactado el fallo
objeto de impugnación, el señor N.R. incurrió en una típica conducta intermediaria de almacenamiento y distribución de
marihuana entre sujetos que, a su vez, la comerciaban directamente entre los consumidores. Tal comportamiento, de
acuerdo con la nueva legislación, en efecto tiene prevista una pena mínima de cinco años de prisión. No obstante ello, el
criterio del reo, en el sentido de que debe aplicarse una modificación automática de la pena al mínimo previsto, no resulta
acertada. En realidad y como principio general, la fijación de la sanción penal, de conformidad con los parámetros que
estipula el numeral 71 del Código Penal, se hará atendiendo a las circunstancias objetivas y subjetivas concretas que
mediaron en el hecho, la importancia de la lesión o el peligro creado para el bien jurídico tutelado, las condiciones
personales del sujeto activo y del pasivo que hayan influido en la comisión del delito, así como la conducta del agente
posterior al hecho. Al ponderar los anteriores extremos, el órgano jurisdiccional estará en condiciones de fijar una sanción
proporcional y adecuada al caso en estudio, de donde debe entenderse que no se trata de imponer la sanción mínima o
la máxima que prevea el tipo penal correspondiente, sino la que más se ajuste al juicio de culpabilidad ya establecido.
Dentro de este orden de ideas, entonces, en casos como el que ahora nos ocupa no debe modificarse de manera
mecánica la sanción ya establecida en la sentencia de mérito, por el simple hecho de que el extremo menor que ahora
señala la ley sustantiva resulta más beneficioso al condenado, sino más bien debe valorarse, dentro de los parámetros
que la misma prevé, cuál será la pena más idónea a efectos de cumplir de la mejor manera posible con los fines
perseguidos por la prevención especial y la general. IV.- De acuerdo a los razonamientos antes expuestos, en el presente
caso el órgano de instancia impuso al sentenciado el tanto de 8 años de prisión, siendo ésta la sanción mínima que en
ese momento podía acordarse. Valorando las circunstancias objetivas y subjetivas que mediaron en el hecho, y que
aparecen descritas en el fallo de instancia, así como los extremos ya considerados por el tribunal de juicio (folio 92 vuelto,
línea 7 en adelante), esta Sala estima que la pena impuesta debe ser rebajada al tanto de siete años de prisión, para lo
cual se toma en cuenta que se trató de un hecho de suma gravedad, no sólo por la considerable cantidad de droga
incautada (3265 gramos de picadura de cannabis sativa, a partir de los cuales se pueden elaborar 16.325 cigarrillos de
tamaño promedio), así como implementos idóneos para la elaboración de la droga y una cantidad considerable de dinero
producto del ilícito comercio, sino además por la grave lesión a la salud pública que estaba produciendo la actividad ilegal
ejercida por el agente, al distribuir de manera amplia e indiscriminada la referida droga entre revendedores que a su vez
la vendían a los consumidores, lo que ampliaba el radio de cobertura del citado negocio. En lo demás, el fallo permanece
inalterable. El órgano de mérito deberá verificar un nuevo cómputo de pena, y hacer las comunicaciones de rigor tanto al
Registro Judicial de Delincuentes a fin de que se rectifique el respectivo asiento de inscripción, así como al Instituto
Nacional de Criminología, a fin de que -de haberse cumplido esta pena, y no existir otra causa que lo impida- se ordene la
inmediata libertad del reo."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 871 de las 9 hrs. del 18 de setiembre.

25. CONCILIACION - Necesaria intervención del Ministerio Público.

"Violación al Debido Proceso. Con fundamento en los artículos 30 inciso j), 178 inciso c), 341, 443 y 444 del Código
Procesal Penal de 1996, los que estima han sido inobservados, el Licenciado L.C.S., fiscal auxiliar, impugna la sentencia
de sobreseimiento dictada por el tribunal de instancia. La queja se centra en que dicha resolución -al homologar el
acuerdo de conciliación al que llegaron el imputado y la víctima- no tomó en cuenta ni le concedió participación alguna al
Ministerio Público. Al no habérsele dado intervención alguna al ente acusador, se ha incurrido en una actividad procesal
defectuosa que amerita la anulación de todo lo actuado. II.- El reparo es atendible. El vicio que señala el recurrente en
efecto existe, pues de las constancias del expediente se determina que el imputado y el ofendido llegaron a un acuerdo de
conciliación en virtud del cual -por haberse reparado íntegramente el daño- éste manifiesta haber perdido todo interés en
el asunto. Con base en dicho acuerdo de voluntades, y sin que se diera audiencia o participación alguna al Ministerio
Público, el tribunal de mérito procedió al inmediato dictado de una sentencia en la que se declaró extinguida la acción
penal. Los actos así cumplidos evidencian un abierto irrespeto al principio de inviolabilidad de la defensa que tutela el
numeral 12 del Código Procesal Penal, por cuanto el Ministerio Público necesariamente debió ser escuchado antes de
adoptar la decisión que ahora se impugna, máxime si se toma en cuenta que con la misma se le está poniendo término a
la acción penal de la cual es el titular. En igual sentido véase el voto de esta Sala Nº 707-98 de las diez horas cinco
minutos del veinticuatro de julio de mil novecientos noventa y ocho.- El criterio antes expuesto tiene como fundamento no
sólo el derecho que ostenta el ente acusador de intervenir en todas aquellas diligencias que incidan o puedan afectar de
algún modo la acción penal de la cual es titular, sino además en la conveniencia de que en todos los supuestos en los
cuales se le plantee a la víctima la posibilidad de que se formalice una conciliación con el encartado, el Ministerio Público
-siempre que el mismo se encuentre apersonado y figure como parte- cumpla una labor de fiscalización como garante de
la adecuada legalidad de las actuaciones judiciales. En especial corresponde al Ministerio Público examinar si los
derechos de la víctima están siendo de alguna manera afectados, al valorar las bases y los alcances del acuerdo que se
pretenda suscribir con el imputado con el fin de que se repare la acción ilícita que se acusa. Pero además, es conveniente
agregar que en el procedimiento de conciliación es indispensable que se involucren y sean escuchados todos los sujetos
que de alguna manera están relacionados con el conflicto, aún cuando ni siquiera figuren como sujetos del proceso,
porque lo que se pretende es devolver a sus protagonistas la búsqueda de una solución que contribuya a la paz social.
Desde luego, el criterio en sentido negativo emitido por el Ministerio Público, o por otras personas involucradas en el
conflicto distintos al imputado, su defensor, o la víctima, no será vinculante para el juez, pero el Tribunal debe apreciar
esas consideraciones con el fin de homologar los acuerdos o bien rechazarlos, siempre que evidencie la afectación de los
derechos de alguno de los involucrados. Siendo evidente, entonces, la violación al debido proceso en la que se incurrió, lo
procedente es acoger el recurso que interpone la fiscalía, decretando en virtud de ello la invalidez de la sentencia
impugnada. Asimismo, se ordena el reenvío de la causa a la oficina de origen, a fin de que -de previo a resolver lo que
proceda- se le dé una efectiva participación al Ministerio Público."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 727 de las
9,20 hrs. del 31 de julio.

26. CONCILIACION - Nulidad por obviar análisis sobre parentesco entre imputado y ofendido que impedía conciliar.

"Recurso interpuesto por la Licenciada M.P.D., en representación del Ministerio Público: En su primer motivo, alega falta
de fundamento del fallo con violación de los artículos 141, 142, 143, 311 inciso d) y 312 inciso d) del Código Procesal
Penal de 1.996. Afirma que en la especie, el Tribunal estimó que por no contar en la causa con las certificaciones que
establecieran el vínculo familiar existente entre encartado y perjudicados -acorde con la acusación planteada-, debió
resolver con las pruebas hechas llegar al proceso hasta ese momento y sin embargo, dice que los Juzgadores omitieron
analizar probanzas importantes, a saber, las manifestaciones de los ofendidos, quienes no sólo refirieron esa relación, sino
que inclusive tienen el mismo apellido del acusado, así como la deposición de su madre, a quienes en razón de ese nexo
se les informó acerca del derecho de abstenerse de declarar con que contaban. El reparo resulta atendible. En primer
término, se aprecia que actuando en forma irregular, el Tribunal justificó entrar a pronunciarse en cuanto a la aplicación de
uno de los procedimientos regulados en el Código Procesal Penal vigente con relación a algunos de los hechos acusados,
aun sin contar con la asistencia al acto de la representante del Ministerio Público, ausencia que con posterioridad ella
justificó debidamente. Ahora bien, el instituto de la conciliación previsto y regulado por el artículo 36 del Código ibídem,
resulta aplicable -entre otros supuestos-: "En las faltas o contravenciones, en los delitos de acción privada, de acción
pública a instancia privada y los que admitan la suspensión condicional de la pena,..." . En lo que interesa al presente
caso, debe decirse que se trata de delitos de acción pública perseguibles sólo a instancia privada: "Las agresiones
sexuales, siempre que no sean agravadas ni calificadas" (confrontar artículo 18 inciso b) del Código citado). Conforme lo
expuesto, en el presente caso acorde con la calificación jurídica requerida por el Ministerio Público, no resultaba factible
conciliar a las partes. Debe ponerse de relieve, que el Tribunal con la finalidad de aplicar dicho instituto, señaló la
inexistencia en el expediente principal de documentos idóneos que certificaran la relación consanguínea entre acusado y
perjudicados (ver folio 121), de lo que se infiere alude a las certificaciones expedidas por el Registro Civil que
establecieran la relación de parentesco entre el encartado I.F.J. y los ofendidos J.C., P. y J.A., todos apellidados también,
F.J. Obviamente, el proceder del a-quo -no obstante su interpretación relacionada con la aplicación restrictiva de las
normas-, atenta contra el debido proceso en la medida que estimando necesario contar con prueba específica, -que pudo
haber gestionado-, optó por resolver el caso en forma arbitraria, por cuanto como apropiadamente se ha alegado en el
reclamo, dejó carente de análisis la prueba aportada al proceso, en la que tanto los ofendidos como su señora madre
señalaron la relación familiar que los une con el justiciable, aspecto que también se consignó en las pruebas documental y
pericial. Obsérvese que incluso estimando hipotéticamente inexistente la relación consanguínea entre uno y otros, lo cierto
es que el parentesco puede fundarse en una relación de hecho, supuesto en el que aunque la relación parental no conste
en el Registro correspondiente, puede válidamente tenerse por acreditada a través de diversos elementos probatorios.
Cabe aclarar además, que la circunstancia de que la normativa vigente disponga la interpretación restrictiva del Código en
pro de los intereses del justiciable, ello no significa incumplimiento alguno de las obligaciones del Tribunal, ni mucho
menos implica que se elimine los principios que integran el debido proceso, que desde luego deben aplicarse para
resolver el asunto. Por otra parte, en forma irregular se declaró extinguida la acción penal en relación con el ofendido
J.A.F.J., sin apreciar que en cuanto a los hechos investigados en su perjuicio, a folio 50 se dictó una falta de mérito para
procesar al imputado, razón por la que al respecto no se hizo alusión alguna en el requerimiento de elevación a juicio (ver
folio 65), de manera que los Juzgadores incumplieron con el apropiado fundamento del fallo, al omitir pronunciarse
mediante el análisis y valoración de las probanzas -como era su obligación-, por lo que encontrándonos en presencia del
vicio que se alega y por ende vulnerado el debido proceso, procede declarar con lugar el reclamo. Se anulan el acta de
conciliación y la sentencia de sobreseimiento definitivo dictadas por el Tribunal del Primer Circuito Judicial de San José
(confrontar folios 117 a 124) y se ordena devolver las actuaciones a ese Despacho, para que proceda a tramitar el asunto
con arreglo a derecho."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 653 de las 9 hrs. del 10 de julio.

27. CONCILIACION - Obligatoria participación de todos los interesados - Necesaria claridad de los acuerdos conciliatorios.

"De la relación de los artículos 30 inciso k), 36 y 311 inciso d) del Código Procesal Penal, resulta que cuando se produzca
la conciliación y el cumplimiento de las obligaciones contraídas, se declarará extinguida la acción penal, mediante el
dictado de un sobreseimiento definitivo. Contra ese pronunciamiento, emitido en las etapas preparatoria e intermedia,
pueden interponer recurso de apelación con efecto suspensivo, el Ministerio Público, el querellante, el actor civil y la
víctima, según lo dispone el artículo 315 ibídem. Por otra parte, de acuerdo a los artículos 340 y 444 ejúsdem, procede el
recurso de casación contra los sobreseimientos dictados por el tribunal de juicio. Conviene examinar cuáles son los
tribunales competentes, para tales actividades jurisdiccionales. Conforme al numeral 107 de la Ley Orgánica del Poder
Judicial (reformado por Ley de Reorganización Judicial número 7728 de 15 de diciembre de 1997), el juez penal conoce
de los actos jurisdiccionales de los procedimientos preparatorio e intermedio, entre los que se encuentra, como ya se dijo,
el sobreseimiento. La apelación contra esas resoluciones corresponde conocerla a uno solo de los miembros de los
tribunales penales de juicio (artículo 96 bis de la citada Ley Orgánica). Debe entenderse, según se lleva expuesto, que la
resolución emitida en alzada, por el tribunal de juicio, tendría recurso de casación de conformidad con lo señalado por los
artículos 340 y 444 del Código de rito indicado. Resulta obvio precisar que lo dicho se refiere, primordialmente, a la
aplicación íntegra del Código Procesal Penal de 1996. Pero igual solución debe darse a los casos elevados a juicio con
base en la legislación procesal anterior (Código de Procedimientos Penales de 1973), pues según el transitorio IV de la
Ley de Reorganización Judicial (Número 7728 de 15 de diciembre de 1997), durante el primer año de vigencia del nuevo
Código Procesal, es posible aplicar la conciliación (y las otras medidas alternativas), siempre que no se hubiera recibido la
declaración del imputado durante el juicio. En ese supuesto, el tribunal de juicio sería el que homologaría los acuerdos
conciliatorios y dictaría la resolución extintiva de la acción penal. En síntesis, en los casos en que se aplique íntegramente
el nuevo Código Procesal (de 1996), puede interponerse recurso de casación contra el sobreseimiento dictado por el juez
del procedimiento preparatorio o intermedio confirmado por el tribunal penal de juicio. En los asuntos iniciados con el
Código de Procedimientos Penales anterior (de 1973), pero ya elevados a juicio, si se aplica la conciliación en la etapa de
debate oral y público, puede interponerse el recurso de casación, aunque evidentemente no debe cumplirse con la
apelación previa. En esta última situación se encuentra la causa en estudio, por lo que debe analizarse el fondo del
reclamo. III.- Algunas cuestiones sobre la conciliación. El Código Procesal Penal (de 1996), opta por un sistema judicial en
lo que respecta a la conciliación, no sólo en el tanto en que es el tribunal quien homologa los acuerdos y declara
extinguida la acción penal, sino también respecto a que el órgano jurisdiccional lleva la iniciativa, pues "procurará que (las
partes) manifiesten cuáles son las condiciones en que aceptarían conciliarse", y además puede oponerse a la conciliación
o no homologarla "cuando tenga fundados motivos para estimar que alguno de los que intervengan no está en condiciones
de igualdad para negociar o ha actuado bajo coacción o amenaza". Ello implica que la conciliación deba efectuarse con la
participación de todas las partes o sujetos que tienen intervención en el proceso. Es cierto que los acuerdos válidos son
los que alcancen la víctima y el imputado. Pero eso no significa que se deba excluir a ninguna otra parte, ni siquiera al
Ministerio Público, pues no sólo podría actuar "aconsejando" a la víctima, sino también manifestando al tribunal sus puntos
de vista sobre lo realizado, pues al fin y al cabo, sigue siendo titular del ejercicio de la acción penal pública, sin perjuicio
de los derechos de la víctima, (lectura de los artículos 16, 22 y 62 del Código Procesal Penal) y "en el ejercicio de su
función, el Ministerio Público adecuará sus actos a un criterio objetivo y velará por el cumplimiento efectivo de las
garantías que reconocen la Constitución, el Derecho Internacional y el Comunitario vigentes en el país y la ley" (Artículo
63 ibídem). No puede dejar de señalarse que por ese principio de objetividad, que le obliga a supervisar el cumplimiento
de garantías, la participación del Ministerio Público adquiere relevancia, aun en materias que otrora se consideraron no le
correspondía actuar, como lo relacionado con la acción civil resarcitoria, cuando ésta haya sido ejercida y con mayor
razón, cuando exista pronunciamiento sobre ella en sentencia, por lo que no es dable que se omita pronunciamiento al
contestarse audiencias sobre recursos, especialmente de casación. Asimismo no debe dejarse de lado que "las partes
deberán litigar con lealtad" (artículo 127 ejúsdem) y que "serán funciones de los jueces preservar el principio de igualdad
procesal y allanar los obstáculos que impidan su vigencia o lo debiliten" (Párrafo final del artículo 6 del mismo Código de
rito), principios que se incumplirían si no se da participación al órgano acusador estatal. Las anteriores conclusiones,
resultan corroboradas por la disposición (el ya citado artículo 36), que permite el asesoramiento y auxilio de personas o
entidades especializadas e inclusive de "amigables componedores". Si es posible la participación de estas personas o
entidades "ajenas" al proceso, con mucho mayor razón deben participar las que forman parte de él. Obviamente tal
exigencia no es aplicable a los casos de contravenciones o de delitos de acción privada, pues en ninguno de ello tiene
participación el Ministerio Público, en el último caso porque es sustituido por el querellante. De lo expuesto debe concluirse
que la conciliación puede efectuarse, ya mediante audiencia realizada ante el juez o por conversaciones y acuerdos
alcanzados sin la presencia inicial del juzgador, que luego les son sometidos a él. Pero siempre y cuando intervengan
todas las partes o sujetos, incluyendo los indirectamente interesados en los arreglos, pues su presencia y participación
garantizarán la igualdad entre la víctima e imputado y la libre voluntad con que actuaron, dado que si éstas no existieran,
así lo harían saber al tribunal. Debe agregarse que, tanto si los acuerdos se alcanzan con dirección y orientación de los
juzgadores, de las personas o entidades especializadas o de los amigables componedores, o por intervención directa de
los sujetos del proceso, debe levantarse un acta en la que se especifiquen claramente todos los acuerdos y compromisos,
la que deberán firmar los participantes. Ello implica, por consiguiente, aceptar escritos que contengan lo acordado, siempre
y cuando se cumplan las mencionadas condiciones. IV.- En el caso presente, según se aprecia a folios 62 y 63, en las
conversaciones que dieron lugar al respectivo acuerdo, sólo participaron el imputado, la ofendida, un tercero que velaría
por el cumplimiento de lo acordado y el defensor público, pero no se citó al representante del Ministerio Público, lo que
constituye una falta grave, pues siendo esencial su participación en el procedimiento, se le excluyó de él, quebrantándose
el artículo 178 inciso c) del Código Procesal Penal. Por otra parte, no existe en realidad, compromiso alguno que resultara
de la conciliación y relacionado con el objeto del proceso, pues no puede entenderse como tal que "ambas partes velarán
porque llamadas anónimas que se reciban, sean determinadas, para enturbar (sic) el arreglo al que llegamos" o que tanto
la ofendida como el imputado "convenimos en adelante pacificar las diferencias, o cualesquier (sic) otra causa que pudiese
enturbar (sic) este convenio, dándome por resarcida". Aún aceptando que las manifestaciones reseñadas implican algún
compromiso, relacionado con el objeto del proceso, se aprecia fácilmente su falta de claridad, que es una de las
exigencias de la conciliación, es decir, los acuerdos deben ser fácilmente entendibles por quienes se comprometen y por
quienes deben velar por su ejecución. Además, es requisito indispensable para que se apruebe la conciliación, la igualdad
de los que intervienen en ella y la libertad a la hora de actuar, es decir, que no lo hayan hecho bajo coacción o amenaza.
Ello conlleva una atención especial de parte del tribunal, para constatar que las partes han pactado de manera libre y
voluntaria, en plenas condiciones de igualdad, arribando a acuerdos claros y racionalmente establecidos, que en realidad
coadyuven a "resolver el conflicto surgido a consecuencia del hecho" y "a restaurar la armonía social entre sus
protagonistas" (Artículo 7 ibídem). En el caso en estudio, el a-quo, incumpliendo con sus obligaciones, no se esmeró en
determinar si efectivamente la víctima y el imputado estaban en situación de igualdad para conciliar, dado que se está en
presencia de un delito de carácter sexual (abuso deshonesto), en el que el encartado es tío de la perjudicada, la que a la
fecha de los hechos y de la denuncia era menor de edad. El legislador (artículo 36) dio un trato diferente a la actuación
del juez (en cuanto a la iniciativa de procurar la conciliación o convocar a la audiencia respectiva y a los acuerdos a los
que se arribe), tratándose de delitos de carácter sexual, los cometidos en perjuicio de menores de edad y las agresiones
domésticas, que implica un mayor celo de parte de los juzgadores, lo que no se cumplió en la especie. Las anteriores
irregularidades permiten declarar con lugar el recurso interpuesto, anular el sobreseimiento dictado, reanudándose los
procedimientos a partir de la resolución anulada."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 707 de las 10,05 hrs. del 24
de julio.

28. COSTAS PERSONALES - Exoneración procede solo en casos excepcionales.

"Como primer motivo por vicios de fondo, la parte co-demandada civil reclama la indebida aplicación del artículo 543 y la
falta de aplicación del 544, ambos del Código de Procedimientos Penales de 1973, por cuanto el I.C.E. fue condenado a
pagar ø510.000,ºº por concepto de costas personales. La queja se centra en que, si bien es cierto dicha institución fue
vencida en juicio al acogerse el reclamo civil por concepto de daño moral en la suma de ø51000.000,ºº, la actora había
solicitado por dicho rubro la suma de ø501000.000,ºº, e igual cantidad por daño material, de los cuales la primer partida se
rebajó a una décima parte y la segunda se rechazó por completo. Lo anterior significa, en criterio de quien recurre, que la
parte que representa tuvo una razón plausible para litigar, de tal modo que -según lo establece el artículo 544 ibídem-
bien pudo ser eximida del pago de costas. El alegato no es de recibo. Según lo establecen las normas procesales cuya
violación se acusa en el presente motivo, la regla general será que la parte vencida en juicio debe ser condenada al pago
de las costas, y sólo en casos excepcionales, cuando se determine que aquella tuvo una razón plausible para litigar, podrá
ser eximida de ello, es decir, el tribunal tendrá la facultad (no el deber) de hacerlo. Así lo ha entendido la jurisprudencia de
esta Sala, al estimar que "... Los artículos 543 y 544 del Código de Procedimientos Penales exigen que el Tribunal, incluso
de oficio y sin gestión de parte, deba condenar al pago de las costas procesales y personales a la parte vencida, cuando
dicte una resolución final como resulta ser la sentencia, sin perjuicio de la posibilidad de eximirlas total o parcialmente
cuando hubiere habido razón plausible para litigar ...", Voto Nº 299-F-94, de las 9:15 hrs. del 5 de agosto de 1994. En
este mismo sentido se afirma en doctrina que "... la regla general es que las costas estarán a cargo de la parte vencida.
Sin embargo, se fija una excepción por la cual el tribunal podrá eximir del pago, total o parcialmente, cuando la parte
hubiere tenido razón plausible para litigar, es decir, cuando su petición fuere seria y fundada, aunque no se haya hecho
lugar a ella, quedando, en definitiva, tal apreciación al prudente arbitrio del juez ...", Edwars (Carlos Enrique), "REGIMEN
DEL CODIGO PROCESAL PENAL DE LA NACION", editorial Astrea, Buenos Aires. 2ª edición, 1994, pág. 402. Con base
en lo antes expuesto, tenemos que durante las conclusiones en juicio el representante de la parte co-demandada civil se
opuso y objetó los montos que la actora civil solicitó por concepto de daño material y moral, siendo que en sentencia el
primero de ellos se rechazó y el segundo se acogió en su décima parte según se explicó. Así las cosas, y no obstante que
las pretensiones originales de la actora civil no fueron acogidas en su totalidad, la parte co-demandada sí fue condenada
al pago de una indemnización importante por concepto de daño moral, lo que -en regla de principio- acarreaba la
necesaria condenatoria en costas. Asimismo, de las constancias del proceso se determina que la madre del occiso J.C.R.
tuvo que acudir a la vía contenciosa a fin de obtener una indemnización por el daño moral sufrido a consecuencia de la
muerte de su hijo, ante la imposibilidad de que el Instituto demandado accediera cubrir ese pago en forma directa (ver
acta del debate, folio 253 frente, línea 20 en adelante). Valorando todas estas circunstancias, esta Sala estima que la
condenatoria en costas que se ordenó no resulta arbitraria, sino que la misma se encuentra del todo apegada a derecho,
de tal modo que -al no advertirse la violación de las normas cuya inobservancia se acusa- debe declararse sin lugar el
reproche."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 693 de las 8,55 hrs. del 24 de julio.

29. EJECUCION CONDICIONAL DE LA PENA - Determinación de los casos en que procede.

"En el recurso por vicios in procedendo interpuesto por el Lic. H.S.L. en defensa del imputado C.A.R.V. (conocido como
R.Z.A.), se acusa la inobservancia de los artículos 39 y 41 de la Constitución Política, 8 del "Pacto de San José"
(Convención Americana sobre Derechos Humanos), 30 inciso j) y 36 del Código Procesal Penal de 1996, y del transitorio
IV de la Ley de Reorganización Judicial, Nº 7728 del 15 de diciembre de 1997 (que en lo sucesivo se denominará "RJ"),
por violación al debido proceso y derecho de defensa. Alega el recurrente que solicitó, como soluciones alternativas al
conflicto, la aplicación de la Conciliación entre el imputado R.V. y la víctima, que en este caso es el S. E., por lo que se
debió llamar a su representante legal; y la extinción de la acción penal por la reparación integral del daño causado. Sin
embargo, el Tribunal no accedió a ninguna de sus peticiones: a la primera por cuanto quien aparece como denunciante es
el testigo A.F.M. (quien manifestó su oposición a conciliar), de manera tal que "...equiparó la condición de denunciante a
la de víctima, acarreando tal absurdo un enorme perjuicio al encartado truncando la posibilidad de al [sic] solución alterna
indicada"; a la segunda, porque consideró que hubo violencia grave sobre la persona de F.M. (en vista de que le causó
una lesión que lo incapacitó por una semana), razones por las cuales la defensa solicita que se anule lo actuado y se
ordene el reenvío, para que se proceda conforme a derecho.- Considera la Sala que el reclamo es de recibo, por las
siguientes razones. Según el transitorio IV de la LRJ: «Durante el primer año de vigencia del nuevo Código Procesal, y no
obstante encontrarse en la fase de juicio, serán aplicables a los asuntos que deban tramitarse conforme al Código de
Procedimientos Penales, Ley Nº 5377, de 19 de octubre de 1973, las reglas del nuevo Código Procesal relativas a la
conciliación, el procedimiento abreviado, el principio de oportunidad, la suspensión del proceso a prueba y la extinción de
la acción penal por reparación integral del daño particular o social causado, siempre que estas medidas sean adoptadas
antes de que se reciba la declaración del imputado durante el juicio». En el presente caso (según consta en el acta de
debate, folios 144 y siguientes), antes de abrir la audiencia del juicio oral, el Tribunal procuró una conciliación entre el
imputado y el ofendido A.F.M., la cual no prosperó ante la negativa de este último a aceptar un arreglo con el acusado.
Sin embargo, en esa misma oportunidad, la defensa solicitó que se llamara también a conciliar o a procurar otra solución
alternativa, al representante legal del S.E., petición a la que no accedió el Tribunal porque: «...de acuerdo con lo que él
[F.M.] ha manifestado, él conversó con las personas y todos estaban de acuerdo con en [sic] seguir con la causa, porque
se entiende que E. no está interesada en conciliar y además don A. es la única persona que aparece en el expediente
como denunciante y como interesado en la causa» (folio 144 vuelto). El defensor interpuso entonces recurso de
revocatoria -con reserva de casación- contra esa decisión, alegando -básicamente- que F.M. no es el ofendido directo del
delito acusado, ni representante, ni vocero de la empresa ofendida, de manera que no se puede presumir, ni tener
certeza, de que el S.E. no quiere llegar a un acuerdo, recurso que fue rechazado por estimar el a quo que contra lo
resuelto no procede la revocatoria, agregando que el presente caso no admite la suspensión condicional de la pena
porque el imputado ya tiene condenatorias anteriores. En cuanto a la conciliación. Es cierto que la Conciliación no era
posible en este caso porque el encartado R.V. no tiene la calidad de delincuente primario, requisito exigido para aplicación
de la condena de ejecución condicional, en el artículo 59 del Código Penal (cfr. certificaciones de juzgamientos de folios
62 a 63 y 94 a 95). Dicha solución alternativa procede -entre otras hipótesis- en los delitos "que admitan la suspensión
condicional de la pena" (artículo 36, párrafo primero, Código Procesal Penal), condición que también es requerida para la
llamada "suspensión del procedimiento a prueba", en tanto que esta última solución se puede aplicar "en los casos en que
proceda la suspensión condicional de la pena..." (artículo 25, párrafo primero, ibídem). ¿En cuáles delitos es que se
admite o procede la suspensión condicional de la pena, a los efectos de aplicar la conciliación o la suspensión del
procedimiento a prueba? Sería solamente en aquellos en que el extremo menor de la pena sea igual o menor a tres años
de prisión o extrañamiento, como lo son, por ejemplo, el Rapto impropio (art. 164), el Matrimonio ilegal (art. 176), el
Incumplimiento o abuso de la Patria Potestad (art. 188), la Privación de libertad sin ánimo de lucro (art. 191), la Coacción
(art. 193) y la Violación de correspondencia (art. 196). Para dicha determinación debe estarse a la penalidad dispuesta en
abstracto para cada tipo penal. De la misma manera, aunque en sentido contrario, no podría negarse la posibilidad de
conciliar o de suspender el proceso a prueba, cuando se acusan delitos en concurso ideal (cfr. arts. 21 y 75) o un delito
continuado (cfr. art. 77), sólo porque eventualmente la penalidad en estos supuestos podría ser discrecionalmente
aumentada por el juzgador (esto es, cuando dicho aumento implique exceder el límite de tres años de prisión), ya que el
ejercicio efectivo de esa facultad requiere la previa realización de un juicio oral. Tampoco deben descartarse estas dos
soluciones alternativas cuando lo que la acusación describe es un concurso material de delitos (cfr. arts. 22 y 76), pues
bien podría lograrse una conciliación o una suspensión del procedimiento a prueba, parcial o total, respecto a uno o varios
de los delitos que así concursan, en atención a la pena que corresponde a cada hecho punible, individualmente
considerado. Una estimación especial requieren aquellos tipos penales que si bien tienen un extremo menor igual o inferior
a tres años de prisión, poseen un extremo mayor superior a ese límite, como lo son, por ejemplo los Homicidios
especialmente atenuados (art. 113 del Código Penal, sancionados con pena de 1 a 6 años de prisión), el Homicidio
culposo (art. 117 ib., de 6 meses a 8 años), las Lesiones gravísimas (art. 123 ib., de 3 a 10 años) o graves (art. 124 ib.,
de 1 a 6 años). En estos casos particulares, en atención al extremo menor de la pena y a los efectos de conciliar o
suspender el proceso a prueba, se debe considerar que admiten las dos soluciones alternativas en comentario (siempre
que concurran los demás requisitos legales), partiendo de que -en principio- a la culpabilidad del autor correspondería
asignar, por lo menos, dicho extremo, puesto que una pena superior a la mínima solamente podría fijarse y fundamentarse
adecuadamente -de acuerdo al artículo 71 ib.- sobre la base de un juicio oral (a la misma solución, aunque con diverso
razonamiento, llega LLOBET, Javier: Proceso Penal Comentado, 1ª de., San José-Costa Rica, Universidad para la
Cooperación Internacional, Imprenta y Litografía Mundo, 1998, págs. 178 a 179). La dificultad del tema estriba en que el
nuevo Código Procesal Penal subordina la aplicación de la Conciliación y de la Suspensión del proceso a prueba, a un
criterio que en realidad fue diseñado para aplicarse tras un juicio oral, en el que se acredite con certeza la culpabilidad del
acusado. Pero ante la ausencia de tal presupuesto lógico (el juicio oral), deben entonces hacerse las adecuaciones del
caso, respecto a los artículos 59 y 60 del Código Penal. Por ello es que estiman los suscritos que la determinación de los
casos en que procede la ejecución condicional de la pena debe ser fundada entonces a partir de: A) la penalidad abstracta
dispuesta en el tipo penal; B) el análisis de la personalidad del acusado y su vida anterior al delito en el sentido de que su
conducta se haya conformado con las normas sociales, y en el comportamiento posterior al mismo, especialmente en su
arrepentimiento y deseo demostrado de reparar en lo posible las consecuencias del acto; C) el análisis de los móviles,
caracteres del hecho y circunstancias que lo han rodeado; D) que se trate de un delincuente primario; E) que de la
consideración de estos elementos pueda razonablemente suponerse que el acusado se comportará correctamente sin
necesidad de ejecutar la pena. De lo que se lleva expuesto, salta a la vista la singular importancia que tiene, desde el
inicio del proceso, la correcta calificación jurídica (preceptos jurídicos sustantivos aplicables: tipos penales, concursos, etc.)
de la relación precisa y circunstanciada del hecho punible que se atribuya, de lo cual debe tener particular cuidado el
Ministerio Público, no sólo a los efectos de la valoración inicial a que se refiere el artículo 297 del Código Procesal Penal
(en los actos iniciales del procedimiento preparatorio, cuando el fiscal puede solicitar la suspensión del proceso a prueba
o la conciliación), sino también para formular la acusación principal (art. 303 ibídem), alternativa o accesoria (art. 305
ibídem) al concluir el procedimiento preparatorio. Pero exactamente la misma diligencia deben tenerla los jueces, quienes
deben revisar cuidadosamente la exactitud de la calificación jurídica asignada al hecho acusado, advirtiendo cualquier
defecto que pudiera conducir a cualesquiera de los dos siguientes errores: proceder impropiamente a una conciliación o
suspensión del procedimiento a prueba, o denegar incorrectamente la procedencia de cualquiera de esas soluciones
alternativas, en ambos casos -como se lleva dicho- por tomar como premisa una defectuosa calificación jurídica del hecho.
Para finalizar esta parte del análisis, concretamente respecto a la conciliación, debe precisarse que cuando el párrafo
primero del artículo 36 del Código Procesal Penal dice que esta procede -aparte de las faltas o contravenciones- en los
delitos de acción privada (cfr. art. 19 ib.) o de acción pública perseguibles sólo a instancia privada (cfr. art. 18 ib.), debe
entenderse que esto es así cuando en esos delitos -de estar sancionados con pena de prisión- también se admita la
suspensión condicional de la pena [en este mismo sentido véase AA.VV.: La conciliación, en "Reflexiones sobre el nuevo
Proceso Penal", San José-Costa Rica, 1ª ed., Asociación de Ciencias Penales de Costa Rica y Corte Suprema de Justicia,
Imprenta y Litografía Mundo Gráfico, 1996, pág. 177). Conforme a este criterio, en todos los delitos de acción privada
contenidos en el Código Penal, sí procede la conciliación, pues se sancionan con días multa todos los delitos contra el
honor (Injurias, Difamación, Calumnia, Ofensa a la memoria de un difunto, Publicación de ofensas, y Difamación de
personas jurídica). De los delitos de acción pública a instancia privada contenidos en el Código Penal, admitirían la
conciliación los siguientes: las Lesiones leves (125); las Lesiones culposas (128); los contenidos en la Sección de
Abandono de Personas, a saber Abandono de incapaces y casos de agravación (142), Abandono por causa de honor
(143), Omisión de auxilio (144); la Ocultación de impedimento (para contraer matrimonio, 177); la Simulación de
matrimonio (178); las Amenazas agravadas (140) [es discutible si habría que incluir como delito de acción pública a
instancia privada a las amenazas con arma de fuego a que se refiere el artículo 140, pero en todo caso admite la
conciliación]; la Violación de domicilio (204); la Usurpación (225); y los Incumplimientos del deber alimentario (185), del
deber de asistencia (187), o abuso de la Patria Potestad (188). La figura de "agresiones sexuales" a que se refiere el
artículo 18 del Código Procesal no encuentra correlato en el Código Penal vigente, sino en el artículo 168 del Proyecto de
Código Penal, pues con ella se pretende sustituir el actual delito de Abusos deshonestos. Lo mismo cabe decir de las
"relaciones sexuales consentidas" (en el Proyecto se denomina así el equivalente al delito vigente de Estupro, previsto en
el artículo 159 del Código Penal) y del "contagio de enfermedad" (denominación del artículo 151 del Proyecto que
corresponde al actual delito de Contagio venéreo del artículo 130 del Código Penal). De esta manera el único delito de
acción pública perseguible a instancia privada del Código Penal donde no procede la conciliación sería el de Violación,
con uso de violencia corporal o intimidación, cuando la persona ofendida sea mayor de 15 años y no se halle privada de
razón o esté incapacitada para resistir (cfr. artículos 18 inciso a) del Código Procesal Penal y 156 del Código Penal),
porque al estar sancionado con prisión de 10 a 16 años no admite la ejecución condicional de la pena. Aceptar la
conciliación en este último delito resultaría un contrasentido, no sólo porque no admite la ejecución condicional de la pena,
sino porque además es evidente la desproporción cuantitativa que existe entre el extremo menor de este delito y el de
cualquier otro que sí admita la ejecución condicional (la diferencia es de siete años de prisión, en el menor de los casos,
tomando como punto de comparación un delito cuyo extremo menor sea de tres años). Además sería ilógico admitir la
conciliación únicamente en el supuesto indicado y no así en las otras formas posibles de cometer el mismo delito,
conductas a cuyo desvalor se asigna la misma penalidad. En cuanto a la extinción de la acción penal por la reparación
integral del daño causado. Sin embargo, sí resulta posible en este caso procurar la extinción de la acción penal por la
reparación integral del daño causado, "siempre que -dice el artículo 30 inciso j) del Código Procesal Penal- la víctima o el
Ministerio Público lo admitan" (el subrayado es suplido), para lo cual debe hacerse la siguiente precisión. Atendiendo a las
circunstancias de modo, tiempo y lugar de la conducta atribuida al encartado, constitutiva -según la acusación- del delito
de tentativa de Robo agravado, si el acusado intentó apoderarse ilegítimamente de bienes que son propiedad del S.E.,
donde F.M. se desempeñaba como guarda, resulta claro que en este caso hay dos víctimas: una es F.M. (por la herida
que le causó el acusado) y otra es el propietario de los bienes que aquel intentó sustraer de la soda, que aparentemente
es el S.E., pues en este tipo de delitos resulta posible que el sujeto pasivo del delito y el damnificado sean personas
diferentes, puesto que pueden ser objeto de apoderamiento ilegítimo, por parte de terceros, las cosas que se hallan en
poder del arrendatario, del depositario y aun de los sirvientes, del mismo modo que en la Estafa, por ejemplo, pueden ser
personas diferentes las que toman la disposición patrimonial perjudicial y las que sufren la lesión en su patrimonio. En el
presente caso, según lo acusado, el guarda F.M. sufrió sobre sí una lesión física por parte del encartado, mientras que
para el S.E. se produjo un peligro o lesión sobre la disponibilidad material de sus bienes. Cada una de estas víctimas
podría disponer, cuando así lo autorice alguna de las soluciones alternativas permitidas por la ley, únicamente respecto a
lo que a ellas concierne. En el presente caso, no consta que F.M. tenga poder para tomar una decisión de ese tipo a
nombre del S.E. y mal hizo el Tribunal al suponer que éste no tiene interés alguno en llegar a un acuerdo reparatorio con
el imputado. En este punto no debe perderse de vista que por disposición legal expresa: «Los tribunales deberán resolver
el conflicto surgido a consecuencia del hecho, de conformidad con los principios contenidos en las leyes, en procura de
contribuir a restaurar la armonía social entre sus protagonistas» (artículo 7 del Código Procesal Penal). Este deber no solo
compete al Tribunal de mérito, sino también a esta Sala de Casación, pues en procura de contribuir a restaurar la armonía
entre el imputado C.A.R.V., el ofendido A.F.M. y el S.E. (a través de su representante), procede anular totalmente la
sentencia impugnada, debiendo proseguirse con el procedimiento."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 796 de las
10,30 hrs. del 21 de agosto.

30. INJURIAS Y DIFAMACION POR LA PRENSA - Competencia - Violación del principio de juez natural.

"Al examinar el expediente en el que se ha venido tramitando la causa de acción privada a que este recurso se refiere,
nota la Sala varios aspectos importantes generadores de nulidad, declarables de oficio en cualquier estado o grado del
proceso, por cuanto rozan normas constitucionales que garantizan derechos a las partes (Arts. 3, 12, párrafo primero y
178 del Código Procesal Penal, aplicable al caso). En razón de lo anterior se impone un análisis no sólo de la sentencia
de sobreseimiento dictada por desistimiento tácito de la acción (Cfr 41 a 44), sino de todo el trámite del proceso iniciado
en virtud de querella formulada por los delitos de injurias y difamación cometidos por medio de la prensa. Los hechos
acusados se cometieron, según lo indica la denuncia, en el mes de octubre de 1997, y la querella se presentó el 24 de
noviembre del indicado año, encontrándose en vigencia el Código de Procedimientos de 1973, normativa que regló la
resolución de las 13:20 horas del 11 de diciembre del año 97, la cual no implica elevación a juicio, condición expresada en
el Transitorio III de la Ley de Reorganización Judicial para que los procesos continúen sujetos al procedimiento
establecido en el Código de Procedimientos anterior, por lo que es el Código Procesal actual el aplicable al caso. Tal
definición previa es importante para determinar el tribunal competente para tramitar y conocer de la querella presentada.
Conviene recapitular lo dicho para repetir que la querella fue presentada específicamente por los delitos de Injurias y
Difamación (Cfr. 1 vto.), con cita expresa de la Ley de Imprenta de 1902 y sus reformas (Cfr. f 1, párrafo 3). A sabiendas
de que lo que se denuncian son hechos atribuidos a una persona y no delitos cuya calificación corresponde al Tribunal
que conoce del asunto, valga agregar, para determinar la competencia del Tribunal con capacidad para conocer del caso,
que en la querella se acusan específicamente publicaciones que fueron insertadas en una revista de circulación general.
Así, dice la acusación: " Primero. Existe una revista denominada Turrialba Hoy, la cual circula en forma bimestral.
Segundo: Específicamente en la página seis de dicha Revista, Edición Setiembre-Octubre 1997, se publicaron tres
columnas en forma vertical...Tercero: En dicha columna se hacen una serie de manifestaciones ofensivas, injuriosas y
difamatorias..." (Cfr. f. 1 vto). No cabe duda de que la querella acusa hechos presuntamente constitutivos de uno de los
llamados delitos de imprenta, por lo que el Tribunal competente para conocer de los hechos querellados, por imperio del
artículo 96 inciso 3) de la Ley Orgánica del Poder Judicial, así reformado por la Ley de Reorganización Judicial, número
7728, es un Tribunal de Juicio Colegiado de la jurisdicción territorial de que se trate, en el caso de Cartago. El citado
artículo 96 es claro al disponer que: " Los Tribunales Penales de Juicio estarán conformados al menos por cuatro jueces y
se integrarán, en cada caso, con tres de ellos para conocer de los siguientes asuntos: 1...2...3. Del proceso por delitos de
injurias y calumnias realizados por los medios de comunicación colectiva. En tal caso, el Tribunal nombrará a uno de sus
miembros para que ejecute los actos preliminares al juicio..." (Se suple el subrayado para destacar). La Licenciada
R.Ch.C., co-juez penal a.i de Turrialba, que conoció y tramitó el proceso en su inicio, es, ciertamente, integrante del
Tribunal Penal Colegiado de Cartago, pero no es el Tribunal mismo, ni puede sustituirlo por decisión unilateral. En el
expediente no consta que el citado Tribunal Colegiado de Cartago, designara por delegación expresa a la Licda Ch.C.,
para que ejecutara los actos preliminares al juicio, por lo que el proceso referido se tramitó ante tribunal incompetente con
violación del juez natural capacitado para conocer de la causa, lo que genera nulidad absoluta del auto inicial y de todos
los que de él se derivan, como debe declararse de oficio por mandato de ley y en resguardo de preceptos
constitucionales. Dicho lo anterior, conviene señalar, a mayor abundamiento, que el auto inicial de este proceso, de las
13:20 hrs. de 20 de diciembre de 1997 (Cfr f 25), elimina sin capacidad para hacerlo y sin fundamentación plausible el
delito de injurias, según la calificación del querellante, con lo que, aparentemente, el proceso dejaría de serlo por delitos
de imprenta para convertirse en causa por el delito común de acción privada de difamación de persona jurídica, lo que, de
producirse ciertamente, cambiaría la competencia del tribunal con capacidad jurisdiccional para conocer del asunto, pues
si de los llamados delitos de imprenta (únicamente injurias y calumnias publicados en medios de comunicación colectiva)
conocen con competencia para ello los Tribunales de Juicio Colegiados, de los otros delitos contra el honor (calumnias e
injurias no publicados en medios de comunicación masiva, difamación, difamación de persona jurídica), conocen, con
competencia para hacerlo, los Tribunales de Juicio Unipersonales. En los términos en que efectivamente fue formulada la
querella -injurias por la prensa y difamación- el Tribunal Unipersonal de Juicio de Turrialba, que dictó la resolución sin
haber sido comisionado para ello por el Tribunal Colegiado de Cartago, era incompetente para modificar los términos de la
querella y menos una calificación legal cuyo cambio podía tener efectos fundamentales en la determinación del tribunal
competente para conocer del caso. También sin el encargo del Tribunal de Juicio Colegiado, la señora Juez de Turrialba
llama a las partes a audiencia de conciliación, la cual tuvo una convocatoria defectuosa por ausencia de notificación a una
de las partes querelladas. Finalmente, y sin explicación alguna en el expediente, se constituye el Tribunal de Juicio
Colegiado de Cartago y dicta la resolución contra la que se interpuso el Recurso de Casación que ha traído el caso al
conocimiento de la Sala Tercera. Así, después de toda una tramitación del proceso como si se tratara de un juicio de
acción privada por delito común contra el honor, se decide, a través de una resolución que pone fin al proceso, como si se
tratara de un juicio por delito de imprenta, lo que, aun más, se contrapone al sobreseimiento que se dicta a favor de los
querellados por el delito de DIFAMACION DE PERSONA JURIDICA (Cfr. f 44. Por tanto), sobreseimiento que se dicta por
tribunal competente para resolver delitos de imprenta, cuando la difamación de persona jurídica no es delito de imprenta
(Ley de imprenta de 1902 y sus reformas). En consecuencia, notando esta Sala que el vicio de nulidad apuntado en la
resolución de las 13:20 horas del 11 de diciembre de 1997 (de folio 25) incide directamente en la sentencia recurrida, se
anula la misma y todos los actos que le antecedieron, (a partir de la resolución de las 13:20 hrs. del 11 de diciembre de
1997, visible al folio 25), ordenándose el reenvío al competente para que tramite el procedimiento conforme a
Derecho."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 788 de las 9,50 hrs. del 21 de agosto.

31. NULIDAD DE SENTENCIA - Notificación integral del fallo tres semanas después de lo debido.

"Alega el recurrente en su primer motivo de forma que, habiéndose realizado la lectura de la parte dispositiva del fallo el
día 23 de febrero recién pasado, y habiéndose señalado que la lectura integral se realizaría el día 26, no fue sino hasta el
18 de marzo que les fue notificada la resolución, mediando una constancia emitida por la jueza tramitadora del despacho
en el sentido de que todavía el día 13 no existía indicación de haber sido leída. El motivo debe ser declarado con lugar.
Como es sabido, esta Sala, en aplicación de principios básicos del proceso penal ha mostrado una marcada tendencia a
racionalizar la administración de justicia, en el sentido de no exigir, so pena de nulidad, el cumplimiento de actos rituales
cuya ausencia o modo de ejecución, no lesiona ningún interés. Lo anterior, claro está, encaminado al aprovechamiento de
recursos materiales y humanos que implicaría la ejecución o reiteración de actos infértiles; así como la prontitud procesal.
En esa misma dirección, tratándose de la sentencia, la mayoría de la Sala admitió que, en circunstancias excepcionales,
algunos defectos de los fallos pudieran ser subsanados por actuaciones posteriores que no afectaran los intereses
procesales de las partes, como ha acontecido con la falta de firma de alguno de los jueces (que puede ser cumplida
ulteriormente, siempre que no quepa duda de su participación en el dictado del fallo); o incluso, a pesar de la literalidad
del párrafo segundo del artículo 396 del Código de Procedimientos Penales de 1973, con la notificación tardía de la
sentencia, pues en la mayoría de los casos la irregularidad administrativa no se traduce en una afectación a las facultades
procesales de las partes, las cuales toman conocimiento tempestivo del contenido del fallo a efectos de recurrirlo en
casación, visto que será a partir de la tardía lectura o notificación integral a ellas que empezará a correr el término de
impugnación. Sin embargo, esa laxitud en la tolerancia a situaciones excepcionales, no puede desembocar en la
negligencia u omisión sustancial de los deberes de los administradores de justicia. De ninguna manera la comprensión y
razonabilidad buscada por esta Sala en el quehacer de los órganos jurisdiccionales, y en particular de las circunstancias
excepcionales, puede entenderse como una indiferencia ante actos que sí afectan intereses o que redundan en una
demora procesal (que se resuelve en lo primero). En más de una ocasión esa tolerancia mostrada por la Sala ha sido
malentendida, procediéndose como si la aceptación de actuaciones singulares en condiciones calificadas, se convirtiera en
la regla, y no en la excepción. A menudo esas singulares actuaciones, admisibles en ciertos casos, no lo son en otros, por
no concurrir los motivos justificantes; o bien, porque en estos sí gravan un interés procesal. Pero aun hay otros factores
por tomar en cuenta; factores que, aunque ajenos a criterios propiamente procesales, deben informar del quehacer de la
administración pública, y especialmente de la administración de justicia, como son, sin ánimo de ser exhaustivos, el buen
trato y la consideración al usuario interesado. Aludiendo al caso en discurso, no puede resultar indiferente, aunque aquel
no registre disminución alguna en sus facultades procesales, que un administrado (llámese justiciable ofendido, defensor o
acusador) esté a la espera indefinida de que el órgano jurisdiccional le de las razones para resolver como lo hizo. Nótese
que no son sólo cuestiones procesales, sino que se trata de personas, con expectativas, preocupaciones y hasta
decisiones prácticas que tomar. Los destinatarios de la actividad administrativa no son objetos, sino sujetos; centros de
imputación del drama humano que normalmente implica una contención coactiva como la judicial, y superlativamente si es
de materia penal. Ante este panorama la simple omisión involuntaria de una actuación (por no mencionar las voluntarias o
el cumplimiento torcido de actos) es una falta de consideración al interesado (quien en virtud del artículo 11 de la
Constitución Política y 114 de la Ley General de Administración Pública es el titular último de las facultades delegadas a
los funcionarios), que en caso de afectar un interés procesal o humano relevante ameritará la nulidad. En este asunto, es
inadmisible que haya sido, según surge del expediente, hasta casi tres semanas después de lo debido, que las partes
tuvieron conocimiento de las razones habidas por el tribunal para haber dispuesto lo que dispuso, cual si se tratara de una
situación cuyo cumplimiento oportuno es indiferente, y no una de la que depende la tranquilidad y la confianza en el
derecho de las partes, pero ante todo, la libertad de un ser humano. Esto es, durante casi tres semanas, las partes
debieron estar a la impaciente espera de saber la motivación tenida por un tribunal de derecho (no de conciencia), con la
zozobra humana que ello implica y sin que aquel estuviera autorizado para proceder así, sino antes bien obligado a evitar
tales circunstancias. Nótese, como lo apunta el recurrente y concuerda el representante del Ministerio Público, que todavía
el día 13 de marzo (quince días después de la omitida lectura) se agrega al expediente una constancia de que, a pesar
de haber sido puestos en conocimiento de la parte dispositiva, los interesados no saben los motivos tenidos por el a-quo
para resolver así (folio 107). No es sino hasta otros cinco días después, el día 18 de marzo, que son notificados del fallo
en su integridad (folio 99). Este forma de proceder no es aceptable en la actuación de una administración pública
democrática que, en consecuencia, se reconoce como simple delegataria de la soberanía popular, es decir la que reside
en cada ser humano, pues a la postre este termina siendo objeto indiferente de las actuaciones de aquella y no su
finalidad, en cuyo solo bienestar, así como en el de sus similares, es admisible la actuación estatal y las limitaciones que
a la libertad de aquel esta implique. Por consiguiente, debe declararse con lugar el primer motivo interpuesto, anulando la
sentencia y el debate que la precedió, ordenándose el reenvío para nueva sustanciación conforme a derecho. Se llama la
atención a los jueces M.A., A.A. y T.A. para que eviten reincidir en los actos aquí sancionados, así como para que vigilen
por el correcto funcionamiento del despacho al respecto."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 780 de las 9,10 hrs.
del 21 de agosto.

32. PRINCIPIO DE INMEDIACION - Posibilidad de valorar en casación el análisis de prueba no vulnera este principio.

"Como primer agravio del recurso por vicios in procedendo interpuesto por los imputados N.R.M., J.P.E.E., J.P.A. y
A.G.M., se acusa la inobservancia de los artículos 106 y 400 inciso 4º del Código de Procedimientos Penales de 1973, por
falta de fundamentación de la sentencia, por las razones que seguidamente se resumen: 1) Porque en dicha pieza no se
consigna expresamente que los hechos se originaron ante la denuncia de la señora G.B.G. (conocida como "J.") contra el
ofendido J.A.A., lo que justifica la actuación de los acusados, por constituir cumplimiento de su deber como policías, de
pedirle al señor A. que fuera a la Delegación e investigar el hecho. Ofrece ante esta Sala como pruebas una copia de la
denuncia que interpuso la señora B., así como una declaración jurada de ella (cfr. folios 108, 153 a 160); 2) Reprochan los
impugnantes la ausencia de análisis respecto a las declaraciones que rindieron, para explicar qué fue lo que en realidad
sucedió y que el Tribunal de mérito no justificara razonadamente, porque consideró increíble o inaceptable su versión,
anomalía que se repite respecto a la declaración del testigo J.M.R.G., pues tampoco fue objeto de un análisis expreso; 3)
También se acusa que la motivación de la sentencia es contradictoria, pues por una parte se indica como hecho probado
que el ofendido le solicitó permiso al imputado N.R.M. para retirarse de la delegación y volver al día siguiente, a lo que
este contestó en forma afirmativa (véase el hecho probado "D" a folio 94), pero por otra parte dice el a quo que no se
pudo establecer "a ciencia cierta" los términos de la conversación entre A. y R.M., que A. "intentó" marcharse del lugar y
que R.M. "le ordenó a los co-encartados devolver al ofendido al puesto" (cfr. folios 98 vuelto a 99 vuelto). «El método
aplicado por el juzgador -dicen los recurrentes-, consistió en solamente analizar la prueba de cargo, nunca hizo un análisis
comparativo entre los hechos que nosotros narramos con los hechos que narran los testigos de cargo, no existe una
confrontación entre ellos...» (folio 111), y más adelante alegan que «El sistema de "valoración" utilizado por el ad-quo [sic],
si es que así se puede llamar, permite concluir que la valoración no existe, ya que si existen dos versiones opuestas sobre
cómo sucedieron los hechos, eso obliga al Juzgador presentar un análisis diciendo a cuál de las dos le da credibilidad y
decir el porqué. Eso no existe en la sentencia recurrida» (folio 112 vuelto), frases que sintetizan adecuadamente la
disconformidad de los impugnantes.- Considera esta Sala que el reclamo es de recibo. Examinando la motivación de la
sentencia puede constatarse que las pruebas se ubican en dos grupos que, a efecto de simplificar la motivación de la
presente resolución, denominaremos de "cargo" (que suscribe la acusación formulada) y "descargo" (que respalda la
versión sostenida por los encartados en su defensa). En el primero de esos grupos destacan las declaraciones del
ofendido y de los testigos R.Ch.C. y de F.P.P. (la última incorporada mediante lectura). En el segundo grupo de pruebas
se ubicarían las declaraciones de los cuatro imputados y la del testigo J.M.R.G. Sin embargo, para justificar los hechos
probados "E" y "F" (cfr. sentencia, folios 94 frente y vuelto), dice el a quo que estos han sido debidamente acreditados a
partir de las declaraciones del ofendido A.A. y de los testigos Ch.C. y P.P., así como del dictamen médico de folio 29,
agrupación de probanzas que califica de "contundente e inequívoca" (cfr. folio 99 vuelto), pero sin explicar el Tribunal por
qué esas probanzas produjeron tan gran impresión en su ánimo, convenciéndolo, o por qué no admiten duda o
equivocación respecto a los hechos acusados. A partir de ese último juicio de valor indicado, el Tribunal parece dar por
agotada la descripción del análisis relativo a la valoración de la prueba sometida a su conocimiento. Es decir, no solo
omitió justificar por qué estimó fidedigna, "contundente" o "inequívoca" la prueba de cargo, sino que tampoco explicó por
que no estimó veraz o merecedora de crédito la versión de los hechos sostenida por cada uno de los cuatro imputados,
omisión que se reitera respecto al testimonio de J.M.R.G. Sobre este tipo de vicios ha señalado la jurisprudencia de esta
Sala que: «...para que exista una verdadera motivación de la sentencia es preciso, en primer lugar, que en ella se
consigne, describa o reproduzca el contenido o dato... de las pruebas en las cuales se asientan las conclusiones a que se
llega; y, en segundo término, su consideración razonada. Ambos aspectos deben concurrir... para que pueda considerarse
que la sentencia se encuentra debida y suficientemente motivada, pues solamente así se satisfacen los presupuestos
mínimos para verificar si el mecanismo de discernimiento utilizado por el juez para llegar a determinada conclusión ha sido
cumplido con respeto a las reglas de la sana crítica racional. El incumplimiento de esta obligación, según su incidencia en
el dispositivo del fallo -como sucede en este caso-, produce por sí misma una nulidad de carácter absoluto, declarable aun
de oficio, por violar principios procesales de rango constitucional que tienden a asegurar a los particulares y a la
colectividad el control responsable de la recta administración de justicia (en este sentido véanse las resoluciones de esta
Sala V-266 de las 10:15 hrs. del 20 de diciembre de 1985, V-530-F de las 11:00 hrs. del 4 de octubre de 1991, así como
la resolución de la Sala Constitucional Nº 2832-93 de las 9:06 hrs. del 18 de junio de 1993)... el Tribunal omitió
absolutamente dar cuenta del contenido de sus testimonios [de los imputados] y del valor positivo o negativo que estas
declaraciones pudieran tener en el contexto probatorio, ya que, por provenir de los acusados, son de obligada
consideración, pues «Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con
justicia por un tribunal independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos u obligaciones o para el examen
de cualquier acusación contra ella en materia penal» (artículo 10 de la Declaración Universal de Derechos Humanos y en
igual sentido los artículos 14 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y 8.1 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos), mientras que en el presente caso las versiones que dieron los imputados en su defensa, lejos
de ser oídas, fueron ignoradas con una indiferencia pasmosa, por lo menos esa es la impresión que deja la sentencia
impugnada, en demérito del derecho de defensa y de la "necesaria demostración de culpabilidad" exigida por el artículo 39
de la Constitución Política...» (el subrayado es suplido, V-246-F de las 10:12 hrs. del 5 de mayo de 1995). Por otra parte,
también salta a la vista -tal como lo denuncian los quejosos- que hay una contradicción respecto a si el ofendido salió de
la delegación con o sin permiso del imputado N.R.M. Si no se supo "a ciencia cierta" -como lo asevera el a quo- lo que
conversaron A. y R., ¿cómo se puede afirmar en el acápite de "hechos probados" -el cual necesariamente supone
certeza- que R. accedió a la solicitud de A. para marcharse y regresar al día siguiente? Aquí se denota una grave
infracción a las reglas de la lógica que además evidencia que, en este punto, la relación de hechos probados de la
sentencia no es más que una mera transcripción del requerimiento de elevación a juicio. Conforme a lo expuesto, resultan
válidas las objeciones formuladas por los recurrentes en los puntos 2) y 3) de la síntesis enunciada al inicio de este
Considerando. A lo expuesto cabría agregar que el Tribunal señaló en sentencia que: «Como si fuera poco y gracias a la
inmediación y oralidad del debate, se pudo establecer que [el imputado] R. es una persona por demás prepotente, a tal
punto que en un arrebato de insolencia éste Tribunal se vio en la necesidad de aplicarle una fuerte reprimenda» (folio 100
vuelto). Sin embargo, ni la sentencia, ni el "acta de debate" (cfr. folios 82 a 84 -no hay folio 83- y 90 frente y vuelto, a lo
que debe agregarse que el Tribunal tampoco grabó en cintas magnetofónicas los actos del debate oral) precisan en qué
consistió el supuesto "arrebato de insolencia" del acusado R.M. En este punto debe advertirse al Tribunal de mérito que
aun cuando la sentencia es el fruto de un juicio realizado sobre la base de la acusación, en forma oral, pública,
contradictoria y continua, en que consecuentemente existe la inmediación al valorar la prueba (posibilidad del a quo que
no disfruta el ad quem), esto no quiere decir que la Sala de casación esté impedida de controlar el análisis de la prueba
hecho por el Tribunal de mérito, pues incluso los detalles relevantes cuya percepción deriva de la inmediación deben
haber sido consignados y valorados en sentencia, por un motivo elemental: el a quo no puede juzgar sobre lo que no ha
motivado descriptivamente. En el presente caso, si el Tribunal consideró relevante la conducta de "arrebato de insolencia"
del imputado R.M., que apreció directa o inmediatamente durante la audiencia, necesariamente debió consignar en la
sentencia cuál fue la conducta o acción concreta que cabe estimar atrevida, descarada, ofensiva e insultante, desusada o
temeraria, pues sólo así lograría el juzgador transmitir las razones que le llevaron a calificar al imputado como un sujeto
prepotente, esto es, que abusa de su poder o hace alarde de él, lo que en un caso como el presente resultaría ser de
suma relevancia, dada la naturaleza de algunos de los delitos acusados (por ej., el Abuso de autoridad). En este sentido,
señala la doctrina que: «La inmediación es, qué duda cabe, una garantía, pero sólo de carácter instrumental, preordenada
a ser posible, a partir del contacto directo con la valoración racional de los actos probatorios, que pueda a su vez ser
racionalmente enjuiciada por terceros. Por el contrario, cuando la inmediación se usa -y es frecuente- como barrera para
vetar el acceso al examen del curso valorativo del juez o tribunal, se convierte en una injustificable coartada, primero para
propiciar que el juez oculte sus razones; y después, para negar legitimidad a cualquier tentativa de fiscalizarlas... Porque,
como escribe Ferrajoli, debe distinguirse entre el juicio sobre el hecho y el juicio sobre el juicio. Y dentro de este, «es claro
que el juicio sobre la motivación forma un todo con el juicio de legalidad; y que el control sobre la consistencia (no de las
pruebas sino) del razonamiento probatorio, es todo uno con las garantías de legalidad que expresan los tres clásicos
brocardos nulla poena sine crimine, nullum crimen sine lege y nulla poena et nullum crimen sine iuditio. Este modo de
entender la cuestión se encuentra en alguna resolución... que declara controlable en casación el que califica de «segundo
nivel de la valoración judicial», que es el relativo «a las deducciones e inducciones que el tribunal puede realizar a partir
de los hechos que ha percibido directamente en el juicio oral. Estas inferencias pueden ser controladas en la casación
precisamente porque no dependen sustancialmente de la inmediación, sino de la corrección del razonamiento que se debe
fundar en las reglas de la lógica, en los principios de la experiencia y, en su caso, en conocimientos científicos. Por tanto,
en la medida en que el tribunal de casación tiene completo acceso a ese razonamiento puede verificar en cada caso la
corrección de las conclusiones» (IBAÑEZ, Perfecto Andrés: Acerca de la motivación de los hechos en la sentencia penal,
en "Ciencias Penales", Revista de la Asociación de Ciencias Penales de Costa Rica, año 8, Nº 11, julio de 1996, págs. 33
a 34). En este mismo sentido se ha afirmado que: «Además de que la eficacia de la oralidad e inmediatez tiene un radio
importante pero limitado, las susodichas "oralidad e inmediatez" no pueden funcionar como un cheque en blanco que se
extiende a favor del tribunal de instancia indiscriminadamente, sea cual fuere el desarrollo del proceso... Es decir, el
principio de la "oralidad e inmediatez" se acompaña de unos bien ganados méritos garantistas que debe ser magnificado
allí donde tenga verdadera incidencia, no a boleo" (IGARTUA SALAVERRIA, Juan: Valoración de la prueba, motivación y
control en el proceso penal, Valencia, Tirant lo blanch, 1995, págs. 114 a 115). Por todo lo expuesto, procede acoger este
reclamo, declarando la nulidad de la sentencia impugnada y del debate que la precedió y remitiendo el proceso al
competente para la nueva sustanciación que determina la ley. Por resultar innecesario -dada la naturaleza del
pronunciamiento vertido en el presente Considerando- se omite resolver los otros motivos acusados en el recurso, aunque
respecto al punto 1), con que al inicio de esta exposición se resumió el reclamo formulado por los imputados, debe
advertirse que ante la Sala de Casación no es legalmente posible ofrecer prueba sobre el hecho histórico que es objeto
de la causa, sino solamente prueba referida al cumplimiento defectuoso u omisión de los hechos del proceso, conforme al
criterio sostenido por esta a partir de la resolución V-35-F de las 11:15 hrs. del 17 de enero de 1992, positivisado en el
artículo 449 del Código Procesal Penal de 1996, donde se puede corroborar que la prueba puede ofrecerse cuando el
recurso se fundamente en un defecto del procedimiento y se discuta la forma en que fue llevado a cabo un acto, en
contraposición a lo señalado en las actuaciones, en el acta o registros del debate, o en la sentencia. También se le
recuerda al Tribunal que conforme al artículo 390 del Código de Procedimientos Penales de 1973, el Secretario debe
levantar un acta del debate que debe contener la firma de los miembros del tribunal, del fiscal, defensor y secretario,
previa lectura, y que si por cualquier motivo el acta se extendiere en letra manuscrita luego debe copiarse a máquina a la
mayor brevedad posible (esto así porque no se transcribieron a máquina las actas visibles a folios 82, 84 y 90, que
tampoco contienen las firmas requeridas por la ley), y que además es su obligación grabar en cintas magnetofónicas -que
aquí se echan de menos- todos los actos del debate oral, conforme a lo dispuesto en la Circular Nº 13-95, cuyo
incumplimiento se considera falta grave (Sesión de Corte Plena Nº 2795 del 2 de octubre de 1995, art. XI), motivo por el
cual se ordena testimoniar las piezas correspondientes para que el Tribunal de la Inspección Judicial proceda como
corresponda. Finalmente, no sobra señalar que al haber acogido el presente reclamo por inobservancia de formas
procesales que determinó la nulidad de la sentencia, la Sala de Casación NO está prejuzgando sobre el fondo del
asunto."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 705 de las 9,55 hrs. del 24 de julio.

33. PROCEDIMIENTO ABREVIADO - Consideraciones.

"Errónea aplicación de los artículos 71 incisos a), e) y f) del Código Penal, 374 del Código Procesal Penal y de la Ley
sobre estupefacientes, sustancias psicotrópicas, drogas de uso no autorizado y actividades conexas. En el único motivo de
su recurso, el imputado reclama como vicio in iudicando la errónea aplicación de los artículos 71 incisos a), e) y f) del
Código Penal, 374 del Código Procesal Penal de 1996, y de la Ley sobre estupefacientes, sustancias psicotrópicas,
drogas de uso no autorizado y actividades conexas (sin citar ningún artículo en particular). Se alega que por haber
confesado, el imputado se ha hecho acreedor a una disminución de la pena mínima, pero ésta sólo se rebajó en dos
años, con lo que la fundamentación es contradictoria. Se agrega que, conforme al numeral 374 antes citado, la
disminución pudo haberse hecho hasta por un tercio de la pena mínima prevista por el tipo penal respectivo, cual es de
ocho años de prisión, de tal modo que la sanción pudo haber sido fijada en "2.66 años". II.- El reclamo no es de recibo. El
defecto de fondo que cita el recurrente en realidad no existe, pues su argumentación se encuentra apoyada en una
errónea interpretación de la norma procesal que cita. El párrafo 2º del artículo 374 del nuevo Código Procesal Penal
señala que "... Para tales efectos, el mínimo de la pena prevista en el tipo penal podrá disminuirse hasta en un tercio ...",
es decir que el extremo menor de la pena puede reducirse en una tercera parte, no que la misma pueda disminuirse a un
tercio, lo que resultaría esencialmente diverso. Lo anterior significa que, por ejemplo, si el extremo menor de la pena que
se prevé para determinada acción típica se encuentra fijada en seis años de prisión, al aplicarse el procedimiento
abreviado ese extremo puede reducirse a cuatro años de privación de libertad, porque sólo podría disminuirse en un
tercio. También es necesario agregar que el procedimiento abreviado se sustenta en un acuerdo previo que debe
producirse entre el fiscal, el querellante, la defensa y el imputado, donde ellos manifiesten su conformidad, el imputado
acepte los hechos y exista un acuerdo sobre la posible pena que habrá de imponerse en el caso concreto, sin que el
Tribunal pueda aplicar una pena mayor a la solicitada. Para tales efectos la sanción no necesariamente debe reducirse en
un tercio en forma matemática, sino que ello debe ponderarse en cada caso concreto, conforme a las reglas contenidas en
el artículo 71 del Código Penal, apreciando las circunstancias especiales del hecho, las condiciones personales de los
sujetos involucrados, así como en general todos los factores objetivos y subjetivos del hecho punible. En especial deberá
tomarse en cuenta la posible indemnización a la víctima, si se hubiere determinado y fuere de domicilio conocido, quien
debe incluso manifestar su opinión como simple ofendido, cuando no ha formulado querella, aunque su criterio no sea
vinculante. Desde luego, si se trata de un querellante, conforme lo señala el párrafo primero del artículo 374 del nuevo
Código Procesal Penal, se requiere de su consentimiento para aplicar el proceso abreviado con todas sus implicaciones.
Finalmente corresponde a los jueces verificar que concurran las condiciones previstas en la ley para aplicar ese tipo de
procedimiento, conforme al párrafo final del artículo 374 citado y el 375 ibídem, pero los tribunales no pueden incursionar
en las razones específicas de conveniencia y de oportunidad que tuvieron las partes y el Ministerio Público para llegar al
acuerdo, salvo que estimen que se están afectando o lesionando seriamente los derechos de alguna de las partes, o no
se está dentro de los supuestos previstos en la ley para acordar la medida, en cuyo caso podrían improbar la aplicación
del procedimiento abreviado. Ese acuerdo es de mucha importancia para los actos procesales sucesivos en el
procedimiento abreviado, en especial para los controles a posteriori que deben realizar los tribunales de juicio y la
casación, por ello lo recomendable es que se plasmen por escrito, en forma simple y bien clara, los alcances del mismo, y
que sea rubricado por el imputado, por su defensor, por el fiscal y en su caso por el querellante, e incluso -si fuere del
caso- por la víctima, con el fin de que la voluntad de las partes quede bien expresada, sobre todo en lo que se refiere a la
aceptación de los hechos por parte del imputado, el monto de pena que solicitará el fiscal, así como cualquier otro aspecto
que conformen el acuerdo, como por ejemplo lo relativo a la indemnización de la víctima si correspondiere. Si a esta
solución se llega durante una audiencia oral, entonces lo recomendable es que el Juez incluya esos aspectos de
trascendencia en el acta respectiva, señalando en forma expresa la voluntad de las partes sobre cada uno de esos
puntos. Conforme se dijo la pena a imponer no puede superar el monto solicitado por los acusadores (párrafo tercero del
artículo 375 ibídem), monto que ha sido previamente discutido tanto por el fiscal, como por el querellante, el imputado y su
defensor con el fin de llegar a un consenso. El acuerdo sobre el monto de la pena debe ser respetado por el tribunal,
mientras se mantenga dentro de los límites fijados por el legislador, salvo que los jueces estimen totalmente
desproporcionado y sumamente alto dicho monto en consideración a las circunstancias especiales del caso, conforme al
artículo 71 del Código Penal, supuesto en el cual podrían aplicar incluso una pena más baja, siempre que el extremo
menor no baje de un tercio, salvo en los casos de tentativa de delito. Sin embargo, para apartarse de esa fijación de pena
negociada entre las partes y el Ministerio Público, los jueces deberán expresar en sentencia, en forma muy clara y
precisa, las razones que tengan, señalando en concreto las circunstancias especiales que justifican la aplicación de una
pena menos grave que aquella que el propio imputado y su defensor aceptaron como válida para el caso. Esta opción es
constitucionalmente válida en la medida en que se cumplen con las finalidades de prevención especial de la pena, pues el
imputado acepta su responsabilidad y las consecuencias del hecho delictivo en forma expresa, interviniendo no sólo en lo
que se refiere a la posible reparación, sino además en la determinación de la sanción penal. También se cumple con la
finalidad de prevención general, al quedar evidenciado frente a la comunidad que el imputado fue el autor del hecho y se
le impuso una correspondiente sanción penal, y finalmente, se cumple con la finalidad retributiva de la sanción penal, al
hacer inmediata la aplicación de una pena en el caso. Pero en ninguno de estos supuestos se elimina la fijación
jurisdiccional, ya que en última instancia el juez debe verificar que se dan los supuestos constitucionales y legales para la
aplicación de una pena, y es él quien finalmente determina el monto a aplicar según los límites, los criterios y los
parámetros fijados por el legislador para ello. En efecto, el Tribunal debe examinar si los hechos acusados son
constitutivos de delito, si existen elementos de convicción para tener por cierto que el delito existió y que el imputado lo
realizó, verificando la existencia de todos los requisitos, en especial que existe una acción típica, antijurídica y culpable
realizada por el imputado, y por último determinando el monto final de la pena según los criterios señalados por el
legislador en este tipo de procedimiento. Por esa razón es que el párrafo final del artículo 375 del Código Procesal Penal
señala que la sentencia debe contener, al menos sucintamente, los requisitos exigidos en ese código, e incluso que es
recurrible en casación, donde se controlará el contenido de esos requisitos. Desde luego si el Tribunal estima que hay
dudas sobre la existencia del hecho punible, o sobre la participación del imputado en los mismos, a pesar de la
aceptación de los cargos, lo que corresponde no es el dictado de un sobreseimiento o una absolutoria, sino el rechazo del
procedimiento abreviado para que mediante el trámite ordinario se investigue a fondo lo ocurrido, y se llegue a la solución
que conforme a derecho corresponda. En el presente caso el imputado aceptó los hechos, y tanto él como su defensor
solicitaron la aplicación de este procedimiento especial. El Fiscal también solicitó la abreviación del proceso, y pidió
además se aplicara una pena de ocho años de prisión. Esta solicitud de pena constituye el extremo mayor según lo
señala el legislador. Por su parte los miembros del tribunal de juicio rebajaron la pena solicitada por el fiscal de ocho a
seis años de prisión. El imputado fue condenado por el delito de tráfico internacional de drogas, que está sancionado
inicialmente con una pena mínima de ocho años de prisión, y la fijación que hizo el tribunal se encuentra dentro del tercio
al que podría disminuirse la pena según las normas arriba citadas, conforme al procedimiento abreviado. En consecuencia,
en el caso de autos se impuso apenas un monto de pena poco más allá del mínimo posible, que en este caso era de
cinco años y cuatro meses, apartándose de la fijación negociada entre las partes, por lo que el vicio de fundamentación
contradictoria en perjuicio del imputado no se aprecia, lo que justifica declarar sin lugar la queja. Por el contrario, lo que
podría discutirse en el presente caso es si el Tribunal tenía y señaló razones especiales para reducir el monto de la pena
solicitada por el fiscal, y desde luego pactada y aceptada por las partes, incluso por el propio imputado y su defensa, sin
embargo por tratarse de un recurso de la defensa y en virtud del principio de la non reformatio in peius esta Sala no entra
a examinar ese aspecto, a falta de un recurso del fiscal."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 546 de las 9,10 hrs.
del 12 de junio.

34. PROCEDIMIENTO ABREVIADO - Consideraciones respecto de la fijación de la pena y levantamiento del acta de la
audiencia.

"Como único agravio del recurso por vicios in iudicando interpuesto por la representación del Ministerio Público, se acusa
la inobservancia del artículo 374, párrafo segundo in fine, del Código Procesal Penal de 1996, porque el Tribunal
sentenciador -por simple mayoría- en vez de sustraer un tercio al extremo menor de las penas previstas en los tipos
penales, les restó dos terceras partes.- Al respecto debe señalar la Sala que al reglamentarse el procedimiento abreviado,
cuando la norma supracitada dice: «...el mínimo de la pena prevista en el tipo penal podrá disminuirse hasta en un tercio»,
lo que se dispone es que el modo de disminuir el extremo menor de la pena es sustrayendo o restándole, como máximo,
una tercera parte, de modo que, por ejemplo, a un extremo menor de diez años lo más que se le puede disminuir serían
tres años y cuatro meses, pudiendo entonces imponerse una pena mínima de seis años y ocho meses de prisión. Esto
así, porque en la oración entrecomillada del artículo 374, la preposición "hasta" sirve para introducir los complementos del
verbo "disminuir", expresando el término en que se puede hacer menor la extensión del extremo mínimo de la pena
prevista en el tipo penal, tal como lo interpretó el Juez Ch.B. en su voto salvado. En este mismo sentido que da la Sala al
artículo en comentario, ya se ha pronunciado la reciente doctrina relativa al nuevo Código Procesal Penal, indicándose que
"de lo que se trata es simplemente de una transacción en cuanto a la pena a imponer, que podrá ser disminuida hasta un
tercio por debajo del mínimo legal previsto en el tipo penal" (el subrayado es suplido, LLOBET RODRIGUEZ, Javier:
Proceso Penal Comentado, Imprenta y Litografía Mundo Gráfico, San José, 1998, pág. 763). En el presente caso los tres
extremos menores de las penas aplicables sumaron veintidós años de prisión, que erróneamente fueron disminuidos y
fijados en siete años y cuatro meses, siendo que el mínimo posible era de catorce años y ocho meses. Considera la Sala
que conforme al artículo 450 del Código Procesal Penal, la enmienda de este defecto debe ser la casación parcial de la
sentencia, únicamente en cuanto a la determinación de la pena, la cual, de acuerdo con los artículos 374, párrafo
segundo, y 375, párrafo tercero, del Código de Procedimientos Penales, 156 y 161 del Código Penal, se fija en el tanto de
quince años de prisión, que fue el monto acordado por las partes para optar por el procedimiento abreviado (cfr. folio 78
vuelto), esto es, sustrayendo siete veintidosavos al extremo menor total de veintidós años que resultó del concurso
juzgado por la mayoría del tribunal a quo, referido a conductas que lesionaron groseramente tanto la libre
autodeterminación sexual como la esfera de reserva, decoro, pudor u honestidad sexual de la ofendida M.L.L.G.,
valiéndose el justiciable de circunstancias de modo, tiempo y lugar tales que le permitieron -movido por repudiables y
reprochables propósitos- no solo facilitar la realización de los hechos acreditados en sentencia, sino además menguar
ostensiblemente las posibilidades de repeler la agresiones sexuales cometidas, ya fuera por la propia niña ofendida o por
parte de terceros que pudieran haber acudido en su defensa, mostrando así su desprecio hacia los bienes jurídicos
tutelados por el ordenamiento jurídico en favor de la víctima, particularmente por tratarse de una menor de edad, todo lo
cual impide disminuir hasta en un tercio completo el mínimo de la pena a imponer. Debe agregarse a lo que se lleva
expuesto que la sentencia de mayoría además refleja una grave infracción a las formalidades relativas a la fijación de la
pena, concretamente por la falta de fundamentación del fallo en este punto, lo que no se suple con abundantes citas de
doctrina o de jurisprudencia, si no se indica expresamente de qué modo vienen a respaldar o ilustrar las conclusiones del
juzgador, dado que la sentencia debe ser personalmente motivada por el juez. Por imperativo legal el juzgador debe
expresar sus propios razonamientos, de manera clara y precisa, expresando los argumentos de hecho y de derecho en
que se basan sus decisiones, luego de lo cual puede hacer las citas que estime pertinentes, estableciendo la relación que
tienen con el asunto tratado, para un mejor entendimiento del mismo. Conforme al párrafo segundo del artículo 142 del
nuevo Código Procesal Penal, la fundamentación «Será insuficiente cuando se utilicen formularios, afirmaciones
dogmáticas, frases rutinarias...» En el octavo Considerando de la sentencia impugnada, bajo el título de "Justificación de
la pena", la motivación expuesta ni es clara, ni precisa, y ni siquiera aprecia algunos de los parámetros enunciados en el
artículo 71 del Código Penal para la fijación de la pena, tales como, por ejemplo, las circunstancias de modo, tiempo y
lugar del hecho, la importancia de la lesión o la gravedad del suceso. Por el contrario, se recurre a frases hechas y
afirmaciones dogmáticas que incluso resultan abiertamente contradictorias pues, por ejemplo, por una parte se afirma que
el fundamento de la pena privativa de libertad es tanto la prevención general como la prevención especial ("buscando -
dice la mayoría- su reeducación y reinserción social"), pero inmediatamente asevera que "es un mito reconocer que la
prisión regenere, reeduque o rehabilite" (cfr. folio 82 frente y vuelto), lo que en modo alguno viene a contribuir a despejar
el problema de la fundamentación o legitimidad de la sanción penal privativa de libertad en el Estado costarricense. Por
otra parte, la adopción del procedimiento abreviado no exime al Tribunal de las obligaciones de levantar un acta de la
audiencia y de realizar una grabación del debate, conforme a la relación que resulta de los artículos 370 y 372 del Código
Procesal Penal, todo lo cual se echa de menos en este asunto. Tome nota el Tribunal de la llamada de atención que aquí
se le hace para que en adelante no vuelva a incurrir en este tipo de errores."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº
590 de las 9,20 hrs. del 19 de junio.

35. PROCEDIMIENTO ABREVIADO - Consideraciones sobre fijación de pena.

"Ya esta Sala, sobre la interpretación que debe darse al citado rebajo de la pena, se pronunció de la siguiente forma: "El
párrafo 2° del artículo 374 del nuevo Código Procesal Penal señala que "Para tales efectos, el mínimo de la pena prevista
en el tipo penal podrá disminuirse hasta en un tercio...", es decir que el extremo menor de la pena puede reducirse en una
tercera parte, no que la misma pueda disminuirse a un tercio lo que resultaría esencialmente diverso. Lo anterior significa
que, por ejemplo, si el extremo menor de la pena que se prevé para determinada acción típica se encuentra fijada en seis
años de prisión, al aplicarse el procedimiento abreviado ese extremo puede reducirse a cuatro años de privación de
libertad, porque sólo podría disminuirse en un tercio". Se agrega que "El acuerdo sobre el monto de la pena debe ser
respetado por el tribunal, mientras se mantenga dentro de los límites fijados por el legislador, salvo que los jueces estimen
totalmente desproporcionado y sumamente alto dicho monto en consideración a las circunstancias especiales del caso,
conforme al artículo 71 del Código Penal, supuesto en el cual podrían aplicar incluso una pena más baja, siempre que el
extremo menor no baje de un tercio, salvo en los casos de tentativa de delito. Sin embargo, para apartarse de esa fijación
de pena negociada entre las partes y el Ministerio Público, los jueces deberán expresar en sentencia, en forma muy clara
y precisa, las razones que tengan, señalando en concreto las circunstancias especiales que justifican la aplicación de una
pena menos grave que aquella que el propio imputado y su defensor aceptaron como válida para el caso." (Sala Tercera
de la Corte Suprema de Justicia, resolución 546-98 de 9:10 horas del 12 de junio de 1998. En igual sentido, resolución
590-98 de 9:20 horas del 19 de junio de 1998). En el caso presente, el juez se separa del convenio a que arribaron
imputado, defensor y Ministerio Público y que fue reiterado en varias actuaciones, imponiendo una pena menor a la que
correspondería aún aplicando la rebaja del tercio, dado que si el mínimo fuera de cuatro años (lo que está fuera del
pacto), sea cuarenta y ocho meses, el tercio sería de dieciséis meses, sea un año y cuatro meses, por lo que la pena a
imponer quedaría en dos años y ocho meses y no el año y tres meses que se impuso. En virtud de lo expuesto, se
declara con lugar el recurso formulado por el Ministerio Público y acorde con el artículo 450 del Código Procesal Penal, la
enmienda de este defecto consiste en casar parcialmente la sentencia, únicamente en cuanto a la determinación de la
pena, la que, de conformidad con los artículos 374 párrafo segundo y 375 párrafo tercero del Código Procesal Penal y 213
del Código Penal, se fija en el tanto de tres años y seis meses de prisión, que fue el acuerdo al que arribaron las partes.
No está de más advertir que en realidad el acuerdo fue de cuarenta y cuatro meses y al hacerse la reducción a años, se
incurrió en el yerro de no indicar tres años y ocho meses, como correspondía, lo que en todo caso no podría perjudicar al
imputado, por lo que se deja la pena en el tanto ya dicho de tres años y seis meses de prisión. Dado que la pena
impuesta excede el tanto de tres años de prisión, se revoca la concesión de la condena de ejecución condicional (Artículos
59 y 60 del Código Penal)."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 722 de las 8,55 hrs. del 31 de julio.

36. PROCEDIMIENTO ABREVIADO - El órgano jurisdiccional es quien define la norma sustantiva aplicable - Forma de
resolver convenio ilegal sobre prueba.

"Según se desprende de la queja que plantea el defensor particular de la encartada G.B., su inconformidad se centra en
que, a pesar de que el Ministerio Público aceptó la aplicación del proceso abreviado, solicitando al efecto una pena de
cuatro años de prisión, de forma ilegítima el tribunal de juicio -al estimar que la calificación jurídica del hecho era
incorrecta- aumentó la sanción privativa de libertad a cinco años, tres meses y cuatro días, con lo que violó el debido
proceso. Para resolver de forma adecuada el punto objeto del reclamo, es necesario explicar cuáles son los antecedentes
que culminan con el dictado del fallo impugnado, a saber: a) Según la acusación y solicitud de apertura a juicio de folios
436 a 443, el Ministerio Público le atribuye a la señora C.G., en asocio con su compañero y co-encartado R.M. y algunos
panameños y colombianos, el dedicarse al tráfico de drogas tanto a nivel nacional como internacional. En concreto, se le
endilga el introducir droga desde Panamá y distribuirla en Costa Rica entre personas que a su vez se encargarían de
distribuirla a los consumidores, entre ellos los co-encartados M.A. conocida como "tita" y E.C.R. Esta relación fáctica, en
lo que se refiere a la señora G., fue calificada por la licenciada I.P.M.M., fiscal encargada de confeccionar la pieza que se
analiza, como un delito de tráfico internacional de drogas, previsto por el numeral 16 de la ley Nº 7233. b) Durante la
audiencia preliminar, el licenciado W.M.R. (fiscal encargado de atender dicha diligencia), no obstante que al motivar sus
pretensiones aclaró que a G.B. se le acusaba de tráfico internacional de drogas, mostró su conformidad con que a ella se
le aplicara el procedimiento abreviado, para cuyos efectos solicitó que la pena le fuera rebajada a cuatro años de prisión
(folio 528 vuelto, líneas 6 a 19), todo lo cual fue aceptado por la defensa, señalando que "... En cuanto a C.G. en
conversaciones con el Ministerio Público han estado de acuerdo en que se le aplique el artículo 317 inciso 3º en relación
con el 373 del Código Procesal Penal, así como el artículo 18 párrafo 4º de la ley de psicotrópicos, pidiendo que se le
aplique sentencia de dos años y ocho meses ... lo cual la haría acreedora del beneficio de la ejecución (sic) condicional
de la pena eventualmente ..." (folio 529 frente, líneas 11 a 23). c) La imputada, al hacer uso de la palabra durante la
audiencia, refirió que "... deseo que se me aplique el procedimiento abreviado y en razón de ello admito expresamente mi
vinculación indirecta con los hechos que se me han venido atribuyendo ..." (folio 529 vuelto, líneas 2 a 5). d) No obstante
que, según se explicó, a la imputada C.G. se le endilga por parte de la fiscalía el delito de tráfico internacional de drogas
(artículo 16 ya citado), el juez de la etapa intermedia varía la calificación de los hechos con respecto a aquella al delito de
"comercio de drogas" (folio 539 vuelto, líneas 7 a 12). Una vez cumplido lo anterior, dicha autoridad homologa en estos
términos el contenido del acuerdo suscrito entre las partes, mediante auto de las 9:50 horas del 17 de febrero de 1998
(folios 539 a 540), remitiendo las actuaciones al tribunal de juicio del segundo circuito judicial de San José. e) El tribunal
de sentencia, al conocer por el fondo del asunto y advertir los yerros sustanciales en los cuales se incurrió, razona lo
siguiente: "... El segundo problema deriva de la solicitud de pena realizada por la representación del Ministerio Público en
el caso de la encartada G.B. Según el art. 375, 3 cpp (sic), si el tribunal condena, la pena impuesta no podrá superar la
requerida por los acusadores, de lo que resulta que, en este caso ... el órgano acusador solicitó la imposición de 4 años
de prisión, siendo que la pena prevista por el artículo 16 LEstup (sic), es de 8 años en su mínimo. Nos enfrentamos aquí
al caso en que la pena fijada por el acusador resulta ilícita por cuanto es inferior a la pena legalmente prevista, aún
efectuada la disminución de un tercio a que se refiere el art. 374,2 cpp. El suscrito juez interpreta que la intención de la
representación del Ministerio Público ha sido aquella de favorecer a la imputada G.B. con la aplicación de la menor
sanción prevista por ley, de modo que, interpretando que nos encontramos ante un error material en la solicitud de la
pena, de conformidad con el art. 179 cpp que regula la disciplina del saneamiento de la actividad defectuosa, se concluye
que la pena solicitada por el acusador es la mínima prevista por el tipo penal, en este caso 8 años de prisión y que a su
vez se inclina en favor de que el tribunal aplique la totalidad de la disminución que autoriza la ley. Queda de esta manera
fundamentado que aún cuando, formalmente, este tribunal ha efectuado un saneamiento sobre un aspecto esencial del
procedimiento abreviado, sea la solicitud de pena del acusador, no viola con ello el derecho de defensa habida cuenta que
en realidad está interpretando que la solicitud de pena es la más favorable que de una manera legítima puede ser
solicitada ..." (folio 573, línea 8 en adelante). Con fundamento en estas consideraciones, el juzgador impuso a C.G. una
pena de 5 años, tres meses y cuatro días de prisión, al declararla autora responsable del delito de tráfico internacional de
drogas, con base en el artículo 16 de la ley sustantiva ya citada. III.- Como se deriva de todo lo antes expuesto y
transcrito, en la tramitación del presente asunto así como en el dictado del fallo que ahora se impugna, se aprecia la
concurrencia de una serie de yerros procesales que deben ser rectificados. Es así como tenemos lo siguiente: (1).- No
obstante que de la acusación que presenta la fiscalía se deduce con absoluta claridad que a la encartada se le atribuye el
delito de tráfico internacional de drogas, cuya pena mínima, según lo prevé el numeral 16 de la derogada ley Nº 7233 (al
igual que el numeral 71 inciso hrs. de la actual ley sobre estupefacientes, sustancias psicotrópicas, drogas de uso no
autorizado y actividades conexas, Nº 7786, del 30 de abril de 1998, publicada en el Alcance a la Gaceta Nº 93, del
viernes 15 de mayo del mismo año) es de 8 años de prisión, durante la audiencia preliminar el fiscal que atendió dicha
diligencia oral convino con la defensa en que se aplicara el proceso abreviado, aceptando inexplicablemente que a la
acusada se le impusiera una pena de cuatro años de prisión, es decir, comprometió la acción penal en un acuerdo ilegal
al aceptar una sanción muy por debajo del mínimo establecido, sin que exista norma procesal alguna que lo autorizara
para ello. Nótese que en cuanto a este punto, el artículo 374 párrafo 2º del Código Procesal Penal de 1996 con toda
claridad señala que, si las partes convienen en la aplicación del proceso abreviado, "... el mínimo de la pena prevista en
el tipo penal podrá disminuirse hasta en un tercio ...", de donde se entiende que la posibilidad que ostenta el ente
acusador -o el querellante en su caso- de negociar con la defensa el monto de la pena (siendo su eventual disminución
en un tercio la que motivará a ésta a aceptar la aplicación del trámite abreviado) encuentra como límite infranqueable el
mínimo previsto por el tipo penal aplicable a los hechos acusados, de donde también resulta manifiesto que el arreglo
entre las partes no podría de ningún modo obviar la correcta tipificación jurídico-penal de éstos. Esto significa que la ley
procesal no autoriza al Ministerio Público para que, en aras de que la defensa se sienta tentada a admitir el abreviado,
pueda transigir incluso con una calificación jurídica que sin ser la adecuada a los hechos beneficie ostensiblemente a ésta
última. De lo dicho hasta aquí se colige, entonces, que el primer vicio in procedendo que se advierte en el presente caso
fue cometido por el fiscal que atendió la audiencia preliminar, al aceptar en el convenio con la defensa unas condiciones
que sobrepasan los límites permitidos por la legislación procesal. (2).- No obstante la anterior irregularidad procesal, el
juez de la etapa intermedia admitió la procedencia del abreviado según las condiciones ilegales que se pactaron, y se
varió la calificación jurídica del hecho con respecto a G.B., señalando que a ella se le acusa simplemente de "comercio de
drogas", en contraposición a R.M., a quien se le imputa el delito de tráfico internacional de drogas. El juez de la etapa
intermedia pudo haber rechazado el proceso abreviado, conforme a los artículos 319 párrafo 3º y 374 párrafo 4º del
Código Procesal Penal, ya que su función es la de un contralor de legalidad, velando porque se cumplan los requisitos
exigidos para la adopción de las medidas alternativas que aquel prevé. (3).- Una vez recibidas las actuaciones por el
tribunal de sentencia se incurre en otras irregularidades, pues tomándose en cuenta que el acuerdo que lo sustentaba era
ilegal, y en vista de que el tribunal de la fase intermedia no lo hizo, debió rechazar el procedimiento abreviado y reenviar
el asunto para su tramitación ordinaria (artículo 375 párrafo 2º ibídem). En lugar de ello, el órgano de instancia asume la
competencia y resuelve por el fondo en abierta contraposición con lo dispuesto por el párrafo 3º del mismo numeral, toda
vez que al imponer la pena superó el monto que había requerido el acusador, sin que en este punto pueda estimarse
válida o legítima la manera en que se interpreta la voluntad externada por las partes, pues la misma se irrespetó y
desconoció en forma absoluta. Si la defensa aceptó someterse a los rigores del juicio abreviado al tener la certeza de que
la sanción de cuatro años que aceptó la fiscalía no podría superarse en sentencia, a tal punto que incluso el defensor
solicitó que la misma fuese rebajada en un tercio, y que se le concediera a la encartada el beneficio de ejecución
condicional, no es dable que, ante el grave error en la calificación jurídica del hecho y la pena que ilegalmente se convino,
se interprete que la pena sobre la cual giró el acuerdo entre las partes fue la mínima prevista por el tipo penal que -según
la correcta calificación jurídica del hecho- correspondía aplicar, pues con ello sobre todo se irrespeta de forma evidente la
voluntad libremente expresada de la defensa. Esta Sala ha señalado lo siguiente: "... el procedimiento abreviado se
sustenta en un acuerdo previo que debe producirse entre el fiscal, el querellante, la defensa y el imputado, donde ellos
manifiesten su conformidad, el imputado acepte los hechos y exista un acuerdo sobre la posible pena que habrá de
imponerse en el caso concreto, sin que el Tribunal pueda aplicar una pena mayor a la solicitada ... corresponde a los
jueces verificar que concurran las condiciones previstas en la ley para aplicar ese tipo de procedimiento, conforme al
párrafo final del artículo 374 citado y el 375 ibídem, pero los tribunales no pueden incursionar en las razones específicas
de conveniencia y de oportunidad que tuvieron las partes y el Ministerio Público para llegar al acuerdo, salvo que estimen
que se están afectando o lesionando seriamente los derechos de alguna de las partes, o no se está dentro de los
supuestos previstos en la ley para acordar la medida, en cuyo caso podrían improbar la aplicación del procedimiento
abreviado ... Conforme se dijo la pena a imponer no puede superar el monto solicitado por los acusadores (párrafo tercero
del artículo 375 ibídem), monto que ha sido previamente discutido tanto por el fiscal, como por el querellante, el imputado
y su defensor con el fin de llegar a un consenso. El acuerdo sobre el monto de la pena debe ser respetado por el tribunal,
mientras se mantenga dentro de los límites fijados por el legislador, salvo que los jueces estimen totalmente
desproporcionado y sumamente alto dicho monto en consideración a las circunstancias especiales del caso, conforme al
artículo 71 del Código Penal, supuesto en el cual podrían aplicar incluso una pena más baja, siempre que el extremo
menor no baje de un tercio, salvo en los casos de tentativa de delito ...", voto Nº 546-F-98, de las 9:10 hrs. del 26 de
junio de 1998. Lo anterior significa que, contrario al respetable criterio de quien recurre, no es el Ministerio Público -ni las
partes en general- quien define la norma sustantiva que corresponde aplicar a los hechos que sustentan el juicio de
culpabilidad, pues al dictarse la sentencia, o en su caso al valorarse la procedencia del trámite abreviado, será el órgano
jurisdiccional quien tenga que determinar dicho extremo, por cuanto queda claro que dentro de las facultades de
negociación que se le reconocen al ente acusador no se encuentra comprendido el obviar la correcta calificación jurídica
aplicable al suceso histórico sometido a investigación. IV.- La única manera de sanear los vicios de procedimiento que se
han hecho notar, de acuerdo al principio general sobre actividad procesal defectuosa que recogen los numerales 175, 179,
443 párrafo 2º y 450 del Código Procesal Penal de 1996, es decretando la invalidez del fallo impugnado, así como la
resolución del tribunal de la etapa intermedia, únicamente en cuanto acogieron el proceso abreviado respecto de la
imputada C.R.G.B. En su lugar se dispone rechazar dicho procedimiento por cuanto los alcances del acuerdo entre el
Ministerio Público, dicha imputada y su defensa resulta contrario a derecho. Remítanse las diligencias al Tribunal de
origen, con el fin de que se testimonien las piezas necesarias ante los órganos de la etapa preparatoria, para que el
proceso continúe en forma ordinaria en lo que se refiere a la imputada G. Si las partes así lo tienen a bien, podrían
negociar de nuevo la posible aplicación del proceso abreviado, respetando las limitaciones legales. Si se llegare a
sancionar a dicha imputada, cualquiera que sea el procedimiento aplicado, rigen las limitaciones establecidas por el
principio de la prohibición de la reformatio in peius, conforme al artículo 451 del Código Procesal Penal. Por innecesario
se omite pronunciamiento en cuanto a los demás aspectos del recurso."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 723 de
las 9 hrs. del 31 de julio.

37. PROCEDIMIENTO ABREVIADO - Imprecisión del acuerdo y falta de concreción de pena a imponer provoca nulidad.

"Como único agravio del recurso por vicios in procedendo interpuesto por el Lic. R.G.B. en defensa del imputado M.J.R.,
se acusa la inobservancia de los artículos 39 y 41 de la Constitución Política, 144, 145 inciso 3º y 146 del Código de
Procedimientos Penales de 1973, 175, 373 374 y 375 del Código Procesal Penal de 1996, porque el Tribunal de mérito
irrespetó el acuerdo al que se llegó con el Ministerio Público -para la aplicación del procedimiento abreviado- respecto a
los hechos acusados y su calificación jurídica, pues habiéndose convenido una tentativa de Hurto agravado, el a quo
sorpresivamente condenó a su patrocinado por Hurto agravado consumado, lo cual incidió perjudicialmente en sus
pretensiones «...en el sentido de que se impusiera -dice el quejoso- la pena mínima que es de cinco años de prisión,
rebajada en un tercio en virtud del abreviado a tres años y cuatro meses, y estando el hecho en grado de tentativa
rebajarla aun más, para que en aplicación del concurso real retrospectivo, sumada a la pena de seis meses de un
antecedente, sobre un hecho posterior al investigado, se mantuviera el beneficio de ejecución condicional otorgado en
virtud del mismo, o bien una pena de tres años, concediéndose de nuevo el beneficio, considerando que para la fecha del
hecho que nos ocupa era delincuente primario».- Considera esta Sala que la disconformidad de la defensa es atendible,
mas no por las razones que esa representación ha aducido, sino porque en el presente caso no existe un acuerdo claro
respecto a las condiciones concretas en que el imputado admitió el hecho acusado y consintió la aplicación del
procedimiento abreviado, puesto que el Ministerio Público manifestó su conformidad a la propuesta de la defensa, pero de
manera relativa e imprecisa, particularmente respecto a la pena a imponer, lo cual puede corroborarse con la lectura del
"acta de proceso abreviado" que corre entre los folios 57 a 59, de donde nos permitimos hace las siguientes
transcripciones: Propuesta de la defensa: "el Defensor [...] manifiesta al tribunal el deseo de su Representado de
someterse al Proceso Especial denominado Abreviado [...] y solicita se le imponga la pena mínima y se le rebaje en un
tercio la pena, asímismo [sic] se le otorge [sic] al Ministerio Público para que aclare el Requerimiento en razón de que el
[sic] para esta representación el hecho quedó está [sic] en grado de tentativa, asímismo [sic] en este momento solicito que
se aplique el Concurso Real Retrospectivo para que mi patrocinado continúe con el beneficio ya otorgado, en razón de
que los hechos que se están ventilando son anteriores, a los hechos por el cual ya fue condenado". Conformidad del
acusador: "Solicito que se agrege [sic] en el punto 3, después de "los bienes sustraídos ["], se agrege [sic] siendo seguido
de cerca por el ofendido, quien al ver en la esquina que estaban dos policías y les comunicó el hecho, y lo siguiente
continúa igual. Por lo que corrijo la calificación legal por Robo agravado en Grado de tentativa, estoy de acuerdo que se
aplique el Procedimiento Abreviado y se le imponga la pena mínima de Cinco años de prisión y sea rebajada en un tercio
la pena y quede en Tres años y Cuatro meses de prisión, queda a criterio del Tribunal que se le rebaje aún más por
haber quedado el hecho en grado de tentativa, solicito que se analice muy bien lo concerniente al Concurso Real
Retrospectivo". Según lo refiere el acta citada, respecto a este convenio el Tribunal se limitó a decir -en lo que interesa-
que "Se admite la corrección hecha por el Ministerio Público", que el imputado "manifiesta estar anuente al proceso
abreviado y acepta los cargos que se le han venido atribuyendo". Como se puede apreciar, en el acta citada no sólo se
encuentran errores ortográficos y de puntuación evidentes, sino que su redacción es además imprecisa respecto a qué fue
en realidad lo que se acordó, particularmente respecto a la pena a imponer, extremo que debió haber quedado
absolutamente claro para el imputado, ya que -conforme al artículo 375 párrafo tercero del Código Procesal Penal, si el
Tribunal lo condenaba, la pena impuesta no podría superar la requerida por los acusadores. En el presente caso, el
Ministerio Público no definió concretamente la pena a imponer (siendo su deber, conforme al artículo 374 párrafo segundo
ibídem), pues a pesar de haber señalado en un primer momento el tanto de tres años y cuatro meses de prisión, luego
deja a criterio del Tribunal disminuirla aún más al tenor de los artículos 24 y 73 del Código Penal, en vista de que el delito
-y así lo estimó expresamente el acusador- no se consumó, sino que es punible a través de las reglas de la tentativa.
Esta indeterminación ha producido que ahora la defensa reproche que a su patrocinado no le hubiera sido disminuida aún
más la pena, pues considera que esa es una de las condiciones bajo las cuales el encartado consintió la aplicación de
este procedimiento. Considera la Sala que si el defensor letrado del imputado "creyó" que eso era parte del acuerdo, con
mucha más razón lo debe haber entendido así también su patrocinado, básicamente porque ello resultaba legalmente
posible a partir de la modificación hecha en el cuadro fáctico acusado. A tal punto suscita diversas interpretaciones el
acuerdo examinado, que al contestar la audiencia conferida durante el trámite de este recurso, el Fiscal de la "Unidad
especializada en casación" estimó que el recurso debe ser declarado sin lugar, entre otras cosas, porque: "...es lo cierto
que el convenio fue respetado pues en él nada se dijo sobre la pena sino tan solo el acuerdo giró sobre los hechos a
admitir" (el subrayado es suplido, cfr. memorial a folio 90). Por las razones indicadas se declara con lugar el reclamo, se
anula la sentencia y se ordena el reenvío al competente para su nueva sustanciación."1998. SALA TERCERA DE LA
CORTE, Nº 993 de las 9,10 hrs. del 16 de octubre.

38. PROCEDIMIENTO ABREVIADO - Negativa del M.P. en aceptarlo no resulta controlable por el órgano jurisdiccional,
salvo casos excepcionales.

"Fundamentación ilegítima. En el único motivo de su recurso, con cita de los artículos 1, 2, 12, 16, 142, 175, 178 inciso c),
142, 184, 361, 369 inciso d), 443, 44, 445, 373, 374 y 375 del Código Procesal Penal de 1996, el defensor público del
coencartado A.L. reclama que el fallo de instancia incurre en fundamentación ilegítima al arrastrar defectos de carácter
absoluto. La queja se centra en que los juzgadores rechazaron ad-portas -de manera genérica, no individualizada- la
solicitud de la defensa para que se aplicara el procedimiento abreviado, sin que se hiciera referencia a las circunstancias
que concurren en el caso concreto, y sin motivar el por qué la representante del Ministerio Público rechazó la referida
solicitud de la defensa. Asimismo, el abogado recurrente discrepa y cuestiona la justificación que adujo la fiscalía como
sustento de su negativa. El motivo no es procedente. Según se logra colegir del fallo impugnado y de la respectiva acta
del debate, en las fases preliminares del juicio el aquí recurrente manifestó su inconformidad con la posición asumida por
el Ministerio Público durante la audiencia preliminar, pues dicha dependencia -por política institucional- no aceptó la
aplicación del abreviado, por tratarse de un asunto relacionado con psicotrópicos. Debido a ello, la inconformidad se
centra en que los juzgadores -al rechazar el planteamiento de la defensa- no le exigieron al órgano requirente que
fundamentara, con referencias concretas al caso que se ventila, cuáles fueron las razones de su negativa. Según la
redacción del numeral 373, inciso b), del Código Procesal de 1996, uno de los requisitos para la aplicación del proceso
abreviado consiste en que el Ministerio Público manifieste su conformidad. Nótese que en cuanto a este punto el
fundamento de la decisión que adopte el titular de la acción penal no resulta controlable por el órgano jurisdiccional. Lo
anterior significa que, en un caso como el que ahora nos ocupa, la negativa que externe la fiscalía -salvo que se apoye
en criterios del todo arbitrarios, subjetivos, irracionales o contrarios a derecho- deberá ser respetada por los tribunales, lo
que implica que no podría aplicarse el abreviado en contra de tal criterio. Lo anterior es una consecuencia necesaria de
un sistema acusatorio como el que nos rige, en el que cada una de las partes desempeña un papel concreto dentro del
contradictorio, sin que exista la posibilidad de que el juzgador usurpe o interfiera con la función de una de ellas (artículos
62, 64 y 277 párrafo 2º ibídem). Así las cosas, se declara sin lugar el recurso."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº
843 de las 8,57 hrs. del 4 de setiembre.

39. PROCEDIMIENTO ABREVIADO - No existe razón para entender que la calificación de la conducta dada en la
acusación sea definitiva y obligatoria para los jueces.

"En un solo motivo, se acusa violación al principio de correlación entre acusación y sentencia, pues para aplicar el
procedimiento abreviado, el Ministerio Público condicionó "que el imputado aceptara los cargos que se le habían acusado
en el Requerimiento de Elevación a Juicio, los cuales eran dos delitos de Abusos Deshonestos Simples, siendo que a su
vez puesta en conocimiento esta condición, el suscrito efectivamente acepté la responsabilidad en los hechos", sin que en
el debate existiera recalificación alguna, habiéndosele condenado por dos abusos deshonestos Agravados. Como bien lo
afirma el representante del Ministerio Público, en realidad, son dos cuestiones las que deben resolverse en relación con el
presente recurso: a) si al imputado se le intimó y acusó dos delitos de abusos deshonestos simples y b) si cuando se
aplica el procedimiento abreviado, se aceptan tanto los hechos como la calificación legal otorgada por el ente acusador,
por lo que no podría variarse ésta, sin seguir las formalidades legales. II.- En cuanto a la primera cuestión, debe
reafirmarse que en todas las etapas del proceso (seguido de conformidad con el Código de Procedimientos Penales de
1973), si bien pueden existir algunos problemas de calificación, los hechos atribuidos, en líneas generales han sido los
mismos, por lo que ningún menoscabo en su derecho de defensa ha sufrido el imputado. Así, en la etapa instructoria,
tanto en los autos de detención provisional (folio 55), de procesamiento (folio 68), de confirmación del procesamiento (folio
95), y de Elevación a Juicio (folio 137), como en el requerimiento de Elevación a Juicio (folio 131) se alude a que el
justiciable se desempeñaba como Profesor de Educación Física y Laboratorio en la Escuela San Basilio, señalándose
también en ellos, con excepción del auto de detención provisional y el confirmatorio del procesamiento, que el imputado,
aprovechándose que también conducía un bus escolar, cometió los delitos en perjuicio de las dos ofendidas. Esas
circunstancias, entonces, no han sido desconocidas para el imputado y su defensa, por lo que su utilización para efectos
agravantes, no puede considerarse sorpresiva ni violatoria al debido proceso y al derecho de defensa. Como se dijo, no
ha existido una única calificación, pues se consideraron los hechos como constitutivos de Abusos Deshonestos Agravados
únicamente en el auto de detención provisional y sin la agravación en todas las demás piezas. Pero como es
sobradamente conocido, la calificación es provisional hasta que se emita la sentencia firme. Ya en la etapa de juicio, la
situación es similar, (ver acta de debate de folio 187), pues se le dio lectura al Requerimiento de Elevación a Juicio, y
posterior a ello, la defensa plantea la posibilidad de aplicar el Procedimiento Abreviado, concediéndosele la palabra a la
representante del Ministerio Público, quien solicita una pena de cuatro años de prisión por cada uno de los delitos. Luego
de tomarse el parecer de las madres de las niñas agraviadas, el tribunal acepta celebrar el proceso abreviado y al
conceder nuevamente la palabra a la Fiscal, solicita en lo que interesa, imponer "el extremo mínimo de ley o sea cuatro
años de prisión por cada delito y no la reducción de la pena". Por su parte la defensa gestionó, entre otras cosas, "una
pena baja para mi defendido y de ser posible se le conceda el beneficio de Ejecusisón (sic) Condicional de la pena" y el
imputado mostró arrepentimiento y solicito el perdón del padre de una de las víctimas y la clemencia del tribunal. Como se
aprecia, tampoco en esta etapa se causa indefensión al encartado, pues al leerse el requerimiento de Elevación a Juicio,
queda enterado (como ya lo estaba anteriormente), de las circunstancias agravantes, lo que se reafirma con el dicho de la
Fiscal de Juicio, al solicitar el extremo mínimo de cuatro años, que corresponde al delito de Abusos Deshonestos
Agravados (Artículos 158 y 161 del Código Penal). Por lo expuesto, sin lugar la primera parte de la impugnación. III.-
Respecto al segundo tema, la aceptación de hechos y calificación al aplicarse el procedimiento abreviado y si el tribunal
puede recalificar la conducta, debe precisarse que, según los artículos 373 y 374 del Código Procesal Penal, para aplicar
ese procedimiento, el imputado debe admitir el hecho que se le atribuye y consentir en su aplicación; el Ministerio o el
querellante, en su caso, deben manifestar su conformidad; la acusación ya formulada o la que se establezca en ese
momento, debe contener la descripción de la conducta atribuida, la calificación jurídica y la solicitud de la pena a imponer
que puede ser inferior hasta en un tercio de la pena mínima prevista para el delito. Lo que interesa es que el imputado se
allane a los hechos acusados y así permita aplicar ese procedimiento especial y exista acuerdo sobre la persona a
imponer, pero no se aprecia ninguna razón para entender que la calificación dada en la acusación sea definitiva y
obligatoria para los jueces, pues como ya se dijo, ese carácter de definitivo se adquiere con la firmeza de la sentencia.
Debe insistirse que en el caso presente, la calificación dada por el tribunal no es sorpresiva ni imprevista para el imputado
y su defensa, pues los hechos requeridos han sido similares tanto en la instrucción como en el debate, contemplando las
circunstancias agravantes, como ya se expuso. Por ello no es de aplicación el artículo 346 ibídem, referente a la nueva
calificación jurídica, y mucho menos el numeral siguiente (347), pues no se incluyó ningún nuevo hecho, ni ninguna nueva
circunstancia no mencionada en la acusación. Por lo expuesto, sin lugar el reproche."1998. SALA TERCERA DE LA
CORTE, Nº 726 de las 9,15 hrs. del 31 de julio.

40. PROCEDIMIENTO DE REVISION - Consideraciones sobre admisibilidad.

"Se pretende la revisión del fallo condenatorio dictado contra W.P.M., con base en dos causales: 1) cuando los hechos
tenidos como fundamento de la condena resulten inconciliables con los establecidos por otra sentencia penal firme y 2) el
quebranto al debido proceso, citándose como respaldo normativo los incisos 1 y 6 del artículo 490 del Código de
Procedimientos Penales de 1973. Como ya entró en vigencia, en cuanto al procedimiento referido, el Código Procesal
Penal (de 1996), debe entenderse que este es el cuerpo de leyes aplicable, principalmente en los incisos a) y g) del
numeral 408, que en todo caso son similares. II.- Según el artículo 410 ibídem, el escrito en que se interpone la revisión,
debe contener, bajo pena de inadmisibilidad, "la concreta referencia de los motivos en que se basa y las disposiciones
legales aplicables". En cuanto al primer tema, en el caso en examen, ninguna sentencia se ha dictado y por supuesto
tampoco se aporta o se hace referencia a ella, que establezca hechos que contradigan los tenidos por ciertos en el
pronunciamiento impugnado. Respecto al segundo reclamo, tampoco se precisa cuál es la violación al debido proceso,
limitándose el reclamo a una valoración personal de las pruebas que sirvieron de sustento a la decisión. No estándose en
los casos en que pueda efectuarse prevención alguna, pues la demanda se presentó "sin observar las formalidades
establecidas" (Artículo 411 ejúsdem), se declara su inadmisibilidad."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 573 de las
8,32 hrs. del 19 de junio.

41. PROCEDIMIENTO DE REVISION - Existencia de dos sentencias inconciliables desde el punto de vista jurídico.

"Existencia de dos sentencias inconciliables. Con base en los artículos 1, 6, 142, 178 inciso a), 363 incisos b) y c), 367,
369, 408 incisos a, b, e y g, 409 inciso a, 410 y 412 del Código Procesal Penal de 1996, en el único motivo que se
admitió de la revisión planteada por el sentenciado, se reclama que el co-imputado rebelde W.G.Z., por no haberse
presentado al juicio señalado para el día cinco de octubre de 1994, donde el ahora impugnante fue sentenciado, fue
juzgado en una fecha posterior. No obstante que se trataba de estos mismos hechos, el tribunal que juzgó a G. recalificó
el cuadro fáctico acusado al delito de robo simple con fuerza en las cosas, imponiéndosele por dicha delincuencia el tanto
de un año de prisión con suspensión de pena por tres años. Con esto, agrega el gestionante, resulta evidente que existen
dos sentencias inconciliables entre sí, creándose una situación de desigualdad y discriminación, por cuanto -en su caso-
los jueces calificaron el hecho como un robo agravado, condenándosele por ello a cinco años de prisión. En vista de lo
anterior, el reo ofrece como nuevos elementos de prueba sobrevenidos después de la sentencia condenatoria dictada en
su contra, las copias certificadas de los fallos que acusa de inconciliables, que en su criterio hacen evidente que el hecho
encuadra en una norma más favorable. II.- El reclamo debe declararse con lugar. Según se colige de las dos sentencias
de instancia que se han citado, la Nº 156-B-94, dictada por el Tribunal Superior Segundo penal, sección segunda, a las
16:20 horas del 10 de octubre de 1994 (folios 43 a 49 del expediente Nº 98-000127-006-PE), y la Nº 250-97, dictada por
el Tribunal Superior Penal de Goicoechea a las 16:15 horas del 16 de setiembre de 1997, tanto el aquí gestionante como
W.G.Z. fueron juzgados por participar de manera conjunta en un delito de robo en perjuicio de Y.R.G.A., ocurrido
aproximadamente a las diecinueve horas cincuenta minutos del 13 de junio de 1993, en San Francisco de Calle Blancos,
contiguo al puente negro. En el primero de estos fallos se tuvo por demostrado que a la hora y fecha arriba indicadas,
ambos sujetos se presentaron a la referida casa donde, con un objeto no determinado, procedieron a hacer un boquete en
la parte inferior de la puerta principal, ingresando ambos a la misma. Una vez conseguido lo anterior, se apoderaron de
varios bienes y setenta dólares en efectivo. Cuando realizaban el hecho la ofendida los descubrió porque se hizo presente
junto con sus hijos J.G. e I., y ambos sujetos optaron por salir del lugar, para lo cual despegaron una lámina del techo de
la cocina. Cuando llegaron los policías los detuvieron al ir caminando por la parte posterior del inmueble. Lo sustraído fue
valorado en la suma total de once mil colones (folio 44, línea 16 en adelante). Con base en este cuadro fáctico el
encartado G.A.F. fue condenado al tanto de cinco años de prisión por el delito de robo agravado. No obstante que se trata
exactamente del mismo acontecimiento histórico, en la segunda sentencia que se citó el hecho demostrado presenta
algunas diferencias notables, a saber: a) Si bien los reos forzaron con un objeto no determinado el llavín de la puerta
principal de la vivienda, no se pudo acreditar que hayan abierto un boquete en la misma; b) De igual forma, no se pudo
tener por demostrado que los referidos sujetos, a fin de huir del lugar, hayan despegado una lámina del techo de la
cocina. En relación a este punto, la sentencia condenatoria dictada en contra de W.G. señala que los hechos que este
cometió "... son constitutivos del delito de robo simple con fuerza sobre las cosas ... por cuanto existe una duda razonable
en punto a si el acusado y su compinche fracturaron o perforaron la puerta que da acceso a la vivienda de los ofendidos.
El testigo L.G. a folio diez refiere que en el momento que sorprenden a los imputados en el interior de la casa, llega un
vecino a ayudarlos, por lo que hacen el hueco de la puerta un poco más grande para poder entrar él. La duda surge de
hasta dónde pudo haber llegado el daño de los delincuentes y hasta dónde el daño del ofendido y los vecinos, y si
efectivamente hubo fractura o perforación de la puerta en cuestión ..." (folio 74 frente, líneas 2 a 14). La existencia de
estas graves diferencias en la fijación del hecho demostrado, las cuales incidieron directamente en la calificación jurídica
que se adoptó (pues se condenó a W.G.Z. como coautor del delito de robo simple con fuerza en las cosas,
imponiéndosele por tal ilicitud el tanto de un año de prisión y otorgándosele el beneficio de ejecución condicional de la
pena), tiene una explicación muy sencilla: mientras en el primer debate que se celebró se contó con la presencia de los
testigos, gracias a lo cual se pudo reconstruir el suceso de acuerdo a los principios acusatorios de oralidad e inmediación,
en el segundo debate que se celebró contra el coencartado rebelde -debido a que habían transcurrido alrededor de cuatro
años- aquellos no se presentaron, de tal modo que no quedó más remedio que resolver el fondo del asunto a partir de la
prueba recibida durante la instrucción, misma que se incorporó mediante lectura. Resulta claro, entonces, que los hechos
que se tuvieron por demostrados en el fallo aquí impugnado, y que sirvieron como fundamento a la condena del
gestionante, fueron adecuadamente fijados por los juzgadores, logrando hacer una reconstrucción precisa del suceso,
mientras que en el segundo debate -por la grave limitación probatoria que se presentó- tal reconstrucción tuvo que ser
realizada de forma parcial e incluso -si se quiere- incompleta. La situación antes descrita, referida a los problemas que
afrontó la administración de justicia al celebrar la segunda audiencia, acarreó el dictado de dos sentencias en las cuales
los hechos probados que sirvieron de fundamento a ambas condenas resultan del todo inconciliables entre sí, pues las
circunstancias que se echan de menos en el segundo pronunciamiento (la perforación de la puerta principal y del techo de
la cocina) simplemente no se lograron acreditar, es decir, en este fallo no se estableció el mismo cuadro fáctico. En este
sentido la doctrina ha insistido en que, a efectos de la causal de revisión que contempla en artículo 408 inciso a) del
Código Procesal Penal de 1996 (que también recoge el 490 inciso 1º del Código de Procedimientos Penales de 1973)
debe hacerse una clara distinción entre la inconciliabilidad lógica y la jurídica (aquella que surge del contenido de ambos
fallos penales), pues ésta última es la que debe existir para que la demanda resulte procedente: "... El criterio para
determinar la inconciliabilidad, visto positivamente, es la posibilidad de que ambas declaraciones de culpabilidad
contenidas en las sentencias, coexistan, y ello se determina no conforme a criterios lógicos, sino conforme a criterios
jurídicos, de carácter valorativo. Por tanto, la afirmación o negación de la inconciliabilidad de los hechos de la sentencia
condenatoria con los hechos de otra sentencia penal debe hacerse conforme al contenido de ambas sentencias penales, y
no conforme a las reglas propias del principio (lógico) de contradicción. Así, por ejemplo, si el autor presunto de un hurto
es absuelto por falta de pruebas, mientras que el cómplice presunto es condenado en otra sentencia penal, no hay
contradicción lógica entre los hechos de la sentencia condenatoria del cómplice y los hechos de la sentencia absolutoria
del autor, porque esta última no afirma que el hecho imputado no existió, sino que no se pudo establecer. No hay, por
tanto, contradicción entre dos constataciones de hecho (A y no A), sino una inconciliabilidad de tipo jurídico, explicable por
la accesoriedad de la participación criminal ..."; Castillo González (Francisco), "EL RECURSO DE REVISIÓN EN
MATERIAL PENAL", Editado por el Colegio de Abogados, San José. 1ª edición, 1980. Página 100. Según lo expuesto, en
la especie sí existe una contradicción de tipo jurídico, pues incluso en el segundo juicio celebrado -debido a las diferencias
fácticas que resultaron- se adoptó una calificación jurídica distinta, a tal punto que en el segundo pronunciamiento no se
afirma que las perforaciones en la puerta principal de la vivienda así como en el techo de la cocina hayan existido, sino
que -por insuficiencia probatoria- ninguno de estos extremos pudo ser acreditado. Esto significa que la descripción de
hechos que contiene la sentencia aquí impugnada se ve esencialmente afectada con la que registra la segunda, siendo
este vicio de tal gravedad que ambas decisiones no pueden coexistir. Por otra parte, y no obstante que se ha vertido una
explicación en cuanto a las razones que mediaron para tal irregularidad, es lo cierto que las deficiencias en la
administración de justicia no podrían redundar en un perjuicio para los administrados, por cuanto resultaría insostenible e
injustificable el mantenimiento de dos decisiones abiertamente contrapuestas en su base fáctica invocando limitaciones y
defectos del sistema penal en la investigación de delitos, ya que tal situación no le sería atribuible desde ningún punto de
vista al ciudadano. Así las cosas, en vista de que en el presente asunto nos encontramos ante la hipótesis que contempla
el numeral 408 inciso a del Código Procesal Penal de 1996 como causal de revisión, el reclamo resulta procedente. Con
base en ello, por economía procesal, con fundamento en criterios de justicia y en estricto apego al principio universal del
in dubio pro reo, a fin de evitar la coexistencia de dos fallos jurisdiccionales firmes que describen hechos inconciliables
entre sí, se recalifica la base fáctica de la sentencia impugnada (la Nº 156-B-94, dictada por el Tribunal Superior Segundo
Penal de San José, sección segunda, a las 16:20 horas del 10 de octubre de 1994, visible de folios 43 a 49), al delito de
robo simple con fuerza en las cosas de menor cuantía, en virtud de lo cual se rebaja el monto de la pena impuesta a
G.A.F.Z. al tanto de un año de prisión. Por existir un juzgamiento anterior (folio 28) que descarta la condición de
delincuente primario del acusado, se deniega el beneficio de ejecución condicional de la pena. Se ordena al órgano de
instancia que, conforme lo resuelto, verifique un nuevo cómputo de pena y remita las comunicaciones de rigor al Instituto
Nacional de Criminología y al Registro Judicial de delincuentes, a fin de que se rectifique el respectivo asiento de
inscripción."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 1095 de las 10 hrs. del 13 de noviembre.

42. PROCEDIMIENTO DE REVISION - Improcedencia contra denegatoria de libertad condicional.

"El sentenciado H.C. interpone revisión contra el proveído dictado por el Tribunal del Primer Circuito Judicial de Alajuela,
que mediante resolución 278-98, de las 15 horas del 24 de setiembre recién pasado, confirmó la denegatoria de libertad
condicional emitida por el juez de ejecución de la pena. La gestión debe rechazarse. El trámite de revisión está previsto
contra "sentencias firmes", según reza el artículo 408 del Código Procesal Penal de 1996, no contra autos (en este caso
de ejecución), como es el proveído que causa la inconformidad, el cual ciertamente no es una sentencia. En
consecuencia, debe declararse inadmisible la revisión solicitada."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 1074 de las
8,30 hrs. del 13 de noviembre.

43. PROCEDIMIENTO DE REVISION - Improcedencia contra resoluciones de juzgados contravencionales.

"Mediante escrito de folios 1 a 5, el señor G.E.S. solicita la revisión de la sentencia dictada por la Alcaldía de Tránsito de
Heredia, de las 10:30 horas del 20 de julio de 1996, en la que se le impuso una multa de dos mil colones, y se gravó el
vehículo placas [...] y la licencia de conducir número [...], tipo B-1, y de igual forma, se le condenó al pago de los daños y
perjuicios y las costas del juicio. El reclamo es manifiestamente improcedente, y por ello, debe rechazarse ad-portas.
Durante la vigencia del Código de Procedimientos Penales de 1973, reiterada jurisprudencia de esta Sala señaló que
contra las sentencias dictadas en materia contravencional, de acuerdo con el art. 426 del Código citado, no procedía
interponer ningún recurso -inclusive, el de revisión- (confróntense los siguientes votos: V. 460-A a las nueve horas con
veintidós minutos del dieciocho de octubre de mil novecientos noventa y uno.- V-53-A-95. a las diez horas cuarenta y
cinco minutos del veintiséis de mayo de mil novecientos noventa y cinco) En su oportunidad, la constitucionalidad del
citado numeral fue cuestionada ante la jurisdicción respectiva, la cual, en lo que interesa, señaló que: "...la Convención
Americana establece la doble instancia como derecho fundamental de todo ser humano, imputado en una causa penal por
delito, de recurrir del fallo ante un superior, y no indistintamente en todas las materias..." (Sala Constitucional Voto Número
1054-94 de las 15:34 hrs. del 22 de febrero de 1994). En razón de ello, declaró sin lugar las acciones interpuestas.- II.- En
la actualidad, a la luz de la nueva ordenanza procesal, las sentencias dictadas por los juzgados contravencionales sí
pueden ser apeladas por la víctima o por el imputado, ante el Tribunal del procedimiento intermedio (art. 407 del Código
Procesal Penal). Debe aclararse que, por razones de política criminal, y atendiendo a la diversa gravedad de los asuntos
que se conocen en el sistema punitivo, el legislador ha optado por darle un tratamiento diferenciado -pero no
discriminatorio- a las diversas acciones de revisión; y para ello, le ha asignado la competencia a dos órganos: el Tribunal
de Casación Penal y esta Sala. Para resolver la petición que se formula es indispensable analizar la normativa que
distribuye la competencia para conocer de los procedimientos de revisión entre ambos órganos, en los asuntos ya
fenecidos, y en los que se dictaren a partir de la vigencia del nuevo código. De los primeros, conocerá el Tribunal de
Casación, cuando el delito esté sancionado con prisión de hasta tres años o con pena no privativa de libertad, y esta Sala,
los conocerá en los demás casos, es decir, en los que el extremo mayor de la pena es superior a esos tres años
(Transitorio III de la Ley de Reorganización Judicial). Por su parte, la revisión contra las sentencias recaídas durante la
vigencia de este código será tramitada por el Tribunal de Casación Penal, cuando el fallo fuera dictado por el Tribunal de
Juicio unipersonal, sea en los juicios por delitos sancionados con penas no privativas de libertad o hasta con un máximo
de cinco años de prisión; en los demás asuntos, será competente la Sala de Casación (arts. 56 inciso 1), 93 y 96 bis
inciso 4) de la Ley Orgánica del Poder Judicial; así reformados y adicionados por el art. 4 de la Ley de Reorganización
Judicial. Nº. 7728 de diciembre de 1997). El punto a dilucidar es si en esa "competencia residual" atribuida a esta Sala es
dable o no incluir los fallos dictados por los juzgados contravencionales. Para ello debe interpretarse que a la luz de la
normativa vigente las acciones de revisión procederán solamente respecto de las sentencias condenatorias por delitos, no
por contravenciones. Ello es así porque no puede entenderse cómo, si a este Tribunal se le asigna el conocimiento de los
recursos de casación y de los procedimientos de revisión respecto de los delitos de mayor gravedad, pueda,
simultáneamente, encargársele la revisión de las infracciones de menor entidad. A efectos de salvaguardar el cabal
cumplimiento del Debido Proceso, el recurso de apelación referido es el mecanismo procesal idóneo para reclamar los
yerros de los fallos del juez contravencional. Este precepto es de aplicación en las causas tramitadas con el actual
estatuto, y no en las dictadas conforme al Código anterior, porque, respecto a ellas rige aún el art. 426 citado. En
cualquier caso, conviene aclarar que los diversos institutos que incorpora el Código Procesal Penal no pueden
considerarse como una ley posterior más favorable (Cfr. V-435-98 de esta Sala, de las ocho horas con treinta y cuatro
minutos del quince de mayo de mil novecientos noventa y ocho)."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 724 de las
9,05 hrs. del 31 de julio.

44. PROCEDIMIENTO DE REVISION - Retractación de ofendidas que no logra desnaturalizar cuadro fáctico acreditado en
el fallo.

"Existencia de nuevos elementos probatorios. De conformidad con los artículos 1, 148, y 408 inciso e) a 421 del Código
Procesal Penal de 1996, el defensor particular del sentenciado interpone solicitud de revisión a favor de éste, al existir
nuevos elementos probatorios sobrevenidos con posterioridad al dictado de la sentencia que determinan que el condenado
no fue el autor del hecho investigado. La prueba nueva que aporta consiste en la siguiente: a) Declaración jurada rendida
por la denunciante ante Notario Público, donde se retracta de su versión aportada en juicio. b) Casete de vídeo del
programa televisivo "En La Mira", donde la referida denunciante explica las razones por las cuales le atribuyó falsamente
al imputado la comisión del delito. c) Copia de una sentencia de sobreseimiento dictada a favor del reo por el antiguo
Juzgado Segundo de Instrucción de Cartago, dentro de la sumaria que a éste se le seguía por el delito de contagio
venéreo, "... en donde se demuestra, con dictamen médico legal, practicado en los laboratorios del OIJ, que mi defendido
jamás apareció con sífilis, enfermedad venérea que sí padecieron ofendidas y su madre ..." (folio 206 vuelto, líneas 24 a
27). d) Se ofrecen, en calidad de prueba nueva, los testimonios de J.A.M.M., M.A.R.S. y F.S.A. II.- Por haberlo estimado
indispensable, en vista de que la declaración jurada aportada por el gestionante no fue recibida en sede judicial, esta Sala
comisionó al Juzgado Penal de Cartago a fin de que recibiera directamente la deposición de M.G., así como la de su hija
M.A., y la de los testigos ofrecidos. El resultado de dicha evacuación es el siguiente: 1).- M.G.F. (folio 255): asegura que
ella interpuso la denuncia en contra del encartado movida por los celos, pues éste mantenía relaciones con otra mujer,
con la que tuvo un hijo. Todo lo planeó junto con su hija M.A. Ella explicó en el juicio que O. era inocente, lo que reitera
en esta sede. No sabe si la menor padecía de una enfermedad venérea. Por estar con la conciencia intranquila, se
presentó al programa "La Mira" (sic), donde explicó esta misma situación. M.A. le indicó que ella había tenido relaciones
sexuales con un niño en la escuela, de lo cual ambas se valieron para plantear la denuncia, sin que aporte mayores datos
que permitan identificar a esta persona. 2).- M.A.G.S. (folio 256): narra que cuando ella cursaba el tercer grado de la
escuela conoció a un muchacho de sexto grado, que de manera imprecisa identifica como "F.", con quien en una única
oportunidad mantuvo relaciones sexuales, sin que lo volviera a ver. Unos seis días después de esto, junto con su madre,
culparon a su papá de que la había violado, porque él las había abandonado y tenía una querida, con la que había
procreado un hijo. Todo lo dicho en la primera declaración era mentira. En la "medicatura forense" (sic) apareció con una
enfermedad venérea, mientras su papá no padecía dicha enfermedad. 3).- F.S..A. (folio 251): Refiere que "en octubre" (no
aclara de qué año) se encontró con M. en "Super Coop", donde ésta le contó que había enviado injustamente a O. a la
cárcel, ya que el mismo era inocente, y que entre ella y "la chiquita" (quien había tenido relaciones sexuales con un
muchacho en la escuela) planearon meterlo a él en ese problema, todo motivado por venganza y celos. Que la niña tenía
una enfermedad venérea, mientras que O. no la padecía. 4).- M.A.R.S. (folio 252): Es la hermana del sentenciado. Su
deposición es semejante a la anterior, en cuanto la denunciante también le refirió a ella la misma relación de hechos
antes descrita. 5).- J.A.M.M. (folio 253): Al igual que los dos testigos anteriores, señala que la denunciante le contó la
misma versión en torno al caso que nos ocupa. Explica además que M. le preguntó que cómo hacía para decir la verdad,
pues a pesar de que ya lo había hecho no le creyeron. III.- La acción planteada no resulta atendible. Una vez analizados
los elementos probatorios aportados por el abogado gestionante, así como la prueba directamente evacuada en sede
jurisdiccional, esta Sala estima que la misma no hace evidente que el hecho no existió, o que el condenado no lo
cometió, en los términos del artículo 408 inciso e) del Código Procesal Penal de 1996. En este sentido debe tenerse claro,
en primer término, que las retractaciones que en esta sede de revisión ha hecho la denunciante, en realidad no
constituyen "nuevos hechos o nuevos elementos de prueba", por cuanto durante la audiencia del debate -aunque en
términos un poco menos radicales- ya había insistido en que la menor ofendida le había confesado que todo "... había
sido un sueño ..." (folio 162 frente, líneas 6 y 7), lo que incluso motivó que el tribunal de juicio incorporara por lectura la
declaración que había rendido durante la instrucción. La existencia de esta retractación ante el tribunal de instancia es
reafirmada por M. en la declaración que, con motivo de la presente revisión, prestó ante el Juzgado Penal de Cartago,
donde señaló que "... yo en juicio indiqué que él era inocente ..." (folio 255 vuelto, líneas 2 y 3). Incluso el testigo nuevo
J.A.M.M. confirma tal extremo, al explicar que M. le preguntó "... qué debo hacer para poder decir la verdad ... ya lo hice
pero no me creyeron ..." (folio 253 vuelto, líneas 3 y 4). Lo anterior permite establecer, entonces, que la versión que ahora
pretende introducir la señora G.F. no era desconocida al momento de dictarse el fallo de instancia, pues incluso las
testigos A.I. y M. del M., ambas de apellidos G.S. e hijas de aquella y del encartado, también se retractaron en debate
(sobre todo la segunda, quien aportó la misma historia que ahora sostiene su madre), lo que motivó que sus declaraciones
de la instrucción fuesen incorporadas por lectura. Esta versión de los hechos a la que se ha hecho referencia, que como
se dijo no es nueva, fue totalmente desechada por el órgano de instancia, quien más bien dio credibilidad y basó su
decisión en la prueba testimonial evacuada durante la instrucción e incorporada mediante lectura al contradictorio: "... aún
cuando en las testigos que declararon en la audiencia M., A.I. y M. del M.G.S. se notó una clara inclinación a favorecer al
imputado mediante la negación de las declaraciones que habían rendido con anterioridad en la instrucción y a no recordar
detalles de sus declaraciones que incriminaba (sic) al imputado, un análisis de la prueba conforme a las reglas de la sana
crítica, permite llegar a un juicio de certeza en cuanto a que el imputado debe ser tenido como autor del delito ..." (folio
165 vuelto, líneas 14 a 21). Lo dicho hasta el momento hace que esta Sala estime, al igual que lo hicieron los jueces de
mérito, que la versión que nuevamente pretende introducirse ahora en sede de revisión, no resulte creíble. Es muy común,
tratándose de agresiones sexuales perpetradas en el seno familiar, una vez que la víctima advierte la difícil situación en la
que se encuentra el agresor, sobre quien ha recaído una sanción penal, por múltiples razones trata de cambiar la versión
real de los hechos a fin de que el mismo recupere su libertad. Entre estos factores que condicionan un comportamiento de
tal naturaleza, suelen figurar -entre otros- los problemas económicos acarreados por el encarcelamiento del agente activo,
quien muchas veces es el único que vela por la manutención del grupo; los sentimientos de culpabilidad en la persona
agredida, la que se auto responsabiliza de la situación del victimario; las presiones familiares; y la necesidad de recuperar
la armonía y la estabilidad, destruidas por la conducta delictiva. Por lo anterior, conforme a las reglas del correcto
entendimiento humano, cuando la base de un recurso de revisión la constituye el simple cambio de la versión de los
deponentes, esos cambios deben ser examinados con gran prudencia con el fin de verificar su exactitud y poder deducir
la verdad para que resplandezca la justicia en el caso concreto. Estos elementos nuevos deben tener la virtud de destruir
el juicio de certeza adquirido luego de realizado el juicio oral, con todas sus implicaciones, para que la revisión pueda
prosperar. En el caso de autos, las versiones que en esta sede han brindado tanto la denunciante (incluyendo aquí la
declaración jurada que suscribió ante un Notario Público, así como la entrevista concedida ante el programa televisivo "En
La Mira") como la ofendida, no aportan datos reales y concretos a partir de los cuales pudiera -de algún modo-
corroborarse su exactitud. Nótese que en cuanto a este punto ambas señalan que M.A. había sostenido relaciones
sexuales con "un muchacho", a quien de manera imprecisa ésta última simplemente identifica como "F.", sin que ninguna
de las dos indique cuál es su nombre completo ni su dirección, y sin que aporten algún elemento probatorio adicional y
confiable que avale la efectiva concurrencia de tal hecho. Contra esta prueba imprecisa y endeble, y según se colige del
pronunciamiento de instancia, se cuenta con los siguientes elementos que sustentan el juicio de culpabilidad, los que
fueron suficiente y coherentemente apreciados por el órgano de mérito: (i) La manifestación que durante la instrucción
ofreció M. del M.G.S., en el sentido de que "... Ese sábado estábamos mi papá, mi hermana y yo acostados y cobijados,
mi papá se nos encaramaba encima a las dos, pero él como es gordo y pesado y pesaba mucho le decíamos que se
quitara ... Ese día yo dije que tenía sueño y jalé la cobija para cobijarme totalmente y puse (sic) ver cuando mi papá que
se había puesto una pantaloneta de color rojo con blanco, ancha, se la había quitado y mi hermana A. no tenía puestos
una enagua de mesclilla (sic) y los calzones. Mi papá estaba encima de ella y tenía la cosa "parada" (se hace constar que
la declarante al decir "la cosa parada" se refiere al pene de su papá). También yo notaba y sentía que la cama se movía.
Cuando nos íbamos a venir para la ña (sic) casa donde mamá, yo le vi a A. la enagua de mesclilla (sic) como con sangre
... luego me di cuenta que mi papá había abusado de mi hermana ..." (folio 165 frente, línea 17 en adelante). En cuanto a
esta importante prueba testimonial, en el fallo se indica lo siguiente: "... La prueba pericial relacionada con la testimonial
permite afirmar con certeza que el imputado fue quien mantuvo relaciones sexuales con M.A., lo que viene a ser
confirmado con la declaración rendida por M. del M.G. en la audiencia ... estas afirmaciones (las que ofreció en la
instrucción) las niega con argumentos poco verosímiles en la audiencia ... esa explicación ... no es válida y lo que debe
ser tomado en cuenta es la declaración rendida en la instrucción ..." (folio 167 frente, línea 7 en adelante). (ii).- El dato
objetivo de que al día siguiente de sucedido lo antes descrito, y sin que esta fuera su costumbre, el imputado le regaló a
la ofendida una muñeca (folio 166 vuelto, línea 18 en adelante), lo que fue interpretado por los juzgadores como una
conducta típica y usual en un abusador sexual, esto es, el dar regalos a su víctima. (iii).- El dato objetivo de que, según la
pericia médica, la menor efectivamente presentó una lesión en el himen, esto es, una ruptura a las tres horas (folio 166
frente, línea 2 en adelante), lo que evidencia que efectivamente mantuvo una relación sexual. Tal circunstancia
expresamente fue establecida en la sentencia impugnada (folio 166 frente, líneas 19 y 20). A partir de las anteriores
premisas, tal y como lo hizo el órgano de juicio, se hizo derivar con absoluta certeza y claridad la culpabilidad del agente.
IV.- Asimismo, por tratarse de versiones indirectas en virtud de las cuales se reproduce lo que extrajudicialmente pudo
haber indicado la señora M.G., sin que aporten ningún elemento importante que venga a desnaturalizar la relación fáctica
que se tuvo por acreditada en el fallo impugnado (pues acerca de la acción delictiva investigada no tienen mayor
conocimiento), las declaraciones que han rendido en esta sede F.S., M.A.R. y J.A.M., no tienen la fuerza necesaria para
hacer creíble la relación de hechos que sostiene la defensa. Pero no sólo estas razones han influido para desestimar las
pretensiones del impugnante. Merece especial análisis la circunstancia que éste valora como un elemento del cual -en su
criterio- se deriva con absoluta seguridad la conclusión de que el encartado no fue el autor del hecho, esto es, que según
la sentencia de sobreseimiento que aporta, como también se deduce de la discusión sostenida en el programa televisivo
ya citado, a la menor ofendida se le dictaminó una enfermedad venérea (o de transmisión sexual) que aquel nunca ha
padecido, de lo cual debe colegirse que el mismo nunca pudo haber mantenido relaciones íntimas con ésta. Tal
argumentación parte de una premisa falsa, por lo cual arriba a conclusiones erróneas. Según se razonó de forma amplia y
coherente en la decisión condenatoria, "... esta evidencia clínica de que la menor presentaba una enfermedad de
transmisión sexual no pudo ser confirmada o desechada por el laboratorio, como puede verse a folio 21, porque las
muestras no fueron tomadas en forma adecuada para su análisis ..." (folio 166 frente, líneas 6 a 9), de donde debe
entenderse que el hecho de que el reo nunca se haya visto afectado por tal patología, no resulta relevante ni idóneo para
deslegitimar el juicio de culpabilidad establecido en su contra. Según todas las razones antes expuestas y desarrolladas,
en vista de que los elementos de prueba aportados por la defensa no tienen la virtud de evidenciar -en los términos del
numeral 408 inciso e) citado- que el hecho no existió o que el condenado no lo cometió, se declara sin lugar en todos sus
extremos la revisión planteada."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 906 de las 14,25 hrs. del 29 de setiembre.

45. RECURSO DE CASACION - Falta de legitimidad de actor civil para recurrir por monto de la pena.

"Recurso de casación interpuesto por el Licenciado C.G.S. como apoderado del actor civil, contra la sentencia número
311-98 dictada a las 11:00 horas del 22 de Abril de 1.998 por el Tribunal del Primer Circuito Judicial de Alajuela, que
declaró con lugar la acción civil resarcitoria. Alega el impugnante en su único extremo, violación de los artículos 111 y 112
del Código punitivo, al fijar el Tribunal la pena imponible, así como incorrecta tipificación del delito, por estimar que debió
recalificarse. Ahora bien, al analizar el reclamo presentado, esta Sala lo estima improcedente. En efecto, en la presente
causa, el Tribunal no sólo acogió en pro de los intereses del recurrente la acción interpuesta por él, sino que fijó el rubro
correspondiente acorde con su pretensión. Así las cosas, en virtud del principio de taxatividad de los medios de
impugnación, según el cual las resoluciones judiciales son recurribles sólo por los medios y en los casos expresamente
establecidos y además, que el derecho de recurrir corresponde tan sólo a quien le sea acordado expresamente, no es
factible que el actor civil impugne la resolución en cuanto a lo que no es de su interés y sin que acorde al contenido de la
sentencia, le resulte agravio alguno. Por eso, en el presente caso el actor civil carece de legitimidad para impugnar la
sentencia, en virtud de los principios de taxatividad subjetiva y objetiva, pues la resolución que discute ni le agravia en
manera alguna, ni guarda relación con la actividad emprendida por él -pues se manifestó conforme con lo dispuesto por el
a-quo-, sino que más bien se refiere a la sanción impuesta que se estableció en orden con el acuerdo que tomaron el
representante del Ministerio Público, el defensor, el justiciable y el propio apoderado de la acción civil, interesados en que
se concluyera el proceso mediante el Procedimiento Abreviado vigente (ver folios 171 frente y vuelto y 179 vuelto). Así las
cosas, careciendo su reclamo de interés jurídico al no habérsele ocasionado perjuicio alguno -no obstante las
consideraciones subjetivas en las que sustenta su reclamo-, procede declarar erróneamente admitida la impugnación.-
"1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 675 de las 9,35 hrs. del 17 de julio.

46. REPARACION INTEGRAL DEL DAÑO - Consideraciones sobre el término "grave violencia sobre las. personas".

"En un solo agravio, la representante del Ministerio Público acusa la inobservancia de los artículos 30 inciso j) del Código
Procesal Penal, en relación con el 213 del Código Penal, pues el tribunal no valoró el requisito de "que la violencia
ejercida no sea grave", dado que el ofendido fue "atacado por cuatro sujetos". En principio, pareciera que la sola
circunstancia de que el hecho sea cometido por tres o más personas utilizando fuerza en las cosas o violencia sobre las
personas, constituiría la violencia grave a que se refiere el mencionado artículo 30 inciso j). Pero la diversidad de
situaciones que pueden presentarse, en cuanto a la actuación de los sujetos -piénsese en asuntos de dominio del hecho
por división de funciones-, impiden sentar reglas generales, por lo que debe concluirse que la determinación del concepto
"sin grave violencia sobre las personas", debe realizarse caso por caso. Ya esta Sala ha establecido (resoluciones 783-98
de 9:25 horas de 21 de agosto y 816-98 de 9:05 horas de 28 de agosto, ambas de 1998), que la sustracción con uso de
armas (en un caso una cuchilla y en el otro un arma de fuego), sí constituye grave violencia sobre las personas, por lo
que no opera la reparación integral. II.- Para establecer si en el asunto en estudio, se da la grave violencia en las
personas, debe recurrirse a los hechos acusados por el Ministerio Público y a los que como demostrados tuvo el tribunal
de mérito, siendo coincidentes ambos, en forma total. En resumen se estableció que los dos imputados en compañía de
dos menores de edad, "actuando de común acuerdo, le interceptaron el paso al ofendido B.A.P.R., cuando éste conducía
su bicicleta... Que acto seguido todos se le tiraron encima y le sustrajeron su bicicleta..., un bolso que contenía una
camisa, una pasta de dientes y una taza de aluminio. Que el ofendido al verse de esa manera atacado salió huyendo y en
su huida pidió ayuda a una patrulla que se encontraba en su camino, cuyos oficiales... lograron recuperar los bienes
sustraídos". Si bien falta precisión en cuanto a la conducta de los imputados y sus acompañantes menores, cuando se
señala que interceptaron el paso y todos se le tiraron encima al ofendido, es lo cierto que se apunta que la víctima huyó
"al verse de esa manera atacado", lo que nos indica que, aunque no se pueda establecer una grave violencia física sobre
la humanidad del agraviado, por lo menos se produjo una grave intimidación sobre él, suficiente como para que saliera
huyendo, dejando librados sus bienes a la voluntad de sus atacantes. Como es conocido, el término "grave violencia
sobre las personas" que se utiliza en el mencionado artículo 30, comprende la violencia física como la violencia moral o
intimidación, En virtud de lo expuesto, se anula la sentencia recurrida, debiendo proseguirse con los procedimientos. III.-
No sobra agregar, que del fallo recurrido se desprende, que los juzgadores avalaron la reparación integral, únicamente
porque el ofendido recibió una suma de dinero "a entera satisfacción", sin que se expresaran otras motivaciones. Pero a
juicio de esta Sala y con base en las disposiciones legales respectivas, para aplicar esta medida sustitutiva debe tomarse
en cuenta la satisfacción de la víctima con la suma recibida, pero también que se trate de delitos de contenido patrimonial
y que no exista grave violencia sobre las personas, aspectos estos últimos que no se mencionan en el pronunciamiento, lo
que permitiría decretar su nulidad, pues no se cumple con la obligación de fundamentar las resoluciones, expresamente
dispuesta en los artículo 142 y 369 inciso d) de la misma normativa procesal."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº
990 de las 8,55 hrs. del 16 de octubre.

47. REPARACION INTEGRAL DEL DAÑO - Improcedencia por uso de arma de fuego como amenaza para el despojo.

"En su único motivo, alega que el a-quo aplicó erróneamente el artículo 30 inciso j) del Código Procesal Penal de 1.996.
Estima el recurrente que el Tribunal aceptó la petitoria de la defensa, instando se dictara una sentencia de sobreseimiento
por haberse reparado integralmente el daño causado; sin embargo, reclama que dicha petición fue objetada por el
Ministerio Público, en vista de que uno de los requisitos contenidos en la norma cuya aplicación se gestionó, es "... que no
se esté en presencia de un delito de contenido patrimonial sin grave violencia sobre las personas" y que en la especie el
encartado mediante el uso de arma de fuego, amenazó al perjudicado y así logró desapoderarlo de sus bienes, por lo que
se dan los dos supuestos excluyentes de la norma citada, a saber, se trata de un delito de contenido patrimonial y
concomitantemente, se manifiesta con grave violencia sobre las personas. El reparo resulta atendible. El artículo 30 del
Código Procesal Penal de 1.996 dispone en su inciso j) como una de las hipótesis de extinción de la acción penal: "...la
reparación integral del daño particular o social causado, realizada antes del juicio oral, en delitos de contenido patrimonial
sin grave violencia sobre las personas o en delitos culposos, siempre que la víctima o el Ministerio Público la admitan,
según el caso...". Ahora bien, según consigna el Diccionario de la Real Academia Española, el término "patrimonio" en
una de sus acepciones, constituye: "Bienes propios adquiridos por cualquier título", mientras que en sentido amplio, la voz
"patrimonio" se define: "... como un conjunto de derechos y obligaciones, referibles a cosas u otras entidades, que tienen
un valor económico y que deben ser valorables en dinero" (Muñoz Conde, Francisco. Derecho Penal, Parte Especial.
Valencia, Editorial TIRANT LO BLANCH, 9a. edición; 1.993, pág. 214); sin embargo: "A los fines del Derecho Penal,
forman parte del patrimonio no sólo los derechos reales, sino también las obligaciones. También es elemento integrante
del patrimonio, al menos en sentido jurídico penal, la posesión, que es una relación fáctica que liga al sujeto con una
cosa" (Muñoz Conde, Francisco. Op. cit., pág. 213). "Por delito de contenido patrimonial se entiende aquél cuyo dolo
directo de primer grado está dirigido a afectar patrimonio particular o estatal, comprendiendo no solamente los delitos de la
delincuencia tradicional en contra de la propiedad (por ejemplo el hurto), sino también delitos como el de peculado y de
defraudación fiscal. Importante es que quedan comprendidos los delitos de robo con fuerza sobre las cosas, incluso
supuestos de robo agravado... Nótese que por "grave" se entiende "grande, de mucha entidad o importancia" (Real
Academia Española. Diccionario..., I.I, p.1.057). El asunto debe ser resuelto caso por caso. Sin embargo pueden darse
ciertos parámetros generales. Es claro que quedarían comprendidos los supuestos de arrebato, puesto que la misma
legislación penal los considera como de violencia sobre las personas de poca gravedad. siempre que la incapacidad
producida no sea superior a diez días (Art. 212 inciso 3) C.P. de 1.970). El dilema es si el concepto de "sin grave violencia
sobre las personas" llega más lejos que los supuestos de arrebato. Por otro lado los criterios del Código Penal llevan a
incluir, en principio, a la utilización de armas en el robo como supuesto de "grave violencia sobre las personas", puesto
que se prevé como un robo con violencia en las personas agravado (Art. 213 inciso 3) del C.P. de 1.970). Con ello se
logra hacer una distinción entre dos extremos: uno comprendido dentro de la causal del sobreseimiento explicada y el otro
alejada de ella. Criterio importante, aunque insuficiente, es el propuesto por Henry Issa, cuando dice que deben estimarse
como de violencia grave, cuando en la ejecución del delito patrimonial se produjeren lesiones graves (o gravísimas) al
ofendido (Arts. 123-124 C.P. de 1.970) (Issa. La reparación..., p.207). Es claro que en tales supuestos se excluye la
posibilidad del sobreseimiento por reparación integral del daño. Sin embargo, el criterio resulta insuficiente, puesto que
parte de los parámetros del delito de lesiones consumadas, pero la violencia física en los delitos de contenido patrimonial
no necesariamente se expresa a través de la realización material de lesiones. Téngase en cuenta por ejemplo los
supuestos del robo con intimidación, en el que la violencia moral no lleva a la producción de lesiones. En esos supuestos,
la gravedad debe apreciarse en relación con la gravedad del mal amenazado" (Llobet Rodríguez, Javier. Proceso Penal
Comentado. San José, Imprenta y Litografía Mundo Gráfico, 1.998; pág. 196 y 197). Así las cosas, la norma citada
excluye automáticamente su aplicación en cuanto se refiere a los delitos patrimoniales cometidos mediando grave
violencia sobre las personas, tratándose del ilícito de robo agravado. En efecto, la sustracción -en principio- se agrava
mediante una especial concurrencia de circunstancias, entre las cuales se aprecia el uso de cualquier tipo de arma (sea
cortante, punzante, contundente o de fuego), en cuyo caso el motivo de agravación ha de entenderse en virtud del
incremento del poder ofensivo del agente y el impacto emocional que causa sobre el afectado; sin embargo, ello no
implica que en todos los casos, el ejercicio de violencia pueda catalogarse como grave, según señala el recurrente, al
indicar él que tratándose del delito de robo agravado, debe excluirse dicha hipótesis de descarte de la acción penal, pues
siempre se estaría en presencia de un delito ejecutado con grave violencia. Los suscritos Magistrados - si bien concuerdan
en que el robo es un tipo penal cuya figura simple se agrava en razón de la concurrencia de otros factores- (entre ellos, el
uso de armas o la participación en el suceso de tres o más personas con armas o sin ellas), no comparten la exclusión
automática propuesta, sino que el factor de "grave violencia sobre las personas", debe ponderarse y analizarse en cada
caso específico, para lo cual se ha de tomar en cuenta el ejercicio real de la violencia y la magnitud en que ella se dio, de
manera que debe entenderse esa "grave violencia", como una acción importante que afecta física, moral o
psicológicamente al ofendido, lo cual debe apreciar el criterio razonado y razonable de quien resuelva, empleando las
reglas del correcto entendimiento humano. Así las cosas, la extinción de la acción penal no opera en aquellos casos en
que prevaliéndose del ejercicio de violencia, se ocasione lesiones de cualquier índole -aunque físicamente resulten
invisibles-, pero que de todas maneras puedan demostrarse. Ahora en el presente asunto, independientemente de que el
Tribunal contara con la aceptación de la víctima para que se aprobara una solución rápida al asunto -la que no consta en
el acta de folio 90 ni en el sobreseimiento ordenado-, no se verifican los presupuestos incluidos en el numeral 30 inciso j)
del Código Procesal Penal de 1.996, pues en la especie el ejercicio de la violencia se cataloga como grave, por haberse
hecho uso de un arma de fuego tipo revolver, medio idóneo a través del cual logró el justiciable intimidar a la víctima y
despojarla de sus pertenencias. Conforme lo expuesto, al vulnerarse el debido proceso, se declara con lugar el reclamo.
Se anula la sentencia de Sobreseimiento Nº 18-98 dictada por el Tribunal de Juicio del Primer Circuito Judicial de San
José. Remítase el asunto a la oficina de origen, para que se sirva continuar los procedimientos con arreglo a
derecho."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 816 de las 9,05 hrs. del 28 de agosto.

48. TESTIGOS - Declaración sobre hechos propios en causa relacionada con otra anterior en que fueron imputados.

"En su reproche contra la absolutoria de V.Z. por el delito de Falso Testimonio, alega el representante del Ministerio
Público que los argumentos del tribunal de mérito para ello son erróneos, pues confunde -al asimilarlos- el concepto de
"imputado" con el de "condenado", ya que aunque aquel había sido sentenciado por un delito referido al ocultamiento de
capitales provenientes del narcotráfico, nada impedía que luego declarara como testigo en otra causa relacionada con ella,
"precisamente porque cualquier cosa que dijera atinente a los hechos ya no iba a hacer más gravosa su situación jurídica"
(f. 766 fte.). Señala al respecto algunos criterios doctrinarios y de tribunales que aceptan la posibilidad de que un sujeto
condenado asuma la condición de testigo en hechos de la misma causa (fs. 777 y ss.). No le asiste razón. Aunque el
anterior Código de Procedimientos Penales permitía la incorporación al debate de declaraciones prestadas por
coimputados absueltos, condenados o prófugos (art. 385), norma que mantiene el actual código de la materia para
coimputados rebeldes o absueltos, pero no de condenados (art. 334), sin que sea obstáculo que pudiesen -y puedan aún
ahora- ser llamados a declarar de "viva voz", lo cierto es que tratándose de hechos propios en que intervinieron o
participaron de algún modo (pese a haber sido juzgados) no se les puede considerar para todos los efectos como
"testigos" en sentido técnico-jurídico, pues tal estimación podría vulnerar el artículo 36 de la Constitución Política y otras
normas procesales (v.g. art. 82 inc. e, entre ellas) que garantizan que nadie está obligado a declarar contra sí mismo,
resguardando su derecho de no hacerlo si así se desea. Desde ese punto de vista, independientemente que se les
juramente o no (lo que no es requisito del tipo penal para incurrir en el ilícito que aquí se investiga), si quienes se
manifestaron con anterioridad lo hicieron respondiendo a cargos por delitos, no pueden luego resultar simples testigos a
favor o en contra de otras personas involucradas en los mismos hechos por los cuales ya habían sido sentenciados, lo que
no significa de ninguna forma que si declaran sus manifestaciones no puedan ser valoradas conforme a las reglas de la
sana crítica. De acuerdo con lo expuesto se desestima el reparo."1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 840 de las
8,46 hrs. del 4 de setiembre.
JURISPRUDENCIA PENAL RECIENTE

Cecilia Sánchez Romero


Directora del Digesto de Jurisprudencia

CONTENIDO

RESOLUCIONES DE LA SALA TERCERA

A- DERECHO PENAL

1- ABUSOS DESHONESTOS - El beso como constitutivo de abuso sexual - Inexistencia de agravación por tratarse de
entrenador deportivo de equipo donde militaba la ofendida.

2- ACCION CIVIL RESARCITORIA - La responsabilidad civil por conducta culposa no puede relevarse argumentando un
pago futuro por el INS.

3- AGRESION CON ARMA - Diferencia con las amenazas.

4- AMENAZAS CON ARMA DE FUEGO - Derogatoria del artículo 140 del Código Penal en lo referente a ese tipo de
amenaza.

5- APODERAMIENTO DE ENERGIA ELECTRICA - Naturaleza del delito.

6- CANCELACION DE LICENCIA - Diferencia entre la medida precautoria de la Ley de Tránsito y la sanción que
establece el Código Penal.

7- COACCION - Necesidad de que el sujeto pasivo haya sido compelido a hacer, omitir o tolerar algo a lo qtie no está
obligado.

8- CONCUSION - Diferencia con la exacción ilegal.

9- CONDENA DE EJECUCION CONDICIONAL - Incorrecta apreciación sobre la falta de arrepentimielito como motivo
para denegar el beneficio.

10- CORRUPCION - No es necesario una pluralidad de actos ni que la alteración en el instuito sexual sea apreciable.

11 - CULPA - Análisis del concepto.

12- DAÑO MORAL - Indemnización posible en delitos pluriofensivos como el desacato.

13- DELITOS CONTRA EL HONOR - Ofensas a la memoria de un difunto como delito de acción privada.

14- DESACATO - Irrespeto a funcionario judicial.

15- DESACATO - Ofensas a Juez de la República -Irrelevancia del hecho de que al momento de ocurrir la supuesta
sustracción el ofendido fuera actuario.

16- DESACATO - Referencia genérica a cualquiera de las formas de afectación al honor - Diferencia con la concepción de
honor de la injuria.

17- ESPECULACION - Inexistencia de responsabilidad penal objetiva.

18- ESTAFA MEDIANTE CHEQUE - Necesidad de que el pago se frustre por acción deliberada o prevista por el autor al
momento de entregar el cheque.

19- FALSIFICACION DE DOCUMENTO PUBLICO - La mera posibilidad del perjuicio completa la conducta reprimida.
20- HURTO - Apoderamiento de trozos de madera.

21- REINCIDENCIA - La cancelación de asientos de inscripción de sentencia por el transcurso de diez años, lo es para
todos los efectos.

22- RESPONSABILIDAD CIVIL - Los camiones cisterna destinados al transporte de combustible entran en las previsiones
del artículo 38 de la Ley de Tránsito.

23- RESPONSABILIDAD CIVIL DEL ESTADO - Naturaleza

24- ROBO - Violencia en las personas cuando el despojo vence la resistencia natural y espontánea que opone el cuerpo
de la víctima.

25- a) ROBO SIMPLE - La fuerza utilizado debe estar vinculada con el apoderamiento.

25- b) ESTAFA Y APROPIACION INDEBIDA- Diferencia en el abuso de confianza que comprenden ambos delitos.

26- TENENCIA DE ARMAS PROHIBIDAS - Naturaleza del delito - Alcances de la descripción típica.

27- TENTATIVA DE HOMICIDIO - No es indispensable que el dictamen médico señale que las lesiones producidas
pusieron en peligro la vida.

28- TENTATIVA DE VIOLACION - Algunas consideraciones sobre la tentativa.

29- TRAFICO DE DROGAS Y ESTIMULACION AL CONSUMO - La promoción indiscriminada del consumo no constituye
un requisito de tipicidad.

30- TRAFICO DE MARIHUANA - El concepto "dependencia" debe extraerse de otras normas que regulan la materia, sin
que su ausencia incida en la tipicidad.

31- USURPACION - Restitución de la posesión en vía de ejecución aunque no se ordenara expresamente en la


sentencia.

32- USURPACION - Restitución del bien a la poseedora.

33- VIOLACION - Agravación por concurso de varias personas no requiere acceso carnal de todos.

34- VIOLACION DE DOMICILIO - Requisitos para su configuración.

B- DERECHO PROCESAL PENAL

35- ACCION CIVIL RESARCITORIA - La facultad de dejar las conclusiones por escrito no autoriza la inasistencia al
debate.

36- ACCION CIVIL RESARCITORIA - Posibilidad de incorporar de oficio prueba para mejor resolver referida a aspectos
civiles del delito.

37- ACCION CIVIL RESARCITORIA - Pretensiones pueden concretarse por escrito, desde el inicio y reiterarse en el
debate.

38- ACCION CIVIL RESARCITORIA - Si la condena en abstracto perjudica al actor civil, el demandado civil carece de
legitimación para reclamar el vicio.

39- ACTA DEL DEBATE - Causales de nulidad.

40- ACTAS DE SECUESTRO - No existe prohibición que impida a la policía auxiliar ser asistida por testigos que
pertenecen al mismo cuerpo policial.
41- BENEFICIO DE EJECUCION CONDICIONAL - Modificación incorrecta por vía de aclaración y adición.

42- COMPETENCIA - Criterios de determinación en casos de acumulación de conformidad con la gravedad del delito.

43- DECLARACIONES RENDIDAS ANTE LA POLICIA - Introducción ilegal de versión policial distinta a la declaración
rendida ante los juzgadores.

44- DEMANDADO CIVIL - Posibilidad de continuar trámite aunque no se haya declarado su rebeldía.

45- DERECHO DE ABSTENCION - Alcances en cuanto a personas protegidas por ese derecho.

46- DERECHO DE DEFENSA - Limitación arbitraria al ejercicio de codefensa - Incompatibilidad entre la condición de
testigo y defensor.

47- IN DUBIO PRO REO - Naturaleza de la duda.

48- INCIDENTE DE EJECUCION - La posibilidad de utilizarlo para declarar inexistencia de sentencia penal requiere el
examen previo de algunos aspectos.

49- INDAGATORIA - Posibilidad legal de incorporarla por lectura.

50- INHIBITORIA - Trámite cuando se inhiben todos los miembros de un Tribunal.

51- INTERPRETACION RESTRICTIVA DE NORMAS - El artículo 3 del Código de Procedimientos Penales no se aplica
en relación con normas sustantivas.

52- LIBERTAD CONDICIONAL - La apelación a que se refiere el artículo 515 del Código de Procedimientos Penales debe
conocerla el Tribunal que dictó la resolución que se ejecuta.

53- NULIDAD DE SENTENCIA - La nulidad de sentencia por recurso de coimputado no puede afectar la sentencia del
absuelto, aunque no se indique expresamente.

54- PLAZOS - Forma de computarlos cuando median asuetos parciales.

55- PRUEBA - Facultades del Tribunal de Juicio para ordenar prueba pertinente.

56- PRUEBA - Obligación de cumplir requisitos mínimos de seguridad en la cadena de custodia de la prueba.

57- PRUEBA - Omisión ilegítima por estar al alcance los medios técnicos para obtenerla.

58- a) PRUEBA EN CASACION - Posibilidad de ordenarla para acreditar hechos del proceso.

58- b) Estado Civil - Alcances del concepto.

59- PRUEBA TESTIMONIAL - Posibilidad de valorar las declaraciones recibidas en fase instructiva frente a las otorgadas
en audiencia oral.

60- QUERELLA - La omisión de notificar a la querellada el cambio de hora para la conciliación no preduce nulidad.

61- QUERELLA - La omisión del querellante de solicitar imposición de pena le impide recurrir en casación.

62- RECONOCIMIENTO JUDICIAL - El que se señale en el debate a una persona para especificar a quién se refiere el
deponente no constituye reconocimiento judicial, pero puede ser valorado por el juez.

63- RECURSO DE CASACION - Necesaria indicación separada de cada motivo con sus fundamentos.

64- RECURSO DE CASACION - Omisión de cita de norma que prevé la nulidad por falta de aplicación de las reglas de la
sana crítica.
65- RECURSO DE REVIS ION - Improcedencia en materia de faltas y contravenciones.

66- REPOSICION DE EXPEDIENTE - Requisitos de las fotocopias.

67- REQUERIMIENTO DE ELEVACION A JUICIO - PosibiIidad de subsanar defectos u omisiones sin recurrir a la
nulidad.

68- RESPONSABILIDAD CIVIL - Propietario de vehículo con carta de venta protocolizada sin inscribir

69- RESTITUCION DEL OBJETO MATERIAL DEL DELITO - No es necesario ejercer la acción civil para disponer la
restitucion.

70- SENTENCIA - Fundamentación contradictoria.

71 - SENTENCIA - Omisión de lectura por inasistencia de las partes no provoca nulidad.

72- SUPENSION DEL DEBATE - Forma de computar plazos cuando median asuetos concedidos por Corte Plena.

RESOLUCIONES DE LA SALA TERCERA

a) DERECHO PENAL

1-ABUSOS DESHONESTOS - El beso como constitutivo de abuso sexual - Inexistencia de agravación por tratarse
de entrenador deportivo de equipo donde militaba la ofendida.

"En el recurso por el fondo la defensa alega violados los artículos 1, 2, 30, 158 y 161 del Código Penal, y 39 de la
Constitución Política, al estimar en primer término que la conducta del imputado no es típica del delito de abusos
deshonestos, porque el acto de besar a la ofendida no tiene el carácter de libidinoso o impúdico que exige el tipo penal.
Al respecto debe indicarse que el beso constituye una de las conductas más difíciles de calificar para establecer si
constituye un abuso sexual o no, por la gran cantidad de significados que puede tener. Al analizar el beso como acto
típico del delito de abusos deshonestos, la doctrina jurídica se ha dividido en tres posiciones. Una primera corriente
sostiene que el beso no constituye un acto típico de abuso deshonesto, salvo que sea acompañado con otras actuaciones
que determinen en forma clara una conducta impúdica en el sujeto activo; para otros, siempre constituye un acto de
naturaleza sexual; mientras que una tercera posición, que ha sido dominante, afirma que todo dependerá de la intención
que motivó al autor (véanse, entre otros, a NUÑEZ, Ricardo. Derecho Penal Argentino, Omeba, Buenos Aires, 1964, tomo
IV, p. 313, 314; ARCILLA GONZALEZ, Antonio. El delito sexual en la legislación colombiana. E. Caravana, Bogotá, 1959,
2° edición, pp. 121, 122; CARMONA SALGADO, Concha. Los delitos de Abusos Deshonestos. Bosch, Barcelona, 1981,
pp. 103 y 101; y BREGLIA ARIAS, Omar y GAUNA, Omar. Código Penal comentado, anotado y concordado. Astrea,
Buenos Aires, 1987, p. 4029. En realidid el beso constituye un caso límite, donde no es posible saber por el hecho mismo,
su siignificado con respecto a la honestidad. Besar puede ser la expresión de un sentimiento de cariño, de felicitación,
puede reflejar un acto de amor filial, puede constituir una práctica consuetudinaria de saludo, incluso de piedad,
desprovisto siempre de cualquier significado impúdico, pero también puede estar fundamentado en una clara y directa
pasión sexual, con un determinante contenido libidinoso, donde el sujeto activo refleja una finalidad lujuriosa y lasciva.
Ahora bien, para desentrañar con certeza cuál pudo ser el significado del beso y la finalidad del autor, es indispensable
examinar con sumo cuidado todas las circunstancias en que el acto se produjo. Para aplicar el tipo penal de abusos
deshonestos a una persona que besó a otra, en primer término debe verificarse la concurrencia de alguno de los
supuestos de la violación (que la víctima es menor de l2 años, o que estaba privada de razón o incapacitada para resistir;
o que se utilizó violencia o intimidación), y luego el Tribunal debe necesariamente concluir, con absoluta certeza, que el
acto fue libidinoso, tomando en consideración el momento y la ocasión en que se produjo el acto, las condiciones del
lugar, la oportunidad, y todas las demás circunstancias fácticas y anímicas que rodearon el hecho. En el presente caso la
mayoría del Tribunal concluyó en que el beso fue libidinoso por varias razones. Eliminando aquellos razonamientos ya
impugnados en el recurso por la forma, restan únicamente las condiciones circunstanciales en que se produjo la acción.
En este sentido los juzgadores de mayoría señalaron que el encartado era el entrenador del equipo de voleibol de la
Escuela donde estaba la menor ofendida, y que durante la práctica de un entrenamiento, el imputado abrazó y besó a la
ofendida en la boca, en contra de su voluntad y en forma subrepticia, para lo cual ingresó al servicio sanitario de las
mujeres, donde estaba la menor. De esas circunstancias, tenidas por ciertas en el fallo impugnado e invariables en un
recurso por el fondo, la Sala también deduce que el sentenciado se motivó en fines libidinosos, en contra de una niña
menor de doce años, al aprovecharsc de su condición de entrenador para ingresar al baño de las mujeres, sorprendiendo
a su víctima con un beso en la boca, pese a la resistencia de la menor. Es evidente que el sentenciado abusó
deshonestamente de la ofendida, y buscó el momento oportuno para cumplir su propósito, cuando no estaba expuesto a
las miradas de los demás. En consecuencia, debe rechazarse el primer argumento de falta de tipicidad alegado por la
defensa. También en el recurso por el fondo el señor defensor alega la violación de los artículos últimamente citados,
porque se tuvo al imputado como el encargado de la guarda y custodia de la menor ofendida, por ser el entrenador del
equipo de voleibol donde ella estaba, y con base en ello se le aplicó el delito en su forma agravada. Lleva razón el
recurrente. El delito de abuso deshonesto agravado, en la fórmula aplicada por la mayoría del Tribunal, exige que el sujeto
activo sea el encargado de la educación, guarda o custodia de la víctima (artículos 158 y 161 del Código Penal). En el
caso de autos esa categoría no es posible aplicársela al imputado, por haber sido éste el entrenador ad-honorem del
equipo de voleibol en que militaba la ofendida, aún cuando el encartado se hubiere prevalido de esa situación para
cometer el ilícito. La agravación se produce sólo cuando concurren en forma específica alguno de los supuestos de los
artículos 157 o 158 ibídem, no cuando alguna persona se encuentra en una situación similar o parecida a la del maestro,
guardador o tutor de la víctima. El entrenador del equipo no era el encargado de la educación, ni el guardador ni tutor de
la ofendida, en cuyo caso no podríamos estimar agravado el delito, porque tampoco concurre alguno de los demás
supuestos. En consecuencia, procede acoger esta parte del reclamo, casar la sentencia en cuanto estimó que el delito
concurría en su forma agravada (...)." 1992. SALA TERCERA, N° 104-Fde las 8,40 hrs. del 3 de abril.

2- ACCIÓN CIVIL RESARCITORIA - La responsabilidad civil por conducta culposa no puede relevarse
argumentando un pago futuro por el INS.

"Reclama la recurrente el quebranto de los artículos 103 y 108 del Código Penal, así como del 122, 123 y 124 de la Ley
4891 de 8 de noviembre de 1971 (Sobre Responsabilidad Civil del Hecho Punible), todos por errónea aplicación. Hace
consistir su disconformidad en que a pesar de tenerse al imputado como autor responsable de la colisión ocasionada con
su imprudencia, por la cual destrozó el vehículo propiedad suya y que conducía (...) -el otro actor civil-, el juez "absolvió
civilmente" a (...) por tales daños, "dando argumentos que solo evidencian el absoluto desconocimiento de las normas
mencionadas." (...). Efectivamente le asiste razón. EI a-quo declaró sin lugar la acción civil ejercida por la impugnante,
acogiendo la excepción de falta de interés que opuso el demandado (...), manifestando que "...la suma solicitada por el
señor representante de la actora, es la misma que el Instituto Nacional de Seguros le cancelará por la pérdida total de su
vehículo como producto del accidente..." (...), con lo cual vulneró la normativa en que se apoya la gestionante, toda vez
que evidentemente la responsabilidad civil derivada de la responsabilidad penal (por conducta culposa) (...), es
independiente en el presente asunto de quien pueda cancelar en el futuro (en este caso el INS) la pérdida total del
automotor referido." 1992. SALA TERCERA, N° 46-F de las 9,35 hrs. del 23 de enero.

3- AGRESION CON ARMA - Diferencia con las amenazas.

"Ciertamente el delito de Agresión supone acometimiento o ataque (con cualquier arma u objeto contundente aunque no
se cause herida), lo que lo diferencia de las Amenazas, pues aunque cabe admitir que toda agresión lleva una amenaza
ínsita, en aquellas se trata de manifestaciones de voluntad del agente activo de ocasionar o de concurrir a ocasionar un
daño futuro al sujeto activo. La agresión supone, pues, un acometimiento o embestida actual, esto es, ya, ahora, en el
momento, mientras que la Amenaza se dirige hacia el futuro. Por eso se dice que en el delito primeramente citado no
basta la sola exhibición del arma. Así lo reconoce la doctrina mayoritaria (Cfr. al respecto, ob. de Breglia Arias y Gauna,
Código Penal comentado, anotado y concordado; 2da. edic., cdi t. Astrea, Buenos Aires, Argentina, 1987, pgs. 330 y 333).
En nuestro Código Penal se mantiene como delito únicamente a las Amenazas Agravadas de conformidad con los
lineamientos del tipo que señala el artículo 195, pues las amenazas simples (contempladas anteriormente en el derogado
artículo 194 ibid), hoy día constituyen la contravención o falta que establece el artículo 375 inciso 3) ibid, indicada por el
recurrente." 1992. SALA TERCERA, N° 267-F de las 9,20 hrs. del 26 de junio.

4- AMENAZAS CON ARMA DE FUEGO - Derogatoria del artículo 140 del Código Penal en lo referente a ese tipo de
amenaza.

"En la sentencia se tiene por acreditado que el imputado interpuso su vehículo delante del carro del ofendido, obligando a
éste a detener su automóvil en media vía. Seguidamente el encartado descendió de su vehículo y armado de una
"cruceta" se dirigió al ofendido, "a quien mientras le gritaba una serie de improperios, con la citada cruceta le lanzó una
estocada en el pecho que el ofendido trató de esquivar pero siempre lo alcanzó a la altura del hombro izquierdo, no
contento el encartado con el ataque dicho, continuó lanzándole estacadas (sic) al ofendido, hasta que intervinieron los
vecinos, el encartado dejó de utilizar la cruceta de medio metro de largo contra el ofendido... También se comprobó que el
imputado (...) inmediatamente se dirigió a su vehículo del cual sacó una arma de fuego y con esta procedió a amenazar al
ofendido al cual encañonó al tiempo que le gritaba "bájese hijo de puta" (...). El a-quo estimó que tales hechos constituían
dos delitos de Agresión con Arma en concurso material (el primero por la agresión con la "cruceta", y el segundo por la
amenaza con el arma de fuego), mientras que el recurrente alega que los actos por los que se les condenó ocurrieron de
tal manera que conforman una misma acción delictiva, con un único y común propósito, por lo que en realidad con su
actuar no cometió dos delitos de Agresión con Arma en concurso material, sino sólo un delito de dicha naturaleza. Esta
Sala concuerda con el impugnante en que la calificación rendida por el Juzgador no es la más acertada, aunque disiente
de la pretendida unidad de acción invocada en su defensa, pues, por el contrario, se constata una pluralidad de acciones
(en lo que se coincide con el a-quo), pero también una pluralidad de lesiones de la ley penal, a saber, una Agresión con
Arma (la cual se configura cuando el encartado lanzó estocadas al ofendido con una "cruceta", causándole una pequeña
herida en el hombro izquierdo) y un delito de Amenazas (al haberse dirigido posteriormente a su vehículo para sacar el
arma de fuego con que procedió a amenazar al ofendido, encañonándolo al tiempo que le gritaba "bájese hijo de puta").
Estas dos acciones no constituyen como se dijo, una unidad de acción, sino dos hechos individuales que realizan tipos
penales independientes (artículos 140 y 195 del Código Penal, respectivamente). Establecida la pluralidad de acciones, el
Juez de mérito consideró que el hecho de haber amenazado el imputado al ofendido con arma de fuego configuraba un
delito de Agresión con Arma, según el texto del artículo 140 del Código Penal (que, en lo que interesa, dice: "Será
reprimido... el que agrediere a otro con cualquier arma u objeto contundente, aunque no causare herida, o el que
amenazare con arma de fuego"). Su error en la calificación de este segundo hecho radica en no haber tomado en cuenta
la reforma legislativa de 1982 al artículo 195 ibídem (Ley N° 6726 de 10 de marzo), que al contemplar la amenaza con
arma de fuego y por ser ley especial y posterior en el tiempo, deroga el artículo 140 del Código Penal en lo referente a la
amenaza con un arma de tal naturaleza. En esta reforma, al derogarse el artículo 194 del Código Penal, la inteligencia del
legislador fue la de reducir la Amenaza simple prevista en ese numeral de delito a contravención ("Amenazas personales",
artículo 375 inciso 3° del Código Penal), al entender que todas las amenazas cometidas con arma de fuego son por sí
mismas "injustas y graves", concurriendo de esa forma los elementos previstos por el citado artículo 195 del Código Penal.
De no admitirse esta derogatoria en los alcances señalados se caería en el contrasentido de que por un hecho más leve
(la "simple" amenaza con arma de fuego del artículo 140) se tendría que imponer una pena más grave (dos a seis meses
de prisión) que la asignada al que hiciere la conducta más reprochable (sea una amenaza de esa misma índole pero
calificada por ser "injusta y grave"), consistente en días multa. Aparte de lo anterior, cabe observar que en este caso la
aplicación del artíctilo 195 resulta ser la más favorable para el reo que la del numeral 140, en vista del diverso contenido
de ambas sanciones penales (pena de días multa y pena de prisión, respectivamente)." 1992. SALA TERCERA, N° 191-F
de las 14,35 del 4 de junio.

5- APODERAMIENTO DE ENERGIA ELECTRICA - Naturaleza del delito.

"En el tercer y único motivo admitido (...), se reclama la errónea aplicación del artículo 208 dcl Código Pcnal, así como la
falta de aplicación del artículo 64 en relación con el 68 de la "Ley del Servicio Nacional de Electricidad", N° 258 dcl 18 de
agosto de 1941, pues los hechos tenidos por demostrados no son delito, si no más bien una contravención o falta. Tal
reproche no es dc recibo. El vicio esgrimido no existe, pues mediante la promulgación del Código Penal, Ley N° 4573 dcl
4 de mayo de 1970, se dispuso en lo pertinente, que quedaban derogadas pero tan solo en sus disposiciones de carácter
punitivo, todas las leyes referentes a los hechos previstos y penados en el presente Código,..." de tal manera que las
disposicicues que se estima inobservadas, no resultaban aplicables en este caso, ante la citada derogatoria dispuesta en
una ley posterior a la N° 258 del 18 de agosto de 1941. Por otra parte, el tribunal de mérito tuvo por acreditado que el
encartado "...procedió en forma clandestina a conectar cables conductores de luz eléctrica, en forma directa a cables dc
alta tensión que pertenecen a la ofendida Compañía Nacional de Fuerza y Luz, logrando para sí un ilegítimo
apoderamiento de energía eléctrica que favorecía al establecimiento Comercial denominado (…)", así (sic) como a su casa
de habitación ubicados ambos en(…). B) El imputado (…) sacó provecho de la anterior acción, para obtener energía
eléctrica indebidamente, al no tener por parte del ente denunciante derecho de expltación (sic), causándole perjuicio
patrimonial a la Compañía Nacional de Fuerza y Luz..." (…).

También se demostró "...que en dicho lugar se encontraba la base de un medidor, dc energía eléctrica con sus
respectivos cables, pero sin el medidor propiamente dicho y sin la alimentación del fluido eléctrico a travez (sic) de el
(sic)." (...). De conformidad con lo expuesto, tampoco resulta pertinente la tesis de que se ha dado una incorrecta
aplicación del numeral 208 del Código Penal, porque la energía eléctrica, al ser susceptible de apoderamiento, debe ser
considerada como un bien mueble, por lo que la lesión al ente jurídico protegido, se dio en este caso, cuando el
encartado, al no estar el medidor, mediante la utilización de unos cables, procedió a sustraer esa energía sin ninguna
autorización de la Compañía ofendida, además de que como lo establece el a quo, "La sustracción del fluido (sic) eléctrico
denunciado asciende en (sic) la suma de Setenta (sic) mil cuatrocientos sesenta y siete colones con veinte céntimos".
Resulta pertinente aclarar, que tampoco se puede considerar en este caso que se está en presencia del delito de estafa,
pues para que éste se dé, resultaría necesaria la existencia del medidor. Al respecto, Ricardo Levenne hijo, en su obra
"Manual de Derecho Penal. Parte Especial", señala que "Se efectúa la distinción entre el caso de que haya o no medidor.
En el primer supuesto, la sustracción consiste siempre en la alteración de las anotaciones de éste, lo que impone un
encuadre en el tipo legal de la estafa. Sólo el segundo supuesto permitiría la aplicación del delito (de hurto) (Buenos
Aires, Editor Víctor P. de Zavalía, 1978, pág. 312). Por otra parte Carlos J. Rubianes cita algunas resoluciones en este
mismo sentido, entre las que destacan las siguientes: "j) configura el delito dc hurto simple la sustracción dc corriente
eléctrica, efectuada mediante una conexión clandestina (CC Cap., 23/9/66, JA, 1966-VI-321)... k) La sustracción de
electricidad puede ser hurto o estafa, según la forma en que el apoderamiento se efectúe; cuando la fuerza o el fluido se
tomen, habrá hurto; cuando se supere por medios fraudulentos o con maniobras astutas la cantidad que se reciba en
virtud de contrato, existirá estafa (CF Tucumán 4/3/66, LL, 123-145)... 1) Comete hurto simple el imputado que ejecutó una
conexión clandestina al cable de energía eléctrica de la vía pública, dado que aquélla puede ser objeto de apoderamiento
(CF Resistencia, 28/9/65, JA, 1966-V-636)." (Ver "El Código Penal y su interpretación jurisprudencial", Buenos Aires,
Ediciones Depalma, tomo III, 1977, páginas 206 y 207). Así las cosas, al no apreciarse la incorrecta aplicación del derecho
sustantivo, debe rechazarse el recurso interpuesto." 1992. SALA TERCERA, N° 305-F de las 9,45 hrs. del 10 de julio.

6- CANCELACION DE LICENCIA - Diferencia entre la medida precautoria de la Ley de Tránsito y la sanción que
establece el Código Penal.

"En el primer motivo dc su recurso de casación por el fondo, el impugnante reclama inobservancia del artículo 50 del
Código Penal, por errónea aplicación del artículo 117 ibídem y, como consecuencia, alega violación de los numerales 1 del
Código Penal y 39 de la Constitución Política. Arguye, al respecto, que de conformidad con el artículo 50 del Código
Penal el "arsenal penológico" (sic) con que cuenta nuestro ordenamiento jurídico está compuesto únicamente por penas
principales (prisión, extrañamiento, multa e inhabilitación) y penas accesorias (inhabilitación especial) de donde se
desprende que la cancelación de la licencia, por un período de diez a veinte años, es una consecuencia jurídica o sanción
en sentido muy amplio, la cual no es de orden penal, ni compete a la jurisdicción penal su fijación. Agrega que esa
cancelación no contiene ninguna de las características propias ni de la pena privativa de libertad ni de la inhabilitación
especial. Señala también que la disposición del párrafo cuarto del artículo 117 dcl Código Penal no especifica de qué
licencia se trata y que se encuentra en contradicción con todo el esquema de sanciones que contiene nuestro
ordenamiento penal, pues -aunque fue promulgada mediante una ley-se refiere a efectos jurídicos ajenos al Derecho
Penal. El reclamo carece de razón. La sanción establecida por el párrafo cuarto del artículo 117 del Código Penal debe
ser considerada como una especie de inhabilitación especial, la cual, si bien no está contemplada por el artículo 50
ibídem, sin embargo se halla vigente, por las razones que se indican de seguido. En efecto, la "cancelación de la licencia"
("para conducir vehículos", según se infiere del párrafo tercero) se aplica con el objeto de privar temporalmente al chofer
dcl ejercicio de la actividad en la cual causó el delito. En otras palabras, al cancelársele aquella licencia, el sujeto queda
inhabilitado -por un determinado periodo- para el manejo de vehículos automotores. En consecuencia, no existe ninguna
antinomia entre lo dispuesto por el artículo 50 del Código Penal y lo dispuesto por el párrafo cuarto del artículo 117
ibídem, máxime si se toma en cuenta que se trata de dos normas de igual rango, pertenecientes ambas al mismo cuerpo
legal. (Lo que exige una interpretación sistemática de sus disposiciones). Por ende, la suspensión impuesta en el presente
caso está acorde con nuestro ordenamiento jurídico y con los hechos que se tuvieron por probados, en los cuales se
afirma expresamente que el imputado actuó bajo los efectos del licor (...). En consecuencia, el reproche que nos ocupa
debe ser declarado sin lugar. En el segundo motivo por cl fondo, el recurrente alega inobservancia del artículo 23 del
Código Penal, por falta de aplicación del artículo 119 de la Ley de Tránsito y errónea aplicación dcl párrafo cuarto del
artículo 117 del Código Penal. A juicio del impugnante, "la conducta de producir la muerte de una persona mediante la
conducción de un vehículo automotor en estado de embriaguez" se encuentra sancionada tanto por el párrafo cuarto del
artículo 117 del Código Penal, como por el artículo 119 de la Ley dc Tránsito. De esa forma, entonces, se produce un
concurso aparente de normas, que debe ser resuelto mediante la aplicación dcl último de esos numerales, porque el
primero es más general. Por ello, solicita que se limite la cancelación de la licencia a un año, acorde con cl artículo 119 de
la Ley de Tránsito. El reproche no es de recibo. En este caso no se produce el alegado concurso aparente de normas, ya
que sc trata de disposiciones que regulan situaciones totalmente distintas. En efecto, mientras el artículo 119 de la Ley de
Tránsito contempla propiamente una medida precautoria de carácter administrativo, consistente en la retención o decomiso
de la licencia por parte del Inspector de Tránsito, el último párrafo del artículo 117 del Código Penal contiene una sanción
de carácter estrictamente penal. Mediante esta última, se sanciona con la cancelación de la licencia de conducir vehículos
al autor del delito de homicidio culposo, cuando ha cometido el hecho "bajo los efectos de bebidas alcohólicas o de
drogas enervantes". Por el contrario, el artículo 119 de la Ley de Tránsito hace referencia a tres hipótesis distintas, cada
una de las cuales permitiría, en forma separada, "la suspensión inmediata de la licencia de conducir". Así de conformidad
con el inciso a) de este artículo, procede esa suspensión contra quien aparece como culpable "dc haber causado lesiones
o muerte de persona o personas" (aunque no esté tomado de licor ni haya consumido drogas). Igualmente, según el inciso
b), se puede dar esa suspensión cuando el agente conduce "en estado de embriaguez o bajo los efectos de drogas";
(aunque no haya causado muerte o lesiones). Inclusive, acorde con el inciso c), la licencia le puede ser suspendida a un
chofer por el solo hecho de "conducir en forma temeraria, con evidente peligro para las personas y para las cosas";
(independientemente de las circunstancias que contemplan los dos incisos anteriores). Por lo tanto, al dictar sentencia
contra un conductor que ha incurrido en el delito de homicidio culposo, hallándose bajo el efecto de bebidas alcohólicas o
de drogas enervantes, la suspensión de la licencia de conducir debe decretarse de conformidad con el artículo 117,
párrafo cuarto, del Código Penal. El asunto que nos ocupa fue resuelto de esa manera, que es la correcta. Por ende, el
reclamo debe ser declarado sin lugar. En el tercer motivo de su recurso por el fondo, el impugnante alega violación de los
artículos 1 del Código dc Procedimientos Penales y 42 de la Constitución Política. Asevera, al respecto, que el imputado
(...) fue sancionado dos veces por una misma conducta, la de conducir bajo los efectos del alcohol. Estima que ese vicio
se produjo debido a que, cuando ocurrió el accidente, a dicho encartado le fue "decomisada" (sic) su licencia de conducir
por parte del Inspector de Tránsito, aplicando el artículo 119, inciso b), de la Ley de Tránsito y que, posteriormente, en la
sentencia recurrida, nuevamente se le sanciona por conducir bajo los efectos del alcohol, cancelándole la licencia de
conducir por diez años, con aplicación esta vez del artículo 117, párrafo cuarto, del Código Penal. Por ello, estima
quebrantado el principio non bis in idem y la garantía del artículo 42 de la Constitución Política. El reclamo es
improcedente. Vale la pena señalar, en primer término, que el principio mencionado es de naturaleza estrictamente
procesal, por lo que su presunto quebranto, debió ser alegado a través del recurso por la forma. Sin embargo, en el
presente caso, su reclamo aparece planteado en un recurso por el fondo. Por consiguiente, la impugnación es defectuosa,
aspecto que resulta suficiente para rechazarla. Pese a ello, es menester agregar que el recurrente procura demostrar el
quebranto de ese principio mediante el contraste de una simple medida precautoria de carácter administrativo, consistente
en la retención o decomiso de la licencia que puede realizar el Inspector de Tránsito, y una medida de carácter
estrictamente penal, consistente en la sanción impuesta a través de una sentencia. En esa tesitura, no puede darse el
quebranto del principio de "non bis in ídem", pues este lo que proscribe es la doble persecución penal por un mismo
hecho, aspecto que no se ha producido de modo alguno en este proceso. En efecto, por su conducta de conducir bajo los
efectos del alcohol y haber causado la muerte de una persona en ese estado, el encartado (...) sólo ha sido sancionado
penalmente una vez, mediante la sentencia que se viene impugnando. Por consiguiente, el reclamo debe ser declarado
sin lugar." 1992. SALA TERCERA, N° 86-F de las 9 hrs. del 20 de marzo.

7- COACCION - Necesidad de que el sujeto pasivo haya sido compelido a hacer, omitir o tolerar algo a lo que no
está obligado.

"El ilícito de Coacción (artículo 193 del Código Penal) es un delito contra la libertad de determinación de las personas; o
sea, contra la libre actuación de la voluntad del individuo. Así lo establece la ley y así lo acepta pacíficamente la doctrina
(ver rcfcrencia bibliográfica que formulan Llobet y Rivero, en Comentarios al Código Penal, San José, Juricentro, primera
edición, 1989, pág. 335). Por consiguiente, la obligación, la abstención o la tolerancia cuya realización exige el sujeto
activo deben estar dirigidas contra la voluntad dc la víctima. Es decir, el autor utiliza los medios (amenazas graves,
violencias físicas o morales) para obligar a la víctima a actuar contra su propia determinación. Ahora bien, en el caso que
nos ocupa, el juzgador consideró (en sus argumentaciones de fondo) que el imputado se introdujo a la vivienda que
ocupaba el ofendido (...) y sacó los bienes que allí se encontraban con la supuesta intención de compelerlo u obligarlo a
que abandonara dicha casa y le cancelara una deuda pendiente (...). Sin embargo, no se tuvo por cierto en ningún
momento que la acción desplegada por el imputado haya recaído de alguna forma sobre la voluntad del ofendido, de tal
manera que éste efectivamente se viera obligado a realizar aquellas conductas. En otras palabras, no puede tenerse por
configurado el delito de Coacción, pues este ilícito requiere que el sujeto pasivo haya sido compelido a hacer, omitir o
tolerar algo a lo que no está obligado, circunstancia que no se tuvo por acreditada en el presente caso." 1992. SALA
TERCERA, N° 276-F de las 10,25 hrs. del 26 de junio.

8- CONCUSION - Diferencia con la exacción ilegal.

"La diferencia entre los elementos típicos constitutivos dc los delitos de Exacción Ilegal, por una parte, y Concusión, por la
otra, estriba en la destinación que se dé o pretenda darse a los beneficios patrimoniales obtenidos por la conducta
recriminada; nótese que la letra explícita del artículo 346 del Código Penal indica que el beneficio citado debe ser "...para
sí o para un tercero...", mientras que en el caso de la Exacción Ilegal el destinatario debe ser la Administración Pública
(ver el comentario que sobre la figura penal análoga en la República Argentina hacen Breglia Arias y otro, Código Penal y
leyes complementarias, Editorial Astrea, Buenos Aires, 1987, p. 919). Precisamente a raíz de lo anterior, el legislador ha
previsto una sanción más severa para aquel funcionario que valiéndose de su calidad pretenda favorecerse
indebidamente, pues es una conducta aún más deplorable que la de aquel que con el beneficio indebido pretenda
favorecer a la Administración." 1992 SALA TERCERA, N° 175-A de las 10,15 hrs. del 15 de abril.

9- CONDENA DE EJECUCION CONDICIONAL - Incorrecta apreciación sobre la falta de arrepentimiento como


motivo para denegar el beneficio.

"En el único motivo por la forma que le fue admitido, alega el impugnante la violación de los artículos 276 y 106 del
Código Porcesal Penal por estimar que el tribunal de mérito le denegó el beneficio de la condena de ejecución condicional
sin motivación alguna, pues señaló para ello que "no mostró arrepentimiento por su acción ilícita", cuando lo cierto es que
se abstuvo de declarar en el debate. Señala que "…el hecho o circunstancia que el ajusticiable (sic) haya insistido en su
inocencia y se abstuviera de declarar ateniéndose a la expresado en su declaración indagatoria, de ninguna manera
constituye un óbice para afirmar, que éste no mostró arrepentimiento y por ello se le deniega el Beneficio de Ejecución de
la Pena (sic)..." (...). Lo anterior -agrega- porque debe entenderse que cl arrepentimielito supone la aceptación de los
hechos y a nadie se le puede obligar a declarar contra sí mismo. Efectivamente le asiste razón en su reparo. Consta que
el recurrente (sentenciado a tres años de prisión por el delito de Robo simple con violencia sobre las personas) se
abstuvo de declarar durante el debate, motivo por el que se incorporó a la audiencia lo que manifestó en la etapa de
instrucción negando los cargos (...). Ahora bien, aunque de acuerdo con el artículo 60 del Código Penal (que establece los
requisitos para el otorgamiento de la Condena de Ejecución Condicional) el arrepentimiento y deseo demostrado de
reparar en lo posible las consecuencias del acto ilícito es una de las circunstancias que pueden tomar en cuenta los
juzgadores para conceder el beneficio que se solicitó, no cabe duda que en este caso particular el tribunal de mérito
interpretó de modo incorrecto la supuesta falta de dicha actitud (arrepentimiento) para denegarle la condena de ejecución
condicional. Lo anterior por cuanto pareciera desprenderse del criterio del a-quo, que únicamente la aceptación de los
cargos hubiese sido el medio idóneo para acreditar ese arrepentimiento, 1o que obviamente estaría en contra de la
facultad de abstención de declarar que autoriza la Constitución Política (art. 36) y la ley procesal penal (art. 276 del
Código Procesal Penal). Así pues, al fundarse el tribunal sentenciador exclusivamente en que "el imputado no mostró
arrepentimiento alguno por su acción ilícita" (...) para denegar el beneficio solicitado y no observándose en principio
condiciones esenciales que ya de por sí hicieran rechazable la gestión (por ejemplo que la pena impuesta fuese superior a
3 años de prisión -art. 59 del Código Penal; o que el sentenciado no fuese primario- art. 60 ibid.), es de rigor acoger el
reclamo y anular únicamente el fallo en lo que se refiere a la denegatoria de la condena de ejecución condicional por no
estar ésta debidamente motivada." 1991. SALA TERCERA, N° 571-F de las 8,55 hrs. dcl 25 de octubre.

10- CORRUPCION - No es necesario una pluralidad de actos ni que la alteración en el instinto sexual sea
apreciable.

"(...) el delito de corrupción no implica una pluralidad de actos, sino que la utilización del plural en el numeral 167 ibídem,
cuando alude a "actos sexuales", se refiere a que estos pueden ser de tres tipos diferentes, perversos, prematuros o
excesivos y no como incorrectamente pretende interpretar quien recurre. Tampoco resulta pertinente estimar, que si la
alteración en el instinto sexual no se aprecia, el delito no se configuró ya que lo que basta es la promoción de la
corrupción, de manera que el acto corruptor pueda corromper efectivamente o no, pero sí que tenga la aptitud de
modificar la conducta sexual del ofendido, pues "Lo punible, no es lograr la corrupción... de la víctima, ya que no nos
hayamos en prescencia de un delito de resultado material, sino que se considera el peligro, es decir que la conducta del
autor pueda corromper... al sujeto pasivo teniendo sus actos tal entidad, tratándose en consecuencia de un delito formal",
de manera tal que "No se requiere para la configuración del delito ni la reiteración de los actos ni la habitualidad del
autor, ni menos aún…, que se produzca efectivamente la corrupción". (Levene, Ricardo. Manual de Derecho Penal Parte
Especial. Buenos Aires, Editor Víctor P. de Zavalía, 1978; páginas 205 y 206)." 1992. SALA TERCERA, N° 88-F de las
9,20 hrs. del 20 de marzo.

11- CULPA - Análisis del concepto.

"El principio de legalidad plasmado en el artículo 39 de la Constitución Política no requiere para su desarrollo que el
Código Penal contenga un diccionario de vocabulario técnico jurídico para su aplicación. Sobre el concepto de "culpa" ha
señalado esta Sala con anterioridad que: "La culpa es un concepto jurídico por medio del cual se llega al delito, cuyo
contenido lo desarrolla, como ocurre con otros institutos penales, si bien no el Código de la materia, sí la doctrina por
cuanto participa de un conjunto de matices que hacen casi imposible que todos ellos se puedan recoger en una norma"
(V-45 F de las 9:10 horas del 6 de marzo de 1987). A estas razones cabría agregar que la culpa es un instituto jurídico de
inveterada concepción, de amplio análisis y desarrollo no solo por la doctrina sino también por parte de la jurisprudencia,
que genéricamente se traduce en el hecho de faltar a un deber imputable al autor de una acción u omisión, siendo que,
en consideración a ese deber, tal acción u omisión es sancionada como infracción. Nuestra legislación civil al delinear la
denominada "culpa aquiliana" ("In lege Aquilia levissima culpa venit", que significa "en la ley Aquilia se toma en
consideración aun la culpa más leve", D. 9, 2, 44, pr.) la define como "...falta, negligencia o imprudencia..." (la negrilla es
suplida, artículo 1045 del Código Civil). Refiriéndose a la estructura del tipo penal del delito culposo, dice Bacigalupo que
"el comportamiento típico consiste en realizar una acción contraria al cuidado debido (imprudente, negligente). Una acción
contraria al cuidado debido es, por lo tanto, una acción llevada a cabo sin prudencia o sin diligencia. El tipo penal,
entonces, está constituido por la realización de una acción que infringe el deber de cuidado exigido" (BACIGALUPO,
Enrique: Lineamientos de la Teoría del Delito, San José, Editorial Juricentro, 1985, pág. 133) y, con relación a la cuestión
que aquí nos ocupa, sea la omisión de un concepto o definición de "culpa" en nuestro Código Penal, apunta este mismo
autor que "El deber de cuidado no está definido en cada tipo del delito culposo previsto en el Código Penal. Por lo tanto,
la definición del deber de cuidado requiere una definición relativa a cada situación concreta" (la negrilla es suplida, idem,
pág. 134)." 1992. SALA TERCERA, N° 133-F de las 8,50 hrs. del 24 de abril.

12- DAÑO MORAL - Indemnización posible en delitos pluriofensivos como el desacato.

"En el tercer motivo del recurso por el fondo se alega la violación a la ley N° 4891 del 8 de noviembre de 1971; del
artículo 125 del Código Penal de 1941; y de los artículos 1 y 2 del Código Penal vigente. Señala el recurrente que las
normas citadas autorizan una indemnización por daño moral sólo cuando el delito cometido afecte la honra, la dignidad o
la honestidad, o proteja intereses de orden moral, y que el desacato es un delito contra la administración de justicia o el
régimen de justicia. Tal reproche tampoco es atendible. Las normas citadas no restringen el derecho de obtener una
indemnización por daño moral sólo para los delitos contra la honra, la dignidad o la honestidad, pues el artículo 125 citado
es bien claro al especificar que esa indemnización procede también en "...otros casos de daño a intereses de orden
moral...", como ocurre en el presente caso. Para tales efectos no debe confundirse el bien jurídico tutelado, con la posible
afectación a intereses de orden moral que puede producir un hecho delictivo. Además, el delito de desacato es
pluriofensivo, y como muchos otros, afecta también intereses de orden moral, como la honra, aunque el legislador haya
tomado otros valores superiores afectados para ubicarlo en el Código Penal. Por lo expuesto el reclamo debe rechazarse."
1992. SALA TERCERA, N° 356-F de las 9,30 hrs. del 5 de agosto.

13- DELITOS CONTRA EL HONOR - Ofensas a la memoria de un difunto como delito de acción privada.

"En el primer motivo de la impugnación se acusa la errónea aplicación de los artículos 428, 431, 432, 436, 438, 440, 441,
442, 443 así como la falta de aplicación de los numerales 1, 5, 401, 404, 415, 416, 417, 418, 420 y 421 todos del Código
Penal, al haberse utilizado ilegalmente el procedimiento de la Querella para accionar penalmente por el delito de
OFENSAS A LA MEMORIA DF UN DIFUNTO, delito que no se encuentra estipulado en el numeral 81 del Código Penal
(que señala los casos a tramitar como querella); que de acuerdo con lo indicado, los procedimientos seguidos en este
caso están viciados de nulidad absoluta, de acuerdo con lo dispuesto en los artículos 144 y 145 del Código de
Procedimientos Penales. Carece de razón el reclamo. El delito por el que se tramitó esta causa tutela la circunstancia en
que se ofenda, ya sea de manera injuriosa o difamatoria la memoria de un difunto, razón por la que se encuentra clara y
precisamente incluido en los incisos a) y c) del artículo 81, según se trate. Unido a lo expuesto, se aprecia que el juzgado
al considerar si el procedimiento seguido (querella) era el correcto, consideró que "el delito de ofensa a la memoria de un
difunto es tramitable únicamente por la vía de la querella por tratarse de un delito contra el honor. Debe analizarse el tipo
penal que encuadra el artículo 148 el cual tipifica como tal el delito, estableciendo sanción en días multa a quien ofendiere
la memoria de una persona muerta con expresiones injuriosas o difamatorias, otorgándose el derecho a acusar por este
delito al cónyuge sobreviviente, hijos, padres, nietos y hermanos consanguíneos del muerto" (...). Tratándose de este
ilícito la ofensa se produce con la emisión de expresiones injuriosas o difamatorias, y como ya se indicó tanto la injuria
como la difamación son delitos de acción privada y en el ilícito contemplado en el numeral 148 del Código Penal, se
delimita de antemano la posibilidad de acusar, permitiendo así únicamente la instancia privada, para poder iniciar la
acción. Cabe agregar a mayor abundamiento, que el título II del Libro Segundo del Código Penal, regula de manera
genérica tres delitos diferentes, a saber: injurias, difamación y calumnias, cada cual con sus características particulares, no
obstante que también se incluye algunas modalidades de estos ilícitos de mamera específica, entre los cuales se aprecia
las ofensas a la memoria de un difunto, delito que se configura tratándose de expresiones injuriosas o difamatorias en las
circunstancias ahí fijadas. Por otra parte, no resulta procedente la reclamación esgrimida en punto a la participación del
Ministerio Público, pues en este caso carece del derecho de acusar, porque esa facultad es de los familiares indicados en
el ordenamiento jurídico de cita mediante el procedimiento de querella. Ello es así, por cuanto doctrinariamente se
considera, que familiares del ofendido directo accionan en su memoria como titulares del bien jurídico tutelado (al respecto
ver comentarios al Código Penal, Análisis de la tutela de los valores de la personalidad, de Llobet y Rivero, San José,
Editorial Juricentro; 1989, pág. 180). En consecuencia, si bien es cierto la enumeración contenida en el artículo 81, no cita
el delito de ofensas a la memoria de un difunto, no por ello es válida la afirmación del recurrente de que no se trata de un
delito de acción privada, al no contenerlo dicha norma en la enumeracion taxativa, señalada por el recurrente." SALA
TERCERA, N° 657-F de las 11,30 hrs. del 29 de noviembre.

14- DESACATO - Irrespeto a funcionario judicial.

"En el único motivo de su recurso por el fondo el recurrente señala quebranto de los artículos 307, 1, 30, 31 del Código
Penal y, 39 de la Constitución Política. Estima que el hecho que se tuvo por cierto es atípico y rompe el principio de
legalidad. Sin embargo debe decirse que en este aspecto el recurso no puede acogerse pues implicaría una variación de
los hechos tenidos por acreditados. Ahora bien en el caso presente se ha tenido por demostrado: a) Que a eso de las diez
horas del veinticinco de abril de 1991, cuando el aquí ofendido (…) en funciones de Alcalde a.í. de (...) realizaba un
reconocimiento judicial en la finca (…), ubicada en (…), llegó el aquí encartado (…), quien en compañía de varios
sabaneros arreaba un hato de unas cuarenta reses; siendo que al momento de abrir el portillo que da acceso a la
mencionada finca, a fin de pasar con dichos semovientes; fue detenido por el aquí ofendido, quien identificándose como el
Alcalde de (…) trató de impedir su paso; sin que lograra su cometido; toda vez que el encartado (…)le contestó en forma
altanera «si y eso que importa», para acto seguido abrir el portillo e introducir las reses, debiendo el ofendido hacerse a
un ladoa fin de evitar ser atropellado por las mismas; más sin embargo, igualmente el justiciable recriminó al aquí ofendido
su presencia en el lugar «que usted qué hace aquí o es que usted también está parcializado como la otra Alcaldesa»,
ante lo cual el funcionario judicial, previo a advertirle al (encartado) que de continuar en esas actitudes lo acusaría de
Desacato, solicitó al Secrctario de la Alcaldía allí presente, que consignara todo los dicho en el acta que allí se levantaba,
ante lo cual el encartado nuevamente manifestó a viva voz «sí anote todo, anote todo lo que quiera», para de seguido
retirarse en su caballo al interior de la finca que se inspeccionaba». Tal conducta tiene adecuación típica en el artículo 307
del Código Penal, por lo que la casación por el fondo debe declararse sin lugar, al no violarse dicha norma sustantiva, ni
las otras citadas por el recurrente." (Hay voto salvado). l992. SALA TERCERA, N° 231-F de las 8,35 hrs. del 11 de junio.

VOTO SALVADO DE LOS MAGISTRADOS GONZAI.EZ ALVAREZ Y HOUED VEGA:

"Los suscritos Magistrados disentimos del criterio de la mayoría de esta Sala en cuanto desestimó el único motivo del
recurso interpuesto por el fondo, el cual, de acuerdo con las razones que seguidamente se exponen, debe ser declarado
con lugar. En efecto, los hechos descritos en el cuadro fáctico qtie estableció la sentencia de mérito no pueden constituir
el ilícito de Desacato tipificado en el artículo 307 del Código Penal, en cuanto supone una ofensa al honor o el decoro de
un funcionario público o o una amenaza a causa de sus funciones, sino a lo sumo la contravención prevista en el artículo
392 ibid en sus incisos 7° u 8°, por dificultarse la acción de la autoridad o por faltarse a ésta el respeto debido.
Ciertamente el hecho de que el imputado se comportara en forma altanera, según se dice en el fallo, manifestando no
importarle que quien se encontraba en presencia suya con el fin de realizar una diligencia judicial fuese el Alcalde del
lugar, así como preguntarle con hostilidad que si estaba parcializado "como la otra Alcaldesa", constituye un tratamiento
grosero e irrespetuoso en procura de dificultar un acto propio de las funciones del ofendido. Pero, resulta obvio que para
poder distinguir el delito de Desacato de la contravención que supone Desobediencia, Desacato e Irrespeto a la Autoridad
(Sección V, art 392, en especial incisos 7 y 8 según se indicó), necesariamente debe atenderse a la entidad o gravedad
de la ofensa, no desde un plano suhbjetivo, sino dentro del contexto general en que ésta se produjo así como la
afectación que pudo haber ocasionado. De no hacerse ese distingo, no tendría sentido alguno que el legislador
contemplase por un lado hechos constitutivos del delito de Desacato y que por otro sancionase como contravención
cualquier otra clase de "desacato que no constituya delito" (ver último párrafo del inciso 7° del 392 ibid ). Lo anterior
significa, claramente, que no todas la ofensas o frases irrespetuosas proferidas a un funcionario público en el ejercicio de
sus funciones configuran el delito de comentario, sino que , como ocurre en el presente caso, tratándose de palabras que,
pese a su contenido mordaz y molesto, no revelan más que una simple animadversión de quien las expresó, deben ser
calificadas como la falta de respeto que anteriormente se dijo. Por todo lo expuesto declaramos con lugar el recurso por
violación de leyes sustantivas, absolviendo al imputado del delito de Desacato que se le atribuyó, ya que no existe
posibilidad de testimoniar piezas para que se averigüe lo relativo a la contravención correspondiente al haber transcurrido
el plazo de la prescripción que para tales hechos se establece." 1992. SALA TERCERA, N° 234-F de las 8,35 hrs. del 11
de junio.
15- DESACATO - Ofensas a Juez de la República - Irrelevancia del hecho de que al momento de ocurrir la
supuesta sustracción el ofendido fuera actuario.

"En el segundo motivo del recurso por el fondo el señor defensor reclama violados los artículos 2, 19 y 307 del Código
Penal. Señala el recurrente que la imputada fue condenada por desacato agravado, tomando en consideración que el
ofendido es Juez. Sin embargo, agrega el recurrente, al ocurrir la sustracción de la medalla a que se refirió la imputada, el
ofendido era Actuario y fungía en esa condición, por lo que no podía calificársele de Juez para efectos de pena. El
reclamo no es de recibo. Los hechos que motivaron la sentencia condenatoria por el delito de Desacato en este asunto
acaecieron en el Juzgado (…) Civil de San José, el veintinueve de setiembre de mil novecientos ochenta y nueve, cuando
se presentó la señora (…) insultó al ofendido, quien en esa oportunidad se desempeñaba como Juez de ese Despacho
Judicial. La circunstancia de que el ofendido fungiera como Actuario al momento en que debió ocurrir la supuesta
sustracción de la medalla a que se refiere el señor defensor, no eliminan la circunstancia agravante aludida, porque las
ofensas al honor y el decoro fueron dirigidas en aquella fecha contra un funcionario público que ostentaba la condición de
Juez de la República. Por lo expuesto debe rechazarse el motivo. 1992. SALA TERCERA, N° 356-F de las 9,30 hrs. del 5
de agosto.

16- DESACATO - Referencia genérica a cualquiera de las formas de afectación al honor - Diferencia con la
concepción de honor de la injuria.

"En el quinto motivo del recurso por el fondo también se acusan violados los artículos 1, 2 y 307 del Código Penal, así
como el 39 de la Constitución Política. Estima el señor defensor que el desacato sólo puede cometerse cuando se dan las
mismas condiciones de la injuria prevista en el artículo 145 del Código Penal, pero no cuando se imputa a un funcionario
público la comisión de un hecho delictivo, pues en tal hipótesis no estamos en presencia de una injuria, ofensa al honor o
al decoro, sino de una calumnia. Agrega que la calumnia, aunque ofende el honor como bien jurídico, no ofende, como la
injuria, el honor (dignidad) o decoro del ofendido, concluyendo que en el caso de autos se le atribuyó al señor (...) el
haber sustraído una medalla, lo cual constituiría una calumnia, pero no una injuria. La conclusión formulada por el
recurrente podría ser válida, siempre que la premisa de la cual partió también lo hubiere sido. Sin embargo los supuestos
de los cuales hizo surgir su razonamiento no son admisibles, y en consecuencia tampoco la conclusión. Es cierto que en
el delito de injurias encontramos una referencia a dos concepciones del honor (subjetivo y objetivo) al utilizar el legislador
los términos "dignidad" y "decoro"(art. 145 C.P.), pero no es cierto que esos conceptos sean idénticos a "honor" y "decoro"
utilizados en el delito de desacato (art. 307 C.P.), ni tampoco que con ello se haya querido individualizar imperativamente
lo mismo. Por el contrario, en el delito de desacato encontramos una referencia genérica a cualquiera de las formas de
afectación al honor al utilizarse la frase "...ofendiere el honor...de un funcionario público...", independientemente de que se
cumplan los supuestos del delito de injurias o del de calumnias. Por ello es que el punto de partida del razonamiento del
señor defensor no es atendible, en cuyo caso tampoco lo sería su conclusión. Consecuentemente debe rechazarse el
recurso." 1992. SALA TERCERA, N° 356-F de las 9,30 hrs. del 5 de agosto.

17- ESPECULACION - Inexistencia de responsabilidad penal objetiva.

"El reclamo tiene que ser atendido por una razón de especial importancia: nuestro sistema constitucional y legal en lo que
se refiere a la materia penal no admite la responsabilidad objetiva (aún cuando se discute que ciertas instituciones de esa
area del derecho conservan en alguna medida tal característica -por ej. los delitos "preterintencionales" y los llamados
delitos "calificados por el resultado"). Lo anterior significa que no puede existir delito sin la necesaria demostración de
culpabilidad (es el llamado principio de culpabilidad, que a nivel de tipicidad implica que la conducta para ser típica, debe
ser al menos culposa; y a nivel de culpabilidad, que no hay delito si el injusto no es reprochable al autor). De la sentencia
lo único que se infiere es que el señor (...) fue condenado por el delito de Especulación debido a que es el Presidente y
representante de la Sociedad Anónima del negocio denunciado por los Inspectores de Precios del Ministerio de Economía
(...). Inclusive (...), se dice que en el negocio existe un Departamento de Costos que es el encargado de poner los precios
a los productos y el cual "no es atendido directamente por el encartado". Todo ello determina que no se haya acreditado
en forma efectiva cuál fue la intervención o participación (directa o indirecta) del imputado en el aumento de precios que
específicamente se le atribuye, pues aunque en cierto modo el juzgador analiza en su razonamiento de fondo algunos
aspectos que atañen a este juicio de reproche (...), ello no subsana el importante defecto que aquí se puntualiza. Por todo
lo dicho debe acogerse el recurso por la forma." 1992. SALA TERCERA, N° 30-F de las 10,30 hrs. del 17 de enero.
18- ESTAFA MEDIANTE CHEQUE - Necesidad de que el pago se frustre por acción deliberada o prevista por el
autor al momento de entregar el cheque.

"En la parte marcada A del recurso por el fondo del defensor público (...) y en el primer motivo del recurso por el fondo
del imputado (...), actuando bajo el patrocinio del licenciado (...), se acusan violados los artículos 30, 31, 216.2 y 221 del
Código Penal, porque en criterio de los recurrentes en el caso de autos no concurren los presupuestos del delito de estafa
mediante cheque, en especial el ardid como instrumento idóneo para producir el error. La Sala estima que los recurrentes
tienen razón. El Tribunal tuvo por cierto que el imputado es dueño de una empresa distribuidora de artículos de consumo
diario, y que adquirió de un agente de la ofendida la cantidad de cincuenta paquetes de galletas tártaras en la suma de
nueve mil quinientos colones, pagando con un cheque de su cuenta corriente en el Banco de Costa Rica, pero que al
presentarse ese cheque al Banco no fue pagado porque a ese momento la cuenta mantenía la suma de ocho mil
cincuenta y cinco colones con noventa céntimos. En principio, parecen concurrir todos y cada uno de los elementos
configurativos del delito de estafa mediante cheque, porque se determinó una contraprestación dando en pago de ella un
cheque, cuyo pago se frustró, elementos que si aparecen en esa descripción fáctica. Sin embargo el artículo 221 del
Código Penal exige otro requisito más, para caracterizar esa conducta como una de las modalidades de estafa: que el
pago se frustre por una acción deliberada o prevista por el autor al momento de entregar el cheque, conducta que no se
demostró en el presente caso. En efecto, para que la actuación pueda ser calificada de artificiosa y dirigida a inducir en
error al ofendido, es indispensable que quien determina la contraprestación sepa, a ese momento, que el cheque no será
pagado por una acción suya, deliberada o prevista por él, de lo contrario no podría estimarse que concurre el delito de
estafa mediante cheque. Con ello no se está afirmando que para la configuración de ese ilícito es indispensable que la
cuenta corriente esté cerrada al momento de la transacción o al momento de presentarse el cheque al banco, sino que
resulta indispensable establecer con certeza que el cheque no fue pagado porque así se lo propuso el autor desde el
momento de la entrega del cheque. El examen de este requisito es indispensable para integrar la culpabilidad, así como
para poder afirmar que se indujo en error a la víctima, al hacerle creer que se le estaba pagando la contraprestación. En
el caso de autos no existe evidencia que señale que el imputado se propuso que el importe del cheque no fuera cubierto
al momento de presentarse al banco, máxime que sólo faltaban algunos colones para completar su monto total, y que el
imputado alega que es un comerciante, dedicado a realizar varias transacciones, que hizo varios depósitos y giros en su
cuenta y que nunca tuvo la intención de frustrar el pago del cheque, aún cuando con posterioridad no hubiere podido
pagar la deuda. En esos supuestos, la falta de pago del cheque, que surja con posterioridad por razones meramente
económicas, no son suficientes para configurar el ilícito, pues la deuda civil o mercantil subsiste, pero el delito de estafa
mediante cheque no. La diferencia la determina la acción del autor del hecho al momento de entregar el cheque, pues
para que configure el delito de estafa mediante cheque es necesario que ya al entregar el cheque se hubiere propuesto
engañar al receptor, en el sentido de hacerle creer que con el cheque se está pagando la contraprestación, prácticamente
como si se tratara de dinero en efectivo, pero sabiendo que tal cheque no podrá ser cobrado cuando se presente al
banco, por una acción a ese momento prevista por él y deliberada. Solo así podrá afirmarse que el autor indujo en error a
otra persona, simulando hechos falsos o deformando u ocultando hechos verdaderos, con el fin de obtener un beneficio
patrimonial antijurídico y lesionando el patrimonio ajeno.

Distinta es la situación de aquel que entrega un cheque para determinar y cubrir el costo de una contraprestación, con el
firme propósito de pagar su importe total, pero con posterioridad el cheque no puede ser cubierto por meras razones
económicas y financieras, como ocurrió en el presente caso, máxime que al momento del giro tenía fondos suficientes
para cubrir importe total del cheque." 1992. SALA TERCERA, N° 375-F de las 9,30 hrs. del 14 de agosto.

19- FALSIFICACION DE DOCUMENTO PUBLICO - La mera posibilidad del perjuicio completa la conducta
reprimida.

"El delito de falsificación de documento público no requiere, como incorrectamente lo estima la recurrente, un perjuicio real
sino que de la falsificación del documento "pueda resultar perjuicio", lo que permite excluir en este aspecto el daño
efectivo. En tal sentido, dice la doctrina que "Ese perjuicio no tiene que ser efectivamente sufrido, ni siquiera inminente; es
suficiente con que sea potencial. La mera posibilidad es la que completa la conducta reprimida y esa posibilidad tiene que
estar en la mente del autor. El dolo aquí, consiste no sólo en la voluntad de cometer falsedad, sino de cometerla de modo
tal que pueda causarse un perjuicio. Es irrelevante que el perjuicio se cause o no". (Levenne, Ricardo. Manual de Derecho
Penal, Parte Especial, Buenos Aires, Editorial Víctor P. de Zavalía, 1978, pág. 617). De acuerdo con lo expuesto, basta la
mera alteración del documento para la configuración del ilícito, como correctamente lo estimó el tribunal de mérito." 1992.
SALA TERCERA, N° 309-F de las 10,30 hrs. del 14 de julio
20- HURTO - Apoderamiento de trozos de madera.

"Como primer motivo del recurso por el fondo se acusa la violación de los artículos 1° y 208 del Código Penal, alegando
que el hurto de matas de madera no está tipificado en nuestro ordenamiento penal, pues la naturaleza de tales objetos es
la de bienes inmuebles, porque son algo que pertenece al fundo, según lo establece el Diccionario de la Real Academia
Española. Agregan los defensores que dicho Diccionario no cataloga dentro de las cosas muebles a las matas de madera
"...por lo que -dicen ellos- estamos en presencia de un delito no existente, al no existir el mismo..." y que aún utilizando el
término "tuca" se tiene que el hurto de tucas no está tipificado en nuestro Código Penal porque "... aún no es algo que ha
sido maderabla (sic), ya que maderable, de acuerdo con el Diccionario de la Rela (sic) Academia, madera hechas tablas
para la elaboración de bienes, con lo cual hasta el momento de ser maderable si (sic) entra dentro de la calificación de
bien mueble y antes no...". El reclamo no es de recibo, toda vez que su planteamiento no guarda ninguna congruencia con
el cuadro fáctico acreditado por el a-quo. Por otra parte, sin entrar a considerar si en realidad el Diccionario editado por la
Real Academia de la Lengua Española permite fundamentar semejantes razones, estima esta Sala que el reproche carece
de todo asidero jurídico, por las razones que de seguido se dirán. El artículo 208 del Código Penal sanciona con prisión
de un mes a tres años al "... que se apoderare ilegítimamente de una cosa mueble, total o parcialmente ajena...". Las
cosas son los elementos materiales de los bienes y el bien "es la cosa en cuanto objeto de una particular disciplina
jurídica; el término objetivo de una situación jurídica" (PEREZ VARGAS, Víctor: Objetos, Cosas y Bienes en Sentido
Jurídico, San José, Revista Judicial N° 15, pág. 102), es decir, las cosas consideradas no en sí mismas sino con relación
a la utilidad que de ellas puedan derivar las personas en cuyo patrimonio entran, reciban el nombre de bienes (así,
BRENES CORDOBA, Alberto: Tratado de los Bienes, San José, Editorial Juricentro, 1981, pág. 13). Luego, dentro de la
clasificación jurídica de las cosas, atendiendo a razones históricas de orden socio-económico, se distingue entre cosas
muebles e inmuebles (cfr. PEREZ VARGAS, Op. cit., págs. 108 a 112). En los artículos 254 y 255 del Código Civil se
establece, respectivamente, cuáles son los bienes inmuebles por naturaleza y cuales lo son por disposición de la ley, y el
artículo 256 siguiente establece que todas las cosas o derechos no comprendidos en los artículos anteriores, son muebles.
Así, en cuanto interesa a este caso, tenemos que el inciso 2) del precitado artículo 254 define como bienes inmuebles por
naturaleza a "las plantas, mientras estén unidas a la tierra, y los frutos pendientes de las mismas plantes" (la negrilla es
suplida), de lo cual se colige sin mayor esfuerzo que si la cosa (planta) es separada de la cosa (tierra) a que estaba
adherida, toma la condición de mueble (así, BRENES CORDOBA, Op. cit., pág. 18), que es la categoría de cosa prevista
en el artículo 208 del Código Penal. Si en sentencia se tiene por acreditado que el imputado se apoderó ilegítimamente de
maderos ajenos, talados para su comercialización y que se encontraban en las inmediaciones del Río La Suerte para su
traslado, debe entenderse que tales trozas de madera no solo son cosas muebles sino también bienes en sentido jurídico,
de una utilidad representativa de un valor económico apreciable y susceptibles de ser enajenados, por lo que el motivo de
impugnación alegado debe declararse sin lugar. 1991. SALA TERCERA, N° 694-F de las 10,35 hrs. del 20 de diciembre.

21- REINCIDENCIA - La cancelación de asientos de inscripción de sentencia por el transcurso de diez años, lo es
para todos los efectos.

"En el recurso por el fondo el señor defensor acusa violados los artículos 84 y 128 del Código Penal, porque se le
suspendió la licencia para conducir vehículos al imputado tomando como base que es reincidente, sin embargo la
condena anterior ocurrió hace más de diez años, es decir cuando ya estaba "prescrita". En efecto, de la certificación del
Registro Judicial de Delincuentes se desprende que el imputado fue condenado en 1974 como autor del delito de lesiones
culposas, y en abril de 1992 se le condena de nuevo por ese mismo ilícito, suspendiéndosele la licencia para conducir
vehículos porque era reincidente. Sin embargo la reincidencia no puede ser una consecuencia jurídica permanente, de lo
contrario se violarían varias garantías constitucionales básicas. El artículo 11 de la Ley Nº 6723 del 3 de marzo de 1982
(Ley del Registro y Archivo Judicial) debe interpretarse en el sentido de que el asiento de inscripción de la sentencia se
cancela para todos los efectos (incluídos los de la reincidencia) cuando transcurren diez años desde el cumplimiento de la
condena sin efectuarse una nueva inscripción, pues la Sala Constitucional declaró inconstitucional la frase siguiente de
ese artículo que disponía que "Sin embargo, estos asientos se certificarán en los casos en que la solicitud provenga de los
tribunales o del Ministerio Público". En tal sentido dicha Sala agregó que "...las certificaciones en las que consten asientos
del Registro Judicial de Delincuentes, en relación a condenatorias con más de diez años de cumplida la condena, sin
efectuarse una nueva inscripción, no podrán ser tomadas en consideración por los tribunales, a ningún efecto..." (Voto Nº
1438 de 15 hrs. del 2 de junio de 1992, Sala Constitucional). Consecuentemente, en el caso de autos debe declararse con
lugar el recurso por el fondo, y casar la sentencia en cuanto canceló la licencia de conducir al imputado por estimarlo
reincidente, ya que de acuerdo con lo anterior no tiene esa condición jurídica. 1992. SALA TERCERA, N° 300-F de las
9,20 hrs. del 10 de julio.
22- RESPONSABILIDAD CIVIL - Los camiones cisterna destinados al transporte de combustible entren en las
previsiones del artículo 38 de la Ley de Tránsito.

El señor (…) en su condición de co-demandado civil en esta causa, alega como único motivo de casación por el fondo el
quebranto del artículo 38 de la Ley de Tránsito por errónea aplicación, al estimar básicamente que ninguno de los
supuestos contenidos en dicha norma permiten afirmar que "...la sola propiedad del vehículo causante de un accidente es
suficiente para ser condenado responsable solidario al pago de los daños y perjuicios ocasionados en un accidente del
que se deriven daños y perjuicios..." (sic). Con vista de lo anterior, solicita se case la sentencia y se declare que su
responsabilidad se limita al valor del vehículo causante del accidente del que resultó ser propietario. (…). El reclamo no
puede ser atendido. Aunque el impugnante lleva razón respecto a que no es sólo por el hecho de ser propietario de un
vehículo que se responde solidariamente en el aspecto civil, resulta obvio en el presente caso, que el vehículo placas (…)
-causante del suceso-, es un camión cisterna destinado al transporte de combustible (…), lo que entra en las previsiones
del artículo 38 de la Ley de Tránsito, puesto que ahí se dispone que todos aquellos propietarios de vehículos causantes
de un accidente responden civilmente en forma solidaria cuando "...por cualquier título, explotaren vehículos en una
empresa industrial o comercial, o en el transporte remunerado de personas o carga..."; supuesto en el cual se encuentra
el co-demandado civil (…). Ante tales circunstancias, y estando debidamente acreditado la propiedad del vehículo que
ocasionó el hecho culposo por parte del recurrente, como también que a título personal se explota en una actividad
comercial (transporte de combustible o de carga) y que al momento del accidente se estaba utilizando en dicha actividad,
la declaratoria de responsable civil solidario resulta válida, debiéndose tener por corregida la fundamentación del fallo en
ese sentido. Por lo dicho, procede a denegar el reproche. 1992. SALA TERCERA, N ° 254-F de las 9 hrs. del 19 de junio.

23- RESPONSABILIDAD CIVIL DEL ESTADO - Naturaleza

Por otra parte, aunque no fue objeto del recurso, se observa en el considerando referente a la acción civil resarcitoria, que
la juez a quo condenó "solidariamente al Estado al haberse determinado que el aquí encartado produjo las lesiones
investigadas con un vehículo al servicio del Estado" (…); sin embargo posteriormente, en la parte dispositiva del fallo, se
incurre en el error de indicar que "Se adiciona en el punto cuatro sobre la Acción Civil Resarcitoria en cuanto a que se
condena al Estado en forma subsidiaria toda vez que el encartado se encontraba al servicio, en un vehículo utilizado por
el Estado, al momento de suceder el hecho". Se aprecia en este caso que se trata de un error material en el por tanto de
la resolución, toda vez que la argumentación contenida en la sentencia, sustenta la condenatoria solidaria del Estado.
Dicha conclusión resulta acorde con lo ya dispuesto por esta Sala, en punto a la responsabilidad solidaria del Estado: "En
efecto, la Ley General de la Administración Pública (N°6227 de mayo de 1978 que entró en vigencia seis meses después
de su publicación y que es posterior tanto a la ley que mantuvo la vigencia del artículo 137 inciso 6) del Código Penal de
1941, como al Código Penal actual que comenzó a regir a partir de noviembre de 1971) dispuso en su Título Sétimo
(artículos 90 y siguientes) la normas a seguir en caso de la Responsabilidad de la Administración y del Servidor Público,
para luego señalar en la Sección Segunda este Título, la Responsabilidad de la Administración por Conducta Ilícita
(artículos 191 a 193), no haciendo distingo entre ilícitos civiles y penales. Establece el artículo 191 que " la Administración
deberá reparar todo daño causado a los derechos subjetivos ajenos por faltas de sus servidores cometidas durante el
desempeño de los deberes del cargo o con ocasión del mismo...", y posteriormente el 201 indica que "la Administración
será solidariamente responsable con su supervisor ante terceros por los daños que éste cause en las condiciones
señaladas por esta Ley". Como puede observarse, existe una clara contraposición entre el tipo de responsabilidad civil que
disponen para el Estado las leyes penales (subsidiaria), y la Ley General de la Administración Pública (solidaria), pero
como bien afirma el apoderado del actor civil en su escrito de folios 249 y siguientes, si aún quedara duda respecto de
que la segunda -a pesar de disponer expresamente que es de orden público y deroga las que se le opongan (364 inciso
1)- es la que debe regular la materia que aquí se discute, el propio legislador la resolvió a favor de la Ley de
Administración Pública referida, cuando determinó que "en caso de duda, sus principios y normas prevalecerán sobre los
de cualquiera otras disposiciones de rango igual o menor" (364 inciso 2) (El subrayado no es del original). Así pues, la
responsabilidad solidaria del Estado por conducta ilícita de sus servidores, constituye un principio fundamental que la ley
ha establecido en favor de los administrados, en razón de que los actos de aquellos -realizados durante el desempeño de
las funciones encomendadas o con motivo de ellas- son sus propios actos, por cuyas consecuencias dañosas debe
responder." (Cfr. Sala Tercera, V-114-F de las 9:05 horas del 22 de abril de 1988). En consecuencia, de acuerdo con lo
expuesto, se corrige el error material consignado en la parte dispositiva del fallo, para que en lo sucesivo se lea que la
responsabilidad civil del Estado es solidaria y no subsidiaria como incorrectamente se consignó. 1991. SALA TERCERA, N
° 632-F de las 14,20 hrs. del 20 de noviembre.
24- ROBO - Violencia en las personas cuando el despojo vence la resistencia natural y espontánea que opone el
cuerpo de la víctima.

En su recurso por violación de normas sustantivas, el sentenciado (…) expresa que el tribunal a- quo aplicó erróneamente
el inciso 3) del artículo 212 del Código Penal, produciéndose además la inobservancia del inciso 1) del mencionado
numeral, porque según su criterio "...reiterada jurisprudencia ha determinado que para que se produzca el delito de Robo
con violencia sobre las personas, es necesario el empleo de la fuerza (sic) y eventualmente la producción de lesiones
aunque fueran leves que presupongan un daño en el cuerpo o la salud que determinen una incapacidad para el trabajo
por mas de diez días y hasta por un mes. También se tipifica el delito anterior, si existe intimidación producida por arma
que obligue al ofendido en salvaguarda de su integridad física a hacer entrega de lo suyo al agente infractor..." (…).
Agrega que en el presente caso la ofendida manifestó que fue sujetada fuertemente de tres cadenas de oro con unos
"dijes" que portaba en su cuello, logrando el agresor arrebatarle y huir solo con unos "dijes" pues las cadenas cayeron en
sus manos. Pero carece de razón en sus argumentos, pues aunque alguna doctrina excluye el concepto de violencia en
los también llamados delitos de rapiña o de arrebato a la víctima desprevenida o "descuidero" (así por ejemplo Rodríguez
Devesa, J.M., en su obra Derecho Penal Español, Parte Especial, ed. Dykinson, Madrid, 1989, p. 431), lo cierto es que en
nuestro país la opinión y jurisprudencia mayoritaria lo ha sido en el sentido inverso, esto es que se comete el ilícito con
violencia en las personas y no fuerza sobre las cosas en situaciones como la que nos ocupa, puesto que para lograr el
despojo se tiene que vencer la resistencia natural y espontánea que el cuerpo de la víctima opone (cfr. al respecto -entre
otros- de Breglia Arias y Gauna, Código Penal, comentado, anotado y concordado, Ed. Astrea, Buenos Aires, Argentina,
1987, ps. 547 y 548, en especial Nota N° 26). Ahora bien, de los hechos tenidos por acreditados se observa que el
encartado, ante la resistencia de la ofendida, únicamente logró huir con dos "dijes", y aunque fue perseguido por unos
particulares hasta que lograron su detención, aquéllos no aparecieron, con lo que se consumó el delito de robo por el que
fue condenado, no dándose en la especie la tentativa que con apoyo en el artículo 24 del Código de la materia se
reprocha en la parte final del recurso por el fondo. Interpretar lo contrario, cuestionando la existencia de los referidos
"dijes", llevaría a la modificación del cuadro fáctico del fallo lo que no es procedente en esta vía. Por todo lo expuesto
debe declararse sin lugar el recurso por el fondo. 1991.SALA TERCERA. N°571-F de las 8,55 hrs. del 25 de octubre.

25- a) ROBO SIMPLE - La fuerza utilizado debe estar vinculada con el apoderamiento.

25- b) ESTAFA Y APROPIACION INDEBIDA - Diferencia en el abuso de confianza que comprenden ambos delitos.

Que los hechos acreditados por el a-quo, en lo que interesa, son los siguientes: "1) Que el imputado (...) laboraba para la
(…), en tareas de contabilidad, empresa que a su vez es propietaria de (…). 2) Que en horas de la noche del día catorce
de febrero de mil novecientos ochenta y siete, Jiménez Cubero se presentó en este último negocio, donde se encontraban
la cajera (…) junto a otros compañeros en momentos en que la mujer preparaba el depósito nocturno correspondiente a la
cuenta corriente número (…), para ser trasladado a la Agencia del Banco de Costa Rica, sucursal de Desamparados.- 3)
Que ante la circunstancia de que el Gerente General de la empresa (…) no se presentaba a efecto de llevar el depósito al
mencionado Banco, como era su costumbre, acompañado de la cajera, el imputado (…) se ofreció a cumplir el mismo
para lo cual recibió de manos de la (cajera) un bolso de cuero con la leyenda "Banco de Costa Rica D 7" debidamente
cerrado con candado, en cuyo interior contenía la suma en efectivo de trescientos veinticinco mil quinientos colones, más
el cheque número (…) por treinta y cinco mil doscientos setenta y un colones con setenta y cinco céntimos, al igual que la
boleta de depósito número (…) de ese Banco donde constaba el monto del depósito y una boleta de buzón concerniente
a la mencionada cuenta.- 4) Que fue así como acompañado de la cajera el imputado abordó su automóvil... en el que se
ubicada (sic) una mujer desconocida y en lugar de dirigirse a la entidad bancaria, primeramente tomó la determinación de
trasladar a (la cajera) a su casa de habitación en (…) bajo la promesa de dirigirse a la ciudad de Desamparados para
cumplir el encargo, a lo que mostró acuerdo la empleada por la confianza que tenía en el imputado tomando en
consideración igualmente su alto cargo dentro de la Corporación.- 5) Que posteriormente el encartado se devolvió con su
vehículo y mediante el uso de un instrumento no determinado pero filoso, cortó la costura lateral del bolso de cuero
apoderándose del dinero en efectivo, esto en la cantidad de trescientos veinticinco mil quinientos colones, resultando
cortado parcialmente con su acción el cheque en referencia, para luego depositar en el buzón nocturno de la relacionada
agencia bancaria el maletín en cuyo interior únicamente quedó el cheque y las boletas concernientes al depósito, siendo
que al día siguiente se marchó a los Estados Unidos de América" (…). En criterio del Tribunal de mérito, la anterior
relación de hechos configura el delito de ROBO SIMPLE CON FUERZA EN LAS COSAS, básicamente, se considera en el
fallo, porque el encartado violentó el bolso de cuero para apropiarse del dinero en efectivo que éste contenía.

Tal razonamiento es totalmente equívoco, si se toma en cuenta que el mismo Tribunal enfatizó la circunstancia de que el
encartado recibió la bolsa de cuero sin que mediara al efecto "apoderamiento ilegítimo" del bien, que es un presupuesto
esencial del tipo penal plasmado en el artículo 212 del Código Penal, sin que pueda estimarse que la posterior ruptura del
bolso constituya la "fuerza en las cosas" a que alude dicho numeral, pues la fuerza utilizada por el encartado se aplicó
para extraer el dinero del bolso que ya tenía en su poder, no para lograr el apoderamiento del bien en sí, el cual -valga
insistir- llegó a manos del imputado en vista de la confianza que merecía por la alta posición que aquel detentaba dentro
de la sociedad ofendida, según lo expresa la relación de hechos probados por el Tribunal de Juicio, "con un encargo
específico que él mismo prometió cumplir" (así se expresa el a-quo en sus consideraciones, (…)). La fuerza típica del
robo tiene que estar vinculada objetiva y subjetivamente con el apoderamiento. Dice CREUS que "...la necesidad de dicha
vinculación deja fuera del tipo la fuerza que se da en oportunidad del apoderamiento, pero sin relación con él" (Derecho
Penal, Buenos Aires, Editorial Astrea, Parte Especial, t. I, segunda edición, 1988, pág. 443), y en el caso que nos ocupa
no se constata la existencia del semejante vinculación. Luego, si bien los hechos acreditados no tipifican el delito de Robo
con fuerza sobre las cosas, no es admisible la tesis de la defensa en el sentido de que aquellos, a lo sumo, configuran el
delito de apropiación o retención indebida, pues la total consideración de circunstancias de modo, tiempo y lugar en que
se sucedieron aquellos indican la realización de otro delito, a saber, el de ESTAFA, previsto por el artículo 216 del Código
Penal, el cual sanciona a quien "... induciendo a error a otra persona o manteniéndola en él, por medio de la simulación
de hechos falsos o por medio de la deformación o el ocultamiento de hechos verdaderos, utilizándolos para obtener un
beneficio patrimonial antijurídico para sí o para un tercero, lesione el patrimonio ajeno ...". La apropiación o retención
indebida es una defraudación por abuso de confianza, originada en un negocio jurídico (así CREUS, Op. cit., págs. 497 y
502). La comisión de este delito "presupone como antecedente la entrega voluntaria de la cosa al autor, y en virtud
de un título (razón jurídica) que le obligue a entregarla a un tercero o a devolverla a quien la dio" (la negrilla es suplida,
BREGLIA ARIAS, Omar y GAUNA, Omar: Código Penal, Buenos Aires, Editorial Astrea, 1987, pág. 609). Sin embargo, el
abuso de confianza que presupone este delito es diferente a aquel que puede propiciar una estafa (el error en que se
induce a la víctima de una estafa puede asumir variadas formas, entre ellas el abuso de confianza). De tal forma que
estos criterios nos permiten establecer la diferencia entre los particulares perfiles del abuso de confianza que pueden
comprender ambos delitos. Hay ESTAFA -entre otros supuestos hipotéticos- si abusando intencionalmente de la confianza
es que el autor logra engañar a la víctima para que le entregue la cosa bajo un título que produzca la obligación de
entregarla o devolverla (o "depositarla", como en el presente caso), pues se excluye la Apropiación o Retención Indebida
toda vez que la voluntad de entregar la cosa se halla determinada por el error a que se induce a la víctima. Por el
contrario, hay APROPIACION O RETENCION INDEBIDA, como se señaló antes, cuando es voluntaria la entrega de la
cosa al autor (sin que a ese efecto se haya inducido a error a la víctima, por medio de la simulación de hechos falsos o
por medio de la deformación o el ocultamiento de hechos verdaderos), en virtud de un título que le obligue a entregarla a
un tercero o a devolverla a quien la dio y el agente no lo entregare o restituyere a su debido tiempo en perjuicio de otro.
Sobre el punto de la estafa, acota Antolisei: "El consenso de la víctima, logrado fraudulentamente, caracteriza el delito y lo
distingue tanto del hurto como de la apropiación indebida. Estos dos delitos suponen el disenso de la víctima, porque el
primero exige el apoderamiento de la cosa en contraste con la voluntad de la víctima, mientras el segundo postula por
parte del poseedor un arbitrario, y por eso no consentido, ejercicio de poderes que están reservados al propietario. En la
estafa, en cambio, el agente, mediante artificios o engaños, logra obtener que la víctima se dañe a sí misma: entregue
una cosa, asuma una obligación, renuncie a un derecho, etc., en fin, realice un acto de disposición perjudicial a su
patrimonio y ventajoso a otro." (ANTOLISEI, Francisco: "Manuale de Diritto Penale", Parte Especial, T. I, Giuffré Editore,
Milán, 1977, p.p. 277-278). Resumiendo, la diferencia estriba en el contenido del dolo del agente que pretende entrar en
posesión del bien. Si se induce al otro en engaño para tomar posesión del bien, haciéndole creer que el bien le será
devuelto o entregado a su destinatario, siendo que en realidad no es esa su intención, sino la de adueñárselo, se estaría
frente a una estafa. "Estos contenidos psíquicos (el ardid y el engaño) deben integrar la acción misma desplegada por el
autor para la estafa y, en consecuencia, ser anteriores al momento del despojo" (SOLER, Sebastían. Derecho Penal
Argentino, T. IV., Tipográfica Editora Argentina, 1970, p. 330). Por otra parte, si el agente entró en posesión del bien con
la obligación de devolverlo o entregarlo a un tercero, no induciendo para ello en error al dador, su entrada en posesión es
legítima, pues no medió error o engaño, lo que, como se indicó, excluye la configuración de la estafa. Luego, si pretende
apropiárselo o retenerlo y no lo entregare o restituyere a su debido tiempo en perjuicio de otro, se configurará entonces el
ilícito de Apropiación o Retención Indebida. Así, teniendo acreditado el Tribunal de mérito que el imputado -
aprovechándose de la confianza que se le tenía- se comprometió falsamente ante la (cajera) a realizar el depósito, para
que ella le entregara el bolso que contenía los valores, aún se manifiesta ulteriormente la constatación del dolo propio del
ilícito de Estafa (conocimiento y voluntad de la realización del tipo objetivo), cuando el a-quo considera que al encartado
(…) "le convenía lanzar la cartera dentro del buzón ya perforada y que la sospecha enfrentara a otras personas,
principalmente de la entidad bancaria..." (…), circunstancia calculada por el imputado para procurar mayor credibilidad a la
falsa situación que pretendía hacer aparecer como verdadera: que el apoderamiento ilegítimo del dinero se suscitó luego
de que él depositara el dinero en el buzón nocturno del Banco. Tal hecho viene a cerrar el malicioso despliegue engañoso
desarrollado por él al aprovecharse de las circunstancias que rodearon el hecho, principalmente de la confianza que
inspiraba su posición laboral dentro de la Sociedad ofendida, lo que determinó la entrega material del bolso de depósitos
a (…).

En síntesis, en la sentencia se observa con claridad que la intención dolosa del encartado no se reducía a apropiarse o
retener indebidamente el dinero de marras, sino que la motivación que animó su conducta fue la de producir el error de la
cajera que le sirvió para obtener un beneficio patrimonial antijurídico para sí, lesionando el patrimonio de la sociedad
ofendida, delineando el error en la dadora de tal forma que se asegurara no solo la obtención del mencionado beneficio
patrimonial (suficiente para configurar el delito), sino también su pretendida impunidad (al procurar aparentar que el dinero
fue sustraído en la agencia bancaria).(hay voto salvado). 1991. SALA TERCERA, N° 690-F de las 10,10 hrs. del 20 de
diciembre.

VOTO SALVADO DE LOS MAGISTRADOS GONZALEZ ALVAREZ Y HOUED VEGA:

Los suscritos magistrados con respeto nos permitimos disentir del criterio expuesto por la mayoría al recalificar los hechos
al delito de estafa, por las siguientes razones: 1º.- Como bien lo señala la mayoría, el Tribunal de instancia erró al calificar
los hechos como constitutivos del delito de robo, porque en el presente caso, de acuerdo con los hechos probados en la
sentencia, nunca hubo apoderamiento ilegítimo del dinero, sino que el acusado entró en posesión del mismo en forma
legítima porque se lo entregó la funcionaria que debía depositar la bolsa donde estaban los billetes. El apoderamiento
ilegítimo es uno de los presupuestos básicos del delito de robo, según las exigencias del artículo 212 del Código Penal, el
cual está excluído en los casos en que el agente tome la cosa porque se la entrega su legítimo tenedor, aún cuando ello
ocurra por exceso de confianza o por error. El hecho de que el agente hubiere roto la bolsa posteriormente, para tomar el
dinero, no constituye una forma de apoderamiento con fuerza en las cosas, porque él ya estaba en posesión de ese bien
y no constituyó el medio para lograr apoderarse de la bolsa con dinero. En ello coincidimos plenamente con la mayoría.
2º.- Sin embargo discrepamos al estimarse que los hechos configuran el delito de estafa. La sentencia del Tribunal de
instancia tuvo por demostrado que la cajera del negocio le entregó al acusado, quien laboraba en la misma empresa en
funciones de contabilidad, una bolsa de cuero debidamente cerrada con candado, que contenía más de trescientos mil
colones en dinero efectivo y otros valores, en virtud de que el acusado se ofreció llevar a la cajera en su vehículo al
banco para depositar la bolsa en un "buzón nocturno". Luego de abordar el vehículo el sentenciado optó por llevar
primero a la cajera a su casa de habitación, con la promesa de pasar posteriormente al banco a dejar el dinero, situación
que aprovechó para tomar el dinero cortando la bolsa con un instrumento filoso. La mayoría estima que estamos en
presencia de un ardid realizado por el imputado e idóneo para configurar el delito de estafa. Sin embargo, los suscritos
estimamos que existen algunas circunstancias fácticas que nos impiden presumir que el imputado tomó el dinero desde un
inicio porque llevaba el firme propósito de apropiarse del mismo, utilizando como ardid la confianza que se depositó en él
por tratarse de un empleado de la empresa. En realidad de acuerdo con la sentencia se ignora si al entregársele el dinero
al acusado éste ya tenía el propósito de apropiárselo, así como también se ignora si al momento de ofrecerse para llevar
a la cajera al banco ya había planeado apropiarse del dinero y desplegaba un ardid. Lo anterior es de vital importancia
que se hubiere establecido para poder llegar a calificar los hechos como constitutivos del delito de estafa, porque en éste,
de acuerdo con el artículo 216 del Código Penal, se entra en posesión del bien utilizando un ardid que induce en error a la
víctima o a quien posee el bien en nombre de la víctima, con el fin de apoderarse del mismo con perjuicio ajeno. El
acusado entró en posesión de la bolsa con el dinero porque se lo entregó la cajera, pero ignoramos si a ese momento el
imputado desplegaba un ardid para apoderarse de dicha bolsa, o si por el contrario decidió apropiarse del dinero con
posterioridad, cuando se encontró que llevaba la bolsa para el banco, luego de dejar a la cajera en su casa de habitación.
De ocurrir la segunda situación fáctica estaríamos en presencia del delito de apropiación o retención indebida, conforme lo
señala la descripción del artículo 223 ibídem, porque en esta última el sujeto entra en forma legítima en posesión del bien,
con una evidente y clara obligación de entregar o devolver y no lo hace, como ocurrió en el caso de autos. 3º.- Como bien
lo señaló la mayoría, el delito de apropiación o retención indebida es una defraudación por abuso de confianza, originada
en un negocio jurídico que presupone como antecedente la entrega voluntaria de la cosa al autor, y precisamente en ello
se diferencia de la estafa, porque en la primera existe el deseo (voluntad) de entregarle la cosa, en virtud del vínculo
jurídico que le obliga a devolver o restituir posteriormente, mientras que en la estafa el sujeto logra entrar en posesión de
la cosa venciendo la voluntad de la víctima con el ardid, con los medios artificiosos, simulando hechos falsos o
deformando u ocultando otros verdaderos, también para obtener la cosa. Como se indicó, desconocemos si el acusado
realizó un ardid pre-establecido al hacerse entregar la bolsa con dinero y ofrecerse llevar primero a la cajera a su casa de
habitación, o bien si al momento en que se le entregó esa bolsa efectivamente pretendía llevarla hasta el "buzón
nocturno" del banco para su respectiva custodia y posterior depósito, pero optó finalmente por no restituir. Se trata de un
aspecto fáctico sobre el cual tenemos duda, razón por la cual estimamos de obligada aplicación el párrafo tercero del
artículo 393 del Código de Procedimientos Penales, que ordena estarse a lo más favorable al imputado en caso de duda
sobre las cuestiones de hecho.

En consecuencia, no pudiéndose presumir el ardid para entrar en posesión de la bolsa, debemos concluir que nos
encontramos en presencia del delito de apropiación o retención indebida citado que exige una prevención para devolver lo
tomado en el plazo de cinco días. Por lo expuesto los suscritos votamos por declarar con lugar el recurso por el fondo, y
casamos al sentencia al igual que la mayoría, pero resolvemos el caso de diferente manera, de acuerdo con la ley
aplicable variando la calificación jurídica, del delito de robo al de apropiación o retención indebida, razón que obliga
decretar una nulidad de todo lo actuado para que se proceda a formular la prevención que ordena la ley. Póngase en
libertad al sentenciado si estuviere detenido. 1991. SALA TERCERA, N° 690-F de las 10,10 hrs. del 20 de diciembre.
26- TENENCIA DE ARMAS PROHIBIDAS - Naturaleza del delito - Alcances de la descripción típica.

En el recurso por el fondo se argumenta que la sentencia calificó erróneamente los hechos, solicitándose una absolutoria.
Dicha petición se sustenta, en primer término, en que el sentenciado no pertenece a algún grupo de personas cuya
finalidad sea atentar contra la seguridad pública, y por esa razón estima que la posesión de la subametralladora no
configura una lesion al bien jurídico tutelado. Este reproche no es de recibo. En el artículo 56 de la Ley de Armas se
definen dos formas de posesión de armas prohibidas, una forma simple y otra agravada. En la primera se sanciona con
días multa o prisión hasta de cuatro años a quien poseyere armas prohibidas de las definidas en el artículo 10 de esa ley
(ametralladoras, metralletas, bazucas, morteros, tanques, minas, cohetes, bombas, explosivos de alta potencia, etc.).
Mientras que en la parte final de ese artículo se sanciona sólo con prisión de uno a ocho años cuando dichas armas son
poseídas con el fin de atentar contra los poderes públicos o el orden constitucional. Como se aprecia, en la descripción
típica de ese ilícito no se exige pertenecer a ninguna organización ni grupo dedicado a atentar contra la seguridad pública,
pues en ambas formas punibles se sanciona la posesión de armas prohibidas y sólo en el tipo agravado se exige una
finalidad específica de atentar contra los poderes públicos o el orden constitucional. En su concepción simple ese delito es
de peligro abstracto, pues el legislador determinó una categoría de armas y explosivos a los que denominó prohibidos, y
señaló que su sóla posesión es motivo de sanción penal por significar un peligro objetivo y real para la seguridad común,
la integridad personal de los ciudadanos, y el mantenimiento del orden constitucional, por el sólo hecho de la posesión de
ese tipo de armas y materiales en manos de los particulares. En el evento de que el acusado hubiere pertenecido a una
organización dedicada a atentar contra el orden constitucional o la seguridad común, y para esos fines poseyere armas
prohibidas de las descritas en el artículo 10 citado, entonces podría haberse configurado ese mismo ilícito en su fórmula
agravada, o bien otro tipo de delito de mayor gravedad, pero no es la situación que describe la sentencia en los hechos
probados. En segundo lugar en el recurso por el fondo también se argumenta que la calificación jurìdica es ilegítima,
porque se separa del alcance y contenido del artículo 56 de la Ley de Armas, en relación con el inciso a) del artículo 10
ibídem, al tener la sentencia incluídas entre las armas prohibidas a la sub-ametralladoras. Es cierto que esta última norma
no cita textualmente y por su nombre a las sub-ametralladoras, sin embargo entre muchas otras define como armas
prohibidas "aquellas que con una sola acción del gatillo disparen sucesivamente (en ráfaga) más de un proyectil,
como las ametralladoras, fusiles ametralladoras y metralletas". El arma decomisada en el presente asunto dispara en
ráfaga, razón por la cual el Tribunal estimó -con buen tino- que está dentro de las previsiones de ese inciso, aunque no
hubiere sido citada en la frase siguiente, pues como bien lo señala el Jefe del Ministerio Publico, esa lista que se agrega
en la norma es ejemplificativa y no taxativa, al utilizar el adverbio "como" seguido de algunos ejemplos que reúnen las
condiciones genéricas que se establecen antes. De lo contrario ninguna razón tendría que la norma defina en forma
genérica lo que constituyen armas prohibidas, y de ser cierto lo que alega el recurrente se hubiera limitado a citar sólo las
ametralladoras y metralletas, sin recurrir a una definición genérica. En efecto, ese inciso lo que define como armas
prohibidas son aquellas que disparen sucesivamente o en ráfaga más de un proyectil, y el arma decomisada reúne esas
condiciones. El Técnico en Balística de la Sección de Investigaciones Físicas del Departamento de Laboratorio de
Ciencias Forenses examinó el arma decomisada y dictaminó que se trata de una "sub-ametralladora" en buen estado de
funcionamiento, que dispara tiro a tiro (mecanismo semi-automático) y en ráfaga (mecanismo automático), lo cual se
controla con una pieza denominada "selector de tiro".

El hecho de que el arma también dispare con un mecanismo semi-automático no significa que pierda su característica de
disparar en ráfaga, ni la descarta como tal. Cabe agregar que en el presente caso no resulta de aplicación el artículo 21
de la Ley de Armas, en cuanto dispone que en caso de duda sobre la clasificación de alguna arma, como prohibida o
permitida, debe decidir el Departamento de Control de Armas y Explosivos del Ministerio de Seguridad Pública, en primer
término porque es evidente que la disposición rige en sede administrativa para diferentes efectos, como los del permiso
de posesión y en segundo lugar, porque en el presente asunto no existe ninguna duda de que la sub-ametralladora
decomisada es una arma que dispara en ráfagas. En consecuencia el argumento no es de recibo.(…). En cuarto lugar en
el recurso por el fondo se argumenta que se aplicó erróneamente el artículo 56 de la Ley de Armas Prohibidas porque esa
norma sanciona a "...quien poseyere armas prohibidas...", utilizando una fórmula en plural. Agrega el recurrente que el uso
del plural tiene un hondo sentido toda vez que el bien tutelado no se pondría en peligro por la existencia de sólo una
arma, salvo que se participara en algún grupo de personas para atentar contra la seguridad común. El argumento
tampoco es de recibo. Para desentrañar los alcances de ese vocablo debe observarse que el bien jurídico tutelado en ese
tipo de delito se pone en peligro tanto con la posesión de varias armas de las definidas como prohibidas, cuanto con la
tenencia de una, de manera que resultaría un absurdo sancionar la tenencia de dos ametralladoras por tratarse de esa
cantidad, pero permitir la posesión de un tanque de guerra, o una bomba de alto poder explosivo, o de cualquiera de las
demás armas calificadas de prohibidas, por el solo hecho de tratarse de unidades singulares. Es evidente que en todas y
cada una de esas situaciones se pone en peligro el bien jurídico tutelado, es decir la seguridad común, la integridad fisica
de las personas, entre otros valores básicos, además del mantenimiento del orden constitucional, de modo que no se
evidencia que el propósito del legislador hubiere sido el de sancionar la posesión de cierta cantidad de armas y autorizar
la posesión de una sola. Además, tampoco se desprende de la redacción del tipo penal ni del contexto de esa ley que ese
hubiere sido el propósito del legislador. En la mayoría de las disposiciones de la Ley de Armas se utiliza el vocablo en
forma plural (arts.1, 2, 4, 5, 7, 10, 13, 14, 15, 16, 17, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 27, 28, 29, etc.),y solo por excepción
se usa el vocablo singular. Así, se habla de armas en plural para regular lo relativo a la clasificación de esos objetos como
armas prohibidas o permitidas, a las incripciones y permisos para poseerlas o portarlas, así como también al momento de
establecer las sanciones, sin que se evidencie que el propósito hubiere sido el de regular lo relativo a la tenencia,
posesión o portación de una pluralidad de armas, sino de cualquier tipo de armas de las definidas como tales en esa ley,
aún cuando se trate sólo de una. Para mayor claridad uno de los artículos que excepcionalmente utiliza el vocablo en
singular (el artículo 18) precisamente viene a confirmar que lo regulado y sancionado en esa ley es también la posesión
de una sola arma calificada como prohibida, al disponer que "toda arma prohibida decomisada por traficarse con ella en
forma directa o indirecta en el país, pasará a formar parte del inventario en custodia del Departamento, con la finalidad de
regular la defensa y seguridad nacional". La verdad es que cuando el legislador toma en cuenta una pluralidad de
elementos o circunstancias para definir un tipo penal o establecer una fórmula de agravación, lo indica así en forma
directa, como ocurre, por ejemplo, en los delitos de daños agravado (Art 229.4 del Código Penal); resistencia agravada
(304.4 C.P.); asociación ilícita (art. 272 C.P.);conspiración para traición (art. 279 C.P.); motín (art. 295 C.P.); conspiración
genérica (art. 298 C.P.), etc. En sentido contrario, tampoco podría exigirse una pluralidad para aplicar la sanción penal sólo
por utilizarse un vocablo de esa nuturaleza, como ocurre, por ejemplo, en los diferentes delitos de encubrimiento (arts. 320
a 323 C.P.) que sanciona la receptación de cosas (en plural); en el delito de divulgación de secretos que sanciona la
divulgación de hechos, actuaciones o documentos (en plural) (art. 337 C.P.), en el delito de corrupción agravada, donde
se sanciona el cohecho con el fin de otorgar puestos públicos, jubilaciones, celebración de contratos (en plural)(art. 340
C.P.), etc. Es claro que la simple utilización del plural no permite concluir con certeza que el legislador esté exigiendo la
concurrencia de varias situaciones para que pueda aplicarse la sanción penal, sino que ello debe extraerse del contexto
de la norma y del resto de la ley, en relación con el bien jurídico tutelado. En el caso de autos, conforme se expuso, es
evidente que la Ley de Armas regula la tenencia, posesión, uso y matrícula incluso de una sola arma, y no sólo de varias,
aunque las normas de la ley citada lo refieran en plural, razón por la cual debe también interpretarse en igual sentido el
tipo penal de comentario. Por lo expuesto tampoco este reclamo es de recibo. 1992. SALA TERCERA, N° 97-F de las
8,50 hrs. del 27 de marzo.

27- TENTATIVA DE HOMICIDIO - No es indispensable que el dictamen médico señale que las lesiones producidas
pusieron en peligro la vida.

"Asimismo, que en el dictamen médico no se dijera que las lesiones producidas pusieron en peligro la vida de la joven
agredida, no es obstáculo tampoco para que los juzgadores, de acerdo con la apreciación de las circunstancias que
rodearon el suceso, puedan considerar que sí lo hicieron, aunque ello no sea siquiera indispensable para establecer una
tentativa de homicidio (podría ocurrir, por ejemplo, que sin sufrir lesión una persona hubiese sido objeto de un atentado
contra su vida)." 1991. SALA TERCERA, N° 648-F de las 8,55 hrs. del 29 de noviembre.

28- TENTATIVA DE VIOLACION - Algunas consideraciones sobre la tentativa.

"Esta Sala estima que el reclamo alegado por la representación del Ministerio Público es de recibo, toda vez que se
constata claramente que se ha violado o aplicado erróneamente la ley sustantiva. Sin embargo, al resolver el caso de
acuerdo con la ley aplicable, los sucritos Magistrados discrepan del recurrente en el sentido que los hechos constituyan el
delito de Abusos Deshonestos, estimando que los mismos configuran en realidad una Tentativa de Violación, por las
siguientes razones. Para determinar si en la presente situación estamos o no en presencia de una tentativa de violación,
es menester fijar los criterios para distinguir los actos preparatorios de los de ejecución. Al respecto ha señalado esta Sala
que "Es cierto que para la existencia de la tentativa se requiere el comienzo de la ejecución, es decir de actos idóneos y
eficaces para lesionar el bien jurídico, de los cuales pueda también deducirse la voluntad del agente y que revelen el
comienzo de la ejecución según el plan que se ha propuesto el autor. La doctrina ha discutido mucho acerca de la
distinción entre los actos preparatorios y los actos de ejecución. Una de las primeras concepciones, hoy muy superadas,
fue la teoría de la Univocidad de Carrara, según la cual existen actos de ejecución cuando en forma unívoca y segura
podemos concluir que tales actos fueron idóneos para producir el resultado delictivo y se dirigían a ese propósito sin duda
alguna. Aplicando esa teoría al caso concreto debemos concluir que los actos desplegados por el imputado siempre serían
de ejecución del delito de violación, según las circunstancias fácticas expuestas en la sentencia, porque de ellos podemos
deducir en forma inequívoca que su propósito era el de tener acceso carnal con la ofendida en contra de la voluntad de
ésta. Posteriores teorías han perfeccionado esa teoría carrariana. En la actualidad la doctrina moderna acepta, casi
unánimemente, la teoría individual objetiva para explicar el deslinde entre actos preparatorios y actos de ejecución
(ROXIN, JESCHECK, ZAFFARONI, BACIGALUPO, etc.). De acuerdo con esta tesis lo que debe tomarse en consideración
es, en primer término, el plan del autor, así como también la proximidad del peligro corrido por el bien jurídico según la
acción desplegada, y que tales actos sean típicos, aunque no necesariamente se inicie el desarrollo del núcleo o verbo
del tipo penal. En otros términos, habrá tentativa (el inicio de los actos de ejecución) cuando el autor esté desarrollando su
plan para afectar el bien jurídico, de manera muy próxima y eficaz para lesionar ese bien, al extremo de producir una
afectación de la disponibilidad que el titular debe disfrutar de ese bien jurídico (JESCHECK, Hans Heinrich, Tratado de
Derecho Penal, Parte General, Bosch, Barcelona, 1981, volumen 2° , pp. 697 ss.; ZAFFARONI, Eugenio Raúl, Manual de
Derecho Penal, Parte General, Buenos Aires, 1988, 6° edición, pp. 601 ss., y; BACIGALUPO, Enrique, Manual de
Derecho Penal, Temis-Ilanud, 1984, pp. 165 ss.) "(V-48 F de las 14:40 horas del 30 de enero de 1991). En igual sentido,
se ha dicho que "La doctrina para resolver esta problemática ha recurrido a dos puntos de vista teóricos: el de la teoría
formal-objetiva y la teoría individual-objetiva. De acuerdo con la primera, la acción de la tentativa es una parte de la
acción consumada y habrá comienzo de ejecución cuando el autor haya penetrado con su obra en el "núcleo del tipo"; en
consecuencia no sería punible la tentativa inidónea, en la que no se pone en peligro un bien jurídico. Debe rechazarse
frente a nuestro Código Penal, ya que pena la tentativa inidónea (Art. 24). Aunque la solución al problema es complejo, la
doctrina moderna se inclina por la Teoría individual-objetiva. Habrá que tomar en cuenta en primer lugar el plan del autor
y luego, si, según ese plan, la acción representa un peligro cercano para el bien jurídico. Para esta teoría el comienzo
de ejecución no necesita ser una parte de la acción típica (véase ZAFFARONI, Tratado de Derecho Penal, Ediar,
Argentina, 1982, t. IV, ps. 452, 454; BACIGALUPO, Manual de Derecho Penal, Temis-Ilanud, 1984, pp. 168, 169)" (V-102-
F de las 11:27 horas del 27 de marzo de 1991 de la Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia). Es cierto que algunas
veces en la práctica es difícil establecer la distinción entre una tentativa de violación y abusos deshonestos consumados
(sobre esta cuestión véanse las valiosas consideraciones de ISSA EL KHOURY, Henry en la Revista Ciencias Penales:
Las Garantías del Tipo Penal y la Misión Moralizante del Juez, Revista de la Asociación de Ciencias Penales de Costa
Rica, N° 2, marzo de 1990, págs. 44 y ss.). Sin embargo, se ha establecido doctrinariamente que "La diferencia teórica
entre ambos se encuentra en el dolo del autor: si este era de penetrar carnalmente a la víctima habrá tentativa de
violación; si era simplemente de realizar tocamientos contrarios al pudor habrá abusos deshonestos" (LLOBET
RODRIGUEZ, Javier y otro: Comentarios al Código Penal, Costa Rica, Editorial Juricentro, 1989, pág. 221. Véanse
también CREUS, Carlos: Derecho Penal, Buenos Aires, Editorial Astrea, Parte Especial, t. I, segunda edición, 1988, pág.
234, y; BREGLIA ARIAS, Omar y otro: Código Penal, Buenos Aires, Editorial Astrea, segunda edición actualizada, 1987,
pág. 381). Como se indicó anteriormente, para que exista tentativa se requiere el comienzo de la ejecución, es decir de
actos idóneos y eficaces para lesionar el bien jurídico protegido, de los cuales pueda también deducirse la voluntad del
agente, y que revelen el comienzo de la ejecución según el plan que se ha propuesto el autor, y lo cierto es que la
conducta desplegada por el imputado (…) reúne todos y cada uno de los requisitos establecidos en el artículo 24 del
Código Penal, porque plasma en primer término el elemento subjetivo (dolo de consumación) al evidenciar la decisión de
realizar el tipo penal de violación y porque, en segundo lugar, dio inicio inmediatamente a la realización del tipo penal. En
efecto, del cuadro fáctico transcrito se colige tanto el plan del autor (a saber la decisión de tener relaciones sexuales con
la menor ofendida, aspecto individual de la Teoría individual-objetiva explicada en el Considerando anterior de esta
resolución) como que la acción desplegada por el imputado (…) representa un peligro inmediato para el bien jurídico
(aspecto objetivo de la Teoría), pues el imputado le propone a la menor ofendida ir a la playa a hacer el amor, resultando
evidentes los violentos actos de acercamiento o contacto corporal de significación sexual con la víctima (la agarra con
fuerza, tocándole los bustos y la vagina, en vista de su expresa intención dolosa de hacer el amor con ella), los cuales
cabe estimar como actos ejecutivos del encartado encaminados a lograr en forma violenta la cópula con la ofendida (ante
la oposición de ésta, quien a la postre contaba con once años y medio de edad), que se interrumpen por causas ajenas a
su voluntad, cuando aquella logra que su agresor la suelte, diciéndole que iría con él a la playa -lo que aceptó el
imputado-, oportuna argucia que la ofendida aprovechó para huir del lugar con sus hermanos menores, según lo tuvo por
establecido el a-quo en sentencia, por todo lo cual procede acoger el recurso por el fondo planteado para resolver el caso
-según la ley aplicable- (…)". 1991. SALA TERCERA, N° 643-F de las 8,30 hrs. del 29 de noviembre.

29- TRAFICO DE DROGAS Y ESTIMULACION AL CONSUMO. La promoción indiscriminada del consumo no


constituye un requisito de tipicidad.

"(…) es cierto que el delito previsto en el artículo 16 de la Ley sobre sustancias psicotrópicas, en su texto vigente a la
fecha de los hechos, supone un daño potencial a la salud pública mediante una actividad dirigida a fomentar el consumo
de drogas, por medio de conductas de distribución, cultivo,suministro, fabricación, elaboración, refinamiento,
transformación, extracción, preparación, comercio, producción, transporte, almacenamiento o venta de drogas. Sin
embargo no es exacto afirmar que la promoción del consumo, fomentada a través de alguna de esas conductas, deba ser
de tal magnitud al extremo de que en todos los casos sea calificada de indiscriminada. En realidad ese requisito no es
posible extraerlo de la descripción normativa del tipo, aunque a ello se haya referido la doctrina. Es más, cuando la Corte
Suprema de Justicia fue consultada sobre esa ley, en la época en que sólo era un proyecto, se mantuvo un criterio
contrario a esa redacción, porque generalizaba la pena para una gran cantidad de conductas que merecían ser
escalonadas, según la trascendencia y la magnitud social del resultado lesivo. Para entonces se señalaba la necesidad de
establecer diferentes sanciones según ciertos criterios, tales como la cantidad de droga manipulada, el tipo de droga, la
intervención o no de menores, el tamaño de los cultivos y de las plantaciones, etcétera. Se indicó en el pronunciamiento
de la Corte Plena que en el proyecto (que fue luego aprobado como ley) "...algunas de las disposiciones que definen o
tipifican los delitos, están concebidos en términos demasiado amplios, configurando tipos penales abiertos cuya legalidad
es discutible, en virtud de la gran cantidad de conductas que puede abarcar...No contiene tampoco el proyecto (aprobado
posteriormente como ley) una verdadera graduación o escalonamiento de las penas de acuerdo con el daño social que
causan las diversas modalidades de los comportamientos delictivos propios del tráfico de drogas y actividades conexas...".
Por esas razones el pronunciamiento fue negativo en cuanto a esos aspectos. (Véase Sesión de Corte Plena del 10 de
setiembre de 1987, artículo VIII). Esa interpretación que ya hacía la Corte Plena cuando esa ley era sólo un proyecto,
pone en evidencia que dentro del tipo penal de comentario se incluyeron una gama de conductas de consecuencias muy
diferentes, que incluyen desde aquellas acciones de tráfico de drogas de grandes proporciones, hasta ínfimos suministros,
sin que constituya un requisito de tipicidad el que se pretenda una promoción indiscriminada en el consumo de drogas,
pues la verdad esa dimensión no la exige el tipo penal. Por ello tampoco es admisible un segundo criterio expresado por
el Tribunal, al precisar que ese delito también requiere de una conducta que denote cierta gravedad según la calificación
que puedan hacer los jueces. En realidad el legislador se encargó de apreciar el disvalor de la conducta, e incluyó en un
mismo tipo penal una gama de acciones delictivas que pueden merecer diferente reproche, según la consecuencia social
que produzcan, y le dejó a los juzgadores únicamente la posibilidad de apreciar esa gravedad para imponer la pena entre
los extremos mayores y menores, pero no para excluir la prisión cuando estimaran de poca gravedad la conducta.
Además, es relativo en un determinado caso, que el hecho pueda revestir poca gravedad tomando en consideración la
cantidad de droga suministrada, o que el destinatario de la droga ya fuere un consumidor, pues la verdad algunos
traficantes de droga venden sólo pequeñas porciones sin que por esa razón pueda concluirse que no producen ningún
peligro para la salud de los ciudadanos y para los demás bienes jurídicos tutelados. Por lo general quienes adquieren
droga son consumidores consuetudinarios, y aún así podemos definir a quienes la suministran como promotores del
consumo, independientemente de que el suministro se efectúe a título gratuito, como en el caso de autos, o a título
lucrativo. Otro aspecto básico que debe descartarse en esta clase de ilícitos, es que el suministro a que se refiere la
norma aplicada deba efectuarse como una actividad típica de comercialización. En realidad es cierto que todos los verbos
del tipo penal de comentario están preordenados a una actividad común: el tráfico de drogas. Pero a esa actividad común
se puede llegar de muy diversas maneras, incluso suministrando drogas a título gratuito, y sin que implique una actividad
típica de comercio, es decir sin fines de lucro. En realidad lo típico y lo lesivo para el bien jurídico tutelado no lo
constituye el provecho que obtienen los traficantes de droga, sino las consecuencias que producen para la salud de los
ciudadanos, así como en la vida social y política de un país. Debe indicarse también que el haber reconocido esta Sala
que nuestro Derecho Penal es de hechos y no de autor, a pesar de todas las excepciones contempladas en nuestro
Código Penal al tomar en consideración la peligrosidad, no significa que deba concluirse que en nuestro sistema no
existen los delitos de peligro abstracto, como resulta ser el delito de comentario. En efecto, es cierto que todos los delitos
requieren de una consecuencia lesiva para el bien jurídico, sin excepción, y que la consecuencia en algunos tipos penales
consiste en un efectivo daño al bien jurídico, mientras que en otros -como ocurre en el caso de autos- sólo consiste en
poner en peligro ese bien jurídico tutelado. Lo anterior en realidad no releva exigir, en todos los casos, una consecuencia
lesiva para el bien jurídico tutelado, incluso en los delitos de peligro abstracto, sólo que en estos últimos la consecuencia
lesiva no requiere de una específica demostración en el caso concreto, porque el legislador valoró la conducta y estimó
que ella lesiona el bien protegido, aunque desde luego admite prueba en contrario. Por otra parte, tampoco resulta
admisible la posición del Tribunal en cuanto señaló que el tipo penal previsto en el artículo 18 de la ley vigente a la fecha
de los hechos (similar al artículo 20 de la ley actual) exija como un requisito indispensable que la acción de estimular o
promover el consumo de drogas debe dirigirse contra un sujeto pasivo que no sea adicto. Esta posición no resulta
admisible porque el tipo penal no la contiene. El delito previsto en esa norma sanciona a quien, por cualquier medio,
promueva o estimule el consumo no autorizado de sustancias estupefacientes o psicotrópicas, sin exigir que la acción
deba ser encaminada a involucrar en el consumo de drogas a personas que no sean adictas. En realidad se puede
promover o estimular el consumo de drogas incluso en perjuicio de sujetos adictos, quienes ante esos estímulos recaen en
el vicio, aunque la adicción la hubieren adquirido de otro modo. Conforme se indicó en el Considerando Primero los
hechos ocurrieron en mayo de mil novecientos noventa, cuando estaba vigente la anterior ley "sobre sustancias
psicotrópicas, drogas de uso no autorizado y actividades conexas" Nº 7093 de 22 de abril de 1988, publicada en el
Alcance Nº 16 a La Gaceta Nº 83 del 2 de mayo de 1988, la que en el artículo 18 sanciona con prisión de 4 a 8 años
"...a quien, por cualquier medio, estimule o promueva el consumo no autorizado de las sustancias estupefacientes,
psicotrópicos o inhalantes..."(sic). Esta norma no contiene ninguna fórmula especial para ser desplazada y para aplicar en
su lugar la figura principal de tráfico de drogas (en cualesquiera de sus modalidades), a diferencia de lo que ocurre con el
nuevo texto de la ley vigente, el cual en el artículo 20 señala que ese tipo penal se aplica "...siempre que la acción penal
no esté más severamente penada...". En consecuencia, con aplicación de la ley anterior -por resultar más favorable frente
al nuevo texto- y tomando en cuenta las circunstancias fácticas muy especiales del presente caso, según la descripción
que contiene la sentencia del Tribunal, debemos concluir que nos encontramos frente a un concurso aparente de delitos,
entre el tráfico de drogas genérico sancionado en el artículo 16 de esa ley y el delito de estimulación al consumo de
drogas definido en el 18 ibídem, porque la acción atribuída a la acusada se adecúa en ambos tipos penales, pero éstos
se excluyen entre sí porque no pueden ser aplicados ambos. En efecto, en el presente caso la conducta de la acusada se
encuentra descrita en ambas normas, en donde la figura general es desplazada por la especial. El tráfico de drogas es la
figura general y la estimulación al consumo la figura especial, resultando aplicable esta última con fundamento en el
artículo 23 del Código Penal. La acción de la acusada iba dirigida en forma particular y específica a entregar drogas, por
una única vez, a su compañero mediante el suministro gratuito y desinteresado de una pequeñísima porción de
marihuana, sin que existan bases para sospechar siquiera que su propósito fuere el de intervenir en forma constante y
permanente en el trasiego de drogas. Se trata de una acción aislada mediante la cual se intentó el suministro de la droga,
es decir se pretendía estimular el consumo no autorizado de marihuana. Por todo lo expuesto y con base en las razones
que se han señalado procede declarar con lugar el recurso conforme se dirá y casar la sentencia impugnada. En su lugar
debe declararse a la acusada (…) autora responsable del delito previsto en el artículo 18 de la ley citada, según su texto
anterior, ya que esa norma resulta aplicable sobre la genérica de tráfico de drogas prevista en el artículo 16 de esa ley."
1991. SALA TERCERA, N° 683-F de las 9,05 hrs. del 13 de diciembre.

30- TRAFICO DE MARIHUANA - El concepto"dependencia" debe extraerse de otras normas que regulan la materia,
sin que su ausencia incida en la tipicidad.

"Se reclama la violación de los artículos 1, 2, 3, 11, 12, 30, 45 del Código Penal; 16 de la Ley Nº 7093 del 2 de mayo de
1988 y 18 de la Ley Nº 7223 del 21 de mayo de 1991, por cuanto no se logró acreditar que la droga decomisada cause
dependencia y en tal medida la conducta desplegada por el encartado (…) al momento de la comisión, resultaba atípica,
no resultando factible la aplicación de la ley 7223 que es posterior y que no resulta favorable a los intereses del imputado
bajo la errónea apreciación de que resultaba más favorable. El reclamo no procede. El recurrrente estima que al no citarse
expresamente en la Ley Nº 7093 del 22 de abril de 1988, a la marihuana como una droga que causa dependencia, de
conformidad con su numeral 16 no se puede estimar la ilicitud en relación con ésta. Tal apreciación resulta errónea, toda
vez que obvia el impugnante la circunstancia de que nuestro ordenamiento jurídico se encuentra integrado por una serie
de normas que se interrelacionan entre sí, de tal manera que para poder apreciar el alcance de la citada ley al hacer
alusión al concepto de dependencia, resulta necesario apreciar entre otras las normas contenidas en los tratados
internacionales suscritos por Costa Rica - bajo parámetro de cumplimiento obligatorio-. Entre estas se cita la Convención
Unica de 1961 sobre Estupefacientes aprobada por nuestro país mediante Ley Nº 4544 del 18 de marzo de 1970, que
contempla la planta de la Cannabis, su resina y los extractos y tinturas de la misma, como un estupefaciente, así como la
Convención de las Naciones Unidas contra el Tráfico ilícito de Estupefacientes y Sustancias Sicotrópicas, suscrita por
Costa Rica en 25 de abril de 1989 y aprobada por la Asamblea Legislativa mediante Ley Nº 7198 del 25 de setiembre de
1990, que dispone en su artículo 3, la ilicitud en cualesquiera de las modalidades: producción, fabricación, extracción,
preparación, oferta, oferta para la venta, distribución, venta, entrega en cualesquiera condiciones, corretaje, envío, envío
en tránsito, transporte, así como la importación o exportación de cualquier estupefaciente o sustancia psicotrópica en
contra de lo dispuesto en la Convención Unica de 1961, en su posterior enmienda y en el Convenio sobre Sustancias
Psicotrópicas del 21 de febrero de 1971. En efecto, no sólo la dependencia de la marihuana o cannabis sativa, se extrae
de las normas que regulan la materia concerniente a los estupefacientes, sino que por tratarse de una droga de amplia
difusión en nuestro país -por lo que se conocen las consecuencias de su uso- la consideración que hace el impugnante
sobre la necesidad de indicar expresamente que causa dependencia, no incide en el tipo penal, bastando en este caso
para tales efectos, el tener por acreditada la existencia de la droga." 1991 SALA TERCERA, N° 386-F de las 9,25 hrs. del
26 de agosto.

31- USURPACION - Restitución de la posesión en vía de ejecución aunque no se ordenara expresamente en la


sentencia.

El artículo 103 citado, en lo que interesa, establece que: "Todo hecho punible tiene como consecuencia la reparación civil,
que será determinada en sentencia condenatoria; ésta ordenará: 1) La restitución de las cosas o en su defecto el pago
del respectivo valor..." (la negrilla es suplida). Por su parte, también en relación a la condena, el artículo 399, párrafo
tercero, del Código de Procedimientos Penales señala que "...la restitución del objeto material del delito podrá ordenarse
aunque la acción no hubiere sido intentada". Luego, si bien es cierto la sentencia condenatoria no ordenó expresamente
que se instalara al ofendido en la posesión del inmueble usurpado por el encartado (…), debe estimarse -en el caso
presente- que tal efecto legal es propio de la condenatoria recaída contra aquel, dada la naturaleza del delito en cuestión
(el delito de Usurpación protege como bien jurídico el uso y goce pacífico de un bien inmueble por hecho de posesión, de
tal forma que esta omisión del dispositivo no importa el vicio que acusa al recurrente. Debe admitirse que lo óptimo es
que, en casos como el presente, la restitución de la posesión se ordene en la misma sentencia que condena por el delito
de usurpación, a efecto de no retardar innecesariamente el regreso del ofendido al poder de hecho por el cual sometía a
su control y voluntad el inmueble usurpado, sin embargo, si tal disposición se omite en la sentencia, nada impide que con
posterioridad a ella se dicte una resolución que –en ejecución de aquella condena- venga a ordenar el desalojo del
inmueble por parte del usurpador para que el ofendido entre en su posesión, como sucedió en el caso de examen. No
sobra decir que tal solución es no solo la que deriva de la correcta aplicación y entendimiento de la ley, sino que además
es la que imponen las normas más elementales del sentido común: resultaría absurdo que el imputado, amparándose a la
sentencia que le condena por el delito de Usurpación, legitimara y mantuviese la posesión el mismo inmueble a que
accedió en forma típica, antijurídica y culpable". 1992. SALA TERCERA, N° 107-F de las 8,55 hrs. del 3 de abril.

32- USURPACION – Restitución del bien a la poseedora.

"Ahora bien, analizado el objeto de la figura de usurpación, se aprecia que se tutela tanto la posesión como la tenencia o
el ejercicio de un derecho real ejercido sobre un bien inmueble (artículo 225 del Código Penal), en tal medida que "La
tutela penal se aplica a la posesión real y efectiva, ejercida con prescindencia del derecho o título; por ello comprende
tanto la fe o viciosa" Levene, Ricardo. Manuel de Derecho Penal, Parte Especial. Buenos Aires, Editor Víctor P. De
Zavalia. 1978, pág. 365. Por su parte, los numerales 122 y 123 del Código Penal de 1941 indican, entre otras cosas, al
regular aspectos concernientes a la reparación civil, la restitución de la cosa objeto del hecho punible al ofendido,
indicando incluso que "La restitución se ordenará aún cuando la cosa se hallare en poder de un tercero, dejando a salvo
los derechos que la ley civil confiera a éste". En el presente caso, el juzgador de mérito tuvo por acreditado, que la
ofendida (…) poseía el inmueble del que fue despojada por los encartados, quedándose a vivir en tal sitio (…); sin
embargo, consideró que en este caso no procedía la restitución del bien a favor de la ofendida, al no haber sido
demandada la empresa propietaria del mismo, criterio que resulta erróneo, ya que como se indicó, en esta sede penal no
se está dirimiendo el derecho de propiedad, toda vez que éste resulta independiente así las cosas, procede en este caso,
aplicando los principios del derecho civil, al haberse acreditado el despojo ordenar la restitución del inmueble poniéndolo
en posesión de la actora civil, volviendo así las cosas al estado en que se encontraban antes de que se diera la
usurpación, situación que no perjudica a la empresa dueña del bien, al no estarse discutiendo en esta sede el derecho de
propiedad". 1992. SALA TERCERA, N° 95-F de las 8,40 hrs. del 27 de marzo.

33- VIOLACION – Agravación por concurso de varias personas no requiere acceso carnal de todos.

"Efectivamente les asiste razón en lo que afirman con relación a que solamente si hubo acceso carnal puede configurarse
el tipo penal que establece la autoría para el delito de Violación, no pudiendo estimarse como coautor a quien no realiza
ese acceso sino que presta colaboración necesaria para reducir los esfuerzos de la víctima para evitarlo, coadyuvando a
que el autor obtenga su propósito. Pero debe tenerse presente que en este asunto los hechos tenidos por acreditados
determinan que los tres sentenciados tuvieron relaciones sexuales en contra de la voluntad de la ofendida, uno después
de otro, turnándose en su actividad delictiva, pues mientras uno tenía acceso carnal, los otros dos sujetaban fuertemente
a aquélla, y así sucesivamente. Tal cuadro fáctico configura el delito de Violación Agravada que señala el artículo 158 del
Código Penal (para los que tuvieron acceso carnal) y el correspondiente grado de complicidad (para los que sujetaban a
la víctima mientras cada uno tenía, sucesivamente, relación sexual) del modo que más adelante se indicará. Cabe aclarar,
sin embargo, que en ningún momento esta Sala estableció en la sentencia que el tribunal de mérito menciona (V-351-F
de las 9:35 hrs. del 23 de noviembre de 1990), que el "concurso" de una o más personas a que alude la norma penal
anteriormente referida, supone que pueda estimarse como "coautores" del delito de Violación a quienes no tuvieron
acceso carnal, pues reconociéndose éste como un delito denominado de "propia mano", como bien lo afirman los
recurrentes, sería erróneo estimar como coautor a quien no realiza el tipo que describe el delito de comentario (comete
delito de Violación quien tiene acceso carnal con persona de uno u otro sexo en las situaciones que contempla la ley,
entre otras, cuando media intimidación o violencia; cuando la víctima es menor de doce años, etc.). Lo que esta Sala
manifestó en la resolución de cita, fue tan solo que la "concurrencia" de una o más personas a que se refiere el artículo
158 ibid., debe darse a nivel de "autoría", para que se produzca la circunstancia de agravación ahí contenida; es decir, lo
que se dijo entonces es que el delito de Violación se agrava cuando quienes intervienen en tal ilícito lo hacen a nivel de
autores, teniendo cada uno acceso carnal, y no propiamente a nivel de "complicidad", lo que es diferente a la
interpretación que le dio el a-quo. Sin embargo también debe rectificarse el criterio anterior, pues aunque éste ha sido
admitido por un sector de la doctrina (Cfr. al respecto obra de Llobet y Rivero, Comentarios al Código Penal; Ed.
Juriscentro, 1989, p. 244 punto N° 3), luego de un nuevo examen del mismo punto y con otra integración (parcial) de esta
Sala, se concluye que la agravación por concurso de varias personas puede darse sin que sea necesario que todos los
partícipes tengan acceso carnal, pues basta que concurran para que otro (que podría ser solo uno) lo tenga (Cfr. al
respecto -entre otros- ob. de Soler, Sebastián, Derecho Penal Argentino, Tomo III, T.E.A., Buenos Aires, 1976, p. 291). De
no ser así se podría llegar al contrasentido de que en una Violación en que intervienen por ejemplo cuatro personas pero
solo uno de ellos tiene relación sexual con la víctima mientras los otros la sujetan, el primero sería responsable de una
Violación Simple y los tres restantes de complicidad en la misma, siendo que el fundamento de la agravación reside
precisamente en que la concurrencia de varios facilita de modo notable la ejecución de esta clase de delitos. Así
entonces, si solo un sujeto tiene acceso carnal con la víctima, pero para ello requirió la necesaria colaboración de otros
tres individuos cuya participación fue la de inmovilizar a aquélla, se estaría en presencia del delito de Violación Agravada
(para el que realizó el tipo penal) y de complicidad en el delito de Violación Agravada (para los que colaboraron con el
autor)." 1992. SALA TERCERA, N° 121-F de las 9,50 hrs. del 15 de abril.

34- VIOLACION DE DOMICILIO – Requisitos para su configuración.

"En efecto, el recurrente aduce que no se configuró el delito de Violación de Domicilio porque no se estableció en la
sentencia que, cuando ocurrieron los hechos, el presunto ofendido estuviera habitando efectivamente la casa a la cual se
introdujo el imputado. (…).Alega, además, que no se determinó si dicho encartado entró a esa vivienda contra la voluntad
expresa o presunta de quien tenía derecho a excluirlo. Sin embargo, esos extremos sí fueron tenidos por ciertos en el
fallo, tal y como se desprende de la lectura de los hechos probados (primer considerando). El juzgador señala
expresamente que el ofendido(…)vivía en el inmueble y que el encartado (…) se aprovechó de su ausencia temporal para
fracturar un vidrio del ventanal e introducirse a la vivienda (…). Hay que recordar que para la configuración del delito de
Violación de Domicilio es suficiente con que se trate de un lugar habitado, independientemente de que los moradores
estén o no presentes en el momento en que se comete el hecho. Por lo demás, el haber ingresado a la casa en ausencia
del ofendido y empleando fuerza sobre las cosas, permite concluir que el sujeto activo carecía de autorización o, dicho de
otra forma, que actuó contra la voluntad presunta de quien tenía derecho a excluirlo de esa habitación." 1992. SALA
TERCERA, N° 276-F de las 10,25 hrs. Del 26 de junio.

B- DERECHO PROCESAL PENAL

35- ACCION CIVIL RESARCITORIA – La facultad de dejar las conclusiones por escrito no autoriza la inasistencia al
debate.

"En el segundo motivo del recurso por la forma se acusa la violación de los artículos 3 y 146 del Código de
Procedimientos Penales en relación con el 69 ibídem y 41 de la Constitución Política, porque se tuvo por desistida la
acción civil resarcitoria no obstante haberse elaborado las conclusiones por escrito. De acuerdo con las constancias de
proceso, el representante de la Procuraduría General de la República que actúa como representante del actor civil (el
Estado) no se apersonó a ninguna de las dos audiencias del debate, sino que en su lugar el día anterior a la primera
audiencia se limitó a presentar ante el Tribunal un escrito que tituló "conclusiones de acción civil resarcitoria" (…).
Ante tal proceder, como bien lo resolvieron los juzgadores, se imponía declarar desistida la acción civil con fundamento en
el artículo 69 ibídem, porque éste dispone que "...se considerará desistida la acción cuando el actor civil, regularmente
citado, no comparezca a la primera audiencia del debate...".- Es cierto que esa misma norma agrega que el desistimiento
también se produce cuando el actor "...no presente conclusiones, o se aleje de la audiencia sin haberlas formulado
oportunamente ", pero tal posibilidad no lo exime de la obligación de apersonarse a la primera audiencia del debate a
ratificar su acción, pues ésta se perfecciona en ese momento cuando se concretan las pretensiones y se permite a los
demandados impugnarlas. El artículo 69 citado se refiere a la posibilidad señalada también en el párrafo primero del
artículo 389 ibídem, y facultan al actor civil a alejarse de la audiencia y dejar sus conclusiones por escrito para que sean
leídas oportunamente, pero de esas normas no se infiere una autorización para no presentarse del todo al debate sin
consecuencias para su acción. Por lo expuesto y por las razones señaladas por el Tribunal en el fallo, debe declararse sin
lugar el motivo." 1991. SALA TERCERA, N° 604-F de las 9,25 hrs. Del 7 de noviembre.

36- ACCION CIVIL RESARCITORIA – Posibilidades de incorporar de oficio prueba para mejor resolver referida a
aspectos civiles del delito.
"El licenciado (…) en su carácter de representante de la Procuraduría General de la República y del Estado como
demandado civil, reclama violados los artículos 106, 393 y 395 del Código de Procedimientos Penales en relación con el
400.4 ibídem, al estimar que hubo falta de fundamentación en la sentencia. Tal reproche lo sustenta en que la juzgadora
ordenó incorporar al debate, de oficio y para mejor resolver, prueba que correspondía ofrecerla a la parte civil, con lo cual
trasladó características propias de la acción penal a la acción civil, tales como el principio de oficiosidad y la búsqueda de
la verdad real. El reclamo no es de recibo. Es cierto, conforme lo sostiene el recurrente, que la acción civil resarcitoria se
diferencia de la acción penal, aún en los casos en que se ejerza conjuntamente en un proceso penal, porque su
promoción es facultativa, renunciable, y el actor goza de un amplio poder de disponibilidad sobre el curso de la misma,
incluso puede negociar con la contraparte sobre ella en los términos que lo estime conveniente, por tratarse de intereses
de orden patrimonial de carácter privado. Sin embargo, lo anterior no significa que al juzgador le esté vedado incorporar
por lectura al debate, como prueba para mejor resolver y de oficio, determinados documentos relativos a las repercusiones
civiles del delito y sobre la indemnización pecuniaria, porque también constituye un anhelo de la justicia penal disponer la
indemnización sobre parámetros fidedignos y certeros, máxime en un caso como el presente en que la acción civil
resarcitoria fue delegada en el Ministerio Público. Además, la prueba para mejor resolver no es una institución procesal
extraña a la justicia civil. El artículo 331 del Código Procesal Civil dispone que antes del dictado de la sentencia "...los
tribunales podrán acordar, para mejor proveer, la práctica de cualquier medio probatorio...o la ampliación de los recibos",
para concluir que lo dicho en ese artículo resulta aplicable a todo tipo de proceso civil. Por lo expuesto el recurso debe
declararse sin lugar." 1992. SALA TERCERA, N° 419-F de las 10,20 hrs. Del 16 de setiembre.

37- ACCION CIVIL RESARCITORIA – Pretensiones pueden conretarse por escrito, desde el inicio y reiterarse en el
debate.

"En el segundo motivo se acusa la violación del artículo 106 en relación con el 400 inciso 4 del Código de Procedimientos
Penales al estimarse que hay falta de fundamentación en lo que se refiere a la condena civil. Estima la defensa que
constituye un vicio a la fundamentación el hecho de haberse aceptado como desglose de cada una de las partidas de la
acción civil, el escrito inicial en que se constituyó como parte el actor civil, sin importar que durante el debate lo hiciera. Es
cierto, como lo afirma el recurrente, que es en el debate cuando el actor civil tiene la oportunidad procesal para concretar
sus pretensiones, sin embargo ningún vicio en la fundamentación podría existir en perjuicio de los demandados civiles si
el actor concreta sus pretensiones desde antes, como ocurrió en el presente caso. Por el contrario, podríamos decir que
constituye una mayor garantía para los demandados el hecho de haber concretado el actor civil sus pretensiones desde el
escrito inicial, permitiéndole a los demandados ejercer oportunamente su derecho de defensa, y prepararse
adecuadamente para ofrecer sus respectivas pruebas en juicio o cambatir las aportadas por el actor. La ley exige que el
actor civil concrete sus pretensiones, señalando el monto de lo que reclama, durante las conclusiones del debate, pero
ningún vicio podría existir en perjuicio de los demandados si el actor concreta esa pretensión por escrito desde antes,
siempre que reitere su acción en forma oral durante las conclusiones del juicio, o deje un expreso memorial si deseare
estar ausente, conforme lo autorizan los artículos 69 y 389 ibídem. Por lo expuesto el reclamo debe rechazarse." 1991
SALA TERCERA, N° 590-F de las 9,10 hrs. Del 1 de noviembre.

38- ACCION CIVIL RESARCITORIA – Si la condena en abstracto perjudica al actor civil, el demandado civil carece
de legitimación para reclamar el vicio.

"Alega el recurrente, en representación del Estado, violación de los artículos 106, 393, párrafo primero, 395, incisos 2) y 4)
y 399, en relación con el 400, incisos 4) y 5), todos del Código de Procedimientos Penales, pues considera que la
sentencia impugnada carece de fundamentación. Según lo hace ver, el vicio radica en que el juzgador condenó
solidariamente al Estado a pagar los diferentes rubros de la acción civil resarcitoria; pero lo hizo en abstracto, remitiendo a
las partes al trámite de la ejecución de sentencia, sin cumplir con los requisitos que la jurisprudencia ha señalado para que
proceda ese tipo de condena, ya que omitió considerar el material probatorio, pese a que existían pruebas suficientes para
determinar el "quántum", omitiendo también utilizar las facultades que le confiere la ley para valorar prudencialmente
ciertos rubros. El reclamo carece de razón. El principal argumento del recurrente está centrado en la falta de valoración
de pruebas que, a su entender, hubieran permitido efectuar una condena civil en concreto. Sin embargo, ese aspecto lejos
de favorecer al Estado, en su condición de demandado civil, más bien le hubiera causado perjuicio. En efecto, la condena
en abstracto permite una amplia defensa de los intereses del Estado en la fase de ejecución de sentencia, defensa que se
ve restringida cuando los rubros ya han sido fijados con anterioridad. En consecuencia, si las pruebas permitían concretar
los rubros y pese a ello el Tribunal condenó en abstracto, el único perjudicado es el actor civil. Por ello, la parte
demandada civil carece de legitimación, en este caso, para reclamar el vicio. Ese aspecto es suficiente para rechazar el
reclamo. Sin embargo, vale la pena agregar que, en el presente asunto, el juzgador señaló las razones por las cuales
procedía -a su entender- la condena en abstracto (…), de modo que, si llegáramos a la conclusión de que su
razonamiento es incorrecto, no estaríamos en presencia del vicio de falta de fundamentación por preterición de prueba,
sino que estaríamos más bien ante una violación a las reglas de la sana crítica, vicio este último que no fue alegado."
1992. SALA TERCERA, N° 355-F de las 11,15 hrs. Del 31 de julio.

39- ACTA DEL DEBATE – Causales de nulidad.

"reclama el impugnante que el acta de debate no contiene las firmas a que se refiere el inciso 7) del artículo 390 del
Código de Procedimientos Penales y que la falta de esas firmas acarrea la nulidad de la sentencia. En cuanto a este
punto el reclamo no es atendible por cuanto el impugnante omite señalar la norma que sanciona con nulidad la
inobservancia del artículo cuya infracción acusa. Sin embargo, no sobra decir que en el caso en examen lo que debe
controlarse por esta Sala es la posible producción de nulidades absolutas que afecten la defensa del imputado.
Anteriormente se ha señalado que "Se acepta en doctrina la causal de nulidad absoluta cuando para demostrar o ejercer
algún derecho a la defensa deba contar con el acta de debate, o no obstante existir el acta, por insuficiencia en sus
enunciaciones no pudiere ejercerse un derecho sustancial". Pero en esta oportunidad ninguna de esas situaciones (de
indefensión) se dan. La irregularidad que se critica, si bien existió, en nada afectó la defensa del imputado, pues del
escrito del recurso no se desprende ninguna defensa que se deba demostrar con las actas del debate. Por otra parte, el
debate existió y consiguió sus fines con respecto a todos los intervinientes. Sobre el caso que nos ocupa, los autores
argentinos Vázquez Iruzubieta y Castro en su obra Procedimiento Penal Mixto, tomo III, página 115, cuando comentan el
artículo 363 del Código Procesal de la Provincia de La Pampa, el cual es concordante con el 407 de Córdoba, Argentina y
con el 390 del Código de nuestro país, expresan: "La falta de acta, o la insuficiencia de alguna de las enunciaciones que
debe contener según los siete incisos de este artículos, como contenido mínimo y sin perjuicio de otras especificaciones
que puedan agregarse en ella, puede ser causa de nulidad relativa o de nulidad absoluta. Será relativa la nulidad toda vez
que la falta o insuficiencia de enunciaciones (falta de acta o acta incompleta, que son los dos supuestos a que hace
referencia la ley) no sean un hecho convalidado voluntariamente por las partes, y en tal caso la nulidad lo sería del acta
pero no del debate. Será absoluta la nulidad toda vez que la falta o insuficiencia de enunciaciones conculque un derecho
sustancial de las partes, de modo que la falta de acta o la inexistencia de un acta incompleta imposibilite a cualquiera de
las partes el ejercicio de posteriores derechos derivados de la conclusión del jucio por sentencia definitiva, derecho que
para ser ejercido debidamente resulta menester contar con un acta que contenga determinadas enunciaciones. Si por falta
de enunciaciones o por insuficiencia de ellas no pudiera determinarse un defecto sustancial de procedimiento que pueda
abrir la instancia de casación, de toda evidencia está imposibilitado el ejercicio de un derecho sustancial de procedimiento
en virtud de esa falta o de esa insuficiencia de acta de debate. En tal caso la nulidad es absoluta, y lo es del debate, a
causa del acta. Por eso se ha distinguido en un comienzo entre la nulidad del acta (relativa) que no causa nulidad del
debate y por ende de la sentencia, que es su consecuencia, y la nulidad del acta (absoluta) que causa la nulidad del
debate y de la sentencia " (V-321-F de 10:00 horas del 30 de octubre de 1987 y, en este mismo sentido, V-107-F de
11:42 horas del 27 de marzo de 1991). En razón de lo expuesto, el recurso debe declararse sin lugar, pues ninguna
indefensión ha provocado para el imputado la situación alegada en cuanto a las actas del debate se refiere." 1991. SALA
TERCERA, N° 553-F de las 9,15 hrs. Del 18 de octubre.

40- ACTAS DE SECUESTRO – No existe prohibición que impida a la policía auxiliar ser asistida por testigos que
pertenecen al mismo cuerpo policial.

"No existe prohibición alguna de acuerdo a nuestra legislación que impida a la policía auxiliar hacerse asistir por testigos
que pertenezcan a ese mismo cuerpo policial. En efecto, el artículo 97 del Código Procesal Penal establece que los
oficiales y auxiliares de policía deberán ser asistidos "por dos testigos" para la realización y documentación del acto, de
lo que se colige que no existe expresamente limitación alguna sobre las calidades de esos testigos, como lo sería en este
caso que éstos pertenezcan al mismo cuerpo policial. De otra parte, cabe advertir que no consta en autos que la
impugnante se haya opuesto a la incorporación de esas actas, siendo además, que la descripción de los elementos de
convicción y el lugar donde fueron hallados aparecen consignados en el informe policial que se hizo acompañar a dichas
actas." 1992. SALA TERCERA, N° 334-F de las 11,30 hrs.del 24 de julio.

41- BENEFICIO DE EJECUCION CONDICIONAL – Modificación incorrecta por vía de aclaración y adición.
"Reclama la violación de los artículos 110 y 460 en relación con el 400 inciso 3), 471 insico 2) y 483 todos del Código de
Procedimientos Penales en relación con los artículos 39 y 41 de la Constitución Política, pues dice don (…), que
incorrectamente a través de la adición del fallo, se revoca al imputado (…) la concesión del beneficio de ejecución
condicional, con lo que se modificó lo resuelto. El reproche no resulta de recibo. Si bien es cierto se aprecia en el
expediente la existencia de dos "Por Tantos" contradictorios entre sí (…), tal situación en este caso, no reviste ninguna
trascendencia, ya que aunque resulta evidente el error del Tribunal al conceder en primer término el beneficio de condena
de ejecución condicional de la pena a favor del encartado (…), ese beneficio resultaba ilegal por ser contrario a lo
dispuesto en el artículo 60 del Código Penal, al no ostentar el beneficiado la condición de delincuente primario. En efecto,
bajo este parámetro no sólo carece de interés el reclamo, pues la resolución final es correcta, señalando las razones que
se tomaron en consideración para no otorgar el beneficio a (…) con arreglo a derecho y corrigiendo así el error inicial de
los juzgadores, sino que tampoco se observa ningún tipo de indefensión del imputado, ya que la certificación de
juzgamientos fue del conocimiento suyo y de su defensor e incluso en las conclusiones, el Licenciado (…) no solicitó a
favor de su patrocinado el beneficio tantas veces aludido (…). Cabe destacar, no obstante lo expuesto, que la actuación
del tribunal no fue la más indicada, ya que por vía de adición y aclaración no resultaba pertinente modificar la parte
dispositiva leída originalmente al concluir el debate, pero sin embargo, en vista de lo anterior y ante la evidente falta de
interés que revestiría una nulidad de esta naturaleza por un error que ya fue corregido (aunque de manera incorrecta),
además de que resolver en contrario a lo que aquí se dispone, implicaría mantener la concesión d eun beneficio
ilegalmente otorgado, por lo que de acuerdo con lo expuesto, debe rechazarse el reclamo. Sin embargo, se llama la
atención al Tribunal para que evite volver a incurrir en este tipo de situaciones, en lo sucesivo." (Hay voto salvado) 1992.
SALA TERCERA, N° 268-F de las 9,25 hrs. Del 26 de julio.

42- COMPETENCIA – Criterio de determinación en casos de acumulación de conformidad con la gravedad del
delito.

"El criterio de determinación de la competencia en casos de acumulación de causas establecido en el inciso 1 del artículo
22 del Código de Procedimientos Penales, la otorga al órgano competente para conocer "el delito más grave", en singular,
y no al competente para conocer el cúmulo mayor de eventuales delincuencias, ni en número ni en posible gravedad
global estimada. Por eso, resulta errado sumar la posible pena total a imponer por los delitos endilgados para confrontarla
con otra sanción y así definir la competencia, pues la estimación de la gravedad de la pena, como se señaló, debe ser
hecha por cada posible delito, individualmente considerado. Tampoco resulta acertado apreciar la gravedad del asunto
partiendo de circunstancias de atenuación o agravación, dado que, conforme lo sostuvo esta Sala en su resolución 288-A
de las 10:30 del 11 de junio de 1992, la pena que fija la competencia es la ordinaria de cada figura típica, y no la
virtualmente imponible en aplicación de las citadas circunstancias." 1992. SALA TERCERA, N° 398-A de las 10,15 hrs.del
14 de agosto.

43- DECLARACIONES RENDIDAS ANTE LA POLICIA – Introducciónn ilegal de versión policial distinta a la
declaración rendida ante los juzgadores.

"La Licenciada (…), en su carácter de defensora pública de los sentenciados Villagra Villagra y Porras Jiménez, reclama
en el primer motivo de su recurso la violación de los artículos 106, 395 inciso 2 y 400 incisos 3 y 4 del Código de
Procedimientos Penales, al estimar que el fallo se sustentó en prueba ilícita. Señala la defensa que uno de los elementos
de prueba más importantes en los cuales se fundamentó el Tribunal para condenar a sus defendidos lo fue la declaración
rendida por uno de los acusados cuando estaba detenido, declaración que se introdujo al debate por medio de informe
policial. Efectivamente es cierto lo que indica la defensa, pues en forma directa el Tribunal señaló que la condena de los
imputados la sustentaba esencialmente en lo que el co-imputado Campos Rojas había declarado en sede policial, cuya
versión se introdujo al debate por medio del informe y las declaraciones de los investigadores Carlos Manuel Alvarez Mora
y Carlos Quirós Murillo (esta última incorporada por lectura). El Tribunal, consciente de que introdujo al debate la versión
rendida ante la policía por uno de los acusados valiéndose del testimonio de los policías y de un informe policial, señaló al
respecto que "...los dos testimonios de los agentes policiales, confirman plenamente la versión inicial de Campos Rojas, la
que brindó ante la policía, sin que pueda considerarse, de ninguna forma, que se trata de una prueba prohibida o
irregular, ya que estimamos, en primer término, que Campos Rojas nunca debió ser acusado, y en segundo lugar, tal
como lo expresamos, su relato en ningún momento lo compromete en un hecho delictivo, de tal forma que consideramos
que la referencia a la declaración de Campos Rojas en sede policial, a través de los testimonios de los policías, es
absolutamente legítima..." (fl. 116). En realidad en sede jurisdiccional dicho acusado no declaró lo mismo que indicaron los
investigadores y el informe policial. Ante el juez instructor declaró que fue requisado por los co-imputados y niega haber
entregado suma alguna de dinero, no involucrándolos en el delito de concusión; mientras que según los investigadores y
el informe policial él declaró haber entregado a los co-imputados una suma de dinero a cambio de su libertad. Al respecto
y en forma reiterada esta Sala, desde hace varios años, ha sostenido que no puede introducirse al debate la declaración
policial del imputado que no fue rendida con las garantías de la instrucción, ni tampoco es admisible que los oficiales de
investigación informen en esa audiencia lo que supuestamente les confesó o declaró uno de los acusados, pues ello viola
el principio de defensa en general y la libertad de declarar en particular, que se acuerdan en su favor en los artículos 36 y
39 de la Constitución Política, y 274 y 275 del Código de Procedimientos Penales (Véanse, entre muchas, Casaciones de
la Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia N° .126-f de 10:40 hrs. 11 de julio 1984; N° .14-f de 10:10 hrs. 16 enero
1987; N° .401-f de 15:30 hrs. 31 julio 1991). En el presente caso debe reiterarse ese criterio, porque independientemente
de las observaciones del Tribunal respecto de la condición procesal del señor Campos Rojas, lo cierto es que ha venido
figurando como acusado y la absolutoria no autoriza para lesionar principios básicos del debido proceso con el fin de
afectar a otros acusados. Más aún, en el supuesto de que Campos Rojas hubiere sido un testigo, tampoco encuentra
autorización legal ni constitucional el proceder de los juzgadores, pues introducir al debate una versión policial distinta a la
que el testigo rinde ante los juzgadores, utilizando el testimonio de los propios investigadores y un informe policial,
quebranta los principios de oralidad e inmediación de la prueba y afecta en forma evidente el derecho de defensa de los
demás acusados, ante la imposibilidad de formular preguntas para ampliar o aclarar su dicho, y al no poderse apreciar de
viva voz su testimonio para aplicar las reglas de la sana crítica, con el fin de examinar el grado de credibilidad que pueda
merecer y otros aspectos básicos en la función de juzgar. En el presente caso se utilizó en forma básica y esencial el
testimonio de los investigadores y el informe policial para introducir al debate como elemento de prueba la supuesta
declaración de uno de los acusados en la cual involucra a los demás, razón por la cual el vicio no es subsanable ni
siquiera recurriendo a la supresión hipotética." 1991. SALA TERCERA, N° 653-F de las 9,20 hrs. Del 29 de noviembre.

44- DEMANDADO CIVIL – Posibilidad de continuar trámite aunque no se haya declarado su rebeldía.

"(…) cabe indicar que la declaratoria de rebeldía a que se ha venido aludiendo, de conformidad con lo dispuesto por el
numeral 74 del Código de rito, será declarada cuando el interesado así lo solicite, (facultativo), ante la no comparecencia
del demandado civil en el plazo de citación a juicio, aunque no obstante, independientemente de tal declaratoria, el
Tribunal podrá continuar con el trámite y para que no se le pudiera condenar ausente, debería darse la circunstancia de
que no se le citare a juicio, lo que no se observa en este caso, donde (…), se le notificó esa citación, (…), se le notifica la
admisión de prueba y la fecha señalada para la celebración del debate, así como (…), se le notificó que se prescindía de
prueba y se mantenía el señalamiento en la fecha fijada para la celebración del juicio oral y público. De lo expuesto se
desprende, que el recurrente estuvo en todo momento informado acerca de los trámites de la causa, de tal manera que
no resulta factible alegar indefensión, pues evidentemente se le dio la posibilidad de defender sus intereses. En punto a
que no se indicó en el encabezado de la sentencia su actuación en la causa, tal circunstancia se ajusta al mérito de los
autos, ya que el recurrente no asistió al debate, sin que se aprecie en tal caso, que se hubiere incurrido en algún vicio que
afecte negativamente el fallo. Así las cosas, al no estarse en presencia de ninguna vulneración de orden constitucional, ni
de las otras normas citadas, procede rechazar este extremo del recurso." 1992. SALA TERCERA, N° 128-F de las 14,10
hrs. Del 22 de abril.

45- DERECHO DE ABSTENCION – Alcances en cuanto a personas protegidas por ese derecho.

"En la parte sustanciada del recurso por la forma, el defensor del imputado (…),reclama la violación de los artículos 228
del Código de Procedimientos Penales y 36 de la Constitución Política, al considerar que el Juez de Juicio omitió hacer la
prevención de abstención de declarar en el debate al señor (…), padrastro de la ofendida (…) y suegro del imputado. El
aspecto que ocupa el presente recurso de casación por la forma, muestra que ha llegado a existir cierta confusión con los
límites que señala nuestra legislación procesal penal acerca de las posibilidades de abstención de declarar por parte de
testigos que se encuentran protegidos por el ordinal 36 de la Constitución Política y el numeral 227 y 228 ambos del
Código Procesal Penal. Tal protección se ha visto ensanchada -sin justificación alguna- ante interpretaciones ampliativas
de las normas dichas y ha logrado verificar una sensible confusión entre los administradores de justicia penal. En tal
estudio, contamos inicialmente con el artículo constitucional supra citado, el cual nos brinda el acceso a tener un régimen
especial en cuanto a protección del núcleo familiar y sus relaciones; seguido nos encontramos con los numerales 227 y
228 ambos del Código Procesal supra citado, que consagran en detalle los casos específicos en los cuales ciertos testigos
tienen la posibilidad de acogerse al derecho de abstenerse de declarar. Como vemos, ambas normas son facultativas, con
lo cual se quiere indicar, que al testigo le queda la posibilidad de declarar en contra de ese pariente próximo o abstenerse
de hacerlo; aunado a ello, la Sala Constitucional por medio de su voto número 264-91 de las 14:30 horas del seis de
febrero de 1991, estableció que la facultad de abstención no es renunciable en forma absoluta. De lo anterior resulta, que
a un testigo al cual le asiste la posibilidad de abstención y renuncia a la misma en la fase instructiva, puede ser, que al
momento de encontrarse en el debate, decida no abstenerse de declarar y proceder a manifestar acerca de su
conocimiento sobre los hechos; encontrándose obligado el juzgador a realizarle la prevención antes dicha en todo caso.
En la especie, no nos encontramos ante una de las hipótesis indicadas, ya que entre el imputado y el testigo no existe
vínculo alguno que obligara al Juez a proceder de tal forma; en efecto, nuestro sistema en materia de abstenciones de los
testigos a realizar su deposición, viene a proteger en forma directa el círculo familiar conformado mediante relaciones de
derecho, así como otras que la misma ley ha considerado importantes, pero muy diferentes a las que ahora nos ocupan.
La relación entre el penado y el testigo (…), se encuentra fuera de la protección legal y debe de ser así. El Juez de Juicio
en forma correcta apreció el error en que se había incurrido al momento de la fase instructiva y procedió a hacer caso
omiso a las prevenciones realizadas al testigo dicho, deponiendo el mismo en forma llana y clara, como era su obligación.
Por lo dicho, se considera que no cuenta con asidero legal la pretendida advertencia de abstención a realizar al testigo
Castro Peralta, declarándose sin lugar el recurso de casación por la forma en su único motivo." 1992. SALA TERCERA, N
° 320-F de las 9,10 hrs. Del 17 de julio.

46- DERECHO DE DEFENSA – Limitación arbitraria al ejercicio de codefensa – Incompatibilidad ente la condición
de testigo y defensor.

"En el primer motivo de la impugnación, bajo la denominación A-1) se reclama la vulneración de los artículos 39 y 41 de
la Constitución Política, 1, 3, 80, 81, 85 interpretado a contrario sensu, 88, 82, 106, 393 párrafo tercero incisos 2) 3) y 4),
400 incisos 2), 3), 4) y 5) todos del Código de Procedimientos Penales, por impedir el tribunal el ejercicio del derecho de
defensa, al disponer que los Licenciados (…) debían actuar conjuntamente dándoles la condición de co-defensores, pese
a que los profesionales indicados, actuaban en representación del mismo imputado, pero en causas diferentes. Asímismo,
que como el Licenciado (…) era testigo en la causa, se le ordenó salir de la sala de juicio, permaneciendo el recurrente
(…) indefenso entonces en dos de las causas que se estaba juzgando en su contra, en las que lo defendía precisamente,
el citado profesional. Agrega además el recurrente, que ambos defensores se vieron obstaculizados por decisión del
tribunal en el ejercicio de la defensa, pues únicamente uno de ellos pudo interrogar a los testigos y el otro expresar
conclusiones sobre la totalidad de las causas acumuladas. Efectivamente, lleva razón el recurrente. El tribunal de instancia
incorrectamente estimó que en este caso los abogados (…) actuaban en condición de co-defensores del encartado (…),
sin tomar en consideración que actuaban por separado según se desprende del expediente, pues representaron al mismo
imputado en causas diferentes: en efecto, (…) en las causas donde figuraban como ofendidos los señores (…) defendía al
imputado, en las causas en perjuicio de (…). Se suma a lo anterior lo que expresamente manifestó (…) el Licenciado (…),
a quien de manera impropia le había sido notificada una resolución correspondiente a una de las causas defendidas por el
Licenciado (…), la que fue conocida en este juicio, por la Acumulación ordenada. Además, en la resolución del Juzgado
de Instrucción de (…), de las 10:15 horas del doce de enero de mil novecientos ochenta y ocho, se indica que los
defensores de (…) actúan en causas diferentes (…), razón por la que el Tribunal Superior local, al observar que se
trataba de defensores independientes, ordenó se notificara al Licenciado (…) el auto de elevación a juicio, lo que por error
se había omitido hacer (…), y desde ese momento cada profesional fue puesto en conocimiento separadamente de las
resoluciones y actuaciones celebradas por el tribunal y ofreciendo los defensores por aparte, las pruebas correspondientes
a sus causas. Finalmente, se aprecia que el imputado estuvo en la audiencia carente de patrocinio letrado en cuanto a
dos causas se refiere, durante el lapso en que el Licenciado (…) se encontraba fuera de la sala de juicio, para intervenir
luego como testigo, en vista de lo que el imputado (…) debió rendir declaración ante el tribunal, sin contar con la
presencia de su representante y además en cuanto impidió que ambos defensores pudieran repreguntar y expresar
conclusiones, en las causas en que intervenían como defensores independientemente uno del otro (…). Así las cosas, se
ha violado la garantía constitucional relativa al derecho de defensa (artículo 39), durante la etapa de debate, por impedir el
tribunal de mérito ese ejercicio a los Abogados, al limitarse arbitrariamente la labor de los defensores del encartado y
porque al existir incompatibilidad entre la condición de testigo y defensor del Licenciado (…), se debió prevenir al
imputado, para que nombrara otro defensor de su confianza, o en su defecto, nombrarle un defensor público. Dice al
respecto la doctrina, que "Si el defensor que el imputado elige ha sido testigo del hecho de alguna circunstancia valiosa,
como ambas calidades son incompatibles, debe admitirse que el letrado es relativamente incapaz y que el juzgador no lo
debe nombrar. De lo contrario, excluiría del proceso un elemento probatorio útil, para hacer prevalecer erróneamente el
interés del imputado" (Vélez Mariconde, Alfredo. Derecho Procesal Penal, Córdoba, 3a. edición; 1982, Tomo II, pág. 418).
En consecuencia, de conformidad con lo expuesto, procede declarar con lugar este extremo del recurso, declarándose la
nulidad del fallo impugnado y el debate correspondiente y ordenándose el reenvío ante el a quo para una nueva
sustanciación, con arreglo a derecho. Debe tenerse presente, que si bien esta Sala según resolución N° 112-F de las diez
horas diez minutos del dieciséis de junio de mil novecientos ochenta y nueve, resolvió que la exclusión de uno de los
defensores del imputado en este asunto, no afectó su derecho de defensa, dicho fallo no resulta aplicable en este caso,
ya que las circunstancias no resultan similares en ambas causas, pese a que se trata del ejercicio de la defensa por dos
profesionales en Derecho, a favor del mismo imputado, en causas acumuladas." 1991. SALA TERCERA, N° 516-F de las
8,45 hrs. Del 4 de octubre
47- IN DUBIO PRO REO – Naturaleza de la duda.

"Es importante señalar que no todo razonamiento hipotético debe conducir necesariamente a crear un juicio de duda en el
ánimo de los juzgadores, cuando se busca la aplicación del principio indubio pro reo. La duda debe ser cierta, esencial,
fundada, es decir sustentada en el análisis de los elementos probatorios, y de tal magnitud que no permita realizar una
conclusión certera en uno u otro sentido. Es por ello que el Tribunal está en el deber de explicar en forma adecuada las
razones por las que duda cuando aplica el principio del indubio pro reo." 1992. SALA TERCERA, N° 75-F de las 8,55 hrs.
Del 13 de marzo.

48- INCIDENTE DE EJECUCION – La posibilidad de utilizarlo para declarar inexistencia de sentencia penal requiere
el examen previo de algunos aspectos.

"(…)el recurrente pretende, por la vía del incidente de ejecución, que se declare la nulidad de la sentencia condenatoria
que se dictó en contra de su defendido, sentencia que ya había recurrido en Casación en el momento procesal oportuno,
gestión que fue declarada inadmisible. En materia de recursos en nuestro sistema procesal impera el principio de
taxatividad, según el cual no pueden alegarse causales distintas para deducir impugnaciones de las consagradas en el
respectivo precepto. La Sala ha venido sosteniendo reiteradamente que el Código de Procedimientos Penales no autoriza
la procedencia de un recurso de casación contra sentencias penales que tengan la categoría de inexistentes según la
calificación de la parte interesada (ver entre otros el Voto No. 15-A de las 14:00 hrs. del 11 de enero de 1984; el Voto No.
43-A de las 8:52 hrs. del 28 de enero de 1987; el voto No. 74-A de las 9:00 hrs. del once de marzo de 1988 y el Voto
149-A de las 8:30 hrs. del quince de abril de mil novecientos ochenta y ocho). Si bien es cierto la doctrina nacional se
pronunciado favorable a la utilización del artículo 502 del Código de rito como un remedio procedimental a fin de declarar
la inexistencia de una sentencia penal, también es cierto que dicho remedio no se establece a ultranza contra cualquier
fallo sino que también deben examinarse, entre otras cosas, la entidad del defecto que está presente en éste, la
posibilidad de plantear la subsanación o corrección jerárquica del defecto, si está abierta la vía de la revisión penal o bien,
según las últimas modificaciones constitucionales, si queda abierta la vía del Hábeas Corpus contra la sentencia
correspondiente en la medida que pone en peligro o lesiona directamente la garantía de libertad individual (la doctrina
patria se ha pronunciado en favor de la declaratoria de inexistencia por vía de ejecución: CASTILLO GONZALEZ
(Francisco), La Sentencia Penal Inexistente, San José, Litografía e Imprenta LIL, S.A., 1986, LLOBET RODRIGUEZ
(Javier), Código de Procedimientos Penales Anotado y Comentado, San José, Editorial Juricentro, Segunda Edición
Revisada y Actualizada, 1991 y DALL'ANESE RUIZ (Francisco) y LLOBET RODRIGUEZ (Javier), La imperfección e
inexistencia de los actos en el proceso penal, en: Revista Judicial, San José, Corte Suprema de Justicia, Año XI, Número
40, marzo de 1987). Analizando el Incidente de Ejecución que formuló en su oportunidad el recurrente se nota que la
parte medular de la incidencia va dirigida a indicar que el a- quo aplicó un tipo penal derogado, siendo así nunca debió ser
dictada una sentencia con base en dicho numeral, según la tesis del recurrente, y, en consecuencia, la sentencia no
puede ser ejecutada ya que se le daría validez a un acto judicial de aplicación de la Ley Penal que contiene un defecto
insubsanable. Siendo así es evidente que la utilización de la incidencia cuestionada no es correcta para impugnar un fallo
condenatorio, mucho menos a través del recurso de casación. La no existencia de esta incidencia, junto a lo ya indicado
sobre la taxatividad del recurso de casación, impide la admisión del recurso intentado por la defensa." 1992. SALA
TERCERA, N° 442-A de las 10;50 hrs. del 16 de setiembre.

49- INDAGATORIA – Posibilidad legal de incorporarla por lectura.

"La defensa también tiene razón al estimar violados los derechos del imputado al negarse el Tribunal a incorporar por
lectura la indagatoria rendida en la instrucción. En efecto, es cierto que al declararse inconstitucional la frase "...se negare
a declarar o..." contenida en el párrafo segundo del artículo 373 citado (Sentencia Nº 323-92 de 16 hrs. del 11 de marzo
de 1992 de la Sala Constitucional), se eliminó la posibilidad de que el Tribunal, de propia iniciativa y sin el consentimiento
de las partes, pudiera incorporar por lectura la indagatoria del imputado rendida en la instrucción, cuando éste se niegue a
declarar durante el debate; sin embargo, como bien lo afirma la recurrente, ello no significa que exista una prohibición a
que esa declaración se incorpore mediante lectura, máxime cuando la solicitud de incorporación la hace la propia defensa
del interesado. Obsérvese que la posibilidad de incorporar por lectura al debate la indagatoria de la instrucción aún
subsiste, según lo define el resto del párrafo segundo del artículo 373 citado, al autorizase al Tribunal para hacerlo,
incluso de oficio, cuando el imputado incurre en contradicciones. Lo mismo puede decirse sobre otras declaraciones
indagatorias prestadas por co-imputados absueltos, condenados o prófugos, así como de cualquier otro documento de
importancia para la decisión del asunto, cuya incorporación por lectura, incluso de oficio, lo autoriza el artículo 385
ibídem." 1992. SALA TERCERA, N° 329-F de las 8,55 hrs. del 24 de julio.

50- INHIBITORIA – Trámite cuando se inhiben todos los miembros de un Tribunal.

"No existiendo norma específica que resuelva la presente incidencia, debe venir en aplicación supletoria la directriz dictada
en lo atinente a los jueces de instrucción por la Corte Plena, en su sesión del 12 de julio de 1976, en el sentido de que
cuando alguno deba separarse del conocimiento de un asunto, "...se suplirán entre sí, por su orden numerario y en
rotación". De tal forma que, cuando la totalidad de los Jueces Integrantes de una sección de un Tribunal Superior Penal
deba inhibirse de resolver algún asunto, éste será remitido para su conocimiento, en aplicación del artículo 29, párrafo
tercero de la Ley Especial de Jurisdicción de Tribunales, a otra sección del mismo tribunal, si la hubiere. Sin embargo,
cuando todos los miembros del Tribunal deben inhibirse, la causa deberá ser asumida por la sección y Tribunal análogo
numéricamente siguiente y en rotación." 1992. SALA TERCERA, N° 358-A de las 11,15 hrs. del 24 de julio.

51- INTERPRETACION RESTRICTIVA DE NORMAS – El artículo 3 del Código de Procedimientos Penales no se


aplica en relación con normas sustantivas.

"En el primer motivo del recurso, (…), bajo la palabra SEGUNDO, se reclama la inobservancia del artículo 3 del Código
de Procedimientos Penales en relación con el 223 del Código Penal, al no aplicarse de manera restrictiva la norma de
fondo. El reproche no resulta de recibo. Como ya lo ha estimado esta Sala (ver Sala Tercera, N° 342-A de las 8:36 horas
del 15 de julio de 1988), el artículo 3 del Código de Procedimientos Penales, resulta aplicable en relación con las
circunstancias contempladas en la normativa procesal penal y no en relación con las normas sustantivas contenidas en el
Código Penal, como aquí se pretende." 1992. SALA TERCERA, N° 41-F de las 8,58 hrs. del 23 de enero.

52- LIBERTAD CONDICIONAL – La apelación a que se refiere el artículo 515 del Código de Procedimientos Penales
debe conocerla el Tribunal que dictó la resolución que se ejecuta.

"El sentido del artículo 515 del Código de Procedimientos Penales es aprehensible al relacionar esta norma con los
artículos 500 y 518 del mismo cuerpo de leyes. Efectivamente, si bien el Código establece en su artículo 515 que la
resolución que da origen a este conflicto de competencia tendrá apelación ante el "Tribunal de Apelación" ( y no "Tribunal
de Apelaciones", como en el resto de su articulado se refiere al Tribunal que conoce en alzada de las resoluciones
interlocutorias), el sentido de la expresión debe relacionarse necesariamente con el artículo 500, el cual prescribe que las
resoluciones serán ejecutadas por el tribunal que las dictó, y con el artículo 518, que dispone la consulta de la resolución
dictada respecto a la libertad condicional por el Juez de Ejecución de la Pena, ante el tribunal que dictó la sentencia.
Resultaría absurdo que si la resolución es recurrida deba conocer el tribunal de apelaciones; mas si no lo es, deba
conocer otro en consulta. Ha de entenderse, entonces, que al hacer alusión el artículo 515 al "Tribunal de Apelación", se
refiere al Tribunal que dictó la resolución que se ejecuta. Cabe destacar que a pesar de que tal denominación llama a
confusión, esta no deja de ser correcta, pues para el caso concreto es ante éste que cabe el recurso de apelación,
conforme se expuso arriba. Si a los anteriores argumentos se suma que la finalidad de la existencia del Tribunal Superior
Cuarto Penal es el conocer en alzada de las resoluciones interlocutorias, se impone declarar competente para conocer de
la apelación en este asunto al Tribunal Superior (…) Penal de San José, Sección Segunda, que fue el que dictó la
sentencia." 1992. SALA TERCERA, N° 119-A de las 11,20 hrs. del 20 de marzo.

53- NULIDAD DE SENTENCIA . La nulidad de sentencia por recurso de coimputado no puede afectar la sentencia
del absuelto, aunque no se indique expresamente.

"La resolución de esta Sala a la que alude el Tribunal de mérito (…) resuelve en su parte dispositiva "POR TANTO: Se
declara con lugar el recurso por la forma y se declara la nulidad de la sentencia y del debate que la precedió. Se ordena
el reenvío de esta causa al Tribunal de origen para su nueva sustanciación. Tome nota el a-quo de lo que le resulta del
considerando anterior" (…). El correcto entendimiento de dicho dispositivo -estima esta Sala- no ofrece mayor dificultad, si
se tienen presentes las disposiciones generales del Código de Procedimientos Penales en materia de recursos. Cuando el
motivo del recurso de casación se refiere a la inobservancia de formas procesales prescriptas bajo pena de nulidad o
inadmisibilidad o caducidad (v. artículo 471 inciso 2? del Código de Procedimientos Penales), la Sala, si es el caso, anula
la resolución impugnada, el debate en que ella se hubiere basado o los actos cumplidos de modo irregular y remite el
proceso al Tribunal que corresponde para la nueva sustanciación que determine (v. artículo 483 ídem), no pudiendo
intervenir ninguno de los jueces que concurrieron a dictar la sentencia anulada (esto por aplicación analógica del artículo
496, párrafo 1° y además por lo dicho en el artículo 29 inciso 1°, ambos del mismo texto legal). Cuando no anula todas
las disposiciones de la resolución, la Sala establece qué parte de ella queda firme por no depender ni estar esencialmente
conexa con la parte anulada (artículo 483, párrafo segundo, ídem). Ahora bien, es sabido que el efecto extensivo de los
recursos a que se refiere el artículo 455 del Código de Procedimientos Penales solo funciona para favorecer al
imputado no para perjudicarlo, esto no sólo como consecuencia del artículo 455 (que indica que "Cuando el delito que
se juzgue apareciera cometido por varios coimputados, el recurso interpuesto por uno de ellos favorecerá también a los
demás, a menos que se trate de motivos exclusivamente personales"), sino también del artículo 459, párrafo tercero (non
reformatio in peius), según el cual cuando la resolución hubiere sido recurrida solamente por el imputado o a su favor, la
misma no podrá ser modificada en su perjuicio, en cuanto a la especie o cantidad de la pena ni a los beneficios
acordados. Así, pues, como la competencia funcional de la Sala ha estado en todo momento determinada y limitada por
los agravios del recurrente, si el recurso de casación resuelto por este Despacho fue deducido a favor del imputado Angel
Ovidio Barquero Benavides (quien fue condenado por el a-quo), una decisión agravatoria sería nula por falta de
competencia de esta Sala, tanto con respecto al imputado Barquero Benavides, como en relación al coencartado
Dagoberto Mora Cubillo (quien fue absuelto por el Tribunal de mérito). Es decir, la absolutoria acordada por el Tribunal
a-quo constituye objeto de la prohibición de la reformatio in peius; su inmodificalidad en perjuicio del
coencartado (…) rige aun cuando esta Sala haya anulado la sentencia y el debate que la precedió al conocer del
recurso interpuesto por el coimputado (…). Otro entendimiento no es posible conceder a la resolución de esta Sala que
el a-quo refiere en su resolución, quien, en este caso concreto, ciertamente no tiene competencia para anular la referida
sentencia de casación, nulidad que no es menester declarar -en tanto no existe- si se advierte al Tribunal de mérito la
correcta comprensión del contenido y alcances de la parte dispositiva de aquella." 1992. SALA TERCERA, N° 42-A de las
9,55 hrs. del 23 de enero.

54- PLAZOS – Forma de computarlos cuando median asuetos parciales.

"En este asunto, la lectura integral de la sentencia fue realizada el 2 de julio del presente año (…). El plazo para recurrir
corría, pues, a partir del día siguiente, ocurriendo su vencimiento el 23 de ese mismo mes. El recurso que interesa, sin
embargo, fue presentado hasta el día 24 de julio. No obstante, el a quo lo admitió alegando que, al haber concedido la
Corte Plena un asueto parcial el día once de julio (durante la segunda audiencia, según acuerdo tomado en sesión
extraordinaria de las nueve horas del nueve de ese mismo mes), debía aplicarse al caso el precedente establecido por
Corte Plena en el artículo LII de la sesión ordinaria de 29 de abril del año en curso, en el cual se acordó que, habiéndose
limitado parte de la jornada del día 22 de ese mes por razones de fuerza mayor, los plazos que vencieron ese día se
tenían por suspendidos y continuarían corriendo a partir del 23. Tal precedente, sin embargo, no es aplicable en el caso
que nos ocupa. En efecto, en el presente asunto el término para recurrir no vencía el día que se concedió el asueto
parcial (11 de julio), sino que vencía ocho días hábiles después. En consecuencia, ningún perjuicio pudo ocasionarle al
recurrente la existencia del asueto en mención, el cual no limitó en forma alguna su facultad de impugnar. Vale la pena
señalar que el Código de Procedimientos Penales no contiene ninguna norma que resuelva expresamente el problema;
pero la situación sí está contemplada por el artículo 147 del Código Procesal Civil vigente. De acuerdo con esta norma:
"Si el día final de un plazo fuere inhábil, se tendrá por prorrogado hasta el día hábil siguiente. La misma regla se aplicará
cuando se declare de asueto parte de ese día final." Como se observa con facilidad, la regla seguida es la misma que se
enunció líneas atrás. La concesión del asueto parcial debe tenerse en consideración para los plazos que vencían el día
que se otorgó; pero carece de importancia (no produce efectos jurídicos) en relación con los términos cuyo vencimiento es
posterior. En el caso bajo examen, el día once de julio debe tomarse en cuenta al computar el plazo para impugnar. En
consecuencia, el recurso de casación interpuesto es extemporáneo, por lo que, de conformidad con los artículos 452, 458,
477 y 479 del Código de Procedimientos Penales, debe declararse erróneamente concedido." 1992. SALA TERCERA, N°
24-A de las 10,27 hrs. del 10 de enero.

55- PRUEBA – Facultades del Tribunal de Juicio para ordenar prueba pertinente.

"Señala la defensa que constituye una grave violación al principio constitucional del favor rei, el haber interpretado el
Tribunal de instancia que es permitido reabrir el debate incluso para hacer llegar prueba de cargo, sustentándose en el
artículo 394 citado, porque en su criterio sólo es posible reabrirlo para hacer llegar prueba en favor de la defensa. Agrega
el recurrente que es al órgano acusador a quien compete acreditar la culpabilidad del imputado, es a él a quien le
corresponde la carga de la prueba sobre la existencia del hecho y sus posibles autores, de manera que al reabrirse el
debate para ordenar la recepción de una prueba que se echó de menos en las conclusiones constituye una severa
violación al principio del favor rei. El reproche no es de recibo. Es cierto que en principio el Tribunal de juicio no debe
asumir una posición activa en la búsqueda de las pruebas, sino que corresponde al Ministerio Público el deber de aportar
las pruebas de cargo. También es cierto que la culpabilidad debe demostrarse en forma expresa, de tal manera que no es
a la defensa a quien compete probar la inocencia del imputado. Sin embargo se trata de situaciones de principio, no de
reglas inflexibles, pues la verdad es que de acuerdo con nuestro sistema jurídico el juzgador puede hacer llegar pruebas al
proceso en uno u otro sentido, el Ministerio Público puede aportar incluso prueba en favor del acusado, y la defensa
puede aportar prueba para descartar la culpabilidad o establecer la inexistencia del hecho aunque la Constitución señale
que la culpabilidad debe probarla el Estado. Todas estas posibilidades se encuentran sustentadas jurídicamente. En el
caso del Tribunal de Juicio esa posibilidad se desprende, sin la limitación a que hace referencia el recurrente, de los
artículos 352 in fine, 353.1, 361.6, 385, 386, 387, y finalmente del 394 del Código de Procedimientos Penales. En efecto,
esas normas autorizan al Tribunal de Juicio para ordenar la recepción de la prueba pertinente y útil para descubrir la
verdad real, cuando ninguna de las partes ofrezca prueba; le autorizan también para ordenar, de propia iniciativa, la
práctica de inspecciones, de pericias, la lectura de documentos durante el debate, así como disponer la recepción de
cualquier prueba, si en el curso del debate resultare indispensable para esclarecer la verdad, y la verdad puede significar
también demostrar la existencia del hecho y la culpabilidad del imputado, sin que exista un límite en ese sentido más que
la pertinencia y utilidad de la prueba para descubrir la verdad real. En consecuencia, es en ese contexto en el que debe
interpretarse el artículo 394 citado, en cuanto el Tribunal está autorizado para disponer la recepción de nueva prueba,
ordenando la reapertura del debate, cuando lo estime indispensable para descubrir la verdad, por ello esa norma hace
referencia también al artículo 387 ibídem. Por lo expuesto el reclamo debe rechazarse. En igual sentido debe rechazarse
la solicitud del señor defensor para que esta Sala formule una consulta a la Sala Constitucional, pues ninguna duda surge
sobre la constitucionalidad de las normas citadas." 1992. SALA TERCERA, N° 87-F de las 9,15 hrs. del 20 de marzo.

56- PRUEBA – Obligación de cumplir requisitos mínimos de seguridad en la cadena de custodia de la prueba.

"(…), la Sala estima conveniente agregar la importancia que reviste para el correcto funcionamiento del sistema penal el
que los representantes del Ministerio Público y los jueces, pero sobre todo los oficiales de policía, cumplan con los
requisitos mínimos de seguridad en la recolección o extracción, preservación, manipulación o traslado, entrega, custodia y
empaque de los objetos decomisados y muestras u otros elementos de convicción levantados en el lugar de los hechos,
de tal manera que se garantice, con plena certeza, que las muestras y objetos analizados posteriormente y expuestos
tiempo después como elementos de prueba en las diferentes etapas del proceso, son los mismos que se recogieron en el
lugar de los hechos. Debemos reconocer que en nuestro sistema nos hemos preocupado muy poco por garantizar lo que
algunos denominan la "cadena de custodia", y tienen toda la razón los señores Jueces Superiores al afirmar en este caso
concreto en la sentencia que "...el Tribunal no se puede basar únicamente en versiones ofrecidas por los miembros de la
policía y tenerlas como verdaderas, si éstas no se apoyan en técnicas científicas, como sería haber realizado la cadena de
custodia hasta hacer llegar los objetos del ilícito hasta el juez, como hubiera sido que cada sobre y envoltorios de cocaína
decomisada se hubiera introducido en una bolsa plástica en el momento del decomiso, indicar con una marca o cualquier
otro símbolo que correspondía al caso en estudio, llevarlo de esa forma hasta el Organismo de Investigación Judicial e
indicarse cuál investigador lo pasaba a la sección correspondiente para su respectivo análisis, y así en una secuencia
lógica y de custodia llegara hasta el Juez...". Pero debemos agregar que ese deber va dirigido a todos los funcionarios que
intervienen en las diferentes fases y etapas del proceso, no sólo a los policías, pues los objetos y las muestras o
elementos de prueba son manipulados también por conserjes, escribientes y Secretarios de los Despachos Judiciales; por
los jueces, defensores y fiscales; por auxiliares administrativos de transportes; por funcionarios auxiliares del Departamento
de Medicina Legal y Laboratorio Forense; por los técnicos, médicos, microbiólogos, químicos y demás peritos
profesionales, entre muchos otros. Hay cuatro fases básicas en sede policial, en las que debe garantizarse la autenticidad
del elemento o material a utilizar como prueba, a saber: el momento de la extracción o recolección de la prueba; el
momento de la preservación y empaque; la fase del transporte o traslado; y, finalmente, la entrega apropiada de la misma.
De seguido surge la necesidad de garantizar la autenticidad durante el momento del análisis de los elementos de prueba,
y finalmente el problema de la custodia y preservación definitiva hasta la finalización del juicio, ya sea de la totalidad o de
una muestra, según el caso y la naturaleza de la prueba. Es indispensable, para averiguar la verdad real como la finalidad
esencial del proceso, que se garantice con absoluta certeza que los elementos utilizados como prueba durante el juicio,
después de haber sido analizados, son los mismos que se recogieron en el lugar de los hechos (cadena de custodia),
máxime si observamos la cantidad de personas que por diferentes razones deben manipular dichos elementos. Este
aseguramiento constituye una de las recomendaciones básicas y elementales que se hacen en diferentes manuales de
investigación policial (Véanse, por ejemplo, BRENES ACUÑA, Rafael Guido, CHAVARRIA GUZMAN, Jorge Alberto, y
RESCIA CHINCHILLA, Juan Antonio. Una marca en el hombre. Sistema de clasificación dactilar Henry. Organismo de
Investigación Judicial, Archivo Criminal, San José, 1978, en especial pp. 163 ss.y 216 s.; VANDERBOSCH, Charles G.
Investigación de Delitos. Editorial Limusa, México, quinta reimpresión 1988, pp. 79 ss.; FOX, Richard y CUNNINGHAM,
Carl. Manual para la investigación de la evidencia física y requisa en la escena del crimen, edit. Miranda Associates
Inc., 1989, sobre todo pp.14 ss., 35 ss., y 64 ss.; ICITAP. Impresiones digitales. Descripción general de las técnicas
de investigación. Edit. Miranda Associates Inc., 1988, pp.VIII-3 ss.; ICITAP. Estudios básicos de técnicas
investigativas. Edit. Miranda Associates Inc., 1988; e ICITAP. Requisa en la escena del crimen. Curso General de
Investigación Criminal. Edit. Miranda Associates Inc., 1988, pp. 5 ss.). Además de extraerse del principio general sobre el
descubrimiento de la verdad, ese deber de garantizar y asegurar la cadena de custodia se desprende en forma clara de
varias disposiciones legales, y no se trata de una interpretación extensiva de los juzgadores. Así, por ejemplo, de los
artículos 161 y 164 incisos 2º y 4º del Código de Procedimientos Penales, artículos 3, 4 incisos 2, 4 y 5, y artículos 5 y 9
todos estos últimos de la Ley Orgánica del Organismo de Investigación Judicial, en cuanto disponen que es obligación de
la Policía Judicial, entre otras cosas, "... reunir, asegurar y ordenar científicamente las pruebas y demás
antecedentes necesarios para la investigación...", "...cuidar que el cuerpo y los rastros del delito sean
conservados..." y "...hacer constar el estado de las personas, cosas y lugares, mediante inspecciones, planos,
fotografías, exámenes técnicos y demás operaciones que aconseje la policía científica...". Pero de todas esas
disposiciones legales conviene destacar el párrafo segundo del artículo 9 de la Ley Orgánica del Organismo de
Investigación Judicial, en cuanto dispone que "los elementos de prueba así obtenidos deberán ser individualizados y
asegurados, para efectos de garantizar la veracidad de lo que hacen constar, por medio de una razón que indique
lugar, día, hora y circunstancias en que se obtuvo, firmada por el funcionario o funcionarios responsables de su
obtención, y debidamente sellada. En casos especiales serán, además, asegurados con lacre." Esta norma exige en
forma directa y expresa la necesidad de garantizar la cadena de custodia que se siguió al momento de levantarse y
manipularse un elemento de prueba con valor decisivo en la causa, y está dirigida no sólo a los oficiales de policía que
deben cumplir esos requisitos, sino además a todos los otros operadores del sistema penal que intervienen en el proceso,
que por razones del cargo deben manipular los elementos de convicción y quienes también deben respetar las medidas
adoptadas para garantizar la autenticidad de la prueba. Es así como el artículo 218 del Código de Procedimientos Penales
señala que los efectos y cosas secuestradas deben inventariarse y ponerse bajo segura custodia, agregando que "las
cosas secuestradas serán aseguradas con el sello del tribunal y con la firma del juez y secretario, debiéndose
firmar los documentos en cada una de sus hojas. Si fuere necesario remover los sellos se verificará previamente
su identidad e integridad. Concluído el acto, aquéllos serán repuestos y todo se hará constar". En igual sentido el
artículo 246 del Código de Procedimientos Penales dispone que "tanto el juez como los peritos procurarán que las
cosas a examinar sean en lo posible conservadas, de modo que el peritaje pueda repetirse. Si fuere necesario
destruir o alterar los objetos analizados o hubiere discrepancia sobre el modo de conducir las operaciones, los
peritos deberán informar al juez antes de proceder". Estas disposiciones, que no ameritan mayor comentario, exigen
de parte de todos los funcionarios penales el respeto a la seguridad durante los seis diferentes momentos que antes
señalábamos para que un elemento se utilice como prueba en un proceso (recolección, extracción o levantamiento;
preservación y empaque; transporte; entrega a las autoridades jurisdiccionales; análisis pericial; custodia definitiva hasta el
final del juicio)." 1992. SALA TERCERA, N° 368-F de las 8,55 hrs. del 14 de agosto.

57- PRUEBA – Omisión ilegítima por estar al alcance los medios técnicos para obtenerla.

"Existen dos aspectos de importancia que, pese a ser alegados de modo separado como lo exige la ley, esta Sala estima
deben ser resueltos en un solo motivo por referirse básicamente al mismo punto. Se reclama la violación del artículo 39
de la Constitución Política y de los artículos 196, 238, 349, 351, 352, 353; 106, 198, 393 y 395 en relación con el 145 y
146, todos del Código Procesal Penal. En el primer caso por cuanto atribuyéndosele a (…) -entre otros hechos- el delito
de Violación calificada de su propia hija, quien a su vez dio a luz una niña producto del embarazo que aquélla refiere
haberle producido su progenitor, no se aceptó la prueba de marcadores genéticos que ofreció la defensa con el fin de
establecer si efectivamente se da o no esa compatibilidad parental entre las personas involucradas. Asimismo se reclama -
en un tercer motivo- que el tribunal de mérito tuvo por demostrado que imputado y ofendida son padre e hija con base en
declaraciones testimoniales y en el documento de (…) que es una copia al carbón de un acta de reconocimiento, pues no
solicitó al Registro Civil la certificación que correspondía. Al igual que lo hace el representante del Ministerio Público en su
escrito (…) avalando los reclamos del impugnante, esta Sala considera que, estando al alcance los medios técnicos para
cumplimentar la prueba gestionada (relativa a los marcadores genéticos) así como el instrumento idóneo para acreditar el
estado civil de las personas (en el caso de la comprobación del parentezco), no se justifica que el a-quo omita tales
elementos probatorios que, por su propio contenido, son esenciales para averiguar la verdad real de los graves hechos
que se investigan. Incluso el artículo 198 del Código Procesal Penal excluye del principio de libertad de prueba lo
concerniente al estado civil de las personas, que únicamente podría ceder ante la imposibilidad material de obtener ese
dato en el Registro citado, por razones ajenas a su control ( por ej. si se trata de un extranjero de paso por nuestro país,
o si por alguna razón no se inscribió el niño al nacer, etc.). Sin embargo no es este último el caso de autos. Lo mismo
cabe decir con relación a la prueba de los marcadores genéticos, ya que ésta podría constituir un medio idóneo para
obtener una orientación científica y definida respecto a la autoría responsable o no del embarazo, y por ende -
eventualmente- de la violación, que la ofendida atribuye a su padre. Nótese que se dice "eventualmente" por cuanto la
violación podría haberse cometido, aunque aquél no fuese el autor del embarazo, ya que el estado de gestación solo
constituiría un indicio del ilícito. Al rechazar tales probanzas, el a-quo incurrió en los vicios que se alegan por lo que se
debe declarar con lugar el recurso interpuesto. Solamente cabe aclarar que esta Sala pudo haber solicitado al Registro
Civil, como prueba para mejor resolver, la certificación que se echa de menos, pero no siendo ese el único motivo de
cuestionamiento, debe procederse como se dispuso. En razón de lo expuesto, se anula la sentencia y el respectivo debate
y se ordena el reenvío de la causa al tribunal de origen para nueva sustanciación conforme a derecho." 1992. SALA
TERCERA, N° 189-F de las 14,25 hrs. del 4 de junio.

58- a) PRUEBA EN CASACION - Posibilidad de ordenarla para acreditar hechos del proceso.

58- b) Estado civil - Alcances del concepto.

"En el primer motivo del recurso por la forma, acusa la defensa del imputado[...]vicios en la fundamentación de la
sentencia, pues estando en presencia de un delito de acción pública dependiente de instancia privada, "la acción penal
sólo puede ser instada por quien tenga la capacidad legal para hacerlo, según lo establecen los artículos 6 y 152 del
Código de Procedimientos Penales, en relación con el 81 bis del Código Penal". Se agrega que en lo relativo a la filiación
o estado civil de las personas, "la misma normativa penal se somete a las pruebas tasadas de la materia civil" y no
estando demostrado con la certificación correspondiente la relación de parentesco entre denunciante [...]y la ofendida [...]
la sentencia se fundamenta en prueba ilegítima para acreditar el parentesco o estado civil", reclamándose la violación de
los artículos 106 y 400 inciso 4° del Código Procesal Penal. Para resolver el fondo de esta cuestión es menester hacer las
siguientes consideraciones. Los Artículos 81 bis del Código Penal y 6 del Código de Procedimientos Penales, en casos
como el presente, exigen que la denuncia sea hecha por el ofendido y cuando estuviese imposibilitado legalmente, por sus
representantes o el guardador, en orden excluyente. Apunta la doctrina que "Por motivos de política criminal, que ahora no
interesan, la ley penal concede al ofendido..., una facultad singularísima, que también se encuentra en otras legislaciones
y que ha dado ocasión a múltiples teorías... En cualquier caso (aunque nosotros creemos que es una condición de
perseguibilidad), el Código Procesal Penal sólo puede regular la forma en que esa facultad puede ser ejercida. En estas
acciones dependientes de instancia privada el ofendido juzga sobre la conveniencia y oportunidad de provocar el proceso
penal; la ley deja a su arbitrio la apreciación de los intereses familiares y sociales que pueden estar en pugna; le acuerda
la facultad de instar la promoción de la acción no la promoción misma" (Vélez Mariconde, Alfredo: Derecho Procesal
Penal, págs. 280 y 281). El artículo 198 del Código de Procedimientos Penales dispone (para la etapa instructoria, al igual
que lo hace el numeral 378 para la fase de juicio) que "No regirán en la instrucción las limitaciones establecidas por las
leyes civiles respecto de la prueba, con excepción de las relativas al estado civil de las personas (el subrayado es
suplido). Ello obliga a determinar si las relaciones de parentesco forman parte del denominado estado civil de las
personas. Ni la legislación procesal penal, ni la civil, ni la de familia, dan una definición exacta sobre qué debe entenderse
por estado civil. Sólo lo pretende hacer, sin conseguirlo, la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Elecciones y del
Registro Civil, que en lo que interesa (relaciones de parentesco), en el artículo 42 determina que "El Departamento Civil
comprende: a) La Sección del Estado Civil y; b) la Sección de Opciones y Naturalizaciones. Agrega el numeral 43 que se
inscribirán en el Departamento Civil, mediante asientos debidamente numerados, los nacimientos, los matrimonios y las
defunciones. Además, el artículo 51 ibídem, entre los requisitos de inscripción de nacimiento, exige "C) los nombres,
apellidos, estado civil, profesión y oficio, nacionalidad, y domicilio de los padres, cuando ambos hubieren de ser
declarados, y sólo los de progenitor que hiciere la declaración en los demás casos". Por último, "Lo referente al estado
civil, se prueba con la correspondiente inscripción practicada en el Departamento Civil" (Artículo 45 de la ley citada).
Siempre referido a la relación de parentesco, la jurisprudencia de esta Sala no ha sido uniforme.

Así, en sentencia N° 205 F de las 15:35 horas del 15 de octubre de 1985 se indicó: "Según el artículo 198 ídem no
regirán en la instrucción las limitaciones establecidas por las leyes civiles respecto de la prueba, con excepción de las
relativas al estado civil de las personas. Esto significa que en cuanto al parentesco, que es el punto que ahora interesa,
sólo puede probarse por medio de certificaciones expedidas por el Registro Civil. Así las cosas, no cabe duda que el
medio aceptado por el Tribunal de juicio para tener por cierto que el imputado es el padre de la ofendida, sea la partida de
bautizo y la correspondiente prueba testimonial, resulta ilegítimo en virtud de expresa disposición del precitado artículo
198". En sentencia N° 115-F de las 14:40 horas del 9 de julio de 1985, se afirmó: "El nacimiento y la edad de las
personas, no integran el concepto de estado civil. Se tratan el nacimiento y el estado civil, de dos concepciones distintas:
con el primero se demuestra la acción y efecto de nacer y con el segundo la calidad de estado civil, o más claramente
aun, si la persona es soltera, casada, viuda, divorciada, por ejemplo. La prueba documental que el tribunal de mérito tuvo
para acreditar la edad de la ofendida, no está dentro de la que excluye el artículo 198 precitado, pues éste se refiere al
estado civil. De manera que el medio probatorio usado para demostrar la edad de la ofendida es idóneo, ya que se trata
de la certificación de bautismo emanada de la respectiva Parroquia Eclesiástica". La contradicción existe porque al
negarse, en el segundo fallo, que el nacimiento integra el concepto de estado civil, se está rechazando también el
parentesco como parte de ese estado, pues, como ya se indicó, al certificarse el nacimiento se indica quienes son los
progenitores, de acuerdo a la declaración rendida por ambos. Los inconvenientes expuestos obligan a recurrir a la
doctrina, a efectos de determinar qué conceptos integran el estado civil y en ello sí hay absoluta concordancia: "Estado
civil: a) Modo de comprobación de los principales hechos que interesan al estado de una persona (nacimiento, matrimonio,
divorcio, defunción, reconocimiento de hijos naturales, adopción, legitimación, etc.)" (Capitant, Henri: Vocabulario Jurídico,
Ediciones Depalma, Argentina, 1981, pág. 261). "El estado civil es la situación que, entre el nacimiento y la muerte, ocupa
la persona en el ámbito del Derecho Privado; en una acepción más precisa, el estado civil es la situación familiar con
arreglo a la filiación y el matrimonio" (Carbonier, Jean: Derecho Civil, Tomo I, Volumen I, Editorial Bosh, 1960, página
284). Para Ricardo C. Núñez, el asunto se reduce a "la prueba de la filiación y de la edad a los fines penales" (Código
Procesal Penal de la Provincia de Córdoba, Ediciones Lerner, 1978, página 191). Sobre el tema, ha dicho José I.
Cafferata Nores: "Se ha entendido sometida a esta limitación de la prueba de la filiación, el matrimonio, la adopción y la
edad" (La Prueba en el Proceso Penal, Ediciones Depalma, 1986, página 28). Establecido como ha quedado líneas atrás,
que el parentesco forma parte del concepto de estado civil, entonces ha de considerarse que rigen las limitaciones del
artículo 198 del Código Procesal Penal. Con examen del presente expediente se nota que no existe certificación alguna
emanada del Registro Civil, que compruebe que la denunciante es la madre de la ofendida María Gregoria. Lo único que
consta [...] es una fotocopia certificada de una constancia de declaración de nacimiento de esa menor. Lo anterior obliga a
la Sala a examinar si, por el incumplimiento mencionado, debe anularse la sentencia, conociendo del recurso por la forma
o si la Sala puede ordenar prueba, cuando conozca de un recurso casación para, luego de evacuada esta, entrar a
resolver el o los reclamos formulados. Al respecto, si bien el Código Procesal Penal no tiene ninguna disposición sobre
este punto, la doctrina más reconocida sí admite la recepción de pruebas en Casación. Así, se ha dicho que: "Se advierte
que no se prevé oportunidad alguna para el ofrecimiento de prueba. Ello es una consecuencia evidente de la naturaleza
de los motivos que pueden ser invocados: solamente de derecho. Los hechos de la causa no pueden ser revisados por el
tribunal de casación o de inconstitucionalidad. Sin embargo, pueden darse dos situaciones, en las cuales se hace
necesario diligenciar algunas medidas probatorias como paso previo a la discusión final de la vista, a saber: 1)
Cuando el recurso se motive en un vicio in procedendo (casación) que exija analizar hechos del proceso (no de la
causa) cuya existencia o inexistencia no surja en forma evidente de los elementos acumulados en el expediente.
Específicamente se tratará de demostrar casos de omisión o de falsedad en el trámite procesal, oportunamente
invocados para motivar el recurso" (la negrilla es suplida, Clariá Olmedo, Jorge A.: Tratado de Derecho Procesal Penal,
Ediar, 1967, página 198).

"Desde este punto de vista el Tribunal de casación cumple un verdadero examen fáctico, en tanto debe examinar la
conducta concretamente observada en el proceso por los sujetos procesales a fin de decidir su conformidad o no con las
normas de derecho procesal. Actúa en esto como juez del hecho para comprobar la materialidad de las circunstancias
relativas a los actos del procedimiento. Los actos del proceso constituyen aquí para la Corte el thema decidendum,
respecto del cual tiene que comprobar si es verdad (quaestio facti) que no se ha realizado, o que no se ha realizado en
las formas debidas, la actividad procesal; y hasta puede, excediendo la simple comprobación de las constancias de la
causa, producir una investigación para indagar el efectivo cumplimiento de las formas, cuando la demostración de los
motivos alegados dependa de un procedimiento probatorio. Aunque la recepción de pruebas no está prevista
expresamente en el juicio de casación, negar su posibilidad implicaría la arbitraria exclusión de motivos fundados
en infracciones reales que por la falsedad u omisión no consten en el proceso. Esto es consecuencia de la regla
por la que cualquier Tribunal tiene facultad de resolver todas las cuestiones que se susciten en el proceso, salvo
las prejudiciales. Pero esa prueba no procede cuando se quiera demostrar que la prueba del debate fue diversa a la
fijada por la sentencia, o que ésta ha omitido alguna" (DE LA RUA, Fernando: El Recurso de casación en el Derecho
Positivo Argentino, Víctor P. de Zavalía, Editor, 1968, páginas 126 y 127). En el presente asunto, como se adelantó en los
Considerandos anteriores, la denuncia fue formulada por quien dijo ser la madre de la menor ofendida, sin que se
demostrara tal aserto con la certificación emanada del Registro Civil, lo que era necesario acreditar por formar parte el
parentesco del concepto de Estado Civil (existiendo entonces las limitaciones del artículo 198 del Código de
Procedimientos Penales). Tal demostración es obligatoria, se repite, pues de ella depende el inicio de la correspondiente
instrucción, por tratarse de un requisito de procedibilidad o de perseguibilidad, dado que estamos en presencia de un
delito de acción pública, dependiente de instancia privada (artículos 6 del Código Procesal Penal y 81 bis del Código
Penal. Tratándose entonces de un caso de omisión en el trámite procesal, esta Sala -con fundamento en la doctrina
anteriormente citada, y al amparo del artículo 41 de la Constitución Política, que establece el deber de lograr una justicia
pronta, cumplida y sin denegación- ordenó enviar mandamiento al Registro Civil para que certificara el correspondiente
parentesco, si lo hubiera, entre la denunciante [...]y la [...], a efecto de corroborar la veracidad de la suposición del a-quo
en el sentido de que la denunciante [...] es jurídicamente la madre de la ofendida [...], presupuesto que sirvió de
antecedente a la causa seguida contra el imputado [...] y desembocó en la sentencia condenatoria aquí impugnada, pues
sólo de esta manera puede acreditarse la existencia de un hecho del proceso (no de la causa) como lo es que la
denuncia haya sido formulado por uno de los sujetos titulares del ejercicio de la facultad de instar que enumera la
legislación indicada. Y es que aparte de las razones anteriormente esbozadas, debe tomarse en cuenta que de no
practicarse esta constatación, podría llegarse a la situación absurda -y contraria a los principios de economía y celeridad
procesal- de que no obstante ser la denunciante realmente la madre de la menor ofendida, tendría que anularse las
actuaciones respectivas, con todos los atrasos e inconvenientes que esta solución conlleva, en aras de cumplir
"formalmente" una ley de orden público, aun cuando se contraviniera clara y abiertamente el espíritu e inteligencia de la
misma." 1992. SALA TERCERA. No. 35-F de las 11,15 hrs. del 17 de enero.

59- PRUEBA TESTIMONIAL - Posibilidad de valorar las declaraciones recibidas en fase instructiva frente a las
otorgadas en audiencia oral.

A mayor abundamiento debe decirse, con relación a la veracidad que el tribunal de mérito otorgó a las declaraciones de
los menores rendidas durante la etapa de instrucción -con excepción de la de Carolina- descartando la versión dada por
ellos oralmente durante el debate, que la misma ley faculta esa apreciación cuando en el artículo 384 inciso 2) del Código
de la materia autoriza la incorporación de los testimonios recibidos en aquella fase si hubiere contradicciones con los
vertidos en la audiencia oral, siendo su lógica consecuencia que así se haga con el fin de averiguar -en la medida de lo
posible- la verdad real de lo acontecido. En caso contrario (o sea impedir que los jueces valoren y otorguen credibilidad a
las declaraciones de la fase instructiva) no tendría lógica ni fundamento alguno el permitir su incorporación por lectura, lo
que supondría modificar la potestad soberana de los jueces en la valoración de las pruebas y contradecir el sistema de
sana crítica que lo rige. Inclusive la doctrina más autorizada se ha pronunciado al respecto, cuestionando que deba
otorgarse preferencia solamente a las declaraciones orales, pues si existe discrepancia entre éstas y las escritas, debe ser
el juez el que en cada caso concreto forme su convicción libremente, sin fijarle una regla o pauta general que le
obstaculice su función. Así se ha dicho que "...unos y otros, jueces y jurados, continúan siendo tan libres en la formación
íntima de su convicción, (que) nada les impide preferir una deposición escrita, si les parece más segura que la oral. En
definitiva, tienen que pesar en la balanza las diversas deposiciones según su respectivo valor interno, sea cual fuere su
forma. No cabría desconocer que, en principio, las deposiciones orales presentan más garantía que las escritas. Mas la
comparación debe efectuarse in specie: tan pronto parecerá más exacta la declaración oral, hecha en último término, con
calma y tras reflexión como por el contrario, la deposición escrita, realizada al principio, con la impresión fresca de los
hechos, se estimará más espontánea y sincera". (Gorphe, Francois; De la Apreciación de las Pruebas; Ed. Jurídicas
Europa-América; Buenos Aires, 1955, p. 384). En similar sentido ya se había pronunciado la Sala Tercera en Resolución
N° 32-F de las 17:20 hrs. del 14-5-81 cuando señaló que "...si bien la declaración del plenario no puede ser sustituida por
la sumarial, es posible su utilización al dictar sentencia si se le introduce mediante lectura; de ahí que si en el subjúdice
se incorporó de esa manera la prueba testimonial, se integró al debate ese elemento probatorio y el tribunal de juicio
quedó facultado para extraer conclusiones de la relación del testimonio sumarial con el recibido en la audiencia...". Por
todo lo expuesto debe declararse sin lugar este extremo del recurso". 1991. SALA TERCERA. No. 656-F de las 9,35 hrs.
del 29 de noviembre.

60- QUERELLA- La omisión de notificar a la querellada el cambio de hora para la conciliación no produce nulidad.

"Como único motivo admitido del recurso por la forma se alega la violación de los artículos 123, 127, 128, 130 y 133
inciso 2 y 138, en relación con el numeral 145 inciso 2), todos del Código de Procedimientos Penales, argumentándose
que al cambiar el Juzgado Penal de [...] la hora para la audiencia de conciliación, la resolución correspondiente no se le
notificó al recurrente en forma personal, como tampoco se notificó a la querellada y que "la esencia misma de las
notificaciones es citar directamente a las partes, cuando haya un hecho que pueda afectar su legítima comparecencia".
Por ello se pretende la nulidad de la resolución en que se cambió la hora de la comparecencia. El reclamo no es de
recibo. La resolución en que se transfiere la hora para la audiencia de conciliación fue dictada a las trece horas del siete
de enero del presente año [...] y notificada al querellante, a las dieciséis horas y quince minutos del diez de enero
siguiente [...]. Como puede observarse, si la conciliación era para el veintinueve de enero, suficiente tiempo tenían el
querellante y su abogado para tomar las previsiones y hacerse presentes a esa diligencia. Su incuria no puede dar lugar a
la nulidad solicitada. Por otra parte, la no notificación de la querellada, no tiene ninguna trascendencia respecto a los
intereses del querellante, pues si la primera no se hubiera hecho presente a la audiencia de conciliación, el único efecto
es que el juicio continúa (artículo 436 in fine del Código de Procedimientos Penales), aunque evidentemente hubiera
podido interponer la nulidad por falta de notificación. Si bien podría alegarse que por esa falta de notificación de la
querellada, la audiencia de conciliación, no hubiera podido efectuarse, tal afirmación no es del todo certera porque aún en
ese supuesto, pudo ocurrir que la acusada se hubiera enterado por otro medio y se hubiera hecho presente. En todo caso,
la parte debe cumplir con las obligaciones procesales que emanan de las normas respectivas, independientemente de la
actuación de la contraria, pues de no hacerlo, acarrearía con las consecuencias previstas, como ocurrió en el presente
caso. Además, contrario a lo que expresa el recurrente, la notificación en los asuntos de acción privada, en general, no es
personal, sino en el lugar señalado para tal fin, siguiéndose para ello las normas generales de notificación (artículos 123 y
siguientes ibídem), que sólo impone tal obligación cuando el imputado estuviere preso (artículo 125, párrafo segundo). Por
lo expuesto, sin lugar el reclamo. (Hay voto salvado) 1992. SALA TERCERA. No. 341-F de las 8,50 hrs. del 31 de julio.

VOTO SALVADO DEL MAGISTRADO GONZALEZ ALVAREZ:

"El suscrito respeta el criterio señalado por la mayoría de la Sala, para denegar el recurso de casación, pero no comparte
esa tesis por las siguientes razones: La querella formulada por el recurrente fue tramitada en debida forma por el Juzgado
Penal de [...], el cual mediante resolución del 23 de diciembre pasado le dio curso y convocó a las partes a una audiencia
de conciliación que debía realizarse a las quince horas treinta minutos del 29 de enero del año en curso. Sin embargo,
posteriormente el propio Juzgado varió esa hora mediante otra resolución, dictada el 7 de enero del año en curso, en la
cual convocó a las partes para ese mismo día pero a las once horas treinta minutos. El treinta de enero pasado tanto el
querellante como su apoderado presentan un escrito al Juzgado indicando que se apersonaron a ese Despacho el día
anterior pero a la hora señalada en la resolución inicial, y que no tuvieron noticia del anticipo de la hora por las razones
que indican en ese escrito. Independientemente de que las razones esgrimidas excusen o no al querellante y a su
apoderado de la incomparecencia, estimo que no puede tenerse por desistida la querella en virtud de que la resolución
que varió la hora para realizar la conciliación nunca le fue notificada a la querellada, de manera que esa variación no
podía surtir efectos jurídicos, al no ser idónea para celebrar conciliación alguna. El artículo 434 inciso 2º del Código de
Procedimientos Penales expresamente dispone que la acción privada se tiene por desistida "cuando el querellante o su
mandatario no concurrieren a la audiencia de conciliación o del debate, sin justa causa...", pero en el presente caso
no había ninguna audiencia de conciliación que realizar porque no fue notificada la parte contraria sobre la posibilidad de
llevar a la práctica una audiencia de conciliación. Obsérvese que el Código de Procedimientos Penales señala como causa
del desistimiento tácito la inasistencia a una actividad procesal muy concreta y expresa que denomina audiencia de
conciliación, pero jamás podría pensarse que existió la posibilidad jurídica de realizar ese acto, cuando una de las partes
(y nada menos que la parte acusada) no ha sido notificada de la resolución que ordena esa "audiencia" para conciliarse.
La mayoría le da efecto de audiencia de conciliación a una resolución notificada a sólo una de las partes, para que se
concilie con la contraria, cuando lo propio era no darle ningún efecto jurídico a esa imperfecta convocatoria. Además, en el
presente caso, si el querellante y su abogado hubieren concurrido a la nueva hora fijada, sea a las once horas treinta
minutos del 29 de enero pasado, no es cierto que el procedimiento pudo seguir y que a la parte acusada le asistía el
derecho de pedir la nulidad de la "audiencia de conciliación", como afirma la mayoría. En realidad estimo que de haber
concurrido el querellante y su abogado a la nueva hora señalada, lo que correspondía era volver a señalar una nueva
hora y fecha para celebrar la audiencia de conciliación, precisamente porque no se había notificado a la querellada,
de lo contrario se estaría violentando su derecho de defensa. En consecuencia, al no existir en este asunto, hasta la
fecha, una convocatoria idónea para celebrar la audiencia de conciliación o el debate, en mi criterio no puede aplicarse el
inciso 2º del artículo 434 citado. Por esas razones me aparto del criterio de la mayoría, y estimo que debe declararse con
lugar el recurso, anulando la sentencia de sobreseimiento. Además de los razonamientos anteriores, creo que la sentencia
de sobreseimiento debe anularse también porque tiene como probados dos hechos falsos, y esos hechos constituyen el
fundamento esencial de la resolución, para tener por desistida la acción privada. En efecto, la sentencia del señor Juez
Penal de [...]tiene como cierto que la primera resolución, que convocó a las partes para una audiencia de conciliación a
celebrarse a las quince horas del 29 de enero del año en curso, fue "debidamente notificada" a todas las partes, y ello
es falso porque sólo se notificó al querellante y su abogado. Luego, también se tiene como un hecho probado que la
resolución posterior, que anticipó la hora para celebrar la audiencia de conciliación, también fue "notificada
debidamente" a todas las partes, y ello también es falso, porque no se notificó a la acusada. En otros términos, la
sentencia de sobreseimiento tiene como ciertos hechos que son falsos, y cuya falsedad se constata en forma simple en el
expediente. Para tales efectos debe tenerse presente de lo que nuestro sistema procesal penal denomina notificaciones en
los artículos 123, 124 y en especial en los artículos 128 y 129 del Código de Procedimientos Penales. Por todo lo
expuesto voto por declarar con lugar el primer motivo del recurso por la forma, anular la sentencia de sobreseimiento y
disponer la continuación de los procedimientos conforme a la ley". 1992. SALA TERCERA. No. 341-F de las 8,50 hrs. del
31 de julio.

61- QUERELLA- La omisión del querellante de solicitar imposición de pena le impide recurrir en casación.

"[...], de conformidad con los artículos 443 y 446 del Código de rito y en cuanto a la acción penal se refiere, el querellante
puede formular recurso de casación en los mismos casos en que está autorizado para hacerlo el Ministerio Público. El
artículo 473, inciso 2), ibídem faculta a este último órgano (y al querellante, en su caso) para impugnar la sentencia
absolutoria dictada por el Juez Penal "cuando la pena pedida sea superior a seis meses de prisión o un año de
inhabilitación, o de sesenta días multa. Sin embargo, en el presente caso, al examinar el acta del debate se nota que el
representante de la querellante no solicitó la imposición de pena alguna, pues se limitó a pedir que la querella fuera
acogida y que se condenara al encartado al pago de los rubros de la acción civil [...]. Ciertamente en este caso sí hubiera
sido viable la impugnación en cuanto a los extremos civiles, pero los alegatos no versan sobre ese particular. Por ende,
de acuerdo con lo expuesto y artículos 446, 447, 458 y 479 del Código de Procedimientos Penales, el recurso de casación
que nos ocupa debe ser declarado sin lugar.- 1992. SALA TERCERA, No. 31-F de las 10,35 hrs. del 17 de enero.

62- RECONOCIMIENTO JUDICIAL. El que se señale en el debate a una persona para especificar a quién se refiere
el deponente no constituye reconocimiento judicial, pero puede ser valorado por el juez.

"En el segundo motivo del recurso el señor defensor estima violado el derecho de defensa, con base en los artículos 37 y
39 de la Constitución Política, 106, 145.3, 255, 256, 257, 378, 395 y 400 incisos 3 y 4 del Código de Procedimientos
Penales. Señala el señor defensor que los artículos 255, 256 y 257 citados disponen el procedimiento a seguir para
practicar un reconocimiento de una persona, en defensa de los derechos del imputado. Que no obstante esas normas,
durante el Debate el Ministerio Público le preguntó al ofendido si reconocía a alguno de sus asaltantes en la audiencia, a
lo cual el defensor se opuso, pero que el Tribunal le permitió tal proceder, y en efecto el ofendido señaló a uno de los
imputados, lo cual fue tomado en cuenta en la sentencia. El reproche no es atendible, pues no existe ningún impedimento
legal para que una persona que declara en el debate señale a otra, para especificar a quién se refiere, aún cuando señale
a uno de los acusados. Lo anterior puede hacerlo el testigo de propia iniciativa o a requerimiento de una de las partes.
Esta indicación o señalamiento, desde el punto de vista probatorio, no puede ser equiparado a un reconocimiento judicial,
pues este último debe realizarse siguiendo las reglas señaladas por la defensa, sin embargo nada impide que el juzgador
lo valore de conformidad con las reglas de la sana crítica y funde alguna de sus apreciaciones, en virtud del principio de
libertad de la prueba. Por lo expuesto debe rechazarse el motivo." 1992. SALA TERCERA. No. 331-F de las 9,05 hrs. del
24 de julio.

63- RECURSO DE CASACION - Necesaria indicación separada de cada motivo con sus fundamentos.

" Se acusa el quebranto de los artículos 106 y 400 inciso 4) del Código de Procedimientos Penales por vicios en la
fundamentación de la sentencia, alegándose que el a-quo infringió "las normas del recto razonamiento". La manera en
que la defensa formula su reclamo resulta del todo informal y por ello deviene inatendible. En efecto, el párrafo segundo
del artículo 477 del Código de Procedimientos Penales señala que en el recurso de casación deben indicarse
separadamente cada motivo con sus fundamentos, y el recurrente mezcla cuestiones atinentes al vicio de falta de
fundamentación, con vicios por violación a las reglas de la sana crítica racional, aspectos que nuestra legislación separa.
Nótese que es el artículo 106 ibídem el que se refiere a la fundamentación de la sentencia, mientras que el párrafo
segundo del artículo 393 se refiere a las reglas de la sana crítica y el 400 inciso 4) establece la sanción de nulidad para
cada uno de esos diferentes aspectos. Sobre la separación de motivos afirma la doctrina que "el escrito debe expresar
separadamente, en capítulos, números o párrafos o en otra forma, cada uno de los motivos por los que se impugna la
resolución... El incumplimiento de esta condición respecto de los motivos expuestos, basta para que el recurso sea
inadmisible"; y luego se dice que los aspectos relacionados con la inobservancia de las reglas de la sana crítica son
distintos a los referentes a la falta de fundamentación (NUÑEZ, Ricardo: Código Procesal Penal, Córdoba, Marcos Lerner
Editora Córdoba, Segunda Edición Actualizada, 1986, págs. 479 y 394 in fine. En igual sentido véase DE LA RUA,
Fernando: El Recurso de Casación en el Derecho Positivo Argentino, Buenos Aires, Víctor P. de Zavalía-Editor, 1968,
págs. 160 ss. y 175 ss., así como las resoluciones de esta Sala V-115 F de las 14:40 horas del 19 de mayo y V-325 F de
10:35 horas del 17 de noviembre, ambas de 1987." 1992. SALA TERCERA, No. 35-F de las 11,15 hrs. de 17 de enero.

64- RECURSO DE CASACION - Omisión de cita de norma que prevé la nulidad por falta de aplicación de las
reglas de la sana crítica.

"En los motivos segundo, tercero y cuarto se alega que la valoración de la prueba no fue realizada de conformidad con las
reglas de la sana crítica, inobservándose los artículos 226 y 393 ambos del Código de Procedimientos Penales. Esta
forma de elaboración de los reclamos resulta improcedente, toda vez que se omitió en los motivos indicados, la cita de la
norma que prevé la sanción de nulidad correspondiente, situación que no subsana con la cita global de artículos que se
hace al final del recurso, incumpliéndose así con la debida separación de motivos que ordena el artículo 477 del Código
ibídem. En consecuencia, se rechazan los extremos indicados." 1992. SALA TERCERA, No. 41-F de las 8,58 hrs. del 23
de enero.

65- RECURSO DE REVISION - Improcedencia en materia de faltas y contravenciones.

"No se desconoce el respetable criterio expuesto por el profesor Castillo González en su obra sobre "El Recurso de
Revisión en Materia Penal", donde afirma que ese tipo de recurso cabe también contra las sentencias dictadas en materia
de faltas y contravenciones, haciendo una interpretación ampliativa del artículo 490 del Código de Procedimientos Penales
(Colegio de Abogados, San José, 1980, pág. 53). Sin embargo esta Sala reiteradamente se ha apartado de esa opinión
con fundamento en el artículo 426 ibídem, ubicado en el Capítulo relativo a los juicios por faltas y contravenciones, el cual
textualmente dispone que "la sentencia dictada en esta clase de juicios no tendrá recurso alguno". Esa norma no
hace ninguna excepción, y es categórica al excluir cualquier tipo de recurso (incluso el de revisión) contra las sentencias
dictadas en faltas o contravenciones. Además, tampoco es posible afirmar que esa norma está modificada por la
Convención Americana de Derechos Humanos , en cuanto ésta faculta al imputado para recurrir de las sentencias
condenatorias, porque este derecho se dispuso en relación con los delitos y no incluyó las contravenciones. Es por esa
razón que en el auto recurrido se indicó que el legislador costarricense no estableció el recurso de revisión contra las
sentencias dictadas en materia de faltas y contravenciones." 1991. SALA TERCERA. No. 460-A de las 9,22 hrs. del 18 de
octubre.

66- REPOSICION DE EXPEDIENTE - Requisitos de las fotocopias.

"De conformidad con la resolución [...], en el presente asunto se ordenó inicialmente una reposición del expediente, pues
el original se extravió. Tal procedimiento, en lo que interesa, se llevó a cabo con base en el artículo 114 del Código de
Procedimientos Penales. De acuerdo con ese numeral, cuando haya que reponer determinadas piezas, "la copia auténtica"
tendrá el valor de los documentos originales. Ahora bien, copia auténtica es aquella que ha sido legalizada o acreditada
como cierta, para lo cual basta -en casos como el presente- con que reproduzca fielmente el original y haya sido expedida
por orden del Tribunal, bajo la fe del respectivo funcionario. Tales requisitos fueron cumplidos en las fotocopias que
interesan. En efecto, el Despacho ordenó -como ya se dijo- la reposición de los autos y los duplicados se obtuvieron a
consecuencia de esa orden. Las copias [...], presentan el sello del Despacho y la firma del funcionario respectivo. Además,
esas reproducciones, al igual que las que ocupan los folios [...], están incluidas en el testimonio de piezas de folios [...].
Este último, por su parte, fue legalmente expedido, según se desprende de las razones visibles a folios 114 y 188,
rubricadas por la Juez [...]de Instrucción y el respectivo Secretario. En consecuencia, no existe ningún vicio de nulidad.
Por otra parte, ni en la instrucción ni en el debate rigen las limitaciones establecidas por las leyes civiles respecto de la
prueba, con excepción de las relativas al estado civil de las personas (artículos 198 y 378 del Código de Procedimientos
Penales). Además, la impugnación no acusa ninguna inexactitud o falsedad de las piezas que interesan, ni señala cuál es
el perjuicio en concreto que produjo su incorporación. En esa tesitura, el reclamo debe ser declarado sin lugar." 1991.
SALA TERCERA, No. 550-F de las 14,05 hrs. del 5 de diciembre.

67- REQUERIMIENTO DE ELEVACION A JUICIO - Posibilidad de subsanar defectos u omisiones sin recurrir a la
nulidad.

" La nulidad del requerimiento fiscal ha llegado a tal magnitud en nuestro país, que el año pasado representó la segunda
causa, en orden de importancia numérica, por la que se suspendieron juicios en el mismo acto del debate, mientras que
la incomparecencia del imputado fue la primera causa. Esos datos reflejan que en esta materia es posible que exista una
actitud negligente de los Agentes Fiscales al momento de formular los requerimientos de elevación a juicio, ante la
reiteración de las nulidades de esa pieza por defectos en la redacción; o bien que nuestros Tribunales Superiores, y
Jueces Penales son demasiado exigentes al examinar la redacción; o, finalmente, estén ocurriendo ambos problemas al
mismo tiempo. Una cosa es cierta: se impone reiterar la necesidad de que nuestros Jueces examinen con mucho detalle
el asunto antes de proceder a citar a juicio a las partes, para que no dejen posibles nulidades ocurridas en la instrucción
para ser declaradas con lugar durante el curso del debate, sea meses después de haber recibido la causa, cuando ya
todos los ciudadanos involucrados en el juicio han sido convocados por el mismo Tribunal, con las nocivas consecuencias
para ellos y para la administración de justicia, al tener que suspender el procedimiento y reenviar el asunto a instrucción, y
ante los graves atrasos que implica. En lo que se refiere al problema jurídico es necesario resaltar que esta Sala
reiteradamente ha afirmado que la existencia de un vicio en el procedimiento, aún cuando constituya una nulidad absoluta,
no debe declararse como tal cuando no exista interés procesal en hacerlo (Véanse, por ejemplo, Casaciones Nº261-F de
las 9:50 hrs. del 20 de diciembre de 1985; Nº 208-F de 9:45 hrs. del 7 de agosto de 1987; Nº 330-F de las 9:oo hrs. del 9
de noviembre de 1990; y Nº 83-F de 8:55 hrs. del 20 de marzo de 1992). Ahora bien, falta ese interés en aquellos
supuestos en los cuales la repetición del acto viciado no trae ninguna ventaja procesal para la parte que la alega, o para
el objeto del procedimiento. Ese interés procesal está circunscrito al acto viciado, y no debe confundirse con el interés de
la parte en que se repitan otros actos del procedimiento que le son adversos. Por un lado ello constituye una garantía de
que el examen sobre el interés en decretar la nulidad se realice sobre los actos cuestionados, y no sobre otros actos del
procedimiento que como consecuencia pueden ser anulados. Así, por ejemplo, si la parte solicita la nulidad del auto de
citación a juicio, debe examinarse el interés en que se reproduzca esa resolución, pero no en que se repita la sentencia
adversa. Por otra parte, ese límite evita la nulidad por la nulidad misma y el excesivo formalismo, sobre todo en aquellos
casos en que la repetición del acto viciado no se traduce en alguna garantía para el objeto del procedimiento o para las
partes.

Sin embargo, estas restricciones no han sido suficientes para evitar el excesivo uso de la sanción de nulidad frente a
requerimientos fiscales defectuosos. Ello hace necesario que la Sala resalte ahora otro requisito más para que las
nulidades puedan ser decretadas, y que también se deduce de nuestro ordenamiento jurídico. Las nulidades, incluso las
absolutas, no deben ordenarse en aquellos casos en que sea posible subsanar los vicios sin necesidad de repetir
todo el procedimiento, y es precisamente lo que ocurre con las irregularidades en la redacción del requerimiento, como
veremos. Es cierto que en los artículos 341, 344, y 412 del Código de Procedimientos Penales se establece que los
requerimientos fiscales y los autos de elevación a juicio deben contener, bajo pena de nulidad, una relación clara,
precisa, circunstanciada y específica del hecho acusado. Una interpretación automática de esas normas, con prescindencia
de un análisis ponderado del entero sistema procesal penal, nos conduce a afirmar, inflexiblemente, que cualquier defecto
en la redacción de esas piezas debe ser corregido sólo con la nulidad, es decir ordenando corregir el acto viciado por
medio de su repetición, para lo cual deben retrotraerse los procedimientos a la fase de instrucción, con todas sus
consecuencias. Pero esa aplicación automática de esas normas olvida y deja de lado otras importantes disposiciones que
permiten corregir los defectos y las omisiones en la redacción de la acusación, sin necesidad de retrotraer los
procedimientos a la fase instructiva. En efecto, nuestro sistema procesal penal prevé varios tipos de vicios en la redacción
del requerimiento fiscal de elevación a juicio o citación directa, y distintas soluciones para cada caso. En primer término
todos los posibles defectos y omisiones del requerimiento fiscal pueden ser subsanados por el auto de elevación a juicio,
cuando éste realiza también una descripción circunstanciada del hecho, por haberse opuesto la defensa. En esas
circunstancias, cualquier defecto de la acusación puede ser corregido por el instructor, ya que ambas piezas (el
requerimiento y el auto de elevación a juicio) constituyen la base de la acusación. Es por ese motivo que el artículo 370
del Código de Procedimientos Penales establece que la intimación durante el debate debe hacerse ordenando la lectura
del requerimiento fiscal "...y en su caso, del auto de remisión", cuando éste constituya un complemento de aquel. Por
esa misma razón el artículo 376 ibídem dispone que el requerimiento no debe ser ampliado, cuando el hecho omitido en
la acusación está contenido en el "auto de remisión". En consecuencia, aún frente a omisiones o defectos graves en la
descripción del hecho contenida en el Requerimiento Fiscal, nuestro sistema no prevé la nulidad si el auto de remisión
subsana los defectos. Se trata de un primer caso donde se evidencia que no debe aplicarse automáticamente la nulidad
prevista en el artículo 341 citado. En segundo lugar, debemos mencionar como casos en los cuales tampoco procede la
aplicación automática de la nulidad, cuando la acusación (sea tanto el requerimiento como el auto de elevación a juicio si
lo hubiere) omite describir una circunstancia que agrave el delito, como sería por ejemplo no mencionar que el
imputado era el Director de una Escuela, de la cual se le acusaba haber sustraído bienes, lo que podría convertir el hecho
de hurto a peculado; o bien omite describir un hecho que integre el delito continuado, sobre todo en esos casos en
que existen reiteración de delitos en perjuicio de muchos ofendidos, como las estafas múltiples cuando no se describe uno
o varios de los hechos que constituyen unidades delictivas. Frente a omisiones tan graves como esas en la descripción
del hecho acusado, a pesar de no existir una relación clara, precisa, circunstanciada y específica del hecho, nuestro
sistema procesal no dispone la nulidad automática como solución del vicio. Al contrario, señala el artículo 376 ibídem que
en estos supuestos el Fiscal puede ampliar la acusación, y si lo hace debe recibírsele declaración al imputado sobre los
nuevos hechos que integran la acusación, con posibilidad para la defensa de solicitar una suspensión del debate por un
plazo razonable que no puede exceder de diez días, cuando ello sea absolutamente necesario para ofrecer nueva prueba
o preparar la defensa. Este posible "atraso" evidentemente no resulta significativo frente a las consecuencias provocadas
por una nulidad de todas las actuaciones de la etapa de juicio, y posibilita que sean recibidos todos los testigos y peritos
que se hubieren hecho presentes en la audiencia oral, sin necesidad de esperar meses, incluso en algunos casos años,
para que vuelva a celebrarse el debate.

En tercer lugar, otra posibilidad que establece nuestro sistema procesal es que del debate resulte que el hecho es diverso
del enunciado en la acusación. Esta fórmula parte del supuesto de que el hecho acusado sea totalmente distinto al que se
evidenció durante el debate, por ello la solución que establece nuestro Código es que el Tribunal debe remitirle las
actuaciones al Ministerio Público para que formule de nuevo una requisitoria (Artículo 397 in fine del Código de
Procedimientos Penales. Pero obsérvese que se trata de un caso en que el hecho resultó diverso, es decir diferente al
que fue objeto de la acusación, en que se justifica prácticamente reiniciar todo el procedimiento de nuevo. En tal supuesto
-como lo hace ver Nuñez- deben remitirse los antecedentes al Agente Fiscal para que, si lo considera procedente,
requiera la instrucción o practique la información sumaria, es decir para que inicie todo de nuevo, porque en relación con
el hecho no ha existido proceso (NUÑEZ, Ricardo. Código Procesal Penal. Lerner, Córdoba, 2º edición, 1986, p.386,
387. Como puede apreciarse, nuestro sistema procesal prevé diferentes vicios en la descripción de los hechos acusados,
los cuales no necesariamente remedia con la nulidad. En ninguno de los supuestos citados se regula la situación, muy
frecuente en la práctica, de aquellos casos en que la descripción del hecho no falta, sino que contiene algunas diferencias
con lo que resulta de la prueba. Nos referimos al vicio de redacción defectuosa o errónea al momento de describir el
hecho o alguna de sus circunstancias esenciales, aunque no necesariamente agraven el delito. Frente a una irregularidad
de esa naturaleza nuestros Tribunales han venido aplicando la nulidad automática señalada en los artículos 341 y 344 del
Código de Procedimientos Penales, pues les ha bastado comprobar que el requerimiento o el auto de elevación a juicio
no contienen una relación clara, precisa, circunstanciada y específica del hecho, para que en su criterio se justifique
repetir el acto, regresando el procedimiento a la fase de instrucción. Esta solución, además de resultar perjudicial para la
administración de justicia, para el objeto del proceso, para las partes, y para los ciudadanos, en realidad no está
reconocida en nuestro ordenamiento jurídico, si analizamos cuidadosamente los tres supuestos anteriores. En efecto,
resulta un absurdo concluir por la nulidad cuando el hecho está mal descrito, si nuestro Código Procesal señala que no
debe anularse el requerimiento cuando falta totalmente un hecho de trascendencia al extremo de constituir una
circunstancia agravante o integre el delito continuado. Se trata de un absurdo porque estaríamos admitiendo que ante un
vicio más grave, como sería omitir una circunstancia agravante o un hecho que integre el delito continuado, el problema
pueda ser corregido durante el curso del mismo debate, mediante la ampliación de la acusación y de la intimación; pero
que ese mismo procedimiento correctivo no lo podamos aplicar cuando se trata de errores en la redacción y en la
descripción del hecho, es decir en vicios que podrían lesionar menos que los primeros el derecho de defensa. Desde ese
punto de vista es necesario integrar la interpretación de estos correctivos, para señalar que el propósito del legislador fue
que la actividad defectuosa del Ministerio Público se corrigiera, pero de manera que afecte lo menos posible el mismo
derecho de defensa, pues los retardos que ocasionan las constantes nulidades de los requerimientos fiscales, finalmente
se traducen en un perjuicio para la propia investigación, y para los ciudadanos en general, ofendidos o no con el delito,
que demandan justicia pronta y cumplida, pero sobre todo para el propio acusado, quien desea que se resuelva su
situación jurídica lo más pronto posible. En consecuencia no debe recurrirse a la nulidad automática cuando encontremos
errores en la redacción del requerimiento fiscal corregidos por el auto de elevación a juicio. Tampoco debemos aplicar la
sanción de nulidad frente a requerimientos mal redactados, confusos, equívocos en la descripción del hecho. En tales
supuestos, lo que procede es aplicar los correctivos establecidos en nuestro sistema procesal, por medio del cual es
posible para el representante del Ministerio Público realizar una acusación supletoria, corrigiendo los defectos que
estime son esenciales, para que se le otorgue la oportunidad al imputado y a su defensa de contestarlos adecuadamente.
En ese sentido debe proceder a formular oralmente la corrección en el curso del propio debate, de lo cual se dejará
constancia en el acta, precisando con cuidado los cambios que se le hacen a la acusación. Si el hecho que motivó la
corrección del requerimiento ya se desprendía de la propia instrucción, la defensa no habrá sido tomada de sorpresa,
pues fue invitada durante varios actos procesales previos al debate para que examinara todas las actuaciones y
resoluciones del expediente; y si el hecho surge en el curso mismo del debate, siempre tendrá, como en el primer caso, la
posibilidad de solicitar la suspensión del mismo hasta por diez días, para prepararse adecuadamente o bien para ofrecer
nueva prueba, si fuere necesario. Como bien se señala en doctrina, "... es posible de este modo ampliar durante el juicio
el tema de la discusión, en nombre de una exigencia de economía procesal. Es decir, se piensa que sería un excesivo
dispendio de energía procesal y sería peligroso para la investigación de la verdad de los hechos si se debiese remitir todo
al Fiscal para iniciar ex novo un segundo procedimiento. Es ésta la hipótesis de la llamada notificación oral supletoria,
en la que falta una notificación escrita de la acusación, mientras que en la hipótesis normal la notificación oral en el juicio
(que debe siempre tener lugar) sirve para esclarecer e indagar sobre los términos de la notificación escrita" (BETTIOL,
Giuseppe. Instituciones de Derecho Penal y Procesal. Bosch, Barcelona, 1977, pp. 258 y 259). Lo importante es que
esas variantes fácticas en la acusación sean adecuadamente imputadas al acusado, y se le permita declarar, así como
defenderse de ellas. El correctivo tiende precisamente a garantizarle su derecho de defensa, puesto que de lo contrario se
violaría también el principio de correlación entre la acusación y la sentencia.

Esta acusación correctiva es particularmente desarrollada por la jurisprudencia y por la doctrina italiana, con sustento en
los dispositivos del Código Procesal Penal de 1930, del cual el nuestro tomó sus bases, por medio de la versión
cordobesa (Particularmente véanse las siguientes monografías específicas sobre el tema: SANSÓ, Luigi. La correlazione
tra imputazione contestata e sentenza. Giuffré, Milano, 1953, en especial pp. 367 ss.; BRICHETTI, Giovanni. La
modificazione dell'acussa nell'istruzione e nel giudizio penale. Jovene, Napoli, 1956, en especial pp. 191 ss.; y
LEMMO, Elio. L'accusa suppletiva nel dibattimento penale. Giuffré, Milano, 1972, en especial pp. 31 a 195. Entre los
argentinos, el tema de la ampliación de la acusación lo desarrolla particularmente TORRES BAS, Raúl Eduardo. El
procedimiento penal argentino. Lerner, Córdoba, 1987, tomo II, pp. 396 ss.). Ante la posibilidad de que también
incurramos en un uso excesivo de este mecanismo por medio del cual es posible corregir los defectos en la redacción de
los requerimientos fiscales, conviene agregar que los vicios deben ser esenciales para que justifiquen ser corregidos, es
decir debe ser de tal magnitud que incidan en la labor de defensa del imputado, pues la verdad es que la acusación no
tiene que describir en forma idéntica el hecho básico tenido por demostrado en la sentencia. Cuando se habla del principio
de correlación entre acusación y sentencia, se ha querido establecer un marco fáctico, como límite de la actividad
jurisdiccional, en resguardo de los derechos del acusado, en especial del derecho de defensa. La acusación constituye el
límite de su juzgamiento. Al respecto se señala que "...la voz correlación no es utilizada aquí como sinónimo de identidad
o adecuación perfecta en toda su extensión. No se extiende más allá de los elementos fácticos esenciales y de las
circunstancias y modalidades realmente influyentes en ellos hasta el punto que la defensa haya podido ser afectada si la
sentencia condenatoria se aparta de ese material..." (CLARIA OLMEDO, Jorge A. Tratado de Derecho Procesal Penal,
Ediar, Buenos Aires, 1960, tomo I, p.508). No se puede exigir una identidad absoluta porque ello resulta prácticamente
imposible. Como bien se agrega, "...no es preciso que exijamos una identidad absoluta o matemática entre los dos
términos de la correlación, hasta el extremo de que deba referirse a las menores modalidades de la conducta
humana,...vale decir, que la identidad de que se trata es naturalmente relativa: atañe a los elementos fácticos relevantes...
es admisible la diversidad entre ambos actos, siempre que ello no implique privar a aquél de su defensa." (VELEZ
MARICONDE, Alfredo. Derecho Procesal Penal. Lerner, Córdoba, 1982, tercera edición, primera reimpresión, tomo II, pp.
238, 239, 240). Se trata de buscar un justo equilibrio para establecer cuándo debemos recurrir a los correctivos de la
acusación y cuando no. Ese parámetro será siempre el derecho de defensa. En tal sentido se afirma con propiedad que
"la base de la interpretación está constituida por la relación del principio con la máxima de la inviolabilidad de la defensa.
Todo aquello que, en la sentencia, signifique una sorpresa para quien se defiende, en el sentido de un dato, con
trascendencia en ella, sobre el cual el imputado y su defensor no se pudieron expedir, cuestionarlo y enfrentarlo
probatoriamente, lesiona el principio estudiado" (MAIER, Julio. Derecho Procesal Penal Argentino. Hammurabi, Buenos
Aires, 1989, Tomo I, Volumen b, p.336). Por el contrario, aquellos datos fácticos intrascendentes desde el punto de vista
defensivo, no justificarán utilizar la ampliación de la acusación como correctivo, porque no existe vicio procesal que lo
justifique. Recordemos en tal sentido el requisito del interés procesal para corregir un vicio en el procedimiento. Desde
luego, tampoco se justifica utilizar el correctivo de la ampliación de la acusación en aquellos supuestos en que el cambio
favorezca la posición de la defensa. "Lo que no es necesario, por el contrario, es la indicación de las circunstancias
atenuantes o de todo lo que atenúa de cualquier modo el peso de la acusación, pudiendo el juez tener presente todo lo
que alivie la posición del imputado independientemente de que se le haga una comunicación al mismo", es decir con
independencia de que ello estuviere descrito en la acusación (BETTIOL, Giuseppe. Op. cit. p. 256). Desde luego, en
aquellos casos en que se dude sobre la posible afectación al derecho de defensa del imputado, lo recomendable es que
se proceda a ampliar la acusación, y sobre los cambios se le reciba nueva declaración al imputado, con la posibilidad de
suspender el proceso si fuere indispensable para preparar la defensa u ofrecer nuevas pruebas." 1992. SALA TERCERA,
No. 137-F de las 9,10 hrs. del 24 de abril.

68- RESPONSABILIDAD CIVIL - Propietario de vehículo con carta de venta protocolizada sin inscribir

" Se reclama la errónea aplicación de los numerales 12 y 38 del la Ley de Tránsito y 1045 del Código Civil, al condenar el
a quo al recurrente, a pagar en forma solidaria los daños y perjuicios causados, pese a que tuvo por acreditado que al
momento de la colisión, el vehículo ya no le pertenecía, lo que constaba en carta-venta debidamente protocolizada y en
tal sentido de proceder la condenatoria, la misma correspondería únicamente al valor del vehículo que seguía inscrito a su
nombre. Los argumentos expuestos resultan de recibo. El juzgador de mérito tuvo por acreditado en lo pertinente "14. Que
el vehículo placas [...] se encuentra inscribo (sic) en el Registro Público de la Propiedad de Vehículos a nombre de [del
demandado civil] 17). Que bajo razón de fecha cierta, el veintiuno de mayo de mil novecientos noventa, el Licenciado [...],
hizo constar haberle puesto razón notarial de fecha cierta a la compra-venta en la que [el demandado civil] venió (sic) a
[...], el vehículo [...]", y en tal sentido dispuso, que como el vehículo aparecía a nombre de [...], como propietario debía
responder en forma solidaria al pago de los daños, en aplicación del artículo 38 de la Ley de Tránsito, que dispone que el
propietario del vehículo es quien responde solidariamente junto con el conductor, aunque el artículo 12 de la misma ley,
refiere en lo conducente que "En caso de traspaso no presentado al Registro Público de la Propiedad de Vehículos
Motorizados si acaeciere un accidente será responsable civil de sus consecuencias el propietario del vehículo cuyo
documento de traspaso tuviere fecha cierta anterior al suceso". Lo expuesto, nos permite apreciar que en este caso quien
era propietario del vehículo y en consecuencia el posible responsable civil era el señor [...], a favor de quien se había
suscrito la carta venta y a quien incluso,[...], en tal condición se le hizo entrega del automotor, mientras que el [demandado
civil] sólo aparecía como propietario desde el punto de vista registral, por lo que de conformidad con la normativa indicada,
no resultaba responsable de los daños y perjuicios causados." 1992. SALA TERCERA, No. 128-F de las 14,10 hrs. del 22
de abril.

69- RESTITUCION DEL OBJETO MATERIAL DEL DELITO - No es necesario ejercer la acción civil para disponer la
restitución.

" El representante legal del Estado, apersonado en autos como actor civil, alega en el primer motivo del recurso por la
forma, la violación de los artículos 106 y 399 del Código de Procedimientos Penales en relación con el 400 inciso 5º
ibídem y el 103 del Código Penal, porque la sentencia no dispuso la restitución de las cosas en favor del Estado o en su
defecto de su valor, no obstante que declaró al acusado autor del delito de peculado. El mismo vicio se reclama en el
recurso por el fondo (cuarto motivo), donde se señalan como violados los artículos 103 del Código Penal, 122, 123 del
Código Penal de 1941, y el artículo 399 del Código de Procedimientos Penales, porque en criterio del recurrente esas
normas establecen en forma imperativa que toda sentencia condenatoria debe ordenar la restitución del objeto material del
delito, aunque la acción civil no hubiere sido intentada. El reclamo por el fondo es procedente, puesto que el artículo 103
del Código Penal vigente señala que una de las consecuencias civiles de todo delito es la restitución de las cosas objeto
del hecho punible o en su defecto el pago del respectivo valor; aspecto que reitera el artículo 123 del Código Penal de
1941 también en forma imperativa, al disponer que el condenado deberá restituir al ofendido la cosa objeto del hecho
punible y si no pudiere hacerlo, estará obligado a satisfacer su valor. Estas disposiciones deben necesariamente
relacionarse con la normativa procesal, en especial con el párrafo final del artículo 399 del Código de Procedimientos
Penales, al señalar que la restitución del objeto material del delito podrá disponerse aunque la acción civil no se
hubiere formulado, aunque no lo ordena en forma imperativa. En otros términos, el reclamo de los daños y perjuicios
provenientes del delito debe hacerse por medio de la acción civil resarcitoria, porque así lo condiciona la normativa
procesal; sin embargo esa misma condición no existe cuando se trata de la restitución del objeto material del delito. Ello
es así, conforme lo ha interpretado anteriormente esta misma Sala, porque la restitución no constituye una forma de
indemnización en sentido estricto (Sentencia Nº 52-F 10:35 hrs. 31 enero 1990, Sala Tercera)." 1991. SALA TERCERA,
No. 604-F de las 9,25 hrs. del 7 de noviembre.

70- SENTENCIA - Fundamentación contradictoria.

"[...]vicio de fundamentación contradictoria existe cuando la sentencia contiene partes, elementos, afirmaciones o
conclusiones que se excluyen entre sí, pero no cuando existan elementos de prueba que se contradigan, o contradigan
conclusiones del fallo. En la mayoría de los procesos penales existe contradicción, es más el contradictorio es uno de los
elementos básicos de un sistema de administración de justicia de mayor garantía, en el sentido de que lo afirmado por los
sujetos procesales (por ejemplo defensa y acusación) normalmente no siempre es coincidente. También es frecuente que
existan elementos de prueba contradictorios, no coincidentes, y que el Tribunal deba apreciarlos con base en las reglas de
la sana crítica para sustentar sus conclusiones, pero no constituye el vicio de fundamentación contradictoria el hecho de
que una de las pruebas (por ejemplo el dicho de un testigo) no coincida con las conclusiones del fallo, que se ha
sustentado en otros elementos de prueba (por ejemplo el dicho de otros testigos)." 1992. SALA TERCERA, No. 75-F de
las 8,55 hrs. del 13 de marzo.

71- SENTENCIA - Omisión de lectura por inasistencia de las partes no provoca nulidad.

" Como otro extremo del recurso por la forma se alega la violación del artículo 396 del Código de Procedimientos Penales,
en relación con el 421 ibídem, por cuanto la sentencia recurrida no se redactó ni firmó de acuerdo a lo dispuesto por esas
normas. Agrega el recurrente que "...el señor juez manifestó concluido el debate, que la sentencia sería leída horas más
tarde, pero nunca lo hizo; incluso el Juzgado estaba cerrado para la hora señalada de la lectura, agregando que al día
siguiente un escribiente, el señor [...], ante mi pregunta sobre el fallo manifestó que lo estaba terminando de pasar o de
mecanografiar..." [...]. No le asiste razón en su reparo. Consta en el acta de debate que éste se realizó el 21 de noviembre
de 1991 y que se señaló para la lectura de la sentencia las 19 hrs. del mismo día [...], y esa es la hora y fecha que lleva
el fallo respectivo. Igualmente, con vista de las aclaraciones solicitadas por esta Sala a la constancia que en su
oportunidad realizó el Secretario del respectivo Juzgado y cuya falsedad no ha sido acreditada, queda establecido que a
la hora de la lectura del fallo no había imposibilidad material para el ingreso a la sala de audiencias y que si tal acto no
se ejecutó fue "...porque no se encontraba nadie..." [...], lo que en modo alguno afecta la publicidad o notificación a los
interesados -pese a la irregularidad-, puesto que la lectura de la sentencia se hace "...ante los que comparezcan..." (ver
art. 396 en relación con el 421, ambos del Código de la materia), y no por el mero requisito de la formalidad ante la
ausencia de concurrentes. En todo caso también resulta claro que en ningún momento se afectó -por tal razón- el
conocimiento efectivo que las partes tuvieron del documento que aquí se discute. Con sustento en lo dicho debe
desestimarse el reclamo." 1992. SALA TERCERA, No. 324-F de las 8,30 hrs. del 24 de julio.
72- SUSPENSION DEL DEBATE -Forma de computar plazos cuando median asuetos concedidos por Corte Plena.

" La defensa del imputado [...] acusa, como primer motivo de su recurso por la forma, la nulidad del debate celebrado por
violación de los artículos 361, párrafo final, 194 y 145 del Código de Procedimientos Penales, al haberse excedido la
suspensión de aquel más allá de los diez días que permite la ley. Para la mayoría de esta Sala el reclamo no es de
recibo, por las razones que de seguido se dirán. A) Examinando el expediente se observa que la primera audiencia del
debate se inició a las quince horas del día 14 de diciembre de 1990, suspendiéndose a las diecisiete horas con veinte
minutos de ese mismo día y señalándose las trece horas con treinta minutos del 26 de diciembre próximo para la
continuación del mismo, fecha en que efectivamente se reanudó el debate, para suspenderse nuevamente a las quince y
treinta horas de ese mismo día, señalando entonces el a-quo las trece y treinta horas del día 2 de enero de 1991 para la
continuación del mismo, hora y fecha en que ciertamente se reanudó el debate, el cual se dio por concluido a las quince
horas y cuarenta y cinco minutos de ese día [...]. B) El problema lo presentan los días 24 y 31 de diciembre en que, por
disposición de la Corte Plena, sólo se trabajó durante la primera audiencia. La defensa alega que el a-quo debió contar
como hábiles estos dos días, por lo que entonces el término de diez días debía tenerse por vencido el día 31 de
diciembre. Por su parte, el a-quo hizo el respectivo cálculo para fijar la tercera audiencia del debate a partir de la "fecha
de inicio del debate" (14 de diciembre) y restando las dos audiencias o jornadas de trabajo que fueron declaradas de
asueto por la Corte Plena (computando, aparentemente, las dos primeras audiencias de los días 24 y 31 de diciembre,
como si sumaran entre las dos un día hábil). C) Ambos criterios (el de la defensa y el del a-quo) son parcialmente
errados. Ciertamente la Corte Plena puede determinar los días y horas de servicio en las oficinas judiciales, conforme al
inciso 14) del artículo 71 de la Ley Orgánica del Poder Judicial (adicionado por Ley N? 4087 de 8 de abril de 1968). Las
normas del Código de Procedimientos Penales a considerar sobre esta cuestión son las contenidas en los artículos 140 y
141. El primero en cuanto dice que los términos -sean individuales o comunes- "... vencerán en el instante que, según la
ley, deba cerrarse el despacho del tribunal u oficina donde haya de efectuarse la diligencia de que se trate"; y el segundo
(artículo 141) que indica que "En los términos por días no se contarán los feriados; y si vencieren en día feriado se
considerarán prorrogados de derecho hasta el día hábil siguiente" (la negrilla es suplida). Como se ve, nuestro Código de
Procedimientos Penales no prevé el caso de los días de media jornada de trabajo -como lo fueron los referidos días 24 y
31 de diciembre de 1990-, como tampoco los días de asueto que concede el Poder Judicial a sus servidores (los cuales
no puede equiparse a los días "feriados"), es decir, no existe norma expresa en dicho texto legal para resolver la
situación. Entonces, de conformidad con el artículo 5 de la Ley Orgánica del Poder Judicial (reformado por Ley N? 7020
de 6 de enero de 1986) procede aplicar supletoriamente el párrafo primero del artículo 147 del Código Procesal Civil, que
a la letra dice "Si el día final de un plazo fuere inhábil, se tendrá por prorrogado hasta el día hábil siguiente.

La misma regla se aplicará cuando se declare de asueto parte de ese día final". Así, efectuando el cálculo
correspondiente, tenemos que contar el término máximo de diez días hábiles a que se refiere el artículo 361 del Código de
Procedimientos Penales desde el día hábil siguiente al 14 de diciembre -tomando el día 24 de diciembre, como día hábil
completo (toda vez que fue feriado parcialmente y no es día final)- y así tenemos que el día final de dicho término lo fue
el día 31 de diciembre y en vista de que para este día la Corte Plena concedió asueto para la segunda audiencia del día,
se entiende que dicho plazo se tiene por prorrogado hasta el día hábil siguiente, a saber, 2 de enero de 1991, fecha en
que se reanudó y concluyó el debate celebrado en esta causa, por todo lo cual debe declararse sin lugar el reclamo."
(Hay voto salvado). 1991. SALA TERCERA, No. 694-F de las 10,35 hrs. del 20 de diciembre.

VOTO SALVADO DEL MAGISTRADO CASTRO MONGE:

"El suscrito Magistrado Castro Monge, salva su voto únicamente con respecto a la decisión de mayoría en relación al
primer motivo del recurso por la forma, con base en las siguientes razones: [...]. En el primer motivo de la impugnación se
reclama la vulneración del artículo 361 párrafo final, 194 y 145 del Código de Procedimientos Penales, al haber excedido
la suspensión del debate los diez días otorgados por ley, ya que el debate se inició en la segunda audiencia del 14 de
diciembre, se continuó el 26 de diciembre y se concluyó el 2 de enero del año en curso, no siendo atendible la excusa del
a-quo de que los días 24 y 31 de diciembre de 1990 no contaban, por ser de asueto. Efectivamente, lleva razón el
reclamo. Según acuerdo de Corte Plena tomado en la sesión número 89-90 del 26 de noviembre de 1990, artículo XXX,
se concedió asueto a las oficinas judiciales de todo el país, durante la segunda audiencia de los días 24 y 31 de
diciembre del mismo año. En este caso, el debate fue iniciado el 14 de diciembre, siendo suspendido y reiniciado el 26 de
diciembre, en ambas ocasiones en la segunda audiencia de la tarde, por lo que ya habían transcurrido siete días del
término legítimo de suspensión; posteriormente se volvió a suspender y se reabrió el día dos de enero de 1991 a las trece
horas con treinta minutos, cuando ya se habían cumplido los tres días que restaban para vencer el término citado, pues
habían sido hábiles los días 27 y 28, así como la primer audiencia del 31 de diciembre. El tribunal de instancia consideró
que las audiencias de los días 24 y 31 de diciembre, por trabajarse únicamente en la mañana, no se computaban dentro
del término de diez días antes citado, apreciación que resulta incorrecta si tomamos en consideración que antes del 1? de
setiembre de 1971 (ver sesión de Corte Plena, artículo VIII de 19-08-1971) se trabajaba en algunos despachos el día
sábado durante la primera audiencia y este día se consideraba hábil para todos los efectos; además en relación con el
mismo tema, esta Sala al conocer la interposición de un recurso, consideró que "el hecho de que el despacho en donde
deba presentarse la articulación trabajare uno o varios días solamente durante una audiencia, no es motivo legal para
ampliar el término, pues el artículo 140 ibídem establece que los términos comienzan a correr "desde que comience el día
subsiguiente a aquel en que se efectuó la notificación y vencerán en el instante que, según ley, debe cerrarse el
despacho..." sin hacer salvedad alguna respecto a que ese cierre se produzca o no en la segunda audiencia. (el
subrayado no está en el texto). Si legalmente el término puede fenecer en un día que se trabaje sólo durante la audiencia
de la mañana y no existe motivo alguno para variar el criterio respecto al cómputo del día trabajado en defecto, cuando
ese día laborable se ubica en día distinto a aquel que finaliza el término, debe concluirse que el recurso fue bien
rechazado," ..., "razón por la cual contaban para el término de interposición del recurso establecido por la quejosa, los
días veinticuatro y veintisiete" (Sala Tercera, V-87-A de las 15:30 horas del 26 de marzo de 1985).

El artículo 3 del Código de Procedimientos penales ordena además, que toda disposición legal que establezca sanciones
procesales, deberá interpretarse restrictivamente; en este caso, el debate, de conformidad con el numeral 361 ibídem, sólo
podrá suspenderse por un término, máximo de diez días bajo pena de nulidad, por lo que según lo expuesto, obviamente
el tribunal de mérito excedió dicho término, según se puede apreciar en la transcripción del acta del debate, que corre a
folios [...]. En punto al vicio alegado, se observa [...], que el recurrente interpuso incidente de nulidad que fue declarado
sin lugar, razón por la que hizo la correspondiente reserva, para recurrir en casación. De conformidad con lo expuesto, al
haber incurrido el juzgador de instancia en la vulneración que se alega, procede declarar con lugar el recurso." 1991.
SALA TERCERA, No. 694-F de las 10,35 hrs. del 20 de diciembre.
JURISPRUDENCIA PENAL RECIENTE

Cecilia Sánchez Romero


Directora del Centro Electrónico de Información Jurisprudencial

CONTENIDO

RESOLUCIONES DE LA SALA TERCERA

A- DERECHO PENAL

1- ABUSOS DESHONESTOS - La naturaleza del destrozo de vestimenta en contexto de agresión sexual permite establecer
consumación de ilícito.

2- AGENTE ENCUBIERTO Y AGENTE PROVOCADOR - Consideraciones sobre sus diferencias.

3- AGRESIÓN CON ARMA - Alcances del concepto "objeto contundente".

4- ALEVOSÍA - El acecho no es requisito indispensable para su configuración.

5- ALEVOSÍA - Requisitos del examen de tipicidad subjetiva y objetiva para establecer su existencia.

6- APLICACIÓN DE LA LEY PENAL COSTARRICENSE - Estafa mediante cheque - Recibo de bienes en territorio nacional
pese a pago con cheque sin fondos en el extranjero.

7- COHECHO PROPIO - Consideraciones sobre el significado y alcances del término "permitiere" contenido en el tipo -
Posibilidad de que la Sala dicte un procesamiento.

8- COHECHO PROPIO - Consumación no requiere aceptación de la dádiva o ventaja indebida.

9- COMISO DE BIENES PROVENIENTES DEL NARCOTRÁFICO - Alcances.

10- COMISO DE BIENES PROVENIENTES DEL NARCOTRÁFICO - Posibilidad de anular sentencia por falta de
fundamentación y resolver sobre devolución de bienes.

11- CORRUPCIÓN - Innecesario resultado material para configurar el delito.

12- CORRUPCIÓN AGRAVADA - Presencia voluntaria de madre de menor ofendida mientras se realizaban los actos corruptos
la convierte en coautora.

13- DENUNCIA CALUMNIOSA - Requisitos del tipo.

14- DESACATO Y RESISTENCIA - Diferencia en cuanto al bien jurídico tutelado en ambas figuras.

15- ENRIQUECIMIENTO ILÍCITO - Guarda de colegio que vende exámenes a los estudiantes.

16- ENSAÑAMIENTO - Elementos que lo definen.

17- ENSAÑAMIENTO - Elementos que lo definen.

18- ERROR DE TIPO - Inexistencia por no haberse demostrado falso conocimiento o ignorancia de los elementos típicos.

19- ESTAFA - Cómputo de la prescripción tratándose de un ilícito permanente vinculado a un ejercicio ilegal de la profesión.

20- FIJACIÓN DE LA PENA - La existencia de antecedentes penales por sí sola no justifica aplicación de pena más grave.

21- FRAUDE DE SIMULACIÓN - Traspasos aparentes de bienes para evitar liquidación de gananciales.
22- HOMICIDIO CALIFICADO - Muerte ocasionada para consumar robo.

23- HOMICIDIO CULPOSO - Alegato sobre costumbre de navegación fluvial nocturna sin señales luminosas que está en
contradicción con el ordenamiento jurídico.

24- HOMICIDIO CULPOSO - Caso fortuito por desperfecto en frenos excluye responsabilidad pese a infracción de tránsito por
viajar personas fuera de la cabina.

25- HURTO - Apoderamiento de reloj de persona fallecida.

26- HURTO DE TITULO VALOR - Independencia de la falsificación y uso posterior del documento.

27- INFRACCIÓN A LA A LEY DE PROTECCIÓN DE FAUNA SILVESTRE - Inexistencia de actos ejecutivos propios de la caza
- Sanción de multa como pena principal impide aplicar prisión.

28- LEGITIMA DEFENSA - Consideraciones sobre sus requisitos.

29- LESIONES GRAVES - Lanzamiento de piedras junto con varias personas para lesionar a otro implica aceptación del
resultado lesivo.

30- NO EXIGIBILIDAD DE OTRA CONDUCTA - Agresión y amenazas a concubina para obligarla a introducir droga en el penal.

31- PECULADO - Irrelevancia de la naturaleza pública o privada de bienes entregados en custodia al funcionario.

32- PIRATERÍA - Omisión de portar cartas de navegación provocadora de explotación ilegítima de riquezas ictiológicas.

33- POLICÍA MUNICIPAL - Carácter de policía administrativa - Validez de su intervención frente a un hecho flagrante.

34- PRIVACIÓN DE LIBERTAD AGRAVADA - Acuerdo de voluntades que se manifiesta en diversos actos independientes pero
con una misma finalidad excluye concurso material.

35- ROBO AGRAVADO - Alcances del concepto "fractura de puerta".

36- ROBO AGRAVADO - Aplicación de teoría de la disponibilidad para definir consumación.

37- ROBO AGRAVADO - La violencia sobre las personas no necesariamente debe ser efectiva y actual.

38- ROBO AGRAVADO - Posibilidad de disposición de los bienes excluye tentativa.

39- SUMINISTRO DE DROGAS - Ofrecimiento ocasional de droga para consumo excluye riesgo para el bien jurídico tutelado.

40- TENTATIVA DE EXTORSIÓN - Necesidad de arrepentimiento activo en los casos de tentativa acabada.

41- TRAFICO INTERNACIONAL DE DROGAS - Innecesario cumplimiento de totalidad de plan propuesto para tenerlo por
configurado.

42- USO DE DOCUMENTO FALSO CON OCASIÓN DE ESTAFA - Contenido volitivo de la acción generalmente no tiene prueba
directa.

43- VIOLACIÓN - Lo determinante de la intimidación es su idoneidad para reducir la oposición de la víctima y por ello debe
analizarse en cada caso.

B- DERECHO PROCESAL PENAL

44- ACCIÓN CIVIL RESARCITORIA - Excepción de falta de personería es de resolución previa - Innecesario aportar prueba que
ya consta.
45- ALLANAMIENTO - Necesario cumplimiento de garantías procesales - Naturaleza espuria de prueba obtenida a través de
diligencia ilegítima.

46- ALLANAMIENTO - Obligación de respetar garantía constitucional - Nulidad de actos dependientes de diligencia
irregularmente practicada.

47- APELACION CONTRA AUTO DE ELEVACION A JUICIO - Omisión de audiencia al Ministerio Público genera nulidad
absoluta.

48- CASACION POR LA FORMA - Casos en que resulta innecesario el reenvío y la Sala entra a resolver el fondo.

49- CITACION DIRECTA - Aplicación a los casos de flagrancia resalta los principios del sistema acusatorio.

50- CITACION DIRECTA - Casos de flagrancia en que resulta aplicable.

51- CITACION DIRECTA - Obligación ineludible de notificar requerimiento fiscal.

52- CORRELACION ENTRE ACUSACION Y SENTENCIA - Introducción al proceso de circunstancia agravante - Formulación
de recurso por el fondo permite resolver sin ordenar el reenvío.

53- CORRELACION ENTRE ACUSACION Y SENTENCIA - Omisión de señalar contenido de acusación o remisión a citas de
folios donde se localiza el requerimiento no siempre provoca nulidad.

54- COSTAS PROCESALES - Validez de fijación basada en prueba no incorporada al debate.

55- DECLARACIONES ANTE LA POLICIA - Sentencia basada en versión de la policía sobre supuesta declaración de personas
no traídas al proceso es absolutamente nula.

56- DENUNCIA - Valoración como acto procesal -Abstención del ofendido para declarar no implica desaparición de la instancia.

57- DERECHO DE ABSTENCION - Parentesco entre primos hermanos está fuera del privilegio.

58- FUNDAMENTACION DE LA SENTENCIA - Omisión de dar cuenta del contenido de las indagatorias viola el derecho de
defensa y el debido proceso.

59- FUNDAMENTACION DE LA SENTENCIA - Requisitos para que la fundamentación jurídica sea completa.

60- GARANTIAS PROCESALES - Deber de observarlas rigurosamente en cualquier instancia.

61- IN DUBIO PRO REO - Aplicación por parte de la Sala frente a duda sobre connotación sexual de tocamiento.

62- IN DUBIO PRO REO - Posibilidad de análisis en casación.

63- INCORPORACION DE INDAGATORIA - Validez por obedecer a un acto propio de libertad del imputado

64- INHIBITORIA - Juicio de certeza emitido en procesamiento impide a juez instructor integrar tribunal de juicio.

65- INTEGRACION DEL TRIBUNAL CON UN ANTERIOR REPRESENTANTE DEL MINISTERIO PUBLICO - La formulación de
requerimiento de instrucción contiene valoración de fondo que amerita inhibitoria como juez.

66- MANIFESTACIONES EXTRAPROCESALES - Casos en los que resulta admisible su valoración probatoria.

67- MANIFESTACIONES EXTRAPROCESALES - Inexistencia de relación con derecho de abstención - Posibilidad de declarar
sobre lo dicho por pariente que se abstuvo.

68- NULIDAD DE SENTENCIA - Omisión de firma del fallo integral y ausencia a lectura.

69- PRINCIPIO DE IDENTIDAD FISICA DEL JUEZ - Integración distinta del tribunal para la lectura integral de la sentencia no
afecta garantías procesales.
70- PRORROGA EXTRAORDINARIA - Improcedencia de su revocatoria para dictar un procesamiento.

71- PRUEBA - Necesaria evacuación de toda la ofrecida salvo manifiesta impertinencia - Presencia de testigo en sala de debate
no excluye su declaración.

72- PRUEBA DOCUMENTAL - Posibilidad de ordenar prueba en casación para constatar documento que no reúne formalidades
legales.

73- PRUEBA DOCUMENTAL - Posibilidad de que la Sala solicite cualquier certificado que pretenda aclarar los términos de un
documento público.

74- PRUEBA SOBRE ESTADO CIVIL DE EXTRANJERO NO INSCRITO - Aplicación del principio de libertad probatoria.

75- RECURSO DE CASACIÓN - Efectos de interposición subsidiaria respecto de incidente de nulidad de notificación.

76- RECURSO DE CASACION - Constitucionalidad de las condiciones de interposición - Imposibilidad de adicionar nuevos
motivos.

A- DERECHO PENAL

1- ABUSOS DESHONESTOS - La naturaleza del destrozo de vestimenta en contexto de agresión sexual permite
establecer consumación de ilícito.

"[...], "abusar deshonestamente" es aprovecharse mal, excesiva, injusta, impropia o indebidamente del cuerpo de una persona,
haciéndolo objeto de trato sensual, impúdico, obsceno, concupiscente o lascivo -desde un punto de vista objetivo (basta con que el
acto sea objetivamente impúdico, conforme al pudor o reserva sexual aceptada como norma social por la generalidad de las personas
en una cultura dada, siendo irrelevante que haya o no excitación o satisfacción sexual por parte del autor o que la víctima tenga o no
conciencia de lo que el hecho significa)- contra su voluntad expresa o presunta, valiéndose para ello, entre otras hipótesis legales, de
violencia corporal o intimidación. A lo anterior debe agregarse que el bien jurídico tutelado por el tipo de abusos deshonestos es la
esfera de reserva, decoro, pudor y libertad sexual de las personas contra las acciones que puedan lesionarlo. En el presente caso se
constató la existencia de una verdadera agresión sexual, realizada por el acusado contra la ofendida, pues la acometió
"avalanzándose" sobre ella en el asiento del carro, "desgarrándole la ropa y tocándole su cuerpo", mediante violencia corporal (por la
lucha cuerpo a cuerpo ya descrita) e intimidación (por la exhibición del arma de fuego), diciéndole que quería "meterle un dedito" se
entiende -dado el contexto- que en la vagina o en el ano, todo lo cual lesionó severamente la esfera de reserva, decoro, pudor y
libertad sexual de la víctima. Vale la pena destacar que en este caso no solo hubo contacto físico entre los sujetos activo y pasivo -
violencia que objetivamente es de carácter sexual-, sino que además fueron desgarradas las ropas de la ofendida, lo cual implica
objetivamente, de por sí -dado el contexto-, la violación de la reserva y pudor que funcionalmente protege la ropa. Según los estudios
de la conducta humana: «…básicamente, la ropa que nos ponemos cumple tres funciones: comodidad, pudor y apariencia (...) la ropa,
además de protección contra el tiempo, protege nuestro pudor; en este aspecto, su misión es disfrazar ciertas señales corporales.
Desde que el hombre camina erecto no puede evitar la realización de una exhibición sexual cuando encuentra a un semejante (...) Si
el hombre desea evitar la descarada presentación de sus partes pudendas, no tiene más remedio que esconder esa zona de alguna
forma; esto explica que la cobertura mínima, el "taparrabos", sea el elemento más internacional en el vestir humano, el último que se
quita cuando uno se despoja de sus ropas. Un factor adicional a favor del pudor en el vestir es el dramático incremento de la
población. Después de vivir millones de anos en mínimos grupos tribales, el hombre se mueve ahora en muchedumbres urbanas,
rodeado por gente en su mayoría extraña, por lo que las señales sexuales tienen que reducirse al mínimo.

Incluso en países cálidos la cobertura del cuerpo abarca mucho más que la zona genital y la razón es clara: el cuerpo humano es una
masa de señales del género a que pertenece; cada curva del cuerpo, cada forma o prominencia transmite sus señales básicas a los
ojos del interesado... En ambos casos esos elementos visuales son, en potencia, excitantes para el sexo contrario. Si se quiere
disminuir un impacto no hay más remedio que disimularlos lo más posible. En épocas diferentes y distintos países las reglas sociales
del pudor han variado, pero el principio básico continúa siendo el mismo») (MORRIS, Desmond: Señales vestuarias, texto reproducido
en la antología Cultura y Signos: La Humanidad y su Entorno Hoy, Universidad de Costa Rica, 1994, págs. 82 a 85).

La anterior cita plantea e ilustra muy bien la función que cumple la ropa en la tutela del pudor, de la esfera de reserva, decoro y
libertad sexual de las personas (además de brindarles comodidad y apariencia -status social-), que a su vez es el bien jurídico tutelado
por el tipo penal en comentario. Por muchas razones se puede explicar que un sujeto rompa las vestimentas de otra persona, como
sucede cuando un médico recibe en emergencia un herido de gravedad o cuando las ropas se desgarran con motivo de una lucha
cuerpo a cuerpo, o cuando se rompen por el mero deseo de causar un daño. Pero cuando las ropas se destrozan en el contexto de
una agresión sexual, como en el presente caso, en que el autor, contra la voluntad de su víctima, se valió de su fuerza para desgarrar
con sus manos parte de la vestimenta de aquella, para "meterle el dedito", la acción es de por sí abusiva y deshonesta, como se dijo
anteriormente, porque efectivamente violenta el bien jurídico tutelado. Por todo lo expuesto, se llega a la conclusión de que la
verdadera calificación jurídica del hecho debe ser la de Abuso deshonesto consumado y que como tal debió sancionarse, sin embargo,
por imperativo del artículo 459 del Código de Procedimientos Penales -en vista de este recurso formulado por la defensa-, la
resolución no puede ser casada en perjuicio del imputado en cuanto a la especie o cantidad de la pena ni a los beneficios acordados,
por lo que, resolviendo el hecho de acuerdo con la ley aplicable, únicamente procede recalificar los hechos como constitutivos del
delito de abusos deshonestos cometido por R.R.V. en perjuicio de L.M.B., pero declarando sin lugar la pretensión formulada por el
recurrente, para que sea absuelto de toda pena y responsabilidad a su patrocinado." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 329-F
de las15,40 hrs. del 8 de junio.

2- AGENTE ENCUBIERTO Y AGENTE PROVOCADOR - Consideraciones sobre sus diferencias.

"Como primer agravio del recurso por vicios in procedendo interpuesto por la defensa del imputado J.C.M.G., se acusa la
inobservancia de los artículos 393, párrafo segundo, y 400, inciso 22 del Código de Procedimientos Penales, por violación a las reglas
de la sana crítica racional, toda vez que -alega la defensa- el Tribunal de mérito obtiene certeza sobre la participación de su
patrocinado en el almacenamiento y tráfico de drogas por el mero hecho de que dentro de un operativo policial, en el cual no figuraba
M.G., en forma circunstancial su defendido se ve envuelto en este problema, sin que exista más prueba en su contra que ese mero
acto policial consistente en el llamado delito experimental, el cual, de acuerdo a la jurisprudencia de la Sala Constitucional, puede
constituir prueba pero no puede ser considerado como un delito en sí. A afecto de resolver este agravio es necesario repasar las
siguientes consideraciones jurisprudenciales: «Esta Sala ya se ha pronunciado sobre este problema al examinar la actuación de los
policías en delitos relacionados con drogas, cuando éstos se infiltran dentro de las organizaciones delictivas con el fin de descubrir a
quienes intervienen de esa actividad ilícita. Pero conviene reiterar y resaltar algunas distinciones importantes para no incurrir en
esquemáticos formalismos que nos pueden conducir a resultados inciertos. En primer término es indispensable distinguir y nunca
equiparar lo que constituye en sentido estricto un "agente provocador" de lo que configura un "agente encubierto", pues no en todos
los casos en que interviene un policía o alguna persona infiltrada por ella para detectar una organización y una actividad ilícita, hay
provocación. En sentido estricto se da el "agente provocador" cuando una persona, sea policía o actuando en nombre de ella,
determina la consumación del ilícito, haciendo que otra u otras personas incurran en un delito que probablemente no se habían
propuesto realizar con anterioridad, para lo cual puede infiltrarse en una organización manteniendo contacto permanente con las
personas que va a inducir o bien tener simple contacto con ellas de manera ocasional.

Existe provocación en todos aquellos supuestos en los cuales el agente provoca la consumación de un ilícito que el inducido no se
había planteado consumar con anterioridad, y por ello se afirma que se trata de una situación del todo experimental. En nuestro
ordenamiento no podría ser admisible esta posición de parte de la policía pues su deber debe dirigirse a descubrir a los autores de
hechos delictivos, pero no a realizar mecanismos para tentar a las personas a realizarlos, y menos provocar su consumación en
circunstancias en que la persona inducida no se había planteado con anterioridad. Las autoridades públicas no pueden válidamente
inducir a otra persona a cometer un primer delito, pero la situación es distinta cuando intervienen para acreditar que una persona ya se
dedicaba a esa misma actividad ilícita en otras ocasiones o cuando el delito es permanente y la intervención se produce en una fase
sucesiva. En realidad en sentido amplio el "agente encubierto" se presenta en todos aquellos casos en que se infiltra una organización,
o se tiene contacto incluso ocasional con otra persona dedicada a realizar hechos delictivos, con el fin de poner al descubierto a esas
personas y someterlas a proceso penal, procurándose dos cosas básicas: por un lado obtener la prueba necesaria para acreditar el
comportamiento ilícito de esas personas, y por otro tomar las precauciones necesarias para evitar que dichos sujetos alcancen el
resultado que se proponían en el caso concreto. Los delitos que mejor se prestan para esta forma de actividad policial son los de
encuentro o aquellos que requieren de transacciones sucesivas como el tráfico de drogas.

Pero en este caso no podemos hablar de provocador en sentido estricto, pues ya la persona contactada por la policía había optado
por dirigir su comportamiento hacia el hecho delictivo, y en la mayoría de los casos ya había consumado una o varias veces ese
mismo delito, y los funcionarios o los agentes encubiertos (puede ser un particular incluso) intervienen con el fin de ponerlo en
descubierto y para procurar elementos de prueba indispensables para demostrar que ese sujeto se dedica a esa actividad ilícita. En
materia de drogas por lo general la distinción es mucho más clara, pues en la mayoría de los casos el investigado ya había
consumado el delito antes de que interviniera el agente encubierto, al no requerirse de la venta o el transporte de la droga para que se
consume el delito, sino que la simple posesión de la droga con fines de tráfico constituye un delito consumado, mucho antes de que el
encubierto comprara. Como bien se afirma en doctrina "…no ocurre lo mismo cuando el agente actúa como simulado comprador de
las sustancias prohibidas, pues en este caso, su intervención aparece como un factor extrínseco e independiente de la acción delictiva
y no elude la adecuación típica y la peligrosidad de la misma. Nos hallamos ante una de esas hipótesis en las que el instigado incurre
en responsabilidad penal al haber ya consumado el delito... con la venta de la mercancía, o, en todo caso, con la posesión con destino
al tráfico de la misma, destino que ha surgido al exterior a través del ofrecimiento del producto. La intervención del agente dimana en
tales supuestos de situaciones criminales ya existentes que presentan una indudable relevancia penal..." (REY HUIDOBRO, Luis
Fernando: El Delito de Tráfico de Estupefacientes, Barcelona, Casa Editorial Bosch, 1987, pág. 223). Estas formas de actuación
policial son muy utilizables, también, para descubrir y sancionar a los funcionarios públicos corruptos, que suelen buscar retribuciones
indebidas y dádivas con ocasión del cargo que desempeñan. Como bien lo ha señalado la Sala Constitucional, "...con lo anteriormente
expuesto, no se le está restando -a dichas autoridades- la posibilidad de actuación corno partícipes en lo que la doctrina conoce como
delito expeirmental, sea el planteado como medio para corroborar, corno un elemento probatorio más, una fundada sospecha sobre la
conducta ilícita de un sujeto, verbigracia, el recibir una dádiva como retribución para realizar un acto contrario a sus deberes o para no
hacer o retardar un acto propio de sus funciones, casos en los que la participación de los agentes o colaboradores designados por
éstos, resulta de suma importancia para darle mayor solidez a la prueba ya existente y la corroboración de determinadas conductas,
para la eventual demostración del hecho, que en todo caso no podrá ser acreditado con la sola prueba referida al "experimento".

De tal modo que, si el cuerpo policial planeó el operativo que se cuestiona, con la finalidad, según se desprende del libelo, de
determinar que el amparado se dedicaba en forma habitual a recibir dádivas como retribución para no observar los deberes inherentes
a su función -de conformidad con las fundadas sospechas que de esas actuaciones tenía el Ministerio Público, como se desprende del
libelo, lo así actuado no resulta arbitrario..." (Sala Constitucional, sentencia N° 1169-94 de 10:57 hrs. del 2 de marzo de 1994; y en
materia de drogas véase en el mismo sentido la N° 477-94 de 15:36 hrs. del 25 de enero de 1994). Como bien lo apunta la Sala
Constitucional, la actividad encubierta de la policía es lícita en la medida en que se dirija a acreditar que una persona ya se dedicaba a
una actividad delictiva, y aún cuando dicha Sala denomine ello como "delito experimental" lo cierto es que se trataría sólo de una
nomenclatura que no puede conducirnos a desconocer ese procedimiento, en los términos señalados con anterioridad, como válidos y
constitucionales en nuestro sistema de derecho. Para tales efectos debe tomarse en cuenta que al señalar la Sala Constitucional que
la actividad del agente encubierto no puede constituir la prueba única, se está refiriendo lógicamente a que éste medio de prueba debe
ser realmente confrontado con otros, de los cuales podamos concluir con certeza, según las reglas de la sana crítica, que la persona
se dedica a esa actividad ilícita que le fue descubierta. En otras palabras, no es suficiente con que un policía afirme que pudo llegar a
comprarle droga a una persona para que deba concluirse con certeza que aquella persona se dedica al tráfico de drogas. Es
necesario, además, corroborar que varios policías realizaron en efecto un operativo, mediante el cual vigilaron por algún tiempo la
casa del investigado, para apreciar si a ella se acercaban posibles compradores de droga, y luego con billetes previamente marcados
por la autoridad se envía a una persona encubierta para adquirir droga, para posteriormente realizar una diligencia de allanamiento,
previa orden de autoridad jurisdiccional, donde confirmen aquella indicación dd agente encubierto, ya sea por el decomiso de droga,
del dinero marcado y de otras evidencias que señalen que aquel sujeto se dedicaba desde antes a la venta de drogas. En igual
sentido, en otros casos deberá comprobarse el dicho del agente encubierto con otro tipo de constataciones, como por ejemplo la
existencia de gran cantidad de droga en manos de los investigados, que denote que se trata de intermediarios. Pero en esos
supuestos no es suficiente la sola y simple versión del agente encubierto, sino que ésta debe relacionarse con otros medios de prueba
como los citados, para llegar a conclusiones certeras en este campo. Pero la Sala Constitucional no señala que la actividad del agente
encubierto no tenga ninguna validez probatoria, y no podría hacerse esa indicación en un sistema de libre apreciación de la prueba,
pues ello debe analizarse conforme a las reglas de la sana crítica sólo caso por caso» (Sala Tercera, V-22-F de las 9:20 horas del 20
de enero de 1995). Conforme al hecho que fue objeto de la acusación, el fin del presente proceso no es reprochar al imputado M.G. el
hecho de haber vendido droga al agente encubierto L.C.C., sino la circunstancia de poseer en la casa -junto a los otros acusados-
droga para el tráfico, suceso del cual tenía conocimiento la policía y que fue corroborado por la investigación y acción policial, a raíz de
la cual fue decomisada en la vivienda la droga que ahí se mantenía, así como otros artículos utilizados para el almacenamiento,
empaque o distribución de aquella, de manera que la valoración de la prueba testimonial y documental realizada por el Tribunal de
mérito no violenta las reglas de la sana crítica racional. Por todo lo expuesto se declara sin lugar el reclamo." 1995. SALA TERCERA
DE LA CORTE, N° 366-F de las 9,05 hrs. del 30 de junio.

3- AGRESION CON ARMA - Alcances del concepto "objeto contundente".

"[...], el a quo tuvo por demostrado que el justiciable cuando conversaba con la trabajadora social A.S. "procedió a lanzarle sobre sus
piernas un escritorio que lo separaba de ella lo que hizo sobre sus rodillas causándole moretones y molestias en sus miembros
inferiores" [...]. En otro orden de cosas, ya esta Sala ha señalado que "Cuando la norma 140 del Código Penal utiliza la terminología
"objeto contundente", introduce en el tipo un elemento normativo que requiere de una valoración jurídica dependiente del intérprete.
Objeto contundente es el que, utilizado para un acometimiento, podría producir un daño en el cuerpo de la persona y dejar o no
evidencia externa. Entonces, jurídicamente entendida, la contundencia de una cosa se debe en primer lugar a la finalidad de quien la
emplea, esto es para golpear a la víctima; y en segundo término, a la posibilidad de que tal uso pueda causar un daño en los términos
antes dichos. La contundencia no puede depender de un aumento del poder ofensivo, que naturalmente tiene quien utiliza el objeto,
pues tal razonamiento conduciría a absurdo."(Sala Tercera, V-543-F de las 8:50 hrs. del 13 de noviembre de 1992). De manera que
independientemente de que el imputado pudiese optar por agredir a la perjudicada por otros medios, lo cierto es que se logró
demostrar que utilizando el escritorio (objeto contundente), lo lanzó contra la humanidad de la señora S.S. impactándola en sus
piernas, acción que encuadra en la figura típica de la Agresión con Arma." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 375-F de las
15,30 hrs. del 30 de junio.
4- ALEVOSIA - El acecho no es requisito indispensable para su configuración.

"Alegando violación del artículo 112 inciso 3 del Código Penal, el representante del Ministerio Público reclama que no se tuviera los
hechos probados como constitutivos del ilícito de Homicidio Calificado, siendo que se tiene por demostrado que el encausado actuó
sobreseguro. En la sentencia, el a quo tiene por comprobado que el imputado ubicó al olendido desde la puerta del bar, lugar en que
hizo los disparos que concluyeron con la vida de aquel [...]. Lleva razón el recurrente. Erróneamente el tribunal de juicio descarta la
existencia de la alevosía por no haber existido acecho, asimilando ambos términos, cuando en realidad el acecho puede ser una forma
de alevosía, mas no toda alevosía es acecho. Entendida aquella como una forma de realizar el tipo básico (homicidio), procurando
minimizar el riesgo para el agente que implicaría una eventual reacción defensiva de la víctima o un tercero (ver voto de esta Sala
número 27-F de las 8:45 del 21 de enero de 1994), se nota cómo pueden surgir otras hipótesis en que tal propósito se logre sin tener
que recurrir al acecho. En el presente asunto, obviamente la agresión dirigida contra el occiso, quien se encontraba ingiriendo licor en
un bar, fue inesperada, o imposibilitó la reacción de éste u otra persona, máxime si se toma en cuenta que los disparos se efectúan,
según el fallo, una vez localizado el ofendido por el recién llegado, desde la puerta del local, lo que disminuye aún más la
previsibilidad de la acción y la posibilidad para el agraviado de defenderse o para un tercero de evitar la agresión. Así las cosas, se
constata entonces que efectivamente el homicidio cometido, según lo tuvo por demostrado el tribunal, fue calificado por la alevosía."
1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 297-F de las 9 hrs. del 26 de mayo.

5- ALEVOSIA - Requisitos del examen de tipicidad subjetiva y objetiva para establecer su existencia.

"El defensor público del imputado, reclama errónea aplicación del artículo 112 inciso 3), e inaplicación de los artículos 1, 11, 16, 20 y
111, todos del Código Penal, y, 393 del Código de Procedimientos Penales. Analizando el defensor, con apoyo en la doctrina y
jurisprudencia que invoca, los requisitos objetivos y subjetivos para la concurrencia de la alevosía y el ensañamiento, alega que tales
requisitos no se produjeron en este caso, solicitando, por tanto, la recalificación al delito de homicidio simple. Sin embargo, la Sala no
participa de la tesis del defensor. En cuanto a la agravante de la alevosía ya prevista ha señalado que: La voz «alevosía» (a la que
alude directamente -o por relación- nuestro Código Penal en sus artículos 112, 126, 137, 140 párrafo segundo y 141 párrafo segundo)
se entiende, comúnmente, como la "cautela para asegurar la comisión de un delito contra las personas, sin riesgo del delincuente..." y
en modo adverbial («con alevosía») como "A traición y sobre seguro" (así, Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia
Española y el Diccionario Enciclopédico de la Editorial Océano). La idea fundamental de la alevosía es el empleo procurado o
aprovechado de circunstancias de hecho conforme a las cuales el agente asegura la realización del hecho sin peligro o riesgo para su
persona ante la reacción que pueda provocar su ataque, es decir, su fundamento radica en "la mayor facilidad para realizar el delito y
la menor posibilidad de defensa contra el mismo" (ANTON ONECA: Op. Cit., pág. 387), circutistancia que califica el delito en tanto
acentúa lo injusto de la acción prohibida, por la forma intencional e inevitable en que se produce. De esta manera los suscritos
Magistrados consideramos que la calificación de alevosía es de naturaleza objetiva, en tanto es un elemento gramatical que señala el
modo o manera específica en que se debe realizar la acción (tipo básico) y consiste en el empleo consciente y voluntario, procurado o
aprovechado, de circunstancias de modo, tiempo y lugar para la ejecución de la acción típica tales que permitan lograr el doble
propósito de asegurar la realización de los elementos del tipo objetivo básico (aseguramiento del hecho) y de eludir o minimizar a un
grado inocuo todo riesgo para sí que pudiera derivarse de la reacción defensiva del ofendido o de terceros que puedan o deban
oponerse a su acción (y no que simplemente puedan reaccionar posteriormente, esto es, después de su ocurrencia). De esta manera,
cuando la admite la ley, la concurrencia de la alevosía da lugar a un tipo colateral, en relación con el tipo básico. Así, pues, tratándose
del delito de homicidio calificado por alevosía, el examen de tipicidad subjetiva y objetiva de la conducta deberá verificar en cada caso
si el autor tuvo conocimiento y voluntad de causar la muerte a una persona procurando o aprovechando circunstancias de modo,
tiempo y lugar para la ejecución de la acción tales que le permitían lograr el doble propósito de asegurar la muerte de la víctima y de
eludir o minimizar todo riesgo para sí que pudiera derivarse de la reacción defensiva de aquella o de un tercero para oponerse a su
acción. Es decir, no basta con que la víctima se encuentre en situación de indefensión que le impida oponer una resistencia que se
transforme en un riesgo para el agente, sino que el autor debe haber conocido y querido realizar la acción en tales circunstancias.

Conforme a tales principios, no se puede calificar el homicidio por la sola cucunstancia objetiva de que la víctima está en situación de
indefensión, circunstancia que puede ser ajena por completo y aun contraria a la voluntad del autor e invencible, sino que además se
requiere el haber buscado dolosamente esa situación o haberse aprovechado de ella en determinado momento, para evitar totalmente
o minimizar a un grado inocuo la defensa de la víctima que es capaz y está en condiciones de oponerla o la defensa de un tercero que
puede o debe hacerlo. A su vez, como consecuencia de la tipicidad objetiva, no se configura la alevosía cuando el sujeto cree
erróneamente que actúa sobre seguro y objetivamente sobreviene una defensa efectiva contra su ataque, o cuando la indefensión no
sea inicial sino sobreviniente, por lo que, v.gr., si se inició la lucha cuando la víctima podía defenderse y luego, caída y desarmada,
continúa el reo la agresión; en ambos casos no se califica el hecho ya que la alevosía debe referirse a la totalidad del acontecimiento
(unidad de acción) ..." (V-27 F, 8:45 hrs., 21/1/94).
II.- Delineadas así las características esenciales de la alevosía, del estudio de los fundamentos del recurso y de los de hecho y de
derecho de la sentencia de mérito, concluye la Sala con los juzgadores de instancia en la existencia de dicha agravante en el presente
caso. En efecto, en especial del hecho acreditado c), se obtiene que encontrándose el ofendido en el Bar [...], el día de los hechos,
"ingiriendo licor y observando la televisión en compañía de algunos amigos, de pie, desarmado y dando su espalda hacia la puerta de
ingreso, "de un pronto a otro", (sic), ingresó el imputado B.N., portando consigo el machete, le hizo alguna manifestación verbal
referente a que así era como quería encontrarlo y de inmediato le propinó un primer machetazo cuando éste se está volteando, que lo
tumbó al suelo, aprovechando el imputado para seguirle propinando machetazos en diversas partes de su cuerpo, ante las súplicas
del ofendido quien le rogaba que no lo matara, no obstante el encartado continuó con su ataque, sin que los allí presentes pudieran
socorrer al ofendido por la impresión causada frente a tales hechos.". Luego, el siguiente hecho acredita la cantidad de heridas en las
diversas partes del cuerpo del perjudicado, quien falleció cuando era trasladado al hospital. El Tribunal realizando una valoración
congruente, señala cómo todos los testigos presenciales fueron contestes en que fue tal la rapidez de la acción del imputado, sea
entre la manifestación verbal que le hizo al ofendido ("así era como quería encontrarlo") y el propinarle el primer machetazo ("de
inmediato") por la espalda, cayendo al piso, seguido de los múltiples machetazos en diferentes partes del cuerpo de la víctima, pese a
sus súplicas de que no lo matara, de modo que, racionalmente, ninguna posibilidad oportuna de auxilio pudieron los testigos realizar.
Ahora, relativo al medio empleado: un machete; al modo: un primer machetazo por la espalda, seguido de otra cantidad en diferentes
partes del cuerpo de la víctima ya éste en el suelo, el Tribunal se funda, básicamente, en lo declarado por los testigos G.C.N..
R.A.D.D.. M.C.V. y H.A.A. [...]. No cabe duda alguna de que el imputado aprovechó la circunstancia de encontrar de espaldas al
ofendido para, a traición y sobre seguro. sea sin ningún riesgo para él ante una eventual defensa que pudiere haber ejercido la víctima
o alguno de los presentes, dada la sincronización o lo inmediato entre la frase que le refirió al ofendido y el asestamiento del primer
machetazo por la espalda, quien cae al suelo y en esa ubicación recibe otra serie de heridas cortantes en distintas partes de su cuerpo
que instantes después le produjeron la muerte.

En tales circunstancias, bastó para la configuración de la agravante el haber aprovechado el imputado atacar por la espalda con un
medio tan importante como lo fue el utilizado, y luego proseguir su despiadado ataque, ya en el suelo la víctima, quien le imploraba
que no lo matara, no obstante continuó con su deliberado propósito al extremo de ocasionarle múltiples heridas (alrededor de treinta y
cinco heridas, según indica el fallo, detalló el informe policial [...], con las consecuencias conocidas, todo sin ningún riesgo para el
autor que pudiere haber provenido del propio ofendido o de un tercero, situación jurídica que definitivamente es la que acentúa la
configuración de la causal de agravación en estudio, pues aparte de que fue manifiesta la voluntad de causar la muerte quedó
evidenciado el propósito del agente de causarla en las señaladas condiciones. Hay pues suficientes fundamentos para concluir en que
el ataque homicida fue súbito, sobre seguro, y tendió su ejecución a asegurarlo sin riesgo alguno para el imputado que pudiese
provenir de la víctima como reacción defensiva. Lo que viene expuesto resulta bastante para rechazar los reproches del defensor,
básicameute, en cuanto argumenta que no quedó demostrado "cuál fue la capacidad de respuesta del ofendido", toda vez que
conforme a lo acreditado, no hubo mínima oportunidad defensiva de parte de la víctima por estar descuidada de la acción ventajosa y
desprovista de peligro para el agresor, como racionalmente tampoco se podía exigir, dada la rapidez de la acción como se pretende
un pronto auxilio al ofendido de parte de los testigos presenciales; e igualmente cabe desestimar el reproche en punto al requisito
objetivo alegado en sentido de que, el actuar sobre seguro requiere una preordenación de la actividad del agente para actuar con esa
seguridad, y que así, si se tuvo por demostrado que el imputado estuvo tomando licor desde muy temprano, cuando tuvo el primer
enfrentamiento con el ofendido, por ello "Es de presumirse entonces que después de armarse siguió tomando o por lo menos estaba
aún bajo los efectos del licor a la hora de ultimar a la víctima.", (sic., recurso). En efecto, primero, no está acreditado que el imputado
hubiese estado ingiriendo licor; segundo, obsérvese que lo propuesto (trozo entrecomillado), en realidad, no tiene fundamento en un
hecho concreto, sino en una simple presunción, lo cual es improcedente, y a lo sumo (según los fundamentos del fallo que
desacreditan estado ebrioso del imputado; [...], incluso, luego de su acción ilícita, voluntariamente se presentó a la Delegación
Cantonal e hizo entrega del arma) se puede admitir que había ingerido licor, pero sin que ello fuese factor impeditivo del claro proceso
deliberativo que conforma la agravante. En todo caso, los elementos concurrentes de la alevosía en el subjúdice, no requerían de una
especial preordenación de actividad o preparación, porque el imputado deliberadamente se aprovechó de tales circunstancias." 1995.
SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 127-F de las 9,15 hrs. del 10 de marzo.

6- APLICACION DE LA LEY PENAL COSTARRICENSE - Estafa mediante cheque - Recibo de bienes en territorio nacional
pese a pago con cheque sin fondos en el extranjero.

"Como primer agravio del recurso por vicios in iudicando interpuesto por el Lic. D.A.G., apoderado de la actora civil B.C.S.E. Inc. de
Miami, Florida, U.S.A.-, contra la resolución del Tribunal Superior Cuarto Penal, N° 935-95 de las 15:15 horas del 31 de agosto de
1995, se acusa la inobservancia de los artículos 41 de la Constitución Política, 8 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, 6.1 del Código
Penal, porque la decisión recurrida le impide a su representada el acceso a la justicia, respecto a un hecho delictivo (Estala mediante
cheque) que produjo sus resultados en territorio costarricense, concretamente el aprovechamiento económico que obtuvo el imputado
como resultado de su conducta. Considera esta Sala que el reclamo es de recibo, por las siguientes razones. Los hechos acreditados
en la resolución impugnada son los siguientes: «Primero: Que la empresa ofendida B.C.S.E. Inc. (...) se dedica a la venta de
computadoras, y tiene su sede en la ciudad de Florida de los Estados Unidos de Norte América, siendo que el veintidós de enero de
mil novecientos noventa y tres el encartado giró en ese país por concepto de pago adelantado de equipo de cómputo, los cheques
número 273, 274 y 275 de su cuenta corriente en el Banco Internacional de Costa Rica con sede en Miami, Florida por las sumas de
$5.000, $5.000 y $3950.76 respectivamente, a la orden su de dicha empresa conociendo que su pago se iba a frustrar porque su
cuenta corriente carecía de fondos suficientes para el pago y con el propósito que se le enviara mercadería por parte de la empresa
ofendida, como así sucedió (...) Segundo: De dicha empresa no logró hacer efectivo los cheques aludidos, y en el mes de abril de mil
novecientos noventa y tres por orden del banco BICSA, la cuenta corriente del encartado fue cerrada (...) Tercero: Que conforme a la
certificación de movimientos migratorios, el encartado salió de Costa Rica el diecinueve de enero de mil novecientos noventa y tres e
ingresó nuevamente el veintitrés de enero de ese mismo año" [...].

En el Código Penal, el delito de Estafa mediante cheque (artículo 221) no es otra cosa que una particular figura de Estafa (artículo
216), según lo admite la misma Exposición de motivos de ese texto legal. En este sentido, se ha señalado que: "La estafa mediante
cheque es ante todo eso, una estafa, por lo que requiere que se den todos los elementos típicos de la estafa: el ardid (entregar un
cheque sin fondos o cuyo pago...), el error (la creencia de que el cheque puede ser cambiado sin pioblemas), el perjuicio (realizar una
prestación y no recibir pago a cambio) y el beneficio del agente (recibir la prestación sin retribuir lo debido). De este modo, si faltara
uno de estos elementos no se configuraría el delito de estafa mediante cheque" (Hess Herrera, Ingrid y otros: Delitos contra la
propiedad en Costa Rica, Investigación dirigida por Henry Issa El Khoury, Universidad de Costa Rica, 1992, pág. 174). Desde esta
óptica, si el encartado recibió los bienes en nuestro país -como lo refiere la sentencia cuestionada- debe convenirse con el impugnante
en que uno de los elementos del delito se verificó en territorio costarricense, concretamente la obtención del beneficio económico
antijurídico, de manera tal que sí es posible incoar un proceso penal, conforme a la ley costarricense, al tenor de la relación que
resulta de los artículos 6.1, 8 y 20 del Código Penal. En vista de ello, se declara con lugar el recurso de casación por vicios in
iudicando interpuesto y resolviendo el caso de conformidad con la ley aplicable, se confirma la resolución del Juzgado Sexto de
Instrucción de San José, de las 8:40 horas del 1° de junio de 1995, que declaró sin lugar la excepción de falta de acción interpuesta
por la representante del Ministerio Público." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 29-F de las 14,55 hrs. del 29 de enero.

7- COHECHO PROPIO - Consideraciones sobre el significado y alcances del término "permitiere" contenido en el tipo -
Posibilidad de que la Sala dicte un procesamiento.

"La Licda. M.S.M., como representante del Ministerio Público, acusa como primer motivo de su recurso por el fondo la inobservancia
de los artículos 1, 30, 31, 54, 339 y 343 del Código Penal. Alega que en la sentencia de sobreseimiento que se impugnan en el punto
4) del Considerando I, claramente se describe que los aquí encartados, L.B.O. y C.A.C, ofrecieron una considerable suma de dinero
con la finalidad de que se cambiara el resultado de la alcoholemia practicada a un hijo del primero, a saber L.B.M., pero que, a pesar
de ello, en el Considerando II (denominado «Respecto a la Participación de los Imputados L.B. y C.A.C.»), el Tribunal a quo estimó
que: «...si tomamos en cuenta que en el sublite, nunca se llegó a concretar la entrega de dinero alguno por parte de los Imputados B.
y A. a los agentes del Organismo de Investigación Judicial, debemos de entender, que el tipo penal dicho [alude al artículo 343 del
Código Penal], hace referencia dentro de sus elementos objetivos, que la conducta del sujeto activo en tal delincuencia debe
circunscriblrse en los verbos de "dar" o "permitir", sin que pueda entenderse el "prometer". Ahora bien de ser ciertas e imputables las
conductas de los imputados B.O. y A.C., las mismas se podría se podría ser [sic] subsumidas dentro del tipo penal dicho, ya que su
proceder no encuadra dentro de ninguna de las conductas dichas de "dar" o "permitir", sino, en aquella promesa de dar una
remuneración a cambio de la concesión de un ato [sic] contrario a sus funciones por parte de un funcionario público; deviniendo por
ello, en atípico su proceder y no encuadrable en figura penal alguna. Por ello, lo procedente es dictar [sic] en favor de los Imputados
L.B.O. yC.A.C. SENTENCIA DE SOBRESEIMIENTO, por los hechos [sic] tenidos como el delito de cohecho propio en su modalidad
de penalidad de corruptor, en vista que su proceder no está adecuado a figura penal alguna» [...].Estima la recurrente que la acción
descrita en el "diere" del artículo 343 del Código Penal no solamente incluye el dar efectiva o materialmente, sino también el "dar en
ofrecimiento", por lo que las conductas de B.O. y A.C. -al "ofrecer" una considerable suma de dinero a los Oficiales del Organismo de
Investigación Judicial para que alteraran el resultado de la alcoholemia practicada a B.M.- está comprendida en el tipo penal indicado.
Por otra parte, agrega la quejosa que la acción "permitiere" prevista en esa norma penal significa "no impedir lo que se pudiera o
debiera evitar", por lo que concluye que el numeral en cuestión sanciona tanto al que "diere" (ya sea entregando o proponiendo) como
al que (es decir, cuando voluntariamente no impide el acto corrupto del permitiere funcionario que puede y debe evitar), por lo que no
es cierto que exista un error legislativo de transcripción del verbo "permitiere" en vez de "prometiere", porque incluyendo la acción de
"dar" la de "prometer", la consignación de estas dos palabras en el mismo tipo sería, al decir de la voz popular, como «albarda sobre
aparejo», locución figurada y familiar con que se hace burla de lo sobrepuesto o repetido innecesaria y torpemente. Consideran los
suscritos Magistrados que el reclamo aducido debe acogerse por las razones que de seguido se dirán.

II.- Revisando en la sentencia de sobreseimiento las reflexiones del a quo anteriormente citadas, se constata que ellas obedecen a la
consideración que aquel hizo del Voto N° 461-C-9 1 del 27 de febrero de 1991, correspondiente a la resolución de la Sala
Constitucional, N° 461-91 de las 15:14 horas de esa misma fecha, en el recurso de hábeas corpus promovido por el Dr. Francisco
Castillo en favor de L.B.O. contra el Juez Sexto de Instrucción de San José. Dicha resolución establece lo siguiente:
"CONSIDERANDO UNICO: El artículo 39 de la Constitución Política consagra el principio de legalidad en materia penal, principio
rector e inspirador de nuestro ordenamiento jurídico. En virtud de él la única fuente creadora de los delitos y de las penas es la ley. En
esta materia queda excluida la analogía y la costumbre, careciendo los tribunales de facultades para considerar como delictivos
hechos distintos a los tipificados en la ley, de tal forma que cualquier conducta que no sea subsumible en ella, será impune; aún
cuando esta sea muy grave. Consecuentemente lesiona el principio de legalidad una interpretación judicial que abarque conductas no
especialmente descritas en la ley. Señala el accionante que en la causa N° 104-3-91 que se sigue contra su defendido en el Juzgado
Sexto de Instrucción de San José, se ha encuadrado mal la conducta del imputado, pues el artículo 343 del Código Penal habla de
"permitiere" y no de "prometiere" como debería de ser para tener por configurada como típica la conducta del señor B.O. Veamos
como el imputado de común acuerdo con el co-imputado A.C. se pusieron en contacto con oficiales del Organismo de Investigación
Judicial, a quienes prometieron una dádiva si se lograba la alteración de las alcoholemias de su hijo imputado en otra causa por el
delito de Homicidio Culposo. El expediente legislativo original firmado por el presidente de la República muestra que el artículo 343 fue
aprobado y se ordenó publicar con el verbo "permitiere" sin que haya habido ninguna reforma legislativa referente a este artículo. Por
lo expuesto es criterio de esta Sala Constitucional que el artículo 343 del Código Penal no se puede interpretar sin lesionar el principio
de legalidad constitucional, en el sentido de que lo que el legislador quiso decir no es "prometiere" sino "permitiere".

Por todo lo anterior la amenaza que sufre el señor B.O. es ilegítima, si se basa en que en vez del verbo "permitiere" regulado en el
artículo 343 del Código renal se debe leer "prometiere", acción que resulta impune al tenor del citado artículo y de su correcta
interpretación. POR TANTO: Se declara con lugar el recurso interpuesto y en consecuencia no puede afectarse la libertad del
amparado por interpretarse que en el artículo prornetiere 343 del Código Penal donde dice "permitiere" se deba leer "…". Como se ve,
este criterio de la Sala Constitucional descarta la validez de una anterior interpretación jurisprudencial según la cual en el artículo 343
del Código Penal se consignó por error material la palabra "permitiere" en lugar de "prometiere", pues la mayoría de la doctrina estima
que la acción típica en cuestión, desde el punto de vista de corruptor, es la de dar u ofiecer dádivas, donde "da" el que entrega y
"ofrece" el que promete (cfr., entre otros, CREUS, Carlos: Derecho Penal, Parte Especial, T. II, Buenos Aires, Editorial Astrea, 2°
edición, 1988, págs. 287 a 289; BREGLIA ARIAS, Omar y otro: Código Penal, Buenos Aires, Editorial Astrea, 1987, págs. 899 a 901;
CREUS, C.: Delitos contra la Administración Pública, Buenos Aires, Editorial Astrea, 1981, págs. 297 a 302; FONTAN BALESTRA,
Carlos: Derecho Penal, Parte Especial, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, Octava Edición, 1978, págs. 569 a 570; MAGGIORE, Giuseppe:
Derecho Penal, Parte Especial, Bogotá, Vol. III, Editorial Temis, 1972, págs. 204-205). La valía de esta interpretación jurisprudencial es
incluso admitida por uno de los señores Magistrados de la Sala Constitucional que concurrieron a dictar la resolución anteriormente
transcrita, el Dr. Rodolfo Piza Escalante, quien al final de aquella suscribió la siguiente anotación: «He concurrido en el voto de
mayoría porque considero que efectivamente no se puede perseguir a una persona por un delito que no está tipificado como tal,
aunque sea obvio que la palabra "permitiere" en el artículo 343 del Código Penal constituye un simple error de transcripción errónea
de la palabra "prometiere" que es la única que tendría sentido racional en esa norma: pero, a mi juicio, ello no excluye la posibilidad de
que se juzgue al recurrente por tentativa de cohecho, en virtud de la combinación de los artículos 24 y 343, en relación con los 338 y
siguientes de dicho Código, lo cual sería, de manera completamente diferente, aplicación de un grado general de participación».

III.- Esta Sala de Casación conviene con la Sala Constitucional en que, respecto al artículo 343 del Código Penal, no es legítimo
modificar el tipo penal mediante la substitución del verbo "permitiere" por "prometiere", porque ello contraviene la función garantizadora
del tipo y violenta el principio de legalidad. Sin embargo, el reclamo incoado por la Licda. S.M. es atendible, pues las razones que
aduce para motivarlo son valederas y en forma alguna contravienen los términos de la resolución en comentario de la Sala
Constitucional. En efecto, el análisis de la Sala Constitucional -con excepción de la nota del Magistrado Piza Escalante- es meramente
formal, no se extiende más allá de la mera literalidad del tipo legal, es decir no comprende el análisis semántico del mismo. Dicho en
otras palabras, la Sala Constitucional estableció que no es legítimo leer "prometiere" donde dice "permitiere", pero lo cierto es que no
estableció nada respecto a la significación de las palabras que componen el tipo penal: no nos dice qué debemos entender o qué no
debemos entender de esas palabras. Y lo que la recurrente sostiene es, precisamente, que cuando la Sala Constitucional establece
que no se puede sustituir el verbo "permitiere" por la palabra "prometiere ", no está excluyendo el "ofrecimiento" o la "promesa" como
posible contenido semántico de la palabra "diere" consignada en el referido numeral del Código Penal. La consulta de diversos
diccionarios da la razón a la impugnante. Así, la vigésimo primera edición del Diccionario de Lengua Española (1992), elaborado por
la Real Academia Española, señala que la tercera acepción de uso corriente de la palabra "dar" es "proponer, indicar". Esta misma
significación es avalada por otros diccionarios comunes (véase, por ejemplo, el Vol. II de la edición de 1991 del Diccionario
Enciclopédico Exito, de la Editorial Océano), incluso algunos de ellos agregan la palabra "ofrecer" como sinónimo de "dar" (así, los
diccionarios Pequeño Larousse Ilustrado, Ediciones Larousse, 1994, p. 316 y el Diccionario Abreviado de la Lengua Española, Vox,
Bibliógrafo S.A., pág. 146) y aún otro dice que "dar" es "proponer: dar una idea" (Diccionario Práctico Español Moderno, Ediciones
Larousse, México, 1983, pág. 148), de tal forma que debe convenirse con la impugnante en que quien promete, ofrece o propone a un
funcionario público una dádiva, presente o futura, para que este haga un acto contrario a sus deberes (o incurra en cualquiera de las
hipótesis de los artículos 338 a 342 del Código Penal), adecua su conducta a la hipótesis prevista y sancionada en el artículo 343 del
Código Penal, independientemente de que el funcionario público acepte o rechace la dádiva o ventaja indebida, e independientemente
de que el objeto le haya sido exhibido, le haya sido entregado o puesto bajo su posesión o mera tenencia, pues la penalidad del
corruptor (cohecho activo) no supone para su consumación la codelincuencia del funcionario público ni la tradición de la cosa, en tanto
la sola conducta del corruptor descrita en el tipo legal es idónea para poner en peligro el bien jurídico tutelado, que no es otra cosa
que el sano y normal funcionamiento y prestigio de la administración pública a través de la corrección e integridad de sus empleados o
servidores, así lo ha entendido nuestra jurisprudencia: «...lo que la ley ampara es el correcto desempeño del cargo por el funcionario
frente a la Administración Pública, sustrayéndolo a toda costa, en aras del cumplimiento de las obligaciones que le conciernen, de la
venalidad» (Sala Tercera, V-256-F de las 9:40 horas del 25 de setiembre de 1987). De esta óptica, se constata que la consideración
hecha por el Tribunal sentenciador de la resolución de la Sala Constitucional anteriormente comentada, no era razón jurídica suficiente
para sobreseer a los imputados B.O. y A.C..

Por otra parte -aún cuando no se compartiera la tesis de la recurrente-, debe tenerse presente que la figura contenida en el artículo
343 es de peligro abstracto, por lo que podría sancionarse una "promesa" de entregar una dádiva o ventaja, a título de tentativa,
conforme al artículo 24 del Código Penal, tal como lo anotó el Magistrado Piza Escalante al pie de la resolución transcrita (al respecto
véase además ZUÑIGA MORALES, Ulises: La Tentativa: su configuración en los delitos de peligro, San José, Escuela Judicial de la
Corte Suprema de Justicia, 1990, pág. 103). Excluir las promesas, ofrecimientos o propuestas de dádivas o ventajas indebidas como
contenido posible de la acción típica prevista en el artículo 343 del Código Penal, no sólo niega el significado común de las palabras
utilizadas en el tipo legal, sino que además atenta contra la inteligencia del ordenamiento jurídico, ya que configura un fraude a la ley,
toda vez que así además se infringiría el espíritu de la norma (cfr. el artículo 20 del Título Preliminar del Código Civil).

IV.- El Dr. Francisco Castillo señala en su memorial de folio 515 que las peticiones del recurso de casación aquí examinado ya fueron
objeto de sentencia firme, con autoridad erga omnes, según la resolución de la Sala Constitucional citada y considera que darle trámite
implica una desobediencia a la Sala Constitucional y que si esta Sala de Casación lo llegara a declarar con lugar, incurrirían los
suscritos Magistrados en el delito de Prevaricato, por violación del artículo 13 de la Ley de la Jurisdicción Constitucional, según el cual
«La jurisprudencia y los precedentes de la jurisdicción constitucional son vinculantes erga omnes, salvo para sí misma». Consideran
los suscritos que no es atendible semejante argumento, pues la doctrina y la jurisprudenda son acordes en cuanto a que todo aquello
que caiga dentro de los límites de la "interpretación de la ley", está fuera de la figura del prevaricato, excluyéndose así la posibilidad de
prevaricación sobre la base de algún precepto insospechado de derecho (así, CREUS, Delitos..., págs. 431 a 432 y SOLER,
Sebastian: Op. cit., pág. 212), es decir, que: «... cuando la ley no es clara, cuando ella permite interpretaciones -salvo el caso evidente
de malicia-, el Juez no prevaricaría al aplicarla») (Sala Segunda Penal de la Corte Suprema de Justida, resolución de las 10:30 horas
del 10 de diciembre de 1948). Esta Sala de Casación ha respetado, respeta y respetará la jurisprudenda y precedentes de la
jurisdicción constitucional y lo que se ha resuelto en este caso no es la excepción a esa regla. El delito de prevaricato exigiría que en
la presente resolución existiera una absoluta oposición y contrariedad entre lo que se resuelve y lo que la ley declara, o bien que la
resolución se fundamentara sobre hechos falsos, como serían aquellos que no existen o no aparecen constando en autos, lo cual no
sucede aquí, pues, como se expuso, la tesis aducida por la recurrente en el sentido de que la palabra "dar comprende las acciones de
proponer, ofrecer o convenir una proposición" no contraviene o contradice la resolución N° 461-91 de la Sala Constitucional, pues ahí
lo único que se establece es que en el artículo 343 del Código Penal no se puede cambiar, sustituir o entender la palabra "prometiere"
en vez de "permitiere" que es la que expresa ese numeral, pero en forma alguna establece cuál es el contenido semántico de las
palabras que constituyen ese tipo penal, por lo que la interpretación que de esas palabras se haga, dentro de los parámetros legales,
resulta válida, pues la mencionada resolución de la Sala Constitucional no lo prohibe, como tampoco define, aclara o delimita el
significado que la palabra "diere" tiene en ese contexto.

V.- Por todas las razones anteriores el recurso por el fondo interpuesto por el Ministerio Público debe dedararse con lugar, por lo que
procede también casar la sentencia de sobreseimiento impugnada. En el recurso de casación por el fondo, con base en el artículo 482
del Código de Procedimientos Penales, la Sala debe resolver el caso de acuerdo con la ley aplicable, cuando casa la resolución
impugnada. Esta solución es la que adopta al pronunciarse por la absolución o la condena cuando casa una sentencia dictada luego
de finalizado el debate, la solución prevista en esa norma (resolver el fondo de acuerdo con la ley aplicable) frente a una sentencia
absolutoria o condenatoria es diferente a este caso, porque no podemos pronunciarnos por la culpabilidad o la inocencia del imputado,
ya que ni siquiera ha existido juicio, sino lo que corresponde hacer, con base en el estado de la causa (fase de instrucción) es
determinar si hay base para estimar como probable que el imputado realizó el hecho que se le atribuye, y si tal hecho es en apariencia
delictivo, o si por el contrario no hay mérito para ello (en este mismo sentido véase la resolución de esta Sala V-260-F de las 16:07
horas del 7 de junio de 1993).

De lo instruido hasta la fecha aparece lo siguiente: 1° Que para el mes de setiembre de 1987, J.E.R.C., J.R.M.R. y G.A.G.S. se
desempeñaban como funcionarios públicos dentro del Organismo de Investigación Judicial -en lo sucesivo O.I.J., los dos primeros
como Auxiliar de Investigación y Suboficial de Investigación, respectivamente, mientras que el tercero ejercía el cargo de Asistente de
Laboratorio en el Departamento de Laboratorio de Ciencias Forenses, realizando los análisis toxicológicos y recolección demuestras
de orina, saliva y frotis, además de la custodia de dichas muestras. 2° Que para el día 5 de setiembre de 1987, L.B.M., hijo del
imputado L.B.O., conducía el vehículo tipo pick up, placas número [...], en compañía de A.C.H., ello en las inmediadones del Mercado
Central de esta Ciudad, colisionando con el vehículo de servicio público, taxi, placas número [...], en el cual viajaba la señora E.F.C., la
cual falleció como efecto del percance. 3° Que momentos posteriores a la colisión, a B.M. y a C.H. se les practicó la correspondiente
alcoholemia en los laboratorios del O.l.J. por parte de G.S., resultando el primero de ellos con 130 miligramos por ciento de alcohol en
la sangre, y el segundo con 30 miligramos por dento de alcohol en su sangre. 4° Que G.S. procede a denunciar en vía administrativa
disciplinaria, ante la Oficina de Asuntos Internos del O.l.J. -en fecha 15 de octubre de 1987- que para esos días estaba siendo objeto
de ofrecimiento de una considerable suma de dinero por parte de J.R.M.R., quien se encontraba relacionado con J.E.R.C., con la
finalidad de que se cambiara el resultado de la alcoholemia practicada en la persona de B.M. y que se encontraba en el proceso por
Homicidio culposo seguido, en el Juzgado Quinto de Instrucción, haciendo ver G.G.S. que la persona que ofreció el dinero fue el
imputado L.B.O., ayudando en ello A.C., quien conocía a M.R. y lo puso en contacto con B.O. 5° Que a raíz de tal denuncia se
iniciaron investigaciories relativas a esos extremos, procediéndose el día 4 de noviembre del citado año a realizar un operativo donde
participaron los investigadores L.R.S., G.E.Z.B. y A.S.A., frente a la casa de habitación de G.S. en Hatillo Dos, pudiendo determinarse
que al ser aproximadamente las 13 horas, se hicieron presentes, en el vehículo marca Toyota Starlet, A.C. y B.M., quienes penetraron
al interior de la vivienda. Algunos minutos después abandonaron el sitio, procediéndose por parte de los investigadores y en compañía
del Lic. L.R.A. a entrar en la casa de habitación de G.S. y proceder a decomisar un tubo de ensayo de vidrio de 10 centímetros cúbicos
conteniendo sangre extraída a B.M. para modificar la alcoholemia citada, así como los implementos necesarios para obtener esa
muestra, no se logró decomisar dinero alguno. 6° En las oficinas del O.I.J., G.G.S. se comunicó por vía telefónica con C.A.C.
conviniendo que la entrega del dinero sería el día siguiente 5 de noviembre en los alrededores del Museo de Arte Costarricense en las
inmediaciones de la Sabana, sin embargo nadie se presentó en ese lugar a la cita acordada. 7° Que G.S., R.C., M.R. y A.C. no acusan
condenatorias anteriores, mientras que el imputado B.O. acusa una condenatoria anterior por el delito de libramiento de cheques sin
fondos [...]. De acuerdo con lo expuesto hay elementos de convicción suficientes para admitir como probablemente fundada la
existencia del hecho que se le atribuye al imputado B.O., que eventualmente podría lesionar al bien jurídico tutelado por el artículo 343
del Código Penal, razón por la cual procede casar por el fondo la sentencia impugnada y dejar sin efecto el sobreseimiento dictado en
favor del encartado B.O., dictándose en su lugar auto de procesamiento en su contra, como presunto autor de ese delito.

VI.- En cuanto al coencartado C.A.C., a causa de su muerte fue sobreseido por el delito que aquí se le imputa, mediante resolución de
esta Sala V-439-F de las 14:05 horas del 10 deagosto de 1993[...].

VII.- Según consta en la resolución de sobreseimiento dictada por el Juzgado Sexto de Instrucción de San José, [...], el señor L.B.M.
participó en los hechos investigados en este proceso, sin que hasta la fecha se haya ejercido acción penal en su contra, para
determinar su eventual responsabilidad por esa participación, por lo que estima esta Sala conveniente que se proceda a investigar la
participación del señor B.M. en los hechos aquí acusados, razón por la cual se ordena testimoniar las piezas respectivas y remitirlas al
Ministerio Público para lo conducente." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 183-F de las 11,20 hrs. del 24 de marzo.

8- COHECHO PROPIO - Consumación no requiere aceptación de la dádiva o ventaja indebida.

"Se alega, como motivo por el fondo, violación al artículo 24 del Código Penal. A juicio del recurrente el delito de cohecho propio en su
modalidad de corruptor quedó en grado de tentativa, por cuanto éste no llegó a perfeccionarse al mediar la imposibilidad material de
disponer del dinero. Por ello, pide que se reduzca la pena impuesta al encartado por ese hecho. El reproche no es atendible. Según ha
establecido esta Sala: "quien promete, ofrece o propone a un funcionario público una dádiva, presente o futura, para que este haga un
acto contrario a sus deberes (o incurra en cualquiera de las hipótesis de los artículos 338 a 342 del Código Penal), adecua su
conducta a la hipótesis prevista y sancionada en el artículo 343 del Código Penal, independientemente de que el funcionario público
acepte o rechace la dádiva o ventaja indebida, e independientemente de que el objeto le haya sido exhibido, le haya sido entregado o
puesto bajo su posesión o mera tenencia, pues la Penalidad del corruptor (cohecho activo) no supone para su consumación la
codelincuencia del funcionario público ni la tradición de la cosa, en tanto la sola conducta del corruptor descrita en el tipo legal es
idónea para poner en peligro el bien jurídico tutelado, que no es otra cosa que el sano y normal funcionamiento y prestigio de la
administración pública a través de la corrección e integridad de sus empleados o servidores..." (Sala Tercera, voto número 183-F de
las 11:20 horas del 24 de marzo de 1995). En lo que interesa, el fallo de mérito tuvo por cierto lo siguiente: "Que al verse sorprendido
el justiciable C.C., una vez que se encontraba dentro del vehículo que lo trasladaría a la base de policía, le ofreció al oficial J.M. que
tomara uno de los paquetes que contenía un fajo de billetes por un monto de cincuenta mil colones y que se lo repartiera con los
compañeros y a cambio lo pusiera en libertad, sin presentar ninguna denuncia, propuesta que no fue aceptada por dichos policías
quienes procedieron a trasladarlo junto con las evidencias ante las autoridades correspondientes, decomisándole el dinero en su
totalidad." (Sic, [...]). Conforme a las razones antes citadas, el delito quedó consumado al producirse el ofrecimiento o propuesta, sin
que pueda alegarse válidamente que el imputado estaba imposibilitado para disponer del dinero, pues los hechos probados no
permiten arribar a esa conclusión." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 24-F de las 14 hrs. del 29 de enero.

9- COMISO DE BIENES PROVENIENTES DEL NARCOTRAFICO - Alcances.

"Se denuncia la errónea aplicación del artículo 31 de la Ley sobre Estupefacientes, Sustancias Psicotrópicas, Drogas de Uso no
Autorizado y Actividades Conexas, al haberse dispuesto el comiso del dinero que el encartado R.R. obtuvo en forma legítima y cuya
procedencia quedó debidamente acreditada durante el debate, sin tomar en cuenta que los únicos valores que pueden ser objeto de
comiso son aquéllos cuya procedencia sea ilícita, es decir, los provenientes del tráfico de drogas. El reclamo es atendible. Al concluir
sobre este extremo, el tribunal de mérito hace ver que el imputado R. aportó documentos donde acredita que ganó veinte mil Dólares
en la lotería del Estado de New York, con lo cual admite implícitamente que el dinero decomisado a dicho justiciable puede ser parte
de esa suma, obtenida en un juego de azar. Sin embargo, agrega "...que no interesa determinar si la procedencia del dinero es lícita o
ilícita, pues desde que se utiliza en pro del tráfico de drogas, es hipótesis contenida en el párrafo primero del artículo 31 de la Ley
7233, la cual faculta a los Tribunales de Justicia para decomisar cualquier bien y dejarlo a la orden del Consejo Nacional de Drogas."
Al argumentar de esa manera, el a quo omite tomar en cuenta que la norma citada no faculta para ordenar una confiscación general
de los bienes de las personas ligadas a delitos de narcotráfico. En efecto, lo que realmente establece la ley es la potestad de incautar:
"Los bienes muebles e inmuebles, los vehículos, los instrumentos, los equipos y los demás objetos que se utilicen en la comisión de
los delitos previstos por esta ley". Asimismo, se autoriza la incautación de "los bienes y valores provenientes de tales acciones". Según
se puede observar, la primera hipótesis no hace mención, en concreto al dinero, sino que se refiere a otros bienes materiales, los
cuales -en todo caso- deben haber sido utilizados para cometer los hechos ilícitos.

El segundo punto si hace referencia al dinero, pues este constituye un valor, pero sólo puede incautarse el que provenga de las
acciones delictivas previstas en la ley. Ahora bien, en este caso el a quo no tuvo por acreditada esa circunstancia específica,
limitándose a señalar lo siguiente: "Resulta claro que el dinero decomisado tenía como fin el mantener o satisfacer las necesidades del
grupo organizado que conformaban los aquí condenados, aprovechando estas sumas para su propio mantenimiento y estadía en
nuestro país, que redundaría en el sostenimiento de la actividad ilícita a que se estaban dedicando por lo que fácilmente llegamos al
convencimiento de que el aludido dinero tenía como destino o fin el aprovechamiento por parte de esta organización ilícita." (Sic, [...]).
Es obvio, pues, que el motivo alegado no es de los que toma en cuenta la ley para facultar el comiso del dinero. En consecuencia, lo
que corresponde en cuanto a este extremo es declarar con lugar el recurso por el fondo. De conformidad con la normativa aplicable se
debe dejar sin efecto la sentencia únicamente en cuanto ordena el comiso del dinero incautado, o sea, la cantidad de once mil
seiscientos dieciocho Dólares y trece mil Colones exactos." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 119-F de las 11,40 hrs. del 3
de marzo.

10- COMISO DE BIENES PROVENIENTES DEL NARCOTRAFICO - Posibilidad de anular sentencia por falta de
fundamentación y resolver sobre devolución de bienes.

"Como primer agravio del recurso por vicios in procedendo interpuesto por la defensa del imputado H.G., se acusa la inobservancia de
los artículos 106 y 395 inciso 2°, en relación al 400 inciso 4°, todos del Código de Procedimientos Penales, por falta de
fundamentación de la sentencia, por cuanto en dicha resolución se asevera que: "En cuanto a los bienes decomisados, también se
ordena el comiso del dinero decomisado al imputado, pues es evidente que siendo él un fontanero, no puede ser el dueño de una
cantidad de dinero como la decomisada, ni puede hacer un viaje como que realizaba, bajo su costo. De allí que en criterio del Tribunal
el dinero que se le decoinisó era precisamente suministrado por personas involucradas en la banda de narcotráfico, para sufragar los
gastos del viaje y por tanto se trata de medios para la comisión del ilícito..." [...]. La disconformidad de la defensa se contrae a la
disposición adoptada por el Tribunal de comisar, en favor del Consejo Nacional de Drogas, el dinero retenido a su patrocinado, pues
considera que dicha decisión no se fundamenta en la consideración razonada de elemento de prueba alguno, agregando que ni
siquiera existen indicios que permitieran sustentar válidamente su conclusión. Sobre este mismo punto, en el segundo aparte de la
impugnación se reclama la infracción de los numerales 393 y 400 Inciso 4° del Código de Proceclimientos Penales, por
fundamentación ilegal e inconstitucional, y violación a las reglas de la sana crítica racional, pues no existe una razón lógica suficiente
que justificara la supracitada conclusión del Tribunal. Finalmente, en el tercer acápite del recurso reprocha la violación, como vicio in
iudicando, del artículo 31 de la Ley Sobre Estupefacientes, sustancias psicotrópicas, drogas de uso no autorizados y actividades
conexas, N° 7233, versando la motivación del agravio sobre la misma cuestión de los anteriores reclamos, para lo cual aduce que el
hecho de la posesión que ejercía su patrocinado sobre el dinero hace presumir su derecho de propiedad sobre tales valores, mientras
no se demuestre lo contrario y que lo cierto es que no se acreditó en sentencia que dichos dineros fueran utilizados en la comisión del
delito de tráfico de drogas, o que provinieran o fueran producto de esa actividad. La Sala ha considerado pertinente hacer una síntesis
preliminar de todos los reclamos de forma y fondo formulados por la defensa, pues esa representación ha solicitado expresamente, en
la introducción de su recurso, que por razones de economía procesal no se disponga el reenvío para una nueva sustanciación de la
causa (efecto de la casación por vicios in procedendo), sino que se acoja el recurso por el fondo, para que aplicando correctarnente la
ley sustantiva, se resuelva devolver el dinero decomisado al imputado. El planteamiento de la impugnación en examen está apoyado
por la representación del Ministerio Público, en su memorial de folios 176 a 178, pues considera que lleva razón la defensa en los tres
reclamos aducidos e incluso coincide con ella en que razones de economía procesal justifican que la sentencia no sea anulada, sino
que se acoja el recurso por el fondo y que se resuelva el caso de acuerdo con la ley aplicable, dejando sin efecto la sentencia
únicamente en cuanto ordena el comiso del dinero incautado.

Examinando la sentencia en examen, se puede corroborar que efectivamente la conclusión del Tribunal de mérito sobre la
procedencia o destino del dinero decomisado al encartado no tiene asidero alguno en los elementos de prueba sometidos a su
consideración, sino que proviene de un razonamiento falaz, en tanto considera que la ocupavión u oficio del imputado excluye, por sí
sola, la posibilidad de que él disponga de ese dinero, sin considerar que otras circunstancias personales del sujeto podrían explicar
racionalmente la posesión de esos bienes. Pero el defecto más evidente de la fundamentación es que ni siquiera se indica cuál es el
monto exacto de dinero que se le decomisó, lo que impide que cualquier lector imparcial del fallo pueda apreciar si en realidad se trata
de una suma tan considerable. Este defecto implica la nulidad parcial de la sentencia, únicamente en cuanto se ordena el comiso del
dinero a favor del Consejo Nacional de Drogas, nulidad que aquí se declara.

En principio, el efecto legal de esta declaración sería la remisión de las partes a una nueva sustanciación de este punto concreto, en el
cual el imputado podría alegar y demostrar la licitud del origen de los dineros que poseía, en tanto que el Estado podría acreditar la
ilicitud de su posesión. Sin embargo, el acusado y el Ministerio Público han coincidido en que la economía procesal justifica que la
Sala se pronuncie sobre el fondo del asunto, resolviendo el caso de conformidad con la ley sustantiva y tal propuesta es viable, pues
la misma legislación dispensa la renovación o rectificación de los actos de la resolución impugnada cuando fuere innecesario o
imposible (artículo 150, párrafo tercero, a contrario sensu) y la anuencia expresa de las partes pone de manifiesto la inutilidad de una
nueva sustanciación en la que no se iría a debatir la legitimidad de la procedencia del dinero decomisado. Por eso es que esta Sala
considera pertinente resolver el caso de acuerdo con la ley aplicable, pues solo así se satisfacen el principio constitucional de justicia
pronta y cumplida y la garantía universal mínima del imputado "a ser juzgado sin dilaciones indebidas" (artículo 14.3.c. del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos). El artículo 31 de la Ley de psicotrópicos, cuya errónea aplicación aquí se acusa, en lo
que interesa dispone que: "Los bienes muebles e inmuebles, los vehículos, los instrumentos, los equipos y los demás objetos que se
utilicen en la comisión de los delitos previstos por esta ley, lo mismo que los diversos bienes y valores provenientes de tales acciones,
serán embargados o decomisados por la autoridad que conociera de la causa. Si se ordenara su comiso, deberán ponerse a la orden
del Consejo Nacional de Drogas..." (el subrayado no es del original). Si en el presente caso no se acreditó con certeza que el dinero
que portaba el imputado al momento de ser detenido en el aeropuerto estuviera destinado a la comisión del delito o que proviniera de
esa actividad delictiva, no resulta aplicable la orden de comiso, pues no se verifican los supuestos que para ello exige la ley. En
consecuencia, procede casar la sentencia, en cuanto decretó el comiso del dinero secuestrado al imputado H.G., ordenándose su
devolución." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 491-Fde las 9,55 hrs. del 25 de agosto.

11- CORRUPCION - Innecesario resultado material para configurar el delito.

"Se indica en la resolución impugnada que la ofendida, siendo menor de doce años, durante mucho tiempo unos dos años fue
hostigada por el imputado cuando ella iba a la casa del segundo para cuidar de sus hijos, o cuando él se metía a la casa de la
ofendida, encuentros que aprovecha el acusado para tocar por encima de su ropa los senos de la menor, o para tocarle los pechos y
vagina quitándole la ropa. Incluso algunas veces colocó su miembro viril en la zona vaginal, sin consumar el acceso porque la
ofendida se quitaba. En todas estas ocasiones el imputado amenazaba de muerte a la niña para que no dijera nada. Tainbién dice la
sentencia que esa conducta se reiteró hasta devenir en una actividad "ordinaria" y que incluso el imputado llegó a darle dinero a la
menor integrante de una familia de condición económica precaria para lograr su silencio [...]. Como se ve, la conducta del imputado
fue idónea para procurar la incursión de la menor en la práctica de una actividad sexual prematura y excesiva para ella, en vista de su
corta edad e inexperiencia, así como de sus condiciones culturales y sociales. El propósito corruptor del imputado no se deriva
simplemente de la pluralidad de agresiones sexuales, sino especialmente de las condiciones personales de la menor esto es, de la
incidencia previsible de su conducta en la psique de ella y del hecho de que intentara inducirla a la aceptación de tales relaciones
sexuales mediante la entrega de dinero como gratificación. En los anteriores dos reclamos, la defensa alegó que no existe el delito de
corrupción porque la víctima no se corrompió, argumento que no es admisible porque el tipo penal no exige ese resultado material (la
efectiva corrupción de la víctima) para configurar el delito:

se sanciona la "promoción" de la corrupción, donde promover sería iniciar, incitar, persuadir, convencer o procurar que quien no está
corrompido llegue a ese estado de corrupción, distorsionando el sentido natural y sano de la sexualidad de la víctima al adoptar éste o
inclinarse hacia una conducta sexual prematura, depravada o excesiva. Ahora bien, la promoción mediante engaño, violencia, abuso
de autoridad o cualquier otro medio de intimidación o coerción agravan el delito, conforme al artículo 168, donde también se contempla
como agravante la hipótesis de que la víctima fuere menor de doce años, de manera que también debe convenirse con el a quo en
que el delito es agravado. Para una mayor precisión sobre la diferencia entre los delitos de corrupción y abusos deshonestos, nos
remitimos a nuestra resolución V-50-F de las 14:35 horas del 16 de marzo de 1994." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 536-
F de las 15,05 hrs. del 14 de setiembre.

12- CORRUPCION AGRAVADA - Presencia voluntaria de madre de menor ofendida mientras se realizaban los actos
corruptos la convierte en coautora.

"En su reclamo de fondo, se señala como violentados los artículos 168, inciso 4 y 167 del Código Penal. Estima el recurrente que,
conforme se plasma en sentencia, las acciones atribuidas a la coencartada S.U. fueron que, por una parte, en diversas ocasiones se
acostó desnuda en el lecho mientras su concubino le lamía los pechos y la vulva a la menor y, por otra, que no cumplió con los
deberes que le imponía su condición de madre de la ofendida. Agrega que, al tenerse esos hechos como constitutivos de corrupción,
se le dio un alcance extrajurídico a la previsión de ley, puesto que no fue la coimputada quien realizó los actos corruptores, ni prestó
su colaboración, además de que la corrupción, arguye, es una acción positiva, lo que no calza en el papel desempeñado por la
susodicha, que fue de carácter omisivo. El motivo debe declararse sin lugar. En primer término, las acciones de la madre no fueron
omisivas, sino que el acostarse desnuda junto a su concubino mientras este abusaba a la menor, es un acto positivo de corrupción,
toda vez que pretende hacer ver como natural un acto perverso y precoz, núcleo mismo de la corrupción. Luego, es evidente que su
presencia no solamente pretende hacer ver como normal lo irregular, sino que se suma al conjunto de la escena: no es lo mismo que
la menor fuera abusada por el encartado, a que lo fuera en presencia voluntaria de su madre desnuda, como efectivamente aconteció.
En efecto, la presencia de la madre no sólo facilita la labor del coautor, sino que al mismo tiempo se suma como factor adicional de
corrupción, pues aunque su presencia voluntaria fuera solamente contemplativa, ésta por sí misma concurre a la trama corruptora, al
conformar una actividad que merece la mirada inmutable de la progenitora, lo cual es indiscutiblemente idóneo para afectar la psiquis
de la ofendida." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 260-F de las 9,l0hrs. del 12 de mayo.

13- DENUNCIA CALUMNIOSA - Requisitos del tipo.

"En el recurso de casación por el fondo la Licda. M.L. en su calidad de defensora pública del irnputado reclama violado el artículo 317
del Código Penal, ya que su defendido fue condenado como autor del delito de denuncia calumniosa y en su criterio faltan algunos de
los elementos básicos para que esa figura se tipifique, elementos que en forma amplia desarrolla en su escrito de interposición del
recurso. Examinada la sentencia de mérito, da cuenta esta Sala que al imputado P.P.A., se le condenó por haber denunciado
«falsamente» el 31 de enero de 1991-ante la Agencia Sexta Fiscal de San José- al lic. R.A.G., por haber autenticado un escrito con
noventa firmas, en su mayoría falsas, que documentaba una queja contra el imputado ante al Ministerio de Gobernación [...]. Para la
resolución del caso, el tribunal de instancia valoró la peritación grafoscópica comparativa incorporada al proceso, en los siguientes
términos: «... Finalmente cabe hacer mención al estudio grafoscópico visible a folios setenta y tres a setenta y ocho de las diligencias
el cual deja claro que muchas de las firmas que aparecen en el escrito tantas veces citado, fueron efectivamente hechas por esas
personas y si bien también señala dicha pericia que otras firmas que aparecen en él no presentan los trazos propios de la escritura
que esa o esas personas efectuaron en su cuerpo de escritura o bien en el Registro Civil, en modo alguno puede concluirse que las
mismas sean falsas toda vez que los mismos técnicos señalan en ese estudio que en tal caso debe entenderse que con los elementos
de cotejo aportados no fue posible determinar la autoría respectiva...» [...]. Es claro que hay un error en la valoración de esta prueba,
tal como lo advierte el recurrente, pues del dictamen pericial se desprenden dos hipótesis alternativas de conclusión: (i) que la
totalidad de las firmas sean verdaderas, y (ii) que una parte de las firmas sean falsas. Al aseverarse que algunas de las rúbricas no
presentan los trazos propios de los objetos de comparación, encontrados en el Registro Civil, no puede llevar a concluir su falsedad
pero tampoco su autenticidad. A lo anterior debe agregarse, con vista del dictamen pericial [...], que hay dos firmas cuya autenticidad
está en duda de forma insalvable, concretamente las referidas en los acápites 4.13 y 4.16. En el primer caso analiza la rúbrica
cuestionada de G.A.V., portadora de la cédula [...]; imposible de dictaminar, porque en el Registro Civil el nombre no corresponde al
número de identidad. En el segundo caso, igualmente, la firma cuestionada de «Atencio» con cédula [...], el número corresponde en el
Registro Civil a J.A.C.U. En la primera situación la firma es totalmente diferente en el Registro, en tanto en el segundo ni siquiera
existe por haberse hecho «a ruego». Si bien no se puede afirmar en los dos casos, la certeza de la falsedad de las firmas, tampoco la
certeza de su autenticidad; y no es posible salvar la duda, porque con los datos que arroja el Registro Civil no es posible la citación de
«Atencio» ni de [...].

En consecuencia, como bien lo afirma la señora defensora pública en su recurso de casación, la denuncia formulada por el imputado
no resultaba del todo falsa, al afirmar la posible falsedad de algunas de las firmas falsificadas, lo cual descarta la existencia del delito
de denuncia calumniosa por el que resultó condenado, aún cuando se hubiere excluido la responsabilidad penal de la persona contra
la cual se siguió proceso por la denuncia que se acusa de falsa. En otras palabras, el que se descarte la responsabilidad penal de una
persona denunciada como autora de delito, no significa automáticamente que deba entonces tenerse por configurada la existencia del
delito de denuncia calumniosa, máxime en un caso como el presente en el cual existió una razonable duda sobre la autenticidad de
alguna de las firmas que autenticó el ofendido. Como lo señala la licenciada [...] con cita de doctrina, el delito previsto en el artículo
317 del Código Penal requiere para su configuración, entre otros elementos, que la denuncia falsa se dirija contra una persona
inocente, es decir que no haya realizado el hecho que se le atribuye (aspecto objetivo), y en segundo lugar que quien denuncia esté
informado de esa inocencia (aspecto subjetivo). Estos requisitos, entre otros más, son de vital importancia para el normal desarrollo de
la vida institucional, pues de lo contrario, si se exigiera prácticamente la absoluta certeza de la autoría del delito para que una persona
formule una denuncia penal, muchos ilícitos quedarían impunes ante el temor de la ciudadanía de que se le revierta la situación y
termine el denunciante sometido a la ley penal, ante la imposibilidad de probar la existencia de un delito, o la autoría de una persona
en el hecho denunciado. En el presente caso, como ya se dijo, no es posible afirmar con certeza que todas las firmas autenticadas
efectivamente fueren auténticas, ya que existen dudas respecto de algunas, y aún cuando esas dudas no hubieren sido suficientes
para estimar que el lic. A.G. hubiere cometido un delito al autenticarlas, tampoco podrían ser suficientes para estimar como cierto que
el aquí imputado lo suponía inocente al momento de formular su denuncia. Por todo lo expuesto procede acoger el recurso de
casación por el fondo, casar el fallo y en su lugar absolver de toda pena y responsabilidad al encartado por el delito que se le ha
venido atribuyendo." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 221-F de las 9 hrs. del 21 de abril.
14- DESACATO Y RESISTENCIA - Diferencia en cuanto al bien jurídico tutelado en ambas figuras.

"Por mediar entre los dos reclamos de fondo planteados una íntima relación, se procede a resolverlos en conjunto. De acuerdo con el
postulado de que toda acción requiere para ser tal expresar una finalidad y no ser sólo un mero movimiento fenoménico (lo cual
reduciría al ser humano en un factor más del mecanismo de causalidad que lleva al resultado, retirándole toda calidad subjetiva en la
determinación volitiva y cognitiva de su quehacer), el concepto de acción debe contemplar si la lesión infligida a ciertos bienes jurídicos
forma parte de una sola intencionalidad inmediata y específica. Es decir, para determinar la unidad de acción ha de estarse a: a) la
existencia de la vinculación fenoménica (temporal y espacial) que describe la norma; y, b) la existencia de una misma intencionalidad
específica subyacente a ese movimiento exterior lesivo. En el presente caso, surge como evidente del cuadro de hechos acreditados
que se cumple con el primer supuesto. En cuanto al segundo, la antes aludida existencia de una misma intencionalidad específica
subyacente a ese movimiento exterior lesivo, también se constata, pues se comprueba que los improperios emitidos por los justiciables
en contra de los funcionarios públicos, tenían por finalidad oponerse a la detención que aquellos debían efectuar; esto es, formaban
parte de la misma actitud de oposición contra el cumplimiento de la orden de captura, tanto cuanto su oposición física, que alcanzó el
carácter de agresión. Por ende, se constata así que se trata de una misma acción.

II. Queda por aclarar, sin embargo, si esa acción puede ser calificada como un concurso aparente de normas, o sea si las
disposiciones aplicadas (artículos 304, inc. 4 y 307, ambos del Código Penal) se excluyen entre sí. No comparte la Sala el
razonamiento esbozado por los recurrentes, en el sentido de que existe entre éstas una relación de género a especie, entendiendo
que el Desacato no exige estar en el ejercicio de las funciones, mientras que la Resistencia sí. Podría tratarse de una relación como la
descrita por los impugnantes si ambas conductas típicas fueran la misma o con una variación modal, pero nótese cómo el desacato
está constituido por una amenaza u ofensa al honor o decoro del funcionario a causa del papel que desempeña, en tanto que la
resistencia, no sólo amplía la previsión al uso de la fuerza, sino que implica incluso la presencia de un dolo específico: impedir u
obstaculizar la ejecución de un acto propio del legítimo ejercicio de sus funciones. Esto revela que si bien ubicados en el mismo título
("Delitos contra la Autoridad Pública"), este factor no es suficiente para estimar que se trata del mismo bien jurídico protegido, porque
mientras el Desacato protege el honor y la tranquilidad del funcionario público, al menos en cuanto refiere al desempeño de su cargo,
la resistencia protege el cumplimiento efectivo de esas potestades públicas. En otros términos, aquel protege bienes atinentes al
funcionario, este a la función. En consecuencia, no se está en una relación de género y especie como se argumenta, ni tampoco en
una hipótesis de concurso aparente de normas, dado que las mismas no se excluyen entre sí, ni una contiene la carga disvalorativa de
la otra.

III. Así las cosas, se acoge parcialmente el recurso y se declara que los hechos investigados son constitutivos de los delitos de
Resistencia Agravada y Desacato cometidos en concurso ideal, sancionándose de conformidad con el artículo 75 del Código Penal."
1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 101-F de las 9 hrs. del 3 de marzo.

15- ENRIQUECIMIENTO ILICITO - Guarda de colegio que vende exámenes a los estudiantes.

"Como motivo de fondo, alega el recurrente la inobservancia del artículo 386 del Código Penal. Argumenta el impugnante que el
imputado no realizó ningún acto contrario a sus deberes, de modo que la acción pudo haberla realizado cualquiera tal como lo dispone
el artículo de cita. Los hechos por los que fue condenado G.F.D. son los siguientes: «... a.- Que durante el año de mil novecientos
novelita y tres, el aquí encartado G.F.H. (sic), se desempeñaba como funcionario público en el Colegio M.B.R. en Heredia y como tal
se desempeñaba como guarda con turnos alternos en esa institución siendo que le correspondía la custodia de la institución y todos
sus bienes. B.- Que en dicho colegio concretamente en la oficina de polígrafo se imprimen los exámenes permaneciendo los mismos o
desechos de ellos en esa oficina, o bien en la bóveda ubicada en la secretaría. c.- Que en fecha aún no determinada pero sí durante
el año mil novecientos noventa y tres, el encartado se apoderó de manera no establecida de partes de algunos exámenes de diversas
materias, para el dieciséis de noviembre en la vía pública entregar parte de un examen de español al estudiante de quinto año
J.C.S.H., quien en ese momento era acompañado por sus compañeros M.H.V. y G.E.H. para que éste lo entregara a un estudiante de
cuarto año de nombre H.S.B. y por el cual debía pagar una suma de dinero no determinada. J.C.S. hizo entrega del examen a H., sin
embargo éste no entregó suma alguna al encartado. d.- Que también un día del año mil novecientos noventa y tres, el encartado F.D.,
llegó a la casa del estudiante J.L.A.G. de quinto año y por debajo de la puerta de la casa le tiró parte de un examen de matemática,
entregándole luego A.G. al encartado la suma de doscientos colones por el examen, ese examen fue el que se hizo en el colegio en
esa oportunidad...» [...]. Los hechos probados ante el tribunal de mérito, no configuran el delito de concusión previsto por el número
346 del Código Penal. Éste concretamente dice: «Artículo 346. Se impondrá prisión de dos a ocho años, al funcionario público que,
abusando de su calidad o de sus funciones, obligare o indujere a alguien a dar o prometer indebidamente, para sí o para un tercer un
bien o un beneficio patrimonial». Las dos acciones desplegadas por el imputado no reúnen los elementos objetivos del tipo de la
concusión, pues el delito supone una relación causal entre la condición de funcionario público que en un enfrentamiento desigual de
poder ante un administrado, se extralimita y obliga o induce a éste a otorgar o prometer una ventaja patrimonial para sí mismo o para
un tercero. En el presente caso el imputado vendió las pruebas de español y matemáticas, pero no consta que hubiere obligado o
inducido el pago, sino simplemente que recibió dinero por la venta de los documentos. Debe descartarse el delito de abuso de
autoridad, previsto por el articulo 329 del Código Penal, porque supone realizar un acto arbitrario causando con ello un perjuicio para
alguien.

En el presente caso el imputado no realiza un acto arbitrario en perjuicio de alguna persona o institución, por lo que no concurren los
supuestos de hecho del delito de comentario. De igual modo debe excluirse la figura de violación de secretos, prevista por el número
337 ibídem, porque se trata de la divulgación de «... hechos, actuaciones o documentos, que de acuerdo a la ley deben quedar
secretos». Para su configuración se requiere de la previsión de otra norma legal, en que se establezca que los documentos (en este
caso los exámenes) constituyen documentos secretos, lo que no existe; faltando este elemento normativo del tipo, no se configura el
delito. Sin embargo, la acción corresponde a lo previsto como una de las modalidades de enriquecimiento ilícito, según el inciso 2 del
artículo 344 del Código Penal, inciso que no fue derogado por la Ley sobre enriquecimiento ilícito de los servidores públicos, N° 6872
de 17 de junio de 1983. Aquella norma dispone: «Artículo 344. Será reprimido con prisión de seis meses a dos años, el funcionario
público que sin incurrir en un delito más severamente penado: 1)... 2) Utilizare con fines de lucro para sí o para un tercero
informaciones o datos de carácter reservado de los que haya tomado conocimiento en razón de su cargo; 3)...». Es evidente que un
guarda o agente de seguridad y vigilancia, es custodio de los bienes de la institución para la que sirve; de igual modo si, como en el
presente caso, logra imponerse del contenido de examnenes, cuya naturaleza es la de documentos reservados al menos hasta que
sean utilizados para evaluar a los alumnos, y los revela antes a cambio de dinero, comete el delito previsto en el inciso 2 del artículo
344, denominado impropiamente en este caso como enriquecimiento ilícito. En consecuencia, se recalifican los hechos a
enriquecimiento ilícito." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE. N° 205-F de las 9 hrs. del 7 de abril.

16- ENSAÑAMIENTO - Elementos que lo definen.

"En cuanto a la agravante del ensañamiento. En resumen, expresa el recurrente que se acreditó que el imputado dio muerte a la
víctima de veinte machetazos, propinados en forma rápida y certera, sin prolongación de sufrimiento, por el contrario la muerte fue
inmediata, no fue la voluntad del imputado causar mayor dolor al ofendido; agrega, que la elección de los medios para matar ha de
estar preordenada por el autor a la causación del sufrimiento, y si falta ese preordenamiento no se da la agravante, aún en caso de un
extraordinario sufrimiento como consecuencia del medio empleado, por lo que no estándose en presencia de esos elementos objetivos
y subjetivos no se produjo el homicidio con ensañamiento. Ahora bien, en cuanto a dicha agravante (que dicho sea su no concurrencia
no hubiere modificado el sentido de la sentencia porque existió alevosía: "con alevosía o ensañamiento;", dice la norma; letra "o" en
función disyuntiva), la Sala participa también del criterio de los juzgadores, esto es, en cuanto a su existencia. Efectivamente, no sólo
quedó determinado suficientemente el propósito o intención del imputado de matar, sino que además, la cantidad de heridas cortantes
que en diferentes partes del cuerpo de la víctima le propinó, son reveladores del propósito de aumentar deliberadamente el sufrimiento
del agredido, pues racionalmente no otra cosa se explica (no sólo por la cantidad de heridas en sí mismas consideradas) que la
crueldad desmedida del imputado; criterio que se reafirma como bien se razona en el Considerando II, aparte IV, de la sentencia del
hecho de que estando ya en el suelo e impotente el ofendido a raíz del primer machetazo, le pedía a su agresor que por favor no lo
matara (así declarado por algunos testigos), a lo cual simplemente respondió el imputado "no te he matado pero te voy a matar", lo
que consumó de modo inhumano, siempre caído o en el piso el ofendido. No fue pues, como se alega, que fueron veinte machetazos
rápidos y certeros para causar la muerte, sino que por la diversidad de las partes del cuerpo (cuero cabelludo, cuello, tronco y
extremidades) en que se infirieron las heridas, algunas mortales, ello excluye toda posibilidad de simple arrebato o de cólera, siendo
obvia la conclusión de que con las múltiples heridas, y en medio la frase exteriorizada por el agente, este quiso deliberada y
reflexivamente causar un sufrimiento mayor a la víctima, innecesario, circunstancias que integran la agravante cualificativa del
asesinato." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 127-F de la9,15 hrs. del 10 marzo.

17- ENSAÑAMIENTO - Elementos que lo definen.

"En cuanto al ensañamiento la doctrina mayoritaria ha señalado que tal agravante consiste en aumentar deliberadamente el dolor del
ofendido y de donde resultan dos consecuencias importantes: a) el hecho sólo puede cometerse con el claro propósito de matar, por
lo que no puede ser imputado a título de dolo eventual; b) quedan excluidos de la agravante los hechos cometidos en un arrebato de
pasión o de cólera, característicos por lo desbordante y repetido del ataque, pero en los que está ausente el fin peculiar al
ensañamiento. (FONTAN BALESTRA, Carlos: "DERECHO PENAL. PARTE ESPECIAL", Buenos Aires, Abeledo-Perrot, Décima
Edición, página 37); en un sentido semejante, Ricardo C. Núñez nos indica: "Mata con ensañamiento el que deliberadamente, en el
acto mismo de matar, somete a la víctima a sufrimientos físicos innecesarios." (NUÑEZ, Ricardo C.: "MANUAL DE DERECHO PENAL.
PARTE ESPECIAL", Córdoba-Buenos Aires, Ediciones Lerner, 1978, Primera Reimpresión, página 51). Por otra parte, Carlos Creuss
señala que la agravante del ensañamiento comprende elementos objetivos y elementos subjetivos. En cuanto al elemento objetivo se
requiere que la agonía de la víctima signifique para ella un padecimiento no ordinario e innecesario en el caso concreto, sea por el
dolor que se le hace experimentar, sea por la prolongación de ella. En cuanto al elemento subjetivo el autor indica que el padecimiento
infligido a la víctima debe ser un acto de crueldad del agente. Su acción tiene que ir deliberadamente dirigida a matar haciendo
padecer a la víctima de aquel modo; la elección de los medios para matar ha de estar preordenada por el autor a la causación del
sufrimiento extraordinario no necesario. Requiere lo que se ha dado a llamar el desdoblamiento de la voluntad que exige la agravante,
sea que a la voluntad de matar debe sumarse la de hacerlo de un modo cruel. Se señala también que no parece imprescindible
requerir que el autor pretenda "satisfacer una tendencia sádica", o que se "complazca" (goce) con el alargamiento de la agonía o la
intensificación del dolor: el agente puede actuar con motivaciones que en sí no sean "sádicas" (p. ej., cumpliendo un rito religioso) y
hasta que le repugne el modo como mata, pero si lo hace aumenta deliberadamente el sufrimiento de la víctima, igualmente quedará
encuadrado en la agravante. (CREUS, Carlos: "DERECHO PENAL. PARTE ESPECIAL. TOMO I", Buenos Aires, Editorial Astrea,
1988, Segunda Edición Actualizada, Páginas 26 y 27). Asimismo, Llobet y Rivero nos manifiestan que la figura requiere objetivamente,
el aumento del dolor del sujeto pasivo, siendo que el tipo subjetivo exige no sólo el dolo de matar, sino que además que el autor en la
ejecución de su acción busque que la víctima sufra antes de morir. (LLOBET RODRIGUEZ, Javier y RIVERO SANCHEZ, Juan
Marcos: "COMENTARIOS AL CODIGO PENAL. ANALISIS DE LA TUTELA DE LOS VALORES FUNDAMENTALES DE LA
PERSONALIDAD", San José, Editorial Juricentro, 1989, Primera Edición, Página 23). Así pues, podemos concluir que el homicidio con
ensañamiento consiste en matar incrementando deliberada e inhumanamente el dolor del ofendido causando un sufrimiento
innecesario siendo que el elemento objetivo del tipo estriba en aumentar el dolor de la víctima, y el elemento subjetivo consiste en
matar aumentado el sufrimiento del agraviado antes de morir, dejando de lado de esta figura el posible "goce" del sujeto activo al
efectuar el ilícito pues éste no es configurativo del tipo. Entonces, en el caso que nos ocupa podemos observar que el imputado se
abalanzó sobre la humanidad de la ofendida sentándosele sobre su estómago y procediendo a lanzarle varias puñaladas que
impactan en la cara, hombros, manos y cara lateral del cuello, instantes en que es auxiliada por una de sus hermanas quien le lanza
leche al endilgado, momento que aprovecha la ofendida para ponerse de pie. Sin embargo, el imputado, no contento con su acción,
arremete nuevamente contra la agraviada sujetándola con una mano de la barbilla y con la otra procede a impactarle varias puñaladas
en el cuello. Como consecuencia de estas puñaladas la ofendida pereció a causa de exanguinación. Ahora bien, si hacemos una
relación de los hechos descritos con la definición de homicidio con ensañamiento que acabamos de señalar podemos afirmar que en
la especie nos encontramos ante un caso de Homicidio con ensañamiento pues la forma en que el encausado arremetió contra la
menor nos indica claramente su voluntad de matarla no sin antes propiciarle una serie de heridas que aumentan deliberada e
inhumanamente el tormento de la niña, encontrándonos así tanto con el elemento objetivo como con el elemento subjetivo del tipo
contemplado en el inciso tercero del artículo 112 del Código Penal." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 508-F de las 9,50 hrs.
del 6 de setiembre.

18- ERROR DE TIPO - Inexistencia por no haberse demostrado falso conocimiento o ignorancia de los elementos
típicos.

"Como primer punto se alega violación del artículo 34 del Código Penal, ya que, a juicio del impugnante, en el presente caso hubo un
"error de hecho", pues el imputado creyó que se estaba relacionando con una joven mayor de quince años. Como segundo aspecto,
se aduce violación del artículo 30 ibídem, pues, según afirma la defensa, como el imputado incurrió en un error de hecho, entonces no
es culpable de la delincuencia que se le atribuye. En tercer lugar, se reprocha quebranto del artículo 35 del mismo Código, porque en
criterio del impugnante en este caso existió un "error de derecho", ya que, de acuerdo con las circunstancias, en todo momento el
imputado creyó que la ofendida era mayor de quince años y, al gozar de su consentimiento, asumió que su conducta era lícita,
debiendo excluirse en ese caso la culpabilidad del agente. Los reclamos no son procedentes. En fallos anteriores, esta Sala ya ha
indicado que "...el error de hecho que se encuentra regulado en el numeral 34 del Código Penal no es otra cosa más que la exposición
del error de tipo, esto es, de una problemática de tipicidad, que tiene consecuencias directas sobre la existencia y verificación del dolo
de la conducta descrita en el tipo." Asimismo, se indicó que el denominado "error de derecho", previsto en el artículo 35 ibídem, regula
propiamente un "error de prohibición", el cual alude a problemas jurídicos referentes a la culpabilidad, que exigen del juez el análisis
pertinente sobre el reproche del injusto al autor, esto es, lo relativo al examen de la capacidad de comprender el carácter ilícito del
hecho y de determinarse de acuerdo con esa comprensión. Al respecto, pueden consultarse los votos números 446-F de las 15:40
horas del 25 de setiembre de 1992 y 166-F de las 14:30 horas del 16 de abril de 1993. Ahora bien, en el presente caso, el tribunal
acreditó de modo expreso que la ofendida A.R. contaba con trece años de edad para la fecha en que ocurrieron los hechos y que el
encartado I.G.A. se aprovechó de la inexperiencia de la joven para accederla carnalmente, a pesar de que sabía la edad de la
perjudicada"; [...]. Por ende, en la especie no se ha configurado el error de tipo, toda vez que no ha habido en el sujeto activo un falso
conocimiento o ignorancia de ninguno de los elementos típicos y está presente el dolo exigido por la figura, ya que es evidente que
existió la voluntad de realizar el hecho, de modo que no puede aplicarse lo preceptuado en el artículo 34 del Código Penal. Tampoco
se ha producido error de prohibición, ni de la manera en que equivocadamente se viene alegando, relacionado siempre con la
supuesta ignorancia de la edad de la ofendida, ni en los términos reales en que opera ese instituto, es decir, en cuanto a la
reprochabilidad de la conducta típica y antijurídica que se le atribuye al justiciable, pues no se acreditó en el fallo ningún vicio de
conocimiento que le impidiera comprender el carácter ilícito del hecho o determinarse conforme a esa comprensión.

A decir verdad, todo el cuestionamiento de la defensa parte de una interpretación subjetiva de la prueba, mediante la cual procura
alterar los hechos que se tuvieron por probados, intentando que se tenga por cierto, contra todo lo señalado en el fallo, que el
encartado consideraba que la ofendida tenía más de quince años. Estas argumentaciones no son adecuadas para fundamentar los
reclamos formulados, por lo que, de conformidad con lo expuesto, procede declararlos sin lugar." 1995. SALA TERCERA DE LA
CORTE, N° 123-F de las 8,55 hrs. del 10 de marzo.

19- ESTAFA - Cómputo de la prescripción tratándose de un ilícito permanente vinculado a un ejercicio ilegal de la
profesión.

"Como único alegato, señala inobservancia de los artículos 82 inciso 2), 83 y 88 en relación con el 216 inciso 1) y 313, todos del
Código Penal y la Ley número 7.337 del 5 de mayo de 1.993, así como errónea aplicación del artículo 216 inciso 2) del Código ibídem.
Estima la impugnante, que los hechos en perjuicio de los señores V.A.M. y J.L.V.M., están prescritos. El reclamo no resulta atendible.
El Tribunal tuvo por acreditado -entre otras cosas- que los ofendidos entregaron diversas sumas de dinero al justiciable durante los
años 1.989 y 1.990, aunque los mantuvo en el error de creer que era abogado hasta 1.992, año en el que se enteraron que P.G. no lo
era. Ahora bien, estima la recurrente que el cómputo del plazo para los efectos de prescripción de la acción penal, empezó a correr a
partir del momento en que se efectuó la efectiva entrega de dinero por parte de los perjudicados; esta Sala luego del debido estudio
de la causa no comparte ese criterio, por estimar que se está en presencia de un delito permanente. En efecto, conforme lo señala el
artículo 216 del Código Penal, incurre en delito de Estafa tanto quien induce a error a otra persona, como quien lo mantiene en él o
sea, que el delito se puede agotar ya sea mediante un sólo acto o a través de varios sucesivos. Por otra parte, el artículo 83 del
Código ibídem señala, que la prescripción de la acción penal para los delitos permanentes empieza a correr desde el día en que cesó
su continuidad o permanencia. Así las cosas, el ilícito no se agotó con la entrega del dinero sino que conforme se tuvo por acreditado,
permaneció en el tiempo mientras los ofendidos se mantuvieron en error, por lo cual, habiendo cesado la permanencia de ejecución
del delito hasta el momento en que los ofendidos se enteraron que el encartado no era Profesional en Derecho, fue hasta ese
momento -a partir de 1.992- que empezó a correr el término de la prescripción interrumpiéndose con el dictado del auto de
procesamiento de las siete horas del 5 de noviembre de 1.993 [...], de manera que en los procesos seguidos contra P.G. por los
delitos ejecutados en daño de J.L.V.M. y V.A.M., no habían transcurrido aún ni tres ni diez años respectivamente, lapsos relacionados
para los efectos de prescripción, con los extremos mayores de las penas eventualmente imponibles, de conformidad con lo dispuesto
en el artículo 82 del Código Penal." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 623-F de las 9,15 hrs. del 20 de octubre.

20- FIJACION DE LA PENA - La existencia de antecedentes penales por sí sola no justifica aplicación de pena más
grave.

"En el segundo aparte de la impugnación se reclama la infracción de los numerales 71 del Código Penal, 106, 393 y 400 inciso 4° del
Código de Procedimientos Penales, por falta de fundamentación de la sentencia respecto a la fijación de la pena, ya que se impuso a
los dos imputados la misma pena, siendo que ambos se encuentran en situaciones jurídicas diferentes, porque el recurrente, a
diferencia del coimputado M.H., no tiene antecedentes penales. No lleva razón el recurrente, pues en el contexto de derecho penal de
acto, ninguna de las normas legales citadas indica que necesariamente deba ser más grave la pena de uno de los coautores del
hecho delictivo, por la sola circunstancia de tener antecedentes penales. Una diferencia de penas sería posible, si se apoyara en una
especial consideración de la conducta concreta desplegada por el coautor, que justificara una graduación diversa de la pena, como
sería, por ejemplo, alguna de las hipótesis de comunicabilidad establecidas en el artículo 49 del Código Penal. Siendo que la fijación
de la pena se ajusta a la normativa citada, se declara sin lugar el reclamo." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 293-F de las
8,40 del 26 de mayo.

21- FRAUDE DE SIMULACION - Traspasos aparentes de bienes para evitar liquidación de gananciales.

"En este acápite del recurso se reprocha la violación de los ordinales 41 del Código de Familia y 25 del Código Penal, porque el
imputado M.V.M.L. estaba autorizado legalmente para actuar en la forma en que lo hizo, de manera que si su actuación constituye el
ejercicio legítimo de un derecho no se configura delito alguno en la especie. Tampoco este reproche es de recibo, pues lo cierto es
que ninguna de las normas relativas al régimen de participación diferida en los gananciales faculta al imputado para traspasar sus
bienes mediante traspasos aparentes, con el único fin de eliminar los gananciales de la ofendida ante una eventual liquidación de
bienes. En este mismo sentido señala la jurisprudencia que: «Si bien es cierto que si no existieren capitulaciones matrimoniales cada
cónyuge queda dueño y dispone libremente de los bienes que tenía al contraer matrimonio y de los que adquiera durante él por
cualquier título, además de los frutos de unos y otros, tainbién lo es que dicha situación se da durante la vida normal del matrimonio y
en negociaciones ciertas, pues con base en el principio de que toda regla tiene su excepción, cuando el matrimonio sufre quebrantos y
se vislumbra su disolución, no es posible aplicar tal disposición de manera absoluta, cuando un cónyuge se deshace de sus bienes,
mediante traspasos aparentes y con el único fin de eliminar los gananciales del otro" (Sala Primera Civil N° 4 de las 15:15 hrs. del 6
de enero de 1978). En el presente caso, M.L., con la ayuda de un notario público, por una parte vendió un vehículo automotor al
coimputado L.G.P.V., y por otra su vivienda al coencartado L.B.S., a sabiendas todos ellos de que el matrimonio del primero
enfrentaba serios problemas incluso la ofendida había interpuesto una demanda de divorcio y de que la única finalidad de esos dos
negocios era la de perjudicar los derechos de la ofendida ante una eventual y previsible liquidación de bienes, según se acreditó en
sentencia, donde acertadamente se califican los hechos como constitutivos de dos delitos de fraude de simulación en concurso
material." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 792-F de las 11,16 hrs. del 22 de diciembre.

22- HOMICIDIO CALIFICADO - Muerte ocasioinada para consumar robo.

"Como primer apartado de la impugnación por vicios in iudicando, se denuncia la transgresión, por aplicación indebida, de los artículos
112.6, 45 y 30 del Código Penal, y por falta de aplicación del artículo 1 y 111 del mismo código, y del 39 de la Constitución Política,
porque -sostiene la quejosa- los hechos únicamente constituyen una tentativa de Robo agravado en concurso material con un
Homicidio simple y no con un Homicidio calificado (criminis causa), como erróneamente lo calificó el a quo. Según se acreditó en
sentencia, los tres imputados ingresaron al Bar del ofendido: uno de ellos inmovilizó a uno de los testigos presentes, otro encartado
increpó en tono amenazante a la joven que estaba detrás de la barra para que le indicara dónde estaba el dinero, mientras que el
tercer acusado, cuchilla en mano, se abalanzó contra el ofendido, con quien forcejeó y cayó al suelo, golpeándose la cabeza el
ofendido, situación que aprovechó su adversario para propinarle una estocada en el pecho que le produjo la muerte en el mismo lugar
de los hechos, tras lo cual los tres acusados optaron por huir del lugar, sin haberse podido comprobar si aquellos pudieron sustraer
algún bien de la víctima [...]. Considera esta Sala que en el presente caso, como la muerte del ofendido se produjo cuando éste se
enfrentaba contra el imputado V.R., ante la agresión de que era objeto, se aprecia que, desde la perspectiva de los autores, la muerte
del ofendido se produjo para consumar el robo, razón por la cual el homicidio es finalmente conexo a ese delito, pues era el medio
necesario para ejecutar o llegar al fin perseguido de robar al ofendido, objetivo central de la conducta (es decir, en la especie se mata
para vencer la resistencia del que se opone a que lo roben). Y si los acusados tenían conocimiento y voluntad de robar entre los tres
al ofendido, seleccionando como medio para la realización de ese fin propuesto la utilización de arma blanca, selección que
racionalmente -como se dijo anteriormente- involucra la consideración y aceptación de los efectos concomitantes o secundarios que
implica el uso de este tipo de armamento, como es la causación de heridas a otro o incluso su muerte, debe convenirse con el Tribunal
de juicio en que concurren los elementos del tipo calificado de homicidio. Por otra parte, resulta claro que no se está aquí en
presencia del otro Homicidio calificado que se comete "...por no haber logrado el fin propuesto al intentar otro delito" (art. 112.6 in fine)
hipótesis para la cual es evidente la necesidad de un delito anterior, consumado o tentado sin éxito en cuanto a los fines propuestos y
en la que la decisión homicida surge como consecuencia de no haber obtenido el fin que se propuso al intentar el otro delito, esto es,
como reacción ante el fracaso en la consecución de los fines propuestos ("conexión impulsiva", cfr. FONTAN BALESTRA, Carlos:
Derecho Penal, Parte Especial, Buenos Aires, Abeledo Perrot, 1978, p. 41; BREGLIA ARIAS, Omar y GAUNA, Omar: Código Penal,
Buenos Aires, Editorial Astrea, 1987, p. 269; NUÑEZ, Ricardo: Manual de Derecho Penal, Parte Especial, Buenos Aires, Ediciones
Lerner S.A., 1978, p. 56; y CREUS, Carlos: Derecho Penal, Buenos Aires, Editorial Astrea, Parte Espedal, t. 1, segunda edición, 1988,
§ 86-98)." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N 254-F de las 14,15 hrs. del 5 de mayo.

23- HOMICIDIO CULPOSO - Alegato sobre costumbre de navegación fluvial nocturna sin señales luminosas que está en
contradicción con el ordenarniento jurídico.

"La defensora pública del imputado, con fundamento en la normativa que invoca, acusa violación de las reglas de la sana crítica.
Refiere, en concreto, que la sentencia que impugna se fundamenta en que ninguna de las dos embarcaciones que colisionaron
llevaban luces que hicieran notar su presencia en el río Sarapiquí; que toda la prueba oralizada es conteste en que si las
embarcaciones no llevan luces es por una medida preventiva y por un deber de cuidado; es una costumbre arraigada, pues según los
residentes del lugar, si las embarcaciones llevasen luces, el reflejo de estas en el agua las encandilaría, pudiéndose producir
percances; que se violentó el lógico entendimiento humano y la experiencia al desacreditar el Tribunal esa realidad o costumbre de
ese grupo social, pues si para nosotros es ley que nuestros vehículos, después de las seis de la tarde, mantengan sus luces
encendidas, para evitar accidentes, para dichos residentes es lo contrario, siendo eso ley para ellos. Sin embargo, la Sala no participa
de los argumentos de la recurrente y por ende los declara sin lugar. En realidad, la médula de los quebrantos de la sana crítica
expuestos parten de un aspecto fundamental: el desacreditar el Tribunal a quo, contrariamente a la prueba testimonial oralizada, lo
que la defensa denomina "una realidad o costumbre de ese grupo social", la cual consiste en que la regla para ellos es la navegación
por el río Sarapiquí, en horas nocturnas, sin ninguna señal luminosa que advierta la presencia de las embarcaciones en sentido
contrario, pues de usarse luces más bien se infringiría el deber de cuidado porque producirían encandilamientos y situaciones de
peligro para los tripulantes; es decir, lo contrario a lo que estimaron los juzgadores para arribar a la violación de dicho principio por
parte del imputado, esto es -conforme lo acreditan en el fallo-, por no portar en su lancha un foco o linterna que hubiere evitado el
accidente y su resultado, criterio razonable y lógico. En efecto, la circunstancia de navegar el imputado por dicho río, con pasajeros en
cantidad de diez, de noche, lloviznando y empezando a crecer el caudal del río, sin ninguna señal luminosa, foco o linterna indicativa
de la presencia de la embarcación, rebasó los límites de la prudencia ordinaria, propia del "hombre medio", incurriendo por
consecuencia en evidente falta del deber de cuidado al no tomar con la indicada finalidad una medida elemental y necesaria, e
independientemente de la costumbre que privaba en la zona según se reclama, costumbre que obviamente está en total contradicción
(contra legem o adversum legem) con el ordenamiento jurídico conforme lo estipula el artículo 3 del Código Civil, al señalar que "El uso
y la costumbre sólo regirán en defecto de ley aplicable, siempre que su existencia haya sido demostrada y no resulten contrarios a la
moral o al orden público o a una norma de carácter prohibitivo."; e incluso, de persistirse en tan peligrosas y censurables conductas,
con ello lo único que razonablemente se produciría sería la continuación del peligro para los usuarios de las embarcaciones que
navegan, en esas condiciones, por dichas aguas. Por otra parte, conviene puntualizar, por así reclamarse, que ninguna duda existe en
que, hechos tan lamentables como el ventilado en este proceso, indiscutiblemente requieren de la protección o tutela del Derecho
Penal, toda vez que, nada menos, su consecuencia produjo la muerte de dos personas.

En términos generales, aún no existiendo aquélla expresa disposición del Código Civil, no sería posible aceptar la tesis de la
defensora, porque ello equivaldría a la abstracción del cometido esencial del Derecho Penal, es decir, en su función de seguridad
pública y consiguiente protección de bienes jurídicos específicamente tutelados, como método o forma de aseguramiento de la
coexistencia de la sociedad (tomados en cuenta los valores éticos), paralelamente al regulamiento de las conductas humanas con
objeto de evitar la comisión y repetición de acciones semejantes a la que nos ocupa. Acorde con la conducta observada por el
imputado, según la describe, analiza y valora el pronunciamiento, es fácilmente detectable que, en este caso concreto, fue certera la
conclusión del Tribunal de mérito en cuanto a la existencia en su forma de tipicidad de la falta al deber de cuidado. En virtud de ser, el
fundamento exclusivo y básico de la defensa el no uso de ningún tipo de luces al navegar por dicho río en horas de la noche por la
expresada y arraigada costumbre del respectivo grupo social, y girando, sobre ese argumento, es imperativo concluir en que ninguna
regla de la sana crítica conculcaron los juzgadores al rechazar, acertadamente, esa tesis, lo que sería suficiente para declarar sin
lugar el motivo formulado. Ahora bien, los argumentos de la defensa racionalmente improcedentes, riñen desde toda óptica con la
seguridad jurídica y social de los ciudadanos protegidos por el Derecho Penal, el cual derivado de la propia Constitución, está al frente
de la tutela de los bienes jurídicos (fundamentalmeute la vida) de las personas. De modo que, definitivamente, no bastaba la
experiencia del imputado y de su conocimiento del río, en razón de que, y así plasmado en la sentencia, con ocasión de las
condiciones del tiempo que se avecinaban al momento de la partida, llegando efectivamente a lloviznar y con ello el aumento del
caudal del río y que la noche caería durante el trayecto (lo que ocurrió), esas circunstancias en una representación normalmente
prudente obligaban al responsable de la ancha y de la seguridad del destino de sus pasajeros y del suyo propio, como medida
precautoriay necesaria mínima, a proveerse al menos de una linterna o foco de baterías, en función de alumbramiento del curso a
seguir pero también de aviso de la presencia del bote o lancha en las aguas del río; no obstante, al no hacerlo así, no pudo menos el
Tribunal, con acierto, concluir en la infracción evidente al deber de cuidado en nexo causal con su resultado, sin que sea de recibo la
tesis sobre posibilidad alguna de encandilamiento para otras naves o lanchas que en sentido contrario navegasen a la vez (olvidando
que una colisión, no solo de frente como en este caso, puede darse entre lanchas que navegaran de noche en la misma dirección,
sino también lateralmente o de costado), porque, contrario al reclamo planteado, es inaceptable un encandilamiento de la magnitud y
alcances propuestos, ello en razón del tamaño de las embarcaciones y por ende de las dimensiones y sus proyecciones a la distancia
de las luces a utilizar. Es más, aún sin el uso de una luz que alumbrara adecuadamente la ruta, que salvaría de eventuales
obstáculos (aparte de otras embarcaciones, también de troncos, ramas u cualquier otro objeto a la deriva que pudiere causar peligro
de impacto), bastaba en el caso, en salvaguarda de los inherentes deberes de cuidado en pro de los bienes jurídicos protegidos, con
simples señales luminosas intermitentes, no necesariamente una linterna, foco u otro tipo de lámpara semejante de gran capacidad de
alcance. El medio de transporte fluvial usado por el imputado, indiscutiblemente requería (y requiere) estar proveído de ese elemental
sistema de luces de aviso de presencia en el río, con mayor y sobrada razón tratándose de la navegación con personas a bordo y en
horas nocturnas y con climas adversos, puesto que tales medidas se imponían, como racionales y de necesidad elemental de
seguridad de todos los pasajeros y del propio tripulante, por lo que al obviarlas el imputado cuando las circunstancias lo demandaban,
indefectiblemente ello hizo que incurriera en inobservancia de la reprochada falta de deber de cuidado, avalando por consiguiente esta
Sala la posición del Tribunal de mérito en cuanto a su conclusión a que ese aspecto se refiere. En armonía con lo expresado, la
alegada inexistencia de ley o reglamentación en punto a la navegación fluvial sobre el río Sarapiquí, fundamentalmente nocturna, no
constituye obstáculo alguno para que, como medida primordial e imprescindible, el acusado utilizara algún medio de identificación
luminoso, sea para que su lancha pudiere ser detectada por otras que en sentido contrario o en el mismo suyo navegasen
(significando esto último, que las señales lo debían ser no solo delanteras (proa) sino también posteriores (popa), resultando por eso
que su conducta contraria tuviera la adecuación y significación penal señaladas, puesto que racionalmente hay bases para pensar
que, de haber llevado algún tipo de luces, el suceso no se hubiere producido. Y, sobre esto bien, puntualizan los juzgadores que: "...Y
resulta intrascendente la costumbre asumida por los boteros en ese mismo sentido, ya que la imprudencia de unos no justifica la
imprudencia de otros.", e igualmente acertaron al tomar en cuenta la posibilidad de un desperfecto mecánico del motor de la lancha,
con los consiguientes peligros para la tripulación ante el clima adverso y que el caudal del río crecía y que, inclusive, no podía
descartarse, en esas condiciones, la contingencia de un naufragio. Desde todas estas perspectivas, es que el deber de cuidado cobró
toda su magnitud en cuanto a significación y reprochabilidad penal, en tanto y cuanto se inobservó sin razón exculpatoria o
justificatoria concurrente. Así lo establece el a quo razonablemente fundamentado y en estricto apego a la situación jurídica y social del
imputado y por ende, sin quebranto de las reglas de la sana crítica conforme se protesta. Por otra parte. como lo exigible no solo
consiste en la señalada violación al deber de cuidado, sino también que debe mediar el necesario nexo causal entre la infracción a ese
deber y la producción del resultado (muertes), esa relación se encuentra en igual forma evidenciada y plasmada correctamente en el
fallo de mérito, puesto que la consecuencia del hecho (muertes) quedó determinada por la violación del aludido deber de cuidado,
conclusión que la Sala prohija.

A este fin, es válida razonablemente la hipótesis mental aplicada por el Tribunal, en sentido de que

difícilmente el percance se hubiere dado si al menos acusado se hiciere alumbrar de tal manera. Esta es, por lo tanto, su conducta
culposa por ausencia del deber de cuidado...". En mérito de lo expuesto, procede rechazar el motivo en estudio." 1995. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N° 380-F de las16 hrs. del 30 de junio.

24- HOMICIDIO CULPOSO - Caso fortuito por desperfecto en frenos excluye responsabilidad pese a infracción de
tránsito por viajar personas fuera de la cabina.

"La Fiscal de Juicio del Ministerio Público con sede en la Provincia de Cartago alega en el único motivo de su recurso por violación de
leyes sustantivas, el quebranto de los artículos 30, 33 y 117 del Código Penal, y del 124 de la Ley de Tránsito vigente. Estima que en
el presente asunto no debió absolverse al imputado con sustento en la existencia de un caso fortuito, porque -según su criterio- resulta
obvio que la conducta de aquél fue culposa, por lo que procedía su condenatoria por los delitos de Homicidio y Lesiones Culposas en
concurso ideal y solicita que así se declare. Afirma que "si bien es cierto el desperfecto de los frenos en el vehículo que conducía el
encartado el día de los hechos no le son atribuibles a su actuar, si le es atribuible la responsabilidad de haber permitido que el occiso
M.S.C. y el señor S.R. viajaran en el cajón del vehículo..." [...], lo que no permite la Ley de Tránsito. No le asiste razón. Como bien
explica el tribunal de mérito, es cierto que la legislación correspondiente prohibe que las personas viajen fuera de la cabina, lo que
ocurre con cierta frecuencia en zonas rurales cuando se transporta madera u otros materiales como en el subjúdice, pero ello -que
daría base para una sanción de acuerdo con aquella ley- no fue el motivo determinante del suceso que se investigó. En efecto, quedó
acreditado que el vehículo de carga en que viajaban el encartado y los ofendidos se quedó sin frenos al rompérsele el conducto del
respectivo líquido, lo que hizo que aquél tomara velocidad y se volcara hacia su lado izquierdo con las lamentables consecuencias que
se produjeron [...]. Tal circunstancia, que no se demostró que pudiera haber sido prevista o evitada por el chofer del automotor, no
podría generar en su contra una responsabilidad penal objetiva con apoyo en una falta de tránsito que no fue el factor
desencadenante del accidente." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 11-F de las 10,40 hrs. del 9 de enero.

25- HURTO - Apoderamiento de reloj de persona

"Se alega en el recurso presentado por La Licda. M.C.Z. a favor de J.D.M.V. y en la adhesión hecha por S.G.R. la violación al debido
proceso prevista en la causal 6) del artículo 490 del Código de Procesal Penal. Se apoya ésta en una presunta falta de tipicidad en
cuanto al hecho que acreditó el a quo relativo a la sustracción del reloj de la víctima después de su muerte, el cual, -según se afirma-
fue erróneamente calificado por los juzgadores como Robo Agravado al encuadrarlo en el artículo 212 inciso 3) en relación con el
numeral 209 inciso 7) del Código Penal. En criterio de los impugnantes, desde el punto de vista lógico como jurídico no se configuró
este delito "por cuanto nunca se ejerció violencia física para la sustracción" (sic). El mismo Tribunal, -agregan- de manera diáfana
establece que el homicidio y el "robo" fueron dos cosas totalmente distintas. Tan es así que literalmente manifestó: "...aprovechó para
sustraer, del cuerpo ya sin vida del ofendido su reloj de pulso...". Por lo tanto no se da ese requisito de tipicidad. Es decir, no se trató
de ponerlo en ese estado para sustraerle, más por el contrario, fue algo casual, no previsto... De igual modo resulta inaceptable hablar
de un delito contra la propiedad al no existir un desapoderamiento. En efecto un cadáver no puede tener bajo su custodia un bien.
Tampoco se puede decir que un cadáver sea una persona conforme a la exigencia del artículo 212 inciso 3) del Código Penal" [...]. El
primer aspecto que cabe determinar es si este tipo de delitos contra la propiedad puede configurarse cuando el apoderamiento ilícito
es sobre objetos de personas fallecidas anteriormente, esto es, que no resultaron muertas con motivo de la sustracción (o que la
violencia física ejercida no fue para consumar el robo). Resulta obvio que, conforme a nuestra legislación, al fallecer una persona cesa
su personalidad y en consecuencia el ejercicio de los derechos que podrían derivarse del hecho aquí investigado. Sin embargo, es
importante distinguir entre el robo y el hurto, por cuanto en el primero la violencia se ejerce en contra de una persona viva (caso del
robo simple artículo 212 inciso 3° y el robo agravado, artículo 213 del C.P.) mientras que en el hurto, no necesariamente los bienes
que se sustraen tienen que estar bajo la posesión directa del dueño. En el robo sí debe darse la vis compulsiva o la vis física. Esto
significa que al ejercerse la violencia sobre una persona -estando viva por supuesto-, ésta se realiza como un medio esencial para
intimidar o reducir a la impotencia a la víctima a fin de facilitar el desapoderamiento (pudiendo ocurrir que la violencia llegue al extremo
de producir la muerte pero con la finalidad de robar). Esta circunstancia es precisamente lo que califica o agrava la sustracción. En el
presente caso, se desprende que efectivamente después de haberse cometido el homicidio (que se originó luego de una discusión por
supuestas rencillas) [...], M.V. retrocedió y decidió sustraer al occiso su reloj lo que significa que no se ejerció violencia física ni
intimación sobre el portador de dicho bien con el fin de despojarlo de sus pertenencias, por lo que el delito de Robo Agravado no se
configuró. En otras palabras, la acción realizada por el sentenciado M.V. -comunicable al resto de los intervinientes en virtud del
artículo 49 del Código Penal- es constitutiva del delito de Hurto Agravado que define el artículo 209 inciso 7) de dicho cuerpo legal
sancionado con pena de prisión de tres meses a tres años en virtud de estarse en el caso del primer párrafo de dicha norma, en
relación con el inciso 7° ibídem. El otro punto a dilucidar, es sí tal error en la calificación de los hechos puede ser considerado dentro
de los supuestos a que se refiere la causal prevista en el inciso 6) del artículo 490 relativa al debido proceso. La Sala Constitucional
ha sostenido en el voto 2757 de 1992 y en el voto emitido en este recurso con motivo de la consulta preceptiva hecha por la Sala
Tercera (5074-94), que cuando no se trata de una falta de tipicidad el reparo no forma parte del debido proceso a menos que se haya
producido un "grueso error, que conduzca a establecer que el juez llegó a conclusiones inadmisibles o absurdas". Analizadas las
circunstancias en que se produjeron los hechos tenidos por demostrados en esta causa, se estima que el Tribunal cometió un error
evidente al calificarlos [...].

Este error influyó de manera decisiva en la fijación de la pena por el ilícito que de modo equívoco se les atribuyó (Robo Agravado) y
por el que resultaron condenados M.V. y G.R., razón por la cual deben acogerse ambos reclamos. Se anula la sentencia parcialmente
en ese extremo. Se recalifican los hechos relativos a la sustracción del reloj del ofendido A.A. como Hurto Agravado, delito descrito y
sancionado por el artículo 209 inciso 7) del Código Penal, y tomando en consideración las circunstancias de modo, tiempo y lugar en
que los mismos se presentaron, en particular el escaso valor del bien dicho, que el pleito desencadenante de la violencia en perjuicio
de la víctima no tuvo como propósito el despojarlo de sus haberes sino que se trató de un aprovechamiento posterior, así como la
ausencia de antecedentes penales de los co-encartados y demás factores que el tribunal de mérito estimó para establecer la condena,
se impone a cada uno de ellos la pena de un año de prisión, la que deberán descontar, previo abono de la preventiva, en el
establecimiento penitenciario que determinen los respectivos reglamentos." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 117-Fde las
11,05 hrs. del 3 de marzo.

26- HURTO DE TITULO VALOR - Independencia de la falsificación y uso posterior del documento.

"La aplicación de una o más normas penales cuando se configura una conducta que encuadra en más de una descripción típica,
depende de la existencia de una lesión efectiva o potencial a un bien jurídico, así como que el disvalor por tal lesión no esté contenido
íntegramente en una de las normas concurrentes. Cuando una misma conducta se encuentra descrita en varias disposiciones legales,
existirá un concurso aparente si éstas se excluyen entre sí, o bien se estime que la protección que una de ellas brinda a un bien
jurídico, está cubierta por la otra, lo que haría venir a menos la razón de aplicar ambasy deberá resolverse el punto de acuerdo a los
criterios conocidos al efecto. Sin embargo, si se estima que el disvalor de una norma no contiene el de la otra, y las mismas no
excluyen expresamente su aplicación simultánea, se tratará de un concurso (ideal o real). En el presente asunto lo que se impone es
determinar si la figura del hurto de un título valor, contiene en sí el disvalor por la falsificación que se pueda cometer o el uso sucesivo
que se haga de tal documento falso. Considerar que sí, sería estimar que para el ordenamiento basta la sustracción, y es irrelevante
que luego el documento sufra alteraciones ilícitas. Sin embargo, surge de inmediato que, con este hecho posterior se estarían
lesionando otros intereses, ajenos a los patrimoniales, como es la afectación de la fe pública, así como la vinculación en un asunto
contencioso de otras personas ajenas a la primera acción, como pudo haber sucedido virtualmente en el presente asunto con respecto
a los testigos J.Ch., quienes pudieron eventualmente ser instrumentos de la acusada. Ciertamente, no causa el mismo inconveniente
social la sola sustracción, si ademas se realiza una falsificación o se hace uso de un documento falso, aunque sea el mismo
documento que se sustrajo, con perjuicio adicional de la fe pública. Siendo de ese modo, es decir existiendo otro interés tutelado
diverso al patrimonial y no estando dentro del disvalor de la sanción del hurto la falsificación o el uso falso ulterior, debe concluirse que
esta norma no absorbe aquella, sino que puede tratarse de un concurso real de delitos.

III. Por consiguiente, lleva razón el Ministerio Público en su recurso de fondo formulado, pues el delito de hurto no contiene ni describe
los delitos de falsificación y uso de documento, como lo afirma el Tribunal. Sin embargo, para resolver ese reclamo del Ministerio
Público es necesario examinar con detalle los hechos que como probados haya tenido el Tribunal respecto de la falsificación y del uso
de documento acusada en el Requerimiento de Elevación a Juicio [...]. No obstante en el presente caso no hay una adecuada
fundamentación sobre los hechos respecto de esos delitos. El tribunal de juicio, considerando que ello carecía de interés por estar la
acción absorbida por el hurto, omite entrar a conformar el cuadro fáctico que permita examinar la plausible aplicación o no del delito de
falsificación o uso de documento falso, y se limita a señalar "En lo que respectaa los dos delitos de Uso de Documento Falso, el
Tribunal por unanimidad considera que no puede dictarse una sentencia condenatoria, no porque estime que no se da la conducta
que el Ministerio Público reputó como tal; no, lo que sucede es que no puede considerarse que la misma represente una conducta
autónoma, independiente..." [...]. Siendo así, debe declararse con lugar el recurso por el fondo interpuesto por el órgano requirente,
pero ante la imposibilidad de resolver el fondo, conforme lo autoriza el artículo 482 del Código de Procedimientos Penales, por falta de
circunstanciación y determinación precisa del hecho probado (art. 395, inciso 3, ibid), debe decretarse la nulidad de la sentencia en
cuanto contiene la decisión del Tribunal de estimar absorbido el delito de uso de documento falso en el delito de hurto. En
consecuencia, deberá ordenarse un juicio de reenvío para que se conozca y se pronuncie un Tribunal sobre la acusación del
Ministerio Público respecto de los hechos calificados como constitutivos del delito de falsificación o uso de documento falso. Esta
nulidad, como es obvio, no afecta la condenatoria ya recaída en lo atinente al delito de hurto simple, la cual queda firme." 1995. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N° 449-F de las 15,15 hrs. del 8 de agosto.
27- INFRACCION A LA A LEY DE PROTECCION DE FAUNA SILVESTRE - Inexistencia de actos ejecutivos propios de la
caza - Sanción de multa como pena principal impide aplicar prisión.

"En el único motivo del recurso, el defensor argumenta que la acción demostrada a los encartados no encuadra dentro del verbo
"cazar", en tanto no se tuvo por cierto que efectivamente se hubiera perseguido algún animal. Además, indica que fue impuesta a los
encausados una pena inconstitucional, pues los meses de prisión que prescribe el artículo 94 de la Ley de Conservación de la Vida
Silvestre están previstos sólo para la hipótesis en que el sentenciado no cancele la multa impuesta, mas no como pena original, y que,
siendo así, resultan contrarios a la jurisprudencia constitucional, que declaró ilegítima la conversión en penas de prisión, de deudas por
multas no canceladas.

II. Confrontando la serie de hechos que el tribunal tuvo por demostrados, la Sala concluye que no se está ante la conducta típica
prevista en el artículo 94 de la Ley de Conservación de la Vida Silvestre. Efectivamente, lo que se señala en sentencia es que los
encartados ingresaron a un parque nacional, provistos de los instrumentos adecuados para la cacería, mas no que ya hubieran
perseguido, atrapado o dado muerte a algún animal. Ello hace que la conducta de los encausados quede en grado de acto
preparatorio (impunes, por principio, en nuestro Derecho Penal), en tanto no llevaron a cabo los actos ejecutivos propios de la caza, a
saber el acoso, apresamiento o muerte de un animal silvestre (artículo 2 de la citada ley). Entender por "acoso", como pretende la
representante del Ministerio Público, el acto de búsqueda, es hacer una interpretación extensiva del verbo previsto en el tipo penal, en
detrimento de los encartados, pues para acosar, debe haber un sujeto u objeto determinado contra el cual se dirija la acción. Diferente
hubiese sido si, ante una sospecha similar, los vigilantes observan la conducta de los imputados, a fin de comprobar sus intenciones a
través de la puesta en práctica del acto de caza. De los hechos probados se evidencia como probable que los encausados pretendían
dedicarse a la caza, pero, como se comentó, no llegaron a iniciar esa acción al ser sorprendidos antes de que concretaran su
propósito, de modo que tampoco podría hablarse de una tentativa de delito al no haberse iniciado los actos de ejecución, conforme al
artículo 24 del Código Penal. Además, el recurrente tiene razón al señalar que el tipo penal aplicado sólo prevé la sanción de multa, lo
que significa que el juzgador sólo esa pena es la que puede imponer, conforme se desprende del artículo 94 de la Ley de
Conservación de la Vida Silvestre. Si bien esa norma señala que la multa es "…convertible en pena de prisión de cuatro a ocho
meses...", ello no significa que la pena principal que escogió el legislador fuere la privativa de libertad, ni tampoco que el juzgador
tenga la posibilidad de escoger entre la multa y la prisión. El legislador fue claro, adoptó la pena de multa como pena única, y sólo
estableció su "conversión" en pena privativa de libertad para los casos en que la multa no fuere pagada. El artículo 89 de esa ley es
bien claro al respecto, en cuanto señala que "Se establece la imposición de multas, dentro de los límites mínimo y máximo
correspondientes, para los delitos tipificados en este capítulo... Toda multa no pagada se convertirá en pena de prisión, de
conformidad con los límites mínimo y máximo fijados para cada delito...". Lo anterior significa que el Tribunal no podía aplicar
directamente una pena de prisión, sin dar oportunidad siquiera para que el sentenciado cancele la multa. Pero aún más, también tiene
razón el señor defensor al indicar que estas normas, en cuanto autorizan la conversión de la multa en prisión, deben estimarse
inconstitucionales y por ello inaplicables, conforme a los razonamientos expuestos por la Sala Constitucional en su voto 1054-94 de las
15:24 hrs. del 22 de febrero de 1994, que declaró la inconstitucionalidad del artículo 56 del Código Penal que autorizaba en forma
genérica la conversión de la multa en prisión. En consecuencia, debe declararse con lugar el recurso formulado, casar la sentencia en
cuanto condenó a los imputados por Infracción a la Ley de Protección de la Fauna Silvestre y en su lugar absolverlos de toda pena y
responsabilidad por ese delito." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 578-F de las 14,45 hrs. del 4 de octubre.

28- LEGITIMA DEFENSA - Consideraciones sobre sus requisitos.

"En la sentencia recurrida el Tribunal de juicio tuvo por cierto que en horas de la noche del veinticinco de marzo de mil novecientos
noventa y cuatro, en la cantina Las Albardas, sita en Santa Cruz, se dio una pelea entre el ofendido I.V.S. y el acusado L.A.M.D.,
después de la cual el acusado se retiró del lugar, regresando un rato después a dicha cantina, donde aún estaba el ofendido, el cual
tomó la cadena de la bicicleta y con ésta agredió al acusado, quien sacó un puñal y se lo introdujo al ofendido en el pecho, quién
murió a consecuencia de la puñalada [...]. El Tribunal de mérito amplía las circunstancias en que se produjeron los hechos al realizar
el análisis de fondo y admite expresamente que existió una agresión ilegítima por parte del ofendido, quien le dio un cadenazo al
acusado [...]. Sin embargo, excluye la legítima defensa por dos motivos fundamentales. En primer lugar, porque considera que,
aunque el acusado tenía derecho a repeler la agresión, debió hacerlo en forma congruente con el ataque, ya que, a juicio de los
juzgadores, sacar un puñal y herir en una parte vital es un exceso. En segundo término, porque consideraron que "el acusado es un
hombre joven y fuerte, que pudo emplear fuerza para despojar al ofendido de la cadena, máxime que este último tenía un nivel de
ebriedad elevadísimo, lo que hacía más fácil reducirlo a la impotencia". Ninguno de los argumentos expuestos por el a quo excluye, en
la especie, la concurrencia de los presupuestos del artículo 28 del Código Penal, si se aplica rectamente la doctrina que lo informa. En
cuanto al pretendido exceso en la defensa, lo cierto es que no se configura en este caso concreto. En efecto, tal y como lo hace ver el
impugnante, ya la Sala ha indicado anteriormente, que: Necesidad razonable de la defensa empleada para repeler o impedir la
agresión "...no puede interpretarse ni como igualdad de armas ni como reacción proporcionada al ataque. No como lo primero, porque,
pues el medio utilizado para defenderse, si es el único disponible, es indiferente; tampoco como lo segundo, porque no se puede
fundamentar la legítima defensa en la Ley del Talión, de modo que se autorice al agredido para ser lesionado a cometer lesiones, pero
no homicidio, y al agredido para ser muerto a cometer homicidio, pero no lesiones." (Voto 176-F, de las 8:50 horas del 10 de julio de
1987). De modo que no podría exigírsele razonablemente al acusado M.D. que se defendiera, por ejemplo, a puñetazos, sólo porque
el cuchillo que portaba es -en principio- un arma de mayor poder ofensivo que la cadena con que estaba siendo golpeado. Tampoco
podría exigírsele que se defendiera de la agresión ilegítima de que era objeto únicamente lesionando, pero no dando muerte al
agresor, si ello era necesario para proteger su vida o su integridad física. A juicio de esta Sala, considerando las circunstancias en que
se desarrollaron los hechos, en este asunto hubo necesidad razonable de la defensa empleada para repeler o impedir la agresión,
toda vez que el imputado disponía solamente del puñal y, ante la naturaleza del ataque lanzado en su contra, no tuvo oportunidad de
proporcionar exactamente su defensa a las lesiones que le estaba causando su oponente. Por otra parte, como ya ha sido expuesto
en diferentes fallos de esta Sala, si bien es cierto que uno de los requisitos básicos de la causal de justificación bajo examen consiste
en que el hecho no pueda evitarse de una manera distinta a la empleada para repeler la agresión, también es verdad "que no puede
pedírsele a los ciudadanos que frente a la adversidad asuman conductas heroicas o cobardes...". Por ende, no debe exigírsele a la
persona agredida desarmar al atacante, ni se le puede obligar a huir del lugar como forma de eludir cualquier tipo de enfrentamiento
posible, pues ello equivaldría a desconocer tanto la naturaleza humana, como los objetivos propuestos por la ley al establecer la
legítima defensa (ver votos 218-F de las 9:00 horas del 18 de agosto de 1990 y 562-F de las 9:20 horas del 20 de noviembre de
1992). Por lo tanto, no debieron los juzgadores excluir en la especie la causa de justificación alegada sólo porque el imputado no
despojó al ofendido de la cadena con que lo estaba golpeando, ya que no se estableció realmente que estuviera en posibilidad de
hacerlo, sin correr un grave riesgo para su integridad personal.

Es cierto que en abono de su tesis el Tribunal alega que el ofendido tenía "un nivel de ebriedad elevadísimo". Sin embargo, ello no
implica que estuviera imposibilitado para actuar, primero porque no todas las personas reaccionan de igual manera ante la ingestión
de una misma cantidad de alcohol. Segundo, porque media hora antes del suceso el ofendido había peleado cuerpo a cuerpo con el
justiciable, siendo separados por los presentes, como también porque el ofendido estuvo en capacidad de agredir al imputado con la
referida cadena, causándole lesiones, lo que motivó que este último se defendiera con el puñal. Según los hechos expuestos en el
fallo, el ofendido estaba muy tomado de licor, pero actuó como una persona que podía valerse por sí misma, agrediendo en forma
violenta al imputado, a quien no podía exigírsele en esas circunstancias que evitara la agresión de otra manera. De lo expuesto se
desprende que efectivamente el imputado fue víctima de una agresión ilegítima por parte del ofendido y que la defensa empleada para
repeler esa agresión fue razonable, si se consideran las circunstancias mencionadas al no disponer el acusado de otro medio para
repeler la agresión, fuera de que su integridad física se encontraba en peligro ante el ataque del ofendido con un objeto contundente.
Todo lo anterior lleva a esta Sala a la conclusión de que el Tribunal sentenciador violó, como se señala en el recurso, el artículo 28 del
Código Penal al no aplicar la causa de justificación de la legítima defensa probada en autos." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE,
N° 234-F de las 10,10 hrs. del 28 de abril.

29- LESIONES GRAVES - Lanzamiento de piedras junto con varias personas para lesionar a otro implica aceptación del
resultado lesivo.

"La defensora del acusado V.V. interpone recurso de casación por el fondo y como único motivo aduce que la sentencia dictada por el
Tribunal Superior de Limón aplicó incorrectamente el numeral 124 y dejó de aplicar el 140, ambos del Código Penal. Según su criterio,
el delito de lesiones graves requiere para su configuración que se acredite la relación entre el medio empleado y la lesión producida, y
al no haberse demostrado que los objetos lanzados por su defendido fueron los que causaron las lesiones, debió recalificarse el hecho
al delito de Agresión con arma. No le asiste razón a la impugnante. Parte su alegato en la idoneidad del medio empleado para la
configuración del ilícito de lesiones graves, lo que es erróneo, pues el tipo penal no exige ese elemento, como si lo es en el tipo penal
del artículo 140 del Código Penal. Si como lo tuvo por demostrado la mayoría del Tribunal, el acusado participó en compañía de otros
sujetos tirándole piedras al ofendido G.C. y como resultado de ese lanzamiento, éste resultó con lesiones que le incapacitaron por el
término de tres meses, y con pérdida de la capacidad general orgánica de un cincuenta y cinco por ciento, no estamos en presencia
de un simple delito de Agresión con arma, como se pretende, pues fue una de las piedras lanzadas la que produjo lesiones de las
previstas en el artículo 124 del Código Penal. Por lo demás, si bien no se pudo acreditar si fue la piedra o piedras que tirara el
encartado V.V. la que produjo la lesión, es lo cierto que participó en el hecho, y desde el momento en que inició el lanzamiento de los
objetos tenía pleno conocimiento y así lo aceptó, que lo podía lesionar, como en efecto sucedió, de ahí entonces que sí tuvo dominio
del hecho y por lo tanto resultó ser coautor del mismo. Debe tomarse en cuenta que en sentencia se tuvo por cierto que el encartado
le lanzó piedras al ofendido, junto con un grupo de jóvenes. Al integrarse al grupo que lesionaba con piedras al ofendido, el encartado
aceptó como una consecuencia probable los resultados lesivos que finalmente se llegaron a producir sobre su víctima,
independientemente de que no se estableciera si fueron las piedras que lanzó el imputado, o las de sus acompañantes, las que en
concreto causaron las severas lesiones en el cuerpo de la víctima. Además, en el presente caso podríamos afirmar que existe un dolo
dirigido a causar lesiones, por medio del lanzamiento de piedras a un transeúnte, propósito que se logró conseguir con la participación
conjunta de varios jóvenes, entre los cuales estaba el imputado, quien no solo aceptó las consecuencias del acto sino que además
intervino activamente lanzándole piedras al ofendido hasta finalmente lograr lesionarlo en forma grave entre todos ellos. Por lo
expuesto, se rechaza el único motivo interpuesto." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 28-F de las 14,40 hrs. del 29 de enero.

30- NO EXIGIBILIDAD DE OTRA CONDUCTA - Agresión y amenazas a concubina para obligarla a introducir droga en el
penal.

"Para resolver un recurso por el fondo, esta Sala debe sujetarse al cuadro fáctico acreditado en sentencia, con el objeto de establecer
si el derecho sustantivo se aplicó correctamente o no. Al respecto, en la especie se tuvo por cierto lo siguiente: "a) Que a eso de las
once horas del diecinueve de octubre de mil novecientos noventa y dos, la aquí imputada I.C.C. fue interceptada por autoridades de la
Unidad de Admisión de esta ciudad, cuando intentaba ingresar a ese centro de reclusión, donde guarda prisión su concubino el interno
R.S.V. b) que la acción de dichas autoridades, se debió a que se tenía informes de que la imputada trataba de introducir droga bajo
sus ropas, por lo que se dio aviso a la Policía Judicial y estas [sic] a su vez, pidieron a la señora Juez de Instrucción competente, se
hiciera el respectivo registro corporal de la acusada. c) que verificada esa diligencia, se halló en los genitales de la imputada sendos
envoltorios en papel periódico conteniendo picadura de MARIHUANA y, en papel aluminio, doce piedras de "crack". d) que esa droga
la llevaba la imputada para su concubino S.V. quien la había obligado a hacerlo, dándole días antes una golpiza, en el mismo Penal,
que ameritó el traslado de la imputada al Hospital, y la tenía amenazada con seguirla agrediendo si no le llevaba la droga." Ahora
bien, a juicio del Tribunal de mérito en el presente asunto se configuró la causal de exclusión de culpabilidad prevista por el artículo 38
del Código Penal, ya que, "...la golpiza que recibió la imputada, el día cercano a los hechos acusados, de parte de su concubino, era
suficiente para persuadir a ésta de que siguiera al pie de la letra los deseos de él, de que le llevara la droga en mención." Añade el
fallo que: "...el argumento de que la imputada podría evitar que ese hecho se repitiera, simplemente dejando de visitar a su concubino,
supone un tratamiento superficial de la problemática de la imputada, como mujer agredida, su dependencia afectiva con su concubino
y la probabilidad de que las amenazas de éste se concretaran a corto o mediano plazo" (sic, [...]). Examinados los hechos desde la
óptica anterior, no observa esta Sala que se haya cometido algún yerro en la aplicación de la ley sustantiva.

El fallo tuvo por probado que la justiciable actuó obligada no sólo por la paliza que le había propinado su concubino, sino también por
las amenazas que éste había proferido en su contra, de modo que, dada su condición de mujer agredida, no podía esperarse que
actuara de otra manera, ante la grave e inminente posibilidad de sufrir males mayores. No se puede negar que, para la existencia de
la causal de comentario, basta una disminución considerable en el ámbito de libre determinación de la persona, es decir, no se
requiere una imposibilidad absoluta de exigir otra conducta. Como bien indica Soler: "Al hablar, pues, de coacción nos referimos a
aquéllos casos en los cuales el sujeto resuelve entre un número restringido de posibilidades, pero resuelve él. El que está amenazado
de muerte para que destruya un documento, es todavía libre de resolver una cosa u otra, y si rompe el documento, es indudable que
entre las posibilidades ha querido una (coactus voluit)." [Soler, Derecho Penal Argentino, Buenos Aires, T.E.A., sétima reimpresión,
tomo II, 1976, pág. 81]. Por ende, para la procedencia de la causal bajo análisis no se requiere que el sujeto esté absolutamente
impedido para actuar de otro modo. Si se diera esta última circunstancia, lo que tendríamos sería una falta de acción, como ocurre
cuando se ata o se sujeta a una persona para evitar que realice un acto debido, lo cual obviamente no responde a la hipótesis que se
examina. En realidad, la víctima de "coacción" se ve obligada a realizar actos determinados (vis compulsiva), lo cual excluye todos
aquellos supuestos que -por su magnitud- configuran una fuerza física irresistible que elimina la conducta (vis absoluta). [Cfr. Zaffaroni,
Tratado de Derecho Penal, Parte General, Buenos Aires, EDIAR, tomo IV, 1982, pág. 240]. Aunque no lo hayan indicado
expresamente, los juzgadores estimaron que la encartada C.C. incurrió en una acción típica y antijurídica, pese a lo cual se excluyó el
juicio de reproche en su contra, al considerarse que -ante la agresión y amenazas de que había sido objeto- no era razonable exigirle
una conducta diversa. Para llegar a otra conclusión habría que modificar los hechos de la sentencia, lo cual no es permitido en esta
vía." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 756-F de las 8,45 hrs. del 22 de diciembre.

31- PECULADO - Irrelevancia de la naturaleza pública o privada de bienes entregados en custodia al funcionario.

"En el único motivo de su recurso por el fondo, alega el representante del Ministerio Público que el tribunal de mérito inobservó los
artículos 354 bis, 352 y 356 en relación con el 57 y 58, todos del Código Penal, y aplicó en forma errónea el numeral 223 del mismo
cuerpo de leyes. Señala que se tuvo como acreditado que la víctima R.V.A. fue compelido por la autoridad de policía que había
efectuado su arresto, a entregar a la Oficialía de Guardia (concretamente al imputado G.S.A.) sus bienes previo a ingresar a la celda.
Es así como aquél entregó sus joyas en depósito a este último (una "esclava" o pulsera de oro y otras cadenas del mismo material).
Sin embargo, una vez que V. fue puesto en libertad, S. únicamente le devolvió las cadenas referidas pero no la pulsera, con lo que -se
afirma- cometió el delito de Peculado y no el de Apropiación Indebida [...]. Solicita se recalifiquen los hechos y se imponga al acusado
la pena de tres años y una semana de prisión, así como la pena accesoria de Inhabilitación por seis años que prevé el artículo 356
citado. En efecto, le asiste razón al impugnante. Los juzgadores estimaron de modo erróneo que aunque el imputado era funcionario
público a la fecha de los hechos, no podía configurarse el delito de Peculado porque el bien que se le entregó en depósito no era
público ni estaba destinado a un fin de esa naturaleza o administrativo [...]. Asimismo señalaron que existió de parte del ofendido una
entrega voluntaria del bien y no reglamentaria o legal" [...]) el cual le fue guardado como un acto de costumbre policial al ser detenido
como medida cautelar [...], pues ninguna autoridad competente ordenó su entrega a aquél en su carácter de fundonario público [...].
Como puede observarse, el tribunal de mérito parte de un sofisma que es fácilmente refutable: si la víctima hizo entrega de sus bienes
a S.A. para que le fuesen guardadas o custodiadas (a gestión de las mismas autoridades de policía), lo fue precisamente porque aquél
era el encargado de realizar esa labor conforme se afirma en la misma relación de hechos probados [...] y no por ninguna otra razón,
inclusive suele decirse en doctrina que el delito de Peculado constituye una retención indebida calificada, porque el abuso es cometido
por un funcionario público en el desempeño de su cargo (consultar al respecto la obra de Breglia Arias y Gauna, Código Penal
comentado, anotado y concordado; edit. Astrea, Buenos Aires, Argentina, seg. edic. 1987, p. 907), siendo que la figura delictiva
aplicable es la del 352 en relación con el 356 del Código Penal, por ser excluyente de la segunda citada (la retención o apropiación
indebida del 223 ibid).

Así entonces, no interesa en este asunto, para los fines del correspondiente tipo penal, que los bienes entregados en custodia no
fuesen públicos o carecieran de ese fin, pues lo que importa es que el respectivo funcionario público los recibió o le fueron confiados
en razón de su cargo, como quedó demostrado." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 147-F de las 9,35 hrs. del 12 de abril.

32- PIRATERIA - Omisión de portar cartas de navegación provocadora de explotación ilegítima de riquezas ictiológicas.

"Los hechos probados, a los que arribó el Tribunal de Juicio con fundamento en prueba testimonial recabada durante el debate, son
claros y pueden resumirse así: El 24 de octubre de 1994, una lancha patrullera de la Base Naval de Limón detuvo a la nave Daniela,
de bandera venezolana y al mando del imputado como capitán de la misma, en momentos en que sus tripulantes pescaban en aguas
nacionales, pues tenían colocada una línea tiburonera, de la que estaban enganchados en sus anzuelos doce escualos, a seis millas
de la desembocadura del río Parismina. La localización de la nave venezolana por parte de las autoridades nacionales fue posible
porque aquella comunicó por el canal internacional de su radio que tenía un herido delicado a bordo "siendo que fue escuchada
precisamente por las autoridades navales de Limón las cuales se hicieron presentes de inmediato A LA UBICACIÓN DADA POR EL
IMPUTADO quien indicó estar en aguas jurisdicdonales de Nicaragua..." [...]. La nave detenida no contaba con permiso de pesca en
aguas costarricenses, aunque sí lo tenía para faenar en aguas territoriales de Nicaragua. Tampoco tenía a bordo carta de navegación
que le permitiera establecer con precisión su ubicación o determinar la ruta que debía seguir. Es a esos hechos, establecidos por la
mayoría juzgadora con fundamento en prueba testimonial para la que contó con la inmediatez de su recepción, a la que deben
aplicarse el derecho positivo vigente. La conducta acusada halla su tipificación, en una especie de injerto poco feliz, que aparece en el
inciso 1 del artículo 256 del Código Penal, dedicado el artículo, casi íntegramente, a tutelar bajo el acápite de Piratería, la seguridad
común, de los buques y de las personas que en ellos viajen como pasajeros o formando parte de la tripuladón, así como de sus
bienes y equipajes. Separándose de esa norniativa, la primera parte del inciso 1 citado, tutela la riqueza ictiológica de la nación, tanto
en la mar cuanto en ríos navegables, configurando así una especie de delincuencia ecológica o de preservación de los recursos
ictiológicos naturales, lo cual obliga a armonizar la indicada norma con el derecho positivo relativo a la pesca, a la conservación de los
recursos naturales y a la navegación.

En nuestro Código Represivo, el delito de Piratería forma parte del Título IX, que cobija los delitos contra la seguridad común. Levene
se refiere así a esta figura: "El Capítulo III del Título "De los Delitos Contra la Seguridad Común" legisla el delito de Piratería. La
detallada enunciación que al respecto hace nuestro Código, es poco común respecto a las legislaciones de derecho comparado.
Algunos Códigos hasta obvian este precepto. La circunstancia se debe a que se lo ha considerado un delito propio del Derecho
Internacional. Doctrinariameute, Carrara, Cuello Calon, Quintano Ripolles -entre otros- han hecho prevalecer el criterio de que los
autores de este delito quedaran sujetos a la jurisdicción del Estado bajo cuyo poder caigan los delincuentes." (LEVENE, Ricardo h.
Manual de Derecho Penal. Parte Especial, f. 403. Fidenter, 1978). La cita no carece de importancia, porque el bien tutelado en la
delincuencia que se examina -la riqueza ictiológica de la nación-, está compuesto por muchas especies de peces altamente
migratorias, por lo que, al caso concreto, cabe la aplicación tanto de la ley costarricense cuanto de la internacional relacionada con la
conducta objeto de la acusación y con el bien protegido que cambia constantemente de ubicación. En el caso sub examine, es
evidente que la conducta típica sancionada por la primera parte del inciso 1 del artículo 256 del Código Penal que nos rige, se produjo.
Así lo establecen, sin discrepancia entre ellos, todos los Jueces Superiores integrantes del Tribunal de Juicio. El acusado fue
encontrado pescando, realizando "la explotadón no autorizada de la riqueza ictiológica de la nación"... "en el mar territorial"
costarricense, tal y como describe nuestra legislación represiva vigente la conducta delictiva por la que se le acusó. Así, la conducta
del justiciable, acreditada en el juicio tanto por la mayoría cuanto por la minoría del Tribunal sentenciador, es antijurídica. No obstante
lo anterior, esa conducta no es culpable por ausencia de dolo para la mayoría de los jueces (sic), pero sí para el juzgador de minoría.

Le está vedado a esta Sala modilicar el cuadro fáctico que el Tribunal de Mérito tuvo por acreditado con fundamento en prueba
testimonial, para lo que contó con la inmediadón de su recepción directa, de lo que los suscritos se ven privados por la ausencia de
grabación de los testimonios, lo que tanto se echa de menos. Tampoco puede esta Sala -en el recurso por el fondo de que conoce-
proceder a una revaloración de la prueba testimonial recibida, para examinar si la derivación que de ella hizo la mayoría juzgadora al
concluir que en el imputado hubo una ausencia total de dolo, es o no correcta. En el marco establecido, debe examinarse si al caso es
aplicable el supuesto del artículo 18 del Código Penal como lo pretende la recurrente. Por imperio del artículo 6 de la Constitución
Política, el Estado costarricense debe ejercer su soberanía en las aguas territoriales de la República y mantener, además, una
jurisdicción especial sobre los mares adyacentes a su territorio en una extensión de 200 millas. Como Estado ribereño a esas aguas,
"debe determinar la captura permisible de los recursos vivos en su zona económica exclusiva", (Art. 61 del Convenio de las Naciones
Unidas sobre los Derechos del Mar, ratificado por Ley No 7291 de 12 de marzo de 1992) es decir, sobre las 200 millas antes
mencionadas. Para los indicados efectos, debe tomar las medidas y ejercer los controles que estime convenientes a sus intereses y
obligaciones. Una de las disposiciones legales existentes para transitar por aguas nacionales, consiste en el deber de portar carta de
navegación en las embarcaciones que tal cosa hagan. Así se establece en el Decreto No XIV, dictado por don Próspero Fernández el
23 de febrero de 1884, artículo 98.5 en relación con los numerales 90 y 84 ibídem.

La obligación de portar cartas náuticas o de navegación, la impone a todos los Estados el ya citado Convenio de las Naciones Unidas
sobre el Derecho del Mar, en los indsos 3 y 4 de su artículo 94, por lo que, siendo venezolano el pabellón de la embarcación Daniela,
aquella nación, en cumplimiento del indicado Convenio, debió en su oportunidad prevenir al capitán de esa nave, antes de que se
hiciera a la mar, de la obligación legal que tenía de portar cartas náuticas, especialmente si su destino lo llevaría a cruzar las aguas
territoriales de varias naciones americanas, pues la embarcación había zarpado de Venezuela, de donde llegó a Nicaragua en donde
el capitán gestionó y obtuvo el permiso de pesca correspondiente, para trasladarse después a las aguas del mar costarricense (Ver
declaración de A.K. [...]). Existía, pues, un deber jurídico del encartado, como capitán de una nave, de llevar consigo las cartas
náuticas que le permitieran saber, en todo momento, la ubicación en que se encontraba, tanto para respetar las distintas soberanías
nacionales en las que se proponía faenear, cuanto como garantía de seguridad para sí y para los tripulantes que a sus destrezas y
capacidades se habían confiado. Bajo las indicadas obligaciones legales, el imputado no solo podía evitar la acción antijurídica en que
incurrió, sino que tenía el deber legal de evitar esa acción, lo que sin duda habría logrado con solo cumplir los deberes legales que
corresponden a su condición de capitán de nave, especialmente si, como la sentencia recurrida lo dice, con él viajaba un hijo suyo que
estaba capacitado para leer cartas de navegación. También sabía bien el encartado de su obligación de obtener los correspondientes
permisos de pesca para poder faenar legalmente en los mares territoriales de las diferentes naciones por los que navegara, tanto así
que tuvo buen cuidado de obtenerlos en Nicaragua. Alega la recurrente que la omisión del justiciable, capitán de nave con 18 años de
experiencia, de portar las cartas de navegación, constituye la causa del delito que se le atribuyó, por lo que debió aplicarse al caso el
contenido del artículo 18 del Código Penal. Sobre este particular Sebastián Soler indica que "...el problema... consiste en saber si el
hecho cuya ausencia se demuestra eficiente en la producción del evento, debió o no, en la situación dada, ser ejecutado." y más
adelante amplía: "...El límite para la imputación está señalado en esta pregunta: Cuándo el orden jurídico impone a un individuo el
deber de evitar un resultado, bajo la amenaza de imputarle ese resultado como si fuera obra suya?. La mera abstención se transforma
en omisión punible, cuando el acto que habría evitado el resultado era jurídicamente exigible." (SOLER, Sebastián, Derecho Penal
Argentino. TEA, 1973, pág. 295).

No cabe a esta Sala duda de que el capitán de una nave que se hace a la mar, especialmente si se propone cumplir una ruta larga
que cruza las aguas nacionales de varios países, tiene el deber jurídico de portar consigo cartas de navegación. (Convenio de las
Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, citado.). Córdoba Roda y Rodríguez Mourullo nos ayudan a determinar si el cumplimiento
de ese deber jurídico apuntado -portar cartas de navegación-, hubiera evitado el resultado de pesca ilegal en aguas nacionales que se
acusa. Los indicados autores señalan: "Por último, debe recordarse que anteriormente, al estudiar las formas de comisión por omisión
punibles en nuestro Derecho, hablamos de la conducta omisiva como productora causalmente de un resultado.

En relación a ello importa destacar que, si bien no existe en tales casos un enlace físico-naturalista entre la actuación negativa y el
evento, debe hablarse de causalidad en tanto en cuanto es perfectamente aplicable el juicio hipotético propio de la doctrina de la
conditio sine qua non; la omisión es causal, en la medida en que, de haber concurrido mentalmente la acción no ejecutada,
desaparecería, es decir, se hubiera impedido, el resultado." (CORDOBA RODA, J. y Rodríguez Mourullo, G. Comentarios al Código
Penal. ARIEL, 1976, pág. 9). En el caso bajo examen, viajando con el imputado un hijo suyo capacitado para leer cartas de
navegación, si el primero hubiera cumplido con el deber jurídico de portarlas, habría sabido, con toda exactitud, en qué momento
penetraba a aguas nacionales costarricenses y, con ello, se habría evitado el ilícito que ha sido objeto de este proceso. Por lo
indicado, debe declararse con lugar el recurso por el fondo presentado por la recurrente y se casa la sentencia únicamente en cuanto
se absuelve al encartado G.T. del delito de Piratería y en su lugar, en aplicación de los artículos 18 y 256.1 del Código Penal, se
declara a I.M.G.T. autor responsable del delito de PIRATERÍA en perjuicio de la Riqueza Ictiológica de la nación." 1995. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N° 410-F de las 9,45 hrs. del 14 de julio.

33- POLICIA MUNICIPAL - Carácter de policía administrativa - Validez de su intervención frente a un hecho flagrante.

"Se denuncia el quebranto de los artículos 11, 12, 37 y 140 de la Constitución Política, ya que, a juicio del recurrente, la actuación de
la llamada Policía Municipal es ilegítima, por no estar amparada en ninguna norma legal, como también porque la detención de su
patrocinado y el decomiso de sus bienes son actos ilegítimos, por haberlos realizado personas que no pueden ser consideradas como
funcionarios públicos. El alegato no es de recibo. Nuestra Constitución Política señala en el párrafo segundo del artículo 12 que: "Para
la vigilancia y conservación del orden público, habrá las fuerzas de policía necesarias." De esta norma se deriva una potestad amplia
para que el legislador, sujeto por supuesto a los procedimientos jurídicos y a los límites de razonabilidad y proporcionalidad, establezca
todos aquéllos cuerpos policiales que estime necesarios para conseguir los fines propuestos. En desarrollo de la citada norma
constitucional, el artículo 4 de la Ley General de Policía (número 7410 de 26 de mayo de 1994) dispone que: "Las fuerzas de policía
estarán al servicio de la comunidad; se encargarán de vigilar, conservar el orden público, prevenir las manifestaciones de delincuencia
y cooperar para reprimirlas en la forma en que se determina en el ordenamiento jurídico." Asimismo, el artículo 6 ibídem, establece
cuáles son los cuerpos policiales encargados de la seguridad pública del país, entre los cuales se incluyen no sólo los que se detallan
en forma expresa, sino también "...las demás fuerzas de policía, cuya competencia esté prevista en la ley". Ahora bien, conforme a lo
dispuesto en el artículo 4 inciso 9) del Código Municipal: "Corresponde a las municipalidades la administración de los servicios locales,
con el fin de promover el desarrollo integral de los cantones en armonía con el desarrollo nacional. Dentro de estos cometidos las
Municipalidades deberán [...] 9) Velar por la seguridad de las personas y el orden público, mediante una acción coordinada con las
autoridades y entidades nacionales." Con base en esta disposición, la Sala Constitucional ha establecido reiteradamente que las
potestades de policía están implícitas en la competenda de los municipios, de modo que bien pueden los gobiernos locales crear los
cuerpos necesarios -tales como la Policía Municipal- a fin de dar cumplimiento al contenido del artículo mencionado (ver, por todos,
voto número 0061-95 de las 16:03 horas del 4 de enero de 1995). Es verdad que, tratándose de una Policía administrativa, sus
funciones principales son de carácter preventivo, o sea, que están dirigidas fundamentalmente a guardar el orden y la seguridad de la
comunidad. Por ello, podría pensarse que estas fuerzas de policía carecen de competencia para intervenir en la investigación de
hechos delictuosos. No obstante, el artículo 162 del Código de Procedimientos Penales faculta a los miembros de la Policía
administrativa para actuar en aquéllos casos en que no pueda hacerlo inmediatamente la Policía Judicial y para esos efectos equipara
el régimen jurídico de ambos cuerpos policiales, de modo que: "Serán considerados también oficiales de la Policía Judicial, los de la
policía administrativa, cuando cumplan las funciones que este Código establece; y auxiliares, los empleados de ella." Con fundamento
en lo expuesto, queda claro que -en este caso concreto- la actuación de la Policía Municipal frente a un hecho flagrante, que requería
la inmediata actuación de las autoridades, no reviste ilegitimidad alguna, motivo suficiente para que el reproche sea declarado sin
lugar." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 24-F de las 14 hrs. del 29 de enero.

34- PRIVACION DE LIBERTAD AGRAVADA - Acuerdo de voluntades que se manifiesta en diversos actos indipendientes
pero con una misma finalidad excluye concurso material.

"De acuerdo con los hechos que se acreditó, los encartados al momento en que ejecutaban un operativo de tránsito, procedieron a la
efectiva detención del vehículo conducido por el ofendido G.S., quien viajaba en compañía del también perjudicado G.Q. y de L.V.R.,
lo sacaron mediante el empleo de fuerza del automotor y mientras F.N. lo golpeaba en la cabeza y el cuerpo, acostándolo incluso para
tales efectos en la tapa del automotor, el co-imputado F.G. también lo golpeó y "lo esposó" con las manos hacia atrás, ante lo que
G.Q. optó por tratar de salir del vehículo, pero F.G. lo tomó del pelo y lo tiró dentro del automotor, cerrando violentamente la puerta y
golpeando el pie de G.Q. En ese momento llegó el ofendido L.A.M.G. quien solicitó a los encartados cesar la agresión; sin embargo,
B.V.R. procedió a detener a M.G., quien junto con los otros perjudicados, fue trasladado a las oficinas de la Dirección de Tránsito [...].
De acuerdo con el resumen expuesto, se aprecia que en este caso los imputados actuaron conjuntamente (unidad de acción y
resultado). En efecto, aún y cuando participan tres ofendidos y constan debidamente especificadas las acciones que realizara cada
encartado, no se puede considerar que se trata de tres delitos independientes en concurso material. Corresponde tomar en cuenta
que el traslado de los detenidos se hizo en una sola acción, lo que permite apreciar que hubo unidad de acción para todos y bajo esos
parámetros, se trata en la especie de un sólo ilícito de Privación de Libertad Agravada en daño de los tres perjudicados cometido por
cada encartado. Cabe agregar, que no resulta necesario para que se configuren los ilícitos investigados en esta causa, que todos los
imputados ejecuten las mismas acciones, sino que basta el acuerdo de voluntades que se manifiesta en diversos actos ejecutados de
manera independiente por cada partícipe, pero con una misma finalidad." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 252-F de las
11,15 hrs. del 5 de mayo.

35- ROBO AGRAVADO - Alcances del concepto "fractura de puerta".

"El Tribunal de mérito tuvo por probado "Que al ser aproximadamente las diedocho horas del veinticuatro de enero de mil novecientos
noventa y dos, el encartado T.H., se presenta hasta la vivienda de los ofendidos C.M. y S.B., sita en el centro de la localidad de
Siquirres, y luego de arrancar de la puerta trasera de la vivienda las aldabas que aseguraban las mismas, conteniendo incluso sus
candados se introduce en la mencionada vivienda de donde sustrae..." [...]. Cita el a quo en respaldo del hecho que tiene por probado
"la inspección judidal de folio 60 relativo al estado de las puertas en la casa de los ofendidos" [...], en cuya acta puede leerse: "La
bodega tiene una puerta al fondo que comunica un patio angosto dicha puerta presenta el macho de la aldaba quebrado y la aldaba
misma presenta signos de haber sido arrancada de sus clavos y vuelta a colocar; asimismo entre la bodega y cuarto de pilas existe
una puerta construida con regla esparcida o separada, esa puerta también presenta el macho de la aldaba quebrado...", [...]. La
conducta así descrita se ajusta al tipo penal previsto por el artículo 213 inciso 1) del Código Represivo, aplicado en el caso por el a
quo al dictar su sentencia condenatoria. Argumenta el recurrente "que no existió perforación o fractura de pared o puerta alguna, sino
al contrario, existió una simple acción de desprendimiento de las aldabas que se aferraban a las mismas" [...]. En su anterior
argumentación el recurrente modifica al cuadro fáctico que el Tribunal sentenciador tuvo por acreditado incurriendo, al hacerlo, en una
contradicción que aunque sutil la pone de manifiesto, pues si por una parte se refiere a un simple desprendimiento de aldabas, por la
otra reconoce que las mismas se encontraban aferradas a las puertas, lo que implica el uso de la fuerza para su desprendimiento o
arrancamiento. Lo anterior esta corroborado por el acta de inspección judicial anteriormente citada, según la cual los recibidores de las
aldabas -machos los denomina la sentencia- aparecieron quebrados. Se usa el plural porque fueron dos las puertas aseguradas con
sendas aldabas y candados las que aparecieron forzadas. Fracturar una puerta no significa, para el caso de la delincuencia que nos
ocupa, necesariamente partir en pedazos el tablero de la misma. Explica el Diccionario de la Lengua Española editado por la Real
Academia de la Lengua, que "Fractura: acción y efecto de fracturar", y. a la vez, "Fracturar: Romper o quebrantar con esfuerzo una
cosa". No cabe duda de que para la ruptura de los machos que sirven para prensar la aldaba con un candado u otro instrumento
idóneo, fue necesario el empleo de la fuerza, pues ese efecto no selogra con un simple desprendimiento como el recurrente lo
pretende.

Aldaba y candados son elementos utilizados para reforzar las defensas de una puerta o ventana, y es ese aspecto de defensa el que,
junto con la peligrosidad denotada por su ruptura, elemento básico de la figura del robo agravado. "Dice GONZALEZ ROURA que los
términos perforación o fractura son lo suficientemente expresivos para que nadie pueda torturase con dudas acerca de su significado.
Habrá efracción cuando se corte, rompa, fracture, perfore, demuela, fuerce o destruya el medio defensivo, así consista en un cerco,
una pared, una ventana, una puerta, el techo o el piso, sea que la violencia recaiga sobre los tableros, vidrios, cerraduras, candados,
o en cualquier otra seguridad de la puerta o ventana destinada a ofrecer resistencia a la acción del culpable." (Derecho Penal 2a ed.
Tomo III, No 166, pág. 228. GARRAUD. Traite T. VI, pág. 207). Soler, por su parte, señala que "Ya que, no consumándose el hurto por
la simple remoción de la cosa, no puede negarse la calificación cuando la fractura tiene lugar para sacar la cosa porque eso importa
también perpetrar el robo con fractura, que es cuanto la ley exige. Lo importante, por lo tanto, es que se trate del rompimiento de
cosas dotadas de alguna resistenda física, defensiva, que cierren o delimiten un ambiente y que cumplan esa función de manera
evidente e intencional." (SOLER Sebastián. Derecho Penal Argentino. T. IV, pág. 265. TEA 1976). Esta Sala ya tiene resuelto este
punto en lo relativo a lo que material y funcionalmente forma parte de una puerta, y lo que es, para los efectos de la delincuencia que
nos ocupa, su rompimiento: "Es frecuente que además disponga de rejas, aldabillas, picaportes. etc. Esto nos da una idea, siquiera
elemental, de la diversidad de componentes que materialmente constituyen una puerta y que contribuyen a darle su utilidad funcional
de permitir o impedir la entrada y salida de un lugar habitado (o de una de sus dependencias).

En el caso en examen, se tiene que la puerta trasera de la casa del ofendido disponía de un picaporte, que es una especie de
cerradura cuyo pestillo entra en el cenadero o recibidory queda encajado en él para impedir la apertura de la puerta: materialmente se
trata de un dispositivo sencillo, pero que fundamentalmente es de gran importancia porque conforma y dota de seguridad y solidez a la
puerta en la cual se adhiere, impidiendo el acceso al recinto (función defensiva de la puerta). De esa manera desde el punto de vista
estructural, dañó su materialidad, pues la fuerza ejercida dobló el pestillo del picaporte y desastilló el marco de la puerta donde estaba
pegado su recibidor, lo cual constituye una fractura de la puerta, desde el punto de vista material y funcional, porque se rompió o
quebrantó esa defensa en cuestión." (Ver V- 193-F, Sala Tercera, de las 15;25 hrs. del 4 de abril de 1995). Rotas que fueron las
aldabas colocadas en dos puertas y tratándose de una casa de habitación, el Tribunal Sentenciador aplicó correctamente el numeral
213 inciso 1) del Código Represivo, por ajustarse los hechos que se tuvieron por probados a la figura típica que ese indicado numeral
señala." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 318-F de las 14,20 hrs. del 8 de junio.

36- ROBO AGRAVADO - Aplicación de teoría de la disponibilidad para definir consumación.

"Como único agravio del recurso por vicios in iudicando interpuesto por la representación del Ministerio Público, se acusa la
inobservancia de los artículos 24 y 213 inciso 20 del Código Penal, por cuanto estima que el hecho tenido por cierto constituye un
delito consumado de Robo Agravado cometido con armas y no una tentativa, como lo consideró el a quo. Solicita que así se declare y
que se imponga al acusado el tanto de cinco años de pñsión. A efecto de resolver este reclamo es menester considerar los hechos
acreditados por el a quo, que aquí se transcriben: «A.-) Que al ser aproximadamente las tres horas del dieciséis de diciembre de mil
novecientos noventa y uno, hasta el establecimiento de gasolina Servicentro Moín, sito sobre la carretera principal que conduce de
Limón a San José, y en el que se encontraban laborando los señores J.C.E.G. y W.P.C., se hicieron presentes el aquí encartado
D.G.M. y su hermano R., portando el primero un cuchillo mientras el mencionado R., menor al momento de los hechos, llevaba
consigo un revólver con el cual amenazó a los mencionados empleados a fin de que les entregaran el dinero existente en el sitio, lo
que efectivamente logran retirándose del lugar. B.-) Que al ser informada la Guardia Civil de lo acontecido, se hacen presentes al
lugar, ocurriendo que de camino al mismo, se topan con los encartados quienes al verse observados por la policía se introducen en
(sic) las bicicletas que viajaban por un sector que une la vía principal de entrada a Limón con el sector de Envaco, sitio en donde se
separan, lográndose en primer término la detención del aquí acusado D.G.M. y momentos después la de su hermano R.,
decomisándose al primero el cuchillo que portaba y al entonces menor la suma de cuarenta y ocho mil ochocientos quince colones en
dinero efectivo y de diferentes denominaciones. C.-) Que igualmente y en razón a la información que da el mismo menor, se decomisa
una arma de fuego estilo escuadra, automática, con empuñadura de madera color café barnizada, calibre 22, marca Star con siete
proyectiles y su magazin o cargador, la cual apareció escondida cerca del sitio de su detención. D.-) Que el encartado D.G.M. no
cuenta con juzgamientos anteriores» (sentencia, folio 152 frente y vuelto).

El Tribunal de mérito excluyó la consumación del delito por dos razones, a saber: porque no se determinó si había sido sustraída una
suma superior a la que fue decomisada, y porque los autores fueron detenidos en forma casi inmediata al asalto, en un sitio cercano al
lugar del hecho, lo que determinó que no pudieran disponer de lo sustraído [...]. En realidad, el argumento del a quo se puede
sintetizar en que el delito no se consumó porque la oportuna intervención de la policía imposibilitó a los autores del hecho la
disponibilidad sobre el dinero robado. Por su parte, como se indicó al inicio de esta exposición, el recurrente estima que el delito sí se
consumó, porque, aunque fuera por poco tiempo, si existió la posibilidad de disposición del dinero por parte de aquellos. En apoyo de
su tesis hace cita de doctrina según la cual dentro de la fase externa del iter criminis cabe hacer una distinción entre la etapa de
consumación y la etapa de agotamiento del delito (cfr. MUÑOZ CONDE, Francisco y GARCIA ARAN, Mercedes: Derecho Penal, Parte
General, Valencia, Tirant lo blanch, 1993, p. 369). Estos autores citados por el recurrente, señalan que distinta a la "consumación
formal" es la "consumación material, agotamiento o terminación del delito", en la que el autor no solo realiza todos los elementos
típicos, sino que, además, consigue satisfacer la intención que perseguía: heredar al pariente que mató, lucrarse con el delito
patrimonial cometido, etc., distinción dogmática que ya se ha planteado esta Sala en casos anteriores (véase, por ejemplo, nuestra
resolución V- 165-F de las 9:30 horas del 20 de mayo de 1994), del mismo modo que se ha preocupado por delimitar cuando
acontece la consumación del delito, adoptando la denominada teoría de la disponibilidad: «Del "apoderamiento ilegítimo" de una cosa
mueble, total o parcialmente ajena, en que consiste el Robo (y el Hurto, artículo 208 del Código Penal) doctrinariamente son conocidos
diversos contenidos conceptuales: "el tocar (adtrectare), mover (amotio), quitar la cosa de la esfera de custodia de la víctima (ablatio),
ponerla en lugar seguro (illatio), fijan distintos momentos en que se determina como ya cometido el delito" (...), de tal forma que, según
se adopte uno u otro criterio, la tentativa se desplazaría al momento inmediato anterior. Sin embargo, se ha sostenido que la tenencia
es el objeto de tutela de este delito y que ella "no se reduce a la nada sólo cuando el autor ha obtenido la posibilidad de disponer de la
cosa, sino antes ya, cuando el ofendido no puede disponer de la cosa sin quitársela al ladrón" (ibídem). FONTAN BALESTRA dice
que apoderarse "quiere decir tanto como tomar una cosa para someterla al propio poder para llegar a disponer de ella", criterio que
denomina teoría de la disponibilidad, según la cual "Si el autor ha tenido esa posibilidad de disposición, el delito ha quedado
consumado" (...). CREUS señala que: "la noción de apoderamiento... se construye con un concepto compuesto de un aspecto objetivo
y de otro subjetivo. Objetivamente requiere, en primer lugar, el desapoderamiento de quien ejercía la tenencia de la cosa, lo cual
implica quitarla de la llamada esfera de custodia, que no es otra cosa que la esfera dentro de la que el tenedor puede disponer de
ella; no se trata, pues, de una noción necesariamente referida a un determinado lugar, sino a una determinada situación de la cosa,
que permite el ejercicio del poder de disposición de ella: hay desapoderamiento cuando la acción del agente, al quitar la cosa de
aquella esfera de custodia, impide que el tenedor ejerza sobre la misma sus poderes de disposición. Justamente es esa esfera de
disposición lo que define la esfera de custodia, que se extiende hasta donde el tenedor pueda hacer efectiva sus facultades sobre la
cosa, la que, por tanto, no requiere imprescindiblemente un contacto físico con ella y que, en muchas ocasiones sólo se revelará
simbólicamente... Pero -siempre en el aspecto objetivo- el depoderamiento del tenedor no basta; es necesario el apoderamiento
material de la cosa por el agente.

El desapoderamiento no implica, por sí mismo, el apoderamiento..., en tanto que el apoderamiento exige, como presupuesto
indefectible, el desapoderamiento.. Pero al aspecto objetivo del apoderamiento que dejamos expuesto debe corresponder un aspecto
subjetivo constituido por la voluntad de someter la cosa al propio poder de disposición; no es suficiente el querer desapoderar al
tenedor: es necesario querer apoderarse de aquella..."» (V-179-F de las 9:55 hrs. del 23 de abril de 1993). Sobre esta teoría de la
disponibilidad cabe agregar el criterio de MUÑOZ CONDE, quien apunta que: «Una tercera tesis intermedia requiere la disponibilidad
de la cosa por el agente como requisito mínimo, para decir que el delito se ha consumado. Esta tesis es la más aceptada por nuestra
jurisprudencia, sobre todo cuando se refiere a la persecución del ladrón. La jurisprudencia dominante se inclina por castigar por hurto
consumado, si la persecución tiene lugar después de descubrir el hurto, es decir, cuando el agente pudo hipotéticamente disponer de
lo sustraído, y como frustrado cuando se inicia la persecución desde el momento de apoderamiento... De acuerdo con esta teoría
pueden distinguirse así en la dinámica del hurto los tres estadios de la ejecución: el no llegar a tocar la cosa (tentativa); el
apoderamiento material sin disponibilidad, por sorprendimiento in fraganti o seguido de persecución ininterrumpida (frustración); y
disponibilidad, aunque momentánea (consumación). Para la consumación no se requiere en ningún momento que el sujeto activo
llegue efectivamente a lucrarse con la cosa hurtada» (el subrayado no es del original, MUÑOZ CONDE, Francisco y otra: Derecho
Penal, Parte Especial, Valencia, Tirant lo blanch, 1993, p. 221). También BUSTOS RAMIREZ avala esta posición cuando asevera que:
«...el momento consumativo sólo puede estar referido al momento en que la disponibilidad de la cosa ha pasado de manos del sujeto
pasivo al sujeto activo... » (BUSTOS RAMIREZ, Juan: Manual de Derecho Penal, Parte Especial, Barcelona, Editorial Ariel S.A., 1991,
págs. 166 a 167). También se ha indicado que: «Para nosotros apoderarse... implica, en primer lugar, sacar la cosa de la esfera de
dominio del sujeto pasivo, de tal forma que éste se vea imposibilitado totalmente para realizar actos materiales de disposición sobre
ella, en segundo lugar, que la cosa sustraída ingrese en la esfera de dominio del autor del delito, de tal manera que éste adquiera el
poder de disponer materialmente de ella. Así, si el sujeto pasivo después de la acción del agente aun conserva alguna posibilidad de
disponer de la cosa, ésta no ha sido sacada de su dominio y por tanto no hay hurto» (HESS HERRERA, Ingrid y otros: Delitos contra
la Propiedad en Costa Rica, investigación dirigida por Henry Issa El Khoury, Facultad de Derecho de la Universidad de Costa Rica,
1992, p. 20). Como se ha expuesto, tanto el Hurto como el Robo coinciden en el verbo típico "apoderare" como núcleo de la acción
típica.

Así, hurta o roba el que se apoderare ilegítimamente de una cosa mueble, total o parcialmente ajena..." Conforme al sentido común de
las palabras, se apodera de una cosa quien se pone en poder o posesión de ella, lo cual supone lógicamente por tratarse de un
apoderamiento ilegítimo que se ha quitado al sujeto pasivo su poder o posesión sobre el bien (desapoderamiento). No debe perderse
de vista que el bien jurídico tutelado es la simple posesión o tenencia de la cosa mueble, entendida como la posibilidad exclusiva de
realizar sobre la cosa actos materiales de disposición sin importar en el caso concreto, si ésta fue obtenida legítimamente o no por el
sujeto pasivo (así, HESS, Op. cit., p. 28). Por ello es que esta Sala estima que la teoría de la disponibilidad satisface las garantías del
tipo penal, pues se dice que es "disponible" todo aquello de que se puede disponer libremente o de lo que está pronto para usarse o
utllizarse (así, Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española, Madrid, Espasa Calpe S.A., 1992, pág. 539), que es
precisamente la condición o cualidad que asume el agente en relación a los bienes hurtados o robados al consumarse el delito, pues
entonces él puede determinar como colocar o poner las cosas en el orden o situación que estime convenientes, porque ya ha
superado la defensa o resistencia posible del sujeto pasivo. Es lo cierto que, la duración temporal de esa condición de disponibilidad
puede ser de diversa extensión, desde lo momentáneo hasta lo permanente y es una cuestión que en cada caso la han de definir los
hechos. En la presente causa, debe coincidi rse con el recurrente en que definitivamente se consumó formalmente el apoderamiento
de los bienes, pues la intervención de la policía, la persecución de los autores, en realidad se dio durante la etapa de "consumación
material, agotamiento o terminación del delito", impidiendo que los autores consiguieran satisfacer la intención que perseguían. Hubo
un momento, un brevísimo espacio de tiempo si se quiere, en que los autores se apoderaron del dinero que tenían los empleados de
la gasolinera, mediante el uso de armas, y superando definitivamente la resistencia u oposición de aquellos, así como la posibilidad de
que estos pudieran impedirles la disposición sobre ese bien. La intervención de la policía vino a darse con posterioridad a esta
situación, no fue contemporánea sino subsiguiente al apoderamiento y escape de los autores del lugar. Por todo lo expuesto procede
casar la sentencia impugnada y resolver el caso de conformidad con la ley aplicable. El hecho acreditado configura el delito de Robo
agravado por la utilización de armas y el extremo menor de la pena con que se sanciona este delito es de cinco años de prisión, que
es el monto cuya imposición solicita el Ministerio Público en su petitoria." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 519-F de las
10,50 hrs. del 6 de setiembre.

37- ROBO AGRAVADO - La violencia sobre las personas no necesariamente debe ser efectiva y actual.

En el último motivo, esta vez de fondo, la defensora reprocha que en el ilícito efectuado en perjuicio de L.S.S. no se tuvo por probado
el uso de violencia sobre las personas. Al estudiar el punto, esta Sala concluye que la sentencia describe elementos suficientes al
tener por acreditado el uso de la intimidación para lograr el apoderamiento del dinero en cuestión. Efectivamente, se consigna entre
los hechos demostrados que el ofendido fue rodeado por otros sujetos para evitar su movimiento, mientras que el imputado procedía a
introducir su mano en la bolsa del señor S.S. para sustraerle el dinero que portaba. La circunstancia de ser rodeado para impedir su
movimiento indudablemente constituye un factor de intimidación y amenaza del uso inmediato de violencia en caso de oposición. A
esos efectos, para la configuración del tipo, no es necesario que la violencia sobre las personas sea efectiva y actual, bastando con la
verosímil posibilidad inmediata, por sí misma perceptible o bien expresada, del recurso a ella. Por todo lo expuesto se declara sin lugar
el reclamo en todos sus extremos. 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 158-F de las 8,50 hrs. del 24 de marzo.

38- ROBO AGRAVADO - Posibilidad de disposición de los bienes excluye tentativa.

En el único motivo de su recurso por el fondo, el Lic. G.A.R., representante del Ministerio Público de Limón, alegó errónea aplicación
del numeral 24 en relación con el 213 inciso 2) del Código Penal, por considerar que de acuerdo con lo acreditado en la sentencia, el
imputado dispuso de los bienes sustraídos aunque fuera por unos minutos. Lleva razón el Representante del Ministerio Público en su
reclamo. Para resolver el asunto que se plantea, es necesario establecer correctamente si nos hallamos en presencia de una tentativa,
o más bien de un hecho consumado. La tentativa se produce, de acuerdo con el artículo 24 del Código Penal, "cuando se inicia la
ejecución de un delito, por actos directamente encaminados a su consumación y ésta no se produce por causas independientes del
agente". Por el contrario en el presente caso se consumaría el hecho si se logra disponer de los bienes sustraídos. En lo que interesa,
la sentencia de mérito, tuvo por cierto que, "el veintidós de noviembre de mil novecientos noventa y cuatro, al ser aproximadamente las
veintidós horas, el ofendido se encontraba en el Bar y Restaurant [...], en compañía de su esposa. Que en ese mismo momento se
acercó al lugar el imputado T.R.H.O. y luego de caminar unos tres pasos dentro del negocio y detrás de M.N.Y.L. esposa del ofendido,
sacó un revolver calibre treinta y ocho especial, corto, con serie número 520051, la toma del cabello y de inmediato apunta sobre el
ofendido obligándolo a sacar el dinero que en la suma de un poco más cuatro mil colones mantenía en ese instante en la caja
registradora.

Que antes de tomar el dinero mencionado, el imputado se apoderó de una pistola, seis punto treinta y cinco, calibre veinticinco, marca
C.Z. serie 284260 que el ofendido mantenía en el lugar para su seguridad. Que de inmediato se informó a la comandancia del robo
por lo que las unidades 466 y 444 se desplazaron hasta el lugar, siendo que cuando habían transcurrido de cinco a diez minutos, el
imputado fue detenido cuando salía de un lote baldío ubicado detrás del local propiedad del ofendido, decomisándole el revolver
indicado y dieciocho balas del mismo calibre treinta y ocho, diez cartuchos calibre doce. Que uno de los proyectiles calibre treinta y
ocho había sido percutido. Que la pistola propiedad del ofendido fue encontrada en el lote de donde salía el imputado al momento de
su captura". De acuerdo con ese cuadro fáctico, queda claro, que el imputado logró su propósito, dispuso de los bienes sustraídos,
aunque fuera por unos minutos o, en otras palabras, dichos bienes salieron de la esfera de custodia de su dueño y el Imputado estuvo
en posibilidad de disponer de ellos, lo que excluye desde el punto de vista jurídico, la posibilidad de configurar una tentativa." 1995.
SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 452-F de las 15,35 hrs. del 8 de agosto.

39- SUMINISTRO DE DROGAS - Ofrecimiento ocasional de droga para consumo excluye riesgo para el bien jurídico
tutelado.

"De acuerdo con los hechos que la sentencia tuvo por ciertos, el veinte de febrero de mil novecientos noventa y tres, varios oficiales
de la Policía Antidrogas del Ministerio de Seguridad Pública y del Organismo de Investigación Judicial se hallaban en Jacó realizando
operativos en materia de drogas y en horas de la madrugada del día siguiente, estando dichos investigadores en la Guardia Rural de
dicha localidad, el imputado J.L.S.B. se acercó al oficial C.O., con quien había hablado antes, y desconociendo que era Policía,
entabló conversación con él y le ofreció que fueran a fumar marihuana cerca de ahí. Al observar ese movimiento, el oficial V.Z. se les
acercó, por lo que el justiciable sacó un cigarro de marihuana y le dijo: "Tomá compita, hacete uno para la fiesta" (sic); pero al
percatarse que eran de la policía tiró en un callejoncillo un envoltorio que contenía seis cigarrillos de marihuana y 0.30 gramos de
picadura de esa misma droga. Según lo expuesto, la conducta de S.B. aparece como un acto ocasional, propio de las circunstancias,
aislado, que se lleva a cabo en una sola oportunidad, es decir, sin reiteraciones ni insistencia, de manera que no se relaciona con
ningún otro comportamiento similar atribuible a esta persona, ni mucho menos con la intención dolosa de distribuir la droga. El
imputado no va más allá de la simple acción impremeditada de ofrecer el cigarrillo de marihuana, sin consecuencias de ninguna otra
índole, que pudieran atentar contra la Salud Pública. En esas especiales circunstancias, es evidente que no se produjo ningún peligro
para el bien jurídico protegido. Ha quedado demostrado que la conducta del justiciable, por haberse realizado en las condiciones de
excepción ya señaladas, resulta en sí misma inocua, no produce ningún riesgo para la Salud Pública.

Las conductas propias del tráfico de drogas, como por ejemplo, la distribución o el suministro, son deiltos de peligro (Sala Tercera,
voto 683-F de las 9:05 horas del 13 de diciembre de 1991), lo cual no exime del deber de analizar en cada caso la conducta acusada,
para determinar si representa un peligro para los bienes tutelados por la ley. En el presente caso, vistas las particulares características
que presenta el hecho y al excluirse todo riesgo para el bien jurídico protegido, la acción desplegada por S.B. resulta atípica, toda vez
que no encuadra en ninguna de las figuras penales propias del tráfico de drogas. Es decir, no constituye suministro o distribución,
tampoco estímulo ni promoción del consumo de la sustancla ilícita.

III.- Debe quedar claro que el presente asunto es distinto de aquéllos en que la Policía interviene por medio de un "agente encubierto"
para demostrar la actividad ilícita que está realizando una determinada persona involucrada en el tráfico de drogas. En estos casos, el
sujeto activo ya ha consumado una conducta delictiva, o sea, la posesión de droga para el tráfico, de modo que el llamado "agente
encubierto", quien se hace pasar como comprador de la sustancia ilícita, interviene únicamente para generar prueba de ese hecho
consumado. La conducta de dicho agente no es necesaria para que se perfeccione el delito, el cual se ha concretado antes de que
aquél interviniera. No obstante, la actuación del agente encubierto resulta importante para darle mayor solidez a los elementos de
prueba con que se cuenta para demostrar el hecho. Como ya se ha dicho en oportunidades anteriores "...si a un sujeto se le decomisa
gran cantidad de marihuana, un alto número de boletas para enrolar cigarrillos de esa droga, cantidad de billetes de baja
denominación, no se le conoce oficio y se constata que al lugar en que se encuentra llegan frecuentemente conocidos adictos a la
marihuana, la "compra" realizada por un agente encubierto, en realidad no es la que le ha determinado en su conducta ilegítima, ya
estaba en ella, pero ese hecho puede ser tomado como un elemento más en su contra." (Sala Tercera, voto 189-F de las 14:50 horas
del 9 de octubre de 1984).

IV.- El caso bajo examen también debe ser diferenciado de aquéllos en que el sujeto activo ofrece droga en forma reiterada o
insistente a una o más personas, pues, aunque su ofrecimiento no sea aceptado, lo cierto es que, por ese medio, está estimulando o
promoviendo el consumo de sustancias ilícitas, en los términos del artículo 20 de la Ley sobre Estupefacientes (número 7233 de 8 de
mayo de 1991). El sujeto activo ha determinado su conducta para atentar contra el bien jurídico protegido. En efecto, por lo reiterativo
e insistente, esta acción tiene entidad para poner en peligro la Salud Pública y puede ser encuadrada sin dificultad en dicha norma.
Tampoco debe ser confundido el caso que nos ocupa con la hipótesis en que el acusado pretende dolosamente entregar a otro una
determinada cantidad de droga, aunque sea ínfima, cuando existe un acuerdo previo entre ambos y una evidente disposición del
destinatario para recibir la droga, pues esa conducta también significa un riesgo efectivo para la Salud Pública y resulta consumativa
del delito de Suministro de Drogas, conforme a lo dispuesto por el artículo 18, párrafo primero, de la Ley antes citada (Sala Tercera,
voto 683-F de las 9:05horas del 13 de diciembre de 1991)." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 616-F de las 11,05 hrs. del 13
de octubre.
40- TENTATIVA DE EXTORSION - Necesidad de arrepentimiento activo en los casos de tentativa acabada.

"Con relación al desistimiento, obviamente en casos en que no se ha alcanzado el resultado dañoso, la doctrina relaciona el tema con
los conceptos de tentativa inacabada y de tentativa acabada. En la tentativa inacabada, no se ha realizado toda la actividad necesaria
para que sobrevenga el resultado dañoso, y éste no se produce por causas ajenas a la voluntad del agente. No obstante, si el agente
decide libre y espontáneamente no consumar el hecho y para ello basta con abandonar la actividad (dejar de hacer), no se da la
tentativa, se produce así el desistimiento y el hecho queda impune. En contraposición a lo anterior, la tentativa acabada supone la
realización de todos los actos necesarios por parte del agente, para alcanzar la consumación del hecho pero esta no se produce por
causas ajenas a la voluntad de aquel. Son casos de tentativa acabada aquellos en que después de la actividad del agente, debe
esperarse el resultado dañoso que depende del transcurso del tiempo (explosión de una bomba activada por reloj), o de la decisión de
otro (en la estafa -después del ardid- debe esperarse el error y la disposición patrimonial de la persona objeto del delito); sin embargo
la lesión no se produce por causas independientes de la voluntad del agente. Pero si éste, en forma libre y espontánea decidiera no
realizar el hecho, no es suficiente para lograr la impunidad la simple cesación o el abandono de la actividad como en el caso del
desistimiento, sino que se requiere de una acción eficiente para evitar el resultado (desactivar la bomba, informar del engaño para
evitar la estafa), y con ello no se produce la tentativa pero se origina el arrepentimiento activo. (Acerca del desistimiento y del
arrepentimiento activo, v.: WESSELS, Johannes: «Derecho Penal. Parte General.» Ediciones Depalma, Buenos Aires, 1980, pp. 182-
189; y MIR PUIG, Santiago: «Derecho Penal. Parte General.» Promociones y Publicaciones Universitarias, S.A., Barcelona, 1990, pp.
378 ss., especialmente pp. 382 y 383.) En el caso de autos, según lo dicho por el Tribunal en la relación de hechos probados, es daro
que el imputado había realizado todo lo necesario para que la extorsión se diera en los términos del artículo 214 del Código Penal,
como fue amenazar o intimidar a la persona objeto del delito para obtener con ello un lucro injusto. Para la consumación del delito
debía esperarse que la amenaza surtiera efecto en la víctima, para que -sintiéndose obligada por la situación- tomara una disposición
patrimonial que la perjudicara. Por la naturaleza del hecho se trata de una tentativa (acabada), que no puede quedar impune por el
simple abandono o cesación de actividad por parte del imputado. Si éste decidió, libre y espontáneamente, no alcanzar el resultado,
era necesario un hacer eficiente para ello como pudo ser el comunicar al señor M.F.M. su arrepentimiento; es decir, se requería de un
arrepentimiento activo y no de un simple desistimiento. Es lógico que debió ser así porque durante todo el tiempo que no lo haga,
aunque no presente los cheques a los tribunales de justicia para su cobro, subsiste la amenaza que pesa sobre la empresa ofendida.
En consecuencia lleva razón el recurrente, lo procedente es casar la sentencia de mérito, revocar la absolución del imputado y en su
lugar se le declara autor responsable del delito de tentativa de extorsión simple, cometido en perjuicio de S.V., S.A." 1995. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N° 249-F de las 10,25 hrs. del 5 de mayo.

41- TRAFICO INTERNACIONAL DE DROGAS - Innecesario cumplimiento de totalidad de plan propuesto para tenerlo por
configurado.

[...], de acuerdo con el fallo los imputados transportaron la droga desde Colombia hasta Costa Rica, lo cual es suficiente para producir
la consumación del hecho, independientemente de que no alcanzaran a trasladarla al lugar de destino. Nótese que, de conformidad
con lo dispuesto en la norma antes citada, toda participación en el tráfico internacional de las sustancias a que se refiere dicha ley,
constituye de por sí una conducta consumada, pues se sanciona al sujeto por el solo hecho de intervenir en la ejecución de la
conducta ilícita, sin que sea necesario que el autor haya cumplido la totalidad del plan propuesto." 1995. SALA TERCERA DE LA
CORTE, N° 119-F de las 11,40 hrs. del 3 de marzo.

42- USO DE DOCUMENTO FALSO CON OCASION DE ESTAFA - Contenido volitivo de la acción generalmente no tiene
prueba directa.

"[...], si el imputado se presentó al negocio ofendido para comprar un televisor, el cual pagó con un cheque robado y falsificado,
haciéndose pasar por el cuentacorrentista ante los vendedores, resulta claro su conocimiento y voluntad de realizar tal acción (dolo), la
cual configura el delito de uso de documento falso con ocasión de estafa, tal como lo estimó el a quo. Sobre este particular ya se ha
señalado que el contenido volitivo de la acción, generalmente, no tiene prueba directa, salvo casos de resolución manifestada, por ello
la intención normalmente se deduce de la acción misma, y resulta un exceso el exigir prueba directa como lo pretende el recurrente
(en este sentido véase la resolución V-603-F de las 9:35 hrs. del 22 de diciembre de 1994)." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE,
N° 473-F de las 10,05 hrs. del 18 de agosto.
43- VIOLACION - Lo determinante de la intimidación es su idoneidad para reducir la oposición de la víctima y por ello
debe analizarse en casa caso.

"En el motivo de fondo, alegando irrespeto a los artículos 156 inciso 3 y 173 del Código Penal, la defensora reclama que las amenazas
tenidas por acreditadas según el tribunal, no configuran la intimidación que requiere el delito de violación. No lleva razón la defensora.
La intimidación que exige la ley no es una y abstracta, sino relativa a las circunstancias objetivas y subjetivas en que sobrevenga el
hecho. Lo determinante para que adquiera o no esa calidad es su idoneidad para reducir la eventual oposición de la víctima. En
consecuencia, esa calidad deberá ser apreciada en relación a las condiciones personales del ofensor y ofendido, así como a las
condiciones del medio material y humano en que tiene lugar la escena. No es lo mismo la intimidación que se ejerce sobre un niño
que sobre un adulto, o la practicada en un paraje desolado que en uno que ofrece posibilidades de ayuda, o bien la amenaza física
que profiere alguien que tiene dificultad para llevarla a cabo que quien dispone de las facilidades necesarias para hacerlo. En fin,
tratándose de un menor como el ofendido en este asunto, que confiesa tenerle miedo al encausado, ciertamente la amenaza de que
procedería en caso de oposición a lesionarlo a él y a su familia, reviste la gravedad suficiente para que el perjudicado deponga
cualquier actitud defensiva, como en efecto sucedió. Ello independientemente de que le fuera exhibida o no una arma (que incluso
pudo estar oculta o ser simulada), puesto que no resultaba necesario para otorgar carácter intimidante al dicho del encartado,
bastando la mera advertencia para que el menor, conducido a la fuerza a un predio solitario, sucumbiera sin resistencia ante la
lascividad de su agresor. 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 343-F de las 9,30 hrs. del 14 de junio.

B- DERECHO PROCESAL PENAL

44- ACCION CIVIL RESARCITORIA - Excepción de falta de personería es de resolución previa - Innecesario aportar
prueba que ya consta.

"Como tercer alegato, señalan preterición de los artículos 39 y 41 de la Constitución Política, al utilizarse la certificación de folio 13
para resolver las excepciones interpuestas y el documento de folio 46 -honorarios de perito- para la imposición de las costas, prueba
que no fue admitida, ni incorporada al debate. El reclamo no resulta atendible. Conforme se aprecia a folio 238, los demandados
civiles en la contestación de la demanda respectiva, interpusieron las excepciones de: "a) falta de derecho, porque el actor civil carece
de derecho para ejercitar la presente acción. b) falta de personería ad causam activa, por la misma razón arriba apuntada". Ahora
bien, estiman los impugnantes improcedente la resolución de las excepciones interpuestas con vista en la certificación notarial de follo
13; sin embargo, corresponde aclarar en primer término, que analizada la resolución recurrida se observa que la certificación se utilizó
al pronunciarse con respecto a la excepción de falta de personería y no así con relación a la de falta de derecho [...]. Como segundo
aspecto, aunque se denomina la excepción como "falta de personería ad causam activa", lo cierto es que esa denominación resulta
incorrecta y más bien obedece a la mezcla de dos excepciones en una sola. En efecto, la excepción de falta de personería constituye
una excepción previa fundada en la falta de personalidad en el demandante o en el demandado, que integra con dos supuestos: a)
falta de capacidad procesal en el actor o en el demandado, y b) insuficiencia de la representación convencional o legal invocada. Esta
excepción procede en caso de carencia de capacidad civil para apersonarse en juicio (incapacidad de hecho), por ejemplo: de las
personas por nacer, menores de edad, etcétera, mientras que la insuficiencia de representación procesal, consiste en invocar un
derecho que no sea propio, lo que debe justificarse a través de los medios probatorios que acrediten esa condición. Por eso, la falta de
personería se refiere a la incapacidad de hecho para actuar en juicio en nombre propio o la falta de idoneidad del representante (legal
o convencional) para actuar en representación de otro, pero sin que en ninguno de esos supuestos se discuta la procedencia o no de
la preterisión incoada (véase en este sentido: Bacre, Aldo. Teoría General del Proceso. Buenos Aires. Editorial ABELEDO-PERROT,
Tomo 1; págs. 355 y 357). Como tercer aspecto debe señalarse, que no toda excepción debe ser resuelta necesariamente en
sentencia, sino que una vez interpuesta corresponde a los juzgadores analizarla y de acuerdo con su naturaleza (procesal o
sustantiva), pronunciarse en la forma pertinente, ya sea resolviéndola de inmediato o difiriendo el pronunciamiento para el momento de
dictar sentencia.

En el presente caso, se observa que se interpuso excepción por falta de personería referida a la falta de capacidad civil o de
representación para estar en juicio; sin embargo, incorrectamente el Juzgador en lugar de analizarla, ya sea rechazándola por
improcedente o declarándola con o sin lugar, supuesto el primero en que correspondería prevenir al actor civil para que subsanara el
defecto, optó de manera impropia por reservarla para resolver lo que correspondiera en otro momento procesal. Como en el presente
asunto el actor civil actuaba en carácter personal y no representando a otro, el rechazo de la excepción era procedente desde un inicio
por esa razón y por no haber fundamentado la gestión. Como el artículo 330 del Código de Procedimientos Penales, dispone que:
"Las excepciones se deducirán por escrito y si fuere el caso, deberán ofrecerse las pruebas que justifiquen los hechos en que se
basen, bajo pena de inadmisibilidad" y no obstante, conforme se aprecia a folio 238, únicamente se interpuso la excepción, -sin la
prueba necesaria-, es evidente que la gestión no procedía. Debe tomarse en cuenta que el actor civil al establecer su acción
resarcitoria, debe incluir junto con el escrito de interposición, los documentos que sustentan sus gestiones (artículo 57 del Código
Ibídem) y consiguientemente, corresponde al demandado civil al establecer la excepción, aportar la prueba -si procede- que desvirtúe
lo afirmado por el actor. Así las cosas, estima esta Sala que independientemente de que por razones de orden procesal se disponga
resolver la excepción en el fallo, lo cierto es que la cuestión está referida -en este caso- al escrito inicial del actor civil, por lo que el a
quo está facultado para pronunciarse, con base en el escrito y la documentación aportada por ambas partes, sin necesidad de que
nuevamente -como se pretende-, interprete que el actor civil debe ofrecer esa prueba que acredite la condición en que litiga. Se debe
destacar también, en cuanto se refiere a las certificaciones emanadas del Registro Civil, que en el presente asunto esta Sala gestionó
de oficio las certificaciones correspondientes, conforme se aprecia a folios 295 a 299, con el objeto de verificar la vulneración alegada,
o sea la capacidad legal del actor civil, tratándose de un reclamo de índole procesal y con el objeto de constatar hechos del proceso."
1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 502-F de las 11,10 hrs. del 25 de agosto.

45- ALLANAMIENTO - Necesario cumplimiento de garantías procesales - Naturaleza espuria de prueba obtenida a través
de diligencia ilegítima.

En la actualidad en gran parte de los ordenamientos modernos, se plantea para sus jueces la disyuntiva entre la búsqueda de la
verdad y la necesaria protección de los derechos y garantías fundamentales que, según nuestra Constitución deben aplicarse por igual
a nacionales y extranjeros (art. 33 Constitución Política). Este aparente conflicto ha encontrado diferentes interpretaciones
dependiendo de la orientación menos o más garantista del sistema que rija en un determinado Estado. En efecto, en un Estado
autoritario, el sistema represivo y su policía, por lo general dan muestras de una gran eficiencia a costa de los derechos de sus
ciudadanos. El problema es que una vez terminado con los "delincuentes" esos sistemas continuan su "efectivo" trabajo contra todos
aquellos que fueren considerados enemigos del Estado. En estos ordenamientos la policía por lo general tiene una amplia esfera de
atribuciones. Pueden detener por largos períodos a los sospechosos e interrogarlos sin mayor límite, utilizan incluso métodos
coercitivos que les permiten obtener su confesión. Como parte de sus atribuciones se les faculta para ingresar y allanar las vivienda
sin previa orden judicial, basta la sospecha para que puedan proceder al registro y decomiso de cualquier tipo de evidencia, y las
pruebas son presentadas y admitidas por los Tribunales del Estado y con éstas se condenaban a todos aquellos que eran
considerados sus enemigos. En contraposición a esos regímenes, y con mayor fuerza en Europa, después de la segunda guerra
mundial, se dio un fortalecimiento de lo que se conoció como "Bill of Right", como una reacción a los excesos cometidos se
establecieron una serie de límites a la actividad del Estado para aquellas acciones que fueran en perjuicio de los ciudadanos. Estas
prohibiciones se elevaron a rango constitucional en la mayoría de los Estados democráticos. Entre éstas tenemos, la que establece
que el domicilio de las personas es inviolable, lo cual implica que a todos los ciudadanos se les reconoce una esfera de privacidad.
Sin embargo, esta garantía que también consagra nuestra Constitución en el art. 23, no es ilimitada, sino por el contrario se permite
que ceda frente a los más altos intereses de la colectividad en determinadas situaciones. Así por ejemplo, dicha norma establece los
casos de excepción cuando ordena que "No obstante pueden ser allanados por orden escrita de juez competente, o para impedir la
comisión o impunidad de delitos, o evitar daños graves a las personas o a la propiedad, con sujeción a lo que prescribe la ley". De la
normativa citada se desprenden a grosso modo, dos supuestos que son desarrollados por dos normas independientes del Código de
Rito.

El primer supuesto lo encontramos en el artículo 209 del Código de Procedimientos Penales, que condiciona el registro del lugar a la
previa orden motivada del juez. Dicha normativa señala los casos en que es imperativa la autorización judicial, pues el juez se
convierte de hecho en garante del cumplimiento de las exigencias de orden constitucional, precisamente para evitar cualquier exceso o
perturbación que afecte la esfera de la intimidad que tutela la norma constitucional para cualquier persona que se encuentre en el
territorio nacional sea o no costarricense, pero que por el sólo hecho de vivir en nuestro suelo, tiene la garantía de que se le deben
garantizar sus derechos independientemente de que él respete o no los nuestros. Aún en este último supuesto, nuestro Código de
Procedimientos Penales no hace excepciones, así se desprende cuando establece que el Juez está facultado para ordenar por auto
motivado el allanamiento de una morada cuando "hubiere motivos suficientes para presumir que en determinado lugar existen cosas
relacionadas con el hecho punible, o que allí puede efectuarse la detención del imputado o de alguna persona evadida o sospechosa",
de la comisión de un delito. El segundo supuesto, es desarrollado por el art. 212 que debe, en este caso, verse en relación con el art.
164 inciso 4 del mismo cuerpo legal. En efecto, la policía judicial está autorizada para proceder al allanamiento de morada sin previa
orden cuando se esté en presencia de cualquiera de las cuatro causales que desarrolla el primero de los artículos mencionados. Sólo
en estos supuestos es factible para un cuerpo policial prescindir de la orden de allanamiento. En consecuencia, cuando cualquier
cuerpo policial incumpla o vaya más allá de sus atribuciones estaremos en presencia de un acto ilícito. La ilegalidad del acto proviene
no sólo de la vuineración de una norrna de orden procesal o de una simple omisión de una formalidad, sino por el contrario de un
comportamiento que compromete el respeto del marco constitucional al vulnerar directamente lo que la Constitución ni tolera ni
permite, que se proceda a la entrada y registro de una morada sin el previo control de legalidad del acto efectuado por el Juez
competente. Cuando esta situación acontece, el acto cuestionado debe ser declarado nulo porque la vuineración de una garantía
constitucional acarrea de pleno derecho la nulidad del acto viciado por imperativo constitucional, así lo ha mantenido en reiteradas
oportunidades esta Sala al igual que la Sala Constitucional (véase por todos los siguientes votos N° 718-93 de las 14:36 horas del 15
de febrero de 1993, N° 2559-94 de las 15:36 horas del 31 de mayo de 1994 y V-298-F de las 9:05 minutos del 26 de mayo de 1995,
los primeros de la Sala Constitucional y el último de la Sala Tercera).

III.- En el presente asunto, como aduce el impugnante, la policía judicial procedió al ingreso de la morada del imputado sin previa
orden judidal, así se desprende de las gestiones que hizo ésta Sala solicitando a los diversos despachos judiciales que pudieron
autorizar ese acto sin que ninguno de ellos afirmara que había emitido la orden de allanamiento que legitimara la actuación de los
cuerpos policiales [...]. Tampoco se menciona en la sentencia, ni en la prueba documental que fue debidamente incorporada, que
hubiere existido dicha orden [...]. En todo caso, las autoridades tampoco se encontraban en ninguno de los supuestos para proceder al
allanamiento sin previa orden judicial. En el presente asunto tampoco medió una situación de urgencia que justificara de alguna
manera el comportamiento de los oficiales, toda vez que con antelación y con base a informaciones confidenciales, según afirman los
oficiales J.R.M.M. y V.J.V.H. [...], así como por la dinámica propia de la investigación policial, sospechaban que el autor de los delitos
investigados era "presuntamente" el aquí recurrente A.P. Tanto es así que mediante diversos actos de investigación supieron donde
localizarlo, como en efecto ocurrió. Las autoridades debieron comportarse respetuosas del ordenamiento vigente y proceder de previo
al allanamiento y detención del justiciable a solicitarle al juez competente la respectiva orden de allanamiento, aspecto que en nada
obstaculizaba la labor de investigación y sí constituye un imperativo de obligado acatamiento por devenir directamente de lo que
manda y ordena en nuestro Estado de derecho la Constitución vigente. Al no actuar conforme lo manda y ordena la Constitución debe
declararse la ilegalidad del allanamiento y por ende la nulidad del acto, así como la de los demás actos conexos o consecutivos que
de éste dependan directa y exclusivamente (arts. 146 párrafo 22 y 150 del Código de Procedimientos Penales), como lo son el acta de
registro y el decomiso de los objetos que fueron encontrados por su medio [...]. Toda vez que la requisa de las armas y objetos es
prueba derivada de un acto violatorio de las garantías constitucionales, sin que pueda afirmarse que el acto mediante el que se
obtienen las pruebas cuestionadas por el impugnante sean producto de otro elemento autónomo y anterior producto de la investigación
policial. En efecto, las autoridades no sabían qué podían encontrar en la casa en que dormía el imputado, y es como consecuencia del
allanamiento y posterior búsqueda de pruebas que se obtienen las evidencias, según manifiesta el oficial M.M., además el acto tuvo
una duración aproximada de sólo diez minutos [...]. En estos supuestos la Sala Constitucional ha afirmado "...que de darse el hecho
de un allanamiento ilegítimo, la prueba a través de él obtenida se convierte en prueba espuria y por tanto inválida y sin potencial
procesal alguna, imposible de constituir base o fundamento de una sentencia condenatoria" (Voto 0255-95 de las 9:51 horas del 13de
enero de 1995)." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 614-F de las 9,55 hrs. del 13 de octubre.

46- ALLANAMIENTO - Obligación de respetar garantía constitucional - Nulidad de actos dependientes de diligencia
irregularmente practicada.

"Como primer agravio del recurso por vicios in procedendo interpuesto por la defensa de la encartada V.D.O., se acusa la
inobservancia de los artículos 106 y 400 inciso 4° del Código de Procedimientos Penales, por falta de fundamentación de la sentencia,
toda vez que el allanamiento practicado en la habitación de la imputada V.D.O. fue ilegal. Considera esta Sala que el reclamo es
atendible, pues no consta en el expediente que se hubiera observado ninguna de las formalidades de ley en el registro de la
habitación que ocupaba la encartada. Según lo que indica la sentencia en su acápite de "hechos probados", los policías
administrativos, vestidos de civiles, se identificaron como policías (no se dice ante quien) e iniciaron el registro de la habitación
asignada a la acusada, «…encontrando en un bolso con documentos de identificación a nombre de V.D., entre ellos su cédula de
identidad, una bolsa conteniendo cien pajillas conteniendo polvo blanco que mantenía para su posterior tráfico, razón por la que
detienen a la imputada, junto con la evidencia indicada» (sic). Dicho registro se practicó sin que mediara previa orden judicial que lo
permitiera y sin que tampoco concurriera ninguna de las circurnstancias excepcionales que, según la ley (artículo 212 del Código de
Procedimientos Penales), facultan a la policía para proceder sin esa orden. Tampoco consta en autos que se hubiera solicitado el
consentimiento de la imputada, ni que se le hubiera invitado a presenciar el registro: ni siquiera se levantó debidamente un acta que
diera fe del acto realizado y de su resultado, como lo prescriben los ordinales 97 y siguientes del Código citado. El artículo 23 de la
Constitución Política garantiza que: «El domicilio y todo otro recinto privado de los habitantes de la república son inviolables. No
obstante pueden ser allanados por orden escrita del juez competente, o para impedir la comisión o impunidad de delitos, o evitar
daños graves a las personas o a la propiedad, con sujeción a lo que prescribe la ley», garantía de inviolabilidad del domicilio que
refuerzan los artículos 12 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, 9 de la Declaración Americana de Derechos y Deberes
del Hombre, 17 del Pacto Intemacional de derechos Civiles y Políticos (aprobado por Ley N° 4229 del 11 de diciembre de 1966), 11 de
la Convención Americana sobre Derechos Humanos (aprobada por Ley N° 4534 del 23 de febrero de 1970). Además debe
relacionarse esta garantía constitucional con la del debido proceso en materia penal y con las normas 144, 145 Inciso 3° y 146 in fine
del Código de Procedimientos Penales, de donde resulta que el allanamiento aquí examinado es absolutamente nulo, así como son
nulos todos los actos consecutivos que de él dependan directa y exclusivamente (artículo 150 del Código de Procedimientos Penales),
como lo son el "acta de registro y decomiso" de la droga de folio 3 y el "análisis por estupefacientes y psicotrópicos" de folio 30,
practicado en el Departamento de Laboratorios de Ciencias Forenses del Organismo de Investigación Judicial, toda vez que versa
sobre la droga que fue supuestamente decomisada a la imputada.

A mayor abundamiento, debe citarse la jurisprudencia vinculante de la Sala Constitucional, que sobre el tema ha señalado que:
«Conforme lo dispone el artículo 23 de la Constitución Política, el domicilio y todo otro recinto privado de los habitantes de la república
son inviolables. Sólo por excepción y mediante previa orden escrita emanada del juez y conforme lo disponga la ley, pueden allanarse
el domicilio y demás recintos privados. Por su parte el artículo 23 ibídem reafirma el derecho a la intimidad. De esta manera, la
privacidad del domicilio se encuentra especialmente tutelada por la Carta Fundamental, permitiéndose la intromisión estatal solo por
excepción y en los casos que expresamente señale la ley. Por su parte, el Código de Procedimientos Penales, en el Título III,
capítulos II y III, desarrollan lo expresamente correspondiente al Allanamiento, Registro, Requisa y Secuestro. Así, el artículo 209
estipula los casos en que procede el Registro, además de las formalidades de la misma. Dentro de esta últimas se encuentra la
necesidad de que se haga por medio de juez competente, orden escrita, etc. Además "el juez podrá disponer de la policía
administrativa y proceder personalmente o delegar la diligencia en funcionarios de la policía judicial..." Otro tanto sucede con el artículo
216 que se refiere al secuestro. Sin embargo, para nuestros efectos basta con transcribir el párrafo segundo que a la letra reza: "En
casos urgentes esta medida podrá ser delegada en un funcionario de la Policía Judicial, en la forma prevista para los registros (209)".
De las normas constitucionales y legales expuestas, se desprende claramente el interés del legislador por garantizar la inviolabilidad
del domicilio. Unicamente por vía de excepción se permite que las autoridades puedan allanar el domicilio de una persona.
Además debe hacerse con las formalidades de ley y en presencia de autoridad judicial. En efecto el párrafo segundo del artículo
209 -que autoriza delegar en la Policía Judicial- debe verse estrechamente relacionado con las normas constitucionales dichas y con
el numeral 216, párrafo segundo, del mismo Código. De suerte que si este último prevé la facultad de delegar en casos urgentes
conforme lo dispone el artículo 209, es porque presupone que es el juez el que debe realizar el acto y solo por excepción,
debidamente motivada, puede delegarse en la Policía Judicial. El espirítu y contenido de las normas citadas, lo que pretenden es
que el juez de instrucción se constituya en garante del acto a realizarce (sic)" (el subrayado no es del original, Sala
Constitucional, N° 718-93 de las 14:36 horas del 15 de febrero de 1993). A esta cita jurisprudencial debe agregarse otra según la cual:
«Dentro de las diferentes interpretaciones sobre la ilicitud o no de una prueba, tenemos la teoría de la prueba espuria o de los frutos
del árbol envenenado (fruit of the poissones tree doctrine), que supone que cada vez que un medio probatorio originado en una
violación constitucional aporte elementos de culpabilidad para el acusado, es nulo el acto productor de la prueba y todo medio
probatorio que de él derive. En ese mismo orden de ideas, nos encontramos con la posición relativa, denominada de la "fuente
independiente", según la cual, si la prueba deriva de un acto violatorio de las garantías constitucionales, pero también se originó en
otro elemento autónomo recabado durante la investigación y anterior a la violación constitucional, la prueba sigue siendo válida, porque
la prueba se desprendió de otro elemento, y no necesariamente del acto violatorio de la Constitución. Esta Sala en el voto 701-91, ya
expresó: "...la tesis de la mayoría de la Sala en relación a la validez de la prueba relacionada con prueba ilegítima, puede sintetizarse
diciendo que aquella conserva su validez en tanto no tenga como origen la ilegítima", entendiendo entonces que debe estudiarse la
cadena causal productora de la prueba, siendo espuria y nula la que provenga exclusivamente de una violación a la Constitución» (el
subrayado no es del original, Sala Constitucional, N° 2529-94 de las 15:36 horas del 31 de mayo de 1994). Por las razones expuestas
procede declarar con lugar este motivo del recurso, declarando la nulidad de la sentencia impugnada y del debate que la precedió y
remitiendo el proceso al competente para la nueva sustanciación que determine la ley." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N°
298-F de las 9,05 hrs. del 26 de mayo.

47- APELACION CONTRA AUTO DE ELEVACION A JUICIO - Omisión de audiencia al Ministerio Público genera nulidad
absoluta.

"En el primer motivo del recurso por la forma la representante del Ministerio Público alega la inobservancia del artículo 41 de la
Constitución Política y 5, 145 inciso 2), 150, 469, 470 y 465 del Código de Procedimientos Penales. Se sustenta éste en que en la
admisión del recurso de apelación en contra del auto de elevación a juicio [...] se violó el debido proceso al omitirse la audiencia
correspondiente al Ministerio Público. La Sala comparte las razones de la impugnante en su reclamo, toda vez que el Juzgado de
Instrucción debió obligatoriamente cumplir con la audiencia a que se refieren los artículos 465 y 469 en relación con el 145 inciso 2,
todos del Código citado. En el presente caso no se trata de una "nulidad por la nulidad misma" como lo expone la encartada en su
respuesta al presente recurso, sino de la omisión de un trámite esencial que permite al Ministerio Público exponer sus razones en
contra de la impugnación que aquélla interpuso, con el fin de evitar la revocatoria del auto de elevación a juicio que motivó el
sobreseimiento que ahora se cuestiona. Tal defecto limitó gravemente la intervención del Ministerio Público, lo cual genera nulidad
absoluta conforme al artículo 145 inciso 2) del Código de rito." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 561-F de las 10,15 hrs. del
22 de setiembre.

48- CASACION POR LA FORMA - Casos en que resulta innecesario el reenvío y la Sala entra a resolver el fondo.

Por lo general, frente a una falta de fundamentación por valoración prueba ilegal, la casación siempre procede a decretar la nulidad del
fallo y disponer el juicio de reenvío. No obstante, en el presente asunto, el reenvío en cuestión resulta absolutamente innecesario, al
no poderse tomar en consideración en un nuevo juicio los hechos ocurridos en la vivienda durante la diligenda de allanamiento, de
modo que ni aún cuando aparecieran otros elementos de prueba se podría variar la situación fáctica relacionada con el
comportamiento atribuido a la acusada. Es cierto que el artículo 483 del Código de Procedimientos Penales establece que tratándose
de una nulidad, incluso parcial como en el presente caso, la casación debe ordenar el juicio de reenvío. Sin embargo es lógico que ello
se disponga así en la gran mayoría de los casos en virtud del principio de inmediación de la prueba, que exige que los elementos de
constatación oral sean examinados por un Tribunal de Juicio con el fin de que se pronuncie sobre la responsabilidad penal del
acusado. Sin embargo, cuando la casación advierte innecesario el juicio de reenvío por economía procesal, aún cuando el recurso sea
de forma y aún cuando el vicio afecte la fundamentación y en general el procedimiento, lo propio es que la Sala de Casación proceda
a resolver el caso conforme a la ley aplicable, según lo dispuesto en el artículo 482 ibídem, pues lo cierto es que no existe una
prohibición expresa para que resuelva la situación jurídica de esa manera. Incluso obsérvese que el legislador en el recurso por el
fondo también admite, esta vez en forma expresa, que en lugar de resolver el caso conforme a la ley aplicable la casación pueda
ordenar una nulidad y el reenvio a un nuevo juicio, como sí se tratara de un recurso por la forma (situación a que hace referencia la
parte final del artículo 482 citado). Pero también es posible deducir jurídicamente que en un recurso por la forma, y al constatarse la
existencia de un vicio in procedendo, que la casación resuelva el caso aplicando directamente la ley de fondo, siempre que para
hacerlo no afecte los principios de oralidad e inmediación, ni las garantías acordadas al imputado, en especial en cuanto se establece
que tiene derecho a un nuevo juicio para poder ser declarado culpable frente a la sentencia nula del Tribunal de instancia que lo había
condenado inicialmente. En síntesis la Sala de Casación puede resolver el caso conforme a la ley de fondo aplicable aún tratándose
de un recurso por la forma, con las anteriores limitaciones, y esa posibilidad se desprende del propio ordenamiento jurídico, en
especial del artículo 41 de la Constitución Política al garantizar el acceso a la justicia y establecer la obligación de los tribunales de
realizarla; del artículo 5 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, al establecer, entre otras cosas, que "…los tribunales no podrán
excusarse de ejercer su autoridad o de fallar en los asuntos de su competencia por falta de norma que aplicar y deberán hacerlo de
conformidad con las normas escritas y no escritas del ordenamiento..."; y del artículo 459 del Código de Procedimientos Penales, en
cuanto le atribuye al Tribunal de alzada el conocimiento del proceso (y por ende la competencia para hacerlo) en cuanto a los puntos
de la resolución a que se refieren los agravios. La casación, no obstante sus limitaciones, debe constituir también una vía para que los
sujetos del proceso encuentren reparo frente a los posibles agravios y afectaciones a sus derechos fundamentales, y debe procurar en
todo momento evitar el procedimiento inútil. Por ese motivo es que esta misma Sala en dos ocasiones anteriores y por diferentes
circunstancias, ya ha procedido a resolver el caso conforme al derecho de fondo no obstante que el recurso se sustentaba en vicios
procesales (véanse en tal sentido las resoluciones N° 579-F, de las 14:30 del 3 de diciembre de 1992, dictada por magistrados
suplentes y la N° 462-F, de las 10:20 del 4 de noviembre de 1994, dictada por los titulares en un recurso de revisión, al que le son
aplicables las reglas de la casación). La inutilidad del juicio de reenvío es lo que viene a legitimar que la Sala proceda directamente a
resolver la cuestión de fondo en un recurso por la forma.

En todo caso conviene resaltar que la distinción entre motivos de forma y fondo tiende a diluirse, pues como bien lo afirma De la Rúa
en su más reciente obra sobre la casación, "...este criterio (el de la distinción) es esencialmente didáctico, y no absoluto. Tiene el valor
relativo de la distinción que es necesario hacer por la diversa influencia de una y otra situación. Si asignáramos al iudicando o al
procedendo un significado genérico, la sistemática resultaría estéril porque como toda norma de derecho debe ser interpretada y toda
interpretación supone un juicio (en sentido amplio), deberíamos concluir que todos los errores jurídicos lo son in iudicando..." (De la
Rúa, Fernando. La casación penal. El recurso de casación penal en el nuevo Código Procesal Penal de la Nación. Buenos Aires,
Depalma, 1994, p. 32). Es por ese motivo que la distinción pierde significado en forma expresa y tajante en nuevas legislaciones,
como lo recomienda el Código Procesal Penal Modelo para lberoamérica (véanse por ej. sus artículos 342 y 343, edición del Ministerio
de Justicia de España, Madrid, 1990); así como también lo propone el proyecto de Código Procesal Penal para El Salvador (véase el
artículo 425, edición del Ministerio de Justicia de El Salvador, San Salvador, 1994). En esos textos aún cuando se estime necesario
separar un motivo de casación de otro. adquiere total significado la posibilidad de resolver el caso conforme a la ley de fondo aplicable
incluso cuando el vicio alegado sea de procedimiento, pues lo importante para determinar si opera o no el reenvío a un nuevo juicio
ante el Tribunal de instancia es que la Casación no esté en grado de pronunciarse, en virtud del principio de inmediación, pero no el
hecho de que el vicio sea de forma. Tradicionalmente se afirma que la casación, tratándose de un contralor de la mera legalidad,
busca uniformar la aplicación del derecho y la jurisprudencia en un determinado sistema jurídico, de ahí su carácter esencialmente
formal. Sin embargo hoy se reconoce también como indispensable la búsqueda de la justicia en el caso concreto, según el cual los
criterios meramente formales deben ceder a la necesidad de controlar por razones de justicia la función jurisdiccional de los tribunales
de instancia en cada caso concreto, sobre todo en un sistema como el costarricense de única instancia, donde no se admite el recurso
de apelación contra la sentencia condenatoria, y por consiguiente, donde el sistema debe permitir ejercer algún tipo de control sobre la
forma en que los juzgadores emitieron su criterio con base en los elementos de prueba reproducidos oralmente en el debate. La
justicia del caso concreto constituye una necesidad básica que se sustenta en los artículos 27 y 41 de la Constitución Política y 5 de la
nueva Ley Orgánica del Poder Judicial, que exigen justicia, pero bien cumplida, pronta y obligatoria. En tal sentido se ha afirmado con
muy buen tino que "…la unidad de la aplicación del Derecho no puede ser el único fin de la casación, pues la igualdad y la seguridad
jurídica no son los únicos valores que se deben tomar en consideración. La justicia y la interdicción de la arbitrariedad de los poderes
públicos tienen igual rango... La casación, como todo recurso, también, y con no menos intensidad, debe perseguir un fin de
protección contra la arbitrariedad. Ello significa que, allí donde los medios de que dispone el Tribunal de Casación se lo permitan, éste
tiene el deber de sancionar la arbitrariedad..." (BACIGALUPO, ENRIQUE. La impugnación de los hechos probados en la casación
penal y otros estudios, editorial Had-Hoc, Buenos Aires, 1994, pp. 47 y 48). Por todo lo expuesto, procede declarar con lugar
parcialmente y conforme se dirá el primer motivo del recurso por la forma, en cuanto condena a la imputada Castro Castillo como
autora responsable del delito de favorecimiento real, y en su lugar debe absolvérsele de toda pena y responsabilidad por ese delito."
1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 411-F de las 9,50 hrs. del 14 de julio.
49- CITACION DIRECTA - Aplicación a los casos de flagrancia resalta los principios del sistema acusatorio.

"Conviene agregar que la "Citación Directa" constituye un procedimiento que resalta los principios acusatorios del sistema penal,
porque la prueba se recibe directamente ante el Tribunal que tomará la decisión, con la presencia de todas las partes y el Ministerio
Público, quienes pueden intervenir en el interrogatorio de los testigos, en el examen de los peritos, y con la posibilidad de hacer
observaciones y de resaltar aspectos de interés para la valoración de la prueba. Contrariamente, en los juicios orales precedidos por
una instrucción inquisitiva, privada y escrita, la posibilidad de defensa no siempre es tan amplia, pues muchas veces la prueba
esencial se ha recibido en la instrucción, sin la presencia de las partes, ni siquiera la del juez, como ocurre con los testimonios
recibidos por los escribientes, y cuando la causa se eleva a juicio sólo se introduce al debate mediante lectura, sin que las partes
hayan tenido la oportunidad de participar en la recepción. Desde ese punto de vista, la aplicación de la "Citación Directa" a los casos
de flagrancia y en los demás supuestos de ley, viene a fortalecer el derecho de defensa, en la medida en que ésta participa y está
presente en la recepción de la prueba, con todas las implicaciones que ello conlleva, y con la posibilidad de contradecir o de resaltar
aspectos valiosos para la valoración de la prueba que sólo los que estuvieron presentes pudieron observarlos. Ciertamente, los
principios de defensa y debido proceso están a la base de todo el procedimiento de admisión, rechazo y recepción de prueba. También
es cierto que la arbitraria y sorpresiva inclusión de elementos de juicio incriminatorios, podrían lesionar esos principios constitucionales
y traer la nulidad de un fallo. Pero en el caso concreto, tales circunstancias no se han dado. El imputado conoció desde un inicio los
hechos que se le acusaban, tuvo oportunidad, junto con su defensa técnica, de conocer las probanzas que constaban en su contra."
1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 702-F de las 9,45 hrs. del 24 de noviembre.

50- CITACION DIRECTA - Casos de flagrancia en que resulta aplicable.

"En el recurso por la forma se acusan como violados los artículos 400 inciso 3), 226 y 393 párrafo 2) del Código de Procedimientos
Penales aduciendo que el Tribunal sentenciador violó flagrantemente las normas del debido proceso pues en primer lugar se le priva
al endilgado que el proceso sea tramitado mediante las normas propias de la Instrucción Formal siendo que en el presente asunto -
según el criterio de la recurrente- no nos encontramos en la causal que contempla el artículo 401 inciso 3 del Código de
Procedimientos Penales, sea que el delito haya sido cometido en flagrancia, toda vez que si bien es cierto el encartado se presentó
ante las autoridades de policía y entregó el arma homicida, es lo cierto también que se abstuvo a declarar en la información sumarial.
Sin lugar el reproche. El artículo 270 del Código de Procedimientos Penales claramente indica que existirá la flagrancia -entie otras
razones- cuando el autor del hecho punible es sorprendido al momento de cometerlo o inmediatamente después; ...; o mientras tenga
objetos o presente rastros que hagan presumir vehementemente que acaba de participar en un delito. En el presente asunto podemos
percatarnos, al analizar las declaraciones de los testigos T. y G.B.P., J.M.J. y L.R.M.B., que el indiciado fue sorprendido por los
testigos antes señalados, en el momento en que el mismo estaba efectuando los hechos por los cuales fue condenado, circunstancia
ésta que nos demuestra que el hecho fue cometido en flagrancia. Aunado a lo aritevior, podemos observar también que luego de que
ocurrieron los hechos, el encausado logró darse a la fuga, siendo que momentos después, éste se presentó al Comando del Valle de
la Estrella y por su propia voluntad se entregó a las autoridades, poniendo a su disposición el arma con la cual se produjo el homicidio,
circunstancia ésta que nos confirma aún más la existencia de la flagrancia en esta causa pues el hecho de entregarse a las
autoridades policiales y la portación del arma con la cual se mató a la ofendida, son indicios vehementes que nos indican que el
acusado acababa de participar en el homicidio; debiendo por lo tanto tramitarse el presente asunto mediante ese procedimiento de
Citación Directa de conformidad con el párrafo tercero del artículo 401 del Código de Procedimientos Penales, como en realidad
ocurrió, siendo que este procedimiento se caracteriza por ser más expedito que el de Instrucción Formal, lo cual de ninguna manera
causa gravamen alguno al imputado puesto que su derecho de defensa y el debido proceso no se violentan en ningún momento por el
solo hecho de instruir la causa mediante ese procedimiento sumario." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 508-F de las 9,50
hrs. del 6 de setiembre.

51- CITACION DIRECTA - Obligación ineludible de notificar requerimiento fiscal.

En el primer motivo del recurso por vicios in procedendo interpuesto por el defensor del imputado se acusa la inobservancia del
artículo 39 de la Constitución Política, 145, 146 y 349 párrafo 3 del Código de Procedimientos Penales. Afirma que el presente asunto
se instruyó mediante el procedimiento de citación directa, no obstante, el Tribunal de Juicio omitió notificarle a la defensa la requisitoria
fiscal [...]. Afirma que en el momento procesal oportuno interpuso el correspondiente incidente de nulidad [...]. Al resolver la incidencia
el a quo indicó "Efectivamente el tribunal observa que al dictarse la citación a juicio no se pusieron en conocimiento del defensor las
conclusiones del requerimiento fiscal (Sic. [...]), pese a ello la nulidad fue rechazada. Ante ésta situación interpuso revocatoria e hizo
reserva de casación.

II.- Al respecto es de hacer notar que la Sala Constitucional ha establecido que cualquier violación grave del procedimiento en
perjuicio del reo, aún meramente legal -no constitucional per se-, equivale a la violación de uno de los derechos fundamentales del
acusado y de la propia Constitución (Sala Constitucional, V-1739-92 de las once horas cuarenta y cinco minutos del primero de julio
de mil novecientos noventa y dos). Ciertamente en el presente asunto, según reconoce el representante del Ministerio Público [...], a la
defensa no se le notificaron las conclusiones del requerimiento fiscal. Sin embargo, aduce que este hecho no le causó perjuicio alguno.
Agrega que el defensor siempre tuvo a su disposición el expediente así como la posibilidad de ofrecer pruebas. Este argumento, en su
momento, fue resaltado por el Tribunal de mérito [...] para denegar la incidencia de nulidad. Sin embargo la Sala estima que se han
afectado derechos básicos de la defensa que lesionan el debido proceso. En los asuntos de "citación directa" la investigación
preparatoria al juicio la practica el Agente fiscal mediante la "información sumaria", y la ley (párrafo final del art. 349 del Código de
Procedimientos Penales) establece en esos casos, bajo pena de nulidad, que las conclusiones del requerimiento fiscal deben
notificarse junto con la citación a juicio". El cumplimiento de esa disposición no obedece a un acto meramente ritual o formal, sino que
es de carácter sustancial porque constituye la primera y verdadera intimación de la acusación del fiscal. Si bien es cierto que durante
la "información sumaria" el Agente Fiscal debe recibir declaración indagatoria al imputado, y para tales efectos se le informa a este
último de los hechos que se le atribuyen y las pruebas existentes en su contra, también es cierto que en ese momento no se le impone
el contenido de ninguna acusación formal del Ministerio Público porque no existe. Lo anterior difiere de los asuntos de instrucción
formal, en los cuales el Ministerio Público formula una primera imputación formal (Requerimiento de Instrucción), que luego es
complementada con resoluciones posteriores del instructor (auto de procesamiento, auto de elevación a juicio) y con actuaciones del
Ministerio Público (Requerimiento de Elevación a Juicio), actuaciones que también son notificadas en forma expresa a la defensa, en
especial las conclusiones del fiscal al finalizar la instrucción (audiencia a la que se refiere el artículo 342 del Código de Procedimientos
Penales). En estos casos el Tribunal de Juicio no debe notificar las conclusiones del fiscal al momento de la "citación a juicio", porque
la defensa ya ha sido ampliamente notificada de todas las actuaciones y resoluciones que conforman y perfeccionan la acusación
(requerimientos de instrucción y elevación a juicio, autos de procesamiento y elevación a juicio).

Contrariamente, en los asuntos de "citación directa", al producirse la citación a juicio la defensa no ha sido notificada formalmente de
ninguna acusación. Esa notificación prevista en el párrafo final del artículo 349 ibídem es absolutamente indispensable y esencial para
que el imputado y su defensor se informen del objeto y de los límites del proceso, y así puedan preparar la defensa de sus intereses, y
puedan ofrecer la prueba correspondiente dirigida a desvirtuar los hechos de esa acusación o a confirmar los hechos y circunstancias
en que sustenten su posición. No se trata de un formalismo meramente ritual, sino de la posibilidad de hacer efectivos sus derechos
constitucionales y legales. Afirmar que la falta de notificación del requerimiento fiscal en asuntos de citación directa no produce
ninguna nulidad, equivale a sostener que tampoco habría nulidad en asuntos de instrucción formal si no se pone en conocimiento del
defensor y el imputado del requerimiento fiscal de instrucción, del auto de procesamiento, del requerimiento de elevación a juicio y del
auto que acoge ese requerimiento. Debe recordarse que el derecho de defensa implica que a ninguna de las partes se le puede ni
debe sorprender, puesto que nadie puede defenderse de lo que ignora. Desde el momento en que se le informa de la acusación a la
defensa, ésta puede preparar los argumentos que le permitirán desvirtuar los hechos acusados por el representante del Ministerio
Público, cuestionar la calificación jurídica, presentar incidentes, ofrecer prueba, combatir la prueba de cargo, resaltar situaciones
referidas a esos aspectos, etc. En la actualidad se califica al proceso penal de legítimo en tanto sea el cauce que desarrolle e
instrumentalice las garantías de orden constitucional. Esta interpretación del ordenamiento no es ajena a nuestra idiosincrasia
procesal, así lo demuestran los artículos 145 y 146 párrafo 2 del Código de Procedimientos Penales, cuando sancionan con nulidad
absoluta aquellas situaciones que impliquen la inobservancia de normas concernientes a la intervención del imputado en los casos y
formas establecidas por la ley. En el presente asunto la omisión de la notificación del requerimiento fiscal indudablemente lesiona el
derecho de defensa y el debido proceso, no sólo porque se prescindió injustificadamente de un acto que la ley procesal considera
esencial, sino porque el error no fue subsanado en el momento procesal oportuno pese a las gestiones del recurrente. En
consecuencia debe acogerse este motivo del recurso, declarando la nulidad de la sentencia impugnada y del debate que la precedió y
remitiendo el proceso al competente para la nueva sustanciación que determina la ley." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N°
583-F de las15,15 hrs. del 4 de octubre.

52- CORRELACION ENTRE ACUSACION Y SENTENCIA - Introducción al proceso de circunstancia agravante -


Formulación de recurso por el fondo permite resolver sin ordenar el reenvío.

"El segundo punto del recurso acusa la conculcación, por falta de aplicación, del numeral 18, párrafo cuarto, de la Ley de
Psicotrópicos N° 7233. Considera esta Sala que la disconformidad de la impugnante es justificada, por las siguientes razones. En
primer lugar, la prueba testimonial y documental citada por la recurrente permite racionalmente acreditar que los compradores que
llegaban a la casa de los imputados eran consumidores o adictos, pues tanto el indicado perfil de los sujetos como el típico
"intercambio de manos" observado son indicios suficientes, conforme a la experiencia, para sustentar esa aseveración. En segundo
lugar, no debe perderse de vista que la acusación formulada por el actor penal es el límite objetivo del proceso, y en este caso el
requerimiento de elevación a juicio dice que los compradores eran «...sujetos con apariencia de consumidores de crack que llegaban y
luego de un intercambio rápido de manos con las personas que se encontraban en la casa, se marchaban en forma apresurada» [...],
mientras que el hecho acreditado en sentencia es que los compradores eran «...sujetos que llegaban y luego de un intercambio rápido
de manos con las personas que se encontraban en dicha casa, se marchaban en forma apresurada» [...], descartando tácitamente la
calidad de consumidores de aquellos, lo cual se declara explícitamente cuando en sus consideraciones dice el a quo que la droga
«...estaba almacenada con fines de tráfico y destinada a cualquier persona que quisiera adquirirla, sin que se pudiera tener por
demostrado que sólo se vendía para el consumo de adictos, pues... esa circunstancia no se probó, por lo que no es de aplicación el
párrafo cuarto del artículo 18 como lo pretende la defensa y todo lo contrario, tiene por demostrado el Tribunal que la droga se vendía
a cualquier persona que la comprara, como ocurrió con las compras realizadas por el oficial C., quien precisamente no es un adicto...»
[...]. Como se ve, el Tribunal introdujo al proceso una circunstancia penalmente relevante no contenida en el requerimiento fiscal, la
cual es agravante, pues excluye para el imputado la posibilidad de su pena sea disminuida conforme al párrafo cuarto del artículo 18
de la Ley de Psicotrópicos N° 7233, que dice: «EI extremo menor de la pena podrá disminuirse hasta la mitad, cuando se demuestre
que la venta o el suministro de esas drogas se hace para el uso propio de los consumidores». Este defecto torna incongruente la
relación entre acusación y sentencia, afectando el derecho de defensa de los imputados. De lo que se lleva expuesto, en principio
podría anularse la sentencia tanto por violación a las reglas de la sana crítica racional, como por la falta de correlación entre acusación
y sentencia. Sin embargo se trataría de una nulidad parcial, únicamente relativa a la fijación de la pena, pues la sentencia subsiste
válidamente en lo que se refiere a la conducta delictiva de los encartados y los defectos apuntados se refieren únicamente a una
circunstancia cuya relevancia jurídica se contrae a la fijadón de la pena. Sin embargo, habiéndose formulado en este caso recurso por
el fondo resulta innecesario ordenar el reenvío, por lo que se expondrá a continuación sobre el recurso por vicios in iudicando, donde
se excluye el error acusado, por lo que carece de interés decretar la nulidad parcial y el reenvío en lo que respecta a la pena, solución
que se ajusta al principio de economía procesal que rige la materia y de la cual ya existen precedentes jurisprudenciales (véase, por
ejemplo, la resolución V-578-F de las 10:05 horas del 21 de diciembre de 1994). Según la norma legal indicada, «El extremo menor
de la pena podrá disminuirse hasta la mitad, cuando se demuestre que la venta o el suministro de esas drogas se hace para el uso
propio de los consumidores». Sobre esta norma es necesario hacer dos observaciones, aunque parezcan evidentes. En primer lugar,
en atención a las garantías procesales que la Constitución Política y los instrumentos internacionales establecen en favor del acusado
en materia penal particularmente el principio de inocencia, resulta evidente que la demostración de esa circunstancia, en tanto integra
el tipo penal, no es una carga del imputado, sino del Estado, sobre todo cuando -como en el presente caso- esa circunstancia forma
parte de la acusación formulada por el actor penal. En segundo lugar, cuando en el proceso se ha verificado con seguridad que el
accionado se dedica a la venta o suministro de drogas que sanciona el tipo penal, pero no existe la misma certeza sobre si los
compradores que la adquirían lo hacían para su propio consumo o no (es decir, por otro motivo diferente), ya sea por ausencia de
prueba o de indicios al respecto, la incógnita debe despejarse necesariamente en favor del imputado (por imperativo del artículo 393
del Código de Procedimientos Penales), y lo que más favorece al imputado del cual se sabe con certeza que ilícitamente vende o
suministra drogas, es interpretar que lo hace para el uso propio de los consumidores, porque en esta hipótesis el extremo menor de la
pena podrá disminuirse hasta la mitad. En el presente caso, como se dijo, se acreditó válidamente que los imputados J.C.M.G. y D.A.V.
poseían droga (crack y marihuana) en su casa de habitación, lugar al que -según la investigación policial- llegaban sujetos y luego de
un intercambio rápido de manos con las personas que se encontraban en dicha casa, se marchaban en forma apresurada, lo que
motivó la intervención de un agente encubierto a efecto de corroborar, como en efecto se hizo, que la droga se vendía, tras lo cual se
practicó un allanamiento y registro cuyo resultado fue el hallazgo de la droga y demás utensilios descritos en la sentencia. También se
indicó que el Tribunal de mérito, violentando las reglas de la sana crítica racional y el principio de correlación entre acusación y
sentencia, concluyó que los compradores no eran necesariamente consumidores o adictos, sino que la droga se vendía a cualquier
persona que la comprara.

Como tal aseveración excede el hecho que fue objeto de la acusación, límite objetivo del proceso, esta Sala procede ahora a
suprimirla de los hechos probados, para poder así examinar el recurso por el fondo aquí formulado, y aplicando el principio in dubio
pro reo resulta que debe entenderse que la droga que poseían ambos imputados para vender estaba destinada al uso propio de los
consumidores (lo cual, por cierto, resulta congruente con la prueba testimonial y documental supracitada, así como con el hecho de
que al agente encubierto -siendo desconocido para los imputados- compró una cantidad muy pequeña de crack, característica de lo
que puede considerarse consumo personal: sería absurdo esperar que un vendedor de crack exija a todo comprador que se identifique
y demuestre ser consumidor). Por lo tanto procede casar la sentencia y recalificar la conducta atribuida a los imputados J.C.M.G. y
D.A.V. como constitutiva del delito de POSESION NO AUTORIZADA DE DROGAS PARA LA VENTA A CONSUMIDORES cometido
en perjuicio de la Salud Pública, conforme a los párrafos primero, tercero y cuarto del artículo 18 de la Ley de Psicotróplcos N° 7233."
1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 366-F de las 9,05 hrs. del 30 de junio.

53- CORRELACION ENTRE ACUSACION Y SENTENCIA - Omisión de señalar contenido de acusación o remisión a citas
de folios donde se localiza el requerimiento no siempre provoca nulidad.

"Recurso interpuesto por el Lic. G.S.P., en representación del Ministerio Público. Recurso por la forma: En el primer alegato, reclama
violación de los artículos 1, 106, 319, 320, 321, 395 incisos 1) y 397 en relación con el 400 inciso 2) todos del Código de
Procedimientos Penales, por haber omitido el a quo enunciar el hecho objeto de la acusación. El reclamo no procede. En cuanto al
deber de consignar en el fallo el hecho punible objeto de la acusación, esta Sala ha estimado reiteradamente, (cfr. V-302-F de las
10:28 horas del 23 de octubre de 1987; V-325-F de las 9:10 horas del 19 de agosto de 1994) que esa enunciación -completa o
resumida- es un aspecto esencial e indispensable, pues permite constatar la necesaria correlación que debe existir entre acusación y
sentencia y el principio non bis in idem, de manera que constituye una garantía no sólo para el sujeto sometido al proceso, sino
también para el órgano titular de la acción penal; conviene sin embargo, replantear nuevamente el tema y ampliando ese criterio,
considera esta Sala que excepcionalmente -ya que la regla es que los Tribunales incluyan en el fallo mediante transcripción fiel o
resumen, los hechos acusados- en aquellos casos en que el Tribunal no señale en su resolución el contenido de la acusación o remita
a las partes mediante cita de los folios correspondientes al sitio en donde se localiza el requerimiento formulado por el Ministerio
Público, no corresponde de manera necesaria ordenar la nulidad de la resolución, pues las partes están facultadas para que en
resguardo de sus intereses, constaten la debida correlación entre lo acusado y lo resuelto, mediante lectura directa de los documentos
que contienen esas piezas, con lo que se estimarán parte integral de ella y en ese sentido, cumplida la exigencia legal en cuanto a la
correlación de cita. Lo anterior se sustenta, sobre la base de que el requerimiento o auto de elevación a juicio se encuentran insertos
en sendos documentos que ya forman parte del proceso, por lo que independientemente de que se proceda o no a citar o enunciar los
hechos acusados, el requisito dispuesto por Ley se subsanará con el cumplimiento de lo anterior, al poderse constatar con su lectura,
la apropiada correlación. Debe aclararse sin embargo. que la eventual omisión de cita del requerimiento o auto de elevación a juicio,
no implica que se pueda omitir la lectura de la acusación al momento de iniciarse el debate, que debe quedar consignada en forma
expresa en el acta respectiva. No obstante lo expuesto. corresponde llamar la atención al Tribunal en cuanto a la omisión que motivó
el vicio que se alega, para que en el futuro procure consignar lo acusado en el "resultando", pues no existe razón alguna para que no
proceda en esa forma, al momento de redactar su fallo." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 112- F de las 9,55 hrs. del 3 de
marzo.

54- COSTAS PROCESALES - Validez de fijación basada en prueba no incorporada al debate.

"En otro orden de cosas y continuando con el análisis del reclamo, en cuanto se alude al pago de las costas procesales con vista en el
documento de follo 46 del legajo respectivo, deben señalarse tres aspectos: primero, que se trata del cobro correspondiente al pago
del peritaje matemático, documento que fue debidamente incorporado al debate; segundo, que al emitir conclusiones el representante
del actor civil solicitó expresamente fijarlas y tercero, que la fijación de costas constituye un requisito ordenado por Ley tratándose de
resoluciones que pongan fin a la causa, como lo dispone el artículo 543 del Código de Procedimientos Penales y lo ha reiterado esta
Sala (cfr. entre otros, V-600-F de las 9:05 hrs. del 5 de noviembre de 1993; V-299-F de las 9:15 hrs. del 5 de agosto de 1994). Lo
anterior permite determinar, no sólo la procedencia de la fijación por el Tribunal, sino también la existencia en el expediente de la
información adecuada al alcance de los juzgadores y que sin necesidad de ser expresamente incorporada al debate -tomando en
cuenta que se reclaman gastos procesales-, permite la fijación a que se hace referencia, incluso, se observa el interés de la parte al
solicitar imposición de costas -aunque para los efectos no era necesario-, sin que sea indispensable ofrecer prueba específica al
respecto, al poder suplirla el a quo." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 502-F de las 11,10 hrs. del 25 de agosto.

55- DECLARACIONES ANTE LA POLICIA - Sentencia basada en versión de la policía sobre supuesta declaración de
personas no traídas al proceso es absolutamente nula.

Ciertamente el Tribunal fundamenta la sentencia en las declaraciones que dieron los oficiales R.C.L. y W.Ch.B. [...]. Estos en su
testimonio indican que se presumía que el imputado se dedicaba al tráfico de drogas, utilizando para ello un negocio comercial que
tenía en la zona de Paso Canoas. La investigación policial los llevó a la detención de cuatro personas que provenían del negocio del
imputado, a las cuales se les decomisó una "cajeta" o pedazo de cocaína base "crack". Afirmaron los oficiales que tanto J.L.O.C.,
F.P.M., D.O.Q. y P.G.B., declararon espontáneamente que habían sido pagados por los hermanos B.S. para comprar droga al
imputado E.C. Por lo anterior, detienen a éste último y le decomisan una "cajeta" o pedazo de crack. Las declaraciones de los oficiales
de policía son los elementos probatorios esenciales que el Tribunal de instancia valora para tener por demostrada la compraventa de
drogas y la posesión con fines de tráfico (hechos probados 2 y 3). Sin embargo dichos policías no tienen conocimiento directo de que
el imputado se dedique a la compra venta de drogas, sino que sólo escucharon el testimonio "espontáneo" de las personas que ellos
detuvieron.

III.- Lo anterior obliga a la Sala a analizar dos aspectos que son fundamentales y que están íntimamente relacionados. El primero
incide sobre la posibilidad de que el Tribunal de instancia pueda valorar la versión que dan los policías de lo que supuestamente
declararon cuatro personas durante un interrogatorio policial, en donde incriminan al aquí imputado, personas que nunca declararon
durante el proceso jurisdiccional. Ciertamente, los oficiales podrían informar al Tribunal sobre lo que un testigo les informe en la
investigación, pero si el Tribunal desea fundamentar el fallo en los relatos de los cuales da cuenta el policía, tiene el deber de
recibirlos conforme lo regula el Código Procesal Penal. Principalmente debe someter esos testigos al interrogatorio de todos los
sujetos del proceso durante la audiencia oral, con el fin de que puedan ser preguntados y luego analizados conforme a las reglas de la
sana crítica. Debe recordarse que incluso, nuestro ordenamiento procesal sólo admite incorporar al debate por lectura la declaración
de un testigo en los supuestos del artículo 384 del Código de Procedimientos Penales, y siempre que se hubiera recibido esa
declaración ante Juez competente y cumpliéndose las demás formalidades. En el presente asunto éstas personas (testigos o
imputados) no han declarado en la instrucción, y sin embargo se pretende introducir su dicho al debate por medio del testimonio de los
policías, lo cual resulta improcedente. La ilicitud no consiste en que el oficial repita lo que escucha del testigo, sino que el dicho del
testigo sea tomado en consideración, introducido al debate y valorado en la sentencia con base en el testimonio del policía. En estos
casos las partes, en especial el Ministerio Público cuando se trata de una prueba de cargo como ocurre en este asunto, debió ofrecer
esa prueba en las distintas oportunidades procesales que tuvo para hacerlo, incluso para mejor resolver al final del debate. Por su
parte los juzgadores también tenían la posibilidad de ordenar esa prueba, pero la omisión no los autorizaba a proceder conforme lo
hicieron. La otra alternativa que brinda nuestro ordenamiento, como se expuso supra, es que sólo por vía de excepción se admite su
incorporación por medio de lectura (artículo 384 ibídem). Consecuentemente, cuando no se utilizan los instrumentos procesales
apropiados para hacer llegar al debate la declaración de un testigo esencial, y se tolera su incorporación por medio de interpósita
persona, esta situación conlleva la ilicitud del acto porque implica la posibilidad de encubrir las irregularidades en la obtención de las
pruebas y hace planear el espectro del error judicial e indudablemente atenta contra el derecho de defensa que le garantiza a las
partes tener la posibilidad de interrogar a los testigos. Por ello, no es admisible que los testimonios de cargo o descargo sean
sustituidos por el dicho de los policías que declaran haberlos interrogado. Para que una prueba pueda tomarse en cuenta y pueda ser
valorada con el propósito de fundar en ella la culpabilidad de una persona, es necesario que se introduzca legalmente al proceso, y las
declaraciones de aquellos cuatro "testigos o imputados" (aspecto que el fallo no deja claro), supuestamente los compradores de
droga, no se han incorporado legalmente al proceso, precisamente porque no fueron escuchados en la audiencia, para confirmar o
desvirtuar lo afirmado por los oficiales de la policía administrativa. Por las razones expuestas la sentencia es inmotivada al
fundamentarse en prueba esencial incorporada de manera ilegal.

IV.- Lo anterior sería suficiente para declarar la nulidad del fallo, sin embargo y a mayor abundamiento resta por abordar un segundo
aspecto. Los policías administrativos sostienen que las declaraciones de las cuatro personas que son sorprendidas transportando
droga y que comprometen en apariencia al imputado fueron producto de "manifestaciones espontáneas". Sobre esta situación debe
indicarse, que lo que se quiere presentar como manifestaciones voluntarias no es otra cosa que la declaración que obtienen los
oficiales de la policía, como resultado de la detención y decomiso de la droga a las cuatro personas que sorprenden transportándola.
Resulta curioso como todos los detenidos declaran "espontáneamente". Debe recordarse sobre este extremo que los jueces como
contralores de la constitucionalidad y legalidad de la actividad de los oficiales de la policía deben en todos los casos verificar sí las
declaraciones que así se obtienen son respetuosas del marco constitucional y democrático que garantiza nuestro estado de derecho.
Del estudio del fallo se desprende que los oficiales C.L. y Ch.B., en ningún momento les hicieron a los "sospechosos" las advertencias
de ley, pese a que estaban en una situación muy similar a la del imputado, al ser detenidos y decomisárseles una cantidad de droga.
No obstante ello, no consta si se les informó de su derecho constitucional al silencio, o que tenían derecho de hacerlo en presencia
del abogado de confianza y en caso de no contar con uno, que podían solicitar los servidos de un defensor público. La presencia del
Juez de instrucción de Corredores, no subsana las omisiones que comprometen las garantías constitucionales, pues él no recibió la
prueba. El Juez es ante todo un contralor de legalidad y pese a que el acto se realizó en la etapa preprocesal debe velar por el respeto
de las garantías constitucionales y no convertirse en cohonestador de las irregularidades en que puedan incurrir los funcionarios de la
policía administrativa. Así las cosas, el acto es irregular no porque el Juez de instrucción de Corredores no tenga competencia para
intervenir en estos actos como parece desprenderse del alegato del impugnante, sino porque como director de la investigación
permitió que las declaraciones se obtuvieran sin las garantías de ley. Nuestro ordenamiento considera imputado a cualquiera que sea
señalado como sospechoso desde el primer momento de la investigación, aún en la etapa policial (artículo 3 ibídem). En
consecuencia, desde ese instante las garantías constitucionales le deben ser aplicadas. La irregularidad es obvia cuando la sentencia
transcribe las declaraciones de los oficiales y hace énfasis en las "manifestaciones espontáneas" que supuestamente les facilitan
varias personas a los agentes de la policía administrativa[...]. 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 56-F de las 9,50 hrs. del 16
de febrero.

56- DENUNCIA - Valoración como acto procesal -Abstención del ofendido para declarar no implica desaparición de la
instancia.

"En el primero de los motivos aducidos por el recurrente, éste reprocha a la sentencia haber tenido como fundamento probatorio la
denuncia que dio origen al proceso en el que se produjo el fallo recurrido, siendo que tal denuncia es, en su criterio, nula, por cuanto,
al formularla, no se advirtió a la denunciante el derecho que tenía de abstenerse de declarar, "...violando así todas las normas legales
y garantías constitucionales al respecto de este tipo de actos procesales y probanzas", según lo alega [...]. No lleva razón el quejoso,
tanto porque la prevención constitucional a que se refiere no es requisito legal de esencia en la denuncia -capaz de generar nulidad en
caso de ausencia-, cuanto porque de acogerse su tesis se estaría eliminando el acto de voluntad personal capaz de excitar al órgano
jurisdiccional para ponerlo en movimiento en averiguación de la posible comisión del ilícito penal denunciado. Esta Sala ya tiene
resuelto el punto por sentencia N° 438-F de las 15 hrs. del 25 de setiembre de 1992, en la que se señaló que "Debe destacarse que la
denuncia siempre vale como acto procesal, pues es la manifestación de voluntad para que se de inicio al proceso, sea que como
presupuesto procesal, acredita la circunstancia de la comunicación de la notitia criminis por parte del ofendido, no obstante que, con el
objeto de salvaguardar el derecho de abstención tutelado por la Constitución Política, no se deberá sustentar la sentencia en el
contenido de la declaración brindada, en aquellos casos en que el denunciante bajo su condición posterior de testigo, esté facultado en
razón del parentesco para abstenerse de declarar y haga uso de ese derecho, que es irrenunciable en forma absoluta, de acuerdo con
lo dispuesto por la Sala Constitucional de esta Corte (Ver voto 264-91 de las 14 horas 30 minutos del 6 de febrero de 1991). Sin
embargo, la abstención del ofendido a declarar no significa que desaparezca la instancia, pues darle los alcances que pretende el
impugnante, desestimaría la existencia de la denuncia y equivaldría a eliminar el acto que dio inicio al procedimiento penal. La
denuncia de un ilícito de acuerdo con lo expuesto, mantiene su validez en todo momento para acreditar el acto que pone en
conocimiento la posible omisión de un delito, no obstante que en cualquier etapa del proceso -al que dio origen-, el denunciante
decida no declarar, lo que no podrá hacer el juzgador es considerar el contenido de la denuncia para fundamentar el fallo." En
realidad, la Constitución Política tutela el derecho a no declarar que en razón de parentesco tienen algunas personas autorizadas para
abstenerse de hacerlo en contra de connotados cercanos suyos; pero ese derecho conlleva el derecho de declarar si esa es la
voluntad del deponente.

En el caso, la voluntad de pronunciarse sobre los hechos por parte de la denunciante quedó evidente durante el debate del juicio,
momento en que después de haber sido prevenida del derecho de abstención que le asistía optó libremente por deponer como
testigo. En tratándose de denuncia, nadie puede denunciar a su cónyuge, ascendiente, descendiente o hermano, a menos que el delito
aparezca ejecutado en perjuicio del denunciante (Artículo 155 del Código de Rito Penal), que es el caso "sub examine". Aunque el
Tribunal "a quo" incorporó en el debate el contenido de la denuncia que verbalmente había hecho la víctima ante la Agencia Primera
Fiscal de Limón [...], es lo cierto que en la sentencia recurrida para nada se le toma en cuenta a pesar del prolijo análisis que hace de
la prueba. (Ver Considerando III SUMARIO DE LA PRUEBA, [...]). Además, la víctima directa de los hechos imputados al justiciable
declaró en el juicio, repitiendo y aun ampliando el contenido de su denuncia original, ello a pesar de que con toda claridad se le hizo la
prevención constitucional del derecho que le asistía para abstenerse de declarar, si esa era su libre voluntad. Por lo que ha quedado
expuesto, debe rechazarse este motivo." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 102-F de las 9,05 hrs. del 3 de marzo.

57- DERECHO DE ABSTENCION - Parentesco entre primos hermanos está fuera del privilegio.

En primer lugar hay que señalar que el parentesco que se dice existente entre los testigos y el acusado -el de ser primos hermanos-,
es un ligamen que de conformidad con las disposiciones civiles constituiría parentesco en cuarto grado de consanguinidad, y por lo
tanto, quedaría fuera del privilegio consagrado por el numeral 36 de la Constitución Política en relación con los artículos 227 y 228 del
Código Procesal Penal, pues éstos cobijan el parentesco hasta el tercer grado inclusive de consanguinidad o afinidad, de manera que
esa sola circunstancia es suficiente para rechazar el motivo y declarar sin lugar el recurso. (Al respecto, véase BRENES CORDOBA
Alberto, Tratado de las personas, San José, Editorial Costa Rica, 1974. p. 92 y ss.)." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 409-F
de las 9,40 hrs. del 14 de julio.

58- FUNDAMENTACION DE LA SENTENCIA - Omisión de dar cuenta del contenido de las indagatorias viola el derecho
de defensa y el debido proceso.

"Como primer agravio de los recursos de casación por vicios in procedendo interpuestos por la Licda. M.B.P. y por la imputada J.J.V.,
se acusa la inobservancia de los artículos 39 de la Constitución Política, 106, 145, 146, 395 y 400 inciso 42 del Código de
Procedimientos Penales, por falta de fundamentación de la sentencia. Estiman los suscritos Magistrados que ambos reclamos son
atendibles, pues para que exista una verdadera motivación de la sentencia es preciso, en primer lugar, que en ella se consigne,
describa o reproduzca el contenido o dato probatorio de las pruebas en las cuales se asientan las conclusiones a que se llega; y, en
segundo término, su consideración razonada. Ambos aspectos deben concurrir simultáneamente para que pueda considerarse que la
sentencia se encuentra debida y suficientemente motivada, pues solamente así se satisfacen los presupuestos mínimos para verificar
si el mecanismo de discernimiento utilizado por el juez para llegar a determinada conclusión ha sido cumplido con respeto a las reglas
de la sana crítica racional. El incumplimiento de esta obligación, según su incidencia en el dispositivo del fallo -como sucede en este
caso-, produce por sí misma una nulidad de carácter absoluto, declarable aun de oficio, por violar principios procesales de rango
constitucional que tienden a asegurar a los particulares y a la colectividad el control responsable de la recta administración de justicia
(en este sentido veanse las resoluciones de esta Sala V-266 de las 10:15 hrs. del 20 de diciembre de 1985, V-530-F de las 11:00 hrs.
del 4 de octubre de 1991, así como la resolución de la Sala Constitucional N° 2832-93 de las 9:06 hrs. del 18 de junio de 1993).
Según lo evidencia la confrontación del acta de debate con la sentencia impugnada, a pesar de que los tres coimputados C.M.C.,
J.J.V. y V.B.H. declararon durante el debate, el Tribunal omitió absolutamente dar cuenta del contenido de sus testimonios y del valor
positivo o negativo que estas declaraciones pudieran tener en el contexto probatorio, ya que, por provenir de los acusados, son de
obligada consideración, pues «Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia
por un tribunal independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos u obligaciones o para el examen de cualquier
acusación contra ella en materia penal» (artículo 10 de la Declaración Universal de Derechos Humanos y en igual sentido los artículos
14 del Pacto Internacional de derechos Civiles y Políticos y 8.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos), mientras que
en el presente caso las versiones que dieron los imputados en su defensa, lejos de ser oídas, fueron ignoradas con una indiferencia
pasmosa, por lo menos esa es la impresión que deja la sentencia impugnada, en demérito del derecho de defensa y de la "necesaria
demostración de culpabilidad" exigida por el artículo 39 de la Constitución Política.

Al contestar la audiencia conferida al efecto, la Licda. A.E.S.F., como representante del Ministerio Público, respecto a este defecto
acusado, da la razón a los impugnantes, lamentando que: «...no se plasmó tan siquiera un extracto de las declaraciones vertidas por
las imputadas..., las que optaron por declarar de viva voz en el debate, según consta en el acta de debate levantada al efecto, que
tampoco contiene sus manifestaciones, y mucho menos procedió el tribunal a bastantear tales declaraciones, bien para desvirtuarlas o
aceptarlas, lo cual efectivamente viola el derecho de defensa y el debido proceso pues [la declaración de] el imputado resulta ser
además de medio de defensa, un medio de prueba, la que debe ser sopesada, circunstancias ausentes en el caso de marras,
desconociéndose sus manifestaciones a efecto de contraponerlas frente a la restante prueba, y obtener un resultado acorde a la
averiguación de la verdad real de los hechos, motivo suficiente para anular el fallo, aunque la suscrita no comparta los restantes
motivos alegados» [...]. Por todas las razones expuestas procede declarar con lugar estos motivos de los recursos indicados,
declarando la nulidad de la sentencia impugnada y del debate que la precedió y remitiendo el proceso al competente para la nueva
sustanciación que determina la ley." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 246- F de las 10,12 hrs. del 5 de mayo.

59- FUNDAMENTACION DE LA SENTENCIA - Requisitos para que la fundamentación jurídica sea completa.

"Como primer agravio de este recurso por vicios in procedendo, se acusa la inobservancia de los artículos 395.2, 106 y 400.4 del
Código de Procedimientos Penales y del ordinal 39 de la Constitución Política, por falta de fundamentación de la sentencia en cuanto
al derecho aplicado. Estima esta Sala que no lleva razón la defensa, por las razones que de seguido se dirán. En cuanto a la
fundamentación de derecho o jurídica, que es la atinente al derecho aplicado para resolver el caso justiciable con arreglo a los hechos
que se tiene por probados (por oposición a la denominada "fundamentación de hecho o probatoria" que se da respecto de la prueba
de los hechos que se admiten como probados), se tiene que para que la fundamentación sea completa "no es necesario que el
Tribunal sentenciador explique por qué razón, teoría o enseñanza jurídica, aplica el precepto o norma o principio legal que sustenta su
resolución, sino que para justificar legalmente la calificación jurídica es suficiente con que ese Tribunal mencione concretamente los
artículos de ley que aplica a los hechos comprobados" (así, NUÑEZ, Ricardo: Código Procesal Penal, Córdoba, Marcos Lerner Editora
Córdoba, Segunda Edición Actualizada, 1986, pág. 393 y DE LA RUA, Fernando: El Recurso de Casación en el Derecho Positivo
Argentino, Buenos Aires, Víctor P de Zavalía Editor, 1968, pág. 163), aunque -debe reconocerse-, la incorporación de tales
razonamientos a la sentencia es deseable en todos los casos, no sólo porque se enriquece la motivación de lo resuelto sino también
porque de esta manera la jurisprudencia logra un positivo aporte de naturaleza científica en la divulgación de la interpretación jurídica
que hace el juzgador de la ley en relación a un caso concreto, a la luz de la doctrina. Esta es la solución que se deriva de nuestro
ordenamiento jurídico, por cuanto el eventual desacierto en que pudiera incurrir el juzgador a la hora de valorar los efectos jurídicos
del hecho acreditado daría lugar a un vicio in iudicando que corresponde impugnar por "inobservancia o errónea aplicación de la ley
sustantiva" (con la adecuación formal del caso, no satisfecha en este acápite del recurso), según la clasificación de motivos por los
que puede ser interpuesto el recurso de casación según el artículo 471 del Código de Procedimientos Penales, pero no a un vicio in
procedendo (por inobservancia de normas procesales establecidas bajo pena de nulidad, como lo es la ineludible obligación de
fundamentar la sentencia). En el presente caso, el Tribunal de mérito, en las partes considerativa y dispositiva de su sentencia, indica
expresa y claramente cuáles son las normas legales que estima aplicables al hecho acreditado, los delitos cometidos y la naturaleza
del concurso en que ellos se dan, lo cual satisface el deber de motivación invocado (en igual sentido véase la resolución de esta Sala
V-164-F de las 14:20 hrs. del 16 de abril de 1993)." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 254-Fde las 14,15 hrs. del 5 de mayo.

60- GARANTIAS PROCESALES - Deber de observarlas rigurosamente en cualquier instancia.

"Tampoco consta en autos que al detenido se le hubiera informado sobre las razones fácticas y jurídicas que motivaban su detención,
garantía procesal que exigen expresamente los artículos 7.4 de la Convención Americana de Derechos Humanos y 9.2 del Pacto
internacional de Derechos Civiles y Políticos, en desarrollo del derecho de protección contra la detención arbitraria garantizado en los
artículos XXV de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, 9 de la Declaración Universal de derechos
Humanos y 37 de nuestra Constitución Política (en este mismo sentido véase nuestra resolución V-463-F de las 8:40 hrs., del 11 de
noviembre de 1994). Las anteriores consideraciones descalifican la legitimidad de esa detención y de la prueba (droga) que se obtuvo
a partir de ella, razón por la cual una hipotética sentencia condenatoria no podría haberse apoyado esencialmente en esas probanzas.
En segundo lugar, respecto a los hechos acaecidos el día 6 de enero de 1994, la ilegitimidad de la actuación policial resulta más
evidente, pues nuevamente se detuvo al imputado por meras "sospechas" y no por existir indicios comprobados o vehementes en su
contra de haber cometido delito, como lo exige toda la normativa supracitada. De esta irregularidad da fe el propio Informe Policial de
folios 28 a 31, según el cual, en lo que interesa: « El día de ayer al ser las 11:00 horas logramos observar a J.C.Z. por la casa de "zin
pin". deteniendo al mismo por la actitud sospechosa y de acuerdo al gran movimiento que tuvieron el mes anterior, se trasladó a
nuestra Oficina donde se le indicó que había sido detenido por asuntos de drogas, a lo que respondió de inmediato que él no tenía
que ver nada con drogas, le indicamos todo lo que sabíamos y los datos confidenciales negando aún así ser adicto, ni tener drogas en
su casa ni donde su madre. Le hicimos ver que íbamos a allanar las dos viviendas indicando que no importaba ya que no tenía nada
de drogas ni nada oculto...». Como se puede ver, J.C.Z. fue detenido por la actitud sospechosa (la cual no se precisa) y de acuerdo al
gran movimiento que tuvieron el mes anterior (el cual tampoco se explica en que consistió). También resulta claro que Z. no fue
informado al momento de la detención de las razones de su detención ni notificado de los cargos formulados contra él; esto no
sucedió sino hasta que la policía lo trasladó a sus oficinas, donde se le indicó, de manera ambigua, que "había sido detenido por
asuntos de drogas". También resulta patente que la policía no le advirtió a Z. su derecho constitucional a no declarar en su contra
(artículo 36 de la Carta Magna), y del derecho a ser asistido por un abogado defensor, también garantizado por los artículos 8.2.d.g.
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y 14.3.d.g. del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Según lo
dispone el inciso 8° del artículo 164 del Código de Procedimientos Penales, la policía puede recibir declaraciones al imputado en la
forma y con las garantías que establecen los artículos 189 y siguientes, pudiendo asistir al acto el defensor de confianza elegido y
resulta obvio que esta posibilidad solo resulta viable si se informa al acusado sobre la misma, que es precisamente lo que ordena el
artículo 189, de manera que la policía debe necesariamente invitar al imputado a elegir defensor.

Pero aquí no terminan las irregularidades de la actividad policial en este caso, pues no solo procedió a interrogar a J.C.Z. sino que
además lo intimidó ante su negativa a aceptar la conducta que le atribuían al hacerle ver que iban a allanar su vivienda y la de su
señora madre, como en realidad sucedió, lo cual constituye una flagrante violación a su derecho de defensa. De lo expuesto resulta
que respecto a este segundo hecho atribuido al encartado, también resulta ilegítima la actuación policial, razón por la que una
hipotética sentencia condenatoria no podría haberse apoyado esencialmente en las resultas de esa actividad. A todo lo anterior cabe
agregar una observación sobre los allanamientos practicados el 6 de enero de 1994 en las casas de habitación de J.C.Z.S. y de su
madre, doña J.S.T., pues no aparece en el expediente la resolución fundada de la autoridad competente que ordenó esas diligencias.
Unicamente aparece una resolución a folio 123 cuyo encabezado dice "Acta Allanamiento Registro y Secuestro", en la cual el Juez de
Instrucción ordena el allanamiento de las casas habitadas por O.V.H. y J.S.T.. la cual es bastante confusa, no sólo porque en realidad
no se trata de una "acta", sino además porque en ella el Juez dice que comisiona a los oficiales de la policía judicial para practicar la
diligencia (lo que supone delegación), pero al final dice que él será quien la practique, haciéndose acompañar por el actuario, a lo que
debe agregarse lo más grave- que no se extiende en la resolución ninguna fundamentación fáctica ni jurídica que justifique la
realización de tales allanamientos, como lo exige la ley (por otra parte, no consta que el Juez hubiera practicado la diligencia). El
mismo defecto de motivación lo presenta la orden de allanamiento de la casa de habitación de M.Z.S., [...], y en estos casos la nulidad
de la actuación es absoluta, por haberse afectado ilegítimamente el derecho constitucional a la inviolabilidad del domicilio, nulidad que
comprende las probanzas que se obtuvieron a partir de esas actuaciones. Tal como se indicó en el Considerando anterior de esta
resolución, el a quo motivadamente optó por absolver al imputado en aplicación del principio in dubio pro reo, porque la prueba
sometida a su consideración no le produjo racionalmente la certeza necesaria para acreditar la conducta que fue objeto de la
acusación: Con los elementos de prueba señalados supra no se adquiere la certeza necesaria para fundamentar una sentencia
condenatoria en contra de los imputados" [...]; "Dichos oficiales debieron realizar un trabajo más elaborado, científicamente planificado;
que le permita al Tribunal hacer afirmaciones, pues a estas alturas del proceso mal haríamos presurnir como lo hicieron los oficiales,
única forma de concluir al igual que ellos..." [...]. A esas consideraciones del a quo, esta Sala agrega que la policía ni siquiera se
ocupó de velar por la legitimidad de sus investigaciones. Los suscritos magistrados consideran necesario subrayar que las garantías
procesales dispuestas en la Constitución Política, en los instrumentos internacionales en materia de Derechos Humanos y en nuestra
legislación interna, deben ser rigurosamente observadas en cualquier instancia por todos los funcionarios públicos involucrados en la
materia penal, pues ellas rigen desde la investigación policial hasta la finalización del proceso penal, en el más amplio de sus sentidos.
No es solamente el imputado o su defensor quien tiene interés en la legitimidad de las actuaciones, sino también la policía (si es que
no quiere que se desbaraten sus esfuerzos investigativos, como en este caso), el Ministerio Público (si no quiere que fracase el
ejercicio de su acción, como en este caso) y los Jueces Penales (si quieren dictar resoluciones incuestionables por estar ajustadas a
Derecho). A cada uno de estos sujetos le corresponde velar por la legitimidad de las actuaciones propias y de los otros, para poder
lograr así un proceso jurídicamente válido y eficaz: esta es la actitud que de ellos exige la más elemental inteligencia de nuestro
sistema jurídico, y la solución que más se aviene con el principio constitucional de justicia pronta, cumplida y sin denegación, así como
con el amplio abanico de derechos y garantías individuales." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 560-F de las 10,10 hrs. del 22
de setiembre.

61- IN DUBIO PRO REO - Aplicación por parte de la Sala frente a duda sobre connotación sexual de tocamiento.

"En el primer motivo del recurso por el fondo se alega la inobservancia del artículo 393 del Código de Procedimientos Penales no
obstante que la argumentación y la norma que se señala como quebrantada corresponden a aspectos formales. En definitiva se
sustenta éste en que los hechos por los cuales resultó condenado H.P. no tienen significación sexual, razón por la cual debió tomarse
en cuenta las manifestaciones de S.A.G., pues de ellas lo que surge más bien es una duda razonable en ambos hechos. En cuanto al
primero -ocurrido en febrero de 1993- el reclamo debe desestimarse por las razones ya expuestas en los dos considerandos
anteriores. En éstos se explicó entre otras cosas que los juzgadores de mérito sí apreciaron el testimonio de aquélla con estricta
aplicación de las reglas de la sana crítica, a tal punto que sus manifestaciones no dejaron ninguna duda sobre la responsabilidad
penal del encartado. Sin embargo, en cuanto al segundo hecho la situación es diferente. No existe razón alguna para dudar de las
manifestaciones hechas por la ofendida en el sentido de que el encartado le tocó el ombligo. También tiene cierta lógica que ella
pensara que le iba a tocar la vagina puesto que anteriormente le había tocado los senos. No obstante, la credibilidad que los jueces
dieron a dicho testimonio -lo que no se pone en duda-, la verdad es que racionalmente no puede sostenerse un juicio de certeza en
estas condiciones por cuanto no existen otros elementos de convicción capaces de confirmar o sostener esta presunción o sospecha
de la menor. El antecedente ocurrido entre el encartado y la ofendida en febrero de 1993 no puede necesariamente conducir de
acuerdo a la lógica y a la experiencia a pensar que cuando H.P. alzó a la víctima tocándole el estómago, su intención era también
tocarle la vagina. En el primer hecho no existe ninguna duda por cuanto el resultado se produjo de manera objetiva (tocamiento de los
senos). En cambio, en el segundo evento, el tocamiento no aparece con esa connotación sexual, salvo la que subjetivamente le dio la
menor.

De esta situación surge una duda razonable sobre cuál era verdaderamente el propósito del encartado. Cabe advertir que el artículo
39 del texto constitucional exige que la culpabilidad sea probada de manera indubitable y cuando la convicción no puede formarse de
esta manera se impone aplicar el principio in dubio pro reo que consagra el Código de rito en el artículo 393, el cual es una derivación
"del principio de culpabilidad en conexión con el de la libre convicción" (ENRIQUE BACIGALUPO, "La impugnación de los hechos
probados en la casación penal y otros estudios", Ad-Hoc, 1994, p. 39). Por ello, su inobservancia importaría una lesión al principio de
inocencia consagrado en el artículo 39 de nuestra Constitución Política, revisable en esta instancia conforme a la jurisprudencia de
esta Sala, la cual ha sostenido que"nada impide entonces que ahora el reclamo se plantee como una violación del principio de
inocencia constitucional en relación con las normas del in dubio pro reo, pues la verdad es que todo ello afecta el debido proceso, y
por consiguiente existe un sustrato de carácter constitucional ineludible para la casación. En efecto, el principio in dubio pro reo tiene
un claro sustento normativo del más alto rango, como derivación del estado de inocencia, en los artículos 37 y 39 de la Constitución
Política; así como el apartado 20 del artículo 8 de la Convención Americana Sobre Derechos Humanos, en cuanto establece que "toda
persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se establezca legalmente su culpabilidad" y,
finalmente, en los artículos 1° y 393 párrafo tercero del Código de Procedimientos Penales, normas cuya violación se sanciona en
forma expresa con nulidad según lo dispuesto en los artículos 145 y 146 del Código de Procedimientos Penales. Para tales efectos
debe recordarse que ya la Sala Constitucional señaló que todas las violaciones a la mera legalidad referidas al debido proceso (entre
el cual se incluye el principio de inocencia, del que deriva el in dubio pro reo) se convierten automáticamente en violaciones
constitucionales (En tal sentido, el aparte B del Considerando X de la Sentencia N° 1739-92 de 11:45 hrs. del 1 de julio de 1992 de la
Sala Constitudonal) (Sala Tercera N° 158-F de las 8:55 horas del 20 de mayo de 1994). Debe en consecuencia declararse con lugar
este motivo y de conformidad con el artículo 393 citado en relación con el 398 del mismo cuerpo legal absolverse a C.H.P. de toda
pena y responsabilidad por el segundo delito de Abusos Deshonestos en perjuicio de S.A.G." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE,
N° 7-F de las 10,20 hrs. del 9 de enero.

62- IN DUBIO PRO REO - Posibilidad de análisis en casación.

"Es menester señalar aquí que ya se ha pronunciado esta Sala sobre la posibilidad de que en Casación se pueda analizar la lesión o
inobservancia al principio del in dubio pro reo (voto 158-F, de las 8:55 del 20 de mayo de 1994). Admitiendo dicha posibilidad, al
analizarse el criterio según el cual, si bien tradicionalmente se había considerado que lo atinente a la aplicación de dicho principio no
era revisable en casación, lo cierto es que el mismo, al encontrarse plenamente consagrado en el numeral 39 de la Constitución
Política, resulta de tutela inmediata. En dicho fallo se señaló que "la posición de la Sala pareciera ser de pura forma, ya que en el
fondo, como veremos, no ha negado conocer en ciertos supuestos sobre el estado de duda, aunque para ello haya recurrido a otros
fundamentos distintos al principio contenido en el párrafo tercero del artículo 393 del Código de Procedimientos Penales: (a) En primer
término, lo ha admitido cuando se alegan vicios relacionados con la falta de fundamentación de la duda supuestamente expresada en
sentencia (falta de fundamentación o fundamentación contradictoria). Se trata principalmente de casos en que el Tribunal absolvió al
imputado manifestando duda sobre su participación, pero manteniendo como probado (o al menos existiendo prueba que permitía
concluirlo con certeza) que el imputado realizó el hecho típico, antijurídico y culpable. (...) (b) En segundo lugar, apreciamos que la
Sala ha conocido de la duda y ha controlado la formación del criterio de los juzgadores, pero por otra vía distinta a la violación del
principio in dubio pro reo. En efecto, la Sala sí ha entrado a conocer y ha examinado la duda, o mejor, el sustento de los juzgadores
expresado en la sentencia y utilizado para valorar los elementos de prueba, en todos aquellos casos en que se ha alegado una
violación a las reglas de la derivación racional. En otras palabras, el tema relativo a la credibilidad que los juzgadores deben darle a la
prueba, y en consecuencia los yerros en que se incurra al apreciarla derivando la certeza sobre la culpabilidad del imputado de
elementos de prueba que según la experiencia o la lógica no podía ser derivada, sí es posible revisarla en casación en aquellos
supuestos en que se alegue la violación a las reglas de la sana crítica (...). Lo anterior significa que si el tema ha sido posible
examinarlo en Casación como violación a las reglas de la sana crítica, o directamente como un problema relativo a la fundamentación
de la duda (insuficiencia o contradictoriedad), y así lo hemos venido admitiendo, nada impide entonces que ahora el reclamo se
plantee como una violación del principio de inocencia constitucional en relación con las normas del in dubio pro reo, pues la verdad es
que todo ello afecta el debido proceso, y por consiguiente, existe un sustrato de carácter constitucional ineludible para la casación. En
efecto, el principio in dubio pro reo tiene un claro sustento normativo del más alto rango, como derivación del estado de inocencia, en
los artículos 37 y 39 de la Constitución Política, así como en el apartado 2° del artículo 8 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, en cuanto establece que "toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se
establezca legalmente su culpabilidad"; y finalmente, en los artículos 1 y 393 párrafo tercero del Código de Procedimientos Penales,
normas cuya violación se sanciona en forma expresa con nulidad según lo dispuesto en los artículos 145 y 146 del Código de
Procedimientos Penales (…).

El cambio no consistiría, entonces, en una verdadera apertura del recurso de casación, sino en una corrección de un criterio
meramente formal que expresaba que el principio in dubio pro reo no es controlable en casación, situación que se hace insostenible
frente a los criterios de justicia y de apertura del recurso. Desde luego, ello no significa que bastaría con una simple discrepancia con
las apreciaciones y las valoraciones de los juzgadores de instancia para creerse legitimado a que prospere la nulidad en casación por
violación al principio citado. Para tales efectos el recurrente debe expresar en forma clara y bien precisa la fundamentación de su
reclamo, del cual se desprenda que el Tribunal en realidad no podía derivar certeza de culpabilidad o de inocencia con base en la
prueba utilizada, sino que ésta racionalmente (de acuerdo con los conocimientos científicos, las leyes de la lógica, la experiencia y la
principalmente del sentido común) refleja al menos un estado de duda que deje sin sustento las conclusiones del Tribunal, para lo cual
bastaría con alegar como violadas las normas últimamente citadas, en relación con los artículos 145 y 146 del Código de
Procedimientos Penales". Manteniendo su vigor los argumentos allí expresados, la Sala entra a resolver el agravio formulado.

II. En el caso sub examine se observa que si bien el Tribunal de mérito afirma haber alcanzado la plena certeza sobre la comisión del
delito de violación atribuido al acusado, basándose para ello principalmente en la declaración de la ofendida, existen aspectos de ese
testimonio que no fueron tomados en consideración y que, unidos a otros elementos probatorios, exigían ser tomados en cuenta para
no viciar la fundamentación. Hemos indicado reiteradamente que el testimonio de la víctima puede ser un único elemento probatorio
suficiente para acreditar la existencia un delito, sobre todo en los de carácter sexual, porque en este tipo de delitos por lo general el
agresor busca el momento más oportuno para atacar a su víctima, sea cuando ésta se encuentra sola, por la naturaleza misma del
acto que se propone realizar. Sin embargo tratándose del único medio de prueba que acredite al menos la autoría, ello exige de parte
del Tribunal un deber muy riguroso de examinar ese testimonio con sumo detalle y mayor celo, así como también el deber de analizar
y valorar las demás circunstancias que rodearon el hecho, en especial las situaciones y relaciones antecedentes entre víctima y
victimario, incluyendo familiares y personas cercanas, así como el comportamiento y las situaciones acaecidas con posterioridad a los
hechos, con aplicación de las reglas de la sana crítica, en especial el sentido común, la experiencia y la lógica. En otras palabras, el
Tribunal viola el principio del in dubio pro reo cuando deja de examinar todas las circunstancias y situaciones que anteceden, rodean y
complementan la versión de la víctima, así como también debe analizar todos los elementos de prueba esenciales, que tengan
relevancia para apreciar aquel testimonio, pues está obligado a señalar las razones por las cuales le otorga credibilidad conforme se lo
exige, además, el deber de fundamentar sus decisiones, para evitar cometer o encubrir alguna arbitrariedad. En el presente caso
existen algunos aspectos que no fueron examinados por el Tribunal, cuando debieron serlo. A título de ejemplo podemos señalar los
siguientes: a) Es necesario examinar si el arribo del imputado con la ofendida al concierto que se cita en sentencia, amén de la ingesta
de cerveza por parte de ambos, así como la posterior discusión entre ella y su novio, pueden ser indicios de una aproximación al
imputado, o, como dijo ella, una oportunidad y pretexto para que aquel la agrediera sexualmente. b) Es conveniente corroborar las
circunstancias en que ambos se retiraron del lugar, para apreciar si hubo conformidad o inconformidad de la ofendida apreciada por
los testigos circundantes. c) También es preciso examinar las posibilidades efectivas de asistencia que, ante la agresión y la presencia
de otras personas que los ayudaban a desatorar el vehículo, hubiera tenido la ofendida en el lugar del acceso carnal; o si, por el
contrario, verdaderamente es un paraje, que la llevó a renunciar a cualquier petición de ayuda. d) Asimismo debe examinarse
conforme al sentido común si, a pesar del señalado estado de choque emocional de la ofendida, pudo dejar el calzón en el vehículo
con el propósito de incriminar posteriormente al imputado, conforme indica. En fin, existen otras circunstancias fácticas que
antecedieron, rodearon y sucedieron el momento en que ambos estuvieron en el vehículo, que deben ser examinados por el Tribunal
con el fin de confirmar o descartar la versión de la ofendida, ya que ese examen lo exigen los presupuestos del debido proceso,
particularmente el deber de fundamentar que tienen los funcionarios judiciales al dictar sentencia. En ese examen deben tomarse en
consideración las reglas de la sana crítica, el principio del in dubio pro reo, y todos aquellos que orientan la labor del juez al momento
de apreciar los elementos de prueba. Por lo expuesto, debe declararse con lugar el primer motivo del recurso. Debe anularse la
sentencia y el debate, disponiendo un juicio de reenvío." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 365-F de las 9 hrs. del 30 de
junio.

63- INCORPORACION DE INDAGATORIA - Validez por obedecer a un acto propio de libertad del imputado

Reclama el recurrente que la sentencia cuya revisión se pide "…violenta el derecho constitucional de la Abstención de declarar contra
sí mismo consagrado en el artículo 36 de nuestra Carta Magna...", y alega, sobre ese particular, que "La sentencia del Tribunal
Superior Penal de Puntarenas... violentó esa norma constitucional al incorporar al debate por lectura la declaración del señor P.P.
dada en el Juzgado Segundo de Instrucción de esa ciudad, al negarse a declarar en la audiencia …Declaración que textualmente
dice... ME ABSTENGO DE BRINDAR DECLARACIÓN SOBRE LOS HECHOS..." [...]. El alegato no es de recibo. Consta en el Acta de
Debate que el imputado, personalmente y de manera expresa, solicitó al Tribunal de mérito la incorporación de su declaración
indagatoria rendida, con todas las formalidades y garantías de ley, en el Juzgado de instrucción correspondiente. Dice textualmente el
acta citada: "Tribunal: se le indica a imputado que puede declarar o no, imputado se abstiene, pide se incorporen declaraciones
rendidas, se incorpora f 20 del expediente, se le da lectura." [...]. A tal solicitud personal del acusado no podía oponerse el Tribunal
Sentenciador, porque de hacerlo, violentaría la libertad de abstenerse o no de declarar que como una de las garantías individuales
consagra el canon 36 de la Constitución Política. Es lo cierto que al formular su petición, el imputado, libremente y por su propia
voluntad, hizo una declaración en ese sentido, manifestando su deseo de que tal declaración previa fuera incorporada al debate en los
términos en que en su oportunidad fue hecha. Esta Sala ya tiene resuelto ese punto: "III. La defensa también tiene razón al estimar
violados los derechos del imputado al negarse el Tribunal a incorporar por lectura la indagatoria rendida en la instrucción. En efecto,
es cierto que al declararse inconstitucional la frase "...se negare a declarar o..." contenida en el párrafo segundo del artículo 373 citado
(Sentencia No 323-92 de 16 hrs, del 11 de marzo de 1992 de la Sala Constitucional), se eliminó la posibilidad de que el Tribunal, de
propia iniciativa y sin el consentimiento de las partes, pudiera incorporar por lectura la indagatoria del imputado rendida en la
instrucción, cuando éste se niegue a declarar durante el debate; sin embargo, como bien lo afirma la recurrente, ello no implica que
exista una prohibición a que esa declaración se incorpore mediante lectura, máxime cuando la solicitud de incorporación la hace la
propia defensa del interesado." (V. 329-F de las 8:55 hrs. de 24 de julio de 1992). Conviene agregar que siendo el derecho de
abstención un acto propio de libertad, es a la voluntad individual del imputado a la que cabe exclusivamente decidirlo, sin coacción de
ninguna naturaleza, ni siquiera de su propio defensor o consejero, porque nada es aceptable si viene a torcer o a presionar
indebidamente sobre su voluntad liberrima, que, para serlo, no admite vulneración alguna, sin perjuicio, desde luego, que el defensor
ejerza su consejo técnico, que el imputado puede acoger o no, prevaleciendo, en todo caso, lo que el justiciable manifieste como
expresión de su libre voluntad. Así, todo dependerá de las circunstancias que se presenten, pues el consejo técnico deseable no
puede producirse en forma que pueda de alguna manera torcer la voluntad del indagado, aunque resulte admisible una intervención
del letrado nacida de su afán por ejercer de mejor manera la defensa que tiene encomendada, o de consulta que en el momento le
haga el Justiciable. En el caso, fue el imputado, libremente, quien manifestó su voluntad para que se incorporara la declaración que
había rendido ante el Juez Instructor, ejercitando así el derecho que como garantía individual consagra para él el artículo 36 de la
Carta Fundamental." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 324-F de las 15,10 hrs. del 8 de junio.

64- INHIBITORIA - Juicio de certeza emitido en procesamiento impide a juez instructor integrar tribunal de Juicio.

"En su tercer motivo del recurso, el defensor C.V. alega violación de los artículos 29, 30, 144, 145 inciso 1 del Código de
Procedimientos Penales, 169 y 173 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, 8 de la Convención Americana de Derechos Humanos y 42
de la Constitución Política, por cuanto la integrante del tribunal L.F.M. había actuado en este asunto como instructora y dictado Auto
de Procesamiento. Ya la jurisprudencia se ha pronunciado indicando que el hecho de haber actuado como juez de instrucción, no es
causal de inhibitoria para un juez que actuará en el debate. Así, la Sala Constitucional en resolución 1707-90 de las 14:42 horas del
23 de noviembre de 1990, dispuso, en lo que interesa, que: "El artículo 42 de la Constitución Política al disponer que 'Un mismo juez
no debe serlo en diversas instancias para la decisión de un mismo punto...' utiliza, a criterio de esta Sala el término instancia en su
sentido procesal restringido, como etapa o grado del proceso, impidiendo que sobre un mismo punto el mismo juzgador pueda
pronunciarse conociendo primero como a quo y luego como ad quem, pues ello atenta seriamente contra las garantías que tienen las
partes para un proceso justo". Más adelante agrega la citada Sala que: "El principio que ahora nos preocupa imposibilita que quien
haya concurrido con su voto a resolver un determinado punto de la litis, también forme parte del Tribunal que conoce en consulta,
apelación o casación, precisamente de ese mismo punto, pero no imposibilita ni siquiera que quien se haya desempeñado como
instructor, pueda hacerlo como miembro del Tribunal que conozca en alzada de ese asunto, si no lo es para resolver sobre el mismo
punto... En realidad la instrucción no constituye, por sí sola, una instancia del proceso diferenciada de la etapa de juicio y por ello no
resulta inconstitucional frente al artículo 42 de la Carta Magna, que el Juez que ha hecho pronunciamiento en la instructiva, pueda
conocer del asunto en juicio". De tal modo que, normalmente, no cabrá la inhibitoria o recusación de un juez del debate que haya
actuado como instructor, pues a este corresponde realizar únicamente un juicio de probabilidad, pero normalmente no prejuzga sobre
la responsabilidad penal del acusado. Si así hubiera sido en esta causa, el reclamo no sería atendible. Sin embargo, vista la resolución
que corre a folio 75 y siguientes, se nota que la jueza F.M. no se limitó a emitir un juicio de posibilidad, como corresponde al instructor,
sino de certeza, es decir emitiendo criterio sobre el mismo punto, a saber la certidumbre de la autoría y responsabilidad achacada, lo
cual es propio del juez de debate. En efecto, en la resolución de procesamiento dijo la citada Juez: "...no existen dudas en cuanto a la
suscrita que estamos en presencia de un delito de violación agravada y abusos deshonestos, la niña ha venido deponiendo que desde
que ella tenía ocho años el padre ha venido asediándola sexualmente... que aprovechaba que la niña estuviera sola para mantener
relaciones sexuales..." [...]. Es evidente entonces, que mal podría constituir el tribunal de juicio una persona que previamente hizo un
pronunciamiento de certidumbre, al afirinar en forma categórica durante la instrucción, en el auto de procesamiento, que no tenía
dudas de estar en presencia de un hecho delictivo, y luego participar del debate para juzgar a esa persona por ese mismo hecho del
cual manifestó antes no tener ninguna duda sobre su existencia. Por consiguiente, procede acoger el motivo y declarar la nulidad del
fallo, de conformidad con la normativa arriba citada." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 565-F de las 10,40 hrs. del 22 de
setiembre.
65- INTEGRACION DEL TRIBUNAL CON UN ANTERIOR REPRESENTANTE DEL MINISTERIO PUBLICO - La formulación
de requerimiento de instrucción contiene valoración de fondo que amerita inhibitoria como juez.

"El Defensor Público Lic. P.R.Ch.B., formula a favor de su defendido M.A.A.R., un motivo de forma. Alega violación al Debido Proceso
por integración ilegal del Tribunal, con quebranto de los artículos 39 de la Constitución Política, 1, 29 inciso 1) y 145 inciso 1) del
Código de Procedimientos Penales, ya que, la Licda. A.P.A.U., integró el Tribunal de juicio, pese a que había participado en este
proceso en calidad de funcionaria del Ministerio Público, elaborando el Requerimiento de Instrucción Formal [...], donde acusa al
encartado de un ilícito más grave. El motivo resulta atendible. Conviene indicar que esta Sala ha estimado que la participación como
miembros del Tribunal de juicio de funcionarios que en el mismo proceso han representado al Ministerio Público, no produce en todos
los casos la violación alegada, sino sólo cuando la participación ha sido significativa en el dictado de resoluciones de fondo. Al
respecto, "El artículo 29, en su inciso 12) del Código de Procedimientos Penales, impone al juez el deber de inhibirse de conocer en la
causa cuando, "hubiera intervenido como funcionario del Ministerio Público". Es conveniente precisar, aunque no de manera absoluta,
los alcances de la voz "intervenir" que representa para los funcionarios del Ministerio Público su desempeño en el respectivo proceso.

Es evidente que no es respecto de cualquier intervención de esos personeros en que la causal se aplica, sino que su intervención
debió serio de una forma electiva, capaz de considerarse como un real despliegue de procederes que incidan sobre el fondo del
asunto. Del autor Ricardo Levene (h), acerca del punto en estudio, se lee en su obra "Códigos Procesales Argentinos. Concordados y
Anotados", Editora Platense, Argentina, 1974, lo siguiente: "Su intervención como funcionario del Ministerio Público, defensor,
mandatario, denunciante o querellante, puede haber sido accidental, pero debe haber sido efectiva. No bastará entonces, la simple
notificación de una providencia de mero trámite.". (Página 102). "El pedido de cierre del sumario es causal suficiente que posibilita la
excusación del agente fiscal posteriormente ascendido a juez en la misma causa. Cám. nac. crim. y correc., sala IV, 16-2-68, Rev. Der.
Pen., 1968, v. 1, p. 127"... Por su parte los doctores C. Vázquez Iruzubieta y R.A. Castro, acerca de la causal en cuestión, comentan:
"Si el juez hubiere intervenido anteriormente y en el mismo proceso como funcionarlo del Ministerio Público. Pero esta norma debe
bien interpretarse. No se trata de la mera "aparición" en el proceso como representante del Ministerio Público. Es necesario que haya
"intervenido" en el proceso y tomando conocimiento de él.

Puede darse el caso de que sin participar en ningún acto, haya tomado intervención directa; e inversamente, puede ocurrir que
"aparezca" en el proceso sin haber tomado efectiva intervención, como cuando sólo se ha notificado de una providencia de mero
trámite o ha dictaminado acerca de la competencia.". (Procedimiento Penal Mixto. Tomo 1. Editorial Plus Ultra, Buenos Aires,
Argentina, 1968, pág. 173)." (confrontar Sala Tercera, V-3 11 -F de las 10 hrs. del 19 de octubre de 1990). En el presente asunto,
conforme se aprecia a folio 7 la participación de la Licda. A.U. se concreta al dictado del Requerimiento de Instrucción Formal. Ahora
bien, estima esta Sala que la labor requirente, sí contiene valoraciones de fondo, en efecto, tómese en cuenta que el dictado del
requerimiento implica no sólo uno de los actos iniciales del procedimiento penal, sino que plasma el contenido de la acusación, que
produce el deber legal y constitucional del juzgador de indagar al imputado, para así definir su situación jurídica acorde con la
imputación. No se trata de un mero acto formal o de mero trámite, sino de fondo, en la medida que requiere la previa valoración del
funcionario del Ministerio Público de los elementos constantes en ese momento, con la finalidad de determinar si se insta la
investigación de los hechos o en su defecto, pedir se desestime la causa (artículo 158 del Código de Procedimientos Penales). Por
otra parte, cabe resaltar lo indicado por el tratadista Vélez Mariconde, quien estima que: "...desde el punto de vista lógico, la función
requirente es similar a la jurisdiccional (en sentido estricto): lo mismo que el Juzgador -aunque no siempre cuente con los mismos
elementos de juicio, con la misma base, y aun cuando su requerimiento adelante una hipótesis que aquél ha de verificar- el M. Público
aprecia las pruebas recogidas en el proceso conforme al sistema legal vigente y valora los hechos de acuerdo con la ley penal cuya
actuación demanda."(Derecho Procesal Penal. Córdoba-Argentina. Editora Córdoba, Tomo I. 3ra edición- 1ra. reimpresión; 1982, pág.
253). Por otra parte, no obstante la resolución de la Sala Constitucional Número 1707-90 de las 14:42 hrs. del 23 de noviembre de
1990, que autoriza la participación del juez de instrucción como integrante del Tribunal de Juicio, esa interpretación no resulta
extensiva tratándose de los miembros del Ministerio Público, ya que en su caso específico existe norma expresa que los desautoriza a
actuar en esa forma. Ademas, la intervención de los funcionarios del Ministerio Público, reviste trascendental importancia en vista de
su condición de parte en el proceso, con el objeto de salvaguardar y garantizar la transparencia de la Administración de Justicia, así
como los intereses del encartado. De acuerdo con lo expuesto, la Licda. A.U. debió haberse inhibido de participar en condición de
Jueza en el debate, y al no actuar de esa forma, su desempeño no se ajusta a lo dispuesto en el artículo 42 de la Constitución
Política, pues al momento del juicio ya había intervenido activamente como parte en el proceso realizando una diligencia de carácter
sustancial, razón por la que debía inhibirse del conocimiento de la causa, y al no hacerlo así resulta ilegítima su intervención en el
Tribunal de Juicio. Se incurrió en una nulidad de carácter absoluto, al afectarse la integración y competencia del Tribunal de mérito, y
el principio de la imparcialidad del juez. Consecuentemente, se anula la sentencia impugnada y el debate que la precedió y se ordena
el reenvío al a quo para que proceda a una nueva sustanciación, conforme a derecho (artículo 483 del Código ibídem)." 1995. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N° 381-F de las 16,05 hrs. del 30 de junio.

66- MANIFESTACIONES EXTRAPROCESALES - Casos en los que resulta admisible su valoración probatoria.
"Reclama el recurrente que al incorporar el tribunal la confesión que hiciera el imputado a los ofendidos, se viola el debido proceso,
porque no se le hicieron las advertencias legales y constitucionales. Así las cosas, la prueba obtenida y valorada por el tribunal es
ilícita y por ende la sentencia carece de fundamentación y así solicita que se declare. El Tribunal de instancia, para resolver el
presente asunto, analiza las declaraciones brindadas por los ofendidos. De dichos testimonios se desprende como el imputado luego
de cometido el delito se presenta a su hogar a explicarles lo sucedido y en ese acto acepta la comisión del delito. De previo a resolver
el presente asunto parece necesario hacer algunas distinciones. En general, la doctrina acepta que estamos en presencia de las
manifestaciones extraprocesales, cuando el imputado declara espontáneamente fuera del proceso, antes de su iniciación o en
cualquier momento de su recorrido. Dicho acto puede llegar al proceso sin que haya razón valedera para rechazarla, sobre la base de
que no existe en el procedimiento penal una sola disposición normativa que la prohíba, cuando la prueba se ha obtenido de manera
lícita. Estaremos frente a este supuesto, en aquellos casos donde el imputado, sin coacción alguna, libre y espontáneamente, haga
algunas manifestaciones auto-incriminatorlas, ya sea que las realice frente al ofendido, o ante terceros, pero no cuando se trata de un
interrogatorio policial. Cuando esto ocurre, la noticia del hecho puede llegar al proceso por medio de la declaración del testigo, o por
vía documental, desde luego sujeto a la valoración conforme a las reglas de la sana crítica. Sin embargo, dependiendo del sujeto que
recibe las manifestaciones, ya se trate de un oficial de la policía o un particular, los presupuestos de admisibilidad y validez pueden ser
diversos. Así por ejemplo, cuando el imputado declara en la policía, ya sea a través de un interrogatorio o de manera "espontanea",
esta declaración para que tenga algún valor debe ser rendida de conformidad con las exigencias procesales que tutelan la indagatoria
(arts. 3, 274 y 55 del Código de Procedimientos Penales), incluso la jurisprudencia de la Sala de Casación ha ido más allá, en
protección de los derechos constitucionales del imputado al exigir que sólo puede producir efectos jurídicos la confesión del imputado
rendida en la policía cuando ésta ha sido ratificada ante el juez, con lo cual queda cubierta la garantía de judicialidad del acto (Sala
Tercera de la Corte Suprema de Justicia V-596-F, de las 8:45 horas del 7 de noviembre de 1991, por todas). Diversa es la situación
que se presenta con las manifestaciones que realiza el imputado ante terceros, siempre que éstas sean libres y voluntarias. En estos
casos es posible introducir al juicio aquellas manifestaciones por medio del testimonio de quien dice haber escuchado al imputado, que
puede ser valorado por el Juez de conformidad con las reglas de la sana crítica. En principio, porque los testigos tienen el deber legal
de declarar todo aquello que supieren sobre la comisión del delito (artículos 225 y 226 del Código de Procedimientos Penales) salvo
los casos en que puedan o deban abstenerse de declarar. Además, al acto no le son aplicables las reglas de la indagatoria porque
pese a que tendrá efectos en el proceso, no estamos en presencia de funcionarios públicos que deban cumplir con las exigencias
procesales para su validez. Eficacia que la doctrina condiciona sólo a la libertad y voluntariedad de la declaración, y en especial, a la
no influencia del interrogatorio policial. Así las cosas, en ninguna irregularidad ha incurrido el Tribunal al valorar, de conformidad con
las reglas de la sana crítica, las declaraciones de los testigos que además encuentran sustento probatorio en las restantes pruebas
que fueron recibidas en la audiencia oral y pública [...]." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 759-F de las 9 hrs. del 22 de
diciembre.

67- MANIFESTACIONES EXTRAPROCESALES - Inexistencia de relación con derecho de abstención - Posibilidad de


declarar sobre lo dicho por pariente que se abstuvo.

"Como primer agravio del recurso por vicios in procedendo interpuesto por la representante del Ministerio Público, Licda. C.L., se
acusa la inobservancia de los artículos 106, 393 párrafo 22, 395 incisos 22 y 42, y 400 inciso 4° del Código de Procedimientos
Penales, por falta de motivación de la sentencia, alegándose que la motivación es incompleta, ilegítima y contradictoria. Considera esta
Sala que el reclamo es atendible, pues efectivamente se han constatado varias deficiencias en la motivación de la sentencia, las
cuales se pueden enumerar de la siguiente manera. A) En primer lugar, se abstuvo el Tribunal de mérito de analizar la declaración de
la Dra. A.L.B.W. en relación con el relato que le hiciera la hermana del encartado, doña L.G., "porque -aduce el Tribunal- ésta tiene la
facultad de abstenerse, lo cual hizo durante la instrucción, y tratar de introducir algún indicio o elemento probatorio por éste
mecanismo, sería burlar el derecho de abstención y por ende violentar el principio de defensa, como lo ha sostenido la reiterada
jurisprudencia de la Sala Tercera Penal" [...]. Tal criterio es errado, pues, por el contrario, esta Sala ha indicado que la facultad de
abstención no se relaciona con el conocimiento que puedan haber adquirido terceras personas acerca de lo manifestado fuera del
proceso por quienes gozan de esa facultad (cfr. nuestra resolución V-265-F de las 9:45 hrs. del 12 de mayo de 1995), de manera tal
que los testigos como la Dra. B. pueden declarar sobre lo dicho por un pariente que se abstuvo de declarar contra el imputado (así
también nuestra resolución V-77-F de las 9:40 hrs. del 17 de febrero de 1995). Por lo tanto, al omitirse el análisis del contenido de la
declaración de la Dra. B.V., legítimamente incorporado al debate, la fundamentación deviene ilegítima a lo cual puede agregarse que
el defecto obedece a una errónea interpretación de la garantía procesal en comentario y de la jurisprudencia de esta Sala al respecto."
1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 472-F de las 10 hrs. del 18 de agosto.

68- NULIDAD DE SENTENCIA - Omisión de firma del fallo integral y ausencia a lectura.

"En su recurso, el defensor alega violación de los artículos 106, 226, 393 y 395, todos en relación al artículo 400 inciso 4 del Código
de Procedimientos Penales, por fundamentación arbitraria. Sin embargo, estima esta Sala que, sin entrar a resolver el reclamo, debe
decretarse la nulidad del fallo. En efecto, según es visible a follo 181, la sentencia se encuentra suscrita únicamente por dos de los
integrantes del tribunal. Luego, a folio 182, existe una razón del secretario del tribunal, aclarando que el juez G.M., aunque participó
en la deliberación y firma de la parte dispositiva, no firmó la integridad del fallo ni se constituyó para la lectura del mismo. En otras
ocasiones esta Sala, con el voto salvado del Magistrado Chaves, ha indicado que no cabe declarar la nulidad de la resolución cuando
la sentencia no se encuentra firmada al momento de su lectura integral, pero desde luego esa deficiencia se suple con posterioridad,
pues ningún perjuicio efectivo se ocasionaría a los derechos de las partes, ni tampoco existirían problemas de autenticidad del fallo
(voto 423-F, de las 9:10 del 29 de julio de 1993). Pero en este caso se está ante una situación diferente, que vulnera el artículo 395
inciso 5 del Código de Procedimientos Penales, por cuanto la sentencia en definitiva cuenta únicamente con la firma de dos jueces,
sin que pueda estimarse que el tener que laborar en otro sitio es un impedimento insuperable a efectos de cumplir con aquel deber
elemental de un funcionario público que actuó como juez en un caso concreto. Aún cuando el juez ausente hubiera participado de la
deliberación y hubiere firmado la parte dispositiva, lo cierto es que los jueces están en la obligación de suscribir también sus
resoluciones, ya que ello constituye la forma de garantizar que aceptan y hacen suyas todas las consideraciones y decisiones, máxime
tratándose de una sentencia, conforme lo señala la ley, sin que pueda constituir una causa legítima que se lo impida el hecho de que
dicho funcionario debía laborar en otra parte. Este defecto, a tenor del artículo 145 inciso 1 y 146 párrafo segundo, es declarable de
oficio, como en el acto se hace. Por consiguiente, se anula la sentencia venida en casación y el debate que la produjo." 1995. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N° 400-F de las 8,50 hrs. del 14 de julio.

69- PRINCIPIO DE IDENTIDAD FISICA DEL JUEZ - Integración distinta del tribunal para la lectura integral de la sentencia
no afecta garantías procesales.

"Se alega en el primer motivo del recurso por la forma la inobservancia de los artículos 39 de la Constitución Política y 396 en relación
con el 145 inciso 12 y 146 del Código de Procedimientos Penales. Se apoya éste en una presunta violación del principio de identidad
física del juez por cuanto al momento de leerse integralmente la sentencia no estuvieron presentes los mismos jueces que participaron
en el debate. En criterio del impugnante este vicio afecta el debido proceso pues señala que el contradictorio se extiende hasta la
lectura completa del fallo. Sin embargo el reparo no puede ser atendido porque, independientemente de la etapa procesal en que se
estime que concluye la regla de contradicción (como ejercicio de recíproco control, interacción e intercambio de ideas entre los sujetos
procesales), lo cierto es que en el presente caso no se quebrantó de modo alguno el mencionado principio de identidad física del
juzgador. En efecto, los mismos jueces que participaron en la audiencia oral o debate y leyeron la parte dispositiva de la sentencia,
son los que aparecen suscribiendo ésta, una vez redactada en su totalidad, con sus correspondientes firmas (esto es, la Licda. A.R.
como Presidenta del Tribunal, y los cojueces M.C. y A.R., [...]). El único acto en que aparecen dos juzgadores que no estuvieron en el
debate (los Licdos. Z.Z. y C.M.) es en el de la lectura integral del fallo, que implica formalmente su notificación [...], sin que por ello se
haya violentado la regla del debido proceso que garantiza que sea el mismo juez que intervino en el juicio oral quien emite la decisión.
Ciertamente se trata de una irregularidad, pero ésta no llega a los extremos de la nulidad absoluta que se reclama, según el criterio de
la mayoría de esta Sala, porque el acto de notificación cumplió los fines procesales respectivos. Lo mismo ocurriría en el hipotético
caso de un juez que hubiese intervenido en el debate y pronunciado sentencia, siéndole imposible asistir al acto de su lectura integral
(por fallecimiento posterior u otra circunstancia que lo imposibilitase de modo absoluto). Debe tenerse presente que la importancia de
la identidad física del juzgador deviene del principio del juez natural que gararitiza el artículo 35 de nuestra Constitución Política. El
juez penal (en particular cuando se desempeña en la etapa de juicio), debidamente constituido conforme a las leyes, -entre ellas la Ley
Orgánica del Poder Judicial- asume una serie de atribuciones y potestades derivadas de la función jurisdiccional, una de las cuales de
la mayor relevancia es la sentencia, que es el acto jurídico en virtud del que se deciden de manera definitiva las pretensiones
formuladas por las partes (artículos 392 y 393 del CPP). La presencia física del juzgador adquiere entonces un primordial interés, en
uno de los principales momentos de la fase de juicio (el debate), durante el cual la ley establece la obligatoriedad de su permanencia
hasta el momento en que se dicte el fallo. Esta permanencia obedece a la necesidad de garantizar el respeto de otros principios
esenciales como la inmediación de la prueba, a fin de evitar que se rompa la continuidad y se distorsione el conocimiento de los
hechos sujetos a su percepción durante esta etapa. Ello es también una consecuencia indirecta del contradictorio en tanto el juez que
ha participado en el juicio oral es la única persona apta para resolver las cuestiones surgidas en él; pero sobretodo aquéllas que tienen
que ver con la apreciación y valoración de las pruebas, cuya culminación se hará efectiva al momento de dictar sentencia. Esta, como
bien se sabe, comprende dos etapas: la deliberación (aspecto sustancial-sentencia acto) y la transcripción de la decisión (sentenda-
docurnento). Producida esta última, sólo queda el acto de la lectura integral para efectos de notificación (art. 396 CPP). De lo dicho se
desprende con claridad, que aunque -según se explicó- no es conveniente que el tribunal que dictó sentencia se integre para su
lectura de manera distinta, salvo en supuestos inevitables (fuerza mayor, caso fortuito, etc.), la verdad es que una diferente integración
en modo alguno afecta las garantías procesales del imputado; en especial aquéllas que se relacionan con el principio de defensa, las
cuales fueron ejercidas plenamente durante el debate, además de continuar incólumes con posterioridad a la notificación del fallo,
como es la interposición del recurso de casación, lo que efectivamente realiza en este caso el impugnante.

Dentro de este contexto, la Sala no aprecia inobservancia alguna al debido proceso ni considera que el reparo señalado sea
constitutivo de un vicio causante de nulidad absoluta conforme a lo previsto en el artículo 142 inciso 1 del Código de la materia. La
constitución del Tribunal a que se refiere este inciso contiene tres supuestos: uno referente a la capacidad legal del juez para ocupar
cl cargo que incluye todos los aspectos relacionados con los requisitos legales y el procedimiento de designación. El segundo se
refiere a la integración del tribunal en su aspecto orgarnizativo; por ejemplo número de integrantes, competencias. El tercero
comprende aspectos dc orden procesal-funcional, es decir, las regulaciones que atañen a las funciones del juez, los impedimentos, las
excusas, firmas, procedimientos de votación, etc. Como puede observarse, ninguno de esos aspectos resultó afectado ni incidió de
manera negativa limitando los derechos del imputado, por lo que la nulidad gestionada carece de interés y no se trata de resguardar
las formas por el simple reconocimiento de ese ritualismo (nulidad por la nulidad misma) razón por la cual el reproche debe ser
desestimado, aunque se llama la atención al Tribunal para que evite en el futuro la actuación aquí comentada, apercibido de que si
volviere a incurrir en el mismo defecto se levantará la respectiva investigación disciplinaria con el fin de aplicar las correspondientes
sanciones. El Magistrado Chaves salva su voto en este punto." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 326-F de las 15,20 hrs. del
8 de junio.

70- PRORROGA EXTRAORDINARIA - Improcedencia de su revocatoria para dictar un procesamiento.

Como primer agravio del recurso por vicios in procedendo interpuesto por el defensor del imputado C.M.M.P., se acusa la
inobservancia de la relación que resulta de los artículos 39 de la Constitución Política, 1, 8, 106, 199, 286, 325, 327, 361, 144, 145
inciso 3° y 400 del Código de Procedimientos Penales, por violación al debido proceso, toda vez que se dictó auto de procesamiento
sin haber revocado el auto de prórroga extraordinaria, lo cual era necesario por tratarse de dos resoluciones excluyentes entre sí. El
reclamo no es atendible, por las siguientes razones. El auto de prórroga extraordinaria se dicta ante la insuficiencia de prueba para
elevar la causa a juicio o para dictar sentencia de sobreseimiento. Si después de haberse dictado ese auto la situación probatoria
cambia de manera tal que sea posible dictar el auto de procesamiento, indispensable para pasar a la etapa de juicio, resulta
impertinente revocar la prórroga extraordinaria, pues: «si se revoca el auto de prórroga extraordinaria se revocan todos sus efectos,
inclusive el de prolongación de la etapa instructiva, de donde devendría la anómala situación de prueba recibida y resoluciones
dictadas fuera de la instrucción y fuera de la etapa de juicio, es decir fuera del proceso. Esta situación se podría simbolizar en forma
muy gráfica con el caso del leñador que corta la rama del árbol en que se encuentra subido... cuando pretendía seguir cortando el
árbol» (TIJERINO PACHECO, José María: Tres temas controversiales de nuestro proceso penal, Revista Judicial, Corte Suprema de
Justicia, Año X, Núm. 35, p. 80). Esto es así porque, en términos generales, el principal efecto del auto de prórroga extraordinaria es
hacer posible que el proceso continúe en la etapa de instrucción para que durante la prórroga se pueda recibir nueva prueba y dictar
nuevas resoluciones incluyendo un auto de procesamiento, una elevación a juicio (mediante providencia o auto, según corresponda) o
una sentencia de sobreseimiento (si se hubiera recibido prueba a favor del imputado). Luego, si se cumple la prórroga extraordinaria
sin haberse modificado la situación que la determinó, debe dictarse el sobreseimiento obligatorio del imputado. En el presente caso,
durante la prórroga extraordinaria se recabó un dictamen psicológico practicado a la ofendida, que permitió apuntalar la credibilidad de
su declaración la cual además fue ampliada-, sirviéndose entonces el Juez de instrucción de estos elementos para revocar el auto de
falta de mérito y dictar en su lugar el auto de procesamiento contra el encartado, resolución que apeló la defensa pero que fue
confirmada por el Tribunal Superior, sin que en ello se note defecto alguno. Por todo lo expuesto se declara sin lugar este reclamo.
1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 536-F de las 15,05 hrs. del 14 de setiembre.

71- PRUEBA - Necesaria evacuación de toda la ofrecida salvo manifiesta impertinencia - Presencia de testigo en sala de
debate no excluye su declaración.

Debe indicarse que conforme al artículo 284 del Código de Procedimientos Penales, y con base en la jurisprudencia de la Sala
Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, cuyos efectos son vinculantes erga omnes, la prueba ofrecida por la defensa, aunque
sea en forma irregular o extemporánea, debe ser evacuada a menos que resulte «manifiestamente impertinente». De no actuarse
dentro de estos límites se violaría el «principio de amplitud de la prueba», integrante del debido proceso de acuerdo al tribunal
constitucional. (V. Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, N° 1739-92, de 11:45 hrs., 01-07-1992.) Debe recordarse
además el criterio emitido por esta Sala de Casación, cuando afirmó que el tribunal de juicio está en el deber de evacuar la prueba
ofrecida por el imputado durante su indagatoria, a menos que resulte impertinente. En concreto se afirmó en aquella oportunidad:
«...De conformidad a lo establecido por el artículo 284 del Código de Procedimientos Penales, el juez de Instrucción -y se aplica al
tribunal de juicio de acuerdo al artículo 378 del mismo ordenamiento- debe evacuar "los hechos y circunstancias pertinentes y útiles"
que refiera la defensa. De manera que el rechazo de la prueba ofrecida como descargo, solamente podría hacerse mediante auto
fundado en su impertinencia o inutilidad...» (Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia. N° 518-F, 9:10 hrs., 14-09-1993). En el
presente caso se resolvió el rechazo de prueba ofrecida por la defensa, que debió -de oficio- evacuar el tribunal por desprenderse de
la declaración del imputado, sin valorar su pertinencia y utilidad, lo que resulta violatorio del debido proceso. Posteriormente sin hacer
valoración alguna en el mismo sentido, ante el ofrecimiento de otros dos testigos por parte del defensor, el tribunal exige hacer una
escogencia de uno solo de ellos, sin justificar la razón por la cual realiza esa reducción, tornándose a falta de fundamento expreso en
arbitraria. Estas son violaciones al debido proceso que acarrean necesariamente la nulidad del fallo. Cabe hacer la observación en
punto a la presencia de los testigos ofrecidos en la sala de debates, pues no es una causa de exclusión del testimonio; si el testigo
presenció el juicio antes de comparecer, su declaración pasa como un acto irregular con relación al artículo 380 del Código de
Procedimientos Penales, pero sin sanción procesal alguna, y su valor probatorio debe determinarse a posteriori mediante la respectiva
valoración de acuerdo a la sana crítica. Desde luego, el ideal es que el testigo no esté presente en laSala de Debates antes de rendir
declaración, pero si ya estuvo esto no obsta para que declare, aunque debe apreciarse esa prueba tomando en cuenta la incidencia
que tuvo el hecho de haber estado presente en la Sala de Juicio." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 122-F de las 8,50 hrs.
del 10 de marzo.

72- PRUEBA DOCUMENTAL - Posibilidad de ordenar prueba en casación para constatar documento que no reúne
formalidades legales.

"En el único motivo del recurso por la forma se alega la inobservancia de los artículos 39 y 41 de la Constitución Política, 106, 198,400
inciso 3 del Código de Procedimientos Penales y 369 párrafo 2 del Código de Procedimientos Civiles. Este se sustenta en que la
motivación de la sentencia impugnada es ilegal por haberse incorporado prueba ilegítima como es la fotocopia de folios 5 y 6. Según el
recurrente se ha producido una "transgresión al debido proceso y por ende al principio de inocencia, ya que el tribunal a quo se basó
en un medio probatorio (fotocopias) que adolece de credibilidad probatoria en virtud de que no está probado su autenticidad a través
de una certificación" según lo exige el artículo 198 del primer Código citado [...]. Este reparo obliga a la Sala a examinar si tal reclamo
es admisible por el solo hecho de no haberse certificado dicho documento o si por el contrario ésta puede ejercer una función de
control de la legalidad de la actividad procesal desplegada por el a quo. Como ya se ha resuelto en un caso anterior, si se puede
ordenar la recepción de esta clase de prueba únicamente para efectos de constatar el contenido de un documento que no reúne las
formalidades legales. En este sentido se ha sostenido que la "Sala de Casación debe apreciar, incluso de oficio, cómo ha ocurrido en
la realidad la actividad procesal para decidir si la ley formal sancionada procesalmente ha sido o no inobservada, ya sea valorando las
constancias del proceso o incluso admitiendo una investigación para establecer la verdad de esas constancias (650-F de las 15:50
horas del 23 de noviembre de 1993).

Así, pues, tratándose en la especie de un caso de omisión de prueba en el trámite procesal, necesaria no solamente para establecer
una eventual calificación jurídica del hecho objeto de la acusación, sino también para determinar la edad de la ofendida, esta Sala -con
fundamento en la doctrina y jurisprudencia anteriormente citada, y al amparo del artículo 41 de la Constitución Política, que establece
el deber de lograr una justicia pronta, cumplida y sin denegación- ordenó enviar mandamiento al Registro Civil para que certificara la
fecha de nacimiento de A.L.A.S. Y es que aparte de las razones anteriormente esbozadas, debe tomarse en cuenta que de no
practicarse esta constatación, podría llegarse a una situación absurda -contraria a los principios de economía y celeridad procesal-,
pues se anularía la sentencia y el debate únicamente para efectos de constatar la edad de la víctima, la cual, queda acreditada con la
certificación expedida por el Registro Civil [...] que confirma el contenido de la fotocopia de folio 6. Por todas estas razones debe
declararse sin lugar el presente recurso." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 161-F de las 10,45 hrs. del 12 de abril.

73- PRUEBA DOCUMENTAL - Posibilidad de que la Sala solicite cualquier certificado que pretenda aclarar los términos
de un documento público.

"Como ya se indicó en el considerando I de la sentencia dictada por esta Sala a las nueve horas con veinte minutos del 7 de octubre
de 1994, el Tribunal actuó correctamente al considerarlo como delincuente no primario, dado que efectivamente registró una condena
del año 1986 y otra de 1992, razón por la cual no se le han computado aquellas otras. Tampoco existen razones válidas que
conduzcan a pensar que la Sala ha lesionado los principios del debido proceso por haber solicitado una certificación al Registro
Judicial de Delincuentes con el objeto de aclarar una fecha. Cabe advertir que uno de los principios esenciales que orientan el proceso
penal en materia probatoria es la búsqueda de la verdad real, lo que implica en este caso que una decisión judicial no puede
sustentarse en un error material, todo lo cual le permite al Tribunal su corrección. La prueba judicial tiene como finalidad llevar la
certeza al juez para que éste pueda fallar conforme a la justicia y a la ley. Hay pues, un interés público indudable y manifiesto en la
función que desempeña el juez en el proceso penal y ello es lo que lo autoriza para que ciertas pruebas (documentos públicos)
puedan ser aclarados a fin de establecer adecuadamente su contenido, su objeto. En este proceso, la Sala en modo alguno asumió
una función instructora ni rebasó los límites de su competencia, sino que, en aras de ese interés público, se limitó a verificar el
contenido correcto del documento. Por otra parte, en la búsqueda de esa verdad real, los jueces se guían por el principio de libertad de
la prueba, que si bien no opera en esta instancia en los mismos términos que en la instrucción ni del Tribunal de mérito, sí es un
principio general que sirve de sustento a esta Sala para solicitar cualquier certificado que conduzca a aclarar los términos de un
documento público, como efectivamente se hizo en el presente caso.

No se trata pues de un problema de interpretación como lo alega el recurrente, cuyo método tiene otra finalidad: aclarar los términos
oscuros de una norma jurídica "atendiendo fundamentalmente al espíritu y finalidad de ellas" (artículo 10 Código Civil). Por ello, no se
ha hecho ninguna interpretación limitativa de las garantías del encartado conforme al artículo 3 del Código Procesal Penal. Se trata
simplemente de errores materiales que necesariamente debieron ser corregidos, como igualmente es posible corregir una sentencia
en cuanto a sus fundamentos y cómputo de pena (art. 484 CPP). Este tipo de errores "no tienen la suficiente trascendencia conforme
a la ley como para ser motivo de anulación de la resolución, aunque ellos hubieren sido invocados como motivos por el impugnante"
(JORGE A. CLARIA OLMEDO, Tratado de Derecho Procesal Penal, Ediar, 1968, t. VII, p. 209)." 1995. SALA TERCERA DE LA
CORTE, N° 389-F de las 16,45 hrs. del 30 de junio.

74- PRUEBA SOBRE ESTADO CIVIL DE EXTRANJERO NO INSCRITO - Aplicación del principio de libertad probatoria.

"Tratándose de un extranjero, resulta aplicable el artículo 46 de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Elecciones y del Registro
Civil, que establece que "No hallándose registrado los actos referentes al estado civil o no estándolo en la debida forma, se admitirá
cualquier especie de prueba conforme lo disponga la ley". Es decir, en lo referente a aquellos actos no inscritos o que no lo estén
debidamente, aunque componentes del estado civil, decae la limitación prescrita por el artículo 198 del Código de Procedimientos
Penales y entra a regir la libertad probatoria. En el presente asunto, no estando inscrita la fecha de nacimiento del menor en el
Registro Civil por ser nicaragüense. puede constatarse la misma por otras pruebas, cuales son su misma declaración y la fotocopia
certificada de su pasaporte en que consta su fecha de nacimiento [...], según dispone el artículo 369, párrafo segundo, del Código
Procesal Civil." 1995. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 236-F de las 10,20 hrs. del 28 de abril.

75- RECURSO DE CASACION - Efectos de interposición subsidiaría respecto de incidente de nulidad de notificación.

"En su memorial de follo 93, el Lic. F.M.S. defensor del imputado J.K.D., interpuso incidente de nulidad de notificación y recurso de
casación en subsidio, contra la sentencia condenatoria dictada por el Tribunal de mérito y el acta de notificación de dicha resolución,
[...]. Al respecto, esta Sala de Casación dispuso devolver el asunto al Despacho de origen, a fin de que el a quo se pronunciara sobre
el incidente de nulidad mencionado [...], lo cual ese Despacho hizo ordenando que, para no causar indefensión a los imputados, se les
notificara personalmente la sentencia por medio de cédula, de manera tal que a partir de la última notificación empezara a correr el
término para recurrir en casación [...]. Así, consta que los imputados S.O.S. y J.K.D. fueron personalmente notificados de la sentencia
[...], como también fueron notificados los señores defensores y el fiscal de juicio [...], satisfaciéndose de esta manera el objetivo de la
incidencia interpuesta por la defensa, cuya pretensión expresa y principal era la de que se notificara personalmente la sentencia a su
patrocinado K.D. [...]. En vista de la solución dada por el Tribunal a quo a la incidencia, el recurso de casación -por el carácter
subsidiario que le asignó el gestionante- debe rechazarse, pues la expresa voluntad del impugnante condicionó la competencia de
esta Sala al resultado de la incidencia formulada. A esta última consideración cabe agregar, a mayor abundamiento, que el hecho de
que el Tribunal de mérito repusiera la notificación de la sentencia, incluso concediendo un nuevo plazo para la interposición de un
recurso de casación, sin que se formulara ninguna reclamación, evidencia la falta de interés en impugnar en casación por parte de los
imputados y su defensa, razón por la cual, en este caso concreto cualquier defecto de la notificación ha sido subsanado al tenor del
artículo 149 del Código de Procedimientos Penales, pues las partes han aceptado tácitamente los efectos del acto, el cual, no
obstante su irregularidad, consiguió su fin con respecto a los interesados." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 77-F de las
15,15 hrs. del 7 de marzo.

76- RECURSO DE CASACION - Constitucionalidad de las condiciones de interposición - Imposibilidad de adicionar


nuevos motivos.

"Debe advertirse que ni la jurisprudencia de la Sala Constitucional, ni la de esta Sala de Casación, ni la doctrina citada por el
recurrente, permiten desaplicar lo dispuesto en el artículo 477 del Código de Procedimientos Penales, que indica: "El recurso de
casación será ínterpuesto ante el tribunal que dictó la resolución, en el plazo de quince días de notificada y por escrito autenticado
donde se citarán concretamente las disposiciones legales que se consideren violadas o erróneamente aplicadas y se expresará cuál
es la pretensión. Deberá indicarse separadamente cada motivo con sus fundamentos. Fuera de esta oportunidad no podrá aducirse
ningún otro motivo" (el subrayado es suplido). Esas fuentes citadas por el quejoso tampoco permiten obviar el artículo 452 ibídem,
según el cual: "Los recursos deberán interponerse, bajo pena de inadmisibilidad, en las condiciones de tiempo y forma que se
determinan, con específica indicación de los puntos de la decisión que fueron impugnados", sanción procesal que reitera el artículo
458 de ese mismo texto legal, al referirse a la inadmisibilidad y rechazo de los recursos. La sentencia de la Sala Constitucional citada
por el recurrente lo que dice es que: "No obstante, la inconstitucionalidad encontrada por la Sala, del artículo 474 del Código de
Procedimientos Penales, tanto la alegada concretamente de su inciso 2°, como la del inciso 1° por la misma razón, no resulta
extensible, como lo pretende el recurrente, a los artículos 454, 458 y 472 del mismo Código. En efecto: no contraviene el derecho
fundamental al recurso contra la sentencia (condenatoria) a favor del imputado por delito, el hecho de que el derecho a recurrir en
materia penal, en general, se limite a los casos expresamente previstos, conforme al artículo 477, siempre que, como ahora se
resuelve no se restrinja respecto de la sentencia; tampoco contraviene ese derecho fundamental el que... se prevea su rechazo
cuando sea inadmisible o manifiestamente improcedente (artículo 458)... En cuanto a este último punto, la Sala considera que el
recurso de casación satisface los requerimientos de la Convención, en tanto no se regule, interprete o aplique con rigor formalista, sino
que permita con relativa sencillez, al tribunal de casación examinar la validez de la sentencia recurrida, en general, así como el
respeto debido a los derechos fundamentales del imputado, en especial los de defensa y al debido proceso" (el subrayado no es del
original). Como se puede ver, aunque el Tribunal Constitucional dispone que el criterio de la Sala de Casación debe ser muy amplío,
no menos cierto es que admite la constitucionalidad de las condiciones de interposición del recurso de casación expresamente
establecidas por la ley y por ello las mantuvo incólumes. Luego, ninguna de las resoluciones de esta Sala citadas por el recurrente dan
lugar a sus pretensiones. La primera de ellas dispone que: "La mayoría de la Sala estima que el examen de admisibilidad del recurso
de casación no puede ser hecho con un criterio excesivamente formalista, porque ello podría constituirse en una fórmula para denegar
justicia. Además, es indispensable en nuestro país armonizar el sistema de casación adoptado en el Código Procesal Penal con los
principios constitucionales costarricenses y la Convención Americana de Derechos Humanos, así como también dar cumplimiento a la
jurisprudencia de la Sala Constitucional, en cuanto estimó que "...el recurso de casación satisface los requerimientos de la
Convención, en tanto no se regule, ínterprete o aplique con rigor formalista, sino que permita con relativa sencillez, al Tribunal de
Casación examinar la validez de la sentencia recurrida, en general, así como el respeto debido a los derechos fundamentales del
imputado en especial los de defensa y al debido proceso" (Sala Constitucional, Sentencia N° 719 de 16:30 Hrs. del 26 de junio de
1990). Por lo anterior, aún cuando la doctrina extranjera acentúe el aspecto formalista del recurso de casación, en nuestro sistema
esa excesiva formalidad debe ceder ante otros fundamentales intereses jurídicos, como lo son el acceso a la justicia, es decir el que
casación conozca de cualquier reclamo que formule quien se sienta agraviado en sus derechos fundamentales, y por ser el sistema de
justicia penal de orden e interés público. Desde luego, lo anterior no significa desconocer todos los requisitos formales exigidos por la
ley, sino interpretar esas normas restrictivamente". (el subrayado no es del original). La otra sentencia citada no viene al caso, pues no
versa sobre la cuestión de admisibilidad de los motivos de impugnación, sino sobre la cuestión de las reglas de la sana crítica
racional. Resulta claro que la más restrictiva de las interpretaciones que se puedan hacer al artículo 477, párrafo segundo in fine
citado, no faculta a admitir al recurrente la adición de nuevos motivos de impugnación a los que fueron objeto de su propio recurso de
casación. Finalmente, la misma doctrina citada por la defensa avala esta solución. Dice Fernando de la Rúa que: "Pueden ampliarse
los fundamentos de los motivos, pero no los motivos mismos. Estos quedan definitivamente limitados con el vencimiento del término
para recurrir; las razones o argumentos que los sustentan, sí pueden ser completados, ampliados, y aún reemplazados por otros, si se
considera oportuno, siempre que no se altere el motivo por el cual se impugnó... una cosa es la ampliación de fundamentos y otra la
de motivos.

Por ello son inadmisibles los motivos introducidos por vía de ampliación de fundamentos...". Todas estas consideraciones permiten
aseverar que el "nuevo" reclamo aducido por el impugnante resulta inadmisble. A pesar de ello, no está de más señalar al impugnante
que esta Sala oficiosamente verificó el cumplimiento por parte del Tribunal de mérito de todas aquellas formas procesales que le
vienen impuestas por la ley, particularmente sus obligaciones de observar las reglas de la sana crítica racional y de fundamentar la
sentencia, sin que se observe omisión o yerro alguno, tal como se indicó en el Considerando I de esta resolución, pues en la sentencia
impugnada se consigna expresamente el material probatorio en el cual se asientan las conclusiones del a quo, describiendo o
reproduciendo el contenido o dato que arroja cada elemento de prueba, a la vez que se demuestra su correspondencia racional con
las afirmaciones o negaciones que se enuncian en el fallo, a través de una consideración razonada que permite verificar la logicidad
de las inferencias o determinaciones de hecho a las que el Tribunal de mérito llega. En cuanto al fondo del asunto, [...]." 1995. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N° 473-F de las 10,05 hrs. del 18 de agosto.
JURISPRUDENCIA

Cecilia Sánchez Romero


Directora del Digesto de Jurisprudencia

I.- RESOLUCIONES DE LA SALA CONSTITUCIONAL

1.- Impedimento de salida del país dictado por autoridad que había perdido competencia.

2.- No procede el recurso de amparo contra sentencias jurisdiccionales.

3.- El término de la prórroga extraordinaria es de naturaleza perentoria.

4.- Apertura del recurso de casación penal.

5.- El recurso de casación no debe interpretarse con rigor formalista.

6.- Detención improcedente por no estar firme la sentencia.

7.- El Hábeas Corpus no procede para atacar sentencia de casación por supuesta violación al debido proceso y al
derecho de defensa.

8.- Incidencia de 1a pena del nuevo delito para revocar ejecución condicional.

II.- RESOLUCIONES DE LA SALA TERCERA

A.- Derecho Penal

9.- Inconstitucionalidad de la tesis que califica al libramiento de cheque sin fondos como delito formal.

10.- Análisis sobre la ubicación y tipo de bien jurídico tutelado en el libramiento de cheque sin fondos.

11.- Datos esenciales que debe reunir un cheque.

12.- Importancia de la pena impuesta para efectos de revocatoria de la ejecución condicional.

13.- La participación criminal en la Ley de Sicotrópicos.

14.- Pronunciamiento sobre responsabilidad civil pese a absolución del acusado.

15.- Distinción entre cohecho y concusión

16.- Vencimiento de la capacidad de resistencia de víctima de abusos deshonestos.

17.- Análisis del concepto "monumento arqueológico" utilizado en la Ley de Patrimonio Nacional.

18.- Diferencia entre peculado y malversación.

19.- Legítima defensa y bien jurídico tutelado.


20.- Naturaleza de la responsabilidad civil del propietario de vehículo causante de accidente.

B.- Derecho Procesal Penal

21.- La inmunidad no constituye una cuestión prejudicial sino condición de procedibilidad.

22.- Teoría del funcionario de hecho aplicado a Juez que no ha prestado juramento.

23.- Autenticación de recurso de casación por abogado de centro carcelario.

24.- Alcance del concepto "interesados" dentro del proceso penal.

25.- Validez de la querella presentada por gerente de cooperativa.

26.- Consulta sobre constitucionalidad de la Ley de Imprenta

III.- DISCREPANCIA ENTRE AMBAS SALAS EN RELACION CON LA REVOCATORIA DE LA EJECUClON


CONDICIONAL.

1.- RESOLUCIONES DE LA SALA CONSTITUCIONAL

1) Impedimento de salida del país dictado por autoridad que había perdido competencia.

"II.- SOBRE EL FONDO: A.- La resolución impugnada en cuanto se refiere el "impedimento de salida" del país al...
contraviene disposiciones normativas expresas, pues, efectivamente, la competencia de la Alcaldía de Faltas y
Contravenciones de Goicoechea en funciones de Juzgado de Instrucción, estaba limitada a lo que el Tribunal Superior
Tercero Penal, Sección Segunda, le había indicado resolver expresamente, a tenor especialmente de lo que dispone el
artículo 348 del Código de Procedimientos Penales. En el juicio principal estamos en presencia de un Auto de Elevación a
juicio confirmado por el superior de aquel juzgado, de modo que la solicitud que planteó el representante de la actora civil
no podía ser atendida como se hizo, si la situación jurídica del imputado...pende ante el Tribunal Superior por estar
concluida la instrucción. B.- Ya esta Sala Constitucional ha fijado criterios sobre la forma en que deben aplicarse las
restricciones a la libertad de los imputados, pero en el presente recurso basta con el examen de la competencia respecto
de la autoridad que dispuso la restricción, por imponerlo así el artículo 24 inciso a) de la Ley de Jurisdicción
Constitucional, y como es manifiesto que el Juzgado de Instrucción de Goicoechea o la Alcaldía en funciones de tal había
perdido competencia en relación al defendido por el recurrente lo que incluso había sido admitido con anterioridad en
resoluciones de octubre y noviembre últimos (visibles a folios 1349 y 1374 del Tomo III), a la luz del mandato del artículo
37 constitucional la resolución en que consta la orden impugnada deviene en ilegítima. Por lo anterior, el recurso debe
declararse con lugar.-"

Sala Constitucional. N° 278 de las 16, 15 horas del 13 de marzo de 1990.

2) No procede el recurso de amparo contra resoluciones jurisdiccionales.

"UNICO: No son de recibido los alegatos del recurrente, al pretender por la vía de amparo, que la Sala revoque la
resolución que le rechazó el recurso de casación, así como la sentencia que lo condenó por el delito de Abusos
Deshonestos, pues este Tribunal tal y como lo ha establecido reiteradamente, no es una instancia más dentro del proceso
penal. Además que de conformidad con el artículo 30 inciso b) de la Ley de Jurisdicción Constitucional, no procede esta
acción contra las resoluciones y actuaciones jurisdiccionales del Poder Judicial."

Sala Constitucional. N° 517 de las 16,15 horas del 16 de marzo de 1990.

3) El término de la prórroga extraordinaria es de naturaleza perentoria.


"SEGUNDO: Ya sobre el fondo, parece necesario que la Sala precise que, en una causa por delito, evacuadas las pruebas
propuestas, que deben serlo dentro de los dos meses de instrucción que dispone el artículo 199 del Código de
Procedimientos Penales o dentro de sus prórrogas ordinarias, en su caso, que deben estar solicitadas antes o en el propio
vencimiento del plazo anterior, plazo total que -en ningún caso- podrá exceder de seis meses contados a partir de la
fecha en que se recibe la declaración indagatoria y cuya procedencia en todo caso deberá calificar, por resolución
fundamentada, el Superior que la concede, si hay duda fundada del juzgador en cuanto a la comisión del hecho, a su
tipicidad o a su imputabilidad al procesado, procede dictar, por resolución fundamentada, prórroga extraordinaria -
exclusivamente para allegar a la causa nuevas pruebas que modifiquen aquella duda-. Si dentro de este plazo no se
recibieran nuevas pruebas o la que se recibiere no fuera conducente para modificar la situación de duda que la motivó, el
juez que conoce de la causa sólo tendrá competencia para dictar el sobreseimiento obligatorio (artículos 8, 325 y 327 del
Código de Procedimientos Penales y 10 del Código Procesal Civil). En el caso subexamine evidentemente el juzgador
recurrido ha actuado con prescindencia de lo anterior, motivo por el cual la Sala encuentra que es procedente el reclamo
que se formula, pues si a las ocho horas del veintinueve de enero de mil novecientos ochenta y ocho se dictó auto de
prórroga extraordinaria de la instrucción (folio 285, Tomo II del expediente principal) sin que se recibiera que modificara la
situación de duda que la motivó, no podía, como lo hizo, dictar auto de procesamiento mediante resolución de las ocho
horas del diez de marzo de mil novecientos ochenta y nueve, revocando aquélla prórroga con violación de la normativa
preindicada, pues carecía de competencia para hacerlo, desde que se trata en la especie de un término perentorio y no
ordenatorio como se le ha pretendido calificar (art. 325 en relación con el 327 del Código de Procedimientos Penales).-"

Sala Constitucional. N° 605 de las 16,30 horas del 30 de marzo de 1990.

4) Apertura del recurso de casación penal

"1- Que si bien el artículo 73 inciso d) (le la Ley de la Jurisdicción Constitucional faculta a los interesados a plantear la
acción de inconstitucionalidad contra las disposiciones legales que se opongan a las de un tratado internacional,
considerando que al hacerlo violan la jerarquía normativa superior del segundo de conformidad con el artículo 7° de la
Constitución Política, ello no obsta a que, cuando las disposiciones del tratado resulten ejecutivas y ejecutables por si
mismas, sin necesidad de otras normas que las desarrollen en el derecho interno, las legales que las contradigan deban
tenerse simplemente por derogadas, en virtud precisamente del rango superior del tratado. De esta manera la antinomia
entre ley y tratado, a partir de la reforma de los artículos 10, 48, 105 y 128 de la Constitución (Ley #7128 de 18 de agosto
de 1989, vigente desde el 1° de setiembre) y sobre todo, de la Ley de la Jurisdicción Constitucional (#7135 de 11 de
octubre de 1989, vigente desde su publicación el 19), se resuelve, en primer lugar y en lo posible, con la derogación
automática de la primera en cuanto se oponga al segundo, sin perjuicio de que también pueda serlo mediante la
declaración de inconstitucionalidad de la ley.

II. Todo es cuestión de procedimiento y de oportunidad: si el problema se plantea en el hábeas corpus o en el amparo,
ahí puede la Sala declararlo y resolverlo sin necesidad de otorgar al recurrente la oportunidad prevista por los artículos 28
y 48 de la Ley para aducir las acciones de inconstitucionalidad. Pero puede y debe hacerlo, asimismo, por la vía del
control de constitucionalidad, cuando conozca de acciones de inconstitucionalidad o, en su caso, de las consultas
judiciales o legislativas de constitucionalidad previstas en la misma Ley.

III. En lo que se refiere al objeto concreto del presente recurso, considera la Sala que la norma invocada, artículo 82 inciso
h) de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica, aprobado por ley # 4534 de
23 de febrero y ratificado el 8 de abril de 1970), es absolutamente clara e incondicionada, en cuanto reconoce como
derecho fundamental de todo ser humano, imputado en una causa penal por delito, el de recurrir del fallo (entiéndase
condenatorio) para ante un superior.

IV. Ese derecho es, como se dijo, incondicionado, en cuanto que la Convención no lo subordina a su desarrollo por la
legislación interna ni a ninguna otra condición suspensiva o complementaria pero también resulta incondicionado respecto
del ordenamiento interno cuando éste provea la organización institucional y procesal (órgano y procedimientos) necesarios
para el ejercicio de ese derecho (le recurrir, o, dicho de otra manera, cuando ese ordenamiento no carezca de los medios
institucionales y procesales necesarios para que el derecho se ejerza, si no los tuviera obviamente el recurso no podría
ejercerse sin ellos, en cuyo caso la obligación internacional del Estado de respetar y garantizar el derecho, que resulte del
artículo 1.1 de la Convención se traduciría en la de crearlos conforme el artículo

2°.
V. En el caso concreto considera la Sala que se está ante un supuesto de aplicación inmediata del tratado porque existen
en Costa Rica tanto el órgano como el procedimiento para recurrir de los fallos en cuestión ya que el artículo 474 incisos l
° y 2° del Código de Procedimientos Penales admite, en general, el recurso (le casación a favor del imputado contra la
sentencia condenatoria, sólo que restringiéndolo a los casos de condena por dos o más años de prisión u otros, en juicio
común; o por más de seis meses de prisión u otros, en los de citación directa en consecuencia negándolo contra las
sentencias de condena inferior. De tal manera, pues, que, para dar cumplimiento a la exigencia citada del artículo 8.2
inciso h) de la Convención Americana, basta con tener por no puestas las indicadas limitaciones, y con entender que el
recurso de casación a que ahí se alude está legalmente otorgado a favor del reo condenado a cualquier pena en
sentencia dictada en una causa penal por delito.

VI. En vista de que está vigente la orden de encarcelamiento de las personas a cuyo favor se interpone el recurso y
algunas de ellas se encuentra ya en prisión, en cumplimiento de la pena que les fuera impuesta en sentencia, sin que ésta
esté constitucionalmente firme en virtud de que no se les ha reconocido el derecho de recurrir contra ella en casación, es
procedente declarar con lugar el hábeas corpus, y ordenar su libertad hasta tanto no se haya resuelto la causa por
sentencia firme, una vez concedida a los imputados la plena oportunidad legal de recurrir del fallo en casación con las
modalidades y requisitos propios del recurso -salvo, en el presente caso y por razones obvias, lo dispuesto en el inciso 2)
in fine del artículo 471 del Código de Procedimientos Penales. Lo cual podrán hacer a partir de la notificación personal de
esta sentencia."

Sala Constitucional. N~ 282 de las 17,00 horas del 13 de marzo de 1990.

5) El recurso de casación no debe interpretarse con rigor formalista

"1. Esta Sala al resolver un recurso de hábeas corpus, expediente # 210-90 por sentencia # 282-90 de las 17,00 horas
del 13 de marzo de 1990, declaró:

"Que la norma invocada artículo 8.2 inciso h) de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José
de Costa Rica, aprobado por Ley # 4534 de 23 de febrero y ratificado el 8 de abril de 1970), es absolutamente clara e
incondicionada, en cuanto reconoce como derecho fundamental de todo ser humano, imputado en una causa penal por
delito, el de recurrir del fallo (entiéndase condenatorio) para ante un superior." "Que, concretamente, el artículo 474 inciso
1° y 2° del Código de Procedimientos Penales al restringir el recurso de casación contra el fallo penal condenatorio a los
casos de condena por dos o más años de prisión y otros, en juicio común, o por más de 6 meses de prisión u otros, en el
de citación directa, viola la norma invocada del artículo 8.2 inciso h) de la Convención Americana de los Derechos
Humanos, por lo que deben tenerse por derogadas esas restricciones, y por otorgado el recurso contra toda sentencia
penal por delito sin ninguna excepción" (Considerandos III,IV y V).

II. Si bien en el mismo fallo # 282-90 citado se declaró la derogatoria pura y simple de dichas limitaciones, con lo cual
debe admitirse a partir del mismo el recurso de casación contra toda sentencia penal por delito, sin necesidad de
pronunciamiento específico en la acción de inconstitucionalidad, sobre todo porque, además, la jurisprudencia y
precedentes de esta Sala son vinculantes erga omnes (artículo 13 de la Ley de la Jurisdicción Constitucional), no
obstante, como ahí se dijo también, (considerandos I y II) nada obsta a que la inconstitucionalidad de las normas así
derogadas se declare también cuando se haya planteado en esta vía, de conformidad con lo dispuesto expresamente por
el artículo 73 inciso d) de la misma Ley.

III.- No obstante, la inconstitucionalidad, encontrada por la Sala, del artículo 474 del Código de Procedimientos Penales,
tanto la alegada concretamente de su inciso 2°, como la del inciso 1° por la misma razón, no resulta extensible, como lo
pretende el recurrente, a los artículos 447,454,458 y 472 del mismo Código. En efecto: no contraviene el derecho
fundamental al recurso contra la sentencia (condenatoria) a favor del imputado por delito, el hecho de que el derecho a
recurrir en materia penal, en general, se limite a los casos expresamente previstos, conforme al artículo 447, siempre que,
como ahora se resuelve no se restrinja respecto de la sentencia; tampoco contraviene ese derecho fundamental el que se
restrinja o condicione respecto de otros actos procesales diversos de la sentencia (artículo 454); o el que se prevea su
rechazo cuando sea inadmisible o manifiestamente improcedente (artículo 458); o, finalmente el que se limite el recurso de
casación a las sentencias definitivas o a los autos con carácter de tales (artículo 472). Lo único que, obviamente, impone
la Convención Americana es la posibilidad de recurso ante un Tribunal Superior contra la sentencia penal por delito, de
manera que al declararse inconstitucionales las limitaciones impuestas por el artículo 474 incisos 1° y 2° del Código de
Procedimientos Penales, los requerimientos del artículo 8.2 inciso h) de la Convención estarían satisfechos, con la sola
salvedad de que el de casación no fuera el recurso ante juez o tribunal superior, en los términos de dicha norma
internacional.

IV.- En cuanto a este último punto, la Sala considera que el recurso de casación satisface los requerimientos de la
Convención, en tanto no se regule, interprete o aplique con rigor formalista, sino que permita con relativa sencillez, al
tribunal de casación examinar la validez de la sentencia recurrida, en general, así como el respeto debido a los derechos
fundamentales del imputado en especial los de defensa y al debido proceso."

Sala Constitucional. N~ 719 de las 16,30 horas del 26 de junio de 1990.

6) Detención improcedente por no estar firme la sentencia

"Como lo resolvió esta Sala, en acción de inconstitucionalidad -promovida por el Licenciado ... contra el artículo 474 inciso
segundo del Código de Procedimientos Penales y otros del mismo texto, por considerarlos violatorios del artículo 8.2 inciso
h) de la Convención Americana de los Derechos Humanos y el artículo 7 de la Constitución Política que se tramitó bajo el
expediente número 10-90, las sentencias dictadas por los jueces penales que impongan penas aún por menos de dos
años de prisión, en juicio común, o de seis meses o menos, en el de citación directa, tienen recurso de casación para
ante la Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia. De acuerdo con lo anterior, por encontrarse en libertad la
recurrente, no procedía dictar su detención sino hasta que la sentencia estuviera firme, tomando en cuenta su no
peligrosidad, el tipo de delito por el que se le condena y la duración de la pena. Al no haber actuado así el recurso
deviene procedente por lesión de su derecho fundamental a la libertad personal.-"

Sala Constitucional. N~ 817 de las 15,30 horas del 17 de julio de 1990.

7) El Hábeas Corpus no procede para atacar sentencia de casación por supuesta violación al debido proceso y al
derecho de defensa.

"UNICO.- En la propia ley número 7128 de la Jurisdicción Constitucional se agregó un inciso 6°, al artículo 490 del Código
de Procedimientos Penales, permitiendo el recurso de revisión cuando la pena impuesta en sentencia firme, lo hubiera
sido con quebranto de las normas que regulan el debido proceso o sin conceder al condenado oportunidad de defensa, la
alegación planteada por el recurrente resulta entonces ser propia de un recurso de esa índole y no del de hábeas corpus."

Sala Constitucional. N~ 847 de las 15,30 horas del 20 de julio de 1990.

8) La revocatoria de la ejecución condicional está referida al límite de la pena con que se sanciona el ilícito.

"La interpretación que el artículo 63, inciso 2) del Código Penal hace el recurrido -motivo del relamo del presente recurso-
está correcta, toda vez que dicha disposición se refiere, no a la fijación de la pena que debe imponerse en un caso
concreto al condenado, sino a los límites de la pena de prisión que señala el Código indicado para determinado delito.
Límite que, en su extremo mayor, no puede exceder -en ningún caso- de seis meses para el nuevo delito doloso que,
eventualmente, pudiera ser cometido por el ya condenado dentro del término por el cual le hubiere sido concedido el
beneficio de condena de ejecución condicional. Correctamente revocado el beneficio de que gozaba el recurrente -por
haber cometido un nuevo delito doloso, sancionado con pena de prisión mayor de seis meses, dentro del término
acordado- la prisión inherente deviene legítima, no lesiona derechos fundamentales y el recurso es improcedente".

Sala Constitucional. N~ 722 de las 8,40 horas del 28 de junio de 1990.

II.- RESOLUCIONES DE LA SALA TERCERA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA


A.- Derecho Penal

9) Inconstitucionalidad de la tesis que califica al libramiento de cheque como delito formal.-

"I.- Acogiendo como válida una vieja clasificación de los delitos (por cierto hoy superada por la doctrina moderna), algunos
sectores de nuestra jurisprudencia han indicado que el delito de libramiento de cheques sin fondo es un "delito formal",
queriendo decir con ello que basta la realización de la conducta para que el delito se estime tipificado culpablemente. Por
esta razón sostienen que es suficiente que un sujeto gire un cheque sin tener provisión de fondos, para que sin mayor
indagación se configure el ilícito previsto en artículo 243 del Código Penal, aunque lo haya girado en garantía de pago de
una obligación pecuniaria. Esta tesis es inconstitucional y así lo declaró la Corte Suprema de Justicia desde 1954 (cuando
el pleno conocía del Recurso de Inconstitucionalidad). En efecto, para esa época el artículo 40 de la entonces "Ley sobre
Cuenta Corriente Bancaria y Cheque" (luego derogada por el Código de Comercio en 1964) disponía que
independientemente de la intención, por tratarse de un delito formal, incurrirá en defraudación el que girare un cheque que
en los casos y condiciones en el inciso... del artículo... del Código Penal".-

La Corte Suprema de Justicia en Sesión del 18 de noviembre de 1954, con gran sentido de responsabilidad declaró que
esa norma era contraria al artículo 39 de la Constitución Política, entre otras razones porque "...al tener como realizado el
delito por el simple hecho de emitir y firmar el cheque, le da éste el carácter de plena prueba contra el girador, el cual
fuera de casos muy limitados, no tendría medios de justificar su falta de voluntad de cometer el delito...", para concluir en
que esa norma,"... está restándole al delito no sólo uno de sus elementos esenciales que es la culpabilidad sino que
también pasa por alto uno de los presupuestos necesarios para imponer una condenatoria, de acuerdo con lo que dispone
el artículo 39 Constitucional, o sea la necesaria demostración de la culpabilidad del indiciado..." (Resolución citada en la
Constitución Política de la República de Costa Rica, anotada y concordada por el Departamento de Servicios Técnicos de
la Asamblea Legislativa, Editorial Juricentro, San José, 1984, PP. 196 y 197). De lo anterior podemos extraer, entre otras,
tres conclusiones básicas: Primero, que la interpretación jurisprudencial que sostiene que el delito de libramiento de
cheques sin fondos es de carácter formal, es contraria a nuestra Constitución Política; Segundo, que por jurisprudencia no
podría ponerse en vigencia lo que no pudo hacerse por medio de una ley de la Asamblea Legislativa, si ésta se declaró
inconstitucional; y Tercero, debemos concluir en cuanto al fondo, que no puede aplicarse automáticamente la sanción
penal a quien gire un cheque sin tener recursos, puesto que resulta indispensable demostrar además de otros factores,
entre ellos la efectiva lesión al bien jurídico tutelado con el ilícito de libramiento de cheques sin fondos, conforme lo señala
un sistema constitucional que exige previa demostración de culpabilidad, para lo cual deben examinarse las circunstancias
de cada caso. -

II.- Descartado el automatismo de la responsabilidad penal en esta clase de ilícitos debemos observar como, partiendo del
principio de que toda persona pueda disponer en forma libre de su propiedad y que existe legitimación para adquirir
derechos y contraer obligaciones, algunos sujetos recurren al documento denominado cheque para garantizar el
cumplimiento de una obligación pecuniaria, utilizándolo como un instrumento de crédito en lugar de orden incondicional de
pago. Esa conducta realizada por dos sujetos de derecho privado, con pleno conocimiento de que la cuenta corriente no
tiene fondos suficientes para cubrir el importe del cheque al momento del giro, y con plena voluntad de utilizar el cheque
como documento de crédito, en nuestro criterio no es delictiva (ni para el que gira en descubierto, ni para el que recepta a
sabiendas) porque no afecta ni sorprende a ninguno de ellos, ni a terceros, y se despliega con fundamento en varias
disposiciones legales que garantizan la libertad de negociación respecto de bienes patrimoniales, como por ejemplo los
artículos 20, 28, 41, 43 y 45 de la Constitución Política; 264, 266, 287, 290, 295, 480 s.s., 627 s.s., 764 s.s., 1008 s.s.,
1367 s.s. y 1034 s.s. del Código Civil; y 411 s.s., 438 s.s. y 667 s.s. del Código de Comercio. De todas esas normas debe
resaltarse el contenido del artículo 28 constitucional, que permite excluir la responsabilidad penal, en este caso, en virtud
de disponer que "las acciones privadas que... no perjudiquen a tercero están fuera de la acción de la ley...". III.-
Finalmente, además de las razones antes expuestas, la conducta analizada no constituye delito por no lesionar ni poner
en peligro el bien jurídico tutelado. El delito de libramiento de cheque sin fondos es un ilícito pluriofensivo, por afectar en
primer término "la confianza pública" y en segundo lugar el "patrimonio" de un determinado sujeto. La primera de esas
tutelas parte del supuesto de que el cheque va a circular entre los ciudadanos como una orden incondicional de pago, por
ser esa la característica principal que la ley le atribuye, prácticamente como sustitutivos de dinero, y que podría afectarse
(peligro) a terceros de buena fe que creyendo que el documento sí reúne las condiciones de instrumento de pago, lo
aceptan como tal, sintiéndose posteriormente defraudados. Ello afecta a la colectividad, poniéndose en peligro "la
confianza pública" en la medida en que existe interés general en que los cheques sean aceptados con todas las
características que la ley les atribuye, a efecto de no entorpecer las relaciones patrimoniales de los ciudadanos y del
Estado. Sin embargo cuando se usa el documento para garantizar una obligación, con pleno conocimiento y voluntad, tal
conducta escapa a la sanción penal por no ser idóneas para poner en peligro o afectar el bien jurídico. Es cierto que el
delito de libramiento de cheques sin fondos es un delito de peligro abstracto, sin embargo ello no exime del deber de
analizarse en cada caso la conducta acusada para determinar si es peligrosa para el bien jurídico tutelado. En esa
perspectiva lo primero que debe existir es el peligro, y éste debe ser real, efectivo, cierto. Pero en un caso como el
presente, en que se le informa al tomador que el cheque no tiene fondos para ser cubierto, y se entrega el documento
como garantía de pago, el peligro para la "confianza pública" no existe, al menos en el comportamiento del girador, y
tampoco lo existirá en el del tomador siempre que no ponga a circular el documento, o que lo haga informándole al nuevo
tomador las circunstancias en que se giró el documento, porque no dañan a ningún tercero, conforme al artículo 28 de la
Constitución. (Sobre los delitos de peligro véanse Patalano, Vincenzo. Significato e Limiti della Dommatica del Reato di
pericolo, Jovene, Napoli, 1975, p.p. 173 s.s. y Eserivá Gregon, José María. La puesta en peligro de bienes jurídicos en
Derecho Penal. Boch, Barcelona, 1976, PP. 63 s.s.). La acción culpable en este tipo penal consiste en girar un cheque
con conocimiento y voluntad de que se hace sin tener provisión de fondos, poniéndolo a circular como si se tratara de un
documento de pago, y ocultando que no tiene ni tendrá fondos suficientes para ser cubierto. En igual sentido, el tomador
del cheque sin fondos incurre en la responsabilidad prevista en el artículo 243 bis del Código Penal sólo cuando pone el
documento a circular indebidamente, pues de lo contrario no existe tercero afectado con su proceder, salvo que hubiere
incurrido en otro tipo de responsabilidad penal al exigir coactivamente un cheque para garantizarse una obligación
pecuniaria. Por otra parte, tampoco existe peligro para el otro bien jurídico. El patrimonio, en virtud de que el tomador del
cheque recibe el documento para garantizar una obligación pecuniaria, a sabiendas de que no tiene fondos para ser
cubierto, y acepta esa "garantía" sin ser sorprendido, por la falta de pago inmediato. Ello no afecta el patrimonio al
momento de girarse el documento, aunque posteriormente el girador cancele la "deuda", pues esto último constituye otro
hecho que escapa a la descripción del tipo penal, y además porque la prisión no puede fundarse en una deuda. En
síntesis, salvo que recurramos a la tesis de la "formalidad" del delito, con violación de principios constitucionales, en los
supuestos de hecho que se analizan no existe ningún peligro para la confianza pública ni para el patrimonio. Es probable
que al reducir la sanción penal sólo a esos supuestos, en virtud de los principios constitucionales citados el cheque deje
de ser utilizado como instrumento de crédito, ya que perdería el "atractivo penal", al no poderse "cobrar" por medio del
sistema penal con la imposición de una pena y con los efectos civiles consiguientes. Desde luego, tratándose de razones
que eximen de responsabilidad, cada interesado debe acreditar en el caso concreto que giró o entregó el cheque
informado que no tenía fondos suficientes, para lo cual no basta con alegarlo. En síntesis, cuando se operan esos
supuestos la solución acertada debe ser la de excluir la responsabilidad penal. Por todas esas razones la mayoría de la
Sala estima que debe rechazarse el recurso de casación por el fondo interpuesto por la Agente Primero Fiscal de San
José, contra la sentencia absolutoria en favor del imputado, con el voto salvado de los magistrados Guzmán y Gamboa."

Sala Tercera. N~ 15 de las 9,55 horas del 12 de enero de 1990.

10) Análisis sobre la ubicación y tipo de bien jurídico tutelado en el libramiento de cheque sin fondos.

"En la parte del recurso que fue admitida, el señor defensor alega violación al artículo 77 del Código Penal, porque en su
criterio concurrieron las circunstancias del delito continuado, por lo que de conformidad con esa norma debió condenarse
al imputado a una pena igual a la del hecho más grave aumentada en otro tanto. El tribunal tuvo por cierto que "... el
imputado giró doce cheques de la cuenta personal del Banco Nacional de Costa Rica, a favor de..., con diferentes fechas,
todos del año 1987, y por diferentes sumas de dinero...", con lo que la mayoría de esta Sala estima que se evidencia una
continuidad en su proceder. En efecto, según se infiere del resto de la sentencia, el imputado laboraba en una Agencia de
Viajes, y en su relación con otra Agencia le giró esos cheques para adquirir tiquetes de avión. Evidentemente ello refleja
una misma finalidad en su proceder, por lo que en la especie concurren los presupuestos que el artículo 77 señala en una
de las categorías o clases de delitos continuados, a saber: a) se trata de delitos en concurso, por que el Tribunal señaló
que concurrían los doce delitos en concurso material; b) todos los delitos son de la misma especie, incluso en este caso
del mismo tipo penal; e) todos afectan bienes jurídicos patrimoniales, pues los delitos de libramiento de cheque sin fondos
son pluriofensivos, afectan la confianza pública, pero también el patrimonio de terceras personas; y, ch) el agente
persiguió con su conducta una misma finalidad, según se expuso antes. Cabe observar, en relación con el tercer requisito
del delito continuado, que la doctrina ha discutido mucho sobre la ubicación y sobre el tipo de bien jurídico lesionado con
el delito de libramiento de cheques sin fondos, razón por la que unos lo ubican como delito contra la fe o la confianza
pública, otros lo catalogan como un delito contra el patrimonio, e incluso algunos estiman que debe ubicarse entre los
delitos contra la libertad. Sin embargo, la doctrina es prácticamente unánime al considerarse ilícito como pluriofensivo,
independientemente del lugar donde lo ubique el legislador. En efecto, "...se trata de tipos pluriofensivos, que giran en
torno a la protección del patrimonio individual, del comercio y la fe pública, y que la escogencia de uno de los bienes,
expresada en la ubicación formal dentro de los diferentes capítulos del Código, refleja las preferencias del legislador al
determinar la prevalencia de los bienes del juego" (Así TOCORA, Luis Fernando. Protección penal del Cheque, Temis,
Bogotá, 1984, p. 21. En igual sentido, entre muchos otros, véanse TERRAGNI, Marco Antonio, El Cheque, Hammurabi,
Buenos Aires, 1985, PP. 14 Ss.; BORINSKY, Carlos. El Derecho Penal del Cheque, Astrea, Buenos Aires, 2ª reimpresión,
1982, PP. 39 s.s; TERAN LOMAS, Roberto. El Cheque ante el Derecho Penal, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, Argentina, 2a
edición actualizada, 1986, pp. 43 Ss.; y GOMEZ LEO, Osvaldo. Instituciones de Derecho Cambiario. El Cheque. Depalma,
Buenos Aires, 1985, tomo III, p. 423 ss.). Esta uniformidad de la doctrina, al considerar que el delito de libramiento de
cheques sin fondos también lesiona el patrimonio, independientemente de su ubicación entre el respectivo Código Penal,
nos permite concluir que los requisitos a que se refiere el artículo 77 citado concurren en la especie, en especial que ese
ilícito afecta bienes jurídicos patrimoniales. En el caso costarricense se ratifica aún más, porque si el girador cubre el
importe del cheque en el plazo prevenido, no se aplica la pena en virtud de la excusa legal absolutoria, con lo que la
imposición de la pena queda condicionada a una lesión patrimonial."

Hay dos votos salvados. Sala Tercera, N~ 118 de las 9,55 horas del 4 de mayo de 1990.

11) Datos esenciales que debe reunir un cheque.

"La sentencia en el considerando de fondo entra a analizar las fórmulas de los cheque que giró..., de lo cual concluye que
las mismas no cumplen en su totalidad con los requisitos exigidos por el artículo 803 del Código de Comercio. Dice que
en ellas no se indica el lugar de expedición del cheque y como el artículo 804 del mismo Código dispone que el título que
no llene los requisitos consignados en el artículo anterior, sea el 803, no se considerará como cheque, los títulos
examinados no son cheques por faltar en ellos le indicación del lugar en donde fueron expedidos, por lo que en el caso no
se cometió el delito de libramiento de cheques sin fondos. Al anterior razonamiento, que en criterio de la Sala es
equivocado, pues parte de una concepción formalista del delito de libramiento de cheques sin fondos que en la actualidad
no aceptan quienes integran esta Sala, debe decírsele que el artículo 670 del Código de Comercio establece que si en un
título como los examinados no se menciona el lugar en donde se giró o expidió, ni el lugar de su pago, o alguno de estos
dos requisitos, se considerará que ha sido emitido y que debe ser pagado en el domicilio del librador. Además de que, por
otra parte, del mismo artículo 803 párrafo final se desprende que los datos esenciales del cheque son los que resulten
necesarios para identificar al tomador y al girador del documento, como para la seguridad del título, para evitar
falsificaciones o alteraciones, entre otros, de manera que la prevención contenida en el artículo 804 debe entenderse
limitada a los datos o aspectos esenciales del cheque y no el referente de su expedición. De suerte que indicar en dónde
se emitió el título no tiene más efecto que definir cuando debe presentarse el cheque para su pago, conforme así lo
dispone en este sentido el artículo 830 del aludido Código de Comercio".

Sala Tercera, N° 142 de las 9,35 horas del 25 de mayo de 1990.

12) Importancia de la pena impuesta para efectos de revocatoria de la ejecución condicional.

"II. El asunto se centra en determinar si por la pena que le fue impuesta a... de seis meses de prisión por un delito doloso
cometido durante el período de prueba, se le debe o no revocar la condena de ejecución condicional acordada a su favor
en la causa seguida en su contra por el delito de Tenencia y Fabricación de Ganzúas y otros Instrumentos, en que se le
condenó a tres meses de prisión. Es criterio de la Sala que al decir el artículo 63 inciso segundo del Código Penal, que
ese beneficio se pierde si se "comete nuevo delito doloso sancionado con prisión mayor de seis meses de prisión", se
está refiriendo a la pena impuesta y no a la posible sanción o pena en que pueda incurrir quien comete un delito por
segunda vez; pues sancionar es sinónimo de penar y castigar, en un sentido amplio de la palabra. Sobre el concepto de
"sancionado" Cabanellas apunta que "esta última y necesaria acepción, técnica y popular siempre, ha sido resistida
largamente por académicos y antiguos expositores, pero ha sido ya "sancionada oficialmente". (Cabanellas, Guillermo.
Diccionario de Derecho Usual, Tomo III). Por su parte, el Diccionario de la Lengua Española dice que una de las
acepciones de sancionar es la de "aplicar una sanción o castigo". De ahí que, interpretando la situación creada en
beneficio del imputado, debe aceptarse la tesis en el sentido de que el artículo 63 alude a la pena de prisión que para el
caso concreto imponga el Tribunal en sentencia y no la pena establecida para el tipo penal por el cual se condena de
nuevo a quien goza de una suspensión de pena, ya que esto último es un hecho objetivo que califica la revocatoria o no
de ese beneficio…"

Sala Tercera. N° 143 de las 9,40 horas del 25 de marzo de 1990.


13) La participación criminal en la Ley de Sicotrópicos

"...debe tenerse cuidado con la interpretación de los verbos contenidos en el artículo 16 de la Ley sobre Sustancias
Psicotrópicas, los que a su vez vienen a definir las conductas ilícitas que el legislador estableció para su correspondiente
sanción (verbos "definitorios"). Asimismo cabe advertir que, además de todos los verbos contenidos en dicha norma, al
final del primer párrafo de la misma se agregó una frase de carácter residual que de modo amplio abre el tipo y penaliza
de igual forma al que "...de alguna manera o por cualquier medio, facilite el tráfico de drogas que causen dependencia", lo
que implica la inclusión de cualquier modalidad de participación criminal (la complicidad entre ellas) a nivel de autoría. Es
decir que el legislador no dejó la posibilidad en este artículo (16 ibid) de calificar las conductas ahí contempladas de un
modo diferente a la calidad de autores para los imputados que se encuentran dentro de él (distribuir, suministrar, elaborar,
preparar, cultivar, transformar, etc....). Lo anterior significa que las reglas que definen la participación en nuestro Código
Penal (complicidad e instigación, arts. 46 y 47) no operan en la presente materia, que se regula por la ley especial N°
7093 sobre Sustancias Psicotrópicas, Drogas de Uso no Autorizado y Actividades Conexas (con vigencia a partir de mayo
de 1988). Desde luego que la particular forma de legislar observada en la mencionada ley -sin entrar a calificar sus
dificultades y falta de tecnicismo- responde a otros conceptos que en alguna medida se apartan de los principios del
Código sustantivo. Con base en lo expuesto debe señalarse que, como bien lo argumenta el representante del Ministerio
Público, no podían los juzgados de mérito concluir sin quebrantar el referido) artículo 16, que las operaciones o labores
desplegadas en atención a lo que ellos denominan etapas del proceso para el tráfico de drogas (...que da "inicio con la
siembra de la marihuana y terminaba con la distribución de ella en el mercado..." (f. 345 fte) pueden dividirse para
sancionar algunas conductas como modos de cooperación que suponen complicidad y no autoría. Resulta indudable que
el financiamiento para el cultivo, la preparación, fabricación o elaboración, transformación o producción, así como el
posterior suministro o distribución -entre otras actividades- aunque forman parte de todo ese proceso de trasiego de
drogas, el legislador las sancionó por separado (a cada una de ellas) como conductas independientes que por sí solas
están sancionadas con la misma pena de prisión (de ocho a veinte años), al igual que se señala para el que "...de alguna
manera o por cualquier medio facilite el tráfico de drogas que causen dependencia" (art. 16 ibid). De ese modo quedaron
cerrados los caminos para interpretar que en algún caso la colaboración que brinden los imputados en una etapa del
proceso de tráfico de estupefacientes pueda ser considerada como complicidad (como equívocamente lo afirma el a quo
al decir que (dos de los imputados) únicamente procesaban las hojas de marihuana, limitándose a prestar su cooperación
para la comisión del hecho punible). Así pues, todos los que realicen la conducta que describen los verbos definitorios
(distribuir, suministrar, fabricar, elaborar, preparar. transformar, extraer, cultivar, transportar, etc.) son autores del hecho
ilícito referido, como también lo son quienes lo facilitan" .. de alguna manera o por cualquier medio...".

Sala Tercera N° 167,de las 10,l0 horas del 15 de junio de 1990.

14) Pronunciamiento sobre responsabilidad civil pese a absolución del acusado

"-El recurrente alega la violación de los artículos 106 y 395 inciso 2°, en relación con el 400 inciso 4°, todos del Código
Procesal Penal. Como los motivos primero y segundo están debidamente complementados (toda vez que la
fundamentación contradictoria conduce invariablemente a la falta de fundamentación) uno y otro aspecto serán
examinados como un solo contenido. El sustento esencial del reclamo consiste en que el juzgador de mérito, pese a haber
decretado la absolutoria de... con apoyo en el "in dubio pro reo", declaró con lugar la acción civil resarcitoria incoada por la
representante de las ofendidas. El impugnante apunta que se tuvo por acreditado que... conducía el vehículo causante del
accidente en "condiciones climatológicas adversas" (f. 90), además de tenerse expresamente como hechos no probados"
1) que el aquí encartado haya ido conduciendo a excesiva velocidad; 2) que el vehículo rural del Servicio Municipal (en
cuya parte trasera chocó el primero), haya tenido los intermitentes direccionales, indicando que iba a doblar hacia su
izquierda y que haya estado en la posición correcta para ello..." (la explicación entre paréntesis no es del texto) (ver f.
91).- Lo anterior determina, según el criterio del impugnante, que hay una grave contradicción lógica y jurídica en la
fundamentación de la sentencia, pues es absurdo afirmar que aunque el imputado no haya observado una conducta
imprudente, se fije su responsabilidad civil con base únicamente en que los daños sufridos por las lesionadas que viajaban
en el vehículo de aquél son jurídicamente resarcibles. En efecto, el reproche está justificado. Aunque nuestro
ordenamiento procesal faculta a los tribunales de juicio a pronunciarse sobre la responsabilidad civil pese a la absolución
del acusado (ver artículo 11 en relación con el 398, ambos del Código de Procedimientos Penales), ello debe hacerse en
las situaciones donde quede claro que tal indemnización es posible (ver al respecto Código Procesal Penal de la Provincia
de Córdoba; Ed. Lernes, 2da. Edición. Argentina, 1986 p.32). De ahí, pues, que era necesario que el a-quo hubiese
establecido con exactitud, si el razonamiento que lo llevó a acoger la acción civil resarcitoria deriva de alguna
consideración o circunstancia que la misma ley permite, porque en la forma en que lo hace (teniendo inclusive por una
parte hechos probados que no establecen la responsabilidad culposa del citado ..., y por otra parte hechos no
demostrados que igualmente descartan la falta al deber de cuidado de aquél) ciertamente se presenta una contradicción
incomprensible e irreconciliable en la sustentación del fallo en lo que a este aspecto concierne."

Sala Tercera. N° 192 de las 9,45 horas del 13 de julio de 1990

15) Distinción entre cohecho y concusión.

Efectivamente al a-quo tuvo por acreditado que el imputado, quien tenía como recargo la Jefatura Regional de Migración
de Ciudad Neilly, le cobró ..... la suma de cinco mil colones por legalizar su situación en el país, para lo cual le entregó el
carné correspondiente (ver hechos 2 y 3 a folios 106 vuelto y 107 frente), y la calificación jurídica que corresponde a tales
hechos lo es el delito de Concusión del artículo 346 del Código Penal. La doctrina en forma mayoritaria distingue este
delito (reconocido como una modalidad de exacción) del Cohecho, precisamente en que se da este último cuando el
ofrecimiento proviene del interesado, mientras que en la Concusión el funcionario pide o exige (ver entre otras, obra de
Soler, Sebastián; Derecho Penal Argentino, Tomo V; Tipográfica Editora Argentina, Buenos Aires, 1976; p. 196; obra de
Breglia Arias y Gauna; Código Penal Anotado; edit. Astrea, Buenos Aires, 1987, p. 921; asimismo Rodríguez Devesa, J.;
Derecho Penal Español, parte Especial, cd. Dykinson, Madrid, 1989, p. 1202, con ligeras modificaciones que no afectan el
fondo del cuestionamiento). Con base en lo expuesto debe concluirse que el razonamiento del tribunal está correcto por lo
que el reclamo debe denegarse.-"

Sala Tercera. N° 196 de las 10,05 horas del 13 de julio de 1990.

16) Vencimiento de la capacidad de resistencia de víctima de abusos deshonestos.

"I.-El defensor del imputado alega por el fondo que se violaron los artículos 1, 2, 156 inciso 2° y 161 del Código Penal,
porque el tribunal realizó una interpretación extensiva del tipo y aplicó la figura delictiva por analogía, en virtud de que en
este asunto la víctima tenía capacidad para resistir, y era mayor de doce años, en cuyo caso no existe el delito de abusos
deshonestos. El Tribunal tuvo por cierto que la ofendida se presentó a una farmacia que era atendida por el sentenciado, a
comprar unas pastillas para el dolor. Que el sentenciado le solicitó a la ofendida que se sometiera a un breve examen
para recetarle otras pastillas, la pasó a un cuarto o pequeña bodega,"... y allí le pidió a la menor se bajara un poco su
enagua y una vez que ésta lo hizo le palpó el bajo vientre, pero sin alcanzar a tocarle sus partes íntimas. Acto seguido, el
imputado le alzó la blusa a la menor y le subió un tanto el brasier, advirtiendo a la menor que podía tener los bustos
inflamados y que necesitaba examinarla, procediendo a palparle los senos y en determinado momento y en forma
sorpresiva introdujo uno de los senos en su boca, expresando la menor "pero qué está haciendo" retirándose
inmediatamente del establecimiento, mientras el imputado le pedía disculpas diciéndole que se había alterado..." (hecho
marcado "a" en la sentencia, f. 78). En virtud de que la menor es mayor de doce años, pues a la fecha de los hechos
tenía catorce años de edad, el recurren te estima que se aplicó en forma extensiva el delito de abusos deshonestos,
porque de acuerdo con los artículos 156 y 161 del Código Penal, se requería del uso de violencia corporal o intimidación,
que en el caso de autos no se dio, o bien que la ofendida se hallare privada de razón o estuviere incapacitada para
resistir. Afirma la defensa que en este caso la menor tenía plena capacidad para resistir el acto, razón por lo cual no
concurren los presupuestos del ilícito por ello solicita que se absuelva al imputado.-

II.-El reproche del señor defensor no lo comparte la Sala. Como bien lo señaló el Tribunal, el imputado colocó a la menor
en una situación en la que no podía resistir el abuso sexual del cual fue objeto, porque se prevalió de su condición de
farmacéutico para practicarle un examen físico a la ofendida, quien por ello dejó que le levantaran su ropa y le
descubrieran sus senos, lo que aprovechó el imputado para llevarse uno de ellos a su boca. En las circunstancias en que
el imputado actuó evidentemente la víctima se encontraba imposibilitada para resistir el abuso, por lo sorpresivo del acto.
En el fondo lo que el agresor sexual hizo fue vencer la posibilidad real de defensa de la víctima mediante el ardid de que
pretendía practicarle un examen físico para recetarle algún medicamento contra el dolor. Venció esa capacidad de
resistencia prevaleciéndose de su condición de farmacéutico, y por ello realizó el hecho en circunstancias en que la
víctima se hallaba incapacitada para resistir. De haber conocido sus intenciones la menor no hubiere permitido que le
descubrieran sus senos y menos que se los besaran, conforme lo concluye el Tribunal, partiendo de la reacción de la
víctima al percatarse de que era objeto de una agresión sexual. De esa manera el autor no tuvo necesidad de recurrir a la
violencia para lograr su propósito, no obstante que no contaba con el consentimiento de la víctima. Comentando un caso
similar, Fontán Balestra afirma que en esas circunstancias "...no debe repararse tanto en la imposibilidad física de resistir
por obra de la posición en que la mujer se encontraba, como en el desconocimiento del verdadero acto que se iba a
ejecutar, y como consecuencia de tal desconocimiento, la falta de manifestación de voluntad de la mujer opuesta al acto,
mediante resistencia" (Fontán Balestra, Carlos. Tratado de Derecho Penal. Parte Especial. Abeledo-Perrot, Buenos Aires,
1969, tomo V, p. 83). Esa anulación a la capacidad física de resistencia provocada por la confianza de la víctima al
prestar su concurso para ser sometida a un examen médico exclusivamente, como elemento constitutivo del delito de
violación en los términos del inciso 2 del artículo 156 del Código Penal, y en consecuencia, también como elemento
constitutivo del delito de abusos deshonestos, es reconocida ampliamente en la doctrina (véanse autor antes citado,
Rivero Juan Marcos, Comentarios al Código Penal, Juriscentro, San José, 1989, p. 229; Nuñez, Ricardo. Derecho Penal
Argentino. Omeba, Buenos Aires, 1964, Parte Especial, tomo IV p. 258-259; López Bolado, José Daniel. Violación.
estupro. abuso deshonesto, Lerner, Buenos Aires, 1971, p. 183, y Espinoza Vásquez, Manuel. Delitos Sexuales, Marsol
Perú Editores, Perú, 1983, p. 74). En Síntesis, de acuerdo con los hechos probados en la sentencia, el imputado realizó
actos libidinosos en perjuicio de la menor, aprovechando que ésta se encontraba física y transitoriamente incapacitada
para resistir, lo que tipifica como abusos deshonestos en el artículo 161 citado, y por esta razón debe rechazarse el
recurso.-"

Sala Tercera. No. 203 de las 10,40 horas del 13 de julio de 1990.

17) Análisis del concepto "monumento arqueológico" utilizado en la Ley de Patrimonio Nacional."

"II.- El juzgador de instancia absolvió a la imputada al estimar que desde el punto de vista jurídico monumento mueble
debe constituir una obra de arquitectura o una escultura de considerable tamaño, y que en todo caso esa obra debe ser
declarada como "monumento" por el valor artístico o histórico en un determinado momento. En consecuencia, en virtud de
que los objetos arqueológicos decomisados son de poco tamaño, pues se trata se metates, efigies, vasijas, escudillas,
ocarinas, cinceles, mazas, cilindros, etcétera, el juzgador absolvió a la imputada. La ley de Patrimonio Nacional
Arqueológico (No. 6703 del 28 de diciembre de 1981) hace referencia a los monumentos arqueológicos muebles, al
señalar en el artículo 14 que éstos no pueden ser trasladados sin previa notificación al Registro Público del Patrimonio
Arqueológico, bajo el apercibimiento de aplicar la sanción penal prevista en el articulo 22 de esa ley. Sin embargo, el
legislador no definió lo que debía entenderse por "monumento arqueológico mueble". El juzgador de instancia utilizó la
definición del "Diccionario Larouse Ilustrado" para concluir que los monumentos son objetos de gran tamaño, y por ello
descartó las piezas arqueológicas decomisadas. Resulta de vital importancia, entonces, determinar los alcances jurídicos
de ese concepto. En tal sentido es de utilidad, recurrir al derecho comparado, concretamente a la definición que contiene
la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas, Artísticos e Históricos, de México, país que se ha caracterizado
por su alto desarrollo de la arqueología y la conservación del patrimonio arqueológico, el cual dispone en el artículo 28
que "son monumentos arqueológicos los bienes muebles e inmuebles, producto de culturas anteriores al establecimiento
de la hispánica en el territorio nacional, así como los restos humanos, de la flora y de la fauna, relacionados con esas
culturas" (Ley de 28 de abril de 1972, publicada en el Diario Oficial mexicano del 6 de mayo de 1972. Tuvimos a mano
una edición del Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, 1979).- Como puede observarse, el concepto de
monumento no se relaciona con el tamaño físico de los bienes, sino con la trascendencia histórica y cultural del objeto, por
su significación para el desarrollo histórico, antropológico y arqueológico del país. En igual sentido, y desde el punto de
vista gramatical, la palabra monumento no está exclusivamente asociada a la idea de objeto de gran tamaño físico. El
"Diccionario de la Real Academia Española" señala que monumento es un "objeto o documento de utilidad para la historia,
o para la averiguación de cualquier hecho. Obra científica, artística o literaria, que se hace memorable por su mérito
excepcional..." (Vigésima edición, Madrid, 1984, tomo II, p.926). Se trata, entonces de bienes de gran significación y de
gran relevancia, no por el espacio físico que ocupan, sino por su mérito excepcional. Es así que gran cantidad de obras
de arte miden escasos centímetros y ocupan pequeños espacios, son consideradas como monumentos por su significación
artística y cultural. Esta concepción jurídica y lingüística del monumento ya la acogió el legislador costarricense, al ratificar
varias convenciones internacionales, adquiriendo incluso un rango superior a la ley, de conformidad con el artículo 7 de la
Constitución Política. En efecto, la "Convención para la Protección del Patrimonio Cultural y Natural", suscrita por Costa
Rica, "ad referéndum" en París, Francia, el 23 de noviembre de 1972, y ratificada por la Asamblea Legislativa mediante
Ley No. 5980 del 16 de noviembre de 1976 (Publicada en La Gaceta No 246 del 24 de diciembre de 1976), define en el
artículo 1 que los monumentos son "obras arquitectónicas, de escultura o de pintura monumentales, elementos o
estructuras de carácter arqueológico, inscripciones, cavernas y grupos de elementos, que tengan un valor universal desde
el punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia". En similares términos, la "Convención sobre Defensa del
Patrimonio Arqueológico. Histórico y Artístico de las Naciones Americanas" (Convención de San Salvador), aprobada el 16
de junio de 1976 en Santiago de Chile, y ratificada por la Asamblea Legislativa mediante Ley 6360 de 5 de setiembre de
1979 (Publicada en La Gaceta No. 177 del 21 de setiembre de 1979), dispone en el inciso a) del artículo 2 que
monumentos son "objetos, fragmentos de edificios desmembrados y material arqueológico, pertenecientes a las culturas
americanas anteriores a los contactos con la cultura europea, así como los restos humanos, de la fauna y flora,
relacionados con las mismas... Con lo anterior se evidencia que el sentido de monumento arqueológico mueble, utilizado
en la Ley de Patrimonio Nacional, Arqueológico, no puede ser otro que el de bienes arqueológicos, restos humanos, de la
fauna y flora relacionados con las culturas indígenas americanas, de una importante significación histórica y cultural, con
independencia del tamaño físico de los objetos. Esa concepción se encuentra íntimamente ligada a lo estatuido en el
artículo 1 de esa misma ley, al señalarse que el patrimonio nacional arqueológico está constituido por "los muebles o
inmuebles, producto de las culturas indígenas anteriores o contemporáneas al establecimiento de la cultura hispánica en el
territorio nacional, así como los restos humanos, flora y fauna relacionados con estas culturas".-

III.- Ciertamente debe observarse que en el fallo de mérito, el juzgador de entonces tuvo por acreditado que"...las piezas
decomisadas no son de los considerados (sic) monumentos de valor histórico (véase declaración del Licenciado Acosta
Soto y juego de fotografías aportadas por la defensa e incorporadas al debate -file separado-)" (ver folio 232 vuelto, líneas
26 a 29, hecho probado señalado con la letra e), pero ello, más que un hecho, constituye una apreciación o un criterio del
a-quo que se contrapone precisamente a la descripción de los objetos arqueológicos (descalificado como "monumentos"
equivocadamente por su tamaño) que dieron origen a la presente causa, contenida en el cuadro fáctico que el propio juez
tuvo por establecido (ver folio 232 frente y vuelto), así como a su propio razonamiento de fondo -exceptuando, desde
luego, su conclusión- (ver en especial folios 233 vuelto, 234 frente y 235 frente), de donde se deriva de tales objetos
arqueológicos, un valor cultural e histórico indiscutibles con el carácter de "monumentos". Por esa razón y porque como
bien se explicó en el anterior Considerando, nuestro país ratificó diversas convenciones internacionales que se asimilan a
la legislación propia (al rango superior a la ley) con el fin de proteger el patrimonio arqueológico nacional de actos ilícitos
como el investigado, debe acogerse el recurso por el fondo que presentó en su oportunidad el Ministerio Público. Se casa
la sentencia impugnada en cuanto a la absolutoria y se resuelve declarar a... autora responsable del delito de Infracción a
la Ley de Patrimonio Nacional Arqueológico (artículos 14 y 22 por el traslado de monumentos arqueológicos dentro del
territorio nacional sin la notificación respectiva en perjuicio del Patrimonio Arqueológico Nacional."

Sala Tercera No. 21 1 de las 10,40 horas del 20 de julio de 1990.

18) Diferencia entre peculado y malversación

"El delito de Malversación del artículo 354 se diferencia del delito de Peculado del artículo 352 ibid, y así lo reconoce la
doctrina penal que informa ambas normas punitivas, en que en la Malversación la aplicación diferente a aquella a que los
fondos estaban destinados, debe ser dentro de la misma administración (cfr. al respecto Breglia Arias y Gauna, ob, cit;
pág. 905), pues la sustracción o distracción de bienes públicos con fines particulares o con cualquier otro de carácter
privado, dan lugar al ilícito de Peculado si se dan las demás características del artículo 352 de comentario. Por todo lo
expuesto, sin lugar el recurso.-"

Sala Tercera. No. 221 de las 9,15 horas del 10 de agosto de 1990.

19) Legítima defensa y bien jurídico tutelado.

"VI.- Violación de normas sustantivas (arts. 28, 30 y 141 del Código Penal): El impugnante reclama el quebranto de las
anteriores normas, las primeras por falta de aplicación y la última por aplicación indebida. Sustenta su disconformidad
básicamente en que el fallo de mérito estima que su conducta es constitutiva de la eximente de legítima defensa" pero
que la misma no fue declarada... por haber existido desproporción en el medio empleado..." (ver f. 643 fte.) lo que no
acepta, por considerar que la proporción, junto con los demás elementos de la justificante invocada, si existieron en el
presente caso. Posteriormente hace un análisis del instituto de la legítima defensa conforme lo dispone el artículo 28 del
Código de la materia, en relación con los hechos que provocaron su condenatoria por el delito de Agresión Calificada (art.
141 ibid), lo que -según su criterio- a su vez lleva consigo el quebranto del artículo 30 ibídem, por no haber actuado con
dolo, culpa o preterintención. Efectivamente le asiste razón al recurrente. En el cuadro fáctico que estableció en su
sentencia el a quo, quedó debidamente acreditado que el ofendido ...se presentó a la cantina que administraba... en
evidente estado de ebriedad, donde estuvo causando incidentes ante la negativa de aquel de venderle licor (ver folio 615
vto., líneas 17 y ss.). Que luego el ofendido pasó de los reclamos verbales a los hechos y se enfrentó a ... con el fin de
agredirlo, lo que parcialmente consiguió, para luego continuar en esa actitud hostil, hasta que en determinado momento -
una vez fuera del local- se abalanzó sobre aquél con una piedra en las manos para impedirle que le cerrara las puertas,
por lo que el acusado en su defensa "... sacó el arma y con ella lanzó el primer disparo al suelo, siendo amenazado por el
ofendido, y de seguido el acusado por segunda vez, encontrándose ambos de frente y a escaso un metro de distancia,
accionó el gatillo, haciendo blanco el disparo en la región izquierda del abdomen..." (ver f. 616 fte., lin 13 y ss).
Posteriormente los juzgadores afirman en el razonamiento de fondo (donde efectúan el correspondiente análisis y
valoración de las pruebas) que el impugnante...no escogió el mejor medio para repeler la agresión , pues tuvo a su
alcance en ese momento, golpearlo con su cuerpo o con otro objeto como lo hizo la primera vez; bien cerrar las puertas
en forma efectiva, e incluso evitar el enfrentamiento directo, que debió prever al acercarse a la puerta..." (ver f. 638 vto.,
líneas 21 a 27). Lo anterior aunado al hecho de que el ofendido sólo tenía como arma agresora unas piedras"... que tiraba
hacia el local desde media hora antes, sin que ninguna de ellas lograra lesionar al acusado..." (ver f. 638 vto., líneas 19 y
20). Asimismo el a quo agrega -para desestimar la causal de legítima defensa- que los bienes jurídicos protegidos no
eran los mismos: "...el acusado defendió solamente su integridad corporal ante el ataque injusto; no era su vida lo que
estaba en peligro conforme el análisis ya realizado..." (f. 639 fte., líneas 24 a 28), finalmente concluye que se configuró el
delito de agresión calificada por haber mediado exceso en la defensa, conforme lo dispone el 141 del Código Penal. Tales
apreciaciones se salen, según el criterio de esta Sala, del marco de referencia que el propio tribunal de mérito estableció
en su relación de hechos tenidos por demostrados y que debieron ajustarse a la causa de justificación de legítima defensa
contemplada en el artículo 28 ibid. Ciertamente la agresión ilegítima (primer requisito de aquella) de que fue objeto el
acusado ... por parte del ofendido es indiscutible y está reconocida por el propio a quo, pero el argumento que éste utiliza
para desestimar la necesidad razonable de la defensa empleada (segundo requisito) excede los límites de actitudes
humanamente comprensibles. En primer término la proporción que debe existir entre la magnitud e intensidad de la
agresión y la reacción defensiva no puede medirse únicamente por la proporcionalidad que se dé entre los medios o
armas utilizadas para la defensa, o por otra alternativa que no depende en ese momento, del que sufre directamente la
agresión (por ej. la posibilidad de pedir auxilio a los presentes que señala el a quo a f. 638 fte., líneas 13 y 14). Tampoco
el agredido está obligado a huir (situación que el tribunal sentenciador reconoce, pero que con sus argumentos de fondo
prácticamente -sin proponérselo- avala como modo de solucionar un conflicto inmediato que no buscó el impugnante, en
contra de todas las circunstancias que rodearon el presente caso -ver f. 639 fte., líneas 1 y ss.). De todas formas, quedó
claramente demostrado que el imputado hizo lo posible (antes de accionar su arma) por evitar el daño que causó ante la
reiterada agresión de que era objeto. Asimismo es errónea la valoración del aquo cuando estima que el bien jurídico
protegido no era idóneo para justificar la reacción del recurrente, pues con ello olvida que de acuerdo con la doctrina
moderna es susceptible de defensa cualquier interés jurídicamente tutelado, no solo la vida; inclusive los bienes jurídicos
del Estado o de otras personas jurídicas de Derecho público si poseen carácter individual) Cfr. al respecto obra de
Jeschek, H. H.; Tratado de Derecho Penal, Parte General, Tomo II, Ed. Bosch, 1981, p. 463). Tampoco es acertado el
criterio de los juzgadores de instancia en lo que se refiere a la racionalidad de la defensa empleada por...para repeler la
injusta agresión, pues como bien lo afirmó el señor Jefe del Ministerio Público en la audiencia oral correspondiente al
estar de acuerdo con la procedencia del recurso, no se trata de enfrentar armas u objetos contundentes de la misma
especie o exactamente iguales, sino que ante la inminencia de la agresión con una piedra (lo que hace más discutible la
tesis del tribunal respecto de que solo se afectaba la integridad corporal del agredido y no su vida), el único medio que el
impugnante tenía para defenderse en ese momento era su arma de fuego. Debe recordarse que el Estado no puede dejar
sin amparo al que se defiende o defiende a otro de una injusta agresión, pues al propio tiempo que realiza esa defensa
legítima, está impidiendo que se menosprecie el ordenamiento jurídico, que se burle el respeto que las leyes imponen a la
persona y derechos ajenos". (Rodríguez Devesa, José María; Derecho Penal Español, Parte General, Madrid, 1979, p.
534). Por todo lo expuesto esta Sala concluye unánimemente que en el presente caso si se dieron los requisitos de la
legítima defensa que exige nuestra ley, por lo que como causa de justificación debidamente comprobada, se elimina la
antijuridicidad del hecho investigado y cabe absolver el mencionado... de toda pena y responsabilidad. Al no hacerlo de
ese modo, el tribunal quebrantó las normas que señaló el impugnante."

Hay un voto salvado. Sala Tercera. No. 218 de las 9,00 horas del 18 de agosto de 1990.

20) Naturaleza de la responsabilidad del propietario de vehículo causante de accidente.

"II.- Recurso por el fondo: El impugnante señala que su representada resultó condenada solidariamente con la autora de
las Lesiones Culposas, en forma errónea, con quebranto de los artículos 38 y 39 de la Ley de Tránsito. El primero por
cuanto no se acreditó que la imputada condujera el vehículo sin licencia; y el segundo por cuanto se trata de una
situación distinta, donde lo que queda gravado es el vehículo, debiendo indicarse su valor. Efectivamente lleva razón el
impugnante. El artículo 38 de la Ley de Tránsito atribuye responsabilidad al propietario o dueño del vehículo"... que
permitiere que una persona carente de la respectiva licencia lo conduzca...", además de los casos de explotación de
vehículos (por empresas industriales o comerciales o en el transporte remunerado de personas o carga), extremos estos
que ni siquiera aparecen mencionados en la sentencia, por lo que deben tenerse como no acreditados. El artículo 39
ibídem mas bien lo que establece es un gravamen legal (una garantía real para el eventual pago por el daño causado)
sobre el vehículo, y no responsabilidad civil solidaria -como una obligación personal- del propietario o dueño del vehículo.
(Ver al respecto entre otras, sentencia de esta sala No. 250-F de las 9,30 horas del 18 de setiembre de 1987). Por las
razones dichas, se declara con lugar el recurso por quebranto de las normas sustantivas señaladas, y se casa la
sentencia impugnada en lo que fue objeto del recurso."

Sala Tercera. No. 236 de las 10,1O horas del 24 de agosto de 1990.

B.- Derecho procesal Penal.

21) La inmunidad no constituye una cuestión prejudicial sino una condición de procedibilidad

"II.- Sobre el fundamento del recurso: El impugnante discrepa del sobreseimiento que por prescripción de la acción penal
decretó el a quo en esta causa, porque estima como argumento básico que se está en presencia de una cuestión
prejudicial que había interrumpido el plazo correspondiente, cual es la circunstancia de ser el querellado, Ministro de
Obras Públicas y Transportes, lo que constituye "una serie de obstáculos legales y constitucionales que conforman
jurídicamente la existencia de una cuestión prejudicial que mientras no se defina -con el abandono del cargo o su renuncia
a la inmunidad como es lógico y natural- no podía ser juzgado por los Tribunales, ni el proceso podía seguir adelante por
sus trámites normales" (f. 86 fte.). Señala el quebranto, entre otras normas, de los artículos 7, 8 y 171 del Código
Procesal Penal; 82 inciso 4, 83 párrafo segundo, 145 y 147 del Código Penal y 110 de la Constitución Política. Por ser
público y notorio que efectivamente el acusado era Ministro de Gobierno a la fecha en que se instauró esta acción, cargo
al que posteriormente renunció (ver f. 69), el aspecto a examinar en esta vía se centra en determinar si entraña una
cuestión de la citada naturaleza el obstáculo por privilegio constitucional que impedía darle curso a la presente querella
hasta tanto no se diese el respectivo pronunciamiento o autorización de la Asamblea Legislativa (arts, 171 y ss. del
Código Procesal Penal en relación con el 121 inciso 9 sgts. y concordantes de la Constitución Política), en cuyo caso no
podía correr el plazo de la prescripción en la forma que lo estableció el juez de mérito, por ser esta una circunstancia de
suspensión que no se había definido (articulo 83, párrafo segundo, del Código Penal). Pero el criterio de esta Sala difiere
de lo expuesto en ese sentido por el impugnante. Es cierto que la legislación en nuestro país, especialmente en materia
procesal penal y penal sustantiva, no contiene una regulación exhaustiva en lo que a la institución de las cuestiones
prejudiciales se refiere (Cfr. al respecto obra de Castillo Barrantes, E.; Ensayos sobre la nueva legislación procesal penal;
publicación del Colegio de Abogados, 1977, ps. 185 a 189). También lo es que aún en doctrina y jurisprudencia existen
diversas opiniones y criterios que hacen difícil su sistematización así como la unificación de conceptos en este delicado
campo (Sobre este tema ver obra de Delgado Salmerón, Sergio; La prejudicialidad en materia penal; Edit. Temis, Bogotá,
1970, ps. 61 a 66 y 161 y ss.; y estudio de Herrera Castro, Luis Guillermo, La prejudicialidad en el Derecho Procesal
costarricense; en Revista Judicial No. 23, de octubre de 1982, ps. 9 a 23). Sin embargo en el presente asunto, se estima
que la circunstancia que impidió u obstaculizó el ejercicio de la acción penal en contra del señor... no es propiamente una
cuestión prejudicial sino tan solo una condición de procedibilidad o de perseguibilidad que se diferencia de aquélla, entre
otros aspectos, en que en ésta se trata de determinar únicamente si se levanta o no el impedimento constitucional para
someter a proceso al querellado (por parte de la Asamblea Legislativa que no tiene facultades para juzgar y decidir la
controversia principal), sin que la decisión en tal sentido incida o afecte el fondo de la causa; mientras que en la primera,
la decisión que se emita en el procedimiento prejudicial incide sobre el fondo del asunto, con eficacia vinculante en lo que
concierne a aspectos fundamentales objeto del proceso -como por ejemplo relativos a la existencia del delito o
circunstancia de él -(admitiendo buena parte de la doctrina, el carácter de cosa juzgada material al respecto, no obstante
la crítica que hacen algunos autores sobre la equiparación y confusión que suele hacerse de ambos conceptos; cosa
juzgada y prejudicialidad- cfr. Sobre este tema, ob. Cit. De Delgado Salmerón, p. 163). Inclusive es discutible que por vía
de interpretación o por convención de las partes pueden admitirse cuestiones de prejudicialidad que la ley no ha previsto
como tales, cuya consecuencia sería la incertidumbre y entrabamiento procesal (ver ob. Cit. de Herrera Castro, Luis G.,
pag. 14), pero admitiendo que de la omisión del legislador no puede deducirse en materia penal la regla de la no
prejudicialidad (ver ob. Cit. de Castillo Barrantes, E.)., ps. 185 y 186), es lo cierto que las cuestiones prejudiciales (por
ejemplo el art. 150 del Código Penal, o aún la simulación de delito, la autocalumnia, etc.) y las condiciones de
procedibilidad, a pesar de cierta similitud, deben recibir un tratamiento diferente.

III.- La doctrina, en forma mayoritaria, examina por separado las cuestiones prejudiciales y los obstáculos al ejercicio de la
acción (entre los cuales se encuentra por supuesto, el previo levantamiento de la inmunidad por privilegio constitucional,
como condición de procedibilidad), situación que "...se inspira en el principio de que en defecto de la autorización para
proceder, la autoridad judicial no puede emitir una decisión... pero puede proceder a actividades cautelares o de
conservación de las pruebas" (Leone, Giovanni, Tratado de Derecho Procesal Penal, EJEA, Buenos Aires, 1963, Tomo 1,
p. 166)., lo que no podría realizarse ante una cuestión prejudicial. (Sobre el diverso tratamiento que da a las instituciones
anteriormente mencionadas, cfr. obra citada de Leone, G,. en especial p. 340: "Excluimos que la prejudicialidad puede
reconducirse a la categoría de las condiciones de procedibidad por las observaciones ya expuestas anteriormente (véase
pág. 299), y que, en definitiva se concentran en la observación de que las cuestiones prejudiciales afectan el mérito de la
causa". Obra de Schmidt, Eberhard; Los fundamentos teóricos y constitucionales del Derecho Procesal Penal; Ed.
Bibliográfica Argentina; Buenos Aires, 1957, ps. 97 y ss. Obra de Gómez Orbaneja y Herca Quemada; Derecho Procesal
Penal, octava edición: Madrid 1975, ps. 86 y ss., entre otras).-

IV.- Es cierto que parte de la doctrina argentina se refiere al desafuero o antejuicio como una de las causas de suspensión
de la prescripción de la acción penal, pero ello es acorde con el contenido del artículo 67 del actual Código Penal
argentino que así lo establece expresamente, al señalar, en lo que interesa que: "La prescripción se suspende en los
casos de los delitos para cuyo juzgamiento sea necesaria la resolución de cuestiones prejudiciales o previas que deban
ser resueltas en otros juicios...", refiriéndolo sin embargo, como una cuestión previa y no prejudicial. En este sentido se
señala "Cuestiones previas y prejudiciales", el párrafo l del artículo 67. Comienza declarando el artículo que la prescripción
se suspende en los casos de los delitos para cuyo juzgamiento sea necesaria la resolución de cuestiones previas o
prejudiciales, que deban resolverse en otro juicio. En cuanto a las cuestiones previas a la ley se refiere, por ejemplo, al
divorcio en relación al delito de adulterio, al desafuero o al antejuicio (el subrayado no es del texto) de jueces contra los
que se formule denuncia, o de legisladores acusados de la comisión de delitos comunes". (Breglia y Gauna; Código Penal
y leyes complementarias, comentado, anotado y concordado, 2a edición actualizada, Ed. Astrea, Buenos Aires, 1987, p.
231). Como puede apreciarse, se trata de una disposición legal muy específica y diferente a la que contiene nuestro
Código Penal en el párrafo 2º. del artículo 83, de manera que sus alcances no podrían nunca asimilarse.

V.- Extender que las condiciones de perseguibilidad en general son cuestiones prejudiciales, en el sentido técnico del
concepto que aquí se ha discutido y que según el criterio de esta Sala es el sentido que el legislador utilizó en la fórmula
del artículo 83, párrafo segundo del Código Penal, llevaría a extremos que desbordan el marco jurídico procesal, con las
consecuencias anteriormente señaladas, lo que no concuerda con los propósitos que suelen fijarse para la función
jurisdiccional. Por todo lo expuesto, se declara sin lugar el recurso, pues el plazo que el juzgador de mérito estableció
para decretar la prescripción de la acción penal en la presente causa no se suspendió en la forma ni por las razones
señaladas por el impugnante.-"

Hay un voto salvado. Sala Tercera, #34 de las 10,40 hrs. del 26 de enero de 1990.

22) Teoría del funcionario de hecho aplicada a juez que no ha prestado juramento.

"Se acusa el quebranto de dichas normas jurídicas (Artículos 16 del Código Procesal Penal, 12 y 160 de la Ley Orgánica
del Poder Judicial y 10 y 11 de la Constitución Política.), por el hecho de que el Juez de Instrucción interino..., practicó
diversos actos procesales entre el primero y el treinta y uno de mayo de mil novecientos ochenta y ocho (incluyendo la
indagatoria de los sentenciados) sin estar debidamente juramentado, lo que hizo posteriormente al período de su
nombramiento (el 8 de junio).- El impugnante sustenta su reproche en que el juramento es un requisito de carácter
constitucional indispensable para el desempeño del cargo, por lo que su omisión conlleva que la persona designada
carezca de competencia por razón de la materia y que los actos que realizó sean absolutamente nulos, así como sus
resoluciones. Concluye en que se afectó el debido proceso desde el auto inicial, restándose validez a todas las
actuaciones posteriores, incluida la sentencia impugnada, y para acreditar su afirmación solicita a esta Sala que admita la
prueba documental que ofrece para mejor proveer (dos certificados emanados de la Secretaría de la Corte y del Juzgado
Mixto de Pococí respectivamente) pues manifiesta que esa prueba no fue conocida antes del debate. Lo anterior con
fundamento "si fuere del caso" en los artículos 371 y 387 del Código Procesal Pena1. En efecto, consta de los
documentos aportados que la Sala admite por ser de relevancia para resolver el punto en cuestión, que el juez interino no
se juramentó, como era su deber, antes de asumir el cargo. Es igualmente cierto que la Sala Tercera ha manifestado en
resoluciones anteriores que el juramento atañe a la investidura, capacidad y constitución del juez, por lo que ha procedido
a anular las actuaciones y sentencias de juzgadores que han participado en debates sin haber sido juramentados
previamente (ver Res. No. 145-F de las 10,10 hrs. del 27 de junio de 1986, y Res. No. 37-F de las 10 horas. del 29 de
enero de 1988). Sin embargo, aunque podría pensarse que el presente caso es similar a los pronunciamientos
anteriormente referidos, hay que considerar que falta en él -entre otros aspectos de importancia- un elemento relevante
que debe ser tomado en cuenta para denegar la nulidad gestionada, cual es el interés actual -traducido en un perjuicio
real y concreto para los intereses de la defensa-, pues declarar aquélla en las condiciones en que viene expuesta,
equivaldría a avalar la nulidad por la nulidad misma, tesis que la doctrina procesal moderna rechaza por caer en el exceso
y abuso del formalismo (Cfr. entre otras obra de Quirós B. y Rodríguez W.; Las Nulidades en el Proceso Penal, ediciones
Jurídicas Cuyo S.R.L., Mendoza, Argentina, 1982, p. 17 y Clariá Olmedo, J. Tratado de Derecho Procesal Penal, Tomo IV,
Ed. Ediar, Buenos Aires, Argentina, 1964, págs. 192 y ss.). Asimismo la jurisprudencia de esta Sala, se ha pronunciado en
igual forma (ver Res. No. 167-F de 16,10 hrs. del 25 de setiembre de 1984; y V-208-F de las 9,45 hrs. del 7 de agosto de
1987, entre otras).- Pero resulta indudable que el punto medular para resolver la cuestión planteada si equivale a
modificar los criterios que han servido anteriormente a la Sala Tercera para considerar el "juramento" como un requisito
ineludible en el desempeño del cargo del juez, cuya omisión hace derivar la nulidad de los actos en que intervino. En
efecto debe observarse que la interpretación en sentido estricto de las normas que exigen la prestación del juramento
como autorización para el ejercicio del cargo (en especial el artículo 12 de la Ley Orgánica del Poder Judicial en relación
con el artículo 11 de la Constitución Política) podría ser llevada a tal extremo que la tardía juramentación derivaría en la
ineficacia absoluta de todas las actuaciones del juzgador omiso, no solo en una causa particular sino en todas y cada una
de ellas, así como en todas las disposiciones de carácter administrativo que en el ejercicio del cargo hubiese tomado.
Prácticamente habría que admitir que toda la actividad que realizó en este caso el funcionario interino (entre el 1 y el 31
de mayo de 1988) es inválida, por lo que cualquier persona que se encuentre en circunstancias similares a las que
reclaman los impugnantes quedarían igualmente autorizados para impugnar las decisiones de aquél. Es decir, tendríamos
que aceptar que todo lo hecho es nulo porque el juez que se designó realmente no lo fue por la falta de juramento previo,
a pesar del caos que ello suponga.

La sanción no será propiamente para el juez que voluntaria o involuntariamente incurrió en la omisión (que desde luego
también podría plantearse) sino para la actividad jurisdiccional y administrativa- que involucra derechos adquiridos y
situaciones jurídicas resueltas de muchas personas.- Por tales razones debe acogerse la doctrina del "funcionario de
hecho" que recoge en sus artículos 115 y 116 la Ley General de la Administración Pública, como con acierto lo argumenta
el representante del Ministerio Público, pues es incuestionable que la Corte Suprema de Justicia hizo el nombramiento
del.. como órgano competente para hacerlo y por el período que se señaló, sin que en ningún momento se haya discutido
o declarado la ausencia o la irregularidad de su investidura, ni administrativa ni jurisdiccionalmente, como tampoco se ha
discutido que la conducta desplegada por él no lo fuese en forma pública, pacífica, continua y normalmente acomodada a
derecho (art. 116 ibid). Distinto sería el caso en que no se hubiese producido el nombramiento del funcionario por el
órgano competente o que aquél hubiese asumido el cargo en forma espontánea a la espera de una ratificación que no se
dio, lo que haría nulas sus actuaciones."

Sala Tercera. #90 de las 9,35 hrs. del 20 de abril de 1990.

23) Autenticación de recurso de casación por abogado de centro carcelario.

"I.- Que esta Sala en resoluciones anteriores consideró que la autenticación del escrito del recurso de casación, exigida
por el artículo 477 del Código de Procedimientos Penales, cuando el imputado está preso, no lo era la consignada por el
encargado de la custodia ni la del abogado del Departamento Jurídico del respectivo centro carcelario, y por tal razón el
recurso de los imputados presos se rechazaba. En esta oportunidad, con un nuevo estudio del punto aludido, la Sala
concluye en que si el recurso de casación trae la firma de un abogado (en este caso concreto del encargado del
Departamento Jurídico del Centro de Tratamiento La Reforma) quien da fe que la firma es del imputado, ello equivale a la
autenticación que exige el expresado numeral 477, independientemente de la frase consignada por ese funcionario en el
sentido de que no "No se autentica a tenor de lo dispuesto en el artículo 45 del Código de Procedimientos Penales; ...".-
Consecuentemente, debe examinarse la impugnación deducida en cuanto a otros requisitos de presentación formal.-"

Sala Tercera. No. 281 de las 9,20 horas del 13 de julio de 1990.

24) Alcances de concepto "interesados" dentro del proceso penal.

"1.- La defensora del sentenciado ... reclama la nulidad que prescribe el artículo 145 inciso 1, 201 incisos 1, 2 y 10, de la
Ley Orgánica del Poder Judicial; 29 y 145 del Código Procesal Penal; y 39 y 41 de la Constitución Política, por violación al
principio de imparcialidad, debido proceso y principio de defensa. Sustenta su alegación en que "... intervino como
presidente del tribunal el Lic... ,quien es primo por consanguinidad de la testigo... y por tanto primo de segundo grado de
la señorita ... hija de la primera, ambas testigos constituyen la única prueba que podría tener el tribunal para condenar al
imputado". (ver f. 103 fte. al final y 104 fte. al inicio). Sin embargo el reproche no puede ser atendido. La normativa
aplicable al caso es la contenida en el Código que regula la materia procesal penal, y como bien lo argumenta el señor
Subjefe del Ministerio Público en su escrito de F. 116, el artículo 29 ibid en su parte final determina en forma expresa a
quiénes se considera "interesados" (el imputado, el ofendido, el damnificado y el responsable civil, aunque estos últimos
no se constituyen en parte, lo mismo que sus representantes, defensores y mandatarios), entre los que no se incluye, por
razones obvias, a los testigos. Estos están obligados a comparecer y a declarar la verdad de lo que supieren (salvo las
excepciones establecidas por ley) (ver arts. 224 y ss. del Código Procesal Penal) y únicamente podría discutirse -
eventualmente- un aspecto como el aquí cuestionado, si el juez, su cónyuge o alguno de los parientes en los grados
indicados en el inciso 2 del 29 ibid (entre los que no se encuentran los primos-hermanos, que están en cuarto grado de
consanguinidad) tuvieran interés en el proceso (art. 29 inciso 3 ibid), aunque hubiesen comparecido como testigos lo que
no ocurre en el presente asunto ni en una u otra forma.- Siendo entonces inexistentes la causal de inhibitoria o recusación
invocada, procede denegar la gestión de nulidad interpuesta.-"

Sala Tercera. No 197 de las 10,10 horas del 13 de julio de 1990.

25) Validez de la Querella presentada por gerente de cooperativa.

"I. - En el primer motivo de su recurso el señor defensor alega violados los artículos 1, 87, 146, 431 y 443 del Código de
Procedimientos Penales y 41 de la Constitución Política, virtud de que en su criterio procede anular todo lo actuado en
este asunto, al estimar que para formular la querella en nombre de la Cooperativa ofendida, el señor Gerente necesitaba
un poder especial que nunca se le otorgó, con fundamento en el citado artículo 431 ibídem. Tal reproche debe rechazarse.
Es cierto que el artículo últimamente citado exige que la querella debe presentarse personalmente o por mandatario con
poder especial, y que en este caso concreto el Gerente sólo tenía las facultades de un apoderado general de la
cooperativa, conforme al artículo 46 de sus estatutos (certificado al folio 42 fte. y vuelto). Sin embargo tratándose de
personas jurídicas debe concluirse necesariamente que esas entidades "actúan en forma personal" cuando lo hacen por
medio de sus representantes legales naturales, como resulta ser el gerente en una cooperativa, aunque desde luego se
trate de una ficción jurídica. El artículo 428 ibídem señala que "toda persona con capacidad civil que se pretenda ofendida
por un delito de acción privada, tendrá derecho a presentar querella ante el Tribunal de Juicio competente...", dentro de las
cuales están las personas jurídicas, tales como las asociaciones cooperativas. Esa facultad de presentar querella ante
tribunal se hace en forma personal -en el caso de las personas jurídicas-, cuando quien actúa es un órgano de la propia
entidad que a su vez tiene la representación legal de la misma, sin que se requiera el poder especial a que se refiere el
artículo 431 citado. Si afirmamos que no se trata de una actuación "personal" en los términos del artículo 431 ibídem,
debemos entonces concluir que ninguna persona jurídica puede actuar personalmente y tampoco puede formular querella
penal por medio de su representante legal cuando este no sea abogado, aunque sea apoderado generalísimo sin límite de
suma de esa entidad, pues el artículo 87 de jusdem señala que el querellante sólo puede hacerse representar por un
abogado. Lo anterior implicaría una seria limitación a los derechos procesales de una de las partes, en contrario a lo
estatuido en el artículo 3 del mismo código. El punto fue discutido hace ya algunos años por la doctrina procesal
argentina. En tal sentido señaló Oderigo que una norma similar a la citada"... no establece ninguna distinción entre
personas físicas y jurídicas, porque la capacidad de las personas, aunque se refiere a su aptitud para estar en juicio, no
es cuestión procesal ni ha sido legislada por el Código Procesal Penal, sino cuestión esencialmente civil y reglamentada
en el código respectivo, en el cual se reconoce expresamente a las personas jurídicas el derecho de acción civil y
penal...", para luego concluir, por esa razón, que "...la acción penal que una persona jurídica disponga, puede ser
normalmente ejercida por el órgano natural de ésta, sin necesidad de que, por el acto constitutivo de la misma, se le
confiera expresamente dicha facultad. Por el contrario, sería precisa una disposición expresa en el acto constitutivo, para
que la acción correspondiente a la persona jurídica pudiera ser ejercida por otros miembros de la misma, que no fueran
los órganos naturales de manifestación de voluntad..." (Oderigo, Mario. Derecho Procesal Penal. Edit. Ideas, Buenos
Aires, 1952, 1 Edición, Tomo I, pp. 213 y 214.). En similar sentido se pronunció Nocetti Fasolino al estimar que "...no
encontramos en nuestra ley procesal, una distinción entre personas físicas y jurídicas al respecto: no hallamos en su
articulado una prohibición expresa al derecho a querellar de las personas jurídicas; y no creemos, en consecuencia, que
pueda argüirse con fundamento en favor de tal prohibición..." (Nocetti Fasolino, Alfredo. Querella. Enciclopedia Jurídica
Omeba, Buenos Aires, Ed, Dirskill, Tomo XXIII, 1986, p. 944.). Esas opiniones, que compartimos conforme se expuso
antes, nos conducen a afirmar que el gerente de la cooperativa ofendida no requería de un poder especial para presentar
la querella ante tribunal competente, conforme lo autoriza el artículo 428 citado.

II.- La solución anterior se torna más evidente en este asunto, porque además ocurrieron otras circunstancias que
legitimaron la actuación del gerente. En primer término porque actuó en cumplimiento de un deseo expreso y manifiesto
del Consejo Administrativo de la Cooperativa. En efecto, en la Sesión No. 820 del seis de octubre de l987 del Consejo de
Administración de la Cooperativa (según certificación incorporada al debate de folio 48), uno de los integrantes manifestó
tener conocimiento que en público, ante la concurrencia de más de ochenta personas , donde se iba a realizar una
reunión de la Asociación de Desarrollo Comunal de..., el día cuatro de ese mes, el querellado...había expresado entre
otras cosas lo siguiente: "...yo para tratar de dignificar, dignificar hasta donde me sea posible, dignificar la moral aquí
en...es, ese montón de chorizos, chorizos que hay en la Cooperativa...en donde están los máximos dirigentes...al punto de
que se arreglan las cosas de gusto de los más altos ahí...". Con base en esa información al Consejo de Administración
dispuso ese mismo día "...autorizar a la Gerencia a contratar los servicios de un buen abogado que inicie de inmediato los
trámites en demanda judicial contra el Sr....,y proceda en este asunto hasta sus últimas consecuencias...", declarando
dicho acuerdo firme. (Véase la certificación del folio 48). Es evidente que el citado acuerdo le indica al Gerente que"...
inicie de inmediato los trámites en demanda judicial contra el Sr... ", por medio del abogado que debía contratar, a quien
finalmente le otorgó un poder especial. En ese sentido el gerente de la Cooperativa, al presentar la querella contra el
señor... ,estaba ejecutando un acuerdo firme del Consejo de Administración, y como tal, por ello actuaba en su calidad de
apoderado generalísimo de esta entidad, en virtud de la disposición expresa de sus estatutos, que señala en el artículo 46
in fine que el Gerente"... para la ejecución de los acuerdos firmes del Consejo tendrá las facultades de apoderado
generalísimo sin limite de suma. , y que además tiene la representación judicial y extrajudicial de la entidad. (Véase
certificación de fl. 42 fte. y vto.). En consecuencia, de conformidad con el artículo 1253 del Código Civil, al actuar en
calidad de apoderado generalísimo le facultaba para gestionar judicialmente en nombre de su representada. Además, los
artículos 46 y 51 de la Ley de Asociaciones Cooperativas y de creación del INFOCOOP señalan que el Gerente de las
cooperativas es el representante legal de las mismas, y el encargado de la ejecución de los acuerdos del Consejo de
Administración. Por ello, el Gerente no requiere de un poder especial para querellar en nombre de la cooperativa, por
tratarse de su representante legal por disposición expresa de otra ley.-

III.- El recurrente estima que el acuerdo del Consejo de Administración en este caso concreto no es idóneo porque no
expresa que tipo de acción legal debía entablar el gerente, ante qué tipo de órganos, ni la naturaleza de la reclamación.
Este argumento no es de recibo, puesto que no podría pedírsele a un órgano de esa naturaleza que anticipadamente
conocieran a la perfección cual debía ser la solución jurídica del caso a efecto de autorizar al gerente para que la
ejecutara, puesto que precisamente para ello se autorizó la contratación de un abogado. Pero los acuerdos del Consejo
de Administración siguieron. En su sesión número 822 del 20 de octubre siguiente, se ratificó todo lo actuado y la
contratación del abogado, antes de formularse la querella (certificación de folio 46). Posteriormente, pero mucho antes de
que este asunto pasara a la etapa de debate y se dictara sentencia, en la Sesión 835 del Consejo de Administración,
celebrada el 1 de marzo de 1988, ese ente acordó "... ratificar todo lo actuado por el señor Gerente Don... en la querella y
acción civil resarcitoria promovida por esta cooperativa contra...,juicio penal que por el delito de difamación de persona
jurídica se tramita en el Juzgado Penal de San Ramón... . Lo actuado por el señor Gerente se ajusta plenamente a lo
dispuesto por este Consejo..." (certificación de fl. 54). Con ello se disipa cualquier duda que otros podrían tener sobre la
expresa voluntad de la Cooperativa, ya manifestada en anteriores acuerdos firmes y ejecutados. En consecuencia, en el
supuesto de que el recurrente tuviere razón al afirmar que los primeros acuerdos del Consejo de administración de la
Cooperativa fueren defectuosos o incompletos, estarían subsanados por el último de ellos. Esa hipotética subsanación no
podría calificarse de extemporánea en la medida en que la jurisprudencia civil ha estimado, con base en lo que disponía el
artículo 217 del anterior Código de Procedimientos Civiles, y lo ratifica hoy más claramente el artículo 299 del Código
Procesal Civil vigente, que en los casos de falta de capacidad o defectuosa representación del actor o del abogado del
actor el Juez debe otorgar un plazo para que corrija la falta con posterioridad a la presentación de la demanda (véase
Casación Civil No. 134 de 10,00 hrs. del 4 de abril de 1967, Sala Primera Civil de la Corte Suprema de Justicia, con
redacción del entonces magistrado Fernando Coto Albán). Por todas esas razones debe rechazarse el primer motivo del
recurso. El Magistrado Gamboa Salazar salva su voto."

Sala Tercera No. 225 de las 9,35 horas del 10 de agosto de 1990.

26) Consulta sobre la constitucionalidad de la Ley de Imprenta.

"I.- En 1902 se le atribuyó a la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia la competencia para conocer de
los delitos de injurias y calumnias por la prensa escrita. Esa competencia se ha mantenido a lo largo del presente siglo, no
obstante que cuando se instauró existían condiciones y características muy distintas a las actuales, que pudieron justificar
en aquella época que el más alto tribunal penal común del país se dedicara el juzgamiento de esos ilícitos. En efecto,
para entonces la estructura y la organización del Estado era muy distinta a lo actual, así como la estructura y la
organización de la Corte Suprema de Justicia y la de su Sala de Casación Penal. Los procedimientos y los principios
básicos de la administración de justicia penal también eran bastante diferentes a los actuales, al extremo de que la Ley de
Imprenta ha quedado prácticamente desactualizada y derogada en forma implícita por la Constitución Política vigente, y
por el actual sistema procesal penal y sus principios rectores. Además, el desarrollo de los medios de comunicación
colectiva era muy diferente, así como su posible incidencia en la vida política y social del país. En aquella época la prensa
escrita prácticamente constituía un exclusivo canal de comunicación para la comunidad, pues no existía un desarrollo de
los denominados medios electrónicos (radio y televisión), y no existía o era muy incipiente la comunicación por otros
medios (fax, cable, telex, teléfono). En consecuencia, los medios escritos prácticamente monopolizaban la comunicación
social, y mantenían por ello una mayor incidencia que en la actualidad, sin que eso signifique que han perdido importancia.

II.- No obstante esa derogatoria tácita y esa desactualización de la Ley de Imprenta, por disponerlo así sus artículos 12,
13, 14, 15, 16, 21 y 22, sí ha permanecido vigente que el conocimiento y la competencia para juzgar los delitos de
injurias y calumnias por la prensa escrita, corresponde a la Sala de Casación Penal, sea a la Sala Tercera de la Corte
Suprema de Justicia. En virtud de que esas normas así lo consignan, los artículos 36 inciso b) de la Ley Especial sobre
Jurisdicción de los Tribunales (No. 5711 del 27 de junio de 1975) y 65 inciso 2 de la Ley Orgánica del Poder Judicial
(modificado por Ley No. 6434 de 22 de mayo de 1980) disponen también que corresponde a la Sala de Casación Penal,
Tercera de la Corte Suprema de Justicia, el conocimiento de los delitos de injurias y calumnias por la prensa escrita.

III.-Lo anterior significa que todavía hoy la Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia actúa como Tribunal de Juicio
cuando se formula una querella (acción privada) por un delito de injuria o calumnia por la prensa escrita, aplicando los
procedimientos comunes establecidos en el Código de Procedimientos Penales, según la descripción típica que de esos
delitos formulan los artículos 145 y 147 del Código Penal. Además, por no existir ningún otro Tribunal que ordinariamente
sea superior en grado a la Sala Tercera, ésta conoce en única instancia del proceso dirigido contra los acusados por esos
delitos.

IV.- Contrariamente a lo antes expuesto, cuando se está en presencia de un delito de injurias y calumnias cometido por
medio de la prensa electrónica (radio y televisión) deben aplicarle los mismos procedimientos que establece el Código de
Procedimientos Penales, según las descripciones que de esos delitos hace el Código Penal, sin embargo la competencia
se le atribuye a los jueces penales, admitiéndose por esa razón la posibilidad de recurrir en casación ante la Sala Tercera
de la Corte Suprema de Justicia. La competencia de los jueces penales en esta materia es atribuida por la Ley de Radio y
Televisión (1758 de 19 de junio de 1954 y sus reformas),en sus artículos 23 y 24.

V.- Las tres leyes antes citadas que le atribuyen competencia a la Sala Tercera para conocer de los delitos de injurias y
calumnias por la prensa escrita, estima este Tribunal que podrían ser inconstitucionales por variar razones. En primer
término esas leyes contrarían el principio de igualdad previsto en el artículo 33 de la Constitución Política, (reformado por
Ley No. 4123 de 31 de mayo de 1968) porque establecen una distinción injustificada sobre la vía aplicable y el tribunal
competente para conocer de los delitos de injurias y calumnias por la prensa electrónica (radio y televisión) y aquellos por
la prensa escrita. En efecto, corresponde a la jurisdicción penal ordinaria, competente para conocer de los delitos de
acción privada, el conocimiento de los delitos de injurias y calumnias por la prensa electrónica, sea los jueces penales de
la República. Ello significa que la sentencia que se dicta en esos casos, y las resoluciones que le pongan fin a la acción
en esa clase de asuntos, tienen los correspondientes recursos de casación, con el fin de controlar la legalidad del debido
proceso y el respeto a los derechos de las partes. Sin embargo, si el mismo hecho, (injuria o calumnia) se ejecuta
utilizando la prensa escrita, corresponde conocer del mismo a la Sala Tercera, sin que exista la posibilidad de que otro
Tribunal penal ordinario examine la decisión. Ello ha provocado en una gran cantidad de casos que un mismo hecho,
reproducido por los distintos medios de comunicación colectiva, generan diferentes procesos: uno ante los jueces penales
cuando se trata de la radio y la televisión, y otro ante la Sala Tercera, cuando el mismo hecho también se reprodujo en
los periódicos. Se trata de una discriminación entre uno y otro que no se justifica, generando una distinción contraria a la
técnica, en la medida en que no encuentra ningún sustento doctrinario, práctico, ni jurídico, y contraria a la dignidad
humana porque repercute en perjuicio de quienes deben recurrir en única instancia ante la Sala Tercera Distinta es la
situación de los delitos que corresponden ser juzgados por la Corte Plena, cuando se trata de las acusaciones contra los
miembros de los Supremos Poderes del Estado, pues en estos casos existen otros principios básicos, relativos a la
investidura del funcionario, a la independencia del órgano al cual está adscrito, y a la función pública atribuida al acusado,
que sí justifican mantener una instancia distinta a la ordinaria, con fines de juzgamiento. Pero esas razones no se
encuentran cuando se quiere hacer distinciones entre los medios electrónicos de comunicación (radio y televisión) y los
medios escritos, para aplicar diferentes competencias. Podría argumentarse que la trascendencia de los hechos justifican
atribuirle la competencia a la Sala de Casación Penal, en virtud de la repercusión social que tienen esos ilícitos, lo que
justificaría dejarle la competencia de las injurias y calumnias por la prensa escrita, y pensar en atribuirle los demás. Sin
embargo, esta tesis no es atendible porque si por la trascendencia social debe dársele la competencia de Sala de
Casación Penal por esos hechos, para que actúe como Tribunal de Juicio en instancia única, entonces habría que
atribuirle todos los demás ilícitos que por su trascendencia y relevancia, también tienen gran repercusión social, como los
homicidios, el terrorismo, el tráfico de drogas, las violaciones, etc. En síntesis, el diferente procedimiento entre los delitos
de injurias y calumnias por la prensa escrita, comparado con el relativo a esos mismos delitos pero realizados por la
prensa electrónica, provoca una distinción contraria a la dignidad humana, porque le impide a los primeros gozar de
algunos derechos fundamentales (como el de recurrir de la sentencia condenatoria), sin que existan justificaciones
técnicas, jurídicas, ni de fondo para mantener la competencia en la Sala Tercera. La única forma de remediar ese
tratamiento dispar e inconstitucional, la constituye el atribuirle la competencia de los delitos de injurias y calumnias por la
prensa escrita a los tribunales penales ordinarios jueces penales y finalmente la Sala Tercera), lo que ocurriría si se
declaran inconstitucionales las normas impugnadas, porque habría que aplicar las reglas comunes, en especial los incisos
c) y d) del artículo 22 de la Ley Especial sobre Jurisdicción de los Tribunales, los cuales le atribuyen al Juez Penal la
competencia exclusiva para conocer de todos los delitos de acción privada, incluso de los previstos en leyes especiales,
siempre que no están reprimidos con prisión mayor de tres años, como ocurre con los delitos previstos en la ley de
Imprenta, y con los de injurias y calumnias del Código Penal.-

VI.- Los artículos 12, 13, 14,15, 16, 21 y 22 de la Ley de Imprenta, el inciso b) del artículo 36 de la Ley Especial sobre
Jurisdicción de Tribunales, y el inciso 2 del artículo 65 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, también podrían ser
contrarios a la Constitución Política en cuanto le atribuyen la competencia exclusiva a la Sala Tercera para que actúe
como Tribunal de Juicio en los delitos de injurias y calumnias por la prensa escrita, además de las razones antes
expuestas, porque al impedir la formulación de algún tipo de recurso para ante otro Tribunal Superior en grado, contrarían
otras disposiciones constitucionales. En efecto, el artículo 8.2 inciso h) de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, establece que toda persona acusada de delito tiene derecho de recurrir del fallo ante Juez o Tribunal superior
en grado. Esa norma tiene rango superior a la Ley por disponerlo así los artículos 7 y 105 de la Constitución Política. Sin
embargo, los artículos de las tres leyes antes citadas (Ley de Imprenta, Ley Orgánica del Poder Judicial y Ley Especial
sobre Jurisdicción de los Tribunales) están en abierta contradicción con la norma de la Convención y también con la
Constitución Política, porque le impiden a los condenados por delito de injurias y calumnias por la prensa escrita que
pueden recurrir del fallo ante un tribunal superior. El derecho de recurrir de la sentencia constituye una de las
fundamentales garantías dentro del proceso penal moderno, y por ello la Convención Americana de Derechos Humanos lo
adoptó como un derecho básico y fundamental, ya que constituye el camino natural mediante el cual el acusado puede
reclamar ante otro Tribunal de las posibles violaciones a sus derechos, del posible incumplimiento de las reglas del debido
proceso, y del eventual incumplimiento del principio de legalidad y las normas sustantivas del Derecho Penal, con el fin de
obtener una equitativa reparación o la cesación de esas violaciones. En consecuencia, vedar el derecho de recurrir
constituye no sólo una violación al Pacto de San José, en cuanto este garantiza ese recurso, sino además un obstáculo
para obtener justicia cumplida, ante posibles violaciones a los demás derechos (debido proceso, principio de legalidad).
Esas violaciones son inconstitucionales con base en lo dispuesto en los artículos 7 y 105 de la Constitución Política que le
otorga a la normativa internacional un rango superior a la ley, y también conforme al inciso b) del artículo 2 de la Ley de
Jurisdicción Constitucional, en cuanto de él se desprende que la inconstitucionalidad de una norma puede consistir,
también, en su contrariedad con el Derecho Internacional o Comunitario aplicable en Costa Rica, como ocurre en el
presente caso.

VII.- Son muchos los sectores que han llegado a esas mismas conclusiones. Baste citar una ponencia presentada durante
el Tercer Congreso Jurídico Nacional en setiembre de 1975 -pocos días después de la entrada en vigencia del Código de
Procedimientos Penales- formulada por varios distinguidos penalistas y referida a "la única instancia en el procedimiento
penal costarricense", donde ya se ponía de manifiesto que "...nuestra historia constitucional, viene a ser clara en cuanto a
que nunca, en Costa Rica, se ha establecido como principio general la única instancia si examinamos las Constituciones
que nos han regido hasta nuestros días encontramos que en ellas se establecían en la administración de justicia, hasta
tres instancias, estando esta última por supuesto en manos de la Corte Suprema de Justicia..." (Ponencia transcrita en la
Revista de Ciencias Jurídicas No 28, San José, 1976, p.201). Hasta llegar, últimamente, a las resoluciones de la Sala
Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, (Recurso de Hábeas Corpus, Res. No. 282-90 de 17:00 hrs. del 13 de
marzo de 1990; y Recurso de Inconstitucionalidad, Res. No. 719-90, de 16,30 hrs. del 26 de junio de 1990). En las cuales
se declara que las disposiciones que limitan la posibilidad de formular un recurso contra una sentencia condenatoria por
delito, e instauran la única instancia, son inconstitucionales, porque "...la antimonia entre Ley y Tratado, a partir de la
reforma de los artículos 10, 48, 105 y 128 de la Constitución (Ley No. 7128 de 18 de agosto de 1989, vigente desde el 1
de setiembre), y, sobre todo, de la Ley de la Jurisdicción Constitucional ( No. 7135 de 11 de octubre de 1989, vigente
desde su publicación el 19), se resuelve, en primer lugar y en lo posible, con la derogatoria automática de la primera en
cuanto se oponga el segundo, sin perjuicio de que también pueda serlo mediante la declaración de inconstitucionalidad de
la ley..." (Voto No. 282-90 antes citado).

VIII.- En consecuencia, por todo lo expuesto y teniéndose conocimiento que la Sala Constitucional mediante resolución
No. 679-90 de las 15,00 hrs. del 19 de junio de 1990 rechazó ad portas la acción de inconstitucionalidad contra la Ley de
Imprenta formulado por el señor... en cuyo caso deben continuarse los procedimientos en esta causa y, con fundamento
además en los artículos 2 inciso b), 4, 8, 11, 13, 14, 102 a 108 de la Ley de Jurisdicción Constitucional (No. 7135 de 11
de octubre de 1989), nos permitimos consultar a la Sala Constitucional las fundadas dudas que tenemos sobre la
constitucionalidad de los artículos 36 inciso b) de la ley Especial sobre Jurisdicción de los Tribunales (No. 5711 del 27 de
junio de 1975); artículo 65 inciso 2) de la Ley Orgánica del Poder Judicial (norma reformada por la Ley No. 6434 de 22 de
mayo de 1980); y artículos 12, 13, 14, 15, 16, 21 y 22 de la Ley de Imprenta (No. 32 de 17 de julio de 1902, revalidada
por Ley No. 7 de 15 de mayo de 1908), en cuanto le atribuyen a la Sala de Casación Penal, Tercera de la Corte Suprema
de Justicia, la competencia exclusiva y en única instancia para conocer de los delitos de injurias y calumnias por la prensa
escrita, lo que en nuestro criterio podría contrariar injustificadamente el artículo 33 de la Constitución Política (según
reforma introducida por Ley No. 4123 de 31 de mayo de 1968); así como también podría contraponerse al artículo 8.2
inciso h) de la Convención Americana sobre Derechos humanos (Pacto de San José, aprobado por Ley 4534 de 23 de
febrero y ratificado el 8 de abril de 1970), en cuanto este último reconoce como derecho fundamental de todo ser humano,
acusado de delito en una causa penal, el de recurrir de la sentencia condenatoria para ante el superior. De existir esa
disconformidad entre los artículos de ley citados y la Convención Americana sobre Derechos Humanos, debe resolverse
por la inconstitucionalidad de los primeros, con fundamento en las razones expuestas, y además conforme a los artículos
10, 48, 105 y 128 de la Constitución Política (según reforma introducida por Ley No. 128 de 18 de agosto de 1989). En
consecuencia, debe suspenderse de nuevo la tramitación de este asunto, emplazar a las partes para ante la Sala
Constitucional y enviarse los autos a ese Despacho para lo que corresponda en derecho."

Sala Tercera. No. 355-A de las 15, 20 horas del 24 de agosto de 1990.

III.- DISEREPANCIA ENTRE AMBAS SALAS EN RELACION CON LA REVOCATORIA DE LA EJECUClON


CONDICIONAL

Resulta de interés destacar, que de conformidad con la jurisprudencia transcrita línea atrás puede apreciarse una evidente
contradicción entre el pronunciamiento de la Sala Constitucional referido a la revocatoria de la ejecución condicional, y el
de la Sala Tercera sobre el mismo punto. En efecto, mediante resolución de las 8,40 hrs. del 28 de junio de 1990, la Sala
Constitucional al señalar los alcances del artículo 63 inciso 2) del Código Penal estableció que al referirse la mencionada
disposición, a la comisión de un nuevo delito sancionado con prisión mayor de seis meses, está haciendo alusión al límite
de la pena prevista para el ilícito; mientras que la Sala Tercera, en resolución de las 9,40 hrs. del 25 de mayo de 1990
estableció el alcance de esa norma, señalando que se refiere a la pena impuesta y no a la establecida para el tipo penal
por el cual se condena de nuevo a quien goza de una suspensión de pena.

Hemos creído importante destacarlo, en razón del rango de la jurisprudencia constitucional, la cual debe ser acatada so
pena de incurrir en algún tipo de responsabilidad penal, aún cuando consideremos que, en este caso, la posición de la
Sala Tercera es de mayor garantía del principio de libertad. La solución no es fácil, el juez está obligado a acatar la
Constitución y la Ley; en acatamiento de la primera resulta más lógico guiar su decisión por aquellos pronunciamientos
que garanticen efectivamente el respeto a los derechos y garantías ciudadanas, pero no puede por otra parte, obviar la
obligación que tiene de someterse a las decisiones del Tribunal Constitucional, expresamente señalada en la Ley de
Jurisdicción Constitucional.

De nuestra parte nos inclinamos por acoger, en este caso particular, el razonamiento de la Sala de Casación, al estimar
que cede a la vinculación jurisprudencial, la obligación de ajustarse a decisiones que garanticen de manera más eficaz los
derechos y libertades constitucionales.
JURISPRUDENCIA PENAL RECIENTE

Cecilia Sánchez Romero (1)

CONTENIDO

RESOLUCIONES DE LA SALA TERCERA

A- DERECHO PENAL

1.- ABUSOS DESHONESTOS AGRAVADOS - Paternidad reconocida ante Registro pese a no ser padre biológico es
suficiente para agravar ilícito.

2.-ABUSOS DESHONESTOS, VIOLACION Y CORRUPCION DE MENORES - Diferencias y naturaleza del concurso que
se produce entre ellos - Caso de violencia doméstica y sexual.

3.- ALEVOSÍA Y ENSAÑAMIENTO - Análisis sobre sus alcances.

4.- CONCURSO IDEAL ENTRE RESISTENCIA AGRAVADA Y DESACATO - Ofensas proferidas para oponerse a
detención.

5.- DAMNIFICADO - Alcances del concepto para efectos indemnizatorios.

6.- DAÑO MORAL - El derecho a la reputación de las personas jurídicas es tutelable.

7.- DELITO CONTINUADO RETROSPECTIVO - Posibilidad de adecuar penas impuestas en el primero y segundo fallos.

8.- EMOCION VIOLENTA - Existencia por conmoción impulsiva en el ánimo de la actora, causada por ofensas proferidas
por la víctima.

9.- ERROR DE PROHIBICION - Venta de patente para hacerse pago de deuda no cancelada, por consejo de profesional
en derecho.

10.- ESTAFA - Concurso ideal con falsificación de documento y uso de documento falso.

11.- ESTAFA PROCESAL O TRIANGULAR - Falsificación de recibos en juicio de desahucio, induciendo en error al juez.

12.- ESTUPRO - Consideraciones sobre el concepto honestidad.

13.- EXTORSION - Momento de consumación - Acción que pone en peligro libertad de disposición patrimonial.

14.- PECULADO - Admisión de la tentativa - Consumación por haber sacado los bienes de la esfera de custodia.

15.- PENA - Obligación de respetar el principio de proporcionalidad y necesaria motivación.

16.- PERDON DE LA OFENDIDA - Posibilidad de dictar sobreseimiento en el delito de estupro interpretando


adecuadamente la reforma al Código Penal de 1975.

17.- ROBO - Disponibilidad como elemento determinante para la consumación.

18.- ROBO AGRAVADO - Uso de arma - Análisis sobre distintos tipos de armas.

19.- ROBO AGRAVADO Y VIOLACION DE DOMICILIO - Inexistencia de concurso ideal.

20.- VENTA DE DROGAS - Cierre de negocio donde se vendía la droga, sin darle intervención al propietario atenta
contra el debido proceso.

21.- VENTA DE DROGAS - Varias ventas a agente encubierto no configuran concurso real.
22.- VENTA DE DROGAS A CONSUMIDORES - Tenencia es conducta anterior a la venta y por ello procede disminuir la
pena.

23.- VIOLACION - Aceptación de cerveza no implica consentimiento de actos posteriores.

B- DERECHO PROCESAL PENAL

24.- ACCION CIVIL RESARCITORIA - Absolutoria no exime del deber de fundamentar este aspecto.

25.- CORRELACION ENTRE ACUSACION Y SENTENCIA - Alcances.

26.- COSTAS - Condenatoria improcedente al actor civil por existir justificación legal para intervenir.

27.- DERECHO DE ABSTENCION - Requisitos de la unión de hecho para ser amparada - Necesidad de valorar cada
caso.

28.- EJECUCION DE SENTENCIA - Improcedencia de solicitud de suspensión mientras se tramita recurso de revisión.

29.- INTERVENCION DEL ACUSADO - Posibilidad de valorar las manifestaciones emitidas al final de la audiencia.

30.- PENA - Posibilidad de recurrir en casación por violación al principio de proporcionalidad.

31.- PRUEBA ESPURIA - Derivada de allanamiento declarado ilegal por la Sala en sentencia anterior.

32.- RECURSO DE CASACION - Interpuesto por funcionaria del Ministerio Público que gozaba de licencia - Validez por
prevalencia de fundamentales intereses jurídicos.

33.- RECURSO DE CASACION - No recibido por cierre de atención al público -Modificación de horario por remodelación
no puede afectar derechos de quienes desconocen esa circunstancia.

A- DERECHO PENAL

1.- ABUSOS DESHONESTOS AGRAVADOS - Paternidad reconocida ante Registro pese a no ser padre biológico
es suficiente para agravar ilícito.

"Alega el impugnante errónea aplicación del artículo 161 en relación con el 158 inciso 2) del Código Penal, ya que dice
que en la especie no se configuró el delito de Abusos Deshonestos Agravados, al no ostentar B. S. la condición de tutor o
curador de M. X., independientemente de que la considerara o no como su hija. El reclamo no procede. En efecto, el
impugnante en su argumentación pretende incluir en los hechos demostrados, circunstancias que no tuvo por acreditadas
el a-quo, con lo que torna inexacta la especie fáctica respecto a la que corresponde verificar la apropiada aplicación de la
normativa de fondo. Ahora bien, no obstante lo indicado, aprecia esta Sala un error en la normativa aplicada; obsérvese
que el tribunal de mérito señaló que: "El hecho que la fiscal de Juicio haya solicitado la pena de por (sic) Abusos
deshonestos Calificados debe ser rechazada, ya que precisamente aunque exista una certificación del registro civil (sic) la
cual fue incorporada al debate, en la cual se indica que el imputado es el padre de la menor ofendida, la prueba recabada
en el debate demostró que el imputado reconoció a la niña no siendo su padre, y siendo que el articulo 157 del Código
penal refiere que debe ser ascendiente o descendiente consanguíneo y en la especie el encartado no lo es, pero si
ejercía la custodia como padre o guardador de la niña el hecho se tipifica como Abusos deshonestos Agravados" [...]. Al
respecto, el Tribunal en forma evidente y errónea dejó de aplicar lo dispuesto en los numerales 378 y 198 del Código de
Procedimientos Penales, que disponen la libre valoración de la prueba excepto en lo que se refiere al estado civil de las
personas. Así las cosas, independientemente de que en el debate se haya señalado que el encartado no es el padre
biológico de la menor perjudicada, ante el reconocimiento efectuado por él, la paternidad se acreditó debidamente con la
certificación del Registro Civil [...] respecto de la que en aplicación del articulo 198 ibídem no existe libre valoración, de
manera que resulta incuestionable que las acciones ejecutadas por E. E. se dieron en perjuicio de su hija. Sobre este
mismo aspecto y a mayor abundamiento, el artículo 87 del Código de Familia dispone que: "El reconocimiento es
irrevocable". En consecuencia, estima esta Sala que los abusos deshonestos están correctamente encuadrados pero la
pena se agrava conforme a lo dispuesto en los artículos 161 y 157 del Código Penal, en razón de que fueron ejecutados
por el padre de la ofendida, supuesto en que califica la conducta del justiciable. Por lo expuesto, se declara sin lugar el
motivo de fondo y de oficio se establece que E. E. B. S., es autor responsable del delito de Abusos Deshonestos
Agravados -conforme a lo dispuesto en los artículos 161 en relación con el 157 del Código Penal-; sin embargo,
careciendo de interés y habiendo recurrido únicamente la defensa y en virtud del principio de non reformatio in peius
(artículo 459 del Código de Procedimientos Penales), se mantiene la pena dispuesta originalmente en el fallo impugnado."
1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N 0 532-F de las 8,55 hrs. 20 de setiembre.

2.- ABUSOS DESHONESTOS, VIOLACION Y CORRUPCION DE MENORES - Diferencias y naturaleza del concurso
que se produce entre ellos - Caso de violencia doméstica y sexual.

"Conforme al artículo 75 del Código Penal, para el concurso ideal debe aplicarse la pena correspondiente al delito más
grave, a saber el de Violación Calificada. Como el hecho sucedió antes de la reforma introducida por la Ley N 0 7398 del
10 de mayo de 1994, debe aplicarse la pena prevista en el texto original del articulo 157 del Código Penal, que consiste
en prisión de ocho a quince años. Para la fijación de la pena vale todo lo que se ha dicho sobre la reprochable conducta
del encartado en su condición de padre de la víctima -aspecto determinante en la comisión de los hechos-, de lo cual
cabe subrayar la multiplicidad de bienes jurídicos que lesionó; el grave perjuicio físico y mental que le causó a su propia
hija y el implícito desprecio que tuvo para ella. En este punto debe destacarse que el imputado amenazó a su hija de
forma tal que le dio a entender que si ella lo delataba le haría un mal a él, argumento con el cual la revictimizó porque -
siendo hija suya- la indujo a sentirse culpable de la suerte que pudiera correr aquel si se descubría la situación. Por todas
estas razones la Sala considera que debe imponérsele el extremo mayor de la pena, a saber, quince años de prisión que
deberá descontar en el lugar y forma que indiquen los respectivos reglamentos carcelarios previo abono de la preventiva
que por estos hechos hubiere cubierto. Firme la sentencia se inscribirá en el Registro Judicial de Delincuentes y se
remitirá los testimonios de estilo al Instituto Nacional de Criminología y al Juzgado de Ejecución de la Pena para lo de sus
cargos. El resto de la sentencia se mantiene incólume. 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N 0 328-F de las 9,45 hrs.
del 28 de junio.

3.- ALEVOSIA Y ENSAÑAMIENTO – Análisis sobre sus alcances.

"X1°.- En el único motivo por el fondo, la Licda. G. S. en representación del Ministerio Público, alega violación por
aplicación indebida del artículo 111 y falta de aplicación del artículo 112 inciso 3) del Código Penal. Señala que de los
hechos probados se desprende que "...los encausados actuaron sobre seguro, a resguardo de la posible defensa que
ejerciera el ofendido sosteniéndolo uno de ellos, de una mano y de un pie, en tanto los otros lo "mataban". Agrega que el
argumento del tribunal, al descartar la alevosía porque el ofendido estaba informado del posible ataque, no es atendible
porque el acecho tendiente a tomar a la víctima desprevenida es sólo una de las formas posibles de la alevosía pero no
la única, ya que hay otras variantes que no implican tomar por sorpresa al perjudicado [...]. Agrega, que la conducta
descrita por el Tribunal es constitutiva del delito de homicidio agravado. Consecuentemente, solicita que se case la
sentencia. El reclamo es procedente. En efecto, según se desprende de los hechos que se tuvieron por demostrados,
cuando el ofendido trataba de huir fue acorralado contra una pared por los imputados y otros menores, sitio en el cual fue
inmovilizado y brutalmente golpeado en la cabeza y en todo su cuerpo. Mientras unos imputados lo sujetaban otros lo
golpeaban. Acto seguido"...el encartado O. sacó el revólver mencionado, que portaba y apuntó al perjudicado R. y disparó,
contra éste, hiriéndole en el hemitórax izquierdo, bajo la clavícula y no contento con esto, el imputado O. le propino diez
estocadas con el puñal que llevaba, en distintas partes del tórax, a pesar del disparo y las puñaladas mencionadas, los
imputados R. y G., continuaron golpeando al ofendido R. Mientras J. C. lo sujetaba, e incitaba a O. que siguiera
apuñalando al ofendido, mientras el ofendido suplicaba que dejaran de agredirlo pero los encartados siguieron
golpeándolo, con el fin de que R. J. muriera. Que una vez que los imputados se cansaron de golpear al ofendido se fueron
del lugar para ocultarse..." [...]. Según lo expuesto, de los hechos acreditados se desprende como la víctima se ve
sometida a una terrible golpiza previa, y cuando estaba en un estado de absoluta indefensión le disparan con un arma y
además le incrustan en el tórax diez puñaladas, lo que el Tribunal califica de "masacre" [...]. Pese a lo expuesto el tribunal
concluye que no concurren los supuestos del ensañamiento y -además- que el ofendido "estaba sobre aviso", por ende
que al estar ausente el acecho falta -en su criterio- un elemento esencial que impide que se configure la agravante de la
alevosía. Por lo anterior excluyen la existencia de la agravación del inciso 3 del articulo 112 del Código Penal. Esa
argumentación del tribunal no es atendible. El ensañamiento consta de un elemento psíquico, entendido como la intención
de causar deliberadamente males innecesarios para la ejecución del delito, y de un elemento objetivo constituido por el
tipo de acciones ejecutadas para provocar el sufrimiento. Ciertamente no estaremos en presencia de la agravante sólo
porque se le hayan ocasionado múltiples heridas a la víctima, que podría ser el caso típico del homicidio pasional. El
ensañamiento requiere una idea, una circunstancia subjetiva, que precisamente consiste en ese propósito deliberado de
causar daño de más por crueldad. El homicidio con ensañamiento requiere también que la víctima se encuentre aún con
vida, y que ya indefensa, sufra por la acción del homicida dolores innecesarios, que no son imprescindibles para provocar
la muerte (Véase Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia, V- 508-F, de las 9:50 hrs del 6 de marzo de 1995, entre
otros). De los hechos probados en la sentencia se observa que los imputados actuaron en grupo y se abalanzaron sobre
el cuerpo del ofendido para golpearlo en diferentes partes. Al inmovilizarlo G. R. procede a golpearlo con un tubo metálico
por la cabeza, mientras J. C. C. lo sujeta y a la vez lo golpea con una piedra en la frente Luego el imputado O. C. lo
golpea, le dispara y lo hiere repetidamente con un cuchillo [...]. El deseo de causarle la muerte provocándole un
sufrimiento innecesario, no sólo se desprende de la manera como lo inmovilizan y golpean brutalmente, sino como
disfrutan produciéndole lesiones aún cuando estaba indefenso y herido de bala. Además, de acuerdo con el fallo, los
imputados le insistían a O. C. que le introdujera el cuchillo a su víctima, lo que efectivamente hace en repetidas
ocasiones. En consecuencia no podemos excluir el ensañamiento en la conducta de los imputados, ante el brutal y cruel
ataque al que sometieron a su víctima.

X11°.- Lo expuesto en el considerando anterior sería suficiente para declarar con lugar el recurso del Ministerio Público.
Sin embargo, respecto de la alevosía deben hacerse también otras consideraciones. En la antigua legislación española e
italiana se hablaba de dos tipos de alevosía, uno de las cuales se denominaba homicidio "proditorio", donde el homicida
se ganaba la confianza de la víctima para poder ultimarla sobre seguro. En este supuesto hay un ocultamiento moral. En
el segundo tipo, denominado homicidio "per aguato" de la antigua ley italiana, hay un ocultamiento material o físico del
sujeto. Éste se esconde, se embosca, esperando el paso de la víctima para darle muerte sobre seguro. Hoy son
reconocidas otras formas de alevosía, en especial tomando en cuenta las especiales circunstancias de indefensión en que
la víctima puede encontrarse, que son aprovechadas por el agresor para realizar el homicidio. La jurisprudencia ha
establecido que existe alevosía en los casos en que la víctima estaba de espaldas o indefensa (así Sala Tercera de la
Corte Suprema de Justicia, V-127 F, de las 9:15 horas del 10 de marzo de 1995), también lo admite la doctrina, cuando
estando la víctima enferma no puede ofrecer resistencia. Esta condición de la víctima hace innecesario que los autores
del hecho tengan que obrar emboscados. Desde este primer punto de vista no puede descartarse la alevosía cuando la
víctima no ignora la presencia de su agresor, pues la indefensión de la víctima es un supuesto que también le permite al
victimario actuar sobre seguro y eso solo basta para configurarla, siempre que el homicida se haya aprovechado
dolosamente de ese estado para actuar sobre seguro o minimizando cualquier reacción defensiva de aquella o de un
tercero. Como se expuso arriba, el Tribunal realiza una valoración congruente de la prueba al señalar la manera como el
occiso fue inmovilizado por los imputados, quienes le disparan y apuñalean actuando sobre seguro hasta lograr su muerte.
En tales circunstancia, bastó para la configuración de la agravante el haber aprovechado los imputados las condiciones en
que se encontraba la víctima, pues no se detuvieron ante sus súplicas y por el contrario continuaron su despiadado ataque
al extremo de ocasionarle múltiples heridas [...], con las consecuencias conocidas, todo sin ningún riesgo para ellos. Por lo
expuesto debe declararse con lugar el recurso del Ministerio Público, pues el homicidio fue calificado por ensañamiento y
alevosía." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N 0 560-F de las 9,15 hrs. del 27 de setiembre.

4.- CONCURSO IDEAL ENTRE RESISTENCIA AGRAVADA Y DESACATO - Ofensas proferidas para oponerse a
detención.

"En cuanto al recurso por el fondo, en el que se alega que los hechos atribuidos fueron cometidos en concurso ideal, y no
real, como lo estimó el tribunal, es necesario entrar a despejar como punto básico si se trata de una o más acciones las
que se atribuye a la encartada B. V. Al respecto, esta Sala, mediante resolución 101, de las nueve horas del tres de
marzo de mil novecientos noventa y cinco, hizo una reflexión que resulta de útil alusión, diciendo: "De acuerdo con el
postulado de que toda acción requiere para ser tal expresar una finalidad y no ser sólo un mero movimiento fenoménico
(lo cual reduciría al ser humano en un factor más del mecanismo de causalidad que lleva al resultado, retirándole toda
calidad subjetiva en la determinación volitiva y cognitiva de su quehacer), el concepto de acción debe contemplar si la
lesión infligida a ciertos bienes jurídicos forma parte de una sola intencionalidad inmediata y específica. Es decir, para
determinar la unidad de acción ha de estarse a: a) la existencia de la vinculación fenoménica (temporal y espacial) que
describe la norma; y, b) la existencia de una misma intencionalidad específica subyacente a ese movimiento exterior
lesivo." En el presente caso, surge como evidente del cuadro de hechos acreditados que se cumple con el primer
supuesto. En cuanto al segundo, la antes aludida existencia de una misma intencionalidad específica subyacente a ese
movimiento exterior lesivo, también se constata, pues se comprueba que los improperios emitidos por la justiciable en
contra de los funcionarios públicos, tenían por finalidad oponerse a la detención que aquéllos debían efectuar; esto es,
formaban parte de la misma actitud de oposición contra el cumplimiento de la orden de captura tanto cuanto su oposición
física, que alcanzó el carácter de agresión. Por ende, se constata así que se trata de una misma acción. En consecuencia,
procede dar la razón en este aspecto al recurrente, casar la sentencia en lo atinente a la cuestión y declarar que los
ilícitos acreditados fueron cometidos en concurso ideal. Por ello, tomando en cuenta los argumentos extendidos por el a-
quo al fijar la pena, y en aplicación del articulo 75 del Código Penal, se fija en el tanto de un año de prisión la pena a
imponer. El resto del fallo se mantiene incólume." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N ° 282-F de las 9,55 hrs. del
31 de mayo.

5.- DAMNIFICADO - Alcances del concepto para efectos indemnizatorios.

“Señala el impugnante que la resolución recurrida presenta inobservancia de la ley sustantiva en cuanto se refiere al caso
de S. A. Ch. M., pues, aunque fue condenado por el delito de Cohecho Impropio, la acción civil fue declarada sin lugar en
lo que a él se refiere, argumentando el Tribunal "que fue terminante su intención de violentar los deberes de la función
pública, pero no de manera subsidiaria perjudicar el bien jurídico de la propiedad o el patrimonio del Banco de Costa Rica”
(sic), interpretación que estima violatoria de los artículos 103 del Código Penal, 122 del Código Penal de 1941, 1045 y
1046 del Código Civil. Por ello, pide que se revoque la sentencia impugnada y se declare con lugar la acción civil
resarcitoria formulada contra Ch. M., condenándolo a pagar los extremos solicitados en las conclusiones. Lleva razón la
parte impugnante. Es indudable que los juzgadores confundieron el derecho del Banco de Costa Rica para reclamar los
daños y perjuicios ocasionados por la conducta ilícita, es decir, el carácter de "damnificado" que corresponde a dicho ente,
con la determinación del "bien jurídico" que tutela la norma legal aplicada en este caso para sancionar penalmente al
convicto Ch. M. En efecto, "damnificado" es la persona a la que el hecho ilícito le ha causado de manera directa un
perjuicio sujeto a restitución, reposición e indemnización; mientras que, "el bien jurídico" es el interés o valor determinante
que protege la norma penal. Se trata, por lo tanto, de dos cuestiones claramente diferenciables entre sí, toda vez que el
bien jurídico se establece a través del contenido de la norma penal, en tanto que la condición de damnificado se determina
analizando la conducta ilícita, para saber sobre qué persona (física o jurídica) recaen sus efectos dañosos. Siguiendo este
último procedimiento, se observa que los juzgadores tuvieron por cierto, entre otros aspectos, que el "descongelamiento"
anticipado de los fondos de la cuenta corriente número [...], conducta que dio lugar a la pérdida económica sufrida por el
Banco de Costa Rica, se produjo por la acción directa del sentenciado Ch. M., funcionario de la Sección Extranjera de
dicho Banco, quien -de acuerdo con el fallo- no sólo omitió consultar e informarse acerca de datos que hubieran evitado la
defraudación, sino que, además, recibió de parte de la justiciable L. C. L. M. -principal responsable de los hechos- la suma
de ochenta y ocho mil colones en efectivo, "...a título de dádiva por su gestión de liberación de fondos, materializando así
la promesa que previamente se le había hecho" (sic). Además, del fallo se desprende con toda claridad que a raíz de lo
ocurrido el Banco de Costa Rica fue objeto de una defraudación que alcanza en total la suma de sesenta y cuatro mil
quinientos sesenta y tres Dólares, moneda de los Estados Unidos de Norteamérica. [...].Ahora bien, de acuerdo con el
artículo 103 del Código Penal, todo hecho punible tiene como consecuencia la reparación civil, que será determinada en
sentencia condenatoria; debiendo ordenarse, según el inciso 2): "La reparación de todo daño, y la indemnización de los
perjuicios causados tanto al ofendido como a terceros". Esta norma debe relacionarse con los artículos 122, 124 y 126 del
Código Penal de l941, como también con lo dispuesto en el articulo 1045 del Código Civil, norma esta última según la
cual: "Todo aquel que por dolo, falta, negligencia e imprudencia, causa a otro un daño, está obligado a repararlo junto con
los perjuicios." Conforme a lo expuesto, resulta claro que la acción civil que interpuso el Banco de Costa Rica en contra
de Ch. M. fue indebidamente declarada sin lugar, pues dicha entidad sí resultó damnificada a causa directa de la
conducta que desplegó este último. Por lo tanto, procede acoger el recurso en examen y casar la sentencia únicamente
en cuanto rechaza la citada acción civil." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N 0 540-F de las 9,35 hrs. del 20 de
setiembre.

6.- DAÑO MORAL - El derecho a la reputación de las personas jurídicas es tutelable.

"Por último, repara -en relación con la condenatoria civil,- aplicación indebida de los numerales 702 y 704 del Código Civil,
123,124, y 125 del Código Penal de 1.941 e incorrecta aplicación de los artículos 17 y 44 del Arancel de Honorarios de
Profesionales en Derecho Decreto Ejecutivo N 0 20.307-J de marzo de 1.991), en relación con el 56 del Código de
Procedimientos Penales, al haberse acogido la acción civil sin determinarse con la prueba pertinente, ni el monto de la
defraudación, ni el faltante de inventario. Además, agrega que al no haberse solicitado en la interposición de la demanda
el daño moral, no resulta pertinente otorgarle en sentencia. Asimismo, considera el recurrente que al no quedar
demostrados los extremos antes citados, ni la existencia del delito, tampoco resulta pertinente la fijación de costas. El
reclamo no procede. En primer lugar, el tribunal con prueba legal y eficaz, tuvo por demostrados los temas que extraña el
impugnante, sin que sean atendibles al respecto las manifestaciones contenidas en su alegato, mediante las que critica el
valor fijado por el a-quo al material probatorio. Por otra parte y en segundo lugar, en cuanto a la concesión del daño
moral a favor de la empresa ofendida, tampoco resulta pertinente el motivo. En efecto, conforme se aprecia del contenido
de interposición de la demanda, el actor civil gestionó a su favor -en lo pertinente- la condenatoria en cuanto a los daños
ocasionados, lo que comprende la reparación de los daños material y moral; además, no obstante esa petición, también
solicitó expresamente el pago de los daños morales: "en la buena fama y seriedad de la empresa" [...], aspectos que
reiteré al emitir conclusiones en la audiencia oral. Cabe agregar, que para fijar la indemnización por daño moral, el tribunal
de mérito señaló expresamente los aspectos que tomó en consideración. Sobre este mismo plano y a mayor
abundamiento, la Sala Constitucional mediante voto número 1.026-94 de las diez horas cincuenta y cuatro minutos del 18
de febrero de 1.994, señaló -entre otros aspectos- que: "...el honor objetivo, o prestigio o reputación es tutelable a las
personas jurídicas como valor fundamental, como bien preciado. Esto es así, puesto que el valor del honor es íntimo de la
persona física como autopercepción, más la reputación como percepción exterior de la persona resulta un bien muy
preciado para dichos grupos como elemento de cohesión y proyección. De esta forma, en cuanto al derecho a la
reputación como derecho fundamental consistente en la percepción exterior de los demás hacia una persona es tutelable a
una persona jurídica". Conforme lo expuesto, la indemnización en concepto de daño moral resultaba pertinente al tutelarse
el honor objetivo. Por último, el reclame sobre la fijación de costas carece de fundamento y más bien se sustenta de
manera exclusiva, sobre la remisión a los restantes alegatos que se rechazó, por lo que resulta improcedente.
Consecuentemente, no estando en presencia de los quebrantos alegados, se rechaza el motivo interpuesto." 1996. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N 0 255-F de las 8,45 del 24 de mayo.

7.- DELITO CONTINUADO RETROSPECTIVO. Posibilidad de adecuar penas impuestas en el primero y segundo
fallos.

"IX.- En sentencia anterior, dictada por esta misma Sala (N° 565-F-94 de 16:15 horas de 12 de diciembre de 1994), al
resolver Recurso de Casación presentado en algunas causas de la totalidad integrante del primer juicio celebrado con
relación al Fondo de Emergencias, se consideró que existía delito continuado de peculado y no un sólo ilícito, como lo
había estimado el Tribunal de Juicio, en la totalidad de las acciones que se atribuía a los acusados en las causas
comprendidas en los Tomos I a V. Partiendo de esa determinación, que la Sala ahora reitera, debemos resolver entonces,
cómo han de aplicarse las reglas procesales de la acumulación, a los supuestos de delito continuado, cuando, como en el
caso en estudio, ha habido causas originalmente acumuladas que por una u otra circunstancia, no fueron objeto de
juzgamiento simultáneo y respecto de los cuales se ha constatado, en la primera de las sentencias, el vínculo de
continuación. Es decir, es necesario establecer cómo ha de enfrentarse el problema del delito continuado y la concurrencia
de una primera sentencia en la que se ha fijado pena por delitos considerados como continuados y tiene carácter de cosa
juzgada, no obstante, quedaron pendientes de juzgamiento otros hechos, respecto de los cuales se constata con
posterioridad la existencia de los mismos vínculos respecto de los anteriores. ¿Es posible imponerle a estos delitos una
pena, a pesar de aceptar que integran el delito continuado ya declarado en la primera sentencia, sin lesionar el principio
de cosa juzgada? En otras palabras, resulta válido cuestionarse sobre la penalidad del último delito de peculado
acreditado, para resolver: A) si este hecho ya fue sancionado con la pena impuesta en la primera sentencia; B) si debe
sancionarse con una pena independiente de aquella, o; C) si aquella primera condena debe adecuarse con la
consideración del delito acreditado en esta segunda sentencia. El tema de la sancionabilidad o no de los hechos
constitutivos de un delito continuado precedentes a la sentencia pero juzgados con posterioridad a esta, encuentra en la
doctrina diferentes posiciones. Sin embargo, la concepción que se tenga acerca de la naturaleza misma del delito
continuado, o la teoría que se siga, reviste importancia secundaria ante la principalidad de la solución normativas, pues
bien puede suceder que una conceptualización lleve en doctrina a soluciones inviables en nuestro ordenamiento o no
compartible, o que ninguna se muestre idónea para resolver el punto. Por eso ha de estimarse que el debate en cuanto a
la naturaleza del delito continuado es una disquisición circunstancial, porque, debiéndose resolver el caso conforme a
derecho, ha de estarse ante todo a lo dispuesto con la normativa, la cual sólo toma partido en cuanto a las consecuencias
prácticas de la figura, mas no en cuanto a su conceptualización. Por eso ha de estimarse que el examen del punto en
entredicho debe dirigirse a buscar la solución que otorga esa normativa, y sólo adicionalmente, dentro del margen de esa
solución, buscar la conceptualización dogmática que permita aclarar su interpretación. Como se señaló, bien puede
suceder que se deba obtener la respuesta fuera de esas teorías o corrientes, independientemente de si se acomoda
alguna doctrina o a ninguna, por cuanto estas no son las únicas vías de solución, sino algunas. Aclarado lo anterior, debe
examinarse si nuestra legislación prevé una solución clara para el asunto. Cuanto sucede en otras legislaciones, como en
Italia, Argentina y Alemania, las disposiciones existentes en cuanto al delito continuado son modestas y dejan de regular
explícitamente el tema que nos ocupa. Así, el articulo 81 del Código Penal Italiano, se limita a señalar los elementos
constitutivos del delito continuado y a prescribir la aplicación de la pena más grave, aumentada hasta el triple. Por su
parte, el de Argentina, en su artículo 54, se restringe a decir que cuando un hecho cayere bajo más de una sanción, se
aplicará solamente la pena mayor, en lo cual la doctrina y jurisprudencia local identifican, amén del concurso ideal, el
delito continuado. Finalmente, el StGB alemán, a pesar de sus modificaciones tampoco lo regula, quedando la cuestión
con carácter consuetudinario. Siendo de este modo, y tratándose el delito continuado, como se explicó en el considerando
anterior, de una modalidad de concurso real o material, toda vez que se parte de que cada uno de los hechos constituye
por si mismo un ilícito, modificado el concurso únicamente a efectos de imponer una pena (CASTILLO, Francisco. "El
Concurso de Delitos en el Derecho Penal Costarricense Facultad de Derecho U.C.R., San José, 1981, p.p. 90 y 92;
BETTIOL, Giuseppe. "Diritto Penale". Parte General. CEDAM, Padua, 1986, p. 622)-y no como apuntaba la doctrina y
jurisprudencia española de los años treinta como un recurso facilitador del juzgamiento de hechos que se sabe cometidos
pero de difícil comprobación (ONECA, Antón. "Derecho Penal". AKAL, Madrid, 1986, p. 499), y que empezó a
abandonarse a finales de los sesenta por considerar que se estaba reputando la indeterminación como elemento
constitutivo de la figura, en defecto de los que si lo son, o sea supeditando su configuración o no al éxito de la práctica
probatoria (CASTIÑEIRA, María. "Delito Continuado". BOSCH. Barcelona, 1977, p.p. 27 y 174), es necesario, en
consecuencia, remitirse a la regulación conducente que respecto a este, el concurso real, se halla establecida. Al
respecto, el artículo 80 del Código Penal Italiano, prescribe que las disposiciones relativas al concurso de material (puesto
que alude a los artículos precedentes), "se aplicarán aun en el caso en que, después de una sentencia o de un decreto
de condena, haya que juzgar a una misma persona por una infracción anterior o posterior a dicha condena...", de lo cual
lleva a BETTIOL a indicar que:

"...que una sentencia penal condenatoria firme haya juzgado hechos continuados con otros, no significa que para los otros
hechos, cometidos antecedentemente pero venidos a la luz con posterioridad a la condena, esté precluida la acción penal.
Esta está excluida con relación al mismo hecho, pero no se puede hablar de mismo hecho cuando nos encontramos
frente a hechos nuevos los cuales, desde el punto de vista formal y sustancial, tienen autonomía propia. En consecuencia,
correctamente puede promoverse la acción penal respecto a los hechos nuevos cometidos con anterioridad. Ello llevará, si
la sentencia es condenatoria, a una modificación de la pena ya impuesta dentro de los límites permitidos por la ley, en
caso de que en la primera sentencia el juez no haya aplicado el máximo previsto" (BETTIOL, p.p. 622 y 623).
Similarmente, el Código Penal Argentino en su artículo 58, prevé que las reglas precedentes (esto es las de los concursos
que, como se apuntó, incluye al delito continuado) "se aplicarán también en el caso en que después de una condena
pronunciada por sentencia firme se deba juzgar a la misma persona que esté cumpliendo pena por otro hecho distinto o
cuando se hubieren dictado dos o más sentencias firmes con violación de dichas reglas. Corresponderá al juez que haya
aplicado la pena mayor, dictar, a pedido de parte, su única sentencia sin alterar las declaraciones de hechos contenidas
en las otras", lo cual la jurisprudencia local ha interpretado que no significa la absorción de una pena por otra, sino incluso
hasta la suma de ambas o de unificarlas aunque una haya sido agotada, lo que significa que la segunda no está
contenida en la primera (MANIGOT, Marcelo. "Código Penal de la Nación Argentina, Anotado y Comentado". Abeledo
Perrot, Buenos Aires, 1971, p. 106). A pesar de lo anterior, Zaffaroni, apoyándose en la doctrina alemana, concluye en
sentido contrario a BETTIOL ("Tratado de Derecho Penal". Parte General. Tomo IV. EDIAR, Buenos Aires, 1982, p. 543),
arguyendo que la consideración del delito continuado no es sólo una cuestión de penalidad, sino el reconocimiento de la
desvaloración unitaria del comportamiento. Sin embargo, esta misma razón podría esgrimirse para afirmar la necesidad de
adecuar la pena primeramente impuesta en vista de los hechos ulteriormente condenados, que también deben ser
sopesados para precisar la citada desvaloración unitaria. La unitariedad del hecho y la misma conclusión que Zaffaroni es
sostenida por Hans Jeschek, para quien la condenatoria dictaba alcanzará todos los actos parciales, indiferentemente de
si el Tribunal los conoció o no ("Tratado de Derecho Penal". Parte General. Tomo II. BOSCH. Barcelona, 1981, p. 1004),
lo cual es tesis de principio en la doctrina y jurisprudencia alemanas. No obstante, el Tribunal Supremo Alemán, cuya
jurisprudencia no es vinculante, ha querido hacer una excepción a la regla en aquellos casos en que los actos parciales
de un delito continuado fallado tienen relación con delitos graves, de forma que pueda estimarse que están ligados a
aquellos. A estos actos parciales no puede ampliarse la cosa juzgada SCHÖNKE - SCHÖDER. "Strafgesetzbuch.
Kommentar", Ed. C. H. Beck, Munich, 1991, p. 690). Nótese entonces cómo en esos sistemas jurídicos la ley abre la
posibilidad de posteriores juzgamientos de hechos constitutivos de un delito continuado ya sentenciado. Luego, en lo que
respecta propiamente al Código Penal costarricense, puede acotarse que carece de regulación explícita sobre la
problemática, y la doctrina costarricense no se ha planteado el punto. No obstante, debe entenderse que, al igual cuanto
sucede en los sistemas aludidos, la normativa prevé la potestad (entendida como poder-deber) del Tribunal de proceder a
unificar las penas y determinar una sola proporcional al daño. En efecto, actualmente, el concurso real retrospectivo se
acepta sin cuestionamiento y, a pesar de no estar expresamente previsto por el Código Penal, sí lo está por el artículo 23
del Código de Procedimientos Penales, que ordena la unificación de penas en el fallo ulterior cuando las causas
acumuladas deban separarse para evitar atrasos, cual es el caso que nos ocupa. Siendo así, no hay motivo para limitar
esta regla sólo a los hechos contenidos en las causas acumuladas, negando su aplicación a los tramitados por aparte,
toda vez que, una circunstancia procesal no puede incidir en la configuración o no del concurso o en la sanción a
imponer. Por ende, tratándose el delito continuado de una variedad de concurso real, la ley prescribe su aplicación
retrospectiva, en lo que podría denominarse un delito continuado retrospectivo, ya que no hace diferencia alguna en lo
correspondiente a la especie que genera la unificación de penas. Debe admitirse que esta es la solución que, conforme a
la normativa nacional, se da a la vicisitud, puesto que, si el sentido de la ley hubiera sido, en cuanto al delito continuado,
tener por contenida la segunda sanción en la primera, no habría hablado de "unificación", pues ninguna cabría, sino una
absorción o decreto de impunibilidad. Pero, no siendo así, en el segundo fallo, se impone reconsiderar la calidad o
cantidad de la pena primeramente impuesta en consideración de los hechos posteriormente juzgados para efectos de
calibrar la pena unificada, lo cual surge de la letra expresa del artículo 71 del Código Penal, el que en su letra b) ordena
apreciar la lesión causada. De lo contrario, piénsese en el absurdo que significaría la impunidad de una serie apreciable
de actos delictivos (estafas, por ejemplo), ejecutados en su variedad de delito continuado, cuya sanción debe entenderse
incluida en la primera sanción impuesta, que bien puede referirse únicamente a dos de ellas, con una modesta pena
proporcional a estos solamente, cuyo juzgamiento quizá pudo ser agilizado por el mismo encartado a fin de procurarse
una garantía contra los fallos posteriores relativos a los demás hechos constitutivos del citado delito continuado.
Ciertamente, la magnitud de esta lesión será diferente si sólo se considera los primeros hechos condenados a si se
considera la globalidad de ellos; aunque en algunos casos, la diferencia no justifique una modificación en la pena.
Argumentar que ello sería interpretar la figura en contra del imputado es erróneo, pues la alternativa sería aplicarle una
pena independiente, lo cual ciertamente lo perjudicaría, y como en efecto bien podría hacerle el Tribunal si estima que no
hay continuidad entre ambos conjuntos de hechos. Ahora bien, en lo que se refiere específicamente al caso en estudio,
establecido que los hechos sancionados en la sentencia recurrida están contenidos en la primera sanción impuesta por el
delito continuado de peculado, estima la Sala que no amerita modificar la pena ya dictada agravándola, puesto que el
daño ahora juzgado no representa, en comparación al monto cuya sustracción fue conocida en el primer proceso, una
lesión adicional desmedida que justifique la modificación de la pena comentada, sino una porción cuya reprochabilidad
puede considerarse incluido en el quántum de quince años de prisión dictado contra D. B. por esta Sala mediante el voto
565-F-94. Por consiguiente, se declara con lugar el motivo alegado como primero por el Lic. W. G. M., sólo en cuanto
condena a R. A. D. B. a descontar la pena de prisión de cinco años como autor responsable del delito de peculado." 1996
. SALA TERCERA DE LA CORTE, N 0 444-F de las 15 hrs. del 21 de agosto.

8.- EMOCION VIOLENTA - Existencia por conmoción impulsiva en el ánimo de la actora, causada por ofensas
proferidas por la víctima.

"El a quo tuvo por demostrado: (a) que la madrugada del suceso el ofendido M. M. llegó al prostíbulo denominado (...),
sitio donde laboraba la imputada a quien el ofendido invitó a tomar licor. b) En determinado momento mientras departían
se suscitó una discusión entre la imputada y el ofendido insultándose recíprocamente. (c) "Que ante tal situación la
imputada L. Ch. se dirigió a la parte interna del bar donde...tomó el revólver calibre 38 SPML...y en el momento en que el
ofendido se encontraba en la puerta principal de entrada a ese establecimiento, y estando de frente a la imputada,
aproximadamente a cinco metros de distancia de ésta, la misma le disparó..." . (d) La imputada no acusa juzgamientos
anteriores. Nótese que, en el apartado de la sentencia denominado "Existencia del hecho delictuoso, participación de la
imputada, calificación, imputación", consta que la misma encartada declaró en el debate que se dio un altercado entre ella
y el occiso, que el mismo fue iniciado por el ofendido quien "...se le vino encima y le hizo el hombro como queriéndola
empujar, después le gritó a ella que salieran a pelear,...luego le tiró un vaso con café y se lo pegó en la espalda,.. le dijo
"hijueputa tortillera", "que se fueran a hacer mierda afuera" [...] ella dijo "que le tenía mucho miedo"...que él (el ofendido)
pateó la puerta y entró otra vez y pensó que la iría a matar porque él seguía de majadero" [...]. El dicho de la imputada
fue corroborado por los testimonios de A.L.S.S. -"el ofendido le decía que era una tortillera, que él tenía plata y le podía
hacer lo que le diera la gana, que se cagaba en la madre de ella... le decía vení, pegame, se reía de ella y la insultaba"
[...] -; F. B. G. -"El muchacho y la imputada se decían vulgaridades, él decía que le pagaba a ella y que le haría el amor
por detrás.. le dijo que se cagaba el corazón de su madre, volaron envases" [...]-; C. L. R. M. -"El occiso llegó la invitó a
tomar.. él salió, luego volvió a la mesita con ellas dos, comenzó la discusión entre él y la imputada..." [...]-; y S. D. P. C.
...escuchó la discusión, se levantó y la mandaron a cerrar la puerta pero fue imposible, le decía (al ofendido) que se fuera
pero no lo hacía, no logró cerrar la puerta en ningún momento... Estaba con licor, violento y quería entrar a la fuerza al
bar, hablaba en voz alta." [...]-. Por su parte, el dictamen psiquiátrico determina: que la imputada tiene antecedentes
personales patológicos, cuenta con expediente clínico en el Hospital Psiquiátrico "donde se anotan dos internamientos.. el
primero.. con diagnóstico de egreso: Personalidad histérica -Subestructura Ezquizo-Afectiva. Intento Suicida..." [...]; la
impresión diagnóstica: "personalidad emocionalmente inestable: tipo fronterizo"; que se trata de una paciente que ha sido
víctima de agresión sexual... y concluye, en respuesta a lo solicitado por el Tribunal diciendo: "1) La evaluada al momento
actual no presenta sintomatología psicótica (estado de enajenación mental) por lo que conserva sus capacidades mentales
y la capacidad de reconocer el carácter ilícito de sus actos. 2) En relación al posible estado mental de la evaluada al
momento de los hechos es factible plantear y tomando en consideración el antecedente traumático vivido a sus dieciséis
años, que en el momento de cometer tal acción pudo haberse dado un estado de obnubilación de la conciencia, esto en
forma breve, conllevando a una alteración de las capacidades mentales superiores, pudiendo haberse dado una
disminución de las mismas" [...]. Por su parte, el Tribunal de mérito consideró, respecto de la pericia médica-psiquiátrica,
que "en primer orden, no es concluyente que se haya dado un estado de obnubilación de la conciencia en forma breve;
eso es sólo un planteamiento factible, que a como pudo darse, pudo no haberse presentado; en segundo lugar, tampoco
es definitivo que, de haber ocurrido ese ofuscamiento en la conciencia, se haya producido una alteración de las
capacidades mentales superiores, ni que esto llevara a su vez, a una disminución de las mismas, puesto que esa
disminución, como así 1o afirman los psiquiatras, de igual manera, "pudo" haberse dado" [...]. El a quo resume su análisis
diciendo: "...el dictamen no demuestra per se, que al momento de accionar el gatillo la imputada,. .., sufriera una
alteración de la conciencia, ni que sus capacidades mentales estuviesen alteradas, tampoco que tuviese una disminución
de las mismas" [...]. A pesar de que, los Juzgadores descartaron la presencia de un estado de obnubilación de la
conciencia, de inimputabilidad y de emoción violenta, sobre este último dicen: "pues de igual manera las circunstancias en
que se desarrolló el hecho no lo harían excusable" [...]. La situación de conflicto no debe analizarse teórica y aisladamente
sino conforme a las circunstancias específicas que rodearon el suceso. De acuerdo con las circunstancias que tuvo por
acreditadas el Tribunal, se está en presencia de un homicidio especialmente atenuado por el estado de emoción violenta,
contemplado en el artículo 113 inciso 1) del Código Penal. Esta Sala ha afirmado reiteradamente, con cita de doctrina,
que existe emoción violenta cuando se presenta una conmoción impulsiva en el ánimo del autor, causada por una ofensa
a sus sentimientos que proviene muchas veces de la propia víctima, que relajando el pleno gobierno de sus frenos
inhibitorios, lo conduce a la acción homicida. La emoción violenta implica una situación de menor responsabilidad criminal
y para que sea aplicable la norma de comentario se necesita que la persona encartada al momento del suceso se
encuentre emocionada, alterada psíquicamente, y que esa alteración sea violenta que se trate de un verdadero impulso
desordenadamente afectivo, capaz de hacerla perder el control de sí misma y hacerla realizar un acto que en
circunstancias normales no habría hecho. (Votos No. 172 -F de 16:50 hrs. del 20 de diciembre de 1983; No. 194-F de
10:00 hrs. del 24 de julio de 1987; y No. 500 de 8:50 hrs. del 30 de octubre de 1992, Sala Tercera). En otros términos, la
emoción violenta requiere de un estado de alteración psíquica, pero también de una causa idónea generalmente
provocada por la propia víctima o por circunstancias atribuibles a ella, de tal magnitud que hacen perder el control normal
al agresor, quien llega a comportarse de una manera distinta y agresiva. También la doctrina ha señalado la necesidad de
que exista ese factor externo (causa eficiente) para que pueda configurarse esa causa de atenuación de la
responsabilidad penal (Entre otros véase LEVENE, RICARDO (h). El delito de homicidio, 3ª edición, Depalma, Buenos
Aires, 1977, pp. 328 y 330; LOZANO DELGADO, JORGE AUGUSTO. Aspectos sustanciales y procesales del delito de
homicidio emocional. En "Derecho Penal y Criminología", Revista del Instituto de Ciencias Penales y Criminológicas,
Universidad Externado de Colombia, Vol. VIII, N° 25, Ediciones Librería Profesional, 1985, pp. 70 y ss.; entre otros). De
acuerdo con los hechos probados de la sentencia existe fundamento para estimar que concurren los dos requisitos
indispensables para aplicar la atenuación prevista en el inciso l° del artículo 113 del Código Penal. Es conveniente
agregar que el examen para verificar la concurrencia de ambos requisitos debe hacerse en forma integral y no separando
los componentes del hecho. Aplicando lo dicho, del análisis de las circunstancias de modo, tiempo y lugar en que
sucedieron los hechos se hace excusable el estado de emoción violenta como atenuante. Toda vez que se constata, por
un lado, la existencia del aspecto subjetivo de la alteración psíquica de la imputada -un estado de obnubilación de la
conciencia, según lo revelado por el dictamen médico de folios 92 a 95- y, por otro, el objetivo, la causa eficiente que
generó en ella la referida emoción de carácter violento,- a saber, la violencia con que el ofendido trató de imponerse e
insultó a la imputada-; a este último se debe sumar todo el antecedente psiquiátrico de la imputada L. Ch. Entonces, la
causa eficiente no sólo está constituida por el aspecto externo-objetivo, la conducta del ofendido que provocó la alteración,
sino también por la personalidad, "la psiqué", de la agresora que, ante las circunstancias que se dieron el día del suceso
aunadas a sus antecedentes psiquiátricos, reaccionó violentamente bajo un estado en el que su conciencia se encontraba
alterada. En consecuencia y de acuerdo con lo expuesto, el Tribunal de mérito aplicó indebidamente el numeral 111 del
Código Penal e inobservó el artículo 113 inciso 1) ibídem, al no tipificar debidamente los hechos en la figura del homicidio
especialmente atenuado, por encontrarse la autora en estado de emoción violenta, no obstante estar debidamente
demostrada. Así las cosas, procede declarar con lugar el recurso de casación interpuesto en cuanto al fondo, se casa la
sentencia impugnada y en aplicación del derecho sustantivo, se recalifican los hechos a HOMICIDIO ESPECIALMENTE
ATENUADO en perjuicio de J. E. M. M., y tomando en consideración las condiciones personales de la imputada, quien es
madre y tiene a su cargo hijos menores por quienes velar, quien no presenta peligrosidad [...] colaboró en la investigación
y no cuenta con antecedentes penales, así como la naturaleza de los hechos, el daño causado y las circunstancias de
modo, tiempo y lugar en que ocurrieron los mismos, se le impone a M. E. L. CH. en calidad de autora responsable, la
pena de tres años de prisión, que deberá descontar previo abono de la preventiva sufrida, en el lugar y forma que señalen
las leyes y los reglamentos respectivos." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N 0 323-F de las 9,20 hrs. del 28 de
junio.

9.- ERROR DE PROHIBICION - Venta de patente para hacerse pago de deuda no cancelada, por consejo de
profesional en derecho.

"1.- Recurso por la forma. En el primer motivo de su recurso, que lo es por cuestiones de orden procesal, alega el
impugnante que la sentencia del tribunal de mérito vulnera el artículo 106 del Código de la materia al incurrir en el vicio
de falta de fundamentación o ser esta defectuosa. Apoya su reclamo en que para dictar absolutoria se afirma que el
imputado M. U. V. “... ante el incumplimiento del ofendido (en el pago de un millón y medio de colones producto de la
compra del negocio [...])acude ante un profesional en derecho con el fin de ser informado de qué podía hacer en este
caso, siendo aconsejado de que vendiera la patente de licores para abonarse al crédito lo que por ella le pagaran y
creyendo que no hacía algo indebido procedió a vender la misma al negocio C. C. del Sur, S.A. representada por C. C. H.,
incurriendo en error de derecho..." [...]. Sin embargo, -agrega- los juzgadores no indican a cuál profesional en derecho
supuestamente acudió el imputado, ateniéndose sólo al dicho de éste, sin indagar de quién se trata para hacerlo llegar al
debate y establecer en qué términos fue dada esa asesoría, máxime que ese fue el razonamiento esencial para eximir de
responsabilidad a U. V., a pesar de que la citada patente fue vendida en dos oportunidades (1o cual se reprocha en uno
de los aspectos del recurso por el fondo, [...]). El reparo no puede ser atendido. Aunque es parcialmente cierto que el a
que utiliza el mencionado argumento, no lo es menos que se pudo constatar en el debate (con prueba documental y
pericial debidamente incorporada) la existencia de la deuda referida y la aportación por parte del ofendido, de recibos
falsos que pretendió judicialmente -de modo infructuoso- hacer valer para demostrar que aquélla había sido cancelada,
mientras acudía a otros medios para impedir el embargo y cobro del compromiso contraído (ver dictamen criminalístico de
[...] así como el análisis del tribunal sobre este aspecto [...]. La situación anterior deriva en la causa de inculpabilidad que
se examina en el fallo (aunque denominada incorrectamente error de derecho invencible por ser ésta la fórmula que usa el
actual Código Penal en el artículo 35, siendo que lo que se trata es de un error de prohibición -que también puede ser
vencible conforme a las circunstancias que aprecien los jueces y en cuyo caso la pena se atenuaría-). Con sustento en lo
expuesto se concluye que no existe el vicio que se reclama, pues, según el criterio de esta Sala, no era indispensable en
el subjúdice la prueba que se echa de menos para acreditar el motivo que condujo a la absolutoria del imputado. Por ello
se desestima el reproche.-

II.- Recurso por el fondo. En el segundo aspecto de la impugnación, que lo es por el quebranto de la ley sustantiva, se
reclama la falta de aplicación del numeral 217 inciso l° y la aplicación errónea del artículo 35, ambos del Código Penal.
Para sustentar su solicitud el recurrente insiste en el argumento relativo a la inexistencia de la causa de inculpabilidad y
acusa al fallo de confundir el tratamiento del error, afirmando que además de emplearse mal el concepto técnico (error de
derecho cuando es error de prohibición, conforme reiteradamente lo ha indicado esta Sala a partir del voto 446-F del 25
de setiembre de 1992) el a que debió analizar, si es que había error alguno, que éste sería de tipo y no de derecho o de
prohibición [...]. Tampoco es procedente el reparo. Si un sujeto actúa creyendo que el hecho que realiza no está sujeto a
pena (que es como lo analiza el tribunal sentenciador), resulta claro que lo que se afecta es la prohibición de la conducta
(es decir, el error recae sobre la conducta prohibida y no propiamente sobre las características del tipo penal), por lo que,
aún utilizándose de modo incorrecto el concepto técnico que motivó la decisión exculpatoria que se cuestiona, el resultado
se mantiene invariable. Por otra parte, discute el impugnante que en el cuadro fáctico de la sentencia se tuvo por
demostrado que U. V. vendió en dos oportunidades la misma patente de licores, pero ello no puede verse como un hecho
aislado y ajeno al problema que se analiza en el contexto del fallo, que, como ya se dijo, se ajusta a los razonamientos
que llevaron a concluir a los jueces de la forma que consta en autos. Por todo lo expuesto se declara sin lugar el recurso
presentado por el Ministerio Público." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N 0 306-F de las 8,45 hrs. del 21 de junio

10.- ESTAFA - Concurso ideal con falsificación de documento y uso de documento falso.

"En el único motivo del recurso, el impugnante acusa violación de la ley sustantiva por inobservancia de los artículos 21,
75, 359 y 363 todos del Código Penal, por considerar que en el sub-júdice se trata de un concurso ideal de delitos y, no
de un concurso aparente de normas, en el cual el delito de estafa subsume las figuras de la falsificación de documente
privado y uso de documento falso, criterio que aplicó el Tribunal de mérito para recalificar los hechos a la primera
delincuencia y condenar al imputado a seis meses de prisión.- El reclamo es atendible. En la sentencia recurrida el a quo
señala que "Son varias las figuras penales que se encuentran en juego en este caso, a saber la Falsificación de
documento privado, Uso de documento falso y Estafa. Sin embargo, las dos primeras fueron realizadas con el único fin de
poder realizar la última figura de Estafa por lo que debe considerarse que se encuentran comprendidas dentro de esta
última" [...]. Sin embargo, en la especie no se da el presupuesto necesario de aplicación del concurso aparente de normas
a que alude el Tribunal de mérito, ya que este requiere que las disposiciones legales se excluyan entre sí, en cuyo caso
sería aplicable una sola de ellas. El "concurso ideal significa que una sola acción u omisión realiza varios tipos penales,
que no se encuentran entre sí en relación de concurso aparente de normas. Esta figura requiere, en consecuencia dos
presupuestos: de un lado, la unidad de acción; de otro, que la acción (u omisión) produzca una pluralidad de lesiones
jurídicas" (Castillo González, Francisco, "El concurso de delitos en el derecho penal costarricense", San José, Litografía e
imprenta LIL S.A., 1985, pág. 58). El imputado, según lo tuvo por acreditado el a quo, falsificó los recibos y
"posteriormente los presentó en un Juicio de Desahucio, que le presentaron para que desocupara la casa que estaba
habitando, de esa forma indujo al juez a error, con lo que al final obtuvo sus buenos beneficios pues logró que la orden de
desalojo fuera revocada y habitó la casa que inicialmente pretendía comprar, sin pagar ninguna cantidad de dinero por
alquiler y esto por espacio de varios años, forzando al ofendido a presentar un juicio ordinario para lograr que desalojaran
al imputado y le devolviera su propiedad, juicio que fue estimado en la suma de dos millones de colones" [...], es decir que
el imputado prevaleciéndose de las falsificaciones y el uso de los documentos falsos llevó al Juez Civil a incurrir en el
error de aceptar tales recibos y en definitiva, revocar la orden de desalojo de la casa en mención con el consiguiente
perjuicio económico para el ofendido que al final de cuentas, tuvo que asumir los costos (pérdidas) de un proceso
ordinario como consecuencia del método fraudulento empleado. Como bien lo señala el a quo, en virtud de los hechos
tenidos por demostrados se constituyen los delitos de falsificación de documento privado, uso de documento falso y
estafa. Sin embargo, estas acciones -en que incurrió el encartado- no son excluyentes entre sí, pues tutelan, de
conformidad con nuestro ordenamiento, dos bienes jurídicos diferentes, a saber: mediante la figura de estafa se protege la
propiedad; a través de la falsificación y uso de documentos falsos, la fe pública, además de que las falsificaciones, como
claramente se desprende del cuadro fáctico acreditado en el fallo, fueron utilizadas con el objeto de hacer incurrir en error
al Juzgador, por lo que es procedente aplicar las reglas que rigen el concurso ideal al momento de fijar la pena. Esta
Sala, al tratar una situación similar, en el voto 108-F de las 8:45 del 27 de marzo de 1991, indicó que no necesariamente
la existencia de un vínculo de medio a fin entre los delitos concurrentes lleva a estimar que hay un concurso aparente de
ilícitos, es decir que éste deba resolverse considerando subsumido el denominado comúnmente de pasaje . Los
argumentos que surgen en favor de esta interpretación son fácilmente comprensibles si se parte de la noción del disvalor
contenido en cada norma penal. En efecto, la norma penal está prevista como un factor que reprocha conductas que el
legislador estima superlativamente lesivas a terceros. De manera tal que si en un caso concreto el disvalor viene a menos,
la aplicación de la norma habrá perdido todo objetivo y, en consecuencia, será inútil, cual sucede en los casos en que la
conducta prevista por el tipo penal de "pasaje" está también desvalorada en el tipo penal final. Mas si en el tipo penal final
no está ínsito el disvalor de aquella norma, entonces conservará su plena utilidad y aplicabilidad. En el presente asunto,
como se dijo, es evidente que el delito de estafa sanciona la afectación al patrimonio ajeno, ofensa que puede ser llevada
a cabo a través de medios diversos al uso de un documento falso. Por ello, mal podría estimarse que nuestro sistema
jurídico penal sanciona de idéntico modo a quien valiéndose de un engaño sencillo induce en error y procura un beneficio
patrimonial injusto, por una parte, y a quien, por otra parte, logra ese engaño aprovechándose de un documento que sabe
falso, lo cual facilita su tarea embelecadora y pone en mayor vulnerabilidad al sujeto pasivo, al lesionar la fe pública; es
decir, otro bien jurídico tutelado, lo que excluye la subsunción. Amén de ello, sería absurdo que quien simplemente usa un
documento falso esté conminado a una pena de uno a seis años de prisión; mientras que quien lo usa para una estafa
menor, lo que revela mayor daño a los bienes protegidos, reciba una sanción, según la posición del recurrente, de dos
meses a tres años. Aunque no es la tesis expuesta, tampoco es admisible que resulte igual el uso de un documento falso
por el que se busca cualquier ventaja sencilla, al uso efectuado para lograr un perjuicio patrimonial injusto, lo cual no es
efecto necesario de aquello. (Ver los Votos números: 468-F-91 de las once horas treinta minutos del seis de setiembre de
mil novecientos noventa y uno, 108-F-91 de las once horas cuarenta y cinco minutos del veintisiete de marzo de mil
novecientos noventa y uno y, 565-F-94, de las dieciséis horas con quince minutos del doce de diciembre de mil
novecientos noventa y cuatro). Conforme a lo expuesto debe declararse con lugar el recurso por el fondo instaurado por el
Ministerio Público y casar la sentencia en lo que fue motivo de impugnación para declarar al imputado C. Ch. M. autor
responsable de los delitos de falsificación de documento privado, uso de documento falso y estafa en concurso ideal,
previstos y sancionados respectivamente por los artículos 359, 363 y 216 del Código Penal [...]." 1996. SALA TERCERA
DE LA CORTE, N ° 562-F de las 9,30 hrs. del 27 de setiembre.

11.- ESTAFA PROCESAL O TRIANGULAR - Falsificación de recibos en juicio de desahucio, induciendo en error al
juez.

"Como primer y único motivo de su recurso por el fondo, el encartado acusa la aplicación indebida del artículo 216 de
Código Penal, por cuanto "el señor Juez que conoció y resolvió el juicio de desahucio, nunca fue engañado ni padeció
error..." y, al no haber engaño no nació a la vida jurídica el delito de estafa. Como sustento a la anterior afirmación, el
recurrente argumenta que de los hechos que tuvo por demostrados el a quo, del primero al cuarto, se desprende que el
contrato celebrado entre imputado y ofendido, denominado en la sentencia recurrida contrato de opción, en realidad es un
contrato de compraventa perfecto ya que se identifica la cosa que se vende y se establece el precio. Agrega que en el
juicio de desahucio, "la alteración de los recibos no tuvo ninguna importancia..., pues esos recibos con alteración o sin ella
producían el mismo resultado".. "demostraban que pagaba intereses sobre el precio no pagado..." ya que "la ocupación del
inmueble no tenía como causa la mera tolerancia que falsamente invocó la parte actora sino el contrato de compraventa,
cuyo incumplimiento sólo puede ventilarse por la vía ordinaria" [...]. Concluye, el acusado, afirmando que "quien trató de
engañar al Juez que conoció del juicio del desahucio fue la parte ofendida" [...].- El reclamo es improcedente. En cuanto a
la existencia del delito de estafa, además de estarse a lo dicho en el considerando anterior, debe entenderse como se dijo
que nació a la vida jurídica y verificó sus nada deseables consecuencias, con la particularidad de que se trata de una
estafa procesal, también llamada triangular, la cual cumple con todos los elementos de la figura de la estafa común pero
caracterizada por la participación de tres sujetos: el sujeto activo que se encarga de engañar, el pasivo engañado y que
por error realiza el acto dispositivo y, un tercero que es el perjudicado. Es decir, que cuando se da la modalidad de la
estafa procesal o triangular no se está en presencia de un delito de autolesión. Veamos, en el caso que nos ocupa: el
imputado, como parte en el juicio de desahucio, engaña al Juez, induciéndolo a error mediante la presentación de recibos
falsos y, a raíz de este engaño el Juzgador dicta una resolución que implica disposición del patrimonio ajeno, el patrimonio
del perjudicado.- Sirva la oportunidad para aclarar los otros dos aspectos de la impugnación. Primero, del estudio de la
sentencia de marras no se desprende confusión alguna en cuanto al uso de los términos de opción de compra y
compraventa, para el Tribunal de mérito lo que el ofendido le entregó al acusado fue un contrato de opción de compra y
no una compra-venta. Segundo, mediante prueba documental, pericial y testifical, incluyendo lo dicho por el propio
imputado, quedó debidamente comprobado que los recibos fueron falsificados para ser ofrecidos en el juicio de desahucio,
con el propósito de que no fuera declarado con lugar. La falsificación de los recibos se adecua a la descripción típica del
artículo 359 del Código Penal, cumpliendo con todos los elementos requeridos para su configuración, independientemente
de que el recurrente alegue que, "la alteración de los recibos no tuvo ninguna importancia..., pues esos recibos con
alteración o sin ella producían el mismo resultado" [...]. Por su parte, el numeral 363 del Código de rito dispone: "Será
reprimido con uno a seis años de prisión el que hiciere uso de un documento falso o adulterado". De ahí se extrae, en
términos generales, que la acción típica del delito aquí previsto es la de hacer uso, es decir, utilizar el documento en
cualquier acto (público o privado) de acuerdo con su destino probatorio y en forma dolosa, en tanto se requiere que el
autor actúe a sabiendas de la falsedad o adulteración del documento y con la voluntad de utilizarlo como tal según su
finalidad probatoria. De esta forma, el delito se consuma instantáneamente con la utilización propia del documento falso o
adulterado, donde por documento se entiende "la expresión de voluntad por escrito, emanada bajo forma pública o
privada, de una persona física o jurídica y que puede producir efectos jurídicos en el caso de que se trata" (NUÑEZ,
Ricardo: Manual de Derecho Penal. Parte Especial., Buenos Aires, Ediciones Lerner S.R.L., 1978, págs. 475-6). Por su
parte, "documento falso" es el que, a la hora de ser confeccionado, se le consignan manifestaciones que el otorgante no
formuló. Con el análisis que precede queda desvirtuada la afirmación de la defensa consistente en que la acción de alterar
un documento y presentarlo como prueba ante una autoridad judicial no reviste importancia.

12.- ESTUPRO - Consideraciones sobre el concepto honestidad.

"En este capítulo del recurso se acusa la inobservancia, por errónea interpretación y falta de aplicación, del artículo 159
del Código Penal, porque la conducta del imputado es constitutiva del delito de Estupro, razón por la cual solicita que se
le imponga la pena de dos años de prisión. Considera esta Sala que la recurrente lleva razón en su reclamo. El Tribunal
de mérito consideró que la menor ofendida no era honesta al momento del hecho, porque con anterioridad ya había tenido
una relación sexual con otro muchacho y además porque ella manifestó que en la escuela ya le habían enseñado lo
relativo al orden sexual, sabiendo distinguir todas y cada una de las partes de las áreas genitales del hombre y de la
mujer; que estaba consciente de las consecuencias de su actuación; y porque tenía la intención de quedar embarazada,
para tener un hijo del imputado. Parte el Tribunal de que el concepto honestidad equivale a "inexperiencia sexual", en el
contexto del tipo penal de Estupro, y además señala que: «Debe quedar claro que del razonamiento esbozado por el
Tribunal, no debe interpretarse que aseguremos que la menor R. E. H. S. sea deshonesta, sino que en la especie lo que
no se configura es el elemento objetivo de honestidad, exigido para el delito de Estupro», aseveración a todas luces
contradictoria, porque no se puede ser mujer honesta y deshonesta (o "no honesta") a la vez, en los términos supuestos
por el tipo penal. Para sustentar su tesis, el Tribunal a quo hace las siguientes citas doctrinales, las cuales vale la pena
comentar:

«Coincide la doctrina en que la honestidad está referida, en el tipo estudiado, a la inexperiencia sexual. Mujer honesta es
la sexualmente inexperta y es, por esta circunstancia, por lo que la ley reputa insuficiente el consentimiento prestado por
ella para tornar ilícito el acceso carnal (...) Aunque la doctrina se remite a distintos parámetros para apreciar la vigencia de
la honestidad del sujeto pasivo (recato, pudor, decoro, castidad), todos ellos tienen que referirse a la inexperiencia en lo
sexual; inexperiencia que no importa desconocimiento de lo sexual, sino ausencia de experiencia en ese ámbito (no deja
de ser honesta la menor a quien, en el desarrollo de su educación, se le han impartido exhaustivos conocimientos sobre
la sexualidad, pero que carece de esa experiencia..”. (CREUS, Carlos: Derecho Penal Parte Especial, Buenos Aires,
Editorial Astrea, 4° edición T. 1, 1993, p. 208).

También "en igual sentido" -dice el Tribunal-, se cita a los autores Omar Breglia Arias y Omar R. Gauna (Código Penal y
Leyes Complementarias, Buenos Aires, Editorial Astrea, 2° edición, 1987, p. 384). Sin embargo, al consultarse esta obra
resulta que lo que estos autores dicen no se aviene totalmente a lo señalado por Creus, sino que arrojan dudas sobre su
tesis. Esto porque al referirse al sujeto pasivo del delito explican que: «Debe ser honesta. La desfloración reciente hace
presumir la honestidad, como la desfloración de antigua data presume la deshonestidad. Pero estas pautas tienen hoy
poco valor. La relación por vía anal no excluye la honestidad. Pero el concepto es sumamente complejo y la honestidad
debe valorarse teniéndose en cuenta circunstancias de lugar (ubicación geográfica), educación y costumbres. En principio
la virginidad es un concepto extraño a la honestidad.» [...].

Del mismo modo se hace cita del autor Sebastián Soler (Derecho Penal Argentino, Buenos Aires, Tipográfica Editora
Argentina, 3° edición, 9° impresión, T. III, 1983, pp. 292 a 295), quién considera -según la lectura efectuada por esta Sala-
, en síntesis, que la honestidad es “un estado moral y un modo de conducta que corresponde a ese estado" y que el
Estupro es un delito que defiende la "inexperiencia sexual". Finalmente, se cita en sentencia a los Doctores Javier Llobet
Rodríguez y Juan Marcos Rivero Sánchez (Comentarios al Código Penal, San José, Editorial Juricentro, 1989, pp. 247 a
249), en tanto, luego de indicar que honestidad se toma como sinónimo de inexperiencia sexual, señalan que: «La
honestidad de la mujer es un estado de inexperiencia sexual que se manifiesta a través de la conducta. Ese estado que la
ley protege, no supone sólo una total ignorancia con relación a los actos sexuales, ya que esa exigencia no sería
compatible con la educación y forma de vida actuales, sino que comprende también los casos de jóvenes advertidas pero
sin experiencia en las relaciones sexuales que no sean corrompidas...»

Como se puede ver, de los autores citados por el a quo, solamente Creus, Soler, Llobet y Rivero estiman que la
honestidad es sinónimo de inexperiencia sexual, pues Breglia y Gauna restan valor a ese criterio o, señalando incluso que
la virginidad es un concepto extraño a la honestidad. Antes de tomar partido por una determinada tesis doctrinal, el juez
debe hacer el esfuerzo de tratar de interpretar por sí mismo el tipo penal. En este sentido se tiene que en el artículo 159
del Código Penal "mujer honesta" es un elemento normativo sociocultural del tipo que requiere necesariamente un juicio
valorativo para su comprensión (como por cierto lo sugieren Breglia y Gauna). Para lograr esto el primer paso que debe
darse es buscar cuál es el sentido común que tiene la palabra. De esta manera, resulta que la "honestidad" de una mujer
resulta sería cualidad de ser decente, decorosa, recatada o pudorosa (Diccionario de la Real Academia Española, Madrid,
1992, comprensión (como por cierto lo sugieren Breglia y Gauna). Para lograr esto el primer paso que debe darse es
buscar cuál es el sentido común que tiene la palabra. De esta manera, resulta que la "honestidad" de una mujer resulta
ser la cualidad de ser decente, decorosa, recatada o pudorosa (Diccionario de la Real Academia Española, Madrid, 1992,
p. 790), donde "decente" es la persona justa, que obra dignamente y es bien portada (Op. cit., p. 470); "decorosa" es la
mujer que tiene decoro y pundonor, es decir honor, pureza, recato (Op. cit. p. 472); "recatada" es la persona circunspecta,
cauta y modesta (Op. cit., p. 1232); y "pudorosa" se dice a la mujer llena de pudor, esto es, honestidad, modestia o recato
(Op. cit., p. 1197). El mismo significado se le asigna a esta palabras en otros diccionarios comunes (cfr. Pequeño
Larousse Ilustrado, Ediciones Larousse, Bogotá, 1994 y Diccionario Enciclopédico Éxito, Grupo Editorial Océano,
Barcelona, 1991). Hechas estas precisiones debe considerarse el contexto de la norma penal. En segundo lugar, se tiene
que el término "mujer honesta" debe relacionarse con el acceso carnal a que se somete esta persona, aun con su
consentimiento, cuando ésta es mayor de doce y menor de quince años de edad, lesionándose o poniéndose en peligro,
necesariamente, el bien jurídico que pretende tutelar el tipo penal (necesariamente porque de no ser así no hay delito). De
aquí se colige que la honestidad de la mujer se refiere al recato, pudor, dignidad o buen comportamiento que esta tiene
desde el punto de vista sexual, y que únicamente cuando se lesiona o pone en peligro la honestidad, así entendida,
puede existir un delito a raíz de un acceso carnal. Siguiendo el razonamiento en sentido contrario, significa que la ley
penal admite que una mujer honesta, entre los doce y quince años de edad, bien puede consentir en tener relaciones y
mantenerlas, siempre y cuando no se afecte la tutela penal (por ejemplo en el caso de las relaciones sexuales realizadas
durante el matrimonio de la menor de quince años, que aun siendo anulable, puede coavalidarse sin necesidad de
declaratoria expresa por el hecho de no separarse los contrayentes durante un mes de que el cónyuge menor cumpla esa
edad). También quiere decir que una mujer sexualmente honesta no es necesariamente aquella que es virgen o que todo
lo ignora respecto al sexo. Respecto a esto último, resulta absurdo considerar que el conocimiento recibido a partir de las
lecciones de educación o salud sexual, o de las clases de biología recibidas por las menores, tienen la virtud de excluir la
honestidad de la persona, como parece entenderlo el a quo en relación a la aquí ofendida. Del mismo modo, resulta
absurdo que el haber tenido relaciones sexuales excluya la honestidad de la menor de edad, como también lo consideró
el Tribunal de mérito respecto a la menor H. R. En tercer lugar, conforme a las reglas de la experiencia, se debe
considerar que la honestidad sexual, por tener una vinculación directa con la evolución biológica y psicológica del
individuo, adopta también modalidades diferentes en relación a las etapas de su desarrollo, dando lugar a que las
maneras de afectarla como bien jurídico también difieren en función de esos períodos de desarrollo. Desde esta óptica
resulta que, en términos generales, entre los doce y quince años de edad, la mujer inicia su pubertad o adolescencia y
empiezan a desarrollarse en ella las condiciones biológicas que la capacitan para el matrimonio, la vida en pareja y la
maternidad, al tiempo que comienza a tomar conciencia física, intelectual y moral de su sexualidad, tornándose entonces
particularmente vulnerables al abuso por parte de hombres adultos que, aprovechándose de esas transformaciones físicas
y psicológicas, logran incluso obtener su consentimiento para tener relaciones sexuales (sobre este tema concreto véanse
las extensas consideraciones de BRUNO BONELLI, Mario: El Delito de Estupro, Buenos Aires, Ediciones Lerner pp. 97 a
99). Por todo lo que se lleva expuesto la Sala no comparte aquellos criterios doctrinales citados por el Tribunal de mérito
que equiparan a la honestidad como inexperiencia sexual entendiendo esta última como la total ignorancia en materia
sexual o la virginidad, pues tal criterio únicamente conduce a conclusiones sin sentido, como la de Soler cuando asevera
que: «Si una muchacha ha sido objeto de violación a los catorce años y luego es seducida, difícilmente será admisible la
honestidad de la víctima, porque no existirá ese desconocimiento acerca del acto que realiza, y que es el objeto mismo de
la protección» (Op. cit., p. 295). Por ello la jurisprudencia ha establecido en casos análogos al presente que: «...no es
posible concluir que una mujer es deshonesta por haber mantenido relaciones sexuales con un hombre, pues ello
significaría que la mayoría de las mujeres no lo sean sólo por esa razón... el delito de estupro lo que sanciona es
precisamente es precisamente el hecho de que una menor haga incursionar a una menor de edad (entre 12 a 15 años de
edad) en actividades sexuales, aprovechándose de su consentimiento viciado por la falta de desarrollo y experiencia en
ese campo… En el delito de estupro lo que se incrimina es la denominada «estafa sexual», es decir la actitud de aquel
sujeto que aprovechándose de la inexperiencia de una menor de doce años, logra seducirla y así obtener su
consentimiento para mantener relaciones sexuales con ella» (Sala Tercera, V-632-F de las 10:05 horas del 20 de octubre
de 1995).

El anterior criterio jurisprudencial se encuentra avalado por la doctrina, pues se ha señalado que: «La idea de honestidad
puede coincidir o no con la condición de mujer virgen, pero ambos conceptos no deben ser identificados. La honestidad
se aprecia desde el punto de vista del recato, el pudor o la castidad. Por eso, no deja de ser honesta la mujer que ha
sido violada, ni siquiera puede decirse que pierda siempre esa condición la que ha tenido alguna vez acceso carnal por
ese solo hecho. La honestidad debe ser estimada en cada caso, sin someterse a cánones rígidos, y apreciando la
conducta de la mujer en todas sus manifestaciones, en cuanto de ella pueda resultar la condición requerida» [...],
FONTAN BALESTRA, Carlos: Derecho Penal Parte Especial, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1978, p. 182).

La experiencia es la "enseñanza que se adquiere con el uso, la práctica o el vivir" y entonces resulta claro que la
experiencia es susceptible de medirse en grados, pues es algo que puede desarrollarse o ampliarse. Por ejemplo, cuando
un sujeto toma clases de manejo y, una vez dominados los aspectos teóricos, conduce por primera vez un vehículo
automotor, bajo la supervisión de un maestro, ya puede decirse de él que manejó, que tuvo la experiencia de manejar,
pero no puede afirmarse que es un conductor "experimentado o experto", pues la experiencia o vivencia que ha tendido
sobre la conducción de vehículos es ínfima, apenas apreciable. Volviendo al análisis que nos hemos propuesto, una mujer
que antes de los quince años ha tenido una o algunas relaciones sexuales no necesariamente se convierte por ello en una
persona "experimentada" en el trato sexual, pues esa mera actividad física raramente coincidirá con la madurez
psicológica necesaria para mantener relaciones sexuales o disponer de su sexualidad, del mismo modo que resulta
insuficiente para estimar que tal grado de madurez se ha alcanzado a partir de experiencias tan exiguas. Retomando el
caso en examen, se tiene que en la sentencia se acreditaron los siguientes hechos:

« ...en el transcurso de la tarde de un día del mes de octubre de 1994, el imputado E. A. E. U., aprovechando que la
ofendida R. E. H. R. era amiga de una hermana suya y que visitaba la casa de sus padres ubicada en B. F. de A., le
propuso que lo acompañara a una casona abandonada que se encuentra en las inmediaciones, a lo cual accedió la
menor. Una vez en dicho (sic) lugar, encartado y ofendida comenzaron a besarse, pidiéndole el acusado que mantuviera
relaciones sexuales con él, proposición que fue aceptada por la ofendida y en el acto con su consentimiento se consumó
el acceso carnal por la vagina. 2.- Dichos actos sexuales se repitieron por dos veces en días posteriores de la misma
semana, siempre con el consentimiento de la menor H. R. y en la misma casa abandonada . 3.- Para el momento en que
se verificó el primer acto sexual entre el encartado y la menor, ésta contaba con doce años de edad y once meses de
edad (sic). 4. – Que la menor R. E. H. R., meses antes de mantener acceso carnal con el imputado E. U., había tenido
relaciones sexuales, vía vaginal, con un varón cuya identidad se ignora, y conocía perfectamente las consecuencias de su
consentimiento a yacer con el acusado. 5. - El acusado no acusa juzgamientos anteriores...» (Hechos Probados de la
sentencia, [...]).

Los anteriores hechos, tal como lo hace ver la impugnante, reúnen los elementos constitutivos del delito de Estupro, toda
vez que el acusado, procurándose circunstancias que le permitieran estar a solas con la ofendida, se aprovechó de la falta
de madurez de aquella para besarla, abrazarla y pedirle después que tuvieran relaciones sexuales, a lo que ella accedió.
Si bien es cierto la menor con anterioridad había tenido una relación sexual con otro varón, tal circunstancia por sí sola no
excluye su honestidad. Por el contrario, se indica en la sentencia que la intención de la ofendida era la de "quedar
embarazada para tener un hijo del encartado, según ésta igual a los que tenía el justiciable dentro del matrimonio" [...], lo
cual pone en evidencia que su consentimiento para yacer por tres veces con el acusado provenía de un marcado afecto
hacia él, lo cual ella misma reconoció en su declaración [...] y no porque ella fuera una mujer promiscua, o falta de
decoro, pudor o recato. Tal conducta del imputado es claramente dolosa, pues ninguna duda le podía caber sobre la edad
y grado de madurez de la ofendida, al tiempo que lesionó el bien jurídico tutelado por el tipo penal en comentario, en vista
del resultado físico (tres accesos carnales) y afectivo causado, en tanto la menor actuó motivada por el cariño que sentía
hacia él y con la ilusión de ser madre de un hijo suyo. Siendo así, la conducta achacada es constitutiva de un delito de
estupro, pues, conforme ala jurisprudencia de esta Sala (ver voto 106, de las 10:10 del 15 de abril de 1988), ese ilícito se
consuma con el primer acceso carnal y los demás, de haberlos, no son sino actos cuyo disvalor está contenido en
primero, puesto que, como delito continuo que es, la lesión al bien jurídico ya se ha agotado en aquel, el cual absorbe los
actos sucesivos que en apariencia podría configurar la misma especie típica. La conducta le es altamente reprochable al
encartado, no solo por lo que se lleva dicho sino también porque, teniendo veintidós años de edad, estando casado y
teniendo hijos, debió tener claro que estaba induciendo a la menor a una aventura amorosa que ningún resultado
provechoso podía tener para ella y que además resultaba prematura para su corta edad. Por lo tanto debe casarse la
sentencia para aplicar correctamente la ley sustantiva, declarando al imputado E. A. E.U. autor responsable de un delito
de estupro cometido en perjuicio de la menor R. E. H. R. Por ello, atendiendo a las consideraciones ya dichas sobre la
reprochabilidad de la conducta delictiva acreditada, se fija la condena correspondiente en el tanto de dos años de prisión
que el imputado deberá descontar, previo abono de la preventiva sufrida -si la hubiere-, conforme a los reglamentos
pertinentes- Considerando que el imputado es delincuente primario, que la pena de prisión no excede de tres años, que
trabaja como soldador, que es casado y tiene hijos que mantener y que razonablemente puede suponerse que se
comportará correctamente sin necesidad de ejecutar la pena, de oficio la Sala de Casación considera pertinente ejercer la
facultad de concederle el beneficio de ejecución condicional de la pena por el término de tres años a contar de la fecha
en que esta sentencia quede firme, advirtiéndole expresamente que si durante ese período de prueba de tres años comete
nuevo delito doloso sancionado con prisión mayor de seis meses, se le revocará este beneficio. Por resultar innecesario,
se omite pronunciamiento sobre los otros motivos del recurso interpuesto." 1996.- SALA TERCERA DE LA CORTE, N °
244-F de las 9,45 hrs. del 17de mayo.

13.- EXTORSION - Momento de Consumación –Acción que pone en peligro libertad de disposición patrimonial.

"En el segundo motivo, se argumenta inobservancia de los artículos 24, 71, 73 y 214 del Código Penal, acotando que la
acción de P. T. quedó en grado de tentativa, porque la disposición patrimonial exigida por el tipo penal de Extorsión no se
llevó a cabo, al ser sorprendidos los encartados en el acto mismo de recibir el dinero, por lo que no se dio la disposición
patrimonial que supone el tipo penal. El reclamo es atendible. Conforme a nuestro Código Penal, incurre en el delito de
Extorsión simple: «...el que para procurar un lucro injusto obligare a otro con intimidación o con amenazas graves a tomar
una disposición patrimonial perjudicial para si mismo o para un tercero» (artículo 214). Como se puede apreciar, el núcleo
de la acción típica (obligar) tiene por finalidad procurar un lucro injusto, y los medios de los cuales se sirve el autor
consisten en la "intimidación" o "amenaza grave" con la cual se quiere determinar al sujeto pasivo a tomar la "disposición
patrimonial perjudicial para sí mismo o para un tercero". En este contexto, la palabra procurar significa -en su acepción
común- "hacer diligencias o esfuerzos para que suceda lo que se expresa (Diccionario de la Lengua Española, Real
Academia Española, Madrid, 1992, pág. 1185). Otros diccionarios comunes definen la palabra en términos idénticos,
señalando que procurar consiste en "hacer diligencias o esfuerzos para conseguir lo que se desea" (Diccionario
Enciclopédico Éxito, España, Grupo Editorial Océano, Vol. 4,1991) al tiempo que se le señala como sinónimo de intentar
(véase el Pequeño Larousse Ilustrado, Colombia, 1994, pág. 841) o de pretender, tratar, probar, gestionar, negociar,
diligenciar, ensayar, proponer, encaminar, mediar, pesquisar, comerciar (véase el Diccionario de Sinónimos y Antónimos,
España, Grupo Editorial Océano, así como el Diccionario de Sinónimos Castellanos, Argentina, Editorial Sopena, 1961,
pág. 203). A partir de estas apreciaciones, debe considerarse que el delito de Extorsión se consuma al momento en que
el sujeto pasivo -obligado por la intimidación o amenaza- toma la disposición patrimonial perjudicial, que es el objetivo
mediante el cual procura, intenta o trata de conseguir un lucro injusto el autor con su conducta, sin que entonces sea
necesario -a efecto de estimarse consumado el delito- que se verifique o realice efectivamente el lucro injusto. Esto así,
porque en el tipo penal la palabra tomar significa adoptar, poner por obra, o emprender la disposición patrimonial, lo cual
puede corroborarse consultando la voz respectiva en los diccionarios supracitados. Varios autores -incluso costarricenses-
señalan que la disposición patrimonial debe verificarse para que pueda estimarse consumado el delito. Así, por ejemplo, el
Dr. Francisco Castillo González, citado por el recurrente, señala que la Extorsión es un delito de resultado que condiciona
su consumación al acaecimiento de un perjuicio o daño patrimonial (cfr. su obra El Delito de Extorsión, San José, Seletex
Editores, 1991, págs. 93 a 99). Otros autores, particularmente los argentinos, también exigen la realización de la
disposición patrimonial como condición para que se consume el delito, esto es, que el delito se consuma cuando el sujeto
pasivo se ha desapoderado de la cosa (cfr. CREUS, Carlos: Derecho Penal Parte Especial, t. I, Buenos Aires, Editorial
Astrea, 1988, págs. 472 a 473; FONTAN BALESTRA, Carlos: Derecho Penal Parte Especial, Buenos Aires, Abeledo-
Perrot, 10ª ed., págs. 472 a 473; NÚÑEZ, Ricardo: Manual de Derecho Penal Parte Especial, Buenos Aires, Ediciones
Lerner, 1978, pág. 231). Se entiende que la posibilidad de poner en peligro o de lesionar el bien jurídico tutelado es un
requisito de la tipicidad, aunque no esté expresamente enunciado en el articulo 214 del Código Penal. En una sociedad
democrática, respetuosa de los derechos humanos, debe considerarse que el llamado principio de lesividad está implícito
en el tipo penal, lo cual reconocen tanto la doctrina mayoritaria como nuestra jurisprudencia, ya que sólo se sancionan
penalmente conductas que afecten significativamente un bien jurídico, esto es, aquella relación de disponibilidad entre un
sujeto y un objeto de protección suyo, calificado como importante por la ley penal (cfr. BUSTOS RAMIREZ, Juan:
Principios Fundamentales de un Derecho Penal Democrático, en "Ciencias Penales", No 8, marzo de 1994, Revista de la
Asociación de Ciencias Penales de Costa Rica, págs. 12 a 14; y CHIRINO SÁNCHEZ, Alfredo y otro: Metodología de
Resolución de Conflictos Jurídicos en Materia Penal, San José, ILANUD, 1991, págs. 40 a 43). En el caso de la Extorsión,
se tutela la libre disposición del patrimonio contra una conducta que la afecta injustamente, es decir, la conducta afecta
tanto la libertad como el patrimonio suyo o de un tercero. Hechas estas consideraciones, resulta que en este caso se
acreditó que al ofendido J. R. C. le fue sustraído su vehículo, el cual había dejado estacionado frente a la Facultad de
Medicina de la Universidad de Costa Rica. A partir del día siguiente fue llamado varias veces por un sujeto no identificado
quien le exigió cien mil colones a cambio de devolverle el vehículo, citándole una primera oportunidad en que no se
concretó nada. En estas primeras conversaciones telefónicas, el sujeto no identificado le manifestó al ofendido que él
sabia donde estaba el auto que le habían sustraído, que sabía su dirección, el número de denuncia, y que tenía una hija.
El ofendido le dijo que lo llamara al teléfono de su señora madre y el sujeto desconocido le contestó que conocía ese
número telefónico y el de su trabajo, y que se abstuviera de hacer llamadas prolongadas porque concluirían que estaba
contactando con la policía. En otra llamada le advirtieron que iban a verificar si había hecho algún contacto con la policía.
A la primera cita compareció un hermano (J. R. C.) del ofendido en su representación, mientras que este último y
miembros de la policía, se encontraban cerca del lugar simulando reparar el vehículo en que viajaban, pero -como se dijo
antes- nada se pudo concretar en esa oportunidad. Ese mismo día el ofendido recibió una nueva llamada telefónica a la
casa de su madre, en la que se le indicó que le iban a dar una segunda oportunidad. A esta cita se presentó nuevamente
el hermano del ofendido, haciéndose acompañar de su padre, para realizar la entrega del dinero, mientras el ofendido
viajaba en otro vehículo junto a tres policías. J. R. C. se presentó al lugar y seguidamente llegaron los encartados en un
taxi pirata con la intención de recoger el dinero, pero al darse cuenta de que estaban siendo vigilados trataron de huir del
lugar, momento en el cual fueron detenidos por las autoridades. Como puede apreciarse, el contenido de las
manifestaciones recibidas por teléfono -concretamente el claro conocimiento que se tenía de la vida personal del ofendido
y los suyos-, en el contexto de la sustracción del vehículo, son circunstancias que evidencian cómo el ofendido fue víctima
de una clara y manifiesta intimidación por parte de los autores, la cual es idónea para obligar a una persona común a
tomar la disposición patrimonial impuesta a cambio de la supuesta devolución del vehículo y, en consecuencia, tal acción
de los encartados puso en notorio peligro la libertad de disposición patrimonial del ofendido. El hecho de que el ofendido
no se viera despojado de los cien mil colones y de que los extorsionadores fueran capturados por la policía cuando
intentaron recibir el dinero, excluye la consumación de este delito, pero deja incólume la responsabilidad penal que les
corresponde en grado de tentativa. Resultaría absurdo que el valor mostrado por el ofendido y su hermano al contribuir
con la policía a la captura de los encartados pudiera favorecer a estos últimos, pues lo cierto es que realizaron una
conducta que puso en peligro el bien jurídico tutelado, sin que medie causa alguna que excluya la antijuridicidad y
culpabilidad de la acción. Por todo lo expuesto se declara con lugar el reclamo, únicamente para recalificar la conducta de
los encartados a TENTATIVA DE EXTORSIÓN. La defensa solicita en su recurso que la pena sea disminuida al mínimo
de dos años de prisión, sin embargo tal petición no es atendible en vista de que esta Sala comparte las razones dadas por
el a quo para fijar la pena de los encartados, ya que estas son justas, graves y excluyen la posibilidad de que se
disminuya la pena a juicio de los suscritos, conforme a la facultad discrecional que establece el artículo 73 del Código
Penal." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N ° 556-F de las 8,55 hrs. del 27 de setiembre.

14.- PECULADO - Admisión de la tentativa - Consumación por haber sacado los bienes de la esfera de custodia.

"En el único motivo del recurso por violación de leyes sustantivas se reclama la errónea aplicación del articulo 352 del
Código Penal por cuanto el tribunal de mérito no individualiza conductas ni establece si se trata de un delito consumado
(Peculado) o en estado de tentativa. Igualmente se afirma que los jueces confunden los conceptos “sustrajere” y
“distrajere” utilizados en el respectivo tipo penal. Finaliza el impugnante alegando que no se demostró que sus defendidos
hubiesen actuado en forma dolosa, distrayendo dineros que no eran suyos, sino que no se les permitió terminar con su
labor del día. El reproche no puede ser atendido. En primer término se pretende modificar el cuadro fáctico del fallo, lo
que ya por sí hace defectuoso el reparo al exceder los limites del contralor impuestos en esta vía. Pero a mayor
abundamiento también es importante señalar que en el presente caso no era indispensable la individualización que se
recrimina de las conductas investigadas, puesto que resulta obvio que ambos imputados tenían el codominio del hecho y
adecuaban su comportamiento a los actos e intereses ilegítimos en que fueron descubiertos. Por otra parte, la
circunstancia de que el curso causal del ilícito hubiese sido interrumpido cuando se les sorprendió sin que pudiesen
disponer de los dineros que habían recaudado (lo que habían hecho conforme al ejercicio de sus atribuciones), no elimina
la conducta dolosa configurada ni cabe la posibilidad de encontrarse ante un delito en grado de tentativa (la que
efectivamente admite el delito de Peculado), ya que en este caso se demostró que los bienes habían salido de la esfera
de custodia correspondiente, conforme a las características propias del tipo penal que se discute, sin que tenga mayor
relevancia en el subjúdice hacer alguna diferencia entre "sustraer" o "distraer". Por todo lo expuesto, se declara sin lugar
este último aspecto del recurso. 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N ° 334-F de las 8,50 hrs. del 5 de julio.
15.- PENA - Obligación de respetar el principio de proporcionalidad y necesaria motivación.

"El presente recurso de revisión se presenta con base en la causal sexta del artículo 490 del Código de Procedimientos
Penales (relativa a la violación del debido proceso) por cuanto al sentenciado E. M. A. se le impuso cinco años de prisión
como coautor del delito de Tentativa de Robo Simple en perjuicio de J. A. M. A., no obstante que su participación fue
menor que la de J. A. M. A. [sic] a quien se le impuso solamente tres años de prisión. Efectivamente, lleva razón el
recurrente, pues se observa en el considerando I, hechos 9 a 11 de la sentencia dictada por el Tribunal Superior de
Cartago a las 14:50 horas del 16 de marzo de 1990 [...], que mientras el sentenciado M. A. vigilaba la vivienda de dicho
ofendido en Santa Cruz de Turrialba y el otro co-sentenciado A. S. ejercía violencia sobre la puerta principal, fueron
descubiertos por el señor M. G. V. Igualmente se aprecia en el considerando IV [...] y en la parte dispositiva del fallo que
al momento de fijar las penas, sin fundamentación alguna, impuso al recurrente una pena mayor (cinco años de prisión)
mientras que al otro sentenciado le impuso tres años de prisión. Desde luego esta desigualdad en las penas violenta el
principio de proporcionalidad. Este, como lo sostiene la Sala Constitucional al ser consultada (ver voto 1953 de las 12:03
minutos del 26 de abril de 1996), "forma parte de las reglas del debido proceso" [...]. La imposición de toda pena debe ser
objeto de una adecuada fundamentación como reiteradamente lo han sostenido la jurisprudencia tanto de aquella como de
esta Sala. Obviamente, en un caso como el presente si se impuso una pena mayor no obstante la similitud de la actividad
ilícita, debió el Tribunal de mérito justificarla de modo adecuado. En criterio de esta Sala, el principio referido encuentra
soporte constitucional especialmente en el artículo 33 (igualdad ante la ley). Sin embargo es una derivación del orden
penal democrático cuyo sentido programático-ideológico es el Estado Social de Derecho. El reconocimiento de este
principio ha sido una cuestión muy debatida en la doctrina, no obstante que en nuestro país ya está reconocido por la Sala
Constitucional. Otros dos principios que complementan el anterior son el de legalidad y el de motivación de los fallos. En
virtud del primero se garantiza la protección del ciudadano contra el ejercicio y la extensión arbitrarios del poder penal
estatal: "Significa que sólo una ley escrita puede fundamentar la punibilidad de una acción y amenazar con una pena como
consecuencia jurídica (“nullum crimen, nulla poena sine lege scripta”)" (JOHANNES WESSELS "Derecho Penal, Parte
General", Ediciones Depalma, Buenos Aires. 1980, p.13). De esta manera quedan prohibidas las interpretaciones
analógicas o contrarias a los derechos fundamentales del imputado. Toda interpretación relativa a la aplicación de una
pena debe ser siempre restrictiva. Como señala el profesor ENRIQUE BACIGALUPO, en virtud de este principio se
"garantiza la objetividad del juicio de los tribunales, pues sólo con la distancia de una ley previa es posible un
enjuiciamiento objetivo de los hechos" ("Principios del Derecho Penal", AKAL, 1990, p.35). Asimismo se deriva otra
importante consecuencia como lo es la adecuación (cualitativa, cuantitativa e individualización del imputado) que orienta la
fijación correcta y justa de la pena para evitar el desborde del orden constitucional-penal, es decir, el problema de la
legitimidad de la sanción. No pueden los jueces pues en vista de tales principios imponer sanciones contrarias a los fines
perseguidos por la justicia penal utilizando criterios que estén fuera de aquellos límites objetivos (por ejemplo razones
ideológicas, religiosas, presiones sociales, etc.). En cuanto a la motivación la cuestión ha sido dilucidada por nuestra
jurisprudencia, sobre todo a partir del voto N 0 1739 de las 11:45 horas del 1 de julio de 1992 de la Sala Constitucional y
de los reiterados pronunciamientos de esta Sala, sobre todo en lo que concierne a la obligación ineludible de fundamentar
cualquier pena impuesta, lo que implica tomar en cuenta todas las circunstancias a que se refiere el artículo 71 del Código
Penal. No deben entonces los jueces establecer (sanciones pecuniarias o de prisión) con criterios meramente subjetivos,
toda vez que la "discrecionalidad" de que gozan no es absoluta sino relativa, puesto que ésta queda sujeta a aquellos
límites y principios. En el presente caso, es evidente que se han violado dos principios esenciales: proporcionalidad y
necesaria motivación, razón por la cual debe acogerse este recurso. 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N ° 383-F de
las 9,15 hrs. del 26 de julio.

16.- PERDON DE LA OFENDIDA - Posibilidad de dictar sobreseimiento en el delito de estupro interpretando


adecuadamente la reforma al Código Penal de 1975.

"En único aparte, reclama errónea aplicación del artículo 159 e inobservancia de los numerales 162, 80 y 81 todos del
Código Penal, en relación con el 357 del Código Procesal de la materia, pues a su juicio, el a-quo dictó sentencia
condenatoria incorrectamente, porque lo que correspondía era sobreseer conforme al perdón de la ofendida y su
representante legal otorgados en el debate, con extinción de la pena como consecuencia inmediata. El motivo resulta
procedente. Ahora bien, analizados los argumentos esgrimidos en el presente caso, se aprecia que la sentencia
impugnada tuvo como efecto la extinción de la pena por aplicación del perdón judicial; sin embargo, como bien lo señala
quien recurre, las razones dadas por el Tribunal para rechazar la solicitud de la defensa tendentes a lograr se dictara
sentencia de sobreseimiento no resultan apropiadas, ya que la circunstancia de que el delito de estupro fuese perdonado
en la audiencia de debate, no constituye razón por la que no procediera ordenar sobreseer en pro de sus intereses. El
perdón de la ofendida y su representante legal -en tratándose del delito de estupro,- pueden tener como efecto la
posibilidad de extinguir la pena, pues la legislación penal vigente faculta el otorgamiento -por parte del Juzgador- de
perdonar judicialmente al condenado conforme lo dispuesto en el articulo 93 inciso 7) del Código Penal, como ha ocurrido
en este caso. En otro orden de cosas, se observa que el artículo 162 del Código ibídem, dispone en su párrafo primero
que: "En el delito de Estupro cabrá el perdón conforme con lo que establece el artículo 81, siempre que sea aprobado por
el Patronato Nacional de la Infancia". Ahora bien, originalmente el artículo 81 del Código Penal estimaba al estupro como
un delito de acción privada y admitía el perdón del ofendido y su representante legal como un supuesto de extinción de
pena condicionado a la autorización del Patronato Nacional de la Infancia, lo que resultaba compatible con lo contemplado
en el artículo 93 citado. Sin embargo, actualmente con la reforma efectuada al Código Penal el 28 de julio de 1.975 que -
en lo conducente- reformó el artículo 81, agregó el 81 bis y estableció los delitos de acción pública perseguibles a
instancia privada -incluyendo entre ellos el delito de estupro-, definió que en ellos una vez interpuesta la denuncia por la
persona legitimada al efecto, el Ministerio Público continúa en ejercicio de la acción penal, pero inadecuadamente al no
hacer la salvedad correspondiente, equiparó el perdón del ofendido -en cuanto al delito de estupro- con el perdón
otorgado en los delitos de acción privada. En efecto, el ordenamiento jurídico analizado en forma integralmente desde la
promulgación del Código Penal vigente, dispuso de manera expresa en el artículo 80, que el ofendido en los delitos de
acción privada es quien ejercita la acción penal, por lo que mediante su perdón, se autoriza para extinguir tanto acción
penal como pena y sin embargo, en forma expresa excluyó el delito de Estupro, pues consideró necesario el Legislador
para tutelar los intereses de menores, la participación del juez y del Patronato Nacional de la Infancia, lo que resultaba
acorde inclusive con el contenido del artículo 162, en cuanto establecía que en tratándose del delito de estupro aunque
fuera de acción privada- el perdón de la ofendida operaría condicionado a las regulaciones contenidas en el artículo 81, -
excluyendo lo dispuesto por el 80,- pues cabría el perdón en el delito de estupro, conforme lo ordena el artículo 81. En
efecto, obsérvese que hasta esta fecha el contenido de los artículos 80 y 93 se ha mantenido invariable no obstante la
reforma parcial de 1.975, apreciándose que la decisión legislativa crea antinomia en la normativa respecto a los alcances
del perdón en el delito de Estupro, pues con la remisión del artículo 162 al 81 -ambos del Código Penal- e interpretando
la Ley en favor de los intereses del encartado, se debe estimar de manera automática que si el ofendido o sus
representantes legales perdonan al imputado en cualquier estado del proceso, se debe disponer en forma inmediata, el
sobreseimiento correspondiente. Así las cosas, por un error en la reforma incompleta realizada al Código Penal -según se
apuntó antes,- la citada remisión implica que el perdón de la ofendida en el delito de estupro, reviste amplia disponibilidad
sobre el ejercicio del accionar penal que posee el querellante, en tratándose de un delito de acción privada. En
consecuencia, corresponde declarar con lugar el recurso por el fondo, casar la sentencia y -sobre la base fáctica
contenida en la resolución recurrida- apreciándose que la perjudicada y su padre perdonaron al encartado, de acuerdo
con lo dispuesto por los numerales 162, 80 y 81 del Código Penal en relación con los artículos 320 y 357 del Código
Procesal de la materia, se dispone sobreseer a favor de N. B. C. por el delito de Estupro que se le ha venido atribuyendo
en daño de K. M.G.V." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N ° 329-F de las 9,50 hrs. del 28 de junio.

17.- ROBO - Disponibilidad como elemento determinante para la consumación.

"Como único agravio del recurso por vicios in iudicando interpuesto por el Lic. M. Ch. P. en defensa del imputado V. A.
W., se acusa la inobservancia del artículo 24 del Código Penal, por cuanto estima que en este caso no se consumó el
delito de Robo Agravado, quedando el hecho en estado de tentativa, según el correcto entendimiento de la jurisprudencia
de esta Sala de Casación, para lo cual cita concretamente la resolución V-519-F de las 10:50 horas del 6 de setiembre de
1995, que se refiere a la cuestión de la tentativa y consumación en este delito. Señala la defensa que "no es un secreto
que a raíz de tal resolución se ha mal interpretado el verdadero sentido de la tentativa, casi al punto de llegar a extinguirla
o creer que fue extinguida", señalando que en el presente caso el imputado no llegó a tener disponibilidad sobre los
bienes sustraídos, pues fue detenido en flagrancia, razón por la cual solicita que se recalifique la conducta a Tentativa de
Robo Agravado y que se le conceda al encartado el beneficio de ejecución condicional de la pena. A efecto de resolver
este reclamo es menester considerar los hechos acreditados por el a quo, que aquí se transcriben : « 1.- El diecinueve de
marzo de mil novecientos noventa y cinco, cerca de las catorce horas, R. J. J. se encontraba en la casa de su madrina,
sita frente a la gasolinera M. de esta ciudad. Departía con varias personas en la planta alta de la vivienda cuando escuchó
un ruido en la planta baja e inmediatamente observó que W. D. pasaba de prisa por un zaguán (sic) con dirección a la
puerta principal de salida transportando una caja con una batidora marca Oster y otra incompleta marca Mix Master dentro,
que sustrajo del cuarto de su madrina. 2.- J. J. enfrentó a W. D. a golpes; forcejaron, al punto de rodar por las escaleras y
el acusado logró huir pero J. lo persiguió setenta y cinco metros hasta la estación ferroviaria de El Cruce donde se
encontraba el guarda P. A. A. quien vio persecución (sic), vio al acusado con una caja al hombro sostenida por una mano
y reconoció al ofendido como el perseguidor; bajó del andén de vagón ferroviario y ayudó al ofendido. Producto de la
pelea y persecución del encartado, el ofendido resultó con lesiones en codos, lado derecho de tórax y región mamaria. 3.-
Para poder detener al imputado fue necesario que el guarda de la estación ferroviaria realizara tres disparos al aire con su
arma de reglamento. Fue así como se realizó la detención y la recuperación de los bienes. 4.- Para ingresar a la vivienda,
el encartado subió al techo de otra vivienda contigua y abandonada, dobló los barrotes de la berja (sic) protectora de la
ventana, abriendo un espacio necesario por donde logró ingresar y caer a la primera planta. 5.-Los bienes sustraídos
fueron valorados en la suma dos mil quinientos colones...» [...]. En la resolución de esta Sala, que se cita como
antecedente jurisprudencial, se hace uso de la llamada "teoría de la disponibilidad" como criterio para establecer cuándo
debe tenerse por consumado el delito de Robo. La misma teoría ha sido utilizada con posterioridad (véase por ejemplo la
resolución V-185- F de las 9:15 horas del 26 de abril de 1996) y si ha provocado confusión sobre el tema -como lo
asevera el impugnante- resulta adecuado intentar aclarar su funcionamiento. El tipo penal de Robo simple dispone que:
"El que se apoderare ilegítimamente de una cosa mueble, total o parcialmente ajena, será reprimido con las siguientes
penas..." (articulo 212 del Código Penal). Resulta claro que en este tipo penal (al igual que en el Hurto) el núcleo de la
acción es el "apoderamiento", entendido como "la acción y efecto de apoderar o apoderarse" (Real Academia Española:
Diccionario de la Lengua Española, vigésima primera edición, Espasa Calpe S.A., 1992, pág. 119). En la primer sentencia
citada, V-519-F de 1995, entre otras cosas, se indican cuales son los sentidos que históricamente se han asignado al
concepto de apoderamiento: el tocar (adtrectare), mover (amotio), quitar la cosa de la esfera de custodia de la víctima
(ablatio), ponerla en lugar seguro (illatio), criterios que han sido empleados para determinar cuando se tiene por cometido
el delito, de modo que según se adopte uno u otro, la tentativa se desplaza al momento inmediato anterior. Sin embargo
esta Sala ha considerado que el hecho de apoderarse de una cosa mueble no se reduce simplemente a tocarla o moverla
o quitarla de la esfera de custodia de la víctima o ponerla en un lugar seguro, pues el sentido común que se asigna a la
palabra apoderarse es el de "hacerse alguien... dueño de alguna cosa, ocuparla, ponerla bajo su poder" (Real Academia
Española: Op. cit., pág. 119). Que el autor de este delito se "apodere" de la cosa implica necesariamente que el ofendido
se vea desapoderado de ella, pues solamente así se lesiona el concreto bien jurídico tutelado en esa norma (a saber, la
posibilidad exclusiva de realizar actos materiales de disposición sobre la cosa que se posee o tiene). Hay
"desapoderamiento" cuando el autor logra "desposeer, despojar a alguien de lo que tenía o de aquello de que se había
apoderado" (Real Academia Española, Op. cit., pág. 489), es decir, hay apoderamiento y desapoderamiento cuando la
acción del agente impide que el ofendido ejerza sobre la misma sus poderes de disposición o hacer efectivas sus
facultades sobre la cosa, porque ahora es el autor quien puede someter la cosa al propio poder de disposición. Por eso
esta Sala, considerando el bien jurídico tutelado, alude al criterio o teoría de la "disponibilidad" para determinar la
consumación del delito cuando el autor logra colocar la cosa mueble en orden o situación o condición conveniente para
deliberar, determinar o mandar libremente lo que ha de hacerse con ella, ya sea ejercer facultades de dominio, enajenarla,
gravarla, poseerla o disfrutarla (cfr. las voces disponer y disponibilidad en Real Academia Española: Op. cit., pág. 539). De
lo que se lleva expuesto resulta oportuno insistir en que no basta con el apoderamiento material para que se configure el
delito sino que es necesario que se opere el desapoderamiento: si el sujeto pasivo, luego de que el agente se apodera de
la cosa, conserva alguna posibilidad de disponer de la cosa, quiere decir que ésta no ha sido sacada de su dominio y
que, por lo tanto, no se ha consumado el desapoderamiento. Por ello es que en la resolución citada por el recurrente se
dice que, de acuerdo a esta teoría, en la dinámica de los delitos de Hurto y Robo pueden distinguirse hipotéticamente tres
estadios de ejecución conforme a la teoría del delito: 1) el iniciar la ejecución del delito sin llegar a apoderarse de la cosa
(tentativa); ii) el apoderamiento material de la cosa sin que de el desapoderamiento -lo que excluye la disponibilidad-,
porque se sorprende in fraganti al autor al momento en que se apodera de la cosa o -sin solución de continuidad- se le
persigue ininterrumpidamente por parte de la fuerza pública, el ofendido o un grupo de personas, y se le detiene,
recuperando íntegramente la totalidad de los bienes (delito frustrado); y iii) el apoderamiento con desapoderamiento y
disponibilidad sobre la cosa, aunque sea momentánea (delito consumado). En el presente caso aunque el imputado V. A.
W. D. se apoderó de los bienes ajenos supra indicados, lo cierto es que no logró desapoderar de aquellos a la madrina de
R. W. J. J., pues fue sorprendido y enfrentado por este último al momento del apoderamiento, siendo perseguido, sin
solución de continuidad, por J. y por P.A.A., quienes lograron detenerlo, impidiéndole la posibilidad de determinar
libremente cómo colocar o poner a su conveniencia los bienes sustraídos, ya que no pudo superar la oposición y legítima
defensa de aquellos. Por lo tanto, debe convenirse con la defensa en que el delito de Robo agravado no se consumó por
causas independientes al agente, pero advirtiendo que si se puso en peligro el bien jurídico tutelado por la norma y que la
conducta del encartado es reprochable penalmente a título de tentativa." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 348-F
de las 14,25 hrs. del 18 de julio.

18- ROBO AGRAVADO - Uso de arma - Análisis sobre distintos tipos de armas.

"Como único agravio del recurso por vicios in procedendo interpuesto por la Licda. V. E. S. Ch. en favor del imputado R.
G. R. F., se acusa la inobservancia de los artículos 39 de la Constitución Política, 1, 106, 393 y 400 inciso 4° del Código
de Procedimientos Penales, por violación a las reglas de la sana crítica racional al concluirse que los tres autores del
hecho utilizaron una verdadera arma de fuego, ya que no existe ninguna prueba que permita hacer tal aseveración con
certeza, de modo que pudo tratarse de un arma de juguete o instrumento inidóneo para atentar contra la integridad física
de las víctimas, razón por la cual solicita que se declare la nulidad de la sentencia y que se ordene el reenvío para una
nueva sustanciación.- Considera esta Sala que el reclamo no es atendible. Si bien el Tribunal de mérito concluyó que el
"arma" utilizada por los tres autores era verdadera apoyándose únicamente en las reglas de la experiencia (ya que aquélla
no se tuvo a la vista ni fue analizada pericialmente), lo cierto es que, para este caso concreto, el hecho de que tal
instrumento fuera hipotéticamente de juguete o inidóneo para atentar contra la vida de los señores J. L. M. S. y F. M. S.
O. no tiene la relevancia que pretende la defensa, pues estos dos testigos señalaron claramente haber sido encañonados
con esa "arma" por parte de los autores y que fue tal circunstancia la que los indujo a no enfrentarlos u oponer resistencia
a la sustracción del vehículo. Resulta evidente que los dos testigos percibieron aquel instrumento como una verdadera
"arma de fuego" y en este punto debe tenerse presente que la jurisprudencia de esta Sala ha señalado que: “Si el arma
en sentido propio presenta dificultades en su mecanismo, las que no descartan la posibilidad de que funcione su uso
califica el robo, ya que la mera probabilidad de su efectividad es suficiente para entenderlo así. También configuran la
agravante: a) el arma descargada, pero apta para disparar; b) las conductas de simular un arma (como quien apunta con
una lapicera a la nuca del taxista asaltado o usa una pistola de juguete);y c) el arma descompuesta, cuando en estos tres
casos el objeto alcanza poder intimidatorio contra la persona ofendida, es decir cuando la persona robada percibe el
objeto como idóneo para ejercer violencia efectiva contra su persona, pues en relación a estas tres hipótesis debe tenerse
presente que el tipo no exige como necesaria la acción efectiva del arma, sino que sanciona su utilización como
mecanismo de violencia contra el ofendido, la cual ya se realiza con la intimidación o temor que provoca (que la víctima
cree real y mediante la cual se logra vencer su voluntad para apoderarse ilegítimamente de la cosa), que es el elemento
del tipo buscado y conocido por el autor para facilitar el apoderamiento en este delito... También existe la agravante
tratándose de armas de aire comprimido» ([...], Sala Tercera, V-179-F de las 9:55 horas del 23 de abril de 1993, véanse
además las consideraciones que se hacen en esa resolución, en cuanto al concepto y uso de armas, el dolo y la
consumación del apoderamiento, así como las particularidades de nuestra legislación frente a la argentina y su doctrina).

En casos como el presente sería absurdo esperar que los ofendidos, por sus condiciones personales, pudieran discernir si
el arma con que se les encañonó era de juguete o verdadera, o sus características específicas, o si estaba cargada,
descargada o si tenía aptitud funcional para disparar la munición. Para el presente caso lo relevante es que se dio crédito
a los testigos cuando señalaron que fueron encañonados con una pistola pequeña y de color negro para vencer su
resistencia al desapoderamiento del vehículo, resultando evidente que aquellos creyeron que era realmente un arma de
fuego y que sus vidas o integridad personal corrían peligro, lo cual resulta ser suficiente -junto a las demás circunstancias
de modo, tiempo y lugar acreditadas- para juzgar la conducta de los tres autores del hecho." 1996. SALA TERCERA DE
LA CORTE, N ° 360-F de las 15,30 hrs. del 18 de julio.

19.- ROBO AGRAVADO Y VIOLACION DE DOMICILIO - Inexistencia de concurso ideal.

"El recurrente aduce, desde diversos puntos de vista, que no está demostrado que el reo A. S. haya ingresado a la
vivienda de la ofendida con ánimo de violar el domicilio, ni que haya estado en su mente la idea de cometer un robo.
Además indica expresamente que de acuerdo con el cuadro fáctico de la sentencia impugnada el Tribunal de juicio debió
haber absuelto al justiciable por el delito de Violación de Domicilio, aplicando los artículos 1, 30 y 31 del Código Penal. El
alegato debe acogerse parcialmente. Buena parte de los reproches se fundamentan en un nuevo análisis probatorio, en
particular de la declaración del imputado A. S., lo cual torna improcedentes esos extremos, ya que, tal y como se ha
indicado reiteradamente, "...a través del recurso por el fondo sólo se puede intentar una revaloración jurídica del material
fáctico establecido en la sentencia, quedando excluido de él todo lo que se refiera a la valoración de los elementos de
prueba y a la determinación de los hechos" (ver, por todos, voto 262-F-92, de las 8:55 horas del 26 de junio de 1992). Sin
embargo, lleva razón el recurrente en cuanto estima que la calificación jurídica asignada al cuadro fáctico resulta -en
parte- defectuosa. Es obvio que en el presente caso no se ha configurado un concurso ideal de delitos entre la supuesta
Violación de Domicilio y el Robo Agravado (sustracción de dinero mediante ataque a mano armada), puesto que, de
acuerdo con lo indicado en el propio fallo, el imputado A. S. ingresó a la vivienda de la ofendida "para cometer la
sustracción de bienes, como en efecto lo hizo." [...]. Desde este punto de vista, es indudable que el ingreso clandestino a
dicha morada fue el paso necesario que utilizó el justiciable para cometer el apoderamiento ilegítimo que se tuvo por
acreditado en el fallo, de modo que, a la luz de las etapas propias del iter criminis" y tomando en cuenta la naturaleza del
tipo subjetivo de los delitos examinados, hay que concluir que el ingreso a la vivienda de la ofendida constituye solamente
un acto de ejecución dirigido a consumar el ilícito propuesto, es decir, el Robo Agravado, por lo que no se trata de un
concurso ideal de delitos, como lo consideró erróneamente el Tribunal de mérito. Lo anterior no significa que para cometer
el delito de robo a mano armada se requiera en todos los casos ingresar a un domicilio ajeno, pero se quiere resaltar que
dicha circunstancia si era necesaria en la especie, debiendo estarnos a las consecuencias del dolo directo con que actuó
el encartado. En cuanto a la materia que interesa, pueden consultarse entre otros los votos 240-F-91 de las 8:55 horas
del 7 de junio de 1991 y 460-F-91 de las 8:55 horas del 30 de agosto de 1991; en los cuales consta la tesis que, por
mayoría, ha venido sosteniendo la Sala respecto a hechos similares. Por ende, de conformidad con lo expuesto, procede
acoger parcialmente el reclamo, por lo que, resolviendo el fondo del asunto, se debe casar la sentencia impugnada en
cuanto se relaciona con el delito de Violación de Domicilio, calificandose los hechos como constitutivos únicamente del
delito de Robo Agravado." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N ° 535-F de las 9,10 hrs. del 20 de setiembre.

VOTO SALVADO DEL MAGISTRADO GONZALEZ ALVAREZ

“I°.- Me permito disentir del criterio de la mayoría en cuanto estima que el delito de robo desplaza al de violación de
domicilio en un caso como el presente, pues comparto la tesis sustentada por los jueces de instancia al calificar los
hechos probados como constitutivos del delito de robo y violación de domicilio en concurso ideal.

II°.- Para tales efectos, me permito reiterar las razones que expuse por separado en la resolución 460-F de 8:55 hrs. del
30 de agosto de 1991, las cuales se ajustan al presente caso: "…el delito de violación de domicilio previsto en el artículo
204 del Código Penal no requiere de un dolo especifico dirigido a perturbar el ámbito de intimidad de los moradores o
poseedores de la habitación o casa de negocios invadida, de manera que quien penetra a una vivienda o casa de
negocios ajena puede perturbar el ámbito de intimidad de los moradores o poseedores del inmueble, aunque ese no haya
sido su objetivo directo y específico. El dolo específico se exige únicamente cuando el tipo penal en forma expresa lo
requiere, es decir cuando el legislador señala en el tipo penal que para la realización de esa concreta figura delictiva es
necesario que el sujeto activo se motive en específicas razones, como ocurre por ejemplo en los delitos de aborto honoris
causa donde la norma exige en forma expresa que la acción hubiere sido realizada "para ocultar la deshonra de la mujer"
(art. 120 del Código Penal), o en el rapto propio, cuando se exige que la sustracción de la mujer se realice "con fines
libidinosos" (art. 163 del Código Penal), o en el hurto de uso cuando se señala que el delito se configura al tomarse la
cosa ajena "con el único fin de hacer uso momentáneo de ella", etcétera. La doctrina denomina a éstos como elementos
subjetivos del tipo distintos al dolo, presentes en los llamados tipos asimétricos (ZAFFARONI, E.R. Manual de Derecho
Penal, Parte General, Buenos Aires, 1988, sexta edición, pp. 421 ss.). El delito de violación de domicilio contenido en
nuestro Código Penal no es un tipo asimétrico porque no exige para su configuración elementos subjetivos distintos al
dolo, y el dolo consiste simplemente en querer el resultado o preverlo al menos como posible. En consecuencia, aquel que
penetre a una casa de habitación o casa de negocios ajena, en contra de la voluntad de quien tendría derecho a excluirlo,
podría cometer el delito de violación de domicilio aunque su motivación concreta para penetrar no hubiere sido el perturbar
o lesionar el ámbito de intimidad de los moradores o poseedores del inmueble, porque el tipo penal no exige en forma
particular esa finalidad como un elemento subjetivo distinto del dolo. Para tales efectos deben distinguirse en forma clara
el dolo y las concretas motivaciones del sujeto para realizar el hecho punible. En muchos casos esas motivaciones
coinciden con el dolo, pero en otros no. En consecuencia, un sujeto puede cometer el delito de violación de domicilio
motivado en muy diferentes situaciones. Puede penetrar a la vivienda para cometer un delito sexual contra alguno de los
moradores, para agredir físicamente a uno de ellos, para intimidarlos, o para causar daños, sustraer bienes, etcétera, pero
esas otras motivaciones no hacen desaparecer el dolo constitutivo de la infracción, pues en cualesquiera de esos
supuestos se habría perturbado el ámbito de intimidad y se habría lesionado el bien jurídico tutelado en el tipo penal...".-
(Razones disidentes expuestas a la resolución N ° 460-F-1991 de la Sala Tercera).

III°.- En igual sentido me permito invocar otras consideraciones que hice, también por separado, a la resolución de la Sala
Tercera N 0 215-F-94 de 10:05 hrs. del 10 de junio de 1994:"... La penetración a la vivienda, entonces, puede estar
motivada en la realización de un delito distinto a la perturbación del ámbito de intimidad, pero eso no significa en principio
que la violación de domicilio esté subsumida o excluida por el primer delito, salvo los casos en que el tipo penal en forma
expresa lo señala. En efecto, cuando un sujeto penetra a una vivienda y además realiza un hurto, ambos ilícitos concurren
en la especie sin que se pueda hablar de una relación de subsidiariedad o subsunción (supuestos del concurso aparente).
El delito de violación de domicilio (204 del C.P.) no está definido ni comprendido en ninguno de los supuestos de hurto
(208, 209 y 384 inciso 1° del C.P.), de manera que no podemos hablar que uno es la especie y el otro género o
viceversa, o que alguno está contenido de alguna manera en otro. Cuando el sujeto penetra en la vivienda o casa de
negocios ajenas con la finalidad de realizar otro delito, como el hurto, es evidente que nos encontramos en presencia de
un delito criminis causa, donde uno de ellos fue necesario para llegar a cometer el otro. Como lo habíamos señalado se
trata de un concurso ideal de delitos (art. 21 del C.P.), porque hay unidad de acción, conforme reconoce un sector de la
doctrina, al afirmar que "...debe admitirse el concurso ideal cuando el delito instantáneo es un medio para cometer el
delito permanente (...) o cuando el delito permanente ha de crear el presupuesto para la comisión de un delito instantáneo
(como en este caso, la violación de domicilio, para la violación y el hurto proyectado)..." (Así, Wessels, Johannes. Derecho
Penal. Parte General. Depalma, Buenos Aires, 1980, p. 234.).- Por el contrario, otro sector de la doctrina, pese a
reconocer también que en esos casos existe un concurso de delitos entre el hurto y la violación de domicilio, es más
radical aún y afirma que al realizarse un hurto penetrando a una vivienda en contra de la voluntad de quien tendría
derecho a excluirlo, lo que existe es un concurso real de delitos y no un concurso ideal (así lo consideran, por ejemplo,
Soler, Sebastián. Derecho Penal Argentino. Tea, Buenos Aires, 1970, tomo IV, pp. 88 y ss.). Somos del criterio de la
unidad de acción, partiendo de una interpretación del contenido del tipo penal de la violación de domicilio conforme se
expuso en la transcripción del voto salvado anterior, pues la acción es un concepto normativo con un contenido fáctico que
sólo puede interpretarse sistemáticamente junto con la descripción del tipo en relación con el bien jurídico tutelado. "Hay
unidad de acción típica en el sentido amplio -se afirma- en aquellas hipótesis en las que, a pesar de haber acciones
distintas, subsiste la misma situación espacial y temporal y la misma motivación entre ellas..." (Castillo González,
Francisco. El concurso de delitos en el Derecho Penal costarricense. Universidad de Costa Rica, San José, 1981, p. 23).
Desde luego, además de concurrir una misma motivación, hay una relación de medio a fin, cuando se penetra a la
vivienda con el fin de hurtar, pero esa relación no justifica eximir de responsabilidad penal cuando los delitos son
sucesivos y lesionan diferentes bienes jurídicos, salvo el caso del concurso aparente. Es cierto que en muchas ocasiones
se conoce de delitos contra la propiedad en los que también concurre un ingreso a una vivienda y no se afirma que exista
conjuntamente el delito de violación de domicilio en concurso (real o ideal), pero ello ocurre en los supuestos en que la
descripción típica de esos delitos contra la propiedad comprende también el ingreso a la vivienda (subsunción), cuando se
indica que el uso de la fuerza debe recaer sobre cosas que implican una penetración en la vivienda (perforación o fractura
de una pared, cerco, techo, piso, puerta, o ventana de un lugar habituado).

En estos supuestos no habrá un concurso de delitos, ni siquiera ideal, sino sólo aparente, porque la descripción típica del
robo comprende el ingreso a la vivienda, de manera que los tipos penales se excluirían entre si descartando el concurso,
conforme lo señala el artículo 21 del código Penal (Esa fue la tesis ya expuesta por esta Sala en la sentencia N 0 326-F
de 10:50 hrs. del 28 de junio de 1991). Esa situación no ocurre respecto del hurto, cuya descripción típica no supone a la
vez el ingreso a una vivienda, de manera que en este último caso la descripción contenida en los tipos penales (hurto y
violación de domicilio) hace que éstos no se excluyan, ni se subsuman, ni se descarten entre si..." (Razones de minoría a
la Sentencia de la Sala Tercera N 0 215-f-1994).

IV°.- Las consideraciones anteriores son aplicables, también, cuando estamos en presencia del delito de robo, es decir
frente al apoderamiento de una cosa ajena empleando el uso de fuerza sobre las cosas o violencia sobre las personas,
para cuya realización haya sido necesario penetrar en un lugar habitado o casa de negocios, contra la voluntad de quien
tuviere derecho a excluirlo, sea clandestinamente o con engaño. Sin embargo, conforme indicamos en el apartado anterior,
tratándose del delito de robo es necesario distinguir los casos en los cuales para su configuración el tipo penal exige la
penetración a una vivienda, como ocurre por ejemplo, con los supuestos previstos en el inciso l° del artículo 213 del
Código Penal, en los cuales la agravación del robo se produce precisamente porque fue "... perpetrado con perforación o
fractura de una pared, de un cerco, de un techo, de un piso, de una puerta o de una ventana, de un lugar habitado, o de
sus dependencias...". En estos casos la penetración al domicilio está contenida en la descripción del tipo penal del delito
de robo, y en consecuencia no puede afirmarse que ese delito concurra en concurso ideal o real con el de violación de
domicilio. A lo sumo la concurrencia es sólo aparente, pues en forma evidente los tipos penales se excluyen entre sí, al
estar uno subsumido en la descripción del otro (artículos 21, 22 y 23 del Código Penal).-Distinta es la situación de otros
casos de robo, como por ejemplo la de los artículos 212, y la del 213 inciso 2°, ambos del Código Penal, en los cuales la
descripción típica no hace referencia al ingreso a un lugar habitado o a sus dependencias, en cuyo caso no excluye por
subsunción o especialidad al delito de violación domicilio descrito en el tipo del 204 ibídem. En el caso de autos esa es la
situación y por ello concuerdo con el criterio de los jueces Araya Rivas, Tosi Vega y Llobet Rodríguez.- De acuerdo con la
sentencia el imputado, quien laboraba como albañil en la casa de la ofendida, aprovechó esta circunstancia e ingresó a la
morada por el portón principal de la casa vecina que comunica con el patio de la casa de la ofendida, y procedió a entrar
por la puerta trasera de esta última vivienda, se acercó a la ofendida que en ese momento estaba viendo televisión y le
colocó un cuchillo de cocina en el cuello, la que reaccionó tomando el arma con la mano y se produjo algunas heridas,
para luego huir con el fin de pedir auxilio, de esta manera el imputado se introdujo a una habitación y sustrajo la suma de
doscientos mil colones en dinero efectivo, entre otras cosas. Como puede apreciarse, la conducta del imputado se adecúa
a dos tipos penales: el delito de robo agravado previsto en el inciso 2° del artículo 213 del Código Penal, y el delito de
violación de domicilio, previsto en el 204 ibídem, los cuales no se excluyen entre sí porque ninguno contiene al otro. Se
trata de un claro caso en que con una sola acción se violan dos disposiciones legales que no son excluyentes, lo que el
artículo 21 ibídem denomina concurso ideal". Para tales efectos no interesa si alguno de los hechos constituye un delito
criminis causa del otro, es decir si uno constituye un medio para llegar al otro. Por esa misma razón, es que se admite
que hay un concurso de delitos y no uno solo, cuando se realiza un robo con el uso de armas y además se comete un
homicidio con el fin de lograr el apoderamiento de los bienes. En estos casos se produce un concurso de delitos entre el
robo y el homicidio, a pesar de tratarse de diferentes etapas del iter criminis, es decir pese a que el homicidio constituye
un acto de ejecución dirigido a consumar el ilícito propuesto de robo. Lo mismo ocurre con la violación de domicilio y el
robo, pese a tratarse de diferentes etapas del mismo programa delictivo propuesto. Por lo anterior con respeto me permito
disentir del criterio de la mayoría de la Sala en cuanto a la calificación jurídica de los hechos, aunque ello no tenga
ninguna repercusión en el monto de la pena, y voto por denegar el recurso también en cuanto al fondo. En lo demás
concuerdo con la resolución de mayoría." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N 0 535-F de las 9,10 hrs. del 20 de
setiembre.
20.- VENTA DE DROGAS - Cierre de negocio donde se vendía la droga, sin darle intervención al propietario atenta
contra el debido proceso.

"Como cuarto apartado de la impugnación se denuncia la transgresión de los artículos 23, párrafo segundo, de la Ley de
Psicotrópicos, 11, 34, 41, 46, 49 y 56 de la Constitución Política, por cuanto se ordenó el cierre del Bar T. o Bar El B.,
disposición con la que no está conforme la defensa.- En lo que respecta a este cuestionamiento la Sala considera que la
relación de hechos probados no es lo suficientemente precisa y circunstanciada como para poder juzgar sobre la correcta
aplicación del artículo 23 de la Ley de Psicotrópicos, razón por la cual procede declarar con lugar el recurso de casación
por el fondo, casar la sentencia únicamente en cuanto se ordenó el cierre del Bar T. o Bar El B., disposición que se deja
sin efecto. El resto de la sentencia se mantiene incólume. Esto así, por cuanto la aplicación del artículo 23 supone la
constatación de los hechos concretos a los que alude esa norma, dentro de un proceso en el cual necesariamente -por
imperativo del derecho de defensa- hayan podido intervenir tanto los dueños como los encargados de la administración de
los locales comerciales (cuando no son los mismos sujetos) usados para la realización de los delitos contemplados en esta
Ley, ya sea que aquellos promuevan su realización o no fomenten tal actividad.

En cualquiera de los casos enumerados por la norma, resulta claro que las sanciones que dispone no pueden imponerse
si estos sujetos no han podido intervenir, ser oídos y defenderse dentro del proceso de las conductas que se les atribuye.
En el presente caso resulta claro que la imputada únicamente era la administradora del local, pero se ignora quién es su
propietario y si éste conocía o no la existencia de los hechos ilícitos, silos fomentaba o si los conocía pero no los
fomentaba, sino que simplemente los toleraba. En casos análogos al presente, en que un sujeto que no ha intervenido en
el proceso penal se ha visto afectado por lo dispuesto en la resolución impugnada, esta Sala ha señalado que ha sido
víctima de indefensión y que la sanción, por ese motivo, no es legítima. (Véase, por ejemplo, la resolución de esta Sala V-
318-F de las 10:25 horas del 12 de agosto de 1994). En este mismo sentido, la Sala Constitucional, con carácter
vinculante erga omnes, al evacuar la consulta de constitucionalidad formulada en este asunto, señaló además que es
obligación del juez valorar y oir a los eventuales perjudicados, previo a decidir sobre la aplicación de la sanción, en virtud
de los artículos 39 y 41 de la Constitución Política, según los cuales toda persona tiene derecho a accesar la justicia y ser
oído para la reparación de un daño o evitar -conforme a la ley- que se le ocasione un daño o sanción que no está
obligado a soportar (Sala Constitucional, No 2900-96 de las 9:48 horas del 14 de junio de este año)." 1996. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N 0 305-F de las 14,45 hrs. del 19 de junio.

21.- VENTA DE DROGAS - Varias ventas a agente encubierto no configuran concurso real.

"Recurso interpuesto por la Licda. R.P.M., Defensora Pública de la encartada M. del C. J. L. Recurso por el fondo: En el
único aparte, reclama violación de los artículos 39 y 41 de la Constitución Política, 1, 24 y 76 del Código Penal y 18 de la
Ley sobre Estupefacientes, Sustancias Psicotrópicas, Drogas de Uso no Autorizado y Actividades Conexas, pues a su
juicio los hechos que se tuvo por demostrados constituyen un sólo delito de Venta de Droga para Consumidores y no
cinco ilícitos en concurso material como se dispuso en el fallo, independientemente de que la imputada hubiese vendido
droga al agente encubierto en cinco ocasiones. El motivo resulta procedente. Analizada la resolución recurrida, se observa
que el Tribunal tuvo por acreditado -entre otros aspectos- que la imputada vendió en una ocasión una piedra de "crack" a
un informante y en cuatro ocasiones más la misma cantidad a un agente policial encubierto. Ahora bien, efectivamente
como lo señala quien recurre, las diferentes ventas realizadas por la encartada, más que configurar ilícitos independientes
-como de la resolución se interpreta-, tienen una finalidad probatoria: poder demostrar la actividad ilícita que se está
realizando; se mantiene así la unidad de acción -no obstante su extensión en el tiempo- y produce una lesión única al
bien jurídico tutelado, razón por la que tampoco resulta aplicable en la especie, la figura del concurso material de delitos.
Pero siempre se trataría de un sólo hecho, aún en aquellos supuestos en que se lograra demostrar diferentes ventas a
particulares o sea, sin la intervención de autoridades policiales. Obsérvese que el artículo 18 de la Ley sobre
Estupefacientes, Sustancias Psicotrópicas, Drogas de Uso no Autorizado y Actividades Conexas, se refiere a conductas
tales como distribuir, comerciar, suministrar, fabricar, elaborar, refinar, transformar, extraer, preparar, cultivar, producir,
transportar, almacenar o vender, cuya naturaleza jurídica demostrativa de que el hecho ilícito se puede llevar a cabo
mediante una sola acción (por ejemplo, transportar o almacenar), o en otros supuestos mediante pluralidad de acciones
(venta reiterada de droga). Así las cosas, tratándose de un delito que se viene ejecutando y respecto a que la intervención
policial tiene como objetivo constatar, ni siquiera resulta imprescindible que se realice varias compras de droga,
pudiéndose comprobar generalmente la actividad delictiva mediante un sólo operativo, o sea, sin necesidad de efectuar
varias compras de droga a través de un confidente o de un agente encubierto, tal y como se observa en este asunto.
Corresponde aclarar, que si bien esta Sala mediante voto número 315 -F-95 de las once horas con treinta minutos del 30
de mayo de 1.995, señaló que cada una de las ventas de droga a un agente encubierto constituía un delito independiente,
dicha tesis ha sido objeto de replanteamiento por los suscritos Magistrados, señalando las razones jurídicas por las que no
resulta aplicable. En consecuencia y desde esa óptica, corresponde acoger el recurso por el fondo. Se casa la sentencia
respecto a la calificación jurídica y en aplicación de lo dispuesto en el artículo 18 de la citada Ley, se declara a la
encartada M. del C. J. L. autora responsable del delito de Venta de Droga para el uso propio de consumidores; en
atención a los elementos subjetivos y objetivos del hecho punible, así como a los demás aspectos que incluye el articulo
71 del Código Penal -tomados ya en consideración por el a-quo-, la Sala opta por imponerle cuatro años de prisión que
descontará en la forma, lugar y condiciones señaladas en el fallo de instancia." [Ver en el mismo sentido resolución No
191 del 3 de mayo de 1996]. 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N 0 190-F de las 8,35 hrs. del 3 de mayo.

22.- VENTA DE DROGAS A CONSUMIDORES - Tenencia es conducta anterior a la venta y por ello procede
disminuir la pena.

"En el recurso de la defensora de la imputada, se reclama en un único motivo la violación de los artículos 39 de la
Constitución Política; 15 y 18 de la Ley sobre drogas; 30, 31, 32, 45 y 47 del Código Penal; 184,185 y 471 del Código
Procesal Penal. Se sustenta el reproche en que el Tribunal sólo examina que en casa de la imputada había droga, pero
no se toman en cuenta otras circunstancias relevantes, tales como la participación de otras personas, que L. era la
persona que mantenía la droga decomisada en su casa, y además que no había dinero en cantidad lógica para la
cantidad de droga que se encontró. Se reprocha además que existe una duda razonable sobre la participación de L., así
como también que no se examinó que dos personas salieron corriendo del lugar el día del allanamiento. Agrega la
defensa que no se le hizo el examen a su defendida a que se refiere el artículo 18 párrafo quinto de la ley de drogas, lo
que le causa un grave perjuicio, no obstante que el Juez está obligado a investigar todas las circunstancias conforme a
los artículos 184 y 185 del Código de Procedimientos Penales. El reclamo no es atendible, salvo cuanto se dirá sobre el
párrafo quinto del artículo 18 de la Ley sobre estupefacientes, sustancias psicotrópicas, drogas de uso no autorizado y
actividades conexas. En efecto, el Tribunal fundamentó adecuadamente las conclusiones fácticas, puesto que la policía
allanó la vivienda de la encartada en virtud de un señalamiento concreto que le hizo otra persona que fue sorprendida con
drogas, quien dijo que las había adquirido de la imputada. La propia acusada reconoce la existencia de esta persona,
aunque manifiesta que en realidad es ella la propietaria de la droga que mantiene en su casa y que aceptó esconderla por
necesitar dinero. En realidad aún admitiendo como cierta la última versión de la acusada, siempre se configuraría el ilícito
por el cual fue condenada, con la modificación que se dirá, puesto que su dicho no la eximiría de responsabilidad penal.
La cantidad de dinero encontrado en el lugar no puede tampoco descartar que se le decomisó una buena cantidad de
droga adecuadamente envuelta para ser distribuida a consumidores, y en general el Tribunal no manifestó ninguna duda
al momento de emitir sus conclusiones fácticas, razón por la cual no es de aplicación el principio in dubio pro reo. Por otra
parte, aún admitiendo como cierto que algunas personas huyeran del lugar el día del allanamiento, tampoco descarta ni
desvirtúa la tenencia de droga por la cual fue sancionada, lo cual justifica rechazar el reproche.

II°- Del alegato de la defensa el único aspecto atendible se refiere a la violación al apartado quinto del artículo 18 de la
Ley sobre drogas antes citada, que se relaciona directamente con el párrafo anterior, según los cuales la pena podrá
disminuirse hasta la mitad cuando la venta o el suministro es dirigido a consumidores. En el presente caso la policía
obtuvo informes que la encartada vendía drogas en su casa de habitación directamente a consumidores, y en efecto al
practicar la diligencia de allanamiento le logran decomisar doscientas treinta y dos piedras de "crack" envueltas en papel
aluminio, especialmente para ser vendidas a consumidores, razón por la cual debemos concluir que estamos ante los
supuestos en los cuales la norma citada autoriza a disminuir la pena hasta la mitad. Para tales efectos debe tomarse en
consideración que si las circunstancias del caso particular que se juzga permiten concluir que la tenencia de la droga es
para venta a consumidores, la disminución de pena a que se refiere el párrafo cuarto del artículo 18 de la Ley sobre
drogas es aplicable, pese a que esta norma sólo refiere a la venta o al suministro, pues la tenencia de drogas para vender
a consumidores constituye una conducta anterior a la venta, y sería absurdo sancionar en mayor grado la conducta
antecedente pero atenuar la conducta final de venta o suministro. Esa predisposición de venta al consumidor debe
reflejarse de las circunstancias que rodean la tenencia, en especial debe tomarse en cuenta la cantidad de droga poseída,
la forma en que está empacada, los lugares donde la droga se mantiene, la existencia de artículos básicos y usuales para
la venta al detalle, etcétera. En el caso de autos, conforme ya se dijo, las circunstancias que rodean la tenencia de la
droga permiten hacer esa conclusión, motivo por el cual la pena debe reducirse." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE,
N 0 459-F de las 10 hrs. del 23 de agosto.

23.- VIOLACION – Aceptación de cerveza no implica consentimiento de actos posteriores.

"Como primer motivo, se acusa violación de los artículos 11, 106, 395 incisos 2, 3 y 4, 400 inciso 4 del Código de
Procedimientos Penales. Aunque originalmente se reclama "falta de fundamentación y contradicciones", el reproche se
limita a establecer una presunta contradicción, pues por un lado -se afirma-, "el tribunal no adquirió la plena convicción de
que yo engañé a la ofendida dándole de beber una cerveza con gran cantidad de guaro para emborracharla fácilmente y
con ello poderla acceder carnalmente", mientras que en el análisis de la prueba que efectúa el a-quo, "concluye que la
ofendida acepta la cerveza sin ningún reparo de este hecho, y ante todo la acepta en forma voluntaria sin coacción,
amenaza ni engaño de mi parte". Finalmente, cita en su apoyo una jurisprudencia del Tribunal Supremo Español sobre la
aceptación, en cierto modo, de las consecuencias de sus actos, de una mujer que se embriaga con un varón. Pero tal
contradicción no existe, porque el a-quo, en ninguna parte del fallo, se refiere al engaño y más bien analiza lo referente a
la aceptación voluntaria y sus posibles consecuencias, de una forma clara y contundente: "Acepta la cerveza sin ningún
reparo, este hecho no puede interpretarse como un consentimiento tácito de las acciones posteriores que puedan
suscitarse. La aceptación de una cerveza por parte de una mujer a un hombre no implica una renuncia a su libertad
sexual. Es simplemente una aceptación de una cerveza. Admitir lo contrario sería ir contra las reglas de la lógica, la
sicología y la experiencia. El indiciado no tenía ningún derecho, por ese solo hecho de acceder carnalmente a la ofendida
sin que ésta pudiera siquiera pronunciarse a favor o en contra". Esa línea de pensamiento es absolutamente concordante
con la que ha mantenido esta Sala en situaciones semejantes. Así se ha establecido que "la circunstancia de que la
ofendida haya aceptado en un inicio caricias y besos, no desemboca necesariamente en la relación sexual", menos
cuando se efectué por la fuerza (Voto 3l8-F de 9:00 horas de 17 de julio de 1992) o que "de igual manera, tampoco es
atendible el argumento de que la ofendida consintió en el acceso carnal puesto que acepta caminar de la mano del
victimario, se dejó besar y trasladarse hasta un sitio oscuro. A este respecto, el Tribunal ha sido totalmente claro en que
aceptar dar un paseo de la mano, ser besado o apartarse a lugar oscuro, no pueden interpretarse como un consentimiento
expreso para tener relaciones sexuales" (Voto 657-F de 8:55 horas del 10 de noviembre de 1995). Por lo expuesto, sin
lugar el reclamo." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N 0 372-F de las 16,17 hrs. del 18de julio.

B- DERECHO PROCESAL PENAL

24.- ACCION CIVIL RESARCITORIA - Absolutoria no exime del deber de fundamentar este aspecto.

"Según indica el impugnante, el Tribunal de mérito declaró sin lugar la acción civil resarcitoria incoada por su representado
en contra de las personas que aparecen como demandados civiles en el proceso, tomando únicamente en consideración
el carácter subsidiario que tiene dicha acción respecto a la acción penal, haciendo una interpretación equivocada de las
normas procesales penales. Por ello, estima que el fallo no contiene una fundamentación adecuada para rechazar la
acción civil resarcitoria, violentándose con ello lo dispuesto en los artículos 395 inciso 2) y 400 inciso 4) del Código de
Procedimientos Penales. El alegato resulta atendible. Los juzgadores tienen el deber de resolver todas las cuestiones que
hayan sido objeto del juicio, indicando claramente las razones en que se apoya su decisión. Sin embargo, al pronunciarse
sobre la acción civil resarcitoria interpuesta por el Banco de Costa Rica contra los encartados W. H. C. W., A. L. M. P. y
R. A. N., el a quo se limitó a señalar que la acción civil es subsidiaria de la acción penal pública, de modo que,
habiéndose dictado sentencia absolutoria a favor de dichas personas, lo procedente y obligado era declarar sin lugar el
reclamo patrimonial [...]. En consecuencia, se omitió fundamentar debidamente ese extremo del fallo, al no tomar en
cuenta que la absolutoria del reo no exime del deber legal de motivar los extremos atinentes a la acción civil resarcitoria,
pues, como bien lo indica el artículo 11 del Código de Procedimientos Penales, "la absolución del acusado no impedirá
que el tribunal de juicio se pronuncie sobre ella en la sentencia". Es cierto que la ley establece una subordinación o
accesoriedad de la acción civil con respecto a la acción penal, al señalar que: "La acción resarcitoria podrá ser ejercida en
el proceso penal sólo cuando esté pendiente la acción principal", (artículo 11 antes citado); pero eso no significa que la
absolutoria del reo -por sí sola- obligue a rechazar el reclamo de una indemnización económica. En consecuencia, los
juzgadores denegaron arbitrariamente ese extremo, al ignorar no sólo las disposiciones jurídicas, sino también los
principios generales de derecho que rigen la materia. Es obvio que, para emitir criterio sobre el reclamo patrimonial, el
Tribunal de mérito debió examinar la conducta que el propio fallo le atribuye a cada uno de los imputados, a fin de
determinar si con sus actuaciones causaron daños o perjuicios resarcibles a la entidad reclamante, análisis que fue
omitido en la especie, con claro incumplimiento de lo dispuesto por las normas legales que se citan en el recurso. No
ocurre la misma situación en lo referente al acusado S. A. Ch. M., quien fue declarado autor responsable del delito de
Cohecho Impropio, pues la acción civil interpuesta contra esta persona fue declarada sin lugar con base en otro tipo de
razones, las cuales -pese a ser muy escuetas- satisfacen las exigencias mínimas de la motivación, de modo que, en
cuanto a ese aspecto no procede decretar la nulidad, sin perjuicio de lo que se resuelva al examinar el recurso por el
fondo. En esa tesitura, procede acoger el reproche y anular la sentencia recurrida concretamente en cuanto declara sin
lugar la acción civil resarcitoria interpuesta por el Banco de Costa Rica contra los encartados W. H. C. W., A. L. M. P. y R.
A. N.. Respecto a ese extremo, pueden las partes interesadas -si a bien lo tienen- acudir a la vía legal correspondiente,
en defensa de sus derechos, ya que, en virtud del mencionado principio de accesoriedad, no es procedente decretar el
0
juicio de reenvío." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N 540-F de las 9,35 hrs. del 20 de setiembre.

25.- CORRELACION ENTRE ACUSACION Y SENTENCIA - Alcances.

"En reiteradas oportunidades, esta Sala ha sostenido que las divergencias entre los hechos acusados y los finalmente
acreditados por el Tribunal, han de ser esenciales, a los efectos de detectar y controlar la existencia de la correlación
entre ambos. Se impone esa condición de esencial, porque no puede exigirse una identidad absoluta hasta en los más
mínimos detalles, entre lo acusado y lo resuelto, lo cual resulta frecuentemente de difícil acaecimiento. La exigencia de la
correlación entre acusación y sentencia, posee, en principio, una doble finalidad, un doble objeto de tutela. El primero de
ellos, raramente mencionado, pero cuya vigencia garantiza la pureza del proceso, es el respeto al principio acusatorio,
dándole plena vigencia a la prohibición del juez de proceder de oficio -net procedat iudex ex officio-, implicando ello que el
poder jurisdiccional ha de entrar en escena por iniciativa de un sujeto distinto del juez, quien, con su actuación, delimitará
el objeto de conocimiento de éste en el proceso, especialmente durante la fase de juicio. Este es uno de los principales
logros alcanzados por el modelo procesal mixto, que es el que rige en nuestro medio y que pretendió solventar los abusos
e inconvenientes que se daban, sobre todo para la vigencia de los derechos fundamentales de inocencia, defensa y
debido proceso de las personas investigadas penalmente, así como el lograr racionalizar el poder represivo estatal,
distribuyendo sus labores en funcionarios distintos e independientes. El segundo y más conocido objeto de tutela del
principio mencionado, es el derecho de defensa. Sin duda, en la delimitación del objeto del proceso no puede asignársele
un papel relevante a la defensa, porque ese rol le corresponderá en definitiva al ente acusador. Sin embargo, una vez
fijada la materia de conocimiento del proceso por la acusación definitiva, luego de la instrucción realizada, ese objeto
procesal no puede ser variado, salvo las excepciones previstas por el numeral 376 del Código de Procedimientos Penales
-variaciones que en todo caso realiza siempre el titular de la acusación y que deben ser puestas en conocimiento de la
defensa-, pero no puede ser nunca variado por el juzgador, en ninguna forma, sin lesionar seriamente el derecho de
defensa y el principio acusatorio, este último, por más que el representante del Ministerio Público haya avalado en sus
conclusiones dicho cambio, porque hablamos aquí de los principios fundamentales del proceso, cuya titularidad no ostenta
funcionario alguno, sino que son el fundamento mismo del proceso. El juzgador en la sentencia puede acreditar el mismo
hecho acusado; puede concluir que no se llegó a acreditar en definitiva, o en forma completa, o bien que hay duda en su
delimitación, puede variar la calificación de los hechos; pero si concluye que el hecho acusado es diverso del contenido
en la acusación, debe disponer la devolución de la causa al agente fiscal para que proceda a definir el destino de la
acción penal, como señala el numeral 397 del código citado, pero no puede modificar los hechos acusados (eliminándole
elementos esenciales acusados o agregándole elementos fundamentales no requeridos), para condenar con base en ellos,
porque así lesiona el derecho de defensa y el principio acusatorio. Esto ha sido reconocido expresamente por esta Sala
en la sentencia número 307-F-94 de las 9:30horas del doce de agosto de mil novecientos noventa y cuatro en donde se
dijo que "En efecto, una vez que se confirma el requerimiento de elevación ajuicio (que es la acusación propiamente
dicha, y en este caso concreto con su respectivo auto de elevación), los tribunales de juicio no están autorizados para
adecuar o simplemente eliminar a su libre voluntad los hechos que el Ministerio Público ha sometido a su conocimiento.
Nótese que inclusive el articulo 341 del Código de la materia establece cuáles son los requisitos, bajo pena de nulidad, del
citado requerimiento: los datos personales del imputado, o si se ignoraren, los que sirvan para identificarlo; una relación
clara, precisa, circunstanciada y específica del hecho y su calificación legal. Es cierto que algunos hechos, circunstancias
o aspectos de la referida requisitoria pueden ser corregidos (cuando no lo ha hecho el propio auto de elevación) para una
mejor comprensión de su contenido, pero ello corresponde al propio ente acusador del Ministerio Público) sin que tampoco
signifique que se pueda sustancialmente variar el cuadro fáctico (sea eliminando de la acusación hechos completos o
sustituyéndolos por otros que se considere deben incluirse, etc.) porque evidentemente, si es el Tribunal el que lo hace,
estaría afectando el ejercicio de la acción penal pública. En esta etapa del proceso lo más que podría admitirse es que
aquél pueda corregir de oficio simples errores materiales que no afecten las potestades acusatorias referidas, así como el
derecho de defensa (ante la necesaria correlación que debe existir entre acusación y sentencia)". Y es que ambos
principios -acusatorio y de defensa- se hallan entrelazados, pues como garantía de defensa, la acusación es necesaria,
porque ésta nace y vive precisamente para llevar una relación «dialéctica» con la otra parte que es siempre el imputado.
La acusación sólo tiene vida en la medida en que dé origen al derecho de defensa, dentro de la vigencia del
contradictorio. "La idea de la acusación no puede ser, desde nuestro punto de vista, aprehendida en todas sus
implicaciones, si no nos detenemos a considerar su contraposición a la idea de defensa. Acusación y defensa parecen
conceptos que se contraponen recíprocamente, bien si la acusación precede, lógicamente a la defensa. Ya que el juicio
postula la incerteza de una situación sobre la cual ha de tomarse una decisión, la acusación, como opinión que formó
parte del mismo, no es imaginable sino en función de una opinión antitética (defensa), sin la cual la primera no sería una
situación incierta, sino ella misma una irrevocable condena" (LEMMO, Elio. L'accusa suppletiva nel dibattimento penale,
Milano, Dotta Civeré Editore, Studi di diritto processuali raccotti da Giovani Conso, No 32.1972. p.13). La correlación entre
acusación y sentencia es el parámetro para controlar la vigencia del derecho de defensa y del principio acusatorio, según
los términos expuestos. Este principio es violado cuando el Tribunal condena o absuelve por un hecho distinto del
acusado, aunque haya coincidencia en la calificación legal. En este caso "la identidad de la calificación jurídica es
indiferente, lo que cuenta es la materia fáctica de la acusación y la sentencia, que serían distintas. Es la naturaleza del
objeto procesal lo que es esencial, y sobre lo que no puede haber discrepancia entre imputación o acusación y sentencia"
(SANSO, Luigi. La corrrelazione tra accusa contestata e sentenza, p.367, en CASTILLO BARRANTES, Enrique,
Comentarios a la nueva legislación procesal penal, San José, Juritexto. 1992. p.385.), con lo que se logra además, tutelar
el principio no menos importante de la independencia del juez. Esa correlación debe referirse a los aspectos básicos del
hecho acusado, es decir, en cuanto a la tipicidad objetiva y subjetiva atribuida en la acusación, con expresa referencia a
las circunstancias de modo, tiempo y lugar que son específicas de la materialidad del hecho que resulta típico, porque
esos elementos, en la medida en que identifican e individualizan un concreto y determinado suceso, parcela de la realidad
que se supone acaecida y en la que se supone inserta la efectiva participación del acusado, constituyen la materia prima
sobre la que ha de versar el juicio. Esos elementos resultan así esenciales en la mayoría de los casos, aunque
dependiendo del hecho concreto, tendrán o no tal importancia que su variación afecte la estructura misma de la
acusación. Diferencias en cuanto al lugar de los hechos, la hora en que los mismos ocurrieron, las condiciones climáticas
o la época, el modo de ejecución o los objetos empleados, pueden no ser relevantes en un caso concreto, pero en otra
causa pueden ser determinantes a efecto de considerar la participación del acusado en los hechos o su acontecer mismo.
1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N 0 444-F de las 15 hrs. del 21 de agosto.

26.- COSTAS - Condenatoria improcedente al actor civil por existir justificación legal para intervenir.

"Se argumenta que el Tribunal de mérito incurrió en errónea aplicación del articulo 544 del Código de Procedimientos
Penales, al condenar en costas al Banco de Costa Rica, estimando incorrectamente que no tenía razón plausible para
litigar. El reclamo es atendible. Al dictar el pronunciamiento impugnado, los juzgadores señalaron de modo expreso que:
"En nuestro criterio, la posible participación de M. L. en los hechos no está excluida del todo, podría ser el eslabón más
débil de la cadena y por eso H. lo señaló a él como el vendedor del título..." [...]. En ese mismo orden de ideas, estimaron
posible la existencia de un acuerdo o plan común entre H., B. B. y el encartado M. L., pues según se indica a este último
lo comprometía su conocimiento y posibilidad de acceso a toda la documentación, incluyendo los títulos valores. Por ello,
la absolutoria fue dictada con base en el principio in dubio pro reo, al considerarse que existían dudas que debían
favorecer al acusado [...].Sin embargo, aplicando erróneamente el artículo 544 del Código de Procedimientos Penales, el a
quo decidió condenar a la parte actora civil al pago de las costas producto del ejercicio de la respectiva acción, estimando
que no tenía motivo plausible para litigar, por haber tenido la entidad bancaria dudas importantes respecto a cómo había
sido sustraído el documento y de qué manera había llegado a manos de H., como también porque desde el mes de mayo
de mil novecientos noventa y cuatro existía otro sospechoso, es decir, A. B. B. [...]. Aceptando -como hicieron los
juzgadores- que el imputado M. L. bien pudo haber tenido participación en el hecho delictuoso, lo procedente es admitir
también que la entidad ofendida tenía motivo justificado para entablar la acción civil en contra de esa persona. No es
posible considerar que el actor civil actúa de buena fe, con motivo plausible para litigar, únicamente en aquéllos casos en
que tenga certeza absoluta, desde el momento mismo de interponer la acción, de la culpabilidad del acusado, pues esto
implicaría exigirle un conocimiento que sólo puede obtenerse con el resultado final del juicio. Aparte de lo dicho, se
responsabiliza al Banco de Costa Rica por haber ejercido la acción civil sólo en contra del imputado M. L., pese a que
existía otro sospechoso [...]. Lo anterior es del todo inexacto, pues lo cierto es que dicha acción fue encausada contra el
encartado J. A. M. L. y contra cualquier otra persona que en el curso de la investigación fuera sindicada como partícipe de
los hechos delictivos [...], sin que pueda achacársele responsabilidad a dicho Banco por el solo hecho de que la acción
penal pública no haya sido ejercida contra otras personas, pues esto es resorte exclusivo del órgano acusador (artículo 5
del Código de Procedimientos Penales). Resultan igualmente equivocados los argumentos por los cuales estima el a quo
que la entidad bancaria demostró una gran inconsistencia en sus actuaciones. El hecho de que no se sancionara
disciplinariamente al imputado carece de relevancia, pues la decisión sobre ese particular fue tomada varios meses
después de haberse ejercido la acción civil. Además, la existencia de una sanción de esa índole no es requisito para
reclamar la reparación civil en vía judicial y, en todo caso, lo que dispuso el órgano administrativo interno de dicho Banco
fue dejar sujeta la posible responsabilidad de M. L. al resultado de la causa penal y de la acción civil resarcitoria [...], sin
que se observe en qué consiste la supuesta inconsistencia que le atribuye el Tribunal de mérito a la parte actora civil,
situación que se repite en lo referente al aumento salarial que recibió el acusado, en particular porque los juzgadores se
limitaron a extraer conclusiones subjetivas sobre la existencia del referido aumento, sin investigar las causas que lo
generaron, ni la relación que pudiera tener con el hecho ilícito. En resumen, examinando el resultado de la causa y las
razones que esgrimió el Tribunal de mérito para absolver al imputado M. L., estima esta Sala que la parte actora civil sí
tuvo razón plausible para litigar, es decir, que existió justificación legal para que interviniera como parte en el proceso. Por
ende, lo que corresponde es declarar con lugar el presente recurso por el fondo, de modo que, conforme a la ley
aplicable, se debe casar la sentencia recurrida y eximir al Banco de Costa Rica, en su carácter de actor civil, del pago de
las costas personales y procesales del juicio. En todo lo demás debe permanecer incólume el fallo impugnado." 1996.
0
SALA TERCERA DE LA CORTE, N 251-F de las 10,20 hrs. del 17 de mayo.

27.- DERECHO DE ABSTENCION - Requisitos de la unión de hecho para ser amparada - Necesidad de valorar
cada caso.

"Como primer agravio del recurso por vicios in procedendo interpuesto por la defensa del imputado B. R. S., se acusa la
inobservancia de los artículos 36 y 39 de la Constitución Política, 1, 3, 5, 144, 145 inciso 3°, 146, 152 , 228, 234, 380, 395
inciso 3° y 400 inciso 4° del Código de Procedimientos Penales, por violación al debido proceso, toda vez que no se
previno a las ofendidas de su facultad legal de abstenerse de declarar contra el imputado, ya que él convive en unión libre
con la señora L. M. M. G., quien es tía de aquellas. En el segundo acápite de la impugnación se reprocha la inobservancia
de las mismas normas citadas pero agregándose la violación del artículo 106 y del inciso 4° del artículo 400 del Código de
Procedimientos Penales, por estimarse que la fundamentación de la sentencia es ilegítima al haber considerado las
declaraciones de las ofendidas, a quienes no se advirtió de su facultad de abstención. Los suscritos Magistrados
consideran que ninguno de estos reclamos es atendible. Si bien la Sala Constitucional ha señalado que la facultad de
abstención dispuesta en los artículos 36 de la Constitución Política y 228 del Código de Procedimientos Penales es "una
garantía absoluta que no admite limitación alguna y tiende a proteger la cohesión del núcleo familiar" (N° 264 de las 14:30
horas del 6 de febrero de 1991), reiterando que esta facultad "tiene como objeto primordial proteger el vínculo familiar de
los efectos que podría tener una declaración del cónyuge o de los parientes en los grados ahí descritos, en contra de otro
familiar" (N° 2776 de las 14:30 horas del 2 de setiembre de 1992, adicionada y aclarada por la N° 2984 de las 9:15 horas
del 25 de junio de 1993) y que "el derecho de abstenerse de declarar... comprende a los familiares en tercer grado
inclusive, de consanguinidad o afinidad, cuyas relaciones surjan de una relación de hecho que reúna las características de
estabilidad, cohabitación y singularidad" (N° 6798 de las 14:51 horas del 23 de noviembre de 1994), también es cierto que
la jurisprudencia de esa Sala ha señalado que: "Debe quedar claro que no pueden equipararse a las uniones de hecho,
los amoríos o las relaciones esporádicas o superficiales; las uniones de hecho cumplen funciones familiares iguales a las
del matrimonio y se caracterizan al igual que éste, por estar dotados al menos de estabilidad (en la misma medida que lo
está el matrimonio), publicidad (no es oculta, es pública y notoria), cohabitación (convivencia bajo el mismo techo, deseo
de compartir una vida en común, de auxiliarse y socorrerse mutuamente) y singularidad (no es una relación plural en
varios centros convivenciales)... La sala no puede definir qué es la "familia de hecho", el juez debe valorar cada caso"
([...], No 1151 de las 15:30 horas del 1° de marzo de 1994, en igual sentido la No 1153 de esa misma fecha). Para esta
Sala de Casación en el presente caso resulta claro que las ofendidas no tienen relación familiar de hecho con el
imputado, porque la relación que él tiene con la señora L. M. M. G. (hermana del padre de las ofendidas) no posee las
características de la vida conyugal o marital, ya que no es estable, permanente o constante, pues el a quo señala en su
sentencia que quedó demostrado que el encartado "vive únicamente durante algunos períodos temporales en la casa de
habitación de la señora L. M. M. G." [...], lo cual pone en evidencia que la relación entre ellos no tiene por objeto la vida
en común, cooperación y mutuo auxilio, sino que se trata de una relación superficial, en que el encartado ocasional o
esporádicamente, se presenta a la vivienda de M. G., de manera tal que entre él y las ofendidas no existen los vínculos
afectivos familiares que los artículos 36 de la Constitución Política y 228 del Código de Procedimientos Penales tutelan.
Por lo expuesto, sin lugar los dos reclamos formulados." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N 0 286-F de las 9,20 hrs.
del 4 de junio.

28.- EJECUCION DE SENTENCIA - Improcedencia de solicitud de suspensión mientras se tramita recurso de


revisión.

"[...], el Lic. M. Ch. C. interpone recurso de revocatoria contra la resolución tomada por esta Sala a las 10:15 horas del
día 12 de marzo de 1996, concretamente respecto al rechazo que se hizo en ella de la solicitud formulada en el recurso
de revisión para suspender la ejecución de la sentencia durante su trámite, rechazo que se fundamentó tomando en
cuenta la gravedad de los hechos por los cuales fue condenado el impugnante F. L. R. a saber Tenencia de Cocaína para
el Tráfico. Señala el Lic. Ch. C. que el fundamento aducido por la Sala no es suficiente para no ejercer la facultad
dispuesta en el artículo 494 del Código de Procedimientos Penales, puesto que no existen motivos para considerar que el
imputado podría evadir o sustraerse del cumplimiento de la pena impuesta, a lo cual agrega que el ilícito acusado no es
contra la vida humana. Considera esta Sala que el reclamo no es atendible, pues a partir de la firmeza de la sentencia
condenatoria en materia penal, la privación de libertad del procesado adquiere un macizo sustento legal y constitucional,
toda vez que -cuando menos formalmente- la autoridad judicial competente ha establecido, mediante sentencia firme, la
necesaria demostración de culpabilidad exigida por la Constitución Política (artículo 39) como condición para imponer la
pena correspondiente a un delito sancionado por ley. Por ello, tanto la suspensión de la ejecución de la sentencia como la
posibilidad de disponer la libertad provisional del imputado durante el trámite del recurso de revisión a que se refiere el
articulo 494, se constituyen en facultades realmente extraordinarias, cuyo ejercicio facultativo exige necesariamente una
sólida fundamentación que así lo justifique, como sucede, por ejemplo, en aquellos casos en que el error judicial resulta
evidente. Pero en el presente caso, en principio, no se cuentan con elementos suficientes para disponer la libertad
provisional del imputado F. L. R., porque el motivo y las razones que alega para recurrir la sentencia condenatoria
ameritan un profundo análisis y discusión por parte de los suscritos Magistrados, incluso la consideración de lo que
resuelva la Sala Constitucional al evacuar la consulta preceptiva que debe hacerse en este caso. Por ello las razones
expuestas por la Sala para rechazar su petición si son suficientes para fundamentar la decisión, porque para el delito de
Tenencia de Cocaína para el Tráfico se ha previsto una pena cuyo extremo menor es de ocho años de prisión
(precisamente la que se impuso al encartado), en atención a que se trata de una conducta sumamente perjudicial para el
pleno y sano desarrollo individual y social de las personas, pudiéndose agregar a lo anterior que tal conducta además
lesiona o pone en peligro la calidad de vida de las personas, bien jurídico tutelado por nuestro ordenamiento jurídico a
través de distintas normas constitucionales y de derecho internacional cuyo objeto es la protección de la salud física y
mental del ser humano. Por todo lo expuesto se declara sin lugar el recurso de revocatoria. 1996. SALA TERCERA DELA
CORTE, N 0 44-A de las 9,55 hrs. del 3 de mayo.

29.- INTERVENCION DEL ACUSADO - Posibilidad de valorar las manifestaciones emitidas al final de la audiencia.

"También se reprocha que ilegalmente el Tribunal sustentó la sentencia, tomando en cuenta las manifestaciones dadas
por la imputada al cierre del debate, apoyándose en ellas para establecer y acreditar su responsabilidad. Considera el
recurrente que tales manifestaciones no pueden ser tomadas como prueba, dado que el momento procesal en que se han
producido está fuera ya de las posibilidades probatorias del proceso. Aunque por la forma en que se resolvió el recurso en
el Considerando X de esta resolución, parezca innecesario conocer de este reclamo, por ser un punto importante y no
frecuentemente alegado, estima necesario la Sala referirse a él, pues una de las funciones de Casación es la de "unificar
la jurisprudencia". El reproche es inadmisible. En primera instancia, es menester señalar que esa posibilidad concedida al
acusado ha sido dada por el legislador para responder a una finalidad determinada, por creerla en todo caso útil al
proceso, pues de otra forma no se justificaría su previsión; la oportunidad en que ella se produce, fuera ya de la
intervención de las partes y en consecuencia de las posibilidades de interrogatorio justifica que sea una forma más de
ejercicio de la defensa material. El imputado tiene el derecho de poder intervenir cuando lo desee, según lo establece el
numeral 375 del código de Procedimientos Penales, y la última palabra que se le concede si bien constituye un acto de
defensa material, también lo es el que puede ser útil al proceso, pues es un acto legalmente previsto, cuya inobservancia
viciaría de nulidad a la sentencia. La oportunidad última que se concede al acusado, una vez emitidas las conclusiones,
en donde se le pregunta "si tiene algo que manifestar", según lo establece el artículo 389 del mismo cuerpo legal,
constituye un momento esencial de realización del derecho de ser oído que tiene el acusado, refiriéndose al proceso
seguido en su contra, el cual está presto a concluir. Estas manifestaciones se quieren espontáneas y libres por parte del
acusado, sin la presión y formalidad de la intimación de los cargos y de la eventual confrontación de su dicho en un
interrogatorio por las partes intervenientes, es decir, se quiere que sean manifestaciones fuera del período de prueba, una
vez emitidas las conclusiones de las partes y finalizada «la escena» del debate, pues sólo en esta dimensión se
comprende el significado que poseen para la defensa material del acusado. Ahora bien, distinto es el problema de si esas
manifestaciones son el único sustento de la sentencia. Pero en este caso estaríamos frente a un problema de falta de
fundamentación y no de fundamentación ilegal como pretende el recurrente. Por más reveladoras que resulten, estas
manifestaciones no podrán nunca ser único sustento de la condena, sino que debe contar la conclusión a que se arriba
con suficiente respaldo probatorio en otros medios legítimos de prueba. En suma, esas manifestaciones últimas de los
imputados, por formar parte del juicio oral y público, indefectiblemente deben ser tomadas en cuenta y analizadas por el
Tribunal, resolviendo lo que corresponda, con la salvedad apuntada líneas atrás si no constituyen el único medio
probatorio. Pero en todo caso forman parte del juicio y por ello deben merecer análisis de parte de los juzgadores." 1996.
SALA TERCERA DE LA CORTE, N 0 444-F de las 15 hrs. del 21 de agosto.

30.- PENA - Posibilidad de recurrir en casación por violación al principio de proporcionalidad.

"El defensor público Lic. M. A. P. V. reclama violados los artículos 1, 30, 71 y 72 del Código Penal; 9 y 11 de la
Declaración de Derechos Humanos; y 36, 39 y 41 de la Constitución Política, al estimar que en el presente caso se
infringió el principio de proporcionalidad de la pena, al aplicársele a los imputados tres años y seis meses de prisión, a
pesar de que el hecho quedó en estado de tentativa, la mayoría de ellos son primarios, y que no hubo siquiera la
intención de ejecutar algún acto que implicara violencia sobre las personas. Agrega que el principio de proporcionalidad de
la pena es impugnable en casación, para lo cual cita jurisprudencia y hace un análisis al respecto. En primer término y
como muy bien lo señala el recurrente, debe indicarse que el incumplimiento del principio de proporcionalidad de la pena
es posible discutirlo en casación, pues ésta vía se ha diseñado principalmente para controlar los posibles abusos y la
eventual arbitrariedad en que puedan incurrir los jueces al momento de aplicar su "discrecionalidad" en cualquiera de los
supuestos previstos por la ley, con el fin de hacer justicia en el caso concreto (sobre las finalidades de la casación véanse
las Resoluciones de la Sala Tercera N 0 158-F de 8:55 hrs. del 20 de mayo de 1994, y N 0 182-A de 9 hrs. del 11 de
noviembre de 1994).- En lo que respecta a la pena, si bien el artículo 71 del Código Penal autoriza a los juzgadores a fijar
su monto dentro de los límites señalados en cada figura delictiva, esa fijación no puede ser arbitraria ni alejada de los
principios de proporcionalidad, justicia e igualdad contenidos en nuestra legislación. La labor del Tribunal en la fijación de
la pena se encuentra muy especialmente tasada en la ley, ya que el propio artículo 71 inmediatamente señala los
parámetros que deben orientar la tasación del monto de la pena en cada caso concreto, sin que el juez pueda recurrir a
prejuicios, criterios arbitrarios, o tomar en consideración factores distintos a los previstos por el legislador, como podría ser
el mayor o menor índice de criminalidad en el país a través de lo que algunos denominan "penas ejemplarizantes" para
evitar que otros incurran en los mismos hechos (prevención general), pues ello no puede traducirse por disposición
arbitraria del juez en un factor de agravación de la pena concreta. Como se ha expuesto en forma autorizada, "...el control
de la proporcionalidad de las medidas restrictivas de derechos fundamentales adoptadas por los órganos judiciales en el
proceso penal puede ser ejercido por los mismos u otros órganos judiciales, a través de los recursos contemplados...:
reforma, súplica, queja, apelación... y casación "(González-Cuellar Serrano, Nicolás. Proporcionalidad y derechos
fundamentales en el proceso penal. Colex, Madrid, 1990, p. 330). En igual sentido se ha inclinado también la
jurisprudencia constitucional de nuestro país, al expresar la Sala Constitucional, en resolución N 0 1760-96 de 11:06 hrs.
del 19 de abril de 1996, que "... el principio de proporcionalidad de la pena forma parte de las reglas del debido proceso,
tal y como puede verse en el pronunciamiento número 7333-94 de las quince horas seis minutos del catorce de diciembre
de mil novecientos noventa y cuatro en el que se señaló: IV.- Respecto de otro reclamo formulado por el recurrente, que
denomina violación al "principio de humanidad y de proporcionalidad de la pena", estima la Sala que sí tiene que ver con
el debido proceso y así lo ha establecido previamente en diferentes decisiones. Particularmente se ha precisado esta
cuestión en términos de que si el juez que condena tiene márgenes para hacerlo entre el mínimo y el máximo de la pena
imponible, al concretar en sentencia su decisión cuantitativa, deberá motivar el por qué del monto a que ha llegado..." .-
(En igual sentido pueden consultarse las resoluciones de la Sala Constitucional N 0 1739-92 de 11:45 hrs. Del l° de julio de
1992; y N 0 1953-96 de 12:03 hrs. del 26 de abril de 1996).- La decisión debe ser fundamentada con el fin de que las
partes puedan eventualmente impugnar ante la casación cualquier arbitrariedad en el uso de los parámetros que fija la ley
en la medición de la pena en el caso concreto, lo cual puede controlarse tanto por la forma, por medio de los vicios de
falta de fundamentación o violación a las reglas de la sana crítica, como también por el fondo, impugnando los parámetros
utilizados y la irracionalidad del monto de la pena finalmente escogido. Como muy bien se señala en doctrina, "...la unidad
de la aplicación del Derecho no puede ser el único fin de la casación, pues la igualdad y la seguridad jurídica no son los
únicos valores que se deben tomar en consideración. La justicia y la interdicción de la arbitrariedad de los poderes
públicos tienen igual rango...La casación, como todo recurso, también, y con no menos intensidad, debe perseguir un fin
de protección contra la arbitrariedad. Ello significa que, allí donde los medios de que dispone el Tribunal de Casación se lo
permitan, éste tiene el deber de sancionar la arbitrariedad" (Bacigalupo, Enrique. La impugnación de los hechos probados
en la casación penal y otros temas. - Edit. Had-Hoc. Buenos Aires, Argentina, pp. 47-48).- Por lo expuesto debe
concluirse que la casación se encuentra totalmente legitimada no sólo para examinar el respectivo fundamento de la
imposición de la pena, sino además para intervenir en la fijación del monto concreto, con el fin de prevenirse ante la
arbitrariedad por falta de correlación proporcionada entre las condiciones del caso y la situación de los sujetos
involucrados en el conflicto en relación con el monto de la pena adoptado. Ahora bien, en el caso de autos esta Sala no
encuentra que haya desproporción o arbitrariedad en la fijación del monto de la pena, tomando en cuenta las especiales
circunstancias de los hechos y de los sujetos involucrados. Obsérvese que la pena mínima establecida en el tipo penal
aplicado es de cinco años, sin embargo el tribunal fijó una pena inferior al mínimo por tratarse de un delito en grado de
tentativa, conforme lo autoriza el párrafo segundo del artículo 73 del Código Penal, disminución que en todo caso no es
automática. Para hacer esa rebaja, más allá del mínimo, el tribunal apreció que los bienes fueron recuperados, que no
hubo violencia sobre las personas y que los imputados no tienen juzgamientos inscritos, salvo uno de ellos pero que a la
fecha los respectivos asientos se encuentran cancelados por el transcurso del tiempo. En esas condiciones la cantidad de
pena aplicada no resulta arbitraria ni desproporcionada, pues el delito tentado fue agravado por la concurrencia de más
de tres personas en la realización del hecho. Por todo lo expuesto, si bien el recurrente lleva razón al afirmar que la
casación puede controlar la proporcionalidad de la pena, en el presente caso no se evidencia arbitrariedad ni
desproporción, lo que motiva a rechazar el recurso. 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N 0 382-F de las 9,10 hrs. del
26 de julio.
31.- PRUEBA ESPURIA - Derivada de allanamiento declarado ilegal por la Sala en sentencia anterior.

"Como primer agravio del recurso por vicios in procedendo interpuesto por el Lic. J. L. G. Z. en favor del imputado T. A.
P., se acusa la inobservancia de los artículos 23, 36, 39 y 41 de la Constitución Política, 8 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos, 106, 395 incisos 2° y 3°, en relación con el 400 incisos 3° y 4° y 393 párrafo 2° del Código de
Procedimientos Penales, por fundamentación ilegítima de la sentencia, toda vez que esta resolución se fundamenta en las
declaraciones de los oficiales del Organismo de Investigación Judicial J. R. M., V. C. y F.C., quienes refieren su
participación en un allanamiento que fue declarado ilegal por esta Sala al conocer de un recurso de revisión de la
sentencia condenatoria recaída contra el encartado T. A. P. Señala el recurrente que si la Sala declaró la nulidad del
allanamiento y de todos los actos conexos o consecutivos a ella, está comprendida en dicha nulidad la actuación de la
policía al ingresar a la casa de habitación donde se encontraba el imputado, así como el decomiso posterior de las armas
y de otros objetos que fueron parte del botín. Considera la Sala que el reclamo es atendible, por las siguientes razones.
Para la resolución del presente asunto, debe examinarse la legitimidad de lo resuelto en el juicio de reenvío, pues la
primera sentencia recaída en esta causa fue anulada por esta Sala, declarándose “la ilegalidad del allanamiento y por
ende la nulidad del acto, así como la de los demás actos conexos o consecutivos que de éste dependan directa y
exclusivamente (Arts. 146 párrafo 2 y 150 del Código de Procedimientos Penales), como lo son el acta de registro y el
decomiso de los objetos que fueron encontrados por su medio [...]". Se agrega que “toda vez que la requisa de las armas
y objetos es prueba derivada de un acto violatorio de las garantías constitucionales, sin que pueda afirmarse que el acto
mediante el que se obtienen las pruebas cuestionadas por el impugnante sean producto de otro elemento autónomo y
anterior producto de la investigación policial". Los conceptos precedentes se reafirman cuando se anula también el
dictamen criminalístico del 12 de abril de 1993 y se dispone que “deberá reenviarse la causa para una nueva
sustanciación por estos hechos, sin tomar en consideración los actos declarados nulos" (cfr. V-614-F de las 9:55 horas del
13 de octubre de 1995, de folios 327 a 331). En el juicio de reenvío, el Tribunal, con base en las declaraciones de los
oficiales de policía que detuvieron al imputado A. P. y que participaron en el allanamiento previamente declarado ilegal, y
con fundamento también en las armas y objetos que fueron encontrados en esa vivienda, tuvo por demostrada su
participación en los hechos por los que se le condenó, dando lugar a que en el recurso se cuestione, nuevamente, la
legitimidad de la sentencia porque se sustenta en la consideración de aquella actividad que fue anulada por la Sala de
Casación, apreciación en la cual incluso coincide el representante del Ministerio Público [...]. La mayoría de la Sala
comparte ese criterio, pues lo cierto es que en el nuevo juicio se pretende sustituir el acto del allanamiento declarado nulo
y las pruebas que se obtuvieron (armas, "jacket" y cadena de oro), recurriendo a la declaración de los policías que lo
practicaron, y dando por bueno el "encuentro" de aquellos bienes en la casa en que se detuvo a Amador Pérez, dejando
de lado la resolución de la Sala Constitucional (voto 0255-95 de 9:51 horas del 13 de enero de 1995), respecto a "...que
de darse el hecho de un allanamiento ilegítimo, la prueba a través de él obtenida se convierte en prueba espuria y por
tanto inválida y sin potencial procesal alguno, imposible de constituir base o fundamento de una sentencia condenatoria".
Al repetirse los defectos que dieron base a la nulidad anteriormente declarada, ya que no se obtuvieron elementos de
prueba autónomos, legítimos e idóneos para acreditar la conducta del encartado, ello implicaría la nulidad de la resolución
impugnada. Sin embargo, para este caso concreto, se considera que la renovación o rectificación de los actos que fueron
anulados anteriormente resulta imposible, lo cual excluye la posibilidad de ordenar un juicio de reenvío, conforme a los
artículos 150 párrafo tercero (a contrario sensu) y 483 del Código de Procedimientos Penales, en vista de la extensión y
decisividad de los actos que fueron anulados, ya fuera directamente o por conexión, por lo que ahora se estima que
resultaría inútil una tercera sustanciación. Por ello debe resolverse excepcionalmente el asunto por el fondo, es decir, de
acuerdo con la ley aplicable, tal como se ha hecho en casos análogos al presente (véanse, por ejemplo, las resoluciones
V411-F de las 9:50 Hrs. del 14 de julio y V-491-F de las 9:55 Hrs. del 25 de agosto, ambas de 1995). Si, de acuerdo con
lo expuesto, no se acreditó legítimamente que el imputado T. A. P. incurriera en la conducta que se le atribuyó en la
acusación, se le debe declarar inocente por tales hechos, absolviéndolo de toda pena y responsabilidad. En vista de lo
resuelto se omite pronunciamiento sobre el otro motivo de impugnación." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N 0 365-
F de las 15,55 hrs. del 18 de julio.

32.- RECURSO DE CASACION - Interpuesto por funcionaria del Ministerio Público que gozaba de licencia -
Validez por prevalencia de fundamentales intereses jurídicos.

"I.- Que el Lic. H. Ch. Ch., en su condición de representante del Ministerio Público, interpone recurso de queja contra la
resolución del Tribunal Superior de San Carlos, de las 14:00 horas del 23 de febrero de 1996 en la que se declara
inadmisible el recurso de casación interpuesto por el Ministerio Público para atacar la sentencia número 11-96 emitida por
ese mismo Despacho judicial, a las 16 horas del 1 de febrero de 1996 [...].

II.- Que en el informe rendido a esta Sala, el Lic. M. B. R., en calidad de Presidente del Tribunal Superior de San Carlos
señala que el recurso de casación presentado por la Licda. A. B. G. en representación del Ministerio Público le fue
rechazado porque, "no estaba en el ejercicio de sus funciones como Fiscal de Juicio de San Carlos, cuando presentó
dicho recurso..." ya que se encontraba disfrutando de una licencia sin goce de sueldo. En consecuencia, por estar
suspendido su nombramiento de conformidad con lo que dispone el Art. 27 inciso 3) de la Ley Orgánica del Poder Judicial
y 50 de la Ley Orgánica del Ministerio Público, el recurso es inadmisible al ser presentado por una persona que no reúne
las facultades legales que ordena la ley".

III.- Las razones de la queja son atendibles. Los principios de taxatividad objetiva y subjetiva que en materia de recursos
recoge nuestro sistema procesal penal no pueden interpretarse o aplicarse de manera rígida (ver de la Sala Tercera V-
138-F, de las 9:30 Hrs, del 12 de abril de 1991, entre otras). Por el contrario, tales principios deben ser comprendidos a la
luz de la jurisprudencia constitucional en cuanto señala que “…el examen de admisibilidad del recurso de casación no
puede ser hecho con un criterio excesivamente formalista, porque ello podría constituirse en una fórmula para denegar
justicia. Además, es indispensable en nuestro país armonizar el sistema de casación adoptado en el Código Procesal
Penal con los principios constitucionales costarricenses y la Convención Americana de Derechos Humanos, así como
también dar cumplimiento a la Jurisprudencia de la Sala Constitucional, en cuanto estimó que... el recurso de casación
satisface los requerimientos de la Convención, en tanto no se regule, interprete o aplique con rigor formalista, sino que
permita con relativa sencillez, al Tribunal de Casación examinar la validez de la sentencia recurrida, así como el
respeto...al debido proceso" (Sala Constitucional, V-719, de las 16:30 Hrs. del 26 de junio de 1990).

IV.- El recurso fue interpuesto por la Licda. A. B., en su condición de representante del Ministerio Público [...], quién figuró
como fiscal de juicio en la audiencia oral. Si bien es cierto que para la fecha de entrega de la impugnación se encontraba
disfrutando de un permiso sin goce de salario, este hecho en sí no está contemplado como una causa que autorice
proceder conforme lo hizo el Tribunal, pues ello afecta la intervención del Ministerio Público en esta causa en la medida
en que quien sustituyó a la licenciada B. no estuviere en capacidad de formular el recurso por no haber estado presente
en la audiencia del debate. Además, de conformidad con el artículo 3 del código de Procedimientos Penales, debe
interpretarse restrictivamente toda disposición que limite los derechos de los sujetos legitimados para gestionar en el
proceso penal. Lo formal no puede prevalecer sobre otros fundamentales intereses jurídicos, como el acceso a la justicia,
el cual debe estar por encima de la mera legalidad exclusivamente ritual. Conforme se expuso, el Tribunal desconoce la
normativa supra citada, cuando utiliza los artículos 27 inciso 3) de la Ley Orgánica del Poder Judicial y 50 de la Ley
Orgánica del Ministerio Público, para deducir un criterio contrario y restrictivo al que establece el artículo 3 del Código de
Procedimientos Penales. Por ende, esta Sala considera que la Fiscal de Juicio estaba legitimada para interponer el
presente recurso de casación, por haber figurado como representante del Ministerio Público al momento en que se
desarrolló la audiencia del debate, pues así se desprende también del artículo 31 inciso b) de la Ley Orgánica del
Ministerio Público. Por otra parte, también resulta atendible la queja desde la óptica del funcionario de hecho (sobre los
alcances y potestades de los funcionarios de hecho véase, Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia, V-593-F, de las
8:55 Hrs. del 11 de diciembre de 1992, entre otros). En consecuencia el recurso presentado es admisible, por lo que
procede acoger la queja, conceder el recurso de casación interpuesto y remitir los autos al Tribunal Superior de San
Carlos para que proceda a emplazar a las partes." 1996. SALA TERCERA DELA CORTE, N° 45-A de las 9 hrs. del 10 de
mayo.

33.- RECURSO DE CASACION - No recibido por cierre de atención al público - Modificación de horario por
remodelación no puede afectar derecho de quienes desconocen esa circunstancia.

"1.- El imputado R. G. S. interpone recurso de queja contra la resolución dictada por el Tribunal Superior de Heredia a las
14:30 horas del día 29 de julio de 1996, que rechazó el recurso de casación que él preparó contra la sentencia
condenatoria No 84-3-96 de las 17 horas del 12 de junio de 1996, por haber sido presentado extemporáneamente [...].
Esto se decidió así, informa el Tribunal, porque el término para interponer el recurso de casación vencía el día 8 de julio
del año en curso, siendo que el escrito se recibió hasta el día siguiente, conforme al horario de atención dispuesto por el
Consejo Superior del Poder Judicial para ese Tribunal (cfr. acta del Consejo Superior del Poder Judicial No 44-96,
celebrada el 7 de junio de 1996, artículo XLIX, [...]. Por su parte, el quejoso indica que lo que sucedió fue que su
hermano, el Lic. J. L. G. S., se presentó al despacho del Tribunal al ser las 15:50 horas del día 8 de julio y no se le
recibió el recurso porque a esa hora ya no se atendía al público, lo cual acredita con la copia de la constancia [...]
Considera esta Sala que el reclamo es atendible, por las siguientes razones. En primer lugar, debe admitirse que la
conducta del Tribunal se ajustó a lo que literalmente acordó el Consejo Superior. Sin embargo, considera esta Sala que en
el caso en examen se está en presencia de una situación límite, en que si el recurso no se presentó oportunamente, no
fue por falta de interés o negligencia de la parte, sino porque ésta actuó erróneamente, en vista del desconocimiento que
tenía del cambio de horario de atención al público en el Tribunal Superior de Heredia. Debe considerarse que la diferencia
de horarios de atención al público entre esa ciudad y el resto del país obedece a razones excepcionales o particulares,
concretamente a necesidades propias de la Administración de Justicia en el cantón Central de Heredia, en vista de la
remodelación y construcción que se ha venido haciendo del edificio de los Tribunales de Justicia. Considera esta Sala que
resulta excesivo limitar el derecho de recurrir en casación al imputado R. G. S. solo porque su hermano -desconociendo el
horario dispuesto exclusivamente para ese Cantón- se presentó a entregar el escrito a las 15:50 horas del día que vencía
el plazo, sobre todo si se considera que el horario normal de atención al público en el resto del país llega hasta las 13:30
horas, horario al que desde hace varios años se han acostumbrado todos los ciudadanos, particularmente los abogados,
como lo es el hermano del imputado. En vista de las excepcionales circunstancias que rodean este caso y considerando
que, por imperativo del artículo 3 del Código de Procedimientos Penales, "Será interpretada restrictivamente toda
disposición legal que... limite el ejercicio de un poder conferido a los sujetos del proceso...", como lo es la interposición del
recurso de casación, cabe estimar que el recurso de casación fue interpuesto oportunamente conforme al espíritu o
inteligencia de la ley, razón por la cual debe declararse con lugar el recurso de queja, ordenando la devolución de las
actuaciones a fin de que el Tribunal de origen emplace a las partes y proceda como corresponda. Se sugiere
respetuosamente al Tribunal que en lo sucesivo, mientras existan las circunstancias y acuerdos que lo justifican, advierta
el horario particular de su despacho cuando notifique resoluciones susceptibles de ser recurridas, como lo son las
sentencias." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, N 0 113-A de las 10,45 hrs. del 11 de octubre.

Notas:

1 Directora del Centro Electrónico de Información Jurisprudencial.


JURISPRUDENCIA PENAL RECIENTE

Cecilia Sánchez Romero


Directora del Centro Electrónico de Información Jurisprudencial

CONTENIDO

RESOLUCIONES DE LA SALA TERCERA

A- DERECHO PENAL

1. ABUSOS DESHONESTOS AGRAVADOS - La agravante no se circunscribe a los conceptos de patria potestad


acuñados por el derecho de familia. - La agravante no se circunscribe a los conceptos de patria potestad acuñados por el
derecho de familia.

2. AGENTE ENCUBIERTO - Carácter de su intervención - Varias ventas de droga no configuran concurso real. - Carácter
de su intervención - Varias ventas de droga no configuran concurso real.

3. AGENTE ENCUBIERTO - Requisitos para valorar su intervención en venta de drogas. - Requisitos para valorar su
intervención en venta de drogas.

4. COMISO - Imposibilidad de ordenarlo si el propietario no ha sido llamado al proceso. - Imposibilidad de ordenarlo si el


propietario no ha sido llamado al proceso.

5. COMISO - Presupuestos para que pueda practicarse sobre dinero efectivo. - Presupuestos para que pueda practicarse
sobre dinero efectivo.

6. CONCURSO IDEAL - Estafa y uso de documento falso. - Estafa y uso de documento falso.

7. CONCURSOS - Análisis sobre la penalidad en los distintos tipos. - Análisis sobre la penalidad en los distintos tipos.

8. DELITO CONTINUADO - Criterios para distinguirlo del concurso material de delitos. - Criterios para distinguirlo del
concurso material de delitos.

9. ESTAFA - Acuerdo con la policía para detener al imputado impide lesión y puesta en peligro del bien jurídico tutelado. -
Acuerdo con la policía para detener al imputado impide lesión y puesta en peligro del bien jurídico tutelado.

10. ESTAFA - Hipotético conocimiento de víctima sobre ilicitud de negocio propuesto no excluye ni justifica
responsabilidad penal. - Hipotético conocimiento de víctima sobre ilicitud de negocio propuesto no excluye ni justifica
responsabilidad penal.
11. EXTORSION - Distinción entre consumación formal y material. - Distinción entre consumación formal y material.

12. FALSIFICACION DE DOCUMENTO EQUIPARADO - Modificación del monto en un certificado de prenda que se
pretendió hacer valer judicialmente. - Modificación del monto en un certificado de prenda que se pretendió hacer valer
judicialmente.

13. FAMILIA DE HECHO - La tutela efectiva que existe en la propia Constitución Política permite que quienes así
conviven puedan ser acreedores alimentarios legales entre sí. - La tutela efectiva que existe en la propia Constitución
Política permite que quienes así conviven puedan ser acreedores alimentarios legales entre sí.

14. HOMICIDIO CALIFICADO - Necesario conocimiento de la indefensión para configurar agravante de alevosía. -
Necesario conocimiento de la indefensión para configurar agravante de alevosía.

15. HURTO - La cuantía y la penalidad se determinan de conformidad con la fecha en que hayan sucedido los hechos y
no debe actualizarse cada año. - La cuantía y la penalidad se determinan de conformidad con la fecha en que hayan
sucedido los hechos y no debe actualizarse cada año.

16. LEGITIMA DEFENSA - Consideraciones sobre sus presupuestos. - Consideraciones sobre sus presupuestos.

17. LEGITIMA DEFENSA - Exceso provocado por agresiones continuas anteriores. - Exceso provocado por agresiones
continuas anteriores.

18. LESIONES GRAVES - Definición del término "incapacidad" según mes calendario. - Definición del término
"incapacidad" según mes calendario.

19. PECULADO - Para su configuración no resulta imprescindible en todos los casos que el dinero entregado en custodia
sea de carácter público. - Para su configuración no resulta imprescindible en todos los casos que el dinero entregado en
custodia sea de carácter público.

20. PRIVACION DE LIBERTAD - Es legítimo el arresto provisional para evitar perturbación de tranquilidad y traslado a la
autoridad correspondiente. - Es legítimo el arresto provisional para evitar perturbación de tranquilidad y traslado a la
autoridad correspondiente.

21. PRIVACION ILEGITIMA DE LIBERTAD - No concurre en forma independiente con el robo agravado cuando está
motivada por el ánimo de la sustracción. - No concurre en forma independiente con el robo agravado cuando está
motivada por el ánimo de la sustracción.

22. RESPONSABILIDAD CIVIL - Alcances cuando se deriva de un accidente de tránsito. - Alcances cuando se deriva de
un accidente de tránsito.

23. RESPONSABILIDAD CIVIL SOLIDARIA DEL ESTADO - Inexistencia cuando la actividad dañosa se realiza al margen
de las funciones del cargo. - Inexistencia cuando la actividad dañosa se realiza al margen de las funciones del cargo.

24. ROBO - La agravante del uso de arma implica que el objeto utilizado alcance poder intimidatorio contra la persona
ofendida. - La agravante del uso de arma implica que el objeto utilizado alcance poder intimidatorio contra la persona
ofendida.

25. ROBO Y EXTORSION - Diferencia entre ambas figuras. - Diferencia entre ambas figuras.

26. ROBO Y LESIONES - El robo simple no excluye la posibilidad de configurar un delito adicional de lesiones. - El robo
simple no excluye la posibilidad de configurar un delito adicional de lesiones.

27. TENTATIVA DE ESTAFA - Declaración falsa ante juez civil utilizada como medio para engañar - Inexistencia de
concurso ideal con el delito de perjurio. - Declaración falsa ante juez civil utilizada como medio para engañar - Inexistencia
de concurso ideal con el delito de perjurio.

28. TENTATIVA DE EXTORSION - Necesario nexo causal entre la intimación y la entrega del bien. - Necesario nexo
causal entre la intimación y la entrega del bien.

29. TENTATIVA DE HOMICIDIO CALIFICADO - Concurso ideal con lesiones graves. - Concurso ideal con lesiones
graves.

30. TENTATIVA EN DELITOS DE PELIGRO - Posibilidad de que exista en algunos supuestos. - Posibilidad de que exista
en algunos supuestos.

31. USO DE DOCUMENTO FALSO - Alteración de pasaporte estadounidense no excluye responsabilidad ni elimina dolo.
- Alteración de pasaporte estadounidense no excluye responsabilidad ni elimina dolo.

32. USO DE DOCUMENTO FALSO CON OCASION DE ESTAFA - Solicitud de tarjeta de crédito a nombre de otro. -
Solicitud de tarjeta de crédito a nombre de otro.

33. USO DE DOCUMENTO FALSO Y ESTAFA - Resultado pluriofensivo que configura un concurso ideal de ilícitos. -
Resultado pluriofensivo que configura un concurso ideal de ilícitos.

34. VIOLACION AGRAVADA - Colaboración necesaria constituye complicidad y no coautoría. - Colaboración necesaria
constituye complicidad y no coautoría.

35. VIOLACION DE DOMICILIO - Ingreso a local comercial - Tutela del ámbito de intimidad. - Ingreso a local comercial -
Tutela del ámbito de intimidad.

B- DERECHO PROCESAL PENAL

36. ACCION CIVIL RESARCITORIA - Cónyuge no necesita condición de heredera. - Cónyuge no necesita condición de
heredera.

37. ACCION CIVIL RESARCITORIA - Omitir la pretensión concreta en el recurso de casación impide a la Sala
pronunciarse en ese aspecto. - Omitir la pretensión concreta en el recurso de casación impide a la Sala pronunciarse en
ese aspecto.
38. ALLANAMIENTO - Validez de práctica en varias habitaciones de un hotel pese a una sola orden. - Validez de práctica
en varias habitaciones de un hotel pese a una sola orden.

39. DERECHO DE ABSTENCION - Imposibilidad de ser utilizado en perjuicio del encartado. - Imposibilidad de ser
utilizado en perjuicio del encartado.

40. DERECHO DE ABSTENCION Y ARREPENTIMIENTO - La falta de arrepentimiento no puede hacerse derivar del
derecho de abstención. - La falta de arrepentimiento no puede hacerse derivar del derecho de abstención.

41. EXTENSION DE REQUERIMIENTO POR JUEZ INSTRUCTOR - El principio de indivisibilidad de la acción penal lo
faculta para traer a proceso a otra persona, si se infiere su participación después de efectuado el requerimiento. - El
principio de indivisibilidad de la acción penal lo faculta para traer a proceso a otra persona, si se infiere su participación
después de efectuado el requerimiento.

42. FALTA DE FUNDAMENTACION - Existencia del vicio por incluirse razonamientos de resolución anterior declarada
nula. - Existencia del vicio por incluirse razonamientos de resolución anterior declarada nula.

43. IN DUBIO PRO REO - Aplicación en caso de decomiso de droga dentro del colchón de la cama utilizada por el
imputado. - Aplicación en caso de decomiso de droga dentro del colchón de la cama utilizada por el imputado.

44. INTERVENCION TELEFONICA - La prueba obtenida por este medio puede válidamente involucrar a otras personas. -
La prueba obtenida por este medio puede válidamente involucrar a otras personas.

45. NULIDAD DE SENTENCIA - Omisión sobre dictamen pericial referido a la droga decomisada al imputado es violatorio
de derechos fundamentales. - Omisión sobre dictamen pericial referido a la droga decomisada al imputado es violatorio de
derechos fundamentales.

46. PRINCIPIO DE JUEZ NATURAL - Validez de intervención de juez de instrucción previa declaración de incompetencia.
- Validez de intervención de juez de instrucción previa declaración de incompetencia.

47. PROHIBICION DE REFORMA EN PERJUICIO - Vinculación del tribunal de reenvío. - Vinculación del tribunal de
reenvío.

48. RECURSO DE CASACION - El hecho de que el defensor no lo formule no significa necesariamente negligencia en el
ejercicio del cargo. - El hecho de que el defensor no lo formule no significa necesariamente negligencia en el ejercicio del
cargo.

49. RECURSO DE CASACION - Obligaciones del recurrente. - Obligaciones del recurrente.

50. RECURSO DE CASACION CONTRA SOBRESEIMIENTO - Necesario cumplimiento previo del trámite de la apelación.
- Necesario cumplimiento previo del trámite de la apelación.

51. RECURSO DE REVISION - Cumplimiento de condiciones mínimas para su interposición. - Cumplimiento de


condiciones mínimas para su interposición.
52. RECURSO DE REVISION - El actor civil carece de facultades para interponerlo. - El actor civil carece de facultades
para interponerlo.

53. RECURSO DE REVISION - Fallos condenatorios que consideraron una circunstancia agravante desvirtuada luego por
una absolutoria en favor de supuesto partícipe. - Fallos condenatorios que consideraron una circunstancia agravante
desvirtuada luego por una absolutoria en favor de supuesto partícipe.

54. RECURSO DE REVISION - Imposibilidad de plantear nuevos motivos al contestar la audiencia que da trámite al
recurso. - Imposibilidad de plantear nuevos motivos al contestar la audiencia que da trámite al recurso.

55. RECURSO DE REVISION - Inadmisibilidad cuando existan otras vías para obtener la reparación que se reclama. -
Inadmisibilidad cuando existan otras vías para obtener la reparación que se reclama.

56. SOBRESEIMIENTO OBLIGATORIO - Requisitos. Requisitos.

A- DERECHO PENAL

1. ABUSOS DESHONESTOS AGRAVADOS - La agravante no se circunscribe a los conceptos de patria potestad


acuñados por el derecho de familia.

"Considera esta Sala de casación que efectivamente el a quo cometió un error in iudicando al calificar la conducta del
imputado como constitutiva del delito de Corrupción agravada de menores, ya que no se cuenta con elementos de juicio
suficientes para adquirir la certeza de que el dolo del acusado fuera el de promover la corrupción de la menor ofendida,
siendo que -por el contrario- algunas circunstancias del hecho parecen incompatibles con tal posibilidad, como lo es que
aquel procedía a tocarla libidinosamente en sus áreas genitales cuando ella estaba dormida. Ante la duda, debe estarse a
lo más favorable para el reo, a saber, interpretando que su dolo se reducía únicamente al de abusar deshonestamente de
ella, pues no cabe duda alguna de que el hecho de haberse presentado al cuarto donde dormía la hija de su concubina,
para tocarle las nalgas y vulva, revela con absoluta certeza que sabía y quería aprovecharse injusta e indebidamente del
cuerpo de la niña -aprovechando su inadvertencia e inexperiencia-, haciéndolo objeto de trato sensual o lascivo, desde un
punto de vista objetivo, conforme al pudor o reserva sexual aceptada como norma social por la generalidad de nuestra
sociedad, sin que se hayan acreditado específicas circunstancias culturales que excluyeran la vigencia de tal norma de
trato, o en general la tipicidad, antijuridicidad o culpabilidad por su conducta, la cual realizó más de una vez en idénticas
circunstancias. Decimos que esta es la interpretación más favorable para el imputado porque el dolo de la Corrupción de
menores no es incompatible con el de los Abusos deshonestos, sino que si en este caso se estimara que su intención era
la de promover la corrupción de la ofendida, cada uno de los tocamientos que hizo sobre su cuerpo podrían calificarse
como actos sexuales prematuros (en atención a la edad y grado de discernimiento de aquella), dando lugar a un concurso
ideal heterogéneo entre los delitos de Corrupción de menores y Abusos deshonestos, según la interpretación y aplicación
que ha hecho esta Sala de estas figuras penales (al respecto véase la sentencia V-328-F de las 9:45 horas del 28 de
junio de 1996). Pero además debe señalarse que los Abusos deshonestos cometidos por el imputado J.M.M. son
Agravados, conforme a la relación que resulta de los artículos 161 párrafo 2º y 158 del Código Penal, porque se acusó y
acreditó que las agresiones sexuales sucedieron con ocasión de que la madre de la ofendida de hecho hizo vida en
común con el imputado y de que estos tres cohabitaban bajo en la misma casa, con lo cual -de hecho- el encartado
asumió cuando menos la custodia de la menor ofendida. Al respecto cabe señalar que la materialización de la agravante
prevista en el artículo 158 del Código Penal puede ser una relación de hecho, de carácter meramente circunstancial,
incluso espontánea o pasajera, en la cual un menor se encuentra bajo la protección, cuidado o supervisión de un adulto,
por muy diversas razones, tales como la relación que surge entre quienes llevan de paseo a los hijos de los vecinos, el
conductor del autobús escolar, etc. La norma penal en este caso no se circunscribe a los conceptos de patria potestad
acuñados por el derecho de familia, sino que extiende la protección de los niños a sencillas y temporales relaciones de
hecho (en este sentido véanse, por ejemplo, las resoluciones de esta Sala Nº 544-F de las 10:30 horas del 30 de
setiembre de 1993 y V-41-F de las 9:20 horas del 28 de enero de 1994). Finalmente, debe además señalarse que en
realidad se trata de un concurso material homogéneo de delitos de Abusos deshonestos, ya que se acreditó que hubo
más de una agresión, en el transcurso de quince días, aunque no precisó exactamente cuantas veces, lo cual supone,
cuando menos, la certeza de dos delitos en concurso cuya penalidad debió disponer el Tribunal de mérito en aplicación
del artículo 76 del Código Penal. Por todo lo expuesto resulta jurídicamente inaceptable absolver al imputado, pero por
aplicación del principio de no reforma en perjuicio, la pena de cuatro años de prisión impuesta por el a quo debe
mantenerse incólume, siendo imposible disminuirla como lo pretende el recurrente." 1997. SALA TERCERA DE LA
CORTE, Nº 197 de las 9,50 hrs. del 28 de febrero.

2. AGENTE ENCUBIERTO - Carácter de su intervención - Varias ventas de droga no configuran concurso real.

"[...] la Sala Constitucional ha afirmado que "...el delito experimental no puede dar base a un juzgamiento con
consecuencias penales independientes, pues como se dijo, es un experimento. Se ha señalado además que sí puede ser
elemento probatorio para acreditar otro hecho, puntualizando que en todo caso nunca podría ser única prueba. Esta última
afirmación merece ser clarificada ... por el principio de libertad probatoria que rige en nuestro medio, dependerá del caso
concreto, y de la valoración de la prueba a la luz de las reglas de la sana crítica, determinar si es suficiente la prueba
para arribar a la necesaria demostración de culpabilidad en el hecho ... Así, si dentro de un operativo policial realizado con
agentes encubiertos, la única prueba existente es precisamente el experimento o lo realizado por el agente encubierto,
corresponderá a los jueces penales en el caso concreto determinar si esa prueba es suficiente para acreditar el hecho
delictivo que se investigaba, en el entendido de que nunca podría condenarse por el hecho experimental ..." (voto Nº
5573-96, de las 11:06 horas del 18 de octubre de 1996, folio 751 frente, línea 20 en adelante). Según se desprende del
extracto transcrito, así como de la jurisprudencia de la Sala Tercera, es claro que la actuación de un agente encubierto -
en ciertos casos- no resulta punible en si misma por cuanto -al estar controlada toda la situación por parte de las
autoridades policiales- no corre peligro el bien jurídico tutelado. En estos supuestos la actuación del agente encubierto
constituye un elemento probatorio que se puede utilizar para acreditar una conducta delictiva a la cual ya se estaba
dedicando la persona involucrada, de conformidad con las reglas de la sana crítica. Partiendo de estas consideraciones,
en el caso que nos ocupa resulta evidente el error de fondo en el que se incurrió, pues los juzgadores dictan sentencia y
establecen la respectiva calificación jurídica con fundamento en los suministros de droga a los policías, estimando de
manera errónea -en el caso de Z.P., Á.M. y S.P.- que se habían cometido varios delitos en concurso material. En realidad,
con toda la acción policial que se desplegó, a partir de la cual se consiguió que los imputados en repetidas ocasiones les
hicieran entregas de droga y de dinero producto de su venta, así como el decomiso de cierta cantidad de crack -y también
dinero y joyas producto de su venta-, se cumplieron los fines de investigación propuestos, esto es, se logró "... poner al
descubierto las operaciones o actividades de tráfico de drogas que se estaban realizando ilegalmente en la zona ..." (folio
444, líneas 6 y 7), es decir, se comprobó que las imputadas traficaban con crack. Así las cosas, según la relación de
hechos probados, considerada de manera integral, las imputadas incurrieron por igual en un único delito de tráfico de
drogas cuyo destino eran los consumidores, de lo cual se deduce lo impropio de haber establecido la existencia -en
cuanto a una misma persona- de varios delitos en concurso material. El criterio que aquí se externa ha sido reiterado en
la jurisprudencia de esta Sala: "... el Tribunal tuvo por acreditado -entre otros aspectos- que la imputada vendió en una
ocasión una piedra de "crack" a un informante y en cuatro ocasiones más la misma cantidad a un agente policial
encubierto ... las diferentes ventas realizadas por la encartada, más que configurar ilícitos independientes -como de la
resolución se interpreta-, tienen una finalidad probatoria: poder demostrar la actividad ilícita que se está realizando; se
mantiene así la unidad de acción -no obstante su extensión en el tiempo- y produce una lesión única al bien jurídico
tutelado, razón por la que tampoco resulta aplicable en la especie, la figura del concurso material de delitos. Pero siempre
se trataría de un sólo hecho, aún en aquellos supuestos en que se lograra demostrar diferentes ventas a particulares o
sea, sin la intervención de autoridades policiales ..." SALA TERCERA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA, voto Nº
190-F-96 de las 8:35 hrs. del tres de mayo de 1996. Lo anterior exige que la Sala recalifique los hechos atribuidos a las
imputadas como constitutivos de un único delito." 1997. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 301 de las 9,55 hrs. del 4 de
abril.
3. AGENTE ENCUBIERTO - Requisitos para valorar su intervención en venta de drogas.

"Desde luego, para tener por cierto que una persona vendió drogas a un agente encubierto enviado por la policía, es
necesario que esta última suministre a la autoridad jurisdiccional la identidad del comprador, con el fin de ser sometido al
interrogatorio correspondiente en las distintas etapas del proceso, en especial durante el juicio. Para tales como regla
general, no es suficiente la simple versión policial, cuando los policías sólo saben lo que les dijo el agente encubierto. En
el presente caso los policías no revelaron el nombre del comprador de la droga, y aún cuando lo conveniente hubiere sido
que suministraran la identidad con el fin de interrogarlo, lo cierto es que ellos acompañaron a dicha persona durante el
operativo y pudieron presenciar el momento preciso en que se realizó la negociación, por lo que son testigos directos del
hecho y no de referencia." 1997. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 398 de las 16,35 hrs. del 29 de abril.

4. COMISO - Imposibilidad de ordenarlo si el propietario no ha sido llamado al proceso.

"Conforme a los artículos 39 y 45 de la Constitución Política, 103, inciso 3º y 110 del Código Penal, 1º, 146, 471 inciso 2º
y 535 del Código de Procedimientos Penales, los que se estima han sido quebrantados, se reprocha que la sentencia
debe ser anulada al encontrarse viciada de nulidad absoluta por violar el derecho de defensa. En apoyo del reclamo, se
razona que el tribunal ordena el comiso de un bien (el vehículo Datsun, placas [...]) propiedad de un tercero, dentro de un
proceso en el que no se le permitió a éste el ejercicio previo de su defensa, por lo que estamos "... dentro de un caso de
expropiación ilegal..." (folio 261, líneas 5 y 6). El motivo debe declararse con lugar conforme se dirá. Del estudio del
expediente se deduce que la propietaria registral del vehículo pick up Datsun, placas [...], no figuró dentro del proceso, a
pesar de que en sentencia se ordena el comiso de éste, con lo que se afectó el derecho de defensa. No es posible que se
ordene la incautación de un bien cuyo propietario no ha sido llamado ni oído como parte en el proceso -debido a lo cual
ha estado en absoluta indefensión- pues ello atentaría contra la garantía recogida en los artículos 39 y 41 de la
Constitución Política. En un caso semejante al que nos ocupa, esta Sala indicó lo siguiente: "... la Sala concluye en la
existencia de un manifiesto caso de indefensión respecto de la sociedad representada por el recurrente, nulidad incluso
declarable de oficio por violentar el debido proceso legal en su aspecto de la debida oportunidad de defensa.
Efectivamente, sin bien es cierto en el hecho probado 20) se acredita que la finca inscrita registralmente bajo la matrícula
... es propiedad de ... es también cierto que tal finca fue embargada por el Instructor ... decretándose su comiso en la
sentencia recurrida, sin que nunca se diera la oportunidad de defensa al representante de la sociedad en cuestión ... La
indefensión fue pues, absoluta y, como se dijo, violatoria del debido proceso legal al vulnerarse los artículos 39 y 41 de la
Constitución Política ..." (sentencia Nº 318-F-94, de,, las diez horas con veinticinco minutos del doce de agosto de mil
novecientos noventa y cuatro). Por otra parte, y a efecto de analizar el fundamento de la decisión judicial, el fallo -además
de referir que los encartados A.S. y S.T. transportaron la cocaína decomisada en el referido automotor- no establece
vínculo alguno entre éstos y S.P.V.V., propietaria de aquel, con el objeto de establecer la relación de ésta con los autores
del ilícito, lo que eventualmente justificaría la aplicación de la norma sustantiva del artículo 31 de la Ley sobre
estupefacientes, sustancias psicotrópicas, drogas de uso no autorizado y actividades conexas. En consecuencia, lo
procedente es anular la sentencia impugnada pero únicamente en cuanto decretó el comiso del vehículo mencionado y,
por estimarse que en esta situación concreta concurrió una nulidad absoluta, debe el a quo ordenar su inmediata
restitución a quien corresponda." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 821-F de las 11,50 hrs. del 23 de diciembre.

5. COMISO - Presupuestos para que pueda practicarse sobre dinero efectivo.

"En el único motivo del recurso por el fondo el defensor público alega la inobservancia del artículo 31 de la Ley N° 7233
"Ley Sobre Estupefacientes, Sustancias Psicotrópicas, Drogas de Uso no Autorizado y Actividades Conexas" por cuanto el
comiso decretado por el tribunal de mil quinientos dólares es ilegal y contrario al artículo 40 de la Constitución Política. Se
afirma que este dinero es personal y provenía de una operación bancaria no teniendo ninguna relación con el delito. Lleva
razón el impugnante, por cuanto en autos no se acreditó que ese dinero proviniera directamente de la actividad delictiva, y
más bien el encartado reconoció que lo iba a utilizar para mantenerse en Alemania, que era su destino cuando fue
detenido. La Sala considera que solamente se puede decomisar dinero cuando queda plenamente demostrado que es
parte de la misma actuación ilícita, ya sea porque fue suministrado antes de la comisión del delito para facilitar su
ejecución o con posterioridad a éste como resultado del mismo. Es cierto que el artículo citado en relación con el 110 del
Código Penal establece que serán objeto de comiso los objetos, instrumentos, los equipos, vehículos, bienes muebles o
inmuebles que sirvieron de medio para la ejecución del delito, sin mencionarse explícitamente dinero o valores. Sin
embargo, no cabe la menor duda que el dinero en un sentido amplio es una especie de los bienes muebles, quedando en
consecuencia comprendido dentro de las cosas susceptibles de comiso, siempre que se demuestre sin duda alguna que
éste forma parte de la organización o de la actividad delictiva y que su propósito es servir como un medio para alcanzar el
fin ilícito; o bien, cuando éste proviene directamente del delito. Por ello, se estima que el a quo aplicó erróneamente dicho
artículo, razón por la cual debe acogerse el recurso. En consecuencia, se anula la sentencia parcialmente en cuanto a
este extremo se refiere y se ordena la devolución al imputado de la indicada suma." 1996. SALA TERCERA DE LA
CORTE, Nº 757-F de las 9,30 hrs. del 6 de diciembre.

6. CONCURSO IDEAL - Estafa y uso de documento falso.

"En el primer alegato reclaman ambos recurrentes, aplicación indebida de los artículos 363 en relación con el 21 y 75 del
Código Penal, ya que dicen que el delito de Uso de Documento Falso -conforme a los hechos acreditados- resulta
subsumido por el tipo penal de Estafa, por lo que resulta errónea la adecuación hecha por el a quo, en dos tipos
diferentes en concurso ideal. El motivo no procede. Esta Sala ha estimado antes, que: "...para determinar la unidad de
acción ha de estarse a: a) la existencia de la vinculación fenoménica (temporal y espacial) que describe la norma; y, b) la
existencia de una misma intencionalidad específica subyacente a ese movimiento exterior lesivo." (Sala Tercera, V-101-F
de las 9 horas del 3 de marzo de 1.995). En este caso, conforme a los hechos acreditados se aprecia que la Estafa y el
Uso de Documento Falso surgieron a la vida jurídica como producto de una acción única, pues el documento apócrifo fue
el medio utilizado a través del cual se indujo a error a los personeros de la empresa Líneas Aéreas Costarricenses S.A.,
logrando traspasar así dos mil acciones con la finalidad de defraudar a la S.A.G. y por consiguiente, al ofendido O.G.A.,
por lo que la finalidad buscada, siempre fue la misma. Así las cosas, en la especie aunque se trata de una sola acción,
por su medio se incurrió en conductas distintas de Estafa y Uso de Documento Falso, cometidas en concurso ideal es
decir, mediante acción única, ilícitos que ni se subsume alguno dentro del otro, ni tampoco se excluyen uno y el otro entre
sí. Al respecto debe observarse, que los delitos citados han sido ubicados en títulos o apartes distintos del Código Punitivo
y protegen bienes jurídicos de diversa índole, a saber, el derecho a la propiedad sobre los bienes de cada persona y la fe
pública de los documentos en la sociedad. En consecuencia, no estando presente un concurso aparente de normas,
corresponde declarar sin lugar el motivo." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 800-F de las 10,00 hrs. del 23 de
diciembre.

7. CONCURSOS - Análisis sobre la penalidad en los distintos tipos.

"III.- A efecto de revisar la fijación de la pena resulta oportuno hacer las siguientes consideraciones: A) Sobre la penalidad
del concurso ideal. Según el artículo 75, para el concurso ideal, el juez aplicará la pena correspondiente al delito más
grave y aún podrá aumentarla. Hay concurso ideal cuando con una sola acción u omisión se violan diversas disposiciones
legales que no se excluyen entre sí (artículo 21), como sucede en este caso, en cada una de las oportunidades en que el
imputado usó un documento falso para estafar. El delito más grave es el de Uso de Falso Documento, para el que se
dispone una pena de uno a seis años de prisión (artículo 363). De ahí que para los hechos enumerados del 1) al 5) en el
considerando anterior, los concursos ideales deben sancionarse cada uno con una pena de uno a seis años de prisión,
por lo menos, ya que la ley faculta al juez para aumentarla. B) Sobre la penalidad del delito continuado. El artículo 77 del
Código Penal dispone que: «Cuando los delitos en concurso fueren de la misma especie y afecten bienes jurídicos
patrimoniales, siempre que el agente persiga una misma finalidad, se aplicará la pena prevista para el más grave,
aumentándola hasta en otro tanto». Como se puede apreciar esta figura supone una pluralidad de acciones temporalmente
discontinuas pero dependientes entre sí (en tanto persiguen una misma finalidad), pero que impide en la práctica la
aplicación de las consecuencias previstas para el concurso real o material (ya sea heterogéneo u homogéneo), sin
perjuicio de que una pluralidad de delitos continuados concursen materialmente. ¿Cuál es el criterio que permite
diferenciar entre un delito continuado y un concurso material de delitos? Considera esta Sala que debe consistir en que la
finalidad que persigue el autor, en relación a los bienes jurídicos que está afectando con sus acciones, sea incompatible
con la naturaleza del concurso material. De otra manera, se llegaría al absurdo de que el autor habitual de robos, por
ejemplo, tendría la oportunidad de unir con su "finalidad" (la decidida habitualidad en el robo) hechos sin ninguna otra
relación entre sí, a los que corresponde la pena del concurso real o material de delitos y no la de un solo delito
continuado: sería absurdo porque se favorecería injustamente a quien mayor desprecio manifiesta de hecho hacia los
bienes jurídicos patrimoniales, dada su habitualidad o reincidencia, siendo que la figura del delito continuado es una
excepción sui géneris a las reglas del concurso material, tanto así que la ley dispone que solo es aplicable si se afectan
bienes jurídicos patrimoniales. De ahí que la doctrina señale que la aplicación del delito continuado está sujeta a criterios
subjetivos y objetivos. En este sentido señala Carlos Creus que: «Inicialmente se parte de un criterio subjetivo: la unidad
de designios del autor (el cajero del banco que, decidido a reunir una determinada cantidad de dinero, lo procura
sustrayendo sumas menores de la caja en distintas oportunidades). Pero, si nos conformásemos con ese criterio para
determinar la dependencia, otorgaríamos al autor la injusta oportunidad de unir con su designio los hechos más dispares,
merecedores de la pena del concurso, y no de la de un solo delito, por lo cual tenemos que completarlo con criterios
objetivos; precisamente, en torno -como resultado- del requisito de homogeneidad desde el punto de vista de la acción, se
habla de la vinculación de los distintos hechos a una misma "empresa delictiva", lo cual no depende exclusivamente del
designio del autor, sino también de circunstancias objetivas que condicionan la adecuación de los distintos hechos dentro
de aquel concepto, como es la unidad de bien jurídico atacado, para lo cual no bastará la analogía de los bienes
afectados por los distintos hechos, sino la identidad del titular (no puede haber continuación entre el hurto perpetrado hoy
contra Juan y el perpetrado mañana contra Pedro, por más que su autor los haya unido con su designio común) y, por lo
menos, que los objetos materiales de los distintos hechos pueden considerarse componentes de una "universalidad
natural" (el hurto por el empleado de la máquina de la oficina no se puede continuar con el hurto de la cartera que un
compañero de trabajo ha dejado en su escritorio). Pero ambos criterios de dependencia tienen que presentarse reunidos
para que se pueda hablar de continuación (la circunstancia de que el autor haya actuado con el designio de equipar un
taller, no hace dependientes el hurto de llaves a Juan, de una fresadora a Pedro y de una morza a Esteban, aunque todos
esos objetos vayan a parar a la "universalidad del taller"; la circunstancia de que el autor haya actuado con el designio de
formar un plantel de cincuenta vacas de cría no hace dependientes los hurtos de diez cabezas a Simón, veinte a Timoteo
y veinte a Facundo. Pero todos esos hurtos pueden ser dependientes entre sí, pasando a integrar un delito continuado, si
el autor forma el taller apoderándose de varias herramientas, en distintas oportunidades, en la fábrica donde trabaja, o en
el plantel de cría lo forma con hacienda que va sacando poco a poco de un mismo sujeto pasivo)» [Derecho Penal Parte
General, Editorial Astrea, Buenos Aires, 1988, págs. 241 a 242]. A lo anterior debe agregarse que, objetivamente, la
penalidad del delito continuado solamente resulta aplicable cuando los delitos en concurso sean de la misma especie y
afecten bienes jurídicos patrimoniales, razón por la cual se afirma que «no puede haber continuación... en los delitos que
afecten bienes jurídicos distintos de los patrimoniales, aunque el agente persiga, en todos los delitos, una misma finalidad»
(CASTILLO, Francisco: El concurso de Delitos en el Derecho Penal Costarricense, San José, Litografía Lil S.A., 1981,
pág. 91), así como que la persecución "de una misma finalidad" debe distinguirse de la mera resolución de cometer una
cadena de hechos homogéneos, pues «tal resolución no basta para fundamentar el elemento subjetivo del delito
continuado, si falta en ellos un mismo "para qué" y un total programa, del cual los actos sean la ejecución» (Ibídem, pág.
104). Lo anterior resulta claro si se considera que el delito continuado debe ser necesariamente doloso, ya que el autor
debe tener conocimiento y voluntad de realizar una pluralidad de delitos de la misma especie, que afecten bienes jurídicos
patrimoniales y que persigan una misma finalidad, «de tal manera que los actos individuales se expliquen sólo como una
realización sucesiva del todo querido unitariamente» (BACIGALUPO, Enrique: Principios de Derecho Penal, 2ª edición,
Ediciones Akal, Madrid, 1990, págs. 282 a 283). Hechas estas consideraciones generales, se puede afirmar que en la
especie no resulta aplicable la figura del delito continuado. En primer lugar, porque cada una de las cinco Estafas
consumadas o tentadas concursa idealmente con un delito de Uso de Documento Falso, que no tutela bienes jurídicos
patrimoniales. En segundo lugar, porque en este caso la diversidad de sujetos ofendidos (a saber, una asociación
solidarista, tres negocios mercantiles, un banco y la Fe Pública) no es compatible con una vinculación objetiva de los
hechos a una misma finalidad o designio. En tercer lugar, porque no se acreditó la existencia -mucho menos el contenido
concreto- de una misma finalidad perseguida por el imputado, condición necesaria para esta figura. Nótese que los dos
delitos continuados se fundaron simplemente en "que se afectaron bienes de la misma naturaleza en una unidad de
acción por parte del mismo acusado" (cfr. folio 321, líneas 1 a 6), resultando evidente que en el presente caso ni siquiera
hay unidad de acción entre las cinco Estafas consumadas o tentadas, siendo que el delito continuado supone
necesariamente un mínimo de dos acciones para poderse aplicar.- C) Sobre la penalidad del concurso real o material.
Señala el artículo 22 del Código Penal que «Hay concurso material cuando un mismo agente comete separada o
conjuntamente varios delitos». Para este concurso, que puede ser homogéneo o heterogéneo, «...se aplicarán las penas
correspondientes a todos los delitos cometidos, no pudiendo exceder del triple de la mayor y en ningún caso de cincuenta
años de prisión. El juez podrá aplicar la pena que corresponda a cada hecho punible, siempre que esto fuere más
favorable al reo» (artículo 76). Como se dijo anteriormente, en el presente caso se acreditó la existencia de cinco Estafas
consumadas o tentadas, cada una de ellas en concurso ideal con el delito de Uso de Documento Falso, de lo cual se
concluye -una vez excluida la aplicación de la penalidad del delito continuado- que hay un concurso material entre los
cinco concursos ideales indicados. También se señaló que para cada uno de los cinco concursos ideales la pena aplicable
sería, por lo menos, de uno a seis años de prisión. Tomando en cuenta que el imputado es una persona joven, de
escasos recursos económicos, de baja escolaridad, que carece de juzgamientos anteriores y que algunos de los hechos
que se le atribuyen quedaron en estado de tentativa, esta Sala considera que a los hechos enumerados en al
Considerando II de esta resolución como 2), 3) y 4) debe aplicarse el extremo menor de la pena imponible, es decir, un
año de prisión. Al hecho enumerado como 1) corresponde aplicar dos años de prisión, porque en ese caso el imputado,
haciendo uso de un documento falso, indujo en error a la agencia bancaria para apoderarse efectivamente de una suma
considerable de dinero propiedad de la asociación referida. También debe imponerse dos años de prisión en el hecho 5)
pues, a pesar de que la Estafa no se consumó, durante su ejecución sí se consumaron tres delitos de Uso de Documento
Falso, de los cuales cabe destacar el uso de una falsa cédula de identidad. En estos dos últimos casos (1 y 5), para
fundamentar la imposición de una pena por encima del extremo menor, debe agregarse la consideración que se ha hecho
del injusto desprecio evidenciado por las conductas del imputado hacia los bienes jurídicos tutelados en cada caso,
particularmente el modo en que indujo a error sobre su identidad, haciendo uso de una cédula falsa o aprovechándose de
la circunstancia que se comenta en el Considerando IV de esta resolución. La suma de estas penas da como resultado
siete años de prisión, pero en función de las reglas del concurso material, la pena total que deberá descontar el encartado
es de SEIS AÑOS DE PRISIÓN (ya que no puede exceder el triple de la mayor), lo cual se declara en esta sentencia,
casando el fallo impugnado para resolver el caso de conformidad con la ley sustantiva aplicable, en los términos que se
han indicado." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 769-F de las 10,30 hrs. del 6 de diciembre.

8. DELITO CONTINUADO - Criterios para distinguirlo del concurso material de delitos.

"Finalmente, respecto a todos los delitos imputados, se acusa la inobservancia de los artículos 76, 77 y 216 del Código
Penal, porque no se dispuso la penalidad de su conducta conforme a las reglas del delito continuado, sino acorde con las
reglas del concurso material, reprochando las razones que expuso el Tribunal de mérito para ello, a saber: porque se
afectó a diferentes ofendidos y porque los hechos se realizaron sin continuidad en el tiempo, sino a lo largo de dieciocho
meses. Agrega el recurrente que todos los delitos obedecieron a una misma finalidad, tanto así que el propio a quo
aseveró que ellos se vinculan por el "modus vivendi" del acusado. Por estas razones solicita que la pena le sea reducida a
dieciséis años de prisión.- Estiman los suscritos que el reclamo no es atendible, por las siguientes razones. El artículo 77
del Código Penal dispone que: «Cuando los delitos en concurso fueren de la misma especie y afecten bienes jurídicos
patrimoniales, siempre que el agente persiga una misma finalidad, se aplicará la pena prevista para el más grave,
aumentándola hasta en otro tanto». Como se puede apreciar esta figura supone una pluralidad de acciones temporalmente
discontinuas pero dependientes entre sí (en tanto persiguen una misma finalidad), pero que impide en la práctica la
aplicación de las consecuencias previstas para el concurso real o material (ya sea heterogéneo u homogéneo), sin
perjuicio de que una pluralidad de delitos continuados concursen materialmente. ¿Cuál es el criterio que permite
diferenciar entre un delito continuado y un concurso material de delitos? Considera esta Sala que debe consistir en que la
finalidad que persigue el autor, en relación a los bienes jurídicos que está afectando con sus acciones, sea incompatible
con la naturaleza del concurso material. De otra manera, se llegaría al absurdo de que el autor habitual de robos, por
ejemplo, tendría la oportunidad de unir con su "finalidad" (la decidida habitualidad en el robo) hechos sin ninguna otra
relación entre sí, a los que corresponde la pena del concurso real o material de delitos y no la de un solo delito
continuado: sería absurdo porque se favorecería injustamente a quien mayor desprecio manifiesta de hecho hacia los
bienes jurídicos patrimoniales, dada su habitualidad o reincidencia, siendo que la figura del delito continuado es una
excepción sui géneris a las reglas del concurso material. De ahí que la doctrina señale que la aplicación del delito
continuado está sujeta a criterios subjetivos y objetivos. En este sentido señala Carlos Creus que: «Inicialmente se parte
de un criterio subjetivo: la unidad de designios del autor (el cajero del banco que, decidido a reunir una determinada
cantidad de dinero, lo procura sustrayendo sumas menores de la caja en distintas oportunidades). Pero, si nos
conformásemos con ese criterio para determinar la dependencia, otorgaríamos al autor la injusta oportunidad de unir con
su designio los hechos más dispares, merecedores de la pena del concurso, y no de la de un solo delito, por lo cual
tenemos que completarlo con criterios objetivos; precisamente, en torno -como resultado- del requisito de homogeneidad
desde el punto de vista de la acción, se habla de la vinculación de los distintos hechos a una misma "empresa delictiva",
lo cual no depende exclusivamente del designio del autor, sino también de circunstancias objetivas que condicionan la
adecuación de los distintos hechos dentro de aquel concepto, como es la unidad de bien jurídico atacado, para lo cual no
bastará la analogía de los bienes afectados por los distintos hechos, sino la identidad del titular (no puede haber
continuación entre el hurto perpetrado hoy contra Juan y el perpetrado mañana contra Pedro, por más que su autor los
haya unido con su designio común) y, por lo menos, que los objetos materiales de los distintos hechos pueden
considerarse componentes de una "universalidad natural" (el hurto por el empleado de la máquina de la oficina no se
puede continuar con el hurto de la cartera que un compañero de trabajo ha dejado en su escritorio). Pero ambos criterios
de dependencia tienen que presentarse reunidos para que se pueda hablar de continuación (la circunstancia de que el
autor haya actuado con el designio de equipar un taller, no hace dependientes el hurto de llaves a Juan, de una fresadora
a Pedro y de una morza a Esteban, aunque todos esos objetos vayan a parar a la "universalidad del taller"; la
circunstancia de que el autor haya actuado con el designio de formar un plantel de cincuenta vacas de cría no hace
dependientes los hurtos de diez cabezas a Simón, veinte a Timoteo y veinte a Facundo. Pero todos esos hurtos pueden
ser dependientes entre sí, pasando a integrar un delito continuado, si el autor forma el taller apoderándose de varias
herramientas, en distintas oportunidades, en la fábrica donde trabaja, o en el plantel de cría lo forma con hacienda que va
sacando poco a poco de un mismo sujeto pasivo)» [Derecho Penal Parte General, Editorial Astrea, Buenos Aires, 1988,
págs. 241 a 242]. A lo anterior debe agregarse que, objetivamente, la persecución "de una misma finalidad" debe
distinguirse de la mera resolución de cometer una cadena de hechos homogéneos, pues «tal resolución no basta para
fundamentar el elemento subjetivo del delito continuado, si falta en ellos un mismo "para qué" y un total programa, del
cual los actos sean la ejecución» (Ibídem, pág. 104). Lo anterior resulta claro si se considera que el delito continuado
debe ser necesariamente doloso, ya que el autor debe tener conocimiento y voluntad de realizar una pluralidad de delitos
de la misma especie, que persigan una misma finalidad, «de tal manera que los actos individuales se expliquen sólo como
una realización sucesiva del todo querido unitariamente» (BACIGALUPO, Enrique: Principios de Derecho Penal, 2ª edición,
Ediciones Akal, Madrid, 1990, págs. 282 a 283. En este sentido véase la resolución de esta Sala V-796-F de las 10:30
horas del 6 de diciembre de 1996). Hechas estas consideraciones generales, se puede afirmar que en la especie no
resulta aplicable la figura del delito continuado, pues los delitos atribuidos al encartado exceden esa hipótesis, porque se
evidenció que sus conductas obedecen a una habitualidad delictiva, a un modus vivendi -como lo aseveró el a quo-, cuyo
único denominador común es el afán del encartado por enriquecerse ilegítimamente mediante la estafa indiscriminada de
personas. El hecho de que los delitos en concurso siguieran un patrón o modo común (modus operandi) en cuanto a la
simulación de hechos falsos mediante los cuales se quiso inducir a error a las víctimas para obtener un beneficio
patrimonial antijurídico, no implica por sí solo que se esté en presencia de un delito continuado. De los criterios
enunciados por el Tribunal de mérito para descartar la existencia de un delito continuado, cabe destacar el que alude a la
pluralidad de ofendidos, a efecto de aclarar que un delito continuado eventualmente podría afectar a uno o varios sujetos,
siempre y cuando los delitos en concurso sean la ejecución de un plan preconcebido, condición que no se presenta en la
especie." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 787-F de las 9,50 hrs. del 13 de diciembre.

9. ESTAFA - Acuerdo con la policía para detener al imputado impide lesión y puesta en peligro del bien jurídico tutelado.

"En relación al caso del ofendido J.C.R.Ch., se acusa la errónea aplicación del artículo 216 del Código Penal, porque
nunca existió posibilidad de inducción a error ni perjuicio patrimonial, ya que el ofendido supo desde un principio que lo
pretendían estafar, lo cual incluso excluye la tentativa de este delito.- El reclamo es de recibo, pues si desde un principio
el señor R.Ch. se dio cuenta de que el imputado trataba de estafarle del mismo modo que lo habían hecho con un amigo
suyo, razón por la cual contactó a la policía, con quien participó en un operativo en que se detuvo al imputado cuando
recibió del ofendido el dinero convenido, debe convenirse con el recurrente en que la conducta es atípica, porque no se
lesionó ni puso en peligro el bien jurídico tutelado, ya que mediante la simulación de hechos falsos realizada por el
encartado resultaba imposible inducir a error al ofendido R.Ch., en vista del conocimiento que este tenía del ardid, lo cual
implica que deba estimarse la conducta como atípica, tal como lo ha señalado la mayoría de esta Sala en casos análogos
(en este sentido véase la resolución V-559-F de las 9:35 horas del 15 de octubre de 1993), solución en la que incluso
coincide la representación del Ministerio Público (cfr. su memorial a folio 1284)." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE,
Nº 787-F de las 9,50 hrs. del 13 de diciembre.

10. ESTAFA - Hipotético conocimiento de víctima sobre ilicitud de negocio propuesto no excluye ni justifica
responsabilidad penal.

"En este capítulo del recurso por vicios in iudicando, respecto al caso del ofendido N.A.S., se acusa la errónea aplicación
del artículo 216 del Código Penal, ya que el ofendido sabía que los actos que se realizaban eran presuntamente ilícitos
(que se trataba de un "chorizo"), por lo cual no podría alegarse la existencia de un engaño en su perjuicio.- Este reproche
debe declararse sin lugar, pues tratándose del delito de Estafa previsto en el artículo 216 del Código Penal, el hipotético
conocimiento que pudiera tener la víctima sobre la ilicitud del negocio que le propone el autor, no excluye, justifica ni
atenúa la responsabilidad penal para el último, en tanto permanezca incólume el error al que se induce o en el que se
mantiene al sujeto pasivo, por los medios descritos por la ley, para obtener el autor un beneficio patrimonial antijurídico
para sí o para un tercero, lesionando el patrimonio ajeno." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 787-F de las 9,50
hrs. del 13 de diciembre.
11. EXTORSION - Distinción entre consumación formal y material.

"El imputado V.A. reclama, como vicio in iudicando, que los jueces de instancia aplicaron erróneamente el tipo previsto por
el numeral 214 del Código Penal a una conducta atípica, pues de los hechos probados se extrae que él "... solamente
intervino como mediador entre el ofendido y las personas que hurtaron su vehículo ... la afirmación de que para
recuperarlo debe pagar la suma de doscientos mil colones, de lo contrario sería desmantelado, necesariamente lo está
haciendo en virtud de que eso fue lo que le dijeron las personas que tenían dicho vehículo en su poder ... la amenaza no
se podría hacer en nombre de otra persona, por cuanto no habría adecuación típica ..." (folio 165, línea 11 a 28). El
reclamo no resulta atendible. La conducta descrita en los hechos probados de la sentencia, según la cual el imputado V.A.
transmitió al ofendido la amenaza de que -para poder recuperar su vehículo- debía pagar doscientos mil colones a los
sujetos que lo hurtaron, reforzándola posteriormente al indicarle que tenía que apresurarse a conseguir dicha suma pues
si así no lo hacía aquel sería desmantelado, claramente se encasilla en la figura del artículo 214 del Código Penal. De los
hechos probados del fallo de instancia se deduce que mediante una amenaza grave (en primer término que ese era el
único medio para recuperar su vehículo, y luego que debía apresurarse pues de lo contrario éste sería desmantelado) el
ofendido fue obligado a realizar una disposición patrimonial perjudicial para sí, y en virtud de ello el referido V.A. obtuvo
un lucro injusto. Según lo expone la doctrina, los delitos de resultado cortado, entre los cuales se clasifica la extorsión, se
caracterizan porque se puede distinguir fácilmente la "consumación formal", que se produce cuando el sujeto pasivo ha
realizado la disposición patrimonial, de la "consumación material", que se produce en el momento en el cual el agente
activo obtiene el beneficio patrimonial (en ese sentido véase el voto de esta Sala, Nº V-556-F-96, de las 8:55 del 27 de
setiembre de 1996). Es claro que con su conducta el imputado V.A. cumplió todos los elementos del tipo objetivo y
subjetivo del delito, ello al intervenir decisivamente en la lesión del bien jurídico tutelado, consumándose así la extorsión.
Según lo expuesto, no lleva razón la defensa al afirmar que los hechos probados describen una conducta atípica, de modo
que la aplicación del artículo 214 citado es correcta, lo cual justifica rechazar el reclamo." 1997. SALA TERCERA DE LA
CORTE, Nº 88 de las 10,15 hrs. del 7 de febrero.

12. FALSIFICACION DE DOCUMENTO EQUIPARADO - Modificación del monto en un certificado de prenda que se
pretendió hacer valer judicialmente.

"El representante del actor civil, Lic. B.Q., señala que el instructor, lo mismo que el voto de mayoría del Tribunal de
Apelaciones, inobservaron las reglas relativas a la prescripción, pues en la especie, en que se acusa que el encartado
modificó el monto real de un certificado de prenda y pretendió hacerlo valer judicialmente, la calificación plausible es de
una falsificación de documento en concurso ideal con el delito de estafa, cuyo extremo mayor de la pena es de diez años,
y no únicamente de falsedad ideológica, como se ha venido calificando, y que sirvió de base para que los citados órganos
dispusieran la prescripción de la acción persecutoria. El recurso debe ser declarado con lugar. Como certeramente lo
señaló el voto de minoría del juez A.S. (folio 102), de ser ciertos los hechos endilgados, se podría estar en presencia de
un delito de falsificación de documento equiparado (artículo 361 del Código Penal) en concurso ideal con una tentativa de
estafa (artículo 216). Falsificación de documento equiparado en tanto se puede haber tratado de la alteración del
documento, y no de la inserción de declaraciones falsas (declaraciones que, en un documento del género aludido, corren
a cargo del deudor), que sería propia de la falsedad ideológica. Luego, el perjuicio que como elemento objetivo del tipo
contemplan las descripciones de los delitos de falsedad, se refiere únicamente al daño que por sí misma puede causar la
acción al lesionar la fe pública, mas no a la lesión adicional que, por ejemplo, puede acarrear al patrimonio de otra
persona, como sería en el presente asunto. En este, el engaño eventualmente causado al juez civil habría podido
redundar en el daño al patrimonio del presunto ofendido, configurándose así una estafa procesal o triangular, en que se
engaña a un tercero que no es la víctima o titular del patrimonio. Sin embargo, a diferencia del recurrente, no estima la
Sala que pudo haberse consumado el mismo, pues si bien pudo haber mediado el engaño o ardid, lo cual nos colocaría
en el momento ejecutivo de la acción, por la reacción tempestiva del ofendido, pudo no haber existido perjuicio patrimonial
efectivo, lo que dejaría la acción en grado de tentativa. Así las cosas, debe concluirse que, de ser constatados los hechos
achacados, estos podría ser constitutivos de un concurso ideal entre falsificación de documento equiparado y tentativa de
estafa, por lo que el extremo máximo de la pena ordinaria (sin tomar en cuenta el tanto adicional por el concurso), y en
consecuencia de prescripción, sería de diez años de prisión, y no de seis, lo cual implica que la acción no está prescrita."
1997. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 391 de las 16,00 hrs. del 29 de abril.
13. FAMILIA DE HECHO - La tutela efectiva que existe en la propia Constitución Política permite que quienes así
conviven puedan ser acreedores alimentarios legales entre sí.

"En este capítulo del recurso se acusa, como vicio in iudicando, la inobservancia de los artículos 128 del Código Penal de
1941, 156, 229, 230 y 232 del Código de Familia, al acogerse en sentencia la acción civil resarcitoria en favor de la actora
civil L.R.D., porque para la fecha del hecho (a saber, 9 de setiembre de 1994) no se había aprobado legalmente el
derecho a pedir pensión alimenticia a los convivientes de hecho -como lo eran ella y el ofendido-, pues tal derecho se
estableció posteriormente, mediante Ley Nº 7532 del 8 de agosto de 1995, de manera que no se le podía considerar a
ella "acreedora alimentaria legal" del ofendido a la fecha en que los hechos acontecieron.- Considera esta Sala que el
reclamo no es de recibo. Si el artículo 128 del Código Penal de 1941 prevé una indemnización para los "acreedores
alimentarios legales" que recibían del occiso alimentos o asistencia familiar en la fecha de la comisión del hecho punible,
entre tales acreedores pueden considerarse incluidos los convivientes de hecho. Esto así, por cuanto la jurisprudencia de
la Sala Constitucional ha señalado, clara y reiteradamente -con carácter vinculante erga omnes-, que conforme a nuestra
Constitución Política, la unión de hecho es fuente moral y legal de familia: «...para el legislador constituyente, las llamadas
"familias de hecho" y el matrimonio son simultáneamente dos fuentes morales y legales de familia...; ambos garantizan la
estabilidad necesaria para una permanente vida familiar, porque se originan en una fuente común: el amor que vincula al
hombre y la mujer, el deseo de compartir, de auxiliarse y apoyarse mutuamente y de tener descendencia... La familia de
hecho es una fuente de "familia", entendida esta como el conjunto de personas que vinculadas por la unión estable de un
hombre y una mujer, viven bajo el mismo techo e integran una unidad social primaria... En consecuencia, la familia,
compuesta por individuos libres e iguales en dignidad y derechos ante la ley, tiene derecho a la protección de la sociedad
y del Estado independientemente de la causa que le haya dado origen; su naturaleza e importancia justifican su
protección...» (el subrayado es suplido, Sala Constitucional, Nº 1151-94 de las 15:30 horas del 1 de marzo de 1994. En
igual sentido véanse sus resoluciones Nº 1152-94 de las 15:33 horas, Nº 1153 de las 15:36 horas y Nº 1155-94 de las
15:42 horas, todas del 1 de marzo de 1994). De ahí que no pueda estimarse que el precitado artículo 128, proveniente de
una legislación anterior a nuestra Constitución Política de 1949, actualmente (o para la fecha en que ocurrió el hecho
punible aquí investigado) excluya a quienes son acreedores alimentarios conforme a una unión familiar de hecho, pues la
ley no puede coartar las garantías constitucionales previstas en favor de la familia. La efectiva tutela jurídica de la familia
de hecho no depende esencialmente de la Ley Nº 7532 de 1995, que solamente vino a reglamentar en el Código de
Familia algunos aspectos propios de la unión de hecho, como por ejemplo señalar cuáles son los efectos patrimoniales del
vínculo, cómo se la reconoce judicialmente, cuáles son los efectos de su disolución, la presunción de paternidad, etc.,
puesto que en realidad, a partir de la vigencia de nuestra Constitución Política, debe entenderse que el artículo 128 del
Código Penal de 1941 protege también a la familia de hecho y que quienes así conviven pueden ser acreedores
alimentarios legales entre sí. Esta conclusión la corroboran los artículos 17 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos (aprobada por Ley Nº 4534 del 23 de febrero de 1970), según el cual "La familia es el elemento fundamental de
la sociedad y debe ser protegida por la sociedad y el Estado"; el artículo 23 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos (aprobado por Ley Nº 4229 del 11 de diciembre de 1968), cuando dice que "La familia es el elemento natural y
fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado"; del mismo modo que los
artículos 16.3 de la Declaración Universal de Derechos Humanos (Asamblea General de la Organización de Naciones
Unidas del 10 de diciembre de 1948) y 6 de la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre (9ª
Conferencia Internacional Americana del 5 de mayo de 1948) confirman el derecho de toda persona a constituir una
familia y de recibir protección para ella. Por eso, una interpretación del artículo 128 como la que sugiere la recurrente
violenta la inteligencia de todas estas normas fundamentales, cuya vigencia no solo es anterior a la fecha de comisión del
hecho punible, sino además jurídicamente superior a lo que dispone la simple legislación civil, como lo es ese artículo 128
del Código Penal de 1941, que no es otra cosa que una regla sobre responsabilidad civil. A mayor abundamiento, debe
señalarse que, respecto a las fuentes del Derecho, el propio Código Civil señala que "Las fuentes escritas del
ordenamiento jurídico privado costarricense son la Constitución, los tratados internacionales debidamente aprobados,
ratificados y publicados, y la ley..." (artículo 1º), así como, respecto a la interpretación y aplicación de las normas jurídicas,
dispone que "La jurisprudencia contribuirá a informar el ordenamiento jurídico con la doctrina que, de modo reiterado,
establezcan las salas de casación de la Corte Suprema de Justicia y la Corte Plena al aplicar la ley...", en tanto que el
artículo 8.1 de la Ley Orgánica del Poder Judicial prohíbe a los administradores de justicia interpretar o aplicar la ley de
manera contraria a los precedentes o jurisprudencia de la Sala Constitucional." 1997. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº
35 de las 9,15 hrs. del 24 de enero.
14. HOMICIDIO CALIFICADO - Necesario conocimiento de la indefensión para configurar agravante de alevosía.

"Del estudio del fallo recurrido, se desprende claramente que los hechos que condujeron a la apertura de este proceso, -
en síntesis- refieren que el 16 de julio de 1.996 el ofendido S.Mc.L. interceptó al sentenciado W.R. cuando caminaba por
el centro de Cahuita, Provincia de Limón, para reclamarle por unas amenazas que unos momentos antes había proferido
este último, hacia un familiar del primero: "Que el imputado, al tener al ofendido cerca de sí, procedió a sacar una pistola
calibre 3.80 lorcing (sic) que portaba, ante lo que el ofendido sujetó al imputado de las dos manos, produciéndose un
forcejeo entre ellos y llegando en ese momento dos guardias civiles, uno de los cuales, de nombre W.R.A., sostuvo al
ofendido por detrás, lo que aprovechó el imputado para disparar el arma en cuestión contra la humanidad del ofendido,
penetrándole un proyectil en su abdomen, y traspasándolo, para alojarse en la mano derecha del guardia que lo sujetaba"
(confrontar folio 113 frente). La lesión causada a H., puso en peligro su vida y le fue prescrita una incapacidad de dos
meses y medio para realizar sus labores habituales, además de un 10% de pérdida de la capacidad general orgánica,
mientras que la causada a R.A., le produjo una pérdida del 2% de esa capacidad, incapacitándole por tres meses para
sus labores habituales. Ya ha dicho esta Sala que: "...no basta con que la víctima se encuentre en situación de
indefensión que le impida oponer una resistencia que se transforme en un riesgo para el agente, sino que el autor debe
haber conocido y querido realizar la acción en tales circunstancias...no se puede calificar el homicidio por la sola
circunstancia objetiva de que la víctima está en situación de indefensión, circunstancia que puede ser ajena por completo
y aun contraria a la voluntad del autor e invencible, sino que además se requiere el haber buscado dolosamente esa
situación o haberse aprovechado de ella en determinado momento, para evitar totalmente o minimizar a un grado inocuo
la defensa de la víctima que es capaz y está en condiciones de oponerla o la defensa de un tercero que puede o debe
hacerlo..." (Sala Tercera, resolución Nº 127-F de las 9:15 horas del 10 de marzo de 1.995). Al respecto debe apuntarse,
que los hechos no sólo permiten interpretar que el justiciable aprovechó la ventaja que le proporcionó la acción ejecutada
por el guardia civil a su oponente S.Mc.L., para actuar sin peligro para su persona y sin que pudiera evitarlo el ofendido,
pues véase que W.R. desde el primer momento sacó el arma que portaba para luego del forcejeo inicial con H., proceder
a dispararla contra el perjudicado aprovechando que lo sujetaba R.A. y en consecuencia, estando S.Mc.L. inhabilitado
para defenderse. Así las cosas, queda claro que al efectuar W.R. el disparo, S.Mc.L. se encontraba indefenso como
resultado de la intervención de R.A., por lo que el justiciable aprovechó el estado de desventaja en que se encontraba la
víctima, para sin defensa posible por parte de este último o de un tercero, ejecutar la acción originaria de la causa. En
razón de lo expuesto, se declara sin lugar el reparo." 1997. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 358 de las 12,10 hrs. del
18 de abril.

15. HURTO - La cuantía y la penalidad se determinan de conformidad con la fecha en que hayan sucedido los hechos y
no debe actualizarse cada año.

"En el único motivo, alega el impugnante violación del artículo 2 de la Ley Nº 7.337 del 14 de mayo de 1.993, mediante la
que se reformó el artículo 209 del Código Penal y errónea aplicación de este artículo y del 12, ambos del Código ibídem,
pues alega que conforme al contenido del fallo, el justiciable cometió el delito de hurto agravado de mayor cuantía y el
tribunal lo condenó -por ese mismo ilícito- pero en menor importe, al no considerar para la configuración del tipo, el monto
sustraído en relación con el salario base vigente durante todo el año 1.995, época en la que se cometió el suceso
atribuido al acusado, por lo que solicita se verifique la corrección solicitada y se imponga al convicto un año de prisión. El
reclamo es procedente. En la resolución objetada, se estableció -en lo fundamental- que el 9 de setiembre de 1.995 el
imputado L.V.J.S. -de común acuerdo con los menores G.O.J. y C.R.P.- y aprovechando que todos laboraban en el
negocio comercial S.M.S.A., procedieron a sustraer -sin emplear fuerza sobre las cosas- la suma de trescientos diez mil
colones (¢310,000.oo) en dinero efectivo, que se encontraba en una de las cajas registradoras de la empresa, dinero que
sacó L.V. del negocio una vez finalizada su jornada laboral y que procedieron a repartir entre el trío, una vez se
encontraron en los alrededores de un parque público. El Tribunal decidió que conforme a los hechos citados, se configuró
el delito de hurto agravado, aunque para fijar la pena imponible, consideró el salario base vigente al momento de juzgarse
los hechos o sea, la suma de sesenta y cinco mil ochocientos colones (¢65.800,oo) y sobre esa base estimó que la pena
aplicable oscilaba entre tres meses y tres años de prisión. Ahora bien, como apropiadamente lo señala el recurrente y lo
han indicado tanto esta Sala como la Sala Constitucional, (confrontar respectivamente votos 416-A-93, de las 10:50 horas
del 30 de setiembre de 1.993 y 2.460-95, de las 16:06 horas del 16 de mayo de 1.995), tratándose de asuntos ocurridos
con posterioridad a la reforma operada por la Ley 7.337 de 5 de mayo de 1.993, la cuantía será determinada empleando
"el monto equivalente al salario base mensual del 'oficinista 1' que aparece en la relación de puestos de la Ley de
Presupuesto Ordinario de la República, aprobada en el mes de noviembre anterior a la fecha de consumación del delito."
Y además que, "Las modificaciones ...que se hicieren en un futuro al salario base del 'Oficinista 1' citado, no se
consideraran como variación al tipo penal..." En ese entendido, la cuantía y por ende la penalidad de cada asunto
concreto, se determina de conformidad con la fecha en que acaecieron los hechos y no debe actualizarse cada año
sucesivo. En este asunto, en virtud de lo expuesto, no resultaba aplicable modificar el salario base mensual del "oficinista
1" fijado a raíz de la aprobación de la Ley de Presupuesto Ordinario de la República, al finalizar el mes de noviembre de
mil novecientos noventa y seis. En consecuencia, habiéndose determinado que lo sustraído ascendió a la suma de
trescientos diez mil colones (¢310.000,oo), se está en presencia de un hurto agravado de mayor cuantía, (artículo 209 del
Código Penal). El error del a quo (ver folio 113 frente) consistió en partir del salario base aplicable durante el presente
año (1.996) lo que resulta improcedente, pues no es válido revisar la penalidad y por ende la competencia año a año,
según las variaciones que se vaya introduciendo al salario base del "Oficinista 1". En esa tesitura, considera esta Sala que
lleva razón el representante del Ministerio Público cuando estimó que la pena imponible fluctuaba entre 1 y 10 años de
prisión, pues de acuerdo con la lista de hechos probados, la sustracción del dinero aconteció en 1.995, momento en que
el salario base vigente del "Oficinista 1" era de cincuenta y cinco mil ochocientos colones (¢55.800,oo) y en consecuencia,
la suma de cinco salarios base asciende a doscientos setenta y nueve mil colones (¢279.000,oo), cantidad inferior a la
sustraída por el acriminado. Por lo expuesto, procede declarar con lugar el recurso de casación por el fondo, casar la
sentencia en cuanto impuso al justiciable una pena de tres meses de privación de libertad por el delito de hurto agravado
y en su lugar, imponerle un año de prisión que descontará conforme lo ordenó el fallo recurrido. La pena se establece en
ese monto, tomando en cuenta la naturaleza de los hechos, la forma en que se ejecutó el delito, las condiciones
personales del convicto, así como todos los restantes aspectos considerados en sentencia por el a quo, al amparo de los
artículos 71 y 73 del Código Penal. En lo demás, así como en cuanto al beneficio acordado en pro de J.S., se mantiene
incólume el fallo recurrido." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 806-F de las 10,30 hrs. del 23 de diciembre.

16. LEGITIMA DEFENSA - Consideraciones sobre sus presupuestos.

"Por razones de economía procesal, se entra a conocer del recurso por el fondo, interpuesto por el defensor del imputado.
En él se alega que, con fundamento en los hechos que el Tribunal tuvo por demostrados, de parte de su defendido existe
una conducta típica, pero no antijurídica, pues "se puede apreciar claramente que él actuó bajo la figura o tipo permisivo
de Legítima Defensa o Defensa necesaria como la llama alguna parte de la doctrina; y por lo tanto no cometió delito
alguno, toda vez que se (sic) acción se encontraba justificada por el Derecho. Para determinar si efectivamente existe el
vicio acusado, debe recurrirse a los hechos probados de la sentencia, los que establecen: "A) Que el día veintiocho de
marzo de mil novecientos noventa y cuatro, al ser las dieciséis horas, el acusado J.S.R. se encontró en el centro de la
localidad de Cañas, con el ofendido R.B., quien trató de quitarle unos anteojos que el acusado llevaba, lo que ocasionó un
forcejeo entre ambos, y dentro del mismo el acusado sacó una cuchilla, con la cual le propinó tres heridas en el pecho al
ofendido. B) Que el ofendido sufrió heridas punzocortantes que pusieron en peligro su vida y que le produjeron una
incapacidad temporal de ocho semanas". Ya en los razonamientos y para oponerse a la Legítima Defensa alegada, el a
quo señala, con fundamento en la declaración del imputado, lo siguiente: "De su propio dicho se entiende que los anteojos
no estuvieron en riesgo de perderse y aunque así hubiera sido no se justifica la agresión. Por otra parte el acusado nos
dice que el ofendido le dio una patada en los testículos, ello puede dar pie para una pelea cuerpo a cuerpo pero nunca
para propinar heridas como las que se propinaron. Esa patada no da pie para hablar de legítima defensa como lo hace el
defensor, en contradicción con lo que el mismo acusado ha dicho, cuando reconoce que se excedió". En primer término
cabe acotar que esas argumentaciones del a quo son omisas y contradictorias, como se puntualiza de seguido. Es omisa
la fundamentación cuando se asegura, sin explicación alguna, por qué si los anteojos estaban en riesgo de perderse, no
se justifica la "agresión" (tal vez debió decirse la defensa). Se ignora el pensamiento de los juzgadores para concluir de
esa forma. Es contradictoria la argumentación, si acepta que la respuesta (defensa) ante la patada en los testículos que
sufrió el imputado, es excesiva, pues ese exceso en la defensa, (artículo 29 del Código Penal), implica la existencia de la
defensa, sólo que, como ese excedente no es justificado, se puede atenuar la pena (artículo 79 ibídem) del hecho
ocasionado en demasía. Es omisa la conclusión del Tribunal en punto a por qué una patada en los testículos, sólo puede
dar lugar a una pelea cuerpo a cuerpo. Tampoco se conoce el íter lógico desarrollado por el a quo. Dejando de lado esas
equivocaciones (que darían base para un recurso por la forma), considera la Sala, con fundamento en los mismos hechos
probados que tuvo el Tribunal, que el recurso debe declararse con lugar, pues se cumplen los requisitos exigidos por el
artículo 28 del Código Penal. El imputado actuó en defensa de su persona y de derechos propios, pues el ofendido "trató
de quitarle unos anteojos que el acusado llevaba, lo que ocasionó un forcejeo entre ambos". Es decir, que el imputado fue
agredido ilegítimamente por el perjudicado, inicialmente pretendiendo apoderarse de sus anteojos, conducta que podría ser
constitutiva de un hecho delictuoso (por lo que tenía derecho de defenderse de ese ataque ilegítimo a su patrimonio) y
luego, cuando seguidamente se produce un forcejeo entre ambos (ataque a su integridad personal). Así se cumple la
primera de las condiciones. Respecto al segundo requisito (necesidad razonable de la defensa empleada para repeler o
impedir la agresión), el a quo hace ver que en el forcejeo ("dentro del mismo"), el acusado sacó una cuchilla, con la cual
le propinó las heridas al ofendido. De ello se deduce que el imputado no tenía otra posibilidad de defensa que la que
empleó, ante los dos ataques o agresiones sucesivas que sufrió, lo que también hace que desaparezca el exceso en la
defensa. No exige nuestra legislación ni la doctrina, una correspondencia exacta entre la violencia con que se ataca y la
fuerza con la que se repele la agresión; tampoco igualdad en las armas o elementos que se empleen en ataque y
defensa; se admite que la defensa pueda efectuarse con los medios que, en el momento y dadas las circunstancias se
cuenten. Al respecto téngase presente que esa condición "no puede interpretarse ni como igualdad de armas ni como
reacción proporcionada al ataque. No como lo primero, porque, pues el medio utilizado para defenderse, si es el único
disponible, es indiferente; tampoco como lo segundo, porque no se puede fundamentar la legítima defensa en la Ley del
Talión, de modo que se autorice al agredido para ser lesionado a cometer lesiones, pero no homicidio, y al agredido para
ser muerto a cometer homicidio, pero no lesiones" (Sala Tercera, Número 176-F de 8:50 horas del 10 de julio de 1987,
citada en la Número 234-F de 10:10 horas de 28 de abril de 1995). Y ello es lo que ocurre en la especie. También se ha
exigido, como requisito básico de esta causal de justificación, que el hecho no pueda evitarse de una manera diferente a
la utilizada para repeler la agresión, pero "no puede pedírsele a los ciudadanos que frente a la adversidad asuman
conductas heroicas o cobardes" (Ver de esta misma Sala, sentencias 218-F de 9:00 horas de 18 de agosto de 1990 y
562-F de 9:20 horas de 20 de noviembre de 1992). Ante los ataques sucesivos que sufrió el imputado, su única
posibilidad de actuación era defenderse en la forma que lo hizo. Por lo expuesto, debe acogerse el reclamo por el fondo y
resolviendo el asunto con arreglo a la ley aplicable (artículo 28 del Código Penal), se absuelve de toda pena y
responsabilidad a J.S.R.V., por el delito de Homicidio Simple en Grado de Tentativa, que se le ha venido atribuyendo en
perjuicio de R.B.A." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 741-F de las 9,00 hrs. del 28 de noviembre.

17. LEGITIMA DEFENSA - Exceso provocado por agresiones continuas anteriores.

"Como único motivo por vicios in iudicando, la representante del Ministerio Público alega la falta de aplicación del artículo
111, y errónea aplicación de los artículos 28 y 29 párrafo final del Código Penal, "... por cuanto en ellos (los hechos
probados) no se describe ni una legítima defensa, ni mucho menos un exceso en la defensa no punible ... de estos
hechos se desprende que quien agrede es el imputado y no el ofendido, de ahí que para que opere la eximente en cuanto
a la responsabilidad penal del artículo 29 párrafo 2º del Código penal, es requisito sine qua nom que se den los
presupuestos contemplados en el artículo 28 del mismo cuerpo de leyes ... hace falta un presupuesto fundamental para
que la conducta sea excusable, y ello es la agresión ilegítima, la que no se encuentra descrita ..." (folio 148 vuelto, línea
22 en adelante). El reclamo es defectuoso, y por lo mismo, improcedente. Al desarrollar su alegato por vicios in iudicando,
quien recurre toma en consideración únicamente la relación fáctica descrita a partir del folio 132 frente, línea 8, y hasta el
folio 132 vuelto, línea 10, desconociendo el resto del fallo donde la misma viene a ser ampliada y aclarada por los
juzgadores. El reparo por vicios de fondo así planteado resulta inconsistente, pues -tal y como lo ha entendido la
jurisprudencia de esta Sala- la sentencia es un todo, una unidad conceptual, y como tal en su extensión puede contener
otros hechos probados más allá de los especificados bajo ese acápite, sin perder por ello su valor (Votos Nº 346-F, de las
9 hrs. del 11 dic. de 1987; Nº 007-F, de las 10:15 hrs. del 4 enero de 1991; Nº 274-F, de las 14 hrs. del 14 junio de
1991). Si bien es cierto en el extracto que cita la fiscalía se indica que fue el acusado quien agredió al occiso, sin que se
señale la existencia de una agresión ilegítima de parte de éste que motivara la reacción de aquel, es lo cierto que en los
considerandos de fondo se explica de manera abundante la concurrencia de las circunstancias que se echan de menos,
es decir, la existencia de una agresión ilegítima de parte de J.M.F. en contra de D.R.M.F. (esposa del imputado, quien en
ese momento se encontraba en período de gestación), y también en contra de este último, quien no sólo los amenazó con
el cuchillo que portaba (el que fue decomisado por las autoridades), sino que acometió con el mismo de forma ilegítima al
ser sorprendido sustrayendo un televisor propiedad de aquellos, conducta inaceptable que venía reiterándose desde hacía
varios meses. Por otra parte, y esto aparece claramente explicado a partir de la línea 3 del folio 137 vuelto, de manera
acertada el tribunal de mérito consideró que todo el cuadro de agresión física y verbal desplegado por el occiso en contra
de su familia, justificó razonablemente el exceso de la defensa en la actuación de G.Ch., quien -luego de propinarle a su
agresor un primer machetazo en actitud defensiva- "perdió el control", y a consecuencia de ello lo hirió en diferentes
partes del cuerpo. Se trata de un evidente exceso en la defensa inmediata de su propiedad y de la integridad física suya
y de su esposa, exceso provocado por las continuas agresiones recibidas del ofendido durante varios meses atrás, al
extremo de producir una excitación y una perturbación de la conciencia que las circunstancias hacen excusable, conforme
lo señala el artículo 29 párrafo segundo citado. Así las cosas, al no deducirse ningún defecto de fondo que justifique casar
la sentencia, se declara sin lugar el motivo." 1997. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 383 de las 15,20 hrs. del 29 de
abril.
18. LESIONES GRAVES - Definición del término "incapacidad" según mes calendario.

"En el primer motivo de su recurso, el defensor O.M. reclama violación del artículo 124 y falta de aplicación del 125,
ambos del Código Penal, en los hechos en daño de R.V.B., por los cuales fue sancionado su representado, toda vez que
la incapacidad sufrida por el ofendido no excedió de un mes, conforme lo exige el primer numeral, sino de treinta días, y
que, a pesar de tratarse del mes de febrero, no puede interpretarse, en perjuicio del imputado, que este sea un mes a los
efectos de la ley, pues normalmente tiene sólo veintiocho días. El reproche no es de recibo. El término contemplado por el
artículo 124 no puede ser fijado arbitrariamente, indicando que es de treinta o, aun más favorable al acusado, treinta y un
días, puesto que esto llevaría a tener que hacer una sumatoria de "un mes" que en realidad no lo sería. Véase por
ejemplo el caso que nos ocupa, en el cual de conceptuar un mes como treinta días, según lo estima el defensor, el mes
posterior a los hechos, acaecidos el 10 de febrero, se cumpliría el 12 de marzo. En cuanto al punto, bien señala la
doctrina que el término no se refiere a treinta días, sino a un mes calendario (ver Rivero y otro, "Análisis de la Tutela de
los Valores de la Personalidad", Juricentro, 1989, p. 89). Otro tanto, en lo atinente al giro normal del vocablo, consigna el
Diccionario de la Real Academia Española. En consecuencia, el reclamo planteado no es acogible." 1996. SALA
TERCERA DE LA CORTE, Nº 766-F de las 10,15 hrs. del 6 de diciembre.

19. PECULADO - Para su configuración no resulta imprescindible en todos los casos que el dinero entregado en custodia
sea de carácter público.

"Reclama acto seguido la gestionante en relación con el considerando XIII del fallo, en cuanto a los hechos ocurridos en
perjuicio del Banco de Costa Rica, errónea aplicación del artículo 352 del Código Penal, así como falta de aplicación del
223 ibídem, pues dice que no se demostró que el dinero entregado por la señora O.M.M.G. fuera público y que su entrega
al imputado fuera en razón de su cargo, sino que más bien, fue por la confianza que tenía en él y además, siendo bienes
que nunca entraron a las arcas del banco, no se configuró el delito de Peculado y más bien apunta que su conducta
encuadra en la figura prevista en el artículo 223 del Código Penal. El reparo no resulta atendible. Conforme al contenido
del reclamo, la impugnante pretende desconocer parcialmente los hechos que el Tribunal tuvo por acreditados en el fallo.
En efecto, el a quo logró determinar que el imputado A.V.R., aprovechándose de su función -pues laboraba como
oficinista en el Banco de Costa Rica, Sucursal cercana a la Corte Suprema de Justicia-, ofrecía a algunos clientes
conocidos realizar ciertos trámites de inversión o renovación de títulos sin hacer filas de espera, razón por la que tanto en
relación con los hechos ocurridos respecto a la señora M.G., como en el caso de la señora C.P.R., se determinó que no
se trató de entrega alguna de dinero por la simple confianza existente, sino "que el imputado recibió a nombre del Banco
de Costa Rica y, en razón de su cargo, bienes y valores de las ofendidas para que les hiciera un trámite dentro de la
institución, el cual no se realizó sino que por el contrario, procedió a distraerlos para sí mismo" (confrontar folio 518 vuelto,
líneas 16 a 21). Por último, como apropiadamente lo señaló el Tribunal para la configuración del delito de Peculado
(artículo 352 del Código Penal), no resulta imprescindible -en todos los eventos-, que el dinero entregado en custodia sea
de carácter público, pues sobre ese aspecto en discusión, esta Sala ha estimado ya, que: "Del contenido de la norma se
infiere sin duda alguna, que independientemente de la procedencia del dinero, basta que por alguna de las razones
señaladas esos bienes sean confiados al funcionario público y éste los sustraiga o distraiga, para que se esté en
presencia del ilícito... para configurar el delito basta -como en este caso-, con que los bienes estén bajo la administración,
percepción o custodia del funcionario público en razón de su cargo, situación de la que se aprovechó el sujeto activo para
distraerlos o sustraerlos, pues aunque los bienes provengan de particulares una vez que ingresan a la esfera de la
Administración Pública -independientemente de la razón o circunstancia-, el funcionario a quien le sean encomendados
tiene para con ellos los mismos deberes y responsabilidades que con los que pertenecen a la Administración propiamente
dicha, razón por la cual el tipo penal no señala expresamente que los bienes deban constituir fondos públicos, como lo
pretende el recurrente". (Así, Sala Tercera, V-569-F de las 8:55 horas del 21 de diciembre de 1.994). En consecuencia, se
declara sin lugar el reclamo." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 792-F de las 9,15 hrs. del 23 de diciembre.

20. PRIVACION DE LIBERTAD - Es legítimo el arresto provisional para evitar perturbación de tranquilidad y traslado a la
autoridad correspondiente.

"Como segundo motivo se alega falta de fundamentación, con quebranto de los artículos 106, 395 inciso 2 y 400 inciso 4
del Código de Procedimientos Penales, porque "no se motiva la totalidad de conclusiones que el a quo enunció como
hechos probados". Más adelante se agrega que "por ninguna parte de la sentencia encontramos un fundamento, un
razonamiento lógico de por qué para imponer el orden se requería de privar a alguien de su libertad personal". Obviando
la confusión de motivos (ausencia de fundamentación con violación a sana crítica), que daría lugar al rechazo del reclamo,
aplicando el numeral 477 ibídem, el reproche debe declararse sin lugar, por lo siguiente. En cuanto a la falta de
fundamentación, porque no existe ese vicio: el Tribunal razona, con base en las declaraciones coincidentes de J.H. y W.M.
y parcialmente el testimonio de R.S.E., que la actuación del primero fue tendente a "imponer orden en la Aduana ubicada
en el Aeropuerto Juan Santamaría, que para ello llamó la atención al señor V.G., el cual se molestó y no quiso acatar la
solicitud que le hiciera el imputado y cuando éste trató de pedirle su cédula y licencia con el objeto de confeccionarle el
parte respectivo, el señor C.R. se molestó y se negó a hacerlo, por lo que fue aprehendido por don J. con el único fin de
llevarlo ante alguna autoridad, identificarlo, confeccionar los partes correspondientes y una vez realizado ello, dejarlo en
libertad. Nunca su actuación fue motivada por el deseo puro y simple de privar de su libertad a don V.C. tampoco actuó
con abuso de autoridad" (folio 169 vuelto). Si la pretensión es alegar que los razonamientos que se extraen de esas
probanzas, son ilógicos, tampoco se puede acoger el reproche, puesto que la conclusión a que se arriba, está apegada a
esas reglas de la sana crítica y a la normativa constitucional. No debe dejarse de lado que, según los hechos probados,
ante la negativa del ofendido de identificarse, el imputado lo aprehendió, trasladándolo inicialmente a la Policía Portuaria,
pero como ahí no tenían fórmulas de parte, lo llevó a la Comandancia de Alajuela, oficina en la que V.C. entrega sus
documentos personales y una vez confeccionados los partes respectivos, traslada al señor C. a los Tribunales de Justicia,
a pedido de la citada Comandancia, porque no tenían vehículo. Según ha determinado la Sala Constitucional, "el artículo
37 Constitucional, faculta la detención de las personas sólo en los casos en que se tengan indicios comprobados de que
se ha cometido un hecho delictivo y que en el mismo tuvo participación culpable dicha persona. La detención a la que se
sometió a ... resulta contraria a la norma de la Constitución Política, pues al hacer referencia el constituyente a "delito", lo
hace en el sentido estricto del término, sea excluyendo las contravenciones. El proceder correcto de las autoridades
encargadas del orden público debió ser, llevar de inmediato al detenido ante la autoridad judicial que conoce de las faltas
y contravenciones, o identificarla debidamente y ponerla en libertad, citándola para que se presentara ante aquella
autoridad". (Resolución 1239-91 de 8:42 horas de 7 de marzo de 1991; en igual sentido Nº 1246-91 de 8:56 horas de
citado 7 de marzo). En relación con este tema, esta Sala Tercera dispuso: "La normativa constitucional permite la
detención de los ciudadanos cuando se cuente con indicios comprobados de que se ha cometido un delito y que la
persona tuvo participación en él; esta detención implica el ingreso del sujeto a celdas de las dependencias policiales o
administrativas correspondientes. También existe otro supuesto de detención temporal que más bien consiste en un
arresto provisional, cuando, como en el presente asunto, un sujeto perturba la tranquilidad de otros ciudadanos -incluso
dentro de una propiedad privada- haciéndose necesario que se finalice la perturbación y se traslade al sujeto ante la
Alcaldía o la oficina policial para que se le identifique y tramite los procedimientos que corresponda, sin que se le prive de
su libertad mediante el encierro en un establecimiento dispuesto al efecto" (Sentencia 266-F-95 de 10:00 horas del 12 de
mayo de 1995). Esos requisitos jurisprudenciales han sido cumplidos en el presente asunto, por lo que se declara sin lugar
el reclamo." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 785-F de las 9,40 hrs. del 13 de diciembre.

21. PRIVACION ILEGITIMA DE LIBERTAD - No concurre en forma independiente con el robo agravado cuando está
motivada por el ánimo de la sustracción.

"Falta de aplicación de los artículos 80, 82 inciso 2º, 83; aplicación indebida de los artículos 191, 207 inciso 7º y 208,
todos del Código Penal. De conformidad con el artículo 471 párrafo 1º del Código de Procedimientos Penales, el defensor
particular del imputado C.D.R.B. reprocha como un vicio in iudicando, que al recalificarse los hechos durante el debate al
delito de privación de libertad sin ánimo de lucro, la acción penal se encuentra prescrita. Por las razones que se dirán, el
reparo debe ser declarado sin lugar. Si bien por una parte es cierto que en debate se recalificaron los hechos y se
estimaron constitutivos de los delitos de privación de libertad sin ánimo de lucro y hurto agravado de menor cuantía,
artículos 191 y 209 inciso 7º del Código Penal; así como también por otra parte es cierto que el expediente estuvo
paralizado durante cuatro años y medio, erróneamente archivado en el Juzgado 3º de Instrucción de San José (ver
constancia de folio 255), la verdad es que, de acuerdo a los hechos probados de la sentencia, la referida prescripción de
la acción penal no ha operado, por las razones que se dirán. Después de evacuada la prueba durante el debate se logró
establecer que "... que en fecha 18 de febrero de 1988 ... a la casa de habitación del señor A.C.A. ... se hizo presente el
aquí imputado ... en asocio de dos personas más no determinadas y ... con la voluntad de privarle de su libertad a fin de
que no les impidiera registrar ese domicilio, procedió a esposar de una de sus muñecas a M.M.M., a quien lo esposó al
brazo de un sillón ... que luego de lo anterior, de una de las habitaciones traseras de la citada casa de habitación, y
mientras R.B. vigilaba a M.M. para posibilitarle a sus acompañantes el registro del inmueble, éstos lograron encontrar las
siguientes armas ... se apoderaron de las armas y equipo supracitado ..." (folio 313 frente, línea 17 en adelante). Es claro
que, según la anterior descripción fáctica, el imputado R.B. y los dos sujetos no identificados, actuando en coautoría por
tener los tres pleno dominio del hecho, se presentan a la casa del señor A. y logran esposar al vigilante de la vivienda con
el fin de poder sustraer los bienes que se hallaban en la misma. El acto de esposar una de las manos del guarda y
sujetarlo a un sillón, constituye, en sí mismo, no sólo una forma de privarlo de libertad sino también un ejercicio de
violencia física en los términos del artículo 212 inciso 3º del código de fondo citado, aún cuando para conseguirlo no haya
mediado maltrato físico o verbal como lo indica el fallo (folio 317, líneas 8 a 10). Se produce violencia sobre las personas
todas las veces en que se vence físicamente la voluntad o la resistencia de quien se opondría a la sustracción, utilizando
métodos idóneos para ello como la agresión física, el arrebato y otras formas evidentes de violencia, pero desde luego
también se produce cuando se utilizan amenazas con o sin armas, o se emplean otras formas para coartar físicamente a
la persona, sin que se llegue a lesionarla física o verbalmente, como sería sujetarla por las muñecas con manillas de
hierro o esposas, al extremo de imposibilitar la defensa de los bienes que custodia o posee, e incluso la defensa de su
propia integridad física. "...Violentar envuelve un sentido más amplio que forzar. Forzar es una acción puramente física;
violentar se aplica también a las acciones morales, como a la voluntad, a los deseos y a las propensiones" (Samuel Gili
Gaya, en Diccionario de sinónimos, Vox, Barcelona, 1984, p.353). Tal fue la situación que ocurrió en autos según
describen los hechos probados de la sentencia. Estos hechos en realidad constituyen el delito de robo agravado previsto
por los artículos 213 inciso 3º en relación al 212 inciso 3º y 209 inciso 7º, todos del Código Penal, y no los delitos de
privación ilegítima sin ánimo de lucro y hurto agravado de menor cuantía en concurso material (artículos 191 y 209 del
Código Penal) como lo razonó el tribunal de juicio. Debe agregarse que el delito de privación ilegítima de libertad no
concurre en forma independiente, sino que se encuentra subsumido en el delito de robo agravado, porque la privación de
libertad estuvo animada en el deseo de sustraer los bienes, es decir hubo un ánimo de lucro, lo cual descarta el tipo penal
previsto en el artículo 191 ibídem y tampoco se dan los supuestos del secuestro extorsivo. Por todo lo expuesto y con
ocasión del alegato por prescripción, debe esta Sala recalificar los hechos acusados al delito de robo agravado, sin que
pueda agravar la pena impuesta, ni desconocer los beneficios acordados, en virtud de la prohibición de la reformatio in
peius. Para tales efectos debe tomarse en cuenta, además, las potestades del Tribunal para calificar correctamente los
hechos acusados, en la sentencia definitiva, conforme, artículo 397 del Código Procesal Penal. Con base en lo anterior -y
según lo disponen el numeral 82 inciso 2º, en relación al 213, ambos del código de fondo citado- la acción penal por
dicha delincuencia no está prescrita, toda vez que la figura del robo agravado está sancionada con una pena de cinco a
quince años de prisión. En el caso que nos ocupa, donde los hechos ocurren el día 18 de febrero de 1988 y suponiendo
que no haya mediado ningún acto procesal que hubiera interrumpido dicho término, lo cual no ocurre en la especie
(artículo 3º de la Ley Nº 5712), la acción penal prescribiría en doce años, término que aún ni siquiera ha transcurrido. Por
lo expuesto no lleva razón la defensa en su primer motivo por el fondo, toda vez que la prescripción no ha operado. Esta
recalificación del cuadro fáctico que aquí se ordena, no viene a afectar de ninguna manera la garantía procesal de la no
reformatio in peius, pues la misma no abriga la calificación jurídica. Así lo ha sostenido esta Sala y lo ha ratificado la Sala
Constitucional al afirmar que "... el instituto de la no reformatio in peius no se ve afectado con la actuación de la Sala
Tercera de la Corte, en razón de que en nuestra normativa procesal penal tiene alcances muy reducidos, sólo
relacionados con la especie o cantidad de la pena impuesta y los beneficios acordados, de donde se debe concluir que la
Sala bien pudo modificar la calificación sin lesionar la garantía constitucional del debido proceso. Lo que no podía hacer, y
no lo hizo, es aumentar la pena impuesta por el tribunal sentenciador, aunque estimara -como lo hizo- que la calificación
legal que corresponde al hecho era diferente ..." SALA CONSTITUCIONAL, voto Nº 59-91, de las 14:10 hrs. del 11 de
enero de 1991." 1997. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 253 de las 9,30 hrs. del 14 de marzo.

22. RESPONSABILIDAD CIVIL - Alcances cuando se deriva de un accidente de tránsito.

"En el único extremo, alega violación del artículo 39 de la Ley de Tránsito, por estimar que la condena solidaria dispuesta
por el a quo hasta por el monto del valor del vehículo, crea una obligación personal del propietario del automotor, cuando
lo pertinente era la creación de una garantía real a favor de la parte ofendida, respecto al vehículo únicamente. El reclamo
resulta pertinente. En el presente asunto, se condenó solidariamente a los demandados civiles R.S.O. y B.O.S. a pagar
los montos del resarcimiento civil en pro del actor civil V.B., "respondiendo la demandada civil O.S. únicamente por el
valor del vehículo 185086 (sic), en razón de ser ella la dueña registral de dicho automóvil conforme se acredita con la
certificación registral de folio 146" (confrontar folio 335 frente, líneas 23 a 26). Posteriormente, realizó el Tribunal un
análisis adecuado del contenido del artículo 39 de la Ley de Tránsito vigente al momento de los hechos (ver folio 336
frente, línea 5 y siguientes), que determinó la procedencia del gravamen sobre el vehículo con el que se causó daño. Sin
embargo, incorrectamente el a quo señaló de manera expresa, que la condenatoria es solidaria respecto a la demandada
civil O.S., cuando lo pertinente es que -al no haberse acreditado que el encartado condujera el vehículo sin licencia-,
únicamente se afecte el automóvil mediante el gravamen respectivo. En efecto, el artículo 38 de la Ley de Tránsito vigente
al momento de ocurrir el suceso origen de la causa, disponía -en lo pertinente- la responsabilidad del propietario o dueño
del vehículo "...que permitiera que una persona carente de la respectiva licencia lo conduzca...", mientras que el artículo
39 de la misma normativa señala -como apropiadamente se ha venido alegando- un gravamen legal sobre el automotor o
sea, una garantía real para el eventual pago por el daño causado y no la responsabilidad civil solidaria -obligación
personal- del propietario del vehículo. En consecuencia, corresponde declarar con lugar el recurso por el fondo y casar la
sentencia impugnada en lo que fue objeto del recurso. Se anula el fallo en cuanto condenó a B.O.S. a pagar la reparación
civil en forma solidaria al ofendido J.V.B. y en su lugar se resuelve, que el vehículo placas [...] permanece gravado para
responder por el pago de la indemnización fijada por el a quo." 1997. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 167 de las
15,30 hrs. del 27 de febrero.

23. RESPONSABILIDAD CIVIL SOLIDARIA DEL ESTADO - Inexistencia cuando la actividad dañosa se realiza al margen
de las funciones del cargo.

"En el único motivo de su recurso por violación de la ley sustantiva -que por economía procesal se entra a resolver antes
que los defectos formales impugnados- el representante del Estado (demandado civil en esta causa) alega la errónea
aplicación de las normas de fondo que regulan la responsabilidad civil solidaria que le impuso a aquel el tribunal de mérito
(ver fs. 258 y 267 y ss.). Según su criterio, al acreditarse que el imputado realizó el ilícito cuando se encontraba fuera de
servicio (ver análisis de fondo de la sentencia al folio 251 fte. y vto. en relación con el cuadro fáctico acreditado) no podía
responsabilizarse al Estado solidariamente al pago de las respectivas indemnizaciones, ya que inclusive debió estimarse
que este último también resultó ofendido (ibid). Señala el impugnante que se demostró que el imputado E.G.A. (que a la
fecha de los hechos era Auxiliar de Investigación del O.I.J. en la sede regional de Cartago) acudió a dicha oficina -
estando fuera de servicio- y sin autorización alguna sustrajo las llaves y un vehículo oficial con el cual se dirigió a donde
se encontraba una ex-novia suya en compañía del ofendido, a quien le disparó con su arma de reglamento después de
una discusión con la primera. Agrega que lo anterior determina que el encartado -quien además de la perturbación
emocional usó indebidamente el arma que se le había entregado para el cumplimiento de sus deberes- actuó de modo
"personalísimo", usando de manera abusiva bienes del Estado y sin que este tuviera ningún vínculo con tal conducta.
Efectivamente le asiste razón al impugnante. Esta Sala ha dicho que si la actividad dañosa realizada por el imputado lo
fue al margen de las funciones de su cargo o con ocasión de ellos, es decir, si en su actuación ilícita no obró en ningún
momento por cuenta de la Administración, no se puede atribuir al Estado responsabilidad civil alguna (ver V-363 de las
9:20 hrs. del 12 de julio de 1991). Para poder establecer tal responsabilidad debe acudirse al artículo 191 de la Ley
General de la Administración Pública (relativo a la responsabilidad de la Administración por conducta ilícita) y no al 190
ibid que se refiere a otros supuestos en sus disposiciones generales. En el presente caso no cabe duda que G.A. actuó
por sí mismo en los hechos delictivos que se investigaron (y por los cuales resultó penalmente condenado y despedido de
su trabajo), sin que el Estado tuviese en ellos ninguna conexión o vinculación, por lo que no podría extenderse la
obligación de reparar o indemnizar de modo solidario hacia aquél. Así pues, se declara con lugar el recurso por violación
de la ley sustantiva. Se casa la sentencia en lo que fue materia de impugnación y resolviendo el fondo del asunto se
declara sin lugar la responsabilidad civil solidaria del Estado que le fue impuesta por el tribunal de mérito. En todo lo
demás se mantiene incólume el fallo." 1997. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 248 de las 9,05 hrs. del 14 de marzo.

24. ROBO - La agravante del uso de arma implica que el objeto utilizado alcance poder intimidatorio contra la persona
ofendida.

"Recurso interpuesto por el Lic. F.G.V.Z., Fiscal Décimo de Juicio del Ministerio Público. Recurso por el fondo: Reclama
como único motivo, inobservancia o errónea aplicación del artículo 213 inciso 2) del Código Penal, pues alega que se tuvo
por demostrado en el fallo que el encartado utilizó una pistola de gas con el propósito de intimidar o amedrentar a sus
víctimas, la cual si bien no es un arma de fuego, si reúne las condiciones de "arma", como para agravar la figura de robo.
Agrega que incluso con sólo verla, se aprecia que es una imitación de un arma de fuego calibre nueve milímetros, que en
la oscuridad confundiría incluso a un experto en esos instrumentos. El reclamo resulta procedente. El Tribunal tuvo por
acreditado -entre otros aspectos-, que: "...en determinado momento el encartado quien portaba una pistola de gas marca
Daisy Power Line, intimidó con la misma a los citados menores y con la cooperación de otro sujeto de raza negra, los
obligó a desviarse del camino bajo la amenaza de matarlos si no entregaban sus pertenencias, despojándolos de las tenis
que cada uno calzaba en esa oportunidad y asimismo, desapoderaron al ofendido M.S. de su reloj marca "Aqualite", una
esclava de oro de diez kilates con un dije en forma de cruz y una gorra marca "Nike", dándose de inmediato a la fuga. C)
Que de seguido los ofendidos solicitaron la ayuda a oficiales de la Sub-Comisaría de Tibás, quienes se dieron a la tarea
de buscar a los antisociales, logrando aprehender al encartado S.K. en la salida de Jardines de Tibás, decomisándole un
par de tenis, la esclava de oro con su respectivo dije y el reloj marca "Aqualite" así como la pistola de gas utilizada para
intimidarlos. D) Que los bienes sustraídos y recuperados fueron valorados pericialmente dando un gran total de doce mil
cuatrocientos colones" (ver folio 97 vuelto, línea 15 a folio 98 frente, línea 4). Sobre esta base fáctica, al fijar la calificación
jurídica, el Tribunal estimó que si bien: "inicialmente se acusaron estos hechos como constitutivos del delito de Robo
Agravado debido a la utilización de una supuesta "arma", es claro que conforme se colige del dictamen de balística visible
en el folio 86 de los autos, la pistola de gas decomisada al imputado, no resulta ser una arma de fuego la que por otra
parte, es uno de los tipos de arma que agrava la figura del robo en cuanto aumenta el poder ofensivo del sujeto activo
contra su víctima. En el sub-júdice es claro que el acusado utilizó la pistola de gas con el propósito de intimidar o bien
amedrentar a sus víctimas para lograr el despojo de sus bienes" (confrontar folio 99 vuelto, línea 30 a folio 100 frente,
línea 10). Ahora bien, según lo expuesto, estiman los suscritos Magistrados que incorrectamente no obstante aludir el a
quo la utilización en hechos delictivos de diferentes tipos de armas a través de cuyo empleo se agrava la figura del ilícito
de robo, se limitó en este caso a particularizar -de manera exclusiva- las armas de fuego, sin apreciar la naturaleza del
arma portada por el justiciable al momento de ejecutar los hechos origen de esta causa y en la que se apoyó para
intimidar a los ofendidos y así sustraerles los bienes de su propiedad descritos antes. En efecto, como con acierto lo
señaló el representante del Ministerio Público, la pistola de gas utilizada por el convicto para consumar el hecho que se le
atribuyó, no sólo es un objeto idóneo para causar daño a la salud de los perjudicados, sino que en el caso en examen -
conforme al cuadro fáctico acreditado- su empleo sirvió para intimidar a las víctimas, quienes sin oponer resistencia en
virtud de lo expuesto, entregaron sus bienes al asaltante. Sobre este aspecto ya la Sala ha estimado con anterioridad,
que: "El robo se califica como agravado si se realiza usando armas (artículo 213, inciso 2). Es una calificación por el
medio utilizado, que hace más grave la conducta al tornarla más peligrosa y ser más intimidante para el agraviado. La
agravante supone, evidentemente, que el arma debe intimidar y para ello debe, por lo menos, mostrarse ostentosamente a
una persona para vencer su voluntad, exhibirse con intención de intimidar para doblegar o evitar la resistencia de la
víctima a esa acción (que puede ser el mismo sujeto pasivo del robo o un tercero, como se señaló anteriormente). Blandir
el arma o apuntar con ella o dispararla son maneras claras para que se configure la agravante... 2.1) Concepto de "arma".
Este concepto se perfila en dos sentidos. Por arma se entiende tanto el objeto destinado por sus características en forma
específica para la defensa y el ataque (sentido propio) como el que, eventualmente, y sólo porque aumenta el poder
ofensivo del hombre, puede ser utilizado para los fines mencionados (sentido impropio). 2.1.1) Sobre las armas en sentido
propio. Si el arma en sentido propio presenta dificultades en su mecanismo, las que no descartan la posibilidad de que
funcione, su uso califica el robo, ya que la mera probabilidad de su efectividad es suficiente para entenderlo así. También
configuran la agravante: a) el arma descargada, pero apta para disparar; b) las conductas de simular un arma (como
quien apunta con una lapicera a la nuca del taxista asaltado o usa una pistola de juguete); y c) el arma de fuego
descompuesta, cuando en estos tres casos el objeto alcanza poder intimidatorio contra la persona ofendida, es decir
cuando la persona robada percibe el objeto como idóneo para ejercer violencia efectiva sobre su persona, pues en
relación a estas tres hipótesis debe tenerse presente que el tipo no exige como necesaria la acción efectiva del arma, sino
que sanciona su utilización como mecanismo de violencia contra el ofendido, la cual ya se realiza con la intimidación o
temor que provoca (que la víctima cree real y mediante la cual se logra vencer su voluntad para apoderarse
ilegítimamente de la cosa), que es el elemento del tipo buscado y conocido por el autor para facilitar el apoderamiento en
este delito (así FONTAN BALESTRA, Carlos: Derecho Penal, Parte Especial, Buenos Aires, Abeledo Perrot, 1978, pág.
314 y 318 a 319. En contra BREGLIA ARIAS, Op. cit., págs. 563-564 y CREUS, Op. cit., págs. 455 a 456). También existe
la agravante tratándose de armas de aire comprimido. 2.1.2) Sobre las armas en sentido impropio. Vale mencionar que la
doctrina indica entre estas, por ejemplo, herramientas tales como un alicate apoyado en la garganta de la víctima, lo
mismo que un destornillador (BREGLIA, Op. cit., pág. 565), si se toma en consideración que la utilización de estas armas
impropias tenga un gran poder vulnerante en tanto cumpla -valga reiterarlo- una función idónea para ejercer violencia
sobre el ofendido, doblegando o evitando la resistencia de la víctima a esa acción." (Así, Sala Tercera, V-179-F de las
9:55 horas del 23 de abril de 1.993). En ese estado de cosas, corresponde declarar con lugar el recurso por el fondo. Se
casa la sentencia en cuanto sancionó al acusado con pena de tres años privado de libertad por el delito de robo simple
con violencia sobre las personas y en su lugar, se declara a K.S.K. autor responsable del delito de Robo Agravado,
imponiéndosele cinco años de prisión." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 783-F de las 9,30 hrs. del 13 de
diciembre.
25. ROBO Y EXTORSION - Diferencia entre ambas figuras.

"En su único motivo del recurso, el fiscal de juicio alega que el tribunal aplicó indebidamente el derecho de fondo, al tener
los hechos como configurativos del delito de extorsión simple, y no como una tentativa de robo agravado y secuestro
extorsivo, cometidos en concurso material, lo cual se solicita se haga en casación. II.- En primer término, y aunque la
cuestión carece de relevancia en vista de lo que se resuelve en el considerando sucesivo, como digresión debe acotarse
que esta Sala estima que se está en presencia de una sola acción, y no dos, según reclama el recurrente. Efectivamente,
como ya lo ha señalado con antelación la jurisprudencia de casación (ver voto 101-F, de las 9 hrs. del 3 de marzo de
1995), si se parte de que la acción es un movimiento corporal presidido por una finalidad, es decir la exteriorización de esa
finalidad, debe estarse a la constatación de ambos aspectos para determinar la existencia de una o más acciones. Si la
proximidad funcional y fenoménica (temporal y espacial) del hecho evidencian una sola finalidad, se tratará de una sola
acción. En el presente caso, es notorio que la actuación del encartado reúne esas características, pues se presentó al
lugar solicitando la venta de cigarrillos, momento en el que aprovechó para conminar a la dueña de la pulpería para que
le hiciera entrega de diez mil colones, que al no ser hallados en el negocio, motivó que aquel, persistiendo en su
intención de obtener el dinero, la retuviera mientras su hijo los traía de la casa. Por consiguiente, el hecho sancionado
está compuesto por una única acción. III.- Luego, en cuanto a la calificación jurídica de los hechos demostrados, conviene
establecer, que, a diferencia de algunas corrientes doctrinarias, no estima esta Sala que en la extorsión se esté frente a
una autolesión. Tanto la extorsión como el robo son lesiones infligidas por persona diversa al ofendido, quien actúa sujeto
al talante de aquella, en aquel caso relativa y en el segundo absolutamente, puesto que resulta sabido que incluso ante
una sujeción relativa, el afectado no procede por voluntad propia, sino impulsado por una situación intimidante o
amenazante, que reduce seriamente su libre albedrío y, la disposición patrimonial que toma, obedece al requerimiento del
agresor, y no al deseo de aquel. Por eso, no es aceptable esa descripción diferenciadora. Traduciéndolo al plano físico,
otro tanto puede decirse de la lesión corporal sufrida por la persona a quien se le dispara, o bien se le presiona el dedo
para que accione el disparador contra sí mismo. Es obvio que en el segundo caso no se podría hablar de una conducta
"autolesiva", sin que quepa objetar que en esta eventualidad se actúa la vis absoluta, toda vez que, absoluta o relativa la
sujeción, la intención de tomar la disposición o entregar el bien, no surge del sujeto pasivo. IV.- Si bien en el robo puede
presentarse la intimidación y el ataque al patrimonio ajeno, al igual de cuanto sucede en la extorsión, la diferencia entre
ambas figuras, la marca un factor calificante: la inmediatez, respecto al agresor, de la ventaja que procura. Así, si no la
hay, dado que se pretende el cumplimiento de un acto relativo al patrimonio y previo a la ventaja o beneficio, podría
tratarse de una extorsión (o secuestro extorsivo, si hay privación de la libertad de alguien); pero si hay esa inmediatez,
porque se trata de una puesta ilegítima en posesión de un bien mueble, podría tratarse de un robo (sin detrimento que
concurra con el delito de privación de libertad, si es que se realiza una privación mayor a la normal en el robo, y ya de
por sí contenida en el disvalor de la norma correspondiente), o usurpación si es bien inmueble. En el presente asunto,
resulta que la ventaja fue inmediata, dado que se exigía dinero de la pulpería o de la casa, siendo indiferente que el bien
fuera traído por el hijo de la ofendida a pedido de esta o que a esta la llevaran hasta la casa para tomarlo directamente
los agresores, que en esas circunstancias daba lo mismo, pues podía hacerlo sin dificultad adicional. Por ende, estiman
los suscritos que, de conformidad con el artículo 213 inciso 2) del Código Penal, la acción es típica de un delito
consumado de robo agravado por el uso de armas, por el cual en este acto se le condena. V.- En consecuencia,
atendiendo a las circunstancias que rodearon el hecho, como son la intimidación ejercida contra la ofendida en presencia
de sus hijos menores, los que inevitablemente tuvieron que presenciar una agresión contra su madre, sorpresiva y fuera
de lo común, consistente en amenazas ejemplificadas con el uso contra las piedras de los cuchillos portados por los
acusados y que lo apuntaran contra el estómago de la ofendida, así como el provecho sacado por el justiciable tanto de la
soledad del sitio, que dificultaba la posibilidad de ayuda a la señora C.N. como de la actuación engañosa desplegada para
hacer que esta fuera hasta la pulpería para venderle los cigarrillos solicitados y, finalmente, de las graves amenazas
proferidas al retirarse para que no se dijera nada de lo acontecido, se le condena a ocho años de prisión, los que deberá
cumplir de acuerdo a la normativa penitenciaria y con abono de la preventiva eventualmente purgada." 1996. SALA
TERCERA DE LA CORTE, Nº 719-F de las 9,45 hrs. del 22 de noviembre.

26. ROBO Y LESIONES - El robo simple no excluye la posibilidad de configurar un delito adicional de lesiones.
"Como segundo motivo reclama el impugnante, respecto a la condenatoria de L.E.F.B. por el delito de Lesiones Leves, el
obligado ajuste en la figura del robo simple con violencia sobre las personas, de la lesión causada al Oficial C.S.L.
Conforme a esa tesitura el apoderamiento del arma de reglamento constituía el propósito del inculpado de atacar al
investigador, y no la de lesionarlo. Considera aplicado erróneamente el numeral 125 e inobservado el 23, ambos del
Código Penal. Se rechaza el agravio. Con arreglo al relato histórico de la sentencia el inculpado F. atacó al investigador
S.L., conductor del vehículo en el cual viajaban, para tratar de asfixiarle, produciéndose una lucha al término de la cual
dejó en el Oficial "un arrancamiento de epidermis con buen tejido de granulacion en cara externa de la articulación
interfalángica del pulgar izquierdo", incapacitante por quince días para sus labores habituales. Ha sostenido esta Sala
(Voto No. 179-F de 09:55 horas del 23 de abril de 1993) que la violencia en este tipo de ilícitos constituye la energía
física necesaria para vencer la resistencia opuesta, o que puede oponer, el sujeto pasivo para impedir el apoderamiento
del bien (vis absoluta). De la misma manera el autor podría ejercer con esos mismos propósitos intimidación o amenaza
contra la víctima (vis compulsiva). El pronunciamiento de la Sala va también en el sentido de establecer que esa energía
no requiere una determinada intensidad, pues basta su relación con el apoderamiento, cualquiera que sea aquélla. Como
tampoco requiere necesariamente el contacto físico del cuerpo del agente con el de la víctima (v.gr. el apoderamiento de
la cartera mediante un tirón). Desde esa perspectiva no es válida la tesis de la defensa en punto a calificar el hecho como
un concurso aparente de normas, según las previsiones del ordinal 23 ibídem. El robo simple con violencia en las
personas no excluye la posibilidad de configurar un delito adicional, en este caso de lesiones. De igual forma podría darse
el caso de la ocurrencia de un delito contra la propiedad de la naturaleza indicada, sin provocar lesiones en el sujeto
pasivo. Pero cuando el acto violento e ilegítimo del apoderamiento provoca coetáneamente al ofendido una lesión
incapacitante de las definidas como delito, también a la vida jurídica nace un nuevo injusto merecedor de tutela. En
consecuencia, se desestima el recurso." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 807-F de las 10,35 hrs. del 23 de
diciembre.

27. TENTATIVA DE ESTAFA - Declaración falsa ante juez civil utilizada como medio para engañar - Inexistencia de
concurso ideal con el delito de perjurio.

"En cuanto a los delitos de perjurio y de estafa. Con fundamento en los artículos 1, 2, 21, 75, 82 inciso 2º, 88, 216 inciso
2º, 309; 73 y 216 inciso 2º, todos del Código Penal, los cuales se estima han sido quebrantados, la defensa reprocha
como vicios in iudicando en relación al delito de perjurio: 1) que el medio utilizado por el imputado para engañar fue
mentir en la diligencia de confesión, por lo cual estamos en presencia de un concurso ideal entre los delitos de estafa y
perjurio, en cuyo caso sólo debe sancionarse por aquel; 2) que la acción penal por el delito de perjurio está prescrita; y
finalmente 3) que "... la conducta atribuida a mi defendido resulta atípica para dicho delito, pues examinados los requisitos
de la confesión en el Código Procesal Civil, no encontramos la obligación legal de decir la verdad bajo juramento ..." (folio
282 vuelto, líneas 7 a 10). Estos mismos reclamos se deducen en los tres primeros aspectos del primer motivo por la
forma, donde se plantea el reproche como una falta de fundamentación cuando en realidad el mismo se refiere a aspectos
de fondo. En lo que respecta al delito de estafa, el defensor plantea como vicios de fondo lo siguiente: 1) que el ardid
utilizado para engañar resulta inidóneo para alcanzar el perjuicio patrimonial; y 2) que estamos en presencia de un hecho
en grado de tentativa y no ante un delito consumado, sin que se formule ninguna pretensión en cuanto a la pena. El
reclamo resulta atendible conforme se dirá. De los hechos probados de la sentencia se desprende que el acusado trató de
inducir a error al Juez Cuarto Civil de San José, pues ante dicho funcionario presentó al cobro el certificado de prenda Nº
[...], a sabiendas de que para ese momento el mismo ya había sido debidamente cancelado por el ofendido O.C.V., todo
con el fin de causar a éste un perjuicio patrimonial antijurídico. En ejercicio de su defensa, el accionado llamó a confesión
al acusado a fin de que el supuesto acreedor reconociera varios recibos suscritos por él, según los cuales la obligación
había sido satisfecha íntegramente. No obstante lo anterior, el señor V.C. declaró falsamente (pretendiendo con ello
engañar al juez civil, lo cual al final no consiguió) que los documentos que se le presentaban correspondían a otra deuda
que no tenía ninguna relación con la que ahora ejecutaba. La acción del acusado fue declarada sin lugar al acogerse un
incidente de pago interpuesto por el demandado, con lo cual se imposibilitó la consumación del delito (folio 264 vuelto,
línea 7 en adelante). Según la anterior relación de hechos, el medio empleado por el agente para inducir a engaño a la
autoridad judicial es perfectamente idóneo para conseguir el fin ilícito propuesto, pues le presenta un certificado de prenda
en el cual no constaban literalmente los pagos que para ese entonces ya había realizado el deudor, lo que obligó a éste a
aportar una serie de recibos con base en los cuáles interpuso un incidente de pago. Tan efectivo era el despliegue
engañoso presentado por el imputado, que el accionado tuvo que llamarlo a confesión a fin de que reconociera los recibos
aportados, lo cual no hizo sino que falsamente declaró que los mismos no correspondían a la deuda que ahora cobraba.
Como puede verse, todos los actos realizados por V.C. iban directamente encaminados a la consumación del ilícito, lo
cual no se produjo gracias a que el juez civil, amparado en el dictamen pericial del contador público G.M., declaró con
lugar el incidente de pago interpuesto (ver copias certificadas de folios 69 a 74). La anterior descripción fáctica da cuenta
de lo que en doctrina se conoce como estafa procesal: "... también existe ese desdoblamiento en la estafa procesal,
porque el inducido a error es el juez, y el perjudicado la parte contra la que recae la sentencia fundamentada en el error
... no basta la simple afirmación de hechos falsos, ni el silencio de los verdaderos, puesto que, por la propia naturaleza del
procedimiento judicial, los derechos de las partes resultan de las pruebas aportadas al juicio. Siendo así las cosas, parece
claro que el fraude debe recaer esencialmente sobre la prueba y los elementos de convicción. En materia de tentativa ...
es preciso apreciar la idoneidad del ardid en sí mismo en relación con la vía a seguir para el logro del perjuicio, es decir,
con la persona del juez que es engañado. Habida cuenta de que en el hecho tentado el engaño no se logra, la tentativa
queda configurada aunque la diligencia del juez o la actividad de la otra parte permitan revelar el fraude ...". (Fontán
Balestra, Carlos. "DERECHO PENAL, PARTE ESPECIAL", editorial Abeledo-Perrot, Buenos Aires. 10ª edición, páginas
493 y 494. En términos semejantes se pronuncia Creus, Carlos. "DERECHO PENAL", editorial Astrea, Buenos Aires. 2ª
edición, 1988. Pág. 499). Como se deduce de lo anterior, en el caso que nos ocupa se configuró la estafa no sólo por la
afirmación de un hecho falso, contenida en el escrito de interposición de la demanda ejecutiva, sino porque mediante una
declaración igualmente falsa el acusado trató de desvirtuar y destruir la única prueba con que contaba el accionado para
basar su incidente de pago, lo cual no consiguió por la diligencia del juzgador. Así las cosas, y en esto se acoge el
segundo aspecto del reclamo, según una visión integral de toda esta descripción fáctica, nos encontramos ante un único
delito de estafa, pero en grado de tentativa, ello debido a que la consumación no se dio por causas independientes a la
voluntad del agente según se explicó. Como se comprende, la declaración falsa que se rinde durante la diligencia de
confesión constituye un acto más que integra la simulación de hechos falsos que viene a configurar un único delito de
estafa. De lo anterior se deduce el error de fondo en el cual incurrió el tribunal de mérito, a calificar los hechos como un
delito de estafa consumado y uno de perjurio, ambos en concurso material. Por lo expuesto el recurso debe declararse
con lugar, y recalificar los hechos como constitutivos de un único delito de estafa en grado de tentativa." 1997. SALA
TERCERA DE LA CORTE, Nº 221 de las 9,20 hrs. del 7 de marzo.

28. TENTATIVA DE EXTORSION - Necesario nexo causal entre la intimación y la entrega del bien.

"En el último reproche por el fondo se alega la inobservancia de los artículos 24 y 73 del Código Penal al estimarse que
el delito de Extorsión quedó en estado de tentativa. Lleva razón el impugnante, no obstante la breve motivación que se
hace en el reparo, por cuanto del elenco de hechos probados se desprende que la conducta en cuanto al delito referido
no se consumó, toda vez que desde el momento en que la señora G.M.M.S. (madre del ofendido) comunicó a las
autoridades de la intimidación, estas procedieron a "marcar" o individualizar los billetes que se entregarían con la finalidad
de producir pruebas que acreditaran el ilícito. Sin embargo, el vehículo no fue entregado como se esperaba, pues al
presentarse los encartados a la casa del sujeto conocido como "Ocho voltios" (quien se encargaba de ocultarlo) no lo
tenía porque lo había colisionado, manifestándoles que una grúa del Organismo de Investigación Judicial se lo había
llevado, razón por la cual aquellos se dirigen al edificio de dicho Organismo para tratar de verificar esa información, siendo
detenidos seguidamente. El automóvil se recupera no de la manera prevista sino porque "Ocho voltios" indica el lugar
donde lo dejó abandonado. Como se puede observar, no se concretaron todos los actos necesarios para consumar el
delito de Extorsión, en el cual es necesario un nexo de causalidad entre la intimidación -que sí se dio en el presente
caso- y la entrega del vehículo (en este sentido véase BREGLIA ARIAS y GAUNA, "Código Penal y Leyes
Complementarias", Editorial Astrea 1987, p. 576). Así pues, al interrumpirse la consumación por causas ajenas a la
voluntad de los inculpados (artículo 24 del Código Penal) la acción quedó en grado de tentativa. En consecuencia procede
declarar con lugar este reparo y resolviendo el fondo del asunto se recalifican los hechos que se le han venido atribuyendo
a D.D.I.S. y a E.M.R. como constitutivos de "Tentativa de Extorsión", y se impone a cada uno dos años de prisión con
base en los mismos factores que analizó el a quo, pena que deberán descontar conforme lo indiquen los reglamentos
penitenciarios. En lo demás se mantiene incólume el fallo." 1997. SALA TERCERA DE LA CORTE Nº 265 de las 10,30
hrs. del 14 de marzo.

29. TENTATIVA DE HOMICIDIO CALIFICADO - Concurso ideal con lesiones graves.

"En la segunda petitoria por el fondo, alega el recurrente que se aplicaron equivocadamente los artículos 124 en relación
al 126 del Código Penal, porque los hechos que constan en la resolución impugnada no constituyen el delito de lesiones
graves calificadas, al no concurrir en su defendido la circunstancia calificante de alevosía en los hechos perpetrados en
daño del perjudicado R.A., ya que su lesión fue producto del disparo dirigido a S.Mc.L. El motivo resulta atendible. Las
lesiones que sufrió el servidor del orden público, si bien no fueron consecuencia de una acción dirigida expresamente
contra su persona, se ocasionaron con dolo eventual porque el imputado previó el resultado lesivo como posible, es decir,
como efecto de la acción delictiva encaminada a acabar con la vida de S.Mc.L., tal y como lo tuvo por acreditado el
Tribunal sentenciador. Ahora bien, en cuanto se tipificó las lesiones graves como calificadas, no comparte esta Sala el
criterio externado por el a quo, en el sentido de que por el sólo hecho de que el homicidio fuese calificado, las lesiones lo
sean también. En este asunto, no obstante concurrir esas lesiones idealmente con la tentativa de homicidio calificado, lo
cierto es que no se está en presencia de alguno de los supuestos contemplados por el numeral 112 del Código Penal que
califican tal conducta. En consecuencia, corresponde declarar con lugar el reclamo y casar la sentencia parcialmente,
recalificando los hechos en cuanto el a quo tipificó las lesiones sufridas por R.A. como "graves calificadas" cuando lo
apropiado es como delito de "lesiones graves". Ahora bien, en lo referente a la pena, no se realiza análisis ni modificación
alguna, porque el Tribunal en lo que a este ilícito se refiere, omitió aumentar la pena impuesta inicialmente por la tentativa
de homicidio calificado, para no hacer más gravosa la situación jurídica del convicto." 1997. SALA TERCERA DE LA
CORTE Nº 358 de las 12,10 hrs. del 18 de abril.

30. TENTATIVA EN DELITOS DE PELIGRO - Posibilidad de que exista en algunos supuestos.

"La defensa solicita la revocatoria del fallo condenatorio y el dictado de una sentencia absolutoria en favor de V.A.S., pues
-en su criterio- en el mismo se aprecia una errónea aplicación de los artículos 71, 72 y 73 del Código Penal, y 18 de la
Ley sobre estupefacientes, sustancias psicotrópicas, drogas de uso no autorizado y actividades conexas. En apoyo del
reclamo se señala que "...en la especie estamos en presencia, no de un delito consumado, sino de uno cometido en
estado de tentativa...estamos en presencia de una acción delictiva no consumada precisamente por la intervención de la
policía judicial que logró truncar el transporte de droga con rumbo al Gran Centro Comercial del Sur..." (folio 270, líneas 22
a folio 271, línea 7). El reclamo no resulta atendible. La descripción de los hechos probados de la sentencia da cuenta
que el encartado A.S. efectivamente transportó drogas en el vehículo Datsun rojo, placas [...], con lo cual su conducta se
tipifica en el artículo 18 antes citado, pues aquella indica lo siguiente: "... sale el vehículo tipo pick up con V. y J., a
quienes se les da seguimiento ... se procede a interceptar dicho vehículo, ordenando la juez de instrucción que se
procediera al registro del mismo. Fue así como cerca del freno de mano había una bolsa plástica en la que se
encontraron trece cajetas de cocaína con un peso de cien gramos cada una ... " (folio 241 frente, líneas 15 a 26). Como
bien lo afirma la representante del Ministerio Público al contestar la audiencia respectiva, en la especie nos encontramos
ante un delito de peligro, es decir, que la ilicitud de la acción se consuma aún en el caso de que no se haya producido un
perjuicio material y efectivo al bien jurídico tutelado, esto es, la salud pública, pues esta última se ve afectada con el solo
transporte de las cajetas de cocaína base que realizaron los encartados, sin importar que hayan sido detenidos por las
autoridades antes de llegar al destino que se proponían. En ese sentido ha dicho esta Sala: "... En efecto, es cierto que
todos los delitos requieren de una consecuencia lesiva para el bien jurídico, sin excepción, y que la consecuencia en
algunos tipos penales consiste en un efectivo daño al bien jurídico, mientras que en otros -como ocurre en el caso de
autos- sólo consiste en poner en peligro ese bien jurídico tutelado. Lo anterior en realidad no releva exigir, en todos los
casos, una consecuencia lesiva para el bien jurídico tutelado, incluso en los delitos de peligro abstracto, sólo que en estos
últimos la consecuencia lesiva no requiere de una específica demostración en el caso concreto, porque el legislador valoró
la conducta y estimó que ella lesiona el bien protegido, aunque desde luego admite prueba en contrario ..." Voto Nº 683-F,
de las nueve horas con cinco minutos del trece de diciembre de mil novecientos noventa y uno. Por otra parte es
conveniente agregar que esta Sala no descarta la posibilidad de que en los delitos de peligro exista tentativa, pues a tal
propósito lo que interesa es que la acción sea fragmentable, y permita deducir de manera inequívoca que el sujeto activo
se dirigía hacia la consumación cuando su conducta fue interrumpida por una causa ajena a su voluntad, conforme lo
establece el artículo 24 del Código Penal. Sin embargo, en un caso como el presente la sola posesión de drogas con fines
de tráfico constituye ya un delito consumado, independientemente de que el sujeto activo haya logrado transportar y
entregar la droga a su destinatario, como ocurrió en el presente caso. Es por esta razón que en este asunto no existe
tentativa y no porque se trate de un delito de peligro como parece creerlo el recurrente." 1996. SALA TERCERA DE LA
CORTE, Nº 821-F de las 11,50 hrs. del 23 de diciembre.
31. USO DE DOCUMENTO FALSO - Alteración de pasaporte estadounidense no excluye responsabilidad ni elimina dolo.

"En el primer motivo del recurso por el fondo el defensor alega que el imputado, cubano de nacimiento, después de estar
en territorio costarricense varios meses y con el concurso de sus padres, hizo contactos con J.J.D.C. para que se le
proveyera de un pasaporte de los Estados Unidos de América, a nombre de A.N.S., número [...], al que se le sustituyó la
fotografía por una suya. Agrega que el acusado aceptó los hechos y mostró arrepentimiento, contando los pormenores del
asunto, pero manifestó que nunca pretendió ofender la fe pública nacional y mucho menos violentar el ordenamiento
jurídico costarricense.- Finalmente señala que en su opinión la única fe pública ofendida fue la de Estados Unidos de
América y no la de Costa Rica. Por lo expuesto estima que se violan los artículos 20 y 363 del Código Penal y por ello
solicita se absuelva a su defendido.- En criterio de la mayoría de la Sala el reproche debe rechazarse.- Efectivamente es
cierto que el imputado aceptó los hechos durante el debate, ya que dijo que su familia contactó con J.D.C. aquí en Costa
Rica, a quien le pagaron la suma de mil dólares norteamericanos para que les entregara un pasaporte de Estados Unidos
de América alterado, con el fin de viajar y reunirse con sus padres que viven en este último país. Agregó en su
declaración que no pretendía ocasionar un daño a Costa Rica, sino que estaba desesperado por reunirse con su familia y
que por tal motivo utilizó el pasaporte falso. - Por otro lado existe una denuncia suscrita por el señor H.M., oficial del
servicio de vigilancia aérea del aeropuerto Juan Santamaría, que se incorporó al debate (de fls. 2 y 11), que señala que el
aquí imputado se presentó al mostrador de Aviateca con el fin de viajar a Estados Unidos, y la señorita H.C. detectó que
el pasaporte estaba adulterado. Agrega el denunciante que manifestó el subgerente de la aerolínea señor M.S.B., que un
día antes había recibido una llamada telefónica del gerente de la empresa, quien le indicó que dos personas intentarían
viajar a Miami con pasaportes falsos.- Como puede apreciarse de estos elementos probatorios, así como de los demás
que fueron legalmente introducidos al debate, es posible deducir que el imputado prestó su concurso para alterar un
documento auténtico, al permitir que se insertara en el pasaporte estadounidense una fotografía suya, con el fin de
hacerse pasar por la persona a cuyo nombre se había extendido el documento y así poder ingresar al país donde estaba
su familia. Esta acción podría constituir, incluso, el delito de falsedad a que se refiere el artículo 357 del Código Penal,
pero en cuyo análisis no se incursiona en virtud del principio que prohíbe la reforma en perjuicio, ya que recurre en
casación sólo la defensa y en favor del acusado.- El Tribunal calificó esa acción como constitutiva del delito de uso de
documento falso, le aplicó a A.C. la pena de un año de prisión y le concedió el beneficio de condena de ejecución
condicional de la pena. Esos hechos efectivamente han lesionado el bien jurídico protegido "la fe pública", porque se alteró
un documento falso extendido por autoridades extranjeras para identificar a sus nacionales, con el fin de utilizarlo para
viajar a ese país, hasta que fue detectado por las personas que atendían en el mostrador del aeropuerto de la aerolínea
que se pretendía utilizar para el viaje. El acusado ha sido claro al afirmar que prestó su concurso para que se realizara la
adulteración, al pagar un precio con el fin de obtener un pasaporte falso extendido a nombre de otra persona, y además
proporcionó su fotografía, la cual se le aplicó al pasaporte. Finalmente, sabiendo que ese pasaporte no está extendido a
su nombre, lo utiliza con pleno conocimiento de la falsedad, hasta que es detectado por las despachadoras de la
aerolínea, cuando se disponía a viajar. La circunstancia de que A. no pretendiera lesionar la fe pública costarricense, sino
sólo la estadounidense, no excluye su responsabilidad ni elimina el dolo según los presupuestos del artículo 30 del
Código Penal, para lo cual no debe confundirse la intención con el dolo, ya que no siempre son coincidentes. El dolo,
según las exigencias legales y constitucionales, consiste en la realización consciente y voluntaria de una acción, con plena
capacidad de entendimiento. El artículo 31 ibídem señala que obra con dolo quien quiere la realización del hecho
tipificado, independientemente de la finalidad de su conducta, que desde el punto de vista moral podríamos calificar de
buena o mala, según el caso.- Es indudable que con la alteración o el uso de un documento de identidad, como el
pasaporte tratándose de extranjeros, se lesiona el bien jurídico: la fe pública, pues en el caso concreto con ella se
pretendió alterar la identidad de una persona, con el fin inmediato, al menos, de lograr la autorización para viajar a otro
país y finalmente obtener la autorización de ingreso y no ser rechazado desde el inicio del viaje.- Tampoco podríamos
afirmar en el presente caso que no se lesionara el bien jurídico, por la manifestación que se hace en la denuncia escrita,
incorporada al debate, donde el denunciante manifiesta que un día antes de que se sorprendiera al imputado utilizando el
pasaporte falso, el subgerente de la aerolínea había sido informado por el gerente, que existía la posibilidad de que dos
personas intentaran viajar a Miami con pasaportes falsos. En primer término porque no consta que esa información la
tuvieren las personas frente a las cuales finalmente el imputado utilizó el pasaporte falso para intentar su viaje al
extranjero; en segundo lugar, porque se trata de una información genérica que no precisó quién podría ser la persona que
portaría el posible pasaporte falso; y en tercer lugar, porque aún cuando las despachadoras de la aerolínea, que
atendieron al imputado en el aeropuerto, hubieren sido informadas de que dos personas pretendían usar pasaportes falsos
para viajar a Miami, ello no desnaturaliza la conducta lesiva del imputado al utilizar el documento falso, como ocurre en el
caso de billetes falsificados cuando se utilizan frente a personas que están alertadas de la existencia de posibles
falsificaciones. Obsérvese que en este caso ni siquiera estaba identificada la persona, no se precisó quién y en qué
momento se presentaría, a diferencia de otros casos en los cuales se observa a A. cuando desarrolla la acción delictiva,
se le tiene bajo vigilancia hasta sorprenderlo en determinado momento del íter críminis. En el caso de autos no se sabía
quiénes podían ser las personas que utilizarían pasaportes falsos, y así se presenta el acusado utilizando uno, se detecta
la falsificación y por ello se le detiene. Por lo expuesto, el reproche debe declararse sin lugar." 1996. SALA TERCERA DE
LA CORTE, Nº 760-F de las 9,45 hrs. del 6 de diciembre.

32. USO DE DOCUMENTO FALSO CON OCASION DE ESTAFA - Solicitud de tarjeta de crédito a nombre de otro.

"En el último capítulo del recurso de casación acusa el imputado, como vicio in iudicando, la inobservancia de los
artículos 222, 216 y 208 del Código Penal, ya que la conducta que se le atribuyó no constituye el delito de Administración
Fraudulenta sino el de Hurto simple, razón por la cual solicita que la sentencia sea casada, recalificando el hecho y
disminuyendo la pena (fijada por el tribunal a quo en cuatro años de prisión) al extremo menor aplicable, a saber, un mes
de prisión y concediéndole el beneficio de ejecución condicional de la pena.- Considera esta Sala que a pesar de que en
la sentencia impugnada el Tribunal a quo cometió un error in iudicando, no es posible atender a la petición formulada para
sea disminuida la pena, acompañada del beneficio indicado, por las siguientes razones. F.G.M.E. fue declarado autor del
delito de Administración Fraudulenta erróneamente, porque no se acreditó en la especie que él tuviera a su cargo el
manejo o administración de la tarjeta de débito correspondiente a la cuenta corriente del ofendido C.E.M.H. Fue una
incorrecta valoración jurídica del a quo, ya que lo que se comprobó es que el primero era conserje y mensajero del
segundo, y que burlando la confianza de este gestionó ante el Banco de Costa Rica el servicio de tarjeta, lo cual logró
burlando a su vez la confianza que se le concedía por parte de los funcionarios del Banco -la cual resultó excesiva, como
se verá-, en vista de que él era quien se presentaba a hacer otras gestiones propias de la cuenta corriente del ofendido y
porque en esta se manejaban constantemente elevadas sumas de dinero, lo cual concedía cierto trato preferencial de
parte de la Institución, todo lo que está claramente explicado en la sentencia. Sin embargo, lo anterior no significa que la
conducta desplegada por el imputado sea atípica (o constitutiva de Hurto Simple, como alega el recurrente), ya que para
obtener esa tarjeta (y posteriormente otra justificada en el extravío de la primera), el acusado presentó ante el Banco la
documentación necesaria para ello (por ejemplo el contrato de servicio y la solicitud para reponer la tarjeta, pues los
funcionarios del Banco le entregaban al acusado las fórmulas correspondientes para que él las llevara y trajera firmadas
por M.H.), la cual sabía que era falsa, siendo que el ofendido y cuentacorrentista M.H. ni siquiera se enteró de lo que
hacía su empleado, con todo lo cual logró tener en su poder esas tarjetas, con las que procedió, durante más de una año,
a retirar sumas de dinero de la cuenta por medio del cajero automático, las que sumaron un gran total de seis millones
ciento doce mil colones. Con tal proceder, el acusado indujo en error al Banco, ya que simuló, abusando de la confianza y
utilizando falsos documentos, que a través suyo era el ofendido M.H. quien solicitaba y asumía contractualmente el
servicio de la tarjeta para su cuenta corriente, obteniendo un beneficio patrimonial antijurídico para sí y lesionando el
patrimonio de M.H. en el tanto indicado. Por ello, para que el error del a quo no pase inadvertido, la sentencia debe
casarse pero únicamente para recalificar el hecho como constitutivo de Uso de falso documento con ocasión de Estafa, en
perjuicio de la Fe Pública, del Banco Nacional y de C.E.M.H. En vista del principio de no reforma en perjuicio, no procede
modificar la pena, la cual -en su extremo menor- podría ser superior a la impuesta por el Tribunal de mérito." 1997. SALA
TERCERA DE LA CORTE, Nº 405 de las 17,10 hrs. del 29 de abril.

33. USO DE DOCUMENTO FALSO Y ESTAFA - Resultado pluriofensivo que configura un concurso ideal de ilícitos.

"En el único motivo por violación a la ley sustantiva, se acusa aplicación errónea de los artículos 22 y 76 del Código
Penal, por parte del tribunal sentenciador. Ello al considerar que existió un concurso material entre el uso de documento
falso y la estafa, siendo que según indica el recurrente, se está ante un concurso ideal, por lo que deben aplicarse los
artículos 21 y 75 del citado código. El reclamo debe ser declarado con lugar. No existe duda que el uso de documento
falso hecho por el agente consistió única y exclusivamente en estafar al ofendido, de modo que la acción es una. No
obstante, el resultado es pluriofensivo, al afectar la propiedad y la fe pública, lesionando más de una norma y dando lugar
a un concurso ideal. Ahora bien, por otra parte, ha de entenderse que en este concurso interviene también la falsificación
de documento que se le achaca, la cual debe tenerse por cometida precisamente en el instante y lugar en que la acción
es capaz de generar un perjuicio (elemento objetivo del tipo penal), lesionando o poniendo en peligro el bien jurídico
tutelado, que fue cabalmente cuando se hizo uso del documento para facilitar el engaño defraudatorio. En consecuencia,
concurren en el acto la estafa, el uso de documento falso efectuado y la falsificación previa del mismo, que como se
explicó se estima realizada en tal momento. Por ende, debe casarse la sentencia, declarando a E.H.Q.M. autor
responsable únicamente del delito de falsificación de documento, cometido en concurso ideal con el de uso de documento
falso y de estafa." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 831-F de las 13,10 hrs. del 23 de diciembre.

34. VIOLACION AGRAVADA - Colaboración necesaria constituye complicidad y no coautoría.

"Según el cuadro fáctico que contiene la resolución recurrida, el a quo tuvo por demostrado que: "..e) el día ocho de mayo
de mil novecientos ochenta y ocho, aproximadamente a las veintiuna horas con treinta minutos, cuando la aquí ofendida
R.A.G.M., regresaba en bicicleta del Barrio Fray Casiano de Madrid, Puntarenas, a donde había ido a realizar una
diligencia personal y se dirigía nuevamente hacia el barrio Veinte de Noviembre en compañía de su amigo R.A.P., al
pasar por el portón de Fertica fueron adelantados por los aquí imputados C.L.G.R., R.Q.M. y un sujeto de nombre
E.A.V.Ch., quien aún no ha sido localizado. f) Que poco después cuando llegaron al cruce entre Fertica y Carrizal, los
encartados y el citado sujeto, se encontraban esperándolos en el mencionado cruce de línea, por lo que al tener que
bajarse de la bicicleta para cruzar dicha línea, el citado E.A.V.Ch. procedió a ponerle un revólver contra la frente de la
ofendida, amenazándola para que no gritara, mientras el encartado C.L.G.R., sujetó a R., a quien le colocó un cuchillo en
el cuello, luego se acercó el co-imputado R.Q.M. y le puso a la ofendida un cuchillo en la cintura y así la condujeron junto
con R. hasta la casetilla del ferrocarril, donde le dijeron a la ofendida G.M. que se desnudara, pero como ésta no aceptó,
procedieron entonces por la fuerza a quitarle todas las prendas de vestir, además que mediante la intimidación lograda,
tanto a la ofendida como a su acompañante con las armas que portaban lograron cada uno de ellos mantener relaciones
sexuales con la ofendida. g) Que posteriormente los justiciables despojaron a la ofendida de su bicicleta BMX, su reloj, de
un anillo y unos aretes, apoderándose de ellos; asimismo la enviaron a que consiguiera un dinero para liberar a su amigo
R., lo cual se dispuso hacer; de camino fue alcanzada por este joven quien escapó del sitio donde lo dejaron maniatado
sus captores..." (ver folio 199 vuelto) y por ellos se condenó tanto al recurrente Q.M., como a G.R., como coautores
responsables de tres delitos de violación agravada y uno de robo agravado, cometidos todos en concurso material. Con
respecto a la calificación legal fijada por el a quo, respecto al desapoderamiento de la bicicleta y otros bienes de la
perjudicada y al grado de participación que cada uno de los encartados tuvo en los mismos, ningún reparo, objeción o
corrección tiene que hacer esta Sala; sin embargo, con respecto a la participación de los sentenciados en lo que se refiere
a los delitos de violación por los que resultaron condenados, sí; en efecto, visto el cuadro fáctico fijado por el a quo,
estiman los suscritos que el Tribunal incorrectamente estableció la calificación jurídica, al condenar a los sentenciados
M.Q. y G.R. como co-autores de tres delitos de violación agravada, cuando en realidad, cada uno de ellos tuvo
directamente un sólo acceso carnal con la perjudicada. Al respecto, como ya lo ha señalado esta Sala (confrontar V-121-F
de las 9:50 horas del 15 de abril de 1.992; V-465-F a las 8:50 horas del 11 de noviembre de 1.994), así como la Sala
Constitucional al resolver la consulta preceptiva en este asunto (confrontar folio 272 frente), el tipo penal establecido en el
artículo 156 únicamente puede ser realizado por el autor, pues la penetración se lleva a cabo en forma directa, situación
que descarta la posibilidad de que quien preste tan sólo una colaboración necesaria -como lo alega ahora el recurrente y
se tuvo por demostrado en el fallo sujeto a análisis-, para que su autor lleve a cabo exitosamente su propósito, pueda
cometer el ilícito de violación en grado de co-autor. En el presente caso se acreditó que los tres participantes agredieron
sexualmente y de manera sucesiva a la ofendida G.M.; sin embargo, también se anota que mientras cada uno de ellos
accedía sexualmente a la perjudicada, los restantes intimidaban y reducían a la impotencia mediante el uso de armas,
tanto a R.A. como a su acompañante M.S., lo que evidencia el acuerdo tácito habido entre los acriminados para cometer
el ilícito, al prestarse recíprocamente colaboración y cooperación para consumarlo, logrando así que en cada caso el autor
lograra su propósito. Así las cosas, si bien se desestima -conforme lo expuesto-, que se esté en presencia de una
coautoría en tres delitos de violación agravada, como lo tuvo por acreditado el Tribunal, sí se determina que ellos son
responsables -en calidad de autores- de un delito de violación agravada cada uno y cómplices en dos ilícitos de la misma
naturaleza, todos cometidos en daño de R.A.G.M. Por ello, corresponde declarar con lugar el recurso interpuesto por el
sentenciado R.Q.M. y aplicarlo en forma extensiva a C.L.G.R." 1997. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 362 de las
12,30 hrs. del 18 de abril.

35. VIOLACION DE DOMICILIO - Ingreso a local comercial - Tutela del ámbito de intimidad.

"Errónea aplicación del artículo 204 del Código Penal, por atipicidad de la conducta en perjuicio de "M.S.Ch.". Al
considerar como erróneamente aplicado el artículo 204 del Código Penal, el defensor particular del imputado estima que
se ha incurrido en un error in iudicando, pues los hechos probados en perjuicio de "M.S.Ch." constituyen una conducta
atípica. En apoyo del reclamo, se razona que -al tratarse de un negocio comercial- no se lesionó el bien jurídico tutelado
por el tipo penal de la violación de domicilio, esto es, la intimidad. El reclamo resulta inatendible. El recurrente parte de un
error al estimar que en la especie no hubo afectación al ámbito de intimidad de nadie, pues "... los objetos existentes es
(sic) ese local comercial no tienen intimidad ..." [...]. Nuestro legislador optó por darle protección jurídico-penal a cualquier
intromisión ilegítima en un local comercial, ya que de manera expresa extendió la tutela del ámbito de intimidad -no sólo
al domicilio- sino también a toda casa de negocio ajena. Lo anterior significa que se lesiona el bien jurídico "intimidad"
cuando se ingresa a un aposento destinado a la actividad comercial que no está destinado al acceso público, es decir, a
la entrada de un número indeterminado de personas. Así las cosas, el propietario de un recinto destinado a una concreta
actividad (mercantil, científica, artística, etc.) lucrativa o no, tiene el derecho de mantener alrededor del mismo una esfera
de reserva dentro de la cual pueda desenvolverse sin la injerencia de terceros, gozando de la protección penal en caso de
que se penetre en la misma sin su consentimiento expreso o presunto, o mediante clandestinidad o engaño (En ese
sentido ver: Creus, Carlos, "DERECHO PENAL", parte especial, Tomo I. Editorial Astrea, Buenos Aires, 2ª edición
actualizada, 1988, págs. 362 a 365). En el caso de autos el agente activo penetró durante la noche al inmueble del
ofendido, dedicado a la venta de motocicletas, para lo cual se cortaron los cables de la alarma. Debido a que la alarma
siempre se activó, fue descubierto y detenido dentro del negocio (folio 258 frente, línea 28 en adelante). Estos hechos así
descritos encuadran en la figura del 204 del Código Penal, pues sí hubo afectación del bien jurídico tutelado en los
términos antes referidos, sin importar que la intención directa del acusado hubiere sido otra. En este sentido ha dicho esta
Sala: "... la perturbación al ámbito de intimidad se produce aunque ese no hubiese sido el objetivo específico y directo de
aquél (el agente activo)... carece de razón lo que se ha interpretado en cuanto a la necesidad de que la casa de negocios
esté habitada para que haya delito, ya que de ser así, no tendría sentido la distinción que dispone la ley entre morada y
casa de negocios, pues habitada la última, se la tutelaría como morada (ibid), siendo distinto el caso en que el tipo penal
así lo exige. De lo anterior puede derivarse que si una institución, como la referida en autos, se encuentra cerrada al
público en razón del horario correspondiente, quien penetre a ella contra la voluntad -presunta o directa- de quienes
tendrían derecho a excluirlo, comete el delito de Violación de Domicilio aunque su motivación o propósito específico no
fuese perturbar o lesionar el ámbito de intimidad ... lo que hace factible que un sujeto viole un domicilio motivado en muy
diferentes circunstancias (por ejemplo para dañar una pizarra, o destruir libros, etc.) pero no por ello desaparece su
conducta dolosa constitutiva de la infracción al haberse perturbado el ámbito de intimidad en los términos anteriormente
expuestos ..." Sentencia Nº V-95-F de las 17:05 hrs. del 21 de abril de 1994 (c. IV). Por todo lo dicho se declara sin lugar
el recurso por el fondo." 1997. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 66 de las 10,10 hrs. del 31 de enero.

B- DERECHO PROCESAL PENAL

36. ACCION CIVIL RESARCITORIA - Cónyuge no necesita condición de heredera.

"La razón por la que el Tribunal denegó parcialmente la acción civil resarcitoria resulta contraria a derecho, puesto que
resultaba innecesario indicar en forma expresa el destinatario de la suma que correspondía por la muerte del perjudicado
M.A.C.J. en concepto de indemnización, pues en efecto, en el presente asunto la actora civil C.S.R., desde el momento
en que interpuso la acción civil, lo hizo como ofendida directa por las lesiones sufridas por ella directamente por el hecho
delictivo, así como en su condición de cónyuge supérstite y por ende, con derecho también a ser indemnizada por los
daños y perjuicios infligidos, como damnificada directa a consecuencia de la muerte de su esposo, sin que aprecie esta
Sala que existan motivos razonables ni legales, para que el Tribunal de manera oficiosa, estimara que no era posible
concederle la indemnización en cuanto al segundo rubro, reduciendo con ello su pretensión. Obsérvese que ella ni
siquiera necesitaba ostentar la condición de heredera del occiso, porque el artículo 128 del Código Penal de 1.941
dispone, que en tratándose de acreedores alimentarios legales que recibían del occiso alimentos o asistencia familiar -
como en este caso la actora civil- procede la indemnización correspondiente, mientras que el artículo 156 del Código de
Familia establece, que los cónyuges entre sí tienen el deber legal de alimentarse." Así las cosas, corresponde declarar con
lugar el recurso por el fondo, casar la sentencia únicamente en cuanto denegó de manera parcial la acción civil
resarcitoria y el reclamo por costas y resolver sobre el fondo -conforme a la legislación aplicable- teniendo en cuenta que
en el debate el Lic. B.Q. como representante de la actora civil R.S., solicitó condenar a los demandados civiles C.A. y
M.A.R.D. respecto a los daños y perjuicios ocasionados [...]." 1997. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 79 de las 9,30
hrs. del 7 de febrero.
37. ACCION CIVIL RESARCITORIA - Omitir la pretensión concreta en el recurso de casación impide a la Sala
pronunciarse en ese aspecto.

"En el término del emplazamiento, el abogado director de la parte actora civil se adhiere al recurso formulado por el
imputado, y con fundamento en los artículos 450, 472, y 475 del Código de Procedimientos Penales solicita se confirme la
sentencia en el aspecto penal, y luego manifiesta que el tribunal declaró sin lugar la acción civil resarcitoria con el
argumento de que la acción la formuló la madre de la ofendida, quien supuestamente no podía representarla por ser esta
última mayor de edad, lo cual califica de injusto porque ella es incapaz de representarse a sí misma por padecer de un
retardo mental, según se tuvo por demostrado. El reclamo es informal, pues no se formula ninguna petición concreta en lo
que al aspecto civil se refiere. La Sala no podría actuar de oficio en un caso como el presente, en primer lugar por
tratarse de un asunto de carácter patrimonial, donde no puede concederse más allá de lo peticionado; y en segundo lugar
por tratarse de un recurso de casación, que es voluntario y se encuentra circunscrito a lo que la parte gestione, según lo
señala expresamente el artículo 459 ibídem, el cual dispone que el agravio, que se exterioriza en una petición concreta,
delimita la competencia del tribunal de alzada, salvo desde luego las nulidades declarables de oficio." 1996. SALA
TERCERA DE LA CORTE, Nº 738-F de las 8,45 hrs. del 28 de noviembre.

38. ALLANAMIENTO - Validez de práctica en varias habitaciones de un hotel pese a una sola orden.

"De conformidad con los artículos 39, 41 y 42 de la Constitución Política; 106, 393, 395 inciso 2º, 400 inciso 3º, todos del
Código de Procedimientos Penales, la defensora pública de los imputados, Licda. M.L.R., reprocha que la sentencia se
basa en prueba ilegítima por inobservancia del principio del juez natural y por mediar un allanamiento ilegal en la
obtención de las pruebas. En apoyo de su reclamo, la abogada recurrente estima que el allanamiento, registro y secuestro
fue ordenado y practicado por una autoridad incompetente, esto es, la actuaria del Juzgado 1º de Instrucción de San José,
pues dichos actos definitivos e irreproductibles correspondían al juez. Por otra parte, la requisa fue practicada por el Juez
2º de Instrucción, cuando el competente lo era el primero. La defensa también califica de espuria la prueba obtenida
durante el allanamiento, pues éste no se practicó conforme a derecho, ya que en la orden se consignó genéricamente el
Hotel Terminal, cuando en realidad cada una de las 25 habitaciones allanadas constituyen un recinto privado. El motivo
planteado resulta improcedente, por lo cual debe ser declarado sin lugar. Como bien lo afirma el representante del
Ministerio Público al contestar la audiencia que se le concedió, el actuario sí está legitimado para realizar los actos de
instrucción que cita la recurrente. En efecto, por un lado el artículo 125 de la Ley Orgánica del Poder Judicial estatuye que
los actuarios tendrán a su cargo la tramitación de los diferentes asuntos que conozca la oficina donde estuvieren
adscritos, y por otro, la Corte Plena -amparada en las facultades que le conceden los artículos 125 y 130 de la Ley
Orgánica del Poder Judicial- delimitó entre las funciones del actuario, las siguientes: "... 18b) practicar las diligencias de
instrucción, en toda clase de asuntos, hasta dejarlos en estado de pronunciarse sobre el fondo de la clausura de la
instrucción; y ordenar la detención del imputado cuando proceda ... d) Iniciar las diligencias de instrucción fuera de las
horas de oficina, en turno con el jefe de oficina ..." (Sesión de Corte Plena del 5 de setiembre de 1994, artículo XV,
publicada en el Boletín Judicial Nº 201 del lunes 24 de octubre de 1994). Como puede desprenderse de lo transcrito,
todas las diligencias realizadas por la actuaria del Juzgado 1º de Instrucción de San José estaban enmarcadas dentro de
su ámbito de competencia funcional, de donde se colige que no existió irrespeto alguno al principio constitucional del juez
natural. En lo relativo a la ilegalidad del allanamiento practicado en 25 habitaciones del Hotel Terminal tampoco encuentra
esta Sala que se haya producido alguna infracción procesal que afecte al derecho de defensa. La orden de allanamiento
de folio 22 frente y vuelto, cumple con los requisitos formales previstos por los numerales 209 y siguientes del Código
Procesal Penal, pues la misma se formuló por escrito e indica el lugar, día y hora en que la medida debía efectuarse,
dejando claro -incluso- que tal diligencia se llevaría a cabo entre las 10 y las 18 horas. Así las cosas, y partiendo de que
el allanamiento se ejecutaría en un solo inmueble, es decir en el Hotel Terminal (por informes que señalaban que ese
lugar estaba siendo utilizado para el tráfico de drogas), no parece lógico exigir que la autoridad instructora hubiese
expedido tantas órdenes de allanamiento según el número de habitaciones del hotel, sobre todo al tener claro que la
diligencia se llevaría a cabo en un solo momento y por parte de los mismos funcionarios. La resolución que dispuso el
allanamiento del Hotel fue también muy específica al indicar que se tenía informes que señalaban a los aquí imputados
como sospechosos de traficar con drogas, por lo que no podría afirmarse que fue genérica e imprecisa. Finalmente, debe
indicarse que la requisa la practicó el Juez Segundo de Instrucción de San José porque fue comisionado al efecto, en
forma expresa, por la Juez Primero de instrucción de San José, mediante resolución de las quince horas con quince
minutos del diecisiete de abril del año en curso (de folio 27), ya que tanto la titular como el actuario de este último
despacho son mujeres, y la requisa debía practicársele a dos hombres. En consecuencia se dispuso la comisión al juez
varón con el fin de "...resguardar el pudor de los requisados..." según indicó la funcionaria en su resolución, y ello no se
traduce en una violación de los derechos de los acusados. Con base en todo lo expuesto, se rechaza el motivo
planteado." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 745-F de las 9,25 hrs. del 28 de noviembre.

39. DERECHO DE ABSTENCION - Imposibilidad de ser utilizado en perjuicio del encartado.

"Reclama el Lic. J.I.V.H. en su condición de defensor del imputado J.J.S.A. como primer agravio, violación de los artículos
226 y 393 párrafo segundo en relación con el 400 inciso 4) del Código de Procedimientos Penales; al respecto señala el
impugnante, que el Tribunal inobservó las reglas de la sana crítica en la valoración del material probatorio. El recurso
resulta procedente, conforme se dirá. Visto el contenido del voto de mayoría del Tribunal se aprecia que en el análisis de
fondo en el que se sustenta la condenatoria dispuesta señaló -entre otros aspectos- que: "En el cuestionamiento de la
defensa, sobre que no hay dictamen alguno sobre la secreción blanquecina en introito, parece olvidar que en parte se
debió, a que el mismo imputado a fs. 71, manifestó que no deseaba hacerse la muestra de saliva, semen y sangre, lo
cual no afecta para que podamos considerar que es semen del encartado, por cuanto se le ha concedido credibilidad a las
ofendidas" (folio 125); además de que "Las aquí ofendidas son contestes en decirnos, que A.R.A., sobrino del imputado,
presenció las agresiones sexuales sufridas, incluso su tío lo invitaba a participar en las violaciones, pero no quiso hacerlo;
sin embargo, éste en el ejercicio de su facultad de abstención, no declaró en el debate, lo que llama la atención si
tomamos en cuenta, que bien pudo favorecer a su tío, más conociendo que tenía que decir la verdad, prefirió mejor
quedarse callado, esto obviamente no perjudica, ni favorece al imputado, pero si refuerza el dicho de las menores, en la
medida de que no han sido desvirtuadas sus afirmaciones, de que ambas fueron accedidas carnalmente, mediante
intimidación" (confrontar folio 127, la negrita es suplida). Conforme a lo citado, se evidencia que el Tribunal de mérito
sustentó su razonamiento en una falacia, pues no obstante indicar que la actitud del encartado y fundamentalmente la
abstención del testigo R.A., no perjudicaba al imputado, seguidamente conforme a la conclusión que se plasma en la
sentencia se extrae todo lo contrario, o sea la utilización de la abstención del testigo como una presunción negativa en
contra del encartado. En efecto, siguiendo el razonamiento del a quo si el testigo hubiera declarado estando obligado a
decir la verdad hubiera corroborado la versión de las ofendidas, por consiguiente según lo infiere el tribunal si no declaró
fue para evitar decir esa verdad. La garantía de abstención tutelada en nuestra Constitución Política y en la legislación
procesal de la materia en favor del encartado y de sus parientes autorizados para abstenerse de declarar, no puede ser
utilizada en su perjuicio, pues ello resulta violatorio no sólo del principio de defensa en general, sino también y en
particular, de la libertad de declarar o no establecida por la Constitución Política en sus artículos 36 y 39 y el Código de
Procedimientos Penales en sus similares 274 y 275. Así las cosas, los razonamientos en los que se basó el a quo,
carecen de validez alguna para fundamentar la sentencia, de manera que el vicio no resulta subsanable ni siquiera
recurriendo al método de supresión hipotética, pues aunque subsisten otros elementos probatorios en vista de la redacción
y contenido de la sentencia, no permiten establecer la responsabilidad de S.A. en los hechos investigados. Por lo
expuesto corresponde acoger el recurso por la forma presentado, anular la sentencia recurrida y el acta del debate que le
sirvió de base, ordenándose el reenvío ante el Tribunal de origen para una nueva sustanciación del proceso, conforme a
Derecho." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 813-F de las 11,05 hrs. del 23 de diciembre.

40. DERECHO DE ABSTENCION Y ARREPENTIMIENTO - La falta de arrepentimiento no puede hacerse derivar del
derecho de abstención.

"[...] es necesario hacer notar que la Sala Constitucional, cuya jurisprudencia es vinculante al tenor de lo dispuesto por el
artículo 13 de la Ley de la Jurisdicción Constitucional, al evacuar en el presente asunto la consulta preceptiva que
establece el numeral 102 ibídem, mediante el voto Nº 3624-96 de las 15:15 horas del 16 de julio de 1996, afirma que "...
no contraviene el artículo 36 de la Constitución Política, el hecho de que se tome en consideración el arrepentimiento del
imputado, a la hora de determinar la procedencia o improcedencia del beneficio señalado ..." (folio 809 frente, líneas 11 a
14). En cuanto a este punto es necesario reiterar que la ausencia de arrepentimiento del imputado, si bien es cierto puede
ser utilizada para negar la concesión del beneficio de condena de ejecución condicional, conforme al artículo 59 del
Código Penal, tal circunstancia no puede hacerse derivar del derecho al silencio que tiene el acusado, ni de su derecho de
defensa en juicio, pues ello sí atentaría contra el artículo 36 de la Constitución Política. La existencia o la ausencia de
arrepentimiento debe establecerse mediante elementos probatorios válidamente introducidos al proceso, o puede
deducirse de acciones positivas y expresas del encartado, pero no del derecho de abstención constitucional. En ese
sentido esta Sala ha dicho lo siguiente: "... pareciera que el tribunal de mérito entiende por "arrepentimiento" el hecho de
que el imputado llegue y se declare culpable ante el tribunal, manifestando que se arrepiente de sus acciones y
comprometiéndose con la ofendida a reparar su daño, interpretación que violenta el artículo 36 de la Constitución Política,
según el cual en materia penal nadie está obligado a declarar contra sí mismo ... En criterio de esta Sala, el rechazo de la
solicitud de beneficio de condena de ejecución condicional de la pena, por la sola circunstancia de la falta de
arrepentimiento por los cargos imputados, constituye un quebranto a lo dispuesto en los artículos 36 de la Constitución
Política y 276 del Código de Procedimientos Penales, al estar en contra de la facultad de abstención tutelada en esas
normas (cfr., entre otras, las resoluciones de esta Sala V-571-F de las 8:55 horas de 25 de octubre de 1991; V-400-F de
las 10:20 horas del 16 de julio de 1993; V-716-F de las 9:05 horas del 23 de diciembre de 1993; V-474-F de las 9:50
horas del 11 de noviembre de 1994; V-591-F de las 11:10 horas del 21 de diciembre de 1994 y V-123-F de las 8:55 horas
del 10 de marzo de 1995). Deben considerarse dos situaciones posibles: en la primera, el imputado se abstiene de
declarar; en la otra, hace uso de su derecho a declarar, manifestando una versión en su defensa que es desvirtuada por
otras probanzas a las cuales concede crédito el juzgador, conforme a las reglas de la sana crítica racional. En ambos
casos resulta ilegítimo considerar que la actitud del imputado implica una ausencia de arrepentimiento de su parte, esto es
absurdo, porque ambas hipótesis se sustentan en el derecho de defensa del imputado, garantizado por la Constitución
Política, los instrumentos internacionales en materia de derechos humanos y nuestra legislación procesal, de manera que
el ejercicio legítimo de su derecho no puede ser óbice para que se le deniegue un beneficio al que tiene derecho a
acogerse, cuando reúne los requisitos de ley para su concesión ...". Sala Tercera, Voto Nº 329-F-95, las quince horas
cuarenta minutos del ocho de junio de mil novecientos noventa y cinco. Lo anterior es así aún cuando, como muy bien lo
señala ahora la Sala Constitucional en la resolución antes citada, para definir el otorgamiento de la condena de ejecución
condicional puede tomarse en consideración si el sentenciado se arrepintió o no de la conducta por la cual fue
condenado, conforme lo dispone el artículo 60 del Código Penal, sin que por ello se violente la Constitución Política o los
derechos fundamentales del acusado. El problema no es que se llegue a tomar en cuenta esa circunstancia, sino que se
haga derivar del derecho al silencio que el imputado no mostró ningún arrepentimiento, y sólo por la abstención se tenga
como cierta y probada una ausencia de arrepentimiento por la conducta realizada, o una actitud recalcitrante o de rebeldía
del reo para con la víctima o contra la administración de justicia." 1997. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 99 de las
11,10 hrs. del 7 de febrero.

41. EXTENSION DE REQUERIMIENTO POR JUEZ INSTRUCTOR - El principio de indivisibilidad de la acción penal lo
faculta para traer a proceso a otra persona, si se infiere su participación después de efectuado el requerimiento.

"Por su parte, el defensor del coprocesado S.P., interpone recurso por la forma, reclamando que el proceso no fue
iniciado legalmente, por cuanto el juez de instrucción tuvo por acusado a su defendido, sin que el Ministerio Público
hubiera requerido más que a V.C. El reproche no es acogible. De conformidad con el artículo 185 del Código de
Procedimientos Penales, la instrucción tiene por objetivo la identificación de los posibles partícipes en el hecho
presuntamente delictivo, de todos; de tal suerte que, en virtud de ese principio de indivisibilidad de la acción penal, si
luego del requerimiento planteado por el Ministerio Público, se infiere de la investigación que está implicada otra persona,
no es necesario remitir las piezas al órgano acusador para que este amplíe el requerimiento o lo reformule, pudiendo el
juez por su propia iniciativa atraerla al proceso. Tanto es así, que el mismo código admite que la instrucción se inicie y
desarrolle contra un imputado no identificado (artículo 58). Por eso no puede considerarse en ninguna medida irregular
que el juez instructor extendiera el requerimiento a S.P., una vez que en el expediente hubo motivos para tenerlo por
sospechoso de las acciones investigadas." 1997. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 87 de las 10,10 hrs. del 7 de
febrero.

42. FALTA DE FUNDAMENTACION - Existencia del vicio por incluirse razonamientos de resolución anterior declarada
nula.
"Reclamo formulado por el Lic. H.Ch.B., en representación del Ministerio Público. Recurso por la forma: Como único
agravio, acusa falta de fundamento del fallo y quebrantamiento de las leyes lógicas de razón suficiente y no contradicción,
con preterición de los artículos 1, 106 y 400 inciso 4) del Código de Procedimientos Penales. El reclamo resulta atendible.
Ahora bien, no obstante las razones expuestas por el recurrente, una vez analizada la sentencia recurrida, la Sala aprecia
un vicio esencial que afecta el fundamento del fallo. En efecto, observa esta Sala que los señores Jueces Superiores V.A.
y S.R. -ambos integrantes de la Sección Segunda del Tribunal Superior de Alajuela- al resolver el presente asunto
mediante voto de mayoría, aludieron y citaron textualmente parte de los razonamientos incluidos en la resolución de la
Sección Primera de ese Tribunal, que conforme al voto de esta Sala 135-F de las 11:15 horas del 29 de marzo de 1.996
fue declarada absolutamente nula, no obstante que para todo efecto legal al declararse la nulidad de una resolución -aún
cuando el documento permanezca materialmente en el expediente- no existe jurídicamente hablando y por consiguiente,
cualquier remisión a su contenido, resulta manifiestamente improcedente. Conforme a lo expuesto, el fallo carece del
fundamento necesario, por lo que procede anular la sentencia de sobreseimiento impugnada y disponer el reenvío de la
causa al Tribunal de origen, para que proceda a una nueva sustanciación del asunto con arreglo a derecho." 1996. SALA
TERCERA DE LA CORTE, Nº 778-F de las 9,05 hrs. del 13 de diciembre.

43. IN DUBIO PRO REO - Aplicación en caso de decomiso de droga dentro del colchón de la cama utilizada por el
imputado.

"Violación al principio in dubio pro reo. Al considerar como violados los artículos 37, 39 y 41 de la Constitución Política,
8.2 de la Convención Americana Sobre Derechos Humanos (Pacto de San José), y 1, 106, 145, 146, 226, 393 párrafos 2º
y 3º, y 400 inciso 4º, todos del Código de Procedimientos Penales, la defensora pública del imputado alega el irrespeto al
principio in dubio pro reo. Como apoyo del reclamo, la recurrente estima que el tribunal violó las reglas de la sana crítica,
pues concluye por la existencia del delito de almacenamiento de drogas con base en varios elementos a partir de los
cuales no se deriva esa conclusión, sino que arrojan un juicio de duda acerca de la culpabilidad del imputado. El reclamo
es procedente. En sentencia se tiene por cierto que "... encontrándose recluido el aquí encartado ... en el Centro de
Atención Institucional de Heredia ... ocupando la cama número setenta y tres en un aposento de cuarenta camas, los
oficiales de seguridad ... fueron informados confidencialmente que en la cama setenta y tres o en la setenta y cuatro que
están en el mismo camarote, dentro del colchón, había droga ... Que el domingo ... como todos los domingos fue día de
visita ... todos los recluidos fueron llevados al patio, para el recuento ... Que el momento ... fue aprovechado por los
oficiales de seguridad citados para corroborar los informes que tenían ... siendo que el oficial G.O. encontró dentro del
colchón de la cama setenta y tres, sesenta y cinco puchitos que luego del análisis resultaron ser 6,85 gramos de picadura
de droga cannabis sativa (marihuana) ... Que el encartado ... para la fecha de los hechos tenía ocho meses de ocupar la
cama setenta y tres ..." (folio 36 vuelto, línea 24, a folio 37 frente, línea 17). Con base en estos hechos podríamos afirmar,
con cierto grado de probabilidad, que es muy posible que la droga pertenezca al imputado M.L., porque es difícil de
aceptar que otro recluso la esconda en el colchón de la cama que ocupa aquel; sin embargo, como bien lo concluyó la
representante del Ministerio Público al concluir el debate, existen una serie de aspectos dudosos que impiden concluir con
absoluta certeza que el imputado colocó dicha droga en ese lugar (ver acta del debate, fl. 34 vlto.). En efecto, es
necesario tomar en consideración que el descubrimiento de la picadura de marihuana se logra en virtud de informes
confidenciales; el lugar donde aparece no es un recinto cerrado ni privado, sino que al mismo tienen acceso otras
personas, pues se trata de un salón en el cual se ubican cuarenta camas y muchos reclusos; el acusado no permanece
las veinticuatro horas del día junto a su lecho, pues existen ciertos momentos en los cuales son trasladados a otros
lugares; y no se logró establecer en la sentencia que él manipulara la mercancía. Todos estos elementos, unidos entre sí
y valorados de acuerdo a las reglas del correcto entendimiento humano, arrojan un juicio de probabilidad, pero no de
certeza, sobre la responsabilidad del señor M.L. en el ilícito acusado. Existe un margen de probabilidad muy amplio que
permite considerar también que un tercero haya colocado la marihuana en esa cama, fundado en varios motivos, como
por ejemplo por venganza, o para eludir su responsabilidad en caso de que la droga sea descubierta. El razonamiento que
esgrime el órgano jurisdiccional no respeta el principio lógico de derivación, pues las premisas de que parte no llevan -
necesariamente- a la conclusión establecida. En efecto, el tribunal de juicio indica que "... La cama es ocupada por el aquí
encartado desde hacía ocho meses... Resulta lógico establecer sin lugar a duda que la droga era del encartado M., pues
estaba dentro del colchón que él ocupaba ... la lógica señala que un interno para hacer daño a otro, no va a disponer de
tal cantidad de droga para hacer tal daño, pudiendo lograrlo con menos y si la droga estaba en el colchón ocupado desde
hacía ocho meses por el encartado, no hay razón para estimar que la droga no era suya ... es un lugar privado para él ...
" (folio 38 frente, líneas 26 y 27; y folio 38 vuelto, líneas 1 en adelante). Como se aprecia, se deduce que la droga es del
imputado sólo porque estaba dentro del colchón de la cama que él ocupa. No puede asegurarse con absoluta certeza que
sea imposible, de acuerdo a la experiencia, que otra persona (no necesariamente otro interno como se asegura) haya
colocado esa cantidad de marihuana ahí para incriminar al encartado. Los elementos analizados por el tribunal de mérito,
incluyendo la versión del vigilante G.A., quien es el único en afirmar que los informes confidenciales hacían referencia a
que era precisamente M.L. quien distribuía la sustancia prohibida dentro del penal (folio 39 frente, líneas 13 a 16), no
tienen la virtud de hacer desaparecer el estado de duda en favor de éste último, porque se trata de una indicación no
confirmada al desconocerse la identidad de la persona que le atribuye esa responsabilidad, así como también las
circunstancias y las condiciones bajo las cuales hizo esa imputación. En otros términos, los elementos probatorios no
permiten derivar "la necesaria demostración de culpabilidad" exigida por el numeral 39 de la Constitución Política.
Respecto a las afirmaciones que hacen los oficiales de policía cuando reiteran "informes confidenciales", esta Sala ha
dicho lo siguiente: "... Si bien es cierto el informe policial y la investigación que éstos realizan (los miembros de la policía)
es importante para tales efectos (instrucción y preparación de la eventual requisitoria) también lo es que los jueces deben
finalmente acreditar esas sospechas o informes con pruebas objetivas examinadas debidamente en el proceso. No pueden
los juzgadores basarse únicamente en especulaciones o presunciones policiales, porque ello violaría el citado principio y
todos aquellos que rigen la valoración probatoria en materia penal. La certeza debe construirse en base a las pruebas
evacuadas en el debate y en aquéllas anteriores legalmente incorporadas a aquél, las cuales deberán ser sometidas a un
riguroso proceso de evaluación para seguidamente sustentar la fundamentación en sus aspectos fácticos y jurídicos ...
para que ésta (la interpretación policial) adquiera la certeza referida, es necesario que resulte plenamente corroborada con
las pruebas judiciales producidas conforme a las reglas procesales y valoradas de acuerdo con los principios de la sana
crítica ..." (Sentencia V-700-F-95 de las nueve horas con treinta y cinco minutos del veinticuatro de noviembre de mil
novecientos noventa y cinco). Por todo lo antes expuesto, se impone acoger el recurso por falta de aplicación del principio
in dubio pro reo. Ahora bien, estima la Sala que debe procederse a resolver directamente el fondo del asunto, en virtud de
que no existen otros elementos probatorios posibles de incorporar a juicio, en cuyo caso es innecesario disponer el
reenvío para una nueva sustanciación, conforme lo ha dispuesto anteriormente por economía procesal. Por lo anterior
debe casarse la sentencia y en virtud de que ante la duda sobre situaciones fácticas debe resolverse en favor del
acusado, procede absolver de toda pena y responsabilidad a R.M.L. por el delito de Almacenamiento de Marihuana para
el Tráfico que se le ha venido atribuyendo." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 794-F de las 9,30 hrs. del 23 de
diciembre.

44. INTERVENCION TELEFONICA - La prueba obtenida por este medio puede válidamente involucrar a otras personas.

"De conformidad con los artículos 1º, 106, 144, 146, párrafo 2º, 147, 148, 150, 395, inciso 2º y 400 incisos 3º y 4º del
Código de Procedimientos Penales, y el 11.2 de la Convención Americana Sobre Derechos Humanos (Pacto de San José)
los defensores particulares de los imputados A.S. y S.T. reprochan que la sentencia condenatoria adolece de un vicio in
procedendo por fundarse esencialmente en prueba ilegal, esto es, en las intervenciones telefónicas realizadas a V.A.S. en
contravención a lo dispuesto por el artículo 24 de la Constitución Política y por la Ley Nº 7425 (ley sobre registro,
secuestro y examen de documentos privados e intervención de las comunicaciones). Como apoyo del alegato, se razona
que no existió orden judicial para realizar la intervención telefónica de A.S., pues la que autorizó y realizó la jueza de
instrucción de Heredia no iba dirigida de manera específica a él. En criterio de quienes recurren, "... No podría ser objeto
de restricción ningún otro además del derecho del dueño o usuario del teléfono y del derecho del destinatario de la
comunicación que será afectada; de lo contrario, estaríamos en presencia de una intervención de comunicaciones orales
sin orden ..." (folio 256, líneas 22 a 26). El reclamo debe declararse sin lugar. La autoridad instructora ordenó la escucha
del teléfono doscientos treinta y cinco-ochenta y ocho-catorce, registrado a nombre de la co-imputada R.T.S., y a través
de dicha intervención se logró establecer que ésta y V.A. se encontraban involucrados con el tráfico de drogas,
específicamente que el día 22 de febrero de 1996 se produciría una entrega de crack a una mujer conocida como S.N.S.,
en los alrededores del Centro Comercial del Sur (folio 237 vuelto, línea 24, a folio 238 frente, línea 5). Como puede
apreciarse, en el caso que nos ocupa si bien es cierto la orden judicial iba dirigida de manera específica al teléfono y las
comunicaciones orales de la co-encartada R.T., eso no significa -tal y como afirman los recurrentes- que la prueba de allí
obtenida sólo pueda utilizarse con relación a ésta, como destinataria del servicio, pues lo contrario nos llevaría a
conclusiones absurdas, como sería el exigir que la autoridad instructora conozca de antemano cuáles serán las personas
que participarán en las conversaciones para que sus nombres vayan incluidos en la resolución que ordena la diligencia. La
intervención telefónica, como acto de investigación que es, abarca todas las llamadas que se realicen desde el número
intervenido, independientemente de quién realiza las llamadas, así como también con independencia de que el contenido
incriminatorio de las conversaciones se haya producido por una llamada originada o por otra recibida en el número
intervenido, de tal forma que cualquier elemento probatorio que de allí se derive -aún si con ello se incrimina a terceros,
también involucrados en la actividad ilícita- puede utilizarse válidamente en la fundamentación del fallo. En el caso de
autos la prueba que los recurrentes califican de "ilegítima" es perfectamente válida, pues se trata una "comunicación útil y
relacionada con la investigación", y "que se relaciona con el delito" (artículo 18, párrafo 2º, y 26 párrafo 2º, ambos de la
ley Nº 7425 antes citada), sostenida entre A.S. y la co-imputada T.S. en el teléfono de ésta, es decir, realizada por la
persona a quien se investiga y en el número intervenido. Así las cosas, es claro que la actuación policial y judicial estuvo
apegada al mandato legal y constitucional, pues -al respetarse en el procedimiento seguido los requisitos que al efecto se
establecen en dichos cuerpos normativos- sí existía autorización para que dichas comunicaciones fueran examinadas en
sentencia. Así las cosas, por no estarse en presencia del vicio alegado, procede declarar sin lugar el reclamo." 1996.
SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 821-F de las 11,50 hrs. del 23 de diciembre.

45. NULIDAD DE SENTENCIA - Omisión sobre dictamen pericial referido a la droga decomisada al imputado es violatorio
de derechos fundamentales.

"En un único motivo del recurso por la forma se alega la nulidad de la sentencia y del debate por haberse incorporado
ilegalmente la constancia emitida por el Presidente del Tribunal sentenciador (folio 279), en la cual acredita el resultado de
diversas pericias a cargo del Organismo de Investigación Judicial y que le fueron suministradas por teléfono. Este vicio -
agrega-, violenta el debido proceso y le ocasiona indefensión por cuanto se omitió cumplir con lo dispuesto por el artículo
243 del citado Código. Aunque el reproche del impugnante es cierto, el vicio que amerita la nulidad no es exactamente el
que se alega, sino que como lo manifestó el respectivo Fiscal del Ministerio Público en la audiencia oral de casación, es
que el dictamen sobre el kilo aproximado de picadura de marihuana que supuestamente se le decomisó a V. ni siquiera se
tuvo a la vista al momento del debate y del posterior fallo (ver constancia de vista y escrito presentado por el
representante del órgano acusador, incluyendo fotocopia del dictamen omitido). En efecto, al folio 279 se hizo constar una
información esencial, como lo fue el resultado de varios exámenes de la droga decomisada, (véase actas de folios 21 y
23). Esta fue remitida a dicho Organismo para su análisis según consta en el oficio de folio 61. Sin embargo, cuando se
inició el debate el día 4 de junio del presente año (folio 280), aún no había llegado el reporte. El Presidente del Tribunal,
utilizando un método no ilegítimo pero sí irregular, hizo constar el 5 de junio los informes que le fueron dados por la vía
telefónica por la profesional que realizó la pericia, la Licenciada Patricia Fallas. Luego estos fueron enviados al Tribunal
por fax el 7 de junio de 1996 (folios 186 a 192 bis), lo que no deja de ser válido y corrobora tal información, a pesar de
haberse recibido dos días después de concluido el juicio oral. Pero en lo que se refiere al reporte que interesa al
encartado (sobre el kilo de presunta marihuana decomisada dentro de una bolsa plástica, dictamen n° 96-370-Qui), éste
no se observa en la constancia de los informes obtenidos telefónicamente por el Presidente del tribunal ni fue enviado por
fax, siendo hasta el día 6 de agosto que se recibió en dicho despacho (folios repetidos 185 y 188), lo que acredita que no
fue incorporado a la audiencia ni fue tenido a la vista a la hora de la decisión. Como se puede apreciar, la falta en que
incurrieron los jueces es grave, por cuanto no podían celebrar el debate sin esa prueba, o al menos debieron suspenderlo
y reabrirlo conforme al artículo 394 del Código de rito. Tal omisión, inaceptable en un Tribunal Superior, lesiona sin la
menor duda los derechos fundamentales de las partes al negárseles la posibilidad de ser oídas y ejercer su defensa en
relación con un elemento probatorio esencial, vulnerando por ende principios fundamentales constitutivos del debido
proceso, lo que debe sancionarse con pena de nulidad (artículos 243 en relación con los numerales 144, 146 y 400 inciso
3 del C.P.P.). Por todo lo dicho debe anularse parcialmente el fallo y el respectivo debate en lo que concierne a V.M. Se
reenvía la presente causa al tribunal de origen para que nuevamente sea sustanciada conforme a derecho." 1996. SALA
TERCERA DE LA CORTE, Nº 726-F de las 10,20 hrs. del 22 de noviembre.

46. PRINCIPIO DE JUEZ NATURAL - Validez de intervención de juez de instrucción previa declaración de incompetencia.

"Por correlacionarse entre sí, corresponde analizar en conjunto los dos alegatos presentados. Reclama violación de los
artículos 33, 35, 39, 41, 152, 153, 154, 155 de la Constitución Política y 1, 13, 17, 21 inciso 2), 22 inciso 1), 106 y 400
inciso 3) del Código de Procedimientos Penales, en relación con los numerales 145 inciso 1), 146, 147 y 150 del mismo
cuerpo legal, por haber rechazado el a quo el incidente de nulidad de todo lo actuado ilegítimamente -según su criterio-
por el Juzgado Cuarto de Instrucción de San José, -que según afirma la recurrente-, violó el principio del juez natural al
no resultar competente ni en el tiempo, ni en el espacio, porque correspondía conocer la causa a su similar de Tibás y La
Uruca. Sigue diciendo la gestionante, que esa nulidad es de carácter absoluto y por ende alcanza todo lo actuado, razón
esta última por la que estima que el fallo se apoyó en prueba obtenida en forma ilegal y en consecuencia, no apropiada
para sustentar una sentencia condenatoria. El reclamo no es admisible. Los argumentos que expuso quien recurre,
conducen a demostrar que -efectivamente- el Juez Cuarto de Instrucción y su Actuario participaron en la averiguación del
suceso origen de la causa, merced a solicitud del Organismo de Investigación Judicial con ese objeto, al iniciarse los
trámites; sin embargo, esa circunstancia no tiene los alcances que pretende fijarles la defensa. Obsérvese que la propia
impugnante indicó con claridad, que se trata de un Juez de la República y que la prueba cuestionada se recabó contando
con su autorización, de manera que si bien pudo inicialmente actuar estimando ser competente para tramitar la causa por
tratarse de causas conexas referentes a hechos acaecidos en Tibás y San José (artículo 21 del Código de Procedimientos
Penales), lo cierto es que una vez planteada por la defensa la excepción de incompetencia de jurisdicción en razón del
territorio, la Sección Segunda del Tribunal Superior Cuarto Penal mediante resolución ordenada siendo las 11:30 horas del
19 de diciembre de 1.995, (confrontar folio 325) estimó que el competente para continuar con la tramitación del proceso,
era el Juzgado Instructor de Tibás y La Uruca, determinación que no incidió en manera alguna en cuanto a los actos
ejecutados en el proceso con anterioridad, ni ocasionó perjuicio alguno al interesado, puesto que todas las actuaciones
realizadas las ejecutó el Organismo de Investigación Judicial bajo la orden y supervisión de un juzgado instructor
legítimamente investido para actuar en esta materia. En efecto, basta recordar en cuanto al punto, que el artículo 20 del
Código de Procedimientos Penales dispone, que: "La inobservancia de las reglas sobre competencia territorial, sólo
producirá la nulidad de los actos de instrucción cumplidos después de que se haya declarado la incompetencia". Es
importante destacar que de haber continuado actuando en el proceso el Juzgado Cuarto de Instrucción de San José una
vez que se ordenó la resolución citada -acorde con principios constitucionales y procesales- sí hubiese resultado
pertinente declarar la nulidad de sus actuaciones, pero no las realizadas antes, como pretende quien recurre. Conforme lo
indicado, la prueba que se recabó mediante la participación de Juez y Actuario integrantes del Juzgado Cuarto de
Instrucción de San José resulta válida y eficaz, no derivando de esas condiciones la procedencia de declarar la nulidad
solicitada, razón por la que alegándose la fundamentación ilegítima del fallo con sustento en la utilización de esos
elementos probatorios en el dictado de la resolución recurrida, tampoco resulta atendible el reparo." 1996. SALA
TERCERA DE LA CORTE, Nº 792-F de las 9,15 hrs. del 23 de diciembre.

47. PROHIBICION DE REFORMA EN PERJUICIO - Vinculación del tribunal de reenvío.

"En el primer motivo de sus recursos, los defensores de los encartados A.H. y A.M., reclaman violación del principio non
reformatio in peius, consignado en el artículo 459 del Código de Procedimientos Penales, por cuanto en un fallo anterior
por los mismos hechos, anulado por esta Sala a gestión de la defensa, se había impuesto a los acusados sólo seis años
de prisión, mientras que en la sentencia recurrida se les impuso diez años y catorce de prisión respectivamente. Llevan
razón los recurrentes. A folio 119 vuelto puede comprobarse que en la sentencia 60-94, dictada por el Tribunal Superior
Penal de Puntarenas a las 11:00 hrs. del 25 de mayo de 1994, a raíz de los mismos hechos en examen, se impuso a los
encausados la pena de seis años de prisión. Con posterioridad, mediante el voto 454-F, de las 9:30 del 4 de noviembre
de ese año, esta Sala declaró con lugar un recurso formulado por la defensa y anuló aquel fallo y ordenó el reenvío (folio
133 y siguientes). Siendo así, y reiterando, como ya lo ha hecho esta Sala y la jurisprudencia constitucional, que la
prohibición de reforma en perjuicio vincula tanto al a quo cuanto al tribunal de reenvío, pues de lo contrario sería nugatoria
la garantía, debió el nuevo tribunal juzgador entrar a conocer los hechos, realizando el juicio de autoría y responsabilidad,
otorgando la calificación en derecho correspondiente (pues la garantía del tercer párrafo del artículo 459 se restringe al
monto y calidad de la pena o a los beneficios primeramente acordados, y no a la calificación jurídica de los hechos), pero
no agravar la pena más allá del tanto de seis años de prisión en caso de imponer una pena privativa de libertad. Por lo
tanto, deben declararse con lugar los motivos y anular la sentencia únicamente en lo concerniente a la determinación de
la pena. Sin embargo, no habiendo interés en ordenar el reenvío solamente para que el tribunal juzgador proceda a la
reducción de la pena conforme al citado numeral, esta Sala procede a hacerlo directamente. Por consiguiente, se acogen
los reproches, y se declara a G.A.M. autor responsable de los delitos de violación y corrupción agravada en concurso ideal
y a A.A.H. autor responsable del delito de violación, todos en daño de Y.U.M., imponiéndosele a ambos la pena de seis
años de prisión por no ser posible imponer una sanción mayor de acuerdo con lo que aquí se expuso." 1996. SALA
TERCERA DE LA CORTE, Nº 691-F de las 9,45 hrs. del 14 de noviembre.
48. RECURSO DE CASACION - El hecho de que el defensor no lo formule no significa necesariamente negligencia en el
ejercicio del cargo.

"Como primer motivo de revisión, el sentenciado L.E.C.C. reclama como violados los artículos 39 de la Constitución
Política; 395 inciso 2º y 400 inciso 4º del Código de Procedimientos Penales; 31, 45, 46, 111, 112 y 139 del Código Penal.
Estima que durante el proceso contó con una defensa técnica defectuosa, pues "... la defensora omitió el planteamiento
de un recurso de Casación, con fundamento en la errónea aplicación del derecho de fondo ..." (folio 142, líneas 19 a 20).
El reclamo debe declararse sin lugar. Al evacuar la consulta preceptiva correspondiente, la Sala Constitucional señaló que:
"... en cuanto a los reclamos por una defensa defectuosa, no hay violación al principio del debido proceso, salvo que se
demuestre que el perjuicio en el cumplimiento de deberes procesales se ha producido a causa de negligencia inexcusable
...". Voto Nº 5596-96, de las 15:15 hrs. del 22 de octubre de 1996 (folio 175 vuelto, línea 27 en adelante). En el caso que
nos ocupa no concurre el vicio que señala el recurrente, pues de la decisión que tomó la defensa pública al no interponer
el recurso de casación por supuestos vicios in iudicando, no se deduce negligencia o incumplimiento inexcusables de su
labor, en los términos que señala la resolución antes transcrita. El hecho de que el defensor no hubiere formulado recurso
de casación contra la sentencia condenatoria no necesariamente significa que ha habido negligencia en el ejercicio del
cargo, pues dicho recurso se formula cuando el interesado estima que se ha producido una violación de ley (procesal o
sustantiva) y se acude ante el Tribunal de alzada a demandar se repare la ilegalidad o la arbitrariedad.- El recurso de
casación no constituye un mecanismo al que automáticamente deba echar mano el abogado frente a toda sentencia
contraria a los intereses que representa. Para estimar que ha habido negligencia inexcusable en el desempeño del cargo
de defensor por no formulación de un recurso, se hace necesario acreditar la necesidad y evidencia del acto omitido así
como los perjuicios a la parte asesorada. Esos aspectos no se han acreditado en el caso de autos, razón por la cual debe
declararse sin lugar el reproche." 1997. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 179 de las 16,30 hrs. del 27 de febrero.

49. RECURSO DE CASACION - Obligaciones del recurrente.

"El actor civil H.Y.Y. solicita adición y aclaración de la sentencia de esta Sala V-589-F de las 9:50 horas del 11 de octubre
de 1996 (que declaró sin lugar el recurso de casación por él interpuesto), por cuanto considera que carece de
"formalismo", puesto que no enuncia cuál es el respaldo normativo en que se sustenta este Tribunal para estimar que su
recurso es informal, razón por la cual solicita que sean precisadas esas normas.- Pues bien, la informalidad del recurso de
casación formulado proviene de la inobservancia de la relación que resulta de los artículos 471, 477 y 452 del Código de
Procedimientos Penales. De tales normas se entiende con claridad que en este recurso deben indicarse separadamente
cada motivo (de forma o fondo, véase el artículo 471) con sus fundamentos, es decir, con la específica indicación de los
argumentos tendientes a demostrar la existencia del error configurativo del motivo (por ejemplo indicándose cuál es la
norma que debió aplicarse, con qué alcance y sentido, etc.), formalidad cuya inobservancia se sanciona expresamente con
la inadmisibilidad del recurso. En el presente caso puede corroborarse que el recurso contiene un reclamo por la forma (o
por vicios in procedendo) y otro por el fondo (o por vicios in iudicando). En el primero de ellos, según lo dice la sentencia
claramente, no se fundamentó el reclamo. En el segundo, el recurrente no se atuvo a la relación de hechos probados, lo
cual anula la fundamentación del reclamo, en vista de la naturaleza de la ley cuya inobservancia o errónea aplicación se
acusa, pues el recurso por el fondo debe formularse a partir del supuesto de hecho establecido en la sentencia, a efecto
de examinar si el caso se resolvió de acuerdo a la ley sustantiva aplicable, no para revisar la solución del problema
probatorio que antecedió la determinación precisa y circunstanciada del hecho que el Tribunal estimó acreditado, lo cual
es objeto del recurso por la forma, pues esta cuestión atañe a lo que es la valoración de la prueba conforme a las reglas
de la sana crítica racional y a la fundamentación de la sentencia, que son algunas de las formas procesales a las que
debe ajustarse el juzgador. Ciertamente el legislador ha dispuesto el recurso de casación en condiciones formales y
técnicas que suponen el dominio de ciertos conocimientos jurídicos que no siempre están al alcance de todos los
ciudadanos. Por ello esta Sala ha adoptado el criterio -en casos como el presente- de admitir el recurso para revisar de
oficio los vicios que defectuosa o deficientemente se han formulado, lo que no impide señalar los defectos de interposición
del reclamo, ya que uno de los cometidos políticos de la casación es la de uniformar la aplicación e interpretación de la
ley. Nótese que en la sentencia, a pesar de que los reclamos eran técnicamente inadmisibles, la Sala se pronunció
expresamente descartando la existencia de los defectos formales y de fondo acusados, verificación que tuvo que hacer de
oficio, claro está, sin contar con los valiosos datos que una fundamentación adecuada del recurso hubiera proporcionado a
ese examen. Como podrá ver el solicitante, lo dispuesto en sentencia tiene un sólido y expreso respaldo normativo y si en
este caso alguna norma aparentemente se dejó de aplicar, fue únicamente la contenida en el artículo 458 párrafo
segundo, que obliga a esta Sala a declarar erróneamente concedido por el a quo un recurso que no satisface las
formalidades prescritas por la ley. Decimos "aparentemente", porque en todo caso la jurisprudencia vinculante erga omnes
de la Sala Constitucional ha indicado que las normas que rigen el recurso de casación no deben entenderse con rigor
formalista sino de modo que permita con relativa sencillez a la Sala de Casación examinar la validez de la sentencia
recurrida en general (cfr. Sala Constitucional Nº 719 de las 16 horas del 26 de junio de 1990)." 1996. SALA TERCERA
DE LA CORTE, Nº 128-A de las 8,55 hrs. del 14 de noviembre.

50. RECURSO DE CASACION CONTRA SOBRESEIMIENTO - Necesario cumplimiento previo del trámite de la apelación.

"Con fundamento en el artículo 486 del Código de Procedimientos Penales, el señor J.O.A. plantea recurso de queja
contra la resolución dictada por el Juzgado Segundo de Instrucción de Heredia a las 13:20 horas del 04 de noviembre de
1996 (folio 312), en virtud de la cual se rechazó el recurso de casación que se interpuso directamente contra una
sentencia de sobreseimiento simple. II.- Al rendir el informe respectivo (folios 413 y 414), la jueza segunda de instrucción
de Heredia, Licda. M.G.A., refiere que el día 13 de setiembre de 1996 dictó sentencia de sobreseimiento en la presente
causa, quedando firme el día 24 del mismo mes. El día 9 de octubre de 1996, los actores civiles presentan recurso de
casación contra la referida resolución, el que se rechazó con base en lo dispuesto por el numeral 322 del Código de
Procedimientos Penales. III.- Según las reglas sobre impugnabilidad objetiva que fija nuestra ley procesal (artículos 322
párrafo 1º y 472 del código antes citado), contra el sobreseimiento dictado por el juez de instrucción procede el recurso
ordinario de apelación, y no es sino hasta que dicha resolución haya sido conocida por el tribunal de apelaciones
correspondiente, que podrá deducirse el recurso extraordinario de casación. Lo anterior significa que la ley no permite
interponer en forma directa el recurso de casación sin haberse cumplido con todo el trámite de la apelación (en ese
sentido véase la resolución de esta Sala V-354-F-94 de las 10:30 hrs. del 9 de setiembre de 1994). Además, si no se
interpone recurso de apelación, el sobreseimiento adquiere firmeza, sin que luego proceda la casación. El derecho de
impugnar, al que tiene la parte, no puede transformarse de un derecho de apelar a un derecho a la casación, cuando no
interpone el primero pudiendo hacerlo. En el presente caso el sobreseimiento adquirió firmeza al no interponerse el
recurso de apelación respectivo, de modo que ahora ese derecho no puede cambiar a un derecho a la casación para
examinar una resolución que constituye cosa juzgada y por ello procede rechazar el recurso de queja interpuesto." 1996.
SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 145-A de las 8,50 hrs. del 6 de diciembre.

51. RECURSO DE REVISION - Cumplimiento de condiciones mínimas para su interposición.

"Ciertamente esta Sala ha flexibilizado la admisibilidad de este recurso [de revisión] para facilitar el acceso a esta vía, sin
embargo, tratándose de una acción que tiene por finalidad dejar sin efecto un fallo firme, es necesario que se cumpla un
mínimo de condiciones prescritas en dichos numerales, pues de lo contrario se debilitaría la garantía del artículo 42 de la
Constitución Política que es una consecuencia del principio de seguridad jurídica. Entre los intereses generales de la
sociedad y los derechos del imputado, es necesario un equilibrio que permita la vigencia de las garantías de ambos. Es
indispensable, pues, que los motivos sean expuestos separadamente, o si se formulan conjuntamente, al menos de su
redacción se puedan desglosar las razones en que se funda cada causal. En un caso como el presente, no es posible que
la Sala cumpla esa función y por ello debe declararse inadmisible." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 137-A de
las 9,30 hrs. del 28 de noviembre.

52. RECURSO DE REVISION - El actor civil carece de facultades para interponerlo.

"[...] la interposición de los recursos en el proceso penal, se encuentra regida por los principios de taxatividad objetiva y
subjetiva; así las cosas, el artículo 447 del Código de Procedimientos Penales señala -en lo conducente- que: "Las
resoluciones judiciales serán recurribles sólo por los medios y en los casos expresamente establecidos... El derecho de
recurrir corresponderá tan sólo a quien le sea expresamente acordado". En este caso la impugnación resulta
manifiestamente improcedente. En efecto, el artículo 490 del Código ibídem dispone que "La revisión procederá en todo
tiempo y a favor del condenado..." mientras que el numeral 491 ibídem señala expresamente quiénes son los sujetos
legitimados para su interposición, entre los cuales no se contempla el actor civil. Sobre esta misma temática, la Sala
Constitucional ha señalado que: "El recurso de revisión constituye un medio extraordinario de impugnación, no devolutivo y
no suspensivo, encaminado a remover una sentencia perjudicial mediante otra, tanto para la vía civil como la penal. Se
dirige contra sentencias de condena y no de absolución, con carácter de irrevocables en virtud de la cosa juzgada. Este
recurso lo puede promover únicamente el penado, salvo las excepciones establecidas en la ley (artículo 491 del Código
de Procedimientos Penales), que permite al representante legal cuando éste fuere incapaz, el cónyuge, los ascendientes,
descendientes o hermanos, si el penado hubiere fallecido, o el Ministerio Público interponer este recurso extraordinario. En
materia penal la revisión está prevista a fin de eliminar la sentencia injusta sobre la base de elementos nuevos; es decir la
eliminación del error judicial no se hace por efecto de una nueva valoración de las pruebas, en virtud de la cosa juzgada,
sino por efecto de la sobreveniente de nuevas pruebas, y se dispone únicamente para demostrar la inocencia del
imputado. Así, en cuanto a la legitimación para interponer este recurso, únicamente lo está el condenado, es decir, el
sujeto sobre el que pesa una sentencia condenatoria, y no contra sentencias absolutorias o de sobreseimiento... el recurso
de revisión no está previsto a favor de persona física o jurídica que haya sido afectada patrimonialmente por sentencia
dictada en un proceso en el que no tuvo la condición de imputado y en tal razón no se le podrá dar la de condenado,
puesto que únicamente están legitimados para promover este recurso "los condenados", o en otras palabras, los sujetos
demandados sobre los que pese una sentencia condenatoria"... Además de lo anterior, no estima la Sala, a los efectos de
aplicar el principio de igualdad constitucionalmente garantizado, que en el proceso penal, imputado y ofendido se
encuentren en una situación "razonable de igualdad", y en todo caso, otorgar el recurso de revisión únicamente en favor
del condenado, no es sino -como se expuso en la sentencia transcrita- el desarrollo de una disposición constitucional que
no permite reabrir causas fenecidas, en virtud del principio de cosa juzgada, cuya base deriva del párrafo segundo del
numeral 42 de la Carta Fundamental" (Sala Constitucional, Voto 5063-94 de las 17:38 hrs. del 6 de setiembre de 1994;
confrontar en igual sentido Voto 6414-93 de las 10:06 hrs. del 3 de diciembre de 1993). Así las cosas, en el caso
concreto, el señor Y.Y. en su carácter de actor civil, no sólo carece de facultades para recurrir conforme al ordenamiento
procesal penal vigente sino que su interés no encuentra tutela por medio del recurso de revisión, que fue concebido
exclusivamente en favor del condenado." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 166-A de las 9,20 hrs. del 23 de
diciembre.

53. RECURSO DE REVISION - Fallos condenatorios que consideraron una circunstancia agravante desvirtuada luego por
una absolutoria en favor de supuesto partícipe.

"En el presente caso, a los tres imputados J.R.U., M.C.C. y M.M.P., se les juzgó en forma individual, por problemas de
rebeldía. Así, en sentencia 5-95 de las 16:00 horas del 12 de enero de 1995, (folio 226) el Tribunal Superior Segundo
Penal, Sección Primera de San José, condenó a R.U. a descontar cinco años de prisión, como autor responsable del
delito de Robo Agravado en perjuicio de J.F.F. Por ese mismo hecho, la Sección Segunda de ese mismo Tribunal (folio
77), en resolución 131-B-95, dictada a las 16:00 horas del 11 de agosto de 1995, declaró a M.M.P. cómplice del delito de
Robo Agravado en daño del citado F.F. y lo condenó a un año de prisión. Habiéndose interpuesto recurso de casación
(folio 87), esta Sala, mediante resolución 637-F-95 de 9:00 horas del 3 de noviembre de 1995, anuló la sentencia y
ordenó el reenvío. Efectuado nuevamente el juicio oral y público, la Sección Primera del indicado Tribunal, lo absolvió de
toda pena y responsabilidad. (Sentencia 13-96 de 10:00 horas del 22 de enero de 1996, folio 139). Presentado recurso de
casación por el Ministerio Público (folio 145), fue declarado sin lugar, por resolución de esta Sala 203-F-96 de 9:40 horas
del 3 de mayo de 1996 (folio 154). Respecto al imputado C.C., ese mismo Tribunal, en sentencia 85-95 de 16:20 horas
del 3 de octubre de 1995 (folio 335), lo condenó como co-autor de Robo Agravado en daño de F.F., a descontar cinco
años de prisión.. III.- En ambas condenatorias (de R. y de C.), se tuvo por demostrado que, actuando de común acuerdo y
ejecutando un plan previamente concebido, con distribución de funciones, los dos y M.M.P. despojaron de sus bienes al
ofendido F. (confróntese ambas sentencias). Al disponer el fallo 13-96, el cual se encuentra firme, la absolutoria de M.P.,
por cuanto "de los hechos que se han tenido por demostrados y del análisis de la prueba, no se desprende, la
participación que el encartado ... tuvo en los hechos", resultan inconciliables los hechos probados de la sentencia de
condena y los establecidos en esta segunda resolución, pues ya no podría afirmarse que el suceso fue cometido por tres
personas, que es la circunstancia agravante del delito de Robo que se aplicó, en las sentencias condenatorias (artículos
213 inciso 3 y 209 inciso 7 ambos del Código Penal). IV.- En algunos casos de hechos inconciliables, lo dable es la
anulación de la o las sentencias. Así debe ocurrir, por ejemplo, cuando se trata de fallos condenatorios dictados contra la
misma persona o cuando se condena al cómplice y se absuelve al autor principal, por ausencia de pruebas respecto al
hecho en sí. Pero en casos como el presente en que la confrontación se da respecto a la circunstancia agravante del
delito (número de participantes en su comisión), no tendría sentido anular la condenatoria y ordenar el reenvío, puesto que
ya los hechos quedaron indefectiblemente fijados por la sentencia absolutoria, por lo se está en presencia de los casos en
que el tribunal de revisión debe "pronunciar directamente la sentencia procedente en derecho". V.- Acorde con lo expuesto
y teniendo por demostrado que en el suceso que se les atribuye a los sentenciados R.U. y C.C., únicamente participaron
ellos dos como co-autores, se debe declarar con lugar el recurso de revisión interpuesto, modificar la calificación jurídica
del hecho, el cual constituye el delito de Robo Simple con violencia sobre las personas (inciso 3) del artículo 212 del
Código Penal, modificándose la pena, la cual se fija en el tanto de tres años de prisión para cada uno de los imputados."
1997. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 402 de las 16,55 hrs. del 29 de abril.

54. RECURSO DE REVISION - Imposibilidad de plantear nuevos motivos al contestar la audiencia que da trámite al
recurso.

"De conformidad con los artículos 490 inciso 4º del Código de Procedimientos Penales, y 18 y 30 de la Ley sobre
estupefacientes, sustancias psicotrópicas, drogas de uso no autorizado y actividades conexas, R.F.M.C. plantea revisión
de la sentencia condenatoria dictada en su contra por la Sección Segunda del Tribunal Superior Penal de Alajuela,
alegando la existencia de "... nuevos hechos y elementos de prueba ..." (folios 244, línea 29, y 264, líneas 19 en
adelante). En apoyo de su recurso, el señor M.C. alega que los agentes del Organismo de Investigación Judicial
declararon que la testigo M.S. (quien no fue llevada a juicio) les había indicado que él se dedicaba a la venta de crack, lo
que fue creído por los jueces de instancia. En vista de esta situación, el impugnante ofrece en calidad de elemento de
prueba nuevo la declaración de la referida persona, a fin de comprobar que él -junto con ella- se dedicaba a consumir la
droga y no a venderla, en lo que se apoya para estimar que debe aplicarse una norma más favorable, esto es, el artículo
30 de la ley citada. El reclamo debe declararse sin lugar. Todo el fundamento de la acción interpuesta consiste en la
deposición de M.S.T., cuya dirección aportada por el propio recurrente es la siguiente: "Pueblo Nuevo de Alajuela, del
puente Las Gradas 50 metros al norte, donde es muy conocida" (ver folio 301, líneas 7 y 8). No obstante los esfuerzos de
esta Sala por citarla a fin de que rindiera declaración en esta sede, no hubo forma de conseguirlo, pues incluso se
ordenaron tres señalamientos a dicho efecto, todo con resultado negativo (folios 302, 317 y 323). La Delegación del
Organismo de Investigación Judicial de Alajuela da cuenta que en una primera oportunidad se le dejó una cita/ en la
dirección señalada (ver folio 315), pero la testigo no se presentó a este despacho, lo que hace dudoso que la haya
recibido. En vista de ello, se enviaron dos nuevas citas, obteniéndose como respuesta que la referida S.T. no es
localizable, pues acostumbra deambular por las calles (folios 323 y 328). Así las cosas, por haber sido absolutamente
imposible evacuar la prueba ofrecida, mediante resolución de las 15:10 horas del 18 de noviembre de 1996 se prescindió
de la misma. En consecuencia, al no haberse logrado acreditar el fundamento de la revisión procede declarar sin lugar el
reclamo. II.- ALEGATOS DE LA DEFENSORA PÚBLICA, LICD. M.C.A. Al contestar la audiencia otorgada de conformidad
con el artículo 493 del Código de Procedimientos Penales, la defensora pública -interpretando la impugnación interpuesta
por el sentenciado M.C.- plantea dos alegatos: i) primero indica que existe violación al debido proceso, por cuanto el a
quo no fundamentó adecuadamente los hechos, pues el tráfico de drogas "... se basó sólo en el dicho de los policías que
a su vez refirieron lo que una testigo fundamental les dijo ..." (folio 297, líneas 14 a 17); ii) en segundo lugar señala que, a
pesar de que el imputado fue condenado como expendedor en gran escala, de los hechos probados lo que realmente se
desprende es un delito de venta a los consumidores, con base en lo cual solicita la recalificación y la aplicación de una
norma más favorable. Los alegatos de la defensa pública no pueden ser resueltos. Si bien es cierto al contestar la
audiencia que da trámite al recurso de revisión es posible ampliar los fundamentos del mismo, le está totalmente vedado
al recurrente la posibilidad de formular nuevos motivos, que es lo que en este caso se ha hecho, conforme se desprende
del artículo 477 del Código de Procedimientos Penales. Nótese que la abogada defensora pretende plantear dos nuevos
motivos (violación al debido proceso y violación de la ley sustantiva por errónea aplicación), los cuales no están contenidos
en el libelo original presentado. Por lo expuesto, procede rechazar los nuevos motivos de revisión aducidos por la defensa
al contestar la audiencia respectiva, sin perjuicio del derecho que le asiste de formular un nuevo recurso." 1996. SALA
TERCERA DE LA CORTE, Nº 837-F de las 13,40 hrs. del 23 de diciembre.

55. RECURSO DE REVISION - Inadmisibilidad cuando existan otras vías para obtener la reparación que se reclama.

"En el caso de autos se tuvo por cierto, en sentencia firme número 106-8-87 dictada por el Tribunal Superior Segundo
Penal de San José, Sección Segunda, a las dieciséis horas del primero de junio de mil novecientos ochenta y siete, que
en los años de mil novecientos ochenta y tres, y mil novecientos ochenta y cuatro, varios extranjeros entre los cuales se
encontraba el aquí recurrente M.S.S., obtuvieron en forma irregular cédula de identidad como ciudadanos costarricenses,
sin que existiera un expediente en la Sección de Opciones y Naturalizaciones del Registro Civil. Agrega la sentencia que
la cédula de identidad la lograron obtener porque la imputada C.M.S.S., que a esa fecha laboraba en esa Sección del
Registro Civil, confeccionó una serie de documentos cuyo contenido era falso. Uno de los jueces votó por la condena de
la imputada, pero la mayoría de los integrantes del Tribunal la absolvió en virtud de que no pudo establecer si alguna otra
persona de las que laboraban en la Sección de Opciones y Naturalizaciones indujo en error a la imputada al momento de
confeccionar la documentación que le permitió a los extranjeros obtener, en forma indebida, cédula de identidad
costarricense. No obstante lo anterior el tribunal declaró la falsedad de las actas de naturalización de los extranjeros, entre
ellas la del ahora gestionante G.P.P., y por ello ordena cancelar los asientos respectivos. Los extranjeros no intervinieron
en ese juicio penal seguido por el delito de falsedad ideológica. Ahora el señor M.S.S., conocido como G.P.P., formula
recurso de revisión con fundamento en el inciso 6 del artículo 490 del Código de Procedimientos Penales. Afirma que
aquella sentencia del Tribunal Superior le condenó indirectamente a sufrir una pena sin haber sido parte en el juicio, razón
por la que no tuvo oportunidad de defensa, ni se demostró su culpabilidad, violándose el artículo 39 de la Constitución
Política. Afirma que su derecho a la revisión deriva del artículo 41 de la Constitución, en cuanto dispone que "...ocurriendo
a las leyes, todos han de encontrar reparación para las injurias o daños...".- Agrega que el artículo 490 del Código
Procesal Penal autoriza la revisión en favor de todo "condenado", independientemente de la naturaleza de la condena, y
que el inciso 1° del artículo siguiente se refiere incluso al "penado" con lo cual amplía la posibilidad de recurrir a quien, sin
haber sido condenado por un delito, ha sido penado o sujeto a un daño decretado por el juez, incluso en una sentencia
absolutoria firme. II.- Estima la Sala que el recurso debe ser declarado inadmisible, puesto que si bien el artículo 41 de la
Constitución Política garantiza el acceso a la jurisdicción, al estatuir que "...todos han de encontrar reparación para las
injurias o daños que hayan recibido en su persona, propiedad o intereses morales...", sin embargo de entrada esa misma
norma señala que ello debe hacerse "...ocurriendo a las leyes...", es decir de conformidad con los procedimientos que
establece la ley, en especial las normas que atribuyen la competencia al tribunal para dirimir el asunto en el caso
concreto. Esa legitimidad para intervenir en el caso ahora sometido a conocimiento de la Sala Tercera es la que la ley no
autoriza en forma expresa, pues por un lado la propia Constitución señala, en el artículo 42, que "...se prohíbe reabrir
causas penales fenecidas y juicios fallados con autoridad de cosa juzgada, salvo cuando proceda el recurso de revisión",
y por otro lado dicho recurso procede, según el artículo 490 del Código de Procedimientos Penales, solamente contra
sentencias firmes y en favor del condenado o penado, en los términos del artículo 399 ibídem, es decir en favor de una
persona condenada a una sanción penal, pues de lo contrario atentaría contra el principio constitucional de la
irrevocabilidad de la cosa juzgada.- III.- La Sala no descarta la posibilidad de que, excepcionalmente y por encima de los
razonamientos anteriores, en aquellos casos en que exista un evidente error judicial o una indiscutible arbitrariedad
procesal, se recurra al procedimiento de revisión penal con el fin de restablecer el sentido de la jurisdicción: es decir la
justicia del caso, aplicada y reconocida conforme a la Constitución, al Derecho Internacional y Comunitario vigentes en el
país y a la ley. Pero ello podría ser admisible solamente cuando el ordenamiento jurídico no establezca otra posibilidad, ni
ninguna otra alternativa, para que la persona obtenga la respectiva reparación, pues en este último supuesto el interesado
debe recurrir a esa vía jurídica todavía abierta. El tema sobre la nacionalidad costarricense del señor S.S. no ha sido
resuelto en forma definitiva en la sentencia que se impugna, pues sólo se declaró falsa el acta de naturalización en que se
sustentaba su nacionalidad costarricense y dispuso por ello cancelar el asiento respectivo. No obstante lo anterior el
procedimiento para obtener esa condición puede reponerse, si el interesado lo tiene a bien, con el fin de que las
autoridades respectivas se pronuncien al respecto, en cuyo caso no se presenta uno de los supuestos de excepcionalidad
que justifican abrir en forma extraordinaria esta vía de revisión penal. Para tales efectos no debe confundirse el interés del
recurrente en recuperar la condición civil que ostentaba antes del fallo, con la posibilidad de que se discuta legalmente
sobre su derecho o no a obtener la nacionalidad costarricense.- Es más, conforme consta en los registros y archivos de
jurisprudencia, esta Sala tiene conocimiento que el aquí recurrente ya ha formulado otras gestiones jurisdiccionales para
impugnar la cancelación del asiento del Registro Civil que le otorgaba la nacionalidad costarricense. En concreto que
presentó un recurso de amparo contra la Directora del Registro Civil y que se encuentra pendiente en la Sala
Constitucional (Número 4047-C-96); así como también que formuló juicio ordinario en la jurisdicción contenciosa-
administrativa, en el cual la Sala Primera de la Corte indicó, en sentencia N° 85 de las 10 hrs. del 24 de diciembre de
1993, que "...si el recurrente no fue condenado, ni fue parte, en el juicio penal ello no puede sanear un acto
absolutamente ilegítimo, espúreo, contrario al ordenamiento jurídico por una acción evidentemente grosera, y el Tribunal al
ordenar al Registro la cancelación de ese asiento actuó legitimado pues tal asiento carece de fuerza jurídica, y es
negación misma del derecho. Esto es así porque es la única forma de garantizar la ejecutoriedad de la sentencia penal...
Por otra parte tampoco encuentra esta Sala ningún tipo de violación a la Carta Magna pues el recurrente no puede derivar
ningún tipo de derecho de un acto inexistente, por el contrario por ser el otorgamiento de la nacionalidad costarricense un
acto soberano del estado tanto la Administración Pública como los Tribunales de Justicia están en la obligación de
salvaguardar, aún de oficio, la violación a tales disposiciones constitucionales...".- Todo lo anterior torna en inadmisible el
recurso." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 142-A de las 10,05 hrs. del 28 de noviembre.
56. SOBRESEIMIENTO OBLIGATORIO - Requisitos.

"Ya ha externado esta Sala, que es menester que en los Sobreseimientos Obligatorios se hagan constar los hechos que
se tienen por demostrados, para poder cumplir con el artículo 42 de la Constitución Política ("Nadie podrá ser juzgado más
de una vez por el mismo hecho punible" y "se prohíbe reabrir causas penales fenecidas y juicios fallados con autoridad de
cosa juzgada, salvo cuando proceda el recurso de revisión"). (Ver Resolución 113-F de 10:20 horas de 17 de agosto de
1983). También que es indispensable que se fundamente lo relativo a pruebas nuevas -si existen- y en relación con las
razones jurídicas por las que se dicta el sobreseimiento. "En cuanto a los requisitos que debe reunir un sobreseimiento
obligatorio, aunque este debe cumplir con las formalidades de las sentencias, no necesariamente debe seguir el mismo
orden. Lo importante es que exista una motivación de las probanzas nuevas -si las hay- y de los aspectos jurídicos
conducentes a determinar las razones por las cuales se dictó obligatoriamente el sobreseimiento". (Sala Tercera, Nº 445-F
de 8:35 horas de 23 de agosto de 1996). En esa misma línea de pensamiento, se ha afirmado que "De una simple lectura
de la resolución impugnada fácilmente se aprecian los yerros acusados, pues el tribunal a quo, en un único y escueto
considerando, se limita a indicar que las pruebas recabadas (las que ni siquiera cita), no tienen la virtud de hacer variar el
estado de duda que se tenía al dictar la prórroga extraordinaria, por lo cual "vencido el término de la misma", lo único que
procede es dictar el sobreseimiento obligatorio, sin indicar por qué considera que en el especie no se da tal variación.
Tampoco señala la resolución impugnada cuál es la base fáctica en virtud de la cual se ordenó el sobreseimiento"
(También de esta Sala, Nº 566-F de 9:50 horas del 27 de setiembre de 1996). En el caso en examen, todos los requisitos
señalados se cumplen en la resolución del Juez Instructor (la del Tribunal es complemento de ella), pues se hace constar
los hechos probados, se analiza la prueba esencial (constituida por el dictamen criminalístico) y se dan las razones
jurídicas por las que se dictó esa resolución. Por ello, sin lugar el reclamo." 1996. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº
767-F de las 10,20 hrs. del 6 de diciembre.
JURISPRUDENCIA PENAL

Lic. Martín Rodríguez


Letrado de la Sala Tercera

A. DERECHO PENAL

1. ASOCIACION ILICITA. No cualquier planificación y distribución de funciones permite la


configuración de este ilícito.

2. COMISO. Procedencia. Devolución de bienes o reintegrar su valor económico.

3. CONCURSO IDEAL. Diferencia con el concurso aparente.

4. DELITO CONTINUADO. Procede solo en delitos que afectan bienes jurídicos


patrimoniales.

5. DELITOS DE PELIGRO CONCRETO. Basta un perjuicio potencial para que se configure


la tipicidad objetiva.

6. DIFAMACION. Dolo. Prueba de la verdad.

7. FALSEDAD IDEOLOGICA. La declaración testimonial rendida ante notario público no


constituye falso testimonio.

8. LEY DE ARMAS Y EXPLOSIVOS. Análisis de los artículos 25 y 89.

9. LEY MAS FAVORABLE. La ley procesal no constituye una ley más favorable.

10. LEY MAS FAVORABLE. Prohibición de aplicar la “lex tertia”.

11. PENA. Su fijación debe respetar el principio de proporcionalidad.

12. PREVARICATO. Bien jurídico tutelado

13. PREVARICATO. Resolución, concepto.

14. PRIVACION DE LIBERTAD. La afectación al bien jurídico debe ser efectiva y


proporcional.

15. RAPTO PROPIO. El abuso deshonesto puede concurrir idealmente con el rapto, no
queda absorbido por éste.

16. ROBO AGRAVADO. Fuerza anormal requerida para su configuración.

17. ROBO AGRAVADO. La anormalidad de la fuerza empleada se determina por la


irregularidad en su uso y no en el porcentaje de ésta.

18. TENTATIVA DE VIOLACION. Causas que pueden interrumpir los actos de ejecución
dirigidos a la consumación del delito.

19. TRAFICO DE DROGAS. Como delito de peligro abstracto no requiere la efectiva lesión
al bien jurídico tutelado.

20. TRAFICO DE DROGAS. No admite la tentativa al ser un delito de peligro abstracto.


Algunas consideraciones sobre el tema.

21. TRAFICO DE DROGAS. Al ser un delito consumado no admite la tentativa.


22. VIOLACION. No es parte del tipo penal la satisfacción de los deseos sexuales.

B. DERECHO PROCESAL PENAL

23. ACCION CIVIL. Desistimiento tácito al no concretarse las pretensiones en el momento


procesal correspondiente.

24. ACCION CIVIL. No es inválido el sobreseimiento que omite pronunciarse sobre las
pretensiones civiles.

25. ACTOS DEFINITIVOS E “IRREPRODUCTIBLES”. Deben ser notificados previamente a


las partes, salvo los casos de urgencia dispuestos por la ley.

26. ALLANAMIENTO. Función del Defensor Público asignado para presenciar la diligencia.

27. CODIGO DE LA NIÑEZ Y LA ADOLESCENCIA. El desistimiento, la deserción y la


revocatoria de la instancia están prohibidos en materia de menores.

28. CONCILIACION. No procede en delitos cometidos en perjuicio de niños y adolescentes.

29. CONCILIACION. No se admite en el delito de violación.

30. CONCILIACION. No se admite en delitos en donde no es posible la ejecución


condicional de la pena, ni en los cometidos contra menores de edad.

31. CONVENIOS CON EL MINISTERIO PUBLICO. Naturaleza y alcances. Inobservancia por


el Tribunal de Juicio.

32. ESTADO CIVIL. Puede demostrarse por cualquier medio de prueba legítimo.

33. EXAMEN PSIQUIATRICO DEL IMPUTADO. Algunas consideraciones sobre su evolución


histórica.

34. EXAMEN PSIQUIATRICO DEL IMPUTADO. Aspectos de interés sobre su valor


probatorio. No viola el principio de inocencia.

35. FUNDAMENTACION. No siempre es posible una precisión absoluta de los hechos.

36. HECHOS PROBADOS. No se requiere una ubicación temporal absoluta, salvo que se
demuestre su esencialidad o utilidad.

37. IMPUTADO. Obligación de comunicarse e informarse del proceso con su defensor.

38. INHIBITORIA. Es una garantía de objetividad e imparcialidad procesal.

39. LECTURA DE LA SENTENCIA. Se debe realizar en la forma y dentro del tiempo fijado
en la normativa procesal.

40. PLAZOS. Corren a partir del día siguiente a su notificación.

41. PRESCRIPCION. Naturaleza procesal del instituto. Reglas para su aplicación en la


nueva normativa procesal.

42. PRESCRIPCION. Carácter procesal de las normas que lo regulan. No constituyen ley
más favorable.

43. PROCEDIMIENTO ABREVIADO. La ampliación de la acusación durante el debate debe


cumplir con lo dispuesto en el procedimiento ordinario.
44. PROCEDIMIENTO ABREVIADO. El rechazo del rebajo de la pena y del beneficio de
ejecución condicional de la misma se deben fundamentar.

45. PROCEDIMIENTO ABREVIADO. El tribunal puede rechazarlo si se sustenta en un


acuerdo espurio entre las partes.

46. PROCEDIMIENTO ABREVIADO. Obligación del tribunal de vigilar el acuerdo


sancionatorio al que llegan las partes.

47. PROCEDIMIENTO ABREVIADO. El convenio debe respetar los hechos y la calificación


correspondiente.

48. PROCEDIMIENTO ABREVIADO. Posibilidad del tribunal de rebajar en un tercio la pena


aun cuando la pena acordada supera el mínimo fijado por ley.

49. PROCEDIMIENTO ABREVIADO. La aceptación del hecho debe ser expresa, libre, clara,
inequívoca e indubitable.

50. PROCEDIMIENTO ABREVIADO. Se requiere tanto la aceptación de someterse a este


procedimiento, como la aceptación de los hechos.

51. PROCEDIMIENTO CONTRA MIEMBROS DE LOS SUPREMOS PODERES. Compete al


Fiscal General asumir personalmente la investigación.

52. PROCEDIMIENTO DE REVISION. Resoluciones contra las que procede. El actor civil no
está legitimado para formularlo.

53. PROCEDIMIENTO DE REVISION. Legitimación del Ministerio Público para interponerlo.


Alcances.

54. PROCEDIMIENTO DE REVISION. La retractación de la ofendida puede obedecer a


presiones del grupo familiar ante las dificultades económicas sobrevinientes.

55. PROCEDIMIENTO DE REVISION. Procedencia. Sentencia inconcialiable.

56. RECURSOS. Organo competente para conocer de la admisibilidad.

57. RECURSO DE CASACION. No constituye una doble instancia.

58. RECURSO DE CASACION. Resoluciones contra las que procede. Requisitos mínimos
para su interposición.

59. REQUISA. Naturaleza y formalidades. Omisión de orden judicial previa no acarrea


necesariamente su invalidez.

60. SENTENCIA. Plazo y reglas básicas para su redacción y lectura.

61. SUSPENSION DEL DEBATE. No viola el debido proceso la suspensión del debate por
un plazo mayor al establecido en la ley si hubo acuerdo entre las partes.

62. TESTIGO SOSPECHOSO. Procedimiento para su recepción. Diferencia con el co-


imputado.

63. TESTIGO SOSPECHOSO. Debe respetarse el derecho de defensa desde que se


adquiere la condición de indiciado o sospechoso.

A. DERECHO PENAL
1. ASOCIACION ILICITA. No cualquier planificación y distribución de funciones permite la
configuración de este ilícito.

“En el primer acápite de esta parte del recurso, como vicio in iudicando se denuncia la
inobservancia de los artículos 39 y 41 de la Constitución Política, 1º y 272 del Código Penal, pues
la defensa considera que en la especie no se configuró objetiva ni subjetivamente el delito de
Asociación ilícita, razón por la cual solicita que sus patrocinados sean absueltos por ese delito. En
segundo lugar se acusa la infracción de los artículos 39 y 41 de la Constitución Política, 1, 23 y
272 del Código Penal, indicando que conforme a las reglas del concurso aparente de normas, en
el presente caso el delito de Secuestro extorsivo excluye la aplicación del delito de Asociación
ilícita.- vicio in iudicando se denuncia la inobservancia de los artículos 39 y 41 de la Constitución
Política, 1º y 272 del Código Penal, pues la defensa considera que en la especie no se configuró
objetiva ni subjetivamente el delito de Asociación ilícita, razón por la cual solicita que sus
patrocinados sean absueltos por ese delito. En segundo lugar se acusa la infracción de los
artículos 39 y 41 de la Constitución Política, 1, 23 y 272 del Código Penal, indicando que
conforme a las reglas del concurso aparente de normas, en el presente caso el delito de
Secuestro extorsivo excluye la aplicación del delito de Asociación ilícita.-Ambos reclamos son de
recibo, por las razones que se dirán. En la sentencia impugnada, particularmente entre los folios
2065 a 2067, explica el Tribunal de mérito las razones por las cuales considera que los imputados
son coautores del delito de Asociación ilícita, básicamente -vamos a sintetizar- por la antelación y
detalle con que se planificó el Secuestro extorsivo de los ofendidos, a cometer entre varias
personas (señala el a quo que hubo varias reuniones y que varios de los partícipes fueron traídos
desde Nicaragua). Agrega el Tribunal que la agrupación: "...fue permanente durante el lapso que
duró el secuestro. Todo lo cual denota una estructura dotada de estabilidad, orden, coordinación,
permanencia y una distribución de funciones propias de un grupo organizado para delinquir, como
lo era llevar a cabo el secuestro de los ofendidos, aspectos muy diversos a los que se
encuentran en la mera participación circunstancial para perpetrar un delito singular, por lo que sin
duda los coimputados al haber participado de dicha organización son co-autores cada uno de
ellos de un delito de asociación ilícita, el cual realizaron en concurso material con los dos
secuestradores mencionados. No pudiéndose decir que la asociación ilícita queda como un acto
previo al secuestro, o como un delito de pasaje, pues lo cierto es que son figuras totalmente
independientes y una no subsume tampoco a la otra, ya que no necesariamente para que se de
un secuestro extorsivo, tiene que primero darse una asociación ilícita, dado que el secuestro lo
puede cometer una sola persona o un grupo de ellas que en forma circunstancial deciden hacerlo,
sin que exista de por medio alguna planificación u organización" (sentencia, folios 2066 a 2067).
Pues bien, consideran los suscritos que ninguna de las anteriores razones permite afirmar la
concurrencia de los elementos objetivos y subjetivos del delito de Asociación ilícita, a que se
refiere el artículo 272 de nuestro Código Penal. En la sentencia recurrida hay un evidente error
in iudicando, ya que los hechos que se han tenido por probados no permiten declarar la existencia
independiente de un delito de Asociación ilícita, ya que en el presente caso la resolución de
secuestrar adoptada por el grupo, manifestada en cada una de sus reuniones, y cada uno de los
actos preparatorios efectuados por ellos -según son descritos en sentencia- no son más que la
manifestación que, para este caso concreto, adoptó la progresiva realización del delito de
Secuestro extorsivo (cfr. artículo 215 del Código Penal). Si los agentes planificaron previamente y
con detalle la realización de un secuestro a los ofendidos, que efectivamente llevaron a cabo
entre ellos, distribuyéndose entre sí funciones específicas, a efecto de actuar de manera
coordinada y eficiente en la consecución de los fines propuestos con el secuestro, debe
convenirse en que solamente se está en presencia de un delito de Secuestro extorsivo y no de
una Asociación ilícita (pues de admitirse el criterio del Tribunal, que no discrimina los elementos
de uno y otro delito, cualquier delito doloso cometido en coautoría, p.ej. Homicidio, Robo, o
Estafa, implicaría el delito de Asociación ilícita). Por lo tanto debe casarse la sentencia
únicamente para absolver a los encartados por el delito de Asociación ilícita que se les ha
atribuido. El resto de la sentencia se mantiene incólume.” 1999. SALA TERCERA DE LA
CORTE, No. 23 de las 15:50 h del 7 de enero.

2. COMISO. Procedencia. Devolución de bienes o reintegrar su valor económico.

“Si bien es cierto, el texto del artículo 408 del Código Procesal Penal restringe la posibilidad de
incoar un proceso revisorio a los supuestos ahí establecidos, siempre que la gestión se dirija
contra una sentencia firme y se interponga en pro de los intereses del condenado o de aquel a
quien se haya impuesto una medida de seguridad y corrección, también lo es, que el comiso
implica la restricción del derecho fundamental de propiedad, decretado mediante sentencia
condenatoria firme. Conviene añadir, que como consecuencia eventual de la condenatoria penal
(artículo 465 ejúsdem), procede no solo en contra de bienes del sentenciado, sino también contra
aquellos que, siendo ostentados por un tercero, han servido como instrumentos para realizar el
ilícito o constituyen el provecho o ventaja derivada de él. De cualquier forma, sea que pertenezcan
al sentenciado o a un tercero, la demostración de este nexo entre los bienes y la infracción
cometida, constituye un presupuesto indispensable para decretarlo, es decir, declarar la pérdida
de bienes materiales en beneficio del Estado (ver al respecto Voto de esta Sala Nº 188-99 de
9:10 horas del 19 de febrero de 1.999). En el asunto sometido a examen por esta Sala, queda
claro que al ordenar el comiso, el a-quo estimó que tanto el dinero cuanto las joyas incautadas
en el allanamiento, eran producto de la actividad ilícita a la que se dedicaban los encartados,
pues el dinero previamente identificado, se localizó en la bolsa que contenía la droga (confrontar
folio 381, líneas 7 a 13). De esta manera concreta, pero indiferenciada, el Tribunal tuvo por
establecido que tanto el dinero como las joyas aparecieron en una misma bolsa, lo cual es
imposible deducir inequívocamente de la secuencia registrada en el informe de la Policía de
Control de Drogas del Ministerio de Seguridad Pública (ver folios 12 a 15), de las actas de
decomiso de folios 19 a 21, así como del acta de allanamiento de folio 32. Por lo expuesto, en
cada uno de estos documentos se colige que el dinero identificado por la autoridad jurisdiccional,
efectivamente fue encontrado en una bolsa que contenía el resto de los valores, que no solo
sumaba una cantidad considerable, sino que además estaba conformado por billetes y monedas
de variadas denominaciones. Esto, de conformidad con lo que aconseja el correcto sentido de las
cosas, permitió al a-quo demostrar que tales cantidades provenían de la venta de droga que se
realizaba en la vivienda del justiciable. De ahí que en cuanto al dinero, no se observan los vicios
reprochados. Distinta es la situación respecto a las joyas, pues de la prueba citada no se
desprende, - como erróneamente lo hizo el sentenciador - que provinieran de aquella venta. En
efecto, las joyas estaban contenidas en dos bolsas plásticas (confrontar acta de allanamiento de
folio 32) y aunque en algunos casos es común que los adictos cancelen ventas de droga
mediante la entrega de bienes distintos al dinero (como pueden ser las joyas), lo cierto es que en
el caso concreto, esto no podría ser sino una simple sospecha, nunca un indicio inequívoco que
sustente la proveniencia ilícita de los referidos bienes. Por lo expuesto y existiendo duda
razonable en cuanto al origen de las citadas joyas, lo procedente es anular la sentencia,
únicamente en cuanto ordena el referido comiso. En lo demás, el fallo permanece inalterable.
IV.- Atendiendo a la nulidad parcial del fallo decretada en el anterior Considerando y a
efecto de otorgar eficacia a lo resuelto, el a-quo se servirá fijar un término prudencial, para que
las joyas - cuyo comiso se ordenó - sean devueltas efectivamente al sentenciado G.B.. No
obstante, la Sala no puede dejar de lado, que desde la fecha en que se dictó sentencia hasta
ahora han transcurrido cerca de cuatro años, además que las joyas fueron entregadas
oportunamente al representante de la entidad beneficiada con el comiso, en este caso el Consejo
Nacional de Drogas, CONADRO (ver acta de entrega, folio 403). Por lo expuesto y en el evento
de que no resulte factible devolver materialmente los valores citados, previa consulta al ente
referido, el sentenciador deberá regularlos prudencialmente, para que en el término razonable que
se sirva fijar, la institución en cuyo beneficio se ordenó hacer recaer el depósito de los bienes
caídos en comiso, reintegre su valor económico al justiciable G.B..” 1999. SALA TERCERA DE
LA CORTE, No. 505 de las 10 h del 30 de abril.

3. CONCURSO IDEAL. Diferencia con el concurso aparente.

“De acuerdo a esta primera precisión, es claro que en la especie toda la conducta que
desplegaron los asaltantes, analizada en forma integral, debe valorarse como una sola acción en
sentido jurídico, pues en ella -y no obstante que se advierte la concurrencia de varias acciones
materiales perfectamente diferenciables- subsiste una misma situación espacial y temporal, así
como la misma motivación. Una vez definido lo anterior, debemos ocuparnos de establecer si esta
unidad de acción debe calificarse como un concurso ideal o uno aparente, para lo cual debemos
analizar si ha existido una única lesión al bien jurídico o si, por el contrario, se dan varias lesiones
independientes. En este sentido debemos entender que “... Concurso ideal significa que una sola
acción u omisión realiza varios tipos penales, que no se encuentran entre sí en relación de
concurso aparente de normas. Esta figura (el concurso ideal) requiere, en consecuencia, dos
presupuestos: de un lado, la unidad de acción; de otro, que la acción u omisión produzca una
pluralidad de lesiones jurídicas ...” Castillo González (Francisco), “EL CONCURSO DE DELITOS
EN EL DERECHO PENAL COSTARRICENSE”, Publicaciones de la Facultad de Derecho de la
Universidad de Costa Rica, 1ª edición, 1981, página 58. Como se puede colegir de lo anterior, la
diferencia que existe entre el concurso ideal y el aparente consiste en que en aquel la acción
(vista como una unidad) produce varias lesiones al bien jurídico tutelado por el tipo o los tipos
penales de que se trate, mientras que en este se da una sola lesión. Por otra parte, el citado
autor estima que por lo general en delitos patrimoniales o en delitos contra la propiedad, donde la
acción u omisión llena pura y simplemente el tipo penal, existirá una acción y lesión únicas, es
decir, un concurso aparente de normas. Pero existe una salvedad a este principio; en el concurso
ideal homogéneo (esto es, en aquellos casos en los cuales -según lo estipula el numeral 21
citado- la acción u omisión viola varias veces la misma disposición penal, sin que cada una de
dichas violaciones se excluyan entre sí), y se trate de “... aquellos tipos penales que, además de
la propiedad, protegen también bienes jurídicos personalísimos, como es el caso del robo o de la
extorsión, es posible el concurso ideal homogéneo, que ocurre cuando la acción tiene por objeto
varias víctimas...”, Ibídem, páginas 64 y 65. Lo anterior significa que en el caso que nos ocupa (al
concurrir una acción violenta, en la que medió el uso de armas de fuego de alto poder ofensivo)
aparte del bien jurídico propiedad también se vieron afectados otros valores fundamentales de la
convivencia social como, por ejemplo, la seguridad e integridad física de las personas, su libertad
de autodeterminación y, en algunos supuestos, incluso hasta la vida, de donde debe entenderse
que la afectación de una multiplicidad de sujetos pasivos trajo como consecuencia inevitable una
multiplicidad de lesiones jurídicas a éstos bienes personalísimos. Analizando el caso en estudio a
la luz de los principios antes desarrollados, tenemos lo siguiente: a) la conducta desplegada por
los tres asaltantes, quienes mediante el empleo de armas de fuego logran intimidar al vigilante de
la agencia bancaria consiguiendo así despojarlo de los bienes que portaba, para más adelante
tratar de ingresar al área de cajeros donde se apoderarían de los bienes y del dinero que allí se
encontraban, debe valorarse como una sola acción en sentido jurídico, pues no sólo se desarrolla
en el mismo lugar durante un corto espacio de tiempo, sino que todo ese despliegue obedeció a
un propósito común, esto es, el apoderamiento ilegítimo de bienes; b) La referida conducta ilícita
se dirigió al menos contra dos víctimas claramente diferenciables: en primer término se consumó
el desapoderamiento de los bienes del ofendido E.R.P.M., guarda de seguridad, a quien se
despojó de un revólver, un radio de comunicación y una billetera que portaba, y se le ocasionaron
lesiones. Asimismo, por causas del todo ajenas a su voluntad, los asaltantes no lograron
consumar el robo que se propusieron cometer en el área de cajeros, pues no obstante ejecutaron
una acción directamente encaminada a ese resultado, los vidrios blindados que protegían dicho
sector no cedieron ante los disparos que ellos realizaron. Al causársele lesiones al guarda de
seguridad indiscutiblemente se afectaron bienes jurídicos personalísimos, diferenciables del
derecho de propiedad, lo que implica que se lesionaron dos bienes jurídicos distintos: por un lado
la propiedad tanto de Bancrecen como del propio guarda, y por otro la integridad física de este
último. Al afectarse dichos bienes, debemos concluir que nos encontramos ante la lesión a dos
bienes jurídicos. Como se deduce de lo anterior, la delincuencia que se desplegó -al afectar no
sólo la propiedad sino también bienes jurídicos personalísimos- debe calificarse como un concurso
ideal homogéneo, tal y como apropiadamente lo estimó el tribunal de instancia. Tal consideración
nos permite concluir que en la especie, si bien se está en presencia de una unidad de acción,
fueron afectados no sólo bienes jurídicos de naturaleza puramente económica, sino también
algunos personalísimos como la vida y la integridad física de los sujetos pasivos.” 1998. SALA
TERCERA DE LA CORTE, No. 1192 de las 9:45 h del 3 de diciembre.

4. DELITO CONTINUADO. Procede solo en delitos que afectan bienes jurídicos


patrimoniales.

“Con fundamento en el artículo 77 del Código Penal, el que estima inobservado, el sentenciado
E.A.H. alega una excesiva penalidad en su causa, al considerar que se le debió haber impuesto
una pena única, ya que los hechos por los cuales se le condenó constituyen, en su criterio, un
delito continuado, es decir, eran de la misma especie y tenían la misma finalidad (folio 201, líneas
22 a 26). II.- El reclamo debe rechazarse. Conforme lo establece el artículo 77 citado, y según
lo ha resuelto reiteradamente esta Sala, la penalidad del delito continuado sólo resulta aplicable,
entre otros aspectos, cuando los delitos en concurso, que se vienen acusando, afectan bienes
jurídicos patrimoniales; no así cuando la afectación recae sobre bienes jurídicos distintos a los
patrimoniales, aunque el agente persiga, en todos ellos, la misma finalidad (ver, CASTILLO,
Francisco: “El concurso de Delitos en el Derecho Penal Costarricense”, San José, Litografía Lil
S.A., 1981, p. 91), cual sería el caso, por ejemplo, de los bienes personalísimos, tal y como se
aprecia en esta oportunidad. En este sentido, la penalidad del delito continuado no procede en la
especie, pues las acciones realizadas por el gestionante afectaron bienes jurídicos personalísimos
y no patrimoniales, ya que éste, de acuerdo con lo acreditado en sentencia, con la finalidad de
corromper, no sólo abusó y violó sexualmente a J.G. (en distintas ocasiones), sino que también
cometió un abuso deshonesto en perjuicio de M.V.G.H., lo cual descarta la aplicación de lo
solicitado, al afectarse con dicha conducta la reserva, el decoro, la honestidad o el pudor sexual
(abusos deshonestos), la libertad o autodeterminación sexual (Violación) y la integridad
psicológica sexual del desarrollo espontáneo, natural y sano de las personas menores de
diecisiete años (Corrupción). Así las cosas, no concurriendo los elementos para la aplicación del
delito continuado, se declara sin lugar el procedimiento de revisión que intenta el sentenciado.”
1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 542 de las 10:25 h del 7 de mayo.

5. DELITOS DE PELIGRO CONCRETO. Basta un perjuicio potencial para que se configure la


tipicidad objetiva.

“En el único motivo por el fondo, plantea el impugnante un extenso alegato que se concentra en
indicar que han sido incorrectamente interpretados y aplicados los artículos 318, 359 y 363 del
Código Penal... Sin embargo, y como ya se expuso en Considerandos anteriores, el tipo de delitos
como el de Fraude de Simulación, el de Uso de Documento Falso o de Falsificación de
Documentos Públicos, no requieren un perjuicio efectivo como el que pretende validar el
impugnante. La tipicidad objetiva de estas figuras se satisface con un perjuicio potencial, una
mera puesta en peligro del bien jurídico “Fe Pública”. Por esta razón no resulta necesario
acreditar en la causa que los acusados hayan causado efectivamente un daño al patrimonio o a
la Fe Pública. La forma de tutela penal en esta sección del Código Penal tiene una especial
tendencia hacia la persecución también de acciones que revelen un peligro concreto para el bien
jurídico, que es una forma de tutela que per se no es inconstitucional, sino que implica un análisis
judicial de comportamientos humanos que estén directamente encaminados a producir perjuicios
haciendo un documento público falso, o utilizando un documento falso o simulando un acto o
contrato o se hubiere hecho embargar con el fin de eludir un pago. Al hacer la interpretación del
peligro potencial no existe una aplicación errónea de la ley sustantiva, como lo pretende el
recurrente. Por lo expuesto sin lugar el motivo.” 1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No.
204 de las 10:35 h del 19 de febrero.

6. DIFAMACION. Dolo. Prueba de la verdad.

“Según la sentencia impugnada, la razón para absolver a H.U. se hace derivar directamente de la
ausencia de dolo y no del ejercicio de la "prueba de la verdad" a que se refiere el artículo 149 del
Código Penal (no podría ser al revés, ya que no se demostró -valga la reiteración- que las
imputaciones atribuidas a P. consistieran en afirmaciones verdaderas). Dijo el a quo: «...los
delitos que se acusaron NO SON TIPICOS, por faltar el elemento subjetivo integrado por el
DOLO, siguiendo la Teoría del Tipo Complejo» (Sentencia, folio 453). Sin embargo, resulta que
acreditar que las imputaciones consisten en afirmaciones verdaderas es la hipótesis necesaria a
partir de la cual resulta aplicable el artículo 149 del Código Penal, y es de hacer notar que
cuando media la defensa de un interés actual, la prueba de la verdad opera como causa de
justificación, esto es, que excluye la antijuridicidad de la conducta, pero no su tipicidad dolosa
(cfr. LLOBET, Javier y RIVERO, Juan: Comentarios al Código Penal, San José, Editorial
Juricentro, p. 182), y desde el punto de vista técnico-jurídico no es lo mismo fundamentar una
absolutoria por ausencia de tipicidad subjetiva (dolo) que por ausencia de antijuridicidad, pues la
justificante obedece a hechos que no descartan aquellos que constituyen el elemento subjetivo
del dolo. Pero el Tribunal, erróneamente, utilizó los criterios subjetivos de esta norma para
orientar el examen relativo a la existencia de los hechos, pues salta a la vista que el a quo
prácticamente identificó el dolo de la Difamación (art. 146) o de la Publicación de ofensas (art.
152) con el «puro deseo de ofender» y el «espíritu de maledicencia» a que se refiere el artículo
149 (véanse los folios 393, 402, 410 y 436), cuya inexistencia sólo tiene por efecto excluir la
punibilidad >cuando se prueba la verdad del hecho imputado, pero ninguna de estas finalidades o
motivos puede identificarse con el dolo que suponen los delitos tipificados en los artículos 146 y
152, ya que estos últimos ordinales no contemplan esa clase de elementos subjetivos, como sí lo
hacen ciertos tipos subjetivos complejos, llamados "delitos de intención", porque requieren una
especial dirección de la voluntad hacia un determinado objetivo o resultado, que se encuentra
fuera del tipo subjetivo, como por ejemplo los artículos 163 y 164 (que además de suponer el
dolo, exigen expresamente la existencia de «fines libidinosos» en el autor del Rapto), el 169 (que
en adición al dolo requiere el «ánimo de lucro» en el autor del Proxenetismo), el 214 (que señala
la finalidad de «procurar un lucro injusto» en la Extorsión simple) o el 215 (que alude a «fines de
lucro, políticos, o políticosociales, religiosos o raciales» para configurar el Secuestro Extorsivo),
todos del Código Penal. En realidad el dolo del difamador es el conocimiento y voluntad de
deshonrar a otro o de propalar especies idóneas para afectar su reputación, mientras que en la
Publicación de ofensas, el dolo consiste en el conocimiento y voluntad de publicar o reproducir,
por cualquier medio, ofensas al honor inferidas por otro. Pero así como obra con dolo quien
quiere la realización del hecho tipificado, también con quien acepta, previéndola a lo menos como
posible, la realización del hecho tipificado (artículo 31), siendo esta última forma del dolo la
llamada eventual, cuya posible existencia o inexistencia tampoco fue objeto de análisis expreso
por parte del a quo. Dice el Tribunal que: "Por último, estiman los juzgadores que en cuanto a la
Excepción de la verdad interpuesta por el Lic. F.G., abogado del querellado H.U., efectivamente
se logró demostrar que las publicaciones realizadas por H.U. tienen sustento en las publicaciones
de los periódicos europeos aludidos; pero en virtud de que el tribunal sostiene la tesis de la
carencia de dolo en el presente caso, se estima innecesario ahondar en este punto. Si debe
quedar claro que la Excepción de la verdad no versaba sobre la verdad o falsedad de las
afirmaciones hechas por los matutinos europeos, ya que esa cuestión no competía al querellado
por no haber hecho esas afirmaciones a título personal ni con ánimo de ofender, sino
simplemente informar sobre los mismos" (Sentencia, folio 454)". En la cita transcrita se evidencia,
como lo hace notar el Dr. C.G., un defecto en las premisas del razonamiento, pues al tener como
objeto de la excepción de verdad el hecho de que H. publicó (o "sustrajo", según dijo el a quo,
cfr. folio 388) las afirmaciones publicadas en periódicos europeos (y no su verdad o falsedad)
comete un error el juzgador, pues así -como dice el impugnante- se «... >convierte en causa de
justificación o de no punibilidad, la publicación de ofensas inferidas por otro, que es precisamente
>lo que el artículo 152 del Código Penal define como delito». En este sentido, se ha indicado que
el artículo 152 «...tiene la finalidad de evitar que puedan quedar impunes determinadas ofensas al
honor, por la sola circunstancia de que quien las profiere, alegue que él no fue autor original del
agravio [puesto que el Código Penal] >parte de la base de que son lesivas al honor, tanto las
ofensas originales como las repetidas» (LLOBET y RIVERO: >Op. cit., pág. 208). Mientras que,
por otra parte, en relación a cuál es el objeto de la prueba de la verdad se ha dicho que ésta
«versa únicamente sobre la realidad de la imputación agraviante que se ha formulado al sujeto
pasivo» (CREUS, Carlos: Derecho Penal Parte Especial, Buenos Aires, Editorial Astrea, T. I,
1988, p. 157). En vista de que el defecto apuntado en la fundamentación se reitera en la
sentencia respecto a cada uno de los hechos querellados, procede declarar la nulidad de la
sentencia y remitir el proceso al competente para su nueva substanciación. Dada la naturaleza y
efecto de lo dispuesto, se omite pronunciamiento sobre los demás reclamos del recurso
interpuesto. No sobra señalar que sólo por haber acogido el presente reclamo por la
inobservancia de formas procesales que determinó la nulidad de la sentencia, la Sala de
Casación no está prejuzgando sobre el fondo del asunto, cuestión que sólo podrá resolverse
mediante un juicio que observe las formas procesales pertinentes.” 1999. SALA TERCERA DE
LA CORTE, No. 540 de las 10:15 h del 7 de mayo.

7. FALSEDAD IDEOLOGICA. La declaración testimonial rendida ante notario público no


constituye falso testimonio.

“En este aparte, alega errónea aplicación de la ley sustantiva, pues a juicio de quien recurre, por
haberse prevenido al testigo -hoy sentenciado- acerca de las penas con las que la Ley castiga el
falso testimonio, el delito cometido no enmarca en la ilicitud de falsedad ideológica, sino en la del
falso testimonio, o en su lugar, la figura aplicable resultaría ser la del perjurio. El reclamo es
inatendible. La calificación otorgada por el Tribunal al cuadro fáctico acreditado, es la ajustada a
derecho y no se observa en tal subsunción jurídica los defectos que señala el gestionante. En
efecto, el a-quo tuvo por demostrado que el justiciable compareció ante un Notario Público e hizo
insertar datos falsos relativos a aspectos que el mismo documento debía probar. No puede
estimarse que en la especie se esté ante el delito de falso testimonio, porque aunque en esencia
en el documento se consignó una declaración y al deponente se le hicieron las prevenciones de
rigor en torno al delito de falso testimonio, resulta cierto que por habérsela rendido ante una
autoridad competente, no es dable aplicar el artículo 314 del Código Penal. Esta norma exige
como un elemento del tipo objetivo del falso testimonio, que la declaración se rinda ante una
“autoridad competente”, es decir, ante órganos públicos judiciales, administrativos, parlamentarios
o eventualmente, ante las autoridades consulares o diplomáticas extranjeras, cuando: “... tenga (n)
la atribución de ejercer materialmente la función jurisdiccional y de tomar (...) una decisión sobre
el caso concreto...” (Castillo González, Francisco: El delito de Falso Testimonio, San José,
Editorial Juricentro, 1.982, p. 68). Por ello, a juicio de este autor: “... Del texto del artículo 314,
quedan excluidas aquellas declaraciones rendidas ante particulares que ejercen funciones
públicas. Tal es el caso de las otorgadas ante notarios, notarios receptores de pruebas o ante
árbitros amigables componedores ...” (ibídem). En consecuencia, debe entenderse que las
declaraciones apócrifas otorgadas ante un Notario, no configuran el delito de falso testimonio sino
el de falsedad ideológica, pues en primer lugar, dicho profesional carece de la calidad de
autoridad –en el sentido expuesto- y en segundo término, porque la falsedad –que se refiere a
aspectos esenciales que el documento pretende probar- se hace insertar en un instrumento
público (escritura). En otro orden de cosas, los hechos demostrados no pueden configurar el
delito de perjurio, pues como acertadamente lo expone la representante del Ministerio Público en
la contestación de la audiencia respectiva (confrontar folio 411), la falsedad que sanciona el
artículo 309 del Código Penal, debe versar sobre hechos propios y no sobre circunstancias o
actividades de otras personas, como ocurre en el caso de autos. Por lo expuesto, se declara sin
lugar el motivo alegado.” 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 1186 de las 9:15 h del 3
de diciembre.

8. LEY DE ARMAS Y EXPLOSIVOS. Análisis de los artículos 25 y 89.

“En este reclamo se acusa como vicio in iudicando la errónea aplicación de los artículos 25, y 89
de la Ley de Armas y Explosivos Nº 7530. La queja se centra en que los citados numerales
establecen, como elemento objetivo del tipo, no sólo que una persona posea un arma, sino
además que la misma tenga la capacidad de disparar varios proyectiles en ráfaga, es decir, con
una sola acción del gatillo... El reclamo no es de recibo. En su queja, el encartado parece
entender que para que se configure el delito que prevén los artículos 25 y 89 citados, el arma que
se posea debe no sólo estar diseñada para disparar en ráfaga con una sola acción del gatillo, sino
además que -en el caso concreto- la misma se encuentre en perfectas condiciones de
funcionamiento a dichos efectos. Tal planteamiento no resulta acertado. Tomando en cuenta que
en la especie nos encontramos ante un delito de peligro, el criterio del recurrente no resulta
acertado, pues según se desprende de la redacción del numeral 25 citado, y en lo que aquí
interesa, son armas prohibidas las que con una sola acción del gatillo disparan sucesivamente (en
ráfaga) más de un proyectil, como ametralladoras, fusiles ametralladoras, subametralladoras y
pistolas-ametralladoras, de donde debe entenderse que, tomando en cuenta su efectiva y actual
condición de funcionamiento, el interés del legislador es evitar que este tipo de artefactos -por el
peligro que representan para la seguridad común y la tranquilidad pública- esté en manos de la
población civil, por lo cual se prohibe del todo su posesión, uso, circulación y comercialización.
Ahora bien, según se describe en los hechos probados del fallo, y no obstante que la prueba
técnica no se pronunció sobre tal extremo, el arma que se cita sí estaba funcionando
adecuadamente, a tal punto que fue accionada en contra de la humanidad del ofendido U.V.. En
relación a este punto la sentencia impugnada explica que, una vez desarrollada la acción ilícita en
las oficinas de Bancrecen, los imputados huyeron del lugar en un vehículo tipo sedán, color rojo,
siendo interceptados por dos investigadores judiciales en los alrededores de la clínica Marcial
Fallas en Desamparados. Debido a esto, el coencartado W.M. encañonó desde el interior de
dicho vehículo a los referidos oficiales, para lo cual utilizó un arma de grueso calibre que portaba,
tipo AK-47. Momentos después, M.R. disparó dicha arma e hirió al investigador H.M.U.V. (folio
552, línea 13 en adelante). Al día siguiente de este hecho, se realizó un allanamiento en una
vivienda del precario “La Carpio”, en la que se encontraban en ese momento los imputados M.R.
y W.M., quienes mantenían en dicho lugar el ya referido fusil de asalto AK-47 (folio 553, línea 3
en adelante). Como se deriva de lo expuesto, los acusados mantenían la posesión de un arma de
las que la norma de fondo citada califica como prohibida, esto es, una subametralladora tipo AK-
47, de las que la experiencia nos indica han sido diseñadas por su fabricante para disparar en
ráfaga con una sola acción del gatillo, la cual -en este caso en concreto- estaba en perfecto
estado de funcionamiento, a tal punto que fue accionada en contra del oficial ofendido. Esto
significa que la relación fáctica que se logró establecer en el fallo impugnado encuadra en el tipo
penal de artículo 89 de la Ley Nº 7530, sin que en el proceso de subsunción se advierta vicio
alguno. De acuerdo con lo anterior, al no concurrir ningún defecto in iudicando que justifique
acoger las pretensiones del recurrente, se declara sin lugar el motivo.” 1998. SALA TERCERA
DE LA CORTE, No. 1192 de las 9:45 h del 3 de diciembre.
9. LEY MAS FAVORABLE. La ley procesal no constituye una ley más favorable.

“En lo que toca al segundo aspecto, (relativo a la vigencia del Código Procesal Penal), la que se
considera una norma penal más favorable, por prever medidas alternativas, con la aplicación de
las cuales se pueden obtener algunos beneficios, el alegato se fundamenta en el inciso e) del
artículo 408 del Código citado. Al respecto, esta Sala ha señalado (resoluciones 435-98 de 8:34
horas de 15 de mayo; 1105-98 de 8:35 horas de 20 de noviembre y 1142-98 del mismo día,
todas de 1998), que "cuando el Código de rito se refiere a que el "hecho encuadre en una norma
más favorable", está delimitando este supuesto de revisión a la ley sustantiva y no a la procesal,
porque sólo respecto de la primera es dable hablar de encuadrar o subsumir un hecho en la
norma. Así, ni el Código Procesal Penal ni los diversos institutos que regula pueden considerarse
como ley más favorable, a los efectos del procedimiento de revisión…". Este razonamiento lo
refuerzan recientes resoluciones de la Sala Constitucional, en las que acepta que exista
diferencia, sin que se viole el principio de igualdad, "mediante la introducción de un límite
temporal a la vigencia de la regla, de manera que la misma situación fáctica pueda recibir una
solución diferente dependiendo solamente del momento en que ella se materialice. Esto ocurre
normalmente en los casos de tránsito de un sistema de regulación a otro, y en la situaciones en
que no existen derechos adquiridos o situaciones jurídicas consolidadas… con la idea de
aminorarle a los administrados, el impacto de un cambio de reglas" (Resolución 601-99 de 9:15
horas de 29 de enero de 1999, que declaró inconstitucional únicamente la limitación temporal del
transitorio IV de la Ley de Reorganización Judicial, determinando que "la norma permanece válida
y aplicable a todos los casos en él señalados pero sin limitación alguna de tiempo". Asimismo,
(resolución 2346-98 de 15:24 horas de 1 de abril de 1998), se admite que "las normas
transitorias impugnadas (se refiere a los transitorios I y II del Código Procesal Penal) no resultan
violatorias del principio de irretroactividad de la ley, ya que, como se indicó en el Considerando
anterior, se limitan a regular la vigencia de las nuevas disposiciones procesales en relación con
las causas pendientes". Por no adecuarse la revisión a la causal invocada ni estarse en el caso
de aplicación de la nueva legislación procesal a casos pendientes, se declara inadmisible la
solicitud.” 1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 420 de las 10:20 del 9 de abril.

10. LEY MAS FAVORABLE. Prohibición de aplicar la “lex tertia”.

“Como único agravio del recurso, la representación del Ministerio Público acusa errónea aplicación
del artículo 18 párrafo cuarto de la ley 7233 (ya derogada), Sobre Estupefacientes y Sustancias
Psicotrópicas. "La errónea aplicación de la ley deviene del hecho de que al encartado se le aplicó
una disminución de la pena que facultaba el artículo 18 en su párrafo cuarto, pero no se aplicó el
artículo en su totalidad, sino únicamente el párrafo que autorizaba la disminución de la pena,
hasta la mitad de lo establecido en el extremo menor de la pena. Para aplicar la pena el Tribunal
aplicó el artículo 61 de la ley vigente por ser mas (sic) más favorable al reo, haciendo con este un
híbrido, ya que de la ley 7233 aplica únicamente lo contemplado en su párrafo cuarto, y aplica el
artículo 61 de la ley 7786 para señalar la pena". Los fundamentos del a-quo, para resolver en
esa forma son los siguientes: "La nueva ley, vigente a partir del quince de mayo de mil
novecientos noventa y ocho, en su artículo 61 tipifica en forma casi idéntica esta misma conducta
de comerciar o vender droga. La ley anterior establecía para cada delito la pena de ocho a veinte
años de prisión, en tanto la nueva ley lo hace con cinco a quince años de prisión; por lo que en
cuanto a la adecuación de la pena, lo mas (sic) favorable para el reo es aplicar la nueva ley.-
Ahora bien, debe tenerse en cuenta, que de acuerdo con lo que establecía la ley anterior en el
párrafo cuarto del artículo 18 ya citado, el extremo menor de la pena puede disminuirse hasta la
mitad cuando se considere que la venta o el suministre (sic) de la droga se hace directamente al
consumidor, como según las pruebas queda demostrado en autos no solo por el conocimiento de
los supuestos compradores como adictos sino por la cantidad de venta, sea un solo envoltorio,
sea que es una condición que al no estar en la nueva legislación, es mas (sic) beneficiosa al reo,
por lo que en cuanto a este rebajo autorizado, debe aplicarse la ley anterior, por lo que es posible
rebajar hasta la mitad de los cinco años la pena menor" (ver folio 73). II.- Para analizar el tema
planteado, debe recurrirse al artículo 12 del Código Penal, el que dispone: "Si con posterioridad a
la comisión de un hecho punible se promulgare una nueva ley, aquél se regirá por la que sea más
favorable al reo, en el caso particular que se juzgue". Una inicial interpretación de este numeral,
nos lleva a concluir que se opone a la aplicación fragmentada de las leyes en cuestión, lo que
también se deduce de la doctrina, cuando se señala que la determinación de la ley más favorable
"requiere una comparación concreta de las dos situaciones legales surgidas de la reforma legal
posterior a la comisión del hecho: debe compararse la aplicación al caso de la situación legal
vigente en el momento de comisión con la que resultaría como consecuencia de la reforma. Esta
comparación es concreta porque debe referirse al caso que se juzga. En esta comparación deben
tomarse en cuenta, en primer lugar, las penas principales y luego la ley en su totalidad (penas y
consecuencias accesorias y modificaciones del tipo penal y de las reglas de la parte general
referentes, por ejemplo, a la capacidad de culpabilidad, a las causas de justificación, a las de
inculpabilidad, etcétera)" (Bacigalupo, Enrique. Principios de Derecho Penal, Parte General,
Ediciones Akal, S.A., Madrid, España, 1990, página 71. Lo transcrito reafirma la idea de que la
comparación se efectúe en la totalidad de las leyes y entonces, al escogerse una por sobre la
otra, su aplicación también es en su totalidad y no parcialmente. Aunque no se desconoce la
existencia de opiniones divergentes (entre otros, Bustos Ramírez, Juan, Manual de Derecho
Penal, Parte General, Editorial Ariel S.A., Barcelona, España, 1989, página 88), para la doctrina
mayoritaria, "Lo que no resulta posible, pese a que se ha propuesto doctrinalmente, es aplicar los
aspectos más beneficiosos de una ley y de otra, pues con ello el Tribunal estaría creando una
norma nueva (lex tertia) y desempeñando con ello funciones legislativas que no le competen (STS
29 junio 1985)" (Muñoz Conde, Francisco y García Arán, Mercedes, Derecho Penal, Parte
General, Tirant lo blanch, Valencia, España, 1993, página 136. En igual sentido, Zaffaroni,
Eugenio Raúl, Tratado de Derecho Penal, Parte General, Tomo I, Ediar, Buenos Aires, Argentina,
1980, página 464; Breglia Arias, Omar y Gauna, Omar R, Código Penal, Comentado, Anotado y
Concordado, Tomo I, Editorial Astrea, Buenos Aires, Argentina, 1987, páginas 14 y 16; Creus,
Carlos, Derecho Penal, Parte General, Editorial Astrea, Buenos Aires, Argentina, 1988, página
107). En todo caso, ya esta Sala (Voto 589-99 de 11:34 horas del 14 de mayo de 1999) se
ha pronunciado sobre el asunto, exigiendo la aplicación total de la ley que se considera más
beneficiosa: "...debe entenderse que la nueva legislación se entra a aplicar íntegramente al caso
juzgado, en todo aquello que resulte beneficiosa a los intereses del justiciable. No puede
pretenderse que se haga una simbiosis de elementos favorables de ambas normativas como
solicita el gestionante, porque la finalidad de la causal es permitir que las variaciones favorables
en la política criminal, puedan amparar los casos fallados con anterioridad a estos cambios,
aprovechando las ventajas que ofrece la mas reciente legislación y que puedan aplicarse al caso
concreto.” 1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 792 de las 11:10 h del 25 de junio.

11. PENA. Su fijación debe respetar el principio de proporcionalidad.

“Una vez analizado con detalle el fallo impugnado, esta Sala estima que efectivamente la pena
impuesta al encartado (cinco de prisión) no guarda una relación de proporcionalidad con el juicio
de culpabilidad establecido, de donde en efecto resulta vulnerado el artículo 71 del código
sustantivo citado. En cuanto a este tema de los parámetros que deben ser considerados por las
autoridades jurisdiccionales a efectos de fijar el quantum de la sanción penal, es necesario
recordar que la norma sustantiva de comentario explica que ello debe realizarse atendiendo a la
gravedad del hecho y a la personalidad del partícipe, para apreciar lo cual se tomarán en cuenta
-entre otros extremos- los aspectos subjetivos y objetivos del hecho punible y la importancia de la
lesión causada. Incluso la Sala Constitucional ha insistido en que, debido a su importancia, el
principio de proporcionalidad de la pena integra el debido proceso, de donde debe prestarse
especial atención a dicho aspecto al estructurar los fallos condenatorios (voto Nº1953-96 de las
12:03 horas del 26 de abril de 1996). Los anteriores principios aparecen como vulnerados en el
fallo objeto de la presente impugnación, por cuanto la sanción que se aplicó no cumple con esa
debida proporcionalidad que se ha analizado, máxime si se considera la gravedad de los hechos
que se acreditaron, así como las consecuencias que se derivaron de los mismos. En efecto,
según se describe en la decisión de mérito, el siguiente cuadro fáctico se tuvo por plenamente
demostrado: a) La ofendida convivió con el acusado por espacio de trece años aproximadamente,
siendo que de esa relación procrearon a R.B.V.. b) El 7 de setiembre de 1997 el imputado
agredió a la ofendida, debido a lo cual -ante una gestión de ésta- el Juzgado de Familia del
Segundo Circuito Judicial de San José le ordenó a aquel, como medida de protección, que no
perturbara a sus familiares. c) El día 6 de marzo de 1998, a eso de la una de la madrugada,
encontrándose la ofendida durmiendo en su cuarto, el aquí imputado (con pleno conocimiento y
voluntad), entró en el mismo con un cuchillo de cocina de 30 centímetros de longitud y
aprovechando la indefensión de la víctima le propinó dos puñaladas en el pecho. Ante el ataque,
la señora V.L. se despertó y forcejeó con su agresor y logró patearlo, haciendo que éste se fuera
hacia atrás, cayéndose el cuchillo al suelo, y debido a ello pudo huir del lugar. Como se logra
colegir de lo expuesto, la conducta del agente evidencia un altísimo grado de violencia y
peligrosidad, a tal punto que provocó a la víctima varias lesiones que pusieron en peligro su vida
y que la incapacitaron por espacio de dos meses para sus labores habituales. La acción en sí
también resulta del todo injusta y reprochable, al considerarse que el agente se valió de la
indefensión de su víctima, quien no sólo era su concubina sino la madre de su hija. III.- En virtud
de ello -tal y como lo razona la representante del Ministerio Público- en el presente caso la pena
impuesta no resulta proporcional al juicio de culpabilidad establecido, por lo que la misma debe
fijarse en el tanto de diez años de prisión, tomando en cuenta para adoptar dicha decisión las
reglas de penalidad que establece el artículos 112 inciso 1º en relación al 73, ambos del Código
Penal, así como las circunstancias objetivas y subjetivas que mediaron en el hecho y que ya
fueron descritas, sobre todo la peligrosidad evidenciada por el agente en contra de la integridad
física y de la vida de sus familiares, lo que haría inconveniente una sanción muy baja. En lo
demás, el fallo de instancia permanece inalterable.” 1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No.
858 de las 9:10 h del 9 de julio.

12. PREVARICATO. Bien jurídico tutelado

“El numeral 348 del Código Penal, sanciona "al funcionario judicial o administrativo que dictare
resoluciones contrarias a la ley o las fundare en hechos falsos". Este delito está ubicado en la
Sección IV del Título XV que contempla los Delitos contra los Deberes de la Función Pública. El
delito de prevaricato se consolidó, especialmente en la doctrina y legislación española, como la
infidelidad >dolosa de los jueces a la ley, plasmada en una resolución. Pese a que algunos lo
conciben como un delito contra la Administración de Justicia, es común su ubicación dentro de los
delitos contra la Administración Pública o como, en nuestro caso, contra los Deberes de la
Función Pública. Ello se explica porque la tutela penal que se busca es, en general, al ejercicio de
la función pública, en su más amplio sentido, superando en mucho las definiciones propias de
Administración que da el Derecho Administrativo y, en esta tesitura, sin duda alguna de la función
pública forma parte ineludiblemente la función jurisdiccional. "Para el tít. XI del Código Penal la
Administración Pública es algo muy extenso: es el gobierno del Estado totalmente integrado por
los poderes que lo componen y con los servicios que son inherentes a la naturaleza de esos
Poderes o que el Estado atrae a sus esferas por razones prácticas y en orden a finalidades
públicas, sea que las realice por organismos específicamente administrativos, o por medio de
organismos autárquios, aún cuando éstos constituyan entidades jurídicas y en ellos intervengan
particulares con sus aportes" (Creus, Carlos. Delitos contra la administración pública. Buenos
Aires, Editorial Astrea. 1981. p.4). Importante es destacar que si bien algunos autores identifican
el objeto de tutela en estos delitos, con la Administración Pública en sí misma considerada,
lesionada por la infracción de un deber por parte del funcionario, lo cierto es que hoy se aboga
porque tales conductas deben mirarse desde otra óptica, aquella que centra la naturaleza de la
función pública >de cara a los administrados, quienes son los destinatarios de la actividad estatal
y, en general, pública, para que así la penalización de estas conductas adquiera un sentido
razonable, proporcionado y propio, distinto del ámbito disciplinario que acompaña y regula el
quehacer de los funcionarios y empleados públicos o de quienes ejercen funciones públicas.
Porque es un hecho que la función pública implica para el funcionario que la realiza, el
cumplimiento y respeto de una serie de deberes, que no pueden separarse del ejercicio de la
función misma. Se ha dicho, con razón, que centrarse únicamente en el quebrantamiento del
deber implica " >una concepción subjetiva del deber, que sitúa en primer plano el
quebrantamiento de la confianza que el Estado deposita en el funcionario, desplazando el
contenido objetivo del deber a cumplir, que sólo en las concepciones que tienen en cuenta ese
aspecto de la función permite encontrar un interés digno de protección(...) Indudablemente, si tal
infracción del deber se configura en sentido subjetivo y exclusivamente desde el punto de vista de
la relación entre el Estado y el funcionario, la interpretación de los tipos penales, no sólo se
empobrece, sino, lo que es más grave, adopta un tinte antidemocrático en el que, en definitiva, el
núcleo del injusto radica en la lesión a la autoridad del Estado (...)Lo cierto es que resulta difícil
delimitar lo que es el correcto ejercicio de la función sin atender a los deberes propios del
funcionario que la desempeña. Pero entiendo que ello puede hacerse configurando objetivamente
el deber y sin que necesariamente suponga centrar el injusto en la lesión de la relación
funcionarial. Los deberes del cargo son también los deberes en relación al administrado, sin cuya
concreción se difumina la función" (García Arán, Mercedes. La prevaricación judicial. Madrid,
Tecnos, 1990. pp.26 y 37.)” 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 1264 de las 8:45 h del
24 de diciembre.
13. PREVARICATO. Resolución, concepto.

“...el delito de prevaricato se ha concebido como un delito contra la función jurisdiccional,


excepcionalmente cubriendo, bajo esa misma denominación, la conducta de otros sujetos
equiparados, teniendo estos en común que realizan actividad jurisdiccional o cuasi-jurisdiccional,
como los árbitros o arbitradores, o bien, en el caso del ordenamiento español, que alcanza a
aquellos funcionarios encargados de resolver asuntos o negocios administrativos, manteniéndose
la característica de actuarse frente a un reclamo, conflicto, litis o contención (véase Bustos
Ramírez, Juan. Manual de Derecho Penal. Parte Especial. Barcelona, Editorial Ariel S.A., 1991.
366 y ss.) También se equipara al prevaricato la conducta de los abogados, procuradores o
mandatarios judiciales que perjudiquen los intereses que le han sido encomendados, todos con
incidencia en un proceso y precisamente son estas conductas las que originariamente fueron
calificadas de praevaricatio -de prae y >varicare, desviarse del camino recto, o sea, la traición al
deber de defensa- (Maggiore, Giuseppe. Derecho Penal Parte Especial. Bogotá, Editorial Temis,
Volumen III, 1972. p.307; Fontán Balestra, Carlos. Derecho Penal, Parte Especial, Buenos Aires,
Abeledo Perrot, 1978. pp. 590 y ss. Muñoz Conde, Francisco. Derecho Penal Parte Especial.
Valencia. Tirant lo blanch, 1993. pp.762 y ss.; Creus, op.cit.. pp. 429 y ss). En nuestro particular
caso, se equiparan además, en el artículo 351 del Código Penal, los asesores y demás
funcionarios encargados de emitir su dictamen ante las autoridades. En el caso de la legislación
argentina, el prevaricato está estructurado como un delito que lesiona estrictamente la función
judicial, teniendo como figura básica el llamado prevaricato judicial, que sanciona la conducta del
juez "que dictare resoluciones contrarias a la ley expresa invocada por las partes o por él mismo
o citare, para fundarlas, hechos o resoluciones falsas", llegando incluso algunos a admitir que
esta definición incluye al juez administrativo "pues lo que decide, en última instancia, es que el
asunto sea justiciable" (Breglia Arias, Omar. Gauna, Omar. Código Penal y leyes
complementarias. Buenos Aires. Editorial Astrea, segunda edición actualizada. 1987. p. 929). De
esta figura parten las restantes, todas integradas en el capítulo X del Título XI que contempla los
Delitos contra la Administración Pública. Como común denominador de los delitos tipificados en
este capítulo X, se señala que protegen la administración de justicia y que mediante ellos "se
tutela la rectitud, legalidad y la honestidad en el cumplimiento de los actos en que consiste la
actividad de administrar justicia, sean éstos cumplidos por los órganos habilitados para
pronunciarla, sea por los auxiliares de ella que contribuyen a la formación de los actos procesales
en que la actividad decisoria se apoya" (Soler, Sebastián. Derecho Penal Argentino, Buenos
Aires, Tipográfica Editora Argentina, Tomo V, 1973. p.208.). En la legislación española por su
parte, se contempla la llamada "prevaricación de funcionarios", que engloba la actuación de
funcionarios no judiciales, encargados de resolver asuntos o negocios administrativos y que, en
ejercicio de este cargo, dicten "a sabiendas" resoluciones "manifiestamente injustas" o bien que lo
hagan "por negligencia o ignorancia inexcusable" y al respecto se señala que el sujeto activo
"puede ser el juez, pues es funcionario, si se trata de un asunto administrativo. Es necesario que
dicte resoluciones injustas, es decir, que implique decisión sobre un asunto" (Bustos, op.cit.
p.368.). De los antecedentes doctrinales citados, resulta claro que el prevaricato, concebido
como la infidelidad dolosa a la ley por parte del juez, según se vió, comprende en algunos casos
a funcionarios administrativos, que participan de alguna manera de la labor decisoria típica del
órgano jurisdiccional, pues gozan de independencia y sumisión total a la ley, además de que
deben resolver un asunto y ejecutar lo resuelto, características que se han señalado como propias
del poder jurisdiccional (Véase García Arán, op.cit., pp.48 y ss.). Es un hecho que dentro de
nuestro esquema constitucional, el poder jurisdiccional como poder público se ejerce por "la Corte
Suprema de Justicia y los demás tribunales que establezca la ley" -artículo 153 de la
Constitución Política-, pero ello no implica desconocer que se reconocen facultades semejantes a
los órganos administrativos, cuando deben resolver reclamaciones y recursos de los administrados
contra las decisiones que les afectan, como sucede dentro del procedimiento administrativo, el
disciplinario o bien, en el seno de las Corporaciones Municipales, cuando se impugnan decisiones
del Ejecutivo o del propio Concejo Municipal, aún cuando tales decisiones finalmente puedan ser
objeto de revisión en la vía judicial. Es un hecho que esta labor decisoria de reclamos, configura
los supuestos de resolución que eventualmente serían el objeto del delito de prevaricato por parte
de funcionarios administrativos. Para esta conclusión sirve de apoyo lo dispuesto en el artículo
121 inciso 3) de la Ley General de la Administración Pública, que clasifica los actos
administrativos, según su naturaleza y alcance y señala que "Los acuerdos que decidan un
recurso o reclamo administrativo se llamarán resoluciones", normativa que es aplicable a la
actuación de los entes municipales, que forman parte de la órbita del Derecho Público.” 1998.
SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 1264 de las 8:45 h del 24 de diciembre.

14. PRIVACION DE LIBERTAD. La afectación al bien jurídico debe ser efectiva y


proporcional.

“Sin embargo, para la administración de justicia penal, o en general para la aplicación de normas
coactivas, no es menos cierto, pero sí más importante, que se requiere la constatación de que la
conducta realizada (principal o residualmente sancionable), haya afectado algún bien jurídico. De
lo contrario, tanto la sanción punitiva, como la actuación misma del aparato de control social
constituido en este caso por el Estado, se convierten en ilegítimas, pues en virtud del principio de
proporcionalidad o mínima intervención, esta debe estar reservada únicamente contra aquellos
actos que obstaculicen o dificulten la convivencia social, cosa que no sucede si no se lesiona un
bien jurídico ajeno. Interpretar lo contrario, sería autorizar, como tristemente de manera inveterada
se ha hecho, la irrupción del Estado (como se dijo, entendido como complejo de control social) en
la vida y ámbito de autonomía de los individuos. Ello con abuso de las facultades que le son
delegadas en una conformación jurídico-política de garantías liberales, en la que aquellas no
tiene más finalidad que viabilizar la convivencia aludida, y al mismo tiempo con irrespeto al
espacio de autodeterminación de las personas. IV. Por consiguiente, el punto clave en la
discusión es si la conducta que se le recrimina a G.Ch. como ejecutada en perjuicio de M.C.O.,
es lesiva o no, toda vez que de ello dependerá, según se explicó, la legítima intervención
sancionatoria estatal. En el presente asunto se tiene que dicha joven fue abordada por el
encartado, quien la sujetó tapándole la boca y trató de introducirla a un cafetal; intento este que
se vio frustrado por la oposición de aquella, quien logró liberarse de inmediato y huir del sitio.
Puede concebirse que esa acción, aunque deleznable, tenga la gravedad como para causar un
daño a otra persona, violentando un interés jurídicamente protegido. De acuerdo al principio de
proporcionalidad amerita una sanción penal. Nótese que no se trata sólo de un análisis de
tipicidad. A pesar de que la doctrina que integró el examen de legitimidad sustantiva (o política) al
estudio de las normas penales dio gran importancia a este aspecto (la anterior ni siquiera se lo
planteaba), la cuestión va más allá de la legitimidad de una norma en sí misma, recae sobre qué
clase de intervenciones heterónomas son políticamente lícitas en el quehacer de los individuos.
Es decir, no obstante que respecto a la privación de libertad la doctrina intermedia señalara que
para su configuración típica se requería una cierta extensión en el tiempo, al igual que en cuanto
a los demás tipos penales, el análisis debe remitirse no sólo a ese aspecto u otro fenoménico;
sino esencialmente a comprobar la existencia de la lesión, ya que bien podría, en tratándose de
la citada figura delictiva, ser una privación corta pero relevante, o larga pero irrelevante. Esta
óptica integra más logradamente la necesaria racionalidad que debe haber en la producción y
aplicación de las normas. V. Así las cosas la respuesta a las dos interrogantes arriba
consignadas dependerá de que se apunte a la existencia de un daño o no. Como es usual en
nuestro medio, la sentencia no acota su existencia. No existe su acreditación. En otras palabras,
aun admitiendo que indudablemente se trató de una vicisitud desagradable y angustiosa, ello no
necesariamente acarrea el perjuicio; y, luego, la existencia de este no siempre es suficiente para
cumplir con la calidad de lesión que el principio de proporcionalidad exige para la aplicación del
tipo. Esto es, incluso si se admitiera el tantas veces aducido daño (que va más allá del simple
impedimento de la libertad ambulatoria), habría que comprobar que su importancia amerita esa
sanción penal. En los hechos objeto de este pronunciamiento no se da ninguno de los dos
aspectos, ni el daño efectivo, ni la proporcionalidad ratificada. No surge tampoco de la globalidad
del cuadro fáctico. Por ende, debe estimarse que, como lo afirma el recurrente, la conducta es
atípica y no es merecedora de reacción sancionatoria, procediendo a absolvérsele por el ilícito
endilgado como efectuado contra M.C.O..” 1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 407 de
las 9:34 h del 9 de abril.

15. RAPTO PROPIO. El abuso deshonesto puede concurrir idealmente con el rapto, no
queda absorbido por éste.

“Se alega que el Abuso Deshonesto cometido absorbe el rapto y que no hubo ejercicio de
violencia, toda vez que la menor subió al vehículo por su propia voluntad. No es de recibo la
recriminación. Si la menor subió al automotor por su propio deseo, fue creyendo que el acusado
iba a cumplir el servicio de transporte que ella solicitaba; no porque estuviera dispuesta a
permanecer junto a él. Si esto se dio, fue precisamente por la intimidación que se ejerció sobre
ella con uso de arma de fuego y amenaza de muerte. Luego, el abuso deshonesto no disvalora,
como comenta el justiciable, la privación de libertad que configura el rapto, pues aquel sólo
supone la retención realizada innecesariamente, que resulta extraña y ajena a aquel tipo
represivo, por cuanto supone un daño adicional, como fue que el acusado la llevara a diversas
localidades de la zona en procura de convencerla de mantener relaciones sexuales entre ambos,
ciertamente más allá del tiempo requerido para efectuar los abusos sancionados. Sin embargo,
no deja de advertir esta Sala que no se trata en la especie de un concurso material, como lo
entendió el a quo, sino de un concurso ideal, es decir, de una sola acción en el sentido jurídico
del término que viola diversas disposiciones legales que no se excluyen entre sí (artículo 21 del
Código Penal). Esta única acción no se produce en el sentido de las ciencias naturales, sino en
cuanto que ha sido determinado en un contexto social de sentido. Este último lo da precisamente
la lesión de la relación de disponibilidad expresada por el bien jurídico, que es a su vez, un
instrumento de valoración de la legitimidad sustancial de la norma y de la reacción penal que de
ella se espera (ver al respecto, Reyes Alvarado Yesid, El Concurso de Delitos, Bogota, Colombia,
Ediciones Reyes Echandía, Abogados, 1990, pag.61; Castillo González, Francisco, “El Concurso
de delitos en el derecho penal costarricense”, San José, Costa Rica, Publicaciones de la Facultad
de Derecho de la Universidad de Costa Rica, 1981, pag. 27). El voto 2030-98 de la Sala
Constitucional, que reitera a su vez le expresado en el voto 5373-96, señala que junto al análisis
de tipicidad, es necesario incluir un análisis del bien jurídico tutelado, como parámetro de
interpretación de la ley penal (ver voto 933-98 de las quince horas cuarenta y seis minutos del
veintinueve de setiembre de mil novecientos noventa y ocho y 943-98 de las dieciséis horas con
dieciséis minutos del veintinueve de setiembre de mil novecientos noventa y ocho). Ahora bien,
según los hechos probados de la sentencia, se tiene que el autor, contra la voluntad de la
ofendida la anduvo en su vehículo por varias horas, para finalmente dar rienda suelta a sus
instintos sexuales. Ante esa tesitura, la Sala estima que existe una unidad de acción y que las
conductas del autor concurren idealmente (rapto y abusos deshonestos), descartándose el
concurso material que el a-quo aplicó. En la sentencia impugnada se fijó y motivó el tanto de dos
años de prisión por el Rapto Propio y el tanto de dos años de prisión por el delito de Abusos
Deshonestos, lo que arrojó un total de cuatro años de prisión para el encartado. Tomando en
cuenta que el recurso fue interpuesto por la defensa y que el a quo optó por imponer un total de
cuatro años de prisión, esta Sala no ve impedimento alguno, en mantener dicha pena, en
aplicación de lo dispuesto en el artículo 75 en relación con el artículo 21 del Código Penal.” 1998.
SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 1092 de las 9:45 h del 13 de noviembre.

16. ROBO AGRAVADO. Fuerza anormal requerida para su configuración.

“...de acuerdo a los hechos que se describen en el fallo de instancia sí estamos en presencia del
uso de una fuerza anormal que viene a configurar el delito de robo agravado, y no de aquella que
habitualmente hubiera utilizado el propietario del inmueble para sacar o zafar las paletas de vidrio
o celosías. En efecto, las sentencia impugnada tiene por acreditado que: “...el imputado
J.A.M.C., alias Z., en compañía de otro sujeto cuya identidad se ignora, se presentaron a la casa
de habitación del ofendido... ahí ambos sujetos doblaron las paletas de aluminio que sostenían
los vidrios de las celosías de una ventana de la vivienda, quitaron cinco vidrios, se introdujeron a
la mora y se apoderaron de... esos bienes fueron valorados por la víctima de la siguiente forma:
el televisor en noventa mil colones; el equipo de sonido en doscientos mil colones; el nintendo
cincuenta mil colones y el radio pequeño en cinco mil colones...” (folio 53 vuelto, línea 23 en
adelante). Como se deriva del hecho así expuesto, la acción ejercida por los agentes consistió en
“ >doblar” los herrajes de aluminio que sostenían las paletas de vidrio, con lo que abrieron un
boquete en la ventana a través del cual ingresaron a la vivienda, aun cuando el daño y la
afectación a la estructura fuere reparable. Esta conducta así descrita, en efecto -según lo estimó
acertadamente el tribunal de mérito- debe calificarse entonces como “una efracción mediante el
ejerció de fuerza en las cosas”, según el verbo transitivo “forzar”, pues de acuerdo al criterio de
normalidad ya desarrollado es claro que habitual o cotidianamente cualquier persona -incluso el
legítimo propietario del inmueble- no hubiera realizado la misma conducta (doblando los citados
herrajes de aluminio) para tomar o zafar las celosías, pues para conseguir dicho fin no resulta
necesario incurrir en ese resultado dañoso. Debido a lo anterior, al no advertirse la concurrencia
de ningún vicio de fondo que justifique acoger las pretensiones de la defensa, el reclamo debe
declararse sin lugar.” 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 1214-98 de las 9:15 h del 11
de diciembre.
17. ROBO AGRAVADO. La anormalidad de la fuerza empleada se determina por la
irregularidad en su uso y no en el porcentaje de ésta.

“En efecto, tal y como se indica en el Voto 633-98 de esta Sala -citado por el recurrente- el
criterio de anormalidad en la fuerza o destructividad en el medio empleado contra las cosas que
oponen resistencia al ingreso, es una de las aristas que permite el delineamiento típico de la
figura de robo agravado, pero no es el único aspecto a ponderar. Cada caso debe justipreciarse
de forma concreta y particular. Conforme a los hechos probados del fallo, concretamente el
hecho nominado como A-, el encausado, utilizando objeto idóneo procedió a forzar las tablas de
madera que conformaban una de las paredes de la sala de la vivienda, hasta lograr arrancar
algunas tablas y hacer un agujero, una vez perforada de esa forma la pared, ingresó al interior de
la casa para sustraer los bienes de marras (c.f.r. folio 38 vuelto, líneas 8 a 12). Si bien en el
Considerando III de la resolución, se establece que las tablas fueron despegadas con todo y
clavos, usando la fuerza necesaria para lograr perforar esa pared (ver folio 44 vuelto), ese uso
“medido” en la fuerza del perpetrador no descarta la comisión del delito de robo agravado. La
resistencia que representaba la pared de la casa, confeccionada con tablas de madera, fue
vencida por parte del justiciado, no rompiendo o fraccionando la madera en sí, sino por un
desprendimiento de los clavos que sostenían la estructura. Es necesario acotar que la
anormalidad en la fuerza empleada, no deriva en este caso, del porcentaje o medida en el
ejercicio de la fuerza, sino en la irregularidad de su uso, dado que la propietaria de la vivienda
nunca utilizaría esa fuerza habitualmente, en razón de que no tendría la necesidad de ingresar a
su casa removiendo la estructura de madera de la pared (es evidente que el actuar del
encausado es motivado por la ajenidad de la vivienda y los bienes sustraídos). No existe duda
que la pared de la sala sucumbió parcialmente a los embates del imputado, permitiéndole a éste
ingresar a la vivienda por un orificio. Es decir, la estructura defensiva que aquí nos ocupa -sea la
pared de la sala- fue violentada por el sujeto activo mediante perforación de una pared; la acción
de perforar existe, porque se abrió un boquete, abertura, hoyo u orificio en esa estructura
defensiva, aunque individualmente considerados, los elementos de esa estructura no resultaran
dañados. Es así como el hecho de que los componentes de esa estructura (madera y clavos)
puedan reutilizarse a posteriori, no es relevante para efectos de la tipicidad. Lo esencial en este
delito es que la penetración de la estructura defensiva (pared de madera de una vivienda) existió,
mediante la utilización de la vis del encartado, fuerza que por las razones apuntadas, no necesita
ser excesiva para configurar el ilícito de robo agravado. Por lo expuesto, se impone rechazar el
motivo sustantivo incoado, dado que la aplicación normativa del a quo es correcta” 1998. SALA
TERCERA DE LA CORTE, No. 1269 de las 9:10 h del 24 de diciembre.

18. TENTATIVA DE VIOLACION. Causas que pueden interrumpir los actos de ejecución
dirigidos a la consumación del hecho.

“En primer término, debe subrayarse que, en efecto, de los hechos probados de la sentencia
puede derivarse que el encartado ya había realizado actos ejecutivos propios del delito de
Violación: la llevó hasta un hotel de la ciudad de San José, ingresaron juntos a una habitación, la
tomó por la fuerza para impedir que saliera, la lastima con uno de sus dedos, le quita el pantalón,
la tira contra la cama y el imputado se desnuda para penetrarla con su pene, cosa que no logra,
ya que la ofendida en todo momento se lo impide, corriéndose y haciendo resistencia (hecho
probado b, folio 124). Luego de esto, y cuando la ofendida estaba ya cansada de hacer
resistencia, se escucha que alguien toca la puerta de la habitación, momento en el cual el
imputado decide interrumpir su acción, le pide a la ofendida que se bañe, él le ayuda, y poco
después ambos salen del hotel, pagándole el encartado un taxi para que vuelva a su casa (hecho
probado “c”, folio 124 y 125). Todos estos actos realizados por el aquí acusado constituyen
elementos unívocos de ejecución del Delito de Violación, los cuales concluyen por causas
externas al agente, como lo exige el artículo 24 del Código Penal, aspecto que corrobora la
argumentación de fondo del a quo (visible a folio 119 de la sentencia). El hecho de que tocasen
la puerta de la habitación introduce una causalidad que impide la consumación del plan del autor,
donde la ofendida, casi sin fuerzas para seguirse oponiendo, se encontraba casi a merced de su
agresor. La decisión de B.H. no es totalmente independiente, su actuar estaba ya dirigido a la
penetración, y el disturbio ocasionado por la persona que tocó la puerta, y la resistencia de la
víctima, constante y fehaciente, hicieron que éste dejara tentada la acción. El tribunal a quo
rechaza entonces, con razón, la posibilidad del desistimiento, valorando correctamente los hechos
probados, ya que se concentra en analizar la resistencia ejercida por la víctima y el factor
perturbador de quién tocó la puerta (ver argumentos al respecto en el folio 130 de la sentencia).”
1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 1208 de las 8:55 h del 11 de setiembre.

19. TRAFICO DE DROGAS. Como delito de peligro abstracto no requiere la efectiva la


lesión al bien jurídico tutelado.

“Es posible distinguir, con la doctrina, entre delitos de peligro concreto y de peligro abstracto,
tomando como punto de partida para la distinción la mayor o menor probabilidad de producción
de un resultado lesivo. En los delitos de peligro abstracto, como los que están incluidos en la Ley
de Psicotrópicos, se considera que el peligro se presenta con la realización de la conducta
delictiva descrita en el tipo, y de ahí que, en estos casos, no sea necesario acudir a un análisis
acerca de si en el caso concreto hubo o no peligro de lesión al bien jurídico tutelado, pues en
tales hipótesis el riesgo está implícito en la acción desplegada. En cambio en los delitos de
peligro concreto, resulta necesario analizar en cada caso, y, por supuesto, probar
fehacientemente, si la acción desplegada fue idónea para causar un determinado peligro. Tanto
en los delitos de peligro concreto como en los de peligro abstracto existe un tendencia legislativa
a producir una reacción penal en un área contingente a la lesión efectiva del bien jurídico, la cual
se explica por razones de una “política criminal del riesgo” que ha permeado profundamente la
reforma penal de la posguerra, caracterizada por una tendencia a producir tutela penal en
aquellas áreas donde se generan riesgos importantes a la convivencia, como en el caso de los
modernos desarrollos del así llamado “derecho penal ecológico”. El legislador costarricense ha
seguido en la legislación contra el tráfico de estupefacientes las líneas generales de esta política
criminal, y ha decidido que estos delitos se castiguen aún en aquellos casos en que no se ha
producido un efectivo o concreto peligro para la Salud Pública, bastando la realización de alguno
de los verbos -incluidos también en las frecuentes descripciones de tipos penales mixtos-
alternativos del derecho comparado- para que se tenga por configurada la conducta típica. Esto
es así, por cuanto no se aceptado admitir que se tengan que producir efectivas lesiones a la
Salud Pública para castigar este tipo de conductas humanas cuya trascendencia social es
insoslayable por los efectos que tienen.” 1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 10 del 7 de
enero.

20. TRAFICO DE DROGAS. No admite la tentativa al ser un delito de peligro abstracto.


Algunas consideraciones sobre el tema.

“El problema jurídico planteado por el impugnante es, en esencia, si es posible que exista una
tentativa en los delitos de peligro abstracto. Para responder a este cuestionamiento resulta
necesario decir, en primer lugar, que la tentativa está dirigida a castigar hechos producidos en
una etapa encaminados a consumar un tipo penal. El artículo 24 del Código Penal tiende
entonces a brindar una tutela anticipada del bien jurídico, pues basta para la tentativa que la
actividad criminal se oriente a causar la lesión del bien jurídico. La tentativa es, en tal caso,
también un anticipo de protección al bien jurídico, en un área donde actos directamente
encaminados a la realización de un hecho punible, por su univocidad, puede predicarse que van
dirigidos a cumplir el núcleo de la descripción. Si se tradujera esto al área de los delitos de
peligro abstracto, a los efectos de aceptar la tentativa en este tipo de delitos, tendría que
aceptarse la conclusión abiertamente lesiva del principio de legalidad constitucional del artículo 39
de la Carta Magna de que toda actividad previa al inicio de un delito de peligro abstracto es
punible, ya que implica la orientación a la puesta en peligro contingente de un bien jurídico, ya
que “cualquier actividad” implicaría entonces un peligro de la ocurrencia de un peligro para la
Salud Pública, lo que evidentemente lleva el castigo penal a zonas o áreas donde no resulta
proporcionado tal castigo, ni tampoco racional frente a una tutela de bienes jurídicos como la que
pretende un derecho penal democrático. Por lo tanto, los delitos de peligro abstracto sólo
admiten consumación. Así lo ha sostenido ya la jurisprudencia de esta Sala, al expresar que:
“toda participación en el tráfico internacional de las sustancias a que se refiere dicha ley,
constituye de por sí una conducta consumada, pues se sanciona al sujeto por el solo hecho de
intervenir en la ejecución de la conducta ilícita, sin que sea necesario que el autor haya cumplido
la totalidad del plan propuesto (...) Además, estamos en presencia de un delito consumado, pues
de acuerdo con la estructura del tipo penal bajo examen la realización de cualquier conducta
específica del tráfico internacional de drogas es suficiente para perfeccionar la figura, aunque el
plan de los autores no haya sido llevado hasta las últimas consecuencias (agotamiento), como
ocurrió en el presente caso...” (Voto No. 119-F-95, de las 11:40 hrs. del 3 de marzo de 1995).
Si bien es cierto, en otro Voto de la Sala no se descartó la posibilidad de que en los delitos de
peligro pudiera existir tentativa, también se agregó allí, que en el caso concreto y por tratarse de
una infracción a la Ley de Estupefacientes, sustancias psicotrópicas, drogas de uso no autorizado
y actividades conexas, la sola posesión de droga con fines de tráfico, constituía un delito
consumado, independientemente de que el sujeto activo lograra transportar y entregar la droga a
su destinatario (cfr. Voto No. 321-F-96 de las 11:50 hrs. del 23 de diciembre de 1996). Los actos
de ejecución de un delito de peligro se constituyen de esa manera en una antesala contingente a
la efectiva lesión, pero que por sí mismos casi no pueden distinguirse de la mera esfera de la
ideación. Considerar por ello la tentativa en los delitos de peligro llevaría a utilizar este
dispositivo amplificador del tipo a zonas de la actividad criminal donde todavía no puede hablarse
de conductas encaminadas a la realización del hecho punible, como lo establece el artículo 24
del Código Penal. Esta problemática fue tomada en cuenta por el legislador en la anterior ley de
estupefacientes No. 7233, al hacer una descripción amplia de verbos, que por sí mismos ya
constituyen actos que ponen en peligro el bien jurídico Salud Pública. El llamado “circulo de
comercialización de la droga” implica una serie de fases o etapas, que suponen una compleja
organización, distribución de funciones y realización de diversas conductas, las cuales son
tomadas en cuenta por el legislador en sí mismas como configurativas del fin último que es,
precisamente, el tráfico de esas sustancias. Por lo tanto, dentro de una realización posible del
principio de legalidad en este tipo de delitos de peligro resulta necesario para el legislador
concentrar la descripción de esas conductas a esos verbos que forman parte de ese “círculo de
actividad”, adicionándoles el fin específico de tráfico. Traspasar esa frontera, por ejemplo, con la
medición de posibles actos ejecutivos en fases contingentes a un posible peligro de lesión,
extendería de manera enorme con la orientación actual de nuestra ley hacia un derecho penal de
acto, sino que también obligaría a poner en entredicho la legitimidad concreta del ius puniendi del
Estado en esta área de la criminalidad. Por estas razones no puede considerarse en el caso
concreto la posible ejecución tentada de un tráfico internacional de estupefacientes, toda vez que
la aquí acusada ya había realizado hasta ese momento conductas de tráfico previstas y
sancionadas en la anterior Ley y en la nueva, No. 7786, en su artículo 61. No resulta necesario
abundar demasiado en argumentos para demostrar que los hechos probados de la sentencia
conducen a una calificación de la conducta de la joven estadounidense como posesión para el
tráfico de estupefacientes, ya previsto en ese artículo 61, así como también la realización de la
conducta de tráfico internacional. Obsérvese que no resulta necesario que el bien jurídico “Salud
Pública”, resulte efectivamente lesionado, basta con que sea puesto en peligro, en este caso se
pone en peligro al poseer una cantidad importante de clorhidrato de cocaína para su embarque a
otro país mediante una línea aérea de transporte civil, o verificar su traslado desde Limón, hasta
el Aeropuerto Internacional en Alajuela, para que ya exista una adecuación de la conducta de la
acusada en los diversos verbos que contiene el artículo 61, el cual ya se ha dicho por esta Sala
constituye un tipo penal mixto alternativo, el cual se satisface en su comisión con la realización de
cualquiera de las conductas alternativas descritas... La Salud Pública, será puesta en peligro tanto
con un tráfico internacional plenamente realizado, como con la posesión de esa droga con fines
del tráfico internacional.” 1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 10 del 7 de enero.

21. TRAFICO DE DROGAS. Al ser un delito consumado no admite la tentativa.

“En el último motivo del recurso, segundo de los vicios in iudicando, el gestionante señala que en
la especie el delito debe recalificarse al de tentativa de transporte internacional de droga, porque
la acción no se consumó ya que al convicto se le detuvo cuando se disponía a abandonar el
país. El reclamo no puede acogerse. Conviene, a los efectos de dilucidar el reclamo, exponer
algunas consideraciones generales en torno a la tentativa y el delito de tenencia de droga para el
tráfico (nacional o internacional). Se ha dicho que la tentativa es un dispositivo amplificador del
tipo, que se presenta “... cuando el autor de manera dolosa da comienzo a la ejecución del tipo
penal, mediante actos idóneos e inequívocamente dirigidos a su consumación y ésta no se
produce por circunstancias ajenas a su voluntad ...” (Velásquez Velásquez, Fernando. Derecho
Penal. Parte General, Editorial Temis, S.A., Santa Fé de Bogotá-Colombia, 1.994, pág. 516), esta
noción es la que se deduce del artículo 24 del Código Penal costarricense. Visto así -
objetivamente- el fundamento de la regulación de la tentativa estriba en hacer posible proteger el
ordenamiento jurídico penal en la etapa previa inmediata de la consumación, es decir, aquella en
la que se inicia la realización de actos ejecutorios directamente encaminados a consumar un
suceso ilícito. Hay pues, una >tutela anticipada del bien jurídico, pues éste se protege,
independientemente de una lesión efectiva. Basta, para los efectos de la tentativa, que la acción
emprendida estuviere orientada a aquella lesión. Por ello, podría afirmarse que en el fondo, salvo
en el caso en que los actos de ejecución constituyan por sí mismos delitos independientes, la
tentativa protege un peligro de lesión a determinado bien jurídico. Por otra parte, en cuanto se
refiere a materia de psicotrópicos, específicamente a la posesión o tenencia de drogas para el
tráfico, reiterada jursisprudencia de esta Sala ha indicado que, por la exhaustiva descripción de
las diversas conductas típicas (otrora contenidas en el numeral 18 de la ley # 7233, y actualmente
contempladas en el artículo 61 de la ley de estupefacientes # 7786), el legislador ha estimado
que la posesión o tenencia constituyen, por sí, un delito consumado en perjuicio de la Salud
Pública. En lo conducente, la jurisprudencia de esta Sala ha señalado que “...toda participación
en el tráfico internacional de las sustancias a que se refiere dicha ley, constituye de por sí una
conducta consumada, pues se sanciona al sujeto por el solo hecho de intervenir en la ejecución
de la conducta ilícita, sin que sea necesario que el autor haya cumplido la totalidad del plan
propuesto (...) Además, estamos en presencia de un delito consumado, pues de acuerdo con la
estructura del tipo penal bajo examen la realización de cualquier conducta específica del tráfico
internacional de drogas es suficiente para perfeccionar la figura, aunque el plan de los autores no
haya sido llevado hasta sus últimas consecuencias (agotamiento), como ocurrió en el presente
caso ...” (Voto Nº. 119-F-95, de 11:40 horas del 3 de marzo de 1.995). Si bien es cierto, en otro
voto la Sala no descartó la posibilidad de que en los delitos de peligro pudiera existir tentativa,
también agregó, que en el caso concreto por tratarse de una infracción a la Ley de
estupefacientes, sustancias psicotrópicas, drogas de uso no autorizado y actividades conexas, la
sola posesión de droga con fines de tráfico, constituía un delito consumado, independientemente
de que el sujeto activo lograra transportar y entregar la droga a su destinatario (Confrontar: V.
821-F-96, de 11:50 horas del 23 de diciembre de 1.996). Conforme lo expuesto y considerando
que las diversas infracciones que se protegen tanto en la actual, como en la derogada Ley sobre
estupefacientes, constituyen verdaderos delitos de peligro abstracto, en ellos, no es admisible la
tentativa. En consecuencia, y por no existir el vicio sustantivo que apunta el señor defensor, lo
procedente es declarar sin lugar el motivo.” 1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 11 de
las 14:50 h del 7 de enero.

22. VIOLACION. No es parte del tipo penal la satisfacción de los deseos sexuales.

“El derecho penal no busca con la sanción de estos hechos valorar si el sujeto sació con
tranquilidad y amplia satisfacción personal sus deseos sexuales, sino que le basta para fundar la
pena la desviación expresada de los dictados de la norma prohibitiva, que obliga a no accesar
carnalmente menores de edad, produzca esto o no satisfacción sexual o se haya producido el
ilícito en situaciones incómodas para el justiciable. Al derecho penal le es necesario demostrar
únicamente la tipicidad objetiva y subjetiva, la lesión al bien jurídico, la antinormatividad de la
conducta, su antijuridicidad y la reprochabilidad. Estos aspectos fueron debidamente razonados y
no se aprecia que hubiese un vicio lógico que los invalide. El riesgo de ser detenido no funcionó
aquí como un freno inhibitorio de los instintos del acusado. El acceder carnalmente con su pene,
en tres ocasiones, al menor, no es resultado de una situación incómoda con el riesgo de ser
detenido y acusado, sino precisamente de la escogencia hecha por el justiciable en cuanto a la
forma de cometer la Violación, y esto constituye un injusto penal que es correcto sancionar.”
1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 156 de las 9:54 h del 12 de febrero.

B. DERECHO PROCESAL PENAL

23. ACCION CIVIL. Desistimiento tácito al no concretarse las pretensiones en el momento


procesal correspondiente.

“En criterio del impugnante, al contestar la audiencia que con base en el artículo 308 del Código
Procesal Penal le concedió el Ministerio Público durante la clausura de la fase preparatoria, él sí
concretó sus pretensiones, pues precisó que se reclamaba el daño moral y justificó el por qué del
mismo, reservándose el derecho de liquidarlo en el momento procesal oportuno. Subsidiariamente
razona que, con base en el numeral 368 ibídem, debió condenarse en abstracto. La queja no es
de recibo. No es cierto que, al contestar la audiencia a la que se hace referencia, la parte actora
civil haya cumplido con las exigencias que -bajo pena de decretar el desistimiento tácito- exigen
los artículos 117 párrafo 2º y 308 del Código Procesal Penal de 1996, pues el mismo recurrente
admite que no liquidó las partidas reclamadas, siendo ello razón suficiente para declarar desistida
la acción, conforme se hizo. Asimismo, es necesario aclarar que para la aplicación del artículo
368 que se cita, obviamente se requiere de previo que la acción haya cumplido con todos los
requisitos que le impone la legislación procesal (incluida la liquidación del monto de los daños y
perjuicios reclamados), pues expresamente refiere que “...cuando los elementos probatorios no
permitan establecer con certeza los montos de algunas de las partidas reclamadas por el actor
civil y no se esté en los casos en los que pueda valorarse prudencialmente, el tribunal podrá
acogerlos en abstracto...”. En la especie el actor civil no liquidó las partidas que reclamaba dentro
de la audiencia conferida por el Ministerio Público a dichos efectos (ver constancia de folio 558
del principal, y de folio 20 del legajo respectivo), pues en escrito de folios 21 y 22 de este último,
de manera lacónica sólo indicó que “...el monto económico de dicho daño moral se estará
definiendo en el momento procesal oportuno...”, por lo que tampoco corresponde realizar una
estimación prudencial de oficio y a iniciativa del propio tribunal, ya que no se cumplieron
requisitos de procedibilidad de carácter esencial, como resultaba ser la concreción o liquidación
del reclamo civil. Al no apreciarse, entonces, la existencia de ningún vicio que torne en ilegítima
la decisión, se rechaza el motivo.” 1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 1067 de las 9:25
h del 26 de agosto.

24. ACCION CIVIL. No es inválido el sobreseimiento que omite pronunciarse sobre las
pretensiones civiles.

“De conformidad con lo dispuesto en los artículos 40, 142 y 363 del Código Procesal Penal de
1996, y 30 de la Constitución Política, los abogados representantes de la parte actora civil
argumentan en los dos primeros motivos de su recurso de casación, que la sentencia de
sobreseimiento dictada por el tribunal de mérito adolece de falta de fundamentación por cuanto en
la misma no se hizo pronunciamiento alguno en lo que se refiere a la acción civil resarcitoria.
Ambos motivos deben rechazarse. Si bien, de acuerdo al contenido de la decisión que se
objeta, al dictar el sobreseimiento a favor del imputado por aplicación de un criterio de
oportunidad (pena natural), con base en el transitorio IV de la Ley de Reorganización Judicial, los
juzgadores no se pronunciaron respecto de la acción civil resarcitoria oportunamente formulada, lo
cierto es que ello no se debió a una omisión u olvido –como parece deducirse del reclamo- sino
que en el fallo existe todo un considerando en el cual en forma amplia y motivada se exponen las
razones que mediaron para ello. En efecto, el Tribunal fundamentó las razones por las cuales no
se pronunció sobre el fondo de la acción civil, al señalar que en un caso como el presente, al
ponérsele término a la acción penal >antes de que se celebre la audiencia del debate y se dicte
sentencia, no podría existir un pronunciamiento de fondo con respecto a la acción civil, sino que -
como acertadamente lo decidió el tribunal de instancia- lo correcto es remitir a las partes, si así
lo tienen a bien, a que resuelvan sus diferencias a la jurisdicción civil ordinaria. Las razones que
imponen esta solución son las siguientes: a) Siendo la acción civil accesoria a la penal, al
ponérsele término a ésta antes de que se llegue al juicio, aquella no podría proseguir en la sede
penal. b) Al no haberse verificado la audiencia del debate, que es precisamente la etapa más
importante del proceso, pues es allí donde las partes podrán exponer en igualdad de condiciones
sus pretensiones a la luz de los principios de oralidad, publicidad, inmediatez, continuidad y
contradictorio, por lo general el órgano judicial no está en condiciones ni cuenta con los
elementos de convicción necesarios para emitir un veredicto relativo a las mismas. c) Si a pesar
de lo dicho se emitiera un pronunciamiento en virtud del cual se acogiera o rechazara el reclamo
civil, se le violentaría el derecho de defensa y el debido proceso a la parte vencida (cualquiera
que fuera), por cuanto se estaría adoptando una decisión perjudicial para sus intereses sin que se
le haya permitido defenderse en juicio. d) Por último, con la decisión del tribunal de mérito, donde
remitió a las partes a acudir a la jurisdicción civil en resguardo de sus intereses económicos, no
se le está provocando ningún perjuicio irreparable a quienes aquí recurren, por cuanto en dicha
vía podrán deducir ampliamente sus pretensiones y argumentos, con lo que no se les estaría
colocando en estado de indefensión (En este mismo sentido véase el voto de esta Sala Nº 0071-
F-97, de las 8:50 horas del 07 de febrero de 1997, considerando primero). Según las razones
expuestas, se declara sin lugar la queja.” 1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 905 de las
10:10 h del 19 de julio.

25. ACTOS DEFINITIVOS E “IRREPRODUCTIBLES”. Deben ser notificados previamente a


las partes, salvo los casos de urgencia dispuestos por la ley.

“Esta Sala ha analizado los argumentos incluidos en las diligencias de revisión y ha constatado
que el Acta de Inspección cuestionada, visible a folio 177, fue realizada sin haber puesto en
conocimiento a la defensa de los encartados que dicha diligencia se realizaría, y sin
comunicárselo a las personas que en aquél momento ya habían sido debidamente identificados
como imputados en la causa y que se encontraban detenidos. Los acontecimientos sucedieron
rápidamente. El día 21 de enero, a eso de las nueve horas, reciben las autoridades una
información de que un vehículo, transportando droga, transitaría por una de las carreteras del
lugar. Ese mismo día, al ser las veintidós horas con cinco minutos, se dirigieron las autoridades a
la localidad de Paso Real de Buenos Aires de Puntarenas, con el fin de realizar un “fijo” (sic). A
las cero horas con cuarenta y cinco minutos del día 22 de enero se dio el aviso de que un Toyota
“Four Runner” se acercaba con rumbo a Chánguena, y se procedió a su persecución luego de
entrevistar a unos motociclistas que habían conversado con los hombres que venían en aquel.
Luego de ello, y a pesar de recibir instancias de los oficiales de que se detuvieran, el conductor
del automotor emprendió la marcha a alta velocidad provocando que los oficiales tuvieran que
seguirlo durante una larga distancia, trayecto durante el cual a veces quedaban rezagados debido
a la mayor potencia del vehículo de los sospechosos. Luego de pasar un puente disminuyeron la
velocidad y pudieron ser alcanzados. Al detenerse estos y pedírseles la identificación, no se
encontró droga ni tampoco nada sospechoso en el interior del vehículo, por lo que se les permitió
irse. Llamó la atención de las autoridades que tales sujetos pidieran con tanta insistencia que se
revisara el vehículo, donde no había nada sospechoso, por lo que decidieron revisar bien las
cercanías del lugar donde se les detuvo y mediante el acta de hallazgo, visible a fl. 165, se deja
constancia de que se encontraron once kilos de supuesta droga, a un lado de la carretera, como
a cincuenta metros del puente metálico donde redujeron la velocidad los que conducían el citado
“Four Runner”. A raíz de ello se ordena decomisar el vehículo ese día 22 de enero de 1995 (v. fl.
166). El mismo día redacta el requerimiento de instrucción formal (v. fl. 168), el cual es recibido
por el juez el 23 de enero. Ese día también se formula el “auto inicial” y se ordena allí la
indagatoria de los dos sospechosos y la inspección ocular del vehículo. Igualmente el mismo día
se ordena detener a la orden del Juzgado de Instrucción de Pérez Zeledón a los dos imputados
en la causa (v. fl. 186); el auto de detención provisional se dicta a las 18:10 hrs. del día referido.
A las 16:15 hrs. del 23 de enero se realiza el acta de inspección cuestionada, y el perro utilizado
para descubrir droga dio “alerta de olor a psicotrópicos” (sic) en el área del acompañante del
conductor, donde supuestamente se llevaba la droga que las autoridades encontraron en el
espaldón de la calle a unos metros del lugar de donde se detuvo el automotor. La Sala
Constitucional, al evacuar la consulta hecha por esta Sala de la revisión en examen, indicó que si
la inspección al vehículo a que alude el recurrente “...fue hecha sin que se le tomara participación
a la defensa –todo lo cual deberá resolverlo la consultante-, se habrá producido la alegada
violación al debido proceso”(fl. 841 fte. y vto.). Esta Sala constata que no hubo notificación de la
diligencia, ni tampoco justificación posterior de la urgencia y necesidad del acto sin la presencia
de los encartados y del defensor, cuya participación era importante además de posible, ya que si
bien probablemente no hubiera variado el resultado de la misma, hubiera permitido el ejercicio del
derecho de defensa. Por otra parte, y para amarrar dicho indicio de manera legal, se debió
seguir con lo dispuesto por las regulaciones del entonces vigente Código de Procedimientos
Penales de 1973, y no producir la nulidad que se ha venido reclamando en este proceso. Todos
los actos procesales deben ser comunicados a las partes para que se manifiesten sobre ellos, lo
cual debe hacerse de previo cuando se trate de registros, reconocimientos, reconstrucciones,
exámenes parciales e inspecciones, siempre que por su naturaleza y características puedan
considerarse actos definitivos e irreproducibles. El juez puede realizar estos actos sin previa
notificación y consecuentemente sin la participación de los defensores de las partes, sólo cuando
se den las circunstancias legales para ello, lo que obliga a fundamentar las razones por las cuales
se toma la decisión de realizarlos sin la presencia de aquellos. En el caso bajo examen resulta
evidente que la autoridad judicial de instrucción no justificó los motivos de urgencia que
permitirían haber realizado la audiencia judicial sin la presencia del defensor y de los encausados,
acorde con lo establecido por los artículos 191 y 192 del Código de Procedimientos Penales de
1973. Esta situación fue debidamente atacada por la defensa en todo momento del proceso, muy
especialmente en la fase de instrucción, (ver, por ejemplo, fls. 102, 142, 149 y 150 del primer
tomo del expediente). Los alegatos nunca fueron aceptados por las autoridades jurisdiccionales, y
tampoco se produjo una argumentación viable al respecto, (ver, fl. 212 vto). Los llamados actos
definitivos e irreproducibles pueden realizarse sin notificación a las partes, sólo en lo supuestos
previstos en la legislación procesal, esto es, cuando exista urgencia o no se conozcan, pero en el
caso bajo examen, resulta evidente que las personas acusadas se conocían, se sabía quién era
su defensor, así como resulta obvio que se les tenía detenidos un día antes de realizarse la
diligencia de inspección del vehículo, el día 23 de enero. Por todo lo anterior, y habiéndose
constatado la lesión al debido proceso y al derecho de defensa alegada, corresponde
declarar con lugar las presentes diligencias de revisión planteadas en favor de los
sentenciados. Sin embargo, y por razones de economía procesal, y siendo la prueba
cuestionada el único indicio que sostiene la sospecha que recayó sobre los encausados,
debe absolvérseles de toda pena y responsabilidad por los hechos que se investigan, toda
vez que hay suficientes razones para dudar, entonces, acerca de su participación en el
transporte de drogas que se les ha reprochado.” 1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No.
309 de las 10:32 h del 12 de marzo.

26. ALLANAMIENTO. Función del Defensor Público asignado para presenciar la diligencia.

“En primer término, la falta de una orden judicial escrita para proceder al allanamiento de una
morada, constituye un defecto absoluto, al tenor de lo dispuesto en el inciso a) del artículo 178
del Código Procesal Penal, que califica como tales a “...los que impliquen inobservancia de
derechos y Garantías previstos por la Constitución Política, el Derecho Internacional o
Comunitario vigentes en el país y la ley...”. Puesto que la propia Constitución Política establece
la excepcionalidad de una medida semejante, por afectar un derecho fundamental (la inviolabilidad
del domicilio); así como los requisitos mínimos que han de cumplirse para que sea legítima,
resulta claro que la realización del acto sin respetar tales exigencias da lugar a defectos que no
son convalidables ni requieren protesta alguna de las partes, según lo disponen los artículos 176
y 177 del Código de rito. (En el mismo sentido, ver el voto 468-99, citado). Por otro lado,
conforme se adelantó, la función de resguardo de los derechos de las personas afectadas por la
diligencia no recae sobre el defensor -cuya asistencia al acto no es requisito ineludible-, sino en
el Juez que la ejecuta. No ha sido interés del legislador prever la posibilidad de que un defensor
público esté presente con el propósito de que otorgue su “bendición” al acto (ya el legislador
estimó que el Juez es suficiente garantía) y se eviten así posteriores discusiones sobre su
legitimidad, ni para reprocharle el no ejercicio de actividades impugnaticias con ocasión de la
práctica de la medida, ni menos aún para que el Juez, el Fiscal o la policía cuenten con un
colaborador más al momento de realizar registros, decomisos y levantar actas. Al contrario, su
principal labor, en esas oportunidades, se restringe a observar el desarrollo de los actos -por
cuya ejecución correcta y respetuosa de la ley ha de velar el Juez-, de tal manera que, en el
supuesto de que se incurriera en alguna irregularidad, pueda el propio defensor servir como
fuente de prueba para acreditarla. Ello es así no sólo por cuanto el deber de garantizar el
respeto a los derechos fundamentales de las personas y la pureza de los procedimientos recae,
primordialmente, en el juez, sino también porque mal podría decirse que el defensor concurre en
tal calidad para asistir al imputado, si todavía no hay un sujeto que ostente esa condición -motivo
por el cual, precisamente, no se exige la presencia de aquel como requisito de validez del acto.
La defensa, por razones obvias, no ha estado al tanto de las investigaciones, que pueden haber
sido llevadas a cabo durante largo tiempo por el Ministerio Público y la policía; su participación en
el propio allanamiento es limitada, pues en ocasiones puede resultar necesario que los oficiales
de policía ingresen en primer término, para inmovilizar a las personas, resguardar el sitio y
garantizar la seguridad de los demás intervinientes y de quienes se hallaren en la vivienda o
local; tampoco ha tenido contacto previo con quienes serán afectados por el acto, ni conoce, a
ciencia cierta, si será una o treinta personas a las que se someterá a diversas medidas (por
ejemplo: requisas), aunque posteriormente pocas o ninguna de ellas lleguen a ser sometidas a
proceso. De lo expuesto se colige lo erróneo de considerar que la presencia del defensor público
atiende a la finalidad de que asista o vele por los derechos o intereses de todos esos sujetos,
pues ninguna defensa eficaz y racional es exigible cuando, por ejemplo, en la vivienda se halla
una gran cantidad de personas, o todo un grupo familiar y los derechos fundamentales de cada
uno se verán, en mayor o menor grado, afectados por la práctica de los actos de allanamiento,
requisa, registro, secuestro y, eventual detención. Claro está, lo dicho no obsta para que el
defensor objete las irregularidades que perciba y, sobre todo, demande que tales objeciones se
hagan constar en las actas que elabore el funcionario actuante; sin embargo, por tratarse,
fundamentalmente, de defectos absolutos, o, incluso, aunque no fueren más que relativos, su
inactividad no puede acarrear consecuencias perjudiciales para quienes luego resulten imputados,
ya que aquél nunca fue su defensor, en los términos que contempla la ley esa figura (defensor de
confianza, o público por carencia de recursos o decisión del interesado): nunca les asistió, no
fue parte de un proceso -que aún no había iniciado- y puede que nunca llegue a serlo; de allí que
sus actuaciones u omisiones sean por completo ineficaces para decidir -una vez instaurado el
proceso- el saneamiento o convalidación de un vicio. Su tarea principal, conforme se expuso,
consiste en dejar constancia de las irregularidades que detecte y servir como fuente de prueba
para revisar la legitimidad o ilegitimidad de los actos, por lo que resulta aconsejable, incluso, que
no sea él quien luego asista a aquellos sujetos contra los que se dirija la acción penal, de manera
que pueda comparecer como testigo si surgiere cuestión sobre esos extremos.” 1999. SALA
TERCERA DE LA CORTE, No. 1114 de las 9:10 h del 3 de setiembre.

27. CODIGO DE LA NIÑEZ Y LA ADOLESCENCIA. El desistimiento, la deserción y la


revocatoria de la instancia están prohibidas en materia de menores.

“Debe establecerse en primer término que los institutos de la deserción, el desistimiento y la


revocatoria de instancia son de diversa índole, pues mientras los dos primeros son actuaciones u
omisiones del actor (penal o civil), la tercera (la revocatoria de la instancia) corresponde a quien
solamente ostenta la calidad víctima en un asunto de acción pública perseguible a gestión
privada, sin que ello le atribuya aquella condición (la de actor). De tal suerte que los sujetos a los
que se refieren esas figuras técnicas son diversos y diverso también el papel que estos
desempeñan. III. Sin embargo, más que a un criterio estructural de los referentes subjetivos de
esas figuras y de las disposiciones que las contienen, debe estarse a una óptica funcional de su
influencia efectiva en el proceso y su desempeño en resguardo de los intereses que ope legis o
de discurso constitucional deben tutelarse. Con respecto a la normativa atinente a los menores, el
Código de la Niñez y de la Adolescencia es elocuente en sus artículos 5 y 112 al establecer
como "interés superior" la protección de aquellos y sus derechos. Constitucionalmente, obra como
texto inexorable la Convención sobre los derechos del Niño, que en su artículo 3, traído a
colación por la recurrente, indica que "...una consideración primordial a la que se atenderá será el
interés superior del niño..." Por consiguiente la interpretación que en el caso que nos ocupa
pueda hacerse de la regulación procesal penal, debe estar esencialmente encaminada a la
protección del interés de los menores. Precisamente en esa dirección, se explica entonces que,
conforme a la tendencia actual, el legislador haya provisto la materia de una disciplina especial
que pretende dar una cobertura particular a un quehacer social con rasgos diferentes, regulación
ésta que, en tanto especial, se vuelve inmune a y prevalente sobre la normativa genérica, aun
cuando ésta fuere posterior. Esto es, la veda de deserción y desistimiento en cuestión de
derechos de menores, se impone a la facultad general que en el ámbito de la persecución penal
estipula el código procesal referido, lo cual impide su advenimiento en tales situaciones. En esas
hipótesis, dada la desaparición del actor penal o el desvanecimiento en su papel promotor, deben
asumir la tarea del impulso de la acción y la pretensión punitiva los órganos encargados de velar
por aquellos, a saber, el Ministerio Público, el Patronato Nacional de la Infancia y la Procuraduría
General de la República. IV. Queda por último determinar si, a pesar de las diferencias
estructurales aludidas, la revocatoria de la instancia opera funcionalmente como un desistimento.
Si las consecuencias de ambos actos son similares, dado que impiden la prosecución del
proceso, no cabe duda que la protección convencional y legislativa especial que a tenor del
pronunciamiento de la Sala Constitucional número 7115, de las 16:09hrs del 6 de octubre último,
ha instituido el debe regir en la integridad del ordenamiento jurídico nacional para la protección de
los menores, debe cubrir también la hipótesis de la revocatoria de la instancia. En cuanto a esta
hay incluso mejores razones, porque mientras el desistimiento en delitos de acción pública no
impide la ulterior persecución del acto, la revocatoria de la instancia lleva a un sobreseimiento
que pone término a la causa; cosa que puede redundar en una mayor indefensión de un menor
que ha sido víctima de presión o violencia (con más posibilidad originada en un miembro de su
familia), visto que hecha la revocatoria, el asunto no se puede reabrir. Así las cosas, no cabe
duda alguna que el amparo preferencial que el Estado costarricense debe deferir a los menores,
según se infiere de los artículos 51 y 55 de la Carta Magna, como acertadamente refleja el fallo
3125, emitido por la Sala Constitucional a las 16 horas del 20 de octubre de 1992, al igual que el
espíritu de la norma interpretativa del artículo 112 del Código de la Niñez, llevan a inferir que,
derivando de la revocatoria de instancia prevista en el artículo 17 del Código Procesal Penal de
1996, los mismos efectos del desistimiento, e incluso más riesgoso (como se explicó), estando
éste vedado en materia de procesos en que se tutelan los intereses de un menor, y siendo el
desistimiento la variable contextual en cuestiones de acción pública perseguible a instancias
privada, la revocatoria de instancia no es viable en procesos en que se trate de
salvaguardar los derechos de un menor o se pretenda constatar hechos eventualmente
cometidos en su detrimento.” 1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 1040 de las 10:30 h
del 20 de agosto.

28. CONCILIACION. No procede en delitos cometidos en perjuicio de niños y adolescentes.

“Efectivamente, tal y como se reclama en el recurso, el Tribunal aplicó erróneamente las reglas
atinentes a la conciliación, pues obvió no solo la edad de la ofendida que obligaba a aplicar el
Código de la Niñez y de la Adolescencia, sino que, igualmente, desatendió los límites fijados por
el legislador para la procedencia de la conciliación. Esta Sala ha sido muy clara en señalar que
no basta la intención de las partes de resolver el conflicto mediante un arreglo conciliatorio, sino
que, para que sea procedente, el Tribunal debe observar previamente si la solicitud se ajusta a
los preceptos legales, pues en caso contrario el a-quo carece de competencia para homologar lo
convenido. En la especie, al endilgado Ch.M. el Ministerio Público le atribuyó los delitos, en
acciones separadas, de Abusos Deshonestos y Violación en perjuicio de D.R.P., menor que al
momento de esos hechos contaba, respectivamente, con nueve y once años de edad. Surge, en
primera instancia, una prohibición genérica de conciliar en las causas que puedan constituir
delitos en perjuicio de niños -menores de doce años- y adolescentes -mayores de doce, y
menores de dieciocho años- (artículos 2 y 155 del Código de la Niñez y la Adolescencia (Ley
número 7739, publicada en el Diario Oficial La Gaceta número 26 del 6 de febrero de 1.998). A
mayor abundamiento, conviene considerar que, con fundamento en la jurisprudencia
constitucional, la norma 155 citada no es contraria a la Constitución. En efecto, la Sala
Constitucional ha estimado que: “ >...El Estado no es el poseedor de los bienes jurídicos de los
ciudadanos, sino el garante; de ahí que la conciliación como un medio de solución del conflicto
debe darse entre el imputado y el ofendido, actuando directamente. El acuerdo conciliatorio debe
originarse a partir de un diálogo libre entre las dos personas involucradas en el conflicto humano,
debidamente asesoradas, que han de encontrarse en igualdad de condiciones para negociar y en
pleno uso de sus facultades volitivas y cognoscitivas. Es la víctima, que sufrió personalmente el
menoscabo de un bien jurídico, quien debe decidir si concilia o no y en qué términos, pues la
idea es que la solución satisfaga a sus intereses a fin de que se restablezca la paz social
perturbada con la comisión del delito.- El derecho a conciliar en materia penal no tiene
fundamento constitucional alguno, es una disposición de carácter legal, que puede preverse en los
casos en que el legislador lo considere adecuado. En razón de ello es que sólo se contempla
para las faltas y contravenciones, delitos de acción privada, de acción pública a instancia privada
y para los delitos que admiten la suspensión condicional de la pena.- El Código de la Niñez y la
Adolescencia, por su especialidad y por ser posterior al Código Procesal Penal, derogó
tácitamente la posibilidad de conciliar en los delitos cometidos en perjuicio de menores de edad,
que se establecía en el último párrafo del artículo 36 de esta última normativa (...) En el artículo
155 consultado se establecen los supuestos de impedimento para conciliar, entre ellos los que
figuran “los asuntos que pueden constituir delito” (sic).- Esa disposición en modo alguno viola el
principio de igualdad constitucional, pues el legislador ha decidido no establecer la conciliación
para los casos en que los menores sean víctimas de un delito, forma en que el estado
costarricense esti8ma cumple con su obligación de brindar una especial protección a los menores,
según lo dispuesto en la Convención de los Derechos del Niño, así como en el artículo 51 de la
Constitución Política (...) Esa diversidad de tratamiento obedece a la situación también diversa
que se da en las causas por delitos cometidos en perjuicio de menores; la diversidad radica en la
especial consideración del menor como ser humano en desarrollo. La desigualdad es razonable y
así lo entiende la Sala, pues conforme se indicó la conciliación parte del diálogo directo y libre
que debe darse entre imputado y víctima, y surge como un medio para que la víctima reasuma
su papel protagónico en la solución del conflicto. En el caso de los menores, la igualdad de
condiciones entre las partes para negociar no existe y en razón de ello, el impedimento
establecido por el legislador resulta constitucionalmente válido ...” (Sala Constitucional, sentencia
7.115-98, de las 16:09 horas de las 6 de octubre de 1.998).” 1998. SALA TERCERA DE LA
CORTE, No. 1272 de las 9:25 h del 24 de diciembre.
29. CONCILIACION. No se admite en el delito de violación.

“Por otra parte, el segundo impedimento para conciliar lo constituye la penalidad con la que el
legislador reprime el delito de violación acusado, sea, con pena oscilante entre de 10 a 16 años
de prisión (artículo 156 del Código Penal), pues el extremo menor impide aplicar la suspensión
condicional de la pena a la que hace referencia el ordinal 36 del Código Procesal Penal. En este
sentido la jurisprudencia de esta Sala ha aclarado que: “... La figura de “agresiones sexuales” a
que se refiere el artículo 18 del Código Procesal no encuentra correlato en el Código Penal
vigente, sino en el artículo 168 del Proyecto de Código Penal, pues con ella se pretende sustituir
el actual delito de Abusos Deshonestos. Lo mismo cabe decir de las “relaciones sexuales
consentidas” (en el Proyecto se denomina así el equivalente al delito vigente de Estupro, previsto
en el artículo 159 del Código Penal) y del “contagio de enfermedad” (denominación del artículo
151 del Proyecto que corresponde al actual delito de Contagio venéreo del artículo 130 del
Código Penal). De esta manera el único delito de acción pública perseguible a instancia privada
del Código Penal donde no procede la conciliación sería el de Violación, con uso de violencia
corporal o intimidación, cuando la persona ofendida sea mayor de 15 años y no se halle privada
de razón o esté incapacitada para resistir (confrontar artículos 18 inciso a) del Código Procesal
Penal y 156 del Código Penal), porque al estar sancionado con prisión de 10 a 16 años no
admite la ejecución condicional de la pena. Aceptar la conciliación en este último delito resultaría
un contrasentido, no sólo porque no admite la ejecución condicional de la pena, sino porque
además es evidente la desproporción cuantitativa que existe entre el extremo menor de este delito
y el de cualquier otro que sí admita la ejecución condicional (la diferencia es de siete años de
prisión, en el menor de los casos, tomando como punto de comparación un delito cuyo extremo
menor sea de tres años). Además sería ilógico admitir la conciliación únicamente en el supuesto
indicado y no así en las otras formas posibles de cometer el mismo delito, conductas a cuyo
desvalor se asigna la misma penalidad ...” (Voto 796-98, de las 10:30 horas del 21 de agosto de
1.998). Bajo estas consideraciones, siendo que en el caso era improcedente la conciliación, lo
oportuno es declarar con lugar el recurso, declarando la ineficacia de la conciliación y la nulidad
del fallo del Tribunal que la homologó. Vuelvan los autos al tribunal de origen para que, conforme
a Derecho, continúe con los procedimientos.” 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 1272
de las 9:25 h del 24 de diciembre.

30. CONCILIACION. No se admite cuando no es posible la ejecución condicional de la pena,


ni en los cometidos contra menores de edad.

“Si bien el Código Procesal Penal establece la posibilidad de llegar a una conciliación en una
causa penal, es lo cierto también que dicha posibilidad no se presenta como absoluta, pues la
misma normativa impone algunas limitaciones para su procedencia, al señalar que sólo se
aplicará en “las faltas o contravenciones, en los delitos de acción privada, de acción pública a
instancia privada y los que admitan la suspensión condicional de la pena” (art. 36). Con esta
restricción se excluye la aplicación de este instituto en todos aquellos delitos de acción pública en
los que no es posible otorgar el beneficio de la ejecución condicional de la pena, es decir, en
todos aquellos asuntos en donde la pena mínima a imponer excede los tres años de prisión (art.
59 del Código Penal). En el caso que nos ocupa, dada la pena prevista, no resulta procedente
la conciliación solicitada, toda vez que A.M.R. fue acusado y sentenciado por el delito de
corrupción agravada (art. 168 C.P.), ilícito cuyo mínimo penal (cuatro años de prisión) excede el
monto máximo permitido para el otorgamiento del beneficio de ejecución condicional de la pena;
beneficio que se constituye precisamente en el requisito básico para la conciliación en esta clase
de hechos. En todo caso, conforme fue resuelto por la Sala Constitucional, la posibilidad de
aplicar la conciliación en este tipo de ilícitos, en tanto han sido cometidos en perjuicio de menores
de edad, queda totalmente excluida con la entrada en vigencia del Código de la Niñez y la
Adolescencia, aprobado por Ley No. 7739 del 6 de febrero de 1998... (Voto No. 7115, de las
16:09 horas del 6 de octubre de 1998).” 1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 705 de las
9:40 h del 4 de junio.

31. CONVENIOS CON EL MINISTERIO PUBLICO. Naturaleza y alcances. Inobservancia por


el Tribunal de Juicio.
“Por otra parte, el convenio suscrito entre el representante del Ministerio Público y los encartados
A.Q. y M.A., para que estos declararan en plenario respecto a todas las circunstancias útiles para
esclarecer los hechos (confrontar folios 186 y 186), a cambio de que el Fiscal solicitara la pena de
tres años de prisión y el beneficio de condena de ejecución condicional de la pena, no tenía por
qué serle comunicado a los otros acusados antes del debate, pues por razones de seguridad, el
acuerdo debe resguardarse bajo estricta confidencialidad. Sobre este documento conviene hacer
dos acotaciones: En primer lugar y en lo que se refiere al recurso, es claro que la determinación
del ente acusador de negociar los beneficios a que alude la ley de Psicotrópicos, con unos u otros
acusados, constituye una manifestación especial –en razón de la materia tutelada- del principio
dispositivo, que al igual que el principio de oportunidad, faculta al Ministerio Público a ofrecer
determinadas ventajas a distintos sujetos a cambio de una colaboración eficaz con la
Administración de Justicia en la persecución de los delitos relacionados con el tráfico de drogas.
En la medida en que la elección realizada por el acusador responda estrictamente a razones de
interés público, centradas en la conveniencia procesal de la persecución penal, ninguna
desigualdad procesal se ocasiona a los otros justiciables, pues la distinción fundada en
parámetros de razonabilidad, es plenamente válida. De ahí que las pruebas que resulten de los
convenios fiscales, siempre que se incorporen por los medios legalmente previstos por la ley
procesal, deben ser valorados por el Tribunal en estricta conformidad con las normas del correcto
entendimiento humano. No obstante, a pesar de que el documento en que conste lo pactado
constituye el instrumento idóneo para acreditar la negociación, por sí mismo no puede desplegar
eficacia alguna en el plenario, pues su valor queda sujeto a la efectividad de la colaboración
esperada. En la especie, la consideración que hizo el Tribunal del citado acuerdo, fue a todas
luces impertinente. Primero porque, al no realizarse el debate, los encartados no pudieron
declarar todas las circunstancias útiles para esclarecer los hechos y por lo tanto, si el Fiscal
no demostró la efectividad de la colaboración, aquellos no estaban en condiciones de
beneficiarse de ninguna ventaja sustantiva. Debe recordarse, que en estos supuestos el órgano
jurisdiccional ha de ser un activo garante de la legalidad, que caso a caso y sin que pueda
sustituir al Fiscal en la apreciación de la conveniencia de la persecución penal, debe constatar
que -al menos para la Fiscalía respectiva- el convenio ha cumplido las expectativas
programadas. En otros términos, en los casos en que pueda aplicarse un acuerdo a los que alude
la Ley de Psicotrópicos, el Tribunal debe previamente informarse a través del Ministerio Público,
acerca de los resultados de la negociación, sin que resulte lícito discrepar sobre la utilidad
reportada, pues por mandato del principio acusatorio, tal calificación corresponde al ente
acusador. En el sub-lite, es evidente que el convenio nunca surtió efecto, pues en vez de realizar
el debate, las partes acordaron –extemporáneamente- abreviar el proceso. Es claro que la
sanción impuesta a cada justiciable derivó de las negociaciones preliminares con el ente
acusador. En el caso concreto, la diversa penalidad encuentra sustento en la misma aquiescencia
de las partes. Por último, debe resaltarse que los supuestos en los que el Fiscal ha de aplicar una
salida alterna o pretenda hacer valer una ventaja a la que se ha comprometido, debe exponer con
suficiente claridad las razones de su solicitud y sobre todo, cuál es la sanción pretendida, de
modo que se eviten confusiones innecesarias que puedan afectar el derecho de defensa de las
partes.” 1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 392 de las 9:04 h del 9 de abril.

32. ESTADO CIVIL. Puede demostrarse por cualquier medio de prueba legítimo.

“Como primer agravio del recurso por vicios in procedendo interpuesto por el Lic. M.Ch.F., Fiscal
adjunto de la Oficina de Defensa Civil de la Víctima, adscrita al Ministerio Público, a quien la
actora civil E.B.M. delegó el ejercicio de la acción civil, se acusa la inobservancia de los artículos
39 y 41 de la Constitución Política, 1, 142, 182 y 369 inciso d) del Código Procesal Penal de
1996, por falta de fundamentación legítima de la sentencia respecto a elementos de prueba
admitidos. Esto así, porque en el pronunciamiento impugnado el tribunal de mérito declaró sin
lugar la acción civil resarcitoria, esencialmente porque no tuvo por acreditada la relación de
parentesco entre la actora civil y la víctima del homicidio acusado (omisión probatoria que imputa
a la fiscalía y de donde deriva -según el a quo- una «evidente falta de personería activa por parte
de la actora civil», sentencia, folio 256 vuelto), pero omitiendo erróneamente valorar
expresamente abundantes elementos de prueba que sí permiten establecer dicho vínculo.-
Considera esta Sala que el reclamo es atendible, que la motivación de la sentencia es
defectuosa, pues efectivamente son varias las pruebas que señalan a la actora civil E.B.M. como
madre del occiso J.D.A.B., por ejemplo: A) El Informe Policial Nº 263-INV-98 de folios 1 a 12,
donde se indica al hallazgo de la cédula de identidad del occiso y que se procedió a entrevistar a
su "madre", E.B.M. (cfr. folio 6); B) El "Acta de Inspección, Registro y Recolección de Indicios", de
las 5:30 horas del 11 de mayo de 1998, donde se verifica la identidad del occiso, indicando que -
según su cédula de identidad- era hijo de E.B.M. (cfr. folio 13 vuelto); C) La "Denuncia" de folios
59 a 60, donde la señora Blandón Martínez señala bajo juramento, entre otras cosas, que es la
madre del ofendido J.D.A.B. (cfr. folios 59 a 60); D) El Informe Pericial del Lic. M.H.F., quien
refiere haber indagado a la madre del occiso, doña E.B.M. (cfr. folio 204). Conforme al artículo
182 del nuevo Código Procesal Penal, «Podrán probarse los hechos y las circunstancias de
interés para la solución correcta del caso, por cualquier medio de prueba permitido, salvo
prohibición expresa de la ley». Puede apreciarse que con esta nueva fórmula legal se han
suprimido las limitaciones que imponía la regla sobre la prueba del artículo 198 del Código de
Procedimientos Penales de 1973 pues, con relación al estado civil de las personas, en sede
penal, un extremo tal como acreditación de la relación filial del occiso y la actora civil no está
sujeta a las limitaciones establecidas por las leyes civiles respecto de la prueba, sino que puede
probarse por cualquier medio de prueba, excepto aquel o aquellos expresamente prohibidos por la
ley: la libertad probatoria comprende tanto lo relativo a la acción penal como a la acción civil (así
LLOBET, Javier: Proceso Penal Comentado, San José, Imprenta y Litografía Mundo Gráfico,
1998, p. 453). En el presente caso, a pesar de haberse indicado en la sentencia la consideración
de los anteriores elementos de prueba (cfr. sentencia folios 245 vuelto a 246), no hay razones
concretas y expresa que detallen al lector imparcial por qué de ellas no puede derivarse
racionalmente la relación mencionada, o cuál impedimento legal existe para hacerlo así, lo cual ha
provocado, sin duda alguna, un perjuicio a la actora civil representada por el impugnante.
Consideran los suscritos que no quedó suficientemente fundamentada la aseveración del a quo
en el sentido de que es "evidente" la supuesta falta de personería de la actora civil, apelando a la
ausencia de una "certificación" que fácilmente pudo ordenarse a efecto de corroborar -si se tenía
duda-, o para mejor resolver, sobre lo que otras pruebas expresamente indicaban (vale mencionar
que a folio 270 del expediente corre la respectiva certificación, ofrecida ahora por el recurrente,
que efectivamente confirma la relación cuestionada). Por las anteriores razones procede declarar
la nulidad parcial de la sentencia -pretensión expresada por el impugnante- únicamente respecto
a su aspecto civil. Se ordena el reenvío al competente para que proceda a la reposición
correspondiente del juicio sobre la acción civil interpuesta. Dada la naturaleza y efecto de lo
resuelto se omite, por innecesario, pronunciamiento sobre el otro reclamo in procedendo acusado
por el recurrente.” 1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 529 de las 9:30 h del 7 de mayo.

33. EXAMEN PSIQUIATRICO DEL IMPUTADO. Algunas consideraciones sobre su evolución


histórica.

“En principio, conviene acotar que la exploración clínica, psicológica o psiquiátrica, a que se
somete al encartado en ciertas circunstancias, no es un instituto en realidad novedoso en el
enjuiciamiento criminal costarricense. En efecto, en el Código de Procedimientos Penales de
1.910, es posible ubicar normas que directamente aluden a la posibilidad del juez para ordenar tal
experticia. Así - por ejemplo - el numeral 295 establecía que: “Si se advirtiesen en el procesado
indicios de enajenación mental, se averiguará por personas que lo hayan tratado, por
reconocimiento de facultativos y por otras observaciones é indicios, si esta enajenación era
anterior al delito ó ha sobrevenido á él, si es cierta ó simulada y si es total o parcial...”. (Código
de Procedimientos Penales y Leyes Complementarias, Biblioteca de Derecho Vigente en Costa
Rica (Dirigida por el Lic. Don Luis Castro Saborío), Tipográfica Lehmann, 1.913, p. 70). En el
mismo orden, el artículo 296 establecía el procedimiento a seguir y los efectos de una
enajenación sobreviniente del acusado, sucedida después de la comisión del ilícito y durante el
trámite de la causa, o durante la ejecución de la sentencia. Por su parte, el Código de
Procedimientos Penales de 1.973, en sus artículos 47 y 49, establecía los supuestos de
incapacidad sobreviniente y su incidencia en el curso del proceso. Luego, en lo que interesa, el
numeral 50 determinaba, que: “... El imputado será sometido a examen mental de acuerdo con el
artículo 71 del Código Penal.”. En lo referente al alcance de esta última norma, esta Sala
interpretó que de acuerdo a los principios de proporcionalidad, economía procesal y libertad
probatoria, la pericia no debía realizarse en todas las causas penales, sino que en consonancia
con lo dispuesto en el artículo 204 del mismo cuerpo normativo, debía ordenarse sólo cuando
fuere necesario. En este sentido se estableció, que: “...El examen mental a que alude el artículo
50 del Código de Procedimientos Penales, que tiene por finalidad determinar tanto la capacidad
penal del imputado, como su capacidad procesal (o capacidad para obrar por sí en el proceso) y
su personalidad desde el punto de vista de la peligrosidad penal, no está puesto por la ley como
condición previa para que pueda pronunciarse la condena (así NUÑEZ, Ricardo: Manual de
Derecho Penal. Parte Especial. Buenos Aires, Ediciones Lerner S. R. L., 1978, pág. 81) y su
realización, se da pocas veces en la práctica (cfr. LLOBET, Javier: Código de Procedimientos
Penales Anotado, San José, Litografía e Imprenta Lil S. A., 1987, pág. 78), sin que ello implique
per se, una nulidad (recuérdese que incluso si se hubiera practicado el examen, su resultado no
es vinculante para el juzgador), pues en realidad, ese examen no es el único medio para
acreditar la salud del estado mental del imputado, conforme se desprende de la regla de la
prueba establecida en el artículo 198 ibídem. Lo anterior lo viene a confirmar también el artículo
204 ejúsdem, cuando señala que el Juez podrá proceder a la inspección mental del imputado
"cuando fuere necesario". Nótese que el mismo artículo 71 del Código Penal, donde se indica
que las características psicológicas y psíquicas del imputado es uno de los parámetros o criterios
que deben tomarse en cuenta a la hora de fijar la duración de la pena a través de un informe que
debe proveer el Instituto de Criminología, siendo que del Transitorio adicionado al Código Penal
por Ley N( 5054 del 11 de agosto de 1972 se colige que, en las condiciones ahí apuntadas, los
jueces pueden prescindir de tal informe para fijar la pena. Todo lo anterior evidencia que si bien
lo idóneo sería que el imputado sea sometido a observación de un perito psiquiatra para rendir el
examen, esto no impide que el encartado pueda llegar a ser sujeto pasivo de una observación
directa del Juez (o si fuera preciso, con el auxilio de peritos que ayuden al Juez a practicarlo
personalmente, artículo 204 citado) a la luz de las reglas de la sana crítica racional (cfr.
FLORIAN, citado por LLOBET: Op cit., pág. 222 y NUÑEZ: Op. cit., pág. 199). Así, pues si la
defensa pidió durante el debate un examen psiquiátrico del encartado como prueba para mejor
resolver, petición que fue rechazada por el Tribunal (decisión que, por otra parte, no reclamó la
defensa y sobre la cual no hizo manifestación de recurrir en casación, cfr. acta de debate a folio
369, líneas 9 y siguientes), consideran los suscritos que tal proceder se ajusta a las condiciones
del artículo 387 del Código de Procedimientos Penales y que en consecuencia no se ha
producido el vicio reclamado, razón por la cual procede declarar sin lugar el reproche...” (Voto #
363-F-93, de 11:25 horas del 2 de julio de 1.993). Más adelante, durante la vigencia del Código
de 1.973, la Sala precisó que:“... debe distinguirse ese dictamen, necesario para la aplicación de
la pena, del dictamen psiquiátrico indispensable para determinar un posible estado de
inimputabilidad, a que se refieren los artículos 204 y 351 párrafo tercero del Código Procesal
Penal de 1973, el cual no debe evacuarse en todos los casos sino sólo en aquellos en los que
exista la posibilidad de que el imputado no comprenda el carácter ilícito de sus actos o no pueda
comportarse de acuerdo con esa comprensión. Según lo anterior, es claro que la solicitud del
informe al que se refiere el numeral 71 del Código Penal será un elemento más que el juez podrá
tomar en cuenta al momento de fijar el quantum de la pena a imponer, sin que pueda estimarse
que aquel esté obligado siempre y en todos los casos a evacuarlo, o que -de no hacerlo- la
decisión que adopte resulte ilegítima. En el caso que nos ocupa, según se explicó en el primer
considerando, no consta que la defensa alegara durante el proceso el supuesto estado de
inimputabilidad que ahora discute en sede de casación, de donde no podría considerarse que el
fallo adolezca de vicio alguno por no haberse solicitado la práctica del estudio que ahora se echa
de menos...”. (Voto # 820-98, de 9:25 horas del 28 de agosto de 1.998). En sentido similar se
había pronunciado la doctrina nacional, habiendo entendido que resultaba inapropiada la
remisión que se hacía al artículo 71 del Código Penal, pues -según comprendió- había que
distinguir de la siguiente forma: el examen de las condiciones personales a que hacía referencia
el artículo 71, se restringía a las circunstancias subjetivas que incidían en la penalidad, mientras
que la pericia a que aludía el numeral 50 citado, debía establecer el estado mental del justiciable,
pero a los efectos de los artículos 48 y 49 del Código sustantivo, es decir, para fijar en caso
concreto si se estaba en supuestos de inimputabilidad o imputabilidad disminuída (Llobet, Javier:
Código de Procedimientos Penales. Anotado y Comentado, 2da. edición actualizada en
colaboración con Víctor Dobles, San José, Editorial Juricentro, 1.991, pág. 93.). En este contexto
y al resolver una Consulta Preceptiva de Constitucionalidad formulada por esta Sala, el Tribunal
respectivo, interpretó que: “...I.- En los únicos dos puntos admitidos para su revisión por la Sala
Tercera de la Corte, el recurrente reclama en primer término la omisión del Tribunal de Juicio de
practicársele el examen mental exigido por la legislación penal. Aduce que ello era indispensable
para determinar la culpabilidad del imputado dado que sin esa pericia no se puede saber a
ciencia cierta si el imputado tenía plena conciencia de los actos que llevó a cabo. Como dicha
pericia falta, la sentencia resulta insuficientemente motivada, específicamente en lo referido a
culpabilidad del imputado que debe contener evidentemente un análisis de la imputabilidad de los
hechos al acusado (...) la pericia que hecha de menos el recurrente no se reputaba como
esencial para el cumplimiento de los principios del debido proceso, porque no se ligaba con el
tema de la culpabilidad, de manera que tal y como se explicó era posible para el Tribunal recurrir
a los principios de libertad probatoria y a las reglas de la sana crítica racional para adquirir la
convicción necesaria sobre la imputabilidad de los hechos al acusado a título doloso o culposo.
De tal modo, se concluye que la omisión de realizar el examen mental ordenado en el artículo 50
del Código de Procedimientos Penales anterior, no infringe el debido proceso si en la resolución
condenatoria existe análisis de los elementos de juicio aportados al proceso, así como
fundamentación suficiente, en relación con la culpabilidad del imputado, verificación que
corresponde a la Sala consultante...” (Ver voto # 5.927-99, de 8:33 horas de 30 de julio de
1.999). Ahora bien, de las innovaciones incorporadas por la legislación procesal penal ocurrida
mediante reforma que cobró vigencia el primer día del mes de enero de 1.998, conviene
destacar la inclusión de practicar examen mental al imputado, bajo ciertos supuestos
taxativamente previstos en la ley, es decir, cuando: “...a) Se le atribuya la comisión de delitos de
carácter sexual contra menores de edad o agresiones domésticas. b) Se trate de una persona
mayor de sesenta años de edad. c) Prima facie, se pueda estimar que, en caso de condena, se
le impondrá pena superior a quince años de prisión. d) El Tribunal considere que es
indispensable para establecer la capacidad de culpabilidad en el hecho...”. Tal previsión tampoco
resulta novedosa, pues al menos en la legislación comparada, encuentra una referencia -en
términos generales- en el artículo 75 del Código Procesal Penal de 1.970, de la Provincia de
Córdoba, Argentina. Más recientemente y de manera directa, el artículo de comentario encuentra
sus pares en el artículo 37 del Proyecto de Código Procesal Penal para la Nación Argentina y en
el Proyecto del Código Procesal Penal Modelo para Iberoamérica, que disponían el deber de
realizar examen mental al imputado, cuando se le atribuyeran delitos de carácter sexual, cuando
se esperara imponerle pena privativa de libertad superior a cinco años de prisión o el encartado
fuera sordomudo o menor inimputable o adulto con 70 años de edad, al momento de cometer el
suceso y por último, cuando existiera la probabilidad de imponer medida de seguridad o
corrección privativa de libertad. (Instituto Iberoamericano de Derecho Procesal: Código Procesal
Penal Modelo Para Iberoamérica. Texto del Anteproyecto, Centro de Publicaciones del
Ministerio de Justicia, Madrid, 1.990, pág. 272. El Proyecto de Código Procesal Penal de la
Nación, en Cuadernos de la Revista Doctrina Penal. Teoría y Práctica de las Ciencias Penales,
Ediciones Depalma, Buenos Aires, 1.987, pág. 37). Esta última norma, sirvió de base para la
redacción del artículo 84 del anteproyecto del Código Procesal Penal patrio. Precisamente, en
las observaciones de dicho texto, se consignó que: “...La norma propuesta define los casos en los
que se justifica el examen mental del imputado. Esta pericia no es necesaria en todas las causas,
como erróneamente lo establece el artículo 50 del código vigente. Tampoco tiene el sistema
judicial capacidad técnica para hacer el examen mental de todos los imputados...” (Cruz,
Fernando: Anteproyecto de Código Procesal Penal, texto mimeografiado, 1.993, pág. 31).”
1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 1240 de las 9:20 h del 30 de setiembre.

34. EXAMEN PSIQUIATRICO DEL IMPUTADO. Aspectos de interés sobre su valor


probatorio. No viola el principio de inocencia.

“Atendiendo al desarrollo histórico que las evaluaciones mentales del imputado han tenido en
nuestro entorno procesal, así como a las fuentes de legislación comparada, es evidente que el
peritaje puede contribuir, al igual que cualquier otro elemento de convicción y junto a otras
probanzas, para formar en el ánimo del juzgador el convencimiento de que la conducta puede
reprocharse al inculpado y que éste a su vez, puede ser sujeto de una pena privativa de libertad.
Así, en virtud de tal interpretación, la prueba pericial aludida tiene por finalidad, servir como
criterio técnico -mas no exclusivo-, acerca de las condiciones psicológicas del justiciable que
incidieran en cuanto a su inculpabilidad y consecuentemente, teniendo al reproche como base y
fundamento de la pena, podía utilizarse además, para fijar la extensión de ésta última. Su
relevancia o trascendencia procesal, es doble: en primer lugar, servir de indicador acerca de la
inimputabilidad y en caso de que -en términos abstractos- es decir, considerando sólo su
condición psicológica o sea, de imputable, la prueba será útil para motivar el reproche y la
extensión de la pena. (En sentido similar, consúltese: Edwards, Carlos Enrique: Régimen del
Código Procesal Penal de la Nación, ASTREA, 2da. edición, Buenos Aires, 1.994, pág. 108).
Por disposición del artículo 71 del Código sustantivo y conforme lo ha interpretado la Sala
Constitucional, el Juez debe fundamentar la extensión de la pena, en primer lugar, en la
culpabilidad decretada y en segundo término de manera accesoria, en las condiciones personales
del convicto, que hayan incidido en la comisión del ilícito. En términos generales, el Tribunal
Constitucional ha admitido como válida la opción externada por el legislador, de autorizar al
órgano jurisdiccional para tomar en cuenta aspectos relativos a la personalidad del inculpado, que
le permitan fijar la sanción correspondiente (dentro de los extremos normativos), siempre y
cuando su tasación sea accesoria al juicio de reproche previamente establecido, que en cuanto
tal, constituye la base legitimante y el parámetro principal para determinar la extensión de la
pena:“...El artículo 71 del Código Penal contiene aspectos relacionados con la personalidad del
autor, los que no son contrarios al concepto de culpabilidad (...) razón por la que deben
mantenerse vigentes y en consecuencia ser tomados en consideración por los jueces al momento
de fijar las penas, pues además esas circunstancias sirven también para fijar el grado de culpa
con que se actuó...” (Voto # 88-92, de las 11:00 horas del 17 de enero de 1.992). Siguiendo tales
orientaciones, la doctrina ha entendido, que: “...No obstante, este principio [el de culpabilidad] no
excluye que el juez tome en consideración las circunstancias personales del sujeto, para aplicar
la pena. Pero lo relevante para la individualización de la pena, es la culpabilidad por el hecho
concreto que se sanciona...” (Mora Mora, Luis Paulino y Navarro Solano, Sonia: Constitución y
Derecho Penal, Escuela Judicial, San José, 1.995, pág. 88). Establecido lo anterior, procede
aclarar que –efectivamente- tal como se prevé en el artículo 87 del Código Procesal Penal, el
Fiscal a cargo de la investigación debe ordenar la exploración psiológica tan pronto haya
identificado al sospechoso y en término prudencial, la Sección respectiva del Departamento de
Medicina Legal del Organismo de Investigación Judicial debe realizarla, máxime si por la
gravedad de los hechos –o por otras contingencias del proceso- el justiciable se encuentra
detenido preventivamente. Debe recordarse, que tratándose de causas con reo preso, no solo las
actuaciones procesales deben realizarse con prontitud, sino que las restantes diligencias
probatorias (más si competen a funcionarios judiciales), deben igualmente despacharse con
celeridad. Al efecto, conviene recordar que a solicitud de la Comisión de Asuntos Penales, la
Corte Plena, en sesión # 30-99, celebrada el 19 de julio de 1.999, artículo XV, dispuso comunicar
a todos los fiscales del Ministerio Público y jueces penales: “... Que no deben suspender los
procesos por faltar el dictamen a que se refiere el artículo 87 del Código Procesal Penal, sino
hasta que el asunto se encuentre listo para convocar a debate si correspondiere y siempre que la
prueba ya hubiere sido solicitada. Si la prueba no hubiere sido solicitada en las etapas
preparatoria e intermedia, el Tribunal de Juicio debe solicitarla, sin invalidar las actuaciones por
esa razón...”(Circular # 53-99, publicada en el Boletín Judicial # 167, del 27 de agosto de 1.999).
Por otra parte, debe recordarse que por tratarse la prueba psicológica de una intervención directa
en la psiquis del entrevistado, por razones obvias relacionadas con la transparencia y cientificidad
de los resultados, lo óptimo es que el imputado voluntariamente se someta a la entrevista y a las
pruebas accesorias. Para tales efectos, de conformidad con el artículo 36 constitucional, de
previo a ordenar la prueba, la autoridad respectiva debe advertir al justiciable acerca de la
facultad que le asiste de negarse a aportar prueba en su contra. En caso de que se niegue a
contribuir a la ejecución de la pericia, el proceso proseguirá su curso, dejando constancia de la
reticencia del acusado y válidamente se dictará la sentencia que corresponda. Por último, debe
puntualizarse que el examen mental en los términos dichos, no lesiona el principio de
inocencia, porque su realización constituye un acto probatorio más, cuya incidencia en el
dispositivo se valorará en la deliberación y no existe en consecuencia, presunción alguna de
culpabilidad. Además, ha de tomarse en cuenta, que los resultados de la prueba no
necesariamente serán desfavorables (incriminantes) a los intereses del justiciable, sino que
pueden conducir al juzgador a aplicar en el caso concreto, excusas de responsabilidad o
atenuantes de la pena, según corresponda. Específicamente, en lo que se refiere al supuesto del
inciso c), es decir, cuando se estime como probable aplicar pena superior a 15 años de prisión, la
prolongación en torno a la sanción imponible, debe efectuarse de acuerdo a los extremos
abstractos de la calificación legal – provisional - otorgada al momento en que aquella se ordena,
considerando la posibilidad de que si existen varias infracciones, pueda aplicarse el régimen
concursal respectivo.” 1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 1240 de las 9:20 h del 30 de
setiembre.

35. FUNDAMENTACION. No siempre es posible una precisión absoluta de los hechos.

“Reprocha al respecto que el tribunal tiene como hecho probado (fundamentación probatoria) que
el menor ofendido fue accedido carnalmente en tres ocasiones, pero luego indica al hacer la
fundamentación intelectiva que el menor fue accedido “en ocasiones”, sin precisar cuántas veces.
Al no indicar las circunstancias dentro de las cuales se desarrollaron los hechos, en tiempo, modo
y lugar, existe duda sobre la participación criminal de su defendido. Solicita la nulidad de la
sentencia y el correspondiente juicio de reenvío. No puede concederse lo solicitado. Los
aspectos esenciales de la conducta del sujeto activo han sido adecuadamente expresados en la
fundamentación de la sentencia. La precisión que echa de menos la impugnante suele ser difícil
de alcanzar en este tipo de hechos delictivos, en donde los agresores sexuales suelen
aprovechar lugares desolados para cometer los ilícitos, no sólo para evitar ser detenidos en su
programación criminal, sino también para evitar después las comprobaciones, en circunstancias
que por lógica no pueden ser investigados hasta el menor detalle. Normalmente se tiene
únicamente el dicho de la víctima, alguna pericia médico legal sobre el cuerpo del ofendido y
quizá alguna otra relación circunstancial por vía de testigos, aunque no directos sobre la
existencia misma de la conducta punible. Por esa razón suele ser necesario hacer inferencias y
proceder a aquilatar las probanzas con lo acusado, que es precisamente lo que hace el tribunal
de mérito. En cuanto a lo que interesa, se sabe que el viernes 25 de abril de 1997, el menor
A.T., de diez años de edad, decidió irse a bañar a las pozas que están en San Joaquín de Flores,
lugar en donde se encontró al imputado. Que al regresar a su hogar, el acusado V.B. lo toma
con fuerza de la mano derecha y lo introduce en un monte, le baja los pantalones, lo tira al suelo
y le introduce el pene en tres oportunidades. Esta relación de hechos, bastante simple, es
precisamente la que permite tener como debidamente comprobadas las acciones del encartado,
quien, con evidente desprecio de las condiciones del menor, decide aprovecharse de él, haciendo
uso de su superioridad física, y lo accede en tres ocasiones, cumpliendo de manera completa el
tipo penal en esas mismas tres ocasiones, no siendo necesario acotar más lo señalado. Cuando
se dice “ocasiones” debe entenderse “veces” u “oportunidades”. Todos estos vocablos aluden a
la circunstancia de que los accesos carnales fueron independientes, pero con separación temporal
muy pequeña, pero no por ello subsumidas por la primera Violación, ya que el tipo penal se
cumple tantas veces como lesiones sufra el bien jurídico tutelado. Estos aspectos, como ya se
expresó anteriormente, fueron debidamente acreditados y analizados por el tribunal, y al respecto
no se nota una insuficiente circunstanciación. Por lo expuesto, sin lugar el motivo.” 1999.
SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 156 de las 9:54 h del 12 de febrero.

36. HECHOS PROBADOS. No se requiere una ubicación temporal absoluta, salvo que se
demuestre su esencialidad o utilidad.

“Aún analizando de forma aislada este reparo, es decir, sin relacionarlo con lo resuelto en el
anterior considerando, es claro que no le asiste razón al impugnante, pues si bien la fecha en la
que se dieron las conductas ilícitas por las cuales se dictó sentencia condenatoria se ubican en el
año de 1993, siendo esta la mayor precisión que se logró alcanzar a partir de la prueba evacuada
en debate, es lo cierto que en el caso que nos ocupa ello resulta suficiente para cumplirse con la
debida determinación de los hechos, siendo este un requisito que exige la normativa procesal en
aras de respetar el derecho de imputación. Nótese que con lo actuado en la especie no se
deduce la existencia de una lesión al derecho de defensa del impugnante, pues al plantear su
reclamo el mismo no concreta ningún planteamiento defensivo que se centre en la necesidad de
conocer con absoluta precisión la ubicación temporal del acontecimiento investigado, es decir, su
reproche no viene ligado a la utilidad de que se haya establecido con detalle ese dato a fin de
ejercer su derecho de defensa en el proceso. Al evacuar la respectiva consulta preceptiva, la Sala
Constitucional señala que “...no siempre se requiere de una precisa e indubitable determinación
del momento en que ocurrió la conducta punible para emitir una sentencia ajustada a los
principios del debido proceso. Más bien, la necesidad de fijar con mayor o menor precisión
cuándo sucedieron los hechos investigados, está en relación directa con la importancia y utilidad
que ello tenga en cada caso, para demostrar la acreditación de la conducta acusada. De esa
forma, la acreditación del día concreto o la hora exacta en que algo sucedió, no tiene en todos
los casos la misma relevancia sino que dependerá de otras circunstancias que se planteen dentro
del caso concreto, principalmente por parte de la defensa. Por ello lo correcto es afirmar que sólo
existirá una violación del derecho al debido proceso del imputado si en su caso, la determinación
del momento en que sucedió el hecho que se investiga, resulte importante para el ejercicio de su
defensa, en el sentido de que sea determinante para atribuirle la conducta acusada...”, voto Nº
2812-98, de las 14:48 horas del 28 de abril de 1998, folio 229 vuelto, líneas 18 a 32. En todo
caso, tal y como se explicó en el anterior considerando, si bien al establecer la fecha en que la
madre de las ofendidas fue operada en el Hospital de Puntarenas (punto de referencia para
ubicar temporalmente los hechos) los jueces de instancia incurrieron en una imprecisión, ello en
nada ha afectado la validez del pronunciamiento, por cuanto aún incluyendo el nuevo dato que
arroja la certificación de folio 234 que se evacuó en esta sede (según la cual la tantas veces
analizada intervención quirúrgica se produjo entre el 26 y el 31 de julio de 1991), con excepción
de la fecha las conclusiones del fallo permanecerían inalterables, al no verse afectada de ningún
modo la situación procesal o sustancial del reo. Lo anterior significa que los argumentos del
impugnante giran en torno a un aspecto no esencial de la decisión, por lo que no se justifica
acoger sus pretensiones. Por último conviene aclarar que en el fallo sí se exponen las razones
por las que se les concedió plena credibilidad a las menores agraviadas, siendo que el dicho
proceso axiológico no se aprecia vicio lógico alguno. En relación a K., los juzgadores -con base
en los principios acusatorios de inmediación, oralidad y continuidad- la apreciaron como “... una
joven formal, fluida en su relato, que muestra llanto y angustia ...” (folio 168 vuelto, líneas 23 y
24), siendo que su dicho fue corroborado por su hermana H. (folio 169 frente, líneas 3 a 7), quien
siempre suministró una versión clara del hecho, la que a su vez fue avalada por K. (folio 169
vuelto, línea 6 en adelante). Por otra parte, si bien -como lo afirma el impugnante- las menores
señalaron en juicio que los hechos en su perjuicio ocurrieron cuando ellas cursaban el tercer y el
quinto grado de la escuela, no debe perderse de visita que las mismas siempre insistieron en que
los abusos se dieron >en muchas ocasiones, siendo que la fecha de una de dichas agresiones
fue ubicada por ambas partiendo (como punto de referencia) de la operación que se le practicó a
su madre (folio 168 vuelto, línea 22 en adelante; y folio 169 vuelto, línea 6 en adelante). Además,
ninguna de las dos hermanas mayores de las agraviadas (Y. y M.) tampoco logra suministrar una
fecha categórica, por cuanto lo que ambas corroboran es que su madre sí fue operada “...hace
unos cuatro años...” (folio 170 frente, línea 13), a partir de lo cual es el propio tribunal quien
concluye que la acción ilícita por la que se condenó al acusado fue ejecutada en 1993 (folio 170
vuelto, línea 3 en adelante). Al relacionar esta información con el dato preciso que se obtuvo con
el oficio de folio 234, en el sentido de que en realidad la señora B.Ch.A. fue operada entre el 26 y
el 31 de julio de 1991, se determina que aún incluyendo hipotéticamente el dicho de ambas
ofendidas, en cuanto a que fueron agredidas cuando cursaban el tercer y el quinto grados de la
escuela (es decir, en 1993), ello en nada afectaría las conclusiones del tribunal de mérito. Para
concluir lo anterior debe tomarse en consideración que tales hechos podrían referirse a otras de
las muchas ocasiones en las que también fueron abusadas las hermanas Ch., por lo que no
existiría contradicción alguna que desmereciera su dicho. Según las razones expuestas, se
declara sin lugar la queja.” 1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 15 de las 15:10 h del 7
de enero.

37. IMPUTADO. Obligación de comunicarse e informarse del proceso con su defensor.

“La acción que se formula, en ninguno de sus aspectos, resulta atendible. La situación que
describe el impugnante en el primer punto, no configura un incumplimiento de deberes del
profesional en derecho asignado en su representación. Quien mostró desinterés y desatendió el
proceso fue el propio acusado, pues no obstante saber que en su contra se seguía una
investigación jurisdiccional por el delito de violación, sencillamente se desentendió del asunto
como si no existiera, a tal punto de que no vuelve a tener noticia de ello hasta el momento en el
que es detenido en virtud de haber sido declarado rebelde. Si bien es cierto el defensor público
debe informar periódicamente a su patrocinado acerca del estado de la causa que se tramita, es
lo cierto que para que ello sea posible se requiere de la mínima diligencia de parte del acusado,
quien debe cooperar presentándose regularmente a la oficina de dicho profesional a tales efectos,
y no esperar a que sea éste último quien lo haga salvo que estuviere detenido. Resulta absurdo,
como lo pretende el impugnante, que se le exija a los defensores de oficio que -en todos aquellos
casos en los cuales el encartado se aleja y se desentiende por completo del proceso- deban
buscarlo donde esté a fin de explicarle qué ha venido ocurriendo con la investigación. Diferente es
la situación que se presenta cuando el acusado es privado de su libertad, en cuyo caso sí debe
el referido letrado visitarlo a fin de cumplir con la debida información a que aquel tiene derecho.
En el caso que nos ocupa la situación que describe el reo no constituye ninguna irregularidad que
venga a deslegitimar la decisión, por cuanto la falta de comunicación y de información que acusa
no es atribuible más que a él mismo. En efecto, de las constancias del expediente se colige que
el convicto fue indagado el 17 de agosto de 1994 (folio 9), y que no vuelve a tener contacto con
este asunto hasta el 30 de diciembre de 1996 cuando quedó detenido a la orden del Tribunal
Superior Penal de Limón, sección segunda (ver boleta de folio 62 vuelto), al habérsele declarado
-en estricto apego a la normativa procesal vigente- en rebeldía, ello con base en la información
suministrada por el teniente S. de la Guardia Rural de Bataán, quien explicó que aquel “... se
marchó del lugar y se ignora su actual domicilio ...” (folio 57 frente, líneas 4 y 5).” 1999. SALA
TERCERA DE LA CORTE, No. 697 de las 9:15 h del 4 de junio.

38. INHIBITORIA. Es una garantía de objetividad e imparcialidad procesal.

“...conviene acotar que las diversas causales de inhibitoria o recusación no deben considerarse
como un obstáculo al ejercicio normal de las funciones judiciales, sino que, por el contrario, se
revelan como una garantía establecida en favor de los intervinientes del proceso para que, con
carácter preventivo, se propicie la imparcialidad del funcionario, y con la de él, la del órgano
competente que integra. De ahí la constante vigilancia que, en primer lugar, debe tener el
funcionario respecto al cual concurra alguno de los supuestos, para inhibirse en tiempo y forma, y
en segundo término, su obligación y la del juez tramitador respectivo de advertir la inhibitoria
decretada a fin de evitar vicios como el demostrado. Conviene recordar que la jurisprudencia de
esta Sala ha señalado que: “...La inobservancia de las disposiciones invocadas por el recurrente
deben entenderse prescritas bajo pena de nulidad, conforme al artículo 145 inciso 1) de ese
mismo cuerpo legal, y la misma debe ser incluso declarada de oficio, según lo dispone el artículo
146 párrafo segundo ibídem, toda vez que dicha nulidad implica la violación de garantías
constitucionales y de derecho internacional establecidas en favor del imputado para que éste sea
juzgado por una autoridad competente, independiente e imparcial (artículo 39, 41 y 42 de la
Constitución Política y 8.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos o "Pacto de
San José de Costa Rica")...” (V-131-F-92, de las 8:40 horas del 24 de abril de 1.992). Esta
garantía de imparcialidad y objetividad constituye una verdadera manifestación de la
independencia del juzgador en el caso concreto, y como tal debe ser tenida en cuenta en
beneficio de todas las partes, especialmente respecto aquella con la que se relaciona la
inhibitoria.” 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 1276 de las 9:45 h del 24 de diciembre.

39. LECTURA DE LA SENTENCIA. Se debe realizar en la forma y dentro del tiempo fijado
en la normativa procesal.

“El reproche contenido en el motivo que se entra a analizar es de forma, y se refiere al quebranto
de los artículos 107, 395 inciso 5, 396 párrafos 1, 2 y 3 del Código de Procedimientos Penales
(1976), en relación con el 400 inciso 6 del mismo texto. Alude a la prescindencia hecha por el
tribunal de mérito de la lectura de la sentencia en el plazo legal respectivo, y que se firmó tres
días después de la fecha en que debió ser leído el documento. Se admite el reclamo. Consta de
los autos que el debate fue concluido por el Tribunal a las diecinueve horas del dieciocho de
agosto de mil novecientos noventa y ocho. La lectura de la parte dispositiva se ordenó realizar a
las once horas treinta minutos del día siguiente (“estando en ello de acuerdo las partes que no se
oponen”)-vid f. 720 vto., líneas 22 a 24-, e integralmente a las diecisiete horas del veinticuatro de
agosto del mismo año (f.723 vto.). Es el caso que al veinticinco de ese mes aún la sentencia no
se encontraba redactada (Cfr. constancia f. 738 fte.), y no es sino hasta el día veintisiete que el
co-Juez Licenciado... procedió a rubricarla (así, constancia f. 737 vto.). Además, se impuso del
fallo al Ministerio Público y a las partes el día veintisiete del mes citado, por medio de notificación
escrita (a la actora civil por facsímil), conforme se observa en las actas y constancia de folio 738
vto. De lo anterior se concluye que para la fecha dispuesta para la lectura total del documento
sentencia (veinticuatro de agosto), ni siquiera éste se encontraba redactado, y menos firmado por
la totalidad de los Jueces integrantes del Tribunal. El anterior es un defecto absoluto por cuanto
no se trata de una firma tardía de la sentencia, ni tampoco de la situación de inasistencia de uno
de los Jueces a la lectura oral del fallo, yerros que eventualmente podrían haberse subsanado.
Tampoco ese trascendental acto de la lectura se suplió con leer, al menos provisionalmente, un
borrador de la sentencia, a los fines de enterar a los interesados acerca de los argumentos
tomados en cuenta por el Tribunal, en el pronunciamiento definitivo, pues inclusive se observa
que no se está ante un asunto de excesiva complejidad que así lo ameritase. La concentración y
continuidad son elementos intrínsecos del debido proceso. Constituyen, sin duda, una garantía
para evitar las posibles interferencias de los Jueces en el plazo que corre entre la clausura del
debate y el pronunciamiento mismo. Consustancial también a esos actos es que el dispositivo
deba emitirse sin solución de continuidad, de manera que la notificación a los interesados sea de
inmediato al trámite deliberativo. Obsérvese que la continuación y concentración del debate
exigen que terminada la audiencia, inmediatamente el Tribunal, bajo pena de nulidad, pasa a
deliberar (Art. 392 CPP76), e inmediatamente también, debe redactar y firmar la sentencia, para
que “en seguida” se constituya en la sala de audiencias para dar lectura al fallo (Art. 396 ibídem).
Sólo por excepción podrían los Jueces diferir el fallo para ser dictado, eso sí, dentro de los tres
días siguientes al cierre del debate, en cuyo caso sólo leerían la parte dispositiva. Los juzgadores
se acogieron a una de esas excepciones, pero no cumplieron con la obligación de proceder a
redactar, firmar y notificar la sentencia conforme a las anteriores previsiones. El fallo no sólo no
se leyó en el plazo legal, sino que, cuando se hizo, fue por acta de notificación escrita a la
mayoría de los intervinientes, y por facsímil a uno de ellos, lo que no está contemplado dentro de
los cánones legales que exigen la lectura –por tanto oral- efectiva de la sentencia. Véase, en
abono a lo anterior, que si alguno de los interesados no concurre a ese acto, se entiende por
cumplida válidamente la notificación (párrafo final de la última norma citada), circunstancia, por
demás, no discutida en este caso. Por lo expuesto corresponde acoger el reclamo y declarar nula
la sentencia y el debate que le dio origen. Deben reenviarse las diligencias para ser sustanciadas
conforme a derecho.” 1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 186 de las 9 h del 19 de
febrero.

40. PLAZOS. Corren a partir del día siguiente a su notificación.

“Analizado el expediente, según lo que establece el artículo 445 del Código Procesal Penal de
1996, los suscritos Magistrados consideran que el recurso de casación interpuesto por la
Licenciada L.F.A., defensora particular de E.A.C., debe ser declarado inadmisible, toda vez que
su presentación fue extemporánea. En este sentido, véase que la lectura integral del fallo, así
como su notificación, se realizó a las doce horas del día veinticuatro de diciembre de mil
novecientos noventa y ocho, diligencia a la cual habían sido convocadas las partes desde el día
diecisiete de diciembre anterior. En consecuencia, el vencimiento para la interposición del
recurso de casación respectivo lo era el día veintidós de enero del año en curso, pues en dicha
fecha se cumplían los quince días que se han establecido para su presentación. Sin embargo, tal
y como consta en la anotación de recibido de folio 187, el recurso en mención se presentó el día
veinticinco de enero, es decir, una vez que el plazo previsto por ley había vencido, lo cual
constituye una presentación tardía de la impugnación. Por otra parte, carece de importancia el
hecho de que el día venticuatro de diciembre citado se trabajara hasta las doce horas, según lo
acordado por Corte Plena en el Artículo XXVII, de la Sesión No. 32-98 de las trece horas treinta
minutos del siete de diciembre de mil novecientos noventa y ocho, dado que la hora y fecha fijada
para la lectura integral del fallo (notificación), eran conocidas con anticipación por todas las partes
(folio 133, líneas 2 a 7)). Asimismo, el que se estableciera por el acuerdo citado que estarían
cerradas las oficinas del Poder Judicial -en todo el país- después de las doce horas de ese día
(asueto parcial), no significa que los plazos correspondientes no empezaron a correr a partir del
momento respectivo, dado que el artículo 167 de la normativa citada señala claramente que “Los
plazos individuales correrán desde que comienza el día siguiente a aquel en que se efectuó
la notificación al interesado; los plazos comunes, desde el día siguiente a la última
notificación que se practique”. En otras palabras, el plazo para la interposición del recurso
comenzó a correr a partir del siguiente día hábil a la lectura de la sentencia, o sea, a partir del
lunes cuatro de enero de mil novecientos noventa y nueve. En consecuencia, no es aplicable la
situación excepcional de una presentación tardía, admitida por esta Sala, motivada por una
modificación en el cambio de horario de la atención al público, circunstancia en la cual por -un
desconocimiento real- las partes no han tendido la oportunidad de presentar sus escritos durante
el plazo previsto (Voto No. 113-A de las 10:45 horas del 11 de octubre de 1996). Aspecto que
incluso se viene a regular en el nuevo código procesal, al permitirse la reposición del plazo
cuando se esté ante alguna de las hipótesis del artículo 170, en donde se dispone que: “Quien
no haya podido observar un plazo por causa no atribuible a él o por un acontecimiento
insuperable, podrá solicitar su reposición con el fin de realizar el acto omitido o ejercer la
facultad concedida por la ley”. Por lo antes expuesto, se declara indamisible el recurso de
casación interpuesto por la Licenciada L.F.A. por extemporáneo (art. 447 del C.C.P.).” 1999.
SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 430 de las 9:23 h del 16 de abril.

41. PRESCRIPCION. Naturaleza procesal del instituto. Reglas para su aplicación en la


nueva normativa procesal.

“También se reclama que los términos, condiciones y circunstancias de la prescripción debieron


ser examinados, en la sentencia de sobreseimiento parcial recurrida, a la luz del Código Procesal
vigente. Para dilucidar lo relativo a la legislación aplicable (si la penal o la nueva procesal),
tratándose de prescripción, esta Sala efectuó consulta preceptiva ante la Sala Constitucional, la
que en resolución 4397 de 16:06 horas del 8 de junio de 1999, en lo que interesa dispuso: "Se
evacua la consulta formulada en el sentido de que las reglas de la prescripción de la acción penal
deben aplicarse según las definidas en los Transitorios I. y II. del Código Procesal Penal, Ley
número 7594 de veintiocho de marzo de mil novecientos noventa y seis, que no son
inconstitucionales". Los fundamentos de tal conclusión, resumidamente, consisten en que: A)
Como ya lo había establecido esa Sala Constitucional (sentencia 5821-98 de 15:54 horas de 12
de agosto de 1998, "los transitorios I y II del Código Procesal Penal, en cuanto determinan que
los procesos penales en los que se haya dictado auto de prórroga o de elevación a juicio deberán
regirse conforme a las reglas procesales del Código de Procedimientos Penales que se deroga, y
remite a las reglas de la prescripción del Código Penal de mil novecientos setenta en esos casos,
no resultan violatorios de los principios constitucionales de igualdad ante la ley y de la aplicación
de la norma penal más favorable", considerando que "por ello es que los nuevos códigos
procesales contienen disposiciones transitorias que regulan la transición entre el régimen procesal
anterior (derogado) y el nuevo sancionado". B) "Que la regulación de la prescripción de la
acción penal es un asunto de política criminal que adopta el Estado a través del órgano
competente para ello, sea la Asamblea Legislativa, de manera que ésta tiene potestades para
establecer los parámetros para su regulación"; "que no existe un derecho constitucional a la
prescripción" y que "la prescripción es un instrumento jurídico creado a efecto de declinar el
ejercicio de la potestad punitiva del Estado, que actúa a modo de sanción procesal por la
inactividad de los sujetos procesales en los procesos iniciados o no". En síntesis, "la
regulación de la prescripción de los delitos es un asunto de política criminal de resorte
exclusivo del legislador, y que la Asamblea tiene amplias potestades para establecer los
parámetros que en esa materia, cumplan en su criterio, las exigencias que en el ámbito
social condicionan su ejercicio". (El destacado es original). C) "que las reglas de la prescripción
de la acción penal son de carácter eminentemente procesal por dos razones importantes; en
primer lugar, porque su regulación se ubica en el Código Procesal Penal, codificación que tiene
un carácter eminentemente instrumental en lo que se refiere a la aplicación del derecho de fondo,
como se indicó anteriormente; y en segundo lugar, porque por sí misma, la prescripción implica un
límite a la potestad punitiva del Estado, que se aplica a modo de sanción (procesal) a
consecuencia de la inactividad procesal en un determinado plazo, según se analizó, teniendo
como consecuencia que conlleva una extinción de la acción penal, que es un instituto también de
carácter procesal, ubicado en el Código Procesal Penal". D) Que con la entrada en vigencia del
nuevo Código Procesal Penal, "se dejó subsistente la aplicación de la legislación procesal anterior
(Código de Procedimientos Penales) para un grupo de asuntos que estaban pendientes en ese
momento, según disposición del Transitorio I-, en los que se hubiere dictado auto de elevación a
juicio o de prórroga extraordinaria, y por interpretación jurisprudencial, la citación a juicio en
los delitos de acción privada" (El destacado es suplido). E) "En cuanto al principio de la
aplicación de la norma más favorable, es importante reiterar que es un elemento integrante del
debido proceso, y que por lo tanto tiene rango constitucional...Sin embargo, debe hacerse la
aclaración de que este principio es de aplicación exclusiva a la ley sustantiva, y referido al
imputado únicamente, según se regula en los tratados internacionales de derechos
humanos...Este principio es regulado también en la legislación nacional, según los lineamientos
que establecen las transcritas normas internacionales, precisamente en el artículo 12 del Código
Penal...Debe agregarse que el principio de la norma penal más favorable se aplica únicamente
cuando hay un conflicto de normas sustantivas, debiendo el juez -necesariamente- optar por la
norma que prevea la sanción menos grave o si es del caso por la que se despenaliza la
conducta...En virtud de lo dicho, necesariamente debe concluirse que este principio constitucional
(norma penal más favorable), no puede aplicarse en forma retroactiva en relación a las normas
procesales". F) En torno a la indivisibilidad del régimen de la prescripción, se determinó que "si el
principio de la norma penal más favorable es de aplicación exclusiva a la ley sustantiva,
consecuentemente, no se puede aplicar a las reglas de la prescripción de la acción penal. De
esta suerte, lo propio es aplicar las reglas de la prescripción con fundamento en el sistema
procesal bajo el que se rige, según lo dispuesto en los transitorios I. y II. del Código Procesal
Penal, disposiciones que también son de naturaleza procesal por excelencia...Cada régimen
procesal debe mantenerse incólume e indivisible, por cuanto la política del legislador al establecer
una visión jurídica de los hechos humanos busca la uniformidad, la coherencia y la sistematicidad
del instituto, para lograr los fines propuestos por el legislador ordinario. De esta manera, no
pueden combinarse elementos de la prescripción de un sistema y otro, así por ejemplo, no puede
aplicarse lo correspondiente a la reducción del plazo que contiene la nueva legislación a una
legislación que no la tenía, porque permitirlo implicaría la quiebra del sistema, en violación del
principio de seguridad jurídica, ya que en la práctica existirían tantos sistemas como opciones
imaginables posibles se puedan hacer. De esta suerte, también se protegen los principios
constitucionales de la irretroactividad de la ley y tutela judicial efectiva". G) "Las reglas de la
prescripción de la acción penal respecto de las causas pendientes a la fecha de entrada en
vigencia de la nueva legislación procesal penal...están claramente definidas y predeterminadas
en lo dispuesto en los Transitorios I. y II. del Código Procesal Penal...disposiciones que con
anterioridad este Tribunal determinó que no resultan inconstitucionales (sentencia número 02346-
98, supra citada); de manera que no hay lugar a dudas de cuál es el sistema de la prescripción
de la acción penal que se debe aplicar en los casos pendientes a la fecha de entrada de la nueva
normativa procesal penal: los asuntos tramitados conforme al Código de Procedimientos Penales
prescriben conforme a las reglas establecidas en el Código Penal (artículos 80 y siguientes), y
las que se tramitan conforme a las nuevas reglas procesales, prescriben según las disposiciones
establecidas en el Código Procesal Penal, en cuyo caso los términos comienzan a correr el día
en que entró en vigencia esta legislación, según lo dispone de manera clara el transitorio II. del
Código Procesal en comentario al señalar: "El plazo de la prescripción de la acción penal en las
causas pendientes en los tribunales, a las que se aplicará este Código, comenzará a correr a
partir de la vigencia de este último (...)"; medida que además de legítima es lógica, pues mal
podría exigirse una adecuación de la actividad procesal con normas que no se encontraban
vigentes al momento de realizarse". En el caso en examen, debe tenerse en cuenta que este
proceso se inició por querella en enero de 1996, y se tramitó bajo las normas del Código de
Procedimientos Penales durante dos años, en el curso de los cuales se dictó citación a juicio y
hasta se hizo señalamiento para debate, y es en virtud de lo anterior que es el Transitorio I del
actual Código Procesal Penal el aplicable al caso, como correctamente lo hicieron el Juzgado
Primero Penal de San José, el Tribunal de Juicio del Primer Circuito Judicial de San José y el
Tribunal Superior de Casación Penal. Al entrar en vigencia el Código Procesal, para los efectos
de la prescripción, el término transcurrido desde que se consumó el hecho acusado hasta que se
presentó la respectiva excepción, opera en favor del querellado, pues si bien no existe "un
derecho constitucional a la prescripción", este instituto "actúa a modo de sanción procesal por la
inactividad de los sujetos procesales en los procesos iniciados o no". Las disposiciones de los
artículos 80 y 83 del Código Penal, que el recurrente acusa como violados por errónea aplicación,
constituyen la normativa que al caso corresponde, por cuanto el Transitorio Primero del Código
Procesal -ya citado-, suspende la vigencia de ese cuerpo legal para los procesos en que, al
entrar a regir la nueva normativa, tengan auto de elevación a juicio o prórroga extraordinaria, o
bien, como en el caso, su equivalente, la citación a juicio, según la resolución transcrita de la
Sala Constitucional. Lo anterior se complementa con el Transitorio II del indicado Código
Procesal, el que expresamente ordena que "para las causas que deban continuar su tramitación
con las normas del Código de Procedimientos Penales de 1973, regirán las disposiciones sobre
prescripción previstas en el Código Penal de 1970", todo lo cual permite concluir que no existe el
vicio que se acusa en este motivo.” 1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 891 de las 9:15
h del 19 de julio.

42. PRESCRIPCION. Carácter procesal de las normas que lo regulan, razón por la que no
constituye ley más favorable.

“En principio, conviene aclarar que en materia procesal la ultractividad y la retroactividad de las
normas, se determinan por razones de política criminal que el legislador estima convenientes en
una conyuntura histórica preestablecida y no bajo consideraciones sustantivas en cuanto a lo
apropiado o no de la legislación, en pro de los intereses particulares de los encausados. Por ello,
no resulta ni ocioso, ni desacertado – cómo erróneamente entendió el a-quo - establecer que el
principio de aplicación retroactiva de la ley más favorable, rige únicamente respecto a las normas
de fondo y no en cuanto a las del procedimiento. En efecto, así lo ha establecido esta Sala, al
indicar que: “... [el] gestionante, (...) pretende se aplique retroactivamente disposiciones
contenidas en la nueva ordenanza procesal penal, lo que es manifiestamente improcedente, ya
que cuando el Código de rito se refiere a que, el: “... hecho encuadre en una norma más
favorable...”, está delimitando este supuesto de revisión a la ley sustantiva y no a la procesal,
porque solo respecto a la primera es dable hablar de encuadrar o subsumir un hecho en la norma
respectiva. Así, ni el Código Procesal Penal, ni los diversos institutos que regula, pueden
considerarse como ley más favorable, a efecto del procedimiento de revisión (consultar de esta
Sala Votos # V-435-98, de 8:34 horas del 15 de mayo de 1.998 y # 1.105-98, de 8:35 horas del
20 de noviembre de 1.998). En este mismo sentido, se ha explicado que: “ >... II.- El numeral
invocado por el gestionante (Art. 408 inciso e) del Código Procesal Penal), cuando se refiere a la
norma más favorable, no abarca los supuestos de leyes procesales promulgadas con
posterioridad a la sentencia que, a juicio del encartado, puedan resultarle más beneficiosas, sino
que, la revisión procederá cuando después de la condena, sobrevengan o se descubran nuevos
hechos o nuevos elementos de prueba que solos o unidos a los ya examinados evidencien, entre
otros, que el hecho cometido encuadra en una norma penal más favorable. En este sentido, tal y
como lo ha señalado jurisprudencia reciente de esta Sala: “...No basta, para que proceda este
supuesto de revisión, con que se alegue una subsunción diversa y favorable, sino que es
menester que el gestionante ofrezca y acredite nuevos hechos o nuevas pruebas que justifiquen
aplicar otra norma. En todo caso, tal y como queda dicho, la ley a la que se alude,
necesariamente debe ser la sustantiva y no la procesal, porque solo respecto a aquella es posible
hablar de “subsumir” o “encuadrar” un “hecho” en una norma más ventajosa. La correcta
delimitación de lo que es “una ley más favorable” debe apreciarse en el caso concreto, pero
partiendo -siempre y esencialmente- de los hechos y de las pruebas nuevas, y puede consistir en
que la norma que resulte aplicable contenga una pena menor en relación a la de la norma
aplicada en la sentencia de mérito, o que implique la concurrencia de una causa de antijuridicidad
o de inculpabilidad, o bien, que permita disminuir (por ejemplo, la tentativa -Arts. 24 y 73 Código
Penal-, y la complicidad -Arts. 47 y 74 ejúsdem) o excluir la penalidad (verbigracia, el indulto (Art.
90 C.P.), el matrimonio del condenado con la ofendida (Art. 92 C.P.), o el perdón judicial).
También los hechos o la prueba nueva invocada pueden servir para demostrar que se aplicó
erróneamente una circunstancia de agravación, o que no declaró una circunstancia atenuante...”
(V-436-98, de las 8:36 horas del 15 de mayo de 1998)...” (Voto # 540-98, de 8:52 horas del 12
de junio de 1.998). La anterior interpretación es congruente, no sólo con la normativa procesal
citada, sino que encuentra sólido sustento en el hecho de que el principio de retroactividad de la
ley penal más favorable, ha sido concebido en diversos instrumentos internacionales de Derechos
Humanos - refrendados por Costa Rica - como una garantía sustantiva. En efecto, tanto en el
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (aprobado mediante Ley # 4.229 de 11 de
diciembre de 1.968), artículo 15.1º, como en el artículo 9 de la Convención Americana de
Derechos Humanos (aprobada mediante Ley # 4.534 de 23 de febrero de 1.970), se indica que si
con posterioridad a la comisión del ilícito la ley faculta imponer una pena más leve, el delincuente
se beneficiará de ello. De esta forma, resulta claro que en concordancia con el artículo 12 del
Código sustantivo, la sucesión en el tiempo de leyes sancionatorias más favorables a los
intereses del justiciable, se conoce mediante gestiones de revisión del fallo (artículo 408 inciso e)
citado). Por su parte, las variaciones legislativas de las normas procesales, son resueltas por el
mismo legislador, quien a efecto de evitar problemas en la aplicación temporal de diversas leyes,
implementa los denominados “Transitorios”, como mecanismos propiciatorios del paso ordenado
de un cuerpo normativo hacia el que lo sucede, de ahí que en el caso concreto, en cuanto a
aplicación de leyes procesales en el tiempo, hay que atenerse tanto a lo preceptuado por el
mismo Código de rito, como a lo establecido en la legislación complementaria – en este caso, Ley
de Reorganización Judicial # 7.728 de 15 de diciembre de 1.997 -. (En ese orden, consultar los
siguientes votos de esta Sala: # 410-99 de 9:40 horas del 9 de abril de 1.999 y # 473-99, de
9:45 horas del 23 de abril de 1.999)...” (Voto # 580-99, de 11:16 horas del 14 de mayo de 1.999).
En el mismo sentido, por el valor intrínseco del pronunciamiento y por ser vinculante erga omnes,
se transcribe - en lo conducente - una sentencia de la Sala Constitucional relativa al tema de la
prescripción y el Derecho transitorio: “... Varios son los elementos que deben hacerse notar
respecto de la prescripción de la acción penal -ya señalados con anterioridad en la jurisprudencia
constitucional-, que ayudan a conformar una idea respecto de este instituto jurídico. Primero, que
la regulación de la prescripción de la acción penal es un asunto de política criminal que
adopta el Estado a través del órgano competente para ello, sea la Asamblea Legislativa, de
manera que ésta tiene potestades para establecer los parámetros para su regulación. Segundo,
que no existe un derecho constitucional a la prescripción, sino más bien el derecho a la
seguridad jurídica, a la legalidad, a la tutela judicial efectiva y a la igualdad, principios que no
resultan lesionados por el Estado en tanto los plazos establecidos para la denuncia, investigación
y juzgamiento de los delitos establecidos por el legislador sean razonables y estén definidos y
limitados por la ley. Tercero, que la prescripción es un instrumento jurídico creado a efecto de
declinar el ejercicio de la potestad punitiva del Estado, que actúa a modo de sanción procesal
por la inactividad de los sujetos procesales en los procesos iniciados o no. Lo anterior se
indicó en sentencia número 04432-97, de las diecisiete horas treinta y tres minutos del
veintinueve de julio de mil novecientos noventa y siete (...) Con fundamento en lo anterior, es que
debe concluirse que las reglas de la prescripción de la acción penal son de carácter
eminentemente procesal por dos razones importantes; en primer lugar, porque su regulación se
ubica en el Código Procesal Penal, codificación que tiene un carácter eminentemente instrumental
en lo que se refiere a la aplicación del derecho de fondo, como se indicó anteriormente; y en
segundo lugar, porque por sí misma, la prescripción implica un límite a la potestad punitiva del
Estado, que se aplica a modo de sanción (procesal) a consecuencia de la inactividad procesal en
un determinado plazo, según se analizó, teniendo como consecuencia que conlleva una extinción
de la acción penal, que es un instituto también de carácter procesal, ubicado en el Código
Procesal Penal. (...) I.- DEL PRINCIPIO LA APLICACIÓN DE LA NORMA PENAL MÁS
FAVORABLE.- En cuanto al principio de la aplicación de la norma más favorable, es importante
reiterar que es un elemento integrante del debido proceso, y que por lo tanto tiene rango
constitucional, como lo ha señalado en forma reiterada este Tribunal Constitucional (entre otras,
ver sentencia número 0821-98, de las dieciséis horas cincuenta y un minutos del diez de febrero
de mil novecientos noventa y ocho). Sin embargo, debe hacerse la aclaración de que este
principio es de aplicación exclusiva a la ley sustantiva, y referido al imputado únicamente, según
se regula en los tratados internacionales de derechos humanos, concretamente en el artículo 15.1
del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (aprobado mediante ley número 4229, de
once de diciembre de mil novecientos sesenta y ocho) (...)II.- DE LA INDIVISIBILIDAD DEL
RÉGIMEN DE LA PRESCRIPCIÓN.- Sin embargo, es importante anotar una serie de
consideraciones en relación con la interpretación de cómo deben aplicarse las reglas de la
prescripción de la acción penal y la normativa en cuestión, en virtud del conflicto de leyes que se
ha planteado, ya que algunos operadores del derecho propugnan por que se aplique un
componente de un sistema prescriptivo (de la legislación anterior -derogada-) con parte o
elementos del nuevo régimen, en aplicación del principio de la norma penal más favorable.
Primero: Si el principio de la norma penal más favorable es de aplicación exclusiva a la ley
sustantiva, consecuentemente, no se puede aplicar a las reglas de la prescripción de la acción
penal. De esta suerte, lo propio es aplicar las reglas de la prescripción con fundamento en el
sistema procesal bajo el que se rige, según lo dispuesto en los Transitorios I. y II. del Código
Procesal Penal, disposiciones que también son de naturaleza procesal por excelencia. (...) de
manera que no hay lugar a dudas de cuál es el sistema de la prescripción de la acción penal que
se debe aplicar en los casos pendientes a la fecha de entrada de la nueva normativa procesal
penal: los asuntos tramitados conforme al Código de Procedimientos Penales prescriben conforme
a las reglas establecidas en el Código Penal (artículos 80 y siguientes), y las que se tramitan
conforme a las nuevas reglas procesales, prescriben según las disposiciones establecidas en el
Código Procesal Penal, en cuyo caso los términos comienzan a correr el día en que entró en
vigencia esta legislación ...” (Así, Voto # 4397-99, de 16:06 horas del 8 de junio de 1.999. Hay
Voto Salvado del Magistrado Piza E.). Según se aprecia, en el Derecho transitorio, el legislador
ha diseñado un sistema provisional y diferenciado, según el cual, para establecer el régimen de
prescripción a aplicar en cada causa pendiente a la entrada en vigencia del Código Procesal
Penal de 1.996, deberá - en primer lugar - determinarse claramente cuál de los códigos rituales
debe aplicarse en la especie. De esta forma, únicamente en los procesos en que a la entrada en
vigencia de la nueva legislación, se hubiere dictado auto o providencia de elevación a juicio o de
prórroga extraordinaria - aunque no estuvieran firmes - (Transitorio I del Código Procesal Penal y
Transitorio III de la Ley de Reorganización Judicial # 7.728 del 15 de diciembre de 1.998), así
como en las causas por delitos de acción privada en que se hubiera citado a juicio (según Voto #
4.397-99, de 16:06 horas del 8 de junio de 1.999), deberían – inexorablemente - seguir
tramitándose conforme los lineamientos del Código de Procedimientos Penales de 1.973. En los
>otros asuntos, es decir, en aquellos en que la tramitación no hubiera alcanzado el estado
procesal suficiente para haber dictado aquellas resoluciones, verbigracia, en las causas seguidas
por Instrucción Formal en que no se hubiera dictado aquellos autos o providencias, o en querellas
en que no se hubiera convocado a las partes para ofrecer prueba (citación a juicio),
preceptivamente, las diligencias debieron actualizarse de acuerdo al nuevo Código.” 1999. SALA
TERCERA DE LA CORTE, No. 1236 de las 9 h del 30 de setiembre.
43. PROCEDIMIENTO ABREVIADO. La ampliación de la acusación durante el debate debe
cumplir con lo dispuesto en el procedimiento ordinario.

“En la secuencia de actuaciones realizadas en la audiencia oral registradas en el acta respectiva,


se aprecia que después de que la defensa solicitó aplicar el procedimiento abreviado y tras haber
comprobado el a-quo la aquiescencia del imputado y del Ministerio Público con tal medida, el
Tribunal, de oficio, inquirió al Fiscal para que “corrigiera” la acusación, “... por cuanto existe un
dictamen médico-legal que arroga como resultado que al ofendido las lesiones sufridas le dejó
marca indeleble en el rostro, y le dejó una incapacidad permanente del 3% de pérdida de la
capacidad general orgánica (sic)...” (confrontar acta de debate, folio 41, líneas 23 a 26). De este
modo, se tuvo por ampliada la acusación y se expresó que la calificación jurídica sería robo
simple con violencia sobre las personas en concurso material con lesiones graves (confrontar
mismo folio, vuelto). Acto seguido, el imputado aceptó los cargos. Bien entendido el
procedimiento descrito, significó una ampliación del requerimiento acusatorio. Por ello, a falta de
norma expresa en el abreviado y por no ser incompatible con su naturaleza y principios, debió
seguirse el rito establecido para el procedimiento ordinario (artículos 347 y 372 del Código
Procesal Penal), pues la acusación se extendió a un hecho diverso al que ameritó la apertura a
juicio. Esto cobra especial relevancia si se toma en cuenta que el acuerdo previo que motivó la
abreviación del proceso, se refería a los hechos constitutivos del delito de robo simple con fuerza
sobre las personas y no al hecho nuevo que integraba el delito de lesiones graves, de ahí que
para que tal hecho sirviera de base a la sentencia, no solo debió integrarse adecuadamente en la
acusación, sino que, por la naturaleza del procedimiento abreviado, debió formar parte del
acuerdo y para ello, necesariamente el Tribunal debió escuchar de nuevo la decisión de las
partes, en aras de satisfacer las exigencias del debido proceso. Sin embargo, en el momento
procesal oportuno la defensa no formuló oposición alguna, con lo que - se entediente- aceptó el
procedimiento así realizado.” 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 1241 de las 9:10 h del
17 de diciembre.

44. PROCEDIMIENTO ABREVIADO. El rechazo del rebajo de la pena y del beneficio de


ejecución condicional de la misma se deben fundamentar.

“Como segundo agravio formal, con base en los artículos 1, 6, 9, 142, 363 inciso b), 369 inciso d),
todos del Código Procesal Penal de 1996, se reprocha una falta de fundamentación en la fijación
de la pena, pues no se consideró el por qué no se optó por la pena y el beneficio solicitados por
la defensa. Lleva razón el recurrente en sus alegatos, por lo que el motivo es atendible. En
efecto, a pesar de que -según se explicó en el anterior considerando- tanto el defensor como el
propio acusado solicitaron que la pena pactada con el Ministerio Público fuera rebajada y se
concediera el beneficio de ejecución condicional de la misma, los juzgadores no se pronunciaron
al respecto, lo que constituye un vicio formal que atenta contra el debido proceso y el derecho de
defensa. Desde luego, conforme lo ha expuesto con anterioridad esta Sala, tratándose de un
proceso abreviado, es obvio que en la mayoría de los casos la pena a imponer deberá ser la que
solicitan las partes de común acuerdo, y el Tribunal sólo podría reducirla cuando estime que la
pena pactada es excesiva en proporción a los hechos atribuidos, así como a sus circunstancias
objetivas y subjetivas. Sin embargo, ello no significa que puedan eludir su deber de
fundamentación cuando se les hace una petición adicional, pues lesionan los derechos de
defensa de las partes. En virtud de ello, y sin que esta Sala emita criterio de fondo alguno sobre
dicho extremo, se decreta la ineficacia parcial de la sentencia, únicamente en lo que respecta a
la fijación del quantum de la pena y a la solicitud de condena de ejecución condicional, en
relación de lo cual se ordena el reenvío para una nueva sustanciación conforme a derecho por
parte del mismo tribunal.” 1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 389 de las 9:58 h del 26
de marzo.

45. PROCEDIMIENTO ABREVIADO. El tribunal puede rechazarlo si se sustenta en un


acuerdo espurio entre las partes.

“...si bien el tribunal está en el deber de buscar una solución concertada al conflicto que generó o
fue producto de la acción presuntamente delictiva, ello no implica que deba limitarse a aprobar
acuerdos que sean espurios, tanto por las circunstancias coaccionantes en que una de las partes
se haya visto inmersa para proceder al aparente entendimiento, cuanto en admitir ficciones
encaminadas a facilitar esa concordancia. Una de las ficciones más gruesas (y, como contravalor,
eficaces para impulsar a la defensa a llegar a ese acuerdo), es la de simular calificaciones de
menor gravedad que la en realidad correspondiente. Ante esta vicisitud, el tribunal está en la
imposibilidad normativa de imponer una sanción mayor a la acordada (artículo 375 del Código
Procesal Penal de 1996), aunque sí podría variar la calificación (siempre que no redunde en
aquella pena mayor). En el caso inverso, una pena solicitada mayor a la que cabría, no hay
impedimento alguno para que el tribunal imponga la verdaderamente respectiva. Sin embargo, no
puede estimarse que, con el argumento de la titularidad de la acción penal por parte del
Ministerio Público y/o querellante público, el tribunal deba permanecer inerme ante el fraude a la
norma sustantiva, realizado en pro de una ventaja procesal. Ante estas hipótesis debe, en el
último de los casos citados, recalificar los hechos acusados (y aceptados por el justiciable),
aplicando la pena prevista (no la solicitada); mas en el primero, que es el de interés en esta
causa, rechazar el acuerdo señalando la divergencia en la calificación y dejando abierta la
posibilidad para que las partes lleguen a un nuevo entendimiento consonante con aquella. Luego,
si el tribunal rechazó el acuerdo por defectos en el tipo aplicado, no se apoyó en elementos que
excedieron el requerimiento, dado que el uso de un arma en la acción del encartado para lograr
el apoderamiento de la cadena sustraída al ofendido (y nunca recuperada), está contemplado en
el punto 2) de la pieza acusatoria (folio 24 frente), cuando se acota que procedió a golpearlo en
la cabeza con un frasco de vidrio. Por ello es que, considerar como factor excluyente el empleo
del garrote posteriormente achacado, es innecesario, dado que el componente agravatorio ya
estaba incluido en la imputación. Por último, si la mayoría del tribunal comentó que lo acusado
podía ser constitutivo de un robo agravado, no lo hizo antevalorando la prueba (que no se había
evacuado), sino confrontando lo requerido, que de ser cierto, según apreció en aquel momento la
mayoría del a-quo, como en efecto fue ulteriormente acreditado, no configuraban un robo simple,
sino uno agravado; pero, para ello, es necesario el análisis que la recurrente recrimina, que antes
que ilegítimo se torna natural en esas situaciones y hasta necesario para cumplir con el
imperativo de correcta calificación aducido.” 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 1112 de
las 8:52 h del 20 de noviembre.

46. PROCEDIMIENTO ABREVIADO. El convenio debe respetar los hechos y la calificación


correspondiente.

“...el Agente Primero Fiscal de San José formuló requerimiento de citación directa en contra del
imputado T.B., atribuyéndole los siguientes hechos: “... 1.- El día ... la aquí ofendida ... fue
interceptada por el aquí encartado ... quien en ese momento se hacía acompañar de otras dos
personas desconocidas en autos, una de ellas menor de edad. 2.- Acto seguido el encartado y
sus acompañantes, actuando de común y previo acuerdo, a sabiendas del carácter ilícito de sus
actos y con la finalidad de apoerarse (sic) de manera ilegal de un bien patrimonial ajeno
procedieron a halarle fuertemente a la ofendida una jacket de características ignoradas en autos
que la misma portaba, apoderándose ilegítimamente de la misma para acto seguido darse a la
fuga con el provecho de su ilícito, siendo que ante esto la ofendida fue auxiliada por un sujeto no
identificado en autos quien junto con la primera siguieron al encartado y a sus acompañantes
mientras huían, siendo interceptados por efectivos de la Quinta Comisaría quienes detuvieron al
encartado... no logrando recuperar la prenda de vestir de cita pues el imputado y sus
acompañantes dispusieron de ella de manera no precisada en autos ...” (folio 21 frente, línea 17
en adelante). Este cuadro fáctico fue adecuadamente calificado por el funcionario que elaboró la
acusación como constitutivo de un delito de robo agravado (artículos 213 inciso 3º en relación al
209 inciso 7º del Código Penal), por cuanto la rapiña se cometió por tres sujetos. No obstante lo
anterior, extralimitándose en sus facultades, la fiscal que atendió el debate, como parte del
acuerdo para decidir la aplicación del procedimiento abreviado, estuvo anuente con la defensa en
“recalificar” esta relación de hechos al delito de robo simple con violencia sobre las personas
(artículo 212 inciso 3º de dicho código sustantivo), ello a pesar de que la base fáctica ya descrita
no lo permitía. Posteriormente el tribunal de instancia avala este procedimiento del todo irregular,
admitiendo el abreviado a sabiendas de que la recalificación jurídica no era procedente según la
base fáctica acusada y según la propia confesión del imputado, lo acordado no sólo desbordaba
las posibilidades de negociación que contempla la nueva normativa procesal, sino que -para
soslayar el defecto de fondo en el que se incurrió con respecto a la adecuada calificación jurídica-
arbitrariamente en sentencia varió los hechos descritos en la requisitoria, al tener por
demostrado (no obstante que el endilgado se allanó a la acusación) que “ >... la ofendida ... fue
interceptada por el reo ... el cual le arrebató la jacket que consigo portaba. Acto seguido el
encartado abandonó el sitio y trasladó el bien a un sujeto aún no identificado y definitivamente
éste se lo llevó ...” (folio 54, línea 8 en adelante), es decir, suprimió toda referencia a la
participación de los otros dos sujetos en la delincuencia. En el procedimiento abreviado, las partes
están legalmente imposibilitadas de transigir en cuanto a la adecuada calificación jurídica del
hecho, pues tal aspecto no está comprendido entre los temas que pueden ser objeto de
convenio...” 1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 37 de las 8:57 h del 15 de enero.

47. PROCEDIMIENTO ABREVIADO. Posibilidad del tribunal de rebajar en un tercio la pena


aun cuando la pena acordada supera el mínimo fijado por ley.

“En primer término debe hacerse notar que no resulta atendible la tesis de los juzgadores según
la cual en aquellos casos en los que -en virtud del procedimiento abreviado- se acuerde una pena
superior al mínimo que prevé el tipo penal, no es posible que el Tribunal pueda reducirla en un
tercio. Tal interpretación desborda la inteligencia del artículo 374 párrafo 2º del Código Procesal
Penal de 1996, por cuanto ese extremo ni siquiera logra extraerse de su redacción. Cuando dicha
norma señala que “...Para tales efectos, el mínimo de la pena prevista en el tipo penal podrá
disminuirse hasta en un tercio...” no significa que si se acordó un monto superior a aquella no sea
factible tal disminución, pues el único límite que el artículo 375 párrafo 3º ibídem establece es
que -si se condena- la pena impuesta no podrá superar la requerida por los acusados, por lo
que, a contrario sensu, sí podría fijarse por debajo de ella. Desde luego, conforme se ha expuesto
con anterioridad, el Tribunal debe en principio respetar el acuerdo de las partes en este sentido, y
sólo cuando estime que la pena pactada es alta, según las circunstancias establecidas en el
artículo 71 del Código Penal, podría reducirla sin saltar los mínimos legalmente autorizados,
incluyendo la reducción del tercio.” 1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 37 de las 8:57 h
del 15 de enero.

48. PROCEDIMIENTO ABREVIADO. Obligación del tribunal de vigilar el acuerdo


sancionatorio al que llegan las partes.

“Considera esta Sala que la disconformidad de la defensa es atendible porque en el presente


caso no existe un acuerdo claro sobre la pena que ambas partes convinieron debía aplicarse.
Mientras el Ministerio Público solicitó la imposición de una pena de cuatro años de prisión; el
señor Defensor solicitó la pena mínima, la cual estimó en un año y tres meses de prisión (ver folio
117 fte. del Acta de Comparecencia). Sin embargo, no consta en el Acta antes referida una
indicación expresa de cuál fue el acuerdo final acerca de la pena a imponer, extremo que debió
haber quedado absolutamente claro para el imputado, ya que -conforme al artículo 375 párrafo
tercero del Código Procesal Penal, si el Tribunal lo condenaba, la pena no podría superar la
requerida por los acusadores, de donde es posible establecer una obligación del tribunal de
vigilar porque las partes lleguen a un acuerdo sobre el extremo sancionatorio, el cual debe
hacerse constar en forma nítida en el acta correspondiente. Tal como está redactada el “Acta
de Comparecencia” no es posible examinar el aspecto sancionatorio del sub-júdice, en el cual
además concurren otros elementos que afectan el monto de pena finalmente establecida. El vicio
que se detecta se produce al incumplir el tribunal a quo la mencionada obligación de vigilar para
que se llegue a un acuerdo sobre la pena en el proceso abreviado.” 1998. SALA TERCERA DE
LA CORTE, No. 1180-98 de las 8:45 h del 3 de diciembre.

49. PROCEDIMIENTO ABREVIADO. La aceptación del hecho debe ser expresa, libre, clara,
inequívoca e indubitable.

“La norma contenida en el artículo 373 del Código de rito establece tres presupuestos esenciales
para la aplicación del abreviado, cuya concurrencia debe constatar el Tribunal: a) que el
justiciable admita el hecho atribuido; b) que consienta someterse al procedimiento y c) que el
Ministerio Público y, en su caso, el querellante, manifiesten su conformidad (a menos que la
negativa de estos se funde en “criterios del todo arbitrarios, subjetivos, irracionales o contrarios a
derecho”, conforme hizo ver la Sala en su voto 843-98, de 8,57 hrs. de 4 de setiembre de 1998).
La admisión del hecho por parte del acusado debe ser expresa, libre, clara, inequívoca e
indubitable. Así lo exige el principio de necesaria demostración de culpabilidad contemplado en
el artículo 39 de la Constitución Política y que no significa otra cosa sino el estado de inocencia
que ampara a toda persona acusada de cometer un hecho punible. Si dicha admisión de la
conducta es un requisito necesario, aunque no suficiente para destruir aquel estado –en tanto
deben concurrir otras probanzas de las que se infiera la responsabilidad del justiciable-, resulta
claro que son ineficaces para obtener ese propósito el mero silencio del acusado o la ejecución
de actos de los que pueda presumirse una aceptación tácita. Tampoco producirán ese efecto las
declaraciones confusas, equívocas, que requieran ser interpretadas, o la aceptación parcial del
hecho o aquella referida solo a la aplicación del procedimiento. La propia ley señala la necesidad
de que exista una acusación formal que describa con claridad las acciones atribuidas al imputado,
con el fin no solo de circunscribir el objeto del proceso, sino también de que el último comprenda
sin esfuerzos los hechos que habrá de admitir, al igual que la naturaleza y los efectos del
abreviado, en cuanto importa una renuncia al juicio oral. Esta renuncia, sin embargo, no se
extiende también al estado de inocencia, pues siempre pesa sobre el juzgador el deber de
determinar si el hecho puede calificarse como delito y si concurren otros medios de prueba que
permitan, con la certeza necesaria, atribuir su comisión al acusado. No se trata, en síntesis, de
que el justiciable se allane a la pretensión punitiva, sino tan solo de una aceptación libre y
voluntaria de haber realizado la conducta que se le endilga y por ello la condena no es un efecto
ínsito al abreviado. Por las mismas razones, el Tribunal y el propio acusador deben velar porque
la admisión del hecho se efectúe en las condiciones requeridas –a las que se viene haciendo
referencia- para que sea válida y eficaz y, en caso contrario, rechacen o se opongan a la
propuesta, evitando así que se vulnere el debido proceso.” 1999. SALA TERCERA DE LA
CORTE, No. 1124 de las 9:50 h del 3 de setiembre.

50. PROCEDIMIENTO ABREVIADO. Se requiere tanto la aceptación de someterse a este


procedimiento, como la aceptación de los hechos.

“En el presente caso, el Ministerio Público acusó a D.M.G. distintas conductas que fueron
enunciadas como Violación calificada, corrupción y lesiones leves. Consta del acta de debate
(folios 305 a 307) que al inicio de la audiencia la defensa propuso al Tribunal aplicar el
procedimiento abreviado, con el consentimiento del justiciable y del Ministerio Público, pues se
pactó con el fiscal una pena de quince años de prisión. Asimismo, el acta consigna que, al
preguntársele al justiciable si admitía el hecho de haber penetrado analmente al menor David
Vargas, este manifestó >“... Si yo acepto el hecho, tengo que decir que si a todo...” (sic, folio 306
vuelto). Sin embargo, tras escuchar el casete que registra los actos de la audiencia, observa la
Sala que el a quo solo transcribió parte de la respuesta del encartado. En efecto, se obtiene de
dicho medio de registro que cuando el juzgador que presidió el debate preguntó al acusado:
>“¿Lo penetró, entonces, usted al niño Alex David?”, el último respondió: “En la realidad no,
pero, a como le vuelvo a repetir, tengo que decir que sí, porque... no puedo negarme ahora...
desde el asunto tengo que seguir diciendo que sí en todo”. Es evidente que esa respuesta del
indiciado no puede interpretarse siquiera como una admisión poco clara o confusa del hecho, lo
que, en todo caso, habría debido provocar un rechazo de la solicitud, conforme se expuso en el
Considerando anterior. Constituye más bien una expresa negativa, una inadmisión o rechazo de
la conducta penalmente relevante que se le atribuyó. De las manifestaciones del justiciable se
infiere su voluntad de someterse al abreviado, pero ella no es el único requisito exigido por la ley
para que proceda la aplicación del procedimiento, el cual debió, por ende, ser rechazado, al
menos en cuanto se refería a la conducta de comentario. Al acogerlo en estas condiciones, el a
quo, en efecto, vulneró en forma grosera el debido proceso, pues impuso pena a una persona
que no admitió el hecho que se le atribuía y sin que el fallo estuviese precedido por un juicio
oral. La falta de aceptación de la conducta lleva a concluir que se lesionó el estado de inocencia
que ampara al encartado y por ello no hubo la necesaria demostración de culpabilidad que exige
la Constitución Política ni se respetaron los requisitos mínimos exigidos por la ley para fundar la
condena. Así las cosas, se declara con lugar el reproche. Se declara parcialmente la nulidad del
fallo impugnado y la audiencia que lo precedió solo en cuanto se declaró a DANILO MORA
GARCÍA autor responsable del delito de VIOLACIÓN CALIFICADA en perjuicio de A.D.V.
QUIRÓS y se le impuso una pena de seis años de prisión. Acerca de tal extremo, se ordena
reenviar la sumaria a conocimiento del a quo para su nueva sustanciación, conforme a Derecho.”
1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 1124 de las 9:50 h del 3 de setiembre.

51. PROCEDIMIENTO CONTRA MIEMBROS DE LOS SUPREMOS PODERES. Compete al


Fiscal General asumir personalmente la investigación.

“Dispone el artículo 394 del Código Procesal Penal: “Cuando el Ministerio Público tenga noticia o
se formule denuncia por un presunto delito, atribuido a alguna de las personas sujetas a
antejuicio, el Fiscal General practicará la investigación inicial tendente a recabar los datos
indispensables para formular la acusación o solicitar la desestimación ante la Corte Suprema de
Justicia, según corresponda”. Por su parte, el inciso j) del numeral 25 de la Ley Orgánica del
Ministerio Público establece, como deber y atribución del Fiscal General: “Practicar,
personalmente, la investigación inicial y solicitar lo que corresponda, intervenir en los juicios,
así como asumir todas las funciones que corresponden al Ministerio Público, en los
procesos penales seguidos contra los miembros de los Supremos Poderes y funcionarios
equiparados. En estos casos podrá hacerse acompañar de un fiscal”. Estas normas no
requieren de mayor interpretación, pues obviamente le está atribuyendo al Fiscal General la
competencia exclusiva para realizar una serie de actos que tendrán eficacia dentro de un proceso
penal, con relevancia probatoria, como podría ser lo que resulte de una diligencia de
allanamiento, la obtención de evidencias, y en el caso particular incluso todo el despliegue de una
actividad relativa al conteo de votos, que obligó a la contratación de peritos idóneos. Esas normas
resaltan que la actividad procesal la realice en forma personal, y no autorizan la delegación en
sus subalternos, pues lo único que se prevé es que pueda hacerse acompañar de un fiscal. A
pesar de la claridad de las normas transcritas, en el presente caso el Señor Fiscal General
delegó en distintos fiscales auxiliares del Ministerio Público la ejecución de los actos de
investigación fundamentales. Nótese cómo el primer acto suyo que consta en la causa (folio 36)
consistió en designar a la Licenciada S.H.S., Coordinadora de la Unidad de Delitos Varios del
órgano acusador, “...en la investigación...” seguida contra los Magistrados del Tribunal Supremo
de Elecciones, “...para lo correspondiente”. Lo cierto, según consta a folio 37, es que se le
remitieron a dicha funcionaria todas las actuaciones y la evidencia que constaba en ese momento
en poder del Ministerio Público. Idéntica situación se presenta a folio 348, cuando se designó a
la Licenciada H. “...para que colabore en la investigación...” de una nueva denuncia formulada por
el señor V.H.G.M., la cual se acumuló a las diligencias que se venían realizando. La solicitud
para practicar allanamiento, registro y secuestro en la sede del Tribunal Supremo de Elecciones,
no obstante corresponder a “... instrucciones giradas por el Fiscal General Adjunto...”, fue
planteada en forma verbal ante el Juzgado Penal de San José, por la Licenciada H.S. (folio 38);
y también correspondió a dicha funcionaria participar en ese acto, de indiscutible carácter judicial
e investigativo, a pesar de que, de conformidad con lo dispuesto en el inciso j) del artículo 25 de
la Ley Orgánica del Ministerio Público, citado, a lo sumo podía acompañar al Fiscal General,
quien, sin embargo, ni siquiera asistió. La "entrevista" realizada al señor Á.A.M. –no obstante que
fue la única persona a la que se le recibió declaración- estuvo a cargo, en forma exclusiva de la
Licenciada H. (folio 347), sin intervención alguna del Fiscal General. Lo anterior constituye sólo un
ejemplo de las intervenciones de otros funcionarios del Ministerio Público, pues según se colige
de las actuaciones, el Fiscal General se limitó a resolver solicitudes y quejas que formularon las
partes, gestionar el auxilio de diversas oficinas, así como formular la requisitoria de
desestimación, delegando en la Licenciada H. y en otros fiscales auxiliares designados, todos los
aspectos relativos al manejo de las evidencias (folios 104, 107, 142 a 146, 158, 182, 184, 190,
196, 200, 212, 221, 222, 224, 229, 231, 233, 236 a 245, 248 a 256, 261 a 269, 276 a 278, 281,
282), y la solicitud de dictamen pericial (folio 46). La Sala no reprocha el auxilio al que pueda
recurrir el señor Fiscal General para ejecutar y completar de manera satisfactoria las
investigaciones, tomando en cuenta los diversos asuntos que reclaman su intervención; pero sí
que delegue en otros funcionarios los actos procesales que, en virtud de norma expresa, le
compete a él realizar. Comprendemos que el Ministerio Público es un órgano muy complejo, con
una gran cantidad de funcionarios, que requieren de una permanente actividad administrativa del
Fiscal General, sin embargo frente a un exceso de trabajo administrativo y otro de naturaleza
procesal estimamos que debe dársele absoluta prioridad a las funciones judiciales, de manera
que las administrativas puedan llegar a ser delegadas en otros jerarcas del Ministerio Público,
como resultan ser todos los Fiscales Adjuntos que han venido a coadyuvar en la conducción
administrativa de ese órgano, tanto en San José donde laboran varios en distintas especialidades,
como en el resto del país en todos los circuitos judiciales. Estas observaciones se hacen, como
indicamos, con el propósito de prevenir que en un futuro resulten actos que puedan llegar a ser
inválidos cuando de ellos deriven elementos de prueba, por haber sido realizados por órganos sin
competencia para ello.” 1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 893 de las 9:25 h del 19 de
julio.
52. PROCEDIMIENTO DE REVISION. Resoluciones contra las que procede. El actor civil no
está legitimado para formularlo.

“Vista la solicitud formulada por la actora civil O.M.P.R. para que se realice un procedimiento de
revisión de la sentencia del Tribunal Superior, Sección Segunda, de Alajuela, Nº 217-95 del 1º de
diciembre de 1995, procede declararla inadmisible, por cuanto no se satisfacen las mínimas
condiciones formales, objetivas y subjetivas, dispuestas para este procedimiento especial.
Teniendo presente que el artículo 42 de la Constitución Política prohibe «reabrir causas penales
fenecidas y juicios fallados con autoridad de cosa juzgada, salvo cuando proceda el recurso de
revisión», para el presente caso deben considerarse las siguientes cuestiones. En primer lugar
debe señalarse que, según el artículo 408 del Código Procesal Penal: «La revisión procederá
contra las sentencias firmes y en favor del condenado o de aquel a quien se le haya impuesto
una medida de seguridad y corrección, en los siguientes casos...», mientras que en el presente
caso, la sentencia cuestionada ni es condenatoria, ni impone alguna medida de seguridad o
corrección, sino que -por el contrario- es absolutoria, tanto respecto a la acción penal (principal)
como a la civil (accesoria), por lo que no se cumple un primer requisito objetivo de
impugnabilidad. En segundo lugar, desde un punto de vista subjetivo, porque el actor civil no
figura entre los sujetos legitimados que taxativamente enumera el artículo 409 de ese mismo texto
legal, cuya intervención en caso como el presente, resulta inaceptable -debe agregarse- pues no
demanda la revisión en favor del imputado sino en su contra.” 1999. SALA TERCERA DE LA
CORTE, No. 334 de las 9:25 h de 19 de marzo.

53. PROCEDIMIENTO DE REVISION. Legitimación del Ministerio Público para interponerlo.


Alcances

“Si bien es cierto, de acuerdo al principio de taxatividad subjetiva, el Ministerio Público está
legalmente legitimado para interponer una de demanda de revisión (artículo 409 inciso c) del
Código Procesal Penal), también lo es, que en esa labor debe respetar los presupuestos legales
para su procedencia, dirigiendo su acción contra una “sentencia penal firme” y no contra cualquier
otra decisión, como sucede en la especie y además, la revisión debe establecerse en pro del
“...condenado o de aquel a quien se le haya impuesto una medida de seguridad o de
corrección...” (artículo 408 ejúsdem). De esto último deriva, que aún cuando en el fallo de
instancia exista un defecto de procedimiento que ocasione indefensión al Ministerio Público, este
órgano no está legitimado para invocar -por esta vía- la existencia del vicio y con ello, pretender
se declare la ineficacia de la sentencia. Por ello, con fundamento en el principio de objetividad,
los alegatos del ente acusador están supeditados a una pretensión ventajosa a los intereses del
sentenciado, pues es en beneficio de éste que se ha instaurado el procedimiento revisorio
(artículos 6 párrafo segundo, 63 y 180 del Código Procesal Penal). En consecuencia, por no
reunir los presupuestos elementales para la procedencia de la demanda, lo pertinente es
declarar su inadmisibilidad.” 1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 45 de las 9:35 h del
15 de enero.

54. PROCEDIMIENTO DE REVISION. La retractación de la ofendida puede obedecer a


presiones del grupo familiar ante las dificultades económicas sobrevinientes.

“Analizada esta prueba testimonial conforme a las reglas de la sana crítica, sobre todo al
relacionarla con los elementos de convicción que sirvieron de base a la sentencia condenatoria
que se impugna, es criterio de esta Sala que no nos encontramos ante la causal de revisión que
regula el artículo 408 inciso e) del Código Procesal Penal de 1996, por cuanto la prueba nueva
que se transcribe no hace evidente que el delito no existió o que el acusado no lo cometió. Para
llegar a esta conclusión ha de tomarse en cuenta que la retractación que en esta vía ahora ofrece
la menor ofendida, respaldada por su hermano, no resulta convincente, por lo que carece de toda
credibilidad. De acuerdo con la experiencia, no es dable que unos menores de edad, por sí solos
y sin la mediación de una persona adulta, tramen una historia como la que sirvió de base a la
condenatoria, pues no sólo los datos que se aportaron normalmente no son manejados por ellos
debido a su escasa edad, sino además porque resulta improbable que pudieran visualizar las
consecuencias legales que ello acarrearía. Aunado a lo anterior, y como bien lo señala el
representante del Ministerio Público al contestar la audiencia respectiva (folio 247, línea 17 en
adelante), en la sentencia de mérito se consideraron varios elementos de convicción que dan
cuenta de la efectiva existencia del abuso sexual denunciado, sobre todo el dictamen psicológico
de folio 108 frente, donde se describen las secuelas creadas por el mismo. Además, en la
práctica forense resulta frecuente que situaciones como las que se analizan se presenten, esto
es, que luego de que el sistema penal ha intervenido para sancionar a un sujeto que incurre en
agresiones sexuales domésticas, se dén las presiones de parte de los demás miembros mayores
de edad del grupo familiar a fin de revertir el estado de cosas, máxime cuando la estabilidad
económica y afectiva se ven notoriamente menoscabadas por el encarcelamiento del ofensor. Un
indicio de ello lo constituye la sincera y reveladora manifestación de L.F., quien explica que no
quiere regresar a su casa ni desea ningún tipo de relación con su padrastro, siendo este un
sentimiento típico de una persona víctima de este tipo de delincuencias. Dentro de este orden de
ideas las declaraciones de L.V. y E.A.G. no vienen a influir de manera decisiva en el criterio
externado por esta Sala, por cuanto no existe ninguna duda de que la retractación de los menores
se dio, único extremo sobre el cual pueden dar fe.” 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, No.
1139 de las 11 h del 20 de noviembre.

55. PROCEDIMIENTO DE REVISION. Procedencia. Sentencia inconcialiable.

“De conformidad con la doctrina nacional que informa la materia, el procedimiento de revisión
permite el reexamen de una sentencia condenatoria firme, a favor del sentenciado, en tres
hipótesis de error judicial: a) Error en los hechos, b) Error en el derecho, y c) Otros supuestos
especiales en que la sentencia es revisable aún y cuando no se trate de la existencia de error en
los hechos ni en el derecho. Así son supuestos de error en los hechos los incisos a), b) y e);
constituye una combinación de error de hecho o de derecho el supuesto previsto en el inciso c);
son hipótesis de error de derecho los incisos d) y g); y no constituye supuesto de error en los
hechos ni en el derecho la previsión del inciso f) en la que, existiendo una sentencia que ha
apreciado correctamente los hechos y ha aplicado igualmente bien la ley, debe ser revisado en
virtud de una normativa posterior más favorable. La causal de revisión contenida entonces en el
inciso a) del artículo 408 Cpp, tiene por objeto examinar la sentencia condenatoria firme, bajo la
perspectiva de que se haya (o no) cometido un error judicial en los hechos. Queda asimismo
establecido que el procedimiento de revisión sólo procede >a favor del condenado o de aquél a
quien se le haya impuesto una medida de seguridad y corrección y, en la mayoría de los
supuestos –dado que hay que exceptuar los casos muy particulares previstos en incisos f) y g)- ,
este procedimiento tiene por objeto probar: a) Que el hecho (históricamente) no existió, b) Que el
condenado no lo cometió, y c) Que el hecho encuadra en una figura más favorable. III. En
cuanto al tema de interés, de conformidad con el tratadista costarricense Francisco Castillo
González: “Los hechos de la sentencia condenatoria firme deben ser comparados con los hechos
de otra sentencia penal firme. Esta última debe ser una resolución que contenga una declaratoria
sobre la existencia del hecho o sobre la responsabilidad del autor susceptible de adquirir cosa
juzgada formal y material.” (Castillo González; El Recurso de Revisión en Materia Penal, p. 95).
(El subrayado no es del original). En su análisis, este mismo autor expresa: “Inconciliabilidad” es
un concepto oscuro, en tanto que concepto negativo, que puede expresar simple contrariedad o
verdadera contradicción. Una y otra pueden ser de carácter lógico o de carácter jurídico. La
corriente doctrinal dominante parte de un concepto de “inconciliabilidad” de hechos de carácter
lógico. Así, escribe Leone: “Inconciliabilidad significa absoluta imposibilidad de coexistencia de las
dos reconstrucciones de hecho. Una no puede ser en presencia de la otra”. Otros autores ponen
de manifiesto que el fundamento de este caso revisorio es de orden ontológico y se apoya en el
principio lógico de contradicción, conforme el cual una cosa no puede ser y no ser al mismo
tiempo. Esta opinión nos parece equivocada: ciertamente en los casos en que existe contradicción
lógica entre dos construcciones de hecho, hay seguramente “inconciliabilidad” entre las mismas.
Pero hay hechos de una sentencia condenatroria que son inconciliables con los de otra sentencia
penal, sin que tales hechos estén en una relación de mutua negación, como requeriría la
inconciliabilidad si se basara únicamente en el principio lógico de contradicción. Por otro lado, el
criterio para determinar la inconciliabilidad, visto positivamente, es la posibilidad de que ambas
declaraciones de culpabilidad contenidas en las sentencias, coexistan y ello se determina no
conforme a criterios lógicos, sino conforme a criterios jurídicos, de carácter valorativo. Por tanto,
la afirmación o negación de la “inconciliabilidad” de los hechos de la sentencia condenatoria con
los hechos de otra sentencia penal debe hacerse conforme al contenido de ambas sentencias
penales, y no conforme a las reglas lógicas propias del principio de contradicción. Así, por
ejemplo, si el autor presunto de un hurto es absuelto por falta de pruebas, mientras que el
cómplice presunto es condenado en otra sentencia penal, no hay contradicción lógica entre los
hechos de la sentencia condenatoria del cómplice y los hechos de la sentencia absolutoria del
autor, porque ésta última no afirma que el hecho imputado no existió, sino que no se pudo
establecer. No hay, por tanto, contradicción entre dos constataciones de hecho (A y no A), sino
una inconciliabilidad de tipo jurídico, explicable por la accesoriedad de la participación criminal.”
(Ibídem, pp. 99 y 100). (Los subrayados tampoco son del original). Resumiendo, según el criterio
doctrinal al que nos adherimos, la inconciliabilidad de la sentencia condenatoria firme, respecto de
otra sentencia penal absolutoria firme, -que es precisamente el caso que nos ocupa-, tiene que
basarse en la contrariedad o contradicción lógica en relación al fundamento que ha servido para
tomar la decisión que interesa; debe además, referirse a la declaratoria expresa en esa sentencia
condenatoria de que el hecho no existió o de que el condenado no participó en el hecho punible
de que se trata. No hay entonces contradicción lógica si un primer fallo absuelve por duda a un
autor y otro posterior condena por certeza a un coautor o partícipe en otra modalidad
(complicidad o instigación). La contrariedad o contradicción sería de naturaleza “jurídica” que no
invalida ninguno de los fallos en cuestión. IV. En el asunto que se está definiendo en esta sede,
precisamente se trata de una segunda (en tiempo) sentencia absolutoria (Nº 113-98, dictada en
el Tribunal de Juicio de Cartago, a las nueve horas treinta minutos del diecisiete de marzo de mil
novecientos noventa y ocho) a favor de G.E.C., que en sentido estricto, pese a lo alegado por el
accionante, no entra en contradicción lógica con una primera sentencia condenatoria (Nº 51-97,
emanada del Tribunal Superior de Cartago, a las dieciséis horas veinte minutos del veintiuno de
abril de mil novecientos noventa y siete) en contra del interesado M.H.M.A.. Si se observa
aquella resolución judicial, la señora E.C. fue absuelta porque, en criterio del juzgador, no se
demostró “..que la imputada participara en sustracción alguna realizada en contra del ofendido...”,
ni se demostró “...que ella procediera a intimidar al ofendido con el arma de fuego, ni se acreditó
que ella le dijera...”. Con fundamento en esos “hechos no probados”, la autoridad a cargo del
caso inicia su fundamentación estableciendo que : “Media en el presente asunto una duda que,
siendo razonable...” Como bien se observa, de tales pronunciamientos no puede extraerse que el
hecho no existió o bien que el coimputado –objeto de la primera sentencia- no haya tenido
participación en los hechos que se le endilgan, razón por la cual, la sentencia condenatoria aquí
impugnada, no se contradice lógicamente con el fundamento de la absolutoria. Si en la sentencia
51-97 se tuvo certeza de la realización de los hechos y de la participación de M.A. en los
mismos, tales determinaciones pueden perfectamente coexistir –lógicamente- con las dudas (no
certezas) que explican y fundamentan la absolutoria de E.C.. Entra en juego entonces, en el tema
propuesto, la posibilidad de existir una simple contradicción jurídica, dado el contenido valorativo
que la actividad jurisdiccional y específicamente la aplicación del derecho conllevan, lo cual no
invalida el juicio condenatorio que ha recaído en la sentencia aquí impugnada. Sin lugar el reparo.
Los magistrados Chaves y González salvan el voto.” 1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No.
503 de las 9:50 h del 30 de abril.

56. RECURSOS. Organo competente para conocer de la admisibilidad.

“Al respecto, conviene hacer las siguientes acotaciones: En primer lugar, es claro que el nuevo
código procedimental no contempla el recurso de queja como remedio procesal para reclamar -
ante el ad-quem - la errónea declaratoria de inadmisibilidad de un recurso de casación o de
apelación de parte del a-quo, tal y como sí lo establecían los numerales 486 a 489 del Código de
Procedimientos Penales de 1.973. Esto es así, porque en materia de recursos, tanto en apelación
como en casación, una de las novedades que introdujo la reforma, consistió en otorgar
competencia para examinar los presupuestos de admisibilidad exclusivamente al Tribunal
encargado de pronunciarse sobre el fondo de lo reclamado (artículos 440 y 447 Código Procesal
Penal). Es claro entonces, que el órgano jurisdiccional que dicta una resolución susceptible de
ser recurrida (por apelación o casación), debe limitarse a emplazar a las partes durante los
términos pertinentes y una vez vencidos estos, remitir las actuaciones -sin dilaciones indebidas- a
conocimiento del ad-quem (artículos 439 y 446 ejúsdem). Por ello, es evidente que en los casos
en los que el a-quo deniegue el trámite de un recurso, pronunciándose sobre cualquier aspecto
de su admisibilidad, la parte inconforme debe gestionar lo pertinente ante el mismo Tribunal,
porque en ese supuesto habría una irregularidad procesal que sólo podría enmendar tal autoridad,
pues habiéndose eliminado el procedimiento de queja, esta Sala carece de competencia para
revertir la decisión del a-quo.” 1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 45 de las 9:35 h del
15 de enero.

57. RECURSO DE CASACION. No constituye una doble instancia.


“El defensor público del encartado presenta procedimiento de revisión, basándose en los
numerales 408 inciso g) del Código Procesal Penal, 42 de la Constitución Política y 8 párrafo 2°
inciso h) de la Convención Americana Sobre Derechos Humanos. Alega el promovente
conculcación a las garantías del debido proceso, en razón de que la Sala de casación denegó la
concesión del beneficio de condena de ejecuci8ón condicional de la pena a su representado,
pese a que declaró con lugar un motivo sustantivo que permitió la disminución de la pena
impuesta a dos años de cárcel, siendo que el encartado era primario y reunía los requisitos
necesarios para que se le concediera dicha gracia... II.- Si bien es cierto que el derecho a
recurrir de un fallo, es una garantía para los imputados en nuestro Ordenamiento, la sede de
casación no constituye técnicamente una doble instancia. Sin embargo es parte integrante del
proceso penal y brinda al sentenciado la oportunidad de dirimir sus agravios ante un tribunal
calificado, con ello se cumple con las ordenanzas del derecho internacional que posibilitan el
necesario control de legalidad de las sentencias. En el caso que no ocupa no existe lesión
alguna al debido proceso. En efecto, cuando la defensa interpuso el recurso de casación,
solicitó al ad quem la concesión del beneficio del artículo 59 del Código Penal (c.f.r. folio 63). En
respuesta a las peticiones del recurrente, la Sala de casación declaró con lugar el recurso por
quebrantó de la ley sustantiva, rebajó la pena a dos años de prisión, pero no otorgó al justiciado
el beneficio pedido. En realidad, aunque es comprensible la inconformidad de la defensa, dentro
de las pretensiones expresadas por ésta en casación, nunca se solicitó el reenvío de la causa al
tribunal de origen en caso de que se acogiera el recurso por el fondo, a fin de que éste
ponderara la posibilidad de brindar la ejecución condicional; la defensa requirió de una vez a la
Sala de casación y de manera expresa para decidir el otorgamiento del beneficio, el cual no fue
brindado. Pero más allá de las razones volitivas expuestas, procesalmente no se está negando al
imputado la posibilidad de que un punto de su interés sea conocido por un tribunal especializado
y desde esa perspectiva, de mayor jerarquía. Hipotéticamente hablando, si el encausado hubiese
resultado condenado a dos años de prisión por el delito de abusos deshonestos y el tribunal de
juicio le denegara el beneficio de marras, ¿a quién compete conocer de la casación que se
plantearía en ese punto?, precisamente a la Sala III, quien a pedido de la defensa se pronunció
legítimamente sobre un aspecto sometido a su conocimiento. El artículo 8 párrafo 2° inciso h) de
la Convención Americana Sobre Derechos Humanos, reza literalmente “h) Derecho de recurrir del
fallo ante juez o tribunal superior”. Resulta ostensible, que el sentenciado ejercitó este derecho
en casación y fue precisamente el tribunal a quien le solicitó que justipreciera el extremo que nos
ocupa, el que lo resolvió, solo que el resultado de dicho examen no favoreció los intereses del
imputado. Quien juzgó este extremo, es precisamente el tribunal superior, a quien se refiere el
numeral de la Convención Americana pre-indicada, por lo que se respetó el derecho de defensa y
con ello, además el debido proceso fue cristalinamente observado” 1998. SALA TERCERA DE
LA CORTE, No. 1224 de las 10:05 h del 11 de diciembre.

58. RECURSO DE CASACION. Resoluciones contra las que procede. Requisitos mínimos
para su interposición.

“En su libelo la recurrente hace una exposición de varias normas procesales que considera
violadas en la resolución dictada por el Juzgado Penal de Cartago, visible a folio 28, la cual
acogió la solicitud de desestimación formulada por el Ministerio Público, por considerar que los
hechos denunciados no encuadran dentro de ningún tipo penal, sino que se trata de un asunto
meramente contractual que debe ser discutido en sede civil y confirmada mediante el Voto Nº
155-99 del Tribunal de Juicio de Cartago, visible a folio 33. Fundamenta de forma errónea su
Recurso, basándose en gran cantidad de motivos que no individualiza, por su parte en este
proceso no existe sentencia alguna que permita la entrada en Casación. El artículo 444 del
Código Procesal Penal establece claramente cuáles son las resoluciones recurribles en esta sede,
"...solo se podrá interponer el recurso de casación contra la sentencia y el sobreseimiento
dictados por el Tribunal de Juicio". Tal y como se desprende de los autos no se está en
ninguno de los presupuestos para declarar admisible el recurso interpuesto. Por su parte debe
analizarse que la desestimación, no produce cosa juzgada material, por lo que el procedimiento
puede reabrirse cuando nuevas exigencias lo exijan, de acuerdo con lo establecido en el numeral
282 del mismo cuerpo de leyes. Además de lo expuesto, la recurrente no detalla los vicios
concretos que han ocurrido, la esencialidad de los mismos, la fundamentación de la existencia de
tales vicios, tampoco se hace la debida separación de cada agravio, lo que conlleva a que solo
se expresen argumentos genéricos y cita de artículos, lo cual no sustituye la obligación de la
recurrente de especificar, separar, y fundamentar debidamente cada agravio que se reclama
conforme a la normativa aplicable. Por lo expuesto es evidente que no procede la casación en
las resoluciones que acogen la solicitud del fiscal para desestimar la causa, únicamente es
posible la apelación que fue rechazada por el Tribunal de Juicio. En consecuencia, se rechaza de
plano el Recurso interpuesto por la recurrente.” 1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No.
943 de las 10:20 h del 23 de julio.

59. REQUISA. Naturaleza y formalidades. Omisión de orden judicial previa no acarrea


necesariamente su ineficacia.

“En la especie, el recurrente reclama la ineficacia probatoria de la requisa efectuada, pues al


momento de realizarla no se le nombró previamente un intérprete y un defensor al justiciable y
además, el acta se levantó en presencia sólo de oficiales de policía. Acerca de la requisa:
Consiste dicho medio de prueba en el registro que efectúa la autoridad competente sobre el
cuerpo o pertenencias de determinada persona, con la finalidad de descubrir y decomisar objetos
relacionados con el delito, que bien pueden ser los medios empleados, el producto del ilícito o
algún rastro que se oculte. Por la invasión que supone al ámbito de intimidad del sujeto pasivo, el
Legislador rodea su práctica con una serie de formalidades, siendo entre ellas la más importante,
que al momento de realizarla se cuente con algún indicio para suponer que se oculta algún objeto
vinculado con el ilícito. En el Código de 1.973 se exigía - para casos comunes - una resolución
jurisdiccional fundada, pero en casos de urgencia, la misma Policía podía efectuarla (artículos
164, inciso 4 y 214.). Por su parte, en el Código actual esa diligencia pueden realizarla el juez, el
fiscal o la policía (artículo 190 C.P.P.). Subsiste, sin embargo, la limitación de hacerlas
separadamente – si fueran varias las personas requisadas - y de resguardar el pudor de cada
persona. A diferencia del Código anterior – que lo establecía como una posibilidad -, en el vigente
se exige que la autoridad advierta a la persona acerca de la sospecha y del objeto buscado y la
invite a exhibirla, evitando con ello la requisa. Así considerada, en la actualidad la requisa pueden
realizarla diversos intervinientes en el proceso y bastará, para los fines de razonabilidad y
proporcionalidad – así como para un eventual control de su legitimidad -, con que la advertencia
apuntada se consigne en el acta respectiva. Si bien - como se ha visto - ambas legislaciones
establecen un tratamiento diferenciado en la forma de realizar la requisa, no puede accederse a
las pretensiones del recurrente, porque si los actos que dieron inicio al proceso se realizaron con
apego a la legislación anterior, pueden utilizarse como un medio de prueba válido en un juicio
tramitado con el actual Código. Repárese en que la requisa que ahora se cuestiona fue ordenada
por el entonces Juez de Instrucción de Alajuela, Licenciado..., quien se apersonó al Aeropuerto
Internacional Juan Santamaría, al haber sido informado que una persona intentaría transportar
cocaína hacia el extranjero. Con los datos de identificación del imputado, así como de la línea
aérea y vuelo que abordaría, el Juez ordenó trasladar la maleta a la oficina de la Policía de
Control de Drogas del Ministerio de Seguridad Pública, lugar donde los oficiales despegaron sus
ruedas, logrando comprobar que en su interior había unos paquetes que contenían un polvo
blanco, que al ser expuestos al olfato del ejemplar de la unidad canina, reportó resultados
positivos, que alertaban acerca de la existencia de droga en ellos. La requisa que en su momento
ordenó el Juez..., encontró sólido fundamento en tal hallazgo y tenía como fin ubicar las llaves
para abrir la mencionada maleta (confrontar acta de folios 2, líneas 27 a 30). Por ello, no pueden
obviarse dos circunstancias relevantes: en primer lugar, que el señor Juez no debía presuponer
que ordenaría la requisa, pues, fue in situ – tras hallar la droga - cuando se percató de la
pertinencia de abrir la valija utilizando su llave verdadera y por otro lado, la referida maleta pudo
ser abierta por otros medios, de modo que el descubrimiento de la cantidad y calidad de droga,
era inevitable. En la especie, la urgencia por encontrar un medio idóneo inmediato para abrir la
maleta, justificó sobradamente la omisión de una orden judicial escrita, pues estando presente en
el sitio la autoridad jurisdiccional, en cumplimiento de su deber autorizó verbalmente la diligencia
y controló, bajo supervisión personal, la licitud del procedimiento (en el mismo sentido ver el voto
de esta Sala Nº.644-96, de 11:10 horas del 24 de octubre de 1.996). Carece de interés el
reclamo en el sentido de que no se nombró un intérprete al justiciable, pues no expone quien
recurre, la afectación concreta (agravio) que le ocasiona el vicio denunciado. Estima la Sala
además, que el derecho de defensa no sufrió menoscabo, pues no se requirió del justiciable
declaración alguna y en todo caso, los señores Jueces que resolvieron el proceso, declinaron
fundar el fallo en nada de lo que eventualmente hubiese expresado el encartado en ese momento,
de forma tal, que los Juzgadores señalaron que: “... El tribunal además no tomará en cuenta
ninguna manifestación hecha por los declarantes en el debate en relación con algún detalle que
eventualmente hubiera declarado el imputado en aquella oportunidad para salvaguardar sus
derechos...” (confrontar folio 267, líneas de 5 a 9). A mayor abundamiento, es oportuno traer a
colación el siguiente criterio doctrinal: “... No implicando una declaración o manifestación
respecto a la intervención en el delito, el imputado y con más razón los terceros, no tienen
derecho a negarse a la requisa y pueden ser obligados a someterse a ella mediante el uso
razonable de la fuerza pública ...” (Núñez, Ricardo. Código Procesal Penal de la Provincia de
Córdoba, 2ª edición actualizada, Marcos Lerner-Editora Córdoba, 1.986, p. 208. En el mismo
sentido: Clariá Olmedo, Jorge A., Tratado de Derecho Procesal Penal, Tomo II, EDIAR S.A.,
Editores, Buenos Aires, 1.964. pág. 422). De ahí que si el acto procesal cuya ineficacia se
reclama no requería una colaboración activa e incriminatoria de parte del acusado, éste, ante la
urgencia y sencillez de la diligencia, debía observar un comportamiento pasivo aceptando el
registro corporal. No puede soslayarse el hecho, de que no fue sino hasta después de que se
hallaron los tres paquetes de aproximadamente un kilo de cocaína cada uno ocultos en una
"contratapa" de la maleta que portaba el encartado, que se le impuso de sus derechos
constitucionales, mediante el único medio útil disponible, la “traducción” de un oficial de la Policía
de Control de Drogas, que se comunicó con el encartado en idioma inglés (confrontar acta de
folios 2 y 3). De cualquier manera, aún suprimiendo hipotéticamente esa traducción y
considerando que por no haberse obtenido, ni valorado ninguna manifestación que el justiciable
rindiera al momento de detenerlo, la requisa practicada, el decomiso y análisis de la droga, así
como las manifestaciones de los testigos, conservan plena validez para fundar el fallo recurrido.
Por último, debe observarse que transcurridas menos de veinticuatro horas desde su detención, el
encartado fue remitido ante el Ministerio Público y previo nombramiento de un traductor, se le
informó en “... forma detallada, de la naturaleza y causas de la acusación formulada en su contra
...” (artículo 14.3.a) del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos). Ello a su vez, le
permitió rendir su relato indagatorio en presencia de su defensor (cfr. folios 31 a 33). Como
consecuencia de lo expuesto, se declara sin lugar el reclamo.” 1999. SALA TERCERA DE LA
CORTE, No. 11 de las 14:50 h del 7 de enero.

60. SENTENCIA. Plazo y reglas básicas para su redacción y lectura.

“Por razones de economía procesal se entra a conocer únicamente el aparte 2) del segundo
motivo del recurso formulado. Indica el impugnante que se viola el artículo 364 del Código de
Procedimientos Penales que regula el procedimiento para la redacción y lectura del fallo
correspondiente. Argumenta que no se realizó la lectura de tal resolución dentro del plazo legal,
el cual venció el ocho de junio del año en curso. Así resulta de la constancia expedida, por la
asistente de juicio P.B.A., visible al folio 166 vuelto del expediente, quien en la misma señala: “La
suscrita hace constar que al ser la hora y fecha señalada para la lectura de la parte integral de
la sentencia, los miembros del Tribunal se encontraban en una continuación del juicio oral y
público de la causa seguida contra A.P.C. y otros, por Robo Agravado y otros, cometido en
perjuicio de D.A. y otros. San José, 8 de junio de 1999.” El reclamo es de recibo. La redacción
y firma del documento que expresa la sentencia debe darse inmediatamente después de
realizarse la deliberación respectiva, cuando se difiere la redacción por un plazo máximo de cinco
días posteriores al pronunciamiento de la parte dispositiva, conforme al párrafo tercero del
artículo 364 del Código de Procedimientos Penales. En el presente caso la constancia de folio
166 vuelto, evidencia que la sentencia no estuvo pasada en limpio ni firmada dentro de los cinco
días establecidos, así como que no se practicó su lectura integral –como también lo ordena la
ley-. En ese sentido los argumentos expuestos por la asistente de juicio, no justifican el atraso e
incumplimiento del tribunal con un acto debidamente normado. Cabe agregar que tampoco
corresponde anular sólo el acto de notificación de la sentencia, porque en el presenta caso se
ignora cuándo se redactó, cuándo tuvieron acceso a la misma las partes, afectando el acto de
deliberación y la redacción del fallo. Por lo anterior, procede declarar la nulidad de la sentencia y
el debate que la produjo. Por falta de interés, se omite pronunciamiento respecto a los demás
extremos del reclamo.” 1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 1205 de las 9:15 h del 20 de
agosto.

61. SUSPENSION DEL DEBATE. No viola el debido proceso la suspensión del debate por
un plazo mayor al establecido en la ley si hubo acuerdo entre las partes.

“En todo caso, y aun cuando hipotéticamente se indicara que la suspensión superó el término
máximo que permite la legislación procesal -extremo que según se explicó debe descartarse- es
claro que con ello no se ha producido ningún perjuicio al reclamante, pues de la lectura del acta
del debate se desprende que el aquí recurrente nunca objetó las suspensiones que se ordenaron
por parte del tribunal de mérito, sino que por el contrario -según se colige de la constancia de
folio 84- “...existió consenso entre las partes para continuar el debate luego de vencidos los diez
días de ley, y que a las partes se les explicó debidamente que el debate no podía continuar
posteriormente si todas las partes no estaban de acuerdo en su continuación fuera de las diez
días, y que de no estarlo habría que resolver ese mismo día...”. Como se deduce de lo anterior,
la defensa no sólo no impugnó las decisiones que fue adoptando el tribunal de instancia al
suspender en varias oportunidades el juicio, sino que expresamente estuvo de acuerdo en ello,
concurriendo así a provocar la situación que ahora señala, que de todos modos no constituye
irregularidad procesal alguna. En todo caso, y a título de mayor abundamiento, la misma Sala
Constitucional se ha pronunciado sobre este tema, indicando que “...no lesiona el debido proceso,
la suspensión del debate por un plazo mayor al de diez días, previsto por el artículo 361 del
Código de Procedimientos Penales, si las partes estuvieren de acuerdo en prorrogarlos, y dicha
circunstancia no lesiona la inmediación que debe privar en esa etapa procesal”, voto No. 5541-97,
de las 12:12 horas del 12 de setiembre de 1997, publicado en el Boletín Judicial No. 192 del
martes 07 de octubre de 1997.” 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 1136 10:45 h del
20 de noviembre.

62. TESTIGO SOSPECHOSO. Procedimiento para su recepción. Diferencia con el co-


imputado.

“No cabe la menor duda a los suscritos Magistrados, que la declaración del testigo citado fue
considerada - por el Tribunal en pleno- como un elemento de juicio importante para sustentar el
fallo condenatorio recaído, pues sus asertos sirvieron de prueba para demostrar los hechos b), c),
d), e), f), g), h), i), j), k), l), m). Debe precisarse que este caso difiere sustancialmente de aquellos
en los que el deponente no ha sido acusado formalmente, sino que ostenta la condición procesal
de testigo y que por su eventual participación en los hechos puede considerársele como
“sospechoso”, pues en este último caso, por no existir una imputación formal, bastará, a efecto
de resguardar el derecho de defensa, con que el Tribunal prevenga al testigo acerca de su
derecho de abstenerse de declarar, pues ésta es la única vía idónea para hacer efectivo lo
preceptuado en el numeral 204 del Código Procesal Penal, en cuya virtud el testigo no estará
obligado a declarar en cuanto a los hechos que puedan ocasionarle alguna responsabilidad penal.
Podría incluso permitirse la asistencia de su defensor particular o nombrarle uno público, al
efecto. Esta opción es plenamente compatible con la jurisprudencia constitucional, que ha
entendido que: “...Es evidente, que cuando el Juez dentro de su obligación de echar mano a
todos los medios que permitan lograr una reconstrucción conceptual del hecho que se investiga,
llama a declarar a un testigo cuya deposición muestre o permita apreciar algún grado de
responsabilidad, de manera que pueda ser sometido a proceso penal o tutelar indistintamente de
si se trata de otro procedimiento regulado por leyes especiales, no obstante la facultad de valorar
la eficacia probatoria de la declaración a la luz de la sana crítica racional, utilizar esta declaración
para cimentar (de modo determinante) una sentencia produce su nulidad bajo el aspecto de la
violación al derecho de defensa (...).La sentencia condenatoria que se apoye de modo
determinante en la declaración de un testigo que se auto incrimine sin advertirle de su derecho
de abstención, de manera que pueda ser a su vez sujeto de un proceso penal así sea en otra
jurisdicción, produce la nulidad de la sentencia por infracción al derecho de defensa ...” (Voto #
2.659-94, de 15:36 horas del 7 de junio de 1.994). En este mismo sentido, el Tribunal
Constitucional manifestó, que: “...Sin duda, la Carta Fundamental otorga al imputado el derecho
absoluto a que no se le obligue a declarar contra sí mismo. El testigo (con o sin juramento), al
igual que el imputado, están obligados a comparecer al llamado judicial y si no lo hacen podrán
ser compelidos por la fuerza. Para la Sala la aplicación directa de la garantía contenida en el
artículo 36 de la Constitución Política no permite más que afirmar, que ni al testigo sospechoso,
ni al imputado, podrían obligárseles a declarar contra sí mismos. Los medios de coerción que
establece la legislación para obtener la declaración de los testigos (obligarlo a manifestarse
inclusive recurriendo a la privación de libertad), por razón lógica, no resultan aplicables a los
testigos sospechosos, ya que en relación con ellos prevalece, por imperio propio, la disposición
del artículo 36 constitucional. En efecto, este tipo de testigo podrá ser citado para que declare y
deberá comparecer al llamado judicial sin que el juez pueda coaccionarlo, por ningún medio, para
que rinda la declaración; y es que, en aplicación de la máxima "nemo turpidinem suan revelare
tenetur", este tipo de testigo no puede ser colocado en una situación peor que aquella que tendría
como imputado (...) el testigo sospechoso podrá abstenerse de indicar todo aquello que pueda
implicarle responsabilidad penal y el juez de la causa deberá valorar esta circunstancia en el caso
concreto y advertirle las consecuencias de su dicho y que le asiste el derecho al silencio. La
declaración recibida en contravención con lo anterior, no podrá surtir efectos y será absolutamente
nula por violación a los principios que integran el debido proceso. Por otra parte, nada impide al
juez permitir al testigo sospechoso que se haga asesorar de un letrado a efecto de que pueda
enterarse de cuáles manifestaciones pueden implicarle responsabilidad penal. En todo caso, como
se indicó la presencia de un letrado no exime al juez de su obligación de velar por la aplicación
del artículo 36 constitucional. Bajo ninguna circunstancia debe omitirse indicar al testigo que le
asiste su derecho al silencio lo que se hará constar en el acta levantada al efecto...” (Voto #
5.630-94, de 16:06 horas del 25 de setiembre de 1.994). Debe aclararse que estas orientaciones
jurisprudenciales, por interpretar directamente la Constitución Política, conservan plena vigencia
en el nuevo proceso penal, pues en la ordenanza procesal penal vigente, si el a-quo inobserva
este procedimiento, la actividad adjetiva deviene defectuosa por infringir el derecho de defensa.
Por otra parte, cuando se recibe la declaración de un co-imputado, aún y cuando se tramite por
separado su proceso –como sucedió en la especie con el menor L.M.-, la Autoridad competente
vigilará que sus garantías procesales no se demeriten en el debate en que aporte información
contra otros imputados. Por ello, el a-quo debe propiciar que la declaración sobre los hechos se
reciba de acuerdo al procedimiento establecido, procurando la asistencia del letrado de confianza
del justiciable o en su defecto, nombrando un defensor público para que lo asesore en la
diligencia (artículos 13, 82 incisos c) y e) 93 del Código Procesal Penal). En este caso, la
asistencia del defensor es imprescindible. Por ello, conviene recordar que el patrocinio letrado no
es una exigencia legislativa de carácter abstracta, sino que como “garantía de garantías” debe
operativizarse en todas las instancias del proceso – y fuera de él-, particularmente en las
actuaciones o procedimientos que requieran una declaración del encartado. Por ello, a fin de
satisfacer las exigencias que demanda el debido proceso, no puede reputarse como cumplido el
derecho de defensa a través de actuaciones extraprocesales e informales de las partes, aún
cuando los Profesionales que las representen arguyan la existencia de promesas o juramentos de
respeto, fidelidad o buena fé entre los sujetos procesales. En ambos casos, sea que se trate de
un testigo sospechoso o bien de un co-imputado, si después de hacérseles las advertencias de
rigor optan por declarar, el Tribunal está obligado a valorar la información suministrada, pudiendo
incluso fundar su sentencia en ese único testimonio, si analizado de acuerdo con las reglas del
correcto entendimiento humano, resulta útil para acreditar los hechos debatidos. En el caso
sometido al contralor de esta Sala, el sentenciador incurrió en varias inconsistencias
procesales. En primer lugar, la mayoría del Tribunal integrada por los Licenciados L.U. y H.G.,
consideró que el testimonio de L.M. no provenía de un testigo sospechoso sino de un co-
imputado, quien decidió declarar después de hacerle la advertencia respectiva. Estimaron los
señores Jueces que era innecesaria la asistencia de un defensor en el debate, pues dieron
crédito a la palabra del Fiscal Auxiliar, quien: “... de viva voz en el debate manifestó que habían
negociado con el joven E. y que hablo (sic) por teléfono con el defensor de este y compañero
suyo en Corredores, que si bien no constaba por escrito el convenio, se trataba de un asunto de
caballeros, de lealtad profesional...” (cfr. nota de folios 569 y 570). Por su parte, el co-juez P.G.
mediante nota agregada a la causa a folio 568, consideró que la declaración del menor no podría
servir de base a la sentencia. Pese a lo anterior, el citado profesional redactó el fallo, al que se
adhirieron los otros miembros del Tribunal y en él efectivamente se hizo constar y se valoró la
deposición del menor. En contraposición con los principios supra expuestos, se aprecia que en
vez de dar un trato diferenciado al menor L.M., quien por su condición de imputado (en otra
jurisdicción, pero por los mismos hechos) requería la >asistencia actual en debate de un
profesional en Derecho, el a-quo recibió su declaración tal y como si se tratara de un “testigo
sospechoso”. En estas condiciones y conociendo el Tribunal de instancia que al prevenido se le
seguía causa en otra jurisdicción, debió facilitar la asesoría letrada, máxime si - como consta -
había disponibilidad de defensores públicos en la oficina local para atender cualquier diligencia
(cfr. folio 763). En lo sucesivo, el Tribunal debe extremar medidas a fin de evitar la creación de
defectos al evacuar la prueba, que incidan en su legitimidad.” 1999. SALA TERCERA DE LA
CORTE, No. 188 de las 9:10 h del 19 de febrero.

63. TESTIGO SOSPECHOSO. Debe respetarse el derecho de defensa desde que se


adquiere la condición de indiciado o sospechoso.

“Es cierto que tanto la policía judicial como el Ministerio Público no deben recurrir a lo que
denominan >"testigo sospechoso" para lesionar los derechos constitucionales y legales de una
persona sobre la cual recaen indicios de haber cometido un delito, pues basta que sobre una
persona recaigan esas sospechas para que no pueda recibir el calificativo de "testigo" sino de
indiciada de delito, con todo lo que ello implica, pues en este último supuesto deben ser
informadas de todos sus derechos, en especial que pueden guardar silencio, y que si desean
declarar deben ser remitidas ante el Fiscal y se debe requerir la presencia de un abogado
defensor para que las asista, entre otros derechos básicos. Basta que durante la investigación se
tenga alguna evidencia o alguna creencia de que una persona pueda estar involucrada en un
hecho delictivo, para que exista el deber de la policía y del Ministerio Público de asignarle la
categoría de "indiciada", con todas sus implicaciones, conforme a los artículos 13, 81 y 82 del
Código Procesal Penal. Las normas constitucionales y legales son claras al señalar el derecho al
silencio del cual goza el imputado, según se infiere de los artículos 36 de la Constitución Política,
y 82 inciso e) del Código Procesal Penal, de manera que no pueden utilizarse calificativos
específicos como el de "testigo sospechoso" para lesionar esos derechos fundamentales. Estos
derechos los goza la persona aún cuando con posterioridad se llegue a descartar su posible
participación en el hecho delictivo, pues lo que interesa para que pueda disponer de esos
derechos es que en determinado momento fuere sospechosa de haber cometido delito. Incluso,
aún en el supuesto de que se tratara efectivamente de un testigo, debe resaltarse lo que señala
el párrafo segundo del artículo 204, al disponer que >"el testigo no estará en la obligación de
declarar sobre hechos que le puedan deparar responsabilidad penal", menos aún si recibe el
calificativo de "sospechoso", obviamente porque de lo contrario se lesionarían sus derechos
básicos antes citados. Sobre los testigos, es decir aquellos que efectivamente lo son, recaen una
serie de obligaciones que no se le aplican al indiciado, en especial que está obligado a declarar
cuanto sabe sobre el hecho y debe colaborar con la administración de justicia, conforme lo
dispone el párrafo primero del artículo 204 citado. Tanto el Organismo de Investigación Judicial
como el Ministerio Público deben evitar incurrir en esa práctica, para evitar la invalidación de sus
actuaciones.” 1999. SALA TERCERA DE LA CORTE, No. 1067 de las 9:25 h del 26 de agosto.
JURISPRUDENCIA PENAL RECIENTE

Lic. Cecilia Sánchez Romero


Directora del Digesto de Jurisprudencia

CONTENIDO

1. RESOLUCIONES DE LA SALA CONSTITUCIONAL

1). Valoración de la Prueba ilegítima

2). Libertad personal. Alcances del concepto "Libre de responsabilidad".

3). Interpretación del principio constitucional "un mismo juez no puede serlo en diversas instancias para la
decisión de un mismo punto".

4). Impunidad de la acción "permitir una dádiva", descrita en el art. 343 del Código Penal.

5).Requisitos para ordenar la detención provisional.

6).Certificación de antecedentes penales para resolver excarcelación.

7).La valoración de la prueba incorporada a un proceso penal no es función de la jurisdicción constitucional.

8).Efectos de la anulación de prueba ilegítima.

9).Valoración de las declaraciones rendidas ante la policía administrativa.

10). Actos probatorios que pueden realizarse sin el consentimiento del imputado.

11). La valoración de la prueba le corresponde al juez de la causa.

12). Derecho de los abogados de revisar los expedientes judiciales.

13). El agente fiscal no es juez competente en los términos del artículo 37 de la Constitución Política.

14). Requisitos de la citación mediante telegrama.

15). Finalidades de la incomunicación.

16). El rechazo ilegítimo de prueba puede conocerse por vía de hábeas corpus.

17). Necesaria fundamentación del rechazo de prueba.

18). La aplicación del régimen disciplinario del Notario es independiente de la investigación judicial.

19).Valoración del dicho de un posible coimputado para fundamentar un procesamiento.

20). Intervenciones telefónicas. Subsistencia de pruebas independientes justifica detención.

21). La negligancia estatal no puede afectar derechos fundamentales del ciudadano.

22). Autoridad judicial competente para recibir prueba testimonial.

23). Plazo para resolver situación jurídica.

24). Prisión preventiva como medida excepcional y necesaria fundamentación de la denegatoria de excarcelación.

25). Adecuación de penas independientemente de si fueron o no descontadas.


26). El imputado no está obligado a presentar sus testigos.

27). La descripción del artículo 15 de la Ley de Sicotrópicos N ° 7093 no constituye una forma de complicidad.

28). La descripción típica del artículo 15 de la Ley de Sicotrópicos no es un tipo penal abierto.

29). Obligación del defensor de procurar la comparecencia de su cliente al debate.

30). Obligación del defensor de procurar la comparecencia de su cliente al debate.

31). Validez de testimonio recibido sin señalamiento ni notificación de partes.

32). No procede la detención por contravenciones.

33). La recalificación de los hechos acusados no causa ninguna violación constitucional.

34). La negativa a que el imputado se aleje de la audiencia no permite anular la sentencia en esta vía.

II. RESOLUCIONES DE LA SALA TERCERA

A. DERECHO PENAL

35). Agresión con arma. El daño o lesión puede o no producirse

36). Hurto Agravado. Necesidad de que concurran las características señaladas para el tipo general de hurto.

37). Delito Continuado. Forma homogénea de realización de actos es reveladora de una misma finalidad.

38). Penalidad del delito continuado

39). Robo. Relación de consunción con la violación de domicilio.

40). Coacción. Necesaria contrariedad con la voluntad de la víctima.

41). Divulgación de secretos. Derecho del imputado a conocer el contenido de acusaciones en su contra.

42). Responsabilidad civil del inimputable. Condena en abstracto

43). Retención Indebida. Facultad del Agente Fiscal para hacer la prevención.

44). Acción Civil Resarcitoria. El contrato de cuota litis no es un "perjuicio" indemnizable.

45). DañoMoral. Muerte de pariente cercano

46). Violación de domicilio como acto de ejecución de violacion sexual

47). Ejercicio Ilegal de la medicina. Requisitos del tipo

B. DERECHO PROCESAL PENAL

48). Recurso de casación por el fondo. Errónea remisión al inciso 4) del artículo 395 del Código de Procedimientos
Penales.

49). Recurso de Casación. Criterios de admisibilidad no deben ser excesivamente formalistas.

50). Recurso de Casación. Presentado después de la hora de cierre del despacho.

51). Lectura de sentencia. Constancias contradictorias. Necesaria investigación disciplinaria y judicial


52). Lectura de Sentencia en hora no habilitada. Improcedencia de nulidad

53). Lectura de Sentencia. Falta de fimra en ese momento es causal de nulidad.

54). Reposición de Expedientes. Necesario respeto a las garantías constitucionales

55). Alcances del concepto "Interesado" en el proceso penal

56). Acta de Debate. Omisión de firma no produce nulidad

57). Acción Civil resarcitoria. Reclamo por daño moral no exige previa declaratoria de herederos.

58). Acción Civil Resarcitoria. Requisitos para la condena en abstracto.

56). Acción Civil Resarcitoria. Oportunidad para concretar pretensiones.

60). Prejudicialidad. El trámite de levantamiento de inmunidad no constituye cuestión prejudicial.

61). Pena. Nulidad parcial de fallo por falta de fundamentación en ese extremo.

62). Prueba. Declaración ante notario sin advertencia de ley por parentesco.

63). Incidente de Nulidad. Exclusión del Estado como actor civil sin notificaciones correspondientes.

64). La omisión de mencionar concretamente el articulo de ley aplicado no causa nulidad.

65). Declaración del Imputado. Incorporación ilegal provoca nulidad del fallo.

66).Facultades de la Sala de Casación para modificar calificación jurídica.

67). Acción Penal. Actos procesales que interrumpen la prescripción.

1. RESOLUCIONES DE LA SALA CONSTITUCIONAL

1).- Valoración de la Prueba ilegítima.

"A mayor abundamiento, es de señalar que aún cuando no se recibió por parte de la Juzgadora la resolución que rechaza
el incidente de nulidad promovido por el Licenciado… contra el auto de procesamiento por considerar que éste está
fundado en prueba ilegítima, esta Sala con vista en la prueba existente en autos, considera que aparte de las
intervenciones telefónicas, existe prueba independiente que permite al juzgador tener como probable la acción delictiva que
se acusa. Ya en otras ocasiones, esta Sala ha sostenido que la prueba obtenida en forma ilegítima no tiene capacidad
probatoria, pero que su relación con otra no la demerita para demostrar los hechos atribuidos (voto # 1345 del 24 de
octubre de 1990)."

Sala Constitucional V-15-91 de las 14:28 Hrs. del 4 de enero 1991.

2).-Libertad personal. Alcances del concepto "libre de responsabilidad".

"Uno de los objetos del recurso de hábeas corpus es tutelar cualquier restricción ilegítima a la libertad de tránsito y
movimiento prevista en el artículo 22 de la Constitución Política. Esta garantía constitucional en nuestro derecho, es
consecuencia del principio general de LIBERTAD PERSONAL, y constituye una garantía fundamental, cuya tutela
corresponde a éste Tribunal Constitucional. No obstante, esta libertad de movimiento puede ser limitada cuando la
persona no se encuentre libre de responsabilidad o en los casos expresamente regulados por el numeral 28 de la
Constitución. El concepto "libre de responsabilidad" a que hace referencia nuestro texto constitucional es el presupuesto
de limitación a esta libertad genérica, debiendo entenderse en sentido limitado y restringido que el individuo no se
encuentra libre de responsabilidad, cuando existe la necesidad imperiosa de asegurar la presencia del mismo en aquellos
actos jurídicos cuyo cumplimiento dependa necesariamente de su persona como tal. En el caso bajo examen, el
accionante hace frente a una causa penal, por el delito de Falsificación de Documento Equpiparado y Uso de Documento
Falso, necesitándose su presencia en un juicio para la celebración del correspondiente debate base del descubrimiento de
la verdad real y de la actuación de la Ley penal, finalidades también recogidas en los artículos 35, 39 y 41 de la
Constitución Política y en el 185 del Código Procesal Penal que constituyen el fundamento jurídico para impedirle al
encartado su salida del país, lo que no excluye que si a petición del mismo, oídas sus razones, el Juzgador en franca
ponderación entre los fines del proceso y los derechos del imputado, otorgue permiso de salida del país, siendo
procedente que como una medida cautelar y en efecto sustitutivo de su ausencia proceda a la fijación de garantías
económicas, que tendrían sin lugar a dudas la finalidad de garantizar su presencia en el proceso. No encuentra esta Sala
que la actuación del Juzgado Segundo de Instrucción haya lesionado ningún derecho fundamental del recurrente por lo
que el recurso interpuesto debe ser declarado sin lugar".-

Sala Constitucional V-120-91 de las 14,04 Hrs. del 16 de enero de 1991.

3).- Interpretación del principio constitucional "un mismo juez no puede serlo en diversas instancias para la
decisión de un mismo punto".

"1).- La duda del Tribunal Superior de Cartago, que motiva esta consulta, se origina en-la diversa interpretación que se le
da al artículo 42 de la Constitución Política y considera el consultante, que una interpretadón amplia, en el sentido de que
una sola tramitación de un asunto facultaría al juzgador para que se inhibiera del conocimiento del mismo ante una
alzada, podría producir trastornos graves en la administración de justicia, y, una interpretación restrictiva, podría lesionar la
garantía constitucional de comentario. El artículo 42 constitucional, regula tres supuestos y la presente consulta se
enmarca únicamente en el primero de ellos, que dispone en lo conducente:"... un mismo Juez no puede serlo en diversas
instancias para la decisión de un mismo punto ...".- Este primer supuesto, contiene sin lugar a dudas, un mandato
constitucional de orden procesal, de cuya debida inteligencia depende la delimitación de los conceptos "diversas
instancias" y "decisión de un mismo punto". II).- El proceso judicial es un instrumento de tutela del derecho, siendo su
existencia una garantía fundamental. El proceso se desenvuelve en instancias o grados de tal manera, que una instancia
procede a la otra y se debe determinar si el juzgador que interviene en una de ellas, se encuentra imposibilitado por esa
garantía constitucional, para intervenir en la instancia siguiente. Es criterio de la Sala que la imposibilidad sólo existe,
cuando el juzgador, en otro grado del proceso, deba decidir sobre un mismo punto. Cuando un asunto determinado se
somete a conocimiento del juzgador, éste necesariamente, para resolverlo, debe realizar un proceso de individualización,
de especificación y de actuación de la norma legal, lo que presupone una operación humana de inteligencia y voluntad.-
De acuerdo a lo indicado, la garantía de comentario se refiere a la imposibilidad de decidir -acto de inteligencia y
voluntad- en otra instancia del proceso sobre ese mismo punto. No existe por ende, impedimento alguno para el juzgador
que únicamente tramitó el juicio, pero no emitió criterio, o si éste se produjo con ocasión a un punto diferente, para
conocer del expediente. III).- Debido a todo lo dicho, el concepto correcto de la norma es el de entender que un
funcionario que administra justicia, si en una instancia sólo tramita el expediente, pero no dicta la resolución recurrida, no
está impedido para conocer en grado, la resolución que llega en alzada. En este mismo sentido y con las adecuaciones
del caso, véase de esta misma Sala el Voto #1707-90 de las catorce horas cuarenta y dos minutos del veintitrés de
noviembre de mil novecientos noventa.-"

Sala Constitucional V-353-91 de las 16,30 Hrs., del 12 de febrero de 1991.

4). Impunidad de la acción "permitir una dádiva", descrita en el artículo 343 del Código Penal.

"El artículo 39 de la Constitución Política consagra el principio de legalidad en materia penal, principio rector e inspirador
de nuestro ordenamiento jurídico. En virtud de él la única fuente creadora de los delitos y la de las penas es la ley. En
esta materia queda excluida la analogía y la constumbre, careciendo los Tribunales de facultades para considerar como
delictivos hechos distintos a los tipificados en la ley, de tal forma que cualquier conducta que no sea subsumible en ella,
será impune; aún cuando ésta sea muy grave. Consecuentemente lesiona el principio de legalidad una interpretación
judicial que abarque conductas no especialmente descritas en la ley. Señala el accionante que en la causa No. 104-3-91
que se sigue contra su defendido en el Juzgado Sexto de Instrucción de San José, se ha encuadrado mal la conducta del
imputado, pues el artículo 343 del Código Penal habla de "permitiere" y no de "prometiere" como debería de ser para
tener por configurada como típica la conducta del señor … Veamos como el imputado de común acuerdo con el co-
imputado se pusieron en contacto con oficiales del Organismo de Investigación Judicial, a quienes prometieron una dádiva
si se lograba la alteración de las alcoholemias de su hijo imputado en otra causa por el delito de Homicidio Culposo. El
expediente legislativo original firmado por el Presidente de la República, muestra que el artículo 343 fue aprobado y se
ordenó publicar con el verbo "permitiere" sin que haya habido ninguna reforma legislativa referente a este artículo. Por lo
expuesto es criterio de esta Sala Constitucional que el artículo 343 del Código Penal no se puede interpretar sin lesionar
el principio de legalidad constitucional, en el sentido de que lo que el legislador quiso decir no es "prometiere" sino
"permitiere". Por todo lo anterior la amenaza que sufre el señor… es ilegítima, si se basa en que en vez del verbo
"permitiere" regulado en el artículo 343 del Código Penal se debe leer "prometiere"; acción que resulta impune al tenor del
citado artículo y de su correcta interpretación".

Sala Constitucional V-461-91 de las 15,14 Hrs. del 27 de febrero de 1991

5).- Requisitos para ordenarla detención provisional.

"Conforme lo ha dicho la Sala en la sentencia No. 450-90 de las 16 horas del 2 de mayo de 1990, la facultad del juez de
dictar la detención provisional de un imputado para efectos de iniciar el proceso penal, deriva del artículo 37 de la
Constitución Política que exige, en cuanto a este supuesto, que exista un "indicio corrprobado" del delito que se ha
cometido y un "mandato escrito de juez o autoridad encargada del orden público". Dijo la Sala:

"Es conveniente señalar a las autoridades que tienen a su cargo la detención de personas, que en ningún caso procede la
detención, sin un indicio comprobado de haber cometido un delito, debiendo entonces limitarse la investigación a citar a
las personas y tomarles declaración inmediatamente para comprobar si existen o no elementos de prueba en su contra
que los indique como autores de hechos delictivos, debiendo ponerlos en libertad si ello no se lograra... En razón de lo
anterior nunca procede la detención de sospechosos... Obligación mayor tiene las autoridades del Ministerio Público y los
jueces de instrucción con respeto a las garantías constitucionales que protegen a los ciudadanos de ilegítimas ingerencias
en su círculo de libertad, razón por la que no pueden mantener detenciones sin elementos de convicción suficientes para
tener como probable la comisión del hecho y la participación del encausado en el mismo, el juez de instrucción en todo
caso al recibir el requerimiento deberá cuestionarse sobre el mantenimiento ono de la detención, si se ha puesto a alguna
persona detenida a su orden y revisar frecuentemente los expedientes con reo preso para suspender la detención cuando
ésta no resulte necesaria a los intereses del proceso.

En cuanto a la forma de dictar la detención, como se indicó, la Constitución exige un acto escrito y razonado, que es la
regla del artículo 105 del Código de Procedimientos Penales y se nutre del principio constitucional dicho, artículo que
obliga al juez a dictar sus resoluciones por "sentencia, auto o providencia" según la importancia del asunto; es decir, la
Constitución exige un acto escrito como formalidad indispensable para permitir la simple detención de una persona. Los
dos requisitos mencionados son especialmente relevantes en los casos en los que, después de vencido el término máximo
de 24 horas que el mismo artículo 37 de la Constitución admite para la duración de la detención administrativa, de que el
detenido ha declarado ante el juez, pero antes del dictado el auto de procesamiento, sea necesario mantener detenido al
imputado como una medida cautelar que garantice el resultado del proceso. Sin embargo, la orden de detención, debe
tener como requisito fundamental la existencia de un indicio comprobado, para así cumplir con el parámetro constitucional
del articulo 37.

II.- La Sala no puede aceptar el argumento del juez para ordenar la detención provisional del imputado, quien dijo:

"Habiéndose establecido la presente causa contra Ronny Manuel Salazar Loría, por el delito de ROBO SIMPLE CON
VIOLENCIA EN LAS PERSONAS, previsto y sancionado por el artículo 213 inciso 3, con prisión de tres a nueve años y
procediendo en el eventual caso de emitirse un dictado de procesamiento y la consecuente prisión preventiva...

Este no puede ser el motivo para dictar el auto indicado porque, en primer lugar, sería una valoración prematura de los
méritos del caso y equivale a adelantar criterio; y en segundo lugar, sería obviar la necesidad de comprobar el indicio
existente, otorgándole al juez más discrecionalidad de la que la Constitución y la ley le otorgan, tema que la Sala ha
desarrollado extensivamente.

III.- Ladenuncia, como lo dijo esta Sala en sentencias No. 765-90 de las 14:30 horas del 6 de julio de 1990; y No. 13-91
de las 14,24 horas del 4 de enero de 1991, es la forma deponer en conocimiento del aparato estatal, de la posible
existencia de un delito; de allí que no es en sí misma un "indicio legalmente comprobado", sino un elemento de prueba
para configurar y comprobar este indicio. Además, la única prueba que existía en autos al momento de dictarse la medida
impugnada, era la denuncia del ofendido, y el testimonio de los guardias quienes atestiguaron no haber visto el robo sino
que capturaron al imputado en una cantina quien fue reconocido por el quejoso, ver folio 11 frente y vuelto. Pero al
momento de dictarse el auto de detención provisional, no se había practicado un reconocimiento judicial como lo manda el
Capítulo VII del Código de Procedimientos Penales, sino solamente un reconocimiento informal del ofendido al momento
de su captura, hecho en plena vía pública y ante las autoridades de policía, lo que no constituye un medio de prueba, y
por ello no tiene ningún valor legal."

Sala Constitucional V-478-91 de las 14:l4 hrs. dcl 1 de marzo de 1991.

6).- Certificación de antecedentes penales pata resolver excarcelación.

"Considera esta Sala que no ha actuado mal la autoridad recurrida al negarse a resolver la excarcelación hasta tanto no
tenga en su poder la certificación de antecedentes penales, pues este Tribunal por resolución de las 14:36 horas del 4 de
enero de 1991, voto 19, señaló que si el artículo 298 inciso c) del Código Procesal Penal indica "... que no se concederá
la excarcelación cuando de los antecedentes del imputado, se determine que va a continuar con la actividad delictiva, no
actuó arbitrariamente el señor Juez al solicitar los antecedentes del imputado.". Por ello, no hay razón para que esta Sala
cambie de criterio, ya que la excarcelación como derecho que es, tiene sus propios límites que hacen que no sea absoluto
(Artículos 297 y 298 de la Ley Procesal)."

Sala Constitucional V480-91 de las l4,18 hrs.del 1 de marzo de 199l.

7).- La valoración de la prueba incorporada a un proceso penal no es función de la jurisdicción constitucional.

"Las alegaciones del accionante se refieren a la valoración de las pruebas incorporadas a un proceso penal, con el objeto
que esta Sala, actuando como una instancia más, se pronuncie sobre ellas, lo que no es función de la Jurisdicción
Constitucional, como reiteradamente lo ha sostenido la jurisprudencia. Por lo anterior, resulta evidente que el recurso es
abiertamente improcedente y procede su rechazo de plano, conforme a lo dispuesto en el artículo 9 de la Ley de esta
Jurisdicción.-"

Sala Constitucional V-487-91 de las 14,32 hrs. dcli de marzo de 1991.

8).- Efectos de la anulación de prueba ilegítima.

"…ante el problema de la prueba ilegítima, todavía se discute el alcance de su anulación dentro del proceso en el que fue
utilizada. La Sala Constitucional ha sostenido que, en tanto sea determinante de una resolución del juzgador para procesar
al imputado, tal prueba contamina el proceso y causa la nulidad de lo actuado y resuelto en él, al no existir otros
elementos probatorios en la causa penal."

Sala Constitucional V-540-91 de las 15,50 hrs. del 13 de marzo de 1991.

9).- Valoración de las declaraciones rendidas ante la policía administrativa.

"El problema constitucional planteado consiste en que el accionante considera que su detención es ilegítima al fundarse el
auto de procesamiento en declaraciones suyas rendidas ante la policía administrativa en la etapa de investigación. Del
estudio del procesamiento dictado contra el imputado se desprende que el juzgador en forma expresa consignó que las
declaraciones que los imputados rindieron ante la policía, sirvieron para las investigaciones policiales correspondientes,
pero que éstas no son un medio de prueba. Efectivamente, para que la declaración del imputado pueda ser tomada en
cuenta dentro del proceso penal, se requiere que ésta se produzca ante autoridad judicial competente y con todas las
garantías consagradas tanto en la Constitución Política como en los instrumentos internacionales y en la ley. En el caso
de examen las declaraciones brindadas por el imputado no tienen ningún valor dentro del proceso penal, y así lo entiende
y lo consigna la autoridad recurrida en el procesamiento. Considerando este tribunal que el auto represivo está
debidamente fundado en la prueba que ha sido recabada en el curso de la instrucción, no encontrándose por parte de la
autoridad recurrida ninguna medida arbitraria ni desproporcionada capaz de violentar el orden constitucional. A mayor
abundamiento debe indicarse que el auto de procesamiento no requiere para su dictado la certeza de la comisión del
delito sino que basta con la probabilidad razonable de que el imputado haya participado en el ilícito investigado."

Sala Constitucional V-549-91 delas 16,08 hrs. del 13 de marzo de 1991.

10).- Actos probatorios que pueden realizarse sin el consentimiento del imputado.

"En lo que se refiere a lo alegado sobre la extracción de sangre sin el consentimiento de los imputados, esta Sala con
base en el informe, que se tiene rendido bajo juramento, dado por la Sección de Homicidios del Organismo de
Investigación Judicial, tiene por cierto que los imputados dieron su consentimiento para ello, en el momento en que se
encontraba presente el padre de uno de ellos en las celdas de ese Organismo. Estima esta Sala que en la obtención de
prueba dentro del proceso penal, deben ponderarse dos intereses: la búsqueda de la verdad real por un lado y el respeto
a los derechos fundamentales del imputado, por el otro. En este contexto, conviene analizar la utilización del imputado
como fuente de prueba (el imputado como objeto de prueba) y si es admisible obligarlo a que permita la realización de
una serie de actos de investigación o de obtención de prueba, para los que deba utílizarse su propio cuerpo. Al respecto
considera la Sala que en aras de la búsqueda de la verdad real como uno de los fines esenciales del proceso, el
imputado puede ser fuente de prueba en aquellos casos en que la obtención de la misma no importe daño físico o
psíquico para el sujeto, ni lesione los derechos propios para un ser humano. Consecuentemente, los actos que requieran
colaboración pasiva del imputado vgr. extracción de sangre, reconocimiento, corte de cabellos, entre otros, pueden ser
realizados aún sin su consentimiento, conforme a las circunstancias especiales de cada caso y a las formalidades de la
ley, según corresponda. Por lo expuesto, esta Sala considera que las actuaciones impugnadas en cuanto a este extremo,
no lesionan los derechos fundamentales de los recurrentes. Con las restricciones señaladas, el debido proceso se respeta
en la medida que el resultado de la prueba técnica sea puesto en conocimiento de las partes involucradas, las que
pueden, a su vez, ejercer el derecho de defensa, aplicando sobre esos resultados y sin ninguna limitación, los remedios
procesales que le otorga el ordenamiento jurídico. El alegato en cuanto a este extremo, resulta entonces improcedente."

Sala Constitucional V-556-91 de las 14,l0 hrs. dcl 20 de marzo dc 1991

11).- La valoración de la prueba le corresponde al juez de la causa.

"También se alega que es ilegítima toda la prueba derivada de las declaraciones rendidas por los imputados, ante el
Organismo de Investigación Judicial y que el Juzgado de Instrucción de Curridabat, anuló en su oportunidad. Se alude con
ello a que tanto la prueba directa, como la indirecta que se obtenga por medios jurídicamente inaceptables, debe ser
desechada del proceso. Es evidente que resulta ilegítima la prueba que viola derechos fundamentales como, por ejemplo,
la declaración que se obtiene por medio de violencia, según lo dispone el artículo 40 de la Constitución Política o la que
se obtiene contra el propio indiciado o un pariente suyo en los grados que señala el artículo 36 ibídem, sin advertir del
privilegio de abstención ahí consagrado. Como se dijo en el Considerando Tercero anterior, las declaraciones anuladas, sí
lesionaban en la etapa de investigación policial, los derechos de los imputados y por disponerlo así expresamente la
Constitución Política, el medio de prueba era inaceptable, lo que ha encontrado remedio ante el mismo Juzgado de
Instrucción. Ahora bien, respecto a la demás prueba recabada y llevada al expediente, la misma es autónoma, en tanto
tenga existencia probatoria propia y se haya logrado por diferentes medios de verificación, por lo que mantiene su
capacidad probatoria. Recuérdese que en el proceso penal, como ha quedado dicho, convergen dos intereses
contrapuestos: la búsqueda de la verdad real por un lado y por otro, la garantía del respeto absoluto a los derechos
esenciales del inculpado, siendo ambos concurrentes y sin demérito de ninguno. En el presente caso no se evidencia en
forma alguna que los encartados hayan sido sometidos a tratamientos crueles o degradantes, o que fueran detenidos sin
la existencia de indicios comprobados que los indiquen como presuntos responsables del ilícito que se investiga y no
corresponde en esta vía valorar las pruebas obtenidas, lo que deberá hacer el Juez de la causa en su oportunidad, salvo
cuando existiere un grueso error en esa valoración o flagrante violación a los derechos fundamentales de los imputados, lo
que no se aprecia en el presente caso. Lo anterior lleva a que deba rechazarse el recurso en cuanto a este otro extremo."

Sala Constitucional V-556-91 de las 14:10 hrs. del 20 de marzo de 1991.


12).- Derecho de los abogados de revisar los expedientes judiciales.

"1.- El derecho de petición protegido por el artículo 27 de la Constitución Política, obliga a los funcionarios públicos
incluidos los judiciales, a dar pronta respuesta a cualquier petición que haga un administrado, como lo ha dicho esta Sala
en reiteradas ocasiones, a no ser que esta petición requiera de estudios o de actos más complejos. En el presente caso,
independientemente de que el Juez tenga o no la razón en su negativa de entregar el expediente al abogado recurrente
para su estudio, estaba obligado a extender la certificación que él le pedía o a dar una respuesta por escrito de por qué
motivo no le mostraba el expediente que solicitaba. Razón suficiente para acoger el recurso en cuanto a este extremo.-

II.- El otro punto impugnado, es la negativa del juez de mostrar al recurrente el expediente judicial, con el argumento de
que lo estaba estudiando en ese momento. Al respecto, debe recordarse que todo abogado tiene el derecho de revisar
expedientes judiciales cuantas veces lo estime necesario como medio de garantizar la defensa de los intereses de su
cliente. Ciertamente, no lo puede hacer con detrimento de la función del Juez, en los casos en que, en ese momento, esté
resolviendo un punto específico del caso; pero existe la posibilidad de que el Juez postergue el estudio del mismo por
unos minutos para que el abogado lo revise y luego continué con su deber. El expediente judicial sin ser secreto, es
privado. En cuanto a lo primero, esta Sala en expediente No. 68-69 voto No. 1331-90 del 23 de octubre de 1990 (antes
de la declaración del imputado), declaró inconstitucional el primer párrafo de este artículo que permitía el secreto del
sumario. En cuanto a lo segundo, el artículo 195 párrafo tercero del Código de Procedimientos Penales, dice:

"El sumario será siempre secreto para los extraños, con excepción de los abogados que tengan algún interés legitimo."

Si se tratara el presente recurso de la solicitud de un abogado o no abogado que pretenden tener el derecho de estudiar
el expediente, se sería un caso de conversión, es decir, de suspender la tramitación de este recurso y de otorgar la
recurrente al plazo del artículo 48 de la Ley de la Jurisdicción Constitucional para que si lo tiene a bien, formalice la
correspondiente acción de inconstitucionalidad. Pero dado que el recurrente alega la necesidad de estudiar el expediente
para resolver si aceptaba o no la defensa del imputado, tiene un interés directo dentro del proceso, lo que se reafirma con
el hecho de que precisamente fue nombrado posteriormente como defensor y en tal carácter tiene interés legítimo parte
examinar el expediente. III.- Negarle este derecho implica perjudicarlo a él en el ejercicio de su profesión y de su trabajo
transgrediéndose así el artículo 56 de la Constitución Política; y sobre todo perjudicando al imputado en su derecho de
defensa garantizado por el artículo 39 de la Constitución, porque es evidente que el no poder estudiar el expediente para
determinar si se acepta o no el caso, denota una actitud responsable del abogado.-"

Sala Constitucional V-556-91 de las 14:24hrs. del 20 de marzo de 1991.

13).- El Agente Fiscal no es juez competente en los términos del artículo 37 de la Constitución Política.

"De los informes rendidos y de las probanzas aportadas se tiene por establecido que los imputados estuvieron a la orden
del Agente Fiscal desde el 2 de marzo de 1991, poniéndolos la Agencia Fiscal, a disposición del Juzgado de Instrucción
el día 5 de ese mes, fecha en que la instructora ordena el traslado de los detenidos a *** sin indagarlos, y anula el
requerimiento de Instrucción Formal el que es nuevamente formulado el 6 de marzo. Por lo anterior los imputados son
indagados el día 11 de marzo de 1991 por el Juzgado de Instrucción de ***. Considera la Sala que la detención, que
durante todo el periodo indicado sufrieron los imputados, fue ilegítima, siendo responsables de la misma tanto el Juzgado
de Instrucción como el Agente Fiscal. La Constitución Política establece el deber para la autoridad pública, de poner a la
orden del Juez Competente al detenido en un término, que nunca puede exceder de las veinticuatro horas.
Consecuentemente y como ya lo indicó esta Sala en el voto #254-90 el Agente Fiscal en el presente caso, no es Juez
Competente en los términos del artículo 37 Constitucional por lo que participa junto con la policía, del plazo para tener a
su orden al detenido.- Por su parte el Juzgado de Instrucción, una vez que los detenidos se encuentren a su orden, debe
proceder a indagarlos dentro del término de 24 horas que por ningún motivo podrá ampliarse a más de 48 horas, en el
caso de que se presente la circunstancia a que se refiere el artículo 274 párrafo segundo del Código de Procedimientos
Penales.- En el presente caso resulta ilegítima la actuación del fiscal que excedió sobradamente el plazo constitucional
con el detenido a su orden, sin formular el correspondiente Requerimiento, el que además le fue anulado en una ocasión
con el consecuente retardo en la tramitación de un expediente con reo preso.- No menos grave es la actuación de la
Juzgadora de Instrucción la que pese a que anula el requerimiento de Instrucción Formal mantiene detenidos a los
imputados ordenando su traslado a otra jurisdicción sin indagarlos, como era su deber legal una vez que el asunto fue
requerido, o sin resolver sobre su libertad cuando no se había requerido el asunto. A mayor abundamiento debe indicarse
que resulta improcedente el envío de un expediente judicial por correo para indagar a los imputados, cuando éstos se
encuentran detenidos, ya que no es el medio idóneo para cumplir con los plazos que en forma expresa regula el Código
de Procedimientos Penales en relación con la detención del imputado.-"

Sala Constitucional V-694-91 de las 16 hrs. del 9 de abril de l99l.

14).- Requisitos de la citación mediante telegrama.

"El artículo 135 del Código Procesal Penal, establece la facultad del Juez de ordenar la citación del imputado que se
encuentre en libertad por diversos medios entre los cuales se encuentra la citación por telegrama con aviso de entrega. La
citación es el llamamiento al imputado, para que comparezca ante tribunal, consecuentemente su no presentación tiene
efectos procesales tales como su inmediata detención y hasta su declaratoria de rebeldía. En el caso de examen la
imputada fue citada mediante telegrama no obstante, consta en el expediente que el aviso del mismo no fue entregado,
por lo que no puede el Juzgador presumir que se enteró de la citación y que la desobedeció. En los términos del artículo
135 para que la citación mediante telegrama tenga efectos procesales como la declaración en rebeldía debe ser enviado
con acuse de recibo, y debe constar que la citación fue recibida y que no obstante ello se niega a apersonarse al
despacho.

III) Por lo expuesto procede declarar con lugar el recurso de Hábeas Corpus interpuesto, en el tanto, la declaración de
rebeldía dictada por el recurrido resulta prematura al no haber constancia de que el telegrama fue debidamente recibido
por la imputada yque ésta se negó a comparecer al despacho. Lo anterior, sin perjuicio de la facultad legal del instructor
de ordenar su citación y presentación al despacho por medio de la policía o de los otros medios que la ley pone a su
alcance para asegurar su presencia en el proceso.

Sala Constitucional V-695-91 de las 16,30 hrs. del 9 de abril de 1991.

15).- Finalidades de la incomunicación.

"En la actuación del señor Juez Segundo de Instrucción de *** en el caso en examen se cometen dos errores, uno de
ellos grave, que motivan que la detención a que se sometió a Ronald Bernal Gutiérrez Alfaro deba ser tenida como
ilegítima y en consecuencia que el recurso por él interpuesto deba ser declarado con lugar con las consecuencias
correspondientes. a) En primer lugar el señor Juez desconoció que según lo dispone expresamente el artículo 187 del
Código de Procedimientos Penales la instrucción puede iniciarse con base a un sumario presentado por el Organismo de
Investigación Judicial el trato de simple denuncia, retrasó la iniciación de la instrucción y en consecuencia no tuvo
legalmente a su orden al detenido, con el consiguiente atraso de los plazos sobre la obligación de tomarle declaración y
resolver su situación jurídica. El poner a la orden de un Juez a una persona conlleva el inicio de una actividad
jurisdiccional en salvaguarda de derechos constitucionales y legales del detenido y no es una simple fórmula ritual de
conocimiento o comunicación. Al pedírsele la incomunicación por parte del Organismo, el señor Juez debió exigir que se
le presentara el sumario de prevención o el requerimiento de instrucción, pues son ellos los únicos medios de iniciación de
una instrucción y en tal razón los únicos medios para tener como puesta a la orden de una autoridad a un detenido.
Conforme luego se analizará, la incomunicación no tiene una finalidad relacionada con la investigación policial, sólo con la
jurisdiccional, ni siquiera la incomunicación policial que se encuentra regulada según los términos de los artículos 164
inciso 7 del Código de Procedimientos Pcnales y 4 inciso 7 de la Ley Orgánica del Organismo de Investigación Judicial,
tiene es finalidad. b) En segundo lugar, olvidó el señor Juez que todo detenido debe estar a la orden de Juez a las
veinticuatro horas de haber sido capturado (artículo 37 de la Constitución Política) y debe tomársele declaración
indagatoria a más tardar en el término de veinticuatro horas desde que fue puesto a disposición de Juez (artículo 274 del
Código de Procedimientos Penales). Si Gutiérrez Alfaro fue detenido a las veintidós horas del cuatro de marzo, a esas
mismas horas del día siguiente ya debió estar, legalmente, a la orden del señor Juez y este debió indagarlo a más tardar
el día cinco siguiente. Nada de ello se hizo, al parecer el señor Juez acepta que una persona pueda estar detenida a
efecto de investigar policialmente si tiene o no responsabilidad penal sobre algún hecho, pero ello no es así, pues la
citada norma constitucional, sin duda alguna, sólo permite la detención de personas contra las que exista indicio
comprobado que las relaciones con un hecho delictivo en el que tengan responsabilidad personal y es por ello que deben
ser puestas prontamente a la orden de la autoridad jurisdiccional correspondiendo a ésta valorar el caso, para acordar -si
resulta procedente- la detención provisional. Es importante señalar que la incomunicación no puede utilizarse para permitir
que los encargados de la investigación policial sometan a interrogatorio al detenido, ello transforma la incomunicación en
tortura y ésta, está constitucionalmente proscrita de nuestro sistema democrático de gobierno (artículo 40 de la
Constitución Política). Según el artículo 197 del Código de Procedimientos Penales, la incomunicación sólo puede tener
como finalidad imposibilitar que el detenido pueda ponerse de acuerdo con sus cómplices o estorbar la investigación. Así
la autorización que extendió el señor Juez para que durante la incomunicación de *** pudiera ser interrogado por los
oficiales *** y *** es absolutamente ilegal por no estar autorizada en el ordenamiento jurídico y contravenir garantías
constitucionales que proscriben la utilización de la tortura y otros medios degradantes para la investigación de las
acciones delictivas.

III.- A criterio de la Sala existe culpa grave en la actuación del señor Juez Segundo de Instrucción de Heredia en los
hechos a que estas diligencias se refieren, pues lo hizo con claro irrespeto de las normas que la regulan y en lugar de
actuar como celoso guardián de los derechos constitucionales y legales del detenido, se constituyó en el mejor
instrumento para que se violaran, es por ello que además de reconocer que esos hechos generan para el Estado
responsabilidad por los daños y perjuicios causados, debe acordarse también la del funcionario según lo disponen los
artículos 26 de la Ley de la Jurisdicción Constitucional y el 199 de la Ley General de la Administración Pública."

Sala Constitucional V-789-91 de las l4,35 hrs. del 26 de abril de 1991.

16).- El rechazo ilegítimo de prueba puede conocerse por vía del Habeas Corpus.

"Dado que hasta el recurrente ha cuestionado el carácter con que la Sala ha tramitado el presente recurso, es de señalar
que para declararlo con lugar la Sala toma en consideración que el rechazo ilegítimo de prueba puede afectar los
derechos constitucionales de defensa, igualdad de trato y acceso a la justicia (artículos 39, 33 y 41 de la Carta Magna) y
por tratarse de una causa penal, podría con ello propiciarse una condenatoria que al darse en un juicio no legal por
contravenir dichos principios, produce, en caso de que la pena sea de prisión, una restricción ilegítima de libertad."

Sala Constitucional V-797-91 de las 15,15 hrs. del 26 de abril de 1991.

17).- Necesaria fundamentación del rechazo de prueba.

"El artículo 352 del Código de Procedimientos Penales faculta al Tribunal de Juicio para rechazar de la ofrecida, la prueba
evidentemente impertinente o superabundante. Desde luego que para hacer el rechazo, el Tribunal deberá fundamentar
debidamente su pronunciamiento pues el rechazo puede afectar gravemente el derecho constitucional a la defensa y al
fundamentar su resolución debe necesariamente indicar por qué estima que la prueba ofrecida es impertinente o
superabundante. En el caso bajo examen esta Sala hecha de menos, en el pronunciamiento de rechazo de la prueba, la
señalada fundamentación, lo que motiva que el recurso deba declararse con lugar, a efecto de que el Tribunal dicte nueva
resolución, esta vez debidamente fundamentada, en relación con el ofrecimiento de prueba realizado por la defensa y el
Ministerio Público.

Sala Constitucional V-797-91 de las 15:15 hrs. del 26 de abril de 1991.

18).- La aplicación del régimen disciplinario del Notario Público es independiente de la investigación judicial.

"No es admisible el razonamiento que formula el actor en el sentido de que haya de agotarse previamente el régimen
diciplinario (administrativo) para poder iniciarse la investigación judicial respecto de la actuación del Notario Público ***.
Admitir esa tesis sería trastrocar el orden de las cosas, pues el proceso penal persigue un fin específico y el sancionatorio
otro. Es más ya esta Sala ha establecido que incluso, lo resuelto en la vía penal no limita la actuación en el procedimiento
sancionatorio, pues una cosa es la comisión de un delito y otra muy distinta es faltar a las normas propias de la función
de que se trate. Por otra parte, la suerte que haya corrido el señor en una causa que dice el actor tiene relación con los
hechos por los que ahora se investiga al señor ... en nada incidiría con el propósito del presente recurso de hábeas corpus
puesto que no está de por medio el non bis in idem contemplado en el artículo 42 Constitucional. Por todo ello, el recurso
debe declararse sin lugar".

Sala Constitucional V-839-91 de las 15,10 hrs. del 30 de abril de 1991.


19).- Valoración del dicho de un posible coimputado para fundamentar un procesamiento.

"El recurrente fundamenta su planteamiento en el hecho de que a *** se le ha tenido hasta el momento como testigo,
cuando necesariamente debe ser imputada, con lo que su dicho en la primera condición no puede ser valorado
válidamente al momento de resolverse la situación jurídica de sus defendidas, deviniendo en consecuencia en ilegítima la
prisión preventiva acordada en perjuicio de ellas, en virtud de haberse dispuesto su procesamiento tomando como uno de
los elementos de convicción aquel dicho. El planteamiento no resulta correcto pues ninguna norma, ni principio jurídico,
imposibilita que el dicho de un co-imputado pueda ser tomado en consideración para fundamentar un procesamiento y
aún una condenatoria, así el dicho de la señora *** ya sea en condición de testigo o de co-imputada debe ser valorado de
la misma forma por el Tribunal, sea de conformidad con las reglas de la sana crítica, pues en materia penal todo se
puede demostrar y por cualquier medio legal (este principio se recepta en el Código de Procedimientos Penales en el
artículo 198), por demás esta Sala carece de facultades legales para ordenar se someta a juicio a una determinada
persona, si para hacerlo debe sustituir en sus atribuciones propias al Ministerio Público o al Juez Instructor que conoce del
asunto, como se pretende en el caso concreto.

Sala Constitucional V-865-91 de las 15,04 hrs. del 3 de marzo de 1991.

20).- Intervenciones telefónicas. Subsistencia de pruebas independientes justifica detención.

"La Sala, en los múltiples recursos de hábeas corpus presentados en contra de las resoluciones judiciales que tomaron en
cuenta las pruebas obtenidas mediante intervenciones telefónicas, dijo que en tanto subsistieran otras pruebas
independientes que demostraran razonablemente la probable participación del imputado en el hecho delictivo, la detención
estaba ajustada a derecho. Véanse entre otras las sentencias No. 1345 del 24 de octubre de 1990, dictada en recurso de
hábeas corpus No. 1607-90; No. 1417-90 de las 14,51 horas del 26 de octubre de 1990; y No. 1855 de las 14,28 horas
del 14 de diciembre de 1990. Sin embargo ese no es el caso, pues como se dijo no existen otras probanzas que inculpen
a la amparada en el delito, que no se deriven de las intervenciones telefónicas declaradas inconstitucionales por esta
Sala."

Sala Constitucional V-885-91 de las 14,06 horas del 8 de marzo de 1991.

21).- La negligencia estatal no puede afectar los derechos fundamentales del ciudadano.

"Las razones para que el aquí amparado no fuera indagado dentro del término de ley, son injustificables, pues, los errores
imputables a los funcionarios públicos no pueden producir quebranto en las garantías constitucionales que informan el
proceso penal, sobre todo por tratarse de un proceso que restringe la libertad. Véase como al folio 10 del expediente
principal, consta una razón del secretario del Juzgado, en la que se dice que el amparado no fue indagado el mismo día
en el que fue puesto a las órdenes del Juzgado, pues ni la Unidad de Admisión ni el Organismo de Investigación Judicial
tenían vehículos para trasladarlo al juzgado y que el señor del OIJ indicó que para ese día no tenía ninguna solicitud de
traslado de reos y además tienen prohibido trasladar a los reos en los vehículos comunes por no contar éstos con
medidas de seguridad.

Conforme al artículo 274 del Código de Procedimientos Penales, el imputado deberá ser indagado por el juez dentro del
término máximo de 24 horas después de que fue puesto a su disposición, y en casos en que el juez no la pudiere recibir,
el término se prorrogará otras 24 horas. En este último supuesto debemos entender que las únicas razones admisibles
desde la perspectiva de los derechos fundamentales de los imputados y en general de todas las personas, para no recibir
la declaración del imputado, son las de fuerza mayor, porque nadie está obligado a lo imposible, pero la Sala no puede
admitir que por negligencia estatal, no hayan sido trasladados los reos al juzgado para que rindieran su declaración. Lo
contrario implicaría otorgarle al Estado la autorización de transgredir las normas constitucionales sobre derechos humanos
por razones de negligencia o irresponsabilidad, lo que es inaceptable en un Estado de Derecho como el nuestro, pues el
Estado es una organización político social creada y desarrollada por el hombre para atender asuntos de interés colectivo
que no pueden ser resueltos por el individuo, pero no por decirlo así, para cobrar vida propia, independiente del ser
humano y de sus derechos inherentes y actuar en contra de estos derechos. Visto así el caso, es absolutamente
inexcusable que la falta de gasolina en un vehículo estatal, o la falta de previsión de los funcionarios responsables para
asignar un medio de transporte a los reos para que fueran indagados por el juez, se haya incumplido con una norma legal
que es parte del conjunto de garantías procesales que protegen al procesado. Pero no es posible decretar la libertad del
amparado por cuanto el término del artículo 274 del Código es ordenatorio para el Juez y podría acarrearle eventualmente
responsablidad disciplinaria, lo que le permite y lo obliga a cumplir con lo allí establecido aún cuando se hayan vencido los
términos, es decir, no pierde su competencia para actuar.

Sin embargo, se nota que el hecho denunciado no es responsabilidad del juez, sino de otras autoridades y por ello debe
condenarse al Estado en abstracto."

Sala Constitucional V-892-91 de las 14,20 hrs. del 8 de mayo de 1991.

22).- Autoridad Judicial competente para recibir prueba testimonial.

"1.- Para investigar los hechos que son objeto de una causa penal, el Juez de Instrucción los comprobará por los medios
legítimos de prueba, que señala el Código de Procedimientos Penales, entre ellos, las declaraciones de los testigos.
Estas, conforme a lo que disponen los artículos 94 y 208 deberán recibirse bajo juramento, que deberá ser recibido por el
juez o el presidente del tribunal, bajo pena de nulidad. El Juez es quien debe interrogar al testigo, en los términos claros
que se señalan en los artículos 224 y 234 ibídem. Por razones obvias, las mismas disposiciones que se indican, son
aplicables a los Agentes Fiscales, en los casos de Citación Directa. Quiere todo ello decir, que para la validez de las
declaraciones de los testigos, se requiere ser juramentados e interrogados por el juez, lo que no se hizo en el caso bajo
examen, como consta en los informes rendidos.

II.- Conforme a lo dicho, para que una declaración pueda ser examinada por Falso Testimonio, se requiere que haya sido
rendida ante la autoridad judicial competente, en ejercicio de su función y dentro de un determinado expediente o caso, en
los mismos términos que se indican en el artículo 314 del Código Penal; es decir, que la declaración se rinda ante
autoridad competente y en la especie, con la observancia de los requisitos que se analizan en el Considerando anterior.

III.- Como en el presente caso, al acudir ante el Juzgado de Instrucción, el accionante no declaró ante el Juez, ni éste lo
juramentó como lo exige el Código de Procedimientos Penales, resulta que el acto de deposición, si bien puede resultar
válido a los fines de la instrucción, si no es reconocida oportunamente su nulidad, no puede tenérsele como base de un
juzgamento por falso testimonio, pues la declaración no fue rendida ante autoridad competente y por ello no puede
depararle responsabilidad penal a la supuesta contradicción entre lo afirmado en esa oportunidad y el debate. No resulta
válida la afirmación del Juzgado de Instrucción en el sentido de no disponer del tiempo necesario para atender
personalmente a cada uno de los testigos que acuden a su Despacho, puesto que si el requisito emana de la Ley
procesal, para respetar y acatar el principio de legalidad de las actuaciones del tribunal, se debe ceñir el Juzgado a lo
expresamente dispuesto para el caso por el legislador, el escribiente no es más que un transcriptor de lo dicho por el
testigo ante el Juez o Actuario, éste debe necesariamente informarse sobre el dicho del declarante, aunque no está en la
obligación de mantenerse presente durante todo el tiempo necesario para que la materialización del acto se efectúe. Es
cierto que la firma de las declaraciones supone una presunción de validez de las actuaciones del Juzgado, pero
susceptible de ser combatida por los medios usuales, como en el caso presente, en el que es la misma juez de
instrucción, la que confirma lo dicho por el accionante, en el sentido que las actuaciones y el juramento los dirigió un
escribiente de la Oficina, quien, como ya se dijo, no tenía competencia para realizar esos actos procesales. Es decir, que
corresponde a cada Tribunal, en su caso, analizar y considerar el cumplimiento de los requisitos formales, para asegurar
que se hayan observado las reglas del proceso, en todo lo que ataña a las declaraciones de los testigos.

IV.- Habiéndose comprobado que en distintas instancias la defensa ha alegado la nulidad de tal acto, incluyendo en el
debate en que se conoció de la declaración del accionante, que luego fue calificada de constitutiva de falso testimonio,
procede declarar esa nulidad y eliminar la amenaza a la libertad e integridad personales del recurrente, restituyéndolo al
pleno goce de su derecho conculcado, con los efectos derivados que señala la Ley de esta Jurisdicción."

Sala Constitucional V-965-91 de las 16,14 hrs. del 21 de mayo de 1991.

"Los Magistrados Baudrit y Solano, con redacción del primero, salvan el voto y declaran sin lugar el recurso, con base en
las siguientes consideraciones: Dos artículos, dentro del ordenamiento procesal penal vigente se ocupan del juramento: el
94 y el 234 que sancionan, bajo pena de nulidad, por su orden el hecho de que no fuere recibido por las creencias del que
jura o el que éste no fuere advertido de las penas que la ley impone por la falsedad y la circunstancia de no prestarse del
todo. Ahora bien, estas nulidades no son absolutas y por ende subsanables en la misma forma que lo dispone ese
ordenamiento; bajo pena de caducidad las producidas en la instrucción deben ser opuestas durante ésta o en el término
de citación a juicio y quedarán subsanadas, de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 149 inciso 2), cuando quien tuviere
derecho a oponerla haya aceptado los efectos del acto. En todo caso, para lo que interesa -como se dirá- no se trata de
calificar si el funcionario tenía facultades para juramentar, sino la voluntad del declarante para rendirlo ante quien no tenía
por qué dudar que podía recibírselo. En el caso que se cuestiona, independientemente de quien lo recibiera -cumpliendo
con todos los requisitos necesarios al efecto como está acreditado en autos- lo cierto es que el recurrente rindió su
declaración y juró decir verdad en lo que declaraba, sin que en la instrucción -etapa procesal en la que necesariamente
debía hacerse- se protestara por su juramentación; así, para todo efecto, la deposición del recurrente debe entenderse
rendida bajo la fe del juramento. En cuanto a la inexistencia de la grabación del debate que se pretende aducir como
prueba, es materia que debe ser valorada por el Tribunal que conoce de la causa oportunamente y no por esta Sala. De lo
expuesto, el recurso deviene improcedente y así debe declararse."

23).- Plazo para resolver situación Jurídica

"La declatoria del recurrente se produjo el día 6 de abril de 1990 (ver folio 35 vuelto) y no es visto sino hasta el 30 del
mismo mes. que se dicta el auto de falta de mérito visible a los folios 57 y 58. Este retardo se debe a la falta de
interpretación errónea por parte del Juez del artículo 286 párrafo segundo en relación con el artículo 274, ambos del
Código Procesal Penal, pues el término de seis días que allí se establece debe contarse a partir de la declaración de cada
uno de los imputados, y no desde que declara el último de ellos, interpretación esta última que acarrearía la detención de
los otros por más tiempo del permitido ante la ausencia o rebeldía de uno de los posibles partícipes, situación que ya
resolvió la Sala en otro caso similar".

Sala Constitucional V-1001-91 de las 16,20 hrs. del 4 de junio de 1991.

24).- Prisión preventiva como medida excepcional y necesaria fundamentación de la denegatoria de excarcelación.

"En forma reiterada esta Sala ha indicado que en el proceso penal el imputado goza de un "Estado de Inocencia", esto
es, se presume que es inocente hasta tanto no se establezca lo contrario por sentencia firme. En forma compatible con
este Estado de Inocencia y para asegurar la actuación de la ley penal, el imputado puede ser sometido a prisión
preventiva como medida excepcional y en los casos que taxativamente enumera el Código de Procedimientos Penales en
el artículo 297 y siguientes. En el presente caso la autoridad recurrida, en sus últimas resoluciones deniega la
excarcelación al imputado indicando como fundamento de su actuación, el párrafo tercero del artículo 297 que permite
denegar la excarcelación cuando el extremo menor de la pena para el delito fuere superior a seis años y para evitar
escándalos probables; pero esta Sala ha expresado en forma reiterada, que el Tribunal no debe limitarse a señalar el
artículo 297 para actuar como lo hizo, sino que debe además justificar la necesidad procesal para dar aplicación a esa
norma, al tenor de lo que establecen artículo 7 incisos 2) y 3) de la Convención Americana de Derechos Humanos y 20 de
la Ley de Jurisdicción Constitucional.

TERCERO: En cuanto a la indicación reiterada que ha venido haciendo el Tribunal que deniega la excarcelación "para
asegurar un pronto debate", debe agregarse que este criterio resulta equivocado, ya que la libertad sólo podrá ser
restringida en los límites estrictamente necesarios para asegurar el descubrimiento de la verdad y la actuación de la ley
penal en los términos que en forma expresa regula el artículo 297 del Código Procedimental, el que no prevé la situación
a que hace referencia el tribunal recurrido.

Lo anterior motiva que deba declararse con lugar el recurso interpuesto, pero no conlleva la libertad del procesado. Se
ordena remitir el expediente al Tribunal recurrido a efecto de que fundamente debidamente su pronunciamiento, debiendo
hacer del conocimiento de esa Sala el pronunciamiento que en definitiva se dicte para ser agregado a este expediente."

Sala Constitucional V-984-91 de las 16,03 hrs. del 4 de junio del 991.

25).- Adecuación de penas independientemente de si fueron o no descontadas.

"En el presente caso le asiste la razón a la recurrente. Estima la Sala que de conformidad con lo establecido en el artículo
76 del Código Penal, es procedente la adecuación de la pena si existe concurso material de delitos, independientemente
de si las penas fueron o no descontadas. Si por diferentes motivos el imputado no fue juzgado en un solo proceso, y ya
descontó algunas penas, no se puede interpretar restrictivamente la norma negándosele la adecuación de la pena si los
delitos al tenor de lo establecido en el artículo 22 del Código Penal se encuentra en concurso material. Debe partirse de
que el concurso material, tiene como finalidad principal llegar a una pena conjunta, en aquellas acciones que deben o
debieron juzgarse en un mismo proceso, por lo que no es relevante como lo entiende el Tribunal recurrido, la fecha de la
sentencia condenatoria, sino de la comisión del delito, a fin de determinar si efectivamente pudieron ser juzgados en un
mismo proceso. Por lo expuesto se declara con lugar el recurso, se ordena a la autoridad recurrida proceder a establecer
si existió concurso material de delitos en cuyo caso deberá adecuar todas las penas, al tenor de lo establecido en el
artículo 76. Contra lo resuelto cabrá el recurso previsto en el artículo 502 ibídem."

Sala Constitucional V-983-91 de las 16,02 hrs. del 4 de junio de 1991.

26).- El imputado no está obligado a presentar testigos.

"lndependientemcnte de la finalidad que la señora Fiscal tuviera al autorizar se enviara el telegrama que dio base para la
presentación del presente recurso (conminando al imputado para que presentara un testigo), es lo cierto que el imputado
no se encuentra legalmente obligado a presentar a ningún testigo, ni siquiera los ofrecidos por él, esa es obligación única
del Estado en cumplimiento de su responsabilidad en el esclarecimiento de los hechos delictivos de acción pública. De lo
anterior deviene a que resulte también ilegítima la conminación que se le hace al recurrente, de que en caso de que no
presentare al testigo ***, ambos serán conducidos a la oficina judicial por medio de Agentes del Organismo de
investigación Judicial. Todo lo anterior hace que de acuerdo con lo dispuesto en los artículos 15, 25 y 26 de la Ley de la
Jurisdicción Constitucional, deba declararse con lugar el recurso interpuesto."

Sala Constitucional V-1052-91 de las 14,36 hrs. del 7 de junio de 1991.

27).- Medios probatonos válidos para acreditar el "lavado de dinero".

"1.- El primer enfrentamiento del artículo 15 de la Ley No. 7093, dice el actor, es con "los principios del debido proceso
constitucional, además del de inviolabilidad de la defensa en juicio". Debe partirse de la tesis de que el principio del
debido proceso es comprensivo del de la inviolabilidad de la defensa en juicio y no solamente de ese, sino de otros
muchos principios y derechos más, pues estamos en presencia, por decirlo de alguna manera, de un principio matriz, a
partir del cual surgen y se desarrollan otros que incluso, a nivel teórico, tienen un concepto y tratamiento específico y
propio. Por eso, algunos autores se extienden en enumerar algunos de ellos como contenidos en aquél, al que también
llaman principio del proceso regular y legal, significando que se trata de una garantía superior del ordenamiento en el
sentido de que ninguna persona puede ser sometida a un proceso, sin que se reúnan ciertos requisitos mínimos. Así
entonces, tenemos que dentro del debido proceso, aparte del citado de inviolabilidad de la defensa en juicio, que a su vez
puede descomponerse en cierto número de derechos más específicos, existen, entre otros, el principio de legalidad penal;
el derecho a una sentencia fundamentada, con fijación de los hechos conforme con pruebas legítimamente recibidas; el
derecho de recurrir de la sentencia desfavorable; el principio o derecho de juez natural, y el de cosa juzgada o nom bis in
idem. En ese sentido cabe destacar que nuestra Constitución Política no sólo contempla el principio o derecho al debido
proceso en sus artículos 11, 39 y 41, sino que también en los artículos 35, 36, 37 y 42, de manera que con
desconocimiento de estos derechos, es inaceptable jurídicamente un "proceso", no importa la gravedad de los hechos que
se imputen a una persona. II.- Por lo dicho en el considerando anterior, la Sala encuentra que debe analizar en qué
sentido hay una violación al debido proceso por parte del artículo 15 de la Ley No. 7093. El actor nos aclara el punto
cuando señala que esa norma viene a "derogar todo lo relativo a los medios de prueba" (página 9 de la acción). En
diversos pasajes insiste el libelo de interposición de la acción sobre este extremo. Para una mayor precisión, veamos lo
que señala esa norma.

"Artículo 15.-Se impondrá prisión de ocho a quince años a quien realice cualquier acto o contrato, real o simulado, de
adquisición, posesión, transferencia o disposición de bienes, tendiente a ocultar o a encubrir el origen de recursos
económicos obtenidos por medio del tráfico ilícito de drogas o de delitos relacionados con esa actividad,
independientemente del lugar en donde el acto ilícito se haya cometido. Cuando el hecho se hubiere cometido en el
extranjero, su comisión podrá acreditarse por cualquier medio."

El análisis de ese texto no puede llevar a la conclusión de que vino a derogar el régimen de las pruebas en el proceso
penal, sino que, interpretándose conforme al principio general del debido proceso, simplemente se contempla la posibilidad
de que, para probar el ilícito allí establecido, se pueden allegar todo tipo de pruebas, de conformidad con lo que establece
el código procesal respectivo. La Sala estima forzada la interpretación que de esa norma, en su párrafo final, hace el
actor, pues se refiere a "por cualquier medio" como una referencia específica a "cualquier medio legítimo" mediante el cual
el juez pueda llegar al conocimiento de la verdad real, principal objetivo del proceso. Por eso se citó supra uno de los
derechos en que se descompone el debido proceso: el de obtener una sentencia fundamentada en los hechos,
demostrados éstos de conformidad con pruebas legítimamente recibidas y analizadas. Es forzada la tesis sostenida en la
audiencia celebrada para oir conclusiones, de que la Ley No. 7093, no obstante que expresamente estableció las leyes
que derogó (vid. artículo 37), conlleva una derogatoria del régimen de pruebas contenidas en el Código de Procedimientos
Penales vigente, ya que en cuanto a este extremo, como venimos examinando, autoriza que el ilícito a que se refiere el
artículo 15 pueda acreditarse por cualquier medio, entendido éste como un medio legítimo. Por otra parte, el artículo que
se impugna no pretende establecer sus regulaciones a ese campo, por manera que ahí sí hay que admitir su sujeción o
dependencia a lo que sobre la materia disponga, inextenso la ley procesal. Tanto es así, que en el propio código procesal
encontramos en el artículo 198 sobre pruebas y una norma complementaria, artículo 400, que contiene un mandato de
nulidad, para cuando:

a) la sentencia se base en medios o elementos probatorios esenciales, no incorporados legalmente al debate (inciso 3); y

b)cuando en la sentencia faltare o fuere contradictoria la fundamentación, o no se hubieren observado en ella las reglas
de la sana crítica racional, con respecto a medios o elementos probatorios de valor decisivo (inciso 4).

Esa nulidad, obviamente, la pronuncia el juez ordinario, dentro del mismo proceso penal, pero se menciona en esa
sentencia para significar que no es posible aceptar sin reparar en sus consecuencias, lo sostenido por el actor. Además,
es obvio que no puede entenderse que haya derogatoria alguna, puesto que la frase final del artículo impugnado
realmente no agrega elemento alguno en lo que respecta al régimen legal de pruebas penales. Por eso algunos han
afirmado que sin el párrafo de comentario, la situación jurídico-procesal sería idéntica. Tanto la Procuraduría General de
la República como el Ministerio Público, han coincidido en este aspecto. La Sala considera que, en lo posible, su función
estriba en declarar inconstitucionales solamente aquellas normas que, irremisiblemente son incompatibles con el
ordenamiento constitucional, mas no cuando ellas permitan una interpretación conforme con él. De ahí que en cuanto a
este aspecto y por las razones que se expresan, la acción debe declararse sin lugar.-"

Sala Constitucional V-1090-91 de las 16,15 hrs. del 11 de junio de 1991.

28).- La descripción del artículo 15 de la Ley de Sicotrópicos No. 7093 no constituye una forma de complicidad.

"Se afirma también en la acción que la norma impugnada (art. 15 de la Ley de Sicotrópicos #7093), viola el principio de
legalidad criminal, porque "el tipo penal que describe es tan amplio que resulta inaplicable por cuestión de elementos
normativos y, tan especial, por cuanto la descripción de la conducta no constituye autoría de un delito principal, sino más
bien complicidad en la conducta que establece el numeral 14 de la misma ley." Incluso, se agrega que ese error
compromete seriamente la lucha contra el narcotráfico, al no contarse con una legislación "correcta" (pp. 2-3 del escrito
de interposición). No se trata, como se ve, de una cuestión de constitucionalidad, verdaderamente, ya que el actor
simplemente cree que la descripción contenida en el artículo 15 de comentario apenas constituye la figura de una
"complicidad" en relación con la figura principal, que vendría a ser el tipo del artículo 14 de la ley. En opinión de la Sala,
ese argumento es de mera legalidad; se relaciona con la manera en que se interprete el numeral 15, mas no se traen a
debate argumentaciones que ataquen su constitucionalidad. Y es de legalidad toda la argumentación que en este aspecto
esgrime el actor, pues cae dentro del campo de lo que se considera política criminal, al crearse un delito autónomo para
el ocultamiento del origen de los recursos económicos obtenidos por medio del tráfico de drogas, comúnmente llamado
"lavado de dinero". La lectura del numeral 15 que aquí se impugna es clara y no permite entender que se trata de un
simple "encubrimiento", sino que la acción del agente se ubica dentro de otra fase de toda una compleja organización que
se dedica al tráfico internacional de drogas. Un autor del delito establecido en el artículo 15, no necesariamente incurre en
el que prevé y sanciona el artículo 14 de la ley, mas nada impide que ambos, según las circunstancias, se puedan realizar
en concurso material. De toda suerte, y aquí cabe reiterar el señalamiento previo, estamos ante consideraciones de mera
legalidad que no son de recibo en este proceso constitucional, aunque la Sala las formula como análisis obligado de la
tesis sostenida en la acción. Bien puede el legislador constituir en figura autónoma una acción que, caso contrario, sería
un dispositivo amplificadordel tipo, y sobre este particular pueden citarse, a manera de ejemplo, lo establecido en los
artículos 271, 298 y 343 del Código Penal.-"

Sala Constitucional V-1090-91 de las 16,15 hrs. del 11 de junio de 1991.


29).- La descripción típica del artículo 15 de la Ley de Sicotrópicos no es un tipo penal abierto.

"Se atribuye al artículo impugnado (15 de la Ley de Sicotrópicos #7093) el quebranto constitucional de establecer un "tipo
penal inaplicable". Sobre el particular se afirma:

a)existen muchos verbos descriptivos de la acción, lo que hace confuso el tipo penal;

b)por ello, esos tipos penales tan abiertos son contrarios a los numerales 11 y 39 de la Constitución.

En cuanto al primer aspecto, la queja proviene de la utilización de "cualquier acto", "cualquier contrato", sin saberse con
qué características, hacen incurrir en delito. Sin embargo, la lectura completa del numeral cuestionado nos aclara que,
efectivamente, cualquier acto o contrato, siempre y cuando esté dirigido a ocultar el origen de los dineros en él
empleados, puede enmarcarse dentro de los supuestos de la norma. No quiere esto decir, como lo alega el actor, que
entonces el tipo requiere una dependencia de otras disciplinas jurídicas, como las que definen el contrato o el acto jurídico,
pues es obvio que no se trata de definir qué es acto o contrato, sino de una constatación fáctica de que éstos se han
realizado, con los fines de ocultar, tal cual lo prevé la norma. Insiste la acción en que se trata de un "encubrimiento" y no
un tipo autónomo, porque "si existe conocimiento anterior del delito principal, como lo consigna ese tipo penal, es
imposible que existan autores del delito de lavado de dólares" (p. 12), y más adelante agrega que se requeriría ("casi")
una condenatoria anterior por el tráfico para poder establecer la proveniencia del dinero, y que por ello "el tipo penal es
imposible de aplicar". La Sala ya sentó que es materia de política legislativa incluso elevar a delito lo que técnicamente
podría ser materia de encubrimiento. Pero, en lo que respecta al argumento previamente citado, la acción también cae en
un aspecto de legalidad, pues se trata de apreciación de los hechos, tarea que corresponde al juez ordinario y no al
constitucional. En efecto, tal lo que se ha citado apenas en forma parcial, ya que el escrito inicial es mucho más prolijo en
ello, se trata de un argumento de mera legalidad ya que pretende demostrar una supuesta inaplicabilidad de la norma,
pero dentro de las posibles interpretaciones.-

En lo que se refiere al "tipo penal tan abierto", no encuentra la Sala fundado el reproche. Por una parte, el exceso de
verbos descriptivos de la acción, simplemente pretente cubrir una serie de posibilidades, dentro de la sofisticación a que
ha llegado la moderna delincuencia, tal como ya fue analizado por la Sala de Casación Penal respecto de la serie de
verbos que contiene a su vez el artículo 16 de la ley No. 7093 (vid. sentencia No. V-234-F de las 8,30 horas del 9 de
setiembre de 1988). Además, como también quedó consignado supra, podría pensarse en un concurso de delitos (de los
ilícitos contenidos en los artículos 14 y 15), y también en situaciones perfectamente deslindables, como la propia
experiencia reciente nos lo indica, en que las personas que participan (por ejemplo) en la etapa de comercialización de
drogas ilícitas, encargan a otras para que intervengan en la siguiente y no menos importante, de "limpiar", o como
también se dice, "sacar de sospecha" a los dineros que provienen de aquella actividad. Pero no explica el actor, por qué
hay un "tipo penal tan abierto", según su propia calificación. Vale entonces citar la sentencia de esta Sala, No. 1877-90 de
las dieciséis horas y dos minutos del día diecinueve de diciembre último, en que se analiza el tema específico y con la
que se hace claro que si la norma cuestionada contiene un sujeto, verbo activo y sanción, mal podría hablarse de un tipo
penal de esta clase. En el presente caso, más bien, el actor indica que hay proliferación de verbos y lo califica como
peligroso, pero según lo que se lleva dicho, se trata de una técnica legislativa que procura cubrir -en lo posible- la
sofisticación a que se ha llegado últimamente en punto al tráfico ilícito de drogas. No puede pasar inadvertido el hecho de
que con posterioridad a la vigencia de la Ley No. 7093, Costa Rica forma parte de la Convención de las Naciones Unidas
contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Sustancias Sicotrópicas, firmado en Viena el diecinueve de diciembre de mil
novecientos ochenta y ocho, suscrita por nuestro país el veinticinco de abril de mil novecientos ochenta y nueve y
aprobada por la Asamblea Legislativa, según Ley No. 7198 de 25 de setiembre de 1990. Esta Convención en su artículo
3, contiene una disposición que obliga internamente a los Estados miembros a adoptar...

"…las medidas que sean necesarias para tipificar como delitos penales en su derecho interno cuando se cometan
intencionalmente:

b.i) La conversión o la transferencia de bienes a sabiendas de que tales bienes proceden de alguno o algunos de los
delitos tipificados de conformidad con el inciso a) del presente párrafo, o de un acto de participación en tal delito o delitos,
con el objeto de ocultar o encubrir el origen ilícito de los bienes o de ayudar a cualquier persona que participe en la
comisión de tal delito o delitos a eludir las consecuencias jurídicas de sus acciones...

Esta norma sólo nos sirve para ejemplificar como hay un compromiso de carácter mundial en la sanción del narcotráfico,
aunque no coincida plenamente con lo que en la legislación penal interna se tiene en estos momentos. Además, también
es claro de la lectura de otros artículos de la citada Convención, que ésta expresamente reconoce que las amplísimas
disposiciones de su artículo 3 (parcialmente citado) no afectarán "el principio de la tipificación de los delitos" "y de que
esos delitos han de ser enjuiciados y sancionados con arreglo a lo previsto" en el derecho interno de los Estados. Es
obvio que el estado costarricense ha dado pasos importantes en punto a la sanción de una serie de hechos relacionados
con el narcotráfico, y el artículo 15 aquí impugnado es una muestra de ese propósito. No encuentra la Sala, pues, base
para acoger una inconstitucionalidad de la norma en un alegado tipo penal abierto, como lo menciona el actor, sino que,
por el contrario, la misma se ajusta a los requerimientos que doctrinal y constitucionalmente debe reunir una norma penal,
para que cumpla con los propósitos de su creación.-"

Sala Constitucional V-1090-91 de las 16,15 hrs. dcl 11 de junio de 1991.

30).- Obligación del defensor de procurar la comparecencia de su cliente al debate.

"Como ya lo ha resuelto la Sala en casos similares, es obligación del defensor procurar la comparecencia de su cliente al
debate, en tanto que, por esa relación profesional debe estar en constante contacto con él. Y si ocurre la circunstancia del
abandono de la ciudad del imputado, el defensor tiene la obligación de comunicarlo al Tribunal de la causa para relevarlo
de su responsabilidad.-"

Sala Constitucional V-1093 de las 15,44 hrs. del 12 de junio de 1991.

31).- Validez de testimonio recibido sin señalamiento ni notificación a las partes.

"El recurso debe ser declarado sin lugar pues la inasistencia de las partes a la recepción del testimonio de... (recibido en
el hospital, sin señalamiento ni notificación a las partes), no produce la nulidad que en diversas instancias a alegado el
recurrente, toda vez que el artículo 191 del Código de Procedimientos Penales debe ser interpretado en estrecha relación
con el 353 inciso 3 del citado ordenamiento procesal. La declaración recibida a la ofendida mantiene su validez a los
efectos de la instrucción y si la causa fuere elevada a juicio, será la deposición que ella dé en la audiencia pública la que
tenga validez para dictar sentencia, desde luego que si entre una y otra existen diferencias, el Tribunal deberá proceder
conforme a lo reglado en el 384 inciso 2 ibídem, a efecto de que explique las causas de las contradicciones y el Tribunal
de Juicio pueda apreciar ese elemento probatorio analizándolo conforme a las reglas de la sana crítica.-"

Sala Constitucional V-1234-91 de las 8,32 hrs. del 3 de julio de 1991.

32).- No procede la detención por contravención.

"Como ya lo ha resuelto esta Sala, en el artículo 37 Constitucional, faculta la detención de las personas sólo en los casos
en que se tengan indicios comprobados de que se ha comedido un hecho delictivo y que en el mismo tuvo participación
culpable dicha persona. La detención a la que se sometió la señora ... resulta contraria a la norma de la Constitución
Política, pues al hacer referencia el constituyente a "delito", lo hace en el sentido estricto del término, sea excluyendo las
contravenciones. El proceder correcto de las autoridades encargadas del orden público debió ser, llevar de inmediato al
detenido ante la autoridad judicial que conoce las faltas y contravenciones, o identificarla debidamente y ponerla en
libertad, citándola para que se presentara ante aquella autoridad. Al no haberse actuado así, en este caso, resulta el
recurso procedente y cabe advertir al recurrido, para que de ello tome nota, que la jurisprudencia que en su descargo cita
en su informe, si bien dictada por esta Sala, lo fue cuando se aplicó la Ley de Hábeas Corpus, ya derogada por la de la
de Jurisdicción Constitucional.-"

Sala Constitucional V-1239-91 de las 8,42 del 3 de julio de 1991.

33).- La recalificación de los hechos acusados no causa ninguna violación constitucional.

"La acusada inobservancia, del recurrido o la del órgano requirente, de lo dispuesto por la Sección Segunda, del Tribunal
Superior ..., sobre la recalificación que se interesa, no torna incierta la situación del señor ..., ni amenaza su libertad
individual, toda vez que el objeto del proceso es el acontecimiento histórico investigado y no la figura jurídica con que se
le ha calificado, la que, en todo caso, es siempre provisional, ya que es susceptible de ser modificada por el tribunal, en
cualquier momento, sin necesidad de realizar nueva intimación. Así lo actuado por el recurrido no es violatorio del derecho
constitucional que se reclama, lo que hace que el recurso devenga improcedente. Por otra parte, a tenor de lo dispuesto
por el artículo 397 de Procedimientos Penales, no es a esta Sala, como se pretende, sino al Tribunal Superior respectivo a
quien corresponde -en la Sentencia-, en su caso, dar una calificación distinta a la que contenga el requerimiento fiscal o
el auto de elevación a juicio al apreciar legalmente los hechos conforme a su criterio, ya que la apreciación de ellos por el
Fiscal o por el Juez, en su caso, no es determinante para el Tribunal.-"

Sala Constitucional V-1288-9l de las 9,05 hrs. del 5 de julio de 1991.

34).- La negativa a que el imputado se aleje de la audiencia no permite anular la sentencia en esta vía.

"Es pretensión del accionante que esta Sala anule el debate celebrado y la sentencia dictada, por no haber permitido el
Tribunal recurrido la salida de la sala de debates de las imputadas, lo que es improcedente por lo que de seguido se dirá.
Como ya lo indicó esta Sala en voto 846-90 de las quince horas y quince minutos del veinte de junio de mil novecientos
noventa, los actos que se produzcan en el debate por no producir efectos propios sino en relación con la etapa procesal a
la que pertenecen deben ser alegados ante el Tribunal que conoce el asunto y eventualmente en el recurso de Casación
ante la Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia, a quien corresponde analizar las incidencias del debate y de la
sentencia al resolver los recursos legales que quepan contra lo resuelto. Por lo expuesto, en derecho corresponde
declarar sin lugar el recurso.

Sala Constitucional V-1312-91 de las 13,38 hrs. del 10 de julio de 1991.

I. RESOLUCIONES DE LA SALA TERCERA

A.- Derecho Penal

35).- Agresión con arma. El daño o lesión puede o no producirse

"Como lo ha indicado esta sala en otras oportunidades, el delito de Agresión con Arma que establece el artículo 140 del
Código Penal, se configura cuando se agrede a otro "...con cualquier arma u objeto contundente, aunque no causare
herida...", lo que significa que puede o no producirse daño, herida o lesión, y no como lo afirma el recurrente que debe
leerse "cuando no se causare herida" conforme lo interpreta un sector de la doctrina argentina (ver f. 60 fte. segundo
párrafo), pues tal criterio resulta contrario no solo al tipo legal que previó el legislador en la citada norma sino también
contrario al sentido gramatical de la palabra "aunque" (que viene de "aun que"), cuyo significado precisamente incluye o
introduce la posibilidad de que se cause herida (entiéndase como "no obstante", "por mucho que", sin embargo", "aun
cuando",etc. Cfr. al respecto de Sainz Robles, Federico C., su ob. Ensayo de un Diccionario Español de Sinónimos y
Antónimos; Ed. Aguilar, quinta ed., Madrid, 1963, p.135; y Diccionario de la Real Academia Española, vigésima ed., 1984,
Tomo 1, p. 152). Es importante anotar que de admitirse la tesis del recurrente, se presentaría el contrasentido de otorgar
un trato más benigno a aquella conducta que tiene un resultado más lesivo para la víctima; es decir, si se produce solo la
agresión con objeto contundente sin lesión o herida que amerite incapacidad alguna, debe condenarse por el delito que
prevé y sanciona el artículo 140 ibídem con pena de prisión que va de dos a seis meses; pero si como producto de la
misma agresión se deriva una lesión o herida que incapacita para las labores habituales hasta por diez días o menos,
entonces debe estarse ante la contravención del artículo 374 ibid, con sanción de tres a treinta días multa. Lo anterior
resulta inaceptable y opuesto a los límites normativos que estableció el legislador en los numerales aquí señalados. Con
sustento en lo dicho se declara sin lugar el recurso por el fondo. El Magistrado González expresa sus razones por
separado.

Sala Tercera N 247-F-91 de las 9,30 horas del 7 de junio de 1991.

Razones del Magistrado González Alvarez

Al igual que la mayoría estimo que el recurso debe declararse sin lugar, pero por diferentes razones, las que me permito
exponer de seguido:

1.- En el presente caso se tuvo por cierto que el encartado le lanzó al ofendido tres botellas, de las cuales una le pegó en
el hombro y otra en la cabeza, causándole lesiones que lo incapacitaron por el término de ocho días. El señor Juez,
condenó al imputado por el delito de agresión con arma, previsto en el artículo 140 del Código Penal. El defensor público
alega que la conducta se tipifica en la contravención de lesiones levísimas (inciso 1) del artículo 374 ibídem porque, con
apoyo de doctrina, estima que la agresión, por ser un delito de peligro, queda desplazada cuando se produce un daño al
bien jurídico tutelado, en este caso, la integridad física y la vida.

2.- En mi opinión el juzgador de instancia procedió en forma correcta al aplicarle al imputado la sanción prevista en el
artículo 140 ibídem, porque nos encontramos en presencia de un concurso ideal heterogéneo, según la descripción hecha
en el artículo 21 del Código Penal, lo que obliga a aplicar la pena más grave señalada en el numeral 75 ibídem, que
resulta ser, en este caso, la pena del delito de agresión. Tiene razón el señor defensor al afirmar que el delito de daño
siempre desplaza la aplicación del delito de peligro, pero esto sucede solo en los casos en que el tipo penal no refiera
dentro de sí al delito de resultado. El legislador, en el tipo penal que nos ocupa, creó un híbrido, extraño a la legislación
argentina, por ello, la doctrina que cita el impugnante no es aplicable al punto en discusión. En efecto, al analizar la figura
del artículo 140 del Código Penal, encontramos que se utiliza una conjunción concesiva, que tiene la función de enlazar
dos frases, de modo que la segunda resulta una objeción o reparo a lo dicho en la primera; pero sin que ésta sea
excluida. Dicha conjunción la constituye el término "aunque". En efecto, la expresión "aunque no causare herida", iniplica
que hay agresión tanto cuando el autor agrede con un objeto contundente, sin producir lesiones, como también cuando
agrede y lesiona a la vez. Lo anterior significa que la agresión subsiste independientemente de que la conducta haya
producido la lesión, porque así lo estableció el legislador en forma expresa. Sin embargo, en los diferentes delitos de
lesiones (e inclusive en la contravención del artículo 374 inciso 1) del Código Penal), no se describe la agresión con objeto
contundente como elemento típico, ya que aquéllas pueden producirse incluso por omisión. En otras palabras, la agresión
con arma no está descrita en los diferentes tipos de lesiones, razón por la cual esos delitos no se excluyen entre sí. En
consecuencia, existe el delito previsto en el artículo 140 ibídem cuando se produce una agresión con un objeto
contundente, independientemente de que cause lesiones o no; y se configura cualesquiera de los tipos de lesiones
(levísimas, leves, graves o gravísimas) con independencia de que exista o no una agresión con objeto contundente, motivo
por el cual ambos tipos no se excluyen entre sí. En el presente caso el imputado le lanzó al ofendido varios objetos
contundentes, lo que constituye el tipo de agresión (artículo 140 ibídem), y produjo un resultado lesivo, lo que encuadra
también en la contravención de lesiones levísimas (374 inciso 1) ibídem), se trata de una sola acción en los términos
definidos por la doctrina dominante (ZAFFARONI, Eugenio Raúl. Tratado de Derecho Penal. Parte General, EDIAR,
Buenos Aires, 1982, tomo IV, PP. 554ss.; JESCHECK, Hans Heinrich. Tratado de Derecho Penal, Boch, Barcelona, 1981,
volumen II, pp. 1010 ss.), pero que se adecúa a dos tipos penales que no se excluyen entre sí. Por lo tanto, al
encontrarnos en presencia de un concurso ideal heterogéneo, -como ya se dijo- debe aplicarse la pena correspondiente al
ilícito más grave (artículos 21 y 75 del Código Penal).

3.- Por todo lo expuesto, el recurso debe declararse sin lugar, pero procede corregir la fundamentación de la sentencia en
los términos señalados, con base en el párrafo primero del artículo 484 del Código de Procedimientos Penales".

Daniel González Alvarez

36).- Hurto Agravado. Necesidad de que concurran las características señaladas para el tipo general del hurto.

"Efectivamente le asiste razón al impugnante, por lo que debe aplicarse retroactivamente la ley penal más benigna
conforme lo dispone el artículo 49 inciso 5) del Código Procesal Penal Según puede apreciarse en el fallo recurrido,
resultaron condenados por el delito de hurto agravado en estado de tentativa por cuanto fueron sorprendidos cuando
procuraban sustraer el cobertor de un vehículo que fue regulado prudencialmente en la suma de quinientos colones. Sin
embargo, por la ley N 6726 de abril de 1982 se modificaron las normas penales que regulan el presente asunto, en
especial el artículo 384 del Código sustantivo que vino a establecer la contravención de hurto menor cuando el valor de lo
sustraído no excede de mil colones, constituyéndose el tipo genérico del delito de hurto de acuerdo con la descripción que
hace el artículo 208 ibídem, esto es cuando se realiza un apoderamiento ilegítimo de una cosa mueble, total o
parcialmente ajena, siempre que no se trate de la figura contravencional anteriormente referida. De lo expuesto se deriva
que el ilícito de hurto agravado requiere necesariamente de las características señaladas para el tipo general del hurto,
pues el artículo 209 que lo contempla, únicamente agrega las circunstancias que agravan el apoderamiento ilegítimo
mencionado, de conformidad con los montos que apunta el recurrente en su escrito. Así pues, resulta que actualmente el
legislador sanciona la sustracción pura y simple como hurto menor cuando el monto de lo sustraído no pasa de ¢1,000.00
(Art. 384 ibid.), independientemente del número de personas que la hubiesen realizado, pues de conformidad con el
artículo 209 ibid., la agravación operaría solamente cuando lo sustraído excede esa suma (hasta ¢5,000.00 con prisión de
3 meses a 3 años; si es mayor de ¢5,000.00, con prisión de 1 año a 10 años). Por todo lo expuesto esta sala considera
que los hechos atribuidos a *** y por extensión del beneficio de la aplicación de la ley mas favorable también a *** y ***
deben ser recalificados a la contravención prevista en el artículo 384 del Código Penal, según se alega".

Sala Tercera N. V 260 F91 de las 10,35 Hrs del 7 de junio de 1991.

37) Delito continuado. Forma homogénea de realización de actos es reveladora de una misma finalidad.

"Que de la información que consta en el expediente se induce que se puede estar en presencia de un delito continuado,
en tanto al parecer se trata de actos de la misma especie, violatorios del mismo bien jurídico, ejecutados
homogéneamente y, como derivación de ello, presumiblemente con la misma finalidad. Sobre este punto, la doctrina es
conteste en aseverar que, ante la dificultad que implica la averiguación de la finalidad del sujeto activo, pues esta muchas
veces permanece en reserva, la forma homogénea de realización de los actos es revelatoria de una misma finalidad.
Ahondando aún más en la aplicación de este principio y haciendo una interpretación extensiva de la noción de delito
continuado, recurso viable en el Derecho Penal, según la doctrina, en tanto favorable al reo precesalmente y reductora del
grado de la pena que en caso contrario le correspondería en virtud de la configuración de un concurso real (visto que la
pena impuesta por un delito continuado no puede ser mayor que la que correspondería por concurso real, lo que iría
contra la voluntad del legislador), la doctrina alemana ha planteado que también se configura el delito continuado cuando
se utiliza o aprovecha la misma oportunidad, puesto que, como se apunta arriba, ello constituye un indicador no
despreciable de una posible "misma finalidad" en la comisión de los actos del sujeto agente. De tal suerte, que en el
presente asunto, sin menoscabo de que elementos de juicio ulteriores acrediten otra cosa, podría eventualmente haber
tenido lugar un delito continuado de retención o apropiación indebida, cuyo monto ascendería a veinticinco mil colones, el
cual tendría una penalidad general de seis meses a diez años de prisión. Ahora bien, a modo de anotación puede
agregarse que, en caso de duda acentuada sobre la configuración o no de un delito continuado, lo cual no sucede en este
asunto, y la consecuente atribución de competencia a uno y otro órgano jurisdiccional, debe optarse por la vía más
garantística al imputado, esto es por la sustanciación en juicio ante el Tribunal Superior, siendo que si éste estima al dictar
sentencia que no se trata de un delito continuado, sino de un concurso real, nada se opone a que dicte sentencia sobre
ellos. En razón de lo anterior, y con base en los artículos 77 y 223 del Código Penal, 22 y 32 ambos incisos a, de la Ley
Especial de Juridicción de los Tribunales, 3 y 397 del Código de Procedimientos Penales, se declara competente para
conocer de este asunto al Tribunal Superior Tercero Penal de San José, Sección Segunda."

Sala Tercera V 319 A de las 11,40 hrs. del 9 de agosto de 1991

38).- Penalidad del delito continuado.

Alega el recurrente que si el tribunal de juicio constató que su defendido cometió trece estafas en las circunstancias
acreditadas en la sentencia recurrida, hizo mal en calificar tales hechos como un concurso material, pues más bien se
trata de un delito continuado y como tal debió ser penado. El reclamo es de recibo. Según consta en la relación de
hechos probados del fallo impugnado, el imputado valiéndose del cargo y funciones que ejercía en el Instituto
Costarricense de Acueductos y Alcantarillados como contralor y dispensador del trámite en los casos morosos, cobró
recibos ficticios a trece ofendidos abonados de tal servicio público y recibió de ellos el dinero que éstos le daban bajo la
errónea creencia de que hacían buen pago para la cancelación de sus recibos. Estima esta Sala que tales hechos no
constituyen trece delitos de estafa en concurso material sino un delito continuado, toda vez que los mismos guardan entre
sí una triple unidad, a saber, la unidad del ilícito objetivo de las acciones (homogeneidad del modo de comisión); unidad
del resultado típico (pues los trece delitos lesionan el mismo bien jurídico patrimonial y son inclusos de idéntica especie) y,
por último unidad del ilícito personal de la acción, (pues el imputado persiguió una misma finalidad con las trece estafas
que se le atribuyen). Ahora bien debe hacerse notar que el artículo 77 del Código Penal fija la penalidad del delito
continuado y señala que en tal hipótesis "se aplicará la pena prevista para el más grave, aumentada hasta otro tanto",
haciendo referencia a la pena establecida por la ley y no a la pena aplicada en concreto, como lo pretende el recurrente
en su alegato. Tal posición es avalada por la doctrina: "Mientras los artículos 75 y 76 Cód. Pen. hablan, respectivamente,
de que el juez "aplicará la pena correspondiente al delito más grave" y de que se aplicarán las penas correspondientes a
todos los delitos cometidos", el artículo 77 ibid. dice que "se aplicará la pena prevista para el más grave, aumentada hasta
otro tanto". Ahora bien, pena "prevista" para un delito no es aquella aplicada en concreto, como es el caso en el concurso
real, sino pena establecida por la ley. La pena prevista para el hurto simple (Art. 208 Cód. Pen.)es "prisión de un mes a
tres años". Así, si hay continuación entre un hurto simple y 4 hurtos de necesidad (Art. 210, prisión de un mes a un año o
de 10 a 60 días multa), la pena para la total continuación es de dos meses a seis años de prisión (Cfr. Francisco Castillo
González. El Concurso de Delitos en el Derecho Penal Costarricense, Publicaciones de Facultad de Derecho, Universidad
de Costa Rica, 1981, pág. 104).- Lo anterior tiene su explicación en que "Para nosotros, el delito continuado no es una
pura cuestión de penalidad, que haría de ella una ficción sin base legal cierta, aplicable únicamente cuando favorece al
procesado, pero que no podría aplicarse cuando le perjudica, porque configuraría un ataque a la legalidad penal" (Cfr.
Eugenio Raúl Zaffaroni, Tratado de Derecho Penal, Parte General, tomo IV, Ediar, 1982 pág. 543). En el presente caso, la
pena señalada para el delito continuado de estafa es de un año a veinte años de prisión (sea la pena ordinaria
aumentada en otro tanto), límites dentro de los cuales debe determinarse la pena a imponer, tomando en cuenta para ello
todas las circunstacias del artículo 71 del Código Penal.

Sala Tercera. V-440F de las 8.40 Hrs del 23 de agosto de 1991.

39).- Robo. Relación de consumación con la violación de domicilio.

"En el motivo único de su recurso por el fondo, la recurrente alega que la sentencia impugnada viola el artículo 23 del
Código Penal al aplicarlo al caso concreto, pues de los hechos tenidos como probados resultaba legalmente procedente
aplicar más bien las reglas del concurso aparente de normas. Considera, al respecto, que la conducta atribuida a su
patrocinado está descrita tanto en el artículo 212, inciso 2), del Código Penal como en el 204 ibídem y que la primera de
esas disposiciones (Robo Simple con Fuerza sobre las Cosas) contiene íntegramente a la segunda (Violación de Domicilio
Agravada) por lo que la norma a aplicar es únicamente la contenida en el primero de aquellos artículos, ya que las
disposiciones legales aludidas en este caso concreto se excluyen entre sí. En resumen, el problema consiste en
determinar si el ingreso a una vivienda ajena, con uso de la fuerza, para sustraer bienes que se encuentran en su interior
(cuando no concurre la agravante señalada por el artículo 213, inciso 1 del Código Penal) constituye sólo el delito de robo
simple o, además, el delito de violación de domicilio, en concurso ideal con aquél. Nuestro Código Penal no somete el
delito de violación de domicilio a una subsidiariedad expresa para los casos en que de esa acción resulte un ilícito más
grave, como ocurre, por ejemplo, en la legislación argentina, que sanciona la violación de domicilio siempre y cuando "no
resultare otro delito más severamente penado"; (Cfr. con Breglia Arias y otro, Código Penal y Leyes Complementarias,
Buenos Aires, Depalma, 2da. edición, 1987 pags 490 y 491). Tampoco cabe afirmar, como lo hace la recurrente, que el
ingreso por la fuerza a una vivienda para sustraer bienes es una conducta descrita tanto en el artículo 212, inciso 2), del
Código Penal como en el 204 ibídem y que la primera de esas disposiciones (robo simple con fuerza sobre las cosas)
contiene íntegramente a la segunda (violación de domicilio agravada). En realidad, en nuestro Derecho Penal lo que existe
entre estos dos delitos es más bien una relación de consunción. Esta relación, al decir de Rodríguez Devesa (Derecho
Penal Español, Parte General, Madrid, Dykinson, décima edición, 1986, pág. 199) se produce cuando el desvalor, o sea,
la desaprobación de una conducta descrita por la ley y expresada en la pena señalada para esa conducta, abarca, con
arreglo al sentido de las normas, el desvalor de un comportamiento diferente, descrito y penado en otro precepto legal. La
regla, en tales casos, es que la primera de esas disposiciones (llamada lex consumens) excluye a la segunda
(denominada lex consumptae). Se trata, pues, de un concepto valorativo. Por consiguiente, no es aplicable en forma
general y abstracta, sino que depende de las características concretas de los hechos bajo examen. La relación de
consunción es, justamente, la que explica la existencia de los llamados "actos anteriores, simultáneos o posteriores
impunes", que un sector de la doctrina alemana conoce como "hechos acompañantes típicos" (Cfr. con Jescheck, Hans-
Heinrich, Tratado de Derecho Penal, Parte General, traducción de 5. Mir Puig y F. Muñoz Conde, Barcelona, Bosch, V. II,
1981, pág.1039). Tal doctrina es acogida por nuestro Código Penal en su artículo 23, cuando dispone que la ley principal,
aquella que no ha sido subordinada expresa o tácticamente a otra, se aplica en vez de la accesoria. La ley, al establecer
la pena para el robo simple con fuerza sobre las cosas ya ha tomado en cuenta que ese hecho, comúnmente, aparece
vinculado al ingreso furtivo a un domicilio con ánimo específico de apoderarse de los bienes que allí se encuentran. La
violación de domicilio queda subsumida o consumida por el robo simple con fuerza sobre las cosas, cuando este último se
comete en un lugar habitado o en sus dependencias. Hay una especie de subordinación tácita del primer ilícito con
relación al segundo.

III- Vale la pena aclarar, eso sí, que la situación es distinta -pero la solución es similar- en lo tocante al inciso 1 del
artículo 213 del Código Penal, según el cual el robo es agravado cuando la sustracción se comete mediante perforación o
fractura de una pared, de un cerco, de un techo, de un piso, de una puerta o de una ventana, de un lugar habitado o de
sus dependencias. En este caso, entre este delito y el de violación de domicilio existe propiamente una relación de
especialidad; de manera que esa modalidad de robo agravado viene a ser la ley especial frente al delito de violación de
domicilio que resulta ser la ley general. Ahora bien, de conformidad con el artículo 23 del Código Penal, las normas
especiales prevalecen sobre las generales. En consecuencia, si un individuo penetra a una vivienda mediante perforación,
por ejemplo, de una pared, para cometer un robo, no es dable establecer un concurso ideal entre tal delito y el de
violación de domicilio, pues este último queda excluido por la disposición ya citada, que regula el concurso aparente de
normas. (Cfr. con Rodríguez Devesa, Derecho Penal Español, Parte Especial, Madrid, novena edición, 1983, pág. 309).-

IV- Llegados a este punto, pues, corresponde realizar el correcto encuadramiento jurídico de los hechos tenidos por ciertos
en la sentencia. A juicio de la Sala, la conducta desplegada por el encartado no encaja en el delito de robo simple con
fuerza sobre las cosas, sino más bien en el de robo agravado; por lo que en la especie debe aplicarse únicamente el
artículo 213, inciso 1 del Código Penal. En efecto, de conformidad con el cuadro fáctico establecido en la sentencia,el
imputado se presentó a la casa de habitación del ofendido ***, que se hallaba momentáneamente sola, por lo que
"procedió a desprender unas reglas de madera del cuarto destinado para cocina y lavandero, logrando así abrir un
boquete" por el cual se introdujo a la vivienda en mención, de donde substrajo algunos bienes muebles. Dicha acción
evidentemente constituye una perforación de la pared de un lugar habitado. Según el Diccionario de la Lengua Española,
"perforar" es agujerear una cosa atravesándola. O bien, agujerear una cosa atravesando alguna capa. Se trata, pues, de
un sinónimo del verbo "horadar" que significa agujerear una cosa atravesándola de parte a parte. Y atravesar significa (en
su cuarta acepción, que es la que interesa) "pasar un cuerpo penetrándolo de parte a parte". Como se puede ver,
conforme a todas esas definiciones la perforación implica hacer un hueco que atraviese o traspase un determinado objeto.
En consecuencia, la perforación es un concepto que importa la idea de horadar o atravesar la defensa mediante la fuerza
humana o mecánica, aunque no tenga un resultado destructivo (como sí parece necesario para la existencia de "fractura").
De ese modo, por ejemplo, quien desprende las láminas de zinc de un techo, abriendo espacio para atravesarlo, incurre
ya en perforación, aunque no haya destruido aquellas láminas mediante cortes o roturas. (Cfr. con Creus, Carlos, Derecho
Penal, Parte Especial. Buenos Aires, Ed. Astrea, Tomo 1.1983, pág. 446).

V- Conforme a lo expuesto, es necesario concluir que lleva razón la recurrente cuando afirma que el hecho tenido por
cierto por el Tribunal no constituye los delitos de robo simple con fuerza sobre las cosas y violación de domicilio agravada,
en concurso ideal, según la calificación dada por el a-quo. En ese aspecto corresponde declarar con lugar el recurso y
resolver el caso conforme a la ley aplicable. Sin embargo, la Sala estima que, por las particulares características de los
hechos probados, éstos deben encuadrarse no en el delito de robo simple con fuerza sobre las cosas, (como
correspondería de no haber habido perforación de una pared), sino en el delito de robo agravado, conforme a lo dispuesto
por el artículo 213, inciso 1) del Código Penal. Por ende, como el extremo menor de la pena aplicable en este último ilícito
es más severo que la sanción impuesta, no corresponde disminuirla. Asimismo, en acato de los principios que prohíben la
reforma en perjuicio (artículo 459, párrafo tercero, del Código de Procedimientos Penales), tampoco procede aumentar
dicha pena.

Sala Tercera V-326-Fde las 10,50 Hrs del 28de junio de 1991.

40) Coacción. Necesaria contrariedad con la voluntad de la víctima.

"Los hechos que la juzgadora de mérito tuvo por acreditados en su sentencia, básicamente son los siguientes: Que el
menor..., de once años de edad, le solicitó al imputado... que le prestara su bicicleta con el fin de disfrutar de un paseo, a
lo que éste accedió con la condición de que aquél se dejará quemar con un cigarrillo. El menor aceptó la propuesta y
seguidamente el imputado le produjo ocho quemaduras circulares de aproximadamente 0.4 cm. de diámetro en la mejilla
izquierda, que no le dejaron marca indeleble ni le ameritaron incapacidad alguna (ver fs. 39 vto. y 40 fte.). El
razonamiento utilizado por la a-quo para justificar su decisión condenatoria, radica -en síntesis- en que el ofendido es un
niño de escasos recursos económicos, que deseoso de disfrutar de un paseo en bicicleta, toleró que se le quemara, -a lo
que no estaba obligado- con tal de usar momentáneamente un vehículo que no estaba dentro de sus posibilidades, no
pudiendo medir el alcance de su aceptación a sufrir dolor, debido a su corta edad y porque a cambio se le ofreció un gozo
que, como niño que es, deseaba fuertemente (ver en especial f. 42 vto.). Ante la anterior situación, expresa la juez que
cabe afirmar que la voluntad del menor no fue externada libremente, si no que fue "...coaccionada de tal modo, que
prefirió disfrutar de un placer propio de su edad tolerando a cambio lesiones en su cuerpo, lo que revela por parte del
acusado una conducta anómala, cargada de agresividad..." (f. 42 vto. líneas 18 a 22), que lo hacen responsable del delito
de Coacción. Ahora bien, es cierto que por ser el anterior ilícito un delito contra la libertad de determinación de las
personas, la obligación, la abstención o la tolerancia exigidas por el autor, deben ser contra la voluntad de la víctima Ver
art. 193 del Código Penal (Cfr. al respecto obra de Núñez, R. Manual de Derecho Penal, Parte Especial, Lerner, 1977, p.
1988, y ob. de Breglia Arias y Gauna Código Penal comentado, anotado y concordado, ed. Astrea, Buenos Aires, 1987,
pág. 479 y 480), lo que no implica en modo alguno, admitir (por interpretación en sentido contrario) que se reconozca en
un caso como el presente, la causa de justificación a que se refiere el artículo 26 del Código Penal (consentimiento del
Derecho habiente) por estar de por medio bienes o derechos que son absolutamente indisponibles e irrenunciables. Sin
embargo, aparte de llamar la atención a esta Sala que las lesiones en el rostro del menor no dejaran ninguna secuela o
marca, ni produjeran incapacidad, debe reconocerse que la impugnante lleva razón en cuanto afirma que el niño aceptó
sin presión alguna, la propuesta del imputado, pudiendo elegir libremente no someterse al trato cruel e inhumano que éste
le puso como condición para prestarle su bicicleta, por lo que en tales circunstancias no puede configurarse el ilícito de
Coacción sino únicamente el de Lesiones, -que en este asunto por no haberse producido incapacidad alguna- se reduce a
la Contravención del artículo 374 del Código sustantivo (Lesiones levísimas) ya que no se está ante los delitos que
contemplan los artículos 123 a 125 del mismo cuerpo legislativo (lesiones gravísimas, graves o leves). Pero apreciándose
que el plazo de prescripción de la acción penal por esa contravención ya venció, resulta estéril efectuar el correspondiente
testimonio de piezas.

Sala Tercera. V-358-F de las 11,40 Hrs. del 5 de julio de 1991.

41).- Divulgación de Secretos. Derecho del imputado a conocer el contenido de acusaciones en su contra.

Señala la defensa que el acusado, cuando era el Jefe de la Delegación de la Policía Judicial en *** se limitó a informar a
otros policías de la Unidad Preventiva del Delito que visitaron la zona, que no podía entregarles detenido a *** -a quien se
le había decomisado cierta cantidad de marihuana- porque este a su vez había presentado una denuncia contra dichos
policías administrativos, razón por la cual debió enterarlos del contenido de esa denuncia.- Agrega la defensa que en esas
circunstancias no podría afirmarse que el acusado divulgó un secreto impuesto por la ley.- Tal reproche es de recibo. De
acuerdo con los hechos probados de la sentencia el señor *** presentó una denuncia en la Sub-Delegación del O.l.J. ***
de la cual el aquí acusado era su jefe, en la que relataba haber sido detenido por dos oficiales de la U.P.D., quienes le
decomisaron "veinte puros" de marihuana, pero que al practicar su detención uno de ellos lo majó brutalmente, safándole
los dedos del pie izquierdo, y que a la mañana siguiente a su detención, en un descuido, logró huir de las cárceles del
"Comando de ***" Ante esa fuga, los oficiales de la U.P.D. se presentaron a las oficinas de la Sub-Delegación del O.I.J.
en esta ciudad, con el fin de solicitar la colaboración necesaria para la recaptura del fugado, pero ante esa situación el
acusado *** le informó a los policías administrativos de la existencia de la denuncia que *** había formulado en su contra.
De lo anterior el señor Juez Penal *** dedujo la comisión del delito de revelación de secretos previsto en el artículo 337
del Código Penal , y por ese hecho condenó al acusado a tres meses de prisión. En realidad, es cierto que el párrafo final
del artículo 194 del Código de Procedimientos Penales dispone que "Las partes, funcionarios, empleados y demás
personas que intervengan en el juicio (sic) deberán guardar secreto sobre los actos y constancias de la instrucción" y que
el artículo 27 de La Ley Orgánica del Organismo de Investigación Judicial dispone, entre otras cosas, que "los agentes de
investigación deberán guardar absoluto secreto con respecto a las investigaciones en... que intervenga, para evitar que
éstas trasciendan al público...", sin embargo, esas prohibiciones no son absolutas, pues incluso esta última norma de
seguido autoriza a determinados funcionarios del O.I.J. para dar informes a la prensa sobre las investigaciones en curso, y
a diario observamos como en los diferentes medios de comunicación colectiva aparecen funcionarios de la policía judicial
informando a los cuidadanos del avance de determinadas investigaciones de interés general, sin que por ello se estime
que cometen el delito de revelación de secretos. Además, después de la declaratoria de inconstitucionalidad del artículo
195 del Código de Procedimientos Penales, en cuanto le prohibía el acceso al expediente judicial al imputado antes de su
indagatoria, debemos concluir que el imputado tiene derecho de conocer, desde antes de su declaración indagatoria, el
contenido de las acusaciones existentes en su contra, deber que vienen a reforzar los artículos 164, inciso 8 en relación
con el 278 del Código de Procedimientos Penales, y el artículo 7 inciso 4, de la Convención Americana de Derechos
Humanos (Sala Constitucional, Sentencia N. 4331-90 de 44,30 Hrs. del 23 de octubre de 1990). Pero aún más, en el
presente acaso no podríamos afirmar que el delito de divulgación de secretos se hubiere tipificado en la especie, porque
el sentenciado *** estaba en el deber de informar a las personas que requerían de sus servicios como policía judicial, de
las razones que tenía en el caso concreto para no cooperar en la entrega de... a los policías administrativos, y ello sólo lo
podía justificar informando a los policías que se había formulado una denuncia en su contra por maltrato a ***. Por último,
tampoco se evidencia en el caso de examen que el propósito del acusado *** hubiere sido el de favorecer de alguna
manera a los policías administrativos, así como ayudarlos a eludir la acción de la justicia, o facilitarles a preparar una
defensa o para obstruir la posible investigación, pues en tales casos pudieron tipificarse otros ilícitos -que, como se dijo,
no existieron según los hechos probados y las circunstancias que rodearon la acción- pero no configuraría nunca el delito
de divulgación de secretos. Por todo lo expuesto la Sala concluye que le asiste razón a la defensa al argumentar que los
hechos no son típicos del delito previsto en el artículo 337 del Código Penal, en cuyo caso procede declarar con lugar el
recurso por el fondo, casar la sentencia y en su lugar absolver al acusado de toda pena y responsabilidad".

Sala Tercera V-459-Fde las 8,50 Hrs del 30 de agosto de 1991

42).- Responsabilidad civil del inimputable. Condena en abstracto


"II- El problema sometido, específicamente, consiste en determinar si en este caso el imputado, pese a su declarada
inimputabilidad, se le puede exigir responsabilidad en el orden civil. El artículo 104 del Código Penal (que aparece en ese
cuerpo legal precedido del epígrafe "Responsabilidad civil del inimputable") refiere que "En los casos de inimputabilidad,
subsiste la responsabilidad del incapaz, siempre que queden asegurados sus alimentos o ...". La claridad de la norma no
resiste el mínimo enfrentamiento, de ahí que no le asista razón al órgano a-quo cuando, para rechazar la acción civil
resarcitoria, -entre otro- expresa como argumento que no es de aplicación el artículo 103 del Código Penal "por cuanto no
hay culpabilidad". No hay ninguna duda en cuanto a que la primera norma fue inobservada por los juzgadores de
instancia, debiendo otorgársele razón al recurrente en sus reclamos, puesto que independientemente de la causa de
inimputabilidad reconocida, ello no exime al incapaz de la responsabilidad civil derivada de su acción, extremo único
reclamado. Ahora bien, debe determinarse seguidamente, si existen bases suficientes (legales) para mediante el recurso
de fondo que se conoce, hacer lugar al pago de los daños y perjuicios y esto encuentra marco legal positivo.
Efectivamente, a consecuencia del incendio que produjo el acusado de una casa (hecho probado 5) propiedad del Estado,
nace su obligación de la reparación pecuniaria. Se acreditó debidamente el derecho del accionante (Estado) en la persona
del representante del Estado en la reclamación respectiva. Sin embargo, no existen hechos probados ni prueba
documental o de otra índole -debidamente incorporados al debate- en el fallo con la cual pueda contarse a efecto de
establecer el quántum de los reclamos. Sobre tal fundamento legal es que la Sala está impedida para hacer señalamientos
específicos acerca de cualquier rubro.

III- No obstante lo indicado, sí es procedente en este caso hacer lugar a la condenatoria civil pero en forma abstracta
sobre los daños y perjuicios.

Sala Tercera V-329-Fde las 11,10 Hrs. del 28 de junio de 1991

43).- Retención Indebida. Facultad de Agente Fiscal para hacer la prevención.

"La jurisprudencia de nuestros tribunales y de la misma Sala Penal ha sido en el sentido de que los Agentes Fiscales
pueden y deben hacerla, precisamente porque si se cumple con devolver o entregar los bienes supuestamente apropiados
o tenidos indebidamente no existía delito alguno que perseguir y por tanto, no habría acción penal alguna que ejercer.

Sala Tercera V-397-F de las 15.10 Hrs del 31 de julio de 1991

44).- Acción Civil Resarcitoria. El contrato de cuota litis no es un "perjuicio" indemnizable.

El convenio o contrato de cuota litis "es aquel que celebra el abogado con su cliente, mediante el cual asume el patrocinio
legal o dirección profesional del asunto, a cambio de una cuota parte del objeto del litigio, que habrá de recibir en
concepto de honorarios" (BRENES CORDOBA, Alberto "Tratado de los Contratos", San José, Editorial Juricentro, primera
edición revisada y actualizada por Gerardo Trejos y Marina Ramírez, 1985, pág. 288). Como claramente se puede
apreciar, este contrato tiene que ver con las costas personales del juicio (dentro de los cuales se comprenden los
honorarios de abogado, conforme al artículo 226 del Código Procesal Civil). En el caso que nos ocupa, según se consigna
en el acta de debate a folio 808, el recurrente solicitó, entre otras cosas, una suma por cuota litis (¢925.000) y otra por
costas personales (¢462.000), por lo cual resulta acertada la decisión del a-quo, toda vez que el recurrente pretendía
obtener sus honorarios por dos vías distintas a la vez, de las cuales la primera (cuota litis) resulta improcedente, siendo
entonces de recibo las consideraciones del Tribunal de Mérito cuando deniega este último extremo señalando que "...el
contrato que hubiese realizado el Lic.... con su cliente, no puede afectar en modo alguno a la demandada civil, y ese
cálculo corresponde a los honorarios otorgados líneas atrás..." (folio 822, líneas 2 a 7), a lo cual cabe agregar que el
perfeccionamiento de un contrato de cuota litis en forma alguna puede considerarse como un "perjuicio", pues con este
término se alude más bien a los "menoscabos de orden patrimonial que el individuo sufre como consecuencia indirecta de
la acción humana, traduciéndose en pérdidas de utilidades o de lucro" (Sala de Casación, N° 67 de las 16:20 horas del 18
de junio de 1958, semestre 1, tomo II, página 1056), o bien, "la frustración de ganancias que la víctima podía
razonablemente esperar de acuerdo con la circunstancia del caso, sino hubiere sucedido el hecho ilícito" (ABDELNOUR,
Rosa María: "La responsabilidad civil derivada del hecho punible, San José, Editorial Juricentro, 1984, pág. 313), o "la
utilidad que se deja de percibir por el empleo o la función de la cosa, o por no haberse podido dedicar el ofendido a sus
ocupaciones" (REYES, citado por ABDELNOUR: Op. cit., pag 314).

Sala Tercera V-4 1 3-F de las 9 hrs del 9 de agosto de 1991.


45).- Daño Moral. Muerte de pariente cercano.

La sala considera procedente el cobro del daño moral por la muerte de un pariente cercano producida por el hecho
delictivo, puesto que se trata de un aspecto que repercute directamente en los damnificados, y también porque tal daño
esta incluido entre los que debe resarcir el autor del ilícito, según lo disponen los artículos 122 del Código Penal de 1941
y 103 del Código Penal de 1970".

Sala Tercera V-399-F de las 15,20 Hrs del 31 de julio de 1991.

46). Violación de domicilio como acto de ejecución de violación sexual.

"La mayoría de esta Sala estima que le asiste razón a la impugnante. No puede existir en el presente caso concurso
material de delitos por la supuesta violación de domicilio y las posteriores violaciones realizadas por el sentenciado,
puesto que su ingreso en la vivienda de los menores ofendidos lo fue con la única determinación de llevar a cabo las
agresiones sexuales referidas en el fallo. Desde el anterior punto de vista es cierto que, como lo afirma la recurrente,
puede concluirse que se da una unidad de acción, ya que el ingreso a la casa de habitación dicha sin el permiso de sus
moradores, fue el paso necesario que realizó para lograr el acceso carnal por el que fue condenado. Se trata entonces de
un acto de ejecución hacia la consumación de ilícito propuesto, de acuerdo con las fases del Iter Criminis en su etapa
externa, y no de una acción independiente o aislada que se regule por lo dispuesto en los artículos 22 y 76 del Código de
la materia. De conformidad con lo expuesto, se acoge el recurso por violación de ley sustantiva en este punto, y
resolviendo el fondo del asunto se anula la sentencia decretada contra únicamente en lo que se refiere al delito de
Violación de Domicilio Agravada por el que se le impuso la pena de dos años de prisión, la que igualmente se deja sin
efecto."

Sala Tercera V-240-F de las 8,45 hrs del 7 de junio de 1991.

Hay voto salvado del Magistrado Daniel González.

Voto Salvado del Magistrado González.

"El suscrito Magistrado respetuosamente se permite disentir del criterio de la mayoría de la Sala en cuanto declararon con
lugar el recurso por el fondo, con base en las siguientes razones: En el presente caso se tuvo por cierto que el imputado,
en compañía de otro sujeto desconocido, se introdujeron clandestinamente en la casa de habitación de la menor ofendida,
a quien obligaron a mantener relaciones sexuales en contra de su voluntad con cada uno de ellos, y delante de un
hermano menor que también estaba en la casa. Con base en esos hechos el Tribunal Superior condenó al imputado por
dos delitos de violación agravada en concurso material con el delito de violación de domicilio. La mayoría de la Sala Casa
la sentencia en cuanto se condenó por el delito de violación de domicilio, al estimar que ese hecho constituye una unidad
con los delitos sexuales, por tratarse de un acto de ejecución dirigido a consumar un mismo hecho. Estimo que en el
presente caso existe el delito de violación de domicilio además de los delitos sexuales, porque la acción desplegada por el
sentenciado se tipifica adecuadamente en el artículo 204 del Código Penal, además de los delitos sexuales, en forma
antijurídica y culpable. Ambas clases de ilícitos concurren en la especie sin que se pueda hablar de una relación de
subsidiariedad o subsunción (supuestos del concurso aparente), y sin que constituyan una sola acción. En efecto, el delito
de violación de domicilio (204 del C.P.) no está definido ni comprendido en ninguno de los delitos de violación (arts. 156,
157 o 158 del C.P.), así como tampoco podemos hablar que uno es la especie y el otro género o viceversa. Se trata de
figuras delictivas independientes, llevadas a cabo por el imputado en forma sucesiva, con los resultados descritos en la
sentencia del Tribunal Superior. Es evidente que nos encontramos en presencia de un delito criminis causa, donde uno de
ellos fue necesario para llegar a cometer el otro, de acuerdo con las circunstancias muy especiales de este caso, sin que
existan bases para eximir de responsabilidad sobre alguno. Se trata de un concurso real de delitos según las exigencias
de los artículos 22 y 76 del Código Penal, porque en forma sucesiva se lesionó el ámbito de intimidad de los moradores
de la vivienda, al penetrar clandestinamente contra la voluntad de quien tenía derecho de excluirlos, tipificando
culpablemente el delito de violación de domicilio. Una vez adentro, procedieron a ejecutar dos delitos sexuales,
aprovechando la circunstancia de que el padre de los menores había salido a pescar. Cierto, hay una relación de medio a
fin como lo señala la mayoría, pero esa relación no justifica eximir de responsabilidad penal cuando los delitos son
sucesivos y lesionan diferentes bienes jurídicos, salvo el caso del concurso aparente. Si los sujetos hubieren realizado
otros hechos, como por ejemplo sustraer bienes y causar lesiones o muertes, se agregarían como delitos nuevos, siempre
en concurso material, a pesar de resultar la violación de domicilio el medio para esos otros. Es cierto que muchas
ocasiones se conoce de delitos contra la propiedad y no se agrava la pena del de violación de domicilio, pero ello ocurre
en los su puestos en que los delitos contra la propiedad comprenden también el ingreso a la vivienda (subsunción),
cuando se indica que el uso de la fuerza debe recaer sobre cosas que implican una penetración en la vivienda (perforación
o fractura de una pared, cerco, techo, piso, puerta, o ventana de un lugar habitado). Por todo lo expuesto, con respeto me
aparto de la mayoría en cuanto al recurso por el fondo, y voto por declarar sin lugar el recurso en todos sus extremos

47).- Ejercicio ilegal de la medicina. Requisitos del Tipo

"Para que exista el delito de ejercicio ilegal de la medicina, se requiere de la habitualidad, es decir la continuidad y ésta se
presenta a través de la reiteración de actos en un plano objetivo".

Sala Tercera V-395-F de las 15 hrs del 31 de julio de 1991.

B. DERECHO PROCESAL PENAL

48).- Recurso de casación por el fondo. Errónea remisión al inciso 4) del art. 395 del C.P.P.

"Ahora bien, cuando se conoce de un recurso por el fondo, en donde se alega una errónea aplicación de la ley sustantiva,
como en este caso, si el pronunciamiento incurre en el reproche aludido (falta de determinación del hecho), aún de oficio
la Sala está facultada para anular la sentencia, según lo que al respecto dispone el artículo 482 del Código de
Procedimientos Penales en armonía con los numerales 483 y 395 inciso 3) ibídem. La referencia a este último inciso se
hace por cuanto definitivamente se trata de un error de remisión del Código al citar el inciso 4) del artículo 395, pues lo
que se pretende con la nulidad que autorizan los numerales 482 y 483 es que la casación pueda calificar correctamente la
conducta del imputado una vez que fijó el suceso histórico el Juez de Mérito. No se trata, en una.situación semejante, por
ser un absurdo, de revisar si la parte resolutiva del fallo fue correctamente dispuesta para que pueda tener vigencia el
inciso 4) que erróneamente señala el artículo 395".

Sala Tercera V-348-F de las 10,50 hrs del 5 de julio de 1991.

49).- Recurso de casación. Criterios de admisibilidad no deben ser excesivamente formalistas.

"La mayoría de la Sala estima que el examen de admisibilidad del recurso de casación no puede ser hecho con un
criterio excesivamente formalista, porque ello podría constituirse en una fórmula para denegar justicia. Además, es
indispensable en nuestro país armonizar el sistema de casación adoptado en el Código Procesal Penal con los principios
constitucionales costarricenses y la Convención Americana de Derechos Humanos, así como también dar cumplimiento a
la jurisprudencia de la Sala Constitucional, en cuanto estimó que "...el recurso de casación satisface los requerimientos de
la Convención, en tanto no se regule, interprete o aplique con rigor formalista, sino que permita con relativa sencillez, al
Tribunal de Casación examinar la validez de la sentencia recurrida, en general, así como el respeto debido a los derechos
fundamentales del imputado en especial los de defensa y al debido proceso (Sala Constitucional, Sentencia N 719 de
16,30 Hrs del 26 de junio de 1990). Porlo anterior, aún cuando la doctrina extranjera acentúe el aspecto formalista del
recurso de casación, en nuestro sistema esa excesiva formalidad debe ceder ante otros fundamentales intereses jurídicos,
como lo son el acceso a la justicia, es decir el que casación conozca de cualquier reclamo que formule quien se sienta
agraviado en sus derechos fundamentales, y por ser el sistema de justicia penal de orden e interés público. Desde luego,
lo anterior no significa desconocer todos los requisitos formales exigidos por la ley, sino interpretar esas normas
restrictivamente".

Sala Tercera V-155-A-91 de las 10,25 hrs del 12 de abril de 1991.

Hay voto salvado del Magistrado Alfonso Chávez Ramírez.

Voto Salvado del Magistrado Alfonso Chávez Ramírez.


"El suscrito Magistrado concuerda con la mayoría de la sala cuanto a que no debe exigirse un riguroso formalismo en la
admisión de los recursos de casación, para concordar nuestra legislación procesal penal con la Convención Americana de
Derechos Humanos, tal y como lo conceptuó la Sala Constitucional en su sentencia N 719 de 16,30 horas del 26 de junio
de 1990.

Pero difiere, respetuosamente, en cuanto a que no se exija ninguna formalidad en las pretensiones de los recurrentes al
interponer el recurso de casación. El artículo 477 del Código de Procedimientos Penales indica, entre otros requisitos, que
debe expresarse cuál es la pretensión, pretensión que a mi juicio, debe ser acorde con el vicio que se acusa, pues para
ello basta consultar los numerales 482 y 483 ibídem, en donde se indica que si se trata de casación por violación de ley
sustantiva, se "casará" la sentencia y la sala resolverá el caso de acuerdo con la ley aplicable y si se trata de violación de
la ley procesal, se anula la resolución impugnada, el debate en que ella se hubiera basado o los actos cumplidos de modo
irregular, remitiéndose el proceso al tribunal competente para nueva sustanciación. En el presente caso, pese a que se
interpone el recurso por la forma, se solicita "se case la sentencia y en su lugar dictar un nuevo fallo", pretensiones
propias del recurso por el fondo, por lo que considero debe declararse inadmisible el mencionado recurso".

50).- Recurso de casación. Presentado después de la hora de cierre del despacho.

"1.- El defensor del imputado interpone recurso de revocatoria contra la resolución V-282-A de las once horas cuarenta y
cinco minutos del 5 de julio del año en curso, mediante la cual esta Sala declara inadmisible el recurso de casación
planteado por él en la presente causa. Dicha resolución señala, en su único considerando que: "en la constancia de folio
417 vuelto se indica que la lectura integral de la sentencia se realizó el día 24 de abril del ano en curso y, según la nota
de recibido del folio 426 vuelto, el recurso en examen fue interpuesto ante el Tribunal que dictó la resolución impugnada a
las 16 horas y treinta y cinco minutos del día 16 de mayo siguiente. Estima esta sala que el recurso fue interpuesto
extemporáneamente, toda vez que fue entregado ante el a-quo cinco minutis después del instante en que debe cerrarse
el despacho de dicho Tribunal y 15 días hábiles después de que aquella fue notificada, razón por la cual se impone
declarar la inadmisibilidad del recurso conforme a lo que disponen los artículos 140, 452, 458, 477, 479 del Código de
Procedimientos Penales. Tome nota el a-quo, a fin de que se giren las instrucciones correspondientes para que no se
reciban escritos en horas no oficiales (V.FL.441). Alega la defensa que nuestro Código de Procedimientos Penales señala
que el recurso de casación sería interpuesto ante el Tribunal que dictó la resolución en el término perentorio de 15 días a
partir de su notificación, pero que: "...dicho ordenamiento no hace alusión a la hora o sobre la hora que debe presentarse
pues si el mismo refiere que son 15 días, el mismo debe entenderse como todo el día, sin entrar a considerar a que
vence a las (sic) 4,30 horas del último día hora en que los despachos judiciales generalmente cierran, pero en el caso de
marras, dicho recurso fue interpuesto dentro del plazo de los quince días, y se presentó a una hora en que el despacho
judicial o Tribunal Superior..., estaba laborando digo laborando pues sus puertas o ventanas estaban debidamente
abiertas, sea que el despacho (sic) aún (sic) no había cerrado, estaba laborando (sic) y por eso inclusive dicho tribunal
tuvo por admitida dicho "recurso" (cfr. fl.442, líneas 15 y 27). El reclamo no es de recibo. En cuanto a la interposición del
recurso de casación, el artículo 477 del Código de Procedimientos Penales establece, inter alia, que éste "...será
interpuesto ante el Tribunal que dictó la resolución, en el plazo de quince días de notificada...", disposición que debe
entenderse en relación a los artículos 140 y 141 del mismo texto legal. El primero de ellos dispone que "los términos
correrán desde que comience el día subsiguiente a aquel en que se efectuó la notificación que deba tenerse en cuenta,
según sean individuales o comunes, y vencerán en el instante que, según la ley, deba cerrarse el despacho del tribunal u
oficina donde haya de efectuarse la diligencia de que se trate; pero serán admisibles y válidas las gestiones o diligencias
que se practiquen a la hora exacta en que se cierren las oficinas judiciales." (la negrilla no es del original), y conforme a
las reglas relativas a la organización de los tribunales (concretamente las referentes a la regulación del horario en que
permanecerán abiertas las oficinas judiciales, cuya determinación es potestad de esta Institución conforme al artículo 4
ibídem) la hora en que debe cerrarse el tribunal a-quo es las dieciseis horas con treinta minutos (según el nuevo horario
de trabajo del Poder Judicial que rige desde el 1 de enero del año en curso, por acuerdo tomado en sesión de Corte
Plena del 23 de agosto de 1990, Artículo VIII). En este caso, el recurso de casación fue interpuesto ante el Tribunal que
dictó la sentencia impugnada el último día del plazo a que se refiere el artículo 477 supracitado, pero cinco minutos
después de la hora en que debía cerrarse el despacho del tribunal donde tendría que efectuarse dicha diligencia, razón
por la cual -en fiel cumplimiento de las disposiciones legales indicadas-, dicho recurso no debió ser recibido a las dieciséis
horas treinta y cinco minutos de ese día, ni por lo tanto, admitido para ante esta Sala por parte del a-quo, a quién ya se
le llamó la atención sobre esta cuestión. Las circunstancias de que las puertas y ventanas del despacho estuvieran
abiertas es irrelevante, incluso que los empleados de esa oficina se encontraran realizando alguna de sus labores después
de las 4:30 p.m. (lo cual, está por demás decirlo, resulta normal y frecuente en los despachos judiciales) y tampoco es
valedero el argumento de que debe revocarse la resolución impugnada porque el recurso de casación interpuesto fue
admitido por el Tribunal a-quo, pues -conforme al artículo 479 del Código de Procedimientos Penales-, en cuanto al
trámite del recurso de casación ante esta sala es de aplicación del artículo 458 párrafo segundo ibídem, el cual dispone
que "si el recurso hubiera sido concedido erróneamente, el Tribunal de Alzada deberá declararlo así, sin pronunciarse
sobre el fondo". Por eso, cuando esta Sala recibe el recurso debe controlar que éste cumpla con los requisitos de
admisibilidad que exige la ley y cuando sea el caso como sucedió en el presente- resolver antes de conceder audiencia
para oír pretensiones que el recurso es inadmisible, procediendo entonces contra esta resolución recurso de revocatoria
(ya que se habría resuelto el asunto sin sustanciación (artículo 460 ibídem). Además, debe señalarse que incluso -llegado
el caso- esa facultad de declarar inadmisible el recurso no caduca por el hecho de que inicialmente esta sala lo haya
estimado admisible, por lo que aún cuando se haya concedido la audiencia para informar pretensiones, puede la Sala
resolver que el recurso no cumple con los requisitos de admisibilidad, sin entrar a analizar el fondo del recurso (siendo
entonces que no cabría recurso alguno contra la resolución que declare inadmisible el recurso cuando ya se ha concedido
la audiencia antes mencionada, puesto que habría sido dada con sustanciación (artículo 460 ibídem). Sobre esta última
cuestión puede consultarse la siguiente doctrina: RUA; Fernando De La: El Recurso de Casación en el Derecho Positivo
Argentino, Buenos Aires, Víctor P. de Zavalía Editor, 1968, pág. 232, Nuñez, Ricardo: Código Procesal Penal de la
Provincia de Córdoba, Buenos Aires, Marcos Lerner Editora Córdoba, segunda edición actualizada, 1986, págs. 449 y 450,
y; VESCOVI, Enrique: Los recursos Judiciales y demás medios Impugnativos en Iberoamérica, Buenos Aires, Ediciones
Depalma, 1988, págs. 285a 287). Consecuentemente se declara sin lugar el recurso de revocatoria interpuesto".

Sala Tercera # V-360-A de las 9,20 hrs del 30 de agosto de 1991.

51).- Lectura de Sentencia. Constancias Contradictorias. Necesaria investigación disciplinaria y judicial

"En el segundo motivo de su recurso por la forma, el impugnante acusa la violación del artículo 396 del Código de
Procedimientos Penales, alegando que el Tribunal de Mérito no se constituyó en la sala de debates para hacer la lectura
integral de la sentencia el día y hora señalados para tal acto (a saber, las 16,25 horas del 1 de febrero del año en curso,
cfr. constancia del folio 147 vto., líneas 15 a 20), para demostrar lo anterior aporta el primer testimonio del Acta Notarial
según la cual: "... Yo, *** Notario Público de San José, hago constar que al ser las dieciséis horas veinticinco minutos del
día viernes del día viernes primero de febrero del año en curso, me apersono a las oficinas que ocupa el Tribunal
Superior, propiamente sala de debates de dicho tribunal para estar presente a la lectura integral de la sentencia en el
juicio requerido contra el señor *** expediente número *** por el delito de estelionato y en vista de que la sala de debate
se encuentra cerrada y los señores jueces no se encuentran constituidos en dicho recinto, me apersono en las oficinas del
Tribunal Superior ... estando en ella los señores jueces licenciados *** el licenciado *** me indica que la lectura de la
segunda sentencia se lleva a cabo solo si se encuentran presentes el abogado defensor y, o el imputado y siendo que ya
habían transcurrido dos minutos de la hora fijada sin que se presentaran ninguna de las personas indicadas, se procedía a
consignar en el expediente la constancia de que la misma no se había leído y el motivo, y que el día siguiente el
imputado podía obtener una copia de la sentencia. Expido un primer testimonio, lo firmo en San José a las dieciséis horas
y veintiocho minutos del día primero de febrero de mil novecientos noventa y uno.... Lo anterior es copia fiel y exacta de
la escritura número diecisiete, visible al folio catorce frente del tomo uno del protocolo de la suscrita. Confrontado con su
original, resultó conforme y se expide como primer testimonio en el acto de otorgarse la matriz. "(sic., V. fl. 162).
Resolviendo el fondo de esta cuestión, deben considerarse además dos constancias del expediente. La primera de ellas
visible a folio 154, extendida por el prosecretario de ese tribunal, y que dice: "a las dieciséis horas con veintisiete minutos
del día de hoy, se constituyó el tribunal en la sala de audiencias y se procedió a darle lectura integralmente a la presente
sentencia; no presentándose ninguna de las partes, San José, 1 de febrero de 1991". Y la otra, visible al folio 162 vuelto
y extendida por el juez superior: "en vista del acta notarial aportada por el defensor del imputado y suscrita por la Lic. ...,
me permito hacer constar que no creo conocer la Lic..., dicha, por lo que nunca le dije a ella que el tribunal no se
constituiría a la sala de juicios y que el día de narras no lo recuerdo siquiera, por lo que la conversación que se refiere en
el acta notarial nunca la pude haber sostenido con tal persona; hago la presente aclaración por cuanto en autos se
encuentra la constancia del señor prosecretario sobre lo realmente ocurrido, y si las partes no comparecieron a la lectura
integral de la sentencia, tal circunstancia no obsta para el Tribunal se constituya en la sala a leerla, por lo que una actitud
como la que se pretende hacer valer es de alto riesgo para una sana administración de justicia, y podría tratarse por esa
vía de buscar la nulidad de cualquier sentencia.- San José, a las ocho horas del veinticinco de febrero de 1991.- "(sic). De
los documentos transcritos se observan dos graves contradicciones: una referida a la realización de la lectura integral de
la sentencia y otra en cuanto a la existencia y contenido de la supuesta conversación que sostuvieron la notaria y el juez.
La primera de ellas imposibilita absolutamente a esta sala resolver por el fondo el motivo alegado por el recurrente, toda
vez que la circunstancia de que se realizara o no la lectura integral de la sentencia (de conformidad con el artículo 396 del
Código de Procedimientos Penales) es un punto cuya verificación resulta de vital importancia a efectos de resolver esta
parte del recurso, pues la resolución que recaiga en cuanto a esta cuestión prejudicial -en un sentido o en otro- puede
determinar la configuración del vicio in procedendo alegado o su exclusión. Consecuentemente se ordena que estos
hechos sean investigados por la inspección judicial y el Ministerio Público, a quienes se le remitirán las copias y los
antecedentes necesarios para que procedan como corresponde y de ser procedente, se establezca un proceso penal
sobre la falsedad de las supracitadas constancias extendidas por el prosecretario y el juez superior... o del acta notarial
levantada por la notaria pública..., suspendiéndose la tramitación de este recurso hasta que se resuelva definitivamente
dicho proceso (artículos 8 del Código de Procedimientos Penales, 5 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, 6 del Código
Civil y 41 de la Constitución Política."

Sala Tercera V-369-A-91 de las 10,10 hrs., del 30 de agosto de 1991. Hay voto salvado de los magistrados Ramírez y
Houed.

Voto salvado de los magistrados Ramírez y Houed

"Los suscritos magistrados disentimos con respeto del voto de mayoría con fundamento de las razones siguientes: aunque
reconocemos la potestad de esta sala para ordenar -al ejercer el contralor de casación- el recibo, aún de oficio, de
pruebas que por motivos altamente calificados no se hubiesen allegado a la causa o se hubieren omitido por el Tribunal de
mérito (lo que por si mismo impone en esta vía una seria restricción a esta prueba para mejor resolver) (crf. al respecto
ob. De La Rúa, El recurso de casación en el Derecho Positivo Argentino, Víctor P. de Zavalía, editor, Buenos Aires, 1968;
ps. 126 y 127 en relación con 499, 500 y 501), es lo cierto que en el presente asunto no parece conveniente que la
resolución al recurso formulado por la defensa se deje en suspenso a la espera de lo que pueda indagarse en otros
despachos judiciales, ya sea en vía disciplinaria (Tribunal de Inspección Judicial) e inclusive en otro proceso penal
(Ministerio Público o Juzgados de Instrucción por la eventual falsedad de cualquiera de las actas o constancias a que se
refiere el voto de mayoría). Tal situación viene a establecer una circunstancia de prejudicialidad que afecta la necesaria y
justa celeridad procesal que, aparte de hacer dudosa su procedencia en este particular caso, estimamos no lo amerita. En
efecto, las actas o constancias cuestionadas en la decisión mayoritaria aunque son contrapuestas, pueden ser
interpretadas en relación con otros elementos probatorios para otorgar mayor o menor credibilidad a alguna de ellas y así
llegar a la definición que interesa, ya sea dándole la razón al impugnante que alega la no lectura integral de la sentencia
con base en un acta notarial o concediendo veracidad al acta del prosecretario del despacho donde afirma lo contrario. Lo
anterior sin perjuicio, desde luego, que se ordene el correspondiente testimonio de piezas para que abra causa penal para
averiguar si se cometió ilícito alguno, como también indagar en vía disciplinaria lo ocurrido. En razón de lo expuesto,
consideramos que debe procederse a resolver el recurso de casación de la defensa del modo que corresponda".

52).- Lectura de sentencia en hora no habilitada. Improcedencia de nulidad

"Del estudio de lo actuado por el Tribunal de Juico y que es de interés para resolver este recurso de casación, observa la
sala que el a-quo, al cerrarse el debate a las once horas con treinta minutos del día veinticuatro de enero del año en
curso, señaló las dieciséis horas de ese mismo día para la lectura de la parte dispositiva de la sentencia: (ver acta de
debate al folio 665); y la lectura integral de la sentencia se realizó a las diecisiete horas del 29 de enero (ver constancia
de folio 738 vuelto) sin que conste en el expediente que el a-quo habilitara esta última hora para realizar tal acto, el cual
más bien había sido fijado para "las dieciséis horas del día martes 29 del año en curso" (sic). En vista de lo anterior y de
lo dispuesto por el artículo 140 del Código de Procedimientos Penales (según el cual los términos "vencerán en el instante
que, según la ley, deba cerrarse el despacho del Tribunal u oficina donde haya de efectuarse la diligencia que se trate...",
a saber, las dieciséis horas con treinta minutos, según el nuevo horario de atención al público que rige este año), cabe
estimar que efectivamente la lectura integral de la sentencia se realizó una hora después para la señalada para la
diligencia, pero dentro del plazo de tres días (art. 396 ibídem). Sin embargo, debe tenerse presente que esta Sala ha
estimado con anterioridad que el principio de nulidad por la nulidad misma no es de aceptación, al considerar que la
declaratoria de una nulidad no debe efectuarse si tal declaratoria no envuelve ningún interés procesal (en este sentido
véase las resoluciones N 261-F de las nueve y cincuenta horas del veinte de diciembre de 1985 y V-208-F de las nueve y
cuarenta y cinco horas del 7 de agosto de 1987) y desde esa óptica considera la sala que el reclamo aducido por la
recurrente, en este caso concreto, no es de recibo toda vez que ella en ningún momento acusa -ni esta sala observa- que
con el procedimiento seguido se hubiese causado perjuicio o desventaja alguna al imputado, siendo que la defensora del
imputado, compareció a la lectura integral de la sentencia impugnada (ver constancia de folio 738 vuelto). Por todo lo
expuesto se declara sin lugar el reclamo.

Sala Tercera V-354-F de 11,25 Hrs. del 5 de julio de 1991.


53).- Lectura de sentencia. La falta de firma en ese momento es causal de nulidad.

"En el segundo motivo del recurso se reclama la inobservancia de los artículos 395, 396 y 107 del Código de
Procedimientos Penales, porque la lectura de la sentencia no se efectuó sin que conste la razón para ello, ya que la
secretaría del Tribunal Superior certificó que varios días después de la fecha señalada faltaban las firmas de dos de los
jueces. Si bien es cierto que para la totalidad de los integrantes de esta sala el anular el debate y ordenar su repetición
implica pérdida de tiempo para las partes, los jueces y los testigos, así como atrasos en la administración de justicia y
encarecimiento del servicio, también lo es, para la mayoría de esta sala que la nulidad debe decretarse inevitablemente,
con base en los siguientes razonamientos: una vez declarado cerrado el debate (art. 389 in fine del Código de
Procedimientos Penales) el tribunal, inmediatamente pasa a deliberar en sesión secreta (art. 392 ibídem) y concluida esa
deliberación, debe redactarse y firmarse "inmediatamente" la sentencia (art. 396 ibídem). La excepción a los anteriores
principios la contiene el párrafo 20 del art. últimamente citado, cuando permite diferir la redacción de la sentencia, la cual
deberá redactarse, firmarse y leerse a más tardar dentro de tres días hábiles, contados a partir del momento del cierre del
debate. Queda claro, entonces que el principio es la redacción y firma de la sentencia inmediatamente después de
realizarse la deliberación, con la excepción mencionada. Si ello no ocurre así, lo que se puede haber leído (notificado) es
cualquier documento, pero no una sentencia documento y en esas condiciones no tendría ningún valor esa lectura o
notificación. Refuerza lo anterior que la firma de los jueces es uno de los requisitos de la sentencia (art. 395 inciso 5) del
mismo Código Procesal Penal) y que la sentencia es nula, "si faltare la fecha del acto o la firma de los jueces..." (inciso 6)
del numeral 400 ibídem). No puede darse como válido, entonces, que la firma de los jueces no esté estampada, cuando se
da lectura a la sentencia documento, pues se incumplen los números indicados. Tampoco sería admisible, para efectos de
casación, que la firma se realice antes de que el asunto venga a esta sede, pues la sentencia no se rubricó en el
momento que exige la ley procesal, produciéndose entonces una "falta o defecto de constitución del Tribunal que debe
dictar la resolución de que se trata, lo que viola el principio constitucional del juez natural". (Núñez, Ricardo C; Código
Procesal Penal de la provincia de Córdoba. Ed. Lerner 1978, pág 116). En efecto, el Tribunal estaría desintegrado, pues al
acto tal vez más importante de todo el proceso, la sentencia, no concurrió en pleno y a un acto viciado (lectura de la
"sentencia" que no está firmada por quienes están obligados legalmente a ello), no le puede dar visos de autenticidad la
presencia de los jueces incumplientes. Además de las razones jurídicas expuestas y la jurisprudencia constante al
respecto (véase entre otras, sentencia de esta sala N 173-F de 16,40 Hrs del 25 de setiembre de 1984) existe una razón
lógica: no tiene sentido que si los jueces se presentan a la lectura de la sentencia, no la hayan firmado o no lo hagan en
ese momento. Ello no tiene explicación razonable. En el caso presente, si bien existe una constancia de la secretaría del
Tribunal que el día 28 de febrero de 1990, se leyó la sentencia "en forma total" (folio 150), es lo cierto que a folio 153
también existe una constancia del secretario del Tribunal Superior de... en la que se indica que al inicio de la tarde del 7
de marzo (más de una semana después de la lectura), la sentencia no había sido firmada por dos de los jueces
intervinientes. Acorde con lo expuesto, se declara con lugar el recurso por la forma interpuesto, se anula la sentencia y el
acta de debate que la precede y se ordena el reenvío de la causa al Tribunal de Origen para que se proceda a nueva
sustanciación. Se llama la atención a los jueces omisos, para que en lo sucesivo no incurran en irregularidades como la
presente, por los inconvenientes que eso conlleva.-"

Sala Tercera V-43-F de las 10:00 Hrs. del 25 de enero de 1991. Hay voto salvado de los Magistrados González y Houed.

En el mismo sentido de resolución V-42-F de las 9,55 Hrs. del 25 de enero de 1991

Voto salvado de los magistrados Houed y González.

"Los suscritos Magistrados compartimos con la mayoría todos los razonamientos y conclusiones expuestos en el
Considerando Primero de la resolución anterior, votando también por rechazar el primer motivo del recurso. Disentimos
con respeto en lo que se refiere al Considerando Segundo, al resolverse el segundo motivo del recurso. Creemos que la
desintegración de un órgano jurisdiccional constituye un vicio serio que debe sancionarse con la nulidad de la actuación
del Tribunal incompleto, pero no estimamos que tal cosa ocurra cuando falta la firma de uno de los juzgadores, pero el
juzgador se encuentra presente, al momento de darse lectura a la sentencia. En estos casos la falta de firma, con el Juez
presente, no lesiona derechos fundamentales de las partes, razón por la cual apreciamos esa nulidad como excesiva y
legalista. En el presente caso la propia Secretaría del Tribunal, al folio 150, certifica que la lectura de la sentencia se
efectuó el día y la hora señalados, sea el 28 de febrero de 1990, razón por la cual no estamos en presencia de un fallo
no leído en la hora y fecha señalados, así como tampoco en la actualidad falta la firma de alguno de los jueces. De
acuerdo con la constancia de la Secretaría del Tribunal, el problema surgió porque varios días después de la lectura del
fallo, concretamente el 7 de marzo de 1990, aún los Jueces ... y... no habían firmado la sentencia, lo cual debieron hacer
posteriormente, antes de que el expediente llegara a esta Sala. El vicio, entonces, no consiste ni en falta de lectura del
fallo porque de acuerdo con la Secretaría del Tribunal sí se leyó, ni tampoco en ausencia de firma, porque a este
momento la sentencia se encuentra suscrita por todos los jueces que intervinieron en el juicio y por la Secretaria interina
que los auxilió. Se trata de un problema que debe calificarse exclusivamente como de firma tardía, es decir un asunto en
el cual concluido el debate, los jueces procedieron a votar, a redactar la sentencia y a darle lectura oportuna, pero uno o
alguno de ellos no la habían firmado al momento de la lectura, aunque todos estuvieron presentes en ese acto. Ya esta
Sala en anteriores casos, con base en los artículos 395 y 396 del Código de Procedimientos Penales, ha decretado la
nulidad cuando la lectura de la sentencia no se efectúe en el plazo establecido por la ley, o cuando alguno de los jueces
no concurre a ese acto obligatorio, criterios que los suscritos mantenemos. (Ver sentencia N82-F de las 10,25 Hrs. del 18
de mayo de 1984; y N7-F de 10,00 Hrs. de 8 de enero de 1988, Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia). También
esta misma Sala ha procedido a anular una sentencia en casos como el presente, basada en que al momento de la
lectura de la parte dispositiva de la sentencia o de su contenido integral, faltaba la firma de alguno de los integrantes del
Tribunal, porque el artículo 396 ibídem establece que "la sentencia deberá ser redactada y firmada inmediatamente
después de la deliberación ...", y el 400 inciso 6 estatuye que la sentencia será nula "...si faltare la firma de los jueces…".
(En tal sentido véase, entre muchas otras, sentencia 1 73-F de 16,40 Hrs. del 25 de setiembre de 1984, Sala Tercera).

En realidad los jueces están en el deber de firmar las resoluciones que dicten, en especial deben acatar la obligación
señalada en el inciso 5 del artículo 395 y en la primera parte del artículo 396 citados, procediendo a firmar la sentencia
inmediatamente después de redactada, y como acto previo a la lectura. También es lógico que el artículo 400 citado
señale que la sentencia es nula sin la firma de los jueces, puesto que se trataría de un documento sin uno de sus
requisitos esenciales que le confieren autenticidad, cual es la firma. Sin embargo, los suscritos nos replanteamos el
anterior criterio según el cual, debe decretarse la nulidad cuando falta la firma de uno de los jueces en la sentencia, no
obstante que todos los miembros del Tribunal se presentaron a la sala de audiencias y le dieron lectura integral, y luego
los que no lo habían hecho procedieron a firmarla. Conviene señalar que en este caso no existe ninguna desintegración
del Tribunal, puesto que en pleno concurre a dar lectura a la sentencia; y tampoco existe ningún problema de autenticidad
del fallo, porque la presencia de los jueces al momento en que uno de ellos o el secretario le da lectura, convalida
cualquier duda sobre lo que se resolvió en el caso concreto, rematándose esa confirmación con la firma posterior que el
juez omiso hace, en cuyo caso lo procedente no es decretar la nulidad y someter a las partes a un nuevo juicio sólo por
esa razón, con la consiguiente pérdida de tiempo para ellos, y para los testigos, así como con las otras consecuencias:
atraso en la administración de justicia, y encarecimiento del servicio que debe repetirse, etcétera.

En otros términos, cuando la sentencia es redactada oportunamente, leída en su momento procesal, dentro de los plazos
señalados, con la presencia de todo el Tribunal y el Secretario, el hecho de que falte la firma de alguno de los jueces al
momento de la lectura, no constituye ninguna causal de nulidad sólo por esa razón, siempre que el juez omiso suscriba el
fallo después y haya participado de esa lectura, porque en tales supuestos no existe ningún problema referido a la
autenticidad de la decisión, así como tampoco se afecta la seguridad jurídica y la certeza que las partes deben tener
sobre lo que resolvió el Tribunal, con la condición como se dijo de que el Juez la firme con posterioridad y dentro de un
plazo razonable. En estos casos, en lugar de la sanción procesal y de ordenar repetir el juicio, lo que corresponde es
investigar a los omisos desde el punto de vista disciplinario para determinar si incurrieron en la tardanza por falta que
amerite ser sancionada, o bien se trató de una situación excusable desde el punto de vista laboral. Obsérvese que el
artículo 396 citado obliga a los juzgadores a suscribir la sentencia inmediatamente después de que hubiere sido
redactada, antes de la lectura integral, pero no señala ninguna causal de nulidad por haberlo hecho después; y que el 400
inciso 6 citado lo que sanciona con nulidad es la sentencia a la cual le falte la firma de alguno de los jueces, no a la
sentencia que hubiere sido firmada después de la lectura de las partes, pero a la cual no le falta ninguna firma. Es por
ello que los suscritos, variando en algunos aspectos el criterio anterior y manteniéndolo en otros, nos inclinamos por
rechazar el recurso en sus dos motivos al no vislumbrar ninguna casual de nulidad en el presente caso.-"

54).-Reposición de expedientes. Necesario respeto a las garantías constitucionales.

"Efectivamente, al parecer el original del expediente fue sustraído porque el Tribunal en la sentencia así lo reconoce, no
obstante no existe ninguna resolución que ordene la reposición en los términos que señalan los artículos 114 y 115 del
Código de Procedimientos Penales. Agrega el Tribunal en la sentencia que "...la reconstrucción del expediente no significa
la repetición de los procedimientos practicados conforme a las normas que los rigen, sino reponer físicamente el
expediente dentro de las posibilidades del despacho...". Tal apreciación contraviene las reglas constitucionales del debido
proceso, así como los presupuestos señalados por el Código de Procedimientos Penales para la reposición de
expedientes en sede penal. En efecto, de acuerdo con los artículos 114 y 115 ibídem, existen tres formas para reponer los
expedientes que por cualquier motivo se hubieren perdido, destruido o sustraído. En primer término se señala como medio
de reposición la copia auténtica de las resoluciones y actuaciones de interés, la cual deberá agregarse al expediente
nuevo (artículo 114). En segundo lugar, a falta de la copia auténtica, el Tribunal ordenará que se rehagan dichas
actuaciones procesales, para lo cual recibirá todas las pruebas necesarias que demuestren su preexistencia y contenido
(primera parte del artículo 115). Y, en tercer lugar, si tampoco fuere posible establecer su preexistencia, el Tribunal debe
renovar la actuación, es decir repetir el acto procesal (segunda parte del artículo 114). Como puede apreciarse, los tres
supuestos exigen en primer término que el Tribunal ordene por auto fundado la respectiva reposición del expediente, luego
de comprobar la definitiva desaparición del original, cosa que no se hizo en este asunto. En segundo lugar, ninguno de los
tres supuestos liberan al tribunal de reponer la pieza o actuación procesal de interés, como lo entiende el Tribunal
Superior de..., pues de quedar librada la reposición a las "posibilidades del Despacho" se violentarían las reglas del
debido proceso. Es por lo anterior que la defensa lleva razón al afirmar que en este asunto no sólo no existen algunas
piezas vitales como lo son el respectivo requerimiento fiscal de instrucción, pieza que es vital en un sistema que se rige
por el monopolio del ejercicio de la acción penal en manos del Ministerio Público, sino también porque tampoco consta
que se hubiere intimado adecuadamente el hecho al imputado, lo que también es vital según el principio constitucional de
defensa. Es conveniente agregar que la preexistencia de esas actuaciones procesales no logra establecerse con la
aparición de una copia del procesamiento, así como tampoco sería suficiente establecer con una copia de una sentencia la
preexistencia de un proceso tramitado conforme a las reglas legales y constitucionales, pues ello liberaría al Tribunal de la
reposición y admitiría la especulación sobre garantías constitucionales básicas, con serio peligro para los derechos de los
ciudadanos sometidos al sistema de administración de justicia. Por todo lo expuesto, procede acoger el reclamo de la
defensa, declarar con lugar el recurso y anular la sentencia, así como el debate, con el fin de que se proceda a la
reposición de la causa conforme a las reglas constitucionales y legales que nos rigen.-"

Sala Tercera V-126-F de las 8,30 Hrs. del 2 de abril de 1991.

55).- Alcances del concepto "interesado" en el proceso penal.

"Alega la violación del artículo 502 del Código Procesal Penal por cuanto estima que el juez de mérito le rechazó su
incidencia interpretando equivocadamente el término "interesado" que exige ese artículo para poder figurar como actor de
un incidente de ejecución, al estimar que solamente son interesados los imputados, el actor civil y el demandado civil, y no
una tercera persona que, como en el caso de la impugnante, se considera la legítima poseedora de unos semovientes que
habían sido decomisados por las respectivas autoridades, en la causa por receptación que se siguió contra las personas
anteriormente citadas. Igualmente estima la recurrente que al omitir el juez a-quo pronunciamiento sobre el fondo de su
reclamo, violó los artículos 27 y 41 de la Constitución Política por negársele el derecho de obtener una pronta resolución
sobre una petición concreta, sin ser cierto que carece de interés legítimo para hacer la referida gestión, como también
quebrantó los artículos 398, 503 y 536 del Código de la materia, por cuanto debió dársele el curso de ley al incidente
formulado y disponer la entrega de los semovientes que reclama, pues sí hubo sentencia absolutoria, la restitución de los
bienes decomisados deben hacerse a quien corresponda.

Efectivamente le asiste razón a la impugnante en cuanto estima que no debió rechazarse el incidente que presentó para
que le entregaran los semovientes que considera le pertenecen, con el argumento de que no está legitimada para
intervenir por no ser interesada a los efectos que señala el artículo 502 del Código Procesal Penal, pues como ya lo
advirtió esta Sala al resolver el respectivo recurso de queja, el requisito del interés (tanto subjetivo como objetivo) se
extrae también de otras normas procesales (por ej. los arts. 536 y 537 entre otros) en cuanto se refieren a agravios
ocasionados a personas diferentes de las sometidas a la relación procesal, que no necesariamente hayan sido sujetos o
partes en una causa penal. Ante tales circunstancias, el presente caso -sin que se reconozca que tenga o no razón la
impugnante en su petición- constituye un ejemplo de ese interés, ya que si se decomisaron semovientes que pertenecían a
terceras personas ajenas a los sujetos que fueron sometidos a la causa penal, efectivamente pueden reclamar lo que
estiman les pertenece. Lo anterior no implica en modo alguno -según se dijo- que se le esté otorgando la razón a la
recurrente en su gestión de fondo, pues ello deberá resolverlo el juzgador de mérito al decidir la incidencia planteada, sino
que el motivo formal que se dio para rechazarla no es admisible. Por tanto, se declara con lugar el recurso por la forma.
Se anula la resolución y se ordena el reenvío de la causa al juzgado de origen para que se proceda por parte del a-quo a
tramitar y resolver el incidente de ejecución sobre el fondo de los argumentos formulados.-"

Sala Tercera. V-138-F de las 9,30 Hrs. del 12 de abril de 1991. Hay voto salvado del Magistrado Rodrigo Castro.

56).- Acta de debate. Omisión de firma no produce nulidad.

"Si bien efectivamente el acta de debate no fue suscrita en su oportunidad por el Juez Penal de..., como le correspondía,
dicha omisión no acarrea la sanción de nulidad que se pretende. Al respecto esta Sala se ha pronunciado en el sentido,
de que "la irregularidad que se critica si bien existió, en nada afectó la defensa del imputado, pues del escrito del recurso
no se desprende ninguna defensa que se deba demostrar con las actas del debate. Por otra parte, el debate existió y
consiguió sus fines con respecto a todos los intervinientes. Sobre el caso que nos ocupa, los autores argentinos Vásquez
Iruzubieta y Castro en su obra Procedimiento Penal Mixto, Tomo III, página 115, cuando comentan el artículo 363 del
Código Penal de la Provincia de La Pampa, el cual es concordante con el 407 de Córdoba, Argentina y con el 390 del
Código de nuestro país, expresan: "La falta de acta, o la insuficiencia de alguna de las enunciaciones que debe contener
según los siete incisos de este artículo, como contenido mínimo y sin perjuicio de otras especificaciones que puedan
agregarse en ella, puede ser causa de nulidad relativa o de nulidad absoluta. Será relativa la nulidad toda vez que la falta
o insuficiencia de enunciaciones (falta de acta o acta incompleta), que son los dos supuestos a que hace referencia la ley
no sea un hecho convalidado voluntariamente por las partes, y en tal caso la nulidad lo sería del acta pero no del debate.
Será absoluta la nulidad toda vez que la falta o insuficiencia de enunciaciones conculque un derecho sustancial de las
partes", (V-31 2-F de las diez horas del treinta de octubre de mil novecientos ochenta y siete). De lo expuesto se
concluye, que en el presente caso no se ha causado indefensión al encartado, por lo que se declara sin lugar este
extremo del recurso. Se comunicará lo ocurrido en relación con la firma tardía del acta de debate al Tribunal de la
Inspección Judicial, para lo que estime pertinente."

Sala Tercera V-209-F de las 10 Hrs. del 10 de mayo de 1991.

57).- Acción civil resarcitoria. Reclamo por daño moral no exige previa declaratoria de herederos.

"En el segundo motivo de su recurso por el fondo, la parte demandada civil reclama errónea aplicación del artículo 125 del
Código Penal de 1941. Se aduce que la sentencia impugnada dispuso el pago de una suma de dinero -por concepto de
daño moral- a favor del señor..., por la sola circunstancia de ser éste el padre del occiso..., sin exigírsele a aquél que
demostrara si había sido declarado heredero de su hijo y sin determinarse cuál era su cuota hereditaria, para concederle
entonces una indemnización proporcional. El reproche es improcedente. En efecto, el artículo 125 del Código Penal de
1941 se limita a señalar en qué consiste la reparación del daño moral, el modo cómo debe fijarse, y las circunstancias que
han de tomarse en cuenta para ello. En modo alguno indica esa norma que dicha reparación sólo pueda acordarse a favor
de quien ya ha sido declarado heredero de la víctima y en los límites de su cuota hereditaria. No existe, pues, el vicio o
quebranto que se alega. Por lo tanto, el motivo debe ser declarado sin lugar.

V.- En el tercer motivo de su recurso por el fondo, la parte demandada civil alega errónea aplicación del artículo 103,
inciso 2, del Código Penal vigente. Se aduce, al respecto, que el a-quo incurrió en ese vicio al acoger la indemnización
por daño moral a favor deun tercero, el cual sólo podría haber sido tenido como parte si hubiera demostrado su calidad de
heredero, situación que no se produjo en el proceso. El reproche carece de razón. El actor civil, señor..., se apersonó
solicitando para sí una indemnización ante la pérdida de su hijo a consecuencia del delito. El reclamo formulado, pues, no
se refiere a sus derechos hereditarios. Por el contrario, su demanda pretende cobrar daños y perjuicios propios, que le
fueron ocasionados directamente por el hecho delictivo, de modo que no existen razones para reducir aquella pretensión a
los límites de su cuota hereditaria, ni a su posible derecho a heredar. (Así lo resolvió expresamente esta Sala en el voto
148-F de 16,10 horas del 17 de junio de 1987). En consecuencia, para formular dicha acción civil no se requería por
ningún motivo que el actor acreditara haber sido declarado heredero del ofendido. Este requisito sólo es necesario en los
casos del artículo 129 del Código Penal de 1941, pero no para formular la acción, sino para obtener el derecho de ser
indemnizado en sentencia. En el presente asunto, sin embargo, como lo que se ordenó en el fallo fue únicamente la
reparación del daño moral sufrido por el accionante, aspecto que no guarda relación alguna con lo regulado por el artículo
129 de cita, no se requería tampoco para la procedencia de ese rubro que aquel acreditara haber sido declarado heredero
de la víctima. (Cfr. con lo resuelto por esta Sala en voto 120-F, de las 8,45 horas del 5 de abril de 1991). De acuerdo con
lo expuesto, el motivo que nos ocupa debe ser declarado sin lugar."

Sala Tercera V-399-F de las 9,20 Hrs. del 31 de julio de 1991.

58).- Acción Civil Resarcitoria. Requisitos para la condena en abstracto.

"…el recurrente ... también impugna el fallo porque contiene una condena civil en abstracto, contraviniéndose reiterada
jurisprudencia incluso de esta Sala que no la ha admitido. Ello es cierto, sin embargo los suscritos se replantean ahora
esos criterios jurisprudenciales, sobre todo luego de la promulgación de un nuevo Código de Procedimientos Civiles, que
en forma expresa establece un procedimiento especial para "...cuando en la sentencia se condene en abstracto a pagar
daños y perjuicios ..." (art. 693 del Código Procesal Civil), haciendo una referencia que el anterior no hacía. Para ello
conviene sintetizar la evolución que sobre este tema se dio en la jurisprudencia costarricense, pues antes de la vigencia
del Código de Procedimientos Penales de 1973, la condena civil en abstracto en sede penal era prácticamente automática,
sólo bastaba la condena por el delito para que además se impusiera la condena civil, sin que la parte interesada se
hubiere constituido en accionante. El Código Procesal Penal vigente hizo surgir una polémica respecto de la procedencia
de la condena civil en abstracto ante los Tribunales penales, la cual culminó en favor de la tesis que la estimó
improcedente. Cabe recordar que casi todos los tribunales de instancia eran del criterio favorable a la condena en
abstracto. Para cuando el problema llegó a la casación, la entonces Sala Segunda Penal de la Corte Suprema de Justicia
estimó procedente la condena civil en abstracto (véanse Res. N 48-F de 14,30 hrs. de 7 de setiembre de 1978; y N 5-F
de 15,00 hrs. del l de marzo de 1979, ambas de la Sala Segunda Penal).

Esta posición fue combatida por la Sala Primera Penal, que consideró indispensable que en la sentencia penal se fijaran
en forma concreta los montos de las partidas por daños y perjuicios, deber que hizo desprender de los artículos 393 y 399
del Código de Procedimientos Penales (Res. de 16,00 hrs. del 4 de mayo de 1978, Sala Primera Penal de la Corte
Suprema de Justicia). Para entonces, la denominada Sala de Casación de la Corte Suprema de Justicia, hoy Sala
Primera, resolvió un conflicto de competencia suscitado entre un Juez Civil y un Juez Penal a consecuencia de la
ejecución civil de una sentencia penal, y se inclinó también por la improcedencia de la condena civil en abstracto en sede
penal. En esa oportunidad dicha Sala interpretó el artículo 524 del Código de Procedimientos Penales, indicando que la
remisión que se hace al Juez Civil en esa norma lo es sólo para la fase de apremio, pero nunca para que fije el monto de
los daños y perjuicios (Sala de Casación, res. 227 de 16,00 hrs. del 19 de diciembre de 1979). Para esa época funcionaba
también la Sala Superior de la Corte Suprema de Justicia, que se integraba con los Magistrados de las dos Salas Penales
más el Presidente de la Corte, para cuando existiere jurisprudencia contradictoria entre las salas penales. La Sala
Superior entró a conocer de las decisiones opuestas y acogió naturalmente la tesis de la Sala Primera Penal, pues en ese
entonces el Presidente de la Corte era también el Presidente de la Sala de Casación, la cual antes se había pronunciado
en favor de esa tesis (Res. N 11 de 10,00 hrs. del 4 de julio de 1980 de la Sala Superior de la Corte Suprema de Justicia.
Dicha Sala ratificó ese criterio en sus resoluciones posteriores Número 12, 13, 14, 16, 17 y 18 de ese mismo año). Estimó
la Sala Superior, en las resoluciones citadas, que el artículo 524 del Código de Procedimientos Penales parte de la base
de una sentencia que fijó el monto concreto a cada una de las partidas de la acción civil resarcitoria, por lo que al remitir
esa norma a los Tribunales Civiles para la ejecución, no se está autorizando trasladar la fijación de las partidas a esta
última autoridad. La Sala agregó que una sentencia penal con una condena civil indeterminada no podría ser recurrida en
casación, porque el artículo 474 del Código de Procedimientos Penales sólo autoriza el recurso -aparte de otros casos-
cuando la sentencia imponga restitución o indemnización por mayor suma de la que ese texto indica; y a su vez, porque el
artículo 475 ibídem también señala ciertos límites en relación con el monto concreto, razones por las cuales rechazó la
condena civil en abstracto. Al suprimirse las Salas Penales de la Corte, y crearse la Sala Tercera como encargada de la
casación penal en 1980, ésta acogió el criterio de la Sala Superior, al indicar que "... no permite nuestra ley procesal la
formulación de una condenatoria en abstracto. La equivocación en que algunas veces se incurre proviene de la mala
interpretación que se da al artículo 524 del Código de Procedimientos Penales. Dicha norma procesal se refiere a la
ejecución civil, y no a lo que debe resolverse en la sentencia, por lo que, si los artículos 393 y 399 obligan a los tribunales
penales a fijar los daños y perjuicios en el propio fallo, es obvio que el art. 524 parte de una sentencia en que se fijó el
monto de la responsabilidad civil..." (Res. N 19-F de 10,35 hrs. de 24 de abril de 1981, Sala Tercera de la Corte Suprema
de Justicia).

En igual sentido, de esta misma Sala Res. 70-F de 16,20 hrs. del 3 de setiembre de 1981; N 10-Fde 10,10 hrs. de 21 de
enero1982; N 83-F de 9,50 hrs. de 30 de julio de 1982; y N 47-F de 10,35 hrs. de 22 de abril de 1983). Desde entonces
se impuso la tesis de la improcedencia de la condena en abstracto. Esta posición ha generado algunas dificultades que
inciden y afectan los derechos patrimoniales de las partes civiles. Entre las consecuencias más relevantes debe
mencionarse la obligación de los jueces penales de remitir a las partes a un juicio civil ordinario para obtener la
indemnización, cuando no se hizo prueba sobre el monto de cada una de las partidas reclamadas, aún cuando el daño
esté demostrado. A tal proceder se llega en los casos en que no está autorizada la fijación prudencial de monto de la
indemnización. En igual sentido se remite a juicio ordinario a la parte civil que acude a la casación penal solicitando la
nulidad de la sentencia en el aspecto civil. El reenvío para una nueva sustanciación del asunto se hace al Juez Civil, para
que éste proceda por medio del juicio ordinario, ya que en materia penal no existe un juicio de reenvío sólo para el
aspecto civil. En esos casos la tramitación de un juicio ordinario demanda esfuerzo, tiempo y dinero para las partes
civiles.

III.- De acuerdo con lo antes expuesto, la jurisprudencia patria no admite la condena civil en abstracto con base en tres
argumentos básicos. Primero porque interpreta que los artículos 393 y 399 del Código de Procedimientos Penales obligan
al juzgador penal a pronunciarse sobre el extremo civil en forma expresa, fijando las partidas correspondientes a la acción
resarcitoria; segundo, porque estiman que el artículo 524 ibídem remite al Juez Civil pero sólo para la fase de apremio de
la ejecución civil, ya que indican que esa norma parte de la base de una sentencia penal que fijó los montos de cada una
de las partidas; y tercero, porque los artículos 474 y 475 ibídem, permiten la interposición del recurso de casación en el
aspecto civil de un fallo penal, partiendo de montos concretos, lo que desautoriza una condena en abstracto. Es
interesante resumir esos argumentos para resaltar que ninguna de las normas en que se apoya el criterio prohíbe de
manera expresa la condena civil en abstracto en sede penal. En efecto, los artículos 393 y 399 del Código Procesal Penal
no señalan que el Tribunal Penal deba fijar el monto de cada una de las partidas de la acción civil resarcitoria, sino que
establecen la obligación del Juez Penal de pronunciarse sobre la indemnización cuando la acción civil hubiere sido
ejercida en el proceso penal. El artículo 399 es el más amplio, y establece que la sentencia penal "...dispondrá también,
cuando la acción civil hubiere sido ejercida, la restitución del objeto material del delito, la indemnización de daños y
perjuicios causados y la forma en que deberán ser atendidas las respectivas obligaciones...". Esa norma no exige
necesariamente una fijación concreta del monto de cada partida reclamada en la acción civil, puesto que se limita a
establecer la obligación del juzgador penal de pronunciarse sobre la acción resarcitoria, estableciendo o denegando la
condena al pago de los daños y perjuicios, pero esa condena puede ser tanto concreta como abstracta, sin que la norma
prohiba o autorice en forma expresa alguna de estas opciones. Ello descarta el argumento básico de quienes han
estimado jurídicamente prohibida la condena civil en abstracto. Además, la legislación penal y civil se inclinan más por la
condena civil en abstracto. En efecto, entendidos en su verdadera dimensión los artículos 393 y 399 citados, se
comprenden los alcances del 524 ibídem. al disponer que "la sentencia que condene a restitución, indemnización o
reparación de daños o al pago de costas, cuando no sea inmediatamente ejecutada o no pueda serlo por simple orden del
tribunal que la dictó, se ejecutará por el interesado ante el Juez Civil que corresponda ycon arreglo al Código Procesal
Civil Es decir, el Código Procesal Penal autoriza en el 524 al Juez Penal para que remita a las partes a la vía civil para la
ejecución de la indemnización de los daños y perjuicios, y establece, además, que esa ejecución se tramitará "...con
arreglo al Código Procesal Civil...", y resulta que éste en forma expresa sí se pronuncia en forma favorable sobre la
condena en abstracto al establecer el procedimiento para ejecutar una sentencia que "...condene en abstracto a pagar
daños y perjuicios...", según lo refiere en el artículo 693.

En otras palabras, tanto el artículo 524 del Código Procesal Penal por un lado, como el artículo 693 del Código Procesal
Civil por el otro, se inclinan por autorizar al Juez Penal para que remita al civil la ejecución del deber de indemnizar los
daños y perjuicios provenientes de delito, con la obligación concomitante para el juez civil de establecer los montos, en el
evento de que la sentencia contenga una condena en abstracto. Esas posibilidades legislativas contrarían la jurisprudencia
de esta Sala en cuanto se ha inclinado por la prohibición de la condena civil en abstracto, razones que nos hacen
replanteamos el criterio, para concluir definitivamente en que tal posibilidad no sólo no está prohibida, sino que además
está autorizada en forma expresa en nuestro ordenamiento, según se indicó. El tercer argumento de la jurisprudencia
anterior tampoco sería razón suficiente para justificar la prohibición de la condena civil en abstracto, porque el artículo 475
del Código Procesal Penal autoriza al actor civil a recurrir en casación dependiendo del monto de su agravio, es decir de
una suma relacionada con sus pretensiones, pero no del monto de las partidas acogidas en sentencia. De tal manera que
el actor civil puede recurrir aún contra una sentencia que contenga una condena civil en abstracto, siempre que el monto
de su agravio supere las sumas fijadas en ese artículo, sin que tal clase de condena impida su recurso sólo por esa razón.
En cuanto al artículo 474 ibídem, una sentencia penal con una condena civil en abstracto tendría que equipararse a un
asunto de cuantía inestimable a ese momento, por lo que siempre se justificaría la entrada del recurso para el condenado.
En todo caso ninguna de estas últimas normas prohíbe la condena civil en abstracto, por lo que no pueden servir de
sustento a la tesis anterior.-

IV.- Las razones jurídicas expuestas nos inducen a aceptar como plenamente válida la condena civil en abstracto en sede
penal. Ahora bien esa clase de condena no puede ser generalizada, al extremo de que se constituya en la regla, como
ocurría antes de la entrada en vigencia del Código Procesal Penal en 1975. En la actualidad deberá constituir una
alternativa excepcional con el cual podrán contar los juzgadores en sede penal, en aquellos casos en los cuales se logró
acreditar la existencia del daño, así como el deber de indemnizar de parte del demandado, y el derecho de recibir la
indemnización de parte del accionante, pero no existen pruebas para acreditar el monto de la indemnización, siempre y
cuando no se autorice hacer la fijación prudencialmente. Es importante resaltar que la condena en abstracto no debe
disponerse en forma automática, sino que requiere de todas y cada una de las condiciones antes apuntadas. La regla la
constituye el deber del juzgador penal de pronunciarse sobre la acción civil resarcitoria, en los casos en que ésta se ha
ejercido, estableciendo los montos concretos de la indemnización, según la obligación que se extrae de los artículos 103
del Código Penal de 1970; 122 del Código Penal de 1941, aún vigente, y 393 y 399 del Código de Procedimientos
Penales. Se trata de un deber que esperamos el juzgador no pretenda eludir, enviando innecesariamente a las partes a
ejecución de sentencia en los casos en que podía establecer los montos de una vez en sede penal. La excepción, para
cuando se den las condiciones apuntadas, deberá ser la remisión a la vía civil pero esas condiciones conviene reiterarías.
En primer término es imprescindible que se haya establecido la obligación del demandado de indemnizar los daños y
perjuicios; segundo, se requiere también que se haya establecido el derecho del accionante, o su representante legal, de
recibir la indemnización; tercero, es necesario que en el proceso penal se haya demostrado la existencia de esos daños y
perjuicios sufridos por parte del damnificado. En cuarto lugar se requiere la ausencia de pruebas que permitan establecer
el monto concreto de la indemnización, y en tal sentido el juzgador penal debe indicar en la sentencia las razones por las
cuales las pruebas evacuadas, en su criterio, son insuficientes para establecer el quántum correspondiente a cada partida,
puesto que de no hacer esa justificación estaría faltando a su deber de pronunciarse en forma expresa. Esta obligación la
resaltan los tribunales y la doctrina italiana, que con normas procesales similares a las nuestras, bajo la vigencia del
Código Procesal Penal de 1930 admitieron por vía excepcional la condena civil genérica o abstracta en sede penal. En tal
sentido apunta Manzini que "...la constitución de parte civil obliga siempre al juez penal, en caso de condena penal, a
estatuir sobre el an debeatur, y lo obliga también, de ordinario, a liquidar los daños en los casos en que reconozca la
responsabilidad civil. Pero, excepcionalmente, si el juez considera que no puede decidir en el estado de los autos sobre
tal liquidación, lo declara así, indicando los motivos y remite las partes ante el juez civil competente... El juez penal, que
tiene obligación de respetar la voluntad de la ley aún cuando falten específicas sanciones procesales ... sólo deberá usar,
por tanto, de la facultad de la ley le consiente cuando haya la real imposibilidad de proceder a la liquidación, evitando que
el juicio separado de liquidación se convierta en regla en lugar de excepción, como lo era bajo el imperio del Código de
1913..." (MANZINI, Vicenzo. Tratado de Derecho Procesal Penal, Ed. Jurídicas Europa-América, Buenos Aires, 1951, PP.
426 y 427; véanse también las observaciones de CALAMANDREI, Piero, La condena "genérica" a los daños, en
"Providencias Cautelares", Edit. Bibliográfica Argentina, 1945, Buenos Aires, PP. 156 y 157; y de CARNELUTTI,
Francesco, Condena genérica al resarcimiento del daño, en "Estudios de Derecho Procesal", EJEA, Buenos Aires, 1952,
tomo II, PP. 333 s.). En consecuencia, sólo ante la falta de elementos probatorios que le permitan establecer ese quántum
podrá el juzgador penal remitir a la vía civil a las partes a efecto de que se fijen los montos. Por último, el quinto
presupuesto que requiere la condena civil en abstracto en sede penal, y no menos importante que los anteriores, es que
en el caso no se autorice jurídicamente la estimación prudencial del monto de la indemnización, porque de autorizarse el
juez debe fijar el quántum en lugar de remitir a las partes a la vía civil. En otras palabras, en todos aquellos casos en que
la ley autoriza al juez a fijar el monto de la indemnización en forma prudencial, el juez penal no puede eludir su deber, por
lo que no puede remitir a las partes a la vía civil para el establecimiento de los montos. Nuestra legislación prevé cinco
casos en los cuales se autoriza la fijación prudencial del monto de la indemnización por parte del juzgador penal, según
las regulaciones contenidas en los artículos 123, 124, 125,126 y 129 del Código Penal de 1941 y que están vigentes,
según la ley número 4891 del 8 de noviembre de 1971. Esa fijación prudencial debe hacerse siempre que se cumplan los
presupuestos que cada una de esas normas contiene, en especial que no sea posible establecer el quántum por medio de
un perito idóneo. Lo importante a destacar es que si el juez está autorizado para hacer la fijación prudencialmente y se
dan las condiciones que la ley establece para hacerlo, no puede condenar en abstracto al pago de daños y perjuicios, sino
que debe establecer los montos ejerciendo ese poder discrecional que la propia ley le otorga. Sobre este aspecto la
doctrina argentina es casi unánime al negar la posibilidad de condenar en forma genérica o abstracta al pago de los
daños y perjuicios en sede penal, y se inclinan esos autores porque el juzgador penal debe fijar prudencialmente el monto
del daño moral y del daño material, cuando no se tienen bases probatorias para establecer el quántum, con base en el
principio del interés (en tal sentido, véanse VELEZ MARICONDE, Alfredo, Acción civil resarcitoria. Córdoba, 1965, pp.84 y
85; NUÑEZ, Ricardo, La acción civil para la reparación de los perjuicios en el proceso penal, Editorial Bibliográfica
Argentina, Buenos Aires, 1948, p. 208; y CREUS, Carlos, La acción resarcitoria en el proceso penal, Edi. Rubinzal y
Culzoni, Santa Fé, p. 217 ss.). Sin embargo conviene precisar que esa posición doctrinal tiene un claro sustento en el
inciso 1 del artículo 29 del Código Penal argentino que literalmente dispone que la sentencia condenatoria podrá ordenar
"1. La indemnización del daño material y moral causado a la víctima, a su familia o a un tercero, fijándose el monto
prudencialmente por el juez en defecto de plena prueba...", norma que no encontramos, al menos con la misma amplitud,
en el ordenamiento costarricense, salvo los cinco casos antes citados y contenidos en el Código Penal de 1941 (arts. 123,
124, 125, 126 y 129). Por lo expuesto el criterio argentino no resulta aplicable en toda su extensión en nuestro país, por
diferir en este sentido las legislaciones, salvo en cuanto se logra extraer de la doctrina citada que el juzgador penal no
debe remitir a las partes a la vía civil para establecer el monto de la indemnización, cuando está autorizado a fijar ese
monto prudencialmente, en aquellos casos en que carezca de prueba sobre ese extremo. Por todo lo expuesto, en el caso
de autos procede declarar sin lugar el segundo motivo del recurso de casación, pero debe corregirse el error de derecho
en la fundamentación de la sentencia, conforme lo autoriza el artículo 484 del Código de Procedimientos Penales, en el
sentido de que la condena abstracta al pago de los daños y perjuicios en el presente caso procede ante la ausencia de
otros elementos probatorios que permitan fijarla en forma concreta, según los anteriores razonamientos, y no por las
razones que el juzgador expresó en la sentencia."

Sala Tercera V-165-F de las 9 Hrs. del 26 de abril de 1991.

59).- Acción Civil Resarcitoria. Oportunidad para concretar pretensiones.

"En consecuencia, pese a que la parte actora civil debe concretar su pretensión hasta el final del debate, durante las
conclusiones, nada impide que la haga antes, en el escrito de constitución como ocurrió en el presente caso, circunstancia
que no puede traducirse en un vicio procesal pues ello confiere mayores posibilidades a la parte contraria para preparar
su defensa."
Sala Tercera V-1 65-F de las 9 hrs. del 26 de abril de 1991.

60).- Prejudicialidad. El trámite de levantamiento de inmunidad no constituye cuestión prejudicial.

"El artículo 83, párrafo segundo del Código Penal establece que "Se suspenderá la prescripción en el caso de que surja
en el proceso una cuestión prejudicial y mientras esta no se defina" y la cuestión que plantea el recurrente ya fue
anteriormente debatida con amplitud por esta Sala, y por mayoría, con base en las razones ya expuestas en resolución N
34-F de las diez horas y cuarenta minutos del veintiséis de enero de mis novecientos noventa, a las cuales nos remitimos,
se concluyó en que toda la actividad dirigida al desafuero ante la Asamblea Legislativa no constituyen actos prejudiciales y
consecuentemente no tienen la virtud de suspender los plazos de prescripción de la acción penal (en este mismo sentido,
véase la resolución V-l 72-F de las nueve horas y cinco minutos del veintidós de junio de mil novecientos noventa)."

Sala Tercera. V-93-F de las 11 Hrs. del 27 de marzo de 1991.

Hay voto salvado de los Magistrados Jesús Ramírez y Rodrigo Castro.

61).- Pena. Nulidad parcial de fallo por falta de fundamentación en ese extremo.

"En la sentencia, en el aparte destinado a la sanción a imponer, únicamente se indica que: "La pena en especie es prisión
de ocho a quince años, de acuerdo con el artículo 111 del Código Penal. Por lo indicado tomando en consideración las
circunstancias de hecho y de derecho y lo indicado en el artículo 71 del Código Penal se le impone como pena al
condenado DIEZ AÑOS DE PRISION," (ver folios 117 vuelto líneas 27 y siguientes y 118 frente, líneas 1 y 2). De
conformidad con lo expeuesto para los efectos legales, no queda claramente establecida la motivación de los juzgadores
al imponer la pena, ya que la misma no fue plasmada en el fallo, quedando más bien en su conciencia; la mera referencia
al numeral 71 del Código Penal, no supera la exigencia ya que se debe puntualizar cuáles son las circunstancias de hecho
y de derecho en que se sustenta la decisión. Si bien el impugnante pretende que se anule el fallo en su totalidad, al
respecto ya se ha pronunciado la Sala al a indicar que "Lo anterior no quiere decir, sin embargo, que debe anularse la
sentencia en su totalidad como se pretende, pues..., el vicio no afecta en nada lo referido a la existencia del hecho y la
participación del imputado en él, sino que debe procederse a la anulación parcial del fallo que permite el artículo 483 del
Código de la materia y que en el caso de falta de fundamentación en la fijación de la pena, la doctrina procesal penal
más autorizada, reconoce sin ningún cuestionamiento (cfr. al respecto, Obra de De la Rúa, F, El Recurso de Casación en
el Derecho Positivo Argentino, Víctor P. de Zavalía, editor, Buenos Aires, 1968; pág. 164)" (Sala Tercera, V-140-F de las
ocho treinta horas del 19 de abril de 1991). Al haberse vulnerado efectivamente la normativa citada, se declara con lugar
el recurso por la forma, en cuanto a la imposición de la pena se refiere. Se anula parcialmente la sentencia y el respectivo
debate en punto a la pena impuesta a *** por el delito de homicidio simple en perjuicio de Valentín Mora Mora. Se ordena
el reenvío de la causa ante el Tribunal sentenciador, para que éste tomando en consideración las circunstancias del
hecho ya determinadas en el fallo, así como los elementos contemplados en el artículo 71 y siguientes del Código Penal,
se pronuncie sobre la pena aplicable al caso de marras, sin que pueda exceder la misma de la inicialmente impuesta, en
este caso diez años de prisión (artículo 459 del Código Procesal Penal)."

Sala Tercera V-189-F de las 8:20 Hrs. del 10 de mayo de 1991.

62).- Prueba. Declaración ante notario sin advertencias de ley por parentesco.

"En efecto, consta que el a-quo tuvo por acreditado que la menor *** informó a la ofendida que la autora de la carta
agraviante había sido su tía, la señora *** y que así compareció a manifestarlo ante la Notaría del Licenciado *** (ver f. 36
vto., líneas 25 y sgtes.) Posteriormente, en el debate, observándose que la referida menor es sobrina de la querellada, el
Juez le hizo las advertencias que señala el artículo 228 del Código Procesal Penal (Facultad de abstención entre
parientes) y ésta, en un primer momento, manifestó no querer declarar acogiéndose a ese derecho, aunque una vez
avanzado el juicio oral decidió declarar atribuyéndose la confección de la carta ofensiva por motivos personales en contra
de su tía. Sin embargo, como puede apreciarse en la sentencia impugnada, el a-quo no dio credibilidad a lo manifestado
oralmente por la menor citada, sino que partió de su declaración escrita (visible al folio 9 fte. e incorporada por lectura al
debate) para justificar esencialmente su decisión aunque cita otros elementos probatorios. Lo anterior es del todo
improcedente, pues resulta obvio que la declaración rendida ante el Notario Público *** no fue vertida conforme a
derecho, pues siendo su finalidad utilizarla con efectos penales, no consta que se le hubiesen hecho las advertencias de
ley (y aún constitucionales, según el artículo 36 de la Carta Magna) para que pudiese servir como prueba idónea y
legítima (ya sea que se considere prueba documental o prueba testimonial) dentro del proceso penal correspondiente. Por
las razones anteriores es de rigor acoger el reclamo por la forma y anular la sentencia y el respectivo debate".

Sala Tercera V-254-F de las 10:05 Hrs. del 7 de junio de 1991.

63).- Incidente de nulidad. Exclusión del Estado como actor civil sin notificaciones correspondientes.

"Respecto del incidente de Nulidad absoluta contra la sentencia aquí impugnada que formula el Procurador Penal en su
escrito visible a folios 295 y siguientes, por haberse declarado el desistimiento de la acción civil resarcitoria interpuesta por
la Procuraduría en representación del Estado, la mayoría de esta Sala con los votos disidentes de los Magistrados
González y Ramírez, quienes por diferentes razones que luego se hacen constar lo declara sin lugar con fundamento en
las siguientes consideraciones: Es cierto que en el presente asunto se aprecian serios defectos procesales en lo que se
refiere a la tramitación de la acción civil interpuesta por la Procuraduría General de la República. Más grave es aún que el
tribunal de juicio de la Provincia de *** hubiese declarado el desistimiento de dicha acción sin haberle notificado a aquélla
siquiera la Citación a juicio (ver f. 251 vto.) como tampoco las posteriores resoluciones. Inclusive es discutible que
tratándose del delito de Peculado (que se refiere a la sustracción o distracción de dinero o bienes por parte de
funcionarios públicos -art. 352 del Código Penal-) sea necesaria la interposición de una acción civil para recuperar los
fondos públicos sustraídos, pues podría entenderse también como la restitución del objeto material que puede ordenarse
aunque tal acción no hubiere sido intentada -conforme lo dispone el artículo 399 del Código de Procedimientos Penales en
su párrafo final-. Sin embargo, y pese a lo anterior, resulta indudable que la Procudaduría, no obstante haber sido
debidamente notificada del auto de las quince horas y diez minutos del ocho de marzo del año próximo pasado (ver f. 249
fte.) que generó el error de rechazar por extemporánea una acción ya admitida, no gestionó de modo oportuno su
subsanación para evitar las consecuencias posteriores. No es sino hasta ahora, por medio de un incidente presentado
fuera de plazo alguno, incluyendo el que correspondería para el respectivo recurso de casación, que se advierte la
irregularidad señalada haciéndose imposible el saneamiento del vicio sin perjudicar las garantías de la sentenciada ***. En
efecto, únicamente su defensor recurrió ante esta Sala y aunque las nulidades absolutas son declarables de oficio en
cualquier estado del proceso, es requisito indispensable que se haya abierto la correspondiente vía mediante el respectivo
recurso de casación, desde luego con relación a quien lo interpone, y no con relación a la otra parte o sujeto contrario que
omitió ejercer oportunamente su impugnación. Interpretar esto último en sentido opuesto sería desfavorecer notablemente
a quien ejerció el derecho impugnaticio, pues en cualquier momento anterior a que se resuelva su recurso ante esta Sala
y ante su solo pedido, mediante un incidente similar al que aquí se discute, cualquier otro sujeto podría demandar la
nulidad de la sentencia del a-quo. Nótese que no se trata siquiera del instrumento de Adhesión que permite nuestra
legislación procesal en su artículo 453 del Código de la materia. Pues bien, sino se abrió la vía de la casación como
corresponde, no puede esta Sala -por carecer de competencia- pronunciarse respecto de un incidente que pretende
establecer una responsabilidad resarcitoria de la sentenciada, en cuyo favor fue presentado el único recurso que autoriza
el conocimiento de la causa. (Cfr. respecto de las nulidades absolutas y su declaración de oficio siempre que se haya
abierto la vía de la Casación, obra de De la Rúa, F; El recurso de casación en el Derecho Positivo Argentino; Víctor P. de
Zavalía, editor; Buenos Aires, 1968, PS. 132, 133 y último párrafo de la 241). Por todo lo expuesto, los suscritos declaran
sin lugar el incidente de nulidad presentado."

Sala Tercera. V-265-F de las 8,57 Hrs. del 14 de junio de 1991.

Hay voto salvado de los Magistrados Daniel González y Jesús Ramírez.

Voto salvado del Magistrado González

"El suscrito comparte plenamente el criterio de la mayoría de la Sala expuesto en el Considerando Primero de la
resolución, en cuanto rechazan el recurso por el fondo interpuesto por el defensor de la imputada. Sin embargo
respetuosamente se permite disentir de lo señalado en el Considerando Segundo, al rechazar la incidencia de nulidad
incoada por la Procuraduría General de la República, con base en las siguientes razones:

1.- En el presente caso la mayoría reconoce serios errores procesales atribuidos a los tribunales de justicia, en perjuicio
del Estado como parte civil representada por la Procuraduría General de la República, sin embargo no decretan la nulidad
por atribuirle inoperancia a la parte interesada. Los errores de los tribunales se evidencian uno tras otro, de la siguiente
manera: a) En primer lugar, el Juzgado Segundo de Instrucción de *** elevó a juicio la presente causa, sin pronunciarse
sobre la acción civil resarcitoria incoada por el Estado cuando el asunto estaba en la etapa de instrucción (ver res. de fl.
197 a 200). Por tal motivo el Tribunal Superior de *** revocó el auto de citación a juicio ydispuso devolver el expediente al
instructor para que enmendara el error (por resolución de fl. 220). b) El Juzgado de Instrucción le da curso a la acción civil
resarcitoria del Estado (fl. 232), y luego de rechazar la oposición del defensor, se tiene por definitivamente constituido
como parte civil al Estado, resolución que incluso es confirmada por el Tribunal Superior (ver resolución de fls. 236 y 248).
c) No obstante lo anterior, por haberse presentado un segundo escrito de acción civil de la Procuraduría General de la
República, el Juzgado de Instrucción decide, luego de tenerlo definitivamente como parte, rechazar el segundo escrito de
apersonamiento de la Procuraduría presentado el 29 de marzo de 1990. ch) El expediente se envía de nuevo al Tribunal
Superior de *** el cual no notifica a la Procuraduría del auto de señalamiento para debate (resolución de fl. 257),
impidiéndole así ejercer sus derechos de parte civil plenamente admitido. d) Finalmente el Tribunal Superior en sentencia
decide declarar desierta la acción civil formulada por el Estado, por no haberse apersonado al Debate. e) Cuando el
representante legal del Estado se entera del asunto, el expediente se encuentra ante esta Sala de Casación en virtud del
recurso formulado por el defensor de la imputada.-

2.- Lo anterior evidencia que el Juzgado de Instrucción de no había atendido la acción civil oportunamente formulada por
el Estado cuando el expediente aún no había sido elevado a juicio, razón por la cual debió el Tribunal Superior
devolvérselo para que corrigiera el error. El juzgado instructor corrige el error, tiene como parte al Estado, rechaza la
oposición de la defensa, resolución que incluso conoce en alzada el Tribunal Superior. Pero luego, el instructor rechaza el
segundo escrito de apersonamiento de la Procuraduría y envía el expediente al Tribunal Superior. Es ahí donde
nuevamente se produce un estado de indefensión total que vulnera las reglas del debido proceso, y el derecho
constitucional de justicia, garantizados en los artículos 39 y 41 de la Carta Política. En efecto, en el Tribunal Superior para
el debate a la parte interesada, ni se le notificó la sentencia, la cual intervino al enterarse del yerro judicial ante esa sede.
Podría afirmarse incluso que el plazo para recurrir ante casación no le ha precluido porque no fue notificada la sentencia
a la Procuraduría General de la República.-

4.- Por todo lo expuesto, aún cuando me pronuncio por rechazar la incidencia, voto por declarar de oficio la nulidad de la
sentencia únicamente en cuanto se tuvo por desistida la acción civil incoada por el representante legal del Estado, y
disponer que las partes recurran a la vía civil ordinaria en demanda de sus derechos.-

Voto salvado del Magistrado Ramfrez

Considerando:

I.- Sustanciado el recurso de casación interpuesto por el licenciado René Reyes Cajina, defensor de la imputada, esto es,
puesta en estado de sentencia la causa, el licenciado Jorge Umaña Rodríguez, Procurador Penal de la República, formula
incidente de nulidad absoluta de actuaciones y de la sentencia recaídas en este proceso, con apoyo -en resumen- en los
siguientes argumentos: a) que por resolución de las 15:10 horas del 8 de junio de 1990, el Juzgado Segundo de ***
rechazó indebidamente la acción civil resarcitoria que presentara, pues con anterioridad el Tribunal Superior de *** en
resolución de las 16:00 horas del 4 de mayo de 1990, había confirmado la apelación interpuesta contra la también
resolución del instructor que tuvo dicha acción como bien constituida; y, b) solicita nulidad absoluta de la sentencia del
Tribunal Superior Penal *** N 238-90 de las 18:20 horas del 18 de octubre de 1990, que declara desierta la acción civil
resarcitoria, por no haber concurrido el petente al respectivo juicio oral y público, pero -agrega- que si no lo hizo fue
porque no se le notificaron las resoluciones de citación a juicio y señalamiento para el debate.

II.- El suscrito Magistrado, una vez hecho el correspondiente estudio de las actuaciones de este proceso, llega a las
siguientes conclusiones, que por su naturaleza considera definitorias: el incidentista como representante de la
Procuraduría General de la República, oportunamente (8 de setiembre de 1989) se constituyó en actor civil (folios 226 a
238). El Juzgado Segundo de Instrucción *** le dio el curso de ley (folio 232). La defensa se opuso a la constitución del
actor civil (folio 234). El expresado Juzgado concluyó en que el libelo de acción civil reunía los requisitos legales y
desestimó "lo que pareciera ser una excepción de falta de derecho" (folio 236). La defensa apeló de esta última decisión y
admitida que fuera, el Superior del instructor mediante resolución N 749-90 de las 16 horas del 4 de mayo de 1990,
dispuso: "POR TANTO: Se confirma la resolución en alzada. Se admite como autor (sic) civil a la Procuraduría General de
la República, en representación del Estado." (folio 248). De toda la actividad procesal descrita, a excepción de la
audiencia por tres días conferida por el indicado Tribunal Superior acerca de la apelación comentada (folio 246), fue
notificada la parte civil, y por lo tanto lo actuado no resulta afectado de vicio procesal alguno.

III.- Contrariamente a como opina el incidentista, su primigenia acción civil resarcitoria -como se verá- en ningún momento
le fue rechazada por el instructor. Su confusión se infiere de la resolución de dicha autoridad de las 15:10 horas del 8 de
junio de 1990 (folio 249), en cuanto si bien rechazó una acción civil, ella lo fue la presentada el veintinueve de marzo de
mil novecientos noventa a las diez horas (que denominaré "segunda acción"), se soslayó o inadvirtió la parte o párrafo
final de la mencionada resolución (folio 249) que, luego de las razones extendidas para rechazar la "segunda acción",
dice: "...; no obstante ello haber resuelto el Tribunal Superior mencionado, la acción civil anteriormente presentada, donde
se tuvo como parte al Procurador General de la República.", (obsérvese que en línea primera de la parte transcrita -cuyo
subrayado es del suscrito- se omitió la proposición "por" entre las palabras "ello" y "haber". En efecto, la locución
conjuntiva "no obstante" con que se inicia dicho párrafo, sin hesitación alguna, dejó a salvo la primera acción civil, sea la
presentada el 8 de setiembre de 1989 -en tiempo y forma- y que confirmara el ad-quo según se explicó en el
Considerando II. Nótese, por otra parte, que en ningún momento el instructor dijo expresamente que rechazaba la primera
acción civil. Por el contrario, la dejó a salvo. De lo expuesto se evidencia que la constitución del actor civil se encontraba
a derecho, situación que, no obstante, ser notificado de tal resolución, no lo obligaba a hacer ningún tipo de reparo, pues,
se insiste, su acción estaba legalinente constituida. Por su parte, el instructor actuó correctamente, pues se apresuró a
rechazar una acción civil -segunda- (idéntica a la formulada originalmente) por estimarla extemporánea. Y finalmente,
como un argumento más en refuerzo de la tesis de la Sala, debe repararse que si el Tribunal Superior de *** decretó en
sentencia la deserción de la acción civil ante la no comparecencia del interesado, ello innegablemente obedeció a que
consideró que estaba legalmente contituido (primera acción), pues de lo contrario no habría procedido en esa forma, esto
es, la deserción sería redundante e innecesaria frente a un sujeto procesal excluido con antelación.

IV.- Surge ahora el segundo problema enfocado por el representante del Estado (punto b) señalado en el Considerando
1). Siguiendo la secuencia normal de los procedimientos, los otros pasos los constituyeron la citación a juicio (folio 250) y
la resolución que calificó la prueba y señaló fecha para el debate (folio 257), ambas dispuestas por el Tribunal Superior de
***. Ninguna de esas resoluciones le fue notificada a la parte actora civil. Y es desde esta perspectiva que la declaratoria
de deserción, fue ilegal, causó flagrante indefensión a un sujeto procesal, vulnerándose de tal forma el debido proceso
que consagra el artículo 41 de la Constitución Política, en relación con el párrafo segundo del numeral 146 del Código de
Procedimientos Penales, supuesto que, por integrar una nulidad de carácter absoluto, declarable inclusive de oficio en
cualquier estado y grado del proceso, procede así decretarla. Se adquiere la competencia necesaria para adoptar la
resolución anterior, tanto por lo ya expuesto (nulidad absoluta declarable de oficio) como porque también se había
obtenido a través del recurso de casación interpuesto, independientemente de la vía por la cual se denunció la nulidad. La
sentencia impugnada mediante este último recurso debe por consiguiente anularse en su totalidad, así como el debate en
que ella se basó, la resolución que señaló para debate y la citación a juicio inclusive. Artículo 483 del Código de
Procedimientos Penales, en relación con el 150 ibídem.

V.- Como consecuencia de la anulación resulta jurídicamente irrelevante hacer pronunciamiento alguno acerca del recurso
de casación interpuesto por la defensa.

Jesús Alberto Ramírez Quirós

64).- La omisión de mencionar concretamente el artículo de ley aplicada no causa nulidad.

"Esta Sala ha manifestado reiteradamente, con apoyo en la doctrina procesal penal más autorizada, que no es motivo de
nulidad la no mención concreta del artículo de ley que se aplica a los hechos ilícitos tenidos por acreditados, cuando se
utiliza el "nomen juris" contenido en la misma ley, "... de modo que se individualice indudablemente el instituto o concepto
jurídico que el juzgador aplica, diferenciándolo de otros semejantes..." (ver obra de De la Rúa, F.; El Recurso de Casación
en el Derecho Positivo Argentirio; Victor P. de Zavalía, editor, Buenos Aires, Argentina, 1968, p. 163, nota señalada con el
N 259."

Sala Tercera V-408-F de las 8,35 Hrs. del 9 de agosto de 1991.

65).- Declaración del imputado. Incorporación Ilegal provoca nulidad del fallo.

"Sólo la declaración del imputado, obtenida por un procedimiento respetuoso de las garantías que señala la ley (asistencia
técnica, declaración judicial, conocimiento previo de la imputación), puede ser valorada por el Tribunal de Mérito para
fundar sus juicios o decisiones, como lo señala el representante del Ministerio Público. Por ello, se debe concluir en que la
declaración del imputado, que se obtenga con menosprecio de esas reglas, no puede ser utilizada para fundar una
decisión que lo perjudique. En este caso, a pesar de que la imputada *** se abstuvo de declarar -tanto en el debate como
en la instrucción- el Tribunal irrespetando la ley (artículos 278 y 384 ibídem), utilizó las manifestaciones que dio al
interponer la denuncia, para sustentar la existencia del hecho y su participación, con lo cual se violó el principio de
defensa, específicamente la libertad de declarar, que la Constitución Política y la ley procesal penal acuerdan a su favor
(artículos 36 y 276 respectivamente). Es claro, que la nulidad del acto no depende de la voluntad del imputado, por
tratarse de una garantía constitucional y de un defecto relativo a la participación del imputado en el procedimiento, por lo
que es declarable aún de oficio. De modo tal, que ese defecto ya es suficiente para declarar con lugar el reclamo. No
obstante, debe agregarse, que la utilización e incorporación de una prueba ilegal, como sustento de los hechos que el
Tribunal de mérito tuvo por demostrados, acarrea necesariamente la nulidad de la resolución por falta de fundamentación.
Tal ha sido también el criterio de la doctrina, al estimar que"... La sentencia que se funda principalmente en una prueba
ilegal es una sentencia legalmente inmotivada..." (ver -entre otros- De la Rúa, Fernando, El Recurso de Casación, Víctor
P. De Zavalia, Editor, Buenos Aires, 1968, p. 165).

Sala Tercera. V-403-F de las 15:40 hrs. del 31 de julio de 1991.

66).- Facultades de la Sala de Casación para modificar calificación jurídica.

"...de acuerdo con el cuadro fáctico de comentario, no puede estarse en presencia del delito de Violación de Domicilio que
prevé y sanciona el artículo 204 del Código Penal, por no reunir los requisitos del tipo correspondientes (nótese inclusive
que el Bien Jurídico Tutelado es el AMBITO DE INTIMIDAD -ver Título VI del Código Penal-), sino que resulta obvio que
se está ante el ilícito de TENTATIVA DE HURTO SIMPLE, (artículo 208 en relación con el 24 del Código Penal), pues
aunque el a-quo en su razonamiento de fondo critica la regulación prudencial hecha por el respectivo Juez de Instrucción
admitiendo la posibilidad de que los bienes que se pretendían sustrater no escediesen la suma de ¢800 porque así
supuestamente lo dijo el ofendido en la audiencia oral (ver f. 188 fte. líneas 4 a 7), es lo cierto que se fijó para tales
bienes y así lo tuvo por demostrado, un valor superior a los ¢1.000 que señala el artículo 384 inciso 1 del Código
sustantivo, lo que descarta la contravención -Hurto menor- ahí establecida. Por tal circunstancia no le asiste razón a la
impugnante cuando solicita sentencia absolutoria en favor de sus defendidos, pues la incorrecta calificación jurídica puede
ser modificada por esta Sala para corregir el error, siempre que, en respeto de la prohibición de la "Reformatio in peius",
no se agrave la situación de los imputados (ver artículo 482 del Código Procesal Penal). Así pues, debe declararse que se
está en presencia del delito que acusó el Ministerio Público en el requerimiento de elevación a juicio y que mantuvo en las
conclusiones del debate, (reconocido de igual modo por la recurrente), esto es HURTO SIMPLE EN GRADO DE
TENTATIVA, pues no se logró la consumación del ilícito por causas independientes a los agentes activos. Ante dichas
circunstancias y por haber recurrido únicamente la defensora de los imputados, esta Sala se limita a declarar que esa es
la calificación jurídica correcta que debe darse a los hechos establecidos en el fallo impugnado, manteniendo la pena de
seis meses de prisión impuesta por el a-quo así como las demás consecuencias que de ella se derivan en atención al
principio de la no reforma en perjuicio que se mencionó. (Respecto de la facultad que tiene Casación para modificar la
calificación jurídica de los hechos aún cuando no recurra el Ministerio Público, ver obra de De la Rúa, F. Recurso de
Casación en el Derecho Positivo Argentino; Víctor P. de Zavalía, editor, Buenos Aires, 1968, PS. 252 a 254 y Núñez,
Ricardo; Código Procesal Penal de la Provincia de Córdoba 2da. edición, ed. Lerner, Argentina, 1986; p. 484). Por todo lo
expuesto se declara sin lugar el recurso.- El Magistrado González vota igual que la mayoría de la Sala pero por diferentes
razones que expone por aparte, en lo que se refiere al recurso por el fondo."

Sala Tercera V460-F de las 8,55 Hrs. del 30 de agosto de 1991.

RAZONES DEL MAGISTRADO GONZALEZ:

I.- Concuerdo plenamente con la mayoría en que en el presente asunto debe aplicarse el delito de tentativa de hurto, por
las razones que de seguido expondré, y que la pena impuesta por el juzgador con base en el delito de violación de
domicilio debe mantenerse, esto último porque el recurso lo formula la propia defensa, y la sanción no puede agravarse
en perjuicio del sentenciado, según lo ordena el párrafo final del artículo 459 del Código de Procedimientos Penales
(prohibición de la reforma en perjuicio).

II.- En el presente caso debió aplicarse el delito de tentativa de hurto simple y no el de violación de domicilio, porque en
mi opinión en el caso de autos concurren los supuestos del concurso ideal de delitos, en cuyo caso deba aplicarse la pena
del delito más grave, que en este asunto resulta ser la del hurto. En primer término debe señalarse que el delito de
violación de domicilio previsto en el artículo 204 del Código Penal no requiere de un dolo específico dirigido a perturbar el
ámbito de intimidad de los moradores o poseedores de la habitación o casa de negocios invadida, de manera que quien
penetra a una vivienda o casa de negocios ajena puede perturbar el ámbito de intimidad de los moradores o poseedores
del inmueble, aunque ese no haya sido su objetivo directo y específico. El dolo específico se exige únicamente cuando el
tipo penal en forma expresa lo requiere, es decir cuando el legislador señala en el tipo penal que para la realización de
esa concreta figura delictiva es hecesario que el sujeto activo se motive en específicas razones, como ocurren por ejemplo
en los delitos de aborto honoris causa donde la norma exige en forma expresa que la acción hubiere sido realizada "para
ocultar la deshonra de la mujer" (artículo 120 del Código Penal), o en el rapto propio, cuando se exige que la sustracción
de la mujer se realice "con fines libidinosos" (artículo 163 del Código Penal), o en el hurto de uso cuando se señala que el
delito se configura al tomarse la cosa ajena "con el único fin de hacer uso momentáneo de ella", etcétera. La doctrina
denomina a éstos como elementos subjetivos del tipo distintos al dolo, presentes en los llamados tipos asimétricos
(ZAFFARONI, E.R. Manual de Derecho Penal, Parte General. Buenos Aires, 1988, sexta edición, PP. 421 55.). El delito de
violación de domicilio contenido en nuestro Código Penal no es un tipo asimétrico porque no exige para su configuración
elementos subjetivos distintos al dolo, y el dolo consiste simplemente en querer el resultado o preverlo al menos como
posible. En consecuencia, aquel que penetre a una casa de habitación o casa de negocios ajena, en contra de la voluntad
de quien tendría derecho a excluirlo, podría cometer el delito de violación a domicilio aunque su motivación concreta para
penetrar no hubiere sido el perturbar o lesionar el ámbito de intimidad de los moradores o poseedores del inmueble,
porque el tipo penal no exige en forma particular esa finalidad como un elemento subjetivo distinto del dolo. Para tales
efectos deben distinguirse en forma clara el dolo y las concretas motivaciones del sujeto para realizar el hecho punible. En
muchos casos esas motivaciones coinciden con el dolo, pero en otros no. En consecuencia, un sujeto puede cometer el
delito de violación de domicilio motivado en muy diferentes situaciones. Puede penetrar a la vivienda para cometer un
delito sexual contra alguno de los moradores, para agredir físicamente a uno de ellos, par intimidarlos, o para causar
daños, sustraer bienes, etcétera, pero esas otras motivaciones no hacen desaparecer el dolo constitutivo de la infracción,
pues en cualesquiera de esos supuestos se habría perturbado el ámbito de intimidad y se habría lesionado el bien jurídico
tutelado en el tipo penal.-

III.- En el caso de autos el Juzgado tuvo por cierto que los encargados se introdujeron al negocio "Distribuidora Moreno
S.A." y tomaron varias cajas de bombillos para vehículos, las que colocaron en la acera, hasta que fueron sorprendidos.
No se acreditó que para penetrar al negocio hubieren ejercido fuerza en las cosas. Consecuentemente la acción de los
acusados es única, pero se encuentra descrita en dos tipos penales que no se excluyen entre sí porque una no subsume
a la otra, ni tampoco se presenta un problema de subsidiariedad entre ellas, conforme al artículo 21 del Código Penal. En
efecto, la única acción de los acusados se adecua en el delito de tentativa de hurto simple, porque se apoderaron
ilegítimamente de las cajas con bombillos para automóviles y las colocaron en la acera (artículo 208 ibídem), pero también
encuentra descripción en el delito de violación de domicilio, porque penetraron clandestinamente a casa de negocios
ajena, contra la voluntad de quien tenía derechos a excluirlos (artículo 204 ibídem), y esos tipos penales no se excluyen
entre sí mismos. Distinta sería la situación del robo agravado con perforación o fractura de puerta, pared o techo, en
donde el tipo del robo establece como presupuesto que éste se verifique penetrando a una vivienda. Pero en el caso del
hurto, éste no comprende ni abarca el ilícito de violación de domicilio, en cuyo caso concurren en concurso ideal, por
tratarse de la misma acción. Lo anterior significa que, con fundamento en el artículo 75 del Código Penal, el hecho debe
sancionarse de acuerdo con la pena del delito de tentativa de hurto por ser ésta más grave que la de la violación de
domicilio, y aún podrá aumentarse. Por lo expuesto, al igual que la mayoría estimo que la sanción aplicable es la de
tentativa de hurto, pero que la pena no puede modificarse en perjuicio del sentenciado por tratarse de un recurso de la
defensa. En lo demás comparto plenamente los razonamientos de la mayoría.-

Daniel González Alvarez

67).- Acción Penal. Actos procesales que interrumpen la prescripción.

"Reclama el recurrente la inobservancia y/o errónea aplicación de los artículos 80 inciso 3), 82 inciso 2), 83, 88 y 128 del
Código Penal; artículo 3 de la Ley Número 5712 del 11 de julio de 1975, reformada por Ley Número 6726 del 10 de
marzo de 1982, en su artículo 7, y el artículo 318 en relación con el 320 inciso 4) y 357 del Código Procesal Penal, pues
el Juzgador, atribuyó al encartado la comisión del delito de lesiones leves, previsto y sancionado por el artículo 128 del
Código Penal, sancionándolo con siete meses de prisión, sin tomar en consideración que la acción penal para dicho ilícito
según el artículo 82 inciso 2) prescribe en el extremo mayor de la pena impuesta, sin que pueda bajar de dos años,
prescripción que se interrumpió con el auto de procesamiento dictado el 4 de setiembre de 1987 (folio 185), término a
partir del cual volvió a correr la prescripción, volviéndose a interrumpir con el auto de citación a juicio, que se dictó el 8 de
noviembre de 1989, por lo que la acción penal prescribió al transcurrir con suficiencia el término de dos años que señala
la ley, por lo que lo procedente era el dictado de la sentencia de sobreseimiento total a favor del imputado; éstos los
argumentos del recurrente. Pero tampoco este reclamo puede admitirse. Efectivamente la Ley Número 5712 de 11 de julio
de 1975 en su numeral 3) establece "la prescripción de la acción penal se interrumpe con el auto de enjuiciamiento o de
procesamiento, aunque no estuvieran firmes," especificando de esta manera dos situaciones en concreto, pero continúa
indicando que también se interrumpe la prescripción de la acción "por todos los actos procesales que se realicen
posteriormente". Por acto procesal se entienden los actos jurídicos "emanados de las partes, de los agentes de la
jurisdicción o aun de los terceros ligados al proceso, susceptible de crear, modificar o extinguir efectos procesales"
(Couture, Eduardo J., Fundamentos del Derecho Procesal Civil, Buenos Aires, Ediciones Depalma, 1978, p. 201). Del
estudio de la causa de marras se observa que entre el auto de procesamiento (folio 185) y la citación a juicio (folio 347),
se dio una serie de actos procesales que vinieron a interrumpir la prescripción de la acción, entre éstos se observa el
poner en conocimiento de las partes los dictámenes médicos (de las 16 hrs. del 9 de setiembre de 1987, folio 193; de 10
hrs. 10 minutos del 13 de octubre de 1987, folio 205; de 16 hrs. del 20-10-87, folio 208 vuelto; de 13 horas del 21-1l-88;
de 9:05 hrs. del 27 de diciembre de 1988); se ordenaron comisiones para recibir declaraciones de testigos (13 hrs. 40
minutos del 23 de febrero de 1988; 14 hrs. 50 minutos del 28-10-88 de folio 246, entre otros); se le otorgó audiencia al
Ministerio Público de conformidad con el ordenamiento procesal (artículo 243, 28 julio 88 a las 9:45 hrs., folio 238; a las
16 hrs. 50 minutos del 5 de octubre de 1988, art. 338;a las 7 hrs. 30 minutos del 12 de junio de 1989, artículo 338; a las
16 hrs. 1 50 minutos del 3 de octubre de 1989, folio 286, art. 338). De lo expuesto se desprende indubitablemente que no
ha operado la prescripción al no haber transcurrido el término fijado por el artículo 82 del Código Penal, además de que la
distinción que aduce el impugnante entre actos y actuaciones procesales y que sirve de sustento a su reclamo, es
improcedente de conformidad con la doctrina ritual al estar configurados los actos procesales con las actuaciones de los
sujetos del proceso. Con sustento en lo expuesto debe denegarse el reproche.

Sala Tercera V423-F de las 9 hrs. del 5 de abril de 1991.


JURISPRUDENCIA CONSTITUCIONAL

Martín Rodríguez Miranda


Defensor Público
Lucila Monge Pizarro
Letrada de la Sala Constitucional

INDICE

1.- ACCION DE INCONSTITUCIONALIDAD. Asunto previo como medio legítimo para amparar un derecho.

2.- ANTICIPO JURISDICCIONAL DE PRUEBA. Distinción con las medidas de cautelares.

3.- AUTOCALUMNIA. Constitucionalidad.

4.- CAUSALES DE INHIBICION. Las causales del artículo 29 no son taxativas ni exclusivas.

5.- ERRORES MATERIALES. Concepto. Límites de la facultad del juzgador.

6.- DENEGATORIA DE EXCARCELACION. Antecedentes penales. Estado de Inocencia.

7.- DERECHO DE ABSTENCION. Imputados absueltos, condenados o prófugos como testigos.

8.- JURISDICCION CONSTITUCIONAL. Control de la supremacía constitucional.

9.- MEDIDAS CAUTELARES. Prueba. Carácter facultativo de la Audiencia.

10.- MINISTERIO PUBLICO. Funciones.

11.- PERDON DEL OFENDIDO. No procede en el delito de Abusos Deshonestos.

12.- PRESCRIPCION. Fundamento Jurídico.

13.- PRINCIPIO DE IGUALDAD. Perdón del ofendido. El párrafo segundo del artículo 162 del Código Penal no
es inconstitucional.

14.- PUBLICACION DE OFENSAS. Prisión por deudas. No viola el artículo 38 de la Constitución Política.

15.- REGIMEN PENITENCIARIO. Competencia Administrativa. Derechos fundamentales.

16.- REGIMEN PENITENCIARIO. Condiciones mínimas como derecho fundamental.

17.- RETENCION DE CUOTAS DE LA C.C.S.S.. No es inconstitucional la construcción del tipo penal.

18.- RETROACTIVIDAD DE LA LEY PENAL. Consecuencia de los principios de libertad, intervención mínima y
necesidad de la pena.
19.- SECUESTRO DE DOCUMENTOS. No constituye documento privado el reporte de los mensajes trasmitidos
por el sistema de radio mensajes.

20.- TIPO PENAL EN BLANCO. Vulneración del Principio de Tipicidad.

DESARROLLO

1.- ACCION DE INCONSTITUCIONALIDAD. Asunto previo como medio legítimo para amparar un derecho.
"El artículo 75 de la Ley de la Jurisdicción Constitucional establece como uno de los presupuestos para interponer la
acción de inconstitucionalidad, la existencia de un asunto pendiente de resolver, por constituir el punto de conexión
que ha de existir entre el proceso en que se aplica la norma que se reputa inconstitucional con el objeto del proceso
constitucional y el fundamento que legitima la pretensión del accionante como último remedio procesal, en el ejercicio
del derecho a la jurisdicción constitucional. El rigor en la legitimación para acceder a la jurisdicción constitucional, más
que constituir un obstáculo para impedir el control de la constitucionalidad de las leyes, constituye el cauce del
derecho de acceso a la justicia, derivado de la existencia de un "asunto previo" que haya motivado aquella
discordancia o contradicción entre la ley y la Constitución, para mantener la función jurisdiccional-especial-, y no
distorsionar la pureza del sistema de relación de los poderes constitucionales del Estado, del que es parte la Sala,
porque como integrante de aquellos, no es enteramente libre e ilimitada en sus acciones. Por esta causa, es que la
acción de inconstitucionalidad necesita de su existencia -del asunto previo- como medio razonable para amparar la
defensa del derecho o interés que se considera lesionado. Empero, la razonabilidad de la acción de
inconstitucionalidad como medio de defensa del accionante no debe analizarse solo dentro del contexto del asunto
previo, sino inmersa en el marco jurídico constitucional que rige las actuaciones de esta Sala. No se trata, entonces,
de una consideración particular de la inconstitucionalidad de una disposición normativa, para interponer una acción sin
requerir la existencia de un asunto pendiente de resolver, sino, que es necesario que se demuestre que constituye un
medio razonable de amparar el derecho o interés que se estima lesionado..." SALA CONSTITUCIONAL. N° 1319-97
de las 14:51 horas del 4 de marzo de 1997.

2.- ANTICIPO JURISDICCIONAL DE PRUEBA. Distinción con las medidas de cautelares.


"No se debe confundir los presupuestos de la recepción de prueba para la aplicación de medidas cautelares, con el
anticipo jurisdiccional de prueba, específicamente regulado por el artículo 293 del Código Procesal Penal y que se
refiere a la práctica de actos definitivos e irreproductibles, que afecten derechos fundamentales o a la recepción de
testimonios que no podrán ser recibidos en la audiencia oral. Sin perjuicio de las potestades atribuidas por ley al
Ministerio Público, en los supuestos del artículo 293 citado, la prueba que se practique es parte de los elementos a
valorar en la decisión del caso y exige la participación de la defensa de manera indispensable, dada la garantías que
protegen dicha prueba por el carácter y naturaleza que tiene. No obstante, este anticipo puede realizarse únicamente
en casos especiales, cuando se cumplan los presupuestos señalados por el artículo indicado, y con el objetivo de que
se evacue prueba que se presuma no podrá recibirse durante la celebración de la audiencia pública por obstáculo de
difícil superación. Lo expuesto hace que el recurso deba ser rechazado por el fondo." SALA CONSTITUCIONAL. N°
0529-98 de las 15:42 horas del 3 de febrero de 1998.

3.- AUTOCALUMNIA. Constitucionalidad.


"...En principio, alega el tribunal consultante que mediante la tramitación de un proceso que tenga su fundamento en
el numeral 319 del Código Penal, se transgreden los derechos del imputado en tanto y cuanto se utiliza como prueba
de cargo las declaraciones rendidas ante la autoridad judicial o investigadora respecto de otro delito. A este punto, se
debe tener presente que el numeral 319 tipifica claramente una conducta que atenta contra la fe pública. La conducta
desplegada por un sujeto que se ponga bajo los supuestos establecidos en el numeral cuestionado, desvía y desvirtúa
la investigación iniciada en otra causa, ocasionando un daño grave a la administración de justicia. En ese sentido es
que el numeral en cuestión nace, tendiente a reglar ese tipo de conductas que, obviamente no se eximen de ser
juzgadas mediante un proceso penal debidamente tramitado en el cual se han de garantizar los principios
fundamentales que asisten a todo imputado. A este punto, se puede establecer de la simple lectura del numeral 319
del Código Penal, que el tipo no transgrede el principio fundamental de inocencia por cuanto éste es básico para
enmarcar una supuesta conducta delictiva pero sujeta su demostración o comprobación efectiva mediante el proceso
de instrucción y ulterior juicio oral, durante el cual se puede ejercer el derecho de defensa. La aplicación básica del
tipo penal cuestionado no presupone la culpabilidad del imputado, toda vez que ésta deberá ser comprobada y
demostrada en proceso judicial aparte, respetando así el principio de inocencia. No considera este Tribunal que se
incurra en violación del principio de inocencia al aplicar el numeral 319, toda vez que como se explicó supra, la figura
básica establece presupuestos que de no cumplirse voluntariamente por el sujeto, no serían delito. Así, si al sujeto le
asiste el derecho fundamental de abstenerse a declarar en lo casos establecidos en el numeral 36 constitucional o
bien como imputado, y no obstante en forma voluntaria lo hace incurriendo en otra falta -sea la tipificada en el artículo
319 cuestionado-, resulta procedente la aplicación del tipo penal básico para iniciar un proceso en su contra, en el
cual se le otorgarán todos los beneficios que goza el imputado en un proceso penal. Por otra parte, la legalidad del
tipo penal se garantiza al establecer una situación general y dejar al libre albedrío del sujeto la conducta delictiva, por
lo que supone un acto de libre disposición de la voluntad del individuo sin que se pueda desprender del texto la
obligación, coerción o fuerza que imponga al sujeto la comisión de la falta, por lo que en el texto del tipo cuestionado
no se encuentra contenida una violación al principio de legalidad. Igualmente no se transgrede -con la aplicación del
numeral cuestionado- el derecho fundamental de abstenerse a declarar, sea en condición de imputado o de testigo-
toda vez que el tipo penal contenido en el artículo 319 no conlleva una obligación de declarar sino que presupone la
preexistencia de una declaración voluntaria que se enmarca dentro de los presupuestos de hecho que éste establece
para considerar la declaración rendida por propia voluntad del sujeto punible en otro proceso distinto, como violatoria
de lo preceptuado en el numeral de marras. Por las consideraciones anteriores, se evacua la consulta en el sentido
que el numeral 319 del Código Penal cuestionado, no es violatoria de derecho Constitucional alguno que pueda
amparar a un imputado que sea juzgado con fundamento al tipo penal consultado." SALA CONSTITUCIONAL. N°
0862-97 de las 11:03 del 7 de febrero de 1997.

4.- CAUSALES DE INHIBICION. Las causales del artículo 29 no son taxativas ni exclusivas.
"...De la lectura del texto cuestionado se observa efectivamente que no existe una causal específica que cubra casos
de sospecha de parcialidad como el que se reclama, sin embargo, esta Sala no detecta el carácter excluyente -en
relación con otras causales distintas de las enlistadas- que el accionante pretende asignarle a la norma jurídica que se
impugna en esta acción.- En realidad, el artículo 29 cuestionado solamente establece un listado de causales por las
cuales procede la inhibición del juez, pero no regula nada referente a exclusividad o taxatividad, es decir, no contiene
ninguna regla prohibitiva o impeditiva en relación con el accionante.- Lo anterior resulta de suma importancia porque
la simple omisión atribuida a una norma jurídica (tal y como la que reclama el accionante) no tiene la virtud -por sí
misma- de servir de impedimento para el ejercicio de un derecho fundamental, pues en tal caso, lo que procede es la
aplicación directa por parte del Juez, de la norma de mayor rango, en este caso, el artículo 8 de la Convención
Americana Sobre Derechos Humanos, del que se deriva -en el citado aspecto de la imparcialidad- una regla procesal
clara y precisa sobre la imparcialidad que debe ostentar el juez.... Así las cosas, se concluye que la simple omisión del
artículo 29 del Código de Procedimientos Penales no contradice por sí misma, la disposicion del artículo 8 de la
Convención Americana Sobre Derechos Humanos ni los artículos 11, 39 y 41 constitucionales." SALA
CONSTITUCIONAL. N° 7531-97 de las 15:45 horas del 12 de noviembre de 1997.

5.- ERRORES MATERIALES. Concepto. Límites de la facultad del juzgador.


"...por su propia definición, el concepto de corrección de errores materiales excluye toda posibilidad de facultar a un
juez a revisar su decisión respecto del fondo de lo decidido.- Se trata por el contrario de la capacidad de hacer
respetar lo ya ordenado por el juez (según pueda desprenderse de los antecedentes del caso y de los argumentos y
consideraciones que dan fundamento lógico y jurídico al fallo), mediante el ajuste de simples detalles de forma que, de
no corregirse, puedan llevar al mal entendimiento de la decisión, a su aplicación en contra, o con fin distinto del
pretendido... En otros términos, para la Sala, no puede una simple rectificación de error material, violar conceptos
constitucionales como el debido proceso, la tutela judicial efectiva o el principio pro libertatis, porque en ella no se
decide absolutamente nada con relación a las partes y es incapaz de innovar frente a una relación jurídica; y es por
esa misma incapacidad para alterar el fondo de lo decidido que las citadas facultades de rectificación de oficio de
errores materiales pueden ser ejercidas sin límite de tiempo en el proceso, sin que ello violente ningún derecho
fundamental de los administrados.- Parecidas consideraciones caben frente a la acusación de excesiva amplitud del
concepto de "error material", en el sentido de que la Sala estima que con la utilización de tal concepto por parte del
legislador, se ha establecido un límite claro y definido para evitar que los jueces cambien o modifiquen sus decisiones
al margen de las reglas procesales, con lo cual se respetan las normas y principios constitucionales."
SALA CONSTITUCIONAL. N° 6199-97 de las 18:45 horas del 30 de setiembre de 1997.

6.- DENEGATORIA DE EXCARCELACIÓN. Condenatoria. Estado de Inocencia.


"No lleva razón el recurrente al afirmar que el órgano jurisdiccional recurrido no está facultado para denegar la
excarcelación de su representado al tomar en consideración que fue sentenciado a seis años de prisión y, que -
debido a circunstancias personales del condenado- puede tratar de eludir la acción de la justicia. Esta Sala ya ha
aceptado en múltiples ocasiones que el hecho de una condenatoria -máxime si lo es a varios años de prisión-, puede
constituir circunstancia importante a tomar en consideración para revocar una excarcelación concedida o acordar una
prisión no dispuesta en la instrucción, pues hace variar el estado en que se encontraba el sometido a juicio antes de
que se diera y en algunos casos ser la causa de una evasión a la acción de la justicia. No es propiamente que el
estado de inocencia que goza el encausado mientras una sentencia firme no disponga lo contrario, decaiga, es que la
situación del reo frente al proceso cambia y ese cambio puede alterar la relación de aquel con los fines del proceso y
en consecuencia motivar se disponga la restricción a la libertad, para proteger los fines del proceso, fines que también
tienen raigambre constitucional. El propio artículo 312 del Código de Procedimientos Penales establece que el auto de
excarcelación es reformable y revocable de oficio, siempre y cuando esa determinación se encuentre debidamente
fundamentada y obedezca a una necesidad comprobada, razón que también es de aplicación para la continuación del
imputado en prisión preventiva." SALA CONSTITUCIONAL. N° 0340-97 de las 9:21 horas del 17 de enero de 1997.

7.- DERECHO DE ABSTENCION. Imputados absueltos, condenados o prófugos como testigos.


"No obstante lo anterior, no está de más señalar que en la norma en comentario no se faculta el llamado como testigo
a los señalados coimputados (absueltos, condenados o prófugos) y si de ella se ha derivado jurisprudencialmente la
posibilidad de ser llamados como testigos, esa interpretación extensiva no hace que la norma sea inconstitucional. De
toda forma es criterio de esta Sala que esa práctica (llamarlos a declarar como testigos), conlleva la obligación de
advertirles que pueden callar respecto a todo hecho que estimen puede conllevarles responsabilidad penal, aún en
relación con la ya resuelto. Debe el juzgador -al momento de pronunciarse sobre la aceptación del ofrecimiento del
testimonio- ponderar la conveniencia para la resolución del caso, de recibir la prueba, lo que sólo puede hacerse en
cada caso concreto. Pero debe reiterarse que el proceder a aceptar el testimonio no es facultad concedida al juzgador
por el comentado artículo 385, el que en su párrafo segundo sí se refiere a la posibilidad de citar como testigos a
oficiales o auxiliares de la policía que intervinieron en la investigación del caso. Para mejor proveer puede el juzgador
también citar a otras personas que estime conocen datos importantes para resolver el caso, dentro de ellos también
puede citarse a los testigos que interesa a la... consultante, si decide recibirlo, debe serlo con las garantías que en
todo caso les reconoce el sistema. Debe dárseles el trato de testigos, no de imputados -en virtud de las sentencias
absolutoria o de sobreseimiento a su favor-, por lo que sí debe juramentarles y advertirles sobre sus derechos en
relación a los hechos que les puedan afectar penalmente, debe también hacérseles la advertencia del artículo 36
constitucional, si concurrieran alguno de los supuestos en esta norma dispuestos, es decir, si con su decir, pudieran
incriminarse personalmente en la comisión de un hecho delictivo, o a un familiar en los términos establecidos en esa
norma, aunque -se reitera- ese hecho sea aquel en el que ya fueron absueltos, pero si aceptaran a declarar y
reconocieran su participación en ello tampoco puede trascender a la absolutoria o condenatoria ya reconocida." SALA
CONSTITUCIONAL. N° 2480-97 de las 15:36 horas del 6 de mayo de 1997.

8.- JURISDICCION CONSTITUCIONAL. Control de la supremacía constitucional.


"La jurisdicción constitucional, ejercida en una de sus modalidades a través de los procedimientos de declaración de
inconstitucionalidad, garantiza la primacía de la Constitución y enjuicia la conformidad o disconformidad con ella de las
leyes, disposiciones o actos impugnados, como su concordancia con las normas y principios del derecho internacional
o comunitario vigentes en la República de Costa Rica. Es la pureza misma del ordenamiento jurídico la que se ventila
en esta sede jurisdiccional, con la comparación entre la norma fundamental y las leyes que la desarrollan. Tal función
de controlar la compatibilidad del ordenamiento en general con la Constitución, en otras palabras, de la supremacía
constitucional, ha sido encargada a la Sala Constitucional." SALA CONSTITUCIONAL. N° 1319-97 de las 14:51 horas
del 4 de marzo de 1997.

9.- MEDIDAS CAUTELARES. Prueba. Carácter facultativo de la Audiencia.


"De conformidad con la legislación procesal penal vigente (artículo 242 del Código Procesal Penal), el fiscal o el
juzgador, como en este caso, tienen la posibilidad de recibir prueba con el fin de sustentar la aplicación, revisión,
sustitución, modificación o cancelación de una medida cautelar... la prueba para la aplicación de medidas cautelares
se agrega en un legajo especial, pues su finalidad es principalmente para fundamentar la decisión con respecto a la
medida cautelar y no constituir un elemento de juicio para la decisión sobre la participación del imputado en la
comisión del delito que se le acusa, trascendencia que sólo tiene por excepción... para los casos en que el juez o el
fiscal se encuentren legalmente autorizados para recibir directamente la prueba, sin la presencia de los demás
intervinientes en el proceso. Igualmente se desprende, de la misma letra de la ley, que la audiencia que se indica es
facultativa y no obligatoria, y que puede convocarse para oír a las partes o para recibir la prueba directamente. Es
decir, que si la convocatoria se hace únicamente para la recepción directa de la prueba por parte del juzgador o del
fiscal, la participación de la defensa no es indispensable, dada la trascendencia restringida que, como se indicó, tiene
esa prueba." SALA CONSTITUCIONAL. N° 0529-98 de las 15:42 horas del 3 de febrero de 1998.

10.- MINISTERIO PUBLICO. Funciones.


"...está de más señalar al petente, que el Fiscal ejerce la acción penal en la forma establecida por la ley y practica las
diligencias pertinentes y útiles para determinar la existencia del hecho delictivo. Por consiguiente, tiene a su cargo la
investigación preparatoria, bajo control jurisdiccional en los actos que lo requieran (artículo 62 del Código Procesal
Penal), velando "por el cumplimiento efectivo de las garantías que reconocen la Constitución, el Derecho Internacional
y el Comunitario vigentes en el país y la ley" (artículo 63 ibidem). Como órgano director de la investigación, cuando el
Fiscal tenga conocimiento de un delito, por su propio medio, mediante denuncia o por así informárselo la policía
judicial o administrativa, procederá a investigar los delitos, a impedir que los hechos cometidos sean llevados a
consecuencias ulteriores; identificar y aprehender preventivamente a los presuntos culpables y reunir, asegurar y
ordenar científicamente las pruebas y demás antecedentes necesarios (así lo disponen los artículos 285, 289 y 290
del Código Procesal Penal); así mismo, cuando exista motivo suficiente para sospechar que el imputado ha participado
en la comisión del hecho punible en investigación, el fiscal procederá a recibirle la declaración (artículo 91 código de
rito), respetando claro está, que desde el primero momento de la persecución penal el imputado tiene derecho a la
asistencia y defensa técnica letrada privada o pública (numeral 13 del mismo cuerpo legal). En punto al ejercicio de la
acción penal, en los delitos de acción pública la acción la ejercerá el fiscal; pero cuando el ejercicio de la acción penal
pública requiera instancia privada, como en el caso del estupro, sólo la ejercerá una vez que la denuncia sea
formulada ante autoridad competente (artículos 16 y 17 de la normativa procesal penal). Sin embargo, el Ministerio
Público puede ejercer directamente la acción cuando el delito se haya cometido contra un incapaz, o un menor de
edad, que no tengan representación. En esta etapa pre-procesal el Juez del Procedimiento Preparatorio, actuando
como órgano jurisdiccional debe resolver -con posibilidad de apelación ante el Tribunal de Apelaciones- las cuestiones
planteadas por las partes. Por ende, en el caso de estudio, es ante el juzgador del procedimiento preparatorio,
mediante una excepción de falta de acción, y no en esta sede, donde el recurrente Abarca Vargas debe alegar lo
pertinente sobre los quebrantos procesales que acusa (artículo 42 del Código Procesal Penal)." SALA
CONSTITUCIONAL. N° 1914-98 de las 17:30 horas del 17 de marzo de 1998.

11.- PERDON DEL OFENDIDO. No procede en el delito de Abusos Deshonestos.


"...Ha de decirse, en primer término, que el artículo que se impugna en realidad no contempla el delito de abusos
deshonestos. Si bien es cierto el mismo se titula "Disposiciones generales en cuanto al estupro y los abusos
deshonestos", el contenido del texto se refiere únicamente al delito de estupro y en modo alguno al delito actualmente
denominado como "abuso deshonesto". El hecho de que la norma esté consignada con ese título obedece a un error
que pasó inadvertido al dictarse la Ley número 5761 de siete de agosto de mil novecientos setenta y cinco que lo
reformó... Para este delito lo que se permite es el perdón judicial, que es aquel que en sentencia pueden conceder los
jueces, cuando la persona ofendida o sus representantes legales conjuntamente con el autor del delito lo soliciten; no
pudiendo otorgarse si el Patronato Nacional de la Infancia se opone cuando la víctima es menor de edad (artículo 93
inciso 7) del Código Penal. En razón de ello, la accionante no tiene interés alguno en solicitar la declaratoria de
inconstitucionalidad de esa norma porque la misma no tiene aplicación alguna al asunto que motivó la interposición de
esta acción." SALA CONSTITUCIONAL. N° 3450-97 de las 10 :39 horas del 20 de junio de 1997.

12.- PRESCRIPCION. Fundamento Jurídico.


"La prescripción de la acción penal, ha dicho esta Sala reiteradamente, es la cesación de la potestad punitiva del
Estado provocada por el transcurso de un determinado período fijado en la ley. El Estado, en estos casos, declina el
ejercicio de su potestad punitiva y el derecho de aplicar una determinada pena, o hacer ejecutar la pena ya impuesta
en un caso concreto, lo que tiene su origen en la necesidad de respetar el principio de seguridad jurídica de las
personas. Ante el poder-deber del Estado de aplicar la ley y perseguir el delito, surge también el derecho a resistir
ese poder y es por eso que el legislador establece ciertas reglas, para limitarlo y proteger al ciudadano. Así, el
derecho de defensa y sus derivados, el de saber a que atenerse -base de la seguridad jurídica-, son sólo algunas de
esas reglas que buscan equilibrar los intereses en juego -los del ciudadano y el Estado-, todo dentro del contexto de
un sistema democrático de derecho. Se trata pues de un instrumento procesal que surge ante la necesidad de
garantizarle al ciudadano que no habrá arbitrariedad frente a la prosecución del delito, porque ante el opera la plena
vigencia de los parámetros objetivos establecidos en la ley, y no otros. Otras razones de orden práctico, también
justifican la existencia de este instituto, como lo son el hecho de que con el transcurso del tiempo la pretensión
punitiva se debilita y termina por considerarse inconveniente su ejercicio, tanto desde el punto de vista retributivo y de
prevención general, como en relación con los fines resocializadores de la pena. También, se destruyen o se hacen
difíciles la obtención de pruebas lo que dificulta la instrucción razonable de un proceso. A ello se añade la teoría de
que el paso del tiempo borra todo en la memoria de los hombres, y por supuesto, el derecho a no estar amenazado
indefinidamente por la posibilidad de ser juzgado por un delito que por las razones señaladas y otras más, ya no tiene
interés procesal ni real para la sociedad." SALA CONSTITUCIONAL. N° 4432-97 de las 17:33 horas del 29 de julio de
1997.
13.- PRINCIPIO DE IGUALDAD. Perdón del ofendido. El párrafo segundo del artículo 162 del Código Penal no
es inconstitucional.
"...En segundo término, con relación a lo señalado por la accionante en orden a que el párrafo 2) del articulo 162,
introducido por la Ley número 7398 del tres de mayo de mil novecientos noventa y cuatro, es contrario al principio de
igualdad, considera este Tribunal que no lleva razón, por cuanto, el legislador quiso dar un trato diferente a una
situación que también lo es. Lo que hace esa norma es eliminar la posibilidad del perdón de la ofendida por el delito
de estupro, cuando el autor sea un ascendiente, descendiente o hermano por consanguinidad o afinidad, el encargado
de la educación o un ministro religioso. Conforme se desprende del artículo 81 del Código Penal, el perdón del
ofendido es admisible únicamente en los delitos de acción privada, a saber, la injuria, la calumnia, la difamación, la
propaganda desleal y aquellos que leyes especiales califiquen como tales... Lo anterior, por cuanto, para que el
perdón del ofendido favorezca al imputado, conforme establece el articulo 81, lo único que se requiere es el perdón
puro y simple, del ofendido o sus representantes. Es razonable y lógico pensar que tratándose de víctimas del delito
de estupro, sea, "mujer honesta... mayor de doce y menor de quince" años (artículo 159 del Código Penal) se requiera
algo más que la mera voluntad de la víctima, para conceder el perdón al encartado. La realidad social nos demuestra,
pese a que se trata de un delito con una gran cifra oculta de criminalidad, que los casos de "Estupro" entre familiares,
específicamente del padre contra la hija menor son frecuentes en nuestro medio y causan afectaciones realmente
graves tanto al cuerpo y mente de la víctima, como a la colectividad en general. La Convención sobre los Derechos
del Niño, aprobada por Ley número 7184 del dieciocho de julio de mil novecientos noventa, dispone en su articulado
un cúmulo de obligaciones de los Estados Partes para garantizar el cumplimiento efectivo de los derechos que ahí se
consagran. En este caso, es entendible el alto grado de manipulación, coerción e intimidación que ejercen los
agresores sobre las agredidas, que son sólo niñas de doce a quince años de edad, ya por la relación de parentesco,
ya por tratarse de un educador o ministro religioso. De manera que es obligación del Estado velar por esas menores,
no permitiendo situaciones que las lleven a tratar de favorecer a su agresor en contra de su libre voluntad. No esta de
más hacer ver a la accionante que obviamente el perdón judicial, que es una modalidad diferente a la del perdón del
ofendido, si es posible en los supuestos que prevé el numeral 93 del Código Penal en sus diferentes incisos. Por todo
lo expuesto, la norma impugnada no resulta violatoria del artículo 33 de la Constitución Política y en razón de ello,
debe rechazarse la acción interpuesta." SALA CONSTITUCIONAL. N° 3450-97 de las 10:39 horas del 20 de junio de
1997.

14.- PUBLICACION DE OFENSAS. Prisión por deudas. No viola el artículo 38 de la Constitución Política.
"Como primer motivo de su alegato la accionante indica que el artículo 155 del Código Penal es violatorio del numeral
38 de la Constitución Política, al disponer que en los delitos contra el honor, la sentencia condenatoria debe ordenar,
si el ofendido lo pidiere, la publicación del pronunciamiento a cargo del condenado. En criterio de la accionante, con
esa norma se está ocasionando al condenado un perjuicio al reducirlo a prisión por deudas. No lleva razón su
argumentación. El artículo 155 del Código Penal no establece ninguna conversión de multa en prisión, que se daría
origen a una transgresión de lo dispuesto en el artículo 38 de la Constitución. Lo único que establece es una
consecuencia más de la sentencia condenatoria en la especie de los delitos contra el honor, que por su misma
naturaleza, conlleva no sólo la necesidad de imponer una sanción, -en nuestro caso, una pena de multa- sino que,
también se busca reparar el honor y dignidad de la víctima, que ha recibido un menoscabo con la acción del autor. El
hecho de que ante el incumplimiento de la orden del juez, por parte del condenado, se le siga a éste causa por el
delito de Desobediencia a la Autoridad, no tiene relación alguna con la norma que se impugna en sí misma
considerada. En el proceso por el delito de Desobediencia, el imputado tiene toda la posibilidad de defenderse de la
acusación, argumentando las justificaciones que estime convenientes, en este caso, señalando las razones por las
cuales no obedeció la orden impartida de publicar la sentencia condenatoria en el delito contra el honor." SALA
CONSTITUCIONAL. N° 4437-97 de las 15:06 horas del 30 de julio de 1997.

15.- REGIMEN PENITENCIARIO. Competencia Administrativa. Derechos fundamentales.


"Todo lo relacionado con la atención y custodia de los indiciados y sentenciados corresponde a las autoridades de
Adaptación Social; consiguientemente, serán esas autoridades las encargadas de velar porque las condiciones de
permanencia de los presos, dentro del sistema penitenciario, sea conforme con el orden legal y constitucional, para lo
que cuentan con los recursos que el Estado ha destinado a esta labor. Cuando,-como sucede en el presente caso-,
se acusa a las autoridades superiores de los centros penales de permitir, por acción y omisión, que la pena o prisión
preventiva se cumple o desarrolla en condiciones que atenten contra la vida o la salud, o que resulten, de alguna
manera, degradantes para la dignidad humana, el asunto adquiere relevancia constitucional, y la Sala debe tutelar los
derechos humanos fundamentales, sin que ello implique asumir funciones que son propias de la administración activa."
SALA CONSTITUCIONAL. N° 0049-97 de las 14:48 horas del 7 de enero de 1997.

16.- REGIMEN PENITENCIARIO. Condiciones mínimas como derecho fundamental.


"No pasa inadvertido para la Sala el hecho de que se haya construído un pozo para mejorar el suministro de agua, ni
los esfuerzos administrativos que se han realizado a nivel de infraestructura y de servicios, especialmente, en lo que
se refiere a la atención médica, técnico jurídica, y los servicios telefónicos; sin embargo, lejos estamos de poder
afirmar que las condiciones del centro son las óptimas y por ello la Sala declara que las autoridades accionadas
deben hacer uso de todos los medios a su alcance para solventar la situación de hacinamiento que enfrentan los
privados de libertad en ese centro penal. Resulta más que evidente que la sobrepoblación impide que a los internos
disfrutar de lo educativo y recreativo, y que las condiciones actuales dificultan cumplir la función regenerativa de la
pena. Para estos efectos la Sala declara como un derecho de los privados de libertad la actividad de los autoridades
superiores de los centros de Adaptación Social, encaminada a solventar sus necesidades elementales, y en este
sentido el recurso debe declararse con lugar como se dispone." SALA CONSTITUCIONAL. N° 0049-97, de las 14:48
horas del 7 de enero de 1997.

17.- RETENCIÓN DE CUOTAS DE LA C.C.S.S. No es inconstitucional la construcción del tipo penal.


"...En lo que respecta al artículo 223 del Código Penal, esta Sala no estima que el tipo penal allí contenido conlleve
los quebrantos a la Constitución y a la Convención que han sido señalados por el recurrente. Al respecto, lo primero
que debe decirse es que el artículo 45 de la Ley Constitutiva de la Caja Costarricense del Seguro Social, no remite al
223 del Código Penal en la construcción de la estructura básica del tipo penal, sino únicamente en lo que respecta a
la circunstancia de la prevención que la autoridad debe hacer al patrono y la posibilidad que este tiene de otorgar
garantía real por las cuotas no enteradas. Pero, en lo que respecta al sujeto activo y la conducta descrita, el artículo
45 precitado contiene un tipo penal independiente del delito de retención indebida contemplado en el artículo 223 del
Código Penal. En consecuencia, y por tratarse de dos tipos penales que podrían, eventualmente, aplicarse a los
mismos hechos, se estaría ante un concurso aparente de normas que el juez penal tendría que resolver con aplicación
de lo dispuesto en el numeral 23 del Código Penal. De allí que ante la eventualidad de que el artículo 223 ibídem sea
aplicado, es necesario decir la mención a una cosa mueble o un valor ajeno como parte de la conducta descrita en el
tipo penal, no es confuso ni carece de precisión. El tipo penal simplemente dispone dos posibilidades: que lo que se
encuentre bajo el poder o custodia del sujeto activo, y que este se apropie aunque deba entregarlo o devolverlo en
razón de un título que produzca dicha obligación, sea un bien mueble o un valor ajeno. Corresponde al juez penal a la
hora de construir el cuadro fáctico, determinar si en el caso concreto se está ante un bien mueble o un valor ajeno, lo
cual no sería más que la aplicación del tipo penal contenido en la norma a los hechos concretos, lo cual es propio de
la función jurisdiccional. No habría, en este proceder del juzgador, construcción por su parte del tipo penal que ya está
prefijado en la norma (o normas), pues aquel no añade nada a la conducta descrita." SALA CONSTITUCIONAL. N°
5107-97 de las 12:36 horas del 29 de agosto de 1997.

18.- RETROACTIVIDAD DE LA LEY PENAL. Principios de libertad, intervención mínima y de necesidad de la


pena.
"...Como segundo motivo de su alegato, el accionante impugna el principio de aplicación de la ley mas favorable al
imputado, por cuanto viola el principio de igualdad contenido en la Constitución Política. No tiene asidero jurídico esa
pretensión. El principio de aplicación de la ley más favorable es de naturaleza constitucional y tiene sustento en el
artículo 28 de la Constitución Política, que establece el régimen general de libertades. Junto al principio de
irretroactividad de la ley que prevé el artículo 34 de la Constitución, existe una excepción, que es la retroactividad de
la ley más favorable, esto es, la ley penal se aplica en forma retroactiva en cuanto pueda favorecer al reo. Al
ordenamiento jurídico, que cambia la valoración que hace de una conducta, ya sea, despenalizando o
descriminalizando, no le interesa la aplicación tan rigurosa de las consecuencias jurídicas que se establecían para los
supuestos de la norma anterior. El principio general de libertad, el principio de intervención mínima y en general, la
función preventiva del Derecho Penal obligan a considerar la no aplicación de una norma penal menos favorable en un
momento posterior al de su vigencia, en el que rigen criterios o bien menos rígidos o bien valoradores de la conducta.
Tanto la irretroactividad de la norma penal menos favorable como la retroactividad de la más favorable, obedecen al
deseo de otorgar mayores espacios de libertad. No es posible aplicar retroactivamente una ley que restrinja la libertad
y es necesario aplicar retroactivamente una ley que la amplíe, en el primer caso por exigencias del principio de
legalidad y seguridad jurídica y en el segundo caso por el principio de intervención mínima y de necesidad de la pena.
En razón de lo expuesto, se rechaza por el fondo la pretensión del accionante."
SALA CONSTITUCIONAL. N° 4800-97 de las 14:54 horas del 21 de agosto de 1997.

19.- SECUESTRO DE DOCUMENTOS. No constituye documento privado el reporte de los mensajes trasmitidos
por el sistema de radio mensajes.
"...Resulta equivocada la aplicación de los artículos 1, 2 y 3 de la Ley ("Ley de Registro, Secuestro y Examen de
Documentos Privados e Intervención de Comunicaciones, Ley Nº 7425") en el presente caso, pues se ordenó
secuestrar el listado de llamadas telefónicas recibidas por la empresa, que luego las transmite a un aparato receptor
(beeper). Ese registro no es un documento privado, es decir no es un documento en sentido estricto, sino que es uno
que sirve para documentar comunicaciones entre particulares y por ello, la norma aplicable en el presente caso es el
artículo 9 de la Ley Nº 7425, que dispone: "Artículo 9.- Autorización de intervenciones. Los Tribunales de Justicia
podrán autorizar la intervención de comunicaciones orales, escritas o de cualquier otro tipo, dentro de los
procedimientos de una investigación policial o jurisdiccional, cuando involucre el esclarecimiento de los siguientes
delitos, el secuestro extorsivo y los previstos en la Ley sobre sustancias psicotrópicas, drogas de uso no autorizado y
actividades conexas. (...)" La intervención de comunicaciones de este tipo, ya sea de la documentación de la
existencia de la comunicación -por ejemplo la fecha y hora en que una persona se comunicó con otra-, la identidad
del emisor del mensaje y de su receptor, o del contenido de las comunicaciones -listado de mensajes recibidos por
vía telefónica para una persona determinada- puede ordenarse únicamente en casos en que se investiguen los delitos
de secuestro extorsivo o los previstos en la Ley de Sustancias Sicotrópicas -artículo 9 de la Ley Nº7425- y mediante
los procedimientos establecidos en el artículo 10 y ss. En cuanto a este punto la mayoría de la Sala modifica un
precedente anterior, sentado en el considerando IX de la sentencia Nº4454-95, de las 11:12 horas del 11 de agosto
de 1995, en el sentido de que: "La particularidad que rodea al procedimiento de rastreo telefónico consiste, como se
dijo, en que la información obtenida se registra en documentos. En este caso, entra a regir concomitantemente el
numeral 1 de la Ley de Registro, Secuestro y Examen de Documentos privados, en donde expresamente se define
como documento privado, entre otros a "cualquier otra forma de registrar información de carácter privado utilizados
con carácter representativo o declarativo, para ilustrar o comprobar algo"(...) "Convertida la información así obtenida
en documento, rigen las disposiciones relativas a éstos, pudiendo el juez autorizar el examen de éstos mediante
resolución fundada a los oficiales encargados de la investigación" (...) "Las mismas consideraciones valen en lo
referente al secuestro ordenado de los reportes de los mensajes trasmitidos por el sistema de radio mensajes, que
también impugna la recurrente."
Por el contrario, ahora la mayoría de la Sala, tras una más detenida consideración de las cuestiones involucradas,
estima que en el presente caso y siguiendo ese precedente, al ordenarse el secuestro del listado de llamadas con el
fin de esclarecer una causa que se sigue en el Juzgado de Instrucción de... contra el recurrente y otros cuatro
imputados, por los delitos de dos homicidios calificados y robo agravado, los cuales no están previstos en el artículo 9
de la Ley Nº7425, se ha producido una violación al derecho a la intimidad y a la libertad de las comunicaciones del
amparado, por lo que lo procedente es declarar con lugar el recurso en cuanto a este extremo."
SALA CONSTITUCIONAL. N° 3444-97 de las 10 :21 horas del 20 de junio de 1997.

20.- TIPO PENAL EN BLANCO. Vulneración del Principio de Tipicidad.


"De manera que, no es que la apertura del tipo sea por sí misma una vulneración al principio de tipicidad. Lo es
cuando la imprecisión conceptual y el sinnúmero de variables que pueden ser introducidas genéricamente, le resten
claridad y precisión a la descripción de la conducta que se pretende sancionar. Cuando el tipo abierto permite sin
mayores dificultades, individualizar la conducta prohibida acudiendo a pautas o reglas que est n fuera del tipo penal, -
como el concepto de culpa en el delito de homicidio culposo- no se incurre en violación al principio de legalidad. En el
caso del tipo que se analiza, considera esta Sala que no viola el principio de tipicidad, por cuanto, los términos
"científico", "artístico", "cultural" y "religioso" no dejan al juez un margen indiscriminado de interpretación, sino que
limitan razonablemente su significado."(Artículo 129 inciso 1° del Código Penal)" SALA CONSTITUCIONAL. N° 4797-
M-97 de las 14:45 horas del 21 de agosto de 1997.
JURISPRUDENCIA CONSTITUCIONAL

Martín Rodríguez Miranda


Letrado Sala de Casación Penal
Lucila Monge Pizarro
Letrada Sala Constitucional

1. ACCIÓN PENAL.Facultad del Ministerio Público para solicitar el sobreseimiento.

2. ALLANAMIENTO. La ausencia de un defensor público no vulnera el derecho de defensa.

3. APELACIÓN. No violenta el debido proceso la inexistencia de una segunda instancia para todas las resoluciones y
actuaciones del proceso..

4. CONCILIACIÓN. Interpretación del artículo 36 del Código Procesal Penal.

5. DERECHO DE DEFENSA. Derecho a la intimación en el proceso contravencional.

6. DERECHO DE DEFENSA. Participación de las partes en las actos de investigación del Ministerio Público.

7. DESISTIMIENTO DE LA ACCIÓN PENAL. La solicitud que formula el Ministerio Público es una garantía de
independencia e imparcialidad procesal.

8. DETENCIÓN. Indicio comprobado de haber cometido delito.

9. IMPUTADO PRÓFUGO. Posibilidad de incorporar su declaración en juicio.

10. INDEPENDENCIA JUDICIAL. Forma parte del sistema democrático de derecho.

11. INTERNAMIENTO EN CENTRO ESPECIALIZADO. Conversión en caso de incumplimiento de la medida sustituta.

12. JUEZ DE EJECUCIÓN DE LA PENA. Funciones en el nuevo proceso.

13. LEGAJO DE INVESTIGACIÓN. El Ministerio Público no está obligado a entregar fotocopias de las actuaciones al
tercero que alegue un interés legítimo.

14. LEY PENAL JUVENIL. El internamiento en un centro especializado no es inconstitucional.

15. LEY MAS FAVORABLE. Su aplicación integra el debido proceso.

16. MEDIDAS ALTERNATIVAS. Principios y plazo para su interposición.

17. MINISTERIO PUBLICO. Trascendencia procesal de la labor realizada durante la fase de investigación.

18. NUEVO PROCESO PENAL. La función del juez en sus diferentes etapas.

19. NUEVO PROCESO PENAL. Transformación de un sistema inquisitivo a uno acusatorio.

20. PARTICIPACIÓN DE LA VICTIMA. Función de control procesal.

21. PRESCRIPCIÓN. Naturaleza jurídica.

22. PRESCRIPCIÓN. Instituto de carácter procesal.

23. PRESCRIPCIÓN. Reglas previstas en la nueva normativa procesal no constituyen ley más favorable.

24. PRINCIPIO DE OPORTUNIDAD. Objetivos y naturaleza de la normativa que lo regula.


25. PRISIÓN PREVENTIVA. La solicitud de modificación de medida no interrumpe el plazo previsto para su revisión.

26. PROCEDIMIENTO INTERMEDIO. Mecanismos a través de los cuales se puede exigir el debido proceso.

27. PROCEDIMIENTO PREPARATORIO. No es inconstitucional la delegación de actuaciones al juez contravencional.

28. REGISTRO DE VEHÍCULOS. Facultades de la policía.

29. SOBRESEIMIENTO. No violenta el debido proceso la inexistencia de apelación contra el auto que deniega su
solicitud.

1. ACCIÓN PENAL. Facultad del Ministerio Público para solicitar el sobreseimiento.

“Se cuestiona el artículo 302 del Código Procesal Penal en cuanto otorga carácter vinculante a la solicitud de
sobreseimiento efectuada por el Ministerio Público a la autoridad jurisdiccional, una vez agotado el trámite de la
disconformidad. Con relación al artículo 347 del Código de Procedimientos Penales, que regulaba el asunto de igual
modo, se dijo: "El modelo de proceso penal mixto moderno, que es el seguido por nuestro legislador en el Código de
Procedimientos Penales actual, buscó remediar el excesivo poder del juez inquisitivo en el impulso y control del proceso,
al punto de que su figura se confundía con la de acusador y juzgador, en detrimento de la frágil posición de las partes y la
defensa de sus intereses. Por eso se establece en el artículo 5 del Código en comentario, que el monopolio de la acción
penal, en delito de acción pública, corresponde al Ministerio Público, que se erige como el Organo acusador por
excelencia, en ejercicio de la pretensión punitiva del Estado. El proceso penal así moldeado, de conformidad con la ley
que lo desarrolla, al amparo de lo que dispone el artículo 153 de la Constitución Política, establece la forma en que se
ejerce la acción penal, para ello estructura el ejercicio de la pretensión punitiva del Estado en cabeza de un órgano
distinto del juez. El proceso no podrá iniciarse sin su excitativa -nullo iudicio sine actione-, y no podrá existir acción penal
sin intervención del juez -nulla actio sine jurisdictione-. La intervención de dos Organos del Estado -uno en función
jurisdiccional y otro en representación y tutela del orden público lesionado por el delito-, contribuye a equilibrar el ejercicio
del poder estatal en el proceso, compartiendo la esencia del principio clásico de división del poder. Al Ministerio Público,
que ostenta el ejercicio de la acción penal, el legislador le confiere el poder de decidir si la ejerce o no -decisión que debe
estar debidamente fundamentada, artículo 39 párrafo segundo del Código de Procedimientos Penales, 2 y 8 de la Ley
Orgánica del Ministerio Público- la que en todo caso debe presentar y solicitar al juez... el juez simplemente acoge la
decisión del Ministerio Público, refrendada por el Fiscal del Tribunal de Apelaciones, según el procedimiento establecido en
el artículo 347 impugnado, de no ejercer la acción penal, lo que condiciona la actividad del juez, pues no puede proseguir
sin el órgano acusador..." (Sentencia 5749 de las quince horas veinticuatro minutos del veintinueve de octubre de mil
novecientos noventa y seis). De manera que, es el Ministerio Público quien decide si desestima o sobresee una causa,
por tener el monopolio de la acción penal, de ahí que se afirme que no puede haber juicio sin acusación, pero no porque
el Ministerio Público pueda sustituir la función jurisdiccional, sino porque ésta no puede actuar si no ha sido debidamente
excitada por medio de una acusación debidamente establecida, la que además cumple la función de permitir el ejercicio
de la defensa. El actual Código Procesal Penal busca acentuar aún más los rasgos acusatorios del proceso, el juez
asume un papel más pasivo, se le otorgan mayores facultades al Ministerio Público, tales como el dominio de la
investigación, la dirección de la policía, la aplicación del principio de oportunidad, entre otras, lo que hace que la norma
cuestionada resulte del todo coherente con el diseño del proceso. En virtud de lo expuesto, al no existir razones para
variar de criterio, lo procedente es evacuar la consulta formulada señalando que no es inconstitucional el artículo
consultado.” 1998. SALA CONSTITUCIONAL, No. 3389 de las 16:42 h del 26 de mayo.

2. ALLANAMIENTO. La ausencia de un defensor público no vulnera el derecho de defensa.

“El problema que se plantea en el presente recurso de habeas corpus, se contrae a determinar si la falta de participación
de un defensor público en la ejecución de una orden de allanamiento, registro y secuestro, vulnera el derecho de defensa
de los amparados. En criterio de la Sala, ello debe desestimarse pues no puede considerarse una correcta interpretación
de las normas del Código Procesal Penal, en el tanto que se confunde las formalidades del anticipo jurisdiccional de
prueba y la urgencia en su realización (artículos 293 y 294 de ese mismo cuerpo normativo), con las del allanamiento,
registro y secuestro. Lleva razón el Juez recurrido, que exigir la presencia de un defensor en este último acto, no solo
pondría en peligro el éxito de la investigación, sino que también daría lugar para que se lesione el principio de la
averiguación de la verdad real de los hechos, al darse sobreaviso de la sospecha de los órganos del Estado, de que un
Juez de la República presume razonablemente de que en el lugar hay rastros de un supuesto delito. Todo lo anterior,
lógicamente conllevaría a la desaparición de los rastros probatorios de que en el lugar -alguna vez- ocurrió una actividad
perseguida por la Ley Penal y de quiénes fueron sus autores. En todo caso, lo anterior significa que al momento de
ordenarse el allanamiento, registro y secuestro, éste se hace en contra de una o varias personas desconocidas, no
individualizadas, de manera que no proceden los argumentos del recurrente, en cuanto a la aplicabilidad del artículo 13
del Código Procesal Penal. Nótese además, que si bien el recurrente se queja en el escrito inicial de que se afecta la
intimidad de los recurrentes, es lo cierto que el Juez Contravencional de Esparza condujo las actuaciones impugnadas,
siendo él el garante de los derechos fundamentales de los amparados. En consecuencia de lo anterior, es criterio de la
Sala que el recurso debe desestimarse.” 1998. SALA CONSTITUCIONAL, No. 2467 de las 15:48 h del 14 de abril.

3. APELACIÓN. No violenta el debido proceso la inexistencia de una segunda instancia para todas las
resoluciones y actuaciones del proceso.

“El accionante impugna la jurisprudencia del Tribunal Penal del primer circuito judicial de San José y el artículo 437 del
Código Procesal Penal, por denegar la primera y no autorizar el segundo, el recurso de apelación contra las resoluciones
finales del juez de la fase intermedia, de los incidentes de nulidad de actuaciones y resoluciones, cuando se acuse en
ellos la violación de derechos constitucionales, como es el caso del debido proceso. Conforme se desprende de la
resolución de las quince horas treinta minutos del seis de noviembre del año pasado dictada por el Tribunal Penal del
Primer Circuito Judicial de San José (folio 37), y de las otras dos resoluciones aportadas por el accionante como
jurisprudencia, la normativa que se aplica en esas resoluciones es la establecida en el Código de Procedimientos Penales
derogado, en donde existía la fase de instrucción y no existía la fase intermedia. No obstante, es posible afirmar que la
inexistencia del recurso de apelación respecto de una resolución que deniega un incidente de nulidad no viola ningún
elemento del debido proceso. No es obligación del legislador establecer la segunda instancia para todas las resoluciones y
actuaciones del proceso. La sóla existencia del recurso de apelación no garantiza de por sí el cumplimiento del debido
proceso. De ahí que la obligación de posibilitar una segunda instancia al imputado, desde una óptica de protección de los
derechos humanos, lo sea con relación a la sentencia condenatoria, según establece el artículo 8 párrafo segundo inciso
h) de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Por su parte, el artículo 437 del Código Procesal Penal lo que
hace es señalar cuáles son las resoluciones apelables. Si se produce algún gravamen irreparable dicha norma posibilita el
recurso de apelación pese a que se trate de una resolución que no haya sido declarada apelable en forma expresa. Si la
resolución no produce un gravamen irreparable se puede proceder conforme disponen los artículos 175 y siguientes del
mismo Código, esto es, se puede convalidar el vicio o puede sanearse. Además como se indicó en el considerando
anterior, la inexistencia de recurso en relación con una resolución que no pone término al asunto, no conlleva lesión
alguna a las garantías fundamentales de las partes, pues el asunto podrá ser replanteado en etapas posteriores y aún en
casación en el caso de un fallo condenatorio. De manera que la norma impugnada no ocasiona violación alguna al debido
proceso y por esa razón la acción debe rechazarse por el fondo también en cuanto a ese particular.” 1999. SALA
CONSTITUCIONAL, No. 1550 de las 15:15 h del 3 de marzo.

4. CONCILIACIÓN. Interpretación del artículo 36 del Código Procesal Penal.

“La primera observación que debe hacerse es que la mayoría de esta Sala no comparte la tesis de que con la actuación
discutida del Tribunal de Puntarenas se haya amenazado la libertad del imputado W.F., dado que en ella simplemente se
rechazó la conciliación acordada por las partes, sin que ello conlleve más que a la continuación del trámite normal de la
causa, y si dentro de ésta, se hubiese limitado la libertad del acusado lo sería por razones diversas y con fundamento en
otras actuaciones y no en la resolución que se discute. Pero además de lo anterior, no lleva razón el recurrente en cuanto
al fondo de lo alegado por las siguientes razones: el Estado tiene constitucionalmente reconocido un poder-deber para
sancionar penalmente algunas acciones de las personas imputables, ello constituye una de sus funciones primordiales, de
modo que no cabe duda del alto valor que tiene para el interés público el que la acción penal pueda llevarse adelante en
forma plena. Desde tal perspectiva, resulta incuestionable que el instituto de la conciliación, objeto de análisis dentro de
este recurso, tiene -dentro nuestro sistema procesal penal- un carácter excepcional de modo que la interpretación que se
haga de sus características y condiciones debe tomar necesariamente en cuenta dicho carácter, pues solo así se evitaría
caer en extremos no queridos por el legislador. Es dentro de este orden de ideas que la mayoría de la Sala encuentra una
clara semejanza entre el instituto de la conciliación del artículo 36 del Código Procesal Penal y el instituto de la
suspensión del proceso a prueba regulado en artículo 25 del precitado cuerpo de leyes: en los dos casos se trata de
particulares excepciones al sistema general y en ambos se toma como punto de referencia para la aplicación de la
alternativa la procedencia de la suspensión condicional de la pena (artículos 59 y 60 del Código Penal). El hecho simple
de que las expresiones literales empleadas en los dos artículos no sean exactamente iguales, pierde relevancia frente a
una visión más amplia de la forma en que ambas opciones se insertan en el sistema procesal penal, para la cual resulta
preferible una exégesis que conjugue armoniosamente todos los valores constitucionales en juego a otra que pura y
simplemente desprecie unos en favor de otros. III.- Dicho lo anterior, debe señalarse que desde una perspectiva
constitucional, es admisible que la autoridad recurrida, al conocer de la conciliación, haya exigido el cumplimiento de todos
los requisitos abstractamente establecidos en el Código Penal para la procedencia de la suspensión condicional de la
pena, pues con ello se garantiza el adecuado empleo de ese instituto por parte de los interesados de modo que no se
desnaturalice la finalidad pretendida con su creación, y se asegura el que no se convierta en una sencilla forma de evitar –
en casos no queridos por el legislador- el ejercicio legítimo de la acción penal por parte del Estado.” 1999. SALA
CONSTITUCIONAL, No 6952 de las 14:36 h del 8 de setiembre.

5. DERECHO DE DEFENSA. Derecho a la intimación en el proceso contravencional.

“El derecho de defensa es la garantía fundamental del imputado dentro de todo proceso penal pues sin su existencia no
es posible que las demás garantías tengan operatividad y vigencia. El derecho de defensa debe ser ejercido desde el
primer acto del procedimiento, incluyendo las etapas preprocesales o policiales. Para poder ejercer plenamente ese
derecho de defensa el imputado debe conocer los hechos por los que se le juzga, sea la imputación que se le formula, y
la prueba en que se fundamenta dicha imputación. En este sentido puede afirmarse que el imputado tiene un derecho a la
información en sentido amplio, el cual sólo puede ser restringido en forma excepcional y por un tiempo limitado (artículo
296 del Código Procesal Penal). El derecho a la intimación es una garantía dentro de todo proceso penal, refiérase a
delito o contravención y es una consecuencia del principio de inviolabilidad de defensa.- El artículo 8 párrafo 2 inciso b) de
la Convención Americana de Derechos Humanos señala expresamente que todo inculpado tiene derecho a una
comunicación previa y detallada de la acusación formulada. Por su parte, el Código Procesal Penal señala el principio de
inviolabilidad de la defensa previsto en el artículo 12 el cual refiere que es inviolable la defensa de cualquiera de las
partes en el procedimiento. El artículo 82 inciso d) señala que el imputado tiene derecho -de inmediato- de presentarse o
ser presentado al Ministerio Público o al tribunal para ser informado y enterarse de los hechos que se le imputan. Se
reputa como imputado a quien mediante cualquier acto de investigación o del procedimiento sea señalado como posible
autor de un hecho punible o partícipe en él (artículo 81 del mismo cuerpo de leyes). De ahí que el funcionario del
Ministerio Público encargado de la investigación deberá proceder a recibir declaración cuando exista motivo suficiente para
sospechar que una persona ha participado en la comisión de un hecho punible (artículo 91). Al comenzar a recibir la
declaración del imputado, el funcionario que lo hace se encuentra en la obligación de comunicarle en forma detallada el
hecho que se le atribuye, su calificación jurídica y un resumen de las actuaciones reunidas hasta ese momento (artículo
92): esto es, se encuentra obligado a intimar al encartado. Son estas reglas generales aplicables a todos los procesos que
prevé el Código, incluyendo a las contravenciones. Es por ello que el numeral 405 refiere que la audiencia oral y pública
inicia con la lectura de los cargos. Pese a que en el artículo 402 que regula específicamente la audiencia de conciliación
en contravenciones y el artículo 36 que se refiere a la conciliación en general no señalen en forma expresa que antes de
dicha audiencia, debe ponerse al imputado en conocimiento de los hechos que se le imputan; es claro que si los demás
numerales citados refieren que debe intimarse desde que exista motivo suficiente para sospechar de su autoría o
participación en un ilícito; para poder conciliar el encartado debe haber sido intimado, esto es, debe conocer los hechos y
las probanzas existentes en su contra, sin que lo señalado conlleve la obligación de tomarle declaración sobre esos
hechos, como algunos lo han entendido -desde luego que si el encausado quisiera declarar sobre lo comunicado, también
puede hacerlo-. De manera que si en un proceso por contravenciones se juzga al encausado sin que se le intime sobre
los hechos que se le atribuyen, se produce un quebrantamiento de los principios del debido proceso y en particular de la
inviolabilidad de la defensa.- En definitiva, en la primera diligencia que se practique debe intimarse en aplicación del
debido proceso y del derecho de defensa y si esa primera audiencia es la conciliación, como acto inicial de ésta debe
procederse a comunicarle los hechos por los que se le juzga e informarle sobre la prueba existente en su contra, si
quisiera declarar sobre ello puede hacerlo.” 1998. SALA CONSTITUCIONAL, No. 9128 de las 17:27 h del 22 de
diciembre.

6. DERECHO DE DEFENSA. Participación de las partes en las actos de investigación del Ministerio Público.

“No existe controversia entre las partes en lo que se refiere a los hechos que suscitaron la interposición del amparo.
Ambas coinciden en que se impidió la presencia del defensor del imputado durante una entrevista que la fiscal encargada
del caso sostuvo con un eventual testigo de descargo. El tema de decisión radica en determinar si la conducta de la
funcionaria del Ministerio Público lesionó el derecho fundamental a la defensa del encartado. II.- Aclarar el punto no es
sencillo porque entran en juego varios factores. El primero de ellos es que la actividad de investigación que desarrolla el
Ministerio Público durante el procedimiento preparatorio tiene el fin de sustentar la acusación, no de recabar material
probatorio. Tan es así, que el artículo 276 del Código Procesal Penal niega de manera expresa cualquier valor de prueba
a las actuaciones de esa etapa del proceso penal, salvo que se recurriera a la figura del anticipo jurisdiccional de prueba
(artículo 293) o se tratara de uno de los casos previstos en el artículo 334 del mismo Código, situación que no es la
propia de este asunto. Importa esta primera reflexión en el tanto el artículo 12 del Código al esbozar el principio de
inviolabilidad de la defensa alude en él a la intervención del imputado y su defensor en los actos procesales que
incorporen elementos de prueba, de modo que esta aproximación inicial al problema lleva a concluir que si se trata de
actos que no van a gozar de valor probatorio es intrascendente exigir la participación del sindicado o quien lo patrocine.
III.- Sin embargo, a lo dicho hasta aquí debe agregarse que en el transcurso del procedimiento preparatorio –y durante
todo el proceso– los servidores del Ministerio Público tienen el deber de actuar con objetividad (artículos 63 y 180 del
Código Procesal Penal), lo que implica la obligación de no obstaculizar las labores de la defensa, pues, por el contrario,
debe facilitarlas y que la regla en la referida etapa procesal es el acceso de las partes a las actuaciones (artículos 292 y
295 ibídem). Nótese que la privacidad del trámite se impuso respecto de terceros, nunca de las partes y menos del
imputado y su defensor. De este modo, cuando en el artículo 292 citado se estipula que el Ministerio Público permitirá la
presencia de las partes en los actos que practique, lo que se colige es una obligación para los empleados de ese órgano
y de ninguna manera una facultad de ejercicio discrecional. Lo que sí autoriza la misma norma es la restricción de la
participación de las partes, cuando alguna de ellas interfiera en el normal desarrollo de las actividades, lo que se refiere,
más que nada, a evidentes injerencias o entorpecimientos que se produzcan durante la diligencia y que el Fiscal puede
válidamente detener. IV.- La Fiscal señala en su informe que su acción tuvo como motivo una llamada de la ofendida
alertándola que el testigo que estaba por llegar era objeto de manipulación por parte del encartado. Una situación de esa
índole conduciría a la aplicación de la última frase del primer párrafo del artículo 292 si, por ejemplo, durante la entrevista
el abogado defensor comenzara a sugerir respuestas o amenazara por cualquier otro medio al testigo, obstruyendo la
comunicación con la funcionaria del Ministerio Público. Sin embargo, no permite la norma una valoración a priori sobre la
actitud del defensor, como la efectuada por la recurrida. Recuérdese que la regla ya enunciada de plena participación de
las partes en el proceso admite, como única excepción, la prevista en el numeral 296, cuando pueda preverse de
antemano que la publicidad va a entorpecer el descubrimiento de la verdad. El 292, por su parte, simplemente faculta a
mantener en cauces de normalidad las diligencias que se efectúen. Como ya se indicó, lo actuado no encaja en ninguna
de las dos opciones, por lo que debe tenerse por vulnerado el derecho de defensa del imputado, al haberse opuesto
restricciones ilegítimas a la participación de su defensor en la actividad propia del procedimiento preparatorio. Se advierte
a la recurrida no incurrir en futuras acciones como la que aquí se analizó.” 1998. SALA CONSTITUCIONAL, No. 7505
de las 16:03 h del 21 de octubre.

7. DESISTIMIENTO DE LA ACCIÓN PENAL. La solicitud que formula el Ministerio Público es una garantía de
independencia e imparcialidad procesal.

“La consulta se refiere –precisamente- en relación con el procedimiento que establece el Código Procesal Penal para que
se declare el desistimiento de la acción penal, el cual, de alguna manera es un procedimiento calificado, en tanto obliga al
juez que no concuerde con la solicitud de desestimación del órgano acusador –Ministerio Público-, a presentar la
disconformidad. Las normas consultadas textualmente disponen: "Artículo 282.- Desestimación. Cuando un hecho
denunciado no constituya delito o no sea posible proceder, el Ministerio Público solicitará al tribunal del procedimiento
preparatorio, mediante requerimiento fundado, la desestimación de la denuncia, la querella o las actuaciones policiales. La
desestimación no impedirá reabrir el procedimiento cuando nuevas circunstancias así lo exijan, ni eximirá al Ministerio
Público del deber de practicar los actos de investigación que no admitan demora. La resolución que admite la
desestimación se comunicará a la víctima de domicilio conocido que haya pedido ser informada del resultado del
procedimiento y será apelable por la víctima, el querellante, el actor civil y el Ministerio Público." "Artículo 302.-
Disconformidad. Cuando el tribunal considere procedente la apertura a juicio y el Ministerio Público haya solicitado la
desestimación o el sobreseimiento, sin que la víctima haya querellado, aquél le remitirá nuevamente las actuaciones al
fiscal, por auto fundado, para que modifique su petición en el plazo máximo de cinco días. Si el fiscal ratifica su solicitud y
el tribunal mantiene su posición, se enviarán las actuaciones al Fiscal General o al fiscal superior que él haya designado,
para que peticione nuevamente o ratifique lo planteado por el fiscal inferior. Cuando el Ministerio Público reitere su
solicitud, el juez deberá resolver conforme a lo peticionado, sin perjuicio de la impugnación de la decisión por la víctima."
La idea de dicha normativa es darle prevalencia al principio acusatorio en lo relativo a la desestimación solicitada por el
Ministerio Público, de modo que el juez no pueda obligar a éste a solicitar la apertura a juicio, todo lo anterior, conforme
se dijo, al principio democrático de división de las funciones de investigación y de tutela de los derechos del acusado en
dos órganos distintos, que orienta el procedimiento penal. El Ministerio Público mantiene inalterables los poderes
inherentes a la acusación, motivo por lo cual, el juez no puede modificar la voluntad del órgano acusador cuando éste
solicita el sobreseimiento o la desestimación de la causa, y en caso de oposición a esa solicitud debe someter al
conocimiento del Fiscal Superior o General la reconsideración de su petición, conforme al procedimiento establecido en el
transcrito artículo 302 del Código Procesal Penal, y en última instancia, impera el criterio del Ministerio Público. Lo anterior
no resulta inconstitucionalidad, como lo considera la autoridad consultante, en tanto el fiscal no invade potestades
exclusivas del órgano judicial, y más bien debe de indicarse que esta competencia constituye una clara manifestación del
poder acusatorio que ejerce el Ministerio Público, en virtud de establecerlo así la ley, como una clara y saludable
manifestación de la división de poderes en el proceso, en el que los jueces se limitan a juzgar y no a investigar,
concentrándose en la tutela de los derechos del ciudadano frente a la represión punitiva estatal. Con esta separación de
las funciones de investigación y control en la etapa inicial del proceso penal, también se da cumplimiento a lo establecido
en los artículos 9 y 154 de la Constitución Política, en cuanto se refieren a la separación de los Poderes del Estado y al
sometimiento de los jueces únicamente a las normas y principios constitucionales y a las leyes; así como a la Convención
Americana sobre Derechos Humanos o Pacto de San José, en cuanto obliga a los Estados Partes de dotar de garantías
judiciales a los imputados en los procesos penales, resaltando la necesidad de que sea un juez o tribunal imparcial,
independiente y previamente establecido por ley, el que conozca de las causas, como pilar del procedimiento justo:
"Artículo 8. Garantías Judiciales 1. Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo
razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en la
sustanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella, o para la determinación de sus derechos y obligaciones
de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter." De esta suerte, no basta con que el juez o tribunal que conoce
de la causa penal sea competente, es decir, que conozca el derecho, y que haya sido nombrado conforme a la ley de
organización de los tribunales del país, sino que es fundamental garantizar su independencia e imparcialidad, tanto frente
a los otros poderes públicos, como respecto de todas las partes que intervienen en el proceso. Si el juez es el encargado
de recabar la prueba contra el imputado, y éste realiza las diligencias preparatorias del procedimiento necesarias para
fundamentar una acusación penal, puede ver comprometidos los intereses de las partes, -sea el de la víctima, el del
imputado, o inclusive el del actor civil-; con lo cual su imparcialidad podría verse seriamente amenazada, ya que
difícilmente podría permanecer objetivo ante la causa que conoce y juzga, incumpliéndose con ello esta exigencia
constitucional e internacional. La consecuencia inmediata de esta independencia e imparcialidad del juez por corresponder
a otro órgano independiente la investigación de los hechos acusados se traduce necesariamente en que la acusación sea
fundada, objetiva y motivada, al estar respaldada en la prueba encontrada e investigada por el órgano acusador –
Ministerio Público-, con lo cual se da cumplimiento con la otra garantía judicial exigida en el Pacto de San José, en su
artículo 8.2.b): "2. Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se
establezca legalmente su culpabilidad. Durante el proceso, toda persona tiene derecho, en plena igualdad, a las siguientes
garantías mínimas: [. . .] b) comunicación previa y detallada al inculpado de la acusación formulada." 1999. SALA
CONSTITUCIONAL, No. 6470 de las 14:36 h del 18 de agosto.

8. DETENCIÓN. Indicio comprobado de haber cometido delito.

“El artículo 37 constitucional ordena que nadie puede ser detenido sin un indicio comprobado de haber cometido delito, y
sin mandato escrito de juez o autoridad encargada del orden público, excepto cuando se trate de reo prófugo o
delincuente infraganti, debiendo en todo caso ser puesto a la disposición de juez competente dentro del término perentorio
de veinticuatro horas. La Sala ha determinado reiteradamente en su jurisprudencia que el indicio comprobado se entiende
como la existencia real de una información objetiva, capaz de producir un conocimiento probable de una imputación
delictiva. También ha dicho que la detención se refiere tanto a la que ordena la autoridad judicial como la administrativa,
esta última en el ejercicio de su competencia como policía preventiva, siempre y cuando exista el indicio comprobado del
que se habló supra, aunque también se ha establecido que la valoración de las probanzas y la calificación del hecho
atribuido es una tarea técnica que corresponde a las autoridades judiciales de lo penal, y que la policía administrativa
podría en algunos casos no estar en capacidad de calificar una determinada conducta, lo que de manera alguna le impide
actuar en resguardo del orden público, la salud pública o los derechos de terceros, en tanto exista el indicio comprobado
de que una actuación lesiva de esta naturaleza se está presentando y que la actuación policial oportuna va a evitar un
daño mayor. Es por este motivo que la Sala ha entendido como legítima la detención administrativa aún en casos de
contravenciones, siempre y cuando sólo se prolongue el tiempo necesario para poner a la orden de la autoridad judicial al
aprehendido, a fin de que sea ésta la que resuelva su situación jurídica a la brevedad posible, quedando a la orden de
juez competente la persona –de ser necesario–, pero dentro del término de veinticuatro horas. III.- En el marco de las
anteriores consideraciones, estima la Sala que la detención del amparado el dieciocho de agosto pasado en horas de la
madrugada por parte de la policía administrativa no resulta ilegítima, habida cuenta que en su labor preventiva y teniendo
informes confidenciales de que se dedicaba a la venta de drogas ilícitas y que en ese momento se encontraba en
posesión de ellas, le dieron seguimiento en su vehículo, ante lo cual el amparado manifestó un comportamiento
sospechoso pues pretendió darse a la fuga, lo que no logró al ser alcanzado por los oficiales de policía, quienes aseguran
en su informe y lo consignaron en un acta de decomiso, lo sorprendieron en posesión de gran cantidad de cocaína y
crack. Por ese motivo, lo trasladaron al Ministerio Público dentro del plazo de veinticuatro horas que estipula el artículo
37 constitucional, tal y como correspondía en armonía con lo que dispone el artículo 235 del Código Procesal Penal, lo
que a juicio de la Sala implica una labor diligente de ese cuerpo policial que no resulta en ese tanto violatoria del derecho
a la libertad del amparado.” 1999. SALA CONSTITUCIONAL, No. 7371 de las 10:12 h del 24 de setiembre.

9. IMPUTADO PRÓFUGO. Posibilidad de incorporar su declaración en juicio.

“El Tribunal consultante manifiesta su duda en relación con la constitucionalidad del artículo 385 del anterior Código de
Procedimientos Penales, pues a su criterio es contrario a lo preceptuado por el artículo 36 de la Carta Fundamental. La
norma legal discutida señalaba: "Artículo 385.- El tribunal podrá ordenar, aún de oficio, la lectura de la denuncia e
informes técnicos suministrados por auxiliares de la Policía Judicial; de las declaraciones prestadas por coimputados
absueltos, condenados o prófugos, si aparecieren como partícipes del delito que se investiga o de otro conexo;..." Por su
parte, el artículo 36 de la Constitución Política expresa: "Artículo 36.- En materia penal nadie está obligado a declarar
contra sí mismo, ni contra su cónyuge, ascendientes, descendientes o parientes colaterales hasta el tercer grado inclusive
de consanguinidad o afinidad.-" La confrontación de los dos textos citados ya se había realizado por parte de esta Sala en
sentencia número 02480-97 de las quince horas treinta y seis minutos del seis mayo de mil novecientos noventa y siete
con relación al caso de los coimputados absueltos y condenados. Igual que en aquel pronunciamiento, es necesario
concluir que en el caso de los coimputados prófugos, no existe tampoco infracción de la norma constitucional citada, por
cuanto -tal y como se dijo en su oportunidad- en ésta última se contempla un derecho a favor del imputado dentro de la
causa penal que se tramite en su contra, de manera que, si así lo desea, no se vea obligado a coadyuvar en forma
alguna con quienes pretenden juzgarlo. Esta hipótesis es distinta de la situación que se regula en el artículo 385 discutido
porque la declaración indagatoria rendida en la instrucción, no pretende utilizarse para perjudicar a quien la rindió, sino a
otra persona diferente. El Tribunal consultante parece entender que el artículo 36 de la Constitución Política da a quien
emite una declaración indagatoria, un poder absoluto sobre ella, el cual trasciende aún fuera de la causa seguida en su
contra, pero esa no es una lectura correcta ni del texto constitucional, ni de la jurisprudencia que esta Sala ha emitido
sobre él. Por el contrario, la regla constitucional, como garantía individual que es, pretende proteger al ciudadano de un
perjuicio, sea en su contra o de las personas que se enumeran, por lo cual es a dicho contexto al que debe limitarse la
operación de la limitación constitucional al Estado contenida en el artículo constitucional en cuestión. Al respecto, en la
resolución número 05977-94 de las dieciséis horas veintisiete minutos del once de octubre de mil novecientos noventa y
cuatro, se dijo que: "... La garantía de no declarar en contra de si mismo surgió, principalmente como respuesta a la
costumbre, intronizada en algunos países y aceptada en sistemas inquisitivos de organización no democrática, de obtener
la confesión del imputado mediante tortura, lo que impedía que el acusado fuera juzgado con imparcialidad como lo
requiere la ley. Modernamente se acepta también que una persona tiene derecho a no coadyuvar con quienes pretenden
quitarle su libertad, porque se entiende que éste es uno de los bienes más preciados del ser humano, de allí que sea
lógico que un acusado, no esté obligado a procurarse un daño a si mismo..." En este caso, no observa la Sala que el
artículo 385 en la parte que interesa, por sí mismo o interpretado rectamente, se contradiga con el fundamento del artículo
36 Constitucional, recién expuesto, ya que se contempla la posibilidad de incorporar por lectura -en un juicio oral
determinado- las declaraciones indagatorias de los coimputados absueltos condenados o prófugos, conceptos que
excluyen evidentemente la posibilidad de su juzgamiento en el proceso donde pretende incorporarse sus declaraciones.
Es a su vez entendido que será incorrecto emplear este mecanismo de incorporación para obtener elementos de juicio
para perjudicar en alguna forma al declarante, no obstante, dicha hipótesis debería de analizarse y resolverse dentro del
proceso seguido propiamente contra él, es decir, exista la posibilidad real y concreta de un infracción constitucional, por
tratarse del juzgamiento del propio declarante.” 1999. SALA CONSTITUCIONAL, No. 4599 de las 18:27 h del 15 de
junio.

10. INDEPENDENCIA JUDICIAL. Forma parte del sistema democrático de derecho.

“Los constituyentes, en el artículo 1° de la Constitución Política, definieron el sistema político del Estado costarricense
como un régimen democrático, libre e independiente, lo cual implica una forma particular de Estado, en el que la relación
entre el Poder y los hombres se resuelve de modo favorable a la dignidad de la persona, a su libertad y a sus derechos.
Dicho de otro modo, "Costa Rica, en el artículo 1° de su Constitución Política, al constituirse en Estado según los
principios de una democracia, optó por una formulación política en la que el ser humano, por el simple hecho de serlo, por
haber nacido tal, es depositario de una serie de derechos que le son dados en protección de su dignidad, derechos que
no pueden serle desconocidos sino en razón de intereses sociales superiores, debidamente reconocidos en la propia
Constitución o las leyes" (sentencia número 00678-91). Esta positivación del "principio democrático" constituye uno de los
pilares –por no decir, el núcleo o esencia- en el que se asienta nuestro sistema republicano, y conlleva que todo el
sistema normativo deba ser interpretado conforme a los principios que informan este sistema de vida y de
conceptualización del Estado, en el que los derechos reconocidos a las personas les deben ser respetados por esa sola
condición, independientemente de su origen nacional, raza, credo político o religioso, sin discriminaciones a su dignidad
como ser humano. En el campo penal estos principios se traducen en la igualdad de trato que debe dárseles a todos, en
el respeto de sus derechos en los procesos penales (debido proceso), y en que el sistema carcelario reúna condiciones
dignas para la permanencia de los detenidos. Por la importancia que tiene en relación con el tema consultado, es
importante hacer mención de la independencia de los jueces, la cual es fundamental en la materia penal, y que también
informa el principio democrático, en tanto actúa como garantía de las partes involucradas en el proceso, y que se traduce
en el derecho que tiene el imputado de ser juzgado por jueces independientes en relación con los otros Poderes del
Estado, de sus superiores del Poder Judicial, y de toda otra influencia externa. Está reconocida en los artículos 9 y 154 de
la Constitución Política, en un doble sentido, hacia lo externo e interno del Poder Judicial, en tanto les protege de las
influencias e incidencias –tanto externas como internas- que puedan tener en uno y otro sentido en la decisión de los
casos sometidos a su conocimiento, para que fallen con estricto apego a lo dispuesto en la normativa vigente. De lo
dicho, cabe entonces concluir que la función jurisdiccional es determinante en la construcción y fortalecimiento de toda
democracia. La defensa de la Constitución, y por ende de nuestro sistema democrático, depende en gran medida de los
jueces, quienes tienen un papel activo en esta tarea, al ser los llamados a interpretar y hacer valer las normas y principios
constitucionales y en consecuencia las leyes; al constituirse en garantes de los derechos de las personas, el cual es,
además –como se verá más adelante-, uno de los objetivos primordiales de la nueva legislación procesal penal: la de
devolverle al juez su función de garante de los valores que protege la Constitución, dotándole de la objetividad necesaria
para que actúe como un contralor de derecho y no cómo un acusador imperfecto.” 1999. SALA CONSTITUCIONAL, No.
6470 de las 14:36 h del 18 de agosto.

11. INTERNAMIENTO EN CENTRO ESPECIALIZADO. Conversión en caso de incumplimiento de la medida


sustituta.

“Se consulta el artículo 131 inciso b) de la Ley de Justicia Penal Juvenil en cuanto autoriza la imposición del internamiento
en centro especializado ante el incumplimiento de sanciones de otra naturaleza, menos graves. Señala el juez consultante
que ni la Convención sobre los Derechos del Niño, ni las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración
de Justicia, contemplan la posibilidad del internamiento dado el incumplimiento de otras sanciones menos graves. Si se
interpreta que ante el incumplimiento de cualquier medida que no sea el internamiento, procede la imposición del mismo
(salvo tratándose de contravenciones para las que el mismo numeral 131 establece la improcedencia), se produce un
mecanismo legal mediante el cual se autoriza la imposición de la medida más grave a imponer ante hechos que no son
graves y por factores ajenos al hecho sancionado. Estima que el numeral 122 de la Ley expresamente establece que la
pena que se imponga debe ser proporcional, racional e idónea y en esa medida la conversión de la medida
necesariamente se torna, en sentido contrario, en desproporcional e irracional; pues si la sanción proporcional y racional
era la sanción socioeducativa o la orden de orientación y supervisión, en el momento en que por un incumplimiento se
cambia por un internamiento, esta sanción necesariamente será desproporcional e irracional en relación al hecho
cometido. Afirma que al individualizar la pena el juez sentenciador atiende a la culpabilidad por el hecho cometido y a la
gravedad del mismo, de manera que si se impone posteriormente la sanción por el incumplimiento de la medida, la pena a
descontar ya no tiene relación con el hecho y grado de culpa, sino con un factor ajeno incluso a la situación misma que es
sancionada. El derecho penal se ampara en la culpabilidad del hecho y las penas a imponer se deben establecer
únicamente en función del principio de culpabilidad. Analizando lo señalado por la autoridad consultante, considera esta
Sala que el inciso b) del artículo 131 de la Ley de Justicia Penal Juvenil no es inconstitucional en sí mismo por lo que
seguidamente se expone. Dicha norma señala: "La sanción de internamiento es una privación de libertad de carácter
excepcional. Puede ser aplicada sólo en los siguientes casos: a)... b) Cuando haya incumplido injustificadamente las
sanciones socioeducativas o las órdenes de orientación y supervisión impuestas." En primer término, debe decirse que el
régimen de sanciones alternativas a la prisión que contiene la Ley de Justicia Penal Juvenil, atiende al interés superior del
menor, a su consideración como ser humano en desarrollo al que debe aplicársele la medida de internamiento sólo como
último recurso y por el período de tiempo más breve que proceda, considerando los efectos tan nocivos que el encierro
puede ocasionar en su personalidad en formación. Desde esa perspectiva la promulgación de dicha Ley constituye un
claro avance de política criminal garantista, pues otorga al juez un abanico de posibilidades que le permiten una búsqueda
más justa y eficiente de la solución del conflicto humano subyacente. El Juez puede ordenar la aplicación de las sanciones
previstas en la Ley en forma simultánea, sucesiva o alternativa (artículo 123 de la Ley); de ahí que perfectamente se
puede imponer como primera consecuencia por el hecho cometido, una sanción de privación de libertad, sustituida por una
orden de orientación y supervisión o una sanción socio-educativa y preverse, que en caso de incumplimiento, se deberá
cumplir con la pena privativa de libertad, como último recurso, atendiendo por supuesto a un examen de culpabilidad y
proporcionalidad, que debe hacerse al momento de fijar la pena en sentencia. Claro está, que la sentencia debe contener
una fundamentación adecuada y suficiente de la fijación de la pena, estableciendo el por qué del monto señalado, su
necesidad para lo fines establecidos en la Ley de Justicia Penal Juvenil, según los parámetros del artículo 122 de esa
Ley, esto es, debe señalarse en cada caso por qué se considera adecuado imponer esa sanción de acuerdo a las
condiciones personales del autor del hecho, la gravedad de éste, la proporcionalidad, racionalidad e idoneidad de la
medida, etc. En caso de que en la sentencia no se establezca expresamente que dado el incumplimiento de la sanción
socio-educativa u orden de orientación y supervisión, se ha de proceder al internamiento en centro especializado, no es
posible aplicar este último como sanción, pues se estaría causando una grave indefensión al imputado y como bien lo
apunta el juez consultante, en ese caso la sanción de restricción a la libertad, se aplicaría por el incumplimiento de otra
medida y no propiamente por el hecho cometido, sin relación de culpabilidad con este, razones por las que resulta
inconstitucional. Entendida, la norma cuestionada en la forma señalada no causa violación alguna al principio de
culpabilidad, pues la pena privativa de libertad no se impone como sanción por incumplir la medida principal, sino como
consecuencia o respuesta por el hecho cometido, su efectivo cumplimiento no se da en virtud de la conversión que de ella
se hace, para posibilitar de una mejor forma la reinsersión social del menor y según las exigencias del artículo 131 inciso
a), pero en caso de incumplimiento de la medida sustitutiva se debe disponer el cumplimiento de la restrictiva de prisión
(artículo 123), pues sólo de esa forma se logra el cometido de política criminal que el legislador se propuso con la
promulgación de la Ley en comentario. El principio de culpabilidad lo que implica es que no se puede castigar al que actúa
sin culpa y la pena no puede pasar la medida de la culpabilidad, principio que con la interpretación que se da a la norma
consultada se cumple. La proporcionalidad por su parte es un instrumento para restringir las sanciones punitivas y ello se
logra cumpliendo con las exigencias establecidas en los artículos 122 y 123 ejúsdem. Ninguno de esos principios resulta
lesionado con la norma cuestionada. En virtud de lo expuesto, se evacua la consulta formulada en el sentido de que el
artículo 131 de la Ley de Justicia Penal Juvenil no resulta inconstitucional.” 1999. SALA CONSTITUCIONAL, No. 2743 de
las 11:33 h del 16 de abril.

12. JUEZ DE EJECUCIÓN DE LA PENA. Funciones en el nuevo proceso.

“Es claro que el actual Código Procesal Penal deroga todas las disposiciones anteriores relacionadas con el tema de la
ejecución de la pena, de manera expresa o tácita y el mismo confiere amplias facultades a los jueces de ejecución de la
pena. Lo que el legislador plasmó en el Código Procesal Penal que nos rige, es una judicialización del proceso de
ejecución, que es consecuente con lo dispuesto en el artículo 153 de la Constitución Política, que establece que
corresponde al Poder Judicial: "Conocer de las causas civiles, penales, comerciales... resolver definitivamente sobre ellas
y ejecutar las resoluciones que pronuncie." El juez de ejecución de la pena, en la nueva legislación, fue creado para
ejercer controles tanto formales como sustanciales en la ejecución penitenciaria. Con relación a la legislación anterior
representa un salto cualitativo de gran importancia, pues otrora el juez ejecutor tenía funciones muy reducidas y limitadas.
Con esta nueva concepción, el juez ejecutor formalmente debe ocuparse de todos aquellos aspectos que tienen que ver
con el cómputo del plazo de la pena y sustancialmente debe controlar, entre otros, la eficacia de la pena en relación con
sus finalidades, el respeto a los derechos fundamentales de los condenados, las sanciones disciplinarias que se imponen
en el centro penal, etc.- De ahí que el numeral 458 del Código Procesal Penal otorgue amplias atribuciones a los jueces
de ejecución, quienes únicamente se encuentran sometidos a la ley, en sentido amplio, a los Tratados Internacionales y a
la Constitución Política. Es obvio que en lo que atañe a la materia propia de la ejecución de la pena, las autoridades
administrativas se encuentran supeditadas a lo que decidan los jueces de ejecución de la pena y no pueden oponerse en
modo alguno, pues como se señaló, se trata de facultades que la misma Constitución otorga en forma exclusiva al Poder
Judicial. El artículo 140 inciso 9) de la Constitución Política señala que corresponde al Poder Ejecutivo, "Ejecutar y hacer
cumplir todo cuanto resuelvan o dispongan en los asuntos de su competencia los tribunales de justicia y los organismos
electorales, a solicitud de los mismos. Esto es, por ser la facultad de hacer ejecutar lo resuelto, propia de la función
jurisdiccional, el Poder Ejecutivo debe acatar lo que decida el Juez de ejecución de la pena en la materia que le compete
y en ese sentido debe hacer cumplir lo resuelto, en este caso, lo decidido con autoridad de cosa juzgada.” 1998. SALA
CONSTITUCIONAL, No. 3390 de las 16:45 h del 26 de mayo.

13. LEGAJO DE INVESTIGACIÓN. El Ministerio Público no está obligado a entregar fotocopias de las actuaciones
al tercero que alegue un interés legítimo.

“El artículo 295 del Código Procesal Penal establece: "El procedimiento preparatorio no será público para terceros. Las
actuaciones sólo podrán ser examinadas por las partes, directamente o por medio de sus representantes. Los abogados
que invoquen un interés legítimo serán informados por el Ministerio Público sobre el hecho que se investiga y sobre los
imputados o detenidos que existan, con el fin de que decidan si aceptan participar en el caso. Las partes, los funcionarios
que participen de la investigación y las demás personas que, por cualquier motivo, tengan conocimiento de las
actuaciones cumplidas, tendrán la obligación de guardar secreto. El incumplimiento de esta obligación será considerado
falta grave." La Sala no observa que el acto contra el cual se recurre sea contrario a derecho, pues la autoridad recurrida
no está en la obligación de suministrar fotocopia de las actuaciones comprendidas en el legajo de investigación que al
efecto lleva a un tercero extraño a la causa que allí se tramita, pues aunque se alegue un interés legítimo en conocer
sobre el hecho que se investiga o sobre el imputado de ese proceso -en este caso específico para decidir si acepta o no
la defensa de la amparada-, el representante del Ministerio Público sólo puede limitarse a informarles sobre los aspectos
indicados para que los abogados adopten la decisión que más les convenga, o permitirles el acceso a la documentación,
pero no a sacar fotocopias de las actuaciones que sirven de base a la causa penal, que apenas está en un proceso de
investigación para determinar si procede formular la acusación o eximir de responsabilidad al imputado (ver artículos 62 y
63 del Código Procesal Penal), por lo que resulta contrario al sentido común que abogados que aún no están acreditados
como partes en el proceso, pretendan sacar copias de las actuaciones contenidas en el legajo de investigación para
decidir si aceptan o no el caso. II.- Cabe aclarar que el artículo 295 del Código Procesal Penal, no desampara a los
abogados que aleguen un interés legítimo en conocer sobre el hecho que se investiga y sobre los imputados o detenidos
que existan, a fin de determinar si aceptan o no participar en el caso, pues el representante del Ministerio Público deberá
informarles acerca de esos extremos para que decidan lo que corresponda. No obstante lo manifestado con anterioridad,
el interés legítimo que invoque un abogado que pretenda determinar si acepta o no participar en el caso, en modo alguno
puede suponer la posibilidad de que se le suministren copias fotostáticas de las actuaciones contenidas en el legajo de
investigación, pues afirmar lo contrario, supone desvirtuar la finalidad misma del procedimiento preparatorio. Lo importante
es que a la persona que tenga un interés legítimo se le informe sobre los extremos que en función de aquel, le interesa
conocer, pues así se garantiza su acceso a la información que requiere para tomar su decisión de participar o no en el
proceso, supuesto que se cumplió en este caso, pues del propio memorial de interposición del recurso se desprende que
los recurrentes fueron puestos en conocimiento de los aspectos esenciales que el propio Código Procesal Penal indica
que las personas que aleguen interés legítimo deben conocer (ver folio 4 del expediente y el párrafo segundo del artículo
295 del Código Procesal Penal). Por lo expuesto, al habeas corpus debe desestimarse.” 1998. SALA
CONSTITUCIONAL, No. 2632 de las 14:54 h del 21 de abril.

14. LEY PENAL JUVENIL. El internamiento en un centro especializado no es inconstitucional.

“Efectivamente, el 131 inciso a) de dicha Ley señala que el internamiento en centro especializado tiene como máximos
diez y quince años de prisión, según se trate de menores o mayores de quince años de edad. Considera esta Sala que la
fijación de la duración de la sanción es un aspecto propio de política criminal que el legislador ha de determinar de
acuerdo con los fines de la pena y los principios que rigen el derecho represivo de menores, dentro del contexto de una
sociedad democrática. No obstante, ello no significa que se encuentra exento del control de constitucionalidad, como bien
señala la Procuraduría en su informe, si se observa alguna desproporcionalidad, la misma ha de declararse. Desde ese
punto de vista, se estima que esta última no existe. Primero, porque la sanción privativa de libertad está prevista como
una medida de carácter excepcional, como el último recurso al que debe acudir el juez, segundo porque los montos
máximos de penas son mucho menores que los establecidos en la legislación penal de adultos, lo cual implica que el
legislador le dio un trato diferente a los menores de edad por su especial condición de seres humanos en desarrollo y
tercero porque sólo es aplicable en casos verdaderamente graves, sea los delitos dolosos que en el caso de mayores
tengan señalada como pena, prisión superior a seis años. En todo caso, cuando el juez fija en concreto la sanción, dentro
del caso sometido a su conocimiento, debe atender a la proporcionalidad, racionalidad e idoneidad de la medida a
imponer, de conformidad con los fines de la pena, la personalidad del imputado, las circunstancias particulares del caso,
etc. De manera que, considerando lo anterior, no resultan inconstitucionales los parámetros de la pena privativa de libertad
establecidos en el artículo 131 de la Ley de Justicia Penal Juvenil.” 1999. SALA CONSTITUCIONAL, No. 2743 de las
11:33 h del 16 de abril.

15. LEY MAS FAVORABLE. Su aplicación integra el debido proceso.

“En el caso que se analiza, el recurrente plantea recurso de revisión por violación al debido proceso, por cuanto considera
que el Tribunal de juicio infringió el principio de aplicación de la ley más favorable.- Con relación a la vigencia temporal de
la ley penal, debe decirse que en general, los hechos punibles se han de juzgar de conformidad con las leyes vigentes en
la época de su comisión. Ello constituye una consecuencia directa de la aplicación del principio de irretroactividad, que se
encuentra establecido en el artículo 34 de la Constitución Política que obedece a su vez a los principios de legalidad y
seguridad jurídica. No obstante, existe una excepción a ese principio, que es la retroactividad de la ley penal más
favorable, la cual se desprende tanto del artículo 34 señalado como del texto del numeral 12 del Código Penal que indica:
“Si la promulgación de la nueva ley cuya aplicación resulta más favorable al reo, se produjere antes del cumplimiento de
la condena, deberá el Tribunal competente modificar la sentencia, de acuerdo con las disposiciones de la nueva ley.” El
fundamento lógico racional de esa aplicación retroactiva, radica en la no necesidad de pena. Se estima que el
ordenamiento jurídico, que ha cambiado la valoración de la conducta, ya sea, valorándolo positivamente o valorándolo
menos negativamente, ya no le interesa la aplicación de las consecuencias jurídicas que se preveían en los supuestos
anteriores. El principio general de libertad, de intervención mínima y en general, la función preventiva del Derecho Penal
obligan a considerar la no aplicación de una norma penal menos favorable en un momento posterior al de su vigencia.
Tanto la irretroactividad de la norma penal menos favorable cuanto la retroactividad de la más favorable obedecen al
deseo de otorgar mayores espacios de libertad a los ciudadanos. En definitiva, considera esta Sala que la aplicación de la
ley penal más favorable sí forma parte del debido proceso, por lo que ante un conflicto de normas, el juez debe
necesariamente optar por la norma que prevea la sanción menos grave o si es del caso, por la que despenaliza la
conducta. El Tribunal consultante deberá establecer si en el caso que se analiza se infringió o no el principio de aplicación
de la ley penal más favorable.” 1998. SALA CONSTITUCIONAL, No. 821 de las 16:51 del 16 de febrero.

16. MEDIDAS ALTERNATIVAS. Principios y plazo para su interposición.

“A partir de la entrada en vigencia de la Ley 7594 del diez de abril de mil novecientos noventa y seis, el principio de
legalidad que regía en el ejercicio de la acción penal, ha sido flexibilizado debido a la incorporación de diversos institutos
procesales, entre ellos el criterio de oportunidad reglado. De manera que la persecución penal no será ejercida obligatoria
e indiscriminadamente, sino con fundamento en criterios de conveniencia y utilidad, que serán aplicados de conformidad
con la ley procesal, la política criminal del Estado y el interés de las partes en la solución del conflicto. En consecuencia,
el Código Procesal Penal integra al sistema jurídico penal formas alternativas de finalización del proceso, a saber, la
aplicación de criterios de oportunidad (artículos 22 a 24), la suspensión del procedimiento a prueba (artículos 25 a 29), la
reparación integral del daño (artículo 30 inciso j), la conciliación (artículo 36), el proceso abreviado (artículos 373 a 375).
Los principios en los que se funda el orden procesal penal vigente, para permitir el acceso de las partes a estas salidas
procesales alternativas, están inspirados en una filosofía iushumanista, que concibe la potestad ius puniendi del Estado
como un instrumento de justicia, cuya prioridad no es vigilar y castigar sino restituir la armonía social. Al respecto, el
artículo 7 del Código Procesal Penal literalmente establece: "Artículo 7.- Solución del conflicto. Los tribunales deberán
resolver el conflicto surgido como consecuencia del hecho, de conformidad con los principios contenidos en las leyes, en
procura de contribuir a restaurar la armonía social entre sus protagonistas". En igual sentido, la Declaración sobre los
Principios Fundamentales de Justicia para las Víctimas de Delitos y Abuso de Poder, adoptada por la Asamblea General
de Naciones Unidas en su resolución 40/34 del veintinueve de noviembre de mil novecientos ochenta y cinco, estipula: "4.
Las víctimas serán tratadas con compasión y respeto por su dignidad. Tendrán derecho al acceso a los mecanismos de la
justicia y a una pronta reparación del daño que hayan sufrido, según lo dispuesto en la legislación nacional. 5. Se
establecerán y reforzarán, cuando sea necesario, mecanismos judiciales y administrativos que permitan a las víctimas
obtener reparación mediante procedimientos oficiales u oficiosos que sean expeditos, justos, poco costosos y accesibles.
Se informará a las víctimas de sus derechos para obtener reparación mediante esos mecanismos. 6. Se facilitará la
adecuación de los procedimientos judiciales y administrativos a las necesidades de las víctimas: a) Informando a las
víctimas de su papel y del alcance, el desarrollo cronológico y la marcha de las actuaciones, así como de la decisión de
sus causas, especialmente cuando se trate de delitos graves y cuando hayan solicitado esa información; b) Permitiendo
que las opiniones y preocupaciones de las víctimas sean presentadas y examinadas en etapas apropiadas de las
actuaciones siempre que estén en juego sus intereses, sin perjuicio del acusado y de acuerdo con el sistema nacional de
justicia penal correspondiente; c) Prestando asistencia apropiada a las víctimas durante todo el proceso judicial; d)
Adoptando medidas para minimizar las molestias causadas a las víctimas, proteger su intimidad, en caso necesario, y
garantizar su seguridad, así como la de sus familiares y la de los testigos en su favor, contra todo acto de intimidación y
represalia; e) Evitando demoras innecesarias en la resolución de las causas y en la ejecución de los mandamientos o
decretos que concedan indemnizaciones a las víctimas. 7. Se utilizarán, cuando proceda, mecanismos oficiosos para la
solución de controversias, incluidos la mediación, el arbitraje y las prácticas de justicia consuetudinaria o autóctonas, a fin
de facilitar la conciliación y la reparación en favor de las víctimas". Por lo tanto, interpretar restrictivamente el tiempo
procesal de estas acciones (criterios de oportunidad, suspensión del procedimiento a prueba, conciliación, reparación
integral del daño, proceso abreviado), significaría limitar en forma ilegítima el derecho que tienen las partes a obtener la
pronta resolución de sus conflictos, de conformidad con lo dispuesto en los artículos 39, 41 de la Constitución Política, 8.1
y 7.5 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y la Declaración sobre los Principios Fundamentales de
Justicia para las Víctimas de Delitos y del Abuso de Poder. De manera que la interpretación del tiempo procesal,
tratándose de la aplicación de aquellos institutos jurídicos que permiten a las partes concluir el proceso penal y solucionar
el conflicto suscitado entre los ciudadanos (víctima e imputado) como consecuencia de la transgresión de la ley penal,
deberá ser acorde al interés del Estado de restaurar la armonía social, tal y como lo indica la Parte General del Código
Procesal Penal, en su artículo 7. No es posible, entonces, que se limite el acceso de las partes a la solución del conflicto,
con fundamento en una interpretación restrictiva del tiempo procesal para la aplicación de tales institutos jurídicos
expresamente contemplados en la ley procesal. En cuanto a este aspecto, procede transcribir el artículo 2 del Código
Procesal Penal, que en lo conducente indica: "Artículo 2.- Regla de interpretación. Deberán interpretarse restrictivamente
las disposiciones legales que coarten la libertad personal o limiten el ejercicio de un poder o derecho conferido a los
sujetos del proceso. En esta materia, se prohiben la interpretación extensiva y la analogía mientras no favorezcan la
libertad del imputado ni el ejercicio de una facultad conferida a quienes intervienen en el procedimiento". Verbigracia, los
artículos 17, 25, 36 y 373 del Código Procesal Penal establecen que la revocatoria de instancia, la conciliación, la
suspensión del proceso a prueba y el procedimiento abreviado podrán solicitarse "en cualquier momento hasta antes de
acordarse la apertura a juicio". Evidentemente, interpretar que una vez dictado el auto de apertura a juicio (artículo 322
del Código Procesal Penal) no procede, bajo ninguna circunstancia, la aplicación de los institutos jurídicos citados,
constituye una interpretación literal del texto normativo. Sin embargo, una interpretación literal del tiempo procesal
regulado en los artículos 17, 25, 36 y 373 del Código Procesal Penal, limita el derecho conferido a los sujetos procesales,
de obtener solución al conflicto mediante soluciones procesales alternativas después de ordenado el auto de apertura a
juicio. En consecuencia, y de conformidad con los dispuesto en los artículos 2 y 7 del Código Procesal Penal, esta
interpretación literal deberá ser sustituida por una interpretación extensiva de la frase "en cualquier momento hasta antes
de acordarse la apertura a juicio", que favorezcan el ejercicio de las facultades conferidas por el ordenamiento jurídico a
quienes intervienen en el procedimiento, para la solución pronta y efectiva del conflicto. De manera que el tiempo
procesal a que se refiere esta frase, no podrá interpretarse como un plazo perentorio -dado que limitaría el derecho de las
partes a solucionar el conflicto mediante salidas procesales alternativas-, sino como un plazo ordenatorio que podrá
ampliarse con el consentimiento de las partes. En consecuencia, si la víctima y el imputado así lo solicitan, el juez deberá
valorar, aún después del auto de apertura a juicio (artículo 322 del Código Procesal Penal), en qué casos procedería la
aplicación de la conciliación, la suspensión del proceso a prueba o el procedimiento abreviado -verbigracia-, con
fundamento en los principios y valores que instauran el proceso penal.” 1999. SALA CONSTITUCIONAL, No. 5836 de las
17:18 h del 27 de julio.

17. MINISTERIO PÚBLICO. Trascendencia procesal de la labor realizada durante la fase de investigación.

“La desnaturalización de los roles del juez y del acusador en el sistema inquisitivo es corregida en la nueva legislación
procesal penal, al asignarle la investigación preliminar al fiscal, quien debe recabar ágil e informalmente los detalles del
hecho, así como las pruebas que acreditan la acusación, reconociendo además, como principio básico, que ninguna de las
actuaciones o diligencias realizadas durante la investigación preliminar pueden darle fundamento a un fallo condenatorio,
salvo que se trate de probanzas que no puedan reproducirse en el debate, como las escuchas telefónicas y los registros,
o que se hayan evacuado conforme a las reglas del juicio oral. La indagación de los hechos y recabación de pruebas a
cargo del Ministerio Público disminuye sustancialmente la retardación de justicia, porque no requiere que su investigación
siga un procedimiento formal estricto, como ocurre con la que realizaba el juez de instrucción, en la que formalmente se
comprueba una progresiva y sostenida tendencia hacia el aumento de la duración media de la etapa de instrucción. El
artículo 247 del Código Procesal Penal define en términos muy simples la finalidad de la investigación preliminar: si existe
o no base para el juicio. Para cumplir con este objetivo no se requiere una investigación compleja y formal, basta con que
el fiscal instructor recolecte los elementos de prueba que le den fundamento a la acusación. Únicamente requiere
identificar y conocer la prueba que respalda su acusación, no necesita reproducir tales pruebas ante una autoridad
jurisdiccional con audiencia a todas las partes, sólo conocerlas y analizarlas, valorando –cuando estime conveniente- si
procede o no solicitar la audiencia preliminar para discutir la acusación. Esta indagación preliminar debe ser ágil e
informal, ya que como lo indica el artículo 276 del mismo cuerpo legal, las diligencias realizadas en la investigación fiscal
preparatoria no tienen ningún valor probatorio para fundar un fallo condenatorio, salvo en los casos de la prueba que se
haya recibido conforme a las reglas de que autorizan su anticipo (artículo 293 ibídem), o que expresamente se autorice su
incorporación por lectura. Las potestades de investigación se reconocen en términos muy amplios en los artículos 289, 290
y 292 del Código Procesal Penal, de modo que los fiscales pueden realizar todas las diligencias y actuaciones de
investigación que no requieran autorización ni tengan contenido jurisdiccional, pueden exigir informes a cualquier
funcionario público, disponer las medidas razonables y necesarias para proteger y aislar indicios de prueba en sitios en
los que se realice la indagación del delito, siempre que tales medidas pretendan evitar la desaparición o destrucción de
rastros, evidencias y otros elementos materiales. Es fundamental resaltar el hecho de que el Ministerio Público (cada uno
de los fiscales asignados a la investigación de los casos sometidos a su conocimiento) debe hacer una valoración inicial
de los hechos, con el fin de establecer una serie de alternativas que excluyan o no la acusación penal, de conformidad
con lo dispuesto en el artículo 297 ídem; sea, la desestimación de la denuncia, de la querella o de las actuaciones
policiales (artículo 282); el sobreseimiento (artículo 311); la incompetencia por razón de la materia o del territorio; la
aplicación de un criterio de oportunidad (artículo 22); la aplicación de alguna medida alternativa de resolución de conflictos
(suspensión del procedimiento a prueba, la conciliación, la reparación del daño patrimonial; o la aplicación del
procedimiento abreviado. Con esto se comprueba que el Ministerio Público no es un acusador a ultranza, sino que debe
valorar con detenimiento el ejercicio del poder requiriente, excluyéndolo en los casos en los que, conforme a la ley, su
ejercicio no se justifica, y es en este sentido, que el órgano acusador puede ejercer una importante función racionalizadora
de la acción represiva estatal.” 1999. SALA CONSTITUCIONAL, No. 6470 de las 14:36 h del 18 de agosto.
18. NUEVO PROCESO PENAL. La función del juez en sus diferentes etapas.

“El procedimiento diseñado en la nueva legislación procesal penal (Código Procesal Penal) conlleva a una separación
absoluta del juez del procedimiento en relación con el encargado del juicio, éste llegará al debate sin conocimiento alguno
del caso que deberá resolver, a efecto de que la prueba que recibe en la audiencia oral sea la que efectiva y únicamente
se tome en cuenta para resolver el asunto. Se supone que el juez del debate tiene poco conocimiento de lo ocurrido en
las etapas precedentes, motivo por el cual la audiencia oral adquiere mayor importancias y complejidad, lo que requiere la
introducción de soluciones alternativas que disminuyan el número de asuntos que llegan a debate, lo cual fortalece
sustancialmente la vigencia real del principio de oralidad e inmediatez. En el procedimiento intermedio se deben resolver
todas las cuestiones que de incidencia en el caso, no estén relacionadas con la celebración del debate oral y público. Con
esto, se pretende dar plena objetividad e imparcialidad al juez, de manera que éste no se encuentre comprometido con
una tesis concreta al momento de resolver el caso, lo cual se traduce en una mayor independencia del funcionario
encargado del debate y decisión de la causa penal. De esta suerte, la instrucción estará a cargo del Ministerio Público,
bajo el control jurisdiccional en los actos que así lo requieran (artículo 62 del Código Procesal Penal). La función del juez
en la etapa de la instrucción preparatoria es de garantía de los derechos de las partes y de cumplimiento de formalidades
ordenadas en protección de los derechos fundamentales, como es el caso del allanamiento de morada (artículo 238 del
Código Procesal Penal). De esta forma, el juez rescata su independencia frente al hecho investigado, lo que le permite
cumplir con su cometido de fiel garante de los derechos de las partes –de todas las partes- del proceso penal. De esta
forma, en la nueva legislación procesal penal se da un gran cambio en la conformación del sistema procesal en sí, ya que
de un sistema inquisitorio, se pasa a uno acusatorio.” 1999. SALA CONSTITUCIONAL, No. 6470 de las 14:36 h del 18
de agosto.

19. NUEVO PROCESO PENAL. Transformación de un sistema inquisitivo a uno acusatorio.

“Como corolario del principio democrático... la investigación preliminar a cargo del Ministerio Público, es una de las
modificaciones más importantes y sustanciales que se introducen en la reforma del procedimiento penal costarricense, con
lo que desaparece el rol tradicional que había venido cumpliendo el juez de instrucción. Con esto, lejos de desaparecer el
control jurisdiccional en esta etapa procesal, se fortalece, ya que al no estar comprometido de ninguna manera el juez con
la investigación, circunscribe su función exclusivamente a garantizar el respeto de los derechos de las partes involucradas
en el caso, impidiendo cualquier exceso del ente encargado de la investigación. Con este traslado de funciones bien
puede decirse que se pasa de un sistema inquisitivo (autoritario) a uno acusatorio. En el sistema inquisitivo el juez de
instrucción asume un rol contradictorio en relación con las funciones de garantía que debe cumplir y las de investigación,
ya que por una parte tiene el compromiso de ser eficaz en su investigación, y por otra, de autolimitarse en sus potestades
para asegurar la vigencia de los derechos del acusado; funciones que realizadas por un mismo órgano –juez de
instrucción- conllevan a un gravísimo riesgo de confusión de poderes y al debilitamiento de la imparcialidad del juez,
característica que debe tener la función jurisdiccional, según se dijo anteriormente. Bien puede afirmarse –entonces- que
la concentración de funciones que asume el juez de instrucción contraviene el principio republicano de división de
poderes; y es este principio el que exige, por lo tanto, que la autoridad jurisdiccional evite la ineludible parcialidad que le
impone el hecho de ser guardián de sus propios actos. Por ello, para garantizar la imparcialidad del juez es preciso que
no tenga en la causa un interés público o institucional, y que no tenga un interés acusatorio, que es el rol que a fin de
cuentas desempeña el juez de instrucción en los sistemas inquisitivos y mixto. Esta confusión de funciones se supera con
el traslado de la investigación a un órgano no judicial, con lo que se constituye en un órgano acusador independiente que
se separe claramente de la función jurisdiccional, de tal forma que se establezca un control mutuo entre órganos de
investigación y jueces; con lo cual se rescata definitivamente el espíritu republicano que debe orientar el enjuiciamiento
criminal en todas sus etapas, y no sólo en la del debate, como ocurría en el sistema anterior. De esta suerte, se deben
separar las funciones a partir de la instrucción preliminar, atribuyéndole al Ministerio Público el poder requeriente y de
investigación, a quien corresponde la iniciativa de las pesquisas y recolección de las pruebas, y a otro órgano, la labor
contralora de las funciones que ejerce el ente acusador, labor que recae en los jueces penales. Con esta separación y
redefinición de la función acusadora y de la función jurisdiccional, se determina claramente que los representantes del
Ministerio Público no tienen poderes decisorios, ni tienen capacidad para decretar medidas que limiten en alguna forma
derechos fundamentales (libertad, intimidad, recepción de pruebas irreproductibles y otras), reservándose esta materia a
las autoridades jurisdiccionales, que serán las que mantendrán un control sobre la investigación, protegiendo los derechos
del acusado sin comprometerse en la investigación del hecho denunciado.” 1999. SALA CONSTITUCIONAL, No. 6470
de las 14:36 h del 18 de agosto.
20. PARTICIPACIÓN DE LA VÍCTIMA. Función de control procesallora.

“... es importante agregar, que la víctima no está excluida en el proceso penal, toda vez que en la nueva legislación
procesal penal se prevé su participación en forma adhesiva, activa y fiscalizadora, tanto de las funciones que competen al
Ministerio Público, al cual puede constreñir con los controles administrativos y judiciales que se abren mediante recursos;
como de la función jurisdiccional, propiamente dicha. De esta suerte, la participación de la víctima en el proceso penal se
presenta como fiscalizadora de la labor de promoción de la acción penal por parte del Ministerio Público, labor de control
que podrá ejercer tanto por medio de su inconformidad a las solicitudes formuladas por el fiscal, como mediante el recurso
de apelación contra las solicitudes de éste órgano (como la desestimación de la denuncia, el sobreseimiento de la causa,
la aplicación del criterio de oportunidad y la aplicación de la suspensión del proceso a prueba –artículos 71, 282, 298,
300, 307 y 315 del Código Procesal Penal). Tales controles aseguran la tutela del interés de la víctima, pues tienden a
garantizar que el fiscal prescinda de la tramitación, cuando verdaderamente exista fundamento para ello. Esto es
precisamente lo que ocurre en el procedimiento de disconformidad del desistimiento, en el que se prevé la posibilidad de
que la víctima, el querellante o el actor civil apelen la decisión final de la desestimación ordenada por el juez. Esta
participación de la víctima en el proceso penal modifica el principio de oficialidad y su derivación: el monopolio de la
acción penal pública en manos del Ministerio Público, el cual sigue manteniendo una posición preponderante, aún y
cuando la víctima –constituida como querellante o no- pueda objetar o completar sus requerimientos e instar la actividad
impugnadora del fiscal contra las decisiones de los jueces, o sustituir al Ministerio Público cuando éste estime que no
debe continuar con la acusación (artículo 75 del Código Procesal Penal). El Magistrado Piza Escalante salva el voto y
declara que sí son inconstitucionales los artículos consultados.” 1999. SALA CONSTITUCIONAL, No. 6470 de las 14:36
h del 18 de agosto.

21. PRESCRIPCIÓN. Naturaleza jurídica.

“Para poder evacuar la consulta formulada por la Sala Tercera respecto de la aplicación del principio de la norma penal
más favorable a las reglas de la prescripción de la acción penal, debe definirse en primer lugar en qué consiste ésta, y
cómo se regula la legislación nacional. Varios son los elementos que deben hacerse notar respecto de la prescripción de
la acción penal -ya señalados con anterioridad en la jurisprudencia constitucional-, que ayudan a conformar una idea
respecto de este instituto jurídico. Primero, que la regulación de la prescripción de la acción penal es un asunto de
política criminal que adopta el Estado a través del órgano competente para ello, sea la Asamblea Legislativa, de manera
que ésta tiene potestades para establecer los parámetros para su regulación. Segundo, que no existe un derecho
constitucional a la prescripción, sino más bien el derecho a la seguridad jurídica, a la legalidad, a la tutela judicial
efectiva y a la igualdad, principios que no resultan lesionados por el Estado en tanto los plazos establecidos para la
denuncia, investigación y juzgamiento de los delitos establecidos por el legislador sean razonables y estén definidos y
limitados por la ley. Tercero, que la prescripción es un instrumento jurídico creado a efecto de declinar el ejercicio de la
potestad punitiva del Estado, que actúa a modo de sanción procesal por la inactividad de los sujetos procesales en
los procesos iniciados o no. Lo anterior se indicó en sentencia número 04432-97, de las diecisiete horas treinta y tres
horas del veintinueve de julio de mil novecientos noventa y siete: "I.- La prescripción de la acción penal, ha dicho esta
Sala reiteradamente, es la cesación de la potestad punitiva del Estado provocada por el transcurso de un
determinado período fijado en la ley. El Estado, en estos casos, declina el ejercicio de su potestad punitiva y el
derecho de aplicar una determinada pena, o hacer ejecutar la pena ya impuesta en un caso concreto, lo que tiene
su origen en la necesidad de respetar el principio de seguridad jurídica de las personas. Ante el poder-deber del
Estado de aplicar la ley y perseguir el delito, surge también el derecho a resistir ese poder y es por eso que el legislador
establece ciertas reglas, para limitarlo y proteger al ciudadano. Así, el derecho de defensa y sus derivados, el de saber a
qué atenerse -base de la seguridad jurídica-, son sólo algunas de esas reglas que buscan equilibrar los intereses en juego
-los del ciudadano y el Estado-, todo dentro del contexto de un sistema democrático de derecho. Se trata pues de un
instrumento procesal que surge ante la necesidad de garantizarle al ciudadano que no habrá arbitrariedad frente a
la prosecución del delito, porque ante él opera la plena vigencia de los parámetros objetivos establecidos en la
ley, y no otros. Otras razones de orden práctico, también justifican la existencia de este instituto, como lo son el hecho
de que con el transcurso del tiempo la pretensión punitiva se debilita y termina por considerarse inconveniente su ejercicio,
tanto desde el punto de vista retributivo y de prevención general, como en relación con los fines resocializadores de la
pena. También, se destruyen o se hacen difíciles la obtención de pruebas lo que dificulta la instrucción razonable de un
proceso. A ello se añade la teoría de que el paso del tiempo borra todo en la memoria de los hombres, y por supuesto, el
derecho a no estar amenazado indefinidamente por la posibilidad de ser juzgado por un delito que por las razones
señaladas y otras más, ya no tiene interés procesal ni real para la sociedad.- II.- En este orden de ideas, resulta claro
que la regulación de la prescripción de los delitos es un asunto de política criminal de resorte exclusivo del
legislador, y que la Asamblea tiene amplias potestades para establecer los parámetros que en esa materia,
cumplan en su criterio, las exigencias que en el ámbito social condicionan su ejercicio. Así lo estableció esta Sala
en la sentencia número 6472-96, de las quince horas cuarenta y dos minutos del veintisiete de noviembre del año anterior,
en la que se indicó que: «El legislador a la hora de regular la prescripción de los delitos en nuestro país, por política
criminal, escogió ciertos parámetros objetivos como el tipo de pena, el extremo mayor de la sanción, o bien topes
máximos y mínimos en relación con el extremo mayor de la sanción, todo con el fin de procurar, de acuerdo a las
características propias de cada delito, un normal desarrollo de la prosecución de la acción penal y del proceso en caso de
que ésta llegue a ejercerse. Estimó el legislador que algunos casos, por su naturaleza, toman más tiempo para su
denuncia, investigación y juzgamiento, que otros, como el de lesiones u otros menores que tienen un límite de
prescripción de dos años. La fórmula que utiliza el legislador, a juicio de esta Sala, no es arbitraria, es sólo una entre
muchas que pudo haber utilizado para fijar el tiempo -de acuerdo a cada delito-, que estima necesario para la denuncia,
investigación y castigo. Bien pudo haber optado por topes fijos, máximos y mínimos para cada tipo de delito, o no tomar
en cuenta el tipo de pena, pero optó por una regulación que al utilizar varios factores (tipo de pena, de delito, extremo
mayor, etc) pudiera servir de parámetro para conciliar los intereses del Estado en la prosecución del delito, y los derechos
del ciudadano frente su poder punitivo. No está obligado el legislador, a optar por una única fórmula que se aplique
a todos los delitos por igual, porque como se explicó supra, lo que pretende este instituto es regular de una
forma razonable el tiempo prudencial que el legislador considera propio para el ejercicio de la acción penal en
cierto tipo de delitos. El hecho de que para delitos graves establezca un máximo de prescripción menor que el extremo
mayor de la pena, mientras que no lo hace así para delitos menores en los cuales permite una prescripción mayor al
extremo mayor de la pena, no implica una violación a la Constitución y obedece a la necesidad inicial de localizar las
pruebas, depurarlas y escoger las que se relacionan con el tema probandi; de facilitar la preparación de la defensa y la
eventual celebración de un debate, circunstancias que se superan con un plazo que el legislador estimó en dos años,
razón por la que al transcurrir éstos pierde importancia este parámetro y se aplican otros como el tanto de pena a
imponer, a efecto de fijar la prescripción de la acción penal. En realidad, no existe un derecho constitucional a la
prescripción, como se explicó supra, lo que existe es un derecho a la seguridad jurídica, a la legalidad e igualdad,
pero, desde el punto de vista constitucional, mientras los plazos para la denuncia, investigación y juzgamiento de
los delitos establecidos por el legislador, sean razonables y estén definidos y limitados por la ley, no se afecta
derecho constitucional alguno»." 1999. SALA CONSTITUCIONAL, No. 4397 de las 16:06 h del 8 de junio.

22. PRESCRIPCIÓN. Instituto de carácter procesal.

“Conforme a las competencias que tiene el legislador en la definición de las reglas de la prescripción... con la
promulgación de la nueva legislación procesal en mil novecientos noventa y seis -vigente a partir del primero de enero de
mil novecientos noventa y ocho-, se trasladó la ubicación de la regulación de este instituto jurídico del Código Penal al
Código Procesal Penal, con lo cual, ya no se conforma como materia de fondo (ley sustantiva), según la legislación
anterior, sino como materia de forma o procesal. En este sentido, debe hacerse referencia a la ley procesal penal, como la
rama del ordenamiento jurídico interno de un Estado cuyas normas instituyen y organizan los órganos públicos que
cumplen la función judicial penal del Estado, y que disciplina los actos que integran el procedimiento necesario para
imponer y aplicar una sanción penal, regulando así, el comportamiento de quienes intervienen en estos procedimientos. De
esta suerte, bien puede decirse que la finalidad de la ley procesal penal es la promoción de la actuación legítima del
derecho penal material o sustantivo, es decir, que la actuación del derecho penal material es la razón de ser del derecho
procesal penal. Con fundamento en lo anterior, es que debe concluirse que las reglas de la prescripción de la acción penal
son de carácter eminentemente procesal por dos razones importantes; en primer lugar, porque su regulación se ubica en
el Código Procesal Penal, codificación que tiene un carácter eminentemente instrumental en lo que se refiere a la
aplicación del derecho de fondo, como se indicó anteriormente; y en segundo lugar, porque por sí misma, la prescripción
implica un límite a la potestad punitiva del Estado, que se aplica a modo de sanción (procesal) a consecuencia de la
inactividad procesal en un determinado plazo, según se analizó, teniendo como consecuencia que conlleva una extinción
de la acción penal, que es un instituto también de carácter procesal, ubicado en el Código Procesal Penal.” 1999. SALA
CONSTITUCIONAL, No. 4397 de las 16:06 h del 8 de junio.

23. PRESCRIPCIÓN. Reglas previstas en la nueva normativa procesal no constituyen ley más favorable.

“En cuanto al principio de la aplicación de la norma más favorable, es importante reiterar que es un elemento integrante
del debido proceso, y que por lo tanto tiene rango constitucional, como lo ha señalado en forma reiterada este Tribunal
Constitucional (entre otras, ver sentencia número 0821-98, de las dieciséis horas cincuenta y un minutos del diez de
febrero de mil novecientos noventa y ocho). Sin embargo, debe hacerse la aclaración de que este principio es de
aplicación exclusiva a la ley sustantiva, y referido al imputado únicamente, según se regula en los tratados internacionales
de derechos humanos, concretamente en el artículo 15.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
(aprobado mediante ley número 4229, de once de diciembre de mil novecientos sesenta y ocho), que dispone: "[...] Si con
posterioridad a la comisión del delito la ley dispone la imposición de una pena más leve, el delincuente se beneficiará de
ello", y en el artículo 9 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (aprobado mediante ley número 4534, de
veintitrés de febrero de mil novecientos setenta): "[...] Si con posterioridad a la comisión del delito la ley dispone la
imposición de una pena más leve, el delincuente se beneficiará de ella." Este principio es regulado también en la
legislación nacional, según los lineamientos que establecen las transcritas normas internacionales, precisamente en el
artículo 12 del Código Penal, el cual dice: "Si con posterioridad a la comisión de un hecho punible se promulgare una
nueva ley, aquél se regirá por la que sea más favorable al reo, en el caso particular que se juzgue." Debe agregarse que
el principio de la norma penal más favorable se aplica únicamente cuando hay un conflicto de normas sustantivas,
debiendo el juez -necesariamente- optar por la norma que prevea la sanción menos grave o si es del caso, por la que se
despenaliza la conducta: “Con relación a la vigencia temporal de la ley penal, debe decirse que en general, los hechos
punibles se han de juzgar de conformidad con las leyes vigentes en la época de su comisión. Ello constituye una
consecuencia directa de la aplicación del principio de irretroactividad, que se encuentra establecido en el artículo 34 de la
Constitución Política que obedece a su vez a los principios de legalidad y seguridad jurídica. No obstante, existe una
excepción a ese principio, que es la retroactividad de la ley penal más favorable, la cual se desprende tanto del
artículo 34 señalado, como del texto del numeral 12 del Código Penal que indica: «Si la promulgación de la nueva ley
cuya aplicación resulta más favorable al reo, se produjere antes del cumplimiento de la condena, deberá el Tribunal
competente modificar la sentencia, de acuerdo con las disposiciones de la nueva ley.» El fundamento lógico racional de
esa aplicación retroactiva, radica en la no necesidad de pena. Se estima que el ordenamiento jurídico, que ha cambiado la
valoración de la conducta, ya sea, valorándolo positivamente o valorándolo menos negativamente, ya no le interesa la
aplicación de las consecuencias jurídicas que se preveían en los supuestos anteriores. El principio general de libertad,
de intervención mínima y en general, la función preventiva del Derecho Penal obligan a considerar la no
aplicación de una norma penal menos favorable en un momento posterior al de su vigencia. Tanto la
irretroactividad de la norma penal menos favorable cuanto la retroactividad de la más favorable obedecen al deseo
de otorgar mayores espacios de libertad a los ciudadanos. En definitiva, considera esta Sala que la aplicación de la
ley penal más favorable sí forma parte del debido proceso, por lo que ante un conflicto de normas, el juez debe
necesariamente optar por la norma que prevea la sanción menos grave o si es del caso, por la que despenaliza la
conducta. El Tribunal consultante deberá establecer si en el caso que se analiza se infringió o no el principio de
aplicación de la ley penal más favorable” (sentencia número 0821-98, de las dieciséis horas cincuenta y un minutos del
diez de febrero de mil novecientos noventa y ocho).- En virtud de lo dicho, necesariamente debe concluirse que este
principio constitucional (norma penal más favorable), no puede aplicarse en forma retroactiva en relación a las normas
procesales. VIII.- DE LA INDIVISIBILIDAD DEL RÉGIMEN DE LA PRESCRIPCIÓN.- Sin embargo, es importante anotar
una serie de consideraciones en relación con la interpretación de cómo deben aplicarse las reglas de la prescripción de la
acción penal y la normativa en cuestión, en virtud del conflicto de leyes que se ha planteado, ya que algunos operadores
del derecho propugnan por que se aplique un componente de un sistema prescriptivo (de la legislación anterior -derogada-
) con parte o elementos del nuevo régimen, en aplicación del principio de la norma penal más favorable. Primero: Si el
principio de la norma penal más favorable es de aplicación exclusiva a la ley sustantiva, consecuentemente, no se puede
aplicar a las reglas de la prescripción de la acción penal. De esta suerte, lo propio es aplicar las reglas de la prescripción
con fundamento en el sistema procesal bajo el que se rige, según lo dispuesto en los Transitorios I. y II. del Código
Procesal Penal, disposiciones que también son de naturaleza procesal por excelencia. Segundo: Cada régimen procesal
debe mantenerse incólume e indivisible, por cuanto la política del legislador al establecer una visión jurídica de los hechos
humanos busca la uniformidad, la coherencia y la sistematicidad del instituto, para lograr los fines propuestos por el
legislador ordinario. De esta manera, no pueden combinarse elementos de la prescripción de un sistema y otro, así por
ejemplo, no puede aplicarse lo correspondiente a la reducción del plazo que contiene la nueva legislación a una
legislación que no la tenía, porque permitirlo implicaría la quiebra del sistema, en violación del principio de seguridad
jurídica, ya que en la práctica existirían tantos sistemas como opciones imaginables posibles se puedan hacer. De esta
suerte, también se protegen los principios constitucionales de la irretroactividad de la ley y tutela judicial efectiva.- IX.- DE
LA DEFINICIÓN DE LAS REGLAS DE LA PRESCRIPCIÓN DE LA ACCIÓN PENAL.- En virtud de lo dicho en los
considerandos anteriores (respecto de la naturaleza de la prescripción de la acción penal como un elemento procesal, y la
no aplicación del principio de la norma penal más favorable a la ley procesal), la determinación de las reglas de la
prescripción de la acción penal a aplicar en cada caso concreto constituye en si mismo, un problema de legalidad, que
corresponde dilucidar a la Sala consultante, y consecuentemente, a los Tribunales penales al resolver los asuntos
sometidos a su conocimiento, conforme lo dispone la normativa pertinente. Las reglas de la prescripción de la acción
penal respecto de las causas pendientes a la fecha de entrada en vigencia de la nueva legislación procesal penal (primero
de enero de mil novecientos noventa y ocho) están claramente definidas y predeterminadas en lo dispuesto en los
Transitorios I. y II. del Código Procesal Penal, que establecen: “TRANSITORIO I.- Aplicación a procesos pendientes.
Los procesos que, a la entrada en vigencia de esta ley, tengan auto de elevación a juicio o de prórroga extraordinaria,
aunque no estén firmes, continuarán tramitándose de conformidad con el Código anterior.- En los demás casos, se
aplicará este Código y deberán adecuarse los procedimientos conforme a las nuevas disposiciones.” “TRANSITORIO II.-
Prescripción de causas pendientes. El plazo de prescripción de la acción penal en las causas pendientes en los
tribunales, a las que se aplicará este Código, comenzará a correr a partir de la vigencia de este último. Para las causas
que deban continuar su tramitación de conformidad con las normas del Código de Procedimientos Penales de 1973,
regirán las disposiciones sobre prescripción previstas en el Código Penal de 1970”; disposiciones que con anterioridad
este Tribunal determinó que no resultan inconstitucionales (sentencia número 02346-98, supra citada); de manera que no
hay lugar a dudas de cuál es el sistema de la prescripción de la acción penal que se debe aplicar en los casos pendientes
a la fecha de entrada de la nueva normativa procesal penal: los asuntos tramitados conforme al Código de
Procedimientos Penales prescriben conforme a las reglas establecidas en el Código Penal (artículos 80 y siguientes), y las
que se tramitan conforme a las nuevas reglas procesales, prescriben según las disposiciones establecidas en el Código
Procesal Penal, en cuyo caso los términos comienzan a correr el día en que entró en vigencia esta legislación, según lo
dispone de manera clara el transitorio II. del Código Procesal en comentario al señalar: "El plazo de prescripción de la
acción penal en las causas pendientes en los tribunales, a las que se aplicará este Código, comenzará a correr a partir de
la vigencia de este último [...]”; medida que además de legítima es lógica, pues mal podría exigirse una adecuación de la
actividad procesal con normas que no se encontraban vigentes al momento de realizarse.” 1999. SALA
CONSTITUCIONAL, No. 4397 de las 16:06 h del 8 de junio.

24. PRINCIPIO DE OPORTUNIDAD. Objetivos y naturaleza de la normativa que lo regula.

“El artículo 22 del Código Procesal Penal vigente contempla una innovación con respecto a la anterior normativa , puesto
que el Código de Procedimientos Penales de 1973 establecía la vigencia del principio de legalidad en los delitos de acción
pública sin excepción alguna. En este ordinal se regula la aplicación del principio de oportunidad reglado, aceptándose en
ciertos supuestos el dictado de un sobreseimiento a favor del imputado con base en criterios de política criminal de
carácter preventivo. La doctrina que se refiere al principio de oportunidad reglado señala que uno de los objetivos político
criminales de los que parte es que, a través del mismo se pueden concentrar los esfuerzos investigativos en la
criminalidad no convencional. En efecto, ese parece ser también el objetivo del legislador nacional, por cuanto el numeral
de cita permite que el fiscal a cargo de la investigación pueda, en ciertas hipótesis bien determinadas y previa
autorización del superior jerárquico, solicitar que se prescinda, total o parcialmente de la persecución penal, que se limite
a alguna o varias infracciones o a alguna de las personas que participaron en el hecho. IV.- En realidad no existe un
derecho fundamental y ni aún legal del imputado a que en su caso concreto se le aplique un criterio de oportunidad,
habida cuenta que depende de que su situación particular y la información que brinde al Ministerio Público se ajuste a los
parámetros establecidos en el Código Procesal Penal, y de ser así, que se suscriba el respectivo convenio, el cual según
el artículo 23 ibídem debe contar con la aprobación del tribunal, a fin de que se produzca la extinción de la acción penal,
que es el efecto jurídico de su aplicación. En el caso concreto, del atento estudio de los autos concluye la Sala que el
derecho a la libertad del amparado no ha sido conculcado por parte de la Fiscal recurrida, quien en cumplimiento de su
deber procedió únicamente a escuchar la información que le brindó el imputado (amparado), con el fin de valorarla y de
estimarlo necesario verificarla, sin que con ello adquiriera el compromiso de efectivamente aplicarle el criterio de
oportunidad y menos aún de no solicitar en su contra una medida cautelar restrictiva de la libertad, como lo es la prisión
preventiva. Ciertamente la información brindada se consignó en un acta, pero en la misma no consta el compromiso que
pretende hacer valer el aquí recurrente; además, los argumentos de la recurrida para ni siquiera solicitar a su superior la
aplicación del criterio de oportunidad a favor del amparado resultan sólidos y razonables, puesto que se fundamentan en
que luego de la evaluación y verificación de parte de la información obtenida se concluyó –conjuntamente con los oficiales
del Organismo de Investigación Judicial encargados del caso– que la misma no era eficaz y válida para lograr el cometido
del artículo 22 inciso b) del Código Procesal Penal que se refiere al crimen organizado, pues no se constituía en prueba
autónoma e independiente que permitiera vincular al autor intelectual y cabecilla de la banda delictiva dedicada a falsificar
tarjetas de crédito y utlizarlas en perjuicio patrimonial de los ofendidos. en la causa penal que se tramita contra el
amparado y otros, sino a lo sumo se lograría vincular al proceso a otras personas o co-imputados cuya conducta no
resulta ser menos reprochable que la que se le endilga a S.C., con fundamento en suficiente prueba que de cargo con que
cuenta la Fiscalía. Por otra parte, el amparado aún iniciadas las negociaciones con el Ministerio Público para la aplicación
del criterio de oportunidad siguió conservando su condición de imputado en la causa penal que nos ocupa, y existiendo
peligro de fuga debidamente fundamentado por la Fiscal recurrida, no procedió arbitraria ni ilegítimamente al solicitar al
tribunal competente que dictara la prisión preventiva contra S.C., que finalmente fue acogida por el órgano jurisdiccional,
siendo por tanto legítima la privación de libertad que sufre.” 1999. SALA CONSTITUCIONAL, No. 6857 de las 9:30 h del
3 de setiembre.

25. PRISIÓN PREVENTIVA. La solicitud de modificación de medida no interrumpe el plazo previsto para su
revisión.
“Del estudio de la copia certificada del expediente Nº98-200559-431-PE-(3) que se tramita en la Fiscalía Adjunta de
Puntarenas contra la amparada por infracción a la Ley de Sicotrópicos, y de los informes rendidos bajo fe de juramento
por las autoridades recurridas se desprende que contra la amparada M.Z.M. se ordenó prisión preventiva por un plazo de
tres meses, por resolución de las 14 :00 horas del 20 de marzo de 1998 del Juzgado del Procedimiento Preparatorio de
Puntarenas. A juicio de la Sala la resolución del Juzgador cumple las exigencias señaladas en los artículos 238 a 243 del
Código Procesal Penal y la jurisprudencia vinculante de la Sala. La defensora de la imputada apeló la resolución dicha,
que fue confirmada por el Tribunal de Juicio de Puntarenas mediante voto Nº314-P-98 de las 13 :45 horas del 30 de
marzo de 1998 (folio 32) y en tres oportunidades más solicitó la revisión de la medida cautelar, todas antes del
vencimiento del plazo de prisión preventiva, las que fueron rechazadas por el Juzgado -folios 34 a 38, 43 y 44 y 46 a
48). II.- El objeto del recurso de hábeas corpus es que se declare que la detención que sufre la amparada es ilegítima,
porque el plazo por el cual se fijó la detención está sobradamente vencido sin que haya decretado prórroga alguna. Las
autoridades recurridas argumentan que de conformidad con el artículo 253 párrafo tercero del Código Procesal Penal, las
solicitudes de revisión de la medida cautelar interpuestas por la defensora de la amparada interrumpen el plazo de
detención, por lo que la prisión preventiva vence el 19 de setiembre del año en curso. III.- La interpretación anterior del
artículo 253 del Código Procesal Penal es errada. La norma en comentario dispone : "Artículo 253.- Revisión de la prisión
preventiva. Durante los primeros tres meses de acordada la prisión preventiva su revisión sólo procederá cuando el
tribunal estime que han variado las circunstancias por las cuales se decretó. Vencido ese plazo, el tribunal examinará de
oficio, por lo menos cada tres meses, los presupuestos de la prisión o internación y, según el caso, ordenará su
continuación, modificación, sustitución por otra medida o la libertad del imputado. El incumplimiento del deber de revisión
periódica sólo producirá la aplicación del régimen disciplinario cuando corresponda. Después de transcurrir tres meses de
haberse decretado la prisión preventiva, el imputado podrá solicitar su revisión cuando estime que no subsisten las
circunstancias por las cuales se acordó. Sus solicitudes interrumpen el plazo señalado en el párrafo anterior. Al revisarse
la prisión preventiva el tribunal tomará en consideración, especialmente, la peligrosidad del imputado y la suficiencia de los
elementos probatorios para sostener razonablemente que es autor de un hecho punible o partícipe en él." El párrafo
segundo de la norma establece que después de los tres primeros meses de prisión preventiva, si el imputado continúa
detenido, el tribunal debe revisar oficiosamente la medida cautelar cada tres meses. El objeto de esta disposición es
garantizar que el Tribunal verifique la necesidad procesal de la prisión, o de ser procedente la sustituya por una medida
menos gravosa o incluso ordene la libertad del imputado, pues la prisión preventiva no puede prolongarse
innecesariamente, dado que la restricción a la libertad sólo puede ser acordada "en los límites indispensables para
asegurar el descubrimiento de la verdad y la actuación de la ley." (artículo 238 del Código Procesal Penal). El párrafo
tercero señala que después de transcurridos los tres primeros meses de haberse decretado la prisión preventiva, el
imputado podrá solicitar su revisión cuando estime que no subsisten las circunstancias por las que se ordenó y en ese
caso, la solicitud interrumpirá el plazo que señala el párrafo segundo para que el tribunal revise oficiosamente la
prisión. De ninguna forma puede interpretarse que el plazo que se interrumpe es el de la prisión preventiva. El
Código Procesal Penal establece que la prisión preventiva debe ser ordenada expresa y fundadamente, por un plazo
determinado, por lo que la interpretación en el sentido de que la prórroga de la medida cautelar de restricción a la libertad
se da automáticamente viola gravemente el derecho fundamental de libertad de la amparada. En el caso concreto, la Sala
aprecia que el plazo de prisión preventiva venció desde el 20 de junio del año en curso y no existe en el expediente
solicitud de prórroga por parte del Ministerio Pública ni resolución fundada de la Juez que la ordene. En consecuencia la
detención de la recurrente desde el 21 de junio a la fecha -un mes y diez días- es ilegítima, por lo que el recurso debe
ser declarado con lugar, ordenando la inmediata libertad de la amparada.” 1998. SALA CONSTITUCIONAL, No. 5520
de las 10:33 h del 31 de julio.

26. PROCEDIMIENTO INTERMEDIO. Mecanismos a través de los cuales se puede exigir el debido proceso.

“Cuestiona el accionante la normativa contenida en los capítulos I y II del título II del libro I de la segunda parte del
Código Procesal Penal, a saber, los artículos 310 a 323 que se refieren al procedimiento intermedio, por considerar que
omite en su contenido una disposición que garantice en sí el debido proceso, esto es, un mecanismo instrumental que
garantice su tutela. Refiere que las vías que deben existir son las de los tribunales ordinarios, la separación al juez del
proceso, el recurso de apelación como mecanismo de autotutela del debido proceso, la posibilidad de recurrir en amparo
o ante tribunales internacionales. Señala que en el asunto base de la acción no ha encontrado en la Ley, concretamente
en los capítulos que regulan la etapa intermedia del proceso, mecanismo alguno por medio del cual pueda ser separado
un juez del conocimiento del asunto en esa etapa. El concepto del debido proceso "... envuelve comprensivamente el
desarrollo progresivo de prácticamente todos los derechos fundamentales de carácter procesal o instrumental, como
conjuntos de garantías de los derechos de goce -cuyo disfrute satisface inmediatamente las necesidades o intereses del
ser humano-, es decir, de los medios tendentes a asegurar su vigencia y eficacia." (sentencia 1739 de las once horas
cuarenta y cinco minutos del primero de julio de mil novecientos noventa y dos). En nuestra legislación y jurisprudencia el
debido proceso entendido como debido proceso constitucional o como procedimiento judicial justo se ha desarrollado a
partir de lo dispuesto en el artículo 39 de la Constitución Política, el cual dispone que: "A nadie se hará sufrir pena sino
por delito, cuasidelito o falta, sancionados por ley anterior y en virtud de sentencia firme dictada por autoridad competente,
previa oportunidad concedida al indiciado para ejercitar su defensa y mediante la necesaria demostración de culpabilidad."
Los diversos elementos integrantes del debido proceso que se caracterizan por ser numerus apertus, han sido
desentrañados no sólo por la jurisprudencia de la Sala Constitucional sino también por las resoluciones de la Sala Tercera
de la Corte y demás autoridades jurisdiccionales del país. Según el accionante, durante el procedimiento intermedio no
existe ningún mecanismo para reclamar el cumplimiento del debido proceso. Tal afirmación es equivocada. El Código
Procesal Penal, de reciente vigencia, contiene un amplio catálogo de garantías y derechos del imputado, los cuales están
en la base del sistema y son de obligatorio acatamiento en todas las fases del procedimiento. A través de todo éste se
otorga amplia participación a las partes para que hagan valer sus derechos, conforme a sus intereses. El artículo 277 del
Código establece la obligación del juez del procedimiento preparatorio de controlar el cumplimiento de los principios y
garantías establecidos en la Constitución, el Derecho Internacional y Comunitario vigentes en Costa Rica. El artículo 175
del mismo Código señala que no podrán ser valorados para fundar una decisión judicial ni utilizados como presupuestos
de ella, los actos cumplidos con inobservancia de las formas y condiciones previstas en la Constitución, en el Derecho
Internacional o Comunitario vigentes en Costa Rica y en el mismo Código Procesal Penal, salvo que el defecto haya sido
saneado de acuerdo con las normas que regulan la corrección de las actuaciones judiciales. Concretamente, dentro del
articulado que impugna el accionante se indica que las partes deben ser debidamente notificadas de la acusación o
querella o de otras solicitudes o requerimientos que se realicen en la etapa intermedia y se ha de poner a su disposición
las actuaciones y las evidencias para que puedan ser examinadas. El artículo 317 prevé las facultades de las partes, entre
ellas, las de objetar la solicitud que haya formulado el Ministerio Público o el querellante, por defectos formales o
sustanciales, oponer excepciones, solicitar la aplicación de las diferentes medidas, ofrecer prueba, etc. Se establece
además que a la audiencia preliminar deben asistir las partes, que tendrán posibilidades de manifestar oralmente lo que
estimen pertinente en defensa de sus intereses. Además de ello, las partes tienen la posibilidad de recurrir de algunas
decisiones que se tomen como consecuencia de la celebración de la audiencia preliminar... No es cierto entonces lo que
señala el accionante en el sentido de que en la normativa cuestionada no se contempla la posibilidad de reclamar la
aplicación del debido proceso. Incluso en el mismo debate oral y público puede replantearse la alegación mediante el
trámite de los incidentes establecidos en el artículo 342 del Código.- El hecho de que no exista un control vertical sobre
todas las decisiones y actuaciones del juez de la etapa intermedia no significa que no pueda alegarse el cumplimiento de
las reglas del debido proceso y por tal razón, la acción debe ser rechazada por el fondo en cuanto a ese extremo.” 1999.
SALA CONSTITUCIONAL, No. 1550 de las 15:15 h del 3 de marzo.

27. PROCEDIMIENTO PREPARATORIO. No es inconstitucional la delegación de actuaciones al juez


contravencional.

“Conforme a lo dicho hasta ahora, el asunto a decidir es, si la determinación del legislador, plasmada en el artículo 118
de la Ley Orgánica del Poder Judicial y sus reformas, según la cual, el juez contravencional, en las circunscripciones en
las cuales no exista juzgado penal, puede realizar -en casos urgentes- actos jurisdiccionales del procedimiento
preparatorio, por delegación y bajo el control del juez penal, resulta violatoria de lo establecido por los artículos 35 y 155
Constitucionales. Para referirse al tema planteado, es indispensable indicar que, efectivamente, existe en nuestra
Constitución Política un principio que obliga al Estado -concretamente, el Poder Judicial (artículo 153 Constitucional)- a
establecer y definir cuáles son los órganos jurisdiccionales a los que les corresponde conocer y pronunciarse sobre los
conflictos presentados por los ciudadanos. Tal mandato obedece a la exigencia de dotar de contenido a la garantía
fundamental establecida en el artículo 35 de la Constitución Política. Apuntado lo anterior, resta añadir que es al
legislador, consecuentemente, al que le corresponde definir dónde ubica un juzgado, cuantos va a ubicar en una
determinada circunscripción territorial o si no lo va a hacer del todo, o bien, que materia le corresponde conocer a ese
Despacho. En el caso bajo examen, debe aclararse que lo dispuesto por el artículo 118 consultado, se refiere, única y
exclusivamente, a asuntos de la competencia del “Juez Penal”, mas no así del contravencional, y además a la facultad
que tiene dicho juez, no el contravencional, de delegar su competencia en él -en casos de excepción-, ello por carecer el
contravencional de competencia para conocer de asuntos penales, juez que podría hacerlo, únicamente, en un supuesto
de delegación que es el que, casualmente, autoriza la norma de comentario; por ello es que el juez contravencional debe
actuar, en el supuesto del artículo 118, siempre bajo la orientación y el control del juez penal, quien es el funcionario al
que legalmente se le asignó la competencia. Dicho lo anterior, no aprecia esta Sala que haya “interferencia” alguna en la
forma propuesta por el legislador para coordinador el ejercicio de ciertas actuaciones en las circunscripciones donde no
exista un juzgado penal, ni tampoco, obviamente, en el caso concreto consultado. Inconstitucional es, por ejemplo, que a
través de una norma se permita al juez contravencional actuar sobre materias o asuntos que no son de su competencia -
como la penal- y hacer juicios de valor sobre las circunstancias del caso, sin la orientación y supervisión del juez
competente... Se evacua la consulta formulada, en el sentido de que el artículo 118 de la Ley Orgánica del Poder Judicial
y sus reformas, no resulta contrario a los artículos 35 y 155 de la Constitución Política.” 1998. SALA
CONSTITUCIONAL, No. 1585 de las 16:18 del 10 de marzo.

28. REGISTRO DE VEHÍCULOS. Facultades de la policía.

“A diferencia de lo que ocurría con el Código de Procedimientos Penales anterior, la cuestión relativa al registro de
vehículos, tiene en la legislación actual una regulación específica, contenida en el artículo 190 que señala: “Artículo 190.-
El juez, el fiscal o la policía podrán registrar un vehículo siempre que haya motivos suficientes para presumir que una
persona oculta en él objetos relacionados con el delito. En lo que sea aplicable, se realizará el mismo procedimiento y se
cumplirá con las mismas formalidades previstas para la requisa de personas”. En el caso concreto el reclamo consiste en
que la resolución que ordenó la prisión preventiva tiene como único y exclusivo fundamento el resultado obtenido por la
policía administrativa al llevar a cabo el registro del vehículo que guiaba el amparado, pero contrario a lo que afirma la
parte recurrente esa actuación no está viciada por la ausencia de orden o participación en ella de algún juez o fiscal, por
cuanto el texto legal anteriormente transcrito claramente faculta actuaciones como la que se llevó a cabo, en el tanto en
que, como ella indica, se respeten –en lo aplicable- las mismas formalidades aplicables a la requisa de personas. Como
se concluye del elenco de hechos probados resultó demostrado que el día de los hechos los oficiales de la policía
administrativa W.A.M. y P.E.E. observaron al amparado conduciendo el vehículo con características similares a las que
constaban en sus informaciones sobre el tráfico de drogas y además en actitud que catalogaron como sospechosa, por lo
que lo detuvieron y lograron convencer al acusado de que bajara del automotor y les permitiera revisarlo, lo cual aunado a
las informaciones obtenidas por ellos anteriormente en el sentido de que esa persona en particular transportaba droga en
el vehículo, se constituían en motivo suficiente –en los términos de la ley- para presumir que exisitían evidencias de la
comisión de algún delito. No puede haber ilegitimidad entonces en lo actuado pues los elementos de hecho concuerdan
con los presupuestos legales descritos en el artículo 190 transcrito, para autorizar al Estado –por intermedio de sus
agentes- a actuar como se hizo. Es indudable que una prueba ilegítimamente obtenida no puede ser tomada en cuenta a
ningún nivel por parte de los órganos competentes y que en casos extremos, una actuación errónea en tal sentido de parte
de ellos podría ser conocida y corregida por esta Sala, sin embargo en este caso de los elementos aportados no se
permiten tener por existente dicha anormalidad de modo que lo procedente es declarar sin lugar el recurso interpuesto,
con el voto salvado de los Magistrados Piza E. y Vargas B. quienes lo declaran con lugar con sus consecuencias. 1999.
SALA CONSTITUCIONAL, No. 7371 de las 10:12 h del 24 de setiembre.

29. SOBRESEIMIENTO. La inexistencia de apelación contra el auto que deniega su solicitud no violenta el debido
proceso.

“La impugnación se dirige también contra los artículos 437 y 315 en relación con el 311 del mismo Código. Lo anterior,
por omitir esas normas en forma conjunta o separada, la posibilidad de recurrir del auto que deniegue el sobreseimiento
cuando al no dictarse éste, se crean, consuman o permiten violaciones al debido proceso. Estima que la imposibilidad de
apelar la denegatoria de sobreseimiento, puede permitir que se consumen o creen violaciones a garantías constitucionales
referidas concretamente a las establecidas en el principio de debido proceso. Conforme se señaló en el considerando
anterior, las violaciones al debido proceso sí pueden ser alegadas por las partes durante todas las fases del
procedimiento; de ahí que se les otorgue una amplia participación en las actuaciones judiciales. No existe ningún derecho
constitucional del imputado de impugnar la denegatoria de la solicitud de sobreseimiento porque ésta por sí sola no
implica nada respecto de la determinación de su responsabilidad en los hechos que se le imputan, el procedimiento no
termina con esa resolución, razón por la que lo resuelto no crea una situación inmutable, sino necesariamente revisable en
las diversas etapas por los que debe pasar luego el proceso. Lo único que refleja es el criterio del juez sobre la necesidad
de llegar a la fase siguiente, en el caso la del juicio oral y público, que es la fase esencial dentro de todo el proceso en
donde las partes pueden ampliamente exponer sus argumentos, ofrecer prueba, plantear incidentes, etc. Por lo expuesto,
procede rechazar la acción en torno al aspecto en comentario.” 1999. SALA CONSTITUCIONAL, No. 1550 de las 15:15
h del 3 de marzo.
JURISPRUDENCIA PENAL RECIENTE

Cecilia Sánchez Romero


Directora del Centro Electrónico
de Información Jurisprudencial

CONTENIDO

RESOLUCIONES DE LA SALA TERCERA

A. DERECHO PENAL

1. ABUSOS DESHONESTOS AGRAVADOS - Consideraciones sobre el parentesco por afinidad derivado de una. relación
de hecho.

2. ACTIO LIBERA IN CAUSA -Análisis normativo

3. AUTOCALUMNIA - Análisis del tipo penal

4. AUTOCALUMNIA - Consideraciones sobre el bien jurídico tutelado.

5. BENEFICIO DE EJECUCION CONDICIONAL - Cómputo del plazo para cancelar inscripción de juzgamiento.

6. COHECHO PROPIO - Ofrecimiento de dádiva de bajo monto - Consideraciones sobre su relevancia en ciertos
contextos.

7. COMISO - Bienes provenientes del narcotráfico. Obligación de oír a eventuales perjudicados.

8. DAÑO MORAL - Legitimación y aspectos que comprende.

9. DELITOS DE PELIGRO ABSTRACTO- Relación entre tenencia de armas prohibidas y secuestro extorsivo.

10. ESTAFA - Pago de seguro obtenido mediante datos falsos.

11. ESTAFA PROCESAL - Consideraciones.

12. FALSEDAD IDEOLOGICA - Acuerdo con oficial de tránsito para insertar datos falsos en el parte - Autoría e
instigación.

13. FALSEDAD IDEOLOGICA - Datos falsos en parte de tránsito.

14. FALSO TESTIMONIO Declaración en una misma causa como testigo e imputado - Inexistencia de derecho del
imputado a mentir.

15. FALSO TESTIMONIO - Varias declaraciones falsas sobre los mismos hechos configuran un solo delito.

16. HOMICIDIO - Análisis sobre la alevosía y el ensañamiento.

17. HURTO - Momentos en que el delito alcanza su consumación - Participación puede darse mientras no se haya
agotado el injusto.

18. HURTO AGRAVADO - La concurrencia de tres o más personas se refiere a los "autores".

19. LEGITIMA DEFENSA - Inexistencia de presupuestos.

20. PECULADO - La probidad en el ejercicio de la función pública es el bien. jurídico tutelado.


21. RESPONSABILIDAD CIVIL - Efectos de la absolutoria en vía penal por falta de autoría - Responsabilidad de la
CCSS.

22. RESPONSABILIDAD CIVIL - Vehículo que pertenece a asociación comunitaria que no realiza actividades lucrativas.

23. RESPONSABILIDAD CIVIL OBJETIVA - Aplicación errónea en caso de vehículo particular involucrado en accidente.

24. ROBO AGRAVADO - Intervención de tres o más personas debe ser a título de autores.

25. SECUESTRO EXTORSIVO - Concurso real con privación de libertad.

26. SECUESTRO EXTORSIVO - Inexistencia de concurso ideal con daños.

27. TEORIA DE LA EQUIVALENCIA DE LAS CONDICIONES - Improcedencia de su aplicación, por ser contraria al
derecho penal de acto - Necesidad de constatar elemento subjetivo.

28. TRAFICO DE DROGAS - Consideraciones sobre la actividad desarrollada por la organización.

29. USO DE FALSO DOCUMENTO - Falsificación de endoso - Tutela penal del cheque.

30. VENTA DE DROGAS - Requisitos de las ventas controladas.

31. VIOLACION AGRAVADA - Intervención de varios sujetos - Aplicación de no reforma en perjuicio.

B. DERECHO PROCESAL PENAL

32. ACCION CIVIL RESARCITORIA - Improcedencia de pretensión de nulidad de contrato con ente asegurador.

33. ADICION Y ACLARACION - Errores materiales graves que impiden subsananar por esta vía - Nulidad de la propia
sentencia.

34. CORRELACION ENTRE ACUSACION Y SENTENCIA - Nulidad por inclusión de hechos adicionales no intimados.

35. DEBATE - Suspensión injustificada afecta el principio de continuidad.

36. DECLARACION DEL IMPUTADO ANTE LA POLICIA - Consideraciones sobre sus efectos.

37. DELITOS DE ACCION PUBLICA PERSEGUIBLE A INSTANCIA PRIVADA - Limitaciones a la posibilidad de ratificar
la denuncia.

38. DERECHO DE ABSTENCION - Incorporación como prueba de manifestaciones voluntarias ante médico forense -
Inexistencia de violación al secreto profesional.

39. DERECHO DE ABSTENCION - Violación por incorporación de entrevista a ofendida realizada por sicólogo y
trabajadoras sociales.

40. PRINCIPIO NON BIS IN IDEM - Falso testimonio cometido en dos fases distintas de un mismo proceso.

41. PROCEDIMIENTO DE REVISION - Aplicación de norma penal más favorable está referida a la ley sustantiva y no a la
procesal.

42. PROCEDIMIENTO DE REVISION - Consideraciones sobre sus requisitos.

43. PROCEDIMIENTO DE REVISION - Interpuesto contra sentencia de casación.

44. PRUEBA - Interceptación de mensajes en radiolocalizador.

45. PRUEBA TESTIMONIAL - Declaración de coimputado ya condenado - Obligación de advertirle sus derechos.

46. PRUEBA TESTIMONIAL - Manifestación de ofendida ante perito oficial no puede considerarse espontánea.
47. RECONOCIMIENTO JUDICIAL - Representación del imputado a cargo de asistente de la defensa pública no invalida
el acto.

48. RECURSO DE CASACION - Improcedencia contra resolución que unifica penas.

49. RECURSO DE CASACION - Limitaciones cuando el reenvío solo se refiere a la pena.

50. REQUERIMIENTO DE ELEVACION A JUICIO - Nulidad por variación sustantiva.

51. SENTENCIA - Documento incompleto solo provoca nulidad del acto de. notificación.

52. TERMINO DE LA DELIBERACION - Suspensiones por fuerza mayor.

53. VARIACION DE LA CALIFICACION JURIDICA - Inexistencia de violación al debido proceso.

54. VISTA - Legalidad de intervención de magistrados en la sentencia, pese a no haber estado en la vista.

A. DERECHO PENAL

1. ABUSOS DESHONESTOS AGRAVADOS - Consideraciones sobre el parentesco por afinidad derivado de una. relación
de hecho.

"En el único alegato, reclama errónea aplicación del artículo 161 en relación con el 158 del Código Penal, pues alega que
el Tribunal calificó los hechos como abusos deshonestos agravados, cuando no debió aplicar la agravante, al no contarse
con prueba de ninguna clase que indique la condición del justiciable como encargado de la custodia o crianza de la
menor, por lo que se debió aplicar el artículo 161, pero en relación con el 156 del Código ibídem. El reclamo -no obstante
su improcedente interposición-, resulta atendible en lo que se dirá. En efecto, de manera incorrecta alude a la ausencia de
prueba, con la finalidad de acreditar la incorrecta aplicación de la normativa de fondo, mediante la modalidad de la
violación indirecta del derecho sustantivo, lo que no procede de acuerdo con lo establecido por el ordenamiento procesal
penal vigente. Por otra parte, conforme al contenido del fallo el Tribunal acreditó que el acusado era el padrastro de la
ofendida dada su relación de conviviente durante varios años, con la madre de ella -R.M.C.C.-, aspecto que fue derivado
de las manifestaciones de la ofendida a quien por esa razón se le formularon las advertencias legales acerca del derecho
de abstenerse de declarar con que contaba y que incluso fue la razón por la que el testigo G.B.C.C., se abstuvo de
declarar en la audiencia respectiva. Cabe agregar,: "que la afinidad es un vínculo que tiene origen en el parentesco, pues
este último: "...lo forma el vínculo consanguíneo que une a varias personas que descienden unas de otras, o de un tronco
común. Conforme a esto, se distinguen dos clases de parientes que, para una mayor claridad, se acostumbra distribuir en
dos series de grados que componen dos líneas. Línea es, por lo mismo, la serie de parientes. Se distinguen dos clases de
ella: "directa" y "colateral". En la directa, están los progenitores y sus descendientes; así tenemos: abuelos, padres, hijos,
nietos, bisnietos. Y en la colateral, llamada también "transversal", se cuentan los que vienen de un mismo tronco, pero que
no descienden unos de otros, como ocurre con los hermanos entre sí; y los tíos con los sobrinos." (Brenes Córdoba,
Alberto. Tratado de las Personas. San José. Editorial Juricentro, 1.984; página 23). Por su parte, el término afinidad se
define -en lo conducente- como: "Parentesco que mediante el matrimonio se establece entre cada cónyuge y los deudos
por consanguinidad del otro..." (Real Academia Española. Diccionario de la lengua Española. Madrid. Editorial Espasa-
Calpe, decimonovena edición; 1.970, página 32). Mientras que, "...En Derecho la afinidad o alianza es el vínculo jurídico
que se constituye en virtud de la celebración del matrimonio y que une a cada uno de los cónyuges, con los parientes
consanguíneos del otro. El concepto de parentesco abarca la noción de la afinidad creada por el matrimonio, como un
efecto propio del mismo, al que la ley le da categoría de parentesco legal... El parentesco por afinidad deriva, pues de la
ley y coloca al afín en el mismo grado parental que su consorte. Importa, entonces, el lazo de afinidad entre el esposo y
los parientes de la mujer y la esposa y los parientes del marido..." (Enciclopedia de Derecho de Familia. Buenos Aires.
Editorial Universidad. Tomo I; 1.991, página 184). Por su parte, el Profesor Jean Carbonnier escribe, que: "...La afinidad
es la relación jurídica que media entre uno de los cónyuges y los parientes consanguíneos del otro; yerno y suegro,
cuñados, cuñadas, etc. La noción jurídica de la afinidad es más restringida que el concepto vulgar conforme al cual se
opera una fusión de las dos familias, por obra del matrimonio contraído también entre dos de sus componentes... hay que
incluir dentro de la relación de afinidad, el nexo existente entre uno de los cónyuges (padrastro, madrastra) y los hijos
(hijastros) habidos por el otro de un matrimonio anterior... El cómputo de la afinidad en sus líneas y grados se sujeta a las
mismas reglas dictadas para determinar y graduar el parentesco consanguíneo..." (Carbonnier, Jean. Derecho Civil.
Situaciones Familiares y Cuasi-Familiares. Barcelona. Editorial Bosch. Tomo I, Volumen II, 1.961; páginas 403 y 404, [...];
en igual sentido en relación con la existencia del nexo de afinidad entre el padrastro o la madrastra con los hijastros, se
pronuncian -entre otros-: Gómez Piedrahita, Hernán. Derecho de Familia. Bogotá. Editorial Temis, 1.992; página 31, así
como Zannoni, Eduardo A. Derecho Civil- Derecho de Familia. Buenos Aires. Editorial Astrea, tomo I, 2da. edición; 1.989,
página 79). Así las cosas, los hijos que al momento de la unión matrimonial tenía cada uno de los contrayentes, en virtud
de dicho nexo pasan a ser parientes por afinidad de los cónyuges de sus padres, puesto que tienen la condición de
descendientes por consanguinidad de sus progenitores, aspecto que se reproduce en el otro contrayente por efecto de la
afinidad... un efecto propio de la celebración del matrimonio, determina el surgimiento a la vida jurídica de un vínculo o
relación de parentesco por afinidad entre un cónyuge y los parientes consanguíneos del otro. Es importante resaltar aquí,
que al haber interpretado la Sala Constitucional que en relación con el parentesco surgen los mismos efectos jurídicos de
una relación "de hecho" o "concubinaria" como de una relación matrimonial, esto implica correlativamente que el
parentesco por afinidad se extienda o establezca en los mismos términos antes citados, en tratándose de relaciones de
parentesco que surjan de una "relación de hecho", de modo que -por ejemplo- entre el "concubino" y los parientes
consanguíneos de su "compañera", se establece el parentesco por afinidad, por lo que en uno de los posibles supuestos,
los hijos de cada quien de ellos que no hayan sido producto de esa relación "de hecho", mantienen una relación de
parentesco por afinidad con el "compañero" o "compañera" de su madre o padre, respectivamente. Sin embargo, no debe
obviarse las características que debe tener esa relación, pues: "...no pueden equipararse a las uniones de hecho, los
amoríos o las relaciones esporádicas o superficiales; las uniones de hecho cumplen funciones familiares iguales a las del
matrimonio y se caracterizan al igual que éste, por estar dotados al menos de estabilidad (en la misma medida que lo está
el matrimonio), publicidad (no es oculta, es pública y notoria), cohabitación (convivencia bajo el mismo techo, deseo de
compartir una vida en común, de auxiliarse y socorrerse mutuamente) y singularidad (no es una relación plural en varios
centros convivenciales)... La sala no puede definir qué es la "familia de hecho", el juez debe valorar cada caso..." (la
negrilla es suplida, Sala Constitucional Nº 1.151 de las 15:30 horas del 1º de marzo de 1.994, en igual sentido Nº 1.153
de esa misma fecha). (Sala Tercera, V-286-F de las 9:20 horas del cuatro de junio de 1.996; en igual sentido, Sala
Constitucional Nº 6.798-94 de las 14:51 horas del 23 de noviembre de 1.994)."(Ver Sala Tercera, V-1.083-97 de las 9:40
horas del 9 de octubre de 1.997). En virtud de lo expuesto, no resulta atendible el reclamo en cuanto pretende se
recalifique los hechos como constitutivos del delito de abusos deshonestos en su forma simple; sin embargo, sí lleva razón
en cuanto señala la incorrecta aplicación del artículo 158 del Código Penal, cuando más bien corresponde la aplicación
del numeral 157 del Código ibídem, al ser el autor del ilícito ascendiente por afinidad de la víctima. En consecuencia,
corresponde declarar con lugar el recurso y casar la sentencia -únicamente en cuanto a la calificación jurídica se refiere-,
recalificando los hechos a tres delitos de abusos deshonestos calificados, al tenor de lo dispuesto por los artículos 161 y
157 del Código de rito. No se realiza pronunciamiento alguno en cuanto a la pena imponible, por encontrarse comprendida
en los mismos extremos de la norma impuesta por el a-quo." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 306 de las 10,18
hrs. del 27 de marzo.

2. ACTIO LIBERA IN CAUSA - Análisis normativo.

"Con base en los artículos 106, 146 párrafo 2º, 226, 393 párrafo 2º, 400 inciso 4º y 490 inciso 6º del Código de
Procedimientos Penales de 1973, 39 de la Constitución Política, y 42 y 43 del Código Penal, el defensor particular del
sentenciado R.G.A.C., Licenciado A.A.Z.M., interpone acción de revisión, al estimar que en el fallo de instancia se violó el
debido proceso. La queja del recurrente se centra en que: a) el fallo irrespeta el principio de razón suficiente, y con ello
las reglas de la sana crítica, pues "... sin ninguna razón suficiente arriba a la conclusión de que el imputado al momento
de los hechos investigados y en las fechas de esos hechos, comprendía totalmente sus actos ... véase que el examen del
acusado sobre la comprensión, o no, de sus actos fue realizado hasta el año siguiente de ocurrido el hecho investigado y
cuando ni siquiera estaba ingiriendo licor, en consecuencia, no existe razón de parte del tribunal que explique a dónde
está el fundamento lógico y suficiente que lo llevó a razonar, con la certeza necesaria para punir, que un examen
psiquiátrico realizado mucho tiempo después de ocurridos los hechos y cuando el imputado ya no estaba bajo los efectos
del licor, es prueba de la verdad real para fundamentar con toda certeza el estado mental del acusado en los días
pasados en que estuvo ingiriendo mucho licor y que supuestamente ocurrió el hecho por el que fue condenado ..." (folio
111, líneas 3 a 23). b) De forma arbitraria los juzgadores presumen "... la conducta dolosa en daño del principio
constitucional de inocencia ... toda vez que el tribunal le reprocha, al acusado, no haber demostrado que al momento de
los hechos tenía la conciencia perturbada, de tal forma que no podía comprender la naturaleza de sus actos ... la carga de
la prueba constitucional y legalmente correspondía al juez o al Ministerio Público, y no al encartado ..." (folio 113, líneas
12 a 23). c) Falta del análisis de los dictámenes médicos forenses. II.- El reclamo, en sus tres aspectos, resulta
improcedente. En relación al punto identificado como a), es necesario hacer notar que el recurrente parte de una premisa
falsa, que lo lleva a conclusiones igualmente falsas. No es cierto que los juzgadores hayan tenido por demostrado,
únicamente con base en la pericia psiquiátrica que se cita, que al momento de los hechos el acusado tenía plena
capacidad de comprensión de sus actos. En realidad, los juzgadores explican con detalle que el supuesto estado de
inimputabilidad que alegó la defensa no quedó acreditado, ello a partir de varios elementos. Tal conclusión se hizo derivar
del siguiente razonamiento: "... el artículo 43 citado (del Código Penal) supone la perturbación de la conciencia por causas
ajenas a la voluntad del agente, supuesto dentro del cual no nos encontramos, pues aún y cuando exista una pericia que
señala al encartado como alcohólico, es lo cierto que en el presente caso, ni se demostró que estuviera en tal estado al
momento de los hechos, pues al respecto el propio menor señaló que si bien le fue a comprar licor y algo ingirió, no se
encontraba ebrio, ni tampoco se acreditó que tuviera la conciencia perturbada, por el contrario el dictamen psiquiátrico que
se le practicó señala que no describe ni presenta sintomatología que indique estado alguno de enajenación mental ... con
independencia de que haya consumido licor al momento del despliegue de sus conductas, tal ingesta no lo ubica dentro
de los supuestos de la norma citada ..." (folio 93, línea 29 en adelante). Como se colige del anterior extracto, el tribunal
descartó la concurrencia de un estado de inimputabilidad, no sólo al considerar el dictamen médico que así lo estable (al
menos al momento en que el mismo se practicó), sino además -y de forma esencial- en la narración del menor ofendido,
quien expresamente señaló que el acusado no presentaba un estado de ebriedad a pesar de haber consumido "algo" de
licor. Este razonamiento respeta las reglas del sano entendimiento humano, por lo que no se da el vicio lógico que aduce
la defensa. En lo que respecta al segundo reparo, esta Sala estima que no es cierto que el fallo invierta la carga de la
prueba lesionando así el principio constitucional de inocencia. Mediante una sutil argumentación la defensa particular
pretende responsabilizar al tribunal de mérito y al Ministerio Público, por no haber quedado acreditado el supuesto estado
de perturbación de la conciencia ocasionado por el empleo de licor en que -insiste- actuó el imputado. En casos como el
presente, donde a través de pruebas claras y objetivas, valoradas con estricto apego a las reglas de la sana crítica, se ha
llegado a establecer la comisión de una acción típica, antijurídica y culpable, corresponderá a la defensa demostrar -si esa
es la tesis que esgrime- la concurrencia de cualquier circunstancia eximente de responsabilidad. Lo anterior significa, sin
más, que una vez acreditada la acción delictiva -y cuando no existan motivos suficientes para estimar lo contrario- el
órgano de instancia no será responsable también de establecer la inexistencia de todos aquellos hechos que vendrían a
enervar el juicio de reproche, es decir, no podrá exigírsele adicionalmente que demuestre que la conducta no estuvo
amparada a una causa de justificación o de inculpabilidad. Asimismo, resulta indispensable aclarar que el supuesto estado
de intoxicación alcohólica que aduce el recurrente, en el caso que nos ocupa, no tendría la virtud de excluir el juicio de
reproche en contra del agente. Según lo establecen los numerales 42 y 43 del código de fondo citado, serán aplicables las
reglas de la inimputabilidad o de la imputabilidad disminuida, siempre que la perturbación de la conciencia del agente
haya sido provocada por enfermedad mental o por el empleo accidental o involuntario de bebidas alcohólicas o sustancias
enervantes. Por el contrario, y según lo estipula el artículo 44 ibídem, cuando el mismo sujeto haya provocado esa
perturbación de su conciencia, el juicio de reproche jurídico-penal se trasladará a un momento anterior, respondiendo
entonces del hecho cometido por el dolo o culpa en que se hallare en el momento en que él se colocó en ese estado. La
jurisprudencia de esta Sala ha definido los alcances de la figura de la actio libera in causa de la siguiente manera: "... Al
considerar como violado el artículo 42 del Código Penal, el recurrente acusa que se ha incurrido en un error in iudicando.
En su criterio, al tenerse por demostrado que el imputado es un alcohólico crónico, quien para el seis de setiembre de
1991 tenía varios días de tomar, por lo que su capacidad para comprender el carácter ilícito de sus actos estaba
ligeramente disminuida, hace "... que su actividad encuadre dentro de los alcances que se prevén en el artículo 44 del
Código Penal ... Queda claro que el solo hecho del estado de embriaguez que manejaba el endilgado -el cual no fue
buscado por él para la comisión del delito- hace de su conducta una conducta inimputable ... si existe alguna
reprochabilidad por parte del señor ... lo es por la irresponsabilidad de tomar a sabiendas de que es un enfermo alcohólico
y que ello le provoca reacciones que escapan de su control, pero no por ello se le debe endilgar una conducta dolosa ..."
... El defensor también se muestra inconforme con que el tribunal haya fijado la capacidad del imputado para comprender
el carácter ilícito de sus actos en un momento posterior a aquel en el que ocurren los hechos, esto es, el 19 de mayo de
1995 (fecha en que es examinado por el psiquiatra forense) ... El reclamo no es de recibo ... Para solucionar
adecuadamente el motivo es necesario hacer algunas consideraciones de fondo en cuanto a la particular regulación que
presentan los artículos 42, 43 y 44 del Código Penal en relación a lo que en doctrina se conoce como la actio libera in
causa. Según estas disposiciones, es claro que nuestro ordenamiento jurídico penal recoge la doctrina normativa de la
culpabilidad, en virtud de la cual el juicio de reproche sobre el autor de un hecho típico y antijurídico descansa en la
capacidad del mismo -la que se debe fijar al momento del hecho- de conocer el carácter ilícito de sus actos y de adecuar
su conducta a dicho conocimiento: "... La teoría psicológica fue reemplazada por la teoría normativa de la culpabilidad ...
el que realizó una acción típica y antijurídica será culpable si podía motivarse por la norma, es decir, si podía obrar de
otra manera ... en este sentido se distingue en primer término la cuestión de la capacidad de comprender la antijuricidad y
de dirigir las acciones de acuerdo con esta comprensión (la llamada imputabilidad) ..." Bacigalupo (Enrique), "PRINCIPIOS
DE DERECHO PENAL, PARTE ESPECIAL", ediciones Akal S.A., Madrid. 2ª edición, 1990. Página 173. El numeral 42
antes citado admite la posibilidad de que la culpabilidad pueda excluirse cuando el agente -al momento de la acción u
omisión- no posea la referida capacidad de comprensión, o de determinarse de acuerdo a ello, cuando se deba a una
enfermedad mental o a una grave perturbación de la conciencia, sea esta o no ocasionada por el empleo accidental o
involuntario de bebidas alcohólicas o de sustancias enervantes. Cuando no se elimina sino que se disminuye esa
condición para ser imputable, estaremos ante la hipótesis del artículo 43 ibídem. Es claro que las situaciones antes
descritas se presentarán cuando el agente activo no se haya colocado voluntariamente en este estado, sino que -por
ejemplo- un tercero le haya obligado a ello, o cuando no pueda predicarse una culpa por tratarse de un comportamiento
del todo accidental; de lo contrario estaremos en presencia de la hipótesis que regula el artículo 44 ibídem. En efecto,
este juicio de culpabilidad -por principio general- debe establecerse al momento en el que se despliega la conducta,
aunque habrá casos excepcionales -cuando el agente actúa sin ese conocimiento- donde ese juicio debe retrotraerse al
momento en el que el mismo se colocó en tal estado, es decir, la culpabilidad se funda no en el comportamiento ilícito que
se ejecutó (pues el mismo se dio cuando el agente ya se encontraba en estado de inimputabilidad), sino más bien en el
momento anterior. En este sentido el citado artículo 44 prevé varias situaciones: a) El agente provoca la perturbación de
su conciencia, es decir, se coloca en estado de inimputabilidad o imputabilidad disminuida, en virtud de un acto culposo.
Este sucedería, por ejemplo, cuando un sujeto -sin estar seguro de la naturaleza de la sustancia y sin guardar el mínimo
cuidado- la ingiere, produciéndole la eliminación o disminución de su capacidad de comprensión, o de adecuar su
comportamiento a ésta. b) El sujeto, a sabiendas de que la bebida que se le presenta le colocará en estado de
inimputabilidad, voluntaria y conscientemente la toma, es decir, se coloca dolosamente en ese estado. c) El agente
perturba voluntaria y conscientemente su capacidad con el deliberado propósito de facilitar la realización del hecho (ya sin
capacidad de conocer su carácter ilícito o de adecuarse a ese comportamiento), o de procurarse una excusa. En esta
última situación -que constituye la actio libera in causa en sentido estricto- la pena respectiva podría agravarse. Según las
anteriores consideraciones, en el caso concreto -de acuerdo a los hechos probados del fallo- el encartado de forma
consciente y voluntaria, sin que nadie lo obligara a ello, y sabiendo que cuando se encuentra ebrio realiza acciones
violentas sin conocimiento de su carácter ilícito, decidió colocarse en estado de inimputabilidad. Una vez en dicha
condición, con su capacidad de motivarse en la norma ligeramente disminuida, realizó los comportamientos típicos y
antijurídicos que describe el pronunciamiento. Debido a lo anterior, resulta claro que la actuación del encartado se ubica
en la hipótesis antes identificada como b), es decir, se colocó dolosamente en ese estado de perturbación de su
conciencia, por lo cual en la especie no resultan aplicables los artículos 42 y 43 antes analizados. Este criterio se apega
en un todo al voto de la Sala Constitucional que cita el recurrente, en cuanto "... La perturbación provocada que regula el
artículo 44 del Código Penal, es una formulación de la teoría de la actio libera in causa, mediante la cual el planteamiento
sobre la imputabilidad se retrotrae a un momento anterior al desarrollo de la acción, aceptándose que el sujeto mantiene
capacidad de atribución penal, aunque al momento de ejecutar la conducta, el sujeto activo se encuentra en imposibilidad
de controlar sus actos como consecuencia de un hecho anterior a él atribuible. Lo que se reprocha es el haberse puesto
en el estado, por dolo o culpa, en el que se produce el resultado constitutivo del delito ..." Sala Constitucional, voto Nº
3411-92, de las 15 horas del 10 de noviembre de 1992...". SALA TERCERA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA,
voto Nº 795-97, de las 16:10 hrs. del 7 de agosto de 1997. La situación que describe el fallo transcrito, en el supuesto de
que se admitiera hipotéticamente que el señor A.C. -al ejecutar sus actos lascivos- atravesaba una perturbación de su
conciencia que le impedía conocer el carácter ilícito de los mismos, o adecuar su comportamiento a ese conocimiento
(extremo que, según se explicó, fue descartado por los jueces de instancia), resultaría aplicable al caso que nos ocupa,
pues según lo argumenta el propio recurrente el mismo acusado se colocó dolosamente en ese estado, al consumir de
forma voluntaria cierta cantidad de licor a sabiendas de que es un alcohólico crónico. Lo anterior significa que, aún
incluyendo hipotéticamente la existencia de un estado de grave perturbación de la conciencia al momento de los hechos,
provocada por la ingesta de alcohol, ello en nada afectaría el juicio de culpabilidad establecido en el fallo impugnado, pues
resulta evidente que no estaríamos ante los supuestos de los artículos 42 y 43 citados, sino más bien resultaría aplicable
el 44 ibídem, por cuanto la embriaguez del agente tuvo su origen en un acto voluntario de su parte. Por último, y en esto
se refuerza el criterio del tribunal de juicio, es claro que en la conducta del encartado que describe el fallo recurrido
resulta impensable la concurrencia de un estado transitorio de perturbación de la conciencia, ello no sólo porque el menor
ofendido explica con claridad que el señor A. no se mostraba como ebrio, sino además -de acuerdo a las reglas de la
experiencia- porque es imposible que una persona que no sabe lo que hace (como lo sostiene la defensa) logre ejecutar
una acción tan bien dirigida a una finalidad, esto es, la satisfacción precisa y detallada de los apetitos sexuales a través
de un comportamiento bien planeado, que cuidadosamente ejecutó. En efecto, según lo explica la sentencia, el acusado
puso en práctica todo un plan preconcebido, gracias a lo cual se procuró y consiguió quedar a solas con el niño G.D., lo
que aprovechó para, en la primera oportunidad, mostrarle su pene, y en la segunda, masturbarse frente a él hasta
eyacular, diciéndole que hiciera lo mismo. Estas dos acciones fueron ejecutadas con el fin de saciar su propio apetito
libidinoso. Es claro que un comportamiento de esta naturaleza resulta incompatible con un estado de perturbación de la
conciencia, pues de haber existido ésta, aquel no se hubiera producido. Por último, y en lo que se refiere al reproche
identificado como c), no es cierto que en la sentencia no se hayan analizado por parte de los juzgadores los dictámenes
médico-forenses, pues según se explicó supra, sí existe la valoración de esas piezas. La argumentación del recurrente en
este apartado nuevamente se dirige a establecer una supuesta patología mental del acusado al momento de los hechos,
la que fue definitiva y razonadamente descartada en el fallo de mérito. En todo caso, y según se explicó, de haberse
presentado las condiciones de perturbación mental en el agente -al haber sido producto de una decisión meditada por él
mismo- no serían aplicables los artículos 42 y 43 citados, por lo que debe rechazarse el alegato. Según todas las razones
expuestas, se declara sin lugar la acción interpuesta." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 311 de las 10,35 hrs. del
27 de marzo.

3. AUTOCALUMNIA - Análisis del tipo penal.


"El Dr. F.C.G., defensor del imputado L.M.F., en su impugnación y como primer motivo por vicios en la aplicación de la ley
sustantiva, reclama la aplicación indebida de los artículos 21, 75, 103 y 319, así como la falta de aplicación de los
numerales 1, 2 y 30, todos del Código Penal y del artículo 39 de la Constitución Política. En síntesis, alega la atipicidad de
la conducta del acusado M.F. como constitutiva del delito de autocalumnia, pues, en principio, no se acredita el elemento
cognoscitivo del dolo, esto es, que al momento de declarar ante el oficial de tránsito, conociera o al menos previera que la
colisión provocada por su hijo, ocasionaría al ofendido lesiones de consideración tales como para configurar un delito.
Señala también otras razones, entre ellas, que el oficial de tránsito no puede estimarse autoridad competente para los
efectos del numeral 319 del Código Penal. Por último, estima que para que se configure la autocalumnia, es necesario que
exista un pronunciamiento judicial que declare que se está en presencia de un delito y, al verdadero autor del percance, ni
siquiera se le ha juzgado aún. El reparo es procedente, aunque por una sola de las razones invocadas: no se acredita el
conocimiento del imputado respecto de las consecuencias que la colisión provocó en el ofendido, ni siquiera su
previsibilidad y aceptación por M.F. Está probado que éste se presentó al sitio del percance y manifestó "que se haría
responsable" de todo, pero no existen elementos que permitan estimar que con ello incluso aceptaba la posibilidad de
responsabilizarse, falsamente, de las lesiones que tal hecho efectivamente le ocasionó al ofendido, pues de éstas sólo se
tuvo dato tiempo después, sin que al momento del hecho existieran elementos suficientes para conocer o al menos prever
tal posibilidad. Incluso el acuerdo -que la sentencia establece- entre el acusado y el oficial D.B., para consignar a L.M.
como conductor del vehículo, tampoco resuelve el problema del dolo del imputado respecto del alcance -más allá de los
meros daños materiales-, que el accidente provocaría al ofendido, al que solamente se traslada con un protector en el
cuello hacia el hospital, como precaución, por manifestar un dolor en esa zona, normal para el tipo de percance y que,
inclusive, sólo provocó una incapacidad de diez días, no obstante que además, el golpe agravó una lesión preexistente y
ello determinó una disminución de la capacidad general orgánica del ofendido R.B. en un cinco por ciento. Si bien es
cierto, está acreditado que una vez que se conoce la magnitud de las lesiones dichas y el asunto es pasado a la Agencia
Fiscal para su respectivo trámite, allí comparece como presunto responsable el justiciable, ese hecho no fue objeto de
imputación por el Ministerio Público, que circunscribió la hipótesis de la autocalumnia al momento en que M.F. se
apersona al lugar de los hechos y se manifiesta como el conductor del vehículo causante del accidente. En esas
condiciones, la conducta acreditada resulta atípica del delito de autocalumnia, si bien no porque el oficial de tránsito no
pueda estimarse como autoridad de investigación, tal y como lo señala el artículo 319, pues para esta Sala sí lo es, en
atención a las funciones que le asigna a éste no sólo la Ley de Tránsito, sino además el propio Código de Procedimientos
Penales, cuando reseña las funciones de la policía administrativa al actuar en defecto de la policía judicial -artículo 162-;
tampoco por requerirse una sentencia que declare la configuración del delito falsamente atribuido, porque el tipo penal
únicamente contempla que el autor se autoimpute falsamente la comisión de un delito de acción pública, que bien pudo
haber o no ocurrido, lo determinante es que la falsa declaración desorienta la actividad de los órganos de la
administración de justicia en la averiguación e investigación de los delitos de acción pública, que son los cobijados por el
tipo penal del artículo 319. La conducta del acusado resulta atípica pues al momento en que falsamente se hace
identificar como el conductor y el responsable del accidente, ignora que este hecho generó lesiones serias en el ofendido,
capaces de ser tipificadas como delito. Falta, en consecuencia, el conocimiento de que se atribuye falsamente la comisión
de un delito de acción pública y, por ende, la voluntad de hacerlo, requisitos indispensables para la configuración de la
autocalumnia y que, en todo caso, no se encuentran acreditados en el fallo. Sí es claro que el imputado sabe que el
accidente lo provocó su hijo, quien era realmente el conductor del vehículo; sin embargo, se presenta al sitio y se hace
responsable del accidente, mediante un acuerdo con el oficial y coimputado D.B, con el propósito, no de autoatribuirse la
comisión de un delito y exonerar de esa forma a su hijo, sino porque éste carece de licencia válida en nuestro país y es
menor de edad, lo que significa que la póliza de seguro que protege al vehículo, no cubriría los daños, por incumplirse una
de las cláusulas establecidas en el contrato respectivo y ese es precisamente el fin que busca su conducta -y esta es
además la hilación que construye la sentencia-, lograr que la póliza cubra el monto de los daños, según se analizará en
detalle más adelante. Por eso, el delito de autocalumnia no se da en la especie y en este sentido, el reclamo debe
acogerse, no obstante que la conducta así desarrollada por el imputado configura, sin lugar a dudas, los actos de
ejecución directamente encaminados a lograr, en forma fraudulenta, el pago de los daños de su vehículo por parte del
Instituto Nacional de Seguros." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 496 de las 10,32 hrs. del 22 de mayo.

4. AUTOCALUMNIA - Consideraciones sobre el bien jurídico tutelado.

"El delito de autocalumnia se encuentra regulado en el Título XIV, Delitos contra la Administración de Justicia, Sección III,
Falsas Acusaciones, artículo 319 que establece: "Se impondrá prisión de un mes a un año, al que mediante declaración o
confesión hecha ante autoridad judicial o de investigación, se acusare falsamente de haber cometido un delito de acción
pública". A fin de resolver el recurso de casación interpuesto resulta indispensable señalar el origen, elementos y alcances
de esta figura. La autocalumnia proviene del Derecho Italiano (Código Penal de 1930, Art. 369, que en lo que interesa
dispone: "Quienquiera que, mediante declaración a alguna de las Autoridades indicadas en el artículo precedente, aún
hecha por escrito anónimo o bajo falso nombre, o mediante confesión ante la Autoridad judicial, se inculpa a sí mismo de
un delito que sabe no ocurrido o de un delito cometido por otro, es castigado con la reclusión de uno a tres años"). La
acción típica consiste en acusarse falsamente de haber cometido un delito de acción pública, ante una autoridad judicial o
de investigación, mediante una confesión o una declaración. Sujeto activo de este delito puede ser cualquiera, ya que el
tipo penal no exige ninguna cualidad personal constitutiva de la infracción. "Delito" significa toda acción u omisión
subsumible en un tipo penal cuya averiguación y castigo corresponde a la autoridad judicial (MUÑOZ CONDE, Francisco.
Derecho Penal. Parte Especial, novena edición, TIRANT LO BLANCH, Valencia, 1933, p. 749.). Es indiferente que el delito
acusado falsamente sea uno de acción u omisión, consumado o tentado, doloso o culposo; lo importante es que sea un
delito de acción pública, porque es en estos en los que, por el interés público en la persecución penal, de oficio, las
autoridades judiciales y de investigación, despliegan su actividad. Es claro que, por referirse la norma en comentario al
término "delito", ha de entenderse el mismo en sentido técnico, y excluirse, por atípico, la "autocalumnia" de
contravenciones. Sobre esto se ha dicho que: "Por lo que respecta al término delito, ha de ser entendido a tenor de la
"ratio" del precepto, desde el punto de vista de la posible virtualidad en orden a provocar una actuación procesal. Desde
tal perspectiva, basta con que se simule la ocurrencia de un hecho típico sin necesidad de que la falsa apariencia se
extienda también a la antijuridicidad o a la culpabilidad. Sin embargo, y por las mismas razones, en el hecho que se
simule han de concurrir las condiciones de procedibilidad." (VIVES ANTON, T.S. "Delitos contra la Administración de
Justicia", en AAVV. Compendio de Derecho Penal. Parte Especial (Enrique Orts Berenguer, coordinador), TIRANT LO
BLANCH, Valencia, 1994, p. 123.). Los medios de comisión del delito son taxativos: la confesión o la declaración. Esta
última consiste en cualquier manifestación de voluntad, oral o escrita, presentada o hecha llegar a la autoridad judicial o
de investigación. La falsedad consiste en suministrar una errónea representación de la realidad, inculpándose a sí mismo
de un delito que se sabe que no ha ocurrido y, que, por tanto, es inexistente, o bien, cuando el delito sí se realizó, lo fue
por una persona diferente de la que falsamente se lo atribuye (MAGGIORE, Giuseppe. Derecho Penal. Parte Especial,
Volumen III, Traducción de José J. Ortega Torres, TEMIS, Bogotá, 1972, p. 340). Es criterio compartido por la doctrina
que el fin y los motivos del autocalumniador son indiferentes para la consumación del delito. El Código Penal Italiano
contempla una eximente, cuando se ha realizado la autoinculpación por la necesidad de salvarse a sí mismo o de salvar a
un pariente próximo de un grave e inevitable menoscabo en la libertad o en el honor (Art. 384) (MANZINI, Vincenzo.
Tratado de Derecho Penal, Tomo 10, Segunda Parte, De los Delitos en especial, Volumen V, de Santiago Sentís Melendo
y Marino Ayerra Redin, EDIAR S.A., Buenos Aires, p. 163). En concreto, y en nuestro medio, el motivo de salvar a
determinados parientes o allegados es importante tan solo para conceder al autocalumniador el perdón judicial (Art. 93,
inciso 2) (CASTILLO GONZALEZ, Francisco. Denuncia calumniosa, simulación de delito y autocalumnia, San José,
PASDIANA, 1982 p. 61.).- III.- El bien jurídico tutelado, según la ubicación de la figura en la sistemática del Código, es la
Administración de Justicia, de forma que, aunque eventualmente el agente se perjudique a sí mismo con la atribución
falsa de un hecho, lo que el tipo penal protege es el recto funcionamiento de la Administración de Justicia, que se ve
entorpecido al desplegar normalmente su actividad investigativa, persecutoria y jurisdiccional, ante un hecho falso. Por
otra parte, no es necesario que exista una sentencia que declare la existencia del delito y la responsabilidad de los
verdaderos autores, basta con que, in limine, el hecho que el autocalumniador pone en conocimiento de la autoridad
revista las características para sostener que con probabilidad se ha cometido un delito, y justifique, por lo tanto, el inicio de
la investigación. Por eso, no comete el delito de autocalumnia quien declara sobre un hecho propio, pero excluye
inmediatamente su responsabilidad, alegando que, como en el presente caso, el resultado se produjo por la acción
imprudente de la víctima. Atendiendo a estas consideraciones, no podría hablarse de un delito culposo (acción típica,
antijurídica y culpable), pues el resultado se presenta por la propia acción de la víctima, y no por ninguna falta al deber de
cuidado del conductor. Sobre el particular, MANZINI sostiene que "..la autoinculpación debe tener por objeto un delito, y no
un hecho que por sí mismo no constituya delito, aunque pueda considerarse como causa hipotética de un hecho que la
ley prevé como delito, pero que no se sabe todavía si depende de la causalidad o de una causa imputable. Por ejemplo,
si un automóvil en el que iban el dueño y el chofer, habilitados ambos para conducirlo, embiste a una persona y el chofer
declara o confiesa falsamente que estaba en el volante en el momento de embestirla, a fin de excluir toda responsabilidad
del dueño, no existe el delito de auto calumnia, una vez que el chofer haya atribuido la embestida a una causalidad o a la
exclusiva culpa de la víctima. En esta hipótesis el chofer no ha declarado o confesado que cometió un "delito", sino que
realizó un hecho en sí mismo lícito, precisamente porque ha excluido haber sido causa del delito culposo..." (MANZINI,
Vincenzo. Op. Cit., p. 160. En el mismo sentido: Colacci y Antonioni, citados por CASTILLO GONZALEZ, Francisco. Op.
Cit., p. 59, cita 216). Estima la Sala que, de conformidad con el principio de ofensividad o lesividad ("nullum crimen sine
injuria"), en el presente caso, no hubo afectación del bien jurídico tutelado, ya que en primer lugar el hecho puesto en
conocimiento por la imputada C.M.M. no revestía las características señaladas para sostener que se estaba con
probabilidad ante un delito culposo, pues en su declaración excluía su propia responsabilidad alegando que el resultado
no se produjo por una infracción a su deber de cuidado sino por la acción imprudente de la víctima, que presentaba una
alto grado de intoxicación alcohólica (folio 39); es decir, la imputada reconoció un hecho, pero no se atribuyó falsamente
ningún delito. En segundo término, no fue la acción de la imputada la que desencadenó la tramitación de un proceso de
investigación, sino que, una vez constituidas las autoridades en el sitio de los hechos, de oficio, iniciaron las pesquisas. De
conformidad con lo expuesto procede declarar con lugar el recurso, y en consecuencia, absolver a la imputada C.M.M. por
el delito de autocalumnia." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 492 de las 10,15 hrs. del 22 de mayo.
5. BENEFICIO DE EJECUCION CONDICIONAL - Cómputo del plazo para cancelar inscripción de juzgamiento.

"Como único motivo de su recurso, el encartado acusa como vicio in iudicando la falta de aplicación de los artículos 61 y
62 del Código Penal, así como la violación del artículo 40 de la Constitución Política. El reclamo del recurrente se centra
en que los juzgadores -no obstante haberle condenado a dos años de prisión- denegaron la concesión del beneficio de
ejecución condicional de la pena por cuanto aparece registrado un juzgamiento que data del 27 de julio de 1988, en virtud
de lo cual se estimó que él no calificaba como delincuente primario. En este sentido el imputado argumenta lo siguiente:
"... considero que a la fecha del juicio (18 de noviembre de 1997) yo reunía las condiciones legales para disfrutar de un
beneficio como el solicitado, pues el margen para que se cumpliera el plazo era mínimo, y los hechos habían sucedido en
el año ochenta y seis, dos años antes que se emitiera la condena ..." (folio 78 vuelto, líneas 1 a 6). II.- El reproche
planteado debe declararse sin lugar. La tesis que plantea el imputado en su recurso no podría prosperar, pues parte de
varias premisas falsas: a) que el plazo para que se considere cancelada la inscripción de un juzgamiento empieza a correr
a partir de la fecha en la que ocurren los hechos que la motivan; b) que la condición de delincuente primario ha quedado
sujeta a un plazo "discrecional", por lo que tal categoría "ha perdido vigencia"; c) para la concesión del beneficio de
condena de ejecución condicional de la pena, podría obviarse el requisito de que el sentenciado sea un delincuente
primario, debiendo dársele mayor importancia a los demás criterios que postula el artículo 60 citado. Como logra deducirse
de lo antes expuesto, la argumentación del impugnante no es de recibo, por las siguientes razones: 1) De conformidad con
el artículo 11 de la Ley de Registro y Archivos Judiciales Nº 6723 del 10 de marzo de 1982, se establece que los asientos
de inscripción de los convictos se cancelarán cuando transcurrieren diez años desde el cumplimiento de la condena sin
efectuarse nueva inscripción, de donde se descarta que tal cómputo empiece a correr a partir de la fecha en la que ocurre
el hecho. 2) No es cierto que el plazo para que se verifique dicha cancelación sea "discrecional", pues resulta claro que el
mismo está fijado por dicha normativa en el tanto de diez años. Tampoco resulta adecuado afirmar que la condición de
delincuente primario, a los efectos del beneficio que se discute, haya perdido vigencia, pues actualmente éste sigue
siendo un requisito esencial para su eventual otorgamiento, aunque se entienda por tal quien no tenga juzgamientos
inscritos. 3) Lo anterior implica que el requisito de la condición de delincuente primario por parte del beneficiario no podría
obviarse como lo pretende quien recurre, toda vez que el numeral 60 del código sustantivo ya citado lo mantiene vigente.
Aplicando estos aspectos al caso que nos ocupa, encontramos que la resolución impugnada -al denegar la concesión del
beneficio que interesa- no incurre en el yerro de fondo que se acusa, pues según la certificación de folio 40, al dictarse la
sentencia que ahora se impugna (18 de noviembre de 1997), la última condenatoria que registraba el señor V.J. fue
impuesta por el Tribunal Superior de Heredia el día 27 de julio de 1988. En este caso, el imputado fue condenado a un
año y seis meses de prisión por el delito de receptación de cosas de procedencia sospechosa, y desde esa fecha a la
actualidad no han transcurrido siquiera los diez años, sin tomar en cuenta el tiempo en que debió cumplir la pena que fue
con posterioridad." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 228 de las 10,40 hrs. del 6 de marzo.

6. COHECHO PROPIO - Ofrecimiento de dádiva de bajo monto - Consideraciones sobre su relevancia en ciertos
contextos.

"Se alega violación a lo dispuesto por los artículos 1 del Código Penal y 39 de la Constitución Política, pues el Tribunal
condena al imputado por el delito de cohecho propio y le impone una pena de dos años de prisión, cuando, a juicio del
impugnante, se está en presencia de un hecho insignificante que en nada lesiona el bien jurídico que tutela la norma. La
pena impuesta resulta por completo desproporcionada e irracional; la antijuridicidad de la conducta debe verse por el
menoscabo que se supone sufrido por el bien jurídico, debe ser una lesión intolerable al orden comunitario. Nuestra
legislación ha avanzado al punto de excluir del ámbito de aplicación del derecho penal aquellas conductas que por lo
insignificante del hecho o por el poco perjuicio que ocasionan, no merecen poner en marcha al aparato penal. Nunca
puede dejarse de lado el criterio de afectación del bien jurídico para estimar si una conducta es delictiva o no. Varias
consideraciones resultan necesarias a efectos de resolver el motivo que se alega. El juicio sobre la insignificancia de un
hecho, es, sin duda, un juicio de valor que el juez debe realizar, tomando en cuenta los valores fundamentales del
ordenamiento jurídico y su relación con la realidad social. Ciertamente nuestra legislación procesal lo ha incorporado como
herramienta útil de interpretación, para excluir la intervención del aparato represivo estatal, al autorizar al órgano acusador
la aplicación de un criterio de oportunidad, en los términos del inciso a del artículo 22 del Código Procesal Penal de 1996,
cuando, entre otros "se trate de un hecho insignificante (...), salvo que afecte el interés público o lo haya cometido un
funcionario público en el ejercicio del cargo o con ocasión de él". Pese a que se encuentra ubicado en la normativa
procesal, es indudable que su contenido y real significado provienen de los conceptos esenciales del derecho penal
material, en especial, de los postulados de la teoría del delito y su interpretación en un Estado de Derecho. No está de
más señalar que incluso en el proyecto de Código Penal que actualmente se conoce en la Asamblea Legislativa, se
incorpora el principio de lesividad como parámetro que impregna la teoría del delito y por ende, la aplicación del derecho
penal sustantivo, entendiendo que una acción no puede estimarse delictiva si no lesiona o pone en peligro de manera
significativa, un bien jurídico tutelado. Esto no es más que el desarrollo normativo del postulado que contiene nuestra
Constitución Política en el párrafo segundo del artículo 28, cuando se excluye del ámbito de la ley -de especial interés
cuando se trata de la ley penal-, aquellas acciones "que no dañen la moral, las buenas costumbres o que no perjudiquen
a tercero". Esta es una limitación de carácter sustancial a la labor del legislador. Como correlato, se convierte en un
requisito de legitimación sustancial -o, dicho de otra forma, en el parámetro para valorarla- de toda norma, en especial de
la prohibitiva. En consecuencia, no es válido para el legislador penal sancionar conductas que no lesionen o pongan en
peligro un bien jurídico tutelado y fundamental para el conglomerado social, según el contexto histórico concreto en que la
norma produce sus efectos. Así lo ha reconocido la jurisprudencia constitucional y lo ha recalcado recientemente, en la
sentencia 6410-96 de las 15:12 del 26 de noviembre de 1996, oportunidad en la que señaló: "III. Los bienes jurídicos
protegidos por las normas penales son relaciones sociales concretas y fundamentales para la vida en sociedad. En
consecuencia, el bien jurídico, el interés, ente, relación social concreta o como se le quiera llamar tiene incidencia tanto en
el individuo y en la sociedad como en el Estado y sus órganos. Para el individuo el bien jurídico implica por un lado, el
derecho a disponer libremente de los objetos penalmente tutelados y, por otro, una garantía cognoscitiva, esto es, que
tanto el sujeto en particular como la sociedad en su conjunto han de saber qué es lo que se protege y el porqué de la
protección. Para el Estado implica un límite claro al ejercicio del poder, ya que el bien jurídico en su función garantizadora
le impide, con fundamento en los artículos 39 y 28 constitucionales, la producción de tipos penales sin bien jurídico
protegido y, en su función teleológica, le da sentido a la prohibición contenida en el tipo y la limita. Estas dos funciones
son fundamentales para que el derecho penal se mantenga dentro de los límites de la racionalidad de los actos de
gobierno, impuestos por el principio republicano-democrático. Sólo así se puede impedir una legislación penal arbitraria
por parte del Estado. El bien jurídico al ser el "para qué" del tipo se convierte en una herramienta que posibilita la
interpretación teleológica (de acuerdo a los fines de la ley) de la norma jurídica, es decir, un método de interpretación que
trasciende del mero estudio formal de la norma al incluir en él el objeto de protección de la misma, cuya lesión constituye
el contenido sustancial del delito. La importancia del análisis del bien jurídico como herramienta metodológica radica en
que el valor de certeza del derecho (tutelado por el principio de legalidad criminal), a la hora de la interpretación de la
norma, viene precisamente de entender como protegido sólo aquello que el valor jurídico quiso proteger, ni más ni menos.
Así las cosas, la herramienta de interpretación intenta equilibrar el análisis de la norma, al tomar en consideración el bien
jurídico a fin de establecer los límites de la prohibición. (...)V.- El valor constitucional del bien jurídico ha sido ya analizado
por la Sala, que en aplicación y acatamiento de las potestades que la Constitución Política y la Ley de la Jurisdicción
Constitucional le otorgan, le consideró como fundamento del ius puniendi estatal, y como base para la interpretación por
parte de los demás órganos jurisdiccionales a la hora de aplicar la ley penal a un caso concreto. Mediante la sentencia
número 525 de las catorce horas veinticuatro minutos del tres de febrero de mil novecientos noventa y tres, al reconocer
la existencia de un derecho penal democrático y acorde con sus postulados dogmáticos, que rigen esa forma de gobierno,
se consideró que: "Al disponerse constitucionalmente que "las acciones privadas que no dañen la moral o el orden
público, o que no perjudiquen a tercero, están fuera de la acción de la ley" -Art. 28- se impone un límite al denominado
ius puniendi, pues a cada figura típica ha de ser inherente una lesión o peligro de un valor ético social precisamente
determinado; en otros términos, puesto que no basta que una conducta u omisión "encaje" abstractamente en un tipo, es
también necesaria una lesión significativa de un bien jurídico. De lo contrario, tendríamos conductas delictivas pese a que
no dañan la moral o el orden público o a que no perjudican a tercero". Las implicaciones que el citado fallo conlleva para
la vida jurídico-penal son muy significativas: primero, que una teoría del delito basada en los principios del Estado de
Derecho debe tender siempre a la seguridad jurídica, la cual sólo puede ser alcanzada a través de la protección de los
bienes jurídicos básicos para la convivencia social; segundo, para que podamos comprobar la existencia de un delito la
lesión al bien jurídico no sólo debe darse, sino que ha de ser de trascendencia tal que amerite la puesta en marcha del
aparato punitivo estatal, de ahí que el análisis típico no se debe conformar con el estudio de la tipicidad sino que éste
debe ser complementado con un análisis de la antinormatividad de la conducta; tercero, que la justicia constitucional
costarricense tiene la potestad de controlar la constitucionalidad de las normas penales bajo la óptica de la Carta Magna,
ajustándolas a la regularidad jurídica, con lo cual se puede asegurar el cumplimiento de los aspectos de la teoría del
delito que gocen de protección constitucional(...)"(resaltados no son del original). Ahora bien, el juicio sobre la
insignificancia del hecho se dirige al juez y se refiere a un hecho histórico concreto, que formalmente se adecua a una
figura delictiva. En consecuencia, además de la necesaria tutela que la norma penal debe efectivamente buscar de un bien
jurídico fundamental, los conceptos de razonabilidad y proporcionalidad, propios del ejercicio del poder en el Estado de
Derecho, imponen, a través de conceptos como la insignificancia del hecho, la necesidad de que, en el análisis de los
elementos del delito, no baste la constatación de la tipicidad y su relación con la tutela a un bien jurídico. Entra además la
valoración respecto de la importancia de la conducta típica para estimar lesionado o amenazado dicho objeto de tutela, en
entidad tal de justificar la reacción penal. Por ello, el concepto de insignificancia del hecho está íntimamente relacionado
con la entidad de la lesión, menoscabo o amenaza sufrida por el bien jurídico, con la conducta cuya persecución penal se
pretende. De indudable punto de partida para esta labor de interpretación lo son los principios de intervención mínima y
racionalidad que se predican del derecho penal en todo Estado de Derecho, estrechamente relacionados con el conjunto
de valores, objetivos y aspiraciones de la sociedad, plasmadas, a nivel general en la Constitución Política, como fuente
principal, tanto de los bienes jurídicos merecedores de tutela -materia en la que se entienden integrados además los
instrumentos internacionales en materia de derechos fundamentales-, como de aquellos objetivos que se predican de la
organización social y que deben inspirar el ejercicio del poder y el desarrollo de las competencias a cada uno de ellos
asignadas, teniendo como norte el principio de libertad y democracia consagrado en el artículo 1 de nuestra Carta Magna.
No está de más señalar que si bien el criterio de entidad de la lesión al bien jurídico, es quizás el más relevante a efectos
de dar contenido al concepto de insignificancia, también existen otros elementos que coadyuvan en esta tarea -puede
enfocársele desde el punto de vista de la acción y la entidad de su disvalor; desde el resultado y su disvalor; también
desde la óptica de la pena, que podría resultar desproporcionada con relación a le lesión del bien jurídico; desde la
culpabilidad e incluso desde la teoría de la participación. Es indiscutible su relación con el principio de lesividad, según se
ha visto; por lo demás, también se le complementa con la concepción de criminalidad de "bagatela" y las aportaciones que
esta hace a la interpretación de la ley penal, con especial referencia al principio, ya mencionado, de la proporcionalidad
entre acción o conducta y la reacción prevista por el legislador (al efecto, consúltese el artículo del profesor Alfredo
Chirino "A propósito del principio de oportunidad y del criterio de ‘insignificancia del hecho’" en la obra Reflexiones sobre
el nuevo proceso penal, pp. 105 a 139.)- IV.- Los anteriores conceptos sirven de marco teórico para que el intérprete de
la norma, frente a un caso concreto, analice si el hecho sometido a su decisión, es insignificante. El recurrente alude a
que la conducta de su defendido constituye un hecho insignificante, pues no ha lesionado el bien jurídico de forma tal que
amerite a imponer una pena de prisión. De su planteamiento se desprende que su opinión respecto de la insignificancia
radica en lo exiguo de la dádiva ofrecida por su defendido a los oficiales, así como de las particulares circunstancias que
rodearon el hecho: un taxista con la licencia suspendida por múltiples infracciones no cubiertas; sin portar los documentos
legales del vehículo que lo acreditaran como de servicio público y además, sin cédula de identidad, ante la inminencia de
su traslado a las autoridades de tránsito -y sumar una más a las infracciones que ya pesan sobre él-, ofrece a los
guardias civiles que en ese momento intervienen, mil colones con el fin de que dejen pasar el incidente y le permitan
alejarse sin consecuencia alguna. Iniciemos por desglosar el contenido del bien jurídico protegido por los tipos penales de
los artículos 343 y 339 del Código Penal. Forman parte del Título XV del cuerpo citado, que tutela Los Deberes de la
Función Pública. A su respecto, esta Sala ha señalado que "(...)lo que la ley ampara es el correcto desempeño del cargo
por el funcionario frente a la Administración Pública, sustrayéndola, a toda costa, en aras del cumplimiento de las
obligaciones que le conciernen, de la venalidad" (sentencia 256-F-87, de las 9:40 hrs. del 25 de setiembre de 1987); "la
penalidad del corruptor (cohecho activo) no supone para su consumación la codelincuencia del funcionario público ni la
tradición de la cosa, en tanto la sola conducta del corruptor descrita en el tipo legal es idónea para poner en peligro el
bien jurídico tutelado, que no es otra cosa que el sano y normal funcionamiento y prestigio de la administración pública a
través de la corrección e integridad de sus empleados o servidores" (sentencia 183-F-95, de las 11:20 hrs. del 24 de
marzo de 1995). Por su parte, la doctrina -salvo las diferencias en cuanto se conceptúa al cohecho como un sólo delito de
carácter bilateral, o dos delitos diferentes, el del funcionario y el del particular-, destaca la relevancia del bien jurídico
protegido por estas figuras. Se señala que "el objeto tutelado por estas infracciones es el funcionamiento normal y correcto
de la administración, el cual es puesto en peligro por el solo hecho de la existencia de actos corruptos. No se toma en
cuenta, pues, el acto concretamente cumplido: sea cual sea la cualidad de éste, legal o ilegal, la sola existencia de precio
lo corrompe (...) En principio, las pequeñas retribuciones (munúscula) que en ciertos tiempos se consideraban excluidas,
no pueden descartarse, porque su poder cohechante depende efectivamente de que tengan carácter retributivo en el
acuerdo celebrado y, sobre todo, que como retribuciones sean apreciadas por el funcionario y recibidas para realizar el
acto" (Soler, Sebastián. Derecho Penal Argentino, Buenos Aires, Tomo V, Tipográfica Editora Argentina, 1973. pp.157 y
163). Para quienes distinguen entre delito único bilateral y dos delitos diferentes, el cohecho activo -"la penalidad del
corruptor" en nuestro medio-, protege "el respeto que se debe al normal funcionamiento de los órganos del Estado",
mientras que el cohecho pasivo tutela los deberes y la confianza depositada en el funcionario. (véase Muñoz Conde,
Francisco. Derecho Penal. Parte Especial. Valencia, Tirant Lo Blanch, 1993. Novena Edición revisada y puesta al día.
pp.791 y ss; Bustos Ramírez, Juan. Manual de Derecho Penal. Parte Especial. Barcelona. Editorial Ariel S.A. 2a. edición.
pp.374 y ss.; Fontán Balestra, Carlos. Derecho Penal. Parte Especial. Buenos Aires. Abeledo Perrot. Octava edición,
1978. pp. 565 y ss.). V.- En el caso concreto, la función que se quiso corromper por el imputado, es la del policía
administrativo. Vale al efecto señalar que a todas las fuerzas policiales del país les está encomendado, desde la propia
Constitución, el mantenimiento del orden, la paz y la seguridad pública. El artículo 4 de la Ley General de Policía
establece que "Las fuerzas de policía estarán al servicio de la comunidad; se encargarán de vigilar, conservar el orden
público, prevenir las manifestaciones de delincuencia y cooperar para reprimirlas en la forma en que se determina en el
ordenamiento jurídico". Mantener el correcto desempeño de estas labores, esenciales para la sociedad, resulta un asunto
de evidente interés público. Es cierto que la corrupción tiene múltiples formas de manifestarse y que amenaza todas las
esferas del ejercicio del poder, algunas con consecuencias y repercusiones mucho mayores. Sin embargo, el correcto
desempeño de las funciones públicas, por la esencialidad que tienen para el mantenimiento de la democracia, debe
abarcar todos los niveles, pues aún manifestaciones como la del caso en estudio, en las que la dádiva es de un bajo
monto de dinero, si se analiza en el contexto en que se produce, al funcionario que se dirige -guardia civil- que es el más
cercano a la comunidad, pero también el del cargo más humilde y poco remunerado dentro de la escala policial, vemos
que el hecho adquiere relevancia al punto de justificar el movimiento del aparato represivo -es decir, no es insignificante
en los términos que plantea el recurrente-, porque la corrupción no puede tolerarse sin correr el riesgo de amenazar la
pureza en el funcionamiento general del sistema -ello sin perjuicio de que, con el nuevo sistema procesal, a casos
similares al presente puedan serle aplicadas algunas de las soluciones alternativas que existen, si resultaren procedentes-.
El sólo ofrecimiento de la dádiva en este caso, lesionó el bien jurídico, que, por la importancia ya señalada, descarta su
calificación de insignificancia. El dimensionamiento de la conducta y sus consecuencias se hace en cada caso, y tiene su
estadio adecuado en el juicio de reproche que corresponda hacerle al autor por el hecho realizado. En el caso concreto, si
bien podría -como en muchísimas otras formas delictivas- cuestionarse desde el punto de vista socio-criminológico, el
recurso a la pena de prisión para castigar este tipo de delincuencia, lo cierto es que los juzgadores dimensionaron en
forma apropiada el juicio de reproche en este caso, atendiendo a sus particularidades, imponiendo el mínimo de la pena
legalmente asignada y además, concediendo al imputado el beneficio de ejecución condicional de la pena. Así las cosas,
carece de razón el impugnante y por ello, se declara sin lugar el motivo por el fondo." 1998. SALA TERCERA DE LA
CORTE, Nº 219 de las 9,55 hrs. del 6 de marzo.

7. COMISO - Bienes provenientes del narcotráfico. Obligación de oír a eventuales perjudicados.

"La recurrente señala la infracción a lo dispuesto por los numerales 39, 45 de la Constitución Política, 103 inciso 3 y 110
del Código Penal, 1 146, 471 inciso 2 y 535 del Código de Procedimientos Penales, al estimar que el fallo recurrido ha
lesionado en forma flagrante el derecho de defensa pues dispone el comiso del vehículo marca Nissan King Cab, placa
[...], sin que se haya acreditado siquiera quién es su propietario y, en consecuencia, sin que éste haya sido llamado al
proceso, dándosele la oportunidad de ser oído y defender sus intereses. El reclamo es procedente. El comiso, regulado en
general por el artículo 110 del Código Penal, implica que el delito "produce la pérdida en favor del Estado de los
instrumentos con que se cometió y de las cosas o valores provenientes de su realización, o que constituyan para el agente
un provecho derivado del mismo delito salvo el derecho que sobre ellos tengan el ofendido o terceros". En los procesos
que investigan aquellas actividades delictivas relacionadas con drogas, debe además considerarse lo dispuesto por el
numeral 31 de la ley que rige la materia y que dispone: "Los bienes muebles e inmuebles, los vehículos, los instrumentos,
los equipos y los demás objetos que se utilicen en la comisión de los delitos previstos por esta ley, lo mismo que los
diversos bienes y valores provenientes de tales acciones, serán embargados o decomisados por la autoridad que
conociere de la causa. Si se ordenara su comiso, deberán ponerse a la orden del Consejo Nacional de Drogas (...)Cuando
se embargaren bienes inscritos en el Registro Nacional, el juez que conoce de la causa ordenará inmediatamente la
anotación y la notificará al Consejo Nacional de Drogas. (...) Cuando el embargo, decomiso o comiso deban ordenarse
sobre bienes, instrumentos o equipos que se hayan mezclado con otros adquiridos de fuentes lícitas, el juez ordenará que
la medida se tome hasta el valor estimado del producto relacionado con los delitos a que se refiere esta ley". Ahora bien,
de conformidad con los lineamientos fundamentales que rigen nuestro proceso penal, según los numerales 41 y 39, ambos
de la Constitución Política, cualquier medida que pueda afectar los derechos de los ciudadanos ha de acordarse en un
proceso en el que se garantice que el afectado será oído y se le concederá oportunidad y tiempo razonables y suficientes
para la defensa de sus intereses. Las disposiciones relativas al comiso de bienes u objetos que se ordenará en sentencia,
en modo alguno pueden considerarse aspectos marginales o residuales del proceso penal, en el que puedan
desconocerse aquellos principios fundamentales que se han señalado. El interés del Estado para expropiar los bienes o
instrumentos utilizados para la comisión del delito, o bien obtenidos como producto de la actividad ilícita es evidente: es
una forma accesoria de sancionar la conducta delictiva e impedir que el autor saque provecho de su actividad reconocida
en sentencia como contraria al ordenamiento jurídico y, por lo tanto, lesiva de los bienes jurídicos protegidos por la norma
penal. En consecuencia, es necesario concederle la trascendental importancia que tienen esas disposiciones dentro del
ejercicio del poder represivo del Estado, lo que en modo alguno puede significar un desconocimiento de los derechos de
los ciudadanos titulares de esos bienes, garantizados al más alto nivel en nuestro sistema político. Al respecto ha sido
clara la jurisprudencia constitucional cuando ha analizado este tema. Relevante resulta la sentencia 5447-95, de las
dieciséis horas cincuenta y siete minutos del cuatro de octubre de mil novecientos noventa y cinco, en la que se señaló:
"II.- Es importante destacar, no obstante lo anterior, que el proceso penal contempla expresamente la posibilidad de que
los ofendidos o terceras personas propietarias o poseedoras de bienes decomisados por la acción ilícita de un tercero,
gestionen ante el juzgador la devolución de las cosas secuestradas o el depósito provisional de los mismos hasta tanto no
concluya el proceso. En este sentido rezan los numerales 102, 217, 218, 223, 529 del Código de Procedimientos Penales.
Asimismo, se concede la posibilidad a los terceros de buena fe afectados con la medida de secuestro o depósito, de
plantear ante el propio juez de lo penal las tercerías y las defensas correspondientes en resguardo de sus intereses,
tercerías en su caso que se tramitarán de conformidad con lo que al efecto dispone el Código Procesal Civil y obviamente
tomándose en consideración lo que al efecto se dispone en la legislación civil (artículo 534 del Código de Procedimientos
Penales). III.- Recaída sentencia, si ésta ordenare el comiso, debe entenderse que se dio oportunidad de defensa y
audiencia a los terceros propietarios o poseedores de los bienes y no partícipes en el delito juzgado, que pudieran verse
afectados con la medida, de conformidad con los artículos expuestos, que si bien no prevén expresamente un determinado
procedimiento de traslado o apersonamiento del tercero, por imperativo de la propia Constitución Política y los principios
fundamentales que la inspiran, contemplados básicamente en los numerales 39 y 41, con relación al 28 párrafo segundo,
el juzgador deberá, en la medida de lo posible, estructurar con los elementos procesales que cuenta, la forma de dar esa
audiencia previa al tercero que pueda verse afectado, pues no podría pensarse en un despojo que opere de pleno
derecho, o en una decisión que afecte derechos o intereses legítimos de una persona, sin haber sido ésta siquiera oída,
sobre todo cuando se expone su propiedad a una disminución que casi operaría de pleno derecho aplicando en forma
automática las disposiciones relativas al comiso y confiscación, práctica que resulta inconciliable con los derechos
fundamentales de defensa y de audiencia a que se ha hecho mención. Igualmente, luego de recaída sentencia, si ésta no
ha dispuesto el comiso o la confiscación, conservan los terceros algunas posibilidades para gestionar la devolución,
restitución o entrega definitiva de los objetos, o incluso para discutir la forma en que ésta habrá de realizarse, si hubiere
intereses contrapuestos de varias personas, según lo dispuesto en los artículos 535 a 538 del Código de Procedimientos
Penales, de manera que el recurrente puede hacer uso de esas vías con las que cuenta en el seno del mismo proceso
penal, en tutela de los derechos que estime afectados. Además, ha de tomarse en cuenta lo que se establece en la ley
número 6106 del siete de noviembre de mil novecientos y sus respectivos reglamentos, de fechas veinticinco de abril de
mil novecientos setenta y ocho y quince de abril de mil novecientos ochenta, normativa que regula todo lo referente a los
bienes decomisados durante un proceso penal, o bien que han sido objeto de confiscación o comiso en sentencia" (Véase
en igual sentido, sentencia 4121-96 de las dieciséis horas cincuenta y un minutos del trece de agosto de mil novecientos
noventa y seis). IV.- Con relación al comiso que en especial se regula en la Ley sobre Estupefacientes, Sustancias
Psicotrópicas, Drogas de Uso No Autorizado y Actividades Conexas, la instancia constitucional, a consulta formulada por
esta Sala ha reiterado las argumentaciones expuestas supra, enfatizando que: " (...) a nadie puede causársele perjuicio, a
raíz de un pronunciamiento jurisdiccional si no ha tenido la oportunidad de ejercer su defensa, derecho que deriva
directamente de los artículos 39 y 41 de la Constitución, según los cuales toda persona tiene derecho a accesar la justicia
y ser oída, para obtener reparación de un daño, o evitar -conforme a la ley- que se le ocasione un daño o sanción que no
está obligado a soportar; pero ello no conlleva a que las normas consultadas sean inconstitucionales, aunque lo fuera el
procedimiento empleado por los tribunales para aplicarlas. Como bien lo afirma la Sala Tercera podría darse el caso de
que el propietario dueño del bien utilizado con fines de narcotráfico, no esté siquiera enterado que fue utilizado para esa
deleznable actividad, ya sea porque lo arrendó o lo dio en administración, por ello tiene derecho a ser oído por el juez, en
cuanto a su participación -si la hay- antes de sufrir una sanción por su carácter de interesado directo y en esa condición,
debe atender al proceso para ser escuchado, con el derecho de presentar las pruebas legales pertinentes en la defensa
de sus intereses, pues a nadie se le puede afectar en sus derechos sin no se le ha oído y concedido oportunidad efectiva
de ejercer su defensa. La sentencia, como ya se ha dicho con anterioridad, deberá fundamentar en forma congruente
todos los aspectos analizados, incluyendo las situaciones expuestas en aras del respeto a las normas constitucionales
mencionadas. La Ley de Tránsito en sus artículos 53, 187 y siguientes también establece una responsabilidad solidaria de
terceros -similar a la analizada-, especialmente del dueño del vehículo -aunque no lo estuviere conduciendo-, si éste
permite que lo conduzcan personas sin licencia, bajo los efectos del licor o drogas enervantes, o cuando se causaren
lesiones o muerte con un vehículo para el cual no esté vigente el seguro obligatorio, y el artículo 190 de la misma ley
establece el deber de la autoridad judicial de citar a los perjudicados para que comparezcan -con las salvedades
establecidas- a juicio oral a ejercer su derecho de defensa. En tratándose del comiso también debe dársele participación al
tercero afectado como lo señala nuestra legislación penal y procesal penal, de tal forma que el procedimiento para hacerlo
ya está creado y regulado en la ley. (A manera de ejemplo ver Arts. 110 C. Penal, 79, 535 Código Procesal Penal)
Considera este Tribunal que las normas impugnadas deben ser aplicadas en armonía con los derechos de defensa y
acceso a la justicia consagrados en los artículos 39 y 41 de la Constitución, de tal forma que la autoridad judicial
competente siempre deberá citar y oír a los afectados directos, sean imputados, dueños o administradores de los bienes o
locales a que se refieren las normas consultadas. Lo señalado es aplicable a la frase "aun cuando los dueños o
encargados de la administración no fomenten tal actividad", contenida en la parte final del párrafo final del artículo 23
citado, en la medida en que debe ser entendida en relación con las citadas normas de la Constitución Política pues, la
afectación de sus derechos sólo se puede acordar cuando al menos se acredite que toleró la ilegítima utilización del bien
y desde luego que dejando a salvo los derechos que legítimamente puedan alegar terceros. Es necesario, como se indicó
supra, que en aras de cumplir con las normas y principios constitucionales mencionados, previo a sancionar con el cierre
de los locales comerciales, se compruebe que han sido usados abiertamente para el consumo o tráfico de drogas o de las
sustancias mencionadas en la ley, y que los dueños o encargados de la administración han tenido alguna responsabilidad
en ello. En estos casos, la Constitución impone la obligación al juez de valorar y oír a los eventuales perjudicados, previo
a decidir sobre la aplicación de la sanción, para lo cual deberá determinar, entre otras cosas, si la imparcialidad de los
dueños o encargados de la administración ante los hechos ilícitos, era por verdadero desconocimiento, tolerancia o
participación, es decir, deberá ponderar -previa audiencia- si éstos conocían o no la existencia de los hechos ilícitos
sancionados, si los fomentaban, o si los conocían y lo toleraban. Cualquier omisión en ese sentido sería inconstitucional
por lesionar las normas y principios constitucionales señalados" (sentencia 2900-96 de las nueve horas cuarenta y ocho
minutos del catorce de junio de mil novecientos noventa y seis). En el caso concreto, la sentencia impugnada ordena el
comiso del vehículo marca Nissan, placas [...]. Se parte del supuesto de que el vehículo es propiedad del acusado
Rodríguez Segura, sin que conste prueba idónea que así lo acredite y, por el contrario, al momento de disponerse su
decomiso en el transcurso de la investigación, por orden del Juez de Instrucción de Liberia, en la resolución visible a folios
196 y 197, se constata, al menos provisionalmente, que el vehículo es propiedad de una persona jurídica denominada
"Hotel B.D.Ltda.", entidad a la que nunca se investigó para constatar sus personeros y accionistas, menos aún se le dio
audiencia, todo lo cual constituye una flagrante violación a los principios del debido proceso, que hace imposible que la
sentencia pueda disponer el comiso del bien en cuestión en favor del Estado. Las autoridades competentes no deben
preocuparse únicamente de anotar la existencia de la causa y el embargo respectivo en el Registro correspondiente;
deben llamar a los titulares del bien, si resultan distintos del acusado -personas que, dependiendo de las circunstancias,
podrían incluso figurar como partícipes en el hecho investigado-, así como a los terceros que puedan verse afectados con
la medida y cuyos derechos consten por encontrarse amparados a la publicidad registral -sin perjuicio de las alegaciones
de otros terceros que se apersonen al proceso en reclamo de derechos o intereses legítimos sobre dichos bienes, cuya
relevancia habrá de analizarse en el caso concreto-, porque la omisión de ese elemental proceder no sólo lesiona los
derechos de terceros, sino que además dan al traste con las posibilidades del Estado de comisar esos bienes. En
consecuencia, el defecto alegado es evidente y vicia en forma absoluta la sentencia en cuanto ordena el comiso del
vehículo indicado, por lo que debe anularse el fallo en lo que a este extremo se refiere, lo que implica dejar sin efecto el
comiso ordenado y disponer la entrega del bien a su legítimo propietario." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 74
de las 9,15 hrs. del 23 de enero.

8. DAÑO MORAL - Legitimación y aspectos que comprende.

"Repara el impugnante acto seguido, violación de los artículos 106, 393 párrafos segundo y tercero, 395 incisos 2, 3 y 4,
en consonancia con el 400 inciso 4), todos del Código de Procedimientos Penales, por carecer de fundamento probatorio
la condena civil en cuanto a indemnizar por daño moral a la madre de la ofendida y el daño a la salud psicológica
otorgado a la niña. El reclamo resulta parcialmente atendible por las razones que se dirá. Con respecto a la fijación del
daño moral otorgado a favor de E.R.L.A., el Tribunal señaló que: "... Igualmente estimable es la pretensión de
resarcimiento del daño moral en favor de la madre de la menor A.R.L., ya que ella también padeció un sufrimiento moral
debido a las acciones de que fue víctima su hija... En el caso de la señora E.R.L.A., el Tribunal estima que la fijación del
daño moral debe tener en cuenta el sufrimiento que experimenta una madre al ver que su propio esposo y padre de la
niña abusa sexualmente de la menor, aprovechándose de su corta edad y de la relación que lo ligaba a ésta, causándole
a la niña un grave daño sicológico y moral ..." (ver folios 201 y 202). Al respecto, como apropiadamente lo señala el
recurrente, el fundamento del Tribunal resulta insuficiente, pues aunque expresa razones como para conceder una
indemnización por daño moral a la madre de la perjudicada, lo cierto es que los aspectos citados se observan fundados
en los padecimientos de índole moral sufridos por la niña -que la hacen acreedora al resarcimiento-, omitiendo el Tribunal
señalar con sustento en la prueba, en qué consistió el daño sufrido por la madre en forma directa, sin que ello se cumpla
con referir la existencia del daño personal sufrido por su hija, en relación con el cual se contó con prueba pericial que lo
acredita. A mayor abundamiento corresponde indicar, que el daño moral es personalísimo, por lo que sólo puede solicitarlo
quien resulte afectado directamente en su honra o dignidad, extinguiéndose el derecho a reclamarlo a su muerte, aunque
no obstante, se admite en doctrina que interpuesta la acción y fallecido el afectado, sus herederos podrían proseguir la
acción (confrontar en este sentido el voto de esta Sala V-69-F de las 9:00 horas del 8 de abril de 1.994, considerando
VII.), de manera que al sustentarse su otorgamiento, debe indicarse en qué consiste la afectación moral directa causada
al gestionante y no a interpósita persona, como ocurre en este asunto. Lo anterior significa, que no basta cometer un
delito mediante el que se afecte moralmente a alguien, para que como consecuencia surja eventualmente la obligación de
reparar o indemnizar no sólo el dolor que el hecho produce a la víctima, sino también y en forma correlativa a terceros
(padres, tíos, abuelos, etcétera, del perjudicado). No debe obviarse sin embargo, aquellas situaciones en las que a
consecuencia del delito fallece un individuo, supuesto en el cual un familiar cercano a él reclama el dolor moral sufrido,
que emerge directamente de la aflicción que el hecho ocasionó, supuesto en el cual ejerce la acción civil resarcitoria en su
condición de damnificado, por haber sufrido un daño indemnizable. Cabe agregar al respecto, que sin embargo: "... la
condición de damnificado se determina analizando la conducta ilícita, para saber sobre qué persona (física o jurídica)
recaen sus efectos dañosos ..." (en ese sentido, Sala Tercera, V-540-F de las 9:35 horas del 20 de setiembre de 1.996).
Así las cosas, corresponde anular el fallo en cuanto al extremo que por concepto de daño moral se otorgara en su
condición particular, en pro de E.R.L.A., madre de la ofendida. Por otra parte, respecto a la indemnización ordenada como
consecuencia del daño psicológico causado a la ofendida A.R.L., reclama el recurrente que debió contar el Tribunal con
prueba técnica y que por ello el fallo resulta carente de fundamento. Ahora bien, al respecto el Tribunal señaló, que : "...ha
quedado demostrado que el imputado A.R.C. abusó deshonestamente de su hija A.R.L. Está igualmente demostrado que
a consecuencia de ello la menor experimentó una serie de trastornos psicológicos tales como oposicionismo, tendencia
depresiva y a la inestabilidad, ansiedad, inseguridad, agresividad e hipersensibilidad... Hay un daño indemnizable, y un
nexo de causalidad entre el comportamiento delictuoso y el daño, consistente, como ya se indicó, en los trastornos
sicológicos experimentados por la menor..."(ver folio 200). Además, "En cuanto al daño moral experimentado por la menor
A., el Tribunal tiene en cuenta que ésta fue abusada en a (sic) una edad temprana, siendo todavía una niña, en una
época en la que su personalidad y carácter se están formando, siendo autor de la agresión su propio padre, es decir, la
persona en quien la niña había depositado su confianza y que debió velar por el normal desarrollo de la niña así como por
su seguridad e integridad física y síquica ..." (confrontar folio 201). Esas conclusiones las obtuvo el a-quo conforme al
análisis integral de la resolución de las pruebas practicadas a la ofendida, de carácter psiquiátrico y psicológicas, además
de los estudios sociales correspondientes, que fueron válidamente incorporados al proceso, según se advierte del contexto
del fallo, de manera que la omisión apuntada en sustento del reclamo no resulta atendible, al apreciarse en este caso el
adecuado fundamento que permitió al a-quo fijar la indemnización correspondiente. Conforme lo expuesto, corresponde
declarar con lugar el recurso y anular parcialmente la sentencia y el debate que la precedió, únicamente en cuanto
condenó al demandado civil a pagar la suma de un millón quinientos mil colones (¢1.500.000,oo) por concepto de daño
moral en pro de E.R.L.A. En todo lo demás, se mantiene incólume el fallo impugnado. VI.- No obstante que el tema que se
describe a continuación no se impugnó y por referirse a los aspectos civiles en los que prevalece el interés de las partes,
aprecian los suscritos Magistrados un error que debe corregirse, respecto a la denominación utilizada por el Tribunal al
momento de resolver las partidas referentes a la acción civil resarcitoria. En efecto, el representante de la parte actora
civil -conforme se aprecia del contenido de los cassettes que reproducen lo que se conversó durante el debate efectuado
en esta causa-, -en lo conducente- solicitó se condenara al encartado y demandado civil A.R.C., indicando al respecto,
que : "... Como daños de naturaleza material originados en las agresiones sexuales ya referidas tenemos los psicológicos,
los problemas emocionales sufridos por las niñas ...", así como al daño moral causado a la menor A.R.L., cuantificando los
mismos respectivamente en las sumas de dos y tres millones de colones (¢2.000.000,oo y ¢3.000.000,oo)
respectivamente. Por su parte, el Tribunal no obstante apreciar que los aspectos por los que se solicitaba la condenatoria
por daño material (daños psicológicos) se encontraban comprendidos dentro de la partida del daño moral, optó por
adecuar su resolución a la forma errónea en que fue gestionada y separó los rubros que comprendían el daño moral, en
dos vertientes. En efecto, en relación con los trastornos sicológicos experimentados por A., estableció que: "... Estos son
configurativos, más que de un daño material, como lo califica la representación de la parte civil, de un daño a la salud
sicológica de la víctima. No obstante, el daño resulta indemnizable plenamente, ya que la pretensión de resarcimiento se
adecua plenamente al ordenamiento jurídico costarricense ..." (confrontar folio 200); indicando posteriormente los
Juzgadores, que: "... Tanto el daño a la salud sicológica, que el actor civil denomina "material", como el moral deben
valorarse, en el presente caso, con arreglo a criterios de equidad. Con relación a la menor A., el Tribunal tomó en
consideración que los trastornos de conducta sufridos por la menor son de gravedad. Téngase presente, como ya se
indicó, que ésta sufrió perturbaciones tales como oposicionismo, tendencia depresiva y a la inestabilidad, ansiedad,
inseguridad, agresividad e hipersensibilidad, todas las cuales revelan una grave perturbación de su salud sicológica de la
menor, daño que el Tribunal valora en la suma de un millón de colones...", rubro que definió como daño material en la
parte dispositiva del fallo. Seguidamente, los señores Jueces consignaron en su resolución los razonamientos
considerados para fijar la condena declarada en concepto de daño moral, en la suma de un millón quinientos mil colones
(¢1.500.000,oo) en pro de A. Obsérvese que conforme lo expuesto, el error en que incurrió el a-quo residió en diferenciar
los trastornos psicológicos del daño moral y denominarlos como daño material al fijar los rubros por concepto de
indemnización, cuando este último -conforme lo dispone el artículo 124 del Código Penal de 1.941- más bien comprende
los daños patrimoniales causados mediante la acción u omisión punible, que deben ser tangibles, palpables o físicos, de
manera que el daño psicológico y por ende el moral que sufrió A., constituyen un solo rubro y los montos que por
concepto de indemnización se fijaron en forma autónoma como "daño material" (un millón de colones) y daño moral (un
millón quinientos mil colones), deben sumarse para constituir el monto a resarcir por el demandado civil en concepto
propiamente de daño moral, que en la especie corresponde a la suma de dos millones quinientos mil colones
(¢2.500.000,oo). En consecuencia, acorde con lo expuesto y el contenido del fallo -que no señala que se haya
comprobado la derivación de daño alguno de carácter patrimonial-, se rechaza el rubro fijado por concepto de daño
material." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 493 de las 10,20 hrs. del 22 de mayo.

9. DELITOS DE PELIGRO ABSTRACTO- Relación entre tenencia de armas prohibidas y secuestro extorsivo.

"Por último, se plantea en el recurso la concurrencia aparente, por subsidiariedad material, del delito de SECUESTRO
EXTORSIVO con el de PORTACION DE ARMAS PROHIBIDAS, por estimar que éste fue necesario "... para la ejecución
del plan único del autor...". Además, se señala también la procedencia del principio de especialidad, por cuanto el artículo
213 inciso 2) del Código Penal, que sanciona el robo, contempla una causa de agravación, precisamente por el uso de
armas; al igual que lo hace el inciso 3) del artículo 215, que sanciona el secuestro extorsivo. No comparte la Sala los
argumentos esgrimidos. La tenencia de armas prohibidas, que sanciona el artículo 89 de la Ley de Armas y Explosivos
vigente, constituye un delito de peligro abstracto. Consiste en una conducta que el legislador calificó, de por sí, como
antijurídica, atendiendo a la naturaleza de los objetos sobre los que recae la posesión y que lesiona, sin necesidad de
ulteriores actuaciones, el bien jurídico tutelado. Esta Sala, en su voto 683-F, de las 9,05 hrs. del trece de diciembre de
1991, al respecto señaló: "...es cierto que todos los delitos requieren de una consecuencia lesiva para el bien jurídico, sin
excepción, y que la consecuencia en algunos tipos penales consiste en un efectivo daño al bien jurídico, mientras que en
otros -como ocurre en el caso de autos- sólo consiste en poner en peligro ese bien jurídico tutelado. Lo anterior en
realidad no releva exigir, en todos los casos, una consecuencia lesiva para el bien jurídico tutelado, incluso en los delitos
de peligro abstracto, sólo que en estos últimos la consecuencia lesiva no requiere de una específica demostración en el
caso concreto, porque el legislador valoró la conducta y estimó que ella lesiona el bien protegido, aunque desde luego
admite prueba en contrario." Es por ello que este tipo de delitos ha sido catalogado por cierto sector de la doctrina como
"de pura actividad" (así: Bacigalupo, Enrique, Manual de Derecho Penal, Temis-Ilanud, 1984, p. 101). Ahora bien, la
posibilidad de que se produzca una relación subsidiaria, en estos casos, se restringe, doctrinariamente, a los delitos de
peligro concreto en concurrencia con el delito de resultado (ver: CASTILLO GONZALEZ, Op. Cit., p. 52), donde éste
desplaza al primero. Sin embargo, puede sostenerse que el principio general para que el delito de peligro resulte
desplazado por otro tipo penal, radica en que ambos protejan el mismo bien jurídico, o bien que el primero pretenda evitar
la comisión del segundo, o signifiquen distintos estadios de ofensa al mismo bien (como la agresión, confrontada con las
lesiones, o la tenencia de drogas y su tráfico). En la especie, no se presenta ninguna de estas situaciones, pues el
artículo 89 de la Ley de Armas no sanciona la mera tenencia de objetos con una finalidad específica de evitar posteriores
actuaciones (como la tenencia de instrumentos aptos para cometer delitos), sino la posesión por particulares de
armamentos que, de ningún modo lícito, podría justificarse. De lo anterior se infiere que el disvalor de la conducta que
constituye el secuestro extorsivo (o la privación de libertad agravada), no comprende el disvalor de la norma que sanciona
la tenencia de armas prohibidas, pues existe una diversidad de bienes jurídicos tutelados (en aquellas figuras, la libertad
y, en su caso, el patrimonio; en esta última, la tranquilidad pública). Por ello, no estamos en presencia de diferentes
modos de ofensa al mismo bien jurídico, ni distintos estadios de agresión. Amén de ello, la tenencia de dichas armas, en
relación con los delitos mencionados -lo que vale también para el caso del robo agravado-, no fue más que accidental,
pues las conductas pudieron ser ejecutadas empleando otros instrumentos, e incluso otras armas cuya tenencia no sea
ilícita (ver, en tal sentido el voto de esta Sala 241-F, de las 8,30 hrs. del 30 de junio de 1994); o hasta algunos cuya
posesión, pese a estar sancionada, sí se vería subsumida por el robo, como la de objetos aptos para cometer delitos,
acorde con lo que ya se expuso. No es atendible, entonces, el alegato de quien recurre de que debe apreciarse el caso
concreto para señalar que el uso de las armas prohibidas era absolutamente necesario con miras a consumar el secuestro
extorsivo (folio 249), pues ello conllevaría vulnerar la esencia de los concursos de delitos, sentando el principio de que
siempre que se produzca ese hecho punible, absorverá otro tipo penal que protege un distinto bien jurídico; amén de que
ni siquiera, por regla general, puede admitirse que el secuestro o el robo vayan acompañados del uso de armas
prohibidas. De igual modo, la circunstancia de que el robo se califique por la utilización de armas, no significa el
desplazamiento por especialidad del artículo 89 citado, dada, se reitera, la falta de identidad entre los bienes jurídicos
tutelados o, al menos, la cabida de uno dentro del otro, por ser más comprensivo; como tampoco podría darse un
concurso aparente entre la agresión que prevé el artículo 140 del Código Penal y la referida norma, por las mismas
razones. En el caso del secuestro extorsivo, el inciso 3) del artículo 215 no sanciona, per se, el uso de armas como una
causa que agrave la figura, sino que se refiere "a los medios empleados en su consumación", pero relacionados siempre
con que, a causa de ellos, la persona secuestrada sufra daño físico, moral, síquico o económico. Ello, obviamente, puede
derivarse de la utilización de armas o explosivos, pero también de otras múltiples y variadas circunstancias (v. gr.: la
fuerza, el maltrato o las agresiones innecesarias, el uso de vehículos u otros bienes de la propia víctima para ejecutar el
hecho, etc.) y por ello, no puede hablarse de una relación de especialidad, por cuanto no existe un vínculo de género a
especie entre ambas figuras. En virtud de lo expuesto, se declara sin lugar el recurso." 1997. SALA TERCERA DE LA
CORTE, Nº 1164 de las 8,45 hrs. del 31 de octubre.

10. ESTAFA - Pago de seguro obtenido mediante datos falsos.

"A juicio del impugnante, en la sentencia se aplicaron indebidamente los numerales 21, 45, 71 a 75, 103, 216 inciso
segundo y se inaplicaron los artículos 1,2 y 30, todos del Código Penal y lo dispuesto por el numeral 39 de la Constitución
Política, al estimar que su defendido es responsable del delito de estafa en perjuicio del Instituto Nacional de Seguros. Los
hechos probados de la sentencia establecen que M.F. es autor de la estafa por haber recibido del ente asegurador, el
pago de los daños sufridos por el vehículo placas [...], al amparo de la póliza de seguro voluntaria que lo cubría, a
sabiendas de que no tenía derecho a tal rubro, pues el accidente no se produjo como él lo señaló, sino que lo ocasionó su
hijo, quien conducía tal automotor sin licencia válida en nuestro país y siendo menor de edad. El sólo hecho de haber
consignado ante el ente asegurador, datos falsos al iniciar el cobro del seguro, ya es una causal que legalmente faculta al
Instituto para no acceder al pago de la indemnización. A juicio del impugnante, la sentencia no establece la antijuridicidad
del beneficio patrimonial obtenido por M.F. Este elemento forma parte del tipo total de la estafa y al no establecerse, la
conducta resulta atípica. Lo que la sentencia hace, a su juicio, es definir la antijuridicidad del beneficio obtenido, porque se
logró mediante la deformación o simulación de hechos y no porque sea una característica independiente de esas
circunstancias y que pueda atribuírsele al beneficio en sí mismo, como lo requiere el tipo penal de la estafa. El hecho de
que el artículo 6 de la Ley de Seguros contemple que toda afirmación de hechos falsos excluirá el pago por parte del ente
asegurador no puede considerarse como un elemento a favor de la tipicidad de la conducta de estafa, pues esa
disposición sólo significa que el Instituto puede negarse a cumplir el contrato de seguros o repetir lo pagado, es decir, todo
queda dentro del ámbito de la relación contractual. El beneficio obtenido por M.F. es jurídico pues quien tiene su vehículo
asegurado tiene derecho a las indemnizaciones que correspondan, si quien conduce tiene licencia que lo habilite aún
cuando haya sido expedida en el extranjero. El reclamo no es procedente. Se aparta el impugnante de los hechos
probados de la sentencia, de los cuales se deduce claramente que M.F. no podía acceder a cobrar indemnización alguna
al amparo de la póliza que cubría al vehículo [...[ por los hechos ocurridos el ocho de diciembre de 1990, porque quien
conducía el vehículo al momento del percance era su hijo, menor de edad que carecía de licencia que lo habilitara para
conducir en nuestro país y esas condiciones excluían el pago de los daños por el ente asegurador. Esto lo sabía el
imputado y por ello, en forma apresurada se apersona al sitio del accidente y se hace pasar por el conductor y causante
del percance, para luego acudir al Instituto Nacional de Seguros, asumir la responsabilidad del accidente y solicitar el
pago de los daños sufridos. El percance sí se dio; el vehículo sí sufrió daños. Sin embargo, dos condiciones que en
realidad se dieron, según las acredita la sentencia, excluían la indemnización del seguro y fueron las que M.F. deformó y
falseó: que su hijo conducía el vehículo, careciendo de licencia habilitante para ello. Con esa conducta de hecho el
imputado incumplió el clausulado del contrato, pero además violó el principio general de buena fe que recogen los
numerales 20, 21 y 22 del Código Civil y eso es suficiente para estimar antijurídico el beneficio obtenido, con lesión del
patrimonio del Instituto Nacional de Seguros y utilizando medios que también son estimados ilícitos por el ordenamiento
penal en el artículo 216 del Código de la materia, de modo tal que su conducta además de ser ilícita contractualmente
hablando, lo es desde el punto de vista penal, pues sin duda se adecua a la tipicidad objetiva y subjetiva del delito de
estafa y además lesionó el bien jurídico protegido, sin que existiera ningún tipo de justificación para su actuar y sin que tal
concurrencia de responsabilidades sea excluyente, pues cada una tiene su lugar en el ordenamiento jurídico. No en vano
se ha dicho que el delito de estafa, en la actual configuración, es un delito contra la buena fe en los negocios y que se
asienta en la desinformación en la que se encuentra el sujeto pasivo, en virtud de la conducta deformadora de los hechos
que provoca el autor. Pretender que si media entre las partes un contrato, la tipicidad de la estafa, peor aún, la lesión al
bien jurídico tutelado, cede, es desconocer el rango de orden público que posee la norma penal, que no por considerarse,
en un Estado de Derecho, la ultima ratio, debe marginarse cuando sea evidente que se han lesionado los bienes jurídicos
fundamentales, por una conducta que se adecua a los requisitos de tipicidad penal. Eso es lo que pretende el recurrente
y, dejando de lado que su planteamiento incluso modifica los hechos probados de la sentencia, su pretensión, por todo lo
expuesto, resulta inadmisible. El beneficio obtenido por M.F. resulta antijurídico y correctamente se acredita esa
circunstancia en la sentencia, de modo que su reclamo debe rechazarse." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 496
de las 10,32 hrs. del 22 de mayo.

11. ESTAFA PROCESAL - Consideraciones.

"En el único motivo de esta naturaleza, alega el impugnante violación por inaplicabilidad del artículo 216 del Código Penal,
así como aplicación indebida de los numerales 1 y 2 del Código ibídem y 39 de la Constitución Política, al declarar atípica
una conducta constitutiva de estafa, pues afirma que dejó de considerar los presupuestos propios de la estafa procesal en
los que la persona a quien se engaña es precisamente el juez, quien en virtud de ello dictó una resolución que perjudica a
la otra parte, lo que conforme los hechos denunciados ocurrió en este caso, en donde el encartado C.V. simuló ante el
Juez Civil correspondiente, que Representaciones C.S.A. era acreedora de MAFISA, ocultando la relación subyacente
entre éstas y DAYCO, en virtud de que la letra de cambio presentada a cobro en el juicio ejecutivo, no tenía relación
alguna con Representaciones C.S.A. -quien incluso ya no ostentaba la representación de Dayco-, empresa esta última que
dio por roto el contrato y no autorizó el cobro de la letra. Además, agrega que la actuación del acusado es típica, pues
constituye una acción engañosa independientemente de que la letra de cambio utilizada no sea falsa o alterada, sino que
es la base sobre la que gestionó para cobrar ilegalmente un dinero que no le correspondía. Por otra parte, agrega que la
idoneidad de la acción engañosa, se aprecia de la actuación del Juez Civil, quien ejecutó y decretó embargo sobre bienes
propiedad de Mafisa, lo cual lesionó el patrimonio de esta última, en virtud de la limitación establecida. El reclamo es
procedente. Se observa de la resolución recurrida, que el Tribunal -en su voto de mayoría- excluyó de sus argumentos
aspectos esenciales en torno a la participación del justiciable en los hechos sujetos a investigación, pues en efecto,
determinó -entre otras cosas- que al no haberse argüido de falsa la letra de cambio, sino más bien reconocida la
autenticidad de la misma por la parte ofendida, discutiéndose que este documento ya había sido pagado -lo que no se ha
demostrado en este proceso y aún si eso se hubiere comprobado-, concluye que es en la vía civil donde la perjudicada en
la presente causa debe hacer valer sus derechos para demostrar que no debe repetir lo pagado, agregando que además,
no se trata de documentos espurios o alteraciones o falsedades que conduzcan a pensar que se está en presencia de un
delito de estafa o alguna de sus modalidades (confrontar folios 958 vuelto y 959), por lo que la acción de L.F.C.V., resulta
atípica. Ahora bien, como apropiadamente lo señala el recurrente y sin que esta Sala exprese criterio alguno acerca de la
eventual responsabilidad que en los hechos corresponda o no al acusado, podría estarse en presencia de una tentativa de
estafa conforme lo dispuesto por el artículo 216 del Código Penal en relación con el 24 ibídem, al haberse engañado
eventualmente al juez civil, configurándose una estafa procesal o triangular, supuesto en el cual se engaña a un tercero
que no es la víctima, ni el titular del patrimonio. Al respecto, la doctrina ha establecido que: "...también existe ese
desdoblamiento en la estafa procesal, porque el inducido a error es el juez, y el perjudicado la parte contra la que recae
la sentencia fundamentada en el error ... no basta la simple afirmación de hechos falsos, ni el silencio de los verdaderos,
puesto que, por la propia naturaleza del procedimiento judicial, los derechos de las partes resultan de las pruebas
aportadas al juicio. Siendo así las cosas, parece claro que el fraude debe recaer esencialmente sobre la prueba y los
elementos de convicción. En materia de tentativa ... es preciso apreciar la idoneidad del ardid en sí mismo en relación con
la vía a seguir para el logro del perjuicio, es decir, con la persona del juez que es engañado. Habida cuenta de que en el
hecho tentado el engaño no se logra, la tentativa queda configurada aunque la diligencia del juez o la actividad de la otra
parte permitan revelar el fraude ...". (Así, Fontán Balestra, Carlos. "DERECHO PENAL, PARTE ESPECIAL", editorial
Abeledo-Perrot, Buenos Aires. 10ª edición, páginas 493 y 494. En términos semejantes se pronuncia Creus, Carlos.
"DERECHO PENAL", editorial Astrea, Buenos Aires. 2ª edición, 1988. Pág. 499). En ese entendido, puede decirse que lo
anterior se podría dar en este caso, al afirmar el acusado posibles hechos falsos en la interposición de la demanda
ejecutiva en cuanto a la legitimidad del cobro, amparado a la posesión de la letra de cambio y por ende pretendiendo
cobrar su monto, correspondiente a trescientos mil dólares ($300.000.oo). En cuanto a la consumación del ilícito; sin
embargo, no comparten los suscritos la posición del recurrente, pues a pesar de haberse ejecutado las acciones
engañosas, pudo no haberse afectado el patrimonio del ofendido ante su reacción, lo que dejaría la actividad en grado de
tentativa, aspecto este último que se dilucidará en definitiva en otro estado del proceso, de resultar ciertos los hechos
averiguados. De lo expuesto se deduce el error de fondo cometido por el Tribunal, al concluir que el suceso investigado
resultaba atípico, poniéndose de relieve su error a partir de la circunstancia de otorgar aval a las consideraciones de la
Licenciada Y.R.R. representante del Ministerio Público, mediante las cuales decidió desestimar, afirmando -entre otras
cosas- que: "En Costa Rica, nuestro sistema penal NO COMTEMPLA (sic) la figura de estafa procesal..." (confrontar folio
11), apreciación subjetiva que no se adecua a la dispuesto en el ordenamiento sustantivo vigente, que sí admite la
posibilidad de disponer la condena en esas situaciones. Así las cosas, corresponde declarar con lugar el reclamo por el
fondo interpuesto por el apoderado de la parte actora civil, casando la sentencia de sobreseimiento impugnada." 1998.
SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 209 de las 9,05 hrs. del 6 de marzo.

12. FALSEDAD IDEOLOGICA - Acuerdo con oficial de tránsito para insertar datos falsos en el parte - Autoría e
instigación.

"Se alega la atipicidad de la conducta calificada como falsedad ideológica, pues estima el recurrente que el tipo penal del
artículo 358 tipifica, en forma independiente y excluyente, dos conductas: la del fedatario público que inserta datos o
declaraciones falsas en el documento, que se supone que éste debe acreditar y, en segunda instancia, la conducta del
particular que, valiéndose del fedatario público, hace insertar declaraciones o datos falsos. Esta última hipótesis, constituye
un caso de autoría mediata elevada a la categoría de delito independiente y supone que el funcionario público es utilizado
como instrumento, es decir, actúa bajo error, coacción o de cualquier forma, ignorando la falsedad de los datos. Por ello,
esta segunda hipótesis se ve desplazada si el funcionario conoce la falsedad y aún así se vale de su investidura para
consignarla en el documento, pues la figura principal que se pretende sancionar es la del fedatario público que actúa
contra sus deberes y por eso desplaza la conducta del particular que se vale del funcionario, conducta que sólo entra a
escena en defecto de la primera. En el caso concreto, la sentencia condenó al oficial de tránsito porque, a sabiendas de
la falsedad de los datos, indicó en el parte oficial que quien conducía el vehículo pick up placas [...] era el imputado L.M.F.
y no M.M.S., como bien lo había constatado al apersonarse al lugar del accidente. En consecuencia, se tiene al
funcionario público que introduce datos falsos en un documento que debe probar lo allí consignado, de modo que sólo él
puede ser autor de la falsedad ideológica, porque la hipótesis de quien hace insertar, contempla una autoría independiente
y excluyente de la primera. No pueden concurrir, para un mismo supuesto de hecho, dos hipótesis de autorías
independientes, como lo establece la sentencia. Por ello, sostiene que la conducta de su defendido es atípica. El
planteamiento que formula el defensor del imputado, trae a colación un punto interesante respecto de quiénes pueden ser
autores del delito de falsedad ideológica y si las conductas que tipifica el artículo 358 son excluyentes o no. Sin embargo,
este análisis debe, por el momento, dejarse de lado, para considerar primero las imputaciones formuladas en este caso y
luego, los hechos que la sentencia tiene por acreditados. La sentencia impugnada tiene como hecho probado, que entre
los coimputados D.B. y M.F. existió un acuerdo para que el primero consignara en la fórmula de parte oficial, que el
segundo conducía el vehículo placas [...] y se incluyera su versión de los hechos, atribuyéndose la responsabilidad de la
colisión. Debemos analizar en qué posición jurídica se encuentran el oficial de tránsito D.B. y el particular L.M.F., frente a
la confección de los documentos que certifican la investigación de un hecho de tránsito, llamados por la ley boleta de
citación, parte oficial de tránsito e información sumaria de tránsito. Recuérdese que el delito de falsedad ideológica, tipifica
una falsedad llamada "de contenido", pues el documento es, en sus formas, auténticamente verdadero, emitido por el
funcionario competente para ello. ¿Cuál es la competencia del funcionario, en este caso del oficial de tránsito, respecto del
contenido del documento? La respuesta a esta interrogante debemos buscarla en la Ley de Tránsito vigente a la época en
que los hechos ocurrieron, esto es, la Ley número 5930 del 13 de setiembre de 1976. En el artículo 3 se reseñan una
serie de definiciones propias de la materia regulada y dentro de ellas encontramos varias de interés para este asunto:
Artículo 3: Para la interpretación de esta ley y sus reglamentos, se tomarán en cuenta las siguientes definiciones: a)
Accidente de tránsito: son los ocasionados por vehículos y que producen lesiones o muerte a personas o semovientes, o
daño en las cosas, a causa del tránsito por las vías públicas.(...) c) Autoridades de tránsito: personas que, conforme a la
ley, hayan recibido tal designación.(...) e) Boleta: formulario mediante el cual se notifica, a la persona, la infracción
cometida y se le emplaza a comparecer ante la autoridad.(...) k) Parte oficial: documento mediante el cual cualquier
autoridad de la república (sic) informa sobre un accidente de tránsito, de acuerdo con las disposiciones legales(...)" Por su
parte, el artículo 99 recoge la específica función de las autoridades de tránsito -o cualquiera que funja como su auxiliar-,
frente a un accidente de tránsito, respecto de la información que, como tal, debe recopilar: "Artículo 99: Las autoridades
de la república (sic), que reciban los informes que se mencionan en el artículo anterior, o que por cualquier motivo tengan
noticia de que sucedió un accidente de tránsito, deberán trasladarse de inmediato al sitio en que ocurrió y levantarán una
información sumaria con los datos de los vehículos involucrados y de las personas afectadas. La información incluirá una
relación del estado en que se encuentran los vehículos, lo mismo que un croquis o plano en que se indiquen las
posiciones de éstos y demás objetos; además los nombres de las personas que tuvieran relación con el accidente, las
distancias entre unos y otros vehículos, medidas en metros. La información levantada debe enviarse de inmediato al
representante del Ministerio Público o al tribunal correspondiente, en la jurisdicción respectiva, según sea el caso, y una
copia a la Dirección General de Tránsito. La información tendrá carácter de parte oficial. Estas disposiciones comprenden
tanto a los inspectores de policía de tránsito, como a cualquiera otra autoridad." (El subrayado es suplido). El artículo 106
define la llamada boleta de citación, que bien para los casos de infracciones con multa fija, o de cualquier otra, constituye
el medio por el cual la autoridad de tránsito cita al presunto infractor a comparecer ante la autoridad judicial competente, o
le conmina al pago de la multa respectiva. Su función esencial, sin embargo, es la de citar al presunto infractor, según lo
establece el numeral 131. El artículo 107 determina las implicaciones de tal citación, constituyendo el momento a partir del
cual se puede contabilizar el plazo de ocho días hábiles que se tiene para comparecer ante las autoridades competentes.
Finalmente, en el artículo 133 se regula el llamado "parte de tránsito" y su contenido, que debe ser completado por la
autoridad de tránsito: Artículo 133- En los partes de tránsito se asentará la relación del hecho; el nombre, calidades y
domicilio del presunto infractor, lo mismo que del ofendido si lo hubiere y los demás datos que indican los incisos a) y b)
del artículo 106; de los testigos, indicando el lugar en que deben ser citados; y, cualquier otra prueba importante(...)."
Según se desprende de la normativa transcrita, el oficial de tránsito debe, al apersonarse al sitio, realizar una breve
indagación y consignar la información que de ella se desprenda con carácter de informe oficial. En un accidente, puede
que la información sea confusa: por ejemplo, se ignore quién conducía alguno de los vehículos, porque están heridos y
fueron trasladados a centros de atención o bien porque se dieron a la fuga o, simplemente, porque nadie se identifica
como tal. En fin, múltiples pueden ser las situaciones que se presenten. Sin embargo, al elaborar sus informes, el oficial
debe consignar la verdad de lo que le conste en ese momento, o bien todos aquellos datos de importancia, para que, una
vez recibida la información por la autoridad judicial que corresponda, ésta pueda orientar la correcta determinación de lo
sucedido. Lo dicho no excluye, por supuesto, que a los oficiales de tránsito, las partes involucradas o los testigos, le
manifiesten versiones o hechos falsos. Escapa a su control esa circunstancia, pues su función no puede ir más allá de
consignar lo que le consta y lo que le manifiestan, así como cualquier detalle que estime relevante. En este caso, su
investidura de autoridad estaría siendo usada como instrumento para poder insertar en el parte oficial o en la información
sumaria de tránsito, hechos falsos que, eventualmente, podrían ocasionar perjuicio y este específico supuesto de autoría
mediata con instrumento calificado, está claramente tipificada como delito por el artículo 358 del Código Penal, esto es, la
conducta de quien hace insertar datos falsos, como autor mediato, sancionado en forma independiente por la norma. Si,
por el contrario, es el oficial de tránsito, una vez apersonado al sitio y realizada su investigación, quien consigna hechos
en el parte oficial o la información sumaria levantada y que, por la indagación hecha, sabe que son falsos, sería él el
único autor de la falsedad, pues tiene pleno dominio del hecho y es precisamente su condición de autoridad la que le
obliga a elaborar los informes oficiales, que aprovecha para insertar las falsedades. La colaboración o el contubernio de
los particulares con la autoridad en este caso específico, no los convierte también en autores, porque la hipótesis de hacer
insertar es independiente, excluyente y secundaria, respecto de la principal figura del funcionario público que, a sabiendas,
consigna la falsedad, pues, en este caso concreto, el deber de verdad de todas maneras le asiste al oficial respecto de los
hechos que, con su presencia e investigación, pudo verificar. Es él quien tiene, en estos supuestos, la condición de
fedatario y por ello, el quebrantamiento de sus deberes, aunque sea en colusión con el particular, no elimina su condición
de único autor. Lo dicho no significa que el particular que acuerda con el funcionario la consignación de las falsedades,
quede impune. ¿Cómo podría L.M., lograr que se le identifique e incluso se le cite como conductor de uno de los
vehículos involucrados en el accidente, si ya el oficial D.B. sabe que era su hijo quien conducía? Ya él no puede hacer
insertar esa falsedad en el informe policial, porque para ello debería tener el pleno control de la situación y es evidente
que no lo tiene desde que D.B. conoce que ese hecho es falso y es a él a quien le corresponde elaborar el parte. No
puede ser instrumento, porque conoce la situación de falsedad. Tampoco puede estimarse a D.B. como cómplice de la
falsedad de L.M., porque es al oficial de tránsito a quien corresponde indagar los datos que consignará en el informe
policial. Sólo puede lograr -y eso fue lo que hizo- que el oficial inserte esa circunstancia, mediante un acuerdo con él, esto
es, determinándolo a la comisión de la falsedad. Su papel es de claro instigador, pues determina al autor a realizar el
hecho. La sentencia parte del supuesto de que ambos pueden, con relación al mismo evento de consignar falsamente a
L.M. como conductor del vehículo, ser autores de las diferentes conductas previstas en el artículo 358 y para ello se
apoya en una cita de Carlos Creus, en su libro Falsificación de Documentos en General, edición de 1986. El argumento es
el siguiente: (...) (sic) En lo que respecta al delito de falsedad ideológica, es importante destacar que la norma no solo
hace mención a la acción de insertar datos falsos en un documento público, o auténtico, concernientes a un hecho que el
documento debe probar, sino también el que hiciere insertar, de modo que pueda causar perjuicio.- Y en el caso en
estudio no existe la menor duda que el justiciable M.F. hizo insertar en el parte de tránsito, datos falsos sobre quien
conducía el automotor, y el acusado D.B. en acuerdo con M.F., insertó en el parte de tránsito los datos falsos.- De
manera que se insertó en un documento público, los datos falsos. Afirmamos que estamos ante un documento público, ya
que el mismo es realizado por un funcionario público, como lo es el inspector de tránsito, el acusado D.B. - En lo referente
al delito de falsedad ideológica, nos informa la doctrina "...Es, pues, un primer presupuesto del documento
ideológicamente falso, la veracidad de su autenticidad o genuinidad; esto es, tiene que tratarse de un documento
auténtico con todos los signos que lo caracterizan como tal. Y es esa autenticidad lo que se aprovecha para mentir, para
hacer que contenga declaraciones falsas, es decir, no verdaderas, el autor se sirve de los signos de autenticidad
formalmente verdaderos para hacer pasar, como tales, hechos o actos relatados en el documento, pero que no lo son. En
resumen, en el documento ideológicamente falsificado hay una forma auténtica y un contenido falso. Por eso se ha dicho
que la falsedad ideológica es una falsedad que se refiere a la verdad del documento y no a su autenticidad..."(Carlos
Creus, Falsificación de Documentos en general, Ediciones Astrea, Buenos Aires, 1986, p.124).- El representante del
indiciado arguyó la inexistencia de tipicidad del ilícito de falsedad ideológica, por cuanto al interpretar la norma indicó que
la conducta descrita como HACER INSERTAR , tiene como presupuesto que el fedatario o la autoridad obligada a
consignar los hechos NO DEBE CONOCER LA FALSEDAD ,de lo contrario la conducta es atípica. Argumenta además
que en el presente caso, D.B. conocía el hecho falso,por lo que la conducta de L.M.F. de hacer insertar no sería típica. El
Tribunal estima que no es de recibo la objeción formulada. Precisamente, la doctrina y concretamente , Carlos Creus,
ibídem, p. 125, analiza el presupuesto señalado por el representante del indiciado y afirma -criterio que comparte el
Tribunal-, que la conducta de hacer insertar no excluye necesariamente la coautoría cuando el fedatario conociera la
falsedad. No podría afirmarse que es requisito sine qua nom para la existencia del ilícito que cuando uno de los indiciados
haga insertar hechos falsos el fedatario no deba conocer la falsedad .Precisamente la norma contempla la acción de
"Hacer insertar" ,no en relación al conocimiento o no que tenga el funcionario que confeccione el instrumento, sino
precisamente por la naturaleza de la información y el funcionario público que lo confecciona, pues si no tiene ese carácter
no puede dar fe de un hecho que la ley lo obliga a dar. En este caso, solamente el imputado D.B., por su carácter de
inspector de tránsito podía dar fe y consignar la información en el PARTE OFICIAL DE TRANSITO. L.M.F., dado que era
un particular no podía insertar, pero sí hacer insertar información falsa, todo en pleno acuerdo con G.D.B., siendo en
consecuencia ambos coautores del ilícito de falsedad ideológica". En primer lugar, debe señalarse que el análisis que
realice de la figura la doctrina argentina, no puede sin más ser trasladado a nuestro medio, dado que las figuras de
falsedad ideológica resultan ser diferentes. El artículo 293 del Código Penal de La Nación, en su párrafo primero, tipifica la
conducta del que "insertare o hiciere insertar en un instrumento público declaraciones falsas, concernientes a un hecho
que el documento deba probar, de modo que pueda resultar perjuicio" (destacado es suplido). Se trata, en consecuencia,
de una fórmula mucho más restringida que la del artículo 358 de nuestro ordenamiento penal, que contempla,
genéricamente, la falsedad ideológica en un documento público o auténtico, dentro de los que cabe incluir a los
instrumentos públicos, pero el supuesto no se agota en ellos y, entre ambos, existen diferencias importantes. Según el
numeral 369 del Código Procesal Civil son documentos públicos "todos aquellos que hayan sido redactados o extendidos
por funcionarios públicos, según las formas requeridas y dentro del límite de sus atribuciones". Por su parte, el
instrumento público "es la escritura otorgada ante un notario público, así como cualquier otro documento al cual la ley le
dé expresamente ese carácter". Para ambos, la ley acuerda que "mientras no sean argüidos de falsos, hacen plena
prueba de la existencia material de los hechos que el oficial público afirme en ellos haber realizado él mismo, o haber
pasado en su presencia, en el ejercicio de sus funciones" (artículo 370 del Código Procesal Civil). El instrumento público y
las obligaciones que en su otorgamiento, tienen las partes intervinientes, podemos extraerla de los numerales 1 y 72 de la
Ley Orgánica de Notariado (que regía a la fecha de los hechos), que establecen: Artículo 1° La persona autorizada para
ejercer el notariado público tiene fe pública cuando deja constancia de un hecho, suceso, situación, acto jurídico o contrato
que tenga por objeto asegurar o hacer constar derechos y obligaciones dentro de los límites que la ley señala a sus
atribuciones y observando los requisitos que la ley exige (...) Artículo 72: El cuerpo de escritura contendrá la relación clara,
precisa y circunstanciada del acto, contrato, hecho o suceso que se quiera hacer constar, tal y como hubiere pasado ante
el notario o como lo refirieren los interesados en minutas o de palabra. Sin embargo, el notario debe dar forma jurídica a
lo expresado por las partes o a lo que haga constar y redactar la escritura en la forma más clara y precisa que le sea
posible" Su fuerza probatoria se extiende aún más que la del documento público y en el artículo 371 del Código Procesal
Civil se establece que "El documento otorgado por las partes ante un notario público hace fe, no sólo de la existencia de
la convención o disposición para la prueba para la cual haya sido otorgado, sino aún de los hechos o actos jurídicos
anteriores que se relatan en él, en los términos simplemente enunciativos, con tal de que la enunciación se enlace
directamente con la convención o disposición principal". Es evidente que las posiciones de las partes son de sumo
relevantes en materia de instrumentos públicos y, pensando estrictamente en ellos, es posible, por los diferentes deberes
que les asisten, imaginar la concurrencia, para un mismo hecho histórico, de dos autorías, la del fedatario público que
inserta datos falsos respecto de los cuales le asiste el deber de dar fe -por ejemplo, identidad de los comparecientes,
capacidad jurídica para actuar, significado de la convención, en caso de que funja él como intérprete- y la del o los
otorgantes respecto del contenido, verdad y alcance del hecho, convención, acto o contrato que comparecen a realizar. Es
evidente que si esta concurrencia se da, podría deberse -aunque no necesariamente debe ser así- a un acuerdo entre
alguno de los otorgantes y el fedatario público, de modo que podría pensarse en la participación de cada uno en la
delincuencia del otro, además de su propia autoría. En esos casos, pese a tratarse de autorías independientes -no
coautoría, porque cada uno realiza el tipo penal que le es propio-, podría aplicarse, respecto de los actos de participación
en la delincuencia del otro, el principio de subsidiariedad táctica que rige en materia de participación criminal y que implica
que, la forma más grave de delincuencia, absorbe a las menores, respecto del mismo hecho -aunque se habla de dos
delitos independientes-, sobre todo si se toma en cuenta que ambas conductas lesionan el mismo bien jurídico y a través
del mismo objeto, problema que, en todo caso, no corresponde resolverlo en este momento, por no ser materia de este
recurso (al respecto consúltese Castillo González, Francisco. La participación criminal en el Derecho Penal Costarricense,
San José. Editorial Juritexto, 1993,. pp. 126 y ss.; El concurso de delitos en el Derecho Penal Costarricense. San José.
Facultad de Derecho, Universidad de Costa Rica. pp. 48 y ss.). Es pues, dentro de esta tesitura, que debe entenderse el
planteamiento de Creus -referido a la falsedad en instrumentos públicos-, en todo caso modificado en la edición de 1993
de la misma obra, La Falsificación de Documentos en General, p.133 y que, por la trascendencia del punto en discusión,
merece la pena transcribir: La conducta de hacer insertar.- De acuerdo con las enunciaciones del art. 293, es típica la
conducta de quien inserta en un documento declaraciones falsas, o sea, que incluye en él declaraciones que no son
verdaderas (...) Como más adelante ampliaremos, únicamente puede insertar en el documento el que lo extiende y,
puesto que se trata de documentos públicos, sólo puede ser protagonista de esta actividad el que tiene el poder jurídico
(competencia) para extenderlos, por lo cual es conducta típica propia y exclusiva del funcionario fedatario. La declaración
insertada es falsa cuando lo consignado en el documento tiene un sentido jurídico distinto del acto que realmente ha
pasado en presencia del fedatario y que él debió incluir como verdad de la que debe dar fe. Ese distinto sentido jurídico
puede otorgarlo el agente incluyendo en el documento un hecho que no ha ocurrido en su presencia, o manifestando un
modo del mismo que no es aquel con el que pasó ante él, o hasta silenciando un hecho que ha ocurrido ante él, y cuya
omisión tiene como consecuencia variar la verdadera dirección jurídica del acto de que da cuenta el contenido
instrumentado del documento (...). La conducta de hacer insertar.- Hace insertar declaraciones falsas en un documento
público el que logra que el fedatario incluya en el documento manifestaciones que no revelan la verdad dando como
ocurrido lo no pasado o como ocurrido de un modo distinto del que sucedió. Así pues, sólo quien es otorgante del
documento puede asumir esta conducta típica. Los medios que el agente emplee para conseguir la inserción son, en
principio, típicamente indiferentes: puede tratarse de una simple mentira o del despliegue de un ardid más complejo, del
empleo de coacción (...), de una connivencia con el fedatario (en cuyo caso será necesario dilucidar en qué carácter
protagoniza él su intervención, lo cual examinaremos más adelante). Por supuesto que la ilicitud de tal conducta sólo se
dará cuando el agente esté jurídicamente obligado a decir la verdad. Pero mientras que para la persona del fedatario la
obligación de decir la verdad esta ínsita en su función y de hecho -salvo situaciones excepcionales-, es un presupuesto
infaltable, existente por sí cuando actúa, en el otorgante esa obligación no tiene los mismos rasgos, depende de que pese
sobre él como carga jurídicamente impuesta; cuando ella no se da, la conducta no puede ser ilícita. Dicha carga existe en
la hipótesis de que la confianza pública queda librada a la buena fe de los particulares que declaran ante el oficial público
(...) Aunque el fedatario, a su vez, incurriera en la anterior conducta delictuosa que le es propia, respecto del otorgante
que hace insertar lo falso, ésta no se configura como una participación en aquélla, sino que opera mediante una autoría
típicamente autónoma, marginada de las reglas generales que rigen la complicidad (...) Pero ¿qué ocurre cuando el
otorgante pretende hacer insertar una falsa declaración y comunica al fedatario de su falta de veracidad, o éste la conoce
por otras circunstancias? Hemos sostenido que puesto que el fedatario da fe de la verdad de los hechos pasados en su
presencia, no de la veracidad de las manifestaciones de las partes, la inserción de una manifestación que sabe que es
falsa no lo convierte en autor del hecho que le es propio según el tipo, pero sí puede convertirlo en partícipe necesario de
la acción del otorgante que se manifiesta falsamente. Tal afirmación, que está en contradicción con el grueso de la
doctrina argentina, merece rectificación. Cuando el fedatario se limita a transcribir en el documento la manifestación que el
otorgante le formula, como hecho que ocurre en su presencia, cualquiera que sea el conocimiento que él tenga de la
falsedad intrínseca de lo que se le dice, él no consigna algo falso; el falsario es, exclusivamente, el otorgante, que hace
insertar la falsedad. Ahora bien, puede ocurrir que el otorgante se esté expresando falsamente en el acto mismo de un
modo distinto, radicando su falsía en exponer lo que él sabe que no se va a asentar en el documento porque en
connivencia con el fedatario acordaron que se asentase otra cosa distinta (v. gr., sobre el sentido del acto: que lo
expuesto como compraventa se asiente como aceptación de comodato concedido); en tal caso el fedatario es penalmente
responsable de su propia conducta de insertar lo falso (lo no pasado en su presencia), y el otorgante podrá aparecer
como instigador o partícipe principal: lo primero si habiendo partido de él la connivencia, llena los requisitos típicos de la
instigación; lo segundo si con su actividad se ha limitado a completar (perfeccionar) el documento falso. Pero las
posibilidades de conjunción no quedan limitadas a esas hipótesis; veamos otras. También puede ocurrir que el fedatario
relate en el documento un hecho de modo falso y alguien que no sea el otorgante contribuya al perfeccionamiento de él
con conocimiento de la falsedad (p. ej.; puede tratarse de un testigo); el fedatario insertará lo falso y el otro será partícipe
de su delito. Hasta aquí, como vemos, se trata de participaciones del otorgante o de terceros en el hecho del fedatario,
pero no de éste en el hecho del otorgante. Ahora bien, no es absurdo plantearse la participación del fedatario en el delito
de falsedad de otro, o a lo más con significación de coautoría, pero ésta sólo puede ideársela cuando el derecho extiende
la obligación de veracidad del fedatario más allá de la instrumentación de lo pasado en su presencia, es decir cuando lo
obligue a exponer en el documento la verdad real que él conoce, a no aceptar la versión mentirosa del otorgante cuando
la conoce como tal (...)". Sobre el mismo punto, Breglia Arias, Omar. Gauna, Omar. Código Penal y leyes
complementarias. Buenos Aires, Editorial Astrea. 1987. p.992; Soler, Sebastián. Derecho Penal Argentino, Buenos Aires.
Tipográfica Editora Argentina. 1973. pp. 348 y ss. quien, al respecto, señala "El sujeto activo de esta infracción puede ser
cualquier persona, pues nuestra ley, a diferencia de otras, reúne en esta única figura tanto la acción del que inserta la
declaración falsa, que será siempre el funcionario encargado de extender el documento público, como la acción del que
hace insertar, que puede corresponder a un particular cualquiera o a un funcionario distinto del que otorga el acto. Por
este motivo no ofrece mayor interés práctico distinguir el caso en que la falsedad es conocida a un tiempo por el que la
inserta y por el que la hace insertar, hipótesis en que la acción de este último normalmente sería punible a título de
autoría mediata, si una disposición específica no castigara ambas indiscriminadamente. Con todo, en el caso de tratarse
de un particular, el hecho no puede ser cometido por él solo, pues con respecto a este sujeto el delito consiste siempre
en hacer insertar, es decir, o bien en seducir o bien en engañar o bien en coartar la voluntad del funcionario, de manera
que quien inserta sea siempre el que tiene la facultad de escribir esto es, la de producir el documento auténtico, dotándolo
de las características y signos de autenticidad oficial". Retornando al caso que nos ocupa, es evidente que el parte policial
no es un instrumento público. Es sí, un documento público, expedido por el oficial de tránsito -funcionario público-, en el
ejercicio de sus funciones. Y ya analizamos cuál es su función al apersonarse al sitio del accidente. En este documento, lo
que el oficial debe consignar, según se vio, son "los datos de los vehículos involucrados y de las personas afectadas. La
información incluirá una relación del estado en que se encuentran los vehículos, lo mismo que un croquis o plano en que
se indiquen las posiciones de éstos y demás objetos; además los nombres de las personas que tuvieran relación con el
accidente, las distancias entre unos y otros vehículos, medidas en metros", como lo contemplaba el numeral 99 de la Ley
de Tránsito vigente en esa época. Relevante resulta la identificación del conductor, como persona involucrada y aquí es
donde D.B. falsea la verdad. Una vez consignado falsamente que L.M. conducía, ya éste puede dar su supuesta versión
de los hechos, contribuyendo así a completar la falsedad. Sin su identificación ni siquiera eso podría suceder. Y la
conducta de identificarlo como tal la realizó D.B., como funcionario público, pese a saber que ese dato era falso. IIIo.- En
virtud de lo expuesto, los argumentos del recurrente en parte deben ser acogidos. La sentencia acredita que el oficial
D.B., al apersonarse al sitio, ya tiene identificados al ofendido R.B. y a M.M.S., como los conductores de los vehículos
involucrados en el accidente. Incluso M.S. le ha entregado su licencia extranjera. Sin embargo, cuando el coimputado
L.M.F. se apersona al sitio, logra un acuerdo con D.B. para que éste lo consigne a él como el conductor del vehículo
placas [...] y, a sabiendas de que ese hecho no era cierto, D.B. lo consigna como informe oficial, es decir, como hecho
que, en su carácter de autoridad, le consta por la indagación realizada en el sitio del suceso. Lo importante aquí no es
que a D.B. lo engañaron, sino que él -según lo acredita el fallo- sabe que ese hecho no es cierto y aún así lo consigna
como si lo fuera en el parte oficial, en forma tan idónea que permitió el inicio de un proceso penal contra L.M.F., como
presunto autor de las lesiones culposas que luego se determinó que sufrió Reyes Baca y que, además, sirvió de base para
que L.M. iniciara los trámites de cobro y lograra el efectivo pago de los daños sufridos por su vehículo, por parte del
Instituto Nacional de Seguros. El autor único de la falsedad es D.B. Pero L.M.F. no queda impune. Al tenerse como bien
probado que es él quien logra un acuerdo con el oficial para que consigne la falsedad, claramente se le asigna su rol de
instigador, por determinar al autor a realizar la conducta de insertar los datos falsos. Así las cosas, el reclamo debe
acogerse para recalificar los hechos atribuidos a L.M.F., como constitutivos del delito de falsedad ideológica en carácter de
instigador y no como coautor, según fuera calificado en el fallo. La incidencia de ello en la pena se definirá al resolver la
totalidad de los reclamos." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 496 de las 10,32 hrs. del 22 de mayo.

13. FALSEDAD IDEOLOGICA - Datos falsos en parte de tránsito.

"En cuanto al delito de Falsedad Ideológica debe mantenerse la condenatoria que resulta del fallo de mérito. Aún y
cuando el Tribunal de mérito consideró que la Falsedad Ideológica y la Autocalumnia fueron cometidas en concurso ideal,
no estima la Sala que exista contradicción alguna con la forma en que aquí se está resolviendo. En efecto, en la especie
constan como debidamente acreditados todos los elementos objetivos y subjetivos para la configuración de la Falsedad
Ideológica (Art. 360 del Código Penal). Así, se tiene que la encartada hizo insertar -mediante el Inspector de tránsito-
datos falsos en el parte oficial correspondiente de folio 6, pues indicó en aquella oportunidad que era ella quien conducía
el automotor, cuando se acreditó que no fue así. En consecuencia, su acción fue idónea para poner en peligro el bien
jurídico que protege la norma citada. Ante tal circunstancia debe mantenerse la condenatoria fijada por el a-quo, siendo
procedente adecuar la pena a un año de prisión, en el entendido que deberá descontarla en la forma y lugar que indica el
fallo recurrido. Para imponer la sanción se toman en cuenta la puesta en peligro del bien jurídico, los aspectos objetivos y
subjetivos del hecho punible -considerados ya por el a-quo-, así como los demás factores a los que alude el artículo 71
del Código de la materia. Se mantiene incólume el beneficio de ejecución condicional de la pena, durante el término y
bajo las condiciones fijadas en el fallo recurrido." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 492 de las 10,15 hrs. del 22
de mayo.
14. FALSO TESTIMONIO Declaración en una misma causa como testigo e imputado - Inexistencia de derecho del
imputado a mentir.

"Con relación al coimputado G.M.M. el recurso debe declararse con lugar. Como bien lo afirma el recurrente, su defendido,
G.M.M., ostentó, en la causa que dio origen a la averiguación del Falso Testimonio, la calidad de imputado, y en ésta
condición no podía cometer ese delito, que, como delito especial propio requiere expresamente una calidad determinada
del sujeto activo, que en este caso es una calidad jurídica otorgada por la ley a quien esté en la posición de testigo, perito,
intérprete o traductor. Cualesquiera otra persona que no ostente tales calidades no podrá realizar el delito de Falso
Testimonio. Así, en el caso del imputado, la doctrina ha negado la calidad de autores de este delito a quienes declaran en
una causa propia o sobre hechos propios, como sucede en el presente caso (CREUS, Carlos: Derecho Penal. Parte
Especial, Tomo 2, 3ra. edición, 2da. reimpresión, EDITORIAL ASTREA, Buenos Aires, 1992, p. 348. SOLER, Sebastián.
Derecho Penal Argentino, Tomo 5, 9na. reimpresión, TIPOGRAFICA EDITORIAL ARGENTINA (TEA), Buenos Aires, 1983,
p. 228. MUÑOZ CONDE, Francisco: Op. Cit., p. 735. VIVES ANTON, T.S., Op. Cit., p. 116. In extenso, vid: CASTILLO
GONZÁLEZ, Francisco. El delito de Falso Testimonio, JURICENTRO, San José, 1982, p.p. 57 ss.). En el caso sub
examine, observa la Sala que el imputado G.M.M. figuró, material y formalmente, como acusado por el delito de Homicidio
Culposo en la misma causa seguida en contra de su madre por el citado delito. En ese expediente (1079-E-95 del
Juzgado de Instrucción de San Ramón) G.M. declaró como testigo a las catorce horas cuarenta y cinco minutos del trece
de diciembre de mil novecientos noventa y cinco (folio 14 y 15 de los autos) y, posteriormente, fue requerido por el
Ministerio Público por el delito de Falso Testimonio (folios 53 a 54), e indagado en el mismo Juzgado de Instrucción a las
quince horas cuarenta y cinco minutos del cinco de junio de mil novecientos noventa y seis (folio 58); el ocho de agosto
de mil novecientos noventa y seis a las trece horas con cinco minutos se dictó a su favor Auto de Falta de Mérito (folio
75), y, según consta a folio 80, a las trece horas cinco minutos del veintidós de agosto se le dictó un auto de Prórroga
Extraordinaria por el término de un año. Ciertamente, si el imputado declaró en una misma causa como testigo y como
imputado, debe prevalecer ésta última posición por sobre aquélla, debiéndosele reconocer todos los derechos y garantías
que el ordenamiento jurídico le otorga a los justiciables. Por último es importante señalar que no es cierto que el imputado,
por esa condición, tiene derecho a mentir en el proceso. Es abundante la jurisprudencia de la Sala Constitucional en la
que expresamente se declara "...no es posible deducir, de la disposición 36, ni siquiera en materia penal, un derecho
fundamental del acusado a mentir en el proceso. Por el contrario, tal y como se ha venido indicando, el alcance de la
garantía en cuestión se circunscribe al derecho de no declarar, de no ser obligado a ello, y al de no declararse culpable..."
(SALA CONSTITUCIONAL DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. Voto 6359-93. San José, a las catorce horas
cincuenta y siete minutos del primero de diciembre de mil novecientos noventa y tres). En todo caso, se aclara que en el
presente recurso no se trata de valorar si el imputado mintió o no, porque cuando el Juzgado lo llamó a rendir declaración
indagatoria, el mismo se abstuvo. Así, aún y cuando el señor G.M.M. declarara como testigo, materialmente, era un
imputado que tendría que deponer sobre hechos propios. Por lo anterior, siendo que el imputado no figuró como testigo,
perito, intérprete o traductor, su posición de parte en el proceso, excluye su autoría; razón por la cual debe absolvérsele
por el delito de Falso Testimonio, declarando con lugar el recurso por el fondo que se interpuso a su favor." 1998. SALA
TERCERA DE LA CORTE, Nº 492 de las 10,1 hrs. del 22 de mayo.

15. FALSO TESTIMONIO - Varias declaraciones falsas sobre los mismos hechos configuran un solo delito.

"I.- En su único motivo del recurso de Casación por la Forma, el Lic. M.Q.S., Defensor Público del encartado L.D.T.A.,
reclama Violación de los Principios de Cosa Juzgada y Non bis in ídem. Cita como normas de procedimiento
inobservadas, las siguientes "... el artículo primero del Código de Procedimientos Penales de 1973, en relación con el
artículo 42 de la Carta Maga y 18 de la Ley Penal Juvenil. Se violentan los siguientes artículos del Código procesal Penal:
1, 45, 106, 145 inciso tercero, 146, 393, 395 y 400 inciso cuarto. De la Constitución Política se quebrantan los canones 7,
39, 41 y 42. Y de la Convención Americana de Derechos Humanos se incumple con el Capítulo de Garantías Judiciales
en su artículo 8 inciso segundo...". Argumenta, en la fundamentación de su reclamo, que contra su defendido se tramitaron
dos causas penales por el mismo hecho, a saber, rendir falso testimonio en un mismo proceso, aunque en diferentes
etapas. Sostiene que cuando el encartado declaró como testigo de la causa principal tramitada en la Agencia Fiscal de
Alajuela, por ser menor de edad, se le testimoniaron piezas ante el Juzgado Penal Juvenil de esa localidad, despacho en
el cual se le suspendió el proceso a prueba. Posteriormente, en el debate de aquella causa principal, siendo el imputado
mayor de edad, rindió nuevamente falso testimonio, y como consecuencia de ello, se le siguió causa ante el Tribunal
Superior Penal, que lo condenó y le impuso la pena de dos años de prisión por el delito de Falso Testimonio. En su
criterio, la sentencia es nula pues infringe el Principio del Non bis in ídem, en su modalidad de persecución penal doble,
porque los hechos juzgados, las partes, el objeto y la causa, son los mismos que se estaban ventilando ante el Juzgado
Penal Juvenil. El reclamo es de recibo. II.- Recientemente esta Sala ha considerado que cuando se declara falsamente
respecto a los mismos hechos, en diversas oportunidades y ante diferentes autoridades, en realidad se comete un solo
delito de Falso Testimonio. Así, literalmente se ha dicho que: "...La conducta realizada por el co-imputado P.L., descrita en
el fallo de mérito, si bien se desarrolla en dos momentos diferentes y con dos meses de separación entre uno y otro, es lo
cierto que debe valorarse como una unidad de acción, pues se trata de dos declaraciones cuyo contenido esencial es el
mismo, realizadas en un mismo proceso y ambas se dirigieron -subjetivamente- a un solo fin: afirmar una falsedad con el
propósito de influir en la decisión judicial, procurando una construcción errónea del hecho (...) Por último, hemos de tomar
en cuenta que las dos declaraciones testimoniales rendidas por el agente activo, cuyo contenido era idéntico y se dieron
en el mismo proceso -aunque en dos fases distintas-, han producido una única y misma lesión al bien jurídico tutelado, lo
que da cuenta de su unidad. Por las razones antes expuestas, se declara sin lugar el reclamo planteado...". (V-487-F-97
SALA TERCERA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. San José, a las diez horas cinco minutos del veintitrés de
mayo de mil novecientos noventa y siete). Como resulta de lo anterior, varias declaraciones falsas emitidas por la misma
persona, y que versen sobre los mismos hechos, independientemente de que sean rendidas ante diversas autoridades
(administrativas o jurisdiccionales, y dentro de éstas en cualquier materia), configuran un solo delito de Falso Testimonio.
Y es que, si uno era el hecho, solo una podía ser la reacción de las autoridades, sin importar si una declaración se rindió
siendo el encartado menor de edad y la otra, cuando era mayor. Así, establecido que se trata de un solo hecho, conviene
analizar si la conducta concreta por la que se le juzgó fue la misma, y si así fuere, cuáles serían las consecuencias de tal
proceder." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 497 de las 10,34 hrs. del 22 de mayo.

16. HOMICIDIO - Análisis sobre la alevosía y el ensañamiento.

"El representante del Ministerio Público impugna por el fondo el fallo condenatorio dictado en contra del co-imputado
A.S.M., y reclama la falta de aplicación del numeral 112 inciso 3º del Código Penal, "... pues a pesar de tener por
acreditados los hechos ... subsumibles en la figura de homicidio calificado por ensañamiento, los juzgadores estimaron ...
que en la especie no se configuraba ..." (folio 455 frente, línea 8 en adelante). Aunque por razones diversas a las que
expone el recurrente, el motivo debe ser declarado con lugar. Luego de analizar la relación de hechos descrita en el
considerando anterior, esta Sala estima no sólo que en el presente caso NO se presentan los elementos necesarios para
que concurra el homicidio especialmente atenuado, previsto por el artículo 113 citado, sino que más bien estamos en
presencia de un homicidio calificado como lo reclama el fiscal de juicio, aunque no por ensañamiento sino más bien por
alevosía, con lo que efectivamente se ha inobservado por falta de aplicación el numeral 112 inciso 3º ibídem. Este criterio
se apoya en los razonamientos que de seguido se exponen. En primer término, debemos descartar la concurrencia de un
ensañamiento, pues si bien es cierto la acción homicida que ejecutó el agente, quien dispara en una primera oportunidad
varias veces en contra de la humanidad del occiso, para regresar unos momentos después y "rematarlo" con tres disparos
en la cabeza, produjo gran dolor y sufrimiento físico a éste, tal circunstancia objetiva (ese dolor o sufrimiento) por sí sola
no sería suficiente para tener por establecida la referida causal de agravación. Según lo ha definido la doctrina, "... la
agravante de ensañamiento supone el causarle sufrimientos innecesarios a la víctima antes de que muera, recreándose el
agente con el dolor sufrido ... objetivamente se requiere el aumento del dolor del sujeto pasivo. El tipo subjetivo exige no
sólo el dolo de matar, sino además que el autor en la ejecución de su acción busque que la víctima sufra antes de morir
...", Llobet Rodríguez (Javier), y Rivero Sánchez (Juan Marcos), "COMENTARIOS AL CODIGO PENAL", editorial
Juricentro, San José. 1ª edición, 1989, págs. 23 y 24. Lo anterior significa que para el ensañamiento se requiere la
concurrencia de un elemento objetivo (dolor o sufrimiento innecesarios) y además de uno subjetivo: no sólo el dolo de
matar, sino también la clara y manifiesta voluntad del agente en disfrutar con ese dolor de su víctima, a la que hace sufrir
innecesariamente. Aplicando estos conceptos al caso que nos ocupa, podríamos afirmar que en realidad sí se dio el
elemento objetivo, pero no el subjetivo, pues de los mismos hechos no se deduce de forma inequívoca que en la
actuación del imputado -junto a la intención homicida- mediara un claro deseo de recrearse en el dolor y sufrimiento del
occiso. Por el contrario, de ese cuadro fáctico sí se aprecia la existencia de un comportamiento alevoso, pues para
consumar el resultado muerte el encartado se aprovechó de que el ofendido estaba en una grave condición física (debido
a las primeras heridas que recibió, a tal punto que no podía oponer la mínima resistencia al ataque), es decir, consigue
obrar sobre seguro. En este sentido la doctrina insiste en que "... no basta el estado de indefensión de la víctima, sino se
requiere que el sujeto activo haya buscado esa situación de indefensión, o bien que se haya querido aprovechar de la
situación de indefensión en que encontró a la víctima, de modo en ambos supuestos que el sujeto haya querido actuar sin
riesgo para sí ...", IBID, pág. 22. Al considerar que en el cuadro de hechos probados de la sentencia se incluyen todos los
elementos objetivos y subjetivos necesarios para que concurra la causal de alevosía, se acoge el recurso que plantea el
órgano acusador, en virtud de lo cual se casa por el fondo el fallo de instancia -únicamente en lo relativo a los hechos
atribuidos al imputado A.S.M.-, y se recalifican los mismos a la figura del homicidio calificado prevista por el numeral 112
inciso 3º del Código Penal. Tomando en cuenta el grave perjuicio social que ha provocado el imputado con su actuar
delictivo, así como el menosprecio que ha evidenciado ante uno de los valores fundamentales de la personalidad como es
el bien jurídico vida, cuyo respeto resulta indispensable dentro de un estado democrático de derecho, se impone al mismo
la pena de veinte años de prisión que deberá descontar en el lugar y en la forma que indica el pronunciamiento de
mérito." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 247 de las 9,25 hrs. del 13 de marzo.
17. HURTO - Momentos en que el delito alcanza su consumación - Participación puede darse mientras no se haya
agotado el injusto.

"En el sexto motivo por la forma del recurso planteado por el Licenciado M.R.G., defensor del imputado W.R.Z. (folios 96
a 98 del legajo respectivo); así como en los motivos primero y segundo de la impugnación que formula en su calidad de
defensor de J.I.E.G. (folios 100 a 106 vuelto del legajo); se aduce falta de fundamentación de la sentencia, por motivación
contradictoria, con inobservancia de los artículos 106, 226, 395 incisos 2 y 3, 400 inciso 4 del Código de Procedimientos
Penales de 1973; y artículo 39 de la Constitución Política. Agrega que se manifiesta una grave contradicción, pues el fallo
recurrido establece que los coencartados R.Z. y E.G. actuaron de conformidad con un plan delictivo previamente
establecido, lo cual no guarda relación con el resultado de las probanzas evacuadas, pues "... si aceptáramos
hipotéticamente que efectivamente la sustracción de que fue objeto el ofendido: B.G., se llevó a cabo en el tanto este
almorzaba en el restaurante: ‘Rancho H.’, y de que tal y como lo señala la sentencia, un sujeto sin que pueda
determinarse cual de ellos, salió del local y regresó rápidamente al mismo, y que con posterioridad una vez que los co-
encartados y acompañantes salen del local es cuando se determina el hurto, cómo conciliar entonces este cuadro fáctico
con la conclusión de que dichos sujetos actuaron con ocasión de un plan preestablecido, es que acaso tenían
conocimiento anterior de la naturaleza de los bienes a hurtar, o es que existió acuerdo entre ellos con el fin de despojar al
ofendido de sus pertenencias, adivinando la existencia de unas libretas de cheques con las cuales eventualmente
consumar estafas. Obviamente, el fallo no repara en éstas interrogantes, dado que no existen elementos probatorios que
fundamenten en forma certera ni indiciaria un concilio común con el objetivo de delinquir." (Sic, folios 96 vuelto y 97 fte.).
También reprocha que podría sostenerse la hipótesis de que el hurto fue obra exclusiva de uno solo, de dos o tres de los
sujetos, pero no así de un contubernio general para hurtar. "La sentencia sostiene y defiende el criterio del mencionado
plan preestablecido, porque es la única forma de justificar el soslayo que se hace del principio que establece que la
responsabilidad penal además de ser demostrada, es de carácter personalísimo; significa esto en palabras comunes, que
según el criterio del Tribunal deben pagar ‘justos por pecadores’, o por lo menos los que ‘aparentan ser justos’." (Sic, folio
97) Señala, igualmente, que las pruebas grafoscópicas determinan que no fueron los acusados R. y E. quienes falsificaron
los cheques. (Folios 149 a 154 del ampo de pruebas ordenadas para mejor resolver). Estima que se violenta además el
principio de inocencia, pues se realiza el reproche sin la necesaria demostración de culpabilidad y el Tribunal no explicita
el por qué llega a esa conclusión, no justifica las razones que generan la convicción del fallo. Estos reproches han de
desestimarse. Como fuera expuesto en el Considerando anterior, el a quo examinó de manera amplia un sinnúmero de
indicios y prueba directa, a través de los cuales estableció, sin lugar a dudas, la necesaria participación de los encartados
y los restantes sujetos que lograron darse a la fuga, en la ejecución del hurto cometido en perjuicio de F.B.G., que sirvió,
a la vez, para desplegar otras conductas punibles, mediante la entrega de cheques falsificados, a cambio de mercaderías
y dinero efectivo, en distintos establecimientos comerciales. No encuentra la Sala que la sentencia incurra en omisión al
exponer los motivos por los que se arribó a esa certeza, ni que estos sean contradictorios o incongruentes; por el
contrario, de forma reiterada el a quo hizo ver, luego de analizar cada uno de los elementos de prueba sometidos al
debate, cuáles datos se extraían de ellos para sostener la participación criminal, a nivel de coautoría, por parte de los
acusados y por último, los retomó y vinculó, siguiendo en ello las reglas de la lógica y la experiencia (folios 1426 a 1447).
A folio 1433 del fallo impugnado (Tomo III, línea 26), el a quo, al analizar el testimonio del ofendido B.G., señala, en lo
que interesa: "Tal declaración... nos permite detallar, que quien salió del lugar fue un sujeto, probablemente con la
finalidad de constatar que el vehículo del ofendido se encontraba sin vigilancia alguna pues casi de inmediato regresa al
local y salen los cuatro sujetos juntos, lo que nos permite tener por cierto, que aún cuando uno solo de ello (sic) haya
ejecutado materialmente la sustracción, todos los acusados actuaron conforme a un mismo plan delictivo, pues es en ese
momento cuando todos salen juntos, que se produce la sustracción..." (Sic). Estos razonamientos han de ser avalados y
en modo alguno contradicen el que se tuviera por acreditada la coautoría de los justiciables, pues lo cierto es que, aun
cuando se admita por vía hipotética que fuese uno solo de los sujetos el que efectuó materialmente el acto de extraer los
bienes del automotor en que viajaba el ofendido, también lo es que todos ellos, incluidos ambos encartados, intervinieron
en la fase de ejecución del hecho punible, que no obtuvo consumación sino cuando se retiraron del sitio, llevando consigo
tales bienes y apoderándose así de ellos, tal como lo sostiene el fallo. Debe tenerse presente, en este caso, que no se
trató de objetos fácilmente ocultables, que pudiesen ser transportados dentro de las ropas o de otro modo que no fuese
notado, sino de un maletín que, según consigna la sentencia: "...contenía ropa variada, entre ella una camiseta usada, un
calzoncillo, una pantaloneta color negra marca Arena, dos pares de medias, un par de zapatos color negro usados, dos
camisetas deportivas nuevas, un pantalón tipo army nuevo, una mariconera color negra de cuero en mal estado con un
llavero también de cuero, color café, una faja de cuero para hombre, una cuchilla marca Arbolito, una portachequera de
plástico color negro dentro de la cual se encontraba una fotografía del ofendido B.G., con una tarjeta de identificación con
sus datos personales y varias fórmulas de cheques del Banco de Costa Rica de la cuenta corriente número 250-333-6 a
nombre del ofendido B.G., y otra chequera del Banco Anglo Costarricense, de la cuenta número [...] a nombre del mismo
ofendido, un par de anteojos medicados con su respectivo estuche negro, un permiso de portación de arma emitido a su
nombre, diez fotocopias de documentos de importación y desalmacenaje de un vehículo, un estado de cuenta de la
empresa Credomatic, un papel de oficio con timbres dirigido a la Caja Costarricense del Seguro Social y una copia de la
factura número 12422 de la empresa Nissan Inc." (Sic, folio134, Tomo I). En estas circunstancias, la súbita aparición, en
manos de un sujeto, de bienes que inicialmente no se transportaban, tomando en cuenta las condiciones de tiempo y
lugar en que se desenvolvió el hecho, haría evidente para cualquier persona que acompañara a ese sujeto, que se estaba
desarrollando un despojo; pero si, además, los imputados y sus restantes compañeros optaron por retirarse de inmediato
del lugar con el obvio propósito de llevarse los bienes, salta a la vista que con ello no pretendían sino lograr la
consumación del delito. Al respecto, la doctrina ha señalado: «... la complicidad no es sólo posible hasta la consumación
formal, sino que, al igual que la coautoría, cabe también hasta la terminación material del hecho principal...» (JESCHECK:
Tratado de derecho penal. Parte general. BOSCH, Casa Editorial, S.A., Barcelona, 1981, Tomo II, p. 963; [...]; posición con
la que concuerda ZAFFARONI, al sostener: «... En síntesis: la participación puede tener lugar mientras no se ha agotado
la ejecución del injusto, aun cuando ya se halle consumado...» (ZAFFARONI: Manual de derecho penal. Parte general.
EDIAR, Buenos Aires, 1985, p. 590); e, igualmente, se ha expresado que: «... Sólo con el logro de la intención delictiva
están materialmente consumados, de modo que hasta entonces es posible la participación...» (WELZEL: Derecho penal
alemán, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1976, p. 160). Por su parte, esta Sala ha tenido oportunidad de verter
abundantes pronunciamientos respecto de lo que ha de entenderse por el apoderamiento que caracteriza al robo y al
hurto, para fijar los momentos en que el delito alcanza su consumación. Así, en el voto 179-F, de las 9,55 hrs. de 23 de
abril de 1993, expresó: "... CREUS señala que: ‘la noción de apoderamiento... se construye con un concepto compuesto
de un aspecto objetivo y de otro subjetivo. Objetivamente requiere, en primer lugar, el desapoderamiento de quien ejercía
la tenencia de la cosa, lo cual implica quitarla de la llamada esfera de custodia, que no es otra cosa que la esfera dentro
de la que el tenedor puede disponer de ella; no se trata, pues, de una noción necesariamente referida a un determinado
lugar, sino a una determinada situación de la cosa, que permite el ejercicio del poder de disposición de ella: hay
desapoderamiento cuando la acción del agente, al quitar la cosa de aquella esfera de custodia, impide que el tenedor
ejerza sobre la misma sus poderes de disposición. Justamente es esa esfera de disposición lo que define la esfera de
custodia, que se extiende hasta donde el tenedor pueda hacer efectiva sus facultades sobre la cosa, la que, por tanto, no
requiere imprescindiblemente un contacto físico con ella y que, en muchas ocasiones sólo se revelará simbólicamente...
Pero -siempre en el aspecto objetivo- el desapoderamiento del tenedor no basta; es necesario el apoderamiento material
de la cosa por el agente. El desapoderamiento no implica, por sí mismo, el apoderamiento..., en tanto que el
apoderamiento exige, como presupuesto indefectible, el desapoderamiento... Pero al aspecto objetivo del apoderamiento
que dejamos expuesto debe corresponder un aspecto subjetivo constituido por la voluntad de someter la cosa al propio
poder de disposición; no es suficiente el querer desapoderar al tenedor: es necesario querer apoderarse de aquella’ (Op.
cit., págs. 413 a 415)." [...]. En la misma sentencia, se indicó:. "..., la Sala ha señalado con anterioridad que "El
apoderamiento configurativo de la sustracción, no es un acto instantáneo, sino que podría -según el caso- requerir para la
ejecución, de una serie de actos, de tal manera que si durante su desarrollo se utilizan armas, debemos concluir entonces
que concurre la causal de agravación del robo prevista en el inciso 2º del artículo 213 del Código Penal... La agravante
prevista en el inciso 2º del artículo en comentario concurre cuando se utiliza el arma durante el apoderamiento, para lo
cual debe tenerse presente que el apoderamiento no es un acto único y aislado, sino que implica una verdadera actividad
realizable en uno o varios actos" (Sala Tercera, V-540-F de las 11 hrs. del 6 de noviembre de 1992)" [...]. Asimismo, en la
sentencia 348-F, de las 14,25 hrs., de 18 de julio de 1996, se expuso: "... El tipo penal de Robo simple dispone que: "El
que se apoderare ilegítimamente de una cosa mueble, total o parcialmente ajena, será reprimido con las siguientes
penas..." (artículo 212 del Código Penal). Resulta claro que en este tipo penal (al igual que en el Hurto) el núcleo de la
acción es el "apoderamiento", entendido como "la acción y efecto de apoderar o apoderarse" (Real Academia Española:
Diccionario de la Lengua Española, vigésima primera edición, Espasa Calpe S.A., 1992, pág. 119). En la primer sentencia
citada, V-519-F de 1995, entre otras cosas, se indican cuales son los sentidos que históricamente se han asignado al
concepto de apoderamiento: el tocar (adtrectare), mover (amotio), quitar la cosa de la esfera de custodia de la víctima
(ablatio), ponerla en lugar seguro (illatio), criterios que han sido empleados para determinar cuando se tiene por cometido
el delito, de modo que según se adopte uno u otro, la tentativa se desplaza al momento inmediato anterior. Sin embargo
esta Sala ha considerado que el hecho de apoderarse de una cosa mueble no se reduce simplemente a tocarla o moverla
o quitarla de la esfera de custodia de la víctima o ponerla en un lugar seguro, pues el sentido común que se asigna a la
palabra apoderarse es el de "hacerse alguien... dueño de alguna cosa, ocuparla, ponerla bajo su poder" (Real Academia
Española: Op. cit., pág. 119). Que el autor de este delito se "apodere" de la cosa implica necesariamente que el ofendido
se vea desapoderado de ella, pues solamente así se lesiona el concreto bien jurídico tutelado en esa norma (a saber, la
posibilidad exclusiva de realizar actos materiales de disposición sobre la cosa que se posee o tiene). Hay
"desapoderamiento" cuando el autor logra "desposeer, despojar a alguien de lo que tenía o de aquello de que se había
apoderado" (Real Academia Española, Op. cit., pág. 489), es decir, hay apoderamiento y desapoderamiento cuando la
acción del agente impide que el ofendido ejerza sobre la misma sus poderes de disposición o hacer efectivas sus
facultades sobre la cosa, porque ahora es el autor quien puede someter la cosa al propio poder de disposición. Por eso
esta Sala, considerando el bien jurídico tutelado, alude al criterio o teoría de la "disponibilidad" para determinar la
consumación del delito cuando el autor logra colocar la cosa mueble, en orden o situación o condición conveniente para
deliberar, determinar o mandar libremente lo que ha de hacerse con ella, ya sea ejercer facultades de dominio, enajenarla,
gravarla, poseerla o disfrutarla (cfr. las voces disponer y disponibilidad en Real Academia Española: Op. cit., pág. 539). De
lo que se lleva expuesto resulta oportuno insistir en que no basta con el apoderamiento material para que se configure el
delito sino que es necesario que se opere el desapoderamiento: si el sujeto pasivo, luego de que el agente se apodera de
la cosa, conserva alguna posibilidad de disponer de la cosa, quiere decir que ésta no ha sido sacada de su dominio y
que, por lo tanto, no se ha consumado el desapoderamiento. Por ello es que en la resolución citada por el recurrente se
dice que, de acuerdo a esta teoría, en la dinámica de los delitos de Hurto y Robo pueden distinguirse hipotéticamente tres
estadios de ejecución conforme a la teoría del delito: i) el iniciar la ejecución del delito sin llegar a apoderarse de la cosa
(tentativa); ii) el apoderamiento material de la cosa sin que de el desapoderamiento -lo que excluye la disponibilidad-,
porque se sorprende in fraganti al autor al momento en que se apodera de la cosa o -sin solución de continuidad- se le
persigue ininterrumpidamente por parte de la fuerza pública, el ofendido o un grupo de personas, y se le detiene,
recuperando íntegramente la totalidad de los bienes (delito frustrado); y iii) el apoderamiento con desapoderamiento y
disponibilidad sobre la cosa, aunque sea momentánea (delito consumado)." [...]. Tales criterios son aplicables en el
presente caso, pues la única acción realizada por el sujeto que, se admite por vía de hipótesis, ejecutó materialmente el
acto de extraer los bienes del vehículo en que viajaba F.B., no logró por sí sola agotar la fase de ejecución del delito, en
la medida en que, por un lado, la víctima permanecía en el lugar y mantuvo su poder de custodia y disposición en tanto
los bienes no fuesen en definitiva, trasladados a otro sitio y, por otra parte, tampoco pudo el sujeto estar ni siquiera en
posibilidad de disponer de lo hurtado, es decir, colocar los bienes "en orden o situación o condición conveniente para
deliberar, determinar o mandar libremente lo que ha de hacerse" con ellos, dadas las circunstancias concretas que
rodearon el hecho, -y teniendo presente que la disposición efectiva corresponde a una fase posterior, de agotamiento del
delito-, ya que para alcanzar esa capacidad potencial de disponer, o, más concretamente, para sacar el bien de la esfera
de custodia de su legítimo dueño requirió, de modo necesario, el concurso de los acusados, que viajaban, junto con los
otros sujetos, en el vehículo conducido por R.Z. En efecto, es contrario al sentido común esperar que dicho sujeto
ingresase en el establecimiento en que se hallaba el ofendido y exhibiera allí los bienes, exponiéndose a ser visto y
aprehendido, con lo que su acción no configuraría más que una tentativa de hurto; lo que, de nuevo, revela que la fase
ejecutiva del hecho ilícito no había culminado; y la repentina partida del grupo, entre quienes se hallaban R. y E., una vez
que el sujeto, que salió del establecimiento, retornó de inmediato y dialogó con ellos, constituye un indicio grave de que
pretendían ser partícipes, al menos, en esa fase de consumar el delito. Esta conclusión se refuerza notoriamente por el
hecho de que, como también fuera objeto de análisis en el Considerando anterior, los justiciables participaron en la
ejecución de otras delincuencias, directamente propiciadas por el hurto de las fórmulas de cheque que fueron falsificadas.
En punto a este extremo, el a quo expresó a folio 1442 del fallo: "Al efectuarse el estudio grafoscópico sobre los
manuscritos de los cheques no fue posible determinar que los mismos fueran confeccionados por alguno de los acusados,
sin embargo, ello no los exime de responsabilidad en cuanto a la falsedad de esos documentos (el ofendido B.G., en el
debate reconoció que la firma que aparece en la casilla giradora no es la suya), toda vez que resulta irrelevante
determinar cuál de los cuatro sujetos materializó la falsedad pues lo que interesa es que entre los acusados y los sujetos
que se dieron a la fuga, existió un acuerdo previo para utilizar los cheques y así obtener el provecho económico injusto"
(Líneas 14 a 25). Razonamientos que igualmente son compartidos por la Sala, como se ha venido señalando y que en
modo alguno pueden estimarse contradictorios o insuficientes. En mérito de lo expuesto, debe desestimarse el reproche."
1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 132 de las 9,00 hrs. del 20 de febrero.

18. HURTO AGRAVADO - La concurrencia de tres o más personas se refiere a los "autores".

"En el único motivo del reparo por el fondo se alega la errónea aplicación del artículo 209 inciso 7 e inaplicación del
artículo 208, ambos del Código Penal. Este lo apoya la impugnante en que no es aplicable al presente caso la causal de
agravación prevista en el inciso 7 del artículo 209, pues la concurrencia de tres o más personas que así lo determina, se
refiere a los autores y no comprende a los cómplices. Independientemente del criterio de esta Sala que no comparte la
consideración del a quo al estimar que P.G. y B.M. actuaron como cómplices cuando debieron ser estimados junto con M.
y O. como coautores del ilícito en atención a la teoría del dominio del hecho (situación que no es posible revertir por
cuanto el Ministerio Público no recurrió en esta vía), es cierto que la agravante contemplada en la norma dicha se refiere
a la intervención de tres o mas personas que cometen el delito de hurto en calidad de autores y no en alguna otra forma
de participación criminal (instigadores o cómplices). Tal interpretación tiene su asidero en los mismos motivos que la
doctrina y legislación extranjera han señalado como base o sustento indirecto para concluir de esa manera, que radica en
sancionar más gravemente la conducta delictiva realizada en grupo (sea este organizado o no, exista o no acuerdo previo,
etc.). Así por ejemplo lo puntualizó el tratadista argentino Sebastián Soler al comentar el artículo 163 inciso 9° del Código
Penal de su país, antes de la reforma que eliminó tal circunstancia como constitutiva de agravación, señalando: "La
participación debe ser entendida en el sentido estricto de intervención en la comisión misma del hecho. No es necesario
un acuerdo anterior expreso" (Ed. TEA, Buenos Aires, Argentina, Tomo IV, 1976, p.236). Cabe pues admitir que quienes
realizan el delito (por acción u omisión) son los autores, pudiendo eventualmente colaborar o cooperar con ellos los
llamados cómplices, pero no propiamente para "cometerlo". En efecto, al utilizarse la conjugación de este último verbo
para agravar el delito, no se incluyó de modo expreso alguna forma de "participación" criminal que así lo determine. En
todo caso, tratándose de un punto controvertido y poco claro, debe estarse en su interpretación a lo más favorable para
los intereses de los imputados. Ante tal situación debe acogerse el reclamo, extendiéndose los alcances de lo aquí
dispuesto a O.P. ya que se encuentra en idénticas condiciones que M.M. Se casa la sentencia y resolviendo el fondo del
asunto se recalifican los hechos investigados como constitutivos del delito de Hurto Simple, manteniendo la calidad de
cómplices que el tribunal de mérito atribuyó erróneamente a los acusados referidos." 1998. SALA TERCERA DE LA
CORTE, Nº 55 de las 9,55 hrs. del 16 de enero.

19. LEGITIMA DEFENSA - Inexistencia de presupuestos.

"Como único reclamo por vicios de fondo, la defensa estima que la sentencia incurre en una errónea aplicación del
numeral 111, y en una falta de aplicación de los artículos 28, 29, 35 y 111, todos del Código Penal. El motivo no es
procedente. Según se describe en la sentencia de instancia, los juzgadores tuvieron como hechos demostrados los
siguientes: "... en hora no precisada, pero entre la media noche del día veinte y la madrugada del día veintiuno de enero,
ambas fechas del año 1996, se presentaron R.N.Ch. y L.A.D.A.. en la casa de habitación de M.N.F ... creyendo que no se
encontraba en la vivienda el aquí imputado E.Q.D., quien mantiene una unión de hecho con la señora N.F., siendo que
cuando los citados jóvenes llegaban al corredor de la vivienda, un perro salió ladrando por debajo del piso de la casa, por
lo que el aquí ofendido D.A. sale corriendo por un costado de la casa, momento en que el imputado Q.D. abre una
ventana, alumbra a D.A. y acciona su pistola ... causándole una herida de bala en el abdomen que le causa la ruptura del
colon ... la lesión causada ... puso en peligro la vida del ofendido ..." (folio 49 frente, línea 20 en adelante). Los hechos
antes descritos ni siquiera dan cuenta de un comportamiento autorizado por el ordenamiento jurídico, de tal modo que no
sólo no lleva razón el abogado defensor al estimar que la conducta del agente estuvo amparada en una causa de
justificación, sino que -además- el criterio de los jueces de instancia, en cuanto sostienen que sí concurrió una legítima
defensa en exceso, también resulta inadecuado. Para concluir lo anterior esta Sala toma en consideración varias
circunstancias que se derivan del fallo impugnado, a saber: a) Nunca existió un peligro real para los habitantes de la
vivienda del imputado, ni tampoco para sus bienes, no sólo porque la intención del ofendido no era la de apoderarse de
bien ajeno alguno ni la de agredir a ninguna persona, sino además porque ni siquiera había ingresado a aquella. b) La
acción agresiva desplegada por el acusado, a afecto de repeler la presencia de un sujeto extraño en su propiedad, no fue
necesaria, pues en el preciso momento en el que se produce el disparo el ofendido estaba corriendo por un costado de la
casa, con el fin de huir del lugar, al haberse puesto en evidencia su presencia por los ladridos del perro. c) El imputado,
consciente de estas circunstancias, de forma voluntaria (dolosa, según se indica a folio 51, líneas 25 a 28) acciona su
arma de fuego. Como se desprende de lo anterior, en la especie no se dan los elementos objetivos ni subjetivos de la
causa de justificación que se invoca, esto es, la necesidad razonable del medio empleado, por no existir un peligro real
para los habitantes de la vivienda, razón por la cual no resulta aplicable el numeral 28 de comentario. Tampoco encuentra
bases esta Sala para estimar que se hubiese configurado en la especie una defensa putativa (artículo 34 párrafo segundo,
del Código Penal), pues la declaración del imputado, rendida en la instrucción e incorporada al debate, es muy escueta,
su compañera se abstuvo de declarar y el ofendido señala haber tenido con anterioridad problemas con el imputado
porque también ha pretendido a su compañera, revelando así una razón muy concreta y especial para ser agredido en
aquel momento. Ahora bien, en virtud de la prohibición de la reformatio in peius, esta Sala debe declarar sin lugar el
recurso, sin modificar el fallo en cuanto reconoció un exceso en la defensa." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº
367 de las 14,50 hrs. del 16 de abril.

20. PECULADO - La probidad en el ejercicio de la función pública es el bien. jurídico tutelado.

"El tercer motivo alegado se acusa errónea aplicación del artículo 352 párrafo 1ª del Código Penal e inobservancia del
artículo 1 del mismo cuerpo legal, numerales 7 de la Ley de Modernización del Sistema Financiero (Ley 7107) y 6 y 59 de
la Ley General de la Administración Pública. EL AGRAVIO NO ES DE RECIBO. El alegato esgrimido por la defensa, se
basa en que el peculado acusado por el Ministerio Fiscal, es desde un inicio atípico. El defensor, se fundamenta
principalmente, en la tesis de la lesión patrimonial y la tesis de la falta de probidad. El recurrente, inicia contraponiendo la
posición de Carlos Fontán Balestra, con la opinión de Carlos Creus. Para el primero, el peculado se perfecciona con la
lesión patrimonial, aún cuando ésta no deba ser definitiva; en cambio, Carlos Creus sostiene que el peculado si bien es un
delito de resultado, no requiere un perjuicio patrimonial. Sobre esta base, que se ha resumido por razones metodológicas,
el defensor empieza a hilvanar su posición y afirma que siendo el peculado un delito de resultado, es necesario que la
lesión se traduzca en un perjuicio patrimonial y que no basta para su configuración, simplemente, la violación de la
probidad en la función pública. No lleva razón la defensa en este primer extremo del recurso por el fondo. Conforme se ha
expuesto con anterioridad, en el delito de peculado, el bien jurídico protegido es precisamente la probidad en el ejercicio
de los deberes de la función pública (ver Voto 221-F de esta misma Sala, de las 9:15 hrs del 10 de agosto de 1990, Voto
692-F-93, y Voto 1055-97 de las 15:30 hrs del 30 de septiembre de 1997). Basta observar la ubicación del artículo 352,
dentro del Titulo XV, Sección V del Código Penal, lo que permite inferir su etiología. Son hechos probados según el fallo,
que el sentenciado R.M., a la fecha de los hechos era funcionario público y que tenía la administración y custodia del
caudal de un Banco estatal. Bajo este mismo principio de intangibilidad de los hechos, está acreditado en sentencia que el
acusado, distrayendo bienes confiados a su cargo, realizó la compra de un equipo de una pantalla publicitaria y que para
ello no respetó los Reglamentos de Presupuesto de Inversiones (cfr. 523 y 597 del expediente), el Reglamento de
Proveeduría (ver folios 526 y 600, en particular el folio 604) y el Reglamento de Presupuesto de Gastos (cfr. folio 534).
Concretamente, indica el a quo, que el sentenciado no realizó el trámite consultivo previo con el Departamento respectivo
y efectuó una compra directa por un monto muy superior al que le estaba permitido normativamente en su condición de
Gerente General. Si la lesión efectiva del patrimonio se produjo o no, ello no es un elemento objetivo configurativo del tipo
de peculado. En todo caso, en este asunto debe resaltarse que sí hubo perjuicio patrimonial según lo expone la sentencia.
El tribunal estableció que, además de las irregularidades expuestas, se pagó un precio excesivo sobre un equipo de
tecnología casi obsoleta y con problemas de funcionamiento al momento de su adquisición. Es decir, se siguió un
procedimiento de compra con violación de la normativa aplicable, que era de obligatorio acatamiento para el funcionario
público que lo concretó. El precio que el justiciable ordenó pagar por el equipo, era por demás excesivo conforme al
estado del mismo, su configuración o desactualización cibernética y las condiciones de mercado; por ello es posible
afirmar que el perjuicio patrimonial sí se dio, aún cuando no sea un requisito para la tipicidad del peculado. El tribunal de
mérito fundamentó igualmente el dolo de autor requerido como elemento subjetivo para la comisión del injusto de
peculado. Por lo dicho esta Sala estima que la resolución del tribunal de juicio se ajusta a derecho, en todos los aspectos
cuestionados por la defensa, y se declara además inexistente el vicio in iudicando alegado. Considera el defensor, en otro
punto del motivo por el fondo, que el a quo, incurrió en inobservancia del artículo 7º de la ley de Modernización del
Sistema Financiero y violentó los numerales 6 y 59 de la Ley General de Administración Pública, y ello motivó que el
tribunal aplicara erróneamente el párrafo 1º del artículo 352 del Código Penal. Afirma el recurrente que la figura del
peculado no sanciona el irrespeto a las formalidades administrativas, sino la actividad administrativa pública espuria.
Considera la defensa que para el incumplimiento de las formas está el derecho administrativo o el laboral. No asiste razón
al recurrente, su posición es estrictamente subjetiva. El bloque de legalidad que conforma nuestro ordenamiento jurídico
nace y se renueva para ser cumplido, independientemente de su jerarquía, debe cumplirse por todos, especialmente por
aquellos que por su preparación académica y laboral, están obligados a conocerlas mejor que el ciudadano promedio, por
lo que se rechaza también este extremo del motivo in iudicando." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 476 de las
8,55 hrs. del 22 de mayo.

21. RESPONSABILIDAD CIVIL - Efectos de la absolutoria en vía penal por falta de autoría - Responsabilidad de la
CCSS.

"Por su parte, el defensor formula varios motivos en su recurso; sin embargo, por economía procesal, esta Sala entra a
resolver directamente el alegato de fondo, consistente en que, a pesar de tener por demostrado que no fue la negligencia
de la imputada la que llevó al resultado lesivo perseguido, la misma fue condenada al resarcimiento civil. El motivo debe
declararse con lugar. Mal puede achacarse la responsabilidad civil a quien está siendo absuelta por no haber tenido
responsabilidad en el hecho punible. Si bien es cierto que la jurisprudencia nacional ha fluctuado a través de los años en
cuanto a los requisitos necesarios para que, en caso de absolutoria, se pueda imponer dicha condena civil, la verdad es
que cuando menos se ha exigido, y así lo ha hecho esta Sala, la configuración del injusto penal, es decir una conducta
típica y antijurídica (ver voto 496-F, de las 11:30 del 23 de octubre de 1992). Aquella como forma de habilitar la
competencia del tribunal juzgador; y esta, la antijuridicidad, como forma de constatar la existencia de un daño contrario al
ordenamiento. La culpabilidad, ha sido dejada de lado, pues aun sin ella, sin juicio de reproche, mediaría un daño ilegítimo
que merece ser resarcido. Pero, en ningún caso, puede imponerse una responsabilidad civil subjetiva si no concurren
ambos componentes de la estructura del delito. Con mayor razón si es que lo ausente es algo previo y subyacente a la
acción típica, como es el vínculo de autoría. En esta causa, se tuvo por demostrado y efectivamente a ello apunta la
prueba, que la omisión de la encartada no fue la causa de la muerte (folio 442), sino una intervención diversa y ajena a
aquella. Por ende, siendo así, no podría achacársele a ella (en una análisis de mecánica causalista que el tribunal
correctamente evita en el aspecto penal, pero implementa en el civil) un resultado extraño a su actuación. Nótese cómo
no se trata de la falta de dolo o culpa (cosa que ya sería insuficiente a tenor de los artículos 1045 del Código Civil y 103
del Código Penal para dictar la condenatoria civil), sino de la ausencia misma de un vínculo de autoría. Una
responsabilidad semejante, implicaría ampliar indebidamente (en mucho) la hipótesis de responsabilidad objetiva previstas
por nuestra legislación. Eventualmente podría pensarse en la responsabilidad civil que cabría a la endilgada por el daño
por ella producido, pero ese tanto no se ha delimitado y, por lo demás, la ausente configuración del ya aludido injusto
penal precluiría tal pronunciamiento. Por consiguiente, se declara con lugar el primer motivo de fondo del recurso
planteado por el defensor Ch.M.. Se casa la sentencia y se declara sin lugar la acción civil resarcitoria intentada contra
G.M.G., sin especial condenatoria en costas en cuanto a ella por haber mediado razones para litigar. Se omite
pronunciamiento respecto a los demás reclamos del recurso, por falta de interés. Finalmente, el representante de la Caja
Costarricense de Seguro Social, en un motivo que denomina "de fondo", alega violación a las reglas de la sana crítica,
diciendo que se está ante un absurdo jurídico, al absolver a la encartada y, con base en las mismas pruebas, dictar una
condenatoria civil. El reclamo debe ser declarado sin lugar. Debe indicarse que no hay óbice alguno para que,
apoyándose en las mismas pruebas, el juzgador corrobore la existencia de una responsabilidad civil (que podría ser
objetiva, como respecto a su representada lo es), mas no de un delito; o bien, caso menos posible, de un delito y no de
responsabilidad civil. Ello en razón de que las hipótesis fácticas generadoras de dichas valoraciones jurídicas, son
diversas. En el caso de la encartada debe al menos constatarse la existencia de una culpa; no así respecto al deber de
indemnizar de la Caja Costarricense de Seguro Social, que a tenor de la legislación administrativa, es civilmente
responsable de su actuación legítima o no, salvo fuerza mayor, culpa de la víctima o hecho de un tercero. (artículo 190 de
la Ley General de Administración Pública), cosa que no medió en este asunto." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE,
Nº 273 de las 10,55 hrs. del 13 de marzo.

22. RESPONSABILIDAD CIVIL - Vehículo que pertenece a asociación comunitaria que no realiza actividades lucrativas.

"Apreciándose que el recurso interpuesto por J.S.C. y por el Licenciado E.R.M., Apoderado Especial y Apoderado Especial
Judicial respectivamente de la actora civil S.R.C.C.S.A. (confrontar folios 447 y 448), así como por el Licenciado A.R.B. en
su condición de apoderado de los actores civiles S.Q.F. y C.L.S.Q.(confrontar folios 450 a 454), en su único motivo por el
fondo refieren el mismo vicio en relación con la condenatoria civil, se procede a analizarlos en un solo extremo. Señalan
los impugnantes, que el Tribunal de mérito al disponer la responsabilidad de la Asociación de Desarrollo Integral de la
Fortuna de San Carlos limitada al valor del vehículo tipo vagoneta placas número [...], aplicó erróneamente los artículos
186 y 187 inciso 2) de la Ley de Tránsito por Vías Públicas Terrestres, Nº 7.331, pues acorde a dicha normativa
responden solidariamente con el conductor las personas físicas o jurídicas que explotan vehículos con fines comerciales o
industriales, incluido el transporte público y en el presente asunto, la citada Asociación utilizaba la vagoneta para fines
comerciales, a saber, el transporte y acarreo de materiales con lo cual lucraba, pues incluso el día de los hechos venía de
dejar "chatarra" en un botadero de basura. Los recursos no proceden. Si bien como lo han venido señalando los
recurrentes, la Ley dispone la reparación civil solidaria del propietario del vehículo -persona física o jurídica-, entre otras
cosas, cuando el vehículo se utilice para la explotación con fines comerciales o industriales, sin embargo, la normativa que
se extraña no resulta aplicable a la especie. El Tribunal, con fundamento en la prueba recibida en la audiencia, determinó
en forma excluyente que el uso de la vagoneta por parte de la A. de D.I. de la F.de S.C., no correspondía a la explotación
con fines comerciales ni industriales, sino más bien estaba dirigida a cumplir con un interés comunitario y social
(confrontar folio 441), pues se usaba para transportar desechos y trasladar materiales a diversas asociaciones comunales
del lugar. Debe tenerse presente que la responsabilidad solidaria, subjetiva y plena de las empresas, en los supuestos
que prevé el artículo 187 inciso 2) de la Ley de Tránsito, se origina en el uso del vehículo con fines de explotación y por
ende, lucrativos, en beneficio de la propia entidad y por ello, han de asumir todas las consecuencias patrimoniales que se
deriven del hecho cuando medie culpa del conductor (responsabilidad subjetiva) o aún si no la hay (responsabilidad
objetiva). En tales casos, opera el principio de que el riesgo creado debe asumirlo la empresa que de él obtiene beneficio.
En la especie, empero, es preciso reiterar que el uso de la vagoneta no perseguía fines de lucro (es decir: ganancias que
pueden traducirse en beneficios económicos), por lo que la hipótesis no encuadra en las previsiones de la norma de
comentario, las cuales son taxativas y consecuentemente, no es válido utilizar la analogía con el propósito de establecer
responsabilidades patrimoniales que la propia ley no consagra de manera expresa. A mayor abundamiento, corresponde
indicar que en cuanto al cobro de dinero que efectuaba la citada Asociación por los servicios brindados -aspecto del que
los gestionantes pretenden derivar la ampliación de responsabilidad de la demandada civil-, no implica que la Entidad se
dedicara a una actividad mercantil, pues más bien el testigo F.A.V. cuya declaración se aprecia en los autos a folio 433
vuelto, declaró al respecto y el a-quo le otorgó plena credibilidad, que los pagos que se hacían a la Asociación por los
servicios brindados a grupos comunitarios y parroquiales, tenían por finalidad cubrir los costos del combustible, las
reparaciones del automotor y el salario de quien lo conduce; aspectos que, en modo alguno, pueden interpretarse como
fines de lucro, sino de simple mantenimiento del bien y de su uso social. En ese entendido, no estando en presencia de
los supuestos que permiten establecer la responsabilidad civil que se extraña, resulta imposible disponer la condena de la
Asociación, para que cancele en forma solidaria con el imputado la totalidad de la indemnización civil, porque su
responsabilidad -como apropiadamente lo dispuso el Tribunal de mérito- se limita al valor del vehículo respectivo. Por
consiguiente, se declara sin lugar los recursos interpuestos." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 315 de las 10,55
hrs. del 27 de marzo.

23. RESPONSABILIDAD CIVIL OBJETIVA - Aplicación errónea en caso de vehículo particular involucrado en accidente.
"El defensor del imputado M.L. recurre la sentencia, alegando un vicio in iudicando, en cuanto a la errónea aplicación de
la ley substantiva que regula la relación de causalidad y cuestiona la incorrecta atribución de la responsabilidad civil. Lo
anterior en tanto se condenó civilmente a su defendido, a pesar de tener claro el a quo, que el resultado conocido en esta
causa, no se debió a su actuación, sino a la del justiciable M.V. Esta Sala concluye que el reclamo es atendible. Por ello
debe casarse la sentencia, únicamente en lo relativo a dicha condenatoria civil impuesta a M.L. La responsabilidad civil
extracontractual objetiva, no resulta aplicable al caso de marras, es importante señalar que la sentencia no tiene por
demostrado que el vehículo conducido por el señor F.M.L., fuese un vehículo dedicado al transporte público remunerado o
actividad empresarial como exige nuestra legislación (esencialmente en el artículo 1048 del Código Civil y las reglas
vigentes sobre responsabilidad civil del Código Penal de 1941, según Ley 4891 de 8 de noviembre de 1971), como
especie de excepción para ciertas actividades generadoras de riesgo lucrativo o funcional. No basta que sencillamente se
utilice un automotor para crear así una responsabilidad objetiva, lo que llevaría a que siempre ese ciudadano sería
responsable civilmente de los daños acontecidos, a menos que compruebe que se debieron a fuerza mayor o culpa del
ofendido. Lo pertinente es resolver el agravio con aplicación de las reglas relativas a la responsabilidad subjetiva (en este
caso descartable en cuanto a M.L., dado el caso fortuito acreditado por el a-quo -folio 282-). El párrafo 3ª, del artículo
1048 del Código Civil, debe armonizarse con lo preceptuado por el numeral sétimo, párrafo 2ª de la Ley de Tránsito Nª
7331. Es necesario indicar, que el propietario registral del automotor, responde únicamente, en cuanto a su
responsabilidad civil, por el monto o valor de su vehículo. Por lo tanto, en virtud del artículo 482 del Código de
Procedimientos Penales, debe casarse la sentencia, solamente en lo relativo al pronunciamiento civil emitido contra M.L.,
dado que el a quo no describe de manera precisa los supuestos del hecho necesarios para aplicar la norma de fondo
relativa a la responsabilidad objetiva, ello ocasiona una errónea aplicación del derecho y por ende, debe declararse con
lugar este motivo, casando así la sentencia, y anulándola en el extremo relativo a la acción civil resarcitoria. Por lo demás,
no incidiendo la cuestión sobre aspectos de índole penal, se remite a las partes a la vía civil, a fin de que diriman la
contención, si a bien lo tuvieren." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 345 de las 9,25 hrs. del 3 de abril.

24. ROBO AGRAVADO - Intervención de tres o más personas debe ser a título de autores.

"[...] la condición de autor hay que buscarla siempre en el tipo penal. Es la norma la que señala quién es el autor del
hecho. Las normas de la parte general del Código, complementan la interpretación y en cuanto a la participación criminal
y la coautoría, se consideran unánimemente por la doctrina como dispositivos amplificadores del ámbito propio de cada
tipo penal, permitiendo su aplicación a otros sujetos no expresamente descritos en la norma, pero que contribuyeron a la
realización del delito -partícipes, sea cómplice o instigador-, lesionando de igual forma el bien jurídico tutelado por la
norma, o bien realizándolo conjuntamente con el autor del delito -coautoría-. La pieza acusatoria base del juicio y,
contrario a lo que afirma el recurrente, es la que rola a folio 75 -y no la que se consigna erróneamente en la sentencia,
según se analizará más adelante- y en ella claramente se establece el hecho cometido y el rol desempeñado por los tres
sujetos actuantes, que son los tres acusados, aunque si bien es cierto no se logró establecer a quién correspondió cada
acción debidamente acreditada: se acusó la sustracción del radio del vehículo BMW del ofendido, que se encontraba
aparcado en la vía pública. Esta se logró forzando el llavín de la puerta izquierda, acción en la que se hundió parte de la
carrocería que lo rodea. Para realizar tal hecho, los tres sujetos acusados actuaron así: uno se introdujo al vehículo y
sustrajo el radio; otro le esperaba afuera para vigilar que nadie se acercara; el tercero los esperaba a escasos metros,
listo en un vehículo para huir de inmediato. Estamos frente a un robo cometido por tres sujetos, en una clara distribución
de roles que permite asignar a cada uno de ellos, por su función, el dominio del hecho. Cada acción permitió el
desapoderamiento de acuerdo al plan establecido; era necesaria para salir avante en la empresa delictiva y eso le permite
a cada uno controlar la consumación del hecho, esto es, tener el dominio y control de la situación. Esto que comúnmente
se calificaría de coautoría por co-dominio funcional del hecho, ha sido establecida por el legislador como un tipo penal
especial, subordinado al tipo base pero con un elemento -realización por tres sujetos- que de darse, agrava la pena, y que
permite, en consecuencia, considerar a cada uno autor por expresa disposición del legislador al sancionar, en el numeral
213 inciso 3, en su relación con el inciso 7 del artículo 209, el robo "si fuere cometido por tres o más personas". Si, para
cometer el delito es determinante no sólo la realización del verbo o núcleo central del tipo -desapoderamiento, en este
caso- sino básicamente tener el dominio del hecho, al punto de determinar su consumación o no, según los principios
generales de la autoría, estos resultan aplicables cuando se estructura y sanciona en forma independiente esa comisión
conjunta, como sucede con el robo agravado con participación de tres o más sujetos, en el que cada uno es autor,
primero, por expresa disposición legal y segundo, porque en el proceso se estableció el rol de cada uno y la
trascendencia del mismo en la empresa delictiva, esto es, que dicho rol les asignaba a cada uno el control de la situación.
Es cierto, como lo afirma el recurrente, que no basta acreditar un robo con participación de tres sujetos para estimar
configurada la agravante. Nada impide que, en la realidad, uno de ellos no ostentara, por su papel, posibilidad alguna de
controlar el desenlace de los hechos, careciendo en consecuencia de dominio sobre los mismos. Esto no permitiría
considerarlo como autor, porque en realidad no cometió el hecho en asocio con los otros dos sujetos, tal y como lo exige
la norma y lo imponen los principios generales de legalidad y de autoría, sino que simplemente colaboró con ellos,
debiendo estimarse cómplice. Así, en el robo agravado por participación de tres sujetos, se da una combinación de
factores: los tres sujetos son autores, por expresa disposición de la norma, pero lo son siempre que el hecho,
objetivamente analizado, haya sido cometido por los tres, bien porque hayan realizado en conjunto el núcleo central del
tipo, bien porque se han distribuido las funciones a tal fin, conservando cada uno, durante el desarrollo de los hechos, el
control total de los mismos. En estos casos, estamos en presencia de "una unidad de acción en sentido legal, realizada
por varios sujetos" (Castillo González, Francisco. La participación criminal en el derecho penal costarricense. San José,
Editorial Juritexto, 1993. p.80 y ss.) Lo que ocurre en este caso es que se erige como agravante, subordinada al tipo
básico, el robo cometido por tres personas. Esto significa que para que concurra la agravante, según se ha expuesto, es
necesario acreditar que el robo fue cometido por tres sujetos, lo que hace que los tres sean autores, no de un delito
independiente cada uno, como lo entendió erróneamente el Tribunal, sino de un delito de robo agravado, precisamente por
la comisión conjunta del mismo entre los tres. Así, el vicio alegado no existe, pues en el caso concreto se estableció una
división de funciones entre los tres imputados, según la cual se aprecia que cada uno conservaba el control total de la
situación y por ello, comprobada la participación de los tres y cada rol desempeñado resulta irrelevante que no se haya
individualizado a cada imputado el papel específico, pues los tres resultaron con dominio de la situación y en
consecuencia, son autores de la sustracción en los términos del inciso 3 del artículo 213 inciso 3 del Código Penal, en
relación con el inciso 7 del artículo 209 del mismo cuerpo legal." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 54 de las
9,50 hrs. del 16 de enero.

25. SECUESTRO EXTORSIVO - Concurso real con privación de libertad.

"La tesis de la defensa, en cuanto a los veinticinco delitos de privación de libertad agravada por los que se condenó a su
representado, consiste en que tales conductas constituyen un hecho previo impune (folio 246), en relación con el
secuestro extorsivo de las dos ofendidas, H. y F., que sería el acto posterior punible. Estima la Sala, sin embargo, que
este alegato no es de recibo. Con el propósito de clarificar los problemas que surgen del concurso aparente de normas,
conviene analizar las diversas posibilidades en que éste se puede manifestar, en referencia a los hechos ahora sometidos
a conocimiento. Así, en primer término, por lo regular las figuras del secuestro extorsivo y la privación de libertad se
encuentran en relación de especialidad en abstracto; es decir, que la primera conforma un tipo especial, al compararlo con
el general, constituido por la privación de libertad (ello en sentido amplio pues, en realidad, la conducta genérica consiste
en privar a alguien de su libertad y no, de modo necesario, el tipo previsto por el artículo 191, que ya contiene la exigencia
de que el acto sea realizado sin ánimo de lucro). Característico de la especialidad es que se produce cuando la acción del
agente es única, no sólo desde el punto de vista jurídico, sino desde el temporal y espacial (fáctico). Bajo esta
perspectiva, si el acto desplegado por los autores fuese único, el concurso aparente de delitos, como de manera acertada
lo señala la representante del Ministerio Público (folio 260), sólo puede establecerse en el caso de las ofendidas R.S.H. y
N.F., donde, como lo entendió el a quo, los hechos que tuvieron lugar tipificaron el delito de secuestro extorsivo, sin que
sea posible sancionarlos, además, como privación de libertad. Así, no existiría subsidiariedad tácita por entenderse que,
para realizar el secuestro extorsivo deba efectuarse, de previo, el delito de privación de libertad, apreciando el hecho
como una progresión de eventos, sino que, la sola conducta, como unidad fáctica, encajaría en la figura especial,
desplazando de este modo a la general, o bien únicamente en esta última, tomando en cuenta cuál sea la que mejor se
adapta a la materialidad del hecho. En síntesis, nos hallaríamos, regularmente, ante un problema de especialidad y no de
aplicación del principio subsidiario, si la conducta es única. Sin embargo, en el presente caso la sentencia de mérito
consigna y separa con claridad dos diferentes acciones, cada una de ellas individualizable en el tiempo, a saber: la
primera, mediante la cual un grupo de personas, entre ellas las dos ofendidas citadas, fue privado de su libertad por el
justiciable y sus acompañantes y la segunda, consistente en que estos efectuaron una selección de dos rehenes, las
separaron del resto del grupo, con el que, hasta ese momento, compartían idénticas condiciones, y las llevaron consigo a
otro sitio, con la finalidad, conseguida en última instancia, de obtener un rescate por ellas. Esta pluralidad de actos
exteriorizados, desplaza la aplicación del principio de especialidad y permite analizar el subsidiario, para llegar a concluir
que este último efectivamente se da, aunque no del modo que expone quien recurre. En efecto, las condiciones que han
de confluir para aplicar esa forma de concurso aparente, por subsidiariedad material de hecho previo impune, son,
siguiendo al mismo autor nacional citado por quien recurre: "... primera, la presencia de dos acciones punibles que se
desarrollen sucesivamente en orden cronológico; segunda, que estas acciones representen diferentes grados o estadios
de ofensa a un mismo bien jurídico; tercera, que ellas se encuentren en relación de medio a fin según el criterio del ‘id
quod plerumque accidit’." (CASTILLO GONZALEZ, Francisco, El concurso de delitos en el Derecho Penal costarricense,
Publicaciones de la Facultad de Derecho, Universidad de Costa Rica, San José, 1981, p. 50. En la especie, y referido a la
relación entre los veinticinco delitos de privación de libertad y los dos de secuestro extorsivo, se echa de menos una de
las exigencias, a saber: la lesión de un mismo bien jurídico. Ello es así por cuanto existen ciertos bienes calificados de
personalísimos, es decir, aquellos que, como la libertad, no pueden ser separados de su titular. En estos casos, la sola
existencia de dos o más titulares del mismo bien, considerado en forma abstracta, conlleva establecer que, en caso de
lesión, se vulneran tantos bienes jurídicos como titulares de ellos hayan sufrido el daño; consecuentemente, no es
aplicable en esa hipótesis el concepto de que se trata del "mismo bien jurídico", en la forma que lo exige el principio de
subsidiariedad en estudio. La doctrina nacional señala en cuanto a este punto que: "... es posible el concurso ideal
homogéneo: a) En delitos que lesionan bienes jurídicos personalísimos. Bienes jurídicos personalísimos son aquellos que
no se pueden separar de su titular; de modo que una multiplicidad de sujetos activos (sic) trae por consecuencia una
multiplicidad de lesiones jurídicas. Así, hay concurso ideal homogéneo cuando varias personas son muertas por una
bomba, cuando varias personas son injuriadas con una sola palabra, cuando varios individuos son secuestrados, cuando
varios menores, mediante un acto, son corrompidos. Bienes como la vida, la integridad corporal, la integridad sexual, la
libertad, el honor, etc. son inseparables de su titular." (Ibídem, p. 64). En esta tesitura, se reitera, no puede hablarse de un
concurso aparente de delitos, como lo pretende quien recurre, ni siquiera entre los veinticinco que se califican como
privación de libertad, pues existen distintos bienes jurídicos lesionados en forma independiente (aun cuando correspondan
a la misma categoría fenoménica general: libertad), y a pesar de que el daño haya sido infligido con una sola conducta,
pues ello constituye un concurso ideal homogéneo, en la forma que lo sostuvo el a quo. Por las mismas razones, no
puede tampoco considerarse que los referidos veinticinco delitos de privación de libertad consistan en un hecho previo
impune, al relacionarlos con los dos delitos de secuestro extorsivo (concurrentes entre sí también en forma ideal
homogénea), pues en la especie, se reitera, dada la naturaleza personalísima del bien jurídico libertad, la diversidad de
titulares conduce a la multiplicidad de lesiones, sin que ellas puedan ser absorbidas por el daño causado al bien jurídico,
también personalísimo, de otro sujeto. Es oportuno resaltar, además, que la circunstancia de que distintos delitos se
vinculen entre sí de medio a fin, no es por sí sola suficiente para valorar los hechos como un concurso aparente, sino que
es necesaria la confluencia de otros requisitos, como los reseñados, que permitan unificar jurídicamente las conductas
(separables en el tiempo y el espacio), así como la lesión al bien jurídico, único o prevalente. Por ello, no se da esta
forma de concurso entre el homicidio cometido para lograr o encubrir el robo, ni entre la falsificación de un documento con
el propósito de estafar, ni entre las lesiones graves causadas a la víctima para despojarla (sin arrebato) de un bien, ni, en
general, entre la gran cantidad de conductas que pueden vincularse, subjetiva y fenoménicamente, de ese modo
particular. En el presente caso no puede sostenerse que la privación de libertad a la que fueron sometidas las veinticinco
personas que, además de las ofendidas, se hallaban en el hotel en que se desarrolló parte de los hechos, configuren una
conducta previa impune, a pesar de que el secuestro extorsivo constituyese el fin último pretendido por los autores, pues
no nos hallamos en presencia de una progresión de ataques al mismo bien jurídico, por las razones ya referidas. En
segundo término, es preciso acotar que, de acuerdo con los hechos tenidos por demostrados en la sentencia, los delitos
de SECUESTRO EXTORSIVO se hallan en concurso real con los de PRIVACION DE LIBERTAD, pues la acción única
con la que se ejecutó este último, que afectó a veinticinco personas y a las dos ofendidas, no fue, ni material ni
temporalmente, como se adelantó, la misma con la que, de modo posterior, se realizó el secuestro de las últimas, de allí
que se aprecie la carencia de uno de los requisitos del concurso ideal, cual es la acción única que lesione distintos bienes
jurídicos no excluyentes entre sí (concurso heterogéneo) o que realice varias veces el mismo tipo penal (homogéneo);
unidad de conducta que también es característica normal del principio de especialidad, en el concurso aparente, como ya
se reseñó (ver, en este sentido: CASTILLO GONZALEZ, Op. Cit., p. 40 y 47). No obstante ello, los actos a través de los
cuales se completó el secuestro, con ánimo de lucro, de ambas perjudicadas, sí han de verse como una acción unitaria,
desde el punto de vista jurídico y como un concurso aparente entre ese delito y el de Privación de libertad del que, al
inicio, fueron víctimas; pues el tipo penal del artículo 215 del Código punitivo es pluriofensivo, es decir, sanciona la lesión
a varios bienes jurídicos, entre los cuales se halla el tutelado por la norma que reprime la privación de libertad. En efecto,
mediante el secuestro extorsivo se vulneran el patrimonio, la libertad ambulatoria y la libertad de determinación (de la
persona que deba ejecutar la conducta exigida por los autores del hecho); de allí que sí sea posible aplicar el principio de
subsidiariedad material, en este caso específico, referido a los hechos que sufrieran R.H. y N.F. y estimar, como lo hizo el
a quo, que su privación de libertad constituye un hecho previo impune, cuando se lo relaciona con el secuestro extorsivo a
que luego dio paso. En virtud de lo expuesto, se desestima el reproche." 1997. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 1164
de las 8,45 hrs. del 31 de octubre.

26. SECUESTRO EXTORSIVO - Inexistencia de concurso ideal con daños.

"El segundo aspecto planteado en el recurso, corresponde a que los daños causados por el justiciable y sus
acompañantes a los vehículos que se hallaban en las afueras del hotel, no obedecieron a la intención de "... dañar por sí,
sino dañar para evitar la persecución y asegurar el Secuestro Extorsivo". (Folio 248); en consecuencia, estaríamos, según
el criterio de quien recurre, ante un concurso aparente de delitos. A juicio de la Sala, el argumento no es atendible. Tal
como se expuso en el Considerando anterior, la mera circunstancia de que en el plan del autor varios delitos se vinculen
de medio a fin, no es suficiente para arribar a la conclusión de que todos los actos desplegados constituyen una unidad
de acción, desde el punto de vista jurídico. Las normas que sancionan el secuestro extorsivo y los daños en modo alguno
son excluyentes; no existe coincidencia respecto del bien jurídico tutelado, ni elementos comunes en la descripción legal
de las conductas. Tampoco pueden estimarse los daños como un delito de pasaje al secuestro extorsivo, por la misma
circunstancia de la diversidad de bienes jurídicos, máxime si, como lo hace ver la representante del Ministerio Público
(folio 261) y se desprende de la transcripción de los hechos probados de la sentencia hecha en el Considerando II, tales
daños sobre los vehículos que se hallaban en las afueras del Hotel, fueron producidos cuando se retiraban del sitio y
mientras las restantes veinticinco personas que, eventualmente, podrían haber hecho uso de los automotores para
perseguir al justiciable y sus compañeros, se hallaban encerrados y atados dentro de las instalaciones de ese negocio,
advertidos, además, de que no debían salir porque habían sido colocados explosivos en las puertas de las habitaciones y,
de hecho, no lograron liberarse sino después de un lapso de cuarenta minutos. En estas circunstancias, el inutilizar los
vehículos puede verse como una previsión más del encartado y los restantes miembros del grupo, con el fin de asegurar
su impunidad y el logro del plan pretendido, pero no como una conducta necesaria para obtener esos propósitos, que
pueda integrarse en una sola acción, desde el punto de vista jurídico. En síntesis, no existe entre los tipos penales
ninguna relación de género a especie, ni se aprecia que, en este caso, el tipo del secuestro extorsivo proteja un bien
jurídico comprensivo del tutelado por el de daños, que pudiese dar lugar a la aplicación del principio de subsidiariedad. En
virtud de lo expuesto, sin lugar el reproche." 1997. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 1164 de las 8,45 hrs. del 31 de
octubre.

27. TEORIA DE LA EQUIVALENCIA DE LAS CONDICIONES - Improcedencia de su aplicación, por ser contraria al
derecho penal de acto - Necesidad de constatar elemento subjetivo.

"La representante del Ministerio Público, plantea recurso de casación contra la absolutoria decretada, alegando irrespeto a
las reglas de la sana crítica, por cuanto debió haberse concluido que el deceso producido lo fue por imprudencia de la
acusada. Señala que el suero aplicado tuvo consecuencias en la salud de la víctima, haciendo que convulsionara; que a
los veinte minutos de su aplicación, ya habían sido ingresados al cuerpo 600 c.c. de suero glucosado al 50%; que no es
correcto concluir que no se pudo demostrar cuándo el suministro de suero fue puesto "a chorro"; que no es cierto que la
ofendida se hubiera recuperado del trastorno metabólico, pues su mismo esposo dice que ella le manifestó que le dolía la
cabeza; que, a pesar de haberse regularizado su situación, a la perjudicada debió practicársele un "TAC" y una punción
lumbar a consecuencia de suero erróneamente aplicado. Agrega que el infarto ocasionado por el suero llevó a la
realización de la arteriografía, como producto de la cual falleció la señora M.B.; que fue la acción de la encartada la que
desencadenó los hechos, pues suprimiendo hipotéticamente su intervención, la occisa no habría sufrido la hiperglicemia,
no habría convulsionado, no habría mediado necesidad de someterla a cuidados intensivos y no se le habría llevado a
cabo el examen que le ocasionó la defunción. El reclamo debe declararse sin lugar. Como lo explicó el tribunal,
derivándolo correctamente de la globalidad de la prueba, el error de la anestesista es irrelevante a efectos de imputar el
desafortunado fin de los hechos. Bien se determinó que dicho error tuvo por corolario directo las convulsiones, los
cuidados intensivos y los dolores de cabeza de la occisa; mas no su muerte. Esta obedeció a la realización de la
arteriografía que ulteriormente se ordenó para elucidar la causa de tales dolores, y no a la puesta equívoca del citado
suero. Aun concediendo hipotéticamente que, como dice la recurrente, la ofendida sólo se hubiera regularizado en su
estado, lo cierto es que la causa de muerte es ajena al error acusado a la procesada. Razonar como lo hace la
impugnante, quien argumenta que ella desencadenó la sucesión de hechos, que suprimiendo su intervención no habría
sobrevenido el resultado lamentable, implica echar mano a un método causalista en el análisis de la autoría,
específicamente el de la equivalencia de las condiciones, que afirma que todas las condiciones tienen idéntica y
equivalente calidad causal. Este género de tesis, en sólido desuso, lleva considerar en igualdad de importancia la totalidad
de los factores inmersos en la trama causal, independientemente del valor y peso que cada uno de ellos tenga.
Precisamente por ello se revela como opuesta a un Derecho Penal de acciones, puesto que este requiere la concurrencia,
no sólo de un sustrato fenoménico, sino también del elemento subjetivo del tipo como requisito mínimo indispensable de
perseguibilidad del resultado lesivo. De no concurrir ese elemento, en su régimen doloso (por intención) o culposo (de
previsibilidad), la acción no es sancionable. Por ello es que cabalmente se hable hoy de la "imputación objetiva" como
método de examen de la causalidad, entendiendo por la misma no sólo la constatación del nexo causal, sino también de
la existencia de tal citada intención o previsibilidad, en tanto las normas sólo prohíben resultados evitables (BACIGALUPO,
Enrique. "Principios de Derecho Penal". Parte General, Akal, 2a. ed. Madrid, 1990, p.p. 121 ss; "Lineamiento de la Teoría
del Delito", Juricentro, 2a. ed., San José, 1985, p. 42), y para ser evitables, deben ser previsibles. En el presente asunto,
en el que la misma literatura médica señala como bajamente probable el advenimiento de un deceso en la práctica de una
arteriografía (menos de un 0.1 % -folio 440-), el triste resultado difícilmente era previsible incluso para el profesional que
ordenó el examen. Con menor razón aun habría sido previsible para la justiciable, quien incluso esforzándose y empleando
sus conocimientos calificados, no habría podido prever el final desafortunado; máxime si este se dio por acciones médicas
ajenas a su intervención. En palabras de Enrique BACIGALUPO, el deceso "no es la concreción de la misma" de una
imprevisión achacable. Así las cosas, ni siquiera siguiendo tesis causalistas como la "ley de la causalidad natural" o bien
la "teoría de la causalidad adecuada", el efecto le sería achacable, pues aquella exige la existencia de una ley causal
natural general de la cual el caso concreto sea expresión, mientras esta requiere un resultado acorde a la experiencia
general, situaciones que no surgieron en estos hechos. En consecuencia, no puede estimarse que el tribunal haya
razonado erróneamente al concluir que la muerte de la señora M.B. no es achacable a la imputada, y debe declararse sin
lugar el recurso." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 273 de las 10,55 hrs. del 13 de marzo.

28. TRAFICO DE DROGAS - Consideraciones sobre la actividad desarrollada por la organización.

"En el único motivo de su recurso por vicios in iudicando (folios 126 a 197, Tomo V), el representante del Ministerio
Público impugna el fallo de mérito por inobservancia del artículo 16 de la Ley de Estupefacientes, Sustancias
Psicotrópicas, Drogas de uso no autorizado y actividades conexas. En apoyo de su reclamo, sostiene que las conductas
desplegadas por los justiciables M. y G.V.H., J.C.R. y K.G.R., constituyen un concurso material entre los delitos de Tráfico
internacional y Tráfico nacional agravado de drogas y no un concurso ideal, como lo estimó el a quo. Indica que nos
hallamos ante una pluralidad de acciones, con fines diversos, distintas lesiones y dos normas independientes que
sancionan cada una de las actividades. Estima la Sala que el reproche no es de recibo. La sentencia que se impugna
establece que los justiciables dichos conformaban una organización cuyo objeto consistía en el tráfico de drogas, tanto a
nivel nacional como internacional (folios 2484 y 2485, Tomo IV); en otros términos, con distintas ramificaciones, no
obstante que algunos miembros de la banda participasen tan solo en alguna de las dos actividades posibles. En realidad,
considera la Sala que nos hallamos en presencia de un solo hecho (desde el punto de vista jurídico), relativo al tráfico de
drogas, no obstante que el juicio de reproche que deba hacerse a algunos de los justiciables, difiera del que corresponde
a otros, atendiendo a la naturaleza de los actos desplegados por cada uno. En efecto, debe recordarse que el delito de
tráfico (nacional o internacional) de drogas, constituye, no uno o varios actos aislados, sino una actividad, es decir, un
conjunto de acciones sistemáticamente vinculables por el fin que se persigue. Además, cuando estos actos se desarrollan
con sustento en una estructura organizativa, las posibilidades de lesión al bien jurídico tutelado son mayores, sin que ello
implique que cada uno de los miembros deba ejecutar tareas de idéntica naturaleza. En la especie, se acreditó que
algunos de los justiciables se encargaron de traficar cocaína hacia otros países, en tanto que los demás prestaron su
concurso en el cultivo y trasiego de drogas en el ámbito nacional. No obstante, los líderes de ambas "ramas" del grupo
son los mismos (M. y G.V.H.), lo que denota, como lo sostuvo el a quo, que se trata de una sola organización, dentro de
la cual es incluso admisible que algunos miembros no se conozcan o hagan tratos entre sí. El bien jurídico tutelado en
ambos casos es el mismo, aunque, conforme se adelantó, el juicio de reproche que deba hacerse a los partícipes se
agrave o atenúe, atendiendo al nivel que alcancen sus acciones dentro de la actividad global ejercida. Por ello, procede,
más bien, modificar el fallo, para señalar que no se produjo un concurso ideal entre las dos delincuencias que se
mencionan, sino que se trata de una sola actividad ilícita, en la cual algunos de los justiciables lesionaron más el bien
jurídico mediante el tráfico internacional, mientras que otros adecuaron su conducta al trasiego nacional de drogas. A
pesar de esta enmienda, observa la Sala que no procede modificación alguna de las penas fijadas, pues el a quo, al
absolver a ciertos imputados del delito de TRAFICO INTERNACIONAL DE DROGAS AGRAVADO, y condenarlos por el
de TRAFICO NACIONAL AGRAVADO, adecuó el juicio de reproche a los criterios que aquí se señalan y, respecto de
quienes fueron sancionados por ambas figuras, lo cierto es que la pena impuesta se encuentra dentro de los límites que
establece la Ley para reprimir el Tráfico internacional. En virtud de lo expuesto, debe declararse sin lugar el recurso."
1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 441 de las 8,48 hrs. del 15 de mayo.

29. USO DE FALSO DOCUMENTO - Falsificación de endoso - Tutela penal del cheque.

"Como primer agravio por vicios de fondo, el defensor del acusado reclama la errónea aplicación del numeral 363 en
relación con el 361, ambos del Código Penal, pues a su juicio la acción realizada por su defendido no es típica del delito
de uso de documento falso dado que los cheques utilizados eran verdaderos. Se tiene por cierto que los cheques, al
momento de serle sustraídos a la ofendida, se encontraban debidamente confeccionados por la persona autorizada para
ello, lo que significa que en sus elementos esenciales estos eran auténticos, verdaderos. Esos documentos, como títulos
valores, generadores de derechos y obligaciones, ya habían nacido a la vida jurídica en forma verdadera y legítima, por
ello, no puede considerarse que se habían falsificado total o parcialmente por el hecho de haberse falsificado el endoso,
porque éste no es parte esencial del cheque y por ello su falsedad no alcanza al título. Como primer punto debemos
aclarar que, con independencia de la consideración de si el endoso es parte o no del documento, en los términos en que
este documento se protege y tutela en el numeral 361, lo cierto es que falsificar un endoso, esto es, la firma del titular o
beneficiario de un título valor, constituye un supuesto de falsedad material, "hacer en todo o en parte" un documento falso,
pues precisamente se "usurpa" mediante la falsificación, el signo de autenticidad por excelencia como lo es la firma -en
este caso del beneficiario del título-, con la que se inicia a su vez la circulación del documento, lo que le da apariencia de
genuinidad, de autenticidad, facilitándose de esta forma su incursión en el tráfico mercantil, elemento que según se
analiza más adelante, es parte esencial de su propia existencia y finalidad jurídica, por lo que siempre nos encontramos
frente a un uso de documento falso, ya se considere falsificación de documento equiparado, ya sea de documento
privado, pues la falsificación material para ambos objetos se encuentra expresamente tipificada y ello sería suficiente para
declarar sin lugar este motivo de la impugnación. Falsificar la firma de un particular es la única forma de atribuirle una
determinada "declaración" que no ha hecho, dándole apariencia de genuinidad. Para Soler, en estos supuestos, se falsifica
la imputación de lo declarado y con ello, se falsea todo el documento, porque precisamente se le falsifica en lo único que
éste puede probar, que es que un sujeto ha hecho cierta manifestación (Soler Sebastián, Derecho Penal Argentino,
Buenos Aires, Tomo V. Tipográfica Editora Argentina, 1973. pp. 339 y ss.). En el caso de la falsificación del endoso
además, debe tenerse presente, que a diferencia de los signos oficiales de autenticidad como los sellos, los timbres, el
papel, que son conocidos por todos o por un gran número de personas, la firma de un particular no posee esa
característica, de modo que es, si se puede decir así, fácilmente falseable, por lo que incluso, como dice el autor citado
"para la falsificación de la firma, la tutela es menor pero más amplia" (ibíd. p.341). Esta afirmación la hace el autor
argentino porque tradicionalmente se han restringido los supuestos de falsedad material al concepto de imitación, lo que
es fácilmente comprensible si se piensa en documentos oficiales o instrumentos públicos o bien en la falsificación de
sellos o moneda, a los que sólo se les puede falsificar materialmente, es decir "hacer en todo o en parte", por imitación,
pero ello debe entenderse en forma más amplia cuando se hace referencia a documentos privados o de particulares y
muy especialmente en los títulos valores que están por su propia naturaleza, destinados a la circulación y muchos de ellos
-los títulos a la orden, dentro de los que está el cheque, y los nominativos- se trasmiten por endoso, documentos todos en
los cuales su autenticidad se comprueba generalmente por la firma. Y aquí hemos de aprovechar para aclarar otro
extremo íntimamente relacionado con el tema objeto de impugnación. El artículo 361 del Código Penal, si bien posee
como nomen iuris el de "Documentos equiparados", lo cierto es que en su texto únicamente establece que tendrán la
misma penalidad que la contemplada para el delito de falsificación de documentos públicos o auténticos, o para la
supresión, ocultación o destrucción de los mismos, señalada por los artículos 357 y 361, la realización de dichas
conductas en un testamento cerrado, en un cheque, sea oficial o giro, en una letra de cambio, en acciones u otros
documentos o títulos de crédito trasmisibles por endoso o al portador. Es decir, no contempla una equiparación expresa,
como sí lo hace el numeral 397 del Código Penal Argentino que establece: "Para los efectos de este capítulo, quedan
equiparados a los instrumentos públicos los testamentos ológrafos o cerrados, las letras de cambio y los títulos de crédito
transmisibles por endoso o al portador, no comprendidos en el art. 285". En este artículo se contempló expresamente a los
cheques dentro de los documentos equiparados, hasta 1984, en que por reforma impuesta por ley 23.077 se les eliminó,
quedando el texto como ha sido transcrito (Breglia Arias Omar y otro, Código Penal y leyes complementarias. Comentado,
Anotado y Concordado, Buenos Aires, Editorial Astrea, 1987. p. 996.). Aún cuando dicho artículo contemplaba
expresamente al cheque -y aún ahora que no lo hace- la doctrina argentina siempre ha considerado -apoyándose en la
doctrina italiana a partir del Código de 1930- que la equiparación lo es únicamente para efectos de pena -quoad poenam-,
y nunca para efectos sustantivos -quoad substantiam- es decir, nunca para estimar que esos documentos -testamento,
cheque, letra de cambio, etc.- se transforman por la ley en públicos, cuando su naturaleza privada resulta incuestionable
(cfr. Soler, op. cit. p. 330 y ss.; Creus Carlos, Falsificación de documentos en general, Buenos Aires, Editorial Astrea, 2da
edición actualizada, 1993, pp. 215 y ss.; Fontán Balestra, Carlos Derecho Penal. Parte Especial, Buenos Aires, Abeledo
Perrot, Octava Edición, 1978. p. 654; Núñez Ricardo, Manual de Derecho Penal. Parte Especial, Córdoba, Editorial Lerner,
1978. p. 484 y ss.) Está claro entonces que para efectos de nuestra legislación es aún más evidente que la equiparación
del numeral 361 es para efectos de penar con igual intensidad que la contemplada para los documentos públicos, la
falsificación de los documentos en él contemplados y dentro de ellos al cheque, pero nunca para considerar o elevar a
dichos documentos a la naturaleza de públicos, de modo que su falsificación es siempre la de un documento privado, con
la diferencia de que se les sanciona con mayor gravedad. Señalamos ya que, con independencia de la naturaleza jurídica
del cheque y del endoso, su falsificación es un supuesto de falsedad material y el uso de un documento en esas
condiciones será siempre uso de documento falso penado por el numeral 362 del Código Penal. No obstante, en atención
a los argumentos que expone el recurrente y a las consideraciones del Ministerio Público al contestar la audiencia de este
recurso, esta Sala estima necesario hacer algunas puntualizaciones en cuanto a la tutela penal del cheque en el delito del
numeral 361 del Código Penal. II.- De los títulos valores y su mayor protección penal. Conviene cuestionarse por qué los
cheques, junto con los demás documentos privados que contempla el numeral 361 -excluyendo para los efectos de este
desarrollo al testamento-, reciben -en la nuestra y en otras legislaciones- una mayor protección por parte del derecho
penal cuando de su falsificación se trata y por qué se les agrupa dentro de los delitos que atentan contra la fe pública. La
mayoría de los autores justifica esta tutela penal más intensa, por la importancia que estos documentos, hoy agrupados
bajo el concepto de títulos valores, poseen para el tráfico mercantil y para la agilidad, confianza y seguridad que requiere
el comercio en la economía moderna. Para efectos de resolver este asunto, es necesario exponer algunas notas sobre los
títulos valores, para comprender su protección por el derecho penal. El concepto de título valor, es una construcción
dogmática de los intérpretes alemanes e italianos, que elaboraron la teoría general de los mismos, a partir de las
características que a ellos asignaba la ley, sin olvidar que en todo caso, como ocurre en general con todas las
instituciones del derecho mercantil, fueron los usos y las costumbres los que dieron nacimiento a este tipo de documentos,
definiendo la práctica, las características que según las diferentes necesidades se fueron perfilando, para cada tipo
particular de título valor. Lo importante es destacar que precisamente esta disciplina vino a "romper" el esquema
tradicional de trasmisión de créditos, optando por la agilidad y por la tutela del adquirente del título en beneficio de la
seguridad y la posibilidad práctica de la circulación de créditos, de posiciones contractuales o de participaciones en
sociedades y comunidades (Vid. Torrealba, Octavio. Apuntes sobre un concepto tipológico de título valor en Revista
Judicial, San José, Departamento de Publicaciones e Impresos Poder Judicial, 1991, No. 53 pp. 21 y ss.). De lo expuesto
resalta que la esencia de los títulos valores es su posibilidad de circular, en aras de la cual se perfilan las características
propias de estos documentos como son la incorporación en ellos de los derechos destinados a la circulación, la autonomía
de los derechos y obligaciones de las partes, la literalidad y su poder de legitimación. Toda esta construcción jurídica
respalda la necesidad práctica de la circulación de la riqueza. Es ésta la característica propia de los títulos valores, que
nacieron para movilizar la riqueza, para trasladarla con seguridad y certeza. Por ello surgió la letra de cambio y, las
posteriores necesidades dieron nacimiento a sus derivados como el pagaré, el cheque y luego a las obligaciones, bonos
acciones, cartas de porte, en fin, a toda la gama de títulos que hoy existen y que, según su naturaleza, poseen sus
propias reglas para circular (Al respecto, véase Sanín Echeverri, Eugenio. Títulos valores, Bogotá, Ediciones Librería del
Profesional, Quinta Edición, 1993, pp. 13 y ss.). Según la forma en que pueden circular, los títulos valores se clasifican en
títulos al portador, que se negocian por la simple entrega (artículos 712 y ss. del Código de Comercio); a la orden, que
son trasmisibles por endoso y entrega (artículos 693 y ss. del Código de Comercio) y nominativos transferibles también por
endoso y entrega, pero cuya transferencia debe inscribirse en un registro llevado por el creador del título (arts. 687 y ss.
del Código de Comercio). Estas formas son las que integran la llamada ley de la circulación. Cada título valor tiene su
propia ley y sólo puede negociarse de conformidad con ella. Si no se hace así no puede estimarse que el título circuló,
podría ser otro tipo de negocio, pero no lo sería ya en términos cambiarios (Cfr. Sanín Echeverri op. cit. p. 17). III.- Debe
destacarse que por la literalidad se considera que "el derecho brota del título literal en el sentido de que en todo aquello
que mira su contenido, extensión y modalidades, es decisivo exclusivamente el elemento objetivo del tenor del título"
(Ascarelli, citado por Sanín Echeverri, op. cit. p. 25), por lo que además del tenor, es necesaria la tenencia o posesión del
título para poder hacerlo efectivo. Precisamente por esta característica de la literalidad es que se insiste tanto en las
formalidades de los títulos valores, señalando la ley determinados "requisitos esenciales", que de manera general se
enuncian en nuestra legislación en el artículo 670 y en cuanto al cheque en particular en el numeral 803, ambos del
Código de Comercio. El tenor literal del título es esencial para determinar sus alcances y la naturaleza del derecho que en
él se contiene, pero todo ello además en función especialmente de su circulación, que deberá realizarse según la ley
propia de cada uno de ellos. Obsérvese incluso que al cheque que no reúna esos requisitos no se le considerará cheque,
esto es, título valor, lo que no significa que no sea válido entre las partes originarias de la relación (artículo 804 del Código
de Comercio). Por ello se afirma que la literalidad no actúa en favor de las partes "originarias", que tienen entre ellas
convenciones directas, porque entre ellas no ha habido circulación, no ha ingresado en el tráfico mercantil, sino que
funciona en favor de las demás partes quienes entran en posesión del título por su circulación, es decir, para proteger al
público, al adquirente de buena fe, por ello, la literalidad sólo se explica en función de la circulación del título (Sanín
Echeverri, op. cit. p. 25). La autonomía significa que cuando el documento circula, en cada negociación nace un derecho y
una obligación autónomos para el adquirente, una nueva parte en la cadena que se da al circular el título. "Por la
autonomía, desde su aspecto activo, cada suscriptor de un título valor, sea como creador o cedente del mismo, como
avalista o en cualquier sentido, se obliga autónomamente, separadamente, unilateralmente (...) Por la autonomía, cada
parte ‘se obliga’, crea ella misma su obligación. En la negociación por endoso, típica de la letra de cambio, suele decirse
que ‘el que endosa gira’. Se obliga, crea su propia obligación. Así existe una buena base jurídica para que se haga
responsable independientemente de los defectos y excepciones de las partes precedentes", si bien debe destacarse que la
autonomía sólo beneficia a quien haya adquirido el título según su propia ley (Ibíd p.30-31). El endoso en un cheque
implica no sólo trasmitir su propiedad sino además adquirir una obligación personal de garantía del título, por lo que su
falsedad perjudica a quien le ha sido usurpada la firma y a quien adquiere de buena fe el título así afectado. Finalmente,
en lo tocante a la legitimación, debe señalarse que ésta se refiere al tenedor del título y le permite de un lado ejercitar el
derecho contenido en el documento y al deudor quedar liberado si le cancela a éste. La legitimación la tiene quien ha
adquirido el título de conformidad con su ley para circular y es elemento esencial del título valor, al lado de la literalidad y
la autonomía. Esta característica interesa pues con relación a los poseedores distintos del primero, porque después de
éste es suficiente, para la propiedad formal, poseer el título según su ley de circulación, y aunque para efectos meramente
obligacionales se habla del tomador de buena fe, el que ha adquirido regularmente, también el tomador irregular es por las
apariencias reputado dueño del título -como aquel que falsifica el endoso- aunque no está legitimado para su ejercicio. En
los títulos al portador, el legitimado es quien ostenta la posesión del título; en los títulos a la orden se requiere continuidad
en la cadena de endosos -la que fácilmente se logra con su falsedad- así como la identificación del último tenedor. El
cheque, como orden incondicional de pago, girada contra un banco y pagadera a la vista, puede ser a la orden o al
portador, de modo que para que circule y se estime legitimado su tenedor, se requiere, en los que son al portador, la
simple entrega; en los cheques a la orden se requiere el endoso, y no puede exigirse al que se presente a su cobro que
compruebe la autenticidad de éstos, solamente debe verificarse su continuidad y la identidad de quien se presenta como
último tenedor (art. 705 del Código de Comercio). IV.- El cheque en el artículo 361 del Código Penal. Luego de todo lo
que se ha venido exponiendo con respecto a los títulos valores, cabe preguntarse en qué sentido se debe enfocar la tutela
de la falsificación del cheque en el artículo 361 del Código Penal. El cheque, por su propia naturaleza de ser
prácticamente un equivalente del dinero en efectivo, siempre ha sido objeto de especial protección por el derecho penal.
Esta tutela se ha identificado con la que corresponde al libramiento de cheques sin fondos, de la contraorden injustificada
de no pago, así como ineludiblemente del fraude cometido por su medio. Todas estas conductas buscan tutelar la
confianza pública, el patrimonio y la fe pública y la prelación de bienes jurídicos dependerá de cada legislación. Además,
se refieren todas a conductas propias del cuentacorrentista, es decir del titular de la cuenta contra la cual se gira el
cheque o bien del particular que en contubernio con éste, hace circular un cheque sin provisión de fondos o que
finalmente no será hecho efectivo. Pero la idea de la falsedad también ha acompañado a este tipo de documentos,
especialmente cuando el cuentacorrentista es despojado por descuido o violencia de los formularios de cheques y éstos
son falsificados para poder hacerlos efectivos (Vid. Tocora, Luis Fernando. Protección Penal del Cheque, Bogotá, Temis,
1984. 200 p. pp. 91 y ss; Borinsky Carlos, Derecho Penal del Cheque, Buenos Aires, Editorial Astrea, tercera reimpresión,
1986. 291 p.; Trujillo Calle Bernardo y otros, Comentarios a los títulos valores, Bogotá, Librería Jurídica Wilches, 1983.
214 p.). De allí se comprende por qué generalmente, cuando se habla de la falsificación material del cheque, se recurra
siempre a la idea de la falsedad de la firma del girador, es decir, del que emite el título, de la cantidad, o bien a la
identidad del beneficiario del título que son los elementos verdaderamente esenciales del cheque, como orden
incondicional de pago que es. Sin embargo, la falsificación de esos extremos, que indudablemente constituyen un hacer
total o parcialmente el cheque falso, enfocan y afectan una parte, esencial sí, pero sólo una de las esferas del cheque
como título valor, cual es, según se vio, su literalidad -la existencia y alcance de la obligación cartular-, además de su
autoría y genuinidad, como emanado realmente del titular de la cuenta. Sin embargo, esa orden incondicional de pago
carece de sentido si no puede hacerse efectivo. En el caso de los cheques a la orden, su propiedad y la forma de
efectivizarlo es únicamente mediante el endoso. Así, vemos como éste es parte esencial del cheque en su propia finalidad
jurídica, de modo que no podría pensarse en proteger el cheque en su literalidad pero no en su titularidad, su propiedad o
en la posibilidad misma de que sea hecho efectivo. Tanto se perjudica la fe pública, la confianza pública cuando se falsea
el contenido de un cheque como cuando se falsifica un endoso, especialmente porque en aras de proteger la circulación y
la confianza en estos documentos, el tenedor de buena fe siempre es protegido, con independencia de las falsedades en
la cadena de circulación (arts. 810 y 811 del Código de Comercio). Por eso es claro para esta Sala que falsificar un
endoso es falsificar parcialmente un cheque y esa conducta sería típica del artículo 361 del Código Penal (Núñez, op. cit.
p. 485; Romero Soto, Luis, La Falsedad Documental, Bogotá, Editorial Temis S.A.; 1993, cuarta edición ampliada y
revisada. 564 p; pp. 374 y ss.). La diversa conclusión a que se llega por parte de algunos autores argentinos,
particularmente Carlos Creus, en quien apoya el recurrente sus alegatos, está basada precisamente en la diferente
regulación que se da en ese país respecto del cheque, cuya naturaleza como título valor es dudosa, al prescribirse el
trámite de la cesión de créditos para aquellos cheques que superen determinado monto, así como la obligación en esas
circunstancias de elaborarlos siempre en favor de persona determinada. A ello hay que agregar que el cheque fue
expresamente excluido del artículo 397 del Código Penal tal y como se señaló. Finalmente debe señalarse que Creus no
estima impune la falsificación del endoso, como parece entenderlo el impugnante, sino que la califica como falsificación de
documento privado (Vid. Creus, op. cit. pp. 219 y ss.). Según se ha analizado, la conducta del imputado es típica del
delito de uso de documento falso y por esa razón debe declararse sin lugar este motivo de la impugnación." 1997. SALA
TERCERA DE LA CORTE, Nº 1415 de las 10,10 hrs. del 5 de diciembre.

30. VENTA DE DROGAS - Requisitos de las ventas controladas.

"II.- En la investigación de los delitos relacionados con el tráfico y comercialización de drogas, la actividad de la policía es
de trascendental importancia pues permite no sólo individualizar a los partícipes, sino, antes bien, identificar su forma de
operar, sus relaciones, contactos, en fin, la serie de indicios comprobados que legitimarán -de ser procedente- la
intervención del aparato jurisdiccional, para ordenar la realización de diligencias probatorias, anticipos jurisdiccionales de
prueba y, finalmente iniciar el proceso para juzgar a los responsables. Sabido es que en esta materia resultan de utilidad
las llamadas compras controladas de drogas, en las cuales se utilizan colaboradores de la policía que actúan como
"agentes encubiertos" es decir, personas que, ocultando su verdadera identidad, se hacen pasar por adictos para tratar de
adquirir droga y reforzar, con estas diligencias, la investigación que se realiza. Ha sido reiterada la jurisprudencia, tanto de
esta Sala como de la instancia constitucional, que si bien reconoce la utilidad de este tipo de estrategia de investigación,
si señala que deben utilizarse y valorarse en el contexto de unas diligencias que al menos arrojen su necesidad y utilidad
probatoria. A su realización deben unirse otros elementos, por ejemplo, informes que señalen el punto de interés como
reconocido por el tráfico de drogas, vigilancias, los llamados fijos, o seguimientos policiales que refuercen la sospecha de
que el ilícito se da y deseable es que, además, en caso de que sea factible, esas vigilancias y fijos se registren
audiovisualmente. La Sala Constitucional ha tenido ocasión de pronunciarse sobre el tema en la sentencia 5573-96, de las
once horas seis minutos del dieciocho de octubre de mil novecientos noventa y seis, oportunidad en la que señaló: " (...)
La rigurosidad que debe tenerse en esta materia de "experimentos" u operativos simulados, se debe a que se trata de
preconstitución de prueba contra el acusado. Por ello, el juzgador debe ser exigente en cuanto a la valoración de este tipo
de operativos. La intervención en ellos del juez de la fase de investigación, como garante de la legalidad de la prueba es
lo recomendable, pero de antemano no podría negarse valor a un operativo encubierto si esta participación del juez no se
da. Lo cierto es que, reiterando lo que esta Sala y su jurisprudencia han manifestado, la intervención del juez es
indispensable cuando se pretenda incursionar o lesionar derechos fundamentales, por ejemplo, si se pretende realizar un
allanamiento; si es necesario realizar una intervención telefónica, en fin, si el operativo incluye la afectación de algún
derecho fundamental. En los demás casos, el juez al valorar la prueba obtenida de las investigaciones policiales, debe ser
particularmente exigente respecto de la existencia de indicios que legitimen el operativo encubierto, de modo que no sirva
como pretexto para que las autoridades tienten a los sospechosos y los induzcan a ser autores de hechos delictivos que a
lo mejor no tenían planeado realizar, actuando como típicos agentes provocadores, porque ese proceder de la policía es
inconstitucional (...) Corresponderá en todo caso a los jueces penales decidir si con la prueba obtenida del operativo
simulado es suficiente para destruir el estado de inocencia y llegar a la necesaria demostración de culpabilidad". Por su
parte, la jurisprudencia de esta Sala ha reconocido su pertinencia, al tiempo que, al determinar sus alcances probatorios,
ha sido especialmente rigurosa si no se acompaña de mayores elementos. Por ejemplo, se ha dudado de su legitimidad
cuando además ha fallado la cadena de custodia de la evidencia obtenida en las supuestas compras -sentencia 792-97,
de las 15:55 del 7 de agosto del año anterior-; ha puntualizado la necesidad de que las compras controladas se respalden
en actas en las que, previamente la policía se asegure de haber requisado al agente encubierto e individualizado los
billetes y luego, registre el resultado de la compra, la evidencia obtenida y la remita a las autoridades judiciales
respetando la cadena de custodia, aunque también se ha admitido que la ausencia de esas actas de antemano no resta
valor a las diligencias, si pueden acreditarse por otros medios: "Sin embargo, aunque no es lo más recomendable,
perfectamente las transacciones pueden ser probadas por otros medios de prueba, incluyendo billetes previamente
identificados -no marcados ante juez- por los testigos; lo cual será posteriormente evaluado por los jueces de acuerdo a
las reglas de la sana crítica" -sentencia 548-F-95 de las 9:10 hrs. del 22 de setiembre de 1995-; contextualmente ha
reconocido su validez para acreditar el hecho delictivo, cuando además de las compras, existen vigilancias, seguimientos
o fijos de los cuales se ha podido extraer la actividad desarrollada por el imputado -entre otras, sentencias 398-97 de las
16:35 hrs, del 29 de abril y 419-97 de las 9:35 hrs. del 9 de mayo ambas del año anterior-. Finalmente, ha reconocido el
deber de las autoridades de suministrar la identidad del agente encubierto para que esta persona sea sometida al
contradictorio en la fase plenaria, aún cuando ha admitido que si la policía no lo identifica, la declaración de los oficiales
que acompañaron al agente encubierto y vigilaron las compras es suficiente para acreditarlas: "Desde luego, para tener
por cierto que una persona vendió drogas a un agente encubierto enviado por la policía, es necesario que esta última
suministre a la autoridad jurisdiccional la identidad del comprador, con el fin de ser sometido al interrogatorio
correspondiente en las distintas etapas del proceso, en especial durante el juicio. Para tales como regla general, no es
suficiente la simple versión policial, cuando los policías sólo saben lo que les dijo el agente encubierto. En el presente
caso los policías no revelaron el nombre del comprador de la droga, y aún cuando lo conveniente hubiere sido que
suministraran la identidad con el fin de interrogarlo, lo cierto es que ellos acompañaron a dicha persona durante el
operativo y pudieron presenciar el momento preciso en que se realizó la negociación, por lo que son testigos directos del
hecho y no de referencia" -sentencia 398-97 ya citada-. III.- Este breve recorrido por la jurisprudencia sirve de antesala
para analizar el caso en estudio. La policía se negó en todo momento a identificar al agente encubierto. El imputado
declaró y afirmó que lo conocía y cuáles podrían haber sido sus motivaciones para implicarlo como vendedor de droga -
cosa que él niega- y por ello solicitó al Tribunal que lo llevara a estrados. El órgano jurisdiccional se negó, sin dar
mayores fundamentos, omitiendo en forma ilegal diligenciar una prueba de trascendental importancia para la defensa del
imputado y para tratar de alcanzar la verdad de los hechos, solicitud de prueba que incluso fue apoyada por el Ministerio
Público, según se desprende del acta de debate visible a folio 106. A su vez, la investigación policial en este caso fue por
demás deficiente, mezclando los elementos indiciarios que supuestamente existían contra dos sujetos distintos, en
apariencia sin relación alguna, como son el imputado y F.O.B., de modo que la confusión no permite organizar en forma
científica y eficiente la investigación contra el imputado E.R. ¿Por qué se afirma esto? A E.R. nunca se le realizan
vigilancias ni fijos; no se conoce si a su casa efectivamente se acercaban con frecuencia, o de manera ocasional,
personas adictas a abastecerse de droga; la compra controlada que según los oficiales realizó el agente encubierto en
fecha nueve de setiembre no fue documentada en un acta y si bien podría acreditarse por otros medios, el agente
encubierto nunca fue identificado ni llamado a estrados; los oficiales no lo acompañaron a la compra y simplemente narran
que el agente encubierto les manifestó que fue el imputado quien le vendió marihuana, constándoles sólo que se
apersonaron a la casa de éste; la droga que supuestamente se obtuvo de esta compra el nueve de setiembre fue dada en
custodia, según lo refiere el informe policial incorporado al debate, al Jefe de la Delegación del Organismo de
Investigación Judicial, sin que fuera esa evidencia allegada nunca al proceso, pues lo único que se recibió y se envió para
análisis fue lo que resultó decomisado el día del allanamiento, el veintidós de setiembre, según se desprende del acta de
pesaje de folio 1, el acta de decomiso de folio 3, la constancia de recibido de la Agencia Fiscal, visible a folio 5 y el envío
de droga al Laboratorio, en la copia del oficio visible a folio 21, sin que se solvente esta situación por la circunstancia de
que, al ordenar el allanamiento la Jueza de Instrucción de Pérez Zeledón, para las casas de habitación del imputado y de
F.O., en acta cuya copia es visible a folios 102 a 105, esta autoridad manifestara que tuvo a la vista la droga, pues lo
cierto es que esta evidencia nunca ingresó al proceso y al ordenarse el allanamiento, en fecha veintidós de setiembre, ya
han transcurrido doce días de que fuera supuestamente obtenida, sin registro documental alguno que respalde en forma
eficiente su existencia y el respeto a la cadena de custodia. Nótese cómo la confusión es tal que el veintidós de
setiembre, cuando se procede por parte de la jueza dicha a individualizar los billetes a utilizarse en el operativo -según se
aprecia en el acta cuya copia es visible a folio 48, debidamente incorporada al debate-, ni siquiera se menciona qué es lo
que se va a realizar, a quiénes se les va a comprar, sino que simplemente se señala que se individualizan los billetes "con
la finalidad de ser utilizados en un operativo policial en el que se está investigando un trasiego de drogas",
indeterminación que resulta inadmisible. A ello debemos unir varios elementos: no existen seguimientos o vigilancias
previas que identifiquen la casa del imputado como centro de expendio de marihuana; el acusado es adicto a esta droga y
así lo confirma el hecho mismo de que, al momento de ser detenido, los propios oficiales narran que se encontraba
consumiendo droga en compañía de su hermano; la droga decomisada no estaba empacada ni individualizada en
"puchos" o bolsitas, como para presumir que estaba lista para ser vendida, contrario a la droga hallada en la casa de
F.O.B., según se aprecia de la copia del acta de decomiso visible a folio 52; el imputado, al momento de ser detenido, el
propio día del operativo y de la supuesta compra -tampoco documentada-, ni siquiera se encuentra en su casa -supuesto
centro de expendio de la droga-, sino que está en la casa de sus padres, fumando marihuana con su hermano en un
rancho, encontrándoseles esta droga en un taco de papel periódico y en una bolsa plástica, es decir, empacada en la
misma forma en que la tenían oculta en su casa, sitio en el que no se halló más dinero que los mil colones. De todos los
elementos descritos y, aún cuando se aceptara que el día del operativo el acusado le vendió droga al agente encubierto -
hecho dudoso por todo lo ya expuesto- y se valore junto a la cantidad de marihuana decomisada en casa del imputado,
esos elementos serían del todo insuficientes para estimar con la certeza necesaria para condenar, que este se dedicara a
vender droga a los consumidores y que para tal efecto la poseía en su casa de habitación, pues los elementos antes
descritos hacen surgir la duda, por no excluir la posibilidad de que la droga sea para consumo del imputado y su
hermano, comprobado que son adictos a la marihuana. Es evidente que no se ha alcanzado la necesaria demostración de
culpabilidad en el hecho atribuido a J.G.E.R., tal y como lo exige el numeral 39 de la Constitución Política, razón suficiente
para decretar la nulidad del fallo, si bien, esta Sala, en atención al principio también de raigambre constitucional, de
justicia pronta y cumplida y a las características de este caso, para el cual el juicio de reenvío resultaría del todo inútil,
dado que el estado de las cosas no variará, pues los defectos apuntados a la investigación y a la prueba no pueden
remediarse, ni aún cuando se allegara al proceso al agente encubierto, pues siempre esas compras controladas serían
insuficientes para acreditar el hecho, por todo lo antes expuesto lo procedente es resolver el fondo del asunto y, en
aplicación del principio in dubio pro reo, absolver a J.G.E.R. de toda pena y responsabilidad por el delito de posesión de
droga para la venta a consumidores que se le ha venido atribuyendo, ordenándose su inmediata libertad, en caso de
encontrarse detenido por este proceso y si otra causa ajena a ésta no lo impide." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE,
Nº 162 de las 11,17 hrs. del 20 de febrero.

31. VIOLACION AGRAVADA - Intervención de varios sujetos - Aplicación de no reforma en perjuicio.

"Se alega la inobservancia de los artículos 3, 41 de la Constitución Política, 145 inciso 3, 146 párrafo 3, 341 y 459 del
Código de la materia. Se señala en su apoyo que los jueces de mérito quebrantaron las reglas del debido proceso al no
aplicar el principio de la "no reformatio in peius", puesto que las penas que se le impusieron son más graves que las
fijadas en la primera sentencia que fue anulada por esta Sala. Llevan razón los impugnantes en sus reparos.
Efectivamente ambos encartados fueron condenados por el Tribunal Superior de Heredia, Sección Segunda, en resolución
dictada a las 17 horas del 27 de febrero de 1997 a sufrir la pena de prisión de cinco años en su condición de cómplices
(folios 76 ss.). Aquellos formularon recursos de casación (folios 97 a 116) y esta Sala mediante el voto número 741 de las
16:05 horas del 24 de julio de 1997 los declaró con lugar, anulando dicho fallo y ordenando el reenvío del expediente para
su nueva sustanciación. Posteriormente, como consecuencia del nuevo debate que debió celebrarse, el Tribunal dictó su
segunda sentencia a las 18:25 horas del 30 de octubre de 1997 (folios 168 a 177), determinándose en esta que ambos
eran responsables del delito de Violación Agravada pero en su condición de coautores y se les impuso doce años de
prisión a cada uno. Sin embargo debe aclararse que no lleva razón el a quo cuando afirma que cuando se produce el
delito de Violación por la intervención de varios agresores (sujetos activos) todos deben ser considerados coautores por la
comunicabilidad de la circunstancias, independientemente que uno solo o todos hayan tenido acceso carnal con la
ofendida (Ver en especial f.175 vto., líneas intermedias). Esto último no es así ante los requerimientos del tipo penal
respectivo (art. 156 ibíd), donde solo puede ser autor quien accede o penetra a su víctima. Lo que sí es cierto es que la
circunstancia de agravación señalada en el artículo 158 ibídem resulta "cuando el hecho se cometiere con el concurso de
una o más personas", independientemente de que su intervención haya sido como cómplices (por ejemplo sosteniendo a
la ofendida para que otro la penetre con mayor facilidad o amenazándola para que así ocurra, etc.) o como autores
(teniendo acceso carnal simultáneo o turnándose para ejecutar la penetración). En el presente asunto se tuvo por
demostrado que la señora R.P. fue sorprendida por cuatro sujetos en su casa de habitación, uno de los cuales -el
encartado G.M.O.- le introdujo el pene en su vagina mientras los otros tres individuos (entre ellos el imputado R.A.R.M.) la
sostenían para que M. pudiera asegurarse su cometido ilícito. Así pues, debe aclararse que aquí se está en presencia de
un delito de Violación Agravada del cual resulta autor el mencionado M.O. y cómplice de esa delincuencia R.M. Ahora
bien, el párrafo final del artículo 459 del Código Procesal Penal establece que cuando "hubiere sido recurrida solamente
por el imputado o a su favor, la resolución no podrá ser modificada en su perjuicio, en cuanto a la especie o cantidad de
la pena ni a los beneficios acordados" (prohibición de reforma en perjuicio). En el caso sub examine únicamente ambos
encartados recurrieron reclamando vicios formales que justificaron la anulación de la anterior sentencia, pues aunque
también lo hizo el Fiscal del Ministerio Público, su recurso de casación tan solo fue por motivos de fondo, al estimar que
además se estaba en presencia de un delito de Violación de Domicilio, sin referirse de ningún modo al ataque sexual que
originó la condenatoria por el delito de Violación (ver fs. 89 a 96), con lo cual se conformó con lo resuelto en ese punto.
De haber impugnado en esta vía los mismos aspectos que motivaron el reclamo de la defensa, no sería aplicable la
prohibición de la reforma en perjuicio, aunque esta Sala hubiese omitido pronunciamiento sobre su recurso, ya que ello se
da sólo cuando recurre el imputado o se hace en su favor (art. 459 del Código de la materia). Lo anterior significa que los
impugnantes sí quedaron en este asunto protegidos por dicho principio, el cual debió ser aplicado de acuerdo con las
circunstancias, ya sea que se hubiese dado el reenvío o que ahora la propia Sala se pronuncie sobre el fondo. En el
primer caso el Tribunal de mérito al sustanciar nuevamente la causa puede variar la calificación de los hechos y el grado
de participación de los acusados, pero cuando ello ocurre, como en el sublite, es obligación de los jueces respetar esta
garantía (véase en este sentido RICARDO C. NUÑEZ, "Código Procesal Penal de la Provincia de Córdoba", Lerner, 1978,
ps. 466 y 467; JORGE A. CLARIA OLMEDO, "Tratado de Derecho Procesal Penal", Ediar. 1963. t. IV. ps. 274 y 275).
Debe quedar claro entonces que la prohibición de reformar en perjuicio de quien recurre se limita a la "especie o cantidad
de la pena" o a los beneficios que se le hubieren acordado y no con respecto a otros extremos; como también podría
beneficiarse con el dictado de una absolutoria. La misma situación se da respecto de R.M., de quien se dijo debe ser
considerado cómplice de una Violación Agravada, aunque con apoyo en los mismos argumentos del tribunal, así como por
la gravedad de los hechos, el modo en que se produjo (prevaliéndose de la enfermedad de la víctima, que se encontraba
sola y desprotegida, violentando su hogar en horas de la madrugada y con la intimidación de cuatro sujetos, dos de ellos
menores de edad) debe mantenerse igual pena que para el autor del acceso carnal, pues la potestad de disminuir la
sanción no debe ser ejercida en el subjúdice aunque se trate de complicidad. Se declaran con lugar los dos reproches
examinados y resolviéndolos en cuanto al fondo se anula parcialmente la sentencia. Se fija la pena impuesta a G.M.O. y
R.A.R.M. en cinco años de prisión en su condición de autor el primero y de cómplice el segundo, del delito de Violación
Agravada cometido en perjuicio de M.Z.R.P., lo cual se hace tomando en cuenta -según se explicó- los mismos factores y
circunstancias que analizó el a quo para tales efectos." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 320 de las 14,05 hrs.
del 30 de marzo.

B. DERECHO PROCESAL PENAL

32. ACCION CIVIL RESARCITORIA - Improcedencia de pretensión de nulidad de contrato con ente asegurador.

"En el único motivo de casación por el fondo, el Licenciado A.A.C., apoderado especial judicial de la actora civil en esta
causa, aduce la inobservancia del artículo 1023 inciso 2, apartes m) y f) del Código Civil, así como errónea aplicación del
numeral 1022 del mismo texto. Hace recaer su inconformidad en que el a quo declaró sin lugar la acción civil instaurada
contra el Instituto Nacional de Seguros, negándose a anular la cláusula contenida en el contrato suscrito por su
representada con la entidad aseguradora, que le permite a ésta liberarse del pago convenido en caso de accidente
automovilístico, si el conductor del vehículo se halla en estado de ebriedad. Estima quien recurre que "Por tratarse de un
contrato de adhesión esa cláusula contractual es nula en los casos de empresas dedicadas al alquiler de vehículos, pues
depende del hecho de un tercero, ajeno al convenio el que se exima a la aseguradora de sus obligaciones en ese
contrato." A juicio de la Sala, el reproche no es atendible en esta vía. No obstante la amplitud de que goza el instituto de
la acción civil resarcitoria, que le permite al juzgador penal definir diversos extremos, ella también se encuentra limitada,
desde su propio origen, por la finalidad que la inspira, a saber, según lo estatuye el artículo 9 del Código de
Procedimientos Penales, "la restitución del objeto materia del hecho punible, así como la indemnización de los daños y
perjuicios causados por el mismo". El artículo 11 del mismo texto señala: "La acción resarcitoria podrá ser ejercida en el
proceso penal sólo cuando esté pendiente la acción principal; pero la absolución del acusado no impedirá que el tribunal
de juicio se pronuncie sobre ella en la sentencia ni la ulterior extinción de la pretensión penal impedirá que la Sala de
Casación decida sobre la acción civil". Por último, el artículo 398 dispone: "La sentencia absolutoria ordenará, cuando
fuere el caso, la libertad del imputado y la cesación de las restricciones impuestas provisionalmente, o la aplicación de
medidas de seguridad al inimputado (artículo 320) o la restitución, indemnización o reparación demandada (artículo 11)."
Integrando las normas transcritas, se colige que la accesoriedad de la acción civil se manifiesta en la necesaria
investigación judicial de un hecho punible, y tiene como propósito disponer el resarcimiento de los daños acaecidos como
resultado de él; sin embargo, el fundamento para que, en efecto, se ordene la indemnización o restitución, no estriba en
que se compruebe la existencia del delito, sino que, aun en caso de que no exista conducta que merezca ese calificativo,
puede imponerse el deber de resarcir, aplicando las normas que, de modo directo, lo ordenen (v. gr.: ilícito civil,
responsabilidad objetiva, etc.). En ambos supuestos, el objeto de la litis está constituido por la responsabilidad
extracontractual y es éste el límite que define la competencia y atribuciones del juzgador penal, en su conocimiento de la
acción civil. Lo pretendido por el recurrente es que se anule, dentro de este proceso, la cláusula de un contrato suscrito
entre su representada (empresa de alquiler de vehículos) y el Instituto Nacional de Seguros. Como puede verse, el
pronunciamiento que se pide es, en esencia, sobre aspectos puramente contractuales, que desbordan la competencia
fijada a la Sala (y a los tribunales penales, en general), ya que, no obstante el innegable vínculo de esa cláusula con el
resarcimiento que haya de hacerse a raíz del hecho punible que se investigó, lo cierto es que la fuente de la
responsabilidad del Instituto Nacional de Seguros no deriva más que de un convenio, es decir, nos hallamos ante una
responsabilidad surgida de contrato y no del hecho punible en sí. Éste no constituye más que el "siniestro", "riesgo" o
"contingencia", previsto en el acuerdo, consiste en un presupuesto generador para que tengan eficacia las consecuencias
dispuestas contractualmente, pero no en la fuente legal de éstas. En otros términos, del delito investigado, en sí, no surge
ninguna responsabilidad para la entidad aseguradora, sino que su fuente es de origen completamente contractual. Ahora
bien, los tribunales penales, a la hora de definir al "civilmente responsable", solo pueden recurrir a lo que se haya
establecido en las normas jurídicas. Así, por ejemplo, pueden establecer responsables solidarios en casos de accidentes
de tránsito, o en otros, cuando así lo disponga la ley de manera expresa, o los convenios admitidos por el ordenamiento
(como en el supuesto de sociedades). Sin embargo, no están autorizados para imponer responsabilidad civil a sujetos,
cuando ella dependa del pronunciamiento que deban hacer otros tribunales competentes, por ejemplo, no podrían
designar la sucesión del civilmente responsable (que no sea el imputado, pues la muerte de éste torna imposible la
prosecución del juicio accesorio), con el propósito de obligarla a cargar con el deber de resarcir, ya que la apertura de la
mortual, el nombramiento de albacea y la definición de herederos, escapa a su esfera de competencia. En el presente
caso, nos hallamos ante una situación similar, pues si el contrato suscrito por la actora civil con la entidad aseguradora es
la fuente directa de la responsabilidad de esta última, y el convenio, por su parte, contiene una cláusula que la exonera en
ciertas circunstancias, el punto que quien recurre solicita dilucidar se desplaza del extremo de la responsabilidad
(contractual, en todo caso) y se centra en el de la validez de un convenio. Es decir, se discute la pureza y legalidad de la
fuente misma de la obligación, aspecto que, en definitiva corresponde conocer en otras vías, distintas de la penal, si dicha
validez no está afectada por un delito que se ventile en el mismo proceso. En suma, por tratarse de la alegada invalidez
de la cláusula de un convenio, que no ha sido declarada en la vía competente y del reclamo de una responsabilidad
contractual aspectos que desbordan los límites para el conocimiento de la acción civil en sede penal, procede rechazar el
recurso formulado, sin perjuicio de la facultad de la actora de gestionar su pretensión en el proceso que corresponda."
1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 53 de las 9,45 hrs. del 16 de enero.

33. ADICION Y ACLARACION - Errores materiales graves que impiden subsananar por esta vía - ulidad de la propia
sentencia.

"El Lic. E.N.G. solicita adición y aclaración de la anterior sentencia de esta Sala (V. 23-98 de las 10 hrs. del 9 de enero
del año en curso) por estimar que es contradictoria por contener una serie de errores materiales, los cuales señala en su
escrito (ver fs. 201 a 203). Efectivamente se observa que se incurrió en graves defectos, insuperables por la vía de la
adición y aclaración, pues corregirlos supondría una modificación esencial a lo ya dispuesto. Ante tal situación,
reconociendo los citados errores, los suscritos Magistrados optamos por anular y dejar sin efecto la sentencia referida en
todos sus extremos, decretando la inhibitoria de quienes concurrimos a pronunciarla para que una Sala integrada por
Magistrados Suplentes proceda al estudio y resolución de los recursos de casación presentados en autos." 1998. SALA
TERCERA DE LA CORTE, Nº 130 de las 8,50 hrs. del 20 de febrero.

34. CORRELACION ENTRE ACUSACION Y SENTENCIA - Nulidad por inclusión de hechos adicionales no intimados.

"Falta de correlación entre acusación y sentencia. Sin que señale ninguna norma como violada, el defensor particular del
acusado aduce falta de correlación entre acusación y sentencia en virtud de lo cual solicita se declare la nulidad total de
ésta, pues "... sin saberse cómo, ni de dónde, ni de qué forma, al representante del Ministerio Público se la (sic) antojó
modificar la acusación en pleno debate, y acusar al justiciable de la presunta comisión de tres delitos de violación y de
tres delitos de abusos deshonestos, sin que se especificara en tal ampliación de acusación cuándo habían ocurrido los
hechos, de qué forma, en qué lugar, a qué hora, en razón de lo cual la defensa hizo uso de su derecho de solicitar el
plazo necesario para hacer todo lo necesario para poder ejercer de la mejor forma el instrumento técnico en protección de
los derechos del acusado ... el tribunal de la causa adujo que no se trataba de nuevos hechos, sino de una mera variación
de la calificación legal de los hechos que ya estaban acusados ..." (folio 369, líneas 6 a 17). Por las razones y en la forma
que se dirá, el reclamo se declara parcialmente con lugar. Para resolver adecuadamente la inconformidad del recurrente,
debemos tener presente que -según se explicó en el anterior considerando- en reiteradas oportunidades la jurisprudencia
de esta Sala así como de la Sala Constitucional han mantenido el criterio de que, siempre y cuando no se varíe de forma
esencial el cuadro de hechos acusados, durante la fase de juicio (donde tienen todo su desarrollo la oralidad y la
inmediación) se puede precisar y reconstruir con mayor detalle el cuadro histórico acontecido, sin que con ello se vulnere
ninguna garantía de la defensa. La situación que se aprecia en el caso que nos ocupa desborda los alcances de dicha
jurisprudencia, pues a pesar de que se acusó de forma clara y precisa la comisión de al menos un abuso deshonesto y
de al menos una violación, de forma inaceptable -e inobservándose con ello la debida correlación entre acusación y
sentencia- se condenó a Q.U. como autor responsable de tres delitos de abusos deshonestos (dos adicionales al acusado
de manera concreta) y de cuatro delitos de violación (tres adicionales al que sí aparece descrito de manera precisa en la
requisitoria). Esta situación que se presenta en la especie a todas luces atenta contra el principio de defensa según lo
reclama el recurrente. Tal y como se explicó supra, en la requisitoria fiscal se acusó a G.Q. de haber incurrido en dos
tipos distintos de conducta, claramente diferenciables una de otra: (a) En el apartado dos (folio 174 frente, línea 26 en
adelante) se explica que desde el mes de agosto de 1993, sin determinarse fecha, hora ni cantidad exactas, el imputado
comenzó a abusar sexualmente de J., al tocarla en sus genitales y besarla en la boca, acciones que ejecutó mediante
amenazas e intimidación. de donde debe entenderse que al menos en una oportunidad se dio dicha delincuencia; (b) a
finales del mes de agosto, sin poderse precisar hora ni fecha exactas, luego de acorralarla, despojarla de sus ropas
(también él se desvistió), besarla en la boca, tocarla en su cuerpo, introducirle el dedo tanto en la vagina como en el
recto, el encartado -mediante el ejercicio de fuerza física- accedió carnalmente a la menor ofendida, al punto de
provocarle sangrado. Dicha acción fue repetida varias veces, sin precisarse cuántas. De este relato lo único que se
obtiene en concreto es que el acusado incurrió al menos en una oportunidad en el delito de violación, aunque la fecha en
la que esta ocurrió fue rectificada durante el debate, al determinarse que el hecho fue cometido el 24 de diciembre de ese
año. Una vez evacuada la prueba testimonial en la fase de juicio, el tribunal de instancia pudo detallar con más precisión
que, en relación a los abusos deshonestos, la conducta del agente se había repetido al menos en tres oportunidades (folio
347, líneas 3 a 6). Lo mismo ocurre con los delitos de violación, pues mientras en la acusación se explica que la
penetración descrita se repitió varias veces, sin señalar cuántas y sus circunstancias específicas, durante el contradictorio
se logró concretar que dicha conducta se dio al menos en cuatro oportunidades diferentes, todo ello entre el mes de
agosto y hasta el día 24 de diciembre, durante el año de 1993. Lo anterior significa que, al no haberse incluido de forma
precisa estas conductas delictivas adicionales en la pieza acusatoria, no resultaba posible dictar sentencia condenatoria
por las mismas, pues con ello se dejó al acusado en abierto estado de indefensión al irrespetarse la garantía de la
imputación. La omisión en la que incurre el requerimiento de elevación a juicio tampoco podía haberse subsanado
mediante el mecanismo de ampliar la acusación, pues se estaban incluyendo hechos que anteriormente no se habían
intimado, es decir, se estaba variando (más bien ampliando) de forma esencial la base fáctica. Así las cosas, al existir un
yerro o defecto formal que ha implicado una clara lesión a los derechos del imputado, se ordena la nulidad parcial del fallo
de mérito, únicamente en cuanto se condenó al mismo como autor responsable de dos delitos adicionales de abusos
deshonestos, y tres adicionales de violación, todos en perjuicio de J.Ch.F. En relación a los dos hechos que sí aparecen
claramente descritos en la requisitoria fiscal según se explicó, se rechaza del motivo, por lo que en cuanto a estas
delincuencias la sentencia permanece inalterable. En vista de lo anterior, se readecúa el monto de la pena impuesta, por
lo que con fundamento en las mismas consideraciones que se esbozan en el fallo de mérito se le impone al imputado el
tanto de dos años y seis meses de prisión por el delito de abusos deshonestos, y de ocho años de prisión por el delito de
violación, para un total de diez años y seis meses de prisión." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 379 de las
15,50 hrs. del 16 de abril.

35. DEBATE - Suspensión injustificada afecta el principio de continuidad.

"En el punto marcado con la letra "B" y bajo el título de "Antecedentes" (folio 776), la Licenciada G.N.M., defensora
particular del imputado R.C.O., reclama del debate que precedió a la resolución de mérito, el quebranto de los principios
de oralidad, inmediación, concentración, continuidad, contradictorio y verdad real, vulnerándose con ello los artículos 11,
39 y 41 de la Constitución Política; razones por las que solicita se declare la nulidad del fallo y se ordene el juicio de
reenvío (folio 783). Radica su inconformidad en que el Tribunal a quo suspendió oficiosa e injustificadamente los actos del
debate, de tal modo que transcurrieron catorce días hábiles de interrupción (veinticuatro naturales, según indica), lo que no
resulta razonable, amén de que colocó a su patrocinado en estado indefenso y violentó el principio de Justicia pronta y
cumplida. Tras examinar las diligencias, observa la Sala que, en efecto, el a quo incurrió en irregularidades al disponer la
forma en que se realizaría el juicio oral. El artículo 361 del Código de Procedimientos Penales dispone con toda claridad:
"El debate continuará durante todas las sesiones consecutivas que fueren necesarias hasta su terminación; pero podrá
suspenderse por un término máximo de diez días, en los siguientes casos..." y enumera, acto continuo, una serie de
causales taxativas, por las que puede decretarse la suspensión. Incita a la naturaleza y las características esenciales del
proceso penal, en la fase de juicio, encontramos la necesaria continuidad de los actos del debate. Constituye ella un
principio de rango fundamental, que busca, de manera preponderante, aunque no exclusiva, asegurar el vínculo de
conocimiento inmediato por parte del juzgador y los demás sujetos intervinientes, del conjunto de los elementos de prueba
que oralmente se introducen en la audiencia; aspectos cognoscitivos que pueden resquebrajarse o desaparecer, por
olvido, si transcurre un prolongado lapso durante el cual los sujetos dichos se desligan de ellos y de la muy delicada tarea
que significa el juzgamiento penal de un ser humano, con independencia de lo banal o lo grave que pueda ser el delito
que se le atribuye, cuando se le atiende con arreglo a la escala de valores de la sociedad, que se refleja, de modo más
evidente, en el carácter y el "quantum" de la pena prevista por el legislador. Es así como la continuidad ha de ser siempre
la regla general y solo por vía de excepción y por las razones que taxativamente enumera (no enuncia) la ley, puede
admitirse la ruptura de ese principio. Esas causales, a su vez, derivan de la imposibilidad física de alguno de los sujetos
cuya presencia se califica de esencial, para proseguir en el debate, actuando con la claridad de juicio que requiere su
condición (incisos 4 y 5 del artículo 361 citado); caso en el cual opera el antiguo precepto de que nadie está obligado a lo
imposible; y los restantes supuestos, hallan su origen en otros principios de igual o mayor importancia que el de
continuidad, ante los cuales éste cede, siempre y cuando concurran determinadas circunstancias que los califiquen, tales
principios son los de Justicia cumplida (inciso 1); conocimiento directo y verdad real (incisos 2, 3 y 6) y defensa (inciso 7).
Aun en esas hipótesis, la ley retoma el rango fundamental de la continuidad, al fijar límites temporales a su ruptura, cuyo
quebranto da origen a la nulidad de los actos celebrados. Desde este punto de vista, fue errada y reprensible la actitud
del a quo que, según se desprende de la providencia visible a folio 604, señaló el debate "... para las OCHO Y CATORCE
HORAS DEL DOS Y TRES DE ABRIL Y CONCLUYEN A LAS OCHO Y CATORCE HORAS DEL NUEVE DE ABRIL
TODOS DEL AÑO MIL NOVECIENTOS NOVENTA Y SIETE", es decir, que desde el momento mismo de fijar las fechas
de las audiencias, decidió suspenderlas entre el tres y el nueve de abril. Así se colige, no solo de la circunstancia de que
se mencionasen los días dos y tres del mes citado y luego el nueve -lo que no habría sido necesario si se desease
significar un período de días consecutivos, como lo exige la ley-; sino también de que el debate, en efecto, fue
suspendido entre esas fechas (tres y nueve de abril), según se constata a través de lo que se consignó en los folios 663
vuelto y 664. Huelga decir que, evidentemente, no existía de antemano, al señalar para debate, ninguna de las causales
taxativas que autorizan su suspensión; ni tampoco la hubo en el momento en que se decretó, pues a folio 663 vuelto se
lee: "En este acto el Tribunal procede a admitir las actas ofrecidas por la defensa... Se informa en cuanto al testigo A. que
el mismo se encuentra en Honduras por lo que con anuencia de las partes se procede a su incorporación sin necesidad
de lectura... Tribunal... Se cierra el debate al ser las dieciséis horas cuarenta minutos señalando para su continuación las
ocho horas del día nueve de abril del año en curso." (Sic). Seis días después, las audiencias continuaron, sin que se
observe de ellas motivo alguno para que no hubiesen podido ser realizadas consecutivamente; en otros términos, la
suspensión obedeció a meras disposiciones previas del Tribunal, carentes de amparo en la ley. De nuevo, el día catorce
de abril (lunes), el a quo escuchó las conclusiones de la defensa y optó por suspender el debate hasta el día dieciocho
(viernes), tan solo para conceder el uso de la palabra a uno de los justiciables, conforme lo exige el párrafo final del
artículo 389 del Código de Procedimientos Penales. No encuentra la Sala motivo alguno que justifique esta nueva ruptura
del principio de continuidad y todo ello significa que un juicio que abarcó siete audiencias, correspondientes a cuatro días
hábiles, se realizó en trece (diecisiete días naturales); tomando en cuenta que otra suspensión, ordenada el nueve de abril
-y que se mantuvo hasta el día catorce-, tuvo como origen que uno de los jueces no se hallaba "en buenas condiciones
de salud" (folio 665); pero, por otra parte, de previo, habían sido señalados varios debates que se efectuarían en el lapso
durante el cual se dispuso que aquel que dio origen a la sentencia impugnada, permanecería interrumpido. Ahora bien, no
obstante estas irregularidades procesales en que incurrió el a quo -y que deberá evitar en lo sucesivo-, lo cierto es que el
artículo 361 del Código de rito no las sanciona, de manera expresa, con nulidad absoluta y, aun cuando tal sanción
estuviese prevista por la ley, es siempre preciso examinar la trascendencia del vicio, es decir, determinar si ha incidido
negativamente en el proceso y la sentencia, vulnerando de forma irreparable derechos de las partes o por afectar, en
especial, el conocimiento o la valoración de elementos de prueba decisivos, ya que lo contrario significaría la declaratoria
de una nulidad por la nulidad misma, irrogando con ello mayores perjuicios a los sujetos que han intervenido en el proceso
y al principio de Justicia pronta que consagra el artículo 41 constitucional, conforme ya lo ha hecho ver la Sala en
distintas oportunidades (ver votos No. 134, de 8,30 hrs. de 25 de junio de 1986; 456-F de 9,45 hrs. de 4 de noviembre de
1994). Lo anterior también significa -y de ello ha de tomar nota el a quo- que, a pesar de la referida inexistencia de una
sanción expresa de nulidad, ella puede ser propiciada o favorecida con injustificadas e insólitas suspensiones del debate,
como las decretadas en este asunto, reflejándose en otros vicios que sí prevén ese castigo procesal; lo que, de nuevo,
pone al descubierto la improcedencia manifiesta de ignorar los claros preceptos legales que aseguran y ordenan el
principio de continuidad, al tiempo que revela el deber de examinar si, en efecto, se produjeron esos vicios derivados,
como se sostiene en otro de los recursos que se conocen (lo que se efectuará en el Considerando XI de esta sentencia,
para garantizar el orden lógico del análisis de los distintos reclamos planteados), no obstante que ninguno de los
defensores que ahora impugnan, externó en su oportunidad oposición a semejante modo de programar el juicio oral, ni a
las interrupciones ordenadas, coadyuvando, entonces, con su actitud omisiva, en el acaecimiento de la irregularidad. En
virtud de lo expuesto, procede desestimar el reproche formulado por la recurrente N.M., atendiendo a que la reiterada
actuación irregular no conlleva, por sí misma, un vicio de nulidad. No obstante, se le hace ver al a quo que, en lo
sucesivo, deberá supeditarse al principio de continuidad que prescribe la ley, evitando preordenadas interrupciones del
debate, como las que aquí se han descrito." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 94 de las 9,20 hrs. del 30 de
enero.

36. DECLARACION DEL IMPUTADO ANTE LA POLICIA - Consideraciones sobre sus efectos.
"En el primer reclamo por vicios in procedendo (folios 791 a 827), reprocha la impugnante, Licenciada N.M., la
introducción ilegal en el debate, de prueba espuria o ilegítima, con inobservancia de los artículos 400 incisos 3) y 4) del
Código de Procedimientos Penales, 36 y 39 de la Constitución Política. De igual modo, en su primer motivo de adhesión
al recurso (folio 845), el Licenciado E.R.F. formula idéntico reparo e invoca como vulnerados los artículos 196, 395 inciso
2 y 400 incisos 3 y 4 del Código de rito y 36, 39 y 41 de la Constitución Política. El reproche de quienes impugnan
consiste en que la sentencia de mérito tomó en cuenta, como elemento decisivo, los interrogatorios que, sin las garantías
acordadas por el texto constitucional, hiciera la policía judicial a los menores presuntos copartícipes de los hechos, así
como al propio imputado M.E.S. Tales interrogatorios constan en dos informes policiales (visibles en los folios 1 a 8 y 131
a 134 del Tomo I) del expediente), que fueron impugnados, por ese motivo, durante el debate. Manifiesta el Licenciado
R.F., que: "La investigación no se inicia sino hasta que se recibe la prueba ilegal señalada por parte del OIJ." (Folio 846),
a la vez que señala la inexistencia de fuentes de prueba independientes. Coinciden ambos en calificar de ilegales los
restantes elementos probatorios que se habrían obtenido como producto de las declaraciones recibidas por la policía, a
saber, los allanamientos y decomisos de evidencias en la "Quinta K." y en las viviendas de los justiciables. Estima la Sala
que los reproches no son de recibo. Por un lado, no se observa que la sentencia recurrida haya valorado los
interrogatorios que aquí se cuestionan, los cuales, ciertamente, por haberse obtenido sin las prevenciones y las garantías
constitucionales, carecían de licitud para ser incorporados como elementos de prueba. Al resolver el incidente que
formulara el Licenciado R.F. contra los precitados informes policiales, el a quo señaló: "... se entiende de que en el caso
de valorar, única y exclusivamente será lo que tenga validez, debe hacerse bajo las reglas de valoración de la prueba..."
(sic, folio 659 vuelto); acuerdo que, entonces, buscaba asegurar la pureza de la prueba, pues los mencionados informes
contenían otros datos de interés valederos, es decir que no se restringían a transcribir lo manifestado por los menores o
por el imputado E.S. Esta Sala, por su parte, al igual que la Constitucional, ha sostenido la tesis de que la versión de
oficiales de policía acerca de lo que relata el imputado en su presencia, no tiene valor, salvo aquellos elementos
probatorios independientes que deriven de la declaración y que logren acreditarse en forma autónoma (ver, entre otros:
voto 317-F de la 10,25 hrs. de 22 de junio de 1993 y 480 de 9,15 hrs. de 22 de agosto de 1995, así como los votos de la
Sala Constitucional, 556-91 de 14,10 hrs. de 20 de marzo de 1991 y 3306-94 de 14,51 hrs. de 5 de julio de 1994). En el
voto 456-94, dictado por esta Sala a las 9.45 hrs. de 4 de noviembre de 1994, se dijo: "Una enunciación clara y precisa
sobre el origen, fundamento y dimensiones de la teoría de la prueba espuria (o de los frutos del árbol envenenado) fue
establecida con toda propiedad mediante la resolución Nº 6 de las 16:05 hrs. del 25 de junio de 1992 dictada por la
Sección Tercera del Tribunal Superior Segundo Penal, cuyo texto fue adoptado casi literalmente por la Sala Constitucional
(cfr. resolución Nº 2529-94 de las 15:36 hrs. del 31 de mayo de 1994) para concretar su posición sobre el tema, al indicar
que adopta la denominada posición relativa de la teoría de la prueba espuria (o de la "fuente independiente"), según la
cual si el medio de prueba deriva de un acto violatorio de las garantías constitucionales, pero a su vez se originó también
en otro elemento autónomo recabado durante la investigación y antes de la violación constitucional, la prueba es válida
porque se desprendió de otro elemento y no necesariamente del violatorio de la Constitución Política. En el presente caso
se reprocha la consideración que hizo el a quo de la confesión del imputado ante la policía, por no haber sido rendida con
las garantías de la instrucción. Al respecto, esta Sala considera necesario aclarar que no toda manifestación dada en tales
circunstancias deviene nula sólo por ello, pues lo cierto es que tal sanción procesal -sea relativa o absoluta- únicamente
es aplicable cuando efectivamente se ha causado un perjuicio real e irreparable a la vigencia de las garantías
constitucionales que limitan y racionalizan la potestad represiva del Estado en el proceso penal (cfr. CRUZ, Fernando: La
nulidad por la nulidad, la Justicia pronta y cumplida y la vigencia del formalismo procesal, 1994, págs. 5 a 9, 50 y 51). El
artículo 36 de la Constitución Política dispone que «En materia penal nadie está obligado a declarar contra sí mismo...» y
la Convención supracitada (Americana de Derechos Humanos) consagra el «derecho a no ser obligado a declarar contra
sí mismo ni a declararse culpable...» (artículo 8.2.g) así como indica que «la confesión del inculpado solamente es válida
si es hecha sin coacción de ninguna naturaleza» (artículo 8.3). Tales principios son desarrollados por nuestro Código de
Procedimientos Penales, el cual indica, entre otras cosas, que «El imputado podrá abstenerse de declarar. En ningún caso
se le requerirá juramento o promesa de decir la verdad, ni se ejercerá contra él coacción o amenaza, ni se usará medio
alguno para obligarlo, inducirlo o determinarlo a declarar contra su voluntad, ni se le harán cargos o reconvenciones
tendientes a obtener su confesión. La inobservancia de este precepto hará nulo el acto, sin perjuicio de la responsabilidad
disciplinaria o penal que corresponda» (artículo 276). Resulta claro que el derecho a no declarar contra sí mismo
consagrado en el artículo 36 de la Constitución Política está íntimamente ligado y es correlativo al derecho, también
constitucional, al silencio, al cual complementa. De esta manera, si el imputado puede optar por defenderse callando,
entonces no podrá ser obligado a declarar, mucho menos contra sí mismo. Partiendo de premisas análogas, se ha dicho
que: "...podemos extraer del derecho que nos ocupa dos notas esenciales que lo dotan de contenido: por un lado la
necesaria libertad sin límite alguno que ha de rodear a las declaraciones que ofrezcan y emitan las personas sometidas a
investigación penal, libertad que lo ha de ser tanto en lo relativo a su decisión de proporcionar la misma declaración, sin
actuación alguna sobre su voluntad consciente, como en lo referente al contenido de sus manifestaciones sin que en
ningún caso se pueda obligar a compeler por la fuerza o por medio del establecimiento de sanciones coactivas al
imputado a realizar una conducta positiva; por otro lado la posibilidad del imputado, si elige declarar, de no hacerlo
conforme a la verdad habida cuenta de su derecho a no colaborar en su punición» (ASENCIO MELLADO., José María:
Prueba Prohibida y Prueba Preconstituida, Madrid, Editorial Trivium S.A., 1989, págs. 125 a 126). Para esta Sala el
interrogatorio del imputado es a la vez que un medio de defensa, un medio de prueba apreciable, como todos, conforme a
las reglas de la sana crítica racional. Así, se ha declarado jurisprudencialmente que: "...debe señalarse que si bien la
declaración indagatoria del imputado constituye un medio de defensa, ello no es obstáculo para sustentar en esa
deposición los hechos acreditados, cuando el resultado eventual de dicha declaración es el reconocimiento de
culpabilidad, luego de valorarla de conformidad con las reglas de la sana crítica racional, pues la confesión -entendida
como el reconocimiento formulado libre y voluntariamente, con respeto de las garantías que le favorecen, ante la autoridad
judicial por el imputado, acerca de su participación en el hecho en que se funda la pretensión represiva deducida en su
contra- es una prueba (en este mismo sentido véase la resolución de esta Sala V-275-F de las 10:15 horas del 21 de
octubre de 1988. Véanse además CAFFERATA NORES, José: La Prueba en el Proceso Penal, Buenos Aires, Ediciones
Depalma, 1988, págs. 167 a 173; MAIER, Julio: Derecho Procesal Penal Argentino, Buenos Aires, Editorial Hammurabi
S.R.L., tomo I, vol. b, 1989, págs. 434 a 444; y GARITA VILCHEZ, Ana Isabel y otros: La Defensa Pública en América
Latina desde la perspectiva del Derecho Procesal Penal Moderno, San José, ILANUD, 1991, págs. 82 a 83)" (V-235-F de
las 10:00 hrs. del 31 de mayo de 1993). Podríamos hacer una primera síntesis de lo expuesto, afirmando que el
fundamento de la protección constitucional -cuya inobservancia aquí se acusa- es el garantizar que las declaraciones
emitidas por el imputado se produzcan en absoluta libertad y espontaneidad, tanto en lo relativo a su efectiva realización,
como en lo referido a su contenido, persiguiéndose con ello una triple finalidad: 1) excluir cualquier método de
interrogatorio que se oponga al respeto que merece la dignidad humana del imputado; 2) erradicar cualquier método que
se oponga a la dignidad del Estado democrático (como cuando se prefiere forzar la confesión antes de seguir investigando
por vías más complejas y difíciles), y; 3) evitar que se ponga en peligro la misma seguridad exigible en la determinación
de los hechos en tanto que, tales métodos conllevan un riesgo elevado de asumir declaraciones falsas. De ahí que se
prohíban los métodos de interrogatorio que influyen psíquicamente en el sujeto y que afectan su voluntad, facultad de
comprensión o memoria (por ej., el uso de preguntas capciosas o sugestivas; la coacción o amenaza; el engaño al
procesado o la promesa de ventajas no previstas legalmente); o los métodos que inciden físicamente en el sujeto y que
afectan a su voluntad en sentido amplio (por. ej., la tortura o la provocación de fatiga o cansancio en el interrogado que le
conduzca a perder el dominio sobre sí mismo declarando en contra de su voluntad); o los métodos de carácter técnico,
químico o psiquiátrico que afectan la voluntad del sujeto (por ej., los narcóticos, el alcohol, la hipnosis, el polígrafo de
Keller o detector de mentiras, el pentotal sódico o suero de la verdad, etc., sobre el tema véase ASENCIO MELLADO, Op.
cit., págs. 129 a 132). Ahora bien, cuando la confesión deviene ilegítima, porque ha sido obtenida en quebranto de las
formalidades citadas, y ésta ha sido tomada en cuenta para fundamentar la sentencia penal, la nulidad procederá si ha
habido una irremediable lesión a las garantías del debido proceso y si además representa una utilidad para el proceso, y
para determinar esa utilidad puede recurrirse a la eliminación hipotética del acto irregular, de manera que si se determina
que aun con su exclusión, la decisión hubiese sido la misma, entonces se demuestra -en principio- lo inútil de la nulidad
(véanse por ejemplo las resoluciones de esta Sala V-368-F de las 9:30 hrs. del 19 de julio de 1991; V-106-F de las 15:10
hrs. del 23 de marzo, V-137-F de las 9:10 hrs. del 24 de abril, V-281-F de las 8:45 hrs. del 3 de julio, V-417-F de las
10:10 hrs. del 16 de setiembre, estas de 1992, y; V-281-F de las 10:20 hrs. del 11 de junio de 1993). Una de las
resoluciones de la Sala que mejor ilustra lo anterior dice, en lo que interesa, que: "... no puede ser introducida al debate la
declaración policial del imputado que no fue rendida con las garantías de la instrucción, por lo que tampoco podría ser
admisible que los oficiales de investigación informen en esa audiencia lo que supuestamente les "confesó" o declaró el
imputado en tales condiciones, pues eso violaría el principio de defensa, específicamente la libertad de declarar que la
Constitución Política y la ley acuerdan en su favor (...). Sin embargo, también debe indicarse que la nulidad de un fallo
únicamente procedería cuando su sustento exclusivo fuese una prueba de la naturaleza señalada, no cuando su mención
fue hecha de modo secundario o a mayor abundamiento para reforzar alguno de sus aspectos, por existir otros elementos
de convicción decisivos que independientemente de la prueba viciada proporcionan la motivación suficiente a que están
obligados los respectivos tribunales sentenciadores. En el presente caso cierto es que no existe prueba directa de la
culpabilidad de la imputada, pero los juzgadores de mérito llegaron al convencimiento de su responsabilidad con base en
el dictamen pericial médico y otras circunstancias que aparecen examinadas debidamente en la condenatoria (...). Las
versiones rendidas por los oficiales de investigación en las condiciones alegadas por la defensa, son mencionadas con el
fin de "corroborar mayormente la conclusión a que llegó el Tribunal" (...), razón por la cual, aplicando la Sala de Casación
el método de supresión hipotética debe concluir necesariamente que las condiciones por las que resultó condenada C.R.,
se mantendrían invariables a pesar de la eliminación de la prueba de comentario..." (V-14-F de 10:10 hrs. del 16 de enero
de 1987). En el presente caso -como señala la defensa- el hallazgo del cuerpo del ofendido se logró gracias a la
declaración del imputado ...; el mismo Tribunal indica que fue él "...quien en forma espontánea decidió decir donde se
encontraba el cuerpo de J. G., sin cuya colaboración no hubiera sido posible que la policía llegara al lugar del suceso"
(folio 386, líneas 1 a 4), dado lo recóndito del sitio. Procede analizar si esta "espontanea colaboración" tiene la virtud de
provocar la nulidad de la sentencia, como lo pretende la defensa. Para ello es menester la consideración del fundamento
y fines de la garantía prevista en la Constitución Política y en la Convención Americana de Derechos Humanos -como
fueron expuestos-, así como el supracitado concepto de "confesión", el cual es un elemento a considerar de carácter
determinante para resolver el asunto que aquí se plantea, pues la única declaración que puede hacer el imputado contra
sí mismo es la confesión (no así, las coartadas no confirmadas en juicio, o las versiones total o parcialmente falsas del
hecho desvirtuadas en el debate, pues en tanto el imputado puede defenderse mediante las declaraciones que rinda, sus
infructuosas coartadas no producen efecto procesal alguno, ni siquiera pueden constituir indicio en su contra). Como se
dijo, la confesión se trata de la manifestación libre y voluntaria que hace el imputado ante la autoridad judicial, aceptando
su participación en los hechos en que se funda la pretensión represiva deducida en su contra, en el marco de la más
absoluta espontaneidad y dentro de un proceso conducido con toda lealtad. Frente a tal noción resulta evidente que en
este caso las cuestionadas declaraciones que dio el acusado ... ante la policía no satisfacen las exigencias conceptuales
de una confesión válida o legítima, pues no consta que ella fuera recibida en la forma y según las garantías que
establecen los artículos 189 y siguientes del Código de Procedimientos Penales, como lo ordena el artículo 164 inciso 8º
de ese mismo cuerpo legal; de manera que si el imputado ... aceptó su participación en los hechos acusados ante la
policía, tal manifestación es absolutamente nula y no puede ser siquiera utilizada como un indicio en su contra, razón por
la cual no puede fundamentarse la sentencia condenatoria en ella. Esto no significa que las autoridades policiales deban
abstenerse o inhibirse de informar o testimoniar acerca de las manifestaciones que en su presencia hace el imputado
(pues obviamente su informe policial o su declaración testimonial podrían perder, en no pocos casos, consistencia o
coherencia); lo que debe entenderse correctamente es que el juzgador no puede tomar en cuenta -de ninguna manera-
las declaraciones que dio el imputado en tales circunstancias para fundamentar su sentencia condenatoria. Es decir, el
Tribunal debe evitar que se reciba en el juicio oral y público toda prueba cuyo contenido es ilegal; si ello fuere imposible y
siempre se recaben esos elementos probatorios, en ningún caso puede fundamentar sus decisiones en tales elementos de
convicción. Sin embargo, en el presente asunto debe quedar muy claro que la indicación que hizo el acusado del lugar
donde se encontraban los restos del ofendido ... no invalida su hallazgo, ni el levantamiento que se hizo de su cuerpo, ni
las fotografías ni el video que se tomaron al efecto. Lo anterior se afirma porque tal indicación no implica una confesión o
autoincriminación del encartado (incluso, por tratarse de él, ni siquiera un indicio en su contra), pues resulta claro que no
toda referencia del imputado entraña una confesión o declaración en su contra, como en este caso, en que el
conocimiento del lugar donde se encontraba el occiso -que puede tener tanto un autor o partícipe, como un testigo
presencial del hecho o un simple transeúnte que se encuentra con el cuerpo, sin conocer las causa de su deceso) no
implica jurídicamente una prueba o indicio válido que pueda ser utilizado en su contra. De no admitirse este planteamiento,
tendríamos que asumir la absurda ficción de que el ofendido ¡no ha muerto! (por derivarse su hallazgo del dicho del
encartado), lo cual es innecesario a los efectos de las garantías que protegen al imputado y excede la esfera de
protección que estas suponen. Respecto a los intereses del reo y su tutela, lo que procede es verificar si la condenatoria
puede subsistir legítimamente motivada si se prescinde de esa supuesta "confesión" hecha por el imputado, es decir,
examinar si existen otros elementos de prueba válidos e independientes que permitan afirmar la participación del acusado
en los hechos que dan objeto a este proceso. Según lo considera esta Sala, el resultado de tal análisis permite sostener la
validez de la sentencia, pues es posible llegar a determinar, por vía indiciaria, los hechos probados por el a quo, a partir
de la consideración de otros elementos de prueba independientes, según los cuales se comprobó la posesión del vehículo
taxi del ofendido en manos de los acusados, a pocas horas de la desaparición de aquel; la ocultación que hicieron ambos
de éste, así como la disposición de algunos de sus bienes accesorios; la reacción violenta de los acusados contra R.I.L.G.
y J.Z.S. por la distracción que estos últimos hicieron del vehículo (confiado al primero para su custodia); las públicas
amenazas de muerte que hicieron contra R. y J., así como los disparos efectuados contra la casa del primero por ese
motivo (advirtiéndoles O.C. que de todas maneras él ya había matado para apoderarse del automóvil y que no le
importaba volverlo a hacer), son hechos que el Tribunal deriva coherentemente de la consideración de los testimonios de
..., y que permiten señalar al acusado C. R. como uno de los autores del homicidio acusado...". Los criterios transcritos
son, igualmente, aplicables en el sublite. En efecto, según describe la resolución de mérito, ambos encartados y los
menores M.R. y O.L., fueron perseguidos por la policía el día cinco de diciembre de mil novecientos noventa y cinco,
cuando huían en dos vehículos, uno recién sustraído a M.R.CH. y el otro, producto del despojo que sufriera S.A.M., el
veintiséis de noviembre anterior. En esa oportunidad, la policía logró recuperar ambos automóviles y la captura de los
menores, horas después pero en circunstancias que permitían vincularlos con los hechos, a saber: "... con los pantalones
mojados de la rodilla para abajo y sumamente agitados ya que tuvieron que cruzar una quebrada o riachuelo..."
(sentencia, folio 719), en vista de que huyeron por un potrero, luego de abandonar el vehículo en que viajaban (folio 713).
Esta captura obedeció, evidentemente, a la existencia de datos objetivos, y fue producto de la operación de búsqueda
organizada por la policía, sin que hasta el momento se hubiese producido quebranto de derecho constitucional alguno de
los justiciables o los menores. Respecto de la ubicación de la quinta "K.", es preciso señalar que existe una fuente de
prueba que goza de total independencia de lo obtenido a través de los interrogatorios que se cuestionan y consiste en los
testimonios de J.A.C., L.S.F. y H.M.A.C., resumidos en la sentencia desde el folio 707 al 710 y que, en lo fundamental,
narraron haber visto a los menores y a los justiciables en ese lugar, con algunos de los cuales incluso dialogaron, hasta
entablar cierta amistad, aunque R.C. utilizó el falso nombre de "R." y se mostraba esquivo y "misterioso", según narraron
las testigos; asimismo, observaron allí varios vehículos, en ocasiones cubiertos con mantas, incluso uno de marca "Honda
Civic", con características similares al que le fuera sustraído a M.R. Resulta claro que estos testimonios no constituyen
elementos de prueba producidos mediante el quebranto de garantías individuales, sino que, por el contrario, eran
preexistentes o anteriores a los actos irregulares y, de hecho, las testigos narran sucesos previos a la ocurrencia de estos,
amén de que ni la identidad ni la localización de las deponentes fueron suministradas por el imputado E.S. ni por los
menores, en los interrogatorios a que fueron sometidos, de donde se deriva que cumplen con las exigencias requeridas
para catalogarlos como fuente probatoria independiente y lícita. Por otra parte, el ingreso en la quinta "K." fue hecho por
la policía, previa autorización del señor J.R.M., que allí se encontraba, según se aprecia del acta de folio 19 (Tomo I);
procedimiento que permiten los artículos 210 y 211 del Código de rito, que no fue impugnado, en todo caso, a lo largo del
proceso, a la vez que tampoco existe indicio alguno que permita suponer irregularidades en su acaecimiento. Acerca de
este extremo, la recurrente N.M. se muestra inconforme por cuanto no se recibió declaración de J.R.M. y, por ello, el
conocimiento de ese elemento de juicio "le fue negado a la defensa y a la investigación" (folio 815); sin embargo, lo cierto
es que tal testigo nunca fue propuesto por ninguna de las partes, incluida quien recurre, por lo que el reclamo carece de
asidero, pues el tribunal no estaba obligado a ordenar, de oficio, la recepción de una prueba para determinar la pureza de
un acto que, además, nunca fue cuestionado por los motivos que ahora se arguyen, con base en simples sugerencias
veladas, sin que se demuestre ilegalidad alguna. De lo expuesto se deriva la validez del decomiso, efectuado en la quinta
"K.", de la motocicleta que le fuera sustraída al ofendido Ch.C. (no obstante lo que se expondrá en el Considerando XII de
esta sentencia), así como, en general, de los restantes allanamientos y secuestros realizados, que no solo cumplieron con
las formalidades exigidas por la ley, sino que encuentran fundamento legítimo en elementos de prueba independientes,
que permitían vincular a los justiciables con los hechos que se investigaban. Así las cosas, se desestiman los reproches."
1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 94 de las 9,20 hrs. del 30 de enero.

37. DELITOS DE ACCION PUBLICA PERSEGUIBLE A INSTANCIA PRIVADA - Limitaciones a la posibilidad de ratificar
la denuncia.

"En el primer motivo, alega quien recurre que la acción penal se inició ilegalmente, con inobservancia de los artículos 81
bis inciso b) y párrafo segundo, en relación con el artículo 161 del Código Penal, 6, 145, 152, 169, 184, 187 y 329 inciso
2) todos del Código de Procedimientos Penales y 39 de la Constitución Política; expone que en el caso de los abusos
deshonestos cometidos en perjuicio del menor de ocho años de edad D.A.C., era necesaria la denuncia hecha por su
madre para poder instaurar la acción penal y no actuar de una sola vez con el testimonio de su hermana J., que es la
primer persona que refirió los actos deshonestos ejecutados por A. en perjuicio del citado menor. El reclamo es aceptable.
En efecto, las actuaciones procesales en este litigio, en cuanto a los hechos perpetrados en daño de D.A.C., sucedieron
como lo reclama la defensa, pues, se omitió en este caso la denuncia correspondiente en relación con los hechos
ejecutados en perjuicio del citado menor. Es importante acotar, que pese a las gestiones realizadas por esta Sala a
distintos Despachos judiciales, no fue posible corroborar la presentación de la denuncia por la señora M.C.Ch. madre del
menor, quien conforme se aprecia a folios 2 y 3, sólo se refiere en su denuncia a los hechos en perjuicio de J. Tratándose
de delitos de acción penal pública perseguibles sólo a instancia privada, resulta necesario para el ejercicio válido de la
acción penal pública, -como condición de procedibilidad- interponer la denuncia ante autoridad competente; al respecto,
esta Sala ha señalado que la autorización del ofendido que lleva implícita la denuncia para investigar los ilícitos en donde
resulte necesaria la instancia privada, puede ser ratificada o subsanada en cualquier etapa procesal, incluida la audiencia
(confrontar Sala Tercera, V-960-97 de las 16:28 horas del 11 de setiembre de 1.997.); sin embargo, dicha posibilidad se
ha limitado en forma razonable a "...que la persona sea mayor de quince años que es precisamente el límite utilizado por
la norma penal para crear ese obstáculo cuando se trata de la edad de la víctima a partir de la cual el hecho es
perseguible sólo a instancia privada" (Sala Tercera, V-269-F de las 9:10 horas del 15 de julio de 1994). Conforme a lo
consignado en la cita anterior, resulta innegable que en este caso al ser el ofendido D.A.C., menor de quince años de
edad, ni siquiera podría mediante su deposición en la audiencia, subsanar el defecto. De manera que advirtiéndose la
omisión al momento de interponerse la "notitia críminis" respectiva, por mayoría se declara con lugar este motivo del
recurso, se anula parcialmente la sentencia, el debate y todos los actos del proceso únicamente en cuanto se refiere a los
hechos en perjuicio de D.A.C. En todo lo demás, permanece incólume el fallo recurrido. El Magistrado Redondo Gutiérrez
salva su voto." 1997. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 1475 de las 8,45 hrs. del 23 de diciembre.

38. DERECHO DE ABSTENCION - Incorporación como prueba de manifestaciones voluntarias ante médico forense -
Inexistencia de violación al secreto profesional.

"En su tercer y último motivo del recurso por la forma el impugnante alega fundamentación ilegítima, pues el Tribunal toma
en consideración las manifestaciones que su cliente hiciera a la médico legal L.S.C. Refiere que el Tribunal rechazó un
incidente de nulidad por él promovido, en contra de la parte del dictamen médico legal de folio 39, en el aparte
correspondiente a la "Historia Médico Legal". Encuentra la ilegalidad en dos puntos: a) Que al imputado no se le previno
de su derecho de abstención; b) Que la médico forense hizo constar hechos que conoció en ocasión de sus funciones, y
con ello, ha revelado indebidamente un secreto profesional, y con ello ha causado grave perjuicio al imputado. Cita como
inobservado el numeral 229 del Código de Procedimientos Penales, ya que, bajo pena de nulidad, la doctora debía
abstenerse de declarar sobre hechos conocidos en razón de su profesión. Además, invoca como normas de procedimiento
violadas, los artículos 39 y 41 de la Constitución Política, 106, 145 inciso 3), 229, 393, 395, 400 incisos 2) y 4) del Código
de Procedimientos Penales. Por las razones que se dirán, el reclamo debe declararse sin lugar. a) Violación al derecho de
abstención. No existe la ilegalidad pretendida. El imputado relató espontáneamente, es decir, sin ningún tipo de presión, y
en un ambiente de plena libertad, su propia versión de los hechos, que en ningún momento fue una confesión. Por lo
tanto, no puede excluirse, como lo pretende el impugnante, este elemento de la valoración integral de la prueba que hace
el Tribunal. A mayor abundamiento, y sobre este mismo punto, en virtud de un Recurso de Hábeas Corpus promovido por
el recurrente, la Sala Constitucional, en el Voto 3368-97, de las quince horas con cuarenta y dos minutos del dieciocho de
junio de mil novecientos noventa y siete, resolvió, en lo que interesa, lo siguiente: "...."...En relación con este alegato,
estima este Tribunal que el Juez recurrido no ha violentado derecho fundamental alguno en perjuicio del amparado, al
introducir en el proceso la prueba que nos ocupa, toda vez que la misma fue obtenida sin quebranto de las garantías
constitucionales. Esto porque, si bien como lo señala el recurrente, el imputado goza del derecho de abstenerse a
declarar a tenor de lo que dispone el numeral 36 de la Carta Magna, es lo cierto que las manifestaciones hechas ante la
médico forense fueron totalmente espontáneas y voluntarias, sin mediar coacción alguna y ajenas al ámbito policial, por lo
que en nada se ha afectado su derecho de abstención, en razón de que no ha sido obligado a declarar contra sí mismo.
El anterior ha sido el criterio sostenido por este Tribunal en casos que guardan similitud con el presente, por ejemplo,
cuando se ha reclamado como contraria al derecho de abstención del imputado la introducción al proceso de prueba
grafoscópica realizada al compararse la firma del imputado al momento de rendir la indagatoria, a pesar de haberse
abstenido de declarar... [...]. De seguido, el Tribunal Constitucional reseña jurisprudencia suya en la que da como válida la
prueba que deriva de las manifestaciones espontáneas del acusado: "...IIo. De conformidad con los términos del artículo
36 de la Constitución Política y del artículo 8 inciso 2.g) de la Convención Americana de Derechos Humanos, el imputado
tiene derecho a no a declarar contra sí mismo, ni a declararse culpable, por lo que, tanto en el marco constitucional como
en el convencional, se garantiza a la persona a la que se le imputa la comisión de un delito, su derecho de abstenerse de
declarar, derecho que le asiste durante toda la sustanciación del proceso aún en aquellos casos en que ya haya declarado
con anterioridad, circunstancia que imposibilita la incorporación por lectura de la declaración rendida ante la policía (ver
sentencia número 323-93 de las dieciséis horas del once de febrero del año pasado); garantía que en el caso que nos
ocupa, no ha sufrido menoscabo alguno en perjuicio del imputado, toda vez que del libelo de interposición se desprende
que se respetó su voluntad de abstenerse de declarar en la fase indagatoria, sin que dicha garantía se vea comprometida
por el hecho de tomar en consideración el dicho de testigos que se refieren a conversación mantenida con el procesado,
en la que aceptó la comisión del hecho atribuido, pues ante ellos relató su actuar sin estar de por medio una investigación
policial o jurisdiccional. (Sentencia No. 6261-93 de 15:03 horas del 26 de noviembre de 1993, expediente No. 4953-M-93;
en igual sentido sentencia N§ 381-96 de 12:03 horas del 19 de enero de 1996, expediente 253-M-96. -El resaltado no es
del original-)...". Aplicando este criterio al punto discutido, la Sala declaró que: "...en el fondo lo que se sostiene es que no
mediando violencia al emitir las manifestaciones autoincriminatorias el imputado, y estando el mismo fuera del ámbito
policial, en nada se afecta la garantía constitucional de abstención con el hecho de introducirlas al proceso como prueba
indirecta -como en la especie se está haciendo-, lo cual se constituye en una posibilidad para el Estado de llegar a uno de
los fines del proceso, tal como la averiguación de la verdad real, toda vez que de estimarse lo contrario, se caería en el
absurdo de no poder utilizar como prueba el dicho de testigos que se refieran a conversaciones mantenidas con el
procesado, en las cuales se autorincrimine, a pesar de que el relato se diera en un contexto ajeno a la sede policial. Por
otra parte, nótese que en realidad no se trata de una confesión propiamente, tal y como lo consigna el Instructor en el
Auto represivo, habida cuenta que el amparado no manifestó haber cometido el delito por el que se le acusa, sino que se
trata de su aceptación de que se encontraba en el lugar del hecho punible el día en que aconteció y en un tiempo
aproximado al que se deduce ocurrió el homicidio, hecho que sin duda es incriminante, pero que es valorado por el
Instructor en el Auto de Procesamiento dictado como un indicio más que ubica al procesado en el sitio del suceso y que lo
señala como posible autor del ilícito...". En acatamiento de lo dispuesto en esta resolución, vinculante de por sí erga
omnes, y atendiendo a las circunstancias particulares del motivo alegado, esta Sala considera que no se ha violentado el
derecho de Defensa, con la introducción al proceso, como indicio, de las manifestaciones que el imputado G.G. hiciera
ante la médico forense. En cualquier caso, suprimida hipotéticamente esa información, la sentencia conservaría plena
eficacia, pues se fundamenta en prueba documental, pericial y testimonial, directa e indirecta, válida e independiente, que
analizada en forma integral, como lo hizo el Tribunal, permite arribar al mismo resultado, manteniendo así la condenatoria.
En consecuencia, se declara sin lugar el motivo.- b). Violación al secreto profesional. Por último, sostiene el impugnante
que la doctora hace constar manifestaciones del acusado que surgen a raíz de la relación que se produjo entre médico y
paciente: "...es decir que la doctora conoció hechos por su profesión no debía anotarlos en el acápite de Historia Médico
Legal. La doctora no podía entrevistar al acusado sobre aspectos que van más allá del simple examen médico externo a
que el acusado se sometía ...". El reclamo no es de recibo. En el caso sometido al examen de casación no concurren los
presupuestos para invocar el secreto profesional, porque, como se ha dicho, las manifestaciones que el imputado diera a
la médico legal, por ser espontáneas y voluntarias, rendidas en una atmósfera de plena libertad, constituyen elementos de
juicio válidos que necesariamente debe valorar el juzgador. Al tenor del art. 229 del Código de Procedimientos Penales de
1975 (reformado por Ley 7435 del 3 de octubre de 1994), bajo pena de nulidad, los médicos deberán abstenerse de
declarar sobre los hechos secretos que hayan llegado a su conocimiento en razón su profesión. Ciertamente, no estamos
en presencia de "hechos secretos"; en primer lugar, porque el acusado los ha narrado de propia voluntad, y en segundo
término, porque el hecho de haberlo contado a la médico es meramente circunstancial, pues de igual forma pudo haberlo
hecho, sin ninguna presión, a otro tercero; por ello, la Doctora L.S. estaba en la obligación de testificar lo que conoció de
boca del imputado. No obstante, la Sala reconoce la validez, necesidad y utilidad de que en los dictámenes médico
legales se haga una breve referencia de los hechos, a fin de determinar el origen del padecimiento o de las lesiones sobre
las que se vierte la pericia. No huelga decir que, suprimida mentalmente, la información que suministrara la doctora, la
sentencia conservaría su eficacia, pues se apoya en suficiente prueba incriminatoria. Por todo lo anterior, se rechaza el
motivo impugnado." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 294 de las 9,44 hrs. del 27 de marzo.

39. DERECHO DE ABSTENCION - Violación por incorporación de entrevista a ofendida realizada por sicólogo y
trabajadoras sociales.

"Cierto es que la jurisprudencia patria ha aceptado, que manifestaciones espontáneas de personas con derecho de
abstención (imputados y familiares suyos), efectuadas a otros sujetos, sean tomadas en cuenta para fundamentar fallos
aún de tipo condenatorio, primordialmente si están avaladas por otros elementos de convicción. No existe motivo alguno
para modificar ese criterio. Pero en el caso presente, no es posible considerar que el conocimiento que adquirieron de los
hechos, los testigos M.G.H., E.Q.M.y D.E.M.G., lo haya sido en forma espontánea, sino que lo fue en ejercicio de sus
funciones, el primero como psicólogo forense del Organismo de Investigación Judicial y las otras dos profesionales como
personeras del Patronato Nacional de la Infancia y ante la entrevista que, por razón de sus cargos, realizaron a la menor
ofendida y a su madre. Entonces, si se fundamenta el pronunciamiento del a-quo en estos declarantes, que principalmente
narran lo que la perjudicada y su madre les manifestaron, se violaría el derecho de abstención a que se acogieron en el
debate. Como el propio tribunal lo reconoce y así se transcribió en el Considerando precedente, se concluye que el
imputado M.C., padre de la víctima y conviviente con la madre de ella, es autor de los hechos con base en las referencia
que esas mujeres le hicieron a los testigos, lo que implicaría en forma indirecta, incorporar sus declaraciones, pese a la
abstención mencionada, con quebranto del artículo 36 de la Constitución Política. Por otra parte no existe ninguna otra
prueba, separada del dicho de la víctima y su madre, que permita concluir como lo hizo el tribunal. El dictamen
psicológico de folios 25 a 27, aunque señala en la menor existencia de "un severo desequilibrio emocional altamente
compatible con secuelas propias de trauma sexual", no puede considerarse como un elemento probatorio ajeno, pues se
basa, esencialmente, en la entrevista a la víctima, como así se hace constar en tal documento. Acorde con lo expuesto, se
declaran con lugar los dos motivos por la forma. Cuando se trata de recursos por vicios in procedendo, lo correspondiente
es anular el fallo y el debate que lo precedió y ordenar el reenvío." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 297 de las
9,53 hrs. del 27 de marzo.

40. PRINCIPIO NON BIS IN IDEM - Falso testimonio cometido en dos fases distintas de un mismo proceso.

"Nuestra legislación consagra el principio del Non bis in ídem, como una garantía en favor de las personas sometidas a un
proceso sancionatorio (Art. 42 de la Constitución Política, 14.7 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, 8.4
de la Convención Americana de Derechos Humanos, 1 del Código de Procedimientos Penales de 1973 -aplicable en la
especie-, y en el mismo sentido, previsto en el numeral 11 del Código Procesal Penal). La garantía del Non bis in ídem,
integra el Debido Proceso (Sala Constitucional V-1739-92 del 1-7-92) y, a la vez excluye y prohíbe cualquier acto que
signifique una doble persecución por un mismo hecho. En este sentido, la doctrina ha indicado que: "...la consecuencia de
ello es que la garantía se viola cuando una persona está sometida a dos persecuciones delictivas por el mismo hecho; o
está sometida a una persecución delictiva por el hecho respecto del cual ya se dictó ya se dictó decisión sobre el fondo
del asunto; o cuando ha sido condenada más de una vez por el mismo hecho, siempre que en el primer caso la segunda
persecución no sea una consecuencia de la solución procesal, que sin resolver sobre el fondo del asunto, se le ha dado
en la primera..." (Núñez. Ricardo: Código Procesal Penal de la Provincia de Córdoba, Marcos Lerner. Editora Córdoba,
Córdoba, Argentina, 1986, segunda edición, p. 14). Para los efectos de este instituto existe persecución penal desde el
momento en que una persona es indicada como autor del hecho punible o como partícipe en él, en cualquier actuación
policial o judicial. a partir de ese momento es titular, y puede ejercer los derechos y garantías que la ley le otorga al
imputado (Arts. 11, 12 y 13 del Código Procesal Penal; en el mismo sentido: Clariá Olmedo, Jorge: Tratado de Derecho
Procesal Penal, Tomo I, Ediar S.A. Editores, p.p. 247-253). Por otra parte, aunque es comúnmente aceptado que la cosa
juzgada y la litispendencia son corolarios de aquel principio, para efectos de resolver el recurso, bastará con analizar el
concepto y extensión de ésta última. En efecto, se ha dicho que la litispendiencia, como manifestación del principio del
Non bis in ídem (prohibición de persecución penal múltiple), impide perseguir simultáneamente a una persona por hechos
idénticos. Debe entenderse que hecho es cualquier acontecimiento histórico, afirmado hipotéticamente como cierto, que se
realiza por acción o por omisión, y que es penalmente relevante, es decir, susceptible de encuadrar en una norma penal, y
que como tal, para acreditarlo, deba abrirse un proceso penal en contra del sujeto que lo realizó. La identidad de la que
aquí se habla es fáctica, sobre hechos concretos, y no sobre calificaciones jurídicas, porque si no, aquellos podrían
perseguirse, simultánea o sucesivamente, invocando otra calificación jurídica, lo que ciertamente es inaceptable (Maier,
Julio B.J. Derecho Procesal Penal. Fundamentos, Tomo I, p. 600.). Para los efectos del Art. 42 de la Carta Magna, la
expresión "hecho punible", según lo ha interpretado nuestro Tribunal Constitucional, no se limita al ilícito penal, sino que
puede ser cualquier infracción por la que resulte responsabilidad del infractor (Sala Constitucional V-1059-90, de las 16
horas del 4 de setiembre de 1990). Cuando se obvia este principio, como sucede en este caso, se violenta gravemente el
Debido Proceso, pues la seguridad jurídica se menoscaba en detrimento de los derechos del encausado. IV.-
Efectivamente, y a la luz de los considerandos que anteceden, se tiene que el imputado fue sometido a dos procesos
penales por los mismos hechos. El Tribunal Superior Penal de Alajuela el 2 de abril de 1997 ordena testimoniar piezas
ente el Ministerio Público de esta Provincia, para lo de su cargo (folio 14). Es esta última dependencia la que propicia el
vicio procesal que se reclama, pues el mismo día (30 de abril de 1997), ordena, por una parte, elevar a juicio la causa
ante el Tribunal Superior (folio 22), y por otro lado, testimonia piezas ante la Unidad de Delincuencia Juvenil. La identidad
de los hechos perseguidos es tal que la pieza acusatoria que sirve de base al juicio del Tribunal consta agregada en las
copias literales que se enviaron a la Unidad de delincuencia Juvenil del Ministerio Público de Alajuela (folios 25 y 26 de la
causa 361-97-3 del Juzgado Penal Juvenil de Alajuela, que la Sala solicitó ad effectum videndi). No existe duda alguna de
que en el sub lite concurren los elementos subjetivos, fácticos y causales que exige la doctrina para apreciar la existencia
o no de la persecución penal múltiple. Es el acusado L.D.T.A., el único encartado en ambos procesos. De su identidad
existe absoluta certeza. Por otra parte, los hechos sobre los que declaró son los mismos. En un primer momento, cuando
era menor de edad, rinde su declaración ante la Agencia Fiscal de Alajuela (a las 10:20 horas del 17 de octubre de 1996;
folio 4 de esta sumaria y folio 7 de la causa que se le siguió ante el Juzgado Penal Juvenil). Por otra parte, se acreditó
que el encartado declaró, siendo ya mayor de edad, ante el Tribunal Superior de Alajuela, el 18 de febrero de 1997, en la
causa seguida contra J.M.J.D. por el delito de Hurto Agravado en daño de S.T.G. (folio 14 del expediente del Juzgado
Penal Juvenil, y folio 11 de esta causa). En esencia, tanto en la investigación fiscal como en el debate el justiciable T.A.
afirmó falsamente que el 27 de setiembre de 1996, en horas de la noche, J.M.J.D., había sustraído el vehículo placas [...],
marca Hyundai, que minutos antes aquel había estacionado en las inmediaciones del abastecedor "T.M.", en el INVU las
Cañas de Alajuela. Como se ha dicho, este hecho suscitó que se tramitaran dos causas penales ante diferentes
Despachos. Así, en el Juzgado Penal Juvenil de Alajuela se ordenó, a las 14:00 horas del 18 de diciembre de 1997, la
Suspensión del Proceso a Prueba por un período de seis meses (cfr. folios 45 y 46 de la sumaria respectiva). Cinco días
después, el 23 de diciembre, el Tribunal Superior realiza el juicio y dicta sentencia condenatoria en contra del acusado,
imponiéndole la pena de dos años de prisión, y a la vez le concede el beneficio de ejecución condicional de la pena por
tres años. El hecho por el que dictó sentencia condenatoria y por el que suspendió el proceso a prueba es, en su
materialidad, el mismo. V.- En consecuencia, por haberse conculcado el Principio del Non bis ídem en perjuicio del
acusado, estima la Sala que corresponde hacer una interpretación favor rei, anulando la sentencia del Tribunal Superior, y
dejando subsistente el proceso penal juvenil indicado. En virtud de lo expuesto, se declara con lugar el recurso, se anula
la sentencia y el debate en que se basó. Asimismo, se decreta la nulidad del requerimiento de elevación a juicio de folio
22 y de la citación a juicio de folio 23. Se ordena el archivo de la causa. Póngase en conocimiento del Juzgado Penal
Juvenil esta resolución, para lo de su cargo." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 497 de las 10,34 hrs. del 22 de
mayo.

41. PROCEDIMIENTO DE REVISION - Aplicación de norma penal más favorable está referida a la ley sustantiva y no a la
procesal.

"Que el imputado M.B.A., en escrito de folios 355 a 361, solicita la revisión de la sentencia, alegando como primer motivo
que los hechos tenidos como fundamento de la condena resultan inconciliables con otra sentencia penal firme (Art. 400
inciso a) del Código Procesal Penal). Como segundo motivo pretende que, con base en el Art. 408 inciso f) ejúsdem y el
Transitorio IV de la Ley de Reorganización Judicial, se le permita hacer la reparación integral del daño que prevé el Art.
30 inciso j). Por último, solicita que se suspenda provisionalmente la ejecución de la sentencia. La revisión debe
declararse inadmisible, parcialmente, y sólo en lo que al segundo motivo se refiere. Aún y cuando el quejoso cita como
norma que da base a la revisión el inciso f) del Art. 408, lo cierto es que su fundamentación y pretensión coinciden, en
apariencia, con lo que dispone el inciso e), sea, cuando se deba aplicar una norma penal más favorable. Ha sido el criterio
de esta Sala que en esos casos la revisión procede siempre y cuando se aleguen hechos o elementos de prueba nuevos
que solos o unidos a los ya examinados en el proceso, evidencien que el hecho existió, que el condenado no lo cometió,
o que el hecho cometido encuadra en una norma más favorable. Sin embargo, este no es el caso del gestionante, quien
pretende se le apliquen retroactivamente disposiciones contenidas en la nueva ordenanza procesal penal, lo que es
manifiestamente improcedente, ya que cuando el Código de rito se refiere a que el "hecho encuadre en una norma más
favorable", está delimitando este supuesto de revisión a la ley sustantiva y no a la procesal, porque solo respecto de la
primera es dable hablar de encuadrar o subsumir un hecho en la norma. Así, ni el Código Procesal Penal, ni los diversos
institutos que regula pueden considerarse como ley más favorable, a los efectos del procedimiento de revisión. En
consecuencia, debe declararse inadmisible el segundo motivo alegado." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 435
de las 8,34 hrs. del 15 de mayo.

42. PROCEDIMIENTO DE REVISION - Consideraciones sobre sus requisitos.

"El sentenciado R.A.G.M., gestiona la revisión de la sentencia 43-B-95, dictada en su contra por el Tribunal Superior
Segundo Penal de San José, Sección Segunda y no obstante que alega violación al debido proceso, que es una causal
legalmente establecida para el procedimiento en cuestión, en el inciso g del artículo 408 del Código Procesal Penal de
1996, su pretensión es manifiestamente infundada, pues no concreta en la existencia de vicio alguno, ni siquiera se
señalan los elementos que permitirían vislumbrar la existencia de alguna irregularidad que pudiera encuadrarse dentro del
esquema del incumplimiento lesión al debido proceso. Se limita a señalar que estima que la fijación de la pena en su caso
fue injusta y, aunque reconoce que incurrió en los ilícitos por los cuales resultó condenado, señala que estos no merecían
una sanción tan drástica. Es evidente que esas pretensiones y argumentos no son propios para ser conocidos dentro de
un procedimiento para la revisión de una sentencia firme, pues no corresponde a ninguno de los supuestos establecidos
en le ley procesal. El procedimiento de revisión se basa en el estudio y análisis de las causales que en forma específica
señala el legislador, como legitimadas para permitir el estudio -con fines de revisión- de un fallo firme, causales que a su
vez deben ser claramente esbozadas al solicitar el inicio del procedimiento -es decir, no solo enunciadas, sino razonando
el por qué concurren en la especie-. Los defectos formales en la puntualización de esos extremos, bien podrían ser objeto
de prevención, como lo establece el párrafo final del articulo 411 del Código citado. Sin embargo, en este caso la
prevención no es procedente, pues del propio libelo en que se gestiona la revisión se desprende con claridad que el
reclamo principal no está amparado a causal alguna y por ello resulta ser una gestión infundada e improcedente. Por lo
expuesto, por mayoría se declara su inadmisibilidad." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 196 de las 9,35 hrs. del
27 de febrero.

VOTO SALVADO DEL MAGISTRADO GONZALEZ ALVAREZ

"El Suscrito Magistrado se permite disentir del criterio externado por la mayoría en cuanto rechaza ad portas el recurso de
revisión que formula el sentenciado R.A..G.M, por las siguientes razones: 1°.- Cuando se promulgó la Ley de Jurisdicción
Constitucional (N°7128 del 11 de octubre de 1989) se modificaron las reglas del recurso (hoy procedimiento) de revisión,
pues a partir de entonces se agregó como una nueva causal la violación al debido proceso y al derecho de defensa,
exigiéndose además que en cada caso concreto la Sala Penal debía formular una consulta preceptiva a Sala
Constitucional para que ésta definiera "...el contenido, condiciones y alcances de tales principios o derechos...". Lo anterior
se hizo así con el fin de que en sede penal no se asumieran rígidas o restrictivas posiciones que de alguna manera
limitaran la defensa de los derechos de los sentenciados, de manera que el recurso (hoy procedimiento) de revisión se
convirtiera en un mecanismo de justicia, más que en el despliegue de una actividad ritual, lo cual justifica -en criterio del
suscrito- asumir una actitud flexible frente a la admisibilidad, sin que pueda denegarse el acceso por razones de forma,
como lo hace la mayoría. 2°.- Además los criterios de admisibilidad del recurso de casación, aplicables también al
procedimiento de revisión conforme a los artículos 2 y 372 del nuevo Código Procesal Penal, han sufrido modificaciones
sustanciales que los han hecho más flexibles en favor de los derechos de las partes. En efecto, la Sala Constitucional
señaló que estos recursos y procedimientos satisfacen la Convención Americana de Derechos Humanos y en
consecuencia también nuestra Constitución Política, "...en tanto no se regule, interprete o aplique con rigor formalista, sino
que permita con relativa sencillez, al Tribunal de Casación examinar la validez de la sentencia recurrida, en general, así
como el respeto debido a los derechos fundamentales del imputado en especial los de defensa y al debido proceso..."
(Sala Constitucional, Voto 182-A-94 de 9 hrs. Del 11 de noviembre de 1994 ), derechos, estos últimos, que son
precisamente los que más se controlan por medio del proceso de revisión conforme a las nuevas causales. Esta apertura
tuvo gran repercusión en el trámite y la admisibilidad de los recursos, pues sin duda constituyó un importante apoyo al
proceso de desformalización jurídica de los trámites en la Sala Tercera, para quienes acudían en demanda de justicia.
Tanto así que esta Sala llegó a afirmar, con el voto salvado de uno de sus integrantes, que "...el examen de admisibilidad
del recurso de casación no puede ser hecho con un criterio excesivamente formalista, porque ello podría constituirse en
una fórmula para denegar justicia. Además, es indispensable en nuestro país armonizar el sistema de casación adoptado
en el Código Procesal Penal con los principios constitucionales costarricenses y la Convención Americana de Derechos
Humanos, así como también dar cumplimiento a la jurisprudencia de la Sala Constitucional... Por lo anterior, aún cuando
la doctrina extranjera acentúe el aspecto formalista del recurso de casación, en nuestro sistema esa excesiva formalidad
debe ceder ante otros fundamentales intereses jurídicos, como lo son el acceso a la justicia, es decir el que casación
conozca de cualquier reclamo que formule quien se sienta agraviado en sus derechos fundamentales, y por ser el sistema
de justicia penal de orden público. Desde luego, lo anterior no significa desconocer todos los requisitos formales exigidos
por la ley, sino interpretar esas normas restrictivamente..." (Sala Tercera, resolución de mayoría N° 155 A de 10:25 hrs.
del 12 de abril de 1991).- Esos criterios de apertura deben mantenerse todavía, pues no han cambiado ni la Constitución,
ni las Convenciones internacionales en que se sustentan. Por el contrario, podríamos afirmar -como lo evidenciamos de
seguido- que la nueva legislación procesal penal en vigencia desde este año acentúa dicha flexibilidad en garantía de los
derechos de las partes. 3°.- En efecto, por un lado se mantiene la norma que señala que "deberán interpretarse
restrictivamente las disposiciones legales que coarten la libertad personal o limiten el ejercicio de un poder o derecho
conferido a los sujetos del proceso. En esta materia, se prohíben la interpretación extensiva y la analogía mientras no
favorezcan la libertad del imputado ni el ejercicio de una facultad conferida a quienes intervienen en el procedimiento" (art.
2 nuevo CPP), la cual exige mayor flexibilidad al momento de interpretar las normas que posibilitarían rechazar de plano
una gestión de revisión. Por otro lado, el artículo 15 de la nueva legislación procesal penal estatuye que "el tribunal o el
fiscal que constate un defecto formal saneable en cualquier gestión, recurso o instancia de constitución de los sujetos del
proceso, lo comunicará al interesado y le otorgará un plazo para corregirlo, el cual no será mayor de cinco días...", norma
que expresamente exige a la Sala formularle una prevención al gestionante de la revisión para que -en el evento de que
existan errores formales- los corrija y obtenga así el derecho a ser escuchado en sede jurisdiccional conforme lo garantiza
la Constitución Política (en especial el artículo 41). Por si alguna duda existía al respecto, la necesidad de esa prevención
la reitera el artículo 411 del nuevo Código Procesal Penal, al señalar que podrá declararse inadmisible la demanda de
revisión cuando no cumpla los presupuestos legales "...sin perjuicio de la prevención correspondiente cuando se trate de
errores formales...", haciendo alusión directa a lo dispuesto en el artículo 15 citado. En el caso de autos el sentenciado
G.M. alega una violación al debido proceso, señalando que la sanción que se le impuso fue desproporcionada en relación
con los hechos que la justificaron, lo cual podría constituir un vicio de falta de fundamentación. Es cierto que la gestión
incumple los presupuestos formales de admisibilidad como lo señala la mayoría de la Sala, pues en la confección del
escrito se denota la ausencia de asesoría letrada, sin embargo lo que corresponde en ese supuesto es formularle una
prevención al gestionante para que dentro del término de tres días corrija esos defectos, apercibido de que si no lo hace
la misma será declarada inadmisible y en ese sentido emito mi voto, apartándome del criterio de mayoría." 1998. SALA
TERCERA DE LA CORTE, Nº 196 de las 9,35 hrs. del 27 de febrero.

43. PROCEDIMIENTO DE REVISION - Interpuesto contra sentencia de casación.

"Vista la demanda de Revisión formulada por el Lic. A.N.Ch.M., considera esta Sala que debe declararse inadmisible,
porque se han inobservado en su enunciación ciertas formalidades establecidas en el nuevo Código Procesal Penal de
1996 (Ley Nº 7594), incurriendo en un error de formulación que no cabe considerar como susceptible de ser saneado al
tenor de los artículos 15 y 411 del Código citado. Esto así, porque conforme al párrafo primero del artículo 408 de ese
texto legal, la Revisión procede contra la sentencia condenatoria firme, que en este caso sería la que fue pronunciada por
el Tribunal de Juicio, no la dictada por la Sala, que al resolver los recursos de casación interpuestos contra aquella
resolución condenatoria, los declaró sin lugar y solamente redujo el monto de la pena impuesta, por aplicación de los
principios de economía y de no reforma en perjuicio (cfr. parte dispositiva a folio 496), por la particularidad de que esa
condena proviene de un juicio de reenvío donde la pena fijada superó la que fue impuesta originalmente. Con esto no se
quiere decir que en todos los casos sea imposible dirigir la Revisión contra una sentencia dictada por la Sala, pues sí sería
admisible, por ejemplo, en los casos en que este despacho directamente califique los hechos probados de una sentencia
absolutoria, imponiendo la respectiva condena a su autor (esto es, al conocer del recurso interpuesto por el acusador),
concurriendo alguna de las hipótesis previstas en el artículo 408 (respecto a la Revisión de las sentencias de casación
véase CASTILLO GONZALEZ, Francisco: El Recurso de Revisión de materia penal, San José, Colegio de Abogados,
1980, p. 54 a 55). Sin embargo, en el presente caso, el gestionante ampara su solicitud de Revisión en los casos
señalados en los incisos 4º y 6º del anterior Código de Procedimientos Penales de 1973 (Ley Nº 5377), que encuentran su
correlación en los incisos e) y g) del artículo 408 del nuevo Código Procesal Penal, pero los fundamentos con que se
quiere sustentar la demanda no aluden a la existencia de error judicial en la sentencia condenatoria del Tribunal, sino a
una disconformidad del solicitante con lo resuelto por esta Sala al conocer de los recursos de Casación que fueron
interpuestos contra aquella. En este caso el desacierto en la sentencia contra la cual se dirige la demanda la torna
inadmisible e insaneable, pues de existir un error judicial esencial en la base de la condena cuestionada, debe localizarse
en la sentencia del Tribunal de Juicio, que declaró la existencia del hecho delictivo y la responsabilidad penal del imputado
en el mismo. La Sala, por la vía del recurso de casación, simplemente se limitó a examinar la existencia de ciertas
violaciones a la ley que fueron acusadas por los recurrentes, de modo que aun suprimiendo hipotéticamente lo resuelto
por la Sala, la condena del señor R.M.T. se mantendría incólume, precisamente por encontrar su verdadero fundamento en
la sentencia dictada por el Tribunal de Juicio. Para demostrar cualquiera de los dos casos de revisión invocados por el
demandante (ya sea que después de la condena hayan sobrevenido o se han descubierto nuevos hechos o nuevos
elementos de prueba que, solos o unidos a los ya examinados en el proceso, evidencien que el hecho no existió, que el
condenado no lo cometió o que el hecho cometido encuadra en una norma más favorable; o que la sentencia
condenatoria no ha sido dictada mediante el debido proceso u oportunidad de defensa), la motivación o argumentación
debería entonces referirse directamente a los procedimientos seguidos hasta el momento en que se decide condenar al
acusado, ya sea demostrando la incidencia concreta de los nuevos hechos o nuevos elementos de prueba, o de las formas
procesales inobservadas o de la conculcación de la oportunidad de defensa." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº
406 de las 9,50 hrs. del 24 de abril.

VOTO SALVADO DEL MAGISTRADO GONZALEZ ALVAREZ

"El Suscrito Magistrado se permite disentir del criterio externado por la mayoría en cuanto rechaza ad portas el recurso de
revisión que formula el Licenciado A.N.Ch.M., por las siguientes razones: 1°.- Cuando se promulgó la Ley de Jurisdicción
Constitucional (N°7128 del 11 de octubre de 1989) se modificaron las reglas del recurso (hoy procedimiento) de revisión,
pues a partir de entonces se agregó como una nueva causal la violación al debido proceso y al derecho de defensa,
exigiéndose además que en cada caso concreto la Sala Penal debía formular una consulta preceptiva a Sala
Constitucional para que ésta definiera "...el contenido, condiciones y alcances de tales principios o derechos...". Lo anterior
se hizo así con el fin de que en sede penal no se asumieran rígidas o restrictivas posiciones que de alguna manera
limitaran la defensa de los derechos de los sentenciados, de manera que el recurso (hoy procedimiento) de revisión se
convirtiera en un mecanismo de justicia, más que en el despliegue de una actividad ritual, lo cual justifica -en criterio del
suscrito- asumir una actitud flexible frente a la admisibilidad, sin que pueda denegarse el acceso por razones de forma,
como lo hace la mayoría. 2°.- Además los criterios de admisibilidad del recurso de casación, aplicables también al
procedimiento de revisión conforme a los artículos 2 y 372 del nuevo Código Procesal Penal, han sufrido modificaciones
sustanciales que los han hecho más flexibles en favor de los derechos de las partes. En efecto, la Sala Constitucional
señaló que estos recursos y procedimientos satisfacen la Convención Americana de Derechos Humanos y en
consecuencia también nuestra Constitución Política, "...en tanto no se regule, interprete o aplique con rigor formalista, sino
que permita con relativa sencillez, al Tribunal de Casación examinar la validez de la sentencia recurrida, en general, así
como el respeto debido a los derechos fundamentales del imputado en especial los de defensa y al debido proceso..."
(Sala Constitucional, Voto 182-A-94 de 9 hrs. Del 11 de noviembre de 1994 ), derechos, estos últimos, que son
precisamente los que más se controlan por medio del proceso de revisión conforme a las nuevas causales. Esta apertura
tuvo gran repercusión en el trámite y la admisibilidad de los recursos, pues sin duda constituyó un importante apoyo al
proceso de desformalización jurídica de los trámites en la Sala Tercera, para quienes acudían en demanda de justicia.
Tanto así que esta Sala llegó a afirmar, con el voto salvado de uno de sus integrantes, que "...el examen de admisibilidad
del recurso de casación no puede ser hecho con un criterio excesivamente formalista, porque ello podría constituirse en
una fórmula para denegar justicia. Además, es indispensable en nuestro país armonizar el sistema de casación adoptado
en el Código Procesal Penal con los principios constitucionales costarricenses y la Convención Americana de Derechos
Humanos, así como también dar cumplimiento a la jurisprudencia de la Sala Constitucional... Por lo anterior, aún cuando
la doctrina extranjera acentúe el aspecto formalista del recurso de casación, en nuestro sistema esa excesiva formalidad
debe ceder ante otros fundamentales intereses jurídicos, como lo son el acceso a la justicia, es decir el que casación
conozca de cualquier reclamo que formule quien se sienta agraviado en sus derechos fundamentales, y por ser el sistema
de justicia penal de orden público. Desde luego, lo anterior no significa desconocer todos los requisitos formales exigidos
por la ley, sino interpretar esas normas restrictivamente..." (Sala Tercera, resolución de mayoría N° 155 A de 10:25 hrs.
del 12 de abril de 1991).- Esos criterios de apertura deben mantenerse todavía, pues no han cambiado ni la Constitución,
ni las Convenciones internacionales en que se sustentan. Por el contrario, podríamos afirmar -como lo evidenciamos de
seguido- que la nueva legislación procesal penal en vigencia desde este año acentúa dicha flexibilidad en garantía de los
derechos de las partes. 3°.- En efecto, por un lado se mantiene la norma que señala que "deberán interpretarse
restrictivamente las disposiciones legales que coarten la libertad personal o limiten el ejercicio de un poder o derecho
conferido a los sujetos del proceso. En esta materia, se prohíben la interpretación extensiva y la analogía mientras no
favorezcan la libertad del imputado ni el ejercicio de una facultad conferida a quienes intervienen en el procedimiento" (art.
2 nuevo CPP), la cual exige mayor flexibilidad al momento de interpretar las normas que posibilitarían rechazar de plano
una gestión de revisión. Por otro lado, el artículo 15 de la nueva legislación procesal penal estatuye que "el tribunal o el
fiscal que constate un defecto formal saneable en cualquier gestión, recurso o instancia de constitución de los sujetos del
proceso, lo comunicará al interesado y le otorgará un plazo para corregirlo, el cual no será mayor de cinco días...", norma
que expresamente exige a la Sala formularle una prevención al gestionante de la revisión para que -en el evento de que
existan errores formales- los corrija y obtenga así el derecho a ser escuchado en sede jurisdiccional conforme lo garantiza
la Constitución Política (en especial el artículo 41). Por si alguna duda existía al respecto, la necesidad de esa prevención
la reitera el artículo 411 del nuevo Código Procesal Penal, al señalar que podrá declararse inadmisible la demanda de
revisión cuando no cumpla los presupuestos legales "...sin perjuicio de la prevención correspondiente cuando se trate de
errores formales...", haciendo alusión directa a lo dispuesto en el artículo 15 citado. 4°.- En el caso de autos se solicita
revisar la sentencia recaída en este asunto contra R.M.T. La mayoría de la Sala rechaza la gestión porque en el escrito
inicial no se menciona la sentencia del Tribunal de instancia, sino que se dirige contra la resolución de esta Sala que se
pronunció sobre el recurso de casación contra ese fallo. Es cierto que existe un defecto en la petición, pero es meramente
formal y puede ser corregido conforme lo permite el artículo 15 del nuevo Código Procesal Penal, siempre que se le
brinde la oportunidad al gestionante. Por lo anterior voto para que se le formule una prevención al petente para que
dentro del término de tres días corrija esos defectos, apercibido de que si no lo hace la gestión será declarada
inadmisible." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 406 de las 9,50 hrs. del 24 de abril.
44. PRUEBA - Interceptación de mensajes en radiolocalizador.

"En el octavo motivo de su recurso de casación (visible de folio 26 al 73 del legajo respectivo) e invocando vicios in
procedendo, la Licenciada E.R.A., defensora pública de los encartados L.M.V. y J.M.Z.A., aduce fundamentación ilegítima
del fallo impugnado, por incorporación de prueba ilegal, con quebranto de los artículos 24, 39 y 41 de la Constitución
Política, 106, 144, 145, 393, 395, 146 y 400 inciso 3 del Código de Procedimientos Penales de 1973; 11 incisos 2 y 3, 8
inciso 2 de la Convención Americana de Derechos Humanos. Indica la recurrente, en lo esencial (folios 66 a 72), que se
utilizó como prueba los mensajes recibidos en el "bíper" 809 ("beeper", en su escritura inglesa), propiedad de Peluquería
R.S.A. y J.M.Z.A., cuando la Ley de registro, secuestro y examen de documentos privados e intervención de las
comunicaciones, 7425 de 17 de agosto de 1994, solo lo permite en casos de secuestro extorsivo y los tipificados en la ley
sobre estupefacientes, por lo que en su oportunidad planteó incidente de nulidad. Agrega, sin embargo, que el Tribunal
consideró, al resolver la gestión, que las llamadas a los "bípers" no tienen la naturaleza de comunicaciones de orden
telefónico y que se trata de documentos de los indicados en el artículo 1 de la Ley de registro. La recurrente considera
que aun admitiendo esta situación, el artículo 1 debe entenderse relacionándolo con el 9 de la misma ley y solo se pueden
utilizar en casos de secuestro extorsivo e infracciones a la ley de psicotrópicos, en tanto que lo atribuido a sus defendidos
era el delito de favorecimiento real. En similares términos, el Licenciado M.R.G., defensor particular del acusado W.R.Z.,
reclama en el segundo motivo de su recurso por la forma (fs. 74 a 98 del legajo de recursos), fundamentación ilegítima de
la sentencia de mérito, por la violación de las comunicaciones privadas de los ciudadanos y estima por ello vulnerados los
artículos 106, 226, 263 bis, 395 incisos 2 y 3 y 400 incisos 3 y 4 del Código de Procedimientos Penales de 1973; 24 y 39
de la Constitución Política, 1, 9, 26 párrafo 2 y siguientes y concordantes de la Ley sobre Registro, Secuestro y examen
de documentos privados e intervención de las comunicaciones y 8 de la Ley Orgánica del Poder Judicial. Señala el
recurrente (folios 82 a 86 vlto.) que dicho vicio se configura en las causas numeradas 13 (Extorsión en grado de tentativa)
y 14 (Asociación Ilícita), exponiendo un alegato semejante al esgrimido por la Licenciada R.A. y menciona que aunque los
señores jueces lo nieguen, es un elemento probatorio esencial sobre el que se funda la sentencia, que le dedica casi
cuarenta folios al tema en el Considerando III. Sostiene, además, que los registros de radiomensajes no son documentos
privados, como lo pretende el Tribunal, pues su impresión obedece a orden judicial, de lo contrario permanecen
almacenados en los discos duros de los computadores y son borrados cada tres o seis meses. Por otra parte, agrega
como segundo extremo del reclamo, que el artículo 26 de la Ley de registro dispone que "No se podrán secuestrar,
registrar o examinar los documentos privados ni intervenir las comunicaciones que realicen el abogado defensor,
debidamente acreditado como tal, y su cliente, siempre que se produzcan en el ejercicio del derecho de defensa". No
obstante, la sentencia fundamenta la certeza de sus consideraciones indicando que a R.Z., en el caso del señor R.O.J., se
le decomisa un radiolocalizador a nombre del cliente con la clave E. de la empresa Tico Pager, el cual efectivamente
pertenecía al justiciable porque aparecen registrados mensajes que le envió su abogado a cargo de la defensa (f. 86 del
legajo de recursos). De este modo, plantea quien recurre, la comunicación de carácter confidencial sostenida entre
acusado y defensor, ha servido de prueba de cargo en contra del primero y de fundamento esencial del fallo condenatorio;
"... en opinión del Tribunal: ‘lo ha delatado’" (f. 86 del legajo de recursos). En su criterio, la actuación del a quo contradice
lo señalado en el voto 6378-95 de la Sala Constitucional, en el sentido de que: "... cuando ésta se trate de
conversaciones del imputado con su defensor las comunicaciones son absolutamente confidenciales al grado que incluso
la confesión del delito que se está investigando no podría utilizarse válidamente como prueba directa o indirecta en el
mismo proceso penal" (f. 86 vuelto del legajo de recursos). Por último, en la adhesión a los recursos de casación
formulada por los imputados R.M.C., O.F.V., F.J.B.M. y R.G.M., (folios 152 a 220 del legajo respectivo), concretamente en
el segundo motivo por la forma, del "caso en perjuicio de L.R.C.R.", los encartados F.J.B.M. y R.M.C., acusan violación
del debido proceso y del derecho de defensa, con quebranto de los artículos 106 y 400 inciso 3 del Código de
Procedimientos Penales de 1973; 39 y 41 de la Constitución Política. En lo esencial, reprochan que: "Se enlista dentro del
proceso, dentro de los hechos probados, pero fundamentalmente dentro de la descripción analítica de la prueba, toda una
serie de llamadas o avisos obtenidos de las empresas de radiomensajes que sirvieron al Tribunal sentenciador para
aseverar conocimientos de actividad entre ambos imputados, actividades ilícitas que condujeron a la imposición de
sanciones varias. Esta actuación de los juzgadores se enmarca indudablemente dentro de lo que se define como una
intervención de comunicaciones. Todas esas probanzas resultan a la lugar (sic) del debido proceso absolutamente
ilegales, al tenor de lo regulado en la Ley número 7425 de Registro, Secuestro y examen de Documentos Privados e
Intervención de las comunicaciones, concretamente el artículo de la mencionada ley que dispone la autorización de las
intervenciones pero solo en caso de Secuestro Extorsivo y en los previstos en la Ley Sobre Sustancias Psicotrópicas de
Uso no Autorizado y Actividades Conexas. En el caso de estudio es evidente que se dio toda una intervención a las
comunicaciones en referencia de la acreditación del delito de extorsión, no circunscrito dentro de la mencionada ley, y que
esa intervención violenta de manera flagrante la citada normativa, ley procedimental..." (Sic). (Fs. 195 y 196 del legajo de
recursos). Razón por la que, reclaman, se incorporó prueba ilegítima. Idénticos argumentos reiteran, transcribiéndolos,
todos los encartados que se adhirieron al recurso, en el único motivo por la forma admitido por esta Sala respecto del
delito de ASOCIACION ILICITA por el cual fueron condenados (folios 217 y 218 del legajo de recursos). III.- En su voto N°
3444-97, de las 10,21 hrs. de 20 de junio de año próximo pasado, la Sala Constitucional, variando el criterio que había
sostenido hasta esa fecha, señaló en lo que interesa: "Resulta equivocada la aplicación de los artículos 1, 2 y 3 de la Ley
(de Registro y Examen de documentos) en el presente caso, pues se ordenó secuestrar el listado de llamadas telefónicas
recibidas por la empresa, que luego las transmite a un aparato receptor (beeper). Ese registro no es un documento
privado, es decir no es un documento en sentido estricto, sino que es uno que sirve para documentar comunicaciones
entre particulares y por ello, la norma aplicable en el presente caso es el artículo 9 de la Ley No. 7425... La intervención
de comunicaciones de este tipo, ya sea de la documentación de la existencia de la comunicación -por ejemplo la fecha y
hora en que una persona se comunicó con otra-, la identidad del emisor del mensaje y de su receptor, o del contenido de
las comunicaciones -listado de mensajes recibidos por vía telefónica para una persona determinada- puede ordenarse
únicamente en casos en que se investiguen los delitos de secuestro extorsivo o los previstos en la Ley de Sustancias
Sicotrópicas -artículo 9 de la Ley Nº 7425- y mediante los procedimientos establecidos en el artículo 10 y ss. En cuanto a
este punto la mayoría de la Sala modifica un precedente anterior, sentado en el considerando IX de la sentencia No.
4454-95, de las 11,12 horas del 11 de agosto de 1995... Por el contrario, ahora la mayoría de la Sala, tras una más
detenida consideración de las cuestiones involucradas, estima que en el presente caso y siguiendo ese precedente, al
ordenarse el secuestro del listado de llamadas con el fin de esclarecer una causa que se sigue... contra el recurrente y
otros cuatro imputados, por los delitos de homicidios calificados y robo agravado, los cuales no están previstos en el
artículo 9 de la Ley No. 7425, se ha producido una violación al derecho a la intimidad y a la libertad de las
comunicaciones del amparado..." (Lo escrito entre paréntesis no corresponde al original). Esta resolución es vinculante
para la solución del presente asunto. Sin embargo, los suscritos magistrados nos permitimos manifestar nuestro criterio
sobre el problema jurídico planteado. La Ley 7425, de Registro, secuestro y examen de documentos privados e
intervención de las comunicaciones, regula en forma separada, como su propio nombre lo indica, dos situaciones diversas:
por un lado (Capítulo I) la referida a los que se considerarán documentos privados y el procedimiento establecido para su
secuestro, examen y conservación por las autoridades judiciales y, por otro (en el Capítulo II), la atinente a la intervención
de las comunicaciones "orales, escritas o de cualquier otro tipo, dentro de los procedimientos de una investigación policial
o jurisdiccional, cuando involucre el esclarecimiento de los siguientes delitos: el secuestro extorsivo y los previstos en la
Ley sobre sustancias psicotrópicas, drogas de uso no autorizado y actividades conexas" (artículo 9), así como, en general,
las formas que han de cumplirse para garantizar su legitimidad. De esta primera distinción positiva, se infiere que los
límites impuestos por el legislador respecto de las circunstancias en que puede ordenarse, practicarse y ser incorporada
como prueba en el proceso una intervención de las comunicaciones orales, escritas o "de cualquier otro tipo"
(concretamente restringida al esclarecimiento de los delitos que en forma expresa se mencionan), no rigen ni son
aplicables al registro, secuestro y examen de los documentos privados a que se refiere el artículo 1 de la Ley en
comentario; aspecto en que sí coincide la Sala Constitucional. En otros términos, los documentos privados pueden ser
objeto de esas medidas, por orden del Juez, en cualquier causa penal, independientemente del tipo, la naturaleza o la
calificación jurídica del hecho punible que se halle sometido a enjuiciamiento. Así se desprende de la propia redacción de
la Ley y se reafirma, sin lugar a dudas, en el artículo 2 de la misma normativa, al establecer que: "Cuando resulte
indispensable para averiguar la verdad, el Juez podrá ordenar, de oficio, a petición de la autoridad policial a cargo de la
investigación, del Ministerio Público o de alguna de las partes del proceso, el registro, el secuestro y el examen de
cualquier documento privado, siempre que pueda servir como prueba indispensable de la comisión de alguna conducta
delictiva." [...]. De allí que no pueden compartirse los argumentos de los recurrentes, en el sentido de que el artículo 1
debe entenderse relacionándolo con el 9 de la misma ley, para sostener la existencia de las restricciones en ambos
casos, pues ningún vínculo hay entre ellos y el propio texto legal se encarga de desechar esa posible vía interpretativa,
conforme lo señala la propia Sala Constitucional y lo comparten los suscritos juzgadores. Partiendo de esta premisa, es
necesario analizar, como segundo extremo, en qué situación se hallan los registros de radiomensajes, es decir, si han de
catalogarse como documentos privados o si corresponden a la "intervención de comunicaciones" a que hace referencia el
artículo 9 de la Ley de cita. Es preciso, por ello, definir qué se entiende por tal "intervención de las comunicaciones",
subrayando la circunstancia de que esa actividad no se limita a las establecidas mediante la vía telefónica, sino que, como
la propia Ley lo indica, pueden también ser sometidas a dicha medida las "orales, escritas o de cualquier otro tipo". Así, la
intervención puede decretarse, incluso, sobre la correspondencia postal o telegráfica, o las comunicaciones que puedan
establecerse mediante el uso de sistemas informáticos, o cualquier otra vía; o mediante la escucha, por ejemplo, de lo que
se dice en una habitación contigua. El elemento esencial del concepto de "intervenir", para los efectos que aquí interesan,
radica, como su propia acepción lo señala, en que tiene lugar contemporánea o simultáneamente con la comunicación, es
decir, en el mismo momento en que ésta se produce, de tal forma que es interceptada (mediante grabación, escucha
directa, lectura, filmación, etc.) antes de que llegue a su destinatario, o en el preciso instante en que es recibida por éste,
pero siempre durante ella. Es evidente que, una vez producido y finalizado el proceso comunicativo, éste no podrá ser
objeto de intervención, sino a lo sumo reconstruido a través de medios probatorios por completo ajenos al mecanismo de
interferencia en examen (v. gr.: declaraciones testificales, documentos, etc.), pues es lógicamente imposible intervenir
(tomar parte, interferir) en un suceso del pasado. Es éste el sentido lógico y jurídico del concepto de intervención de las
comunicaciones: sólo podrán ser objeto de esa medida, las que se encuentren en curso o las que se produzcan con
posterioridad al decreto y puesta en práctica del acto interventor y no las ya acaecidas, pues en cuanto a ellas es lógica,
material y físicamente imposible que se produzca la interceptación. La Ley de registro de documentos mencionada, tanto
en su artículo 1 como en el 9, hace referencia a distintos medios de comunicarse utilizados para transmitir información de
carácter privado y secreto -por precepto constitucional- (medios que, en modo alguno, son taxativos, sino ejemplificativos)
y en ambos casos (cuando la propia naturaleza del medio o documento lo permitan) pueden ser intervenidos (por ejemplo:
la correspondencia epistolar, por fax, telex, telemática), entendida tal medida, en la forma ya expuesta, como
interceptarlos antes de que sean recibidos por el destinatario o en el transcurso de la comunicación, según sea el caso. Al
respecto, sostiene la doctrina: "Según el medio de comunicación utilizado, la forma en que la intervención ha de realizarse
será distinta. Si se trata de comunicación postal, la diligencia consistirá en interceptarla, procediendo a su detención,
apertura y examen; lo propio sucederá cuando se acuerde la intervención de comunicaciones realizadas a través de
telégrafo, aunque el juez puede también limitarse a ordenar que se faciliten copias de los telegramas transmitidos por una
Oficina de Telégrafos, sin impedir que sean conocidos por el destinatario; finalmente, cuando se trata de intervenciones
telefónicas, no se pretende interrumpir u obstruir esta vía de comunicación, sino fiscalizar, observar o escuchar la que
tenga lugar a través del teléfono mediante aparatos o artificios técnicos de control, escucha o grabación." (MORENO
CATENA, Víctor, Medidas instrumentales restrictivas de derechos, Derecho Procesal, T. 2, Vol. 1, El proceso penal, Tirant
lo blanch, Valencia, 1987, P.336). La doctrina española, en procura de explicar los términos utilizados por su legislación
positiva, ha distinguido, en el caso de las comunicaciones telefónicas, entre la "intervención" y la "observación". Así, se
indica: "... ‘la intervención’ supone apoderarse del contenido de las conversaciones telefónicas, poder llegar a conocerlas.
Por su parte, el término ‘observación’ ha de reducirse a poder tomar conocimiento del destino de la comunicación, de la
identidad subjetiva del receptor de la comunicación, al menos del titular, pero no permite el conocimiento del contenido,
que debe permanecer secreto." (LOPEZ, Jacobo, Las escuchas telefónicas y la prueba ilegalmente obtenida, Akal, España,
s. f., p. 194). Estas diferencias también son conocidas en nuestro medio, cuando, en vez de decretar la intervención, se
ordena simplemente el "rastreo telefónico", que tiene por objeto determinar de qué teléfonos proceden las llamadas y a
cuáles se emiten. Ahora bien, el llamado procedimiento de "radiomensajes", consiste en el envío, por lo general a través
de una llamada telefónica, de una comunicación dirigida a un destinatario final, que goza de un código y una frecuencia
asignada, así como de un equipo o mecanismo (radiolocalizador o, como comúnmente se le conoce: "bíper", por su
escritura fonética española) en el que el usuario recibe el mensaje. Sin embargo, la comunicación no es directa, sino que
se establece a través de un operador de la empresa que brinda el servicio, el cual atiende la llamada telefónica del emisor
y se encarga, a su vez, de transmitirla al usuario, mediante el código y la frecuencia que el último tiene asignada. Este
procedimiento, eventualmente, puede ser objeto de intervención, interceptando las frecuencias utilizadas, de tal modo que
el Juez esté en posibilidad de imponerse del contenido de las comunicaciones mientras éstas se producen. No obstante,
una vez producidas y finalizadas, ya no son susceptibles de intervenirse, por las razones anteriormente explicadas y solo
podrán, a lo sumo, ser reconstruidas, bien sea mediante la declaración de testigos (emisor, receptor, operador o
cualquiera otra persona que tenga conocimiento de ellas), o a través de la prueba documental en que hayan sido
registradas. En esta última hipótesis, de registro documental, lo que habría de ordenar el Juez es el secuestro de tales
documentos, que ya en nada se diferencian de los que, de modo ejemplificativo, señala el artículo 1 de la Ley 7425 en
comentario, a saber: "Para los efectos de esta Ley, se consideran documentos privados: la correspondencia epistolar, por
fax, telex, telemática o cualquier otro medio; los videos, los casetes, las cintas magnetofónicas, los discos, los disquetes,
los escritos, los libros, los memoriales, los registros, los planos, los dibujos, los cuadros, las radiografías, las fotografías y
cualquier otra forma de registrar información de carácter privado, utilizados con carácter representativo o declarativo, para
ilustrar o comprobar algo"; y, consecuentemente, como se adelantó, no rigen las restricciones establecidas por el
legislador para la procedencia de las intervenciones (la investigación de cierto tipo de delitos). Tanto el secuestro como la
intervención de comunicaciones, importan el levantamiento, para el caso concreto, de garantías constitucionales,
específicamente: la inviolabilidad de las comunicaciones privadas; sin embargo, el legislador ha querido limitar la
procedencia de la segunda medida, atendiendo a sus mayores eventuales efectos lesivos, pues, por su propia naturaleza,
es capaz de afectar la intimidad de un mayor número de personas que no tengan relación alguna con la actividad ilícita
que se investiga y sin que tales sujetos puedan ejercitar, al menos en ese momento, ningún recurso para defenderse de
la intromisión estatal, de allí que se exija que los valores a tutelar sean de una magnitud tal que justifiquen semejante
posibilidad de lesión al derecho individual constitucionalmente asegurado. En el secuestro, por el contrario, no obstante
que también constituye una medida excepcional, y que los datos útiles que de él se obtengan pueden ser idénticos a los
derivados de una intervención, la posibilidad de consecuencias lesivas es mucho menor, pues el Juez, o la autoridad por
él designada, están obligados a seleccionar en forma inmediata los documentos que serán incautados, que deben ser
absolutamente indispensables para el esclarecimiento del hecho que se investiga y, de ser posible, individualizados de
previo en la respectiva orden fundada (artículo 3 del texto legal citado); asimismo, se informará de la diligencia, en el
mismo acto, al interesado o a la persona que tenga en su poder el objeto, con el propósito de que, a partir de ese mismo
instante, pueda cualquiera de ellos ejercer los derechos que le acuerda el artículo 4 de la Ley en referencia. En punto a la
solución externada, se ha señalado que: "La detención de la correspondencia consiste en la aprehensión física del soporte
que se remite, bien mediante transporte del objeto a cuyo través se produce la comunicación (carta, paquete), bien
mediante la transmisión por vía telegráfica de un mensaje. Con ello se impide que el envío pueda llegar a conocimiento de
su destinatario, porque si éste lo tuviera en su poder habría de ordenarse la diligencia de registro de libros y papeles."
(MORENO CATENA, Víctor, Op. Cit., p. 337; [...]). Así, para determinar si nos hallamos en presencia de una intervención,
no es posible atenerse a las características particulares del medio utilizado para establecer las comunicaciones, sino a la
naturaleza misma del acto mediante el cual el juez obtiene conocimiento del contenido de ellas y, en especial, a los
elementos temporales que ligan a este proceso cognoscitivo con el comunicativo. Estima la Sala que el voto constitucional
no tomó en cuenta estos elementos esenciales, sino que partió del contenido de la información, lo que resulta inexacto,
pues, por ejemplo, mediante el secuestro de la correspondencia epistolar, normalmente se conocerá la identidad del
remitente y el destinatario y el contenido mismo de los datos transmitidos; en otros términos, como ya se indicó, los
informes que se obtengan pueden ser iguales a los extraídos de una intervención y, por ello, la diferencia entre ambos
instrumentos no radica en el objeto sobre el cual recaen, sino en la forma mediante el cual el juez se impone de las
comunicaciones. Cuando éstas son telefónicas, el juez, aunque no esté presente siempre, escuchando cada una de las
que se producen, sino que las registre mediante grabación, mantiene, en todo caso, esa posibilidad de oírlas mientras
acaecen, si ese fuera su deseo o resultara indispensable para los fines del proceso; y, por lo demás, el acto mismo de
grabar es simultáneo al proceso comunicativo. En su voto 4454-95, de las once horas con doce minutos del once de
agosto de mil novecientos noventa y cinco, citado por el Tribunal a quo en la resolución de mérito (folio 1377, Tomo III), la
Sala Constitucional había señalado, en lo conducente: "IXo.- El artículo 24 de nuestra Constitución Política garantiza el
secreto de las comunicaciones. Dentro de éstas se ha de comprender las orales, escritas y obviamente las telefónicas. En
el campo de las intervenciones telefónicas, es necesario precisar qué comprende el secreto consagrado
constitucionalmente. En este sentido, las formas de «intervención» de las comunicaciones telefónicas que implican o
comprometen el secreto constitucionalmente protegido, comprenden tanto las operaciones técnicas dirigidas a registrar el
contenido mismo de las comunicaciones, mediante grabaciones de los mismos y su escucha, como cualquier otro
elemento del proceso comunicativo mismo, por ejemplo, el destino de las llamadas que salen o el inicio de las que
ingresan, la identidad de los interlocutores, la frecuencia, hora y duración de las llamadas, aspectos que pueden ser
constatados sin necesidad de registrar el contenido de la llamada mediante la grabación de las conversaciones, y aunque
implican un grado menor de incidencia, y en consecuencia un régimen distinto, tienen relación directa con el secreto de las
comunicaciones. El objeto pues del secreto de las comunicaciones refiriéndonos específicamente al caso de la
comunicación telefónica, se concreta en el derecho a que sujetos distintos de los interlocutores no adquieran ilícitamente
el contenido de las conversaciones telefónicas, sean éstas íntimas o no, o de otros aspectos del propio proceso de
comunicación, como la identidad subjetiva de los interlocutores. Incluso nuestra legislación autoriza que el rastreo sea
solicitado por el propio abonado telefónico directamente a las dependencias del I.C.E., información que le será
debidamente entregada a él, como destinatario por excelencia de las llamadas que ingresan a su número telefónico.
Igualmente se permite el procedimiento mediante resolución de los Alcaldes de Faltas y Contravenciones en la
investigación de las contravenciones por llamadas mortificantes o indecorosas (artículo 378 inciso 9 del Código Penal). En
este caso, se trata de la autorización judicial dada por los Alcaldes, en asuntos distintos de los señalados en la Ley que
regula las intervenciones telefónicas. Sin embargo, hay que señalar, en primer lugar, que la incidencia se da a solicitud del
interesado, quien está siendo afectado por llamadas que le incomodan y para cuya investigación, el rastreo de las
llamadas que ingresan a su número telefónico, resulta ser un elemento probatorio de utilidad. Es pues el titular mismo del
derecho el que solicita y autoriza expresamente la «intromisión» o «lesión» en el secreto de las comunicaciones, que
resulta en esas condiciones un derecho «disponible». La intervención del Estado se da con el consentimiento expreso del
titular del derecho al secreto de las comunicaciones, y para ello no es necesaria su previsión expresa en la legislación.
Hay que señalar que el rastreo, si bien está comprendido dentro de lo que constitucionalmente se ha llamado
«intervención de comunicaciones», en el caso de las comunicaciones telefónicas, su incidencia y la afectación que
representa para el secreto de las comunicaciones es mucho menor de la que se da con la tradicionalmente llamada
«intervención telefónica», que comprende el registro y posibilidad de escucha de las conversaciones. El rastreo
únicamente permite obtener el número del cual provienen las llamadas o bien hacia el que se dirigen, sin conocer la
identidad de los interlocutores ni mucho menos el contenido de la conversación, aspectos estos últimos que requerirían de
mayor análisis y precisión para considerar el consentimiento como legitimador de su registro, aspectos que no resulta de
interés profundizar aquí, por no ser materia del recurso. Ahora bien, en el caso en estudio, se observa que el juez
recurrido ordenó mediante resoluciones debidamente fundadas el rastreo de las llamadas en diversos números telefónicos,
como lo tiene por acreditado esta Sala, números todos estrechamente vinculados con las personas y con los hechos objeto
de investigación, de modo que en cuanto a este aspecto no existe vicio alguno. Ahora bien, el procedimiento de rastreo,
según se desprende del oficio enviado a esta Sala por el Jefe de Operaciones en Telecomunicaciones del I.C.E. y de
conformidad con la estructura misma de las centrales y redes telefónicas, debe ser realizado por el personal especializado
del Instituto dicho, quienes preparando el par telefónico para el registro de las llamadas que ingresan o que egresan,
almacena e imprime en documentos la información así obtenida. Aquí tenemos una combinación de información referida al
secreto de las comunicaciones, materializada en un documento. La forma pues de que las autoridades judiciales conozcan
los resultados del «rastreo» es entonces mediante documentos, que aunque públicos, en el sentido de que son obtenidos
de dependencias oficiales, contienen información de carácter privado, referida a sujetos determinados, por lo que su
conocimiento incontrolado o indiscriminado está en riesgo de lesionar la inviolabilidad de los documentos de carácter
privado así como el secreto mismo de las comunicaciones. Por ello, ha de individualizarse al funcionario del I.C.E. que ha
de realizar el registro y cuidar que la información obtenida sea enviada en forma segura y confidencial al juez. El juez de
Instrucción de Alajuela así lo dispuso, ordenando el secuestro de los documentos dichos y autorizando para esa diligencia
a los oficiales de la Policía de Control de Drogas, documentos que siempre fueron entregados en sobre cerrado
directamente a él, de modo que ninguna lesión se ha producido y el procedimiento adoptado por la autoridad recurrida
responde al deber de confidencialidad que debe regir en esta materia. La particularidad que rodea al procedimiento de
rastreo telefónico consiste, como se dijo, en que la información obtenida se registra en documentos. En este caso, entra a
regir concomitantemente el numeral 1 de la Ley de Registro, Secuestro y Examen de Documentos privados, en donde
expresamente se define como documento privado, entre otros a "cualquier otra forma de registrar información de carácter
privado utilizados con carácter representativo o declarativo, para ilustrar o comprobar algo", definición dentro de la cual
encaja precisamente esta clase de documento mediante el cual se registra el resultado del rastreo telefónico efectuado.
Así, aunque como se dijo este procedimiento tenga relación directa con las comunicaciones y su inviolabilidad, la
incidencia del mismo es obviamente distinta de la que se produce por el registro mismo de las llamadas, que implica
imposición de su contenido. Se combina en el procedimiento de rastreo una incidencia en las comunicaciones telefónicas y
la inviolabilidad de los documentos privados. Por esta última razón, el juez ha de autorizar mediante resolución
fundamentada el procedimiento de rastreo y su registro en documento. Convertida la información así obtenida en
documento, rigen las disposiciones relativas a éstos, pudiendo el juez autorizar el examen de éstos mediante resolución
fundada a los oficiales encargados de la investigación, y aunque en este caso la Ley habla del Organismo de Investigación
Judicial únicamente, esta disposición por lo dicho ha de entenderse, en materia de drogas, en armonía con los artículos
162 y 163 del Código de Procedimientos Penales de 1973 y 25 y 26 de la Ley General de Policía, examen de documentos
que en este caso no resulta abusivo o violatorio de la confidencialidad, porque de antemano el juez sabe cuál va a ser el
contenido de dichos documentos y ha en consecuencia examinado los alcances mismos de la revisión que autoriza, que
será precisamente el conocer el dato de los números telefónicos a los que se ha llamado o bien de los cuales se ha
recibido llamadas en el teléfono intervenido, de manera tal que el juez, si bien autorizó el rastreo y ordenó que la
información le fuera enviada en sobre cerrado, al autorizar la revisión periódica del listado cada veinticuatro horas, no ha
incurrido en lesión alguna, por los motivos ya dichos. Las mismas consideraciones valen en lo referente al secuestro
ordenado de los reportes de los mensajes trasmitidos por el sistema de radio mensajes, que también impugna la
recurrente. Al no observarse vicio alguno en el proceder del recurrido se rechazan los motivos expuestos y se declara sin
lugar el recurso en cuanto a ellos." (Sic) (El subrayado no es del original). Estos criterios, a juicio de la Sala, resultaban
correctos, pues desentrañaban con claridad los mecanismos propios de la intervención de las comunicaciones y el
concepto de "documento" utilizado en la ley de cita. No obstante lo anterior, lo cierto es que la jurisprudencia constitucional
citada al inicio de este Considerando resulta vinculante y, en consecuencia, ha de darse la razón a los recurrentes en
cuanto a este extremo y estimar, entonces, que la incorporación de los elementos de prueba que consistieron en los
radiomensajes y los rastreos de llamadas, es ilegítima y solo resta examinar la trascendencia que hayan tenido para el
juzgamiento de las causas que se citan en los recursos. Sin embargo, es preciso determinar los alcances del voto de la
Sala Constitucional y, en este sentido, ha de entenderse que los datos probatorios ilegales se restringen al secuestro de
los radiomensajes y al "rastreo de llamadas"; ello significa que no es ilícita la prueba sobre la inscripción, posesión o
tenencia de un radiolocalizador, que constituyen simples hechos constatables a través de los contratos suscritos con las
empresas que brindan esos servicios, o de lo declarado por testigos. Estas distinciones son importantes, pues el Tribunal
a quo también hizo uso de esos elementos probatorios que, como se indicó, gozan de plena validez." 1998. SALA
TERCERA DE LA CORTE, Nº 132 de las 9,00 hrs. del 20 de febrero.

45. PRUEBA TESTIMONIAL - Declaración de coimputado ya condenado - Obligación de advertirle sus derechos.

"Como tercer motivo se acusa incorporación ilegítima de prueba, pues el tribunal utilizó la declaración de un imputado ya
juzgado, J.V.C., visible a folios 50 y 51, siendo que en el primer juicio se abstuvo de declarar, no autorizando la
incorporación por lectura de su dicho, lo que impedía que se utilizara en el segundo juicio. Asimismo, que el fallo se
sustenta en la versión del oficial M.T.M., quien declara lo que el citado V.C. le narró en punto a la participación del
imputado M.M. En cuarto término y en relación con esas declaraciones, se protesta violación a las reglas de la sana
crítica. Por tratarse de cuestiones semejantes es preferible resolver los reclamos en forma conjunta. Para incorporar la
declaración del sentenciado V.C., el tribunal razonó de la siguiente manera: "Precisamente partiendo del principio procesal
de libertad probatoria y del hecho de que a V.C. en este momento no lo cobija el derecho de abstención, que tutela única
y exclusivamente la posibilidad de no autoincriminación y no de incriminación respecto de los otros co-encartados, al igual
que tomando en consideración el hecho de que dicho condenado no es localizable en nuestro país y que la última
información con que se cuenta es que se halla en Nicaragua, se procedió a incorporar la declaración de folios 50 a 55" en
respaldo de lo cual se cita una sentencia de esta Sala (96-F-94 de 21 de abril de 1994), que a nuestro entender no es
aplicable al caso en estudio, pues no se refiere a la incorporación por lectura de la declaración de un imputado que
inicialmente se abstuvo de declarar, para que sirva de prueba contra otro co-encartado. No comparte este Despacho esa
posición del a-quo, pues como lo ha señalado la jurisprudencia constitucional (voto 264 de 14:30 horas del 6 de febrero
de 1991), el derecho a la facultad de abstenerse de declarar es irrenunciable en todas las etapas del proceso. Debe
recalcarse que se está en presencia del mismo proceso, que en él V. se abstuvo de declarar y no consintió en que su
dicho rendido en la instrucción fuera incorporado por lectura y que el juzgamiento por aparte de M.M. obedece a
cuestiones eminentemente procesales (que se declarara con lugar un recurso planteado por el Ministerio Público contra la
sentencia originalmente dictada, que lo absolvía a él y condenaba a los otros imputados -entre ellos V.C.- por el mismo
ilícito). Entonces si la declaración que se pretendía de V. era como co-imputado condenado, por tratarse del mismo
proceso, el derecho de abstenerse (y al que ya se había acogido), seguía vigente. Si se pretendía que declarara como
testigo, la situación no varía gran cosa. pues en relación con los coimputados absueltos, condenados o prófugos, se ha
dicho: "De toda forma es criterio de esta Sala que esa práctica (llamarlos a declarar como testigos), conlleva la obligación
de advertirles que pueden callar respecto a todo hecho que estimen puede conllevarles responsabilidad penal, aún en
relación con la ya resuelta" (Sala Constitucional, resolución 2480-97 de 15:36 horas del 6 de mayo de 1997)." 1998. SALA
TERCERA DE LA CORTE, Nº 210 de las 9,10 hrs. del 6 de marzo.

46. PRUEBA TESTIMONIAL - Manifestación de ofendida ante perito oficial no puede considerarse espontánea.

"Tanto en los motivos primero y segundo del recurso interpuesto por el justiciable, como en el primer reclamo formulado
por el defensor público Licenciado R.Ch.C., se protesta que habiéndose abstenido de declarar tanto la menor ofendida
como su madre, las manifestaciones que brindaron a la psiquiatra del Organismo de Investigación Judicial, I.M.G., fueron
tomadas en cuenta para condenar al encartado, por medio del testimonio de dicha profesional, lo que no es más que la
incorporación de prueba ilegítima. En primer término, debe indicarse que no se comparte la posición del defensor público
en lo que toca a que la psiquiatra forense "sí debió indicar a la madre y la menor que tenían el derecho a no declarar".
Tal advertencia la deben realizar las autoridades jurisdiccionales (o las judiciales entendiendo como tales a los miembros
del Ministerio Público), pero no otro tipo de servidores que laboran en el Poder Judicial. II.- Para determinar si se produjo
la violación alegada, deben examinarse los elementos probatorios utilizados en el fallo de instancia y las conclusiones que
se extrajeron de ellos. Según consta en el sumario de prueba, de carácter oral únicamente se recibió la declaración de la
mencionada I.M., quien entre otras cosas manifestó: "La niña dijo que el papá le tocaba las nalguitas y el área genital,
esto se hizo con muñecos...se entrevistó a la madre", agregando las secuelas que presenta la menor. Como prueba
documental y pericial se recibió el dictamen médico legal de folio 11, el dictamen psiquiátrico de folios 33 a 35 (en el que
se señala la manifestación de la menor, en cuanto a los tocamientos y la entrevista efectuada a la madre) y la
certificación de juzgamientos de folio 57. Ya en el análisis de la prueba, expresamente se indica que: "Conforme a la
prueba recibida, concretamente el dictamen psiquiátrico que consta de folio 33 a 35 y la declaración de la perito psiquiatra
I.M.G., el tribunal tiene por bien demostrada la responsabilidad del acusado D.A.A.", precisando sus manifestaciones y el
contenido de la pericia. Es decir, esos elementos de convicción son esenciales para las conclusiones a que arribó el
tribunal y tienen como sustrato las manifestaciones de la menor y de su madre, como se reconoce en otro aparte de la
sentencia (véase por ejemplo folio 66 al final). Fuera de ellos no existen otros elementos probatorios que hayan servido al
a-quo para concluir en la forma dicha. III.- Es cierto, como se hace constar en la sentencia impugnada, que esta Sala
(resolución 1004-97 de 15:45 horas del 18 de setiembre de 1997), consideró que la facultad de abstención "no se
quebranta cuando el imputado o los parientes con derecho de abstención realizan manifestaciones espontáneas a terceras
personas, a raíz de su intervención en el proceso o por cualquier otra circunstancia. Así las cosas, en este caso lo que
manifestó la ofendida al perito citado, aunque tenía como objetivo primordial que el la evaluara psicológicamente, son
aspectos que no solo está obligado a analizar el profesional -como parte de la base conformada también por otros
elementos probatorios a partir de la que emite sus conclusiones-, sino que las debe poner en conocimiento del Tribunal
válidamente, para que este las aprecie con arreglo a lo dispuesto por la normativa reguladora del correcto entendimiento
humano. Cabe resaltar aquí, que el perito -oficial o privado- conserva su condición de tercero sin interés alguno en la
causa, no obstante la importancia del auxilio que su especialidad brinde a los tribunales de justicia". Pero posteriormente,
se replanteó el tema, concluyéndose que no puede hablarse de manifestaciones espontáneas brindadas a un tercero, sino
que se rinden como consecuencia de la cita que se les confiere y a raíz de la "entrevista" o interrogatorio que se realiza.
Así, se dijo (Sala Tercera No. 297-98 de 9:53 horas del 27 de marzo de 1998): "Cierto es que la jurisprudencia patria ha
aceptado que manifestaciones espontáneas de personas con derecho de abstención (imputados y familiares suyos),
efectuadas a otros sujetos, sean tomadas en cuenta para fundamentar fallos aún de tipo condenatorio, primordialmente si
están avaladas por otros elementos de convicción. No existe motivo alguno para modificar ese criterio. Pero en el caso
presente, no es posible considerar que el conocimiento que adquirieron de los hechos los testigos M.G.H., E.Q.M. y
D.E.M.G., lo haya sido en forma espontánea, sino que lo fue en ejercicio de sus funciones, el primero como psicólogo
forense del Organismo de Investigación Judicial y las otras dos profesionales como personeras del Patronato Nacional de
la Infancia y ante la entrevista que, por razón de sus cargos, realizaron a la menor ofendida y a su madre. Entonces, si se
fundamenta el pronunciamiento del a-quo en estos declarantes, que principalmente narran lo que la perjudicada y su
madre les manifestaron, se violaría el derecho de abstención a que se acogieron en el debate". Ello es lo que ocurre en el
caso en examen, por lo que las versiones brindadas por la niña ofendida y su madre, a la psiquiatra M.G., no pueden
considerarse como manifestaciones espontáneas realizadas a terceras personas, sino como consecuencia de la cita que
se les extendió y a raíz de la "entrevista" o "interrogatorio" realizado, como puede observarse claramente en el dictamen
médico legal (de folio 33) y la transcripción del testimonio de la Doctora M. (folio 65). Como también ya se dijo, el
dictamen pericial y la declaración de la mencionada profesional, mediante la cual se incluyen las manifestaciones de la
menor ofendida y de su madre, constituyen la prueba decisiva para el dictado de la sentencia condenatoria, lo que obliga
a declarar con lugar los dos motivos planteados por la forma. Cuando se trata de recursos por vicios procesales, lo
correspondiente es anular el fallo y el debate que lo precedió y ordenar el reenvío. Pero en casos en que ello resulte
innecesario, pues por las circunstancias que rodean el asunto, la remisión no conlleva ningún fin práctico, aplicando el
principio de justicia pronta y cumplida esta Sala ha resuelto directamente la causa, solución que se adopta en este asunto,
y con base en lo expuesto, se absuelve de toda pena y responsabilidad a D.A.A.por el delito de Abusos Deshonestos
Agravados que se le ha venido atribuyendo en perjuicio de H.L.A.S." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 487 de
las 9,50 hrs. del 22 de mayo.

47. RECONOCIMIENTO JUDICIAL - Representación del imputado a cargo de asistente de la defensa pública no invalida
el acto.

"Sólo un motivo fue admitido por la forma y en él, se reclama quebranto a los artículos 80, 83, 191, 192, 256 y 257 del
Código de Procedimientos Penales, pues para la diligencia de reconocimiento que se iba a practicar, el imputado solicitó
la presencia de un defensor particular y como no fue localizado, (aunque el tribunal señala que no se presentó), fue
asistido por una persona que a esa fecha no era abogado, sino que ocupaba el cargo de Asistente de Defensores
Públicos. Al respecto se dice en la sentencia que "el Reconocimiento de folio 132 es el practicado sobre el imputado
R.C.M.", precisando cuáles testigos lo identificaron y cuál no (ver folio 410). Al reseñar lo declarado por el justiciable
R.C.M., se señala que "en el reconocimiento judicial, lo primero que hizo fue llamar a un abogado de su confianza pero
no llegó, entonces de Defensores Públicos le enviaron uno pero siempre creyó que era abogado y no un mero asistente,
pues de haberlo sabido no habría aceptado tal situación" (folio 416). No sobra advertir que la anterior transcripción es la
que se utiliza en el recurso, para justificar que el tribunal acepta abiertamente haber actuado mediante un "engaño
procesal", sin que ello sea cierto. Ya en el análisis de fondo se dice: "El hecho de que a la misma (diligencia de
reconocimiento) asistiera en representación de C.M. un asistente de la defensa pública, en nada invalida el acto pues es
de todos conocidos (sic) que era una práctica aceptada en aquel tiempo, y en todo caso no es el momento para que el
tribunal se cuestione aspectos de mera forma, los cuales ya fueron ventilados en su momento procesal oportuno incluso
ante la Sala Constitucional. Lo importante es que se trató de un acto jurisdiccional en el cual se observaron las
formalidades estipuladas procesalmente y en el cual dos testigos totalmente imparciales y sin ningún tipo de interés en
este asunto, reconocen por separado a C.M. como uno de los autores de este lamentable hecho de sangre, mientras que
una tercera manifiesta que es el sujeto que mas (sic) se le parece". No puede admitirse el reclamo. Como lo dispone el
artículo 191 del Código de Procedimientos Penales de 1973, los defensores de las partes tendrán derecho, pero no
obligación de asistir a algunas diligencias, entre ellas los reconocimientos. En el caso presente se trató de localizar al
abogado que solicitó el imputado lo acompañara a esa diligencia, pero no se localizó. Ello no implicaba que, entonces, el
reconocimiento no se efectuara, pues podía realizarse sin la presencia del profesional. Más bien, con exceso de celo, el
tribunal pretendió suplir su ausencia con un miembro de la defensa, acudiendo un asistente. Así las cosas no puede
tenerse por cometida ninguna anomalía de parte del tribunal sentenciador. No sobra agregar que, en relación con el tema
que nos ocupa, por parte del justiciable C.M., se interpuso una acción de inconstitucionalidad la que fue resuelta por la
Sala Constitucional, en resolución 2808-96 de 15:03 horas del 11 de junio de 1996, que en lo que interesa, dispuso: "III.
En relación con el objeto de impugnación de esta acción, se observa que el accionante acude a esta vía jurisdiccional
solicitando que se declare la inconstitucionalidad de los acuerdos tomados por la Corte Plena mediante los cuales se
invisten como defensores públicos ad-honórem a los asistentes de abogacía con la finalidad de que asistan a
reconocimientos, careos, inspecciones judiciales y reconstrucciones. Especifica que, en su caso, en una diligencia de
reconocimiento judicial, en lugar del defensor público que se le había asignado, se presentó un asistente de esa oficina.
Esa sustitución no conlleva nulidad alguna al proceso, pues de conformidad a lo reglado en el artículo 191 del Código de
Procedimientos Penales, no es obligatoria la presencia del defensor para realizar la diligencia de reconocimiento, sólo está
facultado para participar; si en el caso concreto se abstuvo de hacerlo y envió en su representación a un asistente,
aunque se reconozca la infracción constitucional que se alega, ello no tendría efecto alguno dentro del proceso base y en
tal razón se carece de legitimación de acuerdo a lo dispuesto en el citado artículo 75 de la Ley que rige esta jurisdicción.
La legislación procesal penal establece que la inasistencia del defensor a determinados actos procesales, no sólo produce
indefensión del imputado sino que también puede conllevar la aplicación de sanciones procesales como puede ser la
nulidad de lo actuado, por afectar el principio de defensa, bajo ese supuesto, por ejemplo, si al debate oral y público, en el
que se requiere la presencia del defensor, acude un asistente del departamento de defensores públicos, ello sí ocasiona
una violación al derecho de defensa. Así las cosas, en este caso la acción no resulta ser un medio razonable para
amparar el derecho que se estima lesionado, puesto que al accionante no se le afectaron las garantías derivadas del
debido proceso". Acorde con lo expuesto, se declara sin lugar el reproche." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº
261 de las 10,18 hrs. del 13 de marzo.
48. RECURSO DE CASACION - Improcedencia contra resolución que unifica penas.

"I.-Con base en los artículos 54, 443, 445, 446 y 450 del Código Procesal de 1996, 22 y 76 del Código Penal, 7, 27, 40 y
41 de la Constitución Política, y 5.2 y 5.6 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, el sentenciado J.F.R.M.
interpone recurso de casación en contra de la resolución de las 16 horas del 23 de febrero de 1998, dictada por el
Tribunal de Juicio de Cartago, en virtud de la cual se declaró sin lugar el incidente de unificación y adecuación de penas
interpuesto por el ahora recurrente. II.- El recurso planteado resulta inadmisible. Según las reglas procesales de la
impugnabilidad objetiva, y de acuerdo con una relación de los artículos 444 y 54 del Código Procesal Penal vigente, la
resolución que adopte el tribunal que dictó la última sentencia (cuando se hayan dictado varias condenatorias contra una
misma persona), unificando las respectivas penas, carece del recurso extraordinario de casación, pues el mismo quedó
reservado -salvo casos especiales previstos expresamente- contra la sentencia y el sobreseimiento dictados por el tribunal
de juicio. Así las cosas, al carecer la resolución impugnada del recurso interpuesto, resulta necesario que este sea
rechazado ad-portas." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 444 de las 9,00 hrs. del 15 de mayo.

49. RECURSO DE CASACION - Limitaciones cuando el reenvío solo se refiere a la pena.

"I.- En el presente asunto, el Tribunal Superior Segundo Penal de esta ciudad, en sentencia Nº 206-B-96 de 15:00 horas
del 9 de diciembre de 1996, condenó a los imputados J.C. y J. ambos J.G., a descontar en total nueve años de prisión,
como co-autores responsables de los delitos de Robo Agravado y Privación de Libertad Agravada en Concurso Material,
en perjuicio de J.L.M.T. y M.R.M. (ver folios 136 a 143). Contra ese pronunciamiento se interpuso recurso de casación
(folio 145 a 153), alegándose, entre otras cuestiones, fundamentación arbitraria de la pena. Esta Sala Tercera declaró con
lugar el reclamo en cuanto a ese motivo, disponiendo: "Se anula de manera parcial el fallo condenatorio, únicamente en
cuanto a la fijación de la pena de ambos acusados. En relación a este punto, se ordena el reenvío para una nueva
sustanciación conforme a derecho ante el mismo Tribunal"(resolución 193-97 de 9:30 horas del 28 de febrero de 1997,
folios 158 a 160). Señalada la audiencia para fijar la sanción (folio 169), el imputado J.J.G. presenta "recurso de
recusación", contra los jueces que concurrieron a dictar la sentencia, para que no pudieran conocer de lo relativo a la
determinación de la pena. El pronunciamiento correspondiente se difirió para la mencionada audiencia, resolviéndose
negativamente las pretensiones del recusante. En ese acto ambos imputados, en forma separada declararon sobre la
comisión del ilícito, según lo exponen en el escrito en que formulan la presente impugnación. Contra lo resuelto por el a-
quo, ambos imputados formulan casación, la que deviene inadmisible por lo que se expone en el siguiente considerando.
II.- Al haberse ordenado el reenvío únicamente en cuanto a la pena, los demás aspectos que originalmente debían
juzgarse, entre ellos los relativos a la tipicidad, antijuricidad y culpabilidad, permanecieron incólumes, como expresamente
lo señaló el correspondiente fallo. Ello apareja que el objeto de la discusión y consecuentemente del nuevo recurso,
quede circunscrito a los problemas de determinación de la pena. Así podría impugnarse, por ejemplo, que nuevamente se
faltó a la fundamentación, o que esta resulta arbitraria, o que se quebrantó el principio de no reforma en perjuicio,
respecto al monto fijado o a los beneficios que inicialmente se concedieron, pero no podría cuestionarse aspectos
relacionados con la calificación del hecho o la participación de los imputados, como se pretende, pues ya ello quedó
indefectiblemente establecido. Tampoco podría alegarse cuestiones relativas a la recusación que se formuló, porque ello
excede el objeto del juicio de reenvío y del recurso, como ya se expuso. Acorde con lo expuesto, se declaran inadmisibles
los dos recursos formulados." 1997. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 1307 de las 8,25 hrs. del 28 de noviembre.

50. REQUERIMIENTO DE ELEVACION A JUICIO - Nulidad por variación sustantiva.

"Los imputados plantean recurso por la forma, en cuyo primer motivo se reclama que indebidamente tuvo el tribunal por
ampliado el requerimiento de elevación a juicio, incluyendo durante el debate y a solicitud del Ministerio Público,
circunstancias que modificaban rotundamente los hechos acusados respecto a la sustracción del automotor en daño de la
señora S.V. Lleva razón el alegato. Si bien nuestra legislación contempla en su artículo 376 del Código de Procedimientos
Penales la posibilidad de que la pieza acusatoria se amplíe por surgir un factor constitutivo de un agravante o de un delito
continuado, y si bien es cierto que en reiterada jurisprudencia esta Sala ha señalado que nada se opone a que se corrija o
adicione esa pieza, siempre que no resulte sorpresivo a las partes o redunde en detrimento de su derecho de defensa, de
ninguna manera puede entenderse que ello permita la variación de cualquier segmento de la imputación. En este asunto,
el tribunal aceptó, por vía de modificación del requerimiento en el debate, que donde se señalaba que la sustracción había
sido llevada a cabo por sujetos desconocidos, se "corrigiera" sindicando a los encartados. Ciertamente lo anterior
constituye una variación sustancial, que va mucho más allá de una simple agravante o configuración de un delito
continuado. El tribunal, con su errónea actuación, desoyó las protestas de la defensa (folio 896 frente), que reclamó como
arbitraria y contraria a las garantías mínimas la susodicha actuación, pues la ponía en desventaja discursiva y probatoria.
A través de esa adición, no sólo se modificó sustancialmente el requerimiento, sino que se imputó a los sentenciados otro
hecho, cosa que evidentemente es inadmisible. Siendo así, debe declararse con lugar el reproche, decretando la nulidad
del fallo en tanto condenó a D.C.M. por el delito de hurto agravado en daño del señor B.M., así como de la nulidad de la
condenatoria civil por ese concepto impuesta." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 112 de las 8,40 hrs. del 5 de
febrero.

51. SENTENCIA - Documento incompleto solo provoca nulidad del acto de. notificación.

"Recurso interpuesto por C.A.S.L., en su condición de representante de la actora civil R.A.S.A.. Recurso por la forma:
Reclama el impugnante violación de los artículos 41 de la Constitución Política y 144 a 151 y 395 inciso 2) del Código de
Procedimientos Penales, pues alega que el Tribunal tuvo por acreditados a folio 365 (sic) los hechos D) y E) y sin
embargo, dice que en el mismo folio vuelto sólo indicó el hecho probado I), impidiendo conocer a las partes en qué
consisten los hechos F) y G). El reclamo es atendible en la forma que se dirá. Analizado el fallo se detecta que en el
elenco de hechos probados, el Tribunal pasó de la letra E) a la letra I) (confrontar folio 405 frente y vuelto); al respecto,
solicitado el informe correspondiente al a-quo con la finalidad de determinar a qué obedeció esa circunstancia, se observa
que a folio 466 de la causa, el Secretario del Despacho indicó que la sentencia quedó incompleta por un error a la hora
de imprimirla y adjunta el fallo completo, lográndose verificar que efectivamente y como lo extraña el recurrente, al
momento de notificar la resolución, el Tribunal Superior de Liberia, Guanacaste, omitió consignar en el documento
agregado a la causa, parte de los sucesos que tuvo por acreditados como E) y H), así como los acontecimientos F) y G)
(ver folio 472). Así las cosas, se determina que la irregularidad detectada en el fallo no obedece a un error material a la
hora de consignar la numeración alfabética del cuadro fáctico fijado por el a-quo y por consiguiente, esa circunstancia
limitó a las partes a la hora de recurrir en casación por no tener conocimiento pleno acerca del contenido total de la
resolución. Ahora bien, dicha coyuntura -contrario a la interpretación del impugnante-, no implica la nulidad del fallo y del
debate, sino exclusivamente del acto de notificación de lo resuelto, debiéndose poner nuevamente en conocimiento de las
partes la sentencia total, para que -si a bien lo tienen-, establezcan las gestiones que estimen pertinentes. En razón de lo
expuesto, corresponde declarar con lugar el reclamo presentado. Se anula la notificación del fallo y se ordena el reenvío
del proceso a conocimiento del Tribunal de origen, para que proceda a notificar a las partes la totalidad del fallo, de
manera que si lo estiman procedente, interpongan dentro del término de Ley, las gestiones que consideren apropiadas."
1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 90 de las 9,00 hrs. del 30 de enero.

52. TERMINO DE LA DELIBERACION - Suspensiones por fuerza mayor.

"En el segundo motivo del recurso (folios 252 a 257, Tomo V), invoca la defensa el quebranto de los artículos 39 y 41 de
la Constitución Política, 1, 145, 146, inciso 1 y siguientes, 361, 393, 395, 396 y 400 del Código de Procedimientos
Penales de 1973, por irrespeto al principio de continuidad de la deliberación y el debido proceso. Señala que el a quo
conoció y resolvió otros asuntos mientras deliberaba, por lo que, en su criterio, se desconoce si el fallo fue creación
exclusiva de un solo juez o del pleno, o si ya habían decidido y redactado la sentencia antes de que culminara el debate,
pues se presentó un recurso de amparo ante la Sala Constitucional, donde se indicaba que dos días antes uno de los
jueces había dicho cuál sería el resultado del juicio. Los reproches no son de recibo. En el voto 565-F, dictado por esta
Sala a las 9.05 hrs. de 22 de octubre de 1993 -de cita por quien recurre-, efectivamente se indica, en lo que interesa, "...
según lo señala el párrafo final del artículo 392 del Código de Procedimientos Penales (de 1973), en cuanto al término de
(la deliberación) regirá el artículo 361, el que a su vez indica que el debate (y en consecuencia también la deliberación,
conforme al 392 ibídem) continuará durante todas las sesiones consecutivas que fueren necesarias hasta su terminación, y
puede suspenderse hasta por un término máximo de diez días. En consecuencia, de acuerdo con esas disposiciones, la
deliberación de los jueces para decidir el mérito debe iniciar apenas terminado el debate, y continuará durante todas las
sesiones consecutivas que sean necesarias, de manera que puede extenderse -como se indicó- a una o varias audiencias
de uno o varios días, sin que ello implique que se afecta la continuidad del acto. Ahora bien, en el evento de que la
deliberación se prolongue varios días, éstos deben ser consecutivos y los juzgadores no pueden intervenir o resolver otros
asuntos durante todo el tiempo que dure, porque la deliberación es continua, salvo cuando por alguna de las causas
justificadas deba interrumpirse." Sin embargo, conforme se adelanta de la propia lectura del voto transcrito y también se
hizo ver luego, dentro de la misma sentencia, una de las causales que permiten interrumpir la deliberación es el
surgimiento de una fuerza mayor, aspecto contemplado en el referido artículo 392 del código de 1973. Del listado de
resoluciones que, según indica el recurrente, habría dictado el a quo en otros procesos y durante el término de la
deliberación de este asunto, se observa que no se trató sino de excarcelaciones, rebeldías y un recurso de revocatoria; es
decir, aspectos interlocutorios de grave urgencia, que se enmarcan dentro del concepto de "fuerza mayor" al que alude la
norma comentada, pues el retraso en resolverlos habría podido lesionar seriamente derechos constitucionales de los
individuos, de importancia tal como la libertad, a la vez que comprometer la responsabilidad disciplinaria e incluso penal
(por incumplimiento de deberes) de los juzgadores. Así, ha de entenderse la jurisprudencia de cita en el sentido de que la
continuidad de la deliberación constituye una regla general y un principio esencial del proceso, pero admite las
excepciones previstas por la misma norma, en los casos de fuerza mayor o enfermedad de alguno de los miembros del
tribunal; en esas hipótesis, la fase deliberativa puede suspenderse hasta por un término máximo de diez días, sin que ello
implique vicio de nulidad. En el sublite, se reitera, las suspensiones de la deliberación se encuentran justificadas, por
fuerza mayor, y ninguna de ellas se prolongó indebidamente. No constituiría motivo de excusa, por ejemplo, celebrar el
debate de otro proceso, interrumpiendo la deliberación del pendiente, pues ello transgrediría de manera abrupta, los
principios de continuidad e inmediación, amén de que tal supuesto no podría considerarse una "fuerza mayor", pero sí lo
son resoluciones interlocutorias como las decretadas por el a quo -e incluso otros casos, v. gr.: la necesidad de dar
respuesta a un recurso de hábeas corpus-, pues no pueden existir contradicciones insalvables en el ordenamiento
jurídico, en otras palabras, mandatos que se contrapongan y que exijan ambos ineludible observancia en un mismo
momento, lo que atenta incluso contra el sentido común. De allí las previsiones del legislador, quien, tras valorar las
concretas circunstancias, estableció la posibilidad de que se produzcan rupturas de la continuidad de la deliberación,
siempre sometidas a límites, tanto en el orden temporal, como respecto de los presupuestos taxativos que las hacen
procedentes. El segundo agravio que se plantea en este motivo del recurso tampoco es de recibo. Si alguno de los
juzgadores que intervinieron en este asunto, hubiese, en efecto, adelantado extrajudicialmente su criterio sobre la forma
en que se iba a fallar, el remedio procesal que correspondía es el establecido en los artículos 29 y 34 del Código de
Procedimientos Penales de 1973, a saber: su separación del conocimiento del juicio, a instancia de alguna de las partes,
mediante el trámite de la recusación; y, en el ámbito administrativo, su eventual responsabilidad disciplinaria. La Sala ha
tenido a la vista el recurso de amparo formulado por el señor F.E.G.H. (quien no figura como parte en esta causa) contra
el Tribunal a quo (ver: copias certificadas, folios 401 a 411, Tomo V), el cual fue rechazado ad portas por la Sala
Constitucional y en el que se manifiesta que el juez M.L.U. habría hecho, a persona desconocida y en fecha que no se
precisa, aunque antes de la lectura integral del fallo, la afirmación de que se absolvería a C.V. y se ordenaría abrir causa
contra el recurrente. Sin embargo, esta situación no conduce a variar las conclusiones que aquí se sostienen, pues lo
cierto es, en primer término, que una actitud semejante del juzgador deberá ser sometida a previa investigación por el
tribunal disciplinario correspondiente, para establecer si en verdad ocurrió y disponer las sanciones respectivas, si
procediesen y, en segundo lugar, aun la circunstancia de que la irregularidad hubiese acaecido, no se encuentra prevista
como causa de nulidad del fallo, pues el artículo 36 del Código de Procedimientos Penales de 1973 solo disponía esa
sanción contra los actos ejecutados por el juzgador con posterioridad a que se le recusó y en el supuesto de que, tras
haber rechazado él en lo personal la gestión, el órgano competente (en este caso, los restantes jueces del tribunal, de
conformidad con el artículo 96 inciso 3 de la Ley Orgánica del Poder Judicial) "hiciere lugar a la recusación"; y la
declaratoria de nulidad, sin embargo, únicamente se haría si así lo pidiese el recusante, pues lo cierto es que la misma
norma del Código de rito en comentario, autorizaba al juzgador a continuar ejerciendo sus funciones en el proceso,
mientras se tramitaba el incidente. De lo anterior se infiere que solo serían nulos los actos que se realizasen con
posterioridad a que se admitió la recusación (artículo 25 de la Ley Orgánica del Poder Judicial y 31 del Código de
Procedimientos Penales de 1973). En vista de que en este proceso nunca se verificó solicitud alguna en ese sentido y la
oportunidad para formularla ya precluyó (artículo 34 del Código de Procedimientos Penales de 1973), procede declarar sin
lugar el recurso." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 441 de las 8,48 hrs. del 15 de mayo.

53. VARIACION DE LA CALIFICACION JURIDICA - Inexistencia de violación al debido proceso.

"Por otra parte, los errores en los que pueda incurrir la fiscalía al calificar los hechos que describe la pieza acusatoria no
implica que esté viciada de nulidad -como erróneamente se argumenta en el recurso-, pues debemos tener claro que al
imputado se le atribuyen hechos y no una calificación: "... el Tribunal de mérito no juzga sobre la corrección del juicio
jurídico-penal del acusador, sino sobre el hecho que el mismo atribuye al imputado (cfr. VELEZ MARICONDE, Alfredo:
Derecho procesal Penal, Tomo II, Córdoba, Editora Córdoba, 1982, pág. 236). En efecto, el artículo 397 del Código de
Procedimientos Penales autoriza al Tribunal para dar al mismo hecho acreditado una calificación jurídica distinta a la del
requerimiento fiscal o auto de elevación a juicio, siempre y cuando las descripciones materiales del hecho no difieran
presentando posibilidades defensivas distintas a las ejercitables frente a la anterior calificación, pues si resultare del
debate que el hecho es diverso del enunciado en la acusación, el Tribunal de juicio debe disponer la remisión del proceso
al Fiscal para que formule nueva requisitoria (en este sentido véanse las resoluciones de esta Sala V-251-F de las 9:35
horas del 18 de setiembre de 1987 y V-637-F de las 15:05 horas del 5 de diciembre de 1991) ...", SALA TERCERA DE
LA CORTE, Suprema de Justicia, voto Nº 164-F-93, de las 16:16 hrs. del 20 de abril de 1993. Esto implica que las
variaciones en la calificación jurídica no constituyen violación del debido proceso, siempre y cuando la base fáctica se
respete en su esencia, lo que no significa tampoco que los hechos de la sentencia deban ser idénticos y coincidir en
forma absoluta con los de la acusación, toda vez que durante el juicio, aplicando los principios de la oralidad y la
inmediación, podrá precisarse y reconstruirse con mayor detalle el acontecimiento histórico, sin que ello violente o lesione
el derecho de defensa: "... la fase oral del proceso penal está dispuesta con el propósito de que los juzgadores puedan
establecer con claridad los detalles que se dieron en el hecho histórico sometido a su conocimiento, con base en la
prueba recibida con inmediación. Si en tal labor -como es el caso que nos ocupa- se logra aclarar y precisar una
circunstancia que integra el acontecimiento así reconstruido, ello en nada afectará los intereses de las partes, siempre que
no implique una variación sustancial del cuadro fáctico. En el subjúdice los elementos que cuestiona el recurrente no se
traducen en una modificación sustancial de la relación de hechos acusada por el Ministerio Público, pues ésta mantiene
sus elementos esenciales sin cambio alguno. Según se deriva de lo anterior, no se aprecia la existencia de vicio procesal
alguno que justifique anular el fallo de instancia como se solicita, por lo cual ambos motivos se declaran sin lugar ...".
SALA TERCERA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA, voto Nº 554-F-97, de las 10:35 hrs. del seis de junio de 1997.
En este mismo sentido véanse los siguientes votos de la SALA TERCERA DE LA CORTE, Suprema de Justicia: Nº 251-
F-87, de las 9:35 hrs. del 18 de setiembre de 1987; Nº 73-F-87, de las 9:05 hrs. del 10 de abril de 1987, y Nº 253-F-97,
de las 9:30 hrs. del 14 de marzo de 1997, así como el Nº 1288-91, de las 9:05 hrs. del 5 de julio de 1991, de la Sala
Constitucional." 1998. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 379 de las 15,50 hrs. del 16 de abril.

54. VISTA - Legalidad de intervención de magistrados en la sentencia, pese a no haber estado en la vista.

"Vistos el recurso de revocatoria e incidente de nulidad presentados por la Licenciada M.G.V.N., defensora del imputado
Ch.V. (ver folios 169 a 171), contra el fallo de esta Sala Nº 1.200-97, dictado a las 9:20 horas del 7 de noviembre del año
en curso, corresponde rechazar ambos de plano. En efecto, resulta improcedente de manera absoluta el recurso de
revocatoria presentado, pues la resolución impugnada no se trata de un auto que resuelva sin sustanciación una
incidencia o un artículo del proceso. Por otra parte, no cabe incidente alguno contra una sentencia ordenada en vía de
casación, ni está autorizado ese trámite por Ley. No obstante lo indicado y a mayor abundamiento, corresponde aclarar
que el hecho de haber participado algunos de los suscritos Magistrados en la votación de la presente causa, sin que se
encontraran presentes a la hora de celebrarse la Vista correspondiente, resulta acorde con lo dispuesto no sólo por la
resolución de la Sala Constitucional Nº 1.739-92 de las 11:45 horas del primero de julio de 1.992, sino además con el
voto de dicha Sala Nº 6.681-96 de 15:30 horas del 10 de diciembre de 1.996, en tanto este señaló -en lo conducente-,
que: "... No se afecta el debido proceso, ni el principio de inmediación, con esta solución, en la medida en que en ningún
caso en que se reciba prueba, o se aporte un elemento nuevo, se permitirá que jueces distintos a los que estuvieron en la
audiencia resuelvan el asunto, y esto sólo podrá hacerse cuando: a) existan razones justificadas, o, b) cuando lo que se
da en audiencia oral es sólo una sintetización de los fundamentos de cada uno de los motivos que ya han expuesto o
constan por escrito con anterioridad, sin aportar nada nuevo. Más bien en este tipo de situaciones, es de interés de la
celeridad y justicia, que no se den dilaciones innecesarias que perjudiquen tanto los intereses de las partes, como los de la
administración de justicia...". En el presente asunto se aprecia a folio 164, la constancia respectiva del Secretario de esta
Sala, mediante la que se afirma que tres de los Magistrados que la integraron a la hora y fecha en que se celebró la Vista
respectiva, -no obstante haber sido convocados debidamente-, no pudieron concurrir a votar. Además, la interpretación
subjetiva que hace la recurrente de lo dispuesto por la Sala Constitucional no resulta aplicable en la especie, pues como
ya lo señalado esta Sala, el contenido del voto citado debe adecuarse al recurso de casación. En ese entendido debe
apuntarse, que el artículo 477 ibídem en su párrafo segundo, dispone que en el escrito mediante el que se interpone una
impugnación, debe indicarse los móviles del reclamo con sus fundamentos y, "...Fuera de esta oportunidad no podrá
aducirse ningún otro motivo...", de modo y manera que: "...si bien es cierto la Sala Constitucional al pronunciarse sobre la
conformación de los Tribunales para dictar el fallo impugnado, estableció que en aquellos asuntos en que diferentes
profesionales los integraran al momento de celebrarse la Vista y al celebrarse el juicio oral y público respectivamente,
expresó que ello era factible en el evento en que en la audiencia oral no se hubiere ampliado los motivos del recurso,
manifestando, que: "...sí es posible -constitucionalmente hablando-, que en aquellas vistas en las que no se reciban
elementos de prueba oral o, que las argumentaciones de las partes consten ya por escrito, sin que se aporte nada nuevo -
como ocurre en la mayoría de los recursos de casación y algunos de los de revisión-, donde las partes van a la audiencia
oral a sintetizar los fundamentos de cada uno de los motivos que ya han expuesto por escrito, puedan intervenir otros
jueces, distintos a los que participaron en la vista, a la hora de tomar la decisión,..." (Así, Sala Constitucional, voto #
6.681-96 de 15:30 horas del 10 de diciembre de 1.996). Ese aserto, aplicado tanto al contexto del recurso de casación, -
como es pertinente- cuanto al marco del ordenamiento procesal penal que rige, no implica -como erróneamente lo
interpreta la defensora impugnante-, que contrario a los requisitos y disposiciones que regulan este medio impugnaticio, se
pueda venir en este momento procesal a adicionar un nuevo agravio, sino más bien, lo que posibilita es que sobre un
vicio ya alegado -al momento de interponer el reclamo-, los partícipes en el proceso puedan ampliar los fundamentos
esgrimidos en el escrito inicial." (Confrontar Sala Tercera, Voto # 1.242-97 de 9:55 horas del 14 de noviembre de 1.997),
ampliación de los fundamentos que ni siquiera se dio en el presente caso, conforme se aprecia de la constancia de Vista
agregada a folio 153 vuelto de esta causa. En consecuencia, corresponde declarar sin lugar tanto la solicitud de
revocatoria como el incidente de nulidad interpuestos y devolver el expediente a conocimiento del Tribunal de origen, para
que se sirva proceder conforme a derecho." 1997. SALA TERCERA DE LA CORTE, Nº 1422 de las 8,34 hrs. del 12 de
diciembre.
JURISPRUDENCIA CONSTITUCIONAL

Martín Rodríguez

Lucila Monge

INDICE

1.- ACTUACIONES. El legajo paralelo también puede ser examinado por las partes.

2.- AUDIENCIA PRELIMINAR. Resoluciones recurribles.

3.- AUTO DE APERTURA A JUICIO. No es recurrible. Requisitos.

4.- CONCILIACION. Naturaleza jurídica y razones que la justifican.

5.- CONCILIACION. No procede cuando las víctimas del delito son menores.

6.- EJECUCION CONDICIONAL DE LA PENA. Competencia para otorgar el beneficio.

7.- EJECUCIÓN DE LA PENA. Organos competentes para conocer.

8.- EXTRADICION. Requisitos de la promesa del estado requirente.

9.- EXTRADICION. Competencia de la Sala Constitucional.

10.- IMPUTACION. No constituye violación constitucional.

11.- JUEZ DE EJECUCION DE LA PENA. Funciones en el nuevo proceso.

12.- JUEZ DE EJECUCION DE LA PENA. Competencia después de la unificación de penas.

13.- JUSTICIA PENAL JUVENIL. Procedencia, condiciones y efectos de la suspensión del proceso a prueba.

14.- JUSTICIA PENAL JUVENIL. No constituye pena la medida de orientación o supervisión en la suspensión del proceso
a prueba.

15.- JUSTICIA PENAL JUVENIL. La suspensión del proceso a prueba no procede de oficio. Necesario consentimiento del
menor.

16.- JUSTICIA PENAL JUVENIL. Sistema de sanciones no resulta inconstitucional.

17.- MINISTERIO PUBLICO. Facultades de investigación.

18.- PECULADO. Comunicabilidad de las calidades personales constitutivas de la infracción.

19.- PECULADO. Los artículos 49 y 352 del Código Penal no violan el principio de igualdad.
20.- PENA. Unificación y adecuación. Plazo máximo de cincuenta años.

21.- PRINCIPIO DE LESIVIDAD. Función limitadora del bien jurídico.

22.- PRISIÓN PREVENTIVA. Plazo máximo de quince meses. Normativa anterior.

23.- PRISION PREVENTIVA. Plazo máximo de la nueva normativa. Organo facultado para prorrogarla.

24.- PRISION PREVENTIVA. Fines procesales y presunción de inocencia.

25.- PRISION PREVENTIVA. El Ministerio Público debe concretar las razones procesales para privar la libertad.

26.- PRIVACION DE LIBERTAD. La Sala Constitucional no es una instancia procesal más.

27.- PRIVADOS DE LIBERTAD. Organo competente para su ubicación.

28.- REBELDIA. Procedencia por desobediencia a citación.

29.- RECUSACION. Las causales no son taxativas. Parcialidad del juez.

30.- SECRETO DE ACTUACIONES. Oportunidad para decretarse.

31.- SUSPENSION DEL PROCESO A PRUEBA. No viola el Derecho de Abstención.

32.- SUSPENSION DEL PROCESO A PRUEBA. El plazo para su procedencia no viola el derecho de defensa.

33.- SUSPENSION DEL PROCESO A PRUEBA. No viola el principio de igualdad el Transitorio IV de la Ley No. 7728.

34.- SUSPENSION DEL PROCESO A PRUEBA. Principio de proporcionalidad y ejecución condicional de la pena.

35.- TENTATIVA INIDONEA. Diferencia con la tentativa idónea.

36.- TENTATIVA INIDONEA O DELITO IMPOSIBLE. Inconstitucionalidad de medidas de seguridad.

37.- TENTATIVA INIDONEA O DELITO IMPOSIBLE. Principio de legalidad y de ofensividad.

DESARROLLO

1.- ACTUACIONES. El legajo paralelo también puede ser examinado por las partes.

"No está de más agregar, que el derecho que tienen las partes de examinar las actuaciones, abarca no sólo al legajo
principal o de investigación (elaborado por el Ministerio Público con el fin de preparar su acusación, tal y como señala el
artículo 275 del Código Procesal Penal), sino también al legajo paralelo que contiene todas las diligencias practicadas por
el Fiscal a cargo del caso y que no son susceptibles de ser incorporadas como prueba válida al juicio." SALA
CONSTITUCIONAL. VOTO No. 2200-98 de las 10:54 horas del 27 de marzo de 1998.
2.- AUDIENCIA PRELIMINAR. Resoluciones recurribles.

"En primer término, no es cierto que lo decidido por el juez de la etapa intermedia a raíz de la celebración de la audiencia
preliminar, no tenga recurso. Como se colige del texto de la norma cuestionada (319 CPP), el juez de la etapa intermedia
debe pronunciarse sobre variadas solicitudes que se le pueden plantear, pues la ley ofrece diversas alternativas. Entre
ellas, puede decidir sobre una solicitud de desistimiento, en cuyo caso, la resolución que admite la desestimación es
apelable por la víctima, el querellante, el actor civil y el Ministerio Público (artículo 282), lo mismo que la resolución que
decida el sobreseimiento definitivo (315); puede optar por la aplicación del procedimiento abreviado (artículos 373 y 375)
en cuyo caso la sentencia que se dicte tiene recurso de casación (artículo 444), puede acordar la imposición de una
medida cautelar, la cual puede ser apelada según lo dispone la ley (artículo 256), entre otros. De manera que no lleva
razón el accionante al indicar que la resolución que se dicte con motivo de la celebración de la audiencia, prevista en el
artículo 319 del Código Procesal Penal, no tiene recurso alguno." SALA CONSTITUCIONAL. VOTO No. 4727-98 de las
9:27 horas del 3 de julio de 1998.

3.- AUTO DE APERTURA A JUICIO. No es recurrible. Requisitos.

"...si lo que se decide en la audiencia preliminar es que la acusación o querella es procedente, tal resolución no tiene
ulterior recurso; no obstante, eso no infringe en absoluto el derecho de recurrir del fallo ante un juez o tribunal superior,
porque la sentencia que se dicta como acto final de la celebración del juicio oral y público es susceptible de ser
impugnada en Casación, sea que lo resuelto en el procedimiento intermedio, necesariamente, podrá ser discutido
nuevamente mediante un recurso si produce infracción a garantías constitucionales, que es lo que interesa en el caso
planteado, pues sólo con respeto absoluto a dichas garantías es que puede producirse un fallo condenatorio válido. El
auto que decide la apertura a juicio, entre otros aspectos, se ocupa de delimitar el objeto del juicio, señalar en forma
concreta los hechos de la acusación o de la querella por los que se envía el asunto a juicio, identificar precisa y
claramente al imputado, emplazar a las partes para que concurran ante el tribunal de juicio, admitir la prueba que se
recibirá en el juicio, determinar qué tribunal es competente para el dictado de la sentencia." SALA CONSTITUCIONAL.
VOTO No. 4727-98 de las 9:27 horas del 3 de julio de 1998.

4.- CONCILIACION. Naturaleza jurídica y razones que la justifican.

"La institución de la conciliación es de reciente data en nuestro derecho penal. Si bien, desde antes se contaba con
figuras similares -tal como el perdón del ofendido- la conciliación, como medio de extinción de la acción penal se originó
legislativamente en el Código Procesal Penal que empezó a regir en el mes de enero de este año.- Se pretende con ella
otorgar a la víctima un papel más activo y participativo dentro del proceso, esto es, permitirle que en algunos asuntos
reasuma su papel protagónico en la búsqueda de la solución al conflicto. Por otra parte, también se pretende evitar que
en algunas clases de delitos que se consideran de menor dañosidad social, los autores ingresen al sistema carcelario,
considerando lo que ello implica no sólo para quien es prisionalizado, sino también para su familia y la sociedad en
general. Amen de ello, existe la convicción generalizada de que el Estado no está capacitado ni facultado materialmente
para investigar, acusar, juzgar y penalizar todos los delitos que se cometen.- El Estado no es el poseedor de los bienes
jurídicos de los ciudadanos, sino el garante; de ahí que la conciliación como un medio de solución del conflicto debe darse
entre el imputado y el ofendido, actuando directamente. El acuerdo conciliatorio debe originarse a partir de un diálogo libre
entre las dos partes involucradas en el conflicto humano, debidamente asesoradas, que han de encontrarse en igualdad
de condiciones para negociar y en pleno uso de sus facultades volitivas y cognoscitivas. Es la víctima, que sufrió
personalmente el menoscabo de un bien jurídico, quien debe decidir si concilia o no y en qué términos, pues la idea es
que la solución le satisfaga sus intereses a fin de que se restablezca la paz social perturbada con la comisión del delito.-
El derecho a conciliar en materia penal no tiene fundamento constitucional alguno, es una disposición de carácter legal,
que puede preverse en los casos en que el legislador lo considere adecuado. En razón de ello es que sólo se contempla
para las faltas y contravenciones, delitos de acción privada, de acción pública a instancia privada y para los delitos que
admiten la suspensión condicional de la pena.-" SALA CONSTITUCIONAL. VOTO No. 7115-98 de las 16:33 horas del 6
de octubre de 1998.
5.- CONCILIACION. No procede cuando las víctimas del delito son menores.

"Los menores de edad son titulares de derechos y obligaciones; sin embargo, su capacidad jurídica no es plena, sino que
debe ser entendida dentro de los límites de su especial condición de desarrollo y dentro del marco de protección
reconocido por la Constitución Política... Se supera en el Código de la Niñez el presupuesto de la doctrina de la situación
irregular en la que los menores eran concebidos como simples objetos de protección y se sustituye por la doctrina de los
menores como sujetos activos de derechos y obligaciones. La normativa toma en cuenta que debido a la especial
condición de personas en etapa de desarrollo, la exigibilidad de los derechos por parte de los titulares menores de edad
tiene características particulares diferentes a la exigibilidad de los derechos de los adultos. En el Código de la Niñez y la
Adolescencia se prevén mecanismos para que los menores ejerzan el derecho a opinar y se respete la obligación de
consultarlos en la toma de decisiones que los afecten (artículo 114 inciso f) del Código). El derecho a la conciliación y
mediación en los casos en que intervengan menores de edad es regulado expresamente en los artículos 154 y siguientes
del Código de la Niñez y la Adolescencia. En el artículo 155 consultado se establecen los supuestos de impedimento para
conciliar, entre los que figuran "los asuntos que puedan constituir delito".- Esa disposición en modo alguno viola el
principio de igualdad constitucional, pues el legislador ha decidido no establecer la conciliación para los casos en que los
menores sean víctimas de un delito, forma en que el Estado costarricense estima cumple con su obligación de brindar una
especial protección a los menores, según lo dispuesto en la Convención de los Derechos del Niño, como en el artículo 51
de la Constitución Política." SALA CONSTITUCIONAL. VOTO No. 7115-98 de las 16:33 horas del 6 de octubre de 1998.

6.- EJECUCION CONDICIONAL DE LA PENA. Competencia para otorgar el beneficio.

"Asimismo, cabe manifestar que al Instituto Nacional de Criminología no le compete otorgar el beneficio de ejecución
condicional de la pena, pues ello corresponde -de conformidad con lo dispuesto en el artículo 59 del Código Penal- al
juzgador que dictó la sentencia condenatoria, razón por la cual, mientras un juez de la república no haya ordenado la
aplicación de ese beneficio a favor del amparado, el Instituto recurrido no puede ordenar la libertad de aquel, aunque con
posterioridad al dictado de la sentencia condenatoria hayan variado algunas de las circunstancias que motivaron la
denegatoria de ese beneficio." SALA CONSTITUCIONAL. VOTO No. 0048-98 de las 15:09 horas del 7 de enero de 1998.

7.- EJECUCIÓN DE LA PENA. Organos competentes para conocer.

"Las discrepancias que existan en cuanto a la ejecución y cumplimiento de la pena impuesta, son aspectos que deben
ventilarse ante el Instituto Nacional de Criminología, o bien si se estima que las autoridades administrativas han actuado
arbitrariamente o contraviniendo los derechos y garantías fundamentales de las personas condenadas, el conflicto deberá
ser resuelto por el Tribunal de Ejecución de la Pena, órgano jurisdiccional al que le compete resolver todo lo relativo a la
fijación, extinción, sustitución o modificación de la pena, de conformidad con lo dispuesto por el artículo 453 del Código
Procesal Penal; y dentro de cuyas atribuciones está la de resolver los incidentes de ejecución planteados, atinentes a
peticiones o quejas de los internos en centros penitenciarios o especializados, así como pronunciarse sobre los recursos
de apelación interpuestos contra decisiones administrativas, que impongan todo tipo de sanciones disciplinarias (artículo
458, incisos c) y d) del Código Procesal Penal)." SALA CONSTITUCIONAL. VOTO No. 1918-98 de las 17:42 horas del 17
de marzo de 1998.

8.- EXTRADICION. Requisitos de la promesa del estado requirente.

"El recurrente reclama que en el caso de la amparada J. F., el Estado requirente no prometió -como debía hacerlo de
manera inequívoca- que respetará la Constitución, las leyes y la sentencia de las diez horas del catorce de enero de mil
novecientos noventa y ocho, mediante la cual se acordó la extradición de su representada, sino tan sólo que lo hará hasta
donde se lo permita su propio ordenamiento jurídico, y que el juez que ordenó la extradición debe constatar que la
promesa que se deposita, como antecedente para la ejecución de la sentencia, sea clara e incondicionada, pues de lo
contrario equivaldría en el fondo a no suscribirse ningún compromiso formal, como lo ordenan la Carta Política y la Ley de
Extradición... En cuanto a este punto se refiere, no lleva razón el recurrente al afirmar que procede imposibilitar la
ejecución del fallo citado, en que se concede la extradición de F. F. al Gobierno de..., en razón de que la promesa
presentada a ese Despacho no es clara, toda vez que el Estado requirente cumplió con los términos, y presentó a
satisfacción del Tribunal, un documento en cual, el Embajador de... se compromete a cumplir con el compromiso formal
solicitado por despacho, dentro del marco de las atribuciones que la Constitución y las leyes otorgan a dicho Gobierno, y
que quedó a entera satisfacción de ese órgano judicial (en este mismo sentido véase la sentencia número 6463-93 de las
nueve horas con seis minutos del nueve de diciembre de mil novecientos noventa y tres)." SALA CONSTITUCIONAL.
VOTO No. 1011-98 de las 15:33 horas del 17 de febrero de 1998.

9.- EXTRADICION. Competencia de la Sala Constitucional.

"Nuevamente debe reiterarse aquí que el cumplimiento o no de los requisitos, la autenticidad de los documentos
presentados por el Estado gestionante, y la procedencia o no de la extradición, son aspectos que compete valorar en
exclusiva a la jurisdicción penal, que es la competente para conocer de los procedimientos y diligencias de extradición, y
cuyas resoluciones finales son recurribles ante el Tribunal Superior de Casación, que es el órgano que, en última instancia,
decidirá si los presupuestos sobre los cuales se ha concedido la extradición, son los procedentes o no, sin que sea esta
una instancia más dentro de ese procedimiento, que pueda valorar la legalidad de las diligencias (en igual sentido la
sentencia número 2799-96 de las catorce horas treinta y seis minutos del catorce de junio de mil novecientos noventa y
seis). Por lo expuesto, el recurso es inadmisible, y así debe se declarado." SALA CONSTITUCIONAL. VOTO No. 1011-98
de las 15:33 horas del 17 de febrero de 1998.

10.- IMPUTACION. No constituye violación constitucional.

"Se señala que la imputación es un acto subjetivo de la autoridad pública, que infringe una norma constitucional y que no
es susceptible del recurso de amparo o hábeas corpus.- La simple imputación de hechos delictivos no tiene la virtud de
producir quebrantos de derechos constitucionales. La atribución de la comisión de hechos punibles a las personas forma
parte del derecho que tiene el Estado de investigar, perseguir y juzgar las acciones que causen daño o pongan en peligro
bienes jurídicos así reconocidos en el ordenamiento y es parte del derecho de defensa, pues sólo conociendo las
circunstancias del hecho que se atribuye, puede el imputado ejercer su defensa." SALA CONSTITUCIONAL. VOTO No.
6859-98 de las 16:33 horas del 24 de setiembre de 1998.

11.- JUEZ DE EJECUCION DE LA PENA. Funciones en el nuevo proceso.

"Es claro que el actual Código Procesal Penal deroga todas las disposiciones anteriores relacionadas con el tema de la
ejecución de la pena, de manera expresa o tácita y el mismo confiere amplias facultades a los jueces de ejecución de la
pena. Lo que el legislador plasmó en el Código Procesal Penal que nos rige, es una judicialización del proceso de
ejecución, que es consecuente con lo dispuesto en el artículo 153 de la Constitución Política, que establece que
corresponde al Poder Judicial: "Conocer de las causas civiles, penales, comerciales... resolver definitivamente sobre ellas
y ejecutar las resoluciones que pronuncie." El juez de ejecución de la pena, en la nueva legislación, fue creado para
ejercer controles tanto formales como sustanciales en la ejecución penitenciaria. Con relación a la legislación anterior
representa un salto cualitativo de gran importancia, pues otrora el juez ejecutor tenía funciones muy reducidas y limitadas.
Con esta nueva concepción, el juez ejecutor formalmente debe ocuparse de todos aquellos aspectos que tienen que ver
con el cómputo del plazo de la pena y sustancialmente debe controlar, entre otros, la eficacia de la pena en relación con
sus finalidades, el respeto a los derechos fundamentales de los condenados, las sanciones disciplinarias que se imponen
en el centro penal, etc.- De ahí que el numeral 458 del Código Procesal Penal otorgue amplias atribuciones a los jueces
de ejecución, quienes únicamente se encuentran sometidos a la ley, en sentido amplio, a los Tratados Internacionales y a
la Constitución Política. Es obvio que en lo que atañe a la materia propia de la ejecución de la pena, las autoridades
administrativas se encuentran supeditadas a lo que decidan los jueces de ejecución de la pena y no pueden oponerse en
modo alguno, pues como se señaló, se trata de facultades que la misma Constitución otorga en forma exclusiva al Poder
Judicial. El artículo 140 inciso 9) de la Constitución Política señala que corresponde al Poder Ejecutivo, "Ejecutar y hacer
cumplir todo cuanto resuelvan o dispongan en los asuntos de su competencia los tribunales de justicia y los organismos
electorales, a solicitud de los mismos". Esto es, por ser la facultad de hacer ejecutar lo resuelto, propia de la función
jurisdiccional, el Poder Ejecutivo debe acatar lo que decida el Juez de ejecución de la pena en la materia que le compete
y en ese sentido debe hacer cumplir lo resuelto, en este caso, lo decidido con autoridad de cosa juzgada." SALA
CONSTITUCIONAL. VOTO No. 3390-98 de las 16:45 horas del l6 de mayo de 1998.

12.- JUEZ DE EJECUCION DE LA PENA. Competencia después de la unificación de penas.

"Ajustándonos a la nueva legislación procesal penal, aún y cuando se hayan unificado las penas, el Tribunal de Ejecución
de la Pena (artículo 453 del Código Procesal Penal) es el competente para resolver sobre las incidencias que respecto de
la fijación, sustitución, modificación o extinción de la pena, e inclusive respecto del descuento a aplicarse, según lo
estipulado por el artículo 55 del Código Penal se tenga, aspecto este último de especial relevancia, porque las penas han
sido unificadas, han sido convertidas por imperio de ley en una sola, aunque hayan sido dictadas por tribunales diferentes,
de modo que las solicitudes de autorización y aplicación del descuento respecto de penas, no deben dirigirse a cada
Tribunal que las impuso, ni tampoco al que correspondió su unificación, sino ante Tribunal de Ejecución Penal, quien
deberá partir de un único parámetro y una única fecha de inicio y de cumplimiento de la pena a efectos de calcular el
descuento y en consecuencia, la fecha de cumplimiento de la condena con aplicación de dicho beneficio. La solicitud
aislada y la aplicación del descuento en forma aislada a cada una de las penas impuestas, significa un desconocimiento
de la unificación que ha operado de la totalidad y dificulta enormemente los cálculos, creándose una confusión tal que en
muchos casos puede traducirse en una extensión del plazo de condena que legalmente le corresponde descontar a una
persona determinada. Para ello, el Instituto Nacional de Criminología, debe velar por llevar en la forma más actualizada y
completa posible, la información de las penas impuestas y de las unificaciones realizadas en favor de las personas
recluidas, a fin de orientar en forma correcta las solicitudes de concesión y aprobación del descuento correspondiente."
SALA CONSTITUCIONAL. VOTO No. 0533-98 de las 15:54 horas del 3 de febrero de 1998.

13.- JUSTICIA PENAL JUVENIL. Procedencia, condiciones y efectos de la suspensión del proceso a prueba.

"El instituto de la suspensión del proceso a prueba se encuentra contemplado en los numerales 89 a 92 de la Ley de
Justicia Penal Juvenil. Es una forma de extinción de la acción penal, ideada por el legislador, a fin de agilizar el sistema
penal, que en la práctica, material y humanamente, no puede investigar, acusar y juzgar de manera eficiente todos los
hechos que puedan constituir delito. Consiste en una solución alternativa que parte de la necesidad real de encontrar una
respuesta satisfactoria para la víctima del delito y de canalizar los recursos del sistema judicial hacia la persecusión de
acciones que dañen en forma más grave los bienes jurídicos protegidos por el ordenamiento jurídico.- Es por ello que uno
de los requisitos para la aplicación de ese instituto es que sólo puede aplicarse a los asuntos en donde proceda
eventualmente la ejecución condicional de la sanción. Para otorgar la ejecución condicional de la pena, según establece el
numeral 132 de la Ley de Justicia Penal Juvenil, se han de considerar aspectos tales como los esfuerzos del menor para
reparar el daño causado, la falta de gravedad de los hechos cometidos, la conveniencia para el desarrollo educativo o
laboral del menor, la situación familiar y social en que se desenvuelve, etc. Además de ello, la ejecución condicional de la
pena opera sólo para las sanciones privativas de libertad, esto es, para el internamiento domiciliario, el internamiento
durante tiempo libre y el internamiento en centros especializados (artículo 121 inciso c) de la Ley de Justicia Penal
Juvenil).- De manera que se restringe la utilización del instituto de la suspensión del proceso a prueba sólo para las
causas en donde proceda conceder el beneficio de ejecución condicional.- Con la suspensión del proceso a prueba se
detiene el ejercicio de la acción penal en favor del imputado, quien podrá ser sometido, si el Juez así lo decide, a las
órdenes de orientación y supervisión que establece la misma Ley... Si el menor cumple adecuadamente con esas
condiciones, la acción penal se extingue y el asunto se archiva (artículo 92); en caso contrario, el juez revoca la
suspensión del proceso a prueba y ordena que se continúe con los procedimientos (artículo 91)." SALA
CONSTITUCIONAL. VOTO No. 6857-98 de las 16:27 horas del 24 de setiembre de 1998.
14.- JUSTICIA PENAL JUVENIL. No constituye pena la medida de orientación o supervisión en la suspensión del
proceso a prueba.

"La jueza consultante refiere que con la suspensión del proceso a prueba se posibilita imponer una pena sin sentencia
firme, lo cual no es de ningún modo cierto, pues la medida u orden de orientación y supervisión no es una pena, se trata
de un requisito que en caso de ser cumplido genera la extinción de la acción penal. No constituye una respuesta de
índole sancionatoria a la comprobación judicial de un hecho delictivo. La imposición de una pena implica que se realice un
juicio previo y que se demuestre la culpabilidad y responsabilidad del acusado. En este caso, se renuncia al ejercicio de la
acción penal, por ello, no puede hablarse de pena, ni la naturaleza de la medida permite darle esta connotación. En todo
caso, la resolución en que se ordena suspender el proceso a prueba, debe estar debidamente fundamentada y ha de
referirse a todos los aspectos que establece el artículo 90 de la Ley citada." SALA CONSTITUCIONAL. VOTO No. 6857-
98 de las 16:27 horas del 24 de setiembre de 1998.

15.- JUSTICIA PENAL JUVENIL. La suspensión del proceso a prueba no procede de oficio. Necesario
consentimiento del menor.

"Indica la consultante que se impone una pena sin demostración de culpabilidad, pues a diferencia de la suspensión a
prueba en el proceso de mayores, en donde es el imputado quien facultativamente solicita la suspensión, previa
aceptación del hecho que se le atribuye (artículo 25 del Código Procesal Penal); en el caso de los menores, la medida
puede acordarse de oficio o a solicitud de parte.- En este aspecto, acordar de oficio la suspensión del proceso a prueba
sí resulta violatorio del debido proceso y específicamente del derecho de defensa; pues, pese a que las reglas de
conducta que pueden imponerse como medidas no son realmente penas o sanciones; sí implican una restricción de
derechos, por lo que es indispensable que se exija una manifestación de voluntad de quien resulte afectado por esas
reglas de conducta; esto es, que las asuma libremente y no en forma coactiva. Por otra parte, el Código de la Niñez y la
Adolescencia en su artículo 114 inciso f) es claro al señalar que en todos los procesos administrativos o judiciales,
relacionados con los derechos de los niños y adolescentes, se ha de escuchar su opinión. Razones que conllevan a
estimer que la suspensión del proceso a prueba no es posible acordarla sin el consentimiento expreso del menor
imputado, quien pese a que no debe necesariamente tener la iniciativa para proponer la aplicación del instituto, sí debe
ser ampliamente informado sobre las consecuencias de la suspensión y obviamente debe estar de acuerdo con su
aplicación. En razón de ello, procede declarar inconstitucional la frase "...de oficio..." contenida en el artículo 89 de la Ley
de Justicia Penal Juvenil. Sin embargo, ha de aclararse que si bien, el menor debe manifestar libremente su voluntad para
ser sometido a la suspensión del proceso a prueba; no es necesario que acepte su culpabilidad en los hechos, pues
conforme se indicó, la medida no se impone como consecuencia de un juicio de reproche por los hechos cometidos, sino
como una medida cautelar, que si es cumplida adecuadamente tiene la virtud de extinguir la acción penal." SALA
CONSTITUCIONAL. VOTO No. 6857-98 de las 16:27 horas del 24 de setiembre de 1998.

16.- JUSTICIA PENAL JUVENIL. Sistema de sanciones no resulta inconstitucional.

"La autoridad consultante plantea el tema del sistema de penas como un problema de violación al principio de igualdad, lo
cual, debe desestimarse sin más, pues obviamente, cada persona a quien se compruebe la comisión de un ilícito penal,
es una persona diferente, sea mayor o menor de edad, sus motivaciones son diferentes, la forma de realización del hecho
también difiere. Se trata de hechos históricos irrepetibles, con circunstancias disímiles, que provocan que la reacción penal
no pueda ser igual para todos los casos.- En la Ley de Justicia Penal Juvenil, a diferencia de otros cuerpos normativos en
donde se establece la conducta y la sanción en forma específica, sin ninguna opción para el juzgador, más que el límite
temporal mínimo y máximo; se prevé un catalogo de sanciones de diversa índole; a saber, sanciones socio-educativas,
órdenes de supervisión y orientación y sanciones privativas de libertad. No obstante, eso no quiere decir que el juez pueda
imponer la sanción que se le antoje en forma arbitraria, sino que la misma Ley le exige tomar en cuenta varios aspectos,
tales como la vida del menor antes de la comisión de la conducta punible, la comprobación del delito, la comprobación de
la participación del menor, la proporcionalidad, racionalidad e idoneidad de la medida, la edad del menor y sus
circunstancias personales, familiares y sociales y los esfuerzos del menor para reparar los daños (artículo 122 de la Ley).
El artículo 25 de la Ley también ordena la actividad del juez al indicar que las sanciones que se impongan dentro del
proceso, tendrán que ser racionales y proporcionales a la infracción o delito cometido. Asimismo, se dispone que las
sanciones deben responder a una finalidad educativa (artículo 123 ibídem). Las sanciones deben ser determinadas
(artículo 26), la de internamiento es de carácter excepcional, tiene como límite máximo el de quince años para menores
entre los quince y los dieciocho y de diez años para los menores entre los doce y quince años de edad y no puede
aplicarse como sanción cuando no proceda para un adulto, según el tipo penal.- De manera que no existe, como dice la
consultante, un amplio margen de discrecionalidad del juez, ni la pena está sujeta a una determinación subjetiva; pues
debe atender a factores objetivamente considerados y ha de fundamentarse adecuadamente, pues es objeto de recurso
ante el superior.- En razón de lo expuesto, los artículos 121 a 123 de la Ley de Justicia Penal Juvenil no resultan
inconstitucionales." SALA CONSTITUCIONAL. VOTO No. 6857-98 de las 16:27 horas del 24 de setiembre de 1998.

17.- MINISTERIO PUBLICO. Facultades de investigación.

"Es menester destacar que en el momento procesal en que se encuentra la causa seguida contra el amparado, la Fiscalía
investiga con el fin de dar sustento a la actividad requirente, que debe desplegar frente al órgano jurisdiccional, con lo que
NO se pretende sustituir la actividad probatoria del juicio, como ocurrió con las instrucciones sumaria y formal que
regulaba el Código de Procedimientos Penales anterior ; asimismo, es necesario entender que esta finalidad constituye un
claro límite de la investigación, límite que no interesa superar porque los actos que realice el Ministerio Público no tendrán
eficacia en otras etapas del procedimiento, salvo las limitadas excepciones que contempla el Código de Rito. Es así como
la investigación permite al fiscal determinar los hechos que consignará en su acusación o en los que sustentará la solicitud
de sobreseimiento; de igual forma, individualiza los elementos probatorios que habrá de ofrecerse al tribunal para ser
recibidos durante el juicio, y que tienden a acreditar su acusación en la fase plenaria o de debate, momento procesal que
brinda a plenitud las garantías que contempla el proceso penal, en protección de los derechos del imputado, por lo que no
se perjudica la defensa del señor P. S. con el acto que se acusa, pues apenas se inicia la investigación." SALA
CONSTITUCIONAL. VOTO No. 1383-98 de las 13:30 horas del 27 de febrero de 1998.

18.- PECULADO. Comunicabilidad de las calidades personales constitutivas de la infracción.

"No resulta violatoria del principio de igualdad esa previsión legislativa (art. 49 C.P.); obedece a criterios de política
criminal que consideran que tanto quien reúne las condiciones personales que exige el tipo penal en los delitos especiales,
como quien no las reúne, pero tiene participación en los hechos con conocimiento de esas condiciones, debe tener la
misma consecuencia jurídico penal. Estima el accionante que el legislador "no puede regular de manera desigual
situaciones semejantes, como sucede con la comunicabilidad de las circunstancias, en donde se pretende sancionar por el
delito de peculado a un ciudadano que no es servidor público, o bien establecer únicamente para efectos penales, la
equiparación con un servidor público en las relaciones de servicio con obreros, trabajadores y empleados que no
participan de la gestión pública de la Administración" No es atendible ese argumento. El legislador puede asignar las
consecuencias que considere convenientes para las diferentes conductas punibles; su límite lo constituye el contenido de
las normas y principios establecidas tanto en la Constitución Política como en los Tratados Internacionales, a manera de
ejemplo, el artículo 28 de la Constitución, los principios de proporcionalidad y razonabilidad, la prohibición de penas
perpetuas, etc. La comunicabilidad de las condiciones personales constitutivas de la infracción, efectivamente permite que
se pueda atribuir la participación en el delito especial tanto al sujeto que ostenta la condición personal requerida por el tipo
como a quien no la tiene, pero contribuye en la comisión del hecho punible, con conocimiento de la existencia de esa
condición. Igual razonamiento procede en cuanto a la calificación de "públicos" que el artículo 112 inciso 4 de la Ley
General de la Administración Pública, da a los servidores que sin reunir esa condición prestan sus servicios a la
Administración y cometieren hechos delictivos en los que se prevalecen de su relación con el Estado para cometerlos. Esa
es una decisión del legislador en el marco de sus competencias, en la que no se observa transgresión alguna al principio
de igualdad... Por su parte, el delito de peculado que se encuentra establecido en el artículo 352 del Código Penal, por lo
demás, tampoco tiene en sí mismo ninguna desigualdad que considerar. Por lo expuesto, con relación al tema en análisis,
procede rechazar por el fondo esta acción." SALA CONSTITUCIONAL. VOTO No. 6859-98 de las 16:33 horas del 24 de
setiembre de 1998.
19.- PECULADO. Los artículos 49 y 352 del Código Penal no violan el principio de igualdad.

"Señalan además que los artículos 49 y 352 del Código Penal son violatorios del principio de legalidad contenido en el
artículo 39 de la Constitución Política y 9 de la Convención Americana de Derechos Humanos, en cuanto a que nadie
puede ser condenado por acciones y omisiones que en el momento de cometerse no constituyan delito. Aduce que se
viola el principio de tipicidad penal si se atribuye el delito de peculado a ciudadanos que no tienen la condición de
funcionario público.- El principio de legalidad establece que nadie puede ser condenado por un hecho que no esté
expresamente previsto como punible por la ley penal vigente al tiempo en que se cometió, ni sometido a pena o medida
de seguridad que no se encuentren establecidas en ella. Tanto el delito de peculado como la "comunicabilidad de las
circunstancias" se encuentran previstas en la ley, el primero en la parte especial del Código Penal y el segundo en la
parte general. El tipo penal de peculado contiene una adecuada descripción de la conducta y de la pena, así como del
sujeto activo y debe ser interpretado en forma integrada y armónica con las demás normas tanto del mismo cuerpo de
leyes como del ordenamiento jurídico en general.- El artículo 49 permite ampliar el radio de punibilidad de la conducta en
los delitos especiales y otorga elementos para determinar la pena a imponer, según se conozcan o no las diferentes
circunstancias y condiciones, por lo que no tiene en sí mismo ninguna violación al principio de legalidad. En consecuencia,
procede rechazar por el fondo la acción con relación a ese aspecto." SALA CONSTITUCIONAL. VOTO No. 6859-98 de las
16:33 horas del 24 de setiembre de 1998.

20.- PENA. Unificación y Adecuación. Plazo máximo.

"Tenemos entonces que existen dos parámetros para «ajustar» las penas de prisión, logrando que ésta no supere la
duración efectiva de cincuenta años: 1) La primera es de índole penal estrictamente, en el sentido de que resulta de la
existencia de un concurso real de delitos, sea actual o en su forma retrospectiva, de manera que no puede imponerse de
la suma de todas las penas impuestas a los delitos que entran en concurso, penas que sobrepasen el triple de la mayor
impuesta y, en ningún caso, superen el monto superior al señalado. Esta regla, proviene del numeral 76 del Código Penal
y procesalmente hablando encuentra su regulación en el artículo 54 del Código Procesal Penal. 2) La segunda forma de
lograr que la pena no sobrepase los cincuenta años, está constituida precisamente por la aplicación de la disposición
legislativa que establece el límite máximo que ha de tener la pena de prisión que en un determinado momento deba
cumplir una persona, y que se extrae de lo dispuesto por el numeral 51 del Código Penal, con relación al artículo 40 de la
Constitución Política, y en cuya aplicación, para «adecuar» las penas de que se trate, no nos encontramos frente a
supuestos de concurso de delitos, sino de penas pendientes de descuento que convergen en un determinado momento y
que significan entre todas que lo pendiente por descontar sobrepasa el límite máximo señalado por la ley. Ambos
supuestos constituyen pues, un «doble ajuste», representan dos caminos distintos, frente a supuestos distintos, por los
cuales se llega a la consecuencia de que la pena de prisión no supere los cincuenta años, en la primera en cuanto al
monto total de pena impuesta, y en el segundo en cuanto al monto total de pena a descontar efectivamente, en un
determinado momento de la vida del condenado. Ello podría implicar eventualmente, que ante la concurrencia de varias
penas, respecto de algunas haya primero de procederse a su unificación, por encontrarse entre sí en concurso material, y
una vez unificadas, haya de procederse a su «adecuación» con relación a otras sentencias pendientes de descontarse, o
bien que se están descontando, tomando de estas últimas, lo que le resta al imputado por cumplir y no lo ha cumplido,
porque el límite de duración de la pena de prisión se debe tomar de lo que efectivamente ha de descontar un sujeto en un
determinado momento, marcado dicho momento por la existencia de sentencias pendientes de descuento y la imposición
de nuevas penas de prisión, de modo que ha de tomarse en cuenta para el cálculo del límite máximo lo que falta por
descontarse, más las penas nuevas impuestas. Con ello se pretende alcanzar el objetivo de política criminal adoptado por
el legislador, de no permitir que una persona condenada a pena de prisión, puede estar en un momento determinado,
obligada a cumplir más de cincuenta años de prisión." SALA CONSTITUCIONAL. VOTO No. 0533-98 de las 15:54 horas
del 3 de febrero de 1998.

21.- PRINCIPIO DE LESIVIDAD. Función limitadora del bien jurídico.

"Con relación a este aspecto, en primer término ha de decirse que es hoy comúnmente admitido que una teoría del delito
sólo puede partir del interés de la protección del bien jurídico. Para poder declarar una conducta como delito, no basta que
infrinja una norma ética, moral o divina, sino que es necesario, ante todo, la prueba de su carácter lesivo de valores o
intereses fundamentales para la sociedad. Ello encuentra fundamento en nuestro sistema jurídico en el artículo 28 de la
Constitución Política, que establece que: "Las acciones privadas que no dañen la moral o el orden público, o que no
perjudiquen a tercero, están fuera de la acción de la ley". Ciertamente, la decisión de cuáles bienes jurídicos han de ser
tutelados por el Derecho Penal, es una decisión de carácter político criminal; no obstante, dentro de un sistema
democrático como el que consagra nuestra Constitución, en donde se pretende realizar el ideal de una sociedad libre e
igualitaria, las intromisiones del Derecho Penal, han de ser las estrictamente necesarias y sobre todo, han de atender al
principio de proporcionalidad. Lo anterior por cuanto, la existencia del derecho penal, actualmente, implica la existencia de
la estructura carcelaria, que apareja la más grave restricción a la libertad humana; libertad, que el Estado debe
paradójicamente, debe garantizar y proteger. Esto es, tal restricción, debería ser la mínima imprescindible para hacer
efectivas las libertades de los demás ciudadanos. La intervención del Derecho Penal afecta siempre derechos
fundamentales de la persona, priva de libertad de hacer o incluso física, y supone una muy grave injerencia del Estado en
la vida y el desarrollo de la personalidad de los ciudadanos. Desde ese punto de vista, el bien jurídico tiene una función
limitadora trascendental; no se justifica la existencia de una norma penal sin que sea inherente el objetivo de la protección
de un bien." SALA CONSTITUCIONAL. VOTO No. 1588-98 de las 16:27 horas del 10 de marzo de 1998.

22.- PRISION PREVENTIVA. Plazo máximo de quince meses. Normativa anterior.

"IV.- En el caso que nos ocupa la situación que se plantea es la de un proceso penal donde se ha dictado el auto de
elevación a juicio, que no se encuentra firme por haber sido impugnado, de manera que el procedimiento a seguir es el
contemplado en la normativa anterior –Código de Procedimientos Penales– . Ahora bien, a este respecto debe tenerse
presente que por Ley N° 7337 del 5 de mayo de 1993 se reformó el artículo 294 del Código de Procedimientos Penales,
cuyo inciso 3) indica que debe cesar el encarcelamiento y ordenarse la inmediata libertad del imputado cuando "...su
duración exceda de quince meses; pero si hubiera dictado sentencia condenatoria, podrá durar seis meses más...". Por
otra parte, el Código Procesal Penal (Ley n°7594) en su artículo 471 reformó los artículos 294 y 298 del Código de
Procedimientos Penales, eliminando así el plazo máximo de la prisión preventiva y con ello la solicitud al Tribunal de
Casación Penal para que se prorrogara dicho plazo; no obstante, esta reforma quedó limitada en el tiempo, puesto que el
Transitorio V del Código Procesal Penal determina que la reforma de los artículos 294 y 298 del Código de
Procedimientos Penales –antes citada– se mantendría en vigencia desde su publicación y hasta el 1° de enero de 1998.
En este orden de ideas, debe interpretarse que la reforma realizada en el artículo 471 del Código Procesal Penal tuvo
vigencia durante el lapso comprendido entre la publicación del Código y el 1° de enero de 1998, de forma tal que luego
de esta fecha recobra vigencia el texto de los artículos 294 y 298 del Código de Procedimientos Penales según la reforma
introducida por ley N° 7337 del 5 de mayo de 1993, para efecto de los asuntos que a la entrada en vigencia del Código
Procesal Penal (Ley N° 7594) se encontraran con auto o providencia de elevación a juicio, o con prórroga extraordinaria.

V.- Establecido que el presente asunto se rige por el Código de Procedimientos Penales de 1973 y conforme a la reforma
introducida por Ley N° 7337 del 5 de mayo de 1993, al recibir el Juez Penal recurrido la solicitud de cese de la medida
por parte de la recurrente, debió de inmediato –actuando como Juez de Instrucción, pues el Auto de Elevación a Juicio no
se encuentra firme– verificar si el plazo de quince meses que señala la norma no se había cumplido, como en efecto
ocurría, para de inmediato revisar la procedencia o no de mantener en prisión preventiva a los imputados, verificando si
las circunstancias por las cuales se decretó se mantenían, y no diferir la resolución del asunto, emplazando al Ministerio
Público para que solicitara la prórroga de la medida, ni declarándose incompetente, pasando los autos al Tribunal de
Casación Penal, en razón de que así no lo prevé la normativa aplicable al caso concreto, por lo que estima esta Sala que
se incurrió en un atraso indebido en la resolución acerca de la procedencia de continuar o cesar la medida cautelar
impuesta a los imputados (amparados), con lo que se amenazó ilegítimamente su derecho a la libertad personal protegida
constitucionalmente, procediendo entonces la estimación de este recurso, sin ordenar la libertad de los imputados, al estar
sustentada aún en el Auto de Procesamiento y Prisión Preventiva decretado en su contra –que se encuentra firme–,
siendo atribución del Juez recurrido determinar si el peligro procesal que originó la medida aún subsiste." SALA
CONSTITUCIONAL. VOTO No. 1004-98 de las 15:12 horas de 17 de febrero de 1998.

23.- PRISION PREVENTIVA. Plazo máximo de la nueva normativa. Organo facultado para prorrogarla.
"Con fundamento en lo expuesto en los considerandos precedentes, estima esta Sala que el recurso debe declararse con
lugar, en virtud de que el amparado permaneció detenido preventivamente del 9 al 21 de abril inclusive sin existir orden de
Juez competente que respaldara la medida, habida cuenta que la prórroga de la prisión preventiva fue dictada de oficio
por el Juzgado Penal de..., cuando lo procedente era que el representante del Ministerio Público solicitara la prolongación
de la misma al Tribunal Superior de Casación Penal, único competente para emitir criterio en ese sentido. De los autos se
desprende que la petitoria del Ministerio Público al Juzgado Penal de... de fecha 20 de febrero del año en curso era que
sustituyera la medida cautelar impuesta por otra menos gravosa para el imputado, lo cual le fue rechazado en el ejercicio
de su competencia, pero se excedió en el mismo al prolongar la prisión preventiva por dos meses más en forma oficiosa,
pues como se ha dicho, esa prórroga compete al Tribunal Superior de Casación Penal cuando se le pide por el Ministerio
Público con anterioridad a que se cumplan los doce meses de prisión preventiva, según indican los numerales 257 c) en
relación con el 258 primer párrafo del Código Procesal Penal recién entrado en vigencia, el cual es de aplicación por
tratarse de una causa si bien iniciada el año pasado, pero que no cuenta con Auto de Elevación a Juicio. En esta tesitura,
procede acoger el presente recurso, sin ordenar la libertad del amparado por haberlo hecho ya el Juzgado Penal de
Desamparados." SALA CONSTITUCIONAL. VOTO No. 2847-98 de las 15:54 horas del 29 de abril de 1998.

24.- PRISION PREVENTIVA. Fines procesales y presunción de inocencia.

"El Código Procesal Penal contempla la posibilidad de que a lo largo del proceso se dicte la prisión preventiva en contra
del imputado, como medida cautelar tendente a proteger los fines del proceso, pero no como sanción propiamente dicha,
toda vez que mientras no se dicte sentencia condenatoria firme en contra del encartado se presume su inocencia, razón
por la cual la privación de libertad en ese estadio del proceso es la excepción, y como tal no tiene por fundamento la
plena certeza de la participación del imputado como autor del delito por el que se le acusa, sino que requiere únicamente
la probabilidad de que así sea. Es por eso que en el caso que nos ocupa con el acto acusado no se conculca ningún
derecho fundamental del amparado, ya que se ha dictado la prisión preventiva en contra su contra –resolución N° 0002-9
de las 10 :30 horas del 8 de enero pasado– al encontrar indicios suficientes de su probable participación en los delitos que
se le endilgan, y con la finalidad de que no interfiera en la prosecución de los fines del proceso la autoridad recurrida
decretó la medida cautelar "por el término imprescindible para concluir la investigación" (sic), al presumir que en libertad el
amparado obstaculizaría la acción de la justicia, motivo suficiente que evidencia el peligro procesal que hace necesaria la
medida cautelar por el momento." SALA CONSTITUCIONAL. VOTO No. 1383-98 de las 13:30 horas del 27 de febrero de
1998.

25.- PRISION PREVENTIVA. El Ministerio Público debe concretar las razones procesales para privar la libertad.

"La Sala estima, efectivamente, que la Fiscalía está obligada a concretar los hechos que motivan la necesidad de
restringir el estado de libertad de una persona, particularmente en un caso como el que aquí se examina, cuando lo que
se solicita implica la imposición de una medida cautelar más rigurosa que la ya impuesta, puesto que el amparado venía
gozando de libertad mediante caución real. En el mismo sentido, los jueces deben analizar en forma crítica las peticiones
del Ministerio Público, es decir, están en la obligación de escrutar las razones y justificaciones invocadas para proceder a
otorgar o no lo solicitado. Esto implica, entonces, que el Ministerio Público tiene que concretar o especificar cuáles son las
necesidades procesales, o hechos que motivan la imposición de la medida cautelar que piden, para que el Juez, garante
de los derechos fundamentales, procesales y sustanciales del imputado, razonadamente acoja o deseche lo pedido. En
este caso, se tiene que la petición del agravamiento de las medidas cautelares a prisión preventiva, se hace en forma
abstracta, pues los hechos invocados para la detención inicial del recurrente vienen luego a ser repetidos por el Ministerio
Público en su segunda solicitud de detención del amparado, con total prescindencia de que venía gozando de libertad
mediante caución... tal como lo establece la doctrina desarrollada por la Sala con anterioridad a la entrada en vigencia del
actual Código Procesal Penal, no se puede indicar en abstracto que "existe una presunción razonable que éste no se
someta al proceso, pretenda evadirse y por consiguiente afecte la averiguación real de los hechos o continúe con
su actividad delictiva; además los ilícitos que se le imputan se encuentran reprimidos con penas privativas de
libertad.", si precisamente ya venía primero de un estado de prisión, luego a uno de libertad, incluso cumpliendo las
obligaciones impuestas por el Juzgado Penal." SALA CONSTITUCIONAL. VOTO No. 3304-98 de las 15.24 horas del 20
de mayo de 1998.
26.- PRIVACION DE LIBERTAD. La Sala Constitucional no es una instancia procesal más.

"Esta Sala no es una instancia más dentro del proceso penal ordinario, ante la cual se pueda solicitar, como lo hace el
recurrente, la revisión de la prisión preventiva, o la aplicación de otras medidas menos gravosas para el imputado;
tampoco puede cuestionarse la regularidad de un proceso o la legalidad de las pruebas en él existentes, menos aún la
valoración que de ellas hagan los juzgadores o las conclusiones que obtengan a partir del material probatorio, salvo la
existencia de una violación a los derechos fundamentales del imputado en la recolección o producción de las pruebas que
ponga en peligro su libertad, o que exista un grueso error en la valoración de las pruebas, que incida sobre la privación de
libertad que sufre el acusado o que esté amenazado de sufrir, lo que no sucede en este caso. El ordenamiento procesal
penal contempla las vías suficientes para canalizar las objeciones que, relacionadas con la regularidad del proceso,
existan, y que finalmente pueden ser discutidas al inicio, durante y al final del juicio, quedando abierta la posibilidad de
recurrir del fallo en Casación. Cuando el artículo 16 de la Ley de Jurisdicción Constitucional señala que la Sala valorará y
analizará otras violaciones a derechos fundamentales ligadas con la libertad, permite la incursión dentro de la materia
propia del proceso, cuando se constaten amenazas o lesiones a otros derechos fundamentales distintos a la libertad
personal, pero en estricta relación e incidencia sobre ésta, su restricción efectiva, o la amenaza a su restricción. Esto es,
no pueden analizarse en forma independiente de una concreta amenaza a la libertad o de una restricción actual de la
misma, pues esas otras lesiones deben necesariamente haber tenido incidencia en la amenaza o restricción de la libertad,
porque si este requisito no se da, se estaría permitiendo la injerencia en el ámbito propio de competencia de la
jurisdicción penal, que constitucionalmente está reservada a los jueces correspondientes." SALA CONSTITUCIONAL.
VOTO No. 1405-98 de las 15:33 horas del 3 de marzo de 1998.

27.- PRIVADOS DE LIBERTAD. Organo competente para su ubicación.

"En atención a la normativa vigente en nuestro medio, existen una serie de institutos que afectan la ejecución de la pena
privativa de libertad, para el caso en estudio procede es necesario referirse al régimen de confianza a nivel administrativo
penitenciario, técnicamente denominado Nivel de Atención en Comunidad, que se aplica por la administración penitenciaria
con fundamento en el Decreto Ejecutivo número 22198-J del veintiséis de febrero de mil novecientos noventa y tres, en el
que se señalan las condiciones que la administración penitenciaria debe aplicar a quienes son sometidos a esa forma de
cumplimiento de la sanción penal impuesta. En el caso en estudio al recurriente se le dió un beneficio para que pudiera
pasar el fin de año con su familia, con la obligación de volver al Centro en que cumplía en una determinada fecha,
obligación que no cumplió y así lo reconoce. Ello motivo que la administración válidamente le reubicara en el Sistema
Penitenciario, ahora si pretende discutir las razones que desde su óptica justifican su actuación, debe hacerlo en primera
instancia ante la propia administración penitenciaria y luego -si lo resuelto no le satisface- ante el juez de ejecución de la
pena, según lo dispuesto en los artículos 452, 454 y 485 del Código Procesal Penal." SALA CONSTITUCIONAL. VOTO
No. 1915-98 de las 17:33 horas del 17 de marzo de 1998.

28.- REBELDIA. Procedencia por desobediencia a citación.

"El recurrente alega que el Tribunal de Juicio de... ha actuado de manera arbitraria e ilegal, pues aunque la amparada
desobedeció la orden de citación que se le hizo mediante un telegrama, ésta comunicación -al no ser una resolución
judicial- no sirve de sustento para decretar la rebeldía de su defendida. El reproche no es de recibo. El artículo 135 del
Código de Procedimientos Penales, al igual que el numeral 165 de la normativa procesal penal vigente, establece la
facultad del Juez de ordenar la citación del imputado que se encuentra en libertad por diversos medios, entre los cuales se
encuentra la citación por telegrama con aviso de entrega. La citación es el llamamiento al imputado, para que comparezca
ante el Tribunal, consecuentemente su no presentación tiene efectos procesales tales como su inmediata detención, o -
como sucedió en este caso- su declaratoria de rebeldía (en este sentido puede consultarse la sentencia número 0695-91
de las dieciséis horas con treinta minutos del nueve de abril de mil novecientos noventa y uno)... En el caso de examen,
la imputada fue citada por medio de telegrama, el que -según se desprende del dicho del recurrente- recibió
oportunamente, pero obviando su obligación, se negó a comparecer al Despacho, y provocó una obstaculización en el
proceso que se sigue en su contra. La declaratoria de rebeldía por los motivos indicados, no resulta ilegítima, ya que lo
que se pretende con esa medida es salvaguardar los fines del proceso penal, asegurando así la no evasión de la
imputada y por consiguiente su disponibilidad a los intereses del proceso (artículo 51 del Código de Procedimientos
Penales, y 89 del Código Procesal Penal)." SALA CONSTITUCIONAL. VOTO No. 4392-98 de las 13:48 horas del 19 de
junio de 1998.

29.- RECUSACION. Las causales no son taxativas. Parcialidad del juez.

"...por constituir la garantía de ser oído por un juez o tribunal independiente e imparcial, un derecho fundamental de toda
persona, la jurisprudencia impugnada resulta inconstitucional y así debe declararse. Todo juez, se encuentra supeditado, a
lo dispuesto por la Constitución Política y por los Tratados Internacionales vigentes en la República, de ahí que sea su
obligación primordial aplicar directamente lo establecido en esos cuerpos legales, máxime si se trata del ejercicio de
derechos fundamentales de los ciudadanos. De manera que si la Convención Americana de Derechos Humanos, consagra
como derecho fundamental el de ser oído por un juez independiente e imparcial, quien se sienta agraviado por la
infracción a ese derecho, puede legítimamente reclamarlo. El régimen de las inhibiciones, recusaciones y excusas tiene su
razón de ser en la consecusión de una justicia objetiva, imparcial, independiente y cristalina, propia de regímenes
democráticos y de derecho y conforme se señaló, el listado que la ley contempla no agota las posibilidades por las que
puede hacerse uso de esos institutos, esto es, no tiene carácter excluyente. En razón de lo expuesto, por oponerse a lo
dispuesto en el artículo 8 de la Convención Americana de Derechos Humanos, procede declarar inconstitucional la
jurisprudencia cuestionada." SALA CONSTITUCIONAL. VOTO No. 4727-98 de las 9:27 horas del 3 de julio de 1998.

30.- SECRETO DE ACTUACIONES. Oportunidad para decretarse.

"El artículo 296 del Código Procesal Penal, faculta al Ministerio Público para disponer, sólo por una vez, el secreto total o
parcial de las actuaciones. Dicha medida debe ser tomada mediante resolución debidamente fundamentada y por un plazo
que no puede exceder de diez días consecutivos, debe explicar de forma razonada y objetiva los motivos por los que el
Fiscal considera que en el caso de que las actuaciones puedan ser de conocimiento de las partes, ello puede entorpecer
la investigación. Es necesario también, que el imputado se encuentre en libertad, pues en el caso de que el imputado se
encuentre privado de su libertad, el Ministerio Público se encuentra imposibilitado para decretar una medida en tal sentido.
Sobre la privacidad de las actuaciones en el procedimiento preparatorio, vale hacer mención al hecho de que por regla
general, el proceso no es público para terceros, y las actuaciones sólo pueden ser examinadas por las partes,
directamente o por medio de sus representantes (artículo 295 del mismo Código). Con una interpretación lógico-
sistemática de ambos numerales, se entiende que el secreto parcial o total del sumario es una medida que se dicta con el
fin de que sean las partes las que no tengan acceso a las actuaciones del procedimiento preparatorio. Una interpretación
contraria, o sea, que el secreto es para terceras personas, resultaría fuera de toda lógica, pues el artículo 295 dispone
que por regla general las personas que no sean parte del procedimiento o sus representantes, no tienen acceso a las
actuaciones. A nivel práctico, es obvio que en el momento en que el Fiscal deniega el acceso de las actuaciones a las
partes, debe haber dictado con anterioridad, una resolución que respalde su actuación, y dicha resolución debe exponer en
forma clara los motivos por lo que restringe de manera temporal el acceso a las actuaciones. Posteriormente, la medida
debe ser comunicada a las partes, con el fin de que puedan ejercer los controles que estime oportunos ante el Tribunal
del Procedimiento Preparatorio... Tales medidas deben ser siempre motivadas, razonadas, fundamentadas con base en
las circunstancias que rodean el hecho y los elementos probatorios con los que cuenta el Fiscal en esa etapa del proceso.
En el caso que nos ocupa, y sin que el análisis que pueda hacer la Sala prejuzgue sobre la procedencia o no de la
medida adoptada, es evidente que la actuación de la Fiscal fue total y absolutamente irregular. Nótese que en el momento
en que la Fiscal deniega al defensor tener acceso a las actuaciones, no existía aún resolución que la legitimara a actuar
en tal sentido, lo que violenta a todas luces el derecho de defensa... En otras palabras, en el momento en que la Fiscal
denegó al abogado defensor la posibilidad de examinar las actuaciones, aún no existía resolución alguna en tal sentido y
que pudiera respaldar en forma legítima su actuación." SALA CONSTITUCIONAL. VOTO No. 2200-98 de las 10:54 horas
del 27 de marzo de 1998.
31.- SUSPENSION DEL PROCESO A PRUEBA. No viola el Derecho de Abstención.

"Al confrontar con tal garantía la norma impugnada (art. 25 CPP), se concluye que no hay violación alguna porque, en
primer término, no se establece a cargo del imputado una ineludible obligación de declarar, sino más bien una posibilidad
para hacerlo si lo cree conveniente a sus intereses, es decir, al amparo de dicha regla ninguna autoridad puede
conminarlo a declarar; en segundo término, la negativa de declarar no puede causarle perjuicio alguno, si la única
consecuencia de desatender las previsiones del artículo 25 cuestionado, será que el proceso penal sigue su curso normal,
sin que el imputado pierda ni una sola de las garantías fundamentales que recoge nuestra Constitución Política en su
favor y en caso de que decida aceptar su responsabilidad en el hecho, ello sólo tiene consecuencias respecto a la
concesión del beneficio, pues caso de incumplimiento -lo que conlleva la prosecución del proceso- el reconocimiento
otorgado no tiene mayores consecuencias, pues no puede ser tenido como un reconocimiento de culpabilidad.- Estos
razonamientos son suficientes para afirmar que la norma impugnada no infringe el artículo 36 Constitucional, en tanto no
se obliga al imputado a perjudicarse a sí mismo con su declaración, sino que se trata solamente de un requisito para el
otorgamiento de la suspensión del procedimiento a prueba, sin ninguna trascendencia jurídica fuera del estricto contexto
de esa gestión.- Claro está que el imputado tiene que reconocer la comisión del ilícito si desea acogerse a la suspensión
del proceso a prueba, pero se trata para él de una trámite opcional, adicional y prescindible del proceso penal, diferente
de las bases constitucionales que conforman este último y necesario solamente para fundamentar las circunstancias en
que el juez acuerda la suspensión y sus consecuencias.- Es más bien -claramente- una creación legislativa que no atañe
al ejercicio de los derechos fundamentales del imputado y, en concreto, del fijado en el artículo 36 constitucional por el
que puede abstenerse de declarar en el proceso en su contra sin daño alguno." SALA CONSTITUCIONAL. VOTO No.
2404-98 de las 18:18 horas del 1 de abril de 1998.

32.- SUSPENSION DEL PROCESO A PRUEBA. El plazo para su procedencia no viola el derecho de defensa.

"Debe observarse, en fin, que se trata de un trámite optativo, dependiente de la voluntad del mismo acusado, que, de no
concretarse, no produce más consecuencias jurídicas que la normal continuación del proceso, de modo que no puede
decirse que una simple particularidad de su ejercicio, (como es la fijación de un plazo dentro del que debe ser planteada)
contradiga por sí misma el ámbito de derechos y facultades constitucionalmente garantizados al ciudadano bajo la
denominación del principio de defensa.- Se reclama lo ilógico de que la solicitud de suspensión del procedimiento a
prueba -junto con la confesión del imputado- deba hacerse antes de que el Juez valore la acusación y decida si sobresee
provisionalmente o eleva a juicio la causa, pero debe señalarse al respecto que esa valoración no resulta relevante para
la suspensión de procedimiento a prueba porque ésta última parte de otros presupuestos, en tanto que -al menos
originalmente- no se concibe como una opción para que quien se considera inocente, sopese las posibles ventajas o
inconveniencias de sufrir un proceso penal (tal y como lo plantea el accionante), sino como una vía procesalmente
expedita para que quien se estima culpable, repare el daño causado y solvente el conflicto social originado con la
comisión del delito.- Además, no es cierto, como lo deja entrever el recurrente, que la situación procesal pueda cambiar
por el reconocimiento de la comisión del delito hecha por imputado dentro de una solicitud de suspensión del
procedimiento a prueba, porque ésta tiene un alcance limitado y en caso de rechazo de la gestión, pierde cualquier valor
jurídico." SALA CONSTITUCIONAL. VOTO No. 2404-98 de las 18:18 horas del 1 de abril de 1998.

33.- SUSPENSION DEL PROCESO A PRUEBA. No viola el principio de igualdad el Transitorio IV de la Ley No.
7728.

"El reclamo tampoco es procedente, primero porque la categorización y mediante ella la diferenciación establecida, no
radica en el artículo 25 cuestionado, sino en el transitorio IV de la Ley número 7728 del veintiséis de diciembre del año
pasado, que no ha sido cuestionado aquí.- A esto se agrega que dicha categorización está plenamente justificada porque
el transitorio recién mencionado hace referencia a los juicios "que se deban tramitar de conformidad con las reglas del
Código de Procedimientos Penales de mil novecientos setenta y tres y sus reformas" que son, precisamente, aquellos en
los que está precluida la etapa de elevación a juicio empleada como referencia en el artículo 25 del Código Procesal
Penal actual.- Resulta por ello aceptable permitir (en los casos ya elevados a juicio cuando entró a regir el nuevo Código
Procesal Penal) que la aprobación de la suspensión del procedimiento a prueba pueda darse hasta antes de la
declaratoria del imputado en el debate, porque de lo contrario se dejaría al procesado sin ninguna posibilidad legal de
pedirla por haber transcurrido el momento procesal fijado.- Por lo expuesto, no hay infracción del principio de igualdad,
dado que -como se explicó- la diferenciación es razonable y adecuada." SALA CONSTITUCIONAL. VOTO No. 2404-98 de
las 18:18 horas del 1 de abril de 1998.

34.- SUSPENSION DEL PROCESO A PRUEBA. Principio de proporcionalidad y ejecución condicional de la pena.

"El reclamo planteado en esta acción se resuelve si absolvemos la cuestión de si es absurdo -por irracional o
desproporcionado- que la suspensión del procedimiento a prueba solo proceda en caso de delitos donde la posible pena a
imponer no exceda de tres años.- Evidentemente no hay ninguna razón para entender que la condición fijada es
inadecuada por restringida como para ameritar la intervención de la Sala.- Por el contrario, se encuentra dentro de los
límites de competencia del legislador, quien -como diseñador de la política criminal que ha de regir el país- tiene una
gama de posibilidades para elegir, y eso es lo que ha hecho.- Además, la regla cuestionada resulta acorde con el fin
buscado con la creación de la figura de la suspensión del procedimiento a prueba, cual es resolver de forma rápida y
sencilla ciertas infracciones cuyo grado de lesividad no sea muy alto.- Así, no hay ninguna razón para decretar la
inconstitucionalidad artículo 25 del Código Procesal Penal, en cuanto exige para su otorgamiento los mismos requisitos del
beneficio de ejecución condicional de la pena.- Finalmente, debe indicarse que no se analiza la cuestión de si la intención
del legislador era o no la promulgación conjunta de la reforma al Código Penal y el aumento del límite de aplicación del
beneficio a penas de hasta cinco años de prisión, porque ello no pasa de ser una suposición y como tal no tiene ningún
valor jurídico, de modo que resulta ocioso referirse a ella." SALA CONSTITUCIONAL. VOTO No. 2404-98 de las 18:18
horas del 1 de abril de 1998.

35.- TENTATIVA INIDONEA. Diferencia con la tentativa idónea.

"Tanto en la tentativa idónea como en la inidónea existe un disvalor de la acción y un ánimo de cometer un hecho punible;
el agente utiliza los medios que cree idóneos para la consumación, cree que sus actos son adecuados para consumar el
ilícito y que el objeto es idóneo para la realización del tipo del injusto. Esto es, si se realiza un análisis meramente
subjetivo no existe diferencia alguna entre la tentativa idónea e inidónea; sin embargo, mientras en la tentativa idónea los
medios utilizados para consumar el delito sí son adecuados, en la tentativa inidónea esos medios no lo son y eso es lo
que genera la no producción del resultado querido; en la tentativa inidónea lo que se da es un error de tipo al revés, que
recae sobre el elemento intelectivo del dolo, en donde el agente cree que el medio empleado es eficiente para la
consumación del hecho, pero en realidad no lo es." SALA CONSTITUCIONAL. VOTO No. 1588-98 de las 16:27 horas del
10 de marzo de 1998.

36.- TENTATIVA INIDONEA O DELITO IMPOSIBLE. Inconstitucionalidad de medidas de seguridad.

"En ese orden de ideas, los artículos 24 última frase, 98 inciso 5) y 102 inciso b) del Código Penal resultan
inconstitucionales al prever la imposición de una medida de seguridad a un sujeto imputable, a quien lo que
correspondería sería reprocharle la conducta de acuerdo a su culpabilidad en el hecho. Las medidas de seguridad están
destinadas, no al tratamiento del delincuente como retribución de acuerdo con la gravedad y culpabilidad de su acción,
sino a la peligrosidad social que represente. El surgimiento y razón de ser de las medidas de seguridad previstas para los
imputables radica en el concepto de peligrosidad, atendiendo a un derecho penal de autor y tiene como fin la prevención
de la comisión de delitos. No atienden a un criterio de culpabilidad por el hecho, sino a la calificación de una persona
como "peligrosa", con probabilidad de cometer cualquier delito en el futuro. Históricamente el mayor impulso que se dio a
las medidas de seguridad lo fue por la Escuela Positiva o Antropológica del Derecho Penal, que sustituyó la
responsabilidad por la peligrosidad y consideró al delito como síntoma de patología psico-somática, que en cuanto tal
debe ser tratado y prevenido, más que reprimido, con medidas pedagógicas y terapeúticas dirigidas a neutralizar su
etiología. Esa es la doctrina que se encuentra en la base de la punibilidad de la tentativa inidónea, por cuanto, se
considera que si bien la persona no llevó a cabo una conducta adecuada para producir el resultado, sí existió una
intención de cometer el delito, con lo cual, el sujeto se torna "peligroso" para el ordenamiento jurídico; lo cual, a todas
luces es impropio de un sistema penal que pretende ser respetuoso de las garantías y derechos básicos de las
personas... En definitiva, se declaran inconstitucionales la frase "en tal caso se impondrá una medida de seguridad"
contenida en el artículo 24 párrafo segundo del Código Penal, y los artículos 98 inciso 5) y 102 inciso b) del Código Penal
por violación a los artículos 28 y 39 de la Constitución Política." SALA CONSTITUCIONAL. VOTO No. 1588-98 de las
16:27 horas del 10 de marzo de 1998.

37.- TENTATIVA INIDONEA O DELITO IMPOSIBLE. Principio de legalidad y de ofensividad.

"Con relación al tercer argumento formulado por el Tribunal consultante, en el que señala que tiene dudas sobre si la
reacción estatal frente a la tentativa inidónea o delito imposible quebranta el principio de legalidad, por cuanto "no puede
ejecutarse algo que es imposible de ser llevado a cabo"; considera esta Sala que en el caso del delito imposible, no se
está ante un caso de atipicidad, por cuanto, el delito imposible o error de tipo al revés constituye, al igual que la tentativa
idónea, un dispositivo amplificador del tipo que a juicio de este Tribunal no resulta inconstitucional. De hecho, figuras como
la participación, la tentativa, la acción por omisión, son comportamientos que no están comprendidos en los tipos penales
de la parte especial del Código; sino, que el legislador las prevé en la parte general, refiriéndolas a todas las hipótesis
delictivas, introduciendo así un mecanismo o dispositivo que permite ampliar el radio de acción o el alcance de los
diversos supuestos de hecho. De esa forma, los dispositivos amplificadores del tipo permiten cubrir o extender la punición
a tales manifestaciones del quehacer humano, sin violentar el principio de tipicidad ni de legalidad, pues las conductas sí
se encuentran descritas en la ley. Si bien es cierto, para una parte de la doctrina, la inexistencia o inidoneidad del objeto,
medio, etc. determina la ausencia de tipicidad del comportamiento; tanto la tentativa idónea como inidónea constituyen
formas imperfectas de ejecución a las que se les extiende la amenaza de la pena prevista para los tipos delictivos
consumados. En ambos casos sí se da un comienzo en los actos de ejecución, pues, si sólo se dieran actos
preparatorios, obviamente, se estaría ante supuestos de impunidad absoluta. La misma naturaleza y esencia del delito
imposible implica que obviamente el tipo penal no se perfeccione por imposibilidad, de ahí que sería un contrasentido decir
que no se puede ejecutar lo imposible. El problema de la reacción penal frente al delito imposible o tentativa
absolutamente inidónea es de vulneración al principio de ofensividad -conforme se indicó- y no de violación al principio de
legalidad." SALA CONSTITUCIONAL. VOTO No. 1588-98 de las 16:27 horas del 10 de marzo de 1998.
JURISPRUDENCIA PENAL RECIENTE

Cecilia Sánchez Romero


Directora del Digesto de Jurisprudencia

CONTENIDO

RESOLUCIONES DE LA SALA TERCERA

A- DERECHO PENAL

1. APROPIACION IRREGULAR - Devolución de cosas genéricas.

2. CORRUPCION AGRAVADA - Delito de peligro.

3. CORRUPCION DE MENORES - Contacto físico homosexual con menor de edad.

4. DOLO EVENTUAL - Innecesaria realización de actos materiales de ejecución en los delitos puente - Suficiente demostración del
"dominio del hecho".

5. ESTAFA - Análisis en cuanto a la figura del agente provocador, delito experimental y delito imposible.

6. ESTAFA - Inexistencia de peligro para el bien jurídico por tratarse de simulación de hechos controlados para capturar al imputado.

7. ESTELIONATO - El ilícito no ha de plasmarse necesariamente en un documento.

8. EXTORSION - Tentativa - Elementos para su consumación.

9. HURTO AGRAVADO - Necesidad de cumplimiento de presupuesto del hurto simple.

10. INJURIAS POR LA PRENSA - Diferencia con la injuria prevista en el Código Penal.

11. MODIFICACION ANUAL DE CUANTIAS - Inexistencia de variación al tipo penal - Posibilidad legal de disponer sobre aplicación de
ley más favorable.

12. RECEPTACION DE COSAS DE PROCEDENCIA SOSPECHOSA - Necesaria certeza de condiciones dudosas de adquisición.

13. RESPONSABILIDAD CIVIL OBJEVA - Existencia pese a absolutoria penal del personero del periódico - Posición de garante.

14. TRANSPORTE DE MADERA SIN LA DOCUMENTACION RESPECTIVA - Posibilidad de complementar el tipo penal vía
reglamento.

15. VIOLACION - Relación con el delito de lesiones.

16. VIOLACION DE DOMICILIO - Alcances del concepto "domicilio"

B- DERECHO PROCESAL PENAL

17. ADHESION A LA APELACION - Imposibilidad para el defensor de adherirse a la "apelación" de su defendido.

18. COSTAS - Obligación de pronunciamiento de oficio.

19. DEBIDO PROCESO - Violación por declaratoria de incompetencia después de abierto el debate y recibida la prueba.

20. DEFENSA PUBLICA - Sustitución de defensor no debe necesariamente documentarse con certificado del acuerdo de Corte Plena.

21. DERECHO DE ABSTENCION - Improcedencia en el caso de familia de hecho.


22. PRESCRIPCION - Rechazo de recurso de casación con base en normas declaradas posteriormente inconstitucionales - Cómputo
del plazo.

23. PRESCRIPCION - Suspensión - La interposición de acción de inconstitucionalidad es cuestión prejudicial.

24. PRINCIPIO DE DEFENSA - Inexistencia de violación por distinta calificación jurídica.

25. QUERELLA - Actuación de querellante que no requiere poder especial.

26. QUERELLA - La falta de precisión del monto de la pena solicitada no está sancionada con nulidad.

27. RECURSO DE CASACION - Remisión del proceso a Alcaldía de Faltas y Contravenciones no le pone fin a la acción

28. SENTENCIA - Criterios sobre la redacción y lectura.

29. SENTENCIA - Posibilidad de aplicarse una sola de las calificaciones dadas por el querellante.

A- DERECHO PENAL

1. APROPIACION IRREGULAR - Devolución de cosas genéricas.

"[...], cabe indicar que la apropiación irregular, en los término del artículo 224.2 del Código Penal, supone la tenencia de la cosa como
consecuencia de un error o caso fortuito en primer lugar, y luego la apropiación. Si la cosa es específica (única), y como consecuencia
de un error que ignora el agente llega a tenerla y dispone de ella, es claro que no concurrió el dolo en el apoderamiento; y si además
la naturaleza de la disposición y la exclusividad de la cosa, tornan imposible su devolución una vez que se conoce el error,
evidentemente no hay voluntad de apropiarse del bien sino imposibilidad material para restituirlo. Podría presentarse un conflicto de
intereses de orden civil, ajeno a cualquier calificación delictiva. Pero cuando se trata de cosa genérica como el dinero o los granos por
ejemplo (aunque sean a la vez fungibles), y como consecuencia del error el agente llega a tenerlos y dispone de ellos antes de ser
enterado del equívoco, nada le impide devolver bienes de la misma clase en igual cantidad y calidad. No importa la forma de
devolución, si en tractos o en un solo acto. Sin embargo, si después de enterado del error el agente que recibió y dispuso de la cosa
genérica decide no devolverla, está actuando con el conocimiento y la voluntad configurativas del dolo que llena el tipo del 224.2 del
Código Penal. Esto es precisamente lo que ocurre en el presente caso: la imputada [...] recibió en exceso la suma de ¢9.246.06, por
error del Juzgado Civil de [...], y -de acuerdo al fallo- una vez enterada del equivoco no ha restituido dicha suma. El dinero es cosa
genérica susceptible de devolución en igual cantidad. Al no decidirse a devolver la cantidad recibida indebidamente, es claro que sabe
que entró a su patrimonio cosa ajena (cognición) y quiere apropiársela (volición); es decir, concurren en los hechos los dos elementos
del dolo, de modo que no es atendible el reclamo. Por lo expuesto se rechaza el motivo. Como único motivo de forma acusa falta de
fundamentación del fallo, con cita de los artículos 39 y 41 de la Constitución Politica, 106, 393 y 400.4 del Código de Procedimientos
Penales. Argumenta que no se desprende de la sentencia de instancia, si la imputada se apoderó o apropió de la suma recibida en
exceso por parte del Juzgado Penal de Nicoya, antes o después de ser enterada de la situación. Debe rechazarse el reproche. Como
se indicó en el acápite anterior, cuando lo recibido es cosa genérica, es indiferente si se dispuso o no de esta, porque una vez
conocido el error por parte del agente puede hacer una restitución con bienes de la misma dase en igual cantidad y calidad. En el
presente caso el objeto del delito es dinero, cuyo carácter genérico no impide su devolución. Así, no encuentra esta Sala el vicio
acusado por lo que procede rechazar el reclamo. 1993. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 466-F de las 15,00 hrs. del 20 de agosto.

2. CORRUPCION AGRAVADA - Delito de peligro.

"Debe reiterarse ahora, conforme ya se ha expuesto en anteriores resoluciones, que el hecho sancionable por el delito de Corrupción
consiste en promover la corrupción de menores mediante actos sexuales perversos, prematuros o excesivos. "Esa promoción -dice
una de nuestras resoluciones- puede producirse por un acto único o por una reiteración de actos, bastando para ello la probabilidad
de que el acto corrompa sexualmente al menor, pues se trata de una acción idónea para lograr ese propósito independientemente de
que lo consiga. De lo anterior se evidencia que el delito es de peligro [...], en donde se sanciona la peligrosidad del sujeto activo frente
a la falta de experiencia y desarrollo sexual de la víctima" (el subrayado es suplido, V-107-F de las 15:15 hrs. del 23 de marzo de
1993). El delito se consuma con la realización de los actos objetivamente idóneos para promover la corrupción y que el autor realiza
con un propósito corruptor, sin que sea necesario que efectivamente el sujeto pasivo se corrompa. Así, en otra de nuestras
resoluciones reiteramos que para que se configure este ilícito no se requiere agotar los efectos del tipo penal, es decir corromper a la
víctima y acreditarlo durante el proceso, pues la corrupción sexual no es la conducta delictuosa sino que es la prómoción de la
actividad lo que lesiona el bien jurídico, al ponerse en peligro de esa manera el desarrollo sexual normal de la víctima. Por esa misma
razón el propio tipo penal descarta el ilícito cuando la víctima es corrupta, ya que en tal supuesto no existe ningún peligro para el bien
jurídico tutelado (cfr. Sala tercera, V-330-F de las 9:25 horas del 25 de junio de 1993). Por eso creemos que el delito de corrupción,
dada su descripción típica, es de peligro en tanto es suficiente el riesgo de que se produzca la corrupción de la víctima como resultado
y si en este caso el imputado, procurando la satisfacción de sus propios deseos sexuales, realizó los actos referidos anteriormente
contra la menor ofendida, su conducta resulta peligrosa frente a la falta de experiencia y desarrollo sexual de la víctima, pues se trató
de prácticas sexuales perversas, contrarias a la sana sexualidad a que tiene derecho la menor en tanto el imputado trató de crear la
apariencia de que era una rutina gratificante por las regalías que le reparaba (lo cual explica la pasividad o tolerancia externa del
menor ante la conducta del imputado); prematuras de acuerdo con el desarrollo sexual que es dable esperar a la edad de la ofendida y
definitivamente eficaces para promover la corrupción de aquella ante las dádivas que le ofrecía." 1993. SALA TERCERA DE LA
CORTE, N° 574-F de las 10,00 hrs. del 22 de octubre.

3. CORRUPCION DE MENORES - Contacto físico homosexual con menor de edad.

"Como único motivo del recurso por el fondo la Fiscal de Juicio de (...), acusa la inobservancia del artículo 167 del Código Penal. Al
deducir el reclamo, señala que los hechos probados de la sentencia de mérito, describen un acto perverso de carácter homosexual,
cometido por [...] en daño de [...], que conlleva la corrupción de éste por inclinarlo a prácticas sexuales que riñen con la normalidad.
Lleva razón la impugnante. Obsérvese que el hecho probado en instancia refiere que va día de abril de 1992, cuando el ofendido [...]
tenía catorce años, iba por encargo de su madre a la casa de su abuela [...]. Se encontró con [...el imputado] quien con la excusa de
recoger leña logró la compañía del menor, al que tocó sobre la ropa las partes púdicas y después lo convenció para que se bajara el
pantalón y calzoncillos y se acostara en el suelo. Acto seguido el imputado (...) se bajo su pantalón y calzoncillos, se posó sobre el
ofendido y sin la intención de tener acceso carnal frotó su pene «en los genitales y glúteos del menor»; y en esta acción tardó unos
cinco minutos, hasta que fueron sorprendidos por el testigo [...]. Tal como está descrita la especie en el fallo de instancia, concurren
en ella todos los elementos configurativos del tipo de corrupción previsto y sancionado por el artículo 167 del Código Penal. Se trata
de una víctima de catorce años de edad, que consintió en tener contacto físico con persona mayor de su mismo sexo. Si bien el
ofendido accedió a las proposiciones del imputado, se trata de actos prematuros porque el homosexualismo no está prohibido ni
sancionado en tanto se trate de mayores de edad, pero sí está penalizado cuando involucra a menores porque el ordenamiento
jurídico tutela la recta formación de los niños en todas las esferas de relación. Aparte de lo anterior, los hechos probados en la
sentencia de mérito son aptos para la corrupción del ofendido, en la medida en que pueden ser determinantes para variar su vida
sexual; no interesa si la corrupción se da efectivamente, sino la constatación de que los actos perversos y prematuros -como los de
examen- podrían promover la corrupción de la víctima. (V. sentencia 88-F, de las 9:20 hrs. del 20 de marzo de 1992)." 1993. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N° 485-F de las 9,40 hrs. del 27 de agosto.

4. DOLO EVENTUAL - Innecesaria realización de actos materiales de ejecución en los delitos puente - Suficiente
demostración del "dominio del hecho".

"Motivo por el Fondo: En el único admitido por vicios in indicando, alega el recurrente la violación de los artículos 316, 358, 363 del
Código Penal. Estima el recurrente en su reparo a la sentencia que al no ser [el imputado] parte en el proceso de la información
posesoria éste no podía ofrecer testigos en un asunto judicial en el que no es parte. De igual manera considera que se incumple el
artículo 358 del Código Penal, ya que no existe prueba que sea conducente para demostrar que su defendido haya insertado algún
dato falso en un documento público de manera que se pueda causar perjuicio. Finalmente, cuestiona la aplicación hecha del artículo
363 ya que quien hace uso del documento falso es una persona totalmente distinta a [el imputado]. Alega la inaplicación de lo
predispuesto por los artículos 1 y 30 del Código Penal y 39 de la Constitución Politica y solicita la absolución de su defendido. Sin
embargo, no puede declararse con lugar el alegato. Como ya se expuso con algún detalle anteriormente, esta Sala considera que el
ligamen de [el imputado] con los hechos que aquí se investigan brotan del estudio de una serie de indicios que tienen como base la
relación entre él y [el coimputadol, y las gestiones que realizó [el imputado] interesándose por el éxito de la litis y el aprovechamiento
posterior de la defraudación cometida en perjuicio de la empresa [...]. En cuanto al examen de la adecuación típica de la conducta
desplegada por [el imputado] en los tipos penales 316, 358 y 363 del Código Penal, resulta importante proporcionar mayores detalles
que contribuyan a completar el criterio jurídico expresado por el tribunal de mérito. La acción del encartado debe ser encuadrada en
los tipos penales antes referidos en aplicación del artículo 31 del Código Penal, última parte, en que se define el dolo eventual.
Comete dolo eventual quien realiza la conducta con voluntad de realización del hecho típico aceptando como posible tal realización. La
forma de vincular la acción [del imputado] con tipos penales que requieren la acción directa de alguien, procede del análisis de una
programación criminal que acepta como posible la realización de varios hechos típicos (encuadrables en figuras penales distintas )
como "puente" o "camino" necesario para alcanzar un fin posterior que consiste en la consumación de una figura penal que las
engloba, ya sea porque son medios para la ejecución de tal tipo penal o porque son pasos esenciales subsumidos penalmente en un
tipo más complejo. El dolo [del imputado] es eventual en la medida que aceptaba como necesario que tuviera que tergiversarse la
realidad para que la litis llevara a una verdadera estafa procesal y a un perjuicio a la empresa ofendida. En la medida que existía un
plan común con [el coimputado] de que tal información posesoria se realizaría con la meta de desapoderar a su legítimo dueño de la
propiedad y después vender la parte que le correspondió, el sujeto activo aceptó la realización de los hechos típicos a título de co-
autor por dominio del hecho.

Debe observarse que en la especie hay suficientes indicios que conducen a demostrar que [el imputado] no es un simple beneficiado
con la acción dolosa de otro, sino que interviene planificando y cooperando en la ejecución de toda la trama (que incluye la
interposición de una información posesoria) y la realización de otros actos que conducen, ineluctiblemente a la tipicidad de su
conducta en tipos penales conexos y necesarios para la defraudación. Esta co-autoría no requiere la demostración de actos materiales
de ejecución de los delitos "puente" basta con que se demuestre la puesta en marcha del iter criminis con una separación de
funciones clara, con una relación de cooperación plausible, y una participación directa en el resultado final producto de la consumación
del hecho típico, en esencia que exista por parte [del imputado] un dominio del hecho de otro. Desde esa tesitura, existe prueba
suficiente que demuestra que era tal el dominio del hecho que tenía [el imputado] de lo realizado por el otro co-autor, que le permitía
determinar el momento oportuno para ofrecer otro testigo [...] para que acudiera a decir algo que le había previamente informado que
dijera, dentro de un contexto global falso ya que el co-autor ya sabía que el verdadero dueño de la propiedad era otra persona. De
otra parte, el plan se desenvolvió como había sido diseñado ya que se obtuvo éxito en el proceso judicial y [el imputado] pudo vender
algo que no era suyo causando un evidente perjuicio. Por todo lo anterior, debe ampliarse el razonamiento jurídico del tribunal de
mérito en razón de que la conducta [del imputado] se encuadra en los tipos penales aludidos en virtud de contar con un dolo eventual
y un dominio del hecho de lo realizado por el co-autor [...]. Por lo expuesto, sin lugar el motivo." 1993. SALA TERCERA DE LA
CORTE, N° 473-F de las 8,40 hrs. del 27 de agosto.

5. ESTAFA - Análisis en cuanto a la figura del agente provocador, delito experimental y delito imposible.

"La Licenciada [...], Fiscal de Juicio a.i. de la ciudad de Alajuela, considera que la absolutoria, dictada en favor del encartado por los
hechos atribuidos en relación con la segunda estafa en contra del señor [...], incurre en graves vicios in iudicando al inaplicar lo
preceptuado en los artículos 24 y 216 del Código Penal. Su impugnación se formula en dos sentidos, en la primera de ellas discute
sobre la correcta interpretación de los actos ejecutivos que efectivamente realizó el acusado para configurar la estafa y, en el segundo
sentido, en caso de no aceptarse el primer criterio externado, plantea la posible configuración de una tentativa inidónea, última
hipótesis del artículo 24 del Código Penal. A pesar de los argumentos expuestos, no lleva razón la recurrente. Con el fin de explicar
las razones que tiene la mayoría de esta Sala para llegar a la anterior condusión, se procede al análisis de cada uno de los temas por
separado, incursionando en los aspectos de teoría del delito que están implicitos en el cuestionamiento hecho por el Ministerio Público
a la sentencia de mérito. Configuración de los actos ejecutivos como tentativa en la especie sub judice: En cuanto al primer
planteamiento, argumenta la recurrente que el Tribunal sentenciador se equivoca al indicar que los actos realizados por el acusado no
tenían "posibilidad material" de producir el engaño necesario para consumar la estafa y causar el perjuicio patrimonial. Considera que
estos actos, por sí mismos, ya son actos ejecutivos de la estafa y que la intervención del agente del Organismo de Investigación
Judicial solo tuvo como fin verificar las actuaciones que el imputado realizaba a fin de engañar a la posible víctima; así, no puede
tenerse lo planteado en la especie como un delito experimental. Solicita se tenga por configurada una tentativa de estafa y se condene
por tal motivo al imputado. El fallo de esta Sala, que cita la recurrente en sustento de su tesis, el Voto 7-F de las 10:15 hrs. del 4 de
enero de 1991, parte de una tesis individual-objetiva, que por sus características, ofrece notables beneficios de frente a la aceptación
de otras posturas (CARRARA; FRANK; M.E. MAYER; BELING) que ponen particular interés en detalles de la acción que pueden ser
equívocos e incluso contraproducentes dentro del contexto de un análisis del tipo como un conglomerado de elementos objetivos y
subjetivos. Esta tesis individual-objetiva, aceptada por la jurisprudencia comparada, y que hoy se vuelve a suscribir en un fallo de
casación, permite conocer del plan del autor y del peligro representado por la acción para el bien jurídico, así como hacer una
distinción clara entre la fase preparatoria de la estafa y lo que, en definitiva, hubiéramos podido llamar fase ejecutiva encaminada o
dirigida a la consumación de este delito. En virtud de esto, deben tenerse en cuenta aquellos actos que hubieran conducido a la
realización del tipo penal para tenerlos como actos ejecutivos. Por el tipo de delito que se está analizando, se debe asumir claramente
que no todos los actos realizados por un estafador conducen a la realización del tipo penal, sino que muchos de ellos solo preparan a
la víctima y tienen como objeto hacer posible la inducción en error, lo cual se puede verificar en un momento posterior en el tiempo, o
incluso en una circunstancia tan inmediata que solo sería posible separarla para efectos de entender el iter criminis concreto
desplegado por el autor. En el caso en examen, y por las razones que se expondrán, observando siempre las circunstancias del plan
[del imputado], el ardid desplegado (simulación de hechos falsos) no hubiera producido la verificación fáctica del error en la víctima
escogida, precisamente por las características que ésta ostenta dentro de su contexto individual. Debe observarse, que el encartado
contactó a la posible víctima, le ofreció un negocio en condiciones altamente favorables; lo invita a encontrarse con él a fin de finiquitar
el trámite de desalmacenaje y hacerle entrega del sobrante de zinc que se encontraba en la Aduana del Aeropuerto Internacional Juan
Santamaría. Estos actos desarrollados por el encausado no son más que preparatorios de la estafa, ya que constituyen la propuesta
que intenta engañar a la víctima; aún es necesario que esta voluntad criminal conduzca a la ejecución de aquél elemento objetivo del
tipo (la inducción en el error). El (ofendido), sabedor de lo que había sucedido con algunos vecinos del Cantón de [...], los cuales
habían sido engañados con el mismo ardid, decidió, de motu propio, poner fin a tales sucesos; y poniéndose en contacto con la
Delegación del Organismo de Investigación Judicial de Alajuela se desarrolla un plan para capturarlo. Es precisamente por el
desenvolvimiento que tiene el plan de captura, y por la intervención que tiene dentro de él [el ofendido], que la Sala no comparte el
criterio de la recurrente que hubiese algún tipo de tentativa de estafa. En primer lugar, el ofendido, por sus características (tener
conocimiento del ardid y teniendo claro que se estaba planteando una trama para engañarlo); por su medio ambiente (ser un
comerciantc, que además tenía conocimiento de lo que había sucedido con otros ciudadanos), las circunstancias concomitantes del
acto (haber planeado la realización de la entrega del dinero mediante un oficial del O.l.J. para obtener la captura del acusado) y por
los antecedentes del caso (que no tenía dinero para el negocio, ni tampoco creía en él porque sospechaba de la maquinación
fraudulenta), no podía ya ser engañado de acuerdo con el fin anticipado por el acusado. En segundo lugar, siempre dentro del
contexto de esta tesis individual objetiva, y para efectos de determinar la distinción entre los actos preparatorios y los ejecutivos,
debemos, a fin de realizar el análisis judicial de la tipicidad, no sólo contar con el plan del autor (aspecto subjetivo), sino también con
un aspecto objetivo que consiste en valorar si ese plan representa ya un peligro suficiente para el bien jurídico. Para hacer esto último
en el caso sub-examine, se tiene que el autor manifestó una voluntad criminal al desarrollar una serie de actos preparatorios para que
el núcleo principal de la acción se produjera más tarde cuando la víctima, en virtud del error en e1 que se encontraba (a raíz de la
simulación de hechos falsos), le entregara el dinero, supuestamente en pago de la suma necesaria para el desalmacenaje de la
mercadería objeto de la transacción; pero, aún cuando el oficial del O.I.J. le entregara la bolsa con el dinero, resulta que los actos
desplegados no representan un peligro suficiente para el bien jurídico en tutela (el patrimonio), entre otras cosas porque el dinero iba a
ser siempre recuperado (y la cantidad entregada no era la solicitada), así como que el motivo de la entrega del paquete no era
finiquitar un negocio en donde se habían simulado hechos para obtener un beneficio patrimonial, sino, y exclusivamente, para lograr la
captura del imputado. Así, como puede verse, además de la excesiva tutela que tenía el bien jurídico con la intervención de la policía
judicial, tenemos que el núcleo del tipo ya no puede realizarse porque ni la inducción en error, ni la simulación de hechos falsos, eran
posibles de verificar por las calidades manifiestas en la presunta "víctima".

En virtud de lo anterior, no puede tenerse la actividad desplegada por el sujeto activo como una tentativa de estafa. En cuanto al
agente provocador y el delito experimental: La Jurisprudencia nacional se ha manifestado, en fechas recientes, sobre el problema
de la consumación de un delito que, en esencia, es solo aparente debido a las precauciones que han sido tomadas a fin de que tal
consumación no logre su objetivo. La discusión sobre el tema ha tenido por objeto ubicar lo sucedido, en algunos casos, como una
tentativa idónea (strictu sensu) o, en algunas otras hipótesis, caracterizar el problema como una atipicidad por ausencia de dolo (ya
que la conducta no se quería personalmente); y en otros por ausencia de lesión al Bien Jurídico, en virtud de la sobre-protección que
ha tenido la relación de disponibilidad tutelada por el Ordenamiento. El análisis de este conjunto de problemas tiene interés desde que
ha quedado la duda sobre si en la especie se pudo haber suscitado un delito experimental. Esta Sala, en tales casos, donde se ha
creado (por intervención de la policía) la aparente configuración de una conducta delictiva, ha planteado un criterio que impide brindar
paso inmediato a la tentativa punible o a la calificación de los hechos como propios de un delito imposible. Esto último por cuanto, en
los ejemplos de investigación de delitos relacionados con el tráfico de drogas, se ha considerado que la intervención de la policía es
solamente para verificar los hechos que fueron puestos en su conocimiento, hechos que por sí mismos ya constituyen el núcleo del
tipo objetivo que se examina en tales casos (venta de droga, almacenamiento, transporte, etc.), y que de por sí significan un atentado
o lesión al bien jurídico en tutela. En otros supuestos, cuando el sujeto es inducido a realizar una conducta que no quería, se ha
entendido que se verifica allí un delito inexistente, pues el partícipe no acepta asumir la responsabilidad que su conducta le puede
generar (Sala Tercera, Voto No. 22 de las 10:10 hrs. del 27 de enero de 1989). De esta manera, el rango de cobertura del delito
experimental ha sido circunscrito a los casos de intervención de la policía cuando ya el comportamiento del sujeto configura los actos
ejecutivos idóneos y conducentes a la realización del núcleo del tipo penal; si la policía interviene e impide la consumación, la
respuesta legislativa y dogmática más correcta sería resolver el caso como una tentativa idónea (strictu sensu -artículo 24 del Código
Penal-), por quedar fuera de la voluntad del agente tal intromisión. Quedaría por atender a lo que sucede con el agente provocador,
entendiendo por éste quien "...incita a otro a cometer el hecho con la finalidad de, tras la irrupción en la zona de lo punible (tentativa),
detenerlo y entregarlo a la justicia." (MAURACH). Como se dijo anteriormente, cuando el agente provocador induce a realizar algo que
el sujeto no quiere, no se puede considerar que tal actitud "crea" el dolo de tipo requerido por el Código Penal (artículo 30 del Código
Penal), y si interviene para verificar y confirmar lo que ya de por sí constituye un hecho punible (aún en grado de tentativa), los actos
realizados antes de su intervención deben ser considerados jurídicamente reprochables. Sin embargo, en estas soluciones debe
tenerse en cuenta que cuando toda la trama del episodio es, de por si engañosa, simulada y carece de realidad, y, tampoco ha
permitido que el sujeto activo entre en la esfera del núdeo del tipo, las conductas asi provocadas no pueden tenerse como tentativas
idóneas o inidóneas, sino como conductas atípicas ya que indudablemente no se ha realizado nada que deba analizarse en tal
carácter, y, en otros casos, como en el subjudice, lo realizado no implica -ni siquiera hipotéticamente- una lesión atendible del Bien
Jurídico penalmente protegido. De los hechos probados se desprende, adicionalmente, que la entrega dineraria no guarda en absoluto
ninguna relación causal con un engaño que se haya producido sobre la víctima, por lo que no puede considerarse que se hayan
verificado las circunstancias necesarias para pensar que el sujeto ya había ingresado en el núcleo del tipo de estafa. Por estas
razones, debe concluirse que lo realizado por la policía, en colaboración con el ofendido, es un experimento de delito que no tuvo
jamás la virtud de implicar la aplicación del dispositivo amplificador del tipo que está constituido por la tentativa, por supuesto, dentro
del contexto de los elementos del tipo objetivo de la estafa (artículo 216 del Código Penal). Desde luego, debe quedar claro que la
situación aquí examinada es diferente a aquélla o aquéllas en que, por las características propias del tipo penal, el solo hecho de
solicitar o exigir un pago indebido, o inducir a alguien a dar o prometer ilegítimamente un bien o beneficio patrimonial, constituye ya
"per se" una conducta delictiva (por ejemplo en el caso de los funcionarios públicos que abusando de su calidad o del ejercicio de sus
funciones incurren en tales prácticas viciadas, artículo 346 del Código Penal (Delito de Concusión; o en el caso de las Exacciones
ilegales, art. 347 ibid). Como puede observarse, conforme a estas últimas circunstancias el contenido de la ilicitud del acto reprochado
no permitiría la interpretación que se dió anteriormente (respecto de la atipicidad de la conducta ante el delito experimental de que se
dió cuenta) por cuanto los elementos configurativos del tipo lo impedirían. En cuanto al delito imposible: Sostiene la recurrente,
como posición subsidiaria, que si la Sala no reconoce el ardid como idóneo para engañar a la víctima, que entonces se ha verificado
un delito imposible (última hipótesis del artículo 24 del Código Penal), caso en el cual el Tribunal ha violado el artículo 24 y el 98,
inciso 5), ibídem, al no imponer la medida de seguridad allí prevista. A diferencia de otras legislaciones, el Código Penal costarricense
hace una definición de la tentativa inidónea, indicando que tal hipótesis se produce "...cuando fuera absolutamente imposible la
consumación del delito;..." (art. 24 Código Penal). Como puede desprenderse de esta definición, la misma figura tiene una medida de
seguridad cuya razón de ser responde al menor disvalor de resultado que en ella se comprueba. Existen varias posibilidades de
inidoneidad que encuadrarían, genéricamente, dentro de la amplitud conceptual del delito imposible. Tendríamos, en primer lugar, los
casos de inidoneidad del autor, luego los casos de inidoneidad de los medios y, de último, la inidoneidad del objeto. Interesan, a los
efectos del análisis que se está haciendo, los casos de objeto inidóneo. Se producen éstos cuando el objeto sobre el que recaerá la
acción no permitiría por sus condiciones la consumación, y aquellos en que el objeto de la acción falta totalmente. Se está hablando,
concretamente, del objeto material real o personal del tipo, es decir la persona o cosa sobre la que recaerá la acción, en el caso de la
estafa, el objeto material personal es el individuo que será inducido en error para provocar de parte de ella una erogación patrimonial.
Estos casos no acarrearían inmediatamente la imposición de la medida de seguridad prevista, sino que antes habría que observar los
actos desarrollados por el autor encaminados a la ejecución del tipo; puesto que si se comprueba que si además de faltar el "resultado
típico" también faltan otros elementos del tipo penal, lo que acarrea, en última instancia, no es un delito imposible sino una evidente
atipicidad y debería resolverse el problema en tal carácter.

Tal y como se expuso en el "Considerando" anterior, no solo los hechos no configuran una tentativa en los términos en los que lo
pretende la recurrente, sino que también la situación de la víctima ya hace atípica toda la construcción que se diseñó para provocar la
captura del acusado, no solo porque el engaño ya no se producirá sino porque la erogación patrimonial producto de la simulación de
los hechos prevista por el autor se haría en un contexto donde existe una completa ausencia de peligro para el bien jurídico
penalmente tutelado. Así las cosas, no se configura en la especie el delito imposible que se reclama; antes bien, resulta que la
conducta descrita en los hechos probados es atípica como correctamente lo expuso el Tribunal de mérito. Por lo expuesto,
corresponde declarar sin lugar el recurso de casación interpuesto. HAY VOTO SALVADO DEL MAGISTRADO RAMIREZ. 1993. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N° 559-F de las 9,35 hrs. del 15 de octubre.

6. ESTAFA - Inexistencia de peligro para el bien jurídico por tratarse de simulación de hechos controlados para
capturar al imputado.

"Considera el defensor recurrente que el tribunal de mérito aplicó de modo erróneo los artículos 24 y 216 del Código Penal, a la vez
que dejó de aplicar los numerales 1, 30 y 45 de ese mismo cuerpo de leyes. Alega al respecto, que de conformidad con el cuadro
fáctico se colige que fue el propio ofendido quien inició el curso de los hechos, pues, con la finalidad de atrapar al supuesto estafador,
acudió previamente al Organismo de Investigación Judicial donde fue preparado todo el operativo que condujo a la detención [del
imputado]. De ahí deduce que no se dieron los elementos de la Estafa, al no existir ardid, error ni perjuicio, como tampoco tentativa de
ese ilícito o delito imposible. La mayoría de esta Sala estima que le asiste razón. Al igual que se manifestó en un asunto similar al
presente, conocido por el mismo tribunal y contra el mismo encartado [...] debe indicarse que los hechos esenciales que se tuvieron
por demostrados y que determinaron la condenatoria de aquél, no van más allá de actos preparatorios que carecen de tipicidad. En
efecto, se tuvo por demostrado que el ofendido [...], ante una maquinación fraudulenta de que había sido objeto anteriormente, puso
un aviso en un periódico a nombre de otra persona y con número telefónico distinto, con la idea de atrapar a la persona que lo había
perjudicado, lo que ciertamente consiguió, pues [el imputado], haciéndose pasar por un individuo llamado [...] (de la misma forma en
que lo hizo la primera vez) y bajo el mismo "modus operandi", se presentó al lugar convenido por ambos, siendo que de previo [el
ofendido] había preparado todo con oficiales del Organismo de Investigación Judicial para lograr su propósito. Al respecto cabe
advertir que "...no todos los actos realizados por un estafador conducen a la realización del tipo penal, sino que muchos de ellos solo
preparan a la víctima y tienen como objeto hacer posible la inducción en error, lo cual se puede verificar en un momento posterior en
el tiempo, o induso en una circunstancia tan inmediata que solo sería posible separarla para efectos de entender el iter criminis
concreto desplegado por el autor". (Sala Tercera, V.559-F de las 9:35 hrs. del 15/10/93). En el caso bajo examen, la actividad que
realizó [el imputado], aunque incorrecta, no era susceptible de poner en peligro bien jurídico tutelado alguno ni tenía capacidad de
generar ninguna consecuencia, desde que estaba inmersa dentro de una simulación de hechos completamente controlados que se
orientaban a su captura. Tampoco podría hablarse de un delito imposible o tentativa inidónea, puesto que no se trata de la absoluta
imposibilidad de obtener la consumación del delito a que alude el artículo 24 del Código sustantivo, sino de un hecho experimental que
no tuvo jamás la virtud de implicar la aplicación del dispositivo amplificador del tipo que constituye la tentativa, conforme, desde luego,
al contexto de los elementos del tipo objetivo de la estafa, ya que fue la propia víctima" la que de común acuerdo con la policía, creó
las condiciones necesarias para conseguir el fin propuesto. Desde luego, debe advertirse, como reiteradamente lo ha hecho en otras
ocasiones esta Sala, que casos como éste son muy diferentes a aquéllos donde resulta indispensable la presencia de un agente
encubierto para verificar hechos que ya de por sí configuran una conducta delictiva (por ejemplo en los trasiegos de drogas), o de
otros donde el propio tipo penal no permitiría una interpretación como la que aquí se analiza (por ejemplo en los cohechos, la
concusión o la exacción ilegal) (ver al respecto la Res. No. 559-F-93 de las 9:35 hrs. del 15-10-93 de esta Sala). Por todo lo expuesto
la mayoría de esta Sala declara con lugar el recurso por violación de leyes sustantivas y casa el fallo recurrido. Resolviendo el fondo
del asunto se absuelve a [el imputado] de toda pena y responsabilidad del delito de Estafa que en grado de tentativa se le atribuyó en
perjuicio de [...]. Comuníquese HAY VOTO SALVADO DEL MAGISTRADO RAMIREZ. 1993. SALA TERCERA DE LA CORTE, N°
560-F de las 9,40 hrs. del 15 de octubre.

7. ESTELIONATO - El ilícito no ha de plasmarse necesariamente en un documento.

"UNICO. No lleva razón el señor Juez instructor de [...]. Las resoluciones de esta Sala que cita en su apoyo son relativas a los asunto
de competencia en que el delito atribuido es una de las variedades de falsedad o simulación, lo cual no resulta aplicable al presente
caso. En efecto, este proceso investiga el delito de Estelionato, y no una falsedad o simulación, cuya exteriorización sólo se da cuando
el documento en cuestión es empleado o pretende emplearse, poniendo así en peligro el bien jurídico. El Estelionato, por su parte, es
un ilícito que no necesariamente ha de plasmarse en un documento y cuya presentación al Registro es aún más aleatoria y eventual,
por lo que la lesión al bien jurídico puede darse virtualmente desde el momento mismo de realización del acto." 1993. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N° 447-A de las 9,30 hrs. del 15 de octubre.

8. EXTORSION - Tentativa - Elementos para su consumación.

"En el segundo motivo por el fondo se acusan violados los artículos 21, 24, 73 y 214 del Código Penal, porque en criterio del
recurrente los hechos quedaron en estado de tentativa, ya que el ofendido nunca llegó a tomar una disposición patrimonial perjudicial
para sí, por lo que pide se recalifiquen los hechos, se reduzca la pena a una cantidad inferior a los tres años de prisión, y se le
conceda el beneficio de condena de ejecución condicional de la pena. El Tribunal tuvo por cierto que sobre el ofendido se ejerció
intimidación y amenazas graves, al presentarse los cuatro imputados, incluyendo al fallecido, haciéndose pasar por oficiales del
Organismo de Investigación Judicial que portaban una orden de captura contra el ofendido, mostrando una arma de fuego y exigiendo
luego una suma de dinero "para arreglar la situación". Sin embargo, de acuerdo con los hechos probados, el ofendido les indicó a los
sentenciados que debían ir a su casa de habitación en otra ciudad a recoger el dinero, y durante el trayecto pudo avisar por teléfono a
su esposa que era víctima de esa situación para que ella alertara a la Guardia Rural de la ciudad donde habitaba. Al llegar a ésta el
ofendido se lanzó del vehículo en el cual lo traían los imputados, de manera que nunca llegó a tomar una disposición patrimonial
perjudicial para sí, conforme se le exigía. En consecuencia, el recurso es atendible en cuanto señala que el delito quedó en grado de
tentativa. En efecto, conforme al artículo 214 del Código Penal y a autorizada doctrina, el delito de extorsión requiere de varios
elementos para su consumación: En primer término es necesario antes que todo la existencia de una amenaza grave o intimidación
sobre la víctima; en segundo lugar, esa intimidación o amenaza debe ir dirigida a obligar a la víctima a que tome una disposición
patrimonial perjudicial para sí, con el fin de que el agente activo obtenga un lucro injusto; y en tercer lugar, debe existir esa disposición
patrimonial perjudicial para la víctima o para un tercero, es decirla amenaza o intimidación debe producir su efecto (Véase ANTOLISEI,
FRANCESCO. Manuale di Diritto Penale. Parte Speciale. Milano, Giuffré, 72 ed., 1977, tomo I°, pp. 313 ss.). En el caso de autos
podríamos afirmar, de acuerdo con los hechos probados descritos en la sentencia, que los encartados efectivamente ejercieron sobre
el ofendido amenazas graves y actos intimidatorios, tendientes a que él adoptara una disposición patrimonial perjudicial para sí mismo,
al exigir una suma de varios miles de colones para dejar sin efecto una supuesta orden de captura que los imputados le indicaron que
tenían en su contra. El ánimo de los sentenciados, de acuerdo con esos hechos, fue claro: pretendían obtener un lucro injusto,
compeliendo al ofendido a entregarles dinero para "arreglar el asunto". Sin embargo, lo cierto es que el ofendido nunca llegó a cumplir
el tercero de los requisitos del tipo penal de extorsión, porque antes de adoptar la medida patrimonial en su perjuicio, logró evadir a los
imputados lanzándose del vehículo en el cual lo llevaban. Consecuentemente, y de acuerdo con el artículo 24 del Código Penal, debe
concluirse -como bien lo alega el recurrente- que la conducta desplegada por los sentenciados quedó en grado de tentativa del delito
de extorsión. En igual sentido se pronuncia el profesor Castillo al afirmar que "en la extorsión, la tentativa se inicia cuando el agente
empieza los actos de amenaza grave o de intimidación, directamente dirigidos a la obtención del lucro injusto... Esto aunque el
ofendido no realice acto dispositivo alguno..."(CASTILLO GONZALEZ, FRANCISCO. El delito de extorsión. Seletex Editores, San
José, 1991, p.97).

Por todo lo expuesto el recurso debe dedararse con lugar en cuanto solicita se recalifiquen los hechos de delito consumado al de
tentativa. Y por esa razón, con fundamento en los artículos 24, 71 y 73 procede rebajar la pena impuesta de cuatro a dos años de
prisión, para todos los sentenciados, que deberán descontar en la forma dispuesta en el fallo. El efecto extensivo en favor de los otros
se aplica con fundamento en el artículo 455 del Código de Procedimientos Penales. Se rechaza la solicitud de condena de ejecución
condicional de la pena que hace el recurrente Sandí Matamoros, de conformidad con los artículos 59, 60 y 61 del Código Penal, por
no encontrar esta Sala que concurran en la especie las condiciones que prevé la ley para concederle dicho beneficio. En especial se
aprecia, en lo que al solicitante se refiere, que para cometer el ilicito se aprovechó de su cargo en la Guardia de Asistencia Rural de
San José, al utilizar el revólver de reglamento durante la realización del mismo, y además que lo hizo en horas en que supuestamente
debía estar trabajando en labores de captura. Por otro lado, no se desprenden de estas diligencias alguna actitud dirigida a enmendar
el daño, ni muestras de arrepentimiento, de conformidad con el artículo 60 citado. Por estas últimas razones, tampoco aprecia la Sala
que concurran circunstancias que justifiquen otorgar de oficio la condena de ejecución condicional a los demás imputados." 1993.
SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 140-F de las 8,55 hrs. del 16 de abril.

9. HURTO AGRAVADO - Necesidad de cumplimiento de presupuesto del hurto simple.

"Como apropiadamente lo señala también en su discurso la representación del Ministerio Público, para estar en presencia del delito de
Hurto Agravado -según lo ha indicado ya esta Sala- (ver V-260-F de las 10:35 hrs del 7 de junio de 1991), se requiere como
presupuesto básico el encuadre de los hechos dentro del tipo genérico contenido en el artículo 208 del Código Penal (Hurto Simple)
junto con la circunstancia agravante, de manera que no basta la presencia sola de la última, para enmarcar el suceso en la norma 209
ibídem." 1993. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 613-F de las 9,00 hrs. del 12 de noviembre.

10. INJURIAS POR LA PRENSA - Diferencia con la injuria prevista en el Código Penal.

"En el segundo motivo del recurso por el fondo se acusan violados los artículos 1 y 145 del Código Penal; 39 y 41 de la Constitución
Politica; y 7 de la Ley de Imprenta, al estimar el recurrente que los hechos no encuadran ni en el artículo 7 de la ley últimamente
citada, ni en el artículo 145 del Código Penal que complementa a la primera. Agrega que para la existencia del delito de injuria se
debe ofender directamente y en presencia del agraviado o por medio de comunicación dirigida a él, situación que no se dió en el
presente asunto. El reclamo es improcedente. El delito de injuria por la prensa se comete al publicar las ofensas en un medio de
comunicación colectiva, sin necesidad de que el medio esté específicamente dirigido al ofendido, de conformidad con el artículo 7 de
la Ley de Imprenta, a diferencia de lo que ocurre con la injuria prevista en el Código Penal que sí exige la contumelia, según su propia
descripción típica. Precisamente lo que especializa la figura de injurias por la prensa de la injuria prevista en el Código Penal es el
medio utilizado para realizar el hecho. El recurso desconoce esa especialidad que proviene de la naturaleza misma de los delitos de
imprenta, pues los medios de comunicación colectiva no van dirigidos en forma específica a un sólo usuario. En consecuencia, si bien
el delito de injuria genérico previsto en el Código Penal exige que la ofensa se realice en presencia del agraviado o por medio de una
comunicación dirigida a ella, en la injuria por la prensa por su propia naturaleza tal cosa no constituye un requisito de tipicidad, al
relacionar la Ley de Imprenta con la norma penal que integra el resto de la descripción típica de este delito. De lo contrario nunca
podría llegar a tipificarse ese delito utilizándose un medio de comunicación colectiva no obstante que la Ley de Imprenta lo incluye
entre los delitos castigables." 1993. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 492-F de las 11,00 hrs. del 31 de agosto.

11. MODIFICACION ANUAL DE CUANTIAS - Inexistencia de variación al tipo penal - Posibilidad legal de disponer sobre
aplicación de ley más favorable.

"Señala la recurrente que fue condenada a 4 años de prisión por el delito de robo simple con violencia sobre las personas, por
sentencia del Tribunal Superior [...], dictada el 22 de noviembre de 1991 y que al reformarse el artículo 212 del Código Penal,
mediante Ley 7337 del 5-5-93, corresponde aplicarla retroactivamente por ser más benigna, y por ello debe disminuírsele la pena. El
recurso debe rechazarse de plano en virtud de no encontrarnos ante los supuestos de una norma posterior más favorable, conforme lo
señaló la propia reforma que invoca la recurrente, al disponer en el artículo 2 que "...las modificaciones contenidas en esta ley... no se
considerarán como variación al tipo penal, a los efectos del artículo 13 del Código Penal y 490 inciso 4 del Código de Procedimientos
Penales...".- Ahora bien, algunos comentarios ha provocado esta reforma en relación con el principio que rige en la materia penal,
referido a la aplicación retroactiva de la ley más favorable, y que también recoge el artículo 9 de la Convención Americana de
Derechos Humanos. Sin embargo debe indicarse que esta Sala no duda sobre la constitucionalidad de la reforma por varias razones
que de seguido se exponen. En primer lugar debe señalarse que nuestro sistema constitucional establece como principio que los
delitos han de juzgarse conforme a la ley vigente a la fecha de los hechos (principio de irretroactividad de la ley), según se desprende
de una clara relación de los artículos 34, 39 y 129 de la Constitución Política, pero no se dispone como principio una aplicación
retroactiva y obligatoria de la ley más favorable. En este sentido es de resaltar la frase del artículo 39 que exige LEY ANTERIOR como
requisito mínimo para que pueda declararse a una persona como autora de un delito y aplicársele una pena. El principio constitucional
parte de la necesidad de que se haya promulgado previamente una ley, con fecha anterior al hecho, para resolver el caso concreto.
Ese principio constitucional lo reitera el artículo 11 del Código Penal al disponer que "los hechos punibles se juzgarán de conformidad
con las leyes vigentes en la época de su comisión". Esta situación resulta conveniente aclararla porque podría pensarse que nuestra
Constitución establece como principio la aplicación retroactiva de la ley más favorable, cuando en realidad establece como garantía
que los hechos habrán de juzgarse de conformidad con la ley vigente (y en consecuencia anterior) a la fecha de los hechos.

Cierto, nuestra Constitución no prohíbe la aplicación retroactiva de una ley posterior, cuando ello pueda resultar favorable al reo. Pero
esta falta de prohibición no se traduce en una obligación de aplicar, en todos los casos, la ley posterior más favorable. Lo que nuestra
Constitución prohíbe, eso sí, es la aplicación retroactiva de la ley en perjuicio de persona alguna, de sus derechos patrimoniales o de
situaciones jurídicas consolidadas, pero esa norma no establece que las leyes posteriores deben aplicarse retroactivamente cuando
resulten más favorables para las personas, para sus derechos patrimoniales o para situaciones jurídicas consolidadas. En realidad en
materia penal quien sí establece una aplicación obligatoria y necesaria de la ley posterior más favorable (retroactividad
obligatoria) es el Código Penal, al disponer en el artículo 12 que "si con posterioridad a la comisión de un hecho punible se
promulgare una nueva ley, aquél se regirá por la que sea más favorable al reo, en el caso particular que se juzgue". Sin
embargo, tratándose de una excepción prevista en una ley, otra ley podría perfectamente disponer lo contrario, y señalar casos en los
cuales no habría de ser obligatoria la aplicación de una supuesta ley posterior más favorable, en el evento de que las modificaciones a
la cuantía se calificaran como ley posterior más favorable, cosa esta última que también ponemos en duda. Cabe agregar que el
Código Procesal Penal no contiene una norma similar al artículo 12 del Código Penal, y por esa razón en materia procesal no existe la
obligación de aplicar retroactivamentc la ley más favorable, lo que refuerza la tesis de que la aplicación retroactiva de la ley más
favorable no se desprende de la Constitución.

De lo contrario, si admitiéramos hipotéticamente que las leyes procesales posteriores deben aplicarse a casos anteriores porque así lo
ordena la Constitución, habría que admitir la posibilidad de repetir el juzgamiento de otros que fueron condenados sin esas
oportunidades, lo cual nos conduciría a un absurdo, pues habría que volver a juzgar a todas las personas que han sido condenadas
en toda la historia. En segundo lugar debe señalarse que el artículo 9 de la Convención Americana de Derechos Humanos también
establece como principio básico y rector para la materia penal el que los hechos delictivos sean juzgados conforme a la ley vigente a
la fecha de su comisión, y señala en el párrafo final una excepción al principio básico para cuando la ley posterior dispone una pena
más favorable a la prevista en la fecha de la comisión del hecho. Es cierto, nos encontramos ante otra excepción al principio
constitucional (irretroactividad de la ley penal), pero esta excepción es aún más restringida que la excepción prevista en el artículo 12
del Código Penal, y no comprende la situación prevista en el artículo 2 de la reforma penal (ley N° 7337 del 5-5-93). En efecto, la
Convención Americana de Derechos Humanos exige la aplicación retroactiva obligatoria de leyes posteriores dirigidas a disminuir la
sanción penal, pero ese no es el caso de la variación de la cuantía, conforme lo indicamos de seguido. Sí debe apreciarse que el
Código Penal es mucho más amplio al establecer la aplicación retroactiva de la ley penal en todos aquellos casos en que le sea más
favorable, mientras que la Convención exige esa retroactividad obligatoriamente sólo para aquellas leyes dirigidas a disminuir la
sanción penal Lo anterior significa que si bien en nuestro país rige como excepción al principio de irretroactividad de la ley penal la
aplicación retroactiva de la ley más favorable, ello se debe a la disposición contenida en el artículo 12 del Código Penal, que es más
amplio, y no exclusivamente a la Convención Americana de Derechos Humanos, que en ese campo es mucho más restringida. En
consecuencia, si la excepción está prevista en una ley (Código Penal), otra ley podía disponer otra cosa, como lo hizo la N° 7337 del
5-5-93. En tercer lugar, la modificación anual del parámetro para determinar la cuantía en los tipos penales de comentario, no
constituye una reforma dirigida a favorecer al reo ni tampoco a reducir la penalidad en forma anual, sino por el contrario sólo busca
mantener la punibilidad en valores monetarios reales. En efecto, al utilizarse como parámetro de determinación de la cuantía un factor
económico variable, se pretende mantener los niveles de punición en los valores reales que según un específico criterio de política
criminal adoptó el legislador en un determinado momento histórico, valores que por efecto de la inflación están sujetos a cambiar
numéricamente. Pero eso no significa que los cambios inflacionarios en el factor constituyan reformas cuyo propósito esté dirigido a
favorecer al reo, o para disminuir la penalidad en algunos delitos, o para convertir delitos en contravención. Sólo se pretende
mantener la punibilidad en los niveles económicos reales, pues si se utilizan cifras fijas, como lo hizo la reforma penal de 1982, muy
rápidamente esas cantidades fijas pierden actualidad ante un proceso inflacionario constante, y en consecuencia, sin que ese haya
sido el objetivo del legislador ni el de la norma, se aumenta la pena en forma proporcional a la inflación monetaria. Para evitar esos
inconvenientes se recurre ahora a un factor económico variable, no para disminuir sanciones, sino para mantener los niveles de
punibilidad en sus términos reales, según la opción legislativa inicial. Tampoco la depreciación de los objetos constituye una causa
que pueda favorecer al reo a efecto de reducir la sanción. En efecto, los objetos tienden a reducir de precio por el sólo transcurso del
tiempo, ante el uso y deterioro normal que sufren, sin incluir los daños o la falta de mantenimiento. Esa depreciación del valor de los
objetos ocurrida por el sólo transcurso del tiempo, tampoco constituye una causal eficiente para pretender una revaloración del bien
objeto del delito, con el supuesto fin de buscar una solución más favorable.

En realidad el valor de los bienes debe ser aquel que tenía al momento de realizarse el hecho, y aunque el transcurso del tiempo
reduzca ese valor, no podría pretenderse una aplicación más beneficiosa de la norma. En cuarto lugar, quizás previendo una posible
discusión al momento de interpretarse la reforma legal, debe indicarse que el propio legislador resolvió el problema y señaló en forma
expresa cual debía ser la solución. En efecto, se aclara la posible duda sobre el carácter de la reforma y las modificaciones sucesivas
a la cuantía, al señalarse en el artículo 2 en forma simple, clara y expresa que "...LAS MODIFICACIONES CONTENIDAS EN ESTA
LEY Y LAS QUE SE HICIEREN EN UN FUTURO AL SALARIO BASE DEL OFICINISTA 1 CITADO, NO SE CONSIDERARAN COMO
VARIACION AL TIPO PENAL, A LOS EFECTOS DEL ARTICULO 13 DEL CODIGO PENAL Y 490, INCISO 4 DEL CODIGO DE
PROCEDIMIENTOS PENALES..." (Artículo 2 de la ley 7337). Se trata de una interpretación del propio órgano que aprobó la norma, la
cual nos evidencia el propósito de las modificaciones a la cuantía. En quinto y último lugar debemos hacer referencia a un aspecto
práctico, que si bien no constituye un razonamiento dogmático al menos contribuye a evidenciar la logicidad de las interpretaciones.

La realidad y la experiencia nos demuestran que nuestro país no mantiene una situación financiera estable, y que por ello la tendencia
siempre ha sido la de que el colón se devalúa constantemente todos los años frente a las monedas de países desarrollados. Esto
significa que el "salario base" referido en la reforma tendrá día con día una denominación numérica expresada en unidades de
moneda nacional cada vez más alto. En consecuencia, si concluimos que deben aplicarse esas cuantías futuras a los casos fallados
cuando estaba vigente otra cuantificación numérica de ese salario base, ello implicará a la vez afirmar que el sólo transcurso del
tiempo se constituirá en una causa automática de despenalización de la conducta (al menos el paso de delito a contravención para
unos casos, o la reducción de la pena para otros), por la tendencia inflacionaria que siempre, absolutamente siempre, ha existido en
nuestro país, lo que implica un absurdo desde el punto de vista de una racional política criminal. A su vez esto nos conduciría a
afirmar, prácticamente, en todos los fallos que en el futuro se impongan por los delitos de robo, hurto, daños, estafa, estelionato,
fraude de simulación, fraude en la entrega de cosas, estafa mediante cheque, administración fraudulenta, y apropiación o retención
indebida, que tarde o temprano el delito desaparecerá y se convertirá en contravención, o deberá reducirse la pena impuesta, y para
quienes ya la hubieren cumplido habrá que indemnizarlos, porque la cuantía del salario base aumentará ante el proceso inflacionario
del país. Desde luego que ello nos conduce a un absurdo, y si bien este no es un argumento jurídico sino real y efectivo, es digno de
considerarse para resolver un problema de interpretación de normas en una disciplina jurídica que, como el derecho penal, pretende
contribuir a solucionar conflictos sociales, reales, ciertos, determinados, para evitar que la solución quede en la barbarie que está a la
base de una venganza privada. La aplicación de criterios jurídicos, aislados de la realidad y desprovistos de un contenido práctico,
puede llevarnos a un sinsentido, como sería admitir que las modificaciones a la cuantía deben aplicarse retroactivamente. La reforma
penal pretendió resolver un problema de justicia en favor de los acusados de delito, pues con anterioridad la pena y la represión
aumentaban con el aumento de la inflación, al establecerse montos fijos en la descripción típica de aquellos hechos delictivos. Para
resolver el problema en favor de los acusados se buscó un factor variable, pero se exigieron ciertas garantías: primero que fuera
establecido año con año por el propio legislador, siguiendo en alguna medida las orientaciones inflacionarias que afectan los salarios,
y segundo que se aprobara por medio de una ley, con la publicidad y la transparencia que ello implica. Otros países han recurrido a
ese y otro tipo de factores variables para resolver el mismo problema, al tomar como parámetro unos el monto del seguro obligatorio
de vehículos, otros el precio de un litro de gasolina, y otros los salarios mínimos establecidos por el Poder Ejecutivo. El legislador
costarricense optó por un salario fijado por la Asamblea Legislativa en la Ley de Presupuesto, tomando en cuenta también el principio
de legalidad. Pero la solución ahora no puede conducimos a un absurdo inverso al que existía antes de la reforma penal, pues si bien
se quiso corregir un aumento ilógico de la represión penal, al fijar el legislador parámetros variables para establecer las cuantías
penales, lo cierto es que tampoco pretendió una descriminalización sin sentido. Al fin y al cabo ambos aspectos constituyen un
contrasentido que no rima con los demás derechos fundamentales, también constitucionales, que tutela el Derecho Penal en cada
figura delictiva en favor de las víctimas, y que también tienen que ser considerados en una correcta interpretación de nuestro sistema
normativo. Por todas esas razones, los suscritos no dudamos de la constitudonalidad de la reforma, sin perjuido del derecho de los
ciudadanos de dirigirse a la Sala Constitucional." 1993. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 416-A de las 10,50 hrs. del 30 de
setiembre.

12. RECEPTACION DE COSAS DE PROCEDENCIA SOSPECHOSA - Necesaria certeza de condiciones dudosas de


adquisición.

"El encartado [...] reclama en el único motivo de su recurso, que se aplicó indebidamente el artículo 322 del Código Penal, al señalar
entre otras cosas que adquirió los bienes sin sospechar que provenían de un delito, y de buena fe, lo que en su criterio impedía que
se configurara el delito de receptación de cosas de procedencia sospechosa por el cual fue condenado. El recurrente tiene razón. El
Tribunal tuvo por cierto, en lo que a dicho imputado se refiere, que él compró una máquina de cortar césped y una refrigeradora
usadas "...en circunstancias que debieron haberlo pensar (sic) que se trataba de bienes procedentes de un delito, en la suma de
quince mil colones..." [...]. Luego, en los razonamientos de fondo el Tribunal no explica con absoluta certeza cuáles pudieron ser las
circunstancias fácticas que debieron hacer presumir al sentenciado [...], que los bienes que adquirió prevenían de un delito anterior. En
el fallo se señala únicamente, como circunstancias dudosas de adquisición, que el imputado compró los bienes a sujetos
desconocidos, y que pagó por ellos la suma de quince mil colones, pero no se indica -porque ni siquiera se hace referencia a un
peritaje- cuál pudo ser el valor real de esos bienes para apreciar si efectivamente resultó cierto que el precio era ridículo. Esta
circunstancia, es cierto, podría permitimos hacer una conjetura o lanzar un juicio de probabilidad, en el sentido de que el precio de
esos bienes, si es que éstos se encontraran en perfectas condiciones de funcionamiento y conservación, es probable que fuere
superior, pero se trata sólo de una probabilidad que no se verificó en la investigación. Pero más aún, lo que no podríamos concluir con
absoluta certeza, como erróneamente lo hizo el Tribunal partiendo del precio de adquisición, es que sólo por esa circunstancia el
imputado [...] debía presumir que los bienes eran mal habidos. Podría admitirse un juicio de probabilidad como el anterior, pero no una
conclusión certera, que es la única posible para justificar una condenatoria por el delito de receptación de cosas de procedencia
sospechosa. Tampoco podría justificarse esa conclusión certera partiendo de la segunda circunstancia que en criterio del Tribunal
resultó dudosa al momento de la adquisición. Adquirir bienes de desconocidos no puede constituir una circunstancia que nos permita
presumir razonablemente, y menos concluir con certeza, que los bienes que se reciben provienen de un hecho delictivo. La mayoría de
las relaciones de comercio lícitas se realizan a diario entre desconocidos, como ocurre cuando uno se presenta a un negocio comercial
y es atendido por personas que no conoce. Desde luego que el hecho de adquirir bienes a precios muy bajos, y de sujetos
desconocidos puede tener trascendencia para examinar junto con otras circunstancias relevantes, si una persona debe presumir que
los bienes que adquiere son mal habidos, pero no son suficientes por sí solos para afirmar con absoluta certeza que debió llegar a esa
conclusión sólo por esas circunstancias. Por lo expuesto, el recurso de casación por el fondo debe declararse con lugar." 1993. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N° 433-F de las 8,45 hrs. del 6 de agosto.

13. RESPONSABILIDAD CIVIL OBJETIVA - Existencia pese a absolutoria penal del personero del periódico - Posición de
garante.

"Afirma el representante legal del Periódico La Nación, que la querella fue dirigida únicamente contra el Director del diario licenciado
[...] como supuesto responsable de injurias por la prensa, quien resultó absuelto de toda pena y responsabilidad. Sin embargo -agrega
el recurrente- se condenó a la empresa La Nación a pagar solidariamente con el sentenciado [...] la reparación civil, las costas y la
publicación reparatoria, violándose los artículos 30, 81.1 y 106.3 del Código Penal vigente; 122, 123, 124, 125, 126 y 137.3 del Código
Penal de 1941, todavía vigentes; 7 de la Ley de Imprenta; 1045 del Código Civil; 428, 431, 436, 437, 438, 440 y 441 del Código de
Procedimientos Penales y 39 de la Constitución Politica, porque no se llegó a declarar que alguno de los personeros, representantes
legales o trabajadores al servicio de La Nación hubieren intervenido en el hecho, al resultar absuelta la única persona acusada que
labora en ella. Agrega que el inciso 32 del artículo 106 citado exige dos presupuestos para que se decrete la responsabilidad civil de
la empresa: primero que se cometió un hecho delictivo, y segundo que lo fue por parte de un empleado de la empresa, el cual debe
ser identificado y previa garantía del debido proceso, condenado específicamente. Finaliza señalando que en la sentencia el Juzgado
estableció una responsabilidad objetiva para las empresas periodísticas, en un caso en que los Tribunales no pueden proceder de
oficio por tratarse de un delito de acción privada, pues se tuvo por involucrado, sin identificarlo siquiera, a un personero, administrador
o empleado de la empresa que no fue querellado. La violación se produce, agrega el recurrente, porque esa persona no querellada
nunca fue llamada a juicio para defenderse, no se sometió a un procedimiento de conciliación ni a los demás procedimientos, con los
cuales hubiera podido llegar a un acuerdo con la contraria. El reproche no es atendible por varias razones. El inciso 3° del artículo 106
del Código Penal vigente (y en algunos supuestos el inciso 32 del artículo 137 del Código Penal de 1941) establece un caso de
responsabilidad civil objetiva, al señalar que las personas naturales y jurídicas, dueñas de establecimientos de cualquier naturaleza, en
que se cometiere un hecho punible por parte de sus administradores, dependientes y demás trabajadores a su servicio, están
igualmente obligadas, en forma solidaria junto con los autores del hecho, a pagar los daños y perjuicios ocasionados a la víctima. Esta
norma exige cuatro requisitos para que se establezca la responsabilidad civil de la propietaria del establecimiento. En primer lugar que
se cometa un hecho punible; en segundo lugar que el hecho se realice en la empresa; en tercer lugar, que el delito sea cometido por
un administrador, dependiente o empleado de la empresa; y en cuarto lugar, que una autoridad jurisdiccional competente declare que
ese hecho es delictivo y tenga por demostrado, cumpliendo con las reglas del debido proceso, que un personero, dependiente o
empleado de la empresa intervino en la realización del hecho punible. Esos requisi tos se cumplen a cabalidad en el presente asunto,
según expondremos de seguido, razón por la cual el reclamo no es atendible. En efecto, en primer término la sentencia tuvo por
demostrado que en el periódico La Nación se publicó una nota injuriosa suscrita por el querellado [...], afectándose la reputación y el
honor de los querellantes, lo que se calificó de delictivo, y con ello se cumplió el primero de los requisitos. En segundo término
conforme se indicó antes, se tuvo por cierto que el hecho se realizó en la empresa denominada La Nación, concretamente que la nota
injuriosa (denominada "campo pagado") se publicó en el diario del mismo nombre que publica esa empresa.

En tercer término es evidente, y ello se desprende en forma certera de la relación de hechos probados de la sentencia, que para que
tal cosa ocurriera necesariamente alguno de los responsables de controlar el material que se publica en ese diario, subordinado de la
empresa, autorizó que la publicación se insertara en el diario del 16 de febrero de 1987. Para tales efectos se toma en consideración
que los editores y directores de una publicación periódica, o los funcionarios que éstos designen en caso de justificarse una
distribución de funciones, están en el deber de controlar el material que se edita en el medio, con el fin de evitar que se ofenda
delictivamente el honor y la reputación de otras personas, asumiendo una posición de garante frente a la ciudadanía, máxime en un
caso como el presente en que, como lo expone el fallo de instancia, la simple lectura del aviso o carta evidencia una afectación para el
honor de los querellantes. El ejercicio de las actividades económicas, profesionales y sociales, y las posiciones que cada uno de
nosotros asumimos en relación con las demás personas en nuestras actividades cotidianas, nos obliga a la vez a asumir una
determinada posición de garante en relación con diferentes bienes jurídicos fundamentales para nuestra comunidad. En el caso de la
actividad periodística es claro, con base en los artículos 29 de la Constitución Politica y 7 de la Ley de Imprenta, en relación con los
artículos 18, párrafo segundo, 145, 146, 147, 148, y 153 del Código Penal, que si bien se garantiza el derecho de comunicar el
pensamiento sin previa censura, se adquiere responsabilidad por los abusos que se cometan en el ejercicio de esa facultad, de lo cual
surge un claro deber de garantía para los editores y directores de los diarios, quienes asumen por ello una obligación frente a la
sociedad, en el sentido de que deben controlar que sus publicaciones sean veraces y no lesionen el honor de los ciudadanos, lo cual
los obliga a realizar una ardua tarea de control. En el caso de autos se faltó a ese deber, al autorizarse la publicación de un
comunicado ofensivo y delictivo a la vez, que afectó el honor de otras personas. Ahora bien, esa autorización provino de personeros
del diario, sin cuyo concurso (al menos omisivo) hubiere surgido el delito investigado en este proceso. La responsabilidad penal se
adquiere en estos supuestos por omisión impropia, cuando el sujeto que está en posición de garante no impide que el resultado se
produzca, siempre que pudiera evitarlo de acuerdo con las circunstancias, teniendo la obligación jurídica de hacerlo, como en este
caso, conforme lo dispone el citado artículo 18 del Código Penal. Por todo lo anterior concluimos que el tercer requisito también se
presenta en este asunto, pues la publicación se hizo con el concurso de empleados de la empresa demandada, que autorizaron la
inserción de la nota suscrita por el querellado [...] en el diario La Nación. En cuarto término también se cumple el último de los
requisitos para que opere la responsabilidad civil objetiva sobre la empresa periodística, pese a la discrepancia del recurrente. Sobre
el particular debe tomarse en cuenta que la publicación de la nota suscrita por el querellado [...] fue declarada como un delito de injuria
por la prensa, es decir una autoridad jurisdiccional determinó que ese hecho constituyó un delito tipificado por la ley penal, con lo cual
se cumple la primera parte del último de los requisitos. Pero también se cumple con los demás aspectos. Se afirma en el recurso que
el inciso 30 del artículo 106 del Código Penal exige, para que se decrete la responsabilidad civil solidaria de la empresa, que el
empleado de la misma sea declarado autor responsable del hecho delictivo, sobre todo tratándose de delitos de acción privada. Sin
embargo debemos replicar que la norma lo que exige es, conforme ya se dijo supra, que el hecho sea realizado en la empresa, por un
empleado de la misma y que tal cosa se declare en un proceso jurisdiccional, tramitado conforme a derecho. Pero no indica esa norma
que el personero deba necesariamente ser declarado autor responsable del ilícito, como lo interpreta el recurrente. En el caso de
autos el fallo tiene por cierto que la publicación se hizo en el diario La Nación, lo cual significa -por las razones ya dichas- que fue
necesario el concurso de sus empleados, al menos de los responsables de examinar el material que se publica en el diario, sobre todo
cuando dicho material es aportado por particulares que pagan un precio para que se publique, como ocurrió en este caso. Estos
hechos los tiene por ciertos la sentencia recurrida, luego de tramitarse un proceso cumpliéndose las reglas legales y constitucionales.
La norma no exige que para decretar la responsabilidad civil de la empresa necesariamente deba declararse culpable al personero
acusado, sino que para que la empresa asuma esa responsabilidad civil objetiva es indispensable tener por cierto que el hecho es
delictivo y que fue realizado en la empresa con el concurso de uno de sus empleados. Esto último sí lo tuvo por cierto el juzgador. Esa
responsabilidad civil le corresponde a la empresa periodística en virtud de que la absolutoria lo fue por el aspecto penal, no el civil, y
en favor de su Director [...] en su carácter personal, y no de la empresa periodística como tal. Con esa declaratoria contenida en el
fallo no se excluye la participación de los otros empleados que en este caso concreto autorizaron la inserción de la nota injuriosa en el
diario, y por esa razón es que la empresa debe asumir la responsabilidad civil. Por todo lo expuesto, el recurso del representante legal
de La Nación debe declararse sin lugar." 1993. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 492-F de las 11,00 hrs. del 31 de agosto.

14. TRANSPORTE DE MADERA SIN LA DOCUMENTACION RESPECTIVA - Posibilidad de complementar el tipo penal vía
reglamento.

"En su único motivo del recurso por el fondo, el imputado [...] denuncia la inconstitucionalidad del artículo 122.e) de la Ley Forestal N°
7174, porque se estructura como un «tipo abierto» contrario a los artículos 39 de la Constitución Política y 42 del Código Penal.
Argumenta que el citado 122.e) de la Ley N° 7174, tipifica la acción de transportar productos forestales sin la «documentación
respectiva», pero como la propia ley no establece el contenido de este concepto sino que debe ser llenado por el juzgador, no hay
certeza para el ciudadano acerca de cuál es la acción punible, y no se comprende a cuál fuente acudió el a quo para determinar que
la documentación omitida en el transporte de madera es la denominada «guía», pues la misma no existe en el Reglamento a la Ley
Forestal que solo preceptúa -en el artículo 159- el deber de la Dirección General Forestal de establecer anualmente la documentación
para el transporte de madera, pero nunca se ha hecho pública tal resolución. Debe rechazarse el reclamo. En un sistema democrático
como el nuestro la creación, derogatoria y reforma del tipo legal corresponde exclusivamente al Poder Legislativo, y así lo establece el
artículo 39 de la Constitución Política, como una garantía ciudadana de que nadie podrá ser penado por acciones no previstas como
delito. Bajo este concepto, el ideal es contar con un catálogo de tipos penales cerrados, esto es que definen plenaria y
herméticamente un acción como delito. Debido a una interpretación extrema del concepto de tipo cerrado y a la diversidad de
relaciones intersubjetivas que surgen cada día, muchas acciones lesivas de los bienes jurídicos de mayor importancia social quedarían
fuera de la protección penal. Por ello se conciben los denominados tipos abiertos que no individualizan totalmente la conducta punible,
pero dan los elementos descriptivos y normativos para que los tribunales -a través de la hermenéutica- determinen si la conducta bajo
su conocimiento tiene identidad con la previsión legal; y los tipos penales en blanco, que al igual que los abiertos no determinan
totalmente la acción penal, pero brindan los elementos necesarios para individualizarla, concretamente remitiendo a otras
disposiciones del ordenamiento jurídico. Extremar la creación de tipos abiertos al punto de generalizar de tal modo que sea posible
encuadrar cualquier conducta en la prohibición penal, sería violatorio del principio de legalidad; pero la enunciación general de la
conducta prohibida dando las «pautas o reglas» para que el juez individualice la conducta en cada caso concreto, no atenta contra el
principio nullum crimen sine lege. (Sobre el particular v. ZAFFARONI, Eugenio Raúl: «Manual de derecho penal. Parte general.»,
EDIAR, Buenos Aires, 1978, PP. 374-375.). En igual sentido también le corresponde al Poder Ejecutivo complementar algunos
aspectos del contenido del tipo penal (normas penales en blanco), cuando el propio legislador señala en la descripción típica la
necesidad de remitirse a algunos parámetros, límites o criterios fijados por las autoridades administrativas, como ocurre con la "lista
oficial de precios" en el delito de especulación, o las sustancias restringidas en los delitos contra la salud pública, donde el Poder
Ejecutivo complementa el contenido del tipo, por medio de su potestad constitucional de reglamentación. Eso es precisamente lo que
ocurre en el caso de autos.
Sobre este extremo, ya la Sala Constitucional ha afirmado que "... esa técnica no se aparta del marco constitucional de división de
Poderes, siempre que el Ejecutivo se mantenga dentro del marco propio de sus atribuciones constitucionales y que la ley que remite
establezca con suficiente claridad los presupuestos de la punibilidad, así como la clase y extensión de la pena. Si, por ejemplo,
aceptamos que un radio de acción propio de ese Poder es proteger la salud pública, es claro que el Presidente de la República y su
Ministro de Salud pueden dictar reglamentos en protección de la salud de la población, así no resulta inconstitucional el artículo 268
del Código Penal que reprime con prisión de uno a tres años o multa de cincuenta a doscientos días multa a quien violare las medidas
sanitarias acordadas por la autoridad competente para evitar la introducción o propagación de una epidemia epizootia o plaga
vegetal...» (Sala Constitucional, N° 1876-90, de las 16:00 hrs. del 19 de diciembre de 1990). En esa misma dirección y sobre los tipos
abiertos esta Sala ha afirmado que en sentencia N° 511-F, de las 9:00 hrs. del 10 de setiembre de 1993: «...es imposible crear un
sistema legislativo de carácter pleno o hermético, de tal forma que todos los términos estén definidos en la ley sin duda alguna; así,
cae por su propio peso la objeción expuesta por el recurrente. De aceptarse su tesis valdría la objeción para los términos "persona" del
artículo 411, "libidinosos" del 163 o"cosa mueble" del 208 por ejemplo, todos del Código Penal; y valdría también para cualquier
norma penal, en cualquier ley especial en todo el ordenamiento jurídico...» (Sala Tercera, Sentencia N° 511-F, de 9 hrs del 10 de
setiembre de 1993). Es evidente que la enunciación del inciso e del artículo 122 de la Ley Forestal es una norma penal en blanco,
pues tipifica, entre otros, el transporte de madera «sin la documentación respectiva», sin especificar la clase de documentación a la
que se refiere. Para la determinación de este concepto debe el juzgador remitirse a otras disposiciones del ordenamiento, pero esa
remisión no atenta contra el principio de legalidad, pues la necesidad de control sobre la explotación de los recursos naturales, podría
implicar la variación, aumento o disminución de documentos que acrediten los permisos o licencias, lo que de acuerdo a la lógica
elemental no puede estar definido en la ley, sino que debe establecerlo el Poder Ejecutivo en uso de sus atribuciones legales y
constitucionales. Desde luego, con base en los artículos 106 y 122.e) de la Ley N° 7174 y 159 del Decreto N° 19886-MIRENEM-, los
documentos respectivos no pueden ser cualesquiera, ni los que se le ocurran arbitrariamente al Poder Ejecutivo, sino que se trata de
los documentos indispensables para acreditar la licitud de la corta de madera y la licitud del transporte de la madera, autorizados por
la Dirección General Forestal. Mal harían los juzgadores si se exceden al cerrar el tipo del citado 122.e) de la Ley Forestal, exigiendo
más de los documentos mínimos idóneos para la configuración del delito; en tal caso lo inconstitucional no sería la ley sino que podría
serlo la interpretación jurisprudencial. Pero al interpretar el a quo que el documento exigible es la guía para el transporte de madera,
no abre el tipo más de lo razonable, pues el instrumento que pretendió hacer valer el imputado a requerimiento de la autoridad fue
precisamente una guía para el transporte de madera vencida. De manera que el propio encartado sabía cuál era la documentación
respectiva, y el juzgador de mérito interpretó el tipo del 122.e) de la Ley Forestal según la propia creencia de aquel; pero la falta de
vigencia del documento dejó la conducta dentro de la norma prohibitiva. Ello evidencia, aún más, que en este caso el sentenciado
estaba informado en forma plena del contenido del tipo de comentario, aspecto que resulta mínimo para una persona que se dedique
a transportar madera." 1993. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 570-F de las 9,40 hrs. del 22 de octubre.

15. VIOLACION - Relación con el delito de lesiones.

"En su recurso el Defensor Público argumenta que fue aplicada indebidamente la regla del concurso material. Afirma que las lesiones
causadas a la ofendida se encuentran subsumidas por el concepto de violencia propio del delito de violación con uso de fuerza, para
lo cual hace una cita de varios autores, nacionales y extranjeros, que coinciden al afirmar que la violencia corporal ejercida sobre la
víctima con anterioridad o concomitantemente con el coito, quedan subsumidas en el delito de violación, siempre que se trate de
lesiones leves, equimosis o pequeñas excoriaciones. El reclamo del defensor público no es atendible sobre todo en un caso como el
presente, en que de acuerdo con los hechos probados el imputado lesionó a la ofendida antes de proceder a atacarla sexualmente, y
sin que se aprecie que la violencia física anterior hubiere sido necesaria para consumar la violación de la cual fue víctima. En efecto,
se tiene por acreditado en sentencia que el imputado agredió a la ofendida golpeándola salvajemente en la cara y en la cabeza, lo
cual le produjo lesiones que la incapacitaron más de diez días para sus ocupaciones habituales, y luego procedió a realizar su ataque
sexual hasta lograr el acceso carnal. Consecuentemente las lesiones no configuran, según ese cuadro fáctico, un delito de pasaje
como acto necesario para consumar la violación en este caso concreto, lo cual descarta el problema referido a la subsunción de una
figura en la otra, y plantea en forma más evidente que estamos ante un concurso de delitos. Conviene agregar, además de lo anterior,
algunos aspectos sobre las relaciones entre el delito de violación y el delito de lesiones, ante la frecuencia con que esos hechos
concurren. En primer término no es válido distinguir las consecuencias jurídicas para el delito de violación producidas por las lesiones
y excoriaciones que acompañan el ataque sexual, de las consecuencias jurídicas que derivan si las lesiones son graves y gravísimas,
pues la verdad no existe ninguna base para hacer razonablemente una distinción sobre el problema concursal entre esos ilícitos y la
violación. Las consecuencias que deriven de uno de esos delitos, lo será también respecto de los otros. Obsérvese que en ambos
casos puede afirmarse que la violencia ejercida sobre la víctima no es necesaria (instrumental) para la consumación de la agresión
sexual, porque la finalidad sexual no siempre requiere el concurso de las lesiones, de manera que no se justifica variar de criterio
cuando se trata de lesiones leves o cuando concurren lesiones más graves. La verdad es que la relación que pueda existir entre
cualesquiera de los delitos de lesiones y la violación siempre es la misma, y la solución jurídica debe ser igual en cualquiera de los tres
tipos penales (leves, graves y gravísimas). En segundo lugar, tampoco podría hacerse una diferencia para solucionar jurídicamente el
problema concursal que se presenta cuando concurren el robo y las lesiones, de aquellos casos en que concurren las lesiones con la
violación.

El delito de robo, que se comete cuando con violencia sobre las personas un sujeto se apodera de un bien ajeno, no subsume las
lesiones que se ejecuten para realizar el apoderamiento, a pesar de que en la descripción típica se hace referencia, como forma de
ejecución, a la "violencia sobre las personas". En estos casos se afirma que ambos ilícitos (el robo y las lesiones) concurren en
concurso real o material. Lo mismo sucede con la violación, donde el tipo penal hace referencia a la violencia corporal como forma de
ejecutar el acceso carnal. Tanto el delito de robo con "violencia sobre las personas", como el de violación con "violencia corporal" son
tipos penales pluriofensivos. Muchos tipos penales tutelan diversos bienes jurídicos fundamentales, a pesar de que el legislador toma
sólo uno de esos bienes -generalmente el que mayor se agrede con la conducta punible- para clasificarlos en el Código Penal. Pero
esa clasificación no descarta la pluralidad de ofensas. Así, efectivamente es cierto que los delitos sexuales realizados con violencia
física sobre la víctima (lesiones leves, graves o gravísimas) son pluriofensivos en sentido amplio, porque afectan tanto la libertad
sexual y el desarrollo normal de la sexualidad, cuanto la integridad física; pero indiscutiblemente esa pluralidad de ofensas la
encontramos también en el robo con violencia sobre las personas (con lesiones leves, graves o gravísimas), pues junto a una tutela a
la propiedad se protege también la integridad física, por ello es que se hace una diferencia entre la sustracción de un objeto ajeno sin
violencia (hurto) de aquel que se realiza con violencia (robo), y dentro de éstos últimos la situación se agrava cuando la violencia se
ejerce sobre una persona, independientemente de que además se agregue el delito de lesiones. En tercer lugar, tampoco sería
atendible calificar como "delito de pasaje" al delito de lesiones leves, para llegar a la violación con "violencia corporal", y en
consecuencia no sería válido concluir que por esa razón esté subsumido en la agresión sexual Es cierto que los delitos de pasaje
constituyen etapas previas a la realización de un hecho más grave, que por lo general pierden significación independiente en la
medida en que ocurra una lesión mayor al bien jurídico tutelado, en una etapa posterior de la conducta criminosa; pero lo anterior no
significa que en todos los casos en que se realiza una conducta contra un mismo bien jurídico, como medio para llegar a otra conducta
lesiva más grave contra ese mismo bien jurídico, debamos concluir que se trata de un delito de pasaje y por ello impune. En realidad
debe tomarse en cuenta la naturaleza de la acción emprendida, el tipo de conducta desplegada, la entidad de la lesión y
fundamentalmente debe examinarse la naturaleza del bien jurídico tutelado, para poder subsumir como de pasaje una actuación en
otra más grave. Así podemos afirmar que los abusos deshonestos quedan subsumidos en el delito de violación, cuando ambos
concurren. En el caso de autos la posición del recurrente nos conduciría a afirmar que las lesiones leves constituyen una conducta
impune cuando se configura además el delito de violación, y lo que se hizo fue ejercer violencia sobre la víctima con el fin de lograr el
acceso carnal. Esa tesis podría considerarse hipotéticamente reforzada si se considera que el delito de violación tutela tanto la
integridad física como la libertad sexual, al igual que las lesiones que protegen la integridad física, y supuestamente por consiguiente
al tratarse de bienes jurídicos idénticos se da esa relación de pasaje. Discrepamos de la hipotética conclusión. Es cierto que el delito
de violación, realizado por medio de violencia física sobre la víctima, es pluriofensivo como indicamos atrás en un sentido amplio, pero
también el delito de robo con violencia sobre las personas es pluriofensivo, pues afecta tanto el patrimonio como la integridad física de
las personas, y en este último caso no por ello afirmamos que las lesiones están subsumidas en el robo con violencia sobre las
personas, ni dejamos de sancionarlas como delito independiente del robo. En realidad el problema se resuelve, conforme indicamos,
apreciando el tipo de conducta y de lesión, así como también desentrañando la naturaleza del bien jurídico protegido, y sólo cuando
son de la misma especie podemos conduir que se trata de un delito de pasaje, sin que ello signifique que sólo por esa razón debamos
excluir la posibilidad del concurso de delitos. En el delito de violación agravada realizado con violencia sobre las personas se tutela la
integridad física tanto cuanto lo hace el delito de robo realizado con violencia sobre las personas, pero tanto en uno como en otro es
posible realizar el delito final sin necesidad de lesionar (típicamente) a la persona agredida.

Ello significa que la tutela a la integridad física no constituye la protección esencial de cada una de esas figuras delictivas, y que en
consecuencia no podamos concluir tan fácilmente y en sentido estricto que las lesiones corporales y el delito de violación tutelan el
mismo bien jurídico, al menos no con la identidad necesaria para concluir que se trata de delitos de pasaje. En cuarto lugar, el hecho
de que un delito constituya a su vez un medio para realizar otro (criminis causa) no necesariamente significa que el delito medio quede
subsumido en el delito fin. Ello es posible sólo cuando haya una relación de género a especie, de accesoriedad o subsunción, según
los términos del artículo 23 del Código Penal. En realidad existe un concurso material de delitos cuando un sujeto viola y a la vez
lesiona típicamente a su víctima (lesiones leves, graves o gravísimas); esos delitos no se excluyen entre sí porque ni el núcleo del tipo
penal de violación, ni su conducta periférica, describen la agresión física como parte de la agresión sexual, de acuerdo con los
parámetros establecidos en los artículos 22 y 23 del Código Penal, en cuyo caso se trata de conductas independientes, con lesiones
jurídicas independientes, y así deben tratarse. Esa independencia subsiste incluso aún cuando en el artículo 158 ibídem se mencione
el grave daño en la salud de la víctima como causal de agravación. Se trata de la misma solución jurídica que la jurisprudencia y la
doctrina ha admitido en el robo con violencia sobre las personas y las lesiones. Lo mismo podría afirmarse -y se ha afirmado- entre
esos delitos (robo o violación) cuando para llegar a ellos se comete también el homicidio. Por todo lo expuesto el recurso del señor
defensor público también debe declararse sin lugar." 1993. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 552-F de las 9,10 hrs. del 8 de
octubre.

16. VIOLACION DE DOMICILIO - Alcances del concepto "domicilio"


"En efecto, el delito de Violación de Domicilio que prevé y sanciona el artículo 204 del Código Penal, señala que: Será reprimido con
prisión de seis meses a dos años al que entrare a morada o casa de negocio ajenos, en sus dependencias, o en un recinto habitado
por otro, sea contra la voluntad expresa o presunta de quien tenga derecho a excluirlo, sea clandestinamente o con engaño...La pena
será de uno a tres años, si el hecho fuere cometido con fuerza en las cosas, con escalamiento de muros, con violencia en las
personas, con ostentación de armas, o por dos o más personas". En el fallo se aprecia, que el juzgador de mérito tuvo por cierto -en lo
conducente- que el encartado aprovechando que el negocio comercial denominado (...), en razón de la hora (nueve de la noche), se
encontraba sólo, "escalando por la pared del referido local, se introdujo al mismo por la abertura natural que se forma entre el tapichel
y el techo de la bodega" [...]. Ahora bien, la acción típica en el delito de violación de domicilio, "Consiste en entrar a uno de los recintos
constitutivos de un domicilio ajeno, contra la voluntad expresa o presunta de quien tenga derecho a excluir...Entrar significa pasar de
afuera hacia adentro, trasponer los límites del recinto, contra la voluntad adversa de la persona que tenga derecho de exdusión. Por lo
tanto, el delito se consuma cuando el sujeto activo ha introducido toda su persona en uno de los recintos enumerados por la ley...El
concepto de domicilio ajeno,..., comprende la morada, la casa de negocio, y el recinto habitado. Desde el punto de vista penal, el
concepto de domicilio es distinto y a la vez más amplio que el del domicilio civil... La casa de negocio también es materia de protección
penal; y comprende, todo tipo de locales destinados, en forma habitual o transitoria, a una actividad lucrativa o no, abierta o cerrada al
público"(Levene, Ricardo(h.), Manual de Derecho Penal- Parte Especial. Buenos Aires, Editor Víctor P. de Zavalia; 1978, p. 280). En
cuanto se señala la necesidad de que el negocio se encuentre habitado, el artículo 204 citado es muy claro, al indicar que basta -para
el caso- la penetración en la casa de negocios ajenos para realizar el hecho punible, de manera que quien penetre a una vivienda o
casa de negocios ajena, puede perturbar el ámbito de intimidad de los moradores o poseedores del inmueble, aunque ese no haya
sido su objetivo directo y específico. En efecto, "Por casa de negocio debe entenderse todos los lugares destinados a una utilidad
comercial, profesional o científica, quedando comprendidos los locales en los que el acceso al público es libre o relativamente libre...,
lugares que, en su mayoría y por razón de su destino, no estan permanentemente ocupados" (Fontán Balestra, Carlos. Derecho Penal
Parte Especial. Buenos Aires, Editorial Abeledo-Perrot, undécima edición; 1987, p. 359). En cuanto a este aspecto resta señalar, que
carece de razón lo que se ha interpretado en cuanto a la necesidad de que la casa de negocios esté habitada para que haya delito,
ya que de ser así, no tendría sentido la distinción que dispone la ley entre morada y casa de negocios, pues habitada la ultima, se la
tutelaría como morada.

Diferente es cuando el tipo penal en forma expresa lo exige, es decir, cuando el legislador señala en el tipo penal, que para la
realización de esa específica figura delictiva, es necesario que la casa de negocios se encuentre habitada, por lo que "Un recinto
responde al concepto legal de casa de negocio cuando en él, una o varias personas ocupan habitual o transitoriamente su tiempo en
una actividad, cualquiera que sea su naturaleza y carácter, lucrativa o no, con o sin trascendencia al público o a terceros" (Núñez,
Ricardo C. Derecho Penal Argentino: Parte Especial. Buenos Aires, Editorial Bibliográfica Omega; 1976, p. 73). Así las cosas, el delito
de violación de domicilio contenido en el Código Penal costarricense no es un tipo asimétrico, al no exigir para su configuración
elementos subjetivos distintos al dolo, consistiendo éste simplemente, en querer el resultado o preverlo al menos como posible.
"Cuando se trata de la entrada en la casa de negocio público, la cuestión de la voluntad contraria presenta peculiaridades. Se debe
distinguir si la casa está cerrada o abierta y, en este último caso, si se trata de un lugar no abierto al acceso público o abierto a él.
Estando cerrada la casa, la delictuosidad de la entrada en ella o sus dependencias se determina no sólo por la voluntad expresada por
el titular, sino también por esa voluntad presumida por el autor... Tanto la casa de negocio cerrada como al ámbito de ella no
entregado al acceso público, mantienen por manifestación del titular o por presunción, la intimidad resguardada por el artículo 150."
(Núñez, op. cit., p. 80 y 81). En consecuencia, aquel que penetre a una casa de habitación o casa de negocios ajena, contra la
voluntad de quien tendría derecho a excluirlo, cometería el delito de violación de domicilio aunque su motivación concreta para
penetrar en ella, no hubiere sido el perturbar o lesionar el ámbito de intimidad de los moradores o poseedores del inmueble, porque el
tipo penal no exige -en forma particular- esa finalidad como un elemento subjetivo distinto del dolo. Para esos efectos, deben
distinguirse en forma clara el dolo y las concretas motivaciones del sujeto para realizar el hecho punible. En muchos casos, esas
motivaciones coinciden con el dolo, pero no en todos. En conclusión, un sujeto puede violar un domicilio motivado en muy diferentes
situaciones, pero no por ellas se hace desaparecer el dolo constitutivo de la infracción al haberse perturbado el ámbito de intimidad y
lesionado así el bien jurídico tutelado en el tipo penal, de manera que "No es necesario, para la consumación de este delito, la
concurrencia de ningún animus especial, ninguna intención determinada."(Levene, op.cit., p. 282), resguardando la libertad de la
intimidad de un negociador. Ahora bien, no obstante no ser objeto del reclamo resta analizar la contravención contemplada en el
artículo 383 del Código Penal, que dispone en lo conducente que: "Se impondrá de tres a treinta días multa a quien:... 1) Entrare
usando la violencia a un establecimiento público o casa de negocio, taller o garaje;". Esa norma tiene por objeto tutelar terrenos,
heredades o negocios y no la protección de la intimidad, por lo que en relación con el artículo 204 resultan excluyentes y más bien en
este supuesto, se debe interpretar que se trata más bien de la protección del negocio durante el tiempo en que está abierto al público,
pues "El libramiento de ese ámbito al acceso público excluye la razón de intimidad que fundamenta la protección penal del domicilio
como aspecto de la libertad de la persona. El titular de la casa de negocio conserva, sin lugar a dudas, el derecho de excluir a los
terceros del acceso a su ámbito público, pero con esto no defiende la intimidad del recinto, sino el derecho de dominus respecto de su
negocio y local, de la misma manera en que lo puede hacer en relación a sus inmuebles y negocios en general" (Núñez, op. cit., p.
81). Finalmente, en cuanto a la pena impuesta, corresponde señalar que el juzgador no obstante tener por acreditado que [el
imputado] se introdujo al negocio escalando uno de sus muros, incorrectamente obvió la aplicación de la agravante en la pena
imponible señalada en el segundo párrafo del artículo 204 ibídem; sin embargo, en el presente caso el fallo se mantiene incólume, al
tratarse de un recurso interpuesto por el defensor del encartado y cualquier pronunciamiento en torno a la pena impuesta no lo
favorecería, sino más bien implicaría reformar el fallo en su perjuicio (reformatio in-peius), lo que no resulta pertinente de acuerdo con
lo dispuesto en el artículo 459 párrafo tercero del Código de Procedimientos Penales."

1993. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 177-F de las 9,45 hrs. del 23 de abril.

B- DERECHO PROCESAL PENAL.

17. ADHESION A LA APELACION - Imposibilidad para el defensor de adherirse a la "apelación" de su defendido.

"El Lic. [...], codefensor del imputado (...), justifica el presente incidente de nulidad contra las actuaciones del Tribunal de mérito
alegando que él tiene interés en adherirse al recurso que interpuso el imputado, posibilidad que -en criterio del incidentista-, no ha
podido agotar por las omisiones del Tribunal a quo. El reclamo no es aceptable. Esta Sala coincide con el criterio externado por el
señor Fiscal General de la República, en el sentido de que, en tanto el defensor se entiende doctrinalmente como uno de los sujetos
en los cuales se articula la parte pasiva del proceso penal (así LEONE, Giovanni: Tratado de derecho Procesal Penal, Vol. 1, Buenos
Aires, 1963, págs. 577 a 578), la petición del Lic. [...] carece de interés legítimo, puesto que en realidad ninguna autoridad judicial le
ha negado la posibilidad de adherirse durante el emplazamiento al recurso interpuesto que él mismo autenticó como defensor del
encartado, sino que tal posibilidad se la niega el propio sentido e inteligencia de la ley. En efecto, el artículo 453 del Código de
Procedimientos Penales dispone que "El que tenga derecho a recurrir podrá adherirse, dentro del término del emplazamiento, al
recurso concedido a otro, siempre que exprese, bajo pena de inadmisibilidad, los motivos en que se funda" (la negrilia no es del
original), de lo cual se colige que por medio de la adhesión puede "unirse al recurso abierto por otro para expresar sus agravios contra
la resolución" (la negrilla es suplida, NUNEZ, Ricardo: Código Procesal Penal, Buenos Aires, Marcos Lerner Editora Córdoba 5. R. L.,
segunda edición actualizada, 1986, pág. 442), donde por "otro" no puede entenderse al propio defendido del incidentista, sino que
solo se refiere -según la opinión dominante- al recurso concedido a la parte adversaria o contraparte del sujeto adherente o, en un
sentido más amplio, a la co-parte (cfr. AYAN, Manuel: Recursos en Materia Penal, Editora Córdoba, 1985, pág. 157; DE LA RUA,
Fernando: El Recurso de Casación en el Derecho Positivo Argentino, Buenos Aires, Víctor P. de Zavalia-Editor, 1968, pág. 238;
CHAVES RAMIREZ, Alfonso: Algunas notas sobre Recursos, en Ensayos de Derecho Procesal Penal, ILANUD, San José, 1990, pág.
157; FENECH, Miguel: Derecho Procesal Penal, Vol. II, Barcelona, Editorial Labor, 1960, pág. 1151; PRIETO CASTRO, Leonardo y
otro: Derecho Procesal penal, Madrid, Editorial Teenos, 1976, pág. 384; VAZQUEZ ROSSI, Jorge y otros: Código Procesal Penal de la
Nación, Rubinzal-Culzoni Editores, Argentina, 1991, pág. 104; LAJE ANAYA, Justo y otro: Código de Procedimiento Penal de Córdoba,
Córdoba, Ediciones Lerner, 1965, pág. 298; y MORENO CATENA, Víctor: Derecho procesal, tomo II, Tirant Lo Blanch, Valencia, 1988,
págs. 213 a 214). En efecto, el sistema de la adhesión tiene por fundamento histórico el principio de igualdad procesal de
oportunidades entre las partes: por este medio se tiende a favorecer a quien no recurrió pudiendo hacerlo, permitiéndole que pueda
impugnar la resolución fuera de término (pero dentro del término del emplazamiento) cuando así se lo aconsejan los motivos del
recurso concedido a la parte contraria (véase AYAN, Op. cit., págs. 153 a 155). En este caso, como se apuntó anteriormente, el Lic.
(...) no podría adherirse al recurso de casación que él mismo autenticó en su propia papelería, como codefensor y asistente técnico
del imputado [...], por lo que procede declarar sin lugar el incidente planteado." 1993. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 468-A de
las 9,15 hrs. del 22 de octubre.

18. COSTAS - Obligación de pronunciamiento de oficio.

"En el primer alegato señala la violación de los artículos 1, 3, 8, 11, 67, 70, 106, 400 inciso 4) del Código de Procedimientos Penales,
41 de la Constitución Política y 99 del Código de Procedimientos Civiles, por cuanto "la fijación y determinación de costas se hizo sin
ningún razonamiento jurídico, toda vez que la parte actora no solicitó se acogiera dicho extremo", que requiere petición expresa. El
reclamo no procede. El artículo 543 del Código de Procedimientos Penales, dispone en lo conducente que: "Toda resolución que
ponga término a la causa, condenará al pago de las costas procesales y personales". Por otra parte y sobre este mismo aspecto, la
Corte Plena en sesión celebrada el 4 de julio de 1983, dispuso mediante publicación en el Boletín Judicial N° 175 del 16 de setiembre
de ese año, recordarle a los Tribunales Superiores Penales y a los Jueces de ese mismo ramo, que de conformidad con los artículos
543 y 544 del Código de Procedimientos Penales, deben pronunciarse al resolver toda acción civil resarcitoria sobre el pago de costas,
aún cuando ello no haya sido expresamente solicitado por el actor civil o su abogado. En ese entendido, analizada la situación que
estima irregular la recurrente, se aprecia ajustada a las exigencias legales, ya que de acuerdo con lo indicado, está el a-quo en la
obligación de pronunciarse sobre ese extremo, independientemente de que haya o no gestión de parte." 1993. SALA TERCERA DE
LA CORTE, N° 600-F de las 9,05 hrs. del 5 de noviembre.

19. DEBIDO PROCESO - Violación por declaratoria de incompetencia después de abierto el debate y recibida la prueba.
"Alega la recurrente quebranto de los artículos 106, 389 y 392 al 400, todos del Código de Procedimientos Penales, en relación con el
artículo 39 de la Constitución Política. Señala, en sustento de su reproche, que en la especie se dejaron de aplicar groseramente las
normas procesales citadas, en detrimento del debido proceso, ya que, una vez que se incorporó la prueba documental por lectura y se
escuchó la prueba testimonial, el despacho decidió declararse incompetente, de oficio, por estimar que el asunto debía ser ventilado
en la vía civil, dando por terminada la audiencia y ordenando el archivo del sumario. Agrega que el juzgador debió concluir el debate y
dictar sentencia con los requisitos de ley, pero que, no obstante, dejó de resolver el fondo del asunto, creando una evidente
inseguridad jurídica para los interesados. La recurrente lleva razón. De conformidad con el acta respectiva, en este caso se ordenó la
lectura del requerimiento de citación directa y se declaró abierto el debate; se recibió la declaración indagatoria del imputado, se
incorporó parte de la prueba documental y se evacuó la testimonial (…). Sin embargo, a partir de ese momento el a quo siguió un
procedimiento totalmente irregular, pues no está previsto por el ordenamiento jurídico. En efecto, en vez de continuar con el desarrollo
de la audiencia, intempestivamente señaló que de acuerdo con la prueba que se había recibido lo que existía era un problema de
linderos y que para determinar si se había dado o no la usurpación, era necesario primeramente establecer con certeza a través de los
medios técnicos respectivos cuál era la línea divisoria correcta.

Indicó, además, lo siguiente: "...si una vez que se determine técnicamente donde se ubica el referido lindero, la parte ofendida
considera que existe una demasía a favor del aquí imputado, entonces sí se podría proceder penalmente, pero no antes" [...]. Con
base en lo anterior, el a quo estimó que el hecho debía ser conocido por un tribunal civil, por lo cual se declaró incompetente para
resolver el fondo del asunto, ordenando además el archivo definitivo de la causa [...]. Al actuar de esa forma, el juzgador dejó de lado,
en primer término, su deber de investigación autónoma. En efecto, si era necesario determinar el lindero correcto, el deber de recurrir a
los medios técnicos o científicos para conseguir ese propósito correspondía al propio tribunal de mérito, según se desprende de la
relación de los artículos 369, 378, 387 y 394 del Código de Procedimientos Penales. El proceso, en la materia que nos ocupa,
persigue la averiguación de la verdad real y el primer obligado a procurar ese objetivo es el juzgador. Por otra parte, en este caso se le
puso término de manera irregular a la acción penal ejercida por el Ministerio Público. En los delitos de acción penal pública, este
órgano es el que tiene la potestad de requerir una decisión jurisdiccional respecto a si se ha cometido o no un hecho delictivo. No es la
parte ofendida la que "procede penalmente", como se indica por error en la resolución impugnada. Tampoco es necesario en este
caso que se emita un pronunciamiento previo por parte de los tribunales civiles, para poder continuar con las averiguaciones
correspondientes en el aspecto penal En la etapa que había alcanzado este proceso, el a quo tenía el deber de concluir el debate y
emitir sentencia, cumpliendo los requisitos señalados por el artículo 395 del Código de Procedimientos Penales, fallo que podía ser
absolutorio o condenatorio, según lo dispuesto por los artículos 398 y 399 del Código de Procedimientos Penales. Por ende, su
negativa a resolver el fondo del asunto, la pretendida declaración de incompetencia alegando que el expediente debía ser conocido
por un tribunal civil, así como el inmediato "archivo" de la causa, son decisiones contrarias al debido proceso, pues implican una
denegatoria de justicia en cuanto a esta litis se refiere. Al respecto, se le debe llamar la atención enérgicamente al juzgador, para que,
en lo sucesivo, se abstenga de incurrir en vicios similares. En virtud de lo expuesto, corresponde declarar con lugar el recurso
formulado en esta causa, anular la resolución recurrida, así como el debate que le sirvió de base, y ordenar el reenvío para la nueva
sustanciación que determina la ley." 1993. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 603-F de las 9,20 hrs. del 5 de noviembre.

20. DEFENSA PUBLICA - Sustitución de defensor no debe necesariamente documentarse con certificado del acuerdo de
Corte Plena.

"Además, la razón básica por la que no es atendible el reclamo es que en cada uno de los procesos no necesariamente debe
documentarse con certificado del acuerdo de Corte Plena que nombró una defensora pública en lugar de otra." 1993. SALA LA
TERCERA DE LA CORTE, N° 469-F de las 15,15 hrs del 20 de agosto.

21. DERECHO DE ABSTENCION - Improcedencia en el caso de familia de hecho.

"Recurso de casación interpuesto por el Licenciado en su condición de representante del Ministerio Público. Motivo de forma: En el
único alegato presentado, alega preterición de los artículos 146, 148 inciso 3), 400 inciso 3), 224 y 226 todos del Código de
Procedimientos Penales y 36 de la Constitución Politica, por haberse otorgado a la ofendida el derecho de abstenerse de declarar,
pese a que la relación concubinaria entre ella y el imputado, no se encuentra tutelada por la norma constitucional, excluyendo así
arbitrariamente prueba básica para la averiguación de la verdad real. El reproche resulta atendible. En efecto, en cuanto a la garantía
constitucional contemplada en el artículo 36 de la Carta Magna, ya esta Sala ha indicado que "Debe observarse que la jurisprudencia
de la Sala Constitucional (Voto 264 de las 14:30 horas del 6 de febrero de 1991) no ha asimilado el caso de la familia de hecho o de
las relaciones concubinarias a los del matrimonio regularmente constituido según las disposiciones legales, por ello quien se encuentre
bajo los lazos de hecho producto de una relación concubinaria no está en situación de abstenerse de declarar en un proceso penal.
Así, el artículo 227 del Código de Procedimientos Penales, no infringe la garantía genérica contenida en el artículo 36 de la
Constitución Politica cuando contempla el privilegio de la abstención únicamente para el cónyuge legal. La Sala Constitucional en este
mismo voto, señala que el texto del artículo 36 contempla el derecho a la abstención como un "pacto procesal" para proteger los
vínculos familiares, de donde se conduye que una excepción para la concubina no lesiona ese objetivo constitucional de tutela de la
cohesión del núdeo familiar" (el subrayado es suplido, Sala Tercera, V-16-F de las 9:45horas del 8 de enero de 1993). Ahora bien, la
actuación de la juzgadora de mérito resulta ilegal -de acuerdo con lo expuesto-, al proceder a advertir a la ofendida (...) que podía
abstenerse de declarar -según lo señala el artículo 227 ibídem-, (lo que en efecto hizo), pues en el caso citado ni resulta aplicable el
contenido de esa norma, ni la del numeral 36 de la Constitución Politica. Así las cosas, con ese proceder resultó inobservado el
debido proceso, al excluir una prueba admitida que resultaba esencial para cumplir con los fines del proceso, lo que justifica el
reenvío. En consecuencia, al observarse el vicio alegado en la resolución impugnada, por cuanto la declaración de la concubina no se
encuentra contenida dentro de la prohibición constitucional de no incriminación entre familiares, procede declarar con lugar el recurso
por la forma, anulando el fallo y el debate que lo sustentó y ordenando el reenvío al Tribunal de origen, para que se dicte nueva
sentencia con arreglo a derecho." 1993. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 657-F de las 9,15 hrs. del 26 de noviembre.

22. PRESCRIPCION - Rechazo de recurso de casación con base en normas declaradas posteriormente
inconstitucionales - Cómputo del plazo.

"En la presente causa, por sentencia del Juzgado Cuarto Penal de San José del diecinueve de febrero de mil novecientos ochenta y
seis, se condenó al querellado (...) a sufrir la pena de cincuenta días multa a razón de mil colones diarios, como autor responsable del
delito de difamación en perjuicio de [...]. Asimismo se fijó el daño moral en la suma de un colón, las costas procesales en la suma de
cuatrocientos veinte colones y las personales en la suma de ciento cinco colones con veinticinco céntimos. El once de marzo siguiente
(sean catorce días hábiles después) el defensor [...] presentó recurso de casación contra aquel fallo, el cual fue denegado
reiteradamente tanto por el Juzgado dicho como por esta misma Sala cuando conoció del recurso de queja, por estimarse que la
redacción original del inciso 2° del artículo 474 del Código de Procedimientos Penales no autorizaba al imputado ni a su defensa para
recurrir en casación en esas circunstancias. Posteriormente, en la sentencia N° 719-90 de las 16:30 hrs. del 26 de junio de 1990, la
Sala Constitucional anuló y tuvo por no puestas las limitaciones al derecho de recurrir en casación a favor del imputado, contra toda
sentencia penal por delito. Para tales efectos estimó, entre otras cosas, que "...la norma invocada artículo 8.2 inciso h) de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos (...), es absolutamente clara e incondicionada, en cuanto reconoce como derecho
fundamental de todo ser humano, imputado en una causa penal por delito, el de recurrir del fallo para ante un superior...". A la vez
agregó que "... concretamente, el artículo 474 incisos 1° y 2° del Código de Procedimientos Penales al restringir el recurso de casación
contra el fallo penal condenatorio a los casos de condena por dos o más años de prisión y otros, en juicio común, o por más de 6
meses de prisión u otros, en el de citación directa, viola la norma invocada del artículo 8.2 inciso h) de la Convención Americana de
los Derechos Humanos, por lo que deben tenerse por derogadas esas restricciones, y por otorgado el recurso contra toda sentencia
penal por delito sin ninguna excepción...". Pero la Sala Constitucional no se limitó a declarar la inaplicabilidad de esas normas, sino
que además señaló, con evidente efecto vinculante, que esa declaratoria era retroactiva a la fecha de promulgación del Código, y para
ello estableció un plazo de quince días, a partir de la publicación de la reseña de ese fallo en el diario oficial La Gaceta, para que se
ejercitara el derecho de recurrir en casación, en los casos juzgados con anterioridad a esa fecha. Es evidente que esta disposición
está haciendo referencia a los casos anteriores, porque en los futuros bastaba con tener por no puestas las limitaciones para recurrir,
de modo que el derecho le correspondía a todo condenado por delito, dentro del plazo que establece la ley. Para los casos anteriores
la Sala Constitucional dió una solución estableciendo un plazo a futuro para presentar el recurso, que contaba a partir de la
publicación de la reseña en el diario oficial.

Sin embargo, si a ese momento se otorgaba un nuevo plazo para que las personas condenadas por delito ~ue no habían formulado
re~rso alguno- presentaran un recurso de casación para conocer de la sentencia condenatoria dictada tiempoatrás, induso años
(prácticamente desde que el Código Procesal fue promulgado), es obvio conduir entonces, que también debían ser admitidos los
recursos presentados con anterioridad a que caducrra dicho plazo, induso desde antes que comenzara a correr y que fueron
rechazados exciusivamente porque los inaso~ 12 y ~ del artículo474 -dedaradosinconstitudonales- lo impedían. De lo contrario
tendríamos que concluir que el derecho de impugnarno lo tenía aquel imputado diligente que formuló recurso de casación dentro de
los quince días siguientes al fallo, es decir en tiempo, y a quien se le rechazó el recurso porque el monto de la pena impuesta no lo
autorizaba según las limitaciones vigentes en aquella fecha previstas en los incisos 1° y 2° del artículo 474 citado; pero tal derecho
absurdamente sí lo tenía quien no recurrió en tiempo, pero lo venía a hacer mucho después, dentro del nuevo plazo que concedió la
Sala Constitucional al pronunciarse sobre este tema. La verdad es que de acuerdo con los principios expuestos en el fallo de la Sala
Constitucional, antes referido, ambos deben tener derecho al recurso, tanto aquel que había presentado su impugnación en tiempo y
que le fue rechazada sólo porque el monto de la pena no lo autorizaba según aquellos incisos del 474, cuanto el que sin haber
formulado recurso con anterioridad lo venía a hacer dentro del nuevo plazo de quince días que otorgó la Sala Constitucional, a partir
de la publicación de la reseña de su sentencia en La Gaceta. Para tales efectos, basta que quien formuló la impugnación en tiempo,
pero que le fue rechazada con base en las normas inconstitucionales, manifieste ahora su interés en que el recurso sea conocido por
esta Sala y que objetivamente exista ese interés jurídico. Desde luego ello no significa que el recurso deba ser admitido y sustanciado,
pues para ello debe cumplir también con todos los demás requisitos exigidos por la ley. Por todo lo anterior y por estar sustentada en
normas declaradas posteriormente inconstitucionales, se anula la resolución de esta Sala N° 335-A de las catorce horas del
veinticinco de setiembre de mil novecientos ochenta y seis, que resolvió el recurso de queja [...], así como todas las demás
resoluciones posteriores que de una u otra manera hayan denegado el derecho de recurrir para el imputado en este asunto, pero sólo
en ese extremo. En su lugar se declara con lugar el recurso de queja, y se ordena al Juez Cuarto Penal de San José sustanciar el
recurso de casación presentado. Por esa razón debe ese Tribunal dejar sin efecto todas las acciones dirigidas a ejecutar lo resuelto en
el fallo. En virtud de lo expuesto corresponde examinar de oficio el problema de la prescripción de la acción penal En tal sentido es
evidente que en la presente causa el querellante no estaba obligado a instar el curso del procedimiento desde que se dictó la
sentencia condenatoria del Juzgado Penal. Lo anterior porque, en primer término, la solución no le resultó adversa y en consecuencia,
no estaba interesado (ni tenía legitimación) para impugnarla. Pero también porque los Tribunales que hemos intervenido en este
asunto desde aquel momento y hasta ahora habíamos venido sosteniendo la tesis de que dicho fallo era irrecurrible con base en
disposiciones legales que fueron luego declaradas contrarias a la Constitución, en cuyo caso se estimó que la sentencia había
quedado firme, y que el deber del querellante de continuar instando el curso del procedimiento también había concluido.

En consecuencia ahora no podríamos estimar que ha corrido el plazo de prescripción a que se refiere el inciso 4° del artículo 82 del
Código Penal porque el procedimiento ha estado paralizado más de un año, por dos razones jurídicas básicas. En primer término
porque no le correspondía al querellante sino al querellado instar el curso del procedimiento y solicitar, como lo hace ahora la defensa,
la aplicación del fallo de la Sala Constitucional que dejó sin efecto las normas que limitaban el derecho de recurrir en casación. En
segundo lugar, por aplicación de un principio elemental de justicia y equidad, según el cual no puede correr la prescripción de la
acción penal contra una parte que no está en el deber de instar la continuación del curso del procedimiento. En efecto, un principio
básico de derecho, que sustenta la razón de ser de la prescripción de la acción penal, nos indica que la prescripción constituye una
sanción procesal contra el sujeto que debió realizar una o varias actuaciones en un determinado plazo, y que por no hacerlas el
asunto no podía dejarse en suspenso en forma indefinida. Se trata de una exigencia que busca la seguridad y la certeza para que se
defina una situación jurídica, y ésta no quede sin resolverse en forma prolongada. La aplicación de este principio básico de justicia se
encuentra respaldada por el artículo 42 del Código Civil al disponer que "los principios generales del Derecho se aplicarán en defecto
de norma escrita, uso o costumbre, sin perjuicio de su carácter informador del ordenamiento juridico". Por lo anterior y tomando en
consideración que la ley procesal no regula el problema relativo al curso o no de la prescripción de la acción penal en un caso tan
particular como el presente, debe concluirse que ésta no corrió (y estuvo suspendida) durante el tiempo transcurrido desde que se
dictó el fallo del juzgado penal hasta que quede firme esta resolución." 1993. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 177-A de las 9,30
hrs. del 7 de mayo.

23. PRESCRIPCION - Suspensión - La interposición de acción de inconstitucionalidad es cuestión prejudicial.

"[...] en el cómputo de ese plazo [prescripción] no debe contarse el tiempo que el asunto se encuentre paralizado por la interposición
de una acción de inconstitucionalidad, de conformidad con el artículo 83 del Código Penal, en cuanto dispone que "...se suspenderá la
prescripción en el caso de que surja en el proceso una cuestión prejudicial", como resulta ser la acción judicial dicha." 1993. SALA
TERCERA DE LA CORTE, N° 492-F de las 11,00 hrs. del 31 de agosto.

24. PRINCIPIO DE DEFENSA - Inexistencia de violación por distinta calificación jurídica.

El imputado, en su escrito de folio 23, amplía los fundamentos de su recurso por violación al debido proceso u oportunidad de defensa,
alegando que fue requerido e indagado por el delito de Abusos Deshonestos, pero que en la sentencia se le condenó por el delito de
Corrupción Agravada. Señala el recurrente que la recalificación obedeció a que durante el debate el Psicólogo [...], además de haber
ratificado las conclusiones de las pruebas realizadas a la ofendida, también aclaró "que la niña crea fantasías compensatorias de su
estado emocional bastante desgraciado", lo cual fue un hecho nuevo que se suscitó en el momento del debate, sobre el cual no fue
requerido ni indagado, que le fue imposible valorar, refutar o defenderse en el momento por no disponer del tiempo necesario. Debe
rechazarse este motivo toda vez que, conforme al artículo 397 del Código de Procedimientos Penales "En la sentencia, el tribunal
podrá dar al hecho una calificación jurídica distinta a la del requerimiento fiscal o auto de elevación a juicio...", razón por la cual el
procedimiento seguido por el a quo en forma alguna violenta las garantías constitucionales del imputado, ni contraviene las normas
procesales cuya inobservancia se acusa en el recurso. El objeto del proceso es el acontecimiento histórico investigado y no la figura
jurídica con que se le ha calificado. Esta última es siempre provisional, susceptible de ser modificada en cualquier momento, sin
necesidad de realizar una nueva intimación al imputado. Apunta la doctrina que «No cabe confundir, pues, el aspecto fáctico con el
jurídico-penal, es decir, la situación de hecho que el actor penal pone en tela de juicio cuando se la atribuye al acusado, incluso, en la
ampliación oral, con la valoración de derecho sustantivo de esa situación. Una cosa es afirmar la existencia de un hecho, de una
conducta humana, de un acontecimiento histórico determinado que se presupone que tuvo realidad, y otra distinta es evaluarlo,
calificarlo, ponerlo en relación lógica con la ley penal, verificar si la situación fáctica admitida encuadra en una hipótesis abstracta de
esa ley, para darle un nomen iuris, o lo que es igual, para reconocer los elementos constitutivos de un tipo o figura penal. Aunque la
acusación... debe contener tanto la enunciación del hecho imputado como la pretendida calificación legal, para individualizar la
imputación y facilitar la defensa (lo que no puede negarse), basta que la correlación aludida verse sobre el hecho, de modo que el
Tribunal de sentencia tiene libertad para "elegir la norma" que considera aplicable al caso. Si ese Tribunal estuviera vinculado a la
calificación legal que propugna el actor, si debiera limitarse a aceptar o rechazar en la sentencia la pretensión represiva tal como fue
formulada por el acusador, la función jurisdiccional sufriría un menoscabo que en realidad no impone el derecho de defensa. Como
bien se ha dicho, el Tribunal no juzga sobre la corrección del juicio jurídico-penal del acusador, sino sobre el hecho que él mismo
atribuye al imputado» (VELEZ MARICONDE, Alfredo: Derecho Procesal Penal, Córdoba, Marcos Lerner Editora Córdoba 5. R. L.,
tomo II, la. reimpresión, 3° edición, 1982, pág. 236). La misma Sala Constitucional, al evacuar la consulta preceptiva sobre este
recurso, indicó que "...el tribunal está facultado para variar la calificación, según lo autoriza el numeral 397 citado, pero sin alterar el
cuadro fáctico intimado, circunstancia ésta que no lesiona las garantías en comentario" (Sala Constitucional, N° 2832-93 de las 9:06
hrs. del 18 de junio de 1993, visible de folios 44 frente a 45 vuelto).

Como se dijo anteriormente, tanto el requerimiento de elevación a juicio como la relación de hechos probados de la sentencia
coinciden con respecto a los elementos relevantes, necesarios y suficientes para incriminar la conducta que se está juzgando, de tal
forma que las circunstancias o particularidades que rodearon el hecho acreditadas por el a quo no contenidas en la acusación -
referentes al estado emocional de la menor-, carecen de la relevancia que pretende darles el impugnante y no afectaron en forma
alguna el derecho de defensa del encartado, ya que, como se indicó, la sentencia condenatoria y la acusación son idénticos en cuanto
a la determinación de los elementos de hecho necesarios para juzgar la conducta del imputado, guardando entre sí la correlación
jurídica que es menester para determinar los límites de la cosa juzgada y preservar el principio constitucional de inviolabilidad de la
defensa, pues no se coartó en forma alguna al imputado o su defensa la posibilidad de contradecir las circunstancias de modo, tiempo
y lugar de valor penal que constituyeron el objeto del juicio (en este sentido véase DE LA RUA, Fernando: El Recurso de Casación en
el Derecho Positivo Argentino, Buenos Aires, Víctor P. de Zavalia-Editor, 1968, pág. 139, y: VELEZ MARICONDE, Alfredo: op. cit.,
págs. 233 a 242). Se dedara sin lugar este reclamo." 1993. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 574-F de las 10,00 hrs. del 22 de
octubre.

25. QUERELLA - Actuación de querellante que no requiere poder especial.

"El recurrente, licenciado [...],en el primer motivo del recurso por la forma denuncia la violación de los artículos 87 y 432.2 del Código
de Procedimientos Penales, con relación al 41 de la Constitución Política y 146 del Código de Procedimientos Penales. En el segundo
motivo del recurso de forma refiere el quebrantamiento de los artículos 67 y 87 del Código de Procedimientos Penales, con relación al
artículo 41 de la Constitución Política. Deduce que en las dos oportunidades en que fueron convocados a debate el querellante se
presentó con abogado, pero éste no tenía poder especial, razón por la cual solicitaron se declarara desistida la acción, solicitud que
les fue rechazada por el Juzgado Penal. Estima la defensa que el artículo 87 citado exige que el querellante puede actuar en el
proceso sólo por medio de mandatario especial. Los reclamos no son atendibles. El artículo 87 ibídem dispone que "El querellante y
las partes civiles sólo podrán actuar con patrocinio letrado, o hacerse representar por un abogado; el primero, con mandato especial".
Esa norma no puede ser interpretada en los términos en que lo refiere el recurrente porque constituiría una clara y evidente
disminución de los derechos constitucionales del querellante. En efecto, si admitimos que el querellante no puede actuar
personalmente en el proceso aunque se haga acompañar de un abogado, salvo que lo haga por intermedio de un mandatario con
poder especial, ello le cercenaría derechos fundamentales consagrados en la Constitución, tales como el acceso a la justicia y su
derecho a recurrir en forma directa a los Tribunales, en una materia en que ningún órgano público lo sustituye, es decir en delitos
perseguibles sólo con querella del propio ofendido, donde la acción no es pública ni se inicia de oficio por iniciativa del Ministerio
Público (Artículos 27 y 41 de la Constitución Política; 3, 428, 431 del Código de Procedimientos Penales). Además, exigir en todos los
supuestos el mandato especial y negarle al querellante la posibilidad de actuar personalmente, aunque se haga acompañar de
abogado, equivaldría también a violar la esencia misma del mandato, que regula el Derecho Civil, pues esa figura jurídica descansa,
entre otros supuestos, sobre la base de que el mandante siempre puede asumir en forma directa su propia representación, o bien
puede revocar o sustituir el mandato ( artículos 1251 y 55. del Código Civil). En realidad y conforme ya lo ha interpretado esta Sala
(véase sentencia N° 605-F de 9:05 hrs. del 18 de diciembre de 1992), debe entenderse que el artículo 87 del Código de
Procedimientos Penales exige mandato especial cuando el querellante quiere hacerse representar durante el trámite de la querella
para alguna actuación, pero ese mandato no es necesario cuando el propio querellante asume su propia representación, caso en el
cual basta que se haga acompañar de abogado que lo patrocine, conforme esa misma disposición legal exige. Por lo expuesto debe
declararse sin lugar el reclamo." 1993. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 460-F de las 14,30 hrs. del 20 de agosto.

26. QUERELLA - La falta de precisión del monto de la pena solicitada no está sancionada con nulidad.

"En el cuarto motivo del recurso se acusa la violación de los artículos 144, 389 inciso 6) (sic) y 400 inciso 4) del Código de
Procedimientos Penales, porque el letrado que patrocinó a la querellante no indicó en el momento de emitir sus conclusiones la pena
que se debía imponer a los imputados. No lleva razón el recurrente, pues si bien el acusador privado tiene el deber de solicitar la
condenatoria señalando la pena que debe imponerse al querellado, lo cierto es que la falta de tal precisión respecto al monto no está
sancionada procesalmente con nulidad, razón por la cual en este caso resulta suficiente con su solicitud de que "...se les imponga la
pena pertinente" (cfr. acta de debate a folio 32, líneas 7 y 8). La omisión de esa especificación, en principio, tan solo afectaría al propio
querellante, en el caso eventual de que intente impugnar la sentencia absolutoria (véase el artículo 473 inciso 2° del Código de
Procedimientos Penales), razón por la cual debe rechazarse este reclamo por falta de interés del recurrente." 1993. SALA TERCERA
DE LA CORTE, N° 493-F de las 14,10 hrs. del 31 de agosto.

27. RECURSO DE CASACION - Remisión del proceso a Alcaldía de Faltas y Contravenciones no le pone fin a la acción

"Por resoluciones dictadas en el Juzgado Primero de Instrucción de Alajuela, a las 11:00 hrs. del 19 de abril de 1993 [...], y en el
Tribunal Superior Penal de Alajuela, Sección Tercera, a las 13:00 hrs. del 16 de junio de 1993 [...], se acogió una excepción de
incompetencia material, en virtud de la cual se recalifican los hechos bajo conocimiento judicial a la contravención de desobediencia a
la autoridad, establecida por el artículo 392.3 del Código Penal. Contra el último de dichos autos, que confirmó el primero al resolver
en apelación, formula recurso de casación la representante del Ministerio Público [...]. El criterio de esta Sala, es que el auto
impugnado tiene como consecuencia la remisión del proceso a conocimiento del Alcalde de Faltas y Contravenciones, de manera que
no pone fin a la acción, dado que la misma seguirá tramitándose en la Alcaldía. De acuerdo a esto, no tiene recurso de casación al no
tratarse de un auto que ponga fin al proceso en los términos del artículo 472 del Código de Procedimientos Penales. En razón de lo
anterior lo procedente es declarar erróneamente concedido el recurso. Se reitera de esta forma el criterio emitido por esta Sala en auto
N° 613-A, a las 11:10 hrs. del 4 de diciembre de 1992. Lo anterior se resuelve así sin perjuicio de lo que pueda disponerse ante un
eventual incidente o conflicto sobre la competencia para conocer de este asunto." 1993. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 409-A
de las 11,05 hrs. del 17 de setiembre.

28. SENTENCIA - Criterios sobre la redacción y lectura.

"En el segundo motivo del recurso acusa la violación a los artículos 396 y 421 del Código de Procedimientos Penales. Expone el
impugnante que una vez cerrado el debate fue leída la parte dispositiva del fallo, y al siguiente día todavía no existía «la sentencia
documento» en limpio y firmada. Solicita en consecuencia modificar el criterio de esta Sala de Casación, que otorga valor a la
sentencia leída en borrador, y se declare la nulidad de la resolución impugnada. Debe rechazarse el motivo. Consta en el acta de
debate [...] que la sentencia de instancia fue dictada por el Juez Penal, verbalmente al término de la audiencia; y según los informes
de la Secretaria y Prosecretaria del Juzgado Penal de Limón [...], el fallo debidamente documentado estuvo a disposición de las partes
un día después del debate. Es criterio de la mayoría de esta Sala que no se lesionaron los derechos de defensa, porque los motivos
del juzgador fueron conocidos oralmente apenas se cerró el juicio, de tal modo que se mantuvo la inmediación; y, por otra parte, para
la documentación del fallo no transcurrió un tiempo excesivo que evidencie un perjuicio a las partes. Acerca del tiempo para la
redacción y lectura de la sentencia, se han venido estableciendo una serie de criterios que es menester citar: Se ha considerado que
lo óptimo y apegado a derecho es la redacción y firma del fallo inmediatamente concluido el debate. Empero la violación de esta regla
solo causa nulidad cuando existe interés, cual sería el caso de duda sobre la identidad del Juez o tribunal, por ejemplo cuando no
asiste a la lectura; en sentido contrario si está presente cuando notifica públicamente el veredicto, es aceptable la lectura de un
borrador y la suscripción tardía. Lo importante es que la irregularidad no impida a los interesados conocer los motivos del tribunal y la
oportunidad de impugnarlos. El retardo es inadmisible cuando supera los límites de lo razonable, pero está plenamente justificado
cuando lo complejo del asunto o una extensa y necesaria redacción así lo imponen. «En estos casos la falta de firma, con el Juez
presente, no lesiona derechos fundamentales de las partes, razón por la cual apreciamos esa nulidad como excesiva y legalista. En el
presente caso, al llegar el expediente a la Sala de Casación, verificamos que la sentencia sí se encuentra firmada por todos los jueces
que intervinieron en el debate. Entonces, el vicio no consiste en ausencia de firma, porque a este momento la sentencia se encuentra
suscrita por todos los jueces.

Se trata de un problema que debe calificarse exdusivamente como de firma tardía... Distinta pudo haber sido la solución si existiere
alguna duda sobre la identidad de los jueces que concurrieron a dictar sentencia, lo que no ocurre en el caso de autos. En este sentido
es conveniente agregar que no hay ninguna duda sobre quienes fueron los jueces que estuvieron en el debate, pues se trata de los
mismos que estuvieron también en la deliberación, tomaron las decisiones plasmadas en la sentencia, la redactaron y firmaron, por lo
que tampoco podría estimarse afectado el principio sobre la identidad física del juzgador.» (N° 449-F, de las 8:15 hrs. del 2 de octubre
de 1992. Ver también N° 205-F, 9:49 hrs. del 10 de mayo de 1991) Y en cuanto la lectura en borrador, como consecuencia necesaria
de un caso complejo o de una extensa redacción, se ha dicho: «En efecto, se aprecia de la constancia del Secretario del Juzgado
Penal de la ciudad de Grecia que aunque la sentencia se encontraba "lista en borrador" a la hora fijada para su lectura, tal acto no fue
posible realizarlo ya que "por lo extensa de la misma no fue posible transcribirla en limpio", por lo que hasta al día siguiente "se
informa a las partes sobre el resultado del fallo"... el presente es uno de esos casos excepcionales que se encuentra dentro de los
parámetros analizados, por su especial complejidad, no solo por la extensión del fallo sino por la materia tan sensible... que no se
observa violación alguna al derecho de defensa en lo que se refiere a la notificación del fallo desde que, como se dice en la
constancia antes indicada, aquél se encontraba "listo en borrador" a la hora dispuesta para su lectura (lo que implica que el juez dictó
sentencia inmediatamente después del debate) y el imputado fue puesto en conocimiento de lo resuelto, así como los demás
interesados, teniendo oportunidad de ejercer su derecho de recurrir como ciertamente hizo. Dentro de tal panorama resulta
incuestionable que se alcanzaron los efectos del acto que se discute y que de la situación aquí examinada -dadas sus especiales
características- no derivaría más que una nulidad por la forma (nulidad por la nulidad misma, esto es, sin perjuicio o interés real) que
no debe prevalecer en este particular asunto.» (N° 496-F, 11:30 hrs. del 23 de octubre de 1992). Como ya se dijo, en este caso no
existe violación de los derechos de defensa, toda vez que la motivación fue comunicada oralmente al finalizar el debate, y para el
conocimiento documental del fallo únicamente transcurrió un día, que es razonable si se ve la redacción. Se entiende que el plazo
para recurrir en casación fue prorrogado por un día, y no fue afectado el derecho de defensa, dada la existencia de este recurso.
Estamos ante uno de los casos de excepción, subsanado por no haberse causado indefensión alguna; apreciación que se hace de
acuerdo al criterio de la Sala Constitucional, expuesto en voto N° 1502-92, de las 14:00 hrs. del 10 de junio de 1992. Debe agregarse
que esta Sala no comparte el criterio del recurrente, en cuanto a la interpretación que hace la citada resolución de la Sala
Constitucional, pues esta dice claramente -con carácter erga omnes y fuerza vinculante- que el tribunal de casación en ejercicio de las
potestades de ley, puede apreciar los casos en que se justifica una situación como la que ahora se resuelve. Por lo anterior se rechaza
el reproche." 1993. SALA TERCERA DE LA CORTE, N° 469-F de las 15,15 hrs. del 20 de agosto.

29. SENTENCIA - Posibilidad de aplicarse una sola de las calificaciones dadas por el querellante.

"Como tercer reclamo del recurso por la forma, el licenciado [...] acusa el vicio de falta de fundamentación del fallo de mérito, para lo
cual cita los artículos 39 y 41 de la Constitación Política, 106, 395.2, 400.4 y 400.5 del Código de Procedimientos Penales. Al deducir
el motivo advierte que la acción penal se formuló por los delitos de «injurias, calumnias y difamación», pero no se pronuncia sobre los
dos últimos violando con ello el principio de defensa en juicio y el debido proceso. El reproche debe rechazarse. El objeto sustancial
del proceso es un hecho, que a través de la prueba puede acreditarse o desvirtuarse; no se juzgan calificaciones jurídicas. Por esa
razón el tribunal de instancia -en tanto no modifique la especie fáctica investigada- tiene la facultad de calificarla de acuerdo al tipo
penal correspondiente. Solamente si es modificado en sentencia el hecho de la imputación, se estaría violando el derecho de defensa
y el debido proceso; pero no se dan tales violaciones cuando se califican los hechos probados, porque en todo momento el encartado
ha sabido de qué se le acusa y cuáles pruebas sirven a dicha imputación. En el presente caso, el Juez Primero Penal de San José
tuvo por acreditado el núcleo de los hechos atribuidos por el querellante al querellado, y dio la calificación legal. No dejó de resolver
hechos por lo que no se ha violentado en ninguna forma el debido proceso. Si de las tres calificaciones dadas por el querellante, solo
se aplicó una en el fallo, es claro que el a quo estima que únicamente ésta es aplicable a los hechos. Para una fundamentación más
completa, lo recomendable es indicar por qué no tienen incidencia en el proceso los otros tipos penales, pero el no referirlos no es
causal de nulidad. Además, no existe interés procesal en la sanción solicitada, porque de haberse condenado por los otros delitos en
concurso solo vendría a perjudicar a los imputados. Por lo expuesto, se rechaza el motivo." 1993. SALA TERCERA DE LA CORTE, N°
460-F de las 14,30 hrs. del 20 de agosto.
JURISPRUDENCIA PENAL DE LA SALA CONSTITUCIONAL

Martín Rodríguez Miranda


Defensor Público

JURISPRUDENCIA CONSTITUCIONAL

INDICE:

1.- CONCURSO REAL RETROSPECTIVO. Reglas generales para la unificación de penas.

2.-CONCURSO REAL RETROSPECTIVO. Adecuación de penas en sentencias pendientes.

3.- EXCARCELACIÓN. Facultades de oficio del juzgador, no es admisible la audiencia previa a las partes.

4.- EXCARCELACION. Revisión de oficio o a solicitud de parte antes de los tres meses.

5.- EXCARCELACION. Posibilidad de revocatoria ante una sentencia condenatoria.

6.- EXTRADICIÓN. Naturaleza jurídica.

7.- EXTRADICIÓN. Plazo para la recepción de prueba y para la detención.

8- DETENCION. Definición de "indicio comprobado".

9.- INCONSTITUCIONALIDAD DEL ARTÍCULO 230 DEL CODIGO PENAL. Necesidad e importancia del Bien Jurídico
Tutelado.

10.- JURISDICCION CONSTITUCIONAL. Posibilidad excepcional de valorar prueba.

11.- JUSTICIA PENAL JUVENIL. Aplicación de todas las garantías que goza el imputado en un proceso penal de adultos.

12. - MINISTERIO PUBLICO. Naturaleza Jurídica y funciones.

13.- LIBERTAD DURANTE EL PROCESO. Excepciones calificadas a la regla.

14.- LIBERTAD Y DERECHO PENAL. Necesidad social imperiosa para su restricción.

15.- PENA. Derecho del condenado ante las discrepancias en el cálculo de la pena.

16.- PRINCIPIO DE CULPABILIDAD. Inconstitucionalidad del artículo 384 inciso 10 del Código Penal.

17.- PRISION PREVENTIVA. Carácter excepcional de la medida.

18.- PRISION PREVENTIVA. Razones procesales objetivas para su prolongación en materia de narcotráfico.

19.- PRIVACIÓN DE LIBERTAD. Condiciones materiales mínimas para el tratamiento de los reclusos.

20.- REBELDIA. Obligaciones del imputado.

21.- REGIMEN PENITENCIARIO. Absoluto respeto a la dignidad de las personas.

22.- SENTENCIA. Prohibición de ser modificada por el propio juez.

DESARROLLO:
1. CONCURSO REAL RETROSPECTIVO. Reglas generales para la unificación de penas.

"...El concurso material retrospectivo existe cuando, habiendo sido juzgados varios delitos atribuidos a un mismo agente
en procesos diferentes, es necesario aplicar la limitación de pena establecida por el artículo 76 del Código penal. Según
este artículo deben aplicarse las penas correspondientes a todos los delitos cometidos no pudiendo exceder del triple de
la mayor y en ningún caso de cincuenta años de prisión. Si hubo procesos distintos por acciones en concurso real
atribuidas a un mismo agente, pero las penas no chocan con el artículo 76 Código Penal, no se presenta la figura del
concurso real retrospectivo. El concurso material retrospectivo existe pues, para corregir los defectos en cuanto a
penalidad y monto de la misma, que puedan derivarse del juzgamiento separado de acciones que integraban entre sí el
concurso real, de manera que aplicando retroactivamente las reglas que rigen su penalidad, puedan unificarse todas las
penas impuestas, a fin de que entre sí, de su suma, no excedan del triple de la pena mayor impuesta, ni excedan de los
cincuenta años...". SALA CONSTITUCIONAL, Voto No. 2500 de las 15:30 horas del 7 de mayo de 1997.-

2. CONCURSO REAL RETROSPECTIVO. Adecuación de penas en sentencias pendientes.

"...Se trata de una «adecuación» de penas por delitos y sentencias que no tienen entre sí relación alguna ni posibilidad de
unificación a tenor de lo dispuesto por el artículo 23 del Código de Procedimientos Penales, o bien de un grupo de
sentencias que entran en concurso material retrospectivo entre sí, y cuya unificación ya se dio, en su relación con otras
sentencias que resultan ajenas a esos presupuestos y que, o se están descontando ya o no se han descontado aún.
Hablamos de la interpretación que de los alcances del numeral 51 citado ha dado la Sala y que, siguiendo la voluntad
expresa del legislador, ha permitido la «creación», por desprenderse así de la voluntad legislativa, de la posibilidad de
adecuación de las penas, cuando éstas, pese a que no estén entre sí en relación concursal alguna, en los términos
expuestos, impliquen que en su cumplimiento, por ser penas sucesivas, se pueda llegar en un determinado momento, a
que una persona, por el total de penas impuestas y que le falten por descontar, sobrepase en cuanto a estas últimas, los
cincuenta años... Procede en consecuencia la «adecuación» de que habla la Sala según la interpretación del artículo 51,
con relación al artículo 40 constitucional, si la pena impuesta sumada a lo que falta al imputado por descontar de la pena
que sufre en ese momento, más las que aún no ha descontado, superen los cincuenta años de prisión, de modo que el
descuento sucesivo que de ellas se hiciera, implicaría la imposición de una pena cuya duración y dimensiones sobrepasan
el límite impuesto por el legislador y constituyen una violación a lo dispuesto por el numeral 40 de la Constitución Política.
Esta interpretación debe ser así, aunque ello pudiera eventualmente implicar que el acusado no llegue a descontar
efectivamente algunas de las penas impuestas, pero es el precio que ha de pagarse al tenerse en cuenta el respeto de la
dignidad humana y la prohibición de penas perpetuas, inhumanas o degradantes, como lo constituye de hecho una
prolongada estadía en prisión." SALA CONSTITUCIONAL, Voto No. 2500 de las 15:30 horas del 7 de mayo de 1997.-

3. EXCARCELACIÓN. Facultades de oficio del juzgador, no es admisible la audiencia previa a las partes.

"...El artículo 312 del Código de Procedimientos Penales no faculta, sino más bien, obliga al juez a revocar y reformar del
oficio el auto de excarcelación, al disponer que el beneficio "deberá revocarse cuando el imputado no cumpla con las
obligaciones impuestas, o no comparezca al llamamiento del Juez sin excusa bastante, o realice preparativos de fuga, o
cuando nuevas circunstancias exijan su detención." La naturaleza de la prisión preventiva como medida de carácter
cautelar y excepcional es, como bien lo indica su nombre, el prevenir que se den hechos que puedan acarrear un perjuicio
para terceras personas o bien para la misma administración de justicia, pues en éste último supuesto, se garantiza que el
imputado estará a la orden del tribunal cuando se le requiera para la realización de un acto procesal, o bien que no se
sustraerá de la eventual condena a prisión que le pueda ser impuesta.

II.- Esta Sala es del criterio que no puede obligársele a una autoridad judicial a que previo a revocar el beneficio de
excarcelación, realice una especie de procedimiento de carácter sumario en el que esté obligado a conceder audiencias al
imputado, admitir y valor pruebas presentadas, y así determinar al fin si los motivos por los cuales revocó el beneficio son
verdaderamente ciertos. Admitir algo así, iría en contra de la celeridad procesal y de las facultades de las que goza el
juzgador para valorar los elementos probatorios que le servirán de base para fundamentar en forma razonada sus
resoluciones. En cada una de las resoluciones que dicta el juez (auto de procesamiento, falta de mérito, prisión preventiva,
e inclusive al momento de resolver recursos, etc.) el juez se basa en prueba testimonial y debe valorar conforme a las
reglas de la sana crítica, si determinado testigo merece o no merece credibilidad. Sería ilógico que para dictar cualquier
resolución de carácter represivo, tomando en cuenta lo dicho por un testigo, el juez tenga que dar audiencia al imputado
para éste manifieste si es o no cierto lo que declaró." SALA CONSTITUCIONAL, Voto No. 1517-97, de las 10 horas del
14 de marzo de 1997.-

4. EXCARCELACION. Revisión de oficio o a solicitud de parte antes de los tres meses.

"... al tenor de lo dispuesto por el artículo 298 inciso 1) del actual Código de Procedimientos Penales, por principio
general, no procede la excarcelación del acusado antes de que hayan transcurrido tres meses desde que se acordó su
prisión preventiva, siendo que en el caso bajo examen no ha transcurrido dicho plazo. En reiteradas oportunidades se ha
dicho que esa disposición no es una norma rígida, sino que debe integrarse con lo preceptuado en el artículo 294 del
mismo Código, de conformidad con el cual el juez está facultado para revocar la prisión preventiva, aún antes del plazo de
tres meses desde que se acordó, si las condiciones que motivaron su imposición han variado. Esta revisión la puede
realizar el juez de oficio o a petición de parte; no obstante, si el interesado o su defensor presentan una solicitud de
excarcelación antes de haber transcurrido el plazo establecido en el inciso 1) del citado artículo 298, el juez bien puede
rechazar la gestión ad portas si estima que las circunstancias no han variado y, por ende, debe mantenerse la privación
de libertad del acusado, como en este caso. Con ello en modo alguno se lesiona el debido proceso o el derecho de
defensa, pues se trata de la procedencia o no de la libertad del acusado en atención a los fines del proceso, lo que, de
ninguna manera, prejuzga sobre su responsabilidad penal o limita su defensa en relación con la acusación y los hechos
que se le atribuyen." SALA CONSTITUCIONAL, Voto No. 0769-97, de las 10:33 horas del 6 de febrero de 1997.-

5. EXCARCELACION. Posibilidad de revocatoria ante una sentencia condenatoria.

"No lleva razón el recurrente al afirmar que el órgano jurisdiccional recurrido no está facultado para ordenar la detención
de su representado en consideración de que fue encontrado culpable de haber cometido el delito que se le imputó y que
no tiene domicilio fijo. Esta Sala ya ha aceptado en múltiples ocasiones que el hecho de una condenatoria, puede
constituir base suficiente para revocar una excarcelación concedida o acordar una prisión no dispuesta en la instrucción,
pues esa circunstancia hace variar el estado en que se encontraba el sometido a juicio antes de que se diera y en
algunos casos ser la causa de una evasión a la acción de la justicia. No es propiamente que el estado de inocencia que
goza el encausado mientras una sentencia firme no disponga lo contrario, decaiga, es que la situación del acusado frente
al proceso cambia y ese cambio puede alterar la relación de aquél con los fines del proceso y en consecuencia motivar se
disponga la restricción a la libertad, para proteger esos fines, fines que también tienen raigambre constitucional. Por lo
expuesto, el recurso es inadmisible y así debe ser declarado." SALA CONSTITUCIONAL, Voto No. 3025-97, de las 15:12
horas del 3 de junio de 1997.-

6. EXTRADICIÓN. Naturaleza jurídica.

"En criterio de la Sala, a los efectos que nos ocupan conviene recordar la naturaleza jurídica de la extradición.
Reiteradamente la Sala ha indicado que éste es un procedimiento sencillo al que se aplica, en primer término, el tratado
existente entre el país requirente y el país requerido, y a falta de éste o de disposiciones relacionadas con las
condiciones, el procedimiento y los efectos de la extradición se aplicará Ley de Extradición vigente. El procedimiento de
extradición encomienda al Juez Penal una función de garantía, es decir, de respeto a los valores y principios que hemos
adoptado como nación. No se pretende que el proceso de extradición juzgue al extraditable, menos aún, que entre a
resolver el fondo del asunto, lo que corresponderá al país requirente y no al requerido, lo anterior, debido a que no es
posible desde el punto de vista del orden fundamental que se juzgue dos veces a la misma persona por el mismo hecho,
aún cuando ello suceda en dos países diferentes." SALA CONSTITUCIONAL, Voto No. 1146-97, de las 12:33 horas del
21 de febrero de 1997.-

7. EXTRADICIÓN. Plazo para la recepción de prueba y para la detención.

La ley de extradición vigente prevé en el artículo 20 inciso e) un período de apertura a pruebas de "hasta veinte días", y
es necesario indicar al respecto que aunque el legislador no señaló qué tipo de prueba puede evacuarse en ese plazo,
resulta acorde con la naturaleza jurídica de la extradición afirmar que no se trata de prueba sobre el fondo del hecho que
origina la petición de extradición, sino de prueba sobre aquellos aspectos relacionados, a manera de ejemplo, con la
documentación que acompaña el Estado requirente o sobre la identidad de la persona, en caso de duda. Ahora bien, la
Sala estima que el Juez tomando en cuenta la naturaleza del hecho puede fijar un plazo prudencial dentro del plazo de
veinte días y que puede, inclusive, hasta ampliarlo en caso de que las circunstancias así lo exijan, todo, en aras de
potenciar el derecho de defensa como garantía integrante del debido proceso. En conclusión, la interpretación del artículo
9 inciso H) a la luz de las normas y principios del orden constitucional permite afirmar a la Sala que el Juez puede fijar un
plazo prudencial para la recepción y evacuación de la prueba, lo que hará de manera razonable, atendidas las
circunstancias del caso concreto....

...En todo caso y en relación con el plazo de detención del amparado debe indicarse que la Sala ha sostenido que como
no hay sanción procesal por el incumplimiento del plazo que establece el artículo 9 inciso b) de la Ley de Extradición
vigente, consiguientemente, debe entenderse que el mismo es ordenatorio y no perentorio, y que el transcurso del mismo
no conlleva la inmediata libertad del extraditable, tal como parece entenderlo la defensa del amparado. (en el mismo
sentido ver voto 5319-96 de las nueve horas quince minutos del once de octubre de mil novecientos noventa y seis)."
SALA CONSTITUCIONAL, Voto No. 1146-97, de las 12:33 horas del 21 de febrero de 1997.-

8. DETENCION. Definición de "indicio comprobado".

"I.- La detención como medida cautelar exige la existencia de un indicio comprobado, entendido como la existencia real
de una información objetiva capaz de producir un conocimiento probable de una imputación delictiva; la Constitución exige
que esa medida se prolongue lo menos posible, para eliminar la arbitrariedad, obligando a las autoridades a poner al
detenido en manos de los tribunales de justicia, dentro de las veinticuatro horas siguientes." SALA CONSTITUCIONAL,
Voto No. 3559-97, de las 15:18 horas del 25 de junio de 1997.-

9. INCONSTITUCIONALIDAD DEL ARTÍCULO 230 DEL CODIGO PENAL. Necesaria existencia de un Bien Jurídico
Tutelado.

"...El texto del actual artículo 230 del Código Penal dispone: "Artículo 230.- Será reprimido con prisión de un mes a un
año, el que indebidamente tuviere en su poder o fabricare ganzúas u otros instrumentos conocidamente destinados a
facilitar la comisión de delitos contra la propiedad." La norma transcrita presenta una técnica legislativa autoritaria, en la
cual se plasma un derecho penal de peligrosidad y de personalidad, amen de que la misma no tutela bien jurídico alguno.
En efecto, se trata de un delito de peligro abstracto, en donde el verbo en la descripción tipificadora es "tener en poder" o
"fabricar"... Nos encontramos ante un supuesto en donde el legislador dibujó una determinada conducta de la realidad
como conducta típica pero sin atender a la necesidad de establecer la prohibición ateniéndose a la efectiva tutela de un
bien jurídico. Con el delito de tenencia y fabricación de ganzúas y otros instrumentos, el legislador costarricense no
reprime una conducta que efectivamente lesione o haga peligrar al bien jurídico propiedad, sino que trata de evitar
conductas que eventualmente generarían -si se tratara de actos preparatorios- una delincuencia contra la propiedad. Esta
técnica legislativa no sólo es errónea sino también es contraria al principio de legalidad criminal, al hacer que se
criminalicen una gran gama de conductas que no afectan a la sociedad ni a los valores sociales. Dicha técnica lleva a
criminalizar situaciones que no son conductas, porque con el hecho de tener una ganzúa no se está violentando la
propiedad, pero existe "peligro" de que se utilice indebidamente. El legislador hace un pronóstico sobre la contingencia de
la conducta dañosa, la previene al penalizar estadios anteriores, donde no existe ningún bien jurídico lesionado, razón
ésta por la que no debería haber intervención estatal punitiva. Es importante agregar que los tipos penales de peligro
abstracto como el de estudio devienen en totalmente innecesarios ya que no existe posibilidad alguna de impunidad, pues
de todas maneras siempre habrá un tipo penal que recoja la protección al bien jurídico que aquí se trataría de proteger,
cuando efectivamente se lesione el bien jurídico, o se le haya puesto en evidente peligro por el actuar del sujeto (por
ejemplo en el delito tentado). Las descripciones típicas como la de estudio afectan el valor certeza del derecho tutelado
por el principio de legalidad criminal, razón por la que estamos ante un caso de inconstitucionalidad, al afectarse la
función de garantía del tipo penal." SALA CONSTITUCIONAL, Voto No. 6410-96, de las 15:12 horas del 26 de noviembre
de 1996.-

10. JURISDICCION CONSTITUCIONAL. Posibilidad excepcional de valorar la prueba.-


"No compete a esta Sala valorar la prueba existente en la causa contra el amparado, ni controlar o revisar la valoración
que de ella hagan los juzgadores, salvo el caso de que exista un evidente y grave error en la valoración probatoria, con
una incidencia tal que, llegado el asunto a conocimiento de esta sede por la vía del hábeas corpus, en que se encuentra
de por medio la libertad de una persona, resulte necesaria, por el bien fundamental que se encuentra en juego, la
constatación y el señalamiento de ese error, tratando de enmendar sus efectos con relación a la restricción de la libertad
que sufre el amparado y en la que juega un papel esencial. Salvo ese caso excepcional, no es ésta la jurisdicción
competente para valorar prueba y mucho menos para controlar la valoración realizada por los jueces penales. Si el
recurrente estima que existe violación a las reglas de la sana crítica, deberá plantear sus alegatos en la jurisdicción penal
correspondiente, haciendo expresa reserva de recurrir en casación si persiste la lesión a sus intereses." SALA
CONSTITUCIONAL, Voto No. 1776-97, de las 15:45 horas del 1º de abril de 1997.-

11. JUSTICIA PENAL JUVENIL. Aplicación de todas las garantías que goza el imputado en un proceso penal de
adultos.

"I.- Con la entrada en vigencia de la Ley de Justicia Penal Juvenil, Ley Nº 7576 de ocho de marzo de mil novecientos
noventa y seis, la justicia penal en materia de menores dio un giro vertiginoso abandonando el llamado Derecho Tutelar y
entró al ámbito de lo propiamente penal. La idea de esta nueva legislación es dotar, al menor acusado por la comisión de
un delito, de todas las garantías procesales que disfruta el imputado en un proceso penal de adultos, más aquéllas que
sean propias de la condición de menor. Así se desprende del contenido de los artículos 10 a 27 de la citada ley, que
integran el Capítulo II, Derechos y Garantías Fundamentales, del Título Primero. De modo que, aún cuando la protección
integral del menor y su interés superior son principios que rigen esa ley, que también debe buscarse la reinserción del
menor en la familia y en la sociedad como lo señalan los artículos 7 y 44, no debe olvidarse que se trata de materia penal
aplicable al menor y, por ende, deben adaptarse las disposiciones y principios del Código Penal, excepto en cuanto
contradigan lo expresamente contemplado en esta legislación (artículo 9). Así, al menor le asiste la presunción de
inocencia y debe probársele la comisión del delito, con la debida demostración de culpabilidad (artículo 15). En este orden
de ideas, también la restricción a la libertad, durante la tramitación del proceso, debe ser excepcional y sólo podrá
ordenarse en las circunstancias taxativamente contempladas por la ley (artículos 58 y 59) y la respectiva resolución debe
estar debidamente motivada, detención que cae dentro de lo preceptuado por el artículo 37 constitucional." SALA
CONSTITUCIONAL, Voto No. 1772-97, de las 15: 33 horas del 1º de abril de 1997.-

12. MINISTERIO PUBLICO. Naturaleza Jurídica y funciones.

"IIIo.- El Ministerio Público constituye una dependencia del Poder Judicial, que tiene como función primordial el ejercicio de
la acción penal, de conformidad con los términos que establezca la ley (artículo 39 del Código de Procedimientos
Penales); en otras palabras, es una organización judicial que procura mediante el requerimiento de la acción de los
órganos jurisdiccionales -cuando sea procedente-, que se establezca la verdad real de los hechos objeto del proceso
mediante una resolución justa. De esta manera, en el momento en que el Ministerio Público tenga conocimiento de una
noticia criminis, deberá practicar una información sumaria ajustada a derecho, a efecto de determinar si procede o no
requerir la acción jurisdiccional para que se investigue si se ha violado el ordenamiento jurídico en perjuicio del
conglomerado social, es por ello, que el Ministerio Público no ejerce una función de naturaleza jurisdiccional sino de
carácter requirente, ya que no tiene la facultad de decidir con autoridad de cosa juzgada material sobre los hechos que
conoce, sino de investigar y en consecuencia, de promover el ejercicio de la acción penal cuando de la información
sumaria que levante -la cual implica necesariamente recabar medios probatorios- determine que existen méritos para
solicitar a la autoridad jurisdiccional correspondiente que abra una causa penal en contra del acusado a fin de averiguar la
verdad real de aquellos. Con base en esas consideraciones, esta Sala no observa que la actuación impugnada por el
recurrente resulte ilegítima, toda vez que el Ministerio Público está facultado para determinar si existe mérito o no para
solicitar la apertura de un proceso penal, pero deberá solicitar tanto la desestimación de la denuncia, como el inicio del
proceso, a un juez. Por lo expuesto, el hábeas corpus resulta inadmisible y así debe declararse." SALA
CONSTITUCIONAL, Voto No. 3563-97, de las 15:30 horas del 25 de junio de 1997.-

13. LIBERTAD DURANTE EL PROCESO. Excepciones calificadas a la regla.

"El primer motivo alegado por la recurrente como fundamento de su recurso de hábeas corpus, se refiere al derecho de
gozar de libertad durante el proceso que le asiste a su defendido. Si bien es cierto, durante la tramitación de los procesos
penales, la libertad personal debe ser la regla, ello no implica que dicha regla no tenga sus excepciones calificadas, en
virtud de las cuales, en caso de comprobarse su concurrencia, se autoriza limitar la libertad en aras de asegurar la
sujeción del acusado al proceso, la averiguación de la verdad de los hechos y la aplicación de la ley penal. Si estos
objetivos se encuentran en peligro por cualquier circunstancia, es deber de los tribunales el adoptar las medidas
cautelares necesarias para evitar su frustración, incluida la privación de libertad del acusado (artículos 291, 297 y 298 del
Código de Procedimientos Penales)" SALA CONSTITUCIONAL No. 5396-95, de las 15:45 horas del 3 de octubre de
1995.-

14. LIBERTAD Y DERECHO PENAL. Necesidad social imperiosa para su restricción.

"I.- Costa Rica es un República democrática, libre e independiente, dice el artículo 1 de nuestra Casta Magna. Como toda
democracia, nuestro sistema parte de la base de que los ciudadanos somos libres, y es esa libertad la que nos permite
escoger la forma en que queramos desarrollar nuestras vidas. Podemos aprovechar esa libertad para desarrollar lo mejor
de nuestras calidades y capacidades, o bien para desperdiciarlas, lo cual también es parte del ejercicio de esa libertad.
Escojamos uno u otro camino, lo importante es que, en una democracia, quiénes somos o queremos ser, es una decisión
personal y no del gobernante de turno. Libertad esencialmente significa libertad de acción y elección, se puede utilizar
para bien o para mal, y quien decida escoger un camino contrario al orden social o a la moral y las buenas costumbres,
estará sujeto a las consecuencias que la ley señala, pues de otra forma, esa libertad ocasionaría un caos social. En
síntesis, cada cual puede vivir su vida como lo desee, dentro de las limitaciones propias que impone la vida en sociedad,
restricciones que son nada más que las necesarias para su misma supervivencia y la vigencia de sus valores
democráticos y constitucionales. Esta Sala sobre el tema señaló en su sentencia número 3550-92, citando
pronunciamientos del Tribunal Europeo (caso The Sunday Times, 6-XI-1980, pgr. 59) y a la Corte Interamericana de
Derechos Humanos (OC-5/85, 13-XI-1985, prg 46), que para que se imponga una restricción a la libertad, debe existir una
"necesidad social imperiosa", y que las restricciones "deben estar orientadas a satisfacer un interés público
imperativo, por otra parte, debe ser proporcional al interés que la justifica y ajustarse estrechamente al logro de
ese legítimo objetivo". La restricción debe ser entonces, excepcional, y por ende de interpretación restrictiva, de manera
que en caso de duda se prefiera siempre la libertad. En nuestro país, su marco de acción, esta fijado en el artículo 28 de
la Constitución que permite al ciudadano hacer -sin consecuencia legal-, todo aquello que no dañe la moral, el orden
público, o perjudique a terceros. Con base en esta norma, la ley no podrá invadir la esfera de autonomía e intimidad,
fuera de los supuestos previstos taxativamente en la propia Constitución. SALA CONSTITUCIONAL, Voto No. 7549-94, de
las 16:42 horas del 22 de diciembre de 1994

15. PENA. Derecho del condenado ante las discrepancias en el cálculo de la pena.

"...cuando existan discrepancias en cuanto a los cálculos de las penas, las propias autoridades administrativas deben
proveer al condenado la posibilidad de plantear sus diferendos ante el juez o tribunal que lo condenó, sea por medio del
Departamento Legal respectivo o asesorándole para que directamente plantee ante la autoridad competente ese extremo
que le interesa, lo anterior tomando en consideración las dificultades que para dicha tramitación tiene una persona que se
encuentra privada de libertad." SALA CONSTITUCIONAL, Voto Nº 2900-97, de las 16:09 horas del 27 de mayo de 1997.-

16. PRINCIPIO DE CULPABILIDAD. Inconstitucionalidad del artículo 384 inciso 10 del Código Penal.

"...se consulta sobre la constitucionalidad del artículo 384 inciso 10) del Código Penal, mismo que dispone: "Artículo 384.-
Se impondrá de tres a treinta días multa: ... 10) A los que hubieren cometido contravenciones contra la propiedad, que se
les encuentre con instrumentos aptos para su comisión". Esta Sala en la sentencia número 0088-92 de las once horas del
diecisiete de enero de mil novecientos noventa y dos, dispuso:

"...El derecho penal de culpabilidad, como ya se adelantó, pretende que la responsabilidad penal -como un todo- esté
directamente relacionada con la conducta del sujeto activo; se es responsable por lo que se hizo (por la acción) y no por
lo que se es. Sancionar al hombre por lo que es y no por lo que hizo, quiebra el principio fundamental de garantía que
debe tener el derecho penal en una democracia. El desconocerle el derecho a cada ser humano de elegir como ser -
ateniéndose a las consecuencias legales, por supuesto-, y a otros que no pueden elegir, el ser como son, es ignorar la
realidad social y humana y principios básicos de libertad. Si la sanción penal, se relaciona con el grado de culpa con que
el sujeto actuó, esos principios básicos se reconocen, pues la pena resulta consecuencia del hecho cometido y se
relaciona directamente con él para la fijación del tanto de pena a cumplir, funciona en el caso la culpabilidad como un
condicionante de la pena, pero al mismo tiempo sirve para hacerla proporcional al hecho cometido, a la afectación del
bien jurídico que se dio con la acción atribuida al sujeto activo del ilícito..."

"...al disponer el artículo 39 constitucional que "A nadie se le hará sufrir pena sino por delito, cuasidelito o falta,
sancionados por ley anterior y en virtud de sentencia firme dictada por autoridad competente, previa oportunidad concedida
al indiciado para ejercitar su defensa y mediante la necesaria demostración de culpabilidad" el constituyente optó por un
derecho penal de culpabilidad, la pena debe necesariamente estar limitada, entre otras circunstancias, por el grado de
culpa con que actuó el sujeto activo y en tal razón cualquier principio que pretenda desconocer ese límite deviene en
inconstitucional...".

Del extracto de sentencia transcrita se desprende que en un Estado de Derecho Republicano-Democrático como el
nuestro, resulta constitucionalmente inaceptable la existencia del inciso 10 del artículo 384 del Código Penal. En primer
lugar, porque se trata de una norma que obedece a un derecho penal de autor, en donde la condición objetiva del tipo es
una condena anterior por acto contravencional contra la propiedad; segundo, porque no protege ninguna relación social
concreta y fundamental para la vida en sociedad, carece de bien jurídico y; tercero, es contraria al principio "non bis in
ídem" y, a la jurisprudencia de la Sala, en cuanto este principio impide la penalidad retrospectiva de hechos juzgados."
SALA CONSTITUCIONAL, Voto No. 7034-96, a las 9:39 del 24 de diciembre de 1996.-

17. PRISION PREVENTIVA. Carácter excepcional de la medida.

"II.- En forma reiterada ha indicado esta Sala que en un Estado liberal y democrático como el nuestro, la libertad es una
condición esencial del ser humano que participa de la vida colectiva, y que únicamente puede verse restringida como
medida cautelar dentro de un proceso penal, en forma provisional y para asegurar los fines del proceso, es decir, debe
constatarse la existencia de un inminente peligro procesal para poder limitar un derecho fundamental de tan alta estima
dentro de nuestro ordenamiento jurídico, peligro que indudablemente se ve representado cuando existe posibilidad de fuga
del imputado. Así, el artículo 37 constitucional claramente determina las hipótesis en las cuales es constitucionalmente
válida la privación de libertad de una persona, a saber: que la orden sea emitida por mandato escrito de juez o autoridad
encargada del orden público, por existir un indicio comprobado de haber cometido delito, o bien cuando se trate de reo
prófugo o delincuente infraganti, pero, en todo caso debe ser puesto el detenido a disposición de juez competente dentro
del término perentorio de veinticuatro horas." SALA CONSTITUCIONAL, Voto Nº 2976-97, de las 15:03 horas del 30 de
mayo de 1997.-

18. PRISION PREVENTIVA. Razones procesales objetivas para su prolongación en materia de narcotráfico.

"SEGUNDO.- La jurisprudencia de esta Sala ha estimado legítima, obviamente, la decisión de los tribunales de mantener
en prisión - y denegar la excarcelación- de cualquier imputado, cuando medien razones procesales objetivas, con el fin de
facilitar la averiguación de los hechos y establecer las responsabilidades correspondientes. Todo esto, dentro del equilibrio
que debe existir entre el derecho a la libertad y el estado de inocencia que perdura durante el proceso, por una parte, y la
necesidad social de que se haga justicia por la otra. Dentro de esa perspectiva, la detención en flagrancia, la instrucción
inconclusa (puesto que se investiga el paradero del resto de la droga que se suponía involucrada en la negociación
abortada) y la proximidad del debate, en que fundamenta la autoridad judicial recurrida su decisión, son causas que
reiteradamente esta Sala ha admitido como legítimas para mantener en prisión al imputado y así corresponde hacerlo en
este caso. No puede dejar de indicarse, a este propósito, que la experiencia judicial, y particularmente de la justicia
constitucional, hace necesario tener presente que la delincuencia de narcotráfico es especial y que también especiales son
los autores y sus métodos de trabajo. Incluso, no puede descartarse como legítimo que haya una mayor rigurosidad en el
tratamiento de los sometidos a este tipo de procesos, porque los medios o recursos materiales con que cuentan y la
organización (u organizaciones) que generalmente los respalda, hacen que puestos en libertad, se dificulte la actuación de
la justicia". SALA CONSTITUCIONAL, Voto No, 2048-95 de las 15:06 horas del 26 de abril de 1995.-

19. PRIVACIÓN DE LIBERTAD. Condiciones materiales mínimas para el tratamiento de los reclusos.
"El hecho de que la Administración no cuente con los recursos necesarios para acondicionar, debidamente, las celdas que
se encuentran en la Comandancia de ***, no la exime de responsabilidad y, de modo alguno, puede justificar el que las
personas privadas de libertad allí ubicadas -para efectos de lo cual es irrelevante si se trata de una detención o de una
aprehensión- deban soportan condiciones infrahumanas, lo que implica que han de tolerar un trato cruel y degradante.
Esta Sala en múltiples ocasiones ha dicho que los privados de libertad deben gozar de todos aquellos derechos
fundamentales que no sean incompatibles con su estado de reclusión. Así, deben contar con las condiciones materiales
mínimas, para que su dignidad como seres humanos no se vea menoscabada.... En relación con el tema de las
condiciones a las que están sometidos los detenidos en las cárceles, este Tribunal Constitucional, en sentencia Nº 1032-
96 de las nueve horas tres minutos del primero de marzo de mil novecientos noventa y seis, expresó: ...Cabe agregar que
estas Reglas (las de Naciones Unidas) regulan sobre las condiciones mínimas con las que debe contar un recluso, por lo
que debe entenderse que cada una de estas condiciones son derechos de ellos, constitucionalmente reconocidos, en
razón de ello no puede esta Sala, aceptar válidamente el argumento de la autoridad recurrida en el sentido de que "el
sistema penitenciario viene atravesando esta situación debido a un considerable incremento de personas privadas de
libertad a la orden de autoridades judiciales competentes. Ello deriva de un aumento elevado en el índice de delincuencia
que lógicamente obedece a la crisis económica social que atraviesa el país, como puede observarse lo mencionado
transciende los límites institucionales y gubernamentales".- Si el Estado, cumpliendo con una función pública como lo es el
velar por la seguridad ciudadana, aísla y priva de su libertad a personas que han infringido la ley, debe hacerlo dentro del
marco del respeto a los derechos humanos, como se ha comprometido..." SALA CONSTITUCIONAL, Voto No. 1774-97,
de las 15: 39 horas del 1º de abril de 1997.-

20. REBELDIA. Obligaciones del imputado.

"UNICO.- Como en reiteradas ocasiones se ha manifestado, el imputado tiene el deber de estar pendiente sobre el
desarrollo del proceso que se tramita en su contra, por consiguiente, se encuentra en la obligación de presentarse con
cierta regularidad ante el Juzgado correspondiente, a fin de atender cualquier requerimiento de aquel, estando así en la
obligación no solo de acudir al despacho judicial, sino de informar a aquel, sobre cualquier cambio que se suscite en el
lugar en que pueda ser habido. Ahora bien, si el imputado de manera negligente ha obviado esa obligación -de comunicar
cualquier modificación del domicilio en que puede ser habido, extremo que el órgano jurisdiccional recurrido tuvo por
demostrado con base en la constancia extendida por el Jefe de Capturas del Organismo de Investigación Judicial, en la
cual indica que no pudieron citar a H. M. para que compareciera al Despacho, pues no lo localizaron en el lugar que el
imputado señaló al tiempo de rendir su declaración indagatoria, e incluso los propios vecinos del lugar les comunicaron
que desde hacía dos meses que no vivía en ese lugar (ver folios 32, 33 y 34 de la copia del expediente judicial)-, con lo
que provoca, una obstaculización en el proceso que se sigue en su contra, esta Sala no observa que la declaratoria de
rebeldía, resulte ilegitima, ya que lo que se pretende con esa medidas es salvaguardar los fines del proceso penal y
asegurar así la no evasión del imputado y por consiguiente su disponibilidad para ser juzgado." SALA CONSTITUCIONAL,
Voto No. 2502-97, de las 15:36 horas del 7 de mayo de 1997.-

21. REGIMEN PENITENCIARIO. Absoluto respeto a la dignidad de las personas.

"Debe tener muy presente la Administración Penitenciaria que toda su actuación debe estar regida por el más absoluto
respeto a la dignidad de las personas, quienes, por diversas circunstancias de la vida se encuentran actualmente bajo la
tutela del sistema penal, pero que no por ello pierden su condición de seres humanos, en el entendido de que la
superioridad del ser humano sobre los seres irracionales radica precisamente en estar dotado de lo que se denomina
"dignidad de la persona", valor esencial dentro de nuestro Ordenamiento, que no significa de ninguna manera superioridad
de un ser humano sobre otro, sino de todos los seres humanos sobre los seres que carecen de razón. Es por ello que la
dignidad de la persona no admite discriminación alguna, por razón de nacimiento, raza o sexo, opiniones o creencias, es
independiente de la edad, inteligencia y salud mental, de la situación en que se encuentre y de las cualidades, así como
de la conducta y comportamiento; de ahí que, por muy bajo que caiga la persona, por grande que sea la degradación,
seguirá siendo persona, con la dignidad que ello comporta. SALA CONSTITUCIONAL, Voto Nº 2493-97, a las 15:09 horas
del 7 de mayo de 1997. -

22. SENTENCIA. Prohibición de ser modificada por el propio juez.


"I.- El punto medular del recurso planteado se refiere al hecho de que el Juez Primero Penal celebró juicio oral y público
en el que dictó sentencia a viva voz, condenando a la encartada a la pena de tres años de prisión y otorgándole el
beneficio de ejecución condicional de la pena, pronunciamiento que quedó consignado en el acta de debate; sin embargo,
al momento de redactar la sentencia, procede a modificarla en parte, y deniega el beneficio referido.

II.- En el expediente judicial que esta Sala ha tenido a la vista se desprende que esta divergencia entre los resuelto por el
juzgador a viva voz y que quedó consignado en el acta de debate, y lo contenido en la sentencia dictada, fue tratado por
el Juez Primero Penal como un error material, que él mismo procedió a corregir nueve días después de dictada la
sentencia. (folio 117) De ninguna manera puede considerarse esta incongruencia de pronunciamientos como un simple
error material, sino más bien una modificación al fallo ya dictado, lo cual está totalmente vedado a los jueces que ya han
externado su criterio en cuanto al thema probandum de un proceso. El Código de Procedimientos Penales concede la
oportunidad al juez corregir errores materiales, así como de aclarar o adicionar su sentencia, pero de ningún modo le
permite modificar lo ya resuelto (artículos 109 y 110), prohibición que constituye una garantía para el acusado, ya que se
da con el fin de asegurarle que su situación jurídica no podrá ser variado a menos que otro Tribunal encuentre errores
cometidos por inobservancia o errónea aplicación de la ley sustantiva o procesal." SALA CONSTITUCIONAL, Voto No.
1514-97, de las 9: 51 horas del 14 de marzo de 1997.-

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