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CARTA ABIERTA A LOS MÚSICOS CRISTIANOS LATINOAMERICANOS

Contribución por Antonio Peralta A

Queridos hermanos:

Al igual que millones de otros creyentes hispano parlantes disfruto mucho de la música y las canciones que
han popularizado, y por eso espero que no tomen a mal este pequeño reclamo. Lo hago de esta manera
pública, pues éste es el ámbito en que más han influido en la mayoría de nosotros y porque quisiera ayudar a
provocar una reflexión más generalizada sobre este tema.

La inquietud que quiero compartir con ustedes nació en mí hace ya bastante tiempo. Resulta que mi
esposa y yo somos misioneros en un país africano. En ese lugar está prohibido que la gente local celebre
cultos cristianos, así que, aparte de reunirnos secretas con creyentes nacionales, también asistimos las veces
que podemos a un culto público solo para extranjeros. Como en esa congregación internacional saben que
somos de América Latina y han escuchado de la tradición musical tan rica y variada de nuestro continente y
del despertar espiritual que se está viviendo allí, insisten en invitarnos a cantar canciones cristianas de
nuestras tierras. Hemos interpretado quizás unas cinco y ya no sabemos qué más cantar, pues casi la
totalidad de las numerosas canciones cristianas que conocemos — todas ellas muy bellas y bíblicas — o son
traducciones (mayormente del inglés) o tienen músicas que muy difícilmente podrían identificarse como
típicas o autóctonas de América Latina.

Recientemente hemos hecho una gira de promoción misionera que nos llevó por unos cuantos de los países
latinoamericanos. A decir verdad, nos alarmó la increíble falta de música cristiana con raíces en las melodías
y los ritmos autóctonos de cada cultura. Incluso los instrumentos típicos ya casi aparecían, suplantados por la
batería, el bajo, la guitarra y el teclado eléctricos — los instrumentos de rigor hoy para poder cantar las
canciones de Marcos Witt, Danilo Montero, Peregrinos y Extranjeros, Marco Barrientos, Torre Fuerte, Miguel
Cassina, Jaime Murrell, Frank Giraldo, etcétera, y así estar a la nota de alabanza. Sus canciones serán
composiciones originales en castellano, pero no negarán que la mayor parte de la música que han producido
y que se está promoviendo con tanto éxito en todo el mundo de habla hispana, por más hermosa que sea, es
- con raras excepciones — casi indistinguible de los estilos que se producen también en las culturas
anglosajonas de Norteamérica y Europa.

Alarmante también en este viaje fue encontrar — más allá de solo música — tanta inclinación, casi
veneración, hacia todo lo norteamericano. Esto incluso entre los que supuestamente deberíamos estar entre
los defensores más convencidos de nuestras culturas, sabiendo que son parte de la herencia de nuestro
Redentor Jesucristo (Sal. 2:8; Ap. 7:9-10). De hecho, en más de un caso resultaba bastante obvio que
muchos hermanos preferían asociarse con congregaciones especialmente ‘gringas’, dirigidas por pastores
norteamericanos, aparentemente sin la más mínima intención de acriollar (aculturar) su estilo extranjero tan
popular, ni de traspasar su mando a discípulos locales.

¿Será que no es cierto para nuestra América Latina que yo y mis compañeros misioneros les decimos a
nuestros discípulos africanos: que Dios hizo a todas las culturas, las ama y desea que desde todas ellas, en
sus estilos propios, se lo adore y exalte? Como al parecer casi siempre les toca a ustedes estar ministrando la
música, no sé si alguna vez habrán experimentado el gozo indecible que es escuchar a hermanos cristianos
procedentes de otra cultura cantando alabanzas de todo corazón en su propia lengua y con un estilo
característico de su cultura. Creo que ese gozo nos deja palpar algo de lo que a Dios le deleita y de lo que él
desea cuando manda que ‘todos los pueblos le alaben’ y cuando predice que 'todas las naciones vendrán y le
adorarán'.

El reclamo que quisiera hacerles es que aprovechen su actual popularidad y sus muchos talleres para
músicos y conferencias sobre adoración para intentar inculcar un aprecio cristiano por todo lo nuestro — lo
que el 'Rey de las naciones' (es decir, de los grupos culturales; Jer. 10:7) nos dio a nosotros y no a otros —
pues él nos hizo para que lo adoremos y glorifiquemos con eso (Sal. 86:9) y así integremos esa gran sinfonía
celestial con cada nación / cultura ejecutando su parte y no una porción ajena. Creo que como cristianos - que
a través de Cristo debiéramos haber vencido todo complejo de inferioridad - tenemos el deber de hacer todo
lo que podamos para luchar contra el engaño que tanto inculca Satanás en América Latina de lo que ‘lo ajeno
es mejor’ (sin caer tampoco en la trampa opuesta de ‘sólo lo nuestro sirve’).

Espero que no me malentiendan: Yo canto y disfruto la música de ustedes, creo que debemos tener
variedad en nuestra alabanza y que como parte de la Iglesia universal es bonito cantar también canciones
cuya letra o melodía se originaron en otra parte del cuerpo. Lo que me preocupa es que permitamos que la
fuerte invasión cultural norteamericana que hoy viven casi todas las sociedades latinoamericanas termine
arrasando (al menos en círculos evangélicos) con la rica herencia musical y cultural autóctona que hemos
recibido. Jesucristo no desea suplantar dicha herencia sino redimirla para que sirva como medio para
expresarle a él nuestra gratitud y a nuestros pueblos su salvación.

Como siervos de Dios y no de la demanda popular no debemos caer en el error de darle a la gente
simplemente lo que quiere — como si se tratase de comercializar un producto cualquiera - sino llevarla a
valorar, desarbolar y usar (de forma que él quiera) lo que él dio.

Mi oración es que esta pequeña reflexión sirva para que de aquí a unos años todos los que deseamos ver
expresada la gloria de Cristo en cada cultura contemos con muchas más canciones que nos permitan hacerlo
con formas auténticamente 'nuestras' y veamos un sano y generalizado celo entre las iglesias evangélicas por
todo autóctono de nuestros pueblos. Así podría empezar a darse si ustedes despliegan un serio esfuerzo por
impulsar mucho más decididamente los diferentes estilos e instrumentos musicales típicamente
latinoamericanos, y encuentran maneras prácticas de alentar a compositores y exponentes cristianos a que
los ejecuten.

Que el ‘Rey de toda la tierra’ (Sal. 47:7) los use también en esto para su gloria eterna en y desde las
diversas culturas de América Latina.

Tomado de Apuntes Pastorales 1999-05


Usado con permiso

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